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BASÍLICA DE SAN VITAL en RÁVENA Ravenna (Rávena) ostenta todavía hoy una docena o más de edificios eclesiásticos de los siglos V y VI, la mayoría de ellos muy conservados, con mosaicos, decoración de estucos y revestimiento de mármol. Localidad en la que la arquitectura paleocristiana ha sobrevivido con toda su variedad en los diferentes edificios construidos a lo largo de los siglos. Ravenna en el filo de la parte oriental y occidental del Imperio y su posición política explican este desarrollo. Si se tiene en cuenta a Rávena como capital de los emperadores de Occidente empezando por Honorio y siguiendo por su hermana Gala Placidia (425-50) y el hijo de ésta Valentiniano III (450-55); luego cada vez más en contacto con Constantinopla y las provincias orientales, como residencia de los conquistadores ostrogodos y su muy romanizada Corte: Teodorico (490-526) y sus sucesores; finalmente como sede de los virreyes bizantinos tras la reconquista de Italia por los ejércitos de Justiniano. Pero pese a todos los cambios políticos, se fue desarrollando un estilo y un tipo de planta arquitectónica local que se mantuvo durante los siglos VII y VIII. Rávena es una de las ciudades más fascinantes de Emilia Romagna considerada históricamente como ciudad artística, capital del mosaico y localidad marítima con más de 30 km de costa y un puerto. En 1996 la Unesco incluyó Rávena en la World Heritage List ya que la ciudad conserva un conjunto monumental religioso paleocristiano de extraordinaria importancia histórica y cultural. En el 402 d.C. el emperador Honorio transfirió, por razones de seguridad, la capital del Imperio Romano de Occidente de Milán a Rávena, la ciudad abandonó su aspecto provinciano para asumir un aspecto fastuoso adecuado a una residencia imperial. Desde entonces Rávena fue dos veces capital: en la época de los ostrogodos y después durante el Imperio Bizantino. Son ocho los monumentos que han permitido a la ciudad de Emilia Romagna convertirse en patrimonio Unesco, comenzando por el Mausoleo de Gala Placidia, que según la tradición fue edificado en el siglo V, por deseo de la emperatriz como mausoleo familiar y que aparece decorado con maravillosos mosaicos de estilo de inspiración clásica. La gracia y la armonía de la obra musiva se acentúa con la riqueza de los colores: del azul al verde musgo, del oro al anaranjado. Esta pequeña construcción de 1

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BASÍLICA DE SAN VITAL en RÁVENA

Ravenna (Rávena) ostenta todavía hoy una docena o más de edificios eclesiásticos de

los siglos V y VI, la mayoría de ellos muy conservados, con mosaicos, decoración de

estucos y revestimiento de mármol. Localidad en la que la arquitectura paleocristiana ha

sobrevivido con toda su variedad en los diferentes edificios construidos a lo largo de los

siglos. Ravenna en el filo de la parte oriental y occidental del Imperio y su posición

política explican este desarrollo. Si se tiene en cuenta a Rávena como capital de los

emperadores de Occidente empezando por Honorio y siguiendo por su hermana Gala

Placidia (425-50) y el hijo de ésta Valentiniano III (450-55); luego cada vez más en

contacto con Constantinopla y las provincias orientales, como residencia de los

conquistadores ostrogodos y su muy romanizada Corte: Teodorico (490-526) y sus

sucesores; finalmente como sede de los virreyes bizantinos tras la reconquista de Italia

por los ejércitos de Justiniano. Pero pese a todos los cambios políticos, se fue

desarrollando un estilo y un tipo de planta arquitectónica local que se mantuvo durante

los siglos VII y VIII.

Rávena es una de las ciudades más fascinantes de Emilia Romagna considerada

históricamente como ciudad artística, capital del mosaico y localidad marítima con más

de 30 km de costa y un puerto. En 1996 la Unesco incluyó Rávena en la World Heritage

List ya que la ciudad conserva un conjunto monumental religioso paleocristiano de

extraordinaria importancia histórica y cultural.

En el 402 d.C. el emperador Honorio transfirió, por razones de seguridad, la capital del

Imperio Romano de Occidente de Milán a Rávena, la ciudad abandonó su aspecto

provinciano para asumir un aspecto fastuoso adecuado a una residencia imperial. Desde

entonces Rávena fue dos veces capital: en la época de los ostrogodos y después durante

el Imperio Bizantino.

Son ocho los monumentos que han permitido a la ciudad de Emilia Romagna

convertirse en patrimonio Unesco, comenzando por el Mausoleo de Gala Placidia, que

según la tradición fue edificado en el siglo V, por deseo de la emperatriz como mausoleo

familiar y que aparece decorado con maravillosos mosaicos de estilo de inspiración

clásica. La gracia y la armonía de la obra musiva se acentúa con la riqueza de los

colores: del azul al verde musgo, del oro al anaranjado. Esta pequeña construcción de

1

planta central situada al lado de San Vital contiene varios sarcófagos en su interior, el

más importante de los cuales estaba destinado a Gala Placidia, hija del emperador

romano Teodosio el Grande y esposa del rey visigodo Ataúlfo. Las paredes y techos

interiores están totalmente revestidos de mosaicos que, al igual que todos los de Rávena,

son minuciosos y coloristas.

Bajo Gala Placidia se edificó una Iglesia importante de planta cruciforme con brazos de

una sola nave, el tipo común de Milán hasta el 400. Maltratada y reconstruida en la

Edad Media. En ella, al lado del nártex se levanta un edificio pequeño, el llamado

mausoleo de Gala Placidia, añadido no mucho después de 424. Dedicado a San

Lorenzo, cobija tres sarcófagos, en tiempos atribuidos a Gala Placidia, su hermano y su

marido, que tiene forma de cruz con una nave más larga; los brazos tienen bóveda de

cañón, su tramo central tiene bóveda vaída. Robustas arcadas ciegas enmarcan las

ventanas y unas cornisas clásicas subrayan los frontones levantados sobre los brazos. Su

refinada decoración interior tiene su raíz en el arte de la corte imperial ya tuviera su

asiento en Milán, Constantinopla o Rávena. El mármol cubría las paredes desde el

suelo. La zona más alta está cubierta de mosaicos de fondo azul: cuatro parejas de

apóstoles en la pared del tramo central, San Lorenzo en el nicho del fondo, zarcillos

entrelazados en los cañones de los brazos y el cielo estrellado en la cúpula(1a).

Aquí se puede ver la bóveda azul con motivos florales blancos y naranjas y el arcosolio

con el tema del Buen Pastor. En realidad la similitud del pastor con Jesucristo no es

original, está inspirada en el arte griego. Las ovejas son los creyentes y deben escuchar,

atender y obedecer las enseñanzas de su pastor, a quien siguen. La cuidada vestimenta:

vestido largo amarillo y azul, manto y sandalias preciosas. No lleva un cayado normal,

sino uno en forma de cruz y trata cariñosamente a su rebaño. Las ovejas en diversas

posturas le miran fijamente y un fondo de montañas y vegetación completa la bella

escena.

A partir del siglo V los arquitectos de Rávena se distanciaron de las formas milanesas y

miraron hacia la arquitectura religiosa del momento en las costas del Egeo. La Basílica

de San Juan Evangelista, construida entre 424 y 434 por Gala Placidia es otro ejemplo

de este arte. Sin embargo hasta finales del siglo V no se desarrolló un tipo fijo de

Basílica: en el Espíritu Santo, construida originariamente como catedral arriana; en

1( a. ) Krauthimer, Richard, Arquitectura paleocristiana y bizantina, Madrid: Cátedra, 1981, pp 213-220.2

Santa Águeda reconstruida en el siglo VI y por último en San Apolinar Nuevo

construida por Teodorico como iglesia palatina y dedicada después a San Martín: con

tres naves, ábside y arquerías sobre columnatas. Su polígono exterior al ábside,

aclimatado de antiguo en Rávena, es de origen egeo; los capiteles importados de

Constantinopla y los contrafuertes del muro externo van cruzados por bandas de

ladrillos que se curvan sobre las ventanas, creando una sólida red de elementos

verticales y horizontales. De suntuosa decoración musivaria: unas largas filas de figuras

se mueven hacia el ábside: en el lado sur una hilera de santos se mueven desde el

palatium de Teodorico hacia Cristo; en el norte unas santas caminan desde el classis

civitas hacia la virgen. Entre las ventanas altas unas figuras de apóstoles detienen este

movimiento hacia el este mientras que los paneles pequeños de la parte más alta, con

escenas del Evangelio y veneras decorativas, rematan el borde mismo de la pared de la

nave. Las largas procesiones de santos son de fecha posterior a la reconquista bizantina,

hacia el 500. El conjunto de los mosaicos equilibra y corrige las proporciones del

interior. Su terso despliegue y sus brillos blanquecinos, verdes, azules y dorados

transforman las paredes en incorpóreos tapices. Este concepto de decoración musivaria

que envuelve todo el edificio, se desarrollo en las corte imperiales de Constantinopla y

Milán durante el siglo IV arraigó con fuerza en Ravenna desde tiempos de Gala

Placidia.

Otras dos obras maestras son el Mausoleo de Teodorico y el Baptisterio Neoniano o

Baptisterio de los Ortodoxos. El primero fue construido con grandes bloques de piedra

de Istria y coronado con un enorme monolito de 300 toneladas en forma de casco; el

segundo, del siglo V, sorprende por su decoración polícroma de mosaicos en la cúpula.

