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BOLIVIA CONTRA CHILE EN LA HAYA. TRES PREGUNTAS EN TORNO A LA NEGOCIACIÓN DE CHARAÑA Valentina Verbal | 29 de abril de 2014

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Revisión de los argumentos de Bolivia en La Haya a partir de las conversaciones de Charaña.

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Page 1: Bolivia Contra Chile en La Haya

BOLIVIA CONTRA CHILE EN LA HAYA.

TRES PREGUNTAS EN TORNO A LA

NEGOCIACIÓN DE CHARAÑA

Valentina Verbal | 29 de abril de 2014

Page 2: Bolivia Contra Chile en La Haya

Bolivia contra Chile en La Haya. Tres preguntas sobre Charaña

RESUMEN

Entre el 4 y el 8 de mayo próximos se llevarán a cabo los primeros alegatos

en el Palacio de la Paz de la Corte Internacional de Justicia de la Haya (en adelante

la Corte o CIJ), en el marco de la demanda iniciada por Bolivia, el 24 de abril de

2013, por medio de la cual solicita que falle y declare que “Chile tiene la obligación

de negociar con Bolivia en orden a lograr un acuerdo que [le] conceda […] acceso

soberano pleno al Océano Pacífico”, subrayando que “Chile no ha cumplido con

esta obligación”. Es decir, no sólo se intenta establecer una supuesta obligación

de la parte demandada, sino también afirmar su incumplimiento.

El argumento jurídico de Bolivia sostiene que han existido diversos

momentos históricos, especialmente posteriores al Tratado de 1904, en que Chile

se ha comprometido a negociar un acceso soberano al mar en su favor,

generándose lo que se ha denominado un derecho expectaticio.

El objetivo de este documento es abordar la negociación de Charaña desde

un punto de vista histórico a partir de tres preguntas fundamentales: a) ¿en qué

consistieron las propuestas y contrapropuestas de Charaña?; b) ¿cuál fue el rol del

Perú en la negociación?; y c) ¿por qué finalmente no prosperó este proceso?

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Bolivia contra Chile en La Haya. Tres preguntas sobre Charaña

Dejando en manos de los juristas la respuesta a la tesis de que la mera

negociación de un asunto genera derechos y obligaciones para las partes, desde

un punto de vista histórico las preguntas anteriores pueden resumirse en si la

negociación de Charaña fracasó por culpa de una supuesta intransigencia chilena,

como suele sostenerlo el Gobierno de Bolivia. Y no sólo a través de la demanda

misma, sino en distintas instancias multilaterales y, de manera reiterada, a través

de los medios de comunicación social.

Con respecto al juicio mismo, es importante aclarar que Chile ha optado por

no responder los argumentos de fondo de Bolivia, sino presentar una excepción

preliminar, fundada en el artículo 6º del Pacto de Bogotá de 1948, que dispone

que a la Corte no le corresponde entrar a conocer “los asuntos ya resueltos por

arreglo de las partes, o por laudo arbitral, o por sentencia de un tribunal

internacional, o que se hallen regidos por acuerdos o tratados en vigencia en la

fecha de la celebración del presente Pacto”.

No obstante parecer acertada esta estrategia judicial, puede también

sostenerse que, al nivel de lo suele entenderse como diplomacia política (y no

estrictamente jurídica y, menos aún, jurisdiccional), La Moneda ha obviado

responder los argumentos de fondo de Bolivia, en particular los de carácter

histórico que son materia de este trabajo. En este sentido, tiene razón el profesor

José Rodríguez Elizondo cuando señala: “A contraluz de las demandas, hay una

relación causal entre el déficit diplomático de Chile y su efecto principal: el

extraño empeño en soslayar la esencia política de los conflictos, para concentrarse

en lo ‘estrictamente jurídico’”.

Entrando a responder la argumentación de fondo de Bolivia, este

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documento plantea que no existe base histórica suficiente que permita afirmar

que en la negociación de Charaña fracasó por culpa de Chile, al menos de manera

exclusiva.

La intransigencia que oficialmente Bolivia le atribuye a Chile, puede

perfectamente ser retrucada en contra de ella misma. En particular, la

negociación de Charaña hace bastante discutible la supuesta responsabilidad

histórica de Chile por la mediterraneidad boliviana. Y, más bien, pone sobre el

tapete que, en varias ocasiones, ha sido el mismo país altiplánico el que, haciendo

prevalecer una estrategia de todo o nada, y cediendo en favor de las posturas más

nacionalistas de su opinión pública (reivindicacionistas o revanchistas), ha

terminado desechando la posibilidad de acercarse soberanamente al Pacífico.

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Bolivia contra Chile en La Haya. Tres preguntas sobre Charaña

Bolivia contra Chile en la Haya. Tres preguntas en torno a la negociación de Charaña

Valentina Verbal Stockmeyer1

1 Licenciada en Historia por la Universidad de los Andes y candidata a Magíster en la misma disciplina por la Universidad d de Chile. Profesora del Departamento de Formación General de la Universidad Viña del Mar (UVM). Directora de Investigación de Horizontal. Correo electrónico: [email protected].

