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LOS BUCANEROS DE I~AS INDIAS OCCIDENTALES EN EL SIGLO XVII POR C. H. HARING TRADUCCIÓN ESPF,cIAL DEL INGLÉS PARA EL «BOLETíN DE LA CÁ:lIARA DE CO:MERCro DR CARACAS J PUBLICACION DE LA CAMAR~\ DE COMERCIO DE CARACAS 1925 -

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LOS BUCANEROS DE I~AS

INDIAS OCCIDENTALES EN

EL SIGLO XVII

POR

C. H. HARING

TRADUCCIÓN ESPF,cIAL DEL INGLÉS PARA EL

«BOLETíN DE LA CÁ:lIARA DE CO:MERCro

DR CARACAS J

PUBLICACION DE LA

CAMAR~\ DE COMERCIO DE CARACAS

1925

-

LOR BUCA~~:RO~ DE LAS

INDIAS OCCI »ENTALE~ El'

EL SIGLO XVII

POR

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1925

Al, I,ECTOR

l.a Cámara ,1•. Comercio rie Caracas hapuhlicado ten su Boletín la Historia del Co-nwrcio de España y sus Colonias ,Iurante ,·1reinado ,Il- los Hahshurgos, dos estuùiossobre la Hal'Ïelllla Española, lino sobr •. laproducción americana de oro}' plata en elsiglo XV] y estl' l~l)ro, ¡¡istoria de lo,snucar.cro,; l'Il las Tslas Occid •.ntales, ohrastociasut:iJ:l\Jk:-\..Ji.":":. I!.~~~I:--:·1;~, (lp 11 r"ni-versidad ,k Yak, traducid"s la prim •.ra "la última con notahl •. 'I<:ierto por el señorI,eopoldo l,an,laeta.

El señor lIaring, escritor de estilo rico,conciso y ,·igoroso, ha estudiado a fon,lo "1com"rio l'olonial ,le España, así como laorgauización fiscal <1" la monarquía, DOUlllode un gran sentido histórico, ha sabid"eXp011l'r el aspecto, quil"í.s más important",le nuestra historia, hasta ahora poco 1'0-

noci,lo.Los Bucan •.ros Se ,Iesarrollaron, llegan,lo

a ser una potencia temible para España,por la ayuda qu" prestaron a las naciollesque luchaban por Ulla participacicín en elcomercio de América, lIlo11opolil-ado por JalILadre l'atria. Desde est •. punto de vista,los Bucaneros fueron los precursores de loscorsarios que en el mar de las Antillas, ,In'rante la gu,'rra ,le nuestra Indepenùencia,auxiliaron a Bolívar en sus luchas de VI'Tlt·-mda y conquista ,le Cuayana, base de lasempresas que 10 condujeron a redimir granparte del Continente,

La Cámara de ConwrcÎo l'onsidera útil ala cultura dl' los países americanos ùe hablaespañola la difusi(m de las ohras del señorBaring-,

VICE;>iTF. I.•.ECU;>iA,

PREFACIO

El lector moderno está bien enterado de loshechos principales relativos a las hazañas de los buca-neros británicos y franceses del siglo XVlI en lasIndias Occidentales. Los jesuitas franceses, historiadoresde las Antillas. nos han dejado muchos pormenoresinteresantes sobre el género de vida que llevabanaquéllos. y la historia de los filibusteros escrita porExquemelin ha sido reimpresa numerosas veces, tantoen Francia como en Inglaterra. Fundadas en estasantiguas narraciones contemporáneas han aparecidocon asombrosa regularidad modernos relatos entre loscuales existen algunos que presumen ser historias verí-dicas, mientras otros adoptan el carácter más populary ameno de la novela. Todos se asemejan, sin em-bargo, en la de circunscribirse en punto de informa-ci6n a lo que casi puede llamarse fuentes tradiciona-les: Exquemelin, los jesuitas y acaso unos cuantosrelatos semejantes a los de Dampier y Wafer. Podríaconsiderarse algo infructuosa la empresa de escribirotra historia de estos corsarios o piratas. nombre quepor desdicha merecieron más de una vez, tarea s610justificada por la circunstancia de que existen nume-rosos documentos concernientes al asunto y hasta ahoradesconocidos del todo. Exquemelin ha sido reimpreso.narrada de nuevo la historia de los bucaneros. masescritor alguno. fuese editor o histori6grafo, ha tratado

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de someter a prueba la veracidad de las antiguasleyendas. compulsándolas con estas otras fuentes, nide establecer la relación entre los bucaneros y la his-toria de las colonias británicas en las Indias Occiden·tales. Así, el objeto del presente volumen consiste nosólo en hacer una nll'l'ración de las hazañas más bri-llantes de estos ladrones marítimos, ajustada a fuentesasequibles y auténticas en alto grado, sino-propósitode mayor interés e importancia-en exponer el sistemaque seguían con ellos los gobiernos de Francia eInglaterra.

Los «Bucaneros en las Indias Occidentales» cons-tituyó una tesis presentada en mayo de 1909 a la Fa-cultad de Historia Moderna en la Universidad deOxford para la opción al grado de Bachiller en Filo-sofía. Fué escrito bajo la dirección de C. H. Firth,Profesor Regio de Historia Moderna en Oxford, a quienel autor debe eterna gratitud por su constante ayuda yestímulo durante la preparación de la obra.

C. H. H.

Oxíord. 1910.

CAPITULO I

INTRODUCCIÓN

l.-EL SISTEMA COLONIAL ESPAÑOL

Por los días del descubrimiento de América, se-gún la ha observado Leroy-Beaulieu, los españoleseran acaso menos aptos que cualquiera otra naciónde la Europa occidental para emprender la coloniza-ción del Nuevo Mundo. Sea cual haya sido el rôlepolítico impuesto a ellos en el siglo XVI por los enla-ces con los Habsburgos. y digan lo que digan ciertoshistoriadores sobre la grandeza y nobleza del carácternacional hispano, España no era entonces ni rica, nipopulosa. ni laboriosa. Por siglos se había visto obli·gada a mantener guerra contínua contra el moro, ydurante este período no sólo tuvo poco vagar para elcultivo de las artes de la paz, sino que hubo de adqui-rir el desdén por el trabajo manual que contribuyó amoldear su administración colonial e influyó luego entoda su historia. Y cuando el remate de la última deestas guerras la hizo dueña de una España unida y elbeneficio de sus propios recursos parecía requerir to-das las energías que ella pudiese desarrollar, le fuédeparado todo un nuevo hemisferio, que para poseerloy poblarlo, le adjudicó una bula pontificia. Ya debili-tada por la expulsión de la parte más sobria y ¡aborio-

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sa de su población. los judíos; arrastrada a una polí-tica extranjera para la cual no tenía los recursos ni lainclinación. y estableciendo en casa una política eco-nómica casi epiléptica en sus consecuencias. vió di-siparse sus fuerzas y descendió gradualmente a un es-tado de impotencia económica y política.

Cristóbal Colón. marino genovés al servicio de laCorona de Castilla, quien se proponía encontrar poroccidente una ruta marítima hacia la India y especial-mente hacia Zipango (Japón), la tierra mágica descritapor el viajero veneciano Marco Polo, desembarcó el 12de octubre de ·1492 en Guanahani, una de las islasBahamas. Desde Guanahani pasó a otras islas del pro-pio grupo y de ellas a la Española. Tortuga y Cuba.Habiendo regresado a España en marzo de 1493, sedió de nuevo a la vela en setiembre del mismo añocon diecisiete bajeles y 1.500 personas, pero navegan-do esta vez más hacia el sur, vló a Puerto Rico yalgunas de las Pequeñas Antillas, fundó una colonia enla Española y descubrió a Jamaica en 1494. En sutercer viaje de 1498 descubrió a Trinidad y costeó lasplayas de Sur América desde el río Orinoco a la isla deMargarita. Tras un cuarto y último viaje en 1502-04,Colón murió en Valladolid en 1506, firmemente con-vencido de que había descubierto una porción del Con-tinente asiático.

Descubierto así todo el círculo de las Antillas an-tes de concluir el siglo XV, los españoles avanzaronhacia tierra firme. Mientras Ojeda, Vespucci, Pinzón ySolís exploraban la costa oriental desde La Plata aYucatán, Ponce de León descubría la Florida en 1512y Vasco Núñez de Balboa columbraba el Océano Pa-cífico desde las alturas del Darién, revelando por pri-mera vez la existencia de un nuevo continente. En1520 Magallanes penetró en el Pacífico por el Estre-cho que lleva su nombre, y un año más tarde fuémuerto en una de las islas Filipinas. En los treinta añossiguientes, Cortés conquistaba el reino de Montezuma,y Pizarro el imperio del Perú; y así en el lapso dedos generaciones todas las Indias Occidentales. NorteAmérica hasta California y las Carolinas, toda Sur Amé-

-5rica, excepto el Brasil, dado a los portugueses por elerror de Cabral, y en Oriente las Islas Filipinas yNueva Guinea cayeron bajo el dominio de la Coronade Castílla.

Fernando e Isabel habían consultado en 1493 condiversas personas de saber eminente para averiguar siera necesario obtener la investidura del Papa sobrelas posesiones recién descubiertas, y todas opinaronque semejante formalidad era innecesaria (1). Sin em-bargo, el 3 de mayo de 1493 el Papa Alejandro VIexpidió una bula que dividía entre España y Portugal,mediante una línea meridiana situada 100 leguas aloeste de las Azore::. 0 d¡; Cabo Verr\l!, la soheranía deaquellas partes del mundo; no poseídas por ningúnpríncipe cristiano. Escritores españoles dieron más tar-de mucha importancia a esta donación pontificia. bienque, cual la nota Georges Scelle (2) es posible queesa bula no fuese un documento de adjudicación parainvestir a España con la propiedad de América, sinoun acto de jurisdicción eclesiástica que le acordaba,en virtud de sus derechos adquiridos y probado cato-licismo, un monopolio, como quien dice, para la pro-pagación de la fe. Por aquel entonces ni los príncipescatólicos acostumbraban ya solicitar la sanción delPapa cuando haclan una nueva conquista, y cierta-mente en la esfera del derecho público no se consi-deraba que el Papa tuviese jurisdicción temporal sobreel mundo entero. Intervenía en asuntos temporalescuando de modo directo ejercían influencia en losasuntos espirituales, de lo cual era ejemplo la propa-gación de la fe. Como el compromiso entre España yPortugal era muy vago, a causa de la diferencia delongitud de las Azores y Cabo Verde. se firmó otraacta el 7 de junio de 1494 que situó la línea de demar-cación 270 leguas más al oeste.

Por su aspecto social y administrativo, la coloni-zación de las Indias españolas presenta un curioso

(1) Herrera: Dêcadas II. l, p.4, citado en Scelle: 'La TraiteNêgriere., 1. p. 6. Nota 2.

(2) SCC!lle,op. cit., 1. pp.6-9.

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contraste. Por una parte, vemos a la Corona españolacon grandes ideales de orden y justicia, de unidad po·Iítica y religiosa, extendiendo a las posesiones ultra-marinas su fe, su idioma, sus leyes y su administra-ción; proveyendo al bienestar de los aborígenes conpaternal solicitud; tratando de restringir y atemperar laspasiones de los conquistadores; erigiendo templos yfundando escuelas y monasterios; en suma, procurandohacer de sus colonias una parte integrante de la mo-narquía española, ~une société vieille dans une contréeneuve». En verdad, algunos escritores españoles hanexagerado las virtude.s de su antiguo sistema colonial,pero con todo aquel sistema poseia bondades que nonos es dado desdei'iar. Si los reyes españoles no hu-biesen encambronado su gobierno con dilaciones yrutina; si s610 hubiesen tomado algo menos en serio sutarea y no tratado de aplicar con demasiada justeza aun continente vacío la paternal administración de unantiguo país, nos habría sido dado presenciar el des-arrollo y funcionamiento de un sistema colonial degobierno tan completo y benigno como se ha ideado enépocas modernas. La iniciativa pública del gobiernoespañol y el cuidado con que seleccionaba a sus colo-nos, contrasta de modo muy favorable con el oportu-nismo de ingleses y franceses, que colonizaban medianteacción fortuita y privada y enviaban los peores elementosde su población, criminales y vagabundos. a poblar susnuevos establecimientos de ultramar. Por mucho quecondenemos el trato que a los indios daban los COll-

quistadores, no hay que echar en olvido que la mayorparte de la población de Hispanoamérica es todavíaindiana y que ningún otro pueblo colonizador ha logra-do, como el español, asimilar y civilizar a los naturales.El cuerpo de leyes que los españoles desenvolvieronde modo gradual para regir sus provincias ultramarinasfué, a pesar de defectos sólo visibles a la prolongadaexperiencia del día, uno de los más sabios, más huma-nos y mejor coordinados de los publicados hasta ahorapara cualquier colonia. Aunque los españoles teníanque habérselas con una numerosa población de bárba-ros indígenas, la palabra «conquista» fué suprimida dela legislación como malsonante, «porque la paz debe

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sellarse, decían ellos, no con el ruido de las armassino con caridad y buena voluntad,. (1).

Sin embargo, los resultados efectivos de la policíasocial de los reyes españoles estuvieron muy a la zagade los ideales que ellos se habían trazado. El espíritumonárquico de la Corona era tan poderoso que ahoga-ba toda tendencia saludable y expansiva en las nuevascomarcas. Agobiaba las colonias con una nobleza nu-merosa y privilegiada que por su mayor parte se con-gregaba en las grandes ciudades y daba al resto de loscolonos un pernicioso ejemplo de holganza y lujo.En su celo por la propagación de la fe, la Corona ins-tituyó una iglesia poderosamente dolaùGt que :;¡ prestóespléndidos servicios en la conversi6n y civilizaci6n delos naturales, monopoliz6 mucha parte de la tierra enmanos muertas, y llenó al Nuevo Mundo con miles defrailes perezosos, improductivos y a menudo licenciosos.Obedeciendo a una desconfianza y temor innatos de lainiciativa individual, di6 omnipotencia virtual a losfuncionarios reales y excluyó a todos los criollos delos empleos públicos. En esta forma fué trasplantadoa América el abrumador absolutismo político y ecle-siástico de la Madre Patria. No se permiti6 que sedesarrollaran entre los criollos la confianza en sí mis-mo, la independencia de ideas y de acción, pero seestimularon sus divisiones y facciones y se restringieronlos centros de educación, por donde españoles y ameri-canos cayeron gradualmente en la pereza y el letargo,indiferentes a todo, salvo pueriles distinciones y riva-lidades lugareñas. Para empeorar las cosas, muchosespañoles que atravesaban los mares no iban a colo-nizar ni a comerciar ni a cultivar el suelo, sino a ex-traer de los naturales un tributo de oro y plata. Losindios, antes que ser protegidos y civilizados, muy amenudo eran reducidos a servidumbre y sometidos auna labor rutinaria para la cual no poseían aptitud nienergía, en tanto que el gobierno de la metrópoli se

(1) Por Cllllnto las pacificaciones no se han de hacer con ruidode armas, sino con caridad y buen modo •. -Recop. de leyes ... delas Indias, lib. VII, tito 1.

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hallaba a mucha distancia para intervenir a favor deellos. Arreados por crueles capataces morían a mi-llares de agotamiento y desesperación y en ciertossitios desaparecieron del todo.

Mas aún, en los siglos XVI y XVII la Corona deCastilla trató de extender el comercio. español y de mo-nopolizar todos los tesoros de las Indias mediante unrígido y complicado sistema comercial; pero al cabo viopasar el tráfico del Nuevo Mundo a manos de sus ri·vales; su propia marina reducida a una sombra de suantiguo poderío. con tripulaciones}' barcos suministra-dos por mercaderes de tierras extranjeras, y sus ri·quezas desviadas en la propia fuente.

El sistema comercial español se fundaba en dosprincipios diferentes. Uno, el de exclusivismo, segúnel cual todo el comercio de las colonias debía reser·varse a la Madre Patria. Por su parte, España se pro·puso abastecer las colonias de todo la que requerían.embarcándolo en barcos españoles; las colonias no de-bfan producir sino materias primas y artículos que nocompitiesen con los productos de la Península por ¡oscuales debían ser trocados. El segundo principio con-sistía en la doctrina mercantilista que. considerando co-mo única riqueza los metales preciosos, que sólo consti·tuyen un símbolo suyo. estableció que por todos losmedios posibles. la moneda debía ser importada y ate-sorada, pero nunca exportada (1). Esta última teoría.cuya falsedad ha sido demostrada hace tiempo. condujoal empeño que pusieron los Habsburgos españoles enconservar la riqueza de la Nación. no por el estímulode las industrias, sino por el aumento y complejidad delas contribuciones. Semejante doctrina, adoptada porun país improductivo que no estaba en aptitud de Ile·nar su parte en el concierto colonial, produjo las con-secuencias más desastrosas.

Mientras la Corona española tendía a concentrar ymonopolizar su comercio colonial, la prosperidad de lamisma España iba minándose lentamente a causa deestas erróneas teorías económicas. Debido a la falta

(1) Scelle, op. cit.!. p. 35.

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de trabajadores. al aumento de las gabelas y al preJuI-cio contra las artes mecánicas, la industria se arruina-ba. en tanto que la creciente despoblación del reino,las manos muertas sobre tierras eclesiásticas, los ma-yorazgos de la nobleza y los privilegios de la Mestahacían decaer rápidamente la agricultura. En conse-cuencia. los españoles no podían exportar los productosde su manufactura a las colonias, porque carecían dela suficiente para atender a sus propias necesidades.Para remediar esta deficiencia, sus mercaderes se vie-ron en el caso de recurrir a los extranjeros, a quienesprp.staban ~us nombres con el objeto de eludir una leyque vedaba el comercio entre j"" colo;;ías ~. ("omer-<:iantes de otras naciones. En cambio de los artículosmanufacturados de los ingleses, franceses y holande-ses, y de las grandes ciudades mercantiles, tales co-mo Génova y Hamburgo, se veían obligados a dar supropia materia prima y los productos de las Indias:lana, sedas, vinos y frutas secas, cochinilla, maderasde tinte, índigo, pieles, y finalmente lingotes de oro yplata. Así el comercio en España se convirtió con eltiempo en una simple máquina pasiva. Ya en 1545se había hecho imposible proveer en menos de seisaños las mercancías pedidas por los comerciantes dela América española. Y a fines del siglo XVII, losextranjeros suministraban las cinco sextas partes delas manufacturas consumidas en la propia España, yrepresentaban nueve décimas de aquel comercio ame-ricano que los españoles habian pensado monopolizarcon tanto celo (1).

(1) Weiss; .r;Espagne depuis Pbillippe Il, jusqu'aux Hour·bonso, Il, pp. 204 y 215. Hasta 1722 no fuê sancionada legislativa.mente semejan te práctica.

M. Lemmonet escribía a Colbert en 1670 con relación a estecomercio: .Quelque perquisition qu 'on ait faite dans ce derniertemps allx Indes pour dêcouvr;r les biens des François, ils ontplustot sollffert la prisoll que de riell dêclarer .... toutes les mer-chandise, qu'on leur donne à porter aux Indes SOllt chargêes sousle nom d'Rspagnols. que bien souvent n'en ont pas connaissance,ne jugeant pas à propo6 de leur en parler, a fin pe tenir lesaffairesplus secrètes et qU'il n'y ait que le commissionaire à le savoir, le-quel en relld compte à SOliretour des rndes, directement à celui

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El rasgo más saliente de la política económicaespañola en las colonias era su negligencia. Tras laconquista del nuevo Mundo convenía a los españoles

qui en a donne la cargaison en confiance ••ans avoir nul egard pourceux au nom desquels le chargement à été fait, et lor.que ces com-missionaires reviennent des Indes ~oit sur les flottes galions 011

navires particulières, ils apportent leur argent dans leurs coffres, lapluspart entre pont et sans connoissenlent .• (Margry: Relations etmémoires inédits pour servir á l'histoire de la France dans les paysd'outremer, p.185).

Hvidente es la importancia que tenia para las Potencias ma-ritimas la conservación y protección de este comercio clandesti-no sobre todg porque el gobierno español la t:onsideraba confrecuencia como un campo propicio para ejercer represalias sobrelas naciones contra las cuales abrigaba algún resentimiento. Paraello bastaba el secuestro de buques y mercaderias de comercian-tes pertenecientes a la nación a quien deseaba herir. Así ocurrióa menudo durante el siglo XVlI. ¡¡;n 1601, Lerma arrestó a loscomerciantes franceses que se hallaban en España, para vengarsede Enrique IV. En 1624, Olivares embargó 160 buques holande-ses. tas mercaderías de los mercadanles genoveses fueron se-cnestradas en 1644por Felipe IV; y en 1684 se volvieron a em-bargar mercaderias francesas y se multó en 500.000e!ICudos a 1011

comerciantes mexicanos cuyos almacenes contenían tales artícu-los, aunque los propios almacenes contenían efectos ingleses yholandeses a los cuales se dejó pasar inadvertidas. La multa fuéreintegrada más tarde ante la amenaza de bombardear Il Cádizhecha por el almirante d·Estr~es. La solicitnd del gobierno fran-~('s por este comercio se manifiesta en una carta de Colbert almarqués de Villars, Hmb3jador en Madrid, fechada el 5 de fe-brero de 1672: .Il est tellement nt'cessaíre d'avoir soin d'assisterles particuliers qui font lenr trafflc en Espagne, pour mantenirle plus important commerce que nous ayons, que je snis persuadéque vallS ferez toutes les instances qui pOllrront dépendre devous en sorte que, cette protection produira des avantages.considérables au commerce des sujets de Sa Majest~. (ibid., p. 188).

Cf. también las instrucciones de Luis XIV al conde d'Estrées,19 de abril de 1680. El almirante francés debía visitar toclos lospuertos de los españoles en las Indias Occidentales, especialmenteCartagena y Santo Domingo, y mantenerse siempre al corrientede la situación y ventajas de esos puertos, y de las facilidadesy estorbos que podían encontrarse caso de lin ataque cOlltraellos; a fin de que los españoles comprendieran que si dejabande hacer justicia a los comerciantes franceses cllando regresasenlos galeones, Su Majestad estaba siempre Iisla para obligarlos aello. bien atacando aquellos galeones, o bien captllrando lino desus puertos en las Indias Occidelltales (¡bid.).

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rescatar gradualmente a los indios de la barbarie, ense-Mndoles las artes y ciencias de Europa; estimularaquellas industrias apropiadas al suelo y abastecer alas nacientes colonias con aquellos artículos que nopodían producir y que les eran necesarios. Solo asípodían justificar su monopolio de los mercados de laAmérica española, reparo que podría aplicarse tambiéna cualquier otra nación que adoptase el sistema exclu-sivista. Deseando implantar esta política. la reina Isabelintrodujo en las islas recién descubiertas el cultivodel trigo, la oliva y la viña y aclimató muchos ani-males domésticos de Europa (1); mas por desgraciasus esfuerzM no fueron secundados por sus sucesoresni por los españoles que se trasladaron a las Indias.Con el tiempo, el mismo gobierno, así como los colo-nos, se cuidaron menos de los productos agrícolas delas Indias que de los metales preciosos. A los natu-rales se les hacía labrar las minas, mientras se des-cuidaban muchas comarcas apropiadas a la agricultu-ra: Guayana, Caracas y Buenos Aires, y era lenta lapoblación de las colonias por europeos. Poco hizo elEmperador Carlos V para contrariar semejante inclina-ción, y más bien siguió la corriente. La inmigraciónfué restringida para librar a las colonias del contagiode la herejía y de los extranjeros. La población espa-ñola se concentró en las ciudades, y el territorio fuédividido en grandes porciones concedidas por la Coro-na a las familias de los conquistadores a a favoritosde la corte. Las inmensas comarcas del Perú, BuenosAires y México fueron sometidas a las reglas más injustasy arbitrarias, sin más propósito que el de ahogar laindustria naciente y colocarla bajo la absoluta depen-dencia de la metrópoli. Se prohibió ejercer las profe-siones de tintorera, batanero, tejedor, zapatero a som-brerero y los naturales se vieron compelidos a comprarde los españoles aun las telas que llevaban encima.Otra ordenanza prohibía el cultivo de la vid y de laoliva, excepto en el Perú y Chile, pero aun estas mis-mas provincias no podían enviar su vino y aceite a

(1 J Weiss, op. cit., II. p. 205.

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Panamá, Guatemala, ni a ninguna plaza que pudieseser abastecida por España (1). Para mantener el mo-nopolio comercial, se redujeron a unos pocos, muydistanciados, los puertos habilitados para la importa-ción en Hispano-América: para México. Veracruz; paraNueva Granada, la ciudad de Cartagena. Las islas yla mayor parte de las otras provincias eran abasteci-das por inseguros «barcos de registro,.. mientras Perúy Chile. que veían prohibido todo comercio directo porel Pacífico a Mar del Sur. estaban obligados a acudira la malsana ciudad de Portobelo. donde la mortan-dad era enorme y los precios aumentaban en undiez tanto.

En España el comercio colonial se hallaba así-mismo confinado a un puerto: Sevilla; porque la coro·na estimaba mucho más importante impedir que se ladefraudase de sus derechos de importación y exporta·ción que permitir el desarrollo natural del comerciopor aquellas ciudades rnás aptas para ejercerlo. Otromotivo. acaso previo. que militó a favor de Sevilla pa-ra que se la escogiese como puerto de comercio ame-ricano, consistía en que las Indias eran consideradascomo propip.dad exclusiva de la corona de CasUlla. ySevilla constituía entonces la primera ciudad mercan-til de aquel reino, bien que no fuese un puerto apro-piado para beneficiario con tan alto privilegio. Sólobarcos de menos de 200 toneladas podían atravesar labarra de San Lúcar, por manera que había que tras-bordar los cargamentos. inconveniente que se hizo sen-tir en breve cuando creció el comercio y aumentóel tonelaje de los navíos (2). Sin embargo. bastabapara vencer toda oposición el hecho de que residíaen Sevilla la corporación oficial llamada Casa de Con-tratación, junto con los inveterados intereses de comer-ciantes cuya prosperidad dependía de que se conser-vase a aquella ciudad como puerto único para el co-mercio indiano. Las ciudades marítimas de Galicia y

(1) lbid., Il. p. 206.(2) Oppenheim: Las correrfa. navales de Sir Wm. Mon!on.

Vol. II. Apéndice B. p. 316.

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Asturias, habitadas por mejores marinos y razas máspotentes, protestaban a menudo y a las veces lograbanobtener exigua parte del lucrativo tráfico (1). PeroSevilla retuvo su primacía hasta 1711, año en que laContratación fué trasladada a Cádiz.

La administración de los complejos reglamentosque regían el comercio entre España y sus coloniasfué encomendada a dos instituciones establecidas enSevilla: la Casa de Contratación, mencionada arriba, yel Consulado. La Casa de Contratación, fundada por realdecreto tan a los principios como en 1503, era conjunta-mente un tribunal y una casa de comercio. Nada podíaser enviaoo a las Indias sin ~u CO¡¡;;L:lît;::;fer.!0; !l~dapodía traerse en retorno y desembarcarse, bien porcuenta de los mercaderes, o bien por cuenta del mis-mo Rey, sin su autorización. Recibía todas las rentasprocedentes de las Indias, no sólo por contribucionessobre el comercio, sino también todas las remitidas porlos funcionarios coloniales. A guisa de cuerpo consul-tivo poseía el derecho de proponer directamente almonarca cuanto juzgase necesario para e\ desarrollo yorganización del comercio americano; y como tribunalposeía competencia absoluta sobre todos los delitos dederecho común y sobre todas las infracciones de lasordenanzas que regulaban el tráfico de las Indias, conexclusión de todo tribunal ordinario. Su jurisdicción

(1) Debido a Ins rlific\lltaJes que se experimentaban para su-oir el Guadalquivir, se permiti6 en 1509 que los buques cargaseny practicaran su registro en Cádiz. bajo la vigilancia de un visi.tador, y desde entonces el comercio y la navegaci6n tendieronmás y más a gravitar sobre .quel puerto. Despuês de 1529 y pa-ra facilitar la emigración a Amêrica, se permitió que los buqueszarparan de alRunos otros puertos, especialmente San Sebastián,3ilbao, Coruña, Cartagena y Málaga, Lo, buques podian hacersu registro en estos puertos, pero siempre con la obligación detocar ell Sevilla al tornaviaje. 1\1as, o la cédula fué revocada, onunca tuvo aplicaci6n, porque, según Scelle, 110 hay ejemplosde buques que saliesen para América desde aquellas ciudarles,l.as otras únÎr.as excepciùnes se hicieron en 1728 a favor de laCompañia Guipuzcoana, para que pudiera enviar b'\ques de SanSebastián a l.a Guaira, y de la Compañía de Galicia para enviardos bajele. anuale,; a Campeche y Veracruz. (Scelle, op, cit.,1. p. 48-49 Y uotas).

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comenzaba en el momento en que se embarcaban lospasajeros y tripulaciones y las mercancías eran puestasa bordo y sólo concluía al cabo del tornaviaje y deldesembarco (1) .. La jurisdicción civil de la Casa eramucho más restringida. y las disputas de purocarácter comercial entre los mercaderes se reservabanal Consulado, tribunal de comercio elegido enteramen-te por los mismos comerciantes. En ciertos casos podíaapelarse al Consejo de las Indias (2).

El primer medio adoptado por las naciones marí-timas septentrionales con' el objeto de adquirir unaparte de las riquezas del Nuevo Mundo. consistió enun ataque abierto y semiplrático sobre los bajeles es-pafioles que regresaban de aquellos remotos Dorados.El éxito de los corsarlos normandos y bretones. por-que fueron los franceses y no los ingleses quienes ini-ciaron el juego. impuso gradualmente a los españoles.como medida protectora. el establecimiento de grandesflotas mercantes a largos intervalos y acompañadas depoderosos convoyes. Durante la primera mitad del si-glo XVI se le permitía zarpar solo en cualquier épocadel año a todo barco que hubiese llenado las condicio-nes requeridas para emprender el comercio americano.Pero alrededor de 1526 se les ordenó a los buquesmercantes que se diesen juntos a la vela y por unacédula de julio de 1561 se hizo permanente y obliga-torio el sistema de flotas. Aquella disposición prohIbíaque buque alguno zarpase solo para América desdeCádlz a San Lúear, so pena de comiso del buque ydel cargamento (3); cada año se organizaban dos flo-tas. una para Tierra Firme, que iba a Cartagena yPortobelo, y la otra para el puerto de San Juan de

(1) Scelle, op. cit., 1. p. :\6 y sigts.(2) Carlos V, contra el parecer de la Contrataci6n, orden6

en noviembre de 1530 al Consejo de las Indias que nombrase unjuez residente ~n Cádiz para reemplazar allí a los funcionarios dela Casa. Esta Institución, llamada Juzgado de Indias, fué, hastael traslado de la Casa eu 1717, fuente constante de disputas y vio-lencias.

(3) Scelle, op. t'it., 1. p. 52 Y nola; Duro: Armada Espa.ñola, 1. p. 204.

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UIloa, Veracruz en Nueva España. Esta última, lla-mada la Flota, estaba a las órdenes de un almirante yzarpaba hacia México al principio del verano con elobjeto de evadir la temporada de huracanes y los nor-tes del Golfo de México.

A la primera se acostumbraba designarla con elnombre de los Galeones, era mandada por un generaly salía de España a comienzos del año, entre enero ymarzo. Si zarpaba en marzo, lnvernaba comúnmenteen la Habana para regresar con la flota a la primaverasiguiente. Ambas flotas partían juntas a veces y seseparaban en Guadalupe, Deseada u otra de las islasde Sotavento (1).

Los galeones constaban por la general de cinco aocho barcos de guerra, armados con cuarenta a cin-cuenta cañones, junto con varias embarcaciones máspequeñas y rápidas, llamadas pataches, y una flota debuques mercantes cuyo número variaba en diferentesaños. En época de Felipe II solían llegar a cuarentalos barcos que tocaban en Cartagena y Portobelo, peroen los reinados subsecuentes, aunque la población delas Indias iba en rápido aumento, el comercio ameri-cano se redujo de modo lan lastimoso que bastabanocho a diez para todo el tráfico de Sur y Centro Amé-rica. A su partida, el general de los galeones recibíadel Consejo de las Indias tres paquetes sellados. Elprimero, abiÚto en Canarias. contenía el nombre de laisla de las Indias Occidentales. en que la flota debíasurgir antes que en cualquier otro punto. El segundo,cuyos sellos se rompían después que los galeones lle-gaban a Cartagena, contenía instrucciones para el re-greso de la flota el mismo año a para invemar enAmérica. En el tercero, no abierto hasta que la flotahabía salido del Canal de Bahama en su tornaviaje sedaban órdenes relativas a la ruta, vía de Azores, y a

(1~ La dif~r~nciaci6n ~utre la flota para Nueva España y los~aleones ~nviados a Tierra Fitm~ sólo com~nz6 con ~llllbor~o delaa grande~ minas de plata del Potosí, cUJo abunùant~ r~ndiUli~ntode5pu~s d~ 1557 hizo conveniente una flota ~~pecial para Cartag~nay Nombr~ d~ Dios. (Opp~l\heil1l. II. Ap~\Idice B" p. 322).

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las islas en que podían tocar de paso, usualmente Cor-vo, Flores o Santa María. (1).

La carrera de los galeones desde San Lúcar seguíala dirección suroeste hasta Tenerife en la costa africanay de allí a la gr'!n Canaria con el objeto de allegarprovisiones; en conjunto ocho días de viaje. DesdeCanarias, uno de los pataches zarpaba solo hacia Car-tagena y Portobelo. con cartas y balijas de la corte yel anuncio de la aproximación de la flota. Caso de queambas flotas se diesen juntas a la vela, na'legaban conrumbo suroeste desde Canarias hasta cerca de la latitudde Deseada, a sea 15'30" y entonces aprovechandolos vientos alisios continuaban al oeste, cambiandoraras veces de orientación hasta que Deseada u otrasde las Indias Occidentales se hallaban a la vista. DesdeDeseada, los galeones seguían el fácil rumbo de Cabode la Vela y de allí a Cartagena. Sin embargo, cuandolos galeones z~rpaban solos de España entraban en elMar Caribe por el Canal existente entre Tobago y Tri-nidad, llamado después Pasaje de los Galeones. Frentea Margarita se desprendía de la flota un segundo pata-che para visitar la isla y recoger las rentas reales,aunque después de agotadas las perlas la isla perdiócasi toda su importancia. Así como la flota penetrabaen regiones más seguras, también se destacaban durantela noche buques mercantes destinados a descargar ycomprar en las costas por donde iban pasando, los cua-les se dirigían a La Guaira, Santa Marta o Maracaibopara recoger plata, cochinilla, pieles y cacao. Mientrastanto, el patache de Margarita se había dado a la velapara Cumaná y La Guaira para embarcar allí el tesorodel Rey, pagado por su mayor parte en cacao. monedaefectiva del país, y desde allí se dirigía a Cartagenapara reunirse con los galeones (2).

La flota llegaba de ordinario a Cartagena comodos meses después de su salida de Cádiz. A su arribo,

(1) Memoria de Duhalde y Rochefort al Rey de Francia,16lS0. (Margry, op. cit., p. 192 Y sigs.)

(2) Memoria de Duhalde y Rochefort al Rey <le Francia,1680. (Margry, op. cit., p. 192 Y sig").

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el general enviaba la noticia a Portobelo, junto con lasbalijas destinadas al Virrey de Lima. De Portobelo salíaa través del istmo un mensajero para el Presidente dePanamá, quien divulgaba la nueva entre los comer-ciantes de su jurisdicción, y al propio tiempo enviabaun bote correo a Paita, en el Perú. En tanto el ge-neral de los galeones enviaba también un correo portierra a Lima y otro a Santa Fe, capital de la provinciainterna de Nueva Granada, desde donde se trasmitía lanoticia de su llegada por medio de postas a Popayán,Antioquia, Mariquita y otros distritos contiguos (1).Los galeones sólo debían permanecer un mes en Car-layell", dê ¡;,¡; ••crd: ::::; las ;"slrl1~r.iones rer.ibidas. peropor lo general las dádivas de los mercaderes los indu-cían a permanecer al ancla por cincuenta o sesentadías. A Cartagena iban el oro y las esmeraldas deNueva Granada, las perlas de Margarita y Rancherías,y el añil, tabaco, cacao y otros productos de la costavenezolana. Los comerciantes de Guatemala embar-caban también sus productos hacia Cartagena por víadel Lago de Nicaragua y del río San Juan, porquetemían expedirlos a través del Golfo de Honduras haciala Habana. a causa de los bucaneros ingleses y fran·ceses que merodeaban alrededor del Cabo de SanAntonio (2).

Mientras tanto, al recibir sus cartas el Virrey deLima libraba órdenes para que la Armada del Mardel Sur se aprestase a zarpar. También las enviabande Chile, por el sur, y a Quito desde Las Charcas, através de la provincia del Perú, para que remitiesen lasrentas del Rey a fin de embarcarlas en Panamá. Enmenos de quince días todo estaba listo. La Armadasalía del Callao con un tesoro abundante y tocando en

(1) Scelle, op. cit., y p.64; Dampier: Viajes, ed. 1906, i.p. 200.

(2) Gage: 'Una nueva perspectiva de las Indias Occidentales",ed. ]655, pp. 185-6. Mientras Gage estaba en Granada por febrerode 1637se recibieron órdenes estrictas de Guatemala para que losbuques no saliesen ese a;;o, porque el Presidente y la Audienciatenían informes de que al¡.(uno. harcos ingleses y hulandeses e,ta-ban al acecho en la boca de] do.

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Paita encontraba el Navío del Oro que conducía estemetal desde la provincia de Quito y distritos adyacentes.Mientras los galeones se acercaban a Portobelo la Ar-mada del Mar del Sur se presentaba ante Panamá ylos comerciantes de Chile y el Perú comenzaban atrasportar sus mercancías a lomo de mula a través delas altas lomas del istmo (1).

Entonces comenzaba la famosa feria de Porto-belo (2). La ciudad. cuya población fija era muyescasa. y compuesta principalmente de negros y mu·latos, se veía llamada de pronto a hospedar unaenorme muchedumbre de comerciantes, soldados ymarineros. Los alimentos y la habitación se obteníansólo a precios extraordinarios. Cuando Tomás Gage

(1) Scelle, op. cit., i. pp. 64-5; Duhalde y Rochefort. Habíados medios de enviar mercancías de Panamá a Portobelo. Uno eraun camino terrestre de 18 leguas que s6lo >e utilizaba en verano.El otro, por tierra hasta Ver,ta Cruz, a 7 leguas de Panamá y deallí por agua hasta la boca del río Chagras, durante un trayecto de26 leguas. Cuando el río estaba llello el trállsito pocHa hacerse endos a tres días, pero en otro caso se requerían seis a doce. Eltrasporte de mercancías del Chagras a Portobelo era asun la de soloocho a nueve horas. Esta vía se' utilizaba en invierno cuando loscaminos !le hacían intransitables por las grandes lluvias e inunda-ciones. El viaje terrestre, aunque mlis breve, era siempre mlis di·fícil y costaBa. Las mercancías eran conducida~ en largas arrias demulas y las .llamadas carreteras eran meros caminos de herra-dura entre pantilnos y maleza, sobre cerros y rocas, cortadospor ríos sin puentesy situados ell uno de los climas más mortiferosdel mundo. Ante los consejos de España se present6 a melludoel proyecto de abrir un canal por el istmo, pero nunca se pusoeu práctica. (Descripción de Cartagena, Oppenheim. 1. p. 333.)

(2) Nombre de Dios, a ullas cuantas leguas de Portobelo,había sido antes el puerto donde los g~leones recibian el te80rotraído de panamli, pero en 15lS4 arde liÓel Rey de España que elpueblo fuese abandonado a cansa de su insalubridad y del pocoabrigo que ofrecía el puerto a los buques. Gage dice que en sutiempo l\'orubre de 'Dios estaba casi abandonado en razón de suclirua. Dampier, que escribía treinta años ruás tarde, pintó elsitio como \ln erial. .Nombre eJe Dios, dice, sólo es un nombreahora, pues habiendo desembarcado en la playa donde se alzabala ciudad, la hallé tan cubierta de maleza que no había indiciosde que alIí hubiese existido ciudad alguna. (Viajes, ec1. 1906, i.p. 81).

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visitó a Portobelo en 1637 tuvo que pagar 120 co-ronas por una quincena, como alquiler de una piezamuy pequeña y mal amueblada. Los comerciantesdaban hasta 1.000 coronas por una tienda de modes-tas dimensiones para vender sus efectos. Debido alapiñamiento de gentes, a la falta de higiene y a unclima en extremo insalubre, el lugar se convirtió enun sepulcro abierto para sepultar a todo el que tocaraallí. Durante los quince días que pasaron los galeonesen Portobelo en 1637, 500 hombres fueron víctimasde las enfermedades. Mientras tanto y día por día,las arrias de mulas de Panamá iban llegando a lapuLIC:ll.júlJ. Gage C0ij¡~ t.:;¿",¡ ~;1 ~L7i 200 !:cé~na~ '.:'arga·das de lingotes de plata que eran descargados enla plaza del mercado donde se les dejaba como mon-tones de piedra en las calles, sin temor alguno deque se perdieran (1). Los comerciantes practicabansus tratos, mientras se embarcaba en los galeonesel tesoro del Rey. Sin embargo, las transaccionescomerciales se practicaban con poca libertad, porquelos precios se fijaban y publicaban de antemano, demodo que al comenzar las negociaciones el cambioera puramente automático, La feria, cuya presuntaduración era de cuarenta días, se cerraba por la ge-neral en diez a doce los últimos tiempos. A princi-pios del siglo XVIII se computaba en treinta. a cua-renta millones de libras esterlinas el volumen denegocios efectuados (2).

