borracheras no
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Borracheras No!Flix Rodrigo Mora
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forma de ley seca, total o parcial, por tanto.
Nunca habr, bajo el actual orden, una derrota
suficiente del alcoholismo, y las victorias parciales
alcanzadas sern seguidas de fuertes e incluso
dramticos retrocesos, de manera que hay que
estar permanentemente alerta. Para el sistema de
dominacin embrutecer por medio de la bebida es
decisivo, en las presentes circunstancias
histricas, lo que viene a significar que lo ms
importante es la lucha, muy por delante de los
logros.
Por lo dems, los parasos (en nuestro caso
expresables como un orden social sin adicin al
alcohol) ni han existido ni pueden existir ni es
deseable que existan. Como expone Baudelaire, y
muestra la experiencia, buscarlos conduce a
constituir infiernos.
La transformacin integral del orden constituido, o
revolucin, es condicin necesaria e
imprescindible, pero no suficiente, de la
erradicacin de la dipsomana de masas. Eso
evidencia la insuficiencia de la poltica, incluso de
la mejor.
Frente a los individuos dados a las l ibaciones
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PRESENTACINDesde hace muchos aos he venido observando,
con una mezcla de impotencia y desesperacin, el
ascenso en flecha del alcoholismo. Incluso he
publicado algunos artculos desaprobando este
hecho, los cuales fueron acogidos, dejando a un
lado muy escasas excepciones, con total
indiferencia, cuando no con latente irritacin y
hosti l idad, por quienes se supone que ms
deberan hacer por resistir y reprobar el vicio de la
bebida, aquellos que, verbalmente al menos, se
declaran a favor de un transformacin radical del
orden social.
El lo me hizo comprender que el progresismo y el
izquierdismo no estn en contra del alcoholismo
porque no estn a favor de la revolucin, de la
recuperacin de la esencia concreta humana ni de
la construccin de un esti lo de vida moral y
civi l izada. Su srdida poltica de mantener el
actual orden pero perfeccionndolo ms y ms les
l leva a promover de facto el consumo de drogas y
a fomentar de muchas maneras, directas e
www.masquepalabrasediciones.wordpress.com
La verdad es siempre muy enmaraada, adems
de dura y terrible, y ha de referirse a diversos
factores, con exclusin del monismo y el
simplismo. Por tanto, junto a las causas polticas y
sociales de las toxicomanas estn las
existenciales y las que afectan a la construccin
por s mismo del sujeto en tanto que ser humano.
Para tratarlas como conjunto interrelacionado una
revolucin poltica es tan necesaria e
imprescindible como insuficiente y l imitada, de
modo que estamos obligados a pensar con un
grado de complej idad muy elevada, negndonos a
nosotros mismos el consuelo del optimismo, que
no es ms, en general, que un narctico espiritual.
Finalmente, deseo agradecer a las amigas y
amigos del movimiento Straight Edge el cario y
comprensin con que han acogido mis muy
modestas aportaciones, as como que me hayan
proporcionado una oportunidad de exponer ideas,
emociones e incluso pequeas vivencias que
desde hace mucho tiempo deseaba compartir.
Fl ix Rodrigo Mora
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Borracheras No!Flix Rodrigo Mora
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PREMBULOEl aplicarse demasiado a las cosas corporales, esseal de un alma baja, como el ser continuo en losejercicios de comer y beber mucho... y gastar mstiempo del que es menester en las dems funciones delcuerpo. Todo esto se ha de hacer deprisa y como depaso. Al espritu se han de dar todos nuestroscuidados.Epicteto, fi lsofo romano
El actual orden poltico-jurdico no libre, meditico
adoctrinador, educativo aleccionante, de
disvalores obligatorios, hedonista y fel icista,
asentado en el pnico inducido al esfuerzo, el
sufrimiento y el dolor, de insociabil idad impuesta y
econmico depredador est l levando la lacra del
alcoholismo a niveles pocas veces alcanzados en
la historia, pues slo queda la duda de si la Roma
de la decadencia conoci una embriaguez
multitudinaria superior a la actual. El fenmeno del
alcoholismo de masas, promovido desde las
instituciones y desde el progresismo e
izquierdismo, manifiesta la falta de libertad
existente (de conciencia, poltica y civi l) pues el
crea el alcohol que en la de los fsicos,
econmicos y mdicos.
La lucha de ideas contra los apologetas de la
ebriedad, explcitos e implcitos, ha de ser
permanente y creciente, y se ha de llevar adelante
con argumentos ms y ms depurados y
refinados, fundamentados en hechos.
El izquierdismo y progresismo tienen que ser
considerados como las ideologas que ms han
hecho, junto con el franquismo, y ms estn
haciendo en el presente, por convertir en
alcohlicas a las gentes de las clases populares,
por tanto han de ser el blanco principal de crticas
y denuncias.
El alcohol tiene que ser excluido de las actividades
culturales, polticas, relacionales y sociales, as
como de los lugares donde aqullas se ejercen.
Los bares han de ser denunciados ms y ms. El
alcohol no puede ser admitido como fuente de
ingresos legtimos en ningn caso.
La lucha contra el alcoholismo ha de ser tarea de
la gente comn, no de las instituciones, pues
stas son causa primera de la hiper-extensin del
vicio de la bebida. Se ha de rechazar cualquier
desmedidas, la posicin correcta no es la del
rechazo violento o el odio, pero tampoco la del
paternalismo y el victimismo. Se trata de
comprender y escuchar, pero tambin de
reprender y hacerles conscientes de las propias
responsabil idades, hablndoles de sus deberes
ms que de sus derechos. No se ha de
recomendar, por lo general, que se pongan en
manos de autoridades, mdicos y expertos, para
superar su vicio, sino que partan de su propia
capacidad interior, desarrol lada con ayuda de sus
iguales, adems del propio esfuerzo. As mismo,
se ha de poner ms nfasis, al tratar con los
adictos a libar, en los males espirituales,
convivenciales, polticos y sociales del alcohol que
en los mdicos, fsicos y personales, para no
convertir la terapia en una apologa de la
cosmovisin dominante. La medical izacin no es
solucin, porque no lo es ninguna que se base en
el poder de los expertos, esto es, en la anulacin
del individuo.
Flix Rodrigo Mora
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indirectas, el abuso de la bebida.
Dichas corrientes polticas son, por decirlo
claramente, junto con el franquismo, la causa
principal inmediata de la alcoholizacin, y
drogadiccin de las masas. Entre las tres nos han
convertido en un pas de beodos, en los aos
1 965-85, y todo lo que ha venido despus es mera
evolucin a peor de lo entonces estatuido.
El texto que sigue evita las simplificaciones y trata
el problema en toda su colosal complej idad, sin
dejarse l levar a concepciones bobamente
optimistas, tan del gusto de cierto radical ismo
que cree que cualquier mal tiene remedio, dado
que nos espera un final fel iz y radiante al l en la
culminacin de la historia. Pero quiz la
desintegracin en desarrol lo de la sociedad actual
por causa, entre otras, del alcohol y las drogas, las
i legales tanto como las legales (en primer lugar
los psicofrmacos con los que la sanidad pblica
atiborra a su desventurado pblico, en particular a
las mujeres), no tenga ya solucin, de manera que
ste es un asunto en el que el nico enfoque
realista es la lucha sin final, el esfuerzo
permanente, la dedicacin il imitada.
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alcohol es al mismo tiempo causa y consecuencia
de la opresin y manipulacin mental a que el
actual rgimen de dictadura poltica,
constitucional, parlamentarista y partitocrtica
somete a las desventuradas gentes de la
modernidad madura.
De ese modo, la virulenta y creciente batahola de
libaciones que ahora padecemos es asimismo un
ataque a la l ibertad, un modo atroz de destruir la
esencia concreta humana y una va para la
sustitucin de la vida buena y civi l izada por otra de
barbarie y desintegracin.
Una de las artimaas verbales uti l izadas por los
apstoles de la alcoholizacin general es que
siempre ha habido abuso de la bebida, lo que
viene a significar que nuestro tiempo no es peor
que otros. Esto es rigurosamente falso, como
luego se dir, pues hasta el franquismo, en los
territorios del hoy reino de Espaa, la embriaguez
era un fenmeno minoritario, sin apenas
significacin social ni poltica ni moral. Fue el
rgimen fascista de Franco el que promovi un
culto ferviente por la taberna primero, y luego por
el bar, la discoteca, las copas y las otras formas
pedan martxa eta borroka y una forma de vida
alegre y combativa, en el contexto de los aos
80 del siglo pasado, contribuyeron a llevar el vicio
de beber a niveles intolerables, con graves
repercusiones de todo tipo, tambin polticas, muy
favorables al reforzamiento del Estado espaol en
ese territorio, como han ido mostrando los
acontecimientos desde entonces acaecidos, que
han conocido una mengua espectacular de la
presencia e influencia de dicha izquierda.
A escala internacional la contracultura, que se
reclam de los aos 60 y del mayo francs del 68,
convirti las drogas, adems de la cerveza tomada
a descomunal escala, en nuevas deidades, que
iban a liberar a la humanidad de un nmero infinito
de lacras y servidumbres.
De todo ello emergi el LSD (recordemos que una
de las patochadas de aquellos aos era comparar
al LSD con el caviar, lo que manifiesta la
mental idad adocenadamente burguesa de los
promotores de esa droga antisistema), que
pronto dej paso a la herona, y la marihuana, que
ha servido y sirve de nexo de aproximacin a las
l lamadas drogas duras, adems de vehculo de
politoxicomanas.
En ese contexto hay que poner fin al esti lo de vida
izquierdista. Sus fundamentos son la pereza, el
apoltronamiento, la irresponsabil idad, el
aferramiento manitico al tabaco, el porro y la
cerveza, la adhesin a la nueva rel igin hedonista
y fel icista propia de la sociedad de consumo, la
amoralidad autosatisfecha, la renuncia a pensar, el
narcisismo, el individual ismo y egocentrismo, la
execracin del esfuerzo, el rechazo de toda idea
de deber y servicio, las extravagancias, el desdn
por el esfuerzo fsico y el trabajo manual, la fe en
que todos los problemas tienen solucin bajo el
actual orden poltico, sin cambio revolucionario, y
el desprecio por las necesidades espirituales del
ser humano. Tal es lo convertido en prctica diaria
por quienes siguen las consignas de la
socialdemocracia y de la progresa en el poder, los
cuales pretenden ser anti-burgueses y
meramente son los nuevos reaccionarios, el tipo
de sujeto que ahora el poder constituido preconiza
para un sector determinado de la sociedad. En
efecto, el tabaco y el alcohol incrementan
sustancialmente los ingresos tributarios del
HACIA UNA ESTRATEGIALos puntos de una estrategia, an bastante
inmadura y rudimentaria, podran ser enumerados,
a la luz de lo expuesto, del modo que sigue.
Combatir las causas aleccionadoras y
estructurales del alcoholismo, a la vez que se
encaran y consideran cavilativamente las que
provienen de la condicin humana misma,
operando con un tratamiento mixto sobre las de
naturaleza personal, por ser una combinacin de
unas y otras.
Establecer una alianza entre abstemios y quienes
toman fermentados de manera moderada, a la
manera tradicional, para unir fuerzas contra las
borracheras en tanto que fenmeno de masas.
Los abstemios han de persistir valerosamente, con
sus palabras y testimonio, en su rechazo total del
alcohol, no slo para promover un esti lo de vida
sin l sino tambin para hacer que quienes lo
consumen de manera mesurada, al conocer tal
modo de pensar y obrar, reduzcan la cantidad
ingerida paso a paso.
Hay que poner ms nfasis en la denuncia de los
males espirituales, polticos y convivenciales que
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de ocio embrutecedor l igadas a la ebriedad, as
como a la vida disoluta, parasitaria, vaca,
irresponsable, adocenada y servil .
Peor an fue la ejecutoria del rgimen de
dictadura constitucional y parlamentario (al que los
publicistas del sistema denominan democracia)
implantado en 1 977-78, que se empe en
convertirnos a todos en dipsmanos, pudindose
decir que los aos 1 965-85 fueron el lapso de
tiempo en que se constituy el actual alcoholismo
de masas, que antes no haba existido entre
nosotros. Dicho de otromodo, la tarea que
comenz el franquismo la culmin el
parlamentarismo, con gran xito, para nuestra
desgracia. Un personaje que desempe una
funcin de primer orden en ello, as como en la
promocin de las drogas i legales, fue Enrique
Tierno Galvn, en ese decenio alcalde de Madrid
por el PSOE durante unos aos, un intelectual
izquierdista de pedigr, exaltado hasta el del irio por
los medios de comunicacin estatales y
capital istas.
En Euskal Herria, algunas consignas atrabil iarias
de la izquierda abertzale, sobre todo las que
entontecimiento universal, convertida en el
smbolo de un inconformismo que es el ms
pueri l de los conformismos, y una rebelda que
ha terminado por ser una nueva forma de
conservadurismo.
No se ha de olvidar que del apoli l lado lema sexo,
drogas y rock-and-rol l, tras ms de medio siglo de
ser repetido e impuesto por el modernismo
institucional slo quedan las drogas, pues el rock
se ha hundido en los despeaderos del olvido, por
causa de su simplismo esti lstico, insustancial idad
en los contenidos y espritu neo-reaccionario, y el
sexo est en adelantado estado de liquidacin,
pues ahora vivimos una poca aciaga, de
desexualizacin general, en la que casi todo, en
este mbito, se reduce al sexo mercanti l izado y a
la masturbacin, ambos promovidos desde el
poder estatal. Con las drogas ha pervivido, cmo
no, el alcohol: tal es la herencia maldita de una
edad perversa, en la que el orden constituido se
robusteci cualitativamente hacindose diferente
a como haba sido hasta entonces. Unas y otro
destruyeron al movimiento hippie y, tras l, han ido
l iquidando, o cuando menos daando gravemente,
Estado, que los usa para pagar ms polica, y la
sustancia activa del porro proviene de una vasta
red que es dirigida por los servicios especiales de
los Estados, de manera que lo antisistema de
aquel modo de vida es un procedimiento para
mantener y reforzar el aparato estatal, adems del
capital ismo. Ser antisistema de verdad es trabajar
por la revolucin, no fumar y beber como bestias,
no hacerlo que la izquierda institucional, que es la
fuerza poltica fundamental del par capital-Estado
hoy, nos dice que hagamos.
La tarea pendiente de la izquierda antisistema,
en este asunto y en todos, es diferenciarse de la
socialdemocracia, dejar de ser su ala radical.
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dominacin hace ya ms de 50 aos exige
introducir cambios fundamentales en la
cosmovisin revolucionaria, adecundola a las
nuevas condiciones, las del siglo XXI , purgndose
de los viejos dogmatismos, sistemas doctrinales y
errores, rel lenando las lagunas y vacos. El
conservadurismo de quienes se dicen
revolucionarios es, adems de un contrasentido,
un estado de nimo auto-destructivo, pues el
principio de renovarse o morir se cumple con
exactitud y precisin en todos los aspectos de la
vida humana, ms en los que ahora
consideramos.
Dicho en plata, o nos dotamos de un orden de
ideas y un programa para replicar con
contundencia al aleccionamiento (y
amaestramiento) de masas propio de las
sociedades contemporneas en las que se da una
hiperextensin del Estado, condenar al sistema de
dictadura poltica actual en sus puntos cardinales,
tratar la fundamental, en todos los sentidos, auto-
construccin del sujeto y reflexionar sobre los
grandes problemas existenciales de la condicin
humana, o seremos arrinconados por las
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todos los movimientos populares autnomos que
se han ido constituyendo. Han realizado,
por tanto, el sueo del Estado: que no exista ms
vida colectiva que la que se da en l, de tal modo
que las clases populares l leven una existencia
atomizada e inorgnica, lo que reduce a casi nada
su peligrosidad. Adems, las drogas han matado,
y siguen matando, a mil lones de personas en todo
el mundo, lo mismo que el alcohol. De esa
matanza, que no cesa, son responsables quienes
han promovido y promueven uno y otro, en
particular la contracultura (hoy casi extinguida), la
izquierda institucional y sus satl ites del
anticapital ismo estatoltrico, el anticlerical ismo
burgus y una parte sustantiva de la
intelectual idad progresista, sin olvidar al
franquismo, que fue pionero.
El estudio de la intemperancia y destemplanza en
el pasado y presente, el conocimiento del cmo y
porqu se ha constituido una hrrida sociedad de
borrachos y borrachas en ascenso, permitir
establecer unos criterios, unos argumentos y una
estrategia para hacer frente al problema, con la
advertencia de que nuestra meta aqu y ahora
mucho ms que fsicos o somticos. Son los
valores que nos hacen humanos los que son
triturados por el alcohol: el ser dueo de los
propios actos, la verdad, la l ibertad, la
convivencia, la virtud personal, el autodominio, la
rectitud moral, la generosidad, la trascendencia, la
voluntad de esfuerzo y riesgo, el uso del l ibre
albedro y el olvido de s.
A quienes se empean en convertirnos en entes
meramente biolgicos tenemos que recordarles
que adems, y sobre todo, somos seres
dependientes de necesidades espirituales, cuya
satisfaccin es urgente y perentoria, hasta el
punto de que el alcoholismo suele provenir de la
represin de tales exigencias naturales de
carcter inmaterial , en tanto que especficamente
humanas.
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revolucionaria, la har ms fuerte.
La cuestin del alcohol y las drogas pone sobre la
mesa, a fin de cuentas, problemas de una
importancia descomunal. El sistema de dictadura y
dominacin en curso en Occidente, al verse
agobiado por la presin popular, lanz una contra-
ofensiva poltica en los aos 60 y 70 del pasado
siglo, parte importante de la cual fueron las
sustancias estupefacientes y la bebida, en el
marco de una ideologa del goce y la gratificacin
inmediatas proveniente de la idea supersticiosa,
neo-clerical, de que nacimos para ser fel ices,
sistema de disvalores que, por s mismo, tena que
llevar a muchas y muchos al matadero de los
productos narcticos de evasin, en su
manifestacin ms literal. Hasta ahora esa
maniobra poltica (pues tal fue, ante todo) no ha
encontrado todava una respuesta lo
suficientemente meditada y lo bastante vigorosa,
capaz de convertir en derrota su actual victoria, a
pesar del tiempo transcurrido.
Para alcanzar sus fines el orden establecido se
sirvi de los errores de las ideologas
supuestamente anti-sistema, apropindose en
las mentes y conductas de las masas, desde el
cine a la universidad de masas, se establecieron
las condiciones ptimas para que la accin del
poder instituido fuera asombrosamente resolutiva.
Incluso hoy, a pesar de las lecciones
proporcionadas por el desarrol lo de los hechos en
los ltimos 50 aos, son mayora las y los que se
oponen a remediar las causas de tan colosal
derrota, aferrndose a lo que la hizo posible, en
particular negndose de manera obstinada a
desechar el placerismo y, sobre todo, a remediar
el colosal defecto de desentenderse de elaborar
una concepcin propia, autnoma y ms
verdadera, sobre el sujeto y suauto-construccin
consciente y l ibre. Pero sin solventar estos
problemas y deficiencias es inti l persistir en el
rutinario activismo tanto como intentar algo
novedoso, y a quienes se han encasti l lado en tan
suicida posicin slo les aguarda una salida, su
l iquidacin poltica a medio plazo, como estn
demostrando los hechos.
Tomar la iniciativa, pasar a la ofensiva
desbaratando el tremendo asalto criminal, e
incluso genocida, lanzado por el orden de
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(tambin en esto) no puede ser, a pesar de que lo
deseamos ardientemente, la erradicacin
completa del mal, dado que es promovido de mil
modos desde las instituciones en unas
condiciones tremendas de ausencia de libertad de
conciencia y l ibertad de expresin. Pon tanto, el fin
tiene que ser la lucha de larga duracin contra l.
En efecto, este problema no tiene y no puede
tener solucin bajo el vigente rgimen de
dictadura poltica, de manera que es necesaria
una revolucin l iberatoria (como causa necesaria
aunque no suficiente), que estatuya una sociedad
lo bastante l ibre (la emancipacin de manera total
y absoluta no puede existir, dado que no lo
permite lo mezquino y fal ible de la condicin
humana), para que pueda ser satisfactoriamente
reducido.
Una ltima advertencia es que el alcoholismo, en
contra de lo que ciertos medios ingenuos, o tal vez
demasiado maquiavlicos, sostienen, no es
principalmente un problema mdico o de salud,
sino un asunto poltico, de calidad del individuo,
convivencial y civi l izatorio. Los males que de l se
derivan son, ante todo, espirituales e inmateriales,
PASADOEn lo referido al pasado inmediato, el incremento
del consumo de bebidas alcohlicas fermentadas
(vino, cerveza y sidra) se detecta desde finales del
siglo XV, a travs de la brusca ampliacin de la
superficie dedicada al viedo, sobre todo. Es bajo
el reinado de los Reyes Catl icos cuanto eso
sucede de un modo perceptible, lo que es una
novedad que va unida a otra bien significativa, el
rpido desarrol lo del aparato estatal. En efecto, la
corona sobre todo, pero tambin los seores y el
alto clero se sirven del consumo desmedido de
vino para embrutecer, entontecer y privar de
libertad en mayor grado a ciertos sectores de la
poblacin, particularmente en las vil las y ciudades.
En el siglo XVI los desti lados, los l icores,
comienzan a tener cierta importancia, siendo en
ellos donde el alcohol se maniesta con nitidez
como droga, pues en los fermentados posee un
carcter de alimento, o de complemento al
al imento slido. Pero es en la centuria siguiente
cuando el acto de beber l icores se expande
bruscamente, debido a su uso en las flotas de
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existencial y pnico vivencial que suele buscar
al ivio en la ingestin compulsiva (esto es,
especfcamente moderna) de productos
narcticos.
Para evitar esto necesitamos afrontar, no slo de
manera cavilativa sino tambin emocional, e
incluso ritual, los lados ms arduos de nuestra
condicin, tarea que ha de convertirse en un
quehacer diario, personal y colectivo, para que
seamos humanos conscientes, no subhumanos
inconscientes, que huyen de s mismos y que en
esa pattica desbandada caen, cada da ms, en
el mortfero ocano del alcohol.
Como reflexin ltima es necesario aadir que la
erradicacin del Estado y del capital ismo, esto es,
la el iminacin de las causas polticas, econmicas
y sociales de las adicciones, no es suficiente para
crear una sociedad liberada de la ebriedad. Es
slo causa necesaria, pero no causa suficiente. A
eso se ha de aadir, como se ha expuesto, la
atencin a la construccin del sujeto en tanto que
sujeto, y el encarar nuestra condicin en lo que
tiene de puramente existencial. Dicho sea de
paso, ese proceder, lejos de debil itar la accin
provecho propio de su suicida mental idad fel icista,
hedonista, ldica y utopista. Eso por un lado, por
otro acometi justamente en el punto dbil de
aqulla, la falta de una concepcin sobre la
construccin del sujeto en tanto que persona
autnoma y de virtud, dado que el determinismo y
mecanicismo marxista, admitido por todas las
corrientes radicales, haca imposible ni siquiera
pensar en dotarse de tan decisivo medio de
subsistencia, lucha e incluso victoria (en la medida
parcial y temporal en que algunas formas de sta
son posibles). A ello se uni la inexistencia de un
tratamiento contrario al del orden establecido para
los problemas existenciales de la condicin
humana, asunto en el cual el radical ismo en curso
desde el siglo XIX no ha construido nada.
Finalmente, teniendo en cuenta que los
contenidos otorgados a los problemas
estructurales eran y son excesivamente laxos,
pobres y dbiles, adems de, en general y salvo
excepciones, copiados a la socialdemocracia, y
que se ignoraba casi todo, por falta de estudio y
dedicacin, del poder aterrador de los nuevos
aparatos de aleccionamiento y manipulacin de
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guerra, recin constituidas, y en los ejrcitos. Con
todo, ser en el XVI I I , con la creacin de los
ejrcitos permanentes y las poderosas Armadas,
cuando se padecer un incremento brusco de la
ingesta de alcohol. No podemos olvidar que el ron
era la bebida que la flota de guerra inglesa
proporcionaba a sus marineros, para hacerles
soportar las penalidades de las interminables
travesas y adormecer su nimo en los continuos
combates. Al mismo tiempo, las potencias
coloniales se servan del aguardiente para
degradar y someter a los pueblos indgenas,
siendo conocido su uso, implacable y planificado,
por la corona espaola en sus posesiones de
Norteamrica, contra los pueblos indios.
Para esa fecha, en la pennsula Ibrica las clases
populares l levaban una vida morigerada, ajena a
la embriaguez.
Se tomaba vino o sidra (cerveza tambin, pero
mucho menos) como un ingrediente ms de la
dieta (no olvidar el adagio de que con pan y vino
se anda el camino), buenos para aportar energa
en trabajos duros (segar, por ejemplo, o ir a pie
durante todo el da), pero casi siempre ingerido
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por barba. . . e non ms.
Todos los testimonios conservados (renuncio a
hacer una relacin de citas de los autores y obras
que los contienen) presentan la sociedad rural
tradicional popular, antes de entrar en
descomposicin grave, como sobria y temperante
hasta el punto de permitir sostener que en ella
apenas existan borrachos.
En efecto, no los haba, salvo de forma mnima,
por una razn muy simple, porque en ella el
Estado todava era bastante dbil .
En 1 91 4 el economista A. Flores de Lemus expuso
que los espaoles forman una raza
extraordinariamente moderada en sus hbitos de
beber. Una de las cosas que ms sorprende a los
extranjeros que visitan Espaa es la ausencia de
borrachos. Cien aos despus lo que pasma a los
viajeros es lo contrario, una Espaa convertida
en una gran concentracin de beodos y
achispados. Entender este cambio es fundamental
para establecer una estrategia acertada contra el
alcoholismo multitudinario.
En aquella fecha slo se detectaban ciertas
expresiones, dbiles an, del vicio de la bebida en
da a da de edificarse como persona de calidad y
vala, de manera reflexionada y con propsitos
sublimes, esto es, desinteresados. Aprovecho este
texto para slo citar tan significativa formulacin, y
no dir ms sobre esto, remitiendo a la obra
citada, salvo recomendar a las y los jvenes la
lectura de Los deberes, de Cicern, una obra
decisiva, hoy proscrita y prohibida de facto por el
aparato acadmico en el poder.
Otra conclusin a extraer es la negatividad de la
abundanciamaterial . En el pasado, los credos
proletaristas encontraban especulativamente la
causa de todos los males en la pobreza y la
escasez. Hoy que vivimos en una sociedad de
abundancia casi i l imitada, aunque quiz ya por
poco tiempo, estamos comprobando que la
riqueza material , tal y como expusieron los
moralistas clsicos (que tuvieron ante s el caso
de la sociedad romana), es un motivo de
numerosos males, entre el los de la gula, la
obesidad, la beodez de masas y las toxicomanas,
adems del servi l ismo, el egotismo, el decaimiento
de la voluntad, el colapso de las facultades
reflexivas y la degeneracin corporal. La riqueza
el fin de que nada hiciera sombra a su meta ms
decisiva, la de imponer una vida absolutamente
dichosa y placentera, esto es, con abundancia
material , satisfacciones del estmago y descrdito
de todo lo espiritual.
Los poderhabientes no desean que, verbigracia, la
reflexin acerca de la muerte enturbie la, al
parecer, i l imitada fel icidad de masticar, deglutir,
zampar, defecar, trasegar, empinar, trincar, soplar,
abrevar, miccionar, regoldar, potar, echar, expeler
y vomitar, por lo tanto se ha constituido un orden
social en que lamuerte es ocultada, de la misma
manera que lo son todos los dems aspectos
negativos de la condicin humana, para
concentrar al neo-siervo de la modernidad en una
nica cuestin, producir y consumir, esto es,
obedecer en todo y auto-destruirse en tanto que
persona. Pero lo que es irremediable en el destino
humano sigue estando ah, por ms que se impida
su consideracin, aunque sin una cosmovisin
que permita al individuo pensarse, intel igir su
verdadera naturaleza, construirse a s mismo y
vivir conforme a ella. De esa operacin lo que
resulta es una carga colosal de angustia
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con moderacin y como acompaamiento de
alimentos slidos. Tena asimismo un uso ldico y
relacional, pero en el contexto ya citado de
mesura y auto-contencin conscientes, y como
elemento no esencial, esto es, siempre
acompaando a la comida y en el marco de la
fiesta popular, alegre y satisfactorio
acontecimiento convivencial, integrador y
participativo, que no exiga excesos libatorios, al
contrario que las actuales formas de ocio
embrutecedor, dirigido, excluyente, aleccionador y
mercanti l izado.
Los calumniadores por oficio de la sociedad
popular rural tradicional presentan las reuniones
del concejo abierto como agrupaciones de
alcohlicos, debido a la costumbre inmemorial de
sesionar en la asamblea aldeana tras tomar en
comn unos sorbos de vino en una o dos copas,
generalmente de plata.
En realidad, era un acto simblico que
solemnizaba la asamblea conceji l con la ingestin
en comn de una bebida alcohlica, s, pero que
sobre todo se consideraba un alimento. Por lo
dems, la cantidad era exigua, hasta dos tragos
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el ejrcito y la marina de guerra, en las
concentraciones de proletarios sobre-oprimidos de
la minera e industria pesada norteas, y entre los
jornaleros del suroeste, que eran obsequiados
por los patronos con unas copitas de aguardiente
(cazalla) al comienzo de la actividad laboral, para
que rindiesen ms y fueran dciles. El resto de la
poblacin se opona rotundamente al uso
inmoderado de las bebidas alcohlicas,
contemplaba con prevencin los desti lados y
licores, que se consuman muy poco, y se
aferraba al hbito de tomar vino o sidra siempre
con alimentos (lo que reduce en mucho los efectos
del alcohol) y en cantidades prudentes.
Los pocos borrachos y borrachas habituales que
haba resultaban ser, en los ms de los casos,
meros enfermos mentales. La moralidad popular
era, al respecto, bastante estricta, hasta el punto
de que embriagarse una sola vez llevaba a perder
el respeto, afecto e incluso la amistad y trato de
los iguales, norma no escrita que mantena a raya
a quienes, como se deca entonces, no saben
beber, esto es, se emborrachaban. La sabidura
popular remataba el aserto con una juiciosa
consciente es una tarea de importancia perentoria,
a incluir en el plan estratgico para alcanzar una
gran conmocin social y el acceso a una nueva y
ms civi l izada manera de ser.
Es ms, la vala y calidad de la persona es un
factor de primera importancia en el decurso
histrico tanto como en la accin actual por crear
una sociedad libre y fundamentada en la verdad
concreta. El individuo negado, ms incluso,
nul ificado planeadamente por el progresismo, es
el ser dbil y mediocre de la hodierna modernidad,
carne de can de todos los vicios y perversiones,
que se refugia en la demencia de comer y beber
sin tasa, que acaba siendo esclavo de su vientre y
de sus apetitos, por tanto, a menudo un alcohlico
y un obeso, es decir, un enfermo del cuerpo
porque ha sido constituido desde fuera sin parte
espiritual, sin conciencia, sin alma. As se hace
hiper-esclavo del poder constituido.
En La democracia y el triunfo del Estado me
atrevo a sugerir, a pesar de quienes slo con or el
vocablo se agitan y saltan, la recuperacin de la
categora de virtud, tomndola del pasado de la
cultura occidental, en tanto que voluntad realizada
material ha contribuido poderosamente a casi
privarnos de nuestra condicin humana, haciendo
de nosotros unos subhumanos sin intel igencia,
l ibre albedro, amor por la l ibertad, aprecio por
verdad, sensibi l idad y afecto desinteresado por
nuestros iguales.
Una futura sociedad libre, autogobernada y
autogestionada, ha de basarse en una pobreza
decorosa, no en la riqueza, y el lo por motivos ms
humanos, esto es, polticos, civi l izatorios y
morales, que medioambientales.
Finalmente, estn las causas existenciales de la
alcoholizacin de las multitudes. Por tales se
entiende aquellas que son inherentes a la
condicin humana, que no dependen del orden
poltico-jurdico y que no pueden ser remediadas,
por lo que nicamente admiten ser reflexionadas,
asumidas y encaradas. Son la temporalidad y la
finitud, la fugacidad de la vida humana, la
impotencia ontolgica, la muerte y la nada
eternas. Desde que el ser humano existe, esas
cuestiones han estado entre sus preocupaciones
ms acuciantes, pero la modernidad decidi
despticamente que tenan que ser olvidadas, con
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conclusin, que era al mismo tiempo una
exigencia, quien no sepa beber, que no beba.
A la vez, se pona el acento en lo saludable del
consumo moderado de vino como alimento, por
ejemplo, en el dicho que recomienda dar a las
personas ancianas, sopitas y buen vino.
El movimiento obrero repudi, en todas sus
corrien-tes, el espantoso mal de la bebida,
considerando que era una artimaa de la
burguesa para sobre-explotar y sobre-oprimir al
proletariado. Se tena por indudable que el obrero
consciente no poda tener el hbito de
embriagarse y, o era abstemio (sobre todo en las
fi las del anarcosindical ismo), o tomaba
fermentados a la manera tradicional, en las
comidas y en pequeas cantidades.
Slo ciertos ambientes cratas seguidores de
Nietzsche se dejaron persuadir por sus mefticas
teorticas sobre lo orgistico y dionisiaco, por lo
que se dieron a la bebida, aunque eran muy pocos
y por lo general, sujetos ajenos a las clases
productoras, intelectuales radical izados.
Con el triunfo del franquismo todo ello cambi. En
la contienda de 1 936-39, se sirvi de los l icores
fuerte resistencia popular a tales novedades
inducidas. Aquel rgimen se sirvi del alcohol para
frenar las luchas populares, lo mismo que hizo con
el ftbol, la radio, la televisin, el cine de
Hollywood, la Iglesia catl ica, la naciente
progresa (que present el bar, al unsono con el
franquismo, como un espacio rebosante de
pretendidas delicias, emancipaciones y
modernidades) y otras instituciones, entidades y
procedimientos para el control mental de las
multitudes. El franquismo desintegr asimismo las
formas populares de asueto y solaz, lo que era
necesario para mercanti l izar lo festivo, desarrol lar
la industria del ocio (hoy una de las ms rentables
pero que hace slo unas dcadas apenas
contaba), alcoholizar y drogar a las multitudes y
privarlas tambin en esto de autonoma
ymismidad. Como argumento en el captulo I I I de
mi l ibro Naturaleza, rural idad y civi l izacin,
titulado Reflexiones sobre la fiesta popular de la
sociedad rural tradicional, fue bajo la dictadura
fascista cuando se dio el trnsito desde la fiesta
popular por participacin a las formas
mercanti l izadas y adoctrinadoras de ocio, en las
Cuando el Estado crece lo que triunfa es la norma
jurdica, que es coercitiva, puesto que se
fundamenta en la pena legal, en la accin policial
en definitiva, de manera que ello l leva al decl ive
de la moralidad, que no es coercitiva, pues su
meollo es el obrar por conviccin interior.
Precisamente uno de los ms aciagos cambios
que tuvieron lugar tras el triunfo de EEUU, forma
superior de Estado y de capital ismo, en la
segunda guerra mundial, fue la sustitucin de la
moralidad por la absolutizacin del l lamado
imperio de la ley. Desde entonces el sujeto
medio ya no obra conforme a convicciones sino,
exclusivamente, por temor al castigo o por
esperanza de premio.
Eso ha originado un empobrecimiento y
desintegracin radical de la vida espiritual de la
persona, un estado de confusin interior, al no
saber qu hacer ni cmo comportarse, ms all de
lo jurdico, situacin de anomia y caos que
propicia el uso de sustancias narcticas. Al mismo
tiempo, la falta de tica debil ita a la persona, que
deja de ser una realidad que se asienta en el
interior de s, para transformarse en un ente
depende de fuerzas impersonales, de naturaleza
econmica en ltima instancia, que operan en el
interior de la historia y del cuerpo social, de
manera que nunca elabor una concepcin sobre
cmo construir, es decir, auto-construir, al
individuo. Es ms, rechaz lo que al respecto
haba anteriormente en la parte positiva de la
cultura occidental, al considerar todo ello como
cosa del pasado que la ruti lante modernidad,
asentada en el poder de la mquina y de la
produccin, haca innecesaria. De ese modo, la
concepcin mecanicista, economicista,
raciooptimista y determinista del mundo, propia del
izquierdismo pero en realidad tomada por ste de
la I lustracin, los fi lsofos y el l iberal ismo
decimonnico, el imin al sujeto, al reducirlo a pura
nada, a mero efecto de causas tenidas por, en s
mismas, sustantivas y resolutivas.
Pero el individuo, a pesar de todo, existe, existe
como causa, o dicho de otro modo, no es slo el
efecto de fuerzas ajenas, econmicas y polticas,
de determinismo, providencial ismos y fatal ismos
de una u otra condicin.
Existe por s, en cierta medida, y su construccin
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baratos (a los que se denominaba
asaltaparapetos) repartidos profusamente por la
intendencia mil itar un poco antes de las
operaciones ofensivas ms sangrientas, para
estimular a sus tropas, de donde se form una
generacin de alcohlicos, que se manifest sobre
todo en la oficial idad y se vino a sumar a la fauna
de estragados personajes que poblaban el cuerpo
de oficiales (vase lo que A. Barea narra en La
forja de un rebelde) desde al menos la guerra de
Marruecos, en la que el alcoholismo, el burdel y
los juegos de azar ocupaban la mayor parte del
tiempo de ocio de tales sujetos, aunque se debe
reconocer que siempre hubo una minora alejada
de todo eso, Franco entre el los, para la cual slo
cuenta el poder, de cuyo ejercicio extraen todas
sus satisfacciones y goces. Tras su victoria, con
las clases populares privadas de la l ibertad de
asociacin y sin lugares donde social izarse, se las
empuj primero hacia la taberna y luego, a partir
de principios de los aos 60, hacia el bar y la
discoteca. se, bajo el franquismo tardo, se hizo
un lugar mtico, donde haba que acudir a diario a
consumir alcohol, si bien persista todava una
que el individuo es meramente un sujeto pasivo,
un espectador aislado. Esta caracterstica hace
que sean aburridas (por ejemplo, los aciagos
conciertos de la msica pop) y faltas de
convivencial idad, lo que empuja a quienes a ellas
asisten al consumo frentico de alcohol, tabaco y
sustancias narcticas, precisamente para soportar
una pretendida forma de solazarse que no es ms
que consumo y aleccionamiento, esto es, tedio,
muermo y fastidio.
En las sociedades de la modernidad avanzada las
gentes ya no saben divertirse, pues no lograr
hacerlo dado que no poseen libertad para auto-
crear la fiesta, haciendo de ella un acto de
cooperacin, confraternizacin, creacin y
participacin, lo que permitira prescindir de
txicos bebidos, fumados, inyectados o tomados,
destinados a la evasin. En realidad, las
multitudes de nuestra lamentable poca ya no son
capaces de pasarlo bien, pues se limitan a
consumir lo que el poder constituido presenta
como diversin y fiesta, l levados de su
proverbial docil idad y conformismo. De todo ello
ha surgido Tristania, la actual sociedad, que es
importante sin duda, pero nada ms que una
porcin de un conjunto bastante ms rico y
complejo. La vida del sujeto tiene una vertiente
poltica y otra no poltica, que es la de la
conciencia y de la realidad civi l , moral e individual
de muchos modos diferentes, y un buen orden
poltico es aquel que respeta la parte del sujeto
ajena a lo poltico, sin inmiscuirse en ella, sin
querer abarcarlo todo. Pues bien, en esta parcela
de la vida humana, que no es poltica pero que s
admite una reflexin y un tratamiento, hay causas
del alcoholismo, que deben ser conocidas y quiz,
en cierta medida, remediadas o al menos
encaradas y hechas conscientes.
Las normas morales son, sobre todo, personales,
aun que existe una moral social, pero lo sustantivo
de la tica es que proporciona criterios de
conducta al individuo, al que muestra como se
debe vivir. La moral ha de ser auto-construida,
esto es, elaborada y escogida por el sujeto, en
colaboracin con sus iguales. Hoy padecemos el
amoralismo de masas, impuesto desde el poder,
que para expandirse an ms necesita barrer todo
criterio tico.
construido desde fuera, desde y por el poder
constituido. De donde se infiere que recuperar el
sentido de lo tico y el gusto por la rectitud moral
forma parte de la resistencia a la alcoholizacin.
En puridad, negarse a beber es en s mismo una
norma moral, como lo es l levar una vida sobria,
morigerada y ordenada, en pro de valores y metas
espirituales, magnficas y trascendentes, de
significacin universal y fi jada desde el desinters.
En suma, necesitamos recuperar el gusto por la
tica, para superar el caos en los actuales esti los
de vida y zafarnos de la alcoholizacin, y del
Estado.
Un rasgo aciago del actual orden es que no
posee, salvo de manera implcita y perversa, un
sistema de ideas para la construccin del sujeto,
en tanto que tal, como persona. sta, en el
presente, es edificada autoritariamente, desde
fuera de s, por los aparatos educativos,
propagandsticos y publicitarios, as como por los
mtodos de amaestramiento en curso, tanto y tan
eficaz, comenzando por el trabajo asalariado y
terminando por la industria del ocio. Para el
obrerismo el individuo no cuenta, pues todo
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triste y ttrica en grado superlativo, un orden
lgubre en el que el alma humana tiende a
desplomarse en la desesperanza y la depresin.
Vase, nos prometieron, las el ites mandantes y
sus voceros, una vida maravil losa, hecha de una
exultante combinacin de riqueza material y
satisfaccin il imitada de todos los deseos y alegra
a raudales, pero lo que realmente nos ha sido
impuesta es una existencia insufrible e intolerable.
La conclusin ltima es que al final del franquismo
estaban dadas, por tanto, todas las condiciones
para una explosin aterradora del hbito de la
embriaguez.
letanas, el que no est colocado que se
coloque! y a colocarse todos! que tanto l como
sus seguidores difundan entre mofas y risas,
frotndose las manos de gusto por el xito que
estaban alcanzando.
Al mismo tiempo, desde la alcalda, l lev adelante
una maquiavlica poltica de subsidios, regalas y
subvenciones que convirtieron a Madrid, y desde
l a todo el pas por infeccin, en un hervidero de
bares y tugurios dedicados a la alcoholizacin y
drogadiccin de masas, adems de muy eficaces
lugares para el adoctrinamiento en las excelencias
de la concepcin hedonista, pseudo-bohemia,
pretendidamente transgresora y adocenadamente
canalla del mundo: de ah surgi precisamente la
conocida movida madri lea, todo un hito en la
degradacin intelectual, convivencial, esttica y
moral de la sociedad.
La intencin ltima de todo ello es obvia: para
destruir el movimiento de masas que se haba
constituido en los aos finales del franquismo al
sistema de dominacin le era imprescindible hacer
de la toma de sustancias narcticas una
costumbre lo ms extendida posible.
la vida social. En efecto, a medida que el ente
estatal se expande avanza la alcoholizacin:
sucedi bajo el franquismo, y volvi a suceder
bajo el parlamentarismo. Cuando el Estado se
disponga a dar un nuevo salto adelante de
importancia se recrudecer el consumo
enfebrecido de alcohol y el uso compulsivo de
drogas, pues los idecratas y artistas antisistema
las loarn, los intelectuales y profesores las
bendecirn por activa y pasiva, los medios las
mitificarn, los policas las distribuirn, los
paternalistas de siempre exclamarn pobrecitos,
son slo unas vctimas del sistema y la izquierda
las impondr a sus alucinados votantes, de
manera que volver a haber una nueva carnicera
que, como no puede ser por menos, sus mentores
institucionales sern los primeros en maldecir y
lamentar demaggicamente. As las cosas, se
enterrar a los nuevos muertos y el orden
constituido saldr renovado de dicha peripecia,
hasta la siguiente.
Por tanto los actuales devotos del Estado son la
primera fuerza social que mil ita a favor del
alcoholismo de masas: socialdemcratas y su
contradicciones que en ellos concurren, les
devuelve la condicin de seres humanos
integrales, y les l ibera del espantoso universo de
las y los trabajadores sociales, mdicos,
psiclogos, terapeutas y dems expertos
institucionales, que daan y destruyen todo lo que
tocan. Se ha dicho que el paternalismo es la forma
ms aciaga de despotismo, pero hoy el
paternalismo de los profesionales de la cosa, que
hacen de l un saneado negocio asistencial, es
tambin algo mucho peor, un procedimiento para
rematar sdicamente a quienes han sido primero
heridos por el alcohol y los narcticos. En suma,
una parte de la responsabil idad es del sistema y
otra del individuo, vctima y verdugo (de s y de los
otros) al mismo tiempo, y ocultar esto por
victimismo, que es una ideologa institucional para
l iquidar ms efectivamente a los oprimidos, es
negar al ser humano en tanto que humano.
Ahora entraremos en el anlisis de las causas
referidas al sujeto.
La primera reflexin es que no todo lo personal es
poltico, porque la poltica no es y no debe ser el
todo de la vida humana, slo una parte, muy
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PRESENTEAl ser la l lamada Transicin poltica (1 974-78) un
nuevo y colosal triunfo del Estado, por ende, un
nuevo captulo de su crecimiento constante, se
dio, como es inevitable, un salto adelante de la
degradacin de las masas. Por tanto, la costumbre
de la embriaguez, esta vez acompaada de la
conversin de amplios sectores de las masas
juveniles al hbito del consumo de drogas, se hizo
multitudinaria.
El lo no tuvo lugar de forma espontnea sino que
provino de una campaa de incitacin de un
despotismo, lujo de medios y contundencia
formidables, en la que cooperaron los servicios
secretos, las diversas policas, la izquierda oficial ,
que ahora dominaba el panorama poltico, los
grandes medios de comunicacin y la
intelectual idad y estetocracia progres (pensemos
en la movida madri lea y en su primer espada,
Almodvar). Lo ms llamativa de aquello fueron
las exhortaciones del que fue alcalde de Madrid
por el PSOE durante una parte de los aos 80 del
siglo pasado, Enrique Tierno Galvn, a consumir
alcohol y drogas, con sus una y otra vez repetidas
Tal operacin de destruccin de las en ese tiempo
fuerzas vivas del cuerpo social, real o
potencialmente subversivas, se realiz tambin en
otras ciudades, sobre todo en la capital de
Catalua, como expone Jos Mara Sanz
(Loquil lo) en el l ibro Barcelona ciudad. Este
avezado mercader de la peor msica pop y
destacado agente de la socialdemocracia ms
perversa (acostumbra a pedir el voto para el
PSOE), describe en dicha obra los procedimientos
de que se vali la progresa catalana, ya desde
antes del fin del franquismo y en cooperacin con
ste, para introducir una mental idad generadora
de un esti lo de vida supuestamente trasgresor y
rebelde que no era otra cosa que un nuevo modo
de predicar el conformismo poltico, triturar la
cultura, envilecer la msica, aniqui lar seres
humanos y ganar mucho dinero, la cual l lev
finalmente a la gran carnicera de las drogas y a la
cruel catstrofe del alcoholismo, en Catalua. Lo
que se hizo en aquella ciudad fue luego copiado y
mejorado en Madrid, por la izquierda, con los
efectos antes descritos.
Esa progresa, que es la forma renovada de
cohorte de seguidores de la izquierda
anticapital ista, anticlericales burgueses, idelogos
de la contracultura de los aos 60 y 70 del siglo
XX, estetas subsidiados, ecologistas
institucionales, feministas de Estado,
antiglobalizadores, defensores de la sanidad
pblica y del Estado de bienestar,
independentistas estatistas y varios otros.
Pero el alcohlico y el drogadicto no son
simplemente unas vctimas, ni unos enfermos.
Hay que poner un lmite al paternalismo, para
argir que todo ser humano es responsable en la
medida en que es o puede ser l ibre.
Por tanto, han de responder por sus actos, y
deben recibir las crticas correspondientes, las
asuman o no. El victimismo y la teora de que son
enfermos sirven, adems, para convertir las
nocividades en negocio, segn el procedimiento
acuado. Quien elige su autodestruccin elige,
con ella, daar a la gente comn, hacindose un
agente del sistema de dominacin, y tambin
como tal debe ser considerado.
Tratar de esa manera a quienes se han dejado
seducir por los txicos, teniendo en cuenta las
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cerebral, y aun as estn siendo recetados a
colosal escala, o quiz por el lo. A los nios se les
hace ingerir el estupefaciente rital in, que se
comercial iza con diversas denominaciones, y
tambin meti lfenidato, y dexedrina, verdaderos
txicos que en muy poco se diferencian, en sus
efectos, de buena parte de las pasti l las que son
consumidas en las discotecas y otros lugares de
ocio embrutecedor los fines de semana. Esos
productos crean, al menos, adiccin psquica,
adems de daos en diversos rganos del cuerpo.
Pero lo peor son sus efectos sobre la parte
espiritual del ser humano, a la que se devasta con
tales psicodrogas, impidiendo que se desarrol le
con normalidad, a travs del esfuerzo, el
compromiso y la accin transformadora; de la
observacin, la experiencia, el intercambio de
ideas con los pares y la reflexin, personal y
colectiva, actividades encaminadas a alcanzar lo
ms valioso para el espritu, la verdad concreta y
finita, que nunca puede alcanzarse a travs de
productos materiales, naturales o qumicos.
En ltima instancia, lo que est l levando al
alcoholismo de masas es la hiper-estatizacin de
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burguesa estetocrtica, hiper-moderna y pseudo-
intelectual, hoy aupada al poder en alianza con el
PSOE, es responsable, por induccin ideolgica
manipulativa, de la muerte de tantos seres
humanos como el franquismo, de manera que est
tan manchada de sangre y es tan culpable como
ste. Eso s, su matanza fue menos visible, ms
refinada, pero por el lo mismo ms eficaz en el
mbito de lo poltico. La ideologa que est tras
todo ello es la del hedonismo: quienes,
invulnerables a la realidad, continan aseverando
que aqul es antisistema deben preguntarse por
qu un sujeto como Loquil lo loa sin descanso el
placerismo. Fue la cosmovisin hedonista la que
condujo, y conduce, a las gentes hacia las drogas,
as como hacia el alcohol, por tanto, sin su crtica
(que realizo en varios de mis escritos, sobre todo
en el l ibro tica y poltica), no se puede superar
la actual sociedad de beodos y toxicmanos.
Para instaurar sta se cre, en efecto, una
ideologa de la fiesta y la diversin como el todo
de la existencia humana, de manera que la idea
de acumular goces sensoriales dominaba.
Ansiosos de placeres de pacoti l la, las y los
reales vicios. Se ignor, por ejemplo, que el
franquismo haba sido, ante todo, una dictadura
mil itar, y que el ejrcito fue la causa primera de la
inicial alcoholizacin del cuerpo social en los 40
aos de su existencia, pues un cierto porcentaje
de jvenes que llegaba a l, para hacer la mil i ,
como personas abstemias o morigeradas volvan
a casa con el aciago hbito de libar y beber.
Al mismo tiempo, la intelectual idad izquierdista
constituy un esti lo de vida, de inmediato
impuesto a amplios sectores populares gracias a
su descomunal poder meditico, supuestamente
bohemio, rompedor y desinhibido, que se present
como la pretendida negacin del preconizado por
el franquismo, y que tena como elementos
esenciales la vida nocturna, los excesos de todo
tipo, el consumo de drogas y las borracheras
frecuentes. El cine neo-franquista de Almodvar y
la l iteratura de retrete (producida principalmente
por mujeres, como Almudena Grandes, prxima a
Izquierda Unida) mitificaron todo lo relacionado
con la embriaguez, desde el andar tambaleante y
la pesadez en la lengua hasta los vmitos (de ah
el nombre de literatura de retrete), presentada
lo que el orden constituido y el izquierdismo llevan
siglos presentando como primero y principal,
cuando no como la total idad de la condicin
humana?
En vez de vivir hoy se mastica y traga, se trasiega
y bebe, se eructa y ventosea, se come y descome,
se acumulan kilos y sebo, y sa es la existencia
maravil losa,propia de la sociedad perfecta (la
actual), que los mandamases de los medios, los
polticos profesionales, los estetas pervertidos y
los profesores-funcionarios predican. Ante tales
perspectivas, se comprende que bastantes
personas se desmoronen y terminen en el alcohol
y las drogas, o ms exactamente, en formas
larvadas de suicidio, pues lo que muchos buscan
con sus adicciones es salir para siempre de un
orden monstruoso e intolerable, esto es, quitarse
la vida. En la etapa de la decadencia del mundo
romano hubo epidemias de suicidios, hoy el
alcoholismo y la drogadiccin son, en esencia, eso
mismo.
La causa ltima es un rgimen poltico e
ideolgico que slo permite un tipo de vida que no
merece la pena ser vivida, por lo que la
de la industria agroalimentaria, han convertido en
obesos y obesas hasta al 50% de la poblacin, en
algunos lugares, creando una obsesin por la
comida, en un sentido o en otro, que es antinatural
y patolgica. Lo mismo ha sucedido con la bebida.
Se trata de criticar la dictadura de los expertos,
que han de ser si lenciados, para lograr zafarse de
aqulla, val indose en estos asuntos del sentido
comn asentado en la experiencia directa, de lo
que an no ha sido destruido de la sana sabidura
popular y de los consejos y opiniones de nuestros
iguales.
En consecuencia, hay que rechazar el uso a gran
escala que el poder est haciendo de las drogas
psiquitricas, uti l izadas para enmascarar, no para
corregir, la ansiedad sictica y la angustia
vivencial que nuestro desastroso modo de
existencia ocasionan. En particular, las mujeres,
los nios y nias y los ancianos, estn siendo
drogados en masa por los profesionales de la
medicina estatal (que no pblica, como dicen los
socialdemcratas de uno y otro tipo) y por los
terapeutas de la medicina privada. Se sabe que,
por ejemplo, los neurolpticos ocasionan dao
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desventurados aleccionados por el aparato
meditico y poltico progresista-izquierdista se
sumergieron en las hediondas aguas del pol i-
consumo de casi todo tipo de txicos, lo que
ocasion un ascenso en flecha de las peores
formas de alcoholismo y adiccin a las drogas en
ese decenio, los aos 80. No pas mucho tiempo
sin que ello l levase a una poltica de exterminio,
hasta el punto que en los ltimos 25 aos
probablemente hayan muerto ms personas por
esas causas de las que perdieron la vida por todos
los conceptos en la guerra civi l de 1 936-39: tal es
el espeluznante precio que ha habido que pagar
para que el rgimen de dictadura constitucional,
parlamentaria y partitocrtica hoy en vigor se
estabil izase.
Una argucia uti l izada fue la falsificacin de la
naturaleza real del franquismo, segn sus
intereses. En efecto, se le present
arbitrariamente como austero, moral y sobrio,
cuando era corrupto, inmoral y gozador, para que
de ese modo, el antifranquismo superficial y de
circunstancias entonces en boga se opusiera a
sus pretendidas virtudes practicando sus muy
como un acto no slo simptico y novedoso sino
tambin, y sobre todo, inconformista, rebelde,
l iberador, antifranquista e incluso
revolucionario.
En el cmic, ciertos mercachifles disfrazados de
radicales crearon el PGB (Partido de la Gente del
Bar), que daba continuidad a la exaltacin del
perverso universo de los bares que haba
realizado el franquismo. En Euskal Herria, como
se ha dicho, una parte de la izquierda abertzale se
hizo alegre y combativa, esto es, sacral iz el
acto de beber, presentndolo como irreverente y
subversor, a pesar de que era un atentado al
pueblo vasco, no menor que el consumo inducido
desde los cuerpos policiales de drogas duras. De
ese modo, en los ambientes pseudo-radicales el
consumir inmoderadamente alcohol se volvi
forzoso y obligatorio. Se trataba de realizar el lema
del pedestre Rimbaud, el desbordamiento de
todos los sentidos, dirigido a reprimir y prohibir el
real desbordamiento de todas las capacidades del
ser humano en tanto que realidad integral,
convirtiendo a ste en criatura l imitadamente
sensorial , que ya no es capaz de valerse de las
drogas no es su legalizacin, pues el alcohol es
legal y todo indica que ser el narctico por
excelencia del futuro. Los psicofrmacos y las
dems drogas del Estado de bienestar igualmente
son legales y, no nos engaemos, los
estupefacientes situados formalmente fuera de la
ley tambin lo son de hecho. La cuestin no es la
legalizacin o ilegal izacin, lo que establece un
pseudo-debate, sino su erradicacin finita.
El trasiego enardecido y descontrolado de alcohol
hay que situarlo en el contexto en que se da
realmente. La actitud hacia los al imentos, en la
sociedad del goce obligatorio y la fel icidad forzosa,
no es mejor que hacia la bebida, de manera que el
vicio de la gula, el ms vil y deshumanizador de
ellos, que rebaja a la persona al nivel de mero
ente fisiolgico, es no menos aciago, en sus
diversas manifestaciones espirituales y materiales,
que el vicio de la bebida. Estamos en una
sociedad de obesos, adems de en una sociedad
de alcohlicos y politoxicmanos. Una vez que la
esencia concreta humana est a punto de ser
aniqui lada, sobre todo en las clases populares, al
individuo medio slo le queda la fisiologa, que es
continuidad de aqul se convierte en mera
carnicera.
Si observamos atentamente, alcanzaremos la
conclusin que todas las funciones naturales,
propias del ser humano, estn profundamente
perturbadas en el presente, desde el acto de
comer al de pensar. Todo ha sido distorsionado,
para que se amoldase a los intereses estratgicos
del poder constituido por los expertos,
profesionales y sabelotodo institucionales que,
pretendidamente, no tienen ms propsito que
ayudar a la gente.
Tras la gran mentira de la ayuda, cuyo
fundamento ltimo es la aciaga ideologa
paternalista estatal, que se encamina a privar al
sujeto de autonoma, l ibertad y mismidad, se
esconde un intervencionismo intolerable en lo ms
ntimo de las personas, a las que se las impone
como han de comer, como han de beber, como
han de practicar la sexualidad, como han de
educar a sus hijos, como tienen que concebirse a
s mismos, como han de vivir en suma.
Lo que est resultando de todo ello es
catastrfico. Los expertos en nutricin, al servicio
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dems facultades de que la naturaleza le ha
dotado, en primer lugar de las reflexivas, vol itivas
y convivenciales, lo que acab en tragedia.
No poda faltar la aportacin de la casta intelectual
progresista a la alcoholizacin general. Una
expresin de ello es el l ibro Alcoholismo,
medicina y sociedad en Espaa (1 876-1 923), de
R. Campos Marn, editado en 1 997 y fabricado, al
parecer, en ambientes prximos al PSOE. En l,
bien apoyado en un aparatoso entramado de
datos, citas y estadsticas, se viene a sostener que
la crtica del alcoholismo en el periodo citado fue
un instrumento de control social, l levada
adelante por las clases medias e ilustradas, pues
el alcohol era una amenaza (sic), un disolvente
de los valores de la burguesa.
El lo bendice el acto de embriagarse, al presentarlo
como antiburgus, falseando la realidad de la
poca, que fue exactamente la contraria, una
burguesa que pugnaba por alcoholizar a las
clases trabajadoras de la ciudad y el campo,
mientras stas resistan tal incitacin con enorme
xito.
El fundamento del anlisis es, adems de la
de moralismo, el mal ms execrable para ellos,
ensoberbecidos idecratas de rapia que se creen
situados en el trono de Dios, esto es, ms all del
bien y el mal moral, lo mismo que todos los
fi l isteos desde Nietzsche hasta el da de hoy. Eso
se debe, pura y simplemente, a que el rgimen de
dictadura actual es tan desenfrenado y brutal que
ya no puede admitir ninguna traba tica frente a s.
Una causa bien significativa de alcoholismo, y de
drogadiccin, ha sido el anticlerical ismo burgus,
un tipo extremo de fanatismo que, desde el siglo
XVI I I , es usado por el Estado y la burguesa para
imponer a las clases populares toda una variedad
de productos polticos e ideolgicos, a cual ms
funesto. Tenemos las conocidas como
procesiones de los borrachos que, con tanta
estol idez como pertinacia, celebran laicos,
volterianos, comecuras decimonnicos,
izquierdistas y dems competidores, todos ya
bastante trasnochados, con el clero en Semana
Santa, que son aterradoras bacanales de alcohol,
pis, flatulencias y bascas, con prdida del auto-
respeto, la propia dignidad y la conciencia cvica y
moral de los asistentes, el los y ellas. As, y con
de dominacin, es al mismo tiempo una
concepcin absurda y oa, irreal ista y
vulgarmente propagandstica, que deja al individuo
inerme ante la vida como realmente es,
quermoslo o no, con sufrimiento, necesidad de
esfuerzo, tensin emocional y displacer en
notables proporciones. Tales formulaciones l levan
a la adiccin a txicos de varias maneras, porque,
al ser una huida de la realidad, preparan al sujeto
para esas otras formas de evasin que son el
alcohol y las drogas, y debido a que, cuando
llegan los momentos difci les, los sujetos
adoctrinados y amaestrados en el placerismo y
fel icismo institucionales tienden a derrumbarse,
por lo que suelen buscar refugio en las drogas
legales que la sanidad pblica les suministra
cada vez en mayores cantidades, o en el alcohol,
o en los estupefacientes i legales.
Ciertamente la personalidad infanti l izada, dbil ,
floja, perezosa, dependiente en todo de las
instituciones, sin voluntad propia e incapaz de
esfuerzo y sacrificio conscientes que crean las
sociedades contemporneas est predeterminada
a caer en el consumo de narcticos.
concepcin de la l ibertad que, adems de ser
desacertada, real iza la prediccin de Orwell sobre
que en las sociedades total itarias el vocablo
l ibertad es la nueva forma de nombrar su
inexistencia, y tambin la renuncia alucinada a ser
l ibres de una buena parte de sus integrantes. En
efecto, es la supuesta l ibertad como posibi l idad de
emborracharse y consumir narcticos sin trabas,
como capacidad il imitada para hacer lo que el
orden de dominacin ordena que se haga, niega la
verdadera l ibertad de manera obvia, en un doble
sentido, como facultad para escoger otro
comportamiento diferente al que nos es inducido y,
de hecho, impuesto desde el poder, y como
aptitud para prescindir de las cosas todo lo
posible, en particular de aquellas que nos
arrebatan nuestra autonoma, nos destruyen en
tanto que seres humanos e incluso nos matan.
Lograr esta l ibertad exige un esfuerzo de auto-
construccin como ser humano integral, y por
tanto el esfuerzo es la expresin decisiva de la
l ibertad. sta, pues, no es nunca dada u otorgada,
sino slo realizada y conquistada.
Dicho sea de paso, la solucin al problema de las
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tergiversacin de la realidad, el economicismo
propio de la izquierda, que establece la produccin
como meta nica de las clases propietarias, sin
admitir que por delante est una final idad primera
y superior, la de conservar y acrecentar su poder,
para lo cual es muy conveniente destruir por
medio del alcohol la capacidad de reflexin y
accin de las y los ms conscientes. Adems,
aunque es cierto que la produccin, en abstracto,
suele ser ms efectiva con mano de obra sobria,
en concreto no siempre es as, pues el horror sin
fin del trabajo asalariado impone el consumo de
alcohol y drogas en los centros de produccin,
actividad que los empresarios slo desean
supervisar y controlar, pero no eliminar, puesto
que les favorece estratgicamente. El mencionado
texto muestra hasta donde son capaces de llegar
ciertos intelectuales, en su olvido de la nocin de
verdad a causa del frenes por servir al orden
constituido.
Un enfoque similar se encuentra en Historia
general de las drogas, tomo I I , de A. Escohotado.
Estos autores presentan el rechazo revolucionario
del uso institucional del alcohol como una forma
multitud de actuaciones e intervenciones similares,
se pretende otorgar a la ebriedad una connotacin
positiva, simptica y antisistema, ocultando que
no es mejor que la rel igin, siendo a veces incluso
peor.
El uso continuado de ideas radicales,
anticlericales, progresistas y de la izquierda, para
imponer los excesos libatorios y el consumo de
drogas es una constante del sistema argumental
de los agentes del poder constituido, se
denominen como se denominen. El
anticlerical ismo burgus se diferencia de la crtica
consecuente de las rel igiones (no slo de la
catl ica sino de todas, pues hoy las hay incluso
ms temibles, al ser nuevas formas de fascismo
mil itante), en que sta, al culpar al clero no
exculpa al capital y al Estado; en que considera a
ambos, muy por delante de la Iglesia, como causa
principal del mal poltico y social; en que ofrece
una visin objetiva del primer cristianismo; en que
une la crtica de la rel igin con la condena de
todas las formas de envilecimiento y degradacin,
personal y colectiva, que la burguesa laica y
anticlerical difunde; en que repudia el amoralismo
Para eso se la construye desde fuera conforme a
las pautas citadas. Es difci l de poner en duda que
cuanta mayor capacidad de sobrel levar los
sufrimientos y frustraciones propias de la
condicin humana tiene el individuo, menos
necesita acudir a drogas de un tipo u otro. En
efecto, la persona debe auto-construirse de tal
modo que dependa sobre todo de s misma y de
sus iguales, de las gentes con las que convive y
mantiene relaciones de afecto y mutua asistencia,
no de los aparatos de dominacin, ni de las
sustancias legales o i legales que estos
preconizan.
Debemos saber vivir con un mnimo de cosas,
para desarrol larnos como seres con un mximo de
cualidades y capacidades, espirituales y
materiales, de tal modo que, desde la autonoma y
fortaleza as construidas, podamos librar una
lucha de aniqui lacin contra el actual orden
poltico y econmico. En esa renuncia, en ese
abstenerse y decir no, est la esencia de la
l ibertad verdadera en los tiempos que corren.
En oposicin a ello se ha puesto de moda, ya
desde los aos 60 del pasado siglo, una
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para embriagarse de un modo desmedido y seres
tan desgraciados y triturados que necesitan de
los parasos artificiales que proporcionan las
sustancias de evasin.
En la sociedad pre-industrial el cambio
permanente de trabajo, el dominio de docenas y
docenas de tareas, todas y cada una limitadas en
el tiempo y en la atencin del sujeto, preparaban
al individuo para l imitarse y moderarse en el
conjunto de sus acciones, tambin en la de beber,
de ah que el alcoholismo no fuese un mal grave.
Por tanto, sin romper y destruir, sin sustituir por
una forma humana, l ibre y no degradante de
trabajar, el actual rgimen productivo del trabajo
asalariado y tecnificado con divisin extrema del
trabajo, el alcoholismo no puede ser reducido a su
mnima expresin. El lo significa expropiar al
capital y crear una sociedad colectivista.
La imposicin de la perversa creencia sobre que la
vida humana es una va hacia una fel icidad
obligada e imperiosa, dado que, como expone con
tan gran desacierto Gioconda Bell i en uno de sus
poemas, nacimos para ser fel ices, nocin que
forma parte de la esencia ltima del actual orden
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burgus y rechaza el laicismo por ser una forma
extremista de culto neo-rel igioso por el aparato
estatal, por tanto, de apologa del mil itarismo y del
Estado policial ; en que preconiza no una
modernizacin del actual orden de dominacin
sino su derrocamiento revolucionario, para
constituir una sociedad libre y autogobernada.
La mencionada crtica (en realidad, pseudo-crtica)
de la rel igin es nada ms que una aagaza para
sustituir una droga mental por otras, de naturaleza
fsica o material , el alcohol y los narcticos, como
se ha podido comprobar en los ltimos 30 aos.
Con todas esas intervenciones de fuerzas oscuras
la relacin de las clases populares con el alcohol
se modific radicalmente en slo unos pocos
aos, una vez que se ideologiz y politiz de un
modo pasmoso, y comenz a manifestarse de una
manera nueva. La bebida se separ de la comida,
sobre todo entre la juventud. La meta ya no era
alimentarse o, como mucho, dquirir un estado de
nimo moderadamente festivo y ms sociable,
sino directamente embriagarse, ingiriendo de
golpe y en grandes cantidades la bebida, ya
concebida como puro narctico. Tambin se
debe ser criticado ms y ms, si bien con
cordial idad y afecto, sin que sufra la convivencia ni
la amistad. Son quienes, de buena fe, continan
atrapados por el ritual, pseudo-radical y para-
policial (dado que es la polica la que, en definitiva,
controla esta sustancia), de l iar, encender y fumar
el porro los que deben dejar de hacerlo, para dejar
de ser instrumentos del poder constituido,
individuos que ejecutan obedientemente lo que
aqul les ordena, sin personalidad propia ni
respeto por los dems ni aprecio en actos por el
gran ideal de la revolucin. Para ello quiz les sea
ti l rememorar el lema de bastantes
manifestaciones contra el consumo de sustancias
de evasin y el poder de los camellos, drogas y
polica, la misma porquera. En efecto, el porro
une a sus consumidores con los aparatos
represivos, que son quien, en definitiva, controlan
y regulan el trfico de esa sustancia, tanto como
del resto de las drogas. Por eso no las legalizan,
porque saben que el aura de clandestinidad de
pacoti l la que las rodea es un incentivo a su
consumo en ciertos ambientes.
Hoy la situacin contina siendo ms y ms
maneras, incluso entre sus subordinados ms
cercanos, como sistema de dominacin y modo de
lograr sumisin, hasta el punto que se hizo del
acto de beber una obligacin poltica. Por eso,
l leg a ser un problema fundamental, que cre el
caos, destruy a mil lones de personas y
embruteci al conjunto de la sociedad sovitica,
que en esto como en todo, fue una forma de
dictadura estatal y del capital ismo de Estado
extraordinariamente funesta, peor incluso, si el lo
es posible, que las sociedades occidentales. Un
suceso espantoso, l igado al alcoholismo de masas
inherente al social ismo real, fue la violacin de
unos 2 mil lones de mujeres (nazis, apolticas,
integrantes de la Resistencia al nazismo e incluso
mil itantes del clandestino PC alemn y prisioneras
soviticas) en Alemania, en 1 945, por los soldados
del Ejrcito Rojo, la gran mayora en estado de
ebriedad. Tales son los logros del utopismo y
salvacionismo social que se cierra a las
interpretaciones complejas, las nicas realistas, de
la sociedad, la historia y la condicin humana.
Otra causa estructural del mal social examinado,
el inmoderado consumo de bebidas alcohlicas,
como es observable en los pases con mayor nivel
de vida y un ms completo Estado de bienestar,
los del norte de Europa y algn otro, segn se dijo.
La divisin del trabajo ahora en vigor, que adiestra
y amaestra para realizar una sola funcin
extraordinariamente parcelada y fragmentada, y
slo una, fomenta una mental idad repetitiva, y
unos hbitos centrados en lo iterativo y
monomanaco que, cuando se aplica al consumo
de alcohol o drogas, l levan a resultados
aterradores. Si nos preguntamos, en el caso de la
bebida, por qu el sujeto de la modernidad no
sabe tomarla con moderacin, encontramos que
una de las causas es esa particularidad de los
desventurados individuos de la sociedad perfecta
y completa, la actual, que adiestrados como
simios para realizar de manera repetitiva tareas
muy parceladas, que no requieren el uso del
entendimiento ni de la voluntad, reproducen el
mismo modo de proceder al entrar en relacin con
el alcohol. Estos seres inmoderados, conmentes
de repeticin, autmatas de una sola tarea, que no
saben auto-controlarse y que repiten y repiten una
nica actividad son, al mismo, tiempo, ptimos
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alteraron los momentos de beber, que pasaron de
las horas de comer y cenar, ms o menos todos
los das, a las noches de los fines de semana,
mientras que en las comidas y en los das
laborables muchos de los borrachos ms
encanallados resultaban ser abstemios, al menos
en las primeras fases de su adiccin.
El lo agrav muchsimo los efectos del alcohol
sobre el organismo, pues es imposible disear un
modo ms irracional y destructivo de consumirlo.
En los aos 80 y 90 del siglo pasado la cerveza y
el porro fueron las seas de identidad de buen
parte de la juventud de entonces, en el mejor de
los casos, pues en el peor tal significacin la
alcanzaron los l icores ms devastadores y la
herona. Eso llev a muchos integrantes de
aquella desventurada generacin, que se crea
rompedora e hiper-radical pero fue acrtica,
crdula y dcil como pocas, a una muerte
prematura y terrible, sobre todo por su sentido
poltico, pues dieron su vida por el Estado y el
capital.
En particular el consumo de marihuana y hachs
sigue teniendo un aura de acto inconformista que
preocupante. Segn ciertos estudios, el
entretenimiento preferido del 50% de los jvenes
es tomar copas, de manera que el 25% de ellos
pueden ser tenidos por bebedores excesivos, lo
que explica que cerca del 60% del dinero que
reciben las y los jvenes se destine a alcohol. El
alcoholismo es la tercera causa de muerte en
nuestro pas, con unos 20.000 fal lecimientos
anuales, cifra por detrs, con todo, de la de
vctimas del tabaquismo, 50.000 bitos por ao.
Espaa es el segundo consumidor de whisky de la
Unin Europea, dato que mide, adems, el nivel
de aculturacin tanto como el espritu paleti l y el
servi l ismo imperantes. La mitad de las muertes en
carretera resultan del alcohol.
La creatividad aplicada al crucial, para el sistema
de dominacin, asunto de degradarse,
deshumanizarse e idiotizarse bebiendo ha
originado un nuevo invento, el botel ln, por el cual
cientos o miles de jvenes se renen, sobre todo
de madrugada, en lugares, a menudo ofrecidos
por las autoridades (hasta que comenz a ser
prohibido), para entretener su ocio bebiendo, por
lo general l icores, mientras disfrutan con la
los impuestos sobre el alcohol de boca, de manera
que era el ms interesado en mantener el aserto
de que el vodka es la mercanca nmero uno de
la URSS, aunque en aquella sociedad no exista,
sobre el papel, la mercanca. Tras la revolucin de
1 91 7, las nuevas autoridades definieron la
embriaguez como una rel iquia del pasado
zarista, lo que equivale a decir que, segn su
mental idad politicista y economicista, simplificante
y mesinica, que olvida e ignora a la persona,
bastaban los cambios polticos y en la produccin
para terminar con el problema, pues el rgimen de
abundancia material general que iba a ser creado
liquidara, por s mismo, todas las lacras, la
ebriedad de masas entre el las, real izando la
fel icidad total y eterna.
Pero como no fue as, en 1 933, los jerarcas del
Partido Comunista de la URSS decidieron,
conforme a su adhesin a la nocin de la mentira
ti l , que el alcoholismo no exista en la nueva
sociedad social ista, lo que signific que se
prohibi hablar de l, al mismo tiempo que se
expanda sin control por el cuerpo social.
Los jefes de la URSS lo promovan de muchas
es el trabajo asalariado. La total falta de libertad
en que se realiza, con servil sometimiento a los
empresarios y sus agentes, as como el repetitivo,
parcelado y vil ificante laborar que es impuesto en
l forman un conjunto que destruye la esencia
concreta humana, convirtiendo al individuo en
infra-humano. Ciertamente, no es posible
regenerar a la persona sin erradicar el supremo
mal del trabajo asalariado, el iminando el
capital ismo y creando una sociedad colectivista.
Pero, por el momento, el trabajo neoesclavo en
curso es una fuente continua de muti lacin de la
persona y angustia psquica, que empuja a
muchas y muchos hacia el alcohol. Desde la
revolucin industrial , a finales del siglo XVI I I , el
trabajo fabri l y mecanizado asalariado est
creando alcoholismo, y la solucin no es la de la
izquierda, movil izarse por mayores salarios, sino
poner fin al trabajo no-l ibre, mil veces maldito.
Adems, los elevados salarios, en determinadas
condiciones, suelen favorecer un gran consumo
de bebidas, sobre todo los fines de semana y las
vacaciones, lo que convierte a las gentes en un
gran rebao de seres ya no plenamente humanos,
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descontrolada verborrea y las patticas risas, as
como con, al parecer, las muchas reyertas,
renuncia a la propia dignidad, comportamientos
abyectos y actos de barbarie que tal sustancia
suscita. Est, adems, la legin de tarambanas
que quieren drselas de tolerantes y modernos
disculpando e incluso preconizando tales
demasas.
Un aspecto de las bebidas alcohlicas que hace
que su consumo sea decisivo para el Estado son
los ingresos que le proporcionan, al estar
gravadas con fuertes impuestos.
Con l el ente estatal recauda ms de 1 0.000
mil lones de euros anuales, que uti l iza, sobre todo,
para reforzar el aparato mil itar, pol icial , judicial y
carcelario, sin olvidar el aleccionador, meditico y
universitario. Lo mismo sucede con el tabaco, otra
sustancia funesta, cuyo consumo promovi el
franquismo de manera desvergonzada, y luego el
parlamentarismo, por los ingresos fiscales que
aporta y por su funcin de droga muy adictiva que
facil ita un trabajo productivo incesante. El lo
convierte el consumo de alcohol y tabaco en un
deber patritico de hecho, y a sus promotores en
caso de, adems de las citadas, el caf, t,
azcar, cacao y otras similares, que ocupan, en
todo el planeta, una enorme extensin de las
mejores tierras que, si cesase su consumo,
podran ser devueltas al bosque, permiten la
acumulacin y expansin del capital ismo y
proporcionan enormes ingresos fiscales a los
Estados.
Es a resaltar que el ascenso de los diversos entes
estatales, desde la primera modernidad, en el
siglo XVI , ha venido acompaado de un auge
continuado de los productos de placer, que no
desempean otra funcin que el satisfacer los
vicios del individuo, la gula sobre todo, de tal
manera que el ser humano es inducido, por el
rampante Estado moderno y contemporneo, a
l levar una vida de cerdos, volcado
sempiternamente en proporcionarse placeres
sensuales, con olvido de los dems componentes
de la condicin humana, la intel igencia, la
voluntad, la sensibi l idad, la convivencial idad y el
impuso hacia el bien. De ello resulta el sujeto
debil itado y pervertido, ideal para la modernidad,
un ser lastimosamente muti lado y disminuido, slo
establecido, y por la izquierda y la extrema
izquierda, para las cuales aqullas no existen,
pues conciben a la persona como un