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Introducción

Entre el 4 y el 8 de mayo próximos se llevarán a cabo los primeros alegatos

en el Palacio de la Paz de la Corte Internacional de Justicia de la Haya (en adelante

la Corte o CIJ), en el marco de la demanda iniciada por Bolivia, el 24 de abril de

2013, por medio de la cual solicita que falle y declare que “Chile tiene la obligación

de negociar con Bolivia en orden a lograr un acuerdo que [le] conceda […] acceso

soberano pleno al Océano Pacífico”, subrayando que “Chile no ha cumplido con

esta obligación”2. Es decir, no sólo se intenta establecer una supuesta obligación

de la parte demandada, sino también afirmar su incumplimiento.

El argumento jurídico de Bolivia sostiene que han existido diversos

momentos históricos, especialmente posteriores al Tratado de 19043, en que Chile

se ha comprometido a negociar un acceso soberano al mar en su favor,

generándose lo que se ha denominado un derecho expectaticio.

Este argumento aparece reiterado en El libro del mar, que contiene una

suerte de resumen divulgativo de la demanda: “Bolivia afirma que Chile se ha

comprometido a negociar una salida soberana al mar para Bolivia a través de

2 Citada por de Jaime Lagos Erazo, Las aspiraciones marítimas de Bolivia (Santiago, RIL Editores, 2013), p. 78. Los paréntesis cuadrados los hemos puesto para evitar la reiteración excesiva de las palabras Chile y Bolivia. Sin embargo, esta reiteración resultará inevitable en las páginas que siguen, ya que estos dos países han sido los actores principales de la materia aquí estudiada. 3 Para un documento posterior, esperamos abordar otros argumentos históricos que, de alguna manera, pueden ser calificados como mitos, en particular el de la supuesta imposición a Bolivia, por parte de Chile, del Tratado de 1904. Para este tema, una obra fundamental es José Miguel Concha Robles y Cristián Garay Vera, El tratado de 1904: negociaciones e intereses involucrados (La Paz, Plural Editores, 2013).

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acuerdos, práctica diplomática y una serie de declaraciones atribuibles a sus

representantes del más alto nivel”4.

Uno de los momentos que Bolivia invoca en favor de su causa, estuvo

representado por la llamada negociación de Charaña5, que tuvo su origen en un

acuerdo del mismo nombre, celebrado entre los presidentes de Chile y Bolivia,

Augusto Pinochet y Hugo Banzer, respectivamente. Este acuerdo tuvo lugar el 8

de febrero de 1975 en la localidad boliviana de Charaña, y su punto central

consistió en la reanudación de relaciones diplomáticas, interrumpidas desde 1961,

con el objeto de abrir un proceso de negociaciones, destinado a resolver el

problema de la mediterraneidad de Bolivia.

En este sentido, al hablar de acuerdo de Charaña6 se hace referencia a lo

anterior, y no a alguna solución concreta sobre el tema de fondo —el acceso

soberano al mar de Bolivia—, que fue materia de las tratativas posteriores, y que

se prolongaron hasta el 17 de marzo de 1978, momento en el cual el país

altiplánico volvió a romper relaciones diplomáticas con Chile. En otras palabras, el

acuerdo de Charaña fue el origen de la negociación del mismo nombre, que nunca

arribó a un acuerdo específico sobre la salida soberana al mar de Bolivia, aunque

sí, como veremos, a un principio de acuerdo que no pudo materializarse en un

tratado efectivo.

4 Estado plurinacional de Bolivia, El libro del mar (La Paz, 2014), p. 75. 5 O negociaciones, como también a veces se identifica a este proceso, con el objeto de hacer referencia a las distintas propuestas y contrapuestas planteadas por los estados involucrados: Chile, Bolivia y Perú. 6 También se le conoce como abrazo de Charaña, por el hecho simbólico de ceñir ambos mandatarios sus brazos en señal de conformidad con el acuerdo referido.

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Con respecto a Charaña, la demanda sostiene que mediante esta

declaración “se acordó continuar con el dialogo, dentro de un espíritu de

comprensión mutua y de una mentalidad constructiva, con el fin de encontrar

fórmulas para resolver las cuestiones vitales que enfrentan ambos países, como el

relativo a la reclusión que afecta a Bolivia”7. Y agrega que, “a través de una nota

de 19 de diciembre de 1975, Chile una vez más declaró ‘[que] estaría dispuesto a

negociar con Bolivia la cesión de una franja de tierra al norte de Arica hasta la línea

de la Concordia’”8. De esta manera, se recalca lo señalando en el párrafo anterior

en orden a que el acuerdo de Charaña se refirió a la necesidad de negociar, no

llegándose nunca a una solución de fondo compartida entre las partes

involucradas.

El libro del mar añade que la negativa de Chile a “gestionar la aceptación del

Perú al acuerdo boliviano-chileno, […] sumada a la condición del canje territorial,

provocó el estancamiento de la negociación, pese a los esfuerzos de Bolivia por

proseguir con la misma. Ante esta situación, en marzo de 1978, Bolivia no tuvo

más alternativa que romper relaciones diplomáticas”9.

El objetivo de este trabajo es abordar la negociación de Charaña desde un

punto de vista histórico a partir de tres preguntas fundamentales: a) ¿en qué

consistieron las propuestas y contrapropuestas de Charaña?; b) ¿cuál fue el rol del

Perú en la negociación?; y c) ¿por qué finalmente no prosperó este proceso?