Habida consideración de los vientos del este rei-nantes en estas regiones y de los arrecifes, cayos ybahías que se dilataban mar adentro desde ]a costade Mosquitos, los galeones, al dirigirse de Portobeloa La Habana, daban primero la vuelta de Cartagenaa favor de la marea de la costa oriental, a fin deenrumbarse bien a barlovento de Nicaragua antes deemprender el tránsito por el Canal de Nicar'agua (3),La tlota anclaba en Cartagena por segunda vez du-

(1) Gage, ed. 1655,pp. 196-8.(2) Scelle op. eit, p. 65.(3) Oppenheim, ii, p. 338.

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rante diez o doce días y allí se le incorporaban elpatache de Margarita (1) y los buques mercantesenviados a traficar en Tierra Firme. También desdeCartagena el general enviaba partes a España y aLa Habana con informes sobre el estado de los baje-les, la situación del comercio, el día en que espera-ba salir y el término probable del arribo (2), puescuando los galeones estaban en las Indias los espa-ñoles cerraban todos los puertos, temerosos de quepudiesen propalarse y llegaran a noticia de sus ene-migos interesantes informes sobre lasandanzas de laflota y el valor de su cargamento. Desde Cartagenael rumbo se dirigía al noroeste, pasando por Jamaicay los Caimanes, hasta la Isla de Pinos, y de allí, ro-deando los cabos Corrientes y San Antonio, a la Ha-bana. Por lo común, la flota empleaba ocho días enel viaje y llegaba a la Habana a fines del verano.Aquí los galoenes eran reparados y avituallados denuevo, embarcaban tabaco, azúcar y otras exportacio-nes cubanas y si no se les había ordenado regresarcon la Flota, zarpaban hacia España no más tarde quea mediados de setiembre. La ruta para España ibade Cuba al Canal de las Bahamas, noresteando entrelos Cabos Virginios y las Bermudas hasta cerca del380, a {in de recobrar los poderosos vientos septentrio-nales, y de allí por el este a las Azores. Los galeonesnavegaban a veces por el sur de las Bermudas y en-tonces remontaban lentamente a mayores latitudes;pero en este caso a perdían a menudo algunos barcosen los bajíos de las Bermudas, o si suresteaban mu-cho para evadirlos se veían arrastrados de nuevo hacialas Indias Occidentales y íracasaba todo el viaje (3).El general recibía las primeras noticias de Españaen las Azores y así quedaba en cuenta del puerto dela costa de Europa a Afríca en que podía tocar tierra;

(l) Cuando el patache de ~fargarit" no lograba reunirse conlos galeones~en Cartagena, se le despachaba y permitía zarpar s610bacia la Habana: presa tentadora para los bucaneros que me-rodeaban en aqudlos parajes.

(2) Duhalde y Rochefort.(3) Rawl. M's5., A. 175,313 bj:Oppenheim, iL p.338).

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finalmente, a fines de octubre a a princIpios de no-viembre, echaba anclas en San Lúcar o en el puertode Cádiz.

La Flota, que en el siglo XVII constaba de dosgaleones de 800 a 900 toneladas y de 15 a 20 bu-ques mercantes, salía comúnmente de Cádiz entrejunio y julio e invernaba en América; pero si debíaregresar en setiembre con los galeones de la Habanazarpaba hacia las Indias tan temprano como en abril.El rumbo de España a las Indias era idéntico al delas flotas de Tierra Firme. Sin embargo, desde Desea-,1'1 o G\1'1oaluoe. la flota torcía al noroeste. pasandopor Santa Cruz y Puerto Rico al norte y do ia ..•;,,~.1de las isletas de Mona y Saona, apartándose hastala Bahía de Neiba en la t::spañola donde los barcosrenovaban su provisión de leña yagua (1). Dándoseotra vez a la mar y rodeando a Beata y Alta Vela,la flota pasaba en turno a la vista de Cabo Tiburó~,Cabo de la Cruz, la [sla de Pinos y los Cabos C,J-rrientes y San Antonio al extremo oeste de Cuba. En-tretanto algunos buques mercantes se desprendían unopor uno, rumbo a Puerto Rico. Santo Domingo, San-tiago de Cuba y aun hacia Trujillo y Cavallos enHonduras. con órdenes de España para los goberna-dores, y para cargar pieles, cacao, etc., y reincorpo-rarse a la Flota en La Habana. De Cabo de San An-tonio a Veracruz existía una ruta exterior o de invie-rno y una ruta interior, a de verano. La primera estabasituada al noroeste entre los Alacranes y los Negrillos,hasta la costa mexicana, como a diez y seis leguas alnorte de Veracruz, y de allí agua abajo con el vien-to hasta el deseado puerto. La ruta de verano estabamucho más próxima a la costa de Campeche; la flotase abría paso por entre cayos y bajíos y llegaba aVeracruz por un canal al sureste.

Si la Flota zarpaba de España en julio surgíageneralmente en Veracruz durante los primeros quince

(1) En esto sigo el :'155. citado por Oppenheim (H, pp. 335Y sigs). HIl vez de hacer aguada en la ¡';spañola la Ilota sedetenía algunas veces en Dominica, o ~n Aguada, Puerto Rico.

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días de setiembre y los barcos eran desarmados alpunto hasta marzo, época en que las tripulaciones sereunían para carenarlos y repararlos. Caso de regre-sar el mismo año la Flota, las exportaciones de NuevaEspaña y provincias limítrofes, las mercaderías de Chi-na y las Filipinas acarreadas a través de México desdeel puerto de Acapulco, situado en el Pacífico, y losdiez a doce millones del tesoro del rey, eran embar-cados de una vez y los buques partían con el objetode unirse a los galeones en la Hahana. En caso con-trario, la Flota zarpaba de Veracruz en abril y rumbofijo hacia sotavento de Cuba aprovechaba los vientosdel norte más a menos hasta los 25°, luego poníaproa hacia el sureste y llegaba a la Habana en dieci-ocho a veinte días. Por los primeros de junio estabalista para emprender viaje a España, adonde llegabaa fines de julio, siguiendo la misma carrera de losgaleones (1).

Se piensa de ordinario que el tráfico español conlas Indias s610 se practicaba en grandes flotas quezarpaban anualmente de Sevilla a Cádiz a México yal Itsmo de Darién. Sin embargo, siempre hubo excep-ciones a esta regla. Cuando, como ocurría a menudo,la Flota no se daba a la vela, el Rey de España en-viaba dos buques de 600 6 700 toneladas a Vera-cruz con el azogue necesario para las minas. El me·tal era dividido entre Nueva España y el Perú pJr elVirrey de México, quien remitía por Guatemala la por-ción destinada al sur. Estos barcos llamados "azo-gues", conducían de 2.000 a 2.500 quintales (2) deplata y a veces convoyaban seis a siete mercantes.De tiempo en tiempo se le permitía a un barco sueltozarpar de España para Caracas con licencia del Con-sejo de las Indias y de la Contratación, pagando alRey un derecho de cinco ducados por tonelada. Lollamaban "registro de Caracas", seguía el mismo rum-bo que los galeones y regresaba con una de las flotasdesde la Habana. Buques si milares traficaban con Ma-

(1) Duhalde y Rochefort.(2) Quintal de 100libras.

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racaibo, Puerto Rico y Santo Domingo. con Habanay Matanzas en Cuba y con Trujillo y Campeche (1).Además, siempre hubo un tráfico especial con Bue-nos Aires. puerto que se abri6 a comercio limitado denegros en 1595. En 1602 se concedi6 permiso a loshabitantes de La Plata para exportar por seis años losproductos de sus tierras a otras posesiones españolas,en cambio de artículos de que carecían; y cuando en1616 los colonos pidieron una renovaci6n indefinidade este privilegio. apenas se les otorgó el flaco dere-cho de comerciar hasta por 100 toneladas cada tresaños. Andando el siglo, el Consejo de Indias exten-....... -UIU tl LtllÚiiJV CA.:.~~...•.:.: :1::::: ;:,:~~ ~1.1P' nt') ~~ me110SCR-base el tráfico de los galeones (2).

Fué este comercio, expuesto por nosotros contanta amplitud, la que los bucaneros de las IndiasOccidentales en el siglo XVI[ llegaron a considerarcomo su legítima presa. Estos corsarios luteranos. co-mo los españoles los llamaban a veces, se convirtie-ron en pesadilla de los marinos hispanos por sus co-rrerías en la costa de Tierra Firme, desde Venezuelaa Cartagena; sus rondas en torno del amplio canalsituado entre Cuba y Yucatán a sus acechos en losEstrechos de Florida. A guisa de una jauría de perrosde presa se pegaban al flanco de las grandes y pesa-das flotas. listos para arrebatar a cualquier desventu-rado bajel separado de sus compañeros por las tem-pestades a por otro accidente. Cuando Tomás Gagenavegaba en los galeones de Portobelo a Cartagenaen 1637, cuatro bucaneros que rondaban cerca de ellosse llevaron dos mercantes a favor de la noche. Mien-tras la misma flota salía de La Habana, dos barcosextraños aparecieron en medio de ella, precisamentefuera del canal, y situándose a barlovento de la flota,acometieron a un navío que se había apartado algo delos otros, le lanzaron una súbita andanada y lo hicie-ron rendirse. El navío estaba cargado de azúcar y

(1) Estos -barcos de registro. no debla n exceder de 30(; to-neladas, pero por fraude duplicaban a menudo aquella cabida.

(2) Duhalde y Rochefort; Scelle. op. cit., i. p. 54.

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otros productos valuados en 80.000 coronas. El vice-almirante español y otros dos galeones emprendieronla persecución, pero sin éxito, porque el viento lesera contrario. Toda la refriega duró apenas mediahora. (1).

Los bajeles españoles de los siglos XVI y XVIIeran notoriamente pesados y malos marineros. Conquilla corta y popa y castillo eminentes constituíanfácil presa para las largas, chatas y veleras corbetasy barcas de los bucaneros. Pero aquella no era suúnica deficiencia, pues aunque el Rey prohibía expre·samente que se cargasen mercancías en los galeones,salvo por cuenta del mismo monarca, semejante reglase violaba a menudo en provecho del capitán, de losmarineros y aun del general. En realidad,. los buquesde guerra se veían a veces tan atestados de mercan-cías y pasajeros que resultaba casi imposible defen-derlos cuando los atacaban. El galeón que llevaba labandera del general contenía frecuentemente 700 al-mas: tripulantes, marinos y pasajeros y el mismo nú-mero se amontonaba en los que conducían al Vice-almirante y al piloto. Los maestros de navío solíanalquilar cañones, anclas, cables y repuestos para for-mâr el equipo requerido, y hombres para llenar el rolen el momento en que los visitadores iban a bordopara practicar la inspección oficial, pero luego se des-hacían inmediatamente de equipos y tripulantes. Losbuques mercantes estaban provistos con tan escasatripulación, debido al excesivo apiñamiento a bordo,que todo cuanto podían hacer era resistir a un débilamago de mal tiempo, descartada la idea de que lesfuese posible sobrepujar a un rápido bucanero (2),

Por las leyes españolas les estaba prohibido a losextranjeros dirigirse a las Indias, a residir en ellas sinexpreso permiso del Rey. También se les vedaba co-merciar desde España con el Nuevo Mundo, bien porcuenta propia a por intermedio de un español, y aun seles prohibía asociarse con aquellos que ejercían seme-

(1) Ga~e ed. 1.655, pp. 199-200.(2) Duha1de y Rochefort; Oppenheim, iL p. 318.

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jante tráfico. A los colonos se les prescribía de modoestricto que no tuviesen trato alguno con ellos. En 1569se dictó una orden para el embargo de todas las mer-caderías enviadas a las colonias por cuenta de extran-jeros, y una real cédula de 1614 estableció la pena demuerte y confiscación contra cualquiera que tolerase laparticipación de extranjeros en el <::omercio colo-nial español (1). Con todo, era imposible mantener ex-clusión tan absoluta cuando los productos españolesno bastaban a satisfacer las necesidades de los colonos,por donde los mercaderes extranjeros hallaron ocasiónde tomar parte en el tráfico, en tanto que el gobiernoes,,~~:! t:-z.~:;.~:.~: ~~~r,:,~~~rCA ;rn~onip.nd('l sobrp. lo~cargamentos exportados exacciones tiránicas llamadas4(indultos~, cuyas consecuencias fueron funestas, porquelos extranjeros eludían a menudo aquellos gravámenes,mediante el contrabando en las Indias Occidentales yen el Mar del Sur (2). Y como fijando todos los añosla naturaleza y cantidad de las merc;aderías exporta-bles para las Colonias, la Contratación alzaba a volun-tad el precio de los artículos y recogía enormes bene-ficios, los colonos acogían de modo favorable este co-mercio intérlope que les brindaba coyuntura para en-riquecerse y aumentar las comodidades y lujo de laexistencia.

Desde los comienzos del siglo XVI! zarpaban dePortugal tantos como 200 na vías por año con ricos car-gamentas de sedas, paños y lanas destinados a SurAmérica (3). Los portugueses compraban estos ar-

(1) Scelle, op. cit., i, pág. 45; Recop., t. I, lib. iii. tít. VIn.(2) Parece haber existido un comercio de contrabando hecho

en la propia Cádiz. Los mercaderes extranjeros embarcaban susefectos en los galeones, transbordándolos directamente de sus pro-pios barcos, surtas en el puerto, y sin practicar el registro corres-pondiente en la Contratación; y a la vuelta de las flotas recibían elprecio de sus artículos en lingotes de oro y plata, mediante elmismo fraude. Es casi imposible que ello se efectuase sin la tácitaautorización del Consejo de Indias residente en Madrid, porque si

~el Consejo hubiera esforzado una rígida aplicación de las leyes delregistro, el descubrimiento del engaño habría sido inevitable.

(3) Weiss, op. cit. iL pág. 226.

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ticulos a flamencos, ingleses y franceses, los embarca-ban en Lisboa y Oporto, enrumbaban sus navíos alBrasil y La Plata arriba hasta donde la navegación lapermitía, para trasportar luego los efectos por tierra através del Paraguay y Tucumán con destino al Potosí yaun a Lima. Los mercaderes españoles tenían agentesen el BrasilIa mismo que en España y como los im-puestos portugueses no eran tan excesivos como loscobrados en Cádiz y Sevilla, los portugueses podíanvender más barato que sus rivales esp~ñoles. La fre-cuente posesión de asientos por portugueses y holande-ses, en la primera mitad del siglo XVII, facilitaba tam-bién este contrabando, porque cuando llevaban negrosdel Africa a la Española, Cuba y las poblaciones delcontinente, aprovechaban la oportunidad asimismo paravender mercancías y por la común sin el menorestorbo.

En el siglo XVII hubo otras naciones que no semostraron remisas en seguir el mismo camino, a cuyoallanamiento contribuían dos circunstancias, una de lascuales era la gran extensión de las costas en que ha-bia de ejercerse vigilancia y que dificultaba la capturade los intérlopes tanto en las márgenes del Atlánticocomo en las del Pacífico; la otra consistía en la venalconnivencia de los gobernadores de puerto, que a me-nudo toleraban y aun estimulaban el tráfico, bajo elpretexto de que los colonos lo requerían (1). Los

(1) La mayor parte de los empleos eran venales en las Indiasespañolas. Xadie obtenía UI1 cargo sin pagar10 caro, excepto losVirreyes de México yel Perú, qne eran grandes de Hspaña y alcan-zaban sus destinos por liavor de la corte. Los gobernadores de lospuertos y los presidentes de las audiencias establecidas en Panamá,Santo Domingo y Guatemala, compraban sus pueslos en España.Los virreyes proveían los empleos locales y los vendían al mejorpostor. Aunque en cada puerto funcionaban tres corregidores queeJ<aminaban la Hacienda, como también pagaban por sus puestos,.!le~nían de acuerdo con los gobernadores. La consecuenci~ erainEvitable. Cada funcionario contaba COli recuperar su desembolsoin'\cial durante la tenencia del cargo, y además con reunir una me-diana fortuna. Así, no sólo eran apetecibles las dádivas de losintêrlopes, sino que a menudo los mismos funcionarios comprabany vendían los artículos de contrabando.

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subterfugios adoptados por los contrabandistas eranmuy sencillos. Cuando un barco deseaba entrar en unpuerto español para comerciar, el capitán, pretextandoque las provisiones escaseaban a bordo, a que al buquese le había abierto una brecha a roto un mástil, envia-ba al gobernador una esquela cortés, acompañada deun regalo de consideraci6n. Generalmente obteníapermiso para entrar, descargar, y poner el buque encondiciones de seguir navegando. Todas las formali-dades eran observadas al dedillo; los efectos descarga-dos, encerrados en un almacén cuyas puertas se sella-ban; pero siempre había otra puerta franca por la cualextraían los articulas auranlt: id 11Úc,hë, ';""'~;~~Jé::::::!c::con monedas a lingotes de oro y plata. Reparado elbarco a satisfacci6n del capitán, se le cargaba de nue-vo y salía.

También existía, especialmente en las orillas delCaribe, un comercio menos organizado, a «tráfico debalandra», como se le llamaba, porque habitualmentese ejercía en balandras que merodeaban por las inme-diaciones de algún lugar escondido de la costa, amelludo en la desembocadura de los ríos, y que anun-ciaban su presencia a los habitantes de las cercanías,mediante el disparo de un cañonazo. A veces un buquegrande cargado de mercancías y estacionado en algunaensenada pr6xima servíase de aquellas embarcacionesmenores para practicar su trato con los colonos, quie-nes salían por la noche en canoas, genera!me:Jte dis-frazados. Sin embargo, los contrabandistas se mante-nían siempre en guardia contra tan peligrosos visitantes,y nunca admitían sino unos pocos a bordo, porque losespañoles rara vez dejaban de asaltar el baje! cuandose sentían más fuertes que la tripulaci6n y la oportuni-dad era favorable.

Así, por el empeño que ponían tanto en casa co-mo en las colonias, en mantener una política fatalmentedesproporcionada con sus fuerzas y recursos, los espa-ñoles del siglo XVII vieron extinguido su comerciogrado a grado por los barcos del intérlope extranjero, yconvertidas sus posesiones tropicales en presa de buca-neros semipiráticos. Aunque luchando en Europa bajo

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tremendas condiciones de inferioridad, habían inten-tado reservarse para sí mismos la mitad del mundo,fundándose para ello en los débiles argumentos deprioridad en el hallazgo y de la investidura papal. Sinmarina y sin tradiciones marítimas, pretendieron poseerun imperio colonial más grande que cuanto había v~stoel mundo hasta entonces, y sólo equiparable con elimperio de la Gran Bretaña tres siglos después. Des-alentando la industria en España y con todo impo-niendo a las colonias una dependencia comercial abso-luta respecto de la Madre Patria; combinando en sugobierno de la remota América una tutela solícita conla restricción de las iniciativas, completamente desas-trosa en sus consecuencias, los españoles redujeron suscolonias a la impotencia política, y cuando para reafir-mar su dominio aplicaron, a fuer de método contra eldespojo practicado por el extranjero, el sistema de lasgrandes flotas y de puertos únicos de escala, hallaronque los mismos medios que idearon para propia segu-ridad constituían un instrumento de fracaso mercantil.

II.-LOS FILlBUSTEROS DEL SIGLO XVI

El cronólogo francés Escalígero aseveró en el si-glo XVI: «nulli melius piraticam exercent quam Angli.,y aunque no necesitaba trasponer el Canal para ha-llarse con individuos aprovechados en esta profesiónprimitiva. la observación se adapta a la lnglaterra desu tiempo con una Justeza hoy apenas comprensible.Es cierto que la inveterada hostilidad con que el bri-tánico aprendía a ver al español en la segunda mitaddel siglo XVI y durante el siglo XVII encontraba sumáxima expresión en las hazañas de los «perros demar~ isabelinos y de los bucaneros del último período.Las divergencias religiosas y las rivalidades políticasque surgieron de la baraunda de la Reforma. y laanarquía moral provocada por la disolución de lasantiguas instituciones religiosas, dieron origen a unestallído àe actividad pirática solo equiparable a lapiratería profesional de los Estados berberiscos.

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A decir verdad en días tan remotos como losdel siglo XIIl los ladrones de mar, por la mayor partebretones y flamencos, habian infestado el Canal de laMancha y los mares circundantes de la Gran Bre-taña. A este género de vida recurrieron en el XVInumerosos jóvenes ingleses. católicos y protestantes,que huyendo las persecuciones de Eduardo VI y deMaría buscaron refugio en puertos franceses a en losescondrijos de la costa irlandesa, convirtiéndose encabecillas de feroces bandas de merodeadores que vi-vían principalmente del pillaje. Entre ellos y duranteesas persecuciones figuraron muchos hombres perte-neCitHIi~s ci la;; i·i¡cJG~es f!:~;l;",<; de Inglaterra, y aun-que con la accesión de Isabel la mayor parte delos cabecillas volvió al servIcio del Estado, lastripulaciones piráticas continuaron en su antigua in-dustria. El contagio se propagó especialmente enlos condados occidentales y gran número de pesca-dores descontentos por la improductividad de su an-tiguo menester ingresaron en el nuevo oficio (1). Aprincipios del reinado de Isabel estos piratas angla-irlandeses se aventuran sur adelante, pillando galeo-nes cargados de riquezas a la altura de las costashispánicas y arrebatando navios de los propios puertosdel monarca español. Por de contado semejantes fe-charías provocaban represalias y los piratas aprehen-didos eran enviados a galeras, sepultados en las maz-morras de la Inquisición, o, cuando menos, quemadosen la plaza de Valladolid, crueldades que sólo con-ducían a atizar el odio entre ambas naciones, odioque tardó siglo y medio en extinguirse.

Ahora bien, los más atrevidos de estos ladronesde mar se sintieron atraídos en breve por más ampliay remota esfera de acción. Como se ha visto, Españatrataba entonces de reservar para sí misma todo unnuevo mundo en el hemisferio occidental, y ello enmomentos en que las grandes potencias marítímasseptentrionales. Francia. Inglaterra y Holanda, se ha-llaban en vias de pleno desarrollo económico, moví-

(1) Froude. History of England. VIII, pá~. 346Y sigs.

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das por nuevas ideas, esperanzas y ambiciones y solf-citas por encontrar nuevos cauces comerciales e in-dustriales. La famosa bula de Alejando VI había he-cho decir a Francisco 1 que deseaba «ver la cláusuladel testamento de Adán que autorizaba a sus herma-nos de Castilla y Portugal para dividirse entre sí elNuevo Mundo~, y muy temprano se había estimuladoa los corsarios franceses con el objeto de someter atanteo las pretensiones de los españoles mediante lastradicionales pruebas del hierro y el fuego. Sin em-bargo, durante la primera mitad del siglo XVI la na·ción inglesa no le había disputado a España el dere·cho exclusivo de comercio y dominio en aquellas re-giones. Los intrépidos marineros del norte se mante-nían aún indiferentes a las maravillas de un nuevocontlnlmte por explotar y así se dejó a los españolesla empresa de desplegar a los ojos de Europa lasvastas riquezas de América y de descubrir imperiosen las planicies de México y allende los Andes. Perotodo cam bió bajo el reinado de Felipe II. Piratas in-gleses comenzaron a extender sus correrías hacia eloeste y a zapar las propias fuentes de la riqueza ypoderío de España, mientras las guerras que embar-gaban la atención de los españoles en Europa, desdela insurrección de los Países Bajos hasta el tratadode Westfalia, abrían el campo a aquellos ubicuos la-drones de mar. Aunque obligados por la teoría deexclusión colonial a hacer buen semblante a las pre-tensiones de España sobre la América tropical, laspotencias maríti mas protegían y apoyaban en secretoa sus navegantes que cruzaban aquellos mares occi-dentales. Francia e Inglaterra celaban temerosas el pre-dominio español en Europa y tenían los ojos obsti-nadamente puestos en los inagotables ríos de oro yplata que permitían a España mantener sus ejércitos yescuadras. Mientras excusaba a desaprobaba pública-mente ante Felipe II las violencias cometidas por Haw-kjn~ y Drake, condenando las turbulencias de la épo-ca y prometiendo hacer cuanto estuviera a su alcancepara impedir los desórdenes, la reina Isabel era a so-capa una de las principales accionistas en las empre-sas de esos piratas.

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El sistema de los merodeadores era sencillo.Las riquezas que aceitaban el mecanismo de la polí-tica española procedían de las Indias, donde se halla-ba acumulado; por consiguiente solo existían dos me-dios para apoderarse de ellas:-ataques audaces contrael mal protegido continente americano, a la capturade los bajeles en rOllle (1). El sistema opuesto porlos españoles era también dúplice:-por una parte, lapráctica del comercio mediante flotas anuales prote-gidas por un convoy poderoso; y por otra el trasladode los centros urbanos de las costas al interior delpaís, para alejar el riesgo de ataque (2). Sin em-Udl~Ut ~ûs ¿5pêlfiG~c::; ¿e~Qs!~:'.!"C'"pon A,n1ériCf\ n.ue nopodían habérselas con los marinos audaces e intrépi-dos que les disputaban la primacía; los descendientesde los conquistadores habían degenerado lastimosa-mente del tipo de sus antepasados. Enervados por loscalores tropicales y por un lujo rústico y basto, pare-cen haber perdido iniciativa y energía de resistencia.El desastroso sistema comercial de monopolio y cen-tralización los condenó a vegetar, mientras el princi-pio consistente en limitar el ejercicio de los cargospúblicos a los españoles de nacimiento, privaba detoda ocasión de manifestarse a la inteligencia y ener-gía de los criollos. Más aún, la capacidad productivay las dotes administrativas de los mismos españolesde nacimiento iban paralizándose y reduciéndose de mo-do gradual a la impotencia bajo la abrumadora obli-gación de conservar y defender un imperio tan vastoy de manejar riquezas tan desproporcionadas, tarea

(1) 12 de agosto de 1585. Ralph Lane a Sir Philip Sidney.Port Ferdinand, Virj{inia.-Habia descubierto las infinitas rique.zas de San Juan (¿Puerto Rico?) y Española por haber resididoen las bias cinco semanas. Juz~a que si la reina se ve molesta-da por el Rey ele ES/laña. acometer]as seria Jo más digno, bace.dero y provecho.oo. La exhorta a no rehuir esta coyuntura paraprestar tan gran servicio a la Iglesia de Cristo. El poderío delos españoles emana enteramente de las minas que constituyensu riqueza. Extracto, Calendario de Papeles de Estado, SeriesColoniales. América y las Indias Occidentales, 1574-1660.

(2) Scelle, op. cit., iL p. xiii.

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para la cual no poseían la aptitud ni los medios (1).A la verdad. la piratería en las Indias Occidentalespuede ser considerada como un reto lanzado a losespañoles de América, que sumidos en sueño letár-gico vivían al rescoldo de glorias y hazañas pretéritas.para que probasen su derecho a mantener el dominioadquirido y difundir su civilización y cultura sobre unamitad del globo (2).

Existían otras causas determinantes de esas agre-siones piráticas acometidas por franceses e ingleses enAmérica. Desde los días del monje dominico y obispoLas Casas. los españoles eran tenidos cual inmiseri·cardes opresores y exterminadores de los indígenas;los' primitivos dueños de la tierra habían sido despo-jados y reducidos a servidumbre. Cuba y la Españolase hallaban desoladas en las Indias OCCidentales porfalta de habitantes; dos grandes imperios, México y Perú,fueron sojuzgados a traición, muertos sus reyes y suspueblos condenados a padecer una muerte en' vida enlas minas de Pott>sí y Nueva España. Tal en el sigloXVI la concepci6n inglesa sobre los resultados de lapolítica colonial española. Vengar la sangre de esasvíctimas inocentes y enseñar la verdadera religi6n alos sobrevivientes era glorificar la iglesia militante yasestar un golpe al Anticristo. Además, a los ojos delos puritanos. España era el teniente de Roma, la Mu-jer Roja del Apocalipsis, que martirizaba y quemaba asus hermanos protestantes siempre que podía apoderar-se de ellos. Para todos era manifiesto que ella ansia-ba repetir su desdichada tentativa de 1588 para intro-

(1) Scelle, op. cit., i. p. ix.(2) 28 de febrero de 1611. Sir Thos. Roe a Salisbury, Puerto

España, Trinidad. Más que cualquier otro inglés existente ha re·corrido la costa desde el río Amazonas al Orinoco. Los espa·ñoles /lon allí orgullosos e insolentes, aunque necesitados y dé.biles; su fuerza es reputación, sU segUridad opinión. Los espa.ñoles tratan a los ingleses peor que a los OIoros. El gohierno esnegligeflte y mñ" hábil en sembrar y vender tahaco que en eri-gir colonies y movilizar ejércitos. Extracto, Calendario de l'a.peles de Estado, 1574-1660 (Roe fué e,,\'iado a las ¡lidias por elPríncipe Enrique en viaje de descubrimieflto).

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ducir en las Islas Británicas la maldita inquisición, ypor consiguiente la protestante Inglaterra, poseída delarrebato e intolerancia de u!)a nueva fe, no vacilaba endespojar a los españoles, especialmente cuando eraprobable que el servicio de Dios fuese recompensadocon el pillaje.

Un panfleto escrito por Dalby Thomas en 1690expresa con cierta propiedad la actitud del promediode los ingleses hacia los españoles durante el sigloprecedente:- «Dedicaremos breves reflexiones a ladesmedida negligencia. a mejor dicho estupidez de estanación. bajo los reinados de Enrique VII, Enrique VIlI,ëduC11ÙU 'fv~~y ~a l-ëiné1 (y1aria. lü,;, i;llarC~ "i~í(¡~-. e~ sc?.:::acalma cómo los españoles robaban, pillaban y trasporta-ban tranquilos a su país todas las riquezas de aqueláureo mundo, y soportaban que ellos cerrasen con fuer-tes y castillos las puertas y entradas de todas las opu-lentas provincias de América, sin poseer título alguno apretensión de derecho mejor que el de otras naciones,salvo el de haber sido ;ncidentalmente los primerosdescubridores de parte èe ella, donde las crueldades,excesos y barbaridades sir. precedentes, atestiguadaspor sus propias histori as, cometidas sobre un pueblopobre. desnudo e inocente que habitaba las islas, lamismo que contra aqùellos verdaderamente civilizadosy poderosos imperios del Perú y México, invocaban elsocorro y ayuda de' todo el género humano contra sudesenfrenada ava.ficia y h6rridas matanzas ... Nosotrosdormimos hasta q~le el ambicioso español, usando aque-lla fuente inagotable de tesoros, hubo corrompido a lamayor parte de lias cortes y senados de Europa, e incen-diado con diseiciones y discordias civiles, a todas lasnaciones veci~'s de nosotros, a sujetádolas a su yugo;maquinando t- mbién hacemos arrastrar sus cadenaspara incorpor mas en el triunfo de la monarquía univer·sal no sólo pr oyectada sino casi cumplida cuando Isabelciñó la co~on ... ya los opuestos intereses de Felipe II yde la Reina Isabel, en asuntos más personales quenacionales, debemos que ella favoreciera y le azuza-se aquello. intrépidos aventureros Drake, Hawkins,Raleigh, ord Clifford y muchos otros valientes que

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produjo aquella edad, los cuales cori sus piraterías yatrevidas empresas (semejantes a las que practicanlos bucaneros) abrieron la vía de nuestros descubri-mientos y fructuosos establecimientos en América» (1).

El 19 de noviembre de 1527 unos españoles quecargaban de casabe una carabela en la isla de Mona,situada entre la Española y Puerto Rico, observaron unraro bajel como de 250 toneladas, bien provisto de ca-ñones, y tomándolo por un barco procedente de Españaenviaron un bote para cerciorarse de ello. Al propiotiempo se vió que los recién venidos lanzaban una pi-nata que conducía unos veinticinco hombres, armadosde coseletes y ballestas. Así como se aproximaron uno yotro bote, los españoles indagaron la nacionalidad delos forasteros, quienes declararon ser ingleses. Elpatrón inglés refirió que junto con otros su buque habíasido equipado por el Rey de Inglaterra y zarpado deLondres para descubrir la tierra del Gran Kan; queuna violenta tempestad los habia separado; que estebuque hahía encallado luego en un mar de hielo y quesiéndole imposible pasar dió 1'1 \'uelta del sur, tocó enBacallao (Terranova), donde el piloto fué muerto purlos indios y navegando cuatrocifmtas leguas al luengode la costa de «terra nueva» surgió allí en la isla dePuerto Rico. Los ingleses prometieron mostrar supatente escrita en latín y romance, que el capitán espa-ñol no pudo leer, y tras dos días de permanencia en laisla, se informaron sobre la ruta de lêJ- Española y leva-ron anclas. La tarde del 25 de no~'iembre el propiobajel apareció ante el puerto de Sant~ Domingo, capi-tal de la Española, donde el patrón fu~ a tierra en unbote con diez a doce marineros para ~edir licencia deentrar y negociar, cosa que le ¡ué concepida, siendo asique el alguacil mayor y dos pilotos se\ trasladaron abordo con el objeto de conducir el bu~ue a puerto.Pero temprano a la mañana siguiente, cu ando se acer-caban a tierra. el alcalde español Franci 'co de Tapia,ordenó que desde el castillo disparasen un ~ñón contra

(1) Reseña histórica de la fundación y desarroll de las Co-lonias de las Indias Occidentales, por Dalby Thom s, Londres,1690. (HarI. Miscell, 1808, Il 357.)

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el buque; por donde, viendo el recibimiento que se lesacordaba, los ingleses regresaron a Puerto Rico, dondeobtuvieron algunas provisiones a trueque de telas ypeltre y partieron hacia Europa, «adonde se cree queno llegaron nunca, porque nada se ha sabido de ellos».Herrera dice que el alcaide fué reducido a prisión porlos oídores porque en vez de ahuyentar el buque nopermitió que entrase en el puerto, de donde no podríahaber salido sin licencia de la ciudad y del fuerte tI).

Esta es la noticia más antigua que poseemosacerca de la presencia de un buque británico en aguasde Hispano-América; más en breve la siguieron otros.~VIljiam nawKiu::" ~adi\.: J~~ ~J.:7::s: J~~!"! H.~'.1J~i~~. ~p.

aventuró por 1530 en «un alto y buen buque ... llamadoel «Polo of Plymouth», hasta la costa de Guayana, res-cató oro en polvo y marfil de los naturales y luego cruzóel océano hasta el Brasil, "donde se condujo tan pru-dentemente con aquellos salvajes» que uno de los reyesdel pais se embarcó con él hacia Inglaterra y fue pre-sentado a Enrique VHI en el Whitehall (2). Sin em-bargo, la verdadera coyuntura para el aparecímientode buques extranjeros e:1 aguas hispano-americanasfué la nueva industria consistente en llevar negros dela costa africana a las colonias españolas para servendidos como esclavos. La rápida despoblación de lasIndias, y el problema realmente grave que se le presen-taba a la corona española para la conservación de los

(1) Oviedo: Historia general de las Indias, lib. XIX, cap.XIII; Colección de documentos de ultramar, tom. IV, p. 5.(deposición del capitlín español en la Isla de Mona); Pacheco, etc.:colección de documen tos .... de las posesiones españolas en Amêri-ca y Oceania, tom. XL, p. 305 (repreRuntas a testigos por funcio-narios de la Real Audiencia en Santo Domingo, a raiz de la visitadel buque inglês a aquella plaza); English Historical Review, XX,p. 115. El barco ha sido identificado con el «Samson ••, despachadopor Enrique VIII en 1527 .con diversos hombres hábiles en buscade extrañas regiones_, y el cual zarpó del Támesis el 20 de mayo,acompañado de la .Mary of Guildford.; se separó de su compañerodurante una tempestad, la noche del1" de julio :y se creyó que sehubiese hundido con cuanto llevaba a bordo. (/bid.)

(2) Hakluyt, ed. 1600, III. p. 700; Fraude, op. cit., VIII,p. 927.

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aborígenes, habían hecho que el gobierno peninsularpermitiese desde un principio la Introducción de negrosesclavos. Primero circunscritas a esclavos cristianosconducidos de España, después de 1510 se concedieronlicencias a personas particulares para Introducir un nú-mero determinado, sujetándolos desde luego al pagode derechos; yen agosto de 1518, debido al incesanteclamor de los colonos que pedían más negros, Laurentde Gouvenot, gobernador de Bresa y uno de los favoritosde Carlos V, obtuvo el primer asiento regular para in-troducir directamente de Africa 4.000 esclavos a lasIndias Occidentales (1). Con ligeras modificaciones elsistema de asientos se hizo permanente y con él, comonatural consecuencia, vino el comercio de contrabando.Españoles y portugueses llevaban con frecuencia car-gamentos de negros sacados del Africa y en 1506 sedictó una orden para expeler de la Española todos losesclavos de contrabando (2). Pero el abasto nuncaIgualaba al pedido, y ello explica por que John Hawkinsencontró tan provechoso conducir cargamentos de ne·gros de ]a costa guinea, y por que los colonos españolesno podían resistir a la tentación de comprarlos, a pesarde las leyes estrictas que vedaban el trato con ex-tranjeros.

John Hawkins efectuó su primer viaje en 1562-63.En compañía de Tomás Hampton aparejó tres baje-les y zarpó para Sierra Leona, donde ~parte con laespada y parte por otros medios,. recogió 300 negrosy con tan valiosa mercancía humana atravesó el A-tlántico hasta Santo Domingo en la Española. Incier-to acerca de la acogida que se le dispensase, Hawkinssimuló a su llegada haber sido arrastrado allí porel mal tiempo y verse necesitado de provisiones,pero sin dinero contante y sonante para pagarlas.En consecuencia' pidió permiso para vender «ciertosesclavos que tenía consigo,.. Los hacendados se die-ron prisa para aprovechar semejante ocasión y comoel gobernador no juzgase menester aplicar con dema-

(1) Scelle, n/>.cil., y págs. 123- 25, 139- 61.(2) Colecc. de doc .... de ultramar, tomo VI, p.15.

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siado rigor las órdenes de la corona, convino en quese vendiesen dos terceras partes del cargamento.Puesto que ni Hawkins ni los colonos españoles pre-veían serio desagrado por parte de Felipe II, los cienesclavos restantes quedaron depositados en el Consejode la isla. Hawkins invirtió el producto en un car-gamento de corambre, cuya mitad envió en buquesespañoles, a cargo de su socio, mientras él regresabacon la demás a Inglaterra. Con todo, el gobierno es-pañol no iba a autorizar ni por un instante la intru-sión de ingleses en las Indias, y así en llegando aCádiz fué confi!;cado el cargamento de Hampton yél mismo escapó a dliréis tlc;¡as de ::\ Inquisición.Los esclavos que quedaron en Santo Domingo cayeronen comiso, y aunque «maldijo, amenazó y rogó»,Hawkins no pudo obtener un ochavo de sus cuerosy negros perdidos. El único resultado de sus deman-das fué el envío a las Indias Occidentales de unaorden perentoria para que bajo pretexto alguno sepermitiera comerciar allí a ningún barco inglés (1).

El segundo de los grandes capitanes de marisabelinos que se le enfrentase al León de Castillafué el amigo y discípulo de Hawkins, Francisco Drake,quien la había acompañado en su tercera expediciónde 1567. Con seis buques, uno de los cuales habíasido proporcionado por la propia reina, zarparon enoctubre de Plymouth, recogieron como 450 esclavos enla costa de Guinea, avistaron a Domínica en las Anti-llas per el mes de marzo y costearon el continentesuramericano, pasados Margarita y el Cabo de la Vela,practicando un «tráfico medianamente bueno». Ataca·ron a Río Hacha con 200 hombres, perdiendo sólo dosen la refriega; pero cerca de cartagena los dispersó unatormenta que los arrastró al Golfo de México, donde, el16 de setiembre, entraron en el angosto puerto de SanJuan de Ulloa o Veracruz.

Al día siguiente apareció en las afueras la flota deNueva España, consistente en trece grandes navíos, ytras un canje de promesas de paz y amistad con los in-

(1) Fraude, op. cil. VII, págs. 470-72.

