benhabib, seyla. los derechos de los otros

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Seyla Benhabib Los derechos de los otros . Extranjeros, residentes y ciudadanos

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  • Seyla Benhabib

    Los derechosde los otros.

    Extranjeros, residentes y ciudadanos

  • Seyla Benhabib

    LOS DERECHOS DE LOS OTROS

    Cr,i\,ej);;eMA

    1" i '1Of.O 11l

  • Otras obras de Editorial Gedisa

    MARC AUG El tiempo en ruinas

    MARC AUG Por qu vivimos?

    JACK GOODY El Islam en Europa

    ALEJANDRO GRIMSON La nacin en sus lmites

    SAL KARSZ La exclusin: bordeandosus fronteras

    GUSTAVO LINS RIBEIRO Postimperialismo

    LUIS REYGADAS Ensamblando culturas

    ZIAUDDlN SARDAR Extrao Oriente

    Loi'c WACQUANT El misterio del ministerio

    GEORGE YDlCE El recurso de la cultura

    GEORGE YDlCE y Poltica culturalTOBYMILLER

  • LOS DERECHOSDE LOS OTROS

    Extranjeros, residentes y ciudadanos

    Seyla Benhabib

  • Ttulo del original:The Rights of Others. Aliens, Residents and Citizens Cambridge University Press, 2004

    Seyla Benhabib, 2004

    Traduccin: Gabriel Zadunaisky

    Ilustracin de cubierta: Edgardo Carosia

    Primera edicin: mayo de 2005, Barcelona

    Derechos reservados para todas las ediciones en castellan~

    Editorial Gedisa, S.A.Paseo Bonanova, 9 12-108022 Barcelona (Espaa)Tel. 93 253 09 04Fax 93 253 09 05Correo electrnico: [email protected]://www.gedisa.com

    ISBN: 84-9784-099-2Depsito legal: B. 26632-2005

    Impreso por Romanya VallsVerdaguer, 1 - 08786 Capellades (Barcelona)

    Queda prohibida la reproduccin total o parcial por cualquier medio deimpresin, en forma idntica, extractada o modificada, en castellano oen cualquier otro idioma.

  • ndice

    AGRADECIMIENTOS 11

    Introduccin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13

    l. Sobre la hospitalidad: una relectura del derechocosmopolita de Kant 29

    El derecho a tener derechos: Hannah Arendty las contradicciones del Estado-nacin 45

    3. El Derecho de Gentes, la justicia distributivay las migraciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61

    4. Transformaciones de la ciudadana: la Unin Europea 97

    Iteraciones democrticas: lo local, lo nacionaly lo global. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 125

    (;()nclusin. El federalismo cosmopolita 151

    Notas 157

    111111,1 ) ;RAP(A .... "................................... 169

    INllln: TI':MTICO 181

  • 4 de octubre de 2003Queens, Nueva York

    Ningn ser humano es ilegal

    Marcha por la libertadde los trabajadores inmigrantes 2003

  • Agradecimientos

    Este libro presenta la versin revisada y expandida de mis ConferenciasJohn Robert Seeley, pronunciadas por invitacin de la universidad deCambridge en King's College entre el 27 de abril y el 2 de mayo de2002. Agradezco a Gareth Stedman Jones y Miri Rubin su generosahospitalidad durante este perodo. Un especial agradecimiento a Quen-rin Skiner bajo cuyos auspicios fui invitada a darlas. SusanJames, IstvanHont, Onora O'Neill, John Dunn, Richard Tuck, Emma Rothschild,Arnartya Sen y Andrew Kuper enriquecieron mi estancia en Cambrid-ge con sus preguntas y comentanos.

    Entre las muchas ocasiones en que present las ideas reunidas en es-te volumen, los debates en los Coloquios de Teora Legal de la Facul-tad de Derecho de Yale en febrero de 2002 fueron una de las ms me-morables. Agradezco al decano Anthony Kronman, que los presidi, ya mis colegas Bruce Ackerman, Owen Fiss, Paul Kahn, Judith Resnik-: Reva Siegel por posteriores conversaciones y comentarios. Estoyparticularmente agradecida a Judith Resnik poraportarme las referen-ias legales internacionales pertinentes.Mis colegas de la Universidad de Toronto Joseph Carens, Melissa

    Williams, Audrey Macklin y Jennifer Nedelsky me escucharon presen-tar parte de este material bajo los auspicios de las Conferencias Priest-ley en octubre de 2003. Les estoy agradecida por sus comentarios inci-SlVOS.

