bilbao 7 alfonsina storni, contra la norma · alfonsina storni es, será siempre (al menos hasta...

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e puedes pasar la vida sin sa- ber absolutamente nada de nada. O muy poco, lo justo. Que una canción la cantó no sé quién, y luego la versionó no sé cuál. Y la canción te gusta, mucho, en mu- chas versiones, pero la triste realidad es que no vas más allá de lo que suena. Y lo que suena, a menudo, tapa mu- chas otras cosas. Que nadie cuenta, o que se cuentan poco. Que se quedan, de nuevo, en la superficie. Hay que trabajar mucho para pasar al otro la- do. Alfonsina Storni es, será siempre (al menos hasta que la música deje de ser lo que es), la protagonista de la canción Alfonsina y el mar. Será la mu- jer cuya pequeña, o gran, huella va “por la blanda arena que lame el mar” en “un sendero solo de pena y silencio”. Si has leído un poco, aparte de es- cuchar o de oír, que ya sabemos que no es lo mismo, te sonarán también los versos aquellos de “Tú me quieres alba, me quieres de espuma, me quieres de nácar. Que sea azucena sobre todas, casta. De perfume tenue. Corola cerrada”. Yo creo que siempre he oído estos primeros, pero nunca he oído los que siguen, ésos los he leído. Y ésos seña- lan al tipo que la pretende casta y pu- ra, al tipo que quiere de ella todo lo que él no es; le manda a darse un gar- beo, a conectarse con la vida, refle- xionar y volver, si eso, cuando apren- da algo. Me imagino a Alfonsina rién- dose, con cierta tristeza de las preten- siones de los hombres. Me la imagino también haciendo un corte de man- gas. O escribiendo, que viene a ser lo mismo. Lo es ahora, pero supongo que aún más hace casi cien años. Alfonsina Storni fue lo que se dice una adelantada a su tiempo, como tantas otras mujeres (el problema es, en realidad, que su tiempo adecuado nunca llega). Y no porque fuera ma- dre soltera con 20 años gracias a la contribución de un hombre del que no se dice gran cosa en los textos bio- gráficos sobre ella, solo que estaba ca- sado y que era mayor. No fue por eso. Lo fue porque salió de la nada y re- volucionó la poesía sudamericana. Lo fue por hacer versos con proble- mas que a los escritores no les impor- taban: el papel de la mujer, la conde- na de la mujer a repetir eternamente lo mismo, las madres cargadas de ni- ños. También por expresar una voz que hablaba de erotismo y sensuali- dad, sin esconderse. La Storni no tenía muchas papele- tas para dejar tanta huella, la verdad. Nació en 1892 en el seno de una fami- lia de origen suizo y, como sus dos hermanas mayores, nació a este lado del Atlántico. Su padre y su madre ha- bían estado ya en el cono sur y habían vuelto al viejo continente y tardarían en regrasar a San Juan, donde tuvie- ron un negocio de cerveza, cuatro años. Los justos para que la niña aprendiera italiano y poco más. Tal vez de los viajes y los contrastes le vinieran a Alfonsina tantas preguntas y tanta curiosidad como dicen que tenía cuando ingresó en la escuela en Ar- gentina; y también una imaginación desbordante que transformaba en mentiras a la menor ocasión. Su padre era un tío raro, melancóli- co, callado (inclinado a la bebida, se dice) y que desaparecía de vez en cuando. Su madre, como todas, ya di- cen que no hay más que una: dedicada a la familia, el marido, el negocio. Una sufridora/soportadora. “A veces, en mi madre apuntaron antojos de liberarse, pero se le subió a los ojos una honda amargura, y en la sombra lloró”, escribiría la poeta. Las cosas no les iban bien económi- camente, se mudaron varias veces y cambiaron de piel, o de negocio (una tasca, un café, la madre abrió incluso una escuelita en la que los niños paga- ban un peso y medio al mes, pero llega- ba el último día y la familia ya no tenía manera de sostenerse) y pronto Alfon- sina tuvo que dejar de estudiar para ponerse a trabajar. Tenía once años, nada de extrañar, por otro lado, por- que las había que empezaban a currar en cuanto echaban a andar (todavía hoy ocurre así). Lavaplatos, costurera, cajera, obrera en una fábrica. A los ca- torce su padre ya estaba muerto, y ella ya llevaba años escribiendo lo que te- nía en la cabeza-corazón. Tenía un lá- piz, tenía un arma. “Por diez centavos lo compré en la esquina y vendiómelo un ángel desgarbado; cuando a sacarle punta lo ponía lo vi como un cañón pequeño y fuerte”. Se unió a una compañía de teatro, porque le iban las letras, recitar, cantar y bailar, y también porque quería salir del lugar al que estaba condenada (la casa). Volvió al cabo de un año y du- rante un tiempo vivió con su madre y el segundo marido de ésta, mientras se dedicaba a dar algunas clases en la es- cuelita. Decidió volver a estudiar y en 1909 se fue a otro pueblo a la Escuela Normal Mixta de Maestros Rurales; aunque no tenía ningún certificado de estudios, la admitieron porque, di- cen, vieron en ella todo el entusiasmo y las ganas de progresar. Para sacarse unos dineros, se dedicaba a cantar en algunos lugares de mala reputación. Eso también lo dicen. El caso es que en 1916 está ya publi- cando y no pararía hasta que, como di- ce la canción, se adentrase en el mar para poner fin a una vida que estaba marcada por el cáncer: La inquietud del rosal (en el que hablaba de sus deseos como mujer y de su maternidad en so- litario y en soltería), El dulce daño, Irre- mediablemente, Languidez, Ocre, Poemas de amor, El amo del mundo (una obra de teatro sobre sus teorías acerca de la re- lación entre hombres y mujeres), Mundo de siete pozos y Mascarilla y trébol. Escribió en revistas literarias famosas y conoció a gente como Federico Gar- cía Lorca, Horacio Quiroga y Gabriela Mistral, quien dijo de Alfonsina que poetas como ella nacen una vez cada cien años. Elena Sierra T Vidas invisibles 7 Bilbao Además de poemas,, publicó una obra de teatro sobre las relaciones entre hombres y mujeres Alfonsina Storni fue una adelantada a su tiempo La poeta argentina inaugura una sección dedicada a mujeres a las que no se ha reconocido del todo su valía Alfonsina Storni, contra la norma