Otra magnífica cúpula es la del Baptisterio Arriano, edificado por Teodorico para el

culto arriano en Italia, así como la Basílica de San Apolinar el Nuevo, en el

llamado Quartiere dei Goti (barrio de los Godos), consagrada al culto católico sólo a

partir del año 560. San Apolinar Nuevo representa un nuevo modelo: una traza propia

del Occidente latino, realizado con técnicas constructivas de origen milanés. En ellas se

funden elementos originarios de las costas del Egeo y de Siria. El interior se engalana

con su resplandor de luz y colorido y el conjunto es una mezcla particular de Ravenna.

La basílica helenística persistió durante todo el siglo VI en las provincias imperiales. La

de Parenzo en Istria y las dos basílicas de Ravenna, San Apolinar el Nuevo y San

Apolinar in Classe, y que aún conservan sus magníficos mosaicos. En todos estos

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edificios se advierte una característica constructiva: las arcadas de las naves en vez de

apoyarse directamente en los capiteles, lo hacen en un soporte intermedio en forma de

tronco de pirámide invertido que se llama imposta. El capitel de imposta, que se

empleaba ya en el siglo anterior, parece tener un remoto origen sirio, porque se le

encuentra desde los tiempos de Marco Aurelio en el Pretorio de Musmie. En Rávena, no

lejos de las dos basílicas mencionadas, se construyó, bajo los auspicios de Justiniano, la

preciosa iglesia de San Vital, que es un edificio con cúpula bastante parecido al de los

Santos Sergio y Baco de Constantinopla, pero aún más perfecto.

En la nave de San Apolinar in Classe se superponen tres órdenes de mosaicos: escenas

del Evangelio, profetas, procesiones de santos y de santas dirigiéndose hacia Jesucristo

y la Virgen. Para entrar triunfantes en el Cielo, las santas se han revestido con las ricas

indumentarias de princesas bizantinas.

Fue verdaderamente admirable la fecundidad creadora del Oriente durante los siglos que

siguieron al triunfo de la Iglesia. Constantinopla, edificada en el siglo IV, no permaneció

inactiva durante el V, había construido su doble recinto de murallas con torres

hermanando la técnica con la belleza, y multiplico en número de sus iglesias; pero copió

más que creó. Sólo en el siglo VI, bajo el imperio de Justiniano, se convirtió en

creadora. Únicamente a partir de esta centuria el arte oriental es considerado y puede

calificarse de bizantino( George Contenau, p. 145)

Los ostrogodos eran cristianos de confesión arriana, si bien Teodorico no intentó

imponer las creencias religiosas de su pueblo a sus súbditos. Antes al contrario, en Italia

llegó rápidamente a un entendimiento con las autoridades religiosas romanas, lo que

favoreció la estabilidad interior y la convivencia de las comunidades goda y la romana.

El propio monarca jugó un importante papel como árbitro en las disputas eclesiásticas,

como por ejemplo durante el cisma del año 498, producido por la elección simultanea

de dos papas.

Este buen entendimiento entre ambas comunidades, denominado “el compromiso

ostrogodo”, tan solo comenzó a fragmentarse en los últimos años del reinado de

Teodorico, cuando las tensiones con el emperador oriental Justiniano fueron en aumento

al proscribir este el arrianismo, posiblemente como maniobra para socavar la autoridad

del monarca italiano sobre sus súbditos romanos. Esto condujo a Teodorico a lanzar sus

propias persecuciones sobre los cristianos ortodoxos como modo de presionar a

Justiniano. La pérdida de poder de los ostrogodos y su propia división interna fue4

aprovechada menos de diez años después de la muerte de Teodorico por el emperador

Justiniano, quien tras haber conquistado fácilmente el reino vándalo del Norte de África

se lanzó en el año 533 a la conquista del reino de Italia. El empleo de las estructuras

políticas romanas y el interés de Teodorico hombre de cultura germánica interesado por

la cultura clásica le ganaron en su época la admiración de los romanos, hasta el punto de

que llegó a decirse de él que “parecía un filósofo vestido de púrpura”, siendo el púrpura

el color que distinguía a los emperadores. Las derrotas ostrogodas se sucedieron,

perdiendo primero Sicilia en el año 535 y posteriormente Rávena en el 540. Tras veinte

años de dura guerra, los godos fueron sometidos e Italia pasó a estar bajo el gobierno

directo del Imperio Romano de Oriente. Pese a que mantuvo las diferencias entre los

ostrogodos, de religión arriana, en cuyas manos dejó el poder militar, y los romanos,

católicos, a quienes confió el poder civil dentro de un difícil equilibrio, Teodorico se

sintió siempre depositario de las tradiciones e instituciones imperiales, por lo que se

rodeó de consejeros latinos, como los pensadores Boecio y Casiodoro, e intentó

armonizar las relaciones entre godos y romanos, para lo cual sometió a ambas

comunidades a las mismas leyes. El arrianismo es el conjunto de

doctrinas cristianas desarrolladas por Arrio, sacerdote de Alejandría, quien consideraba

que Jesús de Nazaret no era Dios, ni hijo de Dios o parte de Dios, sino una criatura. Una

vez que la Iglesia hubo aceptado como dogma la proposición opuesta, el arrianismo fue

condenado como una herejía.

La naturaleza de Jesús era el problema más complejo de los primeros siglos

del cristianismo, como lo revelan las discusiones teológicas. En los primeros siglos

del cristianismo se planteaba el problema de la relación del Hijo y de Dios. A esto se le

llamó las disputas cristológicas.

De hecho, su gran ambición era crear un imperio germánico de Occidente, heredero del

romano, que englobara a francos, vándalos, visigodos y ostrogodos. Con este objetivo,

instauró una hábil política de alianzas matrimoniales entre su familia y los reyes de

otros pueblos germánicos, a fin de ejercer su dominio sobre las provincias occidentales

del Imperio. Si bien no llegaría a materializar su sueño, tal política lo convirtió en el

principal soberano occidental de su época.

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El Emperador Justiniano (527-565) fue el protagonista del periodo de máximo

esplendor del Imperio bizantino, la Primera Edad de Oro (siglo VI). Justiniano intentó

revivir la gloria del antiguo imperio romano emprendiendo la conquista

del Mediterráneo. Entre sus capturas se incluye Italia, donde se encontraba la ciudad de

Rávena, que se convirtió, en el siglo VI, en la ciudad más importante del mundo

bizantino en occidente. Fue la segunda capital del imperio y estuvo gobernada por el

exarca, un auténtico virrey rodeado de poder, pompa y boato. Es normal, por tanto, que

allí se construyesen los más ricos edificios bizantinos de occidente. (Flavius Petrus

Sabbatius Justinianus) Justiniano I el Grande, Emperador bizantino (Tauresio,

Macedonia, 482 - Constantinopla, 565), fue asociado al Trono en el 527 (el mismo año

en que murió). Desde entonces hasta su muerte, se aplicó con energía a revitalizar el

Imperio de Oriente, contando con la ayuda de su esposa, la emperatriz Teodora (una ex

actriz de grandes cualidades intelectuales, que participó en tareas de gobierno hasta que

murió en el 548).

Justiniano centralizó y reformó la Administración, reforzó el absolutismo monárquico y

el ceremonial cortesano, sometió a la jerarquía eclesiástica convirtiéndola en

instrumento del poder imperial y emprendió grandes construcciones (como la basílica

de Santa Sofía de Constantinopla). Tras asegurar la frontera oriental conteniendo a los

persas («Paz Perpetua», 532), se propuso la reunificación del Imperio Romano,

reconquistando los amplios territorios perdidos en Occidente con ayuda de sus generales

Belisario y Narsés. Aunque no lo consiguió del todo, sí recuperó de manos de los

bárbaros el norte de África (arrebatado a los vándalos en el 534), Italia (arrebatada a los

ostrogodos en el 540) y una franja del sureste de la península Ibérica (arrebatada a los

visigodos en el 554); restauró así la unidad imperial de las riberas del Mediterráneo, a

falta sólo de las costas de Marruecos, la Tarraconense y la Galia.

Una de las obras más importantes del arte paleocristiano de Rávena es la Basílica

de San Vital, construida en el 526. La iglesia de San Vital de Rávena (o San Vitale) es

uno de los templos más importantes del arte bizantino, y, como otros de la misma

ciudad, se reformó por deseo expreso del Emperador Justiniano a partir de

construcciones anteriores, con el objeto de acelerar la integración de los territorios

conquistados por el Imperio bizantino. En el ábside de esta, no lejos de Cristo y de las

grandes figuras de Abraham y de Moisés, dos mosaicos sorprendentes representan a

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Justiniano entre sus grandes dignatarios, y a Teodora con las princesas de su corte.

Gracias a ello conocemos parte de las pinturas de carácter histórico que decoraban las

salas del Palacio Sagrado de Constantinopla. Por lo muy acusado de sus rasgos,

algunas fisonomías deben de ser retratos; pero todos presentan la solemne

inmovilidad que caracteriza al Oriente asiático. Por sus simbolismos y por la técnica

de construcción del mosaico utilizado se muestra aparentemente simple, pero reviste

gran complejidad: se utilizan unas pequeñas teselas de color que se van colocando

con mimo y detalle hasta formar escenas figurativas de gran realismo y belleza. Es un

arte inalterable ya que las piezas no pierden potencia cromática ni se degradan de

ninguna forma. Sólo en el caso de desprendimiento o acción deliberada pueden sufrir

alteraciones.