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gleses, entró el dia 20. No obstante, la mañana del24 se inició un fiero combate, y Hawkins y Drake quese defendían de manera obstinada en condiciones muydesiguales. tuvieron a dicha el haber escapado con dosbarcos maltrechos y una pérdida de 100.000 pesos ensus caudales. Tras un viaje terrible Drake logróllegar a Inglaterra en la _Judith,. el 20 de enero de1569, y Hawkins cinco días después (1). A los pocosaños, Drake navegaba de nuevo, esta vez solo y con elúnico y desvergonzado propósito de robar a los espa-ñoles. Apenas con dos buques y setenta y tres hombresmerodeó en torno de las Antillas casi por un año,capturando y pillando buques españoles. saquean-do ciudades en el continente e interceptando convoyesde caudales a través del istmo de Darién. En 1577emprendió el viaje que lo condujo alrededor del mundo,hecho por el cual se le hizo caballero, se le promovióa la categoría de almirante y fué visitado por la Reinaa bordo de su buque, la «Golden Hind". MientrasDrake era festejado en Londres como el héroe del día,Felipe de España execraria desde su celda del Escoriala aquellos aventureros marítimos cuyas visitas arruina-ban a sus colonias y amenazaban la seguridad de susgaleones cargados de tesoros.

Por agosto de 1585 Drake mandaba otra vez unaescuadra formideble. dirigida contra las Indias Occi-dentél'les. Apoyado por 2.000 hombres de tropa a lasórdenes del general Carleíll, y por Martin Frobisher yFrancis Knollys en la flota, tomó y saqueó a SantoDomingo y después de ocupar a Cartagena duranteseis semanas. le impuso un rescate de 110.000 duca-dos. Este impávido y viejo isabelino salió de Ply-mouth en su último viaje por agosto de 1595; peroaunque al mando conjunto de Drake y Hawkins, laexpedición parecía condenada al desastre en todo sucurso; un bajel, el «Francis», cayó en manos de losespañoles; mientras la escuadra pasaba por las IslasVírgenes. Hawkins cayó enfermo y murió. Se hizo unataque desesperado contra San Juan de Puerto Rico.

(1) Corbett: Drake y la marina de los Tudor, l. Cap. 3.

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pero los ingleses, ya perdidos cuarenta a cincuentahombres, se vieron compelidos a la retirada. Drakepuso entonces proa hacia el continente, donde turnoa turno capturó y pilló a Rancherías, Río de la Ha-cha, Santa Marta y Nombre de Dios. Con 750 sol-dados acometió la atrevida empresa de cruzar el ist-mo hasta la ciudad de Panamá, pero volvió la espal-da tras la pérdida de ochenta o noventa de sussecuaces. A los pocm; días, el 15 de enero de 1596,cayó también enfermo, murió el 28 y fué sepultadoen una caja de plomo frente a la costa de Darién (1).

Sin emb¡:¡r~o, Hawkins 'f Drake no eran en modoalguno los únicos corsarios de aquel siglo en aguasamericanas. Nombres como los de Oxenham, Grenvi-lle, Raleigh, Clifford y otros menos famosos, tales comolos de Winter, Knollys y Barker, contribuían a engrosarla lista de estos aventureros isabelinos. Para muchosvalientes marinos el Mar Caribe constituía un buencampo de caza donde ejercitar a sus anchas cualquierpropensión a las aventuras ¡[ícitas. Si en 1588 habíanayudado a deshacer la Invencible Armada, ahora roba-ban tesoros en las costas de la península española; siburlado con Drake a su Católica Majestad en Cádiz.ahora cerraban contra los españoles en sus remotas ciu-dades de ultramar, llenando así sus bolsas de doblonesespañoles y quebrantando incidental mente el poderíode Felipe para que no pudiese invadir a Inglaterra.Tampoco debemos equiparar estos marinos con losbucaneros de época posterior, porque los hombres deaquella generación eran de un carácter más austeroy fanático, siendo así que a menudo revestían sus he-chos más violentos con la sanción de sus creenciasreligiosas. Bien arrancaran de Africa a los gentiles, obien pillaran las flotas de la España católica romana,no hacían con ello sino entrar en posesión de «la he-rencia de los Santos». Juzgados según las ideas denuestro propio siglo, eran piratas y filibusteros, mas suscompatriotas consideraban justos y honrosos aquellosataques contra los españoles.

(1) Corbet: Drake y la marina de los Tudor, II. Caps. 1, 2, 11.

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El último de los grandes viajes de corso, cuyoejemplo había dado Drake, fué la expedición enviada aPuerto Rico por Lord George Clifford, Conde de Cum-berland, desde luego que las malhadadas expedicionesde Raleigh a Guayana en 1595 y en 1617 pertenecetlmás bien a la historia de la exploración y colonización.Una vez perdida gran parte de su considerable fortuna,Clifford, ~cortesano, jugador y bucanero,., aprovechó lacoyuntura que se le ofrecía para reponerse con el sa-queo de las colonias españolas; y durante un periodo dedoce años entre 1586 y 1598, casi año por año armó y

. a menudo mandó él mismo una expedición contra losespañoles. En su último y más esforzado empeñoequipó en 1598 veinte navios a propia costa, zarpó dePlymouth en marzo y el 6 de junio puso sitio a la ciu-dad de San Juan con el propósito de echar de allí a losespañoles y convertirla en fortaleza británica; pero aun-que capturada la plaza, la expedición hubo de parar enun fracaso, porque habiendo estallado una violentaepidemia. entre las tropas, mientras Clifford había sa-lido ya con algunos barcos hacia Flores para acecharla flota del tesoro, Sir Thomas Berkeley, a quien dejómandando en Puerto Rico, abandonó la isla y fué areunirse con el Conde (1).

Con todo, los ingleses del siglo XVII no ejercíanel monopolio de esta caza pirática: los franceses me-tían la mano por cuenta propia y los holandeses noiban muy a la zaga. En realidad, los franceses puedenalegar que abrieron el camino a los filibusteros isabe-linos, porque en la primera mitad del siglo XVII loscorsarios salían en enjambre para las Indias españolasdesde Dieppe, Brest y las Ciudades de la costa vasca.

El brillo de los áureos lingotes del Perú y los pá-lidos fulgores de las esmeraldas procedentes de lasmontañas de Nueva Granada, ejercían influencia hip-'nótica no sólo sobre los marineros rasos sino sobre losmercaderes y señores de gran riqueza. Nombrescoma los de Jean Terrier, Jacques Sore y François leClerc, este último llamado popularmente «Pie de Palolt

(I) Corbett: Los sucesores de Drake, cap. X.

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por los españoles, eran tan odiosos a los oídos deéstos, como los de los grandes capitanes ingleses. Aunantes de 1500 corsarios franceses merodeaban alrede-dor del Cabo de San Vicente y entre las Azores y lasCanarias, siendo tan temidas sus proezas y arrestos que.Colón al regreso de su tercer viaje en 1498 declaróhaber zarpado de la isla de Madera por una nueva rutapara evadir el encuentro con una flota francesa que laacechaba cerca del cabo de San Vicente (1); pero conel establecimiento del sistema de convoyes armados yla presencia de las flotas españolas en las costas deEuropa, los corsarios padecieron algunos penosos re-veses que lOS ¡orzaroll d l¡<iii::¡;¿r1¡ S~::; o¡¡er.::!c¡0:1e~ Il

aguas americanas. De alli en adelante los archivosespañoles abundan en referencias de ataques hechospor los franceses sobre la Habana, Santiago de Cuba,Santo Domingo, la tierra firme de Sur y Centro Amé-rica; y también abundan en solicitudes de las coloniasante Jas indolentes autoridades peninsulares para en-carecerles el envío de artillería, cruceros y municionesde guerra para su defensa (2) .

. Carta de 8 de abril de 1537, escrIta por Gonzalode Guzmán a la Emperatriz, nos suministra ciertos por-menores sobre las hazañas ejecutadas aquel año porun anónimo corsario francés, el cual había apresado ennoviembre de 1536 y en el puerto de Chagres, istmode Darién, un barco español cargado de caballos, pro-cedente de Santo Domingo, echado el cargamento alm:\r, desembarcado la tripulación y huido con la presa.Uno a dos meses más tarde apareció cerca de la Ha·bana y echó anclas en una pequeña bahía a pocas le·

(1) Marcel: Los corsarios franceses en el siglo XVII, pa¡ç-.7.Ya en 1501una real ordenanza española prescribia la construcciónde carracas para perseguir a los corsario s, y en 1513 se enviaronreales cédulas a los funcionarios de la Casa de Contratación paraordenarles el despacho de dos carabelas que guardasen las costasde Cuba y protegiesen la navegación española coetra los asaltos deloscorsarios franceses. (Ibid., pág. 8).

(2) Colecc. de doc de ultramar, tomos l, IV, VI. Due~-ré: Los Corsarios bajo el antiguo ré¡:imen, Apéndice II; Duro,op. cit., Apéndice XIV.

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guas de la ciudad. Como hubiese cinco barcos espa-'ñoles surtas en el puerto, los habitantes precisaron alos capitanes para que pusieran por obra la captura delpirata, prometiéndoles pagarles los buques caso deperderse. En consecuencia, zarparon tres navíos de200 toneladas cada uno con el objeto de emprender elataque, y por varios días mantuvieron los fuegos con-tra el corsario francés que siendo un patache de pococalado, se había internado en la bahí a fuera del al-cance de sus perseguidores. Al cabo cierta mañanase vió a los franceses haciendo fuerza de velas y remospara escapar del puerto; un buque español cortó suscables para ir en persecución suya, pero encontrandouna mar gruesa y viento contrario fué abandonado porsu tripulación que ganó la orilla en bote. Los dos bar-cos restantes fueron abandonados de análoga manera,en tanto que los franceses observando este nuevo sesgode la fortuna, volvieron a penetrar en la bahía y confacilidad se apoderaron de los tres buques a la ventura.Quemadas dos de las presas y armada la otra, los cor-sarios se dieron a la vela para cruzar en los estrechosde la Florida, ruta de los bajeles que regresaban de lasIndias Occidentales a ,España (1).

En verdad, estos corsarios no corrían siempre conidéntica fortuna. Una pandilla de ochenta que intentósaquear la villa de Santiago de Cuba fué rechazada conalguna pérdida por cierto Diego Pérez de Sevilla, capi-tán de un buque mercante armado entonces en el puerto,quien pidió más adelante que se le concediese unacota de armas en premio de sus servicios (2). Seisbarcos franceses atacaron en octubre de 1544 la ciudadde Santa María de los Remedios, cerca del Cabo de laVela, pero no lograron expugnarla a causa de la obsti-nada resistencia de los vecinos, bien que pocos mesesantes éstos se habían mostrado impotentes para preser-var sus hogares del pillaje y vístase en el caso de huira La Granjería de las Perlas en Río de la Hacha (3).

(1) Co!ece. de doc .... de ultramar, tomo VI, pág. 22.(2) lbid., pág. 23.(3) Maree!, op. cit., pág. 16.

43Ciertamente, no es de maravitlar que los defensores alcanzaran tan raras veces la victoria. Lasciudades españolas se hallaban mal provistas de for-talezas y cañones, y a menudo del todo sin municio-nes a soldados regulares. Por la común mediabamucha distancia entre los establecimientos coloniales, ylos habitantes en cuanto tenían noticia de la presenciadel enemigo, satisfechos de que carecían de medios deresistencia y con pocas probabilidades de ser socorri-dos, abandonaban sus hogares a merced de los filibus-teros, huyendo a las sierras y bosques con sus familiasy más caras pertenencias. Así, cuando en octubre de1554 otra banda de tresciemu,> è.0ï';c.. ic::; :aj'ó ~::O\)~f'! !ilinfortunada ciudad de Santiago de Cuba, les fué posiblemantenerla por treinta días y el saqueo les produjo80.000 piezas de a ocho (1). Pero el año siguientepresenció un evento aun más significativo. Por juliode 1555 el famoso capitán Jacques Sore desembarcódoscientos hombres de una carabela a media legua dela Habana, y antes de amanecer se puso en caminohacia la ciudad e hizo rendir el castillo. El gobernadorespañol tuvo tiempo para retirarse a tierra adentro, dondereuniendo una escasa fuerza de compatriotas suyosy de negros regresó por la noche para sorprender alos franceses, de los cuales perecieron quince a dieci-séis, quedando herido el mismo Sore, que en un accesode cólera ordenó la matanza de todos los prisioneros;quemó la catedral y el hospicio, saqueó las casas yarrasó la mayor parte de la ciudad. Embarcada toda laartillería en su barco, practicó varias incursiones por lacomarca, quemó unas cuantas haciendas y por fin zar-pó a comienzos de agosto. No hay noticia del montodel botfn, que debió ser enorme. Para rebosarles lacopa de hiel a los pobres vecinos, el 4 de octubre apa-reció en la costa otro buque francés, que había tenidoconocimiento de la visita de Sore y de la miserable si-tuación de los españoles. Desembarcaron varios cente-nares de hombres, saquearon las pocas haciendasahorradas por sus predecesores, derribaron a que-maron las casas que los españoles habían comenzado

ll) Colecc. de doc .... de ultramar, tomo VI, pli~. 360.

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a reconstruir y secuestraron una carabela cargada decorambre recién entrada en el puerto (1). Es ciertoque durante estos años hubo guerra casi constante enEuropa entre el Emperador y Francia, pero ello nojustifica del todo la actividad de los corsarios francesesen la América Española, porque también los enconotramos allí en afanoso ejercicio mientras la paz reinabaen su país: una vez sueltos los perros de mar era enextremo difícil sujetarlos de nuevo a la traílla.

Con el s/glo XVII se inicia una nueva era en lahistoria de las Ind/as Occidentales. Si en el XVI in-gleses, franceses y holandeses iban a la América tropi-cal como piratas en mares y países que pertenecían aotros. en el siglo siguiente se presentaban en calidad decolonizadores y pobladores permanentes. Los espa-ñoles, que habían explorado todo el círculo de las An-tillas antes de 1500, desde un principio descuidaron lasmenores por las mayores.-Cuba. Española. PuertoRico y jamalca-y por aquellas otras islas que comoTrinidad yacían cerca de tierra firme. Y cuando en1519 Cortés sali6 de Cuba a la conquista de México. ydoce años más tarde entró Pizarro en el Perú, los emi-grantes que dejabélJ1 a España en busca de fortuna enel Nuevo Mundo, se precipitaban hacia los vastos terri·tor/os que los conquistadores y sus tenientes habíansojuzgado en el continente. En consecuencia fué hacialas islas menores que forman los grupos de sotavento ybarlovento a donde los ingleses, franceses y holandesesacudieron primero a guisa de colonos. Medianas, ypor consiguiente ",fáciles de poblar, fáciles de despoblary repoblar; atractivas no s610a causa de su propia ri-queza, sino también como punto de partida hacia elvasto y rico continente cerca del cual estaban situadas~,estas islas se convirtieron en prendas de un juego dediplomacia y colonización prolongado por 150 años.

Más aun. en el siglo XVII la monarquía españolaestaba declinando con rapidez tanto en poderío como enprestigio, y Su imperio, aunque todavía formidable. noeclipsaba ya las otras naciones de Europa como en

(1) Co]ecc. de doc .... de ultramar, tomo VI, pág. 360.

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días de Carlos V y Felipe II. Francia. con los Borbo-nes en el trono\ iba entrando en una era de rápidaexpansión dentro y fuera del país, mientras los holan-deses. por la tregua de 1609, obtuvieron virtualmentela libertad por que habían luchado tanto tiempo. Lareina Isabel de Inglaterra había muerto en 1603 y susucesor Estuardo trocó la precedente política de rodeosy equilibrio entre Francia y España por otra de paz yconciliación. Los aristocráticos filibusteros que se ha·bían enriquecido devastando a las Indias españolasfueron sustituidos por una generación menos romántica,pero más negociante. que se dedicó al comercio y a laagricultura. En el sigio XVII;;e ::a!:!an hecho tentati-vas frustradas de colonización. Parece que los ho-landeses, que traficaban en las Indias Occidentales tana los principios como en 1542, habían adquirido algúnterreno en Guayana por 1580 (1); y los hugonotes fran-ceses, protegidos por el Almirante de Coligny, practica-ron tres tentativas infructuosas para establecer coloniasen el continente americano, una en el Brasil en 1555,otra cerca de Port Royal en la Carolina del Sur en 1562y dos años más tarde una tercera en el Río San Juanen Florida. El único esfuerzo británico en el siglo XVIconsistió en la vana empresa de Sir Gualterio Raleigh,entre 1585 y 1590 para fundar una colonia en la islaRoanoke. en la costa de la que es ahora la Carolinadel Norte. No fué sino en 1607 cuando se fundó enJamestone, Virginia, el primer establecimiento británicopermanente.

De 1609 a 1619 ingleses, holandeses y france-ses echaron las bases de numerosas estaciones en Gua-'yana, entre la desembocadura del Orinoco y la delAmazonas. Por 1621 se constituyó la Compañía ha·landesa de las Indias Occidentales, y pocos años des-pués se proyectó en Inglaterra la creación de una Com-pañía semejante. Entre las Antillas, Saint Kitts vióradicarse los primeros colonos ingleses en 1623. Ypasados dos años la isla fué formalmente dividida con

(1) Luca9: Geografía histórica de las colonias británicas, vol.II, págs. 37-50.

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los franceses, convirtiéndose así en el primer núcleo decolonización angla-francesa en aquellos parajes. Bar-badas fué colonizada en 1624-25. En 1628 colonosingleses de San Cristóbal (S1. Kitts), se extendieron aNevis y Barbuda, y transcurridos otros cuatro años aAntigua y Monserrate; mientras tan pronto como en1625 ingleses y holandeses tomaron posesión conjuntade Santa Cruz. Los fundadores franceses de la colo-nia de San Cristóbal ejercieron influencia sobre Riche-lieu para que crease una Compañía francesa de las In-dias Occidentales con el nombre de «Compañía de lasIslas· de América», bajo cuyos auspicios fueron coloni-zadas Guadalupe. Martinica y otras islas del grupo debarlovento de 1635 en adelante. Entre tanto los ho-landeses habían establecido de 1632 a 1634 estacionescomerciales en San Eustaquio, en el norte. yen Tobagoy Curazao en 'el sur, cerca del continente español.

Mientras se establecían estos centros de comercioy población en el propio centro de los mares españoles,los corsarios no se hallaban ociosos del todo. Al tra-tado de Vervins entre Francia y España en 1598 se lehabía agregado una cláusula restrictiva y secreta por lacual se convenía en que la paz no se extendería al surdel trópico de Cáncer y al este del meridian"O de lasAzores. Allende estas dos líneas llamadas «les lignesde l'enclos des Amitiés~, los buques franceses y es-pañoles podrían atacarse unos a otros y hacer buenapresa como en guerra declarada. Los ministros deEnrique IV comunicaron verbalmente esta restricción alos comerciantes de los puertos y en breve zarparon deDieppe. el Havre y Saint Malo numero.sos buques ar-madas en corso con destina a los mares occidentales (1).Los buques cargados con mercaderías de contraban-do no volvieron a salir hacia las Indias sino arma~dos como para enfrentársele a cualquier otro barco quese les interpusiera y muchos capitanes de navío re-nunciiuon por completo al tráfico mercantil por la másprovechosa y sensacional carrera del corso. Además,en los primeros años del siglo XVII flotas holandesas

(1) Weiss, op. cit., Il, pág.292.

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asolaban las costas de Chile y el Perú (1), mientras enel Brasil (2) y las Indias Occidentales constituía unnuevo azote para los españoles un segundo «Pie dePalo» que la era en esta ocasión el Almirante holandésPiet Heyn. Heyn era empleado de la Compañía Ho-landesa de las Indias Occidentales, que desde el añode 1623 en adelante llevó la guerra contra los españo-les a las posesiones ultramarinas de España y Portugal.Con una flota compuesta de veintiséis navíos y 3.300hombres, de los cuales era vicealmirante, se señalómucho en la captura de Bahía, -sede del poderío por-tugués en el Brasil. Análogas expediciones eran en-vlacia~ ë111uó.;¡I.\.,,~,: '/ r=6""'''i'lhan con los despojos de lascolonias suramericanas. En dos años la compañiadespachó hacia los mares de América el extraordinarionúmero de ochenta navíos, con 1.500 cañones y sobre9.000 marineros y soldados, y aunque Bahía fué recu-perada en breve los holandeses ocuparon por algúntiempo a Pernambuco, lo mismo que a San Juan dePuerto Rico en las Indias Occidentales (3). Por 1628Piet Heyn mandaba un escuadrón destinado a intercep-tar la flota del tesoro que zarpaba todos los años deVeracruz, rumbo a España. Con treinta y un navíos,700 cañones y casi 3.000 hombres recorrió la costaseptentrional de Cuba y el 8 de setiembre dió con supresa cerca del Cabo de San Antonio. Los españolescombatieron a la largo de la costa hasta ganar el ríode Matanzas, cerca de la Habana, en el cual penetra-ron con el objeto de encallar a los repletos galeones yescapar luego con las riquezas que pudieran. Los ho·landeses los persiguieron sin embargo, y la mayor par-te del rico cargamento ingresó en las arcas de la Com-pañía Holandesa de las Indias Occidentales. El oro,la plata, el añil, el azúcar y las maderas fueron vendi-dos en Holanda por quince millones de guilders y laCompañía pudo distribuir a sus accionistas un divi-

(1) Ouro, op. cit., III, cap. XVI; IV, caps. III, VIII.(2) Eh tr~ 1581y 1640 Portugal estuvo sometido a la corona

de Es¡.oaña, y el Brasil, colonia portuguesa, estaba en consecuenciadentro del radio de la influencia y administración españolas

(3) Blok: Historia del pueblo de Kederlandia, IV, pág, 36.

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dendo sin precedentes de 50 %. Aquella constituyó unaproeza que dos generaciones de marinos británicos sehablan propuesto en vano ejecutar, y el Infortunadogeneral español. don Juan de Benavides. rué preso alregresar a España y más tarde decapitado (1).

En 1639 el Consejo de guerra de las Indias con-ferencia con el Rey sobre medidas que deben tomarsecontra los buques Ingleses que practican la pirateríaen el Caribe (2); y el capitán WlIIiam Jackson, pro-visto de una amplia comisión emanada del Conde deWarwick (3) y con duplicados bajo el Gran Sellohizo una incursión en que emulaba las hazañas de SirFrancis Drake y los contemporáneos de éste. Saliendocon tres barcos y cosa de 1.100 hombres, la mayorparte allegados en Saint Kltts y Barbada, recorrió lacosta del continente desde Caracas a Honduras y sa-queó las Ciudades de Maracaibo y Trujillo. El 25 demarzo de 1643 echó anclas en la que es ahora elpuerto de Kingston en Jamaica. desembarcó unos 500hombres y tras porfiado combate y pérdida de cuarentade sus secuaces entró en la ciudad de Santiago de laVega. a la cual Impuso un rescate de 200 bueyes.10.000 libras de casabe y 7.000 piezas de a ocho.A muchos de los ingleses cautivó tanto la belleza y fer-tilidad de la isla que veintitrés de ellos se pasaron unanoche a los españoles (4).

Los dos primeros Estuardos, a semejanza de lagran reina predecesora de ellos. y no obstante una po-derosa facci6n española existente en la corte británica,contemplaban a las Indias con ojos envidiosos, comofuente de perennes riquezas para cualquier naci6n quepudiese apoderarse de ellas. Jaime I era sin duda un

(1) Blok: Historia del pueblo de Nederlandia, IV, pá¡:. 37.Duro, op. cit., IV, pág. 99; Gage, ed. 1.655, pago 80. '

(2) Museo Británico, Mss. adicionales, 36.325, NQ 10.(3) Robert Rich, Conde de Warwick, rué elevado eu 1642 a

la categoría de Almirante de la flota por orden del Parlaruento, yaunque destituido por Carlos [ lo rehabilitó el Parlamento el 1Qde julio.

(4) Museo Británico, Mss. de Sloane, 793 a ~94; ~1"". adicio-nales, 36.327, NQ 9.

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hombre pacífico, y a rafz de su advenimiento al tronochafa1l6 un tratado con los españoles, pero no abrigabala intención de renunciar a cualquier pretensión inglesasobre América por vana que fuese. Muy descontentodel tratado estaba Cornwallis, el nuevo Embajador enMadrid, cargo que la ponia en terreno ventajoso paraobservar cómodamente la confusión financiera y ad-ministrativa en que había caído España, no obstantesus riquezas coloniales; y así en carta dirigida a Cran-borne con fecha de 2 de julio de 1605 insinuaba queInglaterra no había perdido nunca mejor coyuntura degranjear honra y provecho que abandonando la guerracontra ~spaña, parque Feiipe y ::ou ï,,¡nu ,,::;;; hë.!!3bar.reducidos a tal extremo que con toda verosimilitud nohabrían podido resistir por espacio de dos años más» (l).Semejante opinión se encuentra reiterada en suscartas de los años siguientes, con la velada insinuaciónde que un ataque contra las Indias' sería después detodo la empresa más provechosa y política que pu-diera llevarse a cabo. Cuando en octubre de 1607Zúñiga, embajador de España en Londres, se quejabaante Jaime por el establecimiento de la nueva coloniaen Virginia, éste adujo que Virginia había sido descu-bierta por ingleses y que por consiguiente no caía bajola jurisdicción de Felipe; y una semana más tarde,aunque confesándole a Zúñiga que él pensaba que a losingleses no les asistía justicia para ir a Virginia, Salis-bury se negó sin embargo a prohibirles el viaje a aordenarles el regreso, porque al decir suyo ello hu-biera equivalido a reconocer que el Rey de España eradueño de todas las Indias (2). Una de las estipula-ciones de la tregua celebrada entre España y Holandaen 1609 establecía que los holandeses pudieran traficarlibremente durante nueve años en todos los lugares delas Indias Orientales y Occidentales, excepto los queestuvieran en posesión efectiva de los españoles a lacesación de las hostilidades; y de allí en adelante in-gleses y franceses tuvieron a mayor empeño alcanzar

(1) Papeles de Winwood, III págs. 75-77.(2) Brown; Génesis de los Estados Unidos, l, págs. 120-

25, 172.

'-- so --análogo privilegio. En 1625 el Procurador GeneralHeath presentó un memorial a la Corona sobre lasventajas que derivaban españoles y holandeses en lasIndias Occidentales y sosteniendo al propio tiempo queno era ni seguro ni útil para ellos el ser señores abso-lutos de aquellas regiones, por la cual aconsejaba quesu magestad interviniese de modo franco o permitiesehacerla bajo cuerda (1). En 1637 se renovaron enInglaterra las proposiciones para la fundación de unaCompañía de las Indias Occidentales cual única formade obtener participación en las riquezas de América,para ello se sugirió que se ocupase algún puerto con-veniente, base segura desde donde pudiese despojarseal comercio español en tierra yagua, y que los em-pleados de la Compañía fueran autorizados para con-quistar y ocupar cualquier parte de las Indias Occiden-tales, para construir buques, reunir soldados y municio-nes de guerra y ejercer represalias (2). El templede los ingleses de esta época se reveló de nuevo en1640, cuando el Embajador de España, Alonso deCárdenas, protestó antes Carlos I por ciertos navíosque los condes de Warwick y Marlborough enviaban alas Indias Occidentales con el propósito, según Cárde-nas, de ejercer hostilidades contra los españoles. Pare-ce que el Conde de Warwick alegaba haber recibidograndes perjuicios de los últimos y amenazaba conreponer sus pérdidas a expensas de ellos. Procuró alefecto una amplia patente del monarca, que le concedióel derecho de traficar en las Indias Occidentales y de(acometer» a los que se le opusieran. Amparado poresta comisión el Conde de Marlborough se iba a dar ala vela con tres o cuatro navíos armados, y Cárdenasle rogó al Rey que lo detuviese hasta que diera seguri-dad de no cometer actos de violencia contra la naciónespañola_ La solicitud tué pasada a una junta de Lo-res quienes llegaron a la conclusión de que como la paznunca había sido estrictamente observada por una niotra nación en las Indias. no pedirían seguridad algu-na al Conde. El Secretario Windebank cerraba su

(1) Calendario de Pllpe)es <leEstado, serie colonial, 15ï4-1660.(2) Calendario de Papeles de Estado, serie colonial, 15ï4-lé69.

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tarta a Sir Arthur Hopton; «Importa poco que los es-pañoles consideren a no razonable esta decisión».

Durante el siglo y medio que va de 1500 a 1650los españoles no se mostraron en modo alguno pasivoso indiferentes ante los ataques hechos a su autoridad ycrédito en el Nuevo Mundo, por donde correspondíancon creces a las hostilidades de los marinos del norte y¡ay! del intérlope extranjero a del corsario que cayeseentre sus garras. Cuando Enriq ue Il de Francia dictóen 1557 la orden de que los prisioneros españolesfuesen condenados a galeras, el gobierno de España~.:::~':!-5 ,,,, rpprp.<;¡\lia a sus capitanes de mar queaplicasen igual tratamiento a los cautivos francesessalvo que los capitanes, pilotos y oficiales cogidosen la navegación de las Indias debían ser ahorcados aechados a] agua (1). El gobernador de Cumaná ha-bía propuesto al Rey en diciembre de 1600 la ingenio-sa traza de envenenar la sal, a guisa de medio para quelos buques holandeses e ingleses huyeran de las salinasde Araya, consejo que parece no haber sido aplicado,bien que a los pocos años, una flota española com-puesta de catorce galeones y enviada de L:sboa, sor-prendió y quemó en 1605 diecinueve navíos holandesesque estaban cargando sal en Araya y mató a la mayorparte de los prisioneros (2). En 1604 el Embajadorveneciano en Londres comunicaba «la noticia de quelos españoles habían capturado en las Indias Occiden-tales dos bajeles ingleses, cortado las manos, pies yorejas de los tripulantes, untado a éstos con mie! yatádolos a árboles para que los torturasen las moscas yotros insectos. Los españoles alegan aquí,-continúa elEmbajador-que aquellos eran piratas, no mercaderesy que ellos no sabían nada de la paz; pero la atroci-dad hace que la gente ponga aq uí el grito en el cielo (3).Edmondes, Embajador británico en Bruselas, en cartade 22 de junio de 1606 para Cornwallis, habla de un

(1) Duro, op. cit. II, pág. 462.(2) Dura, op. cil., III, págs. 236-37.

(3) Calendario de Papeles de Hstado. Veneciano, 160307,pág. 99.

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navío de Londres enviado ¡1 comerciar én Virginia yque habiendo arribado a un río de la Florida para ha-cer aguada, fué sorprendido allí por los barcos espa-ñoles de la Habana que maltrataron a los tripulantes yconfiscaron el cargamento (1). Y a poco de esto eibuque del capitán Chaloner en viaje a Virginia fuécapturado por los españoles en las Indias Occidentales,y la tripulación enviada a consumirse en las mazmo-rras de Sevilla a condenada a galeras

También por medio de ataques contra algunascolonias británicas, los españoles daban a sus amena-zas una forma más efectiva; así, practicaban frecuentesincursiones a los asientos holandeses e ingleses deGuayana (2), y del 8 al 18 de setiembre de 1629 unaescuadra española con más de 30 velas, mandada pordon Federico de Toledo, casi aniquil6 la colonia fran-co-inglesa de Saint Kitts; nueve navíos ingleses fueroncapturados, y los establecimientos reducidos a cenizas.Los habitantes franceses abandonaron temporalmentela isla, embarcándose para Antigua, pero de los inglesesunos 550 fueron llevados a Cartagena y Habana, don-de se les embarcó hacia Inglaterra, y todos los demáshuyeron a las sierras y bosques (3). Sin embargo,a los tres meses de haber partido los españoles, losdispersos colonos habían regresado y restablecido elasiento. La isla de Providencia y su vecina Henrietta,situadas cerca de la costa de Mosquitos. se hallabanespecialmente expuestas a los ataques españoles (4).en tanto que cerca de la costa norte de la Española laisla de Tortuga. colonizada por la misma compañía in-glesa, era objeto de constantes asaltos por parte de sushostiles vecinos. Una escuadra española procedentede Tierra Firme atacó en julio de 1635 la isla de

el} Papeles de Winwood, H, pág. 233.(2) Museo Británico, Ms". adicionales, 36.319, n9 7; 36.320,

nQ 8; 36.321, n? 24; 36.322, nQ 23.

(3) Calendario de Papeles de Estado, serie colonial, 1~74-1660;-1629, 5 Y 30 de noviembre; 1630, 29 de julio.

(4) Gage vi6 en Cartagena como unos doce prisioneros in-gleses capturados por los españoles en el mar, y pertenecientes ala colonia de la isla de Providencia.

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Providencia, pero no siéndole posible el desembarcoentre las rocas, tras cinco días de refriega fué rechaza-da «considerablemente maltrecha,. por los fuegos delfuerte (1). A causa de estos agravios y de otros quese preveían, la Compañía de Providencia alcanzó delRey la libertad de «hacerse justicia a sí misma,. me-diante represalias, y durante los seis años siguIentesmantuvo numerosos baJeles depredando el comercioespañol en aquellas aguas, ante \0 cual el Rey Felipese propuso con más empeño [a destruccl6n de la colo-nIa (2), bien que esperase hasta principios del veranode 1641 ;;:.;anè~ el ge'1eral de los qaleones, don Fran-cisco Diez de Pimienta. con doce velas y 2.000 hom-bres cayó sobre ella, arras6 las fortificaciones y sellevó a todos los ingleses, en número como de 770,junto con cuarenta cañones y medio millón de bo-tín (3). Justamente diez años más tarde una fuerzade 800 hombres de Puerto Rico invadió la isla de SantaCruz de donde los holandeses habían sido expulsadospor los ingleses en 1646, mataron al gobernador britá-nico y más de 100 colonos, capturaron dos navlos enel puerto y quemaron y pillaron la mayor parte de lashaciendas. El resto de los habitantes escapó a lasselvas, y tras la partida de [os españoles abandonaronla colonia por Saint Kitts y otras islal> (4).

(1) Calendario de Papeles de Estado, serie colonial, 1574-11)60;-16~5, 19de marzo; 1636, 26 de marzo.

(2) Museo <¡ritánico, MSS. adicionales, 36.323, IIÇ 10.(3) Duro, tomo IV, pág. 339; cf. también en la Biblioteca Bad·

biana:-"Carta escrita sobre el caso en los Países Bajos, etc. A laque se agregan avisos de diversos lugares sobre la tailla de la IslaProvidencia capturada por los e,pañoles a los ingleses. Impresapor Nath Butter, marzo 22, 1641.

,Por un aviso tengo carta deCartagena. fecha tI 14 de setiem.bre, donde dicen que los galeont:s estaban cargados de plata ylistos para zarpar el 6 de octubre. El general de los galeoues lla-mado Francisco Díez Pimienta, había estado primeramente en elm~s de julio con más de 3.000 hombres y todos sus buques en laisla de Sanía Catalina, donde cogió y cargó con ellos a todos losingleses y arras6 los fuertes, dentro de los cuales' encontró 600negros, mucho oro e índigo de modo que la presa se estimóen más de medio mill6u .•

(4) MSB. RawlÏnson A. 32.279: 31.121.

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CAPITULO II

ORfoENES DE LOS BUCANEROS

A los forasteros que visitaban las grandes islashispánicas de la Española, Jamaica a Puerto Rico,durante la segunda mitad del siglo XVI y a comienzosdel XVII, solía lIamarles la atención el extraordinarionúmero de ganado vacuno y de cerdos salvajes quemerodeaban en ellas y los cuales procedían de anima-les domésticos llevados originariamente de España,porque así como en las grandes Antillas iban mer-mando los aborígenes bajo el pesado yugo de sus con-quistadores y los mismos españoles abandonaban lasAntillas atraídos por las riquezas del continente, redu-cíase la extensión de tierras cultivadas, y el ganadovacuno, los cerdos, los caballos y aun los perros con-vertidos en montaraces, se propagaban con tanta ra-pidez, que pronto llenaron Jas vastas sabanas y densosbosques que cubrían la mayor parte de aquellas islas.Los españoles no se establecieron nunca en la riberaseptentrional de la Española y es probable que desdeun principio acostumbraran tocar allí buques contra-bandistas carentes de vituallas, de modo que la dila-tada porción de costas desiertas. el buen anclaje y laabundancia de provisiones de semejante ribera no de-jarían de inducir en algunos el propósito de radicar-se. Andando el tiempo se encontraban allí grupos dis-persos de cazadores, franceses y británicos principal-mente, que se ganaban la vida con la dura faena dematar ganado selvático para quitarle la piel, y curan-do la carne para suplir a las necesidades de los buquesde paso. El origen de estos hombres no es conocido;acaso fueran desertores de barcos, tripulantes de na-ves náufragas y aun probables cimarrones. En todocaso. el atractivo de su semisalvaje e independientegénero de vida debió atraer pronto a otros: estable-

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cléndose una especie de tráfico regular entre ellos yJas ubicuos mercadantes holandeses a quienes suplíande cueros, sebo y carne en tasajo a trueco de los es-casos víveres ordinarios y de los objetos de comodi-dad que necesitaban Su número aumentó en 1629con los colonos que huyeron de Saint Kitts ante la pre-sencia de don Federico de Toledo, muchos de los cua-les se establecieron de modo definitivo porque ha-ciendo vida común con los cazadores hallaron ser muyfácil la manutención y muy ricas y variadas las condi-ciones naturales de la isla.

Y¡;.cc. ::! :-:(:~~",d"ri!' 1" Española ulla isla media-na y roqueña como de ocho leguas de largo y dos deanchura, separada de su gran vecina por un angostocanal. Desde la ribera de la Española la isla semejauna mostruosa tortuga flotando sobre las aguas, pordonde los españoles la llamaron Tortuga. Tan monta-ñosa e inaccesible en su parte septentrional que sela llamó Côte-de-Fer y con sólo un puerto al sur,ofreCÍa un refugio conveniente para Jas cazadores fran·ceses e ingleses caso de molestarlos los españoles. Esprobable que estos cazadores acudieran a Tortuga an-tes de 1630 porque hay noticia de haber sido enviadadesde la Española, una expedición armada contrala isla en 1630 o 1631, y del reparto del despojo he-cho al regreso en la ciudad de Santo Domingo (1).Parece haber sido entonces cuando los españoles de·jaron en Tortuga un oficial con veinte y ocho solda-dos, escasa guarnición que según Charlevoix, fué· en-contrada allí al retorno de los cazadores. Los soldadosespañoles se hallaban ya cansados de su destierro enaquella roca solitaria e inhóspite y )a desocuparon conla misma satisfacción con que franceses e inglesesreasumieron su ocupación. Por la que dicen ciertosdocumentos de los archivos coloniales británicos pue-de colegirse que desde el principio predominaron losingleses en la nueva colonia, donde ejercian autoridadcasi absoluta. En las minutas de la Compañía deProvidencia consta con fecha de 19 de mayo de 1631que una comisión fué «nombrada para tratar con los

(1) Bibliothèque Nationale, nuevas adquisiciones, 9.354, f. 48.

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agentes de una colonia como de 150 personas. esta-blecida en Tortugn (1); y unas semanas después que«los colonos de la isla de Tortuga deseaban que laComparHa los tomase bajo su protección y que se en-cargase de fortificar la isla, mediante una vigésimaparte de los productos anualmente recogidos allí» (2).Al propio tiempo el duque de Holland, gobernador dela Compañía, y sus socios solicitaron del Rey unaampliación de su privilegio. «sólo de 3 ó 4 grados delatitud norte, para evitar toda duda sobre si una delas Islas (Tortuga) estaba comprendida en su primi-tiva concesión« (3). Aunque en la región de las In·dlas Occidentales habla varJas Islas llamadas Tortuga,todas las pruebas conducen a Identificar la isla men-cIonada en esta solicItud con la Tortuga cercana a lacosta septentrIonal de la Española (4).

La Compañía de Providencia aceptó la oferta delos colonos de Tortuga y envió un barco para refor-zar el reducido establecimiento con seis piezas deartillería, un acopio de municiones y víveres y ciertonúmero de aprendices o engagés. Cierto capitán Hil-ton fué nombrado gobernador, sirviéndole. de suplenteel capitán Cristóbal Wormeley, para caso de muerte oausencia suya, y el nombre de la isla trocóse deTortuga en Asociación (5). Aunque consistente porsu mayor parte en sierras cubiertas de altos bosquesde cedro, la isla contenía a sur y oeste extensas saba-

(1) Calendario de Papeles de Estado, serie colonial, 1.574-1660, pág. 130. Esta Compañía babía sidc organizada bajo el nolU-bre de .El Gobernador y Compañía de Aventureros para las la-branzas de las Islas de Providencia, Henrieta e islas adyacentes,entre los grados 10 y 20 de latitud norte y 290 Y 310 grados delongitud •. La escritura de asociación estâ fechada el4 de diciem-bre de 1630;(ióid., pâg. 123)_

(2) Ibid., plig. 131.(3) ¡bid.(4) La identidad fuê seiialada primero por Pierre de Vai8siè·

re en su reciente libro: .Saint Oorningue (1669·1789).• La ~ocietéet la vie crêoles sous l'ancien rêgiUle •. París, 1909,plig. 7.

(5) Calendario de Papeles de Estado, serie colonial, 1574-1660, págs. 131-33.

