aura: la revolución mexicana
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Aura, escrita por Carlos Fuentes, es una novela perteneciente al fenómeno literario denominado Boom Latinoamericano, el cual tuvo acogida en la década de los años 60. En la obra se evidencia como la identidad de la misma es formada a partir de los aspectos de la simultaneidad y de la oposición, que se desarrolla a través de las imágenes descritas mediante el lenguaje, que intenta representar, a su vez, la realidad que se percibe de México en cuanto a los caracteres culturales, sociales, políticos e históricos, mediante los ojos del autor. La dinámica de la simultaneidad en el lenguaje, se desarrolla mediante la semántica y la representación de signos; y se efectúa a partir del encuentro de las leyes de escritura concernientes al autor, que pone en juego la identidad no solo de su literatura, sino también la de un país que se encuentra inmerso en la dinámica de vender el ideal del progreso.TRANSCRIPT
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Valentina Giraldo Sosa
Cristian Alejandro Suárez Giraldo
Hermenéutica
30 de Octubre 2014
Aura, la revolucionaria mexicana
PALABRAS CLAVE
Historia y literatura, Lenguaje, Simultaneidad
RESUMEN
Aura, escrita por Carlos Fuentes, es una novela perteneciente al fenómeno
literario denominado Boom Latinoamericano, el cual tuvo acogida en la década
de los años 60. En la obra se evidencia como la identidad de la misma es
formada a partir de los aspectos de la simultaneidad y de la oposición, que se
desarrolla a través de las imágenes descritas mediante el lenguaje, que intenta
representar, a su vez, la realidad que se percibe de México en cuanto a los
caracteres culturales, sociales, políticos e históricos, mediante los ojos del
autor.
La dinámica de la simultaneidad en el lenguaje, se desarrolla mediante
la semántica y la representación de signos; y se efectúa a partir del encuentro
de las leyes de escritura concernientes al autor, que pone en juego la identidad
no solo de su literatura, sino también la de un país que se encuentra inmerso
en la dinámica de vender el ideal del progreso.
INTRODUCCIÓN
Aura surge en una época de transición y de cambios significativos para México.
La novela se sitúa durante el fenómeno literario llamado Boom latinoamericano,
en el cual, se percibe la experimentación con el lenguaje, con las figuras
narrativas y con los espacios tomados de la realidad que son llevados al ámbito
literario a través de órdenes y mensajes establecidos por combinaciones y
disposiciones de palabras que otorgan significados diferentes al lector.
La construcción de la obra está dispuesta de forma tal, que permite al
lector interpretar, gracias a las cargas semánticas que esconde el discurso que
se encuentra en la escritura. Al interior de la novela, los personajes escogen su
arte particular, es decir, adoptan un manifestar específico para develar su
universo.
Carlos Fuentes demuestra en la composición de su novela, el rigor
lingüístico y el propósito de poner en diálogo los ideales de comunicación y la
necesidad de declarar de sus experiencias en México.
La novela Aura goza hoy en día con gran popularidad, gracias al estilo
que detenta. Es una novela con material de estudio significativo para los
investigadores, y entre estos asuntos, se encuentra especialmente aquellos
relacionados con el lenguaje y los discursos políticos a través de la literatura.
Como acercamiento a las respuestas de los cuestionamientos
suscitados por la lectura, se requirió del análisis tanto del texto en sí, como de
los autores que han trabajado temas correspondientes a las posturas
narrativas, la simultaneidad, la identidad en la literatura y los fenómenos de
oposición como Emilio Bejel y Javier Órdiz; y para la materia de semántica y de
signo, a Paul Ricœur y a Humberto Eco.
El estudio de la novela resulta ser un posible punto de partida para
futuras indagaciones acerca de las construcciones sociales, políticas y
culturales en la literatura. Para el desarrollo del documento, se encontrará dos
divisiones, en donde la primera parte, bajo el título de “Sucesos políticos que
permitieron la aparición de Aura”, realiza un breve acercamiento a la historia
política de México, para luego abordar, a modo de reseña, las dinámicas que le
permitieron a Carlos Fuentes llevar a cabo su obra literaria, especialmente de
la novela Aura.
