bienes públicos mundiales
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Bienes públicos mundiales: Cooperación internacional en el siglo XXI
El faro
El faro que aparece en la cubierta del libro es un ícono útil por dos razones. En primer lugar, es
un ejemplo clásico de un bien público: todas las embarcaciones que se encuentran en su
proximidad se benefician con su luz, de la que cada una puede disponer sin restricciones, sea
cual fuere el número de embarcaciones. En segundo lugar, la historia de los faros ilustra un
importante mensaje de este volumen: que los bienes públicos no necesariamente han de ser
aportados por los gobiernos. A lo largo de los siglos, la construcción y la operación de los faros
ha estado a cargo de inversionistas privados, sindicatos de empresarios navieros y alianzas
entre el sector público y el privado, además de organismos gubernamentales. Puede
encontrarse más información sobre la historia de los faros en el artículo de Ronald Coase "The
Lighthouse in Economics", publicado en el número 17 (octubre) de The Journal of Law and
Economics, págs. 357 a 376.
COMUNICADO de PRENSA 1 ---PNUD
NO SE PUEDE DIFUNDIR ANTES DEL 10 DE MAYO DE 1999
A LAS 12.00 HORAS EST
EL FIN DE LA DIPLOMACIA — EN SU FORMA ACTUAL
Un estudio efectuado con apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
exhorta a que se introduzca un cambio de gran magnitud en las políticas públicas y, en
especial, en las relaciones exteriores de los países
Las políticas relativas a las relaciones exteriores se han de centrar en los bienes públicos
mundiales
En vísperas de la Reunión en la Cumbre de G7/G8 a celebrarse en Colonia (Alemania), el
estudio sugiere la ampliación del grupo hasta G16, agregando ocho importantes países en
desarrollo
El estudio:
Bienes públicos mundiales: La cooperación internacional en el siglo XXI
Editores: Inge Kaul, Isabelle Grunberg y Marc A. Stern
Nueva York: Oxford University Press, 1999
Nueva York — Un estudio dado a conocer hoy por el Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo trata de obtener un nuevo enfoque integral de las crisis mundiales: desde las crisis
financieras hasta las emergencias humanitarias, el calentamiento mundial, la aparición de
nuevas cepas de enfermedades y la discrepancia cada vez más explosiva entre los ricos y los
pobres. Hasta el momento, los problemas mundiales han suscitado mayormente soluciones
apresuradas y respuestas de política fragmentarias.
Uno de los temas principales de la publicación Bienes públicos mundiales es que muchas de
esas crisis son resultado de la insuficiente provisión de bienes públicos mundiales.
Actualmente, hay tres importantes déficit en materia de política, debido a los cuales los
encargados de formular políticas se sienten desvastados frente a las fuerzas del mercado y a
los problemas mundiales:
una discrepancia jurisdiccional — entre el alcance mundial de las principales cuestiones de
política y las fronteras nacionales dentro de las cuales operan los encargados de formular
políticas;
una discrepancia de participación — entre las tradicionales grandes Potencias y el nuevo y
más amplio conjunto de protagonistas, entre ellos varios países en desarrollo, así como
empresas y entidades de la sociedad civil; y
una discrepancia de incentivos — entre el bien público de todos los países y el deseo de cada
Estado de servir a sus propios intereses, antes que los intereses colectivos.
El término "bien público" es un término económico estandar utilizado para denotar bienes
que, una vez producidos, benefician a todos; por ejemplo, un marco jurídico o un conjunto de
sistemas, normas y estándares de la justicia; un medio ambiente no contaminado y saludable;
o la educación para todos. El libro lleva ese concepto a escala mundial. Los bienes públicos
mundiales redundan en beneficios que se propagan entre los países, las generaciones y los
grupos de población. Entre los ejemplos pueden citarse la estabilidad financiera, la salud, la
paz y la sustentabilidad del medio ambiente.
"Los males públicos mundiales" son resultado de problemas que trasponen las fronteras —
entre ellos, enfermedad, excesiva inestabilidad, contaminación, delincuencia y tráfico de
drogas — o de la acumulación sistémica de problemas.
Una suficiente provisión de bienes públicos mundiales requiere un nuevo criterio para las
relaciones exteriores, en función del cual la cooperación internacional es parte integrante de la
política pública nacional. "Lamentablemente, con frecuencia vemos lo contrario: una
tendencia hacia el aislamiento y el proteccionismo", dice Inge Kaul, coeditora de Bienes
públicos mundiales.
Los contribuyentes a la publicación Bienes públicos mundiales — entre quienes figuran
Amartya Sen, laureado con el Premio Nobel de Economía en 1998, Joseph Stiglitz, economista
principal del Banco Mundial, Jeffrey Sachs, del Instituto de Harvard para el Desarrollo
Internacional — proponen un reordenamiento de las políticas públicas para subsanar las
actuales discrepancias.