El arte bizantino, como podría creerse no nació en la Bizancio de Constantino,

convertida en Constantinopla. Se gestó entre el siglo IV y V en las ciudades griegas

de Egipto, de Siria, de Anatolia próxima a Persia y del Asia Menor. Allí se elaboraron

una arquitectura y arte decorativas nuevas, bajo la doble influencia de Grecia y del

mundo iranio. En aquel lugar del mundo surgió y colaboraron en ello varias regiones

de Oriente. Siria y Antioquía se poblaron de monumentos, siendo el más bello

santuario sirio San Simeón Estilita, verdadera admiración del Oriente. Las iglesias de

estas zonas y de este origen presentan una particularidad: su fachada está encuadrada

por dos torres, en las que persiste el recuerdo de los palacios hititas, que ocuparon en

tiempo buena parte del Asia Anterior. Las esculturas de las iglesias sirias anuncian un

arte nuevo: los dinteles de las puertas se adornan con follajes, cruces y pavos reales

simbólicos de aspecto sorprendente. Desapareció el modelado tal como lo concebía la

Grecia clásica y la escultura no es más que un encaje con relieve. Así sería la

escultura de Oriente que más tarde se convertiría en la del mundo mediterráneo. Asia

Menor fue la tierra de las grandes construcciones y creaciones arquitectónicas. En las

ciudades griegas de la costa se encontraban basílicas parecidas a las de Roma,

cubiertas con madera, con la diferencia de que las naves laterales solían tener

tribunas. Durante esta época creadora Asia Menor ofrece todos los tipos de iglesias:

basílicas clásicas, basílicas cubiertas con cúpulas, basílicas abovedadas, iglesias

cruciformes, iglesias circulares simples, iglesias circulares con nave anular interior

que soporta la cúpula y templos octogonales. Pocas regiones fueron más fecundas, de

ellas salieron los mejores arquitectos de Constantinopla. Armenia se ha considerado

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la cuna del bizantino, conserva iglesias en esta época que no han dejado de ejercer

influencia y que conjugan con Siria y Anatolia. En el norte de Egipto, en Alejandría

en concreto la arquitectura continuó siendo helenística, pero en el Alto Egipto

predominaron las influencias anatolias. En el norte de África se mezclan las basílicas

helenísticas, con las anatolias, con las iglesias abovedadas. Los tipos de las iglesias de

Asia Menor penetraron en los Balcanes y llegaron hasta Italia. Salónica posee aún

hoy la iglesia de Santa Sofía, que en estas regiones es el ejemplo más antiguo de

basílica anatolia con cúpulas. En Rávena se introdujeron las influencias orientales en

el siglo V. La tumba de Gala Placidia es una capilla cruciforme coronada por una

cúpula sobre pechinas, copiada del tipo de Asia Menor. El Baptisterio de los

Ortodoxos, construido en sus proximidades y sus mosaicos, son obra de la misma

época y escuela.

Rávena durante la alta Edad Media se convirtió en un poderoso foco cultural

paleocristiano primero y bizantino después. En sus numerosas iglesias y baptisterios

podemos admirar, todavía hoy inalterados, sus majestuosos mosaicos revistiendo

paredes, nichos y ábsides. La temática es fundamentalmente religiosa pero no se

descuida el aspecto propagandístico del poder y así aparecen figuras de gran

relevancia política como el emperador Justiniano y su esposa Teodora rodeados de

sus respectivos séquitos, o su palacio imperial, etc.

No obstante son las escenas puramente religiosas las más frecuentes: la Virgen,

Jesucristo, santos, apóstoles, mártires. Las teselas son piezas pétreas monócromas

cuya combinación ofrece unos juegos muy coloristas e impactantes. La minuciosidad

es total, se representan hasta los más ínfimos detalles de los rostros, las vestimentas,

las joyas, el paisaje con animales y plantas, etc.

El interior sorprende por su desarrollo vertical, enriquecido con decoraciones en mármol

y mosaicos, entre los que destacan los espléndidos mosaicos del presbiterio y del

ábside, de color verde y oro brillante. Los mosaicos de San Vital forman un gran

conjunto musivario centrado en el tema de Dios salvando a los hombres por medio de

la eucaristía (predominan las escenas de ofrendas similares a la consagración y los

emperadores portan objetos relacionados con este acto litúrgico: un cáliz y una patena),

aunque, como ocurre en toda iglesia bizantina, el orden de las figuras, responde a un

reflejo de la cosmogonía cristiana oriental, con lugares específicamente reservados a las

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figuras según su jerarquía. Los lugares centrales y altos de bóvedas y arcos se reservan a

las figuras asociadas a Dios o sus personificaciones, alrededor ángeles de alto rango y,

más cerca de la Tierra, los santos, como intermediarios ante los hombres. Todo ello

ribeteado de una decoración naturalista de tradición helenística, todas las paredes

estaban literalmente forradas de teselas de vivos colores, consiguiendo un efecto de gran

opulencia y creando una atmósfera desmaterializada, que camufla la estructura,

presentando un mundo ideal que eleva al creyente a las alturas.

En el primer piso del Palacio Arzobispal, actual sede del homónimo museo, se

encuentra el único monumento de naturaleza ortodoxa construido durante el reino de

Teodorico: la Capilla Arzobispal. Espléndido es el mosaico del Cristo Guerrero,

cargando con la cruz.

Nada más salir de Rávena, encontramos San Apolinar in Classe, conocida sobre todo

por sus mosaicos del patrón de Rávena en medio de un paisaje campestre. Esta

iglesia, situada fuera del casco urbano de la ciudad, está rodeada de un paisaje como

el que aparece reproducido en su maravilloso ábside.

Las paredes, el intradós de los arcos y la bóveda de la cabecera están recubiertos de

mosaicos muy coloristas que recrean escenas evangélicas con una extraordinaria

sencillez y cercanía.

Vamos por partes: en el centro está San Apolinar, el santo a quien está dedicada la

iglesia, rodeado de un frondoso paisaje con árboles, arbustos, flores y rocas. Las

ovejas pasean en fila en este escenario. La cruz de Cristo preside centralmente la

escena campestre y es señalada por Moisés y Jonás mientras una mano (la de Dios)

aparece arriba. Las letras griegas alfa y omega, primera y última del alfabeto griego,

flanquean la cruz (Dios es el principio y final de todo)

En el arco motivos vegetales, y sobre él 12 ovejas, número equivalente a los doce

apóstoles, que ascienden hacia Dios Padre, en un medallón sosteniendo la Biblia.

Ambos lados encontramos los cuatro evangelistas: San Marcos (león), San Mateo

(toro). San Juan (ángel) y San Lucas (águila), cada uno portando su evangelio

correspondiente.

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En definitiva un conjunto colorido y efectista, a la vez simple en los temas y

sofisticado en los detalles.

Se trata de monumentos que testimonian la absoluta maestría del arte del mosaico y

muestran la densa red de relaciones y contactos artísticos y religiosos en un período de

suma importancia para la historia europea. Son los conjuntos más representativos de

este arte musivario que tan bien caracteriza la realidad política y religiosa del imperio

bizantino en su capital italiana, Rávena, muy destacada durante los siglos VI y VII de

nuestra era cristiana. El mosaico consistía en la composición de grandes escenas,

generalmente religiosas, pero no pintadas sino hechas con pequeñas piezas de cerámica

o de mármol de colores llamadas teselas, estos pequeños pedazos de cerámica se iban

pegando a una base preparada para contenerlos y ordenarlos y a la que se había hecho

el dibujo previo de las figuras que se querían representar.

Se lograban impactantes efectos de luces y sombras así como también penetrantes

contrastes entre la figura y el fondo obteniendo un eficaz resultado que apoyaba la

intensión propagandística para los que eran creados estos mosaicos al infundir idolatría

y profundo fervor religioso en el espectador.

El mosaico bizantino se distingue por los materiales ricos, con abundancia en el uso de

oro. Son Mosaicos de vidrio pero emiten una sensación brillante y también un lujo y

opulencia magnífica en la ornamentación, aunque muestran la pobreza en el movimiento

de las figuras y la expresión en los rostros de los personajes. Figuras alargadas y graves

refuerzan lo solemne y religioso del tema sobre todo en las decoraciones de épocas

tempranas del arte Bizantino. La gran diversidad de colores y matices de estas teselas

permitía dar a las figuras todos los efectos de la pintura, en lo que se refiere a

tonalidades, sombras y formas.

El uso del Mosaico en la cultura bizantina es diferente del uso que se le daba en Roma.

En Bizancio se utiliza para la decoración de las paredes de la Iglesia colocándoles

preferiblemente en lugares altos donde se consiguiera ese efecto aplastante y

avasallador.

En Roma se utilizaban como pavimento es decir para transitar sobre lujosos pisos.

Durante el periodo de la lucha iconoclasta (se oponen al uso de imágenes); una feroz

destrucción acabo con muchas de estas imágenes y la pintura y el mosaico se vieron

forzadas a variar las temáticas y eliminar el uso de imágenes so pena de ser destruidas.