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Page 1: Bilbao 7 Alfonsina Storni, contra la norma · Alfonsina Storni es, será siempre (al menos hasta que la música deje de ser lo que es), la protagonista de la canción Alfonsina y

e puedes pasar la vida sin sa-ber absolutamente nada denada. O muy poco, lo justo.

Que una canción la cantó no séquién, y luego la versionó no sé cuál.Y la canción te gusta, mucho, en mu-chas versiones, pero la triste realidades que no vas más allá de lo que suena.Y lo que suena, a menudo, tapa mu-chas otras cosas. Que nadie cuenta, oque se cuentan poco. Que se quedan,de nuevo, en la superficie. Hay quetrabajar mucho para pasar al otro la-do.

Alfonsina Storni es, será siempre(al menos hasta que la música deje deser lo que es), la protagonista de lacanción Alfonsina y el mar. Será la mu-jer cuya pequeña, o gran, huella va

“por la blanda arenaque lame el mar”en “un sendero solode pena y silencio”.

Si has leído un poco, aparte de es-cuchar o de oír, que ya sabemos queno es lo mismo, te sonarán tambiénlos versos aquellos de

“Tú me quieres alba,me quieres de espuma,me quieres de nácar.Que sea azucena sobre todas, casta.De perfume tenue.Corola cerrada”.Yo creo que siempre he oído estos

primeros, pero nunca he oído los quesiguen, ésos los he leído. Y ésos seña-lan al tipo que la pretende casta y pu-ra, al tipo que quiere de ella todo loque él no es; le manda a darse un gar-beo, a conectarse con la vida, refle-xionar y volver, si eso, cuando apren-da algo. Me imagino a Alfonsina rién-dose, con cierta tristeza de las preten-siones de los hombres. Me la imaginotambién haciendo un corte de man-gas. O escribiendo, que viene a ser lomismo. Lo es ahora, pero supongoque aún más hace casi cien años.

Alfonsina Storni fue lo que se diceuna adelantada a su tiempo, comotantas otras mujeres (el problema es,en realidad, que su tiempo adecuadonunca llega). Y no porque fuera ma-dre soltera con 20 años gracias a lacontribución de un hombre del queno se dice gran cosa en los textos bio-gráficos sobre ella, solo que estaba ca-sado y que era mayor. No fue por eso.

Lo fue porque salió de la nada y re-volucionó la poesía sudamericana.Lo fue por hacer versos con proble-mas que a los escritores no les impor-taban: el papel de la mujer, la conde-na de la mujer a repetir eternamentelo mismo, las madres cargadas de ni-ños. También por expresar una vozque hablaba de erotismo y sensuali-dad, sin esconderse.

La Storni no tenía muchas papele-tas para dejar tanta huella, la verdad.Nació en 1892 en el seno de una fami-lia de origen suizo y, como sus doshermanas mayores, nació a este ladodel Atlántico. Su padre y su madre ha-bían estado ya en el cono sur y habíanvuelto al viejo continente y tardarían

en regrasar a San Juan, donde tuvie-ron un negocio de cerveza, cuatroaños. Los justos para que la niñaaprendiera italiano y poco más. Tal vezde los viajes y los contrastes le vinierana Alfonsina tantas preguntas y tantacuriosidad como dicen que teníacuando ingresó en la escuela en Ar-gentina; y también una imaginacióndesbordante que transformaba enmentiras a la menor ocasión.

Su padre era un tío raro, melancóli-co, callado (inclinado a la bebida, sedice) y que desaparecía de vez encuando. Su madre, como todas, ya di-cen que no hay más que una: dedicadaa la familia, el marido, el negocio. Unasufridora/soportadora.

“A veces, en mi madre apuntaronantojos de liberarse, pero se le subió a losojosuna honda amargura, y en lasombra lloró”, escribiría la poeta. Las cosas no les iban bien económi-

camente, se mudaron varias veces ycambiaron de piel, o de negocio (unatasca, un café, la madre abrió inclusouna escuelita en la que los niños paga-ban un peso y medio al mes, pero llega-ba el último día y la familia ya no teníamanera de sostenerse) y pronto Alfon-sina tuvo que dejar de estudiar paraponerse a trabajar. Tenía once años,nada de extrañar, por otro lado, por-que las había que empezaban a curraren cuanto echaban a andar (todavíahoy ocurre así). Lavaplatos, costurera,cajera, obrera en una fábrica. A los ca-torce su padre ya estaba muerto, y ellaya llevaba años escribiendo lo que te-nía en la cabeza-corazón. Tenía un lá-piz, tenía un arma.

“Por diez centavos lo compré en laesquinay vendiómelo un ángel desgarbado;cuando a sacarle punta lo poníalo vi como un cañón pequeño yfuerte”.Se unió a una compañía de teatro,

porque le iban las letras, recitar, cantary bailar, y también porque quería salirdel lugar al que estaba condenada (lacasa). Volvió al cabo de un año y du-rante un tiempo vivió con su madre yel segundo marido de ésta, mientras sededicaba a dar algunas clases en la es-cuelita. Decidió volver a estudiar y en1909 se fue a otro pueblo a la EscuelaNormal Mixta de Maestros Rurales;aunque no tenía ningún certificadode estudios, la admitieron porque, di-cen, vieron en ella todo el entusiasmoy las ganas de progresar. Para sacarseunos dineros, se dedicaba a cantar enalgunos lugares de mala reputación.Eso también lo dicen.

El caso es que en 1916 está ya publi-cando y no pararía hasta que, como di-ce la canción, se adentrase en el marpara poner fin a una vida que estabamarcada por el cáncer: La inquietud delrosal (en el que hablaba de sus deseoscomo mujer y de su maternidad en so-litario y en soltería), El dulce daño, Irre-mediablemente, Languidez, Ocre, Poemasde amor, El amo del mundo (una obra deteatro sobre sus teorías acerca de la re-lación entre hombres y mujeres),Mundo de siete pozos y Mascarilla y trébol.Escribió en revistas literarias famosas yconoció a gente como Federico Gar-cía Lorca, Horacio Quiroga y GabrielaMistral, quien dijo de Alfonsina quepoetas como ella nacen una vez cadacien años.

Elena Sierra

T

Vidas invisibles

7B i lbao

Además de poemas,,publicó una obra de

teatro sobre lasrelaciones entre

hombres y mujeres Alfonsina Storni fue una adelantada a su tiempo

La poeta argentina inaugura una sección dedicada a mujeresa las que no se ha reconocido del todo su valía

Alfonsina Storni, contra la norma