1. Un puente jurisdiccional para anular la separación tradicional entre asuntos extranjeros y
asuntos nacionales y vincular el plano nacional y el mundial mediante un regionalismo
fortalecido. En este marco, las metas internacionales se alcanzarían mediante acciones a
escala nacional o regional. Además, los gobiernos se compensarían recíprocamente por los
efectos que causan a otros países o a la comunidad internacional. Esta idea puede expresarse
como "comercio en bienes públicos mundiales". Mediante esas operaciones, también es
posible alentar a los países a que adopten políticas conducentes a obtener efectos externos
positivos (como la investigación básica, la protección del medio ambiente, etc.).
Entre las recomendaciones concretas para la acción figuran las siguientes:
Vigilar los efectos de las políticas, tanto positivos como negativos, que trasponen las fronteras,
publicando reseñas de los efectos externos correspondientes a cada país.
Crear "departamentos de relaciones exteriores" dentro de los ministerios nacionales con
jurisdicción en materia de medio ambiente, salud, hacienda, empleo, ciencia y tecnología, etc.
Crear instituciones regionales, a semejanza del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Armonizar las políticas y liberalizar el comercio dentro de "clubes regionales".
Encauzar la asistencia hacia grupos regionales, de conformidad con los lineamientos del Plan
Marshall.
2. Un puente de participación, para velar por que todos los protagonistas interesados estén
involucrados. Sus elementos fundamentales son:
Una mejor representación Norte-Sur en los foros internacionales.
La ampliación del grupo G7/G8 para constituir un grupo G-16, incorporando a ocho
importantes países en desarrollo.
Un nuevo concepto de tripartición para posibilitar la participación sistemática de las empresas
y las entidades de la sociedad civil en los foros internacionales (es decir, representación de las
organizaciones sociales y laborales en la formulación de políticas financieras).
Una voz para "quienes no tienen voz", en especial los pobres y las futuras generaciones.
Un Fondo para la Participación Mundial, autoadministrado por los países en desarrollo, con el
propósito de apoyar su activa participación en las negociaciones mundiales.
3. Un puente de incentivos: La cooperación debe aparecer como provechosa a escala nacional
y posibilitar que los encargados de formular políticas produzcan resultados en beneficio de sus
públicos de apoyo. Con esos fines, es menester fortalecer los incentivos mediante la aplicación
de las siguientes medidas:
Correcta justipreciación de los recursos. Para algunos recursos (como agua no contaminada o
bosques prístinos) se ha fijado un precio insuficiente a escala mundial debido a que no se
toman en cuenta sus positivos efectos externos en todo el planeta.
Negociación intersectorial (por ejemplo, "reducción de la contaminación" a cambio de "acceso
a la tecnología") y en el largo plazo.
Creación de un nuevo Consejo de Administración Fiduciaria Mundial, integrado por
personalidades eminentes, que asesoraría al Secretario General de las Naciones Unidas
sugiriendo las medidas a adoptar cuando la comunidad internacional corra el riesgo de quedar
atrapada en problemas de acción colectiva.
Algunos países también recibirían transferencias de la comunidad internacional a fin de que
contribuyan a la provisión de bienes públicos mundiales. Pero esto no debería confundirse
con la asistencia, como ocurre en la actualidad. Como se fundamenta en la publicación Bienes
públicos mundiales, una gran proporción de la asistencia — tal vez hasta un cuarto del importe
destinado a la asistencia — se dedica actualmente a cuestiones de interés mundial, y no a los
más pobres.
Como señala James Gustave Speth, Administrador del PNUD, "Actualmente, la cooperación
internacional debe permanecer centrada en la asistencia y en los países más pobres. Pero es
preciso que también abarque más que la asistencia: el temario de los bienes públicos
mundiales constituye un reto nuevo y adicional".
¿De dónde podría proceder el impulso para introducir los cambios propuestos en las
políticas públicas?
El impulso nacerá de la necesidad de obtener resultados. Los propios encargados de formular
políticas tienen cada vez mayor conciencia de que se está perdiendo la capacidad para
formular políticas y comprobarán que sirve a sus intereses fortalecer sus medios de
acción. Por consiguiente, el grupo G7/G8 podría muy bien estar listo para ampliarse hasta
G16, incorporando a ocho importantes países en desarrollo. Además, tanto las entidades de la
sociedad civil como las empresas probablemente ejercerán mayor presión sobre los gobiernos
a fin de que estos cooperen en muchas esferas donde hay problemas.
La mayor participación en la formulación de políticas mundiales (en particular, la "apertura"
hacia los países del Sur del grupo G7/G8) también desencadenará procesos de cambio.
Las recomendaciones de política que figuran en la publicación Bienes públicos mundiales
dimanan de una serie de estudios monográficos sobre temas de diversos alcances, entre
ellos: equidad, eficiencia de los mercados, estabilidad financiera, conocimientos, salud,
sustentabilidad del medio ambiente, cultura, paz y seguridad.