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Incontables hermosas pinturas, mosaicos y esculturas fueron destruidos; como se

menciona anteriormente pero ya para el siglo IX, el arte volvía a estar presente como

instrumento de catequización y vehículo de devoción.

Además Rávena alberga la tumba de Dante Alghieri, que exiliado de Florencia, encontró

refugio en la ciudad de Emilia Romaña donde murió en 1321.

La Basílica de San Vital.

Localizada en la ciudad italiana de Rávena fue comenzada a construir en época

ostrogoda, encargada por el obispo Eclesio (522-532) y financiada por un banquero

local (argentarius) llamado Juliano, quien gastó en ella una suma importante de dinero

de la época, quien se gastó 26.000 solidi en su construcción. La obra se financió con el

dinero del acaudalado banquero Juliano Argentario, de origen griego, y fue supervisada

por el arzobispo de la ciudad Maximiano quien la consagró en el año 547. Todos estos

personajes aparecen en la decoración musivaria que se realizó entre los años 546 y 548,

año de la muerte de la emperatriz Teodora. Estos mosaicos son el mejor ejemplo de las

artes figurativas bizantinas y nos dan una idea de lo que pudieron ser las obras que

fueron destruidas, durante la Querella Iconoclasta de los siglos VII y VIII, y con la

caída de Bizancio a manos de los turcos. En San Vital se han preservado, en el primer

caso, porque Rávena se posicionó en contra de los iconoclastas y, en segundo lugar,

porque ya no era bizantina durante la invasión turca. Por estas razones, las imágenes se

salvaron de ambas catástrofes artísticas.

Su concepción responde a los prototipos bizantinos: una planta octogonal centrada por

una cúpula muy ligera, ábside, nártex y galería; por ello se le ha vinculado a la iglesia

de los santos Sergio y Baco. Aquí, sin embargo, se aprecian algunas variantes como el

carácter ascendente que se le ha querido dar al espacio, acentuando la altura de los

pilares; éstos actúan como soporte de la cúpula, a la vez que interponen un tambor entre

el cuerpo de ésta y la línea de pechinas. Se trata de un edificio de gran encanto,

consagrado el año 547, al comienzo del episcopado de Maximiano, representado

formando parte del séquito de Justiniano en la decoración del interior. El templo había

sido comenzado en el año 527 bajo el patrocinio del arzobispo Eclesio, cuando Rávena

aún pertenecía a los ostrogodos; más tarde, tras la conquista bizantina, se decidió que

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sería el templo oficial para el gobernador de la región occidental del imperio, el

llamado Exarcado de Rávena.

La iglesia consagrada a San Vital es la más rica de todas las que erigieron los bizantinos

en Rávena. Se levantó para dotar a esta gran ciudad de un templo digno de la que era

segunda capital de su imperio, por lo que tenía un fuerte contenido propagandístico. En

el exterior, sumamente sobrio, volumétrico, apreciamos que la iglesia está hecha de

materiales ligeros pero resistentes con paramentos de ladrillo macizo reforzados en las

esquinas por grandes arbotantes, además de lesenas (pequeños contrafuertes que

rematan en el alero del tejado) y arcos de descarga embebidos en el muro.

El cimborrio que oculta la cúpula es octogonal y va aligerado por medio de caños

concéntricos de terracota.

A la muerte de Eclesio la construcción continúa con el obispo Víctor (538-545). Los

mosaicos del presbiterio y del ábside se comenzaron en 546 bajo el obispo Maximiano

quien consagra la iglesia en 547, ya en el período de dominación bizantina. El arquitecto

pudo ser occidental, pero conocedor de la arquitectura que se estaba creando en la corte

de Constantinopla.[2] Todo el edificio ha sido diseñado respetando muchos de los

elementos de la tradición eclesiástica antigua, en la que se exigía la separación de sexos

durante los actos de culto, así como la posibilidad de que asistiesen altas jerarquías,

siguiendo un protocolo estricto reflejado simbólicamente en los mosaicos.

Al contrario que el exterior, su interior está ricamente decorado con mármoles veteados,

antepechos, columnas y capiteles tronco piramidales con cimacio finamente tallados

al trépano —probablemente importados de los talleres del Proconeso, una isla de mar de

Mármara cercana a Bizancio—, frescos y, sobre todo, mosaicos, que son los de mayor

calidad y los más variados del arte bizantino. El efecto del interior es el de un espacio

dilatado e inmaterial, lleno de continuos contrastes de color y luz, que penetra

generosamente por las grandes ventanas del tambor. Aunque la decoración de la iglesia

está parcialmente dañada, la parte del presbiterio se conserva prácticamente en su estado

original, y es de un valor inestimable, pues se trataría del único edificio áulico bizantino

virtualmente intacto, que nos da una vaga idea de la riqueza del palacio del emperador u

otras grandes edificaciones oficiales de Constantinopla, actualmente destruidas.

Las ventanas llevaban paneles de cristal, seguramente coloreados: azul oscuro, verdoso,

marrón oscuro, rojizo, blanquecino, amarillo, púrpura claro. La luz se intensificaría

12

gradualmente desde las zonas más oscuras de las naves laterales a la zona algo más

clara de las tribunas y finalmente el cuerpo de luces de la nave central. Pero al estar

siempre tamizada la luz sería de tonalidad oscura. San Vital es el único edificio fuera de

Constantinopla que se aproxima a las primeras iglesias cortesanas de Justiniano.

Cuando se terminó en 546-48, se consideró acorde al ambiente de la corte imperial: los

mosaicos del presbiterio, Justiniano y Teodoro haciendo ofrendas, hablan por sí mismos.

Ha sido considerado a menudo como un edificio hermano de SS. Sergio y Baco.

Efectivamente su planta es bastante parecida: el núcleo octogonal abovedado y apoyado

en ocho pilares con su correspondientes arcos; las zonas envolventes superpuestas del

deambulatorio y la tribuna; los siete nichos situados entre pilares del baldaquino central

que sobresalen hacia el anillo circundante; y en el octavo lado, el presbiterio cuadrado y

el ábside saliente y más abajo, que atraviesa la zona del deambulatorio y la tribuna. Los

fustes y los capiteles de las columnas se importaron de los talleres del Proconesia. En

toda la tribuna se utilizaron capiteles compuestos, los troncos de cono con palmetas de

loto carnosas enmarcadas en motivos de cestería que retrotraen a San Polieucto (524-

27)2.

A primeros del siglo X se instala al lado de la basílica un convento de monjes

benedictinos. Debido a las nuevas necesidades, el atrio existente fue transformado en

claustro realizándose un nuevo acceso al noreste para los laicos. En el siglo XIII se

añade un campanile sobre la base de la torreta meridional de acceso al gineceo; de esa

época data la transformación de la cobertura lígnea de las arcadas en bóvedas de

crucería. En el XVI se eleva el pavimento en 80 cm. por problemas de infiltraciones

acuíferas renovándose el presbiterio eliminando el ciborio tardo antiguo y la decoración

en opus sectile e insertando un coro de madera. Por la mismas fechas se reconstruye el

claustro bajo el proyecto de Andrea della Valle (1562) y se realiza el acceso por el portal

sur. En 1688 un terremoto destruye el campanile y se reemplaza por el actual en 1696-

98.

A partir de mediados del siglo XIX y hasta la primera década del XX, se realizan

obras para recuperar el edificio en su forma original eliminándose las estructuras

internas añadidas y devolviendo el suelo a su nivel, solucionando el problema de las

filtraciones mediante un sistema de drenaje.[3] . Un análisis formal de la Basílica

señalaría:

2 Krauthimer, R, Arquitectura paleocristiana y bizantina. p. 219.13

San Vital es una variante de la composición octogonal de doble casco. Construida con

materiales locales y trabajadores indígenas. Los ladrillos delgados y largos imitan los de

Constantinopla. Las zonas del deambulatorio y la galería no estaban abovedadas, las

actuales datan de la Edad Media. El baldaquino central y el presbiterio son las partes del

edificio donde se concentran la decoración de mosaico, el revestimiento de los pilares

son de suntuoso mármol jaspeado, los capiteles más primorosos y el opus sectile del

pavimento. El caudal de luz de las filas de grandes ventanas del deambulatorio, la

tribuna y el cuerpo de luces de la zona central que traba todas las partes del edificio

queda reforzado por esta simplificación comparada con los edificios hermanos de

Constantinopla. En el exterior unas capillas semicirculares de poca altura flanquean el

ábside poligonal. Desde el ábside la vista asciende a los tejados de la tribuna del

presbiterio y finalmente del cuerpo central: una composición graduada de volúmenes no

inferior a Santa Sofía.

El revestimiento de mármol, el pavimento de mosaico del octógono interior, el

mosaico de las paredes del coro, de su bóveda y la del ábside, todo da cohesión al

interior. Al mismo tiempo la imbricación de perspectiva es soberbia. Un cuadripórtico

del atrio, un largo y estrecho nártex colocado fuera del eje; comunica con el

deambulatorio mediante espacios triangulares auxiliares, así las perspectivas adquieren

una enorme complejidad.

