boletín del archivo general de la nación

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Archivo General de la Nación

boletín

196a época • enero-marzo 2008 • número

Boletín del AGN6ª época • enero-marzo 2008 • número 19

Directorio

Director GeneralJorge Ruiz DueñasDirectora del Archivo Histórico CentralDulce María Liahut BaldomarDirectora del Sistema Nacional de ArchivosAraceli Alday GarcíaDirectora de Investigación y Normatividad ArchivísticaYolia Tortolero CervantesDirector de Publicaciones y DifusiónMiguel Ángel QuemainJefe del Departamento de PublicacionesCarlos MirandaAsistencia EditorialAlberto Álvarez, Elizabeth Zamudio, Elvia Alaniz

Diseño y formación Elisa Cruz Cabello

ISSN-0185-1926D.R. © Secretaría de GobernaciónAbraham González 48,Col. Juárez, Delegación Cuauhtémoc06699, México, D.F.

D.R. © Archivo General de la Nación-MéxicoEduardo Molina y Albañiles s/n,Col. Penitenciaría Ampliación,15350, México, D.F.

Boletín del Archivo General de la Nación, publicación trimestral,enero-marzo 2008.Edición y difusión: 5133-9900 ext. 19325, 19330. Fax: 5789-5296.Correo electrónico: [email protected]; www.agn.gob.mx.Domicilio de la publicación: Palacio de Lecumberri, Av. Eduardo Molina y Albañiles s/n, colonia Penitenciaría Ampliación,Delegación Venustiano Carranza, C.P. 15350, México, D.F.

Reserva al título en derecho de autor, certifi cado de licitud de título y certifi cado de licitud de contenido, en trámite.Derechos reservados conforme a la Ley.Impreso en México.

EDITORIAL

GALERÍAS

La administración de las minas de plata y haciendas de

benefi cio de la familia Sandoval en Taxco (1562-1564)

Jaime García Mendoza

Proyectos de defensa del puerto de Campeche ante los

inminentes ataques de piratas en el siglo XVII

Guillermo Sierra Araujo

Huérfanos y expósitos en el valle de Toluca en el siglo XVIII

Guillermo Antonio Nájera Nájera

PANÓPTICO

La invención y la industria textil en México durante el siglo XIX

Alberto Soberanis

Índice

8

11

42

57

73

Un metalurgista germano en Guanajuato y Michoacán: las cartas de

Franz Fischer (ca. 1757-ca. 1814) a Ignaz von Born (1789-1790)

Francisco Omar Escamilla González

Ideas y lecturas de un minero ilustrado del siglo XVIII

C. René de León Meza

Modernidad y tradición de la industria tequilera (1850-1900)

Mario González Sánchez

HACIA EL BICENTENARIO

Edicto de la Inquisición dirigido a Hidalgo, 1810

Juicios que emite el Santo Ofi cio de la Inquisición contra José María

Morelos y Pavón, 1815

CALEIDOSCOPIO

Joyas del mes

Exposiciones

98

121

146

171

173

184

185

El Archivo viaja en el Metro

Página web

Portal de la Independencia

Portal de la Revolución

Celebración del 150 aniversario de la Constitución de 1857

Convocatoria Asociación Latinoamericana de Archivos

PUBLICACIONES

Para conocer los archivos

Elvia Alaniz Ontiveros

ILUSTRACIONES

Las imágenes incluidas en este número pertenecen a los acervos del Archivo General de la Nación.

191

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8

Edi tor ia l

El número 19 del Boletín del Archivo General de la Nación se ocupa de los inventos y las patentes desde la Colonia hasta los primeros años del siglo XX, en ámbitos muy

característicos donde se ha generado riqueza en nuestro territorio y, en su caso, perdido. Así, PANÓPTICO se compone de cuatro textos: el primero, del especialista Alberto Soberanis, expone en primer lugar el panorama general de los procesos en torno a las invenciones en la segunda mitad del siglo XIX para concentrarse luego en la industria textil y en particular la del henequén, cuya explotación hizo próspero al estado de Yucatán. Le siguen sendos es-tudios sobre dos personajes ligados a la minería de fi nales del siglo XVIII, el germano Franz Fischer y Juan Eugenio Santelises Pablo, ambos determinantes en el progreso de técnicas que acercaron a la modernidad las labores y usufructo de una industria fundamental para la economía mexicana durante casi cinco centurias. Finalmente, Mario González Sánchez repasa con detalle el momento crucial cuando la producción de tequila pasó de ser regional a moderna en el Jalisco decimonónico.

Abre nuestro número, como siempre, la sección GALERÍAS, con una mirada a la fundación y expansión del feudo argentífero y agrícola de una familia, los Sandoval, en la zona de Taxco, Guerrero, en el primer siglo novohispano. A continuación somos remontados a la ciudad de Campeche colonial que fue asediada y saqueada por piratas de diferentes nacio-nalidades, hasta que se tomó la decisión de construir las murallas cuya belleza distingue hoy a dicho puerto. Por último, el valle de Toluca es el escenario de revisión de un tema sensible a lo largo de la historia: la población de niños huérfanos y expósitos en el siglo XVIII, sobre la base de un censo realizado entonces.

HACIA EL BICENTENARIO sigue su marcha a sólo dos años ya de la trascendente celebración

9

de 2010, con un par de documentos esenciales en el decurso de las vidas de los dos prin-cipales caudillos independentistas, Miguel Hidalgo y José María Morelos: ambos contienen las sentencias de la Inquisición y el Santo Ofi cio que los declararon herejes, las cuales contribuirían a la crudeza y saña con que fueron juzgados y ejecutados tras sus respectivas capturas.

En CALEIDOSCOPIO, además de las Joyas del Mes del primer trimestre de 2008, se hace un recuento de las exposiciones más relevantes que fueron presentadas en nuestra sede y, en préstamo, en diversas estaciones del Metro y puntos de cultura de la Delegación Venustiano Carranza e incluso fuera de la capital del país, durante 2007.

Galer ías

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La minería fue una de las actividades económicas más importantes en la

Nueva España, y dentro de ella, la Provincia de la Plata fue la región minera más signifi -cativa durante el siglo XVI.1

En la primera mitad del llamado “siglo de la conquista”, la plata que se producía en la Nueva España provenía principal-mente de las minas de la Provincia de la Plata, que comprendía los reales de minas de Zultepec, Zacualpan y Taxco, y en me-nor medida de las minas de Zumpango y

Tlalpujagua, todas ellas descubiertas cer-ca de 1524.

Lo anterior se confi rma en los registros de plata de la Casa de Moneda realizados por los ofi ciales reales entre 1533 y 1548,2

que con seguridad no consideraron la pro-ducción de las minas de Izmiquilpan, Pa-chuca, Zacatecas y Guanajuato debido a que fueron descubiertas entre 1544 y 1548.

Algunas noticias que confi rman la impor-tancia de la producción minera de la men-cionada provincia, como las de las importa-

L A A D M I N I S T R A C I Ó N D E L A S M I N A S D E P L ATA Y H A C I E N D A S D E B E N E F I C I O D E L A FA M I L I A S A N D O VA L E N TA X C O (1562-156 4)*

Jaime García Mendoza**

1 Jaime García Mendoza, La formación de grupos de poder en la Provincia de la Plata durante el siglo XVI, tesis de doctorado, UNAM, 2001. La denominación “La Provincia de la Plata” se dio a la región ocupada por las cuatro comarcas mineras de Temazcaltepec, Zultepec, Zacualpan y Taxco, pp. 19-31. Sobre la importancia de la misma provincia, pp. 33-55.2 Francisco del Paso y Troncoso, Epistolario de la Nueva España, Antigua Librería Robredo, México, 1939 (Biblio-teca Histórica Mexicana de Obras Inéditas), vol. 3, pp. 45-47, 19; vol. 4, pp. 6-7, 33-34 y 87; vol. 5, p. 94. En 1533 se registraron como enviados a España 20,160 pesos de oro de minas de valor perfecto y 100 marcos de plata producto de la plata quintada en la casa de fundición, quedando en ese lugar 35,000 castellanos de oro, posible-mente del año anterior. El valor total de la plata registrada en enero del mismo año fue de 109,000 pesos de oro de valor perfecto, con un valor del quinto real de 21,800 pesos de oro de valor perfecto, quedando esta cantidad resguardada en la misma casa, junto con otros 14,000 castellanos. En 1537 se enviaron a España 6,000 marcos de plata producto del quinto. Para 1540, el impuesto de la plata había disminuido al ochavo, es decir, al 12.5%. En el mismo año, la plata del quinto enviada a España fue de 14,043 marcos. En 1548, el tesorero Juan Alonso de Sosa informó haber enviado 20,000 pesos de minas en plata, producto de los impuestos reales.

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ciones de azogue que promovió la Corona española entre 1559 y 1568. En los registros destaca la compra de azogue de los mine-ros de la Provincia de la Plata, que en los años de 1559, 1560, 1563 y 1566 compraron poco más de la mitad del azogue de la Nueva España. En promedio, adquirieron 37% del azogue que se había introducido durante esa década. En cuanto al número de mineros que adquirieron el azogue, también 37.5% provenía de la Provincia de la Plata.3

Posteriormente, a fi nes del siglo XVI, la actividad minera en la Provincia de la Plata era tan importante como la de Zacatecas y superó la de otros centros mineros, como se observa en una información estadística de 1597,4 donde se comparan varios pará-metros entre las provincias mineras de la Nueva España.

De 296 mineros, 47% provenía de la Provincia de la Plata, 11% de Zacatecas y 42% de otras provincias como Guanajuato, Tlalpujagua, Pachuca, Ozumatlán y Cuau-tla. Del total de azogue incorporado en toda

la Nueva España, en la Provincia de la Plata se consumía 38%; en Zacatecas, 27%, y en las otras provincias 35%.

De las cuatro comarcas que formaban la Provincia de la Plata, Taxco era la más importante en cuanto a la producción mine-ra. Generalmente consumía alrededor de 50% del azogue y un número equivalente de mineros radicaba allí también.

En el presente artículo analizaré la organización empresarial de las minas de plata y haciendas de benefi cio en Taxco pertenecientes a la familia Sandoval.

LA FAMILIA SANDOVAL EN TAXCO

Pedro de Sandoval llegó a la Provincia de la Plata cerca de 1530, probablemente junto con Hernán Cortés, Jorge Cerón Saavedra y Luis de Castilla.5 A los pocos años, Sando-val se convirtió en uno de los mineros más ricos e importantes de la Nueva España.

En 1538 se casó con Isabel Ruiz, quien estaba emparentada con Lorenzo

3 Eufemio Lorenzo Sanz, Comercio de España con América en la época de Felipe II, 2a. ed., Servicio de la Diputación Provincial de Valladolid, España, 1986, 2 ts., pp. 563-576.4 Silvio Zavala, El servicio personal de los indios de la Nueva España, El Colegio de México-El Colegio Nacional, México, 1987, vol. III, p. 322.5 AGN, Civil, vol. 662, exp. 2, fs. 1-234, “Proceso de Nicolás Ruiz, vecino de esta ciudad de México. 1565 años”; Francisco A. de Icaza, Diccionario autobiográfico de conquistadores y pobladores de Nueva España, sacado de los textos originales, Edmundo Aviña Levi (ed.), México, 1969, núm. 539, vol. 2, p. 23.

13

de Tejada, oidor de la Real Audiencia de México, la cual también llegó a radicar en Taxco.6

Sandoval estableció relaciones econó-micas con Tejada. El 3 de octubre de 1550 obtuvo una merced de un herido de batán que había adquirido del oidor en la jurisdic-ción de Tacuba, probablemente en 1546.7 Además, antes de morir, Pedro de Sandoval le compró unas haciendas, de las cuales se hablará más adelante.8

Se sabe también que, gracias a la ri-queza que llegó a sustentar Pedro de San-doval, algunos de sus hijos se enlazaron con miembros de otras familias muy impor-tantes de la Nueva España, adquiriendo un destacado prestigio social.

Los primeros enlaces matrimoniales

se realizaron con los hijos del oidor Luis de Villanueva y Beatriz Zapata. Manuel de Sandoval desposó a María Díez de Alarcón. Luis de Villanueva Zapata contrajo nupcias por primera ocasión con Luisa de Sandoval y, al morir ésta, con su hermana Mariana de Sandoval.9

Es probable que estos intercambios matrimoniales se hubiesen logrado por la relación de parentesco entre el oidor Loren-zo de Tejada e Isabel Ruiz. De este modo, la infl uencia política de los Villanueva se vio reforzada por el poder económico de los Sandoval.10

Puede observarse cómo, a partir de su poder económico, algunos descendientes de Pedro de Sandoval fueron consolidando su posición política y social dentro de la élite

6 AGN, Civil, vol. 662, exp. 2; Francisco A. de Icaza, Diccionario…, núm. 539, vol. 2, p. 23.7 En 1553, el molino de trigo de Pedro de Sandoval en Tacuba seguía funcionando. Peter Gerhard, Síntesis e índice de los mandamientos virreinales 1548-1553, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas, 1992 (Serie documental, 21), núm. 294, p. 75; Silvio Zavala, El servicio…, t. I, p. 462.8 Pedro de Sandoval murió cerca de 1553. AGN, Civil, vol. 662, exp. 2, fs. 212 y 218.9 AGN, Civil, vol. 643, exp. 1, f. 31 y vol. 662, exp. 2; Francisco A. de Icaza, Diccionario…, núm. 539, vol. 2, p. 23. Para mayor información sobre la familia Sandoval, ver Jaime García Mendoza, La formación…10 Los enlaces matrimoniales de esta rama de los Sandoval continuaron realizándose con otras familias conno-tadas durante el resto del siglo XVI y principios del XVII. Isabel de Sandoval, hija de Manuel de Sandoval y María Díez de Alarcón, contrajo matrimonio con Fernando de Villegas, hijo de Ana de Peralta y Manuel de Villegas, este último regidor del cabildo de la ciudad de México. El hijo de doña Isabel y de don Fernando, Diego de Villegas y Sandoval, fue admitido en la orden de Santiago en 1629 y se casó con Francisca Osorio de Castilla, hija de Pedro de Castilla Altamirano y de Catalina de Cervantes. Diego de Villegas Sandoval y Francisca Osorio de Castilla fueron padres de Isabel Osorio Castilla y Villegas, quien contrajo nupcias con Fernando Altamirano Albornoz y Legazpi, conde de Santiago de Calimaya. Guillermo Porras Muñoz, El gobierno de la ciudad de México en el siglo XVI, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas, 1982, pp. 473-475. Arnulfo Herrera, Tiempo y muerte en la poesía de Luis de Sandoval Zapata, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Estéticas, 1996 (Estudios de Literatura, 5), pp. 22-31.

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novohispana hasta engarzarse con una de las familias de mayor prestigio.

ORIGEN DEL EMPORIO MINERO DE LA FAMILIA SANDOVAL

Como se mencionó, Pedro de Sandoval se asentó en las minas de Taxco en 1530, gracias a su sociedad con Luis de Castilla y también muy probablemente con Hernán Cortés, a quien posteriormente le compró un sitio de molino en Tenango el Alto, don-de fundó una hacienda de benefi cio cercana a otra que había adquirido en el real de Te-nango el Bajo, ambas en la jurisdicción de Taxco. En esa misma comarca fue dueño único de las minas denominadas La Gran Compañía y El Resquicio. En sociedad con Luis de Castilla, Pedro de Quezada, el pa-

dre Garcí Rodríguez, Francisco Genovés, Blas García y Diego de Nava, participó en la propiedad de las minas de La Gran Cam-pana del Cerro Rico, La Cazuela y otra de nombre desconocido (ver Cuadro 1).11

La hacienda de benefi cio de Tenango el Bajo era muy amplia y contaba con un ingenio hidráulico para moler metales, cuya fuerza era aprovechada para mover también los fuelles de los hornos de fundición.12

Los bienes de la hacienda de Tenango el Alto comprendían las casas donde vivía la familia Sandoval, unas casas para los esclavos, un ingenio hidráulico para mo-ler y fundir metales, similar al de Tenango el Bajo, los sitios de molino que le habían vendido el marqués del Valle de Oaxaca y Alonso de Soto,13 con el ingenio movido por mulas, y otros sitios de molienda de metales

11 AGN, Civil, vol. 662, exp. 2.12 Un ingenio es una máquina o artefacto para realizar alguna función mecánica, en particular se designó con esta denominación a la maquinaria que contenían los molinos. En las haciendas había diversos implementos para la minería como romanas y juegos de pesos y balanzas; fraguas, fuelles y cañones para fuelles; tinas de madera, algunas de ellas con molinetes; dos incorporadores de madera; comales, casos, cántaros, pailas, ánforas de cobre y desasogaderas de bronce; picheles de estaño; tapaderas para fundir; candeleros para de-sazogar; cigüeñales; ruedas de ingenio; piedras para el ingenio; jeringas; y diversos utensilios de hierro como sartenes, desgrasadores, espumadores, alcrebices, espetones para los alcrebices, tajaderas, hachas de afina-ción, hachas para madera, martillos, tenazas, arneros y cedazos, almadanetas para los mazos, tornillos para banco; asadones; picos-marros; aporreadores; yunques de herrero, y argollas, cadenas, colleras y tobas para los esclavos. Y dentro del mobiliario se encontraban potros de madera, un banco de trabajo, mesas, bancas, sillas de cadera, cajas de madera, un cofre para la plata y camas de madera.13 Un sitio para molino tenía 100 varas por lado, es decir, 83.60 metros por lado y una superficie de 6,988.96 metros cuadrados. Alejandro de Humboldt, Ensayo político sobre el reino de la Nueva España, introducción y notas de Juan A. Ortega y Medina, 4a. ed., México, Porrúa, 1984 (Sepan Cuantos…, 39), Apéndice III, p. CXLIV.

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que había adquirido de Pedro Bazán.14 Así mismo, Sandoval poseía unas casas en el real de Tetelcingo, el actual Taxco.15

En las haciendas había también diver-sos tipos de ganado: 60 mulas de arría, dos machos y 80 cabras.16

Entre los trabajadores de las haciendas había 79 esclavos negros traídos de diver-sas regiones de África, 62 hombres y 17 mujeres.17

Pedro de Sandoval y sus herederos tu-vieron otras propiedades que les permitieron obtener ingresos adicionales: una hacienda agroganadera en Ximilpa y una cerealera en Chalco, las cuales había adquirido de su pariente, el licenciado Lorenzo de Tejada.

Según parece, la hacienda de Ximilpa era muy grande; contaba con varias edifi -caciones, jardines, alberca, caballerizas, trojes y molinos, además de 400 fanegas

de tierra de cultivo adyacentes, regadas por nueve suertes de agua. En la hacienda ha-bía diversos tipos de ganado: 100 reses, 50 bueyes domados; 50 vacas, novillos y be-cerros; 15 yeguas domadas y 12 caballos, y 50 cabezas de puercos chicos y grandes.18

La hacienda de Chalco debió ser más pequeña. Entre la infraestructura había una iglesia para los indios, unas casas y una troje. Las labores de la hacienda eran atendidas por 30 esclavos negros, contabili-zando a sus mujeres e hijos, principalmente labradores, entre los que había un molinero y un carretero.19

La hacienda de Ximilpa se dedicaba principalmente a la producción de harina de trigo y a la ganadería, en tanto que la de Chalco a la producción de maíz. Cabe su-poner que algunos de los recursos de estas haciendas fueron canalizados a las hacien-

14 AGN, Civil, vol. 662, exp. 2, fs. 219-222.15 Las casas colindaban con las de Alonso Sánchez y con otras de Diego de Nájera. Ibid., f. 222.16 Ibid., fs. 219-222.17 Las regiones de donde provenían los esclavos eran Manicongo, Biafra, Berbesí, Golofe, Gico, Bañol, Man-dinga, Brán, Terranova, Angola, Zape, Yaguere y Mozambique. Entre ellos había algunos esclavos criollos de Taxco. Loc. cit. Téngase presente que el precio de los esclavos negros podía variar entre los 100 y los 300 pesos de oro común, lo que muestra la gran inversión en mano de obra esclava que había en dichas haciendas.18 Ibid., f. 217v. La troje tenía una capacidad para 2,000 fanegas de trigo, es decir, cerca de 92 toneladas. Entre las herramientas había dos pares de trapiches, diez rejas con sus arados y yugos, seis azadones, cuatro palas de hierro, dos barras de hierro, 32 hoces de segar, un serrote grande, dos ollas de cobre, un cepo, tres colleras y una toba para castigar a los negros, dos carretas y 20 costales. “Las suertes de agua” son los canales que surtían de agua las tierras de los particulares, autorizados por las autoridades de la región para aprovechar el agua proveniente de alguna fuente durante ciertos lapsos de tiempo. Las suertes pertenecían a Cristóbal de Oñate, quien les había dotado del agua de acuerdo a una escritura ante el escribano Andrés de Cabra.19 Ibid., f. 218. La troje tenía una capacidad para 1,500 fanegas de maíz, cerca de 69 toneladas.

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das de benefi cio de metales en Taxco y que otros fueron comercializados con la fi nali-dad de fi nanciar las actividades mineras.

ADMINISTRACIÓN DE LAS MINAS DE PLATA Y HACIENDAS DE BENEFICIO

En el ramo Civil del Archivo General de la Nación de México se localiza un expedien-te sobre un proceso en contra de Nicolás Ruiz,20 quien fue demandado el 10 de marzo de 1564 por su sobrina Luisa de Sandoval, para pedirle cuentas sobre la administración de los bienes que le correspondían como

legítima heredera de Pedro de Sandoval e Isabel Ruiz.

Las cuentas presentadas en Taxco por Nicolás Ruiz y los otros administradores de los bienes de Pedro de Sandoval y su espo-sa Isabel Ruiz, permiten conocer con bas-tante detalle el funcionamiento de las minas de plata y haciendas de benefi cio durante el siglo XVI.

La administración de las minas y las ha-ciendas de benefi cio comprendía varios as-pectos: dirección; fi nanciamiento; ampliación y mantenimiento de instalaciones; mano de obra; abasto de insumos, y producción.

20 AGN, Civil, vol. 662, exp. 2, fs. 1-234, “Proceso de Nicolás Ruiz, vecino de esta ciudad de México. 1565 años”.

Tierras, vol. 172, exp. 1, f. 295.

17

La producción dependía de la planea-ción adecuada de las actividades anuales. Había que administrar con inteligencia los recursos de la mano de obra para efectuar las labores de excavación, acarreo, molien-da y preparación del mineral para su bene-fi cio, antes de que la temporada de lluvias afectara dichas actividades. Así mismo, otro factor importante era la adquisición oportu-na de los insumos para la minería, como la cendrada, el azogue y la sal, y su correcta utilización en proporción con la riqueza del mineral.

El capital líquido, la mayor parte de las veces obtenido a través de varios mecanis-mos crediticios, permitía fi nanciar la compra de minas y haciendas de benefi cio, a las cuales había que dotar de infraestructura, pagar salarios a los trabajadores, comprar esclavos negros, alimentar a los trabajado-res y abastecerse de insumos para la pro-ducción minera.

En muchas ocasiones, los mineros for-maban compañías o se endeudaban con la fi nalidad de conseguir el capital líquido que requerían para fi nanciar las actividades del momento, principalmente para la compra de algún insumo como el azogue.

La minería de la plata requería de am-plias instalaciones. Se puede hablar de dos

áreas fundamentales: las minas o socavo-nes y las haciendas de benefi cio.

Una mina no representaba únicamente hacer un socavón y seguir la veta para ex-traer el material. Conforme se iban profundi-zando y ampliando las horadaciones dentro de la tierra había que darles mantenimiento: limpieza del interior de las minas, acarreo hacia el exterior de los materiales de des-perdicio, apuntalamiento de los socavones y desagüe de las minas.

Las haciendas de benefi cio compren-dían diferentes tipos de instalaciones: ga-leras y patios de incorporación, lavaderos, molinos de agua o de fuerza animal, sole-ras, hornos y casas para las cuadrillas de trabajadores, entre otras.

La minería requería una mano de obra abundante. En la época que nos ocupa ha-bía cuatro tipos de trabajadores: los escla-vos negros, los indios del repartimiento, los indios naboríos o libres y los trabajadores españoles y mestizos que, generalmente, ocupaban los cargos de dirección y vigilan-cia en el proceso de producción.

Los insumos más importantes para el proceso de producción eran la cendrada o plomo, el azogue y la sal. Además se reque-ría carbón, herramientas de hierro, clavos para herrar, herraduras, hilo de arria, láti-

18

gos, reatas, cinchas, jerga y cueros, ade-más de los alimentos para los trabajadores y los animales de tiro. Entre ellos, los más importantes para el proceso de producción, la cendrada, el azogue y la sal.

DIRECCIÓN DE LAS MINAS DE PLATA Y LAS HACIENDAS DE BENEFICIO

La dirección del emporio minero de la fami-lia Sandoval recayó en manos de un admi-nistrador general nombrado por los dueños. Antes de que Nicolás Ruiz fuera nombrado curador de los bienes de los herederos de su hermana Isabel Ruiz, el puesto fue de sempeñado por Pedro de Mendoza, quien entregó la responsabilidad a Nicolás Ruiz.21

Las haciendas de Tenango el Alto y Te-nango el Bajo estuvieron primero bajo la su-pervisión de Nicolás Ruiz, quien había de-jado la administración directa de cada una de ellas a cargo de dos mayordomos, desde julio de 1562 hasta noviembre de 1563.22 Luego, a partir de esa fecha y hasta junio de 1564, se nombró a un administrador de

las minas y haciendas que supervisaba a los mayordomos de cada una.23

El mayordomo de la hacienda de Te-nango el Alto se encargaba a su vez de la administración de la mina de La Gran Compañía, en tanto que el mayordomo de Tenango el Bajo de la mina de El Resquicio, ambas propiedad exclusiva de los Sandoval (ver Cuadro 2).24

Las minas de La Gran Campana del Cerro Rico y La Cazuela eran adminis-tradas directamente por los socios de los Sandoval: Blas García, Francisco Genovés y Diego de Nava, y eran supervisadas por el administrador general de las minas y ha-ciendas, quien sufragaba los gastos de las minas.25

FINANCIAMIENTO DE LAS MINAS Y HACIENDAS DE BENEFICIO

Pedro de Sandoval, su esposa Isabel Ruiz y, posteriormente, Nicolás Ruiz como tutor, curador y administrador de los bienes de su hermana y su cuñado, solían recurrir a cinco mecanismos para sufragar los gastos

21 Ibid., f. 28.22 Ibid., fs. 28-33.23 Ibid., fs. 33v-34v.24 Ibid., fs. 71-77.25 Ibid., fs. 43-43v y 71-77.

19

de las minas y haciendas de benefi cio: los préstamos, la inversión fi nanciera, el tributo de la encomienda de Analco, la venta de bienes y la comercialización de productos, adquiridos mediante crédito, para obtener dinero líquido.

El préstamo fue uno de los principales mecanismos para fi nanciar las actividades mineras de los Sandoval. Entre 1562 y 1565 se pagaron varios adeudos a diferen-tes personas: 1,100 pesos de oro de minas a Gonzalo Ruiz; 870 a Ángel de Villafaña; 156 a Pedro de Villafaña; 3,395 a Pedro de Vargas; 1,442 a Juan de Sevilla; 400 al doc-tor Luis de Villanueva, consuegro de Pedro de Sandoval; 709 a Hernán García; 200 a los herederos de Pedro de Carvajal; 180 a los herederos de Rodrigo de Paz, primo de Hernán Cortés; 1,111 pesos a Nuño Ruiz, y 3,905 a Alonso de Ballesteros.26 Un total de 13,468 pesos de oro de minas equivalentes a 22,281.6 pesos de oro común.27

Entre las personas a las que los San-

doval habían prestado dinero, como meca-nismo de inversión, se encontraba Nicolás Ruiz, quien les debía en total 6,729 pesos de oro común.28 Había otros deudores que en 1565 no habían pagado sus obligacio-nes, las cuales equivalían a la cantidad de 73,525 pesos de oro común.29

La esposa de Pedro de Sandoval po-seía una encomienda en el pueblo de Anal-co, la que en el transcurso de julio de 1562 a enero de 1564 signifi có una entrada de 318 pesos de oro común. Otro tipo de en-tradas fue la venta de herramientas y de esclavos, que proporcionaron 680 pesos de oro común.30

Otra forma de fi nanciamiento fue el re-curso conocido como “barata”, al que Nico-lás Ruiz recurrió en varias ocasiones para sufragar los costos de la producción minera. Por medio de la “barata” se compraban mer-cancías a crédito para rematarlas posterior-mente y adquirir dinero líquido.31

La primera barata la realizó para pagar 26 Ibid., fs. 27v-54.27 Un peso de oro de minas equivale a 450 maravedíes y un peso de oro común a 272. Alejandro de Humbodlt, Ensayo..., op. cit., Apéndice III, p. CXLIII; Silvio Zavala, El servicio..., op. cit., t. I, pp. 245, 246 y 259.28 AGN, Civil, vol. 662, exp. 2, fs. 27v-54 y 212-212v.29 Ibid., fs. 216-217v.30 Ibid., fs. 27v-54 y 212-212v.31 Pilar Martínez López-Cano explica que la “barata” permitía obtener un préstamo a través de una venta. Si una persona requería dinero efectivo de manera inmediata, compraba mercancías fiadas para venderlas al contado y obtener el capital líquido que necesitaba. En la operación se podía tener una pérdida de entre 33% y 50%. María del Pilar Martínez López-Cano, La génesis del crédito colonial. Ciudad de México, siglo XVI, México, UNAM, IIH, 2001 (Serie Historia Novohispana, 62), pp. 68-69.

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a Alonso Ballesteros 2,000 pesos de oro co-mún que su difunta hermana había quedado a deber por la compra de 50 quintales de azogue. Como existía un juicio de ejecución de bienes en contra de las haciendas y para evitar un daño mayor, realizó una barata en la que se perdieron 1,000 pesos de oro común, es decir, que había invertido 3,000 pesos para pagar 2,000.32

En una segunda ocasión, para pagar una partida de 500 pesos al mercader Fran-cisco de Villarreal, realizó otra barata en la que perdió 250 pesos de oro común.33

La tercera barata la efectuó para adquirir el azogue que necesitaba urgentemente en las haciendas de benefi cio. Para ello com-pró a crédito unas mantas de Campeche para poder adquirir 11.5 quintales de azo-gue, 4.5 quintales al precio de 131 pesos de oro común y los siete restantes a 141 pesos, que importaban en total 1,576.5 pesos de oro común. Pero como revendió las mantas a menor precio de lo que le habían costado, cada quintal de azogue le salió a 267 pesos, en total 3,195.56 pesos de oro común. Para justifi car esta situación argumentó que en menos de dos meses había subido el precio

del dicho azogue mucho más de lo que le había costado, evitando con ello grandes pérdidas en las haciendas.34

Como se aprecia, la barata fue uno de los mecanismos a los que recurrieron los mineros para fi nanciar la producción de pla-ta, quizás no muy adecuado, pero que per-mitía obtener capital líquido, como en este caso, para pagar el azogue fundamental en el benefi cio de la plata.

AMPLIACIÓN Y MANTENIMIENTO DE LAS INSTALACIONES

De acuerdo con el informe de Nicolás Ruiz, durante el periodo de 1562 a 1564 se reali-zaron varias obras de ampliación y manteni-miento de las instalaciones de las minas de plata y haciendas de benefi cio. En la Tabla 4 se considera la compra de materiales para estas obras, como tablas de madera para las minas y los ingenios de las haciendas, así como tejamaniles y paja para techar. También se contemplaron ocho mazos de encino para remozar el molino de metales de Tenango el Alto.

En la Tabla 1 se observa que en la

32 AGN, Civil, vol. 662, exp. 2, f. 59.33 Loc. cit.34 Loc. cit

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hacienda de Tenango el Alto se realizaron varias obras de ampliación y mantenimien-to. En primer lugar, la construcción de un molino de metales donde se ocuparon ocho indios para las obras de albañilería durante el mes de marzo; también se necesitaron 25 indios durante 60 días para diversas obras de albañilería de la hacienda, las cuales no se especifi can. Se utilizaron tres indios car-pinteros, uno para la reparación de los mo-linetes de las tinas de lavado; otro, durante un mes, para la construcción del ingenio; y uno más, durante once días, para otras obras diversas, probablemente la hechura de los bancos y remozamiento de los techos de algunas instalaciones de la hacienda. De igual modo se utilizaron tres maestros car-pinteros, uno para la fabricación del molino y otros dos para arreglar las ruedas del mis-mo, aunque no se especifi ca el periodo en el cual laboraron.

Mientras que la mano de obra de alba-ñilería y carpintería para las distintas insta-laciones de la hacienda alcanzó un costo de 252.50 pesos de oro común, la construcción del ingenio se acercó a los 362.30 pesos, respectivamente 33.22% y 47.67% del total de la mano de obra de mantenimiento de las instalaciones.

En la hacienda de Tenango el Bajo se

hicieron arreglos generales de albañilería con un costo de mano de obra de 41.25 pesos de oro común, que representaron 5.43% del total de la mano de obra de man-tenimiento.

El pago al herrero por trabajos no espe-cifi cados en ambas haciendas ascendió a 104 pesos, 13.68% del total de las obras de mantenimiento.

MANO DE OBRA

En función del número de trabajadores utili-zados en las minas se puede establecer que la más importante era El Resquicio, seguida en orden descendente por La Gran Campa-na del Cerro Rico, La Gran Compañía, La Cazuela y la mina de nombre desconocido, estas dos últimas con un número de indios de servicio muy semejante.

En la mina de El Resquicio, a cargo de Alonso de Saavedra, administrador de la hacienda de Tenango el Bajo, laboraron 65 indios de servicio durante el periodo de marzo a mediados de junio. En La Gran Campana del Cerro Rico, administrada por Francisco Genovés, trabajaron 47 indios de servicio desde el mes de mayo hasta fi na-les de julio. En La Gran Compañía, bajo la dirección de Antonio de Lizalde, el adminis-

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trador de la hacienda de Tenango el Alto, se comenzó a laborar desde marzo hasta junio, con un total de 31 indios de servicio en el periodo. En La Cazuela, bajo la res-ponsabilidad de Diego de Nava, hubo 28 indios de servicio que laboraron en la mina desde mediados de mayo hasta fi nales de julio. Y en la mina de nombre desconocido a cargo del socio Blas García se utilizaron en total 28 indios de servicio durante cuatro semanas de mayo (ver Gráfi ca 1).

Por la intensidad de trabajo, se puede observar que en las minas El Resquicio y La Gran Compañía se comenzó a laborar desde marzo hasta el mes de julio, proba-blemente con la fi nalidad de sacar el mayor mineral posible antes de que entrara la tem-porada de lluvias.

En las otras tres minas, las labores se ini-ciaron en mayo y se terminaron en julio, con excepción de la mina de nombre desconoci-do, que fi nalizó en el mismo mes de mayo.

En todos los casos el servicio personal se reforzó en julio, quizá porque había em-pezado la temporada de lluvias y se difi cul-taron las labores, lo que obligó a acelerar la extracción del mineral y su transportación hacia las haciendas de benefi cio.

Se observa que no hubo contratación de trabajadores en las minas antes de

marzo ni posterior a julio. Esto se puede explicar por dos razones: en primer lugar, la contratación de trabajadores para el la-boreo de las minas se interrumpía por la entrada de la temporada de lluvias, según parece hacia principios del mes de julio; y en segundo lugar, había que esperar hasta febrero del próximo año, momento en que se desaguaban los socavones, para tener las condiciones idóneas para volver a ex-cavar el mineral, lo que obligaba a iniciar las operaciones de excavación y acarreo de minerales hasta marzo.

En lo que se refi ere al monto de los salarios, se observan diferencias entre los indios de servicio contratados en las minas que van desde los 0.5 hasta los 1.5 pesos de oro común semanales. La mayor parte de los indios de servicio fueron contratados con pagos entre los 0.5 y los 0.75 pesos. Los menos se contrataron por pagos entre los 1.25 y 2 pesos. Entre los que se arregla-ron por salarios mayores a los 1.25 pesos se menciona a los sacadores de metal, pero la denominación puede ser ambigua y pro-bablemente se trate de excavadores espe-cializados quienes, debido a que contaban con experiencia para identifi car y seguir la veta, obtenían los salarios más altos. En el caso de los más bajos, quizás se tratara de

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acarreadores de mineral que, dependiendo de las condiciones del mismo y la profundi-dad de los socavones, aumentaban o dismi-nuían sus pagos.

Una situación parecida se denota en la contratación de indios de servicio para las haciendas de benefi cio de Tenango el Alto y el Bajo durante el periodo de febrero de 1563 hasta febrero de 1564, cuando se ocu-paron 1,402 trabajadores indios. También aquí se interrumpe la contratación de indios de servicio entre fi nales de junio y principios de enero del año siguiente.

El promedio de indios de servicio con-

tratados por semana en las haciendas fue de 15. Sin embargo, se observan alzas en marzo que alcanzan en algunas semanas un promedio de 50 trabajadores. Esto se explica porque al entrar la temporada de estío, el calor aumentaba desde marzo y se mantenía hasta mediados de junio, lo que hacía aumentar la reacción química del azogue y la sal incorporados en los monto-nes de mineral. De ahí que para hacer los montones de mineral y repasarlos se utili-zara una gran cantidad de mano de obra en los meses propicios para el benefi cio de minerales.

Tierras, vol. 172, exp. 1, f. 335.

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Llaman la atención cinco contratacio-nes esporádicas semanales de indios de servicio que son muy altas. Una explica-ción podría ser la necesidad de aumentar el ritmo del acarreo del mineral en bruto de las minas hacia las haciendas y su posterior molienda, repaso, fundición y benefi cio.

Según parece, en las dos últimas sema-nas de marzo se contrataron 140 indios de servicio. Luego, en la segunda semana de mayo, se volvieron a contratar 194 trabaja-dores extra. En 1564, en la primera y en la última semanas de febrero se contrataron 200 indios de servicio que quizás fueron utilizados en el desagüe y limpieza de las minas.

El pago por semana a los indios de servicio en las haciendas de benefi cio fue de 0.25 pesos de oro común para todos. Un salario más bajo que el que se pagaba a los trabajadores de las minas, debido a que, aparentemente, los riesgos eran me-nores en las haciendas de benefi cio que en las minas.

INSUMOS

Ya se dijo que la cendrada, el azogue y la

sal eran los insumos más importantes, ya que eran indispensables para obtener la plata. Sin embargo, el alto costo de estos elementos requería de un rango amplio de rentabilidad, lo que al estar en proporción con el rendimiento de los mismos insumos para recuperar la plata obliga a refl exionar sobre este aspecto.

En primer lugar, este tema tiene difi cul-tades para explicarse con certeza, ya que no hay una información clara y precisa que señale cuál era el rendimiento de plata por cada quintal de cendrada, azogue o sal utili-zados en el proceso de producción, ya fuera por el método de fuego o por los métodos de amalgamación.

De acuerdo a la información disponible, los rendimientos de la cendrada y el azogue fueron muy variados durante el siglo XVI. En 1531, los ofi ciales de la Real Hacienda in-formaron a la reina Juana que el rendimien-to por cada quintal de plomo o cendrada era entre dos y tres marcos de plata.35

Dos años después, el contador de la Real Hacienda solicitó al rey que ordenara el análisis de algunas muestras de mineral enviadas a España, pues la información que le habían dado sobre el rendimiento era

35 Francisco del Paso y Troncoso, Epistolario…, vol. 2, p. 25, “Carta a la emperatriz de los oficiales reales de México. 8 de febrero de 1531”.

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muy variada: algunos decían que se obte-nían entre dos y cuatro marcos de plata por quintal de plomo, mientras que otros decían obtener hasta diez marcos.36

En 1537, en un informe sobre las minas de Amatepec, situadas en la Provincia de la Plata, los ofi ciales de la Real Hacienda informaron a la reina Juana que anterior-mente se sacaban veinte marcos de plata por cada siete quintales de plomo, es decir, un rendimiento de 2.85 marcos de plata por quintal de cendrada, y que a partir de esa fecha en el lugar mencionado se obtenían 150 marcos de plata por siete quintales de plomo, un rendimiento de 21.42 marcos de plata por cada quintal de cendrada.37

Para 1564, último año de la producción de las haciendas analizadas en este ensa-yo, el arzobispo de México informó al rey que en años anteriores los minerales ricos benefi ciados por el método de fundición te-nían un rendimiento de seis a ocho marcos de plata por quintal de plomo, y agregó que este tipo de minerales ya no los había y que por lo tanto el método de fundición ya no

se utilizaba, habiéndose sustituido por el de amalgamación, que tenía un rendimiento de 16 marcos de plata por cada quintal de azogue.38

Según un juicio de embargo acaecido a un minero en una hacienda que había comprado en Tenango el Bajo, se sabe que desde principios de 1587 tenía aproximada-mente 12 quintales de azogue en 26 mon-tones de mineral. Posteriormente, conforme fue benefi ciando la plata, la fue a marcar en tres partidas casi iguales entre los primeros días de mayo y el 1 de junio, totalizando cerca de 82 marcos de plata, lo que permite aproximarse al rendimiento del azogue in-corporado de 6.83 marcos de plata por cada quintal de azogue.39

La Tabla 2 resume los rendimientos de plata que se obtenían por cada quintal de plomo o mercurio utilizados en los distintos métodos de benefi cio. Esta disparidad en los rendimientos se explica porque, muy probablemente, los mineros alteraban a su favor los rendimientos cuando informaban a las autoridades reales, con la intención de

36 Ibid., vol. 3, p. 42, “Carta al rey del contador de México Rodrigo de Albornoz. De la Veracruz a 1º de marzo de 1533”.37 Ibid., vol. 3, p. 194, “Carta a la emperatriz de los oficiales reales de México. 16 de febrero de 1537”.38 Ibid., vol. 10, pp. 31 y 34, “Carta al rey del arzobispo de México sobre la falta de ministros para la doctrina y otros particulares”, 28 de febrero de 1564.39 AGN, Tierras, vol. 2974, exp. 104, fs. 1-5v.

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evadir el pago de impuestos y sacar mayor provecho de la plata producida.

En el caso que nos ocupa, durante la administración de Nicolás Ruiz de las ha-ciendas de Tenango el Alto y Tenango el Bajo, a partir del 2 de enero de 1563 fue comprado un total de 277 quintales de cen-drada y, desde el 24 de octubre de 1562, 47 quintales de azogue. Al suponer un ren-dimiento de 14 marcos de plata por quintal de cendrada, se obtiene una producción de 3,878 marcos de plata por el método de fun-dición. Si se estima un rendimiento de 22 marcos de plata por quintal de azogue, la producción se aproxima a los 1,034 marcos de plata por el método de amalgamación. El resultado sería un total de 4,912 marcos de plata, muy cercanos a los 4,917 marcos de plata producidos durante el periodo del 25 de octubre de 1562 al 26 de junio de 1564 (ver Tabla 10).

Como se observa en la deducción an-terior y en la Tabla 3, solamente los altos rendimientos del plomo y del azogue podían hacer redituable la producción de plata. Por los 47 quintales de azogue se pagaron cer-ca de 8,797 pesos de oro común y, por los 277 quintales de cendrada, 760 pesos, que

respectivamente representaban 71.07% y 6.14% del costo total de los insumos (ver Gráfi ca 2). El costo de ambos productos sumó 9,557 pesos de oro común, 27.31% del valor de los 4,917 marcos de plata pro-ducida en el periodo que fue de 34,989 pe-sos de oro común (ver Tabla 10).

Durante el periodo del 17 de julio de 1562 al 22 de enero de 1564, se compraron 2,126 fanegas de sal con un costo de 2,455 pesos de oro común. Este costo representa 19.83% del valor de los insumos directos consumidos en la minería y 67.02% del valor obtenido por la plata producida (ver Gráfi ca 2). A lo anterior había que agregar el costo del acarreo de la sal de las salinas a las haciendas, realizado en ocho viajes, con un valor de 222 pesos de oro común. La sal probablemente se proveía de las sa-linas de Tonatico o Iztapan, muy cercanas a Taxco.

Según Federico Sonneschmidt, por cada montón de 20 quintales de mineral se necesitaban entre 1.5 y 3 fanegas de sal de tierra, como la del Peñol Blanco, en Zacate-cas. Este tipo de sal representaba un sexto de las propiedades de la sal marina.40

De acuerdo con lo calculado en párra-

40 Federico Sonneschmidt, Tratado de la amalgamación de Nueva España, México, UNAM, Sociedad de Exalum-nos de la Facultad de Ingeniería, 1983 (Fuentes para la Historia de la Ingeniería Mexicana, 2), p. 16.

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fos anteriores, durante el periodo analizado los 47 quintales de plata produjeron 1,034 marcos de plata. Si suponemos que el ren-dimiento de la sal era de dos fanegas por marco de plata, quiere decir que se consu-mieron 2,068 fanegas de sal, cantidad que se asemeja a las 2,126 fanegas compradas para las haciendas.

Otros insumos, como el hierro labrado para las herramientas, las velas de sebo, las jergas, las azogaderas y los tenates, sumaron cerca de 366 pesos, 2.95% del costo total de los insumos directos y 1% de lo obtenido por la producción de plata (ver tablas 3 y 10).

En total, los insumos directos represen-taron 35.38% del total de la plata producida (ver Tabla 10).

Los insumos indirectos sumaron un to-tal de 1,864 pesos de oro común, que signi-fi caron 5.33% del valor de la plata obtenida (ver tablas 4 y 10); de éstos sobresalen los comestibles, muy importantes para el sus-tento de la población de las haciendas de benefi cio y las minas. Del total de los insu-mos indirectos, los comestibles signifi caron 72.37% (ver Tabla 4 y Gráfi ca 3).