7 Citada por Jaime Lagos Erazo, Las aspiraciones marítimas de Bolivia, p. 56. 8 Ibíd. 9 Estado plurinacional de Bolivia, El libro del mar, p. 45.

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Dejando en manos de los juristas la respuesta a la tesis de que la mera

negociación de un asunto genera derechos y obligaciones para las partes10, desde

un punto de vista histórico las preguntas anteriores pueden resumirse en si la

negociación de Charaña fracasó por culpa de una supuesta intransigencia chilena,

como suele el Gobierno de Bolivia. Y no sólo a través de la demanda misma, sino

en distintas instancias multilaterales y, de manera reiterada, a través de los

medios de comunicación social.

Por último, es importante hacer dos advertencias. La primera: aunque el

título de este trabajo parezca confrontacional, no lo es. Las causas judiciales,

especialmente las penales, se caratulan con la expresión contra11, de manera que

el título adoptado sólo pretende sincerar una realidad: la decisión de Bolivia,

desde hace ya varios años, de negarse a negociar de manera bilateral, derivando

finalmente a la vía judicial12. La segunda es que Chile ha optado por no responder

los argumentos de fondo de Bolivia, sino presentar una excepción preliminar,

fundada en el artículo 6º del Pacto de Bogotá de 194813, que dispone que a la

10 Para este tema, muy recomendable es la obra citada de Jaime Lagos Erazo, Las aspiraciones marítimas de Bolivia. 11 En términos exactos, cuando los juicios ante la Corte de la Haya surgen de una demanda, se caratulan con la expresión contra (v.) En concreto, la causa aquí referida está caratulada como “Obligation to negociate access to the Pacific Ocean (Bolivia v. Chile)”. Agradecemos estas aclaraciones a Paulina Astroza, profesora de Derecho Internacional de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Concepción. 12 Valga recordar que, por ejemplo, el Presidente Ricardo Lagos Escobar (2000-2006) propició un acercamiento sin exclusiones, incluyendo la aspiración marítima boliviana por la vía de un corredor al norte de Arica (o sea, reflotar el mismo principio de acuerdo de Charaña). Sin embargo, solicitó la reanudación de relaciones diplomáticas, a lo que el Presidente Carlos D. Mesa Gisbert (2003-2005) se opuso tajantemente, persistiendo en su afán por multilateralizar el asunto. 13 Mediante el cual, en virtud del capítulo IV, acuerdan reconocer la jurisdicción a la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Tratado americano de soluciones pacíficas, “Pacto de Bogotá”

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Corte no le corresponde entrar a conocer “los asuntos ya resueltos por arreglo de

las partes, o por laudo arbitral, o por sentencia de un tribunal internacional, o que

se hallen regidos por acuerdos o tratados en vigencia en la fecha de la celebración

del presente Pacto”. Y, como bien explica la profesora Paulina Astroza, “al

tratarse de un acuerdo de 1904, Chile sostiene que la CIJ carece de competencia

para conocer de la demanda interpuesta en su contra”, agregando que “Chile

deberá convencer a la CIJ que Bolivia, de manera encubierta y a través de la

invocación de actos unilaterales, pretender realmente modificar un tratado

vigente con anterioridad a 1948. Que ha sido una construcción jurídica bien

pensada para cambiar los límites y esquivar la limitación del artículo 6º”14.

Sin embargo, y nos obstante parecer acertada la estrategia judicial de Chile,

puede sostenerse que al nivel de lo suele entenderse como diplomacia política (y

no estrictamente jurídica y, menos aún, jurisdiccional), La Moneda ha obviado

responder los argumentos de fondo de Bolivia, en particular los de carácter

histórico que son materia de este trabajo15. En este sentido, tiene razón el

profesor José Rodríguez Elizondo cuando señala: “A contraluz de las demandas,

hay una relación causal entre el déficit diplomático de Chile y su efecto principal:

(Bogotá, 30 de abril de1948). Disponible en Internet: http://www.oas.org/juridico/spanish/tratados/a-42.html [último acceso: 27-04-2015]. 14 Astroza, Paulina, “Excepción preliminar, (in)competencia de la CIJ”, en Blogs de Cooperativa. Disponible en Internet: http://blogs.cooperativa.cl/opinion/relaciones-exteriores/20140717094015/excepcion-preliminar-incompetencia-de-la-cij/ [último acceso: 24-04-2015]. 15 El documento del Ministerio de Relaciones Exteriores, “Chile y la aspiración marítima boliviana. Mito y realidad” (julio, 2014), no se hace cargo del discurso histórico oficial de Bolivia, sino que se reduce a aspectos formales y, especialmente, de carácter económico.

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el extraño empeño en soslayar la esencia política de los conflictos, para

concentrarse en lo ‘estrictamente jurídico’”16.

¿En qué consistieron las propuestas y contrapropuestas de Charaña?

Como se señaló en la introducción, la negociación de Charaña tuvo su origen

en el acuerdo (o abrazo) del mismo nombre, por el cual los presidentes de Chile y

Bolivia —Pinochet y Banzer, respectivamente—, se comprometieron a reanudar

relaciones diplomáticas y a iniciar un proceso de negociaciones en torno a la

cuestión marítima. Leamos los tres puntos centrales de este acuerdo:

“3. Los presidentes reafirmaron su plena adhesión a la Declaración de Ayacucho17, en la que

se refleja fielmente un espíritu solidario y abierto al entendimiento en esta parte de América.