Para obtener más información, sírvase dirigirse en Nueva York a:
Inge Kaul Teléf.: +-212-906-6064
Isabelle Grunberg Teléf.: +-212-906-3681
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Además, sírvase consultar nuestro espacio en la World Wide Web:
http://www.undp.org/globalpublicgoods
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contraseña (password): gpg
Este espacio en la World Wide Web tendrá vedado su acceso hasta el 10 de mayo de 1999 y
sólo será accesible mediante contraseña.
Para pedidos de la publicación Global Public Goods: International Cooperation in the 21st
Century , sírvase dirigirse a:
En los Estados Unidos, teléfono 1-800-451-7556 o espacio en la World Wide Web de Oxford
University Press: http://www.oup-usa.org
Fuera de los Estados Unidos, por fax: 212-726-6453 o e-mail, [email protected]
COMUNICADO DE PRENSA 2---PNUD
NO SE PUEDE DIFUNDIR ANTES DEL 10 DE MAYO DE 1999
A LAS 12.00 HORAS EST
UNA NUEVA ORIENTACIÓN PARA EL DEBATE SOBRE EFICACIA DE LA ASISTENCIA
Un estudio propugna que se diferencie entre
"asistencia" para ayudar a los países pobres; y
"provisión de bienes públicos mundiales", en beneficio de todos
Por consiguiente, el estudio recomienda un enfoque doble de la asistencia oficial para el
desarrollo (AOD), en que se establezcan:
una cuenta AOD-P para las asignaciones a los países; y
una cuenta AOD-M con propósitos mundiales.
El estudio es el siguiente:
Inge Kaul, Isabelle Grunberg y Marc A. Stern (editores):
Global Public Goods: International Cooperation in the 21st Century.
Nueva York: Oxford University Press, 1999.
Nueva York — Un nuevo estudio afirma que el debate sobre la eficacia de la asistencia será
estéril a menos que se clarifique la actual confusión acerca de cuáles son los objetivos de la
asistencia.
Típicamente, el propósito de la asistencia es ayudar a los países pobres a alcanzar sus objetivos
de desarrollo y, en particular, reforzar su capacidad de ayudarse a sí mismos. No obstante, en
muchos casos es posible que los donantes atiendan primordialmente a intereses estratégicos o
comerciales.
Además, como afirman los editores de la publicación Bienes públicos mundiales, la asistencia
se utiliza cada vez más para asegurar la existencia de bienes públicos mundiales, como la
sustentabilidad del medio ambiente, la salud mundial o la estabilidad económica o social, y
para facilitar la convergencia de las políticas.
Probablemente, uno de cada cuatro dólares destinados a la asistencia se utiliza en apoyo de
aquellos objetivos mundiales. Actualmente, la "asistencia" beneficia la capa de ozono, las
reservas forestales mundiales y la protección de la diversidad biológica; y facilita la
coordinación de las políticas en diversas esferas, desde el libre comercio hasta las finanzas y
los derechos humanos. La asistencia contribuye a fomentar la mundialización y, por
consiguiente, a menudo las corrientes de asistencia beneficiarán a los países en desarrollo que
están en mejor situación, aun cuando sólo sea para subsanar situaciones de crisis y disturbios
financieros mundiales, como ocurrió en los últimos años en los casos de Rusia, América Latina
y Asia.
Los bienes públicos mundiales requieren recursos nuevos y adicionales
En el estudio encomendado por el PNUD se afirma que actualmente, el programa de
cooperación tiene gran amplitud y es cada vez mayor y que deberíamos deslindar la
"asistencia" del "apoyo para la provisión de bienes públicos mundiales". Actualmente, ambos
conceptos están fusionados en un conjunto de actividades de asistencia, para las cuales los
recursos están disminuyendo.
Los editores señalan: "Dicho deslinde sería conveniente debido a que, con frecuencia, la
modalidad de asistencia no es la más eficaz o eficiente que puede utilizarse para obtener
bienes públicos mundiales". Para obtener estos últimos, tal vez darían mejor resultado
mecanismos semejantes a los del mercado, como el trueque de derechos de contaminación.
Entre otros métodos posibles figuran los acuerdos para distribuir la producción de bienes
públicos mundiales entre países que poseen diferentes ventajas comparativas. Los
conocimientos, la equidad, la salud, la eficiencia del mercado, la estabilidad financiera o la
sustentabilidad del medio ambiente (temas todos examinados en estudios monográficos que
figuran en el libro) constituyen bienes públicos mundiales. Debido a este hecho, son
comparables, e incluso "comerciables"; por ejemplo, la "reducción de las emisiones de gases
de efecto invernadero" podría ser trocada por "mayor acceso a los conocimientos o la
tecnología".
Los donantes aportan recursos a otros países para que se sumen a diversas "redes"
Además, es posible enfocar provechosamente muchos problemas mundiales desde la
perspectiva de las redes: cuanto más amplias sean las redes, mayores serán los beneficios
que éstas ofrecen a sus miembros. Los clubes tienen interés en contribuir a que los futuros
miembros reúnan los requisitos necesarios, puesto que esos futuros miembros aportarán un
aumento de los beneficios a los miembros existente.