En la segunda parte, bajo el nombre de “Aura y su develar a través del
lenguaje”, se ahondará en la novela para observar de qué manera se ven
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inmersos los acontecimientos de la realidad en la obra y los fenómenos de
oposición y de simultaneidad que otorgan identidad a la novela.
Para terminar, en las conclusiones se encuentra la manera en que
Carlos Fuentes otorga, a partir de experimentos, aportes a la escritura en
donde se percibe el uso de la retórica y las figuras narrativas. Se aclara, de
igual modo, que la novela resulta ser un material dispuesto a la continua
exploración, debido a las variantes de estudio que propone, no solo a partir de
las perspectivas teóricas e incluso estructurales que de allí puedan analizarse,
sino de la apropiación como tal del global de la novela.
DESARROLLO
Sucesos políticos que permitieron la aparición de Aura
Los años 60 pertenecieron a una década de la historia colmada de
acontecimientos, de cambios y de manifiestos. México, en dicho momento, se
encontraba en pleno desarrollo como país renovado, abriéndose y
apropiándose del sistema económico predominante nombrado capitalismo. El
país se hallaba en un proceso de industrialización activo que se ejecutaba para
alcanzar objetivos a nivel mundial, reiterando su fuerte atracción por las
actitudes y los objetivos extranjeros, especialmente aquellos europeos y
estadounidenses.
México descuidó sus ideales propios y la lucha por la identidad empezó
a evidenciarse desde la época de la colonización europea, sin embargo, las
problemáticas que más agitaron a escritores como Carlos Fuentes para
plasmar en su literatura, comienzan con las repercusiones de 1910 que trajo
consigo, desvíos notorios en la cultura.
Los sentimientos adversos ya se hallaban desde principios de 1900,
cuando Porfirio Díaz fue reelecto en la presidencia de México. La angustia
acrecentaba y los opositores no soportaban la idea del aprovechamiento que
estaba efectuando la política frente a un pueblo falto de carácter y poseedor de
una confusa identidad. Porfirio Díaz propendía por la adopción de la cultura
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francesa, tomando como referencia, el sentimiento nacionalista, no obstante, la
mala administración de la justicia y la incapacidad del general, lo llevó a la
incomprensión de la necesidad de participación política que el pueblo
necesitaba y el derecho como tal del estado.
En vista del abuso, el empresario y político Francisco Ignacio Madero,
inició la lucha armada que definiría el futuro del país, proclamando el plan San
Luis en el que declaró la potestad de un pueblo y la capacidad del mismo por
tomar las armas y derrocar las autoridades que en su momento gobernaban. La
toma había sido inicialmente pensada para una noche, pero trasgredió lo
establecido y ocupó siete años de la historia, desatando, de este modo, una
guerra civil. Francisco Madero ingresa en el poder deviniendo presidente, sin
embargo, pese a sus logros, las angustias en el país continuaron, asunto que
llevó a Emiliano Zapata a enfrentar al presidente, exigiendo su renuncia con el
Plan de Ayala. Madero muere en el golpe de estado, y no solo él, también
diversos políticos en el país corrieron la misma suerte.
Debido a las continuas muertes, Estados Unidos, a cargo del presidente
Woodrow Wilson, se vio atraído en la intervención interna de México. La venta
de las armas en el país latinoamericano se vio suspendida, no obstante, debido
a las prácticas corruptas, estadounidenses ayudaron a los revolucionarios
discretamente. La guerra finalizó el 5 de Febrero de 1917, con la redacción de
la carta maga que proclamó el progreso del país a nivel institucional y social, y
por el derecho y la libertad.
Desde 1930, México se ha caracterizado por el crecimiento sostenido de
su economía, sin embargo, en los años 50, fue nombrado, dicho
acontecimiento, como el milagro mexicano al haberse incrementado el mercado
interno y al haber impulsado la participación del país en la economía mundial.
