bordieu-intelectuales-política y poder
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",-**r-4s en la es{era intelect al donrle los intelcctualr:s rlt:lrr.¡r
llevar el combate, no solamente l)orqlre es sobre est,,
terreno donde sus armas son nlás eficaces. sinll tanll,i",,
porgue, la mayoría de las veces, es en nornbre r l t : ¡ ¡ ¡ ¡ ¡
autoridacl intelectual -en ¡rarticular l¿r rle la ciencia- r:o¡nr¡
las nuevas tecnocracias l legan a imponerse. Así, ¡ ror-ejemplo, la nucva demagogia l io l í t ica se apoya en los
sondeos ¡rara legitimar la pucsta en práctica de las polítir:as
neo-liberales,las medidas represivas tomadas en contra (lc
los extranjeros o l : rs pol í t icas cul túr¿les host i les a la '
vanguardia. Ésta es la razén ¡ror la cual L¡s intelectuales
deben dotarse de merl ios de expr 'esir in autónomos,
independiéntes de los rerluerimiento-. pírli l icos o privados,
y organizarse colect ivamente para l )oner sus prr , ¡ r ias arnras
al servi¿io de los combates progresistas.
Pierre Bour¡lieu6 de octubre tle 1999
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q-Pierre Bourdieu
Es Director del Collége deFrance, de Actes de laRecherche en ScieneesSociales y del Centre deSociologie Européene.
Sus'trabajos en la sociologíade la cul tura lo hanconvertido en uno de los másdestacados intelectuales denueEtro tiempo, ta¡lo por lalucidez de sus análisis en elcampo. académico como porsu inelaudicable compromisopolítico y social.
Bdürdiou
lntelectuales,política y poder
eudeba
@EudebaUnive¡sidad de Buenos Aires
l 'ediciónr diciembre de i999
@ 1999Editorial Univé¡sita¡ia de Buenos Ai¡esSociedad de Economía Mixca
Av. Rivadavia 1571/73 (1033)-fel.: 4383 -8A75 Faxt 4383'7742www.eudeba.com.a¡
Diseno de coleccrón y rapa: Ricardo I udueñ'r
Composición generaL Eudeba
Traducción, Alicia Gutiérrcz
Indice
PRóLoco: l.A TA¡EAy EL coMlRoMlso DhL lNvhsrrc DoR soctAr.
Elelementoontológico: losocialexisrededoblemane¡a.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .g
Los condicionam ienros sociales de los producrores
de conocimiento social . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . , . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . , . . . . . .12Cómo ypara qué.. . . . . . . . . . , . . . . . . . . . . . , . , . , . . . . . . -17
Carrl lo nrr lootn, clvpo lNT€LEcruAl y t-tABrrus DE cl-AsE -.. . . . . . . . , , . . . . . . . . . , . , , . . . . . . . . . . . . . . . .23
UNa rNt¡n¡n¡t¡c¡óN DE tA TEoRIA DE LA RELlcróN sEcúN MAX'IIEBER .........................43
sogn¡¡LPooetslM¡ól lco. . . . . . . . . . . . . . . . - . . . . . . . . . . , . . , , . . . . . . . . . . . . . , . . . . . . . . . , . .65l. Los "sistemas si¡nbólicos" (arte, religión, lengpa)comoestrnctirrasestructutá¡tes... . . . . . . . . . . . . . . . , , , , , . . . . . . . . . . . . .- ,- . . . . . .662. Los "sistemas simbólicos" como est¡ucturas cs!¡ucturadas(susceptibles de un análisis esrructr.rral) . . . . . . . . . . , . . . . . . . . . . . . . . , . . . . . . . .67
J.l-asproduccionessimbólicascomoinsrrumentosdedominación... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .6g
EL cAMpo crEN.rtFrco .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .7 5la lucha por el monopolio de la comperencia cientl f ica .. . . . . . . . . . . . . . , . . , . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .7 6Laacumuiación delcepi ta l c ient l f icc. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ._. . . . . . . . . . . . - .BlCapi ta l c ient í f ico ypropensión a invertrr . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .87Elorden (c ient í f ico) establccido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . -90Delarevolucióninauguralalarevoluciónpe¡manenre.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .95
Lacienciaylosdoxósofos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . , . . . . . . . . .9g
Lr c¡us,r o¡ r-q cigNcl& CóMo L{ HIsroRh socl,\L DE r¡s ctEtñcl\s soctÁLEJPUEDE SER\4R
^L PROGRESO DE EST^S CTENCLAS ... . . . . . . . . . . , . . . . . . . . . . . . . . . l l l
la si tuación ambigua de la ciencia social . . . , . . . . . . . . . . . . , . . . . . . . . . . . 112
isBN 950-23-1043-8lmDreso en la Argentina
Hecho cl r iepósi to que establece la lev I l '?23
) iú.c oermire la trproducciun "tal
o p¿rcral de c're lrbro' nr ru ¿lm¡cenrm enro cn Ln \ istemr
;J.;J;; ; . . , " , ,L*.u'¿^ en cuarquar rormr o ¡or currquier mcJro ere"ronrco r ' c¿nrco'
i;;;:;;i"; ; otros métotlos, sin el permiso previo del cditor'
l ,osdospr incipiosdejerarquización.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1 l5
Conserrsopolít icoyconfl ictocicntíf ico .. . . . . . . . . . . . . . . . . 116
LoseFectosambiguosdelainterr ' ,c ional ización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 120
Po¡ una "Realoolitik" científica .......... 125
losooxésopos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . i29
MÉronccrn¡flrrcoylEMReutAsocrAlDELosoBJETos .......... ........... 147
Dostvp¡zu¡l-lsMos DELoLTNM.RJAL .............. .............. 153
l¡scoNo¡c¡oNLssoCIAt.EsDELAcIRCUtACIÓNDEt,AsIDEAs... ' ... ' .. ' . .
LosrureurruAlEsylospoDEREs ............ 171
furxcovrn¡nl.nTR-ADicróNuBERTARIADEtAIZeuIERDA .................... 173
'Nol¡¡voe¡t locn¡ChEFECTIVAstN!'ERDADERocoNTM-poDERCpJTICo"... . . . . . . . . . . . ." . . . . . 179
PoRUN¡IvI¡nNAcToNALDELosINTET-ECTU,ALES .......,...... 187
Unf l lsoprobiema:compromisooret i rada . . . . . . . . . . . . . : . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .188
t jna autonomfa amenazada,. . . . . . . . . . . . . . . . . . : . . . . . . . . . . . . . . . . . 192
l¿ecnocraciade lacomunicación... . .- . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193
"¿Qur rs uacrR H, .BI¡RA L;N.{urc¡n?". A pnopóslTo DE MICHEL FoucALiLT .....Í.......... l,9Z
I-rctoresyauctores. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . " 198
Radical ismointelecruaiyradical ismopolít ico... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 199
"Rumor inrelectual" y lectura canónica
"Unadenegación de comprensiónl ' . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 202
Prmnr BounorEu y LoIc'SfACeuANT. Sonne r¡s Rsrucr¡s DE IA RAZóN IMpERIAusrn ... 20i
UNrnrvoluclóNcoNSERVADoRAENTáEDrcróN . . . . . . . . . . . .223
Conocimiento ydesconocimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 224
' l¡ esrructr¡ra del crmpo edirorial
taconstruccióndelascaracteríst iespeninentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . : . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .232
Posic ionesytomasdeposrcrón.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .24L
l¿ dinámica del campo y las nuevas tcndencias de la producción editorial . . . . . . . . . . . . 248
De las funciones antagonistas de la traducción .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 256
Lamoraldelahistor ia . . .262
A¡¡n<o . . . . . . . . . . " . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 265
Posip¡cro .... 269
Prólogo
La tarea y el compromiso del investigador social.Notas sobre Pierre Bourdieu
Alicia B. Gutiérrez
".:.paradójicarnente, la sociobgia libera al liberar d¿ la ilusión de la libertad,
o, mds exactamente, d¿ la creencia mai ubicada en las libertades ilusorias. l¿
libertad no es a/g dado, sino urca conquistu, I colectiua..."l
Probablemente, a Pierre Bourdieu se lo reconoce especialmente por sus
teorizaciones e investigaciones empíricas, donde plantea la necesidad de su-
perar diferentes tipos de falsas dicotomías, a su juicio surgidas desde el ori-
gen mismo de las ciencias sociales.2
No es mi intención, en estas líneas, retomar todas estas problemáticas ni,
¡:¡ucho menos, hacer una presentación general de su trabajo.3 Pierre Bourdieu
1. Pierre Bourdieu, "Fieldrvork in philosophy'', en: P Bourdier¡, Cosas dichat, Buencs Aires,
Gedisa, 1989, p. 27.
2. En .eietidas oponunidades, el autor ha insistid<¡ en que para una "ciencia social total" o "una
anrropología total" -designaciones que ha utilizado indistintamente en sus obras-, que pretende
comprender y expiicar las pricticas sociales, es imprcscindible la ruprura con falsas dicotomfas:
tcorla vs. empiria, individuo vs. sociedad, objetivismo vs. subje¡ivismo, reproduccién vs. camlrio,
io económico vs. lo no económico, métodos cuantitativos vs. métodos cualitetivos, etc,
3. En otro trabajo he realizado una aproximación conceptual a la sociologla de Pierre Bourdicu.
Allí puede verse un¿ explicitación de las principales líneas de construcción de la teorl¡ del autor
y un análisis detrllado de los conceptos clave que esrructuran su pcnsamiento, y de cómo sc
ar¡iculan entre sí en su lógica de funcionamiento (A. Gutiérrez, Pierre Bourdieu: ta prittius
es un aurof que, por la riqueza y solidez de su consirucción teórica, por la
fecur¡cliclacl que presenra para abordar empíricamente la realidad social, y por
sus p<l lémicos planteos, consr i ruye en nucstro país un referente c lave
-para utilizar su perspecriva o para criticarla- dentro de la amplia gama temá-
rica y de la.s posibilidades de abordaje de las ciencias sociales v humanas-
Aquí me interesa dest¿cat especialmente, una de esas falsas dicotomías: la plan-
reada e¡rrre el obicdvismo y el subjedvismo. No tanto pala explicitarias, sino más
bicn como recrlrso metodológico, que me permire exponer asPectos que considero
irnponantes como aPoiles al conocimiento de las ciencias sociales en general, a los
productores de ese conocimiento, y a sus respectivos Procesos de producción.
En primer lugar, tomaré esa falsa dicotomía como Punto de partida y funda-
mento de ciertas cuestiones centrales que hacen a ia construcción teórica de
Bourdieu. En segundo lugar, y fundamenalmenre, la retomaré Pafa exPoner
algunas de las ideas del autor que permiten ¡eflexionar acerca de ciertos proble-
mas que son de especial importancia en el proceso de investigación' Por último,
intentaré demostrar que este planteo no queda reducido al ámbito de la ciencia
--o más precisamente ai de las condiciones de posibilidad del conocimiento cien-
rífico--, sino que implica, alavez, una Postura éticay política en relación con los
productores de co¡rocimiento social y los demás agentes sociales.
El elemento ontológico: lo social existe de doble manera
El hacer referencia ai "objetivismo" y al "subjetivismo", y la necesidad de
romai lo mejor de ambas perspecr ivas, en la mayoría de los i rabajos de
Bourdieu, se perciben e interprean sólo como dos momentos anaiít icos: un
primcr momento obietivista, en el cuai el investigador reconstruye la estruc-
¡ura rie relaciones que son independientes de la conciencia y de ia voluntad
dc los agcntes, y un segundo rncmento, donde se intenta caPtar rePresenta-
ciones, percepciones y vivencias de los protagonistas de las prácticas.
En consecuencia, se toman como dos pasos lógicos del an¿ílisis sociológico, que
permitirían mayores posibiiidades de explicar y comprender la realidad social'o
;ocia/es, Buenos Ai¡es, centro Editor de Amé¡ica L¿únq 1994 v segunda edición revisada, co-
edic ión de Ia Ediror ia l Universirar ia de Misiones y la l ) i rección de PuL' l icaciones de la Unive¡sidad
Nacional de Córdoba, Córdoba, 1995).
4. Especialmenre, aunque también está expl ic i tado en otros t rabajos, e l au¡or hace referencia a
estr cuesr ión en "Espacio social y poder s imbói ico", en: P Bourdieu, op. c i t . , pp- 127-142.
sin embargo' y retomando al propio auror, creo necesar io expr ic i tar qrreesos momenros, que esas mayores posibil idades, se fundan en una ontología:lo social existe de doble manera, en las cosas y en los cuerpos.t y es precisa-menre una suerre de complicidad onto/ógica, enrre un habitus y un campo, loque consriruye el fundamento de toda prácrica social. Esra relación de com_plicidad onroiógica, dice Bourdie u:
".'.se institwye entre dos 'realidades', el habirus y e/ campo, que ,on dos modosd¿ existencia d.e la historia, o de k saciedad, la hhtoria /rerha'rora, instituciónobjetiuada, y la historia lteclta cuerpo, institz¿ción incorporada.,,6
En su consrrucción teórica, fundada en una epistemología bachelardiana (,.e1hecho cienrífico se conquisra, corsrruye, comprueba")7y poniendo en marchauna forma de pensamiento relacional e histórico, Bourdieu señala que su fi loso_fía de la acción es disposicional, queroma en cuenra,
"...las potencia/idades'inscritas en los cuerpot de los agentes 1t en /a estn¿ctura delas situaciones dond¿ actúan, o más exActa.mente en su relación."s
Mi insisrencia en tomar estos elemenros onrológicos, en la teoría dePierre Bourdieu, es porque creo que ello constituye el hilo conducror de su
5. Hablar de " lo social" en Bourdieu impl ica, s imukáneamenre, hablar dc " lo histór ico". Lo queel espacio social, los campos ylos babins, las insriruciones y los cuerpos, son ho¡ son ei resu¡adode lo que han venido siendo.
6' P Bourdieu, R¿islnr ?rtlti(lues. sur la théorie & I'action,pa,rís,Ed. du Seuil, 1994, p.9.lRamnespnicticas, sobre Lz teoría de l¿ acción, Barcelona, Anagrama,7997f .7 - cF. P. Bourdieu, J. c. chamboredon v J. c. passeron, El ofcio de sociólogo, Buenos Aires, sigloxxt, 1975.8'PBourdieu, Raisonsprat iques,op.ci t ,p.g(desracadomío).Estoscomenrar iosrecuerdan,dealguna
manera! a Anrhony Giddens. Muy bre'emenre, puede decirse que, cn dicho autor, las propiedadesestructurales -de reglas y reclrrsos- constituyen un orden r.inua.l de relacionrs transforrnadoras. Conello, lo estrucrural no existe como espacio-ternporal, sino cuando se acrualizan en l," prácti""s queconsrituyen los sistemas y bajo la forma de huellas mnémicas, gracias a las cuales los acrores socialesorientan sus conductas. En otras pa.labras, existen comopatencia/idzdz: quese acrualiz-a¡ medianre lasprácticas de los agentes, de manera reproductora o ¡ransformadora, según las potencia/iúzrks d,elosagentes (cf' A' Giddens, I-as nueuas regln de / método sotiohglco, Buenos Aires, Amorrorru, l9g7 y I-aco¡tstinción dt la socied¿d, Buenos Li¡es, Amorronu, i 99>. También I. C-ohen, "'Iéoría de la csrrucruracióny Praxis sc:ciaJ", en: A. Giddens et al., I¿ teoría socia/ boy,Alianza, Madrid, l99l).
Alicia B. Gut' :z
construcción teór ica: ¿Cómo pensar enronces el rema del Poder? ¿Cómoexplicar \a razonabitidad áe las prácricas sociales? ¿Cómo enrender la rela-ción sujeto-objeto de conocimiento? En definit iva, ¿cómo explicar y com-prender las prácticas sociales desde esta perspectiva analít ica?
Brevemente, puede decirse ;::e el Poder es consrirr.rriiio de Ia sociedad ¡ontológicamente, existe en las cosas y en los cuerpos, en los campos y en losbabitus, en las instituciones y en1"',s cerebros (como diría Marx). Por lo ranro,el poder exisre físicamente, objetivamente, pero también simbólicamente.
Y aquí es necesario recordar que, si de la ob¡a de lr4arx Bourdieu ha toma-do que la realidad social es un conjunto de relaciones áe fuerzas enrre clases,
históricamente en luchas unas con otras, de la obra Ce rüleber ha romado quela realidad social es también un conjunro de re/aciones de sentido, y que todadominación social (la de un individuo, de un grupo, de una clase, de una
nación, erc.) a menos de recurrir pura y continuamenre -lo que sería prác-ticamente imposibie* a la violencia armada, debe ser reconocida -reconoci-da en cuanto se desconocen los rpecanismos que hacen rgconocerla-, acep-tada como legítima, es decir, romar un sentido, preferentemente posirivo,de manera que los dominados adhieran al principio de su propia domina-ción y se sientan solidarios de los dominanres en un mismo consenso sobreel orden esrablecido.
Legitimar una dominación es dar toda la, fuerza de ia razón a ia razón (el
interés, el capital) del más fuerte. Esto supone la puesra en prácrica de unauiolencía simbólica, violencia eufemizada ¡ por lo mismo, socialmente acep-table, gue consiste en imponer significaciones, "de hacer creer y de hacer ver"para movilizar. La vioiencia simbólica, enronces, está relacionada con el po-der simbél¡co, y con ias luchas por el ooder simbólico.e
Sin tener en cuenra rodos esros elemenros -poder físico y poder simbóli-co, violencia objetiva y violencia simbólica, condiciones objetivas y condicio-nes sirnbólicas-, ¿cómo entender la razonabi/idad d,e las prácticas socialesque piantea Bourdieu?
Si na tenemos en cuenra que los /tabitus son esquemas de percepción, deapreciación y de acción inreriorizados, sislemas de disposiciones a acruar, apensar, a percibir, a s€nrir más de cierra manera que de otra, ligados a definicio-nes de úpo lo posible ,y lo no posible (porq,re objerivamenre ha venido siendo
9. P Bourdieu y L Vacquant, Rl1owti,Parfs, Ed. du Seuil, 1992. fRespuestas. Por una anttropologíarcflcxi t'e, México, Griialbo, I 9951.
Prólogo
posible o no posible), h pensable y b no pensable, b que es para nosotros y lo queno es PLtr4, nosatros... i y que son principios evaluativos de las posibil idades yiimitaciones objetivas, incorporadas ai agente por esas mismas condicionesobjetivas, productos de un sentido práctico, que funcionan en la prácrica y quetienden a pensar el mundo "tal cua! es", como "yendo de suyo", a aceptarlo másque a intentar modificarlo... 'o; enronces, no podríamos comprender por quéBourdieu plantea una racionalidao lirnitada de la práctica social.
Aho¡a bien, na la concibe a la manera de Simon -porque el individuonunca conoce toralmenre su conjunto de oportunidades y porque el espírituhumano es l imi¡acio-, sino rambién, y especialmenre, porque el agente so,cial está socialmenre limiado. Por elio, en rodo caso, prefiere hablar de priic-ticas rtzzonables, cornprensibles y explicables por su sentido objerivo y susentido vivido, enrendidos dialécricamente.
"Sentido objetivo" y "sentido vividc¡" nos lleva nuevarnenre al planteo dela superación de la visión objerivista y de la visión subjerivista de cualquierproblemárica social, 1., con ello, nos recuerda el elemenro ontológico Ce ladoble existencia de lo social.
Para Bourdieu, ambas maneras de abordar la realidad social son igualmenreparciales: el modo,¡te pensamiento objetivisra rescara las relaciones objetivasque condiciorran las prácricas (el sentido objetiuo), pero no puede dar cuena delsentido vivido de las mismas, ni de la dialéctica que se esrablece entre lo obje-tivo y lo subjetivo. El modo de pensamiento subjetivisra toma en cuenra elsentido uiuido de las prácticas, las percepciones v r€presenraciones de los agen-tes, lo que ellos piensan y lo que sienren, sin considerar las condiclones socialesy económicas que constiruyen el fi¡ndamento de sus experiencias.rl
Anal izar dialéct icamente ambos senr idos es indispensable para el in-vesr igador que quiere expl icar y comprender práct icas sociales. Para el lo,debe aprehender el sent ido'práct ico, iaprar el sent ido del juego social ,aquel que permite v iv i r como "evidente", como "narural l ' , e l senr idoobjet ivado en las insr i tuciones.
i 0. Es siempre necesario ¡ecordar que hablar de babins implica tener en cuenta Ia historicidad del
agcnteydelossistemasderelacicnes: elhabins seoponetan¡calasexpl icacioncsmccanic istas'¿
a las que conciben las prácticas como cjecución dc un modelo, cuanro a aquellas quc suponen las
acciones como el producto de una ac¡ividad racional que realiza cálculos explfcitos en rérminos dc
costos- benef ic ios.
I l. Cf. P Bourdieu, Le sens pratiqu¿, París, Ed. de lt1;nui¡, 1980 [El sentido prtictico, Ñ4rdrid,' laurus,199l l .
Í:*üs
f,
En consecuencia, dado que las estructuras sociaies existen dos veces, que
lo social esrá conformado por relaciones objetivas, Pero que también los indi-
viduos tienen un conocimiento prácrico de esas relaciones -una manera de
percibirlas, de evaluarlas, de sentirlas, de vivirias-, e invierten ese conoci-
miento práctico en sus actividades ordinarias, se impone ai cien¡ista social
una doble lcctura de su objero de esrudio: "ob,fetiva' y "subjetiva" a Ia vez,
pero concebidas en una construcción teórica que suPone una relación dialé-.
ctica entre ambas.
Los condicionamientos sociales deJos produqtores
de conocirniento social
Ahora bien, si rolnamos todos estos elementos que he rnencionado y nos
ponemos *como investigadores- en el lugar de un agente social como cual-
quier orro, con condicionamienros objetivos, actuaies e históricos, y con
condicionamientos incorporados a lo largo de una trayectoria individuai' que
sólo es una variante estructural de una trayectoria de clase, ;cómo explicar y
comprender -nosorros mismos- las problemáticas sociales que ncls preocupan?
Inv"srig"r prácticas sociales deten¡inadas y' Por lo t"tfto, comprenderlas
y explicarlas, desde la construcción teórica de Bourdieu implica, también,
poner en cuestión la propia práctica del investigador'
Y, con ello, entramos de l ieno a la cuestién de la reflexividad y de ia
objetivación del sujeto objetivante.
Para \X/acquant, si hay una característica que distingue especiaLnente a
Bourdieu en "el paisa.ie de la teoría social contemporánea, es s'r Preocupación
constante por la reflexividad".l2
Recuerda que Bourdieu sugiere tres tiPos de sesgos caPaces de oscurecer
la miracia socioiógica: el primero (que ha sido recordado por otros autores) se
origina en las características personales del investigador: clase, sexo, ecnia; el
segundo, esrá i igado a la posición que el analisra ocupa, no en la sociedad en
senrido amplio sino en el microcosmo del campo académico; y el tercero, el
más profundo y peligroso, es el sesgo intelectualista, aquel que lleva a conce-
bir el mundo como un esPectáculo a ser interpretado y no como conjunto de
problemas concretos que reclaman soluciones Prácticas'
12. L. \Wacqua¡t, "lntroduction", en: P. Bourdicu y L"$facquant, op cit', p' 34'
Sin estar e¡ desacuerdo con ese planreo, sugiero que la reflexividad epistémica
supone plantear una determinada manera de mirar y anal izar los
condicionarnientos sociales que afectan al proceso de investigación, tomando,
como punto especial de la mirada, al propio investigador y sus relaciones.
A mi juicio, objetivar a! suieto objetivante consisre, fundamentalmenre,
en ubicar al investigado¡ en una posición dererminada y analtzar las relacio-
nes que mantiene, por un lado, con la ¡ealidad que analiza y con los agenres
cuyas prácticas investiga, y, por otro, las que a la vez io unen y lo enfrentan
con sus pares i/ las instituciones comprome¡idas en el juego cien¡ífico.
Se trataría, pues, de un dobie sisterna de relaciones.
Sin¡éticamente, podría decirse que el primer tipo de relaciones alude a 1o
que Bourclieu l lama "el sentido de las práctias", y apunta a reflexionar sobre
las posibil idades -e i inposibil idades- de aprehender la lógica que ponen en
marcha los agentes sociales que produceh su práctica, que acrúan en un riempo
y en un contexto determinado. Esta lógica es diferente a ia "lógica científica',
la iógica que el investigador implica en su inrenro de comprender y expiicar
ia problemática que le preocupa, y sr¡pone, poí supuesro, caprar el sentido
de las práccicas que el investigador analiza.
El segundo tipo de relaciones alude, en cambio, a la probiemárica funda.
mental que se plantea en sociología del conocimienro: la de los
condicionamientos sociales que afectan la producción del investigador. Des-
de la mirada de Bourdieu, esos condicionamienros tienen cie¡tas característi-
cas, y afectan la tarea del p.r6dn.,o¡ de conocimiento, en la medida en que
éste forma parte de un espacio.de juego: el campo cienrífico.
Tiataré Je cxpl ic i tar un poco más estas ideas qrre son, a mi iu ic io, aporues
fundamentaies de la teoría de Bourdieu al campo de las ciencias sociales en
general y de la antropología y/o sociología cn parricular.
Ce¡ relación al primer aspecto señalado -separable de! segundo sólo ana-lít icamente-, diré en primer lugar que, para Bourdieu: ranto el objetivismo
como ei subjetivismo constituyen "modos de conocimiento teórico" (sauatzr),
es decir, modos de conocimienro de sujetos de conocimiento que ana.Tizan
una problemática social determinada, igualmente opuestos ai "modo de conoci-
miento práctico", que es aquel que tienen ios individuos "analizados" -los
agentes sociales que producen su prácrica- y que constituye el origen de la expe-
riencia sobre ei mundo social.
Su propuesta consiste en reconocer que hay una especial relación que el
investigador mantiene con su objeto (el grupo de agentes que estudia) y que
esa relación tiene que ver concrjtamenre con las prácticas que se pretenden
12 [ ' )
Alicia B. Gutiérrez
explicar, y específicamente con las diferencias que exisren entre.la posición delin"errigador (como sujeto de conocimiento) y la de los agentes que analiza.
En .ese senrido, la relación práctica que el investigador mantiene con suobjero es la del *qlre
esrá excluido" del juego ¡eal de las prácticas que esráa'"l izando, de lo que allí se juega, de ia i l lusio, de las apuesras; no riene allístt lugar, ni t. iene por qué hacerse allí un lugar: no comparre ias experienciasvivir{as de ese espacio, ni las urgencias ni los fines inminenres de ias accio-nes prácr icas. ls' No se rrata aquí de una "distancia cuiturai".(es deci¡ compartir valores 1,¡radiciones diferentes) sino, más bien, de una "distancia diferente respecro ala necesidad", de una separación de dos reiaciones diferentes con el mundo,una de elias reórica y la otra práctica:
"El in¡electualismo está inscrito en el hecho de int:roducir, en el obieto, la rela-ción intelectual con el objeto, de sustituir ra relación práctica co) h prácticapor la rekción que e/ obseruador mantiene con su ob¡ei,,}a _
"Relacién teórica con la práctica'r y "relación práctica con la práctica', no
. deben, pues, confundirse, si se pretenden explicar y comprender prácticas'sociales.
\ i
l-a práctica se desarrolla en el tiempo, y riene, por ello, una serie de carac-rerís¡icas; es irreversible. Tiene además una estructura temporal -un ritmo,vn tempo-, y una orientación. Tiene un senrido: se juega ez el tiempo, v sejuega estatégicamente con el tiernpo. El que está inmerso en el juego se ajustaa lo que puede prever' a lo que anticipa, t iene urgenci"., y .o,n" decisiones"en un abrir y cerrar de ojos, en el calor de la acción,l.
En relación con el t iempo de la práct ica, er t ie impo de ra c iencia es'i intemporal". Para el analista el t iempo se descruye: puede sincronizar, pue-de tot¿lizar, puede .iugar con el riempo (volver a ver lo fi lmado, volver a
.escuchar lo grabado). El analista puede darse y puede dar una visión sinópricade la totalidad y?e la unidad de las relaciones, puede sincroniza¡ incluso, loque no lo está en "esrado prácrico".
Ei invesrigador tiene, en definit iva, según las palabras de Bourciieu, "elprivilegio de la toralizacién": neurraliza prácricamente las funciones r¡rácticas
13. Cf . P Bourdicu, Lc:enr l l rat iqu?, op. ( i , .
t4. Ib id. , p. 62.
Prólogo
(pone entre paréntesis sus usos prácticos) y está dotado de instrumentus de
eterftización, acumulados a lo largo de su trayectoria como investigador, y a
costa de tiemp<1, esfuerzos, etc. (teorías, métodos, técnicas de registro, de
análisis, etc.).
En consecuencia:
" ..la consm¿cción cientifca no puede asir los principios d.e la lógica práctica
sino haciéndoles sufir un cambio de naturaleza: la explicitac;ón reflecnnte
conuierte una sucesión práctica en trna sucesión rePresentudt, una acción
oriennda en relación con un espacio objetiuamente constitui¿o como ettruc-
tura de exigencias (las cosas 'por hacer') en operación reuersible, efectuada en
un espacio continuo y homagéneo. Estd trantformación ineuitable est¿i ins-
crita en el hecho dz que los agentet no Pued¿n dominar adecuadamente el
modus operandi que les permite engendrar prácticas ritudles.correctamente
fonnadas, sino haciéndolo funcionar prácticamente, en situación, I por refe-
rencia a funciones prácticas. "lt
Ahora bien, recordemos que ese doble sistema de relaciones, en el que
está inserto el investigador, sélo es separable analíticarnente: el investigador
desarrolla su invÉstigación también en un tiempo determinado (la lógica
práctica del investigador con su investigación), con un ritmo, con un temPo,
con sus propias urgencias. Támbién iuega cn el riempo y juega estratégicd'
nente con el tiempo: tiene informes, plazos y formatos; Porque, parafraseando
a Bourdieu, los invesdgadores no esrán fuera del juego''6
Como agenre social que juegácl juego de la ciencia, está objerivamente
condicionado por el esado det juego, por la historia del juego, y por lo que ha
incorporaCo a lo largo de una trayeccoria social general y especlfica del juego.
Pero existen herramientas que permiten liberarlo, al menos en Pafte' de esos
condicionamienros, proporcionadas por la "sociología de la sociologfa":
"Iz socioíogta d¿ la cbncia d¿scawa sobre el postulzdo dt que la uerdad &l produc'
to *te tratalía dz ese prodacto ma! Particilkr que et la uerdad cienr{f*-, reside en
una especie particalar de condicion¿; sociales de producción; es decir, más
15. Ibi¿., p. I52 (destacado del autor).i6. P Bourdieu, '¿l-os inrelectuales esrán fuera del juego?", en: P Bourdieu, sociohgla 7 cubura,
México, Crijalbo, 199A, pp' 95-100.
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pre{tseincnt¿, rn un ettado dercrmina¿/o de /a estructura 7 del funcionan¿ientod,'! campo cienttfco. El uníuerso puro'de k ciencia más pura'es un camPo
sacial como eualquier otlo, con sus re/aciones de fuerza ! sus monopolios, sus
lachas y sus estrategias, sut íntereses y sus benefcios, pero donde todos estos
invarianres reuisten formas específicas. "t7
En otras palabras, Bourdieu concibc al campo de las c iencias como un'campo semejante a los orros campos sociaies. Es decir, como lugar de relacio--aes -de
fuerza, como campo de luchas donde hay intereses en juego (a pesar
de que las prácticas de los agentes pudieran parecer desinteresadas), donde
los diversos agentes e instituciones ocupan posiciones diferentes según el
epital específico qu€ poseen, y elabóran distintas estrategiasrs para defender
su. capial -el que pudieron acumular en el curso de luchas anteriores-, capi-
ral simbólico, de reconocimiento y consagración, de legitimidao y de autori-
dad para hablar de la ciencia y en nombre-.de la ciencia.
Pero, además, el campo de las ciencias sociales -y sus sub-campos- está en
una situación muy diferente con relación al universo general del campo de las
ciencias, y esa diGrencia deriva dei hecho de rener por objeto al mundo social
y de que todos los que participan en él pretenden producir una represenración
cienrífica del mismo. Entonces, quienes juegan el juego del'campo de las cien-
cias sociales, no sólo entran en concurrencia entre sí (los especialisas, los cien-
tíf icos), sino que también luchan con otros profesionales de la producción
simbólica (escritores, poiíticos, periodistas) y, en un sentido más amplio, con
todos los agentes sociales, quienes, con capitales o poderes muy diferenres, con
mayor o menor éxito, trabajan también para imponer su visión sobre el mundo
social. Y &ta es una de las razones por las cuales el cientista social no puede
obtener an fiícilrnente, como ios otros sabios, el reconocimiento del monopo-
lio,del discurso legítimo sobre su objeto.ie
Ahora bien, todos estos condicionamientos -objetivos y simbólicos- aso-
ciados a la inserción social de los productores de conocimiento sociai *y, cor,
17.PBourdieu," echarnpscicnr i f ique",en:Actesdekrechercheensciencessociabs,N.2-3,1976,
pp, 88-104 [ incluido en este volumen].
I8. Recordemos brevemente que la noción de esrrategia, en Bourdieu, se concibe como l íneas
objetivas orientadoras de las prácticas y no supone necesariamente una explicitación conscienre
de los mecanismos por parte dcl agente social.
19. P Bourdieu, "La cause de la science", en: Actes de la reche¡che en sciences sociales, N" 106-
107,1995, pp. 3-10 [ incluido en este volumen]
ello, el condicionamienL-, social de las producciones l igadas a la ciencia so-cial- ' no const;ruyen, a ju ic io de Bourdieu, un obsráculo epistemológicoinsuperable.
sugiere que, en la medida en que la sociología del conocimienro propor-ciona instrumenros adecuados para analizar el condicionamienro social delas producciones científ icas, poniendo en evidencia los mecanismos de com-petencia, las relaciones de fuerza y las esrrategias utilizadas por l<-rs agenressociales que ias producen, esraría rambién en condiciones de señalar condi-ciones sociales de un conrrol episremológico que contribuy'n a un mayorfortalecirniento de la comunidad científ ica, sus instituciones, y sus propiasleyes de funcionamiento.
Ello estaría en relación, también, con el grado de auronomía relativa quelograre tener el campo cienrífico en general y el de las ciencias sociales enparticular: mienrras logren obrener mayor peso sus propias leyes de funcio-namiento y las insrancias de consagración y legitimación específicas, mayorserá su auronomía frente a la incidencia que pudieran rener orros campos (elpolícico y el económico, por ejemplo) sobre el espacio de juego de la cienciasocial, y más Fácilmente se podrá jugar el juego de las ciencias sociales con laspropias armas de la ciencia y no con otras.
De esra manera, la hisroria social de las ciencias sociales se consriruye enel instrumento privilegiado de la reflexividad crítica, al proporcionar los prin-cipios de una Realpolitib científica, destinada a asegurar ei progreso de iarazón cienúfica.
Cómoyparaqué
"contra ia vieja distinción dihheyana, es necesario plantear que compren-dzr y explicar tln una. misma cost."2o
¿cómo comprender y expiicar las prácticas de los agenres sociales que nospreocupan? En primer lugar, recordando que ellas son el producro de unacomplicidad onrológica enrre un habirus y un campo, o, dicho de otro modo,son ei resuirado de la relación dialéctica enrre los dos estados de lo social-histórico: ia historia hecha cosas y la historia hecha cuerpo.
20. P Bourdieu, "comprendre", en: P Bourcli eu er a!., La misire du monde,pa¡ís, Ed. du Seuir,1993, p.9 10 (destacado del autor) lLa miseria drl mundo,Madrid, FCE de Argentina s.A., 1 9991.
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- AIkiaB. Guriérrez
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i-ieémó cmprender y explicar nuestras propias pnícticas, como in'/esrigado-
r,:,.r# RÉcü'rdan¿ü rarnb¡¿n que eUas son el producto de la misma historia que esrád" o*Éos y que está incorporada como una suene de segunda naturaleza.
¿Cdmo combinar ambas preguntas -y responderias?
Desde la perspecti'a de Bourdieu, la socioloeía misma -la sociología de lasociología- podría proporcionarnos herramienras que nos ayuden, si no aeliminar por completo nriestros condicionamientos, al menos a controlarlosy hacerlos conrrolables pára nuestros pares.
Reflexividad epistémica, objetivación del sujero objetivante, aparbcen comolos únicos caminos de iibertad posibles.
En primer lugar, como una cuesrión individual y a rravés de un procesode autbsocioanálisis; esto es, de auroexpliciración d.e los disrinros meca¡ris-mos y condicionamientos que me separan (por la función que cumplo) de losagentes cuyas prácricas inrento expiicar y comprender. En segundo ruga¡analizando mi posición como invesrigado¡ ligado a o..o, inr,.rtigad.ores queocupan orras posiciones F que me unen y me enfrenran en el iuego cienrífico.
Pero la verdadera conquista ei coiectiva... Y para ello ei .,...."iio explicirarlos disdntos mecanismos del juego, desenrrañar -hasra donde elio sea posi-ble- las reglas que regulan el juego ¡ de este modo, crear condiciones socia-les de posibilidad para el co¡rocimiento cienrífico. \-
¿Y los agenres cuyas prácticas sociales investigo? con ellos, en un proceso deentrwisra, por ejemplo; puéde ponerse en práctica un proceso de',aurosocioanálisisasisddo"; esro es, lograr que el enrrevistado asocie sus problemas, sus malesrares,sus miserias, no a cuestiones personales sino sociales, producto no de un Desti-no, sino de condiciones sociales determinadas, con Ia guía del entrevisador que,por supuesro, debe objetivarse como sujeto objetivante.zr
Uno podría pregunrar aquí... ¿para qué?... y Bourdieu ya da, a mi juicio,.una respuesta taxativa en "post-scriptum":
"Lbaaral niuel dz la conciencia mecanismos que hacen k uid¿ dohrosa, inuiuible,no es neutr¿lizarlos; actualiur la.s contradiccioner, no es resoluerlas (...) pero ano'no puede tener como nu/¿ el efecto que puedz ejercer sobre aquelbs que suJien,d¿scubrir k posibitidad d.e imputar su ,u¡i-irrro a causas sociales y de sentirseasí disculpadns. "zz
21. Ibi¿.22. P Bourdieu, 'Post-scriprum", en: La mi¡tre du mondc, op. cit., p.944.
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23. Ibid.
Prólogo
Y más aún:
"...a pesar de las apariencias, b qtte e/ ntundo social ha hecho puedz, armado
de ese saber, deshacerlo. Lo que es segurc, en todo ctso, es que nada es tnenos
inocente qtte ellaissez-faire (...) toda política que no saque Plentnlente Ptlrti'do de las posibilidades *por reducidas que ellas fueran- que son ofecidas a la
acción, y que la ciencia pttede aywdar a descubrir putde ser considerada como
cu/pabie de no-asistencia a persona en peligro."23
Si tuviera que resumir brevemente, en una fórmula, por ejemplo, io que
he intentado expresar en estas páginas, diría que Bourdieu nos propone io
siguiente:
Conocimiento d¿ los mecanistttos I de los sentidos + autosocioanálisis asistida +
ttutosocioa¡uilisis propio (objetiuación del sujeto objetiuante) = posibilidad dz actuar
t, obligación de hacer/o...
X3 Pierue Í s
ffi#ffifl#r#ffi
Campo del podere campo intelectualv habitus de.-lase*
Q i la historia de la iiteratura, en su forma tradicional, queda encerrada en
u) el estudio ideo.gráfco de casos paniculares capaces de resistir ai descifra-
ririento mientras só'n apreh"ndidos como "demandan" serlo, es decir, en sí
mismos y por ellos mismos; y si ella ignora casi completamente el esfuerzo
por reinsertar la obra o el autor singular que toma por objeto en el sistema de
relaciones constitutivas de la cl¿se de los hechos (reales o posibles) dei que
forma pane socio-lógicamente, es porque el obstáculo epistemológico con el
que se choca toda aprehensión estructural -a saber, el individuo direcamente
perceptible, ens redlissimuln qve exige con insistencia ser pensado en su existen-
cia separada y que requiere por ello una aprehensión sustancialista- reyiste
aquf la forma de una individualidad "creadorJ', cuya originalidad deliberada-
mente cul t ivada está const i tu ida para susci tar e l ser i t imiento de la
irreducdbilidad y de la a¡ención reverencial.r Dejándose imponer este.objeto
' "Champ du pouvoi¡ champ intellectuel et habitus de classe", Scolics, Cahiets de recherches de.
I 'Ecole normale supéricure, l , 1971, pp.7-26.
l. R \trflellek y A. Warren abren así el capítulo que consagran a la biografla en su Thcory óf
Liter¿tarc (New York, Harcourt, Brace and Ca.'), 1956, p. 63, [Tioría d¿ l¿ litaatun, M¿drid'
Gredos, 1968): "1-e causa más evidente de una obra de a¡te es su creador, cl autor; nmbién la
explicación por la personalidad y la vida del escriror es uno de los métodos más antiguos y mejor
establecidos de la historia literaria".
preconsrruidp que cs el artisra individual o, lo c¡uc viene a ser lo mismo, bajo
otras apariencias, la obra singular, la t¡adición positivista concede rodavía lo
esencial a !a ideologíá románcica del genio creador como individualidad úni-
ca e irr€emplazable, y los biógrafos que, Para darse las apariencias de la cien-
cia, exhiben infiniarnente los documentos Pacientemente exhumaclos s€ con-
denan al desrino de esos geógrafos, cuya preocupación de fidelidad a lo "real"
los condena, según la parábola de Boiges, a Producir un maPa ran grande
como el País.La ruptura con las prenociones, que es la condición de la construcción del
objeto científ ico, no puede ser cumplida -en sociología del arre y de la l i te-
rarura más que en cualquier orro -dominio-,
s ino en y por la c iencia del
objeto que es inseparablemente la ciencia de ias prenociones, contra las cua-
les la ciencia construye su objeto. En efecto, las teorías esPontáneas que se
imponen a ia invesrigación tradicional, ¿l mismo tiempo que las no¡mas de
convenienciasocial que rigen la relación'<listinguida" con la obra de af¡e,2son
el producto de las condiciones sociales de las que el sociólogo debe hacer la
ciencia, de manera que los obstáculos a la construcción adecuada del objeto
forman parte del objeco de la ciencia adecuada. Así, la teoría de la biografía
como integración retrospectiva de toda la historia personal dei artisra en un
proyec¡o puramente estético, o la representación de ia'rtreación" como ex-
presión de la persona del anisra en su singularidad, pueden comprenderse
completamente sóio si se las reinserta en ei campo ideoiógico del cual forman
parte / que expresa, bajo una forma más o menos transfigurada, la posición
de una categoría parricular de escritores en la estructura del camPo intelec-
tuai, él rnismo incluido en Lrn tipo específico de campo polít ico, ciue asigna
una posición dererminada a la fracción inteiectual y artística'
2. Sería lácil mostrar todo lo que la manera tradicional de aproximarse y de tratar a los escritores
y sus obras debe a las no¡mas scciales que rigen la postura del aficionado ilustrado y del conocedor
distinguido, y que excluyen, como faltas a las reglas del buen rono y del buen gusto, todas las
renrativas de ¡elacionar ios escri¡ores y sus obras a sus condiciones sociales de producción, y que
condcnan como reducroras y groseras (en el doble sentido del término) todas las tentativas de
objerivación cienrífica. La "crírica creadora" y la lcctura estructural no recibirían hoy una acogida
ran calurosa si no esruvieran menos lib¡es de lo que podría hacerlo creer una cientificidad pomposa
de las normas rnundanas, que im¡ronen tratar las obras v los autores como ellos pide n ser tratados
(al menos desde la época romántica), es decit como "hi.jcs de sus obras" (basta pensar por e.iemplo
en el debate, devenido un lugar común de las disertaciones, sobre las relaciones entre la biografía
ideal, que se enrrega sólo en la obra, v las peripecias anecdóticas de la existencia real).
Si bien el interés por ia persóna del escriror y del artisra prog¡esa paralela,
mente a la autonomizactón ciel campo inrelectual y arrísrico y a la elevacióncorrelativa del status (y del origen social) de los productores de bienes simbó-licos,3 es sélo en la época románrica que la vida del escritor, rransfo¡mada ellamisma en una sue¡te de obra de arre (basra pensar en Byron por ejemplo),entra, en cuanto tal, en la literatura: en efecro, viviendo, como bajo los ojos dela posteridad, una vida cuyos meno¡es detalles son dignos de la recolecciónautobiográfica e int€grando, con el género de las "rnemorias", todos los mo-mentos de su existerlcia en la unidad reconstruida de un proyecto estético; enresurnen, haciendo de su vida una obra de arre y I" .n",.ri" de la obra .ie arte,
los escritores apelan a una lectura biográfica de su obra e inviran a concebir la, ¡elación entre la obra y el público como una comunión personal enrre la "per-
sona" del "creador" y la "persona" del lector. Pero, más profundamenre, el culroromántico de la biograÍ1a es parre integrante de un sisrema ideológico donde seinscr iben, por ejempio, la concepción de la "creación" como expresiónirreductible de la "persona" del anista, o la uropía, grara ranro a Flaubert comoa Renán o a Baudelaire, de un "mandarinaro intelectual", que riene por princi-pios un aristocratismo de la inteligencia y una representación carismática de laproducción y de la recepción de las obras simbólicas.a No habría dificukad
3. fuí , desde el Renacimienro, a medida que se desarrol la Ia producción l ibre para un mercado
y que el artista conquista su independencia con relación a las corporaciones, el inrerés se desplaza
<ie la obra a la persona del a¡tista y a su poder creador, que se manifies¡a de modo más brillante en
esbozos o fragmentos que en la obra acabada (cl A. Hauser, Soda/ History of Art, London,
Routledge and Kcgan Pa:ul, 1962,Yo1.2, pp.46-74) lHistoria socialde k liftratuftiJ! ei arte,Madrid,
Guadarrama, Z^. Ed., 1969). Una historia social de ia biografía, de las concliciones sociales de su
aparición, de los modelos y de las normas a las cuales ha obedecido en las diferentes épocas, de lasteorías espontáneas de la producción literaria o artística que ella ha puesro en práctica -implícitao expl íc i tamente-,y de las funciones que ha podido cumpl i ¡ const i ru i r ía una conrr ibución muy
imponante a la sociología del conocimiento y también a la teoría del conocimiento científico delarte y de la I i rcratura.
4. En efecto, bajo la apariencia de romper con la tradición románrica que establecía, entre la obray la vida, una relación de simbolización recíproca, la escuela del arte por el ane no hace sino"r¡cionalízar", si se puede decir, el proccso Je esretización de toda la exisrencia qur era y¿
manifiesta en el dandysmo, sometiendo cada vez más rotalmenre la vida a las exigencias Ce [a ol¡r:ry convir t iendo sistemát icamente las aventu¡as personales en "expcr iencias" esré¡ icas ( 'ho ha¡
posibi l idades -de éxi to- s ino cul t ivando su rcmperamenro y exagerándolo" decía Flaub.n), por c l
recurso a técnicas de concentración y de ascesis o por la ¿centuación de tendencies petoltlgices y
por la explotación de las s i tuaciones- l ímite, apropiadas para reveiar aspccrós or ig inales t ie ia
personalidad o para procurar sen¡imientos insólitos.
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Pierre Bourdieu
F¿fá'rnosrrar que es a partir de los mismos principios como se engendra todavíahoy la representación que los intelectuales se hacen del mundo social y de suñ¡ncién €n esre mundo, y no hay por qué asomb¡arse de que la casi totalidadde las investigaciones en mate¡ia de historia del a¡re y de la literarura manrie-nen con el "creador" y su 'treación" la relación en.an¡ada que, desde la épocarománrica, la mayor parte de ios "creadores" han mantenido con su .,creación,,.
Así, es rodavía el rechaz. de métodos sospechosos de disolve¡ ..la originalidad
creadora", reduciéndola a sus condiciones sociares de producción, el que inspi-¡a el desdén que se dene hily por ias investigaciones biográficas o el entusiasmopor los métodos de análisis inrerno de ras ob¡as: una investigación realmenteinspirada por la preocupación de romper con la ideología carismática de la"creaciónl' y de Ia lectura "creadora" se cuid.aría de dejrrr. imponet en la defi,nición de su objero, los límires que son ros de ra biografta y que implica laelección de tomar por unidad una obra individual o la obra de un autor parti-cuiar o un aspecro particular de una u orra ("ra filosofía porírica de Vigny,,etc.), antes de haber siruado el
.corpus así constituido r., .l campo ideológicodel cual forma parre, y de habei establecido las ¡elaciones entre la posición deese carpas en ese campo y la posición en el campc intelecrual del grupo deagentes que Io ha producido, o, Io que viene a ser lo mismo, antes de haberdeterminado las fi'lnciones que ieviste ese corpus en el sisrema dt las reiacionesde concurrencia y de conflicto enrre grupos situados en posiciones diferentes,en el interior de un campo i'telecrual que ocupa, él mismo, una cierra posi-ción en el campo dei poder.
No se puede hacer del anáiisis estadístico un insrrume nto eftcazde ruprura,sino a condición de ser conscienre de que la aplicación ingenuamente empiristade nxonomías preconsrruidas o formales, a tal o ..r"1 pobl"ción de escritores ode artistas concebida como simpie colección de enddades separadas, neurralizalas relaciones más signíficativas enrre las propiedades p..tirr..rt., de los indivi-duos o de los grupos. La mayor parte de los análisis esrad.ísticos se aplican a¡'nt¡estras preconstruidas, en las cuaies los escritores "menores" o marginales (tan_to desde el puhro de visra esrético como desde et punto de visra poií.i.o, .o-o"la bohemia") se encuenrran parcial o toralmenre eliminados; y se prohíben en elmismo acro volver a asir los pr incipios de serección de los cuales.r . l produ.toesta población' es decir las leyes que rigen el acceso y el éxiro en el campoinrelectual y artísrico, al mismo riempo que comprender Ia significación real delas regularidades que ellas establecen; además, se exponen a d.ar la razón a losdefensores más ingenuos de,! esrudio idiográfico, consagrándose a asir solamenre,
Cantpo del pocler, cenzpo intelectual y habitus de clase
campo inteiectual en su conjunto, como, por ejemplo, la elevación global del
nivel de fo¡rnación universitaria de los escritores durante el Segundo Lnperio o
el crecimiento de la porción de los escritores provenientes de las clases medias y
que ocupan posiciones universitarias durante laTercera Repúbiica. En resumen,
sería en vano esperar, aquí como en otra parte, que la estadística produzca por sí
rnis¡na los principios de su construcción, y sólo un análisis estructu¡al de los
sisremas de relaciones que definen un estado dado d' ' l campo intelectual
puede dar toda su eficacia y toda su ve¡dad al análisis estadístico, proporcio-
nándole los principios de un recorte de los hechos que tome en cuenta sus
propiedades rnás pertinentes, es decir sus propiedades de posición.
Además, por hecho de que el anáiisis estadístico no puede fundarse, al
rnenos en un primer momento, sino sobre las inforrnaciones más directamente
accesibles --es decir sobre la información recogida en ias biografías o las auto-
brografías, en función de criterios de selección poco explícitos y poco sistemá-
riccrs, pero la mayoría de las veces conforme a ios principios que definen la
manera legítima de abordar la obra de arte-, corre siempre ei riesgo de dejarse
impóner, al menos en sus /agunas, la representación "dominante" de la "crea'
ción" arrísrica: es, sin duda, la misma fe en la irreductibilidad de la creación y
en ia autonomía absoluta de las elecciones estéticas lo que ileva a las monografías
universitarias a oto-fgar a la primera educación o, mejor, a las primeras expe-
riencias -donde se develan, más de lo que allí se forman, las particuiaridades,
enteramente dadas desde el origen, de una "invenció¡r creadora" irreducdble a
esas determinaciones-, un lugar infinitamente rnás grande que a la formación
escolar y universitaria y a otorgar mucho menos interés a las tomas de posición
políticas que a las tomas de posición estéticas, al ornitir casi siempre reubicar
unas y otras en el sisterna de tomas de posición concurrentes en relación a las
cuales se constituyen y se definen. Y el gusto por las correspondencias que las
biografías rnás ingenuamente hagiográficas sugieren, con el modo meaforico y
sin preocupación de sistematización -basa pensar en las variaciones literarias
sobre ias afinidades electivas entre "el alma" del escritor y las virtudes que l-
tradición literaria presta a un paisaje, a un terruño o a una descendencia-,
puede inspirar arin la investigación semierudita de correlaciones directai entre
tal característica de la biografia y tal característica de la obra, entre el gusto Pre-romántico de la meditación en el cementerio y la primera educación de liijos
de pastores campesinos. Pero hay trampas más sutiles, y el análisis sociológico
rlunca se expone ranco a sucumbir a los errores impecables de una sociografía
hiperempirista, como cuando la preocupación por escapar a la acusación dey en el mejor de los ;asos solamenre, las le¡cs rendenciates mis senerates det Í "rcd"c.i"ni"mo" lo llev¿ a ¡iv¡liz¿¡ con la historiograffa tradicional sobrc su
!'¡¡ t
rerreno y a buscar en la mukiplicacic,n de la.s carácterísticas sociológicamente
perrinentes que toma en cuenta el sistema explicativo -<aPaz de dar razón de
cada obra en su singularidad-, en lugar de construir la jerarquía de los sistemas
de factores pertinentes, ya que se trata de dar cuenta de un campo ideológico
que corresponde a un estado dadc, cle la estructura del campo intelectual.5
Un análisis que, como el que Sartre consagra a Flaubert' se esfilerza Por resti-
tuir las mediaciones a rravés de las cuaies ios determinismos sociales forman {a
individualidad singular del artista, no fompe sino en apariencia con la tradición
dominante de la his¡oria del ane y de la literatrrra. Dándose pof Proyecto reto-
mar las condiciones sociales de posibilidad de un autof y de ,rna obra tomada en
su singularidad, Sartre se exPone a irnputar a los factores más directamente visi-
[:les -a partir del punto de vista particular que adopta-, es decir a los determi-
nanres de clase ¡¿l como ellos se actualizan refractándose en las particularidades
de una esrructura familiar y de una historia individual, los efectos de sistemas de
factores que determinan las prácticas y las ideologíx de mdo escritor, en tantc que
pertenece a un campo intelectual dondo de una estructura determinada, é! mis-
mo incluido en un campo del poder dotado de una estructura determinada ¡
más precisamente, de todo escritor que ocuPa en tal camPo (presente, pasado o
futuro) una posición esrrucruralmente equivalente a la del escritor considerado.
Además, el esfuer¿o por remonrar el principio generadof y unificador de las
experiencias biográficas sería Perfectamente legítimo si no se inspirara en una
filosofía de la conciencia (visible en particular en el lenguaje del análisis),6a la
1. El pro,vecto (actualmenre en curso de reai ización) de const i tu i r progresivamente un f ichero
univcrsal de los cscri¡ores y de los artistas, que po<lrfa ser somerido a un tratamiento estadístico,
está parr icularmenre expucsto a todcs los pel igros dcscr i ros antc¡ iormente: en efecto, la necesidad
d¡: acumuiar bajo ulra forma manejable, y s in que sea necesar io volver a ias fucntcs, todas las
inlormaciones sociológican-rente perr inentes (s in prejuzgar los s istemas expl icat ivos en los cuales
cl las podrían enrrar) a propósi to de art istas y de cscr i tores quc pertenecen a camPos proFundrmente
diferenres, impone que se acuerde prouisoriamente vna. defi n ición "semi-positivista" de Ios p rincipios
de selección y de clasi f icación de los daros disponibles, ya que se trata antes que naCa de producir
una informeción ran homogénea y tan exhaust iva como sea posible, por lo tanto, suscept ib le de un
aná!isis conrparativo. Pero va de suyo que sólo un análisis de la es¡ructu¡a de cada campo particular
^, . -J^ ^^-- . - l "1, . ; , ,^ ,1^ ls5 9¡¡6¡¿5 ¡ lo. cu: l .s concjr¡c i r í r la apl icación mecjnic¿ a campos
dorados de es¡ructur¿s muy di ferentes de un sistcma dc sclección y de clasi f iceción estandar izado.
6. Por ejemplo, a part i r de las pr imeras páginas: "El exper iment, t ( . . . ) Ia burgucsía como su ciase dc
origen"; "ningún niño burgués puede tomar conciencia por sí mismo de su clase" (J. P Sartrc, "l-a
corrscience de cl¿sse chez Flauben", Les Tbnps molzrncs, n" 74A, mayo 1 966, pp. 192l-1951 y n" 241 ,
junio 1966, pp.2l l3-215i l . "Gustave est t i conuencido de que su padre debe su fortuna a su
cual la potencia evocadora de una autobiografía por procuración puede sólo con.
lerir una cierta credibiiidad. El anáiisis sartreano se inspira, en efecto, en el pro-
yecto interrninable y desesperado de integrar en la unidad consrruida de un"proyecto original", suerte de inversión de una esencia leibniziana, toda la verdad
objetiva de una condición, de una historia y de una olrra singulares, y, en pani-
cuiai todas las caracterísricas iigadas a la pertenencia de ciase mediatizada por la
estructura ñmiliar y a las experiencias biográficas que son correlativas de ellas: en
esta lógica, no es la condición de clase la que determina el individuo, es el sujero
qu€ se determina a panir de la to:na de conciencia, parcial o total, de la verdad
objetiva de su condición de clase. Esta filosofía de las relaciones entre las condi'
ciones de existencia, la conciencia y las prácticas o las ideologías no se revela jamás
tan bien corno en la insistencia de Sartre en un momento de la historia biográfica
-el período de crisis de los años 1837-1840-, una suerte de primer comienzo,
esencia de todo el desarrollo ulterior. Pues ¿qué es esta crisis largamente analiza-
da, sino una suerte de cogito sociológico, acontecimiento constirurivo, arrancado
de ia historia y c::perz de arrancar a la historia las verdades que él funda: pienso
burguesmente, luego soy burgues? 'A partir de 1837 y en los años '40, Gustave
tiene una experiencid capial parala orientación de su vida y el senrido de su obra:etVerimenta en é1, y fuera de é1, la burguesía como su clase de origen (...) Nos falta
ahora volver atr^zaÍ el movimiento de este d.esa¿brimiento tan rico en consecuen-
cias.7 Uno puede ver cómo se está lejos de la teoría de las relaciones enrre las
estructuras sociales y las estructuras de ia conciencia, que se expresaba en el ran
rnérito"; "éI tiene difcu/tad para cotnprender quelos analfabetos pued,an tener algún derecho oara
salir de su miseria (...); "el hijo Ce un self-madc nian esrá inclinado eviden¡emenre a pensar..."; "e|,
niÁo (...) se siente oscuamente rechazado"; "contra la segregación que lo amenaza, no deja de exigir
la integración total" ; "está en condic iones de ¿¡¡r esta ccmunidad que lo ha producic io, quc lo
nurre y que lo exiiia, como un cuasi-objeto cuyos vicios le aparecen poco a poco (...). En resumen.
uip¿ su condición con estrechcz" (p. 1922\ (destacado mío).
7.J.P.Sartre, op.c i t . ,p. l921 (destacadomío).Lama¡chamismadelainvcst igación,ensudoble
movimiento, expiesa esta f i losol ía de la biograf ía como sucesión de aconrecimientcs en úl t imo
anál is is aparente, yx que está enteramente contenida en potencia en la cr is is que le.s in,e de punto
de partida: "Es neccsario, para esciarecernos, recorrer, una.rez más, esta vida desde Ia adolescencia
has¡a la muerte. Volvercmos a cont inuación a los años de cr is is -1838 a 1844-, que cont iencn en
Potenciatoda-slasl íneasdeiuer¿adeestc. lcst ino"{¡ . 1931).A1 anal izar laf i loscf íac, . . , - ia l is t rc lc
la cual la rnonadología leibniziana le parecía realizar ia forma ejemplar, Sartre observabz, en El ,er
7 k nada, que el la aniqui la el orden cronológico reduciéndolo al orden lógico: paradój icarrente,
su f i losofía de la biogral ía produce un efecto del mismo t ipo, pero a part i r de un comi.nz-o
absoluto que consisre, ̂n ese caso, en el "descubr imiento" producido por un acto dc conciencie
2B 29
F
ttti
Pterrc llourdieu
célcbre análisis de las relaciones "entre los representantes polhicos y literarios deuna clase y la clase que ellos lepresentan": "Lo que ios hace representanres dela ¡:equeÉa burguesía es que su cerebro no puede superar los líniites que elpequeño burgués mismo no supera e¡r su vida y que, en consecuencia, está'teóricamenie impulsados a los mismos problemas y a las rnismas soiucione.sa las cuales su inrerés marerial y su situ.ación social impulsan prácticamentea los pequenos burguescs.8 En ¡esumen, h¿ciendo como si le concic ' r ia notuviera otros límires que los que elia se da por la toma de conciencia de suslímites, sa*re contradice el principio de la teoría der conocimienro de losocial, según el cual las condiciones objerivas determinan las prácricas y loslímites mismos de ia experiencia que el individuo puede tener de sus prácri-cas y de las condiciones que ias dererminan.
Si las rnonografías de escritores o de artistas más exhaustivas en aparienciano entregan sino informaciones lagunosas y a veces incoherentes -ran pron¡ocomo uno ies demanda los docunentc¡s necesarios para la construcción de laestructura de un estado del campo intelecrual o polírico-, es porque, siruán-dose de e¡r t rada e'un lugar 'pr iv i legiado, no perciben ja ' rás s ino una por-ciór'r restringida del horizonte social y no pueden pues aprehender en suverdad el punto de vista desde donde son romadas todas las visiones perspec-tivas del campo inrelectual o político que ellas enrregan o a¡¡alizan, es deci¡como una posición en un sisrema de relaciones enrre posiciones que confieresu particularidad a cada posíción y a las tomas de posición que demandan. Enefecto, es a cc¡:dición de constirrrir el campo inreiect.al (que, por grande quepueda ser su autonomía, esrá de¡er¡ninado en su estructura y su función porIa posición que ocupa en el interior del campo del poder) como sisrema deposiciones predeterminadas que exigen, corrlo puestos de un mercad.o de tra-bajo, clases de agentes provisros de propiedades (socialmente consriruidas) deun t ipo dererminado, que se puede romper con le prob, lemárica t radic ional(en la cual sartre queda prisionero) y pregu*rarse, no cómo tal escritor ha
originaria: "Entre estas diferentes concepciones, no hay orden cronológico: desde su aparición ené1, la noción de "burgués" enrra cn desagregacién pe¡manentr y rodos los avarares <ie[ burguésflaubertiano son dados alavez; las circunstancias destacan uno u otro de entre ellcs, pero cs po¡un instante y sobre el f t ¡ndo oscuro de esta indist inción contradicro¡ i¿. . A los diecis iere aíros como:: los c incuenta' está contra la humanidad entera ( . . . ) . A los veinr icu¡¡ro añ{ ls como a los c incuentay c inco, reprocha ai burgués no consr i tu i rse en orden pr iv i regiado" (pp. lg49-195{t1.B. K. Marx, Le I8 brumaire de [.ouit-Napoleón l]onapa.te, parís, Ed. lociales, 194f3, p. l9r)(destacado mío). LEl dieciocho bnttnnrio dt Luis f]onaparl¿, Iluenos Aires, Polémica , i972, p. 531.
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Campo del podet campo intelectual y lubitus de clase
venido a ser Io que es, sino lo que debían ser, bajo ia reiación del habirus
socialrnente constituido, las diferentes categorías de artistas y de escritores
de una época y de una sociedad determinadas, para que ies fuera posible
ocupar las posiciones que les reservaba un estado dete¡minado del carnpo
inrelectual y adoptar, a l rn ismo t iempo, las tomas de posic ión estét icas o
ideológicas objetivamente l igadas a esas posiciones.
Quisiera aquí, sin presenrar una exposición sisremárica y, inenos rodavía,
,na puesta en práctica acabada de la teoría propuesta,e defini¡ a propósito
Jel ejemplo de la escuela del arte por el arte (por lo tanto, de FlauL.,er-| , los
principios de la inversión merodológica, que parece ser la condición de una
ciencia rigurosa de los hechos intelectuales y artísticos. Tal ciencia comPoria
rres momentos necesarios que mantienen una relación de orden tan eslf¡stc
ccmo los tres niveles de la realidad social que aprehenden: en primer lugar
un análisis de la posición de los intelectuales y de los artistas en la estructura
rje la ciase dirigente (o con relación a esta estructura' cuando ellos no pertc-
nccen a esra clase ni por su origen ni por su condición); en segundo lugar, un
análi i is de la estrucrura de las relaciones obietivas ent¡e ias posiciones que los
sfupos ubicados en situación de concurrencia por la legiti inidad inteiectual
o artística ocupan, en un momento dado del t iempo, en la estructura del
crmpo intelectualiásí, metódicamenre, la consrrucción de la lógica propia
Je cada uno de los sistemas de relaciones relativamente autónomos (el cam-
po dei ooder y ei campo intelecmal) es la condición previa de la construcción
<ie ia trayectoria social como sistema áe rasgos Pertinentes de una biograffa
individual o de una clase de biografras; y, en rercer lugar y últ imo momento,
Ce ia consrrucción del habitus como. sistema de las disposiciones socialmente
co¡lsfituidas que, como estructuras estructuradas y estructurantes' constiEu-
ven el principio generador y unificador dcl conjunto de las prácticas y de las
ideologías características de un grupo de agenres, y a las que una posición y
rrne trayectoria determinada en el interior dei campo intelectual -que ocuPa
él rnismo una posicién determinada en la estrucrura cre la clase dominante-,
proporcionan una ocasión más o menos favorable de actualizarse'
En ot¡as palabras, la información más ii 'nportante, al tratar de explicar las'Oropiedades
específicas de una clase de obras, residc en la forma particular de
i l. F.stas hipótesis teóricas orienran un conjunto de investigaciones sobre el campo intclectual en
Irancia enrre I 830 y l 9 l 4 que han sido dir ig idas, en colaboración con J. C. Chamboredon, en el
ina¡co de un seminar io de [a Escuela Normal super ior y que serán objeto dc una publ icación
pr)\ tcf¡() f .
la rclación que se estal:lece objetivarnente entre la fracción de los intelectua-
ies y de los artistas, en su conjunto, y ias diferentes fracciones de las clases
dominantes. A medida que el campo intelectual y artístico gana en autono-
mla y que, correlativamente, el status social de los productores de bienes
simbólicos se eleva, los intelectuaies y los artistas tienden a enttar progresiva-
mente por su propia cuenta, y ya no solamente por Procuración o por de le-
gación, en el juego de los conflictos entre las fracciones de la clase dominan-
te.r0 Ubicados en situación de dependencia materiai y de impotencia polít i-
ca cen relación a las fracciones domiaantes de la burguesía, de la cual provie-
nen en su mayoría y en la cual participan, si uo por sus relaciones de fámilia
y por sus compañías, al rnenos por su es¡ilo de vida, infinitamente más próxi-
mo al de la burguesía que al de ias clases medias -inciuso en las categorías
más desposeídas de b intel{igentsza prcleraroide, condenada a las fo¡mas me-
nos elec¡ivas de la vida bohemia-, los escritores y ios artistas constituyen, al
menos desde la época romántica, unafaeción d.orninada de la clase dominan'
,¿, necesariamente inclinada, en razón de la ambigüedad estruc¡ural de.su
posic ión en la escructura de la c lase dominante, a mantener una relación
ambivaien¡e, tanto con las fracciones dominantes de la clase dominante ("los
burgueses") como con las c lases dominadas ("el pueblo") , y a fbrmar una
imagen ambigua de su posición en la sociedad y de su frrnción social. Más
precisamente, la relación que mantienen con el mercado literario y artístico,
cuyas sanciones anónimas, imprevis ib les y cambianres pueden crear entre
ellos disparidades sin precedentes, constituye el principio de la representa-
ción amt,ivalente que los escritores y los artistas -forzados a percibirse, más o
menos claramente, en su verdad objetiva, es decir como productores de mer-
cancías- se hacen de ese "gran público", alavez fascinante y despreciado, en
el crral confunden, la mayoría de las veces, el "burgués" somet ido a las
preocupaciones vulgares dei negocic y el "pueblo" entregado al embruteci-
¡niento d.e las activiclades productivas.
Si, a medida que el campo intelectual y artístico gana en autonomía con
rclación a las coacciones v a las demandas directas de ias fracciones dominan-
10. l .os anál is is de Frédér ick Antal mucstran que cuando los arr is¡as esrán ubicados en una
relaci , jn de dependencia estrecha con respecto a su públ icc, como cn Flo¡encia durante los s ig los
){ IV y XV, les di fcrencias de es¡ i lo que scparan sus ob¡as son casi completamente reducr ib les a l , rs
di ferencias quc scpar?n las v is iones del mundo, propies de los Ci fcrcntes consumidores de sus
obras, es dccir, e las difc¡enter fracciones de la clesc dominante (L'. Antal, nlorentine Painting and
its Social Bac|grornd,Londrcs, Kegan Paul, 1947, p. 4' .
tes de la L rrguesía -es deci¡, a medida que se desa¡roila un mercado debienes simLtólicos-, las caracterís¡icas propiamente inteiec¡uales o a¡rísricasde los productores de bienes simbólicos -es decir, el sisrema de los facroresasociados a la posición que ocupan en el campo inrelecrual-, ganan en fuerzaexplicativa, queda que la acción de esos facrores no hace sino especificar laacción dei factor fundamenrai que constituye la posición de la fracción de losinteiectuaies y de ios arrisras en la esr¡ucrura de las clases dominanres. Así,las tres posiciones en rorno a las cuales se organiza el campo inrelectual yarr íst ico entre 1830 y lB50 (¡ .on alguna translación, todoa lo largo delsigio XIX), a saber "el arte social", "el arre por el arte" y "el arre burgués",entregalr completamenre su significación, que es siempre indisociablc¡lenteestética y polít ica (aunque la autonornía de las tomas de posición estéticaspor relación a las romas de posición polít icas sea más o menos grande segúnlas épocas, es decir, según el estado de las ¡elaciones enrre la fracción de losartistas y el poder, según la posición en el campo y según la función en ladivisión del trabajo intelectual); sólo si allí se ven otras tanras especificaciones dela posició. genérica de la relación fundamenral de pertenencia y de exclusión quecaracteriza a la fracción dominante-dominada de los inrelectuales y de los arris-tas: a cada una de las posiciones típicas en el campo corresponde una formatípica de la relación enrre la f¡acción dominante-dominada y las fracciones domi-nantes; más precisamente, es a través de la relación que ias categorías de agentesligadas a cada una de esas posicior-res manrienen con el mercado, y a través de losdiferentes tipos de grarif icaciones económicas ¡, simbólicas que corresponden alas diferentes formas de esra relación, que se encuentran definidos el grado en elcuai esrá puesro objetivamenre el acento en ia pertenencia o en la exclusión ¡correlativamente, la forma de la experiencia que cada categoría de agente puedetener de la relación objetiva entre la lracción de los arristas y ias fraccionesdominanres (¡ secunda.riarnenre, las ciases dominadas). Mienrras que ios arrisrasy los escritores "burgueses" (DOMINANTES-dominados) .n..r"nrr".,, en ei re-conocimiento que les concede el público "burgués" y que les asegura a vecescondiciones de existencia cuasi-burguesas, todas las razones de asumirse comolos portavoces de su clase, a la cual su obra se dir ige directamente,r , lossos¡enedores del "arte social" (dominantes-Doll lNADos) encuenrran, ensu condic ión económica y en su exclusión social , los fundamentos de una
l1 ' Sin duda, no hay mejor indica, lor c le Ia relación que las diFerentes caregcrías de escr i roresmantienen con las lracciones clominantes que su actirud con respecto al teatro, f¿,rma por excelencia
33
Píerre Bourdieu
solidaridad con ias clases dominadas que tiene siempre por primer principio
la hosti i idad respecto a las fracciones dominantes de las clases dominantes y
a sLls representantes en el campo intelectual. Los sostenedores del "arte por el
arte" ocupan en el campo intelectual una posición estnncturú.lmenrc ambigua
que les condena a sentir de manera ¡edobiada las contradicciones inherenres
a la posición ambigua de la f¡acción intelectual y artística en ia estructura de
ias fracciones de las clases dominantes. Porque su posición en el campo Ios
coacciona a pensar su identidad estética y polít ica simultánea o sucesivamen-
te (según la coyuntura pol í t ica) por oposic ión a los "art istas burgueses"
-homólogos de los "burgueses" en la légica relativamente auténoma del cam-
pr, o por oposición a los artistas "socialistas" o a la bohemia -homóiogos
del "pueblo"-, están condenados a formar irr,ágenes co¡rtradictorias, tanto de
su propio grupo como de los grupos a los cuales se oponen. Al dividir al
nundo social según c¡iterios estrictamente estéticos, lo que los conduce a
arrojar en la misma ciase despreciada al "burgués" ce¡¡ado al arte y al "pue-
blo" encer¡ado en las preocupaciones materialistas de la existencia cotidiana
(" l lamo burgués, dice Flaubert , a rodo aquei que piensa de manera baja") ,
ellos pueden simultánea o alternativamente identif icarse con el "pueblo" o
con una nueva aristocracia: "Comprendo, con el término burgués, tanto a ios
burgueses en mangas de camisa como a los burgueses con levita. Somos no-
sotros, y sólo nosotros, es decir los letrados, quienes somos ei pueblo o, para
hablar mejor, la t iadición de la humanidad".r2 "Uno debe inclinarse ante los
mandarines; la Academia de la.s Ciencias debe reemplazar ai Papa'. "¿Llsted
cree que si Francia, en lugar Ce estar gobernada, en definit iva, por la muche-
dei "arre burgués'". Así, las empresas teatrales de los sostenedores dei arte For cl ane fueron cn
general dcsaForrunadas: "Sólo Boui lhet v fh. de Banvi l le obtuvieron algunos éxi tos. Unos ccmo
Flaubert o los ( loncc¡urt f racasaron ruidosamente; orros como Gaut ier o Baudclairc, casi sc
abstuvieron, aunque déjar'on, en s,*s cajas dc libretos, aigumentos que testirnonian el deseer que
ellos.habían ténido de triunfar sobre el escenario; o, cornc Lecontc de Lisle, compusieron en el
ocaso de su vida obras honorables; pe¡o quc agrcgaron poco a su reputación; <l quienes, como
Itenan, hicieron dramas dc alte alcance, pero imposibles de representar" {A. (iassagne, La rhéaric
dt I'ar;por l'arten France, París, Hachcttc, 1906, p. 140).
12. G. Flaubcn, "l.cttre I George San.i ', rn:yo l8(:7, cirado por P Lidskv, Les érriuains co¡ttrs ll¿
Commune, l iar ís, I laspéro, l )70,p.2l .Oincluso: "Losburgueseserancasi todoel mundo, los
banqueros, los agentes cle cam[:io, los norarios, Ios comcrciantes, los tenderos y otros, cualquiera
que no lormara parre del misterioso cenáculo y ganara prosaicamente su vi'l¡." ('Ihéophile Gautie¡,
Histoire du romantismt, citado por Il l.idskv, op. cit,, p. 20.
Campo d.el pode4 tt t inteleüual y habitus tle clase
irrmLrre, estuvicra en el poder de ios mandarines, estaríamos donde esra,nos?
5i , e ' iugar dc haber quer ido i lusrrar a las c lases bajas, se hubiesen ccupado
.i., i .struir a las altas."l i obligados a acercarse a los "burgueses" cuandr¡ se,i i¡, icn arnenazados -como artlsras o como burguescs* por lcrs "desclasaclos"
, i . ' le l rohenr ia, gr i tar - ' sol idar idad con todos aquei los a quienes la brural i -
. i.rJ de los intereses y de los prejuicios burgr-ieses rechaza o excluye: el bohe-: , i r , r , c i p intorci l lo, c l s ' i . imbanqui, e l noble arruinado, " la s i rv ienra c ie gran;.;ra;rón" r' especiaimenre, quizás, ia prosrirura, si.. ierre de re'¿líz,acién simbó-ir¡- 'r de la reiación del arrisra con ei mercado. Y su odio al "burgués" *ese
.l:. ir¡e inhaliable, alavez i lamado y despreciado, que les rechaza ranro cor¡o,:i los lo rechazan, a quien no rechazan sino por tanro que él les rechaza* serJiir¡iva, en el interior mismo del campo inteiectual -horizonre primero dei , tdo-s los conf l icros esrér;cos' / pol í r icos-,en y por el odio a los "art isras
lrurfueses", concurrenres desleales que no obtienen el éxito inmediato y las!r) i lsegfaciones burguesas sino renegando como escr i tores: "Hay una cosarr.i l veccs más peligrosa que los burgueses, dice Baudelaire en las Curiositéstsrltétiques, es el artista burgués, que ha sido creado para interponerse entre el. i r i isra y ei genio, que los ocul ta a uno y a orro ( . . . ) Si se lo supr i rn iera, e l.,1¡r¡acenero aclamaría triunñlmente a E,ugéne Delacroix". Incluso, es el des-
¡.,:- ' .,. io de "profesioiál.s" del rrabajo arrísrico por el proletariado lirerario ce-i¡rsi., cie sus éxitos y de su arte 1o qLte, elt otros moment^i, inspira la imagen quelcs sostenedores del arre por el arte se hacen del "populacho": "He comp¡en-dido que nuesrro prefacio a Henrierre L4aréchal habla masdo la obra. Ybren ;qué irlporta! Tengo conciencia de haber dicho Ia verdad, de haber seña-lado la tiranía de las cervecerías y de la bohemia con respecro a todos iost'abajadores puicros, a roda la genre de ralento que no se ha arrasrrado ;ori,rs bodcgones, de habe¡ señalado al socialismo nucvo que en las lerras ¡eron)acn voz alra la maniFesración del 20 de -marzo y lanza su grito de guerra:',Aba.¡o los guanresi"'. '0 "E. quizás un prejuicio, peio yo creo que es necesa-iio ser un hombre honesro y un burgués honorable para ser un hombre cier.rlento. Esrimo esro por Flaubcrr y par nosorros y por la comparación
"onj 's grandes hombres de la bohemia, su novel ista Mürgier, su histor iador
1 .J. G. Flauberr , Corrcspondance, passitn, citado por A. Cassagn e, op" cit., p. I B l. Scgún Maximcl)rrcamp (Souuenir littéraires" cirado en A. Cassagne, ibid.),Flaubcrr "hubiera qucridr: una sucrre,ic ma¡rdarinato que hubiera llamado ala cabtza dcl país a los lronrbres rnás inrcligenrcs',t 'i. F.. y J. Concourt, Jout'nd/, 5 de marzo de i 865, cirado por P Lidsky, op. cit., p. 27 .
a;
;r-
;
t'ialrc-Eúlm¡eü
l \ fonst lcr , su Poc(r l Banvi l le" ' rs L ' l pr incipio de sus balanceos 1'de sus pal i -
nodi¿s, de sri traslación hacia el compromiso o la simpatía revolucionaria en
ls4B,haciael indi ferent ismooelconservadur ismopolí t icosbajoelSegun-
d.o Imperio ¡ sobre todo, duranre la Comuna' no es otro que la transforma-
ción de la estrucrura de las relaciones entre la fracción intelectual y ias frac-
cionesdominantes,queescorrelat ivadelatransformacióndelaesrructura
de las relaciones de fuerza entre las clases y que su naturaleza es a deterrninar'
en una caregoría dc dominantes-dominados, caracterizada por su equil ibrio
inestableentrelaposic ióndeDoMINANTE.donl inadovlaposic iónde
dominante-DOMiNADO, el desl izamiento hacia una u o¡ra de esas posi-
ciones y hacia las tomas de 'posición, conservadoras o ..revolucionarias,,, que
son sol ider ias de el las '
Art istasqueseoPor-renal . .ar teburgués' ,dePauldeKock,octaveFeui l let ,
Scribe o casimir Delavigne ran resueltamente como a la "'patanería socialis-
ta" (según el término de Flaubert, a pfopósito de los escritos de Proudhon
,obo i arte) no pueden enccrnrraf sino, en el arre por el arre y en la escrirura
por ia escritura, una manera de resolver la contradicción inherente ai proyec-
todeescr ib i r recbazandotodafunciónsocial ,esdecir , todocontenidosocial_
rnente marcado, al mismo tiempo que una nlanera de realizar sobre el terre-
no simbólico, por la afirmaciórr de su domin to exc/usití (en el doble sentido
del término)sobresuarteypor iareiv indicacióndelr lonopol ioabsoiutode
la competencia proptament" "rtí.t ic",
la inversión de la relación objetir,a en-
rre las fiacciones dominantes'¡ la fraccién de los artistas v de los intélectua-
les, forzadosapagar laautorromíaquelesesconcedidaporsurelegacióna
prá.ri.", .o.,r"grJ", a Permanecer sim-bólicas' fueran simbólicamente revo-
lucionarias o revolucion".i"*.rrr" simbólicas.16 El cultc del estrio por el estilo'
queeselequivalenteeneldominiodelaestét icadel indi ferent ismopoií t icoy
i"l ,..h"ro desligado y distante de todo "compromiso"' se co.nstituye origi-
nariamente conffa las tomas de posición de los escritores ;r d6 ios artistas que
15. E. y J. Goncoutt, Jottrtu' 17 dc novicnbre áe 1868' ibid'
l6.Arrojandoalas|raccionesno. intelcctualcsdelaburguesíaal f i i is teísmo1'conderrándolasala
indignidaclcul tural- loqueirmáshabíahecho'aesegradoalmenos'elartedelasépocas
anter io¡cs_'eIartcpuro"f i . . , ' , l "pretetrs i<incclart istaaunrcinrdoexclusivosobreela¡tc,ai
mismo trcrnpo quc una rntención d" , .uan.h^ s imból;ca: "¡No sé si exis¡e en francés una página ce
prosa m:- is bel la! ¡L^s espiÉndida! ¡Y esrov segtrro de t lue c l burgues no comprcnde nada' - l into
mejori-, (G. Flaubert, carta a Renan, a llropósito de la oración sobre laAcrópo|is, Correspc,ndattce,
iV, citadr: por A. Cassagn e, op' cit' ' P' 394)'
entienden asumi¡ explícitamenre una función social, ya se rrare de glorif icar
los valores burgueses o de instruir a las masas en los principios republicanos
o social istas. iT
El ane por el arte, es decir el arte para el ariisra, el arte en el qr-re el arre del
artista consti¡uye la única materia y en el cual la comunidad artística es eiúnico destinarafio, es un arte para nada, un arte sobre nada, corrro lo diceexpresarnente un texco frecuentemenre.citado de Flauberr: "Lo que rne pare-ce bello, lo que quisiera hace¡ es un libro sobre nada, un /ibro sin lazo exterior,
que se mantuviera a sí rnismo por la fuerza inrema de su esrilo, ccmo la tier¡asin ser sostenida se mant icne cn el a i re, un l ibro que no tuviera casi rema, o
al menos donde el tema fuera casi invisible, si esto se puede. Las obras más
bellas son aquellas en las que hay menos materia (...), siendo el esti lo por sísolo una manera absoluta de ver las cosas".rs Como lo revela la metáfoia, la
utopía de "la intell igentsia sin araduras ni raíces" supone ia ignorancia delcampo de las fuerzas de graviración que comandan rambién las prácricas v lasideologías de los intelectuaies, y que no se develan jamás tan manifiestamen-
te ccmo en el esfuerzo desesperado por negarlas produciendo un discursosocialmente utópico. ¿Cuál es, en efecro, el principio de la escrirura reducida a1in pirÍo ejercicio de esti lo sino la voluntad encarnizada por desrerrar deldiscurso todas las mltrcas sociales, comenzando por las "ideas recibidas", luga-
res comunes donde todo un gnrpo se reúne para reafirmar su unidad reafir,mando sus valo¡es y creencias propias y donde se reveian infaliblemenre laposición social y- la identif icación satisGcha a esta posición de ios que las
proFesan? El artc "puro" es el resultado ine"irable del esfuerzo por vaciar eldiscurso de todo lo social no-pensado, tanto de los aurornarismos del lcnsuaie
I7. "Yo me metu e n mi agujero y, aunque el mundo se desplome, no me rnuevo <ie ahí. La acción(cuando no es ñ.rriosa) se me torna cadavez más antipática" (G. Fiauben, carta del 4 de setiembre
Ce I 850, c i reda pcr P Lidskl ' , p. 34). "Los c iudadanos que se enardecen por o ccnrra el Imperio
o la Rcpública me parecen tan útiles como los que discutían sobre la gracia elrcaz o la grecia
eficientc. ila pclítica está rnuerra, como la reologíal" (G. Flaube rL, carra a George .Sand, fines de
iunio de 1869, ci¡ada por P. Lidsky, ibid.).
lB. G. Flauben, Correspondance, cl.fia a. Louise Coler, 16 de enero de 1852. Se lee lo mismo en
una carta del l 5 de ju l io de I 839: "¡Pensaba que me iban a venir pensarnienros, y no me ha venidc
nada, ya ya, sí síl Estoy lrancamen¡e moiesto pero no es mi culpa, no rengo el espíritu filosófico
como Cousin, o Pierrc Leroux, Br i l lat-Sevar in o Lacenaire". O aún: "La ronrería consis ic cn
querer concluir . ;Cuál es el espír i tu un poco fuerrc que haya concluido? Contenrémonos del
cuadro, cs también bueno" (c i rado por A. Cassagn e, op. c i t . , p.263).
:)o37
Pierre BoL¿rcLieu
cuanto de las significaciones reif icadas que él vehiculiza; el rechazo de io que
FlauL'ert l lama la "tontería" (y, Sartre, en la época de E! ser y la nac/a, "el
espÍritu serio") -es decir, la adhesión indiscutida y asegurada a las banalidades,
católicas o 'volterianas, materialistas o espiritualistas, en las cuales y por las
cuale. i:rs diferentes fracciones dominantes se reconocen-, conduce necesa-
riamente a un discurso que, al exclui¡ todo objeto, no puede tener otro obje-
to que .! discurso misrno: pretender hablar rechazando decir algo, es conde-
narse a hablar para no deci¡ nac{a, a hablar para decir nada, a hablar por
habiar, en resumen, al cul to.puro de la fo¡ma.re.Desde ese momento, ia
carrera está abierta a una investigación prcpiamente estéiica, estimulada o
dere¡minada por ia concurrencia ent¡e ios artistas por ei reconocimiento de
la originaiidad y, de ese modo, de ia ra¡eza y del valor propiamente estéticcs
del producto y del productor; y la lógica de la disrmilación que cartcreriza el
campo inteiectual y artístico condena a ios escritores y a los artistas a romper
continuamente con las normas estéticas en vigor, las únicas que son efectiva-
mente dominadas por los consumidores potenciales, s i uno exceptúa a los
otros artistas, predispuestos a comprender, si no ias nuevas obras así produ-
cidas, al menos la intención de la ruptura con las norrnas establecidas. Cuan-
to más obedece la producción artística sóio a las exigencias internas de la
comunidad de los a¡tistas, más las obras ofrecidas -que, en .€uanto bienes
simbólicos tienen por característica específica no poder ser consumidas sino
por los detentadores del código necesario para descifrarlas (es decir, ios
detentadores de las categorías de percepción y de apreciación adquiridas en y
por la frecuentación a obras producidas conforme a esas categorías) y que han
sido producidas al precio de la negación de las normas de producció¡'r ante-
riores y de las categorías de percepción correspondientes-, exceden las capa-
cidades de recepción de ios consumidores potenciales (es deci¡ de los "bur-
gueses") y más posibii idacies de ser mayor tiene el desfasaje temporal entre
l¿ oferta y la demanda. La mísrica de la salvación en el más allá y el tema
del "art ista maldi to" podrían no ser s ino la ¡etraducción ideológica de la
contradicción'quc habita en este nu,evo modo de producción y de circula-
ción de los bienel artísticos, y que condena a los sostenedores del arte por ei
19. Éls una lógica análoga ia quc conciucc a la pinrura moderna a inscr ib i r cn c l lenguaje mismo de
la obra una interrogación sobrc el lcnguajc de la obra, sea por la destrucción sistemárica de las
fornras convencionales dcl lenguaje, sea por un uso ecléctico y cuasi-p*ródico de formas de
cxpresión tradic ionalmente exclusivas, sca simplcmenre por el desencantamicnro que producc la
atcnción dir i t ida a la forma en si mr:nr¡ .
Campo del poden campo intelecataly habitus de clase
arre, forzados a producir de alguna manera su propio mercado, a una remu-
neración diferida, a diferencia de los "artistas burgueses", asegurados por un
mercado inmediato.