En el libro,
Nancy Birdsall y Robert Lawrence postulan que el libre comercio es más eficaz dentro de un
"club" de países que han armonizado sus normas o sus políticas;
Charles Wyplosz afirma que debería haber diferentes "estratos" de liberalización financiera
internacional, en función del grado de fortaleza de las instituciones nacionales; y
Se afirma que cuanto mayor sea el número de personas y países que reconocen los derechos
humanos, tanto más firmemente establecida estará la vigencia de dichos derechos.
Las disposiciones para proporcionar bienes públicos mundiales más eficazmente requerirán
transferencias de diferentes tipos de recursos
Los países más ricos pueden prestar apoyo a los países más pobres a fin de realzar la provisión
de bienes públicos mundiales cuando estos últimos países están en mejores condiciones para
proporcionar bienes públicos, pero no pueden sufragarlos por sí mismos sin ayuda. Un
ejemplo es el caso de los recursos forestales. Sería extremadamente oneroso promover la
reforestación de un lugar, por ejemplo, como la ciudad de Nueva York. Pero si el Brasil o
cualquier otro país proporciona ese servicio para contribuir al interés mundial, el pago que
reciba por esa causa no constituye asistencia; en cambio, debe considerarse un pago por un
servicio mundial prestado.
Las transferencias de este último tipo no deberían considerarse como mera asistencia, sino
que constituyen Asistencia Oficial para el Desarrollo con propósitos mundiales: AOD-M, a
diferencia de la AOD-P, la asistencia que corresponde a un programa nacional.
Las cuentas de la AOD-M podrían financiar un nuevo Fondo para la Participación Mundial, cuya
creación recomiendan los editores a fin de posibilitar que los países en desarrollo estén en
mejores condiciones de entablar negociaciones con respecto a la provisión de bienes públicos
mundiales. Debería aportarse al Fondo un 0,1% adicional del PNB de los países donantes,
importe que se abonaría todos los años durante un período de cinco años. Esos recursos
contribuirían a ampliar las tareas en esta esfera que está realizando el PNUD, así como la
Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD).
¿Cuál es el futuro de la asistencia?
Como observa Zéphirin Diabré, Administrador Asociado del PNUD, "Hay muchas cosas que
pueden hacer bien los mercados y las finanzas privadas, pero también hay otras cosas que sólo
pueden ser apoyadas mediante fondos públicos. Por consiguiente, debemos estar a la altura
de los retos actuales y comprometernos tanto a proporcionar asistencia como a estar al
servicio de los bienes públicos mundiales. El mundo necesita los dos".
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COMUNICADO DE PRENSA 3 ---PNUD
NO SE PUEDE DIFUNDIR ANTES DEL 10 DE MAYO DE 1999
A LAS 12.00 HORAS EST
UN FONDO PARA FORTALECER LA PARTICIPACIÓN MUNDIAL
En un estudio apoyado por el PNUD se sugiere la creación de un "Fondo para la Participación
Mundial" a fin de ampliar la capacidad de los países en desarrollo para representar sus
intereses en las negociaciones internacionales.
En el estudio se afirma que en la actual era de mundialización, la estabilidad del planeta y la
seguridad humana dependen hasta un punto crítico de una cooperación internacional que
sea percibida como equitativa y legítima.
El estudio:
Inge Kaul, Isabelle Grunberg y Marc A. Stern, editores,
Global Public Goods: International Cooperation in the 21st Century.
Nueva York: Oxford University Press, 1999.
Nueva York — Uno de los argumentos principales de la publicación Bienes públicos mundiales
es que los retos de mayor importancia — desde el cambio climático hasta la excesiva
inestabilidad financiera, la aparición de nuevas cepas de enfermedades y la creciente
disparidad entre los ricos y los pobres — reflejan la insuficiente provisión de bienes públicos
mundiales. Los bienes públicos son los que el mercado no puede proporcionar por sí
mismo. Anteriormente, podían obtenerse los bienes públicos exclusivamente mediante
acciones a escala nacional. Pero, como resultado de la apertura y la interdependencia, los
bienes públicos dependen cada vez más de la cooperación entre los Estados.
La teoría de las relaciones internacionales ha demostrado repetidamente que la cooperación
da buenos resultados cuando las partes involucradas perciben que es equitativa. Pero como
afirman J. Mohan Rao y Ethan B. Kapstein en sus respectivos artículos incluidos en este
volumen, con demasiada frecuencia la equidad — especialmente, la participación equitativa de
todos los interesados — está ausente de las actuales estructuras de gobernabilidad
internacional. Su recomendación es velar por una representación más plena de todas las
partes interesadas: todos los países y grupos de población, del Norte y del Sur, incluidos los
protagonistas no gubernamentales clave, así como las mujeres, los pobres, los sindicatos, las
iglesias, los niños y las futuras generaciones (las que, naturalmente, estarían representados
por procuración).