Se desconoce el nombre del arquitecto o arquitectos que realizaron el diseño, que es

muy similar al de la iglesia de los Santos Sergio y Baco en Bizancio. Sin embargo, San

Vital está más alejado aún de la tradición paleocristiana, sustituyendo la idea

de «espacio-camino» de las primeras basílicas, por el de la contemplación del ámbito

celestial, con mayor carácter ascensional, gracias al esbelto tambor que sostiene

la cúpula. El arquitecto de San Vital fue un occidental pero conocía íntimamente la

nueva arquitectura que se estaba creando por entonces en la corte de Constantinopla. Se

esforzó por traducir a su propio lenguaje esta nueva arquitectura de Justiniano. Casi

podría decirse que es el único edificio grandioso del siglo VI en Occidente.

Se accede al templo por un nártex descentrado que da paso a una sala de oración

de planta central, con un doble anillo octogonal formado por el deambulatorio sobre el

que se dispone la tribuna, sostenida por pilastras que delimitan un oratorio circular

cubierto por la citada cúpula semiesférica; ésta, está rodeada de exedras de

dos órdenes superpuestos con miradores de triple arcada hacia el altar mayor.

14

El presbiterio está al fondo, con un tramo cubierto por una bóveda de arista y un cierre

en bóveda de horno; a cada lado, las dos estancias Phastophorias, típicas de

la arquitectura bizantina: al norte del ábside, la Próthesis (lugar destinado a preparar,

consagrar y custodiar el pan y el vino) y al sur, el Diacónicon (recinto donde se guardan

los enseres litúrgicos).

La planta se inscribe en un octógono, con un espacio central abovedado y delimitado

por ocho pilares sobre los que voltean arcos de medio punto, rodeado por un

deambulatorio por encima del cual discurre una tribuna. Siete nichos se abren entre los

pilares del baldaquino central, que se proyectan en el anillo del deambulatorio, mientras

que el octavo lado está ocupado por el presbiterio cuadrado y el ábside saliente y más

bajo que atraviesa la zona del deambulatorio y de la tribuna.[4] Flanquean este ábside

poligonal dos torrecillas rectangulares seguidas de sendas capillas circulares, provistas

cada una de ellas de un absidiolo rectangular. En el lado occidental hay un nártex

rectangular, absidiado en ambos extremos, dispuesto en posición oblicua, tangente en

uno de los vértices del octógono que permite la colocación, a los lados del espacio

interior resultante, de dos torretas, en una de las cuales se encuentra ubicado

el campanile y en la otra la escalera que da acceso al gineceo.[5] Así, el nártex tiene dos

puertas: una para los hombres y otra para las mujeres. Éstas debían entrar por la nave de

la epístola(al sur) y, si estaban casadas, asistir a la eucaristía desde

la tribuna o matroneum, situada en el piso superior, sobre el deambulatorio. La tribuna

dispone también de palcos que dan directamente al presbiterio, reservados a las altas

jerarquías; teóricamente, el emperador y su esposa, pero, dado que nunca llegaron a

conocer el templo concluido, sería el exarca ogobernador quien les representase.

Asimismo, esta posición del nártex, permite la colocación de un doble acceso al

interior tras los dos tramos triangulares que restan entre éste y el polígono, de ellos el de

la izquierda da al tramo opuesto al presbiterio, y el otro al tramo contiguo.[6] Antecede al

nártex un atrio porticado en tres de sus lados que es uno de los accesos al edificio. Las

otras dos entradas con las que cuenta están situadas a los lados de las capillas

mencionadas anteriormente. Para los hombres ser reservaba la parte norte o

del evangelio, aunque de hecho ocuparían la planta principal. Si bien se ha perdido, es

de suponer que la iglesia dispuso de un iconostasio, que separaba y ocultaba el altar

durante ciertas fases de la liturgia, y un templete o ciborio sobre el mismo.

15

Fue realizada al parecer por trabajadores de la zona y construida en gran parte

con materiales locales, los ladrillos, son distintos de los utilizados anteriormente en

Rávena y en todo el norte de Italia. Delgados y largos, separados por juntas de mortero

bastante gruesas, imitan los de Constantinopla, y fueron fabricados en la localidad para

todas las construcciones financiadas por Juliano en la ciudad. La bóveda, muy ligera,

que cubre el tramo central, no está construida de ladrillos en sardinel, sino mediante la

técnica occidental de tubos de cerámica insertados unos en otros dispuestos en hileras

horizontales, de modo concéntrico.[7] Al exterior está cubierta con tejas.

Se conserva la decoración musiva del ábside y del presbiterio, el revestimiento

de los pilares, de suntuoso mármol jaspeado, se ha restaurado sobre fragmentos

existentes y el pavimento de opus sectile, está reconstruido en dos secciones

triangulares del octógono interior. Los fustes de las columnas con basas poligonales y

sus capiteles de forma tronco piramidal, esculpidos con trépano, fueron importados de

los talleres de Proconesia.[8]

En su interior domina la unidad y la diafanidad. El espacio central, octogonal,

está delimitado por ocho pilares que sustentan arcadas que forman grandes exedras

divididas en dos alturas, ambas provistas de arquerías sobre columnas.[9] La esbeltez de

sus arcos, unido a la ausencia de entablamento, confieren al conjunto una gran

verticalidad. Alrededor del octógono central corre la galería baja, conservando también

planta poligonal que se traduce al exterior, y encima de ella, tribunas para el gineceo.

Las zonas del deambulatorio y la galería están cubiertas mediante bóvedas de crucería

(en origen eran de madera). La cúpula es alta, está elevada no sólo por piso de galerías,

sino también por el tambor que va sobre los arcos.[10] Éste conserva la forma octogonal y

tiene una gran ventana en cada lado, enmarcadas cada una de ellas por arcos de medio

punto, a partir de cuyas claves comienza la curvatura de la cúpula.[11]

Refuerza la sensación de diafanidad, el caudal de luz que atraviesa las filas de

grandes ventanales del deambulatorio, de la tribuna y el cuerpo de luces de la zona

central, que traba todas las partes del edificio.[12]

Esta perfecta articulación del espacio interno se traduce al exterior con una

correcta proyección de volúmenes, con el mismo sentido de la verticalidad y ritmo

ascendente, desde las capillas hasta la cubierta central.

16

La planta octogonal de San Vital tiene su antecedente en los grandes

mausoleos imperiales de la Antigüedad, como el de Diocleciano en Spalato; éste era

octogonal al exterior y circular al interior y coronado con una cúpula. Estos mausoleos

no eran simplemente tumbas, eran heroa, templos funerarios destinados a conmemorar

la muerte del emperador y rendirle honores. Los heroa habían tomado de los edificios

religiosos, como el Panteón de Roma la planta circular, los nichos envolventes, la

cúpula celestial y el vocabulario arquitectónico. Pero el antecedente directo de San Vital

parece ser la iglesia llamada El Octógono Dorado de Antioquía. Se conservan

descripciones de su aspecto: de ocho lados, iba precedido por un nártex de dos pisos

cubierto por una techumbre dorada, su núcleo central estaba envuelto por naves de dos

pisos, deambulatorio y tribuna, de las que se separaba mediante columnas y nichos. Fue

construido en época de Constantino, sus contemporáneos debieron de encontrar natural

el adaptar la planta de los mausoleos imperiales a la conmemoración de Cristo.[13]

En la época de su construcción San Vital fue una excepción en la producción

arquitectónica de Rávena, donde la basílica italiana era la norma. Siglos después, en

787, sería visitada por Carlomagno quien la utilizaría como modelo para la construcción

de su capilla palatina de Aquisgrán.

En cuanto a la decoración, los mosaicos se hallan situados en la bóveda del

ábside y, dentro del presbiterio, en sus muros laterales, sus tímpanos superiores con las

enjutas, su bóveda y el intradós del arco de acceso.

Esta obra de mosaico fue realizada probablemente por artistas de formación oriental y

occidental. Es coherente aclarar aquí ciertos aspectos del arte bizantino en referencia a

la pintura en este caso de murales o mosaicos. La pintura bizantina presenta dos

modalidades muy interesantes: la mural o mosaico destinado a la decoración del interior

del templo; y la de caballete, que produce pequeñas piezas sobre tablas de madera,

llamadas Iconos, es decir, imágenes.

La pintura mural se realizaba al óleo o al temple, y eran grandes composiciones de tema

religioso, de carácter simbólico y muy compatible con la mentalidad abstracta de los

pueblos orientales.