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nas que en breve atrajeron a labradores tanto comoa cazadores. Algunos de los habitantes de Saint Kitts,mortificados por las discusiones entre franceses y bri-tánicos y halagados por informes sobre la quietud yabundancia de Tortuga. se trasladaron a la nueva co-lonia, aunque probablemente el establecimiento fuésiempre muy pobre y se mantuvo en lucha, porque en1634 la Compañía de Providencia recibió noticia deque el capitán Hilton trataba de abandonar la isla.arrastrando consigo a la mayor parte de los vecinos.También se hizo necesario que desde Inglaterra seenviase una declaración a los colonos para asegu-rarles privilegios especiales de comercio y domlciiiûy para dlsuadlrlos de la Idea de «cambiar ciertosmedios de aprovechamiento, ya descublertos, por es-peranzas inciertas sugeridas por la fantasía a la per-suaci6nll (1). En realidad el dilema de permanecera partir quedó resuelto en breve para los colonos,sin que en ello interviniese su voluntad, porque endiciembre de 1634 una tropa hispánica procedente dela Española invadió la isla y echó de ella a todoslos franceses y británicos encontrados allí. Pareceque un irlandés llamado don Juan Morf (JohnMurphl7) (2). que había sido sargento mayor en Tor-tUJa. hubo de desavenirse con el régimm implan-tado allf y huyó a Cartagena. El gobernador de Car-tagena la envió a presencia de don Gabriel de Gaves,Presidente de la Audiencia de Santo Domingo, cre·yendo que con los informes que el renegado podíasuministrades, las autoridades de Santo Domingo es-tarían en capacidad de expeler a los extranjeros. Peroel Presidente de Santo. Domingo murió tres mesesmás tarde sin emprender nada. quedando a cargo desu sucesor la práctica del proyecto. Con los informesde Murphy y los obtenidos de algunos prisioneros, elnuevo Presidente de la Audiencia envió 250 infantes,a las órdenes de Ruy Fernández de Fuenmayor para

(1) [bid., págs. 174-175.(2) Probablemente el mismo don Juan de Morfa Giraldino,

almirante de la flota que atac6 a Tortuga en 1654. Cj. Duro,op., cit., V. pág. 35.

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que se apoderase de la isla (1). Según el relatoespañol, para entonces había en Tortuga 600 hom-bres sobre las armas, además de esclavos, mujeres yniños. El puerto estaba dominado por una bateríade seis cañones. Los invasores se acercaron a la islapoco antes del alba, mas por impericia del piloto todala armadilla encalló en unos arrecifes próximos a laplaya. Más o menos con treinta de sus soldados RuyFernández logró llegar a tierra en canoas, capturó elfuerte sin dificultad y aunque su gente era tan escasadispersó un cuerpo enemigo que se acercaba con elgobernador británico a la cabeza para recuperar elbaluarte. El gobernador fué uno de los primeros queyeron en la lucha, apuñalado, al decir de los espa-ñoles. por el irlandés, que tomó parte activa en lajornada y combatió al lado de Ruy Fernández. Entre-tanto, creyenào que no les era posible sostener la isla,alguno de los habitantes recobraron el fuerte, clavaronlos cañones y trasladaron los depósitos a varios bu-ques estantes en el puerto que se dieron a la vela,dejando sólo dos botes desmantelados y un patachecomo presa de los españoles. Reforzado por 200 desus soldados que habían logrado escapar de la enca-llada armadilla, Ruy Fernández se encaminó a la co-lonia y como encontrase cerrado el paso por otrocuerpo de varios centenares de ingleses lo dispersótambién e hizo setenta prisioneros. A raíz de ello lascasas fueron entradas a saco y las siembras de tabacoquemadas por la soldadesca. Los españoles regresarona Santo Domingo con cuatro banderas capturadas, lasseis piezas de artillería y 180 mosquetes (2).

(1) Ruy F'ernándcz de Fllenmayor fué Gohernador y Capi-tán General de la Provincia de Veoezllela en t6l2. (f. /Juro-op. cil, IV, pág. 341, nota 2.

(2) Museo Británico, ~lSS. adicionales, 13.977, f. 505.Según las minntas de la Compaíi:a de Providencia, cierto Mr.Perry, recién llegado de Asociación, informó el 19 de marzo de1635 que la isla habia sido sorprendida por los españoles (Calen.dario de Papeles de Estado, serie colonial, 1574-t660, pá¡¡. 200),noticia confirmada por la señora Filby, ellO de abril en otrajunta de la Compañía, cuando ua causa de su cobardía y negli-

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No parece que la ocupación española hubieradurado largo tiempo, porque el siguiente mes de abrilla Compañia de Providencia nombró al capitán Ni-colás Riskinner gobernador de Tortuga, en lugar deWormeley. y en febrero de 1636 tuvo noticias de queRiskinner se hallaba en posesión de la isla (1). Másaun, dos vecinos recién llegados de la colonia in-formaron a la Compañía que en el establecimiento secontaban entonces unos 80 ingleses, amén de 150negros. Es evidente que la mayor parte de los colonoseran cazadores de ganado porque ellos aseguraron a laCunJp¡'¡¡:':' q:.:c ~"'<'pr~ posible suplir a Tortuga con 200reses mensuales de la Española y que allí venàerianterneras a veinte chelines por cabeza (2). Sin embar-go, en junta celebrada más tarde por los aventureros el20 de enero de 1637 se deshizo de súbito un proyectopara el envío de más hombres y municiones a la isla«al saberse que los habilantes la habían abandonado ytrasladádose a la Española» (3). Durante los tres añossiguientes los archivos de Providencia guardan silencioacerca de Tortuga, bien que algunos franceses debieronpermanecer en la isla porque Charl~voix nos dice queen 1638 el general de los galeones cayó sobre la colo-nia, pasó a cuchillo a cuantos no lograron escapar asierras y bosques y destruyó de nuevo todas las vi-viendas (4) Persuadidos de que los cazadores nose expondrían a la repetición de semejante tratamiento,los españoles prescindieron de dejar guarnición, y asíunos cuantos franceses dispersos regresaron gradual-mente a sus arruinados hogares. Parece haber sidopor esta época cuando el Presidente de Santo Domin-go formó un cuerpo de 500 lanceros para echar a los

gencia en la defensa de la isla., el capitán \Yorlllely fue despo-jado formalmente de su cargo de Gobernador y desterrado de lacolonia. (Ibid, pág. 201).

(1) Museo Británico, Mss. adicionales, 13.977, págs. 222-23.(2) Ibid., págs. 226-27, 235.(3) ¡bid., págs. 226,233,235-37, 244.

(4) Carlevoix: Histoire de .... Saint DOl1lil1f{ue,lib. VIl.-págs.9-l0. Duro repite esta versión (op. cit .• V, p. 34Î, Y dice queel general D. Carlos Ibarra condujo a los españoles.

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intrusos de la Española. Estos lanceros, cuya mitadse mantenía siempre en campaña, se hallaban dividi-dos en compañías de a cincuenta hombres cada una.por lo cual los franceses los llamaban «cinquentaines~.Batiendo selvas y sabanas esta policía española ata-caba a los cazadores aislados dondequiera que diesecon ellos y constituyó un elemento de importancia enla constante hostilidad de los colonos franceses y es-pañoles por la restante del siglo (1).

Mientras tanto, algo después de la incursión espa-ñola de 1638, un aventurero británico reunió un cuer-po de 300 de sus compatriotas en la Isla de Nervis,cerca de Saint Kltts, y desembarcando en Tortuga des·poseyó a los pocos franceses que vivían en la Isla.Según relatos franceses, fué recibido amistosamente porlos vecinos con quienes vivió cuatro meses, tras la cualvolvió contra sus huéspedes, desarmólos y los desterróa la orilla frontera de la Española. Algunos se trasla-daron a Saint Kitts y presentaron su queja a M. dePoincy, gobernador general de las islas francesas,quien aprovechó la coyuntura para enviar un goberna-dor francés a Tortuga. Por entonces residía en SaintKiUs un caballero hugonote llamado Levasseur, quehabía sido camarada de d'Esnambuc cuando este últi-mo colonizó la isla en 1625, y que tras una breve vi-sita a Francia había regresado y hecho fortuna en elcomercio. Hombre de valor y mando lo mismo quehábil ingeniero, cobró pronto ascendiente en los conse-jos de de Poincy; pero a fuer de calvinista le granjeabaal gobernador las amonestaciones de la madre patria,de modo que de de Poincy se propuso deshacerse desu presencia, ya incómoda, enviándolo a someter laTortuga. Levasseur recibió su nombramiento de ma-nos de de Poincy en mayo de 1640, reunió cuarenta ocincuenta secuaces, todos calvinistas, y zarpó en unabarca hacia la Española. Se estableció en Port Mar-got, como a cinco leguas de Tortuga y entró en rela-ciones amistosas con sus vecinos ingleses; mas comosólo estaba a caza de oportunidad. el último de agosto

(1) CarJevoix, op. cil., lib. VII, pág. lO; BibI. Nat., nue.vasadquisiciones, 9.334, pág. 48 Y sigts.

-61. ...•..de 1640 Y a pretexto de que los Ingleses habían mal-tratado a algunos de sus secuaces y secuestrado unbajel enviado por de de Poincy en busca de provisio-nes, invadió de súbito la isla, apenas con 49 hombresy capturó al gobernador. Los habitantes se retiraron ala Española, pero a pocos días de allí regresaron y si-tiaron a Levasseur durante diez días, al cabo de loscuales, viendo que no podían desalojarlo, se dieron a lavela con toda su gente, rumbo a la isla de Provi-dencia. (1)

Acaso temeroso de otra invasiÓn española. Leva-!iseur procedi6 sin pérdida de tiempo a poner la coloniaen estado de defensa. Aunque el puerto cie Tudugano pasaba de ser una ensenada, ofrecía buen anclaje enun fondo de arena fina, y sus entradas podían guar-darse con facilidad desde una colina a promontorio quedominaba el desembarcadero. La cumbre de aquellacolina, situada a 500 6 600 pasos de la orilla, era unaplataforma llana sobre la cual se erguía una escarpadaroca de unos 30 pies de alto. A nueve a diez pasosde la base de la roca manaba una fuente perenne deagua dulce, ventajas naturales de que el nuevo gober-nador sac6 al punto el mejor partido. La plataformala dividi6 en terrazas con medios para acomodar varioscentenares de hombres; en el tope de la roca cons-truyó su casa de habitación y un almacén y montó unabatería de dos cañones; el único acceso a la roca con-sistía en un angosto sendero. más de la mitad de cu-yos escalones habían sido cortados en la piedra viva,

(1) Charlevoix, op. cil., lib. VII, págs. 10-12; Vaissière, op.cil., Apéndice l. (.Memoria enviada a los señores de la Compañíade las Islas de América por M. de Poincy, el 15 de noviembre de1640.).

Según los registros de la Compañía de Providencia, Tortugatenía 300 habitantes en 1640. Cierto capitán Fload, que habíasido gobernador, se hallaba entonces en Londres jnstificlindosede ('ar¡:-05que le imputaban los colol1os, mientras el capitánJames ejerda autoridad COIDO .Presidente. de la isla. (Calendariode Papeles de E;stado, serie colonial, 1574-1660, págs. 313-314).-Acaso fuese F10ad el .capitán inglés. aludido en la memoria dede Poincy. Parece que SIl tiránico gobierno afligió tanto a ingle-ses como a franceses.

'f el resto del ascenso se practicaba mediante unaescala de hierro que podía levantarse a bajarse confacilidad (1). Afectadamente el gobernador designa-ba con el nombre de ~mi palomera~ aquella diminutafortaleza donde le era dado descansar como en seguro,pero no bien concluida la palomera los españoles deSanto Domingo resolvielOll destruir en 1643 el nacIentepoderío de su vecino y al efecto enviaron contra Le-vasseur una fuerza de 500 ó 600 ho~nbres, que cuandotrataron de desembarcar a medio tiro de la costa, fue-ron saludados por el fuerte con una descarga de artille-ría que hundió a uno de los bajeles y obligó a los otrosa retirarse. Los españoles se replegaron a un puntúdos leguas a sotavento, donde lograron desembarcar,para caer en una emboscada puesta por Levasseur,perdiendo, según relatos franceses, de 100 a 200hombres. tras la cual huyeron a sus buques y regresa-ron a la Española. Con esta victoria se extendió elnombre de Levasseur por todas las islas y durante diezaños los españoles no hicieron nuevas tentativas paradesalojar la colonia francesa (2).

Entonces acudieron en mayor número a Tortugalabradores, cazadores y corsarios. Los cazadores, queutilizaban el islote como simple centro de abastos yrefugio en momentos de peligro, penetraron conmás audacia que nunca en el interior de la Espa-ñola, saqueando a su paso las haciendas y estable-ciendo colonias en la costa septentrional en PortMargot y en Port de Pail{. Tras de recorrer y pillarlas costas españolas, los corsarios se retiraban a Tor-tuga para reparar sus barcos y vender el producto dela rapiña. Se cultivaba el tabaco y el azúcar y aun-que el suelo no ofrecía nunca tan abundantes cose-chas como en las otras islas, buques mercantes, ha·landeses y franceses, surgían alli con frecuencia ensolicitud de esos artículos, y en especial de la coram-bre preparada por los cazadores, dando en truecoaguardiente. fusiles, pólvora y paños, siendo así qUEt

(1) Dutertre: Histoire gl!néraJe ùes AntiJ1e~, t. l, p. 171.(~) Charlevoix, op. ,il., lib. VII, págs. 12-13.

bajo la activa y segura administración de Levasseur,Tortuga gozó de una prosperidad que casi rivalizabacon la de las colonias francesas de las islas de so·tavento.

Aunque habitualmente aplicado a los' corsaríosque en el siglo XVII asolaban las posesiones españo-las en las Indias Occidentales y los mares del sur,el término «bucanero» debería en realidad circunscri-birse a los cazadores de ganados del oeste y elnoroeste de la Española, que CLlraban la carne delos animales cerriles por un método aprendido de losindios caribes. Cortada la carne en largas tiras la•.."Jnr"lh",n pn l1n'l rilrrillél n z;:¡rz() hecho de varasverdes donde se secaba a un fuego lento de leñaalimentado con huesos y re!ieves de cuero, adqui.riendo la carne un sabor excelente y un hermosodorado. Los indios llamaban «bucan» el sitio dondeahumaban la carne y a causa de la pobrezl del idio-ma se aplicó el mismo término al aparejo a pa-rrilla que servía para secar/a. Con el transcurso deltiempo la carne seca fué conocida con el nombre de«viande boucanné», y los propios cazadores con el de«boucaniers» a «bouccaneers». Cuando por circunstan-cias ulteriores los cazadores ejercieron a un tiemposu comercio de carne y cueros con la piratería, elnombre fué peràiendo gradualmente su signHicaciónprimitiva y adquirió, por la menos en lengua inglesa.su moderna y más conocida acepción de corsario afilibustero. Parece, sin embargo, que los aventurerosfranceses limitaron siempre la palabra cebucanicrJ¡ asu sentido propio de cazador y curador de carne. pordonde cuando se convirtieron en corsarios se dió elcurioso contraste de que adoptaran un nombre inglés.llamándose «flibustiers», forma que los marinerosfranceses daban a la palabra inglesa "freebooteer» (1).

Los bucaneros a corsaríos de las Antillas debie-ron tanto su origen como su nombre a los cazadores

(1) En esta monografía se emplea siempre la palabra buca-nero con la significación de cOlsario y filibustero, y no con lade cazador de g;¡nado vacuno y cerdos que tuvo en la Española yTortuga.

-64-de bovinos y cerdos de Española y Tortuga. Es In·dudable que muchos de los espfritus más turbulentose inquietos de la~ islas menores pertenecientes a losgrupos de barlovento y sotavento se afiliaron a estahermandad pirática a que al menos se prestaban gus-tosos a participar en cualquier correría ocasional con-tra sus vecinos los españoles. Sabemos que en 1642Jackson no tuvo dificultad en reunir 700 u 800hombres en Barbada y San Cristóbal para su infaustaexpedición sobre el continente, y cuando en años pos-teriores practicaban los franceses sus periódicas inva-siones a los asientos holandeses de Tobago, Curaçao,y San Eustaquio, siempre encontraron en sus coloniasde Martinica y Guadalupe bucaneros en bastante núme-ro y ansiosos de engrosar sus tripulaciones. Con todoparece aceptado general mente por los jesuítas histo-riadores de las Antillas-escritores de que casi depen-den nuestras noticias sobre los orígenes de los buca-neros-que los corsarios tenían su centro y núcleo en-tre los cazadores que infectaban las costas de la Espa-ñola. Entre el cazador y el pirata no existfa una lí-nea divisoria infranqueable; un mismo sujeto se ocu-paba en matar reses y piratear, sacudiendo la mono-tonía de una ocupación con el ejercicio eventual dela otra y en uno y otro caso vivía en constante ene-miga con los españoles. Andando el tiempo, el marla sustrajo más y más de sus antiguos quehaceres yaun los colonos que comenzaban a incorporarseen los nuevos establecimientos se sentían irresistible-mente arrastrados por el corso contra los españoles.En todo tiempo han ejercido atracción sobre las ima-ginaciones aventureras los grandes extremos de for-tuna semejantes a aquellos a que estaban sujetos losbucaneros. Fué el propio señuelo la que arrastró alos «fortyniners~ hacia California, y en 1897, a losbuscadores de oro hacia el Klondyke canadiense.

Si a menudo eran arduos los trabajos padecidos,bien los valía el premio por conquistar; si voluble undía, la suerte puede mostrarse munífica al siguiente,y los bucaneros sofocados al calor de los ma-res tropicales y con el hambre pintada en el ros-

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tro, lofiaban en la riqueza fantástica de un bajelespañol. Especialmente, para los cazadores debla serintensa semejante tentación, porque su modo de vivirera duro de toda dureza. Recorrían los bosques du-rante el día con sus perros y aprendices y por lanoche dormfan al aire libre a en un cobertizo cons-truido de prisa con hojas y pieles, que les servia decasa y al que bautizaban con el nombre Indiano de aju-pa a barbacoa. Sus trajes eran sencillísimos: pantalonesde tela burda. y camisa por fuera. ambas prendas tanennegrecidas y manchadas de sangre y pringue de losanimales muertos, que parecían alquitranadas (de toilegoudronée) (1). La (;!1!Hls¡;. cefiida ("on un;:¡ faja decuero crudo que sostenía a un lado tres a cua-tro cuchillos grandes y al otro una bolsa para pól-vora y plomo. Una gorra de visera puntiaguda,toscos zapatos de cuero de vaca a de cerdo he-chos de una sola pieza y atados a los pies, y unfusil corto de gran calibre completaban el grotescoarreo del cazador. Con frecuencia llevaba enrollado ala cintura un saco de malla en que se metla por lanoche para evitar los infecciosos mosquitos; con plau-sible regularidad. él y sus aprendices se levantabantemprano por la mañana y sallan de caza a pie, sinprobar alimento alguno hasta que habían matado ydesollado tantas vacas a puercos cerreros como indi-viduos formaban la partida. 'Después de despellejadoel último animal el cabecilla quebrantaba los huesosmás tiernos de aquél y con el tuétano cocía una ollapara sí y sus secuaces; luego, cada uno cogía un cue-ro y todos tornaban al «bucán,., donde comían de lacaza hecha por ellos (2), El cazador vivía as! por seismeses a un año. En seguida procedía a una distri-bucIón de los cueros y de la carne seca y acudía aTortuga o a uno de 105 asientos franceses en la costade 'la Española para reponer su acopio de municio-nes y gastar la restante de sus ganancias en loco

(1) Labat: Nouveau voyage aux ¡sles de )' Amhique, (! 2,417. il1. VII. pág. 233.

(2) Le Pers, impreso en Margry, op. cit..s

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festín de borrachera y libertinaje; agotado el dinero,volvía de nuevo a la caza. Sin mujeres ni hijos, los ma-tadores de vacas se asociaban por la común en pa.rejas con derecho de heredarse uno a otro, costum-bre que se llamaba ~matalotaje», bien que esta so-ciedad privada no impedía que la propiedad de todosfuese común en cierta medida. Muy primitiva era sumanera de arreglar las disputas: el duelo; en otroscasos se regían por cierto «coutumier». mezcla deleyes peregrinas originadas entre ellos mismos. Acualquier tentativa para someterlos a los cánones dede la vida civilizada, replicaban siempre que «telle étoitla coutume de la coste», y con ello se resolvía defI-nitivamente el asunto. Fundaban su derecho a vivir asíen la circunstancia de haber pasado los trópicos, donde.ateniéndose a una conocidísima superstición de losmarineros, presumían encontrarse desligados de todassus antiguas obligaciones (1). Desechaban aun susnombres de familia, por donde entonces se decía queen las islas s610 se conocía a un hombre cuandoera casado. Ante tal género de vida, el piratear con·tra los barcos españoles, si no exento de peligros,por la menos constituía siempre un pasatiempo de-seable. Además, cada presa española conducida aTortuga incitaba a nuevas aventuras contra el ene-migo común. Las «gens de la côte», como se deno-minaban ellos mismos. se asociaban de ordinario enpartidas de veinte a más individuos, y una vez cogi-do o construido por ellos un bote se daban a la marcon el propósito de apoderarse de una barca espa-ñola o de otro buque costanero. Remando en si-lencio y a favor de la noche se acercaban a la des-prevenida presa, daban muerte a los asustados mari-neros o los echaban al agua y volvían a Tortuga conel despojo. Los expedicionarios se dispersaban allípara reanudar sus antiguas ocupaciones, a reuníanuna tripulación más numerosa de sujetos afines y sa-lían en pos de mayores conquistas.

Todos los historiadores jesuitas de las Antillas,Dutertre, Labat y Charlevoix, nos han dejado relacio-

(l) Le Pers, impreso en Margry, op. cit.

--67-nes de los métodos y costumbres de los bucaneros.Asimismo, el médico holandés Exquemelin, que vivi6entre los bucaneros durante varios años, desde 1668hasta 1674, y escribió una pintoresca narración ba-sada en los materiales a su alcance, ha constituidouna fuente para los que trataron posteriormente elasunto; por consiguiente no desentona citar aquí ladescripción que hace de los hombres cuyos hechosregistra.

"Antes de darse a la mar los piratas, escribe el ci-tado autor, se les hace saber a todos los que toman parteen el viaje, el día preciso en que han de embarcarse. ytambién se les intima la obligaCión de que caua UtlU i':1l

particular lleve tantas libras de pólvora y balas como sejuzguen suficientes para la il1tent~da expedición. Cuan-do a bordo, se juntan todos en cor.sejo para elegir ellugar a que deben ir primero en busca de provisiones;carne en espp.cial, porque apenas comen otra cosa,siendo de observarse que consumen de preferencia lacarne de puerco. En segundo término se alimentan detortugas que acostumbran salar un poco. A las vecesresuelven robar éste a aquél chiquero en que los es-pañoles guardan con frecuencia unas mil cabezas, ypara ello se dirigen allí entre las sombras de la noche,rodean la vivienda del porquerizo, a quien fuerzan alevantarse y entregarles tantas piezas como desean,amenazándolo además con matarlo si desobedece susórdenes a provoca alguna alarma, intimaciones quemuchas veces ponen en práctica, sin darles cuartel alos míseros porquerizos a a cualquier otro prójimoque trate de impedir sus fecharías.

"Hecho el abasto de carne suficiente para el via-je, regresan al barco donde la ración de cada uno,distribuida dos veces por día, es tan abundante comopueda consumirse, sin peso ni medida. En esto mere-ce consignarse la circunstancia de que el despenserodel bajel no da al capitán mayor cantidad de carne ade cualquier otro alimento que al más insignificante

-marinero. Ya bien avituallado el buque se reúne nue-va junta para deliberar hacia qué sitio han de diri-girse en su arriesgada empresa de probar fortuna,

-68Tambl~n conciertan entonces ciertos articulas, consig-nados por escrito, a manera de fianza, que cadaquien está obligado a observar, y que lirman todosjuntos o el capitán. Allí especifican y asientan conmucha claridad qué suma de dinero debe recibir cadauno, deduciéndose todos los pagos del fondo comúnconstituido por la que adquiere toda la expedición,pues en caso contrario entre estas gentes prevalece lamisma ley de otros piratas: .Si no hay presa no haypaga:.. Por consiguiente en primer término expresanla que el capitán debe haber por su buque; luego elsalario del carpintero que ha carenado, reparado yaparejado el bajel. Por la común esto monta 100 a150 piezas de a ocho. pudiendo aumentar a dismi-nuir por convenio. En seguida deducen del propiofondo común cosa de 200 piezas de a ocho para pro-visiones y vituallas y asimismo un salario equitativopara el cirujano y su botiquin, habitua/mente fijadoen 200 o 250 piezas de a ocho. Finalmente estipulanpor escrito la recompensa a premio que ha de otor-garse a cada uno caso de ser herido a mutilado en elviaje. Así conceden 600 piezas de a ocho, o seis es-clavos por la pérdida del brazo derecho; 500 piezasde a ocho, a cinco esclavos por la pérdida del brazoizquierdo; 500 piezas de a ocho, a cinco esclavos porla pierna derecha; 400 piezas de a ocho, a cuatro es-clavos por la pierna izquierda; 100 piezas de a ocho,a un esclavo por un ojo; sumas que, como he dichoantes, se deducen del fondo común, producto de lapiratería. El resto se divide con mucha exactitud eigualdad entre todos ellos, bien que se tomen en con-sideración las calidades y cargos, de manera que alcapitán a comandante se le asignan cinco a seis porcio-nes de las que corresponden al marinero raso; al con-tramaestre sólo dos, y a los demás oficiales en propor-ción a su empleo. Tras esto reciben iguales porcio-nes desde el más encumbrado hasta el más humildemarinero, sin omitir a los pajes, porque aun ellosobtienen media porción a causa de que cuando lapandilla logra apoderarse de un barco mejor que elpropio, los pajes tienen el deber de pegar fuego al

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barco o navío en que navegaban para retirarse luegoa la presa ocupada ahora.

«Observan entre sí muy buenas reglas. A todosles está prohibido severamente apropiarse algo para símismos en las presas capturadas, por donde cuántocogen se divide con igualdad, conforme a lo que seha dicho antes. Más aún, unos a otros se toman ju·ramento solemne de no esconder la cosa más mínimaque hallen en la presa, y si luego se descubre quealguno ha violado el dicho juramento, se le segrega enel acto y se le expulsa de la compañía. Entre sími~mo!'; son muy urbanos y caritativos, tanto que sialguien necesita la de otro, se lo dan con mudla lar-gueza. Tan pronto como estos piratas han hechoalguna presa de buque a navío, la primero que pro-curan consiste en poner en tierra a los prisioneros,conservando sólo unos cuantos para que los ayudeny sirvan, pero a quienes dejan también en libertadpasados dos a tres años. Con frecuencia tocan enuna u otra isla para renovar sus provisiones, pero conespecialidad en las que demoran a la orilla meridio-nal de la isla de Cuba, donde carena n sus bajeles,mientras algunos de ellos van de caza y otros cruzanpor el mar en canoas, probando fortuna. Muchasveces capturan a los pobres pescadores de tortugas ylIevándolos consigo los hacen trabajar por tanto tiem-po como les viene en gana a los piratas».

Los artículos en que se estipulaban las condicio-nes bajo las cuales navegaban los bucaneros, reci-bían por la común el nombre de «chasse-partie» (1).A principios del filibusterismo, antes del período co-rrespondiente a los grandes cabecillas como Mansfield,Morgan y Grammont, se acostumbraba elegir capitánentre los mismos bucaneros, el cual, aunque obedeci·do fielmente era sustituible a voluntad y apenas po-seía mayores prerrogativas que el simple marinero.Después de 1655 los bucaneros navegaban por la ge-

(1) Dampierre dice que -los corsados no están sujetos abarco all1:\Ino, si no libres de Ir a tierra donde les plazca, o detrasladarse a cualquier olra nave, con s6lo pagar su provisión.(Edición de 1906, i. pllll:'. 61.

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neral con patente de los gobernadores de Jamaica aTortuga y siempre destinaban un diezmo de los bene-ficios para el gobernador; pero cuando sus presaseran irregulares, se acogían a menudo a algún escon-drijo de la costa para dividir el botín y cuando vol-vían a puerto mitigaban con dádivas los escrúpulosdel gobernador, que se veía tanto más obligado a di-simular cuanto por la común poseía escaso poder so-bre aquella chusma ingobernable. Aunque los espa-ñoles llamaban "ladrones" y "demonios" a los bucane-ros, nombres que merecían por todos conceptos, los talespiratas ofrecían a menudo parte de sus despojos a lasiglesias en los puertos que frecuentaban, especial mentesi en el botín existían algunos ornamentos eclesiás-ticos a materiales para hacerlos: objetos que no erararo constituyeran parte apreciable en el cargamentode los baje!es españoles conductores de caudales. Elescritor jesuíta Labat asistió en marzo de 1694 a unamisa mandada a decir en Martinica -ror unos bucanerosfranceses en cumplimiento de un voto hecho mientrasdaban a caza a dos bajeles británicos cerca de Barba-da. El navío francés y sus dos presas se hallabananclados cerca de la iglesia y dispararún salvas gene-rales al comienzo de la misa, en el momento de alzar,en el acto de la bendición, y luego al fin de! TeDmm cantado después de la misa (1). E! mismoLabat que no obstante su carácter de sacerdote semuestra muy benigno cuanto a los delitos de los bu-caneros y de quien sospechamos que hubiera recibidomuchos "favores" procedentes del pirático botín, re-fiere el curioso caso del bucanero capitán Daniel, ver-sión digna de recordarse aunque a menudo ha sidoreproducida por otros cronistas. Fallo de provisiones,Daniel ancló una noche frente a una de las "Santas",isletas cercanas a Dominica, y desembarcando sin es-torbo ocupó la casa parroquial y otras del vecindario.A párroco y a feligreses los cond ujo a bordo de sunavío sin la menor violencia y les manifestó que sólodeseaba comprar vino, aguardiente y aves; mientras

(1) Labat, op. cito t. i, cap. 9.

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reunían los abastos, Daniel quiso que el cura cele-brara una misa, la cual no se atrevió a rehusarle elpobre sacerdote. Al efecto, enviaron por los vasos sa-grados que eran menester y en cubierta se improvisóun altar para el servicio religioso, que fué celebradoa más y mejor. Como en Martinica, el comienzo dela misa fuE"solemnizado con una descarga de artillería,y tras el Exaudiat y las preces por el monarca, los buca·neros la cerraron con un estentóreo "¡Vive le Roi!"Sin embargo, hubo un incidente que turbó un tanto laceremonia, porque reprendido por el capitán uno deios oucalJt:'û;; _j.;e se !T!~"tení¿l.en actitud ¡ndecorosaen el acto de alzar, lejos de atender a la repri-menda contestó con impertinentes amenazas, Conla rapidez de un relámpago. Daniel sacó su pistola yde un balazo le saltó los sesos al bucanero, jurandopor Dios que haría otro tanto con cualquiera que es-carneciese el Santo Sacrificio. El disparo se hizo cer-ca del sacerdote que, como puede imaginarse, seatribuló en grado sumo. "No se alarme. padre mío,dijo Daniel; es un bribón que falta a su debery la castigo para enseñarlc mejor". Medio muyeficaz, observa Labat, para impedirle que cayese enotra falta parecida. Concluida la misa, el cadáverfué arrojado al mar, y el cura recompensado de susfatigas con algunas mercancías sacadas del fondo co-mún de los piratas y con el presente de un negroesclavo (1).

Los bucaneros preferían navegar en barcas, baje-les de un solo mástil y velas triangulare·s, porque consi-deraban que este tipo de embarcación era de manejomás fácil y más ceñido al viento. Las construían decedro y se reputaban mejores las procedentes de Ber-muda; llevaban pocos cañones, por la general de seisa doce a catorce, en virtud de que los corsaríos creíanque cuatro fusiles obraban mejor que un cañón (2). Aveces los bucaneros utilizaban bergantines, bajeles dedos mástiles, el de mezana con dos velas redondas y el

(1) Labat, op. cit. t. Vii, cap. 17.(2) ¡bid., t. H. cap. 17.

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mayor aparejado como el de una barca. El corsarioque vlsiló a Martinica y a quien se refiere Labat, ea·pltaneaba una corbeta, embarcaci6n semejante a unbergantln, salvo que todas sus velas eran redondas.

Al comienzo de un viaje. los flllbusteros se halla-ban generalmente tan apiñados en sus medianos bajelesque sufrían mucho por falta de espacio: además seveían poco protegidos contra el sol y la lluvia, y por sureducido acoplo de abastos. a menudo afrontaban elhambre. circunstancia que con frecuencia influia tantocomo cualquiera otra en sus ataques desatentados con-tra toda presa probable, grande o chica. a fin de apo-derarse de ella o perecer en la tentativa. Lo primeroque procuraban consistía en acercársele y aunque unasola andanada habría hundido su frágil embarcaci6n.maniobraban con tal destreza que siempre presentabanla popa al enemigo, mientras sus mosqueteros barríanla cubierta del contrario hasta que el capitán juzgabaoportuno el abordaje. Los bucaneros atacaban raravez a los buques españoles. en el viaje de Europa aAmérica, porque tales barcos venían cargados de vinos.telas, granos, y otros artículos que tenlan escaso em-pleo entre ellos ni les era fácil convertir en dinero: tam-bién ocurria que los bajeles de venida llevaban grandestripulaciones y considerable número de pasajeros, y asílos que acuciaban su avaricia eran los buques de re-torno, por ser más reducidas las tripulaciones y consis·tir el cargamento en metales preciosos, maderas de tin-te y joyas, articulas que los flIlbusteros podian vendercon facilidad a los comerciantes y taberneros de lospuertos que visitaban.

Refugio favorito de los bucaneros eran el Golfo deHonduras y la Costa de Mosquitos por sus numerosasIsletas y arrecifes protectores. Como para los pesadosbarcos españoles de la época constitula ardua empresaaventurarse por aquellos tortuosos canales, donde unasúbita racha adversa significaba casi siempre un sinies-tro, los bucaneros se sentlan allí seguros de sorpresa,al propio tiempo que en los caños, lagunas y desem-bocaduras de los rios, cubiertos de tupida vegetacióntropical, podían carenar y reparar sus bajeles, distri·

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buir el boUn y reposarse de sus correrías marítimas.Además, desde allí acechaban a los buques españolesque zarpaban de la costa de Cartagena para Portobelo.Nicaragua, México y las grandes Antillas y constituíanamenaza constante para los vastos galeones de la flotade Tierra Firme, conductores de caudales. Hasta sucaptura efectuada en 1641 inspiraba pánico a los ma-rineros españoles la colonia británica de la isla de Pro-videncia por hallarse establecida frente a la costa deNicaragua y en la propia carrera del comercio hispáni-co en aquellos parajes; y cuando en 1642 algunos in-g!espc: ocuparon la isla de Roatán. cerca de Trujillo, elgobernador de Cuba y los Presidentes ùe la:; i\die;¡·cias de Guatemala y Santo Domingo equiparon conJun-tamente una expedición de cuatro bajeles que a lasórdenes de don Francisco de Villalba y Toledo expulsóa los usurpadores (1). Próximos a los centros buca-neros de Tortuga (y más tarde de Jamaica) yacían losestrechos que separan a las Antillas mayores: el canalde Yucatán al extremo occidental de Cuba, el paso en-tre Cuba y la Española al esle y el Paso de la Monaentre ia Española y Puerto Rico, y en esas regiones loscorsaríos se mantenían en espera de buques mercantesespañoles descarriados y velaban el tránsito de los ga-leones a ::le la flota (2).

Por lo general, cuando regresaban de sus correrías,los bucaneros disipaban pronto en las tabernas de lasciudades frecuentadas por ellos los caudales que leshabían costado tantos peligros y fatigas. Según Ex-quemelín algunos de estos aventureros derrochaban2.000 a 3.000 piezas de a ocho en una sola noche, sinque les restara ni una buena camisa para echársela en-cima por la mañana (3). «Mi propio amo, agrega,

(1) Gibbs; Hondura Brilánica, pág. 25.(2) Un español que escribía de.de Sanlo DonlÍngo en ltí55

se quejaba de una madriguera de bucaneros ingleses establecidaen Saman' (cosla occidental de la Española, ~erca del PaFO dela Mona), los cuales sembraban labac", y caian soble los barcosen viaje de Cartagena o Santo Domingo para Bspaña (MSS.adicionales, 1.1.977,fol. 508).

(3) Una pieza de a ocho valía en Jamaica de cuatro y me·dio a cinco chelines.

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compraba en tales ocasiones una pipa entera de vinoy coJocándola en la calle obligaba a todos los transeún-tes a que bebiesen con él, amenazándolos con matarlosde un pistoletazo si se negaban a ello. Otras veceshacía lo mismo con barriles de cerveza y muy a menu-do arrojaba estos licores al arroyo, empapando losvesti-dos de los que acertaban a pasar, sin atender al dañoque les causara en ellos, bien se tratase de hombres omujeres~. Las tabernas y cervecerías celebraban siem-pre la llegada de estos disolutos corsarios y aunquedaban amplios créditos, también solían vender encalidad de siervos escritura dos a aquellos que seadeudaban con exceso, como ocurrió en Jamaica almismo patrón o amo de quien habla ExquemeliTl.

Hasta 1640 el filibusterismo tuvo carácter más amenos accidental y ocasional en las Antillas; pero enla segunda mitad del siglo aumentó mucho el núme-ro de bucaneros, y los hombres abandonaron del todosus antiguas ocupaciones por el atractivo y los grandesbeneficios del ~course». Existían varias razones parala creciente popularidad del filibusterismo. Los aven-tureros ingleses de la Española tuvieron que renunciarmuy en breve a su profesión de cazadores porque conla llegeda de Levasseur los franceses los habian ex-pulsado gradualmente de la isla, compeliéndolos a reti-rarse a las Antillas menores a a piratear contra susvecinos españoles. Y fué el caso que en los veintE;años siguientes los propios franceses se vieron arrastra-dos a la misma práctica, porque impotentes para ale-jarlos de la isla los colonos castellanos de la Españo-la adoptaron por último el cándido acuerdo, segúnrelata Charlevoix, de suprimir el principal señuelo,mediante la exterminación de todo el ganado cimarrón,con la cual presumían que los cazadores se vieranforzados por el hambre a salirse de las selvas unavez atajado el tráfico de los èuques franceses y el true-ea de cueros por aguardiente. Tal sistema, junto conlos métodos destructivos empleados por los cazadores,produjo rápida me~ma en el número de reses, bienque los espnñoles no llegaron a imaginar las Conse-cuen:ias de sus procedimientos, porque muchos de los

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franceses, obligados a buscar otro oficio. siguieron na-turalmente el filibusterismo. Los cazadores de resesse convirtieron en cazadores de españoles. y el marhizo de sabana en que ellos per:;eguían su presa. Ex-quemelín nos dice que cuando llegó a la isla habíaapenas unes trescientos individuos dedicados a la cazay que aun ellos mismos consideraban precario su mo-do de vivir. Fué de esta época en adelante, hastafines del siglo, cuando los bucaneros desempeñaron tanprincipal papel en el teatro de la historia antillana.

Asímismo los siervos escriturados. o engagls. pres·taDan su l;uIIUiig~¡~:ede re,.l1Jtas a los filibustcros.Muchas son las referencias a la balbarie con que loshacendados y los cazadores de las Antillas trataban asus servidores en el siglo XVII, por lo cual puede creer-se que estos últimos. viéndose sometidos a intolerablesituación. huyesen de las haciendas o ajupas para in·corporarse a la tripulación de cualquier corsario quemerodeara por las cercanías. Como se ha visto, la vidade los cazadores dejaba mucho que desear en puntode placeres y holgura, desde luego que por una parteexistían todos los peligros ocultos que acechan en unaselva virgen del trópico, y por la otra la implacable hos-tilidad de los españoles, circunstancias todas que ha-cían duros y crueles a los cazadores. de modo que paramás de un engagé sus tres años de servidumbre han de-bido constituir un verdadero purgatorio. Los peones delos hacendados no la pasaban mejor. Embaucados enciudades y aldeas normandas y bretonas por las des-lumbrantes promesas de capitanes de buque y agentesantillanos. salían en pos de un Dorado para sólo en-contrar con frecuencia la desesperación y la muerte.La falta de suficiente número de negros hacía recurrira cualquier artificio con el objeto de conseguir brazosaplicables al cultivo de la caña de azúcar y el tabaco.Por la común los aprendices enviados de Europa eranconcertados en las Antillas francesas por dieciocho me-ses a tres años. y por siete entre los británicos; a me-nudo se les vendía de nuevo en el intermedio y a vecesservían diez o doce años antes de recuperar su libertad;verdaderos convictos, a menudo peor tratados que los

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esclavos con quienes trabajaban hombro a hombro,porque sus vidas no tenfan Importancia alguna paralos amos, una vez fenecido el término de servicio. Amuchos de aquellos aprendices, individuos de buenacuna y exquisita educación, no les era dado soportarel enervamiento del clima y la dureza del trabajo, des-contada la sevicia de sus señores. Exquemelin, quecomenzó en calidad de engagé, hace una lamentabledescripción de los padecimientos que afligfan a suscompañeros. Fué vendido al Teniente Gobernador deTortuga, quien lo trató con mucha severidad y se negóa manumilirlo por menos de 300 piezas de a ocho.Enfermo a causa del maltrato y la angustia, pasó amanos de un cirujano que se le mostró bondadosoy al cabo le dió la libertad por 100 piezas de a ocho,pagaderas tras su primer viaje pirático (1).