La industrial del país se identificó por la elaboración de textiles, por el agro, los
productos químicos, la manufactura de productos metálicos y de madera, entre
otros. También, se logró establecer el salario mínimo, el seguro social y a las
mujeres se les otorgó el derecho político.
Para 1960, México había dado un vuelco sobre los avances
tecnológicos, produciendo materias primas para el intercambio de maquinarias,
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herramientas, capitales y créditos que activaron la industria. En ocasiones, los
avances resultaban ser la más intensa explotación de población y recursos,
pero eran necesarios al ser respuestas a requerimientos de la propia evolución
social.
En vista de la adopción del sistema capitalista, México se enfrentó a
cambios culturales que no tardaron en ser expuestos a nivel literario. Conforme
avanzó el cambio artístico, este comenzó a relacionarse con los sentimientos
contradictorios que oscilaban entre la nostalgia por el pasado y la necesidad
ineludible de continuar hacia el futuro.
Carlos Fuentes, en efecto, no dejó escapar la corriente y se apropió de
ella. Instauró su escritura en el movimiento apelado Boom Latinoamericano,
que si bien se había gestado a principios de los años 40 y 50, fue ampliado
conceptualmente en los 60’s, con el despliegue de las obras de los diferentes
escritores que se manifestaron a través del Realismo Mágico, y a través del
espejo en el que se implantaba la realidad de la modernidad, frente al
cuestionamiento por el origen de los pueblos, las dictaduras militares, el
imperialismo, el colonialismo, las revoluciones, entre otros.
En Carlos Fuente nos encontramos con una figura representativa de la
literatura nacional mexicana; destacado por la polémica que provoca en sus
textos construidos desde la “propensión por presentar su propia versión de la
realidad tal y como la concibe sin importarle mucho las consecuencias de sus
palabras” (Robert G. 229). Dedicó su obra al que hacer de la manifestación,
develando su preocupación por el destino de su país. Consideraba plena y
verdadera la cita de Elio Vittorini, la cual contemplaba que el escritor debía
poner todo en tela de juicio, ya que esta era la única manera de participar en la
historia, y a partir de ella, iniciaba su labor.
El interés por la condición humana lo llevó al estudio de la actualidad, a
la apropiación de los acontecimientos mundiales para luego permitirse la
revolución letrada. “Para él, la literatura es a la vez creación artística y un
medio, quizá el mejor, de asegurar el progreso humano. Para Fuentes la
palabra, el lenguaje, es la acción del escritor” (Roberto G.230). Su creación por
tanto, se encontraba comprometida a nivel político y social, pues según
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Fuentes, como mencionó en su ensayo para la revista “Tiempo Mexicano” en
1972, “El escritor no puede ser ajeno a la lucha por la transformación política,
que en última instancia, supone también una transformación cultural”.
Ahora bien, nos encontramos con Aura, una novela corta escrita por
Carlos Fuentes, rica en antecedentes y en fenómenos que indican los
acontecimiento del México del siglo pasado. Fue desarrollada como relato
narrado en 1961 en la ciudad de México, en la calle Donceles 815, sin
embargo, publicada con 62 páginas, divididas en cinco capítulos en el año
1962.
La novela se caracteriza por pertenecer al realismo mágico, el cual,
según el crítico de arte alemán Franz Roth, en el libro: El realismo mágico,
publicado por la “Revista de Occidente”, es definido como aquello que
“combina las formas reales de una manera no conforme a la realidad
cotidiana”. Es así entonces como Aura propone como obra, el encuentro del
mundo real con el mundo de los sueños a través del narrador en segunda
persona, quien genera sensaciones de duda gracias al lenguaje futuro que
utiliza como hilo conductor entre el autor y los personajes, o el personaje,
realizando el juego de interconexión del pasado con el presente, es decir, el
juego de los recuerdos traídos a una actualidad para luego aseverar el
porvenir.