En estas pinturas no se trata de imitar a la naturaleza o la imagen del hombre en detalles

sino que se elabora una representación racional del concepto de estos. No importa si

tiene sentido la representación de las figuras en el conjunto en cuanto a tamaño de las

mismas en relación unas a otras, o si los escenarios son realistas, o si las manos tienen

17

las proporciones adecuadas en relación al resto del cuerpo, para estos pintores mientras

el mensaje se entendiera con claridad todos los demás elementos son secundarios y

totalmente subordinados a el propósito principal de propaganda. En las bóvedas y

cúpulas se decora frecuentemente con las imágenes de: la virgen, el descendimiento de

Jesús, el Cristo, la resurrección, el juicio final, la gloria, diferentes repertorios del

Antiguo y Nuevo Testamento. Los convencionalismos en la pintura bizantina Se reflejan

a través de elementos artísticos que son significativos y característicos del arte

bizantino, tales como: la desproporción jerárquica, el hieratismo, la reiteración de los

gestos, el no dejar espacios vacíos, horror vacui, la plenitud cromática, la perspectiva

ptolemaica, rigidez en la figura, La frontalidad atreves de la cual enfatizan el

dramatismo y solemnidad. Hablando en concreto de los de San Vital se ha visto un

primer estilo de tendencia impresionista y expresión muy libre en los mosaicos que

revisten el presbiterio dentro de la tendencia estilística y técnica romana y otro más

abstracto que se plasma en el ábside. Las composiciones aquí están en relación con las

concepciones orientales; las figuras muy frontales, no tienen volumen, igual que el

espacio está al margen de la tridimensionalidad. Sin embargo, el empleo de materiales

preciosos como oro o nácar en la composición nos habla de un nuevo concepto de la

obra, considerada como un objeto de valor por sí mismo. En síntesis, en San Vital

encontramos una vitalidad y creatividad extraordinarios que hacen revivir temas

clásicos a la vez que crean otros nuevos, revitalizando así la época teodoriciana. [14]

Estilísticamente, los mosaicos de la bóveda recuerdan mucho a la tradición clásica a

causa de la vivacidad de sus colores, a la representación de cierto sentido de

la perspectiva y el naturalismo de las formas, incluso de los paisajes. De hecho, esta

parte fue terminada antes de la llegada de los bizantinos, cuando Rávena estaba aún bajo

el control de los ostrogodos.

En el intradós del arco triunfal se desgrana un rosario de medallones, con Cristo en

la clave, seguido de los doce apóstoles y los santos Gervasio y Protasio, hijos de San

Vital de Milán. En el cascarón de la bóveda hay una teofanía que podría ser un

precedente del típico Pantocrátor medieval, se data en el año 525 y también destaca su

profusa decoración vegetal en la que se enmarañan numerosas flores, pájaros, y cuernos

de la abundancia, todo rodeando a un Cristo de aspecto helenístico (joven, imberbe,

rubio…), sentado sobre el globo terráqueo, con la mano derecha ofrece la corona

del martirio a San Vital, y, con la izquierda recibe la maqueta del templo del arzobispo

18

Ecclesio. Más abajo, varias escenas del Antiguo Testamento: la visión de Mambré

de Abraham con una posible representación de la Trinidad, el sacrificio de Isaac, las

ofrendas de Abraham y de Melquisedec. Son muy similares a otros mosaicos que

encontramos en la basílica paleocristiana de Santa María la Mayor (Roma). A ambos

lados de las paredes aparecen representados los emperadores Justiniano y Teodora con

sus respectivos séquitos.

Programa iconográfico de los mosaicos:

El mosaico bizantino, tal vez una de sus manifestaciones más conocidas, es heredero

del paleocristiano, que a su vez lo es del arte romano. El mosaico ya era conocido en

Grecia, si bien no alcanzó el éxito que tendría en el Imperio romano, cuando se extendió

su uso como elemento de decoración de interiores. Al principio se usó como

revestimiento de techos y muros, pero cuando se comprobó que era un material idóneo

como pavimento porque resitía las pisadas y creaba un ambiente suntuoso en los

espacios interiores, cobró aún mayor popularidad.

El arte paleocristiano por su parte heredó la misma técnica musivaria de los romanos,

si bien abandonó su utilidad como pavimento y lo utilizó preferentemente como

revestimiento mural, mismo uso que se dará en el contexto del arte bizantino. En este

caso es además fundamental como elemento de transmisión del simbolismo de la luz

como reflejo, como “centella”, de Dios. Pero tampoco es ajeno su simbolismo

propagandístico, porque su riqueza es asimismo signo del poder imperial, y resultará por

ello un componente más del cesaropapismo bizantino. Es innegable el parentesco de

estos mosaicos con los relieves del Ara Pacis Augustæ, sobre todo en su temática, pero

en su estilo hay algunas diferencias esenciales: Abundan los convencionalismos como

la isocefalia, el hieratismo, la frontalidad, la ausencia de perspectiva, el horror al vacío,

los gestos repetitivos de los personajes, ausencia de movimiento —las figuras están

petrificadas, pero se sugiere la dirección que siguen con la posición de las manos

—, idealización de los rostros...

Los personajes están retratados con realismo y tienen mucha fuerza expresiva, pero son

hieráticos y distantes. Su mirada es fija y penetrante, refleja el poder espiritual del

emperador y sus seguidores. Sus pies, en «V» flotan en un fondo neutro, indefinido,

aludiendo a los lazos con lo sobrenatural y el alejamiento de lo terrenal. Todo indica que

estas figuras están más allá de la simple humanidad. Numerosos símbolos y atributos

19

sitúan a cada figura en una jerarquía muy rígida. Los monarcas están en el centro y

tienen las vestimentas más ricas y las joyas más lujosas, además de ir coronados —

poder terrenal— llevan un halo de santidad —poder espiritual—, constituyendo un claro

paradigma del cesaro-papismo bizantino: el emperador posee una categoría moral

superior, la Iglesia y el estado son uno sólo en él, que es rey/basileus por mandato

divino y mayordomo del mismo Dios, archisacerdote, isapóstolos de ahí su rostro

juvenil (era sexagenario). El resto de los personajes, cuyos retratos son más fieles y se

respeta su edad, se disponen simétricamente en torno a Justiniano y Teodora, tanto más

cerca están de ellos, cuanto más importantes son, y, además, llevan uniformes propios

de su rango: casullas para los eclesiásticos, togas sujetas con fíbulas para

los funcionarios y eunucos de la corte, armas para los soldados.

La perspectiva no existe, y ha sido sustituida por un fondo neutro, dorado y verde en el

caso del mosaico de Justiniano, y por un esquemático fondo arquitectónico en el caso

del de Teodora. Tampoco hay sensación alguna de profundidad.

El artista se ha permitido ciertas licencias en el mosaico de Teodora, que no hay en el de

Justiniano, quizá porque el protocolo del séquito femenino no era tan rígido o, quizá,

porque son obras de distintos artistas: el color es más rico y variado, los brocados, las

telas y las joyas tienen más detalles e, incluso, existe un fondo arquitectónico

con cortinas, fuentes y una venera situada sobre la emperatriz.

Su solución plástica conserva esa tendencia idealizante del arte de la época, muy

vinculada a su contenido religioso y por tanto espiritual, que es precisamente lo que se

trata de representar, de ahí que las representaciones del mosaico bizantino se alejen de

propuestas realistas y desarrollen un arte de la idealización y el hieratismo formal.

Se emplean teselas de mármol de diferentes colores o teselas de barro cocido

policromadas con pasta vítrea, pero siempre buscando el impacto cromático. Las

técnicas más habituales son los denominados opus tesselattum, a base de teselas

cúbicas, todas iguales y de distintos tonos y el opus vermiculatum, en que cada tesela

adopta el contorno preciso pudiéndose realizar así todo tipo de escenas figuradas. Lo

más normal no obstante era que se combinaran ambas técnicas, el vermiculatum para los

contornos y el tesselattum para el relleno.

20

Las composiciones suelen ser frontales, con figuras aisladas, aunque se suelen alinear en

un plano corrido. En la representación se repiten los esquemas icónicos de rigidez y

hieratismo, reiterados monótonamente entre elementos paisajísticos o decorativos

intercalados.

Una vez más, los mosaicos gozan de celebrada fama y aunque ilustran varios temas

entrelazados, el propósito era celebrar el retorno de la ortodoxia a la ciudad. De ahí la

presencia de Justiniano y Teodora que participan en la Liturgia Divina. Más arriba, en

los muros, figuras del Antiguo y Nuevo Testamentos proclaman la Redención del género

humano por Jesucristo como se conmemora en la Eucaristía.

En el ábside, a izquierda y derecha de dos grandes ventanas, por encima de dos placas

de mármol y pórfido que revisten los muros que servían de apoyo al trono episcopal, la

epifanía imperial irrumpe ante los fieles. La pareja imperial, interesada en mostrar su

apoyo al virrey Maximiano, trata de poner el acento en las dos esferas de autoridad, el

imperium y el sacerdotium.

Los mosaicos de San Vital contienen un programa iconográfico muy completo.

En la bóveda del ábside se halla representado Cristo imberbe, con el cabello corto y un

nimbo en forma de cruz, entronizado sobre la bola del mundo y vestido con la túnica de

púrpura.

Sujeta en la mano derecha una corona y en la izquierda un pergamino. A su lado

derecho, el arcángel Gabriel conduce a San Vital, vestido con traje de corte, con túnica

de charreteras y cenefas bordadas y la clámide de sedas tejidas en las fábricas palatinas,

con las manos cubiertas por esta última, dispuesto a recibir la corona del martirio que

Cristo le ofrece, a la izquierda, se encuentra San Miguel con el obispo Eclesio, quien

ofrece a Cristo una maqueta del templo. En lo alto de la escena se ven nubecillas

alargadas y debajo del orbe vemos la tierra con flores, sobre la que se apoyan los

arcángeles, el santo y el obispo y de la que brotan los cuatro ríos del Paraíso. Arriba, en

las enjutas, se hallan las ciudades de Jerusalén y Belén.

El tema de las otras escenas del presbiterio es eucarístico en su conjunto. En el

tímpano izquierdo del presbiterio, Abraham recibe a los tres ángeles bajo el roble, en

Mambré, y se dispone a sacrificar a Isaac. En el sacrificio, el carnero vuelve la cabeza

hacia Abraham, y la mano de Dios aparece entre las nubes mientras Isaac espera sobre

el altar. En las enjutas hay, en la izquierda una representación de Jeremías y en la

derecha se ve a Moisés recibiendo las Tablas de la Ley, mientras al pie del monte Sinaí

21

le esperan las doce tribus de Israel. En la parte superior del tímpano hay dos ángeles que

portan un medallón con una cruz adornada con joyas.

En el tímpano de la derecha Abel y Melquisedec hacen sacrificios. Abel sale de

una choza cubierta de paja y ofrece al cielo un pequeño cordero. El altar de Melquisedec

tiene sobre la mesa la copa sacramental y los dos panes-hostias, está delante de una

iglesia que tiene forma de basílica. La mano de Dios sale de entre las nubes a recibir las

ofrendas. En las enjutas, Moisés se desata la sandalia ante la zarza ardiente y cuida de

los rebaños de su suegro Jetró. En el otro lado hay una representación de Isaías. En el

centro se repiten los ángeles con la cruz y el medallón.

La bóveda del presbiterio está decorada por un mosaico de volutas vegetales con

pájaros, dividida en cuatro por nervaduras formadas por hojas de laurel. En el centro,

cuatro ángeles con orbes sostienen una guirnalda central que enmarca al Agnus Dei.

En el intradós del arco que se abre al presbiterio hay una serie de quince medallones que

representan a los bustos de Cristo, en lo alto, con barba y cabello largo, a los doce

apóstoles y a los santos Gervasio y Protasio.

En las paredes entre las aberturas de la galería y la entrada y en los extremos absidales

del presbiterio aparecen los cuatro evangelistas con sus animales simbólicos, sentados

en las rocas de un paisaje árido, con pequeñas plantas, junto a una fuentecilla del

desierto, que comparten con animales para beber. Su parco mobiliario se reduce a un

pupitre con los útiles de escribir y un cubo para los rótulos.

Entre estas escenas principales hay gran riqueza de motivos ornamentales secundarios:

jarrones llenos de fruta, pavos reales, cornucopias cruzadas, flores y acantos habitados

por un auténtico zoológico de aves y animales.

Dentro del ábside, en las paredes de ambos lados, se hallan dos paneles en los que se

representa al emperador Justiniano y a su esposa Teodora. Se ve a Justiniano y a

Teodora, acompañados de su séquito, llevando profesionalmente las ofrendas de plata a

un santuario de Cristo, su Señor en el cielo, y lo hacen como los mártires y vírgenes que

en San Apolinar llevan sus coronas de oro a Cristo y a la Virgen. Son los nuevos Magos,

es decir, los príncipes que, por función, reemplazan el papel que los reyes de Oriente

tuvieron que jugar una vez al inicio de la Edad de la Gracia: llevar sus dones a la iglesia

22

y renovar por ello, el acto del reconocimiento supremo de Dios y, simultáneamente, el

derivado de su propia investidura.

En el lado del Evangelio, se ve a Justiniano, con aureola, coronado y revestido de

clámide de púrpura sujetada con una enorme fíbula de oro y joyas. Su mano izquierda,

cubierta, sostiene la bandeja. Está acompañado por su corte y por el obispo de Rávena

Maximiano y llevan los utensilios necesarios para la celebración de la misa: patena,

cruz, Evangelios e incensario. A su derecha, en el extremo, un grupo de la guardia real.

Todos están de pie ante un fondo verde y dirigen su mirada hacia el espectador.

En el lado de la Epístola, destaca la figura de la emperatriz Teodora, engalanada

con joyas, diadema, catatheistae y collar, ataviada con una clámide de púrpura bordada

en oro con las figuras de los tres Magos, sostiene un cáliz de oro y es precedida por dos

chambelanes. Uno de ellos alarga el brazo hacia una cortina recogida que cuelga de la

puerta, pero vuelve la vista hacia la emperatriz. La emperatriz se halla en pie en un

nicho coronado por una concha, las damas acompañan a la emperatriz debajo de un

dosel recogido; delante de la puerta, a la izquierda, hay una fuentecilla de la que brota

agua.[15]

Esta ofrenda imperial realizada por Justiniano y Teodora era un gesto frecuente en

aquellos tiempos hacia las iglesias más importantes del Imperio. Su representación se

basa en la oblatio, tema que responde a una iconografía jurídica con precedentes en

Roma, llegado el momento de invocar la acción sagrada del emperador como pontífice

máximo. Este cortejo imperial (ficticio, pues parece ser que Justiniano y Teodora nunca

visitaron Rávena) perseguiría dos objetivos, por una parte el reconocimiento de la

divinidad de Cristo como hijo de Dios; un reconocimiento que negaba la doctrina

arriana, y por otra parte trataba de invocar la relación entre Dios y el emperador

plasmando así una idea que era casi un principio moral: el carácter divino del soberano

que dispensa al mundo la gracia divina. Justiniano tendría como misión hacer triunfar en

la tierra el reino de Cristo. [16]

En las paredes laterales del ábside de la iglesia de San Vital de Rávena y circundando

por tanto el altar se desarrollan dos programas musivarios, uno enfrente de otro: a la

derecha (mirando al altar) el retrato de Teodora, mujer de Justiniano I y por tanto

emperatriz de Bizancio, y a la izquierda el del Emperador Justiniano.

23

En ambos casos se trata de recalcar el poder civil y religioso de ambos mandatarios, lo

que justifica su localización en el ábside, que completa su decoración en la bóveda que

lo cubre con una representación de Cristo sobre la bóveda celeste.

En el retrato de Teodora se puede apreciar la fuerte personalidad de la emperatriz, que

curiosamente era una artista circense y que por lo mismo no tuvo fácil poderse casar

con el emperador, lo que consiguió finalmente gracias a la promulgación de una ley

que permitía el matrimonio entre clases sociales diferentes. Una vez en el poder, fue

ella y no Justiniano, quien asumió las riendas de la autoridad, y de hecho fue ella y no

su marido quien aplastó la revuelta Niká. A ella también se le debe un amplio acopio

legislativo que protegía ampliamente los derechos de la mujer, y se dice que era la

emperatriz la que dirigía en la batalla a Belisario, el gran general, lugarteniente del

emperador. Por tanto fue una mujer de gran influencia política y de enorme peso en la

corte de Justiniano. En el lado derecho: la emperatriz Teodora lleva un cáliz de oro,

va precedida por dos dignatarios de la corte y seguida por Antonia, esposa del general

Belisario y su hija Juana. Cierran el cortejo las doncellas de la emperatriz. Mosaico

situado enfrente del anterior y parecido en cuanto a concepción espacial, distribución

de personajes y potente colorido.

En el centro tenemos a la enigmática y poderosa emperatriz Teodora, esposa de

Justiniano y personaje de capital importancia en el Bizancio del siglo VI. Ataviada

con espectacular manto negro y corona con colgantes de perlas, se encuentra realzada

al ocupar el centro de un arco sobre una hornacina. Sostiene un gran cáliz y se rodea

de personajes femeninos a su izquierda y dos masculinos a su derecha. Curiosa la

fuente con un chorro de agua manando cristalina y la cortina del palacio, anudada y

decorada con bellos motivos.

En el retrato del mosaico que estamos analizando no es por ello de extrañar que la

emperatriz se represente en igualdad de condiciones al emperador: en el mismo lugar,

las paredes laterales del ábside de la iglesia, y con la misma idealización, que parece

alejarla de la realidad tangible. Contribuyen a ello una serie de convencionalismos

característicos del mosaico bizantino: isocefalia; frontalidad; pies en "V"; horror vacuii;

movimientos reiterativos en todos los personajes; hieratismo y rostros indefinidos en el

séquito; colores planos; perspectiva Ptoloméica, de líneas divergentes;

impenetrabilidad de los rostros; mayor canon de Teodora, como símbolo de autoridad y

24

de importancia personal en la corte; y ausencia de movimiento, como se se hubieran

petrificado las figuras.

En última instancia, el autor pretende desmaterializar las imágenes en un intento de

representar lo sagrado. A pesar de ello, no quiere sin embargo olvidar que se trata de

figuras humanas y así hay que valorar el esfuerzo realista que se desarrolla en algunos

detalles, la exactitud minuciosa del vestuario, y el interés por representar con fidelidad y

riqueza plástica el valor del oro, la plata, los cristales vidriados, las joyas, etc. Lo que le

da a todo el conjunto una sensación de solemnidad y suntuosidad excepcionales.

Se podría decir en el caso del retrato de Teodora que que ésta parece más

acusadamente bizantina, con más lujo, más variedad cromática e interés por representar

toda la moda orientalizante: Mantos coloristas, collares abundantes; joyas en

abundancia y un aire patente de lujo y ostentación. El rostro es plano y muy sumario,

aunque expresivo (ojos muy abiertos).