Pero una representación equitativa no es sólo cuestión de números o de cantidades; es
primordialmente cuestión de capacidad o calidad. Por ende, la equidad — y la mayor igualdad
— constituyen un requisito previo para que imperen condiciones de mayor justicia, así como
de mayor participación y cooperación. Como subraya Rao, la equidad es, en sí misma, un bien
público mundial.
En un principio, a fin de fomentar una participación sustancial de los países en desarrollo en las
negociaciones internacionales, una sugerencia de los editores es crear un Fondo para la
Participación Mundial, administrado por los países del Sur. El Fondo serviría como fuente de
recursos que podría utilizar el mundo en desarrollo a fin de coordinar su posición política y
fortalecer sus aptitudes para la negociación al participar en negociaciones internacionales con
el mundo industrializado sobre bienes públicos mundiales. Una propuesta que dimana del
libro es reservar un porcentaje adicional de 0,1% del producto nacional bruto de los países
donantes, que se aportaría durante un cierto tiempo y a corto plazo, a fin de establecer un
fondo de dotación inicial. Si los países asumieran el compromiso de efectuar contribuciones a
dicho fondo durante cinco años, se obtendría alrededor de 1.000 millones de dólares.
El Fondo para la Participación Mundial también serviría para coordinar y dotar de mayores
facultades a los grupos regionales. En el libro, Lisa D. Cook y Jeffrey Sachs afirman que sería
mejor que los recursos destinados a la asistencia se asignaran a escala regional, de la misma
manera en que los Estados Unidos aportaron asistencia a los países de Europa desgarrados por
la segunda guerra mundial mediante el Plan Marshall, en virtud del cual los receptores
administraron por sí mismos sus fondos, examinaron las necesidades de asistencia recíprocas y
vigilaron la utilización de los recursos. Los autores sugieren que esos recursos podrían
encauzarse hacia organismos regionales existentes, como el Pacto Andino, la Asociación de
Naciones del Asia Sudoriental, la Comunidad Económica de Estados del África Occidental, el
Mercosur o la Comunidad para el Desarrollo del África Meridional.
Esas propuestas forman parte de una tesis más amplia planteada en la publicación Bienes
públicos mundiales: que es preciso replantear la lógica de la mundialización. La
mundialización debería establecerse "desde abajo hacia arriba", y no "desde arriba hacia
abajo". Como agrega Eimi Watanabe, Directora del Departamento de Políticas de Desarrollo,
del PNUD, "La experiencia demuestra que la fortalización de capacidad es un componente
crítico para una participación completa y equitativa en los mercados mundiales".
Para obtener más información, sírvase dirigirse en Nueva York a:
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Century , sírvase dirigirse a:
En los Estados Unidos, teléfono 1-800-451-7556 o espacio en la World Wide Web de Oxford
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Bienes Públicos Mundiales:
Cooperación Internacional en el Siglo XXI
Comentarios
"Con la publicación de este volumen, el PNUD ha demostrado nuevamente su prominencia
como organismo intelectual, así como su importancia como organismo operacional."
Kazuo Takahashi
Director
Instituto Internacional de
Investigaciones sobre Desarrollo, Tokio
"En este volumen se presenta un marco propicio para facilitar y reforzar el desarrollo
internacional aplicando un modelo de cooperación sobre bases de igualdad. En mi opinión, es
esclarecedor y refleja, esperanzadamente, los cambiantes valores de nuestra era."
Ismail Razali
Presidente
Banco Central de Malasia
"Este libro incursiona en nuevas dimensiones del pensamiento."
Klaus Schwab
Presidente
Foro Económico Mundial, Davos
"Este es un importante trabajo, relacionado con uno de los problemas más interesantes y
urgentes de nuestros tiempos. Va en aumento la cantidad de cuestiones, inclusive las
pertinentes al mundo en desarrollo, que son de responsabilidad internacional. Este volumen
ofrece un servicio claramente importante al señalar este hecho a nuestra atención. Admiro el
esfuerzo que ha requerido y, en particular, apoyo el resultado."
John Kenneth Galbraith
Universidad de Harvard
"Necesitamos una mejor cooperación internacional para velar por que los seres humanos
tengan pleno acceso a los bienes públicos necesarios. Este volumen es un instrumento de
valor inestimable para acercarnos a esa meta."
Paul Kennedy
Profesor John Dilworth de Historia
Universidad de Yale
"¿Cómo es posible aprovechar el interés propio en pro del bien público? Este volumen será de
utilidad para todos quienes estén interesados en responder a esa pregunta."
José Goldemberg
Ex Ministro del Medio Ambiente del Brasil y
prominente negociador durante
la Cumbre para la Tierra
"En momentos en que muchos afirman que la mundialización ha llegado a un extremo
excesivo, el PNUD ha preparado un estudio amplio y profundo sobre los bienes públicos
mundiales. El libro trata no sólo de la paz y el comercio, sino también del calentamiento
climatico global, la contaminación transfronteriza, las enfermedades y las crisis financieras —
todos ellos, males públicos — y de supresión, que constituye un bien. El tema es complejo,
pero tiene importancia primordial en un mundo que está experimentando, o a punto de
experimentar, crisis polifacéticas."