Aura, novela cuya subversión y manifiesto se encamina a la relación del
espacio y del tiempo, reivindica situaciones claves del furor mexicano de los
años 60 en compañía de Boom, es decir, la identidad de la novela de Carlos
Fuentes, forja su peculiaridad tomando aspectos de la vida cultural y social de
México en aquel entonces, a través de la caracterización de los personajes, los
recursos narrativos, lingüísticos y semánticos, que a su vez, divulgan las
problemáticas que se propiciaron con la entrada del capitalismo.
Aura y su develar a través del lenguaje
La novela representa un experimento con la temática, con las estructuras
narrativas y con la imaginación que proponía en gran medida, la corriente
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literaria en la que se inscribe. La conciencia de la vida humana con respecto a
su entorno, recorre los párrafos uno tras otro de la novela de la revolucionaria,
de Aura; la de ojos verdes y tafetán. Aura encarna la belleza de su juventud y a
su vez, encarna el misterio de una historia mágica. La novela inicia con Felipe
Montero, sentado fumando y bebiendo té en el cafetín sucio y barato; lee el
periódico y en él encuentra el anuncio que lo llevaría al hallazgo de las
memorias del General Llorente y las similitudes que tiene con él mismo, e
incluso, con el narrador.
“Te sorprenderá imaginar que alguien vive en la calle de Donceles”
(Fuentes 12) se dice Felipe Montero a sí mismo, mientras camina por el
espacio que pertenece al conjunto de edificaciones antiguas que ahora son
utilizados para el comercio, menos la casa oscura en la que habita Aura y la
anciana mujer de 109 años llamada Consuelo. Abunda la oscuridad y la intriga
rodea las escenas, por otro lado, es el recuerdo por el difunto general lo que
permite ser posibles la obstinación que encarna la anciana en la historia, y por
supuesto, lo que admite el desenlace de la novela, conjugando las ansias por el
doble deseo de estar devuelta a la juventud y la premura por arribar a la vejez.
Se presentan en la narración elementos de la realidad que se desplazan
por los espacios comunes tales como la calle Donceles (Fuentes 11-12), la
cual, coincide con la que se encuentra en Ciudad de México, siendo esta una
de las calles más antiguas y una de las primeras en las que los conquistadores
se asentaron y que actualmente es frecuentada por estudiantes, al estar,
ubicadas allí, numerosas tiendas de libros antiguos y usados. En la novela, la
calle Donceles se encuentra inmersa en la atmósfera y resulta ser un espacio
insólito que permite de desarrollo de las paradojas que en Aura se encuentran.
Se percibe la prisa en la novela por denunciar los atropellos que ha
traído consigo el capitalismo, mediante las tinieblas que envuelven a los
cuatros personajes que aparecen y al narrador, quien finalmente juega un
papel importante para el querer manifestante de la obra. Los personajes
permanecen en la oscuridad encarando la realidad que decidieron asumir,
además de vivir cotidianamente los problemas y los misterios de forma natural.
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El auge capitalista, en conjunto al desarrollo industrial, conllevó a
conflictos sociales, en donde la población debía aceptar el nuevo estilo de vida
agitado de espacios reducidos, que gira entorno al despliegue económico; y en
dónde también, aquel que optara por quedarse atrás en el tiempo, debía
afrontar la arbitrariedad del nuevo modelo de subsistencia, encontrándose allí,
la denuncia más audaz por parte de Carlos Fuentes, utilizando la voz de sus
personajes: “Nos amurallaron, señor Montero. Han construido alrededor de
nosotras, nos han quitado la luz. (…) esta casa está llena de recuerdos para
nosotras” (Fuentes 23).
El manifestar de la anciana Consuelo se encuentra aferrado a los
recuerdos, negando la evolución que trae consigo el futuro, la sociedad
encaminada y preocupada por el tiempo y la eficacia de la productividad. Por
otro lado, Consuelo, en la novela, resulta ser de cierto modo, otra referencia de
la globalidad en cuanto al miedo que desprende de sí, al convertirse en lo
inevitable, en lo magno y en la única verdad:
Recuerdas a Aura minutos antes, inanimada, embrutecida por el
terror: incapaz de hablar enfrente de la tirana, moviendo los labios
en silencio, como si el silencio te implorara su libertad, prisionera
al grado de imitar todos los movimientos de la señora Consuelo,
como si solo lo que hiciera la vieja fuese permitido a la joven.