Dejamos a Levasseur gobernando en Tortuga,después del fallido ataque español de 1643. Satisfechode su absoluto ascendiente personal sobre los rudoscaracteres que le rodeaban, Levasseur, a semejanza demuchos grandes hombres en circunstancias análogas,perdió el sentido del ajeno derecho, cambió de carác-ter, se hizo suspicaz e intolerante, dando ocasión paraque los colonos se quejasen amargamente de sus cruel-dades y genio despótico. Convertido en cabeza de unapartida de hugonotes, les prohibió a los católico-ro-manos celebrar oficios en la isla, les quemó la capi-lia y expulsó el sacerdote. Impuso fuertes contribucionesal comercio y allegó en breve considerable fortuna (2).Se dice que en su aguilera sobre la fortaleza de la rocahabía hecho construir una jaula de hierro para ence-rrar a sus enemigos, jaula dOFlde al prisionero no le eraposible mantenerse de pies ni acostarse y que Leva-sseur, con ironfa diabólica, llamaba su ~infiernilo". co-mo calificaba de «purgatorio •• a una mazmorra de sucastillo. Debe advertirse que todas estas versionesproceden de los jesuitas, enemigos naturales suyos, porlo cual es bueno pasarlas por el tamiz. De Poincy

(1) P.xquemelin, ed. 1684,Part. l, págs. 21-22.(2) Dutertre, op. cil., t. l, cap. VI.

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que también gobernaba con desp6tlca autoridad yse hizo culpable de crueldades análogas, habría desoí-da de buen grado las denuncias contra su teniente a nodespertarse sus celos con la sospecha de que Levasseurtrataba de proclamarse príncipe independiente (1).Así, el gobernador general, ya indispuesto en la cortepor haberle suministrado a su protegido los medios defundar una diminuta Ginebra en Tortuga, comenzó adesconceptuarlo ante las autoridades de la madre pa-tria. Además envió a Tortuga su sobrino M. de Lon-villiers, con el pretexto de cumplimentar a LevasseurDar su Ir ¡unía sobre los e<;pañoles, pero en realidad COli

el propósito de atraerlo a Sainl Kil,::;, :;::;:;J ::¡'..:~ f'<!~dirSmañosamente el sutil y perspicaz Levasseur, de maneraque de Lonvilliers hubo de volverse solo a Saint Kilts.

Charlevoix relata un divertido ejemplo de la obs-tinada resistencia del teniente gobernador contra laautoridad de de Poincy. Levasseur se había adueñadode una imagen de plata que representaba a la Virgen,cogida por un bucanero en un barco español, y comode de Poincy quisiera ornamentar con ella su capilla leescribió a su subalterno para pedirle la imagen, ha-cléndole observar que semejante objeto carecía de apli-cación para un protestante; pero Levasseur le contestóque los protestantes tenían proíunda veneración por lasvírgenes de plata y que siendo los católicos «trop spirituelspour tenir a la matiere>t, le enviaba en cambio otra demadera pintada.

Tras doce años de gobierno le sonó la últi ma hora aLevasseur. Mientras de de Poincy proyectaba una ex-pedición para despojarlo del mando, dos aventurerosllamados Martín y Thibault, a quienes Levasseur habíadesignado por sucesores suyos, y con los cuales se diceque riñó por una querida, la mataron a tiros en ma·mentas en que bajaba de la fortaleza a la playa y re-mataron el asesinato con una puñalada, adueñándoseen seguida del poder sin oposición alguna dtl losvecinos (2). Entre tanto había llegado a Saint Kitls

(1) Charlevoix, op. cit., lib. VlI, pág.16.(2) Charlevoix, op. cit., lib. VIl, págs. 17-1~.

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el caballero de Fontenay, soldado aventurero, que sehizo distinguir luchando contra el turco y a quien atraíael brillo del oro español. Escogido por de de Poincypara suceder a Levasseur, aceptó presuroso la coyuntu-ra que se le ofrecía para entrar en acción, pero elplan se mantuvo en reserva, porque de haber lle-gado a oídos de Levasseur todas las fuerzas de SaintKilts no habrían podido desalojarlo. Hubo leva de 'lO·

luntarios con el pretexto de una expedición pirática a lascostas de Cartagena y para llenar mejor las aparienciasde Fontenay se dió realmente a la vela con rumbo aTierra Firme e hizo varias presas. La cita se efectuóen la costa de la Española, donde el sobrino de dePoincy, M. de Treval, se reunió a de Fontenay conuna fragata y materiales de sitio. En conocimiento dela muerte de Levasseur, los expedicionarios zarparon alpunto para Tortuga y una vez allí desembarcaron va-rios centenares de hombres en el punto donde los es-pañoles habían sido rechandos anteriormente. Viendolos dos asesinos que los habitantes no se mostrabandispuestos a sostenerlos, capitularon con de Fontenay,mediante el perdón de su crimen y la pacífica posesiónde sus propiedades. Bajo el nuevo ré]irnen se res-tauró el catolicismo, se protegió al comercio y se esti-muló a los bucaneros para que utilizaran el puerto. Enla plataforma se levi:lntaron dos bastiones de piedra yse montaron más caño.les (1 J. De Fontenay usó pri-mero que nadie el título oficial de «Real Gobernadorde Tortuga y de la Costa de Santo Domingo •.

Al nuevo gobernador no le cupo en suerte gozarde su triunfo por largo tiempo, porque obedeciendo aórdenes del Rey de España, el Presidente de SantoDomingo, don Juan Francisco de lVIontemayor, venía

(1) Conforme a un manuscrito español en 1653había en Tor.tuga 700 frallceses, más de 200 negmsy 250 indios con sus mujerese bijos. I.os negros y tos indios "mu todos esclavos; aquéllos sal-teados en las costas de la Habana y Cartagena; éstos traídos deYucat~n. En la plataforma del puerto había catorce cañones, ycuarenta y seis arriba en el fuerte, muchos de ellos de bronce.(Mss. adiciouales, 13.992,f. 499 Y siguientes.) El número de piezasde artillería es sin duda exagerado.

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preparando otro conato para Ilbrarse de su molestovecino, y en consecuencia por noviembre de 1653 en·vió contra les franceses una escuadrilla de ·cinco navíoscon 400 infantes. al manda de don Gabriel Roxas deValle-Figueroa. Separados por una borrasca, encalla-ron dos barcos y se perdió otro, por manera que sólola Capitana y la Almiranta llegaron a Tortuga el 10 deenero. Acogidos con nutridos fuegos desde la plata.forma y el fuerte, así como se acercaban al puerto,echaron anclas una legua a sotavento y desembarcaron,con poca resistencia. Tras nueve días de combate yasedio del fuerte, capituló OP. Fontenay con honores deguerra (1).

Conforme al relato francés, los españoles impro-visaron unas máquinas de madera para arrastrar unabatería de ocho o nueve cañones hasta la cumbre deciertas colinas que dominaban el fuerte, e iniciaronterrible bombardeo; los sitiados efectuaron varias sali-das con el propósito de capturar la batería, pero sinbuen éxito; los vecinos comenzaron a cansarse de lalucha, y como de Fontenay descubriese ciertos tra-tos secretos con el enemigo, se vió en el casode proponer la capitulación. En tres días fueron apa-rejadas y abastecidas con inauditos esfuerzos dos em-barcaciones que a medio hundir se hallaban en elpuerto, y en ellas salieron los franceses para Port Mar-got (2). Los españoles alegaban que el botín habríasido considerable a no intervenir u~os buques mer-c3ntes holandeses que sacaron de la isla todos los ob-jetos valiosos. Sin embargo. los vencedores quemaronlos poblados, cargaron con algunos cañones, municio-nes de guerra y esclavos y tomando esta vez la pre-caución de dejar en la isla una guarnición de 150hombres, se dieron a la vela para la Española. Teme·

(1) Mss. adicionales, 13.992, f. 499.(2) Sej{ún Dutertre, los asesinos Martín y Thibault manelaban

uno de los barco~ en que iban las mujeres y los niños, y cuandoescasearon los víveres Ullas y otros fueroll abandollados en Ulla delas Caimanes, al noroeste de Jawaica, donde hubieran perecido ano encontrarlos y recogellos un buque holandés. Nada volvió asaberse de Martin y Thibault.

-sorasos de que los franceses se unIeran con los bucane.ros para atacar su reducido escuadrón en el viaje devuelta, conservaron en rehenes a un hermano de Fon·ten ay, hasta llegar a Santo Domingo. Y en efecto. trasla liberación de su hermano, de Fontenay probó a re-cuperar el islote, pero sólo 130 de sus hombres lasIguieron, porque los restantes desertaron para unirse alos bucaneros en la costa occidental de la Española,bien que mientras carenaba su buque en Puerto Margotarribó un mercante holandés con géneros para Tortuga,y conociendo el de3astre, le ofreció ayudarlo con gentey abastos; en consecuencia se hizo un desembarco enel Islote y (os españoles fueron sitiados por veintedías, pero tras varios combates los franceses se vieronforzados a retirarse. Con sólo treinta compañeros, deFontenay zarpó hacia Europa, naufragó entre los Azo-res y eventualmente llegó a Francia para morir pocotiempo después.

CAPITULO III

CONQUISTA DB JAMAICA

La captura de Jamaica, obra de la expedición en-viada por Cromwell en 1655. vino a constituir el equí-voco principio de una nueva etapa en la historia delas Antillas. y la primera anexión permanente deuna parte integrante de la América española, hechapor otra Potencia europea, Antes de 1655 la Isla ha-bí'i sido ya visilada en dos ocasiones por fuerzas brI-tánicas, primero eu 1597, cuando Sir Antonio Shirleyocupó y saqueó sin mucha resistellcía a Santiago de laVega; y luego en 1643 cual\do William Jackson ejecutóidéntica proeza con 500 hombres de las islas de sota-vento. La expedición de Cromwell, compuesta de2.500 soldados y una escuadra considerable, zarpó deInglaterra en diciembre de 1654 con el secreto propósitode «adquirir una ventaja» en aquella porción de las de

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las Indias Occidentales poseída por los españoles. ElAlmirante Penn mandaba la escuadra, y el general Ve-nables las fuerzas de desembarco ( 1). A fines de ene-ro llegaba la expedición a Barbada, donde se engrosa-ron las filas con otros 4.000 hombres, además de 1.200alistados en NevIs, Saint Kitts e islas adyacentes.Resuelto por los jefes dirigir la primera tentativa contrala Española, se efectuó el 13 de abril un desembarcoal oeste de Santo Domingo, y sujeto a las terribles tor-turas del sol tropical y de la escasez de agua el ejércitoanduvo treinta millas por bosques y sabanas para ata-car la pOOlat:lúll. ~i. ¡;-..:f'.r.¿c ~p. españoles infli¡:¡ió alos ingleses dos vergonzosas derrotas el 17 y el 25 deabril, y quejándose a voz herida de la cobardía de sushombres y de la falta de cooperación del AlmirantePenn, el general Venables desistió al cabo de su empresay se di6 a la vela para Jamaica. La escuadra inglesaechó anclas el 11 de mayo en el espléndido puertodonde se alza ahora Kingston. Los cañones de los na-víos batieron tres fuertes medianos erigidos a laparte de occidente. y tan pronto como las tropas co-menzaron a desembarcar, las guarniciones abandonaronel terreno. Al otro día fué ocupado Santiago, seis mi-llas tierra adentro, y el 17 aceptadas las condicionesofrecidas por Venables a los españoles, iguales a lasimpuestas a los colonos ingleses de la isla de Provi-dencia en 1641: emigración dentro de diez días so

(1) Sus instrucciones no prescribían a Venables ningtín pland"ñnido. Se le dijo que existía el proyecto de capturar a la Espa-ñola o a Puerto Rico, o a una y otro, tras la cual podría tomarsebien a Cartagena a bien a la Habana, para estorbar el c~rso de las;Jotas del tesoro. Un plan alternativo consistía en hacer la pri-mera tentativa sobre Tierra Firme en algún punto situado entre ladesembocadura elel Oriuoco y Portobe10, con el propósito final deapoderarse de Cartagena. Sin embargo. "Venables se le dejó enaptitud de consultar con el almirante Penn y tres comísaríos:Eduardo Wilson, ex-gobernador de la Colonia de Plymouth en::O<uevaInglaterra, Dauiel Searle, gobernador de Barbf\da, y Gre-gorio Butler, sobre cuál de estos planes debería ponerse en ejecu-ción. Hl ataque a la Española uo vino a resolverse sino algúntiempo después del aTribo de la escuadm a Barbada. (~arracióndel Gral. Venables, ed. de 1900, págs. X, 112-3).

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pena de muerte y secuestro de todas sus propiedades;pero en breve se vió que los españoles habían entrado ennegociaciones s6lo para ganar tiempo y retirarse consus familias y haberes a los bosques y sierras, desdedonde continuaron la resistencia. En tanto, el malequipado y mal abastecido ejército era diezmado porlas enfermedades, y aunque el 19 arribaron dos buquesalmacenes por largo tiempo esperados. los bastimentostraídos fueron tan escasos que hubo de pedir!>e socorroa Nueva Inglaterra. Contrariado por el percance de laEspañola yen malos términos con Venables. el Almi-rante Penn zarpó hacia Inglaterra con parte de la es-cuadra el 25 de junio; y Venables. tan enfermo que sedesesperaba por su vida, y al mismo tiempo anhelandojustificarse del fracaso inicial de la empresa, partió alos nueve días en la «Marston Moor». Ambos coman-dantes comparecieron el 20 de setiembre ante el Con-sejo de Estado para responder al cargo de deserción.y juntos compartieron la desgracia de un mes de en-cierro en la Torre (1).

El ejército del general Venables se componía de tro-. pas muy inferiores e indisciplinadas. por su mayor partedesechos de los regimientos británicos o la hez de lascolonias antillanas; pero con todo. las causas principalesdel revés padecido frente Santo Domingo fueron la inca-pacidad de Venables para granjearse ta confianza desus oficiales y soldados, sus inexcusables errores en laconducción del ataque y la falta de cordial cooperaciónentre él y el Almirante. Desde luego eran enormes lasdificultades con que había de luchar, y por otra parteparece que carecía de entereza de carácter y capacidadmilitar, amén de que su mala salud dificultaba aunmás una tarea para la cual era del todo inadecuado.El relativo fracaso de esta empresa favorita de Crom-well constituyó un duro golpe para el Protector, que envista de los sucesos se encerró un día entero en suaposento. meditando en el desastre cuya responsa-bilidad pesaba principalmente sobre él. No se había

(1) Gardiner: Rist. de la República y ~I Protectorado, vol.Ill, cap. XLV; Narraci6n del Gral. Venables.

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propuesto el simple establecimiento de una nueva co-lonia en América, sino apoderarse de aquellas porcio-nes de las Antillas y de la tierra firme española que lepermitieran dominar la ruta de las flotas del tesoro his-pano-americanas, fin para el cual ofrecía Jamaica po-cas ventajas sobre las que brindaban Barbada y SaintKitts, y aun era demasiado temprano para que com-prendiese que isla por isla. Jamaica era mucho másapropiada que la Española para asiento de una colo-nia británica (1).

Mú.¡¡;¡;;; re!:g!0~ns y económicos constituyen la cla-ve de la política exterior de Cromwell y se hi:1ce d;ffci!descubrir cuáles de ellos prevalecieron en su mentecuando proyectaba semejante expedici6n. Heredó delos puritanos de la época isabelina el tradicional abo-rrecimiento religioso de España como baluarte de Ro-ma, y en su espíritu, como en los de aquéllos, la ruinade los españoles en las Indias Occidentales equivalía aun golpe contra el Anticristo y a un triunfo de la reli-gión verdadera. Venables y sus sucesores en Jamaicaestaban profundamente imbuidos en los fines religiososde la expedición (2). Sin embargo, Oliverio, que sólo pos·ponía su ambición a extender el imperio de Inglaterramás allá de los mares. al deseo de proteger «el pueblode Dios», anhelaba la indiscutible preeminencia de supatria sobre las demás naciones de Europa, preemineu_cia que, como acaso la previó, debía ser comercial ycolonial. El comercio universal había aumentado enenormes proporciones a partir del descubrimiento deAmérica, y su dominio traía consigo poderío nacional.El Nuevo Mundo era la mina de Europa, y siInglaterra estaba llamada a colocarse al frente del co-mercio y la navegación del orbe, había de romper elmonopolio de España en las Indias y cobrar influenciaen la América española. Santo Domingo no represen-taría sino un paso previo tras el que sería absorbido

(1) Gardiner, op. cit., III, pág. 368.(2) Cj. ,Patente de los comisionados para la expedición

de las Indias Occidentales. (Narración del Gral. Vellable¡;, pág.109).

-84-gradualmente el resto de los dominios españoles en elNuevo Mundo (1).

La disculpa inmediata por el ataque de la Espa-ñola y Jamaica fué la práctica ibérica de secuestrarbuques ingleses y maltratar a las tripulaciones por alsólo hecho de hallarse en algún paraje del Caribe, auncuando se dirigiesen a un centro en posesión real decolonos británicos, y bien que el ataque obedecía alantiguo propósito encaminado a la ocupación efectivacontra la donación papal, tanto Cromwell como Vena·bles presumían que los precedentes asaltos espa-ñoles sobre buques y colonias inglesas suministraban uncaStlS bellt' suficiente (2); pero en realidad no existíaexcusa para un ataque velado contra España, naciónque fué la primera en reconocer a la naciente Repú-blica y que deseaba y aun ansiaba unirse con In-glaterra. A este fin se habían efectuado negociacionespara celebrar una alianza, y aunque no admitidas, lasofertas de Cromwel1 jamás llegaron a ser retiradas enrealidad. Sin declaración de guerra o anuncio for-mal de cualquier naturaleza, procedióse a aparejaruna escuadra ya enviarla en el mayor secreto para caerde improviso sobre las colonias de una nación amiga.La hazaña toda asumía un carácter isabelino; era un

(I) Ct.. American Hist. Review, vol. IV, pá.g. 228. Instruc·ciones al Gral. Roberto Venables. (Narración dd Gral. Venables,pá.g. J 11).

(2) Cf. Narración del Gral. Venables, págs. 3, 90; .Instruc·cionesal General Penn., etc., ibid., pág 107. Tras el comienzode la guerra de Aspaña, Cromwell tuvo a empeño justificarsu gobierno de los cargos de traicióu y violaci6n de lo~ deberes in'ternacionales, tarea encomendada al Secretaría latino, John Milton,el cual publicó el26 de octubre de 1655uu manifiesto para defeuderlos actos de la República. Adujo dos razones principales para laacometida contra las Antillas:-(I) las crueldades de los e.pañolescontra los ingleses en Aml"rica y ~Us depredaciones cootra las co-lonias y el comercio británicos; (2) el trato cruel y la extermina·ci6n de los indígenas. Neg6 las pretensiones españolas a poseertoda la Aml"rica, bien a título de donación papal, bien por el s610derecho de descubrimiento, a aun por el derecho de colooización,y sostuvo los derechos naturales y contractuales de los inglesespara ejercer el tráfico en mares hispánicos.

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retroceso a la caza del oro inspirado en los antece-dentes de Drake y Raleigh, y fué la primera de lasgrandes expediciones filibusteras (1).

A no dudarlo, Cromwell obedeció también a lainfluencia de las representaciones elaboradas por To-más Gage, súbdito británico incorporado a los domi-nicos y enviado por ellos a la América española.Vuelto a Inglaterra en 1641, se convirtió al protestan-tismo, se afilió al Parlamento y llegó a Ministro. En1648 publicó bajo el título de «El Angla-americano,o Nueva perspectiva de las Indias Occidentales», sus!::'l::"""¡""p.s de las Inùias Occidentales y México, libromuy entretenido que se proponía excitar a ¡os ingie-ses contra las «idolatrías» romanas; demostrar cuánventajosas serían para Inglaterra por el comercioy los metales preciosos las provincias hispano-ameri-canas y cuán fácilmente podía capturárselas. Además,en el verano de 1654 Gage había presentado al Pro-tector un memorial en que resumía las conclusionesde su libro, afirmándole a Cromwell que las coloniasespañolé:s se hallaban escasamente pobladas y quelos pocos blancos residentes en ellas, sobre no seraguerridos. carecían de armas y municiones. Asegura-ba que la conquista de la Española y Cuba no presenta-ba dificultades y que la misma América Central era de-masiada débil para oponer larga resistencia (2). Todoello estaba en razón, y si Cromwell hubiese enviado

(1) En los primeros cincuenta años del 8iglo XVII no se dej6desvanecer el recuerdo de las proezas de Drake y de sus contempo.ráneos, pues con frecuencia se imprimian obras como "Sir FrancisDrake redivivo. y .EI Mundo circuodado par Sir Francis Drake •.Aquella se publicó en 1626 y luego dos años más tarde; -El Mundocircundado" en 1628 y fué reimpreso en 1635 y 1653. Ulla cita co-rrespondiente a la portada deltíltimo revela el espíritu de la época:Sir Drake, Sir Francis. RI mundo circundado. Siendo sn viajesiguieute al de Nombre de Dios, formalmente impreso ofre.cido .... especialmente para excitar los ánimos valientes a que be-neficien su patria y eternicen sus nombres con semejantes y atre-vidas empresas. tondre .•, 1628.-C.f. también a Gardiner, op. cit.,rII, pag-s. 3~3-4~.

(2) Gardiller, op. cit., rII, pág. 346; ej. también: ·Estado al;-tuai de Jamaica, 1683._

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un ejército de importancia a las órdenes de un jefecO!llpetente, el resultado habría sido otro, como lademostraron pocos años después las proezas de losbucaneros.

Considerada la deplorable situación de Jamaicaen 1655-56, fué una ventura el que los españoles noestuviesen en condiciones de emprender la reconquistade la isla. Cuba, el territorio español más cercano aJamaica, se veía azotado por la peste más terrible quese hubiera conocido allí en muchos años, y sus habi-tantes, temerosos por la propia seguridad. lejos de pre-tender desalojar a los ingleses, proveían con afán a ladefensa dit sus propias costas (1). Con todo, algunastropas mandadas por el ex-gobernador de Jamaica, donCristóbal Sasi Amoldo, pasaron desde Santiago de Cubaen 1657 y se atrincheraron en la orilla septentrionalcomo puesto avanzado de una fuerza más numerosaque se esperaba del continente. El coronel Doyley.gobernador interino de Jamaica, interceptó unas ins-trucciones relativas a la empresa y con 500 hombres deprimera ¡¡nea se embarcó hacia la costa del norte. atacóa los españoles en sus atrincheramientos y los derrotópor completo (2). Al año siguiente desembarcaron yconstruyeron un fuerte en Río Nuevo unos 1.000hombres que formaban el tan esperado cuerpo de in-fantería regular española. Con idéntica energía, Doy leyvolvió a salir el 11 de Junio, a la cabeza de 750 hombres,desembarcó bajo los fuegos del enemigo el 22 y al otrodía capturó el fuerte tras.un brillante asalto en que pe-recieron cerca de 300 españoles, ylOO más, con muchosoficiales y banderas, quedaron en poder del vencedor.Los ingleses tuvieron COsade sesenta bajas entre muer-tos y heridos (3). Tras el fracaso de una tentativa aná-loga, pero más débil, hecha en 1660, los españoles

(1) Long; .Historia de Jamaica., 1: pág. 260; ,'alendario dePapeles de Estado, serie colonial, 1675-76. Adenda, nY 274.

(2) Long., op. cit., l, págs. 272 y .ig •.(3) [bid; Papeles de Thurloe, VI, pág. 340; VII, pAg. 260; .Es-

tado actual de Jamaica, 1683.; Calendario de Papel"s de Estado,serie colonial, 1675-76. A.denda, Nos. 303-308.

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desesperaron de recuperar a Jamaica, y la mayor partede los que permanecían en la isla aprovecharon la pri-mera ocasión para retirarse a Cuba y a otras coloniasespañolas.

Las tropas de ocupación resultaron ser pésimoselementos para colonizar a Jamaica, siendo así que elejército cay6 a poco en desastrosas condíciones; oficia-les y soldados pillaban y se amotinaban en vez de tra-bajar y sembrar; sus estragos condujeron a la escasezde alimentos, y la escasez de alimentos trajo consigoepidemias y muerte ( 1). Por este camino se proponíanconstreñir al Protector para que los repatriara a losutilizara atacando las opulentas cíUÙcide¡¡ e;';p¡;,r;olas deTierra Firme, ocupaci6n mucho más lucrativa que lade sembrar maíz y proveerse de mantenimientos; peroCromwell tomó a empeño desenvolver y fortalecer sunueva colonia y en consecuencia lanz6 una proclamapara esti mular el tráfico y ]a colonización en la isla,exonerando de contribuciones a los habitantes, y elConsejo dispuso que se enviasen de Irlanda 1.000 mo-zos e igual número de doncellas. El gobierno escocésrecibi6 instrucciones para aprehender y remitir a hol-gazanes y vagabundos, al propio tiempo que se envia-ron agentes a Nueva Inglaterra y a las islas de Barlo-vento y Sotavento con el fin de procurar y atraercolonos (2). Bermudenses, judíos y cuáqueros deBarbada y criminales de New Gate contribuyeron ahenchir la población de la nueva colonia, y se dice que

(1) Long, op. cit., l, pág. 245; Calendario de Papeles de Rsta-do, serie colonial, 1675--76. Adenda, Nos. 236, 261, 276, etc.---Lasituación de Jamaica inwediatamente después de su captura con-trasta de manera notable con lo que podrfa esperarse una vez leídaslas animadas descripciones que de la isla, sU clima, suelo y pro-ductos no. han dejada ingleses que la visitaron. Jackson la corn·paraba en 1643con los valles arcádicos y el Tempe tesalio. y nlU-chas de sus soldados quisieron permanecer y vivir con los espa-ñoles. Véase tambiéu la pintura de Jamaica contenida en el Mss.de Rawlillson y hecha justamente después de la llegada del ejércitobritánico. (.Narración del Gen. Venables., págs. 138.-9).

(2). Calendario cie Papeles de Estado, serie colonial,. 1675--76;Adeuda, Nos. 229, 232; Cucas: Geografía histórica de las ColoniasBritánicas, Il. pág. 1b1 Ynota.

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èn 1658 la isla contenía 4.500 blancos, amén de 1.500a más negros esclavos ( 1).

Uno de los principales propósitos de la políticainglesa en las Indias Occidentales consistía en dominarJas rutas mercantiles de España, objeto que se revelaen todas las instrucciones de Cromwell para los jefesdel plan jamaiquino y que reaparece en sus instruccio-nes de 10 de octubre de 1665 para el Mayor GeneralFortescue y el Vicealmirante Goodson. A Fortescuese le dieron poderes y autorización para desembarcartropas en territorio cuya propiedad pretendiesen los es-pañoles, para tomar los fu~rtes, castillos y plazas fortifi-cadas de éstos. y para perseguir, matar y destruir a todo elque se le opusiera. El Vicealmirante debía apoyadocon sus fuerzas marítimas y poner en práctica los me-dios más eficaces para apresar todos los buques perte-necientes al Rey de España a a sus súbditos en Amé-rica (2). Como se ha dicho los soldados mostrabanmás empeño en combatir a los españoles que en cul-tivar la tierra, y en breve tuvieron ocasión de ponermanos a la obra. El almirante Penn había dejado docenavíos a cargo de Goodson, y seis de ellos andabanrecogiendo unas cuantas presas españolas descarriadasque contribuyeron al pago de los víveres enviados deNueva Inglaterra (3). bien que Goodson procuraba au-mentar el botín nada menos que con los galeones oalguna Ciudad española del continente. Ignoraba dondeestuviesen los galeones, mas parece que a fines de ju-lio recorría con ocho bajeles las aguas de Cartagena yPortobelo, y el 22 de noviembre envió al capitán Blakecon nueve barcos a la misma costa para interceptar entodos los navíos que se dirigiesen allí desde España ocualquiera otra procedencia. La escuadra fué disuelta porel mal tiempo. y parte de ella regresó el 14 de diciembrepara reparar sus averías. dejando algunas fragatas deescaso porte al acecho de un buque m.ercante de cuya

(1) Lucas. op. cil., Il, pág. 109.(2) Calendario de Papeles de Estado. serie colonial, 1675--76.

Adeuda, 1'\0s. 230, 231. Fortescue fuê el sucesor del Gen. Venablesen Jamaica.

(3). [óid., No. 218; Long, op. cil., l, pág. 262.

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presencia en aquél paraje se tenía noticia (1). La prime-ra ciudad de Tierra Firme que experimentó los efectosde este nuevo poderío desarrollado en las Indias, fué lade Santa Marta, próxima a Cartagena, en las costas delo que es ahora los Estados Unidos de Colombia. Yaavanzado el mes de octubre, un mes justo antes de lapartida dI' g);¡ke, Goodson se dió a la vela con una es-cuadra de ocho navíos para depredar las costas espa-ñolas. Existe la versi6n de que su designio primitivose dirigía contra Río de Hacha. cerca de las granjeríasde perlas, pero «habiendo errado su meta» siguió elrumbo de Santa Marta. Desembarcó 400 marineros y~UiJc1JÛ5,I'¡.;:;~::;::!~"l'''' <;l'<; cañones, tomó y demoliólos dos fuertes que le cerraban el camino, y entro en Idciudad. Al ver que los vecinos habían huído ya contodo la que pudieron llevar consigo, los persiguió unasdoce millas tierra adentro, y a la vuelta les saqueó yquemó las casas. embarcó treinta cañones y otrosproductos del pillaje, y zarpó hacia Jamaica (2). Aque·lIa fué una heroica hazaña ejecutada con un puñadode hombres, pero sus beneficios resultaron mucho me·nore, de la que se esperaba, Habiase acordado quemarineros y soldados recibirían la mitad del des-pojo, pero computado el producto se vi6 que la partede aquéllos no llegaba a más de 400 libras esterlinaspara saldar las cuales el Estado tomó las treinta piezasde arti'lería. junto con cierta cantidad de pólvora, ba-las. cueros, sal y maíz (3). Sedgwick le escribió aThurlce Que «calculando todo la incluido en la porcióndel Es1ado, no se compensaba la pólvora y proyectilesgastados en aquel servicio» (4). Sedgwick era unode los comisionados civiles nombrados para el gobiernode Jamaica; soldado valiente y piadoso. con muchaexperiencia y honrosos antecedentes militares en la co-lonia de Massachusetts, no aprobaba aquel género de

(1) Calendario de Papeles de Estado, serie colonial, 1675-76.Adenda, Nos. 2\8, 252. Papeles de Thurloe, IV, plig-s.451, 457.

(2) Papdes de Thurloe, IV, plígs. 152,493.(3) Calendario de Papele,; de Rstado, serie colonial, 1675-76.

Adenda, No. 236.(4) Papeles de Thurloe, IV, pág.604.

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guerra contra los españoles. «Esta suerte de merodeopara ejercer la piratería contra el comercio de las An-tillas y saquear y quemar ciudades,-escribe, -aun-que practicada por largo tiempo en estas partes, no essin embargo honorífica para una real marina ni creotampoco que fuese la obra que se tuvo en mientes,aunque acaso deba ser tolerada por ahora». Tambiénexpresó por escrito que si Cromwell quería cumplir suprimitivo propósito de interceptar la ruta de los tesorosespañoles, debía ocuparse de modo permanente algunafortaleza de importancia como Cartagena o Habana,plazas que por hallarse muy bien guarnecidas reque·rían para reducirlas considerable ejército y escuadra,tales como Jamaica no los poseía entonces; pero quedevastar y quemar ciudades de orden subalterno, sinretenerlas, sólo conducía a prolongar la guerra de mo-do indefinido con poca ventaja o beneficio para na-die (1). El capitán Nuberry visitó a Santa Marta se-manas después del desembarco de Goodson y yendo atierra se encontró conque más o menos un centenar depersonas, se hablan atrevido a regresar y reconstruirsus devastadas residencias. A la vista de los ingleseslos míseros habitantes volvieron a huir incontinente alas selvas, y Nuberry y sus hombres destruyeron suscasas por segunda vez (2).

Con diez de sus mejores navíos Goodson se diode nuevo a l~ mar el 5 de abril de 1656 y navegó aleste por la costa de la Española hasta Alta Vela, es-perando encontrarse con unos barcos españoles señala-dos por aquellos parajes. No dando con ninguno viróhacia el continente y desembarcó en Río de Hacha el4 de mayo con 450 hombres. El relato de esta hazañaconstituye el mero recuento de lo ocurrido en SantaMarta. La gente había visto la escuadra inglesa seishoras antes de que pudiese echar anclas y huyó de laciudad a las sierras y bosques circundantes; sólo que-daron doce hombres para defender el fuerte, atacado yexpugnado por los ingleses en media hora. Cuatro

( 1) ¡bid. págs. 454-5, 604.

(2) Papeles de Thurloe, IV, pág. 452.

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grandes cañones de bronce fueron embarcados en losnavíos, y el fuerte demolido en parte. Los españolesquisieron parlamentar el rescate de su villa, pero comotranscurriese el plazo de un día sin que diesen signosde conJlenir en las demandas del almirante, éste que-mó la plaza el 8 de mayo y levó anclas (1). Goodsontocó otra vez el 11 en Santa Marta para hacer aguada,y el 14 se presentaba ante Cartagena con el objeto deobservar la bahía. Dejando tres navíos para que bar-loventearan allí, regresó a Jamaica con sólo dos me-dianas presas, una cargada de vino y la otra de cacao.

Pero como sus marineros se mostraban inquietosy ávidos ae elufJlt:sé.S,';' :7:e:l!Q:i~~r!P. !1l!1io Good·son tenía catorce de sus bajeles frente a la costacubana. cerca del cabo de San Antonio, donde estabanal acecho de los galeones o la flota. escuadras estasdos últimas cuyo arribo era esperado entonces en laHabana. Mas su anhelo por repetir la hazaña de PietHe}'n estaba condenado a no cumplirse nunca, porqueen breve supo que la flota de Tierra Firme había en-trado en el puerto de la Habana el 15 de mayo y zar-pado hacia España (2) el 13 de junio, tres días antesde su llegada a aquella costa. Entre tanto había vo-lado uno de <sus propios baJeles, el «Arms of Holand»,con pérdida de cuanto existía abordo, salvo tres tripu-lantes y el capitán, y otros dos barcos se hallaban des-mantelados. Cinco unidades de la escuadra regresarona Inglaterra el 23 de agosto y Goodson permaneció conlas restantes en la costa de Cuba hasta fines del mes,acechando en vano la flota de Veracruz que no llegó asalir en aquella temporada (3).

(1) Ibid., V, págs. 96, 151.(2) Esta fuê la fiota de caudales capturada frente a Cádiz el

9 de setiembre por el navío del capitán Stayner y otras dos fral\'atasHubo seis galeones apresa10s, hundidos a quemados con no menosde 600.000 libras esterlinas en oro y plata. Los galeones incendia-dos por Blake en el puerto de Santa Cruz el 20 de abril de 1657 for-maban sin duda la flota mexicana que el almirante Good6on habíaesperado inútilmente a la altura de la Habana el verano anterior.

(3) l~alendario de Papeles de l<~stado, serie colonial, 1675-76 .. \denda, Nos. 260,263,266, 270, 275; Papeles de Thurloe, V,pág. 340.

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Ahora era gobernador de Jamaica, el coronel Eduar-do Doyley, el oficial que tan presto frustró las tentativasde los españoles para recuperar la isla en 1657-58.Había tomado parte en la expedición de las Antillascon el carácter de teniente coronel en el regimiento delgeneral Venables y a la muerte del Mayor general For-tescue, ocurrida en noviembre de 1655, los comisiona-dos de Cromwell en Jamaica la nombraron comandanteen jefe de las fuerzas de tierra. En mayo de 1656 lasustituyó Roberto Sedgwick pero fallecido éste a lospocos días, Doyley pidió al Protector que la eligiese parael cargo, no obstante la cual en diciembre de 1656 llegóde Inglaterra William Brayne con el objeto de asumirel mando supremo, mas fulrninad:> por la fiebremeses más tarde, a semejanza de sus dos predecesores,el puesto recayó en Doyley de modo permanente.Doyley fué un gobernante muy eficaz y aunque se leha acusado de haber visto con menguada considera-ción a respeto el cultivo y el comercio, el cargo p;¡receinjusto (1). Mantuvo con firmeza el orden entre indi-viduos desanimados y adversos a Id colonización, y alsalir de su empleo la colonia era una comunidad relati-vamente próspera y bien organizada. Confirmado enel ejercicio de su cargo por Carlos II. bajo. el gobiernode la Restauración, fué, sin embargo, sustituido porLord Windsor en 1661. Doyley se distinguió prin-cipalmente por su vigorosa policía contra los espa-ñoles, no sólo en la defensa de Jamaica, sino esti-mulando a los corsarios y llevando la guerra a\ campoenemigo. Al saber en 1658 por unos prisioneros quelos galeones esperaban en Portobelo el tesoro de Pa-namá, Doyley embarcó 300 hombres en un escuadrónde cinco bajeles y los envió a apostarse en una bahíaoculta entre aquel puerto y Cartagena para interceptara los buques españoles. El 20 de octubre fueron di-visados los navíos: veinte y nueve por todos, quincegaleones y catorce grandes mercantes; por desdicha to-

(1) Ct. MU8eo Británico, !Ilss. adicionales, 12, 430. Diariodel coronel Reeston. Se diría qne el coronel Beestoll abrigabaparticular malE:volencia CQntra Doyley. Pero la opinión es favora.ble a Doyley, C.f. Long, op. cit., l, pág. 284.

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dos los buques británicos, salvo el «Héct~'r» y el ((Mars-ton Moon se hallaban ausentes aquel instante enbusca de agua dlllce; los dos en guardia nada podíanhacer por sí solos, pero saliendo audazmente al encuen-tro de los españoles, se les colgaron en zaga, y proba·ron sin éxito a dispersados. Posteriormente, la escua-dra inglesa atacó y redujo a cenizas la ciudad deTulú en Tierra Firme, amén de capturar dos barcos es-pañoles en la rada; y todavía visitó de nuevo a la des-venturada Santa Marta, donde se mantuvo por tresdías y desembarcó una columna que hizo una recorridade vanas rIllttc1i> éL •• .:;. :::=:!"~"" ql'emándolo y destru-yéndolo todo a su paso (1).

Sin embargo, el 23 de abril de 1659 regresaba aPort Royal otra expedición cuyo suceso satisfacía losapetitos más voraces de la codicia. Doyley había en-viado a pillar la costa suramericana tres fragatas man-dadas por el capitán Cristóbal Myngs (2) y con 300hombres a bordo. Primero entraron en Cumaná y ladestruyeron, y luego costeando al occidente volvieron adesembarcar en Puerto Cabello y Coro, Ciudad estaúltima donde persiguieron a los vecinos por los bosquesy donde entre otros despojos se apoderaron de veintey dos arcas del real tesoro destinadas al soberano es-pañol y cada una de las cuales contenía 400 libras deplata (3). Embarcado este dinero y otros efectos del

(1) Calendario de Papeles de Estado, serie colonial, 1675-76.Adenda, Nos. 309, 310. En estas cartas se da a las cil¡dades losnombres de .Tralo. y .Saint Mark.. Cf. también los Papeles deThurloe, VII, pág. 340.

(2) El capitán Crist6bal :\'lyngs había sido designado en 1654para la .!lIarston Moon, fragat'! de cincuenta y cuatro cañones, yservido dos años en las Antill~s a las órdenes de Goodson en 1656y1657. En mayo cie 1656tomó parte en el saco de Río Hacha. I.a.Marston !lloor. regresó a Inglaterra en julio de 1657y se dispusoque fuese revarada, pero Myngs y su fragata estaball de nuevo enPorI Royal para el 20 de febrero de 1658. (Calendatio de Papelesde Estado, serie celonial, 1675-76. Adenda, /l:os. 295, 297). l'ras dretorno del Almirante Goodson a Inglaterra (Ibid., N~ 1.202) pa·rece qne 1I1yngsfué el oficial supremo de marilla en las Indias Oc·cidentales y se distinguió grandemente en sus acciones navalescon tra los españoles.

(3) Mss. de Tanner, LI, 82.