Charles Kindleberger
Massachusetts Institute of Technology
"Este volumen está destinado a ser una referencia importante para la labor y el debate
público en el futuro."
Ralph C. Bryant
The Brookings Institution
"El concepto de los bienes públicos ofrece un útil marco analítico para el debate permanente
respecto de la utilidad de la asistencia debido a que, entre otras cosas, se centra en la
reciprocidad de los beneficios. En particular, los bienes públicos regionales deben ser una
parte de importancia crítica en la estrategia de crecimiento y desarrollo de Africa y de mejora
de la competitividad del continente."
Kwesi Botchwey
Ex Ministro de Finanza, Ghana
INDICE DEL LIBRO
Bienes públicos mundiales: Cooperación internacional en el siglo XXI
Prólogo
Tommy Koh
Preámbulo
James Gustave Speth
Introducción
Inge Kaul, Isabelle Grunberg y Marc A. Stern
I. CONCEPTOS
1. Definición de bienes públicos mundiales
Inge Kaul, Isabelle Grunberg y Marc A. Stern
2. Bienes públicos entre generaciones: Estrategias, eficiencia e instituciones
Todd Sandler
3. La economía política de la cooperación internacional
Lisa L. Martin
II. ESTUDIOS MONOGRÁFICOS
Equidad y justicia
4. Equidad en el marco de los bienes públicos mundiales
J. Mohan Rao
5. Justicia distributiva como bien público internacional: Una perspectiva histórica
Ethan B. Kapstein
6. Justicia mundial: Mas alla de la equidad internacional
Amartya Sen
Eficiencia de los mercados
7. La integración a fondo y los acuerdos comerciales: ¿Son ventajosos para los países en
desarrollo?
Nancy Birdsall y Robert Z. Lawrence
8. Inestabilidad financiera internacional
Charles Wyplosz
Medio ambiente y patrimonio cultural
9. Montreal en comparación con Kyoto: Cooperación internacional y medio ambiente mundial
Scott Barrett
10. Nuevas estrategias para la provisión de bienes públicos mundiales: Lecciones extraídas de
los problemas internacionales del medio ambiente
Geoffrey Heal
11. El patrimonio cultural como bien público: Análisis económico aplicado a ciudades
históricas
Ismail Serageldin
Salud
12. Vigilancia epidemiológica mundial: Cooperación internacional para detectar las
enfermedades infecciosas
Mark W. Zacher
13. La salud como bien público mundial
Lincoln C. Chen, Tim G. Evans y Richard A. Cash
Conocimientos e información
14. El conocimiento como bien público mundial
Joseph E. Stiglitz
15. Comunicaciones mundiales para un mundo más equitativo
J. Habib Sy
16. El cariz público del Ciberespacio
Debora L. Spar
Paz y seguridad
17. Prevención de conflictos letales: Desde la intendencia mundial hasta la vigilancia vecinal
David A. Hamburg y Jane E. Holl
18. La paz como bien público mundial
Rubén P. Méndez
III. REPERCUSIONES EN MATERIA DE POLÍTICAS
19. Los bienes públicos internacionales y la fundamentación de la asistencia externa
Rajshri Jayaraman y Ravi Kanbur
20. Bienes públicos regionales en la asistencia internacional
Lisa D. Cook y Jeffrey Sachs
Conclusión
21. Bienes públicos mundiales: Conceptos, políticas y estrategias
Inge Kaul, Isabelle Grunberg y Marc A. Stern
Bibliografía
Glosario
Notas biográficas de los autores
Índice temático
PRÓLOGO
Me complace presentar a los lectores de habla española este importante volumen dedicado al
tema de los bienes públicos globales y a la necesidad de replantear los términos en que tiene
lugar hoy en día la cooperación internacional para el desarrollo.
Hace bien el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo al facilitar esta publicación,
en la que se expresa de manera clara y precisa el grado de interdependencia global en el que
se habrán de desenvolver las sociedades, tanto ricas como pobres, al iniciarse el siglo XXI. La
minuciosa definición inicial de lo que son los "bienes públicos globales", frente al clásico
concepto de los "bienes públicos" y los "bienes privados", hace de este volumen un pertinente
recordatorio de que la especie humana tiene, a diferencia de las demás especies vivientes, una
responsabilidad especial con respecto a su propia supervivencia. Esta responsabilidad pasa
necesariamente por la aceptación de que, por encima de los innegables elementos de
diversidad que enriquecen nuestras culturas, estamos atados a un destino común dictado, en
gran parte, por la realidad material de nuestro hábitat: existen unas necesidades globales que
solo podrán ser satisfechas en el ámbito internacional mediante la cooperación, la toma
compartida de decisiones y, sobre todo, la puesta en práctica de una ética de la
corresponsabilidad, tanto entre individuos como entre sociedades.