(Fuentes 29)
Fuentes contempla a través de la novela, la intolerancia política y la reaparición
de las víctimas constantemente en forma de fantasmas. México, bajo la
perspectiva de país occidental, alberga en su interior los espectros
amenazadores de una pasado que habitan en una dimensión oculta y no
reconocida. De igual modo, la denuncia se encuentra en torno a la soledad que
solo logra conciliarse no solo al evocar el pasado, sino también, al hacer de
dicho pasado, el presente absoluto: “Quieren que estemos solas, señor
Montero, porque dicen que la soledad es necesario para alcanzar la santidad.
Se han olvidado de que en la soledad la tentación es más grande” (Fuentes
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32). El cuestionamiento por el racionalismo genera la narración, sin embargo,
lejos de los espacios imaginados por Carlos Fuentes, se percibe la presencia
de una temática relativa a problemas nacionales, convirtiéndose en testimonio
ante el pasado que se resiste a desaparecer y sigue vivo en la realidad
mexicana.
En la novela encontramos elementos que nos ayudan a observar de
mejor manera, cómo el asunto del pasado persiste en el tiempo, no como
acontecimiento base para continuar, sino como tiempo que perdura y que
continúa presente:
No volverás a mirar tu reloj, ese objeto inservible que mide
falsamente un tiempo acordado a la vanidad humana, esas
manecillas que marcan tediosamente las largas horas inventadas
para engañar el verdadero tiempo, el tiempo que corre con la
velocidad insultante, mortal, que ningún reloj puede mirar. Una
vida, un siglo, cincuenta años, ya no atesora posible imaginar
esas medidas mentirosas, ya no te será posible tomar entre las
manos ese polvo. (Fuentes 47)
El reloj de Felipe se vuelve en el elemento que permite al personaje traer luz a
la oscuridad que domina en la casa, es decir, resulta ser el objeto que nos
recuerda el tiempo presente y nos intenta alejar del pasado, aunque sin
resultados visibles. El reloj refleja simbólicamente la dinámica existente entre lo
racional y lo irracional, que de igual manera, se debate en la historia de aquel
entonces, en donde la contraposición entre el consciente y el inconsciente,
influyó de manera determinante en la cultura mexicana del siglo XX.
Aura se mueve desde su análisis literario, entre las temáticas que giran
entorno al lenguaje, la intención del lenguaje y la semántica. Existen técnicas
que explican de manera acertada el funcionamiento de la comunicación y de la
significación, señalando en primera instancia a la semiótica, como aquella que
trata principalmente de los signos examinados desde su relación con el código
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e integrados en unidades tales como enunciados, figuras retóricas y funciones
narrativas (Morris ctd. en Eco, 19).
El problema con la semiótica para el análisis del lenguaje, es que esta,
debido a la elaboración de la definición, debe ser válida para todos los signos,
aún en el modelo lingüístico y en el cultural. La singularidad no puede apartarse
del lenguaje, por ende, no puede hacerlo del ámbito colectivo; y la literatura por
su parte, tiene la capacidad de reflejar en el lenguaje utilizado, la cultura como
concepto compartido.
El hombre es simbólico desde su esencia, tanto en sentido del lenguaje
verbal como cultural y ritualístico, ya que pertenece a sociedades compuestas
por relaciones, por inclusiones a instituciones y por costumbres.
El hombre encierra su experiencia para hacerla intercambiable; se
instaura humanidad cuando se instaura sociedad, pero se instaura
sociedad cuando hay comercio de signos. Y así, la semiótica se
convierte en la forma científica de la antropología cultural
(Cassirer ctd. en Eco 106).