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pillaje constituidos por plata labrada, joyas y cacao, tor-naron a Port Royal con la presa más rica llevada algunavez a Jamaica. El botín total fué calculado entre200.000 y 300.000 libras esterlinas (1). La abundan-cia de nuevas riquezas introducidas en Jamaica contri-buyó en mucho a levantar el ánimo de los colonos ysituó a la isla en vías de más prósperos tiempos. Contodo, la secuela de tan brillante hazaña fué desgraciadaen cierto modo: hubo disputas entre los oficiales de laexpedición y el gobernador y otras autoridades insula-res sobre el reparto del botín, y a principios de juniode 1659 el capitán Myngs fué enviado a Inglaterra, abordo de la «Marston Moor,., y suspendido por deso-bediencia y Tobo montante a 12.000 piezas de a ochoen la bodega de una de las presas. Myngs era uncomandante activo e intrépido, mas evidentementecodicioso y ávido de mando. Parece haber tratado dedistraer la mayor parte del dinero cogido en beneficiode sus oficiales y soldados, disponiendo del botín porpropia iniciativa antes de dar cuenta precisa de él algobernador o administrador general de la isla. Doyleyescribe que a bordo de la «Marston Moor" había unaconstante feria y que alegando la costumbre de rompery pillar las bodegas, Myngs y sus oficiales permitieronque las veinte y dos arcas de plata pertenecientes alRey de España fuesen distribuidas entre los soldados,sin proveer para nada a los derechos del Estado (2).También hubo cierta disputa acerca de la manera Có'mo debía disponerse de seis presas holandesas em-bargadas por Doyley a su regreso de Inglaterra porquese libraban al tráfico i1icito en Barbada, presas queasimismo fueron pilladas antes de llegar a Jamaica,

(1) Calendario de Papeles de Estado, serie colonial, 1675-76.Adenda, Nos. 315, 316. Algunos cómputos lo hacen ascender a500.000libras esterlinas

(2) Calendario de Papeles de Estado, serie colonial, 1675-76.Adenda, Nos. 315, 318. El capitán William Dalyson escribia aInglaterra el 23 de enero de 1659-60 que creía verdaderamente quesi el general (Doyley) estuviese en la metrópoli respondiendopor 51 mismo, se veria que el capitán Myngs no era sino unmentecato presumido y jactancioso, y u II picaro que cidra uda-ba al Estado y robaba a los mercaderes. [bid., No 328.

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siguiéndose de ello que el descontento de Myngs subióde punto cuando se encontró conque en la colonia noexistían jueces para procesar y condenar buques se-cuestrados en virtud de las leyes de navegación. Porsu parte, una vez en Inglaterra, Myngs introdujo quejascontra el gobernador Doyley, el administrador generalBurough y el Vicealmirante Goodson, fundándose enque ellos recibían mayor lote del que les correspondíaen las presas, y esto di6 origen a una guerra de mu-tuas recriminaciones (l). Parece sin embargo queentre los des6rdenes de la Restauración se hizo poco:?~0 Op.1 ~sunto en Inqlaterra. La insubordinación delos oficiales en 1659-60 era una luente constalllt: dèdificultades y estorbos para el gobernador en su em-peño por establecer el orden y la paz en la colonia.En Inglaterra nadie sabía de fijo donde residía enefecto la autoridad del gobierno, y así Burough podíaescribir desde Jamaica el 19 de enero de 1660: «Aquíestamos la mismo que ustedes; cuando supimos lamuerte del Lord Protector proclamamos a su hijo ycuando supimos la separación de éste proclamamos unParlamento y ahora poseemos una Comisión de seguri-dad» (2). Las consecuencias de semejante incerti-dumbre amenazaban ser perjudiciales a Jamaica, colo-nia reciente y llena de aventureros, porque relajaba losresortes de la autoridad y estimulaba en los espírituslicenciosos el desdén por el gobernador.

Carlos II fué proclamado Rey de Inglaterra el 8 demayo de 1860, y entró en Londres el día 29. Laguerra iniciada por Cromwell contra España era esen-cialmente una guerra de la República y como la corteespañola se había mantenido en términos amistososcon el príncipe en destierro, al recuperar éste la coronasobrevino por si misma una cesación de las hostilida-des con España. Carlos dirigió una nota a don Luisde Haro el 2 de junio de 1660, para proponerle un ar-misticio en Europa y América, el cual debía conducir auna paz permanente y al restablecimiento de las rela-

(1) ¡bid., Nos. 327,331.(2) Calendario de Pap••les de Estado, serie colonial, 1675-76

Adeuda, Nu. 326.

clones comerciales entre ambos reinos (1). Al propiotiempo, Sir Henry Bennet, Ministro Residente de Ingla-terra en Madrid, hizo análogas proposiciones al monar-ca español. Recibida en julio una respuesta favorable,ellO de setiembre de 1660 fué proclamada la suspen-sión del estado de guerra, inclusa la renovación deltratado de 1630. En Madrid se abrieron negociacionespara un nuevo tratado, pero el enlace de Carlos conCatalina de Braganza, efectuado en 1662, y la consi-guiente alianza a Portugal, con quien España se hallabaentonces en guerra, vinieron a contrariar todos aquellosdesignios. El armisticio con España no fué publicadoen Jamaica sino el S de febrero del año siguiente. luegoque el coronel Doyley hubo recibido el 4 del mismomes una carta del gobernador de Santiago de Cuba.junto con una orden de Sir Henry Bennet para la ce-sación de las hostilidades, orden que Doyley hizo pú-blica acto seguido (2). Los españoles remitierontambién COn la carta cerca de treinta prisioneros ingle-ses. Carlos II confirmó a Doyley en su gobierno deJamaica, no siendo expedida su patente hasta el 8de febrero de 1661 (3); pero como anhelaba regresar aInglaterra con el objeto de gestionar sus negocios pri-vados, el 2 de agosto fué designado Lord Windsor parasucederlo en el cargo (4). Al año justo. en agosto de1662, Windsor llegaba a Port Royal, provisto de ins-trucciones que la autorizaban «para tratar de alcanZary mantener buena correspondencia y tráfico libre conlas posesiones pertenecientes al Rey de España, aunrecurriendo a la fuerza en caso necesario~. (5).

(1) Papeles de Estado, España, vol. 44, r. 318.(2) Calendario de Papeles de Estado, serie colonial, 1'i6l-6ll.

Nos. 17, .61.(3) Calendario de Papeles de Estado, serie colonial, 1661-68

No. 20.(4) Ibid., No. 145.(5) ¡bid., Nos. 259, 278. Por las instrucciones originales de 21

de marzo de l66<!se autorizaba a Lord Windsor para registrar 108

na\'íos que se hiciesen sospechosos de traficar COll los españoles ypara adjudicarlos en la Corte de Almirantazgo. Sin embargo, pa-rece que a los quince días el Rey y su consejo habían cambiado

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El asunto del comercio Inglés con las coloniashispánicas de las Indias, había surgido por vez primeraen las negociaciones para el tratado de 1634, a raízde las prolongadas guerras entre Isabel y Felipe Il.A los esfuerzos de los españoles para que se incluyeseuna cláusula con la prohibición explícita de ejercerel comercio, se opuso la demanda británica en favor dela libertad absoluta. Los españoles protestaron quejamás había sido concedida en previos tratados a aotras naciones ni aun a súbditos españoles, sin some-terlos a restricciones, y clamaron porque al menos seestipulf\se una cláusula privada sobre la materia, perolos comlsí(J11<1~û5 0 ..;ti:::::c~~'" .,egaron a ello con fir-meza y sólo prometieron prohibir el comercio conpuertos sometidos a la autoridad efectiva de España.Finalmente se llegó a un compromiso cuanto a las pala-bras «in quibus ante bellum fuit commercium, juxta etsecundum usum et observantiam (1).» Este artículofué renovado en el Tratado de Cottington, correspo .•-diente a 1630, año en que por cierto los propios espa-ñoles querian conceder la libre navegación en los ma·res americanos y aun ofrecieron reconocer la coloniabritánica de Virginia si Carlos 1 admitía algunos ar-tículos para prohibir el comercio y la navegación endeterminados puertos y bahías. Pero demasiado pre-visor, Cottingion le dijo por escrito a LaId Dorchester:"Por mi parte, siempre estaré lejos de aconsejarle aSu Majestad que piense en semejantes restricciones,porque ciertamente dentro de poco tiempo se abrirá la

complelamellle de parecer, a despecho de las I,eyes de Navegaciónque prohibíatl a las colollias todo comercio que ua fuera COti lamadre palría.

(l) Arl IX del tratado, Cf. DUlllont: Corp' Diplomatique,t, V, pl. II, p:íg. 625. Cr. tlllllbiéll Papeles de Esla(lo, venecillllo,1604,pág. 189:-.Quise "aber de propia boca <le Sll :\lajesta<l (escri-bía el gmbaJ"dor veueciano en uovícmbre de 1604), cómo entendíala cllln",¡a sobre la 1I1lvegacióIl in<lialla, y Il,í le dije: .Sire, \'Iles-tras súh,litos puedclI traficar con gspaiía y l'laudes pero 110 conlas Indias ••, ·.¿Por qné 1I0? dijo el Rey. ,Porqne, repliqné, lacláu!"ula se:: entiende en ese sentido", '·Qllier;esquiera que sosten·glln ese parecer incurren en grave error, dijo Sn Majeslad; elsentido es completamente claro ••.

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navegación de aquellas regiones en tanto que no existancapitulaciones negativas a artículos que laestorben (1 ) .•Era evidente que el gobierno español cedía en sus pre-tensiones de monopolio, porque en 1634 el Conde deHumanes le dijo en confidencia al agente británico,Taylor, que en el Consejo de Indias se había tratadode admitir los ingleses a la parte en el flete de los na·vías despachados para las Indias Occidentales, y aunde concederles una licencia limitada para navegar aesas regiones por su propia cuenta. Y el conde deLinhares, nombrado hacía poco gobernador del Brasil,le dijo en 1637 a Lord Aston, que deseaba mucho quelos navíos británicos efectuasen el trasporte entre Lis·boa y los puertos brasileños.

La colonización de las islas de barlovento y sota-vento y la conquista de Jamaica habían comunicadonuevo impulso al comercio de contrabando. Podríadecirse que las naciones traficantes estaban abriendotienda a las mismas puertas de Jas Indias. Las antillasfrancesas y británicas, condenadas por las Leyes deNavegación a circunscribirse a la agricultura y a uncomercio pasivo con la metrópoli, no tenían otro recur-so que el de traficar con sus vecinos españoles. Losfactores del Asiento establecido en Cartagena, Portobeloy Veracruz suministraban todos los años a los merca-deres europeos noticias circunstanciadas de los génerosque podían importarse con provecho, mientras los bu·caneras, dominadores de todo el Mar Caribe, estorba-ban la frecuencia de las comunicaciones entre Españay sus colonias. Por la tanto no causa sorpresa que elcomercio de Sevilla que hasta allí había mantenido suspreeminencias, decreciera con asombrosa rapidez; quemediasen varios años entre viaje y viaje de los galeo-nes y la flota y que casi se vieran desiertas las feriasde Portobelo y Veracruz. Además la restricción efec·tiva de este comercio intérlope era imposible para unay otra parte. Las dependencias indo-occidentales sehallaban lejos del centro de autoridad, en tanto que losgobiernos de las metrópolis, comúnmente embargados

(1) Papeles de Estado, España, vol. 35.

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por el despacho de otros e innúmeros asuntos, no po-dían ejercer acci6n adecuada sobre sus súbditos enAmérica. Al propio tiempo los virreyes españoles ylos gobernadores de las Antillas hacían la vista gorda auna práctica que les llenaba los bolsillos con el oro delsoborno, a la par que contribuía al bien público y aldesenvolvimiento de sus respectivas colonias. Fuéeste tráfico ilícito con Hispano América la que Carlos ¡¡se propuso someter a su propia esfera de acci6n, me-diante negociaciones efectuadas en Madrid e instruccio-nes dirigidas a sus lugartenie'ntes en las Indias Occiden-~~lp". Turno a turno se les dieron 6rdenes a Fan-shaw, Sandwich y GOdoiphin p"r" quc "olicitasen eltráfico libre con las colonias. Dos genoveses llamadosGrillo y Lomelín tenían por esta época el Asiento denegros, y los embajadores británicos abrieron variasveces negociaciones con aquéllos para conseguir elprivilegio de hacer el abasto de hombres de color pro-cedentes de las islas británicas. En virtud del tratadode 1670 la Corona española reconoci6 formalmente porprimera vez las colonias inglesas de América, pero lalibertad de comercio estuvo como siempre lejos de serestablecida, por donde parece que a partir de esta fechaCarlos hubiese perdido la esperanza de lograrla algúndía mediante conciertos diplomáticos .

. Se presumía que la paz de 1660 entre Inglaterray España se extendiese a uno y otro lado de la «Línea»;mas el Consejo de Jamaica opin6 que s610 era aplicablea Europa ( 1), y por el contexto de las instrucciones aLord Windsor puede inferirse que la corte británica seinclinaba por entonces a interpretarla con las propiaslimitaciones. En realidad, a Windsor no s610 se lehabía encomendado que impusiese el libre tráfico a lascolonias españolas. sino que se le dieron poderes parapedir ayuda al gobernador de Barbada «caso de que losespañoles emprendiesen alguna tentativa considerablecontra Jamaica (2)>>. Sin embargo. resultaron infruc·

{Il Calendario de PapeleR de Estado, serie colonial, 1661-68.No. 61.

(2) ¡bid, N9 259.

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tuosos los empeños del gobernador para llegar a unabuena inteligencia con las colonias españolas. En lasactas del Consejo de Jamaica. fechadas el 20 de agostode 1662, leemos: «Resuelto que las cartas de los go-bernadores de Puerto Rico y Santo Domingo implicanuna negativa absoluta del tráfico, y que según Jas ins-trucciones de Su Majestad para Lord Windsor se pro-cure establecer el tráfico por la fuerza a de otra ma-nera (1)"; y con fecha de 12 de setiembre encontra-mos otra resolución de «que se alisten hombres parauna empresa marítima con el «Centurión~ y otrosnavíos (2)>>. Aquella empresa consistía en una expe-dición para capturar y destruir a Santiago de Cuba, elpuerto español más próximo a las costas de Jamaica.Ya en 1655 había proyectado Goodson un ataque aSantiago. «Antes de nuestra venida, - escribía elMayor Sedgwick a Thurloe, a raíz de su llegada a Ja-maica.-el Almirante abrigaba e! designio de cogerunos cuantos soldados y pasar a Santiago de Cuba,ciudad de Cuba, pero nuestra venida se lo estorbó,porque sin él no hubiéramos ::.abido qué hacemos» (3).El plan fué definitivamente abandonado en enero de1656. en vista de que la colonia no podía suministrarnlÍmero suficiente de soldados para la empresa (4). ASantiago acudieron en su mayor parte los españolesexpulsados de Jamaica. y la misma Santiago sirvió depunto de partida para la expedici6n que vino en 1658a la reconquista de la isla. La instrucciones dadas aLord Windsor ofrecían coyuntura favorable para vengarataques precedentes y asegurar a Jamaica contra futu-ras molestias de la misma índole. El mando de laexpedición le fué confiado a Myngs. ya de nuevo enlas India., por 1662 y a bordo de la fragata "Gentu-rión». Myngs zarpó de Port Royal ~l 21 de setiembrecon once navíos y 1.300 hombres (5). pero detenidopor vientos contrarios. no divisó el castillo de Santiago

(Il Ibid .• N~ 35.~.(2) Ibld., N' .,64.(3) paptkE de Thurloe, IV, pll¡:-. 154.(4) Ibid, IV, pág. 457.(5) Diario de Deeston.

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hasta el 15 de octubre. Aunque había determinadoforzar la entrada del puerto. se la impidió la brisa detierra entonces reinante; y así hubo de desembarcar sugente a barlovento en una costa roqueña, cuya ascensiónse practicaba por un pasaje tan angosto que los solda-dos debían marchar uno por uno. La noche habíacaído antes que todos estuviesen en tierra y «el caminoera tan arduo y la noche tan oscura que se vieronobligados a hacer altos y encender hogueras, y losguías a abrir camino con antorchas en las manos,. (1).Con el alba llegaron a una hacienda en las márgenes¿: '~!" rin, distante unas seis millas del lugar de desem-barco ya tres de Santiago. Descansaron adi y é:IVdJl-

zando luego a la ciudad sorprendieron el enemigo queconociendo la tardío del desembarco y la fragosidaddel camino no los esperaba tan pronto. A la entradade la población encontraron 200 españoles en forma-ción bajo las órdenes de don Pedro de Morales, gober-nador de la plaza, y apoyados con una reserva de 500más por don Cristóbal de Sasi Amoldo, ex-gobernador

·de Jamaica. Los españoles se pusieron en fuga a laprimera acometida de los jamaiquinos y la plaza fuéseñoreada con facilidad. Al día siguiente los invasoresdestacaron partidas con el objeto de perseguir tierraadentro el enemigo, y se envió orden a la armada paraatacar las fortíficaciones erigidas en la boca del puerto,la cual se hizo con éxito porque los españoles aban-donaron el gran castillo después de haber disparadoapenas dos fusiles. Las tropas británicas emplearonsu tiempo hasta el 19 de octubre entre correr la comar-ca en busca de tesoros ocultos, la mayor parte de loscuales habían sido trasladados muy lejos de la costapara ponerlos fuera del alcance de los enemigos, ydesmantelar y demoler las fortificaciones, donde se en-contraron treinta y cuatro cañones y 1.000 barriles depólvora. Algunos de los cañones fueron embarcadosen los navíos y los restantes echados al mar desde elprecipicio, al paso que se empleaba la pólvora en volar

(1) Calendario de los Mss. de He~thcote (iwpreso por lacomisión de Mss. hist6ricos), pág. 34.

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el castillo y las quintas de los alrededores (1) Laexpedici6n estaba de regreso en jamaic3 el 22 de oc-tubre (2). S610 habían muerto seis soldados en lalucha con los españoles, y perdídose una veintena máspor causa de otros ¡(accidentes,.. El enemigc debi6capturar algunos de aquellos veinte, porque cuandoSir Ricardo Fanshaw rué nombrado Embajador en Es-paña, por enero de 1664, recibió instrucciones paranegociar entre otras cosas un canje de prisioneros co-gidos en las Indias. Por Julio se le ve procurando laliberación de los soldados del capitán Myngs, detenidosen las cárceles de Sevilla y Cádiz (3). Y el 7 de no-viembre se obtuvo una orden del Rey de España, diri-gida a ese efecto (4).

Sus instrucciones autorizaban a Lord Windsor paraQue tan pronto como hubiese constituido el gobiernode Jamaica, nombrase un diputado y regresase a In-glaterra a fin de conferenciar con el Rey sobre negocioscoloniales. Windsor sali6 para la metr6poli el 28 deoctubre, y el mismo día rué leído en el Consejo jamal-quina el nombramiento de Sir Carlos Lytt1eton comoteniente gobernador (5). Durante su breve estanciade tres meses el gobernador había logrado mucho en elsentido de establecer un buen orden de cosas en la isla;disolvió el antiguo ejército y reorganizó la soldadescabajo más estricta disciplina y mejores oficiales; sistema-tizó el procedimiento legal y las reglas para la trasla-ció" de la propiedad; creó una corte de Almirantazgoen Port Royal, y sobre todo, acaso en cumplimiento àela recomendación del coronel Doyley (6), habla retira-do todas las patentes de corso emitidas por goberna-

(1) Calendario de los Mss. de Heathcote, pilg. 34. Cf tatllbiênCalendario de Papeles de Estado, "erie colonial, 1661-<*1,119384:.Acta para la venta de cinco cañones de cobre tomados en Sautiagode Cuba .•

(2) Diario de Bee4on.(3) Papele" dt. Estado, España, v:¡l. 46.(4) Ibid.,vo1.47.(5) Caleudario de Papeles de Estado, serie colonial, 1661-68,

Nos. 294, .'liS.(6) Museo Británico, Mss adicionales, II, 410, f. 16.

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dores precedentes, y trató de que los capitanes se so-metiesen a reglas justas, dándoles nuevas comisiones,con la advertencia de que llevasen a Jamaica las pre-sas españolas para los efectos de la adjudicación (1).

La partida de Windsor no paralizó los esfuerzosde los jamaiquinos, encaminados a «imponerles eltrálico» a las posesiones españoles. y así en 11 de di-ciembre de 1662 el Consejo aprobaba una moción paraque a tal efecto se hiciese una tentativa a sotaventosobre las costas de Cuba, Honduras y el Golfo deCampeche. Mil quinientos o mil seiscientos soldados

neros, eran embarcados el 9 y la de enero en una ar-mada de doce navíos que se hizo a la vela dos díasdespués, al mando del temible Myngs. A eso de no-venta leguas acá de Campeche la escuadra rué sor-prendida por tremenda tempestad en que zozobró unode los bajeles y otros tres se vieron separados de laflota. Con todo, los ingleses llegaron a la costa deCampeche en las primeras horas del viernes 9 defebrero y desembarcando a legua y media de laciudad, marcharon sin ser advertidos por un senderode los indios con «tal rapidez y buena fortunall quepara las diez de la mañana eran dueños de la poblacióny de todos los fuertes, menos el Castillo de SantaCruz.' Myngs recibió tres heridas de balas de cañón enla toma del segundo baluarte, y él mismo manifiestaque la propia ciudad pudo ser defendida como una for-taleza por la disposición de las casas, contiguas y fa-bricadas de piedra con azoteas (2). Las fortificacionesfueron demolidas en parte, una zona de la ciudad des-truida por el fuego y apresadas por los invasores ca-torce velas ancladas en el puerto. El botín debió serconsiderable en conjunto: el licenciado español Maldo-nado de Aldana lo computa en 150.000 piezas de a

(1) ¡bid, f. 6.

(2) Dampier dice tamùiên que Campeche 'presenta hermosoaspecto, construida como está toda ella de buena piedra 10stechos horizontales al estilo español, y cubiertos de teja .• l<~d.1906, II, pag.147.

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ocho (1), Y en medio millón más el perjuicio generalocasionado a la villa por la destrucción de casas y mu-niciones, obra del enemigo, y los gastos de dinero paraacudir a la defensa. Myngs y su flota se alejaron deallí el 23 de febrero, mas el «C~nturión" no surgió enPort Royal sino el 11 de abril, siguiéndole el resta dela armada al cabo de pocos días. Causa sorpresa lareducido del número de bajas en uno y otro bando: losinvasores tuvieron apenas treinta muertos, y los espa-ñoles cincuenta a sesenta, pero entre los últimos figu-raban ambos alcaldes y muchos otros funcionarios yvecinos notables de la ciudad (2).

Fxplicar satisfactoriamente en Madrid estas dosinsolentes agresiones contra territorio español en Amé-rica constituía un problema engorroso para el gobiernobritánico, sobre todo cuando se decía que ios subalter-nos de Myngs, prisioneros en Sevilla y en Cádiz ha-bían presentado patentes en justificación de sus ac-tos (3). El Rey de España ordenó a su Ministro enLondres que preguntara si Carlos admitía la responsa-bilidad de la agresión contra Santiago, y al propio

(1) Sill emhargo, el autor ele .Estado actual <le Jamaica. <lic-(V~R. 39) que J\TYlIgs uoobtuvo Illllcho botín en Campeche ni enSanti¡¡go.

(2) Diariu ele Be"'ton; r.ltbeo hritánico, Mss. aelicionales,J.l,9Ú1. f. 16:-'l'a,ta original rlt-I I.ire¡'l'·iado lIlaldrlllaelo <l" AI<lanapara don Frallei~t'(J C;tldt:rúu y RunH~lo, en que le telata la tOIua deCamperhe e1\ 166.',,,; fechada "11Campeche, marzo ele 16(,3.

Conforme al relat" ",paiiol la escuadra in!{le,a cunst>ha elecatorce barco.~, un g'ran navío de cuarenta y cuatro cañones,

(¿RI "Centur'ón,,?) y trece menores. Ln discrepancia ell e¡lIúmerode los buqnes de la flota puede explicarse por la probabilielad <le queotros barcos jattlaiqninos Y filibusteros se reunieron a ella oespu(,sde su sali<la ele Port Royal. Ileeston dice en Sil Diario qlle el cor-sario .Hlessill!!;', capiL1n MitchelJ, Su comal!daute, llevó d 28 defebrero la noticia <le que lo~ espaiiolc~ ele Call1peche hahían recibi-do aviso de Santi.!!;o de Cuba sobre el proyecto brit,illico y hechoesmerados preparati\'()~ vara ia ddeusa de la ciudad. Esto la con-tradice el I'ehto espaiiol, en que aparece que las alltoridades espa-ñolas habían sido culpables ele negli¡:¡encia por no haher provistolas defensas con hombres, pólvora o ahastos.

(3) Papeles de Estado, España. Fanshaw al secretario Ren-net, julio 13-23 de 1664.

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tiempo se suspendieron indefinidamente en los tribu-nales de la Península las actuaciones correspondientesa causas británicas por depredaciones de corsarios ga-llegos (1); Y cuando a raíz de esto se supo en mayode 1663 el saco e incendio de Campeche, se produjola más grande excitación en Madrid (2). En el acto sele envi6 orden al Duque de Alburquerque, y, cosa másrara en España, dinero para que apresurase los prepa-rativos de la real Armada en Cádiz y la despachase alas Indias, junto con lo cual se practicaron diligenciaspara revivir la difunta Armada de Barlovento, escua-drilla que antes había sido empleada en atrapar intér-lapes y proteger Jas COSlas ùe IH:~f1d rillúl::. ::::,-,ciedosentido la captura de Campeche había herido a Españaen la parle sensible, porque la flota de México, quedebía salir de la Habana en julio de 1663, rehuz6 mo-verse de su asilo de Veracruz hasta que fueran a con-voyarla los galeones de Portobelo, siendo así que lallegada de los caudales del Nuevo Mundo tuvo un re-tardo de dos meses, y el insolvente gobierno peninsularse vio en temibles apuros de dinero.

Sin embargo, la diligencia de los españoles nopasaba de ser un simulacro para disímular la propiaimpotencia, y sus clamores fueron satisfechos eventual-mente por el Rey de Inglaterra con escribirle al tenien-te gobernador Lyttleton una carta en que prohibíapara la futuro toda empresa parecida. He aquí el textode la carta: «Sabiendo con cuanto celo y agravio venlos españoles a nuestra isla de Jamaica, y cuán dis-puestos están a hacer una tentativa contra ella, y Co-nociendo cuán desamparada quedará para su propiadefensa si se le da estímulo a tales empresas como lasque últimamente han sido puestas en ejecuci6n y seprosiguen aún, apartando a los habitantes de la indus-tria que es la único que puede darle importancia a laisla. el Rey manifiesta su desagrado por todas las em-presas semejantes y manda que no se prosigan en lah..turo, sino que unidamente se apliquen ellos al mejo-

(1) lbid., vol. 45. Carta del C6nsul Rumbold, marzo 31, 1663.(2; lbid., mayo 4, 1663.

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famiento de la colonia y conservación de la fuerza encondiciones apropiadas" (1). El borrador de la cOartaera de tono mucho más suave y revela la real actitudde Carlos II ante aquellas empresas semipiráticas: "SUMajestad ha tenido conocimiento del éxito de la em-presa sobre Cuba, en la cual no puede menos que com-placerse por la energía y resolución con que fué ejecu-tada .•.•. pero como Su Majestad no puede preverresulte de ello ninguna probable utilidad .... (él) hacreído conveniente ordenar que no se dé estímulo atales empresas a menos que deban ser ejecutadas porlas fragatas y buques de guerra al servicio de esa plaza,sin adición alguna de soldados a habitantes,. (2). Sub·secuentemente se enviaron otras cartas a Jamaica enlas cuales se ponía en claro que las instrucciones delmonarca no se dirigí:¡n a poner coto a la guerra de loscorsarios, y en consecuencia Sir Carlos Lyttleton no lesretiró las patentes; pero a pesar de ello la asamblea deJamaica aprobó a principios de 1664 una ordenanzaque prohibía las levas públicas de soldados para expe-diciones extranjeras, y vedaba que nadie saliese de laisla para tales expediciones sin previa licencia delgobernador, el Consejo y la asamblea (3).

Cuando las instrucciones de las autoriâades de lametrópoli eran tan ambigüas y los incentivos del corsotan halagadores, resultaba natural que aquel juego con-sistente en dar caza a los españoles apenas padecieseinterrupción. Los filibusteros ingleses que antes sen-taban sus reales en la Española y Tortuga acudían ahoraa Jamaica, donde hallaban cordial acogida y mejormercado para su botín. Así en junio de 1663 ciertocapitán Barnard zarpó de Port Royal para el Orinoco,tomó y pilló la ciudad de Santo Tomás y regresó enmarzo siguiente (4). Otro corsario, su nombre capitánCopper, llevó a Port Royal el 19 de octubre dos presas

(1) Calendario de Papeles de Estado, 1661-68. N9443. Fec'Jael 28 de abril de ]663.

(2) lbld., )los. Hl, 442.(3) !II". cie Ra\\'lillson, A. 341, f. 62.(4) Diario de Beeston.

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españolas, la mayor de las cuales, ]a «María» de Sevilla,era un azegue real y conducía 1.000 quintales demercurio para las minas de México, además deaceite, vino y aceitunas (1). En su lucha con elbarco menor, el de Copper tuvo tantas averías queel corsario se vió en el trance de abandonarlo paraocupar la presa, y fué mientras cruzaba a la alturade la Española en su nuevo b,aje] cuando trope-zó con la «María» y la capturó tras cuatro horas decombate. Hubo setenta prisioneros, entre ellos cierto!'límero de frailes en viaje a Campeche y Veracruz.Algunos de los genelus <::~rc5~dos fueron remitidos aInglaterra, y don Patricio Moledi, Ministro espa1Ïùl c;¡Londres, importunó a las autoridades británicas paraque fuesen reintegrados (2). Sir Carlos Lyttleton ha-bía salido para la metrópoli el 2 de mayo de 1664,dejando el gobierno de Jamaica en manos del Consejocon el coronel Tomás Lynch como Presidente (3),y a su llegada a Inglaterra dió formal respuesta a lasquejas de Moledi. Alegó en disculpa que la patentede Copper no había emanado del propio teniente go-bernador sino de Lord Windsor y que aquél jamás habíarecibido orden alguna de Rey para cancelar patentes apara la cesación de las hostilidades contra los espa-ñoles (4), Lyttleton y el gobierno británico trataban evi-dentemente de ejecutar la algo arriesgada proeza cir-cense de correr dos caballos a un mismo tiempo. Lasinstrucciones de Inglaterra, como el propio Lyttleton loreconoció en su carta de 15 de octubre de 1663, pro-hibían a las claras ulteriores hostilidades contra lascolonias españolas; mas por otra parte no había órde-nes terminantes para retirar a los corsarios. Lyttletonsimpatizó con los corsarios desde el principio hasta elfin y probablemente creía con otros muchos contempo-

(1) Galeudario de Papeles de Estad o, serie colonial, 1661-68N9571; Diario de Beestoll.

(2) Papeles de Estado, España, vol. 46, If. 94, 96, 108, 121,123, 127, 309 (abril-agosto de 1664.)

(3) èalendario de Papeles de Fstado, serie colonial, 1661-68Nos. 697,744, 812.

(4) Papeles de Estado, España, vol. 46, f. 280.

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ráneos suyos que «el español es más condescendientecuando mas apaleado*. En agosto de 1664 presentó alLord Canciller sus argumentos para la continuación delos corsarios en Jamaica. los cuales merecen resumirseen sus puntos principales por el interés que presentan.lo, El corso mantenía a gran número de marinerospor quienes era protegida la isla sin necesidad inme-diata de una fuerza nava]; 2°. Prohibido el corso, elRey perdería muchos hombres que en la emergenciade una guerra en las Indias Occidentales, serían deinapreciable utilidad, por su conocimiento de las costas,escollos, corrientes, vientos, etc .• de los dominios espa-ñoles; 3°. Sin los corsarios, los jamaiquinos no cono-cerían los planes españoles contra ellos, a las dimen-siones a proximidad de las flotas de estos últimos, ael alcance de sus recursos; 40, Si no se volvieran allevar mercancías apresadas a Port Royal, acudirían aJamaica pocos mercaderes y los precios alzarían conexceso; 5°. Para reducir los corsarios se requeriríagran número de fragatas que impondrían considerablesgastos y molestias; además. los marinos británicos po-seían por lo común el amor al corso y se mostraríanmás dispuestos a unirse con quienes lo practican quea oponérseles, como la había probado ya la experiencia.Finalmente, negada a los corsarios la franquicia de lospuertos jamaiquinos, no se darían a la agricultura, sinoque acudirían a las islas de otras naciones y acaso a ladepredación del comercio británico (1).

CAPI'fULO IV

(TORTUGA 1655-1664)

Echado de Tortuga en 1654 el Caballero de Fon-tenay, los españoles dejaron una escasa guarni cí6npara ocupar el fuerte y prevenir futuros asientos debucaneros franceses y británicos, Tales tropas per-manecieron en la isla cosa de dieciocho meses, pero

(8) Papeles de Estado, I<;6paña, vol. 46, 3tl.

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al aproximarse la expedici6n de Penn y Venables, elconde de Peñalva, Presidente de Santo Domingo, lesordenó demoler el fuerte, enterrar la artillería y olrasarmas y acudir en auxilio suyo a la Española (1),

(1) Dutertre, t. III, pág. 126; JlIss. adicionales, 13.992, f. 499.-El 26 de febrero de 1656arribó a Jamaica \lUmediano bajel cuyopiloto, al tocar en Tortuga, había encontrado dos carteles en lasolitaria isla, uno en español y el otro en .devlorable inglés •. (Pa-peles de Thurloe, IV. pág. 601). Aquellos carteles constituíancopias de Una proclama qne prohibía e,tablecer,e en la isla, y elrpclactado en inl{lés. (Mss. de Raw1in,on, A. 29, f. 500) se hallajll1vlt~v \.ú ....~ ,":.Y2:::l~~::'~"rl~ Fh-th ('olno sig-ue: uTile Captaue andSarginge Mager Don Baltearsor Calderon and Spenoso, Nopte tathe President that is now in the sily of Santo-domingo, and(aptane of tbegones of the sitye, and Governor and Lord Mare ofthis Island, aud stranch of tbis I.1anc\ of Tortogo, and ChefeComander of aIl for the Khinge of Spaine .

•Voo moust understand that al! pepel! what soever that shallcome to titi> l1und of the Khinge of Spaine Catholok wich is llame!s Don Pilep de Ostere the forth of this name, that with his llar.lUes he hath put of Felelllinge and French men and Englesh withlefee heare from the yeare of 1630tell tbe yeare of thurty fouerand tell the yeare of lifte fouer in wich the Kinge of Spane ue-senge all c\lrtyse and give\l good quartell ta ail tbat was \lpon thilland, after that came and with oUle Recepet upon this I1andknowinge that the Kin¡{e of Spane had planted upon it and forti-lied in the name of the Kinv;e calUe Ihe farth time the 15 th ofAugos! th~ last ye~re French and FJeming"ts to govern this I1andthe same Gov"rnevre that was heare befor his name was Theme-leon hot man De fount anlla gelltl"man of the ourder of Guresa.J<"'fi for ta take this !land pnt if fOllrtes by se and land andforsed us to heate him aute of this piace with a greate dale ofshame, and be canes yoo shall take ;lotes that wee llave puellddoune lhe Casill and carid a11 the goncnes allll have puelld douneoel the houes ano have lefle no thimv;e, the same Caplane anSargint-mag-er iu the name of the Kinge \\"\ch God ble"h hath gived)'00 notis that what nason ,on •.r that shall corn ta live uponthb I1and that thare shallnot a \lIan \lIotller or cl:ildren cape of thesorde, tbare for •• I g¡"e !loliss to ail pepe11lhat they shall have acare with out anye \llore !lotis for Ihis i, the arder of the Kingeand with out fall yon wi11not wanl yooer Pamente and this is thefurst and second and tllOrde time, and this whe leave heare forthelll that comes hear to take noti" Ihat whcn wee com upon you,you shall not pleate that yon dlld not Kuo\\" is riteu the 25 ofAugnst 1656.-- Baltesar Calcleroll y Espinosa. Por Mandado deSenor Gouor., Pedro Franc'! de riva deney xasuss,'

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Unos seis meses más tarde el Inglés ,Elías Watts (1)co n su familia y diez o doce personas más, fué deJamaica en una chalupa, repobló la isla y erigió unabatería de cuatro cañones sobre las ruinas del granfu erte levantado anteriormente por los franceses. Watts,a quien el general Brayne, entonces gobernador deJamaica, puso al frente del gobierno de la isla, reunióen breve una colonia como de 150 individuos, de na-cionalidad británica y francesa. Entre los recién lle-gados figuraba 'Cun pobre caballero en desgracia», sunombre James Arundell, antiguo coronel en el ejércitorealista y a la sazón desterrado de Inglaterra, el cualcasó eventualmente con una hija de Watts y llegó a sercabeza de la colonia.

Si damos crédílo al jesuíta Dutertre, fué mientrasWatts ejercía la gobernación de Tortuga cuando losbucaneros determinaron vengar con el saqueo de laciudad de Santiago de la Española, la traición hecha aun barco francés por los castellanos. Conforme a aquelcronista, que por el estilo de su narración parece re-producir las palabras de un testigo de vista, los buca·neros, entre los cuales figurarían de fijo cazadores ycorsaríos, organizaron una partida de 400 hombres alas órdenes de cuatro capitanes y obtuvieron patentedel gobernador británico, que con toda probabilidadesperaba participación en el botín. Tras de hacer queel capitán de una fragata recién llegada de Nantes lesallanara su navío. se embarcaron en éste y en otros dosa tres barcos, rumbo a Pùerta de Plata, donde bajarona tierra el Dom ingo de Ramos de 1659 (2). Santiagoes una población situada en un valle ameno y fértil,unas quince leguas tierra adentro de la Española, ylos invasores se acercaron a ella a través de las selvasla noche del Miércoles Santo, entraron antes de ama-necer y sorprendieron al gobernador en su lecho. Di-jéronle los bucaneros que se preparase a morir, a lo

(1) En el relato de OUlertre se le Ila!lla Eliazouard (BlíasWard).

(2) Según versión española la fecha de la expedición corres-palide a 1661. Museo Británico, Mas. adicionales, 13,922, f. 499.

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cual cay6 de rodillas y les rogó con tal efecto que porfin Je ofrecieron perdonarle la vida por un rescate de60.000 piezas de a ocho. Saquearon la ciudad, duranteveinticuatro horas, apoderándose hasta de las campa-nas, ornamentos y vasos sagrados de las iglesias, y unavez comidos y bebidos se retiraron con su botín y pri·sioneros, inclusos el gobernador y vecinos principales.Entre tanto la alarma había cundido diez o doceleguas a la redonda; acudieron hombres de todas partesy uniéndose con los vecinos de la ciudad hasta consti-tuir un cuerpo como de 1.000 hombres, marcharon através de las selvas por una trocha, se adelantaron alos bucaneros y íos alë1\-,Ü0íl (;•• ;.;::a ~""hMcarla. In-gleses y franceses mantuvieron el terreno a pesar desu inferioridad numérica porque todos eran buenostiradores y no erraban el blanco; pero como los espa-ñoles persistían en el ataque, amenazaron por últimocon acuchillar el gobernador y todos los demás prisio-neros, por donde los españoles celebraron consejo y sevolvieron a sus casas. Los invasores tuvieron apenasdiez muertos y cinco a seis heridos. Pasaron en lacosta varios días esperando el resto del prometido res-cate, pero como no llegase pusieron en libertad a loscautivos y regresaron a Tortuga, donde cada aventurerorecibió 300 coronas en el reparto del botín ( 1).

Un gentilhombre francés, Jeremías Deschamps,señor du Rausset, que había sido uno de los primeroshabitantes de Tortuga bajo Levasseur y de Fontenay,salió para Inglaterra a fines de 1659 y ejerció allí bas-tante influencia para hacer que el Consejo de Estadoordenara al coronel Doyley que la nombrase gobernadolde Tortuga, sujeto a las restricciones que Doyley cre-yera det caso (2). Parece que este mismo du Raussethabía recibido una comisión de Luis XIV con tantaanterioridad como en 1656 (3). Sea como fuere, llegó

(1\ Dutertre, t. III, págs. 130-34.(2) Mss. de Rawlil1sol1, A. 347, fr. 31 a 36; Papeles de Estado,

España, vol. 47: Deposici6n de Sir Charles Lyttletonj Margry,op. cit., pago 281.

(3) Charleroix, op. cit., lib. VII, pago 36; Vaissiere, op. cit.,pág. 10.

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a Jamaica en 1660 y obtuvo su nombramiento de Doy-ley, bajo la condición de que mantuviese a Tortuga porlos ingleses (1). Se supone que Watts supo entretantoque iba a ser sustituido con un francés, por lo cual seembarcó acompañado de su familia y llevándose todassus pertenencias para buscar refugio en Nueva Ingla-terra. Hay la versión de que al cabo de dos meses,Doyley tuvo conocimiento de que Deschamps habíadado patente a un corsario y cometido desacatos porlos cuales temía Doyley que la llamasen a cuenta. Envista de ello le dirigió reconvenciones, pero Deschampsrepuso que él poseía una comisión francesa, y que teníamejores nexos con las autoridades de Inglaterra que elGobernador de Jamaica. Como en la isla habitabanmás franceses que ingleses, Deschamps proclamó alRey de Francia y plantó la bandera de su patria (2).Doyley no había recibido aún poderes del recién res-taurado monarca, y vaciló en hacer uso de la fuerza,pero autorizó a Arundel!, el yerno de Watts, para sor-prender a Deschamps y conducirlo a Jamaica con elfin de procesarlo. Deschamps se hallaba por entoncesausente en Santa Cruz. mas Arundell, confiando en laam ¡stad y consideración que los vecinos profesaban asu suegro, sorprendió al sobrino y teniente d el gober-nador, el Sieur de la Place, y se apoderó de la isla.Sin embargo, por desventura a negligencia lo desar-maron los franceses y la expulsaron para Jamaica (3),lo cual no puso fin a sus inrortunios, porque en latravesía lo sorprendieron los españoles, junto con suscompañeros, en la bahía de Matanzas, en Cuba, y trasun mes de cárcel en Puerto Príncipe, adonde los ha-

(1) Según Dul"lI,e, 'a juri,di"cióu de De,,'hall1ps s{¡10se ex,t~ndia a los \:{{'iHOS f1at\(('~t's de 1'oltu~a, p(~rql1e fnH1Ct~('S eitlg1eses vi\'ll"roJl en 10 ~\I<.:e~i",o h;..jo dlft'rclltes g(,.lh\f>TtlOS, ('oUlOen Saint Kitts. Dutert,e, L !Il, pág, 1.15.