La lectura de este libro nos reafirma en la creencia de que el nuevo milenio tendrá que regirse
por una ética muy diferente a la que imperó en el siglo XX. No se trata de negar los grandes
avances éticos que, por ejemplo, en el ámbito conceptual de los derechos humanos y del
desarrollo humano se alcanzaron en los últimos decenios del siglo que termina, ni de ignorar
que ciertos valores como la democracia y la paz han alcanzado reconocimiento casi universal.
Sin embargo, en la práctica no ha bastado con enunciar, por lo general de manera meramente
declarativa, unos derechos fundamentales: la vida, la paz, la libertad y la satisfacción de las
necesidades básicas de alimentación, salud, educación y vivienda. A la armazón ética que sirve
de sustento a esos derechos, le ha faltado un componente adicional que consiste en la alusión
a las obligaciones humanas que deben ser cumplidas por los individuos y por los estados.
La idea de unas obligaciones humanas no es nueva en todas las regiones del mundo. Muchas
sociedades han concebido tradicionalmente las relaciones humanas en términos de
obligaciones, más que de derechos. Este es el caso de algunas sociedades orientales. Mientras
que en Occidente han tendido a prevalecer los conceptos de libertad e individualismo, en
Oriente el énfasis ha recaído en las nociones de responsabilidad y comunidad. Creo que es
posible elaborar una ética global para el nuevo milenio basada en el balance entre las nociones
interdependientes de libertad y responsabilidad, igualmente aplicable a las relaciones entre
estados y entre individuos. Tal ética podría permitirnos dar respuesta a la mayoría de las
interrogantes que plantean los autores de este libro en torno a la carencia de "bienes públicos
globales" que amenaza a la humanidad. Para resolver esa carencia, la humanidad debe crear
nuevas relaciones y nuevas instituciones. Y no debemos olvidar que en toda relación humana y
en toda institución hay un substrato ético y una predisposición moral que influyen de manera
fundamental en sus resultados. Una cooperación internacional sin soporte ético y moral sería,
si no contraproducente, inútil.
Por ello, uno de los más estimulantes retos para los líderes del mundo consiste en la necesidad
de crear y utilizar mecanismos sencillos y moralmente justificables para aumentar y hacer más
eficiente la cooperación para el desarrollo. La visión que se desprende del libro que tengo el
honor de prologar nos autoriza a proponer que los países más ricos del mundo, así como las
grandes instituciones financieras internacionales de las que forman parte, conviertan el
perdón de la deuda externa de los países pobres en un eficaz instrumento de cooperación para
el desarrollo mediante el recurso de vincular ese perdón al cumplimiento de determinadas
metas de inversión social y de reducción del gasto militar.
Una formulación sumamente sencilla de este mecanismo consistiría en perdonar a cada uno
de los países más pobres del mundo, por un período de dos o más decenios, los pagos, tanto
de intereses como del principal de la deuda externa, a condición de que durante dicho período
el gasto militar no exceda el 30% del gasto estatal conjunto en educación y salud. La viabilidad
material y la justificación ética de este mecanismo se demuestran con el caso de Costa Rica: a
lo largo de las últimas décadas, el gasto costarricense en seguridad ciudadana --por disposición
constitucional, Costa Rica no tiene fuerzas armadas-- ha oscilado alrededor del 5% del gasto
estatal en salud y educación.
No me cabe la menor duda de que, reflexionando sobre el tema, los estadistas y los expertos
podrán perfeccionar esta propuesta y encontrar otras que puedan ser útiles para el
fortalecimiento de la cooperación. Lo que se requiere, como lo subraya la presente obra, es la
firme voluntad de lograrlo.
Oscar Arias
Ex-Presidente de Costa Rica, 1986-1990
Premio Nobel de la Paz, 1987
PREÁMBULO
Los bienes públicos nacionales han sido parte durante siglos de la teoría económica del
gobierno. Como lo sabe cualquier estudiante de políticas públicas, la idea de que la sociedad
necesita un gobierno para superar los defectos del mercado en cuanto al logro de eficiencia y
equidad en la asignación y distribución de recursos no es ninguna novedad. Además, es una
idea conservadora. Presume que los bienes y servicios privados siempre constituirán el grueso
de las adquisiciones de las personas. Es preciso que los mercados puedan funcionar. No
obstante, un tercero debe aportar los "bienes de consumo colectivo" que la sociedad también
necesita pero que el sector privado tiene insuficientes incentivos para proporcionar.
Es posible estar de acuerdo con Adam Smith en cuanto a que el Estado, como fuente de
bienes públicos, debe circunscribirse a unas pocas esferas: mantener la oferta de dinero,
hacer respetar los derechos de propiedad, promover los mercados competitivos, proporcionar
defensa nacional y administrar justicia. Tambien podría afirmarse que las sociedades
centradas en el ser humano requieren una gama más amplia de bienes suministrados
públicamente, desde la seguridad social, los servicios de salud y la asistencia al estudiante,
hasta los transportes públicos, los parques nacionales y los subsidios para que los pobres
compren alimentos. Pero, sea cual fuere la posición que se adopte en este debate, se
comprende en general que los bienes y servicios públicos nacionales son fundamentales para
el bienestar de las personas y que es preciso que los gobiernos y los mercados colaboren para
proporcionar dichos bienes y servicios.