El habla y el discurso, se transforma, como indica Paul Ricœur, en
pensamiento para ser exteriorizado. El mensaje resulta particular de acuerdo al
hablante y al público al cual se dirige. Es aquí entonces cuando puede
afirmarse que la obra literaria puede hacer las veces del acto de habla, gracias
al elaborarse como un acontecimiento que deviene en discurso a través del
lenguaje. Cuando se analiza de este modo, se llega al paso de la semiótica a la
semántica, en la cual, la oración enunciada, no resulta ser una palabra más
compleja sino que es una nueva identidad, es decir, una totalidad que no puede
reducirse a la suma de todas sus partes ya que se desprende de un lenguaje,
que es en esencia de carácter polisémico, y del cual depende la integración, es
decir el sentido, y la disonancia, que indica la forma y las partes constitutivas.
La escritura es la manifestación del discurso; lo que sucede en la escritura es
fijar algo que se encuentra en estado inicial y elemental del habla viva (Ricœur
22).
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En Aura, el lenguaje evocado se torna tenue, sin embargo impositivo, y
tiene por finalidad, guiar a los personajes, especialmente a Felipe montero, al
esfuerzo incesante por distinguir lo real y lo ideal. El lenguaje, en su
desplazamiento narrativo, logra convertirse en hilo intertextual.
En la obra también se evidencia el asunto de la simultaneidad, en primer
lugar y del que más se ha expuesto, sobre la antigüedad presente a la par de la
novedad. De igual modo, se encuentra el contraste entre el papel tanto del
hombre y de la mujer, en tanto el empoderamiento de la mujer para tomar
decisiones.
El lenguaje en sí, también presenta actos de simultaneidad, develado a
través del uso de idiomas extranjeros tales como el francés:
Un día la encontró, abierta de piernas, con la criolina levantada
por delante, martirizando a un gato y no supo llamarle la atención
porque le pareció que tu faisais ça d’une façon si innocent, par pur
enfantillage e incluso lo excitó el hecho, de manera que esa noche
la amó, si le das crédito a tu lectura, con una pasión hiperbólica,
parce que tu m’avais dit que torturer les chats était ta manière à
toi de rendre notre amour favorable, par un sacrifice symbolique…
(…) (Fuentes 32-33)
Los espacios simultáneos que ocupa el lenguaje, propone rupturas de signos,
trasgrede el espacio, el tiempo y la relación pronominal. “El resultado temporal
de esta relación pronominal es una proyección doble o sea una simultaneidad
que significa un desdoblamiento que el tiempo de la estructura proyecta en su
sucesión” (Bejel 466).
En cuanto a los personajes, se identifica a Aura como caracterización
simultánea de Consuelo, llegando incluso a la inferencia de que Aura es la
juventud de Consuelo, y pese a ambas existir en el mismo espacio y en el
mismo tiempo, la causalidad dictamina que Aura vivió y aún vive desde antes
que Consuelo. Henry James utiliza frecuentemente este tipo de alteración
espacio-temporal, implicando una regresión sin fin, una circunferencia (Bejel
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467). De igual manera, en la novela se percibe como Felipe, deviene en el
General Llorente cuando este era joven, cumpliendo un desarrollo similar al de
Aura y Consuelo.
El narrador, por su parte, se encuentra redactado en segunda persona y
en él, se identifica la voz de Felipe Montero hablándose a sí mismo, dirigiendo
su accionar, provocando el desdoblamiento y la multiplicación, incluso, de
personas/personajes. “Felipe Montero, que habla en tú de sí mismo y como
Felipe habla a sí mismo sobre sí mismo, se convierte en sujeto de la
enunciación a la vez que es sujeto del enunciado” (Bejel 468).
El narrador en segunda persona es el narrador menos utilizado para la
escritura. Tiene las características de un narrador autodiegético, es decir, suele
contar su propia historia. Busca la complicidad del lector y utiliza las
conjugaciones de segunda persona como “tú”, “te”, “a ti”: “LEES ESE
ANUNCIO: una oferta de esa naturaleza no se hace todos los días. Lees y
relees el aviso. Parece dirigido a ti, a nadie más” (Fuentes 11). El tiempo verbal
que este narrador utiliza, pareciera ser una estructura dialógica, además,
generalmente aparece en diálogos.