4. Ambos mandatarios con ese espíritu de mutua comprensión y ánimo constructivo, han

resuelto que continúe el dialogo a diversos niveles para buscar fórmulas de solución a los asuntos

vitales que ambos países confrontan, como el relativo a la situación de mediterraneidad que afecta

a Bolivia dentro de recíprocas conveniencias y atendiendo a las aspiraciones de los pueblos

boliviano y chileno.

5. Los presidentes, para materializar los propósitos señalados en la presente declaración

conjunta, han resuelto normalizar las relaciones diplomáticas entre sus respectivos países a nivel

de embajadores”18.

16 Rodríguez Elizondo, José, Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile en La Haya (Santiago, El Mercurio — Aguilar, 2014), p. 11. 17 De diciembre de 1974, en la que Chile ya había manifestado “la más amplia comprensión a la situación de la mediterraneidad que afecta a Bolivia, situación que debe demandar la consideración más atenta hacia entendimientos constructivos”. Citada por Patricio Carvajal, Charaña (Valparaíso, Arquén, 1994), p. 19. Esta obra es muy importante, porque contiene el testimonio del Canciller de Chile durante la negociación que es materia de este trabajo.

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Como se observa, la preocupación compartida de buscar una solución al

problema de la mediterraneidad boliviana fue el argumento principal para la

reanudación de relaciones diplomáticas entre Chile y Bolivia. Pero, por cierto, esto

no implicó una obligación permanente de negociar el asunto, ya que cualquier

proceso diplomático surge de voluntades mutuas y no a través de actos

unilaterales, como hoy sostiene Bolivia a través de su demanda ante la CIJ.

Además, resulta interesante subrayar que, en el punto 4, se habla de solucionar el

problema marítimo boliviano “dentro de recíprocas conveniencias y atendiendo a

las aspiraciones de los pueblos boliviano y chileno”. Este punto fundamenta, como

veremos más abajo, la contrapropuesta chilena, en particular la relativa al canje

territorial.

¿Cómo siguió el proceso? En lo inmediato, con la acreditación de

embajadores en Santiago y la Paz, Rigoberto Díaz Gronow y Guillermo Gutiérrez

Vea-Murguía, por parte de Chile y Bolivia, respectivamente. Según Carlos Bustos,

el primero fue “un distinguido funcionario de carrera, de gran capacidad,

eficiencia y simpatía personal, que se había ganado la confianza de amplios

sectores bolivianos durante el período previo en que se había desempeñado como

Cónsul General de Chile. Me atrevería a decir —continúa Bustos— que Díaz es uno

de los diplomáticos chilenos recordados con mayor afecto en la paz por su gestión

de acercamiento, unida a su sencillez y afabilidad”19. Por su parte, Guillermo

18 Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, Historia de las negociaciones chileno-bolivianas. 1975-1978 (Santiago, 1979), p. 6. Esta obra es fundamental como fuente primaria de la negociación de Charaña, ya que contiene prácticamente todos los documentos asociados a este proceso diplomático. 19 Bustos, Carlos, Chile y Bolivia. Un largo camino, p. 224.

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Gutiérrez Vea-Murguía era un viejo político que, incluso, se había presentado a las

elecciones presidenciales de 195020.

¿En qué consistió la propuesta boliviana? Leámosla:

“1. Cesión a Bolivia de una costa marítima soberana entre la Línea de la Concordia y el

Límite del radio urbano de la ciudad de Arica. Esta costa deberá prolongarse con una faja territorial

soberana desde dicha costa hasta la frontera boliviano-chilena, incluyendo la transferencia del

ferrocarril Arica-La Paz.

2. Cesión a Bolivia de un territorio soberano de 50 kilómetros de extensión a lo largo de la

costa y 15 kilómetros de profundidad, en zonas apropiadas a determinarse, alternativamente,

próximas a Iquique, Antofagasta o Pisagua”21.

Además, Bolivia se abrió de manera abstracta a la posibilidad de algún tipo

de compensación en favor de Chile, usando la palabra “aportes”: “El Gobierno de

Bolivia estará dispuesto a considerar, como asunto fundamental de la

negociación, los aportes que puedan corresponder, como parte integrante de un

entendimiento que consulte recíprocos intereses”22.

La contestación de Chile, que puede calificarse como contrapropuesta, se

puede resumir en los siguientes puntos: a) cesión a Bolivia de una costa marítima

soberana, unida por una faja territorial igualmente soberana; b) descarte del

enclave propuesto por Bolivia, ya que afecta su continuidad territorial; c) canje

compensatorio de territorios, equivalente a la extensión de tierra y mar cedidos a

20 Este personaje nos ha dejado un testimonio sobre el proceso en estudio: Guillermo Gutiérrez Vea-Murguía, Negociaciones diplomáticas con Chile, 1975 (La Paz, s/e, 1979). 21 Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, Historia de las negociaciones chileno-bolivianas. 1975-1978, p. 35. 22 Ibíd.