Recordaremos que el encargo del edificio data de fechas anteriores a 540, cuando la

ciudad es reconquistada por el general Belisario a las tropas ostrogodas. A partir de esa

fecha Rávena se convierte en sede de un exarcado en el que el puesto de gobernador lo

ocupa el propio obispo; en fechas de la terminación de San Vital lo es Maximiano, quien

consagra la iglesia en 547. Por ello, es probable que los paneles en los que se representa

al emperador y a su esposa, manifiesten el interés por la reconquista bizantina de Italia,

así como el apoyo al virrey Maximiano un candidato imperial, la entrega de regalos a la

iglesia de San Vital y la acentuación de las dos esferas de autoridad, el imperium y

el sacerdotium.[17]

La celebración del Imperio de Justiniano está estrechamente relacionada con el reino y

el Imperio de Cristo mostrado en el ábside como el máximo signo del poder. Por trono

el globo cósmico y en la mano el rollo de la Ley con la Sabiduría que gobierna el

mundo. Los arcángeles representan la eterna corte de Cristo, eterno en su representación

juvenil de su rostro imberbe que lo sitúa fuera del tiempo. La figura del soldado mártir

Vital y el obispo Eclesio incorporadas a lo intemporal confieren al imperio terreno de

Justiniano la idea de un reino sin fin.

El arco del ábside con el águila imperial que acompaña el monograma de Cristo y los

cuernos de la abundancia que simbolizan la abundancia del Imperio, extraídos de la

tradición romana del triunfo imperial que conjuga la dimensión política con la religiosa.[18]

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Los mosaicos de Justiniano:

Mosaico espectacular del más importante emperador bizantino. Justiniano vivió en el

siglo VI y aquí le puedes ver con sus caballeros de confianza, asesores, generales y

ministros, todos ellos extraordinariamente elegantes. Se trata de un retrato colectivo

captado frontalmente y donde existe la isocefalia (cabezas igualadas en altura). El

personaje destacado en el centro es Justiniano, que pisa con su pie derecho a su

general Belisario en un gesto de superioridad jerárquica. Destacado está también su

mano derecha en asuntos religiosos Maximiano, cuyo nombre se encuentra encima de

él. Observa la riqueza y minuciosidad de los detalles; todos están individualizados,

caras diferentes, peinados diversos, vestimentas variadas... Las pequeñas teselas se

disponen en bandas de diferente resalte parar dar sensación de mayor profundidad y

credibilidad realista a la escena. La riqueza cromática resulta extraordinaria y subraya

objetos como el escudo, los broches, anillos, sandalias, capas, corona, libros y la

sobresaliente cenefa que enmarca la escena.

Los mosaicos representan la presunta ceremonia de consagración de la iglesia de San

Vital (que nunca tuvo lugar tal como está representada, pues los emperadores ya eran

ancianos cuando se terminó el templo y no viajaron a la ciudad italiana, de hecho

Teodora murió ese año). Todos los personajes importantes están perfectamente

individualizados y son reconocibles por sus retratos.

En el lado izquierdo: el emperador Justiniano lleva como ofrenda una

gran patena de oro; va precedido por dos altos dignatarios eclesiásticos, uno de ellos

lleva el incensario y el otro el misal, y por el arzobispo Maximiano, que lleva una cruz,

todas estas ofrendas aparecen ricamente decoradas con gemas, cabujones y esmaltes.

Tras el arzobispo, en segundo plano, el banquero Juliano, que financió la construcción

de la iglesia. Detrás del emperador hay dos altos funcionarios del estado con toga, el

primero sería el general Belisario, conquistador de Rávena. Cierra el cortejo la guardia

personal del emperador con el crismón en sus escudos.

En esta imagen del Emperador observamos una representación que va a ser habitual a

partir de entonces. No es una imagen realista, sino una reproducción

totalmente idealizada de Justiniano, que ante sus súbditos pasaba por ser una figura

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semidivina. Por eso todas las figuras están tan rígidas; con la misma postura repetida en

todos los personajes como si fueran maniquíes; todos con los pies colocados en una

postura muy forzada, en una posición en forma de “V”; todos curiosamente con

las cabezas situadas a la misma altura; y todos con los rostros bastante inexpresivos.

Tampoco la perspectiva es real, porque si nos fijamos, unas partes las representan vistas

de frente y otras desde arriba. Esa misma falta de naturalidad se observa también en la

representación de las túnicas de los personajes, todas ellas muy rígidas y con los

pliegues igualmente muy poco naturales. Sólo Justiniano destaca un poco por encima de

los demás, por su atuendo, de un color diferente, por sus joyas y atributos, como la

corona, y porque está en el centro de la representación. Con ello se quiere potenciar la

importancia de este emperador, que al estar representado en la parte más importante de

una iglesia, quiere dejar claro que a su poder político se añade su mismo poder

religioso. Una fórmula que asumieron todos los emperadores de Bizancio, la de

combinar el máximo poder político y el máximo poder religioso y que se

denomina cesaropapismo.

En el presbiterio en estrecha vecindad con los cuadros imperiales están las

cuatro escenas de la vida de Moisés, el profeta liberador legislador, prototipo de

emperador autor del Código de Derecho Civil. Siempre en el presbiterio la imponente

figura de los profetas Isaías y Jeremías del Antiguo Testamento y los cuatro

Evangelistas por el Nuevo Testamento, representando el testimonio histórico y de fe de

cuanto es ilustrado bajo la unidad de la Iglesia y el Imperio, Imperio y Sacerdocio.

En el arco triunfal Cristo con su senado apostólico y por circunstancias

devocionales se añaden los santos Gervasio y Protasio considerados los hijos de San

Vital.

El aspecto religioso retoma la primacía en lo sublime y celeste centralidad del

Cordero del Apocalipsis, Cristo en un cielo de veintisiete estrellas, número y símbolo

terrario-trinitario que reina para la eternidad. Anunciado en el tiempo de la historia

providencial profética del sacrificio bíblico de Abel y Melquisedec en la derecha, y

Abraham a la izquierda, quien recibe en las figuras de los tres ángeles a la Trinidad, que

le anuncia la futura maternidad de su mujer Sara, de la que descenderá más tarde la

figura de Jesús.

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En el presbiterio central sobre el muro del arco del ábside, las ciudades de Belén

y Jerusalén, símbolo la una de los hebreos (l’ecclesia ex circuncisione) y la otra de los

gentiles (l’ecclesia ex gentibus) unidas en un solo pueblo por Cristo. Entre ellas,

sustentado por dos ángeles, el símbolo solar con el Alfa en el centro como Cristo

creador del que emanan rayos del mundo cósmico y del universo histórico. Evidente

triunfo contra los ostrogodos y todos los pueblos bárbaros, que abandonan el imperio,

arrianos como son, superados por la fe antiarriana de Justiniano.[19]

Este mensaje de triunfo terreno-divino se ve apoyado por la tipología de la

planta de la iglesia, la forma es la resultante de la combinación del cuadrado, símbolo de

lo terrenal con el círculo, símbolo de lo celestial. El octógono es, dentro del valor

simbólico de los números, el símbolo que representa la eternidad.[20] En conjunto, el

edificio de San Vital es un “envase” cuyo espacio se expresa como presencia divina, en

una compleja interacción de efecto mistérico que suscita el espíritu de Oriente, así como

también las doctrinas neoplatónicas de Dionisio Areopagita quien, como reacción al

dictado de los sentidos, defendía una visión espiritual dirigida a valorar la esencia de las

cosas.[21]

Sitios web donde puedes observar las imágenes aquí descriptas:

- https://www.khanacademy.org/...ravenna/.../justinian.

- https://www.youtube.com/watch?v=1EvF2Yhw2Fo

- es.slideshare.net/HAV/san-vitale-in-ravenna- iescprietohistoriadelarte.blogspot.com/2012/.../san-vital-de-ravena_17.ht

[1] YARZA LUACES, C., Arquitectura Bizantina, Madrid, Ed Aguilar Asuri, 1989, p. 76.[2] KRAUTHEIMER R., Arquitectura Paleocristiana y Bizantina, Madrid, Cátedra,

1984, pp. 273 y 277.[3] http://www.ravennafestival.org/svitale.htm/[4] RICE DAID, C., Arte medieval I, Madrid, Historia 16, 1996, p.32.

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[5] http://www.ravennafestival.org/svitale.htm/[6] ANTONIO PAOLUCCI, Ravenna, Una Guida d ¨arte, p. 275.[7] KRAUTHEIMER R., op. cit. p. 273.[8] Ibídem.[9] http://www.ravennafestival.org/svitale.htm/[10] PIJOAN J. (coord.), Summa Artis, Historia General del Arte (vol VII), Madrid,

Espasa Calpe, 1974, p. 355.[11] BANGO C. , op. cit., p.79.[12] KRAUTHEIMER R., op. cit., p. 275.[13] KRAUTHEIMER R., op. cit., pp. 73 y 89.[14] SAS ZALOXIECHY, C., Bizantine art, pp. 34 y 35.[15] BECKWITH J., Arte Paleocristiano y Bizantino, Madrid, Cátedra, 1997, pp.124 a

127.[16] NÚÑEZ RODRIGUEZ M., Historia del Arte, (vol. 2 La Edad Media), Madrid,

Alianza Editorial 1996, pp 30 y 31.[17] BECKWITH J., op. cit., p 128.[18] http/www.mosaicoravenna.it/mosaici.ravenna/vitale3.html[19] http/www.mosaicoravenna.it/mosaici.ravenna/vitale4.html[20] KAISER W., El Románico,(La arquitectura románica en Alemania),. Colonia,

Könemann, 1996, p.32.[21] NÚÑEZ RODRIGUEZ M. op. cit., p 29.

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