El hecho de que Felipe hable en segunda persona, apunta hacia el
futuro y un presente simultáneamente del mismo Felipe, al este encontrarse
investigando sobre el pasado del General, el cual, deviene en su futuro. Por
otro lado, Aura es entonces el pasado de Consuelo si se toma como presente
del acontecimiento de la historia y al mismo tiempo, Consuelo es el futuro de
Aura.
Los tiempos de aparición entre Consuelo y Aura coinciden, se cruzan y a
su vez, se desvían; mientras que Felipe y el General, no aparecen, durante los
dos primeros días de la narración, en espacios simultáneamente. El general se
encuentra evocado en el pasado, gracias a las memorias, pero también, queda
relegado a un futuro, cuando se habla de la relación que tiene este con Felipe.
De esta manera, a partir del lenguaje que permite las interpretaciones
confusas y de los espacios contradictorios e impositivos, es como se evidencia
la identidad turbada de los personajes que develan, al mismo tiempo, la
realidad perpleja de México de los años 60.
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Aura es entonces una revolucionaria mexicana, una agitadora de la
literatura que manifiesta, a través de hechos mágicos, los acontecimientos de
una problemática que trajo consigo la imposición de los cambios propuestos
por la influencia extranjera. Es la revolucionaria que lucha contra el
imperialismo y, a pesar de persistir en el pasado, además de representarlo, se
enfrenta al futuro inevitable y prometido, por la corriente fuerte e insistente de la
sociedad.
CONCLUSIÓN
Aura surge en una época de cambios significativos a nivel social y cultural para
México. La novela se expresa mediante el fenómeno literario llamado Boom
latinoamericano, en el cual se perciben la experimentación de las figuras
narrativas y semánticas en la literatura, a través de órdenes establecidos por el
escritor, por las disposiciones de los tiempos verbales y por las palabras que
otorgan significados al lector mediante mensajes solo posiblemente creados en
la literatura.
Carlos Fuentes demuestra en la composición de la novela, las
problemáticas mexicanas de la industrialización capitalista adoptadas por el
país, como por el ejemplo la búsqueda de la identidad y la nostalgia por el
pasado, en compañía al propósito de continuar hacia el futuro. El papel de la
mujer también se encuentra presente en la novela, debido a que los cambios
que se dieron en México, en la década del Boom latinoamericano, trajeron
consigo la importancia de la participación y los derechos de la mujer en la
sociedad.
Dichos acontecimientos logran transmitirse en Aura a través del narrador
en segunda persona y de las composiciones lingüísticas, presentando a su vez,
fenómenos de oposición y contrastes entre los espacios físicos surgidos en la
antigüedad, sin embargo, pertenecientes a la modernidad.
Aura, como novela, es el “intento de Carlos Fuentes por contemplar el
accidentado siglo XX, tan decisivo para el destino humano, a la luz de la total
historia mexicana, desde los siglos pre-hispánicos hasta los años actuales”
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(Órdiz 320). La novela corresponde a la edad del tiempo, y este, es de carácter
fundamental para presentar la posibilidad, de la mano con el lenguaje, de la
existencia de una segunda realidad.
Por último, Carlos Fuentes con la novela, como intérprete de una
realidad, realiza un encuentro de acontecimientos ocurridos en un pasado, en
su caso, en el de México de la década de los 60. Lo interesante del trabajo de
Fuentes es que si bien es un México ficcionalizado al interior de una casa
oscura, presenta una perspectiva de la verdad histórica del país, redactada a
través de la memoria y de las experiencias que logró absorber del entorno.
Cabe resaltar que el ejercicio de escritura, tal y como lo ha elaborado Carlos
Fuentes, resulta ser un ejercicio de constante actualización de los sucesos,
conllevando, incluso, a la contemporaneidad, a realizar nuevas interpretaciones
de la historia mexicana y de la historia de Aura y Felipe.
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