Así como los sostenedores dei arte por el arte esraban predispuestos, por
su posición en la est¡uctura del campo intelectual, a sentir v a expresar de
manera Parricularmente aguda las contradicciones inherentes a la posición
de ia fracc;jn de los artistas en ia estructu¡a de las clases dominantes, igual-
mente Flaubert -cuvas tomas de posición polít icas y estéticas son literal-
i ¡ente intercambiables con las de los escr i tores s i tuados en la misma
1-.osición2.y que tiene en común, con ellos, todas o parte de las caracte¡ísticas
fundamentaies de origen y de formación-,2r estaba de alguna manera predis-
puesto a entrar en el campo del arte por el arte, en ruzón Ce la homoiogía
evidente que se establece entre la estructura de la relación entre la fracción de
los artistas y las fracciones dominantes de la clase dominante y la estructura
de la relación que éi mantiene desde la infancia con su familia ¡ más tarde,
con su clase de origen y con el porvenir objerivo que deriva de ella, bajo la
i¡rma de la reiacién vivida con su padre y con su hermano mayor. De ese
modo se expl ica que las informacicnes más pert inentes scciológicamente,
que Sartre desprende de la biografía de FlaubefL ap^rezcan de alguna mane-
ra como redundan?és, hasta en los detalles, con relación a ias que consrruye
un análisis de la posición y de las tomas de posición de la Escueia del arte por
el arte en nt conjun¡o. Redundante, la relación que Flaubert mantiene con su
medio familiar, con su clase de origen y, en general, con sus educadores, y
20. Por ei único efecto del agrupamiento Jrnrr,.u, la admirable obra de Albert Cassagne (yaeirada) da una prueba aplasrante de ello (ci., por ejemplo, los juicios sobre el sufragio universa!
c sob¡e la instrucción del pucblo, en pp. 195-198).
2 l . Sólo la hipótesis de " la a¡monía preestablecida" enrre la posic ión y el que la ocupa, entrc el
proi:csional y su prolesión" permiie comprender las muy numcrosas "coincidencias" que se ̂ bscrvencn¡re las caracterísricas sociales y escolares dc los micn¡bros de le Escuela del arte por el arte: casi
todos provenicntes de familias de granCes médicos de provincia (Bouilhet, Flauben, Fromentiri)
o t1e pequeños nobles provincianos (Théodore dc Banville, llarbey d'Aure*ill¡ les Goncourr). casi
todos han seguido o emprendido estudics cle derecho (Banville, Barbey d'Aureviily, Baudclaire,
i r iaubcn, Fromcnrin, l .econ¡e de Lis le) y los biógrafbs obsen'an para te l c cual de el los quc su
padre "quería para él una al ta posic ión sccial" o "quería t lue él fuesc médico". Esias ¡ :ncasindicaciones deberán, evidentcmente, ser precisadas por análisis más profundos. Pero se puede
obscrvar también que los "artistas burgueses" parecen provenir ¡nás bien de la brrrguesfa "de
negocios" que de la burguesía "intelectual", ¡nientras que los sostcnedores del 'arte social", sobre
t<¡do dcsde I 850, provicnen en buena parte de las c lases medias e incluso populares.
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que tiene por Principio, según Sartre, ei resentimiento del hijo o del colegial
J.r.onocido: "El está fuera y dentro (...). Mientras esta burguesía se le mani-
fiesta como medio familiar, él no deja de exigir, al mismo tiempo' que ella io
reconozcl¿ y 1o integre".22 "Excluido y comPrometido, víc¡ima y cómplice,
sufre a lavez cle su exclusión y de su complicidad".2l He aquí la relación de
la fracción de los artisras y, particularmenie, de ios sostenedores del arte Por
el arte, con las fracciones dorninanres. Reetrundante, la relación que Gustave
rÍlanriene con su hermano Achil le, realización objetiva de la probabil idad
objetiva de carrera acorde a su categoría: "Es el hermano mayor Achille, cubier-
to de honores, es el jov-en heredero irnbécil que se felicira de una herencia que
no merece, es el médico serio que razona en la cabecera de un moribundo que
no sabe salvar, es el ambicioso que cluiere el poder y se contentará con ia iegión
de honor (...) Pasará a ser Henry al fin de la primera Education (...): 'El Porve-
nir es suyo, esa es la genre que deviene poderosa' ".t4 H" aquí la relación de los
sostenedores del arte por el arte con los "artistas burgueses", "a los cuales envi-
dian a veces ios éxitos, la fama ruidosa y mmbién las ganancias"'2t
si uno se pregunra más bien cuáles eran las condiciones más específicas
que debían cumplir los miembros de la Escuela dei arte por el arte Para
o.up", la posición que ies reservaba el campo, se ve que' de todas las caracte-
,írt i... biográficas, la más imporrante es, sin duda, que ellos eran burgueses,
y burgueses "descarriados", más que desclasados. Era necesario ser burgués'
po, lo tanio disponer de los recursos necesarios para poder resistir a ia solici-
tud dir..t" de la demanda26y esperar las remuneraciones mate¡iales y"sim-
bólicas necesttriumente diferidas (a veces hasta los últimos años de la vida v aún
más allá) que el mercado de los bienes simbólicos puede ofrecer a los artistas
que rechazan plegarse a las exigencias inmediaus del púbiico burgués: "Flaubert,
dice 'fhéophile Gautier a Feydeau, ha tenido más ingenio que nosotros' ha
¡enido la inteligencia de venir al mundo con un cierrc patrimonio, cosa que es
22. J. P. Sutre, oP. cit., p. 1933.
23. Ibid., p. 1949'24. Ibid., pp. t943'1944.2i. A. Cassagn e, oP. cit-, P. 139'
26. Todo parece indicar que por no disponei de las protecciones y de las segur idades de las cuales
estaban dotaclos los cscr i tores dcl ar te por el ane, muchos escr i to¡es de l¿ t tohemia, provenientes
cle las c lases mcdias o populares y provistos <- le una formación escolar menos complera, hal t
rcrminado por ceder a las solicitaciones del mcrcado y por sacrificarse a formas 'le a¡ces menos
exigett tes, pero más remuneradoras'
ttbsolumntente indispensable para qttien quiere hacer arte".27 Si, como los escri-tores, los pintores más innovadores del siglo XIX provienen en su mayoría delas clases privilegiadas, es quizás porque sus familias y ellos mismos eran másap¡os y estaban más dispuestos a iealizar esra suerre de inversión muy azarosay a muy largo plazo qlle represenra el hecho de entrar en una carrera deaitista. En efecro, ¿no es significarivo que Manet y Degas, provenientes de labulguesía parisina, no hayan renido que sufrir de sus padres las amonestacio-nes y las amenazas apenas veladas con las cuales lc¡s padres de cézanne ysot,re todo de Moner, que perrenecen respecrivamente a lá median a y a lapequeña burguesía de provincia, acompañaban sus entregas de fondos? Enefecto, era necesario también ser burgués "descarriado", es deci¡ en rupruraion las normas y los valores de su clase ¡ sobre rodo, con las posibil idades decarrera objetivamenre ligadas a su posición , p^r^, a la vez, esrar poco dispues-to a responder a las expecrativas del público burgués y quizás, en rodo caso,ser poco capaz de satisfacerlas -como lo testimonian por ejemplo, los fracasosde los sostenedores del arte por el arte en teatro.
Para dar razón de esra suerre de armonía preesrablecida enrre ias posicio-nes ofrecidas por el campo y los que las han romado, no hay necesidad deinvocar el trabajo de la conciencia o la i luminación de la intuición qu€ unopone comúnmenre bajo el término de "vocación", simple transfiguración ideo,Iógica de la relación que se establece objerivamenre enrre una caregoría d.eagentes y un esrado de la demanda objetiva o, si se quiere, del mercado detrabajo, y que se realiza en una carÍer^ por la inrermediación del sisrema dedisposiciones producidas por la interiorización de un tipo determinado decondiciones objetivas, que encierran un ripo determinado de posibil idades obje-tivas. Las prácricas más deliberadas o las más inspiradas siempre roman encuenta objerivamente el sistema de las posibil idades y de las imposibil idadesobjetivas que define el porvenir objetivo y colectivo de una clase, y que vie-nen a especificar los facrores secundarios. que determinan un tipo parricularde desuiación por, relación al haz de trayectorias caracterísncas de la clase,por ejemplc, en el caso de Flauberr, "buigués descarriado", la relación con
27 ' cindo por A. cassagne , op. cit., p. 218. "Flaube¡¡, Th. cautier, Th. De Banvilie son genre delami l ias de buena posic ión, con un nivel de v ic la cómodo, y cuanclo no son, comc Bagdelai¡e;u l 'h.Gautier, mediocres o malos administradores de su buena posición, casi ¡icos. 5in duda, Lccontede Lisle, Louis Ménard, Bouilhet, ruvieron muchos días m-y cluros y una juvenrud difícil, pero susi¡uación se mejoró" (A. Cassagne, op. cit., p. 333).
40 41
Pierre Bourdieu
el padrg en la cual se sintetizan todas las caracte¡ísticas específicas de sus
condiciones primarias de formación (su pbsición de hijo menor, su éxito
escolar jtzgado mediocre con relación al de su herrnano, etc.), y a través de
la cual se constituye el principio inconsciente de su relación práctica con
sus posibil idr4rs individuales, con sus posibil idades objetivarnente l igadas
a su clase social y con el desfasaje alavez recltazado y asumido, escandaloso
y reivindicado enrre unas y orras. El principio unificador y generador de
todas las prácticas y, en particular, de esas orientaciones que se describen
comúnmente como "elecciones" de la "vocación'], cuando. no como efectos
de la "roma de conciencia", no es otra cosa que el habitus, sistema de dispo-
siciones inconscientes, que es el producto de la interiorización de las es-
tructuras objetivas I gue, en tanto que lugar geométrico de los determinismos
objetivos y de una dercrminación del porvenir objetivo y de las esPeranzas
subjerivas, ¡iende a producir prácticas y, por ello, carreras objetivamente
ajusradas a las estructuras objetivas.z8
28. Es aquí donde un análisis estadístico rigurosamente subordinado d andisis estructural toma
todo su valor: si consideramos sólo la posición, se nos presentan dificultades para moscra: de qué
manera o, más exactamente, siguiendo cuál manera de marcha¡.
Lna interpretacidn de la teoría de la religiónsegún Max Weber*
f),it r.rn, paradoja, ente¡amente conforme a ia teoría weberiana de ia relación
t entre las intenciones de los agentes y el sentido hisrórico de sus acciones,
l:¡ contribución rnás importanre que Max W'eber haya aportado a la sociolo-
eía de la religión #'sitúa, sin duda,.sobre un rerreno muy diferente que el
que el ig ió para su enfrenramiento de roda una vida con Marx. Si , en sur:sft¡e¡zo obstinado por establecer la eficacia histórica de las creencias religio-
sas contra las expresiones rnás reductoras de la teoría marxista, Max tffeber es
conducido a veces a una exaltación del ca¡isma que, como se ha observado,evLlca una fi losofía "heroica" de la ñjsrori"
" i" ,n"n.ra de Carlyle, por ejem-
pIo, cuando designa el jefe car isnrár ico como " la iuerza revolucionar ia
específicamente 'creadora de la historia",r no es menos cierro que él mismo
¡rroporciona el medio para escapar de la.alternativa simplista de la cuai son elproducto sus anáiisis más inseguros; es decir, de la oposición entre la iir¡sión
de la autononría absoluta que lleva a concebir el mensaje religioso comosurgimiento inspirado, y ia teoría reducrora que hace de él el reflejo diiecto
de la.s cc¡ndiciones económicas y socialcs: pone en evidencia, en efccto, Io que
' "Une inrérpretation de la théorie de ia religion selon
sociologie, XII, I , 1971 , pp. 3-21 .
Max Weber", Archiues anropéennes de
L Max 1ü7ebe¡ \X/iruchaf und Gesallschaf, CnlognelBerlín, Kiepenhcuer und Wirch , 1964,Tómo ll,p. 837 . fEconanía I Sociedad, México, FCE, 1944].
las dos posiciones opuesras y cotnplementarias olvidan por igual, a saber, el
trabajo religioso que realizan los a3entes y los portavoces especializados'
ir,u.rrido, d.l pod.t, institucional o no, de responde¡ con un i ipo determi-
nado de prácticas o de discurso, a una categoría Particulal de necesidades
propias de grupos sociales determinados'-
P.ro, para ir hasta el f in de Ia vía que indica Max 'ü7eber (quedando deli-
beradamente en los límires de una interPr€t^c;ón, tan l ibre como sea), en
primer lugar es necesario allanar las dificultades que encuentra en su tentati-
*,n pol. definir los "protagonisras" de la acción religiosa, profeta, mago y sacer-
dor.. Errff i dif icukades, de las cuales resrirnonian sus iargas enumeraciones
de excepciones, rienen rodas por principio su concepción dei "t ipo ideal",
que lo 1i.u" y" a conrenrarse con definiciones universaies pero dc una extrema
pobr.t* (por ejemplo, "el ejercicio regular del culto" como signo distintivo
d.el sacerdocio), ya a acumular las carac-terísticas discriminantes reconocien-
do que "ei las no son claramente def in ib les ' y que jarnás se encuenrran uni-
versalmenre (incluso en estado separado) y a admitir todas las transiciones
reales entre tipos conceptuales reducidos a simples sumas de rasgos distinti-
vos.2 Sin "-b"rgo,
basta con ver otra cosa qire simples transiciones retóricas,
en las últ imas líneas de cada uno de los parágrafos que dividen el capítulo
.,Tipos de comunidad religiosa' de wirtchafi und, Gesal/scbaf, para asir la
intención profunda de la investigación weberiana.3 Sea, al f inai del parágrafo
2, consagrado al mago Y al Profeta:
,'Este desarrollo presupone más bien -no sin excepción- que interuienen fterzas
extrasacerdotalrr po, un lado, el portador de 'reuelaciones' metaftsicas o éti'
co-religiosas: e/ profem; por otro, la colaboración de ndos los que Pltrtici?an
2.wG., t . I 'p.355:. . I -aoposic iónesenlare¿l idadbasran¡ef lu ida,comopa.ratodoslos
fenémenos sociológicos. L,os criterios de diferenciación conceptual no son claramente definibles
(. . . ) . Esra oposic ión, c lara sobre el p lano conceptual , es ' f lu ida' en la real idad' ( ' . . ) La dist inción
deberá ser encontrada cual i tat ivamente, caso por caso ( ' ' ' ) " '
3. Esre análisis se apoya principelmente en el capítulo de lVirtschaf und CasellschaJt, que esrá
expresamenre.or,r"gr"do" l"rel ig ión (wG.,pp.3I7-4:8),yenlasecciónvl ldetasocioiogíaciel
poder, tir,rl".l" "Poder político v poder hierocrático" (lYG., pp.874-922), textos que han sido
.. . r i , " , .n,r" 1911 y 1913; y también, secundar iamen¡e, en textos poster iores r 1928, como el
parágrafo B del capítulo I, titulado "El concepto cl': lucha" ('V'G'' pp' 27-29) o el parágrafo 17 dei
Lirrlo ."pír,rlo, ritulado "Grupo político y grupo hie rocrático" (lVG., pp' 39-43) Se ha renurtciado,
p^r" .u i t " rsobrecargarel anál is is,remit i r ,enpart icularparai lustracioneshistór icas' t losCes¿¡nmelte'Aufiitze
zur Iktigionssoziologie (Ttad. esp. Etua\os sobre sociobgía dz k religión, Madrid' Taurus, 1986)'
del c,¿ln ¡in ser sacerdotes; los 'laicos'. Anrcs de exa tinttr cómo, bajo la
influencia de estos factores extrasacerdoules, las re/igiones han (egado a
superar, en su desarrollo, los diferentes grados de magia que se obseruan en
to¿as Partet bajo formas comPletl.mente sernejantes, debemos consi¿erar al-
gunas tun¿encias de euolución típicas, Eue ettán determinadas por la Presen'cia de sacerdotes itzteresados en un cu/to" (pp. 336-337).4
Asimismo, ai f inal del parágrafo 3:
"Profetas y sacerdotes son los dos agentes de Ia sisremitización 7 de la
racionalización de la érica religiosa. Pero iln ícrcer fdctur mu! importante
intentiene también en este Proceso; se trata de la influencia d'e aquellos sobre
quienes los profetas y el clero buscan actuar éticamente, es decir los laicos.
. Debernos examinar, de modo general, las acciones para/elas 1t aPuestas d¿ estos
tres factores" (p. S+O.
Al final del parágrafo 4, consagrad.o al profeta, Max lü7eber insiste todavía
sobre la necesidad de captar las diferentes instancias en su interacción: "Es
por esta razón que debemos examinar las relaciones recíprocas entre los sacer-
dotes, los profetas y los no-sacerdotes" (P. 355).En fin, en el parágrafo 5
consagrado a la comunidad (Gemeinde), se lee:
"Las nes fuerzas que actrian en la esfera dc los laicos I con ks cuales el clérigo
debe conmr soi la profecia, el *adiciona'litmo laico y el inte/eaualisnto laico.
En sentido apuestt a estas fuerzas, se ejercen las necesidades y las tendencias de
la profesión sacerdoml, en cuanto tal, en cierto nodo como una fuerzacodeterminante esencial" (p. 359.
Basta relacionar estos diferentes pasajes y darles su plena significacién
p¿ra extraerr por una primera ruptura con la metodología explícita de fuIax
Veber, una rep¡esentación que se puede llamar interaccionista (en el sentido
en que actuaimente se habla de symbolic interactionis¡n) de las relaciones en-
tre los agentes religiosos. Si esta representacrun debe ser descubierta entre
líneas, con una lectura que tiende a modificar ei peso reiativo que el autor mismo
4, l¡s números de páginas puesros e ntre parénresis sin otra indicación remiten a lViruchaf und
G ese lls ch afr , edición cirada.
r544
P Baurdieu
confiere a los cliferente.s aspecros dc su análisis, es porque, aparenremenre, losinstrumentos de pensamienro de los que disponía Max Vebe¡ obsract l iza,ban l:o toma de conciencia completa y sisternática de los ¡rrincipios que poníacn j . . :go (al rnenos con inrerrnirencia) en su invesr igacién, y que, por el lo, nopodían ser objeto de una uti l ización meródica y sisremática. La refonnulaciónde los anál is is rveber ianos en el lenguaje del interaccionismo simból ico estanto ¡riás flci i v, prrece, legítirno cuanro que no habría dif icultad para des-prendeÍ de los escritos teóricos de Max Weber los principios, explíciramenteexpresados, de una teoría cie la inreracción simbólica.
Pero, pare ver desaparece¡ compleramenre las dif icukades que Max Veber
ha encontrado, es neccsario operar una segunda ruprura y subordinar el aná-lisis de Ia lógica rle itts interai:iot¡es -qu. pucden esrabl.cerse enr!-c aqenrcsdi¡ectametrte en prese¡rcia- r ', en pa¡ticulai las esrrategias que ellos se opo-
nerr! a la construcción de ia esrructura de las relaciones objetivas entre lasposicicr.rcs que elios ocupan cn el cantpo re/igioso, estrucrura que determina laiorma que prreden tonlar sus inre¡acciones y ia reprcsentación que puecientencr dc cll:s. l '¡r l. l lncdida cn quc apunia t ¿sir t le gol¡x, en las prácticas 1,las represenraciones rnisrnas, todo lo que esas prácticas y esas represenracio-nes deben a la lógica de las interacciones simbólica.; y, especialrnente, a lare¡,.resentación que los agenres pueden hacerse, por anricipacióqo por expe-ri,-:lcia, de la acción de ios orros agenres a los cuales esrán direccamente con-frontados, la '¡ isión estrictamente interaccionista de las relaciones sociales cons-titul 'e, sin ninguna duda, el obsráculo epistcmológico ¡nás temible, que impi-de el acceso a la construcción de las relaciones objetivas, en la inedida en querebaja las relaciortes enrre posiciones al plano de las relaciones "intersub.jerivas"
o "interpersonales" entre los agentes que ocupan esas posiciones.5 Iror el conrra-rio, la construcción del sisrema complero de las relaciones objetivas cnrre lasposiciones (cf. cl esquema) condrrce al principio de las relaciones direcras entrelos agenres, sin dispensar, sin embargo, someter la forma que revisten esas
5. Flnt¡c las omisicncs quc rcsulran dcl hccho r ler¡uc, a l no hebc¡ construido el campo rel ig ioso en
cuanto ral, .lt4a-x \X/eber prcscnta una scrie de punros de vist.r vurrapuestos quc son romados cada
vezapart i r dc la posic ión dc un agcntc parr icular. La más signi f icat iva es, s in d¡;da, laausencia de
toda refcre¡ lc ia cx¡: l íc i ta a la rc lacir ' rn cstr ic¡¿mcnre objcr iva (va quc sc csrablccc más al lá dcl
r iempo y dcl espaci<-r) cnrrc c l saccrdore y c l profcta de or igen ¡ a l rn ismo r iempo, de roda
dist inción clara y cxpl íc i ta cntrc los dos t ipos dc i r rofecías ccn las cuales rodor sacerdocio debe
contal la profccía de or igcn, dc la cual perperúa el mensaje y de la cual t icne su autor idad, y laprofecía concurrente, que combarc.
Utn interpretación de Ia teoría de Ia religión según illaxWeber
relaciones, y las estrategias en ias cuales se realizan, a un análisis que en lo
sucesivo no está más amenazado por la abstracción psicológica.
1. Las interacciones simból icas que se instauran en el campo rel ig ioso
deben su forma específica a la naturaleza particular de los intereses que allí se
encuentran en juego o, si se prefiere, a la especificidad de las funciones que
crrmple la acción rel ig iosa, por una parte para ios la icos (¡ más precisamen-
rc, para las diferentes categorías de iaicos), y, por otra parre, para los diferen-
ies agentes reiigiosos.
3. Ei campo religioso tiene por función especÍfica la de satisfacer un ripo
paiticular de interes: i. e. ei interés religioso que lieva a los laicos a esperar de
ciertas categorías de agentes que reaiicen "acciones mágicas o religiosas", accio-
nes fundamentalmente "mundanas" y prácticas, realizadas 'a fin de que todo
va-ya bien para ti y que vivas largo tiempo sobre la rie¡ra", como dice tüfeber.6
No puede darse de la necesidad reiigiosa sino una definición muy pobrey mr-ry vaga, mientras no se especifique esa necesidad (y la función corres-
¡ronciiente del campo religioso) en función de los dife¡enres grupos o ciases y
ile sus intereses religiosos. Max \Weber no ha elaborado una teoría seme.iante
de las "constelacionss de inrerés", específicas en materia de religión, y esto
eunque, en el análisis de los casos particulares, no pueda contentarse con una
definición tan reducida de la función de la actividad religiosa y esté obligado
a precisarla tomando en cuenta los intereses propios de cada grupo profesio'
nai o de cada clase.T
2. 1 Los íntereses mrígicos se distiñguen de los intereses propiamente reli-
giosos por su carácter parcial e inmediato, y, cade vez má,s frecuentes a medi-da que se desciende en la jerarquía social, se encuenrran sobre todo en lasclases populares
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especialmente, entre ios campesinos ("cuya suerte estácstrecharnente ligada a la naruraleza, fu€rreme:-.te dependiente de los proce-sos orgánicos y poco disponible, desde el punto de vista económico, para unasistematización racional").
fr . Scgún los térreinos cie la promcsa hecha a ios que honran a sus parientes:1i lG., ¡>.3\7.7. Es en particular el objeto del parágralo 7, titulado "Grupos de sra¡us {StLnd¿), clases y religión"LVG., pp. 368-404. Se encontrará, rambién, orro análi.sis de las diferencias encre los interesesrciigiosos de los campesinos y de los pequeños burgueses ciudadanos, en c! c*pítulo titulado"Pc¡der hierocrárico y poder polícico". WG., ; lI, pp. 893-895.
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Cu¡nr¡: más grancle es el peso de la tradición campesina en una civtliza'
ción, más se o¡ienta hacia la magia la religiosidad popular: el campesinado,
que esrá cornúnmente encerrado en el ritualismo meteorológico o animista,
tiende a reducir la religiosidad ética a una moral estrictamente formalista del
d-o ut d.es (t¿nto con respecto al dios cotrto con resPecto al sacerdote), salvo
cuando esrá ^menazado
de esclavirud o de proletarización (pp. 368-369). 41
contrar io, la c iudad y las profesiones urbanas const i tuyen las condic iones
más Favorables para la "racionalización" y la "moralización" de las necesidades
religicsas. "La existencia económica de la burguesía descansa, como lo obser-
va W'eber, sobre un trabajo más continua (comparado al carácter estacional
del trabajo agrícola) y más racional (o, al menos, más racionalizaáo sobre el
modo empír ico). . . Eso permire esenciaImente prever y 'comprcnder ' la rela-
ción enrre fin, medios y éxito o fracaso". A medida que desaparece "la rela-
ción inmediara con la realidad plástica. y vital de las potencias naturales",
"esras potencias, al dejar de ser inrnediaiamente inteligibles, se transforman
en problemas" y "la cuesrión racionalista del 'sentido' de la Existencia" co-
mienza a planrearse, mientras que la exper iencia rel ig iosa se depura y las
relaciones directas con el cliente introducen valores morales en la religiosi-
dad del artesano (p. 893). ,L
2.1 .1 El proceso de moralización y de sisremarización que conduce de la
magia a la religión o, si se quiere, del tabú al pecado, depende no solamente
de los intereses de los "dos protagonistas de la s isremarización y de [a
racionalización que son el profeta y el ciérigo", sino también de las transfor-
maciones de la condición económica ,v social de los laicos.
Así, el progreso hacia el monoteísmo se encuentra frei:ado, segrin Max
.üZeber, por dos factores: Por una Parte, los "poderosos intereses ideales I '
m:rreriales del clero, interesado en el cuho de los dioses Particulares", Por eso
hosti les al proceso de "concentración" que hace desaparecer las pequeñas
empresas de salvación; ) ', por otra parte, "los intereses reiigiosos de los laicos
por un objero religioso próximo, que puede ser inf-luenciado mágicamente"
(p.332). lnversamenre, es porque la acción de un conjunro de facrcres con-
vergenres ha podido superar estos obstáculos, que el culto de Yahvé ha termi-
nado por rriunfar sobre las tendencias al sincretisrno que parecían prevalecer en
1" *.r,ig,l" Palestina: ias condiciones políticas que devienen tadavcz más difici-
les, los judíos que no podían esPerar más que su conforrnidad a los mandantes
divinos un me.ioramiento futuro de su suerte, vinieron a juzgar Poco satisfac-
tor ias las di ferente- formas ¡radic ionales del cul to y, Part icularmente, l ( 's
orácuios a ias respuestas ambiguas y enigmát icas, de manera que se hizo
sentir la necesidad de métodos más racionales para conocer la voluntad divi-
na, y de sacerdotes capaces de practicarlos; en este caso, el confl icto entre esta
demanda colectiva -que coincidía de hecho con ei interés objetivo de los
Leviras, ya que tendía a excluir todos los cultos concurrentes- y los intereses
particulares de los sacerdotes cle los numerosos santuarios privado.s, encontró
en la organización centralizada y jerarguizada del sacerdocio una solución,
encaminada a preservar los derechos de todos los sacerdotes sin contradecir la
insrauración de un monopolio del culto de Yahvé en |erusalem.
2.2 Se puede habiar de intereses propiamente religiosos (definidos toda-
vla en términos genéricos) cuando, al lado de las demandas mágicas que
siempre subsisten, al menos en ciertas clases, aparece una demanda propia-
mente ideológica: la expectativa de un mensaje sistemático capaz de dar un
sentido unitario a la vida, proponiendo a sus destinatarios privilegiados una
visión coherente del mundo y de la existencia humana, y dándole los medios
de realizar la integración sistemática de su conducta cotidiana, así pues, ca-
paz de proporcionarles justifcaciones de existir como existen: es decir, en unll
posición social determinada.B
Si hay funciones sociales de la religión y si, en consecuencia, la religión es
susceptibie de análisis sociológico, es porque los laicos no esperan *o no
solamente- justif icaciones de existir adecuadas para separarlos de la angustia
existencial de la contingencia y del desamparo, o incluso de la miseria bioló-
gica, de la enfermedad, del sufrimiento o de la muerte, sino también, y sobre
todo, justif icaciones sociales de existir en cuanto ocupante de una posición
determinada en la estructura social. Esta definición de la función de la reli-
gión no es sino la forma más general de aquella que Max \leber aplica, implí-
citamente, en sus análisis de las reiigiones universales: Ia transmutación sim-
b¿lica del ser en debe¡ sef que ia r:eligión crisriana opera, según Niezsche,e y
propcniendo la esperanza de un mundo invertido, donde los últ imos serán
los primeros, transformando al mismo tiempo los estigmas visibles -tales
como la enfermedad, el sufrimiento, la maiíormación o la debil idad- en
8' \YG., p. 385: "Toda demanda de redención es una expresión de una'necesidad' , y la opresión
económica y social es la más importante, s i no la única causa de su const i tución".
9. F. Nie¿sche, Lagénialngíe de i¿morale, París, Mercure Ce France, 194S (trad. esp. La geneahgla
tu h moral, Madrid, Alianza, I 989); \febe¡, W G., pp. 386-39 | y II, p. 685.
48 49
Pierre Bourdieu
signos enunciatorios de ia eiección religiosa, es el principio de rodas lasteodiceas sociaies, que jr.stif ican el orden esrablecido de manera directa eini-nediata, como la doctrina del harma, justificando la calidad social de cadaindii'iduo en el sistema de las casras por su grado de calificación religiosa enel ciclo de las transmigraciones o, de manera m¿ís indirecta, como las soteriologíasdel más ailá, promeriendo una subversión pósruma de es¡e orden.
2.2.i En ianto que los inrereses religiosos (por lo menos en lo que rienende perdnente para la socioiogía) tienen por principio la necesidad de justifi-
caciones de exist i r en una posic ión sociai dererminada, los mismos esrándirectamenre deterrninados por la situación social, y ei mensaje religioso máscapaz de sa¡isfacer la demanda religiosa de un grupo -por jo ranto, de ejercersobre él su acción propiamenre simbólica de movilización-, es aquel que ieaporta un (cuasi) sistema de justificaciones de existir como ocupanre de unaposición social determinada.
La armonía casi milagrosa que se observa siempre entre el contenido delmensaje religioso que Ilega a imponerse y ios intereses-más esrricramenretemporales -es decir, políticos- de sus destinatarios priviiegiados, se deducede la definición propiamente sociológica del mensaje religioso, en la rnedidaen que constituye una condición sine qua non de su éxiro. Así,Bor ejemplo,Max S7eber observa que "conceptos cales como 'culpa', 'redencién', 'humil-
dad' religiosas son no sólo exrraños sino antinómicos al senrimienro de dig-nidad propios de todas las capas políricamenre dominanres y en parricularde la nobleza guerrera" (p. 37t).
"Si se quiere cdracteriz¿r con una palabra a los grupos sociahs que han sido lospropagadores de las religiones uniuersales, se ?ue¿e indicar: para elconfucionismo, el burócrata ord¿nador d"el munclo; para el binduisnzo, el magoord¿nador dzl mundo; para el budismo, el rnonje rnendigo errante por el mun-do; porn el klam, el guenero conquistador d¿l mundo; para e! judaísmo, e/
' comerciante, arnbuhnte; para el cristianismo, el artesano itinerante: todos es-tos gruPos ttctúan, no como los portauoces de sus 'ínteresn de c/as/ profesionaleso materiales, sino en cuanto porradores. ideológicos (ideologische Tiager)dcl tipo d¿ ética o de doctrina de /a saluación que armonizaba mejor con suposición social" (pp. 400-40I).1'
10. Destacado mío.
F
iÁl
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fr-+
IIna iltterpretación de Ia teoría de Ia religiórt según MaxWeber
2.2.2 Las demandas religiosas tie'de^ a organizaise alrededor de dos gran-des tipos, que corresponden a los dos grandes tipos de siruaciones sociales:lx ¿Jcntandas da legitimaci¿jz dcl orden establecrdo propias de las clases prlvi-lcgiadas, y las dentandas de contpensación propias de las clases desfavorecidas
{rc l ig iones de salvación).
Max 'Weber
encuentra el principio de los sistemas de intereses religiosos(:r la rcpresentación que las c lases pr iv i leqiadas I ' las c lases "negar ivarnenre
lrrivi legiadas" se hacen de su posición en la estrucrura social: mie¡rrras quecntre unas el sent imienro de la dienidad se arraiga en ia convicción de supropl¿ "excelencia", de la perfLcción de su modo de vida, "expresión de sr.r'.t ) ' ' cull i i tariu, que es por sí mismo su propio ftrndamento y no requiere cler : ingún otro", entre los otros no puede reposar s ino sobre una promesa der¡Jención dei sufrimienro, y 5o9." un i lamado dc la providencia capaz cie darrrntido a lo que scn a partir de lo que han de ser (p. 345). No es por azar.rrie, en las grandes burocracias polit icas, la función de legitimación encuen-¡re su realización al mismo tiempo que su formulación casi explícita y cínica:"1., l 'urocracia se caracreriza por un profi-inilo desprccio a toda religiosidadr¡racionai junto a la conciencia de que ella puede ser uti l izada como medio,lc donresticación" (p.374). Y Max Weber indica en orra partc, casi en losmlsffros términos, eee las grandes potencias hie¡ocráticas (iglesias) esrán pre-cl ispuestas a proporcionar al r ,oder pol í r ico una " fuerza de legi t imación"{lrqit inierende Macht) compleramente irreemplazable, v que ellas consrir*-i 'cn 'un medio in ieualable de domest icación de los áominados ( .das
ttnt,ergleichlicbe Mittel dtr Dontestibation d¿r Beherrschtn)" (p. 891).
2'2'3 se puede considcrar como lna variabie independientc de la prece-clente (con la cual es suficiente combinarla para dar razó¡r de demandas reli-qi 'sas más cspecificadas, Ias del "intelectual prolemroide", por ejemplo), ia¡trresic/a¿! de sistematiz-qción que, casi ar¡sente en el campesino, alcanza su in-rcnsidad máxima en las. capas inrelectu:"les.
"En /a mediaa en que está inspirada en un/1 'rzecesidrz¿/ itzíerior', la búsquetla dr' /a sa/uadón Preseltta, entre los intalcuuales, utt cdráctcr por un kr/o más exterior¿le /a uida, ?or oiro mí"s rortical 1, tnás sistemático que el esfircrztt por lib$arse clcuna necesidad erterna't¿/ conto se eí]cuentfti en /as crtpas no priuilegiadas (.,,).con el inteleuwal, )t sólo con á1, /a concepción d¿l mundo se conuierte en unprobbma de senúdo. cuantu más rechaza el inte/ecnulismo las *eencias mági-cas y t/esencanta e/ mundo (que, des¡tajado de su senrido nrágico, se contentrt con
\cr, 1, con .lr.¿retff'en lugar c/e'signifcar'), ntás se reJuerzt 1t se b,tcc sc]Úir ln
etigenria de'que e! mrrndo y el modo de uida como nm/id¿d'es estin orden't¿/os de
tnanern signifrcnte 7 doudos d'e senüdo" (p' 396)'
3. La concurrencia por el poder religioso debe su especificidad (respccro a la
competencia que se establece en el campo político, por ejempio) al hccho de
q,r. po.r. en juego el monapolio del ejercicio hghimo del poder clt nodiJicar en .
, forrna durablc y prafundn la prfutica 7 lz uisión dzl mundo de lps laicos, imponién-
doles e inculcándoles un ltabiuts religioso Particular: es decir una disposición
durabie, generalizaáa y rransferible para actuaf y Para Pensar conforme a los
principios de una visión (cuasi) sistemática del mundo y de la exisrencia'
3"1 La naruraleza y la forma de las interacciones directas entre los agentes
o las inst i t t rc icrnes que esrán comprometidos en esta concurrencia, los i t rstru-
tnenros ), !as csrraregias que ponen en práctica en esta lucha, dcpen,len clel
si.srema de intereses y de la autoridad Propiámente religiosa que cada uno
debe: (a) a su posición en la división del trabajo de manipulación simbólica
de los laicos, y (b) a su posición en la estructura objetiva de las rclaciones de
autoridad propiamenre religiosas que definen el camp<-, religioso.
por no haber esrablecido la distinción errtre las interacciones directas y ia
esrructura de las relaciones que se establecen objetivamente *en ausencia de
toda inreracción directa- entre las instancias rel ig iosas, y que dominan ia
forma que pueden tomar las interacciones (y las representaciones Q4e ios
agenres pueden hacerse de el las), Max lveber reduce la legi t imidad a las
represerttaciattes de iegirímidad.
3.2 Entre los factores de diferenciación l igados a la división del trabajo
reiigioso, el más pcderoso es el que oPone los productorrs de los principios dc
rrna visión (cuasi) sistemática del mundo y de la existencia: los profetas, a las
instancias de reproducción (iglesia) organizadas en vistas a ejercer durablemente
la acción durable necesa¡ia para inculcar tal visiór.r e investidas de la lcgirinli-
dacl propiamente religiosa que es la condición del ejercicio de esta acción.
3.2.1 El profera se opone al cuerpo sacerdotal como lo discontittuo t lo
contütrío, io exrraordir.r;rio (Ausseraltt¿gi;cb) a lo ordinario, lo extra-cotidiano
a lo cct ic l iano, o t r iv i r l , en Part icular ei l lo que concierne al modo de ejerci-
cio clc ia acción leligi"rsa, es decir, la estructura tenlporal de la aóción de
imposic ión ) , de inculcación y los medios que pone en práct ica (p. 180).
Se puede leer el parágrafo 10, titulado "l.as vías de la redención v su iniluen-
cia sobre el modo de vida (Lebensfihrung)" como un anáiisis de ios diferentes
¡nodos de ejercicio del poder propiamente religioso (pp. 413-447). La acción
c¿rismática del profeta se ejerce firndamentalmente por la virtuci de ia palabra
proÍética, ext¡ao¡dinaria y discontinua, mientras que la acción del sacerdore se
ejerce por la virtud Ce un "método religioso c{e tipo raciona.l" que debe .sus carac-
teríst icas más impcrtantes ai hecho de que se ejerce cont inuamente'
cotidianamente. Correlativalretlte) "el aparato" del proGta se oPone a un aParato
administrarivo cie tipo burocrático tal como la lglesia, como cuefgo de firnciona-
rios del culto dotados de una formación especiaiizada. Recluados según criterios
.;arisnráricos, los "discípuios" ignoran la"carreri' y las 'promociones", las "norni-
naciones" y las "distinciones", las jerarquías y los límites de competencia.
3.2.2La profecía no puede cumplir completamente con la pretensión (que
implica necesariamente) de poder de modificar durable y profundamente el
modo de vida y la visión del mundo de los laicos, sino en la medida en que
llega a fundar una "comunidad", eila misma c paz ¿e PerPetuarse en una ins-
ri¡r¡ción apta para ejercer una acción de rmposición y de inculcación durable y
continua (relación entre la profecía de origen y el cuerpo sacerdotai).
Es necesario que la proiecía muera en cuanto tal, es decir, como mensaje
de ruptura con la rurina y de conresración del orden ordina¡io, para sobrevi-
vir en el hábeas doctrinal del sacerdocio, moneda cotidiana del capital origi-
nal del carisma {pp.. 355-360)
3.3 La luerza materiai o stmbólica que las diferentes instancias (agentes o
instituciones) pueden movil izar en la lucha por el monopolio del ejercicio
legítimo del poder religioso es función, en cada esmdo del camPo, áe su posi-
tión en la estn¿ctura objetiua de las re/aciones dr autoridad prcpianzente re/igiosa, es
deci¡, de la autoridad y de la firerza que han conquistado en esa lucha.
4.La legitimidad religicsa en un momento dado del tiempo no es otra cosa
que el estado de las relaciones de Fuerza propiamente religiosas en ese mo-
mento: es decir , e l resul tado Ce las luchas pasadas por el moncrol io dei
ejercicio legítimo de la violencia religiosa.
4.1 Ei tipo de legitimidad religiosa que una instancia religiosa puede invo-
car es función de la posición que ocupa en Lrn estado determi¡rado de las
relaciones de fuerza religiosas, en la medida en que esia posicién dornina la
))
Pierre trSou.rdieu
naturaleza y la fuerca de las armas materiales o simbólicas (como el anatelna
profético y Ia excomunión sacerdotal) que los difcrentes agentes en concu-
rrencia por ei monopolio del ejercicio legítimo de la violencia rcligiosa pueden
comprome¡er en las relaciones de fucrza rcligiosas.
4.1.1 Mientras que la autoridad del profeta, audor cuva otttorictas rcquie-
re ser s iemp"e conquistada o reconquistada, Cepende cie la relacir in que se
establece en cada rnomenio entre la oÍlrta de .servicio religioso y la demanda
religiosa-del público, el sacerdote dispone de una autoridad rle función que le
dispensa de conquisrar y de confirmar continuamente, ', ' ic pone inciuso al
abrigo de las consecuencias del fracaso de su acción religiosa.
"En oposición nn e/ profeta, el sacerdorc dispensa de los bienes de satuación en
air¡td de su función. Si la Jimción del sacerdote no excluve tm carisma perso-
na/, inch¿so en ese cltto, el sacerdote qtteda legitimado por su fundón, nx (ttutn'
to niembro tle una asociació,n de saluacióri'(p. 337)
Entre todas las características de la práctica y de las ideologías de los
diferentes agentes religiosos que derivan de esta oposición, será suficienre
mencionar lc,s efectos muy diferentes que puede tener el fracqso de una em-
presa religiosa (en el sentido amplio) según la posición del agente que lo
sufre en las relaciones de fuerza religiosas.
"El fracaso del mago puede ser penado con Ia muerte. En relación con é1, ei
sacerd¿te está en posición uentajosa, y que está en condiciones de anojar la
resporuabilidad d^el facaso sobre el d.ios misnto. Pero, al misztto tiempo que el
pratigio d¿l dios, es el suyo propio el que disntinuye; a menos que los sacerdotes no
en€uentTen un ¡nedio de explicar d¿ modc conuincente que [a rcsponsabilidad del
f"acaso no incumbe al dios sino al clmport¿t2ien¡o de sus feles. Esto se hace
posibk mediante la stutitucíón ae /a conceVción del 'seruicio diuino'(Cottesd^enst)
par la coi?epción & k 'coircih del dios'(Gomeszwang) " Tp. SSZ)
4.2. Las grandes oposicioncs que dividen las potencias sobrenatrirales, y
las relaciones de fuerza que se establecen entlc ellas, expresan, en ir lógica
propiamente rel ig iosa, la: . oposic iones entre los c l i ferentes t ipos de acción
religiosa (que corresponden ellas mismas a posiciones difcrentes en la estruc-
tura del campo religicso) y las relacio¡res de fuerza que se establecen en el
cempo rel ig ioso.
Una interpretación de la teoría de la religión según MaxWeber
La oposición entre los dioses y demonios reproduce la oposición entre la
riragla como "coerción mágici ', y la religión como "servicio divino"-
"Se puede designar con el nombre de 'religión' y de 'cultr' á las formas de
,-eiación con las potencids sobrenaturales que se manifestaiz bajo la fornza de
plegarias, sacrifcio, ueneración, por oposición a Ia 'brujeríe' como 'coercián
mágica', y, conelatiuamente, te pueden llamar 'dioseí /os seres que 50n uenera'
dns 7 conjurados religiosantente, ! 'abrnonioí aquellos que ton objeto de una
coacción it de u,na euocación mágica" (p. lS'l)
Asimismo, la histo¡ia de ios dicses sigue las fluctuaciones de ia historia de
:,'.!s servidores:
"E/ desarrollo histórico d¿ esta diuisitin (ente la religión 7 la magia) es Cebido
fz'ecuentemente al hecbo de que la supresión d¿ un culto, bajo la acción de un
poder mundano o sacerdntal, a fauor de una nueua religión, ha reducido los
ánliguos dioses al estado de 'd¿monios"' (p. 335).
C)tra ilustración: si los sacerdotes tienen el poder de hacer recaer ia res-
ponsabiiidad del fracaso sobre el dios sin devaluarse devah:ándolo, y lracieu-
rio recaer la responsabilidad sobre los laicos, puecie ocurrir que "una venera-
ción renovada y reforzada no sea suficiente y que los dioses del enemigo
prrmanezcan más fuertes" (p. 337).
5. Siendo el poder religioso ellproducto de una transacción entre los
¿gentes religiosos y los iaicos, en lá' 'cual los sistemas de intereses propios
de cada categoría de agentes y de cada categoría de laicos deben encon-
trar satisfaccién, todo cl poder que los diferentes agentes religios<;s detentan
sob¡e ios la icos, y toda la autor idad que detenran en las relacio¡res de
concurrencia objet iva que se establecen entre el los, encuentran su pr inci-
pii-, en la estructura de las relaciones de fuerza simbólica en¡re los agentes
reiigiosos y las diferentes categcrías de laicos sobre las cuales se ejerce su
¡rr.rder.
5.1 El poder <iel profeta tiene por fundamento la fuer¿a del grupo que
r¡roviliza por su aptitud part simbolizar, en una conducta ejemplar y/o en un
discurso (cuasi) siscemático, ios intereses propiamente religiosos de laicos
ilt.rc ocupan una posición determinada en la esfructura sociai.
Además de l legar ^
caer en la represenración ingenua del carisma co¡¡o
cual idad misrer iosa de la persona o don natural ("el poder car ismát ico sub-
siste en virtud de una sumisión afectiva a la persona del amo y a sus dones de
gracia -carisma-, cualidades mágicas, reveiaciones o heroísmo, potencia del
espíri i,.r o del discurso"), Ma'" Weber, incluso en sus escritos mis rigut'osos, no
propone sino una reoría psico-sociológica del carisma como relación vívida del
priSti." con el personaje carismático: "Por'carisma' debe entenderse una cuali-
dad consi¿/erada co¡no extraordinaria (...) que es atribuidaa una Pefsona' Esta es
consirlerada coTno dorLáade fuerza y de propiedades scbrenaturales o sobrehuma-
nas o al mencs excepcionales" (p. 179). La legitimidaC carismática no tiene otro
fundamento, puede verse, que un acto de "reconocimiento". Para romper con
esra definición, es necesario conside¡ar la relación entre el profeta y los discípulos
laicos como un caso parricular de la relación que se establece, según Durkheim,
enrre un grupo )¡ sus símbolos religiosos: el emblema no es un simple signo que
expresa "el sentimiento que la sociedad. t iene de sí mismi', "constituye" ese
sentimiento. Como el emblema, la palabra y la persona proféticas simbolizan las
representaciones colectivas, Porque han contribuido a constituirlas' Porque lleva
al nivel del discurso o de la conducta ejemplar representaciones, sentimientos y
aspiraciones que le preexistieron Pero en estado implícito, semiconsciente o
inconsciente, en resumeq, pcrque realiza en su discursoY en su Persona como
palabras ejemplares, el reencuentro de un significante y de un significado
preexisrentes ("Tú no me buscarías si no me hubieras encontrado"), el profe-
,", .r. individuo aislado, sin pasado, desprovisto de toda or.ra Ftanz¡ que él
mismo ("Está escr i to ( . . . ) pero yo le digo ( . . . ) " ) , p"ed. sctuar como fuerza
organizadora Y movil izadora. I I
Es, pues, a condición de pensar el profeta en su relación con los laiccs
(relación evidentemente inseparable de su relación con el sacerdocic' que él
impugna) que se puede resolver el problema de la acumulación inicial de!
cdpia-l dc poder simbólico que Max -Weber resolvía por ia invocación (paradojal
de su parte) de la naturaleza. Pero, Por otra Parte, no es legítirno reducir ei
éxito de la profecía a ia cuestién de la comunicación entre el profeta y ios
laicos y del efe cco plopio de la toma de conciencia y de la explicitación proféticas,
sino a condición de interrogarse sobre las condiciones económicas y sociales
de ia instauración y de la eficacia de este tipo particular de comunicación.
I 1. Sobre cl "carisma de la palabra" y sus efbcros en diferentes contextos sociales y cn particular en
la dcmr¡cracia eiectoral, ver \YG., t. II' p. 849'
56
E,n cuan¡o di.scurso de ruptura y de cr,rica -que no puede enconr¡ar sino
en la invocación de su inspiración carismárica la justifcación ideo/ógica de sLL
pretensión a irnpugnar la auto¡idad. de las instancias detenradoras ciei mono-
polio del ejercicio legítimo del poder simbólico-, ei discurso proférico riene
mayores probai;i l idades de aparecer en los períodos de crisis abie¡ra o larvada,
que afectan, ya sea a sociedades enteras) yaseaa ciertas clases, es decir, en.los
períodos en que las transformaciones económicas o rnorfológicas determi-
nan, en ¡al o cual parte de la sociedad, el hundimiento, el debil itamienro o ia
obsolescencia de las tradiciones o de los sistemas de valores que proporciona-
ban los principios de la visién del mundo y del modo de vida. Así, como los
obsen'aba Marcel N{auss, "hambres, guerras, suscitan profetas, herejías; con-
tactos violentos afectan incluso la distribución de la población, la naturaleza
de la población, mestizajes de sociedades enreras (es el caso de la coloniza-
ción) hacen surgir fuerte y precisamenre nuevas:deas y nuevas rradiciones
i...). No es necesario confundir estas causas colectivas, orgánicas, con la ac-
ción de los individuos que son los intérpretes más que los amos. No hay pues
que oponer la invención individual a la costumbre colecriva . Constancia !nrtina puedzn ser cosd de los indiuiduos, innouación y reuolución pueden ser obra
d.e los grupo1 de los sub-grupos, de las sectas, de los individuos que acrúanpor y pan los grupos".' ' Y, para terminar completamente con ia rcpresenra-ción del carisma como propiedad iigada a la naturaleza de un individuo
singuiar, sería necesa¡io todavía determinar, en cada caso parricula¡, las carac-terísticas sociológicamente- pertinentes de una biografia singular que hacen
que tal individuo se encuentre soctalmente predispuesto a experimentar y aexpresar con una fuerza y una coherencia particulares disposiciones éticas o polí-t icas ya presentes, en estado implíciro, entre rodcs los miembros de la clase o elgrupo de sus dest inata.r ios.
5.1.1 Por el hecho de que el discurso profético es producido en y para unatransacción direcra con los laicos, la (cuasi) sistematización que'realiza está"dominada no por exigencias de coherenci a\ógicasino por eualuaciones prtícticas'{p.354.
Si, agrupándolas en un (cuasi) sisrema dorado de senticio y donanre desent ido, [a proFecía legi t ima prácr ices y represenraciones que no t ienen en
12. Marccl Ma.uss, Oeuurts, París, Ed. de Minuir , 1969, r . I l I , "Cchesión social y div is ioncs de ia:ociología', pp. 333-334. (l)estacado mío.)
Pierre Baurd.ieu
común más que ei ser engendradas por el mismo habi t r rs (propio de un
grupo o una clase) y que, por eilo, pueden ser vividas en la experiencia co-
mún como discontinuas y dispares, es porque ella misma tiene por principio
generador y unificaclor un habitus objetivamenie acorde con el habitus de
sus destinatarios. La ambigüedad que, como se lo ha observado frecuente-mente, caracteriza el mensaje profético se encuentra en rodo discurso que,aunque se dirige más directamente a un público socialmente especificado,
apunta a ganar adhesiones, y sus alusiones y eiipsis están hechas justamenre
para favorecer el entendimiento en el malentendido y el sobreentenCido, es
decir, ias percepciones reinterpretadoras que importan en el mensaje todas
las expectativas de los receptores.
5.2F.| desenlace de la lucha entre el cuerpo sacerdotal y ei profeta conclr-
rrente (con sus discípulos iaicos) depende no solamente de la fuerza propia-
mente s imból ica del mensaje profét ico (efecto movi l izador 1 ' cr í r ico
-"desbanalizante"- de nueva revelación, etc.) sino también de la fuerza de /os
gluPot mouil izada¡ por las dos instancias concurrentes en las relaciones de
fuerza extra-religiosas,
Como lo indica Max Weber, la manera como se resuelve la rensión entre el
profeta y sus discípulos, por una parte, y ei cuerpo sacerdotal,por otra, es una"cuestión de fuerza" (p. 359), y todas las soluciones son posibles, desde la supre-
sión física del profeta hasta la anexión de Ia profecía, pasando por rodas lasformas de concesiones parciales.
5.3 La práctica sacerdotal y la sistematización que los sacerdores hacensufrir al mensaje original son la resultante de la acción de las fuerzat exter-
nas, que revisten pesos desiguales según la coyunrura histórica, y con lascuales el cuerpo sacerdotal debe contar, a saber: (a) las demandas de loslaicos (y, en particular, el tradicionalismo laico y el intelectualismo laico),(b) la concurrencia del profeta y del mago y (c) tendentias intet nas ligadas
a la posición clel cuerpo sace¡doral en la división del trabajo religioso y a iaestructura propia de la ig lesia como insr i rución permanenre que reiv indi-ca, con más o me¡ros éxito, el mcnopolio de la administración de los biencscie saluación (exta eccletiam nulla salus), y como bu¡ocracia de fu¡rcionarios
que pretenden el "monopoi io de la coerción hie¡ocrát ica legí t ima", y encar-
gados de organizar, cn lugares y en momenros derermicados, el culto pú-blico dei dios: la piegaria y el sacrif icio (por oposición a la coerción mági-ca), a l mismo t iempo que la predicación y la cura de I¿s almas.
Utn irtter¡tr ctaciórt dt oria cle la religión segúrt ltlaxWebcr
I- lay iglesra, dice más o m€nos Max Weber, cuando existe un cuerpo cle. . r . , f , - , ionalcs ( ;arcrdorcs) dist int t . r c le l "murrdo" y burocrát icamenrc or gani-
.r. irJo en lo que concieine a ia cai'rera, ia rernune¡ación, los deberes profesio-
: : . , . , ' ¡ c l moclc, de v ida cxtraprofesional ; cuando los dogmas y los culros
. :sr i l i recional izad.¡s, consignados en l ibros sagrados, cornentados e incuica-
. i l - - por una enscñanza sistemát ica y no solamente bajo la fo¡ma de una
t.rrperación técnica, en f in, cuando todas estas tareas se cumplen en una
,r,rrunidad institucioi 'r.r iz-ada. Y él ve el principio de esta institucionalización
- , . i 1 ' r rccso por , l cual c l car isura sc scp:rrr dc le pcrsona dcl profcta para
: ;s: i rsc a ia inst i tución, ; . - más prccisarnente, a la función: "El proceso de
ir¡nsiirencia de io sagrado carismático a ia i¡. istitución en cuanto tal (...) e:
- . { : rc ier íst ;co de tod.o proceso de f ,nnación dr una Iglesia y esto consi i t ryc
5i.¡ csencia específi ca".
L)e eilo se deriva-que la lglesia, €n cuanto depositaria y gestionaria de un
,. . i r isma de función (o c je inst i tución), se opone a la secta entendida cc¡mo
cr.,nrunidad de personas calif icadas carismática¡nente de modo estrictamen-
ic personal" . l l
Sc deriva rambién que la enrpresa burocrática de salvación es incondicio-
¡nlmente hosril al carisma "personal": profético, mírtico o extático que pre-
rrrrrjc indicar una "qía original hacia Dios: "El que realiza milagros por el
: 'r,,ci<,, carismático, y no en cl ejercicio de sus funciones, es condenado como
ilcrético o mago".
En la medida en que la lglesia es el producto de la burocratización pro-
lycsiva de ia adrninistración religiosa o, mejor, de la "transformación del ca-
nsma en prácrica cotidiana", de la'"banalización" (WraLhaglicbu.ng)|odel ca-
risnra, eila presenta todas las caracté;ísticas de las instituciones "cotidianas";
I . i . inversamente, la s.cta "¡echaza ia qracia inst i tucional v ei car isma de inst i tución". El la se i iga
: i F¡rncinió Je la "prcdicación de los la icos" v del "saccrt locio universal" (que " toda Iglcrsra
i , r Í rs(cucntc prohíbc") , dc " la administración denroc¡ár ica dirccta" ejerci t lz por la comunidar l
: r r i : ,nra ( los funcionar ios cclesiást icos son considcrados como ios "servir i r ¡ rcs" Ce ia comunrd¿J),
, i . l r " l ihertad de conciencia" qr lc una Iglesia con pr! tensión universal iste ni ; puer le acordar
' i t G, 1. I l , pp.92(\-922).
! i . I : l ncologisnro de "banal iz.ación" no traducc fxactamcntr ( .n r l jucgr. , dc palalrras) l , r l d, ,s
.r'l '(ctos dcl corrccpro wcberiano de lleralhaglichwtg, sino c¡ue sc Io errriende en el doblc senrid,:
( i . ' l ) roceso quc consiste en devcnir banal , cot id iano, ordina¡ io" por oposic ión a Io exrrao¡dina¡ i , r
,,,, ic cxr¡a-cotidiano (Ausseralltiiglichheit\ v cn el scnrido de "efccto ejcrcido por el procero <¡uc
, ' , i r , i : rc cn devcnir banal , co¡ id iano, ordina¡ io".
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"compctencias de función esrr ictamente del imitadas y jerárcluicamente or-
denadas, ser ie de insrancias, reglamentos, emolumentos, benef ic ios, orden
discipl inar io, racional ización de la doctr ina y de la ac¡ iv idad de función"
(pp. 879-8Bi) '
5.3.1 l .a práct ica sacerdotal y ' a l mismo t iempo, el n.rensa. ie que impone c
inculca, deben siempre la parte más importante cie sus características a las
ftansLcciones incesantes entre la Iglesia -que' en cuanto dispensadt ra Permd-
nente de la gracia (sacramentos), dispone del poder de coerción correlativo a
la posibil idad de conceder o cle negar los bienes sagracos-,'5 y ias demandas
de los laicos, que entiende dirigir religiosamente, y de los cuales espera su
poder ( temporal tanto como espir i tual) .
5.3.1 .1 "cuanro más ei clero se esfuerza en reglar el rnodo de vida de los
laicos conforme a la volunmd divina (y:-cn prin-,er iugar, en allmentar por ello
su fuerza y sus ingresos), más está obligado a hacer concesiones en sus teorías y
sus acciones" (p. 367), al estilo de vida y a la visión cel mundo de la fracción de
los la icos de la cual espera pr imoldir lmenre sus ingresos y su poder.
Max .Weber dice, en realidad, "concesiones, en sus teorías y sus acciones,
a la visión rradicional de los laicos", y comenta, algunas líneas después: "Cuanto
más las vastas masas devienen el objeto de la acción de influencia ejercida por
los sacerdotes y el fundamento de su fuerza, más el trabajo de sistemariza-
ción debe romar en cuenta las formas de repiesentación y de prácticas reli-
giosas tnás tradicionales, es decii mágicas"'
En la forme general que ie es dada aqr-rí, esta proposición define la forma
parricular de la relación que se esrablece entre la actividad sacerdotal, y su "púbii-
co-meta", cualquiera que sea, popr-rlar o burgués,'campesino o ciudadano'
5.3. I .2 cuanro más e[ cue¡po de los saceidores csiá próximo a detenta¡
en una sociedad dividida en clases, eI monopolio de hecho de la adr¡inistración
de los bienes de sa!.¡ación, más son divergentes, incluso contradictorios, los
intereses religiosos a 1o-. cuales debe responder su acción de predicación y de cura
de las almas, y más esta acción y los agentes encargados de ejercerla tienCen
a diversif icarse (del sacerdote de la corte al cura rural, del i ideísmo místico al
r i tual isnro mágico), a l mismo t ienlpo que se elabora un mensaje socialmente
1t. VC., p. 39 (coe rc ión hierocrát ica); p ' 435 (gracia inst i tucional , Auxal tagnade)
indi ferenciar lo que debe sus caracL;r ísr icas, y en parr icular su ambigüedad,
al hecho dr: qr.re es ei producto de la búsqueda del mayor denominador reli-gioso entre i¿s diferentes categorías de receptores.
Le ambigüedrd dc le profecía de or igcn Ia hacc disponible ¡rare lasreinterpretaciones canscienres o inconscientes que operan los ut i l izaclores
sucesivos, l levados a leer el mensaje or ig inal "con los anteojo.s de roda suact i tud", como decía Max Weber a propósi to de Lute¡o; v los inr tarpretes
profesionales, que son los sacerdotes, contribuyen en parte mui' imporrante
a este trabajo incesante de adapteción y de asimilación que perrrrite estable-cer la comunicación entre el mensaje religioso y receprores renovados sincesar, y profundamente diferenres de los destinatarios originales, ranro ensus intereses religiosos cuanto en su visión del mundo.
5.3.2 Prra rcplicar a los ataques profeticos o a la crítica intelectualista de loslaicos, ei sacerdocio debe "fundar y delimitar sistemáticamente la nueva doc¡rinavictoriosa o defender la antigua (...), esablecer Io que tiene y lo cue no tiene va.lorsagrado", en resumen, dorarse de instrumenros de lucha simbólice alavez bomo-génea ("6analizados"), col)erentes y distintiuos, y ello en el orden del ritual ranrocomo en nateria de dogma (corpus doctrinal). I-as necesidades de la defensacontra las profecías concurrentes y contra el inteiectualismo laico contribuyen afavorecer ia producción de instrumentos "banalizados" de la práctica religiosa,como lo testimonia el hecho de que la producción de los escritos canónicos esacelerada cuando el contenido de la tradición se encuenrra arnenazado (p. 36i).
Es también la preocupación de def in i r la or ig inal idad de la comunidadrespecto a las docrrinas conclrrrentes, 1o que conduce a va\orizar los signos ,lis-tintiuos v las doctrinas discrintinantes, alavez para luchar conrra el indeferenrismoy para hacer di f ic i l e i pesr je a Ia rel ig ión concurrenre (p.362).
5.3.2.1 La comoetcncia del nrago, peaueño empresar io independienre,alqui lado si l lega el caso por los parr iculares, e jerc iendo su of ic io fuera deroda institución comúnmenre reconocida r', la mavoría de las veces, de ma-nera c landcst ina, contr ib"vc a imponcr al cucipo sacerdoral i : r " r i ru l i ización"
de ia práctica religiosa y la anexión de las creencias mágicas (v.g. culro de ioss¿ntos o morabi t ismo).
5.3.3 "La sistematización casuísrica-racion¿,.1" y la "banaliz;rcién" quc cl cuerposacerdotal hace sufrir a la profecía de origen -(cuasi) sisrematización establecida"sobre la base de valores unitarios"- responde a exigencias convergenres: (a) la
bt
Pierre Bourdieu
búsqueda típicamente burocrática de la economía de carisma que lieva a con-
fiar el ejercicio de la acción sacerdotal -actividad necesariamente banal y"banal izada' , porque cot id iana y Icpct i t i \ ' ¡ , d. prcdicación i , de ctrra de las
almas-, a funcionarios del culto intcrcatnutab/es y áoados cle una cualifica-
cién profesicnal homogénea, adquirida por un aprendizaie ,-'specífico, e tns-
trumentos homogéneos, apropiados para sostene¡ una acción honiogénea y
hornogeneizante (producción de un habitus religioso); (b) la búsqueda de la
adaptación a los inte¡eses de los laicos, directamente detectados en la aciivi-
dad sacerdotal por exceiencia, la cu¡a de ias almas, "insirumento de fuerza
del sacerdot."; ' t 'y (.) la lucha contra los concurrentes.
La "sistematización casuística-¡acional" y la "banaiización" constituyen
las condiciones f,-rndamentales del funcionarniento de una burocracia de la
manipulación de los bienes de salvación en cuanto peimiten a agentes cuales-
quier4 (intercambiables) ejercer de manera continlra la actividad sacerdotal,
proporcionándoles los instrumentos prácticos, escritos canónicos, br.virrios,
sermonarios, catequismos, etc., que les son indispensables para cumplir su
función al menor cosro en ca'r isma (para c l los nr isnrós) y al mcnor r iesg.,
(para Ia institución), sobre todo cuando les es necesario "tomar posición so-
bre problemas que no han sido resueltos en la revelación" (p. 366). El b¡evia-
rio y el sermonario juegan, a la vez,, el rol de una ayuda-mennoria y de una
t¡arrera protectora, destinados a asegurar la economía de la improvisación al
mismo tiempo que a prohibirla.
16. \Y/G., p. 365. Max \ f leber observa que h parte dedicada a la predicación (por oposic ión a la
cu¡a de las almas) varía en scnt ido inverso de la inrroducció¡r de c lemcntos mágicos en la práct ica
y las representaciones (como lo test i lnonia c l c. jcnrplo dcl protestant isrnc).
()na interpretacíón de Ia teoría de Ia religión segtin MaxWeber
Profec0 corcursrle
PROFETASDISCONNNUIDAD. EKíI]AORDi|\¡ARIO
PrúÍeio de c{igren tt 'O^
, 02^
Á-a a^qa ,-on'Q.*- . \Y
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SACERDOTES . -rr")"Jorono-* *"-rJ,*,* clo:es dominodas: demondo
Br,ocrcclorel igroso : . - l [ ' descturcionccNrrNuiDAD - onb,rulnro_* l-
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' Sobre el poder sinrbólico*
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acido del esfirerzo por presenur el balance de un conjunto de invesdgacionesobre ei simbolismo en una situación escclar de un dpo particuiar, el
de la conferencia en una universidad extranjera (chicago, abril de 1973),"'-es!q, texto no.debe ser leído como una historia -incluso escolar- de las teorías-.-del simbolismo, ni menos aún como una suerte de reconstrucción seudo-
hegeliana de los pasos que habrían conducido, por superaciones sucesivas,hacia la "teoría final".
perjuicios, es porque elia separa las producciones culturales del sistema dereferencias teóricas, en relación a las cuales son definidas, consciente o in-conscienremenre; es decir, dei campo de producción jalonado por nombrespropios o concepros en -ismo, para cuya ciefinición ellas conrribuyen menosde lo que él las define. Por esra razón, Ias situaciones de "inmigra.ión" i-po-nen' con una fuerza parricular, la actualización del horizonre de referencia
::. ! lue' en las siruaciones ordinarias, puede permanecer en estado implíciro.ñ.l'ero va de suyo que el hecho de repatriar ese producro de exporración impli-ca graves peligros de ingenuidad y de simplif i."cion -y rambién gr"ni.,rtesgos, puesro que enrrega un insrrumento de objerivación.
'::t* "Sur le pouvoir simbolique , Annales,3, mayo-ju¡¡. de 1977, pp. 4A5-411.
É.
Á+,1¡:
F
65
Pierre Bourdiett
sin embargo, en un esrado del carnpo en el que se ve cl poder por todas
partes, conlo en orros riempos se rcchazaba ¡econocerlo allí donde salta a los
o;or, no es inrit i l recordar -sin hacer jamás, como otra manera de c{isolver-
lo, una srrerre de ' 'c í rculo cuyo cenrro cstá por todas partcs 1 'en ninguna
parre"-, que es necesa¡io saber descubririo allí donde menos se ofrece a ia
vista, allí donde esrá más perfectamente desconocido, por tanto reconocl-
do: ei poder s imból ico es, en efecto, ese poder invis ib le qLre no pu-de ejer-
cerse sino con la compl ic idad de los que no quieren saber que lo .sufren o
incluso que lo ejercen'
l. Los "sistemas sirnbólicos" (arte, religión, lengua)
como estructuras estructurafites
La rradición neokantiana (Humboidt-cassirer o, r 'ariante americana, sapir-
whorf para el lenguaje) trata a los diferenres universos simbólicos, mito, lengue,
arte, ciencia, como lnstfum.nto, d" conocimiento y de cónstrucción del mundo
de los objetos, como "f<¡rmas simbólicas", reconociendo, como lo señala Vlarx
(Tesis sobre Íeuerlrach),el "aspecto activo" del conocimiento. En la misma línea,
pero con una intención más propiamenre histórica, PanofskT tr3ta la PersPectiva
como tnaformL hittóricL,sin ilegar sin embargo hasta reconstruir sistemáticamente
las condiciones sociales de producción.
Du¡kheim se inscribe explícitan'rente en la tradición kat-¡tiana. Sin ember-
go, por el hecho de que él entiende dar una resPuesta "positiva'y "en"rpírica'al
p.oú1"*" dcl conocimiento, escapando a la alternativa del apriorismo y dei
empirirmo, sienta los fundamentos de una sacio/ogía de las fonttas simbólicas
(Cassirer dirá expresamenre que él uti l iza el concePto de "forrna simbólica"
como un equivalente de forma de clasificación: cf. E. cassi¡er, The MTtb of tbe
Sr¿¡¿, New Haven, Yale Universitv Press, 1946, p' 16)' Con Durkheim' las
formas de clasificación deian de ser formas universale , (transcendentaies) para
<levenir (coriro irnplícitarnente en Panol¡W) for*at socidles, es decir arbi;rarias
(relarivas a un grupo parricular) v socialmenre determlnaclas.r
En esta tradición iclealista, la oblerividad del sentido del mr¡ndo se tlefine
por el acuerdo ce las subjctiVid.rdes esrrucruranrcs (sensus = cottsensu.t).
1. uno pie nsa en el sentido ctiinol<igico ,Jc bttcgoreisthai tal como Io recuerda Heideggcr: acusar
públ icamente; r , , a l misrno t icmpo, c¡r la rcr¡ l inología del parentesco, eic i : rp lc; por excelcncia de
carcgorírs socielcs ( t i rn l inor Jc t r : t rn l !c l l tu) '
Sobre el. porler sü¡tbólico
Z. l,os "sistemas sirnbólicos" colno estructuras estructuradas
llusceplibles de un an¿ílisis estructural)
Ll anál is is estructural const i tuye el instrumenro metodológico que per-
r l i ¡e real izar la ambicién neokant iana dc asi¡ la lógica esp -- ' f ica de cacia una
.lr la.s "formas simbólicas": al proceder, según ci deseo de Schell ing, a una
,. , rura ¡ropiarneir tc taurrgór icn (por oposic ió n a al tgór icr t ) ' re no rcf iere el
;rito a ot¡a cosa que a sí misrno, el anáiisis estructural apunta a desprendcr la
r,-5rluctura inmanente de cada producción simbólica. Pero, a diferencia tle la
iredición neokantiana, que ponía el acen¡o sobre el modus operandi, sobrela
rctividad productora de la conciencia, la tradición estructuraiista privilcgia
:i r.tpus oPer/ttum, las estructuras estructuradas" Esto se ve bien en ia represen-
rrc ión que Saussure, e l funciador de esta t ¡adic ión, se hace de la lengua:
, isrema estrucrurado, la lengua es fundamenralmente t rarada como condi-
c ión de intel ig ib i l idad del habla, como médium estructurado que se debe
.,;nstruir para dar razórl de la ¡elación constante entre el sonido,v el sentido.
i l 'or ia oposición que establece entre la ico¡rología y la iconograÍla y que es el
.. luivalente exacto de ia oposición entre la fonología y la fonética, Panofsky
-t, todo aspecto de su obra que apunta, a desprende¡ las estructuras profun-
.i¡s de las obras dÉnrt.- se sitúa en esia tradición.)
Pritne ra síntesis
Instrumentos de conocimiento-y de comunicación, los "sistemas simbéli-
cos" no pueden ejercer un poder estiucturante sino porque son estrucrurados.
i., l poder si¡nbólico es un poder de construcción de la re¿lidad que tiende a
csrablecer un o¡den gnoseológico: el sentido inmedia¡o del rnundo (¡', "n
par--
t icular, dei mundo social) supone lo que Durkheim l lama el conformismo
/ítgico, es decir "una concepción homogénea de! t iempo, del espacio, del nú-
nrcro, de ia causa, que hace posible el acuerdo entre las intel igencias".
Durlcheim -o, después de éi, Radcliffe-Brown, que hace descansar la "solida-
ridad social" en el hecho de compartir un sistema simbólico- t iene ei mérito
, l i ser ia lar expl íc i tarnenrc la función social (en el sent ido dcl estrucrural-
l i rncional ismo) del s imbol ismo, autént ica función pol í t ica que no sc reclr¡ce
:r la función de comunicación de los estructural istas. Los símbolos son los
instrumentos por excelencia de la "integración social": en cuanto instrumen-
tos de conocimie¡r to y de comunicación (cf . e l anál is is durkheimiano de la
irstividad), hacen posible el consenso sobre el sentido del mundo social, que
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bólicos" en detrimen'o dt "'
t'-"t""t'" lógicr y de su fiunción gnoseológica
faunque Engels habla tle "expresión sistemática" a propósi'o del derecho):
tAr; ' i l ; ; ; "" ; ' ; . { ' ¡ "" "o
t iene nada en común ccn el estr t tctural-
Vil.t;ilr"" " r" *"."ro de Durkheim o de Radcliffe-Brorvn) cla razón de
ll i ; ; ' ; ; ; ; , .r* , ,*rruricas reracionándoras a los inrereses de ra cr:rsc don,i-
[ [ ; ; " ; . . n; ; . ,por ic ión al ¡n i to ' producro colecr ivo v colect i 'emente apropia-
tr\;;. ' i", id"olosí", sirvcn a los inrereses parriculares que ellas tienden a presen-
i\ü..;;;:;;;* universales, comune! al coniunto del grupo. La cultura
u;;;;," contribuye a la integración real de la clase dominante (aseguran-
do una co¡nunicacrón inmediata entre todos sus miembros y distinguiéndo-
losdelasotrasclases);alaintegraciónf ict ic iadelasociedadensuconjunro,
así pues, a la desmovil ización (ialsa conciencia) de las clases dominadas; a la
l .g i t imacióndeiordenestablecidoporelestablecin-rr tntodedist inciones
( jerarquías)ylalegi t imacióndeesas<l ist inciones'Aesteefectoideológico' la
cul turadorninanteloproducedis imulan. lo lafuncióndediv is iónbajola
lunción cle comunicr. iór , , l " c* l rura que unc (rnedio de cot-r tunicacic in) cs
tambiénlacul turaqlresepara( instrumentodedist inción)yquelegi t imalas
dist inciones.o. , , t . i i . . . . lo" .o. i "u lascul turas(designadascomosub.cul tu '
ras) a definirse Por su distancia con la cultura dominante'
corr t r ibuyefunclanrentalmentealareproduccióndelordensocial : la i r r tegra-
ción "lógica" es la condición de la inregración "moral"':
3. I-as producciones simbólicas como instrumentos de dorninación
Segunda síntesis
Contratodaslasfbrmasdelerror. . interaccionista,queconsisteenreducir las
relaciones de fuerza a relaciones de comunicación, no es suficiente señalar que ias
..elaciones de comunicación son siempre, tnseparablemente, relaciones de poder
l , .hrrecl ic iónnco-fenomenológica(Schi l tz 'PctcrBerger)yciertasformasdelactnt 'nrctod" lo '¿i :
rccpten los t r l isnros p '"" 'putsá' ¡ 'or c l solo hecho de omit i r la cuesr ión de i rs cont i ic iones
,ocir lesdcleposi l : i l idacl ,1"1^r*prr- i r r r i , tdóxica(Husser l ) del n-rundo(r 'cnpart iculardei munclo
roci¿1).est lccir 'dclaexper ienci tdcl¡nundosocial comoyendodc stvo( 'n l¿enJargr¿' l ted'como
d¡cc 5.- l i i ! tz , ) .
que depencleil, en sll forma y contenido, del poder material o simbólicr¡ acunru-
lado por lo-c agentes (o las instituciones) comprometidos en esas relaciones y quc.,como ei don o el potiatch, pueden permitir acumular poder simbólico. En cuan-to instrume¡1ios estructurados y estructurantes de comunicación y de conoci-
miento, los "sistemas sinrbóiicos" cr-rmplen su función polít ica de irrsrlumen¡os
de imposició¡r o de legidmación de la dominación, que contribuyen a ascgurar ladominación de una clase sobre otra (violencia sirnbólica) apcrtando el refi.ler¿o
de su propia fueua a las relaciones de fuer¿a que las fundan, y contribuyendo así,
según la expresión de'ü7ebea a la "domesticación de los dominados".
l,as diferentes clases v fracciones de ciase están compromeridas en una
lucha propiamente simbólica para in-rponer la definición del mundo social
más conforme a sus intereses, el campo de las tomas de posición ideoiógicas
que reproduce, bajo una forma transf igurada, el campo de las posic iones
sociales.i Pueden plantear esra lucha ya sea direcrarnente, en los conflictos
simbólicos de la vida cotidiana, ya s€a por procuracién, a rravés de la lucha
que libran los especialistas de la producción simbólica (productores de tiem-
po ccmpleto) y q.r" t ienen por apuesra el monopolio de ia vioiencia simbóli-ca legítima (cfl Weber), es decir, del poder de imponer (c-iertamente de in-culcai) instrumentos de conocimiento y de expresión (taxonomías) arbitra-rias (pero ignoradas como taies) de la realidad social. El campo de produc-
ción simbólica cs un microcosmo de la lucha sirnbólica entre las clases: sir-viendo a sus propios intereses en la lucha inrerna del campo de producción(y en est . medida solamente), los productores s i rven a los intereses de losgrupos exreriores al campo de producción.
La ciase <iominante es el lugar de una lucha por ia .jerarquía de los princi-pios de jerarquización: las fracciones dominantes, cuyo poder descansa sobreel capiral económico, apunian a imponer la legi t imidad de su dominación,ya sea por su propia producción simbólica, ya sea por la intermediación delas ideologías conservadoras que no sirven verdade¡amente jamás a los intere-ses de los dominantes stno por añadidura y que amenazan slempre desviar a
,lsu beneficio el poder de dei' lnición ciel mundo sccial que derienen por dele-
I gr ' jn; ia Fracción dominad¿ (c lér igos o " inreiecruales" y "arr istas", según la
/ época) tiende siempre a ubicar el capital específico, ai cual debe su posición,
\ en l : . : ima de la jerarquía c le los pr incipios de jerarquización.
3- L¿s tomas de posición ideológicas de los dominantes son cstrategias <ie rcproducción quc riendcn
arcforzar ¿z la c lasc y luera dc la c lase, l¿ creencia en la legi t imidad de la dominacién dc la c lase,
{)ó
piarre Bourdieu
4' lnstrumentos de dominación estructurantes porque son estructuracros,los sisremas ideológicos que los especiaris;rs producen po¡ y para ra rucha porel mo'opol io de la prod.ucción ideológica regír ima, reproducen bajo unaforma irreconocible, por ia interm.dir.ún de la homología entre er campode producción ideológica y er campo de las cr"s", ,ocid.], ra esrructura dercampo de las clases s<;cia.les.
Los "s isremas simbói icos" se dist inguen, fundamcnrarmcnre, scgun seanproducidos y al mismo riempo ,p.opi"áo, por el conjunrc, de un grupo c, aicort.ario' sean producidos por un cuerpo ¿,e es?ec;ar^tus ¡ más pr.ecisamenre,Por un campo de producción y de ci¡cuiación relativamenr" a.rtónurno, i"historia de la rransformación del miro en religión (ideología) no es separabre dela hisroria de la consrirución de ,.rn .,..,.rpo d. p.od,r.-.lr.s especiarizados endiscurso y en ritcs religiosos, es cieci¡ d"i progr.ro de Ia diuisión c/e/ trabajore/igioso -slendo él n-rismo una dimensió,-, der p.ogrero de ia división cier traba_jo social, por tanto, de la división en clases= que conduce, entre orras conse_cuencias, a dtyosetr a los laicos de los insrrumenros <ie prbducción simbóiica.,
Las ideologías deber-r su esrructura y sus f,rn.iorr", más específrcas a lascondic iones sociales.d,e su producción y de su ci rc ' iación, es decir , a lasfunciones que cumplen inicialmenr. p"." los especiarisras en.-concurrenciapor el monopolio de la competencia considerada (reiigior",
"rrí.t i .", etc.) ¡secundariamenre y por añadidu ra, para lo.s no-especialistas. Rccordar que las
ideologías están siempr e doblernente determinadas-que deben sus caracrerísricasmás específicas no solamente a los inte¡eses de las crases o de ras f¡accrones declase que exPresan (función de sociodicea), sino también a ios inrereses específi-cos de los que las producen y a ra Iógica específica del campo de producción(comúnmente rransfigurada en ideoiogía de la "creación" y i"l ,,creador',)-
es
3-r:r ' -:d:r de escapar a la reducción r-.rur"r d. ro, productos ideorógicos a los
lntere.ses de las clases que ellos sirven-(efecto de .,cortocircuiro,' frecuente en la
crít ica "marxista"), sin sucumbir a la i lusión idealisra que consisre en rrarar lasproducciones ideológicas como roraridades autosuficienres y auro-engendra-das suscepribles de un análisis FUro y pura¡nenre interno (semiología).,
4' I ¡ existcncia de un carnpo cle pr<-rducción cspccial izado cs la condic ión ,1e la apar ic ión <1c Lrnaluchaentre iaortodoxia) ' lahctcr .c loxia, . ¡u", i "n"nencomún<i ist inguirse deladox,t ,csdccir¿e
io indiscur idr-¡ .
5 ' Es escapar ra¡rbién al etnologismo ( ' . ' is ib le en panicular en el anál is is del pensarnienro arcarco)que conslste cn t ¡arar a las ide. logías com. mitos, cs dccrr , como producros i .¿i lercnciados de un
Sobre el potler sintbólico
La función propiarnente ideológica del campo de producción ideológicasc cumple de manera casi automática, sobre la base de la homología de es-rrucrura entre el campo de producción ideológica y el campo de ia lucha dei¡s clases. La homología enrre los dos campos hace que las luchas por lo quecs¡á en juego, específ icamenre en el campo aurónomo, produzcanriuromáticamenre for¡ras eufemizadas de las luchas económicas y polít icas.nrre las clases: es en la correspondencia de estructura a estrucrura que seiunpie la función propiamenre ideolégica del d iscurso dominante, medio!-siructurado y esrruclu¡anre tendiente a imponer la aprehensión del orden.r¡;iblecido como na[u¡al (orrodoxia) a rravés cie ia imposición enmascaradai¡;oi tarrto, desconocida como tal) de sistemas de clasificaci 6n y de esrrucr,r-rus mentales olrjerivamente ajusradas a las esrrucru¡as sociales. El hechu de,¡uc Ia correspondencia no se efectúe sino cie sistema a sistema enmascara,r:i i lro a los ojos cle los producrores mismos cuanro a los ojos de los profanos,L¡ue los sisremas de clasificación internos reproducen, bajo una forma irreco-nociblc, las taxonomías directamente políricas, y que la axiomática específicaJc cada campo especializado es la fo¡ma transformada (conforme a las leyesrspccíf icas del campo) de los pr incipios fundamentales de la div is ión delrrribajo (por ejempio, el sisrema de clasificación universitaria, que movil iza $ajotit la fcrrma irreconoeible ias divisiones objetivas de la esrrucrura social ¡ espccial-
'nente, la ciivisión del rrabajo -teórico y prácrico*, convierre propiedades socia-
ics en propiedades de naturaleza). El efccto propiamente ideológico consisre
[rrccisamente en la imposición de sistemas de clasificación polít icos bajo las;r¡rariencias iegítimas de taxonomías fi losóficas, religiosas, jurídicas, erc. Los sis,rcmas simbólicos deben su fuerza propia al hecho de que las relaciones de fuerzatlue allí se exPresan no se manifiestantino bajo la forma irreconocible de relacio-ncs de sentido (desplazamienro).
El p ' :der s imból ico como poder de const i tu i r lo dado por la enunciación,dc hace¡ ver y de hacer creer, de confirmar o de transformar la visién delrnundo y, por ello, ia acción sobre el mundo, por lo tan_o el nrundo; podercasi mágico que permite obrener el equivalente de lo que es obtenido po, i"f irerz-a (física o económica), gracias al efecro específico de movil iz.ación, no ser' jerce sino si éi es reconocido, es decir, desconocido como a¡birraric. Esto.sir:nif ica que el poder simbólico no reside en los "sisremas simb,ólicos" baio la
rnbajo colect ivo, y de si lenciar, así , todo io que ei ias deben a las ca¡acrerís¡ icas dcl campo de[ ' r ' rdr lccic in (e.g. cn la t raCición gr icga, Ias reinterpreracioncs escrér icas de las rradic icncs mír icas).
fbrma <le una"il/acttt ionaryforce", sr ro qlle se define en y Por una t 'elactón
determinada entre los que ejercen el poder y los que lo sufren' es decir' en
la estructura misma del campo donde se produce y se reproduce la creen-
cia.6Loque hace el poder de las palabras y de las palabras de orden' poder
.1". -"rrr"n.r
el orden o de subvertir lo, cs la c¡eencia en la iegitimiciad de
las palabras y de quien las pronuncia, creencia cuya producción no es cofn-
perencia de las palabras. lda _es de-
El poder simbólico' poder subordinado' es una fb¡ma transform:
.ir, irreconocible, rransfiguraday legitimada-, de las otras formas de poder: nc'
s9 puede superar la ai¡ernativa de los modelos energéticos que describen las rela-
ciones sociales como relaciones oe fuerza y de los modelos cibernéticos que
hacen, de ellas, relaciones de comunic.ción, sino a condición de describir las
leyes de rransformación que rigen ia rransmutación de ias diférentes especies de
."pit"l en capital simbóiico, y, en particular, el rabajo de disimulación y de
tr"r,.fig,rr".iá., ("r", una palabra' de eufenización) q*e asegura una verdadera
,."nr,rbrr"rr.iación de ias relacion.s de fuerza haciendo desconocer-reconocerT ia
violencia que ellas encierran objetivamente, y transformándolas así en poder
simbólico, c apaz de producir efecros reales sin gasto aParente de energía'B
INS'f RUM ENI-OS SIM BÓLICOS
C-omo/
C.omo
estrucn[as
eStructurantes
Instrumentos de
conocimiento y
de construcción
dci mundo objet ivo
Formas simbólicas
estructuras subjetivas
(modtu operandl
Kant - Ca-ssirer
estructu¡adr"
Medios de comunicación
(lengua o cultura,
v's. disc¿rso
ocomponamiento)
Objetos simbólicos
estructuras obj etivas
(optx operanm)
Hegel - Saussure
livi-St¡auss(semiologra)
L¡MO
Instrumentos
de dominación
Pode¡
División del traba.io(clases sociales)
División del rabajo
ideológico (manual/intelectual)
Función de dominación
Ideohgtas(vs. mitos, lenguas)
lv{arx
Weber
Cuerpos de especialistas
en concurrencia por
- l -^^^^^t :^ ¡-
l^ ̂ .^J, , - - :x^. t t l r t , r r l leoí¡ ima' 'b" " "*
Sapir-\X4rorf Durkheim-MaussCulturalismo Formassociabs
de clasificación
Signifi cación: objetiüdad
como acuerdo de
los sujetos (consenso)
Significación: sentido
objetivo en cuanto
producto de la
comunicación que es la
condición de la comunicación
6, Los símbolos del poder (vest idrrra, cetro, erc.) no son sino capi ta l s imból ico obfet iuado y su
ef icacia esrá somct ida a l , ¡s mismas condictones'
7. "Méconnai t re-reconnai t re", en el texto or ig inal (N del T ' ) '
g. La desrrucción de esre poder de imposic ión s imból ica, fundado sobre el desconocimicnro'
supone le tona L/ . c,nci tnci¿ dei . , . . ,b i r rar io, cs dccir , e l dcvelemiento de la Yerdad objet iva y el
aniqui lamicnro dc ia crecncia: es en la medida cn que desrruye las la lsas evidencias de la ortocloxia
-rcstau¡ación f i ¡ t ic ia de la d.oxa- y ncurral iza al l í c l po. . , r de desmovi l ización, quc el d iscurso
hcrcrodoxo encierr¿ un poder s i rnból ico de movi l ización y de subversión, poder de actual izar el
podcr porencial dtl las clases dominadas'
sociología de las formas simbólicas:
con¡ribución del poder simbólico al orden
gnoseológico. Sentido = coflS€Frso, i. e. doxa
Poder ideológico como contribución
específica de la violencia simbólica (ortodoxia),
a la violencia política (dominación)
Diuisión del n'abajo de dominación!
iÉ+L
;1') 71
)
id
.:
Iil carnpo científico*
abiendo intentado describir, en orra pzrte, Ia lógica del funcionamiento
de los campos de producción simbólica (campo intelectual y anístico,
campo religioso, cámpo de la aita cosrura, etc.), quisiera determinar aquí
cómo esas leyes sa4specifican en el caso parricular del campo científico; más
precisamente, .r, qLé condición (es decir, en qué condiciones sociales) meca-
nismos genéricos, como los que rigen en todo campo la aceptación o la elimi-
nación de lornuevos ingresantes o la concurrencia entre los diferentes pro-
ductores, pueden determinar la aparición de esos productos sociales relati-
varirerrte independientes de sus eondiciones sociales de producción' que
son las verdades cieritíficas. Ello en.nombre de la convicción, producto de
una historia, de que es en la historia donde es necesario buscar la nz6n del
progreso paradój ico de una razón en rodo histór ica ¡ s in em.bargo,
i r reduct ib le a la histor ia.
la sociología de la ciencia descensa sobre el Posulado de que Ia verdad del
producto -se rrataría de ese producro muy particular que es la verdad ciendfi--
ca-, reside en una especie panicular de condiciones sociales de producción;.€s
.decir, más precisamente, .r, ,ln estado dererminado de la estructura y del fun-
cionamiento del campo científico. El universo "puro" de Ia ciencia ¡1¿5'pura''
cs un campo social como cualquier otro, con sus relaciones de fuerza y sus
' "Le champ scienrifique", .4 ctes de la recherche en sciences sociales,2-3, junio de 1976, pp.tt- t o¿. -
*:s
monopoi ios, sus lucl¡as y sus estrxtcqias, su.s intetcses y sus bcncÍ ic ic,s, 1. ,ero
donde todos estos inuariantes revisten fbrmas específicas. 1
La lucha por el monopolio de la competencia científ ica
El campo cienrífico como sistema de las relaciones objetivas e ntrc las po- .siciones adqr,rir idas (en las luchas anteriorcs) es el lugar (es deci¡ el espacio
de juego) de una lucha de concurrencia, que riene por apuesra espectft,t el
monopolio de Ia autori¿lad cienttfca, inseparablemente definida como caPa-
cidad técnica y cómo poder social, o, si se prefiere, el nionopolio de la cofttpe-
tencia científca, entendida en el sentido de capacidacl de hablar y de actuar
le.- ' í r imamente lcs decir , de nraner¡ , r t r tor iz;r . ia y con autor idad) .n m.r tcr ie
de ciencia, quc está socialmenre reconocida a un agenre dererminado.