Entre los comestibles sobresale el con-sumo de carne para 55 semanas y las 1,116 fanegas de maíz, productos que signifi caron

23% y 58% del valor total de los comestibles (ver Tabla 5 y Gráfi ca 4).

Finalmente, al revisar la Tabla 6 se observa que los insumos directos, que re-presentaban los más altos costos en la pro-ducción, representaron 76% respecto de los costos totales de producción y 35% respec-to del valor total de la plata obtenida en el periodo analizado (ver Tabla 10). También se denota que el costo de la mano de obra de mantenimiento era más alto que la mano de obra indígena empleada en la minería, aunque por encima de ambos costos se encontraban los salarios de los empleados españoles (ver gráfi cas 5 y 6).

Hay que hacer notar que no se incluye-ron los gastos de transportación de produc-tos como sal, maíz, cendrada y azogue, que totalizaron en el periodo 138 pesos de oro común y otros gastos menores como cura-ción y vestido de los esclavos.

PRODUCCIÓN

Las cuentas presentadas por Nicolás Ruiz contienen las cifras de la plata producida en las dos haciendas de benefi cio en el perio-do del 2 de agosto de 1562 al 26 de junio de 1564, es decir, durante 23 meses. Este lapso puede dividirse en tres partes: la pri-

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mera, del 2 de agosto al 25 de diciembre de 1562; la segunda, del 2 de enero de 1563 al 20 de enero de 1564, y la tercera, del 2 de febrero al 26 de junio de 1564 (ver tablas 7, 8 y 9).

En la Tabla 7 se indica, en primer lugar, que en las fechas del 2 de agosto y el 28 de octubre no se menciona en cuál de las haciendas se produjo la plata.

En segundo lugar, en el mes de agosto se registraron 147 marcos de plata; en sep-tiembre no se registró producción alguna; en octubre hubo 664 marcos, siendo el mes de mayor producción; en noviembre, 149, y en diciembre 315, un promedio mensual de 255 marcos. En total se produjeron 1,275 marcos de plata con un valor de 9,222 pe-sos. Según la información, el valor del mar-co de plata del diezmo, es decir, el que ya había pagado el quinto real de 10%, era de 7.24 pesos de oro común en promedio.

En la Tabla 8 se observa que en enero se produjeron 61 marcos; en febrero au-mentó a 546, siendo el mes de mayor pro-ducción; en marzo, 221; en abril, 338; en mayo, 220; en junio, 176; en julio, 231; en septiembre no hubo producción de mane-ra similar al año anterior, 1562; en octubre fue de 181, y en los dos últimos meses y

los primeros 20 días de enero del año si-guiente, 310 marcos. El promedio mensual estuvo cerca de los 197 marcos. En total se produjeron 2,364 marcos, con un valor de 16,510 pesos, manteniendo el mismo valor promedio por marco de plata del diezmo.

En la Tabla 9 se aprecia que sólo hubo tres fechas de registro cuya producción se fue duplicando al transcurrir el año, con un promedio mensual de 255 marcos mensua-les. El valor total alcanzó los 9,256 pesos de oro común.

En la Tabla 10 se muestra que el total de la plata producida en las haciendas fue de 4,917 marcos, con un valor de 34,989 pesos de oro común. El promedio de pro-ducción de plata en las dos haciendas fue de 214 marcos mensuales, que indica que la producción se mantuvo más o menos en el mismo nivel durante los dos años, con un precio promedio por marco de plata de 7.24 pesos de oro común.

Según parece, desde mediados de siglo las haciendas de Pedro de Sandoval eran de las más productivas en la Nueva España. Cerca de 1547, Sandoval había informado que pagaba 10,000 ducados del ochavo de la plata marcada,41 lo que indica que pro-ducía cerca de 80,000 ducados anuales o

41 Francisco A. de Icaza, Diccionario…, t. 2, núm. 539, p. 23.

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15,240 marcos de plata, con un promedio mensual superior a los mil marcos.42

Estas cifras se pueden comparar con otros casos. Por ejemplo, en 1570, en la hacienda de Cantarranas, en Taxco, per-teneciente al marquesado del Valle, se obtuvieron 4,311 pesos de oro común que, divididos entre los 7.24 pesos del precio por marco de plata del diezmo, arrojan 596 marcos de plata de producción en un lapso de 22 meses, similar al del caso presentado (ver Tabla 11).

En la misma Tabla 11 se aprecia que el promedio de producción en los 22 meses del periodo fue de 27 marcos mensuales de plata, cerca de 12.14% de lo que producían mensualmente las haciendas de los Sando-val en el periodo de 1562 a 1564.

En 1587, un minero que tenía una ha-cienda en Tenango el Bajo produjo en el lapso de cinco meses 82 marcos de plata, un promedio mensual de 16.4 marcos,43

7.66% del promedio mensual de las hacien-das en cuestión.

Entre 1587 y 1590, el minero que más plata produjo en las minas de Temazcalte-pec fue Luis de Vaca Salazar, que alcanzó en cuatro años 5,460 marcos, es decir, un promedio de producción mensual de 114 marcos.44

Aunque se trata de ejemplos en perio-dos, y en el último caso de un lugar diferen-te, los casos permiten comparar la impor-tancia que tuvieron las haciendas de Pedro de Sandoval en la Provincia de la Plata.

Finalmente, después del análisis de la información proporcionada por el proceso de Nicolás Ruiz, se puede concluir que el emporio minero de la familia Sandoval re-quería de una organización capaz de admi-nistrar las diversas unidades productivas, además de mecanismos fi nancieros que dotaran de capital líquido para resolver los problemas del abasto de insumos y pago de mano de obra.

Si bien para el periodo analizado ya existía una infraestructura en minas de pla-ta y haciendas de benefi cio, se observa que

42 Un ducado valía 375 maravedíes, un peso de oro común 272 maravedíes y un marco de plata 8.125 pesos de oro común o 65 reales. Alejandro de Humbodlt, Ensayo…, Apéndice III, p. CXLIII; Silvio Zavala, El servicio…, t. I, pp. 245, 246 y 259. Sin embargo, el valor promedio por marco de plata del diezmo en los reales de minas de Tenango era de 7.237 pesos de oro común, equivalentes a 1,968.46 maravedíes, entonces, los 80,000 ducados que significaban 30,000,000 maravedíes, divididos entre el valor promedio por marco de plata, resultan 15,240 marcos de plata.43 AGN, Tierras, vol. 2974, exp. 104, fs. 1-5v.44 Archivo Histórico del Palacio de Minería, caja 1, leg. 2, núm. 1580, “Libro común de las minas de Temazcal-tepec”.

30

Tierras, vol. 1712, exp. 1, cuad. 3, f. 84.

esta base requería mantenimiento, pero también ampliaciones que signifi caron cos-tos adicionales.

La contratación de trabajadores mues-tra que la mayor parte provenía del repar-

timiento de indios, aunque no faltaron los trabajadores indígenas libres, principalmen-te los especializados en algún ofi cio. Así mismo, se percibió un calendario de con-trataciones durante el año que abarcaba de

31

Cuadro 1. Unidades productivas en Taxco, pertenecientes a la familia Sandoval

Haciendas de benefi cio Minas propias Minas en sociedad con otros minerosHacienda enTenango el Alto La Gran Compañía La Gran Campana del Cerro RicoHacienda en Tenango el Bajo El Resquicio La Cazuela

Mina de nombre desconocido

principios de marzo a fi nes de julio, tanto en las minas como en las haciendas de be-nefi cio, lo que indica que la otra mitad del año disminuía casi por completo la actividad minera. Es probable que durante el periodo de menor actividad, los trabajos que se re-querían fueran realizados por los esclavos negros. También se observa que los cargos de dirección y control de los trabajadores recayeron en los empleados españoles.

Es bastante signifi cativo que la inver-sión directa e indirecta, como los insumos y la mano de obra, representaba casi la mitad del valor de la plata obtenida, lo que permi-te aseverar que la minería era una industria muy redituable, cuando menos para el caso de la familia Sandoval, aunque la rentabili-

dad de esta industria se compensaba con los problemas del fi nanciamiento, que se-gún parece eran constantes y obligaban a los mineros a recurrir permanentemente al crédito.

El análisis del emporio minero de la fa-milia Sandoval es un caso que nos acerca al estudio de la minería del siglo XVI, muy en particular de las empresas mineras, y permite conocer varios aspectos que giran alrededor de la producción como la admi-nistración de las minas y haciendas, los mecanismos de fi nanciamiento, la mano de obra, los costos de producción, los tiempos de trabajo y los rendimientos para la obten-ción de la plata.

32

Cuadro 2. Organigrama de la administración del emporio minero de los Sandoval

Francisco Genovés, administradorFrancisco Genovés, administrador

Diego de Nava, administradorDiego de Nava, administrador

Mina del ResquicioMina del Resquicio

Mayordomo Alonso SaavedraMayordomo Alonso Saavedra Hacienda

de Tenangoel Bajo

Haciendade Tenangoel Bajo

Mina de La Gran CompañíaMina de La Gran Compañía

Mayordomo Antonio de LizaldeMayordomo Antonio de Lizalde

Mina de nombre desconocidoMina de nombre desconocido

Nicolás Ruiz,curador de los bienes de Isabel Ruiz

Nicolás Ruiz,curador de los bienes de Isabel Ruiz

Mina deLa Gran Campana del Cerro Rico

Mina deLa Gran Campana del Cerro Rico

Mina deLa CazuelaMina deLa Cazuela

Haciendade Tenangoel Alto

Haciendade Tenangoel Alto

Lope de Angulo,administrador general de las minas y haciendas

Lope de Angulo,administrador general de las minas y haciendas

Blas García, administradorBlas García, administrador

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45 AGN, Civil, vol. 662, exp. 2, fs. 35-53, 72-77 y 87-92.

Tabla 1. Mano de obra utilizada en el mantenimiento de las haciendas de benefi cio de Tenango el Alto y Tenango el Bajo45

Concepto Cantidad Unitario TotalIndios albañiles para la hacienda Tenango el Alto 25 x 60 días 0.125 186.00Indios albañiles para el ingenio de Tenango el Alto 8 x 30 días 0.250 60.50Indios carpinteros para Tenango el Alto, para labrar mazos 12 x 7 días 3.000 35.00 Al carpintero Baeza por la hechura del ingenio 1 50.000 50.00 Al carpintero Vázquez por arreglar la rueda del ingenio 1 164.000 164.00Al carpintero Pedro de Saldaña por arreglar la rueda del ingenio 1 43.500 43.50 Indio carpintero para el ingenio 1 x 31 días 0.250 7.75Indio carpintero 1 x 11 días 6.000 66.50Indio carpintero, por los molinetes de las tinas 1 2.000 2.00Subtotal 614.80

Indios albañiles para Tenango el Bajo 6 x 60 días 0.125 41.25Herrero 1 104.00Total 760.05

34

Tabla 2. Rendimientos del plomo y del azogue (1531-1587)46

AñoMarcos de plata por quintal de

cendrada Marcos de plata por quintal de azogue1531 2 y 3 1533 2 y 41533 101537 211564 6 y 8 161587 7

Tabla 3. Costos de los insumos directos en la explotación de la plata47

Concepto Cantidad Unidades Monto en pesos PorcentajeCendrada o plomo 277 Quintales 760 6.14Azogue 47 Quintales 8,767 71.07Sal 2126 Fanegas 2,455 19.83Carbón 184 Cargas 56 0.45Hierro para herramientas 609 Libras 166 1.34Velas de sebo 61 Libras 11 0.09Jergas 418 Varas 131 1.06Azogaderas 1 Piezas 2 0.02Tenates 2 Piezas 0.25 0.00Total 12,378.25 100.00

46 Francisco del Paso y Troncoso, Epistolario…, vol. 2, p. 25; vol. 3, pp. 31, 34, 42 y 194.47 AGN, Civil, vol. 662, exp. 2, fs. 35-53, 72-77 y 87-92.

35

Tabla 4. Costos de los insumos indirectos48

Concepto Monto en pesosComestibles 1,349Cecas* y bancos de madera 12Mazos para el ingenio 8Tablas para el ingenio 2Tablas y tejamaniles** 33Zacate para cubrir las minas 1Machos y caballos 353Ataharres*** para las monturas 3Hilo de arria 3Reatas con sus cinchas 3Látigos 1Clavos para herrar 8Herraduras 88Total 1,864

Tabla 5. Comestibles consumidos49

Concepto Cantidad MontoAceite 10 arrobas 90Chiles y tomates Sin referencia 1Frijoles Sin referencia 1Huevos Sin referencia 1Queso de Toluca 20 arrobas 20Cacao 4.4 cargas 132Carne para 55 semanas Sin referencia 305Maíz 1,116 fanegas 797Total 1,347

48 AGN, Civil, vol. 662, exp. 2, fs. 35-53, 72-77 y 87-92. Real Academia Española, Diccionaro de la Lengua Es-pañola, 21a. ed., Madrid, Espasa-Calpe, 1992. *Las cecas son los moldes de madera para la acuñación de las barras de plata o las monedas. **Los tejamaniles son tablas delgadas y cortadas en listones que se colocaban como tejas en los techos de las casas. ***Los ataharres son bandas de cuero sujetas por sus puntas a los bordes laterales de las sillas y rodea los ijares y las ancas de los caballos y sirven para impedir que la montura se corra hacia delante.49 AGN, Civil, vol. 662, exp. 2, fs. 35-53, 72-77 y 87-92.

36

Tabla 6. Resumen general de costos

Concepto Monto

Porcentaje con respecto a los

costosPorcentaje con respecto a la producción de plata

Insumos directos 12,378 76% 35%Insumos indirectos 1,864 11% 5%Mano de obra de mantenimiento 760 5% 2%Mano de obra indígena en la minería 463 3% 1%Salarios de empleados españoles 827 5% 2%Total 16,292 100% 47%

Tabla 7. Producción de plata en 156250

FechaMarcos de plata de

Tenango el AltoMarcos de plata de

Tenango el BajoMarcos totales

Valor en pesos de oro común

2 de agosto 147 1,0604 de octubre 124 124 89610 de octubre 31 31 22619 de octubre 70 70 50825 de octubre 66 66 47728 de octubre 373 2,7009 de noviembre 71 71 51520 de noviembre 78 78 5617 de diciembre 79 79 56815 de diciembre 65 65 46825 de diciembre 104 67 171 1,243Total 259 495 1,275 9,222

50 AGN, Civil, vol. 662, exp. 2, fs. 28-34v. Las cifras de los cuadros fueron redondeadas.

37

Tabla 8. Producción de plata en 156351

FechaMarcos de plata de

Tenango el AltoMarcos de plata de

Tenango el BajoMarcos totales

Valor en pesos de oro común

2 de enero 30 30 22010 de enero 31 31 2238 de febrero 339 2,45513 de febrero 113 51 174 1,26528 de febrero 33 33 23718 de marzo 57 57 40927 de marzo 32 32 23029 de marzo 68 64 132 95326 de abril 136 142 278 2,01230 de abril 30 30 43410 de mayo 62 62 45514 de mayo 32 32 23327 de mayo 56 52 108 78129 de mayo 18 18 1317 de junio 51 51 29817 de junio 40 40 29020 de junio 85 85 6171 de julio 46 47 93 67115 de julio 30 30 21717 de julio 34 34 24721 de julio 34 34 24729 de julio 40 40 2903 de agosto 80 80 58015 de octubre 181 181 78615 de noviembre 30 30 220Del 19 de noviembre de 1563 al 20 de enero de 1564 280 2,010Total 878 867 2,364 16,511

51 AGN, Civil, vol. 662, exp. 2, fs. 28-34v.

38

Tabla 9. Producción de plata en 156452

Fecha Marcos totales Valor en pesos de oro común14 de febrero 237 1,71822 de marzo 346 2,50726 de junio 695 5,031Totales 1,278 9,256

Tabla 10. Producción total de agosto de 1562 a junio de 1564

Periodo Total de marcos de plata Valor en pesos de oro comúnDel 2/8/1562 al 25/12/1562 1,275 9,222Del 2/1/1563 al 20/1/1564 2,364 16,511Del 21/1/1564 al 26/6/1564 1,278 9,256Total 4,917 34,989

Tabla 11. Pesos de oro obtenidos por la producción de plata en la hacienda de Canta-rranas entre el 24 de abril de 1568 y el 16 de enero de 157053

Fecha Valor en pesos de oro común

Marcos de plata(calculados al valor de 7.237 pesos

de oro común por marco)24/04/1568 669 9204/01/1569 748 10302/05/1569 800 11030/07/1569 330 4617/10/1569 731 10109/12/1569 421 5816/01/1570 320 86Total 4,319 597

52 Loc. cit.53 Francisco del Paso y Troncoso, Epistolario de la Nueva España, vol. 11, p. 45, “Relación de lo que valieron las rentas del Marqués del Valle en los años de 1568 y 1569, hecha por Juan de Cigorondo, contador de dicho estado. México, 10 de enero de 1570”.

39

Gráfi ca 1. Número de trabajadores en las minas

Gráfi ca 2. Costos de los insumos directos en la explotación de la plata

40

Gráfi ca 3. Insumos directos en la producción de la plata

Gráfi ca 4. Comestibles consumidos

41

Gráfi ca 5. Resumen general de costos

Gráfi ca 6. Porcentaje general de costos con respecto a la producción de plata

* Ponencia presentada en el IX Congreso de Historiadores de la Minerìa Latinoamericana, abril de 2007, en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Mayor de San Andrés, La Paz, Bolivia.

** Departamento de Historia, Facultad de Humanidades, Universidad Autónoma del Estado de Morelos.

42

INTRODUCCIÓN

El estudio de la Colonia en la Nueva España es uno de los que en años re-

cientes han aportado gran variedad de ele-mentos para el conocimiento y comprensión de la historiografía mexicana. Echar un vis-tazo al fondo de la historia de las invasiones de piratas en el México novohispano nos ayudará a tener más claros los procesos históricos, económicos y sociales en que se desenvolvía esta sociedad.

Hasta hoy han surgido diversas investi-gaciones que contemplan la historia de las fortifi caciones y la defensa del puerto de San Francisco de Campeche. La construc-ción de dichas fortalezas fue el resultado de las múltiples invasiones sufridas por la po-blación campechana y de toda la península yucateca. De ahí la necesidad de la Corona española de perfeccionar técnicamente, a lo largo de los siglos XVI al XVIII, los siste-

mas y políticas defensivos y la inversión de grandes cantidades de capital para la cons-trucción de las murallas.

El problema nos lleva de inmediato a considerar la protección de los territorios contemplados dentro del imperio -incluida la Nueva España-, como fue el caso de Campeche, que gozaron sin duda de varios factores que los hicieron ser de por sí gran-des fuentes de riqueza que tienen que ver con dos aspectos: los recursos naturales y humanos (la mano de obra), y la producción obtenida in situ que se integraba al merca-do internacional. Por ello, la Nueva España, como la gran exportadora de riquezas de la antigua América, resultó un territorio muy codiciado por otros reinos europeos como Inglaterra, Francia y Holanda.

Es importante señalar el tono insistente de las reales cédulas y su correspondencia con los gobernadores en la Nueva España, en la que los funcionarios realizaban peti-

P R O Y E C T O S D E D E F E N S A D E L P U E R T O D E CA M P E C H E A N T E L O S I N M I N E N T E S ATA Q U E S D E P I R ATA S E N E L S I G L O X V I I

Guillermo Sierra Araujo*

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ciones urgentes a la Corona española para que fueran atendidas las necesidades de protección, lo que derivó en el conocimiento del caudal disponible para las fortifi cacio-nes y el estado en que se encontraban los puertos de la península. Considero indis-pensable examinar no sólo las cuestiones arquitectónicas, aunque de alguna manera se hará un repaso breve y una descripción de los baluartes, sino las instituciones ema-nadas de los siglos XVI al XVIII.

El fondo del presente artículo se cen-tra en lo ordinario: el peso del problema de los saqueos en el funcionamiento de la sociedad, la principal receptora y afectada por ellos. Así se podrá comprender cuál ha sido el desarrollo político y económico de la sociedad campechana a lo largo del tiempo y cuáles factores intervinieron en la conformación de sus elementos. Se intenta-rá conocer, a muy grandes rasgos, la fi gura de los piratas, no los típicos de los cuentos y leyendas, sino los reales, los que en vida fueron la causa principal que obligó a la po-blación a construir las fortalezas.

CONTRIBUCIÓN DE LOS VECINOS EN LA DEFENSA DE CAMPECHE

Más que hacer un conjunto de descripcio-

nes acerca de las obligaciones que debería realizar el Consejo de Guerra en la defensa del puerto de San Francisco Campeche, se explicará el proceso sobre el papel funda-mental que jugaron los hombres comunes y corrientes, la población, que sin duda era la más vulnerable a los ataques de los pi-ratas.

La sociedad vecina de los sitios más peligrosos realizó una notable contribución; por ejemplo, los mismos indios, a partir de las Ordenanzas de la Corona española, re-sultaron un factor primordial para la cons-trucción de fortalezas y defensa de los puer-tos. El empleo de estas personas se explica por dos grandes hechos: el primero, que eran parte de la vida social imperante y sus intereses eran afectados por igual -también los saqueaban, secuestraban, en evidente desventaja, y los convertían en esclavos, aunque esta situación requeriría otro estu-dio más amplio-; el otro hecho, igualmente destacable, es que este sector de la pobla-ción pertenecía a uno de los últimos niveles de la estratifi cación social y la división del trabajo colonial, y también constituía una mano de obra muy barata.

Bajo instrucciones y ordenanzas, las in-tenciones eran evidentes: tanto indios como esclavos, que de alguna forma también ha-

44

bían sido afectados por los corsarios, eran instados por los ofi ciales a que en los días que no realizaran sus trabajos cotidianos, como la pesca o la siembra, ocuparan el tiempo sobrante en la construcción de las fortalezas para que, cuando hubiera el pe-ligro latente de ataques piráticos, contaran con un sitio en donde refugiarse y defender-se,1 ya que los avisos de España sobre los ataques de piratas eran constantes y los go-bernadores de la península debían dar ins-trucciones precisas para fortalecer y guar-necer tanto los puertos como las plazas.

En 1672, la reina gobernadora Mariana de Austria insistió en la necesidad de auxi-liar al puerto y la Junta de Guerra de Indias analizó las insistentes cartas dirigidas al marqués de Mancera acerca de la fortifi ca-ción y defensa de la zona, para que los ha-bitantes pudieran vivir con toda seguridad y quietud. Es por ello que se toma la resolu-ción por medio de la Corona española:

“[…] he resuelto que se fortifi que el Puerto de Campeche, y su costa, y lo de-mas que sea de executar para la defensa de aquella Prov[inci]a […] la poca defensa con que se hallava esa Provincia por ser tan corto el numero de vecinos que ay en

ella con nombre de españoles que no pasa de mil trescientos, siendo la costa de tres-cientas leguas de longitud, sin haver mas poblacion que la del Puerto de Campeche y que por esta causa tienen los ingleses libre el corte del palo el la Laguna de Terminos y en las Islas de Santa Ana Cozumel y Mu-geres con un trato tan considerable que im-porta mucho mas que el que sale del dicho Puerto, y que para el corte entran la tierra adentro aprisionan los indios y españoles que se hallan y se sirven de ellos como de esclavos […]”.2

El corte de palo de tinte era una de las actividades más codiciadas del reino espa-ñol en América. El comercio de este produc-to colorante resultaba atractivo porque las ganancias eran múltiples, de ahí que los pi-ratas recurrían al saqueo para conseguirlo.

Es importante señalar la labor de los frailes de esas regiones. Ellos se daban a la tarea de entregar al corregidor los indios necesarios para su servicio; éstos recibían como pago el sustento esencial, muchas veces apenas para sobrevivir con alimento, vestido y techo escasos. Uno de los traba-jos que realizaban los indios era servir de vigías en parajes estratégicos:

1 Óscar Cruz Barney, El combate a la piratería en Indias.1555-1700, p. 37.2 AGN, Reales Cédulas Originales, vol. 13, exp. 100, fs. 240-244.

45

“[…] y para que con el tiempo se pudie-se acudir a impedir los desembarcos de la gente que fuese en los navios de enemigos le mande asimismo pusiese en los puertos que fuesen mas a proposito algunas vigias para que pudiesen dar los avisos conve-nientes con tal anticipacion que la cavalleria pudiese salir a la defensa de lo que los ene-migos intentasen […]”.3

Se insistía en que se diera la orden a las autoridades de los pueblos más próximos a las costas del sur de que emplearan indios en los sitios necesarios. Los pagos saldrían

de las cajas de la comunidad remunerando alternadamente a españoles, indios, negros y mulatos, con la obligación de que las justi-cias cuidaran su correcta actuación.4

El 7 de octubre de 1540, Carlos I or-denó al virrey y los gobernadores que pro-veyeran de lo indispensable a todos los pobladores de los puertos y plazas para que tuvieran armas, municiones y, si era posible, caballos en sus casas. Esto era imperioso, ya que, en caso de ataque, debería haber rudimentos convenientes para la defensa; así, los habitantes de las

3 AGN, Reales Cédulas Originales, vol. 12, exp. 90, fs. 233-237.4 Óscar Cruz Barney, op. cit., pp. 39-40.

Civil, leg. 111, exp. 1, f. 32.

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zonas vulnerables vivirían continuamente prevenidos. Para la provisión se tomó en consideración una especie de censo que se hacía tres veces al año para realizar un conteo del número de personas, armas y caballos disponibles. De cada uno de esos inventarios debía haber testimonio signado y fi rmado por el escribano público al Con-sejo de Indias.

En 1674, la reina gobernadora comuni-có al obispo de Puebla, virrey y gobernador interino de la Nueva España, que anterior-mente había ordenado a su antecesor, el conde de Baños, que:

“[…] se havia entendido que el Puerto de San Fran[cis]co de Campeche en la Pro-vincia de Yucatan, estava sin fortifi cacion y respecto de ser tan importante y lo que se podia recelar que los enemigos intentasen inbadirle le mande con todo aprieto que en execucion de las ordenes que antecedente-mente se le havian dado asistiese con cuy-dado muy particular a la defensa de aquella Provincia, acudiendo a ella con todos los socorros que le pidiese el Gov[ernad]or asi de gente como de armas municiones y lo demas de que tuviese necesidad a el qual se le embio a mandar por depacho de la

misma fecha que luego formase una com-pania de cavallos de cien plazas montando-la de la gente de milicia natural de aquella Provi[nci]a escojiendo para este efecto la mas practica que se hallase […]”.5

Era necesario reclutar pobladores que tuvieran sufi ciente valor, vasta experiencia militar, que fueran excelentes manipulado-res de las monturas y que conocieran bien los parajes peligrosos. Pero el problema de los costos de la edifi cación de las fortalezas recayó básicamente en los pobladores in-dios, quienes aportaron recursos (vía tribu-to), mano de obra y participación en la de-fensa directa de las poblaciones asentadas en la costa campechana, aunque también se mandaba acudir a los gastos de los cau-dales del gobierno: “[…] para que le pudiese socorrer con lo que se le ofreciese y por el mismo despacho permiti al Gov[ernad]or que para el gasto de la dicha cavalleria se valiese del caudal que huviese en mis cajas gastando lo menos que se pudiese […]”.6

De esa manera se comunicaba al go-bernador cómo podía apoyar la Corona para que los naturales de la villa de Campe-che estuvieran bien protegidos. Los instru-mentos y herramientas de guerra principa-

5 AGN, Reales Cédulas Originales, vol. 12, exp. 90, fs. 233-237.6 Idem.

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les eran las culebrinas y piezas de alcance, municiones de pólvora, cuerdas y balas de artillería: “[…] ofreciendo acudir a este gas-to de mis propios caudales les oyga y bea la forma en que se pretende hacer la dicha fortifi cacion y que disponga lo mas conve-niente para que los naturales de aquella Provincia esten defendidos sin causar costa alguna a mi Real hacienda por que para es-tos gastos no se ha de valer de ella […]”.7

Esto revela que las Cajas Reales de la provincia contaban con recursos económi-cos muy escasos, pues éstos eran utiliza-dos para muchos otros fi nes. Como fuera, la cuestión de la defensa requería una cuan-tiosa cantidad de dinero para los gastos, sueldos, materiales de construcción, armas, etc. Aquí surgió una problemática importan-te con la que sin duda no contaron los go-bernantes españoles: las rebeliones de los indígenas que partieron hacia las montañas para huir de los malos tratos. Esto afectó en gran media el aspecto laboral en la defensa de Campeche, ya que además de que los poblados se quedaban desprotegidos ante la amenaza de ataques piratas, la econo-mía general fue mermada porque la fuerza de trabajo se dispersó. El historiador Pedro

Bracamonte describe esta situación en su Conquista inconclusa de Yucatán. Comen-ta que se intentó buscar la pacifi cación por medio de la predicación evangélica y la pro-mesa de mejores condiciones de vida para los indios que aceptaran regresar a sus pueblos.8 En lugar de enviar ejércitos para obligarlos a regresar, de preferencia se en-viaría a grupos de religiosos franciscanos para persuadir a las voluntades insurrectas. Por ello, la reina gobernadora dio la orden precisa al marqués de Mancera, virrey de la Nueva España en 1672, de que se encar-gara de facilitar todo a los religiosos fran-ciscanos:

“[…] que se hallaren en las misiones de los indios alzados de la Provincia de Yucatan todo el favor asistencia y socorro que huvieren menester y decir que para poder obrar en esta materia con todo co-nocimiento, y informar sobre ella, pedistes a Fr[ay] Alonso Guerrero, Vice comiss[a]rio Gen[era]l de esa Nueva España noticia del estado que tenian estas reducciones y que propusiese los medios que pareciesen mas proporcionados a este fi n […], que dareis quenta de la resolusion que huvieredes to-mado en cosa que es tan de Dios mi señor,

7 Idem.8 Pedro Bracamonte, La conquista inconclusa de Yucatán, p. 293.

48

como la conversion de los indios a que se deve atender por todos los medios posibles. De Madrid a onze de Junio de 1672 años. Yo la Reyna”.9

Al principio de las negociaciones con los indígenas alzados, éstos enviaban mensajes con la representación de los ca-ciques principales de los pueblos cristianos, quienes eligieron como intermediarios con los superiores del clero y el gobierno a los religiosos franciscanos, que les inspiraban más confi anza que las instituciones espa-ñolas establecidas.

REPRESENTACIÓN PIRÁTICA

Es indispensable describir qué fueron los piratas en el contexto del fortalecimiento de los puertos de la península yucateca. Intentaré incorporar la imagen de estos personajes a partir de los conceptos y las descripciones documentales, sin hacer uso de los mitos que se han elaborado en torno a ellos.

El arquitecto José Enrique Ortiz Lanz nos ofrece un conjunto de conceptos signi-fi cativos para este argumento.10 Explica que los “bucaneros” habitaban las islas del Cari-

be, que se dedicaban a la cacería y prepa-raban carnes ahumadas. Al ser expulsados de las islas por el gobierno español se dedi-caron a asaltar las embarcaciones, transfor-mándose en “fi libusteros”. Los “corsarios” eran pobladores a quienes sus gobiernos les conferían patentes de corzo que se dis-tinguían por ser concesiones especiales; se les autorizaba atracar los géneros de las fl otas en concordia, especialmente si eran españolas. Sin embargo, en poco tiempo se volvieron anárquicos y regresaron a la prác-tica de la piratería. Los fi libusteros se distin-guían por ser miembros de la “hermandad de la Costa”, la cual tenía su sede en la isla de la Tortuga; llegaron a aglutinar grandes masas de individuos que no observaban obediencia a ningún régimen y se aplicaban al contrabando y robo de navíos y poblados. Los piratas fueron señalados como saltea-dores atentos siempre a los géneros que otras embarcaciones llevaban consigo para arrebatarlos, sin ofrecer una justifi cación política.

Además de los huracanes y las tormen-tas, el ejercicio pirático era un elemento percibido como una de las más peligrosas amenazas para la navegación transatlánti-

9 AGN, Reales Cédulas Originales, vol. 13, exp. 66, fs. 168-169. 10 José Enrique Ortiz Lanz, Piedras ante el mar. Las fortificaciones de Campeche, pp. 174-176.

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ca. La ambición desmedida de los piratas tenía por objeto las riquezas exportadas desde las Indias a España, una de las prin-cipales naciones que dominaron y explota-ron las tierras americanas.

José Luis Martínez enriquece los concep-tos comentados. Expone que “pirata” es el término genérico del ladrón que robaba en cualquier mar; los “corsarios” robaban em-barcaciones armadas con permiso de su go-bierno; los “bucaneros” eran europeos inicial-mente “salvajes”, hombres fi eros, insolentes y zarrapastrosos que cazaban reses y luego vendían la carne a los barcos de paso y que después se volvieron piratas feroces.11

Lo cierto es que el puerto de Campe-che estuvo mucho tiempo bajo el acecho de estos personajes. Los robos eran bien orga-nizados, lo que no obstaba para que en el trayecto marítimo aprovecharan otras posi-bilidades de abastecerse con más géneros.

Las autoridades eran avisadas de los desembarcos que ocurrían en la laguna de Términos, el río Lagartos y otros puertos de la península:

“[…] seis velas de enemigos, las tres de alto bordo, y las tres lanchas de franceses,

ingleses y fl amencos y que traen entre todas hasta 4000 hombres y cinq[uen]ta piezas de artilleria y que avian cogido tres barcas del trato que yvan para la Havana, entre las tres cogieron una fragata de un Agustin de Pal-ma vez[in]o de la Havana y en ella pillaron dos @ de grana y diez mil p[eso]s en dinero, y que las tres naos grandes estavan juntas al rio de Lagartos, y las tres lanchas estavan recorriendo la costa […]”.12

Los piratas realizaban recorridos de re-conocimiento de las zonas, en las que cor-taban el palo de tinte pese a la resistencia de los españoles. Ejecutaban sus asaltos exponiéndose a peligrosas situaciones ma-rítimas, por lo que contaban con un privile-gio de indemnización que les era pagado en caso de perder miembros del cuerpo: si eran afectados o perdían el brazo derecho en las batallas de mar o en los saqueos por tierra, se les pagaban 600 piezas de ocho reales; si era el brazo izquierdo, recibían 500; por la pierna derecha, 500; por la izquierda, 400; por un ojo o un dedo, 100. Por eso llevaban siempre en sus embarcaciones a un médico cirujano bien preparado con instrumentos y toda clase de medicamentos.13

11 José Luis Martínez, Pasajeros de Indias, pp. 111 y 112.12 AGN, Inquisición, vol. 308, exp 94.13 José Luis Martínez, op. cit., pp. 112 y 113.

50

Además de aplicarse en los robos de las valiosas mercancías que había en los barcos, apresaban gran cantidad de rehe-nes que eran tratados como esclavos y por los que esperaban benefi ciosos rescates para acumular grandes caudales. Cuando asaltaban un puerto asesinaban, viola-ban, robaban, destruían y quemaban las cho zas. El contrabando también era una práctica común de los piratas, quienes ope-raban junto con las redes de funcionarios corruptos.

Los españoles tenían una gran debilidad ante los ataques piráticos. Su economía se encontraba abrumada por distintas guerras

en Europa y las empresas de dominio en nuevas tierras eran factores principales de la desatención de puertos y plazas. A pesar de que España era un imperio poderoso, las medidas de protección siempre resul-taron insufi cientes pues al poseer un gran territorio no tenía los recursos fi nancieros, militares ni burocráticos para administrar, controlar y defender con efi cacia la totali-dad de sus dominios; además, padecían las limitaciones tecnológicas de la época. Es-casamente se desarrollaron las prácticas y políticas navales para salvaguardar y man-tener la seguridad en sus posesiones. Los españoles optaron por el factor defensivo,

San Juan de Ulúa a principios del siglo XX.

51

de evidente capacidad inferior, y cedieron la iniciativa ofensiva a ingleses, franceses y holandeses. Así, se daba cuenta tardía de las invasiones de los extranjeros a las autoridades campechanas y de lo poco de-fendidos que estaban:

“[…] los Puertos de esa Provincia y que luego que [se] tuvo noticia de la imbasion que el enemigo hizo el año de seiscientos y cinquenta y quatro a la isla y Ciudad de Santo Domingo fortifi co el Puerto de san Francisco de Campeche que es el principal de toda ella haciendo diferentes fortifi ca-ciones y trincheras con algunas contribu-ciones de algunos particulares y la que le dio para ella sin gravar a los indios ni las comunidades, y que haviendo pedido soco-rros al Virrey Duque de Alburquerque que se les havia embiado en cantidad de polvo-ra plomo y cuerda y que el unico medio que havia para a tener defendida esa Provin-cia seria poner un presidio en el puerto de San Francisco de asta ciento o doscientos hombres pagado que es punto que muchas veces se havia puesto […]”14 [mismo que también necesitó de exuberante defensa y mantenimiento].

Las embarcaciones utilizadas por los

piratas son descritas por Michel Antochiw, quien afi rma que:

“[…] eran de los tipos más diversos, desde naves construidas ex profeso hasta buques improvisados pasando por toda la gama de barcos convencionales. El pata-che, ligero y veloz, permitía el reconocimien-to de los bajos y la vigilancia de estrechos y cabos y daba avisos de peligro o de alis-tamiento para los asaltos. El galeón, barco grande de mucha manga, era usado para el transporte de mercancías y esclavos. La galeza, de tamaño mediano con arboladura de tres mástiles y velas latinas. La galeota, era chica y muy veloz, con eslora de hasta 120 pies. Y el mayor de todos los barcos de combate era el navío, de tres puentes y fuertemente artillado […]”.15

Recordemos que a causa de la acti-vidad comercial, holandeses e ingleses tenían no sólo los mejores astilleros, sino que además habían desarrollado técnicas e instrumentos avanzados de navegación.

El inicio de la piratería fue como una empresa semiofi cial, más tarde sería un ejercicio que contaba con el apoyo y pa-trocinio de monarcas y comerciantes. Eran ciudadanos respetables en sus países gra-

14 AGN, Reales Cédulas Originales, vol. 6, exp. 155, fs. 378-380.15 Michel Antochiw y Alfredo César Dachary, Historia de Cozumel, pp. 263 y 264.

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cias a que acumulaban grandes riquezas, y algunas veces también recibían títulos nobiliarios por los servicios ofrecidos a sus soberanos. Entre ellos existía un código de conducta que era respetado con fervor por todos, había jerarquías y funciones bien de-limitadas para las empresas, así como una perfecta honestidad interna, ya que de los botines nada desaparecía y todo era repar-tido conforme a reglas establecidas. Esa era la ley de los piratas. Sin embargo, muchos de ellos fueron pasados por las armas, ya sea por los mismos grupos piráticos, al vio-lar las leyes, o sentenciados por el Tribunal del Santo Ofi cio de la Inquisición, acusados de saqueos, asesinatos o prácticas religio-sas ajenas a la católica. Lo cierto es que las empresas de terror ayudaron en gran esca-la a fortalecer las economías de los reinos que disputaron las fuerzas de ultramar.

En 1673 se expidió una Real Cédula en la que se ordenaba que los prisioneros que cayeran en el espacio marítimo, se tratase de piratas comunes o sus capitanes, fueran castigados ejemplarmente:

“[…] esta mandado generalmente que los prisioneros que se huviesen hecho o hicieren en mar o tierra, no se embien a Es-paña por los yncombenientes y gastos que

ocasionan, sino que en las Indias se les ha-gan y conozcan las causas y se castiguen conforme a ellas obrando con los piratas lo que merecieren […]”.16

Con el fi n de expurgar estas tierras de las acometidas piráticas, ordenaba que a los capitanes de los corsarios a los que se hiciera constar su delito se les ahorcara o los pasaran por las armas de modo visto ad-

modum belli, y que a los demás piratas se les remitiera a España condenados a remar en las galeras.

CAMPECHE FORTIFICADO

Las fortalezas hechas en Campeche tenían un único fin: defender las costas y plazas aledañas a los puertos de los saqueadores extranjeros. No obstante, Ortiz Lanz ase-gura que las primeras defensas -desde la fundación de la villa de San Francisco de Campeche- no se organizaron en contra de los piratas, sino en defensa de los an-tiguos mayas de Kimpech en resistencia. Ese pudo ser el inicio de una relación de componentes que crearon una cultura de-fensiva durante los siglos XVI al XVIII, con sus particulares deficiencias en las etapas de construcción. Al pasar los años, las téc-

16 AGN, Reales Cédulas Originales, vol. 20, exp. 60.

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nicas arquitectónicas y de mano de obra fueron perfeccionándose hasta obtener verdaderas obras de arte militar dignas de ser protegidas hoy en día como monu-mentos históricos de nuestro patrimonio cultural.

Considerables vicisitudes, altercados, peligros y desilusiones ocurrieron tras el desarrollo de procedimientos técnicos de las fortalezas. Fueron obras coordinadas y dirigidas por los mejores arquitectos espe-cializados en fuertes y murallas, por ejem-plo, el arquitecto italiano Antonelli, que fue enviado a América para diseñar los planos y el levantamiento de las fortalezas de los principales puertos y difi cultar así la tarea pirática.

Todo esto nos muestra aspectos defi -nitorios de los españoles: la escasa organi-zación de una política defensiva y militar, el descuido de sus propios intereses y el mal manejo de los fondos de las Cajas Reales; lo cierto es que la cultura defensiva resulta-ba tan lenta que Campeche fue saqueada vigorosamente a lo largo de tres siglos.

Se aseguró la villa del puerto de Cam-peche -cuyas dimensiones eran de un poco más de 40 manzanas- con una muralla desplegada en forma poligonal irregular de

ocho lados, con un baluarte en cada extre-mo, y las cuatro puertas que comunicaban al exterior. Estando este poblado cerca del mar, el desarrollo urbano de la villa siguió el modelo renacentista del trazo cuadricu-lar. La plaza fue construida en uno de esos cuadros próximos al mar. Sin embargo, las fortifi caciones resultaron insufi cientes para tal empresa defensiva muchas veces, aun-que en otras se observaron resultados exi-tosos. En ellas podemos distinguir las dis-tintas etapas y avances técnicos respecto a la construcción de las fortalezas. En su obra Piedras ante el mar, Ortiz Lanz nos ofrece las evidencias histórico arquitectónicas de las cuales retomaremos algunas descrip-ciones:17

La Torrecilla es en donde posteriormen-te se levantaría el castillo de San Benito, según Piña Chan. Fue una petición a la Corona de don Luis Céspedes y Oviedo, de 1564. La Fuerza de San Benito es una cons-trucción que resultó inútil cuando en 1663 hubo una invasión de piratas que saquea-ron toda la población. La Fuerza del Bonete fue llamada de varias formas: Fuerza Vieja, El Principal, San Francisco y fi nalmente el Fuerte de San Carlos. Se le llamó El Bo-nete por la similitud que le encontraban los

17 José Enrique Ortiz Lanz, op. cit.

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vecinos con un gorro eclesiástico. Y se le llamó San Carlos en honor del último rey de los Austria, Carlos II. El Baluarte o Reduc-to del Santo Cristo de San Román data de 1656 y el nombre se debe al Cristo negro de San Román. La Fuerza de la Santa Cruz es del siglo XVII y fue construida en el cerro de la Eminencia, lo que hoy es el barrio de San José; desde su altura podía dominarse el camino de Lerma y representó un lugar destacado en la lucha defensiva contra el pirata Mansvelt. El Fortín de San Bartolomé data de 1656; era de fajina, hecho en forma provisional de madera y contaba con can-toneras para la artillería. El Baluartillo de la Trinchera de San Román se levantó en 1664 y cerraba el camino a Lerma.

Y hay que destacar los baluartes. Las caras del Baluarte de San Carlos miden más de 37 m y su superfi cie es de 1,549 m2. El Baluarte de Santa Rosa recuerda a la primera americana santifi cada: Rosa de Lima; sus caras miden 31.54 m y ocupa una superfi cie de 1,157.45 m2. La orden religio-sa de los juaninos es el motivo del Baluar-te de San Juan, si bien se le renombró de San Pedro por el fundador de la Iglesia; sus caras miden 28.22 m. El Baluarte de San Francisco celebra a la orden de San Fran-cisco, que fue la principal evangelizadora de

la península; sus caras miden 41.5 m de ex-tensión y 1,342 m2 de superfi cie. El Baluarte de San Pedro fue dedicado al fundador de la Iglesia y primer papa; su escudo aún se encuentra en la puerta de acceso; su su-perfi cie es de 1,137.8 m2 y sus caras miden 33.20 m. Se ha sugerido que pudo haber sido la sede del Tribunal de la Inquisición, aunque esto no ha sido fundamentado. El Baluarte de San José rinde honor al padre de Cristo y esposo de la Virgen María. Era similar a los baluartes de Santa Rosa, San Juan y San Pedro, pero fue demolido en las primeras décadas del siglo XX. El Baluarte de Santiago debe su nombre al santo pro-tector español tradicional, el “Matamoros”, el guerrero por excelencia; tiene solamente 139.5 m2 de superfi cie y sus caras miden 30.71 m. También fue demolido. El Baluarte de Nuestra Señora de la Soledad fue erigi-do en honor a la virgen de la Soledad, pa-trona de los marineros; es el más grande de todos, con una superfi cie de 2,344.18 m2 y caras de 41.50 m.

En cuanto a las puertas, cuando sur-gieron los planos de amurallamiento de la villa se tomó en consideración su ubicación, pues comunicaban la zona protegida con los barrios del rededor. Las atarazanas apare-cen en los planos del siglo XVIII y su función

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era servir como bodega y taller de repara-ción de armas. La Casamata del Limonar y su cuerpo de Guardia tenía la fi nalidad de almacenar pólvora afuera de la ciudad, a 4 km de la villa.

Las baterías y reductos también fueron levantados para la defensa de la villa, en particular de los ataques de los piratas in-gleses. Entre las sobresalientes están las baterías de San Luis, de San Fernando, de San Lucas, de San Matías y de Guerrero; los reductos de San José y de Seybaplaya; las trincheras de la isla de Jaina (construi-da con restos de sitios prehispánicos), y el fuerte de San Felipe.

CONCLUSIONES

En las diferentes defensas de la villa de San Francisco de Campeche, no solamente de-

bemos considerar el desenvolvimiento po-lítico de las instituciones, sino el papel que juegan los distintos elementos participan-tes; al plantear el problema podemos insistir en un análisis más profundo de la división de clases y el desenvolvimiento de las fuer-zas de trabajo y, como resultado evidente, la resistencia indígena a la hegemonía del poder. Así mismo se advierte la evolución y participación que la Iglesia católica ha tenido con el paso de los siglos. Podemos distinguir los diversos desarrollos políticos que sucedían en la vieja Europa dividida en dos, la católica y la protestante.

Para fi nalizar, queda comentar que las fortifi caciones son hoy en día parte funda-mental del patrimonio cultural de México, por lo que debemos ver por las que aún es-tán en pie, ya que son monumentos dignos de ser preservados.

ARCHIVO:

AGN, Reales Cédulas Originales, vol. 6, exp. 155, fs. 378-380.AGN, Reales Cédulas Originales, vol. 12, exp. 90, fs. 233-237.AGN, Reales Cédulas Originales, vol. 13, exp. 66, fs. 168-169.AGN, Reales Cédulas Originales, vol. 13, exp. 100, fs. 240-244.AGN, Reales Cédulas Originales, vol. 20, exp. 60.AGN, Inquisición, vol. 308, exp. 94.

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Ortiz Lanz, José Enrique, Piedras ante el mar. Fortifi caciones de Campeche, México, CONACULTA-Gobierno del Estado de Campeche, 1996 (Biblioteca Básica del Sureste).

Piña Chan, Román, Campeche durante el periodo colonial, México, INAH, 1977.

Sierra, Carlos Justo, Breve historia de Campeche, México, El Colegio de México-Fondo de Cultura Económica, 1998.

* Historiador, ENAH-AGN

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INTRODUCCIÓN

En un principio, esta investigación es-taba programada para tener como

protagonistas a los niños que por un mo-tivo u otro habían tenido que empezar su desarrollo y vivir en una familia que no era la suya, sin sus padres. Pero las fuentes modelaron otra investigación (“el historiador propone, y las fuentes disponen”): al salir de los procesos metodológicos y de las re-construcciones de la historia de la familia y entrar en el campo estricto del historiador, el trabajo resultó muy delimitado; buscar en el Archivo Histórico del Arzobispado de México (AHAM) y en los instrumentos de con-sulta del Archivo General de la Nación (AGN) arrojó sólo algunos documentos que, en su conjunto, decían poco. Sin embargo, otros

se dedicaban a la historia de una institución tan innovadora en el periodo colonial como lo fue la Casa de Niños Expósitos de San José de la ciudad de México.1

Había dos intereses principales al hacer la investigación; en primer lugar, “salir” de la ciudad de México y hacer el trabajo sobre al-guna población de menor envergadura, aun-que con cierta importancia. La elección fue motivada por la excelente serie documental que existe en el Archivo del Arzobispado de México para el valle de Toluca. En segundo lugar, no se buscaba trabajar sobre una ins-titución, sino sobre los niños, recordando lo dicho por Asunción Lavrín: “Hasta ahora, el estudio de la niñez ha sido asimilado al estu-dio de la educación o de la benefi cencia, con el resultado de que el sujeto de la historia -el niño- ha permanecido oscurecido…”.2

H U É R FA N O S Y E X P Ó S I T O S E N E L VA L L E D E TO L U C A E N E N S I G L O X V I I I *

Guillermo Antonio Nájera Nájera**

1 Este es un tema que ya ha sido estudiado, sobre todo por Felipe Ávila Espinosa. Para mayor información véase Ávila Espinosa, 1994, pp. 265-310.2 Lavrín, 1994, pp. 41-42.

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¿Qué hacer ante todos estos factores? Ampliar el rango de estudio, no buscar sólo niños, también a todos los expósitos y huér-fanos sin importar la edad. Pero sobrevino la necesidad de demostrar que el objeto de estudio merecía ser investigado, para lo que se buscó en los padrones existentes de esta región con el fi n de dar una proporción numérica de lo que se estaba haciendo y subrayar que los testimonios presentados en la sección cualitativa del trabajo no eran casos aislados y que por lo tanto no eran representativos. Se ha conformado este trabajo con base en intuiciones que fueron apareciendo.

ENTORNO GEOGRÁFICO Y ENTORNO CUALITATIVO

Esta investigación está situada en el valle de Toluca, más específi camente en el juzgado eclesiástico de la ciudad del mismo nombre, que comprendía los pueblos de Lerma, Zi-nancatepec y Metepec.3 Dichas poblaciones estaban englobadas en la jurisdicción de la ciudad que le da nombre a ese valle y princi-pal asentamiento español en él. La mayoría de su producción agrícola debía pasar por la ciudad, de la que todos dependían.

De esta manera, Toluca se convirtió en una población importante, una capital provincial que se dedicaba a distribuir los productos agrícolas de su entorno, tenien-do como mercado principal a la ciudad de México; como estaba enclavada en un te-rritorio densamente poblado desde la época prehispánica, se convirtió en un centro de mestizaje importante. A la vez, Toluca co-menzó a ser el centro desde donde operaba una élite regional de ingresos comparable-mente menores a los que tenían los grupos dominantes de la capital del virreinato. El proceso por el cual se enriqueció dicha élite no fue rápido ni sencillo; como señala Miño: “Los ‘españoles que vivían entre indios eran de poca suerte’, dice Lockhart, que ha-bían buscado su destino fuera de la capital y que poco a poco, con el tiempo, fueron confi gurando una ‘aristocracia local’, cuyas preocupaciones y actividades se caracteri-zaron por una gran estabilidad a lo largo del periodo colonial”.4

Tal descripción de fi nales del siglo XVI y principios del siglo XVII contrasta con la que hace Tutino para la segunda mitad del siglo XVIII, en la que se ve que dicha élite provin-cial había encontrado su acomodo en el

3 Se toman los límites del juzgado eclesiástico de Toluca de Taylor, 1999, p. 69.4 Miño, 1991, p. 13.

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orden colonial como subordinada a la más poderosa e infl uyente de la capital, pero que había ido logrando un fortalecimiento de su posición con su función de abastecedora de la ciudad de México y como correa de transmisión del poder entre las autoridades centrales novohispanas y las poblaciones subordinadas a la ciudad de Toluca.5

Las principales actividades económicas del valle se centraban en las “siembras del maíz, engorda de cerdos, ganado vacuno y mucha nieve”6 y, para la última década del siglo XVIII, tenía una población aproximada de 55,075 personas,7 la cual estaba com-puesta por grandes grupos de indígenas y un sector más reducido de españoles y castas.

A partir de los resultados del padrón del virrey Revillagigedo, mandado a hacer en 1792, para las jurisdicciones de Toluca y Lerma se buscaba dejar sentada la pro-porción numérica de los huérfanos. La ca-racterística más importante de este censo era que tenía fi nes militares, pues era un recuento de los individuos susceptibles de ser llamados a formar parte de las milicias. Su objetivo principal era detectar a todos los

varones cuya edad fl uctuaba entre 14 y 40 años. Los datos que ofrece este documen-to son, para los cabeza de familia, la edad, nombre, casta, ofi cio y número de miem-bros que están contenidos en su unidad do-méstica; para el resto de las personas que conforman dicha unidad, en el caso de los varones se ofrecen los datos de edad, en caso de ser mayores de 14 años, calidad, estado y relación con el cabeza de familia; en el caso de las mujeres, solamente se cita su presencia en la unidad doméstica sin es-pecifi car ningún dato más, a menos de que se trate de la esposa del cabeza de familia o que una mujer cumpliera ella misma la fun-ción de jefe de la unidad doméstica.

Antes de presentar las cifras de huér-fanos proporcionadas por el padrón, es ne-cesario hacer unos señalamientos respecto a lo indicativo de los datos obtenidos de él. Por un lado, al ser un padrón de carácter militar, grupos como el indígena y el negro quedaban excluidos. En una población que todavía tenía una gran presencia indíge-na, esto puede alterar la muestra en gran medida; un ejemplo de ello es la ciudad de San José de Toluca, de la que por la Noticia

5 Tutino, 1991, p. 164.6 General noticia de todas las jurisdicciones, 1973, p. 17.7 Urrutia, 1973, pp. 102-113.

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geográfi ca de Urrutia se sabe que la pobla-ción total ascendía a 15,761 individuos para el año de 1794, mientras que el padrón sólo tiene cerca de 7,000 personas enlistadas. Un segundo problema es que, según el mis-mo Urrutia, la población más importante, demográfi camente hablando, era el pueblo de Metepec, que en toda su jurisdicción tenía cerca de 35,000 habitantes.8 A pesar de la relevancia de ese lugar, el padrón co-rrespondiente a Metepec no ha podido ser localizado. Dadas estas características, la muestra que aquí se presentará consta de un número total de 6,757 personas, lo que signifi ca un poco más de 12% de la pobla-

ción total de la jurisdicción eclesiástica de Toluca.

Es necesaria una segunda observación: se han obtenido resultados de huérfanos y de personas que no vivían con ninguno de sus padres, aunque moraban en casas de familiares. Este último dato fi gura pese a no tener toda la seguridad de que fueran huérfanos. El total de ambos grupos para la ciudad de Toluca es de 206 individuos; su número entonces corresponde a 3% con respecto de la totalidad del listado del pa-drón. Una cifra similar (3.3%) es obtenida para la ciudad de Lerma.9 En el Cuadro 1 se detallan aspectos de los resultados.

8 Ibid., p. 108; Gerhard, 1986, pp. 179-183, dice que en tal jurisdicción había 20,568 tributarios indígenas, lo que da un porcentaje de población indígena que ronda entre 60% y 70%.9 AGN, Padrones, vol. 12, exp. 6, “Padrón de la ciudad de Santa Clara de Lerma”, fs. 205-249; AGN, Padrones, vol. 21, “Padrón de familias españolas, castizas y mestizas. Ciudad de Toluca”, fs. 95-265.

Cuadro 1 Resultados por grupos de edad y situación de niños que no viven con sus padres

Lerma Toluca Situación

Menores de 14 años

Mayores de 14 años Total

Menores de 14 años

Mayores de 14 años Total

Huérfanos 10 9 19 89 34 123Porcentaje 52.63% 47.37% 100% 72.36% 27.64% 100%Viviendo con algún familiar 17 3 20 35 48 83Porcentaje 85.00% 15.00% 100% 42.17% 57.83% 100%TOTAL 27 12 39 124 82 206Porcentaje 69.23% 30.77% 100% 60.19% 39.81% 100%

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Por la distribución mostrada se puede observar que en el Cuadro 1, pese a la se-mejanza porcentual de las cifras totales, hay indicios de diferencias importantes. La primera es que mientras en Toluca exis-ten más huérfanos que personas que vi-ven con sus familiares, en Lerma casi son iguales los números entre las dos clases. Una hipótesis para explicar la diferencia es que posiblemente el que hubiera más huérfanos que familiares en Toluca, centro de población más antiguo y con un mayor asentamiento, revelaría que era una ciu-dad con mayor atracción para personas en búsqueda de oportunidades, lo que implicaría que una parte de la población no tuviera ningún lazo de parentesco en la región, mientras que en Lerma podría ser que hubiera mayor estabilidad en la demo-grafía, sin tantos desplazamientos, lo que implicaba mayor estabilidad en las relacio-nes de parentesco.

La segunda diferencia es que cuando se discrimina por la edad10 se nota una ma-yor desproporción a favor de los menores en Lerma que en Toluca, con casi 3 a 1 en

la primera población, por 1.5 a 1 en Toluca. Esto tiene mucho que ver con que en la se-gunda población las personas que estaban con familiares eran mayoritariamente “adul-tas”, lo que puede indicar que algunas esta-ban con sus familiares debido a un acuerdo entre sus padres y los tíos o abuelos que se hacían cargo de ellas, como un medio para brindar a los hijos de los primeros algún tipo de entrenamiento en el trabajo, para darles un sustento o compañía segura a los se-gundos o para deshacerse de un miembro de una familia numerosa y con problemas económicos.11

Otro punto interesante del estudio de los padrones es el tipo de personas -fue-ra de los lazos de parentesco- con las que encargaban a sus hijos los padres moribun-dos, que se hacían cargo de los huérfanos en caso de no haber alguna disposición al respecto o de no tener familiares cercanos para pedirles que lo cuidaran. El ejercicio que dio los resultados del Cuadro 2 fue he-cho sólo para la ciudad de Toluca por dos razones: a) porque en el padrón de dicha ciudad las profesiones de los cabezas de

10 Aquí sólo se ha tomado en cuenta la propia distinción que hace el padrón, que marca la diferencia entre menores y mayores a los 14 años.11 Un ejemplo ilustrativo es el de un grupo doméstico compuesto por dos mujeres y un sobrino de 20 años de edad, el cual estaba exento del servicio en las milicias por ser el “único sustento” de sus tías. AGN, Padrones, vol. 21, f. 231.

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A pesar de que el agrupamiento reali-zado acerca del estatus de las cabezas de familia es arbitrario, sorprende que la mayo-ría de las unidades domésticas en las que había huérfanos tenían como cabeza a una mujer sola (ya fuera viuda o soltera). Ade-más, como las categorías se refi eren más a las ocupaciones, sin distinguir las diferen-cias de ingresos, se ofrece una lista de las ocupaciones que aparecen con mayor fre-

familia son dadas sin importar su edad, lo que no ocurre en el caso de Lerma, donde no está especifi cado ese dato a partir de los

40 años, y b) por ser una muestra más gran-de, por lo que los resultados tienen mayor dispersión.

Cuadro 2Ofi cios de los cabezas de familia con huérfanos en sus unidades domésticas:

Número de casos PorcentajeOfi ciales reales (1) 9 10.11%Comercio (2) 13 14.61%Ocupación agrícola (3) 14 15.73%Ofi cios artesanales (4) 15 16.85%Transporte (5) 6 6.74%Mujeres solas (6) 23 25.84%Eclesiásticos (7) 3 3.37%Profesionistas (8) 2 2.25%Operarios sin especifi car (9) 3 3.37%Sin ofi cio (10) 1 1.12%

89 100%Nota: Las agrupaciones fueron hechas como sigue: 1 = Administrador de la renta del tabaco, cabo del regi-miento, corregidor, recaudador de alcabalas, sargento de milicias, teniente Acordada, de la Real Sala y del regimiento. 2 = Cajero, comerciante, dueño de tocinería y de tienda mestiza, pulquero, trajinante y tratante. 3 = Administrador de hacienda, ayudante de hacienda, dueño de hacienda y de rancho, mayordomo de hacienda, pegujalero y vaquero. 4 = Cohetero, panochero, pintor, sastre, sillero, talabartero, tejedor, velero y zapatero. 5 = Arriero y dueño de recua. 6 = Mujer soltera y mujer viuda. 7 = Bachiller y clérigo presbítero 8 = Cirujano y maestro de estudiantes.

cuencia, excluyendo a las mujeres viudas y solteras: arriero (cinco ocasiones), tejedor y tratante (cuatro), ayudante, mayordomo y dueño de hacienda y operarios (tres), y con dos para cohetero, comerciante, dueño de tocinería y tienda mestiza, pegujalero, sastre, teniente del regimiento asentado en Toluca y zapatero.

En la lista anterior se observa que po-cos tenían una posición que pudiera ser

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llamada de privilegio, mientras que la mayor parte dependía del pago por sus servicios o de su propio trabajo. Esto indica que la ma-yor parte de los padres que sabían que sus hijos iban a quedar huérfanos les buscaban hogares en casas de conocidos o vecinos con los que ya hubieran tenido contacto, de modo que les dispensaran un buen trato y un lugar para crecer dentro de un ambiente conocido y tal vez cariñoso. La mayor posi-bilidad de educar a los niños y la oportuni-dad de prestarse ayuda mutua, que daban a los niños y jóvenes la estabilidad y el ho-gar que habían perdido y a las mujeres que los recogían una compañía en el presente y otra fuente de sustento en el futuro, pu-dieron haber sido las razones principales de que las mujeres solas tuvieran un predomi-nio tan amplio entre las cabezas de familia con huérfanos en su unidad familiar.

Estos son los datos que ofrecen los padrones de 1792. Aunque es difícil pre-sentar resultados concluyentes, hasta no poder encontrar la manera de conocer por testimonios de los padres de los que más adelante serían huérfanos las razones por las cuales optaban por ciertas personas y no por otras al momento de decidir quién se

iba a hacer cargo de sus hijos al fallecer, es un intento que ha dejado en claro la cuantía numérica del grupo estudiado. Lo que sí se puede conocer, o al menos atisbar una res-puesta más sólida, es el destino y la manera de integrarse a su nuevo hogar de algunos de los individuos en ese trance.

HUÉRFANOS Y EXPÓSITOS. LOS PROBLEMAS DE ESTAR EN UNA CASA AJENA

En este apartado se utilizan documentos que provienen del juzgado eclesiástico asentado en la ciudad de Toluca, sobre todo los relativos a litigios por la “tutela” de huérfanos y expósitos, así como a pleitos que hacen los encargados de éstos por promesas de matrimonio no cumplidas. Un tercer grupo de documentos a revisar son las memorias testamentarias de algunos vecinos del valle, para saber cómo son des-critos los huérfanos y expósitos menciona-dos y si eran considerados integrantes de la familia de quien testaba.

Los tres primeros documentos son lega-jos con disputas por la tutela de huérfanos. El primero concierne a la demanda del ba-chiller José Flores contra Manuela Cesar.12

12 Archivo Histórico del Arzobispado de México, Documentos del siglo XVIII, caja 1748-1749, “Ordinario. El Bachi-ller don Joseph Flores con Manuela Cesar. Sobre exacción de una muchacha y derecho a ella”, fs. 1-11.

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13 Ibid., fs. 1-1v.14 Ibid., fs. 3-3v.15 Ibid., f. 4v.16 Ibid., f. 8.

El demandante era el padrastro de Micaela de Ocampo, quien se había ido de casa del bachiller y fue recibida por Manuela, su tía, quien decía que al momento de morir su prima le había encargado a Micaela. Flores alegaba no saber nada acerca de la dona-ción de la muchacha hecha por su esposa y exigía que se presentaran testigos para comprobar la veracidad de las declaracio-nes de la acusada; además, exponía que Manuela Cesar ejercía el supuesto derecho sólo hasta año y medio después de la muer-te de su esposa.13

En su respuesta, la acusada exponía las razones de la tardanza en recoger a su sobrina: su intervención se debía a una petición de Micaela, quien al momento de llegar a su casa le indicó que había sufrido maltratos en casa del bachiller. También se quejaba de la escandalosa manera en que los ofi ciales del juzgado habían saca-do a su sobrina de su casa para ponerla en depósito, en perjuicio de su honor.14 En las testifi caciones se exponía que en realidad Manuela de Ocampo había encargado a su hija a su prima, cuando se afi rmaba que a esta última le había dicho la difunta:

“[…] que le dejaba a la dicha Micaela de Ocampo, para que no pasara trabajos en la casa de su padrastro, dicho bachiller Flores, se hiciera cargo de ella, la criara, cuidara y educara como su tía que era, lo que prome-tió hacer la dicha Manuela Cesar, por lo que ahora dicha Micaela se fue a casa de la dicha su tía, a causa, según ha oído decir el que declara, de que la madre de dicho bachiller Flores la salió corriendo con un palo […]”.15

Otros dos testigos juraron ser cierto el hecho de la donación, aunque recordaban una condición impuesta por la propia Ma-nuela de Ocampo: Cesar sólo debía ayudar a su hija si su esposo se casaba o si tenía problemas en la educación de su hijastra. A pesar de que el bachiller protestó acerca de la veracidad de los testimonios, a fi nal de cuentas accedió a entregar a su hijastra.16

En este juicio se observan datos inte-resantes: en primer lugar, al momento de hacer la presentación de su causa el bachi-ller Flores se expresaba de Manuela Cesar como alguien totalmente ajeno a su hijastra, sin mencionar nunca el lazo de parentesco que existía entre ambas. Esto tendría la fi -nalidad de que al no haber ninguna unión

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de sangre, el más indicado para tener el cuidado de Micaela de Ocampo era él. En segundo lugar, los testigos presentados por la demandada eran familiares de ella, incluyendo a una hermana y un cuñado de la difunta, por lo que aquí se puede hablar de la acción de una red de parentesco para recuperar a uno de sus miembros. Por últi-mo, el rompimiento de una familia nuclear sui generis se consumó con la decisión de José Flores de volverse a casar. Entre to-dos estos factores, el motivo principal de la huida de Micaela debieron haber sido los maltratos que sufría.

Un segundo caso es el que presentó el mismo año de 1749 María Guadalupe, indí-gena de la ciudad de Toluca. La querellante manifestaba que durante nueve años había cuidado de María Tomasa, española que había sido expuesta en la casa de su prima hermana María. La prima de María Guadalu-pe había muerto en una epidemia, dejando como heredera a quien consideraba su hija y como albacea a Diego Pliego, quien había entregado a la menor a la denunciante. Sin embargo, después de todo ese tiempo se había presentado Gertrudis Gavidia dicien-do que María Tomasa era pariente suya y

se la había llevado a su casa. Ante ello, la demandante pedía al juez eclesiástico:

“[…] que atendiendo a la justicia que me asiste y a el dominio y derecho que tengo a la dicha, por los fundamentos expresados [haberla educado durante nueve años] se sirva de mandar V. m. se me entregue a dicha mi sobrina, notifi cándole a dicha Ger-trudis no me la inquiete ni sonsaque, pues aún en caso de que fuese tal su parienta, no tiene ningún derecho para quitármela, por haberla yo criado y educado hasta la edad en que se halla”.17

Además, expresaba sus dudas sobre la administración de los bienes de María To-masa por parte del albacea, exigiendo que se le pidieran cuentas y que se le retirase la herencia en su poder.

Una vez más, hasta que Diego Pliego contestó a las acusaciones de la parte que-rellante se conocieron en detalle todos los elementos del proceso. Como punto central destaca que el problema tenía dos vertien-tes: una deuda que tenía María Guadalupe con él y el interés de mantener a la sobrina con ella a pesar de que la maltrataba. Para que esto se pudiera juzgar equitativamente, Pliego proponía que el juez eclesiástico de-

17 AHAM, Documentos del siglo XVIII, caja 1749, s/n, s/f.

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cidiera el sitio apropiado donde debía que-dar la huérfana, aunque estuviera alejada de los dos contendientes en el juicio y que los bienes quedaran depositados hasta que María Tomasa pudiera disponer de ellos.18

En este caso, el principal problema no se refi ere a quién debe tener la “custodia” sino a quién debe ser el administrador de la herencia. Un elemento importante es la declaración de María Guadalupe, en la que trata de reducir la importancia del parentes-co para tener a la huérfana y lo sustituye por un derecho que le da el tiempo de haberla criado, todo lo contrario al caso anterior. Aparte de la administración de la herencia, la acusación de los maltratos que hizo el al-bacea en contra de María Guadalupe deja dudas acerca del grado en que la huérfana había podido integrarse a la casa que le servía de refugio.

Un tercer documento es una petición de Gertrudis de Chávez de que le fuera entre-gada una nieta suya, huérfana, que estaba siendo cuidada por su abuela paterna. La queja que hace es que no se le había pues-to la atención debida, ya que ella se enteró de que su nieta María Claudia se hallaba en

calidad de depósito porque se había fugado con un hombre, a pesar de estar compro-metida con otro, un tal don Miguel. Este úl-timo, desde el momento en que se compro-metió con María Claudia, había mantenido la casa de la abuela paterna.19 Todo parece indicar que el interés de la abuela paterna en su nieta era sólo para sacar provecho de ella. Desafortunadamente, en este caso no existe una respuesta de la parte que estaba siendo acusada, aunque es intere-sante la manera en que Gertrudis concluía su petición, que es una muestra de cómo se educaba a los niños y jóvenes del siglo XVIII: “pues haber yo sabido lo que ahora, la hubiera arrastrado a mi casa y de limosna la hubiera mantenido, cuando no hubiera tenido de otro modo […]”.20

La falta de atención e interés en los huérfanos y expósitos no era tan extendida como pueden sugerir los casos previos. En la pesquisa documental realizada se encon-tró un par de casos en los que dos personas que tenían a su cargo niñas expósitas recla-maban y pedían que se les reparara el honor a sus pupilas, pues habían sido mancilladas al tener relaciones sexuales después de ha-

18 Idem.19 AHAM, Documentos del siglo XVIII, caja 1771, s/n, s/f.20 Idem.

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ber recibido una promesa matrimonial que a fi n de cuentas no se cumplió.21 Esto puede demostrar que no en todos los casos había maltratos o intereses ajenos a los huérfanos o expósitos, sino que había personas que se hacían cargo de ellos con una sincera preocupación.

Una tercera fuente de importancia para este estudio son los testamentos, puesto que en muchos existen legados para huér-fanos o expósitos que habían sido criados por los testadores. Tales legados depen-dían de muchos factores: si había otros posibles herederos, la proximidad de los huérfanos con quien hacía el testamento y la cantidad de bienes a legar. Un ejemplo de proximidad se dio entre doña Nicolasa Martínez y la huérfana Juana de Ulloa, a quien, después de los legados píos, legó todos sus bienes.22 La explicación dada por doña Nicolasa para tomar esa decisión era que ella la había criado, así “como por el mucho amor con que la sirvió y acompañó, como si fuese su hija propia”.23

Otro legado, el de Pedro García Ca-mero, es demostrativo de cómo se podía

encontrar a un hijo en alguien que había sido recogido; él clasifi caba a Onofre como su hijo adoptivo (expresión que no era muy común en esos años) y dividía su herencia entre su hija legítima y Onofre, que tenía 14 años de edad.24 Un tercer caso es el que implicó a Felipa de la Parra y el lega-do que repartió entre sus dos hermanos y dos huérfanos, a los que había criado en su casa: Francisco de la Cruz y Rosa María.25 En este caso se desconoce el monto de los bienes heredados.

En los tres casos anteriores es posi-ble observar de qué manera lograron los huérfanos y expósitos una integración más completa en un núcleo familiar que no era el suyo. Algo para resaltar es que en dos de estos casos quienes hacen el testamento son mujeres de las que no existe señal de que hubieran estado casadas, por lo que los huérfanos y expósitos llenarían un posible hueco para despejar la soledad que sen-tían. En el otro, el hombre que dejaba bie-nes a su hijo adoptivo (sin especifi car cómo había llegado a formar parte de su familia) era viudo y su única hija estaba en la lejana

21 AHAM, Documentos del siglo XVIII, caja 1750, folder 3, s/f; AHAM, Documentos del siglo XVIII, caja 1754-1755, folder 1755, s/f.22 AGN, Bienes nacionales, leg. 861, exp. 24, f. 1.23 Ibid., f. 3.24 AGN, Bienes Nacionales, leg. 97, exp. 23.25 AGN, Bienes Nacionales, leg. 511, exp. 59, f. 1.

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población de San Juan del Río, Querétaro. Entonces, una característica común es la soledad de las personas que testaban y que ninguno de los tres testamentos parece ha-ber sido de familias que se pudieran consi-derar ricas o siquiera acomodadas.

En dos testamentos más se ve la otra cara del mismo asunto. Diego Pérez Man-rique y Baltasar Murga eran personas en-clavadas en la élite regional mencionada y ambos tenían dentro de su grupo domésti-co a dos expósitos cada uno. Los legados, que fueron de 500 a 50 pesos, eran muy reducidos, sobre todo si se toma en cuenta que los bienes de don Baltasar Murga, por

ejemplo, sumaban más de 100,000 pesos en total, aunque descontando los legados píos y algunas deudas el total a repartir en-tre sus herederos fue de un poco más de 76,000 pesos. Así que la herencia de Isabel de Murga de 500 pesos para que “tomara estado” era una muy pequeña parte de lo que iba a legar quien la había recogido. Además, don Baltasar imponía una con-dición: que la elección fuera del gusto del albacea y, sobre todo, que se apegara a “la igualdad y decencia”.26

La diferencia entre ambas formas de ver a los huérfanos y expósitos que eran criados dentro de las unidades domésticas

26 AGN, Bienes Nacionales, leg. 1103, exp. 9, ff. 139-139v. El testamento de don Diego Pérez Manrique está en AGN, Bienes Nacionales, leg. 600, exp. 2, ff. 1v-2.

Tierras, vol. 645, 2a. parte, exp. 3, f. 51.

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está sin duda relacionada con las fortunas y con la visión de la posición que se tenía dentro de la sociedad del valle de Toluca. Dentro de la élite se ejercía una especie de control por medio del cual personas sin las cualidades necesarias no podían acceder a ese estado; entonces era lógico que los ex-pósitos que se criaban en familias privilegia-das no fueran aspirantes a ser equiparados con los hijos legítimos de sus protectores, ya que su procedencia era desconocida y no se sabían sus antecedentes sociales y raciales. Además, si en los tres primeros testamentos revisados no había descen-dientes cercanos, en los dos últimos se encuentran los hijos legítimos de quienes dictaban su última voluntad.

CONCLUSIONES

A lo largo de esta investigación, el factor de los niños huérfanos y expósitos es algo que merece ser estudiado, no tan sólo por la relativa importancia porcentual que tiene el fenómeno en el siglo XVIII, sino también como una manera de encontrar otros signos que ayuden a comprender el funcionamien-to de las familias novohispanas, las diferen-cias que aparecen en una situación común con respecto a las posiciones sociales y las

formas de relacionarse con personas que habían quedado desprotegidas, por una u otra causa.

No se puede hablar de un patrón co-mún en el destino de los huérfanos y ex-pósitos del siglo XVIII. Algunos tuvieron la suerte de tener una segunda oportunidad de criarse en un hogar en donde se les prodigaban las atenciones que se espera-ba que tuviera cualquier menor en su épo-ca. Otros tuvieron la desgracia de caer en núcleos familiares en donde la violencia y la falta de atención debieron ser la norma para cualquier integrante de dicho núcleo. Por último estuvieron quienes en contra de su voluntad fueron envueltos en las dispu-tas por las herencias que les habían sido dejadas o por problemas entre grupos de parentesco diferentes.

La documentación presentada en que se muestran personas que se hacían car-go de los huérfanos y tomaban la respon-sabilidad hasta las últimas consecuencias y todos los que nunca tuvieron problemas y por lo tanto no han dejado huella de su vida como expósitos, dejan constancia de que en muchas ocasiones el ser criados por alguien ajeno a sus redes de paren-tesco no era tan terrible como pudiera parecer.

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Lo que sí tiene un patrón más defi nido es la situación de todos a quienes se les encargaban huérfanos y expósitos. Mien-tras que para los primeros estaba destinada una familia cercana, quizás antiguos veci-nos, conocidos o quienes tenían nexos de trabajo con sus difuntos padres, para los ex-pósitos había un destino más azaroso, pues generalmente iban a dar a casas de hom-bres encumbrados que tenían posibilidades de educarlos y alimentarlos, pero que en la

mayoría de los casos no ponían demasiada atención a su desarrollo.

Sigue siendo un misterio la forma de seleccionar a quienes se iban a hacer cargo de los hijos que formarían parte del grupo de huérfanos y expósitos. No ha sido posi-ble encontrar los criterios con que operaban los padres y sólo una pesquisa más amplia y en otras fuentes documentales podría ofrecer un acercamiento al asunto.

FUENTES:

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* Una primera versión de este artículo fue presentada en la XX Semana de Historia de la UAM-Iztapalapa, en marzo de 2006.** Departamento de Historia, Universidad Autónoma del Estado de Morelos.

Panópt ico

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El trabajo que presentamos es un ensa-yo de interpretación sobre el papel que

jugaron en el proceso de desarrollo indus-trial las patentes de invención registradas en el Ministerio de Fomento entre 1840 y 1890. Por las características de este texto, que tiene como fi nalidad dar a conocer grosso

modo temas inherentes a este fondo, nos limitaremos a señalar algunos pasajes de la historia de la invención en México.1 Tam-bién es un intento de hacer arqueología de las invenciones mexicanas durante el siglo XIX,2 ya que, a través del incalculable valor que contiene la documentación referente a

L A I N V E N C I Ó N Y L A I N D U S T R I A T E X T I L E N M É X I C O D U R A N T E E L S I G L O X I X

Alberto Soberanis*

In memoriam Ramón Sánchez Flores y Arturo Gómez Camacho, admirados

profesores y amigos.In memoriam Ignacio Bárcenas, de

quien siempre recibí amistad y ayuda, primero como compañero de trabajo y

después como investigador.

1 En realidad, los trabajos sobre las patentes de invención son escasos. Desde 1989, el que esto escribe realizó la investigación sobre las patentes de invención en el siglo XIX y la presentó como tesis de licenciatura en el Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM con el nombre de Catálogo de patentes de invención en México durante el siglo XIX (1840-1900). Ensayo de interpretación sobre el proceso de industriali-zación en el México decimonónico, México, UNAM, FFL, 1989, 676 pp.; pero indudablemente la obra pionera en el tema es la de Ramón Sánchez Flores, Historia de la tecnología y la invención en México, México, Fomento Cultural Banamex, 1980, 644 pp., con la que abrió un importante camino en este tipo de estudios. El último trabajo que conocemos sobre este tema fue el que publicó Edward N. Beatty en 1996, “Invención e innovación: Ley de Patentes y Tecnología en el México del siglo XIX”, en Historia Mexicana, vol. XLV, núm. 3, pp. 567-619. La diferencia entre el trabajo de Beatty y el de Sánchez Flores es el enfoque que se le da al estudio de las patentes: el primero las analiza desde la perspectiva de la historia económica, el segundo desde la de la historia de la tecnología, que no están alejadas del todo, pero los objetivos son diferentes.2 Nuestro trabajo se inserta en la corriente conocida como Arqueología Industrial, cuyo objeto de estudio con-templa el inventario, la preservación y el análisis del patrimonio industrial. Una de las direcciones de este tipo de

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las patentes de invención, podemos anali-zar el camino que ha seguido el desarrollo de una idea o mecanismo, pues cada inven-to presenta una descripción con la solución técnica concreta resultante del mismo, así como, en la medida de los posible, lo funda-mental del pensamiento del autor.3

Como las patentes refl ejan la evolución de la imagen que el hombre se forma del mundo que lo rodea, pueden determinar perfectamente las tendencias del desarrollo económico, no sólo en el pasado y el pre-sente, sino en el futuro. Conviene mencio-nar que estos documentos, dada su orga-nización, facilitan la constitución de fondos

completos, ya que: “Con una carpeta de memorias de descripción de inventos en las que, al regirse por un sistema de cla-sifi cación, con una numeración de registro rigurosa y continua, nos es fácil seguir todo el camino que ha seguido el desarrollo de una idea o mecanismo”.4

En apoyo de lo anterior, para el caso de México, sería esencial cuantifi car la literatu-ra tecnológica publicada durante la primera mitad del siglo XIX, ya que:

“La utilización de la patente es en efec-to, parte integral del proceso que lleva de la invención a la innovación, sobre todo, a prio-

ri en un dominio en donde la falsifi cación es

trabajos se enfoca dentro de la historia de las técnicas y de las fabricaciones antiguas. Ésta supone, entre otras cosas, la conservación de la documentación archivística e iconográfica que permita reconstituir las diferentes etapas del proceso de trabajo. Ejemplos de ello son los trabajos de Felipe Torres y Ernesto Moreno (eds.), La industria de la masa y la tortilla. Desarrollo y tecnología, México, UNAM, 1996, 193 pp.; Manuel Miño Grijalva, La manufactura colonial. La constitución técnica del obraje, México, El Colegio de México, 1993 (Jornadas, 123), 204 pp.; del mismo autor, La protoindustria colonial hispanoamericana, México, Fondo de Cultura Económica (Serie Ensayos), 226 pp.; Alberto Soberanis, Andrés Reséndiz y Miguel Ángel Vázquez, La industria textil en México (1840-1900), México, Celanese Mexicana, 1988, 165 pp.; Enrique Florescano, Virginia García Acosta (coords.), Mestizaje tecnológico y cambios culturales en México, México, CIESAS-Miguel Angel Porrúa, 2004, 346 pp.; Jaime A. Aboites, Breve historia de un invento olvidado: las máquinas tortilladoras en México, México, Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, 1989, 95 pp.; SEFI, Patentes mexicanas de la segunda mitad del siglo XIX, México, Sociedad de Exalumnos de la Facultad de Ingeniería-UNAM, Facultad de Ingeniería, Instituto de Investigaciones Históricas (IIH), 1988 (Serie: Fuentes para la Historia de la Ingeniería Méxicana, 6), 280 pp.; Alberto Soberanis, René de León y Rebeca García, “Un mexicano en la Escuela Superior de Minas de París…”, en Memoria del Segundo Encuentro Nacional para la Conservación del Patrimonio Industrial, México, Comité Mexicano para la Conservación del Patrimonio Industrial-CONACULTA, 2002, pp. 362-390; Elías Trabulse, “Ciencia y tecnología en México a mediados del siglo XIX”, en Boletín del Archivo General de la Nación, 3a. serie, t. XII, vol. 1, núm. 34, enero-diciembre 1988, p. 13.3 Rotislav P. Veerasmi, “La información sobre las patentes y los problemas que plantea”, en Boletín de la UNESCO para las bibliotecas, vol. XXIII, núm. 5, septiembre-octubre 1969, p. 259.4 G. Emptoz, “Brevets d’invention et histoire de l’innovation en matière de moteurs hydrauliques dans la France du XIX siècle”, en François Caron (org.), Les brevets. Leur utilisation en histoire des techniques et de l’économie, table ronde Centre National de la Recherche Scientifique, Centre de Recherche en l’histoire de l’innovation, Paris, IV-Sorbonne, 1984.

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fácil practicar, porque el éxito comercial [de una invención] descansa en una difusión, lo más amplia posible. Pensamos así poseer una fuente de información sobre la naturale-za de las invenciones distinta a los artículos redactados por observadores con intereses muchas veces divergentes a los de los in-ventores, en donde ellos presentarían y jus-tifi carían los procesos que aplican”.5

Como el mismo concepto de invención, modifi cación o introducción representa un problema en sí mismo, nos parece que autores como Bassalla, Russo y Rae bien pueden ser puntos de partida para la idea que intentaremos desarrollar. Georges Ba-salla6 hace los siguientes planteamientos para abordar el problema de la evolución tecnológica: como las patentes sirven de indicador para la diversidad de los objetos creados, la propuesta de una visión meta-fórica para abordar estos temas parte de la pregunta de cómo podríamos explicar la aparición de los artefactos producidos por el hombre bajo una explicación científi ca “evolutiva”. A través de su obra nos muestra los siguientes temas que ayudan a construir comparativamente su teoría sobre la evolu-

ción de la tecnología con su metáfora de la biología: primero: la diversidad -el recono-cimiento del gran número de tipos de arte-factos o productos diferentes, disponibles desde antiguo-; la necesidad -la creencia de que los seres humanos se ven impulsados a inventar artefactos para satisfacer las nece-sidades biológicas básicas-, y la evolución

tecnológica -una analogía orgánica que ex-plica tanto la aparición como la selección de estos nuevos artefactos-. Sin embargo, “la diversidad de cosas realizadas por manos humanas” no ha sido abordada con una ex-plicación científi ca a menos que sea como “el vasto universo de objetos utilizados por la humanidad para hacer frente al mundo físico, para facilitar la relación social, para deleitar la fantasía, y para crear símbolos signifi cativos”.7 Tradicionalmente, la natura-leza de la tecnología le da una importancia fundamental a la necesidad y la utilidad. “La existencia de la continuidad implica que los nuevos artefactos sólo pueden surgir de los artefactos anteriores; que las nuevas especies de cosas artifi ciales no son nunca creaciones puras de la teoría, el ingenio o la fantasía”.8

5 Georges Basalla, La evolución de la tecnología, trad. de Jorge Vigil, México, Grijalbo, 1991.6 Ibid., p. 13.7 Idem.8 Ibid. p. 81.

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La historia de las patentes muestra que en el siglo XVIII los inventores no conseguían fácilmente un reconocimiento especial por sus contribuciones, así que la historia de la tecnología anterior es anónima y sólo se re-cuerda a los hombres destacados. En con-traste, el inventor del siglo XIX se enfrenta a las fuerzas de la naturaleza en un mundo de confusión para revertir a la humanidad los benefi cios de la tecnología;9 de ahí que las sociedades industriales recompensen y protejan a los innovadores tecnológicos. A éstos se les otorgan patentes y con ello, al individualizarse, se borran sus asociaciones con los artefactos existentes. El titular de la patente está en posición de utilizarla para obtener benefi cio fi nanciero personal: “Al otorgar una patente, el gobierno hace algo más que dar a su titular un derecho legal a explotarla. Una patente otorga reconoci-miento social a un inventor y distorsiona la medida de su deuda con el pasado, fomen-tando la ocultación de la red de lazos que llevan a artefactos anteriores y afi nes”.10

En efecto, el término “invención” desig-na el momento más espectacular de una

creación técnica,11 pero es necesario estu-diar el antes y el después de la invención, generalmente olvidado, debido a que la importancia de la invención puede ser apre-ciada, según Russo, desde tres puntos de vista netamente distintos: 1) su novedad, 2) su ingeniosidad y el esfuerzo tenaz y per-severante del autor y 3) su impacto social, según una o varias de las signifi caciones particulares de este término genérico: po-lítico, social o cultural. La creación técnica transita, según Russo, por tres etapas: 1) antes de la invención, sus antecedentes, sus aproximaciones, 2) la invención propia-mente dicha y 3) después de la invención, que está constituida no exclusivamente, pero sí principalmente, por el progreso de sus aplicaciones. De esta manera, la inven-ción exige del investigador rastrear sus an-tecedentes tomando en cuenta lo que pudo ser una aproximación o un elemento cons-titutivo. Enlistar estos antecedentes es una tarea implícita en la mayoría de los trabajos consagrados a la historia de la tecnología, y son: 1) la idea misma de la invención, 2) los intentos de realizar el objetivo fundamental

9 Idem.10 Dentro del análisis minucioso de las patentes de invención, el libro de François Russo, Introduction a l’histoire des techniques, Paris, Albert Blanchard, 1986, presenta una alternativa metodológica muy interesante.11 John B. Rae, “El invento de la invención”, en Melvin Kranzberg y Carroll Pursell (eds.), Historia de la tecnolo-gía. La técnica en Occidente de la Prehistoria a 1900, vol. 2, México, Gustavo Gili, p. 366.

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de una creación técnica mediante otros pro-cesos que llevarán a la invención que po-demos llamar antecedentes laterales y 3) el cuadro de la creación técnica en donde se sitúa la invención. Queda por señalar uno de los problemas que planteó John B. Rae cuando se preguntaba qué es una invención en comparación con la idea de perfecciona-miento:

“Una auténtica invención exige nove-dad, la cual puede consistir en crear algo nuevo o combinar mecanismos o técnicas ya existentes para producir un nuevo resul-tado. Las mejoras basadas en lo que ge-neralmente se conoce como el inexistente ‘estado de arte’ no son consideradas, en general, como invenciones. Por ejemplo, la creación inicial de un motor de combustión interna de cuatro tiempos fue un invento, pero la evolución del motor original de un cilindro hasta llegar al de ocho no lo fue. Sin

embargo, la existencia de una jurispruden-

cia voluminosa en materia de patentes y de

unos abogados especializados es clarísima

prueba de que la diferencia entre invención

y perfeccionamiento es a menudo muy sutil [subrayado nuestro]. Una invención, de he-

cho, casi puede ser defi nida como un logro en materia de ingeniería que resulta ser pa-tentable”.12

A través del estudio de las patentes de invención en México hemos podido re-conocer, aunque sólo sea tentativamente, las etapas en donde los artesanos dejan de construir “como sus sentimientos se lo indi-caban”, es decir, abandonar la concepción de que “un buen operador sabía por arte y no por razonamiento las proporciones que debía haber entre los rayos y las pinas cur-vas”.13 Además de tomar en cuenta que:

“La experiencia y la pericia práctica ha-cen posible que el artesano diseñe mientras construye, con un mínimo de dibujos: a me-nudo trabajar sin dibujo alguno. Una forma de juzgar en qué momento de la historia evolucionaron los métodos característicos de la tecnología moderna y desplazaron a los métodos del artesano, es la de estudiar el grado en que los dibujos fueron utiliza-dos en fechas diferentes. En contraste con el artesano, el practicante de una tecnolo-gía completamente desarrollada hace toda su tarea de diseño sobre el papel. Puede hacer algunos experimentos antes de com-

12 Arnold Pacey, El laberinto del ingenio. Ideas e idealismo en el desarrollo de la tecnología, Barcelona, Gustavo Gili, 1980, p. 16.13 Ibid., p. 16-17.

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pletar el diseño; e igual que el artesano, el tecnólogo tendrá alguna comprensión intui-tiva de su obra, derivada de la experiencia. Pero habitualmente querrá racionalizarla

en un lenguaje científi co y verifi carla con el

cálculo”.14

Resulta imprescindible recurrir a estos dibujos, pues sin ellos difícilmente podría-mos siquiera imaginar la cantidad de arte-factos que se gestaron en el territorio mexi-cano en el siglo decimonono.15 De acuerdo con Gerard Emptoz, el estudio de las es-tadísticas, en donde debaten historiadores y economistas, nos lleva a preguntar: ¿las patentes de invención constituyen un buen indicador del movimiento de innovación?, o ¿en qué medida refl ejan los orígenes de las invenciones?16

En el caso de México, las estadísticas que resultan del análisis de patentes pre-sentan periodos de crecimiento constantes hasta los primeros años del Porfi riato; des-pués, con la apertura de México al capital

extranjero, es notorio que los registros de patentes de mexicanos se ven en inferiori-dad. ¿Es esta una imagen fi el de la reali-dad?, es decir, ¿son sufi cientes los datos para afi rmar que los mexicanos presenta-ron una competencia real a los artesanos e ingenieros extranjeros que empezaron a introducir sus inventos en México a partir de la primera mitad del siglo XIX? Considera-mos que, tomando las reservas pertinentes, nuestra respuesta es afi rmativa, ya que po-demos ver que entre 1840 y 1870 los mexi-canos no aparecen en desventaja en rela-ción con las patentes extranjeras. Después será bastante notorio el crecimiento de las segundas. Pero ¿quiénes eran los mexica-nos y qué patentaban? En nuestra gráfi ca de profesiones, que también podríamos lla-mar de artes y ofi cios, notamos que desde 1854 predominaban los ingenieros, quienes participaban activamente como inventores. Cuando menos encontramos una patente registrada por año desde la fecha señalada

14 Por supuesto, hay otra manera de rastrearlas: siguiendo los anuncios que aparecían en los periódicos o revis-tas de la época, o diversos folletos que los mismos creadores publicaban por su cuenta.15 Emptoz, op. cit., p. 105.16 Scheweitzer comenta que “El ingeniero, personaje principal de la industrialización, es también un modelo insoslayable de profesionalización en los siglos XIX y XX. No hay duda de que, en medio de las grandes evo-luciones de los años 1850 y 1920, los cambios experimentados en sus funciones ilustran los de la segunda industrialización: fue el creador de sectores industriales nuevos, como la mecánica o la química, de espacios de producción desconocidos hasta entonces, como las grandes fábricas racionalizadas, y de modos de producción originales, como la producción masiva y en serie”. Sylvie Schweitzer, “El ingeniero”, en Ute Frevert, Heinz-Ger-hard Haupt et al., El hombre del siglo XIX, Madrid, Alianza Universidad, 2001, pp. 91-110.

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hasta el fi nal de siglo; en total son 102 y los títulos con los que aparecen son de inge-niero, ingeniero civil y de minas, ingeniero constructor, ingeniero electricista, ingeniero fabricante, ingeniero mecánico, ingeniero mecánico constructor, ingeniero metalúrgi-co, ingeniero proyectista, ingeniero químico, ingeniero topógrafo de minas, ingeniero de minas, ensayador metalurgista, ingeniero de minas y topógrafo, ingeniero y arquitec-to, ingeniero y profesor. Podemos observar en este cuadro que la evolución de la profe-sión se muestra de una manera natural en la medida que el siglo avanza. Los mineros, metalurgistas y químicos ocuparían con los ingenieros los lugares más destacados entre los constructores de máquinas. Las

profesiones liberales componen una lista de médicos, un dentista, licenciados, un arquitecto, un administrador, comerciantes, fabricantes de cristal y un farmacéutico. En el último rango incluimos a los artesa-nos, carpinteros, mecánicos, fabricantes, herreros, industriales, capitalistas, maqui-nistas, molineros, propietarios de fábricas, telegrafi stas y tintoreros. Llama la atención que también aparezcan capitanes de inge-nieros, empleados, empleados federales y públicos, dos generales (uno de división), senadores, tenientes y un teniente coronel. Hemos dejado al fi nal a los que tienen que ver de alguna manera con la ciencia: cate-drático de física, estudiante de medicina, físico, profesor de matemáticas, profesor

Ayuntamientos, vol. 62, exp. 71, f. 1.

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de mecánica, profesor de química y farma-cia, así como a los educadores en general: profesor, profesor de instrucción pública, profesor de música y profesor de primaria. Hacemos notar que no es posible clasifi car-los según un mismo tipo. Los inventores del siglo XIX procedieron de todos los niveles de la escala social y su educación cubrió una gama desde los graduados universitarios hasta hombres con muy poca instrucción formal, o ninguna. Rae comenta que:

“la única característica que tuvieron en común fue la de no amoldarse a la imagen popular del inventor, como el genio que por sí solo solventó su problema mediante la inspiración y la intuición. Eran éstas unas cualidades que el inventor había de tener, pero nos consta que todos ellos se esfor-zaron duramente para adquirir una amplia base técnica en su campo e interés, ya fue-se a través de una labor académica formal o bien por medio de práctica y autodidactis-mo. También buscaron la ayuda de científi -cos e ingenieros cuando las circunstancias así lo exigieron, y esta asistencia estuvo a su disposición”.17

Es claro que este listado de “profesio-nes” apenas muestra una panorámica de

los intereses que estaban en juego en el siglo XIX. La patente, por su lugar entre la in-vención y la innovación, verdadero desafío económico, constituye un venero de lo más útil para los historiadores que se interesan en la historia de las técnicas y en la historia económica y social, con un acceso fácil a la información.

A continuación abordaremos algunos episodios de la historia de la invención en México. El primero concierne a la industria textil.18 Entre las razones que propiciaron el desarrollo de las manufacturas textiles coloniales podemos considerar el alto cos-to de las telas importadas por el monopolio mercantil europeo, y la amplia disponibili-dad de materias primas y la necesidad de dar trabajo a quienes no podían dedicarse a otras actividades como la minería y la agri-cultura. Agreguemos a esto las incesantes guerras entre Inglaterra y España que inte-rrumpieron el comercio de la Nueva España y la metrópoli, con el subsecuente benefi cio que los ingleses obtuvieron de inmediato al introducir a los mercados coloniales manu-facturas baratas y de mejor calidad que las españolas y las locales. La respuesta de la Corona española fue impulsar el cultivo

17 Rae, op. cit., p. 367.18 Soberanis, La industria textil…

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del algodón y la producción de productos manufacturados. El México independien-te vio crecer la industria algodonera hasta convertirse en la más importante, detrás de la minería. Oaxaca, Veracruz y después La Laguna, pronto sobresalieron en este ramo. El proyecto gubernamental de moderni-zación de la industria de hilados y tejidos fue creado por el Banco de Avío en 1830, el cual trajo incluso telares automáticos Ark-wrigth, famosos por su productividad y por ser el símbolo de la Revolución Industrial. Las primeras solicitudes de patentes para máquinas que trabajaban sobre algodón y lana datan de 1840. A pesar de que no son abundantes, bastan los ejemplos siguientes para ilustrar las preocupaciones fundamen-tales de los inventores en ese momento.

En ese 1840, el londinense Thomas Robinson Williams solicitó protección para introducir su “Máquina para fabricar pa-ños de fi eltro en el interior del país”, pero el Consejo de Gobierno consideró que no había justifi cación para otorgar patente a un procedimiento conocido del que todos podían hacer uso en benefi cio de los con-sumidores.19 Igualmente, Sixto Pegueros20

presentó en 1842 el diseño de una “Má-quina de cardar lana”; reconocía que no era invención suya y que el sistema no era desconocido en la república, comentando a la vez que le había costado trabajo desci-frar el uso misterioso que hizo de ella quien la había introducido. El señor Pegueros se comprometía a hacer funcionar su máquina en 60 días, siempre que hallara la madera seca necesaria para su armazón, y a ense-ñar a cuantos quisieran aprender su artifi cio y manejo. Otro caso es el del tejedor mexi-cano Ramón Romero, quien solicitó privile-gio en 1856 para un “telar para tejer cintas de todos los anchos y labores”21 con el cual decía haber simplifi cado el movimiento requerido al punto de que, con su ayuda, un solo hombre, esforzándose apenas un poco, podía tejer sobre 300 varas de cinta de diferentes anchuras. Resultaba curioso que en este periodo, con el país envuelto en una guerra intestina, surgieran intentos por innovar como el de Andrés Ramírez, quien solicitó patente en 1858 para una “Máqui-na de hilar” capaz de poner en movimiento, con el esfuerzo de un solo hombre, hasta 15 malacates e hilaba al “mismo tiempo

19 AGN, fondo Fomento, sección Patentes (en adelante AGN, FFP), exp. 298.20 AGN, FFP, exp. 63.21 Idem.

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madejones de distintos gruesos al agrado del fabricante”.22 Esta máquina era similar, con ligeras diferencias de forma, a la Jenny patentada por James Hargreaves en Euro-pa en 1770. El favor que se le hizo al otor-garle la patente probablemente contribuyó a difundir y estimular la aplicación de este sencillo mecanismo en empresas pequeñas que empezaban a desarrollarse en el país, tal como ocurrió con modelos mejorados en Europa.23 Con la instauración de un gobier-no estable, apareció otro tipo de solicitante de patentes.

Otra área importante de la industria tex-til fue el blanqueado y estampado de telas. Durante la época prehispánica, las labores textiles quedaron en manos femeninas. El resultado fueron bellas piezas cuyo acaba-do incluía dibujos y tintes, destinadas en-tonces a servir como tributos, que fueron escaseando de manera creciente a raíz de la Conquista.24 A fi nales del siglo XVIII prolife-raron los estampados sobre algodón gracias a que ya se disponía de colorantes natura-les y a que, en el renglón de los tejidos, las condiciones económicas se habían tornado

más favorables para el desarrollo de esta industria. No obstante, la inundación de gé-neros extranjeros propició una crisis aguda en la manufactura textil nacional que llevó al estampado casi a la desaparición. A media-dos del siglo XIX, el estampado cobró nue-vos bríos debido, por un lado, al incremento sustancial en su demanda y, por otro, a la saturación de la rústica manta trigueña que padecieron los mercados regionales. La fal-ta de capital acosó a todas las industrias del país durante la primera mitad de dicho siglo, pues los altos riesgos que involucraba es-tablecer nuevas industrias ahuyentaron las inversiones fabriles.

Alrededor de los años 40, menguadas las turbulencias sociales, hombres como Béistegui y Antonio de Garay, dedicados anteriormente a actividades políticas y de especulación, decidieron incursionar en la rama textil invirtiendo parte del capital que habían acumulado. Garay tenía participa-ción en La Magdalena, de capital francés, en la que se hacían hilados, tejidos y estam-pados.25 En 1846, La Magdalena era una de las dos mayores fábricas de su tipo; la otra

22 AGN, FFP, exp., 383.23 AGN, FFP, exp. 1088.24 Memoria sobre el estado de la agricultura e industria de la República en /…/ de 1844, México, 1845, Estados 6 y 7.25 Memoria de la Dirección de Colonización e Industria del año de 1851, Estados 1 y 3.

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era la de Cocolapan, en Orizaba.26 Se sabe que ya existía la fábrica El Tunal, que llegó a producir 2,338 piezas de estampados en Durango.27 Otras fábricas tuvieron menos suerte. La Aurora Industrial, por ejemplo, localizada en Puebla y propiedad de Abar-ca y Cía., llevó a cabo diversos ensayos de estampado antes de 1843 pero, según un testimonio posterior, ninguna de sus opera-ciones tuvo éxito, lo que forzó al desecho de su maquinaria.28 Ya hemos mencionado que en esos años difíciles, el Banco de Avío importó máquinas y trajo personal extranje-ro especializado que, además de armarlas, habría de difundir sus conocimientos entre los obreros mexicanos. Se consideraba en-tonces que estos conocimientos constituían todo un arte y a algunos instructores se les otorgó sin más la categoría de artistas, como al tintorero Juan Marcouat, quien vino a México gracias a las gestiones del Ban-co.29 En 1849, la Dirección de Colonización e Industria mandó traer de Europa varios

ejemplares de las mejores obras que difun-dían este arte, en un intento de suplir la ca-rencia de maestros versados en los últimos procedimientos descubiertos para tratar las fi bras textiles,30 carencia que preocupaba sobremanera a los fabricantes.

Uno de los principales interesados fue Lucas Alamán, cuya insistencia en impor-tar conocimientos nuevos en esta materia se vio coronada con la introducción del blanqueado de las telas, usado como paso previo para el teñido y estampado, y con el empleo de los llamados “mordientes”31 que favorecían la fi jación de los colorantes en los tejidos. Es lógico suponer que antes se realizaba el blanqueado en México con la ayuda del sol o hirviendo las telas con sustancias como la ceniza o la leche agria (igual que en Europa), pero la utilización en ambos continentes del ácido sulfúrico y el cloruro de cal facilitó y agilizó el proceso.32 La fábrica de Cocolapan empezó a practi-car el blanqueado en 1842 y, para 1843,

26 Memoria sobre el estado de la agricultura e industria de la República de 1842, México, 1842, México, 1843, p. 27.27 Memoria de la Secretaría de Estado y Despacho de Relaciones Interiores y Exteriores de 1833. Véase el anexo del informe del Banco de Avío, p. 11.28 Memoria de la Dirección de Colonización e Industria del año de 1849, México, p. 16.29 Memoria… de 1844.30 T.K. Derry y Trevor I. Williams, Historia de la tecnología, vol. 1, México, Siglo XXI, 1978, p. 383.31 Memoria sobre el estado de la agricultura de 1844, p. 26.32 Emiliano Bustos, Estado que guardan la agricultura, minería y comercio, México, Imprenta Cumplido, 1880, pp. 319-324.

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Alamán recomendaba suprimir el estanco de ácido sulfúrico y declarar libre su fabrica-ción y comercialización, puesto que consti-tuía uno de los reactivos esenciales para el blanqueado, la aplicación de la tinta y otras artes relacionadas.

Pionero del fomento industrial, Alamán volvió a insistir en el asunto en 1844, obser-vando que el estanco del salitre y el azufre necesarios para fabricar el ácido sulfúrico ocasionaban perjuicios a la industria.33 A pesar de sus esfuerzos, todavía en 1878, la fábrica La Estrella tenía que traer ácido sul-fúrico y ácido muriático empleados en estas labores, pagando por quintal (46 kg ) de 20 a 25 pesos si venía de Estados Unidos o de Europa, y de 30 a 47 pesos el provenien-te de la ciudad de México.34 El que se ha tratado en los últimos parágrafos constituye un periodo de transición que la industria tex-til habría de recorrer antes de alcanzar su madurez durante el Porfi riato. Ya en 1843, Alamán había llamado la atención acerca de los problemas que enfrentaban algunas fábricas para vender en el mercado local y urgía a mejorar la calidad de las mercan-cías.35 En cuanto al estampado, en 1855

Velasco y Cía. mencionaba las difi cultades para colocar toda la manta que Puebla, y en especial la fábrica El Patriotismo, era ca-paz de producir y proponía al mismo tiempo una máquina de estampar, la cual había inventado para mejorar los productos.36 La invención de máquinas para estampar y blanquear era necesaria ante la creciente demanda de telas impresas. Los estampa-dos más antiguos se realizaban a mano: se extendía el lienzo sobre largas mesas y se le colocaba encima una plancha grabada previamente impregnada de colorante. Más tarde, este método evolucionó, integrándo-se la mesa y la plancha en un solo aparato en forma de gran prensa. Un sistema que aventajó al anterior incluía cilindros que operaban de manera similar a las actuales rotativas de imprenta. La presión ejercida por dos rodillos en movimiento arrastraba la tela, mientras uno de ellos, grabado e im-pregnado de colorante, imprimía el dibujo. Para impregnar de tinta el cilindro grabador se le ponía en contacto con un tercer rodillo forrado de tela medio sumergido en un reci-piente en que se vertía el colorante.

Más allá de pequeñas variantes no

33 Memoria sobre el estado de la agricultura de 1842, p. 26.34 AGN, FFP, exp. 285.35 Bustos, op. cit., p. 336.36 Idem.

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esenciales, estos dos sistemas perduraron a lo largo del siglo XIX.37 Según un informe de la época, el estampado por medio de cilindros se conoció en Europa en 1801 gracias a cierta máquina ideada por Ober-kampf, alemán nacionalizado francés que creó la primera manufactura de tejidos estampados en Francia.38 Sánchez Flores asegura que este procedimiento se conoció en México en 1806 a través de un invento de Ignacio Sánchez que, inexplicablemen-te, no alcanzó mayor difusión.39 A mediados de siglo, una serie de inventores reclamó la primacía en la incorporación de cilindros y en la superación del antiguo método de planchas.

Los testimonios de que tal principio de operación se hallaba en boga son nu-merosos. En 1855, Velasco y Cía. y Diego Walcker reafi rmaron que al antiguo método de estampado le faltaba fi nura y resultaba caro, por lo que solicitaron a continuación el privilegio de invención para una máquina de cilindros. También decían estar enterados de una solicitud similar que había presenta-do en el mismo año Pablo Luján de Moreto, pero discutían que este comerciante sólo

ofrecía introducir máquinas de uso común en Europa sin agregarles invención o per-feccionamiento alguno. Además, seguían explicando, ya se había ensayado en Méxi-co con una máquina de vapor como la del señor Luján sin resultados satisfactorios, en tanto que ellos ofrecían una máquina adaptada para trabajar con el tinte azul que se utilizaba entonces en Puebla. La conse-cuencia de su gestión pronto se dejó ver, pues le fue otorgada la patente en agosto de 1856 por considerarse que los señores Velasco y Walcker no tenían opositor.40

Durante la década de los 60, la impor-tante zona textil de Puebla presenció un rico debate sobre la originalidad de una inven-ción. José María Carballeda solicitó privile-gio en 1860 para una máquina que usaba un tambor de lámina con dibujos calados y en cuyo interior se encontraba un cilindro entintador y su depósito. Simultáneamente, Agustín Villegas solicitaba privilegio para tres máquinas: una de cilindros (grabado en dulce o hueco) para estampar en diversos colores, otra para grabar cilindros y una más para lavar y exprimir mantas. El caso anterior no fue el único, pero bien puede

37 Sánchez Flores, op. cit., p. 241.38 AGN, FFP, exp. 235.39 Idem.40 AGN, FFP, exp. 771.

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servir para entender la maraña en que se convertía un alegato defensivo para la ob-tención de una patente. De hecho, en esos años, el gobierno de Juárez tuvo que sacar un Aviso al Público dirigido a quienes ha-bían obtenido alguna patente entre el 16 de diciembre de 1857 y el 28 del mismo mes de 1860, para que presentaran en el térmi-no de cuatro meses un escrito solicitando la revalidación de la patente, revalidación que se haría luego de consultar sus anteceden-tes y siempre que los interesados pagaran de nuevo los derechos correspondientes.41

Cuando pasaba en el centro de México, en las lejanas tierras yucatecas comenzó

una historia interesante de la industria tex-til, pero relacionada con las fibras duras. Si la producción de hilados y tejidos se desti-nó básicamente al mercado interno, la in-dustria se destinó a la exportación. La evo-lución de la industria henequenera es uno de los pocos ejemplos en que se puede observar con lujo de detalle el surgimiento, auge y ocaso de una actividad económica que llegó a ocupar un lugar destacadísimo durante buena parte del siglo XIX y declinó en la segunda década del siglo XX con la aparición de las fibras sintéticas. Entre las fibras duras más destacadas, sin duda, el lugar principal lo ocupa el henequén, se-

41 AGN, FFP, exp. 417.

Patentes y Marcas, caja 12, exp. 771.

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guido por la lechugilla, la pita, el maguey y el ramié.

Las tierras del país eran ricas en estas plantas y, además, los gastos de su cultivo eran mínimos. Pero para su mejor explo-tación comercial era necesario reducir los costos que implicaba obtener las fi bras y buscar, por tanto, alguna agilización en el proceso productivo. Una vez que se les co-noció en los mercados internacionales y se calculó el interés que despertarían, se repa-ró en que los dividendos que obtendría la in-dustria al introducir maquinaria serían muy altos, pues México tendría el monopolio de estas plantas. Además, con la cercanía de los mercados norteamericanos, la compe-tencia sería casi nula.

La historia de esta industria se remonta hasta el pasado prehispánico, ya que los indígenas habían cultivado el henequén en las inmediaciones de sus chozas, extraían la fi bra y la convertían en diversos productos. Durante la época colonial, otras actividades como el comercio y la ganadería ocuparon la atención de los conquistadores, pero el henequén siempre fue potencialmente ex-portable pues con su fi bra se fabricaban costales, cuerdas, aparejos y todo tipo de jarcias, llegando a rivalizar con el cáñamo holandés, favorito de los navíos europeos.

Pero el cable yucateco, por su aspereza, conservaba cualidades que le permitían competir con los mejores materiales, entre ellas la consistencia y la fi rmeza que lenta-mente lo llevaron a disputar los mercados de otras fi bras. La nobleza de la planta le permitía subsistir tanto en las zonas roco-sas y áridas de la península de Yucatán como en las más fértiles. Muy cerca del inicio de la vida independiente de México, el henequén había sido objeto de observa-ción y explotación industrial sólo por parte de algunos hacendados, pero pronto cundió el ejemplo. Durante los años 40 existían ya muchas haciendas henequeras y otras que, al menos, habían incorporado el he-nequén a sus cultivos. Surgió entonces la necesidad de contar con herramientas para explotar mejor la fi bra. En esos años empe-zó la extraordinaria historia de las máquinas desfi bradoras de henequén, que vio su fi n a la par de la industria henequenera com-pleta en la última parte del siglo XIX y en la primera del XX.

El detonante del rápido desarrollo de la industria henequenera estalló en 1847 con la llamada Guerra de Castas. Paralizadas las actividades industriales fundamentales, se recurrió a la tabla de salvación que repre-sentaba el henequén. La demanda de la fi -

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bra creció, ya que empezó a ser utilizada en la producción de las jarcias que requería la marina, y su explotación industrial en forma de diversos artículos propició que su valor se duplicara o triplicara, según el caso, ya que había escasez de oferta. Desde 1828 se había legislado a favor del cultivo del henequén, lo que originó el surgimiento de las primeras haciendas. Se dispuso que se cultivaran por lo menos diez plantas cada año por individuo, y que las autoridades municipales y las comunidades indígenas lo hicieran en los terrenos baldíos. En 1830 se organizó la Compañía para el Cultivo y Be-nefi cio del Henequén para procurar el culti-vo a gran escala. A partir de este momento cundió el ejemplo, ya que tanto en las ha-ciendas ganaderas como en las maiceras del norte de la península se fue extendiendo el cultivo del henequén. Hacia los años 40 ya existían sufi cientes henequenales en el campo yucateco. Sin embargo, el problema de la producción no estaba resuelto, se re-quería invertir en herramientas para mejorar la explotación de la fi bra y crear una máqui-na desfi bradora que mandara al museo de las antigüedades el viejo modo utilizado por los indígenas, el tonkós y el pakche; esto

obsesionó a los henequeneros. Antes de la Guerra de Castas, que se inició en 1847, se habían hecho los primeros intentos de lograr tan anhelado invento. Desde 1833, el cónsul norteamericano en Campeche, Hen-ry Perrine, inventó una máquina que levantó el entusiasmo en la península, por lo que el Congreso le concedió la patente de inven-ción pero, a pesar de que sus primeros en-sayos prometían mucho, la máquina pronto demostró sus defi ciencias: sus cuchillas operaban mal y cortaban mucho y raspaban poco, motivo por el cual fue abandonada. En 1847 llegó a Mérida, proveniente de Nueva York, James R. Hitchok, que no sólo traía una máquina sino también a su inven-tor, el señor Scripture, para vigilar su buen funcionamiento o, en su defecto, hacerle las adaptaciones que requiriera. Pero este ar-tefacto raspaba imperfectamente y destruía una parte del fi lamento; su mecanismo era complicado y, por lo tanto, su manejo era difícil para los indígenas. Además, su re-paración en el país era imposible debido al atraso de los artesanos no preparados para este trabajo.42 El gobierno del Estado, las principales autoridades y todo el que quiso la vieron operar y quedaron convencidos

42 Manuel Alonso Peón, “Estadística de Yucatán”, en Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadísti-ca, t. 3, México, Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, 1853, p. 373.

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de que con algunas modifi caciones hubiera podido ser muy buena en su género. Poste-riormente se propuso inventar otra que no tuviera estos inconvenientes y, al parecer, lo consiguió. El interés despertado por el reto de encontrar la solución al problema trajo nuevos candidatos a los campos yuca-tecos. Fue el turno de Mr. Thompson, quien llegó a Mérida con otra máquina y otro in-geniero, pero los resultados fueron adver-sos otra vez. De nada había servido enviar a Estados Unidos cajas de henequén para probar las máquinas inventadas. Corres-pondió a los yucatecos experimentar con el henequén para darse cuenta de la dureza y estructura de las pencas. A diferencia de los norteamericanos, que utilizaban el hierro en la construcción de sus máquinas, los yuca-tecos tuvieron que ingeniárselas para apro-vechar las maderas existentes en la selva, tan resistentes como el hierro, y reservaron este metal sólo para algunas partes.

Uno de los inventores fue el padre Ce-rón, quien para facilitar la extracción de la fi bra adaptó una cuchilla a la rueda de un

carruaje.43 Esta brillante adaptación fue la base para las futuras ruedas desfi bradoras.

Entre los inventores importantes ocupa un lugar especial Basilio Ramírez, quien, junto con los señores Pedro Regil y Es-trada, Juan Hübe y otros, fundó la prime-ra sociedad dedicada a la explotación del henequén.44 Muchos fueron los inventores y mejoradores de las desfi bradoras, y cada uno de ellos aportó con su ingenio los ele-mentos para construir una más elaborada que, fi nalmente, posibilitaría obtener una fi bra limpia y pura que garantizara, con su exportación, el dominio del mercado mun-dial del henequén.45 Desde 1847, el Con-greso de Yucatán había ofrecido un premio de diez mil pesos a las personas que logra-ran inventar un aparato capaz de producir una cierta cantidad de fi bra por hora, pero no se consiguió. En 1852, se revalidó la oferta y los ganadores del concurso fueron los señores Pilar Canto Zozaya, Esteban Solís,46 Juan Meric y Manuel Cecilio Villa-mor. Después de examinar las máquinas de Solís y Villamor, que fueron los únicos

43 Narcisa Trujillo, “Las primeras máquinas desfibradoras de henequén”, en Enciclopedia Yucatanense, t. 3, México, edición oficial del gobierno de Yucatán, 1947, p. 629.44 Ibid., p. 263.45 La sección textiles del fondo Fomento, sección Patentes, contiene la secuencia más completa con la que podemos contar para seguir la evolución de las máquinas que hicieron posible el desarrollo de esta industria a partir de los diseños y explicaciones de su funcionamiento.46 Véanse los expedientes, AGN, FFP, 504, 787 y 835.

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que presentaron sus respectivas maquetas, el jurado declaró vacante el premio, pues consideró que los participantes no llenaban los requisitos. Sin embargo, a los dos se les había concedido la patente en ese año. La consecuencia de este concurso fue una acaloraba discusión sobre la originalidad de la invención entre los dos personajes que habían concursado, la cual se prolongó una década porque, independientemente de quién hubiera sido el primero, la urgencia de aumentar la productividad en las ha-ciendas henequeneras era, en realidad, la preocupación principal. En 1857 se abrió de nuevo el concurso para premiar la máqui-na desfi bradora más efi caz. Se inscribieron José María Millet,47 Florentino Villamor -hijo de don Manuel Cecilio Villamor- y el mismo Solís. Estas disputas por la originalidad de la invención son clara muestra de que la ac-tividad inventiva había arraigado en la joven república. Otro inventor importante fue José Espinosa Rendón, quien había estudiado dibujo, litografía y fotografía en el extranjero para introducir esas artes en la península. Este inventor formó parte de otra disputa con Solís, pues también protegía algo que consideraba suyo y que pretendía exportar.

Encontró oposición a la patente de su in-vento en Veracruz y en la ciudad de Méxi-co, pero logró exportarlo a otras regiones. A partir de 1868, otros inventores entran en escena. Juanés Patrulló es uno de ellos. También había hecho traer su máquina de Nueva York. Con estos personajes se cierra una etapa de la inventiva en las máquinas desfi bradoras movidas con fuerza humana y animal, y se da paso a la época del predo-minio de las máquinas de vapor.

Fuera de Yucatán, en otras partes de la república, destacaron otros inventores como Luis Careaga y Sáenz48 y los herma-nos Prieto.49 Para satisfacer la demanda interna de fi bras duras y hacerlas exporta-bles, las máquinas desfi bradoras empeza-ron a construirse y a extenderse por todo el país. Los campos cubiertos de maguey, ixtle y lechuguilla fueron objeto de atención inmediata. A diferencia del henequén, que sólo era cultivado en Yucatán y del cual dependía la prosperidad económica de esa región, las fi bras de las plantas menciona-das, por su bajo costo y resistencia, fueron solicitadas para abastecer el mercado inter-no, el cual era imposible de cubrir para la industria henequenera del sureste, amén de

47 AGN, FFP, exp. 193.48 AGN, FFP, exps. 557, 592, 823.49 AGN, FFP, exp. 1063.

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que los intereses, principalmente norteame-ricanos e ingleses, ya habían acaparado la producción del henequén y de que su de-manda crecía. Así, las primeras máquinas que fueron construidas y las industrias de-rivadas de esta planta fi brosa, pronto die-ron resultado. Hasta los primeros años del nuevo siglo, las máquinas desfi bradoras armadas con técnica mexicana no tenían competencia, pues además de la ventaja de ser más económicas por producirse en el país, contaban con sufi cientes refacciones y estaban libres de ciertos cargos como los impuestos y los fl etes, entre otros.

La tecnología de las desfi bradoras al-canzó una nueva época de superación. Afi rmaron su utilidad tanto por el ahorro de divisas como por las ventas al extranjero (Guatemala, Honduras, Filipinas y regiones de África). Es elocuente el hecho de que de 1903 a 1910 se registraran más de 160 patentes nacionales y extranjeras para des-fi bradoras, aditamentos y perfeccionamien-tos.50 La producción alcanzó una cantidad mayor a fi nes del siglo XIX. De la máquina de Solís que benefi ciaba mil pencas por

hora, se llegó a la máquina de los hermanos Prieto que benefi ciaba 20,000 pencas en el mismo tiempo.

Durante el llamado Segundo Imperio, a pesar del ambiente político que reinaba -que si bien no presentaba la estabilidad y los estímulos económicos propios para un desarrollo industrial-, encontramos inven-tores mexicanos como Juan Nepomuceno Adorno,51 quien alcanzó cierta reputación a partir de la década de los 40 y que has-ta la República Restaurada patentó varios inventos. Su historia es un tanto controver-tida. Para Jesús Silva Herzog,52 “incuestio-nablemente tuvo talento de inventor; mas desgraciadamente no eran aquellos tiem-pos propicios en México para estimularlo y Adorno debió haber sufrido decepción tras decepción ante sus fracasos”; para Ramón Sánchez Flores, “fue uno de los inventores mexicanos de la época que internacionali-zaron sus máquinas”53 e invariablemente incursionó en diversos campos de la inven-tiva. En 1870 volvió la vista al desagüe del valle de México y registró máquinas desti-nadas a la construcción, limpieza, profun-

50 Sánchez Flores, op. cit., p. 388 y 389.51 AGN,FFP exps., 202, 398, 630.52 Jesús Silva Herzog, El pensamiento económico, social y político en México 1810-1964, 1a. reimpresión, México, FCE, 1974, p. 259-273.53 Sánchez Flores, op. cit., p. 268.

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dización y avenamiento de canales, ríos y acequias. Los últimos datos acerca de su actividad inventiva nos dicen que intentó in-troducir el sistema de vías férreas de mon-sieur Lormajat, al que había hecho -según él- algunas modifi caciones,54 así como una máquina a la que denominó Kaleidoscopia que hacía documentos infalsifi cables55 y to -da vía hizo un último intento de patentar un ferrocarril al que llamó “Rapadísimo de se-guridad”.56 En resumen, ninguno de todos estos inventos fue puesto en práctica, sal-vo sus máquinas de elaborar tabacos. No es el único inventor de la época y sí, por el contrario, a través del estudio de su vida podríamos adentrarnos en la situación que prevalecía entre los inventores mexicanos que sirvieron de preámbulo a la consolida-ción de la república. Fueron contemporá-neos suyos los yucatecos José Esteban de Solís y Manuel Cecilio Villamor, así como el poblano Luis Careaga y Sáenz, ingeniero de profesión; Pedro Green,57 de cuya vida profesional se sabe muy poco, pero es el autor de un sistema de alumbrado de gas

para las ciudades, entre otras cosas, y Genaro Vergara,58 inventor de multitud de artilugios. Si bien es cierta la imagen que describe González Casanova en su libro so-bre Adorno,59 impregnada del romanticismo de la época, no podría ser considerado un arquetipo del inventor del siglo XIX porque la mayoría de las patentes dan una idea mucho más completa de la inventiva de la época; también es cierto que la actividad de los inventores mexicanos, en la mayoría de los casos, contaba con una escasa ayuda por parte del gobierno o de los promotores de la industrialización, además del gran obstáculo que era la defi ciente legislación sobre patentes. Por eso la obra de todos es-tos inventores aparece como un tenue refl ejo del Goliat europeo; nuestros “davides” de la inventiva respondían al llamado hecho por el gobierno, encaminado a impulsar la industria nacional y, en un momento dado, al progreso no le importó tanto que las escuelas crea-das para formar profesionales no estuvieran consolidadas; el desarrollo económico no admitía espera. Por esta razón, los invento-

54 AGN, FFP, exp. 669.55 Pablo González Casanova, Un utopista mexicano, México, Secretaría de Educación Pública, 1987 (Lecturas Mexicanas, 95), p. 48.56 Idem.57 AGN, FFP, exps. 512, 536, 588.58 AGN, FFP, exps., 471, 539, 779.59 González Casanova, op. cit., p. 31.

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res fueron, durante algún tiempo, maquinis-tas, carpinteros, granjeros, mineros y hasta sacerdotes. Más tarde, en el último cuarto del siglo XIX, un variado y más sofi sticado grupo de profesionales tomaría su lugar. “En suma, fue una década en que los inventos mexicanos se manifestaron en muchísimas direcciones y en la que ya se dibujaba el pro-greso que debía realizar de una manera más completa durante la etapa de Díaz.”60

Pocos años antes del inicio del llamado Porfi riato, el ingeniero mecánico Francisco A.L. Kaksian y el señor Agustín Berthean solicitaron un privilegio para establecer una fábrica de toda clase de máquinas y aparatos fabriles.61 Los puntos con los que fundamentaban las ventajas del estableci-miento solicitado, señalaban lo siguiente: primero, los ramos industriales se encon-traban en estado defectuoso porque las mejorías que pretendían hacer fabricantes y empresarios dependían de la compra de maquinaria en el extranjero. Las máquinas eran antiquísimas e incluso ya no se utiliza-ban en Europa. Las fábricas de importancia conseguían sus objetivos a costa de mucho esfuerzo. Los nuevos ramos explotados científi ca e inteligentemente serían de im-

portancia para la nación, producirían infi ni-dad de artículos con materiales brutos en abundancia y a precios bajos, a diferencia de la nueva situación, en la que apenas se podía competir con la industria extranjera o, en el peor de los casos, se suspendían sus trabajos. En suma, la creación de este es-tablecimiento impulsaría a los industriales a obtener máquinas y aparatos modernos construidos con los mejores sistemas, o a renovar los ya existentes adoptando los progresos y adelantos que se descubrieran. El segundo punto trataba sobre el papel que jugarían los ingenieros, teórica y prác-ticamente instruidos, como asesores de los señores industriales. El tercero era que el fabricante o empresario adquiriría todas las invenciones e innovaciones. El cuarto ofre-cía hacer surgir multitud de nuevos ramos industriales y ayudaría a la extensión de las vías férreas, así como para la más perfecta explotación de minas. El quinto abordaba el problema de la instrucción de los indígenas para volverlos operarios útiles, por cuenta de los maestros y empleados inteligentes e instruidos, volviendo el establecimiento una suerte de escuela de educación artística de la que se benefi ciarían todos los ramos

60 Sánchez Flores, op. cit., p. 594.61 AGN, FFP, exp. 675.

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industriales. Los últimos puntos, el sexto y séptimo, trataban sobre los benefi cios que obtendrían la agricultura, el comercio y la industria nacional con la adopción de los instrumentos y máquinas prácticas para las labores y trabajos y, como corolario, el di-nero que salía del país con la compra de máquinas y herramientas se quedaría en su mayor parte al principio y en su totali-dad más adelante, lo que aumentaría la ri-queza nacional. A cambio, los empresarios que dirigirían el proyecto pedían privilegio exclusivo por diez años, disposiciones pro-tectoras para el establecimiento, reducción de los derechos de importación para toda

clase de material bruto para la construcción de maquinaria hasta que las ferrerías del país pudieran abastecerlos, e importación libre de derechos de todas las máquinas, instrumentos útiles que necesitara el esta-blecimiento para su plantación. Todo con tal de benefi ciar a la joven república mexicana en su camino al progreso.

Cuando los logros del Porfi riato fue-ron evidentes, el panorama económico se presentó sin fachadas que lo encubrieran, pues los violentos contrastes políticos, económicos y sociales se daban en todos los campos. El caso de la tecnología no podría ser más ilustrativo, ya que mientras

Patentes y Marcas, caja 15, exp. 866.

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los transportes y las comunicaciones, la mi-nería y la agricultura de exportación sufrían palingenesia, pues el grado de intercambio comercial alcanzado permitía comprar ma-quinaria, equipo diverso, etc., otros secto-res no sufrieron más que transformaciones intrascendentes, y en muchos casos ni eso, como por ejemplo la agricultura de granos y la producción artesanal, así que compartían el mismo espacio la alta tecnología y los rudimentarios métodos artesanales. Dentro de la tecnifi cación que sufría el país, un lu-gar destacado lo ocupa el cambio en la uti-lización de energía. A fi nales del Porfi riato, la aplicación de la energía eléctrica en los procesos industriales era signifi cativa.

Desde la época colonial había predo-minado la fuerza humana y animal para producir energía. Sin duda, esto no impidió la asimilación de los conocimientos avanza-dos traídos por los españoles. En los años fi nales del régimen colonial, el desarrollo tecnológico producido por la Revolución Industrial europea había logrado romper el enclaustramiento generado por el sistema colonialista, pero pasó algún tiempo para que éstos encontraran vía libre con la crea-ción de organismos estatales encargados

de la promoción industrial; logran adaptarse a las condiciones del país hasta los años 40 del siglo XIX. Todavía en “los comienzos del Porfi riato los motores de vapor y los telares mecánicos alternaban con procedi-mientos manuales o máquinas de tracción animal o impulsados por la fuerza muscular del operario”.62 Las limitaciones económicas que padeció el país fueron planteadas de di-ferentes formas pues, con la avalancha de mejoras técnicas que se empezaban a co-nocer en México, era una necesidad cana-lizar los logros de la energía eléctrica y del cada vez más importante uso del petróleo en las actividades industriales.

La historia de la tecnología en México es fi el refl ejo de la gran dependencia del país de los intereses extranjeros. Sin embargo, la actividad de los inventores mexicanos no tuvo un minuto de descanso a pesar de la inadecuada legislación sobre patentes y la infl uencia de grupos fi nancieros que hicie-ron todo lo posible por importar los últimos logros de la maquinaria moderna, ellos trataban de no quedarse a la zaga en esta desventajosa competencia.

Con escasos recursos, sin patrocinio en la mayoría de los casos, por lo general con

62 Fernando Rosenzweig, “El desarrollo económico de México de 1877 a 1911”, en El Trimestre Económico, vol. XXXII (3), núm. 127, México, FCE, 1965, p. 407.

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una preparación empírica pero ofreciendo a cambio su ingenio, y con la conciencia de que no se podría estar a la altura de la tecnología desarrollada pero defendiendo lo que consideraban les pertenecía, como el caso de Castro y Lara,63 inventor yuca-teco que pretendía con su máquina “evitar en lo posible ser tributarios del extranjero”, los inventores mexicanos se enfrascaron en una feroz competencia con los forasteros en un eco prolongado de todas las campa-ñas de resistencia al invasor. Además, el gobierno de Díaz se había convertido en el principal aliado del capital foráneo, ya que la necesidad de fomentar sobre bases fi r-mes el desarrollo económico del país exigía tecnología moderna. Lograron patentar una serie de máquinas o procedimientos que fueron defendidos en muchas ocasiones con pasión. La atmósfera que rodeaba los pleitos por la concesión de patentes era so-lamente una parte del engranaje económico que constituiría a la nación mexicana. Los inventores mexicanos estaban concientes de la desventaja, pero su confi anza en la explotación de los recursos naturales, con sus métodos y sus máquinas, les permitió vislumbrar otros causes para generar el de-sarrollo de una industria propia. Durante el

Porfi riato, las patentes fueron cada vez más variadas y requeridas. Una patente adquie-re relevancia en la medida que el producto que se ofrece es aceptado unánimemente. La sociedad tiene multitud de necesidades. Un invento está plenamente justifi cado cuando la sociedad puede asimilarlo y darle así utilidad social. El desarrollo de las pa-tentes y su reglamentación constituyen una muestra de los intereses de la sociedad y de las ideas con respecto al aprovechamiento de los recursos naturales.

Es importante tomar en cuenta que las máquinas y herramientas mexicanas tuvie-ron un antecedente indígena que, combina-do con los adelantos traídos del extranjero, dieron como resultado una tecnología híbri-da acorde a los recursos que el país ofrecía. De esta forma, ante la carencia de elemen-tos como el fi erro o el carbón de piedra, el uso de la madera -o combinado éste con el hierro- produjo arados, rastrillos, morteros y carretas, entre otros, en esencia artefactos rudimentarios y de una menor duración que los fabricados con el apoyo de la tecnología desarrollada. La apertura de México al mun-do, después de siglos de enclaustramiento colonial, permitió que las novedades tec-nológicas con que contaba Europa fueran

63 AGN, FFP, exp. 591.

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siendo conocidas en la recién independi-zada nación. Así aparecieron los primeros intentos de inventar en México máquinas similares, sin que éstas carecieran de la armonía mecánica y científi ca requerida; de ahí parten las pruebas que apoyan la tesis de que existía una cierta “artesanía mecánica” creada a raíz de la necesidad de cubrir la demanda manufacturera de la Colonia. El quid del problema mexicano re-sidía en las técnicas arcaicas aplicadas a la producción, pero también se resentía la carencia de un proletariado educado en las actividades técnicas, así como de mecáni-cos, carpinteros y profesionistas que pudie-ran echar a andar los proyectos industriales alternativos. En síntesis, durante la Colonia las invenciones realizadas tuvieron carácter de “gracias reales” y no se consideraban

derechos propios de los inventores. Para conceder una patente se pedía, casi como único requisito, que no atentara contra la salud ni el bienestar público, lo que a la postre ocasionó innumerables problemas, ya que con una legislación tan fl exible se podía patentar casi cualquier cosa, aunque no fuese en realidad un invento. Actualmen-te son miles las patentes que se solicitan a diario en el mundo, y en México no es di-ferente la situación. El cuidado con el que se ha tratado este escabroso tema ha propi-ciado leyes más completas y detalladas. La sociedad siempre ha premiado la actividad de los hombres que buscan el bienestar de la misma y, sin duda, en la medida en que crecen las necesidades de la humanidad no sólo crecen los remedios, sino también las ambiciones sociales.

* Facultad de Filosofía y Letras, Colegio de Historia, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

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La fundación de las primeras academias de minas ocurrió en el último tercio del

siglo XVIII, después de concluida la guerra de los Siete Años, cuando las monarquías europeas pretendieron reunir la práctica mi-nera empírica con los conocimientos quími-cos teóricos que avanzaron durante dicha centuria con el objetivo de mejorar los pro-cesos de la metalurgia. La primera de ellas fue fundada en Freiberg, Sajonia, en 1765; le siguieron las de Schemnitz (Hungría) y Berlín, en 1770, y luego las de San Peters-burgo y París. Esta idea fue también acogi-da por la Corona española, por lo que apoyó la fundación de las academias de Almadén y México.1 Para esta última destinó como director a uno de los metalurgistas más re-conocidos: Fausto de Elhuyar (1755-1833), quien había aislado el elemento tungsteno, egresado de la escuela de Freiberg e inte-

grante de la reunión encabezada por Ignaz von Born (1742-1791), inventor del método de benefi cio por barriles, en 1786. Con él llegó otro graduado de Freiberg, Friedrich Traugott Sonneschmidt (1763-1824), y uno más de Schemnitz, Franz Fischer (ca. 1757-ca. 1814).

Estos germanos intentaron mejorar las técnicas de explotación y benefi cio america-nas y su poco éxito siempre se ha explicado argumentando que las técnicas locales eran superiores a las europeas. En realidad, la práctica superaba a la teoría también en el viejo continente, por lo que esta situación no era exclusiva de América. En el presen-te artículo se han traducido del alemán al español tres cartas que Fischer escribió a Born desde Guanajuato y Michoacán en 1789 y 1790, que presumiblemente son las primeras que un centroeuropeo egresado de

1 Donata Brianta, “Education and Training in the Mining Industry, 1750-1860: European Models and the Italian Case”, en Annals of Science, núm. 57, 2000, pp. 267-300.

U N M E TA L U R G I S TA G E R M A N O E N G U A N A J U AT O Y M I C H O A C Á N: L A S C A R TA S D E

FR A N Z FI S C H E R (C A . 1757- C A . 1814) A I G N A Z V O N B O R N (1789 -179 0)

Francisco Omar Escamilla González*

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una academia de minas germana publicó en una revista especializada, la Bergbaukunde

(Laboreo de Minas), que se imprimía en Leipzig y era editada por el mismo Born y Friedrich Wilhelm von Trebra.

PRÁCTICA Y TEORÍA: EL FRACASO DE LA QUÍMICA

EN SUS APLICACIONES METALÚRGICAS

En el siglo XVIII, la física ya había pasado de ser una ciencia con leyes netamente teóri-cas a una con aplicaciones. Los avances en la formulación matemática de la mecánica propuestos por Jean D’Alembert, Leonhard Euler y Joseph Louis Lagrange habían he-cho aplicables las teorías que Isaac Newton había planteado en su Philosophiae Na-

turalis Principia Matemathica de 1687. La comprensión de los movimientos de los astros había facilitado la determinación de la posición geográfi ca de los barcos en alta mar y permitido la realización de mapas más precisos. Así mismo, se había podido construir relojes de péndulo isócronos para embarcaciones.2 A principios del siglo XVIII,

los países germanos habían sido la cuna de uno de los principales conceptos teóri-cos de la química: el principio del fl ogisto, propuesto por el médico Georg Ernst Stahl.3

Los avances realizados a lo largo de dicha centuria, principalmente por boticarios y médicos, hicieron pensar a los monarcas europeos que, así como había ocurrido con la física, la química estaba lista para saltar al mundo empírico y así mejorar las técni-cas de fundición que durante siglos habían sido secretos de los prácticos.

Las experiencias demostraron que la química, luego de haber pasado por la revolución teórica y conceptual de Lavoi-sier, aún no había alcanzado la madurez sufi ciente para explicar y ser capaz de mejorar los procesos metalúrgicos. En la historiografía de la metalurgia mexicana se ha repetido que las pretensiones europeas de lograr avances en las técnicas mineras americanas habían enfrentado su máxima derrota en el método de amalgamación en patio ideado por el sevillano Bartolomé de Medina en 1555.4 En realidad, resulta exa-

2 Thomas L. Hankins, Science and the Enlightenment, Cambridge, Cambridge University Press, 1985, pp. 81-112.3 Karl Hufbauer, The Formation of the German Chemical Community (1720-1795), Berkeley, University of Cali-fornia Press, 1982, pp. 13-60, y Maurice P. Crossland, Estudios históricos en el lenguaje de la química, trad. de Adriana Sandoval, México, UNAM, 1988, pp. 119-138.4 Juan José Saldaña, “The Failed Search for Useful Knowledge, Enlightened Scientific and Technological Policies in New Spain”, en Cross Cultural Diffusion of Science in Latin America, Cuadernos de Quipú, núm. 2, p. 47.

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gerado creer que sólo la práctica america-na era superior a las propuestas teóricas europeas. En Suecia, el Bergskollegium, institución estatal dedicada a la administra-ción de la minería y al impulso de su per-feccionamiento técnico, que fue dirigido por químicos de la talla de Johan Gottschalk Wallerius y Torbern Olof Bergman, envió a Samuel Gustaf Hermelin y Johan Gottlieb Gahn para mejorar las técnicas de fundición de cobre en las célebres fundiciones de Fa-llun. El resultado fue similar a lo ocurrido en las colonias españolas americanas: Gahn no logró realizar ninguna mejora y prefi rió aprender las técnicas desarrolladas por los fundidores prácticos.5 Este caso es sólo un ejemplo de la derrota de la química teórica en el siglo XVIII. Incluso durante la centuria siguiente ocurriría lo mismo y las técnicas mexicanas, como las de molienda en arras-tras, serían adoptadas en Estados Unidos durante la época de la fi ebre del oro.6 No obstante, el método de patio, al igual que otras técnicas empíricas, fueron sustituidas al entrar el siglo XX.

Con el ejemplo sueco es claro que el insufi ciente avance de la química fue una razón importante para el fracaso de sus di-versas aplicaciones prácticas, entre ellas la introducción del método de amalgamación por barriles en América. Aún así, dicha técnica sería utilizada con éxito durante el segundo tercio del siglo XIX. Aunque se ha afi rmado que José Antonio Alzate sabía bien que los barriles no funcionarían, su seguridad no tenía fundamentos científi cos puesto que el polígrafo novohispano incluso sería capaz de realizar una reseña negativa del libro de Born sin siquiera haberlo leído.7

No es desde este punto de vista que hay que leer las cartas de Fischer, si bien él mismo habla de defi ciencias en la explota-ción minera local diciendo que estaba en su niñez, hay que ser objetivos y comprender que existían diferencias entre los conoci-mientos generados por la práctica en Euro-pa y América. Aunque en ese momento no hubo modifi caciones sustanciales, el modo de excavar los túneles y los tiros fi nalmente llegó a ser al modo europeo hasta fi nales

5 Hjalmar Fors, Mutual Favours, The Social And Scientific Practice of Eighteenth-Century Swedish Chemistry,Upsala, Universitetstryckeriet, 2003, pp. 138-157.6 Omar Escamilla, “Louis Posselt (1817-1880), sus ires y venires por México y su representación en el Congreso de Químicos de Karslruhe”, por aparecer en la memoria del Simposio Alemania y México, Percepciones Inter-culturales en el siglo XIX.7 Omar Escamilla, “Una disputa transatlántica: el Ueber das Anquicken de Ignaz von Born, 1786”, en BoletínBibliográfico de la Biblioteca Manuel Orozco y Berra, núm. 2-4, jul. 2003 a dic. 2004, pp. 45-47.

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del siglo XIX, así que las observaciones de Fischer no son del todo inválidas. Por otro lado, sus descripciones sobre extracción, benefi cio y venta de metales son muy va-liosas puesto que no es fácil encontrarlas. Muchos documentos con descripciones téc-nicas se han perdido y muchos de los que existen no detallan el tamaño de la maqui-naria u otros aspectos específi cos puesto que consideraban que eran conocidos por todos y que no era necesario profundizar en ellos.8

FRANZ FISCHER, MINERO GERMANO EN NUEVA

ESPAÑA

En esta sección presentaré algunos datos biográfi cos de Fischer, aunque no busco realizar un relato exhaustivo, ni mucho me-nos un análisis crítico de sus actividades como comisionado.

Franz Fischer (o Francisco, como se hizo llamar en México) nació en 1757 en la localidad de Joachimsthal (Jáchymov, en la República Checa).9 Igual que el de los

otros germanos que acompañaron a Elhu-yar a Nueva España, poco se sabe de su vida temprana. El primer dato comprobable es que se inscribió como alumno pensio-nado (salarisirte) en 1782 en la Academia de Minas de Schemnitz, que, como ya se dijo antes, abrió sus puertas en 1770.10 Por una carta de Elhuyar al marqués de Sonora, entonces ministro de Indias, se sabe que Fischer ocupaba un puesto importante en las minas de la localidad de Gutwasser bei Budweis, en Bohemia (Dobrá Voda, en la región eských Budjovic, República Che-ca), pero que por una decisión política no consiguió el puesto de administrador en ese distrito:

“Dos sujetos que he conocido en Joachimsthal y a quienes no quise hablar por entonces sabiendo que debían venir en breve a Freiberg, están resueltos a pasar a América en cuanto de ellos depende, pero necesitan volver a su país para resolverse enteramente. […] El segundo es Mr. Fis-cher, administrador de las Minas de Gut-tewasser en Bohemia, quien se acomoda

8 Francisco de Paula Hermosa, Manual de laboreo de minas, París, Librería de Rosa y Bouret, 1871, Enciclo-pedia Hispano-Americana.9 Renée Gicklhorn, Die Bergexpedition des Freiherrn von Nordenplfycht und die deutschen Bergleute in Peru,Leipzig, Deutscher Verlag für Grundstoffindustrie, 1963 (Freiberger Forschungshefte, D40), p. 69.10 Gedenkbuch zur hundertjährigen Gründung der Königl. Ungarichen Berg und Forst-Akademie in Schemnitz 1770-1780, Schemnitz, August Joerges, 1871, p. 113.

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Casa de Moneda, vol. 427, f. 263 (fragmento).

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con las condiciones que V.E. haya concedi-do a Mr. Weber, excepto la primera por ser católico. Al presente pasa a su país y sólo espera a tener algún motivo para dejar su empleo, y es regular lo tenga muy en breve, pues se da ya por seguro que por proteccio-nes particulares se nombrará a otro sujeto para la dirección de la amalgamación de Joachimsthal, que por justicia le tocaba a él. Para lo demás he convenido ya con él sobre el modo como nos hemos de manejar. Su instrucción se extiende a todos los ramos de la minería, y es joven, soltero, robusto, y de muy buena conducta”.11

Joseph Mähling fue designado en su lu-gar,12 por lo que decidió probar suerte en el nuevo continente.

A principios de 1788, la Corona espa-ñola solicitó a Elhuyar que se dirigiese a América junto con los germanos. El direc-tor del Tribunal de Minería novohispano los había dividido en dos categorías: los de primera clase, es decir, los que tenían formación académica o facultativos prácti-cos, se dirigirían junto con él a Madrid por tierra, haciendo escala en París. De la comi-sión destinada a Nueva España, Friedrich

Traugott (Federico) Sonneschmidt y Franz Fischer seguirían esta ruta. Cada miembro tenía derecho a dejar una pensión para sus familiares, pero él no determinó nada. Respecto a los sueldos que percibirían los expedicionarios, los de los cuatro alemanes de primera clase que acompañarían a Elhu-yar a Nueva España no eran iguales. Son-neschmidt y Fischer recibirían 20,000 pesos anuales cada uno por trabajos en “laboreo de minas y benefi cio de metales”, mientras que Luis Fernando (Ignaz) Lindner alcanza-ría solamente 10,500 pesos por benefi cio. Como vimos, este conocimiento lo había adquirido en Schemnitz y Freiberg, pero su formación como médico no le había dado el de laboreo y tal vez por ello sólo recibiría poco más de la mitad del dinero que corres-pondía a los otros.13

A mediados de 1788, Fischer ya se en-contraba en Cádiz, como lo demuestra una carta que Elhuyar escribió a Werner el 2 de junio desde esa ciudad. En ella el director de la minas novohispanas se excusaba de no haber enviado una carta en mucho tiem-po porque “comprenda mi querido amigo el tiempo que debo dedicar a mis Mineros [...]

11 “Elhuyar en Freiberg al marqués de Sonora, 8 de marzo de 1787”, en Jesús Palacios Remondo, Epistolario(1777-1821) entre Juan José y Fausto Delhuyar, Logroño, Gobierno de la Rioja, 1996, pp. 93-94.12 Ignaz von Born y F.H.W. von Trebra, eds, Bergbaukunde, vol. II, 1790, p. 468.13 Gicklhorn, op. cit., p. 154.

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Sonneschmidt, Fischer, Lindner y Weinhold vienen conmigo a México”.14 La prepara-ción, que debe haber incluido explicaciones sobre el método de benefi cio de metales de Ignaz von Born, duró hasta el 23 de junio, día que abordaron la fragata Venus.15 Fis-cher viajó en primera clase junto con Son-neschmidt, Lindner, Elhuyar y su esposa, la austriaca Johanna Nepomucena von Raab. Fischer traía consigo a un criado llamado Joseph Franke.16 El 3 de septiembre arriba-ron a Veracruz e inmediatamente se dirigie-ron a la ciudad de México.

Los alemanes tenían todo tipo de ven-tajas, entre las que se incluía la libertad de credo, asunto que no benefi ciaba a Fischer puesto que era católico. Además, el supe-rior gobierno recomendó “que no se exijan en las aduanas de ese reino derechos al-gunos por los equipajes, instrumentos y li-bros que para su uso conducen dichos pro-fesores y mineros, que su reconocimiento se haga en presencia de ellos sin que se

les cause vejación ni molestia, amparándo-los y potregiéndolos en cuanto sea justo y necesario”.17 De este modo, Lindner y muy probablemente Fischer y Sonneschmidt18

pudieron ingresar con el libro de Born que en su portada contenía toda clase de sím-bolos masónicos.

El trabajo debía comenzar sin demoras y para ello el virrey Manuel Antonio Flores emitió un bando el 18 de octubre.19 En él se instruía que a los mineros sajones que habían llegado con el nuevo director del Cuerpo de Minería podrían ser empleados según las necesidades de los dueños de las minas y las haciendas de benefi cio. Aunque los integrantes de la comisión tendrían que trasladarse a diferentes reales de minas se-gún se les requiriera, Elhuyar decidió que formaría tres grupos que permanecerían ba-sados en las ciudades de Zacatecas, Taxco y Guanajuato.20 Fischer fue asignado a esta última junto con tres operarios de apellido Schröder: Johann Samuel, Karl Gottlieb y

14 Jesús Palacios Remondo, Los Delhuyar: La Rioja en América: biografía de los hermanos Juan José y Fausto a través de fuentes y bibliografía, Logroño, Consejería de Cultura, Deportes y Juventud, 1992, p. 360.15 Archivo General de Indias (Sevilla), Contratación, 5532, No. 1, R. 13, f. 1.16 Idem.17 Archivo Histórico del Palacio de Minería (México, en adelante AHPM), Colección de libros manuscritos, ML-127B, hojas sueltas, f. 1v.18 Omar Escamilla, “Luis Fernando Lindner (Schemnitz, ca. 1763-México, 1805): catedrático de química y meta-lurgia del Real Seminario de México”, en Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas, 41, 2003, pp. 167-198.19 AHPM, 1788/VI/37/d.26.20 Walter Howe, The Mining Guild of New Spain and its Tribunal General, Cambridge, 1949, p. 308.

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Johann Christoff.21 Desde esta ciudad envió su primera carta a Ignaz von Born, el 14 de marzo de 1789, dos meses después de la primera que Fausto de Elhuyar dirigiría al mismo personaje.22 Es muy probable que Fischer llegara a Guanajuato junto con el español al inicio de 1789, por lo que el texto refl eja al menos dos meses de observacio-nes. Hasta donde he podido indagar, ésta fue la primera descripción de la explotación minera novohispana publicada en la men-cionada Bergbaukunde, revista que era el órgano de comunicación de la Societät der Bergbaukunde (Sociedad de Laboreo de Mi-nas), fundada por Ignaz von Born en 1786 y de la que Fausto de Elhuyar era miembro.23

Aunque apenas alcanzó dos números, en ella aparecieron varias informaciones rele-vantes a la metalurgia americana: el artículo “Teoría de la amalgamación”, escrito por El-huyar, y tres cartas de este mismo persona-je y otras tantas de Fischer dirigidas a Born. La primera de estas epístolas se refi ere a la

extracción del mineral, su benefi cio y venta en Guanajuato.

Días después de este reporte a Born, Fischer partió a Valladolid para realizar una inspección de la mina de San Bartolomé Inguarán, que era arrendada por la Real Hacienda. El informe de esta visita, fechado el 9 de abril, se encuentra en el Archivo Mu-nicipal de Morelia y fue publicado por Xa-vier Tavera Alfaro,24 quien encontró varias cartas referentes a esta actividad, incluso una traducción al español anexa al mismo expediente y una en el Archivo General de Indias. También publicó algunas citas de los comentarios que realizara el intendente An-tonio de Riaño sobre la visita del alemán. La versión española de Morelia está fechada el 14 del mismo mes. Tavera supone que por la cercanía temporal, ésta podría haber sido hecha por Riaño, no obstante, Fischer aca-baba de regresar de Guanajuato para esa fecha, puesto que el día 15 escribió una se-gunda carta a Born ya desde esa ciudad. En

21 AHPM, ML-127B, f.1v.22 Omar Escamilla, “Un reporte sobre la minería novohispana a finales del siglo XVIII: las cartas de Fausto de Elhuyar a Ignaz von Born”, inédito.23 Günter B. Fettweis y Günther Hamann (eds.), Über Ignaz von Born und die Societät der Bergbaukunde, Viena, Verlag der Österreichischen Akademie der Wissenchaften, 1989.24 Xavier Tavera Alfaro, “De una mina de cobre en la Tierra Caliente”, en Eduardo Zárate Hernández (ed.), LaTierra Caliente en Michoacán, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2001, pp. 181-200. El informe se titula Reco-nocimiento de la mina de cobre de Inguarán pertenece a S.M. y arrendada a Don Sebastián de Ugarte por Don Francisco Fischer con asistencia del Señor Don Juan Antonio Riaño, Intendente de la provincia de Valladolid. Agradezco a Ángeles Paredes Diez de Sollano el haberme dado noticia de esta publicación.

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ella está contenido un resumen del informe que presentara Fischer a la Real Hacienda. Incluso, como puede verse en la traducción más abajo, la parte respectiva a la fundi-ción de cobre es exactamente la misma. Con ello creo que entonces el traductor del informe no fue Riaño, sino Elhuyar, que lo habría revisado en Guanajuato recién ha-bía llegado Fischer. Otro aspecto relevan-te de la carta se refi ere a la ascensión del Jorullo que Fischer realizó junto con Riaño y que años después sería reconocida por Jo seph Burkart como la primera realizada por un germano, una década antes que la de Alexander von Humboldt. Es convenien-te mencionar que estos escritos de Fischer no están fi rmados, pero la correspondencia con el informe y otras realizadas por él lo colocan como su indudable autor. Burkart respalda esta misma opinión.25

El 22 de diciembre de 1789 se sometió a consulta de Fausto de Elhuyar el envío de Fischer y sus operarios para observar una veta de azogue encontrada por José Cruzat y Blanco en Guanajuato, asunto que reali-zó durante el segundo semestre de 1790.26

Meses antes, el alemán había visitado el real de Comanjillas, cerca de León, Gua-najuato. Esto fue realizado a petición de Elhuyar, quien lo había llevado a ese lugar de camino a Sombrerete, donde ayudaría a Friedrich Sonneschmidt en la puesta en marcha de los experimentos con el método de amalgamación por barriles de Born. El 17 de marzo escribía la tercera y última car-ta a este personaje comentando que en ese lugar no se utilizaba la técnica de patio, sino la de cazo, debido a la calidad y composi-ción del mineral que se tenía. Para Fischer era probable que en ese lugar pudiesen utilizarse los barriles, hecho que al parecer nunca se llevó a cabo. La Bergbaukunde ya no alcanzó un tercer número, puesto que Born falleció en 1791.

En septiembre de 1791, Fischer fue co-misionado para establecer una hacienda de fundición en Inguarán a propuesta de Elhu-yar y por orden del virrey Manuel Antonio Flores.27 Este capítulo está siendo estudia-do por la historiadora Ángeles Paredes Diez de Sollano.28 La década fue ocupada por Fischer en estas labores, que pudieron ser

25 Joseph Burkart, “Ueber die Erscheinungen bei dem Ausbruche des mexikansichen Feuerberges Jorullo im Jahre 1759”, en Zeitschrift der Deutschen Geologischen Gesellschaft, IX, 1857, p. 277.26 Archivo General de la Nación (México, en adelante AGN), Casa de Moneda, vol. 58, exp. 5, fs. 221-229.27 Tavera, op. cit., p. 184.28 Ángeles Paredes Diez de Sollano, “Extracción y beneficio del cobre: atisbos de un debate en las postrimerías

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interrumpidas con el ofrecimiento de la cá-tedra de química del Seminario de Minería. No obstante, la rechazó por “el extravío de los libros que acopió en Europa a su venida a estos Reinos” y la falta de actualización que tenía en los conocimientos de maqui-naria y química.29 Por ello, Elhuyar tuvo que impartir el curso él mismo para después dejarlo en manos de Luis Lindner. Su úni-ca relación con el colegio sería la venta de un juego completo de instrumentos para medir minas y una balanza de precisión para ensayes que trajo consigo de Europa el 15 de septiembre de 1799.30 Entre tanto, en 1797 Fischer solicitó el puesto de admi-nistrador en las minas de Manuel González de Aragón en Angangueo.31 Este empleo le garantizaría tener un sueldo que sustituiría la pensión que la Real Hacienda habría de retirarle en 1799, tras cumplirse el plazo del contrato fi rmado por él en Europa para su expedición en América.

Las labores anteriores no impidieron a Fischer tener vida en la sociedad de Valla-dolid, ya que el 18 de julio de 1797 solicitó licencia para contraer matrimonio.32 Ya se habían dado dos casos en que los comi-sionados alemanes pidieron ese permiso. Johann Samuel Suhr, residente de Zaca-tecas y compañero de Sonneschmidt, tuvo que abandonar el protestantismo y ser bau-tizado como católico para llevar a cabo el trámite.33 Fischer no profesaba el dogma lu-terano, pero tuvo que demostrarlo; para ello solicitó a Elhuyar que escribiera una carta atestiguándolo, además de comprobar que era soltero. Su esposa fue María Francisca Correa y Bustillo, hija del escribano mayor y de cabildo de Valladolid, Diego Nicolás Correa. La ceremonia se llevó a cabo el 11 de agosto de ese mismo año. Un primer hijo, Luis Gonzaga Antonio Alejo Fischer y Correa, nació el 18 de julio de 1799 y fue bautizado en la ciudad de México durante

del siglo XVIII novohispano”, ponencia presentada en el Primer Simposio Internacional de Tecnohistoria, Akira Yoshimura, México, D.F., del 28 de noviembre al 1 de diciembre de 2007.29 AHPM, 1796/VII/85/d.11, f.2. Sustituiría a Francisco Codón, quien nunca llegó a América y quien se matricularía en la Academia de Minas de Freiberg en 1795. Ver Festchrift aus hunderjährigern Jubiläum der Königl. Sächs. Bergakademie zu Freiberg am 30. Juli 1866, Dresde, Druck der K. Hofbuchdruckerei von C.C. Meinhold und Söhne, 1866, p. 287.30 AHPM, 1799/VI/103/d.4, f.292. Los costos, respectivamente, fueron de 125 y 50 pesos.31 AGN, Minería, caja 5469, exp. 44.32 AGN, Minería, vol. 125, exp. s/n.33 Idem. e Iglesia de Jesucristo y de los Santos de los últimos días, Family Search, base de datos de genealogía disponible en Internet, http://www.familysearch.org. (en adelante Family Search), ficha núm. J601174. Suhr fue bautizado en Sombrerete el 12 de julio de 1790.

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una visita en la que es muy probable que haya realizado la venta de instrumentos de la que ya se habló.34 Al parecer, vivió cor-to tiempo, puesto que poco después ya no es mencionado en una carta redactada por otro de sus hijos.35

Fischer continuó su vida en Angangueo como administrador de minas, aunque en 1803 no quiso desaprovechar la oportuni-dad de ofrecerse como ensayador mayor de la Casa de Moneda tras la muerte de Fran-cisco Arance, quien ocupaba el cargo.36 Al año siguiente, José Simón de Tapia, minero de ese mismo real, solicitó un dictamen de Fischer sobre una máquina “para repasar el metal en patio sin el auxilio de peones y ca-ballos”.37 Ésta consistía en un disco de ma-dera que giraba en torno de un eje que tenía cuerda como un tornillo. Al realizar dicho movimiento con una sola bestia, la torta de mineral, azogue, sal y magistral era repasa-da sin que el animal la pisara directamente. Fischer realizó sus pruebas en el mineral vecino de Tlalpujahua, en las haciendas de

San Nicolás y San Mateo. Determinó que la máquina suponía un ahorro de once días sobre el mes entero que llevaba tratar una torta común, además del menor gasto en la manutención de los caballos, puesto que el proceso normal suponía el uso continuo de dos de ellos. A pesar de los resultados po-sitivos, no hay pruebas de que este sistema haya sido adoptado en otros reales o en el mismo Tlalpujahua.

Durante la primera década del siglo XIX

se habría mudado a la ciudad de Guanajua-to. Para 1811 aparece en dicha ciudad reali-zando un dictamen sobre el modo en que la minería del lugar podría recuperarse tras los embates de las primeras hostilidades de la guerra de Independencia, proponiendo que los dueños de minas y haciendas se tras-ladaran a ver sus propiedades.38 Para este momento, Fischer se benefi ciaba nueva-mente de una pensión por parte de la Real Hacienda,39 pero en 1813 era imposible sa-tisfacerla por falta de caudales,40 por lo que buscó empleo como teniente visitador de la

disponible en Internet, http://www.familysearch.org. (en adelante Family Search), ficha núm. J601174. Suhr fue bautizado en Sombrerete el 12 de julio de 1790.34 Family Search, ficha J919609.35 Ver nota 41.36 AGN, Casa de Moneda, vol. 493, exp. 73.37 AHPM, 1804/III/126/d.538 AGN, Minería, caja 6544, exp. 18.39 AGN, Real Caja, caja 4098, exp. 6.40 AGN, Intendencias, caja 899, exp. 28.

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Dirección General del Tabaco y en la Casa de Moneda.41

Uno o dos años después, al parecer en una situación económica precaria, Francisco Fischer murió en Guanajuato. El mayor de sus hijos varones vivos, Francisco Fischer y Correa, ingresó como colegial de dotación al Real Seminario de Minería alrededor de 1816. Sin embargo, renunció a su plaza:

“[…] reconociendo que las ciencias que se estudian en el expresado Colegio son superiores a sus alcances, que se halla ya en edad de poderse dedicar a buscar su subsistencia por medios que le sean más

fáciles, y que tiene dos hermanas doncellas y un hermano pequeño de edad de doce años sin más arbitrio que el que el suplican-te lograre por su trabajo. Suplica a ustedes se dignen concederle su licencia para re-gresarse a Guanajuato, a fi n de colocarse en algún destino y de ayudarle para poderlo verifi car, pues al Real Tribunal le consta el estado de su indigencia”.42

Así mismo solicitó que su lugar fuese tomado por su hermano menor, Manuel Santiago Fischer y Correa, cuando tuviese la edad sufi ciente para ingresar al colegio. Esto ocurrió el 4 de enero de 1819, fecha

41 AGN, Real Audiencia, caja 1581, exp. 21, y Casa de Moneda, caja 6120, exp. 63.42 AHPM, 1816/III/167/d.10.

Minería, vol. 11, fc. 143.

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en que fue aceptado.43 Tal vez después de asegurar a su hermano como colegial de Minería, Francisco se casó con María Jo-sefa Téllez y tuvo un hijo el 3 de abril de 1822: Francisco Ricardo Benito Concepción Fischer Téllez.44 Ya no se tienen noticias posteriores sobre Manuel Santiago, quien habría sido el único en continuar en labores relacionadas con la minería. Fischer fue el único de los mineros de primera clase de la comisión alemana en tener descendencia. Sonneschmidt regresó a Sajonia en 1800 sin haber contraído matrimonio y Lindner murió sin hijos en 1805.

SOBRE LA TRANSCRIPCIÓN Y TRADUCCIÓN DE

LAS CARTAS

El primer problema que plantea la traduc-

ción es que en muchas ocasiones Fischer repite palabras en un mismo párrafo. He de-cidido respetar estas faltas para no causar más dudas al interpretar detalles del texto en una traducción hecha más de dos siglos después de la redacción del original. Para dudas sobre términos mineros, utilicé los diccionarios y glosarios de Edward Halse,45

Max Venator,46 Francisco Xavier Gamboa47

y Salvador Enciso,48 y aunque no especiali-zado en minería, el de Richard Ernst.49

He decidido poner entre paréntesis des-pués de la mención de una cantidad expre-sada en unidades de pesos y medias anti-guas, la equivalencia en el sistema métrico decimal para facilitar la lectura del público moderno. Para lograr esto, las obras más útiles son las de Carlos Sellerier,50 Juan Or-tega y Medina51 y Wolfgang Trapp.52

43 AHPM, 1819/I/174/d.20.44 Family Search, ficha C608018.45 Edward Halse, A Dictionary of Spanish and Spanish-American Mining, Metallurgical and Allied Terms, Lon-dres, Charles Griffin, 1908.46 Max Venator, English-German-Spanish-French Dictionary of the Terms Employed in Mining, Metallurgy and Chemistry with the Respective Auxiliary Sciences, Leipzig, Verlag von A. Twietmeyer, 1897.47 Francisco Xavier de Gamboa, Comentarios a las Ordenanzas de Minas, Madrid, Joaquín Ibarra, 1761, ed. facs. México, Casa de Moneda, 1986, pp. 490-501.48 Salvador Enciso de la Vega, Glosario de términos mineros mexicanos, México, Asociación de Ingenieros de Minas Metalurgistas y Geólogos de México, A.C., 1995.49 Richard Ernst, Diccionario de la técnica industrial. Incluso el vocabulario principal de las ciencias auxiliares y de la construcción. Alemán-Español, 9a. ed., Barcelona, Gustavo Gili, 1970.50 Carlos Sellerier, Compendio de las unidades de peso, antiguas y modernas, usadas en México para los mine-rales, metales y productos metalúrgicos, México, Oficina tipográfica de la Secretaría de Fomento, 1897.51 Juan A. Ortega y Medina, “Estudio preliminar”, en Alexander von Humboldt, Ensayo político sobre el reino de la Nueva España, México, Porrúa, 1991, pp. CXLIII-CXLV.52 Wofgang Trapp, Kleines Handbuch der Maße, Zahlen, Gewichte und der Zeitrechnung, Stuttgart, Reclam, 1992. Reclam Universal-Bibliothek, no. 8737.

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Transcripción de las cartas

3.53

Guanajuato en México, 14 de marzo de 1789

He tenido la fortuna de que mi muy querido superior [Fausto de Elhuyar] me haya traído a una de la más grandes y ricas de las ciuda-des mineras de la Nueva España, donde la necesidad de conocimiento de todo minero encuentra total satisfacción. La minería de este lugar se lleva a cabo en una sola veta, llamada con razón Veta madre. Esta veta atraviesa hacia el noroeste hacia las nueve, y su parte horizontal hacia el suroeste a 21 grados. Su tamaño es, como en todas las vetas, y es también muy difícil de estimar debido al imperfecto trabajo de los barre-teros en la explotación de muchas minas, por lo que no es posible percibir las partes horizontales y verticales de las vetas.

El mineral que se saca se compone de plata nativa, plata negra, rosicler [o petlan-que] y también oro. En algunas minas en especial, donde la veta se encuentra en un cuarzo ferroso. Este mineral se compone las más de las veces de cuarzo y plata cór-

nea, donde el trabajo es muy difícil. Entre estos también viene espato con minerales muy ricos esteatita con esquisto mezclado, en el que el trabajo es menos pesado. En la parte vertical de esta ganga se encuentra siempre el mineral más rico. La piedra de la montaña es esquisto [p. 435].

La construcción de estas minas es muy irregular y torpe. No se tienen aquí ni gale-rías ni tiros ordenados, más bien los trabaja-dores dan vueltas como topos y buscan úni-camente el lugar donde pueden encontrar el mineral más rico; por lo que se presentan comúnmente aires viciados. El trabajo de tumbe del mineral es la excavación hecha por dos hombres, que utilizan un tipo es-pecial de pico, que entre nosotros se llama “Sattel”, que tiene esta fi gura ----- [sin duda habla de una barreta]. Es un trabajo muy pesado y por un pozo cada hombre recibe una piastra. Además de estas herramientas no tienen ningún otro utensilio para romper. Igualmente difícil es el acarreo de mineral hacia el tiro principal, porque se lleva a cabo mediante acarreo por escaleras, que la mayoría de las veces son muy difíciles de escalar. Cada hombre tiene un saco hecho de un tipo de rafi a con una correa que rodea la frente y que descansa sobre su espal-

53 Bergbaukunde, vol. II, 1789, pp. 434 y ss.

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da; con él, lleva 2 o 2½ quintales (92.05 o 115.06 kg), o también menos, dependiendo de qué tan fuerte sea el hombre. Uno de es-tos se gana 1 Gulden (medio peso) o incluso 1 Gulden 30 Kreuzer (¾ partes de un peso) diario.54 Aquí no se conoce ningún otro tipo de transporte. Podría utilizarse un malacate u otra herramienta útil para el transporte, y también excavarse los tiros y socavones según las condiciones convenientes a los fi lones con las más bellas construcciones perpendiculares [ortogonales].

Además de esto, faltan las comunica-ciones necesarias con los tiros de arrastre, generalmente cada mina tiene uno donde el mineral debe ser transportado hacia arriba o hacia abajo. Todos los tiros son verticales, y están tan irregulares que a una profundidad determinada de la veta se cruzan. Hay tiros en los que se tienen cinco malacates de ca-ballos funcionando, que desde la superfi cie [p. 436] y de arriba hasta abajo están apare-jados con piedra y son de forma pentagonal. También hay algunos donde hay 4 y 3, 2 y 1 malacates. Esto lo manda la riqueza de la mina. Así tiene la mina Valenciana, cuyo mayor accionista tiene el título de Conde

de la Valenciana, un tiro con 6 malacates, uno con 4 y uno tercero con 2 malacates, con los que el agua de las minas es extraí-da en pieles de buey. No obstante el agua aquí no es muy abundante y es sacada con norias [Paternosterwerke]; que están colo-cadas a 6 Klaster (27.8 cm)55 la una de la otra; y son puestas en movimiento por la mano del hombre, o donde las escaleras de la minas son buenas, por mulas; hasta que el encharcamiento de los túneles haya sido extraído. La preparación del mineral en la mina es también muy variado. Se tiene una suerte de máquina de separación de mine-ral [Scheidwerke], pero que está tan bien lo-grada, puesto que mucho material con me-tal queda en el mineral, y por el contrario; tanto mineral se arroja hacia la escoria, el cual, debido a la cantidad de agua que cae para la puesta en funcionamiento del mor-tero; se pierde para siempre. Se separan tres tipos con la máquina. Los más ricos, que tienen 12 marcos (2.76 kg) por quintal (46.025 kg), son llamados polvillos; luego están los de 6 a 8 marcos (1.38 a 1.84 kg) que se llaman “Apolviad” [apolvillados]; que es el mineral bueno y ordinario para amal-

54 N. del T. 1 Gulden equivalía a medio peso fuerte, según equivalencias dadas por el mismo Born. Cada Gulden estaba formado por 60 Kreuzer. Ver Omar Escamilla, Un reporte de la minería.55 1 Klaster = 6 pies de Viena.

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gamación, el que tiene de 14 a 24 marcos (3.22 a 5.52 kg) de plata por montón, o 32 quintales (1.4728 toneladas). Los dos tipos más ricos son benefi ciados por fundición, de lo que ahora diré algo. Este tipo de mi-neral se vende todas las semanas en un día determinado a los dueños de las haciendas -o plantas de benefi cio y fundición- y se lo lleva el que más ofrezca, sin hacer ningún ensaye o prueba específi ca. Las clases más ricas se ordenan por quintales o largas, que tienen 3½ quintales (161.1 kg) cada una, y las otras dos clases [p. 437] por montón,56 o en general el montón entero de mineral.

Este comercio me llamó mucho la aten-ción, los compradores no tienen ningún modo de asegurarse, más que por su expe-riencia porque siempre compran el mineral y en su mayoría utilizan como ayuda un tipo de ensayo de seguridad que no se rige por ninguna regla ni respecto a ningún peso de-terminado; sino que se toma algo del mejor montón, se frota y de esta masa se toma lo que cabe en una mano, luego se colo-ca en la cáscara redonda y hueca de una calabaza [jícara], que en su mayoría están pintadas de color verde calabaza o negro,

después se incorpora en agua la masa y se mueve, y con lentitud y cuidado se retira el fango hasta que se ha separado todo, con lo que concluyen cuántos marcos de plata debería contener una larga o montón. Se-guro, el ensayo es truculento, en él una muy grande experiencia sólo puede conducir a una seguridad moderada; puesto que para poder decir algo seguro, deberían darse datos específi cos, y estos aquí hacen falta. Me parece que en la venta de mineral debe-ría siempre perderse, aun cuando también podría pensarse que el comprador no gana nada. De la pérdida no quisiera decir nada porque no podría salir nada bueno de ello.

La amalgamación local no es la peor de México, que bastante depende del buen cli-ma, puesto que ahora es invierno y se tiene algo de fresco, pero no nieve. Algunas mi-llas más allá en las montañas hay hielo. Allí se encuentran también varias vetas pobres con espesor de 1 Klaster (4.63 cm) hasta 1 Schuh (36 cm), con la misma dirección del fi lón que la veta principal ya referida, pero la explotación [p. 438] minera de estas ve-tas es muy raro, y donde se trabaja, es aún más pobre que en la veta principal. Como

56 Los montones tenían distintos valores en cada región. Incluso hay discrepancia sobre la equivalencia de dicha medida en Guanajuato. Ortega y Medina afirma que en 1803 un montón en Guanajuato contenía 35 quintales, en tanto que Edward Halse lo da de 32. En ambos casos un quintal equivale a 46.025 kg.

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causa por la cual estas vetas no son tra-bajadas, pueden darse los altos salarios y los altos precios de los materiales, porque 1 libra (460 gr) de hierro cuesta 37 Kreuzer (2 reales) y 1 libra de pólvora, 1 Gulden con 37 Kreuzer (6 reales), y la madera para las máquinas debe ser transportada 40 millas (167.6 km).57 La mayor fortuna es que la mi-nería local no requiere mucha ademación.

El molido del mineral que ha de amal-gamarse ocurre en un molino húmedo, que es una tina [o cuba] pavimentada abajo con piedras y arriba rodeada con una cerca de piedras de 1½ Schuh (54 cm) de pro-fundidad, en cuyo centro se coloca un eje

vertical, al cual se le unen en la parte alta unos brazos en forma de cruz que también proporcionan la fuerza de movimiento. A los brazos, mediante cuerdas, se unen, piedras de molienda rectangulares [parale-lepípedos] con la cara inferior pulida; en la parte superior de las piedras de molienda se perforan, a la distancia correspondiente, agujeros de 5 pulgadas (10 cm) de profundi-dad, en los cuales se colocan unas estacas de madera que los unen con la cruz. Cada uno de estos molinos tiene cuatro piedras y son puestos en movimiento por dos mulas. En uno de estos molinos se muelen fi na-mente 6 a 8 quintales (276.15 a 368.2 kg)

57 Una milla equivale a 5,000 varas o 4.19 km. Ver Friedrich Traugott Sonneschmidt, Mineralogische Beschrei-bung der vorzüglichsten Bergwerksreviere von Mexiko oder Neu-Spanien, Schleiz, I.G. Mauke, 1804, p. 5.

Casa de Moneda, vol. 427, f. 263 (fragmento).

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en 24 horas. Estos molinos son llamados arrastres. Al fi nal de la molienda, se agrega más agua para adelgazar y luego es extraí-da y después llevados en barriles al patio abierto, que es tan espacioso como para albergar de 5 a 6 tortas, cada una de 50 montones o 1,600 quintales (73.640 tonela-das). Cuando se ha molido una torta, que-da sin cambios tanto tiempo como para que el agua sobrante se haya achicado dentro de una suerte de cajón hecho de madera [p. 439]. Una vez achicada el agua, se qui-tan los maderos y se esparce la sal en la cantidad adecuada de 2½ libras por quintal (5.43 por 46.025 kg) de fango [torta] y luego son removidos los montones por 16 mulas de 6 a 8 horas y paleada por hombres una vez desde el centro hacia fuera y después desde el borde hacia adentro. Después de esto, permanecen inmóviles los montones durante 4 o 5 días y después se retoma la incorporación. Se divide la torta en cuatro partes a ojo. Se agregan 2½ libras por quin-tal (5.43 por 46.025 kg) de pirita de cobre calcinada, o como aquí se le llama, magis-tral. Durante este tiempo se agregan dos tercios del total del azogue necesario para la incorporación y entonces entran mulas durante 6, 8 o en algunos casos hasta 10 horas, mientras tanto es removida algunas

veces. Así se quedan quietos los monto-nes y después de algunos días se hace un ensaye. Éste ocurre como lo indiqué arriba antes de la tentadura [Sicherung]. Cuando no se encuentra ya azogue líqui-do sino una amalgama sólida, se agrega el resto del azogue, que de algún modo marca la mitad de la operación. Cuando la tentadura da una amalgama fi rme y que en la punta de los dedos tras oprimirla no hay ya azogue suelto, es una señal de que la operación ha terminado, la que en total tarda cuarenta días; durante este tiempo es repasada la mezcla dos veces por semana por las mulas como ya lo indiqué arriba. En esta operación vienen siempre 6 M. [medida desconocida] de azogue [p. 440] en un marco de plata. El lavado se realiza en otras tinas iguales, que comúnmente se encuentran en grupos de tres y que tienen comunicación una con otra a través de una abertura de 6 pulgadas (15 cm) de diáme-tro y a 1½ Schuh (40.5 cm) de distancia del suelo. El árbol [eje] está sobre el suelo con sus pivotes y posee una rejilla doble. La úl-tima tina tiene dos aberturas para la salida de la harina de 4 pulgadas (10 cm) de diá-metro. En estas máquinas se lavan de 50 a 64 Centner de una sola vez, pues algunas se diferencian en su altura y amplitud. Un

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lavado de este tipo dura de 2 a 3 horas, y después de vaciar el sobrante siempre se agrega más mineral, y se continúa así has-ta que una torta haya sido lavada. La plata y el azogue se reúnen en el fondo de la tina, y por último, la torta completa ya lavada es sacada y enjuagada. La separación de la amalgama es muy buena y se lleva a cabo en tinas de cobre, pero aquí no se hacen esferas, sino que se coloca la amalgama en moldes triangulares [piramidales], con las que siempre se llena un cilindro para la separación [capellina].58 La pérdida de azogue es y asciende a 12 onzas o 24 Loth (344.4 gr)59 por marco de plata (230 gr). So-bre la cantidad de plata aún no he podido determinar nada excepto que es muy cuan-tiosa, puesto que aún no me he dado a la tarea de ensayarla. A pesar de que durante su estancia en este lugar, el señor Director General realizó algunos ensayos sobre el método europeo, no puedo decir nada en especial debido a la falta de reactivos de una buena calcinación (tuvimos que calci-nar en los hornos en que normalmente se calcina el magistral, que no son los más adecuados) [p. 441].

Ya he indicado que el mineral rico no es amalgamado, sino que es fundido. Esto se lleva a cabo en un tipo de horno don-de se colocan algunos quintales de plomo, donde se agrega el mineral rico, que antes fue triturado en las arrastras con una fi nura menor que el mineral para amalgamación, y entonces en pequeños hornos y es colado tan fi namente que no queda nada más que plata y piritas; sin toda la calcinación o algu-na fundición especial anterior, se agregan con una pala 12 libras (5.52 kg) de mineral de una sola vez en el plomo a la orilla del horno. Durante la incorporación del mineral se remueve nuevamente. Seguro que este es un trabajo que deja pena en el corazón, puesto que un quintal (46.025 kg) tratado con este tipo de fundición cuesta 15 pesos y se obtiene 20% de la plata.

Al regreso del Sr. Director General se harán experimentos ordenados porque el método europeo, o mejor dicho, su método de amalgamación no puede implantarse de lleno debido a la cantidad de mineral y a la falta de madera. Se producen más de 1 mi-llón de quintales de mineral y 5 piezas de madera con una longitud de 1 pulgada (2.5

58 Sobre la capellina, ver Bernard Macdonald, “Old Mexican Mehotds”, en Mining and Scientific Press, 23 de enero de 1907, p. 126.59 Como se sigue claramente de esta frase, 1 Loth = media onza.

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cm) y un grosor de 1½ pulgadas (3.75 cm) cuestan 15 Kreuzer (uno y medio reales).

4.

Guanajuato en México, 15 de abril de 1789

Apenas he regresado de un corto viaje, que hice de aquí a 80 millas (391 km) hacia el mediodía para investigar un Real [p. 442] de minas de cobre arrendado. Esta mina no se encuentra muy lejos de Valladolid, bajo una cálida cima en unas escarpadas montañas y se compone de una veta de cobre de la que sólo se saca cobre ama-rrillo (Cuprum pyrituosum). En alguna otra ocasión le daré noticias sobre la naturaleza de estas montañas. Por ahora confórmese simplemente con la descripción del método de fundición de cobre que aquí se utiliza, que lo convencerá de que aquí la metalur-gia aún se encuentra en su niñez. Mientras

tanto, siempre es interesante ver cómo el hombre en su estado más primitivo logra cualquier propósito.60 El todo del horno de fundición de cobre se compone de un gran crisol excavado en la tierra misma, que es fuertemente encolado. En la parte de arriba tiene una vara de diámetro (83.6 cm) y ha-cia abajo va formando un cono.61 En medio por encima del crisol y sobre un muro seco, se tienen dos fuelles colocados de modo oblicuo y con toberas [tubos] de barro que alcanzan el interior del crisol. Del lado de los fuelles se colocan, cruzados en el crisol, dos trozos de leña verde de 5 a 6 pulga-das (12.5 a 15 cm) de grosor y encima de 50 a 75 libras (23 a 39 kg) de magistral62

(mineral de sulfato de cobre con hierro) en forma de discos sin haberlo calcinado antes y luego 50, 75 o hasta 110 libras (23, 39 o hasta 50.4 kg) de mineral calcinado (aquí sólo se calcina el mineral amarillo y no el resto de los minerales de cobre).63 Cuando

60 A partir de este punto el texto es exactamente el mismo que el presentado por Tavera, p. 196. Iré anotando algunas diferencias importantes, tomando en cuenta que la traducción de dicho documento fue hecha por Elhu-yar. Se presentaron con la palabra Informe:61 Informe: 3 cuartas o una vara de diámetro.62 Informe: crudío. Fischer utiliza aquí la palabra Lech, que es un compuesto de sulfato de cobre y hierro, que en Nueva España era llamado magistral como reactivo para los procesos de amalgamación de plata. No obstante, Elhuyar lo traduce como crudío, un término que no aparece en ninguno de los glosarios de términos mineros que he consultado. Prefiero entonces decir magistral.63 El magistral era cobre asociado con otros minerales que se usaba como ingrediente del método de patio, que habitualmente se utilizaba calcinado. En algunas ocasiones, como en la que se presenta aquí, podía usarse en crudo. Ver Edward Halse, op. cit., p. 218.

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esto ha ocurrido, se rodea todo con carbón y se pone en marcha el fuelle, que es movi-do por mano de hombre. Después de una o una hora y media ya se ha fundido la carga, y sin extraerla, se agrega una segunda. De este modo se funden 3, 4 o hasta 5 cargas, [p. 445] lo que se rige según la ley de los minerales pobres o ricos. Una vez fundida la última carga, se quita el carbón, y como durante toda la fundición no se han extraído escorias, se sacan en gruesos pedazos y colocados en el escorial; hasta que se llega al magistral, que también se saca pedazo por pedazo y que será utilizado de nuevo en futuras fundiciones. Al fondo del calde-ro, se encuentran 50 libras (23 kg) o más de cobre puro. Todo este trabajo no puede explicarse de otro modo que los minerales de cobre sulfurosos se funden en magistral, sin embargo una parte del magistral se con-vierte en cobre gracias a la intensidad del fuego.64 Se entiende que existen muchos hornos que funcionan de este modo y que están satisfechos con haber obtenido cobre sin preocuparse cuánto debería o podría obtenerse y cuánto metal se pierde durante el benefi cio.

Aproximadamente 30 millas (146.7 km) hacia el sur de Valladolid se encuentra un

volcán, el que escalé junto con el goberna-dor de esta provincia, don Antonio Riaño, un hombre de mucho entendimiento quien me dirigió en el viaje. Este volcán apareció hace 30 años en una planicie donde se encontra-ban plantaciones de caña de azúcar. Prime-ro se sintió un fuerte terremoto que ocasionó la huida de habitantes, de este lugar tan fértil, tuvieran que huir; después se abrió la tierra y arrojó muchas piedras y cenizas, de tal modo que nadie podía acercarse a varias millas a la redonda, los mayores estragos se produjeron en un radio de milla o milla y media (4.89 o 7.33 km), lugar que no puede visitarse [p. 444] sin sentir escalofríos. Los primeros cuatro años las erupciones del volcán fueron muy violentas. Luego conti-nuaron por once años con mayor o menor fuerza. En la actualidad el volcán aún saca humo y en época de lluvias se sienten algu-nos terremotos aquí y allá y algunas erup-ciones sin importancia. El perfi l completo del volcán es un cono trunco. Su altura alcanza en el oriente, por donde lo escalamos, desde 500 hasta 600 pies (150 hasta 180 m) en una pendiente de 45 grados. Por el sur y el poniente es un poco más alto. Cuando se sube aquí, se pasa una especie de planicie, llena de irregularidades, de un pie o más

64 Aquí termina el texto que coincide con el Informe.

119

de amplitud, de las cuales se expele humo y vapor sin cesar. Esta área circular corres-ponde prácticamente a la boca del cráter, cuya garganta está hacia adentro y que está rodeado por paredes de piedra verticales o que cuelgan desde arriba, que son amarillas o blancas y que humean ininterrumpidamen-te. La amplitud del cráter tiene de sur a norte 800 (240 m), y de este a oeste 400 pies (120 m). Aquí no se encuentra lava verdadera, sino piedras a medio fundir, que se hallan fusionadas con diferentes sales. Hacia el poniente se encuentran diversos lugares en llamas, y en las orillas de la zona devastada, a la que llaman tierra mala [país malo], se encuentra uno con muchos manantiales de aguas hirvientes.

[p. 465]

11.

Guanajuato, 17 de marzo de 1790

El día 28 del mes pasado recibí con inexpre-sable alegría tu carta en León, a 12 millas (58.68 km) hacia el poniente desde aquí, de las manos de mi estimado Señor Director General, quien junto con su esposa, que viste en Viena -donde se casaron- se diri-

gía pasando por Zacatecas, a Sombrerete, donde pondrá a funcionar el método de amalgamación de Born, ya anteriormente preparado por Sonneschmidt. Durante mi viaje hacia León me llevó el señor Elhuyar al fundo minero llamado Comanga [Coman-jilla, en Guanajuato] para reconocer las mi-nas del lugar. Esta población se encuentra a 7 millas (34.23 km) hacia el norte de León y a 18 millas (88.02 km) en la misma direc-ción de Guanajuato. Las montañas se com-ponen de esquistos arcillosos y los fi lones que pasan por allí contienen cuarzo, blen-da, galena y pirita de hierro. En promedio contienen 6 Loth (86.1 gr) de plata con más o menos algo de oro. Este fundo fue explo-tado mayoritariamente por jesuitas. Desde su expulsión ha caído en plena decadencia, en la que el benefi cio de la plata por medio del aquí acostumbrado método de patio se hizo imposible, pues de un montón no se sacaban más que 6 o a veces únicamente 2 marcos de plata; esto es, la mitad o hasta la sexta parte de la plata que allí se encuen-tra. Además, se tenía una increíble pérdida de azogue; que adicionalmente al marco de azogue gastado por cada marco de plata, se perdía todavía 48 o 50% más. Aquí intro-duciré el nuevo método de amalgamación y espero que el trabajo sea bien aceptado.

120

El pasado año de 1789, obtuvimos en Guanajuato 3,686 barras por azogue y 1,073 por fundición, en total 4,659. Cada barra o Stock contiene 135 marcos (31.05 kg) de plata. Esto hace en total 6,289.65 marcos (6.06 toneladas) de plata. Gran par-

* Facultad de Ingeniería, UNAM, Acervo Histórico del Palacio de Minería.

te de esta producción de plata se debe a la utilización del método de Born, puesto que los minerales tenían más baja ley que los utilizados hasta ahora en el método de patio y se ahorra tiempo en el trabajo.

Minería, vol. 11, fc. 142.

121

1. ALLEGRO MA NON TROPPO, UN POCO

MAESTOSO

La inagotable fuente documental del Archivo General de la Nación (AGN) per-

mite a numerosos investigadores continuar saciando el apetito de encontrar temas o personajes novedosos con el fi n de incre-mentar el conocimiento histórico del país. Este artículo es el resultado de la informa-ción localizada principalmente en ese acer-vo y completado con la proveniente de otros archivos como el del Palacio de Minería

(AHPM) y el Archivo de Instrumentos Públi-cos de Guadalajara (AIPG). La combinación de los datos recopilados nos permite hacer un primer acercamiento a la vida de un “in-telectual y científi co” del siglo XVIII descono-cido por la historiografía mexicana.

El gusto de escribir sobre la vida de Juan Eugenio Santelises Pablo surge del interés de analizar la infl uencia que ejer-cieron sobre él las ideas de la Ilustración y que se vio refl ejada en su vida cotidiana. Su desempeño como minero, las obras tec-nológicas que instrumentó en esa industria,

I D E A S Y L E C T U R A S D E U N M I N E R O I L U S T R A D O D E L S I G L O X V I I I

C. René de León Meza*

...la época de la Ilustración convencía a los hombresde que la razón humana era capaz de lograr un

mejoramiento y aún la perfección de la sociedad.Infl uidos por la nueva fi losofía cartesiana y los

descubrimientos científi cos del siglo anterior, lospensadores del siglo XVIII confi aban en la capacidad

del intelecto para descifrar y entender no sólo el mundo físico-natural, sino también la civilización de los hombres.1

1 Tanck, 1977, p. 5.

122

las ideas y acciones que aportó para la for-mación y funcionamiento del Tribunal y Co-legio de Minería, su afi ción por la búsqueda de tesoros, su afán de formar gabinetes de historia natural y su ávido interés por la lec-tura (que le ocasionó ser citado en varias ocasiones por el Tribunal del Santo Ofi cio, ya que varios de sus libros estaban con-siderados prohibidos) son los puntos que aquí analizaremos. Todos estos aspectos le permitieron establecer vínculos académicos y comerciales con los personajes más des-tacados de su siglo. Llegó a formar parte del grupo más selecto de sabios y científi cos de la segunda mitad de esa centuria que revo-lucionó el desarrollo de la ciencia y las insti-tuciones académicas de la Nueva España.

La vida de Santelises transcurrió en el tiempo en que las ideas de la Ilustración habían sido adoptadas por una parte de la sociedad de la Nueva España. Dichas ideas habían llegado de Europa desde la primera mitad del siglo XVIII, pero no se manifestaron sino hasta la segunda mitad. En el caso de la ciencia, los colegios de los jesuitas fue-ron fundamentales para esta manifestación, aunque otras órdenes también participaron,

lo mismo que la Universidad. Se cambiaron los métodos de enseñanza, así como los textos utilizados, se dieron fuertes discusio-nes entre los escolásticos y los modernos por cuestiones de fi losofía y ciencia y las ar-tes y las letras tomaron un gran impulso.2 Un factor importante para esta situación fue la creación de sociedades de amigos del país, las cuales, aparte de buscar dar un gran im-pulso al desarrollo económico, patrocinaron escuelas técnicas y de artesanos, pugnaron por una reforma administrativa del Estado, al mismo tiempo que ayudaron al estímulo de las investigaciones científi cas y geográ-fi cas, así como la creación de instituciones fi lantrópicas y educativas.3

Una de estas sociedades de amigos del país fue la vascongada, la cual aglutinó en Nueva España a una gama muy amplia de miembros de destacados científi cos, cléri-gos, hombres del gobierno, militares, em-presarios, etc. De los más de 500 miembros que tenía esta sociedad, 25 eran científi cos y, de éstos, 15 eran peninsulares y 10 crio-llos. Uno era Santelises Pablo; otros, Alza-te, Bartolache, Velázquez de León, Gamboa, Fagoaga, Sarría, Tamariz, etc.4 Cuando San-

2 Saladino, 1990, pp. 38-39.3 Tanck, 1977, pp. 15-16.4 Trabulse, 1993, pp. 529-535.

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telises Pablo se inscribió en esta sociedad en 1784, se de sempeñaba como juez de alzadas y defensor del Banco de Avío y fue registrado como “intelectual y científi co”.5

Una de las características de estos científi cos criollos fue su gran empeño en la divulgación del saber científi co a través de una serie de publicaciones como gace-tas, diarios, revistas, periódicos, etc., pero sobre todo, su conocimiento estaba enfo-cado a resaltar las grandezas de su tierra.6

Santelises, por ejemplo, defendía y resalta-ba la capacidad de captación de los niños nacidos en Nueva España al momento de justifi car la aceptación de éstos en el Co-legio de Minería. Esta forma de pensar de los sabios criollos infl uyó de alguna manera en el origen del movimiento armado de la independencia de México. Si bien muchos de estos científi cos y sabios no alcanzaron a participar en la lucha iniciada por Hidal-go, lo hicieron muchos de sus descendien-tes. El único hijo de Santelises fue uno de ellos.7

2. MOLTO VIVACE

Juan Eugenio Mariano Santelises Pablo nació en la ciudad de México el 15 de no-viembre de 1733 y fue bautizado cinco días después en la parroquia de La Asunción de la misma ciudad. Fue el segundo de tres hijos del matrimonio compuesto por Juan Manuel Francisco de Santelises y Josefa Catarina Pablo Fernández. Sus ascenden-tes por línea paterna se remontan al pueblo de Tradovera, en Vizcaya, de donde era su abuelo. Por parte de su madre estaba emparentado con los marqueses de Prado Alegre, pues el hermano de su madre era el capitán Francisco Marcelo Pablo Fernán-dez, que obtuvo el título.8

El padre de Santelises se desempeñaba como factor en las reales cajas de la ciudad y puerto de Veracruz; murió cuando Euge-nio Santelises tenía seis años.9 Heredó de su padre varias capellanías que le sirvieron años más tarde como garantía para conse-guir diversos préstamos que invirtió en sus

5 Jiménez Codinach, 1993, pp. 843-869.6 Trabulse, 1993, p. 532.7 Varios autores han resaltado la participación de algunos científicos y descendientes de éstos en la gestación, desarrollo y consolidación de la independencia de México. Roberto Moreno de los Arcos fue de los primeros en afirmar lo anterior: Moreno de los Arcos, 1984, p. 330. Años más tarde otros autores, con el respaldo de pruebas documentales, lo confirmaron: Torales, 1993, pp. 83-116; Trabulse, 1993, p. 535.8 Archivo de Notarías de la Ciudad de México (ANCM), Manuel Jiménez de Benjumea, 1744. Testamento de Josefa Catarina Pablo Fernández.9 En el volumen 3 de Las Gacetas de México aparece la siguiente noticia “El 3 de octubre de 1739 falleció repen-

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minas.10 Su madre volvió a contraer matri-monio, ahora con Joaquín Antonio Cortinas, que era tesorero interino de la Real Casa de Moneda. De este matrimonio nació primero una niña y luego, en 1744, un niño. Justo al dar a luz, la madre de Santelises murió cuando él tenía 11 años.11

Al parecer, algunos parientes lo toma-ron bajo su cuidado y se lo llevaron a vivir a la isla de Cuba. Se casó en la ciudad de La Habana a la edad de 16 años con Antonia García Menocal,12 con quien tuvo un hijo llamado Juan de Dios de Santelises. Ignoro qué tipo de educación tuvo Juan Eugenio y si estudió en la ciudad de México o en La Habana, pues no he encontrado ningún rastro sobre su preparación académica. Del análisis de su biblioteca se desprende que dominaba varios idiomas como el latín, fran-cés, italiano y alemán. Además, las referen-cias de varios científi cos y viajeros ilustres de la época lo catalogan como un “sabio”, “científi co” e “intelectual”, lo que se descri-birá más adelante.

Después de su matrimonio en La Haba-na, se sabe de él hasta que tenía 26 años, cuando se encontraba en la Nueva Espa-ña. En 1759 las autoridades del puerto de Veracruz, por pedido de las de La Habana, solicitaron que Santelises fuera advertido de manera reservada de que regresara vo-luntariamente con su esposa, a la que había abandonado hacía un mes, o de lo contrario sería obligado a regresar a la isla. En sep-tiembre del mismo año, otra carta señalaba que Santelises, que se encontraba en Pue-bla, recurría a pretextos frívolos para demo-rarse en esa ciudad, por lo que se conmina-ba a las autoridades de Puebla a detenerlo y remitirlo bajo resguardo de dos dragones y, una vez llegado al puerto de Veracruz, mantenerlo arrestado en el castillo de San Juan de Ulúa y que, bajo partida de destie-rro, se embarcase en el bergantín San Pe-

dro de Padua. Finalmente, el 17 de octubre, Francisco Crespo Ortiz, comandante del puerto, informaba al marqués de Las Ama-rillas que ese día se había embarcado Juan

repentinamente á los 52 años de edad, en su hacienda inmediata á esta corte, D. Juan Manuel de Santelises, factor, oficial real propietario de las reales cajas de la ciudad, y puerto de la Nueva Veracruz, cuyo empleo sirvió con grande aplicación, integridad y desinteres: diósele sepultura en la iglesia del Insigne Santuario de Santa María de Guadalupe, á que asistieron las primeras personas de esta Republica”. Castorena y Ursúa y Sahagún de Arévalo, 1950, t. III, p. 205.10 AGN, Bienes Nacionales, vol. 1415, exp. 10, s/n.11 AGN, Judicial, vol. 21, exp. 199.12 Base de datos de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, Batch number: 8636463, source call No. 1396297.

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de Santelises a La Habana en el bergartín Santo Cristo de Loreto, bajo las órdenes del capitán Bartolomé Villaelriego.13

Llama la atención que fuera obligado a regresar con su esposa por el solo hecho de llevar un mes alejado de ella, y más todavía que fuera llevado en calidad de destierro y que se hubiera informado al respecto al mismo virrey de la Nueva España. A pe-sar de la rápida acción de las autoridades para obligarlo a regresar a Cuba, Santelises estaba de regreso en la Nueva España en menos de un año.

La década de los 60 marcó el inicio de

su carrera como minero cuando descubrió y denunció la mina El Temascal en el real de Tlalpujahua. En esos años denunció otras minas en Atotonilco el Chico y en el cerro del Potosí, en la jurisdicción de Actopan. En estas explotaciones realizó importan-tes obras tecnológicas que le permitieron aumentar su producción y obtener grandes benefi cios. Por ejemplo, en la de El Temas-cal instaló, en 1763, dos malacates con el único objetivo de desaguarla. Para instalar-los llegó a un convenio con los dueños de las minas vecinas en el que, a cambio de pagarles 65 pesos semanales, éstos per-

13 AGN, Correspondencia de Diversas Autoridades, vol. 4 exp. 14, fs. 29, 35, 48, 52, 54.

Tierras, vol. 1898, exp. 1, cuad. 3, f. 42.

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mitirían que las aguas desalojadas pasaran por los túneles de sus minas. Este tipo de convenio no era usual entre mineros, sobre todo porque siempre existía la desconfi anza de que uno quisiera sacar mayor provecho del otro. Un caso más en donde trabajó en colaboración con otros dueños de minas ocurrió en el real de San Rafael de Tapalpa, en la jurisdicción de Sayula.

Años más tarde, en 1779, logró un pri-vilegio con la Real Hacienda que consistió en que, a cambio de la construcción de dos socavones en sus minas de Santa Rosa y Actopan, quedaba exento del pago de los reales derechos que causaran sus metales y, además, se le rebajó el precio del azogue a 30 pesos por quintal. Esta concesión du-raría el tiempo que se tardaran las obras de los socavones, hasta que se cubrieran los gastos erogados en los mismos.14

Es importante resaltar estos benefi cios obtenidos por Santelises porque muy pocos mineros fueron agraciados con estas dis-pensas, sobre todo porque la Corona sólo apoyaba a los mineros cuyas minas habían demostrado ser ricas en metales de buena ley, como las que se otorgaron a José de la Borda en Taxco, al conde de Regla en

Real del Monte, al conde de San Pedro del Álamo en Zacatecas y Mazapil, y al conde de Bibanco en Bolaños.

Su incursión en el Real de Minas de San Rafael de Tapalpa, en la alcaldía mayor de Sayula, comenzó justo después de que fue-ron descubiertas en ese lugar varias minas de plata en 1762. En un principio se limitó a desempeñar el papel de aviador de los dueños de las principales minas, después, mediante un proceso muy común en la mi-nería, los dueños le fueron donando accio-nes en varias de ellas como forma de pago. Para 1774 ya era el propietario de las tres minas más importantes de ese real, la de Nuestra Señora del Carmen, San Vicente y El Naricero. Además, era dueño de las dos haciendas de benefi cio por sistema de patio que había en ese real, El Salto y Nuestra Señora de Guadalupe, que él mismo había construido.15

Los documentos relativos a este real de Tapalpa son los que nos han proporcionado la mayor información relativa a las diferen-tes obras que realizó Santelises. Así sabe-mos que en 1764 las minas de El Naricero y Nuestra Señora del Carmen se encontraban completamente inundadas debido a que jus-

14 AGN, Minería, vol. 182.15 AIPG, Nicolás López Padilla, vol. 1, fs. 23v-29f.

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to en medio de ellas pasaba un arroyo. San-telises, siendo todavía socio minoritario en ambas minas, propuso que él se encargaría de desviar el cauce del arroyo, la construc-ción de un dique para contener sus aguas, así como la perforación de un tiro de cuatro varas en cuadro (3.5 metros) para desaguar dichas minas y poder explotar los “ojos” de metal que se encontraban justo abajo del antiguo cauce, además de la instalación de dos malacates para sacar sus metales, tierras o tepetates y maderas.16 En la mina de Nuestra Señora del Carmen, Santelises perforó 25.5 metros más de ahonde al tiro que ya existía, a cambio de la donación de media mina.17

En 1879, más de cien años después, la compañía encargada de la explotación de metales en el real de San Rafael, encargó al ingeniero Juan Ignacio Matute un estudio sobre las minas que se habían trabajado an-tiguamente. En ese informe, Matute reportó lo siguiente: “esa obra debe de haber tenido algunas pintas de grande interés, puesto que dio motivo á los antiguos mineros á acometer una obra costosa, muy impruden-

te y no de grandes resultados, pues según la tradición les fue funesta: me refi ero al tajo que hicieron para desviar el curso del arroyo, la construcción de un muro de mam-postería de cincuenta metros de largo, cinco de ancho y tres de espesor, el paso o bo-camina que abrieron en el mismo lecho del arroyo, el cual en una creciente extraordina-ria, invadió el pozo y sepultó en él a varios operarios”.18 Ese informe también aporta datos sobre el socavón que se realizó para explotar los ojos de metal de las minas El Naricero y Santo Cristo de la Rondanera. Matute agregó: “es verdad que para llegar á ellos, es preciso alcanzar una longitud de 300 metros poco más o menos, lo cual pre-sentaba sus difi cultades, si no se le daba á esta obra una dirección rectilínea y las di-mensiones bastantes para que no llegara á faltar la ventilación”.19

Como señalaba Matute, estas obras le resultaron muy caras a Santelises, puesto que gastó 50,000 pesos de la época, pero la información del AIPG revela que con los buenos dividendos de la obra, al término de dos años, cubrió todos los gastos.20 Según

16 AIPG, Nicolás López Padilla, vol. 1, exp. s/n.17 AIPG, Nicolás López Padilla, vol. 5, fjs. 5f-12f.18 Matute, 1879, p. 5.19 Matute, 1879, p. 6.20 AIPG, Antonio de Berroa, vol. 11, fjs. 344f-348f.

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datos proporcionados por el mismo Santeli-ses, él gastaba 80,000 pesos anuales sólo en la habilitación de sus minas y haciendas de benefi cio, las cuales dejaban anualmen-te a la Corona una ganancia de 40,000 pe-sos por cuestiones de impuestos.21

En lo que respecta a la construcción de los tiros y socavones era fundamental contar con un conocimiento avanzado en cuestiones de geometría subterránea, ya que un mal cálculo o desconocimiento en la materia ocasionaba que la obra resultara inservible. Todo indica que Santelises con-taba con esos conocimientos, aunque mu-cho tuvo que ver en su éxito como minero el administrador de todas sus minas y hacien-das de benefi cio, un inglés que había sido piloto de embarcaciones y del que el mismo Santelises afi rmaba que era “un sujeto muy preciso en sus minas cuias incumbencias no le es facil confi ar en otro”.22

Otra habilidad de Santelises Pablo fue su visón empresarial. En 1779 consiguió que el arzobispo de México le concediera li-cencia para que en la galera de su mina San

Antonio, ubicada en la jurisdicción de Acto-pan, se pudiese celebrar el santo sacrifi cio de la misa todos los días.23 Dos años más tarde logró que se le permitiera construir una capilla pública en su hacienda de benefi ciar metales nombrada La Barranca de Nuestra Señora Santa Ana, en la jurisdicción de Ato-tonilco. Al mismo tiempo solicitaba permiso para hacer otro tanto en sus minas de Tete-pango ubicadas en el cerro del Potosí, y otra en su hacienda de benefi cio nombrada Los Griegos, en Actopan.

Resulta obvio el objetivo de Santelises al construir estas capillas. El hecho de que los operarios ocurrieran a oír misa a capillas que se encontraban bastante alejadas de sus minas, le originaba un grave daño por-que se paraban las extracciones y benefi cio de los metales. Sobre todo era considerable el perjuicio y atraso en las cuestiones rela-cionadas con el desagüe, ya que, como este trabajo se debía hacer permanentemente, suspenderlo por un lapso de varias horas causaba muchos atrasos en las labores de las minas.24

21 AGN, General de Parte, vol. 44, exp. 183, fs. 174v-175v.22 El motivo de la detención de este inglés fue que el alcalde mayor del real de minas de Tlalpujahua cumplía las órdenes recibidas de detener a cualquier inglés por concepto de la declaración de guerra que se había dado contra la nación británica. AGN, General de Parte, vol. 46, exp. 153, fs. 161f-162f.23 AGN, Minería, vol. 152, s/n.24 AGN, Mercedes, vol. 81, fs. 149f-150f.

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La capacidad que tuvo Santelises Pablo de relacionarse y asociarse con personas que lo habilitaron económicamente o fun-gieron como sus fi adores, fue fundamental para que alcanzara los logros que tuvo no sólo dentro del ramo de la minería, sino en otras actividades. Entre estas personas encontramos a sus primos los marqueses de Prado Alegre; a Manuel Calixto Cañedo, que fue uno de los más ricos e importantes hacendados de la Nueva Galicia en el si-glo XVIII; al secretario de la Nueva España en 1769, José de Gorráez; al marqués de Rivas Cacho, vecino de la ciudad de Méxi-co; al capitán comandante del real presidio y provincia de Nayarit, Vicente Cañaveral Ponze de León; al marqués del Apartado, Francisco de Fagoaga, entre otros. Pero sobre todo le fueron muy importantes los continuos préstamos que recibió de parte del juzgado de testamentos del arzobispa-do de México.25

Juan Eugenio dedicó 33 años a la ex-plotación de minas en diferentes reales. La experiencia que logró acumular en ese tiempo, combinada con el conocimiento adquirido por la lectura de libros de ciencia relacionados con la minería y la metalurgia,

y su afi ción por coleccionar minerales, le brindaron las herramientas necesarias para jugar un papel importante dentro del Tribu-nal General y Colegio de Minería.

3. ADAGIO MOLTO E CANTABILE

Como funcionario de la administración pú-blica, Santelises Pablo desempeñó impor-tantes actividades. Las obtuvo debido en gran parte a las relaciones de amistad que tenía, pero sobre todo a su prestigio como minero. En 1776, la Real Audiencia de Gua-dalajara propuso al virrey que se le otorgara una de las mejores alcaldías mayores de la Nueva España. En 1784, Santelises ingresó a trabajar en el Real Tribunal de Minería, cuando la junta general del mismo lo nom-bró uno de sus cuatro consultores. A partir de esa fecha, realizó diversas actividades dentro de la institución señalada. Fue ad-ministrador y director general suplente en varias ocasiones y ocupó el interinato del puesto de fi scal promotor y defensor del tribunal.26

Una de sus primeras proposiciones como diputado fue que se suspendiera la contribu-ción llamada “dineros nobles”, la cual era

25 AGN, Capellanías, vol. 96, exp. 978.26 AGN, Reales Cédulas Originales, vol. 154, exp. 207, f. 7.

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Casa de Moneda, vol. 90, exp. 1, f. 4v.

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cobrada a los operarios de las minas por los curas y jueces eclesiásticos en muchos reales de minas. Santelises señaló que esta medida era un poderoso retrayente que ha-cía que los trabajadores abandonaran sus centros de trabajo, siendo en perjuicio de los dueños de ellas, del público en general y de las buenas costumbres.27 En 1789, la diputación minera del real de San Francisco Xavier de la provincia de Sonora nombró a Santelises su apoderado para que los repre-sentara en la junta general que ese Tribunal realizaría, pero Juan Eugenio rechazó ese nombramiento.28 Cuando se desempeña-ba como uno de los cuatro consultores de ese Tribunal, se ocupó interinamente de los puestos de director y administrador general de esa institución debido a la muerte de Ve-lázquez de León y de Lucas Lazada, que ocupaban esos puestos, hasta la llegada de Elhuyar, que había sido nombrado por el rey para ocupar ese cargo.29

En 1790, cuando Fausto de Elhuyar, director del Tribunal de Minería, se trasladó al real de Sombrerete con la intención de instalar ahí el método de benefi cio de Born, los diputados y consultores de ese organis-mo presentaron al virrey Revillagigedo la problemática que esto ocasionaba debido a que, como el cargo de fi scal recaía en el de director, muchas causas estaban pen-dientes de resolver, por lo que solicitaban su consejo al respecto. El virrey les pregun-tó sobre la persona que había ocupado el puesto interinamente durante el tiempo que pasó entre la muerte de Velázquez de León y la llegada de Elhuyar. Al informársele que Santelises era esa persona, el virrey deci-dió nombrarlo para que ocupara el cargo de fi scal promotor interino con funciones de contador, otorgándole un sueldo de 3,000 pesos anuales.30 Al enterarse Santelises de este nombramiento, escribió al virrey para solicitarle que no le fuera concedido ese

27 Bargalló, 1974, pp. 199-223.28 AHPM, 1789/III/41 d.17.29 AHPM, 1786/III/26 d.41. En la última parte de este informe de méritos de Santelises se asienta su gran apli-cación y estudio a las ciencias concernientes a la minería, lo que lo llevó a coleccionar una gran cantidad de papeles, libros e instrumentos. Cuando en el año de 1784 tuvo una grave enfermedad, dispuso que todos estos papeles e instrumentos quedasen para la librería del Colegio del Tribunal de Minería. Será interesante ver si pensaba regalar esos bienes o venderlos, tal como hizo su albacea en 1794, después de su muerte.30 AHPM, 1790, I, 43, d.2. El título 16 artículo 24 de las Nuevas Ordenanzas de Minería de 1783, establecía que los oficios de fiscal y promotor del cuerpo de mineros recaía en el de director. A partir del nombra-miento de Santelises, estos cargos nunca volvieron a manos del director. Bargalló, 1974, p. 207; González Claverán, 1996, p. 416.

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cargo, sino alguno otro dentro del mismo Tribunal. Argumentaba que su edad ya no era la adecuada para desempeñarlo con rigor.31 Pero a pesar de esta negativa, en septiembre de 1791, el rey, motivado por los informes que sobre la trayectoria como minero y méritos habían escrito sobre él los virreyes Bucareli y conde de Gálvez, la Real Audiencia de Guadalajara y otros cabildos de la Nueva España, le otorgó la propiedad del cargo mediante una real cédula que mandó al virrey Revillagigedo.32

Cuando fue nombrado fi scal y promotor en propiedad de la minería, este Tribunal consultó a Eusebio Ventura Beleña respec-to a si Santelises podía usar o no bastón. La respuesta fue que conforme a la ley, sólo pueden usar bastón aquellos que por sí so-los pueden administrar justicia, facultad que no tenía Santelises. Sin embargo, señala Ventura Beleña que como el uso de esa insignia se había intensifi cado en la Nueva

España, que muchos lo usaban sin tener ju-risdicción, recomendaba que no se le pusie-ra reparo alguno en caso de que él lo usara, pero que tampoco se le recomendara que lo usara en caso de que él no lo portara.33

Imagino que el nombramiento otorgado a Santelises no debió haberle parecido a El-huyar, pues representaba una fuerte dismi-nución de su poder de injerencia dentro del Tribunal, pero no he encontrado que haya habido problemas entre ellos. La única dife-rencia que tuvieron fue respecto a la edad que debían de tener los alumnos pensiona-dos cuando ingresaran al Colegio de Mine-ría. Elhuyar era de la idea de que debían tener de 15 a 20 años. Santelises opinaba que la edad fuera desde los 12, pues “la experiencia ha manifestado que la juventud de esta América avanza muy temprano en adelantarse a las ciencias, de lo que no solo se han persuadido los que han residido en ella, sino aún los mas clásicos y críticos au-

31 Esa carta escrita por Santelises al virrey Revillagigedo con la intención de no aceptar el cargo de fiscal, más bien parece una forma de hacer que el virrey conociera los trabajos que Juan Eugenio había realizado para el Tribunal. En ella le confirma todos los años que estuvo fungiendo como director y administrador general de ese organismo desde la muerte de Lassaga y Velázquez de León en 1786, hasta la llegada de Elhuyar en 1789. AGN, Reales Cédulas Originales, vol. 154, exp. 207.32 AHPM, 1791/III/50 d.28; AGN, Reales Cédulas Originales, vol. 149, exp. 149, y vol. 154, exp. 207. Desafor-tunadamente no he podido localizar ninguno de estos informes sobre los méritos de Santelises. En ese mismo año era el tesorero recaudador de las rentas e intereses de la Archicofradía de Nuestra Señora de los Remedios en la ciudad de México. Archivo de Notarías de la Ciudad de México (ANCM), José Calapiz Matos, n. 157, 1791.33 AHPM, 1788/V/36 d.9.

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tores de la Europa, de que hace un resumen dilatado el ilmo. Feijó y aunque desde lue-go el Señor Director consideró que los que se han de enseñar en la minería necesitan refl exión y madurez; pero el Fiscal piensa que esto necesita experimentarse y no pue-de hacerse sin que estando algunos desde la edad se coteje los que esos adelanten o no”.34 Elhuyar aceptó esta propuesta no por-que estuviera convencido, sino porque no se había cubierto el cupo de 25 alumnos.

Durante el tiempo que se ausentó el di-rector del Tribunal para tratar de introducir el método de Born en Sombrerete, Sante-lises estuvo encargado de los principales asuntos de esa institución. Sobre todo estu-vo al pendiente de agilizar los trámites para la selección de los catedráticos europeos que faltaban para cubrir los cursos de ter-cero y cuarto grados. Además, durante el tiempo que Malaspina estuvo en la ciudad de México colaboró con este viajero en la obtención de datos científi cos.35 González Claverán señala que Santelises, junto con Alzate y el ingeniero Miguel Costanzó, apo-yaron a Malaspina con sus conocimientos y

sus bibliotecas.36 Más adelante escribió que cuando Malaspina se disponía a recorrer las costas del Pacífi co, solicitó una gran canti-dad de mapas de las costas de Guadalajara y California, una serie de impresos y otros utensilios. Clasifi cando a Santelises como un sabio, agregó: “varios sabios mexicanos colaboraron gustosamente con Malaspina, en este caso buscando y prestándole el ma-terial que solicitaba. Eugenio Santelizes y Alzate dieron pistas sobre los archivos en que se podría localizar el material, qué per-sonas lo poseían y si ya había sido publi-cado. Además, dieron sus opiniones perso-nales sobre el material requerido haciendo gala de su erudición”.37

Santelises llegó a acumular tanta in-fl uencia dentro del Tribunal de Minería, que le permitió infl uir de manera decisiva en el nombramiento de altos funcionarios en ese tribunal e impedir el acceso a éstos a perso-nas que no eran de su agrado, como suce-dió cuando se opuso y bloqueó la elección que para diputado del Tribunal había recaí-do en el minero José Manuel Balcárcel, con quien desde años atrás había tenido serios

34 AHPM, V/52/d.1, fs. 4v-5f.35 AHPM, 1791/VI/53 d.8; 1791/II/49 d.2.36 González Claverán, 1993, p. 94.37 González Claverán, 1993, p. 101. Es muy interesante lo que afirma esta autora sobre Santelises Pablo, lásti-ma que no cite ningún documento como referencia para respaldar sus asertos.

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problemas en algunas negociaciones mine-ras en las que ambos habían intervenido.

Era tal el ascendiente que tenía Sante-lises Pablo, que el Justicia Mayor del real de minas de Tlalpujahua solicitó en 1793 al virrey que ordenara que él no participara personalmente en los asuntos de minería de esa diputación territorial, ya que “su res-peto es tan recomendado por los diputados del dia, que estos en las providencias que toman procuran lisongearlo en quanto les es posible, y lo hasen tambien por un terror panico que les ha infundido balido solo de que es Fiscal del Real Tribunal General de Minería de esta Nueva España”.38 En ese mismo año, por medio de una real cédula, Santelises Pablo fue separado del cargo de fi scal del Tribunal de Minería y nombrado administrador general del mismo.39

En una relación de méritos que escri-bió sobre Santelises Pablo el Tribunal de Minería en 1786, se menciona que este personaje supuestamente ayudó de mane-ra considerable a Juan Lucas de Lassaga y Joaquín Velázquez de León en sus tra-bajos para la formación de ese organismo, pero que no les constaba puesto que sólo

lo sabían de oídas. Según este informe, Santelises estuvo presto en varias ocasio-nes a viajar a España para entregar perso-nalmente al rey la solicitud de permiso para la creación del cuerpo de mineros.40 De ser cierta la afi rmación anterior, resulta extraño que el nombre de Santelises no aparezca en un acto tan importante como fue la fi rma del acta constitutiva de ese Tribunal, ni en los primeros cargos que se repartieron.41 Su ausencia pudo deberse a que en ese año él vivía en Tapalpa, jurisdicción de Sayula en la Nueva Galicia, donde estaba realizando algunas obras de desagüe para la explota-ción de una mina; pero si había trabajado intensamente al lado de Lassaga y Veláz-quez, mínimo debió estar en el momento de la fundación.

4. PRESTO

El cúmulo de conocimientos adquiridos por Santelises en cuestiones de ciencia se ba-saba en el ávido interés de leer los últimos adelantos logrados en temas como química, física, metalurgia, matemáticas, mineralo-gía, etc., muchos de ellos prohibidos por la

38 AGN, Minería, vol. 109, fs. 164-198v.39 AGN, Reales Cédulas Originales, vol. 154, exp. 207.40 AHPM, 1786/III/26 d.41.41 Bargalló, 1974, pp. 202 y 205.

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Inquisición y que le valieron ser citado en diversas ocasiones por ese tribunal. Para ello tenía establecida una amplia red de abastecimiento de libros con los principa-les libreros de la ciudad de México, Cádiz y Sevilla. Al mismo tiempo cultivaba sus discernimientos realizando exploraciones en búsqueda de minerales, fósiles, plantas y tesoros.

En cuanto a su afi ción a buscar teso-ros, ésta le redituó benéfi cos resultados. En 1775 consiguió que el virrey de la Nueva España, Bucareli y Ursúa, no sólo le admi-tiera el denuncio de tres tesoros, sino que además logró que el virrey dictara un man-dato para que las justicias de los lugares en donde se habían localizado le dieran todo el apoyo para su rescate. Uno de estos teso-ros lo encontró en la villa de Guadalupe, al pie de los cerros; otro en la jurisdicción de Texcoco, dentro de un paraje nombrado el Batán Viejo de Pasayas, y el tercero en el alcázar de Chapultepec.

Santelises mostró tener un amplio cono-cimiento de las leyes de Castilla, sobre todo en lo concerniente al denuncio de tesoros y la forma de distribución de los mismos, de ma-nera que al momento de defi nir la repartición de éstos la Real Hacienda se quedó con una

quinta parte, y de las cuatro partes restantes que formaron un todo, 25% fue para el rey y 75% para Santelises. Desafortunadamente no se cuenta con el inventario de los tesoros encontrados, pero se registra que en lo refe-rente al tesoro encontrado en el alcázar de Chapultepec, ubicado justo en el acueducto que conducía las aguas que abastecían a la ciudad de México, Santelises tuvo que reali-zar una obra “grandiosa” para no interrumpir el suministro del líquido.42

Su afi ción por la lectura de libros consi-derados prohibidos se topó con una época en que la Corona española intentaba esta-blecer un control férreo sobre los libros que

42 AGN, General de parte, vol. 54, exp. 96.

Tierras, vol. 2692, fc. 23.

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circulaban en sus colonias, pues quería evitar que entraran las ideas de la Ilustra-ción a través de las obras de Juan Jacobo Rousseau, Maquiavelo, Montalte, Cristóbal de Catán, etc. El Tribunal de la Inquisición en Nueva España fue el encargado de esta tarea. Muchos ciudadanos fueron citados ante este tribunal para que respondieran por las obras prohibidas que mantenían en su poder; varios de ellos fueron mineros, uno Santelises Pablo.

Sus problemas con la Inquisición co-menzaron a principios de 1788, cuando fue citado por este Tribunal para que declarara sobre la procedencia de libros que él mismo había entregado al comisario del Santo Ofi -cio. Estos libros eran el de Geomancia de Cristóbal Catán y Les Provinciales ou lettres

escrittes de Louis de Montalte. Respecto al primero, Santelises declaró que se lo dio a leer al bachiller José Alzate y como éste le comentó que era de muy mala conducta lo entregó a la Inquisición. En esa misma declaración señala que ya con anterioridad había leído otro libro prohibido titulado Na-

tura de Rubinet.43

En ese mismo año, Santelises compró algunas obras y libros que pertenecieron al virrey conde de Gálvez, entre los que se encontraban la obra en francés titulada Enciclopedia, impresa en París en 1773, compuesta por ocho tomos, y la obra de Moreli compuesta de cinco. Estos libros fueron decomisados por la Inquisición por-que existía una bula del papa Clemente XIII en la que ordenaba a todos los obispos e inquisidores que cuantos ejemplares de las mismas llegaran a sus manos, la entre-garan sin dilación al fuego. Santelises abo-gó que en el caso de la obra Enciclopedia,ésta le era de mucha utilidad en el ejercicio de la minería, pues abarcaba los temas de la ciencia de la mineralogía, metalurgia, química, docimasia, etc., resaltando la im-portancia de la misma obra no sólo para sus minas, sino para todas las de la Nueva España, por la ciencia que contenía. Ade-más, afirmaba tener y mostró una licencia firmada por el inquisidor general que le permitía tener libros prohibidos.44 La res-puesta que obtuvo fue que la obra aludida estaba de tal modo prohibida que ninguna

43 AGN, Inquisición, vol. 1233, exp. 4, fs. 67-75. El único dato que hemos podido encontrar de este libro es que lo compró a la muerte del Lic. Nicolás de Rivera y Santa Cruz.44 En esa licencia otorgada por el inquisidor general, el obispo de Jaen otorgaba el permiso a Santelises Pablo para que pudiera leer y tener libros prohibidos por el Santo Oficio, salvo los de Pedro Suave y Nicolás Maquia-velo. AGN, Inquisición, vol. 1094, f. 246f-v.

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persona la podía retener, y que la facultad que él tenía para poseer libros prohibidos no se extendía a poderlos comprar o ven-der.45 Esto a pesar de que el Santo Oficio tenía por costumbre otorgar licencias para la lectura de libros prohibidos a diferentes instituciones y personas que demostraban que éstos les eran indispensables o nece-sarios para el oficio o funciones que des-empeñaban.46

Es de notar lo que señaló acertadamen-te Monelisa Pérez Marchand: que a pesar de que continuaba vigente la pena de exco-munión mayor y multa a los poseedores de estos libros prohibidos, en la realidad sólo se les obligaba a entregarlos, tal como ocu-rrió con Santelises Pablo.47

El comportamiento y forma de pensar de Santelises parece estar bajo la infl uencia de las obras de Diderot, pues este último se-ñalaba entre otras cosas que “la ciencia es

una actividad permanente de ampliación del saber y estipulaba los procedimientos con que debía de concretarse: la observación de la naturaleza, la refl exión y la experien-cia. La observación recoge los hechos; la refl exión los combina; la experiencia verifi ca el resultado de la combinación. Es preciso que la observación de la naturaleza sea asi-dua, que la refl exión sea profunda y que la experiencia sea exacta”;48 justamente este método es el que asumió Santelises en su vida cotidiana.

Dos años más tarde, en 1790, Sante-lises registró ante la Inquisición 17 libros que le habían llegado de Veracruz: dos ejemplares de Arejula titulados Refl exiones

a la nomenclatura de Morveau,49 cuatro ejemplares del tomo 5 de las memorias de Suárez,50 dos de Dichos séptimos, uno de Tabla sinóptica, uno de las Memorias de

Dossier,51 tres ejemplares de los tomos 2, 3

45 AGN, Inquisición, vol. 1110, exp. 16, fs. 316-319. El título completo de la obra es Enciclopedia de artes, cien-cias y oficios, compuesta por 28 volúmenes; la versión original fue elaborada bajo la dirección de Diderot y D’Alembert. Saladino, 1990, p. 26. Aunque era cierto que la obra aquí citada contenía muchos aspectos impor-tantes y de gran ayuda para la minería, también contenía otros puntos que preocupaban a la Inquisición como eran cuestiones de filosofía y de libertad de acción.46 Pérez Marchand, 1945, p. 34.47 Pérez Marchand, 1945, p. 155.48 Citado por Saladino, 1990, pp. 29-30.49 Supongo que se trata del autor Louis-Bernard-Guyton Morveau, autor de varias obras de química. Ver Sala-dino, 1998, pp. 141-142.50 El título completo de la obra de Miguel Jerónimo Suárez Núñez es Memorias instructivas, curiosas sobre agri-cultura, industria, economía, chymica, botánica e historia natural. Constaba de 12 volúmenes y fue publicada en Madrid por Pedro Marín en 1778; se conoce otra versión de 1783. Saladino, 1998, p. 139.51 Sobre esta obra no encontramos nada, pero sabemos que el abate Jean François Rozier fue el autor de

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y 4 de Los establecimientos ultramarinos,52

uno de Viaje al estrecho de Magallanes53 y otro sobre un memorial literario de 1788.54

Resulta importante destacar algunos aspectos sobre la circulación y tenencia de libros considerados prohibidos durante esta etapa. Autores como José Miranda y Mo-nelisa Pérez Marchand destacaron algunas fallas que había en el control que mantenía el Santo Ofi cio de la Inquisición al respec-to. Miranda, por ejemplo, escribió que ese Tribunal siempre tuvo conocimiento de que personas de renombre dentro de la socie-dad novohispana conservaban numerosos libros prohibidos y, mientras vivían, no los molestaba en absoluto; al momento de su muerte actuaba de inmediato sobre sus bi-bliotecas con el objetivo de evitar que estas obras se dispersaran.55 Pérez Marchand pro-fundiza en el asunto al evidenciar los errores

cometidos por los inquisidores al momento de realizar los inventarios de los libros de las personas recién fallecidas. Estos inven-tarios “detallados”, que tenían el objetivo de expurgar las obras prohibidas, se hacían con tal desidia, inacción y abandono que propiciaban su indebida circulación, como ocurrió en los casos de las bibliotecas del arzobispo de México en 1766 y en la del vi-rrey conde de Gálvez.56

Las aseveraciones de estos autores arriba citadas quedan plenamente compro-badas en el caso de la biblioteca del conde de Gálvez, pues la inadecuada revisión que se hizo de los libros de ese virrey por parte de los comisarios de la Inquisición llevó a re-mate público libros que estaban prohibidos; esto se demostró cuando varias personas, entre ellas Santelises Pablo, fueron citadas ante el Tribunal de la Inquisición para que

Observations sur la Phisique, sur L’Histoire Naturelle et sur les Arts, así como algunas otras relacionadas con la física. Saladino, 1990, p. 83.52 Según Monelisa Pérez Marchand, en una factura de libros que encontró aparece uno con el título de Estable-cimientos ultramarinos, sin autor y sin más detalle. Malo de Luque (seudónimo del conde de Almodóvar) hizo una versión española expurgada de la obra de Raynal, Histoire Philosophique et politique des Establissements et du commerse dans lex deux Indes, la cual tituló Establecimientos ultramarinos. Bien podría ser aquella a que se refiere la lista. Pérez Marchand, 1945, p. 150.53 Supongo que se trata de la obra de Casimiro Sánchez Ortega, titulada Resumen histórico del primer viaje he-cho alrededor del mundo emprendido por Hernando de Magallanes, y llevado felizmente a término por el famoso capitán español Juan Sebastián del Cano, natural de Guetaria en Guipúzcoa, publicado en Madrid en 1769 por la imprenta real de la gaceta. Saladino, 1998, p. 168.54 La lista completa de los 17 libros que registró Santelises Pablo ante la Inquisición se encuentran en AGN,Inquisición, vol. 1312, f. 61f.55 Miranda, 1952, p. 23. 56 Pérez Marchand, 1945, p. 97.

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explicaran el origen de sus libros. Todas las personas aseveraron que los libros prohibi-dos que mantenían en su poder habían sido comprados en almoneda pública a la muer-te de ese funcionario.

Lo cierto es que Santelises, a través de distintos medios, logró formar una de las bibliotecas particulares más ricas y recono-cidas por los sabios de la ciudad de México y su consulta sirvió en muchas ocasiones para zanjar controversias entre los miem-bros de esa élite ilustrada y para apoyar con información a expedicionarios. En una ocasión, Alzate recomendó a Sonneschmidt que visitara los gabinetes de Juan Eugenio para que comprobara que ahí había moldes de fi erro virgen.57 El mismo Alzate y Dimas Rangel, en una carta fechada en 1791 en la que citan la obra del Tratado elemental de

química de Lavoiser para apoyar las obje-ciones que hacen a León y Gama, señalan que el primer ejemplar de esta obra lo tuvo Juan Eugenio Santelises.58 Cuando Fausto de Elhuyar impartió la cátedra de Química, el libro de texto utilizado era esta obra que había sido traducida al castellano en 1797.59

Santelises llevó a los científi cos (Espinoza y Tello y Ciriaco Cevallos) que acompañaban la expedición de Malaspina a su biblioteca para mostrarles la colección de códices in-dígenas que tenía y explicarles el funciona-miento del calendario azteca.60

Sabemos de la existencia de otro libro que tuvo Santelises Pablo, gracias a una carta que el licenciado Ignacio Borunda le escribió a Servando de Mier, en la que le comenta que él tuvo la oportunidad de leer La predicación del Evangelio en el Nuevo

Mundo viviendo los apóstoles, escrito por fray Gregorio García. Le menciona que este libro era tan raro que sólo don Juan de San-telises lo tenía. Le sugiere que para seguirle la pista a ese libro hable con el sobrino de Juan Eugenio, el licenciado (José María) para que le diga a quién se lo vendió.61

La recomendación que le hace Borunda a Mier es muy interesante, pues el licencia-do sobrino de Juan Eugenio fue el albacea de los bienes de su tío y, entre otras cosas, se dedicó a vender toda su biblioteca y su gabinete de historia natural, como adelante escribiré.62 Tanto su biblioteca como sus

57 Sonneschmidt, 1983, p. XIX.58 Aceves Pastrana, 1993, pp. 20-21.59 Aceves Pastrana, 2002, p. 42; Díaz y de Ovando, 1998, t. I, p. 75.60 González Claverán, 1993, p. 101.61 Borunda, 1898, p. 237. Agradezco a Gabriel Torres Puga haberme proporcionado este dato.62 El Diccionario Porrúa de historia, biografía y geografía de México menciona a Gregorio García como misio-

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gabinetes de historia natural se encontra-ban en su domicilio particular ubicado en la calle de Chavarría núm. 6, en el centro de la ciudad de México.63

La fama de las ricas colecciones que poseía Santelises llamaron la atención del director del Tribunal y Colegio de Minería. Por eso, cuando manifestó la idea de for-mar una biblioteca que contuviera los más novedosos y especializados libros en mate-máticas, física, química, mineralogía y me-talurgia tanto en castellano, latín, francés y alemán, acudió a Santelises para que éste le vendiera parte de sus libros. El objetivo de formar la biblioteca era que los alumnos encontraran en ella obras que les sirvieran como complemento a los conocimientos que adquirían en las aulas y así profundi-zaran en la materia en que quisieran espe-cializarse. Estos mismos libros servirían a los profesores para que se mantuvieran al corriente en los nuevos avances de las dis-tintas ciencias.

Una primera venta se realizó el 20 de

agosto de 1793 -apenas cuatro días antes de que muriera Santelises- y comprendió 98 títulos. Éstos fueron vendidos de acuer-do al precio que marcaban las facturas de algunos de ellos y a la tasación que hizo un experto librero de la ciudad de los que no tenían factura. En un principio el Tribunal escogió al licenciado José de Jáuregui para que tasara los libros, pero esta persona reconoció que no estaba capacitada para realizar ese trabajo debido a que no tenía la instrucción necesaria en los libros fran-ceses, pues nunca se había dedicado al co-mercio de este tipo de lecturas por no serle conveniente. Ante esto, el Tribunal contrató a Francisco Rico, que era comerciante de libros y que tenía una tienda en la ciudad de México, para realizar el avalúo. Este librero se presentó en la casa de Santelises donde, después de reconocer los libros que había escogido Elhuyar, los tasó en la cantidad de 962 pesos y dos reales, que incluían 25% más por concepto de pago de derechos de gastos que había realizado Juan Eugenio.64

nero dominico célebre por su libro Origen de los indios del Nuevo Mundo e Indias Occidentales, averiguado con discurso de opiniones, Valencia, 1607, y señala que Beristáin cita además otra obra suya titulada Predicacióndel Santo Evangelio en el Nuevo Mundo viviendo los apóstoles, Baeza, 1628. Diccionario Porrúa, 1995, p. 1386.63 AGN, Inquisición, vol. 1233, exp. 4, f. 75f; AGN, Intestados, vol. 157, exp. 16.64 AHPM, 1793/VIII/67 d.13. El apéndice 1 muestra a los autores y títulos de estos libros. Agradezco profusamente a Omar Escamilla no sólo haberme indicado la pista de este y otros documentos relacionados con la biblioteca de Santelises, sino proporcionarme datos importantes sobre los autores, editores, títulos originales y fechas de edición de los libros del personaje aquí estudiado.

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Meses después de la muerte de Sante-lises, su sobrino y albacea (José María de Santelises) vendió al Tribunal otros 36 libros escogidos directamente por Elhuyar. El pre-cio de los libros fue de 67 pesos y 7 reales.Desafortunadamente no podremos saber de todos los libros que tenía Santelises Pablo, porque cuando Fausto de Elhuyar acudió a la casa de éste para comprar su biblioteca se dio cuenta de que junto a los libros de interés del minero había muchos de otros temas, por lo que decidió comprar sólo los que consideró que podían servir a los alum-nos del Colegio de Minería. Por lo tanto, la relación de libros de la biblioteca de Sante-lises está incompleta, a diferencia de lo que sucedió con la de Joaquín Velázquez de León, de la que al momento de ser vendida al mismo Colegio de Minería sí se realizó un inventario completo. Se tendría que realizar una investigación más larga para tratar de conocer la mayor parte de los libros que lle-gó a tener Santelises.

La misma circunstancia se presentó con la compra que hizo el Colegio de Minería del gabinete de historia natural de Sante-lises. En febrero de 1794, el virrey Revilla-gigedo escribió al Tribunal de Minería para recomendar que ese organismo realizara

la compra del gabinete para una mejor ins-trucción de los alumnos. Ante esto, Elhuyar hizo un reconocimiento del gabinete y en-contró que éste se componía de elementos del reino mineral y animal, siendo mayoría los primeros. El gabinete se encontraba organizado en seis gabinetes que incluían minerales provenientes en su mayor parte del reino de la Nueva España, aunque ha-bía algunos de otras partes de América. Al hacer el inventario, Elhuyar encontró que algunas muestras se repetían, pero de to-dos modos decidió comprarlas con el objeto de canjearlas por otras que tuvieran otras personas; también recomendó la compra de los cristales y pinturas que lo conformaban, no así la parte del reino animal. El avalúo de esta colección lo realizó Diego de Guadala-jara Tello, catedrático de matemáticas de la Real Academia de San Carlos, basado en el valor intrínseco de las piezas y en lo que aportaban para la enseñanza e instrucción de los alumnos.65

Cuando Andrés Manuel del Río llegó a México a fi nes de 1794, se dispuso a dar el curso de mineralogía y una de las primeras labores que realizó, según escribió Joaquín Izquierdo, fue ordenar las muestras de pie-dras y minerales “de una colección que el

65 AHPM 1794/IV/71 d.17.

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Colegio ya poseía”, poner a cada uno de los fósiles su nomenclatura y formar con todo ello unas tablas que contuvieran las explicaciones para que los estudiantes las copiaran y les sirviera para estudio de sus lecciones.66 Estoy cierto que esta colección fue la que había formado Santelises, pues recordemos que en julio de 1794 la había comprado el Tribunal para uso del Colegio y era la única que tenía. Clementina Díaz y de Ovando confi rmó lo anterior cuando es-cribió que en el mes de julio se dio aviso al Tribunal de Minería para informarle sobre la compra de la colección de mineralogía que perteneció a la testamentaria de Santelises, y señala que “esta colección fue el principio del rico gabinete de mineralogía del Cole-gio”.67 Además de la venta de parte de sus libros y de su gabinete de historia natural, el albacea de Santelises también vendió algunos otros instrumentos al Colegio de Minería, con un valor de 155 pesos.68

El resto de los bienes de Juan Eugenio probablemente fue vendido por su sobrino y éste debió haber entregado lo obtenido al único hijo y heredero universal, el doctor clérigo presbítero Juan de Dios de Sante-lises, quien al momento de su muerte vi-vía en la ciudad de La Habana junto con su madre Antonia María de Menocal.69 Al poco tiempo, este hijo se trasladó a la Nue-va España, en donde gracias al prestigio dejado por su padre pudo obtener un pues-to. Respecto al hijo de Santelises Pablo, éste se desempeñaba en 1796 como Jus-ticia Mayor en la Congregación de Nuestra Señora de los Dolores y como subdelega-do de Real Hacienda.70 Ahí seguramente conoció a Miguel Hidalgo y Costilla, con quien ha bría establecido fuertes lazos de unión, pues en 1810 apareció como uno de los adeptos que participaron en la lucha de independencia.71

66 Izquierdo, 1958, pp. 132-133.67 Díaz y de Ovando, 1998, t. I, p. 58.68 AHPM, 1794/VI/73 d.14, f. 191f-v. Entre los instrumentos vendidos destacaban un microscopio con su remuda de lentes y portaobjetos, un abejón inglés armado en bitácora, un espejo cóncavo de metal, dos barómetros, una medida de pie de París y otra de pie mexicano en regla de latón, vidrios graduados, frasquitos de cristal finos con aguas fuertes y otros licores, prismas, pinzas, etc.69 AGN, Intestados, vol. 157, fs. 390-396. Una pista pendiente de seguir para conocer el total de los bienes de la biblioteca, gabinetes y demás pertenencias de Juan Eugenio será encontrar el juicio de inventario de sus bienes que se hizo a petición de la viuda e hijo y que encabezó el director de alcabalas de la Nueva España como representante de ellos. 70 AGN, Intestados, vol. 170, fs. 447f-448f.71 Jiménez Codinach, 1993, p. 868.

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* El Colegio de México.

Desagüe, vol. 15, exp. 7, f. 306.

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INTRODUCCIÓN

Los industriales tequileros empezaron a introducir cambios en sus destilerías a

partir de la segunda mitad del siglo XIX. Las invenciones y mejoras fueron propuestas por agricultores, industriales, químicos, in-genieros y gente dedicada a la fabricación de alcoholes, mexicanos y extranjeros, para mejorar los aparatos y procesos que inter-vienen en la fabricación del tequila.

Se cuenta con alrededor de 50 paten-tes de invención que abarcan los años de 1864 a 1927. Los documentos cubren los cuatro pasos necesarios para la fabricación de esta bebida y ponen especial atención en el cocimiento y en la destilación; otros sugieren la introducción de novedosos apa-ratos en la molienda de los agaves después de cocidos, en donde se sustituye la fuerza animal por la motriz. Otro grupo proporcio-na fórmulas para acelerar la fermentación

o para mejorar el sabor de la bebida y fi -nalmente algunas sugieren cómo utilizar los desperdicios del agave una vez concluido el proceso de elaboración. La información se complementa con artículos aparecidos en diferentes diarios del estado de Jalisco, los cuales pueden ser localizados en la Galería 5 y en la Hemeroteca del Archivo General de la Nación (AGN).

Además de estas mejoras, apareció otra que permitió que el transporte del te-quila fuera más seguro y que puso fi n a un problema que dio muchos dolores de cabeza a los industriales, las pérdidas por evaporación y derrame de alcohol, maravi-lla que fue presentada en la Exposición de las Clases Productoras (1880) organizada en Jalisco por Jesús Flores: el envase de cristal. Así, las tradicionales botijas de cue-ro utilizadas para envasar y transportar el tequila se vieron desplazadas. Con la intro-ducción de estas mejoras podemos decir

M O D E R N I D A D Y T R A D I C I Ó N D E L A I N D U S T R I A T E Q U I L E R A (1850 -19 0 0)

Mario González Sánchez*

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que la fase artesanal de la elaboración del tequila concluye para dar paso a otra, la de la industrialización.

PRINCIPIO

En los actuales municipios de Tequila, Are-nal y Amatitán, a pocos kilómetros de la ciudad de Guadalajara, zona a la que más tarde se incorporarían los Altos de Jalisco (fi nales del siglo XIX), se desarrolló una de las más productivas agroindustrias del es-tado de Jalisco en un área que a fi nales de dicho siglo era una de las más prósperas del estado, con una clase empresarial con mucho capital e infl uencia política sobre los gobiernos municipal y estatal.

La industria no recibió ayuda del go-bierno federal, como otras que se vieron ampliamente benefi ciadas -la textil o la del henequén-; su actividad se desarrolló y consolidó exclusivamente en el estado de Jalisco.

En el territorio se logró un grado de es-pecialización en el cultivo del agave azul y en la destilación del tequila. Para tener una idea de esto, Rogelio Luna Zamora afi rma que antes de 1860 había en la región di-

versifi cación de actividades; luego de esa fecha, “sólo agaves se sembraban”.1

El panorama que se presentó a los es-pañoles del territorio recién conquistado, en cuanto a bebidas alcohólicas se refi ere, era muy diferente a lo que ellos estaban acos-tumbrados en España. Allá existía una gran variedad de bebidas espirituosas, tanto fermentadas como destiladas. Aquí, las úni-cas bebidas embriagantes que se conocían eran las fermentadas, de las que el pulque blanco era la más apreciada. Su consumo estuvo restringido a ciertos grupos sociales y era utilizado en festejos y ritos religiosos -su abuso fue duramente castigado.

Las autoridades coloniales permitieron la producción, el consumo y la distribución del pulque por la gran cantidad de dinero que dejaba a través del impuesto con que estaba gravado, pero no fue la única bebi-da fermentada obtenida del maguey que se produjo en la Nueva España. La charangua, el charape, la sangre de conejo, el coyote, el guarapo o el ojo de gallo -ésta hecha de pulque blanco al que se le agregaban agua y miel prieta- son algunos ejemplos del amplio surtido que existió. Había otras que tenían como base otras plantas o frutos,

1 Rogelio Luna Zamora, La historia del tequila, de sus regiones y sus hombres, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1991, p. 109.

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como el peyote, producido con la planta del mismo nombre, bebida que fue considerada muy mala para la salud, por lo que su pro-ducción fue muy perseguida por la autori-dad. Estaban también el quebrantahuesos, el tesgüino y el vino de caña, producidos a partir del maíz. De las tunas se obtenía el tejuino, vino de palma silvestre de los dáti-les. La cerveza se preparaba con agua de cebada, limón, tamarindo y azúcar.2

Los españoles introdujeron al país una gran cantidad de objetos y animales des-conocidos hasta entonces, entre los que se encontraba el alambique, aparato que hizo posible la aparición de las bebidas destiladas, conocidas como aguardientes. También había aparatos sencillos que no requerían de amplios espacios para su ins-talación, de manera que un interesado en el negocio podía poner uno en cualquier lugar, oculto a los ojos de las autoridades. Dos fueron los destilados que más se con-sumieron: el de caña de azúcar y el vino mezcal. Además de estos aguardientes, ha-bía otros que tenían como base otros pro-ductos como el rosoli, elaborado con agua, arroz, garbanzo, cebada, canela molida y carne de sidra; en las costas del sur fueron

muy populares el aguardiente de coco y el aguardiente de tuna.

Las bebidas destiladas fueron consu-midas tanto por españoles como por indí-genas. Las ciudades, los centros mineros y los lugares en donde se cultivaba la caña de azúcar fueron los lugares donde su consu-mo era mayor, aunque en las zonas rurales no era pequeño.

Fueron varias las bebidas fermentadas y destiladas producidas en la Nueva Espa-ña, la mayoría prohibidas por las autorida-des coloniales, excepto el pulque blanco, prohibición que tenía por objeto proteger los vinos y otros caldos traídos desde España. Esta medida dio origen a una práctica que perdura hasta nuestros días: la fabricación ilegal de bebidas embriagantes.

No obstante, en todo el territorio no-vohispano se continuaba elaborando vino mezcal. En la provincia de Nueva Galicia, las cosas fueron diferentes. Ahí, en el siglo XVII, el presidente de la Audiencia, Juan Can-seco, autorizó su elaboración y distribución; la razón era que se recaudaba una buena cantidad de dinero a través del impuesto. Pronto se creó un estanco para asegurar su cobro y tener el control de calidad de la

2 Teresa Lozano Armendárez, El chinguirito vindicado. El contrabando de alcohol de caña y la política colonial,México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1995, p. 355.

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bebida. Otro argumento empleado fue que el mezcal, a diferencia de otras bebidas destiladas, no era tan dañino para la salud; lo certifi caron varios médicos, pero no suce-dió lo mismo en otras regiones del territorio colonial, pese a las muchas solicitudes que hubo.

Medidas como la que adoptó la Audien-cia de Nueva Galicia hicieron que el rumbo de esta bebida fuera diferente. La importan-cia que este aguardiente había adquirido para 1740 se constata por las cantidades que llegaban a la ciudad de Guadalajara: 150 cargas por año, entre 12 y 15 arrobas por carga, dato que demuestra la existencia de numerosos establecimientos donde se elaboraba el mezcal. Sería a fi nes del siglo XVIII cuando esta industria se consolidaría y desarrollaría de forma rápida.

En su elaboración era empleada una serie de métodos y herramientas. Para el cocimiento de las cabezas o piñas del aga-ve se utilizó un horno construido en el suelo de forma cónica que se recubría con piedra refractaria. El tamaño de los hornos variaba según las necesidades del productor (los de mayor tamaño podían almacenar hasta 15 cargas, es decir, unas dos toneladas y

media). Caliente y cargado, el horno se ta-paba con tierra y zacate para evitar la fuga de vapor. En la parte superior se hacía un orifi cio que servía como respiradero y por él se echaba agua para generar vapor. “Toda la operación de cocimiento por este sistema duraba una semana, se lograba un coci-miento heterogéneo, con algunas partes de agave totalmente calcinadas y otras partes sin cocer; ambas partes eran desechadas por los productores de tequila que cuidaban de la calidad de su producto”.3 Este método se sigue empleando en algunas partes de Oaxaca en la actualidad.

Concluido el cocimiento de las cabezas, éstas eran trituradas para extraer el jugo o mosto. Salvador Gutiérrez sostiene que desde el siglo XVI y hasta la segunda mitad del siglo XIX, el método empleado fue el de la maceración. En un principio, las herra-mientas empleadas fueron principalmente mazos y porras de madera o hierro, con los que se destrozaban las piñas. Luego fueron sustituidos por un aparato más efi ciente uti-lizado en la minería, la tahona:

“Ésta consistía en un tanque de mam-postería, circular, de unos cinco metros de diámetro y unos sesenta centímetros de

3 Salvador Gutiérrez González, Realidad y mitos del tequila. Criatura y genio del mexicano a través de los siglos,Guadalajara, Editorial Ágata, 2001, pp. 260-261; ilus., fotos.

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fondo; en su centro tiene un tallo sobre el que descansa el eje horizontal que atra-viesa una rueda maciza de piedra, de un metro veinticinco centímetros de diámetro y cuarenta centímetros de espesor. […] Cubierto el piso de la tahona con las piñas tatemadas, previamente reducidas a frag-mentos por medio de un machete, se pone en movimiento la rueda mecánicamente o por tracción animal, hasta considerar el pro-ducto sufi cientemente exprimido. Los líqui-dos escurren por un tubo de salida inferior donde son recogidos”.4

El líquido era conducido a lugares de

reposo para su fermentación. En un princi-pio, esto se efectuaba en sencillas vasijas de barro que con el tiempo serían sustitui-das por odres o botijas de cuero, y más ade-lante aparecerían grandes toneles hechos de duelas de madera con una capacidad aproximada de 1,500 litros. Se acostum-braba colocar entre cuba y cuba pequeños montones de carbón encendido para man-tener caliente el ambiente, además de agre-gar alrededor de medio kilo de sal con el fi n de acelerar el proceso que duraba 12 días en verano y 18 días en invierno.

Concluida la fermentación se pasa-

4 Eugenio Álvarez C., Monografía y análisis de los tequilas producidos en el país, tesis, México, UNAM, Facultad de Ciencias Químicas, 1924; cuadros estadísticos, p. 16.

Propiedad Artística y Literaria, caja 310, registro 4637.

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ba a la destilación, tarea que consistía en calentar hasta la temperatura de ebullición los líquidos y condensar los vapores des-prendidos durante la operación, para lo que era necesario contar con un alambique. Los primeros eran simples ollas de barro, pero en el siglo XVIII aparecieron alambiques más sofi sticados que contaban con una olla me-tálica y capiteles en su parte superior; más tarde aparecerían otros hechos de cobre. “En estos aparatos destilatorios, además de perderse una parte muy considerable del producto alcohólico por la incompleta con-densación de los vapores, los hornos mal construidos como generalmente están, con-sumen cantidades considerables de leña, artículo que día a día escasea más, y por lo mismo su adquisición cuesta más cara”.5

Las herramientas y aparatos usados en las distintas fases del proceso de elabora-ción del tequila permitieron a los tequileros abastecer el mercado regional y el exterior. Como se ha dicho, había pérdidas por los agaves mal cocidos o calcinados que eran tirados debido a que no se tenía control so-bre la temperatura del horno; otro problema eran las fugas de vapor del horno o de los alambiques, proceso en que intervenía una

gran cantidad de operarios y para el que se requería mucho tiempo. El cocimiento de las piñas, por ejemplo, duraba una semana, más tres días para que el horno se enfriara y poder descargalo, a lo que hay que agre-gar las pérdidas de alcohol por evaporación o derrames producidos por los defi cientes envases en que era transportada la bebida.

Conforme el mercado iba creciendo, la necesidad de producir más bebida a menor costo y en menos tiempo se hacía indis-pensable, por lo que los productores de la región de Tequila se dieron a la tarea de introducir una serie de novedades con el fi n de lograrlo.

COMERCIO Y DISTRIBUCIÓN

La difusión del tequila tuvo como puntos centrales las diferentes ferias que se efec-tuaban en el estado y en centros mineros de Zacatecas, Guanajuato y Bolaños, en el propio Jalisco, así como en el área urbana de Guadalajara y el puerto de San Blas.

Los principales lugares de comercia-lización de Jalisco se localizaban en San Juan de los Lagos, Lagos, Tepatitlán, Cha-pala, Teocuitatlán, Santa Ana, Cocula y

5 Lázaro Pérez, “Estudio sobre el maguey llamado mezcal en el estado de Jalisco”, en Cuadernos de Estudios Jaliscienses, Jalisco, El Colegio de Jalisco, 1992, p. 12.

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Zacoalco. La zona urbana de Guadalajara fue desde un principio un lugar importante de consumo. La bebida entraba por las ga-ritas de Mezquitán, Buenavista, Carmen, Zapopan, San Pedro, Santa Ana y Mexicalt-zingo.6

En los centros urbanos era distribuida y vendida en las pulperías. Se conocen ocho negocios en la población de Tequila en 1821, cuyos propietarios eran los señores Nicanor Serrato, José Quintana, Francisco Vázquez, Ignacio Bargas, Eugenio Roxas, Pedro Cuéllar, Antonio Chacón, Joaquín Casillas, Juan Madrigal y Félix Barajas.7 El precio del barril en 1846 era de entre cin-co y seis pesos. Para 1870, los fabricantes vendían a los comerciantes el barril a nueve pesos. Cuatro años más tarde (1874), los precios del barril dependían del material de elaboración, así, el vino envasado en barri-les comunes se vendía en 11 pesos, el con-tenido en barriles de pino en 12 pesos y se tenía que pagar un impuesto de 8%.

La salida de esta bebida del estado se realizaba por Tepic y por la garita de Te-quila, que para 1880 ya era importante. En los primeros años del siglo XX, la tercera

parte de la producción se vendía fuera del estado.

Los primeros embarques de mezcal a Estados Unidos los efectuó Cenobio Sau-za en 1873, cuando envió un cargamento compuesto de tres barriles y seis botijas transportados por el señor Bañuelos, carga que salió del país por Paso del Norte y fue registrada en la receptoría de rentas de Te-quila con el pase 204.8

Aunque no fue el único industrial que en-vió mezcal fuera del país, sí le corresponde haber sido el primero. En estadísticas recopi-ladas por el señor Emilio Bustos (1880) para el informe de la Secretaría de Hacienda, se puede observar que el comercio de vino mezcal era importante y que se efectuaba, además de con Estados Unidos, al que se vendía 80% de la producción, con Nueva Granada, Inglaterra, Francia y España.

Antes de la llegada del ferrocarril al es-tado, la distribución y transporte de la bebi-da se hacía por el único medio existente, la arriería. Sin embargo, pese a tan rudimenta-rio medio la bebida llegó a comercializarse en lugares tan distantes como la ciudad de México y Estados Unidos. Aunque constitu-

6 Archivo Histórico de Jalisco (AHJ), H-2-847, exp. 21696, fs. 206.7 AHJ, H-2-820, GUA/281, exp. 19285, doc. 23, fs. 1-5, 1821.8 Gabriel de Alba García Agraz, Tres generaciones y una tradición. Historia de la industria Tequila Sauza Gua-dalajara, Departamento de Investigaciones Históricas de Tequila Sauza, Jalisco, 1963, p. 39.

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yó un limitante al crecimiento del mercado durante estos años, todo cambiaría hacia fi nales del siglo XIX, cuando se introdujo un novedoso sistema de transporte que permi-tió que la bebida llegara a lugares más leja-nos, en cantidades mayores y más rápido; mientras, el lomo de mula fue el principal transporte del mezcal.

La bebida era entregada por el indus-trial o los comisionistas. En muchos casos, sobre todo cuando iba a ser distribuida en las ferias, el industrial o el comisionista se la enviaban a sí mismos. El motivo, las rutas de viaje de viajeros y mercancías no siem-pre eran las mismas. Las primeras, mejo-res, estaban diseñadas para carruajes o ca-ballo, en tanto las otras eran recorridas por largas caravanas compuestas por animales y hombres, lo que hacía más lento su viaje, además de que efectuaban varias paradas para intercambiar los distintos productos que llevaban.

Además del lento y largo recorrido, ha-bía otro inconveniente: la evaporación de la bebida. Consciente de este tipo de proble-mas, el gobierno del estado expidió en 1875 un ofi cio en el que admitía la merma del producto tanto por la temperatura ambiente como por el tipo de envases en el cual se conducía, a la hora del cobro del impuesto.

Rogelio Luna Zamora asegura que cuando los tequileros supieron de los planes del gobierno para introducir el ferrocarril en la región, como buenos hombres de nego-cios visualizaron el amplio mercado que se generaría. Serían tres los que darían inicio a la modernización de sus destilerías, uno de Teuchitlán y dos de Tequila:

“Hay dos propietarios jaliscienses due-ños de extensos plantíos de mezcales que, convencidos de la verdad de lo que se acaba de exponer, han adoptado para sus fábricas de vino mezcal, los aparatos destilatorios modernos; una de éstas se encuentra es-tablecida en Tequila, la otra en Teuchitlán; la primera pertenece a D. Jesús Flores, la segunda a los herederos de D. Luis Labas-tida. Ambas fábricas hoy se encuentran en plena prosperidad.

”Se sabe de una manera positiva que a ejemplo de las personas citadas, otro pro-pietario vecino de Tequila y también dueño de grandes plantíos de magueyes D. Ce-nobio Sauza, pronto inaugurará una gran fábrica al estilo moderno, mejora que será muy oportuna atendiendo al halagüeño por-venir que tiene el vino mezcal o tequila con motivo del Ferrocarril Central, que dentro de muy poco nos pondrá en rápida comu-nicación no solamente con las principales

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poblaciones de la República, sino también con las del extranjero, en la cuales el men-cionado artículo tendrá considerable consu-mo, principalmente cuando sus buenas cua-lidades sean bien conocidas y debidamente apreciadas.”9

La llegada del ferrocarril dio un gran impulso a la industria, al propiciar que el transporte fuera más rápido y llegara a re-giones más lejanas. “Por lo que respecta a los mercados alcanzados por el tequila, en 1889, un año después de inaugurado el Fe-rrocarril Central, se comercializaban en la Ciudad de México 3,613 barriles (238,458 litros) con un valor de 61,470 pesos. En ese año se alcanzó una producción de tequila de 45,188 barriles (2,982,408 litros)”.10

LAS DESTILERÍAS SE MODERNIZAN

Al crecer y modernizarse, las tabernas cambiaron su nombre por el de destilerías o fábricas. Aparecieron modernos equipos movidos por fuerza eléctrica o mecánica y no sólo mejoraron las líneas de ferrocarril, sino los caminos en general.

Salvador Gutiérrez González afi rma

que el primero en introducir los novedosos hornos de mampostería, los molinos mecá-nicos, los alambiques de cobre y los enva-ses de cristal fue Jesús Flores. Desde 1887, Cenobio Sauza contaba en su destilería La Perseverancia con varios alambiques mo-dernos y otras maquinarias; en 1888 instaló otros alambiques de destilación continua e introdujo varias máquinas movidas por va-por de 24 caballos de fuerza con un costo aproximado de 20 mil pesos.11

Para darnos una idea del impacto de la modernización de los procesos de pro-ducción en la industria, tomemos el caso de Cenobio Sauza: antes de 1887, su em-presa tenía un nivel de producción de 250 barriles anuales, luego de introducir equipo moderno tuvo un aumento considerable y para 1894 su nivel de producción andaba por los 10 mil barriles anuales en La Per-severancia.12

En su famoso estudio sobre el maguey del estado de Jalisco, Lázaro Pérez observa que las fábricas que introdujeron aparatos modernos ahorraban recursos al elaborar la bebida de manera más fácil:

“En las fábricas del vino mezcal en

9 Lázaro Pérez, op. cit., p. 8.10 Rogelio Luna Zamora, op. cit., p. 78.11 Gabriel de Alba García Agraz, op. cit., p. 30.12 Rogelio Luna Zamora, op. cit., p. 111.

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que se han adoptado los procedimientos y aparatos destilatorios perfeccionados y de acción continua, la molienda del mez-cal y extracción de su jugo se ejecutan con grande facilidad, limpieza y economía de tiempo, mediante molinos de construcción particular y de prensas de gran poder que permiten obtener todo el líquido azucarado de la pulpa sometida a la presión”.13

Varios de los modernos aparatos que fueron instalados en las diferentes desti-lerías de la región, fueron importados por los industriales tequileros de países como Francia, en donde había una serie de fábri-cas especializadas en la construcción de alambiques, algunas de ellas condecoradas

con premios internacionales por la calidad de sus productos y que se anunciaban en diferentes diarios de la ciudad de Guadala-jara, como la Deroy Fils Aine y los de Egrot, Grangé y Cía., premiados en la Exposición de París en 1900.14

En el fondo Felipe Teixidor del AGN se localizó un anuncio publicitario de un al-macén especializado en la construcción de alambiques de cobre de destilación conti-nua, “última invención y todo lo relacionado con el ramo”,15 lo que indica que en el país existían talleres dedicados a la construcción de estos sistemas.

Hubo hombres, mexicanos y extran-jeros, que se dieron a la tarea de idear y

13 Lázaro Pérez, op. cit., p. 12.14 AGN, Hemeroteca, La Gaceta de Guadalajara, 3 de noviembre y 17 de diciembre de 1907, cajas 30, 31 y 32, estado de Jalisco. 15 AGN, Centro de Información Gráfica, fondo Felipe Teixidor, TX4-053.

Patentes y Marcas, leg. 126, exp. 52.

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construir o sugerir mejoras a los aparatos ya existentes para hacerlos más efi cientes, con la fi nalidad de acortar el proceso de elaboración del aguardiente. Sus diseños fueron registrados en el Ministerio de Fo-mento.

De manera paralela a esta moderniza-ción, varios empresarios, sobre todo los que tenían mayor capacidad económica, empe-zaron a adquirir propiedades rústicas donde cultivaban gran cantidad de agaves para que la materia prima no les faltara y adqui-rieron la destilería en la villa de Tequila con el objetivo de monopolizar la producción y el mercado. Para ejemplifi car lo anterior, tomemos nuevamente como ejemplo a Ce-nobio Sauza, quien se trasladó a la villa de Tequila en 1853 y en 1870 se inició como industrial tequilero cuando arrendó una ta-berna al licenciado Lázaro Gallardo. Tres años más tarde adquirió su primera desti-lería: la Antigua Cruz. “A partir de ese año don Cenobio iniciaría un acelerado proceso de compra y venta de terrenos y destilerías que lo colocarían más tarde como uno de los empresarios tequileros más acaudala-dos de la región”.16

Una de las primeras modifi caciones se realizó en el cocimiento. El antiguo horno,

hecho en suelo, empleaba muchos hom-bres, materia prima, leña y tiempo. Miguel Moncalian describe en su patente cómo se efectuaba el cocimiento:

“llenan este hoyo, poco mas de la mi-tad, con leña sobre esta ponen una capa de piedra de distintos tamaños de medio metro de espesor, formando en el centro un montón de forma cónica su cúspide llega a nivelarse con las superfi cie del hoyo, ó ani-llo. En este estado se prende fuego al com-bustible, que forma una gran hoguera y no se ponen las cabezas del maguey, que ya están preparadas en gran cantidad (sobre tres mil) en toda la circunferencia del hoyo, hasta que todas las piedras de la pirámide están candentes señal de que el horno está en su punto. Esta operación tarda mas de medio día y se emplean en ella de 12 a 15 hombres. En este estado las piedras em-piezan á cargar el horno con las cabezas de maguey tirando estas indistintamente, hasta cubrir las piedras candentes; al ir co-locando el resto del maguey que á de entrar al cocimiento, le van dando la forma de una media naranja colocando en el centro de ésta, un palo para que al sacar éste deje formado, para el derrame del agua que á de producir el vapor, una vez colocado todo el

16 Rogelio Luna Zamora, op. cit. p. 61.

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maguey, se cubre éste con una ligera capa de zacate y sobre éste la van echando tie-rra formando una capa tan espesa cuanto se necesite para que no haya evaporación por ninguna parte. Generalmente al tercer día, se descarga el horno con lo que queda terminada esta primera operación”.17

En ese horno la temperatura no podía ser controlada, por lo que el cocimiento de las pi-ñas no siempre era óptimo, además de que la miel que escurría al caer se evaporaba al con-tacto con la superfi cie caliente. Estos proble-mas y algunos otros fueron resueltos cuando aparecieron los hornos de mampostería.

Los ingenieros jaliscienses Gabriel Cas-taños y Guadalupe López de Lara idearon un horno que mejoró el cocido del agave, redujo el tiempo empleado para esta opera-ción y requería de poco espacio, lo que per-mitía instalarlo dentro de la fábrica, además de ser poco contaminante: “El horno estufa ocupa un espacio reducido y puede cons-truirse bajo techo, cerca del molino, al re-vés de los hornos comunes que exigen una instalación al aire libre y lejos de la fábri-

ca, tanto por inminente peligro de incendio como la molestia del humo abundantísimo que despiden”.18

Estaba conformado por una cámara rec-tangular construida sobre una plataforma y cubierta con una bóveda de cañón corrido y tenía puertas que permitían la carga y la descarga, así como dos hogares o lados independientes destinados a calentar cada uno un costado del horno estufa, “yendo á unirse á su salida en un conducto único para la chimenea”.

Tanto los hogares y ceniceros como la ventanilla y la puerta tenían obturadores convenientes para dirigir la combustión y para cerrar de una manera efi caz el horno estufa, de fácil manejo para inspeccionar el estado de la operación. Un termómetro fi ja-do a la puerta de carga permitía seguir des-de el exterior la marcha de la temperatura interior y regular por consiguiente el empleo del combustible:

“El hogar emparrillado, la disposición y dimensiones de los canales con retornos, la pared metálica y la regularización del tiro de

17 AGN, Patentes y Marcas, Miguel Moncalian, “Procedimiento para la fabricación de vino tequila”, 16 de no-viembre de 1886, 19/964. Otras descripciones se pueden encontrar en León Diguet: “Estudios sobre el maguey de Tequila”, en Generalidades e Historia, julio de 1902; José C. Segura, “Maguey. Memoria sobre el cultivo y beneficio de sus productos”, 1901, y Lázaro Pérez, “Estudios sobre el maguey llamado mezcal en el estado de Jalisco”, 1887.18 AGN, Hemeroteca, El Imparcial, 2 de octubre de 1891, caja 31 del estado de Jalisco.

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la chimenea, dan por resultado una perfecta combustión de la leña y el aprovechamiento de todo el calórico de ella desprendiendo, en benefi cio de la cocción del mezcal en-cerrado en el interior del horno estufa. […] Para evitar el contacto del mezcal con las láminas metálicas y á la vez facilitar la circu-lación del aire caliente, se encuentra un en-jaulado de fi erro delgado á corta distancia de las paredes, y una serie de traviesas de madera á una altura conveniente del piso del horno estufa”.19

El complemento de este novedoso horno era un molino para triturar, aparatos por los que los empresarios obtuvieron un privilegio exclusivo, patentes núm. 30, de octubre de 1890, y núm. 150, de mayo de 1891. Durante varios días apareció en El

Imparcial un anuncio invitando a los indus-

triales tequileros a la hacienda Bellavista a presenciar una demostración de las venta-jas de las invenciones.20

Los benefi cios estaban a la vista: contra-rio a los anteriores hornos, el nuevo se podía cargar y descargar de inmediato, en tanto que con el tradicional era necesario al me-nos un día para esta operación; se reducía la cantidad de hombres necesarios a la mitad; permitía al operario la regulación del vapor y, lo más importante, el industrial obtenía un máximo de rendimiento y de baja de costos.

“La diferencia entre el costo de la elabo-ración de 400 cargas de mezcal por medio del horno común y del horno estufa. De esa comparación resulta que la elaboración de las 400 cargas de mezcal sale costando: En horno común $53.00. En horno estu-fa $18.25. Diferencia a favor del segundo

19 AGN, Hemeroteca, El Imparcial, 3 de octubre de 1891, caja 31 del estado de Jalisco.20 “Industria Mezcalera ”Horno-Estufa y Molino para mezcal ”Privilegio exclusivo en la República Mexicana ”Los que suscriben, inventores y tenedores de los privilegios respectivos, tienen la honra de ofrecer á los señores industriales, el Horno estufa para tatemar y el molino lavador extractor que últimamente han introducido en la fabricación del vino mezcal, con el mejor éxito. ”Estos aparatos construidos especialmente para el tratamiento del Agave-mezcal, están llamados á impulsar la principal industria jalisciense, haciéndola entrar en la vía del progreso é iniciando la aplicación de los principios técnicos, hasta hoy atendidos.”Establecidos ya y en pleno y muy satisfactorio funcionamiento, en la Hacienda Bellavista, pueden ser examina-dos por los señores industriales y observados sus resultados prácticos. ”Para toda clase de informes, contratos y arreglos, dirigirse á Gabriel Castaños, San Francisco, 9. Apartado de correo, 43, ó á nuestro apoderado el Sr. Lic. Fernando Castaños, Plaeres 79. Apartado de correo 116. ”Guadalajara, septiembre de 1891”. AGN, Hemeroteca, El Imparcial, 2 y 3 de octubre y 29 de noviembre de 1891, caja 31 del estado de Jalisco.

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$34.75 ó sea $8.68 cs. por cada ciento de cargas de mezcal”.21

En la patente 13,332, de agosto de 1912, se lee:

“Mi invento se refi ere á un nuevo horno para calentar y enriquecer mezcal. El hor-no consiste en un recipiente cerrado dentro del cual está provista en las paredes y en el fondo, una tubería para vapor de agua, el que por medio de los tubos el calor derra-mado por ellos calienta y enriquece el mez-cal. Provisto de una bóveda de mamposte-ría, una compuerta para cargar y descargar el mezcal. Está dispuesta además, una tubería de fi erro encajada en las paredes la que está compuesta de tramos rectos de tubo unidos por codos restos para calen-tar y mantener calentada continuamente la mampostería, además cubre otra tubería el fondo del mismo diámetro hecha de cobre. […] El líquido que se arroje por la ventani-lla de la bóveda evaporiza al contacto con la tubería para dar al mezcal los baños de vapor que recibe en los hornos actuales de piedra. […] Las entradas de vapor á la tubería de las paredes y a la serpentina es-piral del fondo, se efectúan por los tubos y

las salidas por los tubos respectivamente, que á distancia conveniente del horno tie-nen llaves para impedir el escape del vapor y permitir el del agua condensada”.22

Su diseñador fue el también jalisciense Francisco Labastida Izquierdo y era muy parecido al ideado por los ingenieros Cas-taños y López de Lara. Ambos modelos serían los más empleados en la industria por las ventajas ya descritas. Actualmente, con algunas modifi caciones que los hacen todavía más efi cientes, son empleados por la mayoría de las industrias.

21 AGN, Hemeroteca, El Imparcial, 2 de octubre de 1891, caja 31 del estado de Jalisco.22 AGN, Patentes y Marcas, Francisco Labastida Izquierdo, “Horno para calentar y enriquecer mezcal”, 20 de agosto de 1912, legajo 123, exp. 71.

Patentes y Marcas, leg. 126, exp. 61.

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Los anteriores no fueron los únicos hor-nos sugeridos. Por ejemplo, está el del quí-mico Eugenio Álvarez C., que describe en su tesis para obtener el grado que éste no:

“era calentado con vapor, está cons-truido de tal manera, que lleva la mitad abajo del nivel del suelo, con el objeto de conservar mejor el calor, en la parte inferior tienen una puerta por la que se introduce el combustible constituido por el residuo de la expresión de las piñas (bagazo) so-bre ésta entrada hay una bóveda o cimbra de piedra refractaria con objeto de que la llama no toque directamente las piñas, lo que daría lugar a la formación de productos empireumáticos, así como a la evaporación del agua, necesaria para la transformación de las substancias amiláceas. Antes de cargarlos se calienta y cuando alcanza la

temperatura de 250 grados se llena por la ventana de carga”.23

El tiempo empleado con este tipo de horno era similar al del antiguo. Como se puede ver en la descripción, el horno suge-rido es una combinación del antiguo horno cónico y de los modernos de mampostería.

En tanto, el químico industrial potosino Pascual Sapet propuso el empleo de una autoclave, aparato usado ya en la industria de los cereales y en la elaboración de la glu-cosa de almidón con el que se conseguiría, según afi rmaba, el cocido de una carga de agave en una hora y con un mayor rendi-miento de azúcar.24

En su patente registrada el 4 de abril de 1914, titulada “Procedimiento de sacari-fi cación”, el ingeniero Daniel Ochoa, oriun-do del estado de Jalisco, propuso obtener

23 Eugenio Álvarez C., op. cit., p. 15.24 “Mi procedimiento consiste en operar de la manera siguiente: En una autoclave de capacidad variable, se introducen el maguey picado en trozos pequeños ó desmenuzados, una vez cargado el aparato, este se cierra herméticamente; se introducen entonces, por la parte inferior del autoclave el vapor de un generador de vapor destinado para este objeto; no tardará el manómetro del aparato en indicar la presión que irá subiendo en el interior hasta acusar cuarenta y cinco libras de presión. Llegada la maniobra á este punto, se cerrará la llave del vapor, la cual se volverá á abrir cuando dicha presión vaya bajando y sosteniendo esta misma presión en el aparato durante una de tiempo. ”Habiendo alcanzado este tiempo, y con la presión arriba indicada, la carga del aparato estará sacarificada en su punto para su descarga y se procederá a la extracción de la miel por procedimientos mecánicos ya conocidos: estos mostos seguirán trabajándose después, como hasta hoy, para su fermentación. ”El procedimiento actual de tatema hecha en hornos de mampostería con fondo de piedra y la parte superior bóveda, empleando tres días en tatemar la carga. En mi procedimiento, en una hora queda lista la carga y con mayor rendimiento de azúcar al pesa jarabe.” AGN, Patentes y Marcas, Pascual Sapet, “Procedimiento para la sacarificación del maguey para la fabricación de alcoholes, mezcal, tequila, sotol”, 2 de febrero de 1909, legajo 123, exp. 31.

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mezcal en crudo, modo “mediante el cual se consigue una gran economía, tanto por un aprovechamiento completo del jugo sacari-noso de la planta, como por la economía de combustible para convertir el jugo sacarino-so del mezcal en líquido fermentable”. Para esto, el industrial debía tener una máquina que machaque y desfi bre del agave y así:

“[el] jugo libre ya de la fi bra, ó con ella, se deposita en aparatos de fi erro, cobre ó cualquier otro metal, construidos para soportar una presión de cien ó más libras de vapor y conectado á una caldera que lo produzca. El vapor entra directamente al aparato sacarifi cando, sin serpentinas, ope-rando la sacarifi cación completa y perfecta del jugo de mezcal en unos minutos y á una presión que varía de 20 a 80 libras, depen-diendo el tiempo y la presión de la calidad del mezcal, y quedando con tan sencilla y violenta operación listo para fermentarse”.

En otras palabras, lo que proponía este ingenioso jalisciense era una olla de pre-sión.25

Sería hasta la segunda mitad del siglo

XX que se introdujeron las autoclaves he-chas de acero inoxidable. Dichos aparatos soportan grandes presiones, son de distin-tos tamaños y su sistema barato permite un cocimiento homogéneo y en menor tiempo (aproximadamente 12 horas). Pero el favo-rito de los industriales, hasta la fecha, es el horno de mampostería, si bien algunas in-dustrias cuentan con ambos sistemas.

Para triturar el agave se idearon varios métodos en los que la fuerza motriz sustituiría a la fuerza animal, como el molino de Gabriel Castaños y López de Lara: “No es posible compararlo con la antigua tahona. A pesar del enorme peso de los moledores y la armadura (8,000 libras), la resistencia es muy pequeña y, como la experiencia lo ha probado ya, bas-tan para moverlo dos caballos de vapor”.26 En 1881, Miguel Moncalian sugirió, “en razón de la economía de tiempo, economía de trabajo y economía en el costo del aparato, preferir un simple tornillo de presión”.27 Luis de la Rosa propuso en junio de 1888 usar una banda sin fi n para transportar el agave cocido a la desmenuzadora,28 “que es un trapiche de 3

25 AGN, Patentes y Marcas, Daniel Ochoa, “Procedimiento de sacarificación”, 4 de abril de 1914, legajo 123, exp. 82.26 AGN, Hemeroteca, El Imparcial, 2 de octubre de 1891, caja 31 del estado de Jalisco.27 AGN, Patentes y Marcas, Miguel Moncalian, “Privilegio por un procedimiento para la fabricación de vino tequila”, 1 de diciembre de 1881, 19/964.28 AGN, Patentes y Marcas, Luis de la Rosa B., “Sistema para elaborar mezcal o tequila”, 10 de junio de 1888, 36/1540.

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cilindros y de fuerza de 15 caballos de va-por. Esta prensa es la primera vez que se aplica a la fabricación del aguardiente de maguey y es completamente inefectiva sin el auxilio de la desmenuzadora”. El uso del trapiche no sería introducido a la industria del tequila sino hasta mediados del siglo XX. Sin embargo, la tahona siguió siendo el aparato preferido de los industriales te-quileros y actualmente sólo es empleada en algunas fábricas con algunos cambios; la fuerza animal que la movía fue sustituida por la fuerza motriz.

En lo referente a la fermentación, tam-bién fueron propuestos varios métodos para agilizarla, como las ingeniosas fórmulas propuestas por el agricultor y destilador de alcoholes, el yucateco Ernesto “Aquiles” V. Castro, mezclas que facilitaban la elabora-ción de alcohol reduciendo considerable-mente el tiempo de la fermentación, siem-pre y cuando se combinaran correctamente los ingredientes. En su patente del 11 de octubre de 1910, sugiere la combinación que consiste:

“en los ingredientes siguientes y en las proporciones á continuación señaladas:

”Para cruda raspada 8 onzas ó su equi-valente en gramos

”Azúcar denominada panela 8 onzas ó su equivalente en gramos

”Maíz 8 onzas ó su equivalente en gramos”Peluza del tronco de la planta conocida

con el nombre de piñuela 1/16 de onza ó su equivalente en gramos

”Cuyos ingredientes se mezclan en la proporción señalada á 144 litros de jugo fresco de henequén, aumentándose ó dis-minuyendo las cantidades, según la canti-dad de jugo que se desee elaborar.

”Con la composición de materias descri-ta y mezclada al jugo del henequén, agave o sus similares. Obtengo en solamente seis horas fermentación alcohólica”.29

Una variante, con el mismo resultado, fue propuesta el 11 de mayo de 1911 con el título “Procedimiento para la producción de alcohol del jugo del henequén, agave o sus similares”.30 Hoy se utilizan varias sus-tancias que sirven como catalizadores: sul-fatos, ureas o productos de importación que permiten tener listo el producto en 72 horas, tiempo mucho mayor a las fórmulas que el peninsular sugería; eso era ingenio.

29 AGN, Patentes y Marcas, Ernesto V. Castro, “Una composición de materia para obtener la fermentación alco-hólica del jugo del henequén, agave, etc.”, 11 de octubre de 1910, legajo 123, exp. 48. 30 AGN, Patentes y Marcas, Ernesto V. Castro, “Procedimiento para la producción de alcohol del jugo del hene-quén, agave o sus similares”, 11 de mayo de 1911, legajo 123, exp. 59.

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En cuanto a sistemas, está el de Fran-cisco Corcuera, idea que tiene como obje-tivo una serie de tubos y cañerías que se complementan con mallas y coladeras que tienen la función de impedir que la fécula o macilla del mezcal “tape los conductos por los que el liquido atraviesa desde las cubas de difusión hasta el alambique en que haya que destilarlo”.31

Los grandes toneles de madera con una capacidad de unos 1,500 litros fueron sustituidos por recipientes de mayor capa-cidad, primero por grandes tinas o cisternas de mampostería recubiertas con cerámica. Hoy la mayor parte de la industria utiliza grandes tanques de acero inoxidable con una capacidad de hasta 20 mil litros.

Igual que en el cocimiento, la destilación fue en donde se hicieron más cambios. Se instalaron novedosos alambiques o se me-joraron los que ya existían. Para efectuarla hay dos tipos de alambiques: los normales y los de destilación continua, este último inventado en Escocia por Robert Stein en 1827 y perfeccionado más tarde por Aeneas Coofey. Ambos aparatos fueron empleados por la industria tequilera.

En este apartado es en el que se cuenta

con la mayor cantidad de patentes, 21 en total. La más antigua pertenece al español José Díaz Bravo, con fecha del 5 de febrero de 1864, que proponía “un sistema entera-mente nuevo y que produce, sobre todos los conocidos, las ventajas siguientes: 1. economía de un veinte por ciento, por lo menos, de los niveles que se emplean en los alambiques conocidos. 2. aumento de un veinticinco por ciento, por lo menos, en la elaboración de aguardiente. 3. economía de un cincuenta por ciento de combustible. 4. economía de brazos. 5. menos localidad para las ofi cinas de infusiones pudiendo es-tas hacerse al aire libre y 6. elevación de los grados del alcohol á más de 85 del alcohó-metro Cartier en su primera destilación y sin tufo ni resabio alguno”. Además, planteaba un “método de precipitar las infusiones” que ahorraba espacio y muchos envases para la fermentación, además de auxiliar efi caz-mente al aparato de destilación.

Esta patente fue cuestionada el 12 de febrero de 1864 por el señor Francisco Gar-gollo y Parra, apoderado de su hermano Manuel Gargollo y Parra, alegando que en la hacienda de Tuxpango, en Orizaba, ya se empleaba un sistema semejante al pro-

31 AGN, Patentes y Marcas, Francisco L. Corcuera, “Privilegio por un aparato para la difusión del mezcal y el sistema de fermentación continua del mismo aparato”, 29 de mayo de 1888, 36/1531.

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puesto y que funcionaba desde hacia más de seis años. Al fi nal, las autoridades mexi-canas consideraron que el diseño de Díaz Bravo difería del de Gargollo, por lo que le otorgaron el privilegio de exclusividad el 3 de noviembre de 1864.32

El farmacéutico oriundo de Jalisco José Martínez de Castro, luego de efec-tuar un minucioso estudio en las diferentes destilerías de la región en las que obser-vó aparatos más modernos y sistemas de destilación más o menos perfectos, ideó un

alambique de destilación continua, proyecto que presentó el 25 de octubre de 1881, que permitía “en una sola operación obtener aguardiente á los grados de concentración que se requieran”. El industrial obtenía ven-tajas que con su instalación, que aseguraba era sencilla, de fácil manejo y con ahorro de combustible y mano de obra, pero lo más importante era que en una sola pasada se podía obtener alcohol de 95 grados perfec-tamente depurado. Además ofecía un apa-rato rectifi cador que permitía la separación

32 AGN, Patentes y Marcas, José Díaz Bravo, “Solicita privilegio para la invención de un nuevo alambique”, 5 de febrero de 1864, 7/455.

Propiedad Artística y Literaria, caja 310, registro 4637.

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de los “éteres y aceites esenciales”, con lo que se obtenía un alcohol de buen gusto.33

De ese mismo año es la patente presen-tada ante el Ministerio de Fomento por el italiano Rafael Mercadanti, bajo el título de “Alambique refi nador o Sistema Mercadan-ti”. Como la anterior, esta invención permitía al industrial obtener alcohol de alta gradua-ción sin resabios o tufos que repercutieran en su sabor.34 Su diseñador obtuvo el título de exclusividad en octubre de 1881.

Por su parte, el agricultor y paisano de Martínez de Castro, Carlos Cuervo, propu-so una serie de mejoras de los alambiques para facilitar la destilación de fermentacio-nes espesas o fi brosas, el cual constaba de 13 partes que lo hacían diferente de los de-más. “El alambique así mejorado se adop-ta á la destilación de fermentos de mezcal con bagazo, así como para la destilación en general de alcoholes cuyos fermentos pre-tendan destilarse con todo y fi bra”, patente registrada el 27 de febrero de 1908.35

Las patentes presentadas hasta aquí

son tan sólo una muestra de las que se en-cuentran en el AGN.

Para terminar con este tema, diremos que las autoridades hacendarias entendie-ron bien la importancia de la destilación. A la hora del cobro de impuestos, los indus-triales tenían que pagar por el número de alambiques instalados, además de otros tantos impuestos con que era gravada esta industria. Pagaban las contribuciones por cada alambique según fuera ordinario o modifi cado, hecho con material nacional o extranjero.36 En 1875, el decreto número 429 modifi có el impuesto sobre alambiques, por lo que los industriales tuvieron que pa-gar por los alambiques comunes siete pe-sos y por los reformados 11; los pagos eran hechos quincenalmente.37 Fue hasta 1883 cuando el Congreso del estado aprobó el decreto núm. 8, en el que se dejó de cobrar el impuesto sobre alambiques. Sólo se co-braría, al aguardiente de caña y al mezcal en el lugar del consumo, el derecho de al-cabala común de 10%.38 Estos documentos

33 AGN, Patentes y Marcas, José Martínez de Castro, “Pide privilegio por dos aportes de su invención para la fabricación de aguardiente”, 26 de octubre de 1881, 18/956.34 AGN, Patentes y Marcas, Rafael Mercadanti, “Alambique de su invención”, 8 de julio de 1888, 17/941.35 AGN, Patentes y Marcas, Carlos Cuervo, “Mejoras en alambiques para destilación de fermentaciones espesas y especialmente fibrosas”, 27 de febrero de 1908, legajo 126, exp. 61.36 AHJ, H-6-846, exp. 24756, fs. 16, 1846.37 AHJ, H-6-875, exp. 25388, fs. 4, 6/07/1875.38 AHJ, H-6-883, exp. 25767, fs. 2, 20/03/1883.

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pueden ser útiles para ubicar propietarios, fábricas, número de alambiques y capaci-dad de producción.

El tema de los impuestos fue al pare-cer una cuestión que siempre molestó a los empresarios, quienes se opusieron a esta medida por considerarla dañina. Se puede ver en las notas periodísticas aparecidas en varios diarios de Jalisco, por ejemplo: “El nuevo proyecto hacendario”, en El Im-

parcial del 18 de noviembre de 1891, dice lo siguiente: “obligará a los fabricantes a aumentar el precio del artículo, así para el consumo de dentro como de fuera del estado”, y se aseguraba que esta medida fomentaría las falsifi caciones de la bebida.39

Un año más tarde, en nota publicada el 4 de mayo de 1892, en El Imparcial se leía que los mezcaleros de Amatitán y Tequila organizaban una manifestación en contra del decreto 531, aprobado el 14 de abril de ese año, que aumentó el impuesto del mezcal. Días más tarde el industrial Antonio Velarde, arrendatario de las fábricas San Martín y La Chorrera, presentó un amparo contra este decreto por considerarlo viola-

torio de los artículos 16, 27, 31 y 124 de la Constitución (El Imparcial del 25 de mayo de 1892).40

El 19 de julio de 1896, en El Continental

se podía leer lo siguiente: “varias fábricas de mezcal cerraron debido a los altos im-puestos que este producto tiene que pa-gar”.41 La Gaceta de Guadalajara del 5 de junio de 1904, relata la reunión que tuvieron las autoridades de Hacienda con los due-ños de fábricas de alcohol del primer cantón para cotizar el impuesto de ese año, cifra que fue de 18,000 pesos.42 Para fi nalizar, el 21 de febrero de 1897, el reportero de El Continental sugiere al nuevo presidente del ayuntamiento de Tequila, Ignacio Ro-mero Aguilar, que para mejorar los servicios públicos de la población recurra a la ayuda del gobierno del estado, ya que sacaba una fuerte suma de dinero en impuestos al vino mezcal.43

Como hemos visto hasta aquí, todas las patentes tenían un claro objetivo: mejorar el proceso de elaboración de la bebida, ahorrar tiempo, labores, materia prima y obtener al-cohol de alta graduación y de mejor calidad,

39 AGN, Hemeroteca, El Imparcial, 18 de noviembre de 1891.40 AGN, Hemeroteca, El Imparcial, 4 de mayo de 1892; El Imparcial, 25 de mayo de 1892. 41 AGN, Hemeroteca, El Continental, 19 de julio de 1896.42 AGN, Hemeroteca, La Gaceta de Guadalajara, 5 de junio de 1904.43 AGN, Hemeroteca, El Continental, 21 de febrero de 1897.

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lo que a la larga repercutiría en los costos y permitiría a los empresarios abastecer el amplio mercado que se les presentaba.

De regreso a las patentes, diremos que no todas están dedicadas a mejorar el pro-ceso de producción; algunas enfatizan otros aspectos relacionados con la bebida como mejorar su aspecto o hacerla más agrada-ble al paladar del consumidor. La patente del francés José de Baumgarten, registrada el 7 de septiembre de 1905, proponía com-binar el mezcal con jarabe natural y una ramita de anís o alguna otra planta, con el objetivo de hacer más agradable su sabor.44

En tanto, la del alemán Guillermo Collignon, del 28 de noviembre de 1922, consistía en combinar partículas de “oro volador”, ob-jetos que se colocaban en la botella y se mezclaban con el tequila, para mejorar la presentación.45

Salvador Pérez Arce, hijo de Lázaro Pérez, fue uno de los primeros estudiosos del mezcal de agave. Ingeniero topógrafo especializado en la química aplicada a la industria, presentó un sistema para quitar

el mal olor y escozor al mezcal durante su destilación, patentado en 1879. El procedi-miento consistía en fi ltrar el vino mezcal por un aparato de desalojamiento a través de carbón animal.

Albino J. Castañón propuso la combina-ción de sulfato de amoniaco especial para fermentación, fosfato de sodio y fosfato de potasio, ingredientes a combinar con miel a 5 grados de Beaume, para obtener la fer-mentación de la miel, la cual se mezcla con el mosto del mezcal y se hace pasar por el alambique, resultando un mezcal de buen sabor y gusto.46

Los empresarios tequileros buscaron aprovechar las pencas del agave para ex-traer fi bras; en 1875 había ya establecidas en el estado varias fábricas que no se de-dicaban exclusivamente a la elaboración de mezcal, sino que, en forma paralela, tam-bién extraían fi bras de las pencas de ma-guey de pulque y de agave-mezcal.

El 29 de septiembre de 1895, Cenobio Sauza y Miguel Prieto fundaron una socie-dad con el objeto de explotar la fi bra de la

44 José Baumgarten, Patentes y Marcas, “Procedimiento para fabricar mezcal escarchado”, 7 de septiembre de 1905, legajo 123, exp. 9.45 Guillermo Collignon, Patentes y Marcas, “Procedimiento para mezclar partículas de oro volador a aguardientes y licores”, 28 de noviembre de 1922, legajo 123, exp. 114.46 AGN, Patentes y Marcas, Albino J. Castañón, “Procedimiento para fabricar mezcal”, 7 de febrero de 1907, legajo 123, exp. 17.

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penca del agave. El primero aportó un ca-pital de cuatro mil pesos y el señor Prieto cinco mil, valor de la máquina desfi bradora Sistema Prieto número 051. Además adqui-rieron otras máquinas y contrataron gente para el trabajo. Todo quedó instalado en el mesón de La Santa Cruz, localizado en el rancho del mismo nombre, propiedad del señor Sauza. Otro ejemplo lo constituyó el empresario Pedro Fernández Somellera, quien se dedicó por mucho tiempo a la des-tilación de mezcal, giro que abandonó para dedicarse a la exportación de las fi bras de maguey a Alemania, país donde se le consi-deraba “superior á la del henequén”.47

También se cuenta con patentes como la de Guadalupe López de Lara, del 12 de septiembre de 1907, que sugiere usar los desechos de la destilación para la obten-ción de alcohol, “bebida [que] vá á constituir una nueva industria”.48 Manuel Elizondo, por su cuenta, propuso un procedimiento para fabricar alcohol con los desperdicios de los ranchos del vino mezcal.49

Para fi nalizar, hablaremos de otra me-

jora importante. Si el ferrocarril hizo posible que el transporte fuera más rápido, la in-troducción del envase de vidrio representó otro adelanto que permitió que su traslado se hiciera de manera más segura. Anterior-mente, la bebida se envasaba en botijas de cuero o barricas de madera y se transpor-taba a lomo de mula. Las largas distancias que se tenían que recorrer ocasionaban la evaporación de la bebida o que se derra-mara, lo que representaba pérdidas para el fabricante y el transportista. La botella fue la solución.

Las primeras botellas debieron haber sido muy toscas, pero mejoraron su aspec-to y calidad con el tiempo; se les agregaron pegotes o etiquetas que anunciaban la mar-ca y el lugar de procedencia, con repercu-sión en la preferencia del consumidor.

Los primeros envases de cristal fueron importados de Alemania. En el país, la pri-mera fábrica dedicada a la confección de botellas de cristal se abrió en la ciudad de Monterrey en 1906, donde las adquirían los industriales de Tequila para envasar su pro-

47 AGN, Patentes y Marcas, “Interesantes ensayos para exportar la fibra del mezcal. Una nueva industria para los agricultores de Jalisco”, en La Gaceta de Guadalajara, 30 de julio de 1905, año VIII, núm. 4, p. 11.48 AGN, Patentes y Marcas, Guadalupe López de Lara, “Una bebida aguardiente mezcal”, 12 de septiembre de 1907, legajo 123, exp. 21.49 AGN, Patentes y Marcas, Manuel Elizondo, “Procedimiento para fabricar alcohol, con los desperdicios de los ranchos del vino mezcal”, 14 de noviembre de 1911, legajo 123, exp. 53.

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50 Notas aparecidas en el órgano informativo del Consejo Regulador del Tequila, Tequila de Origen. Están las entrevistas de Fanny Monserrat a los doctores Benjamín Rodríguez Garay y a la doctora Gschaedler Mathis, ambos del Centro de Investigación y Asistencia en Tecnología y Diseño del Estado de Jalisco, A.C. (CITEJ). Mayo de 2001, pp. 10-11 y 16-17

* Facultad de Filosofía y Letras, UNAM.

Patentes y Marcas, leg. 126, exp. 59.

ducto; en Guadalajara hubo una fábrica de envases hasta 1945.

En la actualidad se continúan mejoran-do aspectos como la resistencia del agave a las enfermedades, la reducción a la mitad del tiempo de maduración de la planta, pro-ceso que se denomina “in vitro”, e incluso

se emplea un satélite para fotografi ar la zona de denominación de origen; a este lo-gro se suma el uso de una tarjeta inteligen-te, proyectos que tienen como fi n controlar los predios y los agaves que se utilizan en la fabricación del tequila.50

Hac ia e l B icentenar io

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Edicto de la Inquisición dirigido a Hidalgo, 1810

Impreso fechado el 13 de octubre de 1810 en la sala de la Audiencia de la Inquisición de México y que contiene el edicto emitido por el Tribunal del Santo Ofi cio, dirigido a Miguel Hidalgo y Costilla, “cura de la Congregación de los Dolores del Obispado de Michoacán titulado Capitán General del Exército de los Insurgentes”. El documento hace referencia al proceso que inició en 1800 y continuó en el año de 1809 para acusar a Hidalgo por el delito de herejía y apostasía de la fe católica. Lo considera un hombre sedicioso, cismático y hereje formal debido a las proposiciones que Hidalgo profi rió y procuró enseñar a otros. Se mandó que el edicto fuera leído y publicado en la catedral de México, parroquias y con-ventos de Valladolid y pueblos fi eles de la diócesis de aquella comarca; a su vez, se mandó fi jar en todas las iglesias del distrito de México.

Indiferente Virreinal, caja 0847, exp. 6.

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El 22 de noviembre de 1815, el promotor fi scal del Santo Ofi cio de la Inquisición de México dirigió este documento al virrey de la Nueva España. Después de mencionarle que a partir de “las efi caces providencias del excelentísimo señor virrey de este reino, se ha conseguido el arresto del perverso cabecilla de la desastrosa rebelión de este reino, cura que fue de Ca-rácuaro Don José María Morelos”, el fi scal del Santo Ofi cio consideró que el preso no sólo era sospechoso de herejía, sino un verdadero hereje y en ese estado debía ser castigado conforme al “Capítulo Canónico”.

Para asegurar esta afi rmación, el fi scal señaló varias de las culpas acumuladas por Morelos, entre ellas que “suscribió el decreto Constitucional hecho en Apatzingán el 22 de octubre de 1814, y como individuo de aquel ridículo gobierno, lo mandó publicar el 24 del mismo en compañía de Liziaga y Cos”, siendo que ese decreto y otras muchas proclamas fi rmadas por él estaban proscritas por el Santo Ofi cio. El fi scal ofreció al virrey despachar en una semana la causa de fe contra José María Morelos, preso en las cárceles secretas del Santo Ofi cio. Entre otras sugerencias, consideró que el caso debía ser tratado en consulta entre varias autoridades.

Historia, vol. 588, exp. 6.

Juicios que emite el Santo Ofi cio de la Inquisición contra José María Morelos y Pavón, 1815

174

Ilustrísimo Señor

El promotor fi scal de este Santo Ofi cio dice: que a benefi cio de las activas, sabias, y efi -caces providencias del excelentísimo señor virrey de este reino, se ha conseguido el arresto del perverso cabecilla de la desas-trosa rebelión de este reino, cura que fue de Carácuaro Don José María Morelos.

Deudor éste malvado al Rey, y a la Patria, y sujeto por eso a sus leyes, lo es mucho más á Dios en puntos privativos del conocimiento de este santo ofi cio.

Reserva el Fiscal para tiempo más oportuno la prolija enumeración de los crí-menes de esta naturaleza, cometidos por Morelos: bastará por ahora indicar aquello que por notorio y evidente se recomienda desde luego.

El alistándose bajo las banderas del hereje cura de Dolores Miguel Hidalgo, in-currió en las excomuniones [f. 1] fulminadas por algunos señores obispos y cabildos, y especialmente por los edictos de este santo ofi cio de 13 de octubre de 810 y 26 de ene-ro de 811 Declarándose allí incursos en el crimen de fautoría y sus penas, a todas las

PALEOGRAFÍA

personas (sin excepción) que aprueben la sedición de Hidalgo, o reciban sus procla-mas, mantengan su trato, y corresponden-cia epistolar, y presten cualquier genero de ayuda o favor, amparar sus ideas revolucio-narias, o de cualquier modo las promuevan, y propaguen; es claro que Morelos ha incu-rrido en el crimen de fautoría y sus penas.

La funesta insordecencia en las citadas excomuniones, no solo por un año, sino por muchos, principalmente la que ha tenido respecto a las fulminadas por el Santo Ofi -cio en los citados edictos, y en los poste-riores lo constituyen no solo sospechoso de herejía, sino verdadero hereje, y en estado de deber ser castigado como tal, conforme al Capitulo Canónico.

Pero Morelos no solo se ha manteni-do en esta lamentable insordecencia, sino que sumergiéndose en el profundo de los males, ha despreciado las censuras de la Iglesia. Son innumerables los hechos con que podría demostrarse esta verdad, pero bastará por ahora tener presente, que Mo-relos excomulgado ha acumulado culpas a culpas, ha comunicado con los fi eles aún in divinis, ha vertido en un papel que [f. 1v]

175

escribió al Señor Obispo de la Puebla esta escandalosa proposición.... por lo que a mi toca, me será mas fácil ocurrir por dispensa después de la guerra, que sobre vivir a la golletina... y confesándose en esto mismo irregular, porque no lo puede dejar de co-nocer, después de tanta sangre derramada por su causa, ha celebrado muchas veces el santo sacrifi cio de la misa, según se dice de público y notorio.

Sobre todo: Morelos suscribió el Decre-to Constitucional hecho en Apatzingán en 22 de octubre de 814, y como individuo de aquel ridículo gobierno, lo mandó publicar en 24 del mismo en compañía de Liziaga y Cos. Este Decreto, y otras muchas procla-mas fi rmadas de él mismo, están proscrip-tas por este Santo Ofi cio, con las notas de heréticas y otras, por edicto de 8 de julio. ¿quién podrá dudar la calidad de ofi cio, que tienen estos crimines?

Claman pues las leyes de Dios, y de la Iglesia, y clama el pueblo cristiano, escan-dalizado con estos horrores, por el condig-no castigo. Vuestra Señoría Ilustrísima no puede desentenderse, y cualquier otra ju-risdicción debe esperar a que este Tribunal funja su ofi cio, por que esta es la voluntad del Rey.

No es dudable sea conforme a esta

misma voluntad la del Excelentísimo Señor Virrey, que ha determinado poner al reo en las cárceles secretas de este Santo Ofi cio [f. 2] en calidad de depósito consultando a su mayor seguridad, sin tener noticia de esta causa. Por que aunque Su Excelencia ha de querer justamente abreviar el casti-go de los innumerables delitos de este reo, puede todo hacerse compatible, ofreciéndo-le Vuestra Señoría Ilustrísima despachar la causa de fe en una semana (como puede muy bien verifi carse) y aun franquear el reo a las jurisdicciones Real y Eclesiástica en las horas, que no lo necesite el tribunal, a cuyo fi n será fácil ponerse de acuerdo con aquellos jueces.

Estas difi cultades nacidas de las cir-cunstancias necesitan un maduro acuerdo en su resolución. El fi scal no se atreve a aventurar su juicio, y le parece que este asunto debe ser tratado en consulta, a que puede citarse el Señor Ordinario de Vallado-lid, el Señor Consultor Eclesiástico, los dos Señores Togados, y los cuatro califi cadores existentes en México, que intervinieron en la condenación del Decreto Constitucional y Proclamas.

En esta consulta deberá determinarse ¿Si Morelos debe quedar en cárceles secre-tas, no en calidad de depósito, sino como

176

reo del Santo Ofi cio, aunque franqueándo-se a las otras jurisdicciones, siempre que lo necesiten, por lo extraordinario de las circunstancias? ¿Si al efecto debe pasarse ofi cio al Excelentísimo Señor Virrey, propo-niéndoselo así, y ofreciéndole, que por [f. 2v] parte del Tribunal se concluirá la causa, acaso en menos tiempo, que el que nece-siten las otras jurisdicciones? Y ¿Si en el caso de pulsar Su Excelencia algún incon-veniente en que Morelos quede como reo, y no como depositado, podrá el Tribunal prescindir sin perjuicio de sus fueros siem-pre que en la sustancia se logre por su parte hacer el debido escarmiento?

Estos son los puntos, que deberá deter-minar la consulta, dictando si le parece todo el plan sucesivo que haya de observarse en las contestaciones con el Señor Virrey, y jurisdicciones extrañas, que puedan ocurrir en esta grave causa.

Practicadas estas diligencias se servirá

Vuestra Señoría Ilustrísima mandar vuelva el expediente al fi scal, para formalizar la clamosa, y promover lo correspondiente en su debido tiempo, estado, y forma.

Secreto del Santo Ofi cio de México No-viembre 22 de 1815.

Otro si dice el Promotor Fiscal: que el Presbítero Morales depositado en cárce-les secretas en compañía de Morelos, es también sospechoso de herejía, e incurso en las penas del citado edicto del año de diez, por abanderizado en la insurrección, insordecente en las excomuniones, irre-gular, y despreciador de esta terrible pena y demás censuras de la [f. 3] Iglesia, por haber administrado Sacramentos: dejándo-se presumir los muchos más de esta clase, en que se habrá abismado. Estando ésto, para juzgarlo el Tribunal por el Promotor se tenga también presente el punto en la con-sulta, para los mismos fi nes. fecha ut supra. Doctor Tirado [Rúbrica].

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Cale idoscop io

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Ignacio Allende

Nació en San Miguel el Grande, Guanajua-to, el 21 de enero de 1769. A los 26 años comenzó su carrera militar y fue el princi-pal promotor de las sociedades patrióticas insurgentes que funcionaban clandestina-mente en San Miguel, Celaya, Querétaro y México. Junto con Hidalgo, decidió el le-vantamiento insurgente. Fue fusilado el 26 de junio de 1811, tras una emboscada en Acatita de Baján, Coahuila, en la que caye-ron varios independentistas.

Vicente Guerrero

Nació en 1789 en Tixtla, hoy Guerrero. Se integró al movimiento de independencia bajo las órdenes de Hermenegildo Galea-na, y luego apoyó a Morelos en el ataque de Puebla y la toma de Oaxaca. Se convirtió en jefe de la sierra de Guerrero, zona que dominó. El virrey Apodaca ofreció el indulto a los insurgentes a cambio de que dejaran las armas, pero Guerrero no aceptó; el cau-dillo contestó: “Mi patria es primero”. En consecuencia, Apodaca lo combatió con las fuerzas de Agustín de Iturbide, con quien pactó para dar fi n a la guerra. Fue uno de

Joya

s del

mes

ENERO

FEBRERO

los fi rmantes del Acta de Independencia y presidente de abril a diciembre de 1829. Se rebeló contra Anastasio Bustamante y fue capturado y fusilado el 14 de febrero de 1831.

185

Josefa Ortiz de Domínguez

Patriota mexicana y heroína de la gesta in-dependentista que nació en Valladolid (ac-tual Morelia), en 1768. Se le conoce como La Corregidora por haberse casado con Mi-guel Domínguez, corregidor de Querétaro. Este matrimonio participó activamente en la lucha realizando juntas secretas donde se hablaba sobre la situación económica y política del virreinato y de cómo solucio-narla. Al ser denunciados como conspira-dores, los corregidores fueron detenidos y

MARZO

E L A R C H I V O G E N E R A L D E L A N A C I Ó N E X T R A M U R O S

El AGN ha traspasado las puertas del antiguo Palacio de Lecumberri, permi-tiendo que miles de personas y estudiantes conozcan, mediante exposicio-

nes documentales, el acervo que resguarda.Durante 2007 se expusieron 45 muestras de documentos coloniales y de

los siglos XIX y XX.

doña Josefa fue recluida en el convento de Santa Clara. Murió en la ciudad de México en 1829.

Joyas del mes

Exposiciones

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ESCUELA NACIONAL PREPARATORIA

Motivada por la necesidad de acercar a los jóvenes estudiantes a las fuentes de prime-ra mano, la Escuela Nacional Preparatoria fi rmó un convenio de colaboración con el AGN y sus nueve planteles exhibieron las exposiciones siguientes:

México a través de los Mayo

Construcción de Ciudad Universitaria

La otra ciudad de México

Imágenes del pasado. Ciudad de México

Movimiento estudiantil de 1968

Diosas del ayer

Benito Juárez

El séptimo arte en papel

Una ventana al mundo de Frida Kahlo

Así se logró que más de 5,563 personas que visitaron los planteles preparatorianos tuvieran acceso a las numerosas fotogra-fías, cartas, actas, telegramas, etcétera, que contienen las muestras documentales apreciadas durante 2007.

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“El Archivo General de la Nación viaja en el Metro” continúa maravillando a millones de usuarios en las estaciones Coyoacán, Chabacano, Candelaria, Centro Médico, Pino Suárez, Copilco, Tacuba, Consulado, Zaragoza, Pantitlán y Guerrero. Se mostra-ron 11 exposiciones de contenidos que na-rran algunos pasajes de la historia como la Conquista, el exilio español, la arquitectura colonial y porfi riana, las tradiciones, etc.

Durante 2007 se contabilizaron poco más de 11 millones de benefi ciados.

METRO DE LA CIUDAD DE MÉXICO

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El continuo intercambio de actividades de carácter cultural dentro de la región donde se sitúa la sede del Archivo General de la Nación, llevó exposiciones hasta las casas de la Cultura de la Delegación Venustiano Carranza, las cuales conmemoraron varios festejos en 2007.

Para la Delegación fue muy importan-te exhibir Una ventana al mundo de Frida

Kahlo, reconocimiento que el AGN realizó a la pintora.

DELEGACIÓN VENUSTIANO CARRANZA

El cine Venustiano Carranza realizó un ciclo de películas inspiradas en la exposi-ción El séptimo arte en papel, compuesta por carteles del cine mexicano y que deleitó a cientos de cinéfi los.

La reproducción de fotografías del fondo Hermanos Mayo formó parte de los festejos del 50 aniversario de los mercados Sonora, Jamaica y Merced.

Muchas otras exposiciones fueron exhi-bidas durante 2007 y se benefi ció a más de seis mil ciudadanos.

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El interés de fomentar la cultura histórica de México motivó al Museo de la Memoria de Tlaxcala a exhibir la exposición Constitu-

ciones de México, para conmemorar el 150 aniversario de la Constitución de 1857 y el 90 aniversario de la Constitución de 1917.

OTRAS EXPOSICIONES

El Museo del Ferrocarril de España realizó la exposición Los raíles del exilio: niños de

Morelia, dentro de la cual se exhibieron fo-tografías de la muestra del AGN Los niños

de la guerra. Una mirada a la memoria, de modo que los usuarios de la estación Ma-drid-Delicias conocieron parte del acervo Enrique Díaz, Delgado y García.

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Para cerrar 2007, algunos documentos del AGN permanecerán inmortalizados dentro del Memorial del 68, del Centro Cultural Tla-telolco, espacio que habilitó la UNAM como homenaje a los sucesos alrededor del movi-miento estudiantil de 1968.

Conoce las exposiciones que recorrerán la ciudad de México a lo largo de 2008 en:

www.agn.gob.mx; para más información, contáctanos en [email protected]

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Informes:Eduardo Molina Albañiles s/n, col. Penitenciaría AmpliaciónDelegación Venustiano [email protected]

Visita www.agn.gob.mx y entérate de nuestras exposiciones

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Pági

na w

eb: w

ww.ag

n.go

b.m

x

193

Portal de la Independencia

Portal de la Revolución

194

La Asociación Latinoamericana de Archivos

(ALA) fue creada en Lima el 6 de abril de

1973 para estudiar, establecer y mantener re-

laciones entre las instituciones archivísticas y

organismos profesionales de carácter público

y privado, en países con archivos de tradición

ibérica. Actualmente integra a países de len-

gua española y portuguesa de Latinoamérica,

así como a España y Portugal.

La Asociación, a su vez, se afi lió como

rama regional al Consejo Internacional de

Archivos (CIA) y ha reformado sucesivamente

sus estatutos para mantenerse en sintonía con

las directrices del Consejo.

Desde su origen, la misión de la Asocia-

ción es la colaboración mutua entre sus miem-

bros en benefi cio del desarrollo de los archivos

y la preservación y uso del patrimonio docu-

mental de sus países.

En el marco del V Seminario Internacional

de Archivos de Tradición Ibérica “Los archivos

al servicio de la sociedad”, celebrado en San

José de Costa Rica del 2 al 5 de julio de 2007,

la ALA realizó su Asamblea General Ordinaria.

Entre los puntos a tratar en el orden del día

se eligió al nuevo Comité Directivo y, luego de

más de dos décadas, México fue selecciona-

do para presidir la Asociación en el periodo

2007-2011. La mesa directiva quedó integrada

como sigue:

Presidente: Jorge Ruiz Dueñas (México),

Primer Vicepresidente: Mónica María Eugenia

Barrientos Harbin (Chile), Segundo Vicepre-

sidente: José Ramón Cruz Mundet (España),

Secretaria General: Martha Marina Ferriol

Marchena (Cuba), Primer Vocal: Silvestre de

Almeida Lacerda (Portugal), Segundo Vocal:

Marcela Inch Calvimonte (Bolivia), Tesorera:

Claudia Delgado Martínez (México), Secreta-

ria Ejecutiva: Yolia Tortolero (México)

A partir de la resolución anterior, la Aso-

ciación confi rmó su interés en estrechar los

lazos de cooperación con la comunidad archi-

vística de tradición ibérica.

Por este conducto invitamos a los archi-

vos nacionales, federales, estatales, munici-

pales, a las universidades, a las asociaciones

archivísticas y a los profesionales de la región,

a afi liarse a la ALA. Los principales benefi cios

para sus miembros son los siguientes:

• Formar parte del directorio de archivistas

y expertos de la región.

195

• Recibir gratuitamente las publicaciones

de la Asociación.

• Recibir por correo electrónico los bole-

tines, noticias, convocatorias e información

sobre cursos, becas y actividades nacionales,

regionales e internacionales.

• Recibir invitaciones a las actividades y

reuniones o seminarios programados a nivel

nacional, regional e internacional.

• Actualizarse a través de lecturas y textos

sobre archivística que la Asociación les envíe

por vía electrónica.

• Compartir artículos, lecturas, manuales

u otros materiales sobre archivística de interés

para los miembros de la Asociación.

• Sugerir propuestas y proyectos para el

programa de trabajo anual de la Asociación.

• Establecer contactos e intercambiar ex-

periencias con otros archivistas de habla his-

pana en Latinoamérica, España y Portugal.

Para formar parte de la Asociación existen

las siguientes categorías de afi liación:

MIEMBROS CLASE B: Corresponden a

asociaciones nacionales de archivistas. Para

afi liarse requieren enviar copia simple de sus

estatutos. Pagan $100 dólares anuales.

MIEMBROS CLASE C: Corresponden a

archivos históricos y administrativos, federa-

les, regionales, estatales, departamentales o

municipales públicos y privados. Pagan $75

dólares anuales.

MIEMBROS CLASE D: Corresponden a

centros de formación vinculados con activida-

des archivísticas. Pagan $50 dólares anuales.

MIEMBROS CLASE E: Corresponden a

archivistas y a funcionarios de archivos, bi-

bliotecas y centros de documentación. Pagan

$20 dólares anuales.

Para obtener un formato de inscripción

agradeceremos enviarnos una carta por correo

electrónico o postal a la dirección electrónica

aquí referidos, indicando su interés de perte-

necer a la Asociación, así como una síntesis

curricular o una breve reseña institucional que

incluya sus datos completos (nombre, institu-

ción, cargo, dirección, teléfonos de contacto y

correo electrónico).

Jorge Ruiz Dueñas

Presidente de la Asociación

Latinoamericana de Archivos, 2007-2011

Archivo General de la Nación, México

Avenida Eduardo Molina s/n, colonia Peni-

tenciaría Ampliación, Delegación Venustiano

Carranza, C.P. 15350, México, Distrito Fede-

ral. Tel. (0052) (55) 51339900, ext. 19301 a la

19303. Correo electrónico: ALA.presidencia@

segob.gob.mx

Publ icac iones

197

Introducción a la operación de archivos en

dependencias y entidades del Poder Eje-

cutivo Federal, de Araceli J. Alday García, reúne una serie de elementos indispensa-bles para sostener la funcionalidad de un archivo. Esta publicación surgió como parte

PA R A C O N O C E R L O S A R C H I V O S

Elvia Alaniz Ontiveros

del programa 2000-2006 del Comité Técnico Consultivo de Unidades de Corresponden-cia y Archivo (COTECUCA); es un material sin precedentes en el terreno de la archivística. Este manual, editado por el Archivo General de la Nación, propone en cinco apartados

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preceptos para igualar no sólo el lenguaje archivístico, sino las políticas que contri-buyen a mejorar el resguardo de archivos. Contiene además un glosario que ayuda a comprender conceptos utilizados dentro de la comunidad archivística.

En el primero, la autora presenta la ma-nera en que está dividida la administración pública, así como las diversas dependen-cias que la forman y la regulan. Detalla las facultades de los poderes que la Constitu-ción mexicana reconoce; enlista, además, las secretarías que integran el Poder Eje-cutivo Federal.

En el segundo apartado, Alday define todos los conceptos que tienen relación directa con un archivo, como información o documento. Explica la forma en que los documentos están divididos, sus atribu-tos, y señala que “muchos documentos son mantenidos por una organización durante un tiempo corto para proporcio-nar pruebas o información al organismo creador”. Los archivos, dice la etnóloga y actual directora del Sistema Nacional de Archivos del AGN, pueden ser de diversa índole, de acuerdo al material informativo que posean, al ciclo vital, al carácter de la documentación, al soporte o al productor. Expone también los pasos a seguir para

realizar el proceso administrativo de do-cumentos.

El tercer apartado, “Archivo de trámi-te. Principios técnicos del manejo de do-cumentación activa”, señala la manera en que opera el sistema de red de archivos para apoyar el manejo de los archivos ins-titucionales. En este texto se detallan los lineamientos generales para la adecuada integración y preservación de los recursos informativos de las instituciones; esta etapa es la primera del ciclo de vida de los do-cumentos. También se describe cómo se integran los expedientes de un archivo y los elementos de descripción de éstos.

“Archivo de concentración. Principios técnicos del manejo de documentación se-miactiva” es el cuarto texto, en el cual se especifi ca que el archivo de concentración es la segunda etapa de la vida de los do-cumentos; a él se deben trasladar los docu-mentos que se encuentran en archivos de trámite. Aquí se enumera una serie de polí-ticas que se deben tomar en cuenta dentro del sistema de red de archivos durante el tratamiento de documentación para trans-ferencia y conservación de documentos semiactivos.

Alday explica mediante una tabla la ma-nera en que se debe evaluar la documen-

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tación, así es posible saber que deben ser incluidos todos los documentos de carácter administrativo, mientras que los jurídicos habrán de considerar las fechas en que los derechos y obligaciones cesen o prescriban; en lo fi scal se pondrá atención a los docu-mentos que determinen el plazo o situación para que cese o prescriba la necesidad de comprobar o justifi car los gastos de los re-cursos públicos.

En la quinta parte del manual, “Archivo histórico. Principios técnicos de documen-tación histórica”, la autora expone que esta fase corresponde a la tercera etapa de los documentos dentro del ciclo vital en el que se transfi eren desde el archivo de concen-tración para su conservación permanente. Aquí se señala que las funciones de un ar-chivo histórico son adquisiciones, organiza-ción, descripción, conservación y difusión de documentos. Alday exhibe la estructura de la documentación que resulta de la aplica-ción de los principios de procedencia y de orden original, que establece el esquema de organización del archivo.

El principio de orden original, según la

autora, “establece que la documentación debe agruparse en el Archivo histórico en el orden que recibió durante su función ad-ministrativa”. La aplicación de este principio permitirá conservar el valor de prueba y testimonial de documentos, evitará la sub-jetividad, facilitará los procesos de organi-zación, evitará la dispersión de documentos y suplirá las necesidades de investigación, entre otras ventajas.

Según se plantea en el manual, la estructura también permite el control y la recuperación de cada unidad de acervo. En este texto se defi nen los criterios para la clasifi cación de los documentos, previa-mente agrupados en fondos, subfondos, secciones, series, expedientes y unidades documentales.

Introducción a la operación de archivos

en dependencias y entidades del Poder Eje-

cutivo Federal, permite no sólo conocer la forma en que un archivo histórico debe ser organizado, sino que ofrece también una serie de elementos que refuerzan los cono-cimientos y procedimientos archivísticos, a fi n de contar con archivos ordenados.

Araceli J. Alday García, Introducción a la operación de archivos en dependencias y entida-des del Poder Ejecutivo Federal, México, AGN, 1a. reimpresión, 2007, 68 pp.

El Boletín del Archivo General de la Nación, núm. 19,6a. época, se terminó de imprimir en

diciembre de 2007 en Talleres Gráfi cos de México.Se tiraron 1000 ejemplares.