(2) M,s, de RawJimoll, A. 3,\7, L ,'\6, SegúII la narración deDutertle, \Valls ¡",b:a ,kj"c\o apellas la lsla cuanou llev:{¡ Des-chaulps a la Hui.l, t'l11'0l1tlál1(h ~(' l'tm que los Vel'il10S franceses se

habían adueñado ya de la colonia y sustituido al btitáll1c" el estan-dalte francés, l)utertre, l. 1II, p:\v;, B6,

(3) Mss. de Rawlillso", 1\. -,~7, f. 36_

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bfan conducido a él y Bartolomé Cock su capitán debuque, fueron arrastrados por unos negros a la maleza.asesinados y llevadas sus cabezas a la ciudad (1). Des-champs regresó más adelante a Francia por mala sa-lud, dejando a la Place en lugar suyo, y cuando. lapropiedad de las Antillas francesas fué traspasada en1664 a la nueva Compañía Francesa de las IndiasOccidentales, se le detuvo y envió a la Bastilla. Os-cura es la causa de su encarcelamiento, mas pareceque Deschamps había estado en correspondencia conel qobierno británico a quien ofreció el reintegro deTortuga a condIción dIO ;:¡~;:~p le dieran 6.000 librasesterlinas. Unos cuantos días de Bastilla la hICIeronponderar mejor su acuerdo; cedió sus derechos a laCompañía por 15.000 libras, y en noviembre le fué le-vantado el encierro (2).

La fracasada tentativa de ArundeJl no fué el únicoesfuerzo británico para la recuperación de la isla. Enrespuesta a un memoríal presentado por Lord Windsorantes de su salida para Jamaica, el Consejo le ordenóen febrero de 1662 que extremase sus em peñas en elsentido de someter a Tortuga y a su gobernador (3).El Consejo de Jamaica consider6 el asunto en setiem-bre, poco después de la llegada de Windsor (4), y el16 de diciembre el teniente-gobernador Lyttleton dis-puso que el capitán Roberto Munden, de la fragata«Charles», condujese al coronel Samuel Barry y alcapitán Langford hacia Tortuga, donde Munden recibi-ría 6rderjes para reducir la isla (5); pero este proyectose ma'.ogr6 también, acaso por mala inteligencia entreMun.6en y Barry. Clemente de Plenneville, compa-

,ñe"o de Barry, dice que «la expedición había fracasadolor traici6n» (6); y Beeston asienta en su Diario que

(1) Calendario de Papeles de E~tado, serie: colonial, 1661·68~~ 648.

(2) Dutertre, t. III, pág.138; Vaissjere, op. lit., pág. 11, nota 2.(3) Calendario de Papeles de Estado, serie colonial, 1651-68

:-'0. 233.p) ¡bid .. No. 364.(5) ¡bid., No. 390; cf. también el No. 4H (1).(6) ¡bid., No. 475.

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al acercarse a Tortuga el 30 de enero, Barry encontrôa los franceses armados y dispuestos a enfrentársele,por lo cual ordenó al capitán Munden que les disparara;mas éste se negó a ello, navegó hacia Corydon de laEspañola, donde desembarcó a Barry y a su gente, ylue'go «se hizo a la vela en pos de su comercio» (1).Barry se trasladó en una balandra a Jamaica, adonde\legó el 1°. de marzo; y Langford fué enviado a Petit-Goave, isla de dimensiones más o menos iguales a lasde Tortuga}' situada en el cul-de-sac que yace en elextremo occidental de la Española, donde los vecinos lohicieron gobernador y puso el primer estandarte bri-tánico. Petlt-Goave había sido frecuentada por losbucaneros desde 1659, y después que d'Ogeron hubosustituido a du Rausset como gobernador de los fran-ceses en aquellos parajes, convirtióse junto con Tor-tuga en uno de sus pri ncipales surglderos. Ya parafinalizar el año de 1664 se encuentra a Langford enInglaterra solicitando del Rey la gobernación de Tor-tuga y de la costa de la Española, y dos navíos paraadueñarse de la diminuta isla (2); pero como la apro-bación y apoyo directos de semejante plan por el gobier-no británico hubiera podido acarrear una ru tura conFrancia, Carlos prefirió dejar aquella guerra lícita a sulugarteniente en Jamaica, a quien le era dad auxiliar odesautorizar, según conviniese mejor a las exigenciasdel momento. Además, parece que Langfor no tuvogran éxito en su breve temporada de Petit- oave y espresumible que desconfiasen de él las autcrldad ~s, tanto

(1) Diario de Beeston, marzo 19, 1663. Según Outertre, ',¡lll{u.nos vecinos de Tortuga escaparon a Jamaica y persuadierori\.algobernador de que ya no podían tolerar la dominación francesa p~lo cual si se enviaba lIna fuerza armada no hallaría estorbo pararestablecer la autoridad del monarca británico. Ba consecuenciafué despachado el coronel Barry para que tomase de ello. el jura.mento de fidelidad, y con instrucciones de no violeatarlos, ¡imi-tándv~e a recibir su voluntaria sumisi6n; pero cuando BarlY des.embarc6 en Tortuga, sin otto apoyo que una proclama y unaarenga, los vecinos franceses se le rieron en las barbas, Y él regles6a Jamaica avergonzado y mohino, Outertre, t. lU, págs. 137-3:\.

(2) Calendario de Papeles de Estado, serie colonial, 1661-6~.Nos. 817·21.

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en la metr6poli como en las Antillas. Llegado quéhubo Modyford a Jamaica, investido con el cargo degobernador, fué considerada aun la posibilidad de so-meter a Tortuga, pero nunca volvi6 a hacerse esfuerzoalguno para darle impulso al proyecto.

CAPITULO V

PORTOBELO y PANAMÁ

El 4 de ~11f>·0 de 1661 :e C;;¡¡lûÎ.icó ci monarca aSir Tomás Modyford, residente en Barbada, que la ha-bía nombrado gobernador de Jamaica (1). Modyford,vivía 'illí en calidad de colono desde 1650, y tomóparte principal en las luchas que parlamentarios yrealistas mantuvieron en la isla; era miembro del Con-seJo y estuvo al frente de la gobernaci6n durante brevetiempo en 1660. Su nombramiento e instruccionespara el gobierno de Jamaica (2) fueron llevados a lasAntIllas por el coronel Eduardo Morgan, que iba con elcarácter de teniente-gobernador de Modyford y desem-barcó en Barbada el 21 de abril (3). Entre otras co-sas se le orden6 a Modyford que prohibiese la expedl-ci6n de letras de marca, y especialmente que fomentaseel tráfico y mantuviese relaciones amistosas con lasposesIones españolas. Sir Ricardo Fanshaw acababade ser designado para negociar en España un convenioque otorgase a Inglaterra más amplios privilegios en lasIndias, y Carlos se daba cuenta de que las diarias que·jas por violencias y depredaciones cometidas por bar-~cos Jamaiquinos contra los súbditos del soberano espa-ñol no conducirían a estimular la benevolencia y con-descendencia de la corte de Madrid, a más de que latenlaliva hecha en las Indias para imponerles relacionescomerciales a los españoles no había tenido muy buen

(1) C. de P. de Estado, serie colonial, 1661-68.1'\9635.(2) ¡bid., Nos. 656 y 664. Fechados, respectivamente, el15

y 18 de febrero.(3\ ¡bid., No. 739.

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éxito, por la cual se evidenci6 en breve que debra se.guirse otro camino. Parece que al principio Sir EduardoModyford deseó sinceramente suprimir el corso parasatisfacer a sus vecinos españoles. Asr, una vez reci-bido su nombramiento e instrucciones, en el acto ma·nifestó por carta al Presidente de Santo Domingo susbuenos propósitos y solicitó de él la cooperación de losespañoles (1), y ya en Jamaica, el lo. de junio (2)proclamó la completa cesación de las hostilidades (3),Y el 16 envió el queche «SwaIlow» a Cartagena paraponer en conocimiento del gobernador lo que hablahecho. Casi en la misma fecha salían cartas de In-glaterra y del Embajador en Madrid, Fanshaw. por lascuales se prohibía de modo estricto toda violencia futuracontra la nación española y se le ordenaba a Modyfor<1

. que infligiese condigno castigo a cada infractor, ademásde darles entera reparación y satisfacción a las víc-timas (4).

Las cartas dirigidas a Santo Domingo, llevadas aJamaica por el coronel Morgan y de allí despachadas ala Espafíola antes de llegar Modyford, obtuvieron res-puesta favorable, pero esto fué casi todo lo ~'lle plldolograrse en la materia, porque los bucanerqs, causaprincipal de agravio para los españoles, C~tínuabanaún a sus anchas. Como Tomás Lynch scribía el25 de mayo: .,No está en manos deIQ~~ern dar esta-blecer o tolerar el comercio ni habrá ne.cesl ad a be-neficio que atraiga a Jamaica los españoles articula-res, porque nosotros y ellos hemos cometido, muchasatrocidades mutuas para que podamos armonizar depronto. Restaurado el Rey, creyeron los españolesque habían cambiado también las prácticas de la na-ción inglesa, y aventuraron el envío de veinte a treintabarcos a Jamaica en busca de negros, pero las sor- 4presas e Irrupciones de C. Myngs, por cuya causa hareconvenido el gobernador de Santo Domingo a los

(1) C. de P. de Est., serie col., 1661.68, Nos. 139 y 744.(2) ¡bid., Nos. 762y 767.(3) ¡bid., N9 764; Diario de Beeston.(4) P. de Est., España, vol. 46, f. 192; C. de P. de Rst., serie

coi., 1661-68, N" 753.

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comisionados, hicieron que los españoles redoblaran sudesconfianza, por manera que sólo una orden de Es-paña puede darnos admisión a comercio.» (1). Sinembargo, por breve tiempo se tomaron serias medidaspara eliminar a los corsarios; secuestráronse y devol-viéronse a sus dueños varías presas llevadas a PortRoyal, y se les revoc6 la patente a los ca ptores. Talle ocurrió a cierto ca pilán Searles que por agosto con-dUJo allí dos barcos españoles, restituidos uno y otro asus propietarios, mientras a Searles se le privaba de sutimón y velas para impedirle nuevas depredacionescontra los hispanos (2). El capitán Morris Williamsescribió en n("!!e:nbi';; Q~ gvb~llJddor ivloc!ytord. ofre-ciéndole ir con una rica presa de palo de Campeche,índigo y plata, si se le garantizaba que le sería adjudi-cada para el pago de sus deudas en Jamaica, y aunqueel funcionario rehus6 dar promesa alguna, la presa fuéllevada a los ocho días, pero embargado el cargamentoy vendido en beneficio del dueño español (3). A pe-sar de ello, los efectos de la proclama no fueron deltodo satisfactorios; los primeros treinta días s610 se pre·sentaron jas bucaneros con sus patentes, y Modyfordcomunic6 el 30 de junio al Secretario Bennet que temíaque el único resultado de la proclama consistiese enhacerlos acudir a los franceses de Tortuga; agregabaque por lo tanto creía discreto atenuar un poco el rigorde sus instrucciones, «haciendo por grados y con mo-deración !lo que al principio había resuelto ejecutar derepente y con severidad» (4).,

Tórtuga era en re3.lidad el nudo de la madeja.Des<ie 1662 y en memoria presentada al Lord Canci-Ile!, a raíz de su regreso a Inglaterra, Doyley había

Lrecomendado el sometimiento de aquella isla a Inglate-

(1) Calendario de Papeles de Est., 1661.68, No. 741; ej. también~t). ~11, Y Relación de I.ittleton, No. 812.

(2) Ibid., N9 789(31 Ibid., Nos. 859, 96$; ~iario de Beeston. Respecto ùe 1,,"

disputas por el carl('amento de la nav~ española apresada por \Vi-!li.ms el. C. de P. de Est., 166168, Nos. 1.140, LISO, 1.177, 1.264,1.266.

(4) lbid., No. 767.

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rra. como el único medio efectivo de dominara los,bucaneros (1), y en 1664 Modyford se dló tambiéncuenta de la necesidad de este paso previo (2); sinembargo, la conquista de Tortuga no era ya tan fácilcomo cuatro o cinco años antes; los habitantes de laisla eran ahora casi todos franceses y como sus com-pañeros de la costa de la Española repugnaban la su-misión a la coyunda británica; sucedía asímismo quelos bucaneros, independientes, crecidos en número. ycon Tortuga convertida en uno de sus principales re-fugios, habrían echado todo su poder en la balanzacontra cualquier expedición cuyo propósito declaradoconsistiese en estorbarles su oficio. Además, la colo-nia gan6 mucho en fuerza con la llegada de Bertrandd'Ogeron, el gobernador enviado en 1665 por la nuevacompañía francesa de las Indias Occidentales, el cualera una de las figuras más notables de las Antillas enla segunda mitad del siglo XVII. Dotado de fértilImaginación y singular hidalguía, voluntad inquebran-table y mente fecunda en recursos, parece haber sidoel hombre ideal para la empresa no sólo de someter acierta apariencia de derecho y orden a una gllnte quenunca había acatado autoridad alguna, sino asimismode hacer tolerables el régime y exclusivos privilegiosde una compañía mercantil particular. D'Qgeron es-tableclóse primero a comienzos de 1665 en ~rt Mar-got, en la costa de la Española, frontera d Tortuga,donde los aventureros le dieron a entender al puntoque jamás se someterían a una simple corn ñía. nimenos soportarían la interrupción de su trato on elholandés, que los había abastecido de consumos e unaépoca en que ni siquiera se sabía en Franela que u-blera franceses en aquella región. D'Ogeron símuadmitir semejantes condiciones, se trasladó a Tortugadonde fué reconocido por de la Place, y luego a PetitGoave y Leogane, situadas en el cul-de-sac de la Es-pañola. Sentados allí sus reales. puso en práctica to-

(1) Mss. adic,. 11, 410. págs. 16-25.(2) C. de p, de Est" 1661-68, No,786; ej. también Mss, adic"

11, 410, L 303.-.Di~cufso de Mf. WOfseley aCefca de los cOfsariosde Jamaica •.

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dos les medios conducentes a atraer colonos y mgages,y robusteció su autoridad. A los aventureros que de-seaban sembrar la tierra, les hizo adelantos de su pro-pio peculio, sin cobrarles intereses; compró dos navíospara facilitar el comercio entre la colonia y Francia yaun se propuso llevar de la madre patria varias remesasde mujeres, cada una de cincuenta. para venderlas ydistribuirlas en calidad de esposas entre los colonos.Las islas presentaron en breve un nuevo aspecto deprosperidad. y en efecto debieron su existencia comocolonia francesa permanente a los esfuerzos de su nue-vo gobernador (1). Fué bajo la administración deJ'CgC:< ..ll ~Y(Ái·id~ ~:vi·c.:;r;~·:;,~'C!:r::-:::::: (~;J ~.~:;~~!~!Vasco y la mayor parte de los bucaneros franceses,cuyas proezas son celebradas en la historia de Exque-melín.

No era la conquista de Tortuga la única medidanecesaria para la efectiva supresión de los bucaneros;también se requerían cinco a SEis cruceros rápidos des-tinados a perseguir y llevar a puerto los corsarios querehusaran aportar con sus patentes (3). Desde la res-tauración faltaron por completo buques de guerra britá-nicos en las Antillas, mientras los bucaneros con elconsentimiento tácito a el estímulo de Doyley habíancrecido tanto en número como en audacia. Cartas es-critas en Jamaica por 1664 hacían ascender a 1.500 62.000 lo~ individuos que andaban ejerciendo el filibuste-rismo, a bordo de catorce a quince bajeles (4). Eransujetos desalmados. hechos a la vida del mar, sin otrooficio que pillar e incendiar, y no dispuestos a recibirla ley de nadie, sino de fragatas más poderosas y ve-loces; orden de cosas nada sorprendente cuando seconsidera que en el siglo XVII afluían de Europa a las

• Indias Occidentales aventureros pertenecientes a todas

(1) Charleroix, op. cit., lib. vrr, págs. 57·65.(2) Respecto de la biografía dl: Juan David Nau, apodado

I.'OloDnais, cf. Nouville, Biographie gènêral, t. XXXVIrr, pág.654 ..

(3) C. de P. de Est., ser. co!., 1661-68, Kas. 744, 812.(4) ¡bid., Nos. 744, 765, 786,812.

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las clases sociales; hombres sin duda dotados a menu-do de vigorosa personalidad, emprendedores e intrépi-dos, pero a menudo también de mediana inteligencia aescasa educación y por lo común sin dinero ni escrú-pulos. Entre ellos figuraban muchos que se habíanrebelado contra las estrictas leyes civiles de los paíseseuropeos y que no se sentían Inclinados a vivir en pazdentro de las restricciones de ninguna sociedad cons-tituida. Muchos otros habían pertenecido a rebeldesfacciones políticas de la metrópoli, miembros de lasclases superiores que fueron desterrados, a emigraronpara conservar la cabeza sobre los hombros. El totalagotamiento de la fortuna pública y privada a fines delas guerras religiosas hizo que en Francia abundasenlas personas dispuestas a tratar de reponer su peculio.con las enormes riquezas coloniales de los españoles;en tanto que los trastornos de la Rebelión y de la Re-pública en Inglaterra determinaron sucesivas emigra-ciones de puritanos y leallstas para la nueva Inglaterraultramarina. A la terminación de la Guerra de TreintaAños, un ejército de aventureros franceses y britániCOSque habían vivido de Alemania y sus desgracias. que·daron también sin blanca, y muchos de elIos recurríande juro a la emigración cual única forma de proseguirsu existencia de libertad y aun de libertinaje. Llegadosa las Indias Occidentales aquellos hombres, tan di-versos por origen y carácter, esperaban adquirir prontolas riquezas perdidas a codiciadas por ellos en el Anti-guo Mundo; pero al ver defraudados sus anhe!os, confrecuencia rompían de manera formal y absoluta los nexos'de la fraternidad humana. Especialmente, Jamaicapadecía a este respecto porque en el primer mome~ofué colonizada por una soldadesca descontenta y re,fractaria, y se la continuó poblando ampliamente convagabundos y criminales trasportados. Por modo con-trario al sistema de España que sometía a minuciosasrestricciones la emigración a sus colonias americanas,Inglaterra utilizó las suyas desde un principio y espe-cialmente las Antillas, como lugar de relegación parasu gente maleante. Al poco tiempo surgió un tráficodestinado a suplir las colonias con trabajo servil proce-dente de las cárceles de la madre patria. Escoceses

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capturados en las batallas de Dunbar y Worcester (1 J,ingleses. franceses, irlandeses y piratas holandeses en-cerrados en las mazmorras de Dorchester y Ply·mouth (2) eran remitidos a Barbada. Jamaica y otrasAntillas. «si no se les consideraba dignos de seguirlesun proceso que aparejase la última pena». En agostode 1556 el Consejo de Estado dispuso aprehender a to-das las personas depravadas y peligrosas, pícaros. vaga-bundos y a otros holgazanes qUI::no poseyendo mediosde vivir se negaran a trabajar. para trasportarlos porórgano de contratistas a las posesiones inglesas deAmérica (3); y en junio de 1661 el Consejo de Colo-nias nombraba una comisión para t:::,luJ¡aï .::l p~cpi~asunto (4). Con frecuencia había quejas porque ni-ños y aprendices eran «seducidos a secuestrados» asus padres y maestros y ocultados en navíos que ibana las colonias. lo cual quiso prevenirse con el esta-blecimiento de una oficina de registro (5). En 1664Carlos concedió licencia de cinco años a Sir JamesModyford. hermano de Sir ·Tomás. para remitir al go·bernador de Jamaica (6) todos los reos de delito capital

(1) C. <le P. <le Est., 1574-1660,págs. 363.421, 433.(2) lbid., págs. 419, 427, 428.(3) ¡Md., pál{. 447; Mss. de E¡;¡erton, 2.395, f. 167.(4) C. de P. de Est., -er. col., 1661-68, n9 101; ej. tambiên

~08. 24,32, 122.-0rdenes conservadas en los Mss. del Marqu¡:sd'Ormonde y dktadas a petición de reos convictos. perllliten verque a menudo se concedian indultos a condición de que los solici.tantes se las arreglasen para su tras:aciólJ vitalicia a las IndiasOccidentales. sin expensas del gobierno. A los selltenciados seles permitía salir de las drceles en que ~e hallaban encerrados yembarcarse inmediatamente ~n probando que se h~bían compro-metido al servicio de un capitán de buque, tanto dUlante el viajecomo después d~ la lIegaja. Los capitanes estaban en la obliga-dún de dar fianza por la seguridarl del trasporte de los criminales.y êstos debían dar también garantia de que no volverian sin licen-cia a las ,slas británicas, so pena ùe recIbir el ca~tigo rle que seles habia eximido originariamente. (Comi,i6n de ~ts'. Hbtúricos.Relaciones. X, pt. 5, págs. 34, 41, 85, 94). Cf. también C. de P.de 1<:5t.,ser. col., 1661-<;8, n9 1.268.

(5) L de P. de Est., ser. co!., 1561-68; Nos. 331, 769, 772. 790.791, 79~, ~47, 1.720.

(6) Ibid., n9 866.

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sentencl~dos en los circuitos y en Old Bailey, a quienesse les indultó posteriormente para trasportarlos a colo·nias; y esta práctica se prolongó durante todo el pe-ríodo de los bucaneros.

Aquellos espíritus desordenados y mal avenidoscon la existencia austera y laboriosa del labrador, en-contraron en el filibusterismo un oficio a su gusto. Elejemplo habla ~ido dado con Jas expediciones piráticasenviadas por Fortescue, Brayne y Doyley. y una vezsuspendidas estas excursiones navales. los marineros yotros individuos que tomaron participación en ellas,se dedicaron al robo por cuenta propia. Como se havisto, Sir Carlos Lyttleton defendía celosamente y es-timulaba a los fílibusteros; y Long, el historiador deJamaica, justificaba su existencia a pretexto de quemuchos comerciantes acudían a la isla atraídos por elabundante botín que surtía a Port Royal, y de que elbienestar de la colonia residía en el gran pedido deabastos para equipo de los bucaneros; sin embargo,semejantes beneficios no pasaban de ser temporales yaparentes, ni compensaban los daños manifiestos deaquella práctica. en especial el desaliento del cultivo,y el elemento de turbulencia y desasosiego, siempredominante en la isla. En tales condiciones el gober-nador Modyford juzgó menester contemporizar con losmerodeadores, y acaso lo hizo tanto más presto cuantocomprendió que aun eran necesarios para la seguridadde la colonia. Entonces parecía inminente una guerracon los Estados Generales, y el gobernador considerabaque a menos que permitiera a los bucaneros el dispo-ner de sus presas cuando aportaran a la bahía de PortRoyal. era posible que en el evento de romperse lashostilidades, se incorporasen a los holandeses de Cu-razao y otras islas y depredaran el comercio de Jamai-ca. Por otra parte, si adoptando una actitud conci-liadora los mantenía en la obediencia, constituirían elmejor instrumento para echar de las Indias a los pro·pios holandeses (1). A un capitán que llevó una presaespañola, le dijo en privado que sólo suspendía los

(1) C. d(' P. de Est., ser., co!., 1661-68, Nos. 839, 843.

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procedimientos del Almirantazgo para «clarles unabuena cata a los españoles", y que a pesar de que elcaptor obtuviera satisfacción, el gobernador no podlagarantizarle su barco. Así, Sir Tomás persuadió aciertos comerciantes que comprasen los efectos apresa-dos y él mismo contribuyó una cuarta parte del dinero.en la inteligencia de que nadd recibiría si los españo-les iban a reclamar la suyo (1). !Jna carta del Secre-tario Bennet, fechada el 12 de noviembre de 1664, laconfirm6 en este camino (2); y el 2 de febrero de 1665,tres semanas antes de la declaración de guerra contraHolanrla, l>eaulolÍzó al Duque de York. Gran Almirantede Inglaterra, para que concedIese pUl 0ígÜi.;; ¿e !0"gobernadores coloniales y Vicealmirantes, comisionesde represalia sobre los navíos y mercancías de losholandeses (3). Modyford se apresuró a valerse de estafranquicia; se perdonó a catorce piratas procesados ycondenados a muerte a principios de febrero; y se hizopública declaración de que se concederían comisionescontra los holandeses, dos de las cuales fueron sacadasantes de anochecer, mientras todos los merodeadorescontinuaron haciendo solicitudes y proyectando la ma-nera de capturar a Curazao (4). Modyford elaboró undetenido plan (5) encaminado a destruir simultánea-mente las colonias holandesas y los bucaneros france-ses, y el 20 de abril escribió que el teniente-coronelMorgan había zarpado con diez navíos y unos 500hombres, en su mayor parte «prisioneros reformados»,individuos resueltos y bien armados de fusiles y pis-tolas (6). El propósito consistia en caer sobre la flotaholandesa que traficaba en Saint Kilts, capturar a SanEustaquio, Saba y aun Curazao para visitar a la vueltalas colonias francesas de la Española y Tortuga. Elgobernador escribia: "Todo esto ha sido preparado por

(1) Ibid., nQ 786.(2) lbid., n~ 943.(3) Ibid., No~. 910, 919, 226.(4) ¡bid., Nos. 942,976.(5) ¡hid., :So. 944.(6) lJ. de P. de Est., 1661-68, ~o. 979. En realidad eran nue-

ve barcos y 650hombres. Cj., ibid.,.No. 1.083.

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el probo corsario en la antigua proporción de que si nohay presa no hay paga, y no Impondrá al Rey ningúngasto considerable, salvo alguna pólvora y morteroS»,El propio 20 de abril el Almirante de Ruyter, que habíallegado a las Antillas con una escuadra de catorcevelas, atacó los fuertes y marina de Barbada, pero hubode retirarse a las pocas horas con grandes averías; sinembargo, obtuvo mejor éxito en Monserrate y Nevis,donde apresó dieciséis buques mercantes y luego sehizo a la vela para Virginia y Nueva York (1).

Molesta resultó la alianza de los bucaneros alista-dos en la expedición del coronel Morgan, gran partede los cuales se amotinaron antes de salir de Jamaica yrehusaron emprender la navegaci6n hasta que Morganles prometiera que el botín sería repartido por igual (2);pero çon todo, la flota se reunió el 17 de julio en Mon-serrate y el 23 llegaba ante San Eustaquio. Dos bar-cos se habían perdido de vista; otro, con el ir6niconombre de «Rama de Oliva», dirigídose a Virginia, ymuchos quedaron rezagados en Mon~errate, por maneraQue Morgan apenas pudo congregar 326 hombres parael asalto. La isla s610 ofrecía una desembarcadero, conun angosto pasaje que no daba campo sino para ir de ados en fondo y el cual conducía a una altura coronadade un fuerte y defendida por 450 holandeses. Morganfué el primero en desembarcar su división y luego elcoronel Carey. Parece que el enemigo les hizo ape-nas una corta descarga, y se retiró luego al fuerte. Elgobernador envió tres parlamentarios y al ser intimadopara que se rindiese entregó el fuerte con once grandescañones y considerable cantidad de municiones. «Sesupone que estuvieran borrachos o locos,., fué el co-mentario que se hizo sobre la algo desgraciada de-fensa (3). El coronel Morgan, Que era muy viejocorpulento, murió a consecuencias de la dura marchay del calor extraordinario a que se viera sometido du-

(1) ¡bid .• No •. 980, 983, 992.(2) ¡bid,. No. 1.0R8.(3) Calendario de Papeles de estado, serie colonial, 11\61-68.

Nos. 1.073, 1.0!i8.

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rante la refriega. El coronel Carey, sucesor suyo enel mando, ansiaba emprender al punto la captura delos fuertes de Saba, San Martín y Tórtola, pero los pI-ratas se negaron a moverse hasta que fuera dividido elbotín hecho en San Eustaquio, respecto de cuyo repartose hallaban en desacuerdo oficiales y soldados. Ade-más de cañones y pertrechos, el producto del saqueocomprendía 900 esclavos, entre indios y negros, congran acopio de ganados y algodón. Entretanto unapartida de setenta había pasado a la isla de Saba, sólocinco leguas distante, y conseguido su rendición en lasmismas condiciones de San Eustaquio. Como el amo-tira.mï~!1~" había id'J ~'.1rne~t3.!:d~ y ~!1 ::erta cC3.s:6napenas respondieron 250 hombres a la revista, losoficiales comprendieron que no era posible continuar lacorrería y zarparon hacia Jamaica, dejando una redu-cida guarnición en cada una de las islas. La mayorparte de tos holandeses, en número cercano a 250,fueron enviados a San Martín, pero atgunos otros, in-clusive una treintena de ingleses, irlandeses y escose-ses, juraron obediencia y permanecieron allí (1).

Estimulado por una misiva del monarca (2), elcoronel Modyford continuó en sus diligencias contra losholandeses. Dos capitanes bucaneros, Searles y Sted-man, con sólo dos navíos de mediano porte y ochentahombres de desembarco, capturaron en enero (?) de1666 ta Isla de Tobago, cerca de Trinidad, y destru-yeron cuanto no les fué posible llevarse. Lord Wi-lloughby, gobernador de Barbada, había preparado tam-

(1) ¡bid., No. 1.012, l.-El teniente-corone] Tomás Morgar.(a quien no debe confundirse con e] corone] Eduardo ~lorgal,) ,qued6 gobernando en San Eustaquio y Saba, yen abril de 1666 pasóa Saint Kilts con una compañía de bucaneros eu auxilio de] go-bernador 'Vatts contra los franceses. En la algo vergonzosa de-fensa de ]a parte británica de la isla, ]05 bucaneros de :l10rganfueron los únicos que demostraron algún brío o disciplina, siendoasí que la mayor parte de ellos perdieron ]a vida O result~ron he-ridos' entre estos últimos el coronel Morgan con balazos en ambaspiernas (lbid., 1.201, 1.205, 1.212, 1.220, 1.257). Sa!:l Eustaquio fnérecuperado por tropas francesas procedentes de Saint Kilts, aprincipios de 1667 (¡bid., No. 1.401).

(2) Calendario de Papeles de Estado, 1661-68, No. 1.082.

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blén una expedición para adueñarse de la Isla, pero losjamalquinos se le adelantaron tres a cuatro días, demaneta que se hallaban muy atareados en el saqueocuando llegó Lord Willoughby y pidió la entrega de laIsla en nombre del rey, en vista de lo cual los bucane-ros convinieron en dejar en pie la casa del gobernadory el fuerte, pero sólo a condición de que Willoughbyles permitiera vender el botín en Barbada (1)_ Entretanto, muy decepcionado por el mal éxito del plan con~tra Curazao, Modyfotd solicitó la ayuda del «viejo pi-ratu, capitán Eduardo Mansfield, y en el otoño de1665, contando con enviar otra escuadra contra la isla,designó a Bluefields (5) como puerto de cita para losbucaneros_

En enero de 1666 y en auxilio de sus aliados losholandeses, Francia declaró abiertamente la guerracontra Inglaterra, y pasado un mes Carlos II se dirigiópor escrito a sus gobernadores de las Indias Occiden-tales y de las colonias norteamericanas para instruirlosde la guerra y ex,=itarlos al ataque de sus vecinos fran-ceses (2). La noticia del rompimiento de las hostili-dades no se supo en Jamaica hasta el 2 de julio, peroya endlciembte del año anterior se había enviado ad-vertetJcia a las Indias Occidentales sobre la esperada:ruptura (3). En consecuencia, viendo el gobernadorModyford cuánto Incremento habían adquirido los fran-cesés' en la Española, dedujo que era muy oportunoapartar a los bucaneros del servicio de aquéllos yatraerlos mediante la concesión de patentes contra losespañoles. Los franceses les permitían a los bu-caneros la venta. de presas españolas en los puertos de

(1) Ibi:i., No. 1.125.- -Andando el año y después de estallar I~guerra con Francia, Stedman fué capturado por una fragata frau-cesa a la altura de Guadalupe. En un bajel de medianas dimensio-nes y con sólo 100 hombre. ~(\brevino una calma 'que le impidióescapar, por donde como buen bucanero abordó intrépidamente alos franceses y los 'combatió dos horas arreo, siendo vencido alcabo. (Ibid., No. 1.212).

(2) Calendario de Papeles de Estado, serie colonial, 1661-63,Nos. l.I30, 1.132-37.

(3) Calendario de Papeles de Estado, serie colonial, 1661-68.NOl. 1;129, 1.263

sus colonias. pero el mejor mercado ofrecido por Ja-maica constituía siempre causa suficiente para atraerno sólo a los bucaneros británicos. sino también a losholandeses y franceses. Más aún. parece que las au-toridades metropolitanas se habían dado cuenta de lasdificultades de la situación. con frecuencia encarecidaen las cartas de Modyford. porque en la primavera de1665. a raíz de la carta del secretario Bennet, fechadael 12 de noviembre. y poco después de estallar la gue-rra con Holanda, el duque de Albemarle había escritoa Modyford, en nombre del monarca, facultándolo paraguiarse por su propio juicio en la concesión de pa-lellte~ LUul.ia. ~Û:) é~PàDû;ê3 (:j. :'-~Üdjf¡,jjj D.br;g~ba e~convencimiento de que todas las circunstancias favo-reClan semejante modo de proceder. y reunió el Con-sejo el 22 de febrero, siendo aprobada una resolución,según la cual convenía a la isla conceder letras demarca contra los españoles (2). Al efecto, en POI tRoyal y Tortuga fué publicada una proclama del gober-nador. En agosto siguiente, Modyford envió a Bennet,ya convertido en Lord Arlington, una minuciosa defensade sus actos. «Su señoría sabe muy bien-decía Mo-dyford-, cuán grande aversión me inspiraban los cor-sarios, mientras estuve en Barbada. pero después quepuse en estricta ejecución las órdenes de Su Magestadpara restituir las presas, descubrí mi error viendo laruina de los fuertes y de la riqueza de esta plaza. yasímismo la devoción de esta gente al servicio de SuMagestad; sin embargo proseguí estorbando y casti-!!landa a esa clase de sujetos hasta que llegó la carta deSu Señoría, correspondiente al 12 de noviembre de1664. que recomendaba tratarlo!: con benignidad; peroaun íbamos a la ruina, la cual expuse con fidelidad el6 de marzo siguiente al Lord General, quien tras gra-ves consultas con Su Magestad y el Lord Canci:ler, porcarta del lo, de junio me dió facultades para conce-der a no comisiones corotra los españoles, sí yo la juz-gaba útil al servicio de Su Magestad y adelantamiento

(1) ¡bid., Nos. 1.144, 1.244.(2) ¡bid., Nos. 1.138,1.144.

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de esta isla. Regocljéme con esta autorización, peroresolví no hacer uso de ella a menos que la necesidadme la impusiera, y ello a pesar de que las flotas regre-saban en tan mísero estado que era menester desar-mar los navíos y enviar los marineros a la costa deCuba para que se ganasen una pitanza, alejándolos asicompletamente de nosotros. Muchos se quedaban enlas islas de barlovt'nto por no tener la suficiente parapagar sus deudas, yen Tortuga con los bucaneros fran-ceses; pero todavía me abstuve de hacer uso de miautorización, con la esperanza de que sus penalidadesy terribles azares los retrayesen al cabo de aquel gé-nero de vida; mas, como a principios de marzo últimoobservé que la guarnición de Port Royal, constante de600 plazas bajo el coronel Morgan, se había reducido a138, entonces reuní el Consejo para estudiar la ma-nera de fortalecer aquella importantísima plaza conalgunas de las tropas del interior; pero todos se mos-traron de acuerdo en que el único medio para atraerhombres a Port Royal, consistía en otorgar comisionescontra los españoles, la cual recomendaban ellos conmucha insistencia y considerando nuestra debili-dad, el abandono de Port Royal por los principalescomerciantes, la negativa de crédito a los corsariospara avituallamiento, etc., y los muy reiterados rumo-res de guerra con los franceses, publiqué una declara-ción acerca de mis propósitos de conceder comisionescontra los españoles. Su Sefíoría no puede imaginar quécambio tan unánime hubo en la fisonomfa de hombresy cosas: barcos en reparación, grande aflujo de obrerosy trabajadores hacia Port Royal, regreso de muchaspersonas, muchos deudores libres de la cárcel, y losbarcos destinados a la invasión de Curazao, que no seatrevían a entrar en puerto por miedo a los acreedores,aportaron y se aparejaron de nuevo, por donde lasfuerzas de guarnición en Port Royal se aproximan a400. A no ser por aquella oportuna medida nohabría podido sostenerme contra los bucaneros france-ses que por lo menos hubieran arruinado todas las ha-ciendas de la costa, en tanto que ahora saco buenpartido de ellos, y últimamente David Marteen, el mejor

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hombre dc Tortuga, que tiene dos fragatas en actividad,ha prometido traerlas ambas_ (1).

En cuanto la actitud de los bucaneros afectaba Jasmutuas relaciones de Inglaterra y España, en realidadera cosa de poca importancia el que se expidiesen ano comisiones en Jamaica, . porque los saqueos e in-cendios continuaban siempre, y los asendereados his-panoamericanos, muy inclin ados a ver ingleses en losmalhechores cualquiera que fuese su verdadero origen,maldecíall y aborrecían siempre a la nación británica ypracticaban crueles represalias cuando les era posible.Ademas. cada exoedición a territorio hisoánico ofrecíanuevo incentivo para semejantes empresas, por la muchadebilidad y mucha riqueza de los españoles. Los cor-sarios habían hecho caso omiso de Modyford mientrasestuvo en la incertidumbre de repeler a no a los buca-neros, a los cuales deseaba atraer en la Íntimo de sucorazón, bien que temiese a las autoridades metropoli-tanas. Los piratas a quienes Modyford habia invitadoa reunirse en la Bahía de Bluefields en noviembre de1665 escogieron por almirante al capitán Mansfield, ya mediados de enero zarparon de los cayos meridiona-les de Cuba hacia Curazao; pero entre tanto, y porquese les habían rehusado provisiones que según el relatode Modyford procuraron comprar de los españoles enCuba, penetraron cuarenta y dos millas isla adentro, yamparados con patentes portuguesas que poseían contralos españoles, saquearon y quemaron la ciudad deSancti Spiritus, derrotaron un cuerpo de 200 caballos,se llevaron algunos prisioneros a la costa y arrancaronpor su rescate 300 cabezas de ganado (2). Los

(1) Caleudario de Papeles de Hstado, 'Jerie colonial, 1661-68~9 1264,resumen del origiual.

(2) Calendario de Papeles de Estad'o, serie colonial, 1661-68,:\'os. 1.124, 1.147. Con referencia a esta misma hazaña escribía elgohernador de la J-Jah",'rt, que la víspera de :-¡avidad de 16~.~ losingleses entraron a saco la ciudad de Cayo, jurisdicción de la Ha-bana, y que dando con un bajel a cuyo bordo había veintidós es-l'aÎloles, vecinos de la ciudad, los pasaron todos a cuchillo y loshicieron pedazos. !Jespuf, zarparon hacía 1" ciudad de Bayalllocon treœ bajeles y 700 hombres, mas cambiando de plan, fueron a

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ricos y fáciles beneficios asequibles con el saqueo delos españoles eran demasiado tentadores para no influirsobre Ja lealtad de los expedicionarios: siendo así quenoticioso de muchas defecciones ocurridas entre ellos,Modyford despachó ellO de noviembre 'al capitánBeeston para sacarlos de Sancti Spiritus, caso de serposible, y alentarlos en el propósito inicial contra Cu-razao (1). En realidad, los oficiales de la expedicióndirigieron una carta al gobernador expresándole su celopor la empresa; pero la gente se mantenía siempre ale-

. jada, y en consecuencia se desbandó la fJota. Dosbajeles salieron para Tortuga. y otros cuatro, él loscuales se agregaron dos piratas franceses, zarparon conMansfield para intentar la recuperación de la isla deProvidencia, que desde 1641 había sido guarnecidapor los españoles y empleada como presidio (2). Re-suelto Mansfield, como se la dijo después al goberna-dor de Jamaica, a no verle nunca la cara a Modyfordhasta haber hecho algún servicio al monarca, el filibus-tero largó velas hacia Providencia con unos 200 hom-bres (3) y acercándose a la isla por la noche a travésde un pasaje desusado entre los arrecifes, desembarcóen la madrugada y sorprendió y capturó al coman-dante. La guarnición, formada de unas 200 plazas.entregó el fuerte. bajo promesa de que sería conducidaal continente. Allí se cogieron veinte y siete piezas deartillería. muchas de las cuales. según se dice, teníangrabadas las armas de la Reina Isabel. Mansfield dejó

Sancti Spiritus, des~mbarcaron 300 homhr"s, saquearon la pobla-ción, trataron con cruddad a hombres y mujeres, quemaron lasmejores ca,as y arruinaron y profanaron ~I templo en que ha-bían estllblecído sus reales. Papeles d~ Estado, España, vol. -19·f. 50. El coronel Beeston dice que .:IIarbtield condnjo la invasión,pero según el rela:o ~spañol, al l'ua] s~ adhiere Duro, el jefe eraPierre Legrand. (Duro, op. àl., v. p. 1(4).