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Bolivia; d) derecho a aprovechar la totalidad de las aguas del río Lauca; y e)

desmilitarización del territorio cedido a Bolivia. Además, se reconoció la

necesidad de consultar al Perú en virtud del artículo 1º del Protocolo

Complementario del Tratado de 192923.

En este momento, puede decirse que se llegó a un principio de acuerdo. De

hecho, Bolivia manifestó explícitamente su aceptación del canje territorial

propuesto por Chile. El 18 de diciembre de 1975 el Presidente Banzer señaló:

“El Gobierno de las Fuerzas Armadas ha analizado detenidamente este punto y, si bien

hemos aceptado la propuesta o la respuesta chilena, globalmente considerada como una base de

negociación, consideramos también que el truque de territorios es una base fundamental, porque

realmente no creemos que ningún Gobierno pueda aceptar otra cosa que no sea territorios,

porque no tiene justificativo histórico. Creemos sinceramente que ningún Gobierno chileno

aceptaría gas o petróleo o, sencillamente, dinero, porque no tiene justificativo histórico ante su

pueblo para poder llevar adelante una negociación de este tipo. Creemos que cualquiera que sea el

gobierno, va a pedir trueque de territorio, ahora o en el futuro”24.

1976 estuvo centrado en la discusión de las denominadas aristas, aspectos

en que Bolivia solicitó precisiones de parte de Chile, en particular sobre los puntos

d) y e), arriba indicados, de la propuesta chilena. Sin embargo, en una ocasión en

que Guillermo Gutiérrez Vea-Murguía regresó a su país afirmando “traigo el mar

para Bolivia”, fue víctima de numerosas críticas de sectores nacionalistas de su

país, por ejemplo: que el corredor era muy estrecho, que la costa no era adecuada

23 Ibíd., p. 37. 24 Citado por Fernando Hormazábal Díaz, El libro blanco de Chile. El problema marítimo boliviano (Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2005), pp. 283 y 284.

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para la construcción de un puerto, que lo único importante era recuperar

Antofagasta, etc.25

Con el objeto de cerrar este apartado —ya que sobre este proceso de

negociación, seguiremos hablando en los dos siguientes—, citemos el

planteamiento de Carlos D. Mesa Gisbert —ex Presidente de Bolivia (2003-2005) y

actual embajador itinerante de la demanda de su país ante La Haya—, quien, en su

Historia de Bolivia26, reconoce que:

“La sola mención de un posible canje territorial puso a Banzer en un serio aprieto ante la

repulsa general de la opinión pública boliviana que se opuso tajantemente a esta posibilidad. Allí la

negociación se enfrío y estancó; por su parte, Perú dejó en claro que no aceptaría este arreglo con

un texto ambiguo y una solución inaplicable de presencia tripartita. En 1978, sin ninguna solución,

Bolivia decidió romper nuevamente relaciones ante el fracaso de la iniciativa. Esta negociación fue

probablemente la más importante que se hizo desde el enclaustramiento marítimo27, y el

momento en que Bolivia estuvo más cerca de encontrar una solución razonable a su

enclaustramiento”28.

De esta cita pueden inferirse tres puntos interesantes: a) la responsabilidad,

al menos parcial, de Bolivia en el fracaso de la negociación de Charaña, al rechazar

el canje territorial, propuesto por Chile; b) la responsabilidad (también parcial) del

25 Esta situación es reconocida por Alberto Crespo en unos de los capítulos de una obra de homenaje póstumo a Guillermo Gutiérrez. Ver Carlos Bustos, Chile y Bolivia. Un largo camino, pp. 227 y 228. La obra referida, que no hemos tenido a la vista, es Varios autores, Guillermo Gutiérrez: cinco retratos de un hombre (La Paz, Fundación Manuel Vicente Ballivian, 1984). 26 Que, si bien fue coescrita con José de Mesa y Teresa Gisbert, cada autor es responsable de extensos apartados distintos —denominados libros—, correspondiendo a Carlos D. Mesa Gisbert el último de la obra, referido a los años 1952-2000. 27 Suponemos que se refiere al Tratado de 1904, como hito que sella la mediterraneidad boliviana. 28 Mesa Gisbert, Carlos D., “Libro VIII. La República, revolución, militarismo y democracia”, en José De Mesa, Teresa Gisbert y Carlos D. Mesa Gisbert, Historia de Bolivia (La Paz, Editorial Gisbert, 2001), p. 710.

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Perú, al no entregar una respuesta clara; y c) la negación tácita de la supuesta

culpa de Chile en el fracaso de las tratativas que son materia de este trabajo, ya

que ni siquiera nombra a este país29.

¿Cuál fue el rol del Perú en la negociación?

Como se vio en el apartado anterior, el resultado de la negociación de

Charaña había llegado a un principio de acuerdo en torno a la cesión con

soberanía de un corredor al norte de Arica, por parte de Chile, y un canje

territorial, a manera de compensación, por el lado de Bolivia.

Cuando el Perú entró en acción —dado que, como sabemos, debía ser

consultado en virtud del protocolo complementario del Tratado de 1929—, más

que dar un rotundo no, hizo una contraoferta (18 de noviembre de 1976). En los

términos de Carlos Bustos, se trató de una “‘no repuesta’, que provocó gran

sorpresa e inquietud en las partes involucradas en la negociación y también en

otros países que observaban con interés el desarrollo de las conversaciones”30.