Este libro lleva el concepto de bienes públicos mas alla de las fronteras nacionales; al hacerlo,
transforma las dimensiones del debate y eleva el concepto hasta un nuevo y urgente plano de
importancia. Los autores comienzan con la observación de que, en muchas esferas de política
pública, cuestiones que otrora se consideraban puramente del ámbito nacional trascienden las
fronteras y tienen alcance y efectos mundiales. Los autores sugieren que, en momentos en
que se está produciendo la mundialización, se necesita una teoría de los bienes públicos
mundiales para alcanzar metas de importancia crucial, como la etabilidad financiera, la
seguridad humana o la reducción de la contaminación del medio ambiente. Señalan que, en
verdad, muchas de las actuales crisis internacionales tienen sus raíces en una grave escasez de
bienes públicos mundiales.
Considérese, por ejemplo, la cuestión de la seguridad humana a escala mundial. En
momentos en que se estaba iniciando este debate, el Informe sobre Desarrollo Humano 1994,
analizó las amenazas a la paz mundial en lo concerniente a varios problemas
transfronterizos: crecimiento galopante de la población, disparidades en las oportunidades
económicas, degradación del medio ambiente, excesiva migración internacional, producción y
tráfico de estupefacientes y terrorismo internacional. En el informe se afirmó que el mundo
necesita un nuevo marco de cooperación internacional a fin de hacer frente a amenazas
mundiales de este tipo. Dicho argumento sigue siendo profundamente pertinente en la
actualidad, en momentos en que estamos reflexionando sobre la mejor manera de abordar
una gama de cuestiones de política pública internacional, desde los derechos humanos y la
salud hasta el mercado de trabajo y el medio ambiente. Una teoría de los bienes públicos
mundiales sería un componente esencial de un nuevo marco de ese tipo, y proporcionaría una
nueva motivación a un tipo diferente de asistencia para el desarrollo.
Después de todo, la sociedad siempre ha estado dispuesta a pagar a cambio de obtener
bienes públicos nacionales. Deberíamos estar igualmente dispuestos a sufragar los bienes
mundiales que están al servicio de nuestro interés común, sean éstos los sistemas conjuntos
de control del medio ambiente, la destrucción de armas nucleares, la lucha contra las
enfermedades transmisibles, como el paludismo y el VIH/SIDA, la prevención de los conflictos
étnicos o la reducción de los desplazamientos de refugiados. Y deberíamos estar preparados a
financiar esos bienes mediante mecanismos innovadores, basados en los principios de
reciprocidad y responsabilidad colectiva, principios que exceden el concepto de asistencia
oficial para el desarrollo (AOD).
Por supuesto, seguimos necesitando la AOD, reformada y reorientada. El propósito principal
de la AOD debería ser contribuir a erradicar la extrema pobreza mediante el desarrollo
humano sostenible. En verdad, en las circunstancias actuales, en que el 20% más opulento de
la humanidad es 135 veces más rico que el 20% más pobre, y en que la pobreza se está
propagando en todas las sociedades, pero especialmente en los países en desarrollo, hay una
urgente necesidad de incrementar el monto de la AOD.
Pero no posible poner fin a la pobreza si no hay paz, o estabilidad financiera, o seguridad
medioambiental. No es posible lograr el desarrollo humano sostenible si no prevenimos los
conflictos, administramos sabiamente los mercados o contrarrestamos la tendencia al
agotamiento de los suelos, la energía, el agua dulce y el aire puro. La equidad dentro una
misma generación y entre distintas generaciones no es viable en ausencia de un sistema
internacional para detectar y distribuir los costos medioambientales, para hacer frente a los
efectos desestabilizadores de las estructuras financieras endebles o para ayudar a las
personas, estén donde estuvieren, a que se beneficien del acervo de conocimientos mundiales
acumulados. La responsabilidad de esos retos, y los orígenes y efectos de éstos, trascienden
las fronteras nacionales. En consecuencia, además de la AOD, necesitamos una nueva forma
de cooperación internacional que abarque el comercio, la deuda, las inversiones, las corrientes
financieras y la tecnología y que incluya pagos e incentivos para que los países aseguren un
suministro suficiente de bienes públicos mundiales. En esta obra pueden encontrarse algunas
ideas sobre la manera en que podría construirse y financiarse un sistema de ese tipo.
Espero que este libro imprima nuevo impulso al debate sobre el futuro de la cooperación
internacional en el nuevo milenio; merece que lo lean con detenimiento y lo debatan
vigorosamente todos quienes tienen un interés creado en el futuro. En un planeta en proceso
de mundialización y cada vez mas interdependiente, esto entraña, en verdad, un amplio
círculo de lectores. Todos nos hemos de beneficiar enormemente con un mundo que coloque
al ser humano en su centro y provea equidad, sustentabilidad y paz durante generaciones por
venir.
James Gustave Speth
Administrador
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo