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Boletín de la Academia Nacional de Historia

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Boletín de laAcademia Nacional de Historia

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BOLETÍNDE LA

ACADEMIA NACIONALDE HISTORIA

Volumen LXXXV N° 179

Segundo semestre de 2007

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BOLETÍN de la A.N.H.Vol LXXXV N° 179© Academia Nacional de HistoriaDerecho de autor N°ISBN

Diseño e impresión:PPL Impresores. [email protected]

Esta edición es auspiciada por el Ministerio de Educación

BOLETÍN de la A.N.H.Vol LXXXV N° 179

© Academia Nacional de Historia

ISBN-978-9978-92-555-3

Diseño e impresión:PPL Impresores. [email protected]

marzo 2008

Esta edición es auspiciada por el Ministerio de Educación

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ÍNDICE GENERAL

Editorial 7

HACIA EL BICENTENARIO 11La gloriosa y trágica historia de la independencia de Quito. 1808-1813

Hernán Rodríguez Castelo 13

ARTÍCULOS Y ENSAYOS 89Espejo en el Río de la Plata

Carlos Freile 91Bolívar y la incorporación de Guayaquil a Colombia

Jorge Núñez Sánchez 97Semblanza de la ciudad de Quito en 1809

Andrés Peñaherrera Mateus 119

DISCURSOS ACADÉMICOS 143La historia inmediata del Ecuador y la deuda histórica con la sociedad ecuatoriana

Juan J. Paz y Miño 145Bienvenida al Dr. Juan J. Paz y Miño

Jorge Núñez Sánchez 156Bienvenida al Ab. Ramiro Molina Cedeño

Benjamín Rosales Valenzuela 162Manabí: su historia - su nombre

Ab. Ramiro Molina Cedeño 165Bienvenida al Sr. Eduardo Estrada Guzmán

Benjamín Rosales Valenzuela 179La bandera del iris 1801-2007El tricolor de la República del Ecuador 1830-2007

Eduardo Estrada Guzmán 183Bienvenida a la Dra. Ana Luz Borrerao Vega

Juan Cordero Íñiguez 250Población y territorio en Cuenca: 1850-1950

Ana Luz Borrero Vega 254Bienvenida al Dr. Juan Marchena Fernández

Enrique Ayala Mora 275Iluminados por la guerra. Liberales y conservadoresespañoles ante las independencias de España y América

Juan Marchena Fernández 282

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Bienvenida al Sr. Rodrigo Páez TeránEduardo Muñoz Borrero, f.s.c. 307

Correos, signos postales, filatelia: Visión históricaRodrigo Páez Terán 313

RECENSIONES 331

LA CASA DE LA ACADEMIA 347La Academia en su sede 349Discurso del Gral. Paco Moncayo 351Discurso de inauguración del Dr. Mauel de Guzmán Polanco 355Reporta je gráfico de la casa 363

VIDA ACADÉMICA 367Palabras de Alicia Albornoz en la presentación del libro América nuestra, de Miguel Albornoz 369La etnomedicina en el Ecuador

Plutarco Naranjo 371Ante el monumento de González Suárez

H. Eduardo Muñoz Borrero 380Presentación del libro Maestro Alfonso Rubio, el último Caspicara del padre Julian Bravo S.

Ximena Escudero Albornoz 383Discurso de inauguración de la Biblioteca “Jacinto Jijón y Caamaño”

Manuel de Guzmán Polanco 388

CONTRIBUCIONES 396Ecuador y Chile, dos países hermanos

Víctor Eastman Pérez 398

MISCELÁNEOS 405

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l Ecuador está a las puertas de una celebración de espe-cial grandeza y enorme importancia: el bicentenario de laindependencia. La estupenda gesta que comenzó como

radical proyecto en la navidad de 1808, se hizo realidad en elmovimiento del 9 y 10 de agosto de 1809, se selló con la san-gre de casi todos los actores el 2 de agosto de 1810 y volvió aafirmarse como un Estado libre que se dio su estatuto en laConstitución de 1812 –la primera Constitución ecuatoriana- ydefendió su autonomía heroicamente en campos de batalladel norte y el sur frente a ejércitos virreinales.

Cómo ocurrieron acciones de tanta novedad en la América delos albores de su independencia, cuáles fueron las causas ycircunstancias de cada uno de los tramos de tan ejemplarcapítulo de la historia patria y cuánto hubo de rebeldía, alti-vez, heroísmo y afirmación de valores cívicos en sus directi-vos y en el pueblo de Quito y ciudades que plegaron al movi-miento, son asuntos que requieren de rememoración en estebicentenario. Como en pocas ocasiones en esta la historia hade convertirse en maestra de la vida nacional que enseñe altaslecciones de patriotismo y de afirmación de los rasgos másnobles de la personalidad social y política del hombre ecua-toriano.

Para ello hay que dar voz a la historia recogida en miles depáginas de fascinantes documentos –que incluyen los proce-sos seguidos a los revolucionarios de Agosto-. Hay que revi-vir los hechos y sus protagonistas, rehaciendo con la mayorfidelidad posible su circunstancia.

Y esta es empresa que, como ninguna otra, compete a laAcademia Nacional de Historia, cuya misión podría sinteti-zarse en ser custodia e iluminadora de la historia patria. Eneste número de su Boletín, la Academia quiere continuar res-pondiendo a esas obligaciones que el bicentenario le plantea-cometido que comenzó a cumplir en su número anterior deeste Boletín-. Y seguirá ahondando en estas tareas lo mismoen sus siguientes boletines que en otras publicaciones y en la

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divulgación por cuantos medios estén a su alcance del significado yproyecciones de la gesta quiteña de 1808 a 1812.

“Hablando de cosas grandes, es necesario hablar con grandeza”, dijo JoséMejía en las Cortes de Cádiz, para justificar uno de sus largos y elo-cuentes discursos. Aquí está la razón para que esta entrega del Boletínde la Academia se abra con un ensayo que en esta hora de revistas“light”, de la información generalmente ligera de internet y de la his-toria y la cultura reducidas a pastillas breves de fácil digestión en losmedios de comunicación social podría parecer excesivo y desmesura-do. Pero la grandeza y complejidad de lo que en este bicentenario elpaís entero -y América- deben recordar y exaltar recomendaba comen-zar por tentar una panorámica de todo lo que entonces aconteció yvamos a rememorar. Sobre esa panorámica habrá de irse ahondando entantos aspectos y casos problemáticos como allí ocurren al correr aveces vertiginoso de los hechos.

El resto de los materiales que esta nueva entrega del Boletín ofrece alpúblico interesado por la historia patria son trabajos que se han presen-tado en momentos culminantes del vivir institucional de la Academia,como son los solemnes actos de incorporación de nuevos académicos.Esos discursos son estudios de gran rigor histórico que justifican la elec-ción hecha por la Academia para que autores se integren a sus tareas yresponsabilidades. Cada uno de esos discursos de incorporación estáprecedido o seguido por el discurso de recepción que lo comenta a lavez que destaca su importancia y los méritos del flamante académico.

Otra parte del Boletín está dedicada a artículos. Ellos nos permitenconocer en qué ámbitos y problemática histórica se mueven las inves-tigaciones y hallazgos de miembros de la Academia, y, en casos, histo-riadores que aún no se han incorporado a la corporación.

Por fin, esta entrega del Boletín da testimonio de una fecha para laAcademia Nacional de Historia del Ecuador memorable: el día en queQuito, por medio del Alcalde del Distrito Metropolitano, hizo la entre-ga formal de la nueva sede de la Academia, noble edificio espléndida-mente restaurado por el FONSAL del Municipio capitalino. Dos discur-sos destacaron la trascendencia del acontecimiento y ahondaron en el

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sentido decisivo de la historia para un pueblo. “Es su memoria, y clave deidentidad”, sostuvo el burgomaestre quiteño. Por su altas calidades y loimportante de su mensaje, el Boletín reproduce íntegros los dos discur-sos, el del Alcalde de Quito, general Paco Moncayo Gallegos, y el delDirector de nuestra Academia, Dr. Manuel de Guzmán Polanco.

Por fin, el Boletín quiere destacar, en sendas recensiones, publicacionesecuatorianas últimas en el campo de la historia. Esta es una sección quela Academia aspira a enriquecer en sus siguientes números. Autoresque deseen que sus obras se comenten en este medio -de circulación enmedios especializados de Ecuador y América, pero también en biblio-tecas generales, instituciones educativas y medios de comunicación-deberán remitir a la Academia la obra por duplicado, un ejemplar parala biblioteca “Jacinto Jijón y Caamaño” de la Academia –abierta ya alpúblico- y el otro para el académico autor de la recensión.

Desde hace décadas -la Academia Nacional de Historia está a punto decumplir su centenario- este Boletín ha entablado un diálogo con histo-riadores del Ecuador y de América y Europa; pero también con elpúblico interesado por la historia del país. Las inquietudes de esos his-toriadores, pero también de ese público, han dado lugar a algunos delos textos más interesantes e importantes del Boletín. Esperamos queeste diálogo enriquecedor se mantenga y aun avive en estas vísperas dela celebración bicentenaria.

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HACIA ELBICENTENARIO

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LA GLORIOSA Y TRÁGICA HISTORIADE LA INDEPENDENCIA DE QUITO

1808-1813

Hernán Rodríguez Castelo

a proximidad del bicentenario del 10 de agosto de 1809 incita a loshistoriadores de la patria –y de la patria grande América- a ilumi-nar acontecimientos de tanta trascendencia para la historia deAmérica. La presente panorámica, tan amplia como somera –sin

que haya en ello la menor paradoja-, no pretende esclarecer todos loslugares obscuros de tan trepidante y complejo tramo del devenir histó-rico, ni aventurar respuestas a todos los interrogantes que él ha plante-ado sino dibujar el cañamazo en el que todas esos puntuales y segura-mente más minuciosos estudios y análisis se inscriban. Y, para elcomún de los lectores, revivir cuanto en ese capítulo de la historiapatria hubo de heroico y trágico, de importante y decisivo.

EL FERMENTAR DE UN DESCONTENTO

Hay hilos subterráneos que unen la Revolución de los Estancos y laGuerra de Quito con los acontecimientos de 1808 y 1809 -porque la cosacomenzó, como veremos, a finales del año 8-. Cuanto aproximaba, apesar del tiempo transcurrido, los hechos de aquel lejano 1765 con losde agosto de 1809, dieron pie al mayor elogio que se haya hecho delpueblo quiteño, encomio liberado de la menor sospecha de “patriotis-mo”, pues quien lo hacía lo que estaba ponderando era, más que vir-tud alguna, aberración y felonía.

El 29 de abril de 1811, el presidente de la Audiencia JoaquínMolina –no reconocido por la Junta de Quito- escribía en informe alConsejo de Regencia:

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La experiencia tiene acreditado que las ideas características de laProvincia de Quito son desde su cuna propensas a la revolución eindependencia . Este es el espíritu que ha animado a los padres; estala leche que ha alimentado a sus hijos; esto en lo que funda su soñadafelicidad; esto por lo que suspiran; esto, en fin, en lo que tienen pues-tas sus miras y lo que meditan sin interrupción como el negocio másimportante. Una serie no interrumpida de pruebas convense1 que pormás que en apariencia duerman, velan sobre esta materia, y que entiempo de su mayor quietud, no cesan de tramar en silencio los arbi-trios de poner en planta sus designios. El reconocimiento, sujeción yobediencia a la Soberanía es y ha sido siempre estimado en el interiorde sus corazones como un yugo duro e insoportable, que han procu-rado sacudir. Tales cosas se han observado desde la antigüedad deQuito, que me atrevo a asegurar de este lugar que puede con mucharazón decir de él V.M. con Isaías lo que en otro tiempo Nuestro Señorde los Israelitas: Populus iste laviis suis honorat me, cor autem ejus,longe est a me2

“Una serie no interrumpida de pruebas...”. Es, sin duda, laserie que se venía amarrando desde los días del alzamiento de losestancos.

Una de las espinas que las autoridades hispanas tenían clava-da era que el motín de Quito había inspirado y hasta orientado el másimportante del tiempo en España, el de Esquilache. El 2 de diciembrede 1765 habían llegado a Cádiz, en el Aquiles y La Concepción, noticiasde la rebelión quiteña. El embajador Osun escribía a Choiseul unos díasmás tarde:

La nouvelle ... cause ici quelque sensation 3

Se sabía que el pueblo de Quito había impuesto condicionespara restituir el orden. En carta de enero de 1766, Paolucci, embajador

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1 Respetamos la ortografía de los textos de época.2 Archivo de Indias, Sevilla. Cit. en J. Jijón y Caamaño, Influencia de Quito en la emancipación del

continent americano. La independencia (1809-1822), Quito, Imprenta de la Universidad Central,1924, pp 27-28.

3 “La noticia... causa aquí sensación”. Ministère des Affaires Étrangeres (París), Corres-pondence politique, Espagne. 544, fol. 324. Cit. por José Andrés-Gallego, Quince revolucionesy algunas cosas más. Madrid, Mapfre, 1992, p. 344.

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de Módena, informaba que en Quito reinaba ya la tranquilidad, perolos ministros regios habían tenido que contentarse con las “condicionesdictadas por el pueblo de Quito”4. Y en el motín contra Esquilache, queestalla en Madrid en marzo de 1766, el pueblo amotinado lograría delRey unas Capitulaciones.

Las noticias de la insurrección quiteña precedieron motivantesy acompañaron los sucesos de Madrid -en julio seguían llegando nue-vas y los servicios de inteligencia cortesanos procuraban hacerse conlas Relaciones de los hechos de Quito que circulaban, cuanto peor vis-tas por el Poder, más tentadoras e incitantes.

Las noticias de Quito y Madrid fueron mecha que encendióotros incendios en América. Atizó esos fuegos, nunca del todo apaga-dos en Quito, Espejo, el último Espejo, el insurgente. Sin ese fuego y esapasión de las gentes quiteñas por ser libres no pueden entenderse nivalorarse los sucesos de diciembre de 1808 y el 10 de agosto de 1809 ycuanto de ellos se siguió5.

SU MISERIA ERA TANTA...

Ya a finales del siglo XVII una Audiencia hasta entonces prós-pera se ha ido sumiendo en incontenible decadencia. Para el comienzodel siglo XIX la situación ha cobrado caracteres dramáticos. Comoinformaba reservadamente el presidente Barón de Carondelet al Virreyde Santa Fe, su miseria era tanta “que no obstante su aplicación a laagricultura y su industria en la fábrica de paños, bayetas, lienzos dealgodón, etc., que no teniendo ya con que pagar los Reales impuestosy tributos, la mayor parte de ellos se ha visto precisada a vender susdiamantes, perlas y alhajas, como también la Real Hacienda en vanoemprendería vender los fundos para cobrar los atrasos, pues que loscompradores y fiadores son tan insolventes como los deudores”6

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4 Archivio di Stato di Modena: Cancelleria Ducale, Estero, 83, 2-c. Cit. Andrés-Gallego, ob. cit.,344

5 Meritorio llamar la atención hacia los factores económicos que estuvieron detrás de estossucesos, como lo ha hecho Carlos Landázuri, al tenor del criterio dominante en la NuevaHistoria del Ecuador, pero sería tan antihistórico como no atender a estos factores el ignorar oaun minimizar esta pasión quiteña, tan documentada históricamente.

6 Cit. por Neptalí Zúñiga, Montúfar, o el primer Presidente de América revolucionaria, Quito,Talleres Gráficos Nacionales, 1945, p. 359.

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Hasta la agricultura, que era la reserva de esa economía atrasa-da y dependiente, sufría quebranto. “La agricultura que ministrabauna abundante provisión de frutos, se ha atrasado tanto que los comes-tibles son pocos y raros”, se lamentaba otro documento oficial del tiem-po7.

A villas sumidas en la miseria por movimientos sísmicos yrigores del clima se les seguía exigiendo violenta y exageradamentecontribuciones. En diciembre de 1803, Juan Pío Montúfar y Manuel deLarrea y Jijón le reclamaban airadamente a Carondelet por los “malmeditados e injurídicos procedimientos” de un administrador de Ren-tas de Alcabalas de Latacunga.8

La decadencia económica condujo inevitablemente a una dis-minución de importancia de la Audiencia, que se tradujo en su pasodel Virreinato de Lima al de Santa Fe. Y esto con algo aun más lesivopara los intereses de Quito: por Real Cédula de 15 de julio de 1802 -ges-tionada por Requena-, se creó el Obispado y la Comandancia Generalde Maynas, haciéndolas depender de las máximas autoridades religio-sas y militares del Virreinato de Lima. Quito no perdía jurisdicciónsobre la inmensa zona amazónica, pero su autoridad se veía enorme-mente disminuida, dada la importancia que en esos territorios tenía lomisional. Para colmo de abusos en contra de Quito, por Real Orden de7 de julio de 1803, el gobierno militar de Guayaquil pasó a depender deLima, y desde 1806 hasta los asuntos comerciales, que se manejabanpor el consulado de Cartagena, fueron sometidos a la autoridad delVirreinato limeño. Todo esto podía darse por la escasa atención queprestaba a Guayaquil el virrey de Santa Fe Amar y Borbón y la codiciacon que lo miraba el de Lima, Abascal y Sousa.

El malestar quiteño por tales recortes de su autoridad se plas-mó en reclamo oficial en una exposición que dirigió a Godoy, el pode-roso ministro español, el presidente de la Audiencia de Quito, Barón deCarondelet, el 21 de julio de 1804, pidiendo que se restituyera a Quitola plena jurisdicción sobre Maynas y Guayaquil. Y, como medida queevitase en lo futuro tales recortes de autoridad, reclamaba el ascenso decategoría de la Audiencia, que la independizase por completo de los

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7 “Exposición y solicitud de Miguel Ponce al Presidente de Quito Barón de Carondelet”, 2 demayo de 1800. Archivo de la Corte Suprema de Justicia. Cit. por Zúñiga, ob. cit., 359-360.

8 Actuaciones correspondientes al tiempo de la Real Audiencia de Quito, Corte Suprema deJusticia de Quito.

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virreinatos vecinos. Proponía que la Presidencia de Quito, así indepen-diente, fuese elevada a la categoría de Capitanía General -o Audienciapretorial-. Esta era, parece, ya antigua aspiración de las oligarquíascriollas quiteñas.9

Carondelet atendía a estos malestares de la aristocracia local-con la cual mantenía muy buenas relaciones-, a la vez que se curaba ensalud de lo que pudieran tramar los levantiscos mestizos. Así las órde-nes que impartió el 1 de junio de 1803 para que se cumplieran en el casode que “acaeciera alguna sedición, o alarma, sea de día, sea de noche” ylas providencias arbitradas por si el Presidente fuera tomado preso10.

Pero Luis Francisco Héctor, barón de Carondelet, murió, enejercicio de la Presidencia, en 1807. Notorio contraste con su adminis-tración, sensible, inteligente y diligente, ofrece la de su sucesor, el vale-tudinario Manuel de Urriez, conde Ruiz de Castilla, llegado a Quito el8 de agosto de 1808, como si hubiera sido llamado al escenario paraconvertirse en desmañada y casi grotesca marioneta de los sucesosaltos y decisivos que estaban por iniciarse.

Al tiempo que la nueva postura de la autoridad española irri-taba a las aristocracias locales, llegaban a la inquieta ciudad noticias delos acontecimientos que hacían tambalear las testas coronadas europe-as. El bloqueo inglés impedía el paso de navíos españoles haciaAmérica. Pero algo se filtraba. En agosto de 1808 arribó a Cartagena elcapitán de fragata José de Sanllorente, comisionado por la Junta deSevilla, con noticias de los últimos sucesos españoles -del 2 de mayo ala batalla de Bailén- 11 y del establecimiento de Juntas en España, a faltadel poder regio, secuestrado por Napoleón.

Esa era la noticia que más impactaba, sin duda: el colapso dela monarquía española, y ella alentaba ideas autonómicas. América ibaa asistir a una cadena de estallidos y pronunciamientos comenzando

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9 Cf. Alberto Muñoz Vernaza, Orígenes de la nacionalidad ecuatoriana, Biblioteca de HistoriaEcuatoriana, 8, Quito, Corporación Editora Nacional, 1984, pp. 90-98, y Carlos LandázuriCamacho, “La independencia del Ecuador (1808-1822)” en Nueva Historia del Ecuador, Inde-pendencia y período colombiano, Quito, Corporación Editora Nacional y Grijalvo, 1983, pp. 90-92

10 Documentos publicados por Roberto Andrade en su Historia del Ecuador. 11 Noticia trasmitida por Cevallos: Pedro Fermín Cevallos, Resumen de la Historia el Ecuador.

Desde su origen hasta 1845, Lima, Imp. del Estado, 1870, 5 tomos. Nos interesa el t. III: 1809-1822. Citamos por la edición contemporánea de más .amplia difusión y fácil acceso, la quehicimos para “Clásicos Ariel”: Guayaquil, Publicaciones educativas “Ariel”, s.a. (1973), t.79, p. 39

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por las Audiencias donde más habían madurado las ideas de indepen-dencia: Quito y Charcas. La forma viable para esas aspiraciones larga-mente maduradas pareció el establecimiento de juntas soberanas,según el modelo de las peninsulares.

LA PRIMERA CONJURA

El primer empeño de constituir una junta para Quito se dio enla navidad de 1808, en la casa de hacienda “El Obraje” de Juan PíoMontúfar, marqués de Selva Alegre, en los Chillos. En la cena en la ricamansión se aprobó un “Plan hipotético” de Salinas -para el caso de queEspaña fuera tomada por los franceses y Napoleón quisiese invadirAmérica-. Otro sería, sin embargo, el plan con el que se llegaría a agos-to de 1809: el “Plan del nuevo gobierno”, obra de Morales, y sujeto porMorales, Quiroga y Antonio Ante a la aprobación de Salinas y otrosrevolucionarios. De aquella navidad política se ha escrito que “al reti-rarse los invitados la tarde del 25 de diciembre dejaron acordado elproyecto de constituir una Junta Superior que represente la soberaníadel pueblo, aleje y prevenga la dominación napoleónica y rija los des-tinos de la Presidencia de Quito”12.

Los conjurados comenzaron a buscar adhesiones para el pro-yecto transformador con el sigilo que cabe suponer; pero asunto de talnaturaleza difícilmente podía mantenerse dentro de los límites delsecreto, y ya en febrero hubo delaciones. Unos papeles de un doctorAndramuño, que fuera amigo íntimo de Espejo, recogieron la noticiade que el 1 de marzo, a las diez de la mañana, “se echó un bando, y lamisma hora en la noche fue preso el capitán Dn Juan Salinas, con seña-les de reo de Estado. El jueves 2 se le tomó confesión; y el domingo 5,por la noche, fue preso en Chillo el Marqués de Selva Alegre del mismomodo, y luego el abogado Morales allí mismo el día 6”13. Fueron, pues,arrestados y encerrados en el convento de La Merced, a más de Salinas,el marqués de Selva Alegre y Morales, Quiroga, el cura de PíntagRiofrío y el cura de Sangolquí.

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12 Manuel María Borrero,La Revolución quiteña 1809-1812, Quito, Editorial Espejo, 1962, p. 2113 N. Clemente Ponce, “Cuatro palabras del editor”, introducción a la publicación del

“Alegato de Quiroga”, Memorias de la Academia Ecuatoriana correspondiente de la Real Español,Quito, 1922, p. 67, nota l.

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A la autoridad española el caso le pareció grave, y no se enga-ñaba. Esa inquietud que venía de atrás -y sobre la cual vigilaba celosa-mente el de Carondelet- se había traducido en un proyecto político máso menos definido. En el movimiento -cuyos alcances la autoridad his-pana, medrosa y miope, no conocía a ciencia cierta- estaba, como dije-ra N. Clemente Ponce, “ el verdadero principio de la revolución quite-ña” y “el programa que los próceres de nuestra emancipación plantea-ron de manera clara y precisamente definida”14.

De acuerdo con lo que la conjura asustaba a la autoridad, losinterrogatorios se condujeron con enorme sigilo, procurando que nadase trasluciese al exterior de ciudad de suyo ya alarmada por las deten-ciones.

En marcha ya el proceso ocurrió un suceso pintoresco de esosque hacen dar un giro a la historia. En los primeros días de abril, cuan-do el español designado secretario para las diligencias procesales sedirigía a palacio a dar cuenta al Presidente del estado de la causa, lefueron arrebatados todos sus legajos. Esos papeles cayeron en manosde todos los otros conjurados, que por ellos conocieron que los reclui-dos no habían delatado a nadie. Y en cuanto a la acusación, toda ella sequedó sin soporte alguno y los prisioneros debieron ser puestos enlibertad.

Un tiempo se creyó que esos papeles se habían extraviado ohasta que se los había destruido; pero no era Rodríguez de Quirogaquien tal lo sufriese. Tan importantes papeles “aparecieron en el estu-dio de Quiroga”, según ese cronista presencial que fue Stevenson. Lapublicación del alegato del ideólogo del movimiento no dejaría lugar adudas sobre la suerte por ellos corrida.

Parece oportuno volver a Quito, a los meses que precedieron aesa navidad de 1808 y los que la siguieron, porque esos acontecimien-tos a menudo descuidados por quienes se sitúan directamente en el 10de agosto del año siguiente, confieren a este pronunciamiento impor-tantes claves de sentido.

IBA MADURANDO LA CONJURA

William Bennet Stevenson, refinado viajero inglés, había arri-

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14 Art. cit. en la nota anterior, p. 63

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bado a las costas de Chile, en 1804, de diecisiete años. Y había comen-zado un ascenso hacia el norte, rico de observaciones, datos y reflexio-nes, que iban decantándose en notas con la inmediatez del cronista tes-tigo. Preso en Lima ocho meses -por ser inglés y estar España en gue-rra con Inglaterra-, liberado con suerte de una acusación ante la Inqui-sición limeña puesta contra él por un dominicano, Urriez, conde Ruiz deCastilla, que había sido nombrado Presidente de Quito, le pidió acom-pañarlo convertido en su secretario. Y así es como para acá se vino estemagnífico cronista, que en los aciagos meses limeños había tenidotiempo de meditar en las cosas de este mundo nuestro y de perfeccio-nar su español. Los acontecimientos quiteños de 1808 a 1811 tendrían,a más de varios otros cronistas locales, un corresponsal extranjero. Elaño 11, cuando ejercía, por nombramiento de la Junta Revolucionariade Quito, la gobernación de Esmeraldas, el británico sería hecho prisio-nero y enviado a Guayaquil, de donde escaparía para volverse al Perú.Así terminó su período quiteño, que es el que nos interesa.

Este Mr. Stevenson publicó, de vuelta en Inglaterra, los tresvolúmenes de su Narración Histórica y Descriptiva de veinte años de resi-dencia en Sudamérica15, (con unas pocas plumillas de un artista quiteñoresidente en Londres, de apellido Carrillo).

Este cronista de privilegiado mirador titula el capítulo XXXI“La revolución de Quito”, y lo hace arrancar de una función literaria.

Ello es que a la llegada de un nuevo Presidente la ciudad lehacía recibimiento solemne y festivo, y parte de esas celebraciones erateatro -hemos visto ya en los volúmenes anteriores el papel que el tea-tro jugaba en los días festivos de esos tiempos barrocos.

Representáronse, por los colegiales de “San Fernando”, cuatropiezas: Cato, Andrómaca, Zoraida y Araucana. No habían sido elegidasinocentemente. “Todas ellas -ha escrito Stevenson- tendían a inculcaren su diseño y argumento un espíritu de libertad, un amor a la libertady los principios del republicanismo” 16.

Era, seguramente, la Andrómaca del revolucionario e iconoclas-ta Eurípides, de clara tendencia antiespartana, que condena la feroci-

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15 William Bennet Stevenson, A Historical and Descriptive Narrative of Twenty Years´Residence inSouth America... contains travels in Arauco, Chile, Peru and Colombia; with an account ofthe revolution, its rise, progress, and results, London, Robinson & Co, 1825, 3. vls.

16 Citamos el libro de Stevenson por la edición de Abya-Yala: Narración histórica y descriptiva de20 años de residencia en Sudamérica, Traducción de Jorge Gómez. Quito, Abya-Yala, 1994. P.489

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dad de Menelao. Y Zoraida era la del español Nicasio Alvarez de Cien-fuegos, patriota ferviente, condenado a muerte por los franceses en esemismo 1808 por la valiente tarea cumplida en la “Gaceta” y su partici-pación en el alzamiento del 2 de mayo.

Ni el abotagado Conde -“viejo débil, sin talento”, lo ha pinta-do José Manuel Restrepo- ni sus áulicos debían saber de las ideas de laRevolución puestas en verso por el famoso poeta.

Pero hasta la intención que había presidido la elección de lasobras pasó inadvertida para las autoridades. Detrás de esa selección -yacaso de la traducción de la Andrómaca- estaban dos personajes queiban a desempeñar papeles protagónicos en los acontecimientos inmi-nentes: Manuel Rodríguez de Quiroga y Manuel Morales. Los dos ten-drán lugar en nuestro libro, en la parte de la prosa, y allí nos detendre-mos algo más en su vida y obra. No habían nacido en Quito: Rodríguezde Quiroga era oriundo de Chuquisaca17, estaba casado en Quito y,hombre de letras, ejercía la abogacía con éxito, debido a su elocuencia,y con oposiciones y rechazos por su índole independiente y brutal fran-queza; Morales había nacido en Antioquia18 y había sido secretario delpresidente Carondelet; letrado de nombradía, era gran conocedor delgobierno y la política imperiales -que se extendía, según Stevenson, ala “comprensión de las intrigas que proliferaban en la corte española”-;“activo y diligente, ambicioso y turbulento”, lo pintó Pedro FermínCevallos.

Así iba madurando la conjura, escondiendo las intencioneslevantiscas a las autoridades -que habían perdido la perspicacia deCarondelet- y mostrándolas a los americanos con voluntad de rebeldíay alertas a lo que pasaba en la Península. Stevenson advirtió que “pesea que el gobierno evitaba cualquier oportunidad de que la prensa infor-me al respecto, los americanos residentes en España por aquel enton-ces se ocupaban muy activamente en comunicar a sus amigos la verda-dera situación de la Península, de modo que los americanos por logeneral estaban mejor informados de lo que ocurría que lo que estabanlos españoles residentes en América o incluso el mismo gobierno” 19.

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17 Stevenson lo hace nativo de Arequipa. Para el establecimiento de su ciudad natal, que fueChuquisaca o Charcas, véase la parte biográfica en el capítulo dedicado a los Hombres deAgosto.

18 Así Pedro Fermín Cevallos, Ob. cit., “Clásicos Ariel” 79, p. 47. Para Stevenson nació enMariquita.

19 Stevenson, ob, cit., 489

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Morales y Rodríguez de Quiroga, intelectual el primero for-mado en la escuela de Espejo, discutían proyectos de independencia yalentaban empresas de insurgencia local y americana. Cuando en 1807acogió Rocafuerte al perseguido Morales, en su hacienda de Naranjito,se enfrascaban en largas charlas en torno al obsesivo leitmotivo. “Eneste tiempo -ha escrito el prócer guayaquileño- Morales y yo discutía-mos largamente la cuestión de la Independencia de la América, convi-nimos en que había llegado la época de establecerla; solo diferimos enlos medios de llevarla a cabo, y de obtener el mejor resultado. Yo era desentir que esperáramos a formar y extender la opinión, por medio desociedades secretas, de extenderlas al Perú y a la Nueva Granada, paraapoyarnos en tan poderosos auxiliares. El quiso todo lo contrario, yque en el acto mismo se diese el grito de Independencia”20.

Todo esto forma parte de la trastienda -el background- de loresuelto la navidad aquella en la hacienda del Marqués. Después sesiguió atando cabos, previniendo posibles problemas y hasta sumandoadeptos.

Esto último es lo que casi echa por tierra todos los empeños. Enfebrero de 1809, el capitán Juan Salinas, comandante de la infantería deQuito -el militar tan necesario para la planeada revolución-, dio a cono-cer el plan a un fraile mercedario de nombre Andrés Torresano. Lehabló “de un proyecto de las medidas que debían tomarse para asegu-rar la libertad e independencia de este Reino, en el futuro e hipotéticocaso de que la Francia sojuzgue la Metrópoli, y no quede ninguno quelegítimamente suceda al trono del S. D. Fernando VII”21. Torresano,acaso perplejo, acaso aquejado de escrúpulos, consultó la cosa con otromercedario, fray Andrés Polo, y este Polo entrevió que algo perverso seagazapaba detrás de esa fachada de fidelidad al Rey, y pasó denunciaa José María Peña, y éste, a Manzanos, asesor general.22

Fue, pues, tomado preso Salinas, y, tras él, el Marqués de SelvaAlegre, Morales, Rodríguez de Quiroga, el cura de Píntag don José

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20 Rocafuerte, A la Nación, Quito, Tipografía de la Escuela de Artes y Oficios, 1908, pp. 237-23821 Alegato de Quiroga, cit. en nota 14, Memorias, p 7322 Salinas, en su alegato dio esta versión del porqué de la denuncia hecha por Polo: “El caso

es, que el enemigo capital mío, como a V.E. consta, D. Simón Sáenz, abusando de la íntimaamistad que él, su hija Dña. Josefa y su marido el Auditor, tienen con el Padre Polo, siendoéste compadre de ambos, y de su sencillez, contándoles de mi Plan, le influyeron e hicieroncreer era para República, impeliéndolo lo denunciase por tal”. Roberto Andrade, Historiadel Ecuador, T. II. Dos apéndices al Tomo I. Guayaquil,Editores Reed & Reed, s.a., p. 692

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Riofrío y Nicolás Peña. “Yo he visto dilacerado el honor de cinco ame-ricanos de lustre, de nacimiento y de circunstancias públicas” -reclama-ría Rodríguez de Quiroga en su Alegato-. Nosotros teníamos noticia deseis. Faltó uno. ¿Cuál? Seguramente Riofrío, a quien por su condiciónsacerdotal se le habrá excluido de la orden de prisión.

Para la prisión de los próceres no faltaban motivos. “Don Nico-lás de la Peña -ha consignado el dato Jijón y Caamaño- propuso a suprimo doctor José Antonio Mena “formar república en esta provincia”,extinguiendo el gobierno de la Audiencia y creando una Junta”23. Yhabía cartas del Marqués de Selva Alegre que alentaban a que suscorresponsales hicieran en sus sitios lo que había de realizarse enQuito. “Morales -ha escrito el mismo distinguido historiador- aprobó lacarta de Selva Alegre”.

Una conclusión se nos impone con nitidez y es de la mayorimportancia histórica. Llegaron a ella Nicolás Clemente Ponce, en 1909,y Jacinto Jijón, en 1922. Ponce escribió: “En la conspiración de 1808 sehalla el pensamiento genuino con que nuestros padres emprendieronla obra legendaria de la emancipación americana”24, y Jijón y Caamaño:“Era, pues, el plan pesquisado en Marzo idéntico al realizado en Agos-to; los comprometidos eran los mismos e iguales las funciones a queestaban destinados”.

Denunciado el plan de Salinas directamente al presidente Ruizde Castilla, este -según su secretario, el memorialista Stevenson- “diouna comisión secreta al oidor Fuertes Amar para proceder legalmentecontra los individuos sospechosos”.

Puestos en prisión los al parecer conjurados, se instauró unproceso secreto, con prácticas inquisitoriales -las quiteñas, que nuncallegaron a torturas y otros crímenes de lesa humanidad-. “Se acudió atodos los medios para evitar que la gente conociera sobre el estado delproceso -recordaría Stevenson-; a ninguna persona se le permitió ver alos prisioneros, a los cuales se les privó de los medios para comunicara sus amigos sobre los particulares de su situación; al secretario no sele permitió que tuviera la asistencia de un amanuense”25. Detrás delapunte se puede ver, del lado de las autoridades, el pánico a que larebelión cundiese en la levantisca Quito, y, del lado de la ciudad, el

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23 Jijón y Caamaño, Influencia de Quito, ob. cit. p. 13. de mayo de 1922.24 N. Clemente Ponce, ob. cit. en la nota 14, pg. 6325 Stevenson, ob. cit. 491

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clima de incertidumbre que debía reinar y la ola de rumores que ali-mentaría las interminables tertulias a que tan afectos eran los quiteños.

Y entonces aconteció aquello despampanante ya dicho. Locuenta Stevenson con parco laconismo inglés: “En los primeros días deAbril, cuando Muñoz (el secretario del proceso) se dirigía al palacio ainformar al Presidente, sobre el proceso, le fueron robados los papeles”.

LA FILOSOFIA DEL GOLPE

Pieza capital del proceso era el alegato del Dr. Rodríguez deQuiroga, y este estupendo discurso de exaltación del ideario de losrevolucionarios ni se perdió ni se lo hizo desaparecer por compromete-dor, como hemos visto. “Esos papeles -dio la primera noticia Ste-venson- llegaron a las manos de Quiroga” y él hizo de su pieza procla-ma de libertad, “y propagó su contenido entre las personas que él juz-gaba más apropiadas para confiarlos” (el plural porque el cronistahablaba de los “fines”)26. Y, a vuelta de todo lo que aquí halla el histo-riador, el de la literatura del tiempo da con un caso ejemplar de publi-cista y de difusión de su obra más importante; en cuanto a la recepción,se la puede apreciar, sin duda, por cuanto acaecería en Quito en losmeses siguientes.

El Alegato, muestra de la nueva prosa quiteña, es un soberbiosermón laico. Que nos invita -y lo exige- a hallar en él lo que fue la filo-sofía del golpe entonces abortado y que se daría el 10 de agosto de ese1809.

El vicerrector de la Universidad no reniega de ese plan quesupuestamente había entregado Salinas al fraile Torresano; más bien lodefiende como “sentimiento general de toda América”, y lo resume en“constancia y fidelidad hasta el último extremo con el Sr. Dn. FernandoVII; y si por desgracia falta éste y no hay sucesor legítimo, independen-cia de la América, cualquiera que sea su gobierno”27. Morales no podíasaber lo que en ese mismo tiempo acontecía en España, con una Ma-drid ocupada por las tropas francesas y hábiles y duras presiones porel Emperador de los franceses que culminarían el 7 de mayo con la

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26 Ibid. 49327 Las citas del Alegato, publicado en las Memorias de la Academia Ecuatoriana correspondiente

de la Real Española, ver nota 14.

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abdicación de Carlos IV, en cuyas manos había puesto el día anteriorFernando, el hijo y heredero, su propia abdicación: “He resuelto ceder,como cedo, por el presente todos mis derechos al trono de las Españasy de las Indias a favor de Su Majestad el Emperador Napoleón”. Tantremendas noticias tardarían semanas en llegar a América; pero el pers-picaz y ducho intelectual que era Morales bien podía adelantar el la-mentable final de ese Príncipe de Asturias al que Napoleón veía como“muy estúpido”. De allí el curso del Alegato.

Rodríguez de Quiroga presenta a España como un régimen enque la voluntad real no se consideraba omnímoda; era, por el contra-rio, el caso de un Rey “sujeto por las leyes fundamentales del Reino alos consejos, a los nobles o grandes y a las cortes que representaban losderechos de los pueblos”. Que esto no se hubiera mantenido se debía a“los abusos de la administración ministerial y favorita”. Recuerda eldocto americano la fórmula de coronación de Aragón, que pronuncia-ba solemnemente el Justicia Mayor: “Nos, que valemos tanto comoVos, os hacemos nuestro Rey y Señor con tal que nos guardéis nuestrosfueros y libertades y si non no”.

La argumentación, brillante, era radical: los monarcas españo-les no pudieron por sí -“sin el consentimiento de los estados generalesde la nación en sus cortes”- abdicar el reino. Tras apoyarse en sólidasautoridades, concluye que “ocupada España por los enemigos, cesa ladependencia de la América”. Estudia la cesación de reinados y domi-nios y da un paso más en sus conclusiones: España, vencida, “deja deser para ellas (las colonias) la Metrópoli, y desde que fuera vencida sela considera como una provincia sojuzgada y reunida por la fuerza alImperio Francés”. América tiene, “fundadas en el Derecho Natural yde Gentes, las razones legítimas” para resistir a Bonaparte.

Exhibe entonces un documento más directo que esos del dere-cho: una carta “de nuestro caro y desgraciado Rey”, dirigida a los astu-rianos, “en que les intima peleen para sí mismos, por sus libertades, ypor la resistencia al yugo opresor del déspota”.

Un delicado sofisma se emboza tras tan briosa argumentación:identificar la lucha del pueblo español contra el invasor con la que élpropugnaba para los americanos. El pueblo español lucha por sucausa, “¿por qué -pregunta- no podrá hacerlo la América?, ¿cuál es ladiferencia para que en la península sea un entusiasmo heroico y en elcontinente de América un crimen de alta traición?”.

Detrás de todas esas razones para probar ante las autoridades

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españolas la bondad de las luchas americanas que esos adelantados dela libertad impulsaban estaba lo que apenas podía formularse con niti-dez -sin que se lo usase para probar el cargo de traición al estado decosas vigente-: ha llegado la hora de reflexionar sobre los derechos delos pueblos a decidir su suerte por sí mismos.

Sustraídos los papeles del proceso, cabía que se lo reiniciase.¿Por qué no lo hizo el fiscal Arechaga? ¿Pesaron “las muchas talegasque dicen que le dieron los Montúfares”, como se afirmó en una de lasdeclaraciones del proceso28 ? ¿O fue, como lo sugirió Jijón y Caamaño,que “era criollo y procuró justificar la conducta de los americanos”? ¿Ofue, como el propio acusado argüiría un año más tarde en su defensa,“porque en la formación del respectivo proceso no se pusieron en ejer-cicio las reglas, prevenciones y cautelas que son indispensables para elclaro descubrimiento de los delitos de esta naturaleza”29 ? Ello es que lacausa no se reinstauró y los ilustres prisioneros recobraron la libertad.

REVOLUCION Y NUEVO GOBIERNO

Los meses siguientes fueron de tensa calma -los conjurados,sin duda, habíanse tornado más cautos-. Esa calma era turbada por lasnoticias que llegaban de España. “Cualquier noticia llegada de España-recordaba Stevenson- servía para aumentar la aprehensión y el desma-yo de los gobiernos y de los españoles residentes en América”. Losamericanos que pensaban como Morales y Quiroga atenderían a esasnoticias en impaciente espera de la señal para resolver que la monar-quía española había perdido sus derechos y debían crearse en AméricaJuntas como las que había en España. Así se supo que el l5 de junio, lasCortes instaladas en Bayona habían elegido soberano a José Bonaparte.La comunicación que enviaría la Junta quiteña a los cabildos de todaslas ciudades y villas de la Presidencia prueba que los quiteños conocí-an el lamentable suceso. La señal, pues, estaba dada.

En contra de algunos más prudentes -acaso los que Zúñigallama los “criollos apergaminados”: el Marqués de Selva Alegre, PedroMontúfar, Salinas, el cura Riofrío-, los más impacientes y, por supues-to, los más radicales, con Morales, Rodríguez de Quiroga y Ascázubi a

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28 Proceso de la Revolución de Quito t. IX, Archivo Histórico Municipal, Quito.29 Así en la acusación que presentó, como fiscal interino, en el proceso contra los implicados

en la Revolución del 10 de agosto de 1809. En la Revista del Museo Histórico, Quito, 1919

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la cabeza, creyeron en agosto de ese 1809 que no se podía aplazar másla hora del pronunciamiento revolucionario. El 7 se reunió en la casa deAscázubi, convocado por Morales, un pequeño grupo, para que el pro-pio Morales dictase el Acta de instalación de la Junta. Al día siguiente,en una nueva reunión, más amplia, los representantes de los barrios deQuito firmaban un poder “para que -según lo atestiguaría Salinas-determinados sujetos executasen la Revolución”.30

Estaba todo listo para el 9. Para la noche de ese día, el de SanLorenzo en el santoral cristiano, se organiza una fiesta para homenaje-ar a Lorenzo Romero, hijo adolescente de uno de los conjurados. In-vitaba doña Manuela Cañizares a la habitación que ocupaba en losinteriores de la casa parroquial de El Sagrario. La lista de los asistentesa esa fiesta, que encubría otra, mayor, histórica, es la de los patriotacomprometidos. Cincuenta: Morales, Rodríguez de Quiroga, Arenas,Vélez, Egas, Sierra, Paredes, Flor, Vargas, Romero, Saa, Cevallos, Ba-rrera, Villalobos -Mariano, Francisco no asistió-, Coello, Correa -curade San Roque-, Castelo -presbítero auxIliar de El Sagrario, que tambiénresidía en la casa parroquial-, los Ante -Antonio y Juan-, Padilla,Pineda, Ortega, Donoso, Bosmediano, Checa, Larrea... Y un organistallamado Pacho, el escribano Juan Antonio Ribadeneira y el procuradorGarcés. Salinas -según propia confesión- salió de la cama y llegó tarde,cuando todo estaba decidido.31

Ya bien entrada la noche, Juan de Dios Morales tomó la pala-bra para, en apasionado discurso, exponer las ideas -como lo sabemosya, largamente maduradas por él y por Rodríguez de Quiroga- quefundaban el trascendental gesto político que iban a exhibir ante elmundo. El imperio español rendido al poder napoleónico, la falta degobierno que amenazaba a las provincias con el caos en que ya se esta-ba sumiendo la metrópoli, las Juntas como única salida. Y leyó el Actay Plan de Gobierno. Todos los presentes, vibrantes de emoción cívica,aclamaron el pronunciamiento.

Procedió luego Morales a anunciar, barrio por barrio, los docu-mentos que acreditaban a sus representantes, y barrio por barrio eligie-ron a sus diputados, en las primeras elecciones de una nueva patria.

Acto seguido todos firmaron esa partida de nacimiento de lapatria a vida republicana, con sus representaciones, ministerios y fun-

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30 En la confesión rendida en el proceso, 12 de diciembre de 1809.31 Museo Histórico, 4, Quito, 1950, p. 13

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ciones del Estado, que se leyó solemnemente, como pronunciamientode Quito:

Nos, los infrascritos diputados del pueblo, atendidas las presentes crí-ticas circunstancias de la nación, declaramos solemnemente habercesado en sus funciones los actuales magistrados de la capital y susprovincias; en su virtud, los representantes o delegados de los barrios del Centro o Catedral, San Sebastián, San Roque, San Blas, SantaBárbara y San Marcos nombramos por representantes a los Mar-queses de Selva Alegre, de Solanda, de Villa Orellana y de Mirafloresy a los señores Manuel Zambrano, Manuel de Larrea y ManuelMateu para que, en junta de los representantes que nombren losCabildos de las provincias que forman la Presidencia de Quito, com-pongan una Junta Suprema que gobierne interinamente la Presi-dencia a nombre y como representante de Fernando VII y elegimos ynombramos por Ministros Secretarios de Estado a don Juan de DiosMorales, a don Manuel Quiroga y a don Juan de Larrea,al primeropara el despacho de Negocios Políticos y de Guerra, al segundo, deGracia y de Justicia y al tercero, de Hacienda; de Jefe de la Falange alCoronel Juan Salinas y de Auditor de Guerra a don Pablo Arenas.Acordamos también la formación de un Senado, compuesto de dossalas para la administración de justicia en lo civil y en lo criminal. 32

Pero el triunfo de la Revolución e implantación del nuevo go-bierno dependían de las armas. Y el seducir a la tropa para que acatase ala Junta solo podía hacerlo Salinas, por el inmenso ascendiente que teníasobre la tropa de la ciudad -150 efectivos-. Hacían guardia militares yaapalabreados por Salinas, que le franquearon la entrada al cuartel, y elCoronel hace formar la tropa en el patio y la arenga. ¿Con quién estaban,con el usurpador Napoleón o con el rey Fernando VII? Todos están porel Rey. Entonces les lee el pronunciamiento de Quito y les anuncia elnuevo gobierno, de la Junta constituida como las de España.

A Villaespesa, comandante de la tropa, y al teniente Rezua, aje-nos y seguramente contrarios al pronunciamiento, se los arresta en suscasas con centinelas de vista. Y se puso guardia a las casas de regente,oidores y más miembros del gobierno depuesto. Todo se había consu-mado esa noche.

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32 En Borrero, ob. cit,, pp. 24-25

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En la mañana, a primera hora, se cumplieron dos diligenciasindispensables, con la debida solemnidad. La primera la cuenta así elpropio secretario del depuesto Presidente:

Muy temprano en la mañana del día diez de Agosto de 1809, dos qui-teños, de apellidos Ante y Aguirre, visitaron al Presidente trayendo consigo una carta. El ordenanza que estaba en la puerta de la ante-sala se negó a llevar carta o mensaje alguno a Su Excelencia a unahora tan poco apropiada; pero Ante insistió en la necesidad de suentrega inmediata, diciendo que contenía asuntos de importancia dela JUNTA SOBERANA, un nombre nuevo tanto para los oídos delordenanza como lo era este cuerpo en América. El ordenanza desper-tó al Presidente, y entregándole la carta le repitió las palabras quehabía escuchado como una excusa por su inoportuno acto. Habiendoleído la suscripción el Presidente - “De la Junta Soberana para elConde Ruiz, ex-presidente de Quito”- se vistió y leyó:

“El convulsionado estado actual de España, la total aniquilación delas autoridades legalmente constituidas, y el peligro de la corona delamado Fernando VII y sus dominios de que caigan en manos del tira-no de Europa, han obligado a nuestros hermanos al otro lado delAtlántico a formar gobiernos provisionales para su seguridad perso-nal, así como para luchar en contra de las maquinaciones de algunosde sus compatriotas traidores, indignos de llamarse españoles, y parahacer frente a las armas del enemigo común; los leales habitantes deQuito, resueltos a asegurar para su Rey y Señor la posesión de estaparte de su reino, han establecido una Junta Soberana en esta ciudadde San Francisco de Quito, a nombre de la cual y por órdenes de suSerena Alteza el presidente y los vocales, tengo el honor de informara Usted Su Excelencia y anunciarle que las funciones de los miembrosdel antiguo gobierno han cesado; Dios dé la vida a Su Excelencia pormuchos años. Sala de la Junta de Quito, 10 de Agosto de 1809.Manuel Morales, secretario del interior. 33

La otra se realizó en la Plaza Mayor. El pregonero de oficio,Clemente Cárdenas, leyó el primer bando de la Suprema Junta Guber-nativa de Quito.

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33 Stevenson, ob, cit. 493-494

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El Marqués de Selva Alegre fue llamado de su hacienda de losChillos para que ocupase la presidencia de la Junta. Los revoluciona-rios necesitaban del prestigio y ascendiente del acaudalado aristócrata,sobre todo para la imagen que la Junta iba a dar hacia el exterior.

El mismo día 10, de febril actividad, la Junta emitió un “Mani-fiesto al público”, con una versión más larga y razonada de sus moti-vaciones. Ese Manifiesto de la Junta tuvo, suerte de respuesta o de eco,algo más tarde34, otro, un “Manifiesto del pueblo de Quito”. Los dos,nacidos del mismo espíritu, exponen las mismas ideas fundamentales,y fueron una temprana muestra de comunicación institucional de losrevolucionarios. Son dos textos claves, que tuvieron decisivo efectosobre los habitantes de la ciudad que aún podían estar indecisos frentea los tremendos acontecimientos que se vivían ya e iban a vivirse, yparece que llegaron a varios destinos de América e inspiraron o anima-ron sentimientos autonomistas. Del “Manifiesto de la Junta” escribióCarlos de la Torre Reyes: “circuló profusamente en las principales ciu-dades americanas e inspiró muchas proclamas de independencia” 35.Para la historia de la literature ecuatoriana, esos dos textos resultan serlas primeras páginas de una nueva escritura oficial, la republicana.Desbordando los fríos límites del puro informe, son textos destinadosa convencer y mover, sin más medio que la escritura. Es decir, valganlo que valgan, literatura. En cuanto a su contenido, era el de la grantransformación política puesta en marcha ese 10 de agosto, el momen-to más alto e intenso de la historia de la ciudad de las revoluciones delas Alcabalas y los Estancos.

El manifiesto de la Junta se abre con declaración radical yvaliente. Es “el pueblo que conoce sus derechos” y “que está con lasarmas en la mano” el que “da al mundo entero satisfacción de su con-ducta”; lo hace no por obligación -ya que no reconoce más juez que aDios- sino por honor.

Ha relevado del mando a un gobierno inepto. El conde Ruiz deCastilla, decrépito, no ha gobernado y se ha dejado gobernar como unniño, llevando el reino a una situación anárquica.

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34 “Este hecho, posterior al 10 de Agosto” -dijo Rodríguez de Quiroga, su autor (como lo vere-mos en su propio lugar) en su Defensa. Roberto Andrade, Historia del Ecuador, Apéndice alT. I, p. 620

35 Carlos de la Torre Reyes, La Revolución de Quito del 10 de agosto de 1809, Quito, Editorial delMinisterio de Educación, 1961, p 223. Lamentablemente sin entrar en detalles de cosa tanimportante ni citar fuentes.

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Gran parte de ese descuido en el gobierno tiene que ver con lapasividad frente a la desgracia del Rey.

Pero algo más reclamaron esos americanos resentidos -fueStevenson quien denunció en Morales y Quiroga resentimiento y afánreivindicatorio de sus propios derechos-. Dura la primera formulaciónde la queja: “No se nos ha tenido por hombres, sino por bestias decarga, destinados a soportar el yugo que se nos quería imponer”.

Y los españoles europeos ni en la grave crisis de la nación espa-ñola han hecho causa común con los españoles americanos; más bien“ostentan una rivalidad ridícula” soñando en “conservar su señorío”.

Su política ha sido tratar de ocultar lo que pasaba en España yseguir con celebraciones fatuas. Y los que conocían la situación europeaeran tenidos por sospechosos. La mejor prueba es la causa de Estado“seguida contra personas de notorio lustre y de fidelidad al Rey a todaprueba”. Proceso por el único cargo de “un plan hipotético de indepen-dencia para el caso de ser subyugada la España y faltar el legítimosoberano”. ¡Y se tacha a los procesados de reos de bonapartismo!

Los españoles europeos se han mostrado enemigos mortalesde los criollos y han perseguido a tan importantes encausados. “Conque la conducta de estos para asegurar su honor, su libertad y su vida,ha sido dictada por la propia naturaleza, que prescribe imperiosamen-te al hombre la conservación de sus preciosos derechos”.

¡Cómo enlaza este último párrafo con los altivos reclamos deEspejo en sus alegatos! Era el mismo espíritu, que ahora abría cauce enel devenir histórico.

Era urgente emprender acciones. A España, si no se hubieseadormecido, “no la hubiera sorprendido el francés en el letargo”.

Se presenta luego el caso español, contexto para entender esode la Junta. España, sumida en la anarquía, constituyó Juntas Parcialesde Gobierno, y para evitar la disgregación erigieron una Central Supre-ma Gubernativa en Madrid. Pero, al entrar el Emperador en la penín-sula, dominar todas las provincias y poner en el trono a su hermanoJosé, la Junta “profugó” hacia Sevilla, “y está reducida a mandar soloen Andalucía”.

Este fue el punto más flojo de la argumentación, porque delotro lado podía argüirse que el cambio de sede de un gobierno no alte-ra los derechos que ese gobierno pudiese tener.

“Ni el Reino de Quito -se prosigue-, ni alguno otro de la Amé-

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rica declarados parte integrante de la Nación española, reconocen portal a la Andalucía sola”.

Curiosamente, las conclusiones no necesitaban del dudosoargumento. Son dos.

El mismo derecho que tiene Sevilla pra formar Junta Supremade Gobierno tiene cualquiera de los reinos de América. (La Central estáextinguida). Y, “habiendo cesado el aprobante de los magistrados, hancesado también éstos sin disputa alguna en sus funciones, quedando,por necesidad, la soberanía en el pueblo”.

Por el pueblo que conoce sus derechos se abrió el “Manifiesto”y con el pueblo soberano se cierra. Eso era lo sustantivo de la Revo-lución, que, para transigir con siglos de sujeción a un Rey que la pode-rosísima Iglesia en aula y púlpito pregonaba de derecho divino, toma-ba la forma de Junta provisional de gobierno, estableciéndose como sehabían establecido otras en la monárquica España.

(En el pliego que la Junta envió a los Ayuntamientos de Ibarra,Popayán, Riobamba, Cuenca, y a las Asambleas de Otavalo, Latacunga,Ambato, Alausí y La Tola, al pedir que se eligiesen representantes parala Junta quiteña se decía que el sueldo de que tales representantesgozarían era “según la soberana disposición del pueblo” 36).

POR LA NACIÓN Y LA PATRIA

El 16 se celebró un Cabildo abierto en la sala capitular de SanAgustín, con multitud del pueblo agolpada en patio y corredores delconvento. Allí, tras breve arenga del Marqués de Selva Alegre y ardien-tes discursos de Juan Larrea, Rodríguez de Quiroga y otras figurasmenores, el Ministro de Estado Juan de Dios Morales leyó las actas ypresentó las acciones de la noche del 9 y mañana del 10, “y todos uná-nimes y conformes, con reiterados vivas y aclamaciones de júbilo rati-ficaron cuanto se había propuesto y ordenado”. Especial sentido teníatal ratificación porque Morales había invitado al pueblo para que “dije-se cualquiera el reparo que tuviere que poner o que anotar sobre elestablecimiento de la Suprema Junta de Gobierno y lo dijese con liber-tad puesto que ya se había acabado el tiempo de la opresión”.

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36 Documento publicado por Nuevo Tiempo de Bogotá, 13 agosto 1943, reproducido porZúñiga, ob. cit. en nota 7, p. 412

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Concluye así la relación del acto hecha por el escribano de laJunta, Atanasio Olea: “Concluida esta sesión tan plausible por la uni-formidad y contento de los vecinos de todos los rangos y estados, seextendió el acta más solemne que en nuestros días se ha visto y la sus-cribieron gustosos todos los concurrentes autorizándola los Escribanosde Cámara y Gobierno, públicos y Reales de esta Capital, quedandodesde este punto firme la Constitución Gubernativa e instalada laSuprema de Quito con el aplauso y regocijo completo de más de 60.000hombres que según las últimas enumeraciones había en esta ciudad”.37

Al día siguiente, en solemnísima ceremonia religiosa, conrepresentación de toda la sociedad y asistencia masiva de ciudadanosse juramentaron los miembros de la Junta, que habían llegado a la cate-dral por entre arcos triunfales con “inscripciones y jeroglíficos”. Traslos juramentos de fidelidad al “Rey Señor Natural”, de rigor, y el deconservar en unidad y pureza la religión católica, se juraba algo nuevo,a tono con el tiempo que la Revolución inauguraba: “Y juramos, final-mente hacer todo el bien posible a la Nación y Patria, perdiendo, sinecesario fuere por estos sagrados objetos, hasta la última gota denuestra sangre, y por la Constitución”.38

Presidió la ceremonia, vestido de mediopontifical, el obispoJosé Cuero y Caicedo, orador sagrado, antiguo condiscípulo de Espejo,vapuleado por este en su Luciano, y años después fundador con elPrecursor de la Sociedad Patriótica de Amigos del País 39. ¿Estaba allípara aprobar, en nombre de la Iglesia de América, el altivo pronuncia-miento de las gentes quiteñas, suscrito por sus barrios? ¿No era sumera presencia, en los primeros días rehuida, signo de esa aprobación?

Hay un documento que desvela lo que el Obispo, a la cabezade su clero curial, sentía y pensaba en su interior en los días que prece-dieron a la solemne ceremonia de la jura, mientras por fuera él y losotros eclesiásticos oficiaban diligentes y presidían devotos. El pliego,reservado en manos de la Priora del Carmen so pena de excomunión,es un “Acta de exclamación” y constituye impresionante confesión.Vale la pena leerlo íntegro, por farragoso y enrevesado que resulte:

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37 La Relación del escribano Olea se publicó en Museo Histórico, n. 6, Quito, 195038 Relación del escribano Atanasio Olea, Museo Histórico, n. 6, Quito, 1950, p. 2439 Dimos lugar al Obispo en nuestra Literatura en la Audiencia de Quito. Siglo XVIII, Ambato,

Consejo Nacional de Cultura y Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, Núcleode Tungurahua, 2002,vol. II, pp. 1247 y ss.

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En la ciudad de San Francisco de Quito, en catorce días del mes deAgosto de mil ochocientos nueve, habiéndose congregado por suSeñoría Ilustrísima el Venerable Deán y Cabildo de este PalacioEpiscopal, para tratar y conferir lo que debían hacer en las difícilescircunstancias en que se halla la Ciudad, previo el correspondientejuramento que hicieron tecto pectore et corona, de guardar inviolablesigilo hasta su tiempo por convenir así al decoro, honor y respeto debi-do a la Sagrada Dignidad Episcopal, al Venerable Cuerpo Capitulary a todo el Clero de la Diócesis. Hizo presente su Señoría Ilustrísimala amargura en que se halla sumergido su corazón, por la repentinae inesperada invasion, que hallándose a cinco leguas de distancia enla Recoleta Franciscana del Pueblo de Pomasque, ejecutaron el diezdel corriente unos pocos hombres que se atrajeron a su Partido a laTropa y se apoderaron de las Armas, con cuya fuerza depusieron desus empleos al Excelentísimo Señor Conde Ruiz de Castilla, Presidente de esta Real Audiencia, Don José González Bustillo Regente, yDon José Merchante de Contreras Decano de la misma; arrestandosus personas, y las del Comandante de la Tropa Don José Villaespesa,Teniente Don Bruno Rezua, Asesor General Don Xavier Manzanos,Administrador de Correos Don José Vergara, y Regidor Don SimónSáenz en el Cuartel, y mudando el Gobierno con la creación de unaJunta llamada Suprema, Senado para el Despacho de las causas Civiles y Criminales, y otros atentados que acreditaban bien los designiosperversos que se han propuesto, y las violencias que para su verifica-ción pueden cometer. Que executadas así las cosas publicado todo porbando, corrido oficios a todas partes, depuestos los señores Gobernadores de Cuenca, Guayaquil y Popayán, según se dice públicamen-te, se le han corrido Oficios y Diputaciones a Pomasque, para que suSeñoría Ilustrísima se venga a esta Ciudad, y presencie el Juramentoque tienen acordado hacer en la Iglesia Catedral el diez y siete de estemismo mes. Que ha contestado accediendo a ello; pero con el designiode no verificarlo, sino con el consejo de su Venerable Cabildo, y en lostérminos que se acordaren, si pareciese conveniente a sus individuos.Que su Señoría Ilustrísima se hace cargo y pone presente, por unaparte, que la asistencia a la Catedral al Juramento dispuesto autorizade algún modo con que se ha depuesto a los legítimos Magistrados yconstituyéndose otros que deben estimarse verdaderos Usurpadoresde la Real Audiencia, contraviniendo con esto al Juramento de fideli-

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dad que tenemos todos hechos a favor de nuestro Amado Rey y SeñorNatural Fernando Séptimo, y la Junta Suprema Gubernativa del Reino, que le representa. Pero que por otra partereflexiona que hallándose los principales invasores en un estado deverdadera locura, furor y ceguedad, no se conseguirá con la resisten-cia del Prelado y su Clero otra cosa que encender más el fuego y sufririnfructuosamente el Estado Santo de la Iglesia, atropellamientos,vejaciones y desprecios. Que desde luego Su Señoría Ilustrísima y suVenerable Cabildo con los demás Ministros del Altar sufrirían gus-tosamente prisiones, destierros, y aun la misma muerte; pero que noparará en esto solo; sino que los tiranos facciosos para llevar adelantesus proyectos, derramarían ríos de sangre de este Pueblo inocente queno ha tenido parte en sus crímenes. Que comprende que el impulso delas pasiones vivas que hoy los agita, podrá templarse dentro de brevesdías, y con más oportunidad se desbaratará esta máquina horrible, sincausar a los fieles tantos males. Que para la consecución de esto, SuSeñoría Ilustrísima y su Clero, dirigirían al cielo sus más fervientesoraciones y procurarán en las conversaciones en el tribunal de laPenitencia y en cátedra del Espíritu Santo desengañar a los preocu-pados y poco a poco ir disponiendo los ánimos para la reposición delas cosas a su debido orden, y ser. Qu en esta virtud, estimándoseobligado a evitar los daños y deterioros de la Grey que se le ha enco-mendado, conceptúa conforme a los dictámenes de la prudencia, noprecipitar las cosas por un celo ardiente, y poco conforme con el espí-ritu de mansedumbre y lenidad que debe caracterizar a los Ungidosde Dios vivo, y ceder por ahora a la fuerza y violencia de los mando-nes que están respaldados de toda la Tropa y Armas. Que en conse-cuencia le parece a Su Señoría Ilustrísima que se presten a la asisten-cia a la Iglesia Catedral, Misa y Juramento que harán los Facciososbaxo las protestas más Solemnes de no adherir a los principios que sehan propuesto los sediciosos, de no faltar a la fidelidad de Vasallos delRey Nuestro Señor, a los Votos que en esta razón tienen hechos y alos principios de la Religión que nos mandan obedecer a los legítimosMagistrados, que son los que indignamente han sido depuestos. Yhabiéndose conformado todos, y cada uno de los Señores Capitularescon el parecer de su Señoría Ilustrísima, acordaron asistir a la Misay Juramento baxo la siguiente protesta que hacen delante de Dios.Que de ninguna manera se entienda que su Señoría Ilustrísima, su

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Venerable Cabildo y el Clero hacen tal juramento; que solamente lopresencian materialmente por la fuerza en que se halla constituidatoda la Ciudad, y para evitar no tanto el atropellamiento de losMinistros del Altar que lo recibirán todo con resignación cristiana,cuanto el derramamiento de la sangre del inocente Pueblo, por cuyaconservación únicamente miran. Que se mantienen firmes delante delos Cielos y tierras en el amor, obediencia y fidelidad que profesan asu Rey. Que no reconocen por legítimas Autoridades a las que hanconstituido los insurgentes a nombre del mismo Pueblo que se hallaignorante de todo. Que la aplicación del incruento sacrificio que ha decelebrarse, sea precisamente por la restitución de nuestro prisioneroy venerado Monarca, prosperidad de sus invencibles armas y fideli-dad de toda su vasta Monarquía. Y que para resguardo de su SeñoríaIlustrísima y su Clero, y el hacerlo constar a su tiempo ante la Sobe-ranía y al Mundo entero, y que todos conozcan que proceden coactosy sin libertad por sólo evitar los grandes males, que de lo contrario seseguirán, se extiende esta Acta de Exclamación formal y solemne, ycerrada y sellada con siete sellos se custodia por la Prelada de uno delos dos Cármenes, imponiéndola en la carátula, precepto formal deSanta Obediencia , y pena de Excomunión Mayor Late sententie deguardar secreto, y no devolver el Pliego, sino a su Señoría Ilustrí-sima, y por su muerte al Venerable Deán y Cabildo Sede Vacante, porlos daños que de su publicación pueden seguirse. 40

Es decir que la Revolución nacía con adversarios internospoderosos y solapados -verdadera quinta columna-. Para obispo y altoclero no pasaba de ser abuso de “tiranos facciosos” con sus “designiosperversos”. Y así se orientaría a cuantos acudiesen a los confesionariospor consejos para bien actuar ante las novedades que Quito vivía.

Y en el Cabildo quiteño las opiniones, estaban lejos de ser uná-nimes. Un precioso documento nos introduce en la sesión del 5 de sep-tiembre de ese 1809, convocado para dar “en cabildo abierto” contesta-ción a descortés nota dirigida al gobierno quiteño por el Cabildo dePopayán. Allí el Regidor Pedro Calisto, refiriéndose al 10 de agosto,manifesto que el Cabildo “no había parte en el acahesimiento delexpresado día ni se había contado.con él para nada”. Indignó esto a

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40 El “Acta de Exclamación” se publicó en Museo Histórico, n. 29. Consta en el proceso seguidoa los revolucionarios de Agosto. La reprodujo íntegra Borrero, ob. cit. pp. 36-38

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uno de los patriotas más decididos, el Regidor Manuel Zambrano, yrepuso “que el Pueblo Soberano había instalado la Junta sin tener nece-sidad de contar con el Cabildo porque había reasumido en sí todas lasfacultades Reales”. Alza la voz entonces el Regidor Manuel Maldonadoy le replica: “¿Que cómo era eso de Pueblo Soberano viviendo el SeñorDon Fernando Septimo, y su Real Dinastía? ¿Como puede llamarsePueblo unos pocos hombres, que se hicieron convocar la noche delnueve de Agosto?” Manuel Zambrano lo frenó con firmeza. Le opuso“que si el Cabildo hubiese tenido algún derecho lo había perdido con nohaber representado cosa alguna en el día que fueron congregados en elGeneral de San Agustín”. Pero otros dos contumaces monárquicos, eltristemente célebre Juan José Guerrero y José Salvador, insistieron enque “conforme a las Leyes de España no había Pueblo Soberano, porqueel Reyno de España era Monárquico, y su sucesión hereditaria” 41

En la misma Junta se incrustarían realistas convencidos. El yanombrado Juan José Guerrero mostraría en el proceso que seguiría alfracaso del levantamiento, bajo los juramentos de rigor, la postura másreaccionaria: protestaría “que la junta de algunos plebeyos no repre-sentaban al pueblo; que el Pueblo propiamente dicho nada tenía quehacer en la formación de un Gobierno, con especialidad de las Indias”,dando por válidos los derechos de conquista. Y confesaba paladina-mente haber aceptado su vocalía con el empeño -secreto- de “restable-cer las autoridades legítimamente constituidas” y, en cuanto a las expe-diciones militares, “pudo usando de prudencia burlar y resistir estaempresa”. 42

Y lo peor de todo era la postura hesitante y casi claudicante delMarqués de Selva Alegre -a quien Stevenson pintó como “indeciso ytimorato”, “amigo del espectáculo y el alarde, pero temeroso de su pro-pia sombra, como si ella se burlara de él” y que “al igual que el pavoreal, dejaba que su plumaje cayera al suelo e intentaba esconderse”; deél, los burlones quiteños decían: “sus zapatos le quedan grandes”43 -.Intimidado por la amenaza del bloqueo inminente dirigió el 9 de sep-tiembre carta al virrey Abascal exponiendo las razones para haber

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41 El documento –como documento 4- en Alfredo Flores y Caamaño, Descubrimiento históricorelativo a la independencia de Quito, Quito, Imprenta de “El Comercio”, 1909, pp. XIII-XVI.

42 Todos los alegatos de Guerrero en su favor, que prueban su postura realista y cuanto hizo,taimado, para que fracasase la Revolución –algunos de los cuales ocurrirán en su propiolugar- en la obra citada de Flores y Caamaño..La declaración aquí citada fue también trans-crita por Borrero, ob. cit. pp. 58-59

43 Stevenson, ob. cit. 496

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aceptado la presidencia de la Junta: procurar “impedir los desórdenestumultuosos, tranquilizar los ánimos y reponer el buen orden”, y con-fesaba un compromiso reservado con Ruiz de Castilla “de hacer todoslos esfuerzos más vigorosos para que se haga justicia a su mérito, repo-nerlo a su puesto y reconocerlo públicamente como a jefe legítimo”.44 Elsoberbio Abascal retaría al timorato Marqués como “irreflexivo” y loconminaría a que destruyera la Junta por “mala y ridícula”.

La Revolución de Quito no podía encerrarse en los límites dela ciudad y comarca. La Presidencia comprendía también Cuenca yGuayaquil. Uno de los primeros cuidados de los revolucionarios fuedirigir comunicaciones a ciudades, villas y asientos de la Presidencia, alos Ayuntamientos, que eran los que podían plegar a la causa, comorepresentantes de los pueblos. El texto de esa carta circular es clavepara ver como presentaban su acción hacia el resto de la Presidencia losquiteños de la Junta.

Se proclamaba que, habiendo la nación francesa subyugadopor conquista casi toda España, coronándose José Bonaparte en Ma-drid, y “estando extinguida por consiguiente la Junta Central, querepresentaba al legítimo soberano”, el pueblo de Quito se había con-vencido de corresponderle la reasunción del poder soberano, y habíacreado otra Junta igual Suprema e interina para que gobierne a nombredel señor don Fernando VII, “mientras Su Majestad recupere la Penín-sula o viniese a imperar en América”.45

Cevallos recogió el texto de otra circular, que atribuyó al Mi-nistro Morales. Acaso hubo hasta algún otro texto, con variantes debi-das a los destinatarios. En el que trae Cevallos, que es cortísimo, laparte medular pedía: “haga saber a todas las autoridades comarcanasque, facultados por un consentimiento general de todos los pueblos, einspirados de un sistema patrio, se ha procedido al instalamiento de unConsejo Central, en donde con la circunspección que exigen las cir-cunstancias se ha decretado que nuestro Gobierno gire bajo los dos ejesde independencia y libertad”, por lo que, informaba, la HonorableJunta había elegido presidente al marqués de Selva Alegre.46 Cuestapensar que este texto, de tan avanzado y radical sentido republicano,haya sido destinado a lograr adhesiones institucionales -así fuera decabildos- a la Junta quiteña.

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44 Documento transcrito por Borrero, ob. cit. pp. 52-5345 Así el texto de la circular como lo reproduce Borrero, ob. cit., p. 46.46 Cevallos, ob. cit,, 79, pp. 50-51.

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Los cabildos de Ibarra, Otavalo, Latacunga, Ambato, Riobam-ba y Guaranda reconocieron a la Junta quiteña.

En Guayaquil, el gobernador barón de Cucalón y Villamayorrechazó lo actuado en Quito. La carta que dirige al Virrey de Santa Fetiene este pasaje que respira saña: “Quito no es posible que se conserveen tan perverso estado, y si se me destina para su castigo, haré todocuanto convenga, y puede ser que logre a poca diligencia: es lugar quedebe ser arrasado, y no existir la mala raza de sus hijos” 47. Y a Quito, alde Selva Alegre, le responde de modo sarcástico, insidioso y despectivo.

Cuenca, sin molestarse en responder, inicia preparativos paramarchar sobre Quito a sofocar el alzamiento. Ni en Guayaquil ni enCuenca los fanáticos realistas que tenían el poder se engañaron sobre elsentido último del establecimiento de la Junta de Quito y sintieron enriesgo sus privilegios y granjerías. Peor aún, Cucalón ya se veía, en pre-mio del cruel castigo que infligiese a los alzados quiteños, nombradopresidente de la Audiencia...

Los pocos guayaquileños sospechosos de simpatizar con lasideas de Quito fueron vigilados. Rocafuerte fue puesto en prisión pre-ventiva. En Cuenca los posibles revoltosos fueron apresados, y a algu-nos se los envió a Guayaquil engrillados. Allí fueron tratados con lacrueldad y arbitrariedad que denunció el provisor Caicedo en su Viajeimaginario -en duros pasajes de esa preciosa crónica de un testigo de loshechos.

Popayán y Pasto rechazaron también a la Junta quiteña. EnPasto, la respuesta a la circular -según Cevallos, la de Morales- fue unbando en que se proclamaba que “toda persona de toda clase, edad ycondición, inclusos los dos sexos, que se adhiriese o mezclase por he-chos, sediciones o comunicaciones en favor del Consejo Central,negando la obediencia al Rey, será castigado con la pena de delito delesa majestad”.48

Entonces el centro quedó aislado. En el norte y en el sur seaprestaron fuerzas represivas. De Lima partieron tropas por decisióndel virrey Abascal -el peor enemigo de cuanto oliese a insurgencia con-tra el sistema colonial y su personal amplia área de influencia- y deSanta Fe las envió el virrey Amar y Borbón.

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47 Carta de 8 de septiembre de 1809, cit. por Zúñiga, ob. cit., p. 41548 Cevallos, ob. cit., 79, p. 51

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LA RESISTENCIA HEROICA

Había sonado la hora de la resistencia heroica; pero para queella fuese tan resuelta y masiva como iba a ser necesario hacían faltatres factores de los que el movimiento quiteño carecía: el líder, la uni-dad de las cabezas y el respaldo total del pueblo. La masa del pueblo -como lo advirtiera Cevallos- nunca estuvo toda ella decidida por lacausa: su devoción al Rey no acababa de convencerse de los fervoresrealistas de los “insurgentes” -como llamaban los chapetones a losrevolucionarios- y la gran mayor parte de los curas cumplían con celoartero la tarea de zapa que les había encomendado el “Acta de excla-mación” aquella a cuya suscripción secretísima hemos asistido; encuanto al líder, se nos ofrece enredado en su sólitos terrores y en pro-cura siempre del pacto que dejase a salvo su persona, lujos y propieda-des. De los otros aristócratas puestos a revolucionarios -más por el fer-vor de los ideólogos de la causa y por las circunstancias, y hasta por lanovelería del caso, que por hondas y resueltas convicciones-, Cevallos,historiador tan cercano a los sucesos, dijo que eran “afeminados y deblandas costumbres”, que “veían con horror las violencias”.49 ¿Y cuán-do se hizo una revolución sin violencia?

Pocas figuras se salvaban de esta general falta de carácter yreciedumbre. Estaban, por supuesto, los ideólogos y apasionados pro-pugnadores del nuevo proyecto político: Juan de Dios Morales y Ma-nuel Rodríguez de Quiroga. Estaba el militar cuya acción había sido yadecisiva y sería tan necesaria en lo futuro, Juan Salinas, ídolo de sussoldados. Sin embargo, Salinas podía aportar entusiasmo momentá-neo, apasionado, pero no tenacidad en el propósito. “El carácter deSalinas -escribió Stevenson- era bien conocido por Morales y Quiroga.Era todo un quiteño, volátil y voluble, que abrazaba cualquier objetocon avidez, sin reflexión ni discriminación; Salinas perseguía ardiente-mente en un principio cualquier esquema nuevo, pero lo abandonabacon facilidad el momento en que dejaba de serlo, o cuando surgíaotro”.50 Estaba un grupito de abogados: Ante, Salazar, Arenas y Saa. YJuan Larrea, que, entre otras cosas, era poeta jocoso...

Se imponía organizar un ejército y fue Salinas -con tantos títu-los para ello, como los exhibiría en su defensa- el encargado de hacerlo.Con 2000 hombres puso en pie de guerra la Falange de Fernando VII.

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49 Cevallos, ob. cit. 79, p. 4650 Stevenson, ob. cit. 492

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Hubo en la exaltada ciudad un contagioso entusiasmo. Unactor y testigo de los acontecimientos lo pintaría con viveza: “LaFalange de Quito, que ya está quasi completa, la gente con muy bellaOficialidad en que se ha empleado la más lucida juventud de Quitopretendiendo con ancia incorporarse en ella cadetes aun los niños dedies a dose años, de modo que no se respira aquí otra cosa que entu-ciasmo y Patriotismo aun en boca de las Señoras, que de nada hablancon más gusto que de cosas del estado y de la libertad de nuestra Patriaofreciéndose que en caso necesario contribuiran para el mantenimien-to de las tropas con las más preciosas Alajas de su uso”.51

Hubo mucho entusiasmo, pero faltó rigor. “En la estructura dela plana mayor -ha escrito Zúñiga- campeó por fatalidad la improvisa-ción técnica, el privilegio, la recomienda y el apellido, constituyendo aexcepción de pocos valores en la pericia guerrera todo un desastre deimprovisación y desacierto”.52

Un sino trágico se cierne ominoso sobre la joven revolución. Laamenaza exterior es cada vez más inminente y más fuerte: son Lima ySanta Fe, los virreinatos, los que se empeñan en aplastar un movimien-to que despertaba simpatías en muchos americanos y hasta incitaba aacciones semejantes. “Comenzaron a agitarse en los cabildos las nue-vas ideas. Hubo levantamientos en Popayán, en Mompox” -ha escritoGermán Arciniegas 53-, y en la junta convocada por Amar y Borbón conlas personalidades más distinguidas de Santa Fe, frente a los españoleseuropeos y unos pocos americanos que se pronunciaron por llevar laguerra a Quito, a someter por la fuerza a los revolucionarios, los crio-llos -la mayor parte de la concurrencia- “pusieron en duda la legitimi-dad del Gobierno de la Suprema Junta Central de Sevilla” y declararon“justificada la conducta de los habitantes de Quito, como basada en losmismos procedimientos y derechos que le dieron nacimiento a tal Jun-ta” y hasta hubo quien opinó “que debía seguirse el ejemplo deQuito”.54 Con rica documentación a la vista, Jijón y Caamaño pudoresumir: “Los tres principales centros del Norte de América Meridional

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51 Carta del Marqués de Villa Orellana a don Julián Francisco Cabezas, en Luis Felipe Borja(hijo), “Para la historia del 10 de Agosto de 1809”, Boletín de la Sociedad Ecuatoriana deEstudios Históricos Americanos, T. II, enero-junio, Quito, 1919, p. 431

52 Zúñiga, ob cit., 39553 América mágica, Buenos Aires, Sudamericana, 1950, p. 19054 Juan D. Monsalve, Antonio Villavicencio (El Protomártir), Bogotá, Imprenta Nacional, 1920,

pp. 59-60

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se conmovieron profundamente con las proclamas de la Junta Sobe-rana instalada en Quito, que hicieron pensar a los criollos que había lle-gado el tiempo de realizar su aspiración: la de gobernarse por sí mis-mos; hablóse en público y en privado de lo acontecido, regándose asífecunda semilla. Caracas, Cartagena y Bogotá tuvieron, sucesivamen-te, sus Juntas, en cuya instalación no pudo menos de influir el ejemplode Quito, por todos conocido. No en vano escribió Molina: “Este inicuoplan (el de la separación de España) se ha seguido yá por muchos luga-res de América confederados con Quito o movidos de su ejemplo”55

Pero por ello mismo, por ver tan peligroso el peligro de conta-gio de las ideas quiteñas, crece y se fortalece la amenaza exterior, que,sin duda, va a exigir resistencia heroica. Y, frente a ello, en las cabezasdel nuevo gobierno quiteño se delata falta de convicción sobre el espí-ritu que había dado ser y daría su poder de resistencia a la Revolución.El 5 de septiembre, cuando se discute en el Cabildo la descortés notacon que el Cabildo de Popayán había respondido a la circular de SelvaAlegre, Juan José Guerrero, José Guarderas, Rafael Maldonado y elultramontano y traidor Pedro Calisto se redujeron a exaltar el amor alRey de España y a la religión; solo Manuel Zambrano y Pedro Montú-far defendieron a la Junta y lograron que al fin prevaleciera la posicióncontraria a la dura comunicación popayanesca.

Y al día siguiente, Presidente y vocales de la Junta presentaronproposición firmada para que se restableciera a Ruiz de Castilla y de-más viejas autoridades. Los ministros Morales y Rodríguez de Quiro-ga y Salinas se opusieron indignados. Y otra vez se pronunció el pue-blo de Quito, con motines que obligaron a salir de la ciudad y ocultar-se a Presidente y vocales.

Estos sucesos dejaron el gobierno revolucionario en poder deMorales y Quiroga, apoyados por Salinas, como jefe de las tropas. Losmiembros de la Junta, mirados con sospecha por el pueblo, la abando-naron, salvo el Marqués de Selva Alegre, cuyas actuaciones eran cadavez más equívocas.

Se envía embajadas a Cuenca, Guayaquil y Popayán en procu-ra de apaciguar la violenta reacción de sus autoridades y buscar adhe-siones a la causa. Pero a Cuenca se manda, en “imprudente nombra-miento” (Cevallos), a Pedro Calisto, uno de los más contumaces realis-

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55 Jijón y Caamaño, ob. cit. p. 16. Especialmente rica y sugestiva la nota 2. Lo de Molina, ensu informe al Presidente de la Regencia, desde Cuenca, el 29 de abril de 1811.

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tas, que hace de su misión gira de sostenidas traiciones. “Fue -como loha recogido Cevallos- predicando ardientemente contra la revolución yestableciendo el partido realista en las ciudades de Latacunga, Ambatoy Riobamba y más pueblos del tránsito que habían abrazado la procla-mación del 10 de agosto”.56 Y a tanto llegó la felonía que desde Alausídirigió comunicación secreta al coronel Aymerich, jefe militar de Cuen-ca, informándole sobre las debilidades del gobierno de la Revolución einstándole a cargar sin demora sobre Quito. La exasperación a quetamaños actos traidores llevaron a las gentes leales se manifestó en lareacción de los comandantes Antonio Peña y Juan Larrea que ordena-ron dar bala al traidor y, al no ser alcanzado por ellas, cargaron sobreél, espada en mano.

Las otras misiones, si no convictas de doblez, sí lo fueron defalta de iniciativa y de ineficacia. De los enviados a Guayaquil, el Mar-qués de Villa Orellana no llegó a destino y José Fernández Salvador,realista convicto, se quedó en el Puerto. A los enviados a Popayán elCabildo se negó a recibirlos por ser, se dijo, representantes de un go-bierno espurio.

NO QUEDABA SINO LA GUERRA

Frente a la amenaza exterior no quedaba sino la guerra. Lasuerte de la Revolución, como ha pasado siempre, estaba en manos delos ciudadanos armados.

Un frente, al sur, era Riobamba. Allí había que detener a lasfuerzas realistas de Cuenca. Estaba a la cabeza del Corregimiento Xa-vier Montúfar y Larrea, hijo del marqués de Selva Alegre, y fue nombra-do coronel del ejército expedicionario del sur. Organizó una Compañíade Milicias y otra de Dragones, destacó una Compañía de Milicias aAlausí y envió dos destacamentos a Guaranda. Y solicitó a Quito arma-mento, cuatro Compañías de la Falange y un oficial para el mando.

Pero acción tan apasionadamente asumida fue enfriada poruna carta de su padre, el Marqués. “Estoy trabajando incesantemente -le confiaba- a fin de verificar mis deseos en la reposición del Conde”.57

Le prometía noticias -en ese mismo sentido de labor de zapa a la Revo-

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56 Cevallos, o. cit., 79, 5757 Carta transcrita por Borrero, ob. cit., p. 116

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lución- y le encomendaba que “a la hora la comuniques a Pepe Larreay a los Gobernadores de Guayaquil y Cuenca”.

Esta lamentable carta lleva fecha de 2 de septiembre. El 5 deoctubre el Cabildo de Riobamba ponía fin a la paralítica acción deMontúfar, decretaba la contrarrevolución -otra obra del traidor Calisto-y apresaba al joven Corregidor.

El otro frente del sur era Guaranda, por donde debían subirhacia Quito las tropas de Guayaquil y Lima. Nombrado CorregidorJosé Larrea Villavicencio, patriota a toda prueba, desde que se posesio-nó de su función, el 20 de agosto, desplegó intensa actividad para obs-truir caminos y construir fortificaciones. Pero al frente de parte de losrefuerzos pedidos al centro llegó otro traidor, un sargento mayor Ma-nuel Aguilar, del que tendría que deshacerse. Con los efectivos dispo-nibles, Larrea montó un real frente de defensa. Cercano ya el ataque delas fuerzas de Guayaquil, reforzadas por las enviadas desde Lima porel Virrey, el leal y valiente Corregidor comenzó a sentirse solo. Y el 6 deoctubre le cayó encima la noticia de que el Cabildo de Riobamba sehabía pronunciado contra la Revolución. Finalmente, el 11 un gruporealista, a las órdenes del antiguo Corregidor, sometió el cuartel yLarrea Villavicencio debió escapar.

Y estaba el norte, el ultrarrealista Pasto, y, detrás de él, Popayán.En Otavalo, el flamante Corregidor José Sánchez de Orellana,

hijo del marqués de Villa Orellana, levantó tropas de milicia -y enCayambre, Tabacundo, San Pablo, Cotacachi y Atuntaqui-, venciendola oposición de curas españófilos. Organizada esta milicia hasta el 23de agosto marchó hacia la frontera de Pasto. El Corregidor de Ibarrafabricaba armamento.

La expedición a Pasto fue puesta a órdenes del teniente coro-nel Francisco Xavier Ascázubi. Se le había adelantado cumpliendo unade las tareas revolucionarias más ejemplares de esta hora el cura JoséRiofrío, que con su prédica mantenía alto el espíritu de los destacamen-tos de Tulcán -impacientes por la acción, pero sin armas, que nuncaacababan de llegar-, y granjeaba partidarios para la causa en Ipiales,Cumbal, Túquerres y Pasto. Cuando llega la Proclama de la Junta Cen-tral, “he mandado -refiere- a sacar unos cuantos ejemplares para repar-tirlos. Lo leí públicamente y los más rústicos entendieron al instante”.Fue Riofrío, cura de Píntag, sacerdote de confianza del Marqués deSelva Alegre -lo vimos-, uno de los que sintieron recelo de dar el golpe

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el 10; pero, hecha la Revolución, se entregó apasionadamente a defen-derla. Sus cartas a Morales -el ministro que el perspicaz cura sabía lúci-do y de honradez revolucionaria a toda prueba- constituyen documen-to vibrante de esta hora decisiva para la joven patria. Y documento crí-tico inapelable, aun en su más extremada dureza. “Una expedición maldirigida y la total falta de armas ha puesto en manifiesto riesgo nues-tros quinientos hombres que están acuartelados y a todo este fiel vecin-dario” -le escribe el 15 de septiembre, y el 2l le trasmite su malestar porla demora injustificada de Ascázubi en Ibarra, “que nos ha hecho yadifícil la toma de Pasto y puesto en riesgo a nuestros aliados”. “Quéhombres de tan poco honor y vergüenza” -se indigna. Importa añadirque esas cartas muestran a Riofrío como hombre de letras y, literaria-mente, son destacada parte de la producción epistolar del período.

Indignante y dolorosa la crónica del fracaso de las armas deQuito en su campaña del norte, que puede seguirse de estación en esta-ción por las cartas del doctor Riofrío. El 16 de octubre se decidió lasuerte de esa campaña en el paso del Funes. Fue aquella, que Monsalvellamó “el primer combate de la independencia”, una derrota con con-secuencias trágicas porque no se pudo organizar una retirada ordena-da, que mantuviese capacidad de resistencia.

Quedaron las tropas del norte -que iban a decidir la suerte dela Revolución- en situación penosa: les faltaban hasta los alimentosindispensables. Debíase ello, en gran parte, a la traición de tanto trai-dor como estaba incrustado en el centro. Lo que pasaba en Quito bas-taba para desmoralizar cualquier espíritu de resistencia y para termi-nar de descoyuntar hasta el menor empeño bélico.

LO QUE PASABA EN QUITO

¿Qué pasaba en Quito?El 14 de octubre, en medio de agrios discursos de uno y otro

lado, se leyó la última propuesta del Marqués de Selva Alegre para queel viejo Conde reasumiera la presidencia -aunque con algunas condicio-nes que dejaban a salvo el honor y la seguridad de las cabezas del movi-miento-. Los líderes barriales se exaltaron, ante lo que veían como felo-nía ya desembozada. “El pueblo se amotinó -escribiría el de SelvaAlegre-, me vi precisado a renunciar la fatal presidencia, y a huir por

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entre la multitud, para retirarme a Latacunga”.58 También los otros de laJunta que estaban en la conspiración contrarrevolucionaria escaparon.

Convocados los barrios al día siguiente, tras pugna de tribunosse elige para reemplazar al de Selva Alegre a Juan José Guerrero, condede Selva Florida. Paradojalmente fue el candidato que exaltó Rodrí-guez de Quiroga.59 Guerrero, como lo revelaría en detalle la vista delfiscal Arechaga, trabajó siempre, tan solapada como decidida y eficaz-mente, por la reacción realista. “Me armaba -confesaría- contra el fana-tismo filosofico, y hacía sus esfuerzos inutiles, pr. el bien de la socie-dad, y el restablecimiento de la perfecta autoridad del Soberano enunos Pueblos qe. hacían vanidad de estár poseidos de mas patriotismo,y de más espiritu publico para conducir y fermentar violentamente surevolución”. Y en otro documento, en su Vista, el Procurador generalatestiguaba: “nombrado poco despues Presidente de élla, aceptó esteempleo, despues de haber pedido,y obtenido secretamente el permisonecesario del Excelentisimo Señor Conde Ruiz de Castilla Presidentelegitimo que anombre de su Magestad gobernaba esta Provincia, con elpreciso objeto de reponer las autoridadesd legitimas que se hallabanseparadas de sus respectivos cargos por la fuerza de los revoltosos”60

Guerrero, apenas posesionado, por bando, anunció la “Subor-dinación y dependencia a la Suprema Junta Central”, a la que calificabade “representante fiel y legítima” de Fernando VII. Y exigió juramentosde obediencia al Rey al Obispo, Cabildo y clero secular y regular -el 21de octubre- y “al Tribuno Militar Salinas y a los Oficiales y Tropas quese habían levantado” -el 22-. Y todos prestaron el juramento .61

Pero ya, con fecha 15, Juan Salinas ha escrito a Ruiz de Castillaofreciéndole obediencia y garantizándole seguridad y rubricandoaquello con la solemne protesta de “derramar si fuere necesario mi san-gre”.62 Y, comenzando a cumplir la oferta, aleja de Quito -a Machachi, a

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58 Cit. por Zúñiga, ob. cit., p. 45359 En su alegato de defensa, Rodríguez de Quiroga daría una versión de su postura a favor de

Guerrero en esta hora de la revolución. Hay que leerla con la debida cautela, por la mismacondición de ese texto: defensa, en que se trataba de presentar las cosas del modo más favo-rabvle al punto de vista de los ensañados acusadores. Cf. Roberto Andrade, vol. de docu-mentos cit., pp. 624-626.

60 Los dos textos en Alfredo Flores Caamaño, Descubrimiento Histórico, ob. cit. El primero, enunas Adiciones a un oficio, escritas por el propio Guerrero, al margen, doc. 12, p. XLI; elsegundo, doc. 13, p. LII.

61 Ibid., docs. 15 y 16, pp.LVII-LXI.62 El texto completo de la carta de Salinas a Ruiz de Castilla en Borrero, ob. cit., pp. 171-172.

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órdenes de Antonio y Juan Ante- las compañías que veían mal su entre-guismo. El 18 podía decirle al viejo Conde que solo restaba “efectuar laentrega de armas y baterías a V. E.”.

Entretanto en el norte soldados quiteños de la Revolución eranderrotados, morían y eran perseguidos en desordenada desbandada. Elnuevo Presidente, traidor a la causa, había comenzado por prohibir elenvío de víveres y pertrechos a esas tropas, y a quien más se desespe-raba por la situación de esos patriotas en riesgo de la vida, el Corre-gidor de Otavalo, habíale ordenado abstenerse de auxiliarlos. Moralesurgía: “Aunque el Señor Castilla entrase baxo las condiciones propues-tas no deben suspenderse las expediciones, especialmente la del Norte;pues se atrevieron a atacar nuestros reductos, y estando yá en funciónnuestra Tropa es preciso socorrerala. En esta virtud me parece que nose puede precindir de que Yó me vaya con el auxilio que se pueda, yespero se servira Vsia remitirme hoy su Superior orden para partirmañana”. El cínico Guerrero sumillaba: “No ha lugar esta preten-cion”.63 El siempre bien documentado Flores Caamaño desnudó la infa-mia de Guerrero hasta el final trágico.64

Diez días le bastaron a Guerrero para hacer realidad sus sola-pados designios. Se gloriaría: “dentro del brebisimo espacio de diezdias consume la grande obra de disipar la revolucion, y dexar repues-to al Gefe”65 Fue del 12 al 22 de octubre.

Consumada la traición de los realistas incrustados en los man-dos revolucionarios, dominó el sentimiento de que sobre la ciudad secernía una catástrofe total. Se ofreció entonces a Ruiz de Castilla unacapitulación honrosa para las partes. El 24 de octubre se formalizó esacapitulación “con los votos de toda la Ciudad de Quito, nobleza, vecin-dario y Cuerpos Políticos”. Se lo hacía -se decía- para evitar una gue-rra civil y “mantener la subordinación en dependencia”.

Se establecía que la Junta de Quito “sea una Junta Provincial,sujeta y subordinada a la Suprema de España” y “que en ningún caso,ni por ningún evento se haga novedad ni persecución de ningún ciu-dadano, en su honor, vida ni intereses”. De no aceptar el Conde estascondiciones, advertía Guerrero, “no respondía al Rey, a la SupremaJunta Central, ni al Universo todo de las funestas y terribles consecuen-

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63 Flores Caamaño, ob. cit., doc. 20, pp LXIV-LXV.64 Flores Caamaño, ob. cit., pp. 10-1165 Ibid., doc. 13, p. XLIX

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cias que se sigan de la Anarquía, del poder arbitrario y de los excesosde un Pueblo conducido al despecho”.66

El Conde se comprometió: “Ofrezco bajo palabra de honor yseguridad de no proceder contra alguno en esta razón”.

Rubricado por las partes el solemne compromiso, el 25 de octu-bre entraba en Quito el viejo Conde. Aymerich estaba ya en Ambatocon una fuerza de mil doscientos hombres. De Lima se acercaban qui-nientos al mando de Arredondo, y por el norte venían las tropas realis-tas victoriosas. Pudo, pues, Ruiz de Castilla ordenar al iracundo Ay-merich que volviese a Cuenca con sus tropas.

Pero a Arredondo le mandó -ignorando que, según las capitu-laciones, Quito estaba con la normalidad restablecida- que avanzasesobre la ciudad. El 3 de noviembre se puso en camino a la cabeza de sus500 hombres del Real de Lima -200 veteranos y 300 zambos maleanteslimeños.

El pueblo quiteño, en un pasquín que se fijó en varias calles dela ciudad, denunciaba: “La mayor traición que hay en el día es querermeter tropas extranjeras”. Y anunciaba: “Nosotros ya estamos resueltosa morir matando, siempre que entren tropas extranjeras”.

Y se reprochaba a Salinas su proceder. Ese pueblo tenía claraconciencia -ese era el mayor fruto de la fracasada Revolución- de serdepositario de poder. Solo debía temerse a tres -formulaban esos sabiospasquineros-: “el Rey, el Papa y el Sin Capa”, y concluían: “Ya vesSalinas si no te iba mejor hincándote delante de nosotros que somosuno de los tres que hincándote delante de taita Carrancio, que a más deno ser uno de los tres, es Chapetón pícaro”.67

El 24 de noviembre entraban en Quito las tropas extranjeras.Ruiz de Castilla ordenó que se retire la guarnición de la ciudad. Man-tuvo el mando de Salinas para una Compañía de Dragones de 50 pla-zas, pero el coronel pidió que también este cuerpo se disolviese.

Quito, la revolucionaria, la altiva, la siempre rebelde, quedabaotra vez subyugada al poder español.

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66 El documento completo en Borrero, ob. cit., pp. 178-17967 Cf. Borrero, ob. cit., p.186

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HACIA EL TRAGICO 2 DE AGOSTO

Ruiz de Castilla, en posesión de todo el poder con la llegada delas tropas de Arredondo, ignoró sus compromisos, y el 4 de diciembre,por bando, “a son de cajas y música militar” -según queja del obispoCuero y Caicedo-, anunciaba que “habiéndose iniciado la circunstan-ciada y recomendable causa a los reos de estado que fueron autores,auxiliadores y partidarios de la Junta revolucionaria levantada en 10 deagosto del presente año”, se exigía que nadie encubriese a los reos ymás bien los denunciara, nada menos que “bajo pena de muerte al quetal no lo hiciese”. Esos reos de Estado, con cargo de alta traición, erancuarenta y dos.

Fueron a dar en prisión Arenas, Morales, Salinas... Y líderespopulares, como Pacho, el organista. Entre los declarados reos de trai-ción estaba el Marqués de Selva Alegre. A quienes alcanzaron a poner-se a salvo se los buscó con celo y saña. La feroz persecución se exten-dió a toda la Presidencia, comprometiendo a corregidores y goberna-dores bajo la amenza de pena de muerte, caso de saber el paradero dealgún prófugo y no denunciarlo.

Y la lista de “traidores” crecía: para el 19 de enero alcanzaba yaa ciento cuarenta y más.

El proceso se instauró y comenzó a llevarse con extraña celeri-dad y de modo sumario, inicuo.68

Era Juez Comisionado Felipe Fuertes, magistrado justo; peroquien lo manejaba todo, desbordando sus funciones y atribuciones defiscal, era Tomás de Arechaga, a quien Stevenson describió “brutal ensu apariencia, sus maneras y sus acciones; poseía toda la crueldad pro-pia de la casta de los chinos, que son una mezcla de africanos conindios” y de cuyos móviles denunció: “se hubiera bañado en la sangrede sus compatriotas para asegurarse la promoción”.69

Ante lo inicuo del aparato montado, el Marqués de SelvaAlegre pidió -el 6 de enero- al virrey Amar y Borbón “se sirva enviarun Juez Pesquisador, íntegro, prudente e imparcial”.70

Aunque acicateado por turbios motivos y apasionada sevicia, el

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68 Se extendió en mostrar la suma de inquidades perpetradas Carlos de la Torre Reyes en suLa Revolución de Quito del 10 de agosto de 1809, ya citado.

69 Stevenson, ob. cit., p. 500.70 La carta en Zúñiga, ob. cit., pp. 486-488.

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análisis que Arechaga hacía en su vista fiscal del verdadero alcance dela Revolución quiteña calaba hasta las intenciones de los más decididosy lúcidos de sus gestores. Hablaba de “la corrompida intención de algu-nos individuos que quisieron hacer independiente esta Provincia”. Deljuramento de la catedral en favor de la Junta revolucionaria decía: “noera otra cosa en substancia que la indicada independencia y sustraccióndel suave yugo de la dominación española”, y concluía: “Todos los pro-cedimientos de la Junta Revolucionaria, no han respirado sino libertad,independencia y sustracción de la dominación española”. Estupendoelogio de la Revolución quiteña, aunque sin extenderse a sus funda-mentos jurídicos y usado para un simplista pedir la pena de muertepara cabezas y seguidores, sin hacer diferencia.71

Pero esto Arechaga no lo podía probar, ni siquiera de Moralesy Rodríguez de Quiroga, pues estaban de por medio las protestas defidelidad al Rey y los votos de sujetarse a él tan pronto recuperase, enEspaña o en América, ese poder del que lo había despojado el invasorNapoleón.

Los cargos que Arechaga intentó probar eran deponer magis-trados legítimamente constituidos, establecer tribunales no designadospor el Rey, rebajar el papel sellado, extinguir el cabezón de las hacien-das y los estancos.

Pero todo esto podía hacerlo una Junta que había razonadosuficientemento su legitimidad. Hacía falta mucho más para dar fuer-za al cargo de alta traición. Alta traición era “darle al populacho, com-puesto de la gente más ruin y despreciable de la ciudad, el nombre desoberano”.

Probar que eso era alta traición requirió un ejercicio de filosofíapolítica, que el fiscal resolvió con rastrero pragmatismo cortesano: “por-que estando expresamente prevenido por las leyes fundamentales de laNación, que el poder soberano recae en los magnates del Reino, a faltadel legítimo sucesor de la corona, fue una usurpación proditoria el dár-selo a la ínfima plebe, mayormente estando vivo nuestro adorado Fer-nando y existiendo aún muchos individuos de la familia reinante”.

Tras proceso así llevado, Arechaga pidió pena capital para cua-renta y seis acusados, y penas de presidio o destierro para los demás.

Stevenson, que tan cerca estaba de Ruiz de Castilla, nos ha con-tado lo que ocurrió entonces:

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71 La vista fiscal de Arechaga en Museo histórico, 19, Quito, marzo de 1924.

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Cuando el proceso finalizó y no se requería más que el veto delPresidente, se enviaron los papeles al palacio; pero en vez de concor-dar con la opinión del fiscal y de dar paso a las instancias del Coronel Arredonda, el Conde ordenó que los papeles permanecieran en suescritorio. Su agitación era entonces verdaderamente entristecedora.Con frecuencia me decía que prefería sentenciar su propia muerte quesacrificar tantas víctimas embaucadas que en su mayor parte habíancometido, tan solo, un error de juicio, llevadas tal vez por un equivo-cado sentido de lealtad. Al final el Conde se decidió a llevar el caso alVirreinato de Santa Fe para que fuera revisado, con el inconcebibledesconcierto de Fuertes, Arrechaga y Arredonda, quienes habían fun-dado sus esperanzas de ascenso en la ejecución de prisioneros a quie-nes les habían dado el epíteto de traidores .72

Otro testigo de los acontecimientos, de más amplio mirador ymás crítico que el inglés, el provisor Caicedo, aportó otra inter-pretación para ese giro dado por la causa:

Con este motivo se descubrió el misterio de la precipitada remisión de los autos y viaje de San Miguel. Se llegó a saber que en el correo ante-rior hubiera recibido el señor presidente oficio de don CarlosMontúfar, en que le daba aviso de su comisión real que traía y le pre-venía que suspendiera el curso de la causa de la revolución y no diesepaso en ella hasta su llegada a esta capital, haciéndolo responsableante el rey delos perjuicios en caso contrario. Una orden tan decisivacomo ésta, frustraba los designios sanguinolentos del complot.73

(Cuando el voluminoso expediente -no menos de seis resmas-llegase a Bogotá, la revolución del 20 de julio impediría que se lo cono-ciera).

Y es que en ese julio pesaba ya en la escena de las cosas quite-ñas un nuevo actor, que iba a jugar papel decisivo en los acontecimien-tos por venir: Carlos Montúfar, hijo del Marqués de Selva Alegre,designado Comisionado del Consejo de Regencia para la Presidenciade Quito, con poderes hasta de constituir Junta Gubernativa.

Carlos Montúfar, por entonces de treinta años, llevaba varios

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72 Stevenson, ob. cit., p. 49973 Manuel José Caicedo, Viaje imaginario, en BEM, 17, pp. 66-67

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en la Península; su heroica actuación en la lucha contra la invasiónnapoleónica le había merecido el coronelato de Húsares, y su cultura yrelaciones -entre las que se contó la de Humbodt, el ilustre huésped desu padre en los Chillos- le habían granjeado aceptación en los más altoscírculos sociales españoles. Ahora había recibido -junto con otros dosamericanos distinguidos, uno para el Alto Perú y otro para la NuevaGranada- del Consejo de Regencia alta designación y crecida responsa-bilidad.

Ya en tierra americana, en Cartagena, el Comisionado se ente-ró, por el Comisionado del Reino, el mariscal de campo Antonio Nar-váez, y por José María Maldonado de Lozano, encargado por el Virreyde la pacificación de Quito, del inicuo proceder de Ruiz de Castilla y el16 de mayo dirigió informe al Consejo de Regencia. “Todo fue juradosolemnemente -denunciaba-, quedando de este modo establecida latranquilidad y el orden; pero cuando desarmadas las tropas, quedandotodo olvidado, yacían tranquilos los ciudadanos contando con la fepública, repentinamente entran las Compañías de Lima, se procede aprisiones y embargo cargando de grillos y cadenas a casi todos los ciu-dadanos de la primera representación del país y formando hasta cua-trocientos procesos criminales, sumergiendo de este modo la Provinciaen lágrimas y luto, faltando así a las promesas más sagradas, al tratadomás solemne y haciendo se desconfíe de la Magestad, bajo cuyo sagra-do nombre fueron hechos, sistema adoptado por los Oidores de SantaFe y sostenido por el Virrey con las mismas miras que lo hicieron el año94 para hacerse mérito a pretexto de su depravado celo. Esto es, señor,el estado actual de la Provincia de Quito”.74 Denunciaba el ambicionarla presidencia de Quito del gobernador de Guayaquil, Cucalón, y delde Popayán, Tacón, y los saqueos y abusos de las tropas de Arredondo.Y requería del alto poder peninsular “se digne repetir al Virrey deSanta Fe las órdenes de indulto general y de olvido absoluto de todo loocurrido en el desgraciado Reino de Quito”. El argumento en que apo-yaba su petición era que veinte días “separaron sus engañados habi-tantes de la justa obediencia”, pero volvieron a ella por sí solos, sin serimpelidos por ejércitos. Informaba haber dado parte de su Comisión alVirrey de Santa Fe y al Presidente de Quito “suplicándoles suspendantodos los procedimientos hasta haberse impuesto de las soberanas

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74 El informe completo en Monsalve, ob. cit., pp. 338-340

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órdenes de Vuestra Majestad”. Propone para nuevo Virrey al mariscalAntonio de Narváez, por sus virtudes, talento y prestigio, y trasmite lasquejas del pueblo quiteño contra funcionarios venales e injustos yaantes depuestos, los ministros de la Audiencia Marchante y Bustillos,el asesor y los gobernadores de Guayaquil y Popayán.

El 17 de junio pudo Montúfar exponer sus puntos de vista per-sonalmente al Virrey, en Bogotá, al tiempo de presentar sus cartas cre-denciales.

Y dirigía cartas a las gentes de Quito, comenzando por supadre y el Cabildo. Ruiz de Castilla y su camarilla secuestraron cartas,al tiempo que el viejo y taimado Conde pedía al Virrey impedir o almenos demorar la llegada de Montúfar a Quito, siquiera hasta rematarel juicio entablado a los acusados de traición a la patria.

Pero Montúfar seguía viaje a Quito. El 7 de julio salió deBogotá.

La inminencia de su arribo precipitó las cosas en Quito.Y las cosas en la convulsionada ciudad iban mal. Los abusos de

la soldadesca limeña eran cada vez más irritantes. “Las tropas de Limacompuestas de negros y mulatos hacen mil vejaciones y escándalos”,denunciaba ante el virrey Amar y Borbón el Marqués de Selva Alegre,desde la clandestinidad, el 3 de marzo de ese 1810.75

Y el 7 de julio, mientras el comisionado Montúfar salía ya haciaQuito, ante la noticia de que las tropas limeñas habían pedido a Ruizde Castilla el saqueo de la ciudad por un cierto número de horas y elpusilánime anciano se lo había concedido, las gentes quiteñas se amo-tinaron.

Este suceso provocó que Rodríguez de Quiroga denunciara an-te el obispo Cuero y Caicedo que “la primera orden que se dio en el pa-tio del Cuartel por el Comandante de la prevención, Dr. FernandoBassantes, fue que a la menor novedad se acabase con nosotros”, cosa,decía el altivo tribuno, que no podría hallarse “en ningún Código elmás bárbaro del mundo”.

Esa carta del revolucionario al Ilustrísimo es el último texto deese gallardo e indomable espíritu.76 Tras denunciar que ese mismo díapodía haber estado ya muerto, pregunta al Obispo: “¿Tan poco pesa lavida de los hombres y tan poco interesa la salud espiritual de las

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75 Proceso de la Revolución de Quito, t. VIII.76 Cosa que hacemos en el capítulo dedicado a la escritura de los hombres de Agosto.

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almas?”, reclama al Pastor: “¿O que se ha hecho V. S. I. que no interesasu autoridad celestial o su respetable mediación, para contener que noperezcan sus ovejas sin los auxilios de la Iglesia, y sin los consuelos dela Religión?”. Y termina con el más solemne emplazamiento, al que lopremonitorio del caso confiere su aire trágico: “Medítelo V. S. I. y tiem-ble ante la presencia suprema del Señor, por unas consecuencias tanirreparables, tan terribles, tan funestas, tan eternas. De hoy en adelan-te, si soy víctima sacrificada con violencia; si V. S. I. no clama, no amo-nesta, no silva como pastor por el riesgo inminente que corren sus ove-jas cautivas, por la pérdida de su salud eterna en fuerza de un asesina-to violento, que ordenó hoy día el Capitán Bassantes, yo, por mi partey a nombre de todos los demás, constituyo responsable ante el augus-to, tremendo Tribunal de Dios vivo, a V. S. I. a que desde ahora paraentonces lo cito y emplazo”.77

Pero nada se hizo y acaso nada pudiese hacerse. La suerte delos revolucionarios estaba sellada. Deberían haber muerto para cuandollegase a Quito el Comisionado regio, de quien toda la ciudad sabía loque pensaba del inicuo proceso y las desorbitadas penas pedidas por elfiscal.

(Esta es la hora en que la camarilla de Ruiz de Castilla agota elúltimo recurso legal: el envío del proceso a Santa Fe, con la esperanzade que el Virrey decidiese las sanciones, burlando la anunciada accióndel Comisionado).

Patriotas allegados a los presos y afectos a sus ideas debíansentir que la amenza contra esos seres inermes era inminente y queurgía hacer algo. Pero aquello debía ser en extremo cuidadoso. La cartade Rodríguez de Quirogaal obispo Cuero (y Rodríguez de Quiroga, elpublicista, se las ingeniaba para que sus ideas violasen las rígidas cen-suras y llegasen al exterior) dejaba claro que a los asesinos solo leshacía falta la ocasión y no era cosa de dársela. Pero a la camarilla delviejo Presidente le urgía esa ocasión.

Hay un revelador testimonio de primera mano de que esosinescrupulosos personajes fueron los que movieron los hilos de la falli-da intentona de libertar a los presos que terminó en la masacre del 2 deagosto. “Las voces de que don Simón Sáenz y don José Vergara Gaviria,con otros europeos, estaban pagando a los mozos de los barrios para

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77 La carta en Borrero, ob. cit. pp. 230-232

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que acometieran al cuartel con el fin de que fueran asesinados los pre-sos, estaban ya muy válidas” “Los oficiales hablaban de un asalto pre-parado contra el cuartel y se prevenían. Arechaga ofrecía el brazoizquierdo porque se verificara, para ver degollados a los presos y sem-bradas las calles de cadáveres”.78

EL CRIMEN DEL 2 DE AGOSTO

Y el 2 se perpetró el mayor crimen que registran los anales americanosdel tiempo.

El Provisor Caicedo fue testigo de aquellos acontecimientos yacucioso investigador de lo que no pudieron ver sino los propios ase-sinos. Era tal la gravedad de los hechos cuya noticia fijaba para la pos-teridad, que hizo preceder su crónica del más solemne pronunciamien-to: “Yo que presencié cuanto pudo verse por sólo un hombre en aqueldía; yo que no me gobierno por alguna pasión; yo que no tengo otrointerés que el manifestar la verdad en toda su luz, procederé conimparcialidad, hablaré con sinceridad y referiré lo más esencial consosiego, con ingenuidad y libertad”. Y este fue el relato de esas horasde confusión y horror.

A los tres cuartos para las dos de la tarde de ese terrible día acometie-ron tres solos hombres con cuchillos a la guardia del presidio urbano,que se componía de seis hombres, un cabo y un oficial todos de Lima.Mientras el uno se apechugaba con el centinela, llega otro como untigre con su puñal y le da un golpe. Entra y su vista hace temblar alos mulatos; salen orriendo, hiere al oficial y queda dueño del sitio yde las armas. Abre los calabozos y da libertad a los soldados que esta-ban presos. De éstos los más huyeron fuera de la ciudad, dos se reco-gieron en casa del prebendado Batallas y otros tantos en el Palacioepiscopal, tres quedaron voluntariamente en el presidio y unos seistomaron las armas que habían dejado los limeños y tiraron por laplaza mayor con dirección al cuartel. Entretanto se tañían las campa-nas de la catedral con señal de fuego. Los mulatos del presidio que sehabían ya juntado con los de la guardia de la cárcel, no se atrevían aresistir y detener a estos hombres bravos y los dejaron pasar.

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78 Manuel José Caicedo, ob. cit., p. 71

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Al mismo tiempo que al presidio asaltaron al cuartel de prevención deloslimeños cinco hombres, o según el informe del oficial que estaba de guardia, seis sin más armas que cuchillos. A su vista el centinela que-dó temblando y sin acción y largó el fusil, que tomó el morlaco denun-ciante que fue uno de los emprendedores, quedándose en su lugar conla cartuchera para fingirse verdadero soldado y usar del colma y de lapólvora. Los demás entraron tomando fusiles de los de la guardia,pusieron en desconcierto a todos los soldados, y cogieron la artilleríapara cuyo uso no tuvieron fuego. A este tiempo bajó el capitán Galupcon sable en mano y gritando”fuego contra los presos”. A esta vozuno de los seis atletas que estaban en el patio le acometió con el fusilcalado de bayoneta, y logró un golpe decisivo dejándolo en el puesto.Entretanto la tropa auxiliar de Santa Fe forzó una pared divisoria ye introdujo al patio donde estaban los campeones y con la superiori-dad de fuerzas y armas acabaron con ellos menos con uno que habién-dose dirigido al primero de los calabozos bajos para librar a los pre-sos, fue detenido por éstos y desarmado con desconsuelo suyo, perocon felicidad, pues así escapó con vida. Libres ya de estos pocos peroformidables enemigos, cerraron las puertas de la calle y comenzaronla inaudita carnicería contra los presos. Forzaron las puertas, que delmodo posible se habían asegurado y fueron sacrificándolos a balazosy golpes de hacha y sable. Salinas que estaba moribundo y se habíaconfesado como tal la noche antecedente, fue muerto en su cama. Mo-rales recibió los golpes hincado de rodillas. Ascázubi medio desmaya-do con el susto. Aguilera durmiendo la siesta, y los demás clamandopor confesión sin que se les concediera, estando allí dos sacerdotes, delos cuales fue asesinado con impiedad increíble el doctor don JoséRiofrío. Murió allí una esclava del doctor Quiroga que estaba encin-ta, y los mulatos decían con gran serenidad, “ola y cómo brinca elhijo”. Concluida la carnicería, salieron las hijas de Quiroga que habí-an escapado prodigiosamente del diluvio de balas quellovían en todoslos calabozos, y rogaron al oficial de guardia con mil lágrimas que lasredimiese. Este que no creyó que vivía el infeliz, se fue con el cadeteJaramillo y lo sacaron de su asilo. Le dijeron que gritara, “vivan loslimeños, viva Bonaparte”, y respondió él, ¡viva la religión, viva la fecatólica! le dio un sablazo Jaramillo y como salió gritando que le die-ran confesor lo acabaron de matar los soldados en el tránsito.

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En sustancia fue lo que pasó. Los hechos fueron confusos y lasresponsabilidades turbias. El pueblo de Quito -recogió el provisor Caice-do en su Viaje imaginario- estaba convencido de que el ataque a los cuar-teles “fue obra de algunos europeos de acuerdo con los jueces para ase-sinar con este pretexto a los que estaban presos”. El cronista halla razo-nes que apoyaban esta versión. La principal es cuánto temían autorida-des y mandos que los próceres saliesen libres -“Un oficial español deldestacamento de Lima llegó a decir que no creería en el Espíritu Santo siMorales, Salinas y Quiroga escapaban con vida”- y cómo celebraron lamatanza -“En casa del regente se hicieron las demostraciones de alegríaque se han referido y no había uno de los enemigos de Quito que norebozase en gozo”; y la noticia que recibieron de un soldado el Obispode Quito y su provisor y vicario fue: “Ya estamos bien porque los presostodos, menos el doctor Castelo, ya murieron”-. Hubo sin duda traidoresen la acción, y la precipitaron y luego enredaron. El Provisor habló del“morlaco denunciante”, “a veces comensal de Fuertes”. Y fue precisa-mente él, “uno de los emprendedores”, quien recibió el fusil del guardiadel cuartel de los limeños y quedó de centinela. Y después murió al tra-tar de estorbar la acción de los libertadores de los presos. Pero hubo tam-bién heroísmo en muchos de los que, acaso engañados, se jugaron la vidapara evitar que aquellos quiteños ilustres la perdieran inicuamente. Y sila empresa fracasó se debió a que quienes asaltaron el presidio urbano(que se hallaba en la esquina del Carmen Bajo) solo llegaron a auxiliar aquienes trataban de liberar a los presos del Real de Lima cuando suspuertas se hubieron cerrado y las tropas del contiguo Santa Fe entrabanya por un horado hecho con un disparo de cañón en la pared divisoria.Y hubo martirio de los próceres del 10 de agosto de 1809, que -esto estáfuera de duda- no tuvieron parte en la acción emprendida para libertar-los. ¡Si no cómo les habría sorprendido la muerte tan descuidados, encasos con sus familiares íntimos! Han muerto vil y cruelmente asesina-dos Juan de Dios Morales, Manuel Rodríguez de Quiroga, Juan Salinas,Francisco Javier Ascázubi, el presbítero José Luis Riofrío, Juan Larrea yGuerrero, Mariano Villalobos -gobernador de Canelos-, Juan PabloArenas, Antonio de la Peña, Vicente Melo, Atanasio Olea -el escribanoque dio fe del Acta del grito de Agosto-, Nicolás Aguilera, Manuel Cajías,Carlos Betancourt, José Vinueza y N. N. Tobar 79. ¡Qué dolorosa mutila-ción de la clase dirigente quiteña fue la de ese día!

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79 Cristóbal de Gangotena y Jijón publicó una lista de los mártires del 2 de agosto en el Boletínde la Academia Nacional de Historia, Vol. 6, n. 15, 16 y 17, Quito, 1923, p. 154. Como bien

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Siguieron a la alevosa masacre del Real de Lima otras muertesen sus inmediaciones por la desenfrenada soldadesca limeña y matan-za indiscriminada de gentes quiteñas a quienes esa hora de confusióny horror sorprendió en calles y plazas del centro de la ciudad. “En lascalles de Quito murieron unas trescientas personas” -recogería Ste-venson, que, como sabemos, estuvo en la ciudad, muy cerca del Presi-dente, en esos días80. Apenas si se opuso a la sorpresiva sevicia unospocos gestos de desesperada o altiva bravura. Entre los muertos cuen-ta el cronista inglés siete soldados españoles “que fueron muertos poralgunos carniceros indígenas”. Hay crónicas patéticas de esta hora, lamás trágica que viviera nunca Quito ni ciudad alguna de la Presiden-cia. A la matanza siguió saqueo de establecimientos comerciales y casasricas, permitido a la soldadesca como sórdida recompensa por haberlibrado al régimen de personajes cuya altivez y libertad de pensamien-to los hacía especialmente incómodos al aproximarse el Comisionado.

La masacre del 2 de agosto conmovió a América. En Caracas ySanta Fe, que habían instalado Juntas como la quiteña -el 19 de abril yel 20 de julio de ese mismo 1810-, se celebraron honras fúnebres por losmártires quiteños. El gobierno de Venezuela ordenó un día de lutoanual. La Junta de Santa Fe decretó tres días de luto general y solemnefuneral y dirigió al Cabildo de Quito oficio que la honra y honra aAmérica y es el más alto encomio del Quito heroico. Es texto que debeleerse, al menos en fragmento, en este punto en que el recuerdo de losbárbaros sucesos habrá producido en el lector algo de la conmocióncon que los vivieron los quiteños del tiempo:

La Suprema Junta de esta Capital que desde el momento en que hasabido los tristes sucesos de esa ciudad, ha mezclado sus lágrimas conlas de todos los buenos y casi ha considerado perdidos sus trabajosdirigidos principalmente a la salvación de aquel Pueblo y de las víc-timas destinadas al cuchillo; no puede dejar de manifestar su dolor aeste ilustre Ayuntamiento, y al mismo generoso pueblo que dió tanclaramente los primeros pasos hacia nuestra libertad. ¿Por qué una

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lo ha hecho notar Carlos de la Torre Reyes en su ya citada La Revolución de Quito , pp. 543-546, fue una lista incompleta y hasta errada (a Nicolás Aguilera, prócer asesinado, lo haceconstar como oficial muerto en el cuartel). Para los próceres asesinados en el Real de Limala lista está registrada en la parroquia de “El Sagrario” a la que pertenecía ese edificio.

80 Stevenson, ob. cit., p. 504

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distancia inmensa nos separa de esa ciudad? ... entonces los mando-nes de Quito, usurpadores de la legítima autoridad del Pueblo, reci-birán bien pronto el castigo de su temeridad. Mil patriotas volunta-rios se han ofrecido hoy a marchar a esa ciudad, sin premio ni recom-pensa alguna,y sin otra satisfacción que la de vengar a sus hermanos.Que tenga Quito este consuelo entre sus horrores, y que la Américatoda va a levantarse en un grito de venganza general. La perdida escasi irreparable. Salinas, Morales, Quiroga, con dificultad se puedenreemplazar. Los Frankilos, Washingtones de nuestra revolución nohan sobrevivido a la patria que conquistaron.81

Y a Ruiz de Castilla la misma Junta dirigió tremendo oficioacusatorio: la intimación hecha el 2l de agosto -le dicen- “sabemos ha-berse realizado funestamente el aciago día dos de Agosto”. Ello, siguen, “nonos sorprende porque dejaremos de haber creído que unas autoridades usurpa-doras de los sagrados derechos de los pueblos, y sostenidas sobre los excesos delterror y la opresión no fuesen capaces de procurar hasta el extremo la irrita-ción de los ánimos para derramar la inocente sangre de los ciudadanos a lamenor demostración que hiciesen por su libertad, después de los más largos ypenosos sufrimientos”. Y anunciaban un cambio de actitud frente a auto-ridades virreinales a las que veían como coautores del crimen cometi-do: “Tenga, pues, entendido V.E. que, aunque hasta ahora el ExcelentísimoVirrey y demás funcionarios del anterior gobierno en esta Capital, habían sidotratados mucho más humanamente que merecerían a proporción de sus deli-tos, desde este momento empezarán a sentir el peso de la severidad de estaSuprema Junta, como principal y talvez autores de las desgracias de Quito”.82

Y entre las repercusiones del 2 de agosto quiteño en América,la más decisiva parece haber sido que se convirtió en una de las razo-nes para luchar ya sin transigencias contra un poder que había mostra-do todo lo abusivamente cruel que podía ser. Bolívar en su Manifiesto alas naciones del mundo sobre la guerra a muerte pondría el trágico aconte-cimiento como uno de los grandes motivos para declarar esa guerra alos españoles:

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81 El vibrante texto lo recogió Pedro Fermín Cevallos en el Anexo 8, del t. III, pp. XXX a XXXII.Clásicos Ariel 80, pp. 163-164

82 En Cevallos, t. III, anexo 8, pp. XXXII a XXXIV. En la edición de populibro que manejamos,Clásicos Ariel 80, p. 165

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En los muros sangrientos de Quito fue donde la España, la primera, despedazó los derechos de la naturaleza y de las naciones. Desde aquelmomento del año 1810 en que corrió la sangre de los Quiroga, Sali-nas,etc. nos armaron con la espada de las represalias para vengaraquéllas sobre todos los españoles. El lazo de las gentes estaba corta-do por ellos; ypor solo este primer atentado, la culpa de los crímenesy las desgraciasque han seguido, debe recaer sobre los primerosinfractores.83

OTRA VEZ JUNTA Y OTRA VEZ GUERRA

Importa reconocer que desde aquellas vísperas de Navidad de 1808hasta cuando sucumbió aplastado por las armas, ya en los días en quecomenzaba la guerra general por la independencia de América, el espí-ritu quiteño se mantuvo indomable, al borde de los más altos heroís-mos, hecho de altiveces y nutrido de ideas que venían desde Espejo yaun antes.

El 2 de agosto de 1810, cuando los pardos de Lima y los zam-bos del Patía se regaron por la convulsionada Quito, y tiraban a matar-era la orden-, comenzaron acciones de resistencia. Mozos que conpalos y cuchillos desarmaban a soldados, hombres sencillos del puebloque detenían y hacía retroceder a una patrulla, y hasta mujeres que seenfrentaban a pedradas con los armados. “Oh! Si pudiera yo referir losprodigios de valor que se vio en esa poca gente que solo con cuchillosse esforzaron a libertar a su Patria del yugo féreo dela tiranía” -excla-ma el provisor Caicedo. Los barrios quiteños -los de las Alcabalas y losEstancos- se armaron como pudieron y levantaron barricadas. La deci-sión de luchar era fuerte. “Moriremos -decían-, pero moriremos pornuestra patria y para romper las cadenas de la esclavitud”.

La ciudad herida a mansalva quedó desolada. La pintó así unode esos testigos presenciales que nos ayudan a revivir los hechos, elque veía las cosas desde palacio:

Las calles de la ciudad estaban completamente desiertas; grupos depersonas estaban esparcidos por las colinas cercanas, mirando melan-

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83 Simón Bolívar, Obras completas, La Habana, Lex, II, 1055

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cólicamente a su ciudad en apariencia desolada; los cuerpos sin vida estaban en las calles y las plazas, y todo era horror y consternación84.

Pero fuera de la ciudad a la consternación había seguido indig-nación y furia, y decisión de vengar a los asesinados. “La noticia delsaqueo y de la matanza se extendió el mismo día 2, por las cinco leguas.Al instante comenzaron a armarse para vengar a sus hermanos. Yavenían ejércitos de patriotas a redimir a Quito de la esclavitud tiránicade sus mandones” -ha referido Caicedo85. Y el bando que se publicó eldomingo 5 de agosto, luego del cabildo abierto del 4, alertaba “que enlas inmediaciones de la ciudad hay preparativos que amenazan unaexplosión próxima de que resultaría una acción la más sangrienta ydesoladora de toda la provincia” 86.

Presidente y camarilla se asustaron por ese oleaje de indigna-ción que se encrespaba en los contornos de la ciudad. Acaso se les vinoa las mientes el cerco que pusiera a La Paz Tupac Catari. Entonces seconvocó a cabildo abierto, el 4. A él concurrieron guardia y tropa comogesto de fuerza. La sesión comenzó -refiere el provisor Caicedo, asis-tente a ella- “en medio de las bayonetas y los cañones”. Se comenzó poruna arenga del Presidente que hablaba de tranquilizar a la provincia yatraer la confianza del pueblo hacia el gobierno. “En pocas palabrasexpresó su dolor por lo que había ocurrido y el sincero deseo de restau-rar la paz y la unión entre la gente” -resumió Stevenson, que tambiénasistió a ese cabildo-. E hizo leer un Acuerdo. Pero ese texto se habíaredactado como si nada hubiese acontecido. Esto indignó a los quite-ños y se alzaron tres altivas voces para exigir rectificaciones radicales.El obispo Cuero dijo que temía que los deseos de Ruiz de Castilla no secumplirían mientras no fueran retiradas de la ciudad esas personas quehabían aconsejado al Presidente violar sus promesas. La alusión eradirecta y Arechaga se levantó y reclamó que el prelado recriminaba suconducta. Replicó el obispo, digno y grave, y el viejo Conde hubo dezanjar la discusión pidiendo al fiscal que abandonara la sala. El provi-sor y vicario Caicedo -nuestro principal testigo de esta parte de la his-toria- denunció con energía los males que causaría el cínico acuerdopropuesto por el Presidente y señaló lo único que podía calmar la justa

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84 Stevenson, ob. cit., p 50585 Caicedo, ob. cit. p. 9886 En Cevallos, Anexos del tomo III. Clásicos Ariel, 80, p. 161

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indignación de la ciudad. Y lo que el provisor propuso y fue aplaudi-do por todo el cabildo aquel era

Que la tropa de Pardos de la Guarnición de Lima, salga de esta ciu-dad y Provincia a la mayor brevedad, y luego después el resto de ella.

Que para el batallón que se ha de levantar en esta ciudad, se echarámano de los vecinos de ella y de su Provincia

Que se haga entender a todos que la especie vertida acerca de que elExcmo. Sr. Presidente tenía resuelto no dar curso a la comisión dedon Carlos Montúfar, es absolutamente falsa, y que en consecuenciaentrará en esta ciudad con el correspondiente decoro, y se le recibirácon la misma estimación y honor con que fue recibido el Comisionadode la Junta de Sevilla 87

Proponía finalmente el provisor que todos los papeles acusa-torios, custodiados en el archivo secreto, y los que se remitieron a SantaFe quedasen extinguidos y no se volviese a tocar estos asuntos.

Entonces, y para terminar de apabullar al Presidente, avanzó alcentro de la sala del palacio en que la reunión se celebraba uno de losvarones más respetados en Quito por su sabiduría y de los más escu-chados por su noble elocuencia, el Dr. Miguel Antonio Rodríguez,sacerdote secular. Y dijo un discurso largo, de una hora, que, a juzgarpor la noticias trasmitidas, debió ser página eminente de la literaturade estos tiempos nuevos. Lo resumió brevísimamente Stevenson: “Re-trató el carácter de los quiteños en general, explicando las causas de laúltima revolución con caridad evangélica y abordando el tema de losresultados fatales de aquella con la más sincera pena”. “Concluyó repi-tiendo lo que había dicho su prelado, y añadió que el pueblo de Quitoya no podía estar seguro de sus vidas y de sus propiedades a menosque esos individuos que últimamente han envilecido su nombre depacificadores sean removidos de esta ciudad”. Y el inglés cerró elpárrafo dedicado a esta gran pieza oratoria reproduciendo textualmen-te su final:

Yo aludo a los oficiales y a las tropas; ellos han cobrado la vida de más

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87 Cevallos, Clásicos Ariel, 80, 162

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de trescientos seres humanos inocentes, tan fieles cristianos y lealessúbditos como ninguno; y si no se hubiera detenido en la matanza,pronto habían convertido esta provincia, una de las más ubérrimas dela Corona española en un desierto; y al execrar su memoria, los futu-ros viajeros habrían exclamado “Aquí yació una vez Quito” .88

El Acuerdo se publicó por bando el 5 de agosto, y la evacua-ción acordada comenzó a cumplirse de inmediato. La soldadesca saliócon todo el botín cobrado en los saqueos, maldecida por las sufridasgentes quiteñas. Llegó en su reemplazo, el 12, tropa panameña, pero almando de un oficial al que Caicedo llamó “hombre de honor, juicio ymadurez”, un coronel Alderete.

Y entonces volvió de Santa Fe San Miguel, el discutido perso-naje que había llevado los procesos a esa capital virreinal, trayendonoticias alarmantes: al grito de “¡Cabildo abierto!”, los bogotanos sehabían tomado violentamente el Salón de la Ciudad y a la triple nega-tiva del virrey Amar de concurrir a la sesión, a altas voces de “quere-mos gobierno nuevo, fuera chapetones”, habían depuesto al gobiernoy a Amar y los Oidores se los había despachado para Cartagena paraque allí se embarcasen para Europa.

Se le ocurrió antes tales nuevas al senil Ruiz de Castilla la pere-grina idea de que Quito debía ir a sofocar esa rebelión, y pidió tropas aCuenca y Guayaquil. Con lo cual volvió la zozobra a la ciudad.

El dia 12 de septiembre entró en Quito Carlos Montúfar, prece-dido por más de doscientos chagras a caballo y rodeado de la nobleza,a la cabeza de la cual estaba su padre, el Marqués de Selva Alegre,hasta entonces fugitivo. Se inició ese día una nueva etapa en la historiade estos tensos y heroicos años de la primera independencia.

Montúfar, con la autoridad de que le había investido el Supre-mo Consejo de Regencia y en cumplimiento de lo que había encargadoa los Comisionados el Consejo, erigió en Quito una nueva Junta deGobierno, que ejerciera autoridad en Quito y su Provincia.

Otra vez se organizaron elecciones para designar a los vocalesde la Junta -que estaría presidida por Ruiz de Castilla, el obispo Cueroy el propio Comisionado regio-. Cinco electores elegirían un miembropor cada Cabildo -el secular y el eclesiástico-, dos del clero, dos de lanobleza y uno por cada barrio -San Roque, Santa Bárbara, San Blas, San

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88 Stevenson, ob. cit. p.506

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Sebastián y San Marcos-. Lo propuesto se ratificó en cabildo abierto el20 de septiembre, en la Universidad, y se procedió a las elecciones.Estos son los nombres de esos quiteños elegidos para esta nueva em-presa de gobierno autónomo: por el Cabildo secular, Manuel Zambra-no; por el eclesiástico, el magistrado Francisco Rodríguez Soto; por elclero, los doctores José Manuel Caicedo y Prudencio Básconez; por lanobleza, el Marqués de Villa Orellana y Guillermo Valdivieso, y por losbarrios, Manuel de Larrea (Santa Bárbara), Juan Larrea (San Blas),Manuel Mateu y Herrera (San Marcos), Mariano Merizalde (SanRoque) y el alférez real Juan Donoso (San Sebastián). El Cabildo habíaresuelto que se nombrase un vicepresidente y la elección unánime fuepor Juan Pío Montúfar, el marqués de Selva Alegre. La nueva Juna seinstaló el 22 de septiembre.

Carlos Montúfar cumplió con la letra y el espítitu de la nuevaconcepción del Consejo de Regencia, que, con estas formas de gobier-no de mayor participación local y americana, aspiraba a detener lainsurgencia que ardía en varios focos de América -a más de Quito, San-ta Fe y Caracas, en Charcas y La Paz, en el Alto Perú y Chile-. Implantóen Quito el nuevo sistema gubernativo. “Así se organizó en Quito ungobierno justo, equitativo y moderado, que indemnice a esta provinciade los desastres que le ha ocasionado la arbitrariedad de sus amosmandatarios”, escribió Caicedo .89

La nueva Junta no fue acogida con general beneplácito por losquiteños. Se insinuaron partidos. Uno, los que estaban con la Junta;otro, los patriotas, que no veían bien la sujeción a España, y pensaban,con sobra de razón, que esta Junta retrocedía de la anterior, que sehabía proclamado soberana y rechazaban la presencia en la Junta depersonas que habían traicionado la Revolución de Agosto; y un terce-ro, el de los ultrarrealistas, que habrían deseado la vuelta al estado decosas anterior a todas las convulsiones, sin Junta de clase alguna.

La Junta declaró, en sesión del 9 de octubre, que reasumía sussoberanos derechos y dejaba a Quito libre de dependencia del Virrei-nato, asumiendo todas las facultades de una Capitanía General. Cuen-ca, Loja y Guayaquil otra vez se negaron a reconocer la autoridad de laJunta. Y Arredondo, suspicaz, detuvo la retirada de los limeños enGuaranda. Pedro Fermín Cevallos ha recogido algo que significaba un

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89 Caicedo, ob. cit. p. 109

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golpe de timón decidido hacia otro espíritu -el que reclamaba el parti-do de los patriotas-: “En la sesión del 11, como arrepentida de tan mesura-do paso, rompió los vínculos que unían a estas provincias con España y pro-clamó, bien que con alguna reserva, su independencia”. “Con todo -ha añadi-do- tal proclamación no llegó a publicarse sino seis meses después”.90

Ramón Núñez del Arce, en su Informe, acusaría a Carlos Mon-túfar de montar la nueva administración en la línea de la Revoluciónde Agosto, “reclutando -escribió- gentes, aprisionando, persiguiendo yhaciendo cuanta extorsión pueda imaginarse al vecindario, a fin de rea-lizar la obra de su padre” .91

Montúfar organizó un cuerpo de tropas quiteñas, y, al multipli-carse roces con las panameñas, ordenó la salida de estas, salvo los solda-dos que quisiesen pasar a engrosar la milicia de la ciudad. Puso estenuevo núcleo de ejército nacional al mando del indomable e inclaudica-ble patriota coronel Francisco Calderón, quien había salido en libertad desu cruel prisión guayaquileña gracias al indulto general de 4 de agosto.

Entonces se dirigió al Virrey de Lima pidiéndole que retiraralas tropas que había detenido en Guaranda y que no estorbase el esta-blecimiento de Juntas de Gobierno en Guayaquil y Cuenca. PeroAbascal era hechura de Godoy, contrario a las innovaciones españolas.Reunió el Real Acuerdo y este resolvió desconocer la autoridad delComisionado quiteño “que no podía hacer establecimientos opuestos alas leyes existentes” y declaró que era “pública y notoria la subversióny desorden que había formado el Comisionado Montúfar”. En tal sen-tido se ofició a Guayaquil y Cuenca. Se hallaba a la sazón en LimaJoaquín Molina y Zuleta, que había recibido el nombramiento dePresidente de la Real Audiencia de Quito, en reemplazo de Ruiz deCastilla. Se vio en él arma con visos de derecho para dominar a la Juntaquiteña. Se decidió que Molina se trasladase inmediatamente a Gua-yaquil, “en donde podía tomar las providencias conducentes a que lorecibiesen en Quito y, en caso de no lograrlo, se posesionara del gobier-no de Quito”.92

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90 Cevallos, ob. cit. t. III, cap. II, V. Clásicos Ariel, 79, 8891 Ramón Núñez del Arco, “Informe del Procurador General, Síndico personero de la Ciudad

de Quito”, Boletín de la Academia Nacional de Historia, vol. XX, n. 56 (julio-diciembre 1940),pp. 231-281. Y el mismo año, con el título Los hombres de Agosto, Quito, Litografía e ImprentaRomero, 1940, 51 pp. Debe leerse como texto que, como de celoso fiscal, carga las tintas.

92 Carta de Abascal a Molina, Lima 25 de octubre de 1810. En Jijón y Caamaño, ob. cit.(en nota23), p. 30

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La jugada de Abascal era que Guayaquil y Cuenca dependie-sen de su autoridad virreinal, ya que la de Santa Fe no estaba en capa-cidad de ejercerla. Y el Ayuntamiento de Guayaquil parecía estar en eljuego: había respondido a la Junta de Quito, cuando esta le había pedi-do el reconocimiento de su autoridad y el nombramiento de dos dipu-tados que la representasen en ella, que se sentía desligada de Quito ypediría ayuda a Abascal para someter a los sediciosos.

Molina llegó a Guayaquil el 7 de noviembre, y allí encontró ofi-cio en que Montúfar ponía en duda la legitimidad de su posesión, por-que no podía asumir la Presidencia si antes no rendía homenaje -comose mandaba en su nombramiento- al Virrey de Santa Fe. En cuanto a laintromisión de Abascal, se la rechazaba: él no tenía jurisdicción sobreQuito.

Todo apuntaba a desconocer la autoridad del Consejo de Regen-cia, cuyo Comisionado era Montúfar. Fracasado el acuerdo con dos emi-sarios de Molina -el segundo, un hombre de claras ideas americanas,Jacinto Bejarano-, no le restaba a Montúfar sino defender su autoridadpor la fuerza de las armas. No lo quedaba otro camino: una junta de gue-rra, reunida en el Puerto, con presencia del gobernador Cucalón y losjefes militares, había ordenado que no pasasen de Guaranda los cuerposllegados de Panamá, y el 19 de noviembre Molina enviaba a Guarandacuatro compañías de pardos deLima más piezas de artillería. Y poco des-pués llegaba allá el grueso del ejército comandado por Arredondo.

Carlos Montúfar, militar de carrera de brillante trayectoria y yalarga experiencia, disciplinó sus tropas y formó, aunque con graveslimitaciones de equipamiento, un verdadero ejército, que marchó sobreGuaranda para desalojar a los realistas. Con un enemigo en fuga sin quehubiese mediado acción alguna de armas, tomó la plaza con sus bode-gas repletas de mosquetes con sus municiones, arcas y otros enseres.

La fuga de Arredondo abandonando parque y pertrechos esepisodio un tanto obscuro -Cevallos confesó no acertar en las causas-.Porque los hombres de Quito, en gran parte bisoños y mal armados,estaban en clara inferioridad de condiciones frente a los mil veteranosdel español. Jijón y Caamaño creyó hallar la explicación de la insólitaretirada en las noticias que portó Bejarano, según las cuales la resisten-cia a Montúfar era inútil,93 Stevenson recogió una historia pintoresca:

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93 Jijón, ob, cit., 33

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Un centinela colocado en un puesto de avanzada en un lugar llama-do La Ensillada se alarmó temprano en la mañana por una descargarepentina ocasionada por el hielo del Chimborazo, el cual suele res-quebrajarse ocasionando un terible ruido mientras los primeros rayosdel sol iluminan el monte. Asustado por lo que había escuchado,abandonó su puesto y comunicó a la inteligencia del acercamiento deMontúfar con un tren de artillería. Lleno de la mayor consternaciónque cabe imaginar, Arredonda montó su caballo y huyó, sin esperar aaveriguar la causa de la alarma o a investigar el informe. Los oficia-les y los soldados siguieron el ejemplo de su jefe y, dejando todo atrás,se pusieron a buen recaudo. 94

Por lo que haya sido, las tropas de Arredondo se dieron a lafuga en desbandada y solo porque el invierno hizo difícil la persecu-ción pudieron llegar por Naranjal a engrosar las tropas de Molina enCuenca. Arredondo no paró su fuga hasta Lima. El suceso confirmanoticias del tiempo que lo pintaron afeminado y cobarde. Estos son losruines que se ensañan en prisioneros y otros ciudadanos inermes.

La nueva jugada de Abascal fue mover su peón más haciaQuito, a la otra ciudad importante de la Sierra. Molina salió de Guaya-quil el 18 de enero, y el 29 se posesionaba de su cargo en Cuenca. Hizode la ciudad capital de la Audiencia, nombró Oidores y aprestó tropas.Desde Lima Abascal las aprovisionó con dos mil fusiles.

Montúfar, victorioso, marchaba hacia Cuenca. El 18 de febreroremitió al Cabildo cuencano la nota que le había hecho llegar días antesla Junta quiteña. En ella se impugnaba la legitimidad de Molina porvicios legales en su nombramiento y posesión -debía, se insistía, pose-sionarse ante el Virrey de Santa Fe- y se recordaba que la capital de laAudiencia era Quito.

Había en Cuenca un núcleo pequeño pero influyente de patrio-tas y presionó para que se escucharan las razones de la Junta de Quitoy se evitara el derramamiento de sangre. Las autoridades realistas másenconadas, con el atrabiliario obispo Quintián -uno de los personajesmás nefastos de este tramo de la historia patria- a la cabeza, huyeron aGuayaquil. Y el 19, el presidente Molina resignó el mando en el Cabildode la ciudad. “Atentas las críticas circunstancias de hallarse inmediataslas tropas quiteñas, en estado de atacar esta ciudad”. 95

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94 Stevenson, ob, cit., 50995 El texto de esa renuncia en Cevallos, ob. cit., Clásicos Ariel 79, 93

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Y era así: las tropas quiteñas habían vencido a Aymerich en Pa-redones y habían tomado Cañar, mientras el español se replegaba haciaVerdeloma. Montúfar había dado plazo de dos días al Ayuntamientode Cuenca para rendir la ciudad.

Y es cuando se produce uno de los hechos más turbios y la-mentables de este momento histórico, que pudo haber sido decisivo:las tropas quiteñas recibieron orden de retirarse a Riobamba. “Patriotasy no patriotas -escribiría Cevallos- quedaron estupefactos con semejan-te movimiento”.

Cevallos dio con un documento en que constaban las razonesaducidas por el Comisionado Montúfar y su Consejo de Guerra paraexplicar esa orden: el clima riguroso, que con las crecientes tornabaimpracticables los caminos y con las lluvias había enfermado a granparte de la tropa; escasez de víveres por el ocultamiento hecho por lospueblos de la región; deserción de los indios de Riobamba que condu-cían los bagajes; deserción de algunos milicianos y crecidos gastos paramantener un ejécito que pasaba ya de cuatro mil efectivos.96

Dichas razones, se ve por ese mismo documento, no satisficie-ron a la Junta: “lo ha desaprobado altamente y con las vivas expresio-nes en el oficio de contestación al señor comandante”.

Stevenson creyó tener la clave para entender la decisión delComisionado: fueron disposiciones españolas a cuyo cumplimiento sesintió obligado. “Vino un correo de España trayendo las noticias de ladisolución de la Junta Central y la formación de la Regencia y lasCortes, ordenando además a todos los fieles vasallos que abjuraran dela Junta traidora y que tomaran juramento de la alianza a las autorida-des recién constituidas” 97

Borrero piensa que hubo un acuerdo para someter las diferen-cias al Consejo de Regencia. Ya Jijón había dado como razón para elsorpresivo retiro cierto acuerdo con Cuenca a la espera de una resolu-ción de la Regencia acerca de la Junta quiteña. En fin, no se ha de per-der de vista que Montúfar actuaba como Comisionado del gobiernoespañol, el que fuese, y debió parecerle fuera de razón que él, Comi-sionado nombrado por el Consejo, hiciese la guerra a un Presidentenombrado por el mismo Consejo. Y ¿no era cabeza de la Junta el Presi-

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96 Oficio de Carlos Montúfar a la Junta. En Cevallos, ob. cit., Clásicos Ariel, 79, pp. 94-9597 Stevenson, ob, cit., p 510

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dente de la Audiencia? En abril, el Consejo de Regencia condescende-ría en que subsistiese la Junta de Quito, “hasta tanto que el augustoCongreso de las Cortes generales y extraordinarias del Reyno establez-ca la Constitución, que ha de formar el gobierno que más convenga alas provincias de la Nación española”. Ya se ve con todo esto cuantascausas había para la irresolución y ambigüedad de las acciones deCarlos Montúfar a la hora de cruzar su Rubicón y tomar Cuenca.

Cierto sector de la sociedad debió ver con alivio la suspensiónde la campaña. Pero el pueblo quiteño, el altivo e indomable puebloquiteño de los barrios, rechazó esa retirada cuando la toma de Cuencahabía sido inminente. “El pueblo miró con saña la retirada del ejército”-consignó Salazar y Lozano-. A él las razones dadas nunca le conven-cieron.98

Como en la anterior lucha, Quito debía cuidar el norte. Alláestaba el siempre peligroso bastión realista que era Pasto. Tacón, gober-nador de Popayán, derrotado por los patriotas del Cauca, con refuer-zos bogotanos, en Palacé, había ido a dar allá. La Junta quiteña delegóa Pedro Montúfar para que fuese a acabar con ese foco de reacción. Enlos primeros días de mayo entraba en Ibarra a la cabeza de 300 hom-bres, y con cuatro piezas de artillería.

El 4 de julio se celebró en Quito Cabildo Abierto para declararla guerra a Tacón. En esa asamblea de la ciudad, Miguel AntonioRodríguez -cuya autoridad ante las gentes quiteñas hemos destacadoya- le planteó a Montúfar que hasta cuándo estaba con la simpleza delreconocimiento a la Regencia y que ya era tiempo de que sustituyese eltítulo de Comisario Regio por el de Comandante de las fuerzas deQuito. Era el espíritu que iba imponiéndose en la ciudad: era ya horade romper con las Cortes “más nulas que la Regencia misma”, segúnuna carta de Joaquín de Araujo, representante de Riobamba en eseCabildo.99

Y el 2 de agosto se recordó, en solemne ceremonia celebrada enla iglesia de los jesuitas, la masacre de los próceres el 2 de agosto delaño anterior. Pronunció la oración fúnebre Miguel Antonio Rodríguez.Esa pieza es la más alta, más honda y más bella de la oratoria sagrada

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98 Agustín Salazar y Lozano, “Recuerdos de los sucesos principales de la Revolución de Quitodesde el año de 1809 hasta el de 1814”, Museo Histórico, 17 (septiembre 1953) . Estas memo-rias se escribieron en 1824 y se publicaron por primera vez en Quito, en 1854

990Documento hallado por Jijón y Caamaño en el Archivo de Indias, cit. en ob. cit., p. 23, nota 4.

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del tiempo; pero también de la política.100 Cuando ciertos sectores de laIglesia y de la reacción monárquica hubieran querido severa condenade aquellos rebeldes, el orador hizo alto elogio de sus virtudes cívicasy justificó su proyecto autonómico:

¡Pero desgraciada Quito! tú comenzaste por donde debías haber aca-bado, y tu situación decadente por un movimiento retrógrado no es elque han tenido otros pueblos. A ellos les han bastado pocos años parallegar a ser potencias respetables,y a ti la duración de casi tres siglossólo ha servido para que cada día se disminuyan tus riquezas, se debi-liten tus fuerzas y se oscurezca tu grandeza! ¿Cuáles han sido los fru-tos de tu opulencia primitiva? Si, privada del comercio y de la indus-tria, no has podido adelantar en tus riquezas ni conservar el capitalcon que te establecistes: ¿qué te ha aprovechado el estar rodeada portodas partes de inmensos terrenos? De qué ha servido la aptitud detus naturales, si todo les ha sido prohibido,si las virtudes y los viciosse han pesado en la misma balanza, y los servicios más distinguidosapenas se hallan escritos como los de Mardoqueo en los anales deAzuero, con la nota de o haber sido recompensados?101

Tras variadas acciones de armas -cuyas crónicas y noticias lle-garon hasta Cevallos, el historiador mayor de estos tiempos heroicos-dos mil quiteños ocuparon Pasto el 22 de septiembre de 1811. Tambiénllegó allá, desde el norte, Joaquín Caicedo, presidente revolucionariodel Valle del Cauca, y él se posesionó de la ciudad. ¿Por qué el grana-dino si la caída del reducto realista se debió a las tropas quiteñas, yPasto pertenecía a Quito?

Hubo, pienso, una poderosa razón de otro orden: Caicedorepresentaba la liberación total de España, mientras la Junta de Quitosignificaba aún una manera particular de sujeción a España -a lasCortes y el Consejo de Regencia-. Pero en Quito había un partido fuer-te -apoyado por la parte más decidida del pueblo- que estaba por loque representaba Caicedo-. Ese pueblo se agitó y llegó al tumulto ame-nazante. Ruiz de Castilla debió dimitir la presidencia de la Junta y reti-rarse a la recoleta del Tejar, de los frailes mercedarios.

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100 En la siguiente parte de nuestra Historia General y Crítica de la Literatura Ecuatoriana. 1800-1860, la analizaremos detenidamente.

101 Toda la oración en Antología de prosistas ecuatorianos, tomo segundo, Quito, Imprenta delGobierno, 1896, pp. 64-79. El lugar transcrito, pp. 67-68.

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A partir de entonces vemos diferenciarse dos tendencias de lasgentes quiteñas, duramente enfrentadas: moderados y radicales. Losmoderados, liderados por Selva Alegre -a los que por el apellido delmarqués se dio en llamar “montufaristas”-, que se apegaban a los jura-mentos de fidelidad a Fernando VII que hiciera -al menos como facha-da- el movimiento de agosto de 1809, y los radicales, con el Marqués deVilla Orellana a la cabeza -llamados, por el apellido de su jefe, JacintoSánchez de Orellana, “sanchistas”-, que exigían la independencia deEspaña y propugnaban un sistema republicano de gobierno.

Los radicales, que vieron mal que sucediera a Ruiz de Castillaen la presidencia de la Junta el Marqués de Selva Alegre -para los radi-cales, traidor a la Revolución del año 9- y rechazaron igualmente la pre-sencia en la Junta de quienes juzgaban desleales a ese movimientocomo Zambrano -actuaciones de Manuel Zambrano con las que hemosdado ya prueban lo errado de esta apreciación-, Manuel de Larrea,Rodríguez Soto, Benavides, Quijano y Murgueitio, exigieron otra Juntay una postura más decidida frente a la dominación española.

La nueva Junta se integró por los que para los radicales eranprobados patriotas: Valdivieso, el Marqués de Villa Orellana, AntonioAnte, Nicolás de la Peña, Juan Donoso. Se pidió al obispo Cuero yCaicedo que la presidiese, y él aceptó.

La nueva Junta convocó a elecciones para un Congreso consti-tuyente que dictase una Carta Política y diese forma a los poderespúblicos. Debían ser dieciocho diputados: uno por el clero, uno por lasórdenes religiosas, dos de la nobleza, cinco de los barrios -uno porbarrio-, y uno por cada asiento de Ibarra, Otavalo, Latacunga, Ambato,Riobamba, Guaranda y Alausí.

Las elecciones fueron el campo donde esos dos partidos quepolarizaban cada vez más las opiniones quiteñas se afirmasen en supeculiar concepción de la relación con la Metrópoli, y midieran fuerzas.

En las elecciones vencieron los moderados o realistas mitigados.El Congreso se instaló solemnemente el 4 de diciembre de

1811, e inició sus labores dos días después, comenzando por discutir lacuestión que daría dirección y cauce a todas las deliberaciones poste-riores: ¿Debían las provincias reunidas y constituyentes seguir con elreconocimiento prestado anteriormente por Quito al Consejo deRegencia y a las Cortes congregadas extraordinariamente en la isla deLeón, obedeciendo sus órdenes, como si se tratase de una soberanía

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supletoria y representativa de toda la Nación, o debía entenderse quelas provincias habían reasumido el ejercicio de la soberanía, depen-diendo únicamente del Rey, “hasta que se restituya la legítima pose-sión de sus derechos absolutamente libre de la dominación francesa einflujo de Bonaparte”?102

Se discutió y, “teniendo en cuenta que la Regencia no habíaresistido con éxito a los franceses, se resolvió a pluralidad de votos porla independencia, recomendando la confederación con las provinciasgranadinas, cuyos intereses y derechos son comunes con los de Quitopara bien de la sagrada causa americana”103.

Firmaronel Acta el obispo Cuero y Caicedo,como Presidente; elMarqués de Selva Alegre, Vicepresidente; Manuel Zambrano, repre-sentante del Ayuntamiento; Calixto Miranda, de Ibarra; RodríguezSoto, del Cabildo Eclesiástico; Prudencio Vásconez,del Clero secultar;fray Alvaro Guerrero, del regular; el Marqués de Villa Orellana yMariano Guillermo Valdivieso, por la nobleza; Manuel Larrea, por elbarrio de Santa Bárbara; Manuel Matheu, por el de San Marcos;Mariano Merizalde, por el de San Roque; Miguel Antonio Rodríguez,por el de San Blas; el Dr. Francisco Aguilar, por Riobamba; el Dr. JoséManuel Flores, por Latacunga; Miguel Suárez, por Ambato; JoséAntonio Pontón, por Alausí; Antonio Ante, por Guaranda; Luis Quija-no, secretario de Estado, y Salvador Murgueitio, de Gracia, Justicia yHacienda.

De esta gallarda resolución inicial del flamante Congreso y delos firmantes que la aprobaron en representación de estamentos,barrios y provincias se deducen dos conclusiones de la mayor impor-tancia: la primera, que las diferencias entre las dos tendencias de laAsamblea -y de Quito- eran más de apariencia -más o menos virulen-ta- y de caudillismo -pugna por el poder de los dos grupos oligárqui-cos- que de fondo, y la segunda, que Quito se había pronunciado, a tra-vés de sus diputados, por la independencia.

Para la Constitución se presentaron tres proyectos: el del maes-trescuela de coro Calixto de Miranda104; el de Manuel Guizado, limeño,

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102 Acta del Soberano Congreso de Quito, de 11 de diciembre de 1811. Archivo de Indias 126-3-11. Cit. por Jijón y Caamaño, ob. cit., p. 24

103 “Acta del Soberano Congreso”, Quito, 11 de diciembre de 1811. Archivo de Indias, Sevilla.Cit, Jijón y Caamaño, ob.cit., p. 24.

104 Del que Jijón consignó esta sugestiva información: “El 29 de Enero de 1812, remitió Molinael Proyecto de Constitución, escrito por el Maestraescuela, doctor don Calixto Miranda,

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del cabildo eclesiástico, y el de Miguel Antonio Rodríguez -que sehabía convertido ya en el intelectual más autorizado del Quito revolu-cionario-. Prevaleció este último. Para Salazar y Lozano, estaba “afec-tado de resabios españoles”. Se lo prefirió a otro que se pronunciabapor un “austero orden republicano”. El proyecto de Rodríguez, comolo veremos, tenía médula de avanzada, y solo en la epidermis parecíatransigente -el sabio legista había aprendido de Espejo el arte de decirlo más duro sin escandalizar-. “Manifiesta -ha escrito de ese proyectoel sabio contitucionalista Tobar Donoso- sin lugar a dudas que Rodrí-guez había madurado su plan durante largo tiempo, quizá con la con-versación con Espejo, y en todo caso con el estudio paciente de lasideas de la época”.105

Aun antes de que se aprobase todo el articulado de la Consti-tución, el partido monárquico provocó elecciones de funcionarios, y lasdesignaciones -hechas el 14 de febrero- recayeron, en su mayoría, engentes suyas. Los radicales abandonaron la Asamblea y se trasladarona Latacunga.

Fueron, pues, los doce diputados montufaristas los que suscri-bieron, con fecha 15, el “Pacto solemne de sociedad y unión entre lasprovincias que forman el Estado de Quito”.106

El Pacto comenzaba por solemne período en cuyo núcleo esta-ba una estupenda formulación de filosofía política. Proclamábase quese sancionaban los artículos de la Constitución “en uso de los impres-criptibles derechos que Dios mismo como autor de la naturaleza haconcedido a los hombres para conservar su libertad, y proveer cuantosea conveniente a la seguridad y prosperidad de todos y cada uno enparticular”, y formulaba el deseo de “darse una nueva forma de go-bierno análogo a su necesidad y circunstancias en consecuencia dehaber reasumido los Pueblos de la Dominación Española por las san-ciones de la Providencia Divina, y orden de los acontecimientos huma-

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documento aún inédito y valiosísimo para conocer las opiniones corrientes en esa época”.Jijón lo halló en el Archivo Histórico Nacional de Madrid. Jijón y Caamaño, ob. cit., p. 25.Hemos dado con Calixto Miranda como firmante del Acta del Congreso de Quito, de 11 dediciembre, como representante de Ibarra. ¿Cuándo y por qué remitió su proyecto de Cons-titución a Molina? Y Molina, si lo remitió al Congreso quiteño, ¿reconocía su competenciapara dictar una Constitución?

105 Julio Tobar Donoso, Orígenes constitucionales de la República del Ecuador, Quito, Impenta dela Universidad Central, 1938, p. 5

106 El precioso documento fue publicado por Celiano Monge en 1913. Se reprodujo en MuseoHistórico, año X, ns. 27-28 (agosto 1957), pp. 81-103.

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nos la Soberanía que originariamente reside en ellos”. La soberanía, sesentaba inequívocamente, reside en los pueblos.

Y sobre la sociedad política se establecía que “el fin de todaasociación pólítica es la conservación de los sagrados derechos delhombre”.

Es decir, toda una filosofía política impensable antes de la Re-volución Francesa y el resquebrajamiento del viejo régimen que ellahabía producido en Europa.

Esa primera constitución de la nueva República garantizaba laslibertades: la de sufragio, la de expresión. El Supremo Consejo, integra-do por miembros que durarían dos años, tenía la misión de proteger ydefender los derechos del pueblo, vigilar la guarda de la Constitucióny enmendar o sancionar a los miembros de los tres poderes -Ejecutivo,Legislativo y Judicial-, a cuyas atribuciones y responsabilidades sededicaban sendas secciones.

Eran ocho provincias libres las que formaban el Estado deQuito, pero debíase entender “lo mismo respecto de las demás provin-cias vinculadas políticamente a este Cuerpo luego que hayan recobra-do la libertad civil de que se hallan privadas al presente por la opresióny la violencia”.

El lugar del Rey se definía en un artículo en apariencia obe-diente pero con salvedad decisiva: “En prueba de su antiguo amor, yfidelidaed constante hacia las personas de sus pasados Reyes; protestaeste Estado, que reconoce, y reconocerá por su Monarca al Señor DonFernando Séptimo, siempre que libre de la dominación francesa, yseguro de cualquier influjo o amistad, o parentesco con el Tirano deEuropa pueda reinar, sin perjuicio de esta Constitución”. Tratábase,enel mejor de los casos, de un rey y monarquía casi simbólica, y, en elpeor, de una monarquía constitucional, pues era poco lo que podíagobernar “sin perjuicio de esta Constitución”.

“Dado en el Palacio del Reino de Quito”, rezaba, con ciertotoque de ufanía, la data de la flamante constitución.

El Pacto tendría vida efímera, porque el partido radical lo des-conocería por no haber sido suscrito por la totalidad de los diputados.Desconocieron, además, a un Congreso que estaba partido, y se consti-tuyó un Consejo Directivo del movimiento revolucionario. La divisiónhabía llegado a ser total y se tornaría fatídica para la Revolución mismay la supervivencia del Estado que con la Carta Magna nacía.

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Y ya tenemos a las dos facciones enfrentadas hasta la guerrafratricida. El líder militar de los radicales, el coronel Francisco Calde-rón, que se hallaba con sus tropas en Alausí vigilando las fronteras dela patria libre, unió a esas fuerzas las de Guaranda y marchó sobre Qui-to. Hízose preceder de proclama que testimonia, a la par que las razo-nes que esgrimía ese partido, los altos niveles que había alcanzado lapasión política. “Quiteños: Albricias! El día de vuestra libertad se acer-ca” -comenzaba ese texto que, leído a la distancia de aquellos fragores,suena casi delirante-. Anunciaba la llegada de los patriotas “arrojadosdel gobierno porque no prostituían vuestra confianza”. Venían -se de-cía- para acabar con la que llamaban “casa dominante” -es decir la delos Montúfar-, “esa casa que arruinó el reino con la revolución y con-trarrevolución” y ahora detentaba todos los poderes. Y a quien encabe-zaba la fuerza militar en camino se lo llamaba “vuestro libertador”.107

En el nervio de la proclama estaba la mayor acusación contralos Montúfar: “arruinó el reino con la revolución y contrarrevolución”.La fórmula invita a una lectura profunda. Para quienes tenían a gentesdel lado del Marqués de Selva Alegre por traidores, ello sería por lacontrarrevolución. ¿Cómo pudo ser también ese arruinar a Quito conla Revolución? ¿No la hicieron los más decididos y radicales patriotas,bajo la dirección de Morales y Rodríguez de Quiroga?

El partido encabezado por los Montúfar -Carlos, Juan Pío yPedro- no se sintió con fuerzas para resistir a las tropas de Calderón oquiso evitar derramamiento fratricida de sangre. Ello es que fueronaceptadas todas las condiciones impuestas por Calderón. Renunció a lapresidencia el obispo Cuero y Caicedo, Carlos Montúfar debió huirpara evitar la prisión decretada por los adversarios y el Marqués seausentó.

Sin el freno de los moderados, otra vez estamos en una Quitoen plena revolución, participando enfervorizadamente en los prepara-tivos para marchar sobre Cuenca. La capital sureña era vital para laRevolución de Quito: había que evitar que se uniese a Guayaquil parasofocar la insurrección del centro

El 1 de abril de ese 1812 salió el ejército quiteño -2000 hombres,200 veteranos y el resto bisoños entusiastas-, al mando del coronel Cal-derón. Por el camino, gentes de Latacunga, Ambato, Riobamba y Alau-

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107 La proclama de Calderón en Cevallos, ob. cit., Clásicos Ariel 79, 106. T. III, Nota 2, pp. 121-122

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sí, en número superior al millar, engrosarían las filas. (Ese 1 de abril elaño anterior había llegado a Quito Carlos Montúfar tras su retirada deCuenca. Por tal coincidencia, “día misterioso” lo llamaba un pasquínantimontufarista que circuló el mismo día en Quito 108).

Las tropas de la Revolución vencieron el l6 de junio a las ene-migas en Paredones y el 21 de julio ocuparon Biblián, a solo sieteleguas de Cuenca.

Cuando la campaña se acercaba a un final triunfal, intrigasurdidas por los opositores de Quito y llevadas por Echanique, bajo lafachada de portador de los sueldos de la tropa, frenaron la toma deCuenca -cosa tan grave la ha sentado el ponderado Cevallos, segúnfuente de primera mano: el ayudante de campo de Calderón, FranciscoFlor109-. La maquinación cuajó de modo vergonzoso: un grupo de ofi-ciales se constituyeron en Consejo de Guerra y resolvieron la retirada.Pero un movimiento del enemigo que les cerró la puerta para ese re-pliegue forzó a los patriotas a una acción desesperada que, tras compli-cado enfrentamiento de caballerías e infanterías, culminó en victoria.

Pero entonces, cuando Cuenca esperaba ansiosa a los patriotasvictoriosos para una unión que fortalecería enormemente la República,los revolucionarios forzaron una insólita retirada110, y lo que llegó aRiobamba fue un ejército desmoralizado y deshecho. Una suprema

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108 Nos referiremos a él en el texto de nuestra Literatura. Se lo publicó en el Boletín de laAcademia Nacional de Historia, vol. XXIV, n. 64 (julio-diciembre 1944), pp. 320-326

109 Cevallos, ob. cit., 79, 110110 Tan insólita retirada cierra el relato de la campaña y el choque final que hiciera Abascal:

“Las hostilidades empezaron de su parte desde Paredones, lugar en donde se hallabasituada la avanzada de Aimerich, la cual, cediendo a la superioridad, tuvo que replegarsea las alturas de Llasu en las inmediaciones del pueblo de Cañar . El enemigo le siguió hastaese punto en que fueron oportunamente llegando los refuerzos y en esta disposición aun-que disponíanalgunos movimientos con objeto de incomodar a las tropas de Cuenca. laserenidad de éstas les impuso de tal modo, que no osaron en ocho días emprender acciónalguna contra ellas que sólo mudaban de posición según lo que observaban al enemigo.Pero tratando éstos al fin de cortar la división reforzada de Valle, o atacar la de Aimerich,en esta dudosa operación consiguió el primero ocupar el pie del cerro de Altar, flanque-ando por la izquierda al enemigo que llenaba la cuchilla de Llaraví. Entonces rompió Valleun fuego vivo, y sostenido empeñándolos en la acción por aquel lado,y en cuyo tiempoAimerich a la vista pudo socorrerlo con 300 hombres. Empeñado el ataque tuvieron quesostenerlo por úna y otra parte 3 horas y media que se regulaba indecisa la acción, mashabiendo cesado Valle sus fuegos por falta de municiones, cesaron también los del enemi-go, que se retiró luégo a sus tiendas y al rayar el día siguiente ya había desaparecido,dejando en el lugar que habían ocupado 17 piezas de cañón y otras armas y peltrechos conmucha parte del equipaje”. Ms. cit. por Jijón y Caamaño, ob. cit., p. 39, nota 9.

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Diputación de Guerra, enviada por Quito a esa ciudad, dando oídos aintencionados informes de la vanguardia en retirada, decretó la priva-ción del mando a Calderón. Se consumó así esta página bochornosa dela historia nacional, hora sombría en que obscuros intereses pusieronen riesgo la suerte de la patria. Para reparar tamaña injusticia cometi-da contra Calderón, patriota a toda prueba, se lo nombró, el mismo día,comandante en jefe de las operaciones del norte.

En Quito las cosas eran tensas y dominaba un sentimientogeneral de frustración y de cólera contra los traidores y causantes delas tragedias que amenzaban a la ciudad. Dos hechos lo testimonian.Una poblada de indios y mestizos de San Roque sacaron de su retiro enla recoleta de la Merced al anciano Ruiz de Castilla, y, cubriéndole deinsultos y golpes, lo llevaron frente al Cabildo con intención de ajusti-ciarlo. Se logró rescatarlo de esas manos enfurecidas, pero a los tresdías el viejo Conde moría, negándose a ser curado de sus heridas -másbien leves-. Los contumaces realistas Calisto, Pedro y su hijo Nicolás,que multiplicaban insidias contra la República, fueron sorprendidostratando de llegar a Pasto con dineros para financiar la campaña realis-ta y fusilados como traidores.

Tras la desafortunada retirada de las puertas de Cuenca, todoiba a encaminarse fatalmente a la toma de Quito.

El teniente general Toribio Montes -brillante militar de carrera-,que había sido nombrado Presidente de Quito, en reemplazo de Moli-na, había llegado a Guayaquil el 21 de junio de 1812, con cuantiososrecursos. Junto a él estaba el coronel Juan Sámano, que cobraría tristecelebridad en las guerras de la independencia por su sevicia. Montesdestacó a Sámano a Cuenca para que dirigiera las tropas de esa ciudad.Así que salieron Sámano de Cuenca y Montes de Guayaquil. Unidos,sus efectivos llegaban a 2.675 -418 de Guayaquil y 1.860 de Cuenca.

Tomado Pasto por los realistas, Quito estaba amenazado por elsur y por el norte. consciente de la gravedad de la situación, el Congre-so de Quito toma medidas radicales como el llamamiento a las armas alos ciudadanos mayores de 16 y menores de 50 años, la convocatoria avoluntarios para la defensa de Ibarra, la orden de alistar las milicias deQuito y sus cinco leguas para caso de amago a la Capital y confiscaciónde bienes de los autores y cómplices de la sublevación de Pasto.111

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111 Acta del Congreso de 15 de junio de 1812. Archivo de Indias. Cit. Jijóin y Caamaño, ob. cit.,p. 40.

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Se debió haber frenado a Montes en la arriscada topografíaguarandeña, y lo quiso hacer el esforzado Ante. Pero Checa, en lugar deenviarle los refuerzos pedidos, le ordenó concentrar la tropa en Riobam-ba. Ello hizo posible que se unieran las fuerzas de Montes con las deSámano formando un ejército mucho más difícil de resistir. Ese ejércitoderrotó al patriota en Mocha, donde se había creído bien fortalecido, el2 de septiembre de ese 1812, y comenzó su marcha sobre Quito.

En esta hora de peligro para la joven república, el obispo Cueroy Caicedo se dirigió a sus vicarios con exhortación que trasuntaba deci-sión patriótica. Les pedía que levantasen el espíritu de los habitantespara que “sin distinción de clase, estado y condición, coadyuvasen contodos sus esfuerzos y facultades, a hacer una defensa vigorosa para sal-var sus vidas y propiedades de los saqueos, agravios y violencias,extorsiones, pecados y males que se prometían consumar las fuerzasinvasoras”.112

Este es otro Cuero y Caicedo, muy distante del contrarrevolu-cionario taimado del año 9. Haber presenciado, el 2 de agosto del añosiguiente, impotente -y seguramente con algún remordimiento-, losalevosos asesinatos de tantos ciudadanos ilustres, inermes en prisión,y después la matanza de tantos otros quiteños indefensos en las callesde la ciudad y los saqueos y abusos, había hecho madurar su concien-cia de patriota y decidido su voluntad ya sin vacilaciones ni cobardías.

Y hay otros textos que revelan de modo aun más vigoroso aeste nuevo Cuero y Caicedo. Son un edicto de 8 de agosto y una pasto-ral del 19 de septiembre, que lo confirmaba y urgía lo precrito, ante laderrota del ejército de Quito en Mocha. El Obispo llegaba a declarar“suspensos ipso facto de oficio y beneficio a todos los sacerdotes secula-res y regulares que se obstinasen en sembrar ideas seductivas, sangui-narias y contrarias a la felicidad de la Patria, o que concurriesen a desa-lentar a las gentes y separarlas del justo y legítimo designio de defen-derse y auxiliar al Gobierno” y decretaba “pena de excomunión mayora los seculares de cualquier estado, calidad y condición que mantenien-do comunicación con los enemigos, les diesen noticias relativas a ladefensa y Estado de la Patria, o interiormente desalentasen, sedujeseno impidiesen los arbitrios que se adopten en la Capital y sus provinciasunidas”. Apoyaba tan graves decisiones en luminosa doctrina: talessanciones se aplicaban “en atención a considerarse indignos de la so-

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112 Cit. en Borrero, ob. cit., p. 357

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ciedad de los fieles, a todo insensibles, a la voz de la Justicia y la Cari-dad” y porque “la naturaleza y la religión obligan a trabajar a costa delos mayores sacrificios, por la salud, la libertad y los adelantamientosde aquella sociedad en que han vivido y a la que son deudores de cuan-to son y poseen”113

Documento tan enérgico, al tiempo que la noble pasión patrió-tica hacia la que había evolucionado el Obispo, muestra, por su mismagravedad y urgencia, que había todo un sector del clero actuando comoquinta columna realista.

Y, como la retirada de las tropas del Estado de Quito estabaperturbada por deserciones y robos al ejército, el Obispo extendió lapena de excomunión mayor a los desertores que no volviesen a incor-porarse bajo las banderas de la República, como también a los que tu-viesen armas, caballos, pertrechos y municiones del Estado y no losdevolviesen en tres días.

Aunque algo tarde, había sonado la hora de la unidad de lapatria. Con muchos cuerpos en desbandada hacia Latacunga, CarlosMontúfar fue llamado a ponerse a la cabeza de las tropas quiteñas delsur. (Antonio Ante, nombrado para ese comando tras la separación deCheca, reconoció no estar capacitado para dirigir campaña que se habíavuelto tan difícil y fue quien acudió a Montúfar).

Montúfar se replegó hacia la abrupta quebrada de Jalupana yse hizo fuerte. Montes se quedó en Ambato y Latacunga sufriendo elacoso de guerrillas al mando del coronel Mateu. Montes, bloqueado, seestaba quedando sin vituallas. Y fue otro americano traidor -MartínChiriboga- quien lo sacó del aprieto dándole víveres y hasta caballos.Y otro de estos a quienes Cevallos tachó de traidores, Andrés Salvador,mostró al realista el modo de burlar la fortaleza quiteña de Jalupana:apartándose de la ruta principal en las inmediaciones de Tambillo ysubiendo las faldas del Atacazo por el paso de la Viudita.

Montúfar debió replegarse de urgencia a Quito, que no estabafortificada. Quito iba a ser el campo de batalla. Las tropas quiteñas es-peraron el ataque español hechas fuertes en el Panecillo y las entradasde San Sebastián y la Magdalena.

A una soberbia intimación y ultimátum de Montes el puebloquiteño respondió altiva y duramente:

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113 Edicto del 8 de Agosto de 1812 y Pastoral de 19 de Septiembre de 1812. Archivo de Indias,Sevilla. Cf. Jijón, ob. cit., p. 42. Y Borrero, loc. cit.

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Si no estuviese persuadido este pueblo fiel y religioso que el estilo delos piratas, que solo miran en sus empresas las vergonzosas pasionesde la ambición o el interés, es el que se lee en vuestro oficio, nunca cre-ería que os atrevieseis a insultar los sagrados derechos que ha procla-mado esta ciudad por el cautiverio de nuestro amado monarca, elseñor don Fernando VII de Borbón; pero nada debe extrañarse de unhombre sin principios de religión ni de política, y que aspira a formarsu suerte con el robo, el asesinato y los demás excesos y crímenes deun hombre corrompido. Mas os engañáis con la turba de facinerososque se os han asociado, pues los individuos de este supremo gobierno,las corporaciones, el venerable clero, la nobleza, el pueblo bajo y lastropas de esta plaza, se hallan prontos a manifestar a la faz del uni-verso que no es fácil subyugar a hombres resueltos que pelean por sulibertad; y en su virtud, se os intima que dentro de dos horas desocu-péis estos territorios, en inteligencia que de lo contrario ni vos nivuestras tropas tendréis cuartel, pues se han dado las providenciasconvenientes para que no escape ninguno.114

Firmaba aquello el 6 de noviembre “el pueblo quiteño”.¿Quién había recogido el sentir de ese pueblo altivo y heroico? ¿Quiénle había dado forma en ese texto que llega al estupendo poder de lasentencia lapidaria “no es fácil subyugar a hombres resueltos que pele-an por su libertad”, digna de Bolívar o Martí?

Siguieron tres días de tensa de espera, que lo fueron de febri-les preparativos, que pintó con admirada emoción el cronista Salazar yLozano, el más cercano a los hechos, y consignó el historiador que ama-só el relato de estas horas con recuerdos de sobrevivientes, Cevallos.

No había hombre que no fuera un soldado voluntario; lasmujeres, no contentas con entregar sus joyas, suplían a los hombres enlas guardias; las criaturas redondeaban soroches y piedras para el balo-taje de fusiles y cañones; las campamas se bajaban para fundir cañones.Las calles de la entrada fueron cerradas con grandes piedras y troncos.Se volvieron al uso escopetas y fusiles viejos.

Pasados los tres días Montes atacó -el 7 de noviembre-. Una delas divisiones por el Machángara, a las órdenes de Sámano y Valle; otrapor el llamado arco de la Magdalena, garganta entre el Panecillo y lasestribaciones del Pichincha. Montes se reservó una tercera parte delejército.

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114 El documento en Cevallos, ob. cit., 126

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Las tropas del Machángara y la Magdalena fueron arrolladas.Entonces el jefe español resolvió atacar de frente el Panecillo. Y este audazmovimiento tomó por sorpresa al bisoño capitán que lo resguardaba. Y lafortificación cayó. Lo quiteños que defendían la colina escaparon laderaabajo. Y resultó que barricadas y defensas quedaron inervibles.

Con todo, los estrategas quiteños sobrestimaron ese éxito deSámano, y no vieron que la situación del español era crítica y podía sercercado y rendido. Faltó sentido táctico, a la vez que -como reprochócon buen sentido Cevallos- sobraban rezos y procesiones.

Montúfar reorganizó la defensa en la plaza mayor con artille-ros que desde la plazoleta de la Merced cañoneaban el fortín del Pane-cillo. La resistencia estaba intacta.

Así se llegó a la noche. Y esa que debía haber sido la gran opo-runidad para asestar a los españoles golpes desmoralizadores concer-tando acciones, fue más bien hora de derrumbamiento. Se regó por laciudad el rumor de que las tropas la abandonarían replegándose alnorte. Y ello provocó un éxodo desesperado y aterrorizado de todoscuantos tenían algo que perder. Ante situación tan crítica, las tropasquiteñas debieron efectivamente salir hacia el norte.

El 8 Montes entró en una ciudad desierta, y sus famélicas tro-pas se dieron al saqueo.

LA ULTIMA RESISTENCIA EN EL NORTE

La retirada de los quiteños hacia el norte se detuvo en Ibarra, donde elcoronel Calderón tenía un cuerpo de seiscientos hombres. A él plega-ron los que llegaron en formación y los que se reagruparon por peloto-nes hasta sumar mil seiscientos efectivos.

En el norte un vaivén de acciones habría acaso llegado a unanueva toma de Pasto por el yanqui Macaulay, pero la habían frustradolas malas noticias llegadas del sur -desde la ruptura de la línea deMocha- y el llamado a defender Quito.

Ahora han llegado a Ibarra, al frente de los pelotones en retira-da apenas ordenada, Carlos Montúfar, el Marqués de Villa Orellana,Antonio Ante, Manuel Mateu, Nicolás de la Peña y su heroica esposadoña Rosa Zárate, y tres de los eclesiásticos más fieles a la causa,Miguel Antonio Rodríguez, José Correa -el cura de San Roque- y el pro-visor Caicedo.

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El encuentro en Ibarra de las dos alas quiteñas ocurrió el 15 o16 de noviembre. Cevallos ha recogido -con esa forma que trasuntafuentes conversacionales- un duro enfrentamiento de los dos jefes, elde las fuerzas del norte, Calderón, y el de las recién llegadas, Montú-far.115 Era explicable: cada jefe tenía mando, y, si el de Montúfar parecíade mayor rango, él llegaba al frente de un ejército derrotado y en reti-rada, y Calderón tenía uno victorioso. Estaba, además, lo de los parti-dos, aún sin extinguirse. Y había algo más -cuyo peso decisivo destaca-ra justamente Borrero116-: el Marqués de Villa Orellana, Montúfar yManuel Mateu habían dirigido comunicación a Montes pidiendo capi-tulaciones.117Al infomar de esto a Calderón, este lo rechazó airadamen-te. Y las tropas quiteñas vieron con hostilidad estas maniobras entre-guistas.118

En el proceso instruido contra el Marqués de Villa Orellana se lee estapregunta y la respuesta dada por Jacinto Sánchez de Orellana:

Preguntado si entre las providencias qe confiesa se dio la del ataque alas tropas del Rey en el pueblo de Sn. Antonio de Caranqui qe. se veri-ficó con mucha efusión de sangre en el qe, también fueron derrotadosdhos. rebeldes, habiendo causado pr. lo mismo la desolación y perjui-cios incalculables qe lloran esos vecinos: Dijo que no ha dado tal pro-videncia; pues habiendo regresado de Tontaqui donde se celebró unarmisticio con el Sr. Juan Sámano a su regreso lo recibieron los qe.estaban allá con amenazas de matarnos a los qe.habían concurrido aaquel tratado pr. lo qe. no quisieron mezclarse más en cosas de gobier-no, dejando al Comandante en él.119

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115 Al empaque conversacional de las fuentes llegado hasta el texto se volverá más en detalleprecisamente con este pasaje en la parte de la Literatura que se dedicará a Pedro FermínCevallos y su Historia.

116 Borrero, ob. cit., 372 y ss.117 En la confesión del de Villa Orellana en el proceso, este alegaba en su favor haber ido a

Atuntaqui, a celebrar un armisticio con Sámano. La acusación de Toribio Montes y ladefensa de los acusados en el Boletín de la Academia Nacional de Historia, vol. XXI, n. 57. Estadeclaración de Jacinto Sánchez, el marqués de Villa Orellana, en la p. 121.

118 Esa misma declaración del de Villa Orellana termina así: “que a su regreso lo recibieronhostilmente las tropas quiteñas”.

119 Documento reproducido en La Revolución de Quito 1809-1812. Archivo Nacional deHistoria, Boletín N° 33, Quito, 2007, pp. 66-70.

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En lo que le descargaba de culpa, el Marqués declara cosas ver-daderas -la ida a Atuntaqui para negociar un armisticio con Sámano, ycómo recibieron las tropas decididas a la lucha lo que vieron comopusilanimidad y cobardía-. Eso de que no tuvo parte en la decisión delataque,en cambio, mal puede afirmarse basados en esta declaración,hecha, como es obvio, para descargarse de culpa en ese insidioso pro-ceso. Trujillo, el interrogador, le “recrimina” así:

cómo niega haber dictado la providencia del enunciado combate cuan-do enla deposición conteste de dos testigos del sumario qe. existieronen dichavilla de Ibarra al tiempo de la acción se ve qe. expresan losmismostestigos el entusiasmo y ardor con qe. la procuró, significandoellosmismos las palabras seductivas que profería relativas a dho. fin deqe.solo en aquel acto consistía pa. qe. ganada la Victoria quedasen losa-mericanos mandando, qe. nada tenían menos qe. los europeos.

Estando divididas las posturas -capitulación frente a resisten-cia-, la reacción de Montes a la propuesta de capitulación, expresada enun papel que cayó en manos de los patriotas, los unificó a todos en unadecisión radical y heroica. En oficio fechado el 22 de noviembre, Mon-tes imponía condiciones humillantes: que se exigiera la entrega delarmamento; que se prendiera a comandantes, oficiales y tropa y aun aempleados de la Junta y personeros de las provincias, para de ellos eje-cutar pena de muerte en Nicolás de la Peña, Ramón Chiriboga, JoaquínMancheno, Marcos Guillón, Miguel Rodríguez, Prudencio Vásconez, elDr. Correa y el provisor Caicedo. La última exigencia era la entrega dequinientos mil pesos en oro, en el término de 24 horas.

Dictada por el Dr. Antonio Ante y firmada por Francisco Cal-derón, en el cuartel general de Ibarra, a 27 de noviembre de 1812, estála altiva nota de rechazo de esa forma prepotente de proceder:

Si el monstruo de la humanidad, titulado Presidente, se produce tancruelmente, cuando trata de seducir y engañar, y tiene armas al fren-te, ¿qué hará cuando se le rindan estas? No dejará hombres que pue-dan discurrir, y sí solo brutos que reciban la ley que su despotismo lesquiera dar. ¿En dónde está la libertad del americano tan decantadapor los repetidos gobiernos que se han creado en España? 120

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120 El texto en Borrero, ob. cit., p. 374

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Las cartas estaban echadas y a los patriotas no les quedaba sinocombatir. Iba a escribirse la última página de esta trágica y gloriosa his-toria comenzada en 1808 y 1809.

Sámano seguía en Atuntaqui, al frente de 590 hombres. Y vioque lo que se le había antojado fácil persecución de unos restos en des-bandada era en realidad guerra contra un ejército bien plantado y deci-dido. Y el cerco que le pusieron poblaciones indígenas lo llevó al bordedel colapso. Entonces ocupó el lugar del militar valiente el político tai-mado y pidió entrevistarse con Montúfar y con él envió un pliego queproponía un armisticio con la promesa “delante de los cielos” de me-diar con Montes para que se corriese un velo sobre lo sucedido.

Una vez más se frustró una victoria decisiva del ejército quiteño.Sámano quería aparecer conciliador, pero avanzaba has San

Antonio, donde se hacía fuerte, y el cura daba noticia de ello a los pa-triotas. Marchan entonces estos a castigar la felonía del español y loacosaron hasta que se vio forzado a refugiarse en la iglesia. Allí, cerca-do, acabados los pertrechos, resolvió la noche de ese 29 de noviembrerendirse con el alba.

Pero al alba los sitiadores habían desaparecido ... Otro doloro-so enigma de esta historia inicial de nuestras guerras libertarias. ¿Quéhabía pasado? Una vez más el rumor tendencioso. Cevallos lo contó:“... corrió entre la tropa quiteña la voz de que se acercaba otra divisiónen auxilio de Sámano. Bastó este vago rumor, esparcido entre las tropasliberales que ocupaban diferentes puntos, para que se diera la ordengeneral de retirada a Ibarra”.121

Desde tan infeliz decisión todo fue precipitarse la tragedia.Tropas desordenadas, mandos divididos, frente a un adversario cruel yahora ya bien aprovisionado de munición, todo condujo a la desmora-lizacion. Y se volvió a pedir la capitulación.

Sámano, aunque comunicó el pedido de capitulación aMontes, cargó sobre Ibarra.

Ante esta acción de personaje del que cabía esperar cualquiercrueldad y ninguna humanidad, Carlos Montúfar con parte de los qui-teños salió hacia el Chota. Calderón lo hizo con su tropa para el norte,con miras a unirse a los patriotas de Popayán. Sámano, apenas lo supo,se movilizó en su persecución y le dio alcance junto a la laguna deYaguarcocha. Allí, junto al “lago de sangre” -que debía su nombre a otro

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121 Cevallos, ob. cit., p. 136

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holocausto al final de otra resistencia heroica: el de los quiteños caran-quis degollados por el Inca invasor- se libró la última batalla de laRevolución de Quito. Desigual, desesperada, rica de ya inútil heroísmo.

A los derrotados Sámano persiguió con saña, para ejecutarlos.Sin atender al juramento prestado, hizo fusilar en Ibarra al coronelFrancisco Calderón, el 4 de diciembre de ese 1812.

La sevicia con que Montes y su atrabiliario segundo en el man-do, Sámano, tomaron venganza dejó huellas espeluznantes en órdenescomo la dada por el Presidente a un Fábrega, que había capturado aNicolás Peña y su heroica esposa Rosa Zárate en los bosques de Malbu-cho -camino de Tumaco-, en donde las gentes quiteñas habían ido acombatir después de los sucesos de diciembre en Ibarra: “Proceda Ud.a ponerles en capilla, pasándolos por las armas por la espalda, cortán-doles las cabezas que, con brevedad, remitirá Ud. del mejor modo posi-ble, para que se conserven y que vengan ocultas, a fin de ponerlas enla plaza de esta capital”.122

Carlos Montúfar acabó escondido en su hacienda de los Chi-llos. Apresado por delación de un fraile dominico, fue sometido a jui-cio y, acaso por el peso de la familia y su poder económico, el fiscaldeclaró la nulidad del proceso. Vuelta a instaurarse la causa, hubo deesconderse y, juzgado en rebeldía, fue -lo mismo que su padre, el Mar-qués- condenado a muerte. Imploraron indulgencia -ha referido Ro-berto Andrade- y les fue conmutada la pena capital por la de destierro,a Loja, el padre, a España, el hijo. Camino de ese destierro, Carlos fugóen Panamá y por Tumaco llegó a Popayán para unirse a los patriotasdel Cauca. Fue a Bogotá, como comisionado del gobierno de Popayánante Manuel Bernardo Alvarez, dictador de Cundinamarca, para con-seguir la ratificación del convenio que acordaran los delegados delCongreso Federal y Cundinamarca. Pero, mal recibido y acosado por eldictador, debió salir a Tunja. Al paso de Bolívar por esa ciudad, decamino a reducir a Alvarez, Montúfar se le unió como ayudante decampo -había conocido al Libertador en París-. En la toma de Bogotáactuó heroicamente. De allí regresó a combatir en las filas patriotas delCauca y comandó, como mayor general, el ala derecha de las tropasque vencieron a los españoles junto al río Palo.

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122 El documento en Borrero, ob. cit., p. 383

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EL TRAGICO FINAL DE LA EPOPEYA DE AGOSTO

En 1813 se recibió en Quito la Constitución que las Cortes espa-ñolas habían aprobado el año anterior. La ciudad, ya vencida, juró esaConstitución que sería la base del derecho constitucional americano. Eljuramento se solemnizó con las festividades de rigor.

Entretanto la Nueva Granada resistía y Sámano avanzó haciaPopayán multilicando saqueos y desafueros.

En Santa Fe, Nariño presidía el gobierno independiente, y,aunque se sentía a una España fortalecida por la mala fortuna que co-menzaba a derrumbar el imperio napoleónico, rechazó el someterse.Nariño era un luchador indomable. Por haber traducido la Declaraciónde los Derechos del Hombre había sido llevado, cargado de hierros, acárceles de Cádiz, y, vuelto en clandestinidad a la patria, para seguirluchando, había sido nuevamente apresado en 1810. Nada lo podíadoblegar.

Fracasada una mediación británica, el gobierno de Santa Fedesconoció la autoridad del rey.

Y entonces desembarcó en la isla Margarita, junto a Venezuela,el general Morillo con más de diez mil hombres, veteranos de las gue-rras napoleónicas, más un escuadrón de artillería.

En el sur de Nueva Granada, los republicanos, tras varias de-rrotas sufridas con paciencia y seguidas de ordenadas retiradas, ven-cieron en El Palo a los realistas de Vidaurrázaga, el 5 dejulio de 1815 Yaquí es donde hemos vuelto a dar con el quiteño Montúfar: comandóel ala derecha que con su desesperada carga a la bayoneta convirtióuna derrota en victoria.

Para someter a los victoriosos salió de Quito el atrabiliario Sá-mano hacia Pasto, el 18. Y en Quito se engrillaba y sumía en calabozos-aun por encima de la autoridad de Montes- a ciudadanos notables,acusados de conspirar: Manuel Larrea, Manuel Mateu, Guillermo Val-divieso, Francisco Javier Salazar, Bernardo León...

Solo cuando supo que Morillo había rendido Cartagena yavanzaba hacia el sur, Montes autorizó que Sámano saliese de Pastohacia Popayán. Se fortificó en el Tambo.

Las tropas patriotas de Popayán, cortas -menos del millar-,corrían el riesgo de quedar atenazadas entre el gran ejército españolque bajaba del norte fusilando a cuanto rebelde o colaborador apresa-

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ba y Sámano al sur. Mejía, su nuevo comandante. resolvió lanzarse con-tra Sámano.

El choque, en la cuchilla del Tambo, acabó en derrota america-na, tras heroica lucha.

Sámano ocupó Popayán y Morillo lo hizo Mariscal de Campo.El Virreinato volvió a sujeción de España y comenzaron consejos deguerra que fusilaban a decenas de americanos, algunos tan ilustres co-mo Caldas y Camilo Torres. Montúfar pudo esconderse algún tiempoen las selvas. Aprehendido y llevado a Buga, fue fusilado por la espal-da como traidor, el 31 de julio de 1816. Traidor a la corona: este fue sudefinitivo y más alto título de bemérito de la patria y la causa de lalibertad de América.

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ARTÍCULOS Y ENSAYOS

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ESPEJO EN EL RIO DE LA PLATA

Carlos Freile

l padre Juan Villegas S.I. es muy conocido en el Cono Sur por susvaliosos aportes a la Historia de la Iglesia, en nuestro país su obrano ha pasado del ámbito de los especialistas y es una lástima,

pues ha incursionado con maestría y solvencia en varios puntos denuestra historia eclesiástica. En su fundamental trabajo sobre el Conci-lio de Trento en nuestra América1 aportó datos valiosísimos sobre dosobispos quiteños de marcada influencia en nuestra historia no soloeclesial sino civil: Pedro de la Peña OP y Luis López de Solís OSA.También publicó un corto pero enjundioso estudio sobre la religiosidadpopular en nuestra época colonial en el cual se puede apreciar las ver-daderas dimensiones de ciertas prácticas, y de su sustento profundo,de la población quiteña, sobre todo indígena2.

El trabajo que ahora nos ocupa es uno publicado hace diezaños, pero que acaba de llegar por obsequio de su autor al Director dela Academia Nacional de Historia: “Eugenio Espejo (1747-1795), Qui-teño ilustrado”, publicado en Soleriana Cuadernos el ITUMS, 5, Mon-tevideo, 1996. Villegas comienza con una afirmación lapidaria y que de-be llamar la atención a los ecuatorianos devotos de sus auténticas glo-rias patrias: “Se convendrá en afirmar que F.J.Eugenio de Santa Cruz yEspejo no es suficientemente conocido en el Río de la Plata” (p.163).Para aliviar de manera corta pero academica esta falencia ha escrito estetrabajo, para ello hace acopio de las publicaciones que sobre el Precur-sor aparecieron en los años ochenta del siglo pasado varios cuyos auto-res se cuentan en los mejores conocedores de la obra espejiana.

Comienza Villegas con un resumen de la biografía de EugenioEspejo para lo cual se basa en el excelente resumen escrito por Jaime

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1 Villegas, Juan: Aplicación del Concilio de Trento en Hispanoamérica 1564-1600, Montevideo, 1975. 2 Villegas, Juan: La Congregación o Esclavitud Nuestra Señora de Loreto, Quito. Siglos XVII y XVIII,

Montevideo, 1985.

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Peña con aportes de Philip Louis Astuto3. Como es lógico dado el añode la publicación del trabajo no se han incorporado nuevos elementosaportados por varios investigadores que corrigen ciertas apreciacionestradicionales sobre el sabio médico quiteño.

De inmediato Villegas entra a la parte medular de su artículo:la presentación de Espejo, “el rebelde”, así lo llama con toda razón. Sinembargo se aparta de la tesis tradicional sostenedora de que la rebeldíay la actitud crítica del Precursor habría tenido como principal origen sucondición de individuo “de color”, a partir de allí habría desarrolladosu personalidad sobre todo valiéndose de los estudios: “El medio socialle ofrecía resistencia y le ponía escollos. El oponía trabajo y sacrificios. Estaoposición de fuerzas habría marcado su personalidad. Así habría surgido elEspejo rebelde. El crítico, que recibiendo lo que se le proporcionaba en el medio,fue capaz de ponderarlo y de analizarlo. A tal punto y con tal penetración deanálisis, que le permitirán encontrar los resortes para superar las críticas con-diciones imperantes en la audencia de Quito” (p.172 s.). En mi opinión elrechazo a Espejo se debió sobre todo a un aspecto, más allá de su pre-sunta filiación indígena: su tremenda capacidad crítica y burlesca.Villegas sostiene que “La rebeldía de Espejo sería no el resultado de una dia-léctica de opuestos, ciega e implacable, sino la manifestación de una interesan-te personalidad, que surgida desde ese medio se libera de él y, al hacerlo, escapaz de criticarlo y proponer su reforma” (p.174). Abandona nuestro autorla tesis sociologisista para adopar una psicologista, con lo cual da unainteresante aportación a la discusión sobre su controvertida figura y suno clara actividad.

Sin lugar a dudas la parte más interesante del artículo es la quetrata sobre “Espejo, ilustrado quiteño” en la que el autor traza un cortopero enjundioso escorzo de lo que fue la Ilustración en nuestro país, suaporte de novedad, su combate contra el escolasticismo decadente,abierto, con todo, a las posibilidades que llegaban con los nuevos li-bros, sobre todo su “rostro personal”, vale decir que ese movimiento secristalizó en nuestro medio en personas concretas, “fieles servidores tantodel rey como de Dios” (p.176), afirmación que puede chocar a los desin-formados.

Subraya Villegas el talante reformista de Espejo, su afán de

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3 Peña, Jaime: “Biografía de Eugenio Espejo” en VARIOS: Eugenio Espejo Conciencia Crítica de suEpoca, Quito, 1978. ASTUTO, Philip L.: Eugenio Espejo (1747-1795). Reformador Ecuatoriano dela Ilustración, México, 1969.

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cambiarlo todo para mejor, desde la educación hasta los caminos, suprurito de “organizar y corregir errores”, de “instruir y educar”(p.179). Este talante se enraíza en un auténtico y renovado patriotismo,pues todos los nuevos conocimientos y técnicas que deseaba se intala-ran en el Reino de Quito tendían a la consecución de la felicidad de sushabitantes. Ese patriotismo no le cegaba ni le convertía en un naciona-lista anacrónico, estaba abierto a la realidad político social de su tiem-po: la América Española, por eso sostiene el autor que “Espejo debe serconsiderado como un american” (p.180).

Con perspicacia Villegas reconoce en Espejo al hombre deacción, lo que ha sido negado por varios investigadores sobre todo enlos últimos años, luchador no solo contra la pereza mental y las injus-ticias sino contra sus implacables enemigos “que se molestaron con lascríticas y el espíritu reformista del ilustrado quiteño” (p.182).

Espejo fue un sabio de saber universal, estudió todo lo que ensu tiempo se podía cursar en la Universidad, aunque nunca llegó a sermiembro de su claustro de profesores, lo cual es una lástima. Sinembargo sus contemporáneos si calaron en su capacidad intelectual yla admiraron, como por ejemplo su “Discurso sobre la Sociedad Pa-triótica” alabado por los jesuitas expulsos en Italia.4 Dentro de los sabe-res de Espejo Villegas recalca que no se trataba de “un simple erudito”,sino que “es de justicia entenderlo como filósofo”. Pero filósofo a lamanera del siglo XVIII y a su propia manera, dedicado no solo a lareflexión teórica sino a la búsqueda de los remedios prácticos para losmales de la sociedad. Pero fue filósofo en especial por su indeclinablevocación de “estar en el bando de la sana razón”, todo ello sin abando-nar nunca sus convicciones cristianas, extremo también negado poralgunos investigadores a nuestro entender equivocados por no leer conecuanimidad los mismos textos espejianos (p.183)5. No descuida tam-poco Villegas otro punto polémico: asigna a Espejo una clara vincula-ción con la monarquía y el catolicismo, como no podía ser de otramanera (p. 184 ss). Termina Villegas su sesuda aproximación a Espejo con un paralelismocon el ilustrado peruano Hipólito Unanue, médico como el quiteño,pero no perseguido, él sí profesor universitario y hombre público hasta

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4 En este punto Villegas repite el error de Astuto de confundir a Pedro Lucas de Larrea con sushermanos jesuitas Ambrosio y Joaquín residentes en Italia (p.183).

5 Sobre este punto podría ser útil revisar mi trabajo Eugenio Espejo Filósofo, Quito, 1997.

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después de la Independencia. Para ello utiliza la “Oración inaugural delAnfiteatro Anatómico en la Real Universidad de San Marcos, el día 21de noviembre de 1792”. Hace notar las ideas ilustradas comunes aambos prohombres, su convicción de que solo la educación traerá feli-cidad al pueblo, de que estos países son ricos y solo necesitan conoci-mientos, iniciativas y trabajo. Afirma Villegas: “Muchas de las caracterís-ticas señaladas en oportunidad de leer los escritos de Eugenio Espejo, aparecie-ron en este discurso del ilustrado peruano Hipólito Unanue: patriota, cultor delas ciencias experimentales, católico, monárquico, crítico, filósofo” (p.189).Evidentemente la consonancia entre ambos pensadores no fue casual,sino producto de las corrientes de la época. Este acercamiento somerorealizado por el historiador uruguayo debe impulsar a los ecuatorianosa realizar estudios profundos sobre las convergencias de las tendenciasde nuestro país con las de los países hermanos.

Finalizo con dos citas de la “Conclusión” del excelente trabajode Villegas: “Al adoptar las ‘nuevas ideas’ Espejo tomó actitudes incoformis-tas y posiciones críticas respecto a las realidades que lo rodeaban. Típico delilustrado fue eso de aparecer como muy personal, inquieto, crítico y, por logeneral, hombre molesto. Típico del ilustrado fue cultivar una vastisima cul-tura, con la cual lograba sobresalir entre los hombres de su tiempo. Típico delilustrado será también el moverse de otra manera con respecto a las institucio-nes académicas y a los medios de comunicación e ideas de entonces. Por todoesto Espejo se presenta como un ilustrado” (p. 190). “Espejo fue un cristianoque no divorció su fe de los estudios. Viviendo en el siglo de las luces, junto aesas luces supo descubrir las luces de la Iglesia, los Santos Padres y los maes-tros de la elocuencia evangélica6. Espejo admitió además la autoridad en lorelativo a la interpetación de las Sagradas Escrituras y en el campo de lamoral. La verdadera sabiduría no la puede dar el mundo. La verdadera sabidu-ría debía estar orientada por el amor a la verdad y es dependiente de la santi-dad” (p. 191).

Otros estudios sobre nuestro Eugenio Espejo publicados en elRío de la Plata son: de María Cristina Araujo Azaola: “La ilustración deEugenio Espejo (1747-1795” en Filosofar Cristiano, año X, N° 19-20 Córdo-ba, 1986; además “El espíritu filosófico de Eugenio Espejo” en Reflexio-

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6 El profundo conocimiento de la literatura teológica, de la patrística y de los oradores sagra-dos por parte de Espejo se puede constatar con la revisión de los autores que cita en susobras, Véase de mi autoría: Eugenio Espejo Lector. Contribución al estudio de las lecturas en elReino de Quito en el siglo XVIII, de próxima aparición

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nes sobre las viruelas” en Cuadernos del ITUMS, N° 5, Montenvideo, 1995;esta autora también dictó varias conferencias sobre la figura del sabioquiteño; y de Mónica P. Martini: “Juegos Lumínicos en la Obras delIlustrado Quiteño Santa Cruz y Espejo (1779-1792) en Páginas sobreHispanoamérica Colonial. Sociedad y Cultura, 1, Buenos Aires, 19947. Sobreellos volveré en otra oportunidad, por el momento rindo un tributo dehomenaje a las dos historiadoras admiradoras de Espejo ya fallecidas.

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7 Mónica Patricia Martini es autora de una pionera e iluminadora obra sobre la época colonial:El indio y los sacramentos en Hispanoamérica colonial. Circunstancias adversas y malas interpreta-ciones, Buenos Aires, 1993 (en ella cita a nuestros Luis López de Solís, Pedro de Mercado yAlonso de la Peña Montenegro).

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BOLÍVAR Y LA INCORPORACIÓN DE GUAYAQUIL A COLOMBIA

Jorge Núñez Sánchez

LOS ANTECEDENTES HISTÓRICOS

El tema de la incorporación de Guayaquil a la Gran Colombiaes uno de los más debatidos de la historiografía ecuatoriana y sigueencendiendo los ánimos de historiadores y comentaristas de historiacasi dos siglos después de ocurrido el fenómeno. El hecho central deldebate lo constituye el carácter que tuvo la acción del Libertador SimónBolívar en esa circunstancia histórica, al punto que existen muchasapreciaciones contrapuestas sobre ella. De ahí que hayamos emprendi-do una revisión de la documentación histórica del caso, con miras areconstruir la verdad de los hechos.

Como hemos señalado en nuestro trabajo “El Consulado deLima y la Independencia de Guayaquil” (Guayaquil, 1998), antes de suemancipación Guayaquil había venido resistiendo durante décadas lasextorsiones económicas impuestas por el Consulado de Lima y las am-biciones de dominación de los virreyes del Perú, mismas que se habíanacentuado a partir de la creación del Virreinato del Río de la Plata, en1776, que se hizo desmembrando del Virreinato del Perú sus territoriossur-orientales, incluido el Alto Perú, donde se hallaban los más ricos cen-tros de producción de plata y particularmente el “Cerro rico” de Potosí.

Según la valoración del historiador canadiense Timothy E.Anna:

“en 1776 cayó el golpe más desastroso para la prosperidad peruanacuando, como parte de su continuo programa de racionalización através de amplias reformas económicas y administrativas, la monar-quía borbónica creó el nuevo virreinato del Río de la Plata, con sucapital en Buenos Aires. Esta medida arrebató a Lima el control devastos territorios en el sur. Fue más desastroso aún que la región delAlto Perú (Bolivia), centro de las ricas minas de plata, fuese separa-

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da del virreinato del Perú y entregada al nuevo virreinato del Río dela Plata.”1

Por su parte, el historiador británico John R. Fisher ha demos-trado que las autoridades y comerciantes del virreinato peruano se sin-tieron gravemente afectados con la pérdida de control sobre la produc-ción de plata del Alto Perú, en razón de que esto

“amenazó el intercambio tradicional de la plata altoperuana por lastelas, comestibles y aguardientes, producidos en las provincias delCuzco y Arequipa, así como los productos europeos importados por elpuerto de Callao y distribuidos a los centros mineros por los comer-ciantes limeños. Al tener que depender de los productos de sus pro-pias minas bajoperuanas, las perspectivas económicas del virreinatotruncado eran muy pobres ... La pérdida del Alto Perú representó lapérdida del 63% de la producción registrada en los dos Perús.”2

Por las razones expuestas, la creación del Virreinato del Río dela Plata trajo como consecuencia un endurecimiento del monopolioperuano sobre la producción exportable de la Audiencia de Quito quesalía por Guayaquil e iba obligadamente hacia Lima, y muy particular-mente sobre el comercio de cacao y cascarilla, productos que consti-tuían, después de la plata, el segundo y tercer rubro de las exporta-ciones peruanas a España.3

Naturalmente, ello produjo la consecuente protesta de los pro-ductores cacaoteros y cascarilleros de la Audiencia de Quito, quienesse enfrentaban esta vez a la terrible paradoja de que el monopolio lime-ño los estrechaba aún más en el mismo momento en que la coronadecretaba el “libre comercio” intercolonial. La situación llegó a talextremo que el mismo Virrey de Nueva Granada, bajo cuya jurisdic-

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1 Anna, Timothy E. La caida del gobierno español en el Perú. El dilema de la independencia, Institu-to de Estudios Peruanos Ediciones, Lima, p. 17.

2 John R. Fisher, “Minería y comercio en el Perú en el período borbónico”, incluido en HistoriaEconómica de América Latina, ediciones de la ADHILAC, Quuito, 1991, pp. 111-112.

3 Según Fisher, entre 1782 y 1976, las exportaciones totales del Perú a España tuvieron un valoranual promedio de 5,6 millones de pesos “y los productos más importantes, que representa-ban el 78,5% de las exportaciones, eran el oro y la plata, principalmente plata, el valor anualpromedio de los cuales llegaba a 4.4 millones de pesos. En segundo lugar encontramos elcacao (11.4 %), y después la cascarilla (6.9 %). Estos tres productos representan el 97% detodas las exportaciones peruanas”. Cit., pp. 129-130.

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ción legal se hallaba la Provincia de Guayaquil, se vio en el caso dedenunciar ante el Rey los efectos nocivos de esas prácticas monopolis-tas de los comerciantes de Lima.4

Para entonces, Perú gozaba de un excesivo proteccionismo metropoli-tano, que tenía un carácter tanto económico como político y que ter-minó por volver cada vez más abusiva y arbitraria la conducta de lacasta virreinal limeña en el área occidental de Sudamérica. Y para nomencionar sino un ejemplo del espíritu prepotente que llegó a adquirirésta, baste citar lo ocurrido entre las Cajas Reales de Guayaquil y lasCajas Reales de Lima, a partir de 1763, tomando como base el cuida-doso estudio efectuado sobre los ingresos de las Cajas de Guayaquilpor la notable historiadora española María Luisa Laviana Cuetos.5

Ese estudio revela que, desde el año en mención, empezó aocurrir una creciente distorsión en los ingresos de las Cajas Realesguayaquileñas, a consecuencia de un persistente arrastre de deudas nocubiertas.

“Parte fundamental de estas deudas –afirma Laviana– son las corre-spondientes a las Cajas de Lima, pues a pesar de que casi constante-mente se están recibiendo en Guayaquil caudales procedentes de Limapara pagar las maderas compradas, o las reparaciones de barcos deguerra en el astillero, etc, también casi constantemente las Cajasperuanas están en descubierto con las de Guayaquil, ya que el dineroque envían es siempre inferior al gasto que ocasionan”.6

Más adelante precisa el estudio que, a partir de 1763,

“las cuentas reflejan continuos suplementos hechos en Guayaquil alas Cajas de Lima... Desde el año 1779 en adelante, la deuda de Limaes la partida principal entre las cantidades no cobradas de que sehacen cargo los oficiales de Guayaquil, oscilando esta deuda limeñaentre los 10.000 pesos de 1770 y los más de 250.000 pesos que laHacienda peruana queda debiendo a la guayaquileña al finalizar

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4 El Virrey de la Nueva Granada al Rey; 15 de mayo de 1786.5 María Luisa Laviana Cuetos, “Problemas metodológicos en el estudio de la Real hacienda:

Ingreso bruto e ingreso neto en las Cajas de Guayaquil (1757-1804)”, en Historia Económica deAmérica Latina, pp. 3-20.

6 Ibídem, p. 8.

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nuestro estudio. Naturalmente, los funcionarios fiscales de Guaya-quil indican constantemente en sus cuentas que han hecho repetidasinstancias al virrey del Perú para conseguir el reintegro de lo quedeben las Cajas de Lima, pero que no logran nada, a veces ni siquierarespuesta”.7

¿Cuál era la causa de esa deuda acumulada? ¿Y por qué lasautoridades peruanas, desde el virrey para abajo, hacían caso omiso delas reclamaciones guayaquileñas y se negaban a pagar las grandes can-tidades adeudadas a las Cajas Reales del puerto?

La respuesta es relativamente simple: el grupo de poder orga-nizado alrededor del consulado de Lima, sintiéndose tolerado por lacorona y sabiéndose indispensable para España, actuaba como le veníaen gana y, en este caso específico, practicaba esa sistemática retenciónde fondos como un medio de acumular capital en su beneficio. Dichode otro modo, los comerciantes del consulado limeño utilizaban unacoacción extra-económica para alcanzar de Guayaquil, y de la corona,un nuevo subsidio a la economía peruana.

Al iniciarse el último cuarto del siglo XVIII, las reiteradas que-jas guayaquileñas consiguieron que el monarca, por Real Cédula de 14de noviembre de 1776, encargase al Virrey de Nueva Granada la bús-queda de soluciones para la depresión económica que sufría la provin-cia de Guayaquil. Cumpliendo con esa Real Orden, el virrey mandóque la ciudadanía del puerto, reunida en cabildo abierto, examinase lascausas del atraso de la provincia y los medios para su restablecimien-to. Se logró, de este modo, tener una visión cabal de los problemas quepor entonces enfrentaba el puerto, la que fue remitida al virrey, en 1778,por el Procurador General del Cabildo de Guayaquil, don FranciscoVentura de Garaicoa, en una detallada representación que adicional-mente formulaba las posibles soluciones.

Recogiendo la opinión de “sujetos hábiles, prácticos y de expe-riencia en el comercio, la agricultura y la industria”, a los que el cabil-do consultara, Garaicoa expuso que las principales causas de la mise-ria de la provincia provenían de los frecuentes incendios, de las inva-siones piráticas, de los naufragios de buques mercantes y de los abusosde los monopolistas peruanos. Entre estos últimos, Garaicoa precisaba

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7 Ibídem, P. 9

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dos sumamente perjudiciales a los productores y comerciantes de Gua-yaquil. Uno de ellos era la imposición de precios que hacían los perua-nos en el comercio de cacao, poniéndose previamente de acuerdo parasostener en común un precio bajo. El otro era el pago de sus frutos(cacao, cascarilla, etc) con ropas europeas traídas por la ruta del Cabode Hornos y no con dinero contante y sonante,

“de que resulta hallarse agobiados estos habitantes con un peso inso-portable que no los deja respirar, ocasionando a la provincia el fataldaño de que, importando más las ropas que introducen que los frutosde cacao y otros que se extraen, se verifique el que haya cesado la cir-culación del dinero, y que no tengan signo público con que fomentarla agricultura y otros ramos de industria”.8

Entre otras soluciones al problema, el Procurador de Guaya-quil propuso entonces que se prohibiese a los comerciantes peruanospagar los productos de Guayaquil con ropas europeas.9

Cuando finalmente el asunto fue conocido por el Rey de Espa-ña, su secretario anotó en el expediente: “Para resolver este expediente contodo conocimiento posible quiere el Rey que se remita a informe del ArzobispoVirrey de Santa Fe....” 10 Atendiendo el informe pedido por el monarca, elarzobispo-virrey de Santa Fe, Caballero y Góngora, elevó su con-testación el 15 de mayo de 1786. En lo sustancial, su informe expresaba:

“El hacerse el comercio puramente pasivo (por parte de los guayaqui-leños) no solo depende de la falta de embarcaciones propias, sino prin-cipalmente de no tener aquellos vecinos libertad para conducir suscacaos al Reyno de Nueva España, estorbo que no se repara con elpermiso de conducirlos al Perú; porque como de Lima se remiten aGuayaquil todas las ropas que se consumen en la Provincia, no nece-sitan los comerciantes de aquella capital cambiar dinero alguno paracomprar los granos,… cuyo fin se ha formado un monopolio conhaberse convenido los limeños en enviar un solo individuo a ejecutarlas compras, quién establece el precio de un modo ventajoso a los com-

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8 “Representaciones del Procurador General del Cabildo de Guayaquil, don Francisco Ventura de Garaicoa, al Virrey de Santa Fe”. Guayaquil, 18 de agosto de 1778. AGI, Quito, 1.378-A.

9 Ibídem.10 Nota en el expediente, fechada el 12 d enero de 1784. Ibíd.

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erciantes y perjudicial a los labradores, por haberse quitado la compe-tencia que daba mayor estimación a los frutos. De cuyo mal nace otropeor, que es no entrar la especie de dinero en la Provincia de Gua-yaquil por sus frutos, y así se consume pronto el que hay y más cuan-do anualmente salen más de 100.000 pesos que rinden las RentasReales...”. 11

Visto el asunto en dimensión continental, podemos afirmar queel Perú no ocupaba dentro del sistema colonial un lugar parecido al delas demás posesiones españolas de América, sino el de un país protegi-do y un socio menor de España en la dominación y exacción de los paí-ses sudamericanos. Si el reino español, en su calidad de metrópoli,extorsionaba a sus colonias y vasallos hispanoamericanos, el virreinatoperuano, en su calidad de vice-metrópoli, buscaba extraerles una plus-valía adicional para su particular beneficio. De este modo, Lima no erasolo un sub-centro administrativo del colonialismo ibérico, sino unasuerte de adusto capataz de colonias, aún más exigente y duro que lamisma España. Por eso, como lo ha reconocido un eminente interna-cionalista peruano contemporáneo, el doctor Juan Miguel Bákula, “elmonopolio comercial del Consulado de Lima (era) más aborrecido en BuenosAires, Valparaíso y Guayaquil que el mismo monarca”.12

Es en el marco de estos antecedentes que debe entenderse laresistencia guayaquileña al poder de Lima y calcular la real dimensiónlas aspiraciones autonómicas que surgieron en Guayaquil y que lle-varon a los porteños, tras un frustrado proceso de renegociación de suestatus colonial, a proclamar en 1820 su independencia provincial, notanto de España cuanto del Perú.

LA INDEPENDENCIA DE GUAYAQUIL Y SUS EFECTOS GEOPOLÍTICOS

Tuvo grandes efectos geopolíticos la tardía proclamación de la inde-pendencia guayaquileña, ocurrida recién el 9 de octubre de 1820, estoes, ocho años después de que concluyera la primera guerra de indepen-

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11 Informe del Virrey de la Nueva Granada al Rey; 15 de mayo de 1786.12 Juan Miguel Bákula, “Hacia una visión renovada de las relaciones entre Perú y Ecuador”,

en: Relaciones del Perúcon el Ecuador, CEPEI-PNUD, Eduardo Ferrero Costa, editor, Lima,Perú, 1994, p. 45.

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dencia quiteña y cuando ya habían consolidado su independencia laRepública Argentina, Chile y Colombia, y las fuerzas del Protector Joséde San Martín habían liberado del dominio español a la costa del Perú. Inevitablemente, esa proclama guayaquileña supuso la apertura de unpotencial conflicto entre los nuevos Estados de su vecindad, Colombiay Perú, cuyas autoridades habían hecho suyas las disputas colonialespor la posesión de dicho puerto.

Según el principio general del respeto al uti possidetis de 1810,acordado por los dirigentes de los nuevos Estados independientes, lapertenencia de Guayaquil no era fácil de definir pues, de acuerdo a lasresoluciones metropolitanas, esta extensa y rica provincia dependíapara esa fecha, en lo judicial y administrativo, de la Audiencia de Quitoy, por tanto, del Virreinato de Nueva Granada, mientras que en lo mili-tar y comercial estaba bajo la jurisdicción del Virreinato del Perú.

Guayaquil, al igual que toda la Audiencia de Quito, había per-tenecido al Virreinato del Perú hasta la creación del Virreinato de laNueva Granada, en 1717, que comprendía las audiencias de Santa Fe,Quito y Panamá y la Comandancia General de Caracas (Decreto Realdel 29 de abril de 1717 y Real Cédula de 27 de mayo de 1717). Mástarde, por Real Cédula de 5 de noviembre de 1723 se dispuso la supre-sión de este virreinato por no haber cumplido con su objetivo central,cual era la eliminación del contrabando en el norte de Sudamérica.Empero, años más tarde, se lo restableció por Real Cédula de 20 deagosto de 1739, con sus territorios originales.

Mas el Perú mantuvo siempre sus ambiciosas miras sobre Gua-yaquil, que se acentuaron tras la pérdida del Alto Perú, en 1776, y sobretodo con la política expansionista del virrey Abascal, que lideró la con-trarrevolución en Sudamérica y adelantó “una política de anexión quedio por resultado la extraordinaria expansión territorial del Perú. Qui-to, Charcas y Chile fueron anexados por la iniciativa del virrey, másbien que como resultado de la política metropolitana” 13. En efecto, du-rante el periodo de la primera guerra de independencia quiteña(1809–1812), fue Abascal quien tomó a su cargo la represión de la insur-gencia patriótica y quien se opuso activamente a la misión del Comi-sionado Regio don Carlos Montúfar, que finalmente resultó frustrada.Y luego fue quien orquestó la política limeña de extorsión a Guayaquil,

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13 Hamnett, Brian R., La política contrarrevolucionaria del virrey Abascal: Perú, 1816-1826, Lima:Instituto de Estudios Peruanos, Documento de trabajo N° 112, p. 12.

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en busca de convertir al cacao guayaquileño en la base financiera de laguerra colonialista en América del Sur.

Precisamente por la prevalencia que tuvieron en ese períodode guerra las medidas de hecho sobre el orden jurídico colonial, novamos a detallar aquí las contradictorias razones jurídicas que ecuato-rianos y peruanos han esgrimido para demostrar el “uti possidetis” deGuayaquil hacia 1810, tendentes a probar que el puerto era colombianoo peruano, respectivamente14. Y nos limitaremos a señalar que historia-dores peruanos de alto prestigio, como el sabio jesuita Rubén VargasUgarte, Nemesio Vargas, César García Rossell y Luis Alayza y PazSoldán han demostrado razonadamente que Guayaquil pertenecía aColombia en virtud de ese principio, que marcó el nacimiento del dere-cho internacional americano. 15

Más bien nos centraremos en mostrar las opiniones que loslíderes de los nacientes gobiernos republicanos de Colombia y Perútenían acerca de la posesión de Guayaquil y su provincia.

Para el Libertador–Presidente de Colombia, no existía dudaalguna de que Guayaquil y su provincia eran legítimamente colom-bianos, tanto por haber formado parte del Virreinato de Nueva Grana-da (juridicidad colonial) como por figurar como posesiones nacionalesen la Ley Fundamental de Colombia (juridicidad republicana).

Por su parte, el Protector del Perú, general José de San Martín,estaba de acuerdo, en principio, en respetar la voluntad del pueblo deGuayaquil. Así lo manifestó en su carta a la Junta de Gobierno deGuayaquil, del 23 de agosto de 1821:

“Desde que recibí la primera noticia del feliz cambiamiento que hizoesa provincia de su antigua forma, me anticipé a mostrar al gobiernoque entonces existía por medio de mis diputados, el general Luzuria-ga y el coronel Guido, cuáles eran las ideas que me animaban conrespecto a su destino. Mi grande anhelo era entonces y nunca será

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14 Un detallado análisis sobre el asunto consta en nuestro trabajo “El Consulado de Lima y laIndependencia de Guayaquil” (Guayaquil, 1998), antes mencionado.

15 Véanse, respecto de lo afirmado: Vargas Ugarte, Rubén. Historia General del Perú; tomoVI,Carlos Milla Batres, editor, Lima, 1996. Vargas Valdidieso, Nemesio. Historia del Perú inde-pendiente; tomo I. García Rosell, César. “Bolívar no le quitó Guayaquil al Perú”, en Testimo-nios peruanos sobre el Libertador, publicación de la Sociedad Bolivariana de Venezuela, cara-cas, Imprenta Nacional, 1964, pp. 262-278. Alayza y Paz Soldán, Luis. Unanue, San Martín yBolívar, Lima, 1934.

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otro que ver asegurada su independencia bajo aquel sistema de gob-ierno que fuese aclamado por la mayoría del pueblo, puesto en plenalibertad de deliberar y cumplir sus votos. …Por lo demás, si el pueblo de Guayaquil espontáneamente quiere agre-garse al departamento de Quito, o prefiere su incorporación al Perú osi en fin resuelve mantenerse independiente de ambos, yo no haré sinoseguir su voluntad y considerar esa provincia en la posición políticaque ella misma se coloque. Para remover sobre este particular toda ambigüedad, es obvio el expe-diente de consultar la voluntad del pueblo, tomando las medidas queese gobierno estime conveniente a fin de que la mayoría de los ciu-dadanos exprese con franqueza sus ideas, y sea norma que siga V.S.en sus resoluciones, sirviéndose en tal caso avisarme el resultado paranivelar las mías”.16

Pero esas opiniones de San Martín cambiaron al poco tiempo,seguramente por influjo del círculo peruano que lo rodeaba, de modoque, para marzo de 1823, estaba convencido ya de la inconveniencia deque Guayaquil permaneciese como un poder independiente enclavadoentre Colombia y Perú. Así lo manifestó a Bolívar en carta del 3 demarzo de 1822, en la que expresó con total franqueza sus opinionessobre Guayaquil:

“Por las comunicaciones que en copia me ha dirigido el gobierno deGuayaquil, tengo el sentimiento de ver la seria intimidación que leha hecho V.E. para que aquella provincia se agregue al territorio deColombia. Siempre he creído que en tan delicado negocio el votoespontáneo de Guayaquil sería el principio que fijase la conducta delos estados limítrofes, a ninguno de los cuales compete prevenir porla fuerza la deliberación de los pueblos... Dejemos que Guayaquil con-sulte su destino y medite sus intereses para agregarse libremente a lasección que le convenga, porque tampoco puede quedar aisladosin perjuicio de ambos...”.17

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16 Documentos del archivo de San Martín; tomo VII; p. 432.17 Instituto Sanmartiniano. Epistolario entre los libertadores, pp. 25-16.

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LA “GUERRA DE PARTIDOS” EN GUAYAQUIL

En tal circunstancia histórica, mientras los Estados vecinosdesarrollaban sus propios proyectos sobre el futuro del puerto caliente,al interior de la población guayaquileña se formaron tres partidos, quebuscaban el control político de esa importante provincia, que tenía en-tonces 90 mil habitantes, 20 mil de ellos en su capital.

El pequeño partido autonomista estaba presidido por el doctorOlmedo y abogaba por la liberación del resto de la Audiencia de Quito,tras el sueño de constituir una república autónoma, que seguramentedebía llamarse República de Quito y tener su gobierno en el puerto deGuayaquil. Un primer paso en ese sentido fue que al nuevo ejércitoorganizado en Guayaquil, para la liberación del actual Ecuador, se lellamó “División Protectora de Quito”, pensando en el país quiteño y nosolo en la ciudad de Quito. Pero ese bello sueño autonomista no habíaconsultado la opinión de las otras regiones de la Audiencia de Quito,que, con el pasar del tiempo, fueron tomando sus propias determina-ciones, en general opuestas al autonomismo y favorables a la inte-gración con Colombia.18

El todavía más pequeño pero muy activo partido peruanófilolo lideraban los grandes comerciantes del puerto, vinculados estrecha-mente al comercio de Lima, y buscaba la agregación de Guayaquil y suprovincia a la naciente República del Perú. Es sabido que a este partidopertenecían los vocales de la segunda Junta de Gobierno, coronel Ra-fael Jimena y señor Francisco María Roca.

El tercer partido, el colombófilo, era numéricamente el mayorde todos, pues estaba integrado por los numerosos cacaoteros de Gua-yaquil y su provincia, quienes, como hemos analizado antes, veníanenfrentados desde hacía décadas con los comerciantes monopolistas deLima y sus socios comerciales del puerto, que los perjudicaban en losprecios del cacao y otros detalles de este negocio. Eran sus cabezas másvisibles el Procurador de la Ciudad, José Leocadio Llona, el doctorVicente Espantoso y el coronel José de Garaicoa. Y es preciso agregarque este partido tenía una fuerte presencia en la actual provincia deManabí, cuyos habitantes estaban en su totalidad inclinados por laagregación a Colombia.

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18 A comienzos de 1822, Cuenca se proclamó colombiana y Quito hizo lo mismo en junio, trasla batalla de Pichincha.

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El partido peruanófilo fue inicialmente uno de los más activosy trabajó sin descanso por la incorporación al Perú. Por no ser motivode este artículo no reseñamos las innumerables acciones que desen-volvió este grupo, en estrecha colaboración con el gobierno peruanodel Protector José de San Martín, quien llegó a planificar la ocupaciónmilitar de Guayaquil por las fuerzas peruanas, proyecto finalmente fra-casado.

El partido colombófilo, inicialmente menos activo, cobró rápi-da fuerza hacia 1821, alentado por la creciente presencia de las tropasauxiliares colombianas, a las que los cacaoteros del puerto veían comola única garantía cierta de su independencia, tanto frente a España co-mo frente al Perú, país cuya extorsión económica habían sufrido y te-mían se repitiera. Fue así que, el 31 de agosto de 1821, concurrieronmasivamente al Cabildo de la ciudad y proclamaron la agregación deGuayaquil a Colombia.

Ese hecho fue denegado luego por el cabildo guayaquileño,pero tuvo eco en Portoviejo, donde el cabildo local se proclamó por laincorporación a Colombia y levantó un acta solemne de dicha procla-mación (16 de diciembre de 1821). Alarmada con dicho acontecimien-to, que ponía en entredicho su autoridad y amenazaba a su mismasupervivencia, la Junta de Gobierno de Guayaquil pidió a Sucre queinterviniese como mediador en el problema, pero éste se excusó de par-ticipar en un conflicto político local. Buscando resolver el conflicto quela agobiaba, la Junta envió una delegación ante el cabildo de Porto-viejo, en busca de obtener una retractación de la proclama o, al menos,un compás de espera, hasta que una asamblea general de la provinciaresolviese el asunto de la agregación o la autonomía. Pero la Junta gua-yaquileña hizo algo más: temiendo que fracasase la misión política desus delegados, envió tropas a Portoviejo, para restablecer su autoridaden ese distrito. Fue un paso en falso, que agravó la situación, pues losportovejenses se alzaron contra la Junta porteña y los voluntariosguayaquileños del batallón “Libertadores”, enviados a reprimir a losdisidentes, proclamaron también el nombre de Colombia. Entonces, enbusca de sobrevivir ella misma, la Junta debió dar marcha atrás y tole-rar de mala gana la disidencia de Portoviejo, aunque su autoridadquedó minada gravemente.

Resumiendo, un año después de la proclama porteña de inde-pendencia, cuando Bolívar todavía no había entrado en escena y ni

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siquiera había pisado el territorio del actual Ecuador, la mayoría de laciudadanía guayaquileña era ya abiertamente colombófila y también loeran las tropas de la propia Junta de Guayaquil, que expresaron dediversos modos y en forma reiterada su deseo de agregación aColombia.

Esa es la clara y diáfana verdad que se han empeñado en ocul-tar los regionalistas de ayer y de hoy, que acusaron y siguen acusandoa Bolívar de haber tomado Guayaquil por la fuerza de las armas y“ahogado el autonomismo guayaquileño”, falsificando así la historiaen beneficio de larvados intereses políticos o personales.

EL LIBERTADOR ANTE LA SITUACIÓN DE GUAYAQUIL

Mientras esto ocurría en la provincia de Guayaquil, el Liber-tador de Colombia, que había iniciado la “Campaña de liberación delSur”, se dirigió a José Joaquín Olmedo, Presidente de la Junta de Go-bierno de Guayaquil, mediante carta del 2 de enero de 1822, expresán-dole en forma clara y tajante su opinión oficial sobre la situación delpuerto:

“Yo me lisonjeo, Excmo. Señor, con que la República de Colombiahabrá sido proclamada en esa capital, antes de mi entrada en ella.V.E. debe de saber que Guayaquil es complemento del territorio deColombia; que una provincia no tiene derecho a separarse de una aso-ciación a que pertenece, y que sería faltar a las leyes de la naturalezay de la política, permitir que un pueblo intermedio viniese a ser uncampo de batalla entre dos fuertes Estados; y yo creo que Colombia nopermitirá jamás que ningún poder de América encete su territorio.Exijo el inmediato reconocimiento de la república de Colombia, por-que es un galimatías la situación de Guayaquil. Usted sabe, amigo,que una ciudad con un río no puede formar una nación”.19

Ese mismo día, Bolívar escribió también al general Sucre, dán-dole concretas disposiciones para resolver de inmediato el asunto deGuayaquil. Decía en esta carta, suscrita en Cali:

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19 La carta en: Pino Ycaza, G. Derecho territorial ecuatoriano, tomo I, p. 536.

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“He llegado al fin a esta capital, a completar la libertad de Colombiay el reposo del sur. Guayaquil recibirá todos los auxilios necesariospara no ser más inquietado... Para preparar el éxito de la próximacampaña, autorizo a U.S. se pondrá de acuerdo con el gobierno deGuayaquil. Pero si éste rehusase algo de cuanto U.S. pida, U.S. estáautorizado para hacer por si mismo aquello que conceptúe preciso...Yo tomo sobre mí la responsabilidad de cuantas providencias tomeU.S., activas, eficaces y aun violentas. El tenor de estas órdenes debeU.S. comunicarlo al gobierno de Guayaquil, manifestándole, verbal-mente, que mis intenciones son llevar a cabo la libertad de Colombiadesde Tumbes hasta las bocas de Orinoco y que los sacrificios que hahecho Colombia por recobrar su íntegra independencia, no serán frus-trados por ningún poder humano de América; y, finalmente, que yoespero que, para cuando yo entre en esa ciudad, ya el gobierno deColombia habrá sido reconocido por ella, no pudiendo yo hallarme,sin faltar a mi deber y a mi deseo, fuera del territorio de laRepública”.

Uniendo la teoría a la acción, Bolívar decidió acudir personal-mente a Guayaquil para imponer en ese puerto la soberanía colom-biana y terminar con la peligrosa situación de indefinición políticacreada por la Junta de Gobierno. Su plan era viajar por mar con sustropas, desde el puerto colombiano de Buenaventura, según lo informóel secretario del Libertador al Ministro de Guerra, en carta fechada enCali, el 5 de enero de 1822. Decía la carta:

“S.E. ha preferido emprender la próxima campaña del sur porGuayaquil, por las siguientes consideraciones: 1° Por asegurar aGuayaquil, y hacer que aquella provincia se declare por Colombia.Hasta hoy el manejo y las intrigas la han mantenido en una neutrali-dad incompatible con sus verdaderos intereses, y más aún con losderechos de nuestro Gobierno. No faltan quienes desean su incorpo-ración al Perú, y quienes opinen por el extravagante delirio de que seaun Estado independiente. Si prevaleciera esta opinión, Guayaquil nosería más que un campo de batalla entre dos Estados belicosos, y elreceptáculo de los enemigos de uno y otro. La ley fundamental que-daría sin cumplirse y Colombia y el Perú jamás estarían seguros,estando confiadas a sus propias fuerzas las débiles puertas de Guaya-

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quil. Más funesta aún sería a nuestros intereses la incorporación alPerú... Estos y otros males muy graves y de consecuencias de muchatrascendencia se evitan con el envío de tropas colombianas a Guaya-quil, y sobre todo con la presencia del Libertador allí...”.20

Siempre desde Cali, el 18 de enero del mismo año, Bolívar sedirigió una vez más a la Junta guayaquileña, insistiendo en su exigen-cia de reconocimiento a la soberanía colombiana:

“... Ese gobierno sabe que Guayaquil no puede ser un Estado inde-pendiente y soberano; ese gobierno sabe que Colombia no puede nidebe ceder sus legítimos derechos y ese gobierno sabe, en fin, que enAmérica no hay un poder humano que pueda hacer perder a Colombiaun palmo de la integridad de su territorio”.

En las semanas siguientes, los planes de Bolívar para viajar pormar a Guayaquil fueron alterados por varias causas, entre ellas la pre-sencia de navíos españoles de guerra en el Pacífico Sur, que podían lle-gar a capturar al Presidente de Colombia, y la oposición del Vicepre-sidente Santander a que Bolívar se presentara personalmente en Gua-yaquil, con riesgo de ser ofendido por los enemigos de Colombia, loque constituiría una afrenta para la república. Ante tales razones, elLibertador debió variar sus planes y emprender la campaña del Surpor la ruta de Pasto, donde se hallaba uno de los más fuertes bastionesrealistas del continente.

Como es conocido, ello refrenó la marcha del Libertador, quehalló mucha dificultad en cruzar la barrera natural del río Juanambú,aunque finalmente lo logró y pudo batir a los realistas en la batalla deBomboná. Luego, el triunfo obtenido por Sucre en Pichincha le permi-tió obtener la capitulación del jefe pastuso Basilio García, lo cual lefacilitó la marcha hacia Quito.

Ya desde esta ciudad, el 22 de junio de 1822, Bolívar respondióa la carta que el Protector del Perú le enviara el 3 de marzo anterior,manifestándole su inquietud por la intimación hecha a la Junta guaya-quileña para reconocer a Colombia. Decía la respuesta del Libertador:

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20 De La Cruz, Ernesto. La entrevista de Guayaquil: Bolívar y el general San Martín, Santiago deChile, 1914, p.20.

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“V.E. expresa su sentimiento que ha tenido al ver la intimidación quehice a la provincia de Guayaquil para que entrase en su deber. Yo nopienso como V.E. que el voto de una provincia debe ser consultadopara consultar la soberanía nacional, porque no son las partes sino eltodo del pueblo el que delibera en las asambleas generales reunidaslibre y legalmente... Yo no creo que Guayaquil tenga derecho a exigirde Colombia el permiso para expresar su voluntad para incorporarsea la república; pero si consultaré al pueblo de Guayaquil, porque estepueblo es digno de una ilimitada consideración de Colombia, y paraque el mundo vea que no hay un pueblo de Colombia que no quieraobedecer sus leyes”.21

Esa tajante y enérgica respuesta de Bolívar acabó por refrenarlos planes peruanos para apoderarse de Guayaquil, pues al Protectordel Perú y su gobierno les quedó claro que Colombia estaba dispuestaa emplear todos los medios posibles para afirmar su soberanía en laprovincia de Guayaquil, cuya población, por su parte, era mayoritaria-mente colombófila y esperaba con ansia la llegada del Libertador.

EL DESENLACE DEL CONFLICTO GUAYAQUILEÑO

Con el triunfo de Pichincha y la llegada de Bolívar al actualEcuador, el partido colombófilo del puerto cobró nuevos bríos e insis-tió vivamente en su pedido de incorporación a Colombia. La oportu-nidad escogida fue la presencia del Libertador en Guayaquil, a dondellegó el jueves 11 de julio de 1822, a las cinco de la tarde, en medio delos aplausos de la multitud. Al siguiente día, viernes 12 de julio, elProcurador José Leocadio Llona entregó al cabildo una solicitud firma-da por 226 vecinos principales de la ciudad, que pedía la incorporacióna Colombia. Decían los peticionarios:

“Hasta hoy hemos dado ante toda la América, las pruebas más rele-vantes de nuestro amor por el orden… V. S. ha oído el voto libre deesta capital por su incorporación a la República de Colombia en elCabildo del 31 de agosto de 1821… La opinión por la incorporación

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21 Lecuna, Vicente. Cartas del Libertador, tomo III, p. 50.

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a la citada república se difundió con tanto tesón y energía, que nadacontuvo en lo sucesivo al cantón Portoviejo ni al batallón Liberta-dores, para que secundasen esta misma decisión… V. S., en fin, havisto ayer la gloriosa entrada de S. E. el Libertador Presidente, victo-riado por toda la capital, que proclamaba con entusiasmo a Guayaquilincorporado a Colombia. …Tenemos, pues, la absoluta pluralidad de la Provincia en favor de laagregación. … Consistiendo, pues, en esta voluntades la terminaciónde este negociado, urge apresurarlo a su solemnidad a favor de laRepública. …Nosotros, que reconocemos en V. E. unos representantes nuestros, leincitamos reverentemente a que finalice este interesante asunto, con-forme a una decisión tan altamente pronunciada. … Tenga V. E. pre-sente que, desde el primer Congreso Electoral, se conoció la uniformi-dad de nuestros intereses con los de Colombia. … Hoy, que vemos entodos los ramos, legislada la República del modo más sabio y con-forme a la dignidad de un pueblo libre, nos apresuramos a buscar enella estos bienes de paz y felicidad, que jamás podremos conseguir ennuestra pequeña extensión, por sólo nuestros esfuerzos. Queremostener libertad respetada, sin turbaciones, para ser consideradosnacionalmente y ponernos en aptitud de reunir nuestros recursos alos de los pueblos todavía tiranizados…Y exigimos que si en el mismo acto de presentar a V. E. nuestrosvotos, no fueren elevados por el mismo conducto de nuestro Síndico,a S. E. el señor Presidente de la República de Colombia, lo haga porsi mismo con la protesta correspondiente.” 22

Sin duda, este documento es muy importante por varias razo-nes trascendentales. En primer lugar, por su texto, de un alto nivel con-ceptual y político, que revela a las claras la voluntad absolutamentemayoritaria de la población porteña a favor de la agregación a Colom-bia y la desconfianza que causaba en esa amplia mayoría ciudadana lapropuesta autonomista, sin duda un bello sueño localista, pero que evi-dentemente conllevaba graves riesgos. En segundo lugar, esa impor-tancia está dada por su destinatario, que era el cabildo de Guayaquil y

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22 El documento de la Gaceta de Colombia, N° …, p. …. También en Camilo Destruge:Guayaquil. Revolución de Octubre y Campaña Libertadora de 1820-22, Imprenta Elzeviriana deBorrás, Barcelona, 1920, pp. 343-346.

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no la Junta de Gobierno, lo cual implicaba un tácito desconocimientociudadano a la autoridad de ésta. Y finalmente lo es por sus firmantes,entre los cuales figuran los más notables personajes guayaquileños dela época e incluso familias enteras del patriciado porteño, que expresa-ban de este modo su abierta e inequívoca voluntad de ser colombianos.En efecto, una breve mirada a la nómina de suscriptores nos permitehallar los nombres de los Garaicoa (José y Lorenzo), tíos del “héroeniño” de Pichincha, Abdón Calderón Garaicoa, de los Espantoso (Vi-cente y Tomás), los Marcos (José Antonio y Manuel), los Elizalde (JuanFrancisco y Antonio), los Gómez (José Antonio y dos Antonios más),los Parra, los Roca, los Noboa, los Avilés y los Castro, entre otros.

Queda, pues, evidenciado hasta la saciedad que Bolívar noincorporó a Guayaquil por la fuerza, sino que asumió el mando civil ymilitar de la provincia y la tomó bajo su protección, atendiendo al pedi-do de los más prestantes y numerosos ciudadanos del puerto y tras evi-denciar, como sostiene el historiador porteño Camilo Destruge, “que deotra manera no tenía cuando terminar el conflicto de los tres partidos, quetraían alborotada y en gran excitación a la ciudad” 23.

Precisamente en su comunicación a la Junta de Gobierno deGuayaquil, presidida por Olmedo, el Libertador puntualizó que habíatomado tal decisión “para salvar al pueblo de Guayaquil de la espantosaanarquía en que se halla y evitar las funestas consecuencias de aquella”. Peroni siquiera entonces el Presidente de Colombia impuso una dictadurasobre la ciudad, como sostienen sus detractores pasados y presentes.Por el contrario, actuando con el mayor tino político y con sumo res-peto por la voluntad ciudadana, manifestó, a continuación, que se ha-bía encargado del mando “sin que esta medida de protección coarte deningún modo la absoluta libertad del pueblo, para emitir, franca y espontánea-mente, su voluntad en la próxima congregación de la Representación.”

En efecto, Bolívar esperó pacientemente a que la Asamblea deRepresentantes se reuniera el 28 de julio, conforme a la convocatoriahecha con anterioridad por la Junta de Gobierno, y decidiera soberana-mente sobre el destino de la ciudad. Y tan moderada fue su actitud quelos partidos políticos que se le oponían (esto es, el autonomista y elperuanófilo) siguieron trabajando activamente por su causa sin emba-razo alguno y con tal libertad que incluso lograron paralizar por un par

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23 Destrge, op. cit., p. 346.

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de días las sesiones de la diputación provincial. Pero la Asamblea deRepresentantes reinstaló sus trabajos el 31 de julio, fecha en que “decla-ró, por aclamación, que desde aquel momento quedaba para siempre restituidaa la República de Colombia, dejando a discreción de su gobierno el arreglo desus destinos, por el conocimiento íntimo que asiste el Cuerpo Electoral de lasbenignas intenciones de S. E. para con el pueblo su comitente”.24

LA OBRA DE BOLÍVAR EN GUAYAQUIL

El Libertador y el gobierno colombiano correspondieron a esadecisión de Guayaquil con una especial preocupación por los destinosde esta ciudad y su provincia. Atendiendo los pedidos del puerto ytambién en aplicación de su propia política administrativa, Bolívardecretó que Guayaquil fuera la capital del nuevo Departamento colom-biano del mismo nombre y estuviera gobernada por un Intendente,designando para tal función al prestigioso General de BrigadaBartolomé Salom.25 También restituyó el Tribunal de Comercio deGuayaquil,26 con el objeto declarado de liberar para siempre a la ciu-dad de imposiciones comerciales foráneas. Y, poco después, reabrió elColegio de la ciudad, mejorando su organización y cátedras.27

Mucho más hizo el Libertador por nuestro puerto. Interesadoen desarrollar la vocación marinera de los guayaquileños, creó unacátedra de Náutica con 1.800 pesos de dotación28 y más tarde desarro-lló esta idea, disponiendo la creación de la Escuela Náutica de Guaya-quil, que se inauguró el 1º de septiembre de 1823. Fueron los primerosalumnos de ella los jóvenes Felipe Aguilar, Antonio Casilari, Juan JoséCasilari, José Campuzano, José Rodríguez Labandera, FranciscoCalderón Garaicoa, Juan Vítores, José Avellán, Felipe Casilari, Fernan-do Pareja, Luis José Tola, Agustín José Tola y José María Molestina.29

A comienzos de 1823, habiéndose iniciado el envíomasivo de tropas y pertrechos para la Campaña del Perú, la prensa

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24 El acta de la Asamblea de Representantes y la lista de suscriptores de la misma en: Destruge,op. cit., pp. 347-348.

25 Gaceta de Colombia, N° 56, p. 1.26 Id.27 El Patriota de Guayaquil, de 5 de abril de 1823.28 Id.29 Gaceta…, N° 113, p. 2.

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guayaquileña exaltó la generosidad de su pueblo y su compromiso conla libertad americana:

“Guayaquil ha visto zarpar de su ría, en los días 17 y 18 de marzo,los transportes que conducen al Callao la primera División delEjército de Colombia. … Ni los ingentes gastos que ha hecho en susdos expediciones sobre Quito y Cuenca, ni los reiterados contingentescon que ha contribuido a exterminar las funestas reliquias españolasdiseminadas en la provincia de los Pastos, … han bastado a sofocar elgermen de su acendrado patriotismo. Guayaquil, siempre heroico ysiempre fecundo en recursos de todo género, mira como un debersagrado la subsistencia del ejército del sur de Colombia. … Nuevoslaureles van a orlar las sienes de nuestros guerreros. Nuevas victo-rias se preparan al pie de los Andes a los vencedores de Carabobo yBoyacá, .. a los vencedores de Bombona y Pichincha. … Tamañasempresas no pueden realizarse sino a costa de grandes sacrificios. Elhéroe de Colombia, el inmortal Bolívar no reposa un instante hasta nover asegurado el territorio de la república en toda su integridad. …El pueblo de Guayaquil numerará entre los días más célebres de suaño cívico los días 17 y 18 de marzo, en que ha tenido el placer desecundar los gloriosos esfuerzos de la República en obsequio de lacausa general de la América y particularmente del Perú.” 30

Pero la guerra no era la única preocupación de Bolívar y su ad-ministración. Pese al extraordinario esfuerzo económico que significa-ba la Campaña del Perú, el gobierno de Colombia se dio modos pararealizar en Guayaquil y su provincia algunas obras públicas impor-tantes, tales como la construcción de un hermoso malecón en la orilladel río Guayas31 “que –decía “El Patriota de Guayaquil”– aumentaráindeciblemente la belleza de la ciudad”, la ampliación y reforma delhospital militar y del hospital San Juan de Dios, el establecimiento deun lazareto, la construcción de un cementerio (del que carecía la ciu-dad), la traslación de la fábrica de pólvora a las afueras de la urbe, la

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30 El Patriota…, N° 22.31 Desde entonces, este malecón llevó el nombre de Simón Bolívar, hasta hace unos años, fue

cambiado por el de “Malecón 2000”, reemplazando así un nombre histórico que honraba ala memoria de quien lo concibió originalmente, por un nombre comercial, estinado a exal-tar transitorias vanidades políticas.

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reconstrucción de la fábrica de Aguardientes, obras todas que testimo-niaba el mismo periódico.32 A su vez, con ese estímulo, la Municipa-lidad emprendió un ambicioso proyecto de reforma urbana, disponien-do el derribo de numerosas casas viejas y ayudando a la edificación deotras nuevas.

En fin, el gobierno se dio modos para establecer en el Departa-mento de Guayaquil, hasta fines de 1823, un total de 43 escuelas públi-cas, repartidas por todos los rincones de su extenso territorio: 2 enGuayaquil, 2 en Montecristi, 4 en Santa Elena y una en cada una deestas poblaciones: Samborondón, Yaguachi, Babahoyo, Caracol, Pue-bloviejo, Baba, Estero de Vinces, Daule, Soledad, Colimes, Portoviejo,Limón, Mocora, Pachinche, Bonce, Río Chico, Pimpignasí, Guayabo,Alonso Pérez, Pievasa, Pichota, Pasaje, Jipijapa, Lodana, Paján, Palma,Zapotal, Charapotó, Chone, La Canoa, Morro, Chanduy, Colonche,Machala y Balao.33 Esto muestra el interés que tenía la república por elprogreso de sus ciudadanos.

Con plena razón, al celebrarse el tercer aniversario de la inde-pendencia local, el 9 de octubre de 1823, el Procurador General de laciudad, don J. M Santisteban, expresó públicamente que:

“El regocijo de (los guayaquileños) es tan grande que difícilmentepuede experimentarlo cualquier otro pueblo. …(Guayaquil) ha mere-cido un lugar distinguido entre los pueblos de Colombia, ha entradoen la participación de las glorias de tan gran república, él mismo hacontribuido a ellas de un modo extraordinario, y ha gozado en fin detodas las condiciones de un gobierno paternal. Su agricultura, sumarina, su comercio prosperan aceleradamente; la ciudad se engran-dece con obras no menos conducentes a su ornato, como importantesa la salud pública, y sus habitantes en el pleno ejercicio de sus dere-chos renuevan la memoria de este día como la del fundamento de sudicha y la de sus generaciones más remotas”.34

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32 El Patriota…, de 3 de enero de 1824.33 Gaceta…, N° 134, p. 2.34 Gaceta…, N° 113, p. 2.

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Vicente Espantoso Tomás Espantoso José Antonio Marcos Manuel MarcosJosé Antonio GómezAntonio GómezManuel CastroPablo CastroJuan Francisco ElizaldeAntonio ElizaldeFernando MerinoJosé Merino y OrtegaCiríaco RoblesJuan Antonio ViveroJosé VillamilJosé de GaraicoaJosé Anselmo ParraPablo José de Lavayen Miguel LavayenJosé de Garaicoa

Bernardo Roca y GarzónVicente Ramón RocaJosé María NoboaMiguel NoboaJosé Antonio de VeraJosé María ParejaJosé Antonio Boloña y RocaRamón AvilésLorenzo AvilésManuel AvilésJosé del Carmen MartínezJosé María MartínezDiego ManriqueJosé María GonzálezManuel PlazaManuel GranadosIgnacio MoránJosé Víctor CeballosJosé VallejoPedro Morlás

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PATRICIOS QUE PIDIERON LA INCORPORACIÓN DE GUAYAQUIL A COLOMBIA *

* (La lista completa en Destruge, obra citada, páginas 344 a 346).

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SEMBLANZA DE LA CIUDAD DE QUITOEN 1809(APUNTES)

Andrés Peñaherrera Mateus

El mundo se encontraba convulsionado por las consecuenciasde la Revolución Francesa que en el campo artístico se identificó con elestilo neoclásico como símbolo del profundo cambio frente al abso-lutismo. Quito estuvo atenta y aprovechando el mal estado físico de laurbe debido a los terremotos, las reparaciones y restauraciones se lasempezó a hacer con ahínco bajo ese nuevo lenguaje desde los princip-ios del siglo XIX remplazando al barroco.

Quito estaba en decadencia debido a los siguientes aconteci-mientos y factores: a) Violentos terremotos de 1755, 1775(?) y el de 1797 que asoló a la an-

tigua ciudad de Riobamba y afectó gravemente a Quito pereciendo40.000 personas. 1

b) Sublevación de los barrios de Quito o Revolución de los Estancosacaecida el 25 de junio de 1765 como consecuencia a la división quese iba acentuando entre españoles y mestizos, pues se llegó a pre-venir a estos últimos que no beban aguardiente porque los españolesle habían envenenado. También motivó el nuevo impuesto, llamadode la Aduana, a todo alimento que ingresaba a la ciudad.

c) El 20 de agosto de 1767 se ejecutó en Quito la orden del Rey CarlosIII de expulsar a los jesuitas de todos los territorios bajo la coronaespañola. Los jesuitas fueron fuente de cultura y de producción de latierra, creadores de civilización y de riqueza, así como celososguardianes de los territorios pertenecientes a la Real Audiencia deQuito.

d) La sublevación indígena liderada por Túpac Amaru II que terminócon su ejecución en la plaza del Cusco en 1781. Hubieron levan-

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1 Julio Ferrairo, El Ecuador Visto por Extranjeros, siglos XVIII y XIX, Biblioteca EcuatorianaMínima, Editorial José M. Cajica Jr., S.A., Puebla, México Quito, 1960.- pp. 519.

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tamientos cerca de Quito respaldándole en su protesta contra laexplotación de que eran objeto.

e) Una fuerte epidemia asoló a la ciudad en 1785, afectando principal-mente a la población indígena, se estima que causó 25.000 víctimas(P. Coleti).

f) España combatía la industrialización y los avances tecnológicos enestos territorios.

g) El ambiente cada vez más tenso debido a los abusos del gobiernoespañol dominado por José Bonaparte, llamado Pepe Botellas.2

Afortunadamente existe el plano de Quito de inicios del sigloXIX, atribuido a Montúfar, que es una copia del plano de Jorge Juan yAntonio de Ulloa de mediados del siglo XVIII, conteniendo algunasactualizaciones a esa fecha. Este plano constituye la principal fuente deinformación para este estudio3.

SUPERFICIE Y POBLACIÓN

La superficie que ocupaba la ciudad se calcula que fue de unas320 hectáreas, 80 hectáreas menos desde el inicio de la colonia según secalcula teniendo como base al plano más antiguo de Quito (aprox. del1700)4, pues Quito sufrió un proceso de empequeñecimiento que duróhasta la década de 1860. La población en 1809 fue de unos 60.000 habi-tantes, de los cuales entre criollos, españoles y mestizos fueron unos40.000; y entre indígenas, negros y mulatos, los 20.0005.

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2 Las fechas históricas fueron obtenidas en la Historia del Ecuador por Alfredo Pareja Diezcan-seco, Edit. Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1958; y en el libro, Fechas Históricas y HombresNotables del Ecuador por Humberto Oña Villarreal, Edit. del Pacífico, Guayaquil, 1988.

3 Plano de Quito, anónimo, atribuido a Montúfar, inicios siglo XIX, Museo Municipal AlbertoMena Caamaño, Municipio Metropolitano de Quito, copia a color, .68x.98 m.

4 El Plano más Antiguo que se conoce de Quito corresponde a finales del siglo XVII o iniciosdel XVIII, realizado por los jesuitas y rescatado por el P. Juan Magnin S.I. , Museo Histórico,Órgano del Archivo Municipal de Historia de la ciudad de Quito, Volumen 60.- pp. 81 .35x.25m. Este plano fue terminado con nombres y adornos por Moranville en 1741, miembro de laPrimera Misión Geodésica Francesa.- Nota: Lamentablemente, en la publicación, el planoaparece mutilado en una franja entre las actuales calles Mejía y Olmedo. El autor de este artí-culo tendrá mucho gusto en entregar una buena copia del plano a quien le solicite.

5 Andrés Peñaherrera Mateus., Evolución del Trazado Urbano de Quito desde 1500 a 1922,Memoria N.2, Sociedad Ecuatoriana de Investigaciones Históricas y Geográficas (SEIHGE),Instituto Geográfico Militar, Quito, agosto 1993.- pp.81.

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ACCESOS

Las calles o avenidas actuales han sido construidas sobre caminosantiguos, la gran mayoría de los nombrados habrían sido prehispáni-cos. (A)

Desde el Norte:a) Desde Cotocollao: por la actual avenida de La Prensa hasta la “Y”, la

Diez de Agosto y luego por la calle Luis Felipe Borja que en esa épo-ca formaban prácticamente una sola.

b) Desde Carapungo (actual Calderón): por Carretas y luego por laactual avenida Diez de Agosto.

c) Desde Zámbiza, Nayón: por la actual avenida Seis de Diciembre ycalle Luis Felipe Borja.

d) Desde El Quinche, Guápulo: por la Pata de Guápulo, avenida Docede Octubre y avenida Gran Colombia.

Desde el Sur:a) Desde Chillogallo o Guamaní: Por la actual avenida Mariscal Sucre

(antes Vencedores de Pichincha), luego la calle Bahía que pasa por elsitio conocido como “Los Dos Puentes” en recuerdo a los dos puen-tes seguidos que habían sobre las profundas quebradas cuyos re-llenos han dado origen a las calles O’Leary y Patate. Esta ruta fue re-lativamente nueva y se empezó a construir un gran arco de mam-postería de ladrillo en el sitio donde empalma con la calle Necochea,seguramente para marcar el ingreso a la ciudad. Este arco se iba allamar: Arco de La Magdalena. Hasta ahora se observan sus estribosinconclusos.

b) Desde Chillogallo: Por la actual avenida Mariscal Sucre hasta elpuente de “Los Chochos”, que estuvo ubicado al pie del actual san-tuario del Hermano Miguel, luego la calle Viracocha hasta la plazade La Magdalena, calle Jambelí, avenida Cinco de Junio y calle Am-bato. El tramo de prolongación de la Cinco de Junio hasta la Ambatofue relativamente nuevo en esa época.

c) Desde Lloa: por el antiguo camino que pasa por Chilibulo y se unea la anterior inmediatamente antes del lugar donde estuvo el puentede Los Chochos, sobre la quebrada del mismo nombre.

d) Desde Guamaní: por la actual avenida Maldonado o Panamericana

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Sur. Esta ruta estuvo habilitada posiblemente desde inicios del sigloXVIII.

e) Desde Amaguaña y Carapungo: por el Camino de los Incas siguien-do la cumbre de la loma de Alpahuasi hasta Puengasí, luego la calleJuan Bautista Aguirre, la avenida Alpahuasi hasta empalmar con laMaldonado en Chimbacalle. Estos últimos tramos seguramente fue-ron relativamente nuevos.

f) Desde el Valle de Los Chillos: por el antiguo carretero que pasa porla plaza de Conocoto, luego unas callejuelas de bajada al puente so-bre el río, después hasta la Ponce Enríquez y empalmar con la rutaanterior en Puengasí.

PARROQUIAS

Es interesante anotar que se han mantenido desde los iniciosde la colonia.a) Centro de la urbe: El Sagrario.b) Hacia San Juan: Sta. Bárbara.c) Hacia el norte: Sta. Prisca y San Blas.d) Hacia el sur: San Sebastián.e) Hacia el oriente: San Marcos.f) Hacia el occidente: San Roque.h) Sta. Clara de San Millán (suburbana), de indios y al norte del ejido

norte. i) La Magdalena (suburbana), de indios y al sur del Panecillo.

BARRIOS

Aproximados, cuyos nombres son antiguos y algunos han per-manecido hasta ahora:a) En el del centro de la urbe y su entorno inmediato: La Catedral, La

Concepción, San Agustín, Sta. Bárbara, Carmelitas de la Tancunga,Las Carnicerías, Sta. Catalina, Los Corazones, Sto. Domingo, Car-melitas de Quito, El Hospital, La Compañía, La Merced.

b) Hacia el norte: La Guaragua, Sta. Bárbara, Altos de Sta. Bárbara, SanJuan, Sto. Cristo de La Paz, Sta. Prisca, San Blas, Los Hornillos, ElBelén, Guangacalle, La Vera Cruz.

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c) Hacia el sur: Jerusalén, Panecillo, Aguarico, San Diego, Illescas, LaRecoleta, Chaguarcucho, San Sebastián, Los Molinos, Chiriyacu,Chimbacalle.

d) Hacia el oriente: La Tola, Itchimbía, San Marcos, Las Tenerías, LomaChiquita, Loma Chica (San Marcos), Loma Grande.

e) Hacia el occidente: San Roque, La Cruz Verde, El Placer, El Cebollar,El Tejar, La Cantera, Mirador de los Pobres, De la Loza (fábrica), etc.

ASPECTOS DEL PAISAJE URBANO

Desde la base de las faldas del Panecillo hasta el extremo nortede la meseta de La Alameda; y, desde la falda occidental del Itchimbíahasta la base de las faldas del Pichincha. Una ciudad totalmente concubiertas inclinadas de teja de barro cocido y de grandes aleros proyec-tados sobre las calles, a excepción de vistosas bóvedas, cúpulas y torresrecubiertas con tejuelos vidriados de colores; y, de unas pocas hu-mildes casas de paja en los arrabales. Las edificaciones en la zona cen-tral con pórtico de piedra labrada, patios grandes y regulares, mayori-tariamente de dos plantas y muy pocas de tres. Algunas similares en elcontorno de dicha zona, las otras algo irregulares y el resto de unaplanta y más simples. Sencillos y pequeños balcones en casi todas lasventanas de plantas altas. Plazas amplias y otras menores. Presencia degrandes cruces de piedra adelantadas en los atrios de los templos, envías; y, otras adosadas a murallas cerrando algunas de las perspectivasurbanas dando un ambiente dominante de cristiandad católica conparamentos mayoritarios blancos y de colores chillones en los arraba-les. Por la noche escasamente alumbrada por faroles a base de meche-ros de kerosén. Casi todas las esquinas de las manzanas eran en ángu-lo. (Mario Chicala, 1760; Ed André, 1876).

Como consecuencia del sismo de 1797, contrastando con lahorizontalidad de las cubiertas, se encontraban afectadas o mutiladasalgunas torres–campanarios de los numerosos templos; otras pocascompletas, entre estas estuvieron las de San Francisco y la de la Com-pañía de Jesús. Las de San Francisco con un cuerpo más en su alturaque las actuales. La de la Compañía de Jesús, de 55 varas de alto, domi-naba a todas, ubicada prácticamente en el centro de la urbe. Hasta hoypermanece mutilada desde el terremoto de 1868 y se la debe restaurar.

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Esta torre con seis campanas, exhibía en cada flanco una gran esferadel reloj de pesas cuya compleja máquina de hierro (aprox. 25qq.) esta-ba contenida en su interior. El reloj fue el segundo que hubo en Quito(B), construido en cerca de dos años por herreros quiteños bajo la direc-ción de un hermano jesuita alemán. Marcaba con campanadas el ritmode las actividades cotidianas ciudadanas cada quince minutos, siendolas de las horas más sonoras oyéndose en toda la ciudad.6 Otra reliquiarenombrada de esa época es la enorme campana de 2.07 mts. de alto,peso de 125 qq. con badajo de 2qq. , llamada “Nuestra Madre”, en latorre de La Merced,7 cuyos repiques podían oírse hasta el Quinche;desde inicios del siglo pasado se encuentra silenciada por una rajadu-ra consecuencia del impacto de una bala de fusil durante una de lasrefriegas por el poder.

No habían árboles de eucalipto ni pinos ni cipreses sino losendémicos, tales como: alisos, arrayanes, sisines, molles, toctes o no-gales, capulíes, sauces, aguacates, cedros, acacias, magnolias(?), etc.

El Panecillo tenía casas solo hasta las de la calle Ambato, notenía árboles sino su vegetación endémica donde predominaba elñachag de color verde oscuro que con sus abundantes flores de amari-llo intenso, en las horas soleadas, tomaba el conjunto un viso de pince-ladas doradas. Similar comentario podríamos hacer de las demás lo-mas que rodean a la ciudad. En la cumbre del Panecillo había la ruinade una construcción prehispánica8; no había la famosa olla ni en sufalda el fortín y almenado al borde del camino prehispánico de subidaen espiral9 cuya traza ha sido respetada constituyendo un vestigioelocuente de la milenaria presencia humana en la zona.

En los ejidos de la ciudad, ubicados en los extremos norte ysur, habían todavía restos de grandes lagunas frecuentadas por garzasy patos y aun ocasionalmente por venados y pumas.

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6 P. Mario Cicala, S.I., Descripción Histórico-Topográfica de la Provincia de Quito de la Compañía deJesús, Biblioteca Ecuatoriana Aurelio Espinosa Pólit, Instituto Geográfico Militar, Quito,1994.- pp. 180, 195.

7 P. Octavio Proaño, La Merced de Quito y su Arquitectura Colonial, Talleres Gráficos Municipales,1 de diciembre 1975, Quito.- pp. 75.

8 Cayetano Osculati (1847), El Ecuador Visto por Extranjeros, siglos XVIII y XIX, BibliotecaEcuatoriana Mínima, Editorial José M. Cajica Jr., S.A., Puebla, México, 1960.- pp. 301.

9 Ibidem 6.- pp. 194.

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LAS QUEBRADAS

Actualmente todas las quebradas que cruzaban la zona se en-cuentran canalizadas y rellenadas. En 1809 las quebradas y quebradil-las dominaban la topografía de la urbe.a) Ullaguangayacu o Quebrada de Jerusalén, esta profunda y ancha

quebrada que bajaba desde la cantera del Pichincha, pasaba al pienorte del Panecillo y luego entregaba sus aguas al Machángara, ha-bían en su recorrido unos 10 puentes para cruzarla coincidentes conlas calles transversales a su cauce. El llamado Paso del Socavón coin-cidía con el cruce de la actual calle Guayaquil y por lo tanto fue elúnico cruce que tuvo casas en sus costados. El relleno de su cause hadado origen a la avenida 24 de Mayo con su viaducto y El Cumandá.

b) San Diego, esta quebrada nacía al pie de la ermita de Illescas y luegode atravesar el barrio de San Diego y el del Aguarico (no había laplaza Victoria), entregaba sus aguas a la de Jerusalén, más o menosa la altura de la actual calle Cuenca. El relleno de su cauce ha dadoorigen a la actual calle Barahona.

c) Quinguguaycu o La Quebrada del Tejar y la Quebrada del Placer,profundas quebradas que nacían en las lomas homónimas, tenían yapuentes para cruzarlas al pie de la recoleta de los mercedarios, seunían a la altura de la Calle Chimborazo y tomaban el nombre deQuebrada de Sanguña o Quebrada Grande (o Pilisguaycu?), quecontinuaba hasta el interior de la manzana vecina al norte del con-vento de San Francisco (Ipiales), ya estaba canalizada antes de cru-zar la actual calle Cuenca. Volvía a aparecer en pequeños tramos,uno en el interior donde actualmente está el Colegio de La Provi-dencia, otro en el interior de la manzana ubicada al sureste de LaCatedral; y otro, en el extremo sureste de la manzana contigua a estaúltima antes de cruzar la actual calle Flores. Volvía a aparecer detrásde las casas que daban frente a la Flores pero con el nombre de Que-brada de Las Tenerías o de Manosalvas10. Sus rellenos al occidentedel centro de la ciudad ha dado origen a la ampliación y prolonga-ción de vías, como la Mejía y la Hermano Miguel, que limitan espa-cios para el comercio informal. El gran relleno del tramo oriental dela quebrada es la amplia avenida Sucre y luego la avenida Pichincha.

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10 Gualberto Pérez, Plano de Quito de 1888, Municipio Metropolitano de Quito, .68 x .98 m.

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d) Quebrada de San Juan o de Rojas(?) (o Huanaguaycu?), Todavía hoyes visible el sitio donde nace esta quebrada en la esquina surorientalde las actuales calles Benalcázar y Oriente. Estuvo canalizada hastalas actuales calles Olmedo y Flores, luego un puente la cruzaba paraunir la calle Mejía con la Montúfar. Su relleno ha dado origen a lacalle Bustamante, plazoleta de La Marín y parte de la avenidaPichincha.

e) Quebrada del Itchimbía, estuvo canalizada desde San Blas hasta laactual Manabí. Se unía con la quebrada de San Juan y luego con lade Manosalvas para entregar las aguas al Machángara. Actualmenteel relleno es la calle Pedro Fermín Cevallos y gran parte de la ampliaavenida Pichincha.

f) Las quebradillas de Los Hornillos (?) que bajaban desde San Juan,sus rellenos son la actual Caldas y Briceño entre la Vargas y Diez deAgosto.

g) Un par de quebradas o quebradillas bajaban desde San Juan, pasa-ban por el barrio de Sta. Prisca, se hallaban ya canalizadas y rellena-das, desde la actual calle Vargas y hacia el occidente de La Alame-da. ¿Ese relleno es un tramo de la Diez de Agosto?

h) Todas las demás quebradas y quebradillas hacia el norte estuvieronabiertas.

i) Aunque no se indica en el plano de inicios del XIX, debió existir laquebrada que bajaba del Itchimbía y cuyo relleno es la actual calleSodiro entre la Iquique y la avenida Gran Colombia, donde debióhaber un paso (vado?), pues las aguas de esta quebrada alimentabana la ancestral laguna de La Alameda.

j) Tampoco se indican en dicho plano las quebradillas de La Chilena(?)(¿Las Llagas?) que hasta ahora son un profundo corte al suroeste dela loma de San Juan y cuyas aguas canalizadas bajaban paralelas ybordeando la actual calle Manabí. Similar comentario podemoshacer de varias quebradillas que bajaban por las faldas del Itchimbíay cuyos rellenos han dado lugar a calles.

CARACTERÍSTICAS DE LAS CALLES

El croquis de 1573 sobre la única traza que realizaron los espa-ñoles en Quito, comprende al espacio desde la Manabí hasta la Roca-

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fuerte; y, desde la Flores hasta Cuenca. Son calles rectas y de ancho uni-forme de aproximadamente 10 m o 33 pies. En realidad son seis en sen-tido norte–sur y ocho en sentido este–oeste; a estas calles se las llamó“calles reales”(?). A principios del siglo XVII el presidente Antonio deMorga mandó a empedrar las principales calles de la ciudad11 y segúnlas crónicas de: J. Juan, A. Ulloa, 1738; Chicala, 1770; V. Brandín, 1824;no se incrementaron más, pues como calles empedradas se refieren alas calles centrales y a las principales de acceso a los barrios perime-trales sin llegar a sus transversales ni a las de los arrabales que se man-tuvieron de tierra. Para cruzar las quebradas que no estaban canal-izadas, las calles bajaban los flancos del cauce en fuerte pendiente hastaalcanzar un vado o el puente que estaba a escasa altura sobre el agua.Las calles con pendiente tenían una acequia que corría por su eje y paraque no estorbe al tránsito de las calles transversales, en el cruce, sehacían pequeños puentes con losas de piedra sobre las acequias12. Estasacequias llevaban aguas lluvias y servidas a las quebradas, afortunada-mente llovía mucho.

La irregular topografía del sitio de Quito y la presencia cadavez más importante de vehículos obligó a regularizar, en lo posible, elperfil longitudinal de las calles y a ensancharlas, todo esto a base dedesbanques y de rellenos, modificando substancialmente las perspecti-vas internas de la urbe, pues calles angostas y con casas de un solo pisoal costado, pasaron a ser más amplias y con aparentes casas de dos omás pisos debido a los desbanques. Los nuevos accesos a las casas hansido resueltos a base de escaleras exteriores o interiores y aun con túne-les privados. Estas transformaciones fueron muy frecuentes a partir dela segunda mitad del siglo XIX y pueden ser fácilmente detectadas alexaminar el paramento de fachada de las casas antiguas que todavíapermanecen. También al observar hoy el ancho variable o endentadode las calles, es el ancho menor el más antiguo y que con mucha seguri-dad correspondió al que se tuvo en 1809.

La actual calle Mejía se interrumpía entre la Guayaquil y laFlores, pues el convento de San Agustín ocupaba desde la Chile hastala Olmedo. La actual calle Sucre terminaba, al oriente, con la calle Flo-res. La actual calle Rocafuerte se prolongaba hacia el oriente con un tra-zado en zig-zag hasta el río Machángara. No había la Mama Cuchara.

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11 Alfonso Reece D., Morga, Alfaguara Ecuador, marzo 2007.- pp. 170.12 Ernesto Chiriboga O., Foto, Un Siglo de Imágenes, El Quito que se Fue, volumen 2, 1860/-

1960, TRAMA, junio 2004, Quito-Ecuador.- pp. 194.

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En el mencionado plano de inicios del XIX consta una destaca-da cruz en el eje de la calle Maldonado al medio del tramo entre St.Domingo y el puente de Los Gallinazos sobre la quebrada de Jerusaléno de Ullaguanguayacu. ¿Existió esta impresionante cruz? ¿Es la mismacruz que estuvo antes en el centro de la plaza de St. Domingo? (planode Alcedo de 1734) y que luego fue substituida por una pila de agua.¿Es la misma cruz que hoy se encuentra en el atrio? Si es verdad, alsubir desde el puente, la perspectiva de la calle con la vistosa cruz enel centro y al fondo el templo de St. Domingo, debió ser espectacular.

Sobre las esquinas actuales de la calle Benalcázar y la Mejíaposiblemente existieron dos arcos(?), uno sobre cada calle. El P. Chicala(1760) dice que hubo un túnel bajo la una calle y un arco sobre la otra.Al arco sobre la actual calle Mejía se le conocía con el nombre de Arcode Santa Elena; este (estos) arco(s) fueron derrocados en 1865 (JuradoNoboa)13. (B).

NOMBRES DE CALLES

Según plano antiguo (3) o tradición. Se daban los nombres a lascalles en mérito a los edificios destacados que había en uno de sus flan-cos o a la actividad principal que allí se hacía, así como por tener algu-na cualidad destacada. A veces los nombres correspondían solo a untramo de la calle.a) Calle del Comercio, la actual calle Guayaquil.b) Calle de las Platerías o de la Plaza Grande, la actual Venezuela.c) Calle de la Cantera, la actual Rocafuerte desde St. Domingo hacia

el occidente,d) Calle de la Loma Grande, la actual Mamacuchara o Rocafuerte

desde St. Domingo hacia el oriente.e) Calle del Mesón, la actual Maldonado desde St. Domingo hasta La

Recoleta.f) Calle de La Ronda, la actual Morales.g) Calle de Chahuarcucho, la actual Portilla.h) Calle de Santa Rosa, la actual calle Francia, en La Loma Grande.i) Calle de la Loma Chica o de San Marcos, la actual Junín.

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13 Susan V. Webster, Arquitectura y Empresa en el Quito Colonial: José Jaime Ortiz, Alarife Mayor,Producciones Digitales Abya-Yala, Quito, agosto 2002.- pp. 78.

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j) Calle de la Loma Chiquita, la actual Salvador en la Loma Grande.k) Calle de las Siete Cruces, la actual García Moreno.l) Calle de La Merced, la actual Chile.m) Calle de Las Casas Reales, La actual Mejía. La fachada principal de

esas casas daba a esta calle y ocupaba todo el frente entre Benal-cázar y Cuenca, es decir, con frente a la primitiva plaza de La Mer-ced que poco a poco fue desapareciendo en el XVII. (?) (B).

n) Calle de la Cruz de Piedra, la actual García Moreno entre la Loja yla Ambato.

o) Calle de San Sebastián, la actual Loja.p) Misitu Calle, la actual calle Esmeraldas.q) Calle de San Buenaventura, la actual Cuenca.r) Calle de Sta. Elena, la Benalcázar entre Chile y Olmedo(?), o, la

Mejía(?).s) Calle de San Fernando, la actual Bolívart) Calle Angosta, la actual calle Benalcázar(?), su ancho disminuía

notablemente (de unos 10 m a unos 5 m) a partir de la Manabí haciael norte. Las huellas de los desbanques producidos posteriormentepara el ensanche practicado a mediados del siglo XX entre laManabí y la Esmeraldas; y la foto antigua (1860) de la casa que ocu-paron los Académicos Franceses que estuvo ubicada en la esquinanororiental de las calles Benalcázar y Manabí, son testimonios quesustentan lo expuesto. Además, Eugenio Espejo indica que en lacalle Angosta quedaba el acceso a la Cárcel Real que era parte delpalacio de la Real Audiencia14.

u) Calle del Comercio Bajo o de Las Herrerías, la actual calle Flores.v) Calle de la Sábana Santa, la actual Guayaquil entre San Blas y la

Plaza del Teatro.w) Guangacalle, la actual avenida Gran Colombia.

ASPECTOS DE LAS PLAZAS

La superficie original de las plazas también fue desbancada afin de darles mayor horizontalidad; la de San Francisco en el XVI (P.José M. Vargas), la de la Plaza Grande a mediados del XVIII y la de Sto.

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14 Ibídem 13.- pp.103.

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Domingo en el XIX (?). Esto originó desniveles con las calles adyacen-tes y motivó la ejecución de los magníficos atrios corridos muy ele-gantes que complementan y adornan a dos de esos grandes espaciospúblicos. (El atrio de La Catedral es del siglo XVII?). Además hubo queconstruir pequeños muros de contención perpendiculares a dichosatrios y en su extremo sur, tanto en el de S. Francisco, como en el delpalacio del Presidente y Real Audiencia, pues para acceder a la PlazaGrande por la esquina suroccidental, había que bajar una rampa endiagonal. Estos muros de contención estuvieron posiblemente presen-tes hasta fines del siglo XIX15. Los pisos de las plazas fueron de tierra(cangahua) a excepción del de la Plaza Grande que era periódicamenteencalado para darle mayor solidez y evitar el barro en lo posible16.

Cruces centrales habían en las plazas de San Sebastián, plazahoy desaparecida; Santa Clara, plaza que hay intención en recuperarla;y, en la de San Francisco; esta última se encuentra reubicada en elextremo sur del atrio.

Para 1809 la Plaza Grande ya exhibía sobre la fachada lateralde la Catedral al templete o arco de Carondelet, terminado en 180717

como pórtico de la puerta central hacia la plaza, así como a la generosagrada lobulada que sirve de acceso al atrio. Posiblemente la Catedralestuvo apenas reparada.

Chicala describe el flanco oriental de la Plaza Grande de la si-guiente manera: “A un lado está el Palacio de la Ciudad junto con otrascasas de personas particulares en la misma cuadra. Debajo hay un bellopórtico sostenido por columnas octagonales de piedra, hay tambiénbalcones….” 18. El P. Juan de Velasco sobre el mismo palacio dice: “obraantigua y ordinaria” 19. Allí funcionaba el cabildo presidido por el co-rregidor, habían los regidores, ancianos o magistrados, 2 alcaldes ordi-narios, 2 de la hermandad, un procurador y el alcalde mayor que debíaser un indígena para coordinar especialmente con las parroquiasrurales.20

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15 Ibídem 12.- pp. 14.16 Ibídem 6.- pp. 193.17 Carlos Manuel Larrea, El Barón de Carondelet, Corporación de Estudios y Publicaciones,

Editorial Fray Jodoco Ricke, Quito, (1969).- pp. 76.18 Ibidem 6.- pp. 193.19 P. Juan de Velasco, Segunda Parte, Biblioteca Ecuatoriana Mínima, Editorial José M. Cajica

Jr., S.A., Puebla, México.- pp. 469.20 Ibídem 19.- pp. 473.

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Chicala: "En el tercer lado" (de la plaza) "se halla todo el Palacio delPresidente y Real Audiencia, muy majestuoso, de dos pisos y con balcones, conbella y delicada fachada, edificado sobre un pórtico” (confunde pórtico poratrio) “que se levanta por encima de la Plaza por lo menos doce palmos, todoél de losas de piedra finamente labrada. Se sube por tres magníficas escaleras,una al centro con diez o más gradas y otras dos en los dos extremos y esquinasdel Palacio.....". Estas dos gradas no tenían descanso intermedio, comoson ahora desde la época de Ponce Enríquez, 1959. Indica también quehay doce habitaciones o almacenes de comerciantes bajo el atrio (hoyhay solo diez y son correspondientes con el tramo central), que la gradainterior principal "es muy espaciosa y magnífica, de losas de piedra.....".Continúa con una descripción muy general de los ambientes, perodetallada de los muebles y enseres.21 Julio Ferrairo (fines siglo XVIII), aldescribir la Plaza Grande, dice: "..Pero el palacio de la Audiencia, quedebería ser el principal ornamento, la desfigura, ya que en parte está arruina-do y no se piensa en repararlo".22 En 1803 el Barón de Carondelet disponeacciones a tomar para defender al palacio y menciona al pretil sobre lascovachas, una puerta principal hacia la plaza, otra puerta para lacochera (sobre la actual calle Espejo) que lo comunicaba con el cuartel;y, una tercera puerta hacia la actual calle Chile23. En 1824 VictorianoBrandín dice de Quito: “De brillante prosperidad anterior, hoy presenta untriste esqueleto….” 24. En 1826 el capitán Gabriel Lafond de Lurcy lo rati-fica al expresar: “…al oeste de esta plaza” (Plaza Grande) “está el palaciodel presidente, edificación pesada y sombría” 25. Celiano Monge (1910), dice:"Antes que se construyera la azotea, el atrio del Palacio se asemejaba al pretilde la Catedral. La balaustrada contenía adornos de piedra, los mismos queexisten en el Puente de Machángara".26

En el plano de Quito de principios del siglo XIX, atribuido aMontúfar, aparecen dos puertas principales del Palacio hacia el atriocon pretil, y frente a cada una de ellas una amplia grada semicircular;así como una galería abierta y corrida a todo lo largo de su segundaplanta hacia la plaza. Existe una pintura de mediados del siglo XIX y

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21 Ibídem 6.- pp. 193.22 Ibídem 1.- pp. 521. 23 Ibídem 17.- pp. 189.24 Eliécer Enríquez B., Quito a Través de los Siglos, Imprenta Municipal, Quito 1938.25 Capitán Gabriel Lafond de Lurcy, Viajes Alrededor del Mundo y Naufragios Célebres, Editores

Pourrat Fréres, Paris, 1843 (en francés).26 Celiano Monge, Lauros, Imprenta y Encuadernación Nacionales, 1910.

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foto por el año de 1860 donde se ratifica lo del plano pero con gradasrectas; en esta están las huellas de las gradas y se observan las puertas27.

El solar del palacio del Presidente y Real Audiencia ocupabatodo el frente hacia la Plaza Grande y continuaba con frente a la Chilehasta la Benalcázar donde estaba la cárcel mencionada anteriormente.El edificio del palacio del Presidente y Real Audiencia ya ocupaba en1809 la mitad oriental de la manzana, resuelto a base de dos patios, unode mayor tamaño ubicado hacia el sur cuya planta alta ocupaba lavivienda del presidente; además alojaba las siguientes actividades oambientes: cochera, caballeriza, bodegas, guardias, capilla real, cuatroOidores, fiscal, relator, escribano, salas de audiencia y tribunales, adua-na, contaduría y portería.28 Los correos ocuparon unas covachas bajo elatrio29; y la fundición de moneda se realizaba en un local frente a la igle-sia del Sagrario.

En base a las crónicas anteriores podemos concluir que: El atriodel palacio del Presidente y de la Real Audiencia tuvo pretil (pasamanode piedra), fue retirado cuando se comenzó a construir sobre él, el pór-tico corrido que tanto adorna y es de gran utilidad. El pretil del atriodel palacio fue reutilizado para colocarlo a los costados del sobrepuen-te del Machángara construido en la segunda mitad del siglo XIX sobreel viejo colonial, donde hasta ahora está y ha sido recién restaurado. Elactual pórtico corrido sobre el atrio, las gradas y las dos puertas delpalacio hacia la plaza, fueron ejecutados dentro del período entre 1827y 1842, impulsados por el presidente Juan José Flores bajo la direcciónde M. Lavazzari30. Las gradas hacia la plaza desaparecieron antes de1860.

Continúa el P. Chicala: “Sigue luego el Palacio Episcopal por elcuarto lado, que se extiende de un extremo a otro” (¿?) “con un bello pórticosostenido por columnas octagonales de piedra, sobre el que corre una azotea ocorredor con celosías bien dispuestas y labradas. Hay una bella fachada, deli-cadísima, con un portal majestuoso.” 31 Habían locales comerciales en loslocales del portal del señor obispo.32

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27 Ernesto Chiriboga O., Foto, El Quito que se fue 1850-1912, volumen I, Colección Testimonio,volumen 1, PPL Impresores, noviembre 2003, Ecuador.- pp. 103, 104.

28 Ibídem 2.29 Información verbal del Ing. Rodrigo Páez Terán, Ex Director de Correos.30 Ibídem 26.31 Ibídem 6.- pp. 194.32 Manuel José Caicedo, Cronistas de la Independencia y de la República, Viaje Imaginario, Biblioteca

Ecuatoriana Mínima, Editorial José M. Cajica Jr., S.A., Puebla, México, 1960.- pp. 86.

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Recordemos que en la Plaza Grande, hasta inicios de la presi-dencia de García Moreno, se daban corridas de toros y otras festivida-des populares siempre con disfrazados, en las que los atrios, portales ybalcones que la rodean, eran usados como palcos o tribunas; de allí sejustificaba la presencia de la galería corrida que coronaba al palacio dela Presidencia de la Real Audiencia, y todo el frente norte del piso altohacia la plaza incluido el palacio Arzobispal. Para tales festividades seconstruían muy rápidamente los graderíos de madera que eran desar-mables y se guardaban en una bodega del Palacio del Cabildo.

En cuanto a la plaza de Sto. Domingo, cabe señalar que suúnico portal que es el que integra el edificio donde funcionaba en 1809el Colegio San Fernando de los dominicos, tuvo en su largo tramo cen-tral columnas de piedra de sección redonda, más delgadas que lasochavadas actuales, y los arcos fueron tipo carpanel33. Los actuales sonescarzanos peraltados. ¿Serán las columnas actuales las anteriores queestuvieron en los portales de la Plaza Grande?

En el mentado plano de Quito de inicios del XIX se confirma lapresencia del magnífico arco neoclásico de la catedral, llamado “Arcode Carondelet”, hacia el centro de la plaza. También se expresan losportales en los flancos norte y oriental (este último fue solo parcial) dela Plaza Grande. El cuerpo de fachada del Palacio Arzobispal fue con-cluido en 1852 (fecha en fachada) y a esta misma época correspondenunas pinturas de las cuatro fachadas de la misma plaza34 donde constala remodelación efectuada y que corresponden al neoclasicismo impe-rante ya a mediados del XIX.

Así entonces, en el flanco oriental de la Plaza Grande, en suextremo sur, estaba el “Palacio de la Ciudad” que de “palacio” no teníanada, pues parecía una casa más. El portal corría parcialmente en plan-ta baja en su tramo norte. Una bella casa esquinera con galería altaadornaba el ingreso nororiental a la plaza. Sobre el portal norte de laPlaza Grande hubo una terraza corrida en toda su longitud interrum-pida por el frontis de la entrada al Palacio Episcopal. Los portales co-rridos actuales de la Plaza Grande y el de la plaza de St. Domingo sonrepublicanos; levantado el del flanco norte de la Plaza Grande sobregruesas pilastras de mampostería y el de Santo Domingo sobre colum-

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33 Ibidem 27.- pp. 18.34 El Palacio de Carondelet, fotos de cuadros, Academia Nacional de Historia, Imprenta Mariscal,

Quito, 1996.- pp. 34, 35.

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nas ochavadas de piedra pero ambos con arcos escarzanos peraltados.El portal de la Plaza de Santo Domingo construido en reemplazo delcolonial que fue a base de columnas redondas de piedra y arcos car-panel. (Ver dibujo de la época colonial de la esquina nororiental de laPlaza Grande que se acompaña).

La actual Plaza del Teatro fue conocida desde el siglo XVI conel nombre de Las Carnicerías o Del Rastro porque en su flanco sur estu-vo el camal o matadero hasta mediados del siglo XIX.

La Alameda tuvo en 1809 cerramiento perimetral, su ingresoprincipal desde el sur se hacía por una portada de tres arcos ubicada enel lugar que hoy ocupa el imponente monumento a Simón Bolívar. Ensu interior se habían sembrado filas de árboles en sentido norte-sur yconstruido un kiosco (?). Había un portón en el flanco norte al frente ala llamada “Ermita de la Vera Cruz” hoy El Belén. No había el conoci-do Churo pero si debió haber la laguna que no consta en el plano.

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OTROS ELEMENTOS DEL EQUIPAMIENTO DE LA CIUDAD

Elementos que han desaparecido o cambiado hasta la actualidad.a) Colegio San Luis, fundado por los jesuitas que luego de su expul-

sión estuvo a cargo básicamente de los dominicos y con asistenciade franciscanos. Ubicado en un amplio solar al frente de la fachadadel templo de La Compañía.

b) Colegio de San Buenaventura, de los franciscanos, ubicado confrente a la calle Cuenca.

c) Colegio de San Fernando, de los dominicos, funcionaba donde hoyestá el colegio de los Sagrados Corazones. Hoy funciona en elclaustro norte del mismo convento.

d) Universidad de Santo Tomás, de los dominicos, funcionaba en elinterior del convento donde hoy está el colegio San Fernando. Ab-sorbió lo que fue la universidad de San Gregorio de los jesuitas.

e) Universidad de San Fulgencio, de los agustinos, funcionaba conpoquísimos alumnos y estaba ya por desaparecer.

f) Casa de la Inquisición, en la esquina de las calles Bolívar y Vene-zuela, donde hoy está el Teatro Atahualpa.

g) Plaza del mercado, en la plazoleta de Santa Clara. Hoy es esta-cionamiento vehicular en planta alta y en planta baja o semisubsue-lo un restaurante elegante.

h) Cementerios: El Camposanto o cementerio tras del Hospital de laMisericordia, o San Juan de Dios, o de los Betlemitas, hoy Museode la Ciudad; y el de El Tejar. Habían también cementerios en lostemplos parroquiales, en conventos, monasterios, en forma similara la actual.

i) Cárcel del Cabildo o Presidio, en la casa de la esquina sureste de lascalles Venezuela y Mejía. Con la toma, a la fuerza, de las armas delos guardias de este lugar, se dio inicio a la revuelta del 2 de agos-to de 1810 para liberar a los rehenes que permanecían en el calabo-zo del Cuartel de la Real Audiencia.

j) Casa de Sta. Marta, reformatorio para mujeres. Junto al atrio de laiglesia del Hospital San Juan de Dios.

k) El Baratillo, comercio informal popular ubicado en la plazoleta deSan Agustín, en la esquina de las calles Guayaquil y Chile. Fue elorigen del actual gran mercado popular de La Ipiales y del Herma-no Miguel.

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l) Molinos, en las vegas del río Machángara y en las de la quebradade Jerusalén, hoy viaducto 24 de Mayo.

m) Las Tenerías, junto al tramo oriental de la quebrada de Jerusalén,hoy parte de la amplia calle Sucre.

n) Fábrica de Loza, famosa por su arte y tecnología, hacía vajillas, flo-reros, figuras, etc. ubicada en la falda de la loma de El Placer.Todavía hoy existen ruinas.

o) El Rollo, columna de piedra labrada donde se ajusticiaba a los reos,estaba al norte de la Alameda donde está el Palacio Legislativo.Hoy se encuentra cerca del Churo en el interior de la Alameda.

p) Casa de la Pólvora, ubicada próxima al Rollo.q) El Batán, posiblemente ruinas, se encontraba en la esquina de la

Gran Colombia y Sodiro, donde está la Maternidad Isidro Ayora.r) Hornos de ladrillos, especialmente en el barrio de Sta. Prisca y en las

laderas de las lomas que circundan al centro de la ciudad, así comolas minas de arena. La cal se traía desde Pomasqui y desde Nieblí.

FUENTES Y CHORROS

Para el abastecimiento doméstico el agua era distribuida porlos “aguateros”, quienes en grandes pondos de barro cocido, cargandoa sus espaldas, transportaban desde las fuentes hasta los domicilios.Existían básicamente las siguientes fuentes y chorros:

a) En la plaza de San Francisco, hoy la original está en la plaza deCalacalí

b) En el centro de la Plaza Grande, hoy está en la plaza de Sangolquí.c) Esquina de la García Moreno y Loja.d) Esquina de la Benalcázar y Loja.e) Junto al atrio de la Capilla del Hospital.f) Esquina de la Rocafuerte e Imbabura.g) Calle Flores entre Pereira y Sucre.h) Calle Montúfar y Espejo.i) Esquina de la Guayaquil y Manabí, plaza del Teatro.j) Manabí entre Vargas y Benalcázar.k) García Moreno entre Manabí y Esmeraldas, Sta. Bárbara.l) Esquina de la Mejía y Cuenca.

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m) Esquina de la Venezuela y Oriente.n) Calle García Moreno y Oriente.o) Calle García Moreno y Galápagos.p) Calle Benalcázar y Carchi.q) Plazoleta de San Sebastián, esquina de la Borrero y Maldonado.r) Además existían otras en el interior de los conventos.

TEMPLOS QUE EXISTIERON, HOY DESAPARECIDOS.

Básicamente son los siguientes:a) El templo original de Santa Bárbara. La cruz adelantada de su atrio

miraba al sur.b) Santo Cristo, estuvo sobre el flanco occidental de la calle

Guayaquil, frente a San Blas, aproximadamente donde hoy está elteatro Alambra.

c) Santa Prisca, estuvo sobre el flanco occidental de la calle Luis Fe-lipe Borja (Diez de Agosto ?) frente a la Alameda.

d) Guangacalle, estuvo en el flanco oriental de la Gran Colombia,frente a la Alameda, más o menos donde está el Teatro Capitol.

e) Urcu Virgen, estuvo al suroeste de la Imbabura y Manabí.f) Ermita de Nuestra Señora de Illescas, estuvo tras de San Diego en

el actual barrio de La Colmena.g) De los Desamparados, su edificación existe junto al sur del Arco de

St. Domingo. Al bajar el nivel de la rasante de la calle Maldonadoen ese sector, la capilla perdió accesibilidad lo que ocasionó que nopueda ser usada desde el exterior.

TEMPLOS QUE HAN CAMBIADO DE NOMBRE

a) San Buenaventura, luego fue del Corazón de Jesús y hoy es SanCarlos.

b) San Fernando, hoy es la capilla de Los Sagrados Corazones.c) La Vera Cruz, hoy es El Belén.d) El Belén, hoy es la Capilla del Consuelo.

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ASPECTOS FISICOS QUE HAN CAMBIADO EN LOS CONVENTOS

Debido a los sismos, incendios, motivos políticos y afán de me-jorar, han sido factores que han ocasionado la modificación de algunosaspectos importantes en estas magníficas edificaciones. A más de losanteriormente señalados podemos puntualizar:a) En San Francisco: en la fachada y en el nartex del templo de San Pa-

blo (el principal) estaba más completo y en mejor estado el recubri-miento con pan de oro de sus esculturas y juntas de las piedras quehasta hoy se observa pero muy deteriorado. En su interior existía elmaravilloso artesonado mudéjar que cubría la nave principal, erade la misma factura del que se encuentra en el coro y en el crucero.El refectorio era también cubierto con un artesonado similar al exis-tente en el refectorio de St. Domingo. Hoy lo cubre una losa nevadade hormigón armado.

b) En Sto. Domingo: la fachada principal del templo no tenía las dospuertas laterales, pero si la puerta grande lateral del templo haciala Rocafuerte. El templo era menos largo y de planta basilical, conábside de media luna. La entrada a la cripta era desde la calle, juntoal arco, por una delicada y acogedora escalera y portada barrocasde piedra que existen ocultas en el interior del ambiente postizo dela esquina entre el templo y el arco.

c) En San Agustín: tuvo una estupenda cúpula sobre el crucero ysobre el cuerpo una bóveda de crucería decorada con nervios falsosconstruida en mampostería de ladrillo. La bóveda actual es una ré-plica pero realizada con bahareque. Los corredores del claustrobajo tenían la misma decoración de la del corredor oriental que esla única que se ha conservado luego de la época de Alfaro cuandofue cuartel. No existía el tercer piso en el flanco norte del patio.

d) En Sta. Bárbara: si bien no fue propiamente un convento, fue siem-pre de la Curia. Su casa y templo del siglo XVI conformaban unapequeña plaza a manera de atrio que permanecieron hasta la se-gunda mitad del XIX. El zócalo hacia la calle Manabí es uno de losmás antiguos de Quito y seguramente construido reutilizando pie-dras de construcciones aborígenes.

e) En La Merced: la cruz adelantada original de su atrio, hasta 1900,estaba ubicada más hacia la calle Cuenca y miraba al este35, era

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35 Ibídem 27.- pp. 52.

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orientada a su plaza primigenia y en el horizonte a la mole delnevado Antisana. La actual es coincidente con el eje de la torre ymira al sur. El atrio era cerrado con pretil pero con un arco de entra-da frente a la puerta lateral del templo. El gran zócalo lítico delmuro que soporta la torre y la fachada principal tiene característi-cas de ser de factura inca.36

f) El Sagrario: el atrio era cerrado hacia la calle con un hermoso pretilque fue destruido en 1901.37

g) En la Compañía de Jesús: el atrio era cerrado en su flanco sur conun pretil que unía la base de la cruz adelantada con la fachada deltemplo. Este magnífico conjunto arquitectónico fue totalmente dedos pisos y es el que más transformaciones ha sufrido debido a quequedó prácticamente abandonado a partir de la expulsión de losjesuitas y sirvió luego para diversos usos perentorios. Su famosabiblioteca de más de 10.000 volúmenes se conservaba en el interiorsuperior del tramo medio con frente a la calle García Moreno yaños más tarde, lo que pudo recuperarse, sirvió de base para crearla Biblioteca Nacional. Los tramos más próximos al palacio delPresidente y Real Audiencia fueron destinados para casa de fundi-ción de moneda y para cuartel; este último por cuanto se necesita-ba contar con mayor capacidad dada la situación política de incon-formidad reinante y que ya preocupaba a los gobernantes, situa-ción que poco a poco fue alcanzando su clímax, concretándose el 10de agosto de 1809, al producirse el Primer Grito de emancipaciónde las colonias españolas del gobierno impuesto que tenía España,de allí esta ciudad tiene el bien merecido nombre de: "Quito, Luzde América". El nuevo y autónomo gobierno duró hasta el 20 de oc-tubre del mismo año. Ese fatídico Cuartel de la Real Audiencia seconvirtió en el escenario donde fueron inmolados, en la tarde del 2de agosto del siguiente año, los Héroes autores de aquel magnoacontecimiento que permanecieron allí encarcelados desde el 4 dediciembre de 1809. Brutal escena que interpretada con personajesde cera se encuentra dramáticamente exhibida en el museo adecua-do en el propio lugar desde los años de 1970.

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36 Andrés Peñaherrera Mateus “¿Gran Muro Inca en Pleno Centro Histórico de Quito?”, Boletínde la Academia Nacional de Historia, Volumen LXXXV n.177, Artes Gráficas Señal Impreseñal,Quito, 2006.- pp. 156.

37 Ibídem 13.- pp. 51-52.

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Se dejan algunas incógnitas que motivarán algún comentario,rectificaciones o investigaciones por quienes dispongan de mayorescapacidades y recursos.

El Quito de la época de 1809 estuvo en pleno período de cam-bio físico, especialmente en el perímetro de la Plaza Grande, es decir,en su ambiente principal. Se preparaba para una nueva etapa. La arqui-tectura y el urbanismo así lo confirman. Estos antecedentes nos sirvende referencia para auscultar el futuro en base a una lectura interpreta-tiva de improntas substanciales que el hombre va plasmando en suhábitat.

Quito, mayo del 2007.

NOTAS

A.- Los accesos desde el norte a la ciudad de Quito prácticamente no han sufri-do mayor variación, pero no así los del sur. El principal acceso sur hastafinales del XVII, fue por Guamaní, Chillogallo, La Magdalena, acceder porEl Sena a la plaza de La Recoleta, pasar delante del Buen Pastor, tomar lacalle Chahuarcucho o Portilla para llegar a la plaza de San Sebastián, hoydesaparecida, luego por la calle Loja hasta la Guayaquil para cruzar laamplia y profunda quebrada de Jerusalén sobre “el socavón”, tomar LaRonda hasta la García Moreno (Calle de las Siete Cruces). En el siglo XVIIse mejoró al puente correspondiente con la actual calle García Morenosobre dicha quebrada entonces el acceso al centro de la urbe se lo hacíadirectamente por la calle Loja a la García Moreno (plano de Alcedo, 1734).Por otro lado, el tramo de la Maldonado entre St. Domingo y La Recoletafue poco a poco mejor habilitado y cuando se realizaron los grandes des-banques, uno a la altura de la plaza de San Sebastián que cortó la con-tinuidad con Chahuarcucho, y, otro a la salida desde la plaza de St.Domingo, pasó a ser el principal, quedando casi invalidados los accesosantes descritos.

B.- El primer reloj público de Quito estuvo en una torre del monasterio de LaConcepción, ubicada en la esquina sureste de las actuales calles Mejía yBenalcázar. Este reloj fue ubicado allí porque estaba al frente de la VER-DADERA PLAZA DE LA FUNDACIÓN, desaparecida a fines del XVII.

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Esta plaza fue la primigenia plaza de La Merced que ocupaba la manzanalimitada por las actuales calles: Mejía, Chile, Benalcázar y Cuenca (croquisde Quito de 1573) (4), limitaba al norte con Las Casas Reales, de allí laimportancia que tuvo esta plaza. Cuando a partir de inicios del XVII elpalacio de la Real Audiencia comenzó a irse trasladando poco a poco alfrente oeste de la Plaza Grande, esa plaza fue perdiendo importancia ytamaño, su último pedazo quedó en la esquina de la Benalcázar con Mejíaque luego fue cedido temporalmente al monasterio de La Concepción parasu ampliación por el continuo incremento de nuevas conceptas; estosantecedentes también motivaron a que más tarde se haga una nueva entre-ga al mismo monasterio de una parte de las Casas Reales. Para vincularfísica y privadamente al monasterio con esos dos solares, se construyóprimero un túnel, bajo la calle Benalcázar, entre el monasterio y el solarque fue resto de la plaza y luego un arco, el de Santa Elena, entre este últi-mo y las Casas Reales, sobre la calle Mejía. Posiblemente, más tarde, eltúnel fue reemplazado por otro arco. La VERDADERA CASA DE BENALCÁZAR (BELALCÁZAR) estuvo en laesquina noreste de la Benalcázar y Mejía, es decir, estaba directamenterelacionada con aquella plaza por la importancia que tuvo en los alboresde la colonia. Esta correcta ubicación de la casa de Benalcázar está funda-mentada en el estudio que presenta el Dr. Ricardo Descalzi en su obra: LaReal Audiencia de Quito, Claustro en los Andes, volumen primero, I.G. Seix yBarral Hnos. S.A., Barcelona, 1978, pp.-143 a 145.

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DISCURSOS ACADÉMICOS

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LA HISTORIA INMEDIATA DEL ECUADOR Y LA DEUDA HISTÓRICA

CON LA SOCIEDAD ECUATORIANA

Juan J. Paz y Miño Cepeda

Discurso de incorporación como Individuo de Número de la Academia Nacional de Historia

Desde 1979, la República del Ecuador vive el período constitu-cional más largo de su historia. Sin embargo, en él se han sucedido dosfases gubernamentales: la primera, entre 1979 y 1996, se caracterizó porla estabilidad constitucional, pues hubo 5 mandatarios en 17 años:Jaime Roldós (1979-1981), Osvaldo Hurtado (1981-1984), León FebresCordero (1984-1988), Rodrigo Borja (1988-1992) y Sixto Durán Ballén(1992-1996). Todos, excepto el presidente Hurtado, quien sucedió aRoldós tras su muerte, fueron electos bajo el sistema de doble vueltainaugurado por la Constitución aprobada por referendo en 1978. La se-gunda fase gubernamental arrancó en 1996, con la sucesión de 8gobiernos en 11 años: Abdalá Bucaram (1996-1997) seis meses, RosalíaArteaga (1997) un fin de semana, Fabián Alarcón (1997-1998), JamilMahuad (1998-2000), Gustavo Noboa (2000-2003), Lucio Gutiérrez(2003-2005), Alfredo Palacio (2005-2007) y el gobierno de Rafael Correa,iniciado el 15 de enero de 2007.

Como puede advertirse, lo que ha caracterizado a esta segun-da fase gubernamental es la inestabilidad constitucional, pues los úni-cos tres presidentes electos antes de Correa, esto es Bucaram, Mahuady Gutiérrez, fueron derrocados, sucediéndoles sus vicepresidentes, ex-cepto a Bucaram, pues el Congreso decidió que le sucediera el presi-dente de la Legislatura. Además, el 21 de enero de 2000, cuando sederrocó a Mahuad, se conformó una efímera Junta de Salvación Na-cional, integrada por el líder indio Antonio Vargas, el abogado y polí-tico Carlos Solórzano Constantine y, en forma inicial, el Coronel LucioGutiérrez, quien en medio de los ajetreos políticos de aquel día, cediósu puesto al General Carlos Mendoza, Jefe del Comando Conjunto delas Fuerzas Armadas.

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La crisis de la estabilidad gubernamental en Ecuador ha sidoacompañada por la crisis constitucional e institucional. No solo por elhecho de que para legitimar el derrocamiento de los presidentesBucaram, Mahuad y Gutiérrez el Congreso encontró forzadas justifica-ciones legales: “incapacidad mental” en Bucaram y “abandono delcargo” en los otros dos casos; sino por el hecho de que la Constituciónde 1979, no sirvió como marco legal indiscutible para la vida de la ins-titucionalidad democrática, pues en diversas oportunidades fue viola-da para ajustar decisiones estatales a los intereses de los grupos depoder en el país, tanto económicos como políticos.

Así por ejemplo, para imponer su voluntad política sobre elCongreso e impedir el funcionamiento de una Corte Suprema de Justi-cia que no fue de su agrado, el presidente León Febres Cordero inter-pretó la Constitución en el sentido de que él debía garantizar su obser-vancia incluso sobre el Congreso y cercó el edificio de la Corte paraimpedir que los magistrados nombrados ocuparan sus oficinas. Estosactos y otros de violación constitucional, condujeron a que el CongresoNacional, en una resolución sin precedentes históricos desde 1979, soli-citara la renuncia al presidente Febres Cordero el 21 de enero de 1987.Otro ejemplo: a pesar de que la Constitución de 1998, que reformó ysucedió a la de 1979, establecía que la unidad monetaria del Ecuador esel Sucre, el 9 de enero del año 2000 el presidente Mahuad decretó la do-larización oficial, a consecuencia de la presión ejercida por un puñadode altos dirigentes empresariales, cuyo poder se evidenció como supe-rior al de un gobierno débil, y porque era financieramente necesaria.

A las violaciones constitucionales de distintos momentos en lavida del Ecuador contemporáneo ha acompañado una impactante cri-sis institucional. No sólo el Ejecutivo y sus aparatos gubernamentaleshan experimentado la creciente reacción ciudadana desde los momen-tos mismos en que se inauguró la fase constitucional en 1979. Cabe recordar, por ejemplo, las continuas huelgas nacionales encabezadas porel Frente Unitario de Trabajadores (FUT) hasta bien entrada la décadade 1980. La situación más crítica es evidente en los tres derrocamientospresidenciales ocurridos desde 1996.

Pero, además, todo el aparato del Estado Nacional parecesufrir aquello que podría calificarse como “esclerosis política”. El dete-rioro de la Legislatura es el más acelerado, al punto que hoy el rechazoal Congreso es lo que ha favorecido la tesis de Asamblea Constituyente

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de plenos poderes que reivindicó el gobierno del presidente RafaelCorrea. También la desconfianza ciudadana afecta a la justicia ecuato-riana. Todo cuanto forma parte del sector público adolece de falta decredibilidad y está empañado por una corrupción generalizada. Y no selibran de la crítica las instituciones autónomas o semiautónomas delEstado como la Contraloría o las Superintendencias y aún el BancoCentral, así como tampoco las Fuerzas Armadas y peor aún la Policía.

La inoperancia e ineficacia ha sido una constante. El Ejecutivo,por cuanto durante cerca de tres décadas ha frustrado las esperanzas yaspiraciones nacionales por contar con un gobierno orientador y trans-formador. El Legislativo, porque no ha cumplido las responsabilidadesconstitucionales en la forma que todos los ecuatorianos aspiran. ElJudicial, porque la administración no responde a los anhelos de la jus-ticia en los términos de la rectitud, precisión y transparencia que sufunción supone.

En cambio, en medio de la crisis institucional del Estado cen-tral, han adquirido credibilidad varios gobiernos seccionales, dirigidospor Prefectos y Alcaldes modernizadores y efectivos, cuya dedicacióny trabajo han contribuido a levantar los postulados sobre descentrali-zación y autonomía, con los que hoy se busca dar solución a los proble-mas del Estado Nacional.

En ese problemático cuadro de la historia contemporánea, lospolíticos y los partidos políticos forman parte de los mayores respon-sables de la situación nacional, al propio tiempo que los más cuestiona-dos por la ciudadanía.

En la teoría política y, desde luego, en la historia que ha edifi-cado a los países más avanzados en el mundo occidental, se suponeque los partidos políticos fuertes y vigorosos son los instrumentos fun-damentales para la democracia y quienes pueden soportarla. Pero eseno es el caso del Ecuador. La Constitución de 1979 y la Ley de PartidosPolíticos que se dictó al efecto, pretendieron crear un verdadero régi-men de partidos en el país. Se supuso que los partidos así establecidossuperarían los personalismos y caudillismos, la improvisación políticay la ausencia de instituciones dedicadas a la democracia directa y a lapolítica electoral.

Pero las personalidades al interior de los partidos, así como laconformación de una verdadera “clase política” formada por figurasrecurrentes en la vida partidista, en los Congresos Nacionales y en las

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instituciones del Estado, superaron a las mismas estructuras partidis-tas. Progresivamente la “clase política” ecuatoriana ha acumulado ensu contra la reacción pública, el desprecio ciudadano, la desconfianzay la incredulidad. Ello alimentó la idea de que también los “indepen-dientes” participen en la vida electoral. La consulta popular que con-vocara el presidente Febres Cordero con ese fin recibió un NO rotundo.Pero el presidente Durán Ballén, en cambio, hizo una nueva consultasobre el mismo asunto y esta vez obtuvo el SI en la respuesta ciudada-na. Es decir, también esos dos gobernantes contribuyeron a debilitar lasignificación de los partidos políticos.

En el proceso de construcción de la democracia ecuatorianacontemporánea, los partidos políticos no han alcanzado el vigor que lateoría política les asigna y mucho menos la presencia que ellos tienenen las sociedades occidentales más avanzadas. Todavía parece existirmucha historia por recorrer y por eso aún cuentan las componendas,clientelismos y reciprocidades que fluyen al momento de las alianzas yentendimientos políticos. Predominan las agrupaciones caudillistas oregionales, los clubes o empresas electorales, las agrupaciones de co-yuntura y hasta ciertas tendencias ideológicas manejadas por elitespartidistas. Además, cabe tomar en cuenta que toda Latinoamérica vi-ve un momento de recambios políticos, una época de nuevas definicio-nes partidistas todavía en proceso de esclarecimiento y una coyunturade acción de movimientos sociales que buscan afirmarse frente a lasagrupaciones políticas tradicionales.

Pero si bien los fenómenos del acontecer político ecuatorianoson los que más atracción merecen en los medios de comunicación yentre la ciudadanía, son los cambios en el modelo económico de desa-rrollo los que en forma más directa han impactado en la vida nacionaly han logrado continuidad y hasta estabilidad, por encima de las defi-niciones ideológicas gubernamentales.

En efecto, coincidiendo con el inicio de la actual fase de gobier-nos constitucionales, el Ecuador transitó desde una economía orienta-da decisivamente por las acciones del Estado como instrumento de de-sarrollo, hacia otro tipo de economía en la cual la empresa privada y elmercado fueron convertidos en el supuesto instrumento natural para elcrecimiento y el bienestar.

Para comprender ese cambio es preciso recordar que durantelas décadas de 1960 y 1970 y, en definitiva, por obra de los gobiernosmilitares, como ocurrió bajo la Junta Militar (1963-1966), el “Nacio-

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nalismo Revolucionario” del general Guillermo Rodríguez Lara (1972-1976) y el Consejo Supremo de Gobierno (1976-1979), se fortaleció loque en diferentes escritos he calificado como modelo estatal de desa-rrollo. Hay que señalar, en forma adicional, que la Junta Militar de lossesenta, se inspiró en el anticomunismo, fue abiertamente pronortea-mericana, adoptó el programa “Alianza para el Progreso” impulsadopor el presidente John F. Kennedy con el propósito de contrarrestar lainfluencia de la Revolución Cubana en América Latina y fue autorita-ria y represiva. También que el gobierno de Rodríguez Lara no tuvosimilares inspiraciones, ya que se orientó por una “Filosofía y Plan deAcción” nacida al interior de las Fuerzas Armadas, con un fuerte con-tenido nacionalista, reformista y hasta cierto punto antiimperialista.Además, que el triunvirato que le sucedió, dejó a un lado la filosofíanacionalista, adquirió tintes neoliberales y fue autoritario y represivo.Por otra parte, si en la década de los sesenta los militares se manejaroncon recursos más o menos limitados, en los setenta el petróleo trajo alEcuador una fabulosa riqueza inédita en la historia económica nacio-nal, que permitió holgura a las dictaduras militares.

Pero, en definitiva, las dictaduras militares de los sesenta ysetenta utilizaron al Estado como instrumento de orientación, direccióny promoción del desarrollo económico. Los gobiernos de las FuerzasArmadas fueron absolutamente centralistas. Dictaron leyes de reformaagraria (sobre todo la primera, en 1964) que liquidaron el viejo “siste-ma hacienda”, dieron prioridad a la industria, favoreciéndola conmedidas proteccionistas, exoneraciones tributarias y créditos, introdu-jeron la planificación estatal, ejecutaron gigantescas y amplias obraspúblicas, impulsaron la participación del Ecuador en los procesos deintegración económica regional y subregional, ampliaron la vincula-ción del país en el sistema capitalista mundial. Gracias al petróleo, vir-tualmente nacionalizado en la época de Rodríguez Lara, creció comonunca antes la empresa privada y también el sector estatal. El petróleotransformó al Ecuador, pues consolidó el urbanismo, el comercio exter-no, la presencia de capitales extranjeros, la ampliación del trabajo asa-lariado, los negocios de todo tipo y hasta la integración nacional, puesla Región Amazónica, eje de la exploración y explotación petrolera fueincorporada como nunca antes a la vida nacional tradicionalmente cen-trada en la Costa y en la Sierra.

Con esa herencia debida al modelo estatal de desarrollo se ini-ciaron los gobiernos constitucionales en 1979. El presidente Jaime

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Roldós (1979-1981) podía contar aún con precios petroleros relativa-mente altos, si bien ya había pasado el “petrolerismo”. Su gobierno seorientaba por el reformismo social y el “tercermundismo”, que habíandespertado sospechas y resistencias de los grupos de poder económicoecuatoriano. Pero enseguida se acumularon los problemas: la inestabi-lidad del petróleo, el enfrentamiento armado con el Perú en la zona dela Cordillera del Cóndor, los cambios en la demanda externa y las pre-siones sociales por transformaciones profundas.

En 1982 estalló en toda Latinoamérica el problema de la deudaexterna que en Ecuador se unió al grave impacto de las inundacionesprovocadas por el fenómeno de El Niño y los desajustes en el comercioexterno. Las nuevas realidades afectaron ahora al gobierno de OsvaldoHurtado (1981-1984), resistido por las elites empresariales por sussupuestas orientaciones “filocomunistas”, pero también confrontadopor las organizaciones sindicales integradas en el FUT. Hurtado, queen aquel tiempo mantuvo posiciones reformistas y de acercamiento alos sectores populares, debió tomar un giro distinto sobre la conduc-ción económica pues el modelo estatal se volvió insostenible, debien-do el gobierno liberalizar precios y servicios, sucretizar la deuda priva-da y adoptar otras medidas que, en definitiva, se inclinaban por unaeconomía favorable al mercado y a la empresa privada como nuevosejes determinantes del crecimiento.

Con el gobierno del presidente León Febres Cordero (1984-1988) las definiciones a favor de lo que he denominado como modeloempresarial de desarrollo se afirmaron. Este se reconoció como ungobierno de empresarios y, por tanto, sus principios, intereses y valo-res pasaron a orientar la conducción del Estado, al mismo tiempo quefue cuestionado el sector estatal de economía y la institucionalidadmisma del sector público.

Empresa privada y mercado libre, en un contexto internacionaldominado por el “neoliberalismo” teórico, los condicionamientos delFondo Monetario Internacional (FMI) para garantizar el pago de lasdeudas externas latinoamericanas, los postulados del retiro del Estadoy finalmente el derrumbe del socialismo en el mundo, alimentaron lasuperación del viejo modelo estatal por el nuevo modelo empresarialde desarrollo en el Ecuador.

Podría decirse que el gobierno de Rodrigo Borja (1988-1992)trató de ser una especie de paréntesis en medio de la tormenta. Y esto

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porque Borja atribuyó al Estado un papel orientador. Pero no pudo sus-traerse a los cambios de la economía mundial ni de la ecuatoriana, demanera que una serie de logros “neoliberales”, como el régimen de ma-quilas y la reforma sindical, contradijeron el reformismo socialdemó-crata del régimen.

Nuevamente bajo la presidencia de Sixto Durán Ballén (1992-1996) retomó el impulso del modelo empresarial de desarrollo iniciadopor Febres Cordero. Las ideas sobre privatización y retiro del Estado,economía abierta, mercado libre, apertura al capital extranjero, renego-ciación de la deuda externa en los términos fijados por el FMI y vincu-lación del país a la era de la “globalización”, se constituyeron, en formadefinitiva, en los nuevos “paradigmas” para la conducción de la econo-mía.

Desde Sixto Durán en adelante, ninguno de los gobiernos suce-sivos fue capaz de cuestionar los postulados de la economía inspiradosen el “neoliberalismo” y en el llamado “Consenso de Washington”,pues todos, desde Bucaram hasta Palacio, en mayor o menor medida,con mayor o menor eficacia, contribuyeron con sus políticas económi-cas a la consolidación del modelo empresarial. La dolarización del año2000 y los intentos por suscribir un Tratado de Libre Comercio (TLC)con los Estados Unidos refuerzan el modelo. Sin embargo, se trata deun tipo de desarrollo que, pese a lo que puede creerse, no afirmó en elEcuador una economía “neoliberal” en la que supuestamente se inspi-raba, sino una economía rentista, especulativa, basada en la baraturade la mano de obra como fuente de la acumulación, en la depredacióndel medio ambiente, la subordinación al capital transnacional, ladependencia externa, la inequidad en la distribución del ingreso y ladeshumanización del trabajo.

En ese marco debiera entenderse la toma de posición que harealizado el presidente Rafael Correa frente al modelo económicoseguido por el Ecuador durante los últimos 25 años, así como su distin-ta visión de la economía, que pretende reorientar el desarrollo en bene-ficio de la mayoría de ecuatorianos y ecuatorianas, y no continuar favo-reciendo a una elite social.

Porque, en efecto, si bien el modelo seguido por el país puedeofrecer ciertos “logros macroeconómicos” -según quienes así lo califi-can-, no ofrece similares logros sociales. En otras palabras, las conse-cuencias sociales del modelo empresarial de vertiente ecuatoriana hansido ruinosas.

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La pobreza y la miseria se agudizaron en el Ecuador en lasdécadas pasadas, aunque en el último quinquenio la tendencia parecerevertir e incluso hay una reducción de la pobreza, pero solo en el sec-tor urbano. De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas parael Desarrollo (PNUD), es “remota” la posibilidad de que Ecuador al-cance en 2015 la reducción de la pobreza extrema en los términos de losObjetivos del Milenio, es decir, al menos en la mitad. La inequidad hasido imparable, de manera que hoy existe una elite que concentra cadavez mayor riqueza frente a la amplia mayoría nacional. Por ejemplo, enla Provincia de Los Ríos, el 68% de la población vive con menos de 2dólares diarios y de ese total el 31% es extremadamente pobre o vivecon menos de 1 dólar diario; allí, mientras el 10% más rico se lleva el40% de los ingresos, el 10% más pobre recibe el 1.5 % de los ingresos.1

Según los estudios del PNUD y la CEPAL (Comisión Económica paraAmérica Latina), hoy América Latina es la región del mundo más ine-quitativa y el Ecuador ocupa en ella uno de los diez primeros lugares,al mismo tiempo que se ubica en el puesto 83 en el Índice de DesarrolloHumano (IDH) entre 177 países del mundo (año 2006).

Ha sido afectada la educación, no solo porque se destinanmenos recursos a ella, sino porque la privatización no ha contribuidoal mejoramiento de su calidad y, en conjunto, existe en el país un bajonivel educativo público y privado, medido por sus rendimientos enescuelas y colegios. Lo más grave es que la educación universitariatambién sufre el peso del incremento de las instituciones privadas (hoyunas 40 entre 66 universidades nacionales), además de la difusión deconcepciones administrativas puramente economicistas, criteriosdeformadores sobre la preparación profesional en los que predomina laorientación al mercado, la empresa y el tratamiento estudiantil como“clientes”; se privilegia la docencia sobre la investigación y pierden asi-dero los valores de la formación académica más exigente y rigurosa.

También es grave la situación de la salud y la seguridad social,que los privatizadores literalmente han destruido. Los ecuatorianos yecuatorianas carecen de la cobertura de salud necesaria, mientras la se-guridad social es uno de los servicios estatales más deteriorados. Porcierto, la salud y la seguridad privadas solo siguen al alcance de unaelite.

El déficit de vivienda en el país se ha incrementado, pese alauge de las construcciones en varias ciudades, destinadas casi exclusi-vamente a los sectores medios y altos de la sociedad.

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Es de tal magnitud el retroceso y la degradación en el gastosocial que el Ecuador invierte la cuarta parte del promedio que todaLatinoamérica invierte en gasto social.

En promedio histórico, durante los gobiernos constitucionales,el desempleo alcanzó el 10% y el subempleo el 60%, si bien ambascifras disminuyen muy relativamente en el último quinquenio. Los sa-larios entre la población empleada son bajos e insuficientes, pues elmínimo es de $170,oo al mes, mientras que según el Instituto Nacionalde Estadística y Censos (INEC) la canasta analítica familiar básica es de$ 453,97 y la canasta analítica familiar vital es $ 317,34.

De acuerdo con la CEPAL, uno de los problemas más serios ygraves en las economías latinoamericanas actuales es la precariedadlaboral. También en Ecuador los derechos de los trabajadores, que sonfruto de luchas y conquistas históricas, han sufrido serio retroceso aconsecuencia de las políticas de “flexibilidad laboral”, con sistemascomo la tercerización, el trabajo por horas, los contratos de serviciosprofesionales, etc. La precariedad laboral afecta no solo a los trabajado-res, empleados y profesionales, sino a la juventud, que casi no encuen-tra trabajo estable, continuo y suficientemente remunerado.

Frente a este breve cuadro de resultados sociales, es compren-sible que en el Ecuador contemporáneo hayan estallado movimientossociales que cuestionan la labor de la clase política y enfilan sus luchascontra los gobiernos de turno en demanda de mejoras de las condicio-nes de vida y trabajo. Por debajo de la aparente calma, paz y tranquili-dad que suele decirse que es un atributo de la sociedad ecuatoriana,existe un clima humano explosivo. Esta situación explica la esperanzacon la que la población recibe las ideas y los programas de cambio yreforma; y explica también la polarización electoral que condujo altriunfo del presidente Rafael Correa.

¿Qué futuro tendrá el Ecuador? La respuesta es insegura eincierta. Pero de la rápida visión con la que he descrito al país contem-poráneo, sin intentar hacer una larga exposición sobre sus causas, susrazones y su sentido, deseo obtener algunas conclusiones teóricasgenerales para la historia y los historiadores.

Me he servido de los hechos presentados para inducirles a pen-sar que la historia, como ciencia, ha cambiado. Se creía que la historiaera el recuento “objetivo” de los hechos del “pasado” y que mientrasmás antiguos son, con mayor seguridad apreciará el investigador esos

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hechos. Siguiendo a algún estudioso, se dijo que no cabría analizar lahistoria si no han pasado por lo menos 50 años desde los acontecimien-tos. Los historiadores que han seguido esas corrientes literalmente sevolvían piezas de museo, sin compromiso con el presente.

He tratado de pintar los hechos de tal manera que pueda sos-tener que la historia, como hoy la hacemos un creciente número de aca-démicos en el mundo, es la ciencia que explica los acontecimientos enel transcurso del tiempo, es decir, como partes de un proceso que ma-nifiesta tendencias, regularidades, continuidades o rupturas. Que lahistoria es, por tanto, movimiento humano, con herencias del pasado,condicionamientos en el presente y objetivos hacia el futuro. Que loshistoriadores interpretamos y que no es cierto que los hechos y los pro-cesos son fríos y que podemos mantener sobre ellos esa supuesta “dis-tancia” y “neutralidad” con la que en otros tiempos se pretendía exa-minar la historia.

He procurado decir que la historia es una ciencia viva para elpresente. Si comprendemos que el tiempo actual deriva de procesosque vienen desde el pasado y que en nuestros días vivimos aconteci-mientos que movilizan fuerzas sociales interesadas en construir y mol-dear la sociedad de una manera determinada, podremos comprenderque existe una historia del pasado, que también existe una historia delpresente, al que la hemos bautizado con el término Historia Inmediataen la red académica internacional de Historia a Debate, y que también,aunque resulte raro y menos comprensible, existe una corriente quepostula la historia del futuro, lo cual no significa, evidentemente, quepodemos deducir qué hechos sobrevendrán, sino qué tendencias estánmarcando el desarrollo del presente hacia un futuro indeterminado eincierto.

Vivimos una época de construcción de los nuevos paradigmasde la historia como ciencia. Y esa es una tarea colectiva de los inves-tigadores. Por ello, la historia tiene múltiples manifestaciones, múlti-ples ángulos de visión, enfoques y perspectivas. La comprensión de losprocesos históricos es hoy multicausal, porque las determinacionessobre la vida de la sociedad son complejas y variadas.

Y la historia también es una ciencia comprometida. Por ellohay investigaciones perseguidas e historiadores amenazados desde elpoder. Pero la historia comprometida no significa, en modo alguno,que suplanta la investigación con pura ideología. Requerimos trabajos

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académicos serios y rigurosos para descubrir las raíces, los condiciona-mientos y las tendencias que explican la trayectoria social.

Por eso, quienes nos comprometemos con la Historia Inme-diata, no podemos dejar de observar que la realidad social del Ecuadordel presente, fruto de todo el desarrollo histórico anterior, conlleva res-ponsabilidades internas y externas, que también hacen posible reivin-dicar la Deuda Histórica. Bajo este término, es posible exigir reparacio-nes, indemnizaciones y sanciones a los responsables históricos de lasituación nacional en el presente. El concepto deuda histórica movili-za el reclamo por años de destrucción del medio ambiente; por el man-tenimiento de remuneraciones insuficientes basadas en el criterio deque la “baratura de la mano de obra” es requisito para la competitivi-dad del país; por la acumulación de la riqueza en un sector social bene-ficiario de la trayectoria histórica de opresión y exclusión, por centuriasde injusticia y de falta de democracia.

La Historia Inmediata del Ecuador demanda un mayor núme-ro de investigadores que pongan luz sobre las realidades sociales delpaís, con esa perspectiva única que puede dar precisamente la historia.El presente en el Ecuador exige, al mismo tiempo, la reivindicación pornuestra deuda histórica.

Y esa es la invitación que ahora queda abierta.

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BIENVENIDA AL DR. JUAN J. PAZ Y MIÑO COMO INDIVIDUO DE NÚMERO DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA

Jorge Núñez Sánchez

Señor Director de la Academia Nacional de HistoriaSeñores AcadémicosSeñoras y Señores

Me resulta realmente grato dar la bienvenida a la condición de Nume-rario a mi estimado colega y apreciado amigo Juan Paz y Miño Cepeda,por varias razones, cada cual más importante que otra. Y es la primerade ellas su profesionalismo y su entusiasmo por la ciencia histórica,que lo ha llevado a investigar aspectos desconocidos o poco trabajadosde nuestro pasado, en especial los vinculados con la historia económi-ca, y que, por otra parte, lo ha metido de lleno en la reflexión teóricasobre la historia, a la que ha buscado aportar nuevos cauces de inter-pretación y nuevos horizontes temporales. Otra razón que motiva miagrado al dar esta bienvenida es nuestra antigua amistad y compañe-rismo, forjados precisamente alrededor de los asuntos de nuestro ofi-cio: de los congresos y encuentros de historia, de los proyectos deinvestigación o publicación, y de las organizaciones gremiales de loshistoriadores.

En verdad, este acto debía haberse realizado hace años, comoun justo reconocimiento a un profesional de los méritos del doctor Pazy Miño, pero se celebra recién hoy, en lo que constituye un acto de reco-nocimiento tardío. Esto me trae a la memoria lo sucedido con la granGabriela Mistral, a quien sus colegas de Chile le otorgaron el PremioNacional de Literatura solo años después de que hubiera recibido elPremio Nóbel de la especialidad. Y el símil es equivalente, en ciertomodo, pues Juan Paz y Miño llega a ser numerario de nuestra Acade-mia veinte años después de haber sido Presidente de la Asociación de

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Historiadores del Ecuador, casi tres lustros después de ejercer la Vice-presidencia de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y delCaribe y luego de haber merecido algunos altos reconocimientos inter-nacionales.

Resulta inevitable que así haya sucedido, porque en las institu-ciones como en los países hay una constante puja entre lo viejo y lonuevo, entre quienes impulsan las ideas de cambio y quienes se empe-ñan en apuntalar los antiguos usos y concepciones del mundo.

El doctor Juan Paz y Miño llega a la condición de numerarioprecedido de las mejores recomendaciones, que son sus obras y susméritos profesionales. Doctor en Historia por la Pontificia UniversidadCatólica del Ecuador, tiene una extensa y fértil carrera académica, queincluye el haber sido Profesor de Historia Económica del Ecuador yAmérica Latina en la Facultad de Economía de la PUCE, el haber sidoCoordinador del Taller de Historia Económica de la misma universi-dad, el haber actuado como profesor invitado, conferencista y ponenteen múltiples eventos realizados en el Ecuador y en congresos interna-cionales y también el haber desarrollado actividades académicas o deinvestigación historiográfica en diversas universidades de Canadá,Estados Unidos, América Latina y Europa.

En cuanto a sus obras y trabajos publicados desde su ingreso ala Academia Nacional de Historia, quiero destacar los siguientes libros:1. Cuando el oro era patrón. Artículos sobre historia monetaria y ban-

caria del Ecuador. Serie THEmas 1, Quito, Fac. de Economía, PUCE.2. Revolución Juliana. Nación, Ejército y bancocracia, Quito, Edicio-

nes Abya Yala, (dos ediciones).3. Golpe y contragolpe. La “Rebelión de Quito” del 21 de enero de 2000,

Quito, Taller de Historia Económica, PUCE – Abya-Yala.4. Deuda histórica e historia inmediata en América Latina, Quito,

Editorial Abya-Yala.

Igualmente, de sus innumerables artículos y estudios deseo relievaréstos:1. “Rebeliones desde Quito: la crisis presidencial del Ecuador y la “cuarta vía”

al poder latinoamericano”, ACTAS del III Congreso de HistoriadoresLatinoamericanistas (ADHILAC), Pontevedra, España, 2001.

2. “La fundación del Banco Central del Ecuador y su significado histórico a los75 años”, Banco Central del Ecuador, Memoria Anual 2001, Quito.

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3. “La Superintendencia de Bancos y Seguros. Su significado histórico”,Revista de la Superintendencia de Bancos y Seguros. 75 años 1927-2002, Quito, 2002.

4. “La fundación del Banco Central del Ecuador”, Ensayos de historia eco-nómica por los setenta y cinco años del Banco Central del Ecuador,noviembre 2002.

5. “Ecuador y Perú: la frontera, la deuda y la integración”, Anuario de laSección Académica de Historia y Geografía de la Casa de la CulturaEcuatoriana, Quito, No. 1/1999-2000.

6. “Historia y sociedad en el período 1895-1925”, Historia de las Literaturasdel Ecuador, Quito, Universidad Andina Simón Bolívar, Corpora-ción Editora Nacional, Vol. 4, 2002.

7. “El desafío de la deuda histórica en América Latina”. Ponencia. IV En-cuentro Internacional de Historiadores Latinoamericanistas.ADHILAC, La Habana, 2003.

8. “Economía en la Colonia” e “Historia: Independencia y República”, Nue-va Enciclopedia del Ecuador, Círculo de Lectores, Editorial Planeta,Tomos II y III, Bogotá, 2003. Ídem, Enciclopedia Ecuador a su alcan-ce, Espasa Siglo XXI, Editorial Planeta, Bogotá, 2004.

9. “De los Julianos a La Gloriosa”, Historia del Congreso Nacional. Repú-blica del Ecuador, Quito, 2004.

10. “América Latina y Estados Unidos hoy: los costos de la Doctrina Bush”,De la integración al sometimiento, Quito, Ediciones La Tierra,Quito, 2004.

11. “Civismo e identidad nacional en el Ecuador” y “Trabajadores e identidadnacional”, La participación de la sociedad ecuatoriana en la forma-ción de la identidad nacional, Quito, Comisión Nacional Perma-nente de Conmemoraciones Cívicas, 2005.

12. “La universidad ecuatoriana: entre el profesionalismo y el mercado”,Asociación de Profesores de la Pontificia Universidad Católica delEcuador. 30 Años: 1976-2006.

13. “Ecuador: Historia pasada e Historia Inmediata frente al Caribe y laGuerra de Castas”. Ponencia. VII Seminario Internacional de Verano“Caribe: Economía Política y Sociedad”. Chetumal, Quintana Roo,México, 2006.

14. “Historia bancaria del Ecuador entre 1912 y 1944”. Ponencia. CongresoEcuatoriano de Historia, Ibarra, 2006.

15. “Ecuador: del derecho social a la economía de mercado”, Ponencia. Tercer

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Encuentro de la Sección de Estudios Ecuatorianos de Latin Ame-rican Studies Association–LASA. FLACSO, Quito, 2006.

16. “Entre la confrontación y el acercamiento. Cien años de relaciones entre elEstado y la Iglesia Católica en el Ecuador”, Testigo del Siglo. El Ecua-dor visto a través del Diario El Comercio, Quito, 2006.

17. “Ecuador: una democracia inestable”. Ponencia. Seminario Internacio-nal Nuestro Patrimonio Común: Integración, Cooperación y De-mocracia. Universidad de Cádiz. España, Noviembre 2006.

18. “La coyuntura electoral en un contexto de comparaciones históricas”,Revista La Tendencia, Quito, No. 4, Enero 2007.

Quiero detenerme en un aspecto particular de su quehacer his-toriográfico, que son sus trabajos en el campo de la teoría de la histo-ria. Y esto tiene una relevante importancia para la labor académica,porque no hay ni puede haber ciencia sin una teoría que la sustente.Puede haber, si, buenos trabajos de recolección y exposición de datos,pero ellos nunca superarán el nivel del empirismo. Sólo la presenciainteriorizada de una teoría científica, cualquiera que esta sea, permiteal investigador histórico interpretar, relacionar y finalmente compren-der el pasado, que es de lo que se trata.

Pues, bien, Juan Paz y Miño ha sido uno de los constructoresde la teoría de la “historia inmediata”, que hoy tiene tantos y tan bue-nos seguidores a uno y otro lado del Atlántico.

Esto ha implicado una revisión de algunos antiguos paradig-mas de la escuela positivista, como aquel de que los únicos testimoniosde la historia son los documentos y aquel otro de que no se puede his-toriar sobre los acontecimientos recientes, sino solo sobre aquellos cuyalejanía garantice la objetividad del historiador.

En cuanto al paradigma positivista de que “la certeza surgesolo de los documentos”, es necesario prestar interés a la génesis mis-ma de esta afirmación, surgida como respuesta de los investigadores ala supuesta labor historiográfica de los simples comentaristas y glosa-dores de trabajos ajenos, cuya labor no aporta nueva información a loya conocido ni nuevos métodos de análisis a la labor historiográfica.Pero ello no invalida una reflexión acerca de los riesgos de su admisiónacrítica.

Es obvio que sin investigación y análisis de las fuentes no hayejercicio historiográfico posible y que quien no acude regularmente a

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ellas termina, de modo inevitable, por ser un mero comentarista de lasinvestigaciones de otros o un glosador de opiniones ajenas, pero no unhistoriador strictu sensu. Mas el término “fuentes” no se limita a losdocumentos de archivo sino que es abarcador de una gran cantidad deelementos, tangibles e intangibles, materiales y espirituales, que actú-an a modo de “restos” del pasado y pueden cumplir la función de tes-timoniarlo: libros, periódicos, restos materiales, objetos de uso, recuer-dos personales e información oral, pinturas, esculturas, edificios, etc., ymás modernamente fotografías, discos y bancos electrónicos de datos.Con esto descubrimos la falacia de la afirmación en referencia, pues losdocumentos -objetos de un especial fetichismo positivista- no son lasúnicas fuentes útiles al historiador, aunque son probablemente las másimportantes de que podemos disponer para estudiar la historia antiguade las sociedades con escritura.

Una segunda e importante precisión es la referida al alcance yutilidad de las fuentes, pues éstas -p. e. los documentos de archivo- no“hablan” siempre el mismo lenguaje del historiador, no indican clara-mente lo que el historiador busca o no muestran de modo contunden-te una “verdad”. En ciertas ocasiones, los documentos sólo se refierenparcial o tangencialmente al tema investigado, o no revelan el datocuantitativo que buscamos sino solo una apreciación cualitativa de suautor. En otras, apenas nos revelan un punto de vista sobre un hechosusceptible de haber generado opiniones varias y opuestas. Hay, pues,una limitación informativa en las mismas fuentes.

En fin, aún cuando el documento resultase útil y satisfactorio,su texto es necesariamente procesado por el historiador, que no sóloselecciona los datos que cree de mayor interés o las partes citables delmismo, sino que lo “transcribe”, paleográfica o lingüísticamente, y, portanto, lo recrea ideológicamente. Y es que el “logos”, la palabra, no essólo una forma exterior del pensamiento y un vehículo de expresión delas ideas; él mismo es, en buena medida, el pensamiento que guarda, laidea que transmite, puesto que el lenguaje es también el pensamientoen si. Por lo tanto, las fuentes generalmente no “hablan” por si mismassino que lo hacen a través del historiador, que actúa entre ellas y elpúblico a manera de un traductor o intérprete: resumiendo, escogien-do, destacando, intuyendo o interpretando según su mejor o peorentender, o según su inevitable punto de vista.

¿Y qué tienen que ver las fuentes con la teoría de la historiainmediata? Tienen que ver mucho, porque esta propuesta historiográ-

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fica revoluciona el uso de las fuentes, donde el uso exclusivo de losdocumentos archivados para a ser reemplazado por un inmenso abani-co de posibilidades, que incluye los documentos no archivados nipublicados, los testimonios vivos de los protagonistas, testigos y obser-vadores, las variadas noticias de prensa, radio y televisión, la bibliogra-fía epónima, etc.

Claro, todo esto implica la negación de un antiguo paradigmapositivista, según el cual no puede haber investigación ni reflexión his-toriográfica dignas de respeto si no han pasado por lo menos dos o tresdécadas desde que ocurriera el suceso que se estudia. Se pensaba queel tiempo decantaba pasiones, enfriaba ánimos partidistas y colocaba alhistoriador lejos del riesgo de tomar partido, pero la realidad ha de-mostrado que esa supuesta objetividad era, generalmente, una formade emboscamiento intelectual y de negación de la sensibilidad huma-na del historiador.

En verdad, el tiempo sirve para ganar en unas perspectivas,pero empobrece muchas otras. Y, ya en el plano de lo humano, que nose nos diga que podemos escribir o entender mejor aquello que noconocimos ni vivimos de modo directo, porque la lógica señala lo con-trario, esto es, que aquello que podemos conocer y comprender mejores precisamente eso que hemos vivido y conocido a profundidad, tantocomo personas cuanto como miembros de un conglomerado social.

Claro está, ello nos lleva a otras cuestiones, tales como la rela-ción entre la ciencia histórica y la memoria colectiva o las mentalida-des, pero esos son asuntos de mayor complejidad, que no podemos tra-tar en un breve discurso.

Termino, pues, mi intervención, exaltando los grandes méritosintelectuales y profesionales del recipiendario, a quien doy la bienveni-da al círculo de los numerarios de esta Academia y le deseo reiteradoséxitos en su labor académica, para beneficio de la ciencia histórica y dela cultura ecuatoriana.

Bienvenido, querido amigo y colega Juan Paz y Miño Cepeda.Estoy seguro que su presencia coadyuvará a la profesionalización denuestra Academia.

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BIENVENIDA AL ABOGADO RAMIRO MOLINA CEDEÑO

COMO MIEMBRO CORRESPONDIENTE DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA

Benjamín Rosales Valenzuela

Para la Academia Nacional de Historia, el Capítulo Guayaquily para mí es un honor muy especial estar en esta fértil tierra manabitapara recibir como miembro correspondiente de la Academia a un hijode Portoviejo, la más antigua villa española fundada en la costa ecua-toriana.

El interés de don Eduardo Ramiro Molina Cedeño por la histo-ria de su tierra no es casual, le viene de la sangre de su padre donAlberto Molina García, autor de algunas obras históricas entre las quedestacan: “Contrastes”, El fusilamiento de un artista” y los diez tomosde “Crónicas del Ayer Manabita” que Ramiro terminó de editar des-pués de su muerte, en 1 999, acaecida cuando era el segundo y últimocronista de la ciudad de Portoviejo en el siglo XX. Su tio Gonzalo Moli-na García, exitoso pintor y poeta residente muchas décadas en España,quien falleciera hace dos meses, fue autor de una historia documenta-da en los archivos de Indias en España sobre la fundación de la ciudady la biografía del autor de su fundación titulada “El Capitán FranciscoPachecho en la conquista de América. Fundador de la ciudad de Por-toviejo”, en este caso también nuestro amigo Ramiro se encargó de edi-tar la obra como digno defensor del legado histórico familiar, regionaly nacional, y como sobrino bisnieto de don Rafaél Cevallos Ponce, pri-mer cronista de la ciudad, autor de las obras “La Villa Nueva de SanGregorio” e “Historia de Vuelta Larga”. Falleció en 1884.

Hace ya más de cincuenta años, el 27 de julio de 1956, doñaVicenta Modesta Cedeño Velásquez trajo al mundo a Ramiro Molina,este ciudadano que no escatima esfuerzo por engrandecer la cultura ensu región natal; abogado, miembro del núcleo de Manabí de la Casa dela Cultura Ecuatoriana y de varias organizaciones sociales y culturalesde la provincia, catedrático del capítulo Portoviejo de la Pontificia Uni-

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versidad Católica, secretario académico de la Universidad “San Gre-gorio de Portoviejo” y promotor cultural a través de los principalesmedios de comunicación: “El Diario”, “La Hora Manabita” y las radio-emisoras “Farra”, “Rumbos” y “Sucre”.

Conocí a Ramiro hace más de cuatro años, luego que se forma-ra el capítulo Guayaquil de la Academia Nacional de Historia y fuerayo nombrado director de éste. En la primera reunión del directoriodecidimos que mientras no hubieran capítulos de la Academia en todaslas provincia del Ecuador, nuestra entidad regional debería relacionar-se con ecuatorianos y ecuatorianas que hagan y promuevan estudioshistóricos en el ámbito geográfico de la antigua provincia colonial deGuayaquil en donde se encuentran los territorios de nuestros pueblosnavegantes prehispánicos desde los Valdivia, Machalilla hasta los man-teños-huancavilcas que encontraron los conquistadores españoles yque constituyen una de las raíces más antiguas de pueblos con desarro-llo agrícola y tradición cerámica en Ecuador y América.

Ramiro Molina Cedeño como director y fundador de la revistacultural “Spondylus”, presidente de la Sociedad de Estudios Históricosde Manabí, director de “Diálogos Culturales”, organizador de eventosacadémicos históricos en esta provincia y asiduo participante a los ac-tos culturales hsitóricos en Guayaquil, es uno de esos ecuatorianos.

Don Ramiro Molina ha publicado la “Historia de la Univer-sidad San Gregorio de Portoviejo” y “Portoviejo Histórico–Fotográfico.Siglo XX”. Tiene inéditas la “Historia de la Aviación en Manabí” y dostomos de “Portoviejo Cronológico–Documental y Fotográfico”, el pri-mero desde 1522 hasta 1950 y el segundo desde 1951 al 2005. Actual-mente está preparando su obra “Manabí y sus cantones desde 1822”

Estamos seguros que su incorporación como miembro corres-pondiente de la Academia Nacional de Historia, la noche de hoy, seráun estímulo adicional para que don Ramiro continúe trabajando en lainvestigación del pasado y la difusión histórica.

Esperamos también que las autoridades provinciales y canto-nales, las universidades manabitas, el núcleo provincial de la Casa dela Cultura Ecuatoriana y los empresarios de la región, por qué no, apo-yen la investigación histórica y propicien la publicación de trabajosacadémicos como los del ilustre incorporado en esta noche y de otrosinvestigadores manabitas como el académico profesor José Arteaga Pa-rrales, Dr. Alfredo Cedeño Delgado, Dra. Tatiana Hidrovo Quiñonez, y

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el sociólogo Carlos Alberto Zambrano Argandoña, para tan solo men-cionar unos pocos.

Los pueblos que no estudian su pasado están destinados a caeren los mismos errores, hay que aprender también de los periodos deprosperidad y desarrollo. Hace cien años, por ejemplo, llegaban aManabí emigrantes de otras regiones de la patria y del mundo entero,aumentó considerablemente la economía provincial con la exportacióndel cacao, tagua, caucho, café y sombreros de paja toquilla. Pocos pen-saban en emigrar de esta bendita tierra. Muchos de ustedes aquí, aligual que lo es nuestro recipiendario, son descendientes de inmigran-tes de esa época de gran crecimiento regional a la que hay que estudiar-la con profundidad para emprender nuevamente una etapa de prospe-ridad que evita la inmigración de nuestros ciudadanos.

La tierra manabita nos ha dado uno de los más importanteshistoriadores nacionales, el Dr. Wilfrido Loor Moreira. Las obras deeste ilustre hijo de esta tierra, quien fuera destacado miembro de laAcademia Nacional de Historia son fundamentales en la historiografíanacional, entre ellas destacan La Victoria de Guayaquil, García Moreno ysus asesinos, Eloy Alfaro en tres tomos, Estudios Históricos y Políticos y laConquista de Quito. Otros preclaros manabitas han servido a la sociedadcon sus trabajos históricos, el padre, el tío y el tío bisabuelo de Ramiro,que ya mencionamos anteriomente, don Temístocles Estrada, donViliulfo Cedeño Sánchez.

Que la incorporación de don Eduardo Ramiro Molina Cedeñoa la Academia Nacional de Historia sea un estímulo para su esforzadotrabajo e inspire a otros manabitas a la investigación del pasado de estatierra y de nuestra patria Ecuador.

Sea usted bienvenido don Ramiro.

Muchas Gracias.

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MANABÍ:SU HISTORIA – SU NOMBRE

Ramiro Molina Cedeño

Discurso de incorporación como Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Historia

La primera provincia española que existió en América del surllamose Puerto Viejo, territorio ubicado bajo la línea ecuatorial; estan-cia del conquistador español Francisco Pizarro y de paso obligado almundo infinito de riqueza, poder y gloria.

Este primer indicio lo encontramos en la Carta Universal ela-borada por don Diego Riveiro en 1 529 que ubica a Puerto Viejo en cali-dad de provincia, al igual que lo dice doña Juana, reina de España, quela provincia de Puerto Viejo es parte de la Mar del Sur en la Tierra Fir-me llamada Castilla del Oro, mandato real que fue fechado en Toledoel 26 de julio de 1 529, con motivo de la cédula real otorgada a los con-quistadores conocidos como “Los trece de la fama”, para que en nom-bre de Dios, en su nombre y en nombre de España, conquisten y tomenposesión eterna de todos aquellos territorios, sus pobladores y riquezasque por la fuerza de su espada y la protección de la iglesia católicalograren.

Es la provincia de Puerto Viejo que se crea sobre el territorioaborigen de Cancebí, último cacique de la sociedad manteña que com-prendió los pueblos que se encontraban desde los límites de la desem-bocadura del río Chone hasta la actual provincia del Guayas en laPenínsula de Santa Elena, poblaciones identificadas entre sí por cos-tumbres y dioses propios, por una lengua común, a pesar de la diver-sidad de dialectos que existieron entre ellos, por una tradición de carác-ter mercantil que llevaban consigo milenariamente y que encuentra sumáximo apogeo en la concha Spondylus, concha que encerraba elsecreto de las lluvias y de la fertilidad que tanto ambicionó conocer yposeer el imperio incaico que floreció en la altiplanicie andina al sur yal centro del continente suramericano, comercio de Spondylus que per-

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mitió a los manteños relacionarse con otras culturas aborigenes milena-rias más allá de sus propias fronteras y que les proveyó de nuevos ele-mentos que llegaron a enriquecer profundamente su cultura.

Este es el territorio de Cancebí, en el antiguo Jocay, donde seencuentran los primeros restos de población humana, diez mil añosantes de Cristo; es la población con la que empieza a forjarse la identi-dad de los pobladores de la costa ecuatoriana, principalmente, de laactual provincia manabita; es la población que vive en armonía con suentorno; la población que se alimenta del mar y de la tierra y que enépocas de verano, ante dolorosas sequías y escasez de comida buscarefugio en las montañas de Chongón y Colonche, en el corazón mismode la provincia, el lugar donde nunca falta el alimento y el agua, reju-veneciendo su espíritu en lo maravilloso de sus micro climas y en loencantador de sus paisaje. Son los momentos en que unos decidenencaminar sus pasos hacia otros lares formando sus propios clanes.

Esta es la tierra cancebina donde la mujer hizo parir la tierra yplasmó con ella el mágico mundo de la fertilidad humana, talvés en unintento desesperado de interpretar la grandeza de sus dioses quedaban vida a un nuevo cuerpo que germinaba en ella. Así como nacióla agricultura en manos de la mujer, nació también la cerámica, molde-ando su propia figura de mujer valdiviana, muchas veces tallándolacon una protuberancia que adornaba su deformado cuerpo, era la pro-tuberancia que encerraba al nuevo hijo concebido por la gracia del diosSol y la diosa Luna. Es la cultura alfarera que se esparce entre las pobla-ciones que se suceden en el tiempo, valiéndose de distintos elementosque adornan su arte y toman diferentes formas acordes a su momento,a su geografía, a todo aquello que motiva sus sentidos y les son nece-sarios como muestra de fe, poder o existencia. No son culturas abori-genes distintas las existentes en este territorio, la una es continuidad dela otra, Valdivia, Machalilla y Manteña tienen una misma ancestralidadhistórica, no existen manteños del norte ni manteños del sur; todosellos forman parte de una misma identidad aborigen.

Qué distinto este territorio de Cancebí al territorio del norte,con poblaciones conocedoras y practicantes del arte de la guerra, po-blaciones que, a pesar de la cerrada resistencia que ofrecieron, sucum-bieron inicialmente al poderío de los Shuar, en su peregrinación de si-glos hacia el oriente ecuatoriano y que nos impuso el ritual de lasTsantsas, pero fueron estas poblaciones las que más tarde impidieron la

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temprana conquista de su territorio por parte de España; con una cerá-mica distinta que pone al descubierto otro tipo de cultura, con costum-bres y rituales funerarios como las tolas que les acercan e identificancon las poblaciones del sur de Colombia, como si fueran parte de unamisma historia, de una misma nacionalidad aborigen; poblaciones másestrechamente unidas a la tierra, que se adaptan fácilmente a la espesajungla que es bañada por ríos montañeros como el Cojimíes, Coaque,Jama, Briceño y el Chone que le mantienen siempre verde, mientras elterritorio cancebino, con su principal río, el Río Grande, conocido aho-ra como Portoviejo, languidece por falta de agua, debiendo sus habi-tantes prever el futuro, para procurarse la misma mediante la construc-ción de jagüeyes (albarradas) hechas a mano y pozos de agua dulcetallados en roca viva.

No quiero enfrascarme en un relato o estudio del pasado abo-rigen manabita, quiero solamente remarcar que la provincia de Manabísiempre estuvo comprendida por dos territorios y poblaciones que en-cierran historias distintas, que su nombre talvés no se derive de la exis-tencia de una tribu, de una comunidad o del nombre de un río sino deuna determinada región geográfica.

La provincia de Puerto Viejo siempre tuvo como cabecera pro-vincial a Villa Nueva que, por costumbre, se la conoce con el mismonombre de su provincia. Fue la primera ciudad española fundada en lacosta ecuatoriana y quinta en la América del sur. El Dr. Wilfrido LoorMoreira (Manabí prehistoria y conquista) nos dice que las tribus que habi-taron en este territorio, de los cancebíes o Manta, fueron los apichi-quies, cancebís, pichotas, picoasaes, picunsis, manabíes, jarahuas y jipi-japas, siendo el cronista italiano Benzoni (1 547) quien nombra por pri-mera ocasión a una tribu llamada Manabí, que algunos arbitrariamen-te quieren interpretarla como lengua quechua-cayapa que significa tie-rra sin agua, de lo cual se hace eco el cronista, también español, PedroCieza de León en sus Crónicas del Perú, quien posiblemente toma losescritos de Benzoni y las narraciones de otros viajeros y de los mismosconquistadores para hablar de estos territorios, sin haber estado en él;teoría que se afianza a través del tiempo sin que ningún estudio seriose haya hecho al respecto.

El interés se centra en considerar que al existir una poblaciónllamada Manabí, que unos la ubican hacia el sur, entre Jipijapa y Paján,otros, en determinadas cartografías, hablan sobre “el paso de los mana-

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bíes” haciendo alusión al paso de Alvarado hacia las alturas de Quitoen 1 534, y que no sabemos si habla de los manabíes como tribu o comoaborigenes que proceden de una región determinada de este territorioo de otros territorios, mientras otros, alegremente, la sitúan entreRocafuerte y Calceta; en fin, difícil será conocer su ubicación y existen-cia pero que, si realmente existió, debió ser una tribu o comunidad quetuvo su importancia y contó con un considerable número de poblado-res para que su nombre se perpetúe en el tiempo.

Fray Joel Monroy en su historia de los Mercedarios nos diceque una vez fundado el convento de Puerto Viejo, que se funda con laciudad misma en 1535, tomó a su cargo las doctrinas de la Conchita,Tobal, Zancala, Tosagua, Charapote, Pasa, Manta, Levique, Mallagua,Capi, Cama, Taramiso, Camillogua, Pillesagua, Pipay y las GipijapasAlta y Baja y que después estos y otros pueblos fueron reducidos a tresdoctrinas que son las de Manta, Picuazá y Gipijapa. Vale preguntarentonces: ¿si existió la tribu Manabí por qué los mercedarios no laredujeron a doctrina cristiana?, comunidad religiosa que tenía porobjetivo primordial “amansar el espíritu salvaje de los conquistados”,que aborrezcan a sus dioses paganos imponiéndoles el Dios cristiano y,ya dócil, aceptar la autoridad de España. No es posible considerar queuna organización social aborigen de tal magnitud e importancia hayapodido ser evitada o pasado desapercibida para la comunidad merce-daria de entonces, lo que nos podría llevar a colegir, si creemos en suexistencia, que esta población debió encontrarse en un territorio dedifícil acceso para ellos, esto es en la zona norte del Manabí de hoy.

Puerto Viejo no existiría como provincia durante el periodocolonial, esta condición la mantuvo, talvés, hasta que pasó a ser consi-derada como parte anexa del territorio de Guayaquil, ciudad que basasu desarrollo e importancia en su grande y navegable río, en la bondadde su tierra y de sus bosques maderables que le convierten en el primerpuerto astillero del Pacífico sur y en la que se asientan importantes ca-pitales de sectores agro-exportadores y comerciales y más tarde finan-ciero. LA anexión en referencia debió darse con la creación de la RealAudiencia de Quito el 29 de noviembre de 1 563, ratificado por la cédu-la real de erección del Virreinato de Santa Fe del 27 de mayo de 1 717 yla real cédula del 20 de agosto de 1 739, así como la Ley I que dispone“los sueldos y salarios que deben percibir las distintas autoridades degobiernos, corregimientos y alcaldías mayores”, reconoce solamente a

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Guayaquil como corregimiento y (a su autoridad) con un sueldo de milpesos ensayados.

Los límites de la tenencia o partido de Puerto Viejo, impuestospor España, fueron siempre los mismos, desde la punta de Charapotóhasta la Península de Santa Elena. No podemos considerar estos lími-tes como mera coincidencia a los límites naturales que comprendía elterritorio de Cancebí, ni podemos considerar tampoco como impuestospor simple antojo de los conquistadores; ellos, experimentados en estaslides, debieron tomar en consideración que las poblaciones existentesen estos territorios formaban una misma organización social, distintosa las poblaciones del norte, los que sí eran pueblos guerreros por exce-lencia, a pesar de su buen nivel de organización social, productiva ycultural que tenían, como los Punáes en Guayaquil.

Estos límites de Puerto Viejo, como ciudad y como partido deGuayaquil, se verifica con claridad en el informe de Zelaya del 17 deagosto de 1 765 en que dice que “la provincia cuenta con 5 200 habitan-tes sin incluir la costa norte, que pertenece al partido de La Canoa, enla provincia de Esmeraldas, que llegaba hasta el brazo de mar a cuyofrente se hallaba Bahía de Caráquez, que no era entonces un punto, nisiquiera un caserío”. El partido de La Canoa para 1 740, censo de laépoca del geógrafo Pedro Vicente Maldonado, contaba con más de cin-cuenta familias de zambos o individuos cruzados entre la raza india yla negra.

Este es el Puerto Viejo que no logra tener, durante los siglosXVII y XVIII, una presencia o participación efectiva en el contextonacional, con una economía deprimida y que está sometida a las deci-siones de Guayaquil.

Puerto Viejo es una provincia que pierde su importancia desdeel momento mismo que abandona su condición de ciudad-puerto(1538), por el despoblamiento paulatino de su territorio cuando unfuerte contingente de 230 soldados, comandados indistintamente porFrancisco de Orellana y Gonzalo de Olmos marcha al Perú en auxiliode Francisco Pizarro que se doblegaba ante el coraje de Manco Inca (1536-1537), o cuando Francisco de Orellana en su condición de “Gober-nador de Puerto Viejo y pacificador de los territorios de Guayaquil”marcha con hombres y armas, a esta última ciudad, para su conquista,fundación y poblamiento (1 537), o el mismo Orellana, con soldados dePuerto Viejo parte a la conquista del río Amazonas (1 541), así como ve

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con tristeza el éxodo de sus habitantes producto de los varios incendios(1537, 1 541 y 1 547) que reducen a cenizas la ciudad.

Puerto Viejo basa su economía en la agricultura, con una pro-ducción que, desde principios del siglo XIX, pretende satisfacer intere-ses monopólicos que imponen sus políticas de comercialización y pre-cios, tan irrisorios, que obliga muchas veces al productor agrícola ma-nabita a dejar perder su cosecha por el gasto mayor que le representasu recolección. Es en esa época en que aparece y paulatinamente se for-talece el sistema hacendatario que, según Carlos Zambrano Argando-ña, “tiene su base en las estancias que dejan de ser las organizadorasdel espacio rural, sistema hacendatario que se aplica, en su mayor par-te, a la explotación de productos agrícolas que son destinados a cubrirlas demandas del mercado mundial”.

El monocultivo gana espacio, principalmente con el cacao, aligual que la explotación libre del caucho y la tagua que se producelibremente y de manera silvestre, hace que se requiera de mayor canti-dad de fuerza de trabajo, permitiendo que el circulante monetario seincremente y genere un comercio más dinámico, basado en la fabrica-ción de sombreros de paja toquilla, actividad que a su vez obliga al usomás frecuente de sus puertos de Machalilla, Manta y Bahía de Cará-quez, que empiezan a ser disputados en su control y administraciónpor Quito y Guayaquil, intereses monopólicos que al no poder gozarde sus beneficios deciden, en 1831, boicotear su existencia como puer-tos mayores para importación y exportación, retardando durante va-rias décadas su desarrollo y sumiendo a esta provincia en un estado deaislamiento y postración económica, que lo vivió durante dos siglos enla colonia, y la hace mucho más dependiente de Guayaquil.

El proceso libertario, del 10 de agosto de 1809 y del 2 de agos-to de 1 810, en nada afectaría a los intereses manabitas, desprovistatotalmente de fuerzas realistas y obligada al pago permanente de tribu-tos a la corona española sin resarción alguna en obras, más bien brin-daría apoyo a los complotados negando provisiones, armas y vituallasa los buques y fuerzas del gobierno español que se acercaban a suspuertos, a más de acoger bajo su cuidado y protección a varios de lospatriotas quiteños que buscaban protección a sus vidas.

Si bien no tuvimos participación alguna antes y en la rebelióndel 9 de octubre de 1820 en Guayaquil, no existen documentos que de-muestren lo contrario, no podrá negarse jamás que nuestra provincia

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jugó, posteriormente, un papel de mucha importancia al haberse adhe-rido inmediatamente a este proceso libertario, que fue incruento por subuena planificación y organización, adhesión que hicieron las pobla-ciones de Paján, Jipijapa el 15, Portoviejo el 18 y Montecristi el 23 deoctubre del mismo año, adhesiones que si no se hubiesen dado, bajocualquier circunstancia, hubiere hecho remecer los cimientos de esteacto revolucionario al quedar Guayaquil desprotegido en su territoriode vanguardia y limitado a una reducida circunscripción territorial,con lo que anulaba en mediano tiempo sus pretensiones de convertirseen república libre e independiente.

José Joaquín de Olmedo se erige no solo como el gran impul-sor de esta gesta heróica del 9 de octubre de 1820 sino también como elideólogo del proceso libertario. Él sabía que tenía que contar con laanuencia y participación de todos los pueblos de la costa, sin mirar sucondición étnica, social o económica, “tratar a todos por igual, a excep-ción de los esclavos” quienes seguirían sometidos hasta mediados delsiglo XIX, y brindarles representatividad al interior del Colegio Electo-ral, ente que tuvo el carácter de cuerpo legislativo, conformado por 61representantes. Puerto Viejo contaba ya con una población superior alos 17 000 habitantes, según censo de 1808, que le daba derecho a con-tar con 10 diputados que representaron a las ciudades de Puerto Viejo,Jipijapa, Pichota, Montecristi, Charapotó, Paján, Puerto Cayo y Picua-zá, mientras que la zona norte de La Canoa, que comprendía las pobla-ciones de La Canoa, Chone,Tosagua y Mosca (Junín), con un apobla-ción de 1 496 habitantes tuvo un diputado. Con el censo de 1808 y laselecciones para el Colegio Electoral de noviembre de 1820, se vuelve aratificar la existencia de dos sectores o regiones territoriales, de lo queposteriormente sería Manabí, como son la tenencia de Puerto Viejo y elpartido de La Canoa.Desde el mismo momento en que Puerto Viejo recibe la noticia, seadhiere a la revolución octubrina y conforma el “Batallón Olmedo delos decididos de Portoviejo” que estuvo integrado principalmente porciudadanos de Portoviejo, Pichota, Charapotó, Montecristi y Jipijapa,con sus peones asalariados y/o esclavos, tropa que acude con armas,dinero y vituallas a las luchas independetistas que se libran en Huachi,Riobamba y el Pichincha.

Puerto Viejo nunca dejó solo a Guayaquil; siempre fue fraternoy solidario. Desde aquí partieron, en 1537, hombres y armas comanda-

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dos por Francisco de Orellana para su fundación y defensa; en esta tie-rra se cobijaron sus arcas reales cuando soportó la sublevación de lospunaes que asoló la ciudad (1541); Puerto Viejo entregó sus mejoreshombres, las haciendas se quedaron sin ganado, el dinero del pueblo yde las cofradías solventaban en parte las guerras que se sostenían. Sa-bían los portovejenses que el triunfo de Guayaquil pertenecía a todos yque su derrota traería consigo muerte, miseria y tristeza.

Como podemos notar, todas las acciones de apoyo que se die-ron en este territorio durante el proceso libertario estuvieron circuns-critas a las poblaciones del partido de Puerto Viejo y no de la zona nor-te. Con esto no pretendo desmerecer a este sector manabita, pero si esnecesario remarcar que las dos zonas fueron siempre reconocidas comodistintos territorios y cada uno de ellos respondieron, en sus momen-tos, a sus propios intereses, Remitámonos a la obra Manabí desde 1822(Editorial Ecuatoriana. 1969) del Dr. Wilfrido Loor Moreira, primermanabita que en 1978 fue propuesto y aceptado comno miembro de laAcademia Nacional de Historia y por su fallecimiento no logró incor-porarse como tal, quien textualmente dice: “En 23 de febrero de 1 814 donPedro de Alcántara y Vera, caballero y diputado por la provincia de Guaya-quil, propone a la Asamblea Constituyente de la monarquía española que seerija en villas, La Purísima Concepción de Santa María de Baba, SanFernando de Babahoyo, San Nicolás de Daule y San Juan de Jipijapa. Estaúltima era la capital del partido del mismo nombre que según el proyecto com-prendía los pueblos de Canoa, Chone Tosagua, Portoviejo, Pichota, Charapotó,Montecristi, Paján, Punta de Santa Elena, Colonche, Chanduy y Morro, esdecir, Canoa, Chone y Tosagua con las montañas de Calceta que fueron de laantigua Esmeraldas y las tenencias de Puerto Viejo, Santa Elena y Daule delcorregimiento de Guayaquil. La nueva circunscripción territorial se explicabapor la afinidad de raza de los indios de Jipijapa con los de Santa Elena, susconexiones históricas, su importancia comercial y las facilidades de comunica-ción por la costa y la vía marítima”.

En la misma obra del Dr. Wilfrido Loor Moreira apreciamos lacédula real emitida el 7 de julio de 1 803, que, supuestamente, por malainterpretación del virrey del Perú, el marqués de Avilés, agrega al Perúa la provincia de Guayaquil que comprendía hasta la Punta de Pajonal,cerca de la Punta de Charapotó, pero no así el partido de La Canoa,perteneciente a Esmeraldas en territorio de Quito, dándole pertenenciaal Virreinato de Santa Fe, disposición que definitivamente fue deroga-

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da por cédula real del 23 de junio de 1819 y publicada el 6 de abril de1820.

Está claro que los límites de Guayaquil llegaban solamentehasta Punta Pajonal de Charapotó, y que estos se mantienen inaltera-bles hasta el 2 de agosto de 1 822 en que una comisión de cinco miem-bros nombrados por el Colegio Electoral, y en el que están como repre-sentantes nuestros los diputados: Dr. Manuel Rivadeneira y MarioCevallos por Portoviejo; Dr. Cayetano Ramírez y Fita y RudecindoLucas por Montecristi; José Leocadio Llona por Jipijapa; José Aguilerapor Paján; Vicente Zambrano por Pichota (Rocafuerte); Francisco Alva-rado por Charapotó; y, Mariano Cevallos por Canoa; propone al Liber-tador Simón Bolívar que Guayaquil, se constituya en Departamento deMarina de la División del Sur para lo cual se deben crear cuatro pro-vincias, que son: Bolívar, con su capital Daule, con los cantones de:Babahoyo y sus viceparroquias Caracol y Pueblo Viejo; Baba y sus vice-parroquias de Pimocha, Vinces y Palenque; y, Daule con sus viceparro-quias de Santa Lucía y Balzar. Tumbalá, con su capital Santa Elena ylos cantones de: Machala y sus viceparroquias Puná, Balao y Naranjal;y Santa Elena con sus viceparroquias Chanduy, Colonche y Morro;Guayas con su capital Guayaquil y los cantones de Guayaquil y suviceparroquia Chongón y Samborondón con sus viceparroquiasNausa, Yaguachi y Taura; Portoviejo, con su capital Portoviejo, con loscantones de: Portoviejo y sus viceparroquias de Pichota, Jipijapa yPaján; y, Montecristi y sus viceparroquias Charapotó, Tosagua y Canoa.Portoviejo pasa a tener condición de provincia por haber sido aproba-do dicho proyecto por el Libertador Bolívar, aunque inefectivamentepara no reconocer la existencia del Departamento General de Marinade la División del Sur y evitar que Guayaquil se fortalezca política,territorial y militarmente. Vemos también que Guayaquil extiende elterritorio de Puerto Viejo incorporando a Montecristi el territorio delpartido de La Canoa ganando los territorios del sur de Esmeraldas,Santo Domingo de los Colorados y parte del corregimiento de Latacun-ga, desmembrando y debilitando a Quito que ya había perdido losterritorios de Pasto en el norte, anexados a Colombia, y parte de laespesa amazonía en el este, entregado al Perú, con lo que lograría ejer-cer el control absoluto sobre el perfil costanero, es decir, sobre los puer-tos que garantizaban el comercio con el mundo y le brindaban su pode-río económico, que desde 1 565 Quito había ambicionado, esto es, con-

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tar con un puerto en Esmeraldas o Manabí para el fomento de sucomercio.

Guayaquil estaba consciente de su necesidad de contar conmayor territorio para sus propósitos de ser república independiente ocuando menos capital de una nueva república, sin necesidad de estarsujeta a Colombia lo que le representaba volver a ser o seguir siendouna parte del territorio del Departamento del Sur, sujeta a un gobiernoajeno a sus intereres y “al ideal de Bolívar de crear un estado confede-rado y centralizado a Bogotá como capital mayor”. Colombia era laalianza menos indicada para estos fines ya que por ancestralidad his-tórica y legal, Guayaquil formaba parte de ella. Guayaquil ambiciona-ba convertirse en un país limítrofe, intermedio entre dos grandes nacio-nes que la convertirían en una potencia marítima y comercial.

Estratégicamente la Junta Patriótica de Guayaquil, compuestapor Olmedo, Ximena y Roca, el primero que defendía la existencia deuna república independiente sin ser indiferenete a una alianza con elPerú, y los otros dos miembros de esta Junta, especialmente Ximena,abiertamente dispuestos a intregarse al Perú, debía pedir asistencia yprotección militar al general San Martín quien, a pesar de las gravesdificultades económicas y militares que enfrentaba, estaba por ocuparla plaza de Lima, importante reducto de las fuerzas realistas desde lamisma conquista. San Martín siempre fue cauto en esta posible alian-za, buen estratega y conocedor de la realidad histórica de América,sabía que este territorio, que se ufanaba de su libertad, formaba parteindisoluble de Colombia y que su intervención ocasionaría un enfren-tamiento militar con las fuerzas de Bolívar que, triunfante por el norte,estaba enfrentando una cruenta guerra de posiciones con las fuerzasrealistas acantonadas en Pasto. San Martín no estaba en condiciones debrindar apoyo militar a Guayaquil, mucho más de tomarlo bajo suamparo, aunque para mayo de 1822 haya incorporado parte de sutropa, compuesta por argentinos, paraguayos, chilenos y peruanos, enla batalla del Pichincha a órdenes del general Sucre.

La revolución de Guayaquil no hizo más que apresurar la pre-sencia militar de Colombia. Hombres experimentados, comandadospor el general Mires, con armas y municiones, se presentaron ante laJunta de Gobierno y manifestaron la dicha del Libertador Bolívar a lagesta libertaria. La presencia del mariscal de Ayacucho, Antonio Joséde Sucre, a más de fortalecer su presencia, conmina a los guayaquile-

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ños, que lo vitoreaban a su paso, a la unificación de fuerzas para derro-tar al ejército opresor y construir la gran nación colombiana. Convo-catoria que tiene eco en los portovejenses que proceden a declarar, el 16de diciembre de 1 821, su incorporación a Colombia.

El historiador manabita Temístocles Estrada, en sus RelacionesHistóricas Geográficas de Manabí hace valiosas aportaciones a este hechotrascendental, y dice: “Encontrándose de teniente de gobernador del distri-to de Puerto Viejo el comandante, guayaquileño, Juan Francisco Elizalde,junto al párroco Manuel Rivadeneira y los miembros del cabildo proceden adeclarar su incorporación a Colombia, movimiento al que también se adhiereel batallón Vencedores de Guayaquil. Este hecho significa que Portoviejo, amás de ser la primera provincia del Ecuador que se anexaba a Colombia, toma-ba con ello las armas contra España bajo la bandera bolivariana y no bajo elpabellón guayaquileño de octubre. Este movimiento fue apoyado por los párro-cos de Montecristi, Cayetano Ramírez y Fita; de Jipijapa, Baltazar Avilés; deCanoa, Mariano Plaza; y, de Chone y Tosagua, Cayetano Cedeño, así como lospueblos de Pichota, Charapotó y Paján. Esta “Acta de Portoviejo” fue entre-gada al mismo Sucre en Guayaquil y contenía las doce razones jurídicas porlas que Portoviejo se incorporaba a Colombia”.

Esta unidad perturba los planes de Guayaquil que inmediata-mente ordena que sus tropas avancen contra Portoviejo para lograr suinmediato sometimiento por las armas. La oportuna intervención delmariscal Sucre, quien envía emisarios para que pidan a los portovejen-ses regresen sobre sus pasos desistiendo de su anexión a Colombia envirtud de que con ello se evitaría una confrontación militar entreambos pueblos hermanos provocando un gasto inútil de vidas y derecursos. Portoviejo se retractó de su anexión y aceptó a cambio que suincorporación a Colombia lo haría por medio del Colegio Electoral deGuayaquil y luego de que las fuerzas de Colombia y Guayaquil derro-taran definitivamente a las tropas realistas de España. Pocos mesesdespués y ante la persistencia de Guayaquil de mantenerse indepen-diente, el venezolano don Pedro Gual, en su calidad de diputado porGuayaquil, aconseja al Libertador Bolívar de que anexe, aún por lafuerza, a Puerto Viejo y a todas las poblaciones que a bien pudiere conel fin de debilitar su resistencia y si ésta cometiera cualquier acto hos-til ocupara inmediatamente toda la provincia.

Con la incorporación, de 1821, de Portoviejo a Colombia nosería la primera vez que Portoviejo asumiera sus propias decisiones,rebelándose contra Guayaquil, contrariando su ambición de convertir-

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se en ciudad rectora de la región y/o del país; esto también se dio el 16de julio de 1826, cuando los vecinos de esta ciudad reprueban la rebe-lión de Venezuela que planteaba la constitución de un gobierno fede-ral, planteamiento que el cabildo de Guayaquil acoge y se declara en 1827 como provincia federal y obliga a que el resto de provincias de lacosta siga su ejemplo, posición que en poco tiempo fue abandonada.

Portoviejo siempre fue afecto y leal al pensamiento y a la per-sona del Libertador Simón Bolívar, a pesar de que éste, en 1824, decla-rase a los terrenos, que desde tiempos inmemoriales pertenecían, espe-cialmente, a las comunas de Montecristi y Pichota, así como las perte-necientes a las cofradías cristianas durante la colonia, como terrenosbaldíos y pertencientes al gobierno colombiano y por lo tanto de libreocupación, para que sean entregados al coronel Vicente Castro, en pagoa los préstamos, en dinero y armas, que éste hiciera a favor de la inde-pendencia ecuatoriana, lealtad que se vuelve a poner de manifiesto en1 830, cuando apoya la intención de consagrar al Libertador Bolívarcomo monarca de todos los territorios liberados por la brillantez de sugenio y la heroicidad de su espada.

El 25 de junio de 1824 Bolívar ejecuta el decreto de creación dela provincia con el nombre de Manabí, nombre que, como hemos visto,es mencionado solamente por el italiano Benzoni (1547) y el españolPedro Cieza de Lerón en sus “Crónicas del Perú”, escritas entre 1548 y1 553, desconociendo por completo el antiguo nombre español dePuerto Viejo, talvés queriendo que sus habitantes reconozcan sus raíceshistóricas, su identidad aborigen, o quizá pretendiendo con ello crearuna provincia, teritorial, poblacional y económicamente grande y po-derosa como Guayaquil y de esta manera, esta última ciudad, desesti-me sus pretensiones republicanas o federalistas; o, en caso contrarioque el mismo Guayaquil, al igual que lo hizo en 1 822, haya propuesto,con intenciones encubiertas, que esta nueva provincia se llame Manabí,no solo por su historia como tribu, comunidad o región, sino tambiénpor lograr que las dos territorialidades se cobijen en una misma pro-vincia para lograr la construcción de un estado republicano e indepen-diente de Colombia y Perú.

Muchas teorías, basadas en estudios e investigaciones hstóri-cas y arqueológicas serias se han presentado acerca del origen y proce-dencia del hombre manabita, teorías como las expuestas por el padreJuan de Velasco y Gonzalo Molina García, considerando la procedenciadel manabita de la región centro americana, talvés por la existencia en

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Nicaragua y Honduras de tribus como los manabíes y del cacique Ma-nabique, o teorías que se han mantenido durante tanto tiempo en sim-ple especulación como que su procedencia está más allá de sus fronte-ras marítimas, en el mundo asiático, teoría que toma actualidad con lasdeclaraciones formuladas por el científico japonés Takehiko Furuta(Diario El Universo de Guayaquil, febrero 2 007) que considera que elhombre manabita y el nonbre Manabí es originario del sur de Japón, dela actual área de Kagoshima y Ariak, y de quienes dice “eran poseedo-res de un gran espíritu navegante y aventurero”, poblaciones orienta-les que se dejaron llevar por la corriente marina de Kuroshio permi-tiéndoles así mantener un constante intercambio comercial y culturalcon los pueblos de América pero que, por la erupción del volcán KikayCaldera, hace 6300 años, debieron migrar definitivamente a estas tie-rras, asentándose en el actual cantón Jama, que en idioma japonés quie-re decir “Entrada a la playa grande”, territorio al que le impusieron elnombre de “Manabí” que significa “Tierra del sol verdadero”, queluego será parodiado por Cieza de León que dijo “...el sol se mueve sobreella durante todo el año”, muy posiblemente por las doce horas diarias deluz y calor solar de las que somos beneficiarios por encontrarnos bajola línea ecuatorial.

Teoría de Furuta que no es nueva, teoría que la encontramosen el libro Manabí prehistoria y conquista del Dr. Wilfrido Loor Moreira,que dice: “...fue Asia el lugar de donde vinieron los primitivos habitantes deAmérica, sea por el Pacífico, arrastrados por la corriente de Kuroshiwo queaún hoy arroja desperdicios asiáticos a las costas de California”.

Cualquiera sea la procedencia del hombre manabita o el signi-ficado de su nombre, nadie puede ni podrá desconocer que esta tierrade valles, ríos, montañas, selvas, mar y mujeres bellas, siempre ha sidola provincia de brazos abiertos que ha brindado hospitalidad y solida-ridad a todo aquel que le visita o busca refugio y que una vez que le haconocido, le ha sido y le será imposible alejarse de ella.

Gracias.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

- Acotaciones históricas, Efrén Avilés Pino. Diálogos Culturales. Revista Spon-dylus N° 7.

- Acotaciones históricas, Melvin Hoyos Galarza. Diálogos Culturales. RevistaSpondylus N° 8.

- Crónicas del Ayer Manabita, Alberto Molina García.- Crónicas del Perú, Pedro Cieza de León.- Descripción de Portoviejo. Informe de Dionicio de Alsedo y Herrera, Jacinto Morá

de Butrón.- El capitán Francisco Pacheco en la conquista de América. Fundador de Portoviejo,

Gonzalo Molina García.- El desarrollo histórico del norte de Manabí, Carlos Zambrano Argandoña. Revista

Spondylus N° 15.- El libro de Guayaquil, Melvin Hoyos Galarza y Efrén Avilés Pino- Etnología Ecuatoriana, Franklin Barriga López.- Historia de la Revolución de Octubre, Camilo Destruge.- Historia del Ecuador, Efrén Avilés Pino.- Historia del Ecuador, Roberto Andrade- Historia del Reino de Quito en la América Meridional, Juan de Velasco- Historia documentada de la provincia del Guayas, José Antonio Campos.- Historia General del Ecuador, Federico González Suárez- La historia del mundo nuevo, Girolamo Benzoni- Las antiguedades de Manabí, Marshal Saville- Los pueblos navegantes del Ecuador, Jorge Marco Pino- Los religiosos de La Merced en la costa del antiguo reino de Quito, Fray Joel

Monroy- Manabí desde 1822, Wilfrido Loor Moreira- Prehistoria de Manabí, Emilio Estrada- Puerto Viexo, Ramiro Molina Cedeño. Boletín de la Sociedad de Genealogía

del Ecuador.- Recopilación de documentos oficiales de la época colonial, Imprenta “La Nación”.

1894. Guayaquil.- Relación de la Gobernación de Guayaquil. 1605. Distrito Portoviejo, Anónimo- Relaciones Históricas y Geográficas de Manabí, Temístocles J. Estrada.

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BIENVENIDA AL SR. EDUARDO ESTRADA GUZMÁN

COMO MIEMBRO CORRESPONDIENTE DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA

Benjamín Rosales Valenzuela

Cuando Eduardo Estrada Guzmán se dedica a una actividad,lo hace con pasión. En 1972 se involucró con la dirigencia del Gua-yaquil Moto Club, institución pionera del motociclismo deportivo yentre 1977 y 1984 formó parte del directorio de la Federación Interna-cional de Motociclismo en representación de las federaciones de Centroy Sur América. Desde 1977 es radioaficionado y como tal se especial-izó en el servicio de comunicaciones para casos de emergencia, estaexperiencia lo llevó a ser Coordinador de la Junta Provincial de Defen-sa Civil. Ejerciendo ese cargo coordinó la creación de un sistema inte-grado de comunicación de diferentes organismos de apoyo de la De-fensa Civil como son Policía, Cuerpo de Bomberos, Comisión de Trán-sito, Cruz Roja, las tres ramas de las Fuerzas Armadas y el aeropuerto“Simón Bolívar” que se lo conoce como el servicio “911” y que sirviópara ayudar a las víctimas del último fenómeno de “El Niño”. Por sutesonera labor en la Junta Provincial de Defensa Civil recibió en 1989 laOrden Nacional al Mérito en el grado de oficial. En 1991 realizó el “Ma-nual de Emergencia del Radioaficionado Ecuatoriano” y siguió colabo-rando con la Defensa Civil hasta 1994. En 1993 fue nombrado presidentedel Guayaquil Radio Club y desde 1995 formó parte del directorio de laUnión Internacional de Radioaficionados, región americana, instituciónen la que fue electo Secretario en 1998 hasta el año 2001, tiempo en elcual Ecuador fue sede continental de este organismo técnico de comu-nicaciones.

Desde muy joven se interesó en la historia como lector, su pa-dre José Estrada Icaza había heredado parte de la biblioteca de su abue-lo Víctor Emilio. Es solo a partir de 1999 que Eduardo vuelca su pasióncreativa en la investigación histórica, con tanto ahínco que en menos deuna década ha dado valiosos frutos. Comenzó investigando sobre elfaro que estuvo en el Guayaquil Yacht Club para lo que se relacionó conel Instituto de Historia Marítima. Con esa institución se comprometióa profundizar sus estudios sobre los faros de la república y en el año

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2002 se publica el XIII tomo de la obra “Historia Marítima delEcuador” que fue su primera obra de envergadura en temas históricos.Su dedicación a los temas marítimos lo han hecho acreedor al reconoci-miento como miembro correspondiente de la Academia Ecuatoriana deHistoria Marítima y Fluvial asumiendo el reto de trabajar en el TomoVII de la Historia Marítima del Ecuador que incluye la década que seinicia en 1840. El primer volumen de esta extensa obra que trata conprofundidad la historia del Ecuador desde el punto de vista de losintereses marítimos y fluviales cubre los años 1840 y 1841 fue publica-do en el 2005. En la noche de hoy, el Capitán Mariano Sánchez Bravo,director del Instituto de Historia Marítima presentara el segundo volu-men que abarca los años de 1842 a 1844.

Es una obra vastísima, que incluye todos los aspectos navales,de transporte marítimo y fluvial, de aduanas, portuarios, de astilleros,comercio, búsqueda de guano, colonización de Galápagos, políticasestatales y relaciones externas que afectaron el desarrollo marítimo yfluvial de la república en el periodo estudiado. El trabajo está realiza-do con prolijidad exponiendo Eduardo, abundante referencias docu-mentales. Muy interesante es la información que el autor transmite delos efectos de la fiebre amarilla en la costa ecuatoriana. Este terribleazote llegó a Guayaquil desde Panamá con el bergantín goleta “ReinaVictoria” el 31 de agosto de 1842 y ocasionó miles de muertos. En uninicio las autoridades no reconocieron la gravedad del mal por lo queno se pudo evitar la expansión del mismo, a comienzos de octubrecundió el pánico cuando morían decenas por día, el comercio se parali-zó, la mitad de la población de la ciudad huyó a la Sierra, a poblacionespequeñas e incluso al Perú. El autor describe los esfuerzos del Gober-nador Don Vicente Rocafuerte para organizar la atención a los enfer-mos y evitar la propagación de la peste con medidas sanitarias. Este esun ejemplo de los aspectos que cubre este trabajo y que lo hace tan inte-resante; felicitaciones Eduardo y sigue adelante con el reto que te hasimpuesto terminando los tres volúmenes restantes.

Desde que Eduardo comenzó a realizar investigaciones históri-cas, ha dictado conferencias en diversas oportunidades, ha publicadoartículos en la revista del Instituto de Historia Marítima y ha participa-do en encuentros de historia guayaquileña y nacional y en el VIISimposio de Historia Marítima y Naval Iberoamericana. En agosto de2005 presentó las conclusiones de su investigación sobre el diseño ycaracterísticas del vapor “Guayas” que fue lanzado al agua en agosto

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de 1841 y que se representa en el escudo nacional. En el campo de lagenealogía, Eduardo Estrada mantiene un sitio Web interactivo sobrelos apellidos Estrada e Icaza que es un referente mundial para los quellevan esos apellidos y quieren conocer sus raíces ancestrales. Debemosresaltar que el recipiendario de esta noche escribe semanalmente desdehace diez años en el diario Expreso sobre temas políticos y sociales delpaís.

A los que conocemos a la familia Estrada Icaza no nos sor-prende la pasión con la que Eduardo se ha dedicado desde hace ochoaños a la investigación y trabajos en el campo histórico. Don EmilioEstrada Carmona fue un empresario comprometido con la revoluciónliberal que escribió su pensamiento político y llegó a la Presidencia dela República. Hace año y medio se cumplió el sesquicentenario de sunacimiento y Guayaquil le rindió homenaje con la inauguración de suestatua, acto en el que tuve el honor de recordar su memoria. Su hijoDon Víctor Emilio Estrada Sciacaluga escribió sobre economía, política,seguridad nacional y una biografía de su padre. Fue uno de los másimportantes empresarios guayaquileños de la primera mitad del siglopasado, Ministro de Estado y Presidente del Concejo de la Municipali-dad de Guayaquil. Con su esposa doña Isabel Icaza Marín se afanaronen darle a sus cinco hijos varones y tres mujeres la mejor educación dela época. Para ese efecto en la década de los treinta se trasladaron unosaños a Bruselas donde también residían otras familias pudientes deGuayaquil como los Orrantia González y Valenzuela Barriga. Fruto deuna educación sólida en principios y con alto nivel cultural sus hijossobresalieron en muchos campos destacándose especialmente los dosmayores Emilio y Julio. Nos acompaña esta noche la menor de sushijas, María Leonor, cultísima dama guayaquileña a la que conocemoscariñosamente como “Titina”.

Emilio fue también empresario y político habiendo sido electoAlcalde de Guayaquil pero su personalidad resalta por la dedicaciónque le puso a la investigación arqueológica. Trabajó con Julio ViteriGamboa, Francisco Huerta Rendón, Betty Meggers y Clifford Evans, ydel resultado de sus esfuerzos se conoció la más antigua cultura agrí-cola de Sudamérica, la Valdivia. Sus obras más conocidas son: Arqueo-logía de Manabí Central, Cultura Valdivia, Las Cultura Pre-Clásicas Forma-tiva o Arcaicas del Ecuado, Prehistoria de Manabí, entre otras; por las quefue reconocido como miembro de la Academia Nacional de Historia.Julio Estrada Icaza realizó una magnifica labor de investigación históri-

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ca y organizó el Archivo Histórico del Guayas que tanto ha servido pa-ra documentar estudios regionales. Sus principales obras son: El Hospi-tal de Guayaquil, El Siglo de los Vapores Fluviales con Don ClementeYerovi Indaburu como coautor; El Puerto de Guayaquil en tres tomos; LaLucha de Guayaquil por el Estado de Quito en la que demuestra los esfuer-zos locales por la integración nacional. Fue electo miembro de la Aca-demia Nacional de Historia pero no llegó a incorporarse por su falleci-miento.

En la cuarta generación del Presidente Estrada, destaca CeciliaEstrada Solá, hija de Julio, quien ha terminado de recopilar el trabajode su padre y publicado la Guía Histórica de Guayaquil en cuatro tomos.Actualmente se encuentra próxima a publicarse su obra sobre los in-cendios de Guayaquil. Otros miembros de la familia trabajan en la-bores sociales y culturales para beneficio de Guayaquil y el Ecuador.

Eduardo es hijo de don José Estrada Icaza y de doña Rosa Guz-mán Sánchez, su padre murió a los cuarenta y un años cuando nuestronuevo colega académico tenía tan solo seis años. Cuando le informéhace cerca de ocho meses que había sido aceptado como miembrocorrespondiente de la Academia me dijo que su discurso de rigor en suincorporación versaría sobre el Tricolor de la República del Ecuador yconfieso que pensé que este tema pudiera ser algo árido. Sin embargo,¡cuán equivocado estuve! Eduardo ha investigado el origen de nuestrabandera desde el tricolor usado por el patriota venezolano Francisco deMiranda en sus primeros afanes independentistas y su interesante tra-bajo se constituye en una importante obra para la historiografía nacio-nal y bolivariana. No quiero extender mis comentarios sobre el mismopara que sean ustedes los que aprecien este ilustrado trabajo.

Para mí y para el capítulo Guayaquil es un honor darte la bien-venida Eduardo a la Academia Nacional de Historia. Esperamos que tuincorporación a esta centenaria institución sea un estímulo para quecontinúes sirviendo al país buscando la verdad de nuestro pasado his-tórico. Hay mucho por hacer y la Patria necesita personas como tú dis-puestas a sacrificar su tiempo investigando archivos, leyendo docu-mentos, recopilando información, analizándolos y escribiendo parabeneficio de la memoria nacional.

Muchas Gracias

Guayaquil, julio 4 de 2007

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LA BANDERA DEL IRIS1801 - 2007

EL TRICOLOR DE LA REPÚBLICA DEL ECUADOR1830 - 2007

Eduardo Estrada Guzmán

Discurso de Incorporación como Miembro Correspondiente de la AcademiaNacional de Historia

Introducción

Este trabajo, que es la síntesis de uno mayor, fue consecuenciade una duda surgida cuando se presentó al Congreso Nacional el dise-ño del vapor "Guayas" que debería ser el que figure en nuestro escudonacional.

El funcionario que recibió el diseño observó que la banderaque llevaba el buque estaba equivocada, pues era el tricolor tal cual lotenemos hoy, cuando debía ser de tres franjas iguales, como el de Vene-zuela, pues según el funcionario esa era la bandera de nuestra indepen-dencia.

La bandera era lo que menos me había preocupado cuando tra-bajé en el estudio del diseño del vapor "Guayas" original, pues hastaese momento yo daba por descontado que nuestra bandera actual erala misma desde nuestra independencia como nación, con los conocidoscambios legales durante el período Marcista y los eventuales cambiostemporales durante períodos revolucionarios. La duda sembrada porese funcionario motivó una investigación sobre el tema, cuyo resultadopresento a ustedes el día de hoy.

Viajaremos atrás en el tiempo hasta encontrarnos con Fran-cisco de Miranda Rodríguez, precursor y protolíder de la independen-cia de los territorios que conformarían la primera República de Colom-

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bia, conocida conceptualmente como La Gran Colombia. Seguiremos elproceso que llevó al diseño de la bandera tricolor y luego iremos retor-nando hacia el presente, conociendo los cambios que se dieron en labandera y las causas de la confusión que hasta hoy ha persistido encuanto a sus colores y la magnitud de sus franjas horizontales.

La investigación de este proceso fue fascinante y cargada deemociones y sorpresas. Al concluirla me siento satisfecho y creo haberrealizado un trabajo prolijo que está sustentado a cada paso con docu-mentos primarios de irrefutable veracidad, o secundarios pero plena-mente confiables. Hemos de señalar también los errores en que hanincurrido algunos historiadores, pues desafortunadamente es necesa-rio hacerlo para evitar que esos errores continúen creando confusión eincertidumbre.

El Concepto

Hay muchos conceptos sobre la bandera, pero el que me pare-ce más apegado al espíritu que representa es el que les cito parcialmen-te a continuación:

"Es la bandera esencialmente un símbolo de la Patria. En todo sím-bolo tenemos un objeto material que representa un concepto espiri-tual en virtud de una semejanza que se ha convenido en ver entre losdos.Así nuestra bandera no es materialmente sino un rectángulo de telade tres colores, amarillo, azul y rojo; pero en él hemos convenido enver la representación sensible de la Patria. Vemos la bandera y espon-táneamente brota en nosotros la voz emocionada: ¡Patria, Patria!¡Ecuador! Los colores se transforman en conceptos y sentimientos, ypor los ojos hablan al alma. La aparición del pendón amarillo, azul yrojo es como la aparición de la Patria misma...".

Aurelio Espinosa Pólit, S.I.

Significado

La bandera nacional, en su conjunto, tiene un solo significado:PATRIA.

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Miranda y su fascinación por los colores

Francisco de Miranda Rodríguez parece haber tenido una fas-cinación por los colores desde que empezó a registrar sus memorias yllevar un prolijo archivo de sus observaciones y correspondencia, puesen ellas menciona con frecuencia las impresiones que le causaban loscolores. Esa fascinación ha hecho que determinar exactamente elmomento de concepción de los colores de la bandera de la independen-cia de Colombia sea prácticamente una tarea imposible, pero sí encon-tramos a lo largo de su amplia y variada correspondencia algunas refe-rencias a los colores que serían los de la bandera colombiana, referen-cias que se han prestado para crear teorías infundadas sobre los oríge-nes de los colores.

Para comprender bien la historia de la bandera de Miranda, esnecesario conocer algunas de esas teorías que han sido presentadas porhistoriadores a través de los tiempos:

Teorías

La influencia femenina y los uniformesLas teorías de la influencia femenina y las de los colores de los unifor-mes como importantes en la concepción de la bandera carecen de unsustento sólido, no así las referentes a Colón y los Incas.

Los colores de Colón y de los IncasAlgunos investigadores han logrado establecer relación de los coloresde la bandera tricolor con dos temas que interesaban mucho, sino apa-sionaban, a Miranda:

Su admiración por Cristóbal Colón y su opinión de que habíaque hacerle justicia al "Descubridor del Nuevo Mundo", dándole sunombre al continente que entonces ya se conocía como "América", fueuna obsesión para Miranda. La admiración de Miranda llegaba al pun-to que su ejército se denominaría "Colombiano", sus memorias y co-rrespondencia fueron recopiladas en una colección denominada"Colombeia", que quiere decir "todo lo relacionado con Colón", y losterritorios que pretendía liberar se denominarían "Colombia".

Juan Zevallos Chevasco, investigador ecuatoriano, profundizóen la relación de los colores Colombo-Mirandinos, estableciendo una

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muy interesante relación en un trabajo inédito. Tuvo la gentileza deadelantarnos el conocimiento de su trabajo que establece, sin dudaalguna, una relación directa de los colores del tricolor de Miranda conlos del escudo de armas primitivo de los Colón, que eran los tres pri-marios del arco iris, ubicados en el orden correcto de rojo, amarillo yazul.

Cuando los Reyes Católicos premiaron a Colón con un escudode armas acuartelado, en el cuartel siniestro inferior incluyeron lasarmas primitivas de Colón, debajo de las de León y al lado de una crea-ción original, descrita como "archipiélago de oro", que mostraba el grandescubrimiento realizado por el explorador. (fig. 1 color)

Esta muestra relaciona directamente a Colón con Miranda y loscolores de la bandera tricolor.

Otra teoría es sobre la admiración que sentía Miranda por losIncas. En sus escritos planea aplicar parte de la estructura política ymilitar de los Incas en las tierras que liberaría del dominio español y esbien conocida la admiración de los Incas por el arco iris y el uso de suscolores en las ceremonias y en su vestimenta. Inclusive, se habla de unadivisa de los Incas, con pequeños cuadros de todos los colores del arcoiris, aunque no he podido encontrar una muestra. No sería esa lamisma bandera que usa actualmente el movimiento indígena enAmérica Latina, que es el arco iris en franjas horizontales que muestran6 de los 7 colores visibles.

Los historiadores venezolanos Julio Febres Cordero y CarlosEdsel González han establecido esa relación basados en algunos de loslibros que tenía Miranda en su biblioteca, como "Comentarios Reales",de Garcilazo Inca de la Vega; "Los Incas", de Juan Francisco Marmotely los mismos escritos de Miranda en su "Colombeia".

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DudasHay historiadores que han dudado de la concepción, por parte deMiranda, de la bandera del arco iris. Uno de ellos fue el venezolanoCarlos Medina Chirinos, quien en un trabajo de 1940 que en su mo-mento fue aceptado casi sin objeciones por sus colegas venezolanos,dice tajantemente que "...ni el Generalísimo trajo nuestro emblema nacional,ni posteriormente fue su autor", aseveraciones que fueron totalmenteerradas.

Otro incrédulo fue Santos Erminy Arismendi, quien dice: "Elteniente James Biggs, americano quien formaba entre los expedicionarios del'Leander', en su relación, al reseñar el día 12 de marzo expresa: 'En ese día seostentaron por primera vez abordo, los colores de la bandera colombiana; esuna enseña que reproduce los tres colores que predominan en el arco-iris (...)'Sin embargo, es de observar que lo apuntado por el Teniente Biggs nada prue-ba históricamente, desde luego que allí no se determinan cuales son, para él loscolores predominantes en el arco-iris, porque si el azul, el amarillo, y el rojoson ciertamente colores primarios, es por lo general el morado (color secunda-rio) el predominante..." Con esto Arismendi nos ratifica que cada cual velos colores de manera distinta, porque la mayoría de las personas sí venpredominar el rojo, amarillo y azul. Además, desde el punto de vistahistórico, nos indica que no estudió bien a "Colombeia", pues su dudaqueda aclarada por el mismo Miranda, como veremos a continuación.

Las palabras de MirandaEstando en Londres, Miranda promovía activamente su pro-

yecto libertario a través de reuniones con posibles auspiciadores yconspiradores. Sus contactos con políticos importantes del momento leabrían muchas puertas y su expedición se tomaba en serio y teníaadeptos, aunque no los suficientes que la financiaran adecuadamentepara emprenderla, pues Inglaterra no tenía entonces el incentivo deenemistad con España que sí tendría cinco años después.

El día 19 de mayo de 1801 presentó, en inglés, un proyecto demateriales y equipos que necesitaba para su ejército, que ya habíadenominado "colombiano". Parte de la primera hoja reproducimos acontinuación:

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Aquí tenemos, de "Colombeia" de Francisco de Miranda yreproducida del original por primera vez, su definición de la banderacolombiana, que bien claro la expresa como "La Divisa, el Arco Iris...", eincluía la figura de la libertad y el nombre de "Colombia". Miranda pro-yectó inicialmente llevar 20 pendones y 10 banderas.

Cinco días después, el 24 de mayo de 1801, presentó un pro-yecto modificado, esta vez en francés, seguramente para conocimientode posibles auspiciadores que hablaban ese idioma:

En esta lista, nos da los colores como él veía el arco iris en labandera: rojo, amarillo y azul, y los ordena en tres "zonas" que seríanfajas. En este proyecto modificado mantuvo el número de banderaspero cambió los 20 pendones a 5 pabellones.

Como podemos ver, Miranda sí estableció la relación de subandera con el arco iris y definió claramente que los tres colores de ladivisa eran el rojo, amarillo y azul, en el orden que aparecen en el fenó-meno atmosférico. Esta es la bandera de 1801. (fig 2 color)

Estas palabras de Miranda esclarecen de manera concluyenteel hecho de la concepción de la bandera de Colombia basada en loscolores predominantes o primarios del arco iris.

Los términos "colours", "flags", "drapeaux" y "pavillons" queusa Miranda en los documentos mostrados tenían significados especí-ficos algo distintos a los actuales que constan en los diccionarios, aun-

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que he consultado diccionarios y enciclopedias bastante antiguas paraencontrar las definiciones más cercanas a la realidad de 1801.

La bandera de 1801

Quedan indicados los colores de la que sería la bandera conce-bida por Miranda en 1801, pero sin la figura de la libertad.

Sin embargo, de manera inexplicada por el mismo Miranda,los colores fueron invertidos cuando la usó en su campaña libertadorade 1806, como veremos a continuación.

La campaña de 1806

Para mediados de 1805, el proyecto de Miranda había evolu-cionado al punto de que ya tenía suficientes recursos económicos yapoyo político para financiar la expedición, procurarse los artículosnecesarios y tener un puerto seguro desde donde partir.

El apoyo que necesitaba lo encontró en los Estados Unidos deNorte América, donde, si bien no logró apoyo oficial para su expedi-ción libertadora, sí obtuvo la indiferencia necesaria para poder realizaractividades que eran claramente preparatorias de guerra.

La bandera de 1806No se conoce la razón por la que Miranda invirtió el orden de

los colores de la bandera cuando inició su campaña de 1806. Es más, enningún momento, desde que sale de Nueva York hasta que regresa aLondres ese mismo año, se describe la bandera por parte del mismoMiranda o sus acompañantes. Sólo James Biggs nos indica crípticamen-te, el 12 de marzo, que: "Este día los colores colombianos fueron desplegadospor primera vez. Esta enseña está formada por los tres colores primarios quepredominan en el arco iris." Si nos ajustamos al sentido literal de sus pala-bras, la bandera izada tendría que haber sido rojo, amarillo y azul, osea la misma establecida en 1801. Sin embargo, por declaraciones pos-teriores realizadas por los pocos habitantes de Vela de Coro y Coro quequedaron en los pueblos luego de realizada la invasión, la bandera quese desplegó en ellos fue exactamente lo inverso, o sea azul, amarillo yrojo.

La bandera que describirían los habitantes de Vela de Coro y

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Coro era exactamente la inversa de la descrita por Miranda en 1801 enLondres. No se sabe cuál fue la razón para invertir los colores, peroéstos seguían siendo los primarios del arco iris, aunque no en su ordennatural.

El "Leandro" navega sin banderaDesde que salió de Staten Island, Nueva York, el "Leandro" sí habíadesplegado la enseña americana hasta llegar y aún posiblemente hastasalir de Jacmel, Haití. Biggs relata en carta del 1 de abril que el generalhabía declarado que el "Leandro" no tenía derecho a llevar la enseña delos EE.UU. y que no izaría la enseña de Colombia hasta que fuera pri-mero desplegada victoriosa en su tierra natal, de tal forma que elbuque se encontró navegando sin bandera, junto con sus dos goletas deapoyo. Esta evolución puede tener una explicación en el descontentoque empezó a manifestar el capitán Lewis por la interferencia de otrosoficiales en su mando. Miranda no dio a Lewis el respaldo que el capi-tán creyó merecer y eso causó un fuerte malestar en el comandante dela nave insignia. Es posible que a raíz de ese problema, Lewis, marinonorteamericano, objetara el uso de su enseña en una expedición que atodas luces era de carácter bélico y ajena a la política oficial de su país.

Ocumare, Capitanía General de VenezuelaEl día 25 de abril al caer la noche, la flotilla estaba a seis millas

de Ocumare. Las dos goletas, con su menor calado, se acercarían a lacosta para efectuar el desembarco.

Pero los defensores de la costa no se quedaron impávidos y deinmediato avisaron la novedad a Puerto Cabello. Ya habían llegadoavisos de alerta de otras fuentes, de tal forma que guardacostas espa-ñoles estaban atentos a cualquier intento de invasión.

Por alguna razón el desembarco no se realizó el día 26 y esobastó para perder la oportunidad.

El 27 de abril, a las 6 de la mañana, se avistaron dos buquescercanos a la costa. El general ordenó que se los persiga pero éstos des-plegaron toda la vela posible y se acercaron más a la costa en direccióna Puerto Cabello. Para las 10 a.m. el "Leandro" dejó de perseguirlos yretornó a su puesto fuera de Ocumare. Se continuaron los preparativospara el desembarco. Los guardacostas, en vez de continuar hacia Puer-to Cabello regresaron hacia la flotilla a las tres de la tarde, con intención

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de atacarla, lo que causó que se paralizaran las operaciones previas aldesembarco y los buques se prepararan para enfrentar a los guardacos-tas, que eran un bergantín y una goleta. Luego de acercarse, éstos seretiraron nuevamente, lo que dejó a la flotilla en paz por el momento,pero con el programa de desembarco alterado.

A pesar de ese peligro, el general insistió que continuaran lospreparativos una vez caída la noche, con el fin de efectuar el desembar-co temprano en la mañana del 28.

A las once de la mañana se contó con viento favorable y el"Leandro" entró a enfrentar a los dos españoles. Se intercambiaron dis-paros pero los tres buques estaban muy distantes para que alcanzaransus balas. Lewis intentó una maniobra de alejamiento para separar alos guardacostas con el fin de enfrentarlos unitariamente, pero éstos nola siguieron sino que se dirigieron contra las dos goletas de la expedi-ción, ahora indefensas al alejarse de ellas el "Leandro". La maniobrahabía sido un fracaso y las goletas cayeron presa de los guardacostas.El desembarco había fracasado y se habían perdido hombres, armas yequipos valiosísimos. Se atribuyó la captura de las goletas al hecho deque no acataron la orden del general de mantenerse cerca del buqueinsignia, que las habría protegido con sus cañones.

Pero aún así, Miranda no se daría por vencido y emprendióuna replegada táctica hacia la isla de Bonaire, donde se reabastecieronde agua. El 1 de mayo se dirigió hacia Trinidad.

Las banderas capturadas en las goletasEntre los materiales capturados en las dos goletas invasoras se

encontraban proclamas de Miranda y algunas banderas, las que fueronllevadas a Puerto Cabello y Caracas, junto con los prisioneros, unifor-mes y varios artículos, para el juicio y ejecución de los invasores captu-rados.

Los documentos españoles del proceso dan cuenta de las ban-deras capturadas, lo que ha causado gran confusión entre los historia-dores al mencionarse una bandera que fue aceptada por algunos comola oficial de la expedición. En esos documentos se incluyó también otrabandera, aparentemente la bandera naval de Miranda, que sería usadacomo enseña de los buques. Veamos algunos relatos.

Carlos Medina Chirinos, en su obra Observaciones sobre la ban-dera venezolana, dice: "En abril de 1806 fueron apresados dos de los barcos de

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la expedición del Precursor en las costas de Ocumare; de ellos se tomaron lasbanderas revolucionarias que el 4 de agosto del mismo año hizo quemarGuevara Vasconcelos en Caracas i Puerto Cabello, con el retrato i otros pape-les del invasor. Los dibujos de tales banderas fueron a dar a manos del Rey, lomismo que el de la de Gual i España de 1797. (...) Esta bandera negra, roja, iamarilla tiene su tradición revolucionaria, porque fue la insignia de aquellostremendos alemanes que tánto i tan reñidamente lucharon por la UniónGermánica con inclusión de Austria..." Aquí anotamos que los alemanesadoptaron tales colores por primera vez en 1848, de tal forma que elhistoriador Medina Chirinos ¡se anticipó con 42 años a los mismos ale-manes! Es una lamentable falla de investigación por parte de este reco-nocido y respetado historiador venezolano.

Continúa Medina Chirinos: "La otra bandera, de las varias quetrajo el Precursor en 1806, es toda azul, sobre éste, un sol que brota de lasaguas; en el centro del azul, la faz de la luna llena, i arriba, fuéra de la bande-ra, un gallardete rojo, en el cual se lee; 'Muera la Tiranía i Viva la Libertad';abajo, fuéra de bandera, se lee: 'Pavellón de Miranda en su Corveta.' Supo-nemos que a estos colores, azul, amarillo i rojo ha debido referirse el TenienteBiggs cuando habla de colores del arco iris en su Crónica, porque en este'Pavellón de Miranda en su Corveta' aparece el amarillo del sol, el azul delpaño y el rojo del gallardete, pero de ningún modo resulta tricolor, porque enél existe el blanco de la luna llena...". Los mismos españoles etiquetaronesta bandera como "Pavellon de Miranda en su Corveta".

Veamos dos de esas banderas mencionadas por Medina Chi-rinos, con la leyenda puesta por los españoles. Ésta imagen es repro-ducida del documento original que se encuentra en Sevilla:

La bandera "alemana" fue, según algunos historiadores, entre ellosCarlos Edsel González, una de tantas banderas de camuflaje que llevó

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Miranda. En ese momento histórico, no representaba a nación alguna,pero sí podía servir para confundir. Edsel también nos dice que esabandera pudo haber pertenecido a una de las unidades del EjércitoColombiano que debía haber desembarcado en Ocumare. Algunos his-toriadores la han confundido con la bandera de los revolucionarios del19 de abril de 1810, pero si bien esa llevaba los mismos colores, eran enotro orden, como veremos más adelante.

Sobre el pendón naval de Miranda es poco lo que podemosdecir, pues hemos visto que los buques de la expedición no izaron labandera colombiana o alguna otra que la enseña de los Estados Unidosy ésta sólo en el "Leandro". Es muy posible que ese pendón fuera usadoen el "Leandro" cuando estaba anclado en Vela de Coro, junto con labandera colombiana.

Hay algunos relatos que aseguran que los colores de Colombiaflameaban en todos los buques menos los norteamericanos, pero eso noes creíble, pues los británicos no permitirían tampoco que una bande-ra extraña predominara en sus buques. A fin de cuentas, el "Leandro"era el único buque que pertenecía a Miranda, pues el resto eran presta-dos o temporalmente alquilados.

Navegando sin destinoEl 28 de mayo, después de muchas vicisitudes mientras nave-

gaban, por las cuales la confianza de las tropas expedicionarias en sujefe fueron menguando, la tripulación del "Leandro", cansados de huirde todo buque que se avistaba, desplegando la enseña norteamericana,permitió que se le acercara uno que resultó ser el balandro de la arma-da inglesa "Lilly", cuyo comandante informó al general Miranda que loandaba buscando y que lo invitaba a entrar a puerto inglés.

El apoyo de la flota inglesa revivió la expedición y el "Leandro"partió de la isla Barbados con destino a la isla Trinidad, en compañía delbalandro "Lilly", el bergantín "Express" y la goleta mercante "Trimmer".

La flotilla en TrinidadEl 24 de junio entraron a Trinidad, donde recibieron el apoyo

decidido de las autoridades británicas. La expedición recibiría apoyologístico inglés así como buques, pero no tropas para la invasión.

El 25 de julio partió de Trinidad la flota invasora, que estabaintegrada así: "Leandro", de 16 cañones; "Lilly", 24; "Express, 12;

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"Attentive", 14, "Provost", 10; y, los botes cañoneros "Bull-dog","Dispatch" y "Mastiff" de dos y tres cañones. También la integraban dosbuques mercantes desarmados, "Trimmer" y "Commodore Barry". Lastropas para el desembarco no excedían los 400 hombres. Luego se lesuniría otro buque, el "Bacchante".

La expedición no sólo había revivido sino que con el apoyoinglés se había fortalecido más allá de lo que Miranda había soñadopara dar su golpe contra los españoles.

Desembarco en La Vela de CoroEl 2 de agosto la flota se acercó a la costa a la altura del puerto de LaVela de Coro. Una mala maniobra del piloto llevó a la flota más allá delpuerto, por lo que tuvieron que maniobrar para regresar y así perdie-ron el elemento de sorpresa. Se intentó un desembarco, pero el vientofue adverso y no pudieron completarlo. Tuvieron que esperar hasta eldía 3 en la madrugada, cuando desembarcó la primera división bajo laprotección del fuego de los buques. Los fortines de La Vela respondie-ron, así como mosqueteros desde los arbustos en la playa, pero no pu-dieron impedir el desembarco. Las tropas se dirigieron de inmediato alos fortines para capturarlos, lo que lograron rápidamente, virando deinmediato los cañones para dirigirlos hacia la población.

Flamean en el continente los colores de ColombiaFue entonces en el fortín de San Pedro, al amanecer del 3 de agosto de1806, que el sol naciente mostró flameando el tricolor de Colombia. Elavance de las tropas invasoras fue relativamente rápido, pues las tro-pas realistas no opusieron mayor resistencia. Sin embargo, en su avan-ce se encontraron con un pueblo abandonado por sus habitantes, pueslas autoridades españolas habían difundido historias terribles de loque les harían los invasores. Sólo quedaron en el pueblo aquellos queno habían podido fugar por razones de salud o avanzada edad, asícomo los presos de la cárcel.

La ausencia de la población fue el primer golpe que sufrióMiranda, pues él esperaba ser recibido con los brazos abiertos por loshabitantes, que lo verían como su libertador.

Miranda envió emisarios con proclamas y banderas de treguapara invitar a los ciudadanos a volver a sus hogares, mas nadie acogiósu invitación.

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El día 4 entró el ejército libertador en Coro, encontrando la ciu-dad abandonada al igual que La Vela. Esto no sólo era una decepciónpara quienes pensaban que serían acogidos como libertadores, sinoque planteó un problema militar de inmediato: Sin población los pue-blos no tenían utilidad alguna y no habría forma de aumentar las tro-pas como se requería para continuar con la invasión y ampliarla haciael interior. No había noticias de fuerzas que se les unirían para refor-zarlos y sin ellas la invasión fracasaría. Tampoco habría reabasteci-miento de alimentos y pertrechos.

Esto acabó con todas las ilusiones de la invasión y quedó claroque no habría la espontánea manifestación de adhesión de los pueblosa quienes se pretendía dar libertad. Las tropas se sintieron engañadasy, más grave aún, Miranda tuvo que enfrentar la realidad de que no erabienvenido por parte de quienes él había venido a liberar.

Para el día 10 de agosto la situación era insostenible, pues notenían como reabastecer las tropas ya que los abastecedores de los pue-blos se habían mantenido alejados. Los pueblos seguían abandonados,salvo por las tropas y los mismos moradores que habían estado allí aldesembarcar.

La retiradaUn consejo de guerra, en el que participó Miranda, decidió

reembarcar y abandonar las plazas. Así lo hicieron el 13 de agosto,dejando atrás, con un fracaso, el primer intento de liberación de lospueblos de la Capitanía General de Venezuela.

Una vez retiradas las fuerzas invasoras, las autoridades forma-ron causa para averiguar los pormenores de lo que había sucedido. Enlas declaraciones de los pocos habitantes que permanecieron en lospueblos encontramos repetidamente la descripción del tricolor que Mi-randa desplegó por primera vez en territorio continental americano.Todos coinciden en declarar que los colores de la bandera que vieronen la torre de la iglesia eran azul, amarillo y encarnado, en ese orden,de arriba hacia abajo. (fig. 3 color)

La Bandera de 1811

La importancia de esta banderaEsta parte es, tal vez, la más importante de todo este trabajo,

pues la bandera creada por la Comisión del Supremo Congreso de Ve-

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nezuela en 1811, es la bandera madre de las actuales de Colombia,Ecuador y Venezuela.

A lo largo de este trabajo, revisaremos los actos legales que fue-ron formando nuestras tres banderas y encontraremos que jurídica-mente mantuvieron una continuidad evolutiva interrumpida pero con-secuente, aunque en algunos casos se dieron errores en los textos lega-les que cambiaron el sentido de lo actuado y que alteraron la configu-ración real de la bandera.

Miranda y el tricolorLa bandera tricolor primitiva del Ejército Colombiano de Francisco deMiranda murió con el retiro de las tropas de La Vela de Coro. Mirandano volvió a mencionar ese tricolor azul, amarillo y rojo que había sufri-do la derrota. Pero en su mente se mantenía la composición elementaldel arco iris, como símbolo de libertad.

Simbolismo del irisFigurativamente, la luz ha sido y sigue siendo un símbolo de libertady por ello las estatuas que la representan frecuentemente llevan una luzen alto. Si estos colores primarios podían combinarse en secundariospara reunirse y dar nuevamente una luz blanca luego de haber sidoseparados, algo especial tenían esos colores. Creemos que es por estoque Miranda mantuvo su interés en ellos y si hubiera sido necesario,los combinaría de todas las formas posibles en las divisas que signifi-caban libertad. Hasta 1806 ya había puesto en práctica dos combinacio-nes de las cuales tenemos conocimiento, y en 1811 haría otra combina-ción, esta vez más duradera.

Aunque nos salimos del orden cronológico de la narrativa, unademostración clarísima del simbolismo del iris como representación dela libertad lo tenemos en palabras memorables de Simón Bolívar:

"Yo venía envuelto con el manto del Iris, desde donde paga su tribu-to el caudaloso Orinoco (...) Yo me dije: este manto de Iris que me haservido de estandarte ha recorrido en mis manos sobre regiones infer-nales, ha surcado los ríos y los mares; ha subido sobre los hombrosgigantescos de los Andes; la tierra se ha allanado a los pies de Co-lombia, y el tiempo no ha podido detener la marcha de la Libertad.Balona ha sido humillada por el resplandor de Iris..."

Cita parcial de: Mi delirio sobre el Chimborazo.

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Vientos de libertadPara fines de la primera década del Siglo 19 los vientos de

libertad arreciaban en las Américas. La debilidad de España, subyuga-da por el imperio francés, dio la oportunidad de comenzar movimien-tos revolucionarios que, camuflados como actos de apoyo al rey Fer-nando VII, darían los primeros pasos hacia la libertad. Movimientossimilares se dieron en la Presidencia de Quito, Virreinato de NuevaGranada y Capitanía General de Venezuela entre 1808 y 1811.

En Venezuela, lugar donde nacería nuestra actual bandera, elmovimiento libertario comenzó efectivamente el 19 de abril de l.810,como un renacer de la conspiración de los mantuanos, de 1808 y comouno de apoyo al legítimo Rey de España. Los mantuanos eran indivi-duos que pertenecían al grupo de criollos poderosos en la época colo-nial. A nombre del Rey, se desconoció al Gobierno títere de los france-ses y se estableció una "Junta Suprema Conservadora de los Derechosde Fernando VII". Esta Junta enarboló, a partir del 4 de mayo, una ban-dera que sería considerada como la segunda del movimiento libertariovenezolano (la primera, la de Miranda).

Era una divisa compuesta de los colo-res rojo, amarillo y negro, con la sigla F VII enla franja amarilla central. Los colores rojo yamarillo significaban la bandera española yel negro la alianza con Gran Bretaña, que fuefactor indispensable para lograr el objetivode los supuestos "Conservadores".

El resultado fue que, aunque el 19 de abril de 1810 no se decla-ró la independencia de España, para todo efecto práctico se había esta-blecido una administración independiente de la del reino, lo que llevóeventualmente a la declaración de independencia formal, el 5 de juliode 1811.

Se instala el Congreso de VenezuelaEl Congreso General de Venezuela se instaló el 2 de marzo de

1811, jurando fidelidad al rey Fernando VII. Al comenzar su trabajoreformó su nombre al de "Supremo Congreso de Venezuela" y se esta-bleció como la máxima autoridad, por sobre el Poder Ejecutivo y elJudicial.

El trabajo avanzó lentamente al comienzo, a pesar de que senombró una comisión para redactar un proyecto de Constitución. No

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afloraron en los primeros meses del Congreso los sentimientos inde-pendentistas pero estaban allí, a punto de ebullición.

Las actas del día 5 de julio de 1811Para el día 5 el tema era el que predominaba y se dieron ardo-

rosos debates en la sesión de la mañana, hasta que a las tres de la tardeel Presidente de turno, Juan Antonio Rodríguez Domínguez, expresóque está: "...declarada solemnemente la Independencia absoluta deVenezuela".

En la sesión de la tarde, aparte de nombrar la comisión queredactó la Declaración de Independencia, se nombró una comisión:"para la asignación de la bandera y cucarda nacional a los señores Miranda,Clemente y Sata..."

Si leemos con atención esas pocas palabras y vemos lo que ocu-rrió en los próximos días, notaremos que el proceso secretarial no eramuy prolijo.

Para efectos de claridad, los nombres completos de los comi-sionados eran: general Francisco de Miranda Rodríguez, capitán defragata Lino de Clemente y Palacio, y capitán de ingenieros José deSata y Busy.

Las actas de los días 6 y 7 de julio nada dicen sobre la aproba-ción de la cucarda o escarapela que debían presentar los comisionados;sin embargo, en la proclama emitida por el Supremo Poder Ejecutivo el8 de julio, referente a la "Independencia de Venezuela", en su párrafo ter-cero dice: "...y que desde hoy en adelante se use por todos los Ciudadanos, sindistinción, la escarapela, y divisa de la confederación Venezolana, compuestade los colores asul celeste al centro, amarillo y encarnado á las circunferencias,guardando en ella uniformidad".

A la izquierda, la muestra de la Escarapela de 1811 en el ArchivoGeneral de la Nación, de Colombia y a la derecha la de los fondos delForeign Office, de los Archivos Nacionales del Reino Unido.

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Estaba claro que la escarapela había sido aprobada por el Con-greso y puesta en uso por el Poder Ejecutivo, a pesar de que no constaen actas. El orden de estos colores es el de 1801.

El acta del 9 de julio de 1811 – Se aprueba la BanderaEl día 9 de julio el acta de la única sesión dice en su segundo

párrafo: "Se trató de la nueva Bandera Nacional, y quedó aprobado el diseñopresentado por los señores Clemente y Miranda, comisionados al efecto en laforma que corre, y se ha mandado usar". El texto de esta acta es demasiado escueto y por ello merece análisiscomparativo con lo mandado por el Congreso el día 5.

Hay varios puntos que destacan: 1) Se omite el nombre deldiputado Sata y Busy, lo que se presta a conjeturas, pues no se conoceque se haya excusado. También puede él haber estado a cargo de laescarapela y al concluir su trabajo ya no participó en la comisión. 2) Nomenciona la cucarda, por la obvia razón de que ya había sido aproba-da y dispuesto su uso. 3) No se describe la bandera aprobada, una fallagrave, pues ésta era su partida de nacimiento. 4) Fue mandada a usar,como en efecto lo fue, por primera vez, el 14 de julio. 5) No se objetó deforma alguna el proyecto presentado, de tal forma que su aprobaciónfue por consenso, lo que significa que era un diseño aceptable paratodos los diputados.

Pero desde este punto nace una gran controversia que ha dura-do, hasta hoy, 196 años y posiblemente dure muchos más.

La controversia se origina por falta de documentación. Ya vimosque la resolución del Congreso fue redactada de manera incompleta yambigua, lo que se presta a muchas interpretaciones y especulación.

La bandera de tres franjas desigualesTodos los historiadores venezolanos concuerdan que la bande-

ra creada por la comisión del Supremo Congreso de Venezuela fue detres franjas desiguales, descrita así de forma representativa por el his-toriador de la bandera Sr. Daniel Chalbaud Lange: "La Bandera era lamisma que el Precursor había hecho ondear en 1806 en Jacmel, La Vela y Coro.Sus colores eran amarillo, azul y rojo, en franjas desiguales, más ancha la pri-mera que la segunda, y ésta más que la tercera". Chalbaud es de la escuelaque cree que la bandera de 1806 fue la misma de 1811, a más de la teo-ría de las franjas desiguales.

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Documentos de soporteDespués de mucho investigar, he llegado a la conclusión de que haysolamente dos documentos que son el sustento de la bandera de tresfranjas desiguales que casi todos los historiadores venezolanos consi-deran como la de 1811:

El relato de José Félix BlancoEl primero y más importante es un relato de José Félix Blanco,

importante historiador venezolano del Siglo 19. El segundo, que corro-bora al primero, es una carta, de la cual no he podido encontrar su ori-ginal, fechada 4 de febrero de 1814. Veremos ambos documentos enorden.

El general Guzmán Blanco, gobernante de Venezuela en 1875,ordenó se publicara una obra que recopile los "Documentos para la his-toria de la vida pública del Libertador de Colombia, Perú y Bolivia".Esos documentos, en gran cantidad, habían sido recopilados, puestosen orden cronológico y anotados por el sacerdote, historiador y Gene-ral honorario José Félix Blanco, nacido en 1782 y fallecido en 1872.Permanecieron inéditos hasta la orden del presidente Guzmán Blanco.José Félix Blanco fue partícipe de muchos eventos de la independenciapero no comenzó su carrera de historiador sino hasta avanzada edad.En la monumental obra ya citada, Blanco escribe en la página 165 delTomo III, con el número referencial 580:

"EL CONGRESO GENERAL DE VENEZUELA FIJA EL PABE-LLON Y ESCARAPELA NACIONAL DEL NUEVO ESTADOINDEPENDIENTE""Aprobada por el Congreso la proposicion hecha de declararse inme-diatamente la Independencia, nombró una Comision de su seno com-puesta de los Diputados general Francisco Miranda, Capitan deFragata Lino Clemente y Capitan de Ingenieros José de Sata y Bussi,para que le presentasen un diseño de la Bandera y escarapela quedebiera establecer el nuevo Estado independiente; y desde luego exhi-bieron una muestra formada de los tres colores del Arco Iris, fajashorizontales, amarillo, mas ancho, azul ménos ancho, y encarnadoménos ancho que el inmediato, que fue aceptada sin contradiccion.Este fue el pabellon que habia compuesto Miranda desde Europa y elque trajo en sus espediciones sobre Ocumare y Coro en el año de

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1806. (...) El 14 del propio Julio se publicó solemnemente el Acta dela Independencia y se enarboló el Pabellon Nacional adornado con elemblema de una India, concurriendo á la plaza mayor de Catedral,hoy plaza Bolívar, los cuerpos de todas las armas, mandados por elGobernador militar don Juan Pablo Ayala..."

Como podemos ver claramente, no se trata de una cita textualde las actas del Congreso sino de un relato dentro de una obra muyamplia.

Veamos la supuesta bandera de 1811.

La carta de las lanillasEl segundo documento es una carta, fechada 4 de febrero de

1814, que envía el Sr. José Antonio Gonell, Ministro e interventor de lasCajas de La Guaira, al Sr. Director General de Rentas Nacionales. Eltexto dice: "Hemos recibido la orden de V. S. de 3 del presente, sobreque el encargo de lanilla para pabellones y talcos (lámina metálica muydelgada y de uno u otro color, que se emplea en bordados y otros ador-nos): encargaremos los cajones de este artículo como V. S. dispone; perono haremos el encargo de las lanillas según habíamos representado a V.S. sino de esta suerte: ocho piezas del color amarillo, siete del azul yseis del encarnado, atendiendo a que no deben llevar los pabellones loscolores iguales."

En cuanto a esta carta, aunque se ubicara su original dudaríade su autenticidad, pues ella se da en un momento en que el tricoloramarillo, azul y rojo, en ese orden, no era la bandera en uso, sino unade dos: La entonces bandera de Cundinamarca, similar al antiguo tri-color de Miranda de 1806: azul, amarillo y rojo de franjas iguales, o labandera de los cuadrilongos rojo, amarillo y verde de Cartagena, queera la bandera que según historiadores colombianos llevaban los ejér-citos de Bolívar en esa época.

Pudo ser el tricolor de Cundinamarca, similar al de Mirandade 1806, porque el 30 de octubre de 1813 el Libertador le escribió al

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Gobernador de Margarita, Gral. Juan Bautista Arismendi: "El pabellonque la victoria ha enarbolado en todos los pueblos de Venezuela y que debeadoptar toda la nacion, es el mismo que se usaba en la primera época de laRepública, estos es, de los tres colores azul, amarillo y encarnado".

Si la carta de Bolívar es auténtica (y debe serlo, pues la fuentees el trabajo de su edecán, Daniel Florencio O'Leary), la bandera de laque escribió fue la de Cundinamarca, que fue aprobada por el ColegioElectoral el 7 de agosto de 1813, en Santa Fe de Bogotá, y que pertene-cía a la nación que le estaba dando apoyo para su campaña libertado-ra. No podemos descartar que fuera el mismo Bolívar quien sugirieraa los gobernantes de Cundinamarca la adopción de esta bandera, enmemoria de los eventos de 1806. Esta bandera y la de Miranda de 1806son idénticas en concepto, aunque los matices de los colores podían seralgo distintos. (fig. 4 color)

Pudo ser el cuadrilongo rojo, amarillo y verde de Cartagena,con la estrella de ocho puntas en el centro, porque aún desde antes deque fuera adoptada esa bandera como nacional de manera provisionalpor el Congreso de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, a par-tir del 26 de abril de 1814, ya había sido usada por las tropas libertado-ras. Tenemos para ello la clara evidencia de la muerte del valiente coro-nel Atanasio Girardot, que la llevaba el 30 de septiembre de 1813, díaque pasó a la gloria al plantarla y luego morir en la cima del Bárbula. Labandera de Cartagena había sido concebida el 17 de noviembre de 1811.

Está claro entonces que las tropas libertadoras de la Campaña Admi-rable llevaron una de dos banderas: El tricolor de Coro y de Cun-dinamarca, o la bandera de Cartagena.

Sea cual fuere la bandera, lo dicho por el Sr. Gonell no es apli-cable, pues si era la de Miranda y Cundinamarca, la tela tendría que ser

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en las mismas proporciones; y, si era la de Cartagena, se necesitabalanilla verde en vez de azul.

La verdadera bandera de 1811No deja de ser difícil contradecir a todos los historiadores de

un país, que están convencidos de que la bandera fue como la descri-bió Blanco; y, peor aún si son del país donde nació la bandera. Ellos hantenido en sus manos, desde hace muchos años, la evidencia de comoera la bandera de 1811, pero por respetar ciegamente lo dicho por elvenerable Blanco, no han querido ver las evidencias que tenían al fren-te y que al menos un historiador de la Bandera, Francisco AlejandroVargas, tuvo en sus manos en dos ocasiones, las presentó al menos endos ediciones (de 1940 y 1972) de su trabajo "Estudio Histórico sobre laBandera, el Escudo y el Himno Nacional de Venezuela", pero las ignorósin razonamiento lógico alguno. Más aún, el trabajo de Vargas ha sidola base de muchos otros, pero aparentemente ninguno de quienes lohan usado prestaron atención a esas evidencias publicadas.

Ante la uniformidad de criterio de los eminentes historiadoresvenezolanos, éste investigador y escritor de historia también creyó poralgunos meses que la bandera de 1811 era la de franjas desiguales y yatenía desarrollado su trabajo en ese sentido, pero la evolución de lainvestigación y el encuentro de una y luego varias evidencias contra-dictorias pero irrefutables y concluyentes, echaron abajo todo lo elabo-rado sobre la base del trabajo de los historiadores venezolanos.

La evidencia inicial vino de Francisco Alejandro Vargas, en lasegunda edición, de 1940, del trabajo ya mencionado.

En la página 14, nota (6) dice: "El Boletín de la Academia Nacional de la Historia (ANHV), N° 87,tomo XXI, correspondiente a los meses de julio, agosto, y setiembrede 1939, trae entre sus páginas 262 y 263 un cróquis en colores deldiseño de una Bandera y una escarapela, diseño que según la eruditaafirmación de Don Manuel Segundo Sánchez, proviene de los archi-vos de Foreign Office. El Escudo de esta Bandera, además de la des-cripción hecha arriba, trae las siguientes inscripciones: a la espalda dela india VENEZUELA LIBRE, y en una cinta, a sus pies; COLOM-BIA. No fue ésta la Bandera adoptada por el Constituyente de aquelaño, porque sus dimensiones son: amarillo doble ancho del azul y elrojo, que si eran franjas de igual anchura. Es muy probable que aquel

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sea uno de los proyectos surgidos por aquellos días. Observamos quesi a este diseño le quitamos el Escudo y colocamos en su centro el dela Bandera colombiana o el de la ecuatoriana, resultaría semejante acualquiera, de ellas, ya que los Pabellones de estas Repúblicas herma-nas, tienen esas dimensiones, y han conservado los colores usados porla Unión Gran Colombiana: Venezuela, Nueva Granada y Quito".

Bien, para cualquiera que lea estas palabras por primera vezsin antecedente alguno, es poco lo que dice porque confunde, pero conlos antecedentes que ya tenía, me llamó mucho la atención, especial-mente en la última parte.

Estas palabras me dirigieron hacia el archivo del Foreign Offi-ce, pues en las fuentes consultadas localmente no tenían ese númerodel boletín de la ANHV (aún no conocía otro fondo, que sí lo tenía). Elarchivo del Foreign Office de la Gran Bretaña está actualmente bajocustodia de los Archivos Nacionales del Reino Unido (NAUK). Unabúsqueda en ellos, con la asistencia de su personal especializado, nodio resultados positivos, a más de recibir de ellos una copia en tamañonatural de la proclama del 8 de julio de 1811 del Poder Ejecutivo deVenezuela, con la cual se pudo aclarar el tema de la escarapela. El per-sonal del NAUK me comunicó que el material que necesito bien podíaestar en alguna carpeta no consultada, lo que requería una investiga-ción ampliada, con un costo muy elevado. Esa investigación ameritaque sea realizada por un Gobierno que desee esclarecer sin duda algu-na la historia de las banderas.

Ese resultado me dirigió hacia los Archivos Nacionales de losEE.UU. pues era muy posible que ese país también recibiera una copiadel diseño de la bandera. Paralelamente también realicé un contacto enFrancia, pero sin resultados. Felizmente contaba con un colaboradorespontáneo y muy eficiente en Washington, y en cuestión de pocos díastuve en mis manos una copia de la bandera que había sido enviada porel Supremo Poder Ejecutivo de la Confederación de Venezuela al Presi-dente de los Estados Unidos de Norte América en 1811. Verla fue reci-bir un balde de agua fría y en ese momento se derrumbó todo el traba-jo de algunos meses.

Esta imagen era, claramente, la de una bandera en que la fran-ja clara ocupaba la mitad y los otros dos colores, indefinidos al sertonos de grises, ocupaban la otra mitad en partes iguales. Como escu-

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do tenía lo que se veía claramente como una india. En pocas palabras,era igual a la bandera que describió Vargas como la que estaba en losarchivos del Foreign Office.

Era, además, parecida a la publicada en varios trabajos vene-zolanos, entre ellos el primario que usé para la investigación inicial,que era el de Daniel Chalbaud Lange, pero con diferencia en el anchode las franjas y en el escudo con la india. Veámoslas a continuación:

National Archives and Records Administration. Colombia, Microfilm 51, Rollo 1, Cuadro 53

Inmediatamente se vio que había un claro conflicto en el puntocrítico del ancho de las franjas.

Como se hizo imperativo ver el diseño que estaba en el Boletínde la ANHV y como habían algunos otros puntos pendientes que eranecesario resolver, decidí emprender un viaje de investigación aBogotá y Caracas.

En el Archivo General de la Nación, en Bogotá, entre los prime-ros documentos que encontré estuvo el que muestro a continuación:

En ese archivo tienen una acuarela a todo color de la banderavenezolana de 1811. Está archivada en la Mapoteca y registrada en suíndice (arriba derecha). (fig. 5 color)

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Ahora faltaba conocer el ejemplar que estaba, según Vargas, enel Boletín N° 87 de la ANHV.

Se ubicó el dibujo de la bandera, no en el Boletín N° 87 comohabía dicho Vargas, sino en el N° 83, que correspondía a los meses dejulio, agosto y septiembre del año 1938. Era obvio que Vargas no habíabuscado ni visto el dibujo y se había limitado a escribir lo que le dieronde referencia equivocadamente. Si hubiera leído lo que dice el artículosobre los documentos copiados del fondo del Foreign Office, habría te-nido que estudiar el asunto de ese dibujo minuciosamente y se habríaencontrado con que se ubicaba en 1811 por los documentos que loacompañaban.

A continuación el dibujo reproducido de las copias fotográficasdel Foreign Office:

La imagen fotográfica era en blanco y negro y había sido pin-tada para la publicación en el boletín, pero las proporciones de los colo-res son inequívocas. El escudo no permite alterarlos.

En la edición de 1972 de la obra ya citada de Francisco Alejan-dro Vargas, en la página 18 dice textualmente: "En noviembre de 1946,cuando visitamos el Archivo Nacional de Colombia, en Bogotá su cultoDirector, nuestro apreciado amigo y colega, Doctor Enrique Ortega Ricaurte,nos mostró una copia en colores del diseño original que se conserva en Wa-shington; copia que hoy reproducimos y en el cual puede observarse que ade-más de la descripción que hemos hecho antes, trae las siguientes inscripciones:a la espalda de la india, VENEZUELA LIBRE, y en la cinta, a sus pies,COLOMBIA. Observamos también que si a este diseño le quitamos hoy elEscudo y colocamos en su centro el de la Bandera Colombiana o de laEcuatoriana, resultaría semejante a cualquiera de ellas, ya que los PabellonesNacionales de estas Repúblicas hermanas han conservado permanentemente

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los colores y dimensiones de la Bandera de Venezuela, Bandera Madre, desdeel establecimiento de la Unión Colombiana, el 17 de Diciembre de 1819".

Él está diciendo, en la última parte de la cita, lo que era unarealidad, pero luego de decir esto, no vuelve a tocar el tema, ignorán-dolo inexplicablemente.

Pero Vargas está errado, pues la imagen que publica en la pági-na 17 de esa obra no es de la que está en Bogotá, ni la que está enWashington, ni la que consta en el Boletín N° 83 de la ANHV (Londres).Es diferente a todas si se comparan los detalles del dibujo del escudo.

Adicionalmente, como se podrá comparar más adelante, elejemplar en Bogotá, que es un dibujo original, no es copia del de Wa-shington. De hecho, comparando los tres ejemplares (cuatro con el deVargas), verá que en el dibujo de la india hay diferencias entre los ejem-plares, incluyendo uno crítico: En el de Londres y en el de Vargas diceVenezuela Libre. Los otros dos dicen sólo Venezuela. Hay diferenciassutiles en las varias figuras y muy obvias en el lagarto.

No cabe la menor duda de que se trata de la misma bandera,ni cabe duda sobre las proporciones de las franjas, aunque son obviaslas diferencias en la india, el lagarto, los adornos y las leyendas, queconstituyen la parte difícil del dibujo de esa bandera.

Comparativo de los dibujos de la india en las cuatro banderas

Washington Bogotá

Londres Vargas - 1972

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Estos dibujos ampliados permitirán al lector poder compararlas cuatro indias en los varios diseños disponibles. Es muy posible queel de Vargas sea un arte moderno realizado a su orden. En todo caso, seve claramente que todos tienen diferencias, aunque sutiles entre sí,algo lógico si consideramos que se tratan de artes realizados, al menostres de ellos, en 1811.

Legitimidad de esta banderaAhora viene el asunto de su legitimidad. Vargas no supo qué hacer con la información que tenía, ni los

historiadores que le dieron las referencias analizaron lo que tenían ensus manos.

Cierto es que el ejemplar en Bogotá, el que está a todo color,está huérfano de documentos de soporte, aunque una investigación delos documentos de Cartagena y de Cundinamarca en 1811 podríantraer sorpresas. Y cierto es también que el ejemplar traído desde Lon-dres vino con otros documentos que no tienen relación a él, aunque nodebemos olvidar que los mismos funcionarios del National Archives ofthe United Kingdom dejaron claro que los documentos pueden estar enalguna carpeta no consultada.

Pero el ejemplar que vino de Washington sí tiene sus soportes,que le dan legitimidad incuestionable. Veamos los hechos.

El 9 de julio de 1811 la bandera fue presentada por la Comisiónal pleno del Congreso, quienes la aceptaron sin modificación y dispu-sieron sea usada

El 14 de julio fue desplegada por primera vez, al amanecer, enel Cuartel de San Carlos, a pocos pasos del actual Panteón Nacional, enCaracas. Luego, ese mismo día, fue desplegada en la Plaza Mayor,actual Plaza Bolívar.

El 29 de julio de 1811, don Cristóbal de Mendoza, Presidente enturno del Supremo Poder Ejecutivo de la Confederación de Venezuela,escribe a don Telésforo Orea, residente en Filadelfia y Washington, yhasta esa fecha "comisionado privado" de Venezuela en los EE.UU. Lonombra oficialmente "Agente Extraordinario de la Confederación deVenezuela" y le dispone se presente ante el Presidente de los EstadosUnidos y le comunique solemnemente la declaración de independen-cia que acababa de promulgar el Congreso. El Sr. Orea debía obtenerdel Gobierno de los EE.UU. el reconocimiento de la nueva nación y el

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establecimiento de "relaciones comerciales y demas que sean convenientes ála misma felicidad..."

El Sr. Orea se presentó ante el Secretario de Estado de losEE.UU. James Monroe, el 6 de noviembre de 1811. Le entregó una co-municación en la cual consta, en las páginas 2 y 3, el siguiente texto:"Permitame V. S. que le acompañe un diseño de la bandera Nacional que desdeahora será el distintivo de Venezuela entre las demás Naciones..."

Veamos a continuación una reproducción parcial de la cartadel 6 de noviembre de 1811. Ver el último párrafo de la página izquier-da y el primero de la derecha:

Para los escépticos, esta carta, la del 29 de julio, sus transcrip-ciones y la imagen de la bandera están en los Archivos Nacionales delos Estados Unidos, en la serie relacionada con Colombia, en el Micro-film 51, Rollo 1, a partir del Cuadro 46.

No creo que sea posible proveer una más clara prueba de legi-timidad de un documento.

De esta forma queda demostrada la legitimidad del diseño quefue presentado por el agente de Venezuela en Washington. No hay porqué dudar de la legitimidad del presentado en Londres ni el presenta-do ya sea en Cartagena o en Cundinamarca, en 1811. Aún el diseño usa-do por Vargas puede ser copiado de otro ejemplar original, provenien-te de un archivo público o privado.

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Considero que esta demostración deja en claro que la banderaadoptada por el Supremo Congreso de Venezuela el 9 de julio de 1811fue el tricolor amarillo, azul y rojo de franjas horizontales, que tenía laamarilla ocupando la mitad superior de la superficie, y las azul y rojoocupando la mitad inferior, en partes iguales.

La razón para dejar la franja amarilla más ancha habría sido eltener un lienzo en el cual colocar escudos como el de la india, o el pos-terior del cóndor. También veremos más adelante como se colocaron enla franja amarilla las estrellas decretadas en Pampatar y luego enAngostura.

La bandera de 1812

Pocas personas saben que el escudo de Venezuela cambió alpoco tiempo. En efecto, el 15 de febrero de 1812, el Supremo Congresocambió el escudo de la india a uno que era un cóndor que sostenía ensus garras izquierdas flechas y en las derechas un caduceo coronado deun gorro frigio. En el pecho del cóndor había un sol que tenía comocentro un número 19, que recordaba el 19 de abril de 1810. Sobre el cón-dor había un lema en Latín que decía: "Concordia ResParve Crescunt".

El Sol, con el número 19 en el centro, era undiseño que ya había sido usado en papel monedaemitido por el Supremo Congreso de la Confedera-ción Venezolana el 27 de agosto de 1811.

Lo que hizo el Congreso el 15 de febrero fueintegrarlo dentro de un conjunto que incluyó al cóndor y los símbolosde la libertad, la guerra y el comercio, para hacerlo el escudo oficial deVenezuela, en reemplazo de la india.

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Tanto este escudo como la bandera incluyéndolo tuvieroncorta duración por la caída de la primera república en 1812, pero sonparte de la evolución de los símbolos patrios venezolanos.

Dudas razonablesA pesar de lo interesante que resulta lo citado anteriormente,

debo manifestar ciertas dudas en cuanto a la veracidad del conjuntodocumental, no del contenido, pues si bien lo que dice es coherente, elestilo y el contenido de la redacción difieren mucho, al ser más ampliose incluyentes de información, de aquel usado en las actas del SupremoCongreso en el mes de julio de 1811.

La información que incluye la cita anterior es tan detallada quemás bien formaría parte de los diarios de debates, que no aparecen enningún archivo...

Aún con esta duda razonable, hay otros documentos que res-paldan lo que dice el texto citado, por lo tanto lo damos como cierto, enla medida que no afecta a la bandera en su composición fundamentalde colores y dimensiones de sus franjas.

Las banderas entre 1813 y 1817Ya vimos en la parte anterior, por razón de demostrar la legiti-

midad de la bandera de 1811, las banderas que usaron las tropas liber-tadoras de Nueva Granada y Venezuela entre 1813 y 1817.

Reiteramos que no hay evidencia alguna de que se usara en eseperíodo la bandera tricolor de 1811. Más aún, el mismo Bolívar nos rati-fica, en cartas publicadas, que eran otras las banderas que usaron sustropas y que entonces no había una nacional de Venezuela.

Creo que está claro que las dos banderas que usaron las tropaslibertadoras en ese período fueron las de Cundinamarca (similar a la deMiranda de 1806) y la de Cartagena.

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Las banderas de 1817

La bandera de PampatarEl Diccionario de Historia de Venezuela de la Fundación Polar,

edición de 1999, Tomo I, páginas 969 y 970 dice esto sobre el Congresode Cariaco y el Gobierno de Pampatar:

"Asamblea celebrada los días 8 y 9 de mayo de 1817 en Cariaco (Edo.Sucre), la cual restableció brevemente el sistema federal y el gobiernocivil que habían desaparecido al caer en 1812 la Primera República.Ha sido llamado también Congresillo de Cariaco (...) En la sesión deldía 9 el 'Congreso Federal', nombre con el cual se autodesignó en elacta de ese día, recibió el juramento del 'general en jefe de los Ejérci-tos de la República y jefe de la fuerza armada' Santiago Mariño y delalmirante Luis Brión, quienes reconocieron la autoridad del Congresocomo soberana y se comprometieron a respetar y cumplir la Consti-tución Federal de 1811. De inmediato se juramentaron como miem-bros del Poder Ejecutivo, Mayz, Zea y Cortés de Madariaga y luego,el Congreso se declaró en receso, suspendiendo indefinidamente sussesiones. Como cuerpo emanado del Congreso de Cariaco, el Triun-virato empezó a funcionar el mismo día 9. El Triunvirato se trasladóa Margarita y se estableció en Pampatar, donde el 12 de mayo de1817 le dio a la isla el título de 'Nueva Esparta'. Dictaron también,en los días siguientes, (...) un decreto por el cual se incorporaron las7 estrellas a la bandera nacional (...) Poco después, a fines de mayo de1817, el Triunvirato emanado del Congreso de Cariaco se disolviótambién.

Veamos el texto del decreto dado por el Gobierno de Pampatar:

"OFICIO DEL SECRETARIO DEL GOBIERNO AL ALMIRAN-TE SOBRE LA BANDERA QUE DEBEN USAR LOS BUQUESDE GUERRA Y MERCANTESEl Respetable Poder Ejecutivo en decreto del día ha declarado quedeben usarse en las Banderas de los buques de guerra de la Escuadrade la República de Venezuela siete estrellas azules en campo amari-llo, en representación de sus siete Provincias, y los Mercantes sólo latricolor. Y os lo comunico de orden del mismo Respetable Poder paravuestra inteligencia.

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Palacio de Gobierno. En Pampatar, mayo 17 de 1817.Casiano Bezares.Honorable Almirante Capitán General de Mar y Tierra, Luis Brion".

La bandera de AngosturaDice Francisco Alejandro Vargas: "Y el Pabellón Nacional con su

gualda estrellado de azul comenzó a flamear en los mástiles de nuestros buquesde guerra conduciéndolos al triunfo sobre la Escuadra Española, remontandoel Orinoco hasta Angostura, tras la estrella luminosa de Bolívar, quien tanpronto como hubo libertado la Provincia de Guayana, dictó en consecuencia elsiguiente Decreto:

"SIMON BOLIVAR, Jefe Supremo etc.Habiendose aumentado el número de Provincias que componen laRepública de Venezuela por la incorporación de la Guayana decreta-da el 15 de octubre último, he decretado y decreto:Artículo único.- A las siete estrellas que lleva la bandera nacional deVenezuela se añadirá una, como emblema de la Provincia de Gua-yana, de modo que el número de las estrellas será en adelante de ocho.Dado firmado de mi mano, sellado con el sello provisional del Estadoy refrendado por el Secretario del Despacho, en el Palacio de Gobiernode la ciudad de Angostura, a 20 de noviembre de 1817 – 7°"

Creación de la República de ColombiaEl concepto de la República de Colombia, formulado original-

mente por el precursor Francisco de Miranda, fue recogido por SimónBolívar desde su inicio en las luchas libertadoras.

Para el año 1819 la situación política y militar había evolucio-nado a tal punto que se podía hacer realidad el sueño mirandino. Tocóa Bolívar hacerlo realidad.

Aquí debemos anotar que el nombre "Gran Colombia" fue con-ceptual, pero se volvió de uso común sin ser el nombre oficial de la"República de Colombia".

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El Congreso de AngosturaEl 15 de febrero de 1819 se instaló en la ciudad de Angostura,

capital de la provincia de Guayana venezolana. Fue el segundo Con-greso Constituyente de Venezuela, luego del de 1811-1812 realizado enCaracas y Valencia.

El 17 de diciembre de 1819:

"EL CONGRESO SOBERANO DE VENEZUELA REUNIDO ENANGOSTURA, DICTA LA LEY FUNDAMENTAL DE LA RE-PÚBLICA DE COLOMBIA.- EL PRESIDENTE DE LA ASAM-BLEA PASA LA LEY AL PODER EJECUTIVO QUE LA MAN-DA EJECUTAR.

ILey Fundamental de la República de Colombia

El Soberano CONGRESO de VENEZUELA á cuya autoridad hanquerido voluntariamente sujetarse los PUEBLOS de la NUEVAGRANADA recientemente libertados por las ARMAS de laREPÚBLICA:

(Nos saltamos a lo pertinente:)

Ha decretado y decreta la siguiente Ley Fundamental de la REPÚ-BLICA de COLOMBIA:Artículo 1°Las Repúblicas de Venezuela y la Nueva Granada quedan desde estedía reunidas en una sola baxo el Título glorioso de REPÚBLICA DECOLOMBIA":

(Por no tener los siguientes relación con el tema, vamos direc-to al:)

"Artículo 10°Las Armas y el Pabellón de COLOMBIA se decretarán por el Con-greso General, sirviéndose entretanto de las Armas y Pabellón deVenezuela por ser más conocido: ...".

Una vez concluida la discusión de la Ley Fundamental y apro-bada ésta por el Congreso, Francisco Antonio Zea, neogranadino de

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nacimiento y Presidente del Congreso de Venezuela, proclamó: "La Re-pública de Colombia queda constituída. ¡Viva la República de Colombia!"Proclama que fue recibida con ovaciones por los diputados y demásasistentes a la reunión. Simón Bolívar, como Presidente de la nuevaRepública, sancionó la Ley Fundamental.

¿Pero cuáles fueron la bandera y escudo venezolanos queaprobó el Congreso? Desafortunadamente no se la describe en las ac-tas, pero las opciones no son muchas.

Las posibles Banderas de 1819Queda descartada la bandera de Angostura, de las 8 estrellas,

pues claramente establecen que se usará el escudo de Venezuela y en lade Angostura se había eliminado el escudo de la bandera.Si vamos más atrás en el tiempo, tenemos la bandera con el escudo de1812, pero, como en las actas hablan de la América redimida, y el escu-do del Cóndor con el "19" en el centro no duró sinó pocos meses, enton-ces tal vez el concepto fue que debía ser la original de 1811, en que apa-recía la india que representaba a la libertad, pero este escudo a su vezhabía durado pocos meses, desde julio de 1811 hasta febrero de 1812.(fig. 6 color)

Se usa la india nuevamenteAhora bien, en 1820 tenemos pruebas irrefutables que se usó

una variante mejorada de la india de 1811 que representaba la libertad.Su posición es de descanso y un buque navega tranquilamente en elagua de su mar. Incluye las tres estrellas de los departamentos que inte-grarían el núcleo de la República de Colombia. Este uso anticipado dela tercera estrella nos da una idea clara de la proyección libertaria deSimón Bolívar, quien, al menos desde que aparecen por primera vez lastres estrellas, ya tenía claro su objetivo de integración de lo que ahorason Venezuela, Colombia y Ecuador.

Este escudo lo encontramos en un "Tratado sobre la regulariza-ción de la guerra", firmado el 27 de noviembre de 1820 entre el Liber-tador Presidente de Colombia y el general Pablo Morillo, General enJefe del Ejército Español.

¿Quiere decir este uso que el escudo dispuesto por el Congresode Angostura fue el de la india? Puede ser, pero el Congreso no dispu-so modificaciones al anteriormente existente, por lo tanto se debía ha-ber continuado usando el original de 1811. Ahora bien, la introducción

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de cambios arbitrarios en los escudos se practicarían en el futuro, de talforma que los cambios que se introdujeron al escudo de la india seríansólo un preludio de lo que sucedería con algunos escudos ecuatoria-nos, como el de 1835, el de 1843 y aún en el actual.

A continuación dos ejemplares de este escudo. El de la izquier-da, en tonos de grises, proviene del microfilm de los Archivos Nacio-nales de los EE.UU. que contiene el tratado citado (NARA MF.51-R.2-F.48). El de la derecha, de un sitio Web sobre los escudos venezolanos.

Aquí lo vemos incorporado en una bandera que muy posible-mente fue la oficial de la República de Colombia desde el 17 de diciem-bre de 1819 hasta el 18 de julio de 1821.

Recapitulando, uno de los escudos (cóndor o india) y Banderasque hemos visto debía ser la bandera y el escudo provisional de Co-lombia a partir del 17 de diciembre de 1819, pues eran los únicos queestaban amparados por decretos legalmente dados. Las estrellas de An-gostura, aunque legalmente dadas, no constituían un escudo de armas.

Un Escudo para la Nueva GranadaInteresantemente, la Nueva Granada, por su cuenta, adoptó un

nuevo escudo de armas a partir del 10 de enero de 1820. Poco más deun año después éste sería adoptado como escudo de armas de laRepública de Colombia.

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Veamos su antecedente: "...el general Francisco de Paula San-tander, como vicepresidente, establece por decreto como armas de laRepública (artículo 1°): 'El sello de la República de la Nueva Granada secompondrá del cóndor en campo azul con una granada en las garras; por deba-jo un globo sobre el cual se elevan diez estrellas presididas de una llama; serácoronado de guirnalda de laurel y orlado con una cinta y estrella de la Ordende los Libertadores, y el siguiente mote: Vixit et vincet amore Patriae' (Vencióy vence el amor a la Patria)". Esta decisión de Santander muestra su individualidad frente a las deci-siones de Bolívar.

La bandera de tres estrellasY en este punto vale intercalar una bandera de tres estrellas

cuya muestra tenemos en un dibujo fechado 1823, pero que bien puedeser también de 1820. Es necesario hacer notar que el tema de las tresestrellas fue iniciado poco después de terminado el Congreso de An-gostura. No pensamos que las proyecciones de Bolívar incluían inicial-mente al Perú, que habría significado una cuarta estrella, porque ya seconocía de los esfuerzos de San Martín por liberar ese territorio.

El infante de marina de esta imagen, tomada del libro Historiade los uniformes militares de Colombia, de la autoría de Luis Roca M. y

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editado en 1998, lleva la bandera de tres estrellas y en su sombrero lacucarda o escarapela con el orden incorrecto de los colores: amarillo,rojo y azul.

El Sol de ColombiaEl movimiento revolucionario de Guayaquil, que se venía ges-

tando algunos meses antes por parte de un decidido grupo de patrio-tas, cobró fuerza con la llegada, a fines de julio de 1820, de los tres ofi-ciales del célebre Batallón Numancia: Capitanes Luis Urdaneta y LeónFebres-Cordero; y, Sargento Mayor Miguel Letamendi.

No está totalmente clara la circunstancia de la salida de Limade los tres oficiales. Unos historiadores dicen que venían desterradospor sus opiniones y actividades contrarias a la corona española. Otrosdicen que iban de paso a Venezuela a incorporarse en otro cuerpo mili-tar. Lo cierto es que al desembarcar en Guayaquil se encontraron conque ya estaba en marcha una revolución, pero que carecía de liderazgomilitar. Ellos llenaron ese vacío y se incorporaron de corazón al movi-miento revolucionario.

Una vez consumado el hecho en la madrugada del 9 de octu-bre de 1820, José de Villamil nos relata en sus memorias: "Al aparecer elSol en todo su brillo por sobre la cordillera, Cordero vino a mí corriendo, yobligándome, sin mucha ceremonia, a dar media vuelta, me dijo: mire Ud. alSol del Sud de Colombia. 'A Ud. en gran manera lo debemos', dije. Nos abra-zamos con ojos húmedos".

Esta cita de Villamil nos refuerza el hecho de que a pesar deque la Presidencia de Quito aún no formaba parte de la República deColombia, en la mente de los libertadores ya era la "tercera estrella" deesa República.

Las Banderas de 1821

Llega el tricolor a GuayaquilEl general José Mires llegó a Guayaquil el 10 de enero de 1821

en misión de inteligencia y como avanzada para la futura llegada delgeneral Antonio José de Sucre. Fue muy bien recibido, pues trajo sumi-nistros militares como regalo para la Junta de Gobierno.

El general Mires trajo consigo la bandera tricolor, así como cin-tas tricolores que fueron repartidas a las damas de la ciudad.

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Dice Ricardo Márquez Tapia: "Mires con exquisita cultura yentrañable amor a la Bandera de Miranda, llegó con rara maestría, sin desco-nocer la importancia del Bicolor Octubrino, a obtener que el señorío, en todamanifestación cultural, como bailes, teatros banquetes, procesiones, llevasenpor adornos en sus vestidos, la Cinta Tricolor, preludio de la BanderaColombiana en el Ecuador".

Así, el entonces coronel Antonio Morales escribe al generalFrancisco de Paula Santander, con fecha 4 de mayo de 1821: "Las seño-ras sustituyen en sus abanicos a la Bandera de Chile, la de Colombia, y en laprocesión del Domingo de Ramos, vi que era casi general en sus vestidos, eladorno de guirnaldos tricolores, de los que se componen nuestra Bandera".

Había entrado entonces a Guayaquil, con respeto y un halo depopularidad, el tricolor colombiano. No sabemos exactamente cómolucía esta bandera en cuanto al escudo que llevaba, pero no cabe dudaen cuanto a sus colores y las dimensiones de sus franjas: Era el tricolorvenezolano de 1811, con la franja amarilla ocupando la mitad del áreay las azul y roja la otra mitad, en iguales proporciones horizontales.Queda la duda del escudo que la hacía oficial, como hemos visto pre-viamente, pues esta bandera fue traída antes de la aprobación de lasegunda Ley Fundamental de Colombia, dada el 12 de julio de 1821 ysancionada el 18 del mismo mes.

Sucre llega a GuayaquilEl 30 de abril de 1821 el General Antonio José de Sucre desem-

barcó en la Punta de Santa Elena en vez de continuar navegando hastaGuayaquil, pues tenía muchos hombres enfermos a bordo. Continuó suviaje por tierra, llegando el 6 de mayo por la noche.

Con él vino de manera oficial la bandera tricolor de Colombia,portada por las unidades denominadas "Santander", "Guías" y "Al-bión", pero tuvo mucho cuidado de que sea usada con discreción y res-petando siempre la bandera del 9 de octubre. Algunos historiadores di-cen que el "Santander" desembarcó en Manabí.

Desde el 7 de mayo el Tricolor de Colombia y el Bicolor de Oc-tubre marcharían lado a lado en las luchas de independencia del terri-torio de la Presidencia de Quito, hasta las faldas del Pichincha.Desafortunadamente, nadie se tomó la molestia de registrar para la his-toria una descripción detallada de esa bandera.

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A pesar de las posibles diferencias en el escudo o estrellas quellevaba la bandera tricolor traída por Sucre y sus tropas, de lo que nohay duda es del orden de sus colores y las dimensiones de sus franjas,pues no se decretaron cambios desde su aprobación en 1811.

Las cuatro posibles banderas traídas en 1821

1811 1812 1819 1820

Se instala el Congreso de CúcutaEl 6 de mayo de 1821 se instaló en la Villa del Rosario de

Cúcuta, Departamento de la Nueva Granada de la República deColombia, el Congreso General, que sería Constituyente. En la instala-ción el diputado Fernando de Peñalver, designado Presidente, dio unasentida alocución que tenía el propósito de enardecer el sentimientocívico de los representantes para que, "...unidos con un espíritu todos loshijos de Colombia, bajo un Gobierno propio, popular, representativo; adheri-dos inviolablemente á los sagrados principios republicanos que hemos procla-mado; seamos solo esclavos de las leyes para que podamos ser libres...".

El Congreso se instaló con 57 diputados y se inició consideran-do una nueva versión de la Ley Fundamental de Colombia, que reem-plazaría la dada por el Congreso de Angostura en 1819. Inicialmente, elprimer proyecto de Ley estaba integrado por 12 artículos y en ningunose mencionaba la bandera o el escudo. Luego se aumentaron dos artí-culos. A más de esa Ley, el Congreso comenzó a discutir su reglamen-to interno y algunos artículos de la Constitución, de tal manera que lasactas reflejan una mezcla de artículos de tres cuerpos legales distintos.El Territorio de la República comprendía "...desde la ensenada de Tumbesen Guayaquil sobre el Pacífico, hasta la embocadura del Orinoco en Guayanasobre el Atlántico...". Esa definición fue cambiada para cuando se apro-bó la Ley Fundamental.

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Se trata sobre la bandera y el escudo

Sesión del día 26 de junio – Se adopta la BanderaEn varias sesiones se había tratado sobre la bandera y el escu-

do nacionales, pero no se había concretado el asunto ni se los había in-cluido formalmente en uno de los artículos de la Ley Fundamental. Enla sesión del 26 de junio se trató lo siguiente: "...Se dio por terminada la1° discusión de los arts. 7°, 10°, 13°, y 14° de la Ley Fundamental, habiéndo-se aprobado la proposición que hizo el Sr. Castillo y apoyó el Sr. Presidente:que se declarase por de la República el pavellon de Venezuela, y que laComisión de Legislación informe sobre las armas y cuáles deban ser".

De esta manera quedó aprobada, como de la República deColombia, la bandera de Venezuela.

Esto es copia de la parte pertinente del acta original del 26 dejunio de 1821, partida de nacimiento oficial de la bandera de laRepública de Colombia.

Sesión del 12 de julioEl Poder Ejecutivo urgía al Congreso la adopción de la Ley

Fundamental con el fin de que pasen a tratar a tiempo completo sobrela Constitución. Fue tal la presión que en los días precedentes al 12 dejulio se reestructuró la Ley Fundamental de manera tan rápida que lasactas no reflejan debates que justifiquen el texto que fue aprobado.

Art. 11° de la Ley FundamentalLa bandera y el escudo fueron incluidos en el artículo 11° des-

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pués de haber estado en el 10°: "Mientras el congreso no decrete las armasy el pabellon de COLOMBIA, se continuará usando de las armas actuales deNueva Granada y pabellon de Venezuela".

No lo dicen, pero estando ya dada la Ley el día 12, el día 13Pedro Gual introdujo un cambio en el texto referente al escudo. Lo quevemos es lo que se cambió el día 13 y sancionó el 18.

El tratamiento de esta resolución nos da una idea de la desor-ganización que reinaba en el Congreso, pues el día 26 de junio ya habí-an resuelto de manera definitiva que la bandera de Venezuela sería lade la República; y vimos que recién el 29 de junio se consideraron lasarmas de la Nueva Granada a falta de un informe de la Comisión deLegislación. Éste artículo había dejado otra vez el tema de la bandera ydel escudo en un estado "provisional".

La bandera y escudo de armas dados el día 12 de julio (debe-ría ser el 13 con el cambio que hizo Gual) y sancionados el 18 de juliode 1821:

El uso de ese escudo de la Nueva Granada debe haber genera-do resistencia en el Congreso, pues apenas tres meses después se adop-taría un nuevo escudo de armas, sin cambiar la bandera.

El escudo dado el 4 de octubre de 1821En efecto, el 4 de octubre se dio y el 6 del mismo mes se san-

cionó una ley "Designando las armas de la República". Veamos unaimagen parcial del impreso de esa ley:

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Se cambió "las armas", pero ni siquiera se mencionó a la ban-dera, por lo tanto quedó la misma adoptada en la sesión del día 26 dejunio y luego en el artículo 11° de la Ley Fundamental, o sea la deVenezuela de 1811.

Veamos las armas compuestas de "dos cornucopias llenas defrutos..."

Este diseño es el oficial, salido del Ministerio del Interior yRelaciones Exteriores de Colombia y tiene el aval de Pedro Gual, quienenvió un ejemplar a la Legación en Londres.

Para quienes se fijen en detalles, es interesante que la cinta queata las cornucopias en su parte inferior tiene los colores de la banderainvertidos, esto es: rojo, azul y amarillo. Lo mismo sucede con el ordendescendente de las plumas de las flechas, por lo que parecería que fuehecho a propósito, sin poder definir por qué razón.

De la adopción de este escudo se dieron dos diseños de bande-ra de la República. Inicialmente se usó el escudo de armas en el campoamarillo, cumpliendo así su función como lienzo para ese propósito,

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pero luego, sin explicación, se cambió el escudo al centro de la bande-ra, lo que requirió que en algunas le pusieran un fondo blanco para evi-tar que se pierda en el azul. Veamos las dos versiones de la bandera, delas cuales no ha sobrevivido un solo ejemplar:

Luego del traslado del escudo al centro de la Bandera, las quese diseñaron posteriormente se seguirían usando así, lo que concep-tualmente dejaba al doble ancho del amarillo sin razón de ser.

La bandera a partir de 1822

El Tricolor en la lucha por el Departamento del SurMientras el Congreso debatía en Cúcuta, en el campo de batalla elTricolor se desplegaba en los campos de Yaguachi, junto al Bicolor deOctubre. El 19 de agosto de 1821 se dio la primera batalla que librarondentro del actual territorio ecuatoriano las tropas libertadoras deColombia, junto con las guayaquileñas. Ya vimos que esa bandera, si esque llevaba escudo, era una de las ya mostradas. No sabemos cuandose comenzó a usar efectivamente la bandera con el escudo de las cor-nucopias, pero debe haber sido ya entrado el año 1822, pues entonces,más que ahora, la ejecución de cambios legislativos llevaba tiempo.

El Tricolor desplaza al BicolorLuego del triunfo de las tropas libertadoras en Pichincha, el 24

de mayo de 1822, en los días siguientes el Tricolor colombiano flameóen el Tejar, en la Plaza Mayor y en el Panecillo. Quito se incorporó aColombia cinco días después del triunfo, el 29 de mayo y con ello elTricolor se convirtió en la bandera del antiguo Departamento delEcuador. No así en Guayaquil. Más aún, el 2 de junio de 1822 la Juntade Gobierno de Guayaquil modificó su bandera a la blanca con el cua-dro celeste en cantón, con la estrella de cinco puntas en el centro.

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No se sabe con exactitud la razón para esta modificación cuan-do la situación era tan fluida, pero no se puede descartar la posibilidadde que los patriotas hayan realizado el cambio para que el Bicolor deOctubre no sea humillado por los acontecimientos que las autoridadesguayaquileñas muy posiblemente preveían que ocurrirían, y de hechoocurrieron, para demérito de la grandeza del Libertador, quien humi-lló a las autoridades de Guayaquil y a los próceres de octubre, e impu-so la fuerza por sobre la razón.

A la izquierda, el pabellón del 9 de octubre de 1820, banderaque recorrió gloriosa, al lado del tricolor mirandino, los campos debatalla de la independencia del Ecuador, ala derecha, el bicolor del 2 dejunio de 1822, bandera que reemplazó al pabellón de octubre y quesufrió las humillaciones de Bolívar.

Guayaquil es ColombianoEl Libertador ya había resuelto que Guayaquil tenía que incor-

porarse a la República de Colombia lo más pronto posible. Esta creen-cia había llegado al punto de obsesión. Bolívar obtuvo lo que deseaba,pues el 31 de julio los mismos guayaquileños pidieron su anexión aColombia y se arrió por última vez el Bicolor de Junio. Desde entonces,el Tricolor colombiano se convirtió en bandera nacional.

Las franjas iguales en PichinchaAlgunos historiadores aseguran que la bandera que flameó en

Pichincha fue de tres franjas iguales. Sin embargo, ninguno nos ha pro-visto de evidencias documentales que respalden sus aseveraciones. Laspinturas realizadas posteriormente no son evidencia válida.

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Se disuelve la República de Colombia

Se separa el Departamento del NorteEn noviembre de 1829 Venezuela declaró su separación de la

República de Colombia. José Antonio Páez se proclamó Jefe Civil yMilitar de Venezuela.

El 13 de enero de 1830 el general Páez emitió un decreto quehizo formal la separación de Venezuela. En su considerando 1° dice:"Que por el pronunciamiento de los pueblos de Venezuela, ha recobrado susoberanía". No había paso atrás, Venezuela había dejado la República deColombia.

El 6 de mayo de 1830 se reunió el Congreso Constitucional deVenezuela en la ciudad de Valencia, el cual se caracterizó por ser anti-bolivariano. Nació el Estado Venezolano.

En los primeros meses de este Congreso no se hicieron cambiosa la bandera o al escudo de armas venezolanos, por lo cual continuóusándose la bandera y Armas de Colombia.

Se separa el Departamento del SurLa separación del Ecuador de la República de Colombia se ini-

ció el 12 de mayo de 1830 con una consulta de ciudadanos quiteños alencargado de la Prefectura del Sur, Gral. Sáenz, quien no pudo resol-verla, y se concretó el 13 con la representación de Quito al titular de laPrefectura del Sur, general Juan José Flores, quien acogió el pedido eldía 14, declarando la separación del Departamento. La representaciónde los quiteños fue seguida cinco días después por una de Guayaquily así se fueron sumando los pedidos separatistas de los varios puebloshasta que todo el territorio se manifestó a favor, pero esto no hizo másque reforzar lo que ya había sido resuelto por el Prefecto con el solopedido de los quiteños.

En la representación de Quito se encargaba al general Floresdel mando supremo, civil y militar, lo que él aceptó de inmediato.

El 31 de mayo Flores convocó a Congreso Constituyente parael 10 de agosto en la ciudad de Riobamba.

El Estado del Ecuador mantiene el TricolorEl general Flores no realizó un pronunciamiento oficial sobre la

bandera y el escudo luego de la separación de Colombia, de tal forma

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que no se tenía certeza de cual había sido la bandera que conservó elEstado del Sur. Algunos historiadores publicaron a través del tiempolos indicios de la continuidad de la bandera, pero desafortunadamenteno fueron tomados en cuenta por sus colegas, con lo que esa informa-ción se fue perdiendo en el tiempo hasta que fue olvidada. Luego, "his-toriadores" poco prolijos, a falta de investigación, se dieron a inventarcuentos sobre la bandera de nuestra independencia, convirtiéndolaunos en un tricolor de franjas iguales horizontales y otro, más desinfor-mado, en un tricolor de franjas verticales de iguales magnitudes.

En la investigación realizada hemos podido recuperar la infor-mación auténtica de la escasa bibliografía que la publicó y, lo que esmejor aún, pudimos ver y copiar los documentos primarios donde estála información, en el Archivo Histórico de la Cancillería ecuatoriana.

Una de las preocupaciones del general Flores fue la de mante-ner relaciones cordiales con los otros dos estados de Colombia:Venezuela y la Nueva Granada. Esta última se encargó de mantener laficción de la República de Colombia por algunos meses más.

Se escribe al NorteEn carta del 30 de junio al Jefe de Estado de Venezuela, Flores

le dice, entre otras cosas: "Tengo el placer de informar á V.E. que anhelan-do vivamente los pueblos del Sur de Colombia por establecer intimas relacio-nes con el gobierno y los pueblos del Estado de Venezuela, deseando á la vezinformar los principios y sentimientos de unidad nacional: conservar el glorio-so nombre de Colombia, su vandera iris agorera de la paz y las obligaciones quenos ligan dentro de nosotros mismos..." El portador de la misiva sería elgeneral Antonio de la Guerra.

Tenemos también las instrucciones que el ministro EstebanFebres-Cordero dio al General el día 2 de julio, antes de su partida, delas cuales citaremos el objeto principal de su misión, contenido en elpunto tercero: "El objeto principal de su mision, será conservar el modo,forma, y bases con que deba reunirse la nacion Colombiana, ya sea bajo unSistema Federal, ya por un Congreso de Plenipotenciarios, ó ya en confedera-cion sobre determinados objetos, debiendo ser en todos casos espresa, termi-nante, é irrevocable: concertar que la nacion conserve el nombre, y la banderade Colombia, y que reconosca, y pague fielmente la deuda esterior, é interior..."

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Se escribe al CentroEl 2 de julio el general Flores escribió desde Guayaquil al Jefe

encargado del Ejecutivo en el Centro, o sea en Bogotá. Entre otros pun-tos le dice: "...de sostener con una mano sus libertades publicas, las leyes desu corazon, de sus costumbres, de sus climas, de sus necesidades, y con la otrael tricolor que como simbolo de Iris presajia nuestra paz interna, que amenazaá los tiranos, que nos dá respeto en el mundo: de conservar el glorioso nombrede Colombia, patria del inmortal Bolivar y cuna de tantos heroes...".

Queda claro entonces que Flores era promotor de la idea demantener la bandera de Colombia, consecuentemente no variaría la delSur, que estaba a su cargo.

El Congreso Constituyente se reunió en Riobamba a partir del14 de agosto, no el 10 como había sido convocado.

ConfusionesA partir de este momento comienzan las confusiones en cuan-

to a la bandera del Estado del Ecuador en la República de Colombia.Ricardo Márquez Tapia, historiador que acierta en muchos de sus rela-tos a pesar de que no cita fuentes, dice correctamente que el Congreso"...en nada varió la bandera de Miranda". Otro historiador, Isaac J. Barreranos dice que "El Congreso ecuatoriano de 1830 dispuso que la bandera delnuevo Estado fuera la misma usada hasta entonces, con un lema que decía: 'ElEcuador en Colombia'. Y la bandera de Miranda fue la de nuestra República,durante quince años...". Barrera se equivoca en cuanto a que el Congresodispuso, pues ni siquiera tocó el tema, pero sí está en lo correcto encuanto a que la bandera de Miranda continuó siendo la del país porquince años.

Se adoptan Armas del EstadoEl día 19 de agosto de 1830 el Congreso Constituyente del Esta-

do del Ecuador en la República de Colombia decretó:

"Art. 1° Se usará en adelante de las armas de Colombia, en campoazul celeste, con el agregado de un Sol en la Equinoccial sobre las fas-ces, y un lema que diga: El Ecuador en Colombia.Art. 2° El gran sello del Estado y sello del despacho, tendrán graba-do este blasón.

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Comuniquese al Poder Ejecutivo para su publicación y observancia.Dado en el salón del Congreso Constituyente, en Riobamba, a diez ynueve de setiembre de mil ochocientos treinta, vigésimo de laIndependencia." (fig. 6 color)

El año de referenciaHay dos puntos que es necesario aclarar en este decreto. Uno

es referente al año de la independencia. Muchas personas piensan quese refiere al año 1809, o sea al 10 de agosto, pero se equivocan pues serefiere al año 1810, o sea al 19 de abril: la "revolución" dada en Caracas.Durante todo el período floreano, cuando se refieren al año de la liber-tad, se refieren a 1810.

El matiz del azul y el SolEl otro, más ligado a nuestro tema, es el del azul-celeste que se

da como fondo del escudo. No se lo mencionó antes sino en la procla-ma del 8 de julio de 1811 como uno de los colores de la escarapela dela independencia de Venezuela. De hecho, el azul celeste era el matizde azul que se usaba en la bandera primitiva de Miranda, pues es elcolor primario del arco iris. Este es el color que venimos usando entodas las banderas que se han elaborado para este trabajo y por elloveremos que el fondo del escudo es idéntico al azul de la bandera.

El Sol aparece heráldicamente "figurado", como se lo graficaráen todos nuestros escudos.

Venezuela modifica su Escudo de Armas-1830El 14 de octubre de 1830 el Presidente del Estado, José Antonio

Páez, sancionó un decreto del Congreso Constituyente de Venezuela (aeste decreto se le asignó el N°. 54) que dice así:

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"Art. 1° Es escudo de armas para el Estado de Venezuela, será desdela publicación de este decreto, el mismo de Colombia, con la diferen-cia que en campo de oro las cornucopias serán vueltas para abajo, yen la parte inferior de la orla llevarán la inscripción Estado deVenezuela. Regirán en clase de provisionales hasta que la próximalegislatura determine sobre la materia..."

No se mencionó la bandera. Los historiadores venezolanosrelatan el cambio del escudo, pero aseguran que se mantuvo la bande-ra de las tres franjas desiguales, con lo que no concuerdo por las razo-nes expuestas anteriormente, pues está claro que la bandera fue la de1811, de la franja amarilla dupla de las azul y roja.

La Nueva Granada se establece como EstadoEl 17 de noviembre de 1831 la Convención del Estado de la

Nueva Granada dio una ley "que hace de las provincias del centro deColombia un estado con el nombre de Nueva Granada". Fue sanciona-da el día 21 del mismo mes. Es importante anotar que varios tratadis-tas difieren en cuanto a estas fechas, diciendo unos que fue el 1° dediciembre de 1831, pero no las he podido confirmar con documentosprimarios. La Constitución fue sancionada el 2 de enero de 1832.

Continuidad de la BanderaEs interesante que el año de 1830 Ecuador, al igual que Vene-

zuela, modificaron el escudo pero no tocaron la bandera. Nueva Gra-nada, al terminar con la ficción de la República de Colombia en el año1831, mantuvo su bandera y escudo sin cambio alguno. ¿Tuvo en estoalguna influencia la carta enviada por el general Flores a fines de juniodel año 1830? Es muy posible que sí, pues está claro que los gobiernos

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de la antigua Colombia se empeñaban, y lo harían por algunos añosmás, en pretender una continuidad de la "Gran Colombia", cuando yaestaba totalmente liquidada.

El Escudo del Estado del Ecuador-1833

El Presidente emitió un decreto el 12 de enero de 1833,"Mandando sellar escudos de oro, pesetas i medio reales de plata; fijando el tipoque debe caracterizar estas monedas". En el art. 2° de la parte resolutivadice: "En el anverso de ellas se grabarán las armas del Estado, compuestas dedos cerritos que se reunen por sus faldas, sobre cada uno de ellos apareceráposada un águila (¡ojo con esto!); i el sol llenará el fondo del plano: (...) Enla circunferencia se escribirá este mote: El poder en la constitucion; (...) En elreverso se gravarán las armas de Colombia; en su circunferencia estas pala-bras: El Ecuador en Colombia...".

Con este decreto se había creado, de manera indirecta, pues nohay un decreto específico, un escudo de armas adicional para el Estadoy se puso los dos en la misma moneda, dándole al nuevo la prioridadal estar en el anverso y al antiguo de Colombia restándosela, al colocar-lo en el reverso. Era una forma curiosa de crear un nuevo escudo dearmas, como si fuera un simple detalle más en un decreto de acuñaciónde monedas.

A continuación, de la biblioteca del Dr. Carlos Matamoros,vemos un dibujo de la moneda de 1834 en sus dos lados:

Este escudo de armas permaneció anónimo por mucho tiempo.

Decreto de cambio de Escudo y Bandera de la Nueva GranadaSiendo Presidente el general Francisco de Paula Santander, el

Congreso de la Nueva Granada en pleno decretó el 8 de mayo de 1834y el Presidente sancionó el 9, un decreto que modificaba sustancial-mente la bandera y el escudo de armas de la República. Veámoslo:

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"Artículo Primero.- Las armas de la Nueva Granada serán un escu-do dividido en tres fajas horizontales, que llevará en la superior, sobrecampo azul, una granada de oro, con tallo y hojas de lo mismo, abier-ta y granada de rojo. A cada uno se sus lados irá una cornucopia,ambas de oro, inclinadas y vertiéndose ácia el centro, monedas la dellado derecho, i la del izquierdo frutos propios de la zona torrida. Loprimero denota el nombre que lleva esta Republica; y lo segundo lariqueza de sus minas i la feracidad de sus tierras".

Pasamos a la bandera:"Artículo Sesto.- Los colores nacionales de la Nueva Granada seránrojo, azul y amarillo. Estarán distribuidos en el pabellon nacional entres divisiones verticales de igual magnitud. La mas inmediata a elasta, roja; la división central, azul, i la de la estremidad amarilla.Artículo Septimo.- Las banderas que hayan de enarbolar en los bu-ques de guerra, en las fortalezas y demas parajes públicos, y en lasque despleguen los ministros y agentes de la República en paísesextranjeros, llevarán las armas de la Nación en el centro de la divi-sión azul. Las de los buques mercantes llevarán en el mismo lugaruna estrella blanca con ocho rayos.Artículo Octavo.- Tanto las armas de la República, descritas en losartículos 1° y 5°, como las banderas de que habla el anterior, se haránsiempre conforme a los modelos que acompañan esta ley".

El escudo que vemos a continuación es el oficial dado por elCongreso, con el texto del decreto que hemos conocido.

Venezuela cambia su Bandera y EscudoEse mismo año 1834 el Congreso de Venezuela decidió el cam-

bio de su bandera nacional y su escudo. Sin embargo, los cambios nose pudieron poner en efecto hasta dos años después, en 1836.

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El 20 de abril de 1836 el Congreso de Venezuela da el decretoN° 213 reformando el N° 54 del 14 de octubre de 1830:

"El Senado y la Ca. de R. de la Ra. de Venezuela reunidos enCongreso, considerando:Que el decreto de 14 de Octubre de 1830 designó provisionalmente elescudo de armas de la República dejando el Congreso Constituyenteá los constitucionales la facultad de fijarlo de un modo permanente,decretan:Art. 1° Las armas de Venezuela serán un escudo, cuyo campo lleva-rá los colores del pabellon venezolano en tres cuarteles. El cuartel dela derecha será rojo, y en él se colocará un manojo de mieses, que ten-drá tantas espigas cuantas sean las provincias de Venezuela, simbo-lizándose á la vez la union de éstas bajo su sistema político y la rique-za de su suelo. El de la izquierda será amarillo y como emblema deltriunfo llevará armas y pabellones anlazados con una corona de lau-rel. El tercer cuartel que ocupará toda la parte inferior será azul ycontendrá un caballo indómito blanco, empresa de la Independencia.El escudo tendrá por timbre el emblema de la abundancia que Vene-zuela había adoptado por divisa, y en la parte inferior una rama delaurel y una palma atadas con giras azules y encarnadas, en que seleeran en letras de oro las inscripciones siguientes: Libertad – 19 deabril de 1810 – 5 de julio de 1811.Art. 2° El pabellon nacional será sin alteracion alguna el que adop-tó Venezuela desde el año de 1811 en que se proclamó su independen-cia, cuyos colores son amarillo, azul y rojo en listas iguales horizon-tales y en el orden que quedan expresados de superior á inferior.Art. 3° Las banderas que se enarbolen en los buques de guerra, en lasfortalezas y demás parajes públicos, y las que despleguen los agentesde la República en países extranjeros, llevarán las armas de la Nacionen el tercio del color amarillo inmediato á la asta.Art. 4° Se colocarán las armas nacionales en las salas y puertas exte-riores del Congreso, del Poder Ejecutivo, diputaciones provinciales,concejos municipales, tribunales de justicia y demás oficinas públicas.Art. 5° Se deroga el decreto de 14 de Octubre de 1830".

Este decreto es el origen de una de las mayores confusionessobre la bandera y lo sorprendente es que se dio en el país donde nacióla bandera tricolor.

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La fuente de la confusión es el artículo 2°, el cual es contradic-torio. Cuando dice que "El pabellón será sin alteración alguna el queadoptó Venezuela desde el año de 1811 en que proclamó su independen-cia" se está refiriendo al tricolor adoptado por el Supremo Congreso el9 de julio de 1811. Ese pabellón era, como hemos visto, de la franja ama-rilla ocupando la mitad de la superficie, la azul una cuarta parte y laroja la otra cuarta parte en franjas horizontales y en ese orden. Peroacto seguido, el mismo artículo dice: "cuyos colores son amarillo, azul yrojo en listas iguales horizontales...", con lo cual se está refiriendo al pabe-llón de Miranda de 1806 en cuanto a la magnitud de las listas mas no asu orden de colocación.

Si ese decreto hubiera sido consecuente con lo dicho por JoséFélix Blanco en su obra sobre Bolívar, la bandera habría llevado listasde diferentes magnitudes, como grafican los historiadores venezolanosla bandera de 1811.

Lo cierto es que la bandera que resultó fue un híbrido entre lade 1806 y 1811, llevando la magnitud igual de las listas de la banderade 1806 y el orden de los colores de 1811.

Venezuela cambiaría en varias ocasiones el escudo de armas einclusive se lo reemplazaría con estrellas como se hizo en Pampatar yAngostura, pero no se variaría la bandera en sí, en cuanto a los coloreso sus magnitudes. El escudo que vemos aquí es de 1871.

En esta bandera con el escudo se aprecia mejor la razón por lacual se estableció en 1811 el amarillo de magnitud dupla. La presenciadel escudo hace que la franja amarilla, que es de igual magnitud quelas azul y roja, parezca más pequeña. En la actual bandera venezolana,la presencia de las estrellas blancas en la franja azul compensan unpoco el efecto óptico.

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Cambios a través del tiempoEntre los años 1834 y 1836, tanto la Nueva Granada como Ve-

nezuela cambiaron el orden, dirección y magnitud de las franjas del tri-color. Sólo Ecuador mantuvo el orden y las proporciones originaleshasta 1845 y luego las retomaría en 1860.

La Nueva Granada, ya con otro nombre, el de Estados Unidosde Colombia, regresaría, en noviembre 26 de 1861, al tricolor de 1811.Hasta ese momento se había denominado Confederación Granadina yfinalmente retomarían el nombre de República de Colombia en 1886,pero el orden y las magnitudes de las franjas de su bandera no varia-ron desde 1861.

Se establece la República del EcuadorPara 1835, año de la Convención Constitucional de Ambato, el

escudo del Estado de 1833 adquirió primera importancia por la forma-lización de la separación del Ecuador de la República de Colombia, algoque de hecho se había dado desde el 13 de mayo de 1830, pero que semantenía ficticiamente por respeto a la memoria del Libertador. En laConvención el país tomó el nombre de "República del Ecuador", enreemplazo de su antiguo nombre de "Estado del Ecuador en la Repúbli-ca de Colombia". Al elevarse el "Estado" a categoría de "República", suescudo propio también se elevó. Pero, curiosamente, esa "elevación" sedio, de forma parecida a su creación, como un elemento más de un de-creto de papel sellado. Fue dado en Ambato el 10 de agosto de 1835 ysancionado el 16 de agosto por el presidente Vicente Rocafuerte. Diceasí:

"Art. 2° En el sello se pondrán las armas de la república con el lema,República del Ecuador...". (fig. 7 color)

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A partir de entonces y hasta 1843 se usó este escudo. En undecreto de 1836, sobre acuñación de moneda, se daría una descripciónmás detallada de él, que incluiría las estrellas y el volcán.

El Escudo de 1843La bandera no se alteró en la Convención de 1843 y es más,

como veremos a continuación, ni se la mencionó en el decreto que dioel nuevo escudo de armas.

El Decreto"La Convención Nacional decreta: Art. Único.Las armas de la República serán en la forma siguiente: el escudo ten-drá una altura dupla a su amplitud; en la parte superior será rectan-gular, y en la inferior elíptico: su campo se dividirá interiormente entres cuarteles: en el superior se colocará sobre fondo azul el sol sobreuna sección del zodíaco: el cuartel central se subdividirá en dos, y enel de la derecha sobre fondo de oro se colocará un libro abierto enforma de tablas, en cuyos dos planos se inscribirán los Nos. RomanosI, II, III, IV indicantes de los primeros artículos de la Constitución:en el de la izquierda sobre fondo de sinople, o verde, se colocará un(sic) Llama. En el cuartel inferior, que se subdividirá en dos, se colo-cará en fondo azul un río sobre cuyas aguas se represente un barco yen el la izquierda sobre fondo de plata se colocará un volcán. En laparte superior del escudo, y en lugar de cimera, descansará un cóndor,cuyas alas abiertas se extenderán sobre los dos ángulos. En la orlaexterior y en ambas partes laterales se pondrán banderas y trofeos".

Este decreto fue dado por la Convención el 18 de junio, fuesancionado por el Presidente el 19 y fue publicado en la Gaceta delGobierno el 2 de julio. La llama fue reemplazada por un caballo.

El escudo y la bandera de 1843

Esta representación es heráldicamente correcta. Este escudo yla bandera tricolor estuvieron vigentes hasta el año 1845, en que esta-lló la revolución marcista. Desde junio, en que capituló el presidenteFlores, hasta noviembre de ese año, en que adoptó legalmente una nue-

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va bandera y escudo, el Ecuador no tuvo bandera o escudo de armasoficiales. (fig.9 color)

La situación políticaUna desastrosa política interna y externa llevaron al Ecuador a

una crisis a fines de los años 1850s. Había una terrible escisión internay el país comenzó a fraccionarse. Para agravar la situación, el Perú,ahora bien armado en su ejército y marina, aprovechó la situación paratratar de sacar ventajas territoriales, apoyando abiertamente a uno ysubrepticiamente a otro bando.

Alianza entre Flores y García MorenoEl general Flores se encontraba asilado en Lima y gozando de

la hospitalidad del Gobierno peruano. Allí también se encontraba, en1859, Gabriel García Moreno, antiguo detractor de Flores e inicialmen-te afecto a la Revolución Marcista. En 1852 García Moreno había rotocon el gobierno ecuatoriano y era enemigo violento de los marcistas.Flores, desde que obtuvo asilo en Lima, había realizado continuos hos-tigamientos a los gobiernos marcistas. Él estaba presto a participar encualquier empresa que dificultara la situación política de sus enemigos.La situación era propicia para un acuerdo entre Flores y García.

Viejos rencores fueron olvidados y en 1859 Flores se alió conGarcía Moreno, que para entonces ya era un formidable político y pole-mista.

Con el auspicio subrepticio del gobierno peruano, se formó unejército que fue ocupando el territorio ecuatoriano, mientras el gobier-no marcista del general Guillermo Franco lo perdía. Llegó un momen-to en que lo único que Franco controlaba era Guayaquil y sus entornos.El ejército de García Moreno y Flores, tuvo éxito al tomar Guayaquil el24 de septiembre de 1860. De inmediato asumió la Jefatura Suprema de

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la República el Dr. Gabriel García Moreno y la Jefatura del Ejército elGral. Juan José Flores.

Se decreta nueva Bandera en 1860A dos días de tomada Guayaquil y con el Gobierno en esa ciu-

dad, el Dr. García Moreno emitió el siguiente decreto: "GABRIEL GARCÍA MORENO,

JEFE SUPREMO DE LA REPÚBLICA,AUTORIZADO POR EL GOBIERNO PROVISORIO,

CONSIDERANDO:1° Que la bandera nacional del Ecuador es la gloriosa bandera trico-

lor con la cual conquistó su independencia en los campos de bata-lla:

2° Que la enunciada bandera es un vínculo de union con las nacio-nes hermanas que formaron la antigua y gloriosa República deColombia, y con las cuales estamos llamados a constituir unagrande y poderosa Comunidad Política:

3° Que a la bandera tricolor están asociados grandes recuerdos detriunfos espléndidos, virtudes heróicas y hazañas casi fabulosas:

4° Que la bandera bicolor ha sido humillada por la negra traicion deun jefe bárbaro, y lleva una mancha indeleble:

5° Que la antigua bandera ecuatoriana, sellada con la sangre de nues-tros héroes, se conservó inmaculada y triunfante, y es un monu-mento de nuestras glorias nacionales;

DECRETO:1° Se restablece en la República la antigua bandera Colombiana.2° Se enarbolará dicha bandera en la Casa de Gobierno a las 4 de tarde

del dia de mañana, y será saludada por las salvas de artillería, con-forme a ordenanza.

3° El presente decreto se comunicará a los ajentes diplomáticos y con-sulares de las naciones estranjeras y a S.E. el Jeneral en Jefe delejército, para que lo ejecute con la solemnidad debida.

Dado en la Casa de Gobierno, en Guayaquil, a 26 de Setiembre de1860.GABRIEL GARCÍA MORENO.- Luciano Moral, Secretario"

Pero no se mencionó el EscudoCon ese decreto volvió a ser Bandera Nacional del Ecuador la

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de la antigua República de Colombia. Sin embargo, hemos visto que eldecreto no menciona al Escudo Nacional, con lo que quedó vigente elantiguo escudo marcista. Nadie parece haberse percatado que ese escu-do llevaba grabados en el zodiaco los meses gloriosos de la RevoluciónMarcista, la peor ofensa a Flores. Podían haber dejado el zodiaco sin lossignos, como el escudo de 1843.

Las confusiones

El texto del decreto, al no describir nuevamente el tricolor co-lombiano, dio cabida a muchas confusiones en cuanto a la magnitud delas franjas, aunque ya no se volvió a hablar del tricolor de las franjasverticales.

Así es como debe haberse visto la bandera oficial a partir del26 de septiembre de 1860. (fig. 10 color)

Entre los documentos que confirman que eltricolor de 1860 es igual al actual, tenemos laGeografía y Geología del Ecuador del Dr. TeodoroWolf, la Geografía de la República del Ecuadorarreglada por los HH. de los EE.CC. para uso desus alumnos y un documento elaborado por elConsulado del Ecuador en Génova, publicadoen 1892. Estos documentos reiteran el uso deltricolor del doble ancho amarillo mucho antesde 1900.

En el documento del Consulado, el es-cudo está mal elaborado, pues no es ovalado.

El documento de los "HH. de los EE.CC.", de 1881, se muestra a continuación:

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Y el de Wolf, de 1892, a continuación:

Y si lo demostrado no fuera suficiente, de prueba una joyaDe hecho, tenemos una prueba preciosa, que forma parte de

una joya valiosa.La lucha por la recuperación de Guayaquil en 1860 fue ardua.

La batalla del "Cruce del Salado" fue épica y para recompensar losactos de valor que se dieron, la Convención decretó una condecoración,que se denominó "Arrojo Asombroso".

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Veamos lo que dice al respecto Ricardo Márquez Tapia:

"La hermosa visión, de contemplar al cabo de 15 años en los dominiosdel Ecuador a la Bandera de Colombia, ondulando triunfante sobrelos sicarios de la libertad; causó en los dirigentes de la opinión públi-ca, hacer la merecida apoteosis del símbolo de Bolívar, en la concien-cia ciudadana. En esta virtud, el referido emblema, fue incrustado enoro y plata, en las medallas conmemorativas, que se adjudicaron a losmilitares que batallaron en las jornadas de sangre del año de 1860; yasí la Convención de 1861, reunida en Quito, siendo su Presidente elGeneral Juan José Flores, Vicepresidente el doctor Mariano Cueva,dio un Decreto en Marzo de 1861, de concesión de honores a los ven-cedores, el cual dice: Art. 2° Los combatientes que pasaron el EsteroSalado, llevarán una cruz al pecho en el lado izquierdo.- 3° La cruztendrá cuatro radios ligados entre sí, por la Bandera NacionalTricolor y se leerá en la orla esta inscripción: ARROJO ASOMBRO-SO, y dentro de ella llevará un castillo esmaltado. Los Generales y losCoroneles, la llevarán en forma de placa labrada en oro y plata, conesmalte de los colores del iris. Los demás Jefes, Oficiales y Soldados,la llevarán pendiente de una cinta tricolor y el diámetro no excederáde diez líneas. Las primeras serán de oro con esmaltes tricolores y lasúltimas de plata con igual esmalte".

De esa condecoración se había conocido, porque su imagen hasido publicada en algunas ocasiones, la placa otorgada al general Flo-res, pero no se conocía la medalla menor, pendiente de la cinta tricolor.Veamos aquí, por primera vez, las dos medallas juntas:

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Esta medalla se hizo bajo la supervisión directa del generalFlores, para quien sería una condecoración muy especial, por variasrazones, entre ellas su reivindicación como jefe militar.

El recipiente de la medalla menor fue nada menos que AntonioFlores Jijón, hijo del General y entonces al servicio del ejército coman-dado por su padre.

No sólo tenemos el tricolor de la franja amarilla dupla de laazul y roja iguales en la medalla en sí, sino también en la cinta de lamedalla menor.

Si esa no fuera la bandera de Colombia que conoció el generalFlores como oficial superior del Ejército Libertador bajo el mandosupremo de Bolívar, Flores no la habría puesto en una medalla tanimportante, tanto en la joya como en la cinta.

Para mí, esa medalla es el mejor testimonio de cual fue la ban-dera restaurada en 1860, y al serlo, se confirma también que esa fue labandera que llevó el Ejército Libertador de Colombia.

El Decreto de 1900El Congreso de 1900 sólo se limitó a describir y a reglamentar el uso dela bandera y el escudo, sin introducir alteración alguna en el ancho desus franjas. La reiteración o aclaración de la franja amarilla más anchapuede deberse a las confusiones que ya estaban creando algunos ilus-tres historiadores de la época, que estaban confundidos. Veamos par-cialmente el texto del decreto legislativo:

"EL CONGRESO DEL ECUADOR

DECRETA:Art 2° El Pabellón Nacional será, sin alteración alguna, el queadoptó el Ecuador desde que proclamó su independencia, cuyos colo-res son: amarillo, azul y rojo, en listas horizontales, en el orden enque quedan expresados, de superior a inferior, debiendo tener la fajaamarilla una latitud doble a las dos de los otros colores.Art 3° Las banderas que se enarbolen en los edificios nacionales,buques de guerra, fortalezas, y las icen los Agentes Diplomáticos yConsulares de la República en países extranjeros llevarán las Armasde la Nación en el centro, sobre las fajas de los colores amarillo y azul.Art 4° Las banderas que se enarbolan en los edificios municipales,

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no llevarán las Armas de la Nación, sino un círculo de estrellas blan-cas, colocadas en la faja azul, y en número igual al de las Provinciasque componen la República.Art 5° El Ejército usará el Pabellón Nacional de que habla en artí-culo 3°; y cada batallón o regimiento, llevará en su bandera o estan-darte, y en la faja de color amarillo, el número que le corresponde,según lo que al respecto disponga en Ministerio de Guerra.Art 6° Las banderas que enarbolen los buques de la marina mercan-te y toda persona particular, serán las que se determinan en elartículo 2°"

Entre 1900 y 2007No se dieron mayores novedades en cuanto a la bandera entre

estos años, salvo los ya usuales de mal uso de la bandera y el escudopor falta de reglamentación adecuada.

La Bandera sin el EscudoAhora bien; entonces, tal como ahora, el uso del escudo de

armas en la bandera le da un carácter de oficial y por ello algunos esta-dos, como el Ecuador en 1900, han legislado el uso de la bandera dediversas formas, para el uso de los ciudadanos y aún de entes estatalesde menor rango.

También es una realidad que la dificultad que representa para elciudadano común dibujar adecuadamente un escudo para incorporarloa una bandera nacional, hace más fácil su uso sin el escudo nacional.

La bandera sin el escudo sigue representando a la nación, aun-que cuando algunos países comparten la misma bandera, eso crea difi-cultades. Tal es el caso de Colombia, Ecuador y en menor grado Vene-zuela, por la diferencia en la magnitud de sus fajas.

Algunos especialistas en banderas tratan de diferenciar lasbanderas de las dos naciones: Ecuador y Colombia, dándoles diferen-tes proporciones. Así, dejan a la bandera colombiana en la proporciónusual de las banderas, que es de 2:3 (porque los colombianos sí salen adefender su bandera) y le dan a la ecuatoriana una proporción 1:2 quela hace extremadamente larga, o 1:3 que le da una mayor despropor-ción (porque nadie la defiende, ya que no hay una norma). Lo más tris-te es que esa variación en sus proporciones también se practica en elmismo Ecuador. Así, vemos banderas de distintas proporciones encolegios y aún en entidades oficiales.

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Los decretos sobre la bandera ecuatoriana nada dicen sobre susproporciones y eso es algo que se debe legislar oportunamente, pues labandera ecuatoriana está siendo graficada de manera antojadiza envarias fuentes de información digital.

A continuación vemos la bandera ecuatoriana comparada conla colombiana. La diferencia se marca más cuando se ve las banderascon el escudo:

Colombia 2:3 Ecuador 1:2

¿Cuál es la proporción a la que debe ir la bandera ecuatoriana?¿Debe ser 2:3 como la gran mayoría de las banderas del mundo? ¿Odebe ser en una proporción alargada de 1:2 como se ha graficado aquí,o aún 1:3, que la desproporciona totalmente?

Esa es una decisión que deberá ser tomada cuando se haga unarevisión seria de la legislación vigente que rige los símbolos patrios.Pero es una revisión que debe hacerse bien, con tiempo y prolijidad,para evitar los errores en que se han incurrido en el pasado.

El Día de la BanderaEl 23 de septiembre de 1955 se emitió un decreto legislativo

que declaró al 26 de septiembre como el día de la bandera, al haber sidorestituido el tricolor colombiano como bandera nacional del Ecuadoren esa fecha. Este decreto se publicó en el Registro Oficial N° 942, del 8de octubre de ese año. Desde entonces, ese día se celebra en todo el paíscon homenajes a la bandera nacional. En ese día se realiza la jura de labandera en los planteles educativos del país.

El uso de la banderaHace falta una reglamentación clara sobre el uso de la bandera

nacional. El decreto de 1900 no cubre algunos detalles que se pasaronpor alto. Veamos algunos ejemplos:

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Hay un detalle de frecuente ocurrencia, que se escapa: El debi-do respeto a la Bandera cuando se entona el Himno Nacional. En lasceremonias oficiales y privadas se tiene la mala costumbre de colocarlas banderas en la parte posterior de las "mesas directivas", de tal formaque los funcionarios que están en ella le dan la espalda a las banderas.Cuando se entona el himno, ellos permanecen de espaldas a la bande-ra, lo cual es un irrespeto. Deberían darse la vuelta y mirar a la bande-ra. La bandera debe colocarse de tal forma que todos los presentes lapuedan mirar cuando se entona el Himno Nacional, pues esa es unaseñal de respeto y veneración.

Una demostración patética de falta de ceremonial lo tenemosen la imagen adjunta, que constituyeuno de los momentos más solemnesdel uso de la bandera:Como vemos, los oficiales militaresestán recogiendo la bandera sin cere-monia alguna, como si fuera un trapo,cuando ese acto debería ser ceremo-nioso y responder a un protocolo.

Estandarización de colores

Otra sugerencia es el establecer estándares para los colores. Lasbanderas ecuatorianas tienen cada una un color distinto.En Venezuela ya han establecido un patrón de colores que tiene que serusado por todo confeccionador de banderas y aún para el uso deimprentas.

Proporciones - efectos visualesPara tener una mejor idea de los efectos visuales que causan las

variaciones en las proporciones, veamos tres ejemplos:

Bandera en proporción 1:1, usualmente usada enforma de banderas para vehículos oficiales.

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Bandera en proporción 2:3, la forma usualde la mayoría de las banderas nacionales.

Bandera en proporción 1:2, laforma en que se grafica la bande-ra ecuatoriana en Internet.

Esta bandera requiere un asta muy alta para que nunca toqueel suelo, que es una de las mayores ofensas que se puede hacer a unabandera.

Reubicación del escudoOtra sugerencia para mejorar el uso de la bandera puede ser el

permitir la reubicación del escudo en el cuarto superior pegado al asta(cantón), para facilitar su doblado, y usar el escudo en el centro sólo enlos pabellones que permanecen siempre expuestos:

En fin, la conclusión más importante a la que se ha llegado esque nuestra actual bandera es la misma de nuestra independencia encuanto a colores y magnitudes de sus fajas. Algunas personas puedendecir que entonces este trabajo no tuvo razón de ser, pero la verdad es

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que el asunto de cual había sido nuestra bandera de la independencianacional no estaba nada claro y se había prestado a muchas confusiones.

Felizmente este trabajo concluye demostrando esta verdadcomprobada y así queda resuelta una duda que ha creado incertidum-bre por muchos años. Una duda resuelta es una duda menos en nues-tra maltratada historia.

Guayaquil, 5 de julio de 2007

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DISCURSO DE BIENVENIDA A LADRA. ANA LUZ BORRERO VEGA

COMO MIEMBRO CORRESPONDIENTE DE LAACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA

Juan Cordero Iñiguez Director del Capítulo de Cuenca de la ANH

Ana Luz Borrero Vega, cuencana de nacimiento y de corazón,ha dedicado su vida al estudio y está en la cátedra universitaria desde1984, después de formarse y graduarse con honores en la especiali-zación de Historia y Geografía de la Facultad de Filosofía de la Univer-sidad de Cuenca, donde continúa sus labores académicas, hallándoseen este momento en su año sabático, que lo está utilizando en un granproyecto, que es como una suma de sus preocupaciones, darnos aconocer cómo se desarrolló la ocupación humana en el territorio cuen-cano, desde su fundación hasta nuestros días.

La distinción lograda como la mejor estudiante de su promo-ción, reconocida por la Universidad con la concesión del premio Be-nigno Malo, da testimonio de su empeño académico. Obtuvo todos lostítulos que ofrece nuestra Facultad, inclusive el de doctora y siguióestudios de cuarto nivel que le han dado un Diplomado en la enseñan-za de Historia y Geografía, en Quito; una Especialización en Poblacióny Desarrollo, en Chile; una Maestría en Artes y Ciencias, en Ohio; y,una Especialización en Docencia sobre Cultura e Historia de AméricaLatina, en Sevilla, con los auspicios del Colegio de América y de laprestigiosa universidad Pablo de Olavide.

Ana Luz se ha desempeñado como directora del Centro Aca-démico de Historia y Geografía y de la Sección del mismo nombre dela Casa de la Cultura. Ha sido directora o coordinadora académica deuna Maestría en Población y Desarrollo; de postgrados propiciados porla Facultad de Filosofía, y de un convenio de intercambio y movilidadacadémica de estudiantes de las universidades de Cuenca, Sevilla,Veracruz y Montevideo.

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Así mismo, ha participado como invitada a ejercer la cátedrauniversitaria en varios lugares del país y ha dirigido investigaciones yproyectos académicos. Citemos algunos: Profesora de Geografía Hu-mana y de Integración entre el espacio y la sociedad en el décimo se-gundo y vigésimo cuarto cursos nacionales de Geografía Aplicada.

Directora de una investigación sobre los cambios poblaciona-les y las migraciones en el Azuay; de otra sobre el sector informalurbano en Cuenca; de un sólido trabajo, en coordinación con otros pro-fesores universitarios, sobre la recuperación de la memoria histórica deCuenca y de uno más sobre la geografía de los paisajes de Cuenca.

Asesora y directora en el tema de migración dentro de la inves-tigación titulada Mujer, familia, migración y actividades productivasen los cantones orientales del Azuay.

Entre los foros, cursos, seminarios y talleres en los que ha par-ticipado, coordinado, ha sido moderadora o ha presentado algunaponencia están los siguientes: Descentralización y participación social;Pobreza y ruralidad; Mujer y migración; Mujer y comunicación; Basespolíticas, sociales, culturales y económicas para la construcción delNuevo Ecuador; Regionalización del Ecuador, propuestas para el Aus-tro; Comunicación, educación y desarrollo sustentable; Manejo integralde las cuencas hidrográficas, con énfasis en la cuenca del Paute;Cuenca y su futuro; Cuantificación de impactos ambientales; Residuossólidos, salud y participación ciudadana; Desarrollo sustentable demontañas; Alternativas de desarrollo; La nueva ley de extranjería enEspaña y su impacto en los migrantes ecuatorianos; Ecuador megadi-verso; Cambio climático; Ciudades en el tiempo.

Ana Luz ha asistido y participado en cursos y congresos nacio-nales de Historia y Geografía; sobre sistemas de información geográfi-ca; técnicas geográficas, fotointerpretación; evaluación del impactoambiental; movimientos historiográficos actuales; ambiente, comuni-cación e investigación; metodología de la investigación; cambio climá-tico y retroceso de los glaciares en la zona andina; Filosofía, cultura yciencia.

Tiene membresías en la Casa de la Cultura, en la Asociación deHistoriadores del Ecuador, en el Centro de Estudios ambientales de laUniversidad de Cuenca, entre otras instituciones y hoy nos honra consu incorporación a la Academia Nacional de Historia.

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Autora o coautora de numerosas obras. Destacamos algunas:1987. Historia Social y Económica de Cuenca y su Provincia. Inédita.1989. El paisaje rural en el Azuay. (Corresponde a su tesis doctoral)1992. La migración y la movilidad en la provincia del Azuay.1994. Impacto de la migración en el Azuay.1997. Mujer y migración: un fenómeno de alcance nacional y regional.1998. Familia, mujer y migración internacional y actividades productivas.1999. Desarrollo local sustentable: el caso de los cantones nororientales en elAzuay.2002. La migración: estudio sobre las remesas de divisas que ingresan alEcuador.2004. Uso del suelo y paisaje glacial en la cuenca del Llaviuco, parque nacionaldel Cajas.2005. Historia y geomorfología glaciar en el Parque Nacional del Cajas.2006. Población y migración en la provincia del Azuay. En prensa.2006. Recuperación de la memoria histórica de Cuenca en la primera mitad delsiglo XX. (A publicarse en el 2007).

Es autora de varios artículos sobre los campos de su especial-ización publicados en las revistas Pucara, Cabeza de Gallo y en el DiarioEl Mercurio.

Su discurso sobre la población de Cuenca entre 1850 y 1950corresponde a una parte de la magna tarea de estudiar al habitante y alpaisaje de Cuenca desde la fundación de la ciudad y nos consta quesólo con una gran disciplina y con una precisa coordinación de variosinvestigadores, a quienes remunera con su peculio, podrá cumplir sucompromiso con la Universidad y su anhelo de darnos a conocer, porprimera vez, con documentos y estadísticas, cómo ha evolucionadouna población española, india y mestiza, matizada ocasionalmente conla etnia negroide, desde que Cuenca tuvo unos veinticinco vecinos,quizá unos pocos más, hasta el registro censal de mediados del siglopasado, cuando llegamos a sobrepasar ligeramente los 46.000 habi-tantes.

Investigadora meticulosa, le gusta manejar los datos y térmi-nos con la mayor precisión posible y para comunicar resultados pre-fiere estar segura, que emitir algún criterio que pueda ser aventurado.Su mundo, el de la geografía, en sus múltiples enfoques: físico, hu-mano, económico, ecológico, lo ha dirigido hacia el estudio de la regiónaustral y más concretamente de Cuenca y su entorno.

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El período cubierto en su Discurso cubre un siglo de crecimien-to lento pero constante de la población cuencana, aunque en ese lapsohaya perdido su segunda ubicación después de Quito, por la explosióncreciente e incontenible de la ciudad de Guayaquil hasta la fecha, paralo cual la provincia del Azuay, con sus viejos hábitos migrantes, ha con-tribuido substancialmente.

Con el análisis del censo de 1950 cierra su exposición y todosesperamos que continúe su detallado estudio para que nos dé a cono-cer el crecimiento de cerca de 46.000 habitantes a mediados del siglopasado a los 300.000 y más a la fecha, con toda la carga de obligacionesurbanísticas que conlleva ese crecimiento y que deben estar bien aten-didas por la Municipalidad, institución que debe considerar estudiosde base, de rigurosidad científica, como los de Ana Luz, para poderplanificar por lo menos para los próximos cincuenta años, es decir, parallegar al medio milenio de vida cuencana, con mejores condiciones devida para todos los cuencanos, dentro de un creciente urbanismomundial.

Ana Luz, nuevamente y de corazón, te damos la bienvenida a laAcademia Nacional de Historia y esperamos tu decidida participaciónen el engrandecimiento de la Institución que no te es extraña porque estáen tus genes, como descendiente por todos tus apellidos y particular-mente por el ancestro de los Borrero, algunos de los cuales fueron miem-bros de nuestra centenaria Institución, cuyos nombres cimeros son losdel Presidente Antonio Borrero Cortázar, autor de una enjundiosa refu-tación a una biografía de Gabriel García Moreno escrita por el padreBerthe y del estudio y presentación de las obras completas de fray Vicen-te Solano en edición de lujo hecha en 1892. En la bibliografía azuayo-cañari están las numerosas obras históricas y geográficas de Alberto Mu-ñoz Vernaza, Alfonso María Borrero, Manuel María Borrero, de tu padreel Dr. Antonio Borrero y de muchos familiares más. Ana Luz, tú estásañadiendo laureles a una ilustre familia, de las más notables de esta ciu-dad que se ha distinguido por el esfuerzo de sus hijos.

Ana Luz: Cuenca, los cuencanos, te agradecemos por tusaportes académicos y confiamos en que los seguirás dando con lamisma calidad científica y sobre todo con la calidez humana, con quesiempre actúas.

Cuenca, enero 2007

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POBLACIÓN Y TERRITORIO EN CUENCA: 1850-1950

Ana Luz Borrero Vega

A la memoria de Guadalupe y Claudia

Discurso de incorporación como Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Historia

Introducción

Este trabajo ofrece una panorámica general de los procesos decrecimiento y poblamiento de la Región de Cuenca entre 1850 y 1950,además de ciertos aspectos del cambio urbano de Cuenca. Se delimitóeste período -un siglo- en función de los cambios políticos y adminis-trativos ocurridos en esa época. El año de inicio 1850, coincide con laépoca en que comienza en Cuenca un ciclo económico exportador cas-carillero (hasta 1855) y también toquillero (se inicia en 1845); la fechalímite del análisis, el año de 1950, a más de ser importante por quese realizó el primer censo oficial estadísticamente moderno en el terri-torio nacional –que marcó una diferencia en calidad y credibilidad dela información censal entre los siglos XX y XX–, también es una épocaen la que se cierra el ciclo exportador de la región, en este períododecaen las exportaciones azuayas del sombrero de paja toquilla.

En esta investigación se utilizaron técnicas de la demografíahistórica, de la historia regional y de la archivística. Las fuentes uti-lizadas fueron primarias y secundarias estas últimas recoge la mayoríade la literatura sobre el tema, en particular de autores como CorderoPalacios, Hamerly, Achig, Espinoza, Washbrun, Palomeque, Minchon,entre otros.

Las fuentes primarias constituyen un conjunto de documentosrelacionados con padrones, censos e informes sobre la población deCuenca y su región, así como informes parroquiales. La documenta-ción proviene de los siguientes Archivos: el Archivo Nacional de Histo-ria/Cuenca, Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo del Azuay (Fondo

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Administración de la Gobernación de Cuenca), del Archivo Nacionalen Quito (Padrones del Azuay y Cuenca), así como del Archivo de laCuria Arquidiocesana de Cuenca. Estos archivos ofrecen valiosas infor-maciones sobre datos generales de la población a más de estadísticasdemográficas de natalidad, mortalidad y migración.

La documentación está compuesta de listas nominativas cen-sales, realizadas en diversos años del siglo XIX y de informes de lasautoridades locales como jefes políticos, tenientes políticos y gober-nadores, basados muchas veces en datos de los registros de la Iglesia:bautizos, defunciones y matrimonios. Se utilizó para el desarrollo deesta investigación la información más coherente, ya que la que poseíademasiados errores de cómputo y poca credibilidad fue dejada de lado.

El espacio limitado de este artículo, me impide profundizar entemas como la estructura de la población por sexo, edad, ocupación,distribución urbana y rural, alfabetización, epidemiología, salud yreproducción de Cuenca, así como de cada una de las unidades territo-riales de su provincia.

Características de la evolución de la población en el Territoriode Cuenca entre 1850 y 1950

Dentro del marco de la transición demográfica se analizaránlas etapas demográficas de Cuenca y su región en el periodo de estu-dio. Cada una de ellas tienen una distinta duración temporal: la pri-mera correspondería a fines del siglo XVIII y mediados del XIX. En estaetapa vemos dos procesos, uno de descenso o contracción poblacional,que coincide con el período de las guerras independentistas y los prob-lemas económicos y sociales suscitados en esa época. Una segunda fasede esta primera etapa, entre 1825 y 1854 donde se produce un creci-miento poblacional con una tendencia a la concentración urbana. Lue-go, entre 1854 y 1861 se produce un brusco descenso de la población engeneral y de la población urbana en particular.

Entre los años de 1825 y 1838-40, de acuerdo al análisis deHamerly, la tasa de crecimiento fue positiva pero muy lenta, de sola-mente 0,42 % anual. En 1838-40 la población de la provincia de Cuenca,ascendía a 102.689 habitantes.

La segunda etapa transicional se inicia a partir de 1860, épocade importantes cambios políticos impulsados por el gobierno garciano,que afianza el Estado Nacional y centralista que determinara la pérdi-da de autonomía y la disminución del poder territorial de Cuenca. A su

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vez, la sociedad azuaya vivió un proceso de recuperación económica,que alentó también al crecimiento demográfico que se extendió haciafines del siglo XIX.

En este período la población vivió cambios positivos caracter-izados por el crecimiento interno, la urbanización y por la abundantemigración de azuayos a las zonas orientales y a las provincias costeñasde Guayas y el Oro principalmente. Esta situación ejemplifica la altísi-ma e histórica movilidad de la población cuencana. El crecimientodemográfico continúa con tasas positivas en el siglo XX. A este período(1870-1930) según el demógrafo e historiador Minchom se lo puededenominar como la etapa de la “expansión demográfica ecuatoriana”.

En su estudio demográfico sobre Cuenca, Hamerly citadoanteriormente concluye que el crecimiento demográfico de Cuenca ysu región entre 1838 y 1938 -es decir durante un siglo-, se triplicó enrelación con la etapa independentista, la población creció a un ritmode 1,23 % anual.

El poblamiento en el territorio de estudio, así como el de otrasregiones urbanas contemporáneas de los Andes, fue parte del procesocolonizador español de los siglos XVI y XVII que estableció una estrate-gia de control territorial y administrativa de las poblaciones indígenas,mediante la fundación de ciudades coloniales con característica corpo-rativas, estamentales y jerárquicas, estructura que se conservó enCuenca hasta fines del siglo XIX.

Los vecinos de la ciudad, españoles blancos, ciudadanos conderecho a participar en el Cabildo y, por tanto, en la toma de deci-siones, convivieron con otros estamentos de la vida urbana constituidapor mestizos, indígenas y esclavos, en un territorio que en el períodoprehispánico, correspondía al área cultural Cañari.

A inicios del siglo XIX la provincia de Cuenca constituía unimportante foco regional dentro de la Real Audiencia de Quito, estabaconformada por los territorios de la antigua Gobernación de Cuencaque se mantuvieron con ligeros cambios desde fines del siglo XVIIIhasta mediados del siglo XIX. Un aspecto constante que moldea la urbeo de la ciudad-región de Cuenca , a su población, su cultura, ideologíae imaginario, fue el hecho de que ésta es una ciudad interiorana andi-na, aislada por su geografía debido a la presencia de los Andes comobarrera física y a la falta de vías de comunicación, grave problema noresuelto sino muy tardíamente en el siglo XX.

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Para inicios de la República se puede hablar de una divisióngeográfica regional tanto por razones físicas como culturales y sociales.Cada una de las regiones tenía sus características demográficas propiascomo tamaño, densidad, dispersión o concentración así como tambiénparticularidades en su composición por sexo, raza, urbano/rural ysituación socioeconómica. La relación entre ciudades y sus regionescontiguas dieron lugar a la formación de una región demográfica.

Según Washbrun, las regiones demográficas a fines de la Colo-nia pueden dividirse de tres maneras: “características básicas demo-gráficas, relaciones entre centros urbanos y áreas anexas y, la actividadcomercial y económica principal”.

Desde este punto de vista se contemplan tres regiones: la sie-rra-norte, la sierra-sur, y la costa. Estas áreas fueron jurisdiccionesadministrativas, al menos en asuntos de Real Hacienda; también for-maron regiones demográficamente distintas, que pueden identificarsepor características de población, relaciones urbano-rurales y funcioneseconómicas.

Durante el período de estudio la población vivió cambios noto-rios, se destaca su contracción y su reducción como se observa en unanálisis comparativo de los censos de 1780 y de 1825 , fechas corres-pondientes al primer censo colonial oficial y el primero del períodorepublicano. Cuyos datos fueron de 82.708 y 75.785 habitantes respec-tivamente; en cuanto a la población urbana, ésta desciende de 18.033habitantes en 1780 a 10.981 para el año de 1825.

El descenso de la población así como la ruralización de lamisma en el período comprendido entre 1780 e inicios de la República(1824), se produce también en otras regiones y ciudades serranas delpaís, tal es el caso de Quito que de 25.000 habitantes en 1780 descendióa 20.000 para 1840. Como consecuencia de la declinación de la pobla-ción, en el período citado la población de la Gobernación de Cuenca seredujo en un 10%.

Como se señalara brevemente párrafos arriba, las causas deeste descenso poblacional son múltiples, tanto en la región de estudioasí como en el resto del país, la población se vio diezmada como con-secuencia de las guerras de la Independencia, el colapso de las eco-nomías locales y regionales debido, en particular, a la reducción delcomercio con Lima debido a cambios administrativos originados desdeel Virreinato de la Nueva Granada, con un marcado centralismo. A más

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del inicio de una fuerte emigración hacia la Costa, zona que se vinculóal mercado internacional a través de la producción y exportación decacao.

La población urbana a mediados del XIX se recupera, aunqueno llega a la cifra del Censo borbónico realizado por el GobernadorVallejo en 1778-80, para el censo de 1864, Cuenca contaba solamentecon 17.080 habitantes, menor a la de fines de siglo XVIII.

Durante este período, Cuenca forma parte de una red de ciu-dades que estructuran el espacio nacional, que se transforman, diver-sifican sus funciones, se extienden, y crean mercados urbanos, porende, estimulan el crecimiento económico y productivo del país y desus áreas de influencia.

La población indígena de Cuenca, a inicios de la Colonia, su-frió un descenso demográfico muy marcado, entre otras causas debidoa la mita minera. Sin embargo, para fines del XVIII la población se recu-peró y creció gracias a la recepción de indígenas migrantes, conocidosen la época como forasteros; este crecimiento se debió a la migraciónNorte-Sur o migración intra-sierra. El Libro de Tributos de 1792, segúnseñala Tyrer Brines, presenta en esta región una alta población inmi-grante, constituida por el 75% del total.

En este período Cuenca y su región se convirtieron en provee-doras de productos para la Costa, trasladados por la vía Cuenca Molle-turo-Naranjal o por una ruta alterna como fue la de Cuenca-Ingapirca-Milagro-Guayaquil. La migración desde la región de Cuenca hacia lacosta se produce ya desde inicios del siglo XIX, a este fenómeno demo-gráfico se lo denominó “bajada a la Costa”, se trata de la emigración decampesinos azuayos hacia Guayaquil y otras zonas costaneras como laactual provincia de El Oro. Estudios previos como los de Palomequeanotan la importancia de la migración serrana a la costa durante elperíodo de auge cacaotero. La emigración es fundamentalmente dehombres jóvenes solteros, así lo confirman los datos de población can-tonales de la década de los sesenta por ejemplo.

Datos del crecimiento de la población de Guayaquil corrobo-ran esta afirmación y demuestran la importancia de la inmigración ser-rana, particularmente desde la zona serrana centro-sur hacia esa ciu-dad. En 1812 Guayaquil tenía alrededor de 13.000 habitantes , luego en1831 contaba ya con una población de 24.000 habitantes. Este creci-miento explosivo siguió a lo largo del siglo XIX. Para 1900 la poblaciónde esta urbe ascendía a 60.000 habitantes.

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Al mismo tiempo que se producen cambios demográficos im-portantes por la ruptura de las relaciones coloniales, desde inicios delsiglo XIX las distintas regiones del país se constituyen y articulan.Luego son éstas las que dominarán el escenario económico, político ysocial en el Ecuador del siglo XX; las tres principales son las de Ecua-dor-Quito, Guayaquil y Cuenca. A partir de la Independencia en 1824,Se producen nuevas divisiones territoriales, se crean por Decreto en elmes de junio los Departamentos de Quito, de Azuay; dividido en lasprovincias de Cuenca, Loja y Jaén de Bracamoros con Mainas y, el deGuayaquil. La provincia de Cuenca se conformaba en cuatro cantones:Cuenca, capital, Gualaceo, Cañar y Girón, Posteriormente se anexó elcantón Gualaquiza, cuya cabecera fue el Sígsig. En 1880 se crea por De-creto Legislativo la Provincia de Azogues, que luego en 1884 tomará elnombre de Cañar, lo que produjo la reducción territorial del Azuay .

Entre 1830 y 1870 surgen nuevas identidades territoriales, éstasnacen originalmente en base de un ideario federalista formulado en elperíodo de la Gran Colombia que construye símbolos como banderaspropias; se produce también una diferenciación a través de fiestaspatrias particulares como las que se celebran el 9 de Octubre, el 3 deNoviembre, a más de otros elementos culturales como el arte popular,la tradición oral. De acuerdo al criterio de Federica Morelli, la forma-ción de “regiones” en este período s fundamenta el control que cadaciudad ejercía sobre el espacio rural de su distrito, esto dio lugar segúnsu tesis a la formación de un sistema de ciudades-regionales, más quede regiones .

Según la opinión de Morelli, la constitución de las regiones fueun proceso posterior a aquel que proponen Maiguashca y otros estu-diosos del proceso regional en el Ecuador , ella sostiene que a raíz de lacreación del Ecuador en 1830: “son los municipios de las ciudades losprotagonistas de este proceso, el naciente Estado independiente tieneentonces un fundamento municipalista y no regional” .

Este es el caso de Cuenca, cuya población jugó un papel impor-tante en la vida política del país a partir de mediados del siglo XIX; fuesignificativo su aporte en la consolidación de los derechos civiles, cons-titucionales y democráticos, así como al desarrollo del pensamientoprogresista y liberal .

La decimonónica ciudad de Cuenca, capital administrativa dela provincia del mismo nombre y sede arzobispal desde 1786, se trans-

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forma urbanísticamente: comienza a evidenciar un crecimiento verti-cal, que transforma el sencillo paisaje de viviendas o casas blanqueadasde una planta, de adobe y tejas en construcciones cada vez más altas ycomplejas. Se abandona la arquitectura colonial y se inicia la construc-ción con los nuevos cánones arquitectónicos, imperantes en Europa yen otros países de Iberoamérica.

La evolución de Cuenca se produce gracias al crecimientodemográfico y a los cambios económicos, políticos y culturales que mo-dificaron la función urbana, aunque la economía de la región siguiósiendo agrícola y artesanal . La ciudad se convierte en el escenario delos principales sucesos políticos, religiosos y culturales de la región.

En este periodo se amplían las relaciones de mercado. Son bienconocidos los vínculos económicos de ésta con la economía interna-cional a través de la explotación y exportación de cascarillera, de laproducción de tejidos y de la manufactura de sombreros de paja toqui-lla, elaborados en la ciudad y su región.

Se produce el tránsito del la “ciudad tradicional o colonial ha-cia la ciudad “moderna” o “ciudad de la primera modernidad”; la vidade la sociedad se seculariza, se tratan de mejorar las comunicaciones,los medios de transporte, el sistema escolar y educativo así como lasalud pública. En este período surge un nuevo modelo de gestión de laciudad , de manejo urbano, de planificación y, es entonces cuando na-cen reformas al higuienismo y presentación de la ciudad; se construyenedificios para escuelas, colegios, hospitales, sanatorios, lazaretos, casasde beneficencia, sociedades de obreros, etc.

Durante este período Cuenca luchó por romper con el ais-lamiento geográfico mediante la construcción de vías, de carreteras ydel ferrocarril, tal es el caso la construcción del ferrocarril del Azuay(Sibambe-Cuenca) que se iniciara en 1875 y concluyera muy tardía-mente en 1966 . También se pensaba en la construcción de una vía deferrocarril de Yaguachi a Naranjal para favorecer la comunicación conGuayaquil .

Un trabajo constante a lo largo de este siglo, redoblado desde1861, fue el de la vía Cuenca-Mollelturo-Naranjal, a más de otras vías.Importante logro en la comunicación fue el establecimiento de unalínea telegráfica, servicio inaugurado el 10 de agosto de 1885, que enparte alivió el fuerte aislamiento de la zona con otras ciudades, con lospuertos y el mercado exterior.

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Transformación y crecimiento de la población del siglo XIX

En la década anterior a 1840, la población de la provincia delAzuay (que incluía a la de Cañar en su territorio), sumaba un total de102.689 habitantes, para finales de los años cuarenta, según el censo opadrón presentado por el Ilustre Consejo Cantonal de Cuenca, la po-blación provincial, para julio de 1849 era de 124.215 habitantes; dividi-dos en tres cantones: Cuenca con 55.993, Azogues con 41.936, Gualaceocon 26.286. Desde el punto de vista étnico, la población blanco-mesti-za constituía el 45.7 % del total, la indígena el 54 % y la negra 0.3 %.Este censo también presenta datos sobre la población de indios concier-tos e indios libres, los primeros suman un total de 12.030 entre hombresy mujeres.

Durante la década de los cincuentas se llevan adelante varioscensos, en los archivos se conservan los de: 1854, 1855 y de 1857, seescogen los datos de 1855 para su descripción: La población de la pro-vincia de Cuenca, formada por los cantones antes citados suma un totalde 122.215 habitantes, que muestran un ligero descenso de la poblaciónen relación a los datos de 1849.

Existió un gran interés por conocer datos completos sobre lapoblación durante la presidencia de García Moreno, es así que en elaño de 1861 se crea la Ley del 11 de Abril, que establece un modelosobre la obtención y presentación de los resultados censales, ademáseste gobierno insiste en la obtención de información básica parroquialsobre indicadores de natalidad, mortalidad, nupcialidad, así como ladescripción de las causas de la mortalidad, orden que es ejecutada porel gobernador de la provincia, los jefes políticos cantonales, los tenien-tes políticos parroquiales y por los curas párrocos; Es 1861 el año conmayor número de información censal y de estadísticas vitales de todoel siglo XIX, esta información desde la gobernación se enviaba a Quito,se la recepta quincenalmente, y se mantuvo en los libros copiadores enCuenca.

Según el censo del año de 1861, la población total de la provin-cia asciende a 117.376, de la cual 59.136 pertenece al cantón Cuenca, y20.809 habitantes pueden ser considerados población urbana de estaciudad , la composición étnica era la siguiente: población blanco-mes-tiza 37,2 % y la indígena 62,8 %, situación similar a otras áreas de laprovincia a la región austral.

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El análisis demográfico de los censos entre 1849 y 1871, es muycomplejo debido a la enorme discrepancia de datos que existen entre sí,sin tomar en cuenta el hecho de la creación de nuevos cantones, impi-de un análisis certero de la población dentro de límites y territorioscambiantes. Además, cabe señalar que en ciertos casos los cabildos yparroquias del siglo XIX, a mayor población podían pretender mayorrepresentatividad política; lo que determina que en ciertos censos lascifras no reflejen toda la realidad, sino más bien son el producto de lanecesidad de las autoridades de aumentar el número de habitantes desu región por razones electorales. Pero, por otro lado pueden presen-tar cifras inferiores a la real, ya que también pueden sufrir una sobre-carga de tributos y de obligatoriedad de trabajo en la obra pública, quedio lugar a que se disminuya intencionalmente el número de hombresde los cuadros poblacionales estudiados.

Como muestra de la afirmación anterior, se pueden dar lossiguientes ejemplos: en el censo de 1857, se establece que los habitantesde la provincia del Azuay eran 122.243 y de Cuenca urbana 10.918habitantes, por el contrario, pocos años más tarde, el censo de 1861presenta una población provincial de 117.376 habitantes y para el añode 1868 una cifra muy similar de 117.649 (ver cuadros demográficos enel anexo N° 1, particularmente cuadro N° 5).

Durante el último cuarto del siglo XIX, en 1885, se lleva ade-lante un nuevo censo provincial con datos e información detallada dela composición de la población por grupos de edad, por sexo y ocu-pación. A pesar de que se ha desmembrado a la provincia del Cañar, lapoblación de la provincia presenta un crecimiento demográfico impor-tante con un total de 104.307 personas y el cantón Cuenca 64.183. Entre1850 y 1885 se puede hablar de un auge exportador y de un aumentopoblacional, a pesar de que no hay cambios tecnológicos notables ytampoco mejoran las comunicaciones interregionales. Pero a partir de1885 se nota una decadencia de la exportación de la “cascarilla” y laquinina. La producción agrícola y ganadera sirve para abastecer almercado interno regional.

Una tendencia constante de las estadísticas vitales durante elsiglo XIX, que se pueden observar en particular entre 1850 y 1885, es elde las altas tasas de natalidad y de mortalidad infantil, así como un ele-vado índice de nupcialidad. Los detalles de los registro parroquiales yde las tenencias políticas, dejan perfilar las cusas de la elevada mortal-

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idad, en el caso de los niños, enfermedades infecciosas y parasitarias,en el caso de las mujeres jóvenes por parto. La viruela, el sarampión,tercianas, fiebres, disentería y otras enfermedades acosan constante-mente a la población.

Los tenientes políticos se quejan constantemente de la falta derecursos para combatir las enfermedades infecciosas como viruela ysarampión. Entre otras razones, para mejorar el estado de la salud dela población, se crea un cargo municipal que es el de “Médico de Vacu-nas”, que consta en el listado de empleados municipales de 1892.

Otra tendencia que también se puede observar a través de estainformación, es el crecimiento de algunas parroquias y la aparición denuevos asentamientos relacionados con la producción o la extracción dealgún recurso, como el caso de algodón y la paja toquilla, hacia la zonasur oriental de la provincia, hacia la Costa y hacia las zonas mineras,incluidas las de los placeres auríferos del Paute, del Namangoza, etc.

Al analizar la composición de la población por raza, se puedendefinir áreas predominantemente indígenas y otras con predominio depoblación blanco-mestiza. En cuanto al índice de masculinidad, laszonas urbanas muestran una importante presencia de mujeres, frente alas zonas rurales que pueden presentar un mayor número de fuerzalaboral masculina.

Los datos sobre ocupación en los censos de 1875 y de 1885,permiten observar la altísima participación de la mujer en la produc-ción y en la economía regional; las encontramos como propietarias,comerciantes, artesanas, trabajadoras independientes, agricultoras, jor-naleras, entre otras. En Cuenca la actividad comercial y mercantil pre-domina en comparación con otras localidades de la región, en estaactividad es muy importante la participación femenina.

Es interesante conocer que su variada actividad artesanal estárelacionada con dos de las más importantes actividades manufactur-eras de exportación en la región: la primera, la de los tejidos, tocuyos,bayetas, mantas, etc., la segunda como tejedoras del afamado sombrerode paja toquilla. Existe un altísimo número de hiladoras y tejedoras enlos diferentes censos, esta rica información la obtuvimos sobre todo delos censos nominativos, también se desempeñan como costureras, teje-doras, sombrereras, chicheras, cocineras, hilanderas, fajeras, tejeras,estereras, peineras y bordadoras, etc., el cantón con una mayoría depoblación dedicada a la producción del sombrero de paja toquilla en

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1875 es el de Azogues, el 60 % de la misma figura como sombrereros,de los cuales el 53 % está conformado por mujeres.

Otras fuentes informan sobre el desarrollo educativo de laprovincia, se obtienen los datos de las escuelas primarias, del númerode estudiantes por sexo, se determinan también los problemas y difi-cultades de la educación provincial. La educación femenina aunque nogeneralizada, comienza a ser cada vez más importante a partir de ladécada de los años cincuenta. En el censo educativo de l857, en Cuenca,de un total de 568 estudiantes primarios, 87 eran mujeres, frente a 17escuelas para niños, existían solamente 3 para niñas .

Para el censo del año de 1885, se incrementa la informaciónsolicitada, se añaden a los datos demográficos otros muy valiosos quepermiten conocer un perfil socio-económico de la población, entre és-tos están las características del domicilio, donde se distingue entredomicilio fijo y precario, la religión, el número de extranjeros, que eramuy bajo, -la mayoría franceses- y también italianos, ingleses, espa-ñoles, chilenos, en este orden. Describe las profesiones; divide a lasmismas en científicas, y artesanales, existían 138 personas calificadascomo profesionales científicos y el resto corresponde predominante-mente a actividades artesanales, industriales y agrícolas.

La importancia de los artesanos puede interpretarse por elnúmero de personas que asciende a 6414. Cabe señalar que profesionesque se consideraban artesanías, hoy son profesiones, que necesitan deuna larga formación universitaria, como la de arquitecto y dentista. Elmayor número de artesanos es el que comprende a la rama de de teje-dores y tejedoras luego la de sombrereros y sombrereras le siguenotras como tintoreros, plateros, latoneros, escultores, joyeros, zapate-ros, picadores de tabaco, cigarreros, cereros, peleteros, curtidores, moli-neros, comerciantes y músicos.

La Población en la primera mitad del siglo XX

Durante las primeras décadas del siglo XX existe una marcadaausencia de datos e información sobre la población de Cuenca y suregión. Únicamente estimaciones de la población permiten reconocerun importante crecimiento y expansión demográfica en la zona asícomo en el resto del país; el ritmo de crecimiento sobrepasa el 1,5 %anual.

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Para 1920 el número de habitantes de Cuenca asciende a 30.000habitantes de la provincia del Azuay en 1938 es de 240.717; las cifras depoblación de estas décadas nos permiten confirmar la importancia delcrecimiento demográfico de la región que se inicia desde los añossesenta del siglo pasado (que se mantiene alrededor del 1,23 % anualentre 1838 y 1938).

Un estudio Cisneros publicado en 1948, presenta un cuadro dela población del cantón Cuenca y de la provincia durante la década delos cuarenta, con los siguientes datos: en 1941 101.676 y 254.147 respec-tivamente y para 1945 las cifras que denotan crecimiento están por elorden de 114.309 para el cantón Cuenca y de 273.659 para el Azuay,pero al no ser cifras censales tienen menos confiabilidad.

Para 1950, primer censo moderno, la población provincial erade 250.975 y la ciudad de Cuenca de 52. 606, lo que demuestra unnotable crecimiento con respecto al año de 1920. Desde 1950 en ade-lante Cuenca mantendrá un continuo crecimiento, y en su entorno enlas parroquias y caseríos que conforman su zona suburbana el crec-imiento será aún mayor, donde se puede observar el impacto de laexpansión urbana. La tasa de crecimiento del Azuay entre 1950 y 1960fue de un 2,95%, ésta puede ser considerada alta si la comparamos conotros países del mundo y moderada si la confrontamos con los ritmosde crecimiento demográfico de otras regiones del país a aún más diná-micas en su crecimiento, como es el caso de los centros urbanos de laCosta para ese período.

Conclusiones

A través de la recolección de las fuentes primarias documen-tales -durante el proceso de la investigación-, se pudo observar a travésde esbozos de información, una riqueza todavía no explotada que debeser analizada, particularmente a partir de los censos nominativos.Conforme avanza el siglo XIX, aumenta la información demográfica,en cantidad, en calidad y en mayor rango de datos y variables. Pero, unproblema sin resolver por otro lado es el de la escasa información sobrela población provincial durante las primeras décadas del siglo XX.

La información documental del siglo XIX, para ser analizadacorrectamente, necesita de una mirada global, para su análisis y com-paración, no se puede hacer afirmaciones sin revisar toda la informa-

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ción posible, así como los contextos y las razones históricas para el le-vantamiento de la misma. Se debe tomar en cuenta la intencionalidadcon la que fueron levantados y escritos esos documentos oficiales. Larecolección de la información censal, fue producto de la necesidadgubernamental y municipal de obtener información para efectos elec-torales, de tributación y por razones de gestión político-administrati-vas, tanto públicas como religiosas, por ejemplo el caso del cobro delos diezmos. La tendencia general de las informaciones censales y delos padrones es inexactitud de los datos; ciertos importantes cuadrospresentan errores de cómputo.

Los cambios territoriales a lo largo del período de análisis sonmuy numerosos, por tanto se dificulta la comparación y el análisis dela información poblacional a nivel parroquial y cantonal. El aumentode población, el crecimiento económico y razones geopolíticas dieronlugar a la erección de nuevas parroquias, nuevos cantones, así comoeliminación de cantones y desmembraciones territoriales mayores, co-mo la escisión la provincia de Cañar.

El corto tamaño de esta investigación no permitió llegar a pro-fundizar el tema de las relaciones entre los procesos de transformaciónurbana y el crecimiento de la población durante el período estudiado,analizar las correlaciones entre crecimiento poblacional, cambio socialy urbanización, que se ampliará en una investigación futura.

Se puede concluir indicando existieron diversas etapas segúnlas características del crecimiento demográfico, así como importantescambios en el crecimiento urbano de Cuenca, también se destaca laemigración de la población provincial, en general Cuenca y su regiónmantuvieron un crecimiento positivo sobre el uno por ciento anual.La población urbana de Cuenca, se nutrió por el crecimiento natural ytambién por la inmigración interna, sobre todo de población de las pa-rroquias cercanas a la ciudad, la movilidad de la población masculinadio lugar a una composición de la población con predominancia de lapoblación femenina.

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Cuadro N° 2

República del EcuadorCenso de la Población del Cantón Cuenca, año de 1861

Censo de la población del Cantón de la Capital

Parroquias Blancos Indíjenas Totales % Blancos

Sagrario 10122 4539 14661 60Sansebastián 620 819 1439 43Sanblas 1449 903 2352 49Sanroque 814 1473 2287 55Baños 1080 2403 3483 45Valle 635 2080 2715 34Paccha 591 1739 2330 25Quingeo 975 2530 3505 38Sidcai 949 1430 2379 40Llacao 834 1287 2121 39Santarosa 51 1634 1685 3Sinincai 64 481 545 13Turi 380 1304 1684 22Sayausí 352 833 1185 28Cumbe 216 1938 2154 10Jima 214 1659 1873 11Nabón 1466 2617 4083 36Oña 897 897 1794 50Jirón 772 1117 1889 69Sanfernando 112 700 812 14Chaguarurcu 461 407 868 53Pucará 546 582 1128 48Asunción 260 541 801 48Chaucha 111 219 330 50Molleturo 0 203 203 0

Total 23971 34335 58306 41

Total en el folio 1 24141 34299 58440 41

Fuente: ANH/C, Cuenca, Censo de la población de Cuenca, marzo 27 de 1861,Jefatura Política del Cantón. ® Juan María Vásques. Elaboración: autora.

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Cuadro N° 4Población de los cantones de la provincia del Azuay, año de 1885

Cantones Hombres Mujeres Totales

Cuenca 21.890 28.612 50.502Gualaceo 8.476 9.483 17.959Paute 5.919 6.394 12.313Girón 6.375 7.306 13.681Gualaquiza 4.752 5.100 9.852

Totales 47.412 56.895 104.307

Fuente: ANH/C. Censo de la provincia del Azuay, 1885, Cuenca, junio de 1885, Firman El gober-nador, El Vicario y el Jefe Político. Elaboración: Autora.

Gráfico N° 1Distribución de la Población del Cantón Cuenca en 1885

por sexo y edad

Fuente: ANH/C, Cuenca, Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo del Azuay, censo de junio de 1885.Elaboración: Autora.

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Cuadro N° 5Resumen comparativo de los datos censales

de la provincia del Azuay entre los años de 1849 y 1885

Cantones 1849 1854 1855 1861 1868 1885Cuenca 55.993 77.970 51.461 59.136 57.927 64.183Azogues 44.205 36.834 48.939 31.681 34.773 N.C.Gualaceo 26.286 25.438 21.819 26.559 --- 40.124Total 126.571 140.242 122.215 117.376 117.649 104.307

Fuente N. 18.444 N. 18.910 N. 40.662 N.72 N. 44 y 1885Carpetas Año de 1854 1855 1861 45 ANH/C 1849 1868

Fuente: Archivo Nacional de Historia, Cuenca, varios años.Elaboración: Autora. Nota: para el censo de 1885, no constan los datos de la población del cantón Azogues, que paraentonces forman parte de otra provincia, se debe tomar en cuenta esta información en el momentode analizar y comparar los totales provinciales. Este cuadro Demuestra las dificultades de análisis de los datos censales, se pueden notar las discrepancias entre1854 y 1855, lo que da poca fiabilidad a la información.

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DISCURSO DE BIENVENIDAAL DOCTOR JUAN MARCHENA FERNÁNDEZ

COMO MIEMBRO CORRESPONDIENTEDE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA

Enrique Ayala Mora

Si algún acucioso historiador asiático del siglo XXIII, desde elsaber dominante de entonces en la escala planetaria o quizá interplan-etaria, se dedicara con asiático empeño a leer lo relevante que se hu-biera escrito en su pasado, es decir en nuestro presente, sobre la Histo-ria de lo que llamamos América Latina o lo que quedara de ella, setoparía en su búsqueda con muchos historiadores y todavía mayornúmero de títulos. En ese caso, tendría forzosamente que elegir solounos cuantos autores y lecturas, que reputara más representativos einteresantes. En ese fatigoso esfuerzo me parece que se toparía forzosa-mente con don Juan Marchena Fernández, sus escritos, sus discípulosy sus andanzas.

Para que esto sucediese hay, desde luego, muy buenos motivos.Juan Marchena ha escrito muchísimo y sobre los más variados temas. Ylo ha hecho con gran solidez de base empírica y al mismo tiempo conaudacia innovadora no exenta de una vena crítica o autocrítica, e inclu-sive de una buena dosis de sentido del humor. Marchena es uno de loshistoriadores latinoamericanistas mas prolíficos y al mismo tiempo ungran sucitador. Estamos aquí para reconocer sus esfuerzos y susaportes. Así lo han hecho muchas universidades, otras institucionessuperiores y centros académicos de las tres regiones de Latinoamérica,entre ellas la Universidad Andina Simón Bolívar, que en este mismoparaninfo que hoy nos alberga, lo declaró su profesor honorario.

Ahora, es la Academia Nacional de Historia la que ha aprecia-do los grandes aportes de Marchena al conocimiento de nuestra PatriaGrande y por ello lo incorpora formalmente a su elenco como miembrocorrespondiente. A mi me ha correspondido intervenir con el discursode bienvenida. Y lo hago con enorme satisfacción, no solamente porque

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estoy seguro que el aporte del recipiendario a nuestro saber historio-gráfico continuará siendo abundante y de calidad, sino porque se tratade un entrañable amigo con quien he compartido muchos combatespor la Historia.

Suele dedicarse este tipo de discursos a una revisión de la pro-ducción bibliográfica del nuevo miembro. De este modo se informa a lacorporación sobre sus merecimientos y se realiza un ejercicio de crítica.Pero en este caso no voy a seguir esa costumbre. En primer lugar, porquela obra de Marchena es tan extensa y variada, que resultaría imposibleabarcarla en un discurso de las proporciones que este debe tener. Ensegundo lugar, porque los aquí congregados como sus colegas, lectoreso discípulos, hemos tenido oportunidad de leer e incluso debatir su pro-ducción, y esbozar un resumen resultaría inoficioso. En tercer lugar, por-que resulta mucho más creativo y útil, sobre todo teniéndolo aquí pre-sente, acercarnos al hombre y las diversas dimensiones de su personali-dad y su obra. Por ello, permítame en pocas palabras esbozar una sem-blanza de Juan Marchena Fernández, el historiador.

Andalucía y su capital Sevilla son un espacio privilegiado paraver a América al mismo tiempo de cerca y de lejos. No solo porque des-de allí se inició la Conquista del Continente, o porque desde allí sedirigió la colonización del vasto imperio hispánico, sino porque nues-tra independencia corrió paralela con la de la España rebelde, tambiénempeñada en su propia guerra de independencia, refugiada en el últi-mo pedazo de tierra gaditana, y sobre todo porque allí se han sentidoy se ha pensado mucho, quizá más que en ninguna otra parte, a nues-tra América. En Sevilla se han realizado por siglos estudios ameri-canos. Cerca del Archivo de Indias se han descubierto tramos impor-tantes de nuestro pasado y se han definido profundas vocaciones his-toriográficas. Los ecuatorianos sabemos por ejemplo, que allá el PadreEnrique Vacas Galindo realizó lo que vino a ser el más extenso acopiodocumental sobre nuestro país. Y allá mismo encontró Federico Gonzá-lez Suárez, nuestro más grande maestro e historiador, no solo la mayorcantidad de información, sino una buena parte de la inspiración parasu magna Historia General.

Juan Marchena es andaluz y estudió Historia Americana en laUniversidad Hispalense. Eso definió no solo su profesión sino su op-ción vital. Sevilla lo trajo a América Latina y aquí quedaron para siem-pre su cerebro y su corazón. Todas las dimensiones de su obra deben

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verse considerando este rasgo definitorio de su identidad humana yprofesional. De allí es que para muchos de nuestro oficio, el apellido deeste Marchena está tan ligado a nuestro continente como el del frailevisionario que auspició a Cristóbal Colón.

Sus estudios y publicaciones se han desenvuelto en el ámbitode la relación entre América y España. Se lo considera uno de los másimportantes especialistas en el estudio del final del Antiguo Régimenen la Península y en las Indias, particularmente de las fuerzas militares.Pero su producción bibliográfica cubre amplísimos campos que vandesde estudios sobre la Época Aborigen hasta las culturas contem-poráneas; abarca temas como el comportamiento del Estado o la histo-ria de los pueblos indígenas; trata con igual solvencia, y yo diría consimilar cariño, el estudio del pasado de regiones tan diversas comoCartagena, Potosí, el interior de Argentina y, desde luego, Andinoamé-rica Ecuatorial, es decir, nuestro país. En todos sus trabajos se reflejansu enorme esfuerzo de investigación, su gran conocimiento de la reali-dad, su amplio dominio de la historiografía americana, española ymundial, su capacidad de explicar un pasado brumoso y elusivo conbrillantez y claridad.

Juan Marchena es un docente de vocación; diría que un maes-tro compulsivo, si quisiera describirlo mejor aún. Enseñar es lo que sa-be y lo hace con solvencia, con pasión y entrega. Cuando enseña poneen acción todos los sentidos y hasta utiliza sus propios recursos tea-trales. Domina la escena en el aula y nunca deja de provocar debate yde formular preguntas que suscitan contestaciones novedosas. Sus es-tudiantes recuerdan bastante los contenidos de sus cursos, pero muchomás su actitud de buscador y provocador. Juan ha tenido alumnos demuchos países y varios continentes, tanto en España como fuera deella, lo mismo en Estados Unidos, en Centroamérica y el Caribe, comoAmérica Andina y el Cono Sur. Según él confiesa, y créame que no esmera retórica, de ellos y de haber tenido que enseñar en muchos luga-res y dirigir gran cantidad de investigaciones, ha aprendido la mayoríade lo que sabe sobre nuestra América Latina.

Su actividad, sin embargo, no se ha reducido a la cátedra.También ha repensado la docencia en su conjunto y ha hecho grandesesfuerzos innovadores de proyectos académicos. Como director, enmuy pocos años logró hacer de la Sede Iberoamericana Santa María dela Rábida de la Universidad Internacional de Andalucía, un centro de

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formación y de encuentro de los temas de punta de nuestro subconti-nente. Y luego, en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, en cuyosinicios tuvo un destacado papel y donde ahora ejerce la docencia, nosolo ha realizado una labor inmensa de reivindicación de ese ilustradoamericano que influyó decisivamente en la vida de la capital andaluza,sino que ha consolidado un modelo novedoso de programas doctoralesen diversas disciplinas, de gran impacto en ambos lados del Atlántico.En muy cortos años esos programas han logado las más exigentes dis-tinciones académicas en el medio español y europeo, logros que, porcierto, no han logrado conseguir instituciones con años de vida y may-ores recursos. Entre esos doctorados, desde luego, los de Historia Lati-noamericana han sido fundamentales. Con una gran cantidad de alum-nos, pero lo que es más, de graduados, han contribuido a formar unageneración de investigadores y docentes, al mismo tiempo que hancoadyuvado a consolidar una relación estrecha y productiva entre lascomunidades de historiadores de América Latina y España. Fruto tam-bién de la colaboración de Juan Marchena es el doctorado en Historiade la Universidad Andina Simón Bolívar, cuya dirección compartimos.

Consecuencia directa de una buena actividad de cátedra sonlas contribuciones que un profesor hace en la dirección y tutoría detesis. Juan Marchena ha dirigido gran cantidad de ellas. Muchas, acolegas de verdadera notoriedad profesional, que han realizado con-tribuciones sustanciales. Otras a gente notable pero de poca disciplinaintelectual, candidatos de pronóstico reservado, a quienes ha encausa-do a la producción historiográfica con gran paciencia y esmero. Esto es,quizá, aún más meritorio. También es notable el gran esfuerzo realiza-do por Juan en el campo editorial. Su propia producción, como ya lodestaqué, es enorme y muy variada en lo que hace relación con lostemas y las localidades y regiones a que se refiere. Pero también hayuna gran cantidad de libros promovidos y alentados por él en variasseries de publicaciones. En este campo, por ejemplo, su aporte a lapreparación y publicación de la Historia de América Andina ha sidomuy significativo. Y, desde luego, buena cantidad de seminarios, cur-sos cortos y otros eventos, promovidos en Andalucía y varios lugaresde América, han complementado su extensa labor académica.

Habiéndose formado en la escuela más tradicional de los estu-dios americanos, la de Sevilla, Marchena asimiló la experiencia acumu-lada. Pero al mismo tiempo se convirtió en un gran innovador no solo

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de los estudios, sino de la concepción de Latinoamérica en el medioespañol, y de la relación de las academias de los dos lados de la rela-ción atlántica. En el campo la Historia y mucho más allá de él, Juan esel más importante impulsor de una renovada forma de vernos y decolaborar entre nosotros. Y esta actitud nueva, no es solamente fruto deuna postura intelectual, sino de una actitud de vida. Marchena, esegran viajero y andariego, no es un turista académico. Es alguien que encada visita a nuestras tierras, corta o larga, trata de vivir la vida de lagente y comprenderla. Y desde luego que esa vivencia ha sido enorme-mente fructífera. Juan conoce nuestro continente, no solo su historia,sino su realidad actual, mucho mejor que la gran mayoría de los que lovemos desde nuestra particular situación y circunstancia. Conoce aAmérica Latina en sus grandes diversidades de clase, étnicas, regiona-les, religiosas, pero al mismo tiempo la ve como una unidad de raíces,de tragedia y de destino, con una mirada escrutadora, pero al mismotiempo radicalmente optimista sobre el porvenir. Esa combinación delas perspectivas de cerca y de lejos, con una visión unificadora y posi-tiva, enriquece su visión y su mensaje.

De su experiencia en el conocimiento sobre burócratas bor-bónicos, ilustrados, miembros de las milicias y soldados, en el tránsitoentre el siglo XVIII y el XIX, en uno de los momentos más complejos decambio en la vida de la humanidad, Juan Marchena descubrió a losactores más destacados de nuestra historia, los pueblos indígenas, losmestizos y sus diversas manifestaciones, los afroamericanos, las regio-nes, las ciudades, las culturas específicas. Pero en su vida académicatambién los ha visto de cerca, ha convivido con ellos en sus continui-dades del presente. Ha estado en las capitales, en las ciudades grandes,pero ha buscado también el modo de llegar a destinos inverosímiles,que ni siquiera constan en los planes turísticos más sofisticados, comopueblos perdidos en las montañas o las selvas. De allí que en sus traba-jos históricos y de coyuntura, en sus obras de ficción literaria y en suafición por fotografiar lo insólito, los protagonistas son los generales ylos negros trabajadores de puerto, los grandes comerciantes cartagen-eros y las vendedoras de los mercados andinos, las corporaciones denotables y las bandas de pueblo. Su gran erudición viene de su enormecapacidad de investigación y de lectura, pero también de haber con-vivido con la gente común, lo que le ha permitido hurgar la historia delpueblo llano.

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De este conocimiento de nuestras realidades, de este compro-miso permanente con Latinoamérica surgió una práctica de impulso ala cooperación académica, a la vinculación con organizaciones de base,de contacto entre personas e instituciones. Marchena, que es ciertamen-te conocido en ambos lados, pero más reconocido en el nuestro, ha pro-piciado muchos conocimientos y amistades entre nosotros mismos. Esuno de los ejes de lo que hoy llaman una “red” informal que, con eltiempo, se concretó en el establecimiento en Sevilla, de una gran inicia-tiva como El Colegio de América, un centro académico donde se cru-zan iniciativas y potencian proyectos de cooperación multinacional einterdisciplinaria. Esa identificación no solo con los temas de la Historia de América Lati-na, sino con su gente, alentó el apego de Juan Marchena por lo nuestro.Cuanto visitante llegó durante años a su oficina se encontró de manosa boca con una momia llevada a España por una casi olvidada misióncientífica decimonónica, al cabo de no se cuantas peripecias. Tan insóli-ta compañera, desde su urna, atestiguó muchos días y noches de traba-jo y no pocas discusiones de iniciativas de cooperación académica. Y sibien ya la momia ocupa ahora un lugar en el museo, Juan ha ido encambio, acrecentando su rica colección de santos y vírgenes que sonobjeto del culto popular en los más diversos ámbitos de Latinoaméri-ca. Y también ha enriquecido una extensa muestra de máscaras, tapicesy exvotos que, junto con los libros, fotos y documentos, copan cuantapared o recoveco hay en sus espacios de trabajo y de vivienda. Ahoramismo Juan sigue en pie de lucha por instalar un “diablo huma” ecua-toriano de tamaño natural, precisamente en la entrada de su casa.Decía al iniciar estas palabras que un investigador del siglo XXIII des-cubriría la importancia de las publicaciones de Juan Marchena sobreLatinoamérica y en lo que a nosotros hace relación, sobre Ecuador, nue-stro país, al que ha dedicado varios trabajos importantes, especial-mente sobre su Independencia. Pero nosotros, como muchos colegas detodo el Continente, no hemos necesitado tres centurias para darnoscuenta de ello y reconocer sus esfuerzos y sus aportes. Por eso estamosaquí en este acto en que se incorpora como miembro de la AcademiaNacional de Historia del Ecuador. Con esta oportunidad escucharemosun sólido al tiempo que atrevido discurso de incorporación sobre untema de cuya escogencia me declaro responsable, como lo soy tambiénde su elección para la dignidad que se le otorga, junto con un numerosogrupo de colegas de la corporación que lo propuso.

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Con todo lo dicho como antecedente, y en especial con todo lo que JuanMarchena Fernández ha hecho como historiador, maestro y promotor,me complace darle la bienvenida a la Academia. Un investigador par-ticularmente bien formado, riguroso e imaginativo, que tiene a Amé-rica Latina como centro de su vida intelectual, será un gran aporte a lainstitución y al país. Un hombre de grandes empeños, un correcaminosactivo y dedicado, un querendón de lo nuestro a quien más que lospapeles le interesa la gente, más que los documentos las personas ysobre todo más que los títulos y distinciones los seres humanos, queaceptará esta recepción como un nuevo abrazo al entrañable amigo demuchos y al conocedor y descubridor de las grandes y pequeñas histo-rias de nuestra América, la Patria Grande.

Quito, 11 de julio de 2007

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ILUMINADOS POR LA GUERRALIBERALES Y CONSERVADORES ESPAÑOLES ANTE

LAS INDEPENDENCIAS DE ESPAÑA Y AMÉRICA

Juan Marchena F. Universidad Pablo de Olavide

Cuando nos acercamos al tema de las guerras de independen-cia, tanto la de España contra Francia, como las de América contra lamonarquía española, lo primero que llama la atención al historiador esla indiscutible línea de continuidad que enlaza e interconecta ambosprocesos. Una línea de continuidad que apenas si ha sido estudiadapor las respectivas historiografías con todos los matices del caso. Salvoexcepciones, no se ha avanzado mucho en ella, más allá de señalar latrascendencia del derrumbe de la monarquía y de la quiebra en Españadel Antiguo régimen de cara a la ruptura de los nexos coloniales; o elinflujo de la Constitución de Cádiz, sus fracturas y continuidades, enlos nuevos marcos políticos surgidos de estas guerras. Se ha insistido,por el contrario, mucho más en los aspectos puramente bélicos deambos sectores en pugna que en sus diversos y mutantes comporta-mientos ideológicos; aspectos ideológicos que apenas si han sido teni-dos en cuenta en el análisis de las décadas que siguieron al conflicto.La reciente publicación de un estudio sobre el estado del debate histo-riográfico en torno a las independencias iberoamericanas así viene ademostrarlo1.

Rara vez el proceso de las independencias americanas ha sidoanalizado como un contínuum entre 1808 y 1825. Un proceso que abar-ca y concierne a todos los territorios de la antigua monarquía españo-la. Un proceso que comenzó en 1808 con la forzada renuncia al tronoespañol de la dinastía borbónica y el establecimiento en España de unaserie de nuevas autoridades dispersas y a veces contrapuestas, quepusieron fin al sistema medular de autoridades propias del Antiguo

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1 Manuel Chust y Jóse Antonio Serrano (eds.), Debates sobre las Independencias Iberoamericanas,Estudios AHILA, Vervuert, 2007.

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régimen; proceso que continuó sin interrupciones a lo largo de 1809 y1810 en la totalidad de los territorios americanos, igualmente con elestablecimiento de nuevas autoridades dispersas y asimismo contra-puestas, que, del mismo modo que en España, pusieron fin también alantiguo sistema de gobierno colonial. En ambos casos, la resistencia delas autoridades tradicionales fue grande, negándose a entregar el po-der y actuando con contundencia contra lo que consideraron era unarevolución política que les apeaba del mando y de sus privilegios cor-porativos. Si en España las autoridades de los viejos Consejos de Cas-tilla y de Estado se enfrentaron a las diversas Juntas Provinciales, en suafán por no perder el poder central, en América, las autoridades de lasgrandes sedes virreinales, México y Perú especialmente, se opusieroncon dureza a las diversas Juntas también provinciales o regionales quese fueron estableciendo, igualmente ante el temor de perder el controlvirreinal.

De ahí que, por lo menos hasta 1814, y tanto en España como enAmérica, la guerra, o las guerras, fueron más un producto de los cam-bios políticos al interior de las sociedades y de sus enfrentamientos conla dirigencia político-administrativa tradicional, que una guerra que,en el caso español, fuera dirigida expresamente a lograr la revoluciónsocial; o, en el caso americano, a la creación de nuevos regímenes repu-blicanos en esos momentos. Ni siquiera durante el periodo comprendi-do entre 1812 y 1814, años de vigencia de la Constitución de Cádiz,podría afirmarse rotundamente que la ruptura total ya se hubiera pro-ducido. Ciertamente los desencuentros en Cádiz entre intereses penin-sulares y americanos fueron profundos: problemas como los desequili-brios en la representatividad territorial, como la exclusión de determi-nados colectivos, o como el mantenimiento de una marcada dependen-cia fiscal y económica americana respecto de la parte española, fueronobstáculos a la larga insalvables. Pero en cambio parecen ser más lasavenencias que las disonancias entre liberales de ambos lados del mar,frente a las actitudes de conservadores y absolutistas; al fin y al cabo,entendían al absolutismo monárquico como un enemigo común a batir,y al viejo régimen feudalizante hispánico como un estrecho corsé delque debían liberarse, y liberar a su vez a sus respectivos pueblos, de losque se sentían dirigentes responsables. Quedaba por discutir cómohabría de llevarse a cabo esta liberación.

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Una cierta identificación que, del mismo modo, se notaba tam-bién entre los conservadores de ambos lados del mar, quienes enten-dieron igualmente que el enemigo a batir eran esos liberales, españo-les y americanos, que no solo propiciaban una revolución política enlos territorios de la vieja monarquía, sino que avanzaban ahora en lavía de una revolución social, al parecer de ilimitados alcances, que re-sultaría devastadora para ellos y para sus intereses tradicionales comoclase hegemónica.Pero la situación cambió drásticamente. Y de nuevo tanto en Españacomo en América. Cuando, finalizada la guerra contra Napoleón,Fernando VII se entronizó como monarca en 1814 y abolió la constitu-ción de Cádiz, comenzó a perseguir con toda rotundidad a los libera-les, fueran quienes fueran, y decidió emprender, mediante una serie decampañas “pacificadoras”, lo que en Madrid denominaron la “recon-quista” americana. Desde 1815, con la “Expedición Pacificadora deCosta Firme” al mando del general Pablo Morillo, y hasta 1820, en su-cesivas expediciones, decenas de miles de soldados y oficiales, extraí-dos del ejército peninsular que recién había derrotado a las tropasnapoleónicas, fueron enviados al otro lado del mar, desde Nueva Es-paña hasta Chile. Se les ordenaba llevar a cabo una guerra continental-de tan vastas e inabarcables proporciones como incierto desenlace-contra los que comenzaron a llamarse “patriotas americanos”.

Estas expediciones fueron la consecuencia de una política impe-rial -ya caducada, como pronto se demostró- que pretendió no solo“reconquistar” y reinstaurar el absolutismo monárquico en aquellasregiones americanas donde la insurgencia parecía haber triunfado a lasalturas de 1814; sino apoyar con los recursos ultramarinos el restable-cimiento del Antiguo régimen en la propia España, habida cuenta lacompleta bancarrota en que se hallaba la Real Hacienda española trasla guerra contra Napoleón. Pero existió otro motivo no menos impor-tante. La progresiva resistencia que el liberalismo español representa-do por la oficialidad militar estaba ofreciendo al gobierno absolutistade Fernando VII, incitó al monarca a buscar una fórmula eficaz paradisolver el peligro de un ejército que, hasta entonces, había sido funda-mentalmente de corte constitucional, y podía, si se empeñaba en ello,volver a instaurar por la fuerza el texto gaditano. La fórmula halladapor el rey vino a ser emplear a estas tropas en una guerra colonial,sobre todo a los oficiales liberales, forzándolos a defender los intereses

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de la monarquía al otro lado del mar, emprendiendo una guerra de altaintensidad que pusiera fin a la insurgencia americana. “Reconquistar”el continente se transformaba así una cuestión de obediencia debida, yal ejército no le quedaría sino obedecer. La receta pareció ser eficaz solopor un tiempo, hasta 1820, pero esos seis años gastados en una de lasguerras más crueles del pasado americano -y como el tiempo demostró,también más inútiles- y esos 40.000 soldados y oficiales remitidos aUltramar -que nunca regresaron o lo hicieron en una mínima parte-marcaron la historia española y americana en las décadas que siguieron.Frente al estudio de las guerras en sí mismas, o paralelamente al estu-dio de estas guerras, han ido surgiendo tanto en Europa como en Amé-rica Latina una serie de nuevos trabajos que intentan resaltar el valorde los análisis de los procesos ideológicos, sociales y económicos quese engavillan en este haz de conflictos que originaron la quiebra delAntiguo régimen en América y España, y hacer perceptibles sus gesto-res y sus actores, fundamentalmente los colectivos y corporativos.Sobre todo considerando este periodo como una coyuntura particular-mente importante, puesto que, en su transcurso, quedaron expuestoslos graves problemas de este tiempo de bisagra que, chirriante peroefectivamente, enlazó dos concepciones muy distintas de la realidad,determinando a las sociedades iberoamericanas. Una realidad, la de lasprimeras décadas del siglo XIX, en la que conceptos ideológicos comoderechos del hombre, justicia de los pueblos, soberanía nacional y ciu-dadanía, transformados ahora en preceptos políticos, pasaron del len-guaje de las palabras a constituir la raíz de las luchas sociales en la con-quista de la libertad2. De una libertad que, en sí misma, rompía con elpasado. Conceptos y preceptos que fueron muchos de ellos enterradosy sojuzgados en los años y décadas que siguieron, y de un modo simi-lar en España o en Latinoamérica, pero que han constituido la raíz delas luchas sociales hasta nuestros días. Actualmente me hallo finalizan-do un trabajo sobre este tema que aborde, a ambos lados del mar, lacuestión del fracaso del liberalismo en el periodo de las independencias.

Una vez finalizada la guerra contra Napoleón en 1814 y reins-taurado Fernando VII como monarca absoluto tras abolir la Constitu-ción de Cádiz al amparo de las bayonetas movilizadas por el generalElío, en un golpe de estado que a muchos tomó desprevenidos, y apo-

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2 Josep Fontana, La quiebra de la monarquía absoluta, 1814-1820, Barcelona, 2002.

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yado también por las soflamas exhortadas desde los pulpitos contratodo lo que tuviera relación con el liberalismo, impedir cualquier reac-ción frente al absolutismo, ahora de nuevo en el poder, fue considera-do por el rey su tarea prioritaria. Entre las primeras medidas del nuevorégimen, y no como un mero detalle operacional sino como una másque significativa sentencia política, el monarca y sus ministros tomaronla imperativa decisión de enviar a sofocar las insurrecciones america-nas a la mayor y mejor parte del ejército que hasta ese momento habíaapoyado al constitucionalismo gaditano.

Así, en esta medida del rey y de su gobierno, pueden hallarsevarios propósitos: por una parte, sujetar bajo la autoridad real a unasprovincias ultramarinas que, desde 1810, actuaban autónomamente,rompiendo la vieja horma de la monarquía española; por otra, evitar,con una guerra formal y declarada, que los liberales de ambos lados delmar pudieran establecer algún tipo de acuerdo en la línea de recompo-ner una nueva “nación”, o una “federación de naciones” de carácterconstitucionalista; y por último, seguramente el motivo más urgente ypolítico, alejar del escenario peninsular a aquellas fuerzas militares quepodrían, dado su manifestado afecto por la Constitución, intentarreinstaurarla de nuevo y obligar al rey a cumplirla.

Ante la inmediatez de ser enviados a combatir en Ultramar porresolución real, los militares liberales españoles se hallaron confinadosen los límites de una comprometida paradoja: la de obedecer al rey ypor tanto ser desleales a las ideas que hasta entonces habían defendi-do, debiendo enfrentarse dramáticamente contra los liberales america-nos a pesar de mantener con ellos -con mayores o menores disonan-cias- una misma ideología anti-absolutista y un similar ideal de cam-bios y de libertad; o, por el contrario, y como hicieron en su tierra losindependentistas a los que debían combatir, luchar abiertamente con-tra el monarca y tumbar su régimen absoluto en la propia España3.

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3 Algunas de las claves del proceso están planteadas en: FrancesoAndreu Martínez Gallego,Entre el Himno de Riego y la Marcha real: la nación en el proceso revolucionario español, ManuelChust (ed.) Revoluciones y revolucionarios en el mundo hispano. Cit; Irene Castells, La utopíainsurreccional del liberalismo. Torrijas y las conspiraciones liberales de la década ominosa,Barcelona, 1989; Isabel Burdiel y Manuel Pérez Ledesma (coord.), Liberales, agitadores y cons-piradores, Madrid, 2000; otra mirada en Alberto Gil Novales, Del Antiguo al nuevo régimen enEspaña, Caracas, 1986. Una actitud diferente fue la que tomó el que fuera guerrillero contraNapoleón y luego jefe liberal Francisco Javier Mina, que marchó a México en 1816 a seguircombatiendo contra el absolutismo del rey, uniéndose a los patriotas mexicanos y muriendoen el empeño cerca de Guanajuato, fusilado por el virrey Apodaca (1817). Manuel OrtuñoMartínez, "Expedición de Mina. Intervención exterior en la independencia de México", en

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La decisión de enviar al ejército a Ultramar por parte de Fer-nando VII parecía basarse en un análisis no muy desacertado sobre lasposibilidades que tenía el rey de volver a implantar el viejo orden abso-luto, después del vendaval de la guerra contra Francia, si no se des-prendía previamente de este ejército liberal que hasta entonces habíaluchado por una “nación constitucional”. Posibilidades que no eranciertamente muchas porque una parte importante del ejército españolen 1814, o mejor dicho, una apreciable porción de sus oficiales -exclu-yendo a un sector del antiguo generalato-, con grados conferidos pre-cipitadamente en una guerra tan irregular como fue la desarrolladadesde 1808, había sido hasta entonces el principal soporte de la Cons-titución y ahora parecía dispuesta a ser su garante; es decir, habían lu-chado a la vez contra Francia y contra el Antiguo régimen4, como indi-caba Manuel José Quintana al ejército en el Manifiesto a la convocato-ria de la celebración de Cortes: “Vuestros combates al mismo tiempo queson contra Napoleón son para la felicidad de vuestra patria...”5

Efectivamente, muchos de estos oficiales, liberales en diversogrado, se habían sentado en el hemiciclo de San Felipe Neri6: sesenta ysiete diputados entre 1812-1814 eran o habían sido militares, el colecti-vo profesional más grande, compuesto por nueve tenientes generales,seis brigadieres, diez coroneles, cinco tenientes coroneles, cinco co-mandantes, nueve capitanes, cuatro tenientes, un guardia de corps, uncapellán y dieciséis jurídicos. La mayor parte de ellos no procedían delantiguo ejército borbónico, sino que habían obtenido sus galones en loscampos de batalla, después de 1808, peleando contra los franceses. Eraun nuevo ejército. Su liberalismo quedó de manifiesto, según el estu-dio de Raúl Morodo y Elias Díaz, a la hora de votar los artículos y de-cretos más conflictivos: el 95% de los diputados militares votaron sí ala abolición de la Inquisición, el 90% a favor de la libertad de impren-

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Salvador Broseta, Carmen Corona. Manuel Chust (eds.) Las ciudades y la guerra, 1750-1898,Castellón, 2002, pág. 61.

4 Tesis expuesta desde hace años por Fierre Vilar, en Hidalgos, amotinados y guerrilleros.Pueblo y poderes en la historia de España, Barcelona, 1982, pág. 199.

5 Manuel José Quintana y Lorenzo, "Manifiesto en nombre de la Junta Central, a la convocato-ria de la celebración de Cortes", en Isidoro de Antillón, Colección de documentos inéditos perte-necientes a la política de nuestra revolución, Palma, 1811, pág. 124. Ver también Miguel Artola,La España de Fernando VII, Madrid, 1983.

6 José Cepeda Gómez,: "La doctrina militar en las Cortes de Cádiz y el reinado de FernandoVII", en Historia social de las fuerzas armadas españolas, Vol. 3, La época del reformismo institu-cional, Madrid, 1986,págs.l6-22.

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ta, y más del 80% a la abolición de los señoríos7. Muchos de ellos si-guieron defendiendo abiertamente el régimen constitucional a pesarde su abolición en 1814, organizando asonadas, sublevaciones y moti-nes por buena parte de la geografía peninsular hasta 1820, y pagandocon la vida, el destierro o la cárcel su marcado liberalismo8.

No hay que olvidar que, finalmente, y pese al empeño que elrey puso en lo contrario, persiguiendo a los liberales con todo el rigorque pudo9, muchos de estos oficiales reimplantaron la Constitución en1820, e intentaron mantenerla durante el Trienio Liberal. El constitucio-nalismo de una buena parte del ejército era, pues, más que público ynotorio. Además, alguno de ellos, como el coronel de marina GabrielCiscar, extendía este liberalismo a la cuestión americana, proclamandoen las Cortes su disposición a negociar con una América insurgente yexplicando su negativa a seguir aplicando medidas de fuerza contra losliberales americanos: “El medio de la fuerza armada de que actualmente sehace uso para la pacificación de aquellas provincias... envuelve el perjuicio deestablecer a la larga... un muro de bronce entre peninsulares y americanos:muro que ya en otros tiempos separó entre nosotros la Holanda y Portugal”,considerando necesario establecer “un olvido general de lo pasado para que enel marco constitucional pueda verificarse la sólida unión entre los españoles deambos mundos”10. En las actas de la sesión de las Cortes extraordinariasdel 5 de mayo de 1810, puede leerse la proclama de otro de los diputa-dos militares: “¡Oh! americanos: no vienen vuestros caudales como en otrotiempo venían, a disiparse por el capricho de una Corte insensata, ni a sumer-

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7 Raúl Morodo y Elias Díaz, "Tendencias y grupos políticos en las Cortes de Cádiz y en las de1820", Cuadernos Hispanoamericanos, N° 201, 1966. Sobre este asunto ver también Julio Bus-quéis, El militar de carrera en España, Barcelona, 1967; José Cepeda Gómez, El ejército en la polí-tica española, 1787-1843, Madrid, 1990; Alberto Gil Novales, Ejército, poder y constitución.Homenaje al general Rafael del Riego, Madrid, 1987; Roberto Blanco Valdés, Cortes, rey y fuerzaarmada en los orígenes de la España Liberal, 1808-1823, Madrid, 1988. En este sentido resultaimprescindible la consulta de las obras de Manuel Chust, aquí citadas, y del Diccionario bio-gráfico del Trienio Liberal, dirigido por Alberto Gil Novales (Madrid, 1991) para comprobar elpeso y el número de estos oficiales en la práctica política del liberalismo español del periodo.

8 Charles W. Fehrenbach, "Moderados and Exaltados: The Liberal Opposition to FerdinandVII, 1814-1823", Hispanic American Histórica! Review, N.50.1, 1970; y la sobras ya citadas deIrene Castells e Isabel Burdiel y Manuel Pérez Ledesma.

9 Ignacio Lasa Iraola, "El primer proceso de los liberales, 1814-1 SI5", Hispania, N.XXX, Madrid,1970

10 Diario de Sesionen de las Cortes Generales y Extraordinarias, 12 de septiembre de 1813, pág.6213. Ver también Emilio La Parra, El regente Gabriel Ciscar. Ciencia y revolución en la Españaromántica, Madrid, 1995.

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girse en el piélago insondable de la codicia hipócrita de un favorito”11. Elmismo Riego creía firmemente, y así lo manifestó en su proclama deenero de 1820, que “la Constitución por sí sola basta para apaciguar a nues-tros hermanos de América”12. Por tanto, liberalismo, constitucionalismo ynegociación con los patriotas americanos eran los tres problemas-peca-dos gravísimos en que, en opinión de Fernando VII, habían reincididoestos oficiales liberales, pero de los que él los absolvería por la vía de laexpiación al enviarlos a combatir al otro lado del mar.

Una decisión que acabó en sangriento fracaso. La expediciónde 1815 y las que siguieron hasta 1820 fueron a la vez una catástrofemilitar y un fiasco político. Sólo lograron demorar la independenciaamericana, tozuda y violentamente, apenas por unos pocos años,demostrando la irreversibilidad del proceso13. Irreversibilidad que yase sabía. El mismo rey José Bonaparte, José I de España, había sidoinformado a fines de 1811 por sus consejeros y ministros españoles: “Laparte débil del sistema actual de España, como no se le ocultará a VuestraMajestad, es la conservación de las Indias... Existe un convencimiento gene-ral de que las Indias están perdidas, y que tras habernos agotado durante tressiglos para adquirirlas y defenderlas, su repentina emancipación nos condenaa un periodo de miseria”. Años antes, el ministro Aranda ya se lo habíaadvertido también a Carlos IV: “Si España entra en guerra en Europa, laspoblaciones de América, que, resentidas y descontentas, esperan una ocasiónde levantarse, se aprovecharán, pues no pudiéndose enviar pronto grandesfuerzas contra ellas tendrán tiempo para preparar su defensa”14. Y el mismoNapoleón sabía que la sublevación americana se venía encima ya en1808, cuando el 19 de mayo de ese año ordenó que “es preciso enviar enel acto 500.000 francos a El Ferrol para armar seis navios y tres fragatas.Llevarán 3.000 hombres que, desembarcados en Buenos Aires, pondrán aAmérica al abrigo de cualquier acontecimiento”. Al mismo tiempo nombra-ba al brigadier Vicente Emparán como capitán general de Venezuela,ordenando embarcarse para Caracas con varios miles de fusiles en el

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11 Id. Diario de Sesiones... 5 de mayo de 1810.12 Sobre este convencimiento de Riego, Antonio Borrego, El general Riego y los revolucionarios

liberales, Ateneo de Madrid, 1885-1886; Stella-Maris Molina de Muñoz, "El pronunciamien-to de Riego", 'Revista de Historia Militar, N° 47, Madrid, 1979.

13 M. Du Casse, Mémoires et correspondance politique et militaire du Roí Joseph, París, 1853-54,Vol.IV, pág. 467.

14 Andrés Muricl, Historia de Carlos IV, Biblioteca de Autores Españoles, Madrid, 1959, Vol.I.,pág. 155.

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navio El Descubridor. Además nombraba al general Gregorio de laCuesta (entonces capitán general de Castilla la Vieja) virrey de México,y a varios coroneles para diversos destinos en Veracruz y otros lugaresde Nueva España. Era una forma de sacarse de encima a los viejosgenerales borbónicos, a la vez que asegurar la tranquilidad de las colo-nias. A Castaños (capitán general en Andalucía) le ofreció también otrovirreinato, quizás el peruano. Es decir, enviar a América a los enemi-gos, lo más lejos posible, no fue un invento de Fernando VII. Las medi-das napoleónicas no se concretaron porque los acontecimientos loimpidieron, pero todo indica que estuvo a punto15.

En todo caso lo que obtuvo Fernando VII enviando al ejercito aAmérica fue imposibilitar cualquier acuerdo entre las partes.. Esta ideade un acuerdo entre los liberales de ambos lados del mar fue defendi-da durante el periodo por diversos autores españoles, en una variedadde posturas, desde Alvaro Flores Estrada en su Examen imparcial de lasdisensiones de la América con la España, de los modos de su reconciliación yde la prosperidad de todas las naciones16, publicado en Cádiz en 1812, hastaBlanco White, en las páginas de El español, de 1810 a 1814, y luego enVariedades y El mensajero de Londres. Uno de los más activos defenso-res de un acuerdo transoceánico entre liberales fue José Joaquín deMora, editor del almanaque No me olvides, quien recorrió varias repú-blicas americanas y que incluso participó en la elaboración de la cons-titución de Chile17. La idea de una construcción federal de la monarquíaespañola o hispánica fue igualmente considerada, al menos por partede los liberales más progresistas18.

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15 Estos generales parece que silenciaron luego estas ofertas de Napoleón, so peligro de seracusados de traidores, y no informaron de ello a las Juntas respectivas, salvo Emparán, quelo comunicó a la de Sevilla y ésta lo nombró entonces para idéntico cargo, marchando a sudestino en 1809. José Ramón Alonso, Historia política del ejército español, Madrid, 1974,pág. 120.

16 Cádiz, Imprenta de Jiménez Carreño, 1812.17 Vicente Lloréns, Liberales y románticos. Una emigración española en Inglaterra, 1823-1834,

Madrid, 1979.18 Manuel Chust (cd.) Federalismo y cuestión federal en España, Castellón, 2004; Manuel Chust,

La cuestión nacional americana en las Cortes de. Cádiz, Valencia, 1999, págs. 232 y ss; José LuisVillacañas Berlanga, "Una propuesta federal para la Constitución de Cádiz: el proyecto deFlórez Estrada", en Manuel Chust e Ivana Frasquet (eds.), La trascendencia del liberalismodoceañista en España y América, Valencia, 2004. Para el caso mexicano, Manuel Chust e IvanaFrasquet, "Soberanía hispana, soberanía mexicana: México, 1810-1824", en Manuel Chust(coord.), Doceañismos, constituciones e independencias. La Constitución de Cádiz y América,Madrid, 2006, pág. 169.

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Un acuerdo entre las partes que hubiera evitado también elpapel preponderante que una generación de militares iluminados porla guerra alcanzó en la política española y en la latinoamericana duran-te las décadas siguientes, manifestado en el militarismo autocráticoque acabó por imponerse en muchas repúblicas al fin de la guerra porla independencia19, o en las llamadas “guerras civiles”, en las guerrasentre federalistas y centralistas, o en las guerras interregionales, en elcaso americano; o en las guerras carlistas en el caso español, y en lacontinuada presencia de militares caudillos actuando políticamentecomo garantes y salvadores de la nación y de la monarquía. Un papelpreponderante, en resumen, del caudillismo político-militar, que impi-dió el desarrollo normal de las recién surgidas “entidades nacionales”en marcos jurídicos más acordes con los nuevos tiempos, y otra vez aambos lados del mar.

Por otra parte, estas expediciones ordenadas por Fernando VIIa partir de 1814 produjeron, además, una terrible sangría humana. Enlas regiones americanas donde actuaron (que aún queda como un recuerdo aterrador e imborrable en la memoria colectiva de estas nacio-nes) su efecto fue devastador, y sus víctimas pudieron contarse en de-cenas de miles. El mismo Morillo, a los pocos meses de llegar, comenzóa actuar como un verdadero iluminado por una guerra sin límites, enun escenario donde, en sus propias palabras “todo es sangre, destruccióny horrores”, “entre montones de cadáveres que resultan de cada acción gana-da o perdida”, solicitando continuamente más y más poderes en la juris-dicción neogranadina. Así se lo hizo saber en marzo de 1816 al secreta-rio del Consejo de Estado para que se lo comunicara a Su Majestad:“Creo pues de mi obligación, Sr. Excmo., repetir que en Venezuela la autori-dad suprema debe residir en uno solo, que ésta debe ser ilimitada, y que a estasprovincias... no se las debe considerar más que como un vasto campo de bata-lla donde solo decide la fuerza, y en donde el general que dirige la acción lagana en vista de su talento o fortuna sin que nadie se atreva a hacer otra cosamás que obedecerle, callar y ejecutar sus órdenes...” 20.

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19 Muy revelador es en este sentido el trabajo de Tulio Halperin Donghi, "Del Virreinato delRío de la Plata a la Nación Argentina", en Víctor Mínguez y Manuel Chust (eds.) El Imperiosublevado. Monarquía y naciones en España e Hispanoamérica, Madrid, 2004, en especiallas págs. 280 y ss., donde analiza la importancia de la élite militar, surgida en 1810, en eltranscurso de ¡a revolución de Buenos Aires.

20 Carta reproducida en El Correo del Orinoco, Angostura, N.2, julio 1818, págs. 1 y 2. Ediciónfacsimilar de Gerardo Rivas Moreno, Bogotá, 1998.

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Y produjeron también una terrible sangría humana entre lasmismas fuerzas expedicionarias, puesto que, a los pocos meses de lle-gar al continente, la mayor parte de estos 40.000 soldados y oficialesenviados habían muerto o desaparecido. Las enfermedades, productode su falta de preparación y aclimatación; la ausencia de apoyo logísti-co desde España que nunca llegó; la deserción, que llevó a muchos adesesperar por la ausencia de relevos; y una guerra que duró más dediez años, acabaron con casi todos ellos. El mismo general Morillo, y elresto de los jefes militares realistas, se vieron obligados a hacer la gue-rra con tropas locales en su mayor parte, porque sus altivos regimien-tos fueron muy pronto consumidos, y de ellos apenas quedaban ya, en1820, las banderas y los tambores. Y ello extendió aún más por el con-tinente americano la sensación -en realidad bastante más que una sen-sación- de que se trataba de una guerra civil entre americanos, porquea la guerra fueron arrastrados fundamentalmente sectores popularescuyo poder de decisión para estar en un bando o en otro fue duramen-te constreñido por las medidas de fuerza que contra ellos aplicaronunos y otros. Sin olvidar que, además, en México, en Perú, en Charcas,en Chile e incluso en la Nueva Granada, no pocos de estos oficialespeninsulares acabaron por abrazar finalmente la causa patriota, sobretodo después de 1823, cuando, tras tantos años en América, acabaronpor identificarse más con la posición de los militares republicanosindependentistas que con la causa de un rey que de nuevo se empeña-ba, tercamente y a cualquier precio, en mantener un absolutismo tanañejo como imposible.

Al mismo tiempo, esta decisión de enviar al ejército a Ultramarfue un fracaso puramente militar. Era masiva la presencia de liberalesen el seno de la oficialidad de estas unidades embarcadas, porque pre-cisamente este era el objetivo que se pretendía, mandarlos lejos; perotambién entre las tropas, puesto que la mayor parte de los soldadoshabían sido voluntarios presentados en las diversas ciudades españo-las para luchar contra Napoleón, pero, en modo alguno, parecían dis-puestos a combatir ahora en América; la guerra colonial, después desiete años de combates en el península contra los franceses, fue extra-ordinariamente impopular. No era una guerra ni querida, ni entendi-da. Definitivamente fueron a la fuerza, una especie de destino final delque muchos sabían nunca podrían regresar. De aquí que los jefes quedebían mandar todas estas unidades habían de ser absolutamente fieles

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a las ideas y propósitos del monarca, absolutistas y obedientes elegidospor su pragmatismo, para mandar a una oficialidad y unas tropas queen cualquier momento podrían sublevarse; de hecho, entre las que que-daron en España, no cesaron de alzarse y sublevarse contra el rey. Esdecir, las discrepancias en el seno de estas unidades, incluso antes desalir de la península, en el viaje, y ya en América, fueron continuas, y asícontinuaron hasta el final. Morillo reconocía que en buena parte de susoficiales y de la mayor parte de sus tropas, no podría hallar sino unaobediencia debida que en cualquier momento se quebraba.

Todo un esfuerzo que vino a ser, por último, y en lo político,definitivamente inútil para el régimen absolutista, porque no logró eli-minar en España el peligro que para él representaba un ejército defuerte impronta liberal y firmemente convencido de su proyecto reno-vador. Prueba de ello es que, en 1820, otros militares, aborrecidos delabsolutismo fanático del rey y su gobierno, de la persecución a queeran sometidas las ideas que habían defendido hasta entonces, acuar-telados en Cádiz y sus contornos para ser remitidos también a Amé-rica, y sabedores del catastrófico destino al que habían sido arrastradossus compañeros en Ultramar, se sublevaron antes de embarcar y obli-garon al monarca a aceptar el restablecimiento de la Constitución21. Poreso, cuando Fernando VII consiguió, tres anos después, entronizarsede nuevo como monarca absoluto tras pedir ayuda a media Europa,quitando “de en medio del tiempo” a la constitución gaditana22, pueseste fue textualmente su dictamen, no dudó en emprender una rotun-da y definitiva persecución antiliberal, que tuvo su fase más aguda enlas acciones represivas contra los militares progresistas, disolviendo alejército por entero y sustituyéndolo por los “Cuerpos de VoluntariosRealistas”23, creando las “Comisiones Militares” o “Juntas Depurado-ras”, y “purificando” uno por uno a estos oficiales24, a fin de “limpiar

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21 Antonio Alcalá Galiano, "Apuntes para servir a la historia del origen y alzamiento del ejér-cito destinado a Ultramar en 1 de enero de 1820", Obras escogidas (Edición de Jorge Campos)Biblioteca de Autores Españoles, N.LXXXIV, Madrid, 1955, págs. 327-342

22 Josep Fontana, De en medio del tiempo. La segunda restauración española, 1823-1834, Barcelona,2006.

23 Juan Sísinio Pérez Garzón, "Absolutismo y clases sociales: los voluntarios realistas deMadrid, (1823-1833)", Anales del Instituto de Estudios Madrileños, N° XV, 1978; FedericoSuárez, "Los cuerpos de voluntarios realistas. Notas para su estudio", Anuario de Historia delDerecho Español, Madrid, 1956; Alfonso Braojos Garrido, "Los voluntarios realistas, un vacíoen la historia militar de Andalucía", Milicia y sociedad en la Baja Andalucía. S.XVIIIy XIX,Sevilla, 1999.

24 Pedro Pegenaute, Represión política en el reinado de Fernando VIL Las comisiones milita-

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todas las Secretarías del Despacho, tribunales y demás oficinas y guar-niciones... de todos los que hayan sido adictos al sistema constitucio-nal, protegiendo debidamente a los realistas”25. Y ello a pesar de queestos oficiales hubieran hecho en su nombre la guerra contra Napoleónsolo unos años antes, o que aún defendieran agónicamente la causa delrey en América, sumidos en un marasmo ideológico que ni los mismosprotagonistas sabían explicar a cabalidad26.

Así pues, liquidar al liberalismo militar había sido desde 1814uno de los objetivos de la política real, y al fracaso de este empeño o ala “tibieza” de las medidas entonces adoptadas achacaron los conser-vadores el éxito del pronunciamiento de Riego y sus compañeros en1820, causantes del “horror y anarquía” en que decían haber vivido lostres años que siguieron.

Así, después de 1823, este objetivo inicial emprendido de aca-bar con los oficiales liberales, se transformó en el eje central de la polí-tica fernandina; una política a desarrollar a cualquier precio y de lamanera más contundente, volviendo a poner en vigor los antiguosdecretos de 1814. Por Real Orden de 9 de octubre de 1824 se dispusoque: “(Art.l0) Los que se declaren... partidarios de la constitución publicadaen Cádiz... son declarados reos de lesa majestad y como tales sujetos a la penade muerte... (Art.2°) Los que hayan escrito papeles o pasquines dirigidos aaquellos fines, son igualmente comprendidos en la misma pena... (Art.3°) Losque en parajes públicos hablen contra la Soberanía de S.M. o a favor de la abo-lida constitución... y fuesen efecto de una imaginación indiscretamente exal-tada... quedan sujetos a la pena de cuatro a diez años de presidio... (Art.5°) Losque promuevan alborotos... que se dirigieren a trastornar el gobierno de S.M.o a obligarle a que condescienda en un acto contrario a su voluntad Soberana,se declaran reos de lesa majestad... (Art.8°) Los que hubiesen gritado muera elrey son reos de alta traición y como tales sujetos a la pena de muerte... (Art.9°) Los masones, comuneros y otros sectarios, atendiendo a que deben consi-derarse como enemigos del Altar y los Tronos, quedan sujetos a la pena demuerte... como reos de lesa majestad divina y humana... (Art.10°) Todo espa-

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res. 1824-1825, Pamplona, 1974; Soren Christensen fed.) Violence and the Ábsolutist State,Copenhagen, 1990.

25 Instrucciones personales de Fernando Vil, en Federico Suárez, Luis López Ballesteros y sugestión al frente de la Real hacienda (1828-1832), Pamplona, 1970, pág. 84.

26 J. Marchena F., "La expresión de la guerra. El poder colonial. El ejército y la crisis del régi-men colonial en la región andina". Historia de América Andina, Vol.4, Quito, 2003; AlbertoWagner de Reyna, "Ocho años de La Serna en el Perú. De La Venganza a La Ernestine",Quinto Centenario, N° 8, Madrid, 1985.

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ñol., queda sujeto... bajo el juicio de las Comisiones Militares ejecutivas, enconformidad con el Real Decreto de 11 de septiembre de 1814, por el que S.M.tuvo a bien, en las causas de infidencia o ideas subversivas, privar del fueroque por su carácter, destinos o carrera les estaba declarado... (Art. 11°) Los queusen las voces alarmantes y subversivas de viva Riego, viva la constitución,mueran los serviles, mueran los tiranos, viva la libertad, deben estar sujetos ala pena de muerte., en conformidad del Real Decreto de 4 de mayo de 1814, porser expresiones atentativas al orden y convocatorias a reuniones dirigidas adeprimir la sagrada persona de S.M. y sus respetables atribuciones" 27.

Como puede deducirse y varios autores han señalado, en laEspaña de 1814, 1820 y 1823, y a pesar de tanto discurso encendidocomo se pronunció en otra dirección, preocupó más el problema polí-tico peninsular que la independencia de las colonias. O entendieronque este segundo problema estaba supeditado al primero. Y ello por-que, para algunos de los oficiales liberales españoles, la tarea primor-dial consistía en sacar adelante la "revolución" nacional, y con ella ladestrucción definitiva de las estructuras feudales del absolutismo, delas diferenciaciones sociales por origen o condición, consolidando ade-más una soberanía basada en el poder ciudadano, en la confianza deque luego podrían arreglarse otros desajustes pendientes, especial-mente con los liberales americanos, en cuanto afirmaban coincidir conellos en las principales cuestiones de fondo; mientras que, para losotros, los absolutistas más apegados al régimen servil, lo más impor-tante era reinstaurar el viejo orden, y evitar por todos los medios quelos anteriores lograran consolidar su proyecto, toda vez que la mayo-ría de los conservadores estaban convencidos de que, tras las aspiracio-nes de una "soberanía nacional", se disimulaba la de una "soberaníapopular", así como la disgregación de las posesiones dominios inalie-nables de Su Majestad en el Nuevo Mundo.

Una doctrina de la soberanía popular expuesta, entre otros,por Francisco Martínez Marina en su, Discurso sobre el origen de lamonarquía y sobre la naturaleza del Gobierno español, editado enMadrid en 181328, en el que afirma: "El Pueblo realmente es la nación

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27 Reales Decretos de Fernando VII, cit., Vol.IX, págs. 224, 227. Ver también Mariano y JoséLuis Peset, "Legislación contra liberales en los comienzos de la década absolutista, 1823-1825", Anuario de historia del derecho español, año 1967. Los decretos de 1814 aquí refe-renciados se comentan en !a nota 88 del presente trabajo.

28 Imprenta de Fermín Villalpando, Madrid, 1813. Edición y estudio preliminar de JoséAntonio Maravall, Madrid, 1988, págs. 132 y 150,

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misma y en quien reside la autoridad soberana... El pueblo, que ha de estarrepresentado en Cortes por los procuradores de los comunes, concejos y ayun-tamientos, únicos representantes del reino según la ley y costumbre...". Unadoctrina que, en sus fundamentos, fue la misma que aplicaron lamayor parte de los cabildos y juntas americanas a partir de 1810, de ahíque resulten idénticos los discursos a uno y otro lado del mar.

Un concepto de nación que, desde 1810, se hallaba expuesto enlos catecismos de doctrina civil publicados por la Junta Suprema deGobierno en Cádiz, de carácter verdaderamente rupturista con lo ante-rior, en cuanto partía de una "disolución" del antiguo orden con moti-vo de la guerra para formar una "sociedad nueva": "El pueblo ha recobra-do la libertad, cautiva por tanto malvado egoísta, y se ha puesto en el estadoanárquico por disolución, reclamando incesantemente el orden y sus derechospara formar una sociedad nueva, cuyo edificio empiece por los sólidos cimien-tos del derecho natural y concluya con la más perfecta armonía del derechocivil, arruinando el gótico alcázar construido a expensas del sufrimiento y dela ignorancia de nuestros antepasados"29. De ahí que las Cortes pudieranactuar como una asamblea soberana a manera de convención, y, segúnel decreto de Cortes del primer día de reunión, el 24 de octubre de1810, "los diputados que componen este Congreso, y que representanla nación española, se declaran legítimamente constituidos en CortesGenerales y Extraordinarias", afirmando que "reside en ellas la Sobe-ranía nacional" 30. Es decir, se partía de una disolución del estado socialoriginario (presocial, sin autoridades) y se conformaba una nueva reali-dad, una soberanía fundada en los principios del derecho natural. Dedonde devenía, para algunos, el carácter revolucionario de la guerra.Porque, a partir de ésta y con la constitución de una nación españolapor obra de las Cortes, el pueblo se sacudía del yugo absolutista y reco-braba la soberanía usurpada por los agentes del Antiguo régimen. Asíen el periódico El Robespierre español. El amigo de las leyes o cuestiones atre-vidas sobre la España, editado en Cádiz en 1811, era corriente el empleoen tal sentido del término revolución31. En el N° 12, se lee: "El puebloespañol, por medio de su gloriosa revolución, ha sacudido el yugo que le ago-biaba. Ha recobrado la soberanía que le tenían usurpada, y ha dado a sus dipu-tados todos los plenos poderes y facultades amplísimas para deshacer, reformar,

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29 Andrés de Moya Luzuriaga, Catecismo de Doctrina Civil, Imprenta de la Junta de SuperiorGobierno, Cádiz, 1810.

30 Decreto de las Cortes en el primer día de su reunión, 24 de octubre de 1810.31 Isla de León y Cádiz, 1811-1812, Nums. 1 al 27, 1811-1812.

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abolir, crear de nuevo, refundir o extirpar cuanto sea conveniente a la salvaciónde la patria y a su futura felicidad".

Similar, por tanto, a las proclamas de las Juntas Americanas.Sobre la de Quito en 1809 nada he de indicar. En bronce, en la PlazaGrande de esta ciudad, está grabada. En Caracas en 1810, la Junta y elCabildo proclamaban que si la Junta Central en España "ha sido disuel-ta y dispersa en aquella turbulencia y precipitación, y se ha destruido final-mente aquélla soberanía constituida legalmente para la conservación del esta-do... el sistema de gobierno con el título de Regencia organizado por los habi-tantes de Cádiz... no reúne en sí el voto general de la nación, ni menos aún elde estos habitantes (de Caracas), que tienen el derecho legítimo de velar porsu conservación y seguridad como partes integrantes que son de la monarquíaespañola"32. Apenas unos días antes, el 19 de abril, el Cabildo habíainsistido en que se hacía necesario erigir un gobierno "que supla lasenunciadas faltas, ejerciendo los derechos de la soberanía, que por el mismohecho ha recaído en el pueblo, conforme a los principios de la sabia constitu-ción de la primitiva España y a las máximas que ha enseñado y publicado eninnumerables papeles la Junta Suprema extinguida" 33. Es decir, el discursoera el mismo.

Era la revolución política, que se planteó por mil y una vías, aambos lados del mar, y en la misma dirección. Vías como la adjudica-ción de la vieja simbología del Antiguo régimen al nuevo, como arre-batando, restando o eliminando potestad a las antiguas formas de po-der, y asignando dicha potestad a las nuevas: de "soberano" a "sobera-nía nacional", un cambio trascendental en la legitimación del imagina-rio social liberal. Como se ha señalado" 34, fue precisamente un militaramericano en Cádiz, José Mejía Lequerica, quiteño, diputado por Bo-gotá, el que propuso que al nuevo poder ejecutivo emanado de lasCortes se le habría de denominar en adelante Alteza, por ser gestor delpoder nacional; que al poder judicial se le reservara el de Nación, por-que en el imperio de la ley se igualaban todos los españoles; y que alpoder legislativo, es decir, a las Cortes, se le adjudicara el de Majestad,por ser en ellas donde residía la soberanía. Es decir, términos antesreservados exclusivamente al soberano pasaban ahora al Estado35.

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32 Gazeta de Caracas, T. II, N.95, 27 abril de 1810.33 Acta del 19 de abril de 1810: Documentos de la Suprema Junta de Caracas, Caracas, 1979.34 Manuel Chust , "Soberanía y Soberanos: problemas en ¡a constitución de 1812", en Marta

Terán y José Antonio Serrano Ortega (eds.) Las guerra de la Independencia en la Américaespañola, Zarnora-México, 2002, pág. 36.

35 Naturalmente, en abril de 1814 los conservadores eliminaron esta disposición, declarándo-

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Como se observa, una revolución terminológica que contenía unarevolución política, soportadas ambas desde la Constitución comocapital jurídico36.

Pero, al mismo tiempo y en otros frentes, también se estaba lle-vando a cabo una revolución social: la que eliminaba o pretendía elimi-nar los privilegios feudales y estamentales del Antiguo régimen. FierreVilar señala que en 1808 había en España guerra y revolución al mismotiempo: guerra contra los franceses, y guerra entre grupos sociales máslucha de clases37, desarrolladas todas en el marco de un conflicto que,obviamente, iban más allá del mero hecho de combatir a las tropas deNapoleón. Es decir, una revolución política, y también una revoluciónsocial38; aunque, como señala Lluís Roura, ambas se desenvolvieroncon una clara desconexión entre sí 39. De hecho, el término "guerra deindependencia española" fue una acepción consolidada solo posterior-mente por la historiografía conservadora a lo largo del XIX español, yescasamente usado durante el desarrollo de la misma. La mayor partede los autores del momento se refirieron al conflicto como "guerra con-tra la invasión francesa", o "guerra y revolución de España".

Por tanto, para ambos grupos españoles, el conservador y elliberal, el problema americano era una de las difíciles cuestiones quetenían que resolver, pero desde luego no el más urgente, frente al queconsideraban "gravísimo problema" político de la monarquía. Es más,en este caso concreto de las expediciones, la solución aplicada pareciómagnífica para el gobierno fernandino, en la medida que preveían

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se "que el tratamiento de Majestad corresponde exclusivamente al rey": Manuel Chust, "Elrey para el pueblo, la constitución para la nación", en Víctor Minguez y Manuel Chust(eds.) El Imperio sublevado. Monarquía y naciones en España e Hispanoamérica, Madrid, 2004,pág.235.

36 José María Portillo, Revolución de nación. Orígenes de la cultura constitucional en España. 1780-1812, Madrid, 2000; Bartolomé Clavero, José María Portillo y Marta Lorente, Pueblo, nación,constitución, Vitoria, 2004.

37 Hidalgos, amotinados... cit, pág. 245.38 Antonio Alcalá Galiano, "Índole de la revolución de España en 1808", en Obras escogidas

(Edición de Jorge Campos) Biblioteca de Autores Españoles, N.LXXX1V, Madrid, 1955.39 Lluís Roura, Guerra y ocupación francesa: ¿freno o estímulo a la revolución española?, Manuel

Chust e Ivana Frasquet (eds.), La trascendencia del liberalismo doceañista en España y América,Valencia, 2000, pág. 19. Agustín Arguelles, como Roura señala (pág.25), era consciente deesta desconexión, y en su obra La reforma constitucional en Cádiz (reedición, Madrid, 1970,pág. 262) aclaraba que para llevar adelante otras esferas de la revolución "hubiera sido nece-sario luchar frente a frente con toda la violencia y furia teológica del clero, cuyos efectos demasiadoexperimentados estaban ya", por lo que "se creyó prudente dejar al tiempo, al progreso de las lucesy a las reformas sucesivas y graduales de las Cortes venideras, que se corrigiese, sin lucha ni escán-dalo, este espíritu intolerante".

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solucionar los dos problemas con una misma medida. En la realidad noresolvió ninguno de los dos; a todas luces los complicó aún más.

De ahí que deba enfatizarse el significado de estas expedicio-nes, la enviada con Morillo en 1815 y las que siguieron hasta 1820, por-que sus repercusiones fueron más allá de su propio destino. El intentodisparatado de Fernando VII de detener el tiempo, mediante una gue-rra de reconquista, remitiendo al otro lado del mar a miles de soldados,conllevó la independencia definitiva de la América continental, dondeesta guerra ofensiva solo pudo ser entendida como un acto despóticode tiranía e intromisión, y las tropas españolas consideradas comoinvasoras y extranjeras.

Ciertamente que el restablecimiento del régimen absolutista enla península hizo suspirar en América de pura satisfacción y a robuste-cerse mucho más en su recalcitrante postura a muchos de los militaresférreamente realistas y conservadores (fueran españoles a americanos),los que sentían al constitucionalismo gaditano, tal cual alguno escribió,"como un sistema destructor de la autoridad y de la moral cristiana"; o, comoanotó en Charcas el general Olañeta, "Si algo tenía de bueno la Cons-titución del año 12 es que jamás se observó en el Perú" 40.

Pero a la vez, la vuelta al absolutismo en 1814 y el envío deestas tropas consolidó a otros de estos militares en su irreductible pos-tura independentista y republicana, advirtiendo a los muchos indeci-sos americanos que ese absolutismo, "una vez el rey se quitó la másca-ra", era lo único que podía esperarse de las promesas españolas, quehabían dejado de ser ambiguas para ser radicalmente agresivas con elenvío de las unidades expedicionarias, como en 1814 expuso en Méxi-co el capitán Ignacio Rayón en su proclama a los españoles europeos:

"Aclamasteis al Congreso de Cádiz para que os salvase; jurasteis laobservancia de una constitución que os dio, y que mirasteis como lafuente de vuestra felicidad futura... Os prometisteis que vuestro Reysería el primer ciudadano español; pero os engañasteis en vuestraesperanza, pues resistiéndose abiertamente a guardar este Código, osha dejado confundidos y expuestos a ser el blanco del partido llama-do servil, que apoyasteis con vuestra aprobación y juramentos. Eldecreto de 4 de Mayo dado en Valencia, os coloca en el estado en queos hallabais cuando el valido Godoy disponía de vosotros a su capri-

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40 J. Marchena F., "La expresión de la guerra..." Cit, pág.79.

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cho, y ahora sois tan esclavos de un déspota como lo fueron vuestrosantepasados. Estos son los frutos que habéis cogido de vuestras lágri-mas y sacrificios hechos por aquel Fernando, en cuyo nombre habéisinmolado más de cien mil americanos. Recorred nuestras campiñas,y las veréis desoladas: nuestras propiedades, y las veréis invadidas:nuestros templos, y los veréis saqueados y profanados: veréis poluídolo más santo, hollado lo más sagrado, y derramada por todos losángulos de la vasta América la sangre, el duelo y la muerte" 41.

El redactor del Correo del Orinoco, en el número 2 de 1818, asílo certifica también, cuando acusa a Morillo de "vendido" al absolutis-mo de Fernando VII después de haber jurado la Constitución de Cádiz:

"Morillo, uno de los principales traidores que vendieron su patria yalibre, ya bien constituida, llena de gloria y elevada a su antigua dig-nidad: la vendieron, digo, y la sacrificaron al déspota. Traidores quepoco antes habían jurado a la faz de la nación no admitir en su terri-torio si al pisarlo no juraba el mismo renunciar de toda pretensión alpoder arbitrario. Sin Morillo, sin Elío, O'Donnell y otros cabecillas,la España no habría perdido el fruto de tantos sacrificios, de tantaconstancia y de tan nobles y heroicos esfuerzos. ¿Qué español no seavergonzará de hacer profesión de tales sentimientos en el siglo 19?El temor de desagradar a Fernando es la única regla de la conductamilitar y política de Morillo. Como su amo esté contento, ¿qué el im-porta que su patria oprimida por el imbécil despotismo, que él mismocontribuyó a restablecer, se halle por toda partes rodeada de males ypeligros, y sobre todo empeñada en una guerra que evidentemente laconduce a su ruina, si no aprovecha los momentos de hacer una pazventajosa? Morillo conoce esta verdad... y sin embargo lejos de desen-gañar a su rey, y representarle con la integridad de un hombre hon-rado el término fatal que debe tener esta guerra si se obstina en con-tinuarla, lo excita a mandar nuevas tropas a perecer en América, y avejar con nuevos impuestos a su nación para emprender nuevas cru-zadas"42.

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4I J. Marchena F. "Revolución, representación y elecciones. El impacto de Cádiz en el mundoandino", Procesos, Revista Ecuatoriana de Historia, N. 19, Quito, 2003.

42 El Correo del Orinoco, cit,. pág. 2.

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Y Bolívar, en su carta desde Jamaica de 1815 tras la llegada delas tropas de Morillo a Nueva Granada, escribía igualmente: "¡Quédemencia la de nuestra enemiga pretender reconquistar la América, sin mari-na, sin tesoros y casi sin soldados! Pues los que tiene apenas son bastantespara retener a su propio pueblo en una violenta obediencia y defenderse de susvecinos", para añadir que lo único logrado por los invasores en Vene-zuela había sido hasta entonces que "los tiranos gobiernen un desierto, ysolo oprimen a tristes restos que, escapados de la muerte, alimentan una pre-caria existencia... Los más de los hombres han perecido por no ser esclavos, ylos que viven combaten con furor en los campos y en los pueblos internos,hasta expirar o arrojar al mar a los que, insaciables de sangre y crímenes, riva-lizan con los primeros monstruos que hicieron desaparecer de la América a suraza primitiva" 43.

Es decir, el fracaso definitivo de Cádiz en América no devinosolo de las dificultades o reticencias de la aceptación (ni siquiera delrechazo) del texto constitucional en las diferentes jurisdicciones ameri-canas, sino precisamente de la decisión tomada en España de acabarcon el liberalismo, español y americano, en 1814, restando toda credi-bilidad a cualquier proceso de apertura o diálogo entre la monarquía ylos territorios de ultramar que no se basara en la aceptación del abso-lutismo fernandino y en el restablecimiento de las anteriores relacionesde dominación. Una decisión, la de acabar con Cádiz y las negociacio-nes con América que, para que no quedaran dudas, fue seguida de lapuesta en marcha de las expediciones de "reconquista", desplazandohacia Ultramar al ejército peninsular.

Por parte patriota, las expediciones no pudieron ser entendi-das de otro modo que como una contundente y definitiva declaraciónde guerra. En toda América, como Margarita Garrido ha explicadopara el caso de Nueva Granada, a partir de la llegada de las tropas deMorillo y demás cuerpos expedicionarios, la cuestión de la indepen-dencia se planteó como una guerra de valores, entre los propios de losconnaturales americanos y los de "los españoles", satanizados ahoracomo "los más crueles y despiadados... monstruos que vomitó el infierno", talcual fueron anatemizados desde pulpitos y escritos por varios eclesiás-ticos colombianos. Estas tropas que llegaron fueron representadascomo "enemigos irreconciliables", "que justifican por sí mismos la desobe-

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43 Kingston, 6 de septiembre de 1815, dirigida a un ciudadano inglés, Henry Cullen. ReinaldoRojas, Bolívar y la Carta de Jamaica, Barquisimeto, 1980.

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diencia a un rey que ha mandado agentes tan perniciosos", invocando al Su-premo Poder para que los eliminase. Cuando los españoles fueron ven-cidos al fin, exclamaron desde el pulpito: "Desaparecieron las huestesinfernales, y se han restituido los derechos de los Americanos. El Dios de losEjércitos ha descargado su brazo poderoso sobre los tiranos, infundiendo es-fuerzo y valor a los americanos para hacer desaparecer a su enemigos". En unabatalla entre el bien y el mal, en la que los americanos luchaban "por losagrado", los pecados capitales quedaban del lado de los soldadosespañoles de Morillo y demás generales realistas, que eran en sí mis-mos "pruebas de la barbarie de su nación", apareciendo como "impíos",ladrones de las joyas sagradas, destructores "de nuestros templos, alta-res y ministros", portadores de "herejías, blasfemias y corrupción decostumbres con que quieren acabar con nosotros"44. Más que significa-tivamente, eran los mismos adjetivos y argumentos con que la iglesiaespañola satanizó a las tropas invasoras francesas45. Las Vírgenes (enArgentina, Chile, Perú, Ecuador, Colombia, México... fueran delRosario, de la Merced, de Guadalupe) estaban ahora de parte de losamericanos, y eran nombradas patronas de los ejércitos nacionales,como expresó el cura de Guaduas, en Colombia: "Las Armas de la repú-blica expirantes se ponen en Chiquinquirá bajo tu precioso manto: os eligengenerala, y tú, como la estrella matutina que anuncia la venida del gran pla-neta, guiando sus rayos, conduces las armas por los lados del Caquetá a las lla-nuras del Casanare". Es decir, los iconos religiosos fueron utilizados delmismo modo que en España, donde las Vírgenes también habían con-ducido a las tropas frente a Napoleón, y asimismo figuraban comogeneralas de las tropas. Los blasfemos eran ahora los españoles, comomanifestaba en un bando José María Morelos: "Que los gachupines sevayan a su tierra, o con su amigo el francés que pretende corromper nuestrareligión" 46; o José Joaquín Olmedo, en su Canto a Bolívar y a la victoriade Junín de 1826: "¡Guerra al usurpador! ¿Qué le debemos? / ¿luces, cos-tumbres, religión o leyes? / ¡Si ellos fueron estúpidos, viciosos / feroces y porfin supersticiosos! / ¿Qué religión? ¿La de Jesús? ¡Blasfemos! / Sangre, plomo

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44 Sermones de los curas de Bosa, Guaduas y Villeta, 1819. Margarita Garrido, "Contrarres-tando los sentimientos de lealtad y obediencia: los sermones en defensa de la Indepen-dencia en el Nuevo reino de Granada", en Actas del XII Congreso Internacional Ahila,Porto, 2001, Vol.II, págs. 72 y ss.

45 Ibidem, pág. 73, sermón del cura de Guaduas.46 Citado por Marco Antonio Landavazo, "Imaginarios encontrados. El antiespañolismo en

México en los siglos XIX y XX", Tzintzun, Revista de Estudios Históricos., N° 42, 2005, pág.34.

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veloz, cadenas fueron / los sacramentos santos que trajeron"47. Incluso enalgunos himnos y canciones patrias, se destacó el hecho de que estosespañoles enemigos a los que ahora se derrotaban habían sido a su vezlos vencedores de Napoleón, como escribió el colombiano ManuelMaría Madiedo en su loa a la batalla de Ayacucho: "He aquí por fin losmiles de opresores / que han vencido al invicto Bonaparte / de los Hijos del Solregios señores" 48, o el ya citado José Joaquín de Olmedo: "Y el Ibero arro-gante en las memorias / de sus pasadas glorias... / Y el arma de Bailen rindiócayendo / el vencedor del vencedor de Europa" 49... Todas referencias clarasdel impacto que el envío de las tropas "reconquistadoras" para sojuz-gar a la independencia tuvieron sobre la creación de un imaginarioamericano, nacional, republicano y, sobre todo ahora más que nunca,antiespañol50.

Estas expediciones resultaron funestas también para España,puesto que la persecución del liberalismo, y dentro de este proceso laremisión de buena parte del ejército a Ultramar, fue una de las clavesdel proceso político peninsular, produciendo un vacío que el liberalis-mo español tardó mucho tiempo en cubrir. Fueron, entre 1814 y 1820,seis años definitivos en la historia española, porque desbarataron elproyecto constitucional que recién se hallaba en sus albores, y porqueobligó a la fracción liberal a utilizar los pronunciamientos militares, losgolpes de mano, los alzamientos y sublevaciones de guarniciones, co-mo uno de los pocos instrumentos políticos a su alcance, en cuya repre-sión los conservadores no dudaron en utilizar los más enérgicos proce-dimientos. La ruptura del continuismo constitucional con el exilio for-zado a Europa de numerosos progresistas españoles, la remisión aAmérica de muchos de ellos destinados a una guerra sin horizontes, yla represión a que fueron sometidos los principales líderes liberalesencuadrados en el ejército, crearon un hueco difícil de llenar. VicenteLloréns, en un texto ya clásico51, concluye: "La nación española no solose encontraba en ruinas, sino privada de quienes podían contribuirmás eficazmente a su reconstrucción. Con los afrancesados y los libe-

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47 José Joaquín de Olmedo, La Victoria de Junín, Canto a Bolívar, edición de Aurelio EspinosaPólit, Biblioteca Ecuatoriana Clásica, Vol. 14, Quito, 1989, pág. 114.

48 Manuel María Madiedo, "Ayacucho", en Poesías, Bogotá, 1859, pág. 201.49 José Joaquín de Olmedo, cit, pág. 118.50 Para el caso de México, Harold Sims, La expulsión de los españoles de México (1821-1828),

México, 1974.51 Liberales y románticos.. Cit., pág, 43.

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rales, habían desaparecido en realidad de la vida pública las minoríasdirigentes del país. En consecuencia, no hubo en España una restaura-ción ni siquiera aparente del anterior orden de cosas, sino una destruc-ción mayor, una mutilación poco menos que irreparable en todos losórdenes de la vida nacional".

Los más de los oficiales liberales exiliados en diversas ciuda-des europeas se mantuvieron durante estos seis años en la evocaciónmás o menos activa de su lucha antiabsolutista, en la planificación deconspiraciones -algunas de ellas fantásticas- contra el rey felón52, y enla esperanza de que los compañeros que habían quedado en Españasublevarían por fin a las tropas para devolverles la nación perdida, loque no se concretó sino hasta 1820, porque la remisión a Ultramar deestas expediciones, y el método empleado para ello, lo habían impedi-do hasta entonces53.

Al finalizar la guerra, tras la victoria de Ayacucho y la derrotade las tropas realistas, toda una generación de militares españoles quehabían combatido en América por el rey, algunos por más de quinceaños, debieron regresar a su patria según la capitulaciones de guerra.Apenas eran ya un puñado de supervivientes, pero su retorno a Españafue sumamente complicado: Primero porque a la mayor parte de ellosles esperaba un consejo de guerra, no solo por haberse rendido sino,principalmente, por ser liberales, en un momento de máxima persecu-ción política del liberalismo por parte de Fernando VII como ya secomentó. De modo que muchos de estos oficiales optaron por exiliarsedirectamente en Francia u otros países, y volver a conspirar contra el reyfelón. Es decir, tras quince años de pelear a favor del rey, ahora continua-ron casi diez años más peleando contra ese mismo monarca en España yEuropa. Y segundo, porque los que sí pudieron atreverse a regresar a sutierra, toda vez que se suponía habían sido absolutistas durante su per-manencia en América, y así venían cargados tanto de justificaciones per-

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52 Rafael Sánchez Mantero, Las conspiraciones liberales en Francia, 1815-1823, Sevilla, 1972;id., Liberales en el exilio. La emigración política en Francia en la crisis del Antiguo régimen,Madrid, 1975.

53 La documentación sobre los servicios militares de estos oficiales enviados a América entre1814 y 1820 se halla en el Archivo General de Simancas, Secretaría de Guerra, GuerraModerna, 2998. Pueden estudiarse igualmente todas sus hojas de servicio en JuanMarchena Fernández (coord.), Gumersindo Caballero y Diego Torres Arriaza, El Ejército deAmérica antes de la Independencia. Ejército regular y milicias americanas. 1750-1815.Hojas de servicio, uniformes y estudio histórico, Madrid, 2005.

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sonales de lealtad como de acusaciones contra sus compañeros de armasliberales y constitucionalistas, no encontraron la comprensión del go-bierno fernandino, sino que fueron relegados en el mando, destinados aunidades de segundo nivel, acusados velada o abiertamente de cobar-des, y calificados despectivamente como "ayacuchos".

A la muerte de Fernando VII, la batalla en las pampas y cerrosserranos andinos volvió a reproducirse en España: los generales y ofi-ciales liberales regresaron al fin desde su exilio (habían pasado casiveinte años desde que partieron con las unidades expedicionarias)aprovechando la amnistía decretada por la reina regente María Cris-tina hacia los liberales, e inmediatamente ofrecieron sus servicios a lareina si intentaba llevar adelante un nuevo proyecto constitucional:fueron generales como Espartero, Canterac, Valdés... ahora llamados"cristinos". Los otros generales, también "ayacuchos", que habían per-manecido al lado de Fernando VII hasta su muerte, ante la posibilidadde un nuevo restablecimiento constitucional, abrazaron la causa delotro pretendiente al trono, el hermano de Fernando, Carlos María Isi-dro, ultracatólico, ultraconservador y ferozmente antiliberal. Fuerongenerales absolutistas en América y ahora carlistas y tradicionalistasen España, como por ejemplo el jefe de todos ellos, el general Maroto,que había pelado en Chile, Solivia y Perú desde 1815, también presen-te en Ayacucho, acusador despiadado de los liberales en las sierrasandinas. Estos militares se sublevaron contra la reina regente dandoinicio a las guerras carlistas que asolaron la península ibérica durantemás de cincuenta años causando más de cuatrocientos mil muertos. Silos generales liberales pudieron mantenerse en el poder, como salvado-res de la monarquía constitucional ahora, durante la regencia y luegodurante el gobierno de la reina Isabel I, entre ellos el sempieterno gene-ral Bartolomé Espartero y toda su generación de combatientes en lasguerras d independencia americana, fue peleando durante todo estemismo tiempo hasta la década de 1860 contra el absolutismo carlista yconservador de sus otros compañeros de armas, todos procedentes delas pampas de ayacucho. Esta generación de iluminados por la guerrano pudieron, porque fueron ya para siempre incapaces, de bajarsejamás del caballo, y de entender que la política y los pueblos podíanprescindir de ellos.

Sobre los iluminados por la guerra en el mundo latinoamerica-no a lo largo del S.XIX no es necesario insistir, pues es más que sobra-

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damente conocido y en esta sala se reúnen, probablemente, algunos delos más destacados especialistas en este asunto.

De ahí que, para terminar y como indicamos al principio, debeintentarse acercar dos temas que hasta entonces la mayor parte de lashistoriografías han trabajado por separado. No es posible entender nilas independencias americanas ni la quiebra del Antiguo régimen enEspaña, ni las consecuencias de esta guerra en los mundos americanoy español, sin poner en contacto ambos objetos de estudio, porque sehallan íntimamente enlazados. Por eso, revisitando las fuentes, tantoespañolas como americanas, que atienden a ambos e interconectadosprocesos, el historiador tiene la sensación de comprenderlos mejor,manejando nuevas claves y proponiendo nuevas miradas.

Que este próximo centenario de las independencias permitaeste acercamiento historiográfico para que estas miradas sean compar-tidas.

Muchas gracias.

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BIENVENIDA AL SEÑOR RODRIGO PÁEZ TERÁN COMO MIEMBRO CORRESPONDIENTE DE LA

ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA

Eduardo Muñoz Borrero, f. s. c.

El año bisiesto dos mil ocho en los trescientos sesenta y seispliegues de su manto, nos deparará alegres y penosas sorpresas, entrelas primeras, y en esta ágora de la flamante sede de la Academia Na-cional de Historia, la incorporación del apreciado amigo señor donRodrigo Páez Terán, cuya decisión de integrarse oficialmente comoMiembro Correspondiente de esta cuasi centenaria entidad, ha sidoaceptada por unanimidad.

Regla antes de leer la Historia es leer la vida del historiador.Solo una vida limpia, de ascensión hacia lo mejor, es el sello de auten-ticidad de sus escritos.

Tercera década del siglo XX. Entremos a una solariega casaquiteña, donde nos reciben con finura de sentimientos, el caballero delas letras José Roberto Páez Flor (1893-1983) y su esposa Eugenia TeránRobalino, dama de alto quilate espiritual.

Tres inquietos muchachos alegran el hogar, y, muy temprano,toman su carril escolar para recibir esmerada educación en el tradicio-nal Colegio de La Salle. Son los profesionales Roberto, Juan Fernandoy Rodrigo. El primero se ha destacado en las técnicas eléctricas y elec-trónicas; Juan Fernando, prestigioso jurisperito, acariciado por las mu-sas, se ha embebido en la poesía; y Rodrigo, ha incursionado por loscampos de la filatelia y la biografía y por los predios de la Historia.

En el ámbito empresarial su labor ha sido justipreciada comoFundador y Director de la Bolsa de Valores de Quito, 1969-1994; SocioFundador, Director y Presidente Ejecutivo del Centro Comercial Iña-quito CCI, 1971-1983; Cofundador y Director de Organización Comer-cial Ecuatoriana de Productos Artesanales OCEPA, Quito, 1975-1977.En fin, Fundador y Presidente Ejecutivo de Emporio de la Construc-ción, EMCOSA, 1979-1982.

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La mejor empresa o mejor dicho, compañía, ha sido la forma-da en su hogar con María Lourdes Paredes Peña, dama de singularescalidades y descendiente del excelente poeta mariano don Belisario Pe-ña Gómez, cuyo centenario de fallecimiento recordamos hace dos años.Los cuatro hijos, dos mujeres y dos varones, a los que debemos agregarcuatro nietas y dos nietos, han sido la alegría de la familia y deben sersu mejor diadema.

Su ímproba labor, su dedicación a los quehaceres culturalescon disciplina, a todo lo largo de la vida, y guiado por nobles e inque-brantables ideales, han caracterizado su camino existencial.

Hombre de letras como su hermano, Rodrigo Páez, se ha des-tacado por ser escritor con tenaz y concienzudo ejercicio de la plumadesde su edad juvenil, con un estilo personal breve y claro, espejo delque caracterizó a su padre don Roberto Páez de quien el recordado aca-démico Enrique Villasís Terán expresara en el prólogo de la obra Estu-dios de la Historia Ecuatoriana, auspiciado por el Grupo Aymesa:

“La historia escrita por nuestro autor es escuela de patriotismo. Y asílo dicho por Platón, por boca de Sócrates, tiene su doble punto devista, y es que “los mejores escritos solo sirven en realidad para des-pertar los recuerdos de los que ya saben”. Es un punto de vista.... Elotro: “los mejores escritos [aquí la historia de don José Roberto] sir-ven para guiarnos a los que no sabemos”.

Antes de sumergirnos no en las profundidades, sino desde lasriberas en los manantiales que han surtido agua vivificante a los cam-pos de la investigación histórica, cúmplenos destacar a vuela pluma lasactividades culturales que ha dirigido o colaborado nuestro colega:

* Promotor del Tercer Encuentro Nacional de Fotografía, Qui-to, 1986.

* Promotor de la Primera Exposición de Fotografías del sigloXIX, Quito, 1986.

* Colaborador para las Séptimas Jornadas de Historia Social yde Genealogía, Quito, 1987.

Cuando nos presenta su incursión en los ámbitos postal y fila-télico, nuestra admiración sube de grado; es tan extensa que nos inva-

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de la perplejidad y optamos, como indican los medios televisivos, porpresentar un avance, sacrificando en razón de la brevedad, algo quebien merece la pena conocerlo y que podréis cercioraros en alguno delos números que verán la luz del Boletín de nuestra Academia.

En lo referente a los Correos del Ecuador:* Presidente Ejecutivo: 1992* Presidente del Directorio: 1992-1994 * Colaborador y asesor para la emisión de cuarenta y un series

postales.A la Asociación Filatélica Ecuatoriana:* Miembro activo juvenil y posteriormente miembro activo

adulto.* Vocal Director por varios períodos desde 1978.* Vicepresidente 1980-1981* Presidente 1982 - 1986.* Delegado a Exposiciones filatélicas internacionales: 1978-

2007* Delegado ante la Federación Interamericana de Filatelia: 1978

–2007.En lo tocante a sus actividades postales y filatélicas: de las múl-

tiples actividades espigaremos las siguientes:* Delegado del Presidente Ejecutivo de Correos del Ecuador,

para los actos académicos con ocasión de la conmemoraciónde los doscientos cincuenta años de la Misión Geodésica1736-1986, en Quito y en Bahía de Caráquez, Manabí.

* Promotor y organizador del Primer Congreso Filatélico Ecua-toriano, Quito, 1985.

* Organizador de la vigésima novena Asamblea anual ordina-ria de la Federación Interamericana de Filatelia, Quito, 1995.

* Editor de la revista “El Coleccionista Ecuatoriano”, órgano dela Asociación Filatélica Ecuatoriana, Quito, 1976-2004.

* Colaboración especial con el Instituto Postal y Telegráfico deVenezuela, IPOSTEL, para la serie de sellos postales conme-morativos del bicentenario del nacimiento del Gran Mariscalde Ayacucho, Antonio José de Sucre y Alcalá, febrero de1995.

Numerosas publicaciones (Históricas y Genealógicas). La listase inicia desde 1986 y culmina en 2005.

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La misma razón que adujimos nos impele a presentar solo lasmás importantes:

* Flor y Franco: Ascendientes y Descendientes, Quito, 1987.* Fray José María Vargas, O. P., Obras Selectas, tomo I.* Centenario del nacimiento de J. Roberto Páez, Cronista de la ciudad

de Quito, 1893-1983.* Centenario del fallecimiento del historiador Pedro Fermín Cevallos,

1893-1993.* Sesquicentenario del nacimiento de Juan Benigno Vela Hervas.* Patrimonio Artístico Ecuatoriano, fray José María Vargas, O. P.,

3ª edición.Publicaciones filatélicas.* No menos de quince, desde el Reglamento para la Exposición

Filatélica Nacional Quitex, que vio la luz en 1982, hasta elfolleto dedicado al general José de San Martín en las emisio-nes postales de América y de España, año 2004.

* Entre ellas se destaca el Álbum Didáctico de Sellos Postales 1865-1982, cuyos textos los escribió conjuntamente con el filatelis-ta Giovanni Cataldi.

* Importante publicación la de 1984: Ecuador historia postal ycatálogo de marcas prefilatélicas, cuya versión inglesa la realizócon Leo John Harris, norteamericano y Percy Bargholtz denacionalidad sueca.

* No puede omitirse el homenaje al gran filatelista don SamuelValarezo Delgado, recordado con admiración en 1985.

Capítulo de mucho interés el ofrecido por Páez Terán para ellujoso libro: El Palacio de Carondelet, intitulado: “El Palacio de Gobiernoen la filatelia ecuatoriana”. Aquel se lo publicó en las postrimerías dela presidencia del arquitecto Sixto Durán Ballén, 1996.

Numerosos los artículos publicados en la revista de AFE “ElColeccionista Ecuatoriano”, entre los años 1978 al 2007, referentes afilatelia, bajo la firma de Rodrigo Páez Terán o con su seudónimo CRO-FILEC.

No es todo. En los dieciocho boletines de difusión e informa-ción de las emisiones de sellos postales, años 1992 a 1994, los textos deeste insigne obrero de la cultura son elocuente testimonio.

Sus sugerencias para temas, motivos o elección de viñetas paracuarenta y un emisiones de sellos postales ecuatorianos entre los años

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1982 a 1996, tuvieron gran aceptación. Entre los personajes honradosen las estampillas, constan Rocafuerte, Juan de Velasco, los presidentesRobles y Velasco Ibarra, el historiador Federico González Suárez, elsanto Hermano Miguel, el humanista Aurelio Espinosa Pólit, el polí-grafo Julio Tobar Donoso y el pintor Eduardo Kingman.

No nos extrañe que don Rodrigo Páez haya sido acogido enacademias y sociedades culturales, como miembro Correspondiente dela Real Academia Hispánica de Filatelia de Madrid o en la SociedadAmigos de la Genealogía.

Es Fundador y Tesorero de la organización cultural “Funda-ción Fray José María Vargas, O. P.” de Quito.

Lo que nos sorprende es el dilatado espacio de tiempo que hademorado en integrarse como individuo Correspondiente a la Acade-mia de la Historia, de la que por muchos años ha sido miembro Electo.

Y ahora echemos un vistazo sobre la disertación del flamanteacadémico para su incorporación: Correos, signos postales. Filatelia:Visión histórica.

La forma didáctica envuelta en sencillez y a la vez elegancia,caracteriza el discurso que se desenvuelve con soltura, sin complicacio-nes ni sutiles enredos, nos sirve manjar de su especialidad, para quenuestros escasos o regulares conocimientos se amplíen y robustezcan.

Luego de corta introducción, entramos al período Colonial,para revelarnos cómo se realizaba la correspondencia, qué medios seempleaban, cuáles eran las instituciones destinadas para facilitarla;emergen los términos carta, cartero, mensajero, emisario, estafeta, ad-ministración.

Sabemos que el abogado Juan de Solórzano y Pereyra en suobra La Política Indiana divida en seis libros, se refiere en uno de suscapítulos a Correos: “Del servicio de los Correos que en Perú llamanchasquis”.

Conocemos que el uno de julio de 1769, se establece en la Au-diencia de Quito, la “Real Renta de Correos”, y que su primer adminis-trador general fue don Antonio Romero de Tejada.

Se habla de los modos de efectuar la franquicia; Páez nos ilus-tra al indicar que en el ámbito del estudio de la actividad postal y delcoleccionismo, esta época se denomina “prefilatelia”, y en el Ecuadorva desde el año 1769 hasta 1864.

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Interesante saber que en 1808, cuando autoridades españolaspedían adhesiones a Fernando VII, se utilizaron marcas postales con lagrabación: ¡Viva Fernando VII!.

En la Gran ColombiaSe reproduce el decreto del gobierno mediante el que se esta-

blece la Renta de Correos. Los indicadores mostraban el texto: “Repú-blica de Colombia”.

La RepúblicaIniciada la vida republicana del Ecuador, su primer presidente

Juan José Flores, dispuso con fecha dieciséis de enero de 1833 en un de-creto la regularización del ramo de Correos, los que se rigieron por éstehasta el año 1864.

Quizá la nota curiosa sea la contratación de la impresión de losprimeros sellos postales con el notable tipógrafo quiteño Manuel Riva-deneira: “un millón quinientas mil estampillas para portes de correo: medioreal coloración azul, un real en tonos verde y amarillo, y cuatro reales en colorrojo....”

El examen de la colección de marcas prefilatélicas y sellos pos-tales de nuestro país, como anota el nuevo académico: “sirve de modomaravilloso, para evocar acontecimientos históricos, conocer la geografía y lospaisajes, rememorar a las personas que han influenciado de manera destacadaen el convivir nacional, en fin, los sellos son como una gran pantalla pese a suescala reducida, que nos muestra paso a paso la conformación de la nacionali-dad ecuatoriana”.

Rodrigo:Hago mías las palabras iniciales de un canto al gran académi-

co Hermano Miguel:“ La Academia te abre sus puertas cual ejemplo de pulcra docencia”....

Quito, enero 16 de 2008

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CORREOS, SIGNOS POSTALES, FILATELIA: VISIÓN HISTÓRICA

Rodrigo Páez Terán

INTRODUCCIÓN

El distinguido Director de la Academia Nacional de Historiadoctor Manuel de Guzmán Polanco, quien honra a la Institución con suimponderable eficiencia y total entrega, me insinuó reiteradamente conla gentileza que le caracteriza, la conveniencia de mi incorporacióncomo miembro Correspondiente a la Academia, puesto que había per-manecido por dilatado período de tiempo en condición de Electo; suinvitación se convirtió en reto impostergable y me propuse acceder a laAcademia, con el incentivo adicional del ejemplo de mi querido yrecordado padre, J. Roberto Páez Flor, quien mencionaba con sano or-gullo, que pertenecer a tan alto organismo fue su máxima satisfacciónen el ámbito cultural y en su condición de Subdirector, pudo dirigirlaen varias oportunidades.

En el Universo creado por la infinita sabiduría de Dios, nace elser humano como suprema expresión de su amor, con el deseo innatode compartir con sus semejantes anhelos, inquietudes, realidades;surge así la palabra, como manifestación del convivir entre cercanos ylejanos. El desarrollo del hombre en su constante aventura vital, se faci-litó siempre mediante aquel sutil efluvio que flota en el espacio y lovincula a sus congéneres: la COMUNICACIÓN.

Inventada la escritura, ésta se convierte en elemento ideal paradesempeñar la función de ser nexo discreto, rápido, seguro, oportuno,para acortar la distancia que separa a dos seres inteligentes; y en laconstante búsqueda de mantener esta unión, se inician los Correos.

Ahora, con la extraordinaria facilidad del correo electrónico,los teléfonos celulares y otros inventos modernos, vivimos intercomu-nicados de manera permanente, en este entorno denominado “aldeaglobal”, espacio desconocido hace cincuenta años y sin duda alguna,en siglos anteriores.

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Centraré mi disertación en la faceta histórica del proceso evo-lutivo de los Correos y sus diversos elementos que facilitaron siemprelas comunicaciones, la correspondencia epistolar, y presentaré unasomera visión de sucesos y acontecimientos ligados a su desarrollo.Pese a su importancia, la vida de los Correos, no ha merecido la ade-cuada atención de los historiadores, quizás por ser tan evidente su exis-tencia o en la creencia que ocuparse de ella, resultaba intrascendente.

Las palabras chasqui, propio, posta, para las actuales genera-ciones son léxico extraño; sin embargo, sin aquellos servidores, hubie-se sido imposible intercambiar noticias, datos, órdenes, conocimientos,disposiciones, leyes, entre personas y naciones.

En nuestro país, las comunicaciones en la época precolombina,se efectuaban utilizando cordeles de distintos colores anudados de va-rias maneras, denominados “quipu” (nudo), o el sistema oral, ambospor intermedio del “chasqui” (que significa recibo), pues tanto los na-turales de estas tierras como los incas invasores, fueron ágrafos. (fig 1).

LA COLONIA

La Casa de Contratación, organizada por disposición expedida enAlcalá de Henares en enero veinte de 1503, fue el primer ente adminis-trativo creado en España para cuidar los recientes descubrimientosocurridos en el Nuevo Mundo: era un establecimiento de característi-cas eminentemente comerciales. Las leyes que regían la Casa de Con-tratación, se codificaron en 1552, incluyendo la reglamentación concer-niente a deberes y calificaciones de comerciantes, marineros y banque-ros, relacionadas con la navegación peninsular y americana.

Si bien no se menciona en el Código de 1552, un funcionariomuy importante se había incorporado a la Casa de Contratación. Enefecto en mayo de 1514, el emperador Carlos V (fig 2), estableció elcargo de Correo Mayor de las Indias, para la estafeta colonial y lo con-fió, con derecho sucesorio, al erudito jurista don Lorenzo Galíndez deCarvajal [1472-1527], miembro del Consejo de Castilla; él y sus suceso-res manejaron el Correo en América del Sur por doscientos cincuentaaños, hasta 1768.

Año del Señor de 1647: en España reina Felipe IV; actúa comodécimo quinto virrey del Perú, don Pedro de Toledo y Leyva, marquésde Mancera y comendador de Esparragal; y la Real Audiencia de Qui-

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to, con una población de seiscientas mil almas, está bajo la discreta pre-sidencia del licenciado don Martín de Arriola y Belardi.

La época y las circunstancias son propicias, para que el notableabogado doctor don Juan de Solórzano y Pereyra, llamado por susconocimientos el “oráculo de la jurisprudencia”, redactara una obrafundamental para aquellos tiempos: la Política Indiana, dividida en seislibros. El capítulo catorce, comprende treinta y tres proposiciones yestá dedicado a Correos, como se desprende del encabezado:

“DEL SERVICIO DE LOS CORREOS QUE EN PERÚ llaman‘chasquis’, y llevan y traen las cartas del reyno: y si para él se puedenrepartir indios. Y de la libertad que se ha mandado haya en las Indiasen escribirlas, y penas de los que las abren, o cogen”. Las disposiciones jurídicas y políticas se aplicaron en las colo-

nias españolas y algunas de ellas, se mantuvieron inclusive hasta losprimeros años de vida republicana.

Existe certeza documental que desde 1685, en el territorio de laReal Audiencia de Quito, funcionó de manera formal el sistema deCorreos bajo la administración de los Galíndez de Carvajal y para suoperación terrestre, se aprovecharon la gran calzada real y los “tam-bos”, construcciones incaicas.

El noveno y último Correo Mayor, fue don Fermín Franciscode Carvajal y Vargas [m. 1782], conde de Castillejo y del Puerto, futu-ro duque de san Carlos, y alcalde de Lima en 1750, quien mantuvo laconcesión hasta 1768. Para poder recuperar los Correos de manos deCarvajal y Vargas, la Corona le gratificó con una anualidad de catorcemil pesos y el título de Grande de España. (fig. 3)

La Cancillería en Quito, guarda en su mapoteca un auténticotesoro: la plancha con la que se grabó en 1779, el famoso mapa elabo-rado por el notable hombre público, ingeniero, Gobernador de Mainas,y Comisario de Límites, don Francisco de Requena y Herrera, (Orán1743 – Madrid 1824), el que se identifica así:

M A P AQue comprende todo el distrito de la AUDIENCIA DE QUITO En que se manifiesta con la maior individualidad Los Pueblos y Naciones bárbaras que hay por el Río Marañón y demás que en él entran Para acompañar a la Descripción del nuevo Obispado quese proyecta en MAYNAS Construido De Orden del Sor. Dn. Josef García de León y Pizarro

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Presidente Regente Comandante y Visitador General de la misma Audiencia Por Dn. Francisco Requena Yngeniero Ordinario, Governador de Maynas y Primer Comisario de Límites el Año de 1779

En este notable y detallado mapa, se identifican con facilidad,las diversas rutas postales de la época utilizadas por Correos, para elservicio de las comunicaciones terrestres y fluviales, en el territorio dela Real Audiencia de Quito.

Correos del Ecuador, el ente que regula y maneja la comunica-ción postal en nuestro país, es la más antigua corporación de carácterestatal que subsiste aún con las mismas regulaciones básicas de aque-lla época, modernizadas y adaptadas a las circunstancias. El uno dejulio de 1769, se establece en la Audiencia de Quito, la REAL RENTADE CORREOS.

El primer Administrador general designado para manejar laReal Renta, fue el caballero hidalgo español don Antonio Romero deTejada y la Cámara, nacido en 1740 en la villa de Almazán, Castilla laVieja, hombre de carácter noble, quien ejerció tan delicado cargo conahínco y probada honorabilidad durante veinte y cinco años hastadiciembre diez de 1794. (Romero formó en Quito, numerosa familia dediez vástagos).

El veintitrés de octubre de ese año, en atención a sus méritos yejecutorias, fue ascendido a Administrador principal de Correos deBuenos Aires, con una renta anual de dos mil quinientos pesos fuertes.

Por disposición oficial, efectuó un tedioso viaje visitando todaslas poblaciones de su recorrido, pasando por Lima, Santiago, Mendoza,hasta llegar a su destino en mayo veintitrés de 1796 y elevar un memoriala la Corona, de la condición encontrada en las diversas postas de la ruta.

Al producirse en Buenos Aires la revolución independentistadel diez de mayo de 1810, fue separado de su cargo en septiembre deese año y desterrado a Luján, ciudad en la que falleció a poco y enextrema pobreza.

En su reemplazo se designó como nuevo Administrador de laRenta de Correos de la Real Audiencia de Quito, a don José de Vergaray Gaviria, quien actuó hasta septiembre de 1810, cuando bajo el patro-cinio del Comisionado Real don Carlos Montúfar y Larrea se establecióla Junta Gubernativa. Vergara Gaviria y el oidor Felipe Fuertes Amar,realistas, huyeron hacia el oriente; apresados en Papallacta y traídos a

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Quito, murieron ajusticiados. Final tenebroso de los dos primeros fun-cionarios del Correo quiteño.

En tiempos del monopolio Carvajal, por lo menos desde 1734,toda correspondencia satisfacía su porte al momento de franquearla; elReal Servicio de Correos en España, por el contrario, establecía que elpago lo efectuase el destinatario. Luego que la Corona asumió la res-ponsabilidad del Correo, operaron ambos sistemas, lo que determinóla implementación de ciertas marcas que se aplicaban sobre la corres-pondencia, con las palabras DEBE, indicativa que el porteo se abonaríacontra la recepción, o, FRANCA, significando que el valor ya fue paga-do por el remitente. Para facilitar el control, cada pieza circulada osten-taba también el nombre de la población de su origen.

En el ámbito del estudio de la actividad postal y del coleccio-nismo, esta época se denomina PREFILATELIA, la que en nuestro país,abarca desde julio uno de 1769 hasta diciembre treinta y uno de 1864.

La marca postal prefilatélica más antigua registrada hasta lafecha correspondiente a nuestro país y de la etapa Colonial, es una conla palabra QUITO, aplicada con tinta color negro, sobre una cartadoblada de índole oficial, cursada por don Juan José Diguja, vigésimocuatro presidente de la Real Audiencia, a don Antonio Mallo, OficialReal de las Reales Caxas en Popayán, con fecha seis de octubre de 1769,tan solo a noventa y cinco días de iniciadas las operaciones del nuevosistema de la Real Renta de Correos en la Audiencia quiteña. (fig 4).

En mayo de 1808, Napoleón Bonaparte invade España, desig-na a su hermano José como rey y depone a Fernando VII, ocupaciónque duró por seis años hasta 1814. Sin embargo, algunas ciudades es-pañolas quedaron libres del control militar francés y constituyeron Jun-tas Patrióticas para resistir la intromisión napoleónica.

En agosto catorce de 1808 el Comisionado de la Junta de Sevi-lla, capitán de fragata don Juan José Punelo Sanllorente, llegó a SantaFe de Bogotá portando un manifiesto mediante el que se explicaban lasrazones de su funcionamiento y se solicitaba la adhesión de las colo-nias americanas al rey don Fernando VII y el rechazo al invasor.

El virrey de la Nueva Granada don Antonio Amar y Borbón,convocó a reunión a su Consejo el cinco de septiembre y el once delmismo mes, en la plaza principal de Santa Fe, los ciudadanos reafirma-ron su fidelidad y lealtad a Fernando VII.

Las celebraciones incluyeron la elaboración de bandeletas,escarapelas, cintas, pancartas, sombreros y estandartes con bordados

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que ostentaban la leyenda VIVA FERNANDO VII. La utilización demarcas postales patrióticas con el mismo texto, fue otra de las manifes-taciones de respaldo al depuesto rey.

El tres de octubre de 1808, el Comisionado Punelo Sanllorentellegó a Quito con similar objetivo: conseguir la adhesión de la RealAudiencia hacia Fernando VII; es así como en la correspondencia cur-sada desde Ambato, Guaranda y Riobamba, se usó la marca postalpatriótica abreviada: V.VA F.º 7º. Ha sido imposible determinar las cau-sas por las que no se utilizó este marchamo tan especial, desde otrasciudades de la Real Audiencia de Quito. (fig. 5)

LA GRAN COLOMBIA

Decreto del Gobierno mediante el que se establece la Renta deCorreos:

“Francisco de Paula Santander Omaña, de la Orden de Libertadoresde Venezuela y Cundinamarca, condecorado con la cruz de Boyacá,general de división, vicepresidente de la República encargado delpoder ejecutivo, &, &, &. Considerando que el congreso general de Colombia no expidió leysobre la organización del ramo de correos, y conviniendo uniformar-la en lo posible para que sea más expedito su manejo, he venido endecretar lo siguiente: 1.- La renta de correos, incorporada a la hacienda pública por la leyde creación de la contaduría general, depende en la parte directiva dela secretaría de hacienda, mientras que no haya un director generaldel ramo. 2.- Se formarán tres distritos principales de correos a cargo cada unode un administrador general con residencia, el del distrito del norteen Caracas, el del centro en Bogotá, y el del sur en Quito. 3.- 4.- 5.- 6.- Mientras la ciudad de Quito permanezca bajo el gobierno español,las administraciones de correos continuarán en la dependencia queahora tienen de la general de Bogotá. El secretario de estado y del despacho de hacienda queda encargado dela ejecución y cumplimiento de este decreto. Dado en el palacio de gobierno en Bogotá, capital de la República aocho de enero de 1822. Duodécimo.

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Francisco de P. Santander – El secretario de hacienda José Ma. delCastillo y Rada.”

En la etapa en la que conformamos la Gran Colombia, los iden-tificadores de las poblaciones, mostraban en su parte superior el texto:REPUBLICA DE COLOMBIA; sin embargo algunas de estas marcas secontinuaron utilizando, en ciertas ciudades ecuatorianas, hasta tantarde como 1846/1847, lo que demuestra o penuria fiscal o desidia, yconstituyen un evidente anacronismo. (fig 6)

Hasta la presente fecha, se han identificado y clasificado, másde doscientas marcas de la época prefilatélica utilizadas en el territoriode lo que hoy es el Ecuador, originarias de veinte y cinco ciudades,demostrativas del eficiente funcionamiento de las estafetas en esas lo-calidades. A futuro, posiblemente se encontrarán marcas postales adi-cionales, pues los archivos privados y oficiales, guardan probablemen-te correspondencia no revisada aún en su totalidad.

LA REPÚBLICA

Iniciada la vida republicana del Ecuador, el padre de la patria,Juan José Flores y Aramburu, dispuso por decreto de enero dieciséis de1833, la organización y el funcionamiento del ramo de Correos.

El texto pertinente es así:

“Juan José Flores Presidente del Estado del Ecuador, etc., etc., etc. CONSIDERANDO:

1º - Que interesa a toda sociedad civilizada el buen arreglo en la con-ducción de la correspondencia epistolar entre los miembros que lacomponen;2º - Que importa a la mejora y fomento de las rentas públicas, lamejor organización del ramo de correos, así por lo que toca a la expre-sada correspondencia como en lo relativo al transporte de caudales, afin de evitar abusos, perjuicios y fraudes, sea en detrimento del era-rio, o de los particulares,

DECRETO:Art. 1º - Se prohíbe a toda persona de cualquier condición y empleo,...... etc.,”

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De este tenor son los veinte y seis artículos del decreto, me-diante los que se regula y organiza adecuadamente, para aquella épo-ca, el funcionamiento de los Correos.

El artículo primero prohíbe la conducción de toda clase de co-rrespondencia por intermedio de personas particulares, bajo pena demultas.

El segundo estatuye que los guardas de alcabalas, se preocupa-rán de controlar lo anterior, y, en pago, percibirán la mitad de las mul-tas recaudadas.

El siguiente es muy interesante, ya que menciona al PROPIO,empleado privado que perduró hasta las primeras dos o tres décadasdel siglo veinte. Se designaba como propio a un mandadero, que ser-vía usualmente a gente de cierto nivel económico y dedicado casiexclusivamente a llevar los recados o los escritos de su patrono, a lasamistades de éste o para atender determinados negocios o mensajes,que por su importancia, era conveniente enviarlos o recibirlos enmano. Este artículo veda la utilización del propio, bajo pena de dos-cientos pesos de multa.

Las subsiguientes disposiciones, se refieren a diversos aspectosrelacionados con el funcionamiento de los correos terrestres y marítimos.

Artículo veintiséis: El Ministro de Estado del departamento de Ha-cienda queda encargado de la ejecución del presente decreto.Dado en el palacio de Gobierno en Quito a dieciséis de enero de 1833– Vigésimo tercero – Juan José Flores – Por orden de S. E. – El Ministro de Hacienda – Juan García del Río”.

Los Correos nacionales se regularon con este decreto hasta elaño 1864, en que fue sustituido por uno nuevo, cuando se dispuso lautilización de los sellos postales engomados, a partir de enero de 1865.

Como el envío de cartas con el indicativo DEBE -o a cobrar-, seprestaba a muchos subterfugios creados por la inventiva humana, loque causaba serios perjuicios a los Correos a nivel universal, el profe-sor inglés sir Rowland Hill (1795-1879), ideó un nuevo sistema: el sellopostal adhesivo, también denominado estampilla, utilizado por vezprimera en Londres en mayo seis de 1840: un pequeño trozo de papelcuya viñeta en negro, muestra el perfil de la joven reina Victoria de

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Gran Bretaña y con valor de un penique: esta primicia es conocida enel mundo filatélico como el “penique negro” (fig. 7)

Brasil fue el primer país latinoamericano que adoptó este no-vedoso sistema en 1843. Al Ecuador llegó un cuarto de siglo más tarde,en la primera administración garciana.

El abogado quiteño doctor Pablo Bustamante del Mazo (1820-1881), ejercía las funciones de ministro de Hacienda y recibió desde elexterior, varias cotizaciones para el suministro de sellos postales, ele-mentos indispensables para la implementación del sistema para el cobroanticipado del valor de la correspondencia; entre estas propuestas, debióestar la escogida por más económica, que cotizaba dicha impresión en lasuma de dos mil novecientos setenta pesos; esto se deduce del decretodel Congreso de abril dieciocho de 1864, cuyo texto es:

“El Senado y la Cámara de Diputados de la República del Ecuador,reunidos en Congreso,

Considerando: Primero.- Que el sistema de franquicia por medio de estampillas está en uso en la mayor parte de las naciones de América y Europa; y,

Segundo.- Que este sistema no solo facilita el trabajo de la adminis-tración de correos y hace más efectiva la responsabilidad de susempleados, sino que también promueve el mejor servicio público yevita los fraudes que con frecuencia se notan en el sistema actual,

Decretan: Art. 1º.- Se autoriza al Poder Ejecutivo para que invierta dos mil

novecientos setenta pesos en mandar romper tres planchas enEuropa, para imprimir y engomar un millón quinientas mil estampi-llas, que deberán emplearse en la franquicia de correos. Art. 2º.- Tan luego como se obtengan las estampillas de que habla elartículo anterior, se establecerá la franquicia de correos por medio deellas; y el Poder Ejecutivo dará el reglamento correspondiente parala ejecución del presente Decreto.Comuníquese al Poder Ejecutivo para su ejecución y cumplimiento.- Dado en Quito, Capital de la República, el 18 de abril de 1864.- El Presidente del Senado, Juan Aguirre Montúfar.-El Presidente de la Cámara de Diputados, Manuel Carrión Barrera.-Palacio de Gobierno en Quito, a 20 de abril de 1864.- Ejecútese.

R. Carvajal - El Ministro de Hacienda, Pablo Bustamante.”

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Por estar ausente de Quito don Gabriel García Moreno, ejercíala función ejecutiva, el vicepresidente de la República, doctor RafaelCarvajal Guzmán (Ibarra 1819-Lima 1878), quien dispuso el cumpli-miento del decreto legislativo.

Si bien el Congreso autorizó al Ejecutivo la impresión en Eu-ropa de los primeros sellos postales, el ministro Bustamante del Mazo,suscribió en octubre treinta y uno de ese año, un contrato con el cono-cido y destacado impresor quiteño don Manuel Antonio RivadeneiraHeredia (1814-1894), propietario de la imprenta «De la Nación», ubica-da en el barrio san Marcos. De esta manera, el erario nacional obtuvoun ahorro del cincuenta por ciento del costo inicialmente previsto.

El texto del contrato aludido es el siguiente:

“El H. señor Ministro de Hacienda, a nombre del Supremo Gobierno y en conformidad con el Decreto Legislativo de 20 de abril del pre-sente año, y el señor Manuel Rivadeneira por su propio derecho, hanacorado el contrato siguiente: El señor Rivadeneira se compromete a entregar de la fecha en dosmeses, por mitades, un millón quinientas mil estampillas para portesde correo, perfectamente grabadas, engomadas y en conformidad conlos diseños que se le han dado.Todos los gastos, incluso el de papel, serán de cuenta del señor Riva-deneira. Las planchas grabadas en estaño, lo mismo que las matrices en acero, pertenecerán al Estado después de impresas las estampillas indicadas.El Gobierno le indemnizará por este trabajo y en pago de las planchas pre-indicadas, mil quinientos pesos, quinientos de contado y la restan-te cantidad cuando se haya entregado el número total de estampillas.Quito, octubre 31 de 1864.- Pablo Bustamante.- Manuel Rivadeneira.”

Para contratar en Quito la impresión de la primera serie desellos postales, influyeron no solamente el menor precio y la entrega rá-pida del material, sino también la circunstancia que Rivadeneira Here-dia tenía fama de hábil artesano e impresor, y más aún, si quien elabo-raría las planchas, sería su hija primogénita, doña Emilia RivadeneiraValencia de Hèguy (1839-1916), grabadora excepcional, quien maneja-ba el buril con maestría, tanto que en 1887, la Cámara del Senado así loreconoció al calificarla como “verdadero genio artístico en su ramo”.

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La imprenta Rivadeneira entregó los sellos postales en lasdenominaciones: medio real coloración azul, un real en tonos verde yamarillo, y, cuatro reales color rojo. (fig. 8)

Emilia elaboró la viñeta de los sellos, con el escudo de armasde la República, las palabras ECUADOR CORREOS y al pie, la indica-ción de los respectivos valores en la moneda de la época: los reales.

Los coleccionistas conocen a estos sellos postales, que carecende perforaciones en sus costados, como CLÁSICOS. Su utilización parael franqueo de la correspondencia, comenzó el primer día de enero delaño 1865, fecha del nacimiento en nuestro país de la era filatélica.

Como indicábamos, en 1840, se inició el nuevo sistema paracobrar el valor del franqueo y mejorar la fluidez de la correspondencia,con el uso de los sellos adhesivos; cada país utilizaba la tarifa que esti-maba conveniente para sus finanzas; esto causaba un sinnúmero dedificultades, pues se debían cruzar cuentas para pagar y para cobrarpor el manejo “interno” de las respectivas piezas postales originariasde los distintos países.

Transcurridas casi cuatro décadas, surgió la feliz iniciativa deunificar las tarifas de correo y establecer a nivel mundial un conveniode cobro y pago por los servicios postales. En junio de 1878 se reunióen París, la Convención Postal Universal, que creó uno de los primerosorganismos de carácter multilateral que permanece aún vigente: laUnión Postal Universal, que desde su fundación, tiene su sede enBerna, Suiza.

El general Cornelio Escipión Vernaza Carbo (Guayaquil 1830-1898), ministro de Exteriores del gobierno Veintemilla Villacís, cursóuna nota diplomática en noviembre quince de 1879, a su contraparte enSuiza, comunicándole que en esa fecha, el Ejecutivo resolvió aprobar laconvención y reglamentos de la Unión Postal Universal, solicitandoponga en conocimiento de los países signatarios, la solemne adhesiónecuatoriana, y que para los efectos y actos ulteriores, se ha instruidocon plenos poderes, al cónsul general en París, señor don ClementeBallén y Millán (Guayaquil 1828-París 1893).

En julio uno de 1880, quedamos incorporados a la Unión Pos-tal Universal.(fig. 9)

En las primeras décadas del siglo veinte, en el Ecuador, se fo-mentaba la afición al coleccionismo de sellos postales, por el influjo delo que sucedía en varios países europeos; los filatelistas deseaban unir-se para compartir inquietudes y conocimientos; el veinte y cinco de

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agosto de 1935, un grupo de dieciséis distinguidos coleccionistas qui-teños, por iniciativa de los señores Manuel Pérez Flores y FranciscoMeneses Navas, con la colaboración de César Fuentes Mera, Julio Al-meida Jarre, Vicente Rivadeneira Yépez y Jorge Gándara Villamar,constituyeron la Asociación Filatélica Ecuatoriana, para promover elcultivo de la afición filatélica.

Nuestra entidad cultural, próxima a celebrar 75 años de vidainstitucional, se ha mantenido vigorosa, gracias a que siempre evitó ensu entorno ingerencias políticas o extrañas a sus fines sociales y a quesus dirigentes actuaron con criterio sano, honorabilidad y verdaderoamor por la filatelia, como el ex Presidente de la República don SixtoDurán Ballén Cordovez, el señor Samuel Valarezo Delgado o el queri-do colega Juan Casals Martínez, por citar tres de los más importantesex presidentes de la Asociación.

A raíz de la exposición de filatelia QUITEX’82, surgió la nece-sidad de contar con la herramienta básica para el coleccionismo filaté-lico: un catálogo nacional de las emisiones postales. Mediante el deci-dido apoyo brindado por el Banco Central del Ecuador, se publicó laobra fundamental de la filatelia ecuatoriana: “Ecuador: Álbum Didác-tico de Sellos Postales 1865-1982”, que a nivel mundial constituyó unaverdadera primicia, puesto que ningún país había editado algo similar:la reproducción a escala natural y a color, de 2362 sellos circulados ennuestra patria en un período de más de cien años.

Luego de paciente labor diaria de ocho meses, del estudiosofilatelista Giovanni Cataldi Incarnati y de quien os habla, circuló estaobra de la que el Ec. Abelardo Pachano Bertero, en ese entonces máxi-mo personero del Banco, manifestó en la presentación del libro: “Elesfuerzo desplegado por el Banco a través del Centro de Investigación yCultura para cubrir en lo posible una amplia gama del saber humano se haencauzado también a la filatelia. Una primera muestra lo constituye este libroque con legítimo orgullo entregamos al público nacional y extranjero. Alesfuerzo del Banco por la difusión de la cultura patria se sumó el afán de queel país fuera mejor conocido en el ámbito internacional a través de un medio ala vez novedoso y atractivo como es el estudio y la colección de sellos postales.( ... ) Este libro, la mejor obra sobre filatelia ecuatoriana, demuestra satisfacto-riamente que mediante cuidadosas ediciones especializadas puede conseguirseun tipo de difusión cultural que llegue a sectores no atendidos por una apro-ximación más elitista a la cultura.”

Mis colegas me concedieron el privilegio de ejercer la presiden-

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cia de la institución en 1985, año que coincidió con la celebración de lasBodas de Oro fundacionales, ocasión adecuada para la realización delPrimer Congreso Ecuatoriano de Filatelia, que incentivó los estudiosreferentes a esta materia en el país, entre coleccionistas nacionales yextranjeros.

El examen de la colección de marcas prefilatélicas y de sellospostales, sirve para evocar acontecimientos históricos, conocer la geo-grafía y los paisajes, rememorar a las personas que han influido demanera destacada en el convivir nacional; el sello, pese a su reducidaescala, es como una gran pantalla, en la que podemos admirar la con-formación de la nacionalidad ecuatoriana.

Los sellos del s. XIX, nos muestran a los presidentes Flores yRocafuerte, a los líderes de la revolución de marzo de 1845: Roca Rodrí-guez, Noboa Arteta, Olmedo Maruri y Elizalde Lamar y a los notableshombres públicos de nuestra patria: Espejo, Mejía, Calderón, MoncayoEsparza, Carbo, Montalvo, Vargas Torres.

Con la emisión postal conmemorativa de la inauguración delferrocarril transecuatoriano en 1908, Correos estableció la acertada po-lítica de recordar trascendentales acontecimientos de la vida nacional,mediante la circulación de sellos postales alusivos: la Exposición nacio-nal de 1909 con ocasión del centenario de la proclamación de laIndependencia; la inauguración del Palacio de Correos en Quito en1927; en 1936, la primera Exposición Filatélica Nacional, promovidapor la Asociación Filatélica Ecuatoriana; en 1944, el centenario del naci-miento de monseñor Federico González Suárez, mentalizador y funda-dor de esta nuestra benemérita Academia Nacional de Historia, y, asílos sucesos básicos del desarrollo nacional. (fig. 10).

Coleccionar marcas y sellos postales, no es solo un pasatiempo,ni consiste únicamente en su clasificación, sino que induce al estudio ya la didáctica de la historia en sus diversas manifestaciones y promue-ve distintos intereses ligados con la biografía, la literatura, el arte, lasciencias, la hagiografía, el patriotismo, los deportes, la religión, esdecir, con aquello que en esencia forma el ámbito global de un puebloy su cultura.

Mil gracias por su atención. Quito, 16, enero, 2008

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- Colareta Colareta, José F. – Prefilatelia peruana, primer suplemento – Editora deServicios Offset, Lima, 1981

- El Coleccionista Ecuatoriano – Órgano de la Asociación Filatélica Ecuatoriana– (varios números) – Quito, 1976/2007

- Gaceta de Colombia 1821-1831, N° 1-566 – Edición facsimilar – Banco de laRepública, Talleres Gráficos ITALGRAF, S. A., (5 tomos), Bogotá, 1975

- Guinovart, Jorge y Tizón, Manuel – Prefilatelia española: Estudio de las marcaspostales de España y sus dominios de Indias, siglos XVII y XIX – Imprenta de M.y R. Gilabert, (2 tomos), Barcelona, 1971

- Gómez Aristazábal, Horacio. Diccionario de la historia de Colombia, 2ª edición,Plaza y Janés, Bogotá, 1985

- Groot, José Manuel. Historia eclesiástica y civil de Nueva Granada, escrita sobredocumentos auténticos, Casa Editorial de M. Rivas & Co., (5 tomos) – Bogotá,1889/1893

- Haring, C. H. El comercio y la navegación entre España y las Indias en época de losHabsburgos, [versión castellana de Leopoldo Landaeta], Desclè de Brouwer,París-Brujas, 1939

- Harris, Leo John, Bargholtz, Percy y Páez Terán, Rodrigo. Ecuador: Historiapostal y catálogo de marcas prefilatélicas, The Collectors Club Inc. y FederaciónInteramericana de Filatelia, New York, N. Y., 1984

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Gráficas Iberia, Quito, 1989- Muñoz Larrea, Enrique. La Ilustración al servicio de España. El teniente general

ingeniero don Francisco Requena y Herrera, Imprenta Trama, Quito, 2004- Pérez Pimentel, Rodolfo. Diccionario biográfico del Ecuador, (tomo 20), Impren-

ta de la Universidad, Guayaquil, 2001- Primer Congreso Ecuatoriano de Filatelia. Memoria, Banco Central del

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RECENSIONES

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María Cristina Cárdenas, REGIÓN Y ESTADO NACIONAL EN EL ECUADOR. EL PROGRESISMO

AZUAYO DEL SIGLO XIX, Quito, Academia Nacional de Historia-Universidad

Pablo de Olavide, Sevilla, España, 2005, 352 pp.

Con inexplicable y lamentable retrasoha comenzado, por fin, a circular esteimportante libro.

El Progresismo es uno de losmovimientos políticos más importantes,y, por muchos aspectos, fascinantes denuestro convulso siglo XIX. Fue una delas respuestas más vigorosas, sólidas yde clara afirmación ecuatoriana a lasinquietudes que, en momentos de mododramático y hasta trágico planteó a lajoven nación ecuatoriana la realizaciónconcreta de ese poder cuya autonomíase había conquistado en la gesta quecomenzó en agosto de 1809 y culminó

con la batalla de Pichincha. Y, con ser esta respuesta -forjada por uncuadro brillantísimo de intelectuales y políticos cuencanos- tan impor-tante y tan necesaria para entender la evolución del poder político ennuestro país carecíamos de un estudio sistemático y riguroso. El librode María Cristina Cárdenas ha venido a llenar ese vacío.

Un primer capítulo aborda la gestación del Progresismo azua-yo, y aunque la autora anuncia que lo hará correr desde 1807, propia-mente discurre desde los años en que comienza la actividad política ycultural -y económica, pues también en esto fue importante y decisiva-de Benigno Malo.

Benigno Malo llena esta primera parte del estudio. Esa enormefigura de intelectual y hombre público -cuyo bicentenario se cumplióeste 2007, y como que a Cuenca, incluidas sus universidades, que tantodeben a Malo, se les pasó tan importante celebración-. Y, por ello, la

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autora comienza por una semblanza extensa del prócer. No sin razón,porque Malo iba a pesar decisivamente en la búsqueda de un caminointermedio entre anarquía disolvente -la que llevó al país al borde desu disolución en 1859- y poder fuerte, unificador y constructor perocon tendencia a ser absoluto a costa de muchas libertades políticas -quefue la respuesta garciana a ese país que se había vuelto al parecer ingo-bernable y en el que hacía falta imponer, como fuese, orden y trabajo-.En esencia, el Progresismo significaría la propuesta, teórica y práctica,de ese camino intermedio.

Benigno Malo está en varios tramos de su trayectoria en lo másalto del poder, pesando decisivamente en sus decisiones. Ello le daoportunidad a la autora para analizar las respuestas que propuso o dioa cuestiones tan vitales para el país como su actividad económica -incluidas agricultura, tributación y proteccionismo-, el desarrolloregional -uno de los temas claves del pensamiento político de Malo, deque dan fe importantes textos periodísticos suyos (en los que Cárdenasno se extiende, seguramente por guardar las proporciones de capítulos,temas y subtemas) fue el de las autonomías regionales frente al podercentral-, la vialidad, la salud, la inmigración extranjera -que para Malofue casi tan importante como para Rocafuerte (frente a posturas reac-cionarias como la de Solano).A este recorrido por acciones y empeños de Malo cuando fue parte delpoder, sigue una síntesis de su ideario reformador. La autora destacasu constitucionalismo, la importancia que atribuyó siempre a la educa-ción como formadora de un ciudadano que superase una formaciónpuramente teórica -y hasta abstrusa- para convertirse en constructor yproductor, el planteo de la relación justa entre federalismo y centralis-mo, y la visión ancha de una identidad americana.

El historiador que ha convivido con esos tiempos cuencanosacaso echa de menos el violentísimo rechazo por parte de otra figurade este Progresismo, Mariano Cueva, del gobierno que él, cínicamen-te, llamaba Malo-Ascázubi. El Cuencano de Cueva pesó en la caída deese gobierno que, bien vistas las cosas, resulta un anuncio de la reali-zación de los principios del Progresismo en el gobierno.

El segundo capítulo, que la autora titula “Consolidación delprogresismo azuayo” -ella, que suele ser radical en sus principios, leescatima esa mayúscula que parece indispensable- y extiende de 1860a 1869, aborda el complejo asunto de la relaciones de Malo y otras figu-

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ras del movimiento naciente con García Moreno, que, a partir de ese1860, domina absolutamente el horizonte de la política ecuatoriana.

Malo -y otros importantes políticos cuencanos- apoyan en unprimer momento la gestión de quien ven -¿y quién podía dejar deverlo?- como el salvador del país y que estaba poniendo la bases parahacer de esta nación casi liquidada un país sólido, respetable, en víasde reconstrucción y progreso.

Pero Malo se distancia de García Moreno y llega a dura ruptu-ra con él. Y otros de los que se estaban convirtiendo en los ideólogosdel naciente Progresismo pasan a una oposición violenta. Para MaríaCristina el asunto medular de este distanciamiento fue el religioso. “Lagran separación: el Concordato de 1862”, titula una sección de estecapítulo.

Esta hipótesis le incita a penetrar en la visión del catolicismo ysu relación con el poder nacional, en que los progresistas cuencanos seiban a distanciar de la teocracia garciana y su realización en el Concor-dato. Caracteriza el catolicismo liberal y discute si los progresistas azua-yos fueron católicos liberales o conservadores progresistas. Este es unode los tramos más interesantes del libro. Fue la hora del tremendoSyllabus, uno de los momentos más crudamente cavernarios del catoli-cismo del XIX -esto no lo dice la autora, sino quien hace esta recensión-.Lo que la autora afirma es esto: “En el Ecuador, la recepción del Syllabusestaba preparada por el ambiente proclerical que había inducido GarcíaMoreno. El documento se convirtió en un componente central del discursoconservador extremo, y su influencia se mantuvo hasta entrado el siglo XX.Los conservadores a ultranza, cuyos escritores editaban en Quito el periódicoLa Civilización Católica, se apresuraron a proclamar su entusiasmo y dieronal texto papal un alcance máximo apropiado a sus objetivos” (p. 71-72).Frente a ese recrudecimiento de un catolicismo radical, que aspiraba ainvadir todos los espacios del poder, la postura de los progresistasazuayos fue la de conservadores moderados. Nada en ese tiempo sehacía en Cuenca fuera del catolicismo.

Pero la ruptura violenta de los progresistas azuayos con GarcíaMoreno fue por razones políticas. Fue un reclamo frontal, firme y hastaviolento, de libertad electoral y alternabilidad en el poder, que tuvocomo bandera la candidatura presidencial de Francisco Xavier Aguirrey el rechazo del que tenían por continuismo garciano. Pero su oposi-ción fracasó y se impuso y fortaleció el que Cárdenas llama, acertada-mente, el Estado nacional católico.

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A la muerte de García Moreno, el Progresismo llega al poder con An-tonio Borrero. Ello está en el centro del siguiente capítulo. Y sigue otroperíodo en que el Progresismo realiza su proyecto político desde el po-der: 1877 a 1888. También en este tramo del análisis de Cárdenas, lasrelaciones del Progresismo con los sectores más obscurantistas de laIglesia son fundamentales para entender ese concepto más moderno detales relaciones que estaba en el corazón de la ideología progresista.

Se cierra este penetrante estudio del Progresismo azuayo conun capítulo dedicado a su auge y ocaso, con las presidencias de Floresy Cordero. Sobre todo el caso Cordero requería de una visión de sufi-ciente complejidad y objetividad como el que nos ofrece la autora.

En suma, un libro indispensable, ineludible para el debate his-tórico sobre este tramo de la historia patria y sus principales figuras,abordadas desde el mirador cuencano; es decir, el más vecino a esoshechos y esas figuras y su entorno económico, social y político.Concienzudamente la académica ha ido desentrañando -siempre consólido respaldo documental- esos hechos que, en sus propias palabras,“llevan a comprender mejor las inflexiones de la historia regionalazuaya y el modo como intersecta a la historia nacional”.

Hernán Rodríguez Castelo

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LA REVOLUCIÓN DE QUITO. Archivo Nacional, Boletín N. 33. Edición Especial,

Quito, Producción Gráfica, 2007, 196 pp.

El Archivo Nacional, dirigidocon inteligencia y pasión por la acadé-mica Grecia Vasco de Escudero, acabade hacer un importante aporte al escla-recimiento de los acontecimientos quite-ños de 1809-1812, en vísperas del bicen-tenario de la primera revolución liber-taria americana: con el título LaRevolución Quiteña 1809-1812, el número33 del Boletín del Archivo, que se haextendido hasta casi las 200 páginas, nosentrega preciosos documentos y noticiasde otros relativos a la Revolución quiteñaque se guardan, muy bien catalogados, encajas del Archivo.

Se abre el volumen con el “Actade Instalación” de la Primera Junta Revolucionaria de Quito. Y siguecon la nómina de los próceres de la Revolución. Pero como fuente deesa nómina se da el monumento de la Independencia, de la plaza gran-de. Y ello lleva a publicación tan seria a incluir en ese listado honrosoa Juan José Guerrero, traidor de esa revolución, como lo probó conaplastante documentación Alfredo Flores y Caamaño, en su Descubri-miento histórico relativo a la independencia de Quito (Quito, 1909) yquedará claro para quien lea la panorámica, de los hechos gloriosos ytrágicos de la Revolución con que se ha abierto esta entrega del Boletínde la Academia Nacional de Historia.

A continuación se insertan unos pocos pasajes del Viaje imagi-nario por las provincias limítrofes de Quito y regreso a esta capital, sinque se diga una sola palabra sobre la autoría de texto tan importante yde fascinante lectura como visión los hechos que siguieron al agosto de1809 y los trágicos acontecimientos del 2 de agosto de 1810, narradospor un testigo presencial, que estaba en una posición privilegiada paraverlos y enjuiciarlos.

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Ese texto fue escrito -por supuesto bajo la ficción de un autorespañol- por Manuel José Caicedo, sobrino del obispo José Cuero yCaicedo, que, al tiempo de los sucesos referidos en su crónica, eraProvisor y Vicario General de la Diócesis. Este Manuel José Caicedo -aquien suele nombrársele “el Provisor Caicedo”- fue brillante profesoruniversitario, ilustrado y de ideas progresistas, que jugó papel impor-tante en la liberalización de la Universidad Quiteña en la primera déca-da del XIX, y era reconocido por letrado, en ciudad que en tanto teníaa intelectuales y elocuentes. Fue activo participante en la SegundaJunta, y hasta levantó un batallón de indios. Para Agustín SalazarLozano, testigo y cronista de los hechos de Agosto, no había dudassobre la autoría de Caicedo Y el primer editor del Viaje Imaginario,Carlos R, Tobar, que lo publicó en los Anales de la Universidad Central,en 1890, estableció la autoría de Caicedo -con un argumento muy fuer-te y otro dudoso-. Pedro Fermín Cevallos dio siempre el Viaje por obrade Caicedo. Y actualmente nadie duda de que Caicedo sea el autor detexto que extendió a nuevos lectores la Biblioteca Ecuatoriana Mínimaen su tomo de Cronistas de la Independencia. En fin, lo interesante deltomo del Archivo es la noticia de que el Viaje Imaginario es documen-to que posee ese Archivo. Compulsado con otras ediciones del libro, lospasajes citados ofrecen variantes. ¿Ha llegado el momento de haceruna edición crítica de texto tan importante?

Lo importante de la publicación del Archivo es lo que sigue: las“Sumarias instauradas contra los involucrados en los acontecimientosde la Segunda Junta Superior del Gobierno de Quito”, páginas 29 a 131.

Son los juicios que instaura Toribio Montes, tras las derrotas delos ejércitos quiteños en 1812. Son acusaciones y, como era natural, conhabilidad y astucia los acusados, las niegan o minimizan. Todo ello daal lector pistas para una lectura que recoja cuanto en estas sumarias ilu-mina lo que en esos días heroicos y complejos sucedió, y la parte queen ellos tuvieron los acusados.

Así, en la primera sumaria, que hizo a don Joaquín Mancheno—uno de los tantos próceres de la Revolución a quienes no se ha dadoen la historia el lugar que sus hechos les merecieron-, la acusación delauto cabeza de proceso resulta -en el desmañado y rudimentario estilocurial- una verdadera crónica -aunque caótica y de tintas cargadas- delos hechos desde la derrota quiteña del Panecillo, a través del prócer:

Que prófugo de esta vecindad cuando las tropas de Quito fueron derro-tadas en el punto del Panecillo, siendo el dho Mancheno uno de los

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corifeos de la Insurrección, pues que en esta segunda coludido desdelos principios con el partido del Marqués de Selva Alegre, llevó íntimay estrecha amistad, hasta que perdida ésta, fugitivo se mandó mudar ala ciudad de Pasto, en ocasión que los quiteños la invadían.Conseguido el intento y entregada la plaza a las tropas de Popayán, seunió a ellas en calidad de capitán, y acompañado de Don Joaquín Cay-cedo que hacía de Presidente de la junta de dho Popayán, regresó a estacapital, y en su virtud pasado algún tiempo unido también con DonNicolás de la Peña suprimo hermano, con Don Francisco Calderón,que eran los que habían levantado el estandarte de la contrarrevoluciónpor el partido de la Casa de los Sánchez triunfó en é, separando al refe-rido Marqués de Selva Alegre y sus colegas del mando, y subrogandoa los suyos en él, hasta la extinción de la revolución: deforma que entodo este tiempo, fue el autor de los hechos principales de ella, hostili-zó a varios sujetos del pueblo que se habían demostrado por la causaJusta, proclamando siempre muerte contra ellos, entre los que senumeran don Pedro Calisto, su hijo don Nicolás, y su yerno PedroPérez Muñoz, a quienes consternó demasiado en la prisión del cuartelen que perecieron, sin olvidarse de hacer iguales operaciones contradoña Teresa Calisto que también se hallaba presa en el propio cuartel.Las conmociones populares las sugería el dho Mancheno especialmen-te la que ocurrió el siete de septiembre del año próximo pasado en laque el populacho sacó a la plaza mayor dos horcas contra los indivi-duos de la Junta, en el mismo que acometió dho. Populacho la casa delprebendado doctor don José Camacho, la saqueó, destruyó y robó, y aladel presbítero don Antonio Bernal que hizo con poca diferencia loomismo, habiéndose expuesto de público que estos hechos provenían delos referidos Mancheno y Peña; no menos que se encargó también deexigir a los vecinos pudientes con el nombre de préstamo, las cantida-des que le parecía, amenazándolos en su defecto con prisiones y otrasextorsiones de esta naturaleza.

Ésta la acusación hecha al revolucionario. Su interés justificacita tan inusualmente larga en una recensión. Ilustra el tenor de los másricos e importantes de estos documentos. Por entre acusaciones ensa-ñadas y acaso tendenciosas, y defensas de los acusados elusivas, a ve-ces ambiguas y siempre dirigidas a deshacer los cargos, el estudioso dela Revolución quiteña reconoce hechos consignados por muchos cro-nistas y cobra pistas para adentrarse en otros. Así la sumaria del Mar-

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qués de Villa Orellana, que toca momentos claves de la actuación delpersonaje hasta cuando él y su hijo “se retiraron... al partido de la villade Ibarra donde el primero se erigió de Presidente del falso Gobierno,revolviendo igualmente a las gentes de aquella vecindad y disponien-do nuevo ataque contra las tropas reales, qe. se verificó con mucha efu-sión de sangre, en el que también fueron derrotados dhos. Rebeldes:hasta que preso en la mencionada villa, o su territorio, por el SeñorCoronel Comandante. Don Juan Sámano, fue conducido al lugar dearresto en qe. se mantienen”, según la tosca simplificación de la acusa-ción. Y en las preguntas acusatorias que se le hacen al Marqués y sushábiles respuestas, hay también mucho que leer en una lectura profun-da y entre líneas.

No menos interesante el proceso de Antonio Ante. Y la brevísi-ma acusación y no menos breve vista del abogado fiscal, tras las cualesse falla: “se le destina al presbítero Dn. Juan Pablo Espejo a una Reco-lección del Cuzco pr. Espacio de diez años y con especial encargo a losprelados de la Casa a efecto de que vigilen sobre su conducta”.

Otros procesos nos entregan figuras o desconocidas o apenasconocidas de héroes de la Revolución, como el presbítero Pedro Gonzá-lez Berdugo, con las declaraciones de varios acusadores, o el peniten-ciario de la iglesia catedral de Quito D. Manuel José Guisado.

Para completar su utilidad, el volumen incluye al final un índi-ce Onomástico.

La III parte del libro no nos da documentos sino un índice, conindicación de caja y expediente. Son también documentos relativos laRevolución quiteña en sus apartados “Criminales”, “Gobierno” y“Fondo especial”.

Por fin, hay un corto detalle de los documentos relativos a laRevolución que se encuentran en el Archivo General de la Nación, enBogotá, y se han obtenido gracias a la cooperación institucional quenuestro Archivo mantiene con el colombiano,

En suma, un urgente y rico incentivo para seguir ahondandoen los sucesos quiteños del 1809 -y no solo el 1809- hasta el 1812, queserá lo más importante de las celebraciones bicentenarias.

Hernán Rodríguez Castelo

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Juan J. Paz y Miño Cepeda (editor), ASAMBLEA CONSTITUYENTEY ECONOMÍA. Constituciones en Ecuador,

Quito, PUCE-THE, Editorial Abya Yala, 2007, pp. 122

Este libro contiene tres trabajos:“Constituyentes, Constituciones y eco-nomía”, escrito por Juan Paz y Miño,quien es el editor responsable de laobra, “Economía Política de la Asam-blea Constituyente” de Pablo DávalosAguilar y “Los fundamentos económi-cos en la nueva Constitución” de Carlosde la Torre Muñoz.

Se trata de una obra escrita por tresprofesores de la Pontificia UniversidadCatólica del Ecuador: historiador eco-nómico, el primero, y economistas losotros dos. Ellos han tomado como ejeun acontecimiento de vida inmediataen el Ecuador del año 2007: la reunión

de una Asamblea Constituyente de plenos poderes que deberá trans-formar el marco institucional del Estado y expedir una nuevaConstitución, acorde con el proyecto de revolución ciudadana impul-sada por el presidente Rafael Correa.

Por propia declaración, destacada en la presentación del libro,los autores anhelan movilizar conciencias, cuestionar las supuestas verdadesinamovibles, remover las ideas comunes y, por supuesto, suscitar pasionessociales. Porque lo peor que puede suceder a una sociedad es que se acostum-bre a mirar el horizonte que tiene en el momento, pero que no se decida a mirarel nuevo horizonte que está detrás de las montañas. Y en Ecuador es eso lo queha ocurrido en los últimos 25 años: el horizonte “neoliberal”, los supuestos del“mercado libre”, la idealización de la “empresa privada”, el encantamiento conuna “economía social de mercado” que nunca se construyó y que nunca sepensó en construir, han dominado el horizonte nacional, sirviendo como mon-tañas inamovibles que pretenden impedir que los ecuatorianos y ecuatorianasavancen hacia nuevos horizontes.

En el primer trabajo, Juan Paz y Miño realiza una notable sín-

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tesis de las 18 Constituciones que han regido la vida nacional, desde laperspectiva de sus contenidos económicos y su significación en estamateria. El autor hace un corte entre las Constituciones del siglo XIX ylas del siglo XX. Destaca la evolución de los derechos, desde los de pri-mera generación (individuales) hasta los de tercera generación(ambientales y colectivos), en cuyos marcos se inscribieron los princi-pios y las instituciones económicas fundamentales del país. Concentrasu atención en las Constituciones del “siglo XX histórico”. Y particular-mente enfoca a la última, esto es la de 1998, a la que Paz y Miño consi-dera una Constitución que si bien avanza en derechos y garantías,retrocede en materia económica y desinstitucionaliza al Estado, preci-samente para consolidar un “modelo empresarial” de desarrollo que,según el autor, privilegió los intereses de una elite frente a los mayori-tarios intereses nacionales.

Paz y Miño no solo realiza un examen de ciertas menudenciasjurídicas, sino que ubica el proceso constitucional ecuatoriano en elcontexto evolutivo de la sociedad nacional, a fin de que cada Consti-tución sea comprendida en el tiempo al que respondía. De esta mane-ra, el autor ha logrado un importante avance interpretativo en el estu-dio jurídico y, sobre todo, ha destacado elementos sustanciales delconstitucionalismo económico, que normalmente no han sido adverti-dos por los tratadistas. Todo ello lo explica a fin de que también seacomprendido el proceso que ha conducido a la convocatoria de lanueva Asamblea Constituyente. Estas son las contribuciones centralesde la investigación.

El trabajo de Pablo Dávalos parte de considerar que la Asam-blea Constituyente convocada se ofrecía como un instrumento esencialpara el cambio en el Ecuador. Para ubicarla, el autor realiza un análisisde la crisis política y de la crisis económica vividas por el país en la últi-ma década y que constituyeron el espacio en el que emergió la clasemedia, pues fue la más afectada por ellas. Examina, de modo particu-lar, la quiebra bancaria de 1999 y la dolarización, considerados momen-tos decisivos para la pérdida de la capacidad regulativa y política delEstado. Todo ello volcó las expresiones del descontento de las clasesmedias, que pasaron a ser actores políticos directos. Ellas asumieron el“discurso de la ciudadanía” y la “moralización” de la política, perodesde la “demanda liberal”, lo que les adscribe a los “fetiches” de la“estabilidad”. En esa postura, siempre movible, dice Dávalos, la

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Asamblea Constituyente parece ser su espacio ganado para liquidar elpasado, pero sin que nada pase.

El artículo de Carlos de la Torre Muñoz, por su parte, cuestio-na abiertamente la idea tan generalizada en el país de que es necesarioestablecer constitucionalmente un “modelo económico”. Para funda-mentar su posición, De la Torre examina algunas de las Constitucionesecuatorianas del último siglo para rastrear en ellas la definición dealgún “modelo”. Al mismo tiempo sostiene que la economía ecuatoria-na, como se desarrolló en las últimas décadas, no alcanzó el rango de“neoliberal”, propiamente dicha, y que tampoco edificó un determina-do “modelo” si se atiende a los términos conceptuales de lo que hayque entender como tal en la teoría económica. Lo que hubo, precisa elautor, es mas bien un conjunto de “recetas” con las que se guió a la eco-nomía y que no hubo límites en ellas, hasta tal punto que incluso laConstitución fue violada tantas veces cuanto quiso el interés privado.Concluye De la Torre que, vistas las experiencias históricas, es mejorNO definir “modelo” alguno en la nueva Constitución. Ello significa-ría ahorcar las posibilidades que tiene el país y la economía para elmanejo de tantos instrumentos cuantos sean necesarios para generar elbienestar colectivo.

Los tres artículos de este libro abordan el tema de la AsambleaConstituyente y la economía desde una singular perspectiva: tratar decontextualizar los análisis sobre una base histórico-estructural, movidapor actores sociales y por la política contemporánea. En este sentidorebasan la simple coyuntura, al propio tiempo que son testimonios delo que ocurre en el Ecuador. Además, ubican al gobierno del presiden-te Rafael Correa en el proceso hacia la nueva Constituyente y la nuevaConstitución. Un libro interesante y sin duda valioso para la historiadel presente.

Jorge Núñez SánchezQuito, enero de 2008

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Juan J. Paz y Miño Cepeda, REMOVIENDO EL PRESENTE. Latinoamericanismo e Historia en Ecuador,

Quito, PUCE-THE, Editorial Abya Yala, 2007, pp. 221

Este libro contiene 9 textos escritospor el autor en distintos momentos desu trayectoria investigativa. Una partede ellos son trabajos presentados comoponencias en diversos encuentros aca-démicos internacionales, en tanto losotros son estudios expuestos en el paísy, además, preparados como parte delas actividades académicas que cumpleel autor al frente del “Taller de HistoriaEconómica (THE)” que dirige en laFacultad de Economía de la PontificiaUniversidad Católica del Ecuador.

Como Paz y Miño resalta en la presen-tación de la obra, los estudios ofrecidosa los lectores integran tres aspectos

esenciales de su comprensión de la historia: la vinculación del pasadocon el presente, la visión del Ecuador como un país incrustado en lahistoria de América Latina y el desarrollo de la historia inmediata comouna importante corriente del quehacer investigativo contemporáneo,destinado a la comprensión de los procesos de mayor actualidad, laboren la que Paz y Miño se ha destacado como un innovador en la histo-riografía ecuatoriana.

En orden de su presentación, el primer texto trata sobre el pen-samiento de Simón Bolívar a través de tres fases: la época revoluciona-ria, la institucional y la del desengaño. Se quiere sugerir con ello tantolas esperanzas iniciales como las frustraciones finales de Bolívar a raízde la Independencia y la fundación de la Gran Colombia, cuando lasoligarquías regionales y las ambiciones políticas se interpusieron con-tra el gran sueño bolivariano de la unidad.

El segundo, presenta a un Eloy Alfaro continuador de la obrade Bolívar. Este gran caudillo liberal, que condujo la Revolución másimportante del país después de la Independencia, no solo que fue un

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internacionalista liberal, sino que trató de reconstituir la Gran Colom-bia, se solidarizó con Cuba y hasta logró reunir un Congreso Interna-cional en México, que quiso crear un sistema jurídico continental,capaz de sujetar el expansionismo norteamericano.

El tercer texto examina la reunión del Partido Conservador delAzuay en 1911 como un intento de modernización ideológica y de com-promiso social reformista, que resultaba pionero en la historia partidis-ta ecuatoriana. En este sentido, la ponencia altera los conceptos tradi-cionales que se han mantenido sobre la trayectoria del conservadoris-mo.

El cuarto brinda un contraste con el anterior, pues también des-cubre al Partido Liberal de 1923 con un programa ideológico renova-dor y, sobre todo, abiertamente identificado con la problemática socialnacional y con propuestas incluso tempranamente socialistas. Pero, almismo tiempo, ubica el nuevo papel político que jugarán los partidosSocialista (1926) y Comunista (1931), que surgen con el motor de laorganización clasista de los trabajadores. Y el cuadro queda completocon la visión del naciente “populismo” liderado por José María VelascoIbarra, quien inauguró la movilización electoral de las masas y el dis-curso retórico por el pueblo. Un conjunto reflexivo, que permite com-prender la época de origen de la cuestión social ecuatoriana.

El quinto texto trata sobre las relaciones entre Ecuador y Perú,pero no solo para destacar el ancestral conflicto territorial que separó alos dos países, sino para inquietar en la comprensión mutua de la terri-ble deuda externa que los hermanó y en las virtualidades que, una vezsuscrita la paz definitiva entre ambas naciones, se abren e inician conla integración.

El sexto trabajo aborda un tema desconocido: se trata de losvínculos que es posible encontrar entre Ecuador y México a través delCaribe como concepto y espacio geográfico-social. Interpretación suge-rente, sobre todo a partir de las comparaciones que suscita la “Guerrade Castas” del antiguo Yucatán con lo que sigue sucediendo con lospueblos indios de la región amazónica ecuatoriana.

El séptimo es un trabajo de reflexión de evidente significacióncontemporánea. Paz y Miño se concentra en oponer las edificacionesde dos modelos de desarrollo en el Ecuador: uno, al que denomina mo-delo estatal desarrollista, se habría consolidado en las décadas de los años60 y 70; pero en los 80 y 90 del pasado siglo, el país habría cambiado

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hacia un modelo empresarial, que coincidió con la evolución de losgobiernos constitucionales. El autor juzga que este último modelo pri-vilegió a unos pocos y desfavoreció a muchos, además de que afectó lainstitucionalidad estatal y la vida política.

El octavo texto puede considerarse un punto más sobre lavisión del anterior, que contrasta los orígenes del movimiento obreronacional con la incursión neoliberal, cuyas tesis flexibilizadoras agra-varon no solo las condiciones del trabajo, sino los derechos antigua-mente conquistados.

El último, como una especie de resumen teórico y conceptual,sintetiza de una manera atrayente, crítica e innovadora, la historiaecuatoriana desde 1979 hasta el 2007. Se trata del discurso que presen-tara el autor al incorporarse como Individuo de Número de la Aca-demia Nacional de Historia. El panorama histórico sirve para destacarlos dos términos clave en los que se ha movido Paz y Miño en susrecientes obras: el concepto de historia inmediata y el de deuda histórica,ambos íntimamente relacionados con los desafíos del historiador en elpresente y su compromiso social.

Un libro escrito con claridad, precisión y rigurosidad. Sus-tentado en fuentes nuevas e interpretaciones que invocan a la reflexióndel pasado, con la mira de que la historia es una ciencia viva, esencialpara el mundo del presente y la construcción del futuro, como sostieneabierta y francamente su autor.

Jorge Núñez SánchezQuito, enero de 2008

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LA CASA DE LA ACADEMIA

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LA ACADEMIA EN SU SEDE

El 8 de agosto del año pasado, el Alcalde de Quito, general Paco Mon-cayo Gallegos, hizo la entrega a la Academia Nacional de Historia desu nueva sede, la casa “La Alhambra”, restaurada por el Fondo de Sal-vamento, FONSAL. “Nos complace -dijo el burgomaestre quiteño, ennombre del pueblo de Quito- entregar este aporte a la Academia Na-cional de Historia porque creemos firmemente en la identidad na-cional” Y vio la historia patria, de la que la Academia es custodia, comoclave de esa identidad y fuente de patriotismo. “Sin historia -dijo- unpueblo no puede ser de patriotas”. Por su importancia, nuestro Boletínrecoge íntegro ese discurso.

Agradeció al Alcalde, a nombre dela Academia, su director, elDr. Manuel de Guzmán Polanco, qien en su discurso evocó los comien-zos de la Academia, destacando el espíritu de tolerancia que desdeentonces la caracterizó, y trazó, a grandes rasgos, la trayectoria de laAcademia hasta llegar a esta nueva sede, a tono con la importancia desu tarea nacional. También entregamos este discurso en esta parte dedi-cada al magno acontecimiento.

UNA CASA CON HISTORIA

La llamada, por sus características arquitectónicas y, en particular, or-namentales, “La Alhambra” está ubicada en la esquina de las calles 6de Diciembre y Vicente Ramón Roca, en el barrio la Mariscal.

“Fue construida en 1928,por su propietario, quien fue, además,diseñador y constructor, el Dr. Gabriel Baca Miranda (1870-1941)”, haescrito en una breve memoria el arquitecto Pablo Roldán Baca, su nieto.

La mansión fue una de las edificaciones fastuosas y de abolen-go en el que para ese entonces no pasaba de ser un barrio “alejado delcentro”.

Fue siempre motivo de curiosidad y admiración por su rela-ción con la Alhambra de Granada. El arquitecto Roldán nos dice que lacasa edificada por don Gabriel se inspiraba en la Alhambra morisca,que había visitado en uno de sus viajes por Europa, viajes generalmen-te motivados por un negocio familiar de importaciones, que manteníaen el Pasaje Baca -calles Espejo y Venezuela-.

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La mansión se enriqueció con elementos del arte mozárabe deherradura, festonados, arcos ojivales, mampostería policromada conelementos herbáceos, como cenefas, capiteles con hojas de helechos,guirnaldas de frutas, flores y aves. “Las paredes estaban empapeladasen colores vivos y decorados. También había frescos en las paredes delbaño”, reuerda Pablo Roldán.

“Hacia 1973, fecha del fallecimiento de su esposa, Dña. MaríaBaca Lasso, la casa la heredaban sus tres hijas, Laura y Magdalena, yafallecidas, y María Eugenia, quien vive” -reseña Pablo Roldán. “En1984 se vende la propiedad al Dr. Hugo Herdoiza Ríos quien fallece apoco. La propiedad sufre gran deterioro”.

Fue tal el deterioro, que convertida en conventillo y en depósi-to de chatarra, amenazaba ruina.

El FONSAL la recupera, reconociendo su valor munumental.“Los detalles mudéjares que tiene son únicos en el país -ha declarado elarquitecto Sergio Bermeo, uno de los 17 técnicos que trabajaron en lalaboriosa obra de recuperación integral y restauración- Las ventanas ylos arcos del torreón y algunos arcos interiores son referentes del estilo”.

La intervención espacial tuvo tres fases bien definidas: Laprimera se ocupó del arreglo del torreón, y se consolidaron las cabezasde los muros y se repararon las cubiertas. La segunda se ocupó de larehabilitación total de la casa; se consolidaron las cimentaciones, losmuros y las cubiertas. Se habilitó el subsuelo. La tercera se ocupó depatios y jardines -son 2500 metros de terreno- y de la iluminación deco-rativa. Junto a la antigua construcción, se edificó un añadido moderno,que dota al edificio de un auditorio, amplio espacio para la bibliotecay espacio para instalar una cafetería.

La casona, en forma de U, con un torreón enhiesto y una esca-lera central que da a una galería flanqueda por arquería de medio pun-to, luce muy cercana a su primitivo esplendor, con una planta señorialy la riqueza de su arquitectura y decoración entre mudéjar y ecléctica.Y ha recibido un destino acorde con su importancia monumental y subelleza: alojar a la Academia Nacional de Historia, con su archivo y subiblioteca abierta al público. Especialmente significativo que esto sehaya hecho en estas vísperas de un bicentenario cada vez más cercanoy más urgente.

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DISCURSO DEL SEÑOR ALCALDE DE QUITO, GRAL. PACO MONCAYO GALLEGOS,

EN LA ENTREGA EN COMODATO DE LA CASA “ALHAMBRA”

A LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA

Doctor Manuel de Guzmán Polanco, Presidente de la Acade-mia de Historia, dignísimos miembros de la Academia, excelentísimosseñores Embajadores acreditados ante el Gobierno ecuatoriano y Re-presentantes de los Organismos Internacionales, señoras y señoresConcejales del Cabildo de Quito, Arquitecto Carlos Pallares, DirectorEjecutivo del FONSAL, señores representantes de las Cámaras de laProducción de Quito, de las Universidades, Colegios de Profesionales,invitados especiales, señoras y señores funcionarios del Municipio delDistrito Metropolitano de Quito, señores representantes de los mediosde comunicación social, señoras, señores:

Con mucha complacencia y a nombre del pueblo de Quitocomo bien lo ha expresado el Presidente de la Academia, entrego estelocal, casa digna de una Institución tan importante para la vida nacio-nal como es su Academia de Historia. He recibido en esta ocasión estamedalla precisamente a nombre del pueblo de Quito. Tenga Ud. la cer-teza que ocupará un sitial preferente en las instalaciones de nuestraAlcaldía. Tuve la suerte de recibir la medalla como Miembro Corres-pondiente de la Academia de Historia cuando todavía vestía el unifor-me militar y en ceremonia en la cual presenté un estudio sobre la con-formación del Ejército Nacional en el Estado Ecuatoriano, de maneraque ésa la voy a llevar yo y ésta el pueblo de Quito en cuya represen-tación estamos entregando este edificio a nuestra querida Academia deHistoria.

Hemos querido hacer esta entrega con motivo de las celebra-ciones de la semana de las fiestas patrias. El día 2 de agosto hemoscolocado una ofrenda floral en el calabozo del llamado Cuartel Real deLima, donde fueron sacrificados los patriotas quiteños; y hemos pre-sentado un gran concierto de las bandas del Ejército, Aviación, Policía

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y Municipalidad integradas y observamos con real preocupación y conmucha pena, que ese día sólo hubo una ofrenda floral en el sitio delsacrificio y esa fue la ofrenda floral de la ilustre Municipalidad deQuito. Estamos a dos años apenas de la conmemoración del Bicen-tenario y nuestra ciudad ha tomado muchas medidas y acciones paraque no pase desapercibida esta fecha tan importante para la Patria.Hace un año y medio entregamos la estatua de nuestro Prócer Eugeniode Santa Cruz y Espejo a la Alcaldía de Madrid y hoy esa estatua estáen uno de los sitios más destacados de esa ciudad. Es una estatua igual,construída en la misma época y en los mismos talleres, de aquella quehoy luce en la Avenida 24 de Mayo. En esa ocasión y en Madrid expre-sé que Quito como ciudad, iniciaba estas conmemoraciones con unaclara comprensión de la nueva era que vive la humanidad, de estanueva sociedad que ha nacido a filo de inicios del Siglo XXI y delnuevo milenio y que constituye la oportunidad para que los pueblos,español y americano, juntos, en magnífica celebración, recuerden estaépoca de la historia común.

Hemos planteado también, que el Gobierno Nacional asuma elliderazgo en convocar para que la celebración no sea de ciudades ais-ladas que compiten por el liderazgo en el grito de independencia, sinoque América entera con España por supuesto, ya no Madre sino Her-mana Patria, seamos capaces de una celebración adecuada a esta espe-cial circunstancia. Las celebraciones del Bicentenario del primer go-bierno autónomo constituído en América debe ser como se ha dichosiempre, una razón más para consolidar nuestro sentido de Patria y deecuatorianidad. No puede la patria ecuatoriana fragmentarse por nin-gún interés ni por interpretaciones antojadizas de su propia historia,de su presente y de su futuro porque hoy más que nunca la patria ecua-toriana debe ser una sola, integrada por supuesto a la gran patria lati-noamericana. Aquí la ciudad de Quito entrega este edificio magníficoa la Academia Nacional de Historia. Lo hacemos porque estamos con-vencidos de que es indispensable para nuestro país reforzar el análisishistórico, conocer siempre mejor su pasado, sabiendo que como al-guien dijo, la historia no es sino un diálogo entre el presente y el pasa-do que nos permite construir un futuro mejor, si queremos, si desea-mos, si tenemos el imperativo de construir un futuro mejor para estepueblo ecuatoriano. Necesitamos ese dialogo permanente que se va adesarrollar en esta casa, necesitamos nutrirnos de nuestra historia

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necesitamos consolidar todas las razones de la unidad de este granpueblo, el pueblo ecuatoriano.

Parece, y aquí posiblemente haga un parangón, que científica-mente pueda ser cuestionado, pero me parece muy importante compa-rar lo que nos pasa a las personas con lo que les pasa a los países. Nohay enfermedad más terrible que azote a los seres humanos ahora queese mal de Alzheimer; es el mal de la pérdida de la memoria, el ser queno sabe de dónde viene y que no sabe donde está y que se anula a símismo; . Los pueblos necesitan tener memoria y la historia es la memo-ria de los pueblos pero no solamente eso, los pueblos como las personasnecesitan una identidad. Qué sería de cada uno de nosotros si no pu-diésemos identificarnos como lo que somos, a qué familia pertenecemosqué apellido llevamos. La identidad es fundamental para la compren-sión de uno mismo, de la sociedad, del presente y del futuro. Cómopuede fortalecerse la identidad si un pueblo no venera su historia.

Y finalmente también en autoestima; de esas raíces profundasdel pueblo ecuatoriano en su pasado, de esa grandeza cultural de lospueblos originarios, antes del incario, de la enorme contribución delpropio incario al desarrollo de nuestros pueblos, de la presencia espa-ñola en América, de todo eso debemos sentirnos orgullosos. Cómo sedestruyen las personas, cuál es el principal motivo del suicidio: la pér-dida de la autoestima. El sentir que el ser humano que está sometido aesa situación no vale nada, no sirve para nada; sin autoestima el serhumano no puede desarrollarse material y espiritualmente y a pleni-tud. Lo mismo pasa con los pueblos. Necesitamos un pueblo con iden-tidad, con memoria, con autoestima y eso requiere y requiere vitalmen-te de una honda y profunda investigación de su pasado histórico.

Nos complace especialmente al pueblo de Quito, entregar esteaporte a la Academia Nacional de Historia porque creemos firmemen-te en la identidad nacional, porque somos capital de todos los ecuato-rianos y porque estando ubicada aquí siendo la sede de la AcademiaQuito, la ciudad no podía mirar impasible la situación en que se encon-traba la Academia. Hoy la Academia tiene un lugar digno de la institu-ción que es, que va a servir como ese espacio en el cual se debatirántodos los temas referidos a nuestra historia. No necesitamos falsificarnada los ecuatorianos, no necesitamos tergiversar nada los ecuatoria-nos. Objetivamente tenemos una historia grande para un pueblo gran-de. Tenemos nosotros como ciudad que aportar a la comprensión his-

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tórica de nuestra realidad y lo estamos haciendo y lo hacemos especial-mente con el Fondo de Salvamento porque en cada monumento histó-rico que recuperamos, recuperamos la memoria . Porque en esa enor-me producción bibliográfica del FONSAL recuperamos la historia, por-que cuando observamos las maravillosas obras de la cultura de nues-tro pueblo, recuperamos nuestra autoestima; porque en esa mesticidadforjada en siglos, recuperamos nuestra identidad y lo estamos hacien-do con convicciones profundas de ecuatorianidad, no de quiteñidadsolamente: de ecuatorianidad. Cuántas valiosas aportaciones de nues-tros historiadores se han perdido por interpretaciones gratuitas y nosustentadas. Pues, hemos invertido en la Municipalidad recursosimportantes para sustentar una investigación arqueológica seria, cien-tífica que nos puede permitir extender también nuestras raíces del pre-incario.

Y estamos descubriendo vestigios arqueológicos maravillososde ese pueblo quiteño de esta geografía magnífica, espléndida, desdehace miles de años. Vamos a seguir, y en eso seremos socios, sociosentusiastas con la Academia de Historia y la Municipalidad para irreforzando la investigación necesaria para que podamos conocer certe-zas, de dónde venimos y para que podamos también con certezas,como país saber a dónde queremos ir; cómo vamos a construir la patrianueva, la patria justa, la patria solidaria la patria equitativa.

Termino diciéndoles que sin historia un pueblo no puede serde patriotas. El patriotismo básicamente es amor. El soldado no da lavida en la frontera, en tantas batallas, si no es por amor profundo, y porconvicción de lo que es su patria, de lo que es su pueblo. Patriotismoes amor. Civismo es amor. Si los quiteños amamos a nuestra ciudad,casi no sería indispensable el Alcalde. Es el amor a la ciudad el civis-mo; cuidarla con cariño, protegerla porque es la casa de todos. Igual esel patriotismo. Es amor, pero Uds. saben y es un dicho viejo -no sé suautor-, que uno no puede amar lo que no conoce. El estudio nos haceconocer a fondo nuestra patria, nuestra nación, nuestro pueblo, nues-tro territorio; y mientras más lo conozcamos, más patriotas podremosser, más le podremos amar y mejor país podemos construir.

Muchas Gracias.

Agosto 8 de 2007

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DISCURSO DE INAUGURACIONDE LA NUEVA SEDE DE LA A.N.H.

Manuel de Guzmán Polanco

Vivimos en un mundo de inseguridad y de total relatividad.Es así que “navegamos” por el universo con el Internet o con la imagi-nación no más, sin encontrar lo que de veras queremos: algo que nosdé estabilidad espiritual, acercándonos a las realidades como son y nocomo quisiéramos que fueran. Acercarnos a la verdad, es al fin o alcabo lo que puede equilibrar nuestra ansiedad y nuestra necesidad defuturo.

Por eso los jóvenes preguntan por la historia, por la verdadera,a tal punto que ellos quisieran escribirla. Por eso también hablan de“refundar el Ecuador”, pero angustiados encuentran que les falta cono-cerla y utilizar el cómo. Al fin muchos se ahogan en el “estrés” y seretuercen en la infecundidad. A veces, cada vez más veces, el cansan-cio, las urgencias de la vida o las conmociones de la razón les señalanla necesidad de mirar objetivamente lo que cuenta la historia de nue-stro pasado, de nuestros triunfos, de nuestras alegrías, de nuestros fra-casos, de nuestras esperanzas y nuestras actuales realidades.

Atrás pueden quedar para ellos las ataduras mentales, las tra-bas espirituales, los prejuicios; y aparecerá la verdad que aquieta y red-ime. Era esa la figura del Evangelista San Juan que hace 20 siglos ya nosdijo: “La verdad os hará libres”; tal es la nobilísima función del His-toriador: poner sobre la mesa la verdad, sean hechos o documentos otradiciones e interpretarlas para unir los unos con los otros mediante lalógica y la ética, para que sea la maestra de la vida, la luz que nos guíepara el siguiente día y así todos los días. Haciendo historia, con el caya-do de la verdad.

La alegría de la presencia de ustedes en esta renovada pero noostentosa, aunque sobria y digna mansión quiteña, me permite adver-tir los contrastes que dan el colorido a la realidad actual con el pasado. Nació la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Americanos un24 de julio de 1909, en la Biblioteca del Palacio Arzobispal de Quito,

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bajo la égida del admirado Federico González Suárez, que había reuni-do en su estudio a los jóvenes por él intelectualmente guiados, quehabían hecho ya trabajos de investigación histórica sobre Ecuador yAmérica, cuyos nombres es el momento de proclamarlos con admira-ción y gratitud, casi después de un siglo: Luis Felipe Borja Pérez, Alfre-do Flores y Caamaño, Cristóbal de Gangotena y Jijón, Jacinto Jijón yCaamaño, Carlos Manuel Larrea Rivadenerira y Aníbal Viteri Lafronte.Por estar ausentes de la ciudad no estuvieron en la sesión Juan LeónMera Iturralde y José Gabriel Navarro. Nueve ecuatorianos, a los queen 1915 se juntaron con igual título de Individuos de Número, CelianoMonge e Isaac J. Barrera. Fue nombrado desde el primer día, Directorvitalicio el maestro de la Historia y admirado ecuatoriano el IlustrísimoDoctor Federico González Suárez. En 1918 se incorporan Julio TobarDonoso y Homero Viteri Lafronte. El Boletín N° 1 de la Sociedad sepublicó por primera vez en 1918.

Hermoso lugar, el del Palacio Arzobispal, embrujado por elpatriotismo y la sapiencia de sus concurrentes; pero el lugar no era pro-pio. Me tocó la suerte de colocar hacen 5 años, junto a mis colegas, unaplaca de mármol en el lugar en que nació la Academia.

Esta tiene ahora en su programa inmediato, la edición de lostrabajos históricos principales de sus fundadores.

Me cabe destacar un distintivo o mandamiento que desde en-tonces lució en la Academia y ha continuado indefectiblemente, hon-rando el principio de su fundador y sus primeros Individuos de Nú-mero: un principio de la domocracia: la tolerancia. El Arzobispo católi-co, moralista y teólogo rectilíneo trataba con delicadeza de gran señora hombres de todas las tendencias. Respetaba sus ideas, le agradabaque las expusieran. Todos discutían serenamente con la mayor alturaespiritual, sin necesidad de ofenderse.

Hacían lo que debe ser una Academia: tribuna para buscar laverdad, la verdad histórica en este caso. Al lado de González Suárezestaba Luis Felipe Borja Pérez, agnóstico, pero sobre todo anticlerical,que por sus ideas políticas recibió persecuciones y destierros. El no-table jurista y batallador radical quiteño aprendía de su maestro, líderdel catolicismo. Admiraba la figura del egregio Arzobispo y dijo de él:“Cuantos hombres célebres hay en González Súarez”.

En la otra acera, ahí estaba Jacinto Jijón y Caamaño. Era un ver-dadero científico de la Historia con una vasta cultura general. Con-

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servador de antecedentes y líder de la derecha, que en su lucha por susideales políticos llegó a la guerra civil. Tan cercano a González Suárez,oía los consejos que le daba sobre la prudencia en la política. DonJacinto, el fino caballero y hombre público jamás tuvo dificultades consus colegas que, en mayoría eran de la orilla opuesta. Cada uno con suconciencia, dieron ejemplo de cómo debe marchar la sociedad: respe-tándose los unos a los otros sin dejar de defender las propias ideas; esoes lo que lleva a la cooperación, a la mancomunidad, a la defensa deideales comunes, sustancialmente los de libertad y orden, de trabajo yprogreso, en suma de amor a la Patria.

Debo de hablar del siempre ansiado hogar propio, para lo quelos miembros de la Academia han tenido una paciencia condigna de laque tiene el historiador. González Suárez murió el 1 de diciembre de1917, pero había crecido justificadamente el prestigio nacional delgrupo de fundadores. Eso se demostró cuando el Congreso Nacionalde 1920 reconoció como Academia Nacional de Historia a la Sociedadde Estudios Históricos Americanos, tal cual aparece en el RegistroOficial N° 23 de 28 de setiembre del citado año. Como dato anecdóticorecordaré que ese Congreso, asignó 150 sucres mensuales del Pre-supuesto nacional para “el pago de los empleados secundarios”, decía,dinero que la institución recibió durante algún tiempo hasta que lamora habitual del Fisco convenció a la Corporación de que no podíacontar con semejante muestra de generosidad.

Aquella ley, refrendada por el Presidente de la República, elliberal guayaquileño Dr. José Luis Tamayo, sirvió de base para la LeyReformatoria N° 2003-14 que el Congreso Nacional expidió por unan-imidad de votos el 4 de setiembre de 2003, con el Ejecútese del Pre-sidente Constitucional de la República Coronel Lucio Gutiérrez Bor-búa, publicada en el Registro oficial N° 180 de 30 de setiembre de 2003.El Congreso declaró que la Academia “es una entidad oficial y au-tónoma de carácter científico, sin ánimo de lucro”; y dispuso que elprimero de sus recursos para cumplir sus fines sociales es “la asig-nación permanente en el presupuesto general del Estado”. Simple-mente se hacía lo que en todos los países, empezando por lo que ocurreen España con la Real Academia de la Historia, fundada por el ReyFelipe V hacen más de tres siglos y que permanece bajo el patrocinio dela Corona.

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Después de la asignación que nos hizo el Ministro de Educación delGobierno de Gustavo Noboa, el ilustre historiador cuencano Dr. JuanCordero Iñiguez, los gobiernos de los señores Palacio y Correa nos hanayudado también para investigar, para “el pago de empleados secun-darios” y las publicaciones del Boletín semestral, que lleva ya el nú-mero 178, y otras obras que ayudarán a consolidar la verdadera histo-ria del Ecuador.

Nos acercamos pues al primer centenario de la Academia. El2009 es al propio tiempo el Bicentenario de la Independencia de lo queentonces era la enorme y destacadísima Real Audiencia de Quito y hoyes la pequeña República del Ecuador. Aniversario que tenemos que cel-ebrar dignamente, no solo con el brillo de los actos públicos sino sobretodo con el profundo examen de lo que no hemos hecho para honrar anuestros héroes, como también con lo que deberíamos hacer para pon-ernos a la altura de su grandeza. De 1809 a 1830 al instalarse la Repú-blica, no solo pusieron sus pensamientos, actividades y bienes al servi-cio de la cruenta lucha por la autonomía, sino que –en gran número-rindieron su vida perseguidos por las equivocadas y truculentas auto-ridades locales y sus fuerzas militares -las de los Virreynatos de SantaFe de Bogotá y de Lima-, que a sangre y fuego no permitían que estospueblos se gobiernen por sí mismos.

La historia de la Patria está en buena parte reflejada en losBoletines semestrales de la Academia, que empezaron como ya dije en1918. La historia de la Academia también está alli. Por lo que por lomenos habría que decir algo más de sus dos primeros Directores, men-tores y mantenedores: González Suárez y Jijón y Caamaño, de los quenunca será suficiente el comentar pues representan una época cumbredel pensamiento nacional y nacionalista ecuatoriano. Mas eso quedarápara futuras oportunidades en que podamos contar con la presencia deustedes, aquí mismo en este bello lugar que hoy inauguramos.

Volviendo al peregrinaje histórico de la casa de la ANH, recor-demos cómo, luego de su amparo en la residencia del Arzobispo deQuito, el destacado alumno, el Académico fundador Don Jacinto Jijóny Caamaño abrió las puertas de su casa a sus compañeros para que allítuvieran local donde sesionar, en donde consultar su riquísima bi-blioteca y archivos históricos y, aún, donde pudieran escribir sus traba-jos. Era la residencia de la calle Sucre, entre García Moreno y Veneuela,casa de por medio de la que fue la casa de Antonio José de Sucre y hoy

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es de la Sociedad patriótica que lleva el mismo nombre. Después, ya enlos últimos años de vida del munificente don Jacinto, la sede de laAcademia pasó a la señorial residencia del quiteño en el norte de la ciu-dad, la que se denomina todavía “La Circasiana”, en la avenida 10 deAgosto y avenida Colón, hoy dedicada por su nuevo dueño el Muni-cipio de Quito a Archivo de la ciudad y al Instituto Nacional de Patri-monio Cultural con su calificado equipo de restauradores de la riquezaartística quiteña. El Boletín de la Academia seguía publicándose gra-cias a la generosa donación de costos y de textos científicos que prodi-gaba Jacinto Jijón y Caamaño.

Recordemos que este patriota murió en 1950. Desde 1916 hasta1946 en su casa y en la del nuevo Director don Carlos Manuel Larreafuncionaba la Academia. Desde 1946, ésta ya tenía residencia en el localde la calle Olmedo y Cuenca, junto al Museo de Arte Colonial, en elsolar que entregó el Presidente Carlos Arroyo del Río y en el que con-struyó las casa para la Academia, Don Jorge Montero Vela, Ministro deObras Públicas del Presidente José María Velasco Ibarra.

Precisamente en estos días estamos transfiriendo al Estado losderechos de posesión tranquila y no interrumpida de 66 años en el ba-rrio de La Merced. Por el crecimiento de la población en el centro histó-rico y la ocupación de las calles y aceras ya no pudo utilizarse el local.Los tres últimos Directores, el Dr. Jorge Salvador Lara, el Dr. PlutarcoNaranjo Vargas y yo hemos acogido a la Academia en nuestras oficinasparticulares, debiendo también sesionar en locales diversos, a nuestrocosto.

Las leyes del Congreso referentes a la Academia de los años1920 y 2003 disponen que su actividad estará sostenida económica-mente por el Estado. Cuando nos vimos en la práctica expulsados de lacasa de la calle Olmedo, por el comercio informal, nos quedaba acudiral gobierno nacional para que nos otorgara un techo para trabajar. Lobusqué empeñosamente, lo señalamos muchas veces, bien fueran casaso simplemente departamentos. Aparte de las múltiples trabas legales,la voluntad de los sucesivos Ministros se veía anulada por la falta depresupuesto. Los planes, los planos, las ofertas, los diferimientos eranmas cuantiosos y poderosos que nuestra ansiedad y paciencia. En eseagobiador camino asomó una luz que cortó nuestra desesperación. ElAlcalde Metropolitano, historiador también, y Miembro de Honor dela Academia, decidió que la Ciudad Capital del Ecuador habría de dar

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una residencia a la Academia Nacional de Historia. La generosadecisión del General de Ejército Paco Moncayo Gallegos, héroe del AltoCenepa, trascendió al Concejo Cantonal. Un sentimiento auténtica-mente nacional, no concertado, por innecesario,circulaba entre los rep-resentantes del pueblo de Quito, hombres y mujeres, entre los conce-jales, los asesores, los administrativos y los humildes portadores depapeles. Todos unánimemente porque se dé una residencia a la Acade-mia Nacional de Historia. Y de seguida, sin esfuerzo pero con amor ala causa nacional, ahí estuvo FONSAL, ahí el quiteño arquitecto CarlosPallares Sevilla que tan acertadamente lo dirige, con su masivo y sacri-ficado equipo para ayudarnos a buscar el local que llenara los requisi-tos del presente y las posibilidades de una institución, que crecerácomo lo hará el país de todos nosotros, impulsado por su historia.

Un sueño convertido en realidad, sueño que tuvieron tambiénustedes nuestros amigos, realidad de estar juntos en este bello recintode la solidaridad nacional.

De corte morisco, que recuerda nuestros ancestros árabes, conparterres de piedras nítidamente pulidas que nos hacen volver la mira-da a las piedras labradas naturalmente y hábilmente concertadas -una junto a la otra- en los palacios de nuestras culturas ancestrales, ver-náculas y del incario. Hermosa casa, Alhambra llamada por el pueblo,en la Avenida Seis de Diciembre, que consagra la fecha de la real insta-lación del nuevo Quito, sobre las ruinas del Quito de los Shyris, contodo el aparato legal y la implantación de la trama cultural, inmarcesi-ble, de la tradición hispánica. Cuidadosa reconstrucción y un modernoy airoso acoplamiento, ideados por un empeñoso y competente arqui-tecto el quiteño Alfredo Ribadeneira Barba, en medio de jardines queguardan árboles centenarios; es este solar que no está lejano del que erael histórico campo de Iñaquito o Añaquito, que hoy es el Parque 24 deMayo, en recuerdo de la fecha en que se realizó al pie del colosalPichincha la batalla en que, por primera vez en la historia de la inde-pendencia de la América hispana se cumplió triunfalmente la unión delos ejércitos de toda ella en la América del Sur. La unión hizo la fuerzay la rúbrica del destino común de Ecuador, Venezuela, Panamá, NuevaGranada, Perú, Chile, Argentina, Uruguay y Paraguay.

Fue este inmueble a principios del siglo XX, propiedad de laimportante familia quiteña Baca; luego de la Inmobiliaria Herdoiza; yfinalmente del Municipio de Quito. De antes lo ocupaban algunos arte-

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sanos y después con el tiempo fue también refugio de transhumantes ypilluelos. Tema que puede servir muy bien para la pluma de los cos-tumbristas ecuatorianos; buen tema como cualquiera de los hilarantesmotivos que utilizaron los grandes escritores españoles del Siglo deOro.

Se ha transformado, por la magia del amor a la Ciudad, en unamplio y reluciente solar, en donde plácidamente se podrá meditarsobre el pasado y el futuro del país, bajo el inigualable azul del cielo deQuito.

Gracias a las autoridades, gracias a los quiteños que dan estasalegrías al país.

Por vez primera la Academia, en su historia, tiene un docu-mento público inscrito en el Registro de la Propiedad: éste que acaba-mos de firmar le acredita un comodato o préstamo de uso para los si-guientes 50 años. Tres o más nuevas generaciones de historiadores po-drán trabajar cómodamente para ayudar a hacer país. Ahora somos 28Individuos de Número y 52 Miembros Correspondientes. A cada unode ellos y muy en especial a los miembros del Directorio, mi gratitudpor su noble comprensión y ayuda.

La inauguración de este emblemático recinto es una buenamuestra, tangible, de lo que significa el Bicentenario de la Indepen-dencia y el primer Centenario de la Academia Nacional de Historia.Tenemos académicos en casi todas las provincias de la República, y ten-dremos en todas cuando las nuevas maduren sus esfuerzos por hacerla nueva historia del Ecuador y escribirla alrededor del fuego sagradode la unidad nacional.

Señoras, Señores

Quito, 19 de Junio de 2007

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VIDA ACADÉMICA

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PALABRAS DE ALICIA ALBORNOZ EN LAPRESENTACIÓN DEL LIBRO AMÉRICA NUESTRA,

DE MIGUEL ALBORNOZ

Señores y señoras:Me ha pedido mi padre, Miguel Albornoz, le represente en este

Acto al que lastimosamente no ha podido asistir, más que por enferme-dad por precaución ante la altura.

Agradezco encarecidamente, en su nombre y de la familia(presentes y ausentes), a la Academia de Historia del Ecuador y susdistinguidos miembros, -y en especial a su Presidente Manuel de Guz-mán Polanco- quienes han hecho posible la presentación de AméricaNuestra. Muchas gracias, Manuel, por tu efectiva labor, y tus inteligen-tes y generosas palabras.

De la misma manera agradezco al Dr. Enrique Ayala Mora porsus comentarios y sus referencias al libro de la Campaña de los Cien Días,así como por habernos facilitado este espacio magnifico para el even-to: la Universidad Andina Simón Bolívar. Mi padre es un bolivarianode corazón y de pensamiento, por lo que el hecho de que haya tenidolugar aquí esta Presentación es doblemente significante y grato.Agradezco también al Secretario Académico, el Dr. Juan Valdano Mo-rejón, así como al Licenciado Juan Paz y Miño por sus intervenciones.Y, de todo corazón, muchas gracias al amable público que nos ha hon-rado con supresencia.

Permítanme unos comentariosSi bien Miguel Albornoz ha vivido largos años recorriendo el

mundo y en especial las Américas, su conocimiento de nuestro paíssiempre ha sido vasto. Los ojos viajados y el entendimiento expuesto aotras realidades permite la apertura a nuevos parámetros de juiciopara conocer más a fondo y valorar mejor lo propio.

El libro América Nuestra es un acierto trascendente en el terre-no de la Historia, con un enfoque moderno, humano, de esta discipli-na, ya que recoge costumbres, dichos, tradiciones, poemas, reviviendoasí épocas de la vida cotidiana tanto de los personajes como de los pue-blos. A partir de las nuevas perspectivas del francés George Duby y su

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Historia de la Vida Privada se enfatiza esta nueva tendencia y enfoque enla aproximación a la Historia.

Por otra parte, quiero destacar él hecho de que América Nuestraes además una obra literaria de gran valor. No obstante la deliciosaabundancia de detalles, es concisa. La prosa es elegante, el vocabularioriquísimo. El lenguaje fluye como el canto de nuestros ríos, y con laaltura y la majestuosa sencillez de nuestros volcanes, y la exhuberan-cia de las selvas ecuatoriales. Porque en este libro, la visión del escritores nutrida por el alma de lo propio como raíz. Viene al caso el poemade Bernárdez que cita mi padre:

Porque después de todo he comprobado Porque después de todo he comprendido Que lo que tiene el árbol de florido Vive de lo que tiene sepultado.

Así, Miguel Albornoz ha llevado siempre consigo su raigam-bre y orgullo de ecuatoriano, su conocimiento del territorio y la reali-dad nacional aunado a su amor por el terruño como crisol de suslogros. Y desde luego, el azoro ante la maravilla de nuestros territoriosy su gran potencial a futuro.

Detrás de las páginas de este volumen está latente la preocu-pación por el destino de nuestros países y el ideal bolivariano de uniónde hermandades.

Miguel Albornoz es ante todo un entusiasta de América y esefervor se revela en cada página de estas vivencias.

Un buen libro es escrito con pasión, porque sólo ésta contagiay enciende ese azoro ante lo bello, y despierta la conciencia ante lo trá-gico.

Ojalá este libro mueva las conciencias ante las prioridades quedeben sanar y avive la certeza de que somos no sólo ciudadanos denuestro amado país sino del muy vasto territorio de la AméricaNuestra.

La presentación de un libro es la culminación de un proyectoeditorial y es desde luego un nacimiento a la luz.

Así que tenemos motivo para un festejo, por lo que les invita-mos a pasar a un brindis.

Muchas, muchas gracias!!!

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LA ETNOMEDICINA EN EL ECUADOR (*)

Dr. Plutarco Naranjo

La presencia del hombre en el Ecuador se remonta a más de 11.00 años,como lo atestiguan las piezas talladas de obsidiana. La domesticacióndel maíz se inició en la cultura Las Vegas (Península de Santa Elena) ysu producción llegó al nivel de “excedentes”, en la cultura muy cono-cida Valdivia que, a su vez, es la primera en el Hemisferio Occidentalen el desarrolló, de la cerámica, 4.000 a. de C. A lo largo de esos mile-nios ese hombre primitivo debió haber sufrido de dolor físico, pordiversas causas, debió haber sufrido traumatismos y heridas, afeccio-nes respiratorias y trastornos gastrointestinales. Así como descubrió elvalor alimenticio de ciertos productos vegetales también, en un mediode la extraordinaria biodiversidad de la naturaleza, debió ir descu-briendo el valor curativo o de alivio producido por muchas plantas.Las madres y las abuelas debieron aprender también cómo ayudar a lasparturientas. Así fue surgiendo una medicina primitiva y un elementalarte culinario.

Un poderoso ser en el firmamento, el sol, que ofrecía luz ycalor, indispensables para la vida del hombre, los animales y las plan-tas, debía ser un dios benéfico a quien había que rendirle culto. Al igualque en otras regiones del planeta, fueron surgiendo las religiones sola-res. ¿Quién ofreció al hombre andino la quinua? El dios sol. Es muyhermosa la etimología de la quinua, significa gotas del sol. El sol derra-mó gotas que se convirtieron en granos del más alto valor nutritivopara el sustento del hombre. ¿Quién dio el maíz al hombre? pues eldios. Así se convirtieron en alimentos de origen divino.

En otro campo; quién era capaz de producir el viento, los hura-canes, las lluvias y las tempestades? No el hombre común. Debieronser espíritus o personajes o dioses poderosos, quienes con su vigor

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(*) Conferencia sustentada por el Dr. Plutarco Naranjo en la Sesión Solemne realizada por laUniversidad Andina “Simón Bolívar”con motivo de la investidura como Doctor Honoris Causa y

Profesor Emérito. La sesión se realizó en el marco de las Jornadas Andinas de Etnomedicina(mayo, 17 de 2007).

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podían producir esos fenómenos castigar a los hombres. Había querendirles culto y buscar su clemencia. Surgen las mitologías y religio-nes y consecuentemente, surge el sacerdote.

Las culturas primitivas son, esencialmente animistas. El hom-bre tiene uno o más espíritus. Entre nuestros shuaras son tres: el hua-cani, el arutam y el ihuanchi. Tambiénciertas plantas, animales y hastacerros tienen espíritus. Otro aspecto característico de las culturas pri-mitivas, es el extendido culto a los antepasados, para que su espíritu nose vuelva contra olvidadizos sus descendientes.

En casi todas las latitudes del planeta han existido plantas psi-cactivas o psicotomiméticas o alucinógenas. Precisamente por estaspropiedades figuran entre las más antiguas descubiertas por el hom-bre. El que comió o bebió el zumo de estas plantas fue capaz de “ver”a los dioses. Nuestros aborígenes quichuas al beber el brebaje de unaplanta pudieron “ver” y saber los deseos de sus antepasados. A esaplanta le llamaron ayahuasca que, etimológicamente significa “bejucoo liana para entrar en contacto con los espíritus de los antepasados”. Laplanta se vuelve sagrada y es un recurso importante para algunos ritos.Por ejemplo, bajo sus efectos, el joven es capaz de dominar a la anacon-da y demostrar que ha llegado a la adolescencia y es capaz de conquis-tar el Arutam, el espíritu más importante.

Surge entonces el chamán, el hombre que se convierte en lahistoria viviente de su comunidad, de su cultura; el hombre poderosoque puede ver a los espíritus y que puede curar los males, producidospor ciertos espíritus maléficos.

En la era del hombre cazador y recolector de frutos, el varónaportaba los alimentos y la mujer desarrolló la culinaria pero, además,tuvo la perspicacia de reconocer que los granos o pepas que iban en labasura, dieron lugar al nacimiento de las plantas alimenticias. Inicial-mente la mujer domesticó y luego, el hombre, desarrolló la agriculturay se volvió sedentario. Pero la mujer también llegó a conocer las plan-tas curativas. Surgió la herbolaria que tanto ha servido a la humanidad.

Así se han desarrollado dos modalidades de medicina: la cha-mánica, que es fundamentalmente, de tipo psiquiátrico y la herbolariaimpulsada por quienes descubrieron los efectos curativos de ciertasplantas y en particular, las abuelas de la comunidad. A través de ellasel conocimiento empírico se transmitió a las futuras generaciones,hasta nuestros días, constituyéndose en parte de la medicina popular.

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Saltando, ahora, siglos y milenios, nuestro compatriota, elPadre Juan de Velasco quien se atrevió a escribir la “Historia del Reinode Quito”, en el primer volumen de su obra, dedicada al reino natural,describe cerca de un centenar de plantas medicinales entre las cualesfiguran hasta algunas introducidas por los españoles. Se excusa de noser un conocedor de muchas plantas medicinales, pero menciona que,en Guayaquil, el Dr. Pedro Guerrero tiene un manuscrito con cerca de5.000 “simples”.

De paso mencionaré que Felipe II ante las insistentes noticiasde la existencia de maravillosas plantas curativas, mandó a México alfamoso médico de la corona, Francisco Hernández quién, en siete años,llegó a descubrir y estudiar más 700 plantas medicinales en solo partede México y no le quedó ni tiempo ni fortaleza física para extender susinvestigaciones al resto de las colonias españolas.

Hasta antes de la Segunda Guerra Mundial no menos del 90%de los medicamentos oficiales, que constaban en las respectivasFarmacopeas, eran de origen vegetal. Después de la guerra se desarro-lló, aceleradamente, la química de síntesis y los nuevos medicamentosfueron desplazando a los de origen vegetal hasta que, en nuestros días,quizá el 80% son de síntesis. En muchos casos al determinar la estruc-tura química de los alcaloides y otros principios activos de las drogasvegetales, tales estructuras sirven de modelos moleculares para la sín-tesis de nuevos compuestos químicos; en otros, como en el caso de lapenicilina, descubierta por “serendipia” dio origen a nuevos antibióti-cos de síntesis o semisíntesis e impulsó la intensa búsqueda de nuevosantibióticos producidos por hongos y otros vegetales.

Las drogas de síntesis han ofrecido indiscutibles ventajas: faci-lidad de reproducirlas en gran escala, potencia terapéutica y otros, peroen varios casos y a veces tardíamente se ha descubierto, que puedenproducir efectos indeseables y hasta graves. Esto ha motivado para quese hable “del retorno al mundo verde”, al de los vegetales, en nuevosintentos de encontrar drogas naturales de mejor valor terapéutico y demenos riesgos patológicos.

Esta breve descripción del origen de la medicina tradicional oetnomedicina trata de introducir al conocimiento del origen de dosmodalidades principales: la herbolaria y la medicina chamánica.

La herbolaria ecuatoriana y en general, latinoamericana, hizoimportantes contribuciones al desarrollo de la medicina científica y porende, a la salud humana.

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En los primeros años de la conquista española, muchos barcosregresaron a España, cargados de oro y plata y muy poco después, elcargamento fue de plantas medicinales. El famoso médico sevillanoNicolás Monardes se dio a la tarea de asistir a la llegada de esos barcos,obtener las nuevas plantas medicinales y ensayar sus virtudes terapéu-ticas en sus pacientes. Se convirtió, en la historia de la medicina, en elprimer farmacólogo clínico. Publicó varias obras que se tradujeron alos principales idiomas europeos, principiando por el latín. España seconvirtió en la farmacia de Europa.

Como ejemplo me referiré a la historia de una planta ecuato-riana, la quina o cascarilla. Corría el año 1633, un fraile jesuita, llegó ala villa de Loja enfermo de paludismo o malaria que era una enferme-dad desconocida en América. Los procedimientos de la medicina ibéri-ca, sangrías, purgantes y otras iban acabando con la vida del paciente.Su paje, un indio malacato, ante el estado grave del paciente le sugirióque aceptara traer al herbolario de su comunidad para que le atendie-ra.

En efecto, vino Pedro Leiva quien sabía curar las fiebres. Leadministró un polvo café amarillo, disuelto en chicha, tres veces al díay antes de una semana el moribundo estaba sano y poderoso. El polvoera de la corteza del árbol llamado quina (Cinchona succirubra).

Al poco tiempo llegó a Loja la noticia de que la Condesa deChinchón, esposa del Virrey del Perú, estaba enferma de malaria. Elcorregidor de Loja, Juan Cañizares, consiguió de Pedro Leiva que lerevele el secreto de la curación con esa planta, le proporcione una bue-na cantidad del polvo y la corteza. Mandó el precioso material por elcorreo de chasquis. Muy pronto llegó a Lima. Pero no era la Condesala enferma sino el propio Virrey y tampoco la enfermedad era el palu-dismo sino lo que en ese tiempo se llamaba cámaras de sangre, es decir,lo que hoy llamamos amebiasis. El Virrey ordenó que el medicamentopase a manos de los jesuitas para el tratamiento de los palúdicos. Elagustino padre Calancha en su libro, dice: “La corteza del árbol de losfríos, de Loja está haciendo milagros en Lima”

Se confirmó así el valor terapéutico de la quina. Fue el primermedicamento específico que la medicina mundial tuvo para el trata-miento de una enfermedad. Es un amplio capítulo de la historia cómollegó la quina a España y sobre todo a Roma y cómo la Real Audienciade Quito se convirtió en la gran exportadora de la droga, tanto en

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forma oficial, cuanto por contrabando, ejercido aún por las propiasautoridades españolas! La quina se convirtió en el talismán para lavenida de misiones europeas como la de los académicos franceses que,si bien es cierto, venían a medir un arco del meridiano terrestre, la otrasecreta misión era explorar los territorios de la quina, tal como lo hicie-ron La Condamine y el botánico Jussieau; más tarde la visita de Hum-boldt y el médico botánico Bompland, así como la organización de laReal Expedición Botánica, de la Nueva Granada dirigida por Mutis.

Para no alargar la fascinantes historia de la quina hay que decirque salvó la vida de millones de enfermos, en Europa, África y Asia ycuando la enfermedad avanzó a América, también salvó aquí muchasvidas, con la circunstancia, un tanto perajodal que, mientras de aquí ibala corteza del árbol, había que importar de Europa a alto precio, elpolvo con el alcaloide que se llamó quinina. El nombre hace referenciaa que se obtiene de la quina.

Con otras plantas americanas surgieron nuevos capítulos de lafarmacología y la terapéutica. De Sud América fue el extracto de cocacon lo cual, en la historia médica, se convirtió en el primer anestésicolocal. De aquí fue el curare, otro extracto vegetal que inicio otro capítu-lo de la farmacología el de los relajantes musculares. De aquí fueron losfamosos bálsamos del Perú y de Tolú, que trocaron la bizarra técnica deaplicar una espada al rojo vivo en las heridas de los soldados, para evi-tar la gangrena. El bálsamo reemplazó a la espada incandescente.

Podría seguir enumerando otros ejemplos que demuestran quela medicina española y europea progresaron inesperadamente graciasa la contribución americana de su materia médica.

La medicina científica se desarrolló, al comienzo, sobre la basehistórica, de la medicina tradicional, generalmente empírica, transmiti-da de una generación a otra.

Importancia actual de la medicina tradicional

En las dos últimas décadas la medicina científica ha progresa-do más que en los dos últimos siglos. La capacidad y experiencia en lasíntesis química y en el desarrollo de nuevos medicamentos es muygrande. El desarrollo técnico, en muchos campos, permiten formulardiagnósticos más precisos; así mismo, ha permitido descubrir el origeny evolución de muchas enfermedades graves, como las degenerativas,

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las cardio y cerebro-vasculares, los diversos tipos de cáncer; ha permi-tido la exploración cerebral por positrones. Otras técnicas están comen-zando a dar importantes frutos en el conocimiento físiopatológico deafecciones cerebrales. La genética es, hoy en día, la que ofrece las másalentadoras perspectivas. Todo esto es maravilloso. Todo esto puedepermitir una vida más saludable y longeva. El problema está en que lamedicina de punta, más sofisticada y precisa se vuelve, cada vez más,en medicina de élites sociales o económicas. Un día de cuidados inten-sivos, en el país, equivale a varios meses de sueldo básico. El SeguroSocial, con todas sus limitaciones y falencias cumple un importantepapel en la salud de sus asegurados. Pero su cobertura es baja.

Hay por lo menos un 30% de la población ecuatoriana total-mente desprotegida de esa medicina y que atiende sus problemas desalud mediante la medicina tradicional. Por ésta y otras razones laAsamblea Mundial de la Salud recomendó a los países miembros, lejosde condenar a la medicina tradicional, aprovechar lo que tengan depositivo y beneficioso, esos viejos conocimientos y utilizarlos sobretodo a favor de las poblaciones que no gozan de otro sistema de protec-ción y promoción de su salud.

Hay dos objetivos principales en el estudio de las plantasmedicinales.

1. Descubrir la estructura química de los principios activos,es decir, de las substancias que producen los efectos terapéuticos. Es elcapítulo denominado fitoquímica.

Cuando se descubre la estructura molecular que, en la ac-tualidad, es relativamente fácil, gracias al espectrógrafo de masa, losquímicos están ya familiarizados con muchos procedimientos para sin-tetizar análogos y homólogos, con la esperanza de obtener una drogade fácil producción comercial y especialmente de mayor eficiencia tera-péutica. Hay muchos ejemplos cómo el ya citado de la penicilina o delanalgésico, ácido salicílico obtenido del sauce, del cual derivó el ácidoacetil salicílico o aspirina que, por una parte, sirvió de modelo para lasíntesis de muchos otros analgésicos y de otra, habiéndose descubiertootras propiedades de la misma molécula se sigue utilizando por másde cien años.

2. Establecer la validez terapéutica. Cada pueblo, cada cultu-ra, en su acervo medicamentoso, tiene muchas plantas. En la mayoría,como se mencionó ya, en forma empírica, han descubierto los efectos

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terapéuticos que, con facilidad, podían constatarse; como el ya citadode la actividad antibacteriana de la penicilina o el efecto analgésico delácido salicílico. En la herbolaria de nuestros aborígenes también figu-raba el sauce como analgésico.

Nuestro país en su pequeño territorio, pero gracias a su posi-ción geográfica, sus niveles altitulinales y diversidad de clima, es lasegunda en riqueza vegetal con más de 20.000 especies de plantas vas-culares. A mayor diversidad corresponde mayor número de plantasmedicinales y alimenticias. Hasta ahora se han descrito cerca de milespecies medicinales y aún faltan por conocerse otras más de las comu-nidades de la Amazonía.

Validar terapéuticamente tan crecido número de vegetales estarea ardua y de mucho tiempo. Nuestros científicos de universidadesy politécnicas, con criterio selectivo, han estudiado ya unas decenas,pero queda mucho por conocerse.

El conocimiento empírico, es valioso, pero no lo suficientemen-te confiable. Es necesaria la confirmación científica. Además hay quedeterminar las apropiadas indicaciones terapéuticas, las dosis, frecuen-cia de administración, posibles efectos indeseables y otras condiciones.Hay algunas plantas conocidas y utilizadas solo por ciertas comunida-des indígenas o campesinas. Algunas otras de utilización general y aúnunas pocas introducidas por los españoles, durante la conquista.Muchas de estas plantas se hallan ya a la venta en los mercados popu-lares y unas pocas, inclusive, en los llamados supermercados, en formade pequeños sobres al estilo del té asiático.

Toda la población ecuatoriana utiliza algunas de estas plantaspara aliviar o curar males menores: dolor de cabeza, dolor abdominal,tos, diarrea y otros trastornos. La población citadina tiene la oportuni-dad de recurrir al médico en caso que no fue efectiva la bebida de lainfusión o tisana. No así, ese 30% o más de población campesina eindígena desprotegida. Sobre todo para ayudar a ese sector poblacio-nal es necesario que se estudie sistemáticamente el valor de sus plan-tas medicinales. Son recursos que están a su alcance y a precio muyreducido o mejor todavía, los tiene en su propio huerto o en el de suvecino o pariente. Al determinar, científicamente el valor terapéuticode las plantas medicinales, el Estado estará cumpliendo con su respon-sabilidad de velar por la salud de todos, por lo menos a través de esteinexpensivo sistema.

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La medicina chamánica

El verdadero chamán, erróneamente considerado “brujo” esun profesional que se forma a lo largo de varios años de aprendizajejunto a su maestro. Debe asimilar los valores culturales de su comuni-dad, su rica mitología, sus tradiciones, sus tabúes o prohiciones. El ver-dadero chamán es el sabio de la comunidad. Debe así mismo aprenderlos tipos de afecciones que sufren algunos de los pacientes y las técni-cas o modalidades para liberarlos del daño que adolece el paciente, pa-ra luego realizar el rito-curación del mismo.

Algunas afecciones según su ideología se deben a castigos delas divinidades por el incumplimiento de normas de conducta o de lostantos mitos y tabúes. Otros agentes causales son: el viento, el arco iris,ciertos cerros o el efecto del poder dañino de otra personas u otros cha-manes. El “ojeado” producido por la vista poderosa de ciertas gentes.Según nuestra concepción científica se trata de afecciones de origenpsíquico y cultural.

La sintomatología es un tanto similar cualquiera que sea lacausa. El paciente se siente enfermo, pierde el apetito, pierde la fuerzapara el trabajo. Es decir, son síntomas esencialmente psicológicos. Cier-tos tabúes sobre alimentos son importantes y entre las primeras pre-guntas del chamán está ¿qué has comido?

Después del diagnóstico y según el caso, el chamán, procede ala “ceremonia” curativa que consiste, en el fondo, en el exorcismo. Conel auxilio de su ayudante o discípulo inicia la ceremonia para lo cual elchamán se prepara previamente. Luego hace algo de invocaciones a losbuenos espíritus mientras su ayudante, con ramas de ciertas plantas,las agita alrededor del enfermo, para ahuyentar a los malos espíritus.El chamán toma una bocanada de humo de tabaco y lo sopla al pacien-te; otro bocado de licor que también lo sopla, todo esto para facilitar elexorcismo. Finalmente viene la fase más importante. El chamán empie-za a efectuar una especie de masaje, el “fregado” o “limpieza” paralocalizar el “daño” en un sitio, usualmente, en la espalda, a fin de sacarlas “flechas” invisibles que penetraron en el paciente y que le producenel trastorno. Finalmente en el sitio localizado, chupa en la piel hastalibrar al paciente de las terribles flechas invisibles causantes del mal. Lacuración-ceremonia se acompaña con recriminación, de ser necesario ode consejos al paciente.

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Este brevísimo resumen permite apreciar que la afección fueeminentemente psicológica y lo es también el tratamiento. El chamánconoce poco sobre plantas medicinales; es el respetado personaje quepuede realizar estos tratamientos mayores, y es además el representan-te de la cultura de su grupo humano.

En otra, civilización y a siglos de distancia, Freud desarrollóotra técnica de diagnóstico: el psicoanálisis. Según su concepción, mu-chas experiencias de la vida real, ciertos tabús, ciertas conductas consi-deradas pecaminosas o socialmente condenables son reprimidas alsubconsciente y de alguna manera condicionan la histeria especialmen-te en el género femenino. Aquellas ideas o expresiones reprimidas,pueden aflorar en los sueños, pero de modo simbólico. El psicoanálisisal interpretar los sueños, vuelve consciente la causa de la histeria.

Años más tarde surgió la medicina psicosomática que demos-tró que ciertos síntomas somáticos o físicos tenían un fuerte componen-te psicológico y que la curación no era completa si a las drogas no seañadía el tratamiento psicológico.

Por fin la farmacología descubrió, en años más recientes, que elefecto curativo de las sustancias químicas o drogas no se debía solo aellas mismas sino también al efecto psicológico, a la influencia perso-nal del médico o al simple hecho de tomar el medicamento. Esto diolugar al nacimiento de ensayos clínico-terapéuticos, en el desarrollo denuevas drogas, los ensayos llamamos “doblemente ciegos”. Se descu-brió que analgésicos, tranquilizantes, antialérgicos y otras categorías sino producían el efecto terapéutico en más de un 30 a 40% de pacientestestigos, actuaba solo psicológicamente, e igual resultado se obteníacon un placebo, es decir, con un “medicamento” preparado con almi-dón o azúcar. Estos resultados permiten interpretar el valor sicológicode la curación chamánica.

En la actualidad y gracias a que la ley ya no condena el cha-manismo, éste se ha hecho presente en las ciudades y por novelería seofrece el espectáculo del fregado o limpieza, pero totalmente fuera decontexto.

Han surgido seudos chamanes, es decir individuos, que hanaprendido la técnica de sobar o “limpiar” pero que ni ellos ni los pa-cientes conocen el fondo ancestral del procedimiento, lo practican demodo empírico. Si el paciente mejora puede tratarse del efecto psicoló-gico y la tal limpieza es una forma de placebo psicológico.

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ANTE EL MONUMENTO DE GONZÁLEZ SUÁREZ

H. Eduardo Muñoz Borrero

Señores Académicos:

El 17 de diciembre próximo, cumpliránse 90 años del tránsitoa la Gloria de Federico González Suárez, héroe de las letras, adalid deestudios históricos, príncipe de la oratoria sacra, sostén de la Iglesia entiempos borrascosos, arzobispo de Quito, combatiente de la pluma enlas batallas de la idea, y fundador de la Sociedad de Estudios Histó-ricos Americanos, hoy Academia Nacional de Historia.

“En medio de las arduas ocupaciones inherentes a su cargo pastoral,tuvo el singular consuelo de verse rodeado por un grupo de jóvenes selectos,ávidos de recibir sus enseñanzas. Desde su temprana edad había ejercitado suvocación de maestro como jesuita y luego como canónigo de Cuenca. En Quitofue profesor de Historia en la Universidad Central. Cumplidos sus 65 años ycon el ascendiente de su prestigio cultural y prelaticio, sintió rejuvenecerse encontacto con jóvenes que anhelaban seguir sus huellas de historiador y litera-to. Todos frisaban entre los quince y veinte años; todos procedían de familiasdistinguidas y poseían cultura relevante; a todos los unía un lazo de amistady, sobre todo, reconocían como caudillo y maestro venerable a MonseñorGonzález Suárez.”

Después de algunas sesiones previas, acordaron organizar laprenombrada Sociedad, cuya acta de fundación se redactó el 24 de juliode 1909, con las firmas siguientes: Federico González Suárez, Arzo-bispo de Quito; Luís Felipe Borja (hijo); Alfredo Flores y Caamaño;Cristóbal Gangotena y Jijón; Jacinto Jijón y Caamaño; Carlos ManuelLarrea y Aníbal Viteri Lafronte.

En un mensaje a dichos jóvenes, así se expresó el prelado:“Cuando yo comencé mis estudios históricos y más investigaciones ar-queológicas, con el propósito de prepararme convenientemente para escribiralgún día la Historia del Ecuador estaba solo y me encontraba aislado; mi pri-mera publicación relativa a la arqueología ecuatoriana, fue recibida por nues-tros compatriotas no sólo con indiferencia, no solo con desdén, sino con dis-

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gusto; nadie me dirigió ni una palabra siquiera de aliento, y no faltaron algu-nos individuos graves, que calificaron mi estudio histórico sobre los Caña-ris”,de obra inútil, escrita por un clérigo ocioso, que en cosas de indios perdíael tiempo que debía dedicar al ejercicio del sagrado ministerio.

Vino la publicaci6n de mi “Historia General de la República delEcuador”: los primeros tomos circularon casi en completo silencio; cuandosalió a la luz el cuarto, estalló contra mí la tempestad!… Entonces guardésilencio: dejé que la tempestad tronara, rugiera y estallara sobre mí: mis ene-migos batieron palmas: para ellos ¡yo había sido aniquilado!

Cuando la tempestad se disipó, yo levanté sereno mi cabeza... En esemomento comenzaba para nuestra República una época crítica: yo, el enemigode la Iglesia debía, providencialmente, subir a la brecha, para combatir endefensa de la Iglesia; y subí, y combatí...”

No hay duda que González Suárez era hombre de lucha, de esalucha moral que es más asidua, que es más de todos los días que cual-quier otra lucha… “Varias ocasiones, como orador, como escritor, como his-toriador, el mismo se creaba un circo -anota uno de sus admiradores- y saltabaa la arena, a manera de gladiador sin contrincante, a buscar con quien batir-se, y solamente cuando pasaba la atonía que producen las actitudes valerosasy desafiantes, aparecían poco a poco los rivales, a medir sus armas con el reta-dor, en desigual combate.” (Luís Cordero Crespo)

...Su trascendental amor al estudio, su hambre de conocimientos, sused de sabiduría, nunca se saciaron, viniéndole estrechos todos los recursoseconómicos para adquirir libros. Es simbólico el hecho anecdótico de que, cuan-do niño cambiara la vieja espada enmohecida de algún abuelo militar, con losprimeros libros de que tenía avidez su mente.”...

Nada hay perfecto. Su trato natural no era fino, respetuoso conlos superiores, afable con los amigos, emanaba terquedad con inferio-res y desconocidos. Varón meditativo sedimentó siempre sus procede-res en el tranquilo vaso de la reflexión. Nunca obró de improviso, pen-só, examinó, raciocinó para obrar. De ahí, que tampoco rehuyó la res-ponsabilidad. Acaso tuvo errores, se equivocó más de una vez, pero nopodemos imputarle de descuido.

No es el momento para referirnos con más profundidad alexcelso varón que, desde la cátedra de su monumento nos dice a losque tratamos de seguir sus huellas: “Cuando di principio a mi labor histó-rica estaba solo, aislado, ahora, cuando para mí se aproxima ya el ocaso de lavida, no estay solo, no me encuentro aislado... Mi palabra ha caído en tierra

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fecunda, mi trabajo no ha sido estéril...Vuestra labor comienza: no he hechomás que trazaros el camino... Mañana, vuestros trabajos dejarán eclipsado minombre, y de ello yo no me duelo... ¿por qué había de dolerme? antes, me ale-gro, porque con vuestros trabajos progresarán los estudios históricos y conellos habrá luz, y con 1a luz se conocerá mejor la verdad...

Trabajad con tesón, con empeño con constancia...; venced las dificul-tades, arro1lad los obstáculos...

La Historia tiene una majestad augusta; la lisonja la envilece, la men-tira la afrenta; solo la verdad le da vida.”

Julio 24 2007

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DISCURSO DE PRESENTACIÓN DEL LIBRO:MAESTRO ALFONSO RUBIO

EL ÚLTIMO CASPICARA DEL PADRE JULIÁN BRAVO SANTILLÁN, S.J.

Ximena Escudero Albornoz

Señoras y señores: con un cordial y respetuoso saludo paratodos los presentes me es grato presentar la biografía del maestroAlfonso Rubio, escrita por el padre Julián Bravo.

La escultura, facultad de crear la figura en sus tres dimensio-nes reales, no es más que la materia virgen con la forma impuesta porel artista. Y como tal, enfrenta al tiempo con arrogancia, ya que puedepermanecer inalterable sin que la pátina adquirida por el devenir delos años llegue a afectar su aspecto verdadero.

Este arte que representa la individualidad del ser, en maderapolicromada nació en Egipto y se propagó en las culturas clásicas adue-ñándose del concepto de belleza pura. Aunque se puede hablar deimportantes muestras dejadas por la época gótica en Flandes, Francia eItalia, fue en España donde se apropió del espíritu religioso, al produ-cir emoción mediante el resurgimiento del color, de lo expresivo, direc-to y realista. Apareció de esta manera, una escultura híbrida en la queintervienen el tallador, el pintor y el dorador. Con abolengo marcada-mente cristiano pasó a Iberoamérica, lugar en el que se difundió magis-tralmente.

Si bien la práctica sacramental española se hizo sentir en Géno-va y en Nápoles, lugares en los que se trabajaban también imágenes enmadera policromada para la devoción popular, en España la respuestaartística no se hizo esperar y, el patetismo fuertemente expresado en laestatuaria barroca española del siglo XVII –que no llegó a plasmarse enla quiteña- dio un giro de ciento ochenta grados al dar paso a represen-taciones religiosas -expresivas si-, pero cargadas de naturalismo y espi-ritualidad, a la moda berniniana.

La identificación de la imaginería quiteña en madera policro-mada del siglo XVIII, con la genovesa, napolitana y murciana de esa

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misma centuria, es tan clara, que hace pensar en una asociación direc-ta sin distancias territoriales ni diferencias raciales.

En la época hispánica se distinguieron en Quito, cuatro clasesde obradores de escultura, en los que –a manera de escuelas de artes yoficios- maestros, oficiales y aprendices cumplían con rigor sus tareas.Así:

1. Los talleres conformados por el escultor, los ayudantes los dorado-res; quienes tenían a su cargo la hechura y dorado de retablos, púl-pitos y mamparas.

2. Aquellos integrados por el entallador o ensamblador y sus oficiales,encargados de ensamblar las piezas previamente talladas.

3. Los obradores compuestos por el maestro imaginero, sus auxiliaresy pintores, quienes tenían a su cargo la talla y la policromía de lasimágenes destinadas al culto religioso y de piezas para integrar bele-nes.

4. Los formados por los laceros y carpinteros, quienes ensamblabanartesonados y celosías.

Sin embargo, no cabe escribir solamente en pretérito, dado queen unos pocos talleres contemporáneos parece que los siglos no hubie-sen transcurrido. El maestro, rodeado de herramientas similares a lasusadas por los egipcios y alguna que otra de moderna tipología, condedicación, sabia ejecutoria y gran dosis de mística –al igual que entiempos pasados- realiza y dirige cada proceso. Un ejemplo de ello esel obrador de Alfonso Rubio, escultor e imaginero, pintor y restaura-dor.

Y, a continuación se incluye –por la curiosa conexión presenta-da de antemano- uno de los párrafos de la página 114 de mi últimapublicación Escultura colonial quiteña, arte y oficio, en el que se lee losiguiente:

Alfonso Rubio, maestro de maestros, merece no un párrafo específico,sino un libro independiente, en el que se pueda recabar todo el tesoro de susabiduría; no obstante, por lo pronto se señalan dos de las tareas por él reali-zadas a lo largo de su vida, con seriedad, esmero, conocimiento de causa ymaestría: la de imaginero (tallado, forjado y policromía) y la de restaurador. Asus 78 años, sigue trabajando con mística y con mayor experiencia, en su tallerde Cotocollao.

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Miles de efigies coloniales de gran valía han pasado por sus manos,las ha restaurado con el respeto que merecen los bienes patrimoniales, sin aña-didos ni cambios, utilizando para ello materiales apropiados y de óptima cali-dad.

Crea piezas de gran detalle, en las que la delicada policromía (en-carne, esgrafiado y/o estofado) no borra las huellas de su diestra gubia.. EnRubio, el arte y el oficio son indisolubles, como lo fueron antaño. Recuerda aBernardo Legarda.

Y, ¿ cuál no sería mi sorpresa? Al recibir el grato encargo delpadre Julián Bravo de presentar la biografía del maestro Rubio "librorecién salido de la imprenta" al decir de su autor.

Sorpresa, pues yo desconocía que el padre Bravo se encontra-ba inmerso en tal propósito; y sorpresa agradable, pues la labor delmaestro Rubio es merecedora de un recordatorio perenne -como éste-,ya que ha preservado la tradición que dió renombre a Quito.

Con un juego entre las circunstancias históricas que moldearonel ambiente del país en la primera mitad del siglo XX y el entorno fami-liar del biografiado, el padre Julián Bravo, lleva al lector a vislumbrar–en un principio- y después, a conocer y admirar la figura del maestroRubio como fruto especial de esa realidad cultural.

Así, el libro Maestro Alfonso Rubio, el último Caspicara es-tructurado en diez capítulos autónomos pero cronológicamente conec-tados entre sí, relata la infancia, la juventud, los inicios profesionales,la madurez artística y el afán pedagógico del maestro Rubio; interca-lando hechos de la vida del biografiado con sucesos políticos naciona-les que motivaron el desarrollo de las artes plásticas hacia una u otratendencia.

Con acierto el padre Bravo señala la firma del Modus Vivendientre la Iglesia y el Estado efectuada en 1937, como el reinicio de la coo-peración entre los dos poderes: el civil y el espiritual, lo que redunda-ría en beneficio de la conservación del patrimonio nacional.

Anota además, que si bien la pintura se orientó definitivamen-te hacia una nueva corriente apartada de sus raíces, dice: "no ocurrió lomismo con la escultura que se mantuvo vinculada a la tradición histó-rica colonial, debido al proyecto de rehabilitación, restauración de tem-plos y conventos, emprendido por la Iglesia Católica, después de lafirma del convenio del Modus Vivendi por la Santa Sede y el EstadoEcuatoriano".

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En Ecuador, el anhelo por preservar las imágenes, las piezasescultóricas y las pinturas, que en los conventos e iglesias continuabancumpliendo con la función para la que fueron hechas, la categorizaciónde las mismas como obras de arte sacro y religioso, y su pertenencia alpatrimonio cultural nacional como bienes histórico-artísticos, fue si-multánea; y es así como el maestro Rubio encaja fácilmente en el engra-naje de producción de efigies para el culto y de mobiliario religioso, ensu taller estructurado a la moda colonial.

Para saber apreciar la vigencia de la escultura en madera poli-cromada de los siglos XX y XXI, hay que entender su carácter y tomaren cuenta el rol que jugaron en los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX, lostallistas e imagineros. Las piezas por ellos creadas debían influir posi-tivamente en la devoción popular, despertando la fe con un lenguajeplástico correcto y de fácil lectura. Compromiso que, aceptado por Al-fonso Rubio desde sus primeros años de vida profesional, ha permiti-do perpetuar la valía del arte al servicio de la religión y mantener acti-vo el modelo gremial de los obradores coloniales.

El padre Julián Bravo Santillán, de la Compañía de Jesús, his-toriógrafo y bibliógrafo de vasta experiencia y reconocido prestigio, demanera diáfana, precisa, documentada y con el rigor académico queesta tarea amerita, señala algunos de los muchos logros del maestroRubio; ratificando así la sabia trayectoria vital de su biografiado.

Como ejemplo de ello, se cita a continuación el siguiente textocompendiado:

"Luego que en 1961, se descubriera entre las imágenes del conventode San Francisco la hermosa imagen del Señor con la cruz a cuestasy fuera puesta a la veneración y al culto ... fue atribuida al famosoescultor sevillano Martínez Montañés ... El maestro Rubio al hacer elmantenimiento de la escultura, antes de exponerla al público, descu-brió que estaba esculpida con cuatro clases de maderas diferentes: ca-nelo, aliso, cedro y nogal, maderas evidentemente de origen america-no. Posteriormente al comparar el estilo artístico y la técnica de escul-tura se constató que eran las mismas de las de san Pedro de Alcántaravenerado en la iglesia de Guápulo, de san Diego y de santa Clara dela iglesia de san Diego y del Señor de la Resurrección, venerado unoen San Francisco y otro en la Catedral de Quito, esculturas todasatribuidas al P. Carlos, por lo que la deducción no podía ser más evi-

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dente, que el Jesús del Gran Poder de San Francisco de Quito seríadel P. Carlos" .

Finalmente, apropiándome de las palabras del padre JuliánBravo, se concluye que:

"Alfonso Rubio es uno de esos raros casos, casi milagrosos, de artistas autodi-dactos que a costa de estudios propios, de grandes esfuerzos y dedicación, hancontribuido a mantener la tradición de la Escuela Quiteña con sus propiasobras y con su esmerado trabajo de restauración de importantes obras de artecolonial".

Quito, 25 de octubre del 2007

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DISCURSO PARA LA INAUGURACIONDE LA BIBLIOTECA “JACINTO JIJON Y CAAMAÑO”

Dr. Manuel de Guzmán PolancoDirector Academia Nacional de Historia

Hay actitudes en una comunidad que no sólo enriquecen lamente sino que llenan el corazón. Una de ellas es el de la gratitud; lade todo un país, en nuestro caso, a quienes nos han beneficiado con suciencia y su entrega ciudadana para bien de la nación. Unos fueron loshéroes que dieron su vida para conducir a nuestro pueblo por el cami-no de la libertad; y otros los que lo han alimentado con inteligentecivismo, para darle al pueblo conciencia de su destino, es decir, parallenarle de sustancia, de orgullo de su pasado y de responsabilidadpara hacer su presente y crear en futuro de dignidad y bienestar.

Ese pensamiento, que nos congrega en este momento, es el queanida en nuestro ser al reunirnos para recordar la figura reluciente deJacinto Jijón y Caamaño. Ha pasado más de medio siglo desde que dejóla patria donde nació y a la que siempre sirvió; mas su nombre crececada día, así para los que le conocimos como para los que saben elhaber inapreciable que dejó al Ecuador, producto de su sabiduría deprofundo investigador, audaz arqueólogo, penetrante sociólogo, filólo-go paciente, severo y cabal historiador, político integérrimo, ciudadanoejemplar., Escasas resultan las palabras para calificar al hombre queentregó su vida y sus bienes a la Patria. La breve mención de sus prin-cipales obras, que es lo único a que ahora puedo aspirar, revela la mul-tiplicidad de su espíritu y su decoro como ser humano.

Nacido en cuna de oro en 1890 y crecido en medio de las gran-des comodidades de sus padres, en el Colegio San Gabriel no fue sinoun alumno aplicado, disciplinado y apreciado por sus maestros, sobretodo por Federico González Suárez, que era ya un notable arqueólogoe historiador; y pudo infundirle interés por estas especialidades. Supadre el apreciado caballero quiteño Don Manuel Jijón Larrea le esti-muló su espontáneo acercamiento a los problemas espirituales y mate-

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riales de los obreros y artesanos. Fue así como, basado en los principiosde la Renum Novarum, fué uno de los fundadores, cuando había cum-plido 16 años, del Centro Católico de Obreros, meritísimo organismode visión sindical moderna que el 19 de marzo de 2006 cumplió su pri-mer centenario y del que después fue su tercer presidente.

El joven Jacinto ya era miembro de la Sociedad Ecuatoriana deEstudios Históricos Americanos, fundada en 1909 por González Suá-rez, su mentor. Sus primeras experiencias arqueológicas las realiza ensus haciendas San José y El Hospital en Urcuquí y también en la zonade El Quinche. Su madre, la meritísima dama doña Dolores Caamañoy Almada lo lleva a París. Allí su dilecto amigo, Carlos Manuel Larrea,le acompañaba en sus estudios claramente orientados a la Historia yCiencias Auxiliares, así como al francés, inglés y alemán, lenguas muyimportantes para acceder a las mejores fuentes norteamericanas y eu-ropeas y circular en los selectos centros científicos del viejo Continente.Tanto había progresado que allí publicó sus primeros ensayos: “ElTesoro del Itschimbía” (Londres 1912) y “Los Aborígenes de la Pro-vincia de Imbabura en la República del Ecuador” (Madrid 1914). En esefructuoso primer viaje a Europa empezó la adquisición cuantiosa deselectos libros sobre la materia, que serían la base de la extraordinariabiblioteca que un día sus herederos cedieron al Banco Central del Ecua-dor y que hoy sirven a los estudiosos del país y en gran número delexterior.

Es de especial importancia la citada obra sobre los indígenasde Imbabura puesto que en ella presenta sus objeciones a la “Historiadel Reino de Quito”, escrita durante su confinamiento en Italia por elprotohistoriador riobambeño, el jesuita Juan de Velasco, en el año 1789.Era el estudio central del número primero del Boletín de la SociedadEcuatoriana de Estudios Históricos Americanos. El estudio de JacintoJijón se denominaba nada menos que “Examen Crítico de la veracidadde la Historia del Reino de Quito”. La fuerza espiritual de sus 28 añosy de sus ya amplios conocimientos, que en la técnica histórica le dieronsus estudios, le condujeron a desconocer la importancia y la veracidadde lo expuesto por el famoso jesuita riobambeño, hasta entonces indis-cutido.

Bien sabemos que la más poderosa de las fuentes de la historiaes y ha sido siempre la documental. Es evidente que el sabio expulsa-do de la Audiencia de Quito en 1767 por la morbosa Orden de Carlos

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III no podía tener a la mano suficientes pruebas instrumentales, pueslas urgencias de la expulsión impedían llevar sino lo mínimo de perte-nencias personales y no documentos. A su refugio en Faenza no pudie-ron llegar sino furtivamente, con la ayuda de sus compañeros, algunosapuntes de Velasco hechos en su última residencia americana en Popa-yán, aparte de los que él habrá podido hacer en el largo viaje hasta elexilio.

Es más, de lo que se trataba fundamentalmente era lo referente ala prehistoria de los pueblos que en miles de años, sucesivas culturasocuparon estas tierras americanas, en las que no había la escritura co-rriente, sino sólo símbolos más bien aplicados a cifras: los quipus.

Velasco fue de los pocos que documentó en sus relatos las másaceptables de las tradiciones que oía en los frecuentes y sistemáticosviajes efectuados por las diversas regiones del Ecuador actual, el Quitode entonces. Juan de Velasco utilizó esa otra fuente de la historia: la tra-dición, que para las condiciones geográficas y sociológicas de la época,venía a ser la sustancial fuente de la historia del Reino de Quito.

Doscientos veinte años después de Velasco y noventa años des-pués de los estudios de Jacinto Jijón y Caamaño, ahora se puede yadecir que no era mera ficción la base histórica de la Historia del Reinode Quito, porque así lo demuestran los últimos y recientes trabajos ar-queológicos y antropológicos efectuados especialmente en Quito y susvalles anexos que confirmarían el desarrollo de la cultura QUITU-CARA y las sucedáneas, siendo en parte absorvidas por los Incas.

La seriedad del científico y la conciencia patriótica de Jijón, asícomo sus nuevas experiencias en las tierras que ocuparon nuestrosantepasados indígenas, le llevaron a ir deponiendo la severidad de susprimitivas conclusiones sobre el tema. Consecuentemente, subían a flo-te las aseveraciones de Juan de Velasco. Por ejemplo las exageracioneslas atribuyó Jijón a algunas de las imaginarias informaciones del con-temporáneo de Velasco, el Cacique Jacinto Collahuaso. Así lo estable-ció en su obra fundamental “Antropología prehispánica del Ecuador”-“Velasco era hombre de buena fe, probo, escrupuloso pero crédulo,debió ser víctima de un engaño”, dijo Jijón. Recordemos que los cien-tíficos Joyce, Seville y Paul Rivet alababan al gran jesuita riobambeño.

El Profesor Dr. Eduardo Estrella, en su discurso de incorpora-ción a la Academia Nacional de Historia, en 1991, trató ampliamente laHistoria de Velasco y terminó diciendo: “Lo que quiso es reconstruir la

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historia de un pueblo, sobre la base de sus tradiciones, este fue su obje-tivo, tal como lo declara abiertamente”.

No hay historia de los principales pueblos que no se base enalguna fábula. Allí está la historia de Rómulo y Remo sobre el colosalimperio romano, que estos mismos días está siendo revisada una vezmás en la ilustrada Italia del 2007. Allí la historia germana de los Nibe-lungos; allí la historia misma de América y de su descubridor CristóbalColón, que ya no sería genovés según algunos investigadores de laactual España sino de las Baleares. En fin, siempre estará mezclada lahistoria con el mito. Sobre ese océano de imaginación navega la Histo-ria verdadera, que necesita el contraste para afirmar su imperio.

Cada día nos sorprenden nuevos datos sobre los Caras quevinieron de la Costa y llegaron a Quito. Y también oímos y hablamosde los Shyris. El propio González Suárez recogió el nombre de éstos,que habrían sido los dirigentes sociales y políticos de todo el centronorte de la sierra ecuatoriana.. Seguiremos hablando no sin fundamen-to del Reino de Quito, como hacen 200 años hablaron los Héroes deAgosto en el Acta por la que se declaró la Independencia. Porque laHistoria no sólo es una Ciencia, es también un sentimiento. Por eso latradición es como la punta de lanza de cualquier investigación.

Sobre ese sentimiento de Patria de un pueblo con profundas einsospechadas raíces, trabajó Jacinto Jijón su vida entera. No sólo parainvestigarla sino para recrearla en otros aspectos de la vida. El científi-co e intelectual era también un agricultor y ganadero progresista, mo-delo para sus vecinos en las haciendas de variados climas que tenía ensu haber, no sólo heredado sino incrementado por él mismo. Industrialtambién como su famoso antepasado don Miguel de Jijón y León. Estenuevo Jijón supo darle a su producción agrícola aquello que ahora semenciona como una novedad de la Ciencia Económíca: un valor agre-gado, que apreciaban los ecuatorianos del siglo pasado en el Ingenio deAzúcar serrano (Oh novedad) de la Hacienda San José de Imbabura yen la fábrica de telas, aún de casimires, de Chillo Jijón, que al mismotiempo tenía una fina y lujosa residencia y un museo de pinturas,esculturas, libros preciosos, tapices, porcelanas y cerámicas, en fin, deartículos dignos de exhibirse en cualquier parte del mundo; y –lo seña-lo con aplauso- siguió manteniéndose por el hijo suyo y recordadoamigo, Manuel Jijón Caamaño y Flores; como actualmente lo es porJacinto Jijón Caamaño y Barba, aquí presente, con la inteligente y sacri-ficada ayuda de sus respectivas cónyuges: doña Marìa Luisa Flores y

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Caamaño, la de don Jacinto, doña Cecilia Barba Larrea, la de Manuel;y doña Mariana Acosta Espinosa la de nuestro invitado especial.

Y volvamos a decir apenas un poco más del gran caballero ycientífico, cuyo nombre preside desde hoy el Archivo y Biblioteca de laAcademia Nacional de Historia. Las grandes y repetidas campañas dearqueología, a veces acompañado por don Carlos Manuel Larrea Riva-deneira, su íntimo amigo desde la infancia, le dejaron muestras delpasado andino, que fueron enriqueciendo su Museo de inconmensura-ble valor científico y monetario, el que ahora se halla al cuidado de laPontificia Universidad Católica del Ecuador.

Aprovechando un manuscrito de la Real Academia de la His-toria de Madrid, publicó en 1931 el “Compendio Historial del estadode los indios del Perú de Lope de Atienza”, obra que constituyó unarica contribución a la historiografía en América. Como anexo consta suobra “La religión del Imperio de los Incas” que había ya escrito en 1920.Así como en 1922 había producido otro de tantos clarificadores estu-dios sobre América, que tituló “La edad de bronce en América del Sur”.En su empeño de producir más y mejor, en el Perú tuvo oportunidadde encontrar a un notable arqueólogo alemán, el Dr. Max Uhle. Trabajóallá con él y luego lo contrató para que le acompañara en el Ecuador.Fructífera fue la labor de los dos científicos; de lo cual son testimoniola amplia lista de estudios publicados, varios en el Boletín de laAcademia, otros por el Banco Central del Ecuador y alguna instituciónoficial más.

Las provincias que más se beneficiaron de la presencia de MaxUhle fueron las del Sur, Loja, El Oro y el gran Azuay, así como las de laCosta. Los trabajos de Jijón y Uhle sentaron las bases de lo que 40 añosmás tarde lograrían Zevallos Menéndez, Emilio Estrada, Cliford Evansy Betty Meggers. Señalaré también que Max Uhle ya en 1920 había des-cubierto en Cuenca el templo incásico de Pumapungo, base de los mag-níficos logros que ha alcanzado el Banco Central del Ecuador sobre To-mebamba. En Quito, además de su cátedra en la Universidad Central,un día nos sorprendió con los restos de un mastodonte en Alangasí. Elsabio germano falleció en su país en 1944.

Volvamos a Jacinto Jijón. Exigente consigo mismo, una de lasmayores y más profundas investigaciones estuvieron dedicadas a esta-blecer el orden cronológico de las culturas vernáculas. Para ejemplocito la relación establecida entre el Prepanzaleo, Guano y Elen-Pata del

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Ecuador con el Tiahuanaco y Centro América. Jijón y Caamaño fue unsabio de América toda; y así es como lo consideraban cuando vivía y lorespetan ahora los científicos del Continente. Téngase presente que,por entonces, las conclusiones temporales o finales sobre la prehistoriatenían que ser guiadas por la lógica y el raciocinio, pues aún no conta-ban con nuevos aparatos y no se había descubierto el extraordinariomedidor del Carbono Radioactivo 14. Mayor mérito pues para los tra-bajos de González Suárez y luego de Jacinto Jijón, Carlos Manuel La-rrea y Juan León Mera Iturralde.

Ahora que empezamos a recordar los 200 años de nuestraindependencia política, meditemos en el título que dio Jijón a sus estu-dios sobre la historia general de su Patria. Fué en 1924 que publicó esaobra gratísima para el Ecuador que llamó: Influencia de Quito en la eman-cipación del Continente Americano – La Independencia 1809-1822.

No hubo provincia ecuatoriana que no fuera tratada en su pre-historia; y en todos sus aspectos: el geográfico, el racial, el lingüístico,el religioso, el laboral, el artístico, en fin, en su integridad. Dibujando,retratando la vida espiritual y material de nuestros antepasados indí-genas. Un mapa policromado del Ecuador de antes, que permitió ver elpresente con mayor realismo y con el orgullo de ser parte de esa formi-dable realidad.

Puso mucho de su saber en examinar la historia de nuestrosinmediatos vecinos Colombia y Perú. Decenas de ensayos sobre cadauno. Cuando vivió desterrado en Perú. Hizo excavaciones en las cue-vas marangueras, cerca de Lima y finalmente, produjo su preciosa obra“Maranga”. Estimuló la arqueología del Cuzco y de la zona litoral pe-ruana. Fue así como un día en 1930 habló y escribió sobre “Una granmarca cultural en el nor-oeste de Sudamérica”.

En 1933 hace un curso de prehistoria ecuatoriana en la Univer-sidad Central. Para publicar entre 1941 y 1947 un resumen de sus tra-bajos arqueológicos con el nombre de El Ecuador Interandino y Occi-dental. En 1949 publica uno de sus últimos ensayos: Notas sobre la Pre-historia de Babahoyo. En 1950 dio el salto final: a la eternidad. Su familiapublicó en 1951 una parte de lo que dejó escrito, como lo denominadoLas civilizaciones del Sur de Centroamérica y el Noroeste de Sud América.Así mismo, después de su muerte, aparece publicado en 1952 Antro-pología Prehispánica del Ecuador, que es, según uno de sus prestigiososcríticos (Julio Tobar Donoso) la “que resume en forma genial todos los ele-mentos que se hallaban dispersos de las numerosas culturas que existieron en

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nuestro país antes de la conquista española y que había elaborado Jacinto Jijóny Caamaño”.

En la presente intervención apenas he señalado –por razonesde tiempo y circunstancias- poquísimos puntos de los trabajos científi-cos de don Jacinto. Entrega íntegra, con tiempo, dinero, sacrificios ysobre todo amor a la Patria, durante 42 años, como él mismo declaró.

Si eso fue el científico, no otra cosa fue el hombre público.Entre 1929 y 1934 escribe dos volúmenes de una obra intitulada Políticaconservadora de la que uno de sus amigos dijo que “no hay aspecto delpaís que no esté allí doctamente analizado”. El exitoso análisis histórico ysociológico contrastaba con el fracaso de su acción antidictatorial mili-tar en los campos imbabureños, lo que le condujo al destierro, con sufamilia; penoso intermedio que lo aprovechó en el acopio de libros deciencia y de obras de arte, así como en el cultivo de relaciones conarqueólogos, antropólogos, historiadores en general.

De regreso al país interviene con gran éxito en la política, pre-sidiendo el Partido Conservador, siendo electo Senador por Pichinchaal Congreso Nacional y luego Primer Alcalde de Quito en 1946. Antes,la ley denominaba Presidente del Concejo Municipal al personero delCabildo.

Ya había tenido experiencia positiva en la organización pacífi-ca y productiva de los artesanos con la creación del Círculo Católico deObreros. En el Municipio, construyó el primer barrio obrero de la Capi-tal, al sur de la urbe, en condiciones financieras no igualadas posterior-mente. Y en sus propiedades agrícolas, ya por cuenta propia, organizóla entrega de lotes agrícolas con casa de vivienda para cada familia desus empleados y peones. Era un ciudadano que demostraba el respetoque tenía a sus principios de justicia social,. Jamás tuvo un reclamolaborar y menos un conflicto colectivo.

Estamos pues ante una figura nacional de gran relieve en suépoca y de trascendencia para el futuro. Hoy mismo, después de 57años de su muerte no sólo que ha crecido su figura de científico y deciudadano ejemplar sino que no sería posible prescindir de él al estu-diar las bases de la nacionalidad y la trascendencia de sus opiniones.Se necesitará de mucho tiempo para catalogar la ingente obra escrita deese digno sucesor de Federico González Suárez.

Nada mejor para describir el volumen y profundidad de suobra que aquella frase que le dedicó su gran biógrafo, su amigo y com-pañero académico Julio Tobar Donoso: “El mejor monumento que puede

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honrar a este personaje de la ciencia nacional, es el de su propia obra bibliográ-fica”.

La actual Academia Nacional de Historia que conoce cómo ellapudo sobrevivir gracias al trabajo y al sostén económico y de su activi-dad en el siglo pasado, ha estimado de justicia designar con el nombrede Jacinto Jijón y Caamaño a esta Biblioteca que ahora ya puede poner-la al servicio del público. De esta manera, la Academia se honra a símisma.Concluiré con una precisa y preciosa frase de don Jacinto, consignadaen su primer estudio en 1918 sobre la inmarcesible obra del protohisto-riador del Ecuador, Padre jesuita Juan de Velasco: “La historia no tienemás fin que la verdad y la justicia, los más excelsos atributos de Dios.”

Diciembre 17 de 2007

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CONTRIBUCIONES

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ECUADOR Y CHILE, DOS PAÍSES HERMANOS

Víctor Eastman Pérez

NOTA DEL EDITOR:Se trata de un documento de la época en que el liberalismo político e ideoló-

gico mostraban su interna división, que trascendía a varias capas sociales del país. Estoes lo que ha motivado el siguiente artículo del Ingeniero Víctor Eastman Pérez, nietode quien en 1911 era el Ministro Plenipotenciario de Chile en Ecuador, el Sr. VíctorEastman Cox, que pudo salvar la vida del General Eloy Alfaro gracias a que impuso lasreglas del Asilo Diplomático vigente por tradición y tratados entre Ecuador y Chile.

Como anexos del artículo también publicamos el texto de la carta delPresidente Alfaro al Presidente Barros Luco, que ha permanecido inédita, así como elartículo del gran periodista quiteño Raúl Andrade, quien en su columna “Claraboya”del diario El Comercio del 14 de junio de 1979, no sólo lo comenta, sino que de pasotraza la figura de un gran académico de la historia, don Cristóbal de Gangotena y Jijónque fue quien le presentó el documento desconocido, y hace el perfil de los celebradospoetas Ernesto Noboa y Caamaño y Pablo Palacio.

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Es evidente que en el caso del Ecuador y Chile siempre hanexistido muchos intereses comunes: sociales, militares, económicos,educativos, agrícolas, energéticos, regionales, de la cuenca del Pacífico,de sangre y tantos otros. Son países hermanos.

La Historia de Chile está muy ligada con la Gran Bretaña.Desde los inicios de la República tuvo influencias Inglesas e Irlandesascon su inteligente Padre de la Patria, Don Bernardo O’Higgins, únicohijo de Don Ambrosio O’Higgins, irlandés de nacimiento, que en 1788fue nombrado Gobernador de Chile por el Virrey del Perú. Es notorioque el Gobernador O’Higgins fue siempre muy respetuoso con lapoblación nativa de Chile e inculcó mucha educación, igualdad y justi-cia social entre los habitantes. Eso influenció mucho en su hijo Ber-nardo quien, en unión de otros chilenos famosos como Juan Martínezde Rosas, Juan Mackenna, también de origen irlandés, el General JoséMiguel Carrera que había peleado en España en contra de Napoleón y

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su hermano José, Pepe botellas, no aceptaron la intromisión de Bona-parte y el 18 de Septiembre de 1810, declararon la independencia deChile.

El General Pareja al mando de las fuerzas españolas trató dereconquistar la colonia, hubieron varias batallas en 1812, 13 y 14 hastaque O’Higgins con la ayuda del gran General Argentino Don José deSan Martín, prepararon en dos años una fuerte expedición para liberara Chile y desde Mendoza, donde San Martín era Gobernador, avanza-ron los dos Generales al mando de 5200 hombres con 1600 caballos yentraron triunfantes en Santiago el 12 de Febrero de 1817.

Nombraron a Don Bernardo O’Higgins Director Supremo deChile, quien con mucha autoridad, disciplina y respeto democrático,empezó a formar el Gobierno. La guerra de independencia tuvo finalvictoria ante las fuerzas de General español Osorio en el valle de Maipóel 5 de Abril de 1818. Chile tenía en ese momento una población de400.000 personas. En esos días, el Gobierno de Chile nombró a uninglés, Lord Cochrane, con amplia experiencia en la Marina Real Britá-nica, Jefe de la nueva Armada de Chile con rango de Vicealmirante. Enpocos años, la Armada Chilena fue la más respetada. Cochrane es real-mente el fundador y padre de la Armada Chilena. En 1822 la GranBretaña fue el primer país en reconocer la independencia de Chile.

Luego de que el General O’Higgins impulsara la formación dela Asamblea Nacional y concretara entre otras cosas un empréstito deun millón de libras esterlinas en Londres, que sirvió para pagar laGuerra de la Independencia y dar el primer impulso económico a Chi-le, la difícil situación de la nueva República obligó a transar y dialogardemocráticamente. O’Higgins renunció y acto seguido, el General Prie-to con la ayuda de Don Diego Portales lograron formar una adminis-tración. Portales como Primer Ministro empezó a desarrollar lasInstituciones Públicas y en 1833 se promulgó la Constitución que conpocas variaciones, ha prevalecido. La organización de la República fuedefinitiva con la Administración del General Prieto. El País siguió conPresidencias estables y patriotas, la del General Bulnes 1841-1851, DonManuel Montt 1851-1861, Don José Joaquín Pérez 1861-1871, DonFederico Errázuriz 1871-1876, Don Aníbal Pinto 1876-1881, quizá unode los mejores Presidentes que lideró con inteligencia la guerra con elPerú y Bolivia en 1879. Luego vino la positiva administración de DonDomingo Santa María 1881-1886 que continuó con el constante progre-

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so de Chile. Don José Balmaceda 1886-1891 tuvo un serio problema conel Congreso por divergencias Constitucionales. Esto lamentablementeprodujo una guerra civil que terminó con Balmaceda quien se suicidó.El Almirante Don Jorge Montt fue electo Presidente en 1891 a 1896 yafortunadamente la paz y el progreso continuaron. En 1896 el hijo deDon Federico Errázuriz del mismo nombre fue electo Presidente hasta1901. Don Germán Riesco fue electo presidente para el período1901–1906.

Es justo señalar que Chile ha sido una Nación formada conprincipios y valores muy profundos y que ha tenido por tanto un desa-rrollo democrático estable y constante con problemas como el del Presi-dente Balmaceda, pero su población ha sido liderada siempre por hom-bres probos que cimentaron la democracia y solidaridad.

El actual Ecuador es físicamente una pequeña parte de la quefue Real Audiencia de Quito, sin duda la más notable por sus éxitos enla colonización del Amazonas, por sus pintores y escultores y relevan-tes científicos y por haber sido la primera que se instaló como verdade-ramente independiente del régimen español en Hispanoamérica en1809. Luego de formar parte de la Grancolombia de Bolívar, los intere-ses de sus inmediatos Generales entre otras causas, impulsaron a quese fundara el Estado del Ecuador en 1830 con su primera Constitución.Por fortuna, la Nación ha tenido muy buenos Presidentes como Roca-fuerte y muy especialmente Don Gabriel García Moreno quien, al darsecuenta del problema de las grandes diferencias entre las diversas regio-nes del Ecuador, contempló seriamente proponer al Gobierno de Fran-cia un protectorado que dicho Gobierno no aceptó. García Moreno en-tonces forjó realmente la nacionalidad con su obra magnífica en mu-chos campos, especialmente el respeto a la seguridad de la vida socialy su obra en educación, construcción de vías, administración modernay muchas más.

Al mismo tiempo, comenzó Don Eloy Alfaro a cuestionar seria-mente la falta de libertad del ciudadano del Ecuador y luego de variosaños de una lucha muy fuerte, Alfaro logra en 1895 tomar el poder einaugurar un Gobierno diferente ajustado a las ideas liberales. Lo quepasó en el Ecuador en ese tiempo es trascendental. Se promulgaronLeyes que han transformado al país para siempre. Libertad de culto,libertad de prensa, separación de Iglesia y Estado, Matrimonio Civil,igualdad de hombres y mujeres, educación libre y laica, voto femenino,

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divorcio, son monumentales cambios que el Ecuador prácticamente laslideró en América Latina. En su primer período Presidencial de 1985 a1901 el General Alfaro con disciplina, inteligencia y mucho respeto a lapoblación, implantó su nueva filosofía con ayuda de sus colaboradoresprincipales entre los cuales, se destaca el demócrata General LeonidasPlaza Gutiérrez. Este, le sucedió en el poder a Alfaro para el período1901-1905. Luego de un corto período que gobernó Lizardo García, estefue derrocado en 1906, se convoca a elecciones y Alfaro vuelve al poderen 1906 para el período hasta 1911.

En esos días la República de Chile, que estaba siguiendo muyde cerca la actuación de la Revolución Liberal de Alfaro, decidió enviaral Ecuador un representante joven con experiencia, preparado enDerecho Internacional, don Víctor Eastman Cox, (1872-1943) quien ve-nía desempeñándose como segundo de la Legación de Chile en Lon-dres. El Ministro de Relaciones Exteriores de esa época, don AgustínEdwards, al nombrar a don Víctor como Ministro Plenipotenciario deChile en el Ecuador, le escribió una carta personal en la que de decíaentre otras cosas “…. Si algún amigo debe tener Chile en América, esees el Ecuador. Tu Misión es estrechar los lazos de amistad entre los dospaíses….” Don Víctor llegó al Ecuador en 1909 y fue recibido en Gua-yaquil por Don Rafael Pino y Roca, Capitán del Puerto de Guayaquil ysu primer entrañable amigo ecuatoriano.

Al llegar don Víctor Eastman a Quito, la Legación de Chilequedaba en la Plaza de la Independencia, donde hoy existe una sucur-sal del Banco del Pichincha, y antes era la matriz. Al presentar creden-ciales a Eloy Alfaro, el Ministro Eastman recalcó los deseos de Chile deayudar en todo lo posible al Ecuador. Como primera cosa, Eastmanestableció una estrecha relación entre los Ejércitos y Armadas de Chiley Ecuador mediante el establecimiento de la Misión Militar Chilenaque reorganizó y modernizó las Fuerzas Armadas Ecuatorianas. Mu-chos oficiales del Ejército y Armada del Ecuador fueron y todavía soneducados en Chile. Alfaro e Eastman, que ya contaban con una fuerteamistad entre ellos, diseñaron personalmente hasta los uniformes delas FF AA del Ecuador. La Misión Eastman en el Ecuador fue tambiénmuy activa en otras áreas como en educación y en comercio.

Así las cosas y ante la grave emergencia internacional de unaguerra con el Perú, cuando Alfaro fue a la frontera con enorme entere-za en 1910, el Gobierno de Chile brindó todo el apoyo logístico necesa-

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rio para la guerra con el vecino. Felizmente en ese momento Perú retro-cedió.

En Agosto de 1911 y faltando un mes para la entrega del poderal Presidente electo del Ecuador don Emilio Estrada, brotó casi súbita-mente una revolución en Quito. La mayoría de los Ministros de Alfarorenunciaron y el Presidente se quedó prácticamente solo. Don VíctorEastman decidió actuar.

Copio el párrafo final de un escrito del afamado periodista donRaúl Andrade, publicado en el diario “El Comercio” de Quito el día 14de Junio de 1979 y titulado “Terrible testimonio” ya que prefiero queeste importante personaje narre los sucesos de Agosto de 1911. Tam-bién hago referencia a la carta de Eloy Alfaro al presidente de Chile,don Ramón Barros Luco fechada Septiembre 29 de 1911 desde Panamá,documento inédito en el Ecuador.

Cito: “Era don Víctor Eastman un pulcro diplomático de altivaestampa, de elegante postura, de austera corrección en sus actos públicos. Suimagen vive entre las mejores de la época, en la memoria de quienes alcanza-ron a conocerlo. La gallarda actitud del señor Eastman en aquel sucio y sinies-tro 11 de Agosto – que fuera como la antesala del drama de Enero de 1912 –fue de impecable señorío. Estallado el motín a medio día, don Víctor Eastman,por propio impulso, concurría al Palacio de Gobierno, situado a una cuadra desu sede oficial, para ofrecer su respaldo, aún con riesgo de su vida al ilustremandatario depuesto. Esa actitud suya, no solamente salvó a Alfaro la vidasino a la Ciudad de Quito de una triste vergüenza. El encono político, alimen-tado y vivo, por desgracia, desembocó más tarde en el trágico epílogo del 28 deEnero. Quito debe y mantiene respetuoso homenaje a la memoria de don VíctorEastman.” Fin de la cita.

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ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA

INDIVIDUOS DE NUMERO, A DICIEMBRE DE 2007

DIRECTORIO

1.- DR. MANUEL DE GUZMAN POLANCO, 2556-022 DIRECTOR 2492-188 Calle OE-6-142, 2ª. Etapa – El Condado – [email protected] de Incorporación: Febrero 11/99.- Sillón 12.-Tema del Discurso: “La Identidad Nacional”. Le dio la bienvenida el Dr. Jorge Salvador Lara.

2.- DR. JUAN CORDERO IÑIGUEZ 07-2839-181SUBDIRECTOR 07-2841-540Museo de las Culturas AborígenesCalle Larga 524 entre Hno. Miguel y Mariano Cueva, Cuenca [email protected] de Incorporación: Enero 23/02.- Sillón 20.-Tema del Discurso:“Nombres y Sobrenombres de Cuenca”. Le dio la bienvenida el Dr. Manuel de Guzmán Polanco.

3.- HNO. EDUARDO MUÑOZ BORRERO 2660-365SECRETARIO (E)Santuario Hno. Miguel – Ave. Vencedores de Pichihcha - Quito Fecha de Incorporación: Febrero 28/91.- Sillón 11.-Tema del Discurso: “La Influencia de la revolución Francesa en la Independencia de Hispanoamérica” . Le dio la bienvenida el Dr.Jorge Villalba Freire, s.j.

4.- SR. ENRIQUE MUÑOZ LARREEA 2509-942Bibliotecario-Archivero 2773-523Edificio Tulipán, 2º. Piso 097-290238Fco. Andrade Marín 360 y Eloy Alfaro, Quitocopiplan@ecnet - [email protected] de Incorporación: Junio 3/05. - Sillón 28.-Tema del Discurso:“Semblanza del Tte. Gral. Ing. Don Fco. Requena y Herrera”.Le dio la bienvenida el Hno. de las EE.CC. Eduardo Muñoz.

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5.- LCDO. HERNAN RODRIGUEZ CASTELO 2788-112 Director de PublicacionesCoruña N 31-181 y Whymper – [email protected] de Incorporación: Junio 12/01.- Sillón 18.-Tema del Discurso:“El Admirable Siglo XVIII de la Literatura Quiteña”.-Le dio la bienvenida el Hno. Eduardo Muñoz Borrero.

6.- DR. JORGE NUÑEZ SANCHEZ 2265-899 TESOREROCalle Alonso de Torres 278 – Edif. Monte Doral PH2, El Bosque – Quito [email protected] de Incorporación: Julio 12/01.- Sillón 19.-Tema del Discurso:“La Corrupción en el Ecuador Colonial”.Le dio la bienvenida el Dr. Plutarco Naranjo.

7.-LCDO. FRANCISCO SALAZAR ALVARADO 2446-049Relaciones PúblicasManuel Sotomayor 245Fecha de Incorporación: Febrero 17/01.- Sillón 17.- Tema del Discurso: “La Vida y el Pensamiento del Gral. Francisco Javier Salazar Arboleda”.Le dio la bienvenida el Dr. Carlos Freile Granizo.

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8.- DR. JORGE SALVADOR LARA 2469-604Guarderas 434 – (Urb. La Concepción) Quito [email protected] Fecha de Incorporación: Julio 27/67.- Sillón 1.-Tema del Discurso: “Los Restos Humanos más Antiguos del Ecuador”.- Le dio la bienvenida Don Carlos Manuel Larrea.

9.- FRAY AGUSTIN MORENO PROAÑO, ofm 2281-124Convento de San Francisco – QuitoFecha de Incorporación: Enero 25/79.- Sillón 2.-Tema del Discurso: “Patria y Estirpe de Fray Jodoco Rique”.Le dio la bienvenida el Dr. Jorge Salvador Lara.

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10.- PADRE DR. JORGE VILLALBA FREILE 2237-940 Residencia Universidad Católica – Quito [email protected] Fecha de Incorporación: Marzo 28/80.- Sillón 3.- Tema del Discurso: “José Joaquín de Olmedo en 1830 a través de sus Cartas”. Le dio la bienvenida Fr. Agustín Moreno.

11.- PROF. MORALES ROBERTO 06-2640-335Diario La Verdad - Ibarra 06-2640-194Flores 542 entre Sucre y [email protected] de Incorporación: Stbre.28/06.- Sillón 4.- Tema del Discurso:“Los aportes del Cruel. Teodoro Gómez de la Torre al devenir Histórico del Norte del País”.Le dio la Bienvenida Fray Agustín Moreno, ofm.

12.- Dr. PAZ Y MIÑO JUAN JOSE 095-026475El Mercurio 225 y El Día - Quito [email protected] Fecha de Incorporación: Marzo 14/07.- Sillón 5.- Tema del Discurso. “La historia inmediata del Ecuadory la deuda histórica con la sociedad ecuatoriana”.

Le dio la Bienvenida el Dr. Jorge Núñez Sánchez.

13.- DR. EUCLIDES SILVA 04-2833-999Urbanización La Rivera Km. 1 1/2 Vía Samborondón 04-2286-305Manzana B – Villa 9 – GuayaquilFecha de Incorporación: Diciembre 11/81.- Sillón 6.- Tema del Discurso: “La Presencia Iluminada de Andrés Bello en el Ecuador”. Le dio la bienvenida el Dr. Jorge Salvador Lara.

14.- DR. MIGUEL DIAZ CUEVA 07-2831-917 Calle Luis Cordero No. 1754 - Cuenca 07-2847-608Fecha de Incorporación: Diciembre 17/86.- Sillón 7.- Tema del Discurso: “La Lápida de Tarqui”.- Le dio la bienvenida Fray Agustín Moreno Proaño, of.m.

15.- DR. PLUTARCO NARANJO VARGAS 2508-47912 de Octubre 2206 y Colón- Quito. 2236-590Casilla 17-7-8884- [email protected] de Incorporación: Julio 27/89.- Sillón 8.-

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Tema del Discurso: “Colón, Pizarro y las Especias”.- Le dio la bienvenida el Dr. Luis Bossano.

16.- DRA:. ESTRADA JENNY 04-2343-216 Chile 3312 y Vacas Galindo, 2º. Piso - [email protected] Fecha de Incorporación: Dcbre. 8/06.- Sillón 9.- Tema del Discurso: “Segunda Guerra Mundial, Lista Negra en Ecuador”.Le dio la bienvenida el Dr. Benjamín Rosales V.

17.- DR. JUAN FREILE GRANIZO 2333-47Edificio Espro – 0f. 202 – 2506-923Alpallana 505 y Whymper – QuitoFecha de Incorporación: Junio 30/90.- Sillón 10.- Tema del Discurso:“La Vida Cotidiana de Quito a finales del Siglo XVIII: el Testamento de Catalina Aldás, madre del Precursor Espejo”.Le dio la bienvenida el Dr. Carlos de la Torre Reyes.

18.- DR. ALFONSO ANDA AGUIRRE 2251-064 Vargas 342 y Oriente (Edificio Zaldumbide) – QuitoFecha de Incorporación: Mayo 26/99.- Sillón 13.-Tema del Discurso: “La Federación Lojana y la Ley de Descentralización del Estado”.Le dio la bienvenida el Hno. Eduardo Muñoz Borrero, o.f.c.

19.- DR. CARLOS FREILE GRANIZO 2891-136Edificio Espro - 0f. 202 - Alpallana 505 y Whymper- Quito 098-300700Apartado [email protected] de Incorporación: Junio 24/99.- Sillón 14.-Tema del Discurso: “La Visión de Manuela Espejo sobre su hermano Eugenio, en el Juicio que por la Muerte que éste siguió contra el Presidente Luis Muñoz de Guzmán” .Le dio la bienvenida: el Padre Jorge Villalba.

20.- DR. FERNANDO JURADO NOBOA 2920-763Edificio Torres de Iñaquito – Torre A Of. 901 (Altos CCNNU) - QuitoFecha de Incorporación: Diciembre 21/99.- Sillón 15.- Tema del Discurso: “Actitud ante la Muerte de los Grandes Ecuatorianos”.Le dio la bienvenida el Dr. Manuel de Guzmán Polanco.

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21.- DRA. ISABEL ROBALINO BOLLE 2950-267Rocafuerte 1477 y Venezuela-Quito 2280-764E-mail: [email protected] de Incorporación: Mayo 4/00.- Sillón 16.-“Luis Robalino Dávila: Capítulos de un Ensayo de Biografía”.Le dio la bienvenida el Dr. Jorge Salvador Lara.

22..- DR. P. JULIAN BRAVO S.J. 2491-156/7 Nogales 220 y Francisco Arcos - Quito [email protected] de Incorporación: Mayo 22/03.- Sillón 21.-Tema del Discurso:“Mario María Cicala, S.I. y su contribución a la Historia de la Antigua Provincia de la Compañía de Jesús y de la Audiencia de Quito”.Le dio la bienvenida el Dr. Jorge Salvador Lara.

23.- DR. JUAN VALDANO MOREJON 2370-310 Pasaje A No. 20 y José Abascal - [email protected] de Incorporación: Junio 5/03.- Sillón 22.- Tema del Discurso: “Generaciones e Ideologías en el Ecuador. Itinerario de una búsqueda y nuevas aproximaciones a un Método Histórico”.Le dio la bienvenida el Dr. Manuel de Guzmán Polanco.

24.- DR. OCTAVIO LATORRE 2400-731Samuel Fritz 176 y Joaquín Sumaita (El Inca) – QuitoE-mail: [email protected] de Incorporación: Junio 19/03.- Sillón 23.-Tema del Discurso: “Historia de la Evolución de la Armada del Ecuador” Le dio la bienvenida Fray Agustín Moreno, o.f.m.

25.- DR. SANTIAGO CASTILLO 005411 4300-6196Ave. Juan de Garay 845 – 4o.HCP C1l53 AB - Buenos Aires, Capital Federal - Argentina [email protected] Fecha de Incorporación: Nov. 19/03.- Sillón 24.-Tema del Discurso: “Epistolario de las Misiones Diplomáticas de Rocafuerte en el Perú”.Le dio la bienvenida el Dr. Manuel de Guzmán P.

26.- DR. ENRIQUE AYALA MORA 3228-083Universidad Andina 3228-031Toledo 2280 – Plaza Brasilia – Quito 3228-426

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De las Malvas E 15-247 y Fco. Arévalo 2433-485Box 17-12-886 [email protected] de Incorporación: Enero 20/04.- Sillón 25.- Tema del Discurso: “Desarrollo Histórico de la Nación Ecuatoriana”.Le dio la bienvenida el Dr. Plutarco Naranjo Vargas.

27.- DRA. MARIA CRISTINA CARDENAS 07-2829-944 Ave. Ordóñez Laso-Edif. Pinar 3-Dep. 4 A 094-296152 Casilla 01-01-1148 Cuenca [email protected] de Incorporación: Junio 3/04.- Sillón 26.-Tema del Discurso: “El Proyecto Republicano del Progresismo Azuayo (1840-1895)”.- Le dio la bienvenida Fray Agustín Moreno, ofm.

28.- DR. BENJAMIN ROSALES VALENZUELA 04-288-7492Apartado 01-562 - Guayaquil 093-040961 [email protected]@ecutel.netFecha de Incorporación: Dicbre. 1/04.- Sillón 27.-Tema del Discurso: “El General José de Villamil y la Independencia de Hispano América”.- Le dio la bienvenida el Dr. Manuel de Guzmán P.

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ELECTOS

Dr. LUNA TOBAR ALFREDO 2433-298Calle C 37 Pinar Alto-Edif. Palacio RealBloque Norte P.H.(buzón) - Quito

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DRA- DORA LEON BORJAPuerto Rico

DR. JOSE REIG SATORRES 04-2450-190Tungurahua 511.- Guayaquil

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LISTA DE MIEMBROS CORRESPONDIENTES A DICIEMBRE DE 2007

1.- Lcdo. LUCAS ACHIG SUBÍA 07-2816-555Calle Valle de los Chillos 1-70 y Valle de 07-2842-424 (0f)Yunguilla (Sector Coliseo Mayor) [email protected]

2.- Dr. MIGUEL ALBORNOZ 5411-4781-7634Ave. Libertador 5322 – Piso 10-11Buenos Aires, C.P. 1426 C.P. [email protected] Argentina

3.- Dr. GUILLERMO AROSEMENA AROSEMENA 04-2353-130P.O.Box 09-01-921 GuayaquilAve. 2ª. 511 entre 4ª. Y 6ª. (Los Ceibos)[email protected]

4.- Prof. JOSÉ ARTEAGA PARRALES 06-2630-404 Calle 12 de Oct. 115 entre García Morenoy Gabriela Mistral - Portoviejo.

5.- Dr. CELIN ASTUDILLO ESPINOSA 2524-529 Calle Sto. Domingo 204 - Quito

6.- EFRÉN AVILÉS PINO 04-2533-970Aguirre No. 104 y Malecón2º. Piso, Of. 212 – [email protected]

7.- Dr. FRANKLIN BARRIGA LÓPEZ 2458-42110 de Agosto 39-127 y Diguja - [email protected]

8.- Dra. ANA LUZ BORRERO 07-2856-396Universidad de CuencaCalle 12 de Abril s/n [email protected]

9.- Padre JUAN BOTTASSO 2562-633ABYALA .- 12 de Octubre y Wilson 2897-124

juanbottasso.yahoo.com

10.- AURELIA BRAVOMALO DE ESPINOSA 2503-502Wilson 728 y Juan León Mera – [email protected]

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11.- HUGO BURGOS 2891-228América 1805 y La Gasca. Quito [email protected]

12.- Lic. CARLOS CALDERON CHICO 099-762568 Librería Científica 04-2441-949Luque 223 y ChileCasa de la Cultura (9 de Oct. y Pedro Moncayo) Guayaquil

13.- M.A. JUAN CASTRO Y VELAZQUEZ 04-2328-569Casilla 4863 Guayaquil 04-240-3212 Ext. [email protected]

14.- Dr. JORGE CAZORLA 06-2644-602José Martí 284 y Ave. AtahualpaIbarra

15.- Arq. HERNAN CRESPO TORAL La Cumbre 366- Quito.

16.- Dr. JUAN CHACON ZHAPAN 07-2450-105 Julio Torres s/n y Belisario Andrade 07-2817-844Cdela. San Marcos – Cuenca 07-2883-128

17.- Lic. XIMENA ESCUDERO ALBORNOZ 2260-456Gaspar de Escalona N.39-68 y Granda 2584-961/2 Ext.186Centeno (ex Diguja) Buzón 544 099-678058Casilla 17-21-1263 – Quito.

18.- Econ. LEONARDO ESPINOSA 07-2842-205Calle Mariscal Sucre 17-55 y MiguelHeredia [email protected]

19.- EDUARDO ESTRADA GUZMAN 04-2303-969Roca 102 y Malecón, 9º. Piso – Edif.RocamarCasilla 09-01-7648 – Guayaquil

20.- Prof. JULIO ESTUPIÑÁN TELLO 06-2722-046 Calle Bolìvar 223 - Esmeraldas

21.- Gral. MARCOS GÁNDARA ENRÍQUEZ 2543-888D. de Almagro N 32-243 y J. Severino 2507-569Quito 2898-488

22.- Dr. JOSÉ XAVIER GARAICOA ORTIZ Procuraduría General del Estado 2562-029

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23.- Lic. EZIO GARAY ARELLANO 04-2368041Casilla 09-01-11140 Guayaquil 04-2394-440/41

24.- Dr. JOSÉ GÓMEZ ITURRALDE 04-239-4442Alberto Borges # 1126 y Av. De las AméricasCasilla 09-01-4823. [email protected] [email protected]

25.- Arq. MELVIN HOYOS GALARZA 04-2524-100 Biblioteca Mcpal. de Guayaquil Ext. 7301 ó 0810 de Agosto entre Chile y Pedro Carbo.

26.- Dra. ALEXANDRA KENNEDY DE VEGA 07-2847-237 Galería Taller Eduardo Vega 07-2816-l59Vía Turi 1-99-Casilla 01-05-1902 Cuenca

27.- DARIO LARA Paris

28.- DR. JORGE MARCOS PINO 04-2850-780Ave. Central 300 – Cdela. Sta. Cecilia 099-353534 [email protected]

29.- Dr. GALO MARTÍNEZ 2520-710Pérez Guerrero 391 y Versalles -0f. 18- Quito

30.- Dr. CLAUDIO MENA VILLAMAR 2560-416Lizardo García 512 y Almagro- Quito 099-299796

31.- Lic. CARLOS LUIS MIRANDA TORRES 03-2871-218 Correo Central de Pelileo 03-2871-207

32.- Ab. EDUARDO MOLINA CEDEÑO 05-2639-461Universidad San Gregorio de Portoviejo 05-2933-820Ave. Eloy Alfaro y Ave. OlímpicaPortoviejo – Manabí[email protected]

33.- Gral. PACO MONCAYO GALLEGOS Alcaldía de Quito

34.- LEONARDO MONCAYO JALIL 2542-640 Edif. Torres de la Colón-Of. 11- Mezzanine - Quito [email protected]

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35.- Dr. RICARDO MUÑOZ CHAVEZ 07-2880-170 rmuñ[email protected]: Ave. 12 de Abril 2-29Edificio Torre del Río – 4º. Piso – Cuenca

36.- Prof. GERARDO NICOLA LÓPEZ 03-2840-914Calle Cuenca 14-35 – Ambato 03-2840-913

37.- Arq. ALFONSO ORTIZ CRESPO 2377-565González Suárez N 32-90 y Bejarano 2580-230Quito 099-716105

38.- Dr. CARLOS ORTIZ ARELLANO 03-2966-264Ayacucho 1370 y Loja – Riobamba [email protected] 097-787709

39.- Ing. AGUSTÍN PALADINES Loja

40.- Arq. ANDRÉS PEÑAHERRERA 2560-791Manuel Larrea 1003 2560-818Quito 092-740375

41 .- Dr. GUSTAVO PÉREZ 2230-513González Suárez 926, Dep. 2BEdificio Panorama - [email protected]

42.- ARQ. JUAN FDO. PÉREZ ARTETA 2893-400/1Bco. Central – Edificio Aranjuez 099-030-610J.Washington y R. Victoria – Quito 2220-528

43.- Sr. VÍCTOR PINO YEROVI 04-2270-378Alamos Norte Mz 1 V-10 04-2248-257P.0.Box 15160 Guayaquil [email protected]

44.- Dr. RODOLFO PÉREZ PIMENTEL 04-2303-700Baquerizo Moreno 910 y Junín 04-2568-595Casilla 09-01-00875 - Guayaquil [email protected]

45- Prof. VICENTE POMA MENDOZA 099-618-349Pasaje – Prov. de El Oro 07-2915-234

46.- Dr. GUSTAVO REINOSO HERMIDA 07-2825-934Calle José Arízaga 1-62 entre P. Aguirre 07-2843-241y Gral. Torres - Cuenca 07-2842-029

408

B O L E T Í N D E L A A C A D E M I A N A C I O N A L D E H I S T O R I A

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47.- Dr. EDMUNDO RODRÍGUEZ 92697-3275Dpto. de Historia – Universidad de CaliforniaIrving, CA. 92717 – [email protected]

48.- Dra. ROCÍO ROSERO JÁCOME 2340-381Universidad SEK – Guàpulo 096-032187Toctiuco 130, Urb. San Antonio – [email protected]

49.- Cap.Fr. MARIANO SÁNCHEZ BRAVO 04-285-3310Colinas de los Ceibos 04-232-4231Ave. Leopoldo Carrera Calvo 505 y Calle 9ª 04-2325-906Instituto de Historia MarítimaEdif. de la Gobernación – [email protected][email protected]

50.- Dra. MARCIA STACEY CHIRIBOGA 2370-734Carlos Guarderas 618 y G. Salazar 099-016801(La Concepción) Quito

51.- Dr. AMILCAR TAPIA 06-2643-771 Ext.2107U.Católica Sede Ibarra 06-6295-600Av. Aurelio Espinosa Pólit y J. Guzmá[email protected] -Ibarra

52.- Sra. GRECIA VASCO 2553-919Archivo Nacional 2275-59010 de Agosto N 11-359 y Sta. Prisca -Quito 2280-431 [email protected]

MIEMBROS ELECTOS PARA CORRESPONDIENTES

1.- Dra. CHRISTIANA BORCHART 2896-511Casilla 17-01-2114 –Quito 2565-627 Ext. 1152

2.- Dr. RAMIRO BORJA BORJA 2555-898República 500 y Almagro 2572-621

3.- HUGO DELGADO CEPEDA 2348-650Fco. Segura 804 y 6 de MarzoCasilla 09-1-43-53 Guayaquil

409

M I S C E L Á N E O S

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4.- Lic. TAMARA ESTUPIÑAN 2777-273Yaruquí km. 36 1/2 [email protected]

5.- Dr. JOAQUÍN GÓMEZ DE LA TORRE

6.- JAIME IDROBO URIGUEN San Joaquín – Sector Cruz VerdeBox 01-01-143 - Cuenca

7.- Dr. CARLOS LANDÁZURI CAMACHO 2220-546Banco Central – Edif. AranjuezReina Victoria 2135 y Jorge [email protected]

8.- Ms. JENNY LONDOÑO 2265-899Alonso de Torres 278 Edif. Monte Doral

9.- Dr. SEGUNDO MORENO YANEZ 2896-511Universidad Católica – 2565-627 Ext. 1152Facultad de Ciencias Humanas 2567-117Piso 9- Torre 2-Casilla l7-01-2184

10.- Dr. JORGE MORENO EGAS 2564-526Madrid 859 y Pontevedra(U.Católica-Dep. de Historia)Apartado 17-12-595-Quito

11.- Ing.. RODRIGO PÁEZ TERÁN 2340-164Casilla l7-23-280 – Sangolquí 2569-595

12.- Dra. PILAR PONCE LEIVA 34 91 394 5784Víctor de la Serna, 19 Madrid 28016 - España 91 519 [email protected]

13.- Lic. ALFONSO SEVILLA FLORES 2231-816Alpallana E 6 123 – 5º.piso A.- Quito 2507-042

14.- BYRON USCÁTEGUI Marchena 129/10 de Agosto Quito

410

B O L E T Í N D E L A A C A D E M I A N A C I O N A L D E H I S T O R I A

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MIEMBROS HONORARIOS

- CARDENAL ANTONIO GONZÁLEZ ZUMÁRRAGA Tel. 2865-008

- GRAL. PACO MONCAYO GALLEGOSAlcaldía Metropolitana

MIEMBROS EXTRANJEROS ELECTOS COMO CORRESPONDIENTES

- Embjd. MIGUEL BAKULA PATIÑO 00511-4468-911Lima, Perú

- Dr. ANTONIO CACUA PRADA 0057-1-2567-675Subdirector Academia Colombiana de HistoriaCalle 99 No. 8-45 – Bogotá D.C. Colombia.

- Dr. BALCAZAR CRUZADO 00514-4967-6636Ave. del Ejército 356 - Trujillo – Perú[email protected]

- Dr. FRANCISCO DE BORJA MEDINA España

- Dr. JOSE A. DE LA PUENTE CANDAMO 00511-4277-987Director Academia Nacional de Historia de PerúLima - Perú[email protected]

- Dr. SANTIAGO DÍAZ PIEDRAHITA 0057-1-3367-350Director Academia Colombiana de Historia 0057-1-2825-356Calle 10 No. 8-95 – Bogotá D.C. Colombia

- Dra. MA. PAULINA ESPINOSA DE LÓPEZ 0057-1-2564-656Bogotá – Colombia

- Dr. WALDEMAR ESPINOSA SORIANO Lima, Perú

- Dr. HORACIO GÓMEZ ARISTIZABAL 0057-13-342-439Bogotá[email protected]

- Dr. ASDRÚBAL GONZÁLEZ SERVEN Final Avenida Bolívar entre Calles 46 y 47Puerto Cabello, Venezuela.

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M I S C E L Á N E O S

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- Dr. EKKEHAR KEEDING Talerweg 13 – D-67742 Aden Back – [email protected]

- Dra. MARIA LUISA LAVIANA CUETOS (34) 954 551-224C/Virgen del Valle 52, 4º. B - 41011 Sevilla, Españ[email protected]

- BERNARD LAVALLE 01-45-87-41-7513, rue Sateuil, París, FranciaCedex 05.

- Dr. GERARDO LEÓN GUERRA 0057-27-234-538Academia Nariñense de la Historia – Pasto

- Prof. SERGIO MARTÍNEZ BAEZA 00562-638 2489Londres 65, [email protected]

- Dr. EDUARDO MARTIRÉ Rodríguez Peña 1842, p. 10º. Dep. B.- 1021 Bs.As. - [email protected]

- Dra. EMILIA MENOTTI VIOLA 0054-011-4-683-6025Bs. As. - [email protected]

- Dr. OTTO MORALES BENÍTEZ Bogotá, Colombia

- Dra. INÉS MUÑOZ LYDIA 0057-27-234538Presidenta de la Academia Nariñense de [email protected]

- Dra. LOISE J. ROBERTS (831) 625 563524694 Upper Trail – Carmel, CA. 93923 –[email protected]

- Dr. NICOLÁS SÁNCHEZ ALBORNOZ José Martínez de Velasco 6, 28007, Madrid, Españ[email protected]

- Dr. PEDRO VERDUGA Academia Nariñense de la Historia – Pasto 0057-27-234-538

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Page 413: BOLETIN 179academia nacional de historia ecuador

- Dra. GISELLA VON WOBESER 0055-2196-53Academia Mexicana de la HistoriaPlaza Carlos Pacheco 21 Centro C.P.060, Mé[email protected]

LISTADO DE MIEMBROS DE PROVINCIAS

CENTRO PROVINCIAL CORRESPONDIENTE DE GUAYAS

- DR. BENJAMIN ROSALES VALENZUELA 04-288-7492Director

- ARQ. MELVIN HOYOS GALARZA 04-2524-100Subdirector

- SR. EDUARDO ESTRADA GUZMAN 04-2303-969Secretario

- LIC. MARIANO SANCHEZ BRAVO 04-285-3310Bibliotecario

- LIC. EZIO GARAY ARELLANO 04-236-8041Tesorero

- DRA. JENNY ESTRADA RUIZ 04-2343-216Vocal

- DR. JORGE MARCOS PINO 04-2850-780Vocal

MIEMBROS

- DR. EUCLIDES SILVA 04-2833-999

- DR. SANTIAGO CASTILLO 005411-4300-6196(Argentina)

- DR. GUILLERMO AROSEMENA 04-2353-130

- SR. EFREN AVILES PINO 04-2533-970

- LIC. CARLOS CALDERON CHICO 099-762-568

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M I S C E L Á N E O S

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- M.A. JUAN CASTRO Y VELAZQUEZ 04-2328-569

- DR. XAVIER GARAICOA 2562-029(Quito)

- DR. JOSE GOMEZ ITURRALDE 04-2394-442

- DR. RODOLFO PEREZ PIMENTEL 04-2303-700

- SR. VICTOR PINO YEROVI 04-2270-378

- SR. HUGO DELGADO CEPEDA 04-2346-632(electo)

AZUAY, CAÑAR, Y LOJA

- DR. JUAN CORDERO IÑIGUEZ 07-2839-181

- DR. MIGUEL DIAZ CUEVA 07-2831-917

- DRA. MARIA CRISTINA CARDENAS 07-2829-944

- LIC. LUCAS ACHIG SUBIA 07-2816-555

- DRA. ANA LUZ BORRERO 07-2856-396

- DR. JUAN CHACON ZHAPAN 07-2450-105

- ECON. LEONARDO ESPINOSA 07-2842-205

- DRA. ALEXANDRA KENNEDY DE VEGA 07-2816-159

- DR. RICARDO MUÑOZ CHAVEZ 07-2880-170

- DR. GUSTAVO REINOSO HERMIDA 07-2825-934

- ING. AGUSTIN PALADINES

- DR. JAIME IDROBO URIGUENElecto)

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B O L E T Í N D E L A A C A D E M I A N A C I O N A L D E H I S T O R I A

Page 415: BOLETIN 179academia nacional de historia ecuador

IMBABURA

- PROF. ROBERTO MORALES 06-2640-335

- DR. JORGE ISAAC CAZORLA 06-2644-602

- DR. AMILCAR TAPIA 06-2280-431

TUNGURAHUA Y CHIMBORAZO

- SR. CARLOS LUIS MIRANDA TORRES 03-2871-218

- PROF. GERARDO NICOLA LOPEZ 03-2840-914

- DR. CARLOS ORTIZ ARELLANO 03-2966-264

ESMERALDAS, MANABÍ Y EL ORO

- PROF. JULIO ESTUPIÑAN TELLO 06-2722-046

- PROF. JOSE ARTEAGA PARRALES 05-2630-404

- AB. EDUARDO MOLINA CEDEÑO 05-2639-461

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M I S C E L Á N E O S

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