Dos observacioncs rápidas, para descartar Inalctr tendidos l to5iblcs. En
primer lugar, es necesario cuidarse d. r"d.rl ir las ¡elaciones objerivas que son
constitutivas dei campo al coniunto áe las interacciones, en el sentido del
inreraccionismo, es deci¡, al coniLrnto de las esnatcgias que en realidad él
decermina, corno veremos n-lás adelante (cf. P. Bc,urdieu, "Une inrcrprétarion
cle la théorie de la réligion selon Max V'eber", Arcltiues euroP¿ennes de sociologie,
12, 1, 1971, pp. 3-21). Por otra Parte, será necesario precisar io que quierc
decir "socialmente reconocido": veremos que el gruPo que otorga este reco-
nocimiento t iende siempre a reducirsc más al conjunto de los sabios, es"de-
cir, de los concurrenres, a medida que se incrementan los recursr¡s científ icos
acumulados )', correlativamente, la autonomía del campo.
re;;;:;"J a ."ttot es un lugar de luchas, no es sc¡lamente rortper .on l). -^"r - ' . - "" ' - I
7/ i**g.r, pacífica. de la "comunidad científ ica" tal como la ds56¡iho l ' f,.. ' i^- I| ., . ,. ': '""."' "-: '-,-l-..,:-, -
';"',' "- :':;:^;^";^l^^'-:.: I
I graf ía c ienrí f ica -y f rccucnrcnrcnfc después de el la le socioiogía dc le c icn- \
\ . ir-, es decir, con [a idea de una suerte de "reino de los fines" que no conoce- /
\ . r ía otras leyes que la de la concurrencia pura y Perfec¡a de las ideas,
infaliblemente marcada por la fuerza intrínseca de la iciea verdadera. Es, tam-
bién, recordar que el funcionamiento misrno del campo científ ico produce y
sttpone rtna forma espec(ica de interés (las prácticas científ icas no aParecen
como "desinteresadas" sino por referencia a intereses diferentes, prodr-rcidos y
exigidos por otros camPcs) '
1. Flsrc rcrro l ra epar.c id,r b:r jo una forma l igcramcntc di ic¡entc en Sociologíc et Sor¡ l :és 7 (1),
1e7t, pp.91-118.
Hablando de inter:és c icnt í f lco y de autor idad (o de coi l ¡ retcnci . r ) ctenrr-
fica, se pretende descartar de entrada distinciones que frecuentan, en esrado
implícito, las di,scusiones sobre la ciencia: así, intentar disocia¡ en ia compe-
tencia (o la autoridad) científ ica lo que sería pura representación social, po-
der simbólico, marcado por todo un "aparato" (en el sentido de Pascal) de
emblemas y de signos,; lo que sería pura capacidad técnica, es caer en ia
trampa constitutiva de toda comPetencia, razón social que se legitinra pre-
sentándose como pura razón técnica (como se ve, por ejemplo, en los usos
tecnocráticos de la noción de cornpetencia).2 De hecho, el "aparato aujusto"
dei cual están rodeadas aquellas que se llamaban las "capacidades" en el siglo
pasado y en la actuaiidad ias "competencias", togas rojas y armiños, sotanas y
gorros cuadrados de los magistrados y de los doctores en otro tiempo, títulos
escola¡es y distinciones científicas de los investigadores ho¡ toda esta "mues-
tra tan auténtica", como decía Pascal, toda esta ficción social que no tiene
socialmente nada de ficticio, modifica la percepción social de la capacidad
propiarnente técnica. Así, los juicios sobre las capacidades científ icas de un
escudiante o de un investigador están siemPre contrtminndos, en todos los
niveies de la carrera, por el conocimiento de la posicién que él ocupa en las
jerarquías instituidas (la de las grandes escueias en Francia o la de las univer-
sidades en los Es¡ados Unidos, por ejemplo).
Por el hecho de que todas las prácticas están orientadas hacia la adquisición
de la autoridad científ ica (prestigio, reconocimiento, celeb¡idad, etc.), apuesta
intrínsecamente dob/e,1o que se l lama comúnmente "el interés" por una actividad
científ ica (una disciplina, un sector de esta disciplina, un rnétodo, erc.) es siem-
prc dc dcble faz:y lo misnio ocurre corr l ¡s cstrr tcgias que t ienden a asegurar la
sat isfacción de este inter 'és.
2. el conf l icro ,1uc rc lata Sapolskv entrc los part idar ios de la f luor idación, es decir , enirc los
deientadores dc la autoridad o|tcial (./tealt oficinls) que se estiman únicos "competentes" en
niater ia de salud públ ica, y los adversa¡ ios de es¡a innov¿ción, entre los cuales se cuentan muchos
cie¡r t í f icos, pero quienes, a los ojos de los oi lc ia les, sobrepasan " ios l í ¡n i res dc su dominio propic
r Ie competencia ' , permite pcrci l - i r c la¡amcntc la verdad social dc la cc,mpcteirc i . t . como palabra
¿u¡c¡ iz-acia y palabra de ¿utor id¡d quc cs io que est í cn jucgo en un¿ lucl la entre ios grupos (cf . i - I .
tof. Sapolsliy, "Science, Voters and rhe Fluoridation Controvcrsl"', Stience,Vol- I 6f. f5 de octubre
Ce 1968, pp.427-433). Ei problema Ce la conrpetencia no se plantea jamás ccn tante agrrde-za y
clar idad como en Ia ¡elación con los "profanos" (cI S. B. [Jrrncs, "On rhc Reccpt ion oiScient i f ic
Bel iefs, inB.Rarnes(cd.) ,SociologyofSc¡rzr ,Lonclon,Penguin, l )72,pp.269-291:L.Bol tanski
y P. Maldidicr, "Carrilre scientiiiqr-rc, mo¡ale scicntifique et vulgarisarian", Information sur le:
t r iences 5ociabs, (9), 3, 1970,pp. 99- l I 8) .
rI
Pierre Bourdieu
LTn análisis que intentara aislar una dimensión puramente "polít ice" en los
conflictos por ia dominación del campo ciendfico sería tan radicalrnente falso
como el prejuicio inverso, lnás frecuente, de no retenef sino las determinaciones
"puras" y puramente intelectuales de los confl. ictos científ icos. Por ejernplo, la
lucha que opone ho;' a los especialistas por la obtención de crédiros y de instrr-r-
mentos de investigación, no se reCuce iamás a una sirnpie lucl-ra por el poder
propiamente "político": aquellos que se encuentran a la czbeza de las grandes
burocracias científrcas sólo pueden imponer su vicroria cottlo una vi.roria de Ia
ciencia, si se muestran caprces de impon.-r una definición de la cicncia que im-
plique que la buena manera de hacer ciencia supone la uti l ización de los sen'icios
de una gran burocracia científ ica, pror.ista de créCitos, de equipamientos técni-
cos poderosos, de una mano de obra aL,undante; ]¡ ccttsiitu)/en en metodoiogía
universal y eterna los procedimientos de la encuesta por sondeo de grandes mues-
tras, las operaciones del análisis estadístico de los datos y de la formalización dc
ios i-esultados, instaurando así como medida de toda práctica científica el patrón
más favorable a sus capacidades pe¡sonales e institr-rcionales. Recíprocamente, los
conflictos epistemológicos son siémpre, inseparablernente,-conflictos polít icos:
así, una investigación sobre el poder en el campo científico podría perfectarlente
incluir sólo cuestiones de índole epistemológica.
De una definición rigurosa dcl campo científico como espac(r objetivo de
un juego donde se encuentran comprometidas apuestas científ icas, se desPren-
de que es en vano distinguir entre determinaciot.¡es F)ropiamente científ icas y
determinaciones propiamente sociales de práct icas csencialmente
sobredetenninadas. Es necesario citar la descripción de Fred Reif, que deja ver,
casi a pesar suyo, hasta qué punro es artificial -y hasra irrrposi'ble- la clistinción
del interés intrínseco y dei interés extrínseco, de lo que es importanre Para un
investigador determinado y de lo que es irnportante para lc,s otrcs investigado-
res: "Un cientíñco busca realizar ias investigaciones que considera importantes.
Pero la satisfacción intrinseca y el in*rés no son sus únicas motiuacioncs. Esro aParece
ciaramente cuando se observa lo que ocL;re cuando un investigador descubre
la publicación por otia persona de un resultado que él estaba a Punto de alcan-
zar.- Se sier,te casi siempre trasrornado, aunqlle el in¡,ery's intrínseco de su trabajo
no esté de ningún mc,do afec¡ado. Es que sLl trabajo no debe ser lnteresl¿nte
solamente para y'|, sino tlue t/rbe tdntbi¿n ser ;ntPortunie para los otros" .1 l-t, que es
3. F. Rei f , "The Compct i r ive Wbrd of dc Pure Scient ist" , Science, 15 dc dic iembre t le 1961, 134
G4 ..o' 4), pp. 1 9 57 - | 962.
EI cantpo científco
pcrcibido como importante e interesante, es lo que tiene posibil idades de ser
r.corlo.ido con'ro importante e interesante para los otros, Por lo tanto, de hacer
3parecer al que lo produce como importallte e interesante a los ojos de los otros
íserá necesario examinar de nuevo esta dialéctica y las condiciones en ias cuales
tunciona, en beneficio de la acumulatividad ,: ien¡íf ica y no co¡rlo un simple
círculo de legitimación mutua).
Aún a riesgo de volver a la fi lo.sofía ide¡lisra que ororga a ia ciencia el
poder de desarrollarse según su lógica inmanente (como lo hace todavía Kuhn
.uando sugiere que las "revoluciones científ icas" no sob¡evienen sino a conti-
nuación del agotamiento de los "paradigmas"), es necesario stlPoner que las
inversiones se organizan por referencia a una anticiPación -conscienre c itr-
consciente- de las posibil idades medias de beneficio (q*e ." esPecifican tam-
bién en función del capiral detentado). Así, la tendencia de ios investigado-
rcs a concentrarse sobre los problemas considerados como los más importan-
tcs (por ejemplo, porque han sido consriruidos como lales, por productores
Jotados de un alto grado de iegitimidad) se explica por el hecho de que un
apoite o un descubrimiento que concierne a estas cuestiones está encamina-
ilo a aportar un beneficio simbólico más importante. La compefencia intensa
que se encuenrra así desencadenada tiene todas las posibil idades de deterrni-
naf una baja de l* rasas medias de beneficio marerial y/o simbólico y, Por
este medio, la dirección de una fraccién de los investigadores hacia otros
objetos menos prestigiosos pero alrededor de los cuales la competencia es
rnenos fuerte ¡ por ello, adecuados para ofrecer beneficios, al menos, iguai-
Íncnte importantes.a
La distinción que hace Merton- (al hablar de las ciencias sociales) entre
corrfl ictos "sociales" (que tratan sobre "la asignación de ios recursos intelec-
¡uaies entre diferentes clases de trabajo sociológico" o sobre "el roi que con-
viene al sociólogo") y confl ictos "intelectuales", 'oposiciones de ideas socioló-
sicas estrictamente formuladas" (R. K. Me rto n, The Sociology ofScience, Chicago
and London, The Universiry of Chicago Press, 1973, P. 55), constituye ella
misma una esirategia, a la vez social e intelectual, que tiende a irnponer una
clelimitación del campo de los ob.ietcs de discusión legítimos. En efecto, se
habrá reconocido, en esta distinción, una de esas estrategias por las cuales la
4. Es necesario comprendcr en la misma lógica l¿s transle rencias de capital de un campo dctcrminado
a un campo socialmente inferior, donde una competencia menos intensa prometc posibilidades de
beneficios más altas al detentador de un capir¿l científico determinado.
i,1'
=rl
sociología americana oficial t iende a asegurarse la respetabil idad académica 1'
a imponer una delimiración de 1o cienrífico y de lo no-cienrífico adecuada
para prohibit como faka a la conveniencia científ ica, toda interrogación des-
tinada a poner en cuestión los fundamentos de su respetabil idad.5
Una ciencia au.énrica de la ciencia no puede constituirse sino a condició¡.i
de rechazar radicalmente la oposición abstracta (que se encuentra rambién en
orra parte, en his¡oria del arte, por ejemplo) entre url anáiisis in¡nanente o
interno, que incumbiría propiamente a la epistemología y que resti iuiría la lógi-
ca según la cual la cie ncia engendra sus propios problemas, y un análisis externo,
que relaciona esos problemas con sus condiciones sociales de aparición. F.s el
campo científ ico el que, en cuanro lugar de una lucha polít ica por la dominación
científ ica, asigna a cada investigador, en función de la posición que ocuPa, sus
problemas -indisociablemente polít icos y científ icos-, y sus métodos -estrate-
gias científ icas que, por el hecho de que se definen exPresa u obietivamente por
referencia al sisrema de las posiciones polít icas y cienríficas constitr-rt ivas del
campo cienrífico, son al mismo tiempo estrategias polít icas-. No hay "elección"
científ ica -eiección del dominio de investigación, elección de los métodos em-
pleados, elección del iugar de publicación, elección, que describe Hagstrom,o
enrre la publicación rápida de resultados parcialmente verif icados o la publica-
ción tardía d.e resu!tadcs plenamente controlados-, que no"sea, en alguno de sus
aspectos, el menos confesado y el menos ccnfesable evidentemente, una estrate-
gia polít ica de ubicación al menos objetivamente orientada hacia la rnaxirnización
del beneficio propiamente científ ico, es decir del reconocimiento susceptible de
ser obtenido de los pares-concurrenres.
! . . De enrre las innumerables expresiones de estc credo neutral ista, ésta es part icularmente t íp ica:
"En cuanto profesionales -como universi tar ios o en el e jerc ic io dc su profesión- los sociólogos sc
consideran e specialmenre capaces de separar, en nombrc del scnt ido , .Je su rcs¡ronsabi i idad social .
su idcología personal de su rol profesional en sus relaciones con sus cl ientcs, :us públ icos i 'sus
pares. F.s claroQue esro es el resultacio más cabal de la aplicación del concepto de profesierneliz-ación
en la sociología, part icularmente en el pel íodo de act iv ismo univcrsirar io quc comienza cn I96Í
(Ben-David, 1972). Desde la organización inicial de [a sociología como disciplina, muchos sociólogas
han tcnido ideologias persont les tan intenses que los cmpujabrn a t rarar de Pcner sus conoclmlcntos
al sen ic i r ¡ dcl cambio social , micntras quc, como universi tar ios, debían af rontar e[ problcma Ce l ; rs
normas que se imponen al ..locente y a[ investigador". M. Janorvitz,'l-y'te Arnerican Jotnza! of-
Sociologt, TS (1), ju i io de 1972, pp. 105-135.
('. \(l D. Hegstrom, The Scientifc Communiry, New York, Basic Books, 1965, p. 100.
80 8l
La acumulación del capital científico
La luclra por ia autoridad científ ica, especie particular de capiml social
que asegLlra un podef sobre los mecanismos constirurivos del campo y que
puede ser feconvertido en otras esPecies Ce capital, debe lo esencial de sus
características al hecho de que los productores tienden (tanto más curnto el
campo es más autónomo) a no tener otros clientes posibles que sus co¡lctl-
rrentes. Esto significa que en un camPo científ ico fuertemente autónomo,
un productoi part;cular no puede esPerar ei reconocirniento del valor de sus
productos ("reputación", "prestigio", "autoridad", "competencia", etc') sino
de ios otros productores, quienes, siendo también sus collcl lrrentes, son los
menos propensos a ororgárselo sin discusión ni examen. En primer lugar, de
hecho: sólo los sabios comprometidos en el mismo juego tienen los medios
para apropiarse simbólicamente de la obra científ ica-y de evaluar sus méritos.
Y ambién de derecho: el que apela a una auroridad exterior al campo no
puede atraerse sino el descrédito7 (toralmente similar en esto a un camPo
artístico fuertemente autónomo, el campo científ ico debe su especificidad,
entre otras cosas, á1 hecho de que los concurrentes no Pueden contentarse
con distinguiruc de sus antecesores ya reconocidos, sino que están forzados, so
pena de ,1, ,,rp"r"dos y "desclasados", a inregrar sus logros en la construc-
ción distinta y distintiva que los suPera).
La lucha en la cual cada uno de los aqentes debe comprometerse para imponer
el valor de sus proclrrcios y su pfoPia autoridad de producror legítirno, riene, de
hecho, siempre en juego el poder de imponer la definición de la ciencia (i. e.
la delimiración del campo de los problemas, de los métodos y de las teorías
que pueden ser consideradas como científ icas) más conforme a sus intereses
7. Fred Reif¡ecuerda que aquel los que, con la preocupación de ver su t rabajo publ icado lo más
rápidamcnte posiblc, recurren a la prensa cot id iana (c iescubr i rn ientos importantcs en f ís ic¡ h¡n
podido así ser anunciados en el NewYorh fir¡;rs), se at¡aen la reprobación de sus pares-conctlrrenies,
ennornbredeladisr inción entrepubl icdciónvpubl i t idadquedir ige ta¡nbiénlasact i tudesresPecto
a cicrras formas de vulgariz-ación, siemprc sos¡rechosas de no ser sino io¡mas eufcmiz-aclas de auto-
divulgación. 5crá suf ic ienrc c i rar los comcntar io, , l . l eJiror d. l d iarr , o i i . i , l dc los f is icos ¡mcr icr t ros:
"Por cortesía respecro a sus colegas, los autores tienen la costum,bre de impcdir toda fb¡ma de
divulgaciónpúbl icaclesusart ículosanresde queéstoshayanapar, , . . 'ocnlarcviste¡: ient í f ica l .os
descubr imientos c ien¡í f icos no poseen lxs caracterís¡ icas sensacional istas que i t l tercsln: t los
diar ios y todos los medios de comunicación de masas deben poder tener: lcccso simultárr l r r ie ntc
a la información. En adelante, rechaza¡emos pues los art ículos cuyo contenic lo hubicra : ido v¿
put l icado en ia prensa cot id iana' . F. Rei f ' 42. r r t
Pierre BourdieL¿
específicos, es decir la más adecuada para permitir le ocupar ccn rotal legiti-
niidad la posición dominante, asegurando la posición más alta, en la jerar-
quía de los valo¡es científicos, a las capacidades científicas de las cuales es el
detentador a título personal o institucional (por ejemplo, como detentador
de uua especie determinada de capital cultural, como anriguo alumno de
una institución de enseñanza particular, como miembro de una institución
científ ica determinada, etc.).3
Así, los debates sobre la prioridad de los descubrimientos oponen) en más
de un caso, al que ha descubierto el fenómeno desconocido bajo la forma
frecuente de una simple anomalía, de un fallo de las teo¡ías existentes, y al
que hace de eiio un ltecho científ ico nuevo! insenándoü en una const¡ucción
teórica que es irreduciible al siraple daro bruto: esas discusiones polít icas
sobre el derecho de propiedad científica -que son, al mismo tiempo, debates
cientí f icos sobre el sent ido de lo que es descubierto y discusrones
epistemológicas sobre la natura/eza del descubrimiento cienrífico-, oponen en
real idad, a ¡ravés de esos proragonistas part iculares, _dos pr incipios dejerarquización de las prácticas ciencíficas, uno que confiere la primacía a la
observación y a la experimentación, x por io tanto, a las disposici<.tncs ¡' a las
capacidades correspondie¡rtes; el otro que privilegia la teoría y los "intereses"
científicos correlativos, debate que jamás ha dejado de ocupar el-:centro de la
ref lexión episremológica.
Así, la definición de. lo que está en juego en ia lucha científica forma parte
de lo que está en juego en la lucha científ ica, y los dominantes son aquellos
que llegan a imponer la definición de la ciencia según la cual la rcalizactón
más acabada de la ciencia consiste en rener, ser y hacer, lo que ellos tienen,
son o hacen. Es decir que ia comunis doctorum opinio, como decía ia escolás-
tica, no es jamás sino unafcción ofciai que no tie¡re nada de ficticio, porque
la eficacia simbólica que le confiere su legitimidad le permite cumplir una
función semejante a aquella que la ideología liberal hace jugar a la noción de
opinión pública. La ciencia oficial no es lo que en general hace de ella la
sociología de la ciencia, es decir, el sistema de las normas y de los valores que
8. En cada rnomento, hay una jerarquía social de los campos científicos -las disciplinas- que
orienta fuertemente las prácticas y particularme¡rre ias "eleccioncs" de "vocación" -y ai inre¡ior de
cada uno de cllos, una jcrarquía social de ios objetos y de los mérodos de tratamiento. (Sobre estc
purrto, cf, P Bou¡dieu, "Méthodc scientifique et hiérarchie sociale des objers" , Actes dc la Recherche
en Scienrcs Sociaks, | , 1975, pp.4-6.) (Las autorrcfercncias, muy numerosas en esre r( .xto, r ienen
una función estrictamente estenográfica.)
EI canrPo científicrt
l : r , ,comunidacl c ient í f ic i , grupo indi ferenciado, impc,ndría e inculcaría a
toclos sus miembros, considerando la anomia revolucionar ia sólo imputable
.r i : r l las c le ia social ización cientí f ica. t Esta v is ión "durk¡eimiana'dei cempt '
cicnríf ico podría ito sei sino la transfiguración de la representación clel url i-
. .ersr¡ , : ient í f ico que los sosrenedores del orden cicnt í f lcc, t ienen interés en
; i i ] l lo l ler , v en pr imer luger, a sus concurr intes'
N,-rnca se terminarían de enu¡nerar ios e.iempios de este "funcionalismo",
:n.luso en un auror que, conto Kuhn, da lugar al c<-,nfl icto en su teoría dc la
i.volución científrca: "LIna comtrnidad de especialistas (cie las ciencias) se es-
t : t ¡ , t i r ( í por asegurar la progresión de la acumuiación de los datos que el la
¡,trcde utilizar con precisión y en detalle" (T" I(uhn, The stn'¿ctttre of Scientiiic
!!:t 'olttr ions, Chicago, The Unive¡sity of Chicago Press' 1962' p' 1C'B) l! 'a
t]lt.ilctrffI¿ de las reuoluciones cienrífc¿s, lr4éxico, FCE, 1980] Porque la "fun-
.i,,¡", en el sc¡tido del "funcionalismo" Ce la escuela alnericana, no es otra
.i,s:r (l irci el interés de los riominantes (de un campo deter¡rinado o del campo
,ic ia lucha cie clases -la clase dominante-), es decir, el interés que los domi-
t. ixnrcs ticnen en la perpetuación de un sistema confor¡ne a sus interescs (o la
lit,r lr j, que el sisterna cumple para esta ciase parricular cle agentes), basta
c¡ i r s i lencia¡ los inrereses ( i . e. las funciones di ferenciales), haciendo de la
"conrunidacl científ¡e¿" ei sujeto de prácricas, P^í^ caer en el "funcionalismo"'
Y precisamente Porque la definición de io que está en jtrego en la iucha es
,,i., icto de lucha, inciuso en ciencias -corno las matemáricas-- donde el consen-
s() ai-rarente sobrc lo que está en jucgo es muy alro, uno se enfretlta sin cesar a
hs anrinomias de la legitimidad. (El interés apasionado que los investigadores
*¡, ciencias sociaies manifiesran por las ciencias de la ¡raturaleza no se compren-
ricría ce orro ,rrodo: es !a definición de los principios de evaluación de su
propia práctica lo que está en jtrego en su pretensión de imponer' cn nombre
.i. l" "pirremología
o de la sociología de la ciencia, la defl¡ricirin legítima de la
f,rrma más legírima c{e la cicnci,r, es ciecii, la ciencia de la naturaleza.) I in el
: i . ( -omo la f i losofía social de ins¡r i recién du¡kheimiana qtre dcscr ibc el conf l ic to social en c l
. lc i iquajc <le la marginal idar j , dc la desviación o c le la anonr i : r , esta f i losoi ía dc la c iencia r iende a
lr : , - luci¡ las rc lacioncs t le com¡.crencia entre. lo¡rr inantes y dominados a la^s rc lacioncs cnfrc un
r. . ! ) t lo ' y¡na' i tcr i l^er ia",al reencontrar lamctáioraelnanr ' i r ' .a,ca¡eaHalbwaci ls,delat l israncia
¡l "ti¡cc¡",1e los v:rlorcs ccntrales (cf., por cjcmplo, J. Ben David, 'fl¡e
Scientist's llole in Societl'
i .nglcn.oo<ic l i f fs(N.J.) , I , renr iccHal l Inc. , 1971,vE.Shi l ls ,"centcrandPeriphcr ia" 'en:The
i.ogii; of Prsonal linoulctlge, Essays lrese nted to Michae I Pol¿ryi on His Sn'erttietb Birthda\' l¡ndon'
i l , ,ur lcJgc:nd Kcs¿n Peul Lt . l . , l9ól ' pr ' . I l l - lJ0) '
carnpo científ ico, como en cl campo cic las relacio,nes de clases, no existe ins-
rancia que legirime las insrancias de legitimidad; las reivindicaciones de legiti-
midad obtienen su legitimidad de la fuer¿a relativa de los grtlPos cuyos intere-
ses ellas expresan: en la medida en que la definición misma de Ios criterios de
juicio y de los principios de jerarquización es el objeto de una iucha, nadie es
buen juez, porque no hay juez que no sea juez 1' parte.
Puede verse la ingenuidad de la técnica de los " jueces", a la cual la
rradic ión sociológica ha recurr ido muy comúnmente para def in i r las je-
rarquías características de un campo determinado (jerarquía de los agen-
tes o de fas instituciones -las universidades en los Esradcs Unidos-, je-
rarquía de los problemas, de los dorninios o de los métodos, jerarquía de
los campos mismos, etc.). Es ia ntisma fi iosofía ingenua de la ob.ietividad
la que inspira el recurso a "expertos internacionales". Como si su posic ión
de observadores extranjeros puJiera poner los al abr igo de las posic iones
tomadas y de las tomas de part ido, .ñ u. t momento en que la economía
de los intercambios ideológicos admite tantas sociedades mult inaciona-
les, y como si sus anál is is "c ient í f icos" del estado de la c iencia pudieran
ser otra cosa que la justif icación científ icamente enmascarada del estado
part icular de la c iencia o de las inst i tuciones cientí f icas de las que ei los
forman parte. Se verá luego que la sociología de laqiencia escapa mLl) '
raramente a €sta estrategia del per i ta je colr lor imposic ión de legi t imidaC
que prepara una conquista de mercado. lu
La autor idad cientí f ica es, pues, una especie parr icular de capi ta l qtre
puede ser acumulado, t ransmit ido e, incluso, reconvert ido en otras espe-
cies bajo c ier tas condic ione's. Se puede pedir prestada a l j red I l .e i f la des-
cripción del proceso de acumulacién del capital científ ico y de las formas
qne roma su reconvcrsión. Ello en eI caso particu/ar del campo de ia física
contemporánea, donde ia posesión de un capiral científ ico tiende a favorecer
10. Dctrás de las problcmárices de expertos sobre c l valor relat iv<¡ de los regímenes universi t l r ios,
se oculra, inevirablemcn¡e, la cuesr ión de las condic iones ópt imas para el dcsarroi lo dc la c iencia
y por c l lo del mejor régimen pol í t ico, puesto quc los sociólogos americanos t icnden a hac.r dc , . .
"democr¿cia l iberal" ¡ la manera americana la condic i i ;n de la "democracia c icn¡í f icJ ' . Cf- . , por
ejemplo, R. K. iv'lerton, "Science and Technologv in a Dcmocratic Order",.[ournal of Legal nt::i
Polirical Sociologt, \/ot. I, 1942, publicado nuevamentc en R. K. lvlerton, Social T'l,cor.y ttnrl Soti,¿i
.9trur'rtre lfeería ;t' ?strt4ttuftt sociabs, Bucnos Aires-México, FCE, 1964] cdición rcvisada, Frec
Press, 1967, p¡ 11tt- ) i1; bejo c l t í tu lo "Sciencc and l )emocrat ic Social Structure", iJ . I lar t ¡er .
Science ¿¡t¿l d¿ So¡;¿l Ordzr, Glencoe, The Frcc Press, 1952, pp.73 v 83.
8/r 85
[a adquis ic ión de capi ta l suplementar io y donde la carrera c ientí f ice "exi tose"
se presenta, Por esta razón, como un Proceso continuo de acumulación, en
ei cual e l capi ta l in ic ia l , representado por el t í tu lo escolar, juega un rol
dererminante: "Desde la 'h igh school ' , e l futuro hombre de ciencia t iene
conocimiento del ro i de la competencia y del prestrgio en su éxi to futuro.
l)ebe esforzarse por obtener las mejores notas para ser admirido en el 'college'
y tnás tarde en la 'graduate schooi'. Se da cuenta de que el pasaje Por un
'col lege'prest ig ioso t iene una importancia decis iva para él ( . . . ) . En f in,
debe ganai la estima de sus profesores para asegurarse las.cartas de reco-
mendación que le ayudarán a entrar al 'college' y a obtener las becas y los
premios ( . . . ) . Cuando esté en la búsqueda de un emPleo, estará en mejor
posic ión s i v iene de una inst i tución conocida y s i ha t rabajado con un
investigador renombrado. En tc¡do caso, es esencial para él que en el mun-
do de los hombres de pr imer rango se acePte aPortar comentar ios [avora-
bles sobre su trabajo (. ) El acceso a niveles universitarios suPeriores está
sometido a los mismos criterios. La universidad exige nuevamente cartas de
recomendación, dadas Por exPertos del exterior, y puede a veces suscirar la
formación de un comité de examen antes de tomar la decisión de promover
a alguien a un puesto de profesor tituiar". Este proceso se continúa con el
acceso a los puestos administrat ivos, a las comisiones gubernamentales;
etc. Y el investigador depende, también, de su reputación ent¡e sus cole-
gas, para obtener fondos de investigación, para atraer estudiantes de cali-
dad, para asegurarse grants y becas, invi taciones y consul tas, d ist inciones
( i . e. Premio f . lobel , Nar ional Acadernf of Science). El reconocimiento
sociaimente marcado y garantizado (por todo un conjunto de signos espe-
cí f icos de consagración que el grupo de los pares-concurrentes otorga a
cada uno de sus miembros) es función del uelor disúntiuo de sus productos
y de la originalidad (en el sentido de ia teo¡ía de la información) colectiva-
mente reconocida a la contribución que é1 aporta a ios recursos científ icos
1'a acumulados. El hecho de que el capital de autoriciad proporcionado por
ti descubrimiento esté monopolizado por el primero en haberlo hecho o,
al menos, en haberio hecho conocer y reconocer, explica la imporrancia 1' la
f¡ecuencia de las ct¿estiones de prioridad. Si ocurre que muchos nombres
están l igados al primer descubrimiento, el prestigio atribuido a cada uno
de el los se encuentra disminuido otro tanto. Aquel que l lega al descubr i -
miento algunas semanas o algunos meses después de otro ha di lapidado
todos sus esfuerzos, sus t rabajos se encuentran así reducidos al status de
dupiicación carenre de interés de un trabajo ya reconccido (lo que explica
Piarre Rr¡urdiet.t
la precipiración con que algunos publ icar-r para evirer scr eventajados). i rElconcepto de uisibi/ itL que emplean frecuentemente los autores americanos(se trata, a menudo, de una noción de uso cor¡ iente entre los unir , 'ers i ra-rios) expresa bien ei x'sfsv ¿,.t',rerencia/, t/istintiua, de esta especie particr,rlar decapi ta l social : acurnular capi ta l es "hacerse un no,tbre", un nonrbre prrpio(1 ' , p"r" a lgunos, un nombre de pi la) , un nombre conocido y reconocido,marca que distingue de entrada a su portado¡ ai recortario como forrna visibledel fondo indife¡enciado, cesapercibido, cscuro, .n ci cuai sc pieicl.e la mayoría(de alií, sin duda, la importancia ce las meráforas per.ceptivas, de las cuales laoposición entre bri l lantu y oscuro es el paradigma) e' ia mayor parte de lastaxonomías escolares).!2 La lógica de !a disrinción F.rnciona a pleno en el casocie las firmas múltiples que ) en cuanto rales, reciucen el udlor iistitttiuo imparti-do a cada uno de ios signatarios. se puede así comprender el conju.rro de lasobservaciones de Harr ier A. Zuckermanr3sobre lo: ; "modelos de rango de
1 l . Así se expl ican las estraregirs nrut .d i fercnrer qrrc lo- . ; inyest igadoresponen en prácr ica en ladifusión de |as preimpresíoncs y de las reimpresiones. Sería lácil mosrrur que rodas ias difere nciasobservadas según la discipl ina y la edad de los invcst igadcres c ia insr i rución a la cuai prrrenccer lpuedcn ser comprendidas a partir de las funcic.¡nes muy diferentes que cumplen esrrs dcs funn¿sde comunicación científica; la priinera, que consistc cn difundir muy rápidame nte.,.escapando a lasdemcras de la publicación científica (venta.¡a importanre en los secrores
"lt"rn"nrJ-.o-pcririvos),entre un número restringido de lectores que son también, frecuentcmcntc, los concurre ntes máscomPetentes, productos quc no están protegidos por la publ icaci i ¡n of ic ia i contra la ap;-opiaciónlraudulenra, pero que son suscept ib les de scr mejcrados por la c i rculación; la scr¡unda, queconsiste en divulgar rnás ampliamentc, entre el conjunto dc los colcgas o dc los interesados,productos marcados y socialmente impurados a un nombre propio (cf. .üfi Hagsrrom, "Factors
Related to de Use of Dilferent Modcs of Publishing Research in Four Scientific Irields", en: C. E.Nelson y D. K. Poliok, eds., Comnzunication Among Scientists and Engineers, L,exingtori (Mass.),Heal th Lemington Books, D. C. l " leerh anJ Co., 1970).
12. De al l í Ias di f icul tades que sc encuen¡ran en las invcsr igaciones sobre los intelectualcs, lossal¡ ios o los art istas, tanto en la invest igación mism,. como en la publ icación de los resulrec- l . ¡s:
ProPone¡ el ¿nonittiato a Personas que csián totaimente ocupadas cn hacersc un nombre, es fiacerdesaparecer la motivación principal <ic la participación en uria investigacitin (cf. El mode lo c{e laencuesta literaria o del interuiew); no proponerlo c.s prohibirse plantear cuesriones "indi.qcretas",
es decir, objerivantes y reductoras. I-a publicación de los resultados piantea ¡rroblcmas equivalentes,aunque no f ' . re¡a s ino porque cl anohimato t icnc pcr c lecro tornar c l d iscurso in intc l ig ib le otransParentc según el grado dc infcrmación dc los Jectorcs ( tanro rr ,ás cuanto, c!) cstc c: lso,muchas posic iones no cl lc l ] lan s inc con un clemcnto, un nombrc propio).13. FI . A. Zuckerrrran, "Patterns of Namc Order ing amongAurhors of Scient i f ics Papers: A Srudvof social simbolism and irs Am b'igu it.,:' , Aneriran Journal of socio logy,7 4 (3), n<.'viembre clc I 968,po.276-291.
E! cantpo científico
nominación entre los autores de artículos científ icos" como el producto de
es¡xregias que apuntan a minitnizar la phdid,z de uabr distintiuo que está im-
puesra por las necesidades de la nueva división del trabajo científico. fuí, para
.rpli.". que los laureados con el premio Nobel no sean nombrados más fre-
;uetrtemente que los otros en el primer rango -{omo debería esPerarse, dado
que los autores son normalmente nombrados en el orden del valor relativo de
,,,.orrrib,r. ión-, no hay necesidad de invocar ur¡. moral aristocrática de ia
,.nobleza obliga'; en efecro, es suficienre suponer que la visibil idaci de un nom-
[)¡e en una serie es función, en primer iugar, de su uisibilidad relúüua, definida
por el rango que ocupa en la serie ¡ en segundo lugar, de su uisibilidad intrín-'trcú,
qve resulta del hecho cie que, ya conocido, es más Fácilmente reconocido v
rctenido (uno de los mecanismos que hacen que, aquí también, el capital vaya
ll capital) para comprender que la tendencia a abandonar a otros el primer
rango crezca a medida que crece el capital poseído, con lo que el beneficio
silnbólico esrá auromáticamente asegurado a su poseedor, independientemen-
re del rango de nominación.ra El mercado de los bienes científ icos tiene sus
leyes, que no rienen nada que ver con la ¡noral. Y con el riesgo de hacer entrar
cn la ciencia de la ciencia, bajo diversos nombres "eruditos", lo que los agentes
llaman a veces "ios valores" o "las tradiciones" de la "comunidad ciendfica"' e¡
necesario feconocer ZOmo tales las estrategias que' en los universos en los cuales
se [iene interés en el desinterés, rienden a disimuiar las estrategias.
Estas esrrategias de segundo orden, con las cuales uno se Pone en regla,
rransfigurando la sumisión a las leyes (que es la condición de la satisfacción
de los inrereses) en obediencia eiectiva a las normas, Permiten acumular las
sarisfacciones del inrerés bien comFrendido y los beneficios casi universal-
inenre prometidos a acciones que no cienen oEra determinación aParente que
el respeto puro y desinteresado de ia regla.
Capital cienlfico y propensión a invertir
. La estructura del campo científico es definida, err cada momento' por el
estado de la relación de fuer¿as enrre los proragonistas de la lucha, agentes o
I4. El modelo propuesto aquí da cuenta perfectamente -sin apelar a ningún determinante moral-
,l':l hecho de que los laureados ceden e[ primer rango más frecuentemente luego de la obtención
dcl pre mio y de .¡ue su contribución a la investigación premiada sea más visiblemente marcada que
i:r parte que ellos han tomado en sus otres invesrigaciones colectiva-"'
insritucione.s; es dectr, ¡:or la c-structura de Ia distribución del c,apital específi-
co, resultado .lc las luchas anteriores quc se encuentra objetivado en institucio-
nes y disposiciones, y que dirige las estrategias y las posibil idades objetivas de
los diferentes agentes o instituciones en las luchas presentes. (Basta aqLlí, como
en otra parte, con percibil la relaciór'r dialéctica que se establece entre las es-
rructuras y las estrategias -por intermedio de las disposic iones--pala hacc'
desaparecer la antinomia cle la sincronh y h diac¡onía, de la estrucrura y lr
hisroria). La estructura de la dist¡ibución del capital científ ico es el fundamen-
to de las transformaciones del campo científico por mediación de las estrat.-gias
de co¡iservación o de sul¡versión de la estructura que la estructura misma pro-
duce: por una parte, la posición que cada agenre singular ocuPa en un momen-
to dad<., del t íempo en la estructura del camPo cientí f ico es la resul tante,
objetivada en instituciones e incorporada en disposiciones, del conjunto de las
esrrategias-antcfiorcs, de es¡e agente y de sus concurrentes, que dependen, ellas
mismas, de la cst¡uctura del campo por rnecliació¡r dc las plopiedades estruc-
turales de la posició¡r a paftir de la cual son engendraclas; l', Po¡ otra parte, las
rransformaciones de la estructura del campo son el Producto de estrategias d.
conservación o de subversión, que encuenrran el principio de su orientación 1'
de su eficacia en las propiedades cie la posición que ocupan aquellos quienes las
producen en el interior de la estructura del campo. rL
Esto significa que en un estado determinado dei ca-mpo, las inversiones de los
invcsr igadores dependen tanto en su imPortancia (medide, por ejcm¡lo, en r iemPU
consagrado a la investigación), como en su naturaleza (¡ en particular, en el
grado de riesgo asumido), <ie la importancia de su capiral lctusl y potencial en cl
campo (scgLin un proceso dialéctico que se obsen'a en todos los dominios de la
prácrica). Según una lógica muchas veces observada, las aspiraciones -es decir, lo
que se llama comúnmente las "ambiciones científicas"- scn lanto más altas cuan-
to el capital de reconocimiento es más elevado: la posesión del capital que confi,r-
re desde el origen de la carrera científica el sistema escolar' bajo la forma de ulr
tíruio raro, implica e impone -por rnediaciones complejas- la prosecución de
objetivos elevados que están sociallnente demandados y garantizados Por ese
tíru|o. fuí, inrentar medir la relación esmdística que se establece entre el prestigio
de un in, ; r igador y el prest ig io de sus t í tu los escolares de or igen ("Grancie
École" o facultad en Francia, universidad donde ha sido otorgado el doctorado
para los E.''{os Unidos) t¿n/1 uaz conffolados /os ej}ctos de ru produciuidad,li es
$umir implíciramente la hipótesis cle que la productividad y el presrigio actu.rl
15. r-- f . Por e. jemplo L. 1. . Hargens ] ' \L O. Hagstrom, "Sponsore,J ancl Con¡est lv{obi l i ty ot
Amcrican Acadcmic Seient i : ; t " , Sociolagy of Educat ion,40 (1), invicrno de 1')67, pp.24-38
xs¡i.)
son indeper ld ientes (entre el los) e independientes de k¡s t í tu los de, l r igen: de
hecho, en la medida en que el título -fn taltto que capital escolar reconve¡tible
cn capir¿l universi ter io y c icnt í f ico- cncierra un3 trayector ia probable. d i r ige'
por mediación de las "aspiraciones razonables" que autoriza, todo lo relativo a la
carrera científica (la elección de objeros más o menos "ambiciosos", una Produc-tivi.lad rnás o urenos grancle, etc.); de sLrerte que el efecto del prcstiqio de las
ins¡ituciones no se ejerce solamente de manera directa ' j 'contaminando" el juicio
emiúdo sobre las capacidades científicas nranifestadas por !a candCad y la eliclad
de los trabajos-, ni sólo de manera indirecta -a través de los contactos con los
maestros más prestigiosos que procuran un alto origen escoia¡ (ló m:ís frecuente-
rnenre, 3sociado a un alto oriqen social)-. sino tarnbién por mediación de la
"causalided de lo probable", es decir, por la virtud d. las aspiraciones que autori-
zán o favorecen las posibilidades objetivas (se podrían hacer observaciones aná.lo-
gas a propósito de ios efectos del origen social, cuando los títuios escolares de
partida son semejantes).
Es así, por ejemplo, eue la oposicién entre las colccaciones seguras de la
investigación intensiva y especializ.ada y las colocaciones riesgosa^s de la invesriga-
ción extensiva que puede conducir a las vastas síntesis teóricas (revolucionarias o
eclécticas) -aquellos que, en el caso de la física analizada por Fred Reif, consisten
en informarse sobre los desarrollos científ icos producidos fuera de los lírnites
estfictos de la especialidad, en lugar de descansar sobre los caminos trillados de
una dirección de investigación probada, y que pueden quedarse en Pura pérdida
o proporcionar analogías fecunclas- t iende a reproducir la oposición entre las
tray'ectorias alas y las t¡ayectorias bajas en el campo escolar y en el camPo cien-
rífico.r6 Asimismo, para comprender la transformación, frecuentemente descrita,
de las prácticas cientíÍicas que acompaña el progreso en la car¡era científica, es
necesario relacionar las diferentes estfategias científicas -por ejemplo, las inver-
siones masivas y extensivas en la única investigación, o las inversiones moderadas
e intensivas en la investigación asociadas a inversiones en la administración cientí-
fica- e.,'iden¡emente, no con clases etarias --cada campo ,lefine sus propias le1'es
de envejecimiento social- 't sino con la importancia del capital poseído que,
iC. Cn n Bourdicu. L. Bolrrn.k i v I l MalJ i i i . r . L.r Ci f :nsc. lu c, , rps", !nfortn.¿: iut¡ )ut : ; i t ' ' ; t \
sociabs, 10 (4), pp. 45,86.
17" El anál is is estadíscico muesrra, por c jempio, que, Fara ei coniunto de ias generaciones pasadas,
la edad de product iv idad cienrí f ica máxima sc s i tuab,:r entre los 26 y los 30 años en los quírnicos,
ent¡e los 30 v los 31i a i ros en los f ís icos' , ' los matcm:i¡ icos, e i l t re lcs -a5 y lcs 39 eíros enlre los
tncter ió iogos, los geóiogo.s y los f is ió logos. H. C. Lehman. Agt and. l ¡ l t isumenr, Pr ince¡cn,
i 'nnccton Univcrsiry Prcs: , 195J.
Píerre Bourdiet¿
definiendo en cada momento las posibilidades objetivas de beneficio, define las
estraregias "razonables" de inversión y de desinversión. Puede verse que nada es
más artificial que describir las propiedades genéricas de l¿s diferentes fases de la"carrera científ ici ' ,18 aungue se tratara de la "carrera promedio" en un cañrpo
particulalre-'en efecto, icda carre¡a se define, fundamenralmenre, por la oosi-ción en la estructura del sistema de Ias carreras posibles*.2O Existen ranras mane-
ras de entrar en la investigacién, de mantenerse en la investigacióny <ie salir de laini'estigación como clases de trayectorias, y toda clescripción que, trarándose detal universo, se atiene a las características genéricas de una carrera "cuaiquiera'
hace desaparecer lo esencial, es deci¡ las tíiferencias. la disminución con la edaci
Ce la cantidad y de la calidad de las producciones científicas que se observa en el
caso de las "carreras promedio" y que se comprende aparentemente si se admite
que el incremenro del capital de consagración tiende a reducir la urgencia de la
alta productividad que ha sido necesaria para obtenerlo, no deviene inteligible
completarnente si no se comparan las carre¡as niedias con las carreras ¡nás alas,
que son las únicas que procuran hasta el final los beneficios simbólicos necesarios
para reactivar continuamente la ptopensión a nuevas inv"-rsioncs, retardando así
continuamente la desinversión.
Ei orden (científico) establecido
La forma que reviste la lucha inseparablernente polít ica y científ ica por la
legitimidad científ ica depende de la estructura del campo, es decir, de laestructura de la distribución del capitai específico Ce reconocimiento cientí-
f ico entre los participantes de la lucha. Esta estructura puede teóricamente
18. CL F. Reif y A. S¡rauss, "The impact of Rapid Discovery upon the Scientisr's Ctrecr", .gocial
Problems, invierno d,e 1965, pp.297-31l . La comparación sis¡emát ica de este arr ículo -para el
cual el físico ha colaborado con el sociólogo- cor, el que escribfa el físico algunos años antes
proporcionaría enseñanzas excepcionales sobre el funcionamiento del pensamiento sociológico
americano. Basta indicar que la "conceptual ización" (es decir la t raduccir in de los concepros
nat ivos en la jerga dc la discipi ina) t iene por precio la desapar ic ión ¡otai Ce la refere¡ ' ¡c ia al carnpo
en su conjr-rntc y, en ¡rarticular, al sistema de las tta.yectorias (o de las carreras) que confie re a cada
carrera singulaf sus propiedades más importantes.
19. Cf. B. G. Cla.ser, "Var iat ions in the Importance ol l {ecogni t ion in Scient ist 's Cxeers", Social
Probhm¡ l0 (3) invierno de 1963, pp.268-276.
20. Para cvitar rehacc¡ aquí toda la demostración, me contentaré con remitir a Il Bourdieu, "Les
carégorics de I'cnrendcmcnr professoral", I ctas de b recherche en sciences socia/cs, 3, \97 5, pp. 68-93.
El cant¡;o cientíJico
,,ariar (conro es también el caso en todo carnPo) entre dos límites teóricos, de
l iccho iarnás alcauzados: por un lado, la s i tuación de r lonopol io de capi ta l
L5pecífico cle autoridad cieiitíf ica y, por el otro, 13 situación de concurrencia
¡. , r f ecta que supone la distrrbución igual de esre capi ta l entre todos los con-
!.Lrrrentes. El campo científ ico es siemPrc el l"r 'er de una Luch,a, m,is o rneixos
:lrsigttal, enrre agenres desigualmente pro.;istos de capital esPecífico, por lo
, .nro, . r condic iones desiguaies para apropi"r-se del producro dei t rabajo
;ic¡lríf ico (y también, en ciertos casos, d€ los beneficios externos, tales como
irs gratif icaciones económicas o Oropiarrrenre poliricas) que Producen, Por su
,.t¡laboración objetiua, el conjunto de los concurrentes, poniendo en Prácrica
t i conjunto de ios medios de producción cientí f ica disponibies. tn todo
irilpo se opo¡ten' cotfuerzas '¡tás
o tnenos dcsigiabs según la estructu¡a de la
. i is t r ibución del capi ta l en ei campo (grado de homogeneidad), los domi-
¡3nres, que ocupan las posicioncs más al¡as en ia est¡uctura de la distribu-
,i, in del capital científ ico, y los dominados, es decir, los recién l iegados' que
t)oscer.! un capital científ ico tanto más importante (en valor absoluto) cuanto
1,,,, récu¡sos científ icos acumulados en el campo son más importantes.'Ibdo parece in,licar que, a medicla que ios recursos científicos acu¡nulados
se incrernentan y que, colno consecuencia cie la elevación correlativa del dere-
eho de en.¡ada, se eÉva el 3rado de homogeneidad entre los concurrentes (quie-
¡cs, baio el efecto de factores independientes, tienden a dcvenir cada vez más
;rumerosos), ia competencia científ ica dende a disringuirse cn su forma y en su
inrensidad de la que se observa en estados más antiguos de los mismos camPos,
o en otros cafilpos, donde l<¡s recurs-tts acumulados son rrienos imporiantes ','el
grado de heterogeneidad m:ís grandg.(cf. más adelante). olvidando tomar en
cuenra ( lo que se hace casi s iemPre) estas propiedades estructrrales y
ntoffológicas de los diferenres campos, los sociólogos de la ciencia 5e exPonen a
universalizar el caso particular,. fuí, la oposición entre las estrategias de conser-
vación y las estrategias de subversión que será analizada más adelante, tiende a
clcbilitarse a medida que crece la homogeneidad del camPo y que decrece co-
'relarivarnente la probabilidad de las grandzs reuo/uciones periódicas en bene"ficio
.l e l¿L, inrutmera b Les P equeñts reuo luc io nes Permane rÍtes'
En la lucira que los opone, los dorninanres y los pr€tendientes, es decir los
, , .c i .1n l lcgrdos, como <l iccn los econonl ist : ls , rcct t r rcn a cstrategias anr lgóni-
c¿is, profundatnenre opuesras en sr-l lógica y en su principio: los inrerescs (en
cl dobie sentido) que los animan y los medios que Pueden Poner en Práclica
l)afa sarisiacerlos dependen, en efccro, rnuy esrrechaniente de su posición en
r' l campo, es decir, de su capital científ ico y del poder que les dtr solrre el
' ffi.-ü**F
* iga
6:x's&:.*_*s\
;,i*l
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5;,g
carnpo de ¡rroducción y de ci¡cr¡laci<jn cicntíf ica y sobre l,rs bcncflcic-rs cluc úi
produce. I.,¡s dominantes están destinado.s ^
€strategits de conscru¡tción, <1ue
apunta¡t a asegurar la perpetuación del o¡den cientí f ico establecido al cual
pertenecen. IJste orden no se reduce, conto se cree comúnmentc, a la cienri¿i
oficial, conjunto dc recursos cie¡rtíf icos heredados del ptrsado que existelr c¡r
esndo objetiuado *btjo forma de instrume ntos, cie obras, de institrrcioncs'
etc.-, y en estudo incorpcrado -bajo fcr:na de habitus cien¡íficos, sistemas d.
csqu€mas gcneradorcs dc perccpción. de rprcciación y de acción <1ue son cl
producto de una forma específica de acción peciagógica 1- qu'- hacen posible
!a elección dc los objetos, la solución de lcs problenas y la evaluactón de la.s
soluciones-. Engloba, también, el- conjunto .de inst i tuciones encargadas de
asegurar la producción y la c i ¡culación cie los bienes cientí f icos al mismo
riernpo que la reprodtrcción y la c i rculación de los Productores (o de los
reproductol 'es) y de los consumidorev de esos bienes, es decir , en pl inrer
Irrgar ei s istema de enscñanza, único capaz dc aseturur a la c iencia of ic ia j l r
permanencia y la consagración inculcándola sistemáticamente (habitus cien-
tíf icos)'al conjunto de k:s de.s¡inararios legítimos dc la acción pedagógica r'.
en particular, a todos los recién l lesados al campo de producción propiarncrr-
re dicho. Además de las instancias específicarnente encargadas de la cor.rsa-
gración (academias, premios, etc.), comprende rambiéri-los instrumentt¡s de
difusión, y en particular las revistas científ icas que, por la selección que ope-
ran en función de los cr i ter ios dominantes, consagran las produccioues con-
formes a los pr incipios de ia c iencia of ic ia i -of t reciendo así conr inuamente el
ejemplo dc !o qr-re merece el nombre de ciencia- r ' c jerccn una censura de
hecho sobre las producciones l.reréticas, ya sea rechazándolas expresamenl:e,
ya sea desanimando puramente la intención de publ icación por la def ln ic iórr
c ic lo publ icable que proponen.2r
Es el carrrpo quien asigna a cada agente sus estrategias, inciuyendo la
que consiste en invcrt i r e l orden cientí f ico establecido. Según la posic ión
21. Soh¡e 1¿ accir in. le " f i i t ro" de los comités de reciacción r le re ' t ' is tas c icnt í f lcas (en cicncia: ;
scciales), r 'e r f ) . Cr¡nc, "- l he Gare-Keepers of Science: Somc Facto¡s AFfect ing thc Selec¡ ion of
A¡t ic les ior Scienr i l lc . |ournals", Atner ic, tn Sociologist , I f , 1967, pp. 195-201. Todo auto¡ iza a
p¿nsi¡ que r ,n nl : i 'Lcr ix dc producción cien¡í1lca, como en marcr ia dc proclucción l i te¡a¡ ia, los
aurorcs selcccionen, conscicnte o inconscientcrnente, los lugar.s dc publ icación cn fu¡rc ión d, : Ie
i . lc : que cl los se hacen dc sus "normas". ' fodc¡ incl ine e fcnsrr , iue ia ruto-cl iminación.
cr idcr¡cmcnrc mcnos pcrtcpt ib le, es al mcnos tan importantc como Ia el iminación ev,¡r¡sr r<in
habla¡ del cf icto que prot lucc la imposic ión de una norma Cc lo ptrbl icable).
92 93
,1, . i " o. . ,1r"n en la estructura c le l cantpo (y s in c l t rde tambiért segúrt val ia-
blcs sccundar ias ta ies corno la t rayector ia social , qr"re dir ige la evaluaci<ír l dc
las posibi l idades), los "recién l legados" pueden enconrrarse or ienrados ha-
cia las colocaciones seguras de las estrategias de sttcesiózl, adcc,ladas Para ase-
gurar les, en el térrnino de una cafrera previs ib le, los bcnef ic ios Prolnet ic los
a los que real izan el ideal oñcial de la excelencia c ier l t í f ica ai ¡ r rccio de
innovaciones circunscritas a los ]ímites autorizados, o hacia e-ttrrtt?[irrs ¿e
st¡buersión, colocaciones i¡rf initamente más costosas y más riesgosas que no
pueden asegurar los beneficios prometidos a ios detentadores del rnonopo-
i io de la legi t i rn idad cientí f ica, s ino al precio de una redef ln ic ión comple-
ta de los pr incipios de legi t i rnación de la dominación: los recién i legados
q,Je fechazan ias carreras t razadas no pueden "vencer a los dominantes en
su propio juego" s ino a condic ión de cc,mprometer un aumento de inver-
s iones propiamente c ientí f icas y s in poder esPerar be, lef ic ios importan-
tes, a l menos en corto piazo, puesto que t ienen contra el los toda la lógica
del s istema.
Por un laCo, la invención según un arte de inventar ya inventado, resol-
viendo todos lc¡s problemas suscePtibles de ser planteados en los límiies de la
probleraática establecida por la aplicación de métodos comprobados (o tra-
bajando para salvar los principios contra las contestacic¡nes heréticas -pensa-
mos por ejemplo enTlrcho Brahé-), t iende a hacer oiviciar quc ella no |esuel-
ve s ino los problemas que puede plantear o que el la no Plantea sino ios pro-
i ¡ lemas que puede resolver; por otro, la iqvención herét ica que, poniendo en
cuest ión los pr incipios mismos del orden cientí f ico ant iguo, instaura una
al ternat iva rajante, s in compromiso posible, entre dos sistemas mut l rantente
exclusivos. Los fundadores de un orden científ ico herético romPen el contra-
to de intercambio que aceptan, al menos táci tamente, los carrdidatos a la
sucesión: ai no reconocer otro pr incipio de legi t imación que el que el ios
csperan imponer, no acepran elrr lar cn el c ic lo del i t ¡ terca¡nbio de rccnttoci-
mienta que asegura una rransmisión reglada de la autoridad científ ica entre
los poseedores v Ios pretendienres (es decir ' , muy frccuenten)ente' entre miem-
bros de generaciones diferentes, lo que lleva a muchos observadores a reducir
los conflictos de iegitimidad a confiictos generacionales). A1 rechazaf todas
las cauciones y todas las garantías que ofrece el orden antiguo y la participa-
ción (progresiva) en el capi ta l colect ivamente garant izado que se producc
según los procedimientos reglados de un contrato de delegación, realizan la
acumulación inicial por un golne de fuerza y Por una ruPtura, desYiando a su
benef ic io el crédi to del cual se l ¡enef ic iaban los ̂ nt iggos dominentes, s in
Pierre lJourdiett
concederles la contrapartida de reconocimiento que les otorgan los qr-rc acep-
tall insertarse en la continuidad de una descendencia.2z
Y todo lleva a creer que la propensión a las estiategias de ccnsenación o alas estrategias de subversión es tanto rncnos independiente dc ,rs <lis¡rosicio-
nes respecto del orden establecido, cuanto el orden cicntíf ico es él mismo
menos independiente del orden social en ei cual se encuentra inselro. Po¡
esta razón, es lícito suponer que la relaciór, que cstablece Lewis Feuer entre
ias inclinaciones unive¡sitaria y políricamenre sr:bversivas del joven Einstein
y su empresa científ icamente revolucionaria vale de alguna manera a fortioripara ciencias como ia biología o la sociología, que están iejos de habe¡ l legado
al graCo de autonomía de la física de los tiernpos de Einsrein. Y la oposición
que establcce este au[or entre las dis¡rosic ioncs ¡evoiucion¿rias dc Einstein,
miembro en su juventud de un grupo de estudiantes judíos en revuelta con-
tra el orden científ ico establecicio y conrra el o¡den establecido, y las dispo-
siciones reformistas de las cuales da cuenta Poincaré, pcrfecto representante
de ia "república de los profesores", hombre de orde¡r y de reforma ordenada,
tanto en el orden poiít ico cuanto en el orden científ ico, no puede clefar de
evoca¡ la oposición homóloga entre Marx v Dull<heim.
En su esfuerzo de reflexión original, Einstein fue sostenido por un ex-
traño y pequeño círculo de jóvenes intelectuales, p ienos <je ' -senr imienros
de revuelta social y científ ica propios de su generacióny quc formabín una
contra-comunidad cientí f ica fuera de la inst i tucic in of ic ia l ; un grupo de
bohemios cosmopol i tas conducidos, en esos t iempos revolucionar ios, a con-
siderar el mundo de una nueva manera'(L. S. Feuer, "The Social Roots of
Einstein's Theory of Relariviry", Annales of Science, Yo|. 27, N" 3, sep-
t iembre de 1971, pp. 278-298 y N" 4, d ic iembre de 197i , pp. 313-
344). Superando ia oposición ingenua entre los habitus individuales y las
condiciones sociales de su cumplimientr¡, Lervis Feuer sugiere la hipótesis,
que todos los t rabajos recientes sobre el s istema de enseñanza cienrí f ica
vienen a corroborar (cf. M. I)e Saint Martin, Lesfonctiotu sociales d¿ l'enseigitetncnt
scienttfque, París, La Haya, Mouton, coll, Cahiers du Centre de sociologie
européenne, N" 8, l97l y P Bourdieu y M.de Saint lv{artin, Le systéme des
grandes écoles et la reproduction d¿ k classe dontinanft, a aparecer), según la cual
22. Se ver i más acic lante la forma or ig inal que reviste esta t ransmisión regiada dcl capi ta l c icnt í f ico
en los campos donde, c<.¡mo en la física cn la actu;rlidad, la conservación y la subversión son casi
indiscernibles.
EI campo cietrtífico
.: l acceso rápido y fáct| a ias responsabii idades administrarivas que se ofre-
cíe en Francia a los alumnos de las gr"ndes escuelas c ientí f icas tendía a
. lesalen¡ar la revuel ta contra el orden (c ient í f ico) establec,do, el que en-
.üenrra, a l contra¡ io, un terreno favorable en los gruPos de intelectuales
irrarginales, ubicados en Posiciones inestables entfe el sistema de enseñan-
z.t y la bohemia revoluciona¡ia: "En verdad, se puede afriesgar la hipótesis
dr c1ue, precisamenre porque Francia era una 'república de profesores" pre-
clsemente porque los rnás bril lantes sujetos de la Escuela politécnica eran
:ápidarnente absorbidos por la alra función milirar y la ingeniería, no era
",,ri .,,.rorí.,-ri l que una ruPtura radical con los p-,rincipios recibidos pudiera
rcncr lugar. lJna revolución científ ica encuentra su terfeno más férti l en
.!r:ta contra-comunidad. Cuando el joven científ ico encuentra muy rápicia-
i i lentr: responsabil idades administrarivas, su energía está menos disponible
p;rra la sublirnación en el radicalismo de una investigación pura' Al rratarse
Jc creatividad revolucionaria, la aPertura misma de la administración f¡an-
.csa a los talentos científ icos, constituye quizás un factor explicativo de
ror)sefvadllrismo científ ico más irnportante que todos los o¡ros factores que
ir ; l r i rualmente se pr ior izan.
E¡
De la revolución inaugural a la revolución perm¿rnente
¿Cuáles son las condiciones sociales que deben ser cumplidas para que se
instaure un juego social en el cual la idea verdadera esté dotada de fuer¿a,
porque los <1ue participan allí tienen interés en la verdad, en lugar de tener,
con"lo en otros .iuegos, Ia verdad de sus intereses? Va de suyo que no se tfata de
hacer de este universo social de excepcién una excePción a las leyes firndamen-
ralcs cle todo campo --y, en particular, a la ley del interés que permite conferir
una violencia imputable a las luchas cieniíficas más "desinteresada-s"- (hemos
visto que el "desinterés" no es jamás sino un sist€ma de intereses esPecíficos
-art íst icos, re l ig iosos tanto como cientí f icos- que impi ica la indi ferencia
-rclativa- a los objeros ordinarios del interes, dinero, honores, etc.). El hecho
de c¡ue ei campo científ ico comPorte siempre una Parte de arbitrario social, en
l¿ medida en que sirve a los inrereses de quienes, en el campo y/o fuera del
L:rmpo, esrán en condicioncs de percibir los beneficios, no excluye que, bajo
ciertas condiciones, la lógica propia del campo, y en Particular la lucha cntre
Irrs dominanres 1r lq, recién l legados y !a censura crriz áa que de ello resulta,
n<ejerzan un desuío sistemático de los fnes que hace girar continuamctlte la
: ::l
I
prosecLlc ión de los i ¡ r tereses cienrí f icos pr ivados (cnte ndic l . . ,s s icnlprc e n c l
doble sentido) al beneficio del progreso de la ciencia't '
Las teorías parciales de la ciencia y de sus transformacioires están predis-
puestas a cumplir funciones ideológicas e¡¡ las luchas en el interior clel cam-
po ci"nt í f i .o (o de campos que prerenden la c ient i f ic idad, conlo el de las
cicncias sociales), pofque universalizan las propiedades liga,las t- e;tarlos par'
t iculares del campo científ ico: es el caso de la teo¡ía positivista, que cor.rf iere a
la ciencia el poder cle resolver rodas las cuestiones que Plantea, con tal de que
el las estén cientí f icamente pianteadas, y de imponcr, por la apl icación de
criterios objeriv,rs, el conscnso s<¡brc sus soluciones, inscribiendo así el pro-
greso en la rutina de la "ciencia normal" y haciendo como si se pasara de urr
s isrema a otro -de Nelvton a Einsrein, por éjcmplo- por s imple acumula-
ción de conocimientos, por afinamiento de las rnedidas y pof rectif icación de
los principios; vale lo mismo para la reoía de Kuhn, c¡ue, siendo válida para las
revoluciones inaugurales de Ia ciencia inicijLl (de la cual la ¡evolución copernican,t
proporciona el paradigma-en el sentido verdadero del rérmino-), toma simple-
mente la contracara del modelo positivista.2a De hecho, el campo de la astro-
nomía, en el cual sobreviene la revolución copernicana, se oPone al canrpo dc
la f ís ica contemporánea, del mismo moclo en que cl mercado " inmerso en
relaciones sociaies" (embe*led in social relationships) de !¿s sociedades arcaicas
se opone, según Polanyi, al "mercado auto-regulado" (self-regu/atingmarhet)
de las sociedades capitalistas. No es Por azar qLle la revolución copernicena
implique la reivindicación exprese de la autonomía pa|a un camPo científ ico
todavía "inmerso" en el campo religioso y en el campo de la fi losofía y, Por slr
mediación, en el campo polít ico, reivindicación quc implica la afirmación c{el
derecho de los científicos a zaniar las cuestiones científicas ("los matemáticos a
l j . T¡ l mcc¡nrsnlo cs el r luc t icndc a a)egurJr c l conrrol dc ies lc lacioncs con cl unir ' . rso cxtcr ior ,
con tos la iccs, es decir , la "vuigar ización cicnt í f ica ' como auto-divulgación dcl sel- io (cf . 1- .
Bol tanski y p. Maldidicr , OP. c i t . ) .
74. En efecro, ¡o hay duda quc la f i losofía de la histor ia dc la c iencia que ProPone Kuhn, con la
a¡ernancia de concentración monopolíst ica (paradigma) y dc rcvolución, debe mrrcho al cascr
part icular de la "revolución copernicanr" ta i como él la anal iza y la considera, como "t íp ica de
roda otra inversión mayor de la ciencií'. T. Kuhn, La ríuoiution copcrnicienne, París, Fayard,
1g73, pp. 153 y 162 ( t rad. csp.: La reuol t tc ión copernicana, Buenos Aires, Hvspamérica, I987):
s icndo rodavía muy débi l la ¡uronomía ¡c lat iva de la c iencia con relación al pod:r , ) 'cn P.rrr iculrr
c.n rc i rc ic in a la lg lesia, la revolución cicnt í f ica (cn la astronomía matcmát ica) pas: por I . r
rcvo| . rc ión pol í r ica y supone una rcvolución de todas las discipl inas c ientí f ices c¡ue puede rener
cfcctos pol í t icos.
y() 97
las matemáticas") en nombre de la legitimicl d específica que les confiere su
comPetencia.
Mientras que el método científ ico y la censura y/o la asistencia que ella
propone o impone no son objetivados en mecanismos y en disposiciones, ias
rupturas científicas toman necesariamente la forma de revoluciones cont¡a la
inst i tución, y las revoluciones contra el orden cientí f ico establecido son
inseparablem€nte revoluciones cont¡a el orden establecido. Al contrario, cuan-
do se encuentra excluido -gracias a estas revoiuciones originarias-, todo recur-
so a armas o a poderes, incluso puramente simbóiicos, dife¡entes a los que
tienen curso en el campo, es el funcionamienio mismo d.l .ápo el que define
cada vez más completalnenie no solamente el orden ordinario de la "ciencia
normal", sino también las rupturas extra-ordinarias, esas "revoluciones ordena-
das", como dice Bachelard, que esrán inscritas en la lógica de la historia de las
ciencias, es decir, de la polémica científica.25 Cuando el método está inscrito en
los mecanismos del campo, la revolución contra la ciencia instiruida se produ-
c€ con la asistencia de una inst i tución que proporciona las condic iones
institucionales de la ruptura; ei campo deviene el lugar de una revolución
permanente, pero cada vez más tonlmente desprovista de efectos políticos. Por
esta razón, este universo de la revolución permanente puede ser también sin
contradicción el del "dogmatismo legítimo":t6 el equipanrienro científico que
es necesario para hacer la revolución cienrífica no puede ser adquirido sino en y
por la ciudad científica. A medida que aumentan los recursos científicos acu-
mulados, el capital científico incorporado que es necesario para apropiárselos y
t€ner, así, acceso a los problemas y a los' instrurnentos científ icos y, por io
tanto, a la lucha científ ica, deviene cada vez más importante (derecho de
enrrada).27 De ello se deriva que la revolución cieniífica no es asunto de los más
25. Además de Bachclard y R.eif (ya citados), D. Bloor ha percibido que ias transíormaciones en
!a organización social de la ciencia han determinado una transformación de la naturaleza de las
revoluciones científicas (cf. D. Bloor, "Essay Review; Two Paradigms lor Scientific Knorvledge?",
Sciences Studies, l97l , I , pp. 101-1 15).
26. G. Bachela rd, Le Matérialisme r¿tionne/, Pa¡ís, PUF, 1953, p 4 I (irad. esp. E/ materiaiismo
racionaL Buenos Aires. Paidós, 1972).
27. La principal censura está constituida por este derecho de ent¡ada, es decir, por las condiciones
dc acceso al campo científico y al sistema de enseñanza que le da entrada. Habría lugar para
interrogarse sobre las propiedades que las ciencias de la naturaleza (sin hablar de las ciencias del
hombre en las que, por el hecho de la debi l idad de los mérodos, la m'ís grande l ibertad está dejada
a los habitus), debcn a su reclutamiento social, es decir, grosso modo, a las condicioncs de acceso
a la enseñanza super ior (cf . M. De Saint Mart in, op. c i t . ) .
Pierre Bourdieu
desposeídos, sino, al contrario, de los más ricos científ icamente enrre los recién
llegados.2o La antinomia de la ruptura y de la continuidad se de'¡i l i ta en un
campo que, aJ ignorar la distinción entre las fases revolucionarias y la "ciencia
normal", encuentra en la ruptura continua el verdadero principio de su conti-
nuidad; y correlativamente, la oposición ent¡e las estraregias de sucesión y las
esrrategias de subversión tiende cada vez más a perder su sentido, ya que la
acurnulación del capital necesario para el cumplimiento de ias revoluciones y
del capitai que procuran las revoluciones tiende siempre más a cumplirse se-
gún los procedimientos reglados de una caÍrera.2e
La transmutación del antagonismo anárquico de los intereses Particularesen dialécdca científica se to¡na cadavez más total, a mcdida que ei interés que
tiene todo productor de bienes simbólicos en producir productos "que no sean
solamente interesantes para él mismo, como dice Fred Reif, sino también im-
lorrantes para los otros" -por lo tanto, adecuados para obtener de los otros el
reconocimiento de su importancia y la importancia de su autor-, se choca con
concurrentes más capaces de poner los mismos medios al servicio de las mis-
mas intenciones -lo que conduce', cadavez más frecuenterirente con los Cescu-
b¡imientos sinultáneos, al sacrificio del interés de uno dc los productores o de
ios dos-;30 o, en otros términos, a medida que el interés privado que cada
agente singular t iene para combatir y para dominar a sus ccnc$frentes, Paraobtener de ellos el reconocimiento, se encuentra armado de todo un conjunto
28. Se sabe qr:.e las ,euoluciones itzeugurales rnismas, que dan nacimiento a un nuevo campo
consriruyendo, por la ruprura, un nuevo dominio de objetividad, incumben casi siempre a detentadores
de un gran capirai científico, quienes, en vinud de variables secundarias (ules como la penenencia
a una clase social o a una etnia improbable en este universo) se encuentran ubicados en una posición
inesrable, adecuada para favorecer la incli¡ración ¡evolucio¡raria: es el caso, por ejcmplo, de los rccién
llegados que importan a un campo el capital acumulado en un campo científico socialmente superior
(cf J. Ben David, "Roles and Innovation irr Medicine", I merican Journal of Sociobgy,65' 1960, pp
5fl-569; J. Ben David y R. Vollins, "Social factors in rhe Origins of a New Science: the Case ol
P sicholctgt'', A m eri c an S o c i o / a gi c a l re.ts i eu', 3 l, 1 9 66, p p. 4 1 1 - 46) 1.
29. Se ha visto más arriba la descripción que da F. Reif de la forma que toma, la mayoría de las
veces, la acumulación del capitai en tal esrado del campo.
30. En cfccto, se esrará de acuerdo en observar que la lucha científica dcviene cada vez más intensa
(a pcsar del efccto de la especialización que tiende sin cesar a reduci¡ e! univcrso dc los concurrentes,
por la división en sub-campos cada vez más estrechamente especificados) a mcdida que la ciencia
avanza, es decir, más precisamente, a medida que los recu¡sos científicos acumulados se incrementln
y que el capital necesario para realizar la inve nción deviene rr,ás amplia y uniformemenre esparcido
entre los concurrentcs, por cl hecho dc la clevación <lel derecbo de entrada cn cl campo'
El cantpo científico
. l¿ instrumentos que confieren su plena eficacia a su intención polérnica, dán-
Jc¡lc .-l alcance universal de una censura nretódica. Y, de hecho, a medida que
s* incrementan los recursos acumulados y el capital necesario para apropiárse-
los. el ¡nercado sobre el cual puede ser ubicado el producto científ ico no deja
rir restringirse a concurrentes cada vez más fue¡ternenre armaclos para criticarlo
¡,,cionalmente y desacreditar a su autor: el antagonismo que esú al principio
i. i.r.-structura y -lel car¡bio'de todo campo tiende a de"'enir cada vez más
r¡.,jical y cada vez más fecundo, porque el anterdoforzado á.onde se engendra la
;,,:rrin deja cadavez menos lugar a lo impensado de la doxa. El orden colectivo
,.ie la cie¡rcia se elabora en y por la anarquía concurrencial de las acciones inte-
r.s:idas, ai encontrarse dominado cada agente -y con é1, todo el grupe por el
rnrlecrüzarniento en apariencia incoherente de las estrategias individuales. Es
. iccir que la oposic ión entre los aspectos " funcionales" y los aspectos"¡i isfi¡ncionales" del funcionamiento de un campo científ ico dotado de una
qirn autonomía, no tiene casi sentido: las tendencias más "disfuncionales" (por
.j,,nrplo, la propensión al secreto y a la negativa de cooperación) están inscritas
cn lós mecanismos mismos que engendran las disposiciones más "funcionales".
,-\ medida que el método cien¡ífico se inscribe en ios rnecanismos sociale.s que
r,:'sulan el funcionamiento del campo y que se encuentra así ciotado de la obje-
rividad superior dJ' 'una ley social inrnanente, puede realmente ob.ietivarse en
instrurnentos capaces de controla¡ y a veces de dominar, a los que los uti l izan,
r. en las disposiciones constituidas de manera durable, que produce la institu-
. ión cscolar. Y estas disposic iones encucntran un reforzamiento cont inuo en
los mecanisrnos sociales que, al reencontrar ellos mismos un sostén ert el rnate-
rialismo racionai de la ciencia obje-tivada e incorporada, producen control y
eensura, pero también invención y ruptura.3l
i.a ciencia y los doxésofos
l-a cie¡"rcia no tiene jamás otro Fundamento que la creencia colectiva en sus
.ÍL¡ndamentcs que produce y supone el funcionamienro mismo del can-rpo
1l . i : i conjunto de lcs proccsos que acomparlan la autono¡¡ ización del campo cientí f ico mant iene
r i : leciones dialéct icas: así , ia e[evación coni inua dcl dcrecho de entrada quc impl ica la acumulación
Jc rccursos específicos contrii:uy"e, recíprocanrenre, a la autonomización del ca-mpo cientfÍico,
i ¡ is taurando una ruprura social , tanto más radical cuanto no buscaCc, con el ¡nundo profano de
i , , ¡ la icos.
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científ ico. La orquestación objeriva de los esqucmas prácticos inculcat-t-rs por
ia enseñanza explícita y por la familíatizacíón que constituye el fundamento
dcl consenso práctico sobre las aPlrestas ProPuestas por el campo' es decir'
sobre los p.oú.*"r, los rnérodos y las soluciones inmediaramenre percibidas
como científ icas, encuentra ella misma su Fundamento en el conjunto de ios
mecanismos institucionales que aseguratl la selección social y escolar de ios
investigadores (en función, por tj"mplo' de la jerarquía establecida de las
disciplin"s), la formación de los agentes seleccionados' el ,:<>::rol
del acceso a
los instrumentos ,le investigación y de publicación' etc'32 El campo de dis-
cusión que diseñan, por sr$ luchas, la ortodoxia y la heterodoxia se recorta
sobre el campo de la doxa, coniunto de PresuPuestos que ios antagonistas
admiten como "endo de su;'o, más allá de toda discusión:33 la censura que
ejerce la or¡odoxia -y qLle denuncia la heterodoxia-, oculta una censura más
radical, mmbién más invisible, porque-es constitutiv" del funcionamiento
mismo del campo y Porque se refiere al conjunto de lo que está admitidc por
el solo hecho d" la pertenencia al campo, el conjunto de lo que está fuera de
discusión por el hecho de aceptar las apuestas de la discusión, es decir, el
consenso sobre ios objetos de disenso, los intereses comunes que están al
pr incipiodelosconf l ic tos<leintereses,todoloindiscut idoyloimpensado
tácitamente mantenidos fi:era de los límites de la lucha*a
Según el grado de autonomía del campo con relación a las determina-
ciones externas, es mayof la parte del arbi t rar io social que se encuentra
englobado en el s isrerna de los PresuPuestos const i rut ivos de la c ieencia
propi" en el campo considerado' Esto s igni f ica que' en el espacio abstracto
de la teor la, ¡odo campo cientí f ico -el de las c iencias sociales o el de ias
32- El habirus producido por la pr imera educación cc c lase y el habi tus secundar io incuicedo por
la educación "r .o l" . .on, . ibt ,u"n,
<:on pesos diFerentes et l e l caso de las c iencias sociales y de les
cicncias de [a natu¡elez-a, : detcrminar una atlhesión prerreflcxiva a los presupuestos táciros ciei
campo (sobre el ¡ol de la sccialización, cf W D' Hagstrom' op' cit ' p' 9 y T S' Kuhn' "The
F.rn.,io' of Dcgma in scie ntific Research", en: A. c. crombic (ed.), cientiiic Change, l¡ndon'
Hi ineman, 1963, pP. 347-369) '
33. Se ve en lo q*e podría. levenir la etnometodr: logía (¿pcro el la sería todavía Ia etnonretodología?1
si ella supiera qu: lo que toma por objeto, el uhenfor gran¡¿ldc schurz, es ia adhesión prerreflexii'a
al orden establecido'
34. En elcaso del campo de producción ideológica (del cual part ic ipan también los di fcrentcs
campos cc producción de discurs,r erudi to o letrado) el fundamen¡o dei consenso e n el d isenso
qu" i.fi". i" .lox...side, como veremos, en la relación censurada dei campo de producción en su
con junción con el cempo t ie l pocler (es decir , en la función ocul ta del campo dc la lucha de clases)
í
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a.+
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*
matemát icas ho¡ como el de la alquinl ia o de la astronomía matemát lca en
los tiempos de Copérnico*, puede ser situado en aiguna Parte entre ios dos
límites represenrados, por un iado, por el campo reiigioso (o el campo de la
producción l i terar ia) , en el cual la verdad of ic ia l no es otra cosa que la
imposic ión legír ima (es decir , arbi t rar ia y desconocida como tal) de un
arbitrario cultural que exPresa el interés específicc de los dominantes -en
el campo y fuera del campo-; y' Por otro iado, Por un campo científ ico
donde todo elemenro arbitrario (o impensado) social sería descartado, y
cuyos mecanismos sociaies realtzarían la imposición nece,saria de las nor-
mas universales de lt razón'
La cuesdón que se presenta así planteada es la del grado de arbitrariedad
social de la creencia que produce el funcionamiento del camPo y que es la
condición de su funcionamienro o, lo que viene a ser lo mismo, la cuestión
del grado de autonomía del campo (con relación, en primer lugar, a la de-
manda social de la clase dominante) y de las condiciones sociales, internas y
extefnas, de esta autonomía. El principio de rodas las diferencias entre cam-
pos científ icos capaces de producir y de satisfacer un interés ProPiamente
científico y de manrener así un proceso dialécrico interminable, y campos dz
producción de discursos entditos, donde el trabajo colectivo no tiene otro efecto
ni o,r" función que la de perperuar el campo idéntico a sí mismo, producien-
d.o, tanro hacia adentro como hacia afuera, la creencia en el valor autónomo
de los objetivos y de los objetos que pr<rduce, reside en la relació n de depen'
tlencia por la apariencia de independenc;/l resPecto a las demandas externas:
los doxósofos, sabios aparenres y sabios de la apariencia, no pueden legitimar
ni la d.esposesién que oPeran por la constitución arbitraria de un saber esoté-
rico inaccesible al profano, ni la delegación que demandan arrogándose el
monopolio de ciertas prácticas, sino a condición de imponer la creencia de
que su falsa ciencia es Perfectamente independiente de las demandas sociales
que ella no puede satisfacer tan bien sino porque afirma vivamente su recha-
zo de servirlas.
Desde Heidegger que habla de ias "masas" y de las "elites" en el len-
guaje alramenre eufemizado de lo "auténtico" y de lo "inauténtico" a los
polirólogos americanos que reproducen la visión oficial del mundo social
en las semi-abstracciones de un discurso descr ipt ivo-normat ivo, es s iern-
pre la misma estrategia d'e fatsa ruPtura la que define la jerga erudita por
oposic ión al lenguaje c ientí f ico. Al l í donde el lenguaje c ientí f ico pone
comil las, como io observa Bachelard, para señalar que las palabras del
lenguaje ordinar io o del lenguaje c ientí f ico anter ior que conserva están
100101
Pierre Btturdieu
completamentc redef in idxs y no obt icnen su sent ido s ino del nuevo sis-
te¡na teó¡ ico,35 el lenguaje e¡udi to no usa comil las o neologi-smos sino
para manifestar s imból icamente una distancia y una rLrPtura f ic t ic ias con
relación al sent ido común: al no disponer de ninguna autonomía real ,
sólo puede, en efecto, producir completamente su eiecto ideológico s i
resul ta lo suf ic ienteF, lenre rransparenre como para cont inuar evocando la
expertencia y la expresión ordinaria que den,.ga.
Las cstrategias de falsa ruptura expresan la verdad objetiva de carnpos que
no disponen sino <ie wa falsa autonomílz: en efecto, mientras cue la ciase
dominante oto¡ga a las ciencias de !a naturaleza una autonomía acorde al
interés que encuenira en ias aplicaciones a la economía de ias técnicas cientí-
f icas, uo tiene nada que esperar de las ciencias sociales, sino, en el mejor de
ios casos, una contribución particularmente preciada a la legitirnación del
orden establecido y un reforzamiento del arsenal de los instrumentos simbó-
licos de dominación. El desarrollo tardío y siempre amenazado de las cien-
cias sociales está allí para testimoniar que ei progreso hacia la autonomía real,
que condiciona y supone alavez ia instauración de los rnecanismos cotrstitu-
tivcs de un campo científ ico auto-regulado y autárquico, se choca necesaria-
mente con obstáculos reconc,cidos en otra parte: y no puede ser de otro
modo, porque lo que está en juego en la lucha interna por la autttridad cien-
tífica en el campo de ias ciencias sociales -es decir, ei poder de producir, de
imponer y de inculcar la representación legítima del mundo social-, es una
de las apuestas de la lucha entre las clases en el campo político.36 De ello se
deriva que las posiciones en la lucha interna no pueden esperar jamás ei
grado de independencia respecto a las posiciones en la lucha externa que se
observa en el campo de las ciencias de la naturaleza. La idea de una ciencia
neutra es una ficción, y una ficción interesada, que permite dar por científ ica
una forma neutralizada y eufemizada -por lo tanto, particularmente eficaz
35. G. Bachela rd, o). ,;t., pp.216-217.36. Es así que los sistemas de clasificación (taxonomías) sociales, que son una de las apuestas
esenciales de la lucha iJeológica entre las clases (cf. P Bourdieu y L. Boltanski, "Le titre et le
postc: rapports entre el systüme de production et le systéme de reproductio" , Actet de Ia recherche
en sciences sociales,?., 1975, pp.9r-107), constiruycn también -a través de las tc¡mas de posición
sobre la existencia o la no-existencia de las clases socia[es- uno de los grandes principios de la
división dcl campo sociológicc (cf. P. Bourdieu, "Classes et classement", Minuit,5, 1973, pp.22-
24,yA.P.A.CoxonyC.L.Jones, OccupdtionalCategorizationandlmagesofSocíery,lWbrkingPaper
n" 4, Project on Occupat ional Cogni t ion, Edinburgh, Edinburgh Universiry Prcss, 1974).
EI cantpo científico
sinrbólicamente porque es Particularmenfe irreconocible- de la representación
dominante del mundo social.37
Acrualizando los mecanismos sociales que aseguran el mantenimiento del
orden establecido y cuya eficácia ProPiamente simbóiica descansa sobre el des-
.onocirniento de su \ógica y de sus efectos -frlnda-mento de un reconocirniento
sutiimente arrancado-, la ciencia social toma necesariamente Parte en la lucha
polít ica. Es decir que, cuando iiega a insraura¡se (lo que supone el cumpli-
¡¡riento de cie¡tas condiciones, cor¡elativas a un esado determinado de la rela-
ción de fuerzas entre las clases), la lucha entre la ciencia y la falsa ciencia de los
doxósofos (que pueden reivindicar tradiciones teóricas más revolucionarias),
aporra necesariamente una contribución a la lucha ent¡e las clases que, al me-
nos en este caso, no tienen igual interés en la verdad científica.
La cuestión fundamental de la socioiogía de ia ciencia toma, en el caso Ce ias
ciencias sociales, una forma Particuiarmente paradójica: ¿Cuáles son las condi-
cir¡nes sociales de posibilidad del desarroilo de una ciencia libre de las coacciones
t, de las demandas sociaies, sabiendo que' en este caso, los progresos en el sentiCo
de la racionaiidad científ ica no son Progresos en el sentido de la ncutralidad
poiítica? se puede negar la cuesrión. Es lo que hacen, por eiemplo, todos aquellos
que impuran rodas ias parricularidades de las ciencias sociales a su sir.ración de
reciente emergenciai€n nombre de una filosofia ingenuamente evoiucionista que
pone a la ciencia oficial en el rérmino de la evolución. De hecho, ia teoría de!
rerraso no es verdadera, paradójicamente, sino en el caso de la sociología oñcial ¡
más precisamente, de la sociología oficial de ia sociologfa. En efecto' basta con
rraer a la mernoria los anáiisis celebres de Alexander Gerschenkron sobre el "retra-
so económico", para comprendef los rasgos más ca¡acterísticos de estas for¡nas
particulares de discurso erudito que sóh las fakas ciencits. Gerschenk¡on obserya,
en efectr.:, que, cuando el proceso de industrializaciín comienza con reffaso, Pre'
senta diferencias sistemátic¿s con ei que se. ha producido en ios paíse-s más desa-
rrollados, no solamente en io que concierne ala rapi&ez del desarrollo' sino rarn-
i:ién en lo que concierne a ias "estrucruras Productivas y organizacionales", por*
que pone en práctica "instrumen¡os institucionales" originales y Porqtte se desa-
rroila en un clima ideoiógico diferente.3s l¿ existencia de ciencias más avanzadas
j7. De el l i , se de¡ iva <¡ue la socick.gíe de Ia c iencia (¡ cn panicular, de la relación que la c iencia
rocial mant iene con la c la¡e dominante) no rs una especial idad entre otras, s ino que forma part .
de las condic iones de una scciología c ientí f ica '
jB. A. Gerschcn kron, Economic Backtuardness in I listarical Perspeairre, Carnbridge, Harvard Universiry
?ress, 1962, p.7.