    Por sus preguntas y reflexiones sobre Kant, Arendt y la Unin Eu-ropea, tambin mi reconocimiento a Veit Bader, Rainer Bauboeck, Jay

    11

  • Bernstein, Richard J. Bernstein, James Bohman, Nancy Fraser, MorrisKaplan, Riva Kastoryano, John McCormick, Max Pensky, UlrichPreuss y Sayres Rudy. Estoy particularmente agradecida a CarolinEmcke por sus ideas respecto de los captulos 3 y 5, Y a Nancy Kokazpor su defensa entusiasta de Rawls contra mis crticas. Un especialagradecimiento para Willem Maas por muchas conversaciones acercade la ciudadana dentro de la Unin Europea, y en particular por suayuda con el captulo 4. Melvin Rogers fue un asistente indispensableen la preparacin de bibliografa y por su ayuda con las referencias a lolargo de todo el trabajo. David Leslie aport ayuda de edicin crucialen las etapas finales de este libro.

    Palabras especiales de gratitud van a mi familia, mi hija, Laura, y mimarido, Jim Sleeper, que me acompaaron desde Boston a Amsterdam,a Londres, a Estambul y Connecticut, a medida que este libro fue to-mando forma a lo largo de muchos viajes, cruces de frontera y contro-les de pasaporte.

    Partes del captulo 1 han aparecido previamente como Of guests,aliens and citizens: rereading Kant's cosmopolitan right, en Pluralismand tbe Pragmatic Turn: The Trans[ormation of Critical Theory. Essaysin Honor o] Thomas McCarthy, comps. William Rehg y James Boh-man (Cambridge, MA, MIT Press, 2001). El captulo 2 ha sido publica-do en parte como Political geographies in a changing wprld: Arend-tian reflections, Social Research, vol. 69, nm. 2 (verano 2002), pp.539-556; material del captulo 4 est incluido en Transformations ofcitizenship: the case of contemporary Europe, Government and Op-position, vol. 37, nm. 4 (otoo 2002), pp. 439-465. Mis ConferenciasSeeley expanden, revisan y continan reflexiones que inici en misConferencias Spinoza bajo el ttulo Trans[ormations o] Citizenship:Dilemmas o] tbe Nation-State in the Era o[ Globalization (Amster-dam, Van Gorcum, 2001), copyright Seyla Benhabib.

    Finalmente, muchas gracias a Richard Fisher, Karen Anderson Ho-wes y Alison Powell de la Cambridge University Press. Fue un placertrabajar con ellos. .

    /2

  • Introduccin

    Este libro examina las fronteras d. ~d'!.d. poltica centrndoseen la membresa poltica. Por membresq . oltiCf! uiero significar losrinci ios rcticas ara la incor oracin de foraster s e~anj~os~

    1l1mlgrantes l recin vem os, re ugia os asilados, en entid~5ks P,2!i:;ticas existeqtesJIas froteras polticas definen a algunos como miem-bros, a otros como extranjeros. La condicin de miembro, a su vez, essignificativa solo cuando se ve acompaada de rituales de ingreso, acce-~ , pertenencia y privilegio. El sistem...amoderno de estados naciones h '"r' lado la . ertenencia e~~~);1na cate q,tiLPJiQ~ill'!J;Ju;i~( adana nacional. Hemos entrado en una era en la que la soberana dell.:;tado s~ ha v~o rada, y la institucin de la ciudadana nacional ha si-do desagregada o desempaquetada en diversos elementos. Han emergi-do nuevas modalidades de membresa, con el resultado de que las fron-l 'ras de la comunidad poltica, tal como las define el sistema de estados111'\ iones, ya no son adecuadas para regular la condicin de miembro.

    La membresa poltica rara vez ha sido considerada un aspecto im-portante de la justicia nacional o internacional. Junto con la invisibili-tllI,d de las fronteras del Estado, tambin han sido invisibles las prcti-(' l/l instituciones que regulan la admisin y la prdida de la condicinti ' mernbresa poltica y no han estado sujetas al estudio y el anlisislot'lri o. Quiero argumentar que las migraciones transnacionales y losusuntos e nstitucionales as como polticos sugeridos por el movi-IIli 'neo de las gentes a travs de las fronteras de los estados son centra-

    73

  • les para las relaciones interestatales y por tanto para una teora norma-tiva de la justicia global.

    Recientes intentos de desarrollar teoras de justicia internacional yglobal han mantenido un curioso silencio sobre la cuestin de la migra-cin (vanse Pogge, 1992; Buchanan, 2000; Beitz, [1979] 1999 Y 2000).Pese a sus crticas a los supuestos Estadocntricos, estos tericos no hancuestionado la piedra basal del Estadocentrismo, que es el control poli-cial y la proteccin de las fronteras del EStado contra extranjeros e in-trusos, refugiados y solicitantes de asilo. El control de la migracin -dela inmigracin tanto como de la emigracin- es crucial para la soberanadel Estado. Todos los llamamientos a desarrollar concepciones post-westalianas de la soberana (Buchanan, 2000 y 2001) son ineficaces sino abordan tambin la regulacin normativa de los movimientos de lasgentes a travs de las fronteras territoriales. Desde un punto de vista fi-losfico, las migraciones transnacionales destacan el dilema constitutivoen el corazn de las democracias liberales: entre las afirmaciones de laautodeterminacin soberana por un lado y la adhesin a los principiosuniversales de los derechos humanos por el otro. Sostendr que lasprcticas de la membresa poltica se entienden mejor a travs de una re-construccin interna de estos compromisos dobles.

    N o slo ha tensin s o -Q , ., dire.cta, entre aS,ec r cio~~QlwID nos ,~~ejo, es.t,a osde su derecho soberano a controlar sus froIlter s aShfo~ c t olar

    """"t"a""'c"'a"'il""'"i"'a-'~"''''''-'''=d~d''ck''";i~es7;~s. No hay soluciones f-"*'ffl. ~' .. ~~~~~~.

    Cl es a os ilernas planteados por estos compromIsos duales. No mepronunciar a favor de terminar con el sistema estatal ni con el de laciudadana mundial. Ms bien, siguiendo la tradicin kantiana del fede-ralismo cosmopolita, destacar la significacin de la pertenencia dentrode comunidades delimitadas por fronteras y defender la necesidad deadhesiones democrticas que pueden no estar dirigidas solo a estruc-turas de estados naciones existentes. Muy al contrario, al desagregarsela institucin de la ciudadana (vase cap. 4) y al sufrir una crecientetensin la soberana estatal, emergen en el mundo contemporneo es-pacios subnacionales tanto como supranacionales para adhesiones yacciones democrticas, las cuales deben promoverse con, en vez de enlugar de, los entes polticos existentes. Es importante respetar las rei-vindicaciones de diversas comunidades democrticas, incluyendo susautocomprensiones distintivas en materia cultural, legal y constitucio-nal, fortaleciendo a la vez su compromiso con normas emergentes dejusticia cosmopoltica.

    Mi posicin difiere de recientes teoras neokantianas de justicia in-ternacional que dan precedencia a cuestiones de distribucin de recur-

    /4

  • sos y derechos antes que a cuestiones de membresa. Sosten o ue un~~m~~~lusti~la-22"RJJ~~,t:~JLlgiJ.~ "i.~.i,11.~~hocl~di.>-~..."...!!.!.tj!!5,~sta en es~!.,~al, ,.!in~""g;u~Jli~""~~~"u~~~~P,,,2a.".una v~slOnaem!:Ji1!i!.JJf,,,J}:!,jla. a ,I.!lembre.sla,_~l,l~..JllJ.~A~,;~,Q~~1--r."",

    _~~7~~;e~~1 ~1

  • do pequeo para gestionar los problemas econmicos ecol icos, in-i>muoolglCos e 1ll ormatlvos creaCiospor el nuevo medio, y al mismo-tiempo es oemasIaao ran e ara ar u ar a as as lrac10nes de ffi-mIentos SOCIaes . .re ionalistas motivados .~J.t~ones de identidad.ajo estas condiciones, la territorialidad se ha vuelto una delimitacin

    anacrnica de funciones materiales e identidades culturales; sin embar-go, aun ante el colapso de conceptos tradicionales de soberana, se ejer-ce el monopolio sobre el territorio a travs de polticas inmigratorias yde ciudadana.

    Se estima que, mientras en 1910 aproximadamente 33 millones deindividuos vivan en pases distintos del suyo como migrantes, para elao 2000 esa cifra haba alcanzado los 175 millones. En el transcurso deeste mismo perodo (1910-2000), la poblacin del mundo se estima quecreci de 1.600 a 5.300 millones, es decir, se triplic (Zlotnik, 2001: 227).En comparacin las migraciones se incrementaron seis veces en el cur-so de estos noventa aos. Es llamativo que ms de la mitad del in-cremento de los migrantes de 1910 a 2000 se dio en las ltimas tres d-cadas y media del siglo xx, entre 1965 y 2000. En este perodo 75millones de personas emprendieron traslados a travs de fronteras pa-ra establecerse en pases distintos de los de su origen (Naciones Uni-das, Departamento de Asuntos Econmicos y Sociales, 2002).

    Mientras los movimientos migratorios en la segunda mitad del si-glo xx se han acelerado, el drama de los refugiados tambin ha creci-do. Hay casi 20 millones de refugiados, asilado s y personas desplaza-das internamente en el mundo. Los pases de Europa y el hemisferionorte ricos en recursos enfrentan un creciente nmero de migrantes,pero son principalmente naciones en el hemisferio sur, tales comoChad, Pakistn e Ingushetia, las que albergan a cientos de miles de re-fugiados que huyen de guerras en pases vecinos como la RepblicaCentroafricana, Afganistn y Chechenia (Rieff, 2003).

    Como ha observado un reflexivo estudiante de tendencias inmigra-torias mundiales, a lo largo de los ltimos cien aos, la migracin in-ternacional a menudo ha estado en el centro de los principales eventosque remodelaron el mundo. El siglo xx comenz con una dcada en lacual la migracin transatlntica alcanz niveles sin precedentes y cerrcon una en la que la migracin de pases en desarrollo a desarrollados yde los pases del bloque oriental a Occidente ha sido igualmente eleva-da (Zlotnik, 2001: 257).

    Reconocer tales tendencias no tiene por qu comprometerlo a unocon afirmaciones exageradas acerca del fin del sistema de estados. Laparadoja de los actuales eventos polticos es que, si bien la soberana es-tatal en los dominios econmico, militar y tecnolgico se ha visto

    11 I16

  • ampliamente erosionada, sta contina reafirmndose vigorosamente ylas fronteras nacionales, aunque ms porosas, siguen all para mantenerafuera a extranjeros e intrusos. Las viejas estructuras polticas puedenhaber declinado pero las nuevas formas polticas de la globalizacinan no estn a la vista.

    Somos como viajeros navegando por un terreno desconocido con laayuda de viejos mapas, hechos en un momento diferente y en respues-ta a necesidades diferentes. Mientras el terreno en el que viajamos, lasociedad mundial de estados, ha cambiado, nuestro mapa normativo11 lo ha hecho. No pretendo tener un nuevo mapa para reemplazar alantiguo, pero espero contribuir a una mejor comprensin de las lneasti ' falla emergentes del territorio desconocido que atravesamos. Las'1" cientes incongruencias normativas entre las normas de derechos hu-111, nos internacionales, en particular en lo que atae a los derechos deotros -inmigrantes, refugiados y asilados- y la afirmacin de la sobe-rnna territorial son los rasgos novedosos de este nuevo paisaje.

    l n rgimen internacional de derechos humanos

    1,:1 perodo comprendido a partir de la Declaracin Universal de losI ) .r chos del Hombre de 1948 ha atestiguado el surgimiento de nor-1I1.1S de derechos humanos internacionales. Los movimientos de perso-1101,~ a travs de fronteras y en particular los de refugiados y asilados,.rlrora estn sujetos a unrgimeninternacional,d,t,~~hos humanos."1':'lti .ndo por rgime~e aer;c!i'o~~a.~?Ii~erI!,aciona n"conun~.I j) d regmenes globa es y regiona es lllterrefacionados que se su er-111111'\1 parsi:::fu~~mr-e.~,:[~F.JE~ os~~~1 j 111 l. ey internacional consuetudinaria o la' ley bln a,> lllternacional(1 prcsinmai7ad'~p";;~~sit~~;ao;sTme;~Ctona esqU"OOSO-11 u.idos y por tanto no estn cubiertos por la Convencin de Viena so-111 ' 1:\Ley de Tratados) (Neuman, 2003).

    1':sLamospresenciando este desarrollo en al menos tres reas interre-l.u Oll, das.

    I '/1/I"'/S contra la humanidad, genocidio y crmenes de guerra

    17

  • )/

    (t

    incluso y precisamente bajo condicione,:; de g~idad extrema y .!2~-~e proscn5en la limpieza tnica, las ejecuciones en masa, la viola-

    cin y los castigos crueles e inusuales al enemigo tales como desmem-bramiento, que se dan bajo condiciones de un ataque extendido osistemtico, y todo esto puede constituir bases suficientes para la acu-sacin y el procesamiento de individuos responsables de estas acciones,aunque sean o hayan sido funcionarios del Estado o subordinados queactuaron bajo rdenes. La frase del soldado y el burcrata -Solo esta-ba cumpliendo con mi \kbep>- "y':ano es ar '!mento ace table araabrogar los derechos de la humanidad en la .eersona del otro aun cu~-do y espeCla mente cuan o e otro sea su e~

    a continua reartlCUaClon' e estas categoras en las leyes interna-cionales y, en particular, su extensin de situaciones de conflicto' arma-do internacional a guerras civiles dentro de un pas y a las acciones degobiernos contra su propio pueblo, a su vez ha alentado la aparicindel concepto de intervenciones humanitarias.'

    Intervenciones humanitarias

    18

  • Migracin transnacional

    ."

    19

  • IJ

    den ser desconocidos completamente por los no firmantes y, en ciertosmomentos, incluso por los estados firmantes.

    Algunos lamentan el hecho de que, dado que se invocan en formancreciente las normas de derechos humanos internacionales en disputasrelacionadas con inmigracin, refugiados y asilo, las naciones territo-rialmente delimitadas no solo se ven cuestionadas en su derecho a con-trolar sus fronteras sino tambin en su prerrogativa de definir lasfronteras de la comunidad nacional Qacobson, 1997: 5). Otros criti-can la Declaracin Universal por no avalar el cosmopolitismo inter-nacional y por sostener un orden interestatal en vez de un ordenverdaderamente cosmopolita internacional (O'Neill, 2000: 180). Perohay una cosa clara: el trato de los estados a ciudadan . tesentro de sus fronteras 'ya no es una prerrogativa libre. U ie-

    dras angulares de la soberana wesdaIlana, a sa er, que los estados dis-~.rutan e a auton a ltima so re toCIos os o jetos y sujetos dentroe su terntono circunscrito,"' a Si o e e i rID"'il a a traves e la leyi7{-

    ~!"" lildim9I'J~_3ii!Sio!a;p.MrA~~~~"'~~""""'~~ternaclOnal.

    "--""Cu es . eberan ser entonces los principios normativos gua parala pertenencia, en un mundo de polticas crecientemente desterritoria-lizadas?

    Teora discursiva y membresa poltica

    o

  • tos de ha~J~~~ ~.!!;~teIl}~k!~~!~,1E.a.lla 2.~.Ji~~~...~~_.presup~e~to~~;J:~.s2r;:,,~~ci~~~.;~

    entro (te la tica Cliscurslva, e1"problema del alcance, la cuestin dequin debe ser incluido o no en discursos, siempre ha planteado una difi-.ultad. En una primera lectura, la teora parece excluir de la entidad mo-ral y la representacin moral a quienes no son capaces de habla y accinllena. Segn la fuerza con la que se defina la capacidad de habla y de ac-.in, muchos seres que quisiramos reconocer como agentes morales yvf timas morales, tales como nios muy pequeos, las personas de capa-cidades diferentes y los enfermos mentales, pareceran quedar excluidosd . la conversacin moral. Lo que es ms, puede haber seres con los queestamos en deuda por obligaciones morales y que pueden convertirse envi .timas morales en virtud de ser impactados por nuestras acciones peroql1 no pueden representarse a s mismos: seres sensibles capaces de sen-Iir dolor, tales como animales con sistemas nerviosos desarrollados y, se-I~nalgunos, incluso los rboles y los ecosistemas, pues estos estn vivospueden verse afectados por nuestras acciones. La tica discursiva puede

    11:1. 'f justicia a sus demandas morales y su condicin moral? He sugerido('11 tros contextos que los intereses morales de seres que no son partici-p uitcs plenos en discursos morales deberan ser y pueden ser efectiva-mente representados en contextos discursivos a travs de sistemas de re-presentacin moral (Benhabib, 1992: 58 n. 30; 2002a: 190-191, n. 7).

    onsiderado con relacin al derecho a membresa poltica, el pro-111('madel alcance discursivo plantea un conjunto de dificultades dife-1,'l1l . Dado que la teora discursiva articula una postura moral univer-ulista, no puede limitar el alcance de la conversacin moral solo aqui'l1 s residen dentro de fronteras reconocidas nacionalmente; debe/'1 ln conversacin moral como extendindose potencialmente a toda11hurnanidad. Dicho sin rodeos, cada persona y todo agente moral queI I'IH' intereses y a quienes mis acciones y las consecuencias de mis ac-1iOlles pueden impactar y afectar de una manera u otra, es potencial-1111'11[. un participante en la conversacin moral conmigo: tengo la obli-1\ 1Iitll moral de justificar mis acciones con razones ante este individuo1Ilo. r .presentantes de este ser. Respeto el valor moral del otro recono-I11Ildo qu debo proveerle una justificacin de mis acciones. Somos to-dll participantes potenciales en tales conversaciones de justificacin.I 11 t'NLi, ulaciones de la tica discursiva, por tanto, no pueden exten-.11'1(' ni dominio de la membresa poltica sin la ayuda de una mayor11'lhlll'i1ci6nnormativa, ni es necesario hacerla. Un abordaje discursivo,1111pon r limitaciones significativas a lo que puede contar como prc-1j 1 nurmlm int e permisibles de inclusin y exclusin dentro de entes1,,,11 ('os xohcrnnos.

  • Debido a lo abierto de los discursos de justificacin moral habruna inevitable y necesaria tensin entre las obligaciones morales y losdeberes resultantes de nuestra pertenencia a comunidades circunscritasy la perspectiva moral que debemos adoptar como seres humanos sim-pliciter. Desde un punto de vista universalista y cosmopolita, los lmi-tes, incluyendo los lmites y fronteras estatales, requieren una justifica-cin. Las prcticas de inclusin y exclusin siempre estn sujetas acuestionamiento desde el punto de vista de la conversacin moral infi-nitamente abierta.

    Esto confronta al terico discursivo que examina prcticas de mern-bresa poltica con un dilema: un rasgo comn de todas las normas demembresa, incluso -pero no solo- las normas de ciudadana, es quequienes estn afectados por las consecuencias de tales normas y;..en pri-mer lugar, por los criterios de exclusin, per definitionem, no puedenser parte de su articulacin. Las normas de membre t e,ctan a uie-nes no son miembro~~im"e}e !MJJ1g1.liwd.Q...alQs..p,rQ,pi9..g~~?~~~d,'!IJo.~12..J}gsj1,J4~~a~ El dilema es el si-guinte: una teora discursiva es simplemente irrelevante para las prc-ticas de membresa dado que no puede articular ningn criterio justifi-cable de exclusin o simplemente acepta las prcticas existentes deexclusin como contingencias histricas moralmente neutras que norequieren ms validacin. Pero esto sugerira que una teora discursivade la democracia es quimrica en la medida en que una democracia pa-recera requerir un cierre moralmente justificable que la tica discursi-va no puede aportar.

    A diferencia de los comunitarios, que reducen las demandas de mo-ralidad a los derechos de comunidades especficas ticas, culturales ypolticas, y a diferencia de los realistas y posmodernistas, que son es-cpticos respecto de que jams se puedan subordinar normas polticasa normas morales, el discurso tico insiste en la necesaria disyuncin ascomo en la necesaria mediacin entre lo moral y lo tico, lo moral y lopoltico. La tarea que le compete es de mediaciones, no de reducciones.Cmo se puede mediar el universalismo moral con el particularismotico? Cmo se pueden mediar normas legales y polticas con normasmorales? Las cuestiones de membresa nos confrontan continuamentecon tales desafos de mediacin: si no diferenciamos entre lo moral y lotico, no podemos criticar las prcticas excluyente s de ciudadana ymembresa de comunidades culturales, religiosas y tnicas especficas.y si no diferenciamos entre moralidad y legalidad, no podemos criticarlas normas legalmente promulgadas de mayoras democrticas aunquese nieguen a admitir refugiados entre ellos, rechacen a quienes buscanasilo en la entrada y cierren sus fronteras a inmigrantes. Finalmente, si

    22

  • no diferenciamos entre moralidad y funcionalidad, no podemos cues-Ii nar las prcticas de inmigracin, naturalizacin y control de fronte-I'M por su violacin de las creencias morales, constitucionales y ticasque valoramos.

    Nuestro destino, como individuos de la modernidad tarda, es vivir.urapados en un permanente tira y afloja entre la visin de lo universal ylas ataduras de lo particular. En un universo desencantado, en el sen-Iid de Weber, valores que compiten entre s reclaman nuestra fidelidad(W

  • lismo. La ciudadana y las prcticas de la membresa poltica son los ri-tuales a travs de los cuales se reproduce espacialmente la nacin. Elcontrol de fronteras territoriales, lo que es coexistente con la soberanadel Estado-nacin moderno, busca asegurar la pureza de la nacin en eltiempo a travs del control policial de sus contactos e interacciones enel espacio. La historia de la ciudadana revela que estas aspiraciones na-cionalistas son ideologas; buscan moldear una realidad compleja, in-dcil e ingobernable en concordancia con algn principio simple do-minante de reduccin, tal como la membresa nacional. Toda nacintiene sus otros, adentro y afuera (vase Benhabib, 2002a). De hecho, elnacionalismo se constituye a travs de una serie de demarcaciones ima-ginarias tanto como muy reales entre nosotros y ellos, nosotros y losotros. A travs de prcticas de membresa el Estado controla la identi-dad sincrnica y diacrnica de la nacin. Pero la nacionalidad y lasnormas de ciudadana de todos los pueblos son sumas y mezclas decontingencias histricas, luchas territoriales, choques culturales y actosburocrticos. En ciertas coyunturas histricas estas normas.y las luchasen torno de ellas se vuelven ms transparentes y visibles que en otras.Estamos en una coyuntura histrica en la que el problema de las fron-teras polticas nuevamente se hace visible.

    El nacionalismo ofrece una solucin a la brecha conceptual en laconstruccin legal del Estado constitucional. Las perspectivas demo-crticas, sean liberales, republicanas o multiculturales, ofrecen otra.Pero cmo podemos justificar la construccin legal del Estado cons-titucional? Seguir a Habermas en aceptar que los derechos humanosuniversales y la soberana popular, o las normas de la autonoma priva-da y pblica, aportan dos cimientos indispensables del Estado consti-tucional democrtico (Habermas, 1996: 84-104). Los derechos huma-nos universales tienen un atractivo que trasciende el contexto, mientrasque la soberana popular y democrtica debe constituir un demos cir-cunscrito que acta para autogobernarse. El autogobierno implica au-toconstitucin. Hay as una contradiccin irresoluble, quizs unatensin fatal (Col e, 2000: 2), entre los principios expansivo e inclusi-vo del universalismo moral y poltico, anclado en los derechos huma-nos universales y las concepciones particularistas y excluyente s del cie-rre democrtico. Carl Schmitt sostuvo, por tanto, que el liberalismo, lacreencia en la igualdad moral universal, y la democracia, la creenciaen la igualdad de los ciudadanos, eran necesariamente incompatibles(Schmitt, [1923J 1985). Pero las democracias constitucionales moder-nas se basan en la conviccin de que estos dos compromisos pueden serutilizados para limitarse el uno al otro, de que pueden ser renegocia-dos, rearticulados y que puede modificarse su significado.

    4

  • Desarrollo el concepto de iteraciones democrticas para mostrarque el compromiso con normas constitucionales e internacionales quetrascienden el contexto pueden ser mediadas con la voluntad de mayo-das democrticas. Las iteraciones democrticas son procesos comple-jos de debate, deliberacin y aprendizaje pblico, a travs de los cualesHOI1 cuestionadas y contextualizadas, invocadas y revocadas, las afir-maciones de derechos universalistas, en el conjunto de las institucionesIl:galesy polticas as como en la esfera pblica de las democracias libe-rnl .s.

    Las iteraciones democrticas no solo cambian las nociones estable-cidas en un ente poltico sino que tambin transforman los precedentesque se toman como referencia. Considero que las iteraciones democr-1 j 'as intervienen en la poltica jurisgenerativa (Cover, 1983; Michel-111:1.n, 1988). A travs de tales procesos el pueblo democrtico se de-11111 .stra no solo el sujeto sino tambin el autor de sus leyes. La polticadi' mernbresa, precisamente porque se apoya en la auto definicin yi 1)1111. osicin del demos, se convierte en el sitio de la poltica jurisgene-I 111 iv: a travs de la cual el demos enfrenta la disyuncin entre el conte-nido universalista de sus compromisos constitucionales y las paradojasdl1 cierre democrtico.

    La oberana popular no es idntica a la soberana territorial, si bien111 t dos estn estrechamente vinculadas', tanto histrica como normati-IIIII .nte. La soberana popular significa que todos los miembros ple-IIn, ti ,1 demos tienen derecho a voz en la articulacin de las leyes por1,1 j qu el demos se gobernar a s mismo. Por tanto el dominio de la de-1111I['j':\ ia extiende su jurisdiccin en primer lugar a quienes pueden\'(IIIl' .orno los autores de tal dominio, Sin embargo sostendr que1111111':1ha habido una superposicin perfecta entre el crculo de quienes( 11I1 bajo la autoridad de la ley y los miembros plenos del demos. Ca-11,1 r/1'1'11.0S democrtico ha marginado a algunos, reconociendo solo a1 11'11os individuos como miembros plenos. La soberana territorial y la1'11/, ti .mocrtica nunca se han equiparado completamente. Pero la pre-1Iwin d .ntro de un territorio circunscrito y en particular la residencia

    111 1111111 .ntc dentro de l lo coloca a uno bajo la autoridad de la sobera-J\1t, /('11 d .mocrtica o no. La nueva poltica de la membresa tiene que11'1 (011 1:\ negociacin de esta relacin compleja entre los derechos de11 111I'lIlhr 'sa plena, tener voz democrtica y la residencia territorial.

    ':.1 Il('llgo que tales negociaciones e iteraciones democrticas se dan111 I1 ('()III .xto de una sociedad mundial de estados. En consecuencia,11 111,1 t k:1S relativas al acceso a la ciudadana no deberan verse como1 111 1 I Ilil:1 '1 al .s "'"ato'(.{ctcrmiilaCTn,sino n;s bi"'encom;"de-;isi;'--

    II 11111 ('PIlS-:-:-liC'C'l:lS 11'l1l u'Lucra 'CS'Cj"e"'~lTuye'~:;SOb;eor"rosentesen_.,_ .,.,_~_._ O!__"'I\l,~"..wI'II"f1"''''''''~II':!'~

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  • la comunidad ~und~I;.\La soberana es un concepto relacional; no esmeramente autorreferencial. Definir la identidad del pueblo democr-tico es un proceso continuo de auto creacin constitucional. Si bien laparadoja de que quienes no son miembros del demos seguirn siendoafectados por sus decisiones de inclusin y exclusin no puede ser eli-minada por completo, sus efectos pueden mitigarse a travs de actos re-flexivos de iteracin democrtica por el pueblo que examina crtica-mente y altera sus propias prcticas de exclusin. Podemos hacer quelas distinciones entre ciudadanos y extranjeros, nosotros y el-los, sean fluidas y negociables a travs de iteraciones democrticas.Solo entonces podremos avanzar hacia una concepcin posmetafsica ypos nacional de la solidaridad cosmopolita que en forma creciente vayacolocando a todos los seres humanos, en virtud tan solo de su.humani-dad, bajo la red de los derechos universales, mientras se van reducien-do golpe a golpe los privilegios excluyentes de la membresa. La desa-gregacin de los derechos de ciudadana en la Europa contemporneaes el caso central de estudio a travs del cual se ilustran estas tendenciassociolgicas hacia la solidaridad posnacional.

    El captulo 1 comienza con un examen de la doctrina de !~L~lderecho cosmopolita. Me centro en el Tercer ArtculoTcI~~~~~k-;">

    --peta~ referido al derecho a la hospitalidad universal y el nico al queant nombra en realidad como derecho cosmopolita (Weltbrge-

    rrecht). Sostengo ue ~ ese a r~9s.ll aCQ.J1e i, r'c' ue _r n .adi,-calmente distintasJ:kl'l~nuestras Kae~tal?l~.9.~,Q,s"que.a..J:lguan nuestro ~n1~~.i~~ s~~e de~~~e !.~~~dos de asil~," or ~un a o)' so re la inmigraCIn Eor el otro. SItuado entre la moralidad

    ,- ~ _.,,:x..~~-'-~~~ ~-

    y a ega i ad, entre los principios universales de derechos humanos ylos rdenes legales establecidos de entes polticos individuales, el dere-cho de hospitalidad demarca un nuevo nivel de legalidad internacionalque previamente haba estado restringido a las relaciones entre jefes deestados soberanos.

    El captulo 2 analiza el abordaje de Hannah Arendt deRcterec!i'-~:anes~ A,dl.~:cionando sobre la conflictiva situacill ~'~:laausencia de Estado en Euro a en e ero o inter uerras e 1918-1939,ren t aporta una de las artl'cu acion~ osfi7;'s ms 'en~tra;te~ del

    '1 e~a ~~~*:~1i::ct:~~ 'igua quel{ant, re exwmsobrelosconflICtos en las relaciones internacionales inherentes al mundo Esta-docntrico y circunscrito territorialmente, desde un punto de vistacosmopolita.

    Mientras Arendt articula de modo brillante el fin del modelo west-faliano de relaciones estatales, no puede ofrecer soluciones a los dile-mas del derecho a tener derechos. En parte por motivos instituciona-

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  • les en parte por razones filosficas, no puede re
  • que la ciudadana cosmo olita im lica el reclamo y el reposicionamiento e o universal-su iteracin':d~mr;""d~r ma~coe o local, loreglOnaI, u otros sltiosde a1ttvIsmo e i12!.~n,~!E.,. e1ll9yt,iCOS.~ ("centro en tres casos extrados de procesos europeos recientes para ilustrar prcticas de iteracin democrtica en accin: el caso del fular (;11Francia; el caso de una maestra germano-afgana a la que se le neg ("1derecho de ensear con su cabeza cubierta y la decisin de la Con 'Constitucional alemana sobre la cuestin y, finalmente, una decisinde 1990 de la Corte Constitucional alemana que neg el derecho de voto en elecciones locales a residentes de larga data de la provincia d('Schleswig-Holstein y la ciudad-estado de Hamburgo. Estas decisionesfueron sustituidas en 1993 por el Tratado de Maastricht, pero pusicn 11 Ien movimiento un proceso de iteracin democrtica que result en 1.1abolicin de las leyes de ciudadana alemanas ms bien anticuadas yrestrictivas, que databan de 1913.

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