1 a - S arte y sabœr Juan Luis Moraza “un modo sin modo” (San Agustín) Entonces, ¿qué es el arte?: ¿qué? es el arte, o, por decirlo de otro modo, el arte es “¿qué?”. Su predicado no puede ser sustantivo sino interrogativo, pero al mismo tiempo dispone de una consistencia experiencial. En este doble sentido, podremos extremar el argumento hasta afirmar que sólo al arte correspondería el calificativo de sapiens, o por decirlo de otro modo, en el arte sucede una experiencia de complejidad experiencial que se encuentra en el punto álgido de lo que identificamos como sapiens en el sentido integral de la palabra. Ello incluye inteligencia (capacidad de elección), intensidad emocional y sensorial, complejidad conceptual, capacidad de transmisión, intersubjetividad e intrasubjetividad. El propósito fundamental del arte pertenece a la naturaleza integradora y conceptual de la mente humana, al hecho de que la persona adquiere conocimiento y guía sus acciones no mediante percepciones aisladas y simples, sino a través de sistemas de abstracción y correspondencia, de traducción e integración. Tal y como el lenguaje articulado sirve para convertir las abstracciones conceptuales y las complejidades sensoriales y emocionales, en equivalentes concretos, y así condensar una gran cantidad de conocimiento, el arte satisface la necesidad cognitiva de condensación y de economía en el reino de los valores de juicio perceptivo, afectivo y conceptivo. Ninguna otra actividad cognitiva ha integrado de un modo tan poco excluyente estos ámbitos cognitivos distintos aunque complementarios. El arte se ha desarrollado, precisamente, como una experiencia capaz de integrar esos sistemas de simulación cognitiva (perceptual, conceptual y emocional) en unidades de saber altamente sofisticados: tan alejados de la especificidad semántica de una fórmula o un teorema, como de la inespecificidad altamente emocional de un grito o una interjección. Esta forma de saber supone la disolución de la dicotomía sensorial/intelectual. El sapiens incluye tanto lo sensorial/motor –del paladar sofisticado, del sabor-, como lo intelecto/categorial –del entendimiento y la sabiduría-. Se ha querido reconocer el homo sapiens como subespecie que piensa; Dado que el sapiens identifica el saber con el sabor, será adecuado identificar además al homo sapiens como el homínido que saborea. El sapiens no sólo es quien piensa conociendo o quien conoce pensado, sino también y sobre todo, quien conoce desde el paladar, desde el gusto refinado y delicado, desde la exquisitez, y de ahí su prudencia, juicio y entendimiento. Y el sapiens sapiens saborea el saborear, goza de su consciencia, se sabe sabio y saboreador. No sólo degusta sino que se deleita en su gusto, en la conciencia de estar degustando, no sólo ve, sino que se ve viendo; no sólo sabe, sino que sabe de su saber. El homínido que saborea, observa, que condimenta, quien ha dejado de estar sometido a las relaciones de continuidad conductual, de inmediatez entre estímulo y respuesta, instituyendo una distancia, una demora, un intervalo, una mirada. Sólo existe especie desde el sabœr.