Bustos habla de “no respuesta” por su carácter ambiguo y por no representar un sí

o un no de manera directa. En este punto, como vimos, coincide Carlos D. Mesa

Gisbert en Historia de Bolivia al describir la contrapropuesta peruana como “un

texto ambiguo y una solución inaplicable de presencia tripartita”.

29 Con posterioridad a la publicación de este libro, evidentemente, la postura de Mesa ha evolucionado, especialmente desde que asumió la Presidencia de la República (17 de octubre de 2003) y, recientemente (28 de abril de 2014), el cargo de embajador itinerante en favor de la causa marítima boliviana. 30 Bustos, Carlos, Chile y Bolivia, Un largo camino, p. 228.

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¿En qué consistió esta contraoferta? Básicamente, en cuatro puntos: a) que

el corredor terrestre tenga soberanía compartida de los tres países; b) que Bolivia

tenga derecho a construir un puerto bajo su exclusiva soberanía; c) que el mar

adyacente al territorio de soberanía compartida sea de soberanía exclusiva de

Bolivia; y d) que en el puerto de Arica exista una administración trinacional31.

El gran historiador peruano Jorge Basadre, miembro de la comisión de su

país que estudió el asunto, señaló en la prensa que el Perú no podía cortar la

continuidad territorial entre Tacna y Arica32. Pero, la verdad, estas palabras no se

explican sólo por el carácter tacneño de Basadre (nacido en 1903, algunos años

antes del Tratado de 1929), sino por el fuerte valor simbólico que siempre ha

tenido Arica para el Perú, al menos como eminentemente conectada con Tacna.

Esto, precisamente, explica las disposiciones de 1929 no sólo sobre la soberanía

de Arica, sino también sobre las diversas instalaciones (por ejemplo, portuarias)

que en esta ciudad se debían construir33.

Ahora bien, volviendo a la contrapropuesta peruana, no cabe duda que se

trató de un ofrecimiento extraño, porque le daba a Bolivia soberanía marítima,

pero no terrestre, aunque sí en materia portuaria. Algunos estudiosos bolivianos la

interpretaron como un veto disfrazado34. La respuesta oficial de Chile, de fecha 29

31 Para una buena síntesis de esta contrapropuesta, ver Fernando Hormazábal Díaz, El libro blanco de Chile, p. 276. 32 Citado por Oscar Pinochet de la Barra, Chile y Bolivia: ¡Hasta cuando!, p. 82. 33 Para un agudo análisis de este punto, ver José Rodríguez Elizondo, Historia de dos demandas, especialmente el capítulo II: “¿Por qué y cómo Bolivia mantiene su rol de tercero en discordia?”, pp. 103-193. 34 Por ejemplo, Mario Ojara. El Mercurio, 24 de noviembre de 1976. Citado por Carlos Bustos, Chile y Bolivia. Un largo camino, p. 229.

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de noviembre de 1976, fue que implicaba la modificación del Tratado de 1929, “en

que se estableció definitivamente la soberanía de Chile sobre Arica”35. Interesante

es leer el punto de vista de Pinochet de la Barra:

“A mí me quedó la impresión de un rechazo precipitado por parte de Chile. La Moneda

debió haber tomado nota, inmediata, de todo lo positivo existente en el planteamiento peruano y

negociar lo demás. Porque jamás Lima había aceptado, como esa vez, la casi totalidad del

corredor o franja territorial, salvo los últimos 50 kilómetros cuadrados, entre la carretera a Tacna y

el mar; porque nunca Perú aceptó antes soberanía absoluta de Bolivia al mar adyacente a ese

corredor36; porque, por primera vez, Perú aceptaba el derecho de Bolivia a construir un puerto bajo

su exclusiva soberanía en el litoral ‘compartido’”37.

A la luz de las fuentes consultadas, resulta acertado este planteamiento,

aunque también es necesario considerar el hecho que Bolivia, más que culpar al

Perú por su respuesta ambigua, comenzó a atacar a Chile por no insistir en las

negociaciones con el país del Rímac. Si bien es cierto que sólo Chile y el Perú

podían abrir el candado de 1929, la actitud de Bolivia fue demasiado pasiva frente

a la contraoferta peruana38. Según distintos autores altiplánicos —que, pasado el

tiempo, han examinado el asunto de manera más imparcial—, los ataques de

Banzer a Chile se explican por el rechazo a la negociación en sí misma (anterior a

la respuesta peruana) de parte de apasionadas voces en Bolivia. Por ejemplo,

Marcelo Ostria señala: “Cualquier coincidencia —aún de forma— con Chile, es

35 Ministerio de Relaciones Exteriores, Historia de las negociaciones chileno-bolivianas. 1975-1978, p. 45. 36 Como después también quedó demostrado con la demanda peruana contra Chile, ingresada a la CIJ el 16 de mayo de 2008. Para este tema, ver Luis Winter, La defensa de Chile en La Haya (Santiago, Ediciones Libertad y Desarrollo, 2012). 37 Pinochet de la Barra, Oscar, Chile y Bolivia: ¡Hasta cuando!, p. 84. 38 A diferencia del momento en que Bolivia presentó su propuesta inicial, en que le informó inmediatamente al Perú de su contenido. Carlos Bustos, Chile y Bolivia. Un largo camino, p. 225.