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103
-b .i.ndes proveedoras no solamente de métodos y de técnicas, las más de las veces
.*pl"ud". fuera de las cor-diciones récnicas y sociales de validez, sino también de
ejemplos- es lo que permite a la sociología oficial darse todas las apariencias de la
cien¡ificidad: el alarde de auronomía puede tonar aquí una forma sin preceden-
tes, de la cual el esorerismo de las viejas tradiciones leuadas sabiamente manteni-
do r,o representa sino una pobre anticipación' la sociología oficiai apunta no a
realizarse como ciencia, sino a ralizar la imagen oficiai de la ciencia que la socio-
logía oficial de Ia cicncia -suerte de instancia jurídica que se dala comunidad' (e[
término se aplica perfectamenre en esre caso) de los sociólogos oficiales-, dene
por fi-urción proporcionarles al precio de una reinterpretación positivista de la
práctica ciendfica de las ciencias de la naruraleza'
Para convencerse compleramente de la función de ideología justificadora
que cumpie la historia social de las ciencias sociales, tal como se Practica en el
esablishment americano,3e bas¡aría con reseñar el conjunto de trabajos direc-
m o indirectamente consagrados t Ia com7etition, la palabra clave de toda la
sociología de la ciencia americana que' en su oscuridad de concepto nativo
promovido a la dignidad científica, condensa rodo lo impensado (la doxa) de
esta sociolo gía. La tesis según la cual productividad y competencia están
directamenre l igadas,ao se inspira en una reoría funcionalista de la compe-
tencia, que es una variante sociológica de la creencia en las virtudes del "mer-
cado libre"; ei término inglés competition designa también lo que nosotros
ilamamos concurrencia:ar al reducir toda competencia a la competition entre
uniuersidad¿s o al hacer dela com\etition ent're universidades la condicién de
39. l-a filosofía de la historia que frecuenta esta historia social de la ciencia social encuentra una
cxpresión paradigmárica en ia obra de TLrry Clark que, en un informe, Paul vogt calacteriza
,o.iológi.r-"n,e con <los adjetivos: "Terry N. Clarck's long-awaited, much circulated in rnanuscript
propben and patroru" (cf.T. Clark, hophets and Pa¡row, The Frnch Uniuersiry and the Emergcnce of the
soriol srirrrr, cambridge, Harua¡d universiry P¡es, 1973, y J. C. Chamboredon, "sociologie de la
Sociologic et inré¡és sociaux des sociologues",laes d¿ k recherche en sciences social¿s,2' 197 5, pp. 2-lT '
40. Joseph Ben David riene el mériro de dar a esta tesis su forrna más directa: el alto grado de
competencia qu e caracr-eríz,aa la universidad americana explica su más alta producti'ridad científica
y su mayor f lexibi l idad (J. Ben David, "scient i f ic Product iv i ry and Academic Organizat ion in
Nineteenth century Medicine" , Anterican sociological Rnietu,25, D6A, pp.828-843; Fund¿mental
Researchandthe(.hiuersities,París,OCDE, 1968;J BenDavidyAvrahamZloczawer,"Universities
and Academic systems in Mociern Societies", European Journa! of sociolog\, 3, 1962, pp. 45-84).
4 l. F,n francd tnckrrence. Pcr las connoraciones difcrentes que este vocablo tiene, se ha preferido'
a lo largo del tcxto, traducir concunence por concurrencia, en un in¡ento de ser fiel al contenido
específ ico que el auror da al término, y para no confundir lo con "competencia ' . (N' Del T.)
la competencia entre investigadores' no se interroga jamás sobre los obstácu-
los a la comperencia científica que son imputables a la competition, a la vez
económica 1'cientifca, cuyo lugar es eI academic marbet place'
I-a competition que reconoce esta ciencia del esablishmeú esla comPetencia en
los límites de la conveniencia social, que obstaculizaala verdadera competencia
ciencífica, capaz d,e poner en cuestión a Ia ortodoxia, tanto más fuertemente
cuanro se Ia sitúa en un universo más cargado de arbitrariedad social' se com-
prende que la exaltación de la unanimidad del "paradigmJ' pueda coincidir con
ia ex.ltación de la competencia -.o incluso que se pueda, según los autores' rePro-
cha¡ a la sociología euroPea de pecar Por exceso o Por defedo de competencia'
Ademásdelasherramientasydelastécnicas--computadorasyProgfamas
de tratamien rc automático de los datos, por ejemplo- la sociología oficial
tomaprestadoun,modelodelapráct ícacientí f ica, ta lcomolaimaginación
poriti rirt" se la representa; es decir, con todos los atributos simbólicos de la
'r.spet^bili.l"d cientlficas, máscaras y elementos postizos tales como los acce-
sorios tecnológicos y el kitch retófico, y un modelo de la organizaciórr de lo
que ella llam" "1" comunid'ad' científica"' tal como su pobre ciencia de las
o,g",,i,". iones le permite concebirla. Pero la sociología oficial no tiene el
*Jrropolio de las lecturas interesadas de la historia de la ciencia: la dificultad
panic;lar que la sociología tiene para Pensar cienttfcamenrc k ciencia' tierie
rela.ión .o., .i hecho de que ella está situada en lo más bajo de la ierarquía
social de las ciencias. Y" ,." que se eleve para Pensar ciencias más científicas
mejor de lo que ellas mismas ,. pi...".t, ya sea que descienda Para registrar la
i.r-r"g"n triunfante que la hagiografía científica ptoduce y ProPaga' eila siempre
ti.nl l, misma dificul¡ad Para Pensarse como ciencia' es decir' Para Pensar su
posición en la ierarquía social de ias ciencias'
Esto se ve con roda claridad en las reaccictnes que ha suscitado el libro cle
Thomas Kuhn, The Strucntre of Scienifc Rewlutiot¡s i¡ que ProPorcionarían un
marerial experimental de aita calid,ad Pa¡a un an¿ílisis empírico de las ideoiogías
de la ciencia y de sus relaciones con la posición de sus autores en el camPo
científico. Es verdad que esre libro, del cual no se sabe jamás exactamenre si
describe o prescribe la ljgic. d.1 cambio científico (eiemplo de prescripción larvada:
la existencia d" .rn p"."digma es un signo de madurez .:ientífica), invitaba a sus
lecrores a buscar "11í
rapÁtrs a las preguntas sobre la buena o la mala ciencia'42
42,Mástodavía que en este libro -cuyas tesis esenciales no ticnen nada de radicalmenre nuevas'
al menos para los lecrores de Bachelard, obieto él mismo, casi al mismo tiempo y en or¡a tradición;
É"Éft
104 105
Pierre Bourdieu
Dei lado de los que el lenguaje nativo llama "radicales", se ha leído en el libro
de Thomas Kuhn una invitación a ia "revolución" contra el 'paradigma"aio
una justif icación del pluralismo liberal de los utorld-uiews,aa dos tomas de
posición que corresponden sin duda a posiciones diferentes dentro del cam-
po.a5 Del iado de los sostenedores del orden científ ico establecido, se ha
leído allí una invitación a arrancar a la sociología de la fase "pre-paradigmática",
imponiéndole la constelación unificada de creencias, de valores y de técnicas
que simboliza la tríaCa capitolina de Parsons y de Lazarsfeld reconciliadas en
Merton. La exaltación de la cuantif icación, de la formalización y de la neu-
tralidad ética, el desdén por ia "filosofía" y e\ rechazo de la ambición sistemá-
tica en beneficio de la minucia de la verificación empírica y de la floja concep-
tuaiización llamada operatoria de las "ieo¡ías de alcance medio", son otros tan-
tos rasgos obtenidos por una transmutación desesperadamente tlansparente
del ser en deber ser, que encuentra su jusdficación en la necesidad de contri-
buir al reforzamientc de los "valores comunitarios" considerados como la
condición para el "despegue".
Faisa ciencia destinada a producir y a mantener la falsa conciencia, la
sociología oficial (de la cual la politoiogía es hoy su más bello florón) debe
hacer alarde de objetividad y de "neutralidad ética" (es decir, de neutrali-
dad en la lucha entre las clases, cuya existencia niega, po¡ otra pafte) y dar
de una captación semejante-, la intención normativa se ve en dos artículos donde T. Kuhn
describe las funciones positivas para el desarrollo cientlfico de un pensamiento "convergente" y
sostiene que la adhesión dogmática a una tradición es favorable a la investigación. T Kuhn, "The
Function of Dogma in Scientific Research", en: A. C. Crombie (ed.), op. cit., pp. 347-369; "f'he
Essential Ténsion: tadition and Innovation in Scientific Research", en: L. Hudson (ed.), The
Ecolog of Haman Intelligence, [,ondon, Penguin, 1970, pp.342-359.
43. Cf., por ejemplo, A.'Wi Gouldne¡ The Coming Crisis af Veaern Sociology,NewYork, London,
Basic Books, l97A y R..lV Friedrichs, A Sociologl ofSocioiogy, New York, F¡ee Press, i970.
44. E. Gellner, "Myth, Ideology and revolution", en: B. Crick y W A. Robson (ed.), Protest and
Distonnnt, London, Penguin, D7A, pp.2A4-220.
45. Una revista tal como Tbeory and Society d,ebe la importancia pu¡a¡nente social que le permite
existir y subsistir sin otro contenido positivo que e sta suerte de vago humanismo antipositivisra en
el cual se reconocen los "sociólogos crlticos" (orro concepto nativo), al hecho de que proporcrona
una unidad c¡tlictamente negatiua a todas las corrientes que se encuentran o se picnsan fuera del
cstab/ilhment americano, desde la etnometodología, heredera de la fenomenología, hasta el neo-
marxismo, pasando por la psico-historia, (Puede encontrarse un cuadrc sinóprico bastanre fiel de
esta constclación ideológica en P Bandyapadhyav, "One Sociology or Many: Sorne Issues in
I{adical Sociology", Sociological Reuiew, Vol. 19, febrero de 1971, pp. 5-30.)
EI cantpo cietttífico
roclas las apariencias de una ruPtura tajante con la ciasc domi¡iante y sus
, lcmandas ideológicas, mult ip l icando los s ignos exter iores de cient i f ic idad:
sc t iene así , del lado "empír ico", e l a larde tecnolégico, ¡ dei lado de la
rcoría. la retórica de /o'\te,, (f loreciente también en el campo artístico) que
;:ni ta a la acumulación cientí f ica, api icando a una obra o a un coniunto de
obras del pasado (cf. 7'he Structur€ of Social Action) el procedimiento ríPica-
mente letrado de la "relectura", operación paradigmát icamente escolar de
simple reprociucción o de reproducción simpte adecuada para Producir , en
lo. l imircs del campo v de la crcencia que i l produce, todxs las apar ieucias
.le la "rcvoiución". Sería nccesario analizar sistemáticamente esta retórica rle
lt ctent{iciderl por la cual la "comunidad" domi¡rante P¡oduce ia cree ncia
r:n ei valor científ ico de sus productos y en la autoridad científ ica de sus
iiriembros: \/a sea., por ejemplo, el conjunto de las estrategias destinadas a
dar ias apariencias de Ia acumulatiuidad, tales como las referencias a las
fuentes canónicas, la ma1'oría de las veces reduciCas, colno se dice, "a su
nrás simple expresión" (basta pensar en el destino Póstumo de El Suicidio),
.s dccir, a chatos protocolos que simulan el frío rigor del discurso científ i-
co, y a los art ículos más ¡ecientes posibles (se conoce la oposic ión entre las
ciencias "duras" -hard- y las c iencias "blandas" -sof t - ) sobre el mismo
rcma; o también las*vstategias de cierre, que Pretenden marcar una sePara-
ci, in tajante entre la pr<.i lr lemática científ ica y los debates Profanos y mun-
danos (siempre presentes, pero bajo el título de "fantastnas en la máqui-
ne"), al precio, la mayorít de las veces, de sirnples retraducciones l ingüísticas;
o las estrategias de denegación, que florecen entre los politólogos, hábiles
para realizar el ideal dominante de'la objetividad" en un discurso apolít i-
co sobre la poiít ica, donde la polít icá inhibida no Puede aParece¡ sino bajo
las apar iencias i r reconocibles, por lo tanto i r reProchables, de su denega-
ción poilt icológica.a6 Pero estas estrategias- cumPlJn por añadidura una fun-
ción esencial : la c i rculación circular de los obietos, de las ideas, de los
rnétodos ¡ sobre todo, de los signos de reconc-¡cimiento en el interior de
una comunidad (sería necesario deci¡ un club abierto a los únicos miem-
[rros nativos o importados del ItJ League)a7 produce, corno todo círculo de
't6. C.l. P. Bourdicu, "I-es doxosophe s ", Minuit, 1, 1973, pp. 26-45 (en parricular cl análisis del
:ficto I-ipset).
47. l.a sociclogfa oficial de la cicncia olrece una justificación para cada uno de cstos rasgos, fu1,
por c jemplo, e i cvi tar los problemas teór icos fundamentales encuentra una. iust i f icación en la idca
r lc que, cn las c iencias de la nattrralcza, los invest igadores no sc inquieran por la f i losof la de la
lcgit imidZd, un universo de creencia cuyo eq.^ivalente se encuentra tanto en
*1".n-po religioso cuanto en el campo de la Iiteratura o rle la alta costura'o'
Pero, aquí tarnbién, es necesario cuidarse de conferir a la falta cíencia
afcial la significación que le confiere la crít ica "radical". A pesar de su
op<rsición sobre el ua/or qtte confieren al "paradigma" principio de unifica-
. ión n"."r"r io para el desarrol lo de la c iencia en un círso, fuerza de rcpre-
sión arbi t rar ia en otro caso -o al ternat ivamente' uno u otra en Kuhn-,
conservadores y "radicaies", adversarios cómplices, acuerdafi de hecho en
lo esencial : por el punto de vista uni lateral que toman necesar iamente
sobre el campo científ ic<¡, eligiendo, al menos inconscientemente' uno u
orro de ios carnpos antagonistas, no Pueden percibir que ei control o la
censura no es ejercido por tal o cual rle las instancias sino por la relación
ebjetiua er?fte aduersarios cómplirer que, por su anragonismo mismo, deli-
miran el campo de ia discusión legí t ima, excluyendo como absurdo o
ecléctico, o simplemenre como impens¿ble, toda tentativa de tomar una
posic ión no prevista (en el caso Part icular, por e, iemplo, para poner al
s€rvicio de orra axiomárica científ ica las herramientas técnicas elaborados
por la c iencia of ic ia l ) .ae
Expresión apenas eufemizada de los intereses de los rlominados del cam-
po científ ico, la ideología "radical" t iende a tratar toda :evolución contra el
orden científ ico establecido como revolución científ ica, haciendo como si
fuera suficiente que una "innovación" sea excluida de la ciencia oficiai para
que pueda ser tenida como cienríficamente revoiucionaria, y omitiendo así
planrear la cuest ión de las condic iones sociales por las cuales una revolu-
ción conrra el orden científ ico establecido es también una revolución cien-
úFtcay no una simple herejía que aPunta a revertir la reiación de las fuerzas
establecidas en el campo, s in t ransformar los pr incipios sobre los cuales
ciencia (cf. ,07, O. Hagstro m, op. eit., pp.277-279). Se ve sin dificultad lo que tal sociología de la
ciencia puede dcber a la necesidad de lcgi t imar un esrado de hecho y de transformar los l ímites
sufr idos en exclusioncs clcct ivas.
48. Sobre la producción de la c¡eencia y del let ichismo en el campo de la al ta costura' ver P
Bourdieu e Y. Dclsaut, "L¡ cou¡ur ier er sa gr i f fe: contr ibut ion ) unc théor ie de la rnagie", Actes de
l¿ recherche e¡t scienrcs sociai¿¡, I (l), enero i' '375' pp'7-36'
1r9r. Talcs parejas episremológicas, que son al misnro tiempo parcjas sociológicas, funcionan e¡r
roclocampoicf ,porejemplo, e lPosi t íu ismusstrerrqucoponeaHabc 'na^syaPopperenel casot le
A. lemania -mecanismo de desvío que habiendo hecho sus pruebas en Europa comienza a hacer
esrrasos en ios Fstados Unidos con la imponación de la Escuela de Frankfur¡'
descansa su Funcionamiento.s0 En cuanto a los dominantes, incl inados a
admitir que el o¡den científ ico -en el cual están ubicadas todas sus lnver-
siones (en el seno de ia economía y del psicoanálisis) y en el cuai elios están
en ccndiciones de apropiarse de ios beneficios- es el deber ser realizado,
son lógicamente pro€lives a adheri¡ a la fi losofía esPontánea de la ciencia,
que encuenrra su e-xpresión en la tradición positivista; forma del oPtimis-
mo liberal que quiere que la ciencia progrese por ia fuerza intrínseca dc la
idea verdadera y que los más "podcrosos" sean rambién por definición los
más "competentes": basta con Pensar en los antiguos estados del campo de
las ciencias de la naturaleza o en el estado actual del canipo de las ciencias
sociales, para percibir la función ideológica de sociodicea de esta fi losofía
de la ciencia que, dando el ideal como realizado, excluye la cuesrión de las
condici<¡nes sociales de realizactón del ideal'
p lanteando que la sociología de la c iencia misma funciona según las
leyes de funcionamiento de todo camPo científ ico que establece la sociolo-
gía cienrífica de la ciencia, la sociología de la ciencia no se condena de
ningún modo al relativismo. En efecto, una sociología científ ica de la cien-
cia (y la sociología c ienrí f ica que contr ibuye a hacer posible) no puede
consriruirse sino a condición de percibir claramente que a las diferentes
posiciones dentro del campo científ ico están asociadas representaciones de
la ciencia, estrlttegias ideológicas disfrazadas de tumas de posición epistemológicas,
por las cuales los ocupantes de una pcsición determinada aPuntan a justi-
f icar su propia posición y las estrategias que Ponen en Práctica Para mante-
nerla o mejoraria, al mismo tiempo que para desacreditar a los ocupantes
de la posrción opuesra y sus esrraregias. cada sociólogo es buen sociólogo
de sus concurrentes, no siendo la sociología del conocimiento o de la cien-
cia sino ia forma más irreprochable de las esrrategias de descalif icación del
adversario, desde el momento en que toma Por objeto a los adversarios y a
sus esrraregias y no al sistema comPleto de las estategias, es decir el campo de
50. Sería necesario atializar rodos los usr:s estrarégicos que los dominados en un campo puedcn
haccr de ia transfiguración ideológica de su posición objetiva: por eiemplo, el alttrde de exclusión
que permire a los excluidos rambién sacar part ido de la inst i tución (que el los ¡econocen lo
suficiente como para reprocharle que no los reconozca) haciendo de la exclusión una garantía de
cienr i f ic i jad; o incluso la conresración de la "competencia 'de los dominantes que está en cl
centro de todo movimiento herético (cf. la contes¡ación del monopolio del sacramento) ,' que
debe armarse ianro menos de argumentos científicos cuanto el capital científico act¡mulado es
m:ís débil. etc.
108t09
Pierre Bourdieu
Ias posiciones a ?arür del cua/ ellas se engendran.5t La sociología de la cienciano sería tan difíci l si no fuese porque el sociólogo tiene apuestas en el juegoque pretende descr ib i ¡ (en pr imer luga¡ la c ienr i f ic idad de la sociología ¡en segundo lugar, la cientif icidad de la forma de socl logía que él pracrica)y porque no puede objetivar esras apuesras y las estrategias correspondien-tes, s ino a condic ión de tomar por objeto no sólo a las estraregias de susadversarios científ icos sino al juego en cuanro ral, que dirige rambién suspropias estrategias, amenazando con gobernar secretamente su sociologra ysu sociología de la sociología.
5 I ' Sobre la necesidad de construir como tal el campo inrelecrual para hacer posible una sociologíade los intc lectuales, que sea orra cosa que un rntercambio de in jur ias y de anaremas enrre"intelcctuaies de dcrecha" e "intelectuales de izquierda", ver p Bourdieu, "Les íiactions de laclasse dominante er les modes d'appropiation de I'oeuvrc d'arr", Information sur /es sdences sociales,13 (3), 1974, pp.7-32.
La causa de la ciencia.*Cómo la historia social de las ciencias socialespuede servir al progreso de estas ciencias**
T a historia social de las ciencias sociales no es una especialidad entre otras.
L Er ei instrumento privilegiado de ia refiexividad crít ica, condición im-
perariva de la lucidq colectiva, y también individual. sin duda, puede servir
rarnbién al resen¡imiento y a la mala' fe, cuando se esPeran solarnente las
satisfacciones carentes del peligro de la indignaci6n y de la denunciación
rerrospectivas, o los beneficios asegurados de una defensa sin riesgo de las
buenas causas desaparecidas. Pero no encuentra verdaderamente su justifica-
ción, sino cuando liega a actualizar--los presuPuestos que están inscritos en el
principio mismo cle las empresas cienríficas del pasado y que p€rPetúa, fre-
cuenrernenre en esndo implícito, la herencia ciendñca colectiva, problemas,
conceptos, métodos o técnicas.
Sólo ia anamnesis que permite
amnesia de la génesis que imPlica,
ei t iabajo histórico
casi inevitablemente,
puede liberar de la
la relación rutinaria
r "La cause de la scicnce. Comment I'hisroire sociale des sciences sociaies peur servir le progres de
ccs sciences", Actes de !¿ recherche en sciences social¿s, fi6-ft7 , marzo de 1995 , pp. 3-L0 '
" Este texto reroma algunos de los temas de una comunicación presentada en 1989 en el
coloquio de Chicago sobre "socialTheory and Emerging Issues in a changing socier.v" y publicada
bajo el título: "Epiloghe: On the Possibiliqy oFa Field of \7orld Sociolagy"' en: P Bourdieu yJ'
coleman (ed.), social Theory for a changin; socicry, Boulder-san Francisco-oxford, lveswiew
Press, New York, Russell Sage Foundarion, 1991.
con la herencia, convertida, en lo esenci aI, en doxa disciplinaria; soiamente
ella está en condiciones de proporcionar a cada investigador los medios para
comprender sus posruras reóricas más fundarnentales, como la adhesión, la
mayorla de las veces tácita, a las tesis antropológicas faramente enunciadas
que fundan sus grandes elecciones teóricas y merodológicas (en materia de
f i losofía de la acción especialmenre), o sus s impatías y sus ant ipat ías
epistemológicas por autores, modos de pensamiento y fo¡mas de expresión.
Es el instrumenro más indispensable, y el más despiadado, para una crít ica
de las pasiones y de los intereses que Pueden ocultarse bajo las apariencias
irreprochables de la metodología más rigurosa'
La ciencia social t iene el privilegio de poder tomar por objeto su propio
funcionamienro y de esrar en condiciones de l levar, así, a la conciencia, las
coacciones que pesan sobre la práctica cienrífica; pues puede servirse de ia
conciencia y del conocimiento que posee de sus funciones y de su funciona-
miento para intentar superar algunos deJos obstáculos al progreso de la
conciencia y del conocirniento. Así, lejos de invalidar sus propios fundamen-
tos, como se ha dicho muchas veces, condenando al relativismo, tal ciencia
re{lexiva puede, al conrrario, proporcionar los principios de uia Realpolitilz
científica, que apirnte a asegurar el progreso de la nzón científica-
La situación ambigua de la ciencia social
El campo científ ico es un microcosmo social parcialmente autónomo con
relación a las necesidades del macrocosmo en el cual está englobado. Es, en
un sentido, un mundo social como los otros y, como el campo económico,
conoce relaciones de fuerza y luchas de intereses, coaliciones y monopolios,
incluso imperial ismos y nacional ismos. Pero, a pesar de lo que digan los
deiensores del "programa fuerte" en sociología de la ciencia, es también un
mundo aparte, dotado de sus leves propias de funcionarniento. Todas las pro-
piedades que tiene en común con los otros campos revisten, allí, formas espe'
c l icar ¡or ejemplo, por muy descarnadi que pueda ser al l í Ia compeiencia '
ella queda sometida, sino a reglas explícitas, al menos a regulaciones automá-
ticas, como las que resultan del control crutul¿o entre los clncurrentes, Y que
tienen por efecto conveÍtir los intereses sociales tales como el apetito de reco-
nocimiento en "intereses de conocimiento", la l ibido dominandi -que está
comp,endida siempre por una parte en la libido sciendi- en libidn scientifca,
amor puro cle Ia verdad, al cuai la lógica del campo -que funciona como
instancia de censura y pr incipio de subl imación- asigna sus objetos legí t i -
mos y las vías legítimas para alcanz:t¡los. Las pulsiones subiimadas que defi-
nen esta libido específica se aplican a objetos en sí mismos altamente depura-
dos y, por muy vioientas que pudieran ser, son inseparables, en su existencia
misma y en ia forma de su satisfacción, del reconocimiento práctico de las
exigencias que están inscritas en el funcionamiento social del campo en el
cual pueden encontrar satisfacción.
De eilo se deriva que el rigor de ios productos científicos depende funda-
mentalmente del rigor de las coacciones sociales específicas qrre rigen su pro-
ducción; o, más precisamente, del grado en el cuai las reglas o las regularida-
des que gobiernan el microcosmo científico y que determinan las condicio-
nes en ias cuales las construcciones científicas son producidas, comunicadas,
discutidas o criticadas, son inclependientes con relación al mundo social, a
sus demandas, a sus expectativas o a sus cxigencias.
El campo de las ciencias sociales está en una situación muy diferente a la
de los otros campos científicos: por el hecho de que tiene por objeto al mun-
do social y porque pretende producir de él una representación científ ica,
cada uno de los especialistas está allí en concurrencia no solamente con los
otros científ icos, sino también con los profesionales de la producción simbó-
lica (escritores, hombres polít icos, periodistas) ¡ más ampliamente, con to-
dos los agentes sociaies que, con fuerzas simbólicas y éxitos muy desiguales,
trabajan para imponer su visión del mundo social (usando medios que van
del argot, del insu-lto, de la maledicencia o de la calumnia hasta los l ibelos,
los panfletos o las tribunas libres, sin hablar de las formas de expresión colec-
tivas e institucionalizadas de ia opinión, como el voto). Esca es una de las
razones que hacen que no pueda obtenel tan Fácilmente como los otros cien-
tfficos, el reconocimiento del monopolio del discurso. iegítimo sobre su obje-
to, que reivindica por definición pretendiendo la cientif icidad. Sus concu-
rtentes del exterior, pero también, a veces, del interior, pueden apelar siem-
pre al sentido común, cont¡a el cual se construye la representación científica
del mundo. Pueden incluso apelar ai modo Ce valiciación de las opiniones
que es uti l izado en polít ica (especiaimente cuando la autonomía del campo
polít ico tiende a anularse, con la demagogia populisra, que finge otorgar a
todos el poder y el derecho de juzgar todo).
fuí, desde ei punto de -¡ista del grado de autonomía con respecto a los
poderes externos, públicos o privados, la ciencia social se sitúa a mitad de
camino entre dos límites: por un lado, los campos científ icos más "puros",
como la matemática, donde los productores no tienen otros clientes posibles
112 I I - l
Pierre Bourd.ieu
que sus concurrentes (quienes, ai tener la misma apritud y el rnismo interés
que ellos para prcducir, están poco inclinados a aceptar sin examen sus pro-ductos); por el otro, los campos polít ico o religioso, o incluso periodístico,donde el .!uicio de lcs especialisras esrá cada vez más frecueniemenre some-tido al veredicto del número bajo todas sus formas, plebiscito, sondeo, cif¡ade ventas o audiencia, y que ororgan a los profanos el poder de elegir entreproductos que no esrán necesaiiamente en condiciones de evaluar (y menostodavía de producir).
Se está en relación pues, con dos lógicas compleramenre opuesras, la delcampo político donde Ia fitena de las ideas depende siempre, por una pafte,de la fuerza de los grupos que las aceptan como verdaderas-, y ia del campocientíf ico -aue, en sus estados más puros, no ccnoce y no reconoce sino ia"fuerza in¡rínseca de la idea verdadera", de la que hablaba spinoza: no se zanjaun debate científico con un enfrenramiento físico, con una decisión política ocon un voio, y laF¿erza de una argumentación depende en gran meciida, sobretodo cuando el campo está fue¡remenre inrernacionalizado, de la conformidadde las proposiciones o de los procedimienios a las reglas de coherencia lógicz yde compadbilidad con los hechos. Al contrario, en el campo político, lo quetriunfa son las preposiciones que fuistóteles (en Zes Topique) llamaba endóxicas,es decir, aquellas a las cuales se está obligado a rener en cuenra, porque genreque cuenta quisiera que eilas fueran verdaderas; y también porque, participan-do de la doxa, del sentido común, de la visión ordinaria -que es también la másextendida y la m:ís ampiiamente compartida- tienen lá mayoría consigo. Poresta razón, incluso cuando son rotalmente contrarias a la lógica o la experien-cia, estas "ideas-fuerza' pueden imponerse porque tienen para ellas la fuerza deun grupo, y porque no son ni verdaderas ni incluso probables, sino plausib/ts-en el sentido etimológico del término-, es decir adecuadas paia recibir laaprobación y el aplauso de la mayoría.r
l. La ambigüedad de cienx discusiones con pretensión científica, sosrenidas en público, apareccsúbitamenre cuando el público sale del rol pasivo que le es asignado habirualmenre, para manifestarsu aprobación a !.¡no u otro de los oradores con aplausos más o menos sosrenidos; y la violencia de!a inrusión tiránica -en el sentido de Pasca!- de los profanos esralla cuando uno de los parricipanresrecurre al procedimiento retó¡ico que Schopenhauer consideraba como típicamenre desleal y queconsiste en dirigir a su adversario un argumento al cual este último no podría responder sinoempleando argumenlos incomprensib!es para los espectadores.
I-4 caysa de la cíencia. Cómo la hístoria social cle las ciencías sociales pucde servir...
Los dos principios de jerarquización
De ello resulta que, en el campo de las ciencias sociales como en el cam-
i . ¡ l i terar io, donde se enfrcntan lo "puro" y io "comercial" , los productores
nu.d"n refer i rse a uno u otro de los dos pr incipios de jerarquización y de
i.sirimación opuestos, el principio científ ico y ei principio polít ico, que allí
,Jnpon.n s in l legar a imponer una dominación exclusiva. Así, por ejempl. ,
:r diférencia de io que ocurre en los campos científ icos rnás autónomos (don-
iic nadie soñaría con sosrener hoy que la tierra no gira), proposiciones lógica-
¡l lc¡rte inconsistentes o incompatibles con los hechos pueden PerPetuafse o
i*cir¡s<¡ pfosperar, así como los que las defienden, con Ia rinica condición de
(tüe esrén doradas, en el interior mismo del campo, y también en el exterioi ',
. i . *n" aurtoridacl social adecuada para comPensar la insuficiencia o la insig-
niflcancia; y ocur¡e lo mismo en lo que concierne a los problemas, Ios con-
.Jptos o las taxonornías: a lgunos invest igadores pueden, por ejemplo' con-
..rrt i l- prolrl" mas sociales en problemas sociológicos, tolnar prcstado para el
,irscurs.o científ ico concepios (profession, rol, etc.) o taxonomías (individual/
..rrlcctivo, arkieuentent/ascription, etc.) direcramente sacados dcl uso orclina-
r1{.) , \ , tomat co¡no instrumentos de anál is is nociones e¡ l sí mismas suscePt l -
birs cle an¿ílisis. =
L,s necesario pues, interrogarse sobre los obstáculos sociales, jarnás completa-
t¡)enre ausentes, incluso en los campos científ icos más autónon1os, que se oPo-
nin a la instauración del nontos científ ico como criterio exclusivo de evaluación
.le las prácticas y de los producto s.La raízcomún de todos estos obstáculos a la
,,,.,r,r^o*í" científica y a la dominación exclusiva del principio científico ele
cvaluación o de jerarqui zación es el conjunr<¡ de los factores capaces de impedir
,:l jueg<.r dela libre concurrencií. cienttfca entre Pures' es decir, entre detentadores
dcl clominio rrríninro de los logros colectiv<ls de la ciencia sociai, que es la condi-
ción de entrada en los del'rates propiamentecientíf icos; o, dicho de otro nrodo,
c:lpaces de ia,¿o¡ecer la enrrada en el juego, sea como jugadores, sea corno árbi-
rros (a través, por ejemplo, de cier¡a crírica periodística) de intrusos desprovis-
:us de esra competencia e inclinados a inrroducir norffras de producción y de
rialuación extrínsecas, como las del senticlo común o del "[ ' :ue¡r sentido"'
I-os conflicros que rienen lugar en las ciencias socialcs (y qt. se invoc¡tl a
yrces para rechazarles el status de ciencias) pueden así pertenecer a dcs cate-
g,rrías rotalmente diferentes. En ia primera, la de los conflictos propiamente
rienríficos, aquellos que se han apropiado de los logros colectivos de su cien-
cia se oponen entie sí según la lógica constitutiva de la problemática y de la
'#F¿gil8.
Srsg;1,
t
;:s*
t
t15
metodología directamente surgidas de esta herencian qt. '":t une hasta en sus
luchas por conservarla o superarla (sin duda, no so-,i : l t i)ás tan fieles a la
herencia, sino en las rupturas acumulativas con la herelcia cuya posibilidad y
necesidad están inscritas en la herencia misma); se enfrcl;ilv en una discusión
reglada poniendo en práctica, a propósito de probler: it-::as rigurosamenrc
explicitadar, conceptos claramente recortados y ménári:' de verificación sin
equlvocos. En la segunda categoría, la de los conflictos írt iíticos con dimen-
sión científica, coltflictos que son sin duda socialmen¡e ¡nevitabies y científi-
camente analizables, estos Productores científicamenle armados están indu-
cidos a enffentarse a Productores que, Por razones diversas como los efectos
de la edad, las insuficiencias de la formación o la ignorancia de las exigencias
mfnimas del oficio de investigador, están desprovisto: de los instrumentos
esr,ecíficos de producción, y se encuentran, al mismo tienrpo' más próxtmos
a las expectativas de los profanos y más capaces de saris{acerles (tal es ei
fundamento de la compl ic idad que se ei tablece esPontáncarnente entre c ier-
tos investigadores declinantes, desclasados o desposeídr.ts y ciertos periodis-
tas que, ignorantes de las problemáticas específicas, reducen las diferencias
de competencia a diferencias de opinión -política, religiosa, etc.-' adecua-
das para relativizarse mutuamente.2
i !
Consenso político y conllicto científico
Dentro del confi icro propiamente científ ico no hay nada -ningún objeto'
ninguna teoría, ningún hecho- que una prohibición social pueda excluir de la
discusión, pero no hay arma exclusivamente social, ni argumento de autori-
dad, ni incluso poder simplemente universitario, que esté excluido, de derecho
y de hecho, del universo de los medios susceptibles de ser Puestos en práctica
en la discusión. De ello se deriva que nada esrá más alejado -a pesar de las
apariencias- de esta suerte de guerra de todos contra todos, pero rigurosamen-
te reglada, en ia elección de las armas y de los golpes legítinros, que el tuorbittg
2. Los dos pr incipios de di fcrenciación no son completamente independientes: las disposic iones
conlormisras que inclinan a aceptar al mundo tal cual es, o las disposicion¿s reacias o rebcldes que
l levan a resist i r a las coacciones sociales, internas y sobre todo exte¡n. ls, Y a romper con l l i
evidencias más ampl iamente compart idas en el campo y fuera del camPo, no están sin duda
arr ibuidas al ¡zar enrre los ocupantes de las. l i fcrentes posic iones en cl campo v cntre l ¡ .s t raycctor i : .
que han tomado par" acceder rllí..
116 tt7
cunsensus de una ortodoxia académica. 'Ihl ortodoxia es la que han rtentado
establecer los sociólogos americanos en los años sesenta y' en cierta medida, los
defensores franceses de la "Nueva Hisrorii" apoyándose en Poderes ProPia-
rnente sociales -y, en primer luga¡ en las instituciones de enseñanza-, en los
lugares de publicación oficiales, en las asociaciones profesionaies e incluso en el
acceso a los recursos necesarios Para la investigación emPírica'
Si hay que cuidarse de ver allí el principio determinante de constr¡-tccio-
nes seme¡antes, rlo es menos cierto que el indifrrenrismo ético y político de
un conserv.adurismo de buena sociedad -que puede vivirse. como desaPego,.objetivo" del "observador imparcial" o como "neutralidad axiológica"-, no
puede sino reconocerse o cumPlirse en construcciones teóricas o metodológicas
q,r. "..g,rr"n
la respetabilidad de una evocación blandamente consensual del
rnundo social, ¡ más generalmente, en roda forma de discurso que, Por su
formalismo, pt:eda habiar del mundo social, en la lógica de la denegación,
como si no hablara, o que, por su posirivismo, tienda a ionformarse con un
registro sin problemas del dato tal como se ofrece'3
fuí, los sociólogos americanos han creído encontrar' en las teorías de Parsons
o de Merton y en la metodología de Lazarsfeld, el cuerpo de doctrina unificada
adecuada para fundar la cotnmunis doctr¡nnn opinio de un cuerPo bien ordenado
de "profesionales" que imitan lo que se creía ia característica más importante de
una ciencia digna de este nombre: el consenso de la "comunidad científica''a
3. Se podría mostrar que la economía neo-clásica presenta algunas de las caracterísdcas más imponantes
de una ortodoxia que imita la cienrificidad (con la eficacia totalmente especial que le confiere la
formalización matemárica), como, por ejemplo, la aceptación tácita de P¡esuPuestos indiscu¡idos
sobre puntos rotalmenre Fundamentales (en materia de teoría de la acción, por ejemplo).
4. La teo¡ía deLx 2rofessions ral como se expresa, por ejemplo, en el artículo redactado bajo este
tirulo por Parsons para The International Enrycloped\ ofsocial sciences (ed' de 1 968, Pp. 536-146)
puede ser leída como una profesión de fe profesional de estos 'profesionales" que pretenden ser los
sociólogos delestabl ishment:czracter izados,segúnParsons,porsuforrnaciónintelectualyporuna
autoridad que descansa más sobre la competencia del experto que sobre ei poder político, los
profesionales esrán libres de toda de¡:,endencia resPecto al Estado y a la burocracia gubernamental
y están guiados por la única preocupación del common gool. A eSta co.l) tittirT-orienration, a' esre
"d"si.rr".és" y a este "altruismo" adecuados para ascgurarles las más altas recomPensas materiales
ysimbólicas, que mencionan la rnavor parte de las definiciones de las profesiones, se los vuelve a
encontrar también en la representación mertoníana dcl universo científico' En resumen, ia noción
preconstruicia d e profession, ready made cooccptual que ha dado lugar a inni¡merables come ntarios
y críticas, es menos una descripción de una realiciad social que una contribución prícrica a le
construcción como ?/rfestion y profession científica'
Píerre Bour¡lieu
De hecho, la adhesión rácira ai conjunro de los presupuesros i 'discutidos so-bre los cuales descansa la auroridad de los cuerpos de doctores, teólogos ojuristas, pero también -por una pa¡re- historiadores (especialmenre cie la l i¡e_raru¡a' del arre y de la fi losofía que casi no están predispuesros a historizar sucorpus, es decir, su fabricación), se opone diametraimenre al acue¡do expiícrtosc-,bre las aDuesras y ios objetos de desacuerdo y sobre los procederes y losprocedirnientos susceptibies de ser puesros en práctica parazanjar los diferendos,que esrá en el principio dei funcionamienro de ros campos cienríficos.
En efecto, el worhing c,ntentur de una crrodoxia fundada en la complici-dad social de ios doctores ¡iende a ejercer una censurít sociaí (disfrazad,a decontrol científ ico), ya sea de manera totalmente direcra, a través de las prohi-biciones, a veces explícitas, en mareria de publicación y de ciracrón, ya seamás secreramente, a través de los procedimientos de reciutamiento que, alprivilegiar -por el funcionamienro en red y ei robbying- los c¡iterios socialesmás o menos maquii iados como criterios científ icos o académicos, t icnden areservar el no¡nb¡amiento en posiciones favorables para la producción, ¡ porello, para la competencia científ ica, a cierras caregorías de agentes definídosen términos puramenre sociales, t itulares de ciertos dipiomas presrigiosos,ocupantes de ciertas posiciones sociaies en la enseñanza o la invesrigación, o,a la inversa, a excluir a Driori cierras categorías, mujeres, jóvenes o errranle-ros, por ejemplo.s
Pero, aunque sin duda han conrribuido al hundimienro de la ortodoxia.Ias t ransformaciones profundas que han conocido las c iencias sociales.
5. Por no poder dar ejemplos romados del campo francés de hoy (los quc en nombre del liberalismose entregan a prácricas dignas de los regímerres más autorita¡ios, serían sin duda los p'meros endcnunciar como'total i tar ia" toda denuncia de es¡as práct icas), sería necesar i<¡ c i tar aq,í todo elpasaje del famoso discurso sobre "la vocación v el oficio de sabio" donde Max .J/eber planrea lacuesrión, habitualmente reservada a las conversaciones priva<ias, de saber por <¡ué las rrniversidadesy las instituciones de investigación no seleccio¡an siempre a ios mejores:
"l ,p".r' la tentación de
imputai a Personas' en es¡e,caso a los "pequeños personajes de las facuhades y de los ministerios-,la respcnsabilidac del hecho de que "tan gran número de mediocres;u"gu.n inconrestat¡iemenreun rol en las rrniversidades"' invita a buscar las ¡az-.nes dc es¡ado d. .or.l "en las leycs mismas dela acción conccr iada dc los hombres", ras que, en ra elección de los papas o de ros presidenresamericanos, conducer¡ casi s iempre a seleccionar "er candida¡o número cro.s o t res, , y concluyc, nc:s in i ror fa: "Esto r ic lo cual es nccesar io a.sombrarse nc const i tuven r ioo
"rror" , que i legan
frecuenrementc en esras condic ioncs, pero anres bien ( . . . ) se cons¡ara, a pesar de todo, un númcrotambién considerable dc nombramientos justificad.s". M. vebe¡ Le sauant et b politique, parís,Pion' 1959' pp' 66-67 (rrad. española: E/ porí t ico I er cír : t t fco, Madrid, Ai ianza, IgBg).
La causa de la ciencia. Cómo Ia historia social de las ciencias sociales puede serutr..
especialmenre bajo el efecto del incremento considerable del núme¡o de los
que las practican y las estudian, han tenido consecuencias que no están total-
menre desprovistas de ambigüedad:ó ios efecros liberadores que han podido
ejercer la aparición de una pluralidad de principios de visión concurrentes y
ia intensificación correlativa de la concurrencia propiamente científ ica' han
renido como contrapart ida, en los di ferentes campos nacionales, e i
reforzamiento de los factores de heteronomía l igados al incremento de la
dispersión de los "especialistas", poco favorable a ia discusión reglada entre
pares, y, correiativamente, de la vulnerabil idad a las presicnes, a las solicita-
ciones y a las exhortaciones exrernas que, como en todos los campos, es Par-
ricularmente fuerre enrre los más desposeídos de capital específico.7
En iesumen, si el sistema artificialmente unificado .,' jerarquizado de los
años cincuena ha cedido el iugar a un sistema "policéntrico"' como dice Becker,
y más difícil de controiar, por fragmenndo y diversificado, no es menos cierto
que' ran.o en los Esudos Unidos como en Francia, el frrncionamiento del camPo
6. Howard S. Bccker, en un capítulo titulado "Vhat's Happening to Sociology?" de su libro
DoingThings Tbgether, Evanston, Northwesrern universiry Press, 1986, p. 209, observa que el
número de sociólogos empadronados por la American Sociological fusociation ha pasado de 2361r
en 1910 e 15567 en 1978. También en Francia, habría pasado, en el mismo período, de 200 a
! 000 aproximadamente (La fuociación de los sociólogos, que adopta una definición muy amplia,
recuenta 1678, públicos o privados). Para ser más preciso, en1949, el CNRS no contaba sino
dieciocbosociólogos; en 1967 hal>ía 112 en el CNRS, i35 en la Ecole pratique des hautes études
y 290 en los centros de investigación privados, por lo tanto, en total, mfu de 500; en 1980' se
contaban 261 sociólogos micmbros sólo del CÑRS.
7. Los cambios morfológicos que resulran de la-aboiición del numcrut chu*s de hecho o de
derecho, que protege un cuerpo garantiz andola rdrezd de sus miembros, están muy lrecuentemente
en el origen <iirecto de las rransformaci<¡nes de los campos de producción cultural; ello.s son, en
todo caso, la mediación especlfica a través de la cual se ejercen los efectos de los cambios
cconómicos y sociales. Además, la form¿ y la intensidad que rwisten y los efectos que producen
dependcn, en sl mismos, del esrado de la estructura del campo en el cual sobrevienen. Por esta
razón, es necesario rechazar, como un ejemplo tlpico del error del cortocircuito, la explicación
que.pone los cambios ocurridos en un carnpo especializado como el de la sociologfa directamente
cn relación con cambios globales, como la prosperidad que ha seguido a la guerra (N' \7iley' 'The
Currenr Inrerregnun-r in American Sociology", Socia! Re¡earch,Yol' 52, l, invierno de 1985, pp'
ür-2a7, en particuiar p. t83); o, incluso, los cambios cons¡atados en sociología y en historia,
ranto cn Francia c6mo en Alemania, cn los años setent¿, con las transformaciones del humor
político en rorno al '68, rransfo¡maciones que esrán ligadas ellas mismas a cambios merrfológicol
.n 1o...*po, de producción especiaiizados y a innovacioncs intelectua.lcs favorccidas o autori'¡¡d¡¡
por los efectos de esos cambios'
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pcrmanece todavía más próximo al de un campo artístico en vías de emancipa-
ción con relación a las tutelas académicas, en el cual los adversarios puederr
llegar hasa a rechazarse mutuamente el de¡echo de existir, que al de un campo
científico avanzado.s Ello toda vez que, al menos en Francia, siguen imponién-
dose a los especialistas de las ciencias sociales (a través especialmente de la
demanda de "maestros de pensamiento") el modelo litera¡io del "creador" sin-
gular y original, l iberado de toda atadura de grupo o de escuela, como a5í
también las normas de lo chic y de la renovación permanente en la continui-
dad, que son las del campo de la alta costura y de la moda.
Por la debil idad de los mecanismos capaces de irnponer a los participantet
un mínimo de reconocimiento rnutuo o, lo que viene a ser io mismo, la obe-
diencia a suertes de leyes de la guerra, la confrontación entre las cliferentes
tradiciones toma todavía muy frecuentemente la forma de una guerra total
(Randall Collins habla de "uarc of meratbeories') donde todos los golpes están
permitidos, ya se trate del golpe de desprecio que permite hacer la econornía
de la discusión y de la refutación, o de los golpes de fuerza fundados sobre el
recuÍso a poderes sociales (como la supresión de créditos o de puestos, la cen-
sura, la difamación, o el recurso a los poderes periodísticos, etc.).
'':-.
Los efectos ambiguos de la internacionalización
¿Cuáles son, pues, los mecanismos que podrían contribuir a hacer que las
relaciones de Fuerza científ icas puedan esrablecerse sin ninguna intrusión de
las relaciones de fuerza sociales? ¿Cómo rra.ba)ar para abolir o debil itar la
8. f.os sociólogos cuantitativistas evocaR con orgullo su "revolución matemática" y su alto nivel de
reiliz.ación en mate ria de técnicas estadísticas, y engloban, a veces, en el desdén mismo, a todos los
orros especialistas, simple minorfa no cuantirarivista tan irrisoria como absurda. Los sociólogos
marxistas, con la seguridad que les confiere el hecho de no ser más dejados de lado, rechezan a|
"positivismo" como el reflejo de una época histórica superada. los sociólogos his-tóricos (que
pueden ser también marxistas) abogan por la unicidad de las configuraciones históricas y la
necesidad de ar¡aigar todo objeto a su verdadero lugar en secuencias históricas to¡almente específicas.
Los etnomecodólogos rechazan la sociología del "macrocosrno" como una habladuría desprovista
de toda justificación; una especie pariicular de estructuralismo fenomenológico, humanista y
parisiense, y otras'posiciones" demuestran, con ñrerza, refinamientos filosóficos (y un" buen"
dosis de desprecio por sus adversarios filosóficamente iletrados) que sólo su método pe rmite una
aprehcnsión adecu, da del mundo social . R. Col l ins, " ls l9B0s Sociology in the Doldrums?",
AmericanJournalofSociologl , r 'o l .9I ,6,ma,cde I986, pp. 1336-|355,enpart icr . r lar , p. 134l .
120121
d alidad de los principios de jerarquización que, como se ha podido demos-
rrar en el caso de Francia, mantiene a los investigadores más reconocidos
científicamente -€n el país mismo ¡ sobre todo, en el extranjero- aPartados
de las posiciones de poder sobre la reproducción del cuerPo de los docentes
y de los investigadores y, al mismo tiempo, sobre el porvenir del campo
científ ico y de su autonomía?' ¿Cuáles son las fuerzas y los mecanismos .so-
ciales sobre los cuales podrían apoyarse estrategias científicas, individuales y
sobre todo colectivas, que apunten a instaurar realmenre entre los investiga-
dores mejor prov'istos de los instrumentos más universales del momento' la
coitfrontación t¿niuersal, que es la condición del progreso de'lo universal?
Sin duda, es de una verdadera internacionalización del campo de las cien-
cias sociales que uno podría esperar la contribución más eñcaz al progreso de
ia autonomía científica. En efecto, las presiones de la demanda o de la coac-
ción sociales se ejercen sobre todo a la escala de la nación, a través de todas las
solicitaciones y de todas las incitaciones materiales y simbólicas que se udli-
zan en ei seno del espacio nacionai: por el hecho de que muchos de los
poderes sociales (periodísticos, universitarios, polít icos, etc.), que vienen a
alterar o a contaminar la lucha cienrífica, no existen sino a escala de una
nación (la oposición principal que se observa en todos los campos acadérr'i'
co-científicos se estabiece entre los "nacionales", detentadores del poder so-
bre la reproducción, y los "internacionales"), la mayor parte de las oposicio-
nes ficticias que dividen a los investigadores se enraízan en divisiones locales
o en formas locales de las divisiones más generales.
El campo de- las c iencias sociales ha's ido s iempre iuternacional , pero,
sobre todo, para lo peor, y rararnente para lo mejor. En primer luga¡ por-
que, incluso en las ciencias más puras, que conocen por ejemplo una con-
centración casi rnonopolística de las instancias de publicación y de consa-
gración, el campo internacional puede ser el lugar de fenómenos de domi-
nación, hasta de formas específicas de imperialismo. Luego, Porque los in-
tercarnbios -y especialmente los préstamos- se oPeran con Preferencia so-
bre la base de homoloqías estructurales entre las posiciones ocupadas en los
diferentes campos .".ion"l.r, es decir, ."ri .t. i ,rri,ramente entre los domi-
nantes o entre los dominadcs (con efectos análogos de distorsión y de mal-
entendido en el inter ior de estos dos sub-espacios). Todo l leva a Pensarincluso, que los obstáculos sociales al l ibre intercambio generrtl izado están
9. P. Bourdieu, Homo Academicus, París, Ed. De Minuit, 1988.
aT
tE
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Pierre Bourriieu
si¡r duda reforzados bajo el efbcto de una sueite de institucionalización de
las divisiones de base polít ica.
En los años cincuenta, c ier tos socióiogos temporalmente dominantes
podían consriruir una inrernacional invisible, fundada sobre afinidades que
deben más aIa razón social que ala razón inteiectual )/ que sirven de base a
r¡na ortodoxia; hoy, bajo el efecro del contragoiPe de ios movimienios estu-
dianti les de fines de los años sesenta y del traumatismo colectivo que han
infl igido, de Berkeley a Berlín, a toda una generación de profesores, las
clnex;onet hasta allí informaies se han transformado en redes organizadas
alrededor de fundaciones, de ievistas, de asociaciones, y el conservaduris-
mo de buena sociedad de ios guardianes de ia ortodoxia ha cedido lugar a
las profesiones de fe exPlícitas y a los manifiestos ulva de una verdadera
internacional reaccionar ia. 'u
Lo que es nuevo, es que también existe, pero en estado virtual y desorganiza-
do, una internacional de ios outsiders, formada Por todos los que tienen en
común su marginalidad con relación a la corriente dominante, como ios miem-
bros de los movimientos de las ¡niirorías étnicas o sexuales. Estos "marginaies",
que son frecuentemente recién l legados, introducen en el campo disposiciones
subversivas y críticas que, aunque no cstén siempre suficientemente criticadas
científicamenre, los inclinan a romper con ias rutinas del establishme-nt ^c
démi'
co; en su lucha conrra la ortodoxia, o lo que la ha reernplazado, aquí o allá,
toman prestado frecuen¡emen[e armas a movimientos extranjeros, contribuyen-
do así a la internacionalización del campo de las ciencias sociales;rrPero los
inrereses ligados a la posición en el camPo de recepción constituyen el origen de
distorsiones en la selección y la percepción del Préstamo, él mismo estructurado
según caregorías de percepción y cie apreciación asociadas a una tradición
nacional ¡ por ello, con frecuencia totalmente inadecuadas (por el hecho de
que las obras <-irculan independientemente de su contexto; trabajos concebidos
10. Esras redes const i ruyen la base de intercambios de servic ios ( invi taciones, informes,
subvenciones) que hacen, por ejemplo, que el recurso ajueces inrernacionaies, especialmente en
los procedimienros de cooptación, no sea siempre una garantía de universalidad.
I l . De manera general , las importaciones proporcionan ias rnejores arm¿s en los conf l ic tos
internos de los campos nacionalcs, especialmente cuando se trata de desacreditar una ¡:osición
establecida o de acredirar una nueva posición y de acelerar el proceso sicmpre difícil de acumulación
inicial, es decir, de subvertir la jcrarquía social en vigor y de imponer nuevas levcs de formación de
ios precios (se sabe, por ejemplo, el uso que los 'iosmopolitas" reales o suPuestos pueden hace¡
en las polémicas, de la idea del "retraso" nacional) .
La causa rle la cie¡tcia. Cótno la ltistoria so' rle las cie¡tcias sociales puede seruir...
con rclación a un espacio cle tomas cic ¡rosición determinado serán reciSidos
con rcferclrcia a catcgoríis rle percepción consrruidas con relación a un espacio
nlu)' difer¡:nte, estructurado por otros nombres propios, otros concePtos esco-
lares en -ir,,,o, o los mismos, pero invcstidos de significaciones diferentes, etc.).
De el lo se de¡ iva que, le ios de contr i 'buir automát icamente al progreso
h¡cia un grado de universal ización super ior , la evolución del crrnpo interna-
cional de las ciencias socialcs hacia una unidad mayor -a través especialn-ren-
rc de la internacioual ización de las luches que hay en él- puede contr ibuir
solamente a la difusión a escala universal (para evitar el término Particuiar-mente vicioso de "rnundialización") de parejas de oposición ficticias' profun-
.Jamente funestas para el piogreso de Ia cie¡rcia: entre los métodos cuantlia-
rivos y los métodos euaii¡ativos, enr¡e lo macro y lo micro, entre las aproxi-
maciones esirucfurales y las aproximaciones histór icas, entre ias v is iones
iiermenéuticas o internalistas -el "texto"- y las visiones exiernalistas -el "con-
icxto"-, en¡re la visión objetivista, frecuentemente asocia'la al uso de la esra-
dísr ica, y la v is ión subjet iv ista, interaccionista o etnometodológica; o más
prccisamente, entre un estructu¡aiismo objetivista -sujetado a asir estructu-
r3s obietivas, a través de las técnicas cuantitativas más o rnenos sofisticadas
',pttlt aru!¡tsis, netuork altabJsis, crc.)- 1' todrs las f.rrmas dc construc¡ivisrr,o
que, desde Bloomeña Garfinkel pasando por Cioffman" han intentado asir nuc-
vamente ia representación que los agentes se hacen del mundo social y la c<¡n-
tribución que eilos aportan a su construcción; sin hablar de la oposición, que
toma una forma especialmente dramática en los Esados Unidos, enfre una
"empiria" frecuenrernente microfrénica y recortada de las interrogaciones teóri-
cas fundamentales, y una "teoría" éoncebida como una especialidad aPe'fie i
reducida, la mayoría de las veces, "
r'rn .o,r,.ntario comi;ilatorio de aut(;res
canónicos o a trend re?orts escolares de trabajos mal leídos y mal digeridos.
Si las instancias internacio¡rales fueran verdaderamcnte el instrumento de
racionalización científ ica que podrían y deberían ser, deberían favorecer la
conducción de una investigación internacional (al menos en su objetb) solrre
las determinaciones sociales (sexo, edad, origen sociai, carrera escolai' status
universitario, competencia técnica específica, etc.) de las "elecciones" entre
lc,s dos términos de las diferentes oposiciones "teóricas" y "metodo!ógicas",
que introduceti en la población de los investigadores divisiones totalmentc
ficticias, desde un punto de vis¡a científ ico. [, l la mostraría, sin ninguna duda
(no arriesgo nada fcrrmulando esta hipótesis aParentcn.lentc arriesgada), qu"
ntuchas de estas oposiciones no tienen otro ft¡ndamento que <iivisioncs socia-
lcs cn el seno del campo de las ciencias sclciales, que expresan ellas nlismas,
JEET**'*{F
br io una form¿ más o menos refractar ia, oposic iones externas. Pero tcngo
conciencia de no romar tampoco un gran r iesgo vat ic inando que tengo
muy pocas posibil idades de ser comprendido por los responsables de estas
instancias: ¿Por qué se inquietarían en dar funciones reales a instancias que
les parecen suficientemenre jusrif icadas por el hecho de justif icarlos en su
existencia? No obstante, se puede esFerar razonablemente que un joven
investigador encolerizado se apoderara un día del proyecto que hiciera re-
gresar a la tierra, en la Iógica de las pasiones y de los intereses asociados a
las di ferentes posic iones en el camPo, a las tomas de posic ión l lamadas
"teóricas" o "episte¡nológicas" sobre las grandes alternati ' ;as del momento,
en las cuales los investigadores proyectan, bajo una forma directa o inverti-
da -c<¡mo los hombres en su Dios, según Feuerbach- las carencias l igadas
a su finitud científ ica.
Pero lo que hace.difícil (y realmente;rriesgada) la crítica de estas parejas
sociales, maquilladas como parejas epistemológicas, es el hecho de que, con-
sideradas desde el punto de vista del principio de diferenciación social, los
dos rérminos (macro/micro, por ejemplo) están lejos de ubicarse siempre
sobre el mismo plano, y cie que uno de ellos se sitúa siempre más cerca de la
causa de los dominados (socialmente y también, basrante frecuentemente,
c ientí f icamente) , en el campo (a t ravés especielmenre de las característ icas
sociales de sus defensores), y también, aunque ello sea mucho más difícil de
juzgar, fuera del campo. De suerre que la opción propiamente científ ica de
recusar, en su principio mismo, la alternariva que los opone, puede parecer
inspirarse en una suerte de indiferentismo conservador. Queda que nada es
más ccntrario al progreso de una ciencia social autónoma que la tentaciórl
del populismo: los que creen "servir la causa" de los dominados -es decir, en
la acrualidad, más bien en los Esrados Unidos, las causas de las minorías
selj.uales o étnicas, o en Francia, en los años setenta, la "causa del pueblo"-,
abdicando las exigencias científ icas en nom'ore a veces de su carácter elit ista,
o, más ingenuamente, de su lazo con los compromisos conservadores, no
sirven verdaderamente a las causas que ellos creen defender y están de acuer-
do, al menos pcr u,-. Darre -€n todo caso la única que incumbe a un inves-
tigador-, con ia causd ¿e la ciencia.
La reduación a lo "noiítico", que arrasrra la ignorancia de la lógica específica
de los campos cien¡íficos, implica un renunciamiento, por no decir una dimi-
sión: reducir el investigador al rol de sim,.le militante, sin otros fines ni medios
que los de un político ordinario, es anularlo como científico c::Paz de poner las
armas irreemplaz-ables de la ciencia al servicio de los objetivos perseguidos;
capaz, sobre rodo, de dar los medios para comprender, entre orras cosas, los
límites que los determinantes sociales de las disposiciones miiitantes imponen
a la crítica y a la acción militantes (frecuentemente reducidas a simples inver-
siones de las tomas de posición dominantes y, por este hecho, muy f;íciimente
reversibles, como lo atestiguan rantas trayectorias biográficas).12
pero, sobre rodo, no hay que ocukarse que las disposic iones reacias o
rebeldes, incluso revolucionarias, que ciertos investigadores importan en el
campo, y de las cuales se podría creer que acarrean inevitablemente ruPtirras
críticas con la ttnxa y la ortodoxia, pueden también favorecer la sumisión a
o<hortaciones o a coacciones extefnas, entre ias cuales las consignas polít icas
no son sino las más visibles. No pueden engendrar las rupturas verdaderas de
una reuolución específca sino cuando se asocian al dominio de los logros his-
tóricos del campo (en un camPo científico múy ^vanzado,
los revolucionarios
son necesariamente capiralistas específicos): la conciencia y el conocimiento
de las posibil idades y de las imposibil idades inscritas en el espacio de los
posibles, hacen que este espacio actúe, a lavez, como sistema de coacciones y
de censuras que obliga a sublimar la pulsión subversiva en nrPtura científ ica,
y como matriz de todas las soluciones suscePtibles de ser consideradas como
cienríficas en un momento dado del tiempo, y de aquellas solamente.
Por una "Realpoliük" científica
Así, la puesra en cuesrión de las orrodoxias y de todos los principios de
visión y de división centrales tiene el mérito indiscutible de destruir el con-
senso ficticio que aniquila la discusión, pero puede conducir a una división
de campos antagonistas, cerrados sobre la convicción metateórica de la supe-
ricridad absoiura de su visión, a la cual uno no puede resignarse. Es necesa-
rio, pues, trabajar para la consirucción de instancias caPaces de ccntrariar las
12. Es notable que Foucauh que, al menos en los Estados Uniros, ha devenido el Santo Patrono,
¡i¡ualmente invocado (más que el maestro de pensamiento), de todos los movimicntos subversivos,
sea sometido a ral reducción por parte de los predicadores de la restauración (cf' James Mlllet, The
Passion of Michel Foucault, New York, Simon and Schuster, 1993;y ia crítica que hace Didier
Ertl¿on, Michel Foucault et ses contemporains, París, Favard. 1994, pp. 22-30) . Pero reducicndo todo
el pensamienro de Foucaul t a su homosexual idad, éstos no hacen sino invenir la posic ión de los
que pretenden canonizarlo porque era homosexual (cf, David Halperin , S¿int Fouuult- 7it¡o F^¡sevs
in Gay Hagiographl, Oxford, Oxford Universiry Press, 1995).tj
I¡
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Pierre Bourdieu
tendencias a la f is ión anómica insc¡ i tas en la plural idad de los modos de
pensamiento, favoreciendo una confrontación de los puntos de vista coloca-
da bajo el signo de la reflexividad. Un punto de visra que se percibe como tal,es decir como vista tomada a parr i r de un punto, de una posic ión en uncampo, está en condiciones de superar su parricularidad: especiaimenre en-t¡ando en una confrontación de las dife¡encias de visión funciadas sobre laconciencia de los determinantes sociales de estas diferencias.
Pero, más que de una predicación epistemológica, incluso armada de unasociología reflexi.¡a de los campos de producción, es de una transformaciónde la organización social de la producción y de Ia circulación científ icas y, en
particular, de las formas de inte¡cambio en y por las cuales se cumple elcon¡rol lógico, que se puede esperar un progreso real de la razón científica enlas ciencias sociales. Aquí, puede intervenir una Realpolitih de Ia razón, arma-
da del conocimiento racional de los mecanismos sociales que esrán en mar-cha en el campo de ias ciencias sociales, tanro a escala nacional cuanto aescala internacional.
Semejante polít ica puede darse .specialmenre por objerivo reforzar rodoslos mecanismos que contribuyen a unificar ei campo científico mundial, fa-voreciendo la c i rcuiación cienrí f ica, conrrarresrar el imper io de losimperialismos teóricrs o metodológicos (o simplemenre lingüísticos), y com-
batir, por un recurso sistemático al método compararivo (¡ en particular,por una historia comparada de las historias nacionales de las disciplinas) lainfluencia de las tradiciones nacionales o nacionalistas, retraducidas, mu)r'
frecuentemente, en las divisiones en especialidades y en tradiciones teóricaso metodológicas, o en las problemáricas impuestas por las particularidades oIos particularismos de un mundo social necesariamente provincial.
No existen, sin duda, por más que piense en ello Habermas, universalestranshistóricos de la comunicación; pero exisren cierramenre formas social-mente constituidas de comunicación que favorecen la producción de lo uni-
versal. La lógica está inscrita en una relación sociai cie discusión reglada,fundada sobre un''tópico y una dialéctica. Los lugares (topoi) son una mani-festación visible de la comunidad de problernática, como acuerdo sobre losterrenos de desacuerdo que es indispensable para discurir (en lugar de man-tener monólogos paralelos). Tál espacio de juego es el que se rrara de consri-tuir, no sobre la base de prescripciones o de proscripciones rnorales, sinocreando las condiciones sociales de una confronración racional que apunra ainstaurar a escala internaciona!, no el utorhing consensus de una ortodoxia sosteni-da por la complicidad en intereses de pode¡ sino una común axiomárica
La causa de la ciencia. Cónro ln historia social de las cíencias sociales puede seruir..,
racional, al menos un tuorking dissensus fundado sobre el reconocimiento crf-
rico de las ccnpatibil idades y de las incompatibil idades científ icamenre (y
no socialmente) establecidas. Este espacio de juego es el iugar de la l ibenad
que la ciencia social puede darse aplicándose resueltamente a conocer las
determinaciones sociales que pesan sobre su funcionamiento, y esforzándose
en instituir los procederes técnicos y los procedimientos sociales que permi-
ten trabajar eficazmente, es decir, coleüiuamente P^re dominarlos'
ffEs4Et&:
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i "Dígo que opinar (doxazein) es hablar (legein), y la opinión (doxa) un dis-curso explicitamente habladn (logon eirémenon) ". Platón, Teerero, 190 a.
..i€i 'Algunos dicen, hablando de los asuntos del F.stado, que esas son cosas muy
'1:"complicadas y que es necesario ser un especialista para comprenderlas. Usred,t
': ¿o*i totalmenre de acuerdo, más bien de acuerdo, más bien en desacuerdo o en::.,,,.
"tiot,rro desacuerdo con este modo de ver? Totalmente de acuerdo: 37o/o; mzís bien
..' de acuerdo 35o/o; mds bien en desacuerdo: 160/o; en absoluto de acuerdo: l0%o; noresponde: 2o/o". Este cono diá1ogor no lleva ninguna de las marcas por donde se
--.'-designan los objaos dz r(lexión, socialmente reconocidos como dignos de entrar en el
,..r ". juego de espejos que reflejan indefinidamenie objetos ya reflejados, que evoca roda
--= ;-.¿t.tótt letrada. Sin embargo, no debería escapar, a quienes estín familiarizados con
,,.'- loerístico, que las implicaciones de la pregunu aparecen completamenre sólo si se- : despejan todas las implicaciones de una respuesta que supone la ignorancia de esas: implicaciones:'obtener una respuesa poco menos que universal (98o/o), a una pre-
"'t gunta sobre la universalidad de Ia competencia política, es establecer que no hav- nadie que s€a políticamente incompetente al punto de declararse incompetente para
'':..:responder a una Pregunta sobre su competencia o su incompetencia para juzgar
. , . tu,
_;;-', -Les doxosophes", Minuit, l, noviernbre de 1972, pp. 26-45.:r-- ' -
--T*l: Extracto de una encuesta de la S.O.F.R.E.S. realizada con la cooperación del Institr¡to de
é esrudios políticos.
:$':-
',.-r: 129. , . : ¡J,
Pierre Bourdict¿
la comperencia o la incompetencia política. Pero esto no es todo: uno puede
preguntarse si los que se declaran para siempre incompetentes, para resPondef a
cualquier orra pregunra pclírica que no fuese ia pregunta (¿política?) de su com-
petencia o de su incompetencia política (72o/o), tienen la competenc;a necesaria
p.'" aprehender lo que implica su confesión de incompetencia. En efecto, una
de dos: o eilos dicen la verdad y toda interrogación política, incluso los sondeos
de .oinión, no tienen objeto, por falta de quienes resPondan y de respuestas; o
bien ellos no dicen la verdad, y los especialistas que producen su resPuesta Pro-
duciendo la pregunta que ia produce debe¡ían interrogarse sobre la naturaleza y
la función de una comperencia política, lógica y polírico-lógica, que les da poder
para producir una interrogación tan bien hecha corno para constreñir a los que
ellos interrogan a negarse una competencia que pos€eil y a dimitir en su benefi-
c:o. fuí, pidiendo expresamenre una confesión de incompetencia que sus pre-
g,untas ordinarias obtienen infaliblemenre, bajo la forma del silencio o del dis-
curso arrancado, los especialistas de ia'tiencia política'muestran' por rrna inver-
sión típicamente socrática, que ellos,ignoran el principio de la eficacia de esas
preguntas: a saber, la inconciencia feliz de la incompetencia científica política-
menre comperenre que hace el doxósofo, como habría dicho Platón, especialism
áela doxa, opinión y apariencia, sabio aparente y sabio de la apariencia, destina-
do a dar las apariencias de la ciencia sobre un terreno donde las aParifnclas son
siempre para la apariencia.
Toda la "ciencia polít ica" no ha consistido jamás sino en un cierto arte de
devolver a Ia clase dirigente y a su personal polít ico su ciencia esPontánea de
la polít ica, adornada de ias apariencias de la ciencia. Las referencias a los
aurores canónicos, Montesquieu, Pareto o Tocqueville, el uso casi jurídico de
la historia más inmediata -la que enseña la lectura menos extracotidiana de
los periódicos y que no sirve sino para pensar el acontecimiento en la lógica
del precedente-, la neutralidad ostentatoria del tcno, del estilo y de las paia-
bras, la símil-tecnicidad del vocabulario, son otros tantos signos destinados a
llevar a la pclít ica al orden de los objetos de conversación decente, y a sugerir
el desapego ala iez universitario y mundano del comentarista i lustrado, o a
manifesrar, en una suerte de alard¿ dc objetiuidad, el esfuerzo del observador
imparcial para mantenerse a igual distancia de todos los ex¡remos y de todos
los extremismos, tan indecentes como insensatos.l
Z.I-ns"cara a card'relevisados const i tuycn el ideal real izado de la represenración of ic ia l del
combare político como jucgo re glado: rodo cs pucsto cn práctica para manif-estar la sitnefila entre
las dos parres, la organizaci<in c lc l cspacio, Ia ¡ i tuel izeción ' lc l intcrcembio (ex¡rosic ión de los
s.E+f
*a
Los tloxósofos
La "ciencia polít ica" tal como se ha enseñado y se enseña en el instiruto deestudios polít icos no habría debido sobrevivir a la aparición de las récnicasmo,ler¡las de ia investigación sociclógica. Pero eso sería no rener en cuenra lasubordinación al encargo que, combinada con la sumisión pr:sit ivista al datorai como,.e br inda, debía exciuir rodas las cuesr iones y toclos loscuestionamientos contfarios a la conveniencia polít ica, ai reducir a Lrn purorc-istro anticipado de votos, intenciones de voros o explicacior:es de voros,una ciencia de la opinión públ ica así perfecramenre conforme a la opinión
l .úbl ica dc Ia c iencia.
De todos los cuesrionamicnros de la "ciencia polít ica", el más decisivo esaquel que las preguntas misrnas susciran y que riene rodas las posibil idaces<lc pasar dcsapercibido porque ¡oma la fc¡ma ce la atrsenci¿r de respuesca:i encfecto, ia parte de las personas interrogadas que omiten responde¡ porque seestiman incomperentes o indiferenres, se acrecienta -y cada vez ¡nás fuerre-mente a medida que se Cesciende en la jerarquía de las condicio¡ies sociales ¡,rle los niveles escolares- cuando se va de las cuestiones fbrmuladas de talmanera que los menos corrrperenres en el senrido más completo del rérmino*es decir, los más desposeídos de saber y de poder polít icos, por !o tanro, dediscurs. pol í t ico-, pueden al l í reconocerse, con sus inrereses cor id ianos-que ellos no apféhenden, las más de las veces, como polít icos-, hasca la-spreguntas formuladas en el lenguaj e ofcial de la política, que hacen los buenostemas del concurso de la E. N. A., los grandes cursos de "Ciencias polít icas",
rcsultados dei sondeo de opinión, presentaqión de los adversarios, sorteo, prnyección del f;ln:,prcguntas sobre el f i lm, erc.) , la ostentación de la equidad lsonco, idcnr idad de las pregunras
¡ lanteadas, igualdad de los t iempos imparcidos, ctc.) . Pr incipal responsablc c lc csra cxhibic ión r jeia cbiet i " ' idad pol i r icológica, e l "animador" (ant iguo alumno de "Ciencias pol í t icas", profesor dccrrnfcrencias cn "Ciencias pol í t icas", cronisr¿ de' ic icncias po!í t icas" en el pcr iódico La Monde,pei iodista po!ír ico de di ferenres Li iar ios y responsable dc Ios sondeos pol í t ic . rs en el Ins¡ i ¡urolrancés de opinión pública) sc debe manifestar de todas las manerás -aunque luera por h imp;rcienciaq!. le oPonc a los despropósi tos de sus " invi tados"- , sr¡ vo!unrad de hace¡ resperar las reglx dc lacortcsía rroi í t ica v, sobre todo, su preocupación obsesi ' 'a por la neurral iCad ("Scñor Chirac, va quehas¡a ahora es us¡cd quien ha comenzado, cn la segunda partr , scrá c i señor Marchais quienconriencc, para guc tca imparcíd". "I¡s ser'ialo, a unol ir orro gúe hcmos pasadc ya la miracl dclt rcmpo'r ' crrrnr- ' usrcdes t ienen, uno y otro, c ier to número de ccsas quc decir . . . "J.3. La cxistcncia de "s in-respuesta", cuya frecuencia no se rcpar{e por azxr según las pregunaaspianreadas y scgún las categorías de individuos interrogados, pasa toralmcnrc dcsapcrcibida amenos que sea apreher:dida, a la mancra c lecroral , como "apatía", de la <¡uc la c icncia dc[ecncontrar el pr incipio y c l rcmedio dentro de las propiedades parr icularcs dc los "apát icos".
los rítulc¡s de los "artícr"rlos de foncio" de Le tVlonde o'I'e ligaro y las catcsorías
del enrendimiento polít ico de los prcluctores y de los co¡rsumidores ordina-
r ios de esas di ferenres especies de discurso. E.sra c i rculación perfectamentc
circular de los esquemas y de ios temas del discurso polít ico legítimo -dis-
curso dominanre que se dis imula como tal- y ei sent imietr to de evidencia
inrnediata que se observa todas las veces que las estructuras obietivas coinci-
den perfectamente con las estrucrufas interiorizadas, contribuyen a poner el
di..,.rrro "polít ico"ay la definición implícita de la polít ica como discurso ai
abrigo de la inrerrogación, disponiendo a la adhesión inmediara a un mund<.,
,o.i i i .pr"h.ndido como mundo narural que define la "actitud natural" o, si
se quiere, Ia d.oxa, y que frecuenra secretamente las opiniones polít icas más
para-dójicas.t'
Esradefinición de la poiírica como discurso (y de una especie particularJ sr'
encuentra encerrada en la intención, consLitutiva de la encuesta de opinión, dtr
hacer enunciar opiniones y cle ob,tener iuicios sobre opiniones ya enunciadas 1"
no siendo jamás explíciramente fi:rmulado -Porque Pafece ir de suyo- excluve.
de hecho, a los que no clerenran los medios de tener esra especie <ie lenguaje, ct
decir, más precisamente' de manrener con el lenguaje y lo que él expresa l ' ;
relación casi teórica que es la condición de ia producción y <ie la recepción dci
discurso de "interés general" sobre ias cuestiones de "interésgetreral"'6 Al identi-
f icar ia neurralidad epistemológica de una interrogación con la neutralidad étic¡
de su formulación, se olvida que preguntas que, en el mejor de los casos' nO
exigen otra cosa aparentemente que un "sí" o un "no" se dirigen de hecfio, Por urr
privilegio tácito, a individuos y a gruPos definidos menos Por unr catcqorí'r
p".t i.uln, de opinión polírica que por la aptitud para responder "polít icarneiite
" unu pr.g,rrrra"pclít ica': la interrogación polit icológica demanda un encuestacl'- '
"p,o no soiamente para desciFrar y manipular los términos "especiales" dei
4. Sc señal¿rá el rérmino pol í t ico entre comi i las todas las veces que sca empleado conforme : ' su
dcf in ic ión dominante, es decir , pol i t icológico'
5. " Pdru-doxales', en el texto original (N del 'l )'
6. Bas¡a pens¿r en la def ln ic ión que el animador de la e m,sión "Face á lace" da clc l c ieba¡e p<. i l í i rco '
conforme a sus dcseos: "No es del rodo út i l decir que es un <icbate pol í t ico ' creo <1ue si ustcdc¡
están dc acucr<lo, voy a cornenzar por sol ic i tar les ' a uno I 4 otrL ' y en pr imer lugrr a l scñ'r \1
Habib Declonclc, ya quc a él le toca comcnzar, que dcfinan st posiciórt general, su interprer'ttit";
leneral sol>re elproblcma y a continuación presentarán ejemp/os que scrán clegidos en dos dominlc':'
.n prirr]., lugar la cducaci ,'tn en sentido amp/io y luego la inforrnación igualmcnte en s?\lti '!o n'?]!¡1::l
y t lespués, ! raturalmcnte, ustedes podrán conciuir" '
lenguaje pol í t ico, s ino también para s i tuarse al n ivel . cuasi-abstracción
donde se sitúa comúnmente el discurso polít ico, tanto por la sintaxis de sus
enunciados como por las referencias implícitas que encierra; apto, más preci-
samenre, pefa reconocer, en el doble sentido, la pregunta "polít ica" para fefe-
rirla como tal y para sentirse en la obligación de responder a ella y de respon-
derle "políticamente", es decir, conforme a las normas de la cortesía pa/itica,
con palabras -y no con golpes, por ejemplo- y con palabras polít icamenre
puiidas y nc con paiabrotas poiít icas, con esas palabras polít icamence grose-
ras, que están admitidas, si acaso, en los mitines y las reurfones públicas,
pero que esián excluidas, bajo pena de vulgaridad, de todos esos lugares
neutros -propiamente poiít icos porque son polít icaniente neutros-, que los
Institutos de ciencias polít icas enseñan a frecuentar.
Toda pregunta encierra la demanda implícita de que el que responde sepa lo que
se le demanda. El interrogador y ei interrogado no confieren necesariamente la
misma significación y la misma función a la pregunta; la interpreración de la
respuesta no tiene ninguna posibilidad de ser adecuada mientras no estén explicitadas
la demanda inherente a la pregunta y la representación que el interrogado se hace
de la pregunta y de la respuesta que ella merece. En el caso particula¡, esta demanda
tácita es una demanda de discu¡so, de explicitación, que excluye la posibilidad de
una respuesta práctica. La demanda politicológica exige implícitamente sei tratada
como un objeto autónomo, un poco como se haría con un test lógico o con un
tema de diserración, al que se le concede la seriedad lúdica que no pertenece sino a
los e.jercicios escolares o a los juegos de sociedad y en los que uno acepta jugar
seriamente el juego de la seriedad, es decir, de tomar bastante en serio una situa-
ción evidentemente irreal e imaginaria (si usted tu'u'iera un millón...) para hablar ai
respecto in abstracto, es <Jecir, de un cierto modo, sin motivo. Este arte de la
finaiidad sin fin, de hablar para no decir nada, de hablar para decir algo antes que
nada, no es desconocido para las clases populares; pero se adquiere y s€ empiea en
situaciones donde conserva una filnción social de primera importancia, a saber, de
afirmar y de reafirmar la exisrencia y ia unidad dei grupo en y por la comunicación;
al contrario, es en las si¡uaciones neutras y neutraiizantes del universo escolar
donde los miembros de las clases privilegiadas adquieren la disposición diser¡ativa
que permire hablar sin ninguna referencia directa a ninguna situación práctica, de
haL:lar a pesar d¿ todo cuando ei ienguaje está despojado de toCas las Íi-rnciones que
cumpie en su uso práctico. Así, como lo observa l'rerre Greco, ia pregunta "¿los
amigos de sus amigos son sus amigos?" requiere respuestas que, aún idénticas,
pueden diferir radicalmente en su principio, dependiendo de que ellas sean el
producro de un simpie cálculo lógico fundado sobre la sola reescritura sinláctica
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It
i.
I la
l ' ierre BoLtrrlieu
del enunciado mismo o de la referencia mental al universo concreto de los
amigos; del n l ismo modo, la respuesia a las preguntas más t íp icanlente
pol i to lógrcas *que se teconocen entre otros índices Por su longi tud, Por su
compiejidad sintáctica, por la abstracción de los té¡minos emPleados- puede en el
limire no expresar sino el resultado de u¡'r análisis de la sintaxis del enu¡rciado de ia
pregunta que, al modo de un tema de disertación, collstituye el soporte de la
reflexión que conduce a la respuesta ñrera de toda refe¡encia a la situación práctica.
Peio, como se 10 ve evidentemente en el caso extremo en ei que se pregunta si
existe una relación entre el confiicro del Medio Oriente y el conflictc de Vietnam,
toda cuestión propiamente poiit icoiógica exige que las tomas de posición Particu-
lares sean derivadas a parrir de un pequeño número de principios "políticos" explí-
citarnente fbrmulados, ú¡ricos capaces de fundar las "opciones" coherentes y rozo-
nabies del ciudadano conforme, que ignora tras Pasiones y las pulsiones ir¡azonables
e imposibles del interés inconsecuenre o de la incompetencia irresponsable. Así, ia
inrerrogación politrcológica mide no por la opinión polít ica, sino por la aptituci
para producir Io que se entiende por opinión polít ica. Es decir, más precisamente,
la aptitud para referir lo "políttco" cónto tal (o, incluso, en ciertos casos' Paraconsr¡uirlo o para "de-construirlo") y para adoptar con resPecto a la experiencia y
al lenguaje la relación neutralizante que es Ia condición sine qtu non de ia adquisi-
ción y de la utilización apropiada de la cultura "política" cono comPeterl-cia esPecí-
fica, elia misma condición de la producción de un ciiscurso propiamente "político",
al mismo tiempo que de Ia recepción de tal discurso.T Nada sorPrendente si esta
disposición, que no es sino la especificación de una disposición más general, es el
producto de un ripo particuiar de condiciones sociales, aquellas mismas que son la
condición del acceso a ios otros aspectos de la cultura dominante. Resulta que
7. En un se nt ido más resrr ingido *el más comúnmente ¡etenido-, la compe te ncia pol í t ica pucde
ser def in ida coino la apt i tud para ordenar un campo pol í t ico homogéneo por la puesta en práct ica
dc un sis¡ema de ciasificaci¡in (y de un sistema de discursos cn torno a esas clasificaciones) que
pcrmiran memorizar y'restiruir Ias denominaciones dc los agruparnientos políticos (inclusive bajo
la lo¡ma ci f rada del s ig lo) y los nombres de los hombres pol í r icos, ¡euni¡ unos u otros en clases
;al i f icadas abstracramcnte y s i tuadas en un espacio pol í t ico que el las recubren en total idad. Si ta l
com¡rcrcr.rc i : r cs lornralmenre idént ica a la compctcnci¿ art íst ica (con ia cxcepciórr de qr-rc oucde
exist i r tn cstat lo práct ico s in acompañarse de un dominio e¡udi¡o, lo r iue no es casi nunc:r e l c:rso
cn cl i iominio es¡ér ico, ya quc cl dominio práct ico -que suponc la fami l iar id¿d con las obras dc
arrc- , es el monr:pol io dc las c iascs quc t ienen también el monopol io del acceso a la cul tura culra),
s in cmbargo, la rcntabi l idad escolar dc la compete ncia pol í t ica (que está excluir la de ia def in ic ión
propiamente escolar de la cul tura) es mrrn* inf l r io¡ a la de la comPetencia art íst ica
Los doxósofos
la ocultación de las "sin-respuesta" (por ia presenración de los porcentajes
recalculados) produce de por sí un efecto político: una clase (o una fracción de
clase) está, en efecto, caracterizada, en primer lugar, por la probabiliclad qus le
esú ligada de tener ltnd "opin;ón política" sobre un problema 'po!ítico" (y qu.
puede, para ciertas categorías y ciertas cuestiones, ser inferio¡ al 40a/o'), la opi-
nión de tener una u otra de las opiniones previsras por el cuestionario no es
]amás sino una probabilidad condíciona! desprovista de toda significación en
cuanto deja de ser tratada como tal. La probabii idad de tener una opinión se
encuentra, además, s istemát icamenre sobreest imada: en efecto, proponien-
do como se hace más a menudo para facil i tar la recolección y el anáiisis de ias
informaciones, una opción de varios enunciados, por lc tanto, demandand,¡
'iomar posicién sobre Io ya enunciado y haciendo así ciesaparecer el trabajo de
tnunciación, se presupone tácitamente que el encuestado sería capaz de pro-
clucir (o incluso de reproducir) la proposición que constituye el enunciado
cic la pregunta, cuando el s imple s/ (o incluso el no) que puede siempreproducir, no puede ser considerado como un índice de esta aptitud sino en
una fl iacción muy reducida de los casos. Se hace así desaparecer, por una
pct ic ión de pr incipio inconsciente" la posibi l idad de recoger la información
que comanda ia significación susceptible de ser otorgada a todas las infor¡na-
ciones directamentJ' recogidas.
Además, el logocentr ismo - forma que el etnocentr ismo de ciase torna
l1;gicamente entre los intelectuales- l leva a aprehender y a enumerar, como
opiniones pol í t icas producidas según un modo de producción propiamente"polít ico", los productos simbólicos de otro modo de producción. Toda inre-
rrogación científ ica -es verdad, in.luro la investigacién etnológica, aunque
radicalmente opuesta en los métodos a la encuesta de opinión-, se expone ¿
ciercer un efecto de transmutación lógica y pol í t ica por c l solo hccho de
ilevar lo implícito al estado explícito sin saberlo y sin saber todo lo que está
irnplicado en esta operación. Por el hecho de que considera siempre las opi-
¡l iones tomadas en su valor superficial, al omitir interrogarse sobre los modo.s
cle producción diferentes de los cuales ellas pueden ser el producto, es decir,
st ' irre los diferentes principios generadores de discursos <; de prácticas indis-
t intamente t ratadas como pol í t icas, la interrogación pol i t icológica pone a
f ucnta de la persona interrogada la opcración de consti iución *es ciecir, detrrna de conciencia y dc toma de palabra que es, en más de un caso, el hecho
tlc la interrogación-. Al mismo tiempo, rrara corno opinién consti iuida, sc-
¡lún los principios específicos de la disp.rsición propiamente "pc-rlít ica", res-
pucst:ls que pueden ser el prodr,rcto de la puesta en práctica cle los esquemas
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t.
.;121 *,
no específ icos del e¡hos de clase, aunque sean producidos en rcsPuesta a
pr"g, . rn,"u "pol í t icas".u En resumen' PoI no romPer s iempre con el n ivel
i.rro*".r"I del- oPus oPeratum' es decir, .1e la opinión formuiada tomada en su
valor superfi. i" l, p*." consrruir el modus operandi, la "ciencia polít ica" está
condenada a ignorar que el conjunto de los enunciacos-tratados-c<¡mo-
opiniones que los miembros de una sociedad dividida en ciases producen a
propósito de un .o.,junto cle problemas, resulta siempre de un tipo de com-
tin".i¿n determinada entrt dns principios cle producció2, dotados de pes.rs
diferenres según la modalidad de la inter¡ogación y según la posición de los
producrore,s en le estrucrura social. No puede pues sino ignorar todos los
.f..ro, "reóricos" y polít icos (análogos a los de la consulta electoral) que Pfo-
ducen el regisrro y el análisis homogéneos y homogeneizantes fun.{ados so-
bre la ignorancia de estr dualidad'
El dominio s imból ico de la exper iencia que se exPresa en el d iscursc'
socialrnente reconocido como "poi í t ico"Y y que suPone la puesta entre Pa-
réntesis de tocla referencia directa y exclusiva a la situación en su singulari-
dad, se cpone diametralmente al dominio práct ico que puede or ientar la
práctica cotidiana, en todo lo que ella tiene de polít ica sin acceder iamás a
ia expl ic i t "c ión y a la 'erbal ización,
menos todavía a la conceptual izació ' .
' fodo npon", ai mismo tiempo, Ia. coherencia intencional de las prácticas y
de los <l iscursos engenclrados a parr i r de un pr incipio expl íc i to y expl íc i ta-
mente "pol í t ico" -es decir , a Part i r de un cuerpo de normas y dc saberes
propiarnente pol í t icos, expl íc i ta )¡ exPresamentc s istemat izados Por"esPe-
.i. l irrrr*, y la sistematicidari objetiua de las prácticas producidas a Partir clc
un pr incipio implíc i ro, por lo ranto, de este lado del d iscurso "pol í t icc"
-es d.ecir, a pafrir de esquemas de pensamiento y ce acción objetivamente
sistemáticos, adquirrdos por simple famtliarización, fuera de toda inculcación
g. Es suf ic icnte consi t lerar r :n dominio como el de la enscñanza, que se exr iende desdc lo '
prr :b lcrnas muy expl íc i tamcnre const i ru ic. los cof f ro pol í t icos por c l ccnjunto c lc las c lases stc i r lc '
( .o- . , " l
dc la re forma universi tar ia o el dc le introducción de la pol í t ica en l t r universidad), h: 's¡¡
csos probicntas q.dc nc scn percibidos i . r i pcnsedcs como pol í t icos s ino por rn" - i ¡ ¡ ¡ r ' i
r ic
vanguardia (como ia eiccciór, de los mútodos pcclagógicos, c la eciuc¿ción scrual) , con toi ' r ' lo ' ;
estadios inrermeciros, para ver plantcarsc dc mancra insistcnre, a t ravés de Ias var iacioncs clc I ' i
tesa t le s in-rcspuesla según cl ¡cma abordado y la c lase social , e l probienla dc ios di ic¡ ' '
moclos dc producción de ias opinioncs pol í t icas. Es así como las preguntas relet ivas a ia educaci"rr
quct ien, mlt \ .a mcnudo, s in respucsra cuando tc¡can a las funciones más gcneraies dcl s isteme t1l
cnscñ -nz. : r o a :us rc lacior- les con las insranci¿s pei l í t icas, micntr¿s quc susci tan rcspucstas mt l1 '
f rccucnrcs cuant lo concicrncn , !o quc sc podría l lemar la nroral pcdagógica habi tual '
explícita, y puestos en práctica en el modo prerreflexivo*. Sin eslar mecá-
nicamente atadas a la situación de clase, estas dos formas de disposicirín
polít ica le están estrecharnente l igadas, principalmente por la intermediación
de las condiciones materiales de existencia -cuyas urgencias vitales se im-
ponen con un rigor desigual, pues están desigualmente dotadas para "neu-
ualizar" sirnbóiicamente-, y de la fbr¡nación escolar -c^Paz d. procurar ios
instrumentos del dominio s imból ico de la práct ica, es decir , de la
verbalización y de la conceptualización de la experiencia política, este domi-
nio práct ico que es adquir ido a t ravés de una er istencia objet ivamente
estructurada por las relaciones objetivas coiistitutivas de ia estructura d.e
las relaciones de clase-. La inclinación populista a prestar a las clases PoPu-lares una "polít ica" (como, en otra parte, una "estética") esPontáneamente
y como naturalmente dotada de las propiedades incluidas en la definición
dominante de la polít ica, ignora que el dominio práctico que se exP¡esa en
elecciones cotidianas (susceptibles o no de ser constituidas como polít icas
por referencia a la definición dominante de la polít ica), encuentra sus fun-
damenros no en los pr incipios expl íc i tos de una conciencia cont inuamente
vigi lante y universalmente comPetente, s ino en los esquemas de pensa-
mienro y de acción implícitos del habitus de clase. Es decir -si fuera nece-
sario atenerse a las fórmulas simplif icadoras o simplistas de la discusión
polít ica-, en el inconsciente de las clases más que en la conciencia de ciase.
El habitus de clase no es el instinto del herbívoro que algunos quieren ver
en éi. Y si es frecuente que los miembros de las clases populares tengan un
discurso en contradicción con él mismo, con ei sentido de su práctica y con
sr.r condición objetiva, es porque, al no disponer de los medios de produc-
ción de su discurso, ellos hablan de polít ica sin tener discurso polít ico' o
sólo un discurso prestado -en el Ccble sentido-, y están entonces a merced
de los portavoces polít icos que se dan o que ies son imPuestos -como, en
otros dominios, de sus abogados o de sus méciicos.
La ausencia, en el dominio de la estética, de ias instancias que tienen por
misión l levar ai nivel manifiesro los principios implícitos de ia práctica de las
ciases populares, es suficiente como para prohibir plantear demasiado iejos ia
identif icación de los dos dominios. Sin embargo, tanto en el dominio Polít i-co como en el dominio estético, ias prácticas e, incluso, los juicios pueden
organizarse de manera sistemática sin que estén jamás explícitamente fbrmu-!ados los principios de su producción, con excepción quizás del principio de
conformidad que, al pedir prestado más bien el lenguaje de la édca que el de ia
política, tiende a prohibir la idenrificación sin reservas a individuos o grupos
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136 LJi
Pterre Bourdieu
cuyos discursos o prácticas contradicen demasiado abiertamente las expectati-
vas inconscientes dei ethos de clase:e si esto es así, es porque los principios de
las estrategias que orientan las relaciones cotidianas entre los miembros de
clases diferentes y, en particuiar, el punto de referencia de los marcadores
sociaies de las posiciones de clase, tales como los acentos o los estilos de ropa
y la hexis corporal, tienen más posibilidades de acceder, parcialmente al me-
nos, a la explicitación -en ei lenguaje de la ética o de ia psicología espontánea
más que en el ienguaje de Ia polít ica-, con motivo del intercambio entre los
miembros del in group que preceden y preparan o siguen y explotan ias ense-
ianzas procuradas por los contactos con el oú grouP. Sin obedecer al gusto
de las analogías inciertas con la relación de incertidumbre, se puede suponer
que, en tanto que ella se establece entre miembros de clases diferentes, la
relación entre el encuestado¡ y el encuestado no puede dejar de afectar la
naturaleza y la modalidad de ias informaciones recogidas por toda encuesta
que se asienta sobre ias reiaciones ent¡e las clases -que es el caso, se sePa o no'
se quiera o no, de toda encuesta de sociología política-. No se entra en una
dis,.rrsión polít ica con el primero que'l lega, y la semiología espontánea, como
dominio práctico de la simbólica de las posiciones de ciase (del que se postu-
la espontáneamente que está i igado a ias tomas de posición polít icas), t iene
por función hacer posible una evitación metódica de todos los "tetpas can-
dentes", es decir, en primer lugar, de los temas políticos, y de establecer el
consenso provisorio que, en los contactos foituitos de la vida cotidiana, no
puede instaurarse sino gracias a los lugares comunes y al precio de una vigilan-
cia continua. Está establecido empíricamente que las discusiones políticas se
9. IJnico principio explícito o cuasi-explícito de las prácticas y de los juicios "estéticos" de lasclases populares , el principio cie conformidadimpone gustos "simples" (por oposición a "presumidos",
a "afectados", "pretenciosos", etc.) a la gente "simple" (a la "gente como nosottos"); censurando
o lanzando a lo impensable las aspiraciones estét icas incomparibles con la representación
interiorizada del estado de cosas esuolecido ("esto no es para nosotros" y "esto no se hace"
-sobreentendido, para gente como nosotros-), él contribuye a producir (en la medida, al menos,
en que las alienca y las legitima) elecciones estéticas a la vez directamente deduc¡ibles de las
condiciones objetivas (ya que aseguran una economía de dinero, de tiempo y de esfuerzo) y
perfectamente conform"s a la norma que prohfbe distinguirse de la norma del grupo, es deci¡,
"como es neccsario, sin más" (por e.jcrnplo, cuando sc pide que un corte de p*lo sea o haga
"adecuado"). (Sobre los principios implícitos de las prácticas y de los juicios estéticos de las
clases populares, ver Pierre Bourdieu et al., Un drt mojen, essai sur les usages sociaux de la
photographia París, Ed. De Minuit, D7A, p. I16-132.) [Lafongrafa, un arte interwcdío, México,
Nueva Imagen, 1979.J
Ins doxósrt',
instauran, la mayoría dc ias veces, entre Personas de opiniones idénrices: csi. t
.rcinstataci¿)n planrea la cuestión dc los nredios por los cuales se establece la
sclccción de 1os intcr locuiores posibles. No hay duda que la serniología es-
, , r ( )n iánea, al i ,ermir i r señala; 'aquel los con quienes "se Puede hablar de pol í -
r ica", p9r lo ranto, huir c ie ios conf- l ic¡os abiertos, es tanto más indis i re l ' rsablc
.uanro la info¡mación prer., ia es más ciébi l y el costo de la confesión torpe es
:rás qrande. 1" A todc,s los obstáctr lc,s inmediatamente v is ib les de 1a conversa-
. ión "ne utra" entre n-r iembr<-,s de clases ci i ierentes se agrega la heterogenei-
c1, id poco menos que total de los t ropos y de los tópicos ut i l izados en ias
- i rcun.stancias en que "es necesar io decir b ien algo" ( la imperat iv idad de ia
c.rntunicación es, por orra parre, müy desisual según las c lases ,y s in duda
nrucir , más intensa en las c iases populares). La cncues¡a de opinión crea ui la
, i i rraci i in en la cual eI ¡,r imero que l iega viene a plancear cuesfiones polít icas,
. incluso sin soñar con i ¡ rvocar la garantía de un tercero conocido,V fami l iar
, r r id curnpl iera la f t tnción impart ida a i rn s istema de marcadorcs posi t ivcs en
!¡s intcracciones entfe mier¡bros de ia misma clase, o de una relaciór.r muy
csrrecha y mu), anr igua, funclada sobre el vecinazgo o el parentesco, entre
rr icnl l ¡ ros dc c lases di férenies.rr
No col tociendo sino el in.rperat ivo electoral de la igualdad formal ante c i
crrest ionario, que sd'conjuga con el impterativo téc¡r ico de la nornlal ización
i ( ) . En csra lógica, sc pucdc suponer que la interdependcncia extr€r] la quc une los miembros dc la
i :cnnrnic la<j a ldcana tracl ic ional cs ul to c le lcs pr incipios, ¡ rarad/r j ican"rcnte, c lc la ausencia c ie
, l rsr :usió¡ pol í r ica -por lo tanto, dc movi l ización pol í t ica-, en la c lasc carnpesina: la pol í t ica está
c: i : i cr ;nscientcmenre excluida porquc es p. tc ib id" corno caFaz de destruir la unidad, v i ta l ' de un
qrupo cconómica y socialmenre hcrerogéneo v, s in cmbargo, rnuv fuertemcntc inregraclo por la
, : r r i i lad dc residcncia.
I l . ' ibclas las veces que, al i r a l encuentro de los pleccptos ingenuamente abjet iu i t tas, quc i lcvan a
, . . r . r cn la dis iancia cnrre c l cncucsradcr y el cncuestado una garanr la de obict iv idat l (no percibicndo
i ; i rn is le t l is tancia s ino f r : r jo la forma geográf ice, muchos inst i tutos de sondco prohíben a srrs
, . r rcucsraclores interrogar a la gcnre de str local i< j ¡d) , se inst lura la interrogación con inter locutcrcs
, ,nrc qqicnes el la habría podido cstal ; lecerse de mancra casi "naturai" , ya ser directr .mente' ya sca
l ' , , r la mcdiación dc un garante personal o inst i tucional , las pcrson:r-s i t r terrogadas observan
i : l ) ( intáneamente t luc el las ¡ lo habríen habledo.!amás el misnio lenguajc cn le rc lación krrmal con
ir¡ cncucsrador anór¡ in-¡o ( i ' , dc hccho, Ia "c icncia pol í t ica" l ra obse* 'ado desdc hace mucho
t icnrpo que las opinir ;ncs cxt¡emxs cstán siemprc sub-rcprescntadas en las opiniones recogidas) '
\ r rponient lo, i ¡c luso, <¡uc la reiación hu$iere podido establecclse: se sabe quc les ncgat ivas a
rer¡roncler son part icularrncntc numerosas en las encueslas pol í t icas (esas no son las rcsponsables
, l r la "corrccción" de Ias mucsrras en los insr i ¡uros t lc sondco quc delment i rcmos).
r*+1
a:
5
de los insrrurneñro¡ de recolccción *condic ión de Ia comparabi l idad formal
del material recogido-, ¡ sobre todo, de la auroma¡ización material y men-
ral del análisis, Ia "ciencia polít ica" no puede sino anexar al orden del discur-
so polít ico los producros de los principios implícitos del habitus de clase. Por
eso, ei efecto polít ico de rransmuracirin de lo implícito en explícito que pro-
duce la encuesre cle opinién, con roral i¡tocencia rnetodológica y polít ica, s',
ejerce tanto más fuc¡temenfe cuanto los productores de respuestas están más
completamente desprovistos de los insrrumentos necesarios para aprehender
com,r "polít ica"s" las Preguntas planrcadas y para- darles una respuesta y una
re.rpuesra "pclít ici ' (es decir, a medida que se desciende en ia jerarquía so-
cia!) y más lcjos de sarisfacer a las condiciones de producción de un cuerpo
cle cpinlones colrcrentes y homogéneasl porque son engendradas a Partif de
un pr incipio expl íc i ramerl te const i tu ido. Gracias a este efecto de
homogeneizaci<'rn dc !o hererogéneo, la "ciencia polít ica' puede producir a
voluntad, e: deci¡ a pctición, la apariencia.de la coherencia o de la incoheren-
e\a: ya sea que ilumine las contradicciones entre los valores de ciase y las
rrpinioncs !ógicamenre deri '¿ables c{e los principios polít icos explícitamente
ileclaracl,:s, al oponer, por ejemplo, las disposiciones "auroritariSs" de las cla-
ses populares a sus opiniones ,.evolucionarias; ya sea que, al contrario, vea la
verdad de sus opiniones polít icas declaradas o delegadas-en el "auto¡itaris-
mo" de sus prácticas pedagógicas.
Así, I-ipser no rompe con la irrealidad de la "ciencia polít ica" tradicional que
no conocc y no puede conocer sino la univelsalidad vacía del bomo polit icus; part
iomar presrado, a ia psicología del aprendizaje y", sobre roco, a la sociología de la
rransmisión cultu¡al, los elementos de una clescripción de las clases populares,
sino con la segunda intención de encontrar en el "autoritarismo" de esas clascs
(concepto ausente en todos los autores citados) el principio de sus elecciones
poiiricas, revelando así, por querer probar demasiado, ios ef'ectos y ios presu-
puestos ocultos de la encuesta de cpinión: armado de una suerte de hegelianismo
del pobre, que le l leva a postular implícitamente [a unidad de las conductas "no
políticas" y de las conductas "políticas", rea.liza abier¡amente la reducción al or-
den de "1o polít i.o" que la "ciencia polít ica' efectúa de manera n-rás discreta
-porque es más inconscienre- con sus cuesrionarios y sus problemáticas ho-
*ogé,. , " . , . r , homogeneizantes -porque están estr ictamentc acantonados en
el orden "polít ico"-.,2 Medidas con la vara de reglas tácitas, planteadas como
12. Aquí, además, c l etnocenrr ismo quc l lcva a asumir, como yendo de suyo, la def in ic ión dominantc
r ie [a pol í t ica y el posi t iv ismo mctodológico, se conjugan para excluir la posibi l idad de aprche r . rc icr
yendo de suyo -lo que no es sino la universalización de los intcreses (cn cl
doble sentido) de las clases superiores-, las prácticas y las ideologías de las
clases populares se encuentran lanzadas al lado de la naturaleza, ya que acu-
mulan todos los rasgos antitéticos a la cultura polít ica tal como ella se ad-
quiere en "Ciencias-Políricas" o en Harvard. Producto sincrético de [a amal-
gama de las propiedades prestadas Por las necesidades de la causa -de la
L,uena causa- al sub-proletariado -como la impaciencia milenarista-, ai pro-
letariado -como el rigorismo jacobino-, o a la pequeña burguesía -como el
resentimiento represivo que, en cierras coyullturas, pue{e servir de base a
regímenes fascistas-, las clases populares según L,ipset son naturalmente au-
toritarias: es porque tienen el autoritarismo por naturaieza que ellas pueden
adherir con conocimiento de causa a ideologías autoritarias; es Porque su
intolerancia ies inclina a una visión simplista y maniquea de la poiít ica que
ellas no esperan el cambio de su condición sino de transformaciones rápidas
y brutales. E1 "milenarismo evolucionista", que es el coronamiento natural
de esra teoiogía política, hace de la elevación del nivel de vida y de educación
de las clases populares el motor de un movimiento universal hacia la demo-
cracia americana, es decir, hacia la abolición del autoritarismo y de las clases
que son sus portadoras) en resumen hacia la burguesía sin proletariado'ri
Pero la verdad de esta ideología está enteramente contenida en el argumento
según ei cual, "más a la izquierdi' (liberal and lefiist) en materia de econo-
mía, los miembros de las clases populares se muestran más "autoritarios" quc
las clases superiores "cuando el l iberalismo es definido en términos no-eco-
nómicos" (es decir, cuando es cuestión de l ibertades cívicas, etc.) e, incapaz
tan¡o la competencia política en estado prdctico -io .1ue supondría el recurso a técnicas tales
cornc la histo¡ ia de [a v ida pol í t ica o la observación en si tuaciones "normaies" o en períodos de
cr is is pol í t ica- como ese sust i tuto de la competencia pol í t ica teór ica que es la competencia
mínima necesaria para operar (confcrme a las reglas del f uego político en vigor) la delegación de
ias elecciones pol í t icas - lo que supondría la u¡ i l ización de un cuest ionar io que, al s i tuarse
explícitamenre cn ei nivel político restituiría el camDo completo de las tomas de posición poiÍticas
reiacionándolas ceda vez a las instancias encargadas de producirlx y de legitimarlas (panidos,
ig lesias, etc.) .
13. Esta i 'Jeología e ncuenrra su instrumen¡o de prueba en el comparat ismo de gran administrador
de la investigación, atenro a recoger a cada una de sus escalas la colección de los peririclicr:s semi-
of ic ia les (con-ro dice I . de Sola Pool) y las opiniones v las encuestas de opinión más recientes de los
doxósofos nat ivos, más que las informaciones detal ladas y s istemát icas quc, <lef in ien. io las
condiciones teóricas y técnicas de la comparrbilidad, prohibirfan las comparaciones formales.
l,'t0 1.41,
Pierre llourdiett
de acceder al "desinte¡és" (interesado) quc define toda verdadera cultura, en
polít ica como en otra parte, ignoran el "l iberalismo" que la nueva burguesía,
tan ¡esueltamente no-represiva, al meilos para ella misma y para sus hijos,
pone al principio de su arte de vivir.
De hecho, la proposición según la cual las clases oopulares sol.i autoritarias no
puede darse las apariencias de la constatación cienrífica -io contrario de la ce gue -
ra populista-, sino en la medida en que se ignore n el eiecto d" rrolit ización de ias
opinior,es que produce sin saberlo ia apiicacién uniforme de la grri la polit icoiógica,y las diferencias que separan, bajo 1a reiación de la modalidad dóxica, las certezas
prácticas de la moral pedagégica o sexual y ias opiniones profesadas soL're las
cuestiones "poiít icas". Si los nicmb¡os de las clases privilegiadas son en su con-
junto rnás "innovadores" en el ciorninio cie ia moral dcméstica mientras son más"conservadores" en el dominio más ampliamefte reconocido como "poiít ico", es
decir, para todo lo que toca al mantenimiento del orden económico y polít ico y
a las relaciones enr¡e las cjases (como lo testimonian sus respuestas a las piegun-
tas sob¡e ia huelga, el s indical ismo,, etc.) , es evidente que -su oropensión a
tomar posiciones "innovadoras" o "revolucionarias" varía en razón inversa ai
grado en el cual las tra¡rsformaciones consideradas ¡ocan al principio de su
privilegio.'a Podría ser posible incluso que la revuelta contra las alienaciones
gevy'ricas -las únicas.¡ue afectan también a la ciase dominante, endas qtle se
expresan los intereses particuiares de cicrtas fracciones (en ascenso) o de cier-
tas categorías (las rnujeres o ios jóvenes, por ejemplo) de la clase dominante-
sirve a los intereses de esta clase, por ese desplazamiento de ia problemárica
hacia ios objetos de discusión sin consecuencia de la contestación interna y
por la expuisión fuera del campo de los conflictos polít icos legítimos de todo
lo que toca a los fundarnentos de su Cominación." Y cuando se sabe que ellas
encuenrran su pr incipio en la universal ización de la cxper iencia part icular
que ciertas fracciones de la clase dirigente hacen de las alienaciones genéricas,
se comprende que ciertas denuncias generalizadas de ia alienación, qLle pue-
den coincidir con la exaltación mística de las virtudes polít icas del proietaria-
do, se encuentré. t con el pesimisrno conservador, que t iene el ¡n ismo
etnocenrr ismo de clase por pr incipio, en ia condena de las disposic ioncs
14. Las respuestas a cstos dos t ipos dc preguntas sc organizan según estruct t t ras cst¡ ict¡mcnrc
inversas cn las c lases super iores y en las c lascs popularcs.
15. La del imitación del campo de la discusión y dc la contestación legí t ima y dc Ias arrnas legí t imas
de la lucl-ra política es, se lo verá, una de las apuestas y una de las armas firndan:cntales de la lucha
poi í t ica (cf . por ejemplo, e l < iebatc sobrc la pol i t ización dc los s indicatos).
Los doxósofos
represivas de las clases populares (o de sus mandatarios), o en la condena de
su sumisión excesiva a los intereses económicos.
La "ciencia polít ica' no pueoe percibir que la cont¡adicción aparente en-
rre las opiniones producidas a Partir de principios explícitamente polít icos y las
disposiciones y los juicios o las prácticas que ellas engendran desaparece, la ma-
voría de las veces, tan Pronto como, al dejar de tomarse de la letra de los discur-
sos, uno se liga a su ntodalidad, donde se revela el modo de producción según el
cual elias son producidas: la sonrisa o el cabeceo escéPtico, irónico o impotente,
delante de tal pregunta irreal o des-realizante, el silencio' que Puede ser también
un discu¡so negado, la forma más accesible de la negariva de discurso, o el
discurso mismo que, por no dejarse encerrar en las clases previstas con anceriori-
. iac1 al comentario polít ico, no Puede aParecer sino como el enunciado torpe de
las "nociones" de la politología, manifestaciones simbólicas que la politología no
puede sino arrojar en lo inadvertido c lo insignificante. La intuición común que
refiere a imponderables de la postura y de las maneras, los matices de la argumen-
ración y de Ia hexis,las diferentes maneras de ser "de derecha" o "de izquier'
<1a"; "revolucionario" o "conseryador", principio de rodos los dobles entendi-
rnienros y de todos los dobles juegos, recuef,j.a que el mismo habitus puede
conducir a adherir a opiniones fenomenalmente diferentes (aunque no fuese
sino por el efecto.de atlodoxia) mienrras que habitus diferentes pueden ex-
presarse en opiniones superficiaimente (es deci¡ electoralrnente) semejantes
¡', sin embargo, separadas Por su modalidad.
Dado que el discurso "político" roma presrado por definición el lenguaje
absrracto, neutralizante y universalizarte de las clases suPeriores y de sus
mandatarios políticos o administrativos, toda tentativa para medir la compe-
rencia polírica o el interés por la política no puede sef otra cosa que üfl test
de conocimienro y de reconocimiento de la cultura política legítima. I-a an-
tinomia que habita en la "democracia tecnocrática" no es jamás tan visible
como en la ambivalencia de Ia inrención interrogativa vuelta hacia el saber
ciesigual y desigualmente rePaffido del experto, al mismo tiempo que hacia
la "espontaneidad creadora" de la "persona", suPuesta siemPre como CLPaz
d" prod,rcir una "opinién" allá donde el especialista Produce una "consr3-
r.. ión" o un "juicio". Aunque esro se vea menos, en nombre de la ideologfa
que quiere que la aptitud para iuzgar polít icamente sea la cÓsa mejor rePar-
tida, ies encuestas de opinión pública no difieren de ningún modo, en su
principio, de las encuestas sobre la "información económica", suerte de
exámenes que apunran a medir el conocimiento y el reconocimiento guc los
encuestados t ienen de la economía teór ica, s in inquietarse Por asir la
ffisG&*
5
.l
t*É1
*ll
:
(-{.)ry:pftfrt{re pfe]'pirnrcnrc €conómica que orienta sirs elecciones económicas
r-r:gidi.¡lr¡* y i*r confiere al mismo tiempo, la "racionalidad" que los econo-
rnirte* puctlen postular en sus teorías. Sería ingenuo imaginarse que una
€ñsü€s{¡l de sociología política pueda ser más relarivisra que una encuesra de
Éconornía y que fuera suficiente, para escapar a rodas las dificultades, formu-lar las pregunta.$, como io sugiere Riesman, en ei lenguaje propio de losencuesrados de cada clase. La polírica es lo que se dice en ei lenguaje de la'ciencia política" y en ese lenguaje solamente: el principio de ia desposesiónpolít ica reside, aquí, en la imposició' de una definición parricular de la po-lít ica legítima y de los medios legkimos de acción polít ica, es decir, en laimposición del lenguaje y de un cierto lenguaje como único modo de accióny de expresión polít ica legírima. si el dominio del lenguaje polít ico dor.ri-nante que hace toda la competencia politicológica está comúnmenre idenri-f icada a la comperencia polírica, es porque parricipa de ia auroridad que leconfiere la pertenencia al universo del discurso legítimo, el de la ciencia y elde la cultura erudira, y porque los que lo uti l izan están frecuenremenreinvestidos de la auroridad que confieren las garantías universitarias. pero,
más profundamenre, la imposición de los límites del campo de la acciónpolítica que, en la encuesta de opinión, roma la forma de la imposición deproblemárica es, además, un efecro, y sin duda d.e los más suti les -porq,r..,de los más ocuhos-, de la dominación política: la definición dei límite entrelo legítimo y lo ilegítimo -que, a la manera de la delimiración sacerdoal delo sagrado y de lo profano, produce los profanos en política-, es en efecto"ioprimero que está en juego en el confl icro por.el poder polít ico. Los ideólogosno pueden aporrar su conrribución al rrabajo de dominación imponiendo suproblemárica política sino porque el estado de las reiaciones de fuerzas per-mite la imposición de la definición de la política más favorable a los interesesce la clase dominante, la que hace dei combate político un debate de ideas yun enfrentamiento de discursos, en rcsumen, un ccmbate donde só/o sonadmitidas las armas simbólicas'. sobre esre rerreno, la clase dominante es im-batible, porque el discurso fuerre no se impone jamás por la sola fuer¿a deldiscurso, la porencia de las palabras y la potencia sobre las palabras suponensiempre otras especies de poder.
No es por azar qve la neutralid¿l estilística, érica y política es la propie-dad más rigurosamente exigida de todo discurso polít ico despolit izado ydespolit izante, polít icamente neurralizanre porque está políricamenre neu-rralizado: la "ciencia-polit ización" es una de las técnicas más eficaces dedespolit ización. Consriruyendo una pregunra como polít ica cn el u'iverso
r44 l4)
de discurso poliricológico, la "ciencia polít ica" le hace sufrir una "neutraliza-
ción" que la pone fuera de asidero y a la cual se agrega, frecuentemente, la
tecnificación tecnocrática que la pone fuera de alcance. Las variaciones de
"sin-respuesta" según el sexo, el nivel de instrucción o la ciase sociai -es decir,
en líneas generaies, según Ia probabil idad de tener poder, en aigún nivei de
la jerarquía social y en cualquier campo que sea-, están alií para testimoniar
que ia competencia, en el sentido preciso de capacidad socialmente reconoci-
da, es de esas aptirudes que no se detentan sino en la medida en que se está
en derecho y en deber de detentarlas; como las variaciones según la satura-
ción de la pregunta en índices de conformidad a las normas del discurso
politicológico están allí para atestiguar que la "ciencia-poliúzacióí' es una de
las armas del combate entre las fuerzas de despolitización -representadas,
aquí, por los doxósofos- y las fuerzas de politización, fuerzas de subversión
del orden ordinario y de la adhesión a este orden, ya sea que se trate de la
adhesión prerreflexiva e inconsciente de ella misma que define la doxa, o de la
adhesión electiva, en tanto que negación de la posibilidad de la herejía, gue
caracterizala ortodpxia, opinión o creencia derecha ¡ si se quiere, de derecha.
Iár*e
-i
l{étodo científico y jerarquía social de los obietos*
C uando Parménides pregunta a Sócrates, para inquietarlo, si él admite
que hay "formas" de cosas'que podrían Parecer un tanto ridículas' un
"1. '
;-.:-.,*,mi.']#.:*¡s¡-@¡&.,ik
a;
1g
Llñiá
''*lla-{¡lr-t \
;. ,:
pelo, lodo, mugre, o todo otro objeto sin imponancia ni valor", $ócrates
confiesa que no puede decidirse a hacerlo, Por miedo de caer en un "abismo
de necedad". Eso ñ, le dice Parménides, Porque él es joven y noveto en
filosofía, y porque él se preocupa rodavía por la opinión de los hombres, la
filosofía se apoderará un día de él y le hará ver la vanidad de esos desdenes en
ios cuales la lógica no ParticiPa (Partnénides,130 d).
La filosofía de los profesores de filosofía no ha retenido casi la lección de
Parménides, y hay pocas tradiciones donde esté tan marcada la distinción
enrre los objetos nobles y los objetos innobles o entre las maneras innobies y
las maneras nobles -es decir, altamente "teóricas", por lo tanto des-realiza-
das, neutralizadas, eufemizadas- de tratarlas. Pero las disciplinas científicas
mismas no ignoran ios efectos de estas disposiciones jerárquicas que aPartan
géneros, ob.ietos, métodos o teorlas menos presrigiosos en un momento dado
del riempo: y se ha podido demostrar que ciertas revoluciones cientlf icas
eran el producto de la importación en dominios sociaimente desvalorizados
de las disposiciones que se uti l izan en los dominios más consagrados.r
' "Mérhode scientifique er hiérarchie sociale des objets" , Actes dz la rctherche en sciences nciabs, l,
enero de 1995, pp. 4-6.
L J. Ben David y R collins, "social Facrors in the origins of a New scicncc: Thc c¡se of
I'sychoiogy", American Sociological Rcvictt,3l (4), agosro de 1966"pp' 451-465'
l -a jererquía dr: los, :b jctos Iegír i r - - ros, legi¡ in iablcs o inci ignos, c.s una. l .las mediaciones a rravés de las cuales se impone la censura específica de rrncampo determinado que, en el caso de un campo cuya inclependencia ¡es-pecto a las demandas de ia c lase dominanre esrá nral af i rmada, puede serquizás la rnáscara de un¿ censura puramenre pol í r ica. La <ief in ic ión do¡, i -nanre de las cosas buenas para decir y de los asunros dignos de interés es un()dc los mecanismos ideológicos que hacen que cosas igualmente buenas nr¡sean dichas y que remas no menos dignos de inrerés no inreresen a nadie o nopuedan ser tratados sino de manera vergonzosa o vici<,sa. [,s la que hace qucse havan escrito 1.472 libros -obre Alejandro el Grande, de los quc sólo dosserían necesarios, si uno le cree al autor del 1.473,') quien, a pesar de su furoriconoclasta, está mal ubicado para pregunrarse si un l ibro sobre Alejandro eso no necesario y si la redundancia que se observa en los dominios más consa-grados no es la conrrapartida del silencio que rodea a or¡os objeros. L.a jerar-quía de los dominios y de los objetos orienta las inuersiones intelectuales pormediación de la estrucrura de las posibil idades (medias) de beneficio nra¡e-rial y simbólico que ella contribuye a definir: el investigador participa siem-pre de la importancia y del valor que es comúnmenre atribuido a su objero,y hay muy pocas posibil idades de que él no tome en cuenra, conscienre .,inconscienremenre, en la ubicación de sus inrereses irueiecruales, ei hechode que los trabajos más importanres (cienríficaménte) sobre los objetos más"insignificantes" rienen pocas posibil idades de rener, a los ojos de todos losque han interiorizado el sisrema de clasificación en vigor, tanro valor corno lostrabajos más insignificantes (científicamenre) sobre los objetos más importan-tes' que son, rambién la mayoría de ias veces, los más insignificantes, es decir.ios más anodinos.l Por esra razón, los que abordan los objetos desvaloriz:dos
2lt . I - .Fcx,Ale*-¿qdertheGreat,Landon,Al lenLane, lgT3.Nohaycasi necesidaddedecirqucesla ¿cumul¿cién es a.ltamen¡e luncional -evidenremenre, desde el punto de.¡ista del Íincionamie nroy de la perpetuación del s is¡ema-, pucsro que el la consr i tuve por sí misma una verdadera mural l :contra la cririca externa, quc, para ejercerse, debc apoyarse en la alianza ob.jcriva -rnuy ¡mporrenre-dc un cspecial ista.
3. El lenguaje c ientí f ico pone ias palabras Cel lcnguaje ordinar i . 'entrc co¡ni l las (cf . G. Bacheiard,Le t\laúriaiisnrrationne!, París, PU.F., 1953,p.216.Trad.esp. ElMaterialismoracional, Buenc:aircs,Pardós, 1976),paramf,rcxruna ntpf i l r / tconel usocomúnque puede scr iadcladistanci :obict ivantc (objercs " insigni f icanrcs" o " impcrtantes" son objetos socialmenre reconocidos com6importantcs o insigni f icantes en un momenro dado dcl t iempo) o la de la redefnic ión ráci t t oexpl íc i ta que determina Ia inseic ión en un sistema de concepros de paiabras ordina¡ ias lsíconstituidas .omo "enrerxmente relarivas a la ciencia tcórica".
por su ,,futi l id¿d" o su "indignidad", como cl periodisnro, la n' ,.1a, o la histo-
r iera, f recuentemente esPcran de orro camPo' aquel misrno qu* el ios estudian'
las gratif icaciones que el campo científrco les niega Por anticipado' lo que no
contribuye a inclinarlos a una aproximación científ ica'
Sería necesario analizar ia forma que tcma la división, adrnitida como
yendo de suyo, en dominios ¡robles o vulgares, serios o füti les, interesantes o
triui"ler, en diferentes campos y en diferentes momentos. Se descutiri i ía, sin
duda, que el campo de los objetos posibles de investigación tiende siempre a
org"nirrrr" según dos dimensiones independientes, es decir, según el grado
de legitimidad y según el grado de prestigio al interior'dá los límites de la
definición legítima. La oposición entre io Prestigioso y lo oscuro qrre puede
concernir a los dominios de los géneros, de los objetos, de las maneras (más
o menos "reóricas" o "empírices" según las taxonomías reinantes), es el pro-
ducto de la aplicación de los criterios dominantes que derermina grados de
excelencia en el interior dei universo de las prácticas legítimas; la oposición
entre ios obletos (o los dominios, etc') ortodoxos y los objetos que pretenden
la consagración, que pueden ser llamados de vanguardia o heréticos -según
q,r" uno se sitúe del lado de la jerarquía establecida o del iado de los que
inrentan imponer una nueva definición de los objetos legítimos-, manifiesta
la polarización quc se estabiece cn todo camPo entre instituciones o agentes
qrr. o.,rp"n posiciones opuestas en la estructura de la distribución del capi-
ál erp..íf ico. E, d".ir, evidenremente, qlle los térrninos-de estas oposiciones
son relativas a Ia estructura del campo consicerado, aún cuando el funcicna-
mienro de cada campo riende a hacer que ellos no puedan ser percibidos
como rales y que apafezcan -frente a todos los que han interiorizado sistemas
de clasificación que reproducen ias estructuras objecivas del campo- como in-
t r ínsecrmente, sustancial lTrente, realmente imporrantes, interesantes, vulgares,
chics, osctros o prestigiosos. Para abalizar este espacio, bastará con marcar en él
algunos pLlnros con ejemplos romados de las ciencias sociales: pof un lado, la
gon ,írrt.ri, teórica, sin otro punto de aPoyo en la reaiidad que la referencia
sacralizante a los textos canónicos,o, en ei mejor de los,casos, a ios objetos más
importantes y más nobles de laTierra, es decir, Prefr: rentemente "planetarios" y
constituidos Por una tradición antigua; por el i; ' : ' la monografía de aldea'
doblemente ínfima, por el objeto *minúsculc y socialmente inferior- y por ei
método -vulgarmente empírico-; y, en oposiciór: '^n uno y otroi el análisis
semiológico de la fotonoveia, de los semanarios i lustrados, de las historietas o de
la moda, aplicación de un mérodo precisamente lo bastante herético curflo pafa
arraerse los prestigios del vanguardir*o "
objetos condenados por los guardianes
r48
Pierrc Bourdieu
de la ortodoxia, pere predispuetos por ia atención que ellos reciben de las
fronteras del carnpo intelectuai y del campo arrísriao -a los que fascinantodas ias formas lzitsc/t- a aposrar a esrraregias de rehal¡i l iración tanto másrentables cuanto más arriesgadas son.a Así, el confl icto rirual, entre Ia granortodoxia dei sacerdocio acadérnico y ia herej ía dist inguida de losfrancotiradores sin balas, fonna parte de los mecanisr,os que contribuven amaltener la jerarquía de los objetos )', ai mismo riempo, la ierarcluía de losgrupos que sacan de elia sus beneficios materiales y simbóiicos.
La experiencia muestra que los objetos que la representación dominantetrata coffro inferiores o menores atraen frecuenremente a los que e.stán menospreparados para tratarios. El reconocimienro de la indignidad domina toda-vía a los que se avenÍuran sobre el rerreno prohibido cuando se creen obiiga-dos a pregonar una indignación de mirón puritano que debe condenar parapoder consumar, o una preocupación de rehabil itación que supone ia sumi-sión íntima a la .ierarquía de ias iegirimidades. o incluso una combinaciónhábil de distancia y de participación,,de desdén y devalorización que peimi-re jugar con fuego, a la manera del arisrócrara que se encanalla. La ciencia delobjeto tiene por condición absolura, aquí como en oira parte, la ciencia delas diferentes formas de la relación ingenua con el objeto (entre las cuales, iaque el investigador puede manrene¡ con él en la práctica ordinaria); es deci¡la ciencia de la posición del objero estudiado en la jerarquía objetiva ie losgrados de legitimidad que comanda todas las formas de experiencir ingenua.La única manera de escapar a la relación ingenua de absolutización o decontra-absoluúzación consiste, en efecto, en aprehender cotllo tal la estruc-tura objetiva que comanda estas disposiciones. La ciencia no roma paíre en lalucha por el mantenimiento o la subversión del sisrema de clasificación do-.minante, Io toma por objero. No dice que la jerarquía dominanre rrate a iapintura conceptual como un arte y a la historieta como un modo de expre-sión inferior y necesario (salvo sociológicamente); no dice más que es arbirra-ria; como los que se arman dei relativismo para reverrirla o moJif-icarla y que,al final, no harán s?no agregar un grado, el riltimo, a la escala de ias prácricascul turales consideradas como lcgí t imas. En resunren, no opone un.¡ t ' ic io de
J. Dcl mislno mocio quc l r jerarguí" Je los c lomi l r i . . :s m.rnl ic l rc Lrna rc l :c ión csr.r(cha ( fcru
compleja, porquc está mediat izada por el éxi to escolar) con el or igen social (cL l l IJourdieu, L.
Bol t¿nski yPMaldidier," l ,ad¿(fcnscduc<;rps", lnJormat ionsur lessciencessociales, l0(4),1971),
es probablc que Ia or ientacién hacia nno Lr otró prrrr to del espacio de Ios objetos dc invest iqación'
exprese la posrción en el carnpo v la r Ía) ,ecror ia quc al l í conducc.
Método cientlfico y jerarquía social de los objetos
valor a un juicio de valor sino que huanta actrr áel hecho de que la referencia
a una jerarquía de los valores está objetivarleilre inscrira en las prácticas, y,
en part icular, en la lucha en la cual esta jerarquía csrá cn. luego y que se
expresa en juicios de valor antagónicos.
Campos siruados en un rango inferior en la jerarquía de la¡ !.glrirnici:dcs
ofrecen a ia polémica de la razón científ ica una ocasión prrvilegi:cl: p;rr.r
ejercerse, con total libe¡tad, y para alcanzzr Par procuracidn, sobre la t¡¿s* ¡Js
ia homología que se establece entre camPos de legitimidad desrgual, le:s rne-
canismos sociales fetichizados que funcionan también bajo las cen¡uras v l:s
máscaras de auroridad en el universo protegido de la alta legitimidad. fu¡, ei
cariz de parodia que revisten todcs los actos dei culto de celebración cuando,
al abandonar sus objetos titulados, filósofos Presocráricos o poesía mallarmiana,
se dirigen a un objeto ran mal ubicado en la jerarquía en vigor como la
historieta, revela la verdad de todas las acumulaciones letradas. Y el mismo
efbcto de desacralización que la ciencia debe producir para constituirse y
repfoducif para comunicarse, es más fácilmente obtenido desde que se obii-
ga a"pensaf el universo demasiado presrigioso y demasiado familiar de la
pintura o de la l i terarura a rravés de un análisis de la alquimia simbólica, por
la cual el universo de la alta cósrura produce ia fe en el valor irreemplazable
de sus productos. ̂ .
l5 l
Dos imperialismos de lo universal*
na buena parte de 1o que observamos en las relaciones entre Franciay
Estados Unidos es el producto de una €structura de relaci-ones que uno
debe pensar como la confrontación entre dos imperialismos,,de.lo-universal.
Lo que ha sido descrito como una de las propiedades más emi¡entes de
estas dos naciones, a saber, su pretensión a u$a ciéitá unive¡salidad :€n el
dominio polírico en particular, por ejemplo, son una forma particular de
constitución y de tradición democrática-, forma parte de los recursos políd-
cos, de los capitaies simbólicos que estas naciones.pueden-poner al servicio
de formas muy particulares (y muy diferentes) de imperialismo' Evidente-
mente, tengo conciencia de que, como siempre, el sociólogo tiene el- rol de
"malo": desencanta e impide danzar enrronda; no celebra la democtaciasino
que se interroga por sus usos sociales, no siempre. muyi democráticos, que
pueden estar formados con la idéade democracia. Peio tal es la inte¡Ción'de '
mi declaración.
En un primer momento, quisiera mostrar en qué Francia,tiene.por parti-
cularidad el ejercer e¡ta forma. de,irnperialismo que llamo imperialismo.de lo,
universal. Entiendo.. por eilc un,,imperialismo que se ejerce-particularmente
sobre el p lano ool í t ico, pero que se ejerce también en el dominio de los
: t : - '
* ,,Eeux impérialismes de l'universel", en c. Fauré 1T. Bishop {eds.J, LAmériquc dn Fransais, -
París, Ed. Frangois Bc¡urin, 1992, pp. 149-155.
Pierre Bourdi¿u
esti los de vida, de la vida cotidiana, en nombre de una legitimidad que le
viene de su pretensión, más o menos ampliamente reconocida, a la universa-
lidad. En la lucha por el monopolio de lo universal, en la cual las grandes
naciones se enfrentan, desde siempre, invocando lo que hay de más universal
en el momento conside¡ado, comenzando por las religiones (como el cristia-
nismo) o las morales l lamadas universales, Francia tiene -al menos para la
época moderna- una cierta ventaja, con su Revolución (cuya prioridad ha
sido discutida, y no por azat> con rnotivo de la celebración de la Revolución
francesa). En su patrirnonio, Francia tiene la Revolución universal por exce-
lencia. La Revolución francesa, mito fundador de Ia República francesa, es la
Revolución universal y el modelo universal de toda revolución. Así, la tradi-
ción marxista ha proporcionado ia más ext¡aordinaria legitimación a la pre-
tensión francesa de detentar el monopolio de la Revolución universai. Y uno
no se sorprende poco al observar que los marxistas de ¡odos los grandes países
modernos, Inglaterra, Estados Unidos, Japón, etc., no han dejado de inter¡o-
garse para saber si ellos han tenido una verdade¡a revolución, es decir, una
revolución francesa o a la francesa... Así, lvlarx y el marxismo han contribui-
do mucho a cons¡ituir la Revolución francesa en modeio universal de la revo-
lución. Y cada uno sabe que el pensador por excelencia de lo universal, el que
todo discurso sobre lo universal debe invocar, a saber Kant, ha consagrado
también a la Revolución francesa como la Revolución universal. Pero uno
podría multiplicar sin fin los testimonios, puramente sociológicos, de este
reconocimiento casi universal de la universaiidad de la revolución particular
que fue la revolución francesa ¡ al mismo tiempo, de la nación surgida de
esta revolución, que se encuentra investida, por este hecho, de una suerte de
status aparte. Y pienso que si la Revolución francesa es lo que está en juego
en tales debates, de los dos lados del Atlántico, y no solamente con motivo
de los aniversarios, es porque, precisamente, a tratés de la Revolución france-
sa y la idea que uno se hace de ella, lo que está en juego es quizás el monopo-
lio de la universalidad, el rnonopolio de los Derechos del Hombre, el mono-
polio de la Humánidad...
En esta perspectiva, la Revolución francesa aparece como el mito funda-
dor y legitimador de la pretensión de Francia a la universaiidad, y', al mismo
tiempo, al derecho a la univcrsalízación de su cultura nacional. Al tener Francia
por cultura nacional una cultura que se pretende universal, los iranceses se
sienten autorizados (al merros hasta la Segunda Guerra Mundial) a una for-
ma de imperiai ismo cul tural que rcviste la apar iencia de un prosel i t ismo
iegítimo de io universal. Jamás se observa esto tan bien corno en sus empresas
í.) ;¡terialisttuts de lo u¡tiuersal
d. colonización: ccmo loi.n lo denruestr,r la historia comparada de las csrra-
i.gias de colonización de los franccses v de los ingleses' la colonilrción fi 'a¡-
c.sr , { t reci¡enternel t ic c,- ,ncebir{a cor.no misión civ i l izadora y emancipadora'
:c C:trxctenZa por Llna extr : rordinar ie cc- l t id.umbre de sí , fundada sobre la
icrridurnbre de tener por prtrticuldridari i¿ u¡tit,ersa/idad (se olvida frecuente-
i¡L-nre, ho1,, que tra habido un colonialismo de izquierda, inclinado a conce-
i; ir ia anexiór-r por ia asimilación como pror.rloción l iberadora de 1o r.rniversal)'
El intper ia l is i ru de lo universal se percibe como un imperial ismo l ibera-
ior: no ha}, nacla mejor que ser colol.rizado por Francia: "¿Qué puedo hacer
r]tcjor por el colonizado que hacer de él un alter ego, que darle acceso a lo que
r..) soy, a esta cultura que es mía pero queJ pcr aíiadidura, es universal?" Y por
csra razón la pretensión a lo universal no es .iamás tan fuerte como en el
dominio de la cuitura. Pues una de ias particularidades históricas de Francia,
que se afirmó sobre rodo a fines del siglo XIX, es la de haberse asegurado, por
razol les hisrór icas, or fo monopoi io, e l de la legi t imidad cul tural o, para ser
rnás preciso, de esre orro capital universal que es lo chic. Yaléry ha escrito
:,obre. París dos textos magníficos en su inconsciente rriunfante.
U¡ro 'se pregunra cómo ha sido posible senrirse universal a este grado, al
punro cle poder decir con toral simplicidad que París es la capital, por defini-
. ión ,rni,r..ral, del *r;undo culturai. Francia es, pues, una suerte de ideología
reaiizada: ser francés es sentirse en derecho de universaliz-ar su interés parti-
cular, ese interés nacional que riene por parricularidad el ser universal. Y de
alguna manera doblemente: universal en mareria de polít ica, con el modelo
¡ruro d" la revolución universal; universai en materia de cultura, con el mo-
,ropolio delo chic (de París). Se comprende que' aunque su monoPolio cle lo
universal esté fuertemente discutidó, en parricular por los Estacios unidos,
l, 'rancia permanece como el árL,itro de las elegancias e¡r materia de radical
,/¡ic. cotno se clice del otro lado dei Arlántico; clla continua dando a lo u¡¡i-
vcrsal el especrácuio de los juegos de lo universal, y, en particular, de este arte
,Je la tansgresión que hacen las vanguardias poiíi icas y/o artísticas, de esta
lnarlera (q*e se siente inimirable) de manrenerse siernpre más allá, y rnás allá
clcl más allá, de jugar con virtuosismo en ios registros difíci les de acordar, del
vansuardismo pol í t ico y del vanguardismo cul tural : y se comPrende que el
.r.. ir,_rr, cuyo nc-rmbre es el más directa¡nente asociado a esta cumbre de lo
rttdical chic que ha sido la revisra 'lll
Quel, se haya rcvelado recientemenre
comcr uno de los defensores más encarnecidcs de la ortografía francesa. No se
afecta a una lengua que, según !a opinión de la Academia de Ber l ín que
s:¡lardona a Rivarol, es bien universal...
,s
*a!6.
E.
':
:,
I lrc¡rrc a )tc itnperiaiismo francés, que Peflnanece como el paradigma cl.i
imperialisnro'de lo universal, ios [,stados Unidos erigen otro que encuentr¡
su fundamento o su garantía eft eI m;to de la dentocracia en América, elaLtora-
do por Tocquevil le, doblemente designado Para cumplir esta función' Por
aristócram y /rancés (para que yo sea legitimado, es necesario qrie otro -trtr
extranjero- me feconozca; s i yo lne corono a mí mismo -como lo hiz, ,
Napoleón- en lugar de solicitar a un PaPa que lo hiciera, eso no marcha). l:n
la lucha por el monopolio de la universalidad, el reconocimiento otorg:Irj()
por los otros, especialmente los otros países, es determinante. Y no es por
azar, por ejemplo, si los íranceses son siempre (y todavía hoy) ccnvocarlos 1i
a veces voluntarios) Para coronar a la universalidad americana'
El punto fuerre del imperialisrno de lo universal, en su forma americane,
es evidenremente ia Constitución, el Congreso, la unidad en el pluralisrno,
erc. Y cuando los Estados Unidos reivindican el universalismo polít ico, un<;
se lo otorga con gusro. Pero reivindican también, y desde hace cierro ricmpo,
con cierto éxito, la universalidad cultural. Y ailí, evidenremente, tropiczarr
part icularmente con las pretensiones francesas; s i este pretensión ha sic lo
mermada en el orden polít ico, a pesar de los vestigios de gaull ismo que tenc-
mos todavía bajo los ojr;s, la pretensión al universalismo culturai permanccc
todavía muy ft lerre, y se podría mostrar que sobre muchotpuntos, e inciuso
hasta en el terreno de la ciencia -donde lo universal se mide con el Premi¡r
Nobei-, los franceses se esfuerzan, mal que bien, en rivalizat. Las estrategias
de universalizacién que todas las naciones ambiciosas emplean para justif icer
su dominación toman hoy formas inesperadas: por ejemplo, la c iencia rnis-
ma -he invocado a sabiendas los Premios Nobei* ha devenido una de lar
grandes apuesras de la lucha por la legiri lnidad en el interior de aquello q'.rt
yo l lamaría el campo polírico mundial; la ciencia es, también, una forma dc:
fi losrrfía apoyada en la ciencia. En la iucha por el monopolio de la domina-
ción legítima dei mundo, la capital, en el sentido de Valéry', es hol' Harvarti
o chicago, que reúnen y combinan, además de un fuerte capital cier-riíf ico,
s imbol izado por los Premios Nobel, una constelación de productos cul tura-
ie-. con pretensión universal, una fi losofía de la acción que representa la ac-
ción humana como producto del cálculo racional -y que, por tanto, i iga
muv fuerremente la intención humana a la racionalidad cientif ica-, una teo-
ría económica fuertemente [ormalizada y legitimada en nornbre de las mate-
rnát ic is, una teoría Frotóf ica de la decis ión racional , etc. ; ) ¡ este complelo
cpistcmocrát ico t iene, me parece, f t rnciones de legir imación totalmente cx-
traorclina,rias, la cie ncia, que es el discurso universal por excelencia, quc dcvienc
la forrna suprema de la ideología justif icadora. A lo que sería .n€ecsárlo a$re-
gar esra orra arma que es la moral, punro fuefre rradicional de los Estados
Ú.,ido, (todas las inter.¿enciones americanas, desde 1917, se han cubierto de
la reivindicación de lo universal, de ia defensa de los valores y de la moral; y
sería necesario anaiizar las estrategias de universalizactón Puestas en práctica
con rnor ivo <le la guerra del Gol fo). El retofno de la rnorai , qtre eigunos
celebran en Fr,rncia ho¡ t iene quc ver con cl avance del imper ia l ismo cul t r r -
ral americano. Uno de los dominios donde mejor se ve este nuevo imperi"l is-
mo cultural es el de la pintura, y ha sido magníf-icamente analizado por serge
Guilba"t, en un libro titulado IJo¿u l{ew Yorh Stole the ld'ea of hlodern Art,
publicado por universiry chicago Press en 1983, donde se describe el proce-
,o -uy
complejo según el cual poco a poco la dominación simbólica legíri-
ma en materia de pintura ha pasado de París a New York'
Es decir que muchas cosas que se escriben o se dicen, a propósito de Francia
o de Estados Unidos o de sus relaciones, son el Producto del enfrentamiento
enrre dos imperialismos, enrre un imperialismo en ascenso y un imperialismo
en decadencia, y deben mucho, sin duda, a sentimientos de revancha o de
resenrimiento, sin que esté excluido que una parte de las reacciones que se
podrían clasificar en el antiamericanismo del resentimiento puedan y deban
,., .o*pr"ndidas como estrategias de resistencia legítimas a formas nuevas de
imperialismo... ¿Cómo disringuir entre las formas regresivas, nacionalistas o
nacionalitarias, que apunran a salvaguardar mercados cuiturales protegidos, y
las formas legítimas_ de defensa contra la destrucción de rnodelos amenazados
por l3 concenrración monopolística? Los inrélectu.les, que son los primeros a
q,ri.r]", les concierne el imperialismo de lo universa!, encuentran en una reali'
rlad. arubigua innumerables ocasiones de nutrir sus estrategias de mala fe' Por
esta razón, creo que es necesario dcsprender del análisis, muy sumario, que )'o
he propuesto, una inciración a la vigilancia o, mejor, a Ia reflexiuidal. lluchas
declaraciones sobre las diferencias o ias similitudes entre las naciones (sus regí-
menes poiít icos, sus sistemas de enseñanza, etc.) no son sino estrategias de
universalización destinadas a defender nuestro capitai simbólico nacional con-
rra una agresión real o imaginaria. Pero las cosas no son tan simples, y las
asrucias de la mda fe son innumerables. Los inrereses l igados a l r 'uclra p. t r la
hegemonía culturai en el espacio nacional pueden inducir a ciertos nacionales
a hacerse los cómplices del imperialismo cultural del extranjelo -como otros se
enclerran en un naclonallsmo regieslvo.
La universalización de los intereses Particuiares
mación por excelencia, que se impone con una
es ia estrategia de legrtr-
r , r rgencia Part icular a los'k6'x
¡st56 157
Pierre Bourdieu
productores culturales, siempre incitados por toda su tradición a pensarse
como portadores y portavoces de lo universal, como "funcionarios de la hu-
manidad". Pero si siempre es necesario considerar con la vigilancia más extre-
ma todas las estrategias ,rientadas hacia la unificación del campo cultural, es
también necesario disringuir las que apuntan a la unificación por la anexión
o, si se prefiere, por la imposición de un modelo nacional dominante (es así
como se ha operado, la mayoría de las veces, la unificación cuitural correlari-
va de Ia construcción de ios Estados modernos) y las que apuntan a ia unifi-
cación en el pluralismo culturai. La cuirura universal no puede surgir de la
universalización de una cultura. es decir. de \a abso/uüzación de una cultu¡a
histórica, asociada a la pérdida de una parte de io unive¡sai (lo mismo vaie
para la lengua). El internacionalismo, hoy desacreditado con razón por ha-
ber sido puesto al servicio de una forma particularmente perversa de impe-
rialismo de lo universal, el imperiaiismo soviético, debe ser rehabil itado y
restaurado en su verdad. Se trata de inventar una cultura universal que no sea
el simple producto de la imposición universal de una cultura particular (cul-
tura que no sería más universal, siho que sería unive¡sal el Estado que se nos
anlrncia cuindo se nos dice que E,stados Unidos es el "gendarme del mun-
do"). De hecho, no se puede esperar un progreso hacia una cultura realmen-
te universal -es decir, una cultura formada por múhiples tradiciotryl cuburales
unifcadas por el recoltocimiento que ell¿s se otlrgan mutuamente- sino de las
luchas entre los imperialismos de lo universal. Estos imperialismos, a través
de los homenajes más o menos hipócritas que deben rendir a lo universal
para imponerse, tienden a hacerlo avanzar ¡ por lo menos, a constituirlo en
recurso suscepdble de ser invocacio contra los imperialismos mismos que se
valen de é1.
Las condiciones sociales de la circulaciónde las ideas*
L_f oy deseo proponerles algunas ¡eflexiones que quisieran escapar ai ¡itual
I I ¿. la ceiebración de la amistad franco-alemana y de ias consideraciones
obligadas sobre la identidad y la alteridad. Pienso que en materia de amis-
tad, como en cualguier mareria, la lucidez no es dei todo antinómica del
afecro, sino todo lo"contrario. Quisiera, pues, inrenrar proponer algunas re-
flexiones sobre las condiciones sociales de la circulación internacional de las
ideas, o, para emplea¡ un vocabulario económico que produce siempre un
efecto de fuptura, sobre lo que se podría llamar la import-export intelectual.
Quisiera intentar describir si no lasleyes -Porque no he trabajado suficiente-
nlente como para poder uti l izar un-lenguaje tan Pretencioso- al menos las
tendencias de estos intercambios internacionales que describimos habitual-
rr. ienre en un lengua.ie que debe más a la mística que a la razón. En resum€n'
voy a intentar hoy presentar un progrania Para una ciencia de las reiaciones
internacionales en materia de cultura.
En un primer momenro, habría podido evocar la hisroria de las relaciones
cnrre Francia y Alernania desde la Segunda Guerra Mundial, ¡ más precisa-
fnenre, todo el trabajo que, al nivei del camPo polít ico especialmente, ha
podido hacerse para favorecer la comunicación y la comprensión enrre los
dos países. Habría que conducir un análisis histórico sin complacencia del
' "f .es conditions sociales de la ci¡culation internationale des idécs", Romanitkche Zeitschrif fir
l.itrraturgescbichte/cahiersd'histoiredes littéranr¿s ronlane|, l4oan¡rce, l-2,1990, pp' l-10.
r rabeto s i ¡nból ico que ha sido necesar io Para exorcisar, a l menos en una cicr t ' t
fracción de las poblaciones de los dos Países, todos los fantasmas del pasado.
Sería necesario analizar, además dei traba.io de las instancias oficiales en su
dimensión simbóiica y práctica, las acciones diversas que han podido favore-
cer la transformacién de las actitudes de los Franceses Y de los alemanes,
consiCeradcs en su di./ersidad social. Se podría, por ejemplo, situándonos en
el nivel dei campo intelectual, describir las etapas de este trabajo de conver-
sión colectiva; en ei caso de los intelectuales franceses, con la reconcil iación,
luego la fascinación respecto al milagro alemán y la fase actual que sería la de
la admiración ambivalente, subl imada en una suerte de europeísmo
voluntarista a través del cual muchos obreros de la undécima hora intentan
encontfar un sustituto a su nacionalismo dift¡nto. Pero ustedes comprendc-
rán que no pueda satisfacerme con semejantes consideraciones, tan superfi-
ciales como sumarias.
¿Qué se puede hacer hoy si uno tiene..una preocupación real de favorecer
la internacionalización de la vida intelectual? Se cree frecuentemente que la
vida intelectual es espontáneamente internacional. Nada es más falso. Ll
vida intelecttral es el lugar, como todos los otros espacios sociales, de nacio-
nalismos y de imperialismos, y los intelectuales vehiculizan, casi tanto como
los oiros, prejuicios, €ster€otiPos, ideas recibidas, repre*ntaciones muy su-
marias, muy elementales, que se nutren de los accidentes de la vida cotidia-
na, de las incomprensiones, de los malentendidos, de ias heridas (aquellas'
por ejemplo, que pueden infl igir al narcisismo, como el hecho de ser desco-
nocido en un país extranjero). Todo esto me hace Pensar que la instauración
de un verdadero internacionalismo científ ico -que a mis ojos es ei comienz-o
de un internacionalismo a secas- no Puede hacerse sola. En materia de cul-
rura, como err otro lugar, no creo en el laisser-faire y la intención de mi
deciaración es mosrrar cómo, en los intercambios internacionales, la lógica
,Lel laisser-Jizire conduce frecuentemente a hacer circular lo peor y a impedir
c i rcular lo mejor. Me inspiro, en esias mater ias como en otras, en una convlc-
c ión c iencista que no está hoy de moda, Porque se es Post-moderno.. . Esta
convicción cientista me lleva a pensar que aunque se conozcan ios mecanis-
mos sociales, s in embargo no somos dueños de el los, Dero aumentan' Porpoco que sea, las posibil idades de dominarlos, sobre todo si los mecantsmos
sociales descrnsan en el desconocimiento. Hay una fucrza autónoma clc l co-
nocimiento que puede destruir , en c ier ta medida, el desconocimiento. Digo
bien, cn cierta medida, porque "la fuerza intrínseca de las ideas verdaderas" se
choca con rcsistencias debidas a los intereses, a los prejuicios, a las pasiones.
Esra convicción cienr ista me incl ina a Pensar que fs imporrante hacer un
programa de investigación cienrífica europea sobre las relaciones científ icas
europeas. Y pienso que ésre era el lugar y el momenro para decirlo, Porque
sé, a rravés de Joseph Jurt y los rexros que él me ha dado para leer, que uno de
los objetivos del Centro que hoy se inaugura es, precisamente' el de trabajar
para un conocimiento mutuo de los dos países, cie las dos tradiciones. Y
quisiera aportar mi contribución, diciendo, muy modestamente, cólno vería
la empresa y lo que haría si tuviera que conducirla'
Los intercambios internacionales están sometidos a un cierto número de
factores estructurales que son generadores de malentendidos. Primer factor:
el hecho de que los textos circulan sin su contexto. Es una proposición que
Marx enuncia de paso en El Manifesto Comunista, donde no es obligatorio ir
a buscar una teofía de la recepción.,. Marx hace notar que los pensadores
alemanes siempre han comprendido muy mal a los pensadores franceses'
porque recibían textos, que eran Portadores de una coyuntura política, como
rexros puros, y porque transformaban el agente político que estaba al princi-
pio de esos textos en sujeto trascendental. Así, muchos malentendidos en la
comunicación internacional vienen del hecho de que los textos no i lnPortan
su contexto con ellos. Por ejemplo, a riesgo de sorprenderlos y de contrariarlos,
pienso que sólo \a lógica del maienrendido esrructural permite comPfender
ese hecho sorprendenre de que un Presidenre socialisra de ia República haya
podido venir a imponer una condecoración francesa a Ernst Jünger. Otro ejem-
plo: Heidegge¡ consagrado por cierros marxistas franceses en los años cincuenta.
Podría también romar eiempio.s contemporán.os, Pero como la mayoría de las
veces esroy implicado en esos ejempios, no lo haría Porque ustedes podrían
pensaf que abuso del poder simbóiico que me es imparrido Provisoriamente para
ajustar cuentas con adversar ios ausentes.
El hecho de que los textos circuien sin su conrexro, que no importen con
ellos el campo de producción -para emplear mi jerga- del cual son el pro-
ducto, ; , de que los receptores, csrando el los mismos insertos en un campo de
producción diierente, los reinte¡preten en función de la estructura del cam-
po de recepción, es generador de fcrmidables malentenclidos. Evidentemen-
te, de mi d.escripción -que creo objeriva- se pueden sacar conclusiones opti-
mistas o pesimisias: por ejemplo, por el hecho de que aiguien que es una
autoridad en su país no l leve consigo su autoridad, la lectura extranjera pue-
de a veces tener una libertad que no tiene la lectura nacionai, sornctide a
efectos de imposición sirnbólica, de dominación o, incluso, de coaccién. Esto
es lo que hace pensar que el juicio del extran.¡ero es un Poco como ei juicio de
g?*'r*-:t160
l ( ) l
Pierre Bourdieu
la posteridad. Si en general ia posteridad juzga meior, es pofque los contem-
poráneos son concurrentes y Porque tienen intereses ocultos para no com-
prender e, incluso, para impedir comPrender. Los extranjeros, como la posteri-
dad, t ienen, en ciertos casos, Llna distancia, una autonomía respecto a las coac-
ciones sociales del campo. En realidad, este efecto es mucho rnás aParente que
real, y, muy frecuentemente, las autoridades de institución -lo que Pascal l lama
las , 'grandezas de instirución"- pasan basrante bien las fronteras, porque ha-'una
internacional de los mandarines que funciona muy bien.
Así, el senrido y la función de una obra extranjera esrán determinados, al
menos, ranro pof el campo de recepción como por el campo de origen. En
primer lugar, porque el senrido y ia función en el campo originario son, con
frecuencia, completamente ignorados. X mrr,bién, porque la transferencia de un
campo nacional a otro se hace a través de una serie de operaciones sociales: una
operación de selección (¿qué es lo que se rraduce? ¿Qué es Io que se publica?
¿Quién traduce? ¿Quién publica?); una operación de marcado (de un producto
previamente "dégrtffe) a rfavés de la edirorial, la colección, el_traductor y el
prologuista (quien presenta la obra apropiándosela y anexándole su propia visión
y --en tc,do casG- una problemática inscrita en el campo de recepción, y que no
hace sino muy raramente el trabajo de reconst¡ucción del calnPo de origcn, en
primer iugar porque es mucho más difíci l); una operación de lectura por;últ in'ro,
en la que los lectores aplican a la obra categorías de percepción y problemáticas
que son el producto de un campo de producción diferente.
Voy a retomar cada uno de estos puntos rápidamente. La entrada en el camPo
de recepción es un objeto de investigación completamente capital y completa-
mente urgente, aLavez por fazones científ lcas y prácticas, es decir, Para intensi-
ficar y mejorar la comunicación entre ias naciones euroPeas. Espero Poder orga-
nizar un coloquio. que tendrá por fin analízar los procesos de selección: ¿quiénes
son los seleccionadores, aquellos a quienes un sociólogo de la ciencia americana
llama los "gate-heepers"? ¿Quiénes sc,n los descubridores y qué intere.se.s rieneti
para descubrir? sé bien que el término "inrerés" choca. Pero pienso que el que se
apropia, con roda búena fe, de un auror y que se hace de él el introductor, t iene
beneficios subjetivos complerame¡rre sublimados y sublimes, pero que, sin !m-
bargo, son determinanres para comprender que él f iaga io que hace. (Pienso que
un poquito de marerialismo no haría mal, no quitaría nada, al contrario, a!
encanramiento.) Lo que yo l lamo "interés", puede ser el efecto de las afinidades
ligadas a la identidad (o la homología) de las posiciones en camPos difere ntes: no
es por azat que Benet, el gran novelista español, aParezca en las E,diciones cie
Minuir. Hacer publicar lo que amo, es reforzar mi posición en el campo, 1o
Lns totzdiciottes socialcs de la circuk¿ciótt de lcts idc¿r:s
quiera o no, lo sepa o no, y au!"r si esre efecto no cabe en el prol,cctt¡ clc nriacción. No hay ¡ada malo en esto, peio es necesario saberlo. Las ciecci<.¡ncsrnutuas y puras se hacen frecue¡rter,rente sobre la base de homologías de posiciónerl campos difcrentes, a los cuales corresponden hornol,;gías de inrereses yI-rornologías de esti lo, de bandos inrelectuales, de proyecros inrelcctuales. Se pue-
cien comprender estos inte rcambios comc alianzas, por lo ranro) en la lógrca de
ias r-elaciones de F.rerza, como, por ejemplo, maneras de <iorar de fuerza a una
posición dominada, amenazada.junto a estas afiniclades elecrivas entre "creadores", para las cualcs, ustedes
1o perciben bien, tengo una cierta indulgencia, hay c lubes cle admiración
mutua, que me parecen rnenos legítimos poique ejercen un pocier cie tipo
ten-rporal en el orden cultural o, si se quiere, espirirual -lo que e-. la defi¡i i-
cióii rnisma de la tiranía, scgún Pascai-. Pienso, pcr ejemplo, en la interna-
cionai del establishtnent, es decir, en rodos ios intercambios que se insr,ruran
enr¡e detentadores de posic ioncs académicas domi¡rantes, intercarnir ios de
invitaciones, de títulos de docror bonoris c/t/.tst, efc. E,s necesario, pues, pre-
suntarse cuál es la lógica de las elecciones quc hacen quc ral cdiror o tal auror
sc-a designado para devenir el imporrador de ral o cual pensamiento. ; l)or qui
I:ulano ha publicado a Mengano? Hay evidentemente bencficio.s dc aprt' '¡ ' ia-
ción. Las importacioTtes heréticas sorr fre,;uenremente hechas por firárginales
cr.r e l campo, que importan un nrensajc, una posic ión que t iene fucrza er¡
otro campo, con el efecro de reforzar su posición de do¡ninados e n el ca¡rpo.
Lr¡s autores extranjeros son f¡ecuentemente objero de usos rnuy
instrumentalistas; son frecuentemente uti l izados para causas que quiz:is ellosreprobarían o recusarían en su propio país. Uno podrá, por ejemplo, servirse
.le un extranjero para abatir a nacionalc-s. Tomo cl ejemplo dc l-leidegger.' lbdo el mundo se pregunta aquí cómo los franceses han podido interesarse
Je tal modo por Heidegger. De hecho hay muchas, muchas r : rzones, casi
.lcrnasiadas... Pero hai' una explicación quc salra a la visra, es el hecho de que,
co¡no lo l-ra most¡ado Anna Boscherti e., su libro sobre S¿rtre e t les lentps l,ñodernts,
el campo intelectual de los años cincuenta estaba dominadc¡ de l: lalrera abrurna-
dora por Sartre. Y una de las funcionci meyores de Fieiclegger era la de servir
p,rra Cescalif icar a Sartre (los prolcsores decíanl "Todo Sarrrc está en l-leidegger y,-'n él mejor"). Ustedes tendrán así de un laejo, a ltrcar-rfret, quc dcl't ió scr un
eontemporáneo de Sarrre en la ]lscuela Normal, en una posición de rivalidad con
Jl y que, profesor en una hbágne de Enrique I\ ' , se ha formado una estatura dc
casi-fi1ósofb importando a Heidegger en Francia, y del orro, de! lado del campo
i i tcrar io, a Blanchot. Usredes t ienen una rercera categoría: la gente de
{
*
Argttments, espccie de herej la marxisra menor ' tc 'T: e l marxismo remit í r
dÁasi"do visiblemente hacia lo vulgar, ellos han realizado una combinación
chic del marxismo Y de Heidegger' r
Muyfrecuentemente'conlosotrosautoresextranJeros' loquevalcnoes
lo que ellos dicen, sino lo que se puede hacerles decir. Por esta raz-ón' cieitos
"tro. . , Part icularment. . lást ico' c i rculan muy bien' Las gr lndes profecías
,on poliré-icas. E,s una de sus virtudes, y es Por ello que atraviesan los luga-
,.., lo, momentos, las edacles, las generaciones' etc' Por lo tanto' los Pensa-
dores con gran eiasticidad s<¡n como Pan bendito' si puedo decirio' Para una
interpretación anexionist:- y ?ara los usos estratégicos'
L.r.go de la selección está la marcación' que de alguna manera acaba el
tr"b,rjo.-No se ofrece solanente simmel; se ofrece simmel con el prcfacio de X.
Sería necesario hacer una sociología comparada de los prefacios: son actos tíPi-
cos de transferencia de capital simbólico,.,al menos en el caso más frecuentt'
por ejemplo Mauriac que escribe un prefacio a un libro de Sollers: el prirnogé-
nito célebre escribe un prefacio y transmite capital científico, 1" al mismo tiem-
p*, manifies." ,r., ."p".idad de descubridor y su generosidad de protector de la
j,ru"rrrrrd que él reconoce y que se reconoce en él' Hay un montón de inter-
canrbios, donde la mala fe juega un rol enornle' y que la.sociología Lrn Poco
objetivante hace más difícil. Pero el sentido en el cual circilta el capital simbó-
lica no es siempre el mismo' Así, apoyándose en la regla del género que quierc
que el prologuir," ,. identif ique con el autor, Lévi-strauss escribe un prefacio a
la obra de Mauss por el cual se apropia del capital simbólico del autor áel Ensayo
sobre el don.Yoy adeiar reflexionar sobre todo esto. (La getrte tie ne F|ecuenteme¡l-
re una lecrura drarná¡ica de esre género de análisis: quisie ra Pues, aPro\'€char situ¡-
ciones orales para mosrrar que de hecho esto es muy divertido, v que en todo cesc'
yo me divierto rnucho...)
Al término de todo esto, el texto importado recibe una nueva marca. Está
marcado por la cubierra: ustedes tienen una intuición de las cubieitas de lc's
diferentes ecitores e incluso de las diferentes colecciones de cada editor, ] '
saben lo que cada una de ellas significa por referencia al espacio de los edito-
res alemanes que tienen en la cabeza' Si, por ejemplo' ustedes reemplazan la
cut¡ierra Surkhamp por la cubierta seuil, el sentido dela marcr¿ irnpuesta err
la obra cambia completamente. Si hay homología estructural , la ¡ransferen-
cia puede hacerse bastante bien, pero hay frecuentemente fallas; hay gente
que c"e "al lado de le cuestión" . Puede ser por efecto del azar o de la ignoran-
.i", p.ro frecuenremente rambién porque son objeto de actos de anexión, dc
apropiación. En este caso, el simple efecro de la cubierta es ya una imposición
simból ica. Tomo un ejernplo m v [ : ,ueno, el de Chomski , que ha sido publ i -
cado en seuii en una colección de fi losofia. Para mí, seuil es "carólico de
izquierda" ¡ en i íneas generales, personal ista. Chomski se ha encontrado
instantáneamente marcado, a través de una estrategia típica de anexión. Pu-
blicar a Chomski en Seuil, en un entorno marcado por Ricoeur, era oponer al
estructuraiismo "sin sujeto", como se decía en ia época, un stl jeto generador,
creador, etc. Así, con [a inserción en una colección, la añadidura de un prefa-
cio, por e! contenido del prefacio, pero también por la posición del prologuista
en el espacio, se encuentran operadas una serie de transformaciones' incluso
de deforrnaciones del mensaje originario.
E,n realidad, los efectos lstructurales que, a fbvor de ia ignorancia, hacen
posible todas las transfbrmaciones y las deformaciones l igadas a usos estraté-
gicos de los textos y de los autores, pueden ejercerse fuera de toda intención
manipuladora. Las diferencias entre ias tradiciones históricas son tan gran-
des, tanto en el campo inrelectual propiamenre dicho como en el campo
social tomado en su conjunto, que la aplicación a un producto cultural ex-
tranjero de las categorías de percepción y de apreciación adquiridas a través
de la experiencia en un camPo nacional, puede ctear oposiciones ficticias
entre cosas semejantes y falsas semejanzas entre cosas diferentes. Para mos-
trarlo, sería necesario analizar en detalle ei ejemplo de lo que han sido las
relaciones entre ios fi lósolos franceses y los fi lósofos alemanes desde los años
sesenta, y mostrar cómo intenciones completamente semejantes son exPresa-
das, por ieferencia a contextos intelectuales )' sociales muy diferentes' dentro
de tomas de posición fi losóficas en apariencia compietamente opuestas. Y,
para decir las cosas de manera más contundente, Pero rambién más evidente-
lnente extravagante, sería necesario preguntarse si Habermas no hubiera es-
rado mucho menos aleiado de lo que ha dicho Foucauk si se hubiera forma-
do y ¿6¡*rdc comc fi lósofo en la Francia de los años '50-'60, y Foucaulr
rnucho menos diferenre de lo que ha sido Habermas si se hubiera formado y
afirmado como fi lósofo en la Alemania de los mismos años. (Es decir, entre
paréntesis, que un pensador y el otro, bajo las apar iencias de la l ibertad
respecto ai contextc, t ienen en común haber estado muy profundamente
marcados pof ese coi l texto, en¡re otras razones Porque, en su intención
hegemónica, se han enfrentado a las tradiciones intelectuales propias de cada
uno de los países, y profundamente diferenres.) Por ejemplo, antes cle indig-
narse vir tuosamente, con ciertos alema-es, por el uso que ciertos f i lósofos
franceses (Deleuze y Foucauli, especialmente) han hecho de Nietzsche, sería
necesario cornprender la función que Nietzsche --¿y cuál Nietzsche? El de la
164165
Pierre Bourdiett
Genealogía de la moralen Foucault- ha podido cumplir' en un campo filosó-
f icodominado'dei ladodelaunir ,ers idad,porunexistencial isrrosubjet iv ista-
espirituaiista . La Gertealogía de la moral,Áab^ una garantía fi iosófica' apro-
piacla para hacer fi losófit i-t"tt aceptables a esas viejas dil igencias cientistas'
incluso positivistas, encarnadas por la imagen avejentada de Durl<heiIn' que
,on l" ,o.iología del corrocimiento y la historia social de las ideas' Así' en su
€sf i rerzoPoroPoneraunracionai ismoahisrór icounacienciahistór icadelas
razones históricas (con la idea de "genealogíi 'y una noción como la de
epistente),Foucault ft^ fJia" tont' ib"t- ' i ' ".1o!t"
puede aparecer' visto desde
Á.*"rrir, donde |Jietzsche tiene un sentido rnuy diferente' como vna res-
tal l racióndel i r raciot la l ismocontraelcua!Habermas'entreotros(piensopor
ejemplo en Otto Apel), ha constituido su proyecto fi losófico' Y si puedo
introducirme como tercero en este debate' no estoy seguro de que la oposi-
c iónseatanradicalcomopuedeParecef 'apr imeravista,entreelracionai ismo
historicista que yo d"fi"td'o -con la idea de historia social de la lazón c de
campocientí f ico.o. , ,o| . , , " .de14génesishistór icadelas.condic ionessocia-
lesdelaproduccióndelarazón_yelracional ismoneokanr iano,<¡ueintenta
fundarse en razón cien¡ífica apoyándose en los iogros de la l ingüística, como
enHabermas'Elrelat iv ismo.racional istayelabsolut ismoi lustradopueden
i.eenconrrarse en la defensa del Aufbtarung... Quizás Porque ellos expresan
casi la misma intención al sistema. h,*"g.á, evidenremente, en mi esfuerzo
por "torcer .t U"r,¿n "n
.t o"o ""tido'i'
?ero pienso' en todo caso' que las
diferencias no son todo io que uno cfee mlentras se ignora el efecto de prisma
dzforrnante que eiercén' t"t"o 'ob"
ia producción como sobre la recepción'
loscamposintelectualesnacionalesylascategoríasdepercepciónydepensa.
rniento que ellos imponen e inculcan' ¡. . ,-.por
esra ."rórr, rn, discusio¡res que se instiruyen hoy directaniente (io que
constituye ya un Progreso en relacién con el período anterior' en el que los
científicos euroPeos 'io
tt to*""icaban sino con Amé¡ica como intermedia-
r ia)pe.rmanecentanfrecuentementeart i f ic ia leseirreaies: losefecrosde
ortíu)o*;o que resulran del desfasaie estruitural entre los contextos' ProPor-
cionanr€cursosir iagotablesalaspolémicasdemalafeyalascondenasmu-
tuas de f.ariseísmo,""n 1", cuales sobresalen los ensayistas mediocres e irrcs-
ponsables, ta lescornolosinventoresde|mitodel . .pensamientodel '68, 'o los
denunciadoresvtr tuososdel . ,c in ismo' ' .BastacontenerunPocodecul tura
histór icaParaconocer iapropensióndelospequeñosintelectualesainstaurarse
como justicteros o' rnás exac¡amente' comoFouquier-Tinvil le y como Zdanov'
de derecha o de izquierda, como se ha visro recienremenre, a propósito clel
'€#*q
ss*/*F.!.
¡¡**
'{
Ias condiciones sociales dc Ia circulación de las icleas
nffi in Heidegger, sustituyen la lógica de la discusión crít ica, l igad,a a com-prender las razcnes -o las causas- del pensamiento adverso, por ia lógica delproceso iur íd ico.
La Realpolit ik de la razón, que no dejo de defender, debe pues darse elproyecto de rrabajar para crear las condiciones sociales de un diá/ogo ,,...o-na/. Es decir, uabajar para elevar la conciencia y el conocimienro de las leyesde funcio:ramiento de los di ferentes campos nacionales, s iendo ranr. r ,s
probables ias deformaciones del rexro, cuanro la ignorancia del conrexro deorigen es más grande. Proyecto que puede parecer banai mienrras que unono entre en los detalies de su realización. En efecto, se rrara de prodrrcir unconocimiento c ientí f ico de los campos de producción nacionales y dc iascategorías nacionales de pensamienro que allí se engendran, y de difundirampliamente esre conocimiento, a través, especialmente, de los profesoresencargados de enseñar las lenguas y las civii izaciones exrranjeras. para daruna idea de la dif icultad de la emp¡esa, bastará con indicar que ella enconrra-rá sin duda su primer obstáculo en las socioiogías esponráneas de las diferen-cias"entre las rradiciones nacionales, que ios "especialisras" de los intercam-bios inte¡nacionales -gcrmanistas y roma' isras, por ejemplo-, producen yreproducen sobre la base de una familiaridad mai ar¡nada y mal refleiada, yque tiene frecuenñmenre por principio la condescenclencia entretenida, ranpróxima a un racismo suave de aquel que "los conoce bien", "a los que uno nohace", y que "enconrrándolos horrorosos, los ama a pesar de todo" (acritudmuy frecuente enrre los especialisms de civilizaciones extranjeras, "japonólogos"
u "orientalistas").
La libertad respecro a categorías lracionales de pensamienro -a rravés de lascuales pensamos las diferencias enrre los productos de esas categorías- no puedellegar sino a través de un esfuerzo para pensar y hacer explícitas, esas categoiías;por tanto, a través de una sociología y de una historia social reflexivas y críricas-en el sentido de Kant- que se daría por objero actualizar, para dominarias, porun socio-análisis científ ico, las estructuras del inconscienre cuirural nacional,develar -gracias a la anamnesis histdrica de las dos l-isrorias nacionales y, másespecialmente, de la hiscoria de las instituciones educativas y de los campos deproducción cultural- losfundamentos /tistóricos de las carcgo¡ías de pensamientr.ry de las problemáricas que los agenres sociales ponen en práctica, sin saberlo ("elinconsciente es ia hisroria", decía Durlcheirn), en sus acros de producción o derecepción culrurales.
Nada es más urgente que emprender una hisroria comparada de las difercn-tes Cisciplinas sobre el modelo de lo que se hizo, bajo la dirccción cle Isaac
chiva y utz Jeggle, para la etnología. En eibcto, sólo una historia social compa-
rada de las ciencias sociales puede liberar modos de pensamienro heredados de
la historia, dando los medios Para asegu¡a¡ u¡r dominio consciente de las for-
mas escolares de clasificación, de las categorías de pensamiento imPensadas y
de las problemáticas obligadas. como se lo ve bien en el caso de la antropolo-
gía, la comparación hace aparecer como arbitrario, o como iigaclo al contexto de
una tradición contingente, todo lo que era tenido como necesario: los rérminos
mismos, como ernolo gíao vobhundt, quedesignan la disciplina, están cargaclas de
todo un pasado de tradiciones que hace que estos dos términos, teó¡ieamente
equivalentes, estén separados por toda la historia de los dos calnPos' Comprender
adecuadamente los objctos y los programas .le investrgación comPrometidos en
estas dos disciplinas, se¡ía comPrender toda la historia de la relación que ellas han
mantenido con el campo político, y que condetrsa la diferencia entre el francés
"popular' (Museo de las artes y tradiciones populares) y el alemán "Volk' o "vólkisch',
enrre una tradición de izquierda -ligada al Fs¡ado y defendicla contra una tradición
de derecha, destinada al folldore y al pueblo a ia manera de Le Play-, y Ltna tradi-
cién conservadora -que identifica el pueblo a Ia nación y a la Íleimat o a la
Gemeinschaf campesina-. Sería comprender también la posición de la disciplina
en el espacio jerarquizado de las disciplinas: del lado de las ciencias positivas, un
poco despreciadas en ei caso de Francia, del lado de la "germanística", en el caso de
Alemania. Y exeminar todas las diferencias que se derivan cle estas oposiciones
ñ¡ndamentales.
El sisrema de enseñanza es uno de los lugares donde, en las sociedades
diferenciadas, se producen y se reproducen los sistemas de pensamiento; cl
equivaiente, con apariencia más refinada, de los que son las "formes prinlit i-
vas de clasificación", de las cuales Durkheim y Mauss' como kanttanos cotl-
secuentes, hacían el inventario Para el caso de las sociedades sin escritura v
sin institución de enseñanza. Alas oposiciones estfucturantes entre lo seco l '
io húmedo, el este y el oeste, lo cocido )' lo crudo' qLIe recuenta la tabla de las
categorías del entendilniento arcaico, corresPonden las oposiciones entre ex-
plicar y comprender o entre cantidad y calidad que la historia colectiva de un
sistema de enseñanza V la historia individu"l de una trayectcria escolar han
cleposiedo en el entendimiento cultivado de cada uno de los productos aca-
bados del s istema de enseñanza'
Estos s isremas de oposic ión comport¿n invar ianres ( ta les como l rs op,,s i -
c iones que acabo de ci tar , por ejemplo, y que -a rrar 'és de u . r enseñanza
filosófica profundamente dominada por la tradición alemana' ell la cual, st
se lc cree a Ringer, e l las se han const i tu ido-, han penetrado la enseñanza
francesa); e l las comportan también var iaciones nacionales. O, más exacta-
mente, las tradiciones dominantes en cada una de las naciones pueden ciar
valores inversos a los términos de las mismas oposiciones. Pienso, por :jem-
plo, en todas las oposiciones secundarias que gravitan alrededor de la oposi-
ción central, tan imporrantes en el pensamiento acadén-lico alemán, al me-
nos hasta la Segunda Guerra Mundial, entre la Kulrur y la Ziuilisation y que
sirven para distinguir ia tradición germánica, noble y auténtica, de la t¡adi-
ción francesa, adulteiada y superficial: la oposición, precisamente, ent¡e lo
profundo (o lo serio) y lo bri l lante (o lo superficial), o la oposición ent¡e el
fondo y la forma, entre el pensamiento (o el sentimiento) y el esti io (o el
espíritu), entre la fi losofía (o la fi lología) yla l iteratura, etc. Oposiciones que
la rradición dominante de Francia (que reconcil iaba la hypobhagne de Enri-
que IV, corazón del sistema escolar, y la NRF, AJain y Valéry) retomaba por
su cuenta, pero invirt iendo los signos: la profundidad que deviene pesadez,
lo serio del pedantismo escolar y lo superficial de la claridad Francesa. Es
necesario tener todo esto en la mente luiero decir en la conciencia, y no en
el inconsciente- para comprender que Heidegger es casi un Alain al sistema
--e inversamente-. Cuando el primero ha podido ser percibido y uti l izado en
Francia como la antítesis perfecta del segundo...
Y de hecho, por una de esas astucias de la razón histórica que hacen tan difícil
el acceso a la l ibertad inteiectual, la oposición mítica entre las dos tradiciones,
aiemana y francesa, se ha impuesto tanto a los que se rebelaban contra ella, en
cada uno de los-países, como a los que la ¡etomaban ingenuamente por su cuerr-
ta, a los que entendían encontrar una forma de libertad respecto a las formas de
pensamiento impuestas invirt iendo simplemente el signo de la oposición domi-
nan[e, aceptada tal cual por ios nacionalistas satisfechos. Así, en Alemania, du-
rante todo el siglo XiX, y todavía hoy (¿cómo explicar de otro modo los éxitos
de ciertos posmodernos...?), numerosos jóvenes intelectuales progresistas han
buscado en ei pensamiento francés, el antídoro a todo lo que detestaban en el
pensamiento alemán. lr4ientras que los jóvenes franceses progresistas hacían otro
tanto en el orro senr ido. Lo que nc dejaba a los unos ; ' a los otros s ino mu),
pocas posibil idades de reencontrarse en ei camino.
De hecho, si no hay que negar la existencia de profundos nacionaiismos
intelectuales, fundados sobre verdaderos intereses intelectuales nacionales,
no es menos cierto que las luchas inrernacionales por la dominación en ma-
ter ia cul tural y por la imposic ión del pr incipio de dominación dorninante
-quiero decir, por la imposición de una definición particular dei ejercicio
legítimo de la actividad intelectual, fundada, por ejemplo, sobre el primado
I (rB 169
Pierre Bourdieu
de la culrura, de la profundidad, de la fi losofía, etc., más que sobre la civil i-
zación, la claridad, la literatu¡a, etc.- encuentran su fundamento más seguro
en las luchas en el seno de cada carnPo nacional, luchas en el interior de las
cuales ia definicién nacional (dominante) y la definición extranjera están
el las mismas puestas en juego, en cuanto armas o en cuanto apuestas' Se
comprend€ que en estas condiciones, los "cambios de paso"ry los quid pro
quo seao casi la regla. Es necesario mucha independencia intelectual y lucidez
reórica para vet por ejemplo, que Durkheim, en rebeiión contra el régimen
intelectuai dominante, en el cual se inscribe Perfectamente Bergson' está "en el
mismo campo que Cassirer" (éste relaciona explícitamente' en una tora de The
Myth of the State, sus "formas simbólicas" a las "iormas primitivas de clasifica-
ción'de Durkheim) conrra quien Heidegger desarrolla una varian¡e en la
Lebensphilosophie bergsoniana... Se podrían multiplicar los ejemplos de estos
efectos de quiasma que, favoreciendo alianzas o negativas iguahnente fundadas
sobre el maienrendido, prohíben o minimizan la acumulación de los logros históri-
cos dc /rts diferentes ftad;cionesylainternacionalización (o la "desnacionalización")
de las categorias de pensamiento, que es la condición primera de un verdadero
universalismo intelectual.
{q
l. "Chassés-croisés" en el original (N. del T.).
lv[icl¡cl Foucanlt, une histoire de la uérité,1'¡rís, Syros' I 985'
l,.r¡s intelectuales v los ¡rocleres*
7--r 'uando l lamé a Michel F.rr-rcaul t , e l lunes 14 de dic iembre de 1981,
L- p"r^ proponerle que escribiér'amos en conjunto un l lamamiento sobre
I'olonia ,v que tomáramos contacto con la CFDT, tenía en la mente, eviden-
rernente, ia idea deÉ.*mblecer una conexión análoga a la que se había instaurado
en Poloiria entre los intelectuaies v los obreros de Soiidrtntísc.
Si bien esta conexión ha existido -y con un efecto simbólico muy gran-
de-, no ha sido, en su devenir u l te¡ ior a l acontecimiento, todo lo que yo
lrabía esperado. Por esta razón, me parece que debo a la verdad, y a la memo-
ria de Michel Foucault, que no hacía tratnpas con ella, decir io que )/o espe-
raba, con la esperanza de que esto podrá servir, comr, se dicc, Para otra vez...
En mi espíritu, lo que estaba en iuego en esia emprcsa, era la voluntad de
romper con el viejo modeio "seguidista" del inrelecrual de partido con moti- '
vo. le una acción de sol idar idad internacional , con un movimiento en sí
mismo caracter izado por el hecho de que [os intelectuales no esraban ai l í
ieducidos al r. ' l de comPañeros de ruta que se dejaban asignar de ordinario'
l .a af i rmación d. la exisrencia dc los i ¡ r tc lcctualcs en cuanto gruPo, ni más ni
nienos justif icados de existir que otros, pero caPaces de imponer sus opinior.es
' ' l -cs intc lcctualcs y los podelcs", cn
, ,p.93-94.
usando sus propias armas, me parecía particularmente necesarlo en un mo-
mento en que se imponía en Francia un orden polít ico que' Por tradición' se
cubrla de justif icaciones intelecruales. ¿No es significativo que no se haye
jamás hablado tanto del silencio de los intelectuales como en ei momento en
que, a propósiro de Polonia, los inrc lecruales romarun rcalmente l l palehra,
s¡.¡scitando el furor de los intelecruales orgánicos?
Los intelecru ales y Ia CFDT. Los inrelectu ales de la cFDT.r Todo lo que
hay en juego esrá en esta diferencia. Para que haya conexión, es necesario
que haya dcls. Los intelectuales no tienen <1ue justif icar su existencia a los
ojos de sus compaheros ofreciéndoles servicios -aunque se tratara de los
más nobles, al menos a sus ojos-, .como los servicios teóricos. Tienen que
ser lo c iue son, que producir y que imponer su v is ión del mundo social
-que no es necesariamente mejor ni Peor que las otras-, y que dar a sus
ideas toda la fuerza de la cual son c¿paces. No son los portavoces de lo
universal. menos todavía una "clase uni¡¡ersal"' Pero sucede que, Pot razo-
nes históricas, rienen frecuentemente interés en lo uniuersal.
No desarrollaré aquí las razones que me hacen pensar que hoy es urgente
crear una internacional de los artistas y de los científ icos, caPaz de ProPoner
o de imponer reflexiones y recomendaciones a los poderes polít icos y econó-
micos. Diré solamente -y cfeo que Michel Foucault hubiera estado de acuer-
do con ello-, que es en la autonomía más completa con resPecto a todos los
poderes, donde reside el único fundamento posible de un poder propiamen-
te inteiectual, intelectualmente legítimo.
1. l.a distinción valc para toda otr¡ sigla, a fortiori'
Reencontrar la tradición libertaria de la izquierda*
f\ on otros diEz intelectuales (reunidos con centenares de otros signata--
\-- rios), usted ha tomado la iniciativa, desde el lunes pasado' de lanzar
un llamamiento a favor de Polonia, que crit icaba duramente al gobierno
francés (ver Libération del marres 15: "Les rendez-vous manqués"). Estas
críticas han parecido tanto más vivas cuanto que ellas se dirigían a un go-
bierno social ista. . .
Pie¡re Bourdieu: Ante acontecimienros como los de varsovia, no hay que
tergiversar, es necesario hablar, sería nbcesario poder actuar. Pero ¿cómo? La
única acción posibie, para un ciudadano francés ordinario, pasa por el gobier-
no francés. En este sentido, nuestro téxto trataba de Polonia y solamente de
Poionia. Nos pareció particularmente intolerable que un gobierno sociaiista
que pretende, a justo tírulo, dar una dimensión moral a su acción, no exPrese
al menos una condena simbólica clara e inmediata al golpe de fuerza' Se hace
como si no hubiera otra alternativa que la guerra o nada. Es cómocio cuando no
se quiere hacer nada o justificarse de no hacer nada. Llay, de hecho, si se quiere
buscar bien, todo un arsenal de armas económicas o simbólicas. Y ei gobierno
ha comenzado a encontrar algunas .le ellas bajo la presión de la opinión, que
debe todavía presionar sobre él pafa que ias ponga en práctica realmente.
* 'lRerrouver la rradition libenaire de la gauche D, entrevista de René Pierre y Didier Eribon"
Libération, miércoles 23 de diciembre de 1981, PP. B-9.
: '!.:l
' ta: :
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r '7 ' ,t73
[)ierre IJourdictt
Pero vuelvo a este punto: ¿qué hay de anorniai cn el hccho dc clir igirse al
gobierno? Tiarándose de un asunto de pr:lít ica extranjera, él es el único con
poder para hablar y actuar eficazmente en nuestro nombre. Nosotros le he-
r.nos delegado nuestros poderes en la materia. Tenemos derechos sobre é1.
Como intelectuales, tenemos el pr i " ; legio de poder ejercer ese derechc de
todo ciudadano cor-r una cierta eficacia. (Aunque la publicación de nuestro
l lamamicnto haya encontrado ciertos rbstáculos. . . ) ;Quizás hubiera s ido ne-
cesar io esperar que ei presidente de la Repúbi ica v in iera a expi icarnos. un
mes después, en una charla ai calor del fuego, lo que él piensa de Polonia 1' 16
que ha podido decir en el secreto de los encuentros "de alto nivel"! Veinte
años de Quirrta República han hecho decaer los reflejos democráticos ele-
mentales. Un gobierno puede y debe se¡ l la¡r,ado al orden.
- Fue su reacción "ética"a la represión en Polonia, pero la iniciativa de
algunos de los primeros signatarios de ese texro, de proponer un l lamai-nien-
to común a la CFDT va más lejos. ¿En qué medida la c¡isis poiaca justif ica.
a sus ojos, ia declaración de una espec.ie de e.stado de urgencia-para ei movi-
mientc intelectual?
P.B.: El régimen en el cual estamos es tal que los gobernant€s concentran
rodos los poderes. Y esto me parece que es una situación malsana. De todas
fo.'mas. Sob¡e todo, cuando los detentadores del poder se sienren investidos,
l levados, justif icados por fuerzas popr-riares, que uno no ve cómo pr-reden
expresarse. EI único contra-poder eficaz que veo es Ia crít ica intelectual y la
acción de los sindicatos. Creo que los intelectuales están en derecho, como
todos los ciudadanos, de ejercer una vigilancia crít ica -lo que no quiere decir
negativa- de rodos los momentos. No hace mucho tiempo se deploraba el
silencio de los intelectuales. Ctrando ellos hablan, se pone ei grito en el cielo.
Lo que quiere decir, en buena lógica, que no se conce<le otro derecho a los
intelectuales, y, por extensión, a todos los ciudadanos, que de hablar a favor
del gobiernc. Sobre este pulrto, nuestro l lamamiento l ia funcionado como
un revelador (Sartre habría dicho: como "un pilge á cons'). Ha suscitaclo
declaraciones csrúpidas o ridículas, a veces indecentes -pienso en los ataques
contra Yves h4ontand o cnntra los intelectuaies de izquierda entre comillas-, a
veces inquietanies -pienso en los acentos dignos de Kanapa quc ha sabido
encontrar nuestro ministro de Cultr-rra, para oPoner la "lealtad perfecta" de
los ministrc;s comunistas a la inconsecuencia ¡ípicatnente "estrr-tcturalista" de
los intelectuales.
Ahora, ¿por qué un iazo con Ia CIjD'] '? Hay razones evidentes: csta organi-
zación ha tenido inmediata¡ncnte, antes qtre toda otra instancia, la reacción
Reencontrar la tradíción líbertaria de Ia izquierda
que habría debido ser la de rodas las organizaciones sindicales ante el aplas-
ramiento militar de un movimiento sindical. Esta acción normal no Parece
excepcional s ino por la dimisión anormal de los órganos de expresión del
movimienro ob¡ero, No somos nosotros quienes hemos elegido tener Por
interlocuto¡ único la CFDT.
- Pero ¿por qué este lazo entre los intelecruales y los sindicatos les ha
parecido necesario?
PB.: En primer lugar, por su valor simbólico, en la medida €n que ev'oca io
que ha sido una de las originalidades del movimiento solidaridad" Y podía
consriruir, por eso mismo, una contribución a la defensa de Solidaridad. Pero
había, también, una cie¡ta convergencia en el anáiisis de la si¡uación polaca'
solidaridad es un gran movimiento obrero no militarizado que es aplasta.,io
poi la fuerza milirar; v también un movimiento dirigido contra el socia.l ismo
de Estado. El poder de pensar ia sociedad, de cambiar ia sociedad, no se
deiega, y sobre todo no a un Estado que se da el derecho de hacer la felicidad
de ios ciudadanos sin eiios, incluso a pesar de ellos. Esre poder de transfor-
mación, más o menos revolucionario, no se delega en hombres de aparato
siempre preparados para volverse hombres de aparato de Estado. Esto es lo
que el movimiento polaco ha ¡ccordado: la quiebra de un sistema en el que se
presume que el movimiento viene de arriba.
- ¿Esto significa que usred piensa que una alianza permanente debe esta-
blecerse entre los intelectuales y la CFDT?
PB.: Sobre esre punro, acada uno le corresponde decidirlo. Por mi parte,
pienso que el l lamamiento que lanzamos en común es un acontecimiento
puntual y que habría lugar, si seméjante iniciariva debiera renovarse, Para
volver a discurir, puntualmente, golpe por golpe. Dicho esro, me Parece que
ia CFDT, en el esrado acrual, algunos dirán ha expresado, otros ha recuPera-
do, la corriente anri-institucional, que es.uno de los componentes importan-
res de la izquierda en Francia. Existió el '68 y la crítica del sistema de ense-
ianza; exisrió la ecoiogía y la puesra en cuesrión de rodo un modo de vida;
exisrió el movimiento feminista; existió, y no es lo menos importante, la
crírica de ios aparatos, del centralismo, !a crítica de las relaciones jerárquicas
y de ias relaciones de autoridad en la ernpresa, la escuela, la familia, etc' A
rod.o esro, a causa de la posición que ocupa en el campo de concurrencia
entre las centrales sindicales, a causa, también, de las características Particu-
lares de sus militanres -que son especialmente sensibles a lo simbólico y a las
formas simbólicas de dominación- la CFDT lo ha comprendido y cxpr"esado
mejor. Pero aquí sería necesario un análisis rn.ry largo'
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*
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El encuentro entre los intelecruales y la CFDT se explica rambién quiz:is
por eso: unos y otros son sensibles al hecho de que las ccrr ienres anr i -institucionales se sienten mal o poco expresadas desde el 10 de mayo. Nosresaltan programas y promesas, como si rodo lo que no ha pasado por lapicadora de los aparatos, de los congresos, de los programas y de las platafor,mas, no exis¡iera. Se olvida, por razones socioióqicas que no puedo desarro-llar aquí, que la socicdad francesa ho sido el lugar, d.esdc hace veinte años, t jcuna prodigiosa invención polít ica, y que hay lugares, en el mundo intelec-rual y también en otra parte, donde este rrabajo conrinúa. En resumen, no sepuede decir que la imaginación esré en el poder.
- ¿Los intelectuales pueden constituir una expresión social y polít ica queles sea propia? ¿Y el lazo con el movimiento social no es muy problemárico?
PB.: En efbcto, es difícil dar una verdadera eficacia a la crítica intelecrual. Setrara de dar una fuerza social a la crítica intelectual y una fuerza intelectual ala crít ica social; exciuyendo de entrada la posrura del "compañero de rura'que traga quina en nornbre de la disciplina, y el sueño leninista del inrelec-tual que disciplina un aparato obrero. Es cierto que la situación de intelec-tual l ibre, o, si se quiere, "irresponsable", es la condición de un análisis polí-t ico l ibre, y en particular, de un análisis l ibre del mundo polít ico. Por miparte, entiendo defender sin complejos esta posición contÉ* todos los "res-
ponsables" que hacen pasar los inrereses de las organizaciones antes que elinrerés por la verdad, conrra todos los que hablan con un PC en la punra deIa lengua. De manera más general, ei principal obstáculo a la instauración denuevas relaciones, entre los intelectuales y el movimiento obrero, nace de laconvergencia del obrerismo de ciertos cuad¡os de origen obrero en las organi-zaciones de izquierda y del anti-intelecrualismo de ciertos intelectuales quese sirven de los aparatos de izquierda para reforzar su posición de intelectua-les. Al!í, incluso, sería necesario desarrollar y precisar largamenre ei análisis.
Para volver a la acción a favor de Polonia, pienso que ia conjunción enrrelos intelectuales y un gran movimiento sindical es, sin duda, la mejor mane-ra de dar a esta acción toda su eftcacia, y de hacer pesar la presión sobre e!gobierno, Los intelectuales no han inventado ningún medio de acción nuevodesde Zolá; sufren de la ineficacia de Ia petición y del divismo al cual loscondena. Agrego que la lógica de la pet ic ión -que supone siempre una in i -ciativa, por lo tanto, un lugar inicial- t iende a dividir el medio que, por lalógica misma de su funcionamiento, está consagrado a la concurrencia perso-nal. Por esta razón, desde hace mucho tiempo he formulado la uropía deconstituir un grupo de inrelectuales cuya firma sería colectiva, cuyos rexros
estarían escritos por el más comPetente de ellos sobre el asunto considerado,
y serían leídos por un actor. En este sentido, la emisión Montand-Foucault en
Europa I, que ha suscitado tal emoción entre nuestros dirigentes -y también, y
es lo más importante, en el público- me Parece ejemplar.
- ¿Su acción actual es una máquina de guerra contra el Partido comunista
frances?
P.B.: Responderé al menos que el PCF, que se dice cuidadoso de la paz
interior en Polonia (y en el seno del gobierno francés), sin duda ha subesti-
mado el poder que detenta, en cuanto "hija predilecta de laJglesia'(comu-
nista), de acruar por la paz inrerior de Polonia. Es suficiente ver el eco que
han tenido las declaraciones notables de Berlinguer para medir la gravedad
de la complicidad del PC francés.
Si Polonia no es Chile, es que A no es igual a A: el principio de identidad
se viene abalo y con é1 la ici;ntidad de los intelectuales.
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É*
176 t '7 ' l
"No hay democracia efectiva sin verdaderocontra-poder crítico"* i
T T n número reciente de la revisca que usted dirige, ha tomado Por tema-
\-/ el sufrimienro.¡ uno encuentra allí varias entrevistas realizadas a quie-
nes los niedios de comunicación no dan la palabra: jóvenes de barrios margi-
nales, pequenos apicultores, trabajadores sociales' El director de un colegio
en dificulrades expresa, por ejemplo, su amargura personal: en lugar de velar
por ia transmisión de los conocimientos, se ha convertido, a pesar suyo, en el
policía de una suerte de comisaría. ¿Usted piensa que tales ¡estimonios indi-
viduales y anecdóticos pueden petmitir comprender un malestar colectivo?
Pierre Bourdieu: En la investigación que llevamos a cabo sobre el sufri-
rniento social, encontramos mucha genre, como ese director de colegio, que
está como atravesada por las contradicciones del mundo social, vividas bajo
la forma de dramas personales. Podría <irar también a ese jefe de proyecto,
encargado de coordinar todas las acciones sociales en un "suburbio dificil" de
una pequeña ciudad del norre de Francia. Está conlrontado a contradiccio-
ncs que son el límire exrremo de las que padecen todos aquellos que llama-
mos los "trabajadores sociales": asistentes sociales, educadores, magistrados
de base y tambi.:n, cada vez más, profesores y maestros.
- "ll n'y a pas de démocratie effective sans vrai contre-pouvoir cririque", entrcvista realizada pór
I{oger-Pol Droir y -fhomas Ferenczi, Les grands entletient du mondt, 1993, pp. 87'89'
|. Acte¡ d¿ la recherche en sciences sociab¡, N" 9tl, diciembre de I 99 I, I 04 pp.
Eilos constituyen lo que yo denomino la mano izqr-rierda del Estado, . l
conjunro de los agentes de los minisre¡ios l lamados dispendiosos' que guar-
dan la huella, en el seno del Estado, de las iuchas sociales del pasado. Sc
oponen al Estado de la mano derecha, a los tecnócratas del ministerio de
finanzas, de los bancos públicos o privados y de los gabinetes ¡ninisterialcs.
Muchos de los movimientos sociales a ios cuales asist imos (y asist i renros)
expresan la revuelra de la pequeña nobleza de Estado contra la gran noblcza
de Estado.
- ¿Cómo explica usted esta exasperacién, estas formas de desesperación v
estas revueltas?
P.B.: Pienso que la mano izquierda del Estado tiene el sentimiento de que la
mano derecha no sabe más, o peor, no qr-riere saber más, verdaderamente, lo
que hace la mano izquiercla. En todc, caso, no quiere pagar el precio de ello.
Una de las mayores razones de ia desesp eranza de ioda esta gente se debe al
hecho de que el Estado se ha retirado, o está retirándose, de un cierto nútne-
ro de sectores de la vida social que le incumbían y que tenía a cargo: la
vivienda pública, la televisión y la radio públicas, la escuela pública, los hos-
pi ta les públ icos, etc. , conducta tanto más sorprendente o escandalosa, al
rnenos para algunos de ellos, cuanto que se trata de un Estado socialista, del
cual se podría esperar *al menos- que actúe como garanre de! servicio públi-
co como servicio abierto y ofrecido a todos, sin distinción... Allí donde uno
cree que existe una crisis de lo polít ico, un antiParlamentarismo, se descubre
en realidad una desesperanza respecto al Estaclo como resPonsable clel inre-
rés públ ico.
Que los socialistas no havan sido tan socialistas como ellos lo pretendíar:
no ofuscaría a nadie: los tiempos son duros y el margen de maniobra no cs
grande. Pero lo que puede sorprender es que hayan podido contribuir, a tal
punto, ai abatimiento de ia cosa pública: en primer lugar, en los hechos, por
toda suerte de medidas o de polít icas (no nomb¡aré sino los medios de co-
municación) que apr..,ntan a la l iquidación de ias adquisiciones del Welfare
stttte,y sobre todo, quizás, en el discurso público, con el elogio de la empre.sa
pr ivada (como si e l espír i tu dc e ml ' t resa no tuviera otro terreno que la emprc-
sa), e l est ímulo al inrerés pr ivado. Todo esto t iene algo de sorprendente,
sobre toCo para aquellos a quienes se envía, en primera línea, a desempeñar
ias funciones l lamadas "sociales" y suplir las insuficiencias más intolerables
de la lóeica del mercado, sin darles los medios para cumplir verdaderamenre
su rnisión. ¿Cómo no tencirían el sentimiento de estar constantemente inde-
cisos o desautorizados?
Hebría. I t ido comprenderse,, lcsde hece t icmpo, que su t 'evuel te se t ¡ t -
t iende mucho más allá de las cuestiones de salario, incluso si el salario conce-
dido es un índice sin equívoco del valor otorgado al trabajo y a lc;s trabajado-
res correspondientes, y que el desprecio Por Lrna función se revela en primer
lugar por la remuneración más o ff lenos irrisoria que le es acordada'
- ¿Usted crec que el margen de ma¡riobra de los dirigentes polít icos sea
tan resrr ingido:pB.: Hoy no hay nadie que no haya comprendido que este inafgen es mucho
más reducido que el que los parridos quieren hacer creer. Pero queda ai me-
nos un dominio en el que los gobernantes t ienen toda l ibertad: el de lo
simbólico. La ejemplaridad de la conducta debería imponerse a todo el per-
sonal del Estado, sobre todo cuando invoca una tradición de devoción a los
inrereses de los más desposeídos. ¿cómo no dudar cuando se ven no sola-
mente los e.iemplos de lorrupción (a veces casi oficiaies' con las primas de
ciertos altos funcionarios) o de rraición al servicio público (el término es' sin
duda, muy fue¡te: pienso en el pantouflage)' y todas las fotmas de desvío
-con fines privados- de bienes, de beneficios y de servicios públicos: nepo-
tismo, favorit ismo (nuestros dirigentes tienen muchos "amigos personales""'),
c l ientel ismo?
¡Y ni hablar de benerficios simbólico.! Sin duda, la televisión ha contribui-
do mucho más que los sobornos a la degradación de la vi¡tud civil ' Ha l lama-
do e incitado al frente de la escena polít ica e intelectual a personajes "Presu-
midos", atentos--antes que nada- a hacerse ver y a hacerse valer' en contra-
clicción total con los valores de devoción humilde por el interés colectivo que
hacían el funcionario o el mil iranre. La misma preocupación egoísta de ha-
cerse valer (Frecuentemente a cosra de rivales) explica que las "declaraciones
efectistas" se hayan vuelto una práctica tan común'
Para m,.rchos minrstros parece que una medicia no vaie sino cuando puede
se¡ anunciada y se considera como realizada desde que ha sido hecha pública'
En ¡esumen, la gran corrupción cuyo develamiento escandaliza -porque re-
vela el desfasaje entre las virrudes profesadas y las prácticas reales-, no cs sirlo
e! límite de rodas las peqi-reñas "debil idades" ordinarias, ostentacién de lujo,
aceptación apresuraria de los privilegics materiales o simbólicos'
- Frente a la situación que usted descubre' ¿cuál es' a sus ojos' la reacción
de los ciudadanos?
2. Término que se ref iere ¿i hecho de dcjar el se¡vic io del Estado para t rabaiar en el sector pr ivacio '
pagando, si es preciso, una inde mnización (N' Del T')'
r80 1¡J1
Piarre Bounlieu
PB.: Leía recienremenre un arr ículo de un aLrror alemán sobre el Anr i -guo E,gipto. Muestra cómo, en una época de cr is is de conf ianza hacia elEstado y el bien público, se veían florecer dos cosas: enrre los dirigentes, lacorrupción, correlativa de ia decadencia del respero por ia cosa pública ¡en¡re los dominados, la rel ig iosidad perscnal asociada a la drsesperanza enlo que concierne a los recursos temporales. Del mismo modo, se r iene elsent imiento ho,v de que el c iudadano, s inr iéndose lanzado al exter ior delEstado (quien, en el fondo, no le prde nada ituera de conrribuciones mare-riales obligatorias, y sobre todo nada de devoción, de entusiasmo), rechazaal Estado, t ratándolo como una por€ncia ext¡aña a la gue ut i l iza c le la ma-nera rnás ventajosa.
- usted habla de la gran l ibertad de los gobernantes en el dominicsimbéiico. Ello no concierne sólo a las conductas dadas c<¡mo ejemplo. setrata también de palabras, de ideales movi i izadores. ¿De dónde viene, eneste punto, ia deficiencia acrual?
PB.: se ha hablado mucho del s i lencio de los intelectuales. Lo sue mesorprende es el s i lencio de los pol í r icos. Están f i ' ,nnidablem"nr.
"r . . rn, d.
ideales movil izadore.s. Sin duda, porque la profesionalización de la polít icay las condiciones exigidas a los que quieren hacer carrera en los partidosexcluyen cadavez más a las personalidades inspiradas. Sin ducia,,rambién,porque la definición de la acrividad polírica ha cambiado con la l legada deun personal que ha aprendido en las escuelas (de ciencias pol í t icas) que,para dar la impresión de serio o simplemenre para evitar parecer mediocreo antiguo, es mejor hablar de gesrión que de autogestión y que es necesa-rio, en todo caso, darse las apariencias (es decir, el lengLraje) de la raciona-l idad económica.
E,ncerrados en el economicismo estrecho y corro de vista de la visión-del-mundo-FMI, que rambién hace (y hará) estragos en la r-elación Norte-sur,todos esos semi-hábiles en materia de economía omiten, evidenrerrrenre5 ro-mar en cuenta los costos reales -a corto y, sobre todo, o largo piazo-, de lamiseria material v ' inoral que es la única consecuencia cierra de la realpolit iheconómicamente legi t imada: del incuencia, cr iminai idad, alcohol ismo, acci-de¡rtes de ruta, etc. Aquí, orra vez, ia mano clerecha, ol¡sesionada por la cues-t ión de los equi l ibr ios f inancieros, ignora lo que hace la mano izqrr ierda,confrontada a las consccuehcias .scciales frecuenremenre muy cosrosas de las"economías presupuestar ias".
- Los vaiores sobre los cuales estaban fundados los actos i, ias contribucio-nes del Estado;no son más cle íb le,s?
"Na lny clentocracia efectiua sitt uerdurlero contra'poder crítico"
PB.: Están desacreditados más frecuentemente Por aquellos mismos que son
sus guardianes. El congreso de Rennes y la ley de amnistía han hecho más
por el descrédiro de los socialistas que diez años de campaia antisocialista. Y
un miiitante "quebrado" (en todos los se .t idos del término) hace más <iaño que
diez adversarios. Pero diez años de poder socialista han acabado con la demoli-
ción de la creencia en el Estado y con la destrucción del tstaCo de providencia
emprendida en los años'70 en nombre del l iberalismo'
Pienso en parricula¡ en la polít ica de vivienda. Tenía como fin declarado
arrancar a la pequeña burguesía del hábitat colectivo (y d" .re modo del
"colectivismo") y l igarla a la propiedad privada de su chalet individual o de
su departamenro en copropiedad. E,sta pol í t ica r iene en ei lo un senr ido
muy acertado. Su resukado ilustra 1o que yo decía rápidamente sobre los
costos sociales de ciertas economías, Pues ella es, sin duda, la mayor causa
cie segregación espaciai ¡ desde este punto de vista, de los problemas lla-
mados de los "suburbios".
- Si se quiere definir un ideal, ese sería, pues, el retorno al sentido del
Estado, de la cosa pública. Usted no comParte la opinión de todo el mundo...
PB.: La opinión de todo el mundo ¿es la opinión de quién? De la gente que
cscribe en los periódicos, de los inteiectuales que predican la "reducción del
Estado" y que endefran un poco rápido lo público y el interés del público
por lo público... uno tiene allí un ejemplo típico cie esre efecto de creencia
comparrida que lleva a poner de entrada fuera de discusión tesis comPleÉ-
¡nente discutibles. Sería necesario analizar el trabajo colectivo de los "nuevos
intelecruales", eue ha creado un clima favorable al reuairniento del Esado ¡
más ampliamente, a la sumisión a lbs valores de la economía.
Pienso en lo que se ha llamado e'l l'retorno del individualismo", suerte de
profecía autorrealizante que tiende a destruir los fundamentos filosóficos del
WLlfare state y, en particular, la noción _de responsabilidad colectiva (en el
accidente de rabaio, la e¡fermedad o la miseria), esta conquista ñ¡ndamen-
rai del pensarnienro social (y sociológico). El retorno al individuo es también
el rerornc a la responsabilidad individual (se puede culpar a la víctima) y a la
acción individual (se puede predicar el self belp), todo esto al abrigo de la
n"cesidad incansablemente repedda de disminuir las cargas de la empresa.
La reacción de pánico rerrospecr ivo que ha determinado la cr is is del
'68, revolución simbólica que sacudió a todos los pequeños portadores de
capital cukural, ha creado (con el refuerzo del derrumbamiento -¡inespe-
rado!- de los regímenes de tipo soviético) las condicit¡nes favorabies a Ia
restauración cultural, según la cual el "pensamiento Ciencias-Polft icas" ha
*
I**g
¡I
reemplazado al "pensamienro lt4ao". E,i nrundo intelectual es hoy' el luger
de una lucha que apunta a producir y a imponer "nuevos intelectuaies",
por lo tanto, una nueva definición del intelectual y de su rol polít ico, de la
fi losofía y del f i lósofo, en adelante comPrometidos en los vagos debates
"neo-aronianos" de una fi losofla polít ica sin tecnicidad, de una ciencia so-
cial rcducida a una pol i to logía dc vclada elecroral y a un comentar io s in
vigi lancia de sondeos comerciales s in método. Platón tenía un término
magnífico para tcida esta gente, el áe doxósofo: ese "técnico-de-opinión-
que-se-cree-sabio" (traduzco el doble sen¡ido del término) plantea los pro-
blemas de la polít ica en lo¡i términos en que se los plantean los hombres dc
negocios, los hombres polít icos y los periodistas polít icos (es decir, exacta-
mente los que pueden pagarse sondeos...).* Usted acaba de mencionar a Platón. ¿La actitud del sociólogo se acerca
a la ciel f i lósofo?
PB.: La sociología se opone al doxósofo, como el f i lósofo, en que pone en
euestión las evidencias y sobre todo las que se presentan bajo la forma de
Fregurrzs, las suyas tanto como las de los otros. Es io que choca profunda-
mente al doxósofo, que ve un prejuicio polít ico en el hecho de rechazar la
sumisión profundamente polít ica que implica la acerptación inconsciente de
los iugares comunes, en el sentido de Aristóteles: noci&nes o tesis ssn l.as
cuales se argumenta, pero sobre las cuales no se argumen[a.
- ¿No ¡iende usted, en un sentido, a poner al sociólogo en un iugar de
fi lósofo-re¡ único que sabe donde están los verdaderos problemas?
PB.: Lo que defiendo antes que nada, es la posibil idad y la necesidad del
intelcciual cr í t ico, I ' cr í t ico en pr imer lugar, de la doxl intelecrual que eier-
cen los doxósofos. No hay democracia efectiva sin verdadero contra-poder
crít ico. El intelectual es uno de ellos, y de primera magnitud. Por esta razón,
conridero que el trabajo de demolición del intelectual crít ico, muerto o vi-
viente -Marx, Nietzsche, Sartre, Foucaulr y algunos otros que se clasifican en
bloque bajo la et iqueta "pensamiento del '68"- es tan pel igroso como la
demolición de la cosa pública, y qire se inscribe en la misma empresa global
dc restauración.
Me gustaría rnás, evidentemente, que los intelectuales, todos y siempre,
hubieran estado a la altura de la inrnensa responsabil idad histórica que les
incumbe y que hubieran comprometido s iempre en sus acciones no sola-
mente su autor idad moral , s ino también su con-r ietencia intelectual -a la
manera, pare no dar sino un ejemplo, de un Pierre Vidal-Naquet, que invier-
tc todo su dominio del método histórico en una crít ica de los usos abusivos
de la historia.l Dicho esto, para citar a Karl Kraus, "entre dos males, rechazo
elegir e l menor". Si casi no tengo indulgencia para ios intelectuales " i r res-
ponsables", rne gustan todavía menos esos resPonsable.s " intelectuales"
poiígrafos, polimorfos, que Ponen su entrega anual entre dos consejos de
administración, tres cócteles de prensa y algunas apariciones en la televisión.
- Ahora, ¿qué rol desearía ustecl para los inteleccuales, especialmenre en
la construcción de Europa?
PB.: Deseo que ios escritores, los artistas, los fi lósofos y los científ icos pue-
dan hacerse entender directamerlte en todos los dominios de la vida púbiica
en los que son competentes. Cre.' que todo el mundo tendría mucho que
ganar si la lógica de la vida intelectual, la de Ia argumentación y refutación,
se extendiera a la v ida públ ica. Ho¡ es la lógica de ia pol í t ica, ia de la
denunciación y de la difamación, de la "esloganización" y de la falsif icación
del pensamiento del adversario, la que se extiende frecuentemente en Ia vida
intelectual. Sería bueno que los "creadores" pudieran cumplir su función de
servicio público y, de vez en cuando' de salvación pública.
Pasar a la escala de Europa, es solamente elevarse a un grado de univer-
salización superior, marcar una etaPa sobre el camino del Estado universal
que, incluso en las cosas intelectuales, está lejos de ser realizado. No se
hab¡ía ganado gran cosa si el europeocentrismo viniera a sustituir los na-
cionalismos heridos de las antiguas naciones imperiales. En el momento en
que las grandes utopías del siglo diecinueve han entregado toda su Perver-
sión, es urgente -crear
las condiciones de un trabajo colectivo de recons-
trucción de un universo de ideales realistas, capaces de movil izar las volun-
tedes sin mist i f icar las conciencias.
3. V'ei especialmenre Le: ]rif, k Ménoitc et
Découverte, 1991.
le Présent, torno I, Máspcro, i981; tomo lJ' tr-a
t84 185
*¡j
+I
tt*
Por una internacional de los intelectuales*
1-\" u is iera proponer un conjunto de or ientaciones para una acclon
\! .o1..,i.,r" d.^lo. intelectuales europeos, apoyándome sobre un análisis,
,"r, Elirr" como sea ¡iosible, de lo gue es y de lo que puede ser el intelecual'
El intelectual es unkr parad|jico, que no se puede Pensar como tal mientras
se io aprehenda a través de la ahernativa clásica de la autonomía y el comPro-
*iro, d. la cultura pura y la política. Ello porque se ha constituido, históri-
camenre, en y a través de la superación de esta oposición: los escritores' ios
artistas y los científicos se afirmaron por primera vez como inteleciuales cuando,
en el momento del caso Dreyfus, iritervinieron en Ia vida política como tales,
es decir con una autoridad específiia fundamentada en la pertenencia al
mundo relativamente autónomo del mundo del arte, la ciencia y la literatu-
ra, y en todos los valores asociados a esa. autonomía, desinterés, competencia,
etc. El intelectual es un personaje bidimensional: sólo existe y subsiste como
ral si, por una parre, existe y subsisre un mundo intelectual autón1m9 (es
decir, indep.rrdi"nr. de los poderes religiosos, políticos, económicos), ct¡''es ' .
. l"y.r.rp..íf icas respeta, / si, por otra Parte' la autoridad especffica gue.le -',
elabora en esre universo a favor de la autonomía está comprome¡ida.en las -
luchas polít icas. Así, lejos de existir, como se lo cree habitualmente' una
antinomia entre la búsqueda de Ia autonomía (que catacteriza al arrc' a la
' "Pour une internationale des'intellectuels", Poütis,1992, N" I' pp' 9-15'
ciencia o a la l i teratura, que se l laman puros) y la búsqucda dc ia ef ica. t . ,
polít ica, es incrementando su autonomía (y, Po. ello, entre otras cosas, su
liberrad de crít ica respecto a los poderes) que los intelectuales pueden incre-
mentar la eficacia de una acción polít ica cuyos fines y medios encuentran su
principio en la lógica espccífica de los campos de producción cultural.
Es necesario y basta con repudiar la vieja alternativa que todos tencntos
en la mente y que resurge perió<licamente en los debates l irerarios, pa¡a estar
en condiciones cle definir lo que podrían ser las grandes orientaciones de una
acción colectiva de los intelectuales. Pero esta suerte de expulsión de las for-
mas de pensamiento que nos aplicamos a nosotros mismos cuando nos toma-
mos por objeto de pensamiento es Formidablemente difíci l. Por csta raz-ón.
antes c ic cnunciar cstas or icnraciones y par l podcr hacer io, cs neces,rr io in '
tentar explicitar lo más completamente posible el inconsciente -y en Parti-cular los principios de visión y de divisiór¡ tales cnmo Ia oposición entre ei
arte puro y el ar te comprometido- que sc encuentra deposi tado, en cade
intelectual, por la historia misma de la cual los intelectuales son el producto.
Contra la amnesia de la génesis, que está ai principio de rodas las for¡nas de
la i lusión trascendental, no hay antídoto más eficaz que la rcconstrucción dc
la histor ia olv idada o repr imida que cont inúa iuncionando bajo la for lna
paradój ica de esas formas de pensamiento en apar iencirahistór icas, que
estructuran nuestra percepción del mundo y de nosotros mismos-
Un falso problema: compromiso o retirada
Historia extraordinariamente repetit iva porque el cambio constante revisre,
en ella, la forrna de un movimiento pendular entre las dos actitudes ¡rosiblesrespecto a la polít ica, el compromiso y la retirada (por lo menos, hasta la supe-
ración de la oposición con Zr)ay los defensores de Dreyfus). El "comp',romiso"
de los "filósofos" que Voltaire, en el artículo d,el Diccionario flosó/ico titulado
"El lrombre de letras", opone, en 1765, al oscurantismo escolástico de las uni-
versidades decadentes y de las Academias, "donde se dicen las cos-. a medias",
se orolonga con ia participación de ios "hombres de letras" en la Revolución
francesa -aun cuando, como lo ha mostrado Robert Darnton, l,r "bohemia
literaria" aprovecha los "desórdenes" revolucionarios para tomarse ia revancha
contra los más consagrados de los continuadores de los "fiIósoibs".
En el período de ¡estauración posrevolucionar ia, los "hombres de letras",
porquc son con-,clerados responsables no solamente del rnovimiento de lrs
ideas revolucionarias -a rravés del rol áe opiniott mabers que les había conferi-
do la rnultiplicación de los periódicos en la primera fase de la Revolución-,
sino también de los excesos del Térror, son mirados con desconfianza, incluso
con desprecio, Por la joven generación de los años l82O' y muy especiaimen-
re por los románt icos, que, en la pr imera fase del movimiento recusan y
rechaza¡ la pretensión del "f i lósofo" de intervenir en la vida polít ica y de
proponer una visión racional del devenir histórico. Pero, al encontrarse ame-
nazadala autonomía del campo intelectual por la poLtica reaccionaria de la
Restauración, los poetas ,o.njnri"o, -que habían sido conducidos a afirmar
su deseo de auronomía en una rehabii itación de !a sensibil idad y del senti-
miento religiosos contra la Razón y de la c¡ítica de los dogmas-' no tardan
en reivindicar la l ibertad para el escritor y el científ ico (especiaimente' con
Michelet y Saint Simon) y en asumir, de hecho' ia f,unción profetica' que era
la del filósofo del siglo XViII'
Pero, nuevo movimiento pendular, el romanticismo populista que Pare-
ció apoderarse de la casi totalidad de los escritores en el período, que precede a la
revolución de 1848, no sobrevive al fracaso del movimiento y a la instauración
del segundo Imperio: el desmoronamiento de las i lusiones, que yo l lamaría, a
propósi to, cuarentayochescas (para evocar la analogía con las i lusiones
,"...,r"yo.h.scas, cuyo derrumbamiento todavía frecuenta nuestro presente),
cond.uce a ese extraordinario desencanto, tan vigorosamente evocado por Flaubert
en La ed.ucación sentimenta/, que proporciona un terreno favorabie á una nueva
afirmación de la aur-onomía, radicalmente elit ista esÍ.avez' de los intelectuales'
Los defensores dei arte por el arte, como Fl",rÜert o Théophile Gautier' afirman
la autonomía del artistaoponiéndose tanto al "arte social" y a la "bohemia l itera-
ria,, como ai arte burgués, subordinado, en materia de arte y también de arte de
vivir, a las normas de la clientela burguesa. se oponen a ese nuevo poder naciente
oue es ia industria cultural rechazando las servidumbres de la "l i teratura indus-
.ri"l" 1r"luo en calidad de sustiruto alimentario de la renta, como en Gautier o
Nerval) .Ainoadmit i rotrojuic ioqueeldesuspares,af i rmanelcierresobresí
mismo d.el campo iiterario, pero también la renuncia dei escritor a salir de su
rorre de marfi l para ejercer cuaiquier forrrra de poder (rompiendo en ello con el
paeteu/ltes,a lo Hugo, o con el científ ico profeta' a lo Micheiet)'
Por una paradoia aparenre, es solamente a finales dei siglo, en el momento en
que el ."-po l it"r"rio, el campo aftístico y el campo científ ico acceden a la
autonomía, que los agentes más autónomos de estos camPos autónomos Pue'
den intervenir en el ."rn]po poiítico ccmo intelectu:ries -y no como producto-
res cu¡urales convert id;s en hombres pol í t icos, a la manera de Cuizot o
188 189
, Ilourdieu
I-amartine-, es clecir, con una au¡o¡idad fundada en la autonomía dcl campo
y en todos los vaiores asociados a é1, pureza ética, competencia específica, ctc.
Cio¡rcretamente. la autoriclad propiamente :rftística o científ ica se afirma en
acros polít icos colno el "Yo acuso" deZola )' las i¡e¡iciones destinadas a soste-
ner lo. E,stos actos pol í r icos de rrn t ipo nr,revo t iendcn a nraximizar las dos
dimer-rs iones const i tut ivas de la rc icnt idad del intelectual que se inventa a
rravés de el los, ia '<pur ' :za" t 'e l "compromiso", Cancio nacimiento a una
¡tolít ica de la purrza que es la an¡í¡esis perfecta cie la Razón de Estado. En
efecto, impi ican la af i rmación del derecho de transsreci i r los valores más
.saglados cie la cclectir, idaci -los <lel patriotisrno por eiemplo, con el apoyo
n-ranifestado a favor del artículc ciifamatorio de Zola conira ei ejército o,
in.rcho mis t r ¡ -dc. c iur :ntc l r guerr . r de Argel i . r , e i l l t ln¡r¡ ienir) a 3Po) 'af x l
enemigo-, en nombre de valores t rascendentes a los de la c iudad o, s i se
qurcrc, en nom'brc de una lornra part iculer dc universr l isnlo c i ico y c ie l r r í -
f ico c iue puede servir de fundamento no sólo a una suerte dc nragister io
moral , s ino rarnbién a Lrna movi l ización colect iva con vistas a un combate
destinado a prolnover esos valores.
Habría bastado con agregar, a esta evocación muy sumaria de les grandes
crapas de ia génesis de la figura dei intelectual, aigunas indicaciones sol¡re la
poiírica cultural de la Repúrblica de 1848 o la de ia Comuna, para diseñar el
cu¿dro de las ¡elaciones posibles ent¡e los productores culturaies y los pode-
res, tal como uno puede observarlos, sea en la histo¡ia de un único país, sea
en el espacio polít ico actural de los Estados europeos, deThatcirer a Gorbachov.
La histor ia aporta una cnseñanza importante; estantos en un jucgo en el que
rodas las jugadas que se hacen ho¡ aquí o aIlá, ,va han sido jugadas -desde el
rechazo de lo polírico y ei retorno a lo religioso hasta la resistcncia a la acción
de un poder polít ico hosril a la actrvidad inrelectuaies, pasando por la rebe-
lión contra la influencia cie Io que alsunos l laman hoy los medios cle comu-
nicación o ei abandono desengañado de las utopías re'¿olucionarias.
Pero, el hechc de encontrarse así ai "f inai de la partida'no conduce nece-
sariamente al desen'éantamiento. Resulta claro, en efecto, que ei intelecrual
nc¡ se ha instituido <ie una vez por todas y para sie mpre con Zola y que los
de¡entai{ores de capi ta l cr : l tural s iemple pueden "retrocedr:r" hacia una u
otra de las posiciones c{esignadas por el péndulo de la hisroria, es ciecir, hacia
el rol del poeta, del artista o dci científ ico "puros" o hacia el rc¡i del actor
polít ico, peri<ldista, irombre polít ico, etc. Además, contrariamente a lo que
podría hacer crecr la visió¡r ingenuamcr.rte hegeliana de la historia intelecttlal
que se obrendría por la ac,ur.r 'rulació¡l de rasgos seleccionados, la reir"indicación
Por una interr¿dcior.el de los intelectualgs
de la autonomía que está inscrita en Ia exister.cia ¡nisnre cie un csrlip{, {.tr
prociucción cultural debe contar con obstáculos y poderes renouatlus s;n Lr*
,"r, y^ se trate de poderes externos, como los de la lglesia' del Es¡ado o rle 1:¡
qrandes emPresas económicas, o de poderes internos' ¡ en particular' los qu*
lonfi.r"* el controi de los instrumentos de producción y de difusión e's¡:eeí-
ficos (prensa, editoriales, radio' televisión' etc') '
En todo caso, y contrariamente a las apariencias' los invariantes' qlie son
el fundamento de la unidad posible de los intelectuales de todos los países,
son más lmPortantes que ias variaciones que resulcan del estado de lt lr-
c ionesPresentesyp","d".entreelcarnPointeiectualy lospodereSpori t lur ' ' i
v de las formas que revisten' en cada país' los mecanismos adecuados para
trabarel impulsodeiosprodu".o," , . , , l ,u,aieshacialaautononría.Lani . -
ma intención c/e atntonomia puede, en efecto, expresarse en tomas de posi'
opuestas (laicas en Lin caso' religiosas en otro) según la estructura y la histt '-
ria de los p,rderes contra los cuales ' iebe afirmarse' Los intclectuales de lcs
di ferentes países deben ser plenamente conscientes de €Si€ In€c?t l l5¡ l l I
quieren evi tar dejarse diui t l i r por oposic iones coyunturales y fenomenalt '
que t ienen por pr incipio el hecho cie E1 la misma volu¡r tad de emancipa-
ción se choca con obrtá.,]Io, diferentes. Podría tomar aquí el ejemplo de los
fi iósofos franceses y deJos fi lósofos alemanes más en boga que' Porque oPo-
rren ia mlsma p.rreocupación de auto¡romía a tradiciones históricas oPltestas'
se oponen "n "p"ri.ntia
en relaciones con ia verdad y con la razón aparente-
mente invertidas' Pero, del misrno modo podría ambién- tomar el ejemplo
cle un problema como el de los sondeos de opinión' donde algunos' en Oc-
cidente,puedenveruninstrumento" l tdo- i"nt iónpart icularmentesut i l '
mientras que otros, en los países del Este ' le Europa' pueden ver allí una
ccnquista de ia l ibertad'
Paracomprenderydominar lasopcsic ionesqueamenaT-ancondiv id i r los '
los inrelectuales de los diferentes países euroPeos deben tener.sier: 'rpre en la
mentelaeslructuravlahistor iad" lo,p.d",escontraloscualesdebenaf i r .
marse para .*irri, .o*o inrelectuales; deben, pcir ejemplo, saber reconocer
en ias deciaraciones de tal o cr-ral de sus intellocutores _y, en Particular, en lo
que esas cleclaraciones pueclen tener tfe desconcertante o de chocanre- el
cfecto de la distancia l ' t i ' tó' ic:l y gecgráfica coii experiencias de i lespotismo
pcl í t ico como el nazlsmo <- ' e l estal in ismo' o con movimicntos pol í t icos am-
higuoscomoiasrevuel tasestut l iant i lesclc l '63,o,enelc l rdendelospoderes
internos, el efecto de la experiencia presente y pasada de ¡nundos intclectua-
lcs muy desigualmcnte sometido:. a la censur. "bi.,,o
o laryada ejc la poiít ica
rFt
ffi.T.r
l9r
o ie ia cconomíir, de la universidad o de la academia, etc. (cuand<", hablan'r<,:;
como inrelectuales, e.s decir, con la ambición de lo universal, es, en cada momelr-
to, el inconsciente histórico inscrito en la experiencia de un camPo intelectual
singular el que habla a iravés de nosotros.) Hubo un tiempo en el cual se hablaba
rnucho de comunicación de las c¡¡nciencias. Crco qLle est¿mos muy habitiral-
mente destinados a la comunicación -evidentemente' desafortunada e imperfcc-
ta- de los incr:nscientes y que no tenenlos ninguna posibil idad de aicanz'ar una
verdadera comunicación de las conciencias sino a condición de objetivar y de
dominar ios inconscientes históricos que nos sePafan, es decir, las historias e'tpe-
cíficas cle los unive¡sos intelectuales de les cuales son el Producto nuestras catego-
r ías de percepción y de pensamiento'
Una autonomía amenazada
euiero referirme ahora a l" .rpo.i l ión de las razones particulares quc
imponen ho¡ con esPecial urgencia, una movil ización de los intelectuales 1'
la creación de una verdadera Internacional de los intelectuales dedicada a dc-
fender la auronomía del campo. No creo estar sometiéndome a una visión
apocalíprica ,: lel estado del campo de producción cul¡ural en los diFe¡entes
países eurcpeos diciendo que su at¡tonomía está tuerremente amenazada o,
más prccisamente, que amenazas de una especie totalmente nueva pesan hoy
sr:lrre -ru fune,ionamie nto; y qlre los intelectuales están cada vez más comple-
tanrente cxcluiclos dcl debate público, a Ia vez Porque están menos inclina-
clos a inrervcnir y porque la posibil idad de inter-venir eficazrnente cn él se lcs
oFrece cada vez menos.
!-ts amer¿rtztts sobre k Autonlmí/l'. la interpenerración es cada vez más gran-
d¿, c¡r los ciifcrentes países occidentaies, entre el mundo del arte y ei rnuncic'
clc! diner.t, l) ienso en la nuevas formas de mecenaz-go y en las nuevas alianzas
qr l f se insrauran entre c ierras empresas cconómicas, a menudo las más
trlcdrr¡ri5l: i.1 -conrc, en Alemania, Daimler-Benz o los bancos-, y los produc-
r¿--¡e-, cul{ur;i lei; picnso ¡ambiéir en el recurso cada vez más frecuente de Ia
ini 'c.i i i ;;eirrn rrnivcrsitaria a los patrocinadores o a la creación de enseñanz.as
r i i rce¡¡menre subordinadas a la empresa (como, eI I Alemania, los
!i¡i t:tl,;.1ir:-:t,:!i(n o, en Francia, las escuelas de comercio). Pero el dominio o el
ircixri,r {l :. i ( 'r.í}omía sobre la investigación artística o científ ica también se
ct{ i i i { t } , - l r ¡ l t r ; r ior ¡n ismo clc l campo, a t ra.¡és del control de los medios de
lrrtrrjucLi*n 1' rlc . i i frrsión culrural e, incluso, de las instancias de consagración.
Los prociucrores vinculados a grandes burocracias cul¡ur*les (periódicos, radio,
relevisión) es¡án cada vez más obligados ^
ace2tar y a adoptar normas Y co^c-
ciones (por ejemplo, en mareria de ritmo de trabajo) que ellos tienden, más o
menos inconscientemente, a constituir como medida universal de la realiza-
ción intelectuai (pienso por ejemplo .Á el fatt uriting y en el fast reading que
clevienen ia ley de ia producción y de la crítica peri<ldísticas). Puede Pregunta¡-
se si la división en dos rnercados, que es característica de los campos de produc-
ción cultural desc,e mediados del siglo XIX, con, Por un lado' el camPo res-
rringido de los productores para producrores, ,v, por el otro, el camPo de gran
proáucción y la "literatura industrial", no está en peiigro dJdesaparicién, va
q,r. l" lógica de la producción comercial tiende a imponerse cada vez más a la
irodu.ción de vanguardia (a través, especialmente en el caso de !a literatura,
de las coacciones que Pesan sobre el mercado de los libros)' Y sería necesario
trabajar para elevar la conciencia y la vigilanciapara con ei regalo envenenado
cue puede representar toda especie de mecenazgo'
La tecnocracia de la comunicación
La exclusión fuern del debate ptíblico: esta exclusión es el resultado de Ia
acción conjugada de varios facrores, de los cuales algunos dependen de la
evolución interna de la producción cultural -como la especiaiización cada
vez más acentuada que impulsa a los investigadores a prohibirse ia ambición
rotal del inrelecrual a la anrigua-, mienrias que otros son resultado del do-
minio cada vez mayar de una r€cnocracia que manda a los ciudadanos de
vacaciones, favoreciendo la "irresponsabilidad organizada" -según la formula
de ulrich Beck-, y que encuenr¡a una complicidad inmediata en la tecno-
cracia de la comunicación, cada vez más pfesente, a través de los medios de
comunicación, en el univefso mismo de la producción cul tural . Sobre el
primer punto, sería necesario desarrollar, por ejemplo, ei anáiisis de la pro-
drrcción y de la reproducción dei poder de los que se han l lamado los
..nucleócraras", es deci¡ esos rniembros cie la nobleza de Estado que son ob-
jero de Lrna delegación cuasi-incond.icional (va de suyo que Para cotnprsntier
la complicidad tácita de la que se benefician, particularmente en Francia,
estos nucleócraras -que no son sino el l ími te de todos los tecnócraras, i '
especialmente de todos los que, hasra en el seno del Partido socialista' hoy
t ienden a reducir la pol í t ica a un problema de gest ión- ' no es suf ic ien¡e
invocar, como lo h"." Ulri.h Beck, la virtud dormitiva de un discurso de
192 193
Pierre Bourdieu
"informe de perito" capaz de adormecer la responsabil idad: es necesario to-
rnar en cuenta, como lo hice en La Noblesse d'Etat, toda la lógica de un
sistema escolar que confiere a sus elegidos una legitimidad sin precedente
histór icc).
La gran tecnocracia encuentra una complicidad inrnediata en la nueva tecno-
cracia de la comunicación, conjunto de profesionales del arte de comunicar que
monopoiizan el acceso a los instrumentos de comun,:ación y que, al no tener
sino rnuy pocás cosas que comunicar, insiauran el vacío cie la rutina mediática en
eI corazén del aparato de comunicación. Los inteiectuales orgánicos de la tecno-
cracia ¡nonopolizan el debate público en detrimento de los profesionales de la
polít ica (parlamentarios, sindicalistas, etc.); en detrimento de los intelectuales
que es¡án sometidos, hasta en su propio universo, a especies de golpes específi-
cos -los que se l iaman "golpes mediáticos"-, como las encuestas periodísticas
apun¡an a producir clasificacic¡nes manipuladas, o las innumerables l istas de ad-
hesiones. que los periódicos publican con ocasión de ios aniversarios, etc., o
incluso las verdaderas campañas de prensa que aPuntan a acreditar o desac¡edita¡
autores, obras o escuelas.
Se ha podidc demostrar que, cada vez más, una manifestación polít ica
exitosa es una manifestacién que ha tenido éxito en hacerse visible, manifies-
ta, en los periódicos y sobre todo en la televisión, por lo tantc, en imponer a
los medios de comunicacién (que puedan conrribuir a su éxito) la idea de
que ha sido un éxito (de ailí el hecho de que las formas más sofisticadas de
manifestación están orientadas, frecuentemente con la ayuda de asesores en
comunicación, hacia los medios de comunicación, que deben dar cuenta de
ella). Del mismo modo, una paÍte cadavez más importante de la producción
culturai, cuando no es el producto de gente que trabaja en los medios de
comunicación y cuya firma es solicitada Porque están seguros de tener el
apoyo de los medios de comunicación, viene definida en su fecha de publica-
ción, su t f tu lo, su formato, su volumen, su contenido y su est i lo, con el
objeto de colmar las expectativas de los periodistas que la harán existir ha-
blando de ella.
No es a partir de hoy que existe una literatura ccmercial y que las necesi-
dades del comercio se imponen en ei seno del campo culturai' Pero la in-
fluencia de los detentadores del poder sobie los instrumentos de circulación
-y, por ello, al menos por una parte, de consagración- no ha sido, sin duda,
jamás tan extensa y profunda; ni la frontera .!amás tan confusa ent¡e la obra
de vanguardia y el best-seller. E,sta confusión de las fronteras a ]a cual ios
productores mediát icos están espontáneamente incl inados (como atest igua
Ts
FPor utta inter¡ncional da los intelectuales
el hecho de que las i istas periodísticas ds premiados mezclan siempre a l.s
productores más autónomos y a ios más heteró¡romos, Claude ttévi-Strauss ; 'Bcrnard-Henri Lér1') constituye, sin duda, la peor amenaza para la autono-
n.ría. de la producción cultu¡al. El productor heterónomo, al que los italianos
l1¡men magníficrrnenre tuftologo, sobre todo cuando va sobre el terreno de la
pol í t ica pero s in la autor idad,v 1a auronornía que da la competencia específ i -
ca, es, sin duda, el caballo de Tioy'a a través del cual la hereronomía penetra en
cl campo de producción cultural. La condena que puede exPresarse cnntra los
io:'ósofas, como dccía Piatón, está implicada en la idea de que ia fuerza especí-
fi." .1"1 intclectual, incluso en polít ica, . lescansa sobre ia autonomía que cou-
fie re la capaciiad de rrsponder a las exigencias internas dei campo. Ll zdanovismo,
que florece siernpre entre los auto¡es fracasados, no es sino un testimonio entrr- '
orros d. que l r l , . tcrononr i : advicnc s icmpre en un crrnpo a rr¡vés dc los
productores menos capaces de t¡iunfar según las normas del campo.
La naru¡aleza paradó; ica. ¿parcntenente contradictor ia, del i ¡ r te lectual ,
lrace que toda acción polít ica que apun¡e a reforzar la eficacia polít ica de ios
inteicctuales esté condenada a dotarse de consignas de apar iencia contradic-
tcria: pcr ur-r la.io, reforzar la autonomía, especialmente reforzando la separa-
ción con los intelectuales heterónomos. y luchando Para asegurar a los pro-
ductores culturales ias eondiciones eco¡rómicas y sociales de ia autonomía (1',
cn primer lugar, en materia de publicación y evaluación de los productos de
la actividad inteiectual); por otro lado, l iberar a los productores culturales de
la tentación cie la torre de nrarfi l , incirándolos a luchar, al menos, Para tomar
el poder sobre los instrumentos de producción y de consagración y para
€nt¡ar en cl mundo y afirmar, en é1, l-os valores asociados a su aufonomía.
Esra lucha no puede ser sino colecúua, porque una Parte de los poderes a
los cuales los inrelecttrales están solnetidos deben su eficacia al hecho de qr"re
los intelectuales les enfrentan e¡r orden disperso, y en la concurr€ncia ' Y
rambién porque las ¡entativas de movil izaiió.t siempre resultarán sosPecho-
sas, y estarán condenadas al fracas.r, mientras quepa la sospecha de que pue-
dan ser puesras al senicio de las luchas por el leadership cie un in¡clectual o
de un grupo de inrelectuales. Eila sólo es posible si, al s'rcrif icar de una vez
¡,,rr tod"s el rnito del "intelectual orgánico", los producto¡es culturaies acep-
tan rrabajar colect ivamcnte en la defensa dc sus pro¡r ios inrerescs: lo que
¡,uecle conducirlos, cn el marco dc la L,uropa naciente, a aflrmarse como un
poder de crít ica y de vigilancia, inciuso de propuesra, frente a los tecnócra-
ias, o -por una ambición a la vez más alta y más realista-' a comPrometerse
e n una acción racional de defensa de las concliciones econórnicas y sociales de
la auronomla de esos universos sociales privilegiados, donde se producen y se
reproducen los instrumentos materiales e intelectuales de lo que llamamos la
Razón. Exa ReaQolitik de ld razón estatá sin ninguna duda expuesta a la
sospccha de corporarivismo. Pero le corresponderá demostral mediante los fines
al servicio.de los cuales pondrá sus medios, duramente conquiitados, de su
autonomfa, que se trata de un corPoratiuismo d¿ lo uniuersal'
'i_
196 197
" áQué es hacer hablar a un autor?"A propósito de Michel Foucault*
¡^\ u is iera comentar les muy simplemente algunos pensamientos
V deshilvanados que me han venido mientras escuchaba hablar de\_
Foucáult. Creo que es necesario saber que en las reuniones como éstas -ser:'' trata realmente de lo que se habla-, la cuestión de la cual se habla está plan-
reada en la situación misma en la que se habla. Así, por ejemplo, a través de
las palabras que se dicen sobre Michel Foucault, se encuentra planteada la
cuestión, típicamente foucaultiana, de saber lo que ei un autor, y también la
cuesrión de sabei lo que es hacer hablar á un autor. Se han escuchado-muchas
frases que. comienzan con "para Foucault" o "según Foucault", "como dice
Foucault": ¿por qué y para quién se pronuncian tales expresiones? Para res-
, ponder, sería necesario contar las citas, analizar su forma y su fiunción, rela-
cionándolas al contexto textual y al contexto social, y especiaimente a laI posición social del autor de la cita. Q"itÁ así se comprenderíamejor Io que
se hace cuando se cita a un autor. ¿No se sucumbe a una forma de fetichismo,
a lrn for.rcar:ltismo no muy foucauitiano?
Se recuerda siempre que Marx decía: "yo no soy marxista". Creo que Foucault
habría dicho gustosamente: 'ryo no soy foucaultiano". Sin duda, 1o ha dicho (lo
que no quiere decir que no deseara que hubiera foucaultianos). Ha hecho
' * " 'Qu'est-ce que faire parler un auteur?'. A propos de Michel Foucault" (Intervención hecha en
" el coloquio de Vaucresson, e! 12 de octubre de I 995), Sociétés /, Représefltatiotlt, noviembre de
1996, pp. l3-18.
Pierrc Bourdieu
cosas que muestran que quería que hubiera foucauitianos. De modo que se
deben someter siempre las citas a las crít icas, examinar en ellas el scatus, la
función, la veracidad, la valiclez. Se puede oponer una cita de Foucault a otra,
no solamente porque Foucault se contradice como toCo el mundo, porque
no ha dicho la misma cosa en el mismo momento, porque no ha dicho ia
rnisma cosa a las mismas personas, según las circunstancias (lo que no quiere
decir que haya mentido aquí o ailá). Recuerdo frecuentemente esta frase de
Schoiem: "No digo la misma cosa a los judíos de New York, de París, de
Berlín o de Jerusalem y sin embargo no miento jamás". Esto es importante
para comprender lo que es responder a una entrevista, administrar una obra,
interpretar retrospect ivamente sus propio" cscr i tos.
Lectores y auctores
Las Iecturas retrospectivas que da Foucault de lo que dijo Foucault (a
veces a propósito de Foucauit) pueden estar fundadas sobre -el olvido, pero
también sobre estrategias espontáneas. Lo que hace todo entrevistado, se
puede suponer, a fortiori, que lo hará un profesional de la manipulación
simbólica: quiere dar coherencia a su vida y a su obra. Estará tentado de
decir: "desde que escribí sobre Biswanger, sabía que iba a escribir Vigilar 1castigay'', etc. Todo el mundo hace eso. Por lo tanto, es necesario tener una
relación desFetichizada con los autores, lo que no quiere decir "no respetuo-
sa". Al contrario. Pienso que no se respeta lo suficiente el esfuer¿o de pensa-
n-riento (que uno siempre está inducido a subestimar, porque está separado
-especialmente por el pensamiento del autor considerado, por las respuestas
que ha aportado, los nuevos problernas que ha planteado, etc.-, del estado
del pensamiento en el cual ha comenzado a pensar).
Para ser verdaderamente fiel ai espíritu de Foucault, ¿no sería necesario leer a
Foucault como él mismo ha dicho que leía, y así solamente? Se ha recordado, en
eíbcto, que Foucault había dicho que había leído tal o cual autor no para sacar de é1
saberes, sino para sacar reglas para construii su propio objeto. Es necesario distin-
guir entre los bctores,los comentadores -que leen para hablar después de lo que han
leído-, y los gue leen para hacer algo, para hacer avanzar el conocimiento, los
aucrores. ¿Cómo hace¡ una lectura de auctor, que quizás pcdrá ser infiel a la lerra de
Foucaulr, pero fiel al espíritu foucaultiano?
Pero esto no es todo. Una lectura de lector que quiere comprender verda-
deramenre a Foucault en cuanto ductoL en cuanto creador de pensamiento y
"¿Qué es hacer hablar a un autor?" A propósito de lr .el Foucault
no lector letrado del pensamiento de los otros (lo que, creo, no le interesaría
mucho), ¿no debe ir más aliá de la lectura de los textos? Se habla de teoría de
la recepción (a mí no me gusta mucho M. Jauss, ni ei hombre ni la obra, una
de esas viejas hermenéutrcas poco presentables que hoy se nos recicla del lado
de Esprit). Pero, para comprender una obra, es necesario comprender en pri-
mer lugar la producción, el campo de producción y la relación entre el cam-
po en el cual ha sido producida y el camDo en el cual es recibida o, más
precisamente, la relación entre las posiciones del autor y del lector en sus
campos respectivos. Por ejemplo, la mayor parte de las citas tenían por sujeto
"se" o "nosotros". Foucault no hablaba en nombre de un grupo como porta-
voz, pero hablaba dentro de un grupo, expresando los pensamientos de un
grupo en ei cual había tomado cosas y en el cual había enseñado cosas. E!
producto complejo que ha circulado debe, una parte de sus propiedades, a
las condiciones sociales de producción, y, entre otras cosas, a este efecto de
grupo. Sería necesario analizar ese grupo; había, por una parte, colegas, pero
también gente que no era del mismo universo y que pertenecía a otros cam-
pos, que era a veces completamente extraña al universo universitario, etc.
Además, sería necesario restituir a Foucault al campo de la producción
académica de la.época: ¿qué era hacer fi losofía en aquel momento? ¿Qué es lo
que quería decir piia rrn fi lósofo interesarse por ias prisiones, lo que repre-
sentaba una transgresión considerable, pero socialmente admisible? ¿Qué es
lo que quería decir para un filósofo ocuparse de la historia? En la jerarquía de
las disciplinas, siempre muy potente en la objetividad y en los cerebros, ia
historia es una disciplina subordinada con relación a los filósofos. Es necesa-
rio, pues, tener en la mente todas-esas estructuras en las cuales Foucault se
encontraba inserto y que se .*p.".-"n también en lo que él ha dicho. Mi
demanda se justif ica tanto más cuanto, creo, Foucault mistno, en una res-
puesta a un artículo de Derrida titulado."Cogiro et Histoire de lafolie" recor'
daba, hasta donde me acuerdo, que los textos tienen implicacionesr que €s-
rán insertos en redes de problemas, a los que es necesario reconstituir si uno
no quiere contentarse con reproducir v comencar la palabra de los tl laestros.
Radicaiismo intelectual y radicalismo polftico
Sería necesario, también, interrogar su postura de fi lésofo, de fi lósofc dc
primer rango (Escuela normal, etc.). Ser filósofo, en esas condiciones, era hete-
dar una inmensa ambición encarnada por Sartre -de la que era de buen tc¡no
mofarse, pero con la que era necesar io r ival iza¡- , Lrna sucrte dc radical isnlc,
fi losófico-polít ico, que es causa de considerables malentendidos en la circu-
lación de los prcductos que emanan de ese tipo de condiciones sociales de
producción. Por radicalismo, enriendo una suerte de irresponsabil idad intelec-
tual estatutaria que los fi lósofos se otorgan como una suerte de dcber c{e Estado,
un derecho-cleber de ruPtura, de transgresión de las normas del buen sentido y
de la decencia que, en ciertas condiciones, puecie tomar un giro polít ico, pero
que €s esencialmente intelectual. Es lo que separab,a a Sarrre de Arón, filósofo del
buen ¡entido burgués, que uno opone tradicionalmente a Sartre, hoy en día, dei
lado de i¿s ciencias Políticas (donde Arón ha enseñado largo tiempo), del Débat
y de la Fundación Saint-Simon.
Foucaulr, aun habiéndose opuesro mucho a Sartre, estaba de su lado, sin
discusión, desde este punto de vista. Esta disposición radical (duda radical,
cuesrionarniento radical, etc.) era constitutiva de la postura del f i lósofo de ese
iugar y de ese tiempo, y el radicalismo polít ico no hacía sino continuar el radica-
lismo filosófico por otros medios. Este radicalismo inrelectual -en la manera de
plantear ias cuestiones, en la naturaleza de los objetos abordados, erc'- es el que
separa a Foucauk (y a todos los que salen de la misma fábrica) de muchos de los
qu" lo leen ho¡ especialmente del lado de ciencias Polít icas (donde incluso es
asombroso que sea leído). Es lo que lo separa también de la gran mayoría de los
historiadores. Ese rol de constructor de objetos nuevos irrita mucho a ciertos
historiadores. Braudel, mientras estaba un Poco desconcertado por el lado radi-
cal, es dccir, un poco "excesivo", "f i |ósofo", de Foucaulr, tenía une gran admira-
cién por su capacidad Para crear concePtos, por lo tanto, objetos que Permane-
cían extraños al terrirorio del historiador. (Sería necesario precisar que mierrtras
Foucault estaba, por su radicalisrno fi losófico, en la misma familia que Sartre, se
siruaba, en el campo fi losófico, en urr campo completamente oPuestc, es decir'
como yo, del lado de la tradición de la historia de la fi losofía de las cie ncias, con
Koyré, Bachelard, cangui lhem, vui l lemin, etc. , y contra la t radic ión
existencialista) .
Sería necesario también ver 10 que ha sido el efecto Foucault en los ciife-
rentes campos erudiros y fuera de esos campos. Se ha comparado a FoUcaulr
con el profera en ia tradición weberiana. Es verdad que había en éi, como en
Sartre, que creó ei modelo, un costado de "profeta eiemplar". Esta profbcía es
la que se ejerce por ia práct ica, por ejemplo, y no solamente Por ia palabra'
por el discurso o por la teoría. Para comprender el efecro cle profecía ejcn'rplar
que Foucaul t ha ejercido, sería necesar io nrolongar este anál is is weber iano
con orfo, que se encuenrra en el judaísrno anriguo. \f,/eber dice q|e los proftetas
son gentc quc ha ido a dc r c¡ l la cal le cc¡sas que no se decían hasta ese
momento, sino en los cenácLtlos restringidos de los especialistas. El ha l leva-
do fuera del universo erudiro problemas, debates, conceptos, d iscusiones
que estaban has¡a ese momento reservados al universo de los esPecialistas.
Lo que ha engendrado un malenrendido estructural. Es un fenómeno muy
;eneral (qr" s. p lantea, por ejemplo, a propósi to de los orígenes intelec-
tuales de ia Revolución francesa). Ocurre que' en c iertas c i rcunstancias' los
mensajes esotéricos -escritos y destinados solatnente a ser leídos por sabios
o ietrados, abstractos y Cestinados a ser cun'rprendidos absrractamente-, se
echan a la calle, devienen exotéricos, pasan al acto, a ia acción, alapráctica.
Ha¡ evidentemente, tr:-nsiormaciones que se oPeran en esta oportunidad,
y según ciertas leyes. Entre paréntesis, sería necesario analizar el rol de
Vincennes que, en este aspecto, fue muy importante: Vincennes es la calle
para los fi lósofos. Podían creer (o hacerse creer) que tenían relaciones con el
pueblo, mientras que eso sólo lo hacía Vincennes' Pero Vincennes era otra
cosa que París lV.
El destino americano de la ob¡a de Foucault no ha hecho sino prolongar
y amplificar este proceso, con las relecturas que hacen de él uno de los maes-
tros del "posmodernismo".
"Rumor intelectual" y lectu-ra canónica
Sería necesa.io pr.g,rnrrrse, también, cómo Foucault ha sido leído en el
interior de los universos erudiros (y lo q,-te él ha leído de sus contemporáneos
en el seno de esos universos). Tendería a formular la hipótesis de que ios
contemporáneos se leen mucho menos de lo que se cree y que una Parteimportante de lo que saben unos Ce otros se aprende ex auditu, a trar'és de lo
que ellos oyen decir, a ios colegas, a los periódicos (rol terrible del Nouuel
Obseruateur), a los estudiantes; en resumen, a través de una suerte de rumor
intelectuai en ei que circuian palabras-clave, slogans un Poco reduccionistas
("vigilar y castigar", "encerramiento", "panóptico", etc.). Dicho de orro modo,
la hipótesis de que los contempo¡áneos se leen entre ellos es mlry arriesgada;
y que, al leerse, se comprenden, es todavía más arriesgada'.. Habría que hacer
una revisión de la hrstoria de las ideas que descansa en la hipótesis de qrre los
texios son leídos, y que,siendo leído'. son comPrendidos, etc. En general, lo
que circula son los títulos: "vigilar y casrigar" (han habido, ciesde en¡onces,
muchos t í ¡u los con inf in i t ivos, sobre todo entre los histor iadores. . ' En el
2Crl) 201
Pierre Bourdiet'
siglo XIX, todo ei mundo se decía "saturnino", sin que se supiera demasiado
lo que esto quería decir). Si se parie de la hipótesis de que la gente no se lee,
se comprenclen un cúrnulo de cosas que no se comprenden cuando se cree
que se leen. El conocimiento por slogans, por palabras-clave, es mu, impor-
tante; ios enemigos, que [ienen interés en "reduci¡" y en ciestruir (según la
lógica del insulto: tú no eres sino un...) colaboran con los amigos (protégeme
de mis arnigos, decía Enrique I\'l yo me encargo de mis enemigos) que pue-
den también reducir (por fetichismo o, simplemente, por tontería...), en la
construcción de la imagen social de un autor. Un análisis conducido con esta
perspectiva permitiría comprenCer -pero sería necesario todavía plantear la
problemática- la diferencia entre Ia recepción nacional, en el país -donde
hay enemigos, concurrentes directos, y amigos, donde las connotaciones
polít icas (en el sentido amplio, pero también en ei sentido específico de
política intelectual, Iigada a Ia posición en el campo) están entendidas-, y ia
recepción en ei extranjero. Y también entre la recepción e¡rtre los contemPc-
ráneos y la recepción en la posteridad, próxima (como nosotros hoy para
Foucault) o lejana.
Hay nmbién lecturas directas pero encuadradas. Al resPecto, el rol del siste-
ma escolar es capital: los profesores son un filtro o una pantalla entre lo que los
in.restigadores buscan decir y lo que los alumnos reciben... Se dice, por ejemplo,
que tüTittgenstein demuele los falsos problemas filosóficos nacidos d,:i abuso del
lenguaje. De hecho, se olvida decir que también dice que el gran obstáculo al
progreso de la filosofía son los filósofos que vehiculizan falsos problemas canóni-
cos, frecuentemente dotadcs de una autoridad milenaria y formidablemente difí-
ciles de destruir. Ahora bien, sobre Foucault, circula toda una serie de problemas
que, por una parEe, es el producto de la lectura escolar. Thmbién está el rol de los
libros sobre Foucault, numerosos, frecuentemente salidos de cursos y destinados
a volver allí, los fragmentos escogidos... Y sería necesario ver' en fin, cómo
Foucault circula por gente que no ha leído jamás una línea de é1.
"{Jna denegación de comprensión"
Finalmente, hay gente que no puede leer a Foucault, Porque es insoporta-
ble. Porque en Foucauit se trata de su ser, de las cosas que ellos no quieren
saber. Esto es lo que se olvida siempre en el análisis de la "recepción": para
comprender la recepción, es necesario comprender las fuerzas d.e no-recep-
ción, la negativa de saber, el "odio a la verdad", de lo cual Pascal habla e4
"¿Qtú es hacer lmblar a u¡t autor?" A propósito de Miclwl Foucault
elguna parte. Sartre, en una nota de La Crítica d¿ la razón dialécrica, dice, a
propósito de sus lecturas de juventud de Marx (que no se leía en la Universi-
J" l \ . " - ,^ .^-- .o. . . | í . roclo y no comprendía nada' . Quiere decir con eso que( l . rJ/ .
hrv una comprensión (escolar en general) que es una no-comprenstón, un
hacer-apar iencia de comprender, una denegación de comprensión fundada
en ¡esistencias profundas. Foucault, como todos los pensadores un poco ra-
<licale-o i, subversivos, se ha enfrentad.. y' se enfrenta todavía con formidat' ies
rcsistencias a la lectu¡a.
f)elante de todas las amenazas que encierra la recepción, uno puede PreSun-
rxr, l l luy se¡ainenle) si gn pensador consciente no tiene interés, a veces' Cc
ii,rce¡se i legible -no en el senrido de la gran oscuridad carismática heidegge ro-
l.¡di, le¡i iniana-; quiero decir, hacerse difíci i de leer para intentar tener algunos
vcrcladeros lecto¡es más que esos telribles no-lectores que Parecen ieer. Es una
presunra muy foucaultiana, que debería, creo, plantearse en sus palinodias (por-
,1ue ha evolucionado, ha canrbiado). Al resPecto, las entrevistas son rnuy impor-
ranres, pues hacen ver lo que coexistía con esta suerte de fachada a la cual se es
rcduiido cuando no se riene acceso sino a la parte pública de la obra. (Esro
consriruye otra diferencia entre los contempciáneos y la posteridad: una obra no
es acccsible en totaiidad sino a título póstumo; los contemporáneos no i ienen
acceso sino a una plte ínfima de ia obra -ignoran la mayor parte de las enrrevis-
tas, la correspondencia privada, etc.- y' si puedo decirlo, golpe por golpe' en el
orden cronológico, y no de un golpe, uno inttt ito, como en las obras completas')
Todo esto conduce a conciuir con una exhortación a la duda sobre la posibi-
l idad de recibir realmenre una obra, que es la condicién de una recepción no
demasiado mala, acriva, práctica, ño fetichista, destinada no a una suerte de
encantamiento cuitural alrededor del autor sino a un uso activo del autor' en una
práctica que puede ser científ ica, que quizás también puede ser de juicio"'
'*.
205
Pierre Bourdieu y Loic Wacquant.Sobre las astucias de larazón imperialista*
Tf I imperialismo cultural descansa sobre el poder de universalizar los
-L p"rti.,.rlarismos ligados a una tradición histórica singular, haciéndolos
desconocer como rales.r Así, del mismo modo que en el siglo XIX cierto
nú*ero de cuestiones llamadas filosóficas que eran debatidas como universa-
les, en toda Europa y más allá, tomaban su origen, como lo ha demosuado
muy bien Fritz Ringer, en las particularidades (y los conflictos) históricas
propias del universo singular de los qniversitarios alemanes,2 ho¡ muchos
iOpi.o, directamente surgidos de confrontaciones intelectuales lif;ados a la
particularidad social de la sociedad y las universidades americanas son im-
puesras, bajo formas en apariencia des-historizadas, aJ conjunto del planeta.
Exos lugares cornunet en el sentido aristotélico de nociones o de tesis con las
* "Sur les ruses de la raison impérialiste", Actes d¿ h recherche en sciences socidlzs, l2l'I2?- marzo
-,- de 1998, PP' 109-1 iB.
_ l. Es meior decir de entrada, para eviiar todo malentendido -y descartar'ia acus?ción de
,' "antiamericanismo"- que nada es más universal que la pretensión a lo universal o, más precisamentq
a la universalización de una visión del mundo particular, y que la demostración esbozada aqul
valdría, mutatis mutandipara orros campos y otros pafses (especialmente Francia: cf' P Bou¡dieu,
.Deux impérialismes de l'universel", en: c. Fauré yT. Bishop (eds.), L'Amérique d.es hangais,Ptts,
Ed. Franqois Bour in, 1992).
2. F. Ringer, The decLine offu Mandarins, Cambridge, Cambridge Universiry P¡ess' 1969'
,t
..-i¡¡. *'*l*
Pierre BourditLt
añles se argurnenta p.-ro tobre /as ata[cs no se argumenta, o, e n otros términos,esos presupuestos de ia discusión qlre permanecen indiscuri<1os, deben unaparte de su fu.:¡za de convicción al hccho de que, al circular como libros deixito en coloquios unive¡sitarios' como inforrnes de expertos en ic-visras semi-científ icas, como haiances de ccmisiones en tapas de revistas, están presenresen rodas parres a la vez, de Berlín a Tokio, y de ir4ilán a l!4éxico, i, sonpoderosamente rel"r 'atlos por esos lugares pretendidameirt€ nruiros que '!onios orsanismos internacionales (raies como la ocDE o i : i comisión eurooea)y los centros de esrudios y de asesoramienro en polít icas pública.. (como elAdam Smith Inst i ture y la Fundación Saint Simon).r
La neutralización del conrexro histórico, que resulta de la circulación in-te¡nacional de los cextcs y del olvido correlativo de las condicio¡res hisróricasde origen, prodr-rce una universalización aparenre quc
' iene a redoblar el
trabajo de "teo¡ización". Suerte de axiomarización ficricia adecuada para pro-ducir la i lusión de una génesis pura, el juego de ias defnicion* previas i 'delas deducciones que apunran a susi i ru i r la apar iencia de la nccesidad lógica,por la contingencia de ias ¡recesidacies sociológicas denegacias, trendc a ocul-tar las raíces histó¡icas de todo un conjunto de cuestiones y de nocroncs quese dirán fi iosóficas, .sociológicas, hisróricas o polít icas, según el canrpo derecepción. Así planetar izadas, mundial izadas, en el senr ido esrrrcramenregeográfico, por el desarraigo, ai mismo riempo que desparticularizadas por elefecto de falsa ruptura que produce ia conceptualización, esos lugares ccmlr-nes de la gran vulgata planetaria que el machaque mediático rransfo¡¡na poco a
3. Ent¡e ios l ibros que test imonian csta McDcnaldización rastre¡:a dei pensanicnto, sc puedccitar la icremiada clirisia de A. Bloo¡¡r, T'/r closing of cle American Mind, Neu,vrrk, simon &Shustcr, 1987, inmediatarnente traducidr¡ al francés en Juilliard ba¡o cl tírulo L'ánte dcs¿rntée(1987),y c l panf lcto rabioso del inmigrado indio neo-conservador (v biógrafo dc Rcagan) s i to encl llanhatta¡r Lrstirute, D. DiSouza, I/liberal Educatia¡t; The Palitiu af Race and Scr on Cantptu,NewYcrk,'flre Frce Press, 199i, r¡aducido ai lrancés ba.jo cl título J.'Education conrre /es libertés,París, Gal l imard (colccción le Messager) , 1993. Uno dc los mejores índiccs para jCent i f ica¡ lasolrras que ¡;articipan dc esta nueva c.lov.a inteiectual con pretensión planctarie es ia celrri/d¡!to¡almentc in l rccuen¡c corr la cual son traducidas y publ icadas en el cxrranjero (sobre ror1o, porcom¡raracir ln c, :n las obra.s c ient í f icas). Para una vis ión nar iva dc conjunro dc Ia suerte y desqraciade las unive¡sidades amcricanas hoy, ver el rccicn¡c nú¡nero de Daer/dlus consagra<lo a "Thc
Amcrican Academic l ) rofcssion", n" 126, otoí io ae 1997, especialrnenre I l . Clark, "snral l \ {br ld-s,Di f fcrent \ \br lds: T 'hc uniqucncss and - l ioubies of American Academic profcssion", pp. 21,42, vI l Al tbach, 'An Intc¡nat ional Acede¡nic Cr is is? The Amcrican Profcsor i r rc in Comparar ivePcrspcct ivc ' l , pp. 3 i Í -388.
Pierre Bourdieuy l.oicwacquant. sobre las astucias de ln razón imperialista
poco en sentido común universal, llegan a hacer olvidar que ellos han tenido su
origen en las realidades comPiejas y controvertidas de una sociedad histórica
particular, tácitamente constiruida en modelo y en medida de todas las cosas.
Así sucede, por ejemplo, con el debate vago y f lo jo alrededor del
"multiculturalismo", término que, en Europa, ha sido sobre todo uti i izado
para designar el piuralismo cuitural en la esfe¡a cívica, mientras que en los
Estados Unidos remite a las secueias Perennes de la exclusión de ios negros y
a la crisis de la mrrología nacional del "sueño americano", correlativa del
incremento generalizado de ias desigualdades, en el curso de ias dos últimas
ciécadas.a cr is is que el vocablo "muir icuhurai" d is imuia acantonándola
artif icialmente sólo en el mic¡ocosmo universiario y exPresándola en un re-
gistro ostensiblemente "étnico", rnientras que ella riene por aPuesta princi-
pal, no el reconocimiento de las culturas marginalizadas Por los cánones
académicos, sino el acceso a los instrun'ientos de (re)producción de ias clases
media y superior -en el p,rimer rango de los cuales figura la universidad- en
un contexto de l iberalización masivo y multiforme del Estado't
A través de esre ejemplo, puede verse de paso que, entre los productos
culturales difundidos a escala planetaria, las más insidiosas no son las teorías
de apariencia sistemática (como el "f in de la histori d' a ia "globaiización") y
lu, n,irion", del mqndo filosóficas (o que se pretenden comrr tales, como el
"posmodernismo"), en resumidas cuenras fáciies de identifrcar. Son más bien
térrninos aislados con apariencia técnica, tales corno la "flexibil idad" (o su
versión lrritánica, la "empieabil idad"), que, por el irecho de que condensan y
4. D. Massey y N. Denton, American Apartheid, París, Descanes ei Cie, 1996' orig' 1993 M'
v,lxers, Etnic Options, Berkeley, universiry of california Prcss, 1990; D. A. Hollingu er, Postethnic
America.NervYork,BasicBooks, 1995;yJ.Hochschi ld, f :acinguptotheAmericanDtc¿m:Race,
ckss,aneithesoulofdrNation,Princeton,PrinceronuniversiryPress, 1996;Paraunanálisisde
conjunro de esta¡ cuestiones que a justo título saca a la luz su anclaje y su recurrencia históricos'
D. L¿corne, La crise ¿ie l'identité americaine. Du mehing pot du nultitulruralime, Pxís, Ftyerd,
t9)7.
5. Sobre el impcrarivo de reconocimiento cukural, c. Tayloa Multiculturalism: &aminittg the
Politis af Rrognition, Princeton, Princeton universiqv P¡ess, i994, y los textos compilados y
p,"r.n,"dos por T, Col.lberg (ed.), M*tticuhuralism: A Critical Re¿der, Cambtidgc, Blackwel!'
lgg4; sobre el entorpecirnienro t{e las esrrategias de perperuación de la clasc mcdia en los Estados
Unidos, L- V/acquant, "La generalisation de I'insecuri¡é salarial cn Arnérique: rcstrucrurations
d'enrreprises ct crise de reproduc ríon socia]" , Actes de l¿ recherchc en scicnces ¡ociabs, I I 5 ' diciernbre
Je lgg6, pp. 61-79; el malesrar profundo de la clase media amcricena está bicn dcscrito por K
Newman, Declining Fornner, New York, Basic Boola, 1993'
*s*4
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{É
i
207
vehiculizan roda u¡ra fi losofía del individuo y de la organización social, son
adecuadas para fi.rncionar como verdaderas contraseñas políticas (es este caso:
el "Estado mínimo", el estrechamiento de la cobertura social y la aceptacién
de la general,ización de la precariedad salarial como una fatalidad, inclust,
como un bcneficio).
Se podría analizar, también, en sus pormenores, la noción fueriemenre
polisémica de "mundializacíón", oue tiene por efecto, si no por función, aho-
gar en el ecumcnismo cuitural o cl fatalismo economista los efbctos del impe-
rialismo, y hacer aparecer una relación de fue¡za transnacionai como una
necesidad natural. Al término de una inve¡sión simbólica fundada sobre la
naturaiización de los esquernas del pensamiento neoliberal, cuya domina-
ción se ha impuesto después de veinte afios gracias a la labor de zapa de los
think runbs conservadores y Ce sus aliados en los campos polít ico y periodís-
tico,6 el remodelamiento de las relaciones sociales y de las prácticas cultura-
les de las sociedades avanzaáas conforme al patrón norteamericano, fundado
en la pauperización del Estado, la mercantil ización de los bienes públicos y
la generalización de la inseguridad social, es aceptado hoy con resignacirin
como el desenlace obligado de las evoluciones nacionales, cuando no es cele-
brado con un entusiasmo borreguil que recuerda extrañamente el entusias-
rno por América qu: había suscitado,.hace medio siglo,sl plan Marshall en
una Europa devastada.T
Numerosos temas afines aparecidos recientemente sobre la escena inte-
lectual europea, y singularmente parisiense, han atravesado así el Atlánticr:;
ya sea con toda claridad, ya sea de contrabando, con la ayuda del ¡etorno d.
influencia que goz¿n los productos de la invesrigación americana, tales comc
lo "polít icamente correcto" -paradójicamente uti l izado, en los medios inte-
iectuales franceses, como instrumento de reprobación y de represión contra
6. P Grémion, Preuues, une reuue europdenne i Paris, París, Julliard, 1989; Inte/ligence rit
!'anricommunisme:bCongréspourl¿libertéde IaculrureiParis,Fayard, 1995:l.A.Smith, Tl¡eLle¿
Brokers: Think Thnhs and thc Rise of the Nau Police Elite, New York, The Free Press, 1991; K. Dixon,
"Les Evangéiisres du N'farché", Liber, 32, septiembre de 1997, pp. 5-6.
7. Sobre la "mundial ización" comc¡ "proyecto americanc", N. Fl igstein, "P.héror iques et réal i tés de
la "mondialisaríon"' , Artes d¿ la recherche en sciences social.cs, I 1 9, septiemb re áe 1997 , pp. 36-47:
sobre la fascinación ambivaiente por América en el período de posguerra, L. Boitanski, "Amcric:,
Ar"¡ica, Lc plan Marshall et l' importation du'management"', Actes de la recherche en sclencet'
soci l bs,38, 198 I , pp. l9-4! ;y R. Kuisel , Seducingthe French: The Dibmma ofArner icanizat ion.
Bcrkele¡ Unive rsity of California Press, 1993.
toda veleidad de subversión, especialmente feminista u homosexual- , c- , c l
pánico moral a l rededor de la "ghet ización" de los barr ios l lamados "dc
inmigrantes", o incluso ei moral ismo -que se insinúa por todas partes, a
rravés de una visión ética de la polít ica, de la familia, etc., que conduce a
una suer¡e de despolit ización principista cle los problemas sociales y polí-
t icos, así vaciados de toda refe¡encia a toda especie de dominación-, o, por
último, Ia oposición devenida canónica, en las regiones del caÍnpo intelec-
tual más próximas del per iodismo cul¡ural , ent¡e el "modernismo' y el
"posmodernismo" -que, fundado sobrc una releccura ecléct ica, s incrét ica 1 'la mayoría de ias veces deshistorizada y muy aproximada de un puñado de
autores f ranceses y alemanes, está en trance de imponerse, en su Forma
americana, a los europeos mismos.s
Sería necesario hacer un lugar aparte y otorgar un desarroilo más importante al
debate que opone hoy a los "liberales" y a los "comunitarios"e (otros tantos térmi-
nos directamente transcriptls,y no traducidos, del inglés), ilustración ejempiar del
efecro defalsa rupnray defaha uniuersalización que produce el pasaje al orden del
discurso con pretensión filosófica: definiciones fundado¡as que marcan una ruptu-
ra apare¡rte con los particularismos históricos que Peirnanecen en un segundo
plano del pensamiento del pensador históricamente siruado y datado (¿cómo no
ver, por ejemplo, como se lo ha sugerido varias veces, que el carácter dogmático de
la argumentación de Rawls a favor de la prioridad de las libertades se explica
por el hecho de que atribuye tácitamente a los Partenaires, en su Posiciónoriginal, un ideal latente que no es otro que el suyo, el de un universitario
americano, atado a una visión ideal db la democracia arnericana?);r0 presu-
puestos antropoiógicos antropológicamente injustif icables, pero dotados de
toda la autoridad social de la teoría económica neo-marginalista de la cuai
han sid,¡ tomados; pretensión a la deducción rigurosa, que permite encade-
nar Formalmcnte consccuencias infals i f icables s in exponerse a encontrar ia-
más la menor refutación empír ica; a l te¡nat ivas r i tuales, e i r r isor ias, entre
8. Este no es el único caso en que, por una paracioja quc manifiesra uno de los efectos más típicos
de ia dominación simból ica, numerosos tópicos que los Btados L, tn idos exponan e imponen en
todo el universo, comenzando por Europa, tran siCo tomados prestado a aquellos mismos que Ios
reciben corno las lormas más avanzadas de ia ¡coría.
9. Para una bibliografia del inmenso debate, ve¡: Philosopby &ocia! criticism, t/q v. 14, I 988, speci"i
issue, Uníversal ism vs. Communitar ianism: contemPotary debates in ethics.
10. H. L. A. Harr, "Rawls on Liberry and its Prioriry", en: N. Daniels (cd.)' Re,tding Ra¿sÁ, Nerv
York, Basic Books, 1975, pp.238-259.
208 209
Pierre Bourdieu
aromisias-individuaiistas y holistas-colectivistas, y tan visibletnente absurdas
que obligan a inventar "holistas-individualisras", para colocar a Humboldt, o
"a¡onristas-colectivistas"; y todo en una extraordinaria jerga, una tetrrble lingua
fanca incernacionai, que permitc iarrcar, sin jamás tomarlos cn cuenta cons-
cientemente, rodas las particularidades y los particularismos asociados a las
tradiciones ftosófcas y po!íticas nacionales (de tal modo que pueden escribir
liberty entre paréntesis después de la palabra libertad, pero aceptar sin proble-
ma barbarismos concepruales como la oposición eir.Lre lo "procedual" y lo
"sustancial"). Este debate y ias "teorías" que oPone, y en¡re las cuales sería en
vano rrarar de inrroducir una elección poiítica, debe sin duda una parte de
sll éxito entre los filósofos, conse¡vadores Particularmente (y especialmente
católicos), al hecho de que ellos tienden a reducir la política a la mo¡al: el
inmenso discurso sabiamente neutralizado y políticamente des-¡ealizado que
suscita, ha venido a relevar a Ia gran iradición alemana de la Antropologia
filosófca, paiabra noble y falsamenre profunda de denegación (Wrneinung)
que ha sido duranre mucho tiempo pantaila y obstácuio, en cualquier parte
donde la filosofía alemana podía afirnea¡ su dominación, a toclo anáiisis cien-
tíf ice del mundo social.rr
En un dominio más próximo a las realicades políticas, un debate como el de
la"razi' y de la identidad da lugar a inrrusiones etnocénrricas semejantes. lJna
representación histórica, nacida del hecho de que la tradición americana pega Ia
dicoromía enrre blancos y negros de manera arbitraria sobre una realiiiad infini-
ramenre más compleja, puede incluso imponerse en países donde los principios
de visión y de división, codificados o prácticos, de las diferencias étnicas son
totalmente diferentes I 9ue, como Brasil, eran considerados todavía reciente-
mente como contra-ejemplos del "modelo americano".l2 Conducidas por ameri-
canos o latinoamericanos formados en los Estados Unidos, la mayor parte de las
investigaciones recienres sobre la desigualdad etno-racial en Brasil se esfuerzan
por probar que, conrrariamente a la imagen que los brasileños se hacen de su
nación, el país de las "tres tristes raz¿s" (indígenas, negros descendientes de los
esclavos, blancos provenienres de la colonización y de las oleadas de inmigración
I l. Desde este punto de vista, bajamente scciológico, el diálogo entre Rawls y Habcrmas, de los
cuales no es exagerado decir que son casi equivalentes a la tradición filosófica, es altamente
significarivo (cf., por ejemplo, J. Haberrnas, "I{.econciliation through the Public Use of Reason:
Remarks on Political Liberzlísr{,Journal of Philosopby, 1995' 3' pp' 109-l3l'
t 2. Segun el esrudio clásico de C. Degler, Neirher Blacb Nor Vhite: Shuery and Race Rcl"ations in
Brazil and the (Jnited st¿.tcs, Madison, universiry of wisconsin Press, I 99 5, I " Publ. I 974.
Pie rre Bau'riieu l, Loilc llucrluant. *iltre las astucias de la razón int¡seriulista
europea) no es menos "racista" que ios otfos y que los brasileños "blancos" nt:
t i"rren ,,"d" que envi<iiar a sus Primos norteamericanos etl est(r tema. I)e<-¡¡' ei
rricisti lo ettntascrlrac\o a la brasiieña sería por definición más pen'erso' por di-
sinrulado y'cienegadc'. Esto es lo que pretende' en Orphetts and Pott'¿r't i el
pol i tó logo afro-americano Michael Hancharcl , que' apl icando las categorías
raciales norreamerlcanas a la si¡uación brasileíra, erige la historie particula¡
del movimienro por ios derechos civiies como patrón urriversal ce la lucha de
los qrupos de color opr i rn idos' En lugar de considerar la const i tución dei
"rd"n.ano-.acial b¡asi leño en su propia lógica' est ls invest igaciol les se con-
renran, la mayoría de las veces, con reemplaz-ar en 'L-rloque ei mito nacional de
la "democracia ¡acial" (tal como io expresa por ejemplo la obra de Gilberto
itr.eire),ro por el mito según el cual tc,das las sociedades son "racistas'r. incluso
aquei las .n . i . "no de las cuales las relaciones raciales Parecen' a pr imera
Visra, menos clisrantes y hosti ies. De he¡ramienta analít ica, el concepto de
r,rcisno d.eviene un simple instrumento de acusación; bajo la col-'ertura de
ciencia, es la lógica del proceso jurídico que se afirma (al asegurar el éxito de
liL-.rería, en lugar del éxito cie prestigio)'rt
En un art ícu!o c lásico' publ icado hace ya treinta aíros' e l antropólogo
Charles \Xhgley demostraba que la concepción de la "r¿z-a" en las Américas
adrnite varias definiciones, segúr.r el pcso otorgado a la ascencle¡lcia, a la apa-
r iencia f ís ica (que no se l imi ta al coior de la piel) y al status socir 'cul tural
(profesión, nio.l ,1" ingresos, <liplomas, región de origen' etc') ' en iunción de
la historia d. lff r"l". iones 1,, <le los conflictos entre gruPos en ias diversas
z-onas.¡o Los nortearnericanos son los únicos <¡ue definen la "raz.i ' sob¡e la
úrrica base de la ascendencia i.elio Sólo cn el caso de los afro-americanos: se es
if. hl. Hancha rd, ()r1'heus tzn/ Poutt: 'l"he Jvlouininto Negro tt-f Rio 'Le Jerteiro dnd s'irt l 'aul"'
l9 l r5-1988, Pr incero¡r , I i r inceton Llniversiry Press, 1994 Se encontrará un poderoso antídoto al
vcncno etnocéntrico sobre este tema cn la ob¡a de An¡hon'¡ Maru' h4ahing Rarc and Natíon A
Comparisonofthe{Jnii*lSwes,SouthÁiiuandBrazil'Cambridgc;CambridgeUnivcrsiryPrcss'
1998;quedernuestraquelas<l iv is ionesracialcssonestrechamentctr ibutar iasdelahistor ia
pol í t ica e i< lecl i rs ica del país corrs ideraclo, cada I lstaclo fabr ica de alsuna mencra la concep' ión de
i t"rat . t " que le conviene.
14. G. Fre i¡e, Maítres et esclaucs' París' Gallimarcl' 1978'
j i . ; i )ara c i lándo un l ibro t i ru lado' i .c Brúsi l raciste", scbrc c l lnodclo elc la ol¡r¿ c ierr t í f icanrcnlc
incal i f icablc, , , I -a
Frrnce racistc", de un socir i logo francés más arcnro a las cxpectat ivas dcl <ea: i -o
pcr iodíst ico quc a las cumplci iC'rdcs r lc l ' r rc ' r l?
16. C. \\lrglcll ..On
de (ionccpt oisocial l{acc in Anrérica'', cn: I). I]. Hearh v l1- N- A.dams ic'l*.i,
(.'antanDotúry (iulnras ,zn¿i Sofitics in ILztin ¡lntrrlr¿' Ncw York' llanclonr I ft;u:c' I ()ó5' pp' 531"5'15'
.,negro" en Chicago, Los Ángeles o Atlanra, no por el color de su piel sino por
el hecho de tener uno o varios antepasados identif icados como negros' 15
decir, al término de la regresión, como esclavos. Estados unidos no es la
única sociedad moderna que apl ica la one-drop rule y el pr incipio de
"hipodescendencia", según el cual los hi jos de una unión mixta se ven
automá¡icamente asignados al grupo inferior (aquí, los negros). En Brasil, la
idenridad racial se define por referencia a un continilt¿m de "color", es decir,
por la aplicación de un princrpio Ílexibie o vago que, al romar en cuenra
rasgos físicos co¡no la rextura del cabello, la forma de los labios y de ie nariz
y ia posiciin de clase (los ingresos y la educación, especialmente), engendran
un gran número de categorías intermedias (más de una decena cataiogadas
luego del censo de 1980);' no ocasibn"n ostracismo radical ni estigmatiznción
sin remedio. Tes¡imonian ello, por ejemplo, los índices de segregacién exhi-
bidos por las ciudades brasileñas, muy.claramente inferiores a ios de ias me-
trópoiis norteamericanas, y la ausencia viltual de estas dos lo¡mas típicamen-
re norteamericanas de violencia racial, que son el l inchamiento y el motín
urbano.rT Totalmente opuesto, en Estados Unidos no existe categoría social y
legalmente reconocida de mestizo.ro Se está en relación con una división que
se emparenra más con las de las castas deJitzitiudntente d.-fnidas 7 delimitadas
(como prueba, la tasa de casamientos mix¡os excepcionalmente baja -menos
del 2o/o de los afro-americanos contraen uniones "rnixtas"-, contra cerca de la
mitad de las mujeres de origen hispánico o asiático) que se intenta enmasca-
rar di luyéndoia por la "giobal ización" en el universo de las v is iones
diferenciantes.
¿cómo explicar que puedan enconrfarse así elevadas, tácitamenre, al ran-
go de parrón universal -con relación al cual debe ser analízaáa y medida toda
situación de Corninación étnica-,rt "teorías" Ce las "relaciones raciales que
17.E.E.'Giies, "Race, Ciass, and space in Brazilian cities",lnternationalJourndl of urban ¿nd
Rtgional Research,lg-3, sepriembre de 1995, pp.395-406; y G. A. Rcid, Blachs and\wthts i¡¡ sia
Peulo, l88B-1988, lr4adison, Universiry of 'Wisconsin Press, 1992.
18. F. J. Davis, Vbo is Black? Ane Nationi ilu/e,Universiry Park, Pennsylvania State Pr.ss, 199 1,
vJ. \\|lliamsom , The New Peop/e: ntiscegenation andMul¿noes in the United States, NewYork, Ner.'
/cr¡k Universin' Press, 1980.
i9. Esre sratus de patrón universal, de "me¡idiano de Greenwich", con relación al cual son
cvaluadcs ios aval lccs,, ' los rctrasos, los "arcaísmos" y los "moCernismos" ( la vanguardi:1, es utt:
cle las propiedadcs universales de los que dominan simbólicamente un universo (cf. P. Casanova,
L'espare líxértire inrernational, Thése de doctorat, París, I 997).
son transfgt¿raciones conceptualizltdas, y renouadas sin cesar por las nccesicle-
des de acrualización, de estereotipos raciales de us,¡ común que no son ellos
mismos sinn justif icaciones primarias de la dominación de los blancos sobre
los negrosi20 E,l hecho de que la sociodicea racial (o racista) haya podido
"mundializarse", en el curso de los últ imos años, perdiendo al mismo tienrpo
sus características de discurso justif icador de uso interno o local, es, sin duda'
uno de los testimonios más ejemplares Cel imperio y del dominio simL'élicos
que los Estados Unidos ejercen sobre toda esPecie de produccién científ ica, y
sobre todo semi-científ ica, especialmente a través del po{er de consagración
que detentan y de los beneficios materiales V simbóiicos que procrrra a los
investigadores de los países dominados, la adhesión más o ¡nenos asumida o
vergonzosa al modelo venido de los Estados Unidos. Pues, uno puede decir,
con Thomas Bendet que los prodirctos de investigación han adquirido una
"esrarura internacional y un poder de atracción" comparable a los "del cine,
de la música popular, delos logiciels y del basketball americano".2r En efecto,
la violencia simbólica no se eierce jamás sin una forma de complicidad (arran-
cada) de los que ia sufren, y la "globalización" de los temas de la doxa socia!
americana o de su transcripción, más o menos sublimada, en el discurso
semi-científ ico no sería posible sin la colaboración' consciente o inconscien-
re, directa o indirectamente interesacia, de todos los "pasadores" e importadores
de productos cuiturales con marca o sin marca (editores, directores de insti-
tuciones culturales, museos, óperas, galerías, revistas, etc.) que, en el país
mismo o en lo-s países "blancos", proponen y propagan, Frecuenremenre ccn
total buena fe, los productos culturales americanos que, sin estar explícita-
inente concertados, acompañan, orquestan y a veces incluso orqanizan el
proceso de conversión colectiva a ia nueva lv{eca simbólica-22
20. James McKee demuesrra a la vcz, en su libro maestro, Sociologt and the Race Problem: 'I"hc
Failure of a Perspeoiue,llrbana and Chicago, Universitl cf lll inois Press, 1993, Por Ltna Parter que
esras reorías con pretensión cicnt í f ica retoman ei estereot i i . de la infer io¡ idad c, t l tural de los
negros f por orra parre, que se han revelado singularmente inaptas para producir, luego para
explicar, la movilización ncgra de la pre-guerra y los tumultos raciales de los años '60.
21. T. Bendcr, "Pol i r ics, in¡el lect , and the American Universiry, 1945-1995' ' . Da' , . "¿l t ts, l )6,
invierno áe 1997, pp. l -38; sobre la importación de la temát ica del ghetto en el dcbate ¡eciente
en rorno a la c iudacl v a sus malcs, L. \ facquant, "Pour en f in i r avec le m; ' the des'c i ¡ ' : " - i 'hct tos ' :
les différences entre la Fránce et les Etats-Uni s" , Anna/es dc l¿ recherche urbaine,52, scriemb¡e dc
1992, pp.20-30.22. Se cncontrará una descr ipción ejemplar dcl Proceso de ¡ranslerencia del poder de ct 'nsa¡¡ración
de París a NcwY<¡rk en mareria de artc de vanguarciia en el libro clásico de Serge Guiibaut, Hoz'
2t2 2t3
Pierrc Bottrriieu
Pero todos estos mecanismos que tienen por efecto fiuoreccr una verdade-
ra "globalización" de las problemáticas americanas,'(lue dan a.sí razón, sobre
un punto, a la creencia an.iericano-céntrica en la "globalización" -crrtendida,
simpiernente, como americttnizdción del mundo occidental ! ' , poco a poco,
de todo el universo-, no bastan Frara explicar la rcndencia del 1.¡1¡,¡6 de vista
arnericano -científ ico o semi-científ ico- scb¡e el mundo. a imponerse comc,
punto de vista universal, sobre todo cuando se trata de cuestiones conro ia de
la "raza", en la que la part icular idad de la s i tuación americana es parr icular-
mente flagrante y está particularmente lejos de ser ejemplar. Se oodría aún
invocar, evidentemente, e l ro l motor c lue iuegan las grandes fundaciones
americanas de fi lantropía y de invesrigación en la difusión de la doxa raciai
norteamericana, en ei seno del campo universitario brasiieño, tanto al nivel
de las representaciones como de las prácticas. La Fundación Rockefeller f i-
nancia un programa sobre "Raza y etnicidad", en la Liniversidad Federal de
Río de Janeiro, así como el Centro de estudi<.¡s afro-asiáticos (v srr revista
Estudos Afro-asiático.r) de le Universidad C¡ndido Mendes, para lar'.,recer los
intercambios de investigadores y de estudiantes. Impone co¡ro condición de
su asistencia que los equipos de investigación obedezcan a los criterios de
afirntatiue ltction a la americana, lo que plantea probiemas espinosos, ya que,
como se ha visto, la dicotomía blanco/negro es de apl icación, por lo menos,
arriesgada en la sociedad brasileña.
Además del rol de las fundaciones fi lantrópicas, es necesario, por úit imo,
contar, entre los factores que contribuyen a la difusi<jn del "pensamiento
USA" en ciencias sociales. la internacionalización de la edición r¡niversitaria.
La integración creciente de la edición cle los l ibros académicos en lengua
inglesa (desde entonces vendidc¡s, f¡ecuentemente, por las mism:rs editoria-
les, en los Esrados Unidos, en los diferentes países del antiguo Cctmmonrvealth
británico, pero también en los pequeños países políglotas de la Unión Euro-
pea -- ta les,como Suecia y Holanda- y en las .sociedades niás directamente
sometidas a la dominación cultural americana) y la desaparición de la fronte-
ra entrc edición universiraria y edición comercial han contribuido a alenta¡
la puesta cn c i rculación de térni inos, t€mas y t ropos de fuerte c i rculación
descontada o constatada que, recíprocamente, deberr su poder de atracción al
simpic heciio dc su muy amplia difu.sión. Por ejcrnplo, la importarrte editorial
NewYorh Stole the lc/ea ofModzrnÁrt: Abstntct ImVres.¡ionism, Í|eedom, and the CoLlWdr, Chicago,' fhc Universiry Chicaqo Press, 198i .
ft
Piene Bourclíeu y LolcWacquant- Sobre las astucias de la razón imperialista
medio-comercial, medio-universitaria (lo que ios anglosajones llaman cnossouer
pres),Bastl Blackwell no duda en imPoner a sus autores títulos acordes a este
nuevo sentido común planetario que contribuye a foriar so caPa de hacerse
su eco. Tal es el caso de la compilación de textos sobre las nuevas formas de
pobreza urbana en Europa y en América reunidos en 1996 por el sociólogo
italiano Enzo Mingione, que se ha visto aParecer con el título [Jrban Pouerry and
the {Jnderclass, contra la opinión de su responsable y de los diversos contribuyen-
res, puesro que toda la obra tiende a demosrrar la vacuidad de la ncción de
underc/ass (Blackrvell ha rechazado, incluso, ponerlo enrre comillas). '3 En
caso de reticencia muy marcada de los alltores' Basil Blackwell tiene el buen
juego de prerender que un título que arrae es el único medio de evira¡ un
precio eievado que, de todas formas, mataría al iibro en cuestión' Así, deci-
,i"rr.u de pura políi ica de mercado editorial orientan la investigación y la
enseñanza universitarias en el sentido de la homogeneización y de la sumi-
sión a las modas venidas de América, cuando no hacen decididamente existir
"disciplinas" como los culnral srudies, dominio híbrido, nacido en los años
'70 en lnglaterra, que debe su difusión inrernacional a una polít ica de pro-
paganda editorial exirosa. fuí, el hecho de que esra disciplina esté ausente de
los campos universitario e intelectual franceses no ha impedido a Routledge
publicar un compendio titulado French Cultural Studies, sobre el modelo del
British Cultural Studies (existe también un tomo de German Culrural Studies)'
Y se puede predecir que, en virtud del principio de partenogénesis étnico-
"ditorial ". togn ho¡ se verá denrro de poco aparecer un manual de French
Arab cuhural sndies, que haga pareja con su primo de más ailá de la lr4an-
cha, Black British Cultural Stadies.
Pero todos estos facrores reunidos no pueden dar razón comPleramente
de la hegemonía que la produccién americana ejerce sobre el mercado mun-
dial. Por ello, es necesario romar en cuenta el rol de algunos de los responsa-
bles de las estraregia s de import-expolt co^ceptual, mistificadores mistificados
que pueden vehiculizar sin saberlo la parte oculta -y frecuentemente maldi-
; J. los productos culturales que h¿cen circular. ¿Qué pensa¡ en efecto, de
23. E. Mingion e, (Jrban PouertT and the {Jndercksf A l?eader, oxford, Basil Rlackwell, 1996' No
se trata aquí de un incidenre aisla<lo: en cl mismo momcnto en quc estc anlculo parte a impresión,
la misma casa ediroria.l ha encablado un combate ñrrioso con los urbanólogos Ronatd van Kempen
y Perer Marcuse, a fin de quc ésros cambie n el rítulo de su obra colectiva, The Partitioned cit1, pot
Globa/izing Citiet.
?15
esos investigadores americanos que van a Bra.sil a alentar a los líderes del Moui-
miento Negro a adoptar las tácticas dei movimiento afro-americano de defensa
de los derechos civiles y a denunciar la categoría de pardo (término intermedio
ettfe br1nc4 blanco, y preto, negro, que designa a las personas de apariencia
física mixta), a fin de movilizar a todos los brasileños de ascendencia africana
sobre la base de una oposición dicorómica entre "afro-brasileños" y "blancos",
en el momento misrno en que, en los Estados Unidos, los individuos de origen
mixto se movilizan a fin de obtener del Estado americano (comenzando por la
Oficina de empadronamiento) el reconocimiento oficial de los ame¡icanos
"mestizos", dejando de ordenarlos a la fi:cr¿a bajo la única etiqueta "negro"?24
Semeiantes constataciones autcrizan a pensar que el descubrimiento tan re-
ciente como súbito de la "elobalización de la razi'2t resuka, no de una brusca
converg€ncia de los modo, d. do*in.ción e¡no-racial en ios diferentes países,
sino de la cuasi-universalización del folb concept norteamericano cle "raza" bajo
el efecto de la exportación mundial de las categorías científicas americanas.
Se podría hacer la misma demostración a ProPósito de la difusión inter-
nacional del verdadero-falso concepto de underclass que, Por un efecto de
allod¿xia transcontinentai, ha sido importado por los sociólogos del viejo
cont inente más deseosos de formarse una segunda . iuventud cientí f ica
surfeando sobre la oleaCa de popularidad de los concePlos made in USA'26
Para avanzar rápido, los investigadores europeos entienden "clase" y creen
hacer referencia a una nueva posición en la estructura del espacio sociai urba-
no, mientras sus colegas ame¡icanos entienden 'under" y piensan en un rnon-
tón de pobres peligrosos e inmorales, en una. óptica resueltamente victoriana
y racistoide. Sin embargo, Paul Peterson, Profesor de politología en Harvard
y director del "Comité de investigación sobre la underclass urbana" del Social
Science Research Counci l ( f inanciado al l í también por las fundaciones
24.J.M.Spencer, TheNetaYorhCobredPeoplt:ThelvtixedPtzce MouementinAmerica,NewYork,
New Ycrk Universiry 1997, y K. DaCosta, Rtmahing "P¿ce": Social Bases anC Implications of de
Muhiracial Mouement in Americ¿, Thése de doctorat, Unir.ersité de Calilornie, Berkele¡ 1998.
2-. H. Wina¡t , "Racial Formacion and Fiegemony: Global and L¡cal Dcvclopments", en: A'
Rartanski y S. V/esrwood (eds.), Racism, Idtntiqt, Ethniciry, Oxford, Basil Blac¡¡e ll, 1994, e ibidetn,
R¿ci,tl Corditior:r, Minneapolis, Llniversiry of Minnesota Press, 1995.
26. Como lo habla señalado hace va algunos añosJohn lfestergaard en su alocución presidencial
anre la British Sociological Association: 'About and Bcyon the Underclass: Some Notes on the
Influencc of üe Social Clirnate on British Sociology Today", Sociolcg1,26-4, julio-setiembre de
r992, pp. 575-587.
Rockefbller , ' Ford), no deja suL,sistir ningún equívoco cuando resume, con
aprobación, 'las enseñanzas de un gran coloquio so,bre la ztndirc/¿ss mantenido
en 1990 en Chicago, en estos términos, que prescinden de todo comentario:
"El sufi jo 'class'es el componente menos interesante del término. Aunclue
implica una relación entre dos grupos sociaies, Ios términos de esta relación
quedan incieterrninados mientras que no se agregue a él el término más fami-
Iiar'under'. '(Jnder' sugiere algo de bajo, de vil, de pasivo, de rcsignado y, al
mismo tiempo, algo de vergonzoso, de peligroso, de disruprivo, de sombrío,
de maiéfico, incluso de demoníaco. Y, además de estos at¡ibutos personaies,
implica la idea de sumisión, de subordinación, y de rniseria"2T
En ,ada campo intelectual nacional, se encuentran "pasadores" (a veces
uno solo, a veces varios) para retomar este mito sabio y reformular en estos
términos aiienados la cuestión de las reiaciones entre pobreza, inmigración y
segregación en sus países. Así, no tienen mayor importancia los artículos y
obras que se proponen probar --o invalidar, lo que viene a ser casi lo mismo-,
con una bel la apl icación posi t iv ista, la "existencia 'de este "gruPo" en tal
sociedad, ciudad o barrio, a partir de indicadores empíricos la mayoría de las
veces mal construidos y mal correlacionados entre ellos.z8 Pues, plantear la
cuestión de saber si existe una underclass (término que ciertos sociólogos fran-
ceses no han dudado en traducir como "tous'cl4sse", esperando sin duda ín-
troducir el concepto de sous-l¡ommrs) en Londres, Lyón, Leiden o Lisboa' es
suponer -{omo mínimo-, Por una Parte, que el término está dotado de cier-
ra consistencia analítica y, por otra pafte,, que tal "grupo" existe perfectamente
en los Esrados Unidos.2e Pues la noción medio-periodística y medio-científica
de underclass esrá tan desprovista de coherencia semántica como de éxistencia
27. C. Jenls y P. Peterson (eds.), The [Jrban Undertlass,'ü'ashingron, Brookings Insti¡tttion,
1999, p.3.28. Pueden considera¡se trer ejemplos entre muchos otros: T Rodant, 'An Emerging Ethnic
Underclass in the Nether lands? Some Empir ical Evidence", New Communiry, 19-1, octubre de
1gg2, pp. 129-141t J. Dangschat, "Concenrrar ion of Poverry in the Landscapes of 'Boomrown'
Hamburg; fhe Creation of a Nerv Urban Underclassi", Url¡an Studies, 31'77 , agoxo de 1994' pp'
I ts3-1147; v C. 'L Vhelm, " lv{arginai izat icn, Depr ivat ion, and Fatai ism in rhe Repubi ic oi
Irelanci: Class and Unde¡class Perspectives", European Socio/ogica/ Reuiew, 12-1, mayo de 1996,
f , . "3-51.
29. Tomándose muciro rrabajo para argüir una evidencia, al hecho de que el concepto dc urder:lcss
no se apliqrrc en las ciu,' des francesas, Cvprien Avenel acepta y re[uerza. la idea preconcebida
según la cual éste sería operator io en los Estados Unidos (" l -a quest ion del 'undercl¿:s dct deux
c6tés dc I'Atlantique", Sociclogie du tr¿t,ttil, 39-2, abrtl de 1997 , pP. 2,l-237).
7"16 2r7
Pierre Bourdieu
social. Las poblaciones heteréclitas que ios investigadores americanos inclu-
yen habirualmente bajo este término :tributarios de la asistencia social y
desocupados crónicos, madres solteras, familias monoParentales, desechos
del sistema escolar, crirninales y gangsters, drogados v desalojados, cuando no
rodos los habi tantes del ghetto a granel- no deben ser incluidos en esta
categoríafouTr€-tout sino por el hecho de que son percibidas como otias tan-
tas desrnentidas ¿ivientes del "sueño ame¡icano" de éxito individual. El "con-
cepto" emparentado de "exclusión" es comúnmetlte empleado en Francia y
en numerosos otros países europeos (bajo la influencia de ia Comisión Eu¡o-
pea especialrnenre), en la f rontera de los campos pol í t icos, per iodíst ico y
científico, con funciones simiia¡es de des-historización y de despoiirización.
I-o que da una idea de la inanidad de la empresa que consiste en retraducir
una noción inexistente por otra más que incierta.30
La underclass no es) en efecto, sino un grupo ficticio, producido sobre el
papel por ias prácticas de clasificación de los científ icos, periodistas y otros
exp€rtos en gestión de los pobres (negros urbanos), que comulgan en la creen-
cia en su existencia porque es adecuada para restituir una legitimidad científica
a unos y un tema polít icamente rentable a los otros.3r Inapto e inepto en el
caso americano, el concepto de importación no apo¡ta nada al conocimiento
de las sociedades europeas. En efecto, los instru¡nenios y las modalidades del
gobierno de la miseria están lejos de ser idénticos en los dos lados del Adánti-
co, sin hablar de las divisiones étnicas y de su status político.32 De ello se deriva
que las "poblaciones con problemas" no están definidas ni tratadas de la misma
manera en Estados Unidos y en los diferentes países del viejo mundo. Y lo más
extraordinario es, sin duda, que, según una paradoia ya encontrada con motivo
de otros falsos conceptos de la vulgata mundializada, esta noción áe und¿rclass
que nos liega de América ha nacido de hecho en Europa, exactamente igual que
la de ghetto, la que tiene por función ocultar en rczón de la censura política
severa que pesa sobre la in.¿estigación de la desigualdad urbana y racial en ios
30. N. Herpin, "iiunderciass dans la sociologie américaine: exclusion sociale et pauvreré", Reuue
.fra n¡a ise de .r ocío logit, 3 4 -3, julio-setiembre de i 993, pp. 421 -439.
31. 1, . \ fácquanr, "Luncierclass'urb, . r ine dans I ' imaginaire social et scient i f ique américain", en: S.
Paugam (ed.), L'extlttsion: l'état ¿hs sttuo¡¡,r, París, Editions i-a Découvcrte, 1996, pp. 243-262.
32. Esras di ferencias se e¡ l raízan en z.ócalos his¡ór icos profundos, como Io indica la lcctu¡a
comparada de los trabajos de Giovanna Procacci y N4ichael Ka¿: G. Procacci, Couuerner Ia
mishr: k question socialc eti France, I 739- I B4B, París,.Seuil, 1 993; y M. Kar¿, In the Shadou, oJ'the
Poorhoue. A Hisrory of\W(ire in Antrica, Nev; York, Basic Books, 1997, nueva edición.
l,i¿rrc Br¡Lt rr! ic ¡ r 'r' Loic l\'t.icr ¡ n! tt. Sol)r¿ kts ri stttcit¿s tle la rt¿:ó tt i ttt¡terialista
Lsrados Unidos. Es ei economista Gutina¡ l '{yrdai quien la había forjado cn los
años'60, a partir de1 sueco cndel¿/ass. Pero su intención era entonce-s describir
el proceso cle marginali:¡.actcin de las fracciones inferiorcs de la clase oble¡a de
los países ric<.rs, para crit icar la ideol,¡qí,l clel aburguesami( to generalizado de
ias socicdades capi ta l is tas. i r Puede r '3rsc cómo el ¡odco por América puede
trarrsforn-iar nna idea: de un cc¡ncepto estructurai que apunta a Ponei en cucs-
trén la represenración dominanie, ha sa.l ldo una categoría behaviorista recoita-
da a medirla para refotzarla, imputand.o a los comportarnienros "antisocialcs'
.1e ios más desposeicios la responsabil idad de su desposesión'
Estos malentenclidos se deben, Por una pane, al hecho de que los "Pasadores"
rransarlánricos de ios di.",ersos catnpos inrelectuaies importadoras, que Producen'
reproducen y hacen circular rodos estos (falsos) probiemas descontando a1 pa';o
.', nearreñe -,.¡".1"
heneficio ¡naterial o simbólico, están exPuestos -Por su\u PtYuLtrd
posición y por sus habius cientíñcos y políticos-, a una doble heteronomía. Por
un. p"rr., miran hacia A¡nérica, cenrro supuesro de la (pos) "modernidad" social
y cicntífica, pero ellos mis¡nos son dependientes de los investigadores atnericanos
que exporran iracia el extranjero productos intelecruales (f|ecuenremente aja-
dos,), puesto que generalmente no tienen conocimiento directo y específico de las
instiruciones y dc la cultura america¡ras. Por ei orro, se i|rclinan hacia el periodis-
mo, hacia las seducciones que propotle y los éxitos inme<liatos que procura, ¡ al
¡nismo tiempo, hacia los remas que f-lorece¡r en la in¡ers:cción cle los campos
¡nediático y político -por lo ranro, en el punto de rendimiento máx.imo sobre el
mercado exterior (como lo demostraría un invennrio de las recensiones compla-
cienres que reciben sus trabajos en las rcvistas)-. De donde su prediiección por
problemáticas sofT -ftr verdaderamente periodísticas (se engalanan de concep-
ros), ni complealnente científicas (se enorgr-rllecen de estar en simbiosis con "el
punto de visra cle los acrores")-, que no son sino la retraducción semi-científice
,1e los problemas sociales del rllomenro en un idioma importado de los Estados
t, ln idos (etnic idad, idcnt idad, rninoría, comunidad, f ragmenración, etc.) y que
5e suceden según un orden y un ritmo dictado por los ¡neciios de comtrnicación:
juventud de los l¡arrios suburbanos, xenofobia de ia ciase obrera en decidencia,
d.*ajusre-s delos licéensy de ios estudiantes, violencias urbanas, etc' Estos soció-
logos-periodistas, -sisrnp¡s dispuesros a cornenter los "hechos de sociedad", en
rrn lengur, ie a la vez- accesible y "m,rc lernisra ' . Por lo tanto, f rect tentetnentc
Pcrcibido como vagarnente progresista (por reG¡encia a los "arcaísmos" del vicjc:
13. G. lr4yrclal, CL,dllertg'to Afiluencc, Nerv Ycrk, Pantlieon' 1963'
219
pcnsan)ic¡rto curopco), contribu)'en. . ' r i l :.rtrera prrticularnrcntc paradótic¡, a lx
imposición de una visión del mundo que está lejos de ser incotnpatible, a pesar
de las apariencias, con las que producen y vehiculizan los grandes thinle tanhs
internacionales, más o menos directamente conectados con las esferas del pod.r
económico y polít ico.
Quienes en los Estados Unidos es¡án compiometidos, frecuentemente sin
saberlo, en esta inmensa empresa inrernacional de iruport-exVorr cultural, ocupan
en su mayoría una posición dominada en el campo del poder americano, e inclu-
so muy frecuentemente en el campo intelectual. Del mismo modo que las pro-
ducciones de la gran industria culturai americana, como el jazz o el rap, o las
modas de ia ropa y de los alimentos rnás comunes, como el jean, deben una pane
de la seducción casi universal que ejeicen sobre la juventud al hecho de que son
producidas y llevadas por minorías dominadas,3a de igual modo los tópicos de la
nueva vulgata mundial sacan, sin duda, una buena parte de su eficacia simbóiica
del hecho de que, porndos por e.specialistas de Cisciplinas percibidas como rnar-
ginales y subversivas -mles como los cuhural studies, los minority studies, los gay
sndies o los women studies-, toman -a los ojos, por ejemplo, de los escritores de
ias antiguas colonias europeas- eI cariz de los mensajes de libcración. En efecto,
el imperialismo cultural (americano u otro) no se irnpone jam:ís mejor que cuan-
do es favorecido por intelectuales progresistas (o "de coloÍ", en el caso de la
desigualdad racial), poco sospechosos en apariencia de promover ios intereses
hegemónicos de un país cont¡a el cual portan la lanza de la crítica social. fuí, los
diversos artículos que componen ei número de verano de 1996 de la revista
Dissent, órgano de la "vieja izquierda' dernocrática neovorquina, consagrado a las"Mino¡idades en lucha sobre el planeta: de¡echos, esperanzas, amenazas",35 pro-yectan sobre el conjunto de la humanidad, con la nueva conciencia humanisra
característica de ciena izquierda académica, no solamente el sentido comun libe-
rál aarteAmericano, sino la noción de minori4r (sería necesario conservar siempre
cl término inglés, para recordar que se trata de un concepto netivo importado en
la teoría, e, incL-rso, originario de Europa) qlle presupone, aun aquello cuya exls-
tencia real o posible se t¡ataría de demostrar:36 que categorías recortadas en el
34. i { . Fantasia, "Ever.vthing and Norl i ing: Thc Meaning of Fast-Food and Othcr American
Culturai Goods in France", The i ' . ,c t , i l lc Reuieu, 15-7,1.994, pp. Í7-88.
35. "E¡nbatt lcd N' f inor i t ies arounC thc Globe: Rights, Hopes, - l -hreat" , Dissent, verano dc 199(r .
36. El prol-r lema dc Ia lengua, evocado aquí dc paso, r . ic los más cspir . rosos. Al saber l¿: '
precaucioncs quc toman los c inólogos cn le introducci i ¡n dc términos nrt ivos, uno puer ic
asornb¡arse, aunque también sepa todos los bcncf ic ios s imból icos que apof ia este l rarniz- dc
220221
seno de un Esrado-nación, dado a Partir <ie rasgos "culturales" o "étnicos"' tienen
elc ieseoyelderechodeexigiru, , , . .ono. i* ientocív icol ,pol í t ico{7tcuántot / I /es.pues, las fo¡mas bajo las .á.' 1o, inciividuos buscan hacer reconocer su existen-
cia y sus Pertenencias por el F'stado varían según los lugares v los momentos en
función de las tradiciones históricas y consriruyen siempre una aPuesr¿ de lucha's
er¡ la historia. Así, un análisis compararivo en apariencia riguroso. 1¡ generoso
puede, inclusosinquesusautorestenganconcienciadeel lo 'contr i l ¡u i rahacer
aparecer como unlversal una problemática hecha por y para americanos'
Se acaba, así, en tt"" ¿oUt" paradoja' En la lucha por el monopolio cle la
prolr-,.. ión de la visión dtl m"do social .universalmente
tecon<icida corno
universai, en la que ocuPan hoy una posición eminente, l1-clu¡o^dominante'
los Estados unidos, son bastante excepcionales; pero su excepcionalismo no se
sitúa allá donde la sociodicea y la ciencia social nacionales están de acuerdo
en situario, es decir, en la fluidez de un orden social que oirece posibil ida-
des extraorclinarias a la movil idad (especialment€ por comparación con las
moderniry,dcquelosprofesionalesdelascienciassocialespueblansulenguajecientí f icodctan¡os..falsos amigos,, teóricos fundados sobre el simple calco lexicológico (minoriry, ntinorí1, profession,
orofesiónl iberal ,etc.)s lnverqucestostérminosmorfológicamentegemelosestánseparadospor
todaladistanciaentreel , i , t " -" ,o. i " lenelcualhansidoproducidosyelnuevosistemacnelcual
son introcluciel . r . L" , * ; . ; ;uesros a lafat tac|del " fa lso amigo'son evidentemente los ingleses
porque hablan en apariencia la misma lengua' pero también porque frecuentemente han aprentiido
sociolcgíacnmanu4les,reddersyl ibrosarner icanos,not ienengrancosaparaoPoneralainvasión
conceptual ,salvovigi lanciaepistemológica""t ' " -" ' (Existen'desdeluego'polosderesistencia
dcmosrrada a la hegemonía americana, como, por eiemplo, en el caso de los estudios étnicos'
a_lrededor cle la revista Etbnic dn¿! R¡tcial studies, cirigiJa por Martin *"]-::'1'dcl grupo de
estudiodelracisnroydelasmigracionesdeRobenMilesdelaUniversidaddeGlasgolv;Peroestos
paradigmas alternativos' tuidáo'o' de tomar plenamente en cuenta las especificidades del orden
b¡ i ránico, no t ienen que def in i rse menos por oposic ión a las concepciones amcrlcenas y á sus
de¡ivadas b¡itánicas.) Lre ello se deriva que Inglaterra está estructu¡almente predispuesta a oficiar
de caballo de-Iiova, por lo cual las nociones del sentido común científico americano Penetran en
elcampointelectualeuroPeo(sucedelomismo.tantocnmater ia. intelectualconroenpol í t ica
económica y so.i,r,). E" i;;;;"ro, l" "..ór.,
de.las fundaciones consen'adoras y de los intclectuales-
¡nercenar ioseslamásant iguamenteestablecida, lamássostenidaylamásrentable.Tesr imoniode
ello son la difusión.i.l ,rr10 científ-ico áela undercl¿ss a continuación de intervenciones ult¡a-
mediarizadas de ch"rl", Mu.r"y -experro del Manhattan Instirute y gurú intclecturl de i¡ ie recira
l iberalenlosEstadosUnidos-,ydesucompañero,el temaclela. . . lepcncicncie 'c{elosJcsnoscícics
resPecto a las ayudas sociales ' que Tony Blair se ProPone hoy reclucir dr ist i t :amente t f in t ie
, . l iberar, ,a lospobrest le la. .p icota,de[aasistencia_co-oloh" l rechoCl intonpf,r ]suspr inrosde
América en e[ verano de 1996'
Pierre Bau.rdieu
estructutas sociales rígidas del uiejo continente): los estudio.s compararivos más
riguroscs están de acuerdo en concluir que los Esrados Unidns no difieren
profundamente sobre este punto de las otras naciones industriales, incluso queel abanico de las desigualdades es allí ciaramenre más abie¡to.37 Si los Estados
Unidos son realmente excepcionales, según ia vieja temática tocquevilleana, in-cansablemente retomada y periódicamente reacrualizada, es anres que nada
por el dualisma rígido de las divisiones del orden social. Es más todavía por su
capacidad de imponer como universal lo que ellos tienen de más parricular,mientras hacen pasar por excepcional lo que tienen de más común.
Si es ve¡dad que la des-historización que resulta, casi inevitablemenre, de la
migración de las ideas a través de ias fronteras nacionaies es uno de los factores dedes-realización y de falsa universalización (por ejemplo, con los "fa.lsos amigos"teóricos), entonces sólo una.¡erdadera historia de Ia génesis de las ideas sc,b¡e el
mundo social, asociado a un análisis de los mecanismos sociales de la circulacióninternacionai de estas ideas, podría conducir a los ciendficos, en este dominiocomo en otra parte, a un mejor dominio de los instrumentos con ios cuaies
argumentan sin inquietarse previamenté en argumentar a propóiito de ellos.3o
37. Cf. especialmente R. Ericlaon yJ. Goldthorpe, The Const¿nt Flux: A StudJ of Mobiliry inInduitial Societies, Oxford, Clarendon Press, 1992; Erik Olin Vrigth llcga al mismo resultado con
una metodología sensiblemente diferente, cn Class Counts: Comparatiue Studiesin Chss Inequa/it7,
Cambridge-París, Cambridge Universiry Press-Editions de la Maison des Sciences de I'Hcnme,
1997; sobre los determinantes políticos de la escala de las desigualdades en los Esrados Unidos y
su crecimiento durante las dos últimas décadas, C. Fischer et aL, Inequaliry by Design: Crahing the
Bell Curue Mytb, Princeton, Princeton Universiry Press, 1996.
38. En una obra esencial para medir plenamente la parre de inconsciente histórico que sobrevive,
bajo una lorma m:ís o menos irreconocible y reformulada, cn las problemáticas científicas de un
país, y el peso históricc que da al imperiajismo académico americano una parte de su extraordinaria
fuer¿a de irnposición, Dorothy Ross revela como las ciencias sociales americanas (economía,
sociclogfa, politología y psicología) son construidas de cntrada sobre dos dogmas complementarios
constitutivos de la doxa nacional, el "individualismo me¡afísico" y la idea de una oposición
diametral en¡re el dinamismo y la flexibilidad del "nuevo" orden social americano, por una parre,
y el estancamicnto y la rigidez de las "viejas" lormaciones sociales europeas, por el ot¡o. Ver: D.
Ross, &r Origins ofAmerican Social Science, Cambridge, Cambridge Universiry Press, 199 I . Dos
dogmas fundadorcs de los cuales se cncuentr¡n retraducciones di¡ectas en el lenguaje
ostenta¡oriamcnte dcpurado dc ia teoría sociológica, para el primero, con la tcntativa canónica de
lálcort Parsons de elaborar una "tcoría voluntaris¡a de la acción", ¡ más rccientemcnte, en el
rcsurgimiento dc la tcoría llamada dc la elección racional, ¡ por el segundo, con la "reoría de la
mqdernización" que reina por complcto sobre el estudio del cambio socia.l en las trcs décadas de
posguerra, y quc hace hoy un rcgreso inesperado en los esrudios post-soviér icos.
t]na revolución conservadora en la edición*
f, I editor es el que tiene el poder totalmenre ex¡raordinario de asegurar r
l) Oublicación, es decir, de hacer acceder un texto y un autor a la existencia
púbica (Offintlichheit), conocido y reconocido.r Esta suerte de "creación"
i-pli." la mayoría té las veces un consagración, wa transferencia d'e capital
simbólico (análoga a la que opera un prefacio) que es tanto más importante
cuanto quien la re^liza está él mismo más consagrado, esPecialmente a través
del ,,catálogo'-conjunro de los autores más o menos consagrados-, que ha
publicado en el pasado-
* "Une rér.olution conservatricc dans l'édition' , Actes de !¿ recherche en sciences socidl¿s, 126'127 '
marzo de 1999, pp' 3-28.
Esre trabajo se apoya cn una investigación bibliográfica y en una recolección de datos estadfsticos
en los archivos y en editoriales, que han sido realizados por Paul Dirkx; en 38 entrevistas en
profundidad (y a veces rePetidas) realizadas a cditores y a dircctores de colección distribuidos en
" l .on¡unto del campo edi tor ia l , de los t raductores, de los 'cr í t icos' de los responsables
administrarivos, de los agregados dc prensa, de los responsables de la gesrión de los derechos
"",r"n¡"ror, que han sido dirigidas por Pierre Bourdieu, Rosine christin, Paul Dirkx, saliha
Fclahi. Clairc Givr1 Isabelle Kallinorvski. l¡s datos sometidos al análisis estadístico han sido
preparados y controlados pcrr Rosine christin. L¡ realización y la rranscripción dc las entrevistas
han sido financiadas por el observatorío Frdnce'Loisir¡ de ia lecru¡a'
l. Joachim unseld ha analizado, a propósiro dcl caso de iGfka, la figura casi divina del editor
.,,io, ,,u.r.di.tos" pueden sacar de la nada o, al contrario, devolverlo alll, al escritor que sc remite
a é1,. J. unscld, Franz K,t¡ka, u,e uie d'icriuain: histoire de ¡cs publications, Pa¡fs, Gallimard' 1984'
Conocim!rr io y desccnocimiento
Para comprender el proceso de selección que, en el interio¡ de la pro-
ducción escr i t " , d ist ingue lo "publ icable" de lo " impubl icable" (para un
edi tor part icular y también, v sobre todo, para ei conjunro de los edi tores),
es nece.sario evidentementc ¡rmar en cuenta el dispositiuo irzstitttcional (co-
mités de lectura, lectores, directores de colección especializados o no, etc.)
que, en cada editoriai, está encargado de operar ia selección entre ios ma-
nuscritos propuestos (a través de los intermediarios y de los inrercesores o
por s i rnple envlo posral) . '? Más precisamente, es necesa. io aprehender las
relacio¡res objetivas entre los diferentes agentes que contribuyen a la deci,s ión de publ icar, es decir , adcmás de las comisiones y de los comirés, ins-
taneias especialmente habil itadas para este fin, el editor mismo y sus al!e,
gados, las directores de colección, los lectores, el personal adminisrrativo,
leis consejeros influyentes que pueden acluar como directores de colecciónoficiosos, y, por últ imo, los tracluctores, que, en más de un caso, orientan
la publicación de autores extranjeros.
Pero toda lalógica del carnpo editorial y de la crqencia lireraria que allí se
engendra inclinan a olvidar que las interacciones, más o menos encanradas,
de ias cuales cada microcosmo editorial es el iugar, están determinadas por Iaestructura del campo editorial en su conjunio: es ella, especialmenre, quiendetermina el tamaño y la esrructura de la unidad responsable de la decisión(va del "decisor" único, al menos en apariencia, de las pequeñas editoriales,
hasta el verdadero campo de poderes diferenciados de las grandes editoria-les); es ella la que define el peso relativo, en las relaciones enrre los diferenres
agentes, de ios diferentes criterios de evaluación que los inclinan, por ejem-
plo, a propender hacia el lado de io "l ire¡ario" o hacia el iado de lo "comer-
cial" o, según la v ie ja oposic ión cara a Fiaubert , a pr iv i legiar el ar te o eldinero. En efecro, c,ada ediro¡ial ocupa, en un momenro dado, vna posic;ónen el campo editorial, que depende de su posición en ia disrribución de los¡ecu¡sos raros (económicos, simbólicos, récnicos, etc.) y de los poderes queel los conf ieren sobre el campo; es esra posic ión estructural la que or ienralas tumas rle posición de sus "responsables", sus estrategias en materia de
2. Cl . A. Simonin y l l Fouché, "Commcnt on a refusé cert ; r ins de mes l ivres. Contr ibut ion i une
hisroire sociale du littéraire " , en: Actes de h rechercbe en sciences sociales, 126-127, marzo de i 999,pp. 103-1 1 5.
publ icacióndeobras.f rancesasoextranjeras,def in iendoels istemadcl . rs
lo".. io.,". y de los fines que se imponen a ellos y los "rnárgenes cle manio-
bra", frecuentemente muy estrechos, abandonados a las confrontaciones y a
las luchas entre los protagonistas del juego editorial ' El más importante de
los cambios observados á l" poirtica editorial de las diferentes editoriales
puede, así, estat relacionado "
t"mbio' de la posición que ellas ocuPan en el
campo, ei desplazamiento' hacia las posiciones dominantes se acomPaña de
un reforzamiento de la tendencia a privilegiar la gestión de los logros en
derrimento de la búsquec{a de ra innávación y a poner el capitai simbólico
<letentado al servicio át "t"o"'
mucho más "comerciales"' IÓs que no eran'
en los tiempos heroicos de los comienzos' los que han contribuido a Ia acu-
mulación de ese caPiral '3
Contralai iusióndelaautonomíadelosiugaresde..decis ión' ,v is ib les,
quel levaaignorar lascoaccionesdelcampo,bastaráconrecordar 'Porejeln-
plo,queelconjuntodelostextosofrecidosala. .e lección'delos. . responsa.
bles" editoriales es ya él mismo el producto de una selección reglada por la
lógicadiacrí t icadelcamPo:enefecto, losautoresseor ientan,eniaubicación
de sus manuscritos, "n fttnción de una represenración más o menos 'iusta de
los diferentes editores o, al menos, de aquellos a quienes están ligados nom-
bresd.eescuelas(, , lanuevanovela")ograndesnombrespropios,delpresente
o del pasado; es est; representacion i. l*t guía la conducta'de todos los
actores' losedi tores* i . . , 'o. 'perotambiénloscrí t icos'Part icularmentesen-
si-blesalefectodeet iquetaejercidopor lascubiertas(. . iaBlanche,,de
Gallimard)' los diiectores de colección y todos los intermediarios' que' por
susinteryencionesosusconsejos(deberíasl le l ,arrumanuscr i toaFulano' . . ) ,
favorecen el ajuste, ftttt"n"rrrtnte exaltado como "descubrimiento"' entre
un editor y un autor' En efecto' a cada posición en el campo editorial está
l igaclounsistemadecoaccionesydef inesalmenosnegat ivamentedef in idos,
yfrecuentementeredobladospor lasdisposic io, , . id. losagentes(el lasmis-
masajustadas,enlamayoríadt lot t" 'o ' 'a laposic ión)quet iendeaor ientar
asusocupanteshaciaunaclasemásomenosampl iadetomasdeposic ión'
J.Paraev¿luarclcrpi t r ts imból icol igadoaunaeditor ia lyasunombrcy,arravésdecl la,atodos
sus miembrcs y a toclos sus aurores, habrá que apoyarse en un con.iuntrt de caracterísricas que
conrribuyen a la representación colectiva .1" ert. ediá.i"[ como pertenecientc a ia "noblezi' de la
profesión: laant igÚedad(q'e,entodoslosuniversossociales"stáasociadaal¿noblcza), la
importancia y la calidad a.i ron¿o editoriai, medido con el número de escrito¡es consagracios y
clásicos, y en part icular con el número t1e laureados al prem'c Nobel '
é::
f
)11225
Pierre Bourdiet
Podernos apoyaÍnos, para hacer sentir mejor la diferencia entre la visión
estructural del juego y la visión que tienen de él los jugadores, inciuso los más
lúcidos, en un testimonio tan valios,r como el de Michel Deguy que evoca la
experiencia que él ha ,recho Cel santo de los santos del templo l iterario, el"Comité" de Gallima¡d.o Esta experiencia, que es la dei encantamiento segui-
do del desencantamiento, forma parte integrante de la verdad completa de un
juego que, como la producción literaria, descansa sobre la creencia. La coacción
de la estructura que ei análisis obietivista actualtza, armado de la estadística, no
puede imponerse, en efecto, sino a los que esrán dispuestos a reconocer todcs
los soportes visibles de Ia fe iiteraria, atribu¡cs míticos de la "gran editorial",
como el "salón oval" o el "comité", y sus encarnaciones temporales, personas y
nombres familiares, Gastón, Claude o Antoine, y reservados a los verdaderos
familiares, tuteos selectivos, t ics y trucos en uso cn las interacciones siempre
jutilmenre jerárquicas de aquello que los allegados mismos llamar, "la corte".
Estos "elegidos" son también las víctimas de elección de la violencia simbólica
que sufren con una suerte de arrobamiento y que podrá aparecerles súbitamen-
te, retrospectivamente, gracias a una' crisis. Habitados por 1á creencia en la
literatura, están inclinados -al menos hasta la desilusión final, que, como en
Ios cuenios, rompe súbitamente el encanto- a d¿sconocer la ve¡dad de las rela-
cioncs sociales de dominación a las que ella posibil i ta: "La decepción de los
miembros del comit,é llega cada vez que están extremadamente asombrados
por sufrir que la reunión efectiva no se parece en nada a la que debería Parecetsi tuvieran todavía la procedencia y la imposición simbólica en su red"'5 Abis-
mo que se abre súbitamente entre la apariencia a distancia y la reaiidad a vista
cercana o, más exactamente, entre la experiencia desencantada de lo real ordi-
nario y los entusiasmos fetichistas de la illusio, ligada a naderías, como las
inflexiones inimitables e inolvidables de las voces de Jean Paulhan o de Raymond
Queneau o los misterios apenas decibles de la "copa'-simple "vaso" en cuai-
quier otro lugar banal-, que clausura las sesiones del "comité" y que se encuen-
tra, allá, invesrida de ios prestigios y de los misrerios de una suerre de Cena
literaria. Doble verdad que puede ser vivida por relampagueos en el desdobla-
miento casi esquizofrénico de los que saben y no quieren sabeilo, y que están
separados sin cesar de la verdad de la institucién y de lo que alií hacen, por la
pantalla de una denegación individual y colectiva constantemente mantenida.
4. Michel Deguy, k Comité, Confessions dirn lzcteur dt grandz eelitoria[ Seysel, Chanrp Vallon, 1988.
5. Michel Deguy, op. cit. ' p.31. Ver también p. ó4.
Una reuolut.:ión a.¡nseruatlora e¡t l¡t edició¡t
Descubri¡ que el comité no cumple verdaderarnente su función oficial de
selección (¡',uesto que la decisión pertenece, de hecho, al presidente y a su "secrc-
raría" y que, según las deciaraciones de los iniciados, "un l ibro para ser edita-
do debe'no'pasar por el comité")o no es, s in embargo, percibir la verdadera
utilidad, la de banco de capital social 1' de capital simbólico a través dei cual la
edi tor ia l puede ejercer su imperio sobre las academias y los premios l i tera-
rios, sobre la raciio, la televisión y los peri idicos, siendo conocidos varios de
los rniembros del comité por la ertensión de su red de enlaces l ite¡arios (dos
de entre ellos e.stán citados en un artículo consagrado a las treinta personali-
dades nrás poderosas de la edición,' y ,"r. de ia mitad son resPcnsables de
emisiones y de tribunas crít icas en las radios o en los periódicos).8
Para saiir del ejen'iplo de Galli¡nard, se puede tomar el caso de Grasset. Ives
Berger, direc¡or literario cs muy influyente cerca de los grandes premios; ]ean-
Paul Enthoven, direcror editorial, y consejero de redacción en Point; Manuel
Carcassone, di¡ector literario adjunto, escribe en Pointy en Figaro; Bernard Hénri-
Léry, que ciirige la colección "Figures" y la revista I^a Rlgle du jeu y es consejero
literarió, tiene una crónica en Point y es omnipresente en los medios de comuni-
cación; Hector Bianchorti es miernbro de la Academia francesa; Dominique
Fernandez y, Frangois Nourissier, consejeros l iterarios tirulares de la editorial,
escriben en Le Mon¿Iá el primero, y en Le Nouuel Obseruateur, el segundo, y
pariicipan en nurnerosos ,iurados, Fe¡nandez en el Medicis y Nourissier en ei
Goncourt, este último también crítico en Figaro Magazine y en Point.
Y para observar la forma que tonta, en el plano propiamente l iterario, el
dcble juego consigo mismo que autoriza Ia doble verdad de una experiencia
donde coexisten la visión mítica (o ideai) y todo lo que visiblemente la con-
tradice -como el reemplazo por los Labro, Gisbert, Deniau o Jardin de es¡os
"vcrdadcros grandes autores que precisamenre han formado el prestigio de Ia
NRF desde hace un siglo y hacen fieles ¡odavía hoy a su conjunto de lecto-
res"-,e basta leer las cartas, especialmente la primera, que otro miembro del
6. Ivíichel Degty, op. cit., p. lIl.
7. A. l.ielrae¡t, "l-cs Parrains de l'édition", en: L'Euénement du jcudi, l9 de ma'rza de l99fJ'
l l . No ha cscapado a N' l ichel I )cguy (op. c i t . , p.26) quc su evicción del "comiré" es, s in duda, el la
misma un tesr im,¡nio de la función verdadc¡amentc impart ida a csta instancia¡ cs tan c laro que,
autor esotér ico y reserva<1o -por lo tantc, mttv poco mediár ico-, Michel Deguy i ro podía aporrar
a la institución los bcneficios asociados a la poscsi<in de un fuerte capira! cspecíficrr.
t ) .Jcanlahousue, izJean-Michcl L¿clave¡ ineyJ.L.ahouguc, Ecr iueronset l iseronsenuingt lzt t res,
Scyssel , Camp \ / r l lon, l99f i , p. 28.
comiré, Jean,Marie Laclavet ine, escr i tor invest ido del estaruto de lector-
selecror, dirige a Jean Lahougue, escritor rechazado (después de haber sido
publicado en otros tiempos), para justif ica¡ su rechazo. Ellas enuncian bajo
el modo de la euidencia las expectativas tácitas que, devenidas constitutivas
del dogma o, peor, áe la cloxa l iteraria de la "gran edirorial", orientan la.s
acepraciones o los rechazos:r0 "la sólida composición de los relatos del últ imo
siglo", la "consisrencia de los personajes principales", la "fluidez y la simplicr-
dad de la narración", "el acro de creación soliaria que escaPa a las determinacio-
nes copnrurales" Jesignadas más arriba como "socio-económico-históricas"-,
"la vida presentada accesible, legible, sensible al lector", etc. Tales evidencias
fundamentan el rechazo de la "teoría", asociada al "terrorismo de los años
'60", como dicen los interuietu dc editores -y no solamente "c<lmerciales"- o
las recensiones de las críticas -no siemPre conscientemente conservadoras- y
que sirven de jusrif icación a una de las más extraordinarias res¡auraciones
literarias, a un retorno de la ortodoxia, como creencia (doxa) 'Jerecha (ortb))
"y" d. derecha.rr Y sería necesario también -Pero ese será el objeto de todo
este art ículo- descr ib i r los mecanismos y, en Part icular, los antagonismot
enrre las empresas establecidas y los pequeños editores debutantcs, que de-
ben, para imponerse, volver a las frrentes mismas de la creencia artística y a
las observancias más estrictas de la reiigión del arte, V que contribuyen así a
mantener, entre ellos mismos y entre los otros, la i lusión necesaria de qtrc
todo el campo obedece a las leyes no escritas del arte Puro y perfectamcntc
desinreresado, que "!a iógica espectacular mercantil no es todavía tan podc-
rosa en la edic ión f rancesa¡2y que siempre hay, inclrrso en Gal l imard, qente
para .sufrir ' (Michel Deguy emplea esre rérmino), por ,rer lo que .se ha hechcr
de lo que fue Ia f ; íbr ica'número uno'de lo l i tera¡ io" '13
Y es s igni f icat ivo que el observador más lúcido pueda dejar escapar lo '
cambios estructurales que se expresan en el inter ior del microcosmo fa-
mi l iar , a lavez exal tado e ínt imamente detestado' y que termi¡re por im-
putar a personas o a arreglcs organiT-acionales apenas concerrados (espe-
cialmente la secretaría), tendencias y evoluciones que, conociendo de cerca
10. Jean-\4ichel l -aclavet inc y J. i -ahouguc, oP. c l t . , PP. 8, 32 y 56.
I l . Jean-. l r ' l ichel Laclavet ine, ár Jean-Michel Laclavet ine y J. Lahougue, op ci t . ' p.32 (" Los añ<¡ '
más product ivos cn c l p lano dc ia teoría I i terar ia lgroso modo 1,9i5-1975) han sido rembién 1,"
más pobres e¡r mater ia de crcación novelesca') .
I 2. Jcan l -ahougue, lz Jean-Michel f¿clavct ine y J. Lahougue, op. c i t . ' p. 22.
13. Michcl Deguv, a¿. c i t . ,p.3l .
a quienes son considerados los re"sponsables, no pueJc ver que son, ha-blando con propiedad, "s in sujeto". Como es siempre el ca.so de la e;<pe-r iencia ordinar ia del mundo ordinar io, ocurre que la verdad dc la cstruc-tura es percibida apenas, por relampagueos, s in que la percepción práct i -ca de las causas y de las razones se encuentre radicalmente t ransformada:"Y es posible que sea fatal la e.straregia, no de Gal l imard ni de nadie enpart icular, s ino más bien de la 'época' , v que conduzca a vna edi tor ia l dela grandeza or ig inal de su esr i lo a ias mutaciones de su propia fe ls i f lca-ción ( . . . ) luego a las monotonías cel t ráf ico atestadode las inf luencias ydel juego per iocl íst ico ( . . . ) del desl izamienro de'valo¡:es ' ( . . . ) a los valoreseconómico-cul turales; ( . . . ) . r posible que no se ha)/a debido a ninguna'gran' decis ión de adaptar la edic ión a una época que exige los grandest i ra jes ( . . . ) , l " renovación de los stocks ( . . . ) , las puesras de bols i l lo, ladescalif icación, luego la ca)a, ensayos o poemas".ra ¿Por qué la explicaciónestructural , q l re se esboza al l í , no juega en def in i t iva casi n ingún rol , n ipara ia conducción de la acción ni para la comprensión de ios comporta-rnientos propios o ajenos? Quizás porque al no haber s ido buscada verda-deramente por sí misma y metódicamenre planreada hasta el f in con to-dos los medios de invest igación disLronibles ( la def in ic ión misrna de laintención científ ica esrá muy lógicamenre excluida de la práctica), no puedeproporcionar la v is ión s istemát ica c le l juego concebido y construido comotal , que procura el t rabajo de invest igación v del cual uno puede armarse paradesbaratar la apar iencia de faral idad y superar ei fatal ismo.¡5
La estructura del campo editorial
si se quiere evirar caer en esra orra forma de faralismo, que consisre enimputar todo 1o que sobre'iene en ei mundo de la edición a fuerzas econé-micas fuera de aside¡o (" la mundial ización") o a la manifestación de esasfue¡zas en el seno del mundo de la edición ("los dos grandes grupos'l), esnecesar io tcmar por objeto el campo edi tor i ' l como espacic social re iar iva-rnenre aurónomo -es decir , capez de retraducir , según su propia lógica,
14. Miclrel Deguy, op. cit., pp. 17-lB.15. Sin embargo, es necesar io cuidarse de sobrcst imar los efec¡os práct icos del conocimicnto
cicnrí f ico quc, cn los uso. ordinar ios de l¿ v id¡ . ¡uedc cocxisr i r con una cxpcr iencir ingcnue
inal terada.
l {)?-28
Pierre Bourdieu
todas las fueizas externas, económicas y pol í t icas, especialrnente-, en el
cual las estrategias edi tor ia les encuentran su pr incipio. Para anal izar los
dererminantes de estas estraCegias, era importante tener en cuenta' entre
las empresas dotadas de una exisrencia nominal (atesriguada, ai menos, por
la presencia de un nombre de mafca sobre r¡na cubierta -Fayard, Laffont'
etc._), a las que disponen de una auronomía suf ic iente como para tener
una polít ica editorial p¡oPia. Selección difíci l, por ei hecho de que, ccmo
ocurre también en el campo de las emPfesas industr ia les y comerciales
tomadas en su conjunto, l6 las edi tor ia les están unidas Por toda una red
de relaciones complejas, f inancieras (a través de las participaciones más o
menos importanres en el capitai), comerciales (a través de la difusión), y
familiares. Otra dif icultad, pero de ot¡o orden, es el cierre extremo de un
medio profesional muy preocupado por proregerse de las intrusiones y
de las interrogaciones, y poco incl inado a proporciona¡ informaciones
estratégicás, especialmen¡e. sob¡e las ventas o .sobre las características so-
ciales de ios dir igentes.rT
La población estudiada esrá compuesra por 6l edi tores de l i teratura
francesa o t raducida, que han publ icado entre ju l io de 1995 y lu l io de
1gg6, y de los cuales 56 han sido tratados como elementos acr ivos y 5
como elemenros suplementarios en el análisis de las corresPondencias múl-
riples. Como no se trataba de hacer un recuento exhaustivo de los editores
franceses o, incluso, de los edi tores de l i teratura, n i un anál is is de una
muestra representativa de esta población, sino de desprender la estructura
del campo de los editores de l ireratura, se ha descartado el estudio, por una
parre, de los editores de ciencias sociales -sin ignorar el hecho de que la
mayor parre de los editores de l iteratura tiene en su carálogo una propor-
ción más o menos importante de obras consagradas a este dominio-, las
unidades especializadas en las ediciones de bolsil lo (reediciones), las obras
de arre, los l ibros prácticos, los diccionarios o enciclopedias, los l ibros es-
colares, así como los clubes (France-Loisirs, Le Grand Livre du mois), ¡
por orra parte, los pequeños editores que no han alcanzado una talia suficien-
re como para afirmar su existencia en este camPo ejerciendo aquí efectos
l6.VerPierreBourdieu, I-aNoblessed'Etat.GrandesEcolzsetespritdercrps,París,Minuit,p.428y subsiguientes.17. Sobre esre punro, como sobrc el conjunto de los obstáculos para un anál is is de las estrategias
editoriales, ci Paul Dirkx, "Lcs obstaclcs i la rcchcrche sur les stratégies éditoriales", Ates de la
recherche en sciences socía/es, 126-127, marz,> dc 1999, pp. 7A-7 4
Una reuolución conseruad,ora en ta edición
reales (y respecto a los cuales es extremadamente difíci l recoger los datos
necesarios para el análisis estadístico).rg
El grado de autonomía dejado a la decisión es difíci l de medir, en Particu-
iar cuando se trata de fi l iales de grupos, y puede variar en el cu¡so del t iem-
po. por esra razón, estas fi l iales han sido someridas a un examen detallado,
caso por caso, apoyándose en todas las info¡maciones ProPorcionadas por las
fuenres documentales disponibles y las entrevistas con informantes, en vistas
a determinar las que tienen una independencia editoriai real. Desde el año
de referencia (1996), ope¡aciones financieras importantes han conmovido el
mundo de la edición (la más imporrante de las cuales ha sido ia absorción, en
1998, de Havas por ia compagnie Général des Eaux) y un cieito número de
modificaciones han podldo aparecer para cierras unidades editoriales (por
ejenrplo, con ia creación en 1997, de Hachene Lirréra¡ures, la absorción de
LOlivier por Le seuil y muchas tomas de parricipación minoritarias y mayo'
ritarias, etc.). La dificulnd está duplicada por el hecho de que mientras más
importante y compartimentada es una editorial, más tiende el dispositivo
insritucional de decisión a ganaf en exrensión y en complejidad (al menos
aparente), hasta l legar a funcionar como un sub-campo, en el seno del cual
diferentes agentes (financieros, comerciales, literarios) se enfrentan con Pesos
diferentes, que dependen -ellos mismos- de la posición de la unidad de
decisión considerada en el campo edirorial global (y que pueden variar en ei
curso del t iempo, en función de los cambios de esta posición y también en
Función del t ipo de obra Puesta en discusión).
Las unidades comp¡endidas son, la mayoría de las veces, sociedades inde-
pendientes o filiales que disponen de un capital propio, que pueden estar cons-
iituid", bajo la forma de sociedades aiiónimas (sA) o de sociedades anónimas
de responsabilidact limitada (SAX.L) (para las unidades Pequeñas o medianas)
o, in.l.rro, tener el estaruro de sociedad en nombre colectivo, como Lanés (de
sociedad comanditaria), como Lr Seuil (de atelier-librería), como Corti (Complexe
o zoé son soci€dades extranieras francófonas que difunden amPliamente
l 'g . l .a población comprendida es muy semejantc, para las pr incipales var iables, a l conjunto dc !a
profesión tomada a t ravés de los indicadores dados por el INSEE. A pcsar de la dominación de los
<los grandes grupos, el secror de la er l ic ión, que cuenta cúi i numc¡osos medios y sob¡e todo
p.q*n". .*f ."r"., frecuenremente f^miliares y con frágil indepcndencia, ha conocido un fucRe
crecimiento en los af ios 1960 ( la tasa dc creación ,6 '30/o partel año i996' es super ior a la media
de los sectores industriales, siendo, cn cfecto, bastante débil ta colocación dc londos en esrc
sector) y la cifra de negocios está cn ligero aumento'
en Francia, como Noir sur Blanc, sociedad suiza reiresentada por una librería
y una pequeña S,A'RL en Francia). Se ha hecho un tratamiento aParte, en ACM,
e cinco unidades (puestas como elemen¡os suPlementarios), Hariequin (litera-
tura popular rraducida); J'ai lu, que en 1995-1996 publicaba esencialmente
libros de bolsiiio y que juega cierro roi en Ia actualidad con algunas novelas de
primera edición; Presse de la ciré, marca del Groupe de la cité que, después
de haber ciesaparecido temporariamence, ha reaparecido al año siguienre en el
seno del depanamenro Preses-Solar-Belfond, Payot y Fixot.
- Fixot-Laffont (Nouvelles Editions Rober l"aífonr de la cual Bernard Fixot
deviene el director general en 1993) aparece en el análisis, Por u¡la Parte'
como grupo jurídico y financiero surgido de la fusión de Fixot y Laf{ont, y,
por orra, bajo la f,:rrna de la marca Laffont que ha sido aislada y tratada
igualmente como elemento activo; la marca Fixot, que no publica sino ensa-
.yos, ha sido consen'ada como elemento suplementario. Asimismo, el grupo
Rivages-Payor, surgido de la compra de Rivages por Payot-France, ha sido
rrarado en cuanro grupo, al escar las dos sociedades estrechamente mezcladas
en el nivel de Ia distribución de las tareas ediroriales, del capital y de la cifra
de negocios, y la marca Rivages ha sido Pue.sta como eiemen¡o activo y Payor
como elemento suplementario' Las colecciones ("LArpenteur", por ejemplo)
no han sido aisladas de la unidad editora.¡e ":-
La construcción de las características pertinentes2o
Para construir el espacio de los editores, han sido comprendidas dieciséis
variables, repartidas en cinco gruPos.
1 9. En Anexo, se enconrrará [a exposición detallada de las elecciones efectuadas para cada uno dc
ios grupos.
20. El suplemento del número 216 (30 de sept iembre de 1996) de Liures-HebCo Presenta un
total de 1.002 edirorcs f rancófonos, con su fecha cie creación, los nombres de sus responsables,
sus efect ivos rorales, su di fusor, sus especial idades y el númcro de t í tu los publ icados por año. Sc
encuenrran datos análogos en el catálogo del salon du Livre, tomo 1, 1997, pp. j9-6]6. r - . . .
informacioncs proporcionadas por estos dos documentos han sido completadas y a veces corregidas
por el recurso a las bases dc daros accesibles en la red de Internet, por ejemplo, o a la encuc -
directa a los cditores mismos. I-as publicacioncs y estadísticas anuales del SNE han sido consultad:s'
v la c¿imera de comercio nos ha proporcionado datos estructurales y biográficos. La Documentation
frangaise prol)one algr.rnas publ icaciones gcnerales, especialmente, Janine Cardona y Chanral
l_acroix, liatistique: de la -lture.
Chifres cüs,París, La Documentarion frangaise, 1996, pp. 59-70.
Estatuto jurídícoyfinanciero (enroio, en los cliagramas 1 y 3)
La variable estatuto jurídico se presenta en tres categorías: sociedad anó-
nima (SA fn = 24]); sociedad de responsabilidad limitada (SARL [23]); otras
(sociedad comanditaria, sociedad en nombre colectivo, sociedad extrxnjera,
etc. [n = 9]) .
El tamaño de la empresa -un índice impottante, cons¡ruido combinando
el capital social, la cifra de negocios ,v, en menor medida, el número de diri-
gentes-, divide la población en 5 categorías, que son,"yendo de mayor a
menor: n = 14; n = 12; n = 12;n = 8; n = 6; para4 empresas el lndice no ha
podido ser construido por falta de información.
A estas dos variables se agrega el número de asalariados (5 categorías): de
1 a3 asalar iados (15); de4a9 (14); de 10 a40 (11); de40a 100 (6); de
100 a 400 (5); par" 5 empresas estos datos no han podido ser obtenidos.
Lazos de dependenciafinancieros o camercía¡es con otros editores
(en negro)
Una variable que toma en cuenta la participación de otros editores en el
capital del editor ha sido construida con dos modalidades: hay un editor
entre los accionistas (20); no hay editor entre los accionistas (36).
Una variable que distribuye las unidades según los difusores (que a veces
controlan una parte de su capital), ,ha sido construida en 7 categorías:
Harmonia Mund (11); CDE (5); L. Seui l (11); Hachette (9); Interfo¡um-
Dil (7); Otros: Ulysse + Belles Lettres (11); Flammaricn-Gall irnard (2).
Peso sobre el mercado (en gris)
Por no poder medir el éxito comercial a Partir de los tirajes medios, cifras
que no son comunicadas, se ha intentado construir un índice aproximado del
éxiro comercial a partir de las listas de Best-sellers (la de L'Express y la de Liures-
Hebdn), tomando en cuenta el rango ocupado por ei editor en cada una de las
iistas publicadas durante el año de referencia. El editor citado en primer iugar
recibe 15 puntos; en el segundo lugar, i4 puntos; y así sucesivamente. Para
consrruir ei índice se ha tomado el promedio de las dos l istas. Así, se han
distinguido cinco modalidades: 0 citación (28); I a 1l (8); 14 a 100 (8); 100
a 300 (6); más de 400 (6). La ñrerza comefcial de las empresas puede asirse
también a través de su aptitud Para obtener, a través de sus autores' un Premio
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Pierre Bourdieu
iiterario nacional: la variable "ha edindo un premio" ha sido consr¡uida a par-t i r de seis premios comúnmente considerados como los más imporranres(Goncourt, Femina, Médicis, Interailié, grand prix du Roman de lAcadémiefranpise y Renaudot), siguiendo dos modalidades: sí (13); no (43); esra varia-ble ha sido completada por una variable complementaria: "ha editado a unmiembro de jurado de un premio" con dos modalidades: sí (12); no (44).
I a capacidad del editor para obtener ayudas ministeriales puede tambiéncontribuir a reforzar la fuerza comercial de la empresa; por ranro, se ha cons-truido un índice a parrir de la iista de los editores franceses que, desde 1993a 1996, en el dominio l iterario, han sido beneficiarios de la ayuda a la tra-ducción de la dirección del libro y de la lectura del Ministerio de la culrura,y a partir de la l isra de los edirores f¡anceses que, de 1990 a 1997, en eldominio l iterario, han sido beneficiarios de la ayuda a la traducción de laDirección General de Asuntos Culturales, Cienríficos y Técnicos del Minis-terio de Asuntos Extranjeros; siendo establecidas las dos listas según ei nú-mero de títulos subvencionados. A partir de estas dos cifras se ha creado unavariable "ayuda de los ministerios" con cinco caregorías: 0 KF (25); de 0,5 a4 KF (16); de 4 a 8 KF (6); de 8 a 20 KF (5); más de 30 KF (4).
Capital simbólico (en uerde)
Puede evaluarse con la ayuda de diferentes índices: la antigüedad, la loca-lización, el prestigio del fondo editorial (capital simbólico acumulado) y elpremio Nobel de Literatura.
Se han distinguido cuatro períodos para construir la rariable "fecha de crea-ción": de 1708-1945 (19);1946-1975 (Il);1976-1989 (17); 1990-1995 (9).
El capital simbólico acumulado puede ser medido a partir de un índiceconstruido partiendo de la lista de los aurores franceses contemporáneos pro-porcionada por J. Jurt,2r en la cual ios aurores están clasificados según el
número de veces que son citados en un corpus de 28 ma¡:ualcs de historialireraria, diccionariós o panoramas publicados desde la Seg'.rnda GuerraMundial. En un primer momenro, se han relevado los 80 primeros autores(los que son citados más frecuenremente), luego se ha arribuido un punro a
21. J. Jun, M. Ebel y U. Erzgrábe¡ Franzósicbsprachige Gegenwarxliteratur IgIB-1986/87" Einebilttiographische Bestansaufnahme del Originabexte und der deuucbcn Übersenurgeo, Ttibingen,
Max Nicmeyer Yerlag, 1989.
Una reuol¡Lción conseruad.ora en la edició¡¡
cacia editor por texro pubiicado. Así, la variable "fndice Jurt" fue resgrtj l). i¿
en tres categorías: 3 (44) ' i00 a 350 (7) I 'más de 350 (5) '
La variable "Nobel francés" ha sido construida a Partir del número de
obrasdeledi torproducidaspor laureadosfrancesesconelPremioir ]obcl
desde 1930, con dos modal idades: sí (10) ' no (46) '
La sede de la empresa puede ser situada: en el 5"' 6" o 7" :nondissement
de Pa¡ís (29); otros nrro,r,l i ,"*'m de la riue gauche l4); riue droit (9); en
provincia (9) o en el e;ttraniero (5)'
Importancia de La literatura extraniera (en azul)
Sehaconstruidounavar iableqLlerePresentaelporcentajedetí tu iostra-
ducidos con relación al conjunto de titulos pub'l icados: de 1 a 5o7o (11)' de 5
a 70o/o (12), de lO a 25o/c (16) y más de 25o/o (19); para dos edi tores las
inforrnaciones no han podido ser obtenidas'
La variable "h" .dir"io un premio Nobel extran.iero"' que releva rnás capitai
f inanciero que capiral simbóli lo, t iene dos mocialidades: sí (14); no (42)'
La lengua dominante tradt¡cida Por un editor es reveladora de la ubica-
ción cle este editor en el sector de !a edición. se ha construido una variable
quepermitesi tuar ' Iaubicacióndelasdi f ¡ : renteslenguasenlatnuestradelos
editores. Se han creado diez grupos de lenguas de G I a G 10' a partir dc los
50 editores para los .,,"1"' 'J
dkponít de información' Sobre la base de una
estadística de ias afinidades l ingüísticas y geográficas' se ha podido consrituir
un cuadro (titulado: "Est-ce qJil publit une langue?")' en el cual nos hemos
apoyadoParacrea¡, , , , t t ' " ' i "b l t " iengua'conseismodal idades: inglésyraras
(5), sólo ingiés (9), inglés y euroPeo + otras (16)' inglés y euioPeo (7)' no-
inglés + otá, (9), alguna lengua (8), sin respuesta (2)'
Los datos pr...dln"' han sido anaiizados con la ayuda del análisis de
correspondencias múitiples dspecífico' úariante del ACM' que permite po-
ne r como suplementarias modalidades de cucstiones activas'22 Los diagramas
'22. No se presentará aquí sino una primera lectura' provisoria y reducida a lo esencial' dc un
anál is isdclascorrespondenci"smúIt ip le, 'quchasidoconducidoenunpr i r , rer t r lomcntocon
Salah Bouhedja y cn tln segundo rno*""'o' luego dc una rccolección más sistemática y una
codificación más precisa d. io, d"¡or, con Brigirre Lr Roux y Hcnry ll.ouanet, v cuyos resultados
completos serán publicados posteriormente, con todo el instrumen¡al mctodológico ncccsaric,.
Ver p Bourclieu, n. u no"* y u. Rouanet, L'Edition littérdite en liancc, une misc cn oeure raisonnéc
de I'ana/7se géométrique dts données' en preparación'
?.35
siguientes present i cl espacio de las 59 moclalidades activas en el piano de
los dos primeros ejes (diagrama 1) y en el plano de los ejes I y 3 (diagrama
3), y el espacio de los 56 editores activos en estos mismos planos (diagramas
2y 4), para la codificación de los datos, se ha uti l izado el programa SPSS 8.0
lF y el progra¡na ADDAD 97L821 para la exploración posfacrorial, el pro-
grama EyeLID 2.0.24 F.n los diagrarrras 1 y 3, están en caracteres pequeños
las moclalidades que tienen una débil con¡ribución á uno y otro eje del diagra-
ma; en ios diagramas 2 y 4, están en caracteres pequeños ios editores cuya
cali<l¡d c{e representación en el piano del diagrama es mu,r' débii.
Ccmo se ve en el diagrama 2, las diferentes editoriales se distribuyen,
sobre . ' l prin.re- eje, dcsde ias más grandes y las más antiguas, que, por ei
hecho de que acumulan un fuerte capital f inanciero y un fuerre capital
sinrbólico, es¡án en condiciones, como lo arestigua -entre otras variables-
su ubicación en las l istas de best-sellers, de dominar el mercado (a través
de di ferentes mediaciones, rales como la inf luencia que ejercen sobre los
premios i i terar ios y sobre la prensa), h i ta las más pequeñas y las más
rccientes, Chambon, Climats o Zoé, quienes, poco provistos de recursos
económicos y casi completamente desposeídos de capi ta l s imból ico
institttcio¡zalnlente reconocido, no acceden prácticamente nunca a las l istas
de best-sellers (las posiciones inter¡nedias son ocupadas g9r editoriales que
posee¡r una u o.ra de las propiedades que condicionan el acceso a las posi-
c iones dominantes, como ia part ic ipació¡r en los jurados de los premios o la
cbtención de premios nacionales).
Se puede, con la ayuda de la clasificación jerárquica ascendenter5 (CJA),
dist inguir una pr imera clase de 7 edi tores, Le Seui l , Gal l imard, Flammarron,
Grasset, lr4inuit, Albin Michel y Laffont (en rojo sobre los diagramas 2 v1l), que se oponen a rodos ios otros por su estatuto de sociedad anónima
ícon excepcién de Lc Scui [ ) , su iccha de crcación anter ior a 1946,1a magni-
tucl . le su personal -superior a 100 asalariados (salvo para Grasset ín = 701 v
Minrr i t ln = 11])- , su ín<j . ice de imporrancia ( igual a 5, saivo para Grasser
23. ADD; ' . i .A.socirc ión para c l desarrol lo v la di fusión del anál is is de los datos), 151 l ¡ouleva¡d
de I 'FIópirai , 75013 Par is.
24.Yer J. hf . Bc¡narci , R. B¡ ld-v v I lenry f touanet (1988), "Thc Lanquage for inrerrogat ing data
I- i f ) " , en: F-. i l i t l : ; ' tbajo la dirccción dc), Data Ana/ ls is and Inforntat ia V, pp. 461-468, Elsevicr(North Hol ! : rnd).)1. Sobrc Ia clasificacirjn euclirliana, i,er. por c.jcr-npio, Henry Rouanct y Brigitte Leroux, Anali,se
rlts donées ni:tltitlincn,ir,,tnelles, Pzrís, Dunod, 1993, p. 120.
y Minui t ) , su tasa Ce t í t r - r los rraducidos infer ior a 10, el l r lonto super ior a
30 KF d.e las ayudas para la traducción que reciben (salvo para Albin lvl ichel
[17 KF], Flammarion t26 I(FI y Laffonr [15 KF]) , su capi ta l s imból ico
(superior a 350 para 5 de ellos, nulo para Albin Michel e igual a 727 para
Laffonr), el hecho de que han publicado al menos un premio Nobel Francés
(con excepción de Laffonr y de Le seuii), al menos un prernio Nobel ex-
tranjero y un laureado con uno de los premios nacionales (Femina, Goncourt,
erc.), así como un miembro de jurado de uno de estos premios, un índice
de éxito comercial (presencia en la l isra de los b,est-sellers) eievado (supe-
r ior a 400, salvo Flammanon [200] y Minui t [60] , forque' e Parte de
Grasset y c le Laffonr, no t ienen edirores entre sus accionistas, Porque' a
parte de Minuit, traducen del inglés y de las lenguas de Europa occiden-
i. l y porqr-r., por últ imo, esrán situadas en París, 5 de las cuales en el 5", 6"
o 7" arrondissement).
En el interior de la clase complementaria, mayoritariamente comPuesta
por pequeñas SARL, creadas después de 1946, que cuentan pocos asala-
,i"do. (menos de l0), poco dotadas de capital simbólico y Poco tocadas
por el éxito comercial, se puede aislar la clase (en negro) de las más pe-
q,r .n", edi tor ia les (n = 19): Age d'homme, Chambon' Champvai lon'
óli-"rr, Complexe, Des Femmes' Ham¡ Nadeau, Noir sur Blanc' Ombre'
Picquier, Jean-Michel Place, Présence africaine, Sahy, Le Temps qu'i l fait '
V.rái.r, Virag, Zoé y Ztlma. Son sociedades anónimas de responsabil i-
c lad l imi tada, más bien si tuadas en provincia o en el extranjero, y no
f iguran en las- l is tas de best-sel lers, no obt ienen premios y sus estrategias
edi tor ia les se dist inguen Part icularmente en mater ia de traducción: una
mirad de eilas (n = !) no rraducen del inglés y ninguna traduce sólo del
inglés. (Esra c lase de las pequeñas edi tor ia les t iené en sí misma como
.oLpl . - . . , tar ia a una clase comPuesta sobre todo Por casas par is ienses
[., ' , grir, azr,l y verde], fundadas después de 1946, que cuentan más de
10 asalar iados, de mediana importancia ' la mitad SARL y que publ ican
casi todas traducciones del inglés')
Estos pequeños editores novatos' aunque Pesan muy paco en el con'un-
to del juego, le proporcionan, sin embargo, su razón de ser' sus iustif ica-
ciones de exist i ¡ y su "pundonor espir i tual" *y son, Por ei lo, unc, de ios
pr incipios de su transformación-. Pobres y desposeídos, están de alguna
manera condenados al respero a las normas oficiales que profesa y prcciama
todo el universo. como dice la responsable de una pequeña editorial del
sur de Francia: "uno no nuede dar un golpe, no tiene los medios' l jno es
LJ() 237
, ' l lot t rL l i t ' t t
vir tuoso por obl igación""2t ' Y cxpresa de una manera parr icularnlcnre ejem-piar ia v is ión <iei rnundo y las estrategias de todos los pequeños ecl i .orescondenados a la v i r tud l i terar ia: para sobreviv i r en un medio edi tor ia l que"dei s ia", intenta descubr i r autores que convengan "con lo que [e11a] esperalde la] i ireratura", desconfía de los informes <ie lectura, iee ella ,]rsma un"máxirno de manuscriios", "rechaz-a sienrpre
'e¡ a los autores antes de cono-
'cer sus texros", se dice "muy maniática de las traducciones", erc. por refe-¡encia a lo que le pareee como la def in ic ión dominanre del of ic io, def ineeste t rabajo de mane¡a negat iva: "No me siento un verciadero edi¡or" . yexpl ica especiaimente: " [Mis reiacionesj no es genr€ que r lene poder. Nopubl ico per iodistas que después van a hacer art ículos".
Más f¡ecuentemenre provincianos, más frecuentem€nre dir-igidos poi mu-jeres -y dorados de una fuerte cultura l i¡e¡aria*, desprovistos de todas lasinstancias de evaiuación y de selección (comités de lectura), que son rambiénlugares de acumulació¡r de un capiral social de c,rnexiones í:ri les paia la pro-moción de los autores y de los l ibros, estos pequeños edirores esrán ausenres(o excl' idos) de todos ios juegos dei $r'an comercio ecirorial -tomo la ca¡¡eraa los premios l i terar ios, e i recurso a !a publ ic idad, el arre de cul t ivar loscontactos mundanos y las complicidades periodísticas (en su nrayoría estándesprovistos de agregados de prensa), la concurrencia por la compra cle iosgrandes best-sellers internacionales-. Publican, mucho mcnos que los orros,a autores de lengua inglesa, y ello aunque hagan frecuenrementc un lugarparticularmente grande (más de un cuarto) a la traducción; 1,, también comouna manera -pero indiscuriblemente vi¡ruosa- cie hacer de necesidad vir-tud, e jercen sus ralentos y sus audacias de descubr idores sobre pequeñosautores de pequeñas lenguas (catalán, brasi ieíro, coreano, húngaro, etc.) ,menos caros para la compra, no obstante má.s "interesantes" l i terariamente.(Es necesario observar, entre parénresis, que elios pueden apoyarse en lospequeños libreros que ocupan una posición homóloga
" l" d".l lo,
"n la esrruc-
tura dei campo de la l ibrería -"Uno cuenra más con los l ibreros que con loscrí t icos", d ice un responsable de cort i - y que se compromeren, con unadevoción préxima al sacerdocio, en la defensa de los pequeíros editores y delos autores de vanguardia, al proporciona¡ un contrapeso comercialmenre mu)/
26. Contrar iamentc a las rcgles quc scgtr imc. is habirualmcnre en la publ icación de exrractos deentrevistas, hemos debido rcnunci¿r a ccint int¡ar cada cntrevisra con las caracterís¡ icas de suautor, lo que habría tenido por efccto pcrmir i r su ident i f icación.
Una reuolución canseruadora en Ia ediciótt
cficaz, con la ¡ed de rePresentantes, a ia potencia comercial y a los rriunfos
publicitarios de las grandes editoriales')
Con rodo rigor, r. ln análisis del campo editorial debería tomar en cuentx a
agentes que, aunque no tengan estatuto oficial, intervienen eficazmente en el
funcionamienro de esre campo a través de su poder de consagración I ' de la
influencia que ejercen sobre la ci¡culación de los l ibros, en tanto qve taste
mabersi son los críticos influ;,'entes que están frecuenremente "atados" a edi-
toriales (una de ias tradiciones recientes del medio, que consiste en confiar a
toda crít ica de cuaiquier autoridad, la dirección de una colección o una res-
ponsabil idad en las instituciones editoriales, como los comités de lectura) o,
por últ imo, las "personaiidades", doracos de un gran peso en el "medio",
como las que derallaba un arrículo recienre áel Magazine linéraire, que, slen-
do una propiedad de Grasset, esrá particularmente en una buena posición
para describir las ¡edes de poder, de las cuales Grasset es una pieza maestra'
Ai lado de editores como Yves Berger, Claude cherki, claude Durand, clivier
cohen, Jean-claude Fasquelle, Francis Esménard, charles-Henri Flammarion,
Bernard Fixor, Anroine Gall imard, Jeróme Lindon, olivier orban o Jean-
Marc Roberts, se registran allí personajes dotados dei poder de promoción
que da una tribuna en la teievisión, tales como Guillaume Durand o Bernard
Pivot; un esraruroTeriodístico-editorial, como Jean-Paul Enthoven, direc¡or
edirorial de Grasset, consejero de la <iirección de la redacción de Point y
director de la coiección "Biblio-Essais" en el Livre de Poche; o Franz-Olivier
Gisbert, ..direcror de dos redacciones, Le Figaro y Le Figaro Mdgazine, bió'
grafo de Franqois Mitrerrand y de Jacques Chirac, novelista ¡ desde hace un año,
animador de una emisión literaria"; o Bernard-Henri Llv¡', "fiel cntre todos de
Jean,Claude Fasquelle", PDG27 de Grasset y director de diversas revistas, entrc
ellas de Le Magazine Litrcraire; o incluso Pierre Nora, responsable de una colec-
ción en Gallimard y director de Débat,Angelo Rinaidi y, last !'ut not lzast,Phúippe
Sollers, "cúspide del mundo de la edición".28
En resumen, se ve así como se oponen, bajo la relación de]- uolumen globa{
del capital poseído,las graades emPresas antiguas que acumulan todas las
especies de capinl --económico, comercial y simbólico-' cuyo paradigma es' Gall imard, y las pequeñas empresas recientes, o.ue, esfando en la fase de
acurnulación inicial del capital, esrán casi desposefdos de todas las especies
27. Presidente-Direstor Generai [N. dcl T.].
28. A. Liebaert, Loc. Cit'
de capitai, aun cuando detentan un cierto capital simbólico bajo la fbrma de
la estima o de ia adrniración de algunos "descubridores", crít icos y escritores
de vanguardia, l ibreros i lustrados y lectores informados. Este capital simt¡ó-
l ico en estado naciente es casi imposible de asir a t¡avés de los indicadores
disponiblcs: en eFecto, no se acumula sino muy lentamente, a la manera de
lo que se l larna cl "fond.r', verdadera riqueza del editor, formado por todo el
conjunro de los eseritures de /arga duración; y los signos de consagración
especificos, camo el prcmio Nobel o el srarus de "clásico' , concedido por el
reeoqercimientc. univcrsiário, no pueden llegar sino al té¡mino del *abajo de
eenverrién qse r$ rcaiizado por los es^ritores mismos, asistidos por todo su
€ntolng de'dcceubridores", I9ue, en cuanto tal, toma necesariamente mu-
chc t iempo.
3l *cgunclo eje (diagramas 1 y 2) distingue las editoriales según la estntc-
t*78 di ts rc?;ta!, es decir, según el peso.relativo de su capital financiero (así
eomo de su fuerza comercial) y del capital simbólico que deben a su pasado
r$ifittc a c su actiuidzd presente (por oposición al que han acumulado desde el
origen y que mide el índice).2' Sobre este segundo eje, los editores se distri-
buyen según el grado y la forma de la dependencia en la cual se encuentran,
tanto desde el punto de vista financiero como desde el punto de vista de ia
distribución: las editoriales independientes, grandes o pequeñas, se oponen
a las filiales de grandes grupos que dependen de otras instancias u organis-
mos (Centre de diffusion de l 'édition, Hachette) para la difusión de sus
publicaciones. Así las viejas editoriaies medianas, la mayoría de ias veces de-
pendientes, disponen de un capital económico que pred.omina ampliamente
sobre su capital simbóiico actual (aun cuando pueden tener vestigios de un
gran pasado). Resueltamente inclinados hacia fines más o menos exclusiva-
mente comerciales, se oponen a todos los otros, es decir, por un lad"o, a ios
grandes edirores consagrados según toda,s las relaciones, y, por el ctro, a lospequeños editores desposeídos, entre los cuales el ojo sagaz de los "descubri-
dores" es el único capaz de discernir entre aquellos que, al final, se orientarán
hacia el polo de la l i teratura de fuerte capitai simbólico -asociado más o
29. Se ha podido verificar que, para estas editoriales, [o esencial de los índices del capiral económico
censados (especialmente en las l is tas que han servido de base a la construcción del lndice Jurr y
que se det ienen en l9B7) fue acumulado antes de la Segunda Guerra Mundial , y que, .s i se rcmaba
en cuenta solamentc a los autores reconocidos publicados desde 1945, se situa¡ían al lado de los
pequcños edi tores recientes s in tener --como el los- la est ima y el respeto del pequeño medio dc los
entcndidos.
t J. l I { ) L i
Diagrama l: espacio de las propiedacles en el plano de ios ejes 1-2 (.59 modali.lades activasJ.
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l -3, dist inguidos según suDiagrama 1+: espacio de los Í6 editores en el plano de los ejespertenencia a las clases de la CJA.
menos rápidamente al capital comercial c, re el caPital simbólico termina Por
procurar, especialmente cuando el sistemá de enseñanza toma el relevo- y
aquellos que se contentarán con crecer económicamente' Por estrategias más
o menos abiertamente comerciales.
Así, siendo en su mayo ría fliales de grandes grupos (cuentan frecuente-
mente con un editor entre sus accionistas), estas emPresas -que están tam-
bién bien ubicadas desde el punto de vista del capital económico- tienen, por la
debil idad de su capital simbólico, una estructura de capital disimétrica (a
diferencia de las empresas situadas en los dos extremos d-el primer eje, que
son homogéneas desde el punto de vista de las dos especies de capitai). La
división en cuatro clases permite aisl¡r una clase comPuesta por Actes Sud,
Belfond, Calmann-Léry, De Fallois, DenoéI, Fayard, Lattés, Plon, POL,
Rivages, Stock -en vefde: que incluyen en lo esencial filiales con el estatuto
de sociedad anónima, fundadas antes de 1990, que cuentan entre 10 y 100
asalariados, de mediana importancia y que han obtenido muchos éxitos de
best-sellers, esra clase corresPonde de manera muy cercana al gruPo de em-
presas situadas en lo bajo del diagrama-. como encumbradas Por un Pasado
prertigioso, ellas son, según la exPresión de un entendido' "el Punto débil"
d. l" prodrrcción editorial ¡ si tienen, como dice otro, "bellos restos" -Por
ejemplo para Plon, las colecciones "Terre humaine"y "Feux croisés", coiec-
ción de l iteratura extraniera anrigua y presrigiosa-:, Producen ya sea una
literatura sin originalidad, ya sea una lirerarura comercial que no puede vivirse
y brindarse corlro una forma de innovación sino gracias a la allodnxia.
En cuanro al tercer eje, él parece oponer, principalmenrc; los editores que no
publican traducción o publican poco -y sobre todo de pequeñas lenguas raras-,
y los que -más someridos a las coacciones del mercado-, tfaducen mucho, y
sobre todo del inglés; es decir, de la lireratura comercial con éxito más o menos
garailtizado (diagramas 3Y 4).
Posiciones Y tomas de Posición
La autonomía del d isposi t ivo inst i tucional de decis ión, con relación a las
coacciones estructurales ejercidas por el campo, parece extremadamenre rc-
ducida. Al punto tal que uno Podría tener el sentimiento de que ias tomas de
posición, ., d..i, las estrategias editoriales, se ded'rcen de las posiciones ocu-
p"d", .n el espacio edirorial. En efecto, es indiscurible que las coacciones quc
están inscritas en la posición orienran a las editoriales que ocuPan posiciones
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24t
Pierre Bo¿trdiet¿
vecinas hacia poiíticas editoriales bastante semejanres (en mareria de traduc-
ción, por ejempio) e, incluso, al menos en el polo dominado dei campo,
hacia soiidaridades completamente reales. Sin embargo, el efecto de esrascoacciones está mediatizado por las disposiciones de los agentes que onenran
la percepción que ellos pueden tener de ias posibll idades inscritas en cl cam-
po en su conjunto y en su posicién parricular, la representación que puedenhacerse del espacio de los posibles que les es ofrecido y del ma¡gen de manio-bra que la est¡uctura cle las posibilidades ob.ierivas deja a sus iniciarivas.
Por esta razón, se habría querido poder incluir en el sisrema de los factoresexplicativos las propiedades distinrivas de los editores, es decii a Ia vez de lascaracterísticas oLrjetivas -rales como ei origen social, el capital escolar y latrayectoria social-, y de rasgos, sin duda más diFíciles de definir, como lasdisposiciones éticas, la competencia específica, ranro l iteraria como récnica ycomercial, tantas informaciones que, como muchos observadores han podidoconvencerse, están protegidas por una barre¡a de secreto pa¡ricularmentetemible. Sin embargo, se puede establecer, sobre la base de un análisis docu-mental y de una encuesra ernográfica, que exisre una correspondcncia fuerreentre las características del editor y las características de su editorial, y com-prender ia lógica según la cual se esrablece: las pequeñas ediroriales rienenmás posibilidades de ser dirigidas por editores un ranro más jóvenes y muje-res, de origen social relativamente elevado, dorados de una fuerte culturaliteraria ¡ sobre todo, muy investidos -inrelectual y afectivamenre- en suoficio; las grandes editoriales tienen más posibilidacies de ser concedidas, yasea a herederos, ya sea a técnicos, formados en el trabajo, o legitimados portítulos escolares raros. Mientras que, del lado de los recién llegados, la posi-ción tiene mrís posibilidades de haber sido hecha por el que la ocupa, y a suimagen, del lado de los editores más antiguamenre esrablecidos, la mayoríade las veces ella habrá producido a su ocupanre, por las vías de la herencia(hay muchos herederos, hijos, hijas, sobrinos o sobrinas, en la profesión) ode la cooptación que tiene ambién por efecro dar a una editorial un"chef dzmaison" a su imagen.'
Pero, otro principio de diferenciación, independiente del precedente, esla competencia específica, que es la condición del éxiro o del fracaso en laprofesión: por el hecho de que el lib'ro, objeto de doble faz, económica ysimbólica, es a la vez mercancía y significación, el ediror es también sn per-sonaje doble, que debe saber conciliar el arre y el dinero, el amor a la lireraruray la búsqueda del beneficio, en estrategias que se si¡úan de alguna maneraentre ios dos extremos -la sumisión realista o cínica a las consideraciones
Utm rcuolttciti¡t cottselurtclura en la eil: I
comerciales y la indiferencia heroica e insensata a ias necesidades de ia econo-
mía-. La coritpetencia del editor -y de todos los que tlenen astlntos con ci
l ibrc, en cu"r lquier función que scír- csr, i formada por dos partes antírgot l is ixs
1' por la apt i rud pa13 ;1. ,c iar las armoniosamente, las xpr i rudes pro¡r iemente
lirerarias dcl que sabe "ieer", y ias aptitucles técnico-comerciales del que sabe
"conrar". El ediroL en su definición iclcal de¡:ería ser, a la vez, un especulador
inspiracio, d ispuesto a las apuestas más arr iesgadas, y un contador r igurosc,
incluso,rn poco pais imonioso. De hechc, sugún su posic ión en la estructura
del campo *es decir, grosso ntodo, en la esrrucrura de ia distribución del crpi-
rai económico y del capital simbólico-, y segírn ias disposiciones l igadas a su
po:; ic ión v a ia t rayector ia que al i í la ha concucido, c l ediror, hombre de
neqocios sumido -como el venCedor de cuadros- en la economía anti-econó-
mica del arre puro, propenderá hecia uno u otro poio, y realizará una combi-
nació¡ más o menos exi tosa de esos dos sent imientos tan i r reconci l iables,
socioiógican- ienrc, con]o el agua y e, l fuego, el amor pur, : del ar te; 'c l :mor
rnercenar io c ie i c l inero.r '
Todas las fomas de doble concie¡rcia y <1e cloble iucgo serán Puestas erl
práctica por uno u otro o por el t 'nismo en diferentes ¡notnentos, desde las
" locuras" económicas dcst inadas a servir de coartada a ia pol í t ica cdi t r ' r ia i
más mercantil del editor comercial, hasta la sumisién a las nccesidades dcl
mercado y a las costumbres me¡cenarias del editor "Puro" siempre dispuesto
a legitimar sus compromctimientos por la invocación dc las audacias i itera-
r ias que sou consiJcredas como posiblcs.
En u¡ se¡tido, es en el debut, en los comienzos i¡eccsariamente hcroicos,
que la elección es más fácil, porque;finalmente, no se tiene una clcrcii i¡r así.
Según la frase de un editor de vanguardia I'a cindo, "uno es virtu¡lst.r Por otlli-
gación". Esto se ve bien en materia de rradr.rcciones de libros extranjeros. Según
un agenre l iterario, "los l ibros un poco'cheap" ur1 poco baratos, un poco diri-
gidos al gran público, o incluso nluy dirigidos al gran público, son mrry caros'
porqlle ei mur.rdo entcro se los ciispute, Porque son éxitos mundiales' Iin canr-
bio, us¡ed tiene buenas novelas o de r-r-ruy buenos autores que, Potencialmente,
no tienen una venta prevista muy importante' Pero que tienen calidad' Y esos
libros son tomados frecuentemente por pequeñas eriitoriales Por su calidad'
(...) El cosrado financiero, cconómico, comercisl dc la cosa no es e! primer
30. Sobre el m¿rch¿nd de ane, del cual cl editor es un caso particular, pr:drán lccrsc los análisis de
la figura de Arnoux, el personaje 1'laubcr¡iano, cn: Picrrc Bouri.licu, Les Rig/es dt l',art' P¡rís, L-e
Scui i ,pp.239v10l ( ' l rad.csp' : Lasreglas¿lelarte,Barcclone,A¡raqraml, 1991) '
elemento de la elección. (...) Aún cuando quisieran -creo que en prin .r ir,rgareste no es su deseo, su dirección-, pero aún cuando quisieran, no seríah capa,ces, habida cuenta de las sumas que hav que poner sobre la mesa para adc¡uirirlos derechos de John Grisham, de Stephen King o de genre como esa, noestarían en condiciones de enfrentar una competencia semejanre, porque notienen el medio para hacerlo. Pues, frccuenremenre' se abocan a los l ibros decalidad". Esrá dicho, se ve, que, aun cuando quisieran n. podrían, y tambiénquc, de todos nlodos, no quieren, porque no esrarían cn la posición que ocupany donde ellos se han puesto, si no ruvician las ctisposiciones necestrias paraocuparla, las uirtudes necesarias para aceprar en ellas las necesidades (el mismoobservador seírala, por ejemplo, Que "son frecuenres, por orra par -e, mujeres
fnombra a viviane Ham¡ Joélle Losfeld o Jacqueline chamL'onJ que tieneneste género de ediroriales, que son ve¡daderas editoriales".
Las cosas son también relativamenre simples en la otra punta del espec-tro, para los editores pura y simplemente "comerciales", cuyo sírr,bolo es hoyRerna¡d Fixor, PDG de la fi l ial del Groupe di la cit¿, Nouvelles Édi¡ion, RoberrLaffont-Fixor-Seghers, que, al asumir sin compiejos su oficio de pub/isher, comoéi dice, declara sin rodeos la verdad económica de la profesión de editor: origina-rio de un medio muv alejado de la cukura y de la l ireratura y ad'enedizo en lacima de un gran grupo, luego de haber recorrido todos los grados de la jerarquíaen el sector más propiamente comercial (ha sido, sucesivamenre, reposlror enGa[imard, vendedo¡ en Hachetre, rep¡esenrante en Garnier, direcror comercialcn Gall imard, antes de fundar su propia editorial), mal inregrado en el mundoediroriai (ha dejado el 6" anondissement por ia riue droit,lugar de ios negocios),que lo mi¡a de arriba o lo rrara como un modelo negativo, está inclinado a unasuerrc de popu/ismo literario cruzad,o con an¡i-intelecrualismo que lo lleva a diri-girse prioritariamente (y con una cier¡a since¡idad) al púbiico más .¡asro, com-prornetiéndose en la gesrión de 1o que considera como un come¡cio col¡o cual-quiera, con métodos de director de marketing de una empresa ordinaria y po-niendo al servicio de la búsqueda del máximo beneficic rodas ias récnicas degestión y de comercialización disponibles -marketing, publicidad, bajo precio,etc.-. Aunque esré obligado a hacer aigunas concesiones a ios valores del mediomanifustando su solicitud a favor deJull iard, anexado en 199r, y la colección"Pavil lons", v creando, para enme ndarse, dos colecciones, "Bleu noir" y "Rideaurouge", multiplica los "golpes" come¡ciales tales como la pubircación de "resti-
monios chocs" (historias de rapto, de violación, de incesto, cesrimonios detransexuales, erc.), novelas de kiosco, e historias sensacionalistas adecuadas paraprocurar grandes beneficios por la venta direcra o a través de las cesiones de los
derechos en el extranjeroj' y se comPromete en la carrel'a a los grandes Lrcst-
sellers internacionales.
Este ediror de primera generación, formado en ei trabaio, "vendedor sin esta-
dos de alma', que domina perfectatnente el aspecto comercial de la empresa
edirorial, y plenamente jusdficeclo Para Pensarse como un profesional, no puede
no aparecer como alnputado en una dimensión imporrante, propiamente iitera-
ria, en una estrategia específicamente editorial. Desde el punto de I'ista de un
agenre literario "a la antigua', sin ninguna ducia él for¡na partc de "esa gente que
es -€nrre comillas-'/xmAteur' ' . hay un grupo de edirores, de dueños de casas
editoriales que, diría, sin se¡ atra vez demasiado malvado, sbn casi anallábetos;
son los editores que no sabcn leet lo que es el 'ABC', nle Parece, del editor. En
cambio, saben conrar. No saben leer, pero saben contar (...). Para mí es un Poqui-
to dificil ver pasar Ia edición a las manos de gente qlle (...) no arnan verdadera-
menre los libros, que habrían sido ta¡nbién buenos Patronos de gna empresa
farmacéutica'. Y el límite extremo es alcanzado cuando con "ese sistema que
viene de los Esados Unidos, las editoriales están frecuentemente en las manos de
grupos que no tienen nada que ver con la edición, es decir, bancos, sociedades
petroleras, compañías generales de electricidad"'
¿y qué decir de esos herederos que, por la evolución, por su edirorial y por
el campo ediror ia l en su conjunto, pucden encontrarsc en estrategias conl-
pletamente vecinas a las de los i legados tardíamente más desprovistos dci'educación l iteraria'? De hecho, aunque los riesgos corridos sean infinita-
menre menos importantes para una gran editoriai que para una pequeíla, las
consideracionei comerciales se imponer\ también, en lo sucesivo, a travi's dc
los técnicos financieros, los especialistas del marketing y los cont"dores, a l lr
mismas editoriales antiguas, como Gallimard, que están obligadas a t 'n¡r;ir
en la carrera del dinero, es decir, de los best-sellers: "Gail imard clue -;cilt irrr
decir?- ha aprovechado bien su estatuto de reina Victoria de la cdicif l Ir ' ;r i '
cesa -eilos han sido los primeros, los más grandes, los más conoclJ., ' . l t t i
31. Bernard Fixc¡ vende sus besr-sel lers en el extrenjero: Ld r?iNl t t de¡ b¿ndi t ¡ [2[¡¡¡ ' ¡ 3 i ' ¡ ¡ : r : i ' :
600.000 ejernplares enJapón;Jamdis sans naf lbl'rabría vendidt¡ i,4 ¡nilloncs dc cj;m¡'l':r*' c:;'""
años después de su apar ic ión, todas las edic iones, s in detel lar . Para haccr h: l l lar c ie:us l ¡ i ' : " : ; i : : '
cr í t icos l i te¡ar ios -que los ignoran, en todos los sent idos dcl término-, ha prtc l t t r ¿ l ' i i : r : j : je:
estrategia que debe rr . ,p i i , l " " . ,s" . ,c ie
del capi ta l s imból ico y dt l capi te l ;ocial J* i qrrc J: ; " ' r ' - : :
a i" .a", gr"nda, edi tor ia les, recurr iendo a medios de acción que ci r l intrc i )ucJs i \ t j ! . i : I i : : r ' ,1é
publ ic idadbienapuf l rada(porejemplo,unaprepubl icaciónenunrrcvistafcmcning.J t ¡ r ' r ' * r ' r r ' ' :
masivae¡rEuropal , t rnainvi taciénlsacréeSoiréecl 'eJe.rn- l , icrr . : l . . , r tc¿ul t .
244 245
Pierre Rourtliau
extran.¡ero durante muy mucho tiempo- (...) prr" poder, ho¡ seguir el mo-vimiento, esrar s iempre en la cabeza del pelotón ( . . . ) t ienen necesidad depublicar también cosas que se vs¡clsn bie', y ei lado poprrlar rctrasado 1otiene aún cuando iracundo".
De hecho, se puede intenrar dar razón de io que se podría l lamar el "esri-
lo" de una edi tor ia l , resul tante del habi tus del ediror y de las coaccionesinscritas en la posición de su editorial, que se revela en su carálogo, recons-truyendo, como para una persona singular -un escriror o artisra, por eJem-plo-, la fiínnula generado¡¿ de sus elecciones. Así, Gallimard tiene conductasde noble en decadencia que quiere rcrener y rnanrenL.r s l i rango sirr rebajarse,realizando las adaptaciones y los ajustes necesarios por la elección de entraren la carrera de los best-sellers internacionales. Asocia hábiies estrategias demodernización atemperada, que le permiterr, como frecuenremente a losdominantes, tener los beneficios de una elección y de su conrraria, en algu-nas audacias y algu.nos descubrimienros de coartada planreados en los pe-queños dominios i ingüí.sticos, y en una gesrión c/¡ic del fondo, a rravés detodas ias colecciones de bolsii io, para adultos y parajóvenes, las reediciones,acompañadas de un remozamiento reducido, la mayoría de ias veces, a uncambio de maqueta.
El me,for índice de la correspondencia enrre la esrruciura de las posicionesy la estructura de las tomas de posición32es, sin duda, el hecho de que elincremen¡o del capital literario de una editorial se acompaia casi inevirabie-mente de un reforzamiento del peso de los objerivos y de los crirerios comer-ciales, no pudiendo quizás los responsables, en el mejor de los casos, sinoretardar el destino, aminorando el deslizarniento hacia ei poio comeróial.Así, las estrategias de una edirorial de vanguardia en vías de consagración,
32. Para verificar la correspondencia entre el espacio de las posiciones y el espacio de las romas deposición, hemos censadó 537 textos de 110 au¡ores publicados por editorcs comprcndidos ennuestro estudio, quienes han sido traducidos al francés entre julio de I 991 v julio de I 996 y renidoen cuenta, para czda uno de los títulos, las variables siguienres: género (novela, novela corra,relato. cucnto), cdi tor dc or igen y de l legada, lengua de or igen (para el inglés se ha disr inguidoentre " inglés" y "americano"), nombre del ¡ raducror, nombre v scxo del auror, año de apar ic ión dela edic ión or ig inal , de la t raducción francesa (1991 o 1 996), ju ic ios de la c¡ í r ica, precio, n úmerode páginas, número total de los autores extranjeros por el ediror de referencia, númer<¡ de autores
que t ienen la misma lengua de or igcn nacional . La inmensid¡d de las invesr igacioncs neccsar ias
para l levar la a cabo nos han conducido a abandonar este pro] 'ccro.
. l / atr1
{Jna reuolución conserttadora en Ia edición
como Minuit, toman un relieve completamente excePcional cuando se las
resitúa en ei conjunto del campo editorial: las estrategias de resistencia fun-
dadas en un aristocratismo ascético le han permttido conservarse en la ausencia
de éxito de los comienzos y conrra el éxiro posterior; y le otorgan valor por ser
percibidas como libres de los compromisos y comPrometimientos de la eco-
nomía editorial;33 ellas se oponen, a la vez, y casi tanto, Por un lado, a las
estrategias de las pequeñas editoriales de vanguardia -reciencemente entra-
das en el campo-, y, por otro lado, a las estrategias de las grandes ediroriales
anriguas como Gallimard, que, canonizadas de iarga data, canonizan autofes
académicos -al perpetuar las formas literarias más tradicionales-' o jóvenes
autores -espontáneamente ajustados a modelos antiguos o bastante pocc
informados de las evoiuciones literarias, PaÍa ligar todavía a la vieja editorial
una idea de vanguardismo-. La consagración que es ororgada a muchos de
los descubridores de la primera hora (samuei Beckerr y claude Simon, espe-
cialmente) y al grupo de autores constiruidos como "nueva novela", ranto
por el efecto de la cubierta Común como Por la acción de promoción simbó-
lica conducida por Alain Robbe-Gril let, no puede sino reforzar el capital
simbólico de la editorial misma, e incrementar el poder de atracción que ella
ejerce sobre la fracción más cukivada dei púbiico (como lo atestiguan las
curvas de ventas), f.también sobre los autores Poten€iaies: estos pueden set'
en parre, conrinuadores que, por el acostumbramiento del público, obtienen
así un éxito relativo; y, una vez que llega el pleno reconocimien¡o colectivo,
algunos de los úkimos llegados pueden beneficiarse de ia indulgencia que Ia
editorial les otorga, víctima paradójica de su preocupación por escaPar al
envejecimienro social, aunque no iean necesariamente pol comPleto rePre-
sentativos de la línea original o aunque, más sutilmente, Produzcan variantes
a¡enuadas o suavizadas de las rupturas de los comienzos (a veces galardona-
das, por esta razón, con los más triviales fie los premios nacionales). Se puede
pregunrar si la pequeña editorial l legada a la cu¡nbre de la consagreción,
podrá perseverar en la combinación de extrema audacia y de extrema conten-
.iOrr, q,r. le ha permitido permanecer hasta ese momento en la clase de las
pequeñas empresas para los índices económicos -un número de a¡alariados
muy restringido, una exclusión ostentatoria del marketing y de le publici-
dad, un número de títulos publicados relativamente débiies' un re€h¿zo Por
33. tvf ichel Deguy, op. cit., p. 18: "Con la única cxcepción de las Flicione* de Minuit" fide¡ q su
or igen clandest ino".
las .rduccii lnri y por la carrera a los bcst-sellers extranjelos-, participando
en la categoria ,lc las más grandes, en todo lo demás, e, inciuso, poco a poco,
en l<¡s éxltos de venta, que el efecro de consagracién ejercido por su euqueta
asegura a sus apu€stas más arriesgadas.
[¿ dinámlca dcl carnpo y las nuevas tendencias
de la praduec!én editt¡rial
!.* c{in'i!!:ica ri*l eampr: no puede comprenderse como el conjunto de las
r."'r;l¿reioncs *c¡rarac!.as v paralelas que describen las monogiafías históricas decrnprc.ar editorirlec, y qu€ uno desliza espontáneamenre en el molde cómodo
*e ie nretáfcra biológica: nacimiento, juventud, grandeza, decadencia. Ella*r?cuefiÍra su principio en la es¡ructura del campo: so¡r los nuevos ingresantes
!+r que crean el movimiento; son ellos q.r-i..,.r, por su sola exisrencia y por lac*¡:eurrencla que instauran -y en la cual la abnegación (o la autoexplotación)
lcs l:ac* {smpetitivos*, arrancan al orclen literario establecido de la inmovili-&Ét. Y ai voh'er a las fuentes mismas de la creencia, por una denegación ascéti-<e {por ejcmplo. cr-rn la elección de cubiertas ciespojadas, sin i lusrración) derr'<lo lo que puede evocar Ia dinrensión económica de Ia=producción lireraria*y;r s€ ¡rate de la publicidad o del marketing-,'empujan a la antigua vanguar-ciia, hcy consagrada o en vías de consagración, al pasado -idenrif icada a losüJ-rg¡xd6, a lo desclasado, prrvisoria o definitivamenre excluida del jucgo-, o alo clásicr¡ -así puesra Fuera de juego y arrancado al rranscurso del tiempo.
Por csta razón, en ei espacio-tiempo caracrerísrico del campo, las diferen,te: posiciones sincrónicas corresponden a momentos diferentes de rrayecro-r ias diacrónicas (qrre la representación espacial s incroniza art i f ic ia lmente).Los nr¡evos ingresantes son también, por Lrna parte, indeterminados, y no esllci l de discernir, a parrir sólo de los índices objctivos disponibles, si estánd*stinados a desaparecer más o menos rápidamente o si, en el caso de queellos l iegaran a sobrevivir, se orienrarán hacia el rri*nfo comercial o hacia laconsagración l i rerar ia, asociada o no al éxiro comercial (aunque se puedaprever, sin gran riesgo, que una empresa como Carriére, que> sostenida poruna heredera de una gran edirorial comercial,3a ha publicado el besr-seller de
34. Anne Carr iérc cs la hi ja ¡ Robert I -af lont y ha dir ig ido, duranre c ier to t ienrpo, el servic io de
orensa de Lal font .
243 719
los best-sellers, Pauio Coelho, traducido ciel brasileño, o, al contrario, e[ por-
.¿enir al lnenos provisoriamente difíci l de ios descubridores, a una editora
como Ibolya Virag).
La sobrevivencia, como lo atestiguan las muy numerosas desapariciones
anuales, es ya una Proeza que no es Prometida sino a aquellos quc, según Ia
ley fundamentai del campo, saben combinar la comPetencia l iteraria y el
realismo económico, Así, se puecie encontrar entre los pequeños editores'
aparentemente a1 extremo especial izados' estrategias sut i ln lente
diversif icadas, que Permiten obtener las ventajas asociadas al controi de un
nicho, danáe la concurrencia es débi l (es el caso de todos los aspectos
Iingüísticos más o menos abandonados por los grandes editores), escaPan-
clo tanto como es posible Ce las l imitaciones l igadas a la extrema especiali-
z ción. Así, un editor como Phil ippe Piquier, especializado en las lenguas
de Extremo or iente, coreano, v ietnamita, chino, japonés, inrenta reLlnir
las audacias de una edición de investigación con la publicación de ottras y
de aurores que le permiten obtener éxito sin salir de su especialidad: clási-
cos del erorismo chino o japonés, novelas poiiciales, clásicos chinos o japo-
neses y, en fin, I ibros de éxito consagrados por adaptaciones al cine'
Si el porvenir de las Pequeñas emPresas principiantes ¡ al mismo tiempo' el
sentido presente de sus elecciones deia frecuentemente a los observadores (y
también alacrítica) comPletamente perplejos, no es sólo en razón de las incerti-
dumbres inherentes a tcda estrategia arriesgada de "descubrir", sino también
porque el l ibro, objeto ambiguo, económico y simbólico, se Presta muy Par¡tcu-
l"r*.rrt. ala )l/odoxiacuitural, .." *rié.,r..rdido sobre !a identidad y el estatuto
simbólico de un objero cultural que condlrce a romar la bijouterie y lo símil por
lo "auténtico"; al/odoxia a la cual pueden sucumbir no soiamente los escritores
mismos, que, como se ha visto, están a veces engañados por una imagen antigua
de un editor (el Gall imard de Georges Lambrichs y de la colección "Le Chemin",
por ejemplc), sino también los crít icos, frecuenremente víctimas también dei
efecto de histé¡esis, y el editor mismo que puede creer reconocer los signos de
una gran obra d.e vanguardia en lo que no es sino una imitación en símil.
i lusión ranro rnás probable ho1,, cuando el conjunto de los proragonistas del
juego literario, los autores y los editores especialmentr, están ad'¡ertidos de las
avenruras de ias vanguardias. Así como los escritores más astutos y sin escrúpu-
los pueden darse la i lusión de desafiar las censuras, imitando las transgresiones de
los grandes heresiarcas del pasado en pequeños sacrilegios eróticos sin conse-
cuencia, ciertos editores conocen bastante bien el juego como Para ser capaces de
jugar el doble ¡uego, para el los mismos tanio conro para los otros' y produci t
Pierre Botu'd.ieu
si¡nulaciones o simulacros del vanguardismo más o menos exirosos, con laseguridad de encontrar ia complicidad, por lo tanto, el reconocimiento -deeditores, de crít icos y de aficionados, que esrarán ranto más inclinados a laallodoxia cuanto, formados en Ia "tradición de la modernidad", querrán ac-luar a todo precio como descubrido¡es capaces Ce evita¡ los errores de losconservadurismos del pasado.
Ciertos editores principiante.s pueden, así, intenrar concil iar estrategiasque, en un estado más autónomo del campo literario, serían ir¡econcil iables:la inversión,.necesariamente a largo plazo, en autores de larga duración, y iabúsqueda del éxito comercial de una producción literaria con rotación rápi-da, apoyándose en una forma de marketing modernizada, fundada en unaexploación metódica de Ia allodoxia. En asociación con ciertos periodistasque, en nombre de la solidaridad "generacional", se ponen de acue¡do conellos para pensar ias luchas literarias según la categoría altamente incierta Ce"generación'35-arma de iucha que apunra a desciasar a los antiguos más queinstrumento de conocimiento-, ciertos responsables de edi¡oriales "jóvenes"
(o de ramas "jóvenes" de las viejas editoriales comerciales) eniienden ofrecera los iecto¡es "jóvenes", valorizados y valorizantes en ranro que rales, autores"jóvenes" y"aIa moda", capaces de romper con las búsquedas esotéricas de lageneración precedente. Es significativo que los comentarios alrededor de losnuevos "movimientos l iterario-comerciales" que agitan el campo editorial,hagan un lugar importante a una editorial como J'ai lu, f i l iai de Flammarion,y a su directora literaria, Marion Mazauric, que se ha esforzado en reunir, enhonor del "nuevo público de 2O-30 años, lecrores de versiones de bolsil loante todo", en obras de bajo precio, "de 19 a 25 francos", auroies desparra-mados en dlversos editores (entre los cuales Raphaél Sorin, crít ico l iterarioen L'Express, editor en Fiar'.-rmarion, promovía, por orra parre, especialmenre
35. La solidaridad "geneiacional" sirve paia fundar una internacional lite¡ario-comercial enraizada
en la unidad sup'resra d{todas las prácticas de tado¡ los "jóvenes" de ndos los países: "Hay más
relaciones entre autores f ranceses y autores anglosajones, i ra l ianos o españoles c le ia misma
generación que entre los autores franceses .¡ue publican hoy y los que han comcnzado a escribir
an¡es de los años '70. Par ot ia parte, e l los mismos es¡án nu¡r idos dc novclas extran. jcras ( . . . ) . E.
todos estos países, como en f-rancia, ha dcvenido claro que se podía hacer lite¡arura habiando dcl
footo del roth (...). Los periotlistas quc hablan dc los libros en los periódicos, en ia relevisión o en
las radios, forman parte de esta nueva gcneración de los 25-35 aíios, como los lccrores y como los
libreros". C)livier Cohen, citado por C. Ferrand, "Olivicr Cohcn au pied du mur", xn: Liures-
Hebdo,279,6 de febrero de 1968, pp. 56-57.
(lna reuohtció¡t consert'culora e¡t h edicíótt
a trar,és de la revista Petpendiculaire):"La oPeración tiene efectos por lo menos
:rmbiguos, pues aunque conjuquen, rreinra años después de Mayo del '61J, eo¡r
las mismas coplas l ibertalias, los ' jóvencs relreide-s' de nitestro tienrpo se aco-
modan bien con la dialéctica dci marketing", lo que ticne por efecto "fragil izar
ios catálogos".16 Al o¡questar las icieas recibirlas con la modarT-que' a íuerza de
circular de escritor "a la moda" a periodisra mundano o a editor mociernista'
terminan por encontrarse tanto en L'Olivier como en Fayard o Fi¡:ot' ¡anto en
POL como en Flammarion o Albin Michel-, celebran el retorno a las sanas
rracliciones del relato (o, como dice el nuevo ienguaje a la tnoda, al storl
tell ing) ¡ al mismo iiempo, a la verdadera vida ("los noveiistas miran lo que
les rodea", dice uno, y el orro s:ñala que ellos "abi'eir rnás an-rpliamenie su's
iibros a ia realidacl de hoy'').3'Esre inrerés por los jór'enes novelis.as tiance;es
(y muy especialmenre -esro no se inventa- Por "la nueva esctlela de novelis-
r", ,,rrgido. de la l i teratura p^ra ia juventud") se asocia naturalmente con el
interés rambién modernista por la "joven literaruia americana" ("los ameri-
canos, los ingleses, cuentan historias"), que se considera que aPorta' según
un viejo esrereoripo, todo lo que la l iteratura francesa, abstracta. y tiesa' for-
malista y cerrada, es incapaz d.e ofrecer, y, en Particular' "la rebelién' la vio-
iencia y el sexo". Y si ios promotores de este fi loneísmo decisorio asocian
sincréticamenre la jtventud de los aurores, la juventud dei público e incluso
la juventud (o el rejuvenecimienro) dei personal de la edicién' es Porque'
confundiendo la fronrera enrre la creación l i¡eraria y el marketing publicita-
rio, ven en el éxito inmediaro que obtienen -de las Primcras novelas o de los
36. C. Ferrand''l¡ nor-ivclle génération", cn:' Liures-tlebdo'282' pp' 6t163'
37. Michel Deguy e'roca "el ine pro cliché de los nuevos periodistas según cl cual 'por más que sc
busque, no se percibc , ,n . . . r i ,o, cn F¡anci i - lo quc quicre decir otro novcl ista di ferentc al que
habla- mientras que, es evidcntc, la hierba británici rebosa de noi'elistas nobelizables' o el asfalto
americano,olapampa, inclusolaPatagonia" ' " ( l r4 'Degu¡ op'c i t ' 'p ' i13) 'Yevoca'másadela¡r te '
a los. 'nucvos cl ichés,prejuic ios" del pcr io, l is ta l i ¡erar i<r: "1. la dat¿ción americana por década' la
rrinfornanía de [o nuevo v de lo ur"d<, (ear$ eighties, l¡te settentiesl;2' ia novela' v cxtranicrr'' cs lo
que ha. 'más inreresante: 3. es neccsar io desconf iar de los intc le: tualcs" (p ' 87) '
38. un solo ejeniplo de ralcs er.¡cuenrros inespcra<los, .sta dcclaració¡r dc I ]ernard Fixot : "cuando
hef i ros l legaclo al of ic io, conAn¡oineÁr¡douarcl , t r r i s , rc io, é¡amos mis bicn ret icentes ¿ la novel¿
lrancesa: ¡esra rnania <1c la rntros¡rccción cuanclo L: único valcclcro cs '<:ont¿r una histor ia i L lntoncCs
hemos publ icado clocumentos sobre I r isror ias cxtreordinar ias que l legaban a gente ordi l r r ia '
enc<¡nrrando que en nuestra época la rcalicla<i su¡rerabe frecuentcmcnfe a la ficción" (B' Fixct' cn:
hladante l.:íe¿ro, 4 de enero de 1993). Y se te¡rclrán en la memo¡ia las "evidencias" cleJean-N{arie
Laciaventinc rccor<i:,da-s al cclnlienzo'
autores debutanres- el resr imonio más indiscur ib le de su insr inro de "descu-b¡idorcs" de una nueva especie de l irera¡ura, más moderna, menos docrrinaria,más joven -en una palabra-, pero tamLtién menos "elir isra", porque másampliamenre accesible que la l iterarura de investigación de \os sixties, y sobretodo más conforme a los inrereses insepara'b,lemente l iterari.s y, comerciaiesde los jévencs cuadros l iterarios con rono liberrario, que pi-etenclen imponersu nczv deal en el mercado de la edición
olivier es, sin duda, !a edirorial rnás rípica de este "mode¡nismo" que juega lajuvenrud conrra los esrablecidos -a la ¡rlanera cle Jull iard que, en medio de losaños 1950, oponía ya las rec.3n l leg::,das, mujeres y.!óvenes ellas también, Frangoisesagan y Minou Drouer, a los pontí f ices que envejecían de Gai l imard-.3eSabe jugar en la forma moderna de las relaciones públicas, que se irnpone enlos oficios de edición (cerca de la mitad de sus au¡ores franceses son periodis-tas, a lgunos muy inf luyenres en los per iódicos o los semanarios y en losjurados de prernios)a0 y cuyos fruros se ven en la abundanre "coberruramediática" y también en los numerosos premios (enrre ellos, dos Femina)asegurados a sus publicaciones. Su carálogo esrá constituido casi exclusiva-mente por obras que han conocido éxiro en los Estados unidos, )¡ su gusroliterario se liga, sobre rodo -para rerornar las palabras de un pequeño editor d.evan¡;uardia-, a "una lire¡arura que habia de la ciudad, QuFes bastante violen-ra, bastanre brutal, basrante simple rambién"ary que se supone que hace pal-pitar a un público joven, ávido de la evocación de "placeres prohibidos".
Se ¡:uede acordar con url gran agenre l irerario internacional que lo queproporciona a esras obras el ser decretadas "jóvenes", o en ,f inida.l .on lo,"ióvenes", es, en efccto, quizás una cierta "simplicidad" de su fo¡ma iite¡aria,es decir, dc su esrruc¡ura v de su esrilo: "Hay cada vez más libros, ranro enInglaterra como en Francia, que están escritos, no sé si para un público joven,sinr' ¡-on trna especie de lenguaje jo'en, una especie de lenguaje casi habiado.l::ccuentemenre es fabricado, por ejernplo Marie Darrieussecq con Tiuisntes
Jf) l "a *pcr:c i r ' rn que consistc cn "publ icar joven" se asociaba también a una campaña dc marker ingctr t" :* ! ¡ ;s i i i ' r ¡ ¡ ¡ ¡ r
" la prcns:; vcrA. s imonin, "LÉdir ion l i t réraire", en: p Fouché [bajo ia c i i r . de] ,
! . ' i : r ; : : , , , , ; ¡*st¡s i tedeVuis t945,parfs,Le Cercle de la Librair ie, l99g,pp.54_55,l r ] Í ) ¡ ' r ¡" j i : r : i rnr fJquenocscxpaalosmás!t ' rc icros, tar
comoesrepequeñoeditorprovincial : . .Notr i : ¡ : r icr ! de! t ldo ( . , . ) , No publ ico per iodisras que, luego, van a hacer art ículos, , .4 i i ' : l ' ¡ t i r ¡aradoja dc una Pro<lucción de masa devcnida el soportc de un snobismo, ver pie¡reii'¡'¡¡ri:¡'¡ 'r laic $iicquant, "sur les ruses de la raison impériariste", en: Actes c/e /a recherche en;t : i r i . " : : :o i : i ih i , 121-122, nlerzo de 199g.
252 213
(...): es evidentemente un l ibro trabajado, Pcro se escril¡e en una espccie clc
esti lo joven, moderno, un lengua.ie (...) q*. Parece simple y accesible l iteral-
mente a todo lector ( . . . ) . Para gente que lee poco o que no ha tenido la
posibilidad de hacer estudios o de ¡ener :una educación literaria, e5ro parece a
pesar de todo un l ibrc, un verdadero l ibro, y para los que tienen un poco más
la cosrumbre le leer, no hay nada que sea demasiado primitivo y completa-
mente inaceptable".
Esros acontecimientos comerciaies conv€rtidos en acontecimientos l itera-
rios (cuyo paradigma es el éxito dado a Houellebecq) cogstiruyen, en su emL¡i-
güedad misma, una de las manifesraciones rnás significativas y más sutilrnenre
enmascaradas de una transformación profunda del campo editorial. Constitu-
yen la obra de una nueva categoría de agentes económico-literarios que, valién-
dose de la familiaridad con ei estado anterior del campo literario, más autóno-
mo, pueden irnita¡ de manera sincera o cínica, a los modelos de vanguardia en
un nuevo estado del campo, carac¡erizado por el reforzamiento de la presión de
las coacciones económicas y de la atracción ejercida por el polo comercial.
si es verdad que, como lo ha mosrrado Jean-Yves Mollier, la edición ha
pasado, entre 1BB0 y 1920, de la pequeña empresa familiar a la gran emPre-
sa casi industrial,a2 estos cambios no tendrían la amplitud ni la brutalidad
de las conmociones estructurales que han sido suscitadas, desde hace una
veinrena de años, por la irrupción de una lógica financiera sin concesiones en
el mundo relativamen¡e protegido (otros dirán arcaico) de la edición france-
sa. Desde la-oPA de Jin-.my Goldsmirh, en 1986, en las Presses de la ciré,
revendidas algunos meses más tarde como cuaiquier emPresa cotizada en bolsa,
los fenómenos de concentración se han sucedido, yendo del rescate Pu¡o y stm-
ple a la toma de participación del capital -sin hablar de todos los lazos de depen-
dencia asociados a la participación en ia fabricación o en la difusión-, con la
consecuencia, casi siempre, del abandono de una polít ica editorial propiamente
literaria en beneficio de una lógica puramente comercial. Así, Por no tomar
sino algunos e. iemplcs, Actes sud, aparre de algunas colecciones como
"Sindbad", anrigua pequeña editorial especializada en la l iteratura árabe que
ha rescatado, no tiene más una ve¡dadera polít ica de traducción )' hace co-
existir las inversiones militantes de una colección cofeana y los compromlsos
42. Ver Jean-Yves Mol l ier y Patr ic ia Sorel , " l ]h istoire dc l 'édi t ion, c lu l ivre et e le le lcctu¡e cn
France aux XiXo 1, XXo siécles. Approche bibliographiq ue", Actes de k recherche en scie¡;ces soii¿k:,
126-127, marzo de 1999,pp.39-59.
Pierre llottrclieu
sin salida suscimdos por un fincnciamiento ocas;onal (tales como los cuttro escri-
rores finiandeses publicados Lino tfas otro en 7()95, gracias a un fondo finiandés
de ayuda a la craducción). Losféld y s"lty han sido rescatadcs Pof Hachetre, qLre
guarcla ia marca pero excluve al f,rndador, y con é1, su política editorial. Se puede
remer que los ,lirigentes de l-a Découverre, a pesar de las promesas que les han
sido hechas y de sus denegeciones, corlozcan uila suefte scrnciante.
sin duda, los responsables de grupos se ponen de acuerclo, todos ellos, en
preiender que conceden un gran margen cle l lberrad a sus fi l iales: asi Bernand
Fixot afirma que deja a Jull iard o a la cclección "Pavil lons" el esmero de publicar
buenos libros sin ocuparse demasiado de la rentabil idad (ha rctenido Ia lección
de quien l lama, sin ironía, su "maesrro de pensamienro", Rc,bert Laífont, de
quien retoma, veinte años después, la consigna:a'r "Es necesario saber perder
dinero"); pero la colección "Pavil lons" no publica más de diez títulos por año
y Jull iard veinticinco. Sin duda' no es falso que a medida que ceden a la
presión comerciai en io esencial, sacrif icando la edición de investigación a la
prosecución del best-seller, especialmenre en los mercados extratrjeros, Ios
grandes editores comerciales y los grandes edirores a la antigua convertidos a
i", 1.y., del mercado, continúan haciendo un lugar al trabajo de "descub'ri-
dor,, (por una suerre de homenaje un poco perverso que ei vicio comercial
rinde a la virrud oficial del oficio) en tal o cual colección clásica o en una
unidad semi-independiente o satélite: "Le Promeneur" en Gall imard, "Fiction
er compagnie" en Le Seuil, "seghers" en Laffont, "Payot Roman'en Payot,
"Bibliotéque americaine" en ei Mercure de France, la Reuue de littérature génénl
en POL, etc. Queda que, de modo general, la concentración se acompaña de
una reducción del número y de la autonomía literaria de los lugares de deci-
sión y que ella tiende a enrr€gar a responsables financieros -Poco dispuestos
a favorecer las inversiones a largo plazo áe una política literaria de vanguar-
dia-, la gestión financiera de las obras de largo ciclo tanro como las obras de
cicio corto. favoreciendo, así, como lo obsen'a Jean-Mairie 13otlvaist,aa el triunfo
progresivo cle los productos de débil tenor l i terarro y de arnplia difusión,
suerte de uniuersal comercial que se opone diametralmente, tanto Por su génesis
social como por su calidad literaria, al uniuersal literario que se engendra, a lo
largo del t iempo, en los intercambios internacionales'
43.Pief- ie Bourdicu, " [ : product ion de la croyancc: conrr ibut ion i unc éconornie dcs bicns
symboliques", Actes ¿le la recherche ett scienrc.t soci¿1¿s' I 3, fcbe ro de I t)77 ' P P ' 'l- 4 3
44.l.-M. Bouvaist, Crise $ mutation de l'édition fnnqaise, París, trlinistire de la Culturc, I 993 ' pp. 8-9'
Una reuolución conseruadora en la ed.ición
Otro índice de esta evolución hacia la asimi lación de la edic ión a un
sector productivo (de beneficios) como cualquiera, es ei hecho de que el
sector del l ibro propiamente dicho no rePresenra más que ei 25o/o aproxima-
damenre de la cilra de negocios i los grandes gruPos. Los nuevos mecanis-
mos de distribución han conrribuido a someter !a fracción más "comercial"
de la profesión a los imperativos del comercio mutldral ¡ al mismo tiempo,
ai modelo que se ha irnpuesto, al otro lado del Ariántico, a la producción de
libros: la integración de la mayor parte de los editot"s en Poderosos g¡uPos
oiigopóiicos a las fi l lales dirigidas por empresarios, que, originarios dei nrun-
do de las fi,nanzas o de ios medios de comunicación, no son los más compe-
tenres en mareria Iiterariaat e imponen a la edición el modelo áel entertainnte:zt'
El campo edi¡oriai francés ha sufrido, con un cierto retardo con ¡elación a los
otros países europeos, los eiecros de la imposición de este "modelo america-
no".46 Así, una parre crecienre de los responsables de la poiít ica editorial de
las di ferentes edi tor ia les no pel tcnecen al medio de la edic ión, n i Por su
formación, ni por sus intereses profesionales.aT
" Así, para no tomar sino algunos ejemplos elegidos en los grandes gruPos,
Jean-Luc Lagardére, PDG de Marra, grupo en el cual e l l ibro representa
45.Yer, para esrc tema, P Calvocoressi yA. Bristov, Freedom to Pubiish: a Repori on obstacles to
Free¿lom ín Publisbingpreparedfor the Congress oftbe Intemational Publishers '4s¡ociation,
International
Publ isgers Associat ion / Almquist & rVikscl l Internat ional , Stockholm, 1980'
46.Yer J.-M. Bouvaisr , op. c i t . , pp.8-9. Phi i ippe schuwer t ienen razón, s in c luda, al imputar la
famosa "cr is is" c le la edic ión a la importac. ión brutal , desdc 1970, de las técnicas dc
"Racionalización", rales coino el conrrol dela gcsrión, con sus cucntas de cxploración previsionales
(CEP), la inlormación de los costos de gestión, etc. Il Schuwer, "Nouvclles pratiques e t stratigics
édi tor ia lcs", cn: i l Fouché, op. c i r . , pp' ' i25'4i9.
47. Un tes¡imonio visible de estos cambic¡s lo proporcionan las transformacit-¡ncs dc la estructura
misma del espacio de [a Fe¡ia dc F¡ankfurr, que olrece lr , emplazamientos más vasros y nri:
centrales a ¿le mania y sobre todo a los países anglosa.iones, v que relcga en los márgencs a rcde la
orra l i rerarura, y ' , sobre rodo, las de los pequeños países (vcr ( ! . sor i r , "Franckfo¡t : la fo i ¡e
d'cnrpoigne", en: Liber, 34, 1998, pp. 2-3).como lo observa un pcqucno cditor francés, "e:sto
deviene cad.avez, más comercial ( . . . ) . Sienlpre ponen inmcnsas lotos que antcs eran de los grandes
escr i tores, ahc,r" , por ejcmplo, seián las c le los mi¡ l is t ros o de los grandcs bcsr-scl lers intc¡nacionalcE
más caros ( . . . ) . En los comienzos, se estaba cn la cfervescencia de f i la.s entcras de pcqucñas
editorialcs de edición más politizadas... Esto ha dcsaparecido complctanrente y ha sido reemplaz-ado
por edi tor ia les de espir i rual idad, sec¡as, fu lanas como esas, hay f i las enteras". Y orro: "cuando
uno va al Salón dct libro de lJarcelona c de M:¡drid, es tristc Cu¿nto más es¡án conce ntradas, más
son burdas, más vacían la l i teratura".
)55
solarnen¡r el l3t)/o de la cifra de negocios, y que riene colno fi l iales a Fayarcr,
Lattés, Srock, Harlequin, erc., es dipiomado de la escucia superior de elecrri-cidad; Pierre f)auzier, PDG del Groupe de la Cité, es diplc'mado de la Essec;Serge Eyrol les, PDG de Eyrol les, d i recror de las Edir ions d 'Organisat ion,presidente del Syndicat nar ional de la édir ion, es diplomado de la Écolespéciale des travaux publics ¡ después de numerosas esrancias en los Esradosunidos, es completamente adicro al modelo americano; Jean-Marie Messie¡presidente de la Compagnie Général <les Eaux, que posee el 30o/o de Havas eimpone una estrategia audiovisual y rnrrlrimedia, es politécnico.
De las funciones antagonistas de la traducción
La polít ica, en mareria de Iirerarura extranjera, ofrece, sin duda, una ima-gen ampliada de lo que se observa en 1".,
"srr"regias de publicación de los
escritores nacionales. En efecto, ia oposición es muy marcada enrre los pe-queños edirores -qrre, en su rnayoría, actúan como descubridores que invier-ten su competencia culturai y l ingtiísrica en la búsqueda de oblas de van-guardia escritas en las lenguas raras de pequeios países-, y los grandes edito,res comerciales -que, piloreados por scouts o agentes ai {cecho de todas lasinformaciones úriles (comercialmente), publican los best,sellers internacio-nales, la mayoría de las veces anglosajones, que han comprado cosrosamenre,en una sobrepuja de pago parcial ant ic ipado, por su rcpuración come.rc ia i(atestiguada por la cifra de venta obtenidas) más que por su contenido-. Laliteratura extranjera que, para unos, es uno de los objetos de inversión económi-ca más fructífera, es así, para los otros, y rambién, por razones económicas, unade las armas más seguras de la resistencia l iteraria conrra la invasión de la l iteracu-ra cornercial , pr incipalmenre anglosajona.
En el polo l i tcrar io, se imporran rexros de aurores tod.rv ia poco conoci-dos, a bajos derechos, or ig inar ios dc pcqucños paíscs l i rerar i^.n"n, . domina-dos (o de la Jiacción de /a producción anglosajona más dirigida hacia la inuesti-gación) y que permiten hacerse un fondo con poco capital económrco: comolo señala un observad'-,r, "los cosros son muv inferiores a los que habría des-encadenado la consr i rución de un catálogo casi equivalenre en notor icdadsobre aurores f ranceses"; y el lo con r iesgos menos grandes (a pesar de lasincertidumbres l igacias a los desfasajes enrre las rradiciones nacionales), porel hecho de que, cuandc un l ibro enrra en negociación para la traducción, espo¡que ya ha conocid<¡ cierto éxiro en su país.
La directora de una pc i rcña edi tor ia l de vanguardia, fundada en 1987,
estima que "hacer l i terarura extranjera es escaPar a la mar de peligros en la
pequeña edición". Cuidadosa "de no seguir dernasiado la moda anglosajoni',
eila ha invertido en una serie de jóvenes autores catalanes, así como en escri-
tores austriacos (como E,lfriede Jelinek), ir landeses y escoceses -como sí, más
allá de las razo¡res de costo, hubiera una afinidad entre el pequeño editor
subversivo y ios escritores originarios de minorías l ingüísticas-. Muy cons-
ciente de que sus eiecciones más osadas le son impuestas Por su posición,
observa que si esrá obligada a tomar mtiy P¡onto los l ibros que ansía, es
porque "si ya tiene éxito, el libro es ya muy caro Para [ella]". Pero observa
también que ha podido tener autores de calidad, corno Elfriede Jelinek, por-
que ellos habían sido. rechazacios por todo París. Una de sus vecinas en el
.rp".io editoriai habla casi el mismo lenguaje: "Estoy obiigada a ser astuta:
intento identif icar autores en el momento en que emergen en el país cuya
iengua practico bien. Porque de otro modo.'. no me voy a meter con los
americanos. (...). L" regla impuesta: estás obligado a ver las cosas que están
naciendo, porque uno no puede comprar autores muy conocidos". Es lo que
hace que los pequeños editores sirvan de rémora a editores más afortunados y
que están siempre amenazados de "perder" sus descubrimientos (como Maurice
Nadeauau y hoy Jacqueline Chambon).
El rechazo a rratar la traducción iomo una simple inversión comerciai
ocasiona el rechazo de las estrategias comerciales en uso entre los grandes
editores. En Corti, por ejempio, se considera el recurso aun tcout como una
forma de comprometimiento: "Eso nb nos concierne del todo' (".). Me pare-
ce que los mejor ubicados para saber quiénes son ios buenos escrirores que
suscitan el deseo de uaducir, son los traductores. (...) Uno recurre a las agen-
cias en general por las cuestiones de derechos, Pero no mucho". La iniciativa
de la elección recae a menudo en el rraductor. Sin embargo, es frecuente que
el editor mismo mantenga una verdadera complicidad, fundada en la fami-
l iaridad, con las obras y los autores de una lengua y una tradición nacionales,
caraianes para Jacqueline Chambon, brasileños para Anne-Marie Métail ié,
húngaros para ibolya Virag o extremo-orientaies para Picquier.
Es necesario cirar aQuí a Jacqueline Chambon, que expresa bien el com-
promiso personal de ciertos editores, más próximos, en su trabajo, al crít ico
i
1rB. Ver M. Nadeau, Gráces leur saient rendtrc.;. Mémoires lixéraires, París, Albin Michel' i990'
especialmente el capítulo dedicado a John Hawkcs, pp' 438-442.
¡:!
;
257
Pierre Bourdieu
"descubridor' que al director comercial: "Me he dado cuenta que había una
literatura muy interesante (...), una l iteratura catalana Antónoma, de lengua
cataiana, en Cataluña. Especialmente con gente corrro Pla, que ha escriro un
gran libro que es un poco como su diario, que es una obra mar-tra, que es
muy bueno... Qu. estafur Ti'abal, en los años 1930, y que si había jóvenes
autores, se explicaba por ello (...). H"y una suerte de humor catalán que es
muy divertido. Y que no es del todo mecánico como el humor inglés. (.."). Es
gente que me gusta mucho, además, en la vida. No son del todo hombres de
ietras. Es una vieja tradición francesa: un escritor es un hombre de letras;
pertenece a un cenácuio, apunta más o menos a la Academia o por io rnenos
a los premios. Es una personalidad. Pero no se considera como un artista.
Para é1, ser escritor es casi un oficio. Mientras que en países como Alemania,
un escriior es como un pintor, es un artista. Y ello, para los cataianes, es
parecido. No son del todo hombres de letras. Pamiés, para ganarse la vida,
hace la crítica de fútbol en EI Pais. (...) Y" me siento de ese mundo. No hay
eso que concierne a redes... Hacen teievisión, raciio. Por ejemplo, tenían una
emisión muy graciosa! una suerte de G'uignois en la radio (...). Son personas,
uno tiene el placer de verias; t ienen una suerte de inteligencia del mundo".
Esta iarga cita, de la cual uno podría encon¡rar varios equivalentes entre
otros editores de la misma "familia" -y mmbién entre muchos iibreros-, está
ahí para dar una idea de esta manera muy particular y muy rrxpandida en
todos los "oficios del l ibro", del autor al corrector, de vivir las cosas de la
literatura, suerte de inversión total que contiene en sí misma su propia justifica-
ción y su propia recompensa, fi¡era de toda consideración utilitaria. YJacqueiine
Chambon condensa la oposición entre el mundo de la literatura y el universo de
los scouts, de los agentes y del dinerci, de los pagos parciales anticipados y de los
PreemPtiue ffirs, en la simple evocación de lo que debería se¡ una exigencia
eiemental del oficio de editor, la lectura en primera persona: 'A mí, los informes
de lectura, eso me deja helada, porque, para ml, en un libro no es ei tema lo
que cuenta, sino la manera como es tra¡ado ¡ por lo tanto, no l lego a decidir-
me sobre un informe de lecturd'.
A la inversa, en el polo comercial, donde el traciuctor es frecuentemente
reducido al rol instrumental de simple adaptador de un proCucto exrranjero(se habla de "poncr en traducción'...), la traducción es, ante todo, una inver-
sión financiera que apunta todavía más, abiertamente o no, a la producción
de best-sellers, es decir, según la direcrora de una colección de l irerarura
extranjera en una gran editorial, la "l i teratura extranjera más 'alimenraria',
las grandes novelas femeninas, las novelas de evasión", sobre todo, anglosajonas.
LIna reuolució¡t ctntseruadora en Ia ediciótt
E,n o¡ros términos, mientras más se acercan a este polo, tnás las editoriales
producen rraducciones lucrativas re.urriendo a los procedimientos de selec-
ción y de compra de la especuiación internacional, int¡oiucidos masivamen-
te por los scouts o los literary ageitts americanos (lo que hace decir a una infor-
mante que, inciuso en Francia, "los americanos son los maestros"). Los gran-
des edi tores or ientados hacia la producción de best-sel lers (Albin Michel ,
por ejemplo, que, sólo para el año 1995, sobre un total de 35 aúrores y 36
títuios traducidos, publica 8 best-seilers típicos -dos de ellos de l lary Higgins
Clark, reina indiscutida del género-, frecuentemente l levados al cine)at con-
tr ibuyen en una parte muy importante a la importación de la l i teratura
anglosajona (que representa cerca áel 650/o del conjunto de las t¡aCucciones
publicadas por el con.f unto de los editores estudiados, 36,7o/o para el ameri-
cano,26,50/o para el inglés). Ccmo lo explica un director de i ite¡atura ex-
tranjcra de una gran edi tor ia l comercial , " los autores americanos t ienen un
agente. Cada mañana recibe piias monstruosas de manuscritos, y si éstas no
son cosas que él mismo ha comanditado o que van a imponerse Poi miiagro
como 'extraordinarias', son inmediatamente rechazaclas como ttnso/l icited.
Quiero clecir con ello que para atravesar el estadio de ser aceptado por un
agente, es necesario ya tener extrao¡dinarias cualidades".l lafuerza financiera
con la cual los pro/uctos son lanzados en el mercado es tal que ios agentes
franceses se constituyen más de una vez en compradcres contra su grado'
En cuanto a los l ibros mismos, están construidos alrededor de universales
que dependen de una suerte de menor común denominador existencial-sen-
rimental, el que proporciona también sus temas a las telenouel¿s o a lx soap
operas: la mayaría de las veces escritas por mujeres, tienen por blanco a un
público femenino y los resortes de su seducción comercial están ent€ramente
contenidas en la faja aplicada sobre una novela de Jacquelyn Mitchard, Aussi
profond que I'océan, y publicada por Calmann-Lévy en I99B: en el anverso,
un blurb irresistible de Mary Higgins-Clark, orfebre en materia de besr-
sellers inrernacionales: "Una historia soberbia que le desgarra el corazón, yo
la he adorado"; en el reverso, el argumento implacable del éxito comercial;
"3.500.000 iectores en el mundo".
49. Alladc: de estos besr-sellers, Albin Michel publica también clásicos ¡ en la colección "Grandes
'liaductions", mode¡nos "autónomos", como, a granel, Jane Urquhart, canadiensc lanzado por
Nadeau, É,lias Canetti, Vicror Erofecv, Mia Cc¡uto, John Mc Galrern.
?5R l<o
165 ds¡Eq-hos son siempre rnás clevados, la concurrencia rrpre más des-
enfrenada para las buenas colocaciones supuestas) y el personal especializado
es más indispensable (uno o varios responsables de cesic'¡n y de venta de
derechos, tcoutt en varios países, etc.). En las entrevistas, el acento está puesto
más en ia venta de los r€xios que en los problemas de traducción o en la
evenrua.l demanda dsl ¡nercado f¡ancés. Aunquc un dirccto¡ l i terario pueda
intentar jrrstif icar sus eleccion€s forzadas por' la preocupación 'democrárica"
de responder a las expectativas supuestas del público francés: "mienrras quc
el pequeño ediror (...) no publicará sino lo que le agrada, de una cierta mane-
ra, a é1, s in preocuparse por lo que los otros buscaran o desearan, puede
ocurrir que me decida a publicar un l ibro, incluso si yo no estov de acuerdo
con ese libro, en el fondo, en el plano literario, etc., cualquier cosa que,
inclr:so,'no es rni tazade té'. Pero yo digo:'Esta no es mi taza de ré', pero yo
sé que es la taza de té de Fulano, Mengano, Zutano, en la prensa por ejem-
plo, o en el público. Por lo tanto, pienso que un editor generalisra debe ser
capaz (...) de tener un eclecticismo suficie-nte como para superar sr-rs propios
gustos, sus propias elecciones. Porque si us¡ed quiere, hay dos tipos de ediro-
res: está el editor milimnte, es deci¡ que defiende una cierra idea de la litera-
tura -¡Bueno! Es un poco mi caso, bien enrendido, porque uno sien.pre
tiene muchas cosas que defender-, pero está también el editor generaiisra
que no sueña únicamente con agradarse a sí mismo, sino inrenra agradar aotros también".
Ocurre que aquellas rnismas que repiten que la editorial imporra esencial-
mente rextos (anglóionos) ya seleccionados por uno o varios editores exrranje-
ros, hablan de sus compras en el lenguaje dei "descub¡imiento", de la "pasión"
o de la "innovación". "Nos esforzamos también por descubrir nuevos talentos
paia alimentar esta colección (la colección 'Spécial Suspense' de Albin Michel)que es una colección que Francis Esménard (el actual PDG) había creado haceveinte años, ianzando el prirner Mary Higgins Clark, que había sido un suceso
muy gratrde, y sobre todo innovando, luego reromando, ese juego de manos detene¡ la cubiena ilustada bajc la sobrecubierta blanca, que es lo contrario delo que se hace habirualmenre". Lo mismo para la colección "Grandes
Tiaductions", publicada por la misma edi¡orial: el resp,nsable inrerrogado habladel "descubrimiento de nuevos ralenros en los diferentes países, etc.". Orroejemplo, un director l i terario de Plon ve en la Feria de f,onlcfurt una ocasióir dei'racer "descubrimientos" encontrando los cofrades "que rienen una pasión".
Los responsables de l iteratura extranjera de las grandes edito¡iales de losdiferentes países forman redes de inre¡conocimiento donde "todo el mundo
2(,0LOI
habla inglés" (como dice este mismo director l i te¡ario), donde uno se reco-
noce mutuamente y donde se rinden servicios con la frase casi mágica: "¡Hola!
X, tengo allá un l ibro y que es absolutamente un l ibro para ti". LJno se
remite siste¡náticamente a esas redes de informan¡es confiables (agentes lite-
rarios, scouts, editores extranleros )', a veces, rrrductores), lo que permire re-
ducir los riesgos. P<,,r la "concurre¡rcia espantosa entre ios editores [naciona-les] por tener primero los tnanuscritos", que evoca una responsable de la
literatu¡a anglosajona, "la precocidad de la información es completamente
determinante", como dice un responsable de orra grfn editorial comercial.
La búsqueda de la información bruta, que tiene poco que ver con el conteni-
do (¡ sobre todo, con la forma) de las obras referidas -y ello aún cuando se
trata de un autor consagrado-, se relaciona más con una suerte,de espionaje
industrial, incluso enrre los importadores "i lustrados" de productos supues-
tamente chics y modernos, que con una prospección literaria de descubridor:"Todo es establecer lazos tales con los agentes y los editores americanos que
usted esté segr¡ro de tener una información muy en la fase inicial". Para
tomar ciertos mercados, uno hace incluso una Preemtiue offer, "de modo de
que no haya puja" y es cada vez menos raro que los contratos más fructíf?ros
estén firmadcs incluso antes de la publicación -por 1o tanto de la leccura-,
del or ig inal" .
Pierre Belfond ha contado en sus memorias5o cómo ha comprado, en 1988,
los derechos de publicación de Gone taith the Wind 2, continuación de la
obra que él califlca como "best-seller mítico", Aata* en ernPorte le uent. La
venra por subasta se ha efectuado 'h ciegas", es decir, en la ausencia total no
sólo del texto e incluso de extracros, sino -más todavía- de sinopsis, o inclu-
so de tí¡ulo, ya que "ni una página estaba escrita" fel agente l iterario sola-
menre podía precisar que "a) la noveia sería publicada en los Estados Unidos
por \y'arner Books; b) el escritor encargado de redacar esta continuación se
llamaba Alexandra Ripley; c) la remisién dei manuscrito definit ivo estaba
prevista para fines de l989]". Luego de haber propuesto 200.000 dólares,
después 650.000 (mientras que, según sus propias palabras, "ningún ediror
había comprometido jamás tal surna para adquirir los derechos de una tra-
ducción"), toma la subasta a un millón y un dólar. Y Pierre Belfond: "Yo
contemplaba estos cálcuios con pavor. ¿Y si el l ibro era malo? Por más que,
10. Pierre Belfond, Les Pendus de Victor Hugo. Sclnts d¿ L¿ uie d'un éditerr, Pa¡fs, Fayard, 1994,,p. 19.
,tierre Bourdieu
para tranquilizarme, me repería que la plana mayor de Warner Books rodea-ba a Alexandra Ripley de una bandada de consejeros l iterarios unos másgeniales que otros; que, mientras ia novela no estuviera a punro, sería puiida,l ima,da, vuelta a comenzar: estas consideraciones no reemplazaban un ma-nuscrito del cual n, ,.r*"ir.nos conocimiento sino en dieciocho meses".
Interrogado sobre la especificidad de su colección, "Feux croisés", conrelacién a "Du mor"'-- enrier" en Gall imard o a la "Biblioréque cosmopolite"en Stock, el responsable de Plon iesponde: "¡Ohl creo que hacemos casi 1omismo". Y el direcror l i terario de Albin Michel confirma esre punro de visraintercambiable: "¡Bahl Si usted me dice: 'Du monde eniier', sí, o la producciónextranjera de Le Seuil, etc., quiero decir que no hay una muy gran diferencia denaturaleza, si usted quiere".
La moral de la historia
Lo que ha sido esrabiecido aquí, al precio de un enorme rrabajo de reco-iección y de análisis, podrá, según una rerórica m*y conocida, ser descalif ica-da a la vez, como falso y como trivial. X .n rodo caso, no se podría esperar
:que pueda por sísolo disipar la nube de discurso intelecto-mediárico sobre el"retorno al relato" o a la "figuración", sobre la "crisis de la novela francesd' osobre "el fin de la vanguardia" que impide al mundo literario mirarse cara acara, sin complacencias. Y, sin embargo, podría ser que la sociología, a la queios fariseos del culto Cel arte hacen profesión de detestar o de desconfia¡porque destruye las representaciones ilusorias, sea la mejor aliada de todoslos que quieren defender los logros más raros de la autonomía de los camposl i terar io y art íst ico conrra la subordinación de la producción y de lacomercialización de los libros a fines esrrictamente comerciale s. Apvesta polhicay literaria capital para todos los que viven de la literatura (¡ sobre rodo, deaquellos que viven "para'la l ireratura) y rambién para todos los orros, que de-penden de ellos y de la integridad de sus elecciones, para acceder a ia literarura.
El proceso de concenrración que afecta al mundo de la edición y ciuetransforma profundamente las prácticas, subo¡dinándolas cada vez más es-trecharnente a las normas comerciaies, ¿es irreversible e irresisrible? ¿La resis-tcncia al do¡ninio del cornercio sobre el co¡nercio del arte no es sino el corn-bate desesperado de una fo¡ma de a¡caísmo nacionalisra? De hecho, mienrrashaya representantes para sostener a los pequeños editores, pequeños editorespara publ icar a jóvenes autores desconocidos, I ibreros para proponer y
IJtta ret'oluciótt conseruadora en la erliciótt
promover los l ibros de jóvenes escritores publicados por las pequeñas edito-
riales, crít icos para descubrir v defender a unos y otros, todas o casi todas
mujeres, el trabajo sin contraparrida económica, realizado Por amor al arte"
y ,.para el amor del arre", qued:rá una inuersión feal^m, segura de recibir un
mínimo de reconoci¡niento mater ia l y s imból ico.
Es claro que el bastión central de la resistencia a las fuerzas del mercado
esrá const i tu ido, hol ' , por esos pequeños edi¡ores, que, enraizados en uua
tradic ión nacional de vanguardismo inseparabiemer, te l i terar io y pol í t ico
(manif iesto también en el dcrninio del c ine), se const i tuyen en los deien-
sores de los autores ,v de ias l itera¡',¡ras de investigacién de todos los países
pol í t ica y/o l i terar iamenle dorninados -el lo, paradój icamente, s in poder
prácticamente conta¡ con la a1'uda del Estado, que va a las empresas edito-
,i"1., *á, antiguas y, más docadas de capital económico y simbólico-. sin
duda, se puede ver en esre internae ionalismo prríctica, completamente oPuesto
al c ierre arrogante de las naciones aseguradas Por la dominación comercial
(" I -os" i r - rg leses no compran nada. excepro la producción americana, En cuan-
to a los americanos, el los se interesan por el los, es todo", d ice una directora
l i rerar ia de una gran edi tor ia i ) , ia supervivencia de una rradic ión de impe-
r ia l ismo de lo universal .5r Pero, conrra aquei los que, en este dominio co¡no
en orra parre, qur€ren enceirar el debate en la alternativa de la resignación
a las necesidacies de la economía abandonada a su propia ley - la de la
búsqtreda del máximo beneficio a corro plazo-, o de un cierre regresivo en
la defensa de tradiciones nacionales sostenidas Por arcaicos, s€ Puede afir-
mar, sin demasiados escrúpulos égjcos e inquietudes polít icas, que defen-
der la tradición f¡ancesa no es, erL.este caso' ceder al nacionalismo, sino
defender las conquistas, intrínsecamente internacionales e internacionalistas'
de toda la historia acumulativa de la l i teratura.
La declaración explícita de.cosas que todo el mundo sosPecha y que nadie
sabe verdaderamente ¿podría romPer las complicidades y las complacencias
de buena sociedad o ias perezas y ios confirrmismos de la mundanidad o de la
mcda, que llevan a los críricos esrablecidos o, incluso, en vías de establecerse,
. sonleterse a ias demandas o a los encargos de los ediiores y a no reconocer
sino una literarura preformada s€gún s-rs categorías de conoci¡niento? ¿Podrá
ella hacer rnás difíci les los golpes de bluffi i terario-mercantiles que se autorizan
51. Picrre Bourdieu, "Deux impérialismes de I 'universel ", en: c. FauréyT' Bishop [bajo la dir '
del, LAntériqut desfanSais, París, Favard, Franqois Bourin, 1992, pp' 149'155'
a vcccs desde un populismo demagógico para justificar la búsqueda del éxito
comercial? Se puede esperar, al menos, que alentará, a todos aquellos que
crecn todavía en la posibilidad y en la necesidad de defender la liberad del
arte -con relación al dinero-, a levantar acta de sus solidaridades y a afirmar-
las conscientemente para organizar mejor la resistencia.
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264t*
-84.
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* 'E
Anexo
Grupos editoriales y filiales comprendidas
Grupo de la cité (cEP Publicaciones, devenido Havas Public".ióo en tr998)
Han sido cornprendidas:*Nouvelles É,ditionr Robert Laffont (Fixot-Seghers-Julliard-Berlic). Esta
unidad ha siáo *atada por una parrd, en el nivel de la filial en su conjunto
(cifra de negocios, personal, difusión interforurn), y por otra Parte, eo el nivel
de dos sub-unidades aisladás con fuerte autonomía, la marca La{font y el
departamento ]ulliard (cuyo capital pertenece a Plon, él mismo filial del
Groupe de la Cité), tratadas como unidades editoriales indepen-dientes (la
-"r." Fi*o, absorbida por Laffont en 1993, sin capital propio, ha sido rata-
da como elemento suplementario)-*Plon.
*Les Presses-solar-Belfond, de las cuales Belfond y Les Presses han sido
aisladas y tratadas como elementos suplementarios. Es'as filiales tiéné-n una real
independencia editorial salvo en lo que concierne al administradoi, la difusión y
.r, r '*" cierta medida la cesión de los derechos'
No se han incluido Berli¿ (lenguas extranjeras' rrétodos de aprendizaje lin-
güístico); Seghers, simple departamento de Robert l-affont, para el cual casi no se
Jr,.,r..r,r* datos indiüdu¿les; Librairie académique Perrin que no hace literatura,
Píerre Bcurdiett
sino esencialmente ensayos y documenros de juventud; Olivier Orban, verdaderoanexo de Plon; Solar, que no hace lireratura sino libros arrísticos y prácticos; Nathan,Bordas, I arousse, Dalloz, Dunod )' Masson (que no tienen literatura).
Grupo Hachette-Matra 'Han sido comprendidas las filiales siguientes, verdaderas pyME con fuer-
te independencia edirorial:*Fayard (que ha reromado los fondos l\4azarine, pauverr y Sarment).*Grasser y Fasquelle.*Larrés.
*Calman-Léwy.
*Srock.
El capital de cada una de es¡as fi l iales perrenece en su casi toralidad aHachetre-Livre.
*Falois fi l ial, con 33o/o d,e Hacherre-Lñre.*Harlequin (como elemento suplementario).Han sido descartadas:*Librairie générale frangaise (Librairie des champs Élysées, Le Masque,
Le Livre de Poche).*Hacherre Référence (que incluye Le chéne y plLrr ie l ) , Le Sarment,
Hachette Prat iques, Hachette Jeunesse, Marabout, Gérard de vi l l iers vUtff;:J; tlir,u."r.rr.,
(creado después de la fecha de la encuest ^, "n
tgg|).
Grupo Gallirnard
Han sido comprendidas: Gall imard, Denoél, Mercure de France.No se han considerado: Gallimard-Electa (libros de arte, simple departa-
mento), Gall imard Jeunesse y Folio (reediciones, simple departamento), "LePromeneur", "LArpenteur", sirnples colecciones.
Grupo Flammarion
Han sido comprendidas: Flammarion y J 'a i lu (como elemento suple-mentario), f i i ial con 35o/o del grupo, que publica ediciones de bolsil lo ytambién ediciones originales que rlo prcvienen de otros fondos (por ejemplo,cn Libr io y en J 'a i lu) .
A¡texo
No se han considerado: Aubier (l i teraturas clásicas, f i losofía, psicología,
ciencias humanas), Arthaud (l ibros artísticos y prácticos)' Le Pére Castor y
Delgrave ( l ibros escolares y pedagógicos) '
Grupo Albin-ivlichel
Se ha considerado: Albin Michel
No se han considerado los departamentos Jeunesse' BD o É'ducation' ni
Magnard ( i ibros escolares y i r rveni les). Vuibert ( l ibros para-cscolares y uni-
.r"r.ft"rior), Le Grand l"ivre du mois 1' Canal Plus Éditiont'
Grupo I-e Seuil
Han sido comprendic{as Le Seuii y LOlivier que' aunque comprada por
Le Seuil en 1995, ha conservado una gran autonomía editorial '
Consudepartamentodedi fusión,LeSeui l reúnevar iosedi torescuyas
relaciones de depenclencia son muy var iables' yendo de la s imple di fusión
comercial a las tomas de participación (no mayoritarias) en el capital '
E,ntre los eclitores difundidos por Le Seuil ' se han considerado:
Aurremenr,Ni l ,corr i ,v iv ianeHamy, l r4étai l ié(part ic ipacióndeLeseui l
en el capital), LOlivür (absorción a fines de 1995)' Phébus (participación)'
Rivages, Bourgois, Minui t '
Se han descartado:
Ariéa, Odile Jacob, Milan, Adam. Biró (que no han publicado lireratura
en I 995- 1996).
i::
ilI
&
Postfacio
. f, ra necesario reagruPar así, para. la publitación' textos-<nn temas'ten. '
¿ -F-, dispares, y.r, "i"ri.r,.i"
t",' al¡iados d;h a;';afided 11é tlt ha inspi-
rado? De hecho, .r.olq.,. estas palabras' incluso las mfu polémicas' por lo
ranto.las más ligadas "
ü .fi"tt'o de una actualitled' no son jamás completa'
mente separaUt"-, ¿. un trabaio cie"dfico que' Pall romPer con las prenoibnc
,-Ot.¡"t.i.t de la visión dominante, debe construir sr-rs gropiosi*:T:311:.--.v PrL,s¡v¡vu
I se puedede an,ílisis de la realidad social. Y, por otra Pafte, me Pflece qu€ n(
quebrar el encanto de la creencia sino poniendo l"s "rmas
de la po1émi'?ú ,. 'servicio de las verdades conquTstad* po, la polémica de la razón-eientfEa' *' -
Puesbien,est iempodedesarrol larnueYasforqrasdecombatepafa.ctrn.- '
rrarresrar con medios adecuados Ia violencia de la opresión simbólica que se
ha instalado poco a poco en las democracias occidentales: u."s ".TlttLawzá*
po, ."a" un *lu rob,e l" Prensa crítica y' t" lot'gt4 ¡"ttólf1TT1 =-=us4 e4ss
oficiales, sobre el p..rr"*itt'to subversivo' l^a vida polídca' como la vida in-
, I' --ez más someddas a la inflüencia de los medios de co'te lectual , estan caoa vez f l las sulrrs l ¡ual ' " "" ' " - -*- - - -
. r r -
municación y ellos mismos cada vez más someiidos a lx presiones de lo's --
anunciantei. Lá internacional neoconservadora-,gue-dene'rcomo.centro 4!!.!-'::;
Estados Unidos, presiona sobre todos los espacios,de expresión libre y repü' .-'
me las investigaciones de vangua'Ji" to""nl""do J otorgamiento de las sub-
,r.rr.iorr.. p,iúi."r. Críticas mediocres y escritóres insignificantes denuncian '
el arte contemporáneo como Puro engaño y apelan " ":1-:t:"":iliación
de Ia
novela con las fcrmas narrari;as más tradicionales. Sin-hablar {f
cilncia¡ ,'' '
269
Pierre Bourdíet-
sociales, sobre las cuales pesa constantemente la sospecha. Las corrientes
individualistas y ultra-subjetivistas que dominen la econc.nía y que se es-
fuerzan''por conquistar el conjunto del campo de las ciencias sociales, t ien-
den a socavar los fundamentos mismos de estas ciencias y han convertido a
las matemáticas en instrumento principal de legitimación del orden estable-
cido. Estamos en una época de restauración.
Es en la esfera inteiectual donde los intelectuales deben llevar el combate,
no solamence porque es sobre este terreno donde sus armas son más eficaces,
sino también porque, la mayoría de las veces, es en nombre de una auto¡idad
intelectual -en particular la de la ciencia- como las nuevas tecnocracias llegan a
imponerse. Así, por ejemplo, la nueva demagogia política se apoya en los son-
deos para legitimar la puesta en práctica de las políticas neo-liberales, las medidas
represivas tomadas en contra de los extranjeros o las políticas culturales hos-
ti les a la vanguardia. Esta es la razón por la cual los intelectuales deben
dotarse de medios de expresión autónomos, independientes de los requeri-
mienros públicos o privados, y organizarse colectivamente para poner sus
propias armas al servicio de los combates progresistas.
Pierre Bourdieu6 de octubre de 1999
Otros título, ,1" lo io,i"o¡¿,
Trinchéro, HugoAntropología Econémica.
. !
Ficciones y Produccionesclel hombre económico
Neufeld, M. RosaTisthed, Jens Ariel (comPs.)
ooDe eso no se habla...n'Los usos de la diversidadsociocultural en la escuela
Oliven, Ruben GeorgeNación y Modernidad.La reinvención de la identidarl
gaúcha én el Brasil -