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objeto de ataque, sin advertir que solamente en la coincidencia puede haber

solución”39.

Si se examina bien el asunto, la contraoferta peruana complicó la

negociación, pero no la hizo fracasar de plano. Desde el mismo momento en que

se llegó a un principio de acuerdo, las elites bolivianas rechazaron el canje

territorial. Lo que vino después fue una profundización de la permanente

intransigencia boliviana que, muchos años antes, se expresó en su negativa de

aprobar el Tratado de transferencia territorial de 1895.

¿Por qué finalmente no prosperó este proceso?

Aunque, de manera amplia, la respuesta a esta interrogante ha sido dada en

el apartado precedente, corresponde añadir otros hechos que apuntan a

confirmarla con mayor precisión.

1977 fue, claramente, el año en que negociación comenzó a morir. El 15 de

octubre el Embajador Adalberto Violand le informó al Gobierno chileno de su

retorno a Bolivia. Y, aunque después La Paz aclarase que se trataba de una simple

renovación, lo cierto es que desde esa fecha Bolivia no volvió a designar un nuevo

embajador. Chile, por su parte, mantuvo su representación en Bolivia al nivel de

embajador, ahora a cargo de Pedro Daza.

En enero de 1978, Pinochet intentó reflotar la negociación, insistiendo en

sus bases originales: “[…] a juicio de mi Gobierno las bases propuestas por Chile y

39 Carlos Bustos, Chile y Bolivia. Un largo camino, p. 235.

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aceptadas en términos generales por Bolivia son las únicas viables y realistas para

permitir la satisfacción de los anhelos del país hermano”40.

En marzo siguiente, Bolivia envió a Chile a Willy Vargas, Ministro Secretario

Nacional para los asuntos de Integración. En una entrevista con el Canciller

Patricio Carvajal, descartó de plano la posibilidad un canje territorial en favor de

Chile. Incluso, como expresión clara de los efectos sobre su gobierno de la presión

de la opinión pública nacionalista, llegó a proponer que el corredor no tuviese

soberanía en favor de Bolivia, aunque sí un régimen de autonomía41. O sea, Bolivia

prefirió transar su objetivo histórico de acceso soberano al mar, a través de un

territorio también soberano, a cambio de no conceder ninguna fórmula de

compensación territorial en favor de Chile. Si esto no es intransigencia, ¿qué es?

Lo anterior es confirmado por el hecho que, no obstante Chile haber

manifestado su voluntad de estudiar la contrapropuesta de Vargas, el 17 de marzo

Bolivia decidió clausurar las relaciones diplomáticas con Chile. No cabe duda que

la circunstancia de acercarse la fecha del Centenario de la Guerra del Pacífico, fue

no sólo alejando la posibilidad de un acuerdo definitivo, sino aumentando el peso

de los sectores más nacionalistas en ambos países, aunque en mayor medida en el

caso de Bolivia.

Sobre la gestión de Vargas, Walter Montenegro señala: “Dos hechos

parecen evidentes de estas informaciones: Primero, que desde el primer

planteamiento hecho por Chile en esta negociación, el canje territorial era una

40 Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, Historia de las negociaciones chileno-bolivianas. 1975-1978, p. 52. 41 Además, propuso el arrendamiento del ferrocarril de Arica a la Paz. Ibíd., p. 23.

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condición inalterable. Segundo, que la verdadera misión del Licenciado Willy

Vargas era, más que nada, más que la búsqueda de la ‘solución de medio camino’,

el gesto diplomático final antes de la ruptura seguramente ya decidida”42.

Por su parte, el historiador (también boliviano) Ramiro Prudencio Lizón —

quien cuenta con una detallada monografía sobre el tema que nos ocupa— no

duda en afirmar que la responsabilidad del fracaso de Charaña se debió a las elites

de su país: “El fracaso de la negociación más importante del siglo XX como fue la

de Charaña, es imputable evidentemente al Gobierno del General Banzer. Pero

éste no es el único. También lo son todos los políticos, internacionalistas,

miembros de los medios de comunicación escrita y verbal del país, que

constantemente criticaron e hicieron una oposición tenaz contra la marcha de la

misma”43.

Conclusión

El punto de vista de este trabajo no ha sido jurídico en sentido estricto —

como suele ser habitual en Chile en materia de relaciones internacionales,

especialmente de carácter fronterizo—, sino historiográfico. Por lo tanto, no se ha

buscado analizar o refutar la “teoría” de los derechos expectaticios, sino los

argumentos históricos (en sí mismos) sobre los que Bolivia ha construido su

demanda. Subrayando la circunstancia que la diplomacia chilena ha sido poco

política —y, en cambio, demasiado jurídica—, cabe afirmar que no ha respondido,

por la vía precisamente política, los argumentos históricos de Bolivia, por ejemplo,

42 Montenegro, Walter, Oportunidades perdidas, p. 126. 43 Lizón, Ramiro Prudencio, Historia de la negociación de Charaña (La Paz, Plural Editores, 2011), p. 359.

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expresados en El libro del mar. Este documento apunta, modestamente, a llenar

este vacío44, aunque básicamente en torno a una negociación específica. De

hecho, hay que considerar que no es casualidad que Bolivia haya designado como

embajador itinerante en favor de su causa a un historiador, Carlos D. Mesa

Gisbert.

Como se señaló en la introducción, las tres preguntas respondidas en este

trabajo pueden sintetizarse en si la negociación de Charaña fracasó por culpa de

una supuesta intransigencia chilena, como acostumbra a sostenerlo el Gobierno

de Bolivia.

Acercarse al proceso de Charaña es fundamental, puesto que la jurisdicción

de la Corte se inició en 1948. Y el hecho que Chile haya presentado una excepción

preliminar en torno a la competencia del tribunal internacional, argumentando —

punto de vista que compartimos— que Bolivia persigue, en último término,

deshacer el Tratado de 1904, no es óbice para debatir en sede política los

argumentos históricos de Bolivia sobre los cuales ha construido su demanda.

En este sentido, y precisamente siendo histórico el punto de vista adoptado

por este documento, se han utilizado no sólo a fuentes chilenas, sino también, y

de manera especial, bolivianas. Como se ha intentado demostrar, desde la misma

historiografía altiplánica pueden refutarse —o, al menos, matizarse— los

argumentos sostenidos por Bolivia, tanto en la demanda misma como en El libro

del mar, sin mencionar las múltiples alocuciones de sus autoridades,

especialmente del Presidente Evo Morales. Justamente en base a un autor

44 Junto, por cierto, con una extensa bibliografía, como la citada en este trabajo.

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boliviano, Walter Montenegro, puede afirmarse que: “Haciendo una comparación

con las desventuras que pueden ocurrir en la vida privada, una mujer puede alegar

legítima y respetablemente que ha sido engañada, seducida, una vez y, con muy

mala suerte, quizá dos veces; pero si el número de engaños llega a ocho será

necesario encontrar otro factor o factores que expliquen la malhadada serie,

además de la pérfida intención del seductor”45.

Dicho lo anterior, la gran conclusión de este trabajo es que no existe base

histórica suficiente que permita afirmar que la negociación de Charaña fracasó por

culpa de Chile, al menos de manera exclusiva.

La intransigencia que oficialmente Bolivia le atribuye a Chile, puede

perfectamente ser retrucada en contra de ella misma. En particular, la

negociación de Charaña hace bastante discutible la supuesta responsabilidad

histórica de Chile por la mediterraneidad boliviana. Y, más bien, pone sobre el

tapete que, en varias ocasiones, ha sido el mismo país altiplánico el que, haciendo

prevalecer una estrategia de todo o nada, y cediendo en favor de las posturas más

nacionalistas de su opinión pública (reivindicacionistas o revanchistas), ha

terminado desechando la posibilidad de acercarse soberanamente al Pacífico.

Más allá del candado peruano, generado por el Tratado de 1929, un

obstáculo que persistentemente Palacio Quemado se ha negado a superar, con la

importante excepción de una aceptación inicial en 1976, ha sido el del canje

territorial. Y, aunque pueda resultar agotador volver sobre la bibliografía boliviana

—que refuta o matiza la historia oficial planteada desde el Gobierno de La Paz—

45 Montenegro, Walter, Oportunidades perdidas, pp. 8 y 9.

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no está de más citar otra vez las palabras de Lizón, quien, a través de un breve

artículo publicado con anterioridad a la obra ya referida, se pregunta: “¿si Bolivia

no acepta un canje territorial, como podría pagar por el territorio que recibiría?”46.

Esta pregunta niega tácitamente la existencia de un supuesto “derecho” sobre el

mar en favor de Bolivia47, sino que afirma que debe ser fruto de un acuerdo que,

como antes se ha dicho, ha de ser expresión de “recíprocas conveniencias”.

Por otra parte, y siguiendo las reflexiones del profesor Jaime Lagos Erazo, al

seguir el camino judicial, Bolivia “ha cometido un serio error toda vez que ha

quebrantado el eje fundamental en el cual reposaba el acercamiento bilateral que

progresivamente estaba dando positivos resultados”48. De hecho, este trabajo da

cuenta que sólo por esta vía, la de las negociaciones directas, es posible pensar en

un acuerdo que apunte a resolver la aspiración marítima boliviana.

Probablemente, el imaginario que Bolivia ha construido sobre lo que suele

considerar su cualidad marítima49 —y el hecho de utilizarlo permanentemente

para aplacar las diversas crisis institucionales que históricamente ha enfrentado—,

sea realmente la causa de fondo para la ya centenaria imposibilidad de obtener un

acceso soberano al Pacífico.

46 Lizón, Ramiro Prudencio, “La cuestión marítima boliviana en la actualidad”, p. 3. 47 En 2006 aún no se fabricaba la teoría de los derechos expectaticios. 48 Lagos Erazo, Jaime, Las aspiraciones marítimas de Bolivia, p. 165. 49 Expresión de este imaginario es el hecho que, no obstante haber perdido territorio con muchos otros países, lanza sus dardos exclusivamente contra Chile. Como bien lo recuerda Rodríguez Elizondo, “Bolivia emergió a la historia con un territorio de unos 2.500.000 km² y, hoy, tras escaramuzas con Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Perú, tiene cerca de 1.000.070 km²”. José Rodríguez Elizondo, Historia de dos demandas, p. 106.

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Bolivia contra Chile en La Haya. Tres preguntas sobre Charaña

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