(1) L'alenl!. de P. de Est.. strit col., 1661-6', :\"0. 1 Hi; Diariode Beestotl. Bet~ton refiere qne tras seis Stl11atlRS de huscar aMansfield y sUgente, 110 logró ~Ilcontrarlos y regresó a Jamaica.

(2) ':al. de Papeles de Est., 166l-6S, :\"0. 1.213.

(3) Exquelllelin dice, sin embargo, qne llevaha .~OOhombres.Si atacó la i"la de Providencia con "ólo 200 hombres debiÓ haherrecibido refuerzos más tarde.

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en la isla treinta y cinco hombres al mando del capitánHattsell, y zarp6 con los prisioneros para Centro Amé-rica, donde, después de recorrer las costas, subió porel río San Juan y saque6 a Granada, capital de Nica-ragua. Desde Granada los bucaneros penetraron porel sur en Costa Rica, quemando haciendas, rompiendolas imágenes de las iglesias, desjarretando vacas y mu-los, talando los árboles frutales y en conjunto destru-yéndolo todo a su paso. El gobernador español s610contaba con treinta y seis soldados y apenas algunasarmas de fuego; pero convoc6 a los vecinos y a algunosinrlígp.nas, puso obstáculos en los caminos, tendi6 em-boscacias e ill1..u 1.1J.d.lllU :ë ~¡,;;"Iii¡~:•....í v.: :-..:: ;:::s:!':s !'~.

cursos para contener a los invasores. Los filibusterosse habían pro¡;uesto visilar a Cartago, poblaci6n prin-cipal de la provincia, y saq uearla como habían hechocon Granada; mas s610 llegaron hasta Turrialva, desdedonde fatigados y estropeados por el tránsito de la cor-diliera, y perseguidos por los españoles, regresaron enbuen orden a sus buques a través de la provincia deVeragua (1). Cargados de balín, los bucan~ros apor-taron a Port Rayai el 12 de junio. En aquella saz6nno había guerra declarada entre Inglaterra y España;'pero con todo y porque consideraba que Mansfield severia justificado ex post facto. mediante la expedici6nde patentes de corso contra los españoles hecha enfebrero anterior, ei gobernador apenas le hizo unasuave reprimenda por haber procedido sin 6rdenes SIl-

yas; y «considerando su buena situaci6n para favore-cer cualquiera empresa contra el contine:lte~, acept6 laoferta de la isla, en nombre del Rey. Para reforzar la

(1) Dllro op. cil., v. p. 167. Papeles de Estado. España, vol-4~, f. 50. Inciertas y contradictorias son las relaciones que acercade e,ta expecliciún han llegado hasta nosotros. :\lodyford se li-mita n decir 'l"C ·,de,ell1barcaron 600 hombres en Caho Blanco,reino de Veragna. y qne a\'anzalon 'JO milla .• tierra adentro para~orpren(ler a S\l pnncipal poblaci6n, Cartai("o; pero que sabiendoque los vecinos se habían l1t:=vado ~us riquez-ts, regresaron a ~Usbarcos sin ser molestados.' (C. de l'. de F.st., sene col., l66I-óB,:\'0. 1.2:,1). Se~ún Exc¡uemeiin la primitiva meta de los bucanerosera la dudad <le :-\ "ta, al norte <le Panamá. l,as versiones espa-ñolas aumentan de 800 a 1.200 el número de los invasores,

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guarnición inglesa envió con unos cuantos soldados alMayor Samuel Smith, que habla figurado en la tropa d.Mansfield (1). y en Inglaterra el Consejo aprobó susactos el la de noviembre, nombrando teniente goberna-dor de la nueva adquisición a su hermano Sir JamesModyford (2).

En agosto de 1665, apenas dos meses antes departir Mansfield de Jamaica, habían regresado a PortRoyal, tras una incursión al mismo territorio, tres ca-pitanes corsarios llamados Morris, Jackman y Mor-gan (3). Estos individuos y sus secuaces engrosaronsin duda las filas de los bucaneros de Mansfield y ¡Jro-bablemente sus noticias sobre \a riqueza de CentroAmérica fué lo que indujo a Mansfield a emular suempresa. Todavía alegando que navegaban con paten-te de Lord Windsor, los tres citados capitanes hablansubido en enero anterior por el río Tabasco, provinciade Campeche. con 107 hombres, y guiados por indioshicieron un rodeo de 300 millas según su propio relato,hasta Villa de Mosa (4), en la cual entraron a saco.

(1) Cal. de Papele~ de Est., serie col., 166l-6~. No. 1.236.

(2) ¡/n'd., Nos. 1. ~09, 1.'49. La captura de la isla de Providen-cia fuI' la última ha: aña de Mallsfield. SegúlI testimonio encon-trado elltre los documentos coloniales, él y sn hUQlle flleron cap·turados posteriormente por IIls españoles y conducidos a la Ha.bana, doude .se aherrojó al ••ntiguo hucane,o y se Je ejecutÓ pocodespué5. (/bid., No. 1.~2ï). Exquemelin dice que i,ahiéndolesido negad •• por 1I1odyford ayuda sllndente para ddend,"r a Pro·videncia. IIlansfiehl fuI' a h\\scar apoyo en TOltU!?, donde .la IIlllerte10 ~orprfrtldi6 súhitatnente}' puso fin a ~11 depravada existenciar..

(3) Jo:xqnellleJin alude a uu \'iaje practicado por Henry Mor-gan a Campeche, 111ás () rnellos por esta. épJca, y ctgreg-a que po!:;-teríonnente aC'otllpaiib a ::\IaJ1sfield COllIO HI I\"icealtllirante •. Hnlas Autil1<\s h\\ho tllt()nt~es por 10 lnenos tr~s :\l()r~atl:-;. pero sinduda el ClHoucl Hdward y el teniente l'otonel 'l'humas trahajabanact:vaou:J1te pnr t'!'otos día:-, t'Il preparar la exptdición coutra Cll-razao.

(4) .Villa de :\losa es una pequeña ciud"d a la orilla derecha delrío hahithda en su nlayor parle pOt indio ..•, (,'011 al~tlno:-, espa.-ñoles Hasta allf nHI tlrt\'ios con lllercaderías, espeei:·tllnenteproductos elllopeos .... l.Iegan en lIo\'ielllhle o diciembre y anclanhasta junio o julio, velldi~ndo sll~ J;?:Í'l1er(ls .r lut:'go lOI11an carga,especialmente de cacao. Todos los melcaderes y dttallistas de las

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Cuando regresaron a la boca del río se encontraron conque sus buques habían sido apresados por los españolesquienes, al acercarse los bucaneros, los atacaron con300 hombres, pero los españoles, enervados por elcalor y la vida indolente del trópico, no eran para me-dirse con una partida de facinerosos que sólo contabaun tercio del número de aquéllos, y así fueron hatidossin una baja entre los invasores. Los bucaneros apa-rejaron luego dos barcas y cuatro canoas, se dirigierona Río Garta y expugnaron la plaza con sólo treintahombres; cruzaron el golfo de Honduras hacia la islade Roatán para repasarse y hacer aguada, y en se¡¡uidacapturaron y saquearon el puerto de Trujillo. Bajaronpor la costa de Mosquito, e igual que un fuego devora-dor, consumiéronlo todo a su paso; anclando en MonkeyBay subieron el río de San Juan en canoas durante untrayecto de 100 millas hasta el lago de Nicaragua. Lacuenca hidrográfica en que penetraron fué descrita porellos como un verdadero paraíso, el aire fresco y sa]u-bre, las márgenes del lago cubiertas de verdes pastos yextensas sabanas pobladas de vacas y caballos, y ci-ñéndolo todo una corona de azules montañas. Ocul-tándose de día entre las numerosas islas y remandotoda la noche, desembarcaron a las cinco jornadascerca de la ciudad de Granada, un año preciso antesque Mansfield visitase el lugar. Los bucaneros marcha-ron sin ser vistos hasta la plaza central de la población,derribaron dieciocho cañones montados allí, se apode-raron del almacén y cogieron y encerraron en la Cate-dra] a 300 vecinos. Se dieron al saqueo por dieciséishoras, luego libertaron a sus cautivos, y tomando laprecaución de barrenar todos ]05 botes, tornaron a lacosta del mar. La ciudad era grande y hermosa, consiete iglesias, además de varios colegios y monasterios,y la mayor parte de los edificios estaban fabricados depiedra. Cerca de 1.000 indios, impulsados a la rebe-lión por la crueldad y tiranía de los españoles, acom-

ciudades del pais acuden a traficar allí cuando se acerca la Navi-dad,lo cnal h2ce de e,ta publación la primera de todas estas partes,exceptuada Campeche •. Dampier, ed. 1906, II, p. 206. La ciudadestaba a doce leguas de la boca del río.

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pañaban a los merodeadores y hubieran dado muerte alos prisioneros. especialmente a los rel igiosos, a no de-círseles que los ingleses no intentaban guardar su con-quista, La noticia de la hazaña produjo viva impresiónen Jamaica, y el gobernador señaló a Centro Améri:acomo el "lugar más apropiado» para un ataq ue ingléssobre las Indias españolas ( 1).

La isla de Providencia se hallaba ahora en poderde los ingleses, y los españoles no tardaron en darsecuenta de que la posesión de este puesto avanzadosólo sería para los bucaneros la primera etapa de ma-yores conquistas en el continente. En consecuencia,el Presidente de Panamá. don Juan Pérez de Guzmán,practicó diligencias inmediatas para recuperar la isla;y en este sentido se trasladó personalmente a Portobelo,embargó el "Concord», navío británico de treinta ca-ñones, surto allí con licencia para hacer la trata denegros, la tripuló con 350 españoles al mando de JoséSánchez Jiménez y lo envió a Cartagena. El gober-nador de esta última plaza contribuyó a la empresa convarias embarcaciones de porte mediano y ciento a máshombres, y ellO de agosto de 1666 la flota españolaunida se presentó ante las costas de Providencia. Co-mo el Mayor Smith se negase a rendirse, los españolesprocedieron a desembarcar, y después de tres días deasedio impusieron la capitulación a aquel puñado debucaneros que no pasaba de sesenta o setenta. Aunquea Igunos de los defensores ingleses de la isla atestigua-ron más tárde ante el gobernador Modyford que los es-dañoles habían convenido en dejarlos ir á Jamaica enuna barca, es la cierto que los ingleses fueron aprisio-nados al rendir las armas, conducidos a Portobelo ytodos, excepta Sir Thomas \vhestone, el Mayor Smith

(1) Cal. de Papo de Est., serie col., 1661-6R, No. 1.142; Diariode Reeston, 20 de agosto de 1665. gil carta de 21' de marzo de 1665,el Virrey de :-:lIe\'a España re fiere que en febrero lleR'aroll a Ta-basca !.'iO ¡11¡rJe'es en tre~ barcos, pero desil{n'l la citHlad saqueadaCOli el nombre de Santa ~1aría de la Vitoria. Según esta versiónlos bucaneros se apo,~erarol1 de t<•• oros reales por la suma de .10000pi~zas de a ocho, amén de muntciones y es.:lavos. (Papeles de Es.tado, España, vol. 49, f. 122).

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y el capitán Stanley, sometidos a las crueldades másinhumanas. A treinta y tres de ellos se les encadenóal suelo en un calabozo de 12 pies por 10; se les forzóa trabajar dentro del agua desde las cinco de la ma-ñana hasta las siete de la noche, y en se:nejante gradoque los mismos españoles confesaban que a cada unode ellos les imponían más trabajo que a tres negrosjuntos; y por último, cuando extenuados por falta devíveres y sueño, los derribaban y apaleaban tanto quecuatro a cinco perecieron. «Por carencia de vestidosel sol les ampo/Jaba las esp'lldas y les quemaba la ca-hp.7.a: sus cuellos, hombros y manos f"r,r.;¡l!ec:an t:as-port"ndo piedras y mezc~a; tenian nenOl00S ¡us tJ¡t", yJas piernas magul:adas y ulce~adas por los hierros, ysu aspecto inspiraba repugnancia». Los tres capita-nes ingleses fueron !:evados a Panan~á. echados enuna mazmorra y "herro;adcs po~ d:ec;s;ete meses (1).

Sir Richard Fanshaw, ex-Embajador en Portugal,había :Iegado a Madrid. procedente de Ing:aterra. el 8 deenero de 1664, para negociar un trátado de comerciocon España, y caso de ser posible, hacer las pacesentre las coronas españoia y :usitana. Había reno-vado la antigua solicitud de comercio :ibre en !as Indias,prolongándose las negociaciones por los años 1664 y1665, estorbaJas y frustradas por las facciones de lacorte española, los manejos hostiles dei residente ho-landés en Madrid y los constantes rumores de atrocida-des y depredaciones que cometían los fílíbusteros enAmérica (2). El gobierno español sostenía que por lasola virtud de las estipulaciones de 1630 existía la paza ambos lados de la «Línea», y que las violencias delos bucaneros en las Antillas, y aun la presencia decolonos ingleses allí, constituía una víolación de lasestipulaciones. Por esta vía trataban de reducir aFanshaw a la situación de un postulante de favores queellos podrían conceder sólo por gracia y generosidad.Esto implicaba un ardid favorito de la diplomacia espa-

(l) Cal. de Papo <l" E,t, serie col., 166:-6R. Nos. 1.826, 1.827,1.851; Exqnemelin, ed. 1684, Parte Il, pá~s. 65-ï4.

(2) l'ap";e~ de Estado, España, vals. ~6-l9. Correspondencia(l~ Sir Riclt:ud Faushaw.

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i'iola, empleado ya muchas veces, por donde el Emba·jador británico se vló en el caso de negar enfáticamentela existencia de paz alguna en América, aunque com-prendía cuán ambigua se había hecho su posición acausa de las órdenes originales de Carlos II para Mo·dyford en 1664 ( 1). En 1665, tras la muerte de Fe·lipe IV, se renovaron las negociaciones estimuladas porla Reina Regente, y el 17 de diciembre Fanshaw y elDuque de Medina de las Torres firmaron artículos pre·Iiminares. enviados a Inglaterra para su ratificación (2).Fanshaw murió poco después, y Lord Sandwich, su·cesar suyo, logró por fin celebrar un tratado el 23 demayo de 1667 (3). Las estipulaciones del tratado seextendían a lugares "donde el comercio y el tráfico sehan acostumbrado hasta ahora», y los únicos privile-gios alcanzados en América fueron los que habían sidoacordados a los Países Bajos por el Tratado de Muns-ter. El 21 de julio del mismo año se concluyó enBreda una paz general entre Inglaterra, Holanda yFrancia.

Fué a mitad de las negociaciones de Lord Sand-wich cuando Modyford, como la expresa Beeston en suDiario, declaró la guerra contra los españoles, volviendoa expedir comisiones pirátícas, paso Que dió, sin em-bargo, bajo su sola responsabilidad, a fin de que elmonarca pudiese desaprobarlo si la exijían las conve-niencias diplomáticas (4). Además, por esta mismaépoca, a mediados de 1666, Albemarle le decía porescl ilo a Modyford que no obstante las negociaciones,en las cuales, según manifestaba, no se comprend/anpara nada las Antillas, el gobernador podría utilizar aúna los corsaI ios como anteriormente, si convenía a losintereses británicos en las Indias (5). La noticia dela paz general llegó a Jamaica a fines de 1667, peroModyford no modificó por ello su política. Es ciertoque el secrelario Lord Arlinglon había enviado instruc-

(1) ¡bid, \"01. 46, f. 192.(2) ¡bid., vol. 49, f. 212.(3) ¡bid., vol. 52, f. 138; ArchívoOficiaJ, Tratados, etc., 466.(4) Cal. de Papo de Est., setíe col., 1(61-68, No. 1.276.(5) ¡bid., No. 1.264.

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ciones en febrero para prevenir que los bucaneros co-metiesen ulteriores violencias contra los españoles (1),mas, Modyford sacó sus propias deducciones de lasórdenes contradictorias recibidas de Inglaterra, cons-cien te, acaso, de que reflejaba la política general delgobierno metropolitano cuando escribía a Ar/ington:"En verdad sería muy imprudente exponer la suerte deesta plaza para obtener una reciprocid&d que no podríahaberse sino por órdenes de Madrid Los españolesnos miran como intrusos y transgresores donde quieraque nos encuentran en las Indias y nos tratan enconsecuencia; y si estuviera en poder suyo, como loê3Lâ. i..:ii .H.•~ ;;,~¿;::.::.:::es, r::'~ ~~h.~tjp.npronto rl~ todasnuestras posesiones; ¿y es razonable que los dejemoscrecer tranquilamente hasta que sean capaces de ha-cerla? Sólo la fuerza puede cortar en dos esa inhos-pitalaria máxima de su gobierno que niega toda en-trada a los extranjeros (3).»

(1) ¡/;id., l'o. 1.53Î.(2) ¡bid., l'o. 1.26-+.-Prohahlemente huhoalgÚn d~sacuerdo

en el Consejo de Inglaterra sobrt- la política qne dehía seguirse conlos hUeaneros. :llodyford escribía el 21 de agosto de 1666 a Albe-marIe: .Sir J3n"'5 :\Iodyford pondrá en manos ,le Su Gracia unacopia de alRunas órdenes de Oxford, respecto a algunos españoles,indusa la carta de 1,0rd Arling-ton, en las cuales hay tan encareci-clas insinuaciones para pro~el,.!\1Írla ~llJliHad con lo~ e:-,pañoles aquí,que ;;1 teme ser altamente censurado por alRunas personas por('ol1C'eder ('0111Ü·iones contra ellos: rueg-<l a Su Gracia que la jusli.fiqne, a al menOS que se considere detenidamente la necesidad deeste procedimiento, pues no duda ljuc verdaderos juece, hritánicosconfirI1lar~n lo que ha hecho .•• Por otra parte, escribe a Arlingtonel 30 de julio de 1667: ••Si mis capaeidades hubieran correspoudidotan bien ('011 nlis deseo~ COl1l0 c:-.to:;úaituos se ajustan con 105 deSu Señoría, los ataques de los fi~lbusteros ,ólo se ltahrîaCl practi-cado contra holande.e. y franeeses, quedan,lo los españoles libresde ellos, pero !la tengo dint"ToCOn que pagar1~s ni frag-atas paraimponérmeles; aquél no lo poddan lograr de nuestros enemigosdeclarados, ni puedeu esperar de ellos sino g-olpes, ¿y (como ~menudo me lo han repetido) ello pagará las velas y aparejo.? ...pero, de acuerdo con las instrucciones de Su Señoría, y en taulOque esté a mi alcance, impediré que cometan ulteriores actos deviol~ncia contra los españole!ol, a Ulenos que s~an provucados pornuevas in.olencias ••. Sin etubarg-o, eu diciembre siguiente, el go-bernador le dice a Albematle que ua ha alterado .u actitud, ni in-

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Semejantes palabras recibieron muy en breve laconfirmación de los hechos, porque con una flota denueve a diez navíos y 400 6 500 hombres Henry Mor-gan entró a saco en junio de 1668 en la ciudad de Porto-belo, una de las plazas más poderosas de América,emporio de la mayor parte del comercio europeo en elcontinente suramericano. Henry Morgan era sobrinodel coronel Edward Morgan, muerto en el ataq uede San Eustaquio. Se dice haber sido raptado enBristol, cuando niño, y vendido como sirviente enBarbada, de donde, transcurrido su período de ser-vicio, se trasladó a Jamaica. Allí se incorpor6 a losbucaneros y lIeg6 pronto a capitán de navío. Pro-bablemente fué él quien tom6 parte en la expe-dición con Morris y Jackman a Campeche y CentraAmérica. Después figuró en la armada de Mans-field para la empresa de Curazao y estuvo con élen ]a toma de la isla de Providencia. Parece que a ladesapariciÓn de Mansfield, Morgan ocup6 su puestocomo el jefe bucanero más culminante de Jamaica, ydurante los veinte años siguientes fue uno de los hom-bres más importantes de la colonia. Apenas contabatreinta y tres años cuando condujo la expedici6n dePortobelo (1).

Atendiendo a 4<frecuentes y seguros avisos~ de quelos españoles estaban proyectando una invasión a Ja-maica, Sir Thomas Modyford comision6 en los co-mienzos de 1688 a Henry Morgan para reunir a loscorsarios ingleses y hacer algunos prisioneros españolescon el objeto de averiguar si aquellos rumores eranverfdicos. Según el propio informe de Morgan parael gobernador, los bucaneros se vieron arrastrados hacialos cayos meridionales de Cuba, donde faltos de víve-res y 4<apunto de morir de hambre», y hallándose conalgunos franceses en análogo trance, desembarcaronla gente para pillar; pero como encontrasen que todo el

tenta hacerlo hasta Iluevas órdenes. Claro ~e ve que Arlington yAlbemarde representaban dos "i"temas opuestos de opinión enel Consejo.

(1) En declaración hecha ante el Consejo df" Jamaica, Mor-gan manifestó el 21 de diciembre de 1671,que tenía36 años.

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ganado había sido internado, y huído los habitantes.avanzaron veinte leguas hasta Puerto Príncipe en lacosta septentrional de la isla y tras breve combate enque murió el gobernador español, se apoderaron de laplaza. Cosa alguna de valor escapó a la rapacidad delos invasores, que recurrieron a la tortura para arran-carles a los prisioneros el secreto de las riquezas ocul-tas. A las súplicas de los españoles se abstuvieronde quemar la población,y por un rescate de 1.000 ca-bezas de ganado libertaron a los cautivos; pero impu-sieron a los vecinos la tarea de salar la carne y con-duci,!¡l il horda de los barcos (1). Morgan informó, igno-ramos con que Ylc.1I.lv Je 'V'~I¿:''':;':::l¿1~~~ ~': Pqprtl1 Prínc:i·pe habían sido recluta dos setenta hombres para ir contraJamaica, y que en toda la isla se había hecho una levasemejante. Además, en la Habana y Santiago se es-peraban fuerzas considerables del continente, con elobjeto final de invadir a la colonia británica.

Ya embarcados de nuevo, tras ei saco de PuertoPríncipe, Morgan expuso a su gente el proyecto deherir en la más noble el poderío español en las Indiascon la captura de Portobelo. Parece que los francesesenrolados en la partida, rehusaron abiertamente acom-pañado en este vasto plan, lleno de peligros: de ma-nera que Morgan salió para las costas de Darién únIca-mente con los fi:ïbusteros ingleses. Exquemelin nosha dejado una relación de esta hazaña, más prolijaque cualquiera otra de las que poseemos, y tan ajus-tada a la que sabemos por otras fuentes queestamos en el caso de admitir su declaración deque él fué testigo presencial. Por otra parte, relatatodo el episodio con estilo tan ameno y pintoresco quemerece citársele.

«El capitán Morgan, dice, que conocía todas las

(1) Calendario de Papeles ùe Estado, serie colonial, 1661-63;Exquemelin, ed. 16~", Il Parte, pág" 79-R8. SegÚn Exql1emelillel primer designio de los filibllskros cOllsistid en atravesar la islapor sU parte más angosta y caer sobre la Habana; pero a la noti-cia ùe que el gohernador habia tornado medidas para defenùer yabastecer la ciudad, cambiaron de propósito y marcharon a PuertoPríncipe.

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entradas de esta ciudad, lo mismo que todas las costasvecinas. arribó cuando obscurecía al sitio llamado Puer-to d~ Naos, diez leguas al oeste de Portobelo (1). lle-gados a este lugar ascendieron por el río en sus em-barcaciones, hasta otro puerto llamado Puerto Pontín.donde echaron anclas. Aquí se embarcaron al puntoen botes y canoas, dejando en los navíos sólo unoscuantos hombres para guardarlos y conducirlos alpuerto el día siguiente. A eso de media noche llegaronfl cierto lugar llamado Estera longa Lemos, donde todosdesembarcaron y marcharon por tierra hasta los prime-ros puestos de la ciudad. Los acompañaba cierto in-glés, que antes había estado preso en aq uellas partes.y que éhora hacía de vaquiano. A él Y a tres o cuatromás los comisionaron para apoderarse del centinela siera posible, o matarlo en el acto; pero le pusieron la ma-no y lo prendieron con tanta astucia que no tuvo tiempode alertar con su fusil, o de hacer otro ruido. Así lo lle-varon. las manos atadas. ante el capitán Morgan, quele preguntó: 4<Cómo iban las cosas en la ciudad, ycuántas tropas tenían allí,., con otros muchos pormeno-res que deseaba saber. Tras cada pregunta lo amena-zaban mil veces con matarle si no declaraba la verdad.Así, comenzaron a moverse sobre la Ciudad; llevandosiempre atado delante de ellos al dicho centinela. Ha-biendo andado como un cuarto de legua, llegaron alcastillo que está cerca de la ciudad, el cual cercaronestrechamente. de manera que nadie podía entrar endicha fortaleza a salir de ella.

"Apostados así bajo las murallas del castillo, elcapitán Morgan le ordenó al centinela capturado porlos filibusteros, que les hablase a los de adentro para

(1) La ciudad de portobelo con su amplio y cómodo puertoofrecía buen anclaje y abrigo para los g"leones anuales del tesoroEl angosto a<:ce.,oestaba protegido por los dos fuertes mencionado,;ea III narraci6n, el Santiago a la izquierda de la entrada, y el SanFelipe a la derecha; y dentro del puerto había otro, llamado SAnMiguel. La ciudad yacía en el fondo del puerto, dispuesta en anfi.teatro. Se levantaba en terreno bajo y pantanoso y no tenía mu-ralla~ ni parapt:tos por la parte de tierra. (Cf. la descripción deWafer y Gage). Por esta ép0ca la &uarnici6n no excedía prObable-mente de 300 hombres.

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que se rindieran y entregaran a discreción, pues encaso contrario todos serian despedazados, sin darlecuartel a ninguno; mas ellos no prestaron oídos a nin-guna de estas amenazas, abriendo al punto los fuegos,que advirtieron del peligro a la ciudad, donde cundióde súbito la alarma. Con todo, aunque el gobernadory soldados del dicho castillo opusieron tanta resislen-cia como era posible, viéronse forzados a rendirse a lospiratas, los cuales no bien tomado el castillo resolvie-ron hacer buenas sus palabras pasando los defensores acuchillo para aterrorizar con ello el resto de la pobla-ción. Al efecto, encerrando a todos los oficiales y~u¡ùaJus eu UII Jepill ¡<lm¿úlù, pegarûíl ¡"ego Q lapólvo.ra (de la cual habían hallado gran acopio), yvolaron el castillo entero con todos los españoles quehabía en él. Hecho esto, prosiguieron el curso de suvictoria cayendo sobre la ciudad, no apercibida aúnpara recibirlos. Muchos de los vecinos arrojaron susalhajas y dinero dentro de los pozos y cisternas a losocultaron bajo tierra en otros lugare~, para evitar, tantocomo fuera posible, que los despojasen del todo. Unapandilla de piratas destinados a este propósito corrieronen el acto a los monasterios y se apoderaron de tantosmonjes y monjas como pudieron encontrar. No logran-do reunir a los vecinos, a causa de la mucha confusiónque se produjo, el gobernador de la ciudad se refugióen uno de los castillos restantes y desde allí comenzóa disparar incesantemente contra los piratas; pero éstosno mostraban la menor negligencia en ir al asalto nien defenderse con todo el valor imaginable, y así pudoobservarse que entre el horror del ataque hicieron muypocos disparos inútiles, porque apuntando con muchadestreza a la boca de los cañones era cierto que losespañoles perdían uno a dos hombres cada vez quecargaban de nuevo alguna pieza.

«El asalto de este castillo en que se hallaba elgobernador prosiguió furiosamente de ambas partes.desde el amanecer hasta mediodía, tanto que a estahora del día era muy dudoso saber quién fuera el ven-cedor a el vencido. Por último, advirtiendo que habíanperdido muchos hombres y alcanzado aún poco en el

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sentido de apoderarse de éste a de los otros castillosrestantes, los piratas pensaron en hacer uso de grana-das de mano con el fin premeditado de quemar laspuertas del castillo; pero yendo a poner esto en eje-cución, I~s españoles lanzaron desde las murallas grancantidad de piedras y ollas de tierra llenas de pólvoray otros combustibles, que los obligaron a desistir de suintento .. En vista de la bizarra resistencia de los espa·ñoles, el capitán Morgan comenzaba a desesperar deléxito de la empresa, tras lo cual ocuparon su mentemuchas melancólicas y frías meditaciones, no sabiendoqué partido tomar en aquel conflicto. Entregado aestos pensamientos se reanimó de súbito a continuar elasalto vienào la bandera inglesa izada en uno delos castillos menores, ocupado entonces por sus hom-bres, de los cuales columbró luego una partida que ibahacia él proclamando el triunfo con ruidosas demostra-ciones de regocijo. Esto la hizo disponerse en el actoa intentar nuevos esfuerzos para expugnar el resto delos castillos que se le oponían, especialmente porqueestaba en cuenta de que los vecinos principales se ha-bían acogido a ellos y conducido allí gran parte de sustesoros, con todas las alhajas pertenecientes a los tem-plos y otros objetos dedicados al culto.

«Al efecto dispuso la construcción de diez a doceescaleras, con toda la premura posible, y tan anchasque pudiesen subir por ellas tres a cuatro hombres aun tiempo. Terminadas éstas, ordenó a todos los frai-les y monjas, prisioneros suyos. que las arrimaran a lasmurallas del castillo, hecho con cuya comisión habíaamenazado de antemano al gobernador caso de que noentregase la fortaleza. Pero éste repuso que nunca seentregaría vivo. El capitán Morgan abrigaba el con-vencimi~nto de que el gobernador no extremaría suresistencia viendo a monjas y clérigos expuestos a lospeores riesgos al frente de la soldadesca. Así, comohe dicho, las escaleras fueron puestas en manos de re-ligiosos de uno y otro sexo, a quienes se les obligó, a lacabeza de las compañías, a alzar y arrimar las escalasa las murallas; pero el capitán Morgan se engañabacuanto a los efectos de su designio, porque el goberna-

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dor, que obró a guisa de soldado esforzado y valiente,no se abstuvo. cumpliendo con su deber, de recurrir atodo extremo para destruir a qùienquiera que se acer-case a las murallas. Frailes y monjas no cesaban depedirle a gritos por todos los santos del cielo que en-tregase el castillo para salvar así su vida y la de ellosmismns, mas nada pudo prevalecer sobre la obstinacióny fiereza que se habían adueñado del espíritu del gober-nador. Asi perecieron muchos de los frailes y monjas,antes que pudiesen arrimar las escaleras, hecho la cualpor fin, aunque con gran pérdida de la dicha genterelíqíosa, los piratas trepClrCln por ellas en gran númeroy con no menos intrepidez, ,ievc1IIJû g¡Gd¡':'~.1S :e ~"r,,')y ollas llenas de pólvora, cosas todas que ya en la altode las murallas, prendieron y lanzaron contra los es·pañoles.

«Tan grande fué este empeño de los piratas quelos españoles no pudieron resistir más ni defender elcastillo, en el cual penetraron los asaltantes. Estopracticado. todos los de adentro arrojaron sus armas ypidieron cuartel; sólo el gobernador de la ciudad noquiso admitir ni pedir perdón, sino que más bien matócon sus propias manos a muchos de los piratas, y a nopocos de sus soldados porque no se mantenían firmesen la lucha. Y aunque los piratas le preguntaban siquería que le dieran cuarte:, siempre les contestaba:«De ninguna manera; prefiero morir como un valiente,antes que ser ahorcado como un cobarde». En cuantopudieron procuraron hacerla prisionero, mas a despechode todos los ruegos y lágrimas de su mujer y su hija quele suplicaban de radiílas que pidiese cuartel y salvase suvida, se defendió con tanta obstinación que tuvieronque darie muerte. Ya dueños del castilio, a eso delanochecer, :os piratas encerraron allí a todos los pri-sioneros, colocando a mujeres y hombres por separado,con alguna guardia. A todos los heridos se les pusoen un departamento solo, a fjn de que sus propiasquejas sirviesen de alivio a sus males, pues no se lesproporcionó otro.

"Hecho esto, se dieron a comer y a beber segúnsu manera acostumbrada, es decir, cometiendo en am-

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bas cosas toda clase de desórdenes y excesos ..... Seentregaron de tal modo a t?da suerte de desórdenes quesi hubiera habido tan sólo cincuenta hombres coraju·dos, poddan haber recuperado fácilmente l(ciudad ymuerto a todos los piratas. Al otro día, pillado ya todolo que pudieron encontrar, comenzaron a ~xaminar aalgullOs de los prisioneros (que habían sido inducidospor sus compañeros a declarar que ellos eran los másricos de la población). intimándolos severamente paraque indicasen donde habían ocultado ·sus riquezas ybienes; mas no logrando sacar nada de ellos, comoque en realidad no poseían riqueza alguna. resolvierontorturarlos al fin. Esto la practicaron con tanta cruel-dad que muchos de ellos murieron en el tormento, aacto seguido. El Presidente de Panamá tuvo prontanoticia del saco y ruina de Portobelo, y ello lo movi6a emplear toda su atención e industria en levantartropas con el propósito de perseguir y expulsar de allía los piratas, a quienes preocupaban poco cuantos me-dios extraordinarios emplease el Presidente, porque te·nían sus barcos a la mano y la determinación de pegarfuego a la villa y retirarse. Habían permanecido yaquince días en Portobelo. y perdido en este lapso detiempo muchos de sus hombres, así por la insalubridaddel país como por sus extravagantes excesos (1).

«Sobre esto se dispusieron a la partida, condu-ciendo a bordo de sus navíos todo el botín cogido;pero antes que todo abastecieron la flota con víveresbastantes para la travesía. Mientras se practicabanestos preparativos, el capitán Morgan intimó a los pri-sioneros que debían pagarle un rescate por la ciudad.pues de otro modo la reduciría a pavesas y volaríatodos los castillos; además, les ordenó que enviasen

(1) Esta declaración se halla confirmada por UIlO de loscapitanes que sirvieron a la. órdenes de !\largan, quien diceen !lU relalo de la expedici6n: .rras algún os dias de permanen-cia estallaron enfenuedades elltre Jas tropas de las cuales perdi.mas la milad por enfermedades y combates. (Calendario de Pa-peles de ¡';stado, serie colonial 16::9-7.J. ~9 1). Yen el "Eslado ac-tual de Jamaica, 1'>83.,se lee que Morgan l1e\'ó a la isla la epide-mia que .mató a Lady Modyford y a olros ••

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con toda diligencia dos personas que buscaran y pro-curaran la suma pedida por él, ascendiente a cien milpiezas de a ocho. A este efecto fueron enviados dosindividuos ante el Presidente de Panamá, Quienes hi-cieron a éste un relato de todas estas desventuras. Yacon un cuerpo de tropas listo, el Presidente salió en elacto para Portobelo con el fin de combatir a los piratasantes de que se retiraran; pero esta gente, noticiosa desu llegada, en vez de huir, se adelantaron a su en-cuentro en un angosto sendero por donde necesariamentehabía de pasar. Situaron allí un centenar de hombres""".'j' hi"'n ,,!rmlldos los cuales. al primer choque, pu-sieron en fuga a buena parte de los de Panama.. ESTacontingencia hizo que el Presidente se retirara porentonces, cómo que no se hallaba en actitud de seguiradelante. A raíz de esta refriega envió a decirle alcapitán Morgan que si no partía en el acto de Portobelocon toda su gente, no debía esperar cuartel para sí nipara sus compañeros, cuando los capturase como con-fiaba en hacerla pronto. El capitán Morgan, queno temía sus amenazas, seguro de la retirada enlos navíos surtos allí mismo, le contestó que no res-tutuiria las fortalezas antes de recibir el dinero pedido;y que de no serie entregado quemaría toda [a ciudad yluego la abandonaría, demoliendo de antemano loscastillos y matando a los prisioneros.

<' Por esta respuesta comprendió el gobernador dePanamá que no habría medio alguno de ablandar elcorazón de los piratas ni de traerlos a razón, por donderesolvió abandonar el terreno y dejar los vecinos dela ciudad, a quienes había ido a socorrer, enredados enlas dificultades que presentaba la celebración de unbuen acuerdo con los enemigos (1). Así, pocos díasdespués, los desventurados vecinos reunieron la con·tribución con que se les había multado, y entregaron alos. piratas toda la suma de cien mil piezas de a ocho,rescate de la cruel cautividad que habían padecido.Pero todas estas peripecias produjeron extremada admi-

(1) Morgan informaba, sin embargo, que el rescate había sidoofrecido y satisfecho por el Presidente de Panamá. (Calendario dePapeles de Estado, serie colonial. 1661-68, N9. 1838).

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ración en el Presidente de Panamá, considerando quecuatrocientos hombres hubiesen podido tomar villa tangrande y con tantas fortalezas; especialmente, viendoque no poseían cañones ni otras piezas de artilleríagruesa, con que erigir baterías contra ellas. Y la queera más, sabiendo que los vecinos de Portobelo habíangozado siempre de mucha fama como buenos soldadosy Jamás carecido de valor para defenderse. Su pasmoera tanto que para satisfacer su curiosidad envió unmensajero al capitán Morgan, pidiéndole que le enviaseuna muestra de las armas con que había tomado tangran ciudad con tanta violencia. El capitán Morganrecibió a este mensajero muy bondadosamente y la tratócon gran cortesía, hecho la cual, le entregó una pistolay unas cuantas balas de plomo para que las llevase asu amo, el Presidente. agregándole que se sirvieseaceptar aquella pobre muestra de las armas con quehabía tomado a Portobelo y que la guardase por docemeses, tras los cuales prometía ir a Panamá para re-cogerla. El gobernador de Panamá le devolvió elpresente muy pronto al capitán Morgan. qándole lasgracias por el favor de haberle prestado aquellas armasque no necesitaba, y además le envió un anillo de oro,con el recado de que no deseaba se tomase la penade ir a Panamá, como la había hecho a Portobelo,porque le aseguraba que no saldría tan bien allá comoallí.

«Después de estos tratos, ya provista su flota contodo la necesario y cargando con los mejores cañones delos castillos, amén de clavar los restantes que no pudollevarse, el capitán Morgan zarpó de Portobelo con todossus navíos. A los pocos días llegó con ellos a la islade Cuba, donde buscó un lugar apropiado para dividircon toda quietud y reposo el botín adquirido. Enmoneda sonante había doscientas cincuenta mil piezasde a ocho, además de todas las otras mercaderías.como paños, lienzos, sedas y otros géneros. Con estarica presa zarparon nuevamente de allí hacia Jamaica,su punto ordinario de reunión, donde se entregaron poralgún tiempo a toda suerte de vicios y desórdenes, con-forme a su acostumbrada manera de proceder, gastando

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con loca prodigalidad lo que otros habían ganado conno escasa laboriosidad y fatiga>l (1).

Al volver a Jamaica a mediados de agosto, Morgany sus oficiales presentaron una relación oficial en queexponían su conducta a una luz peculiarmente indul-gente y benigna, en crudo contraste con el relato quenos ha dejado Exquemelin. Según Morgan, la ciudady los castillos fueron devueltos «en tan buenas condi-ciones como los habían encontrado», ya los vecinos seles trató tan bien que "varias señoras de mucha cate-goría» y otros prisioneros a quienes se les ofreció «lallberraù lJi:lld. i,se al c.:;.;:¡pa:;:c:1~(, rJ •• ¡ Presiciente, rehu-saron hacerla, diciendo que entonces eran prisionerosde una persona de calidad, que velaba por el honor deellos con más solicitud de la que pudieran encontraren el campamento del Presidente, y así continuaron demodo espontáneo con él hasta la entrega de la ciudady castillos.» Esto no se aviene muy bien con lo que

\1) Exquemelín, ed. 1684, II Parte, págs. 89-103.-Las cruelda-des de los bucaneros en Portobelo se hallan confirmadas en cartaen que John Style se queja ante el Secretario de Estado por el des-orden e injusticia predominantes en Jamaica. Allí Be lee: .Escosa comtín entr" los corsdrios, awên de qllemarlo con fósforos y deaplicar1e otros leves tormentos, cortar un hombre en pedazos, pri-mero un poco de carne, luego una mano, un brazo, nna pierna, aveces rodeando su cabeza con un cordel y torciêndolo con una varahasta que se le saltan los ojos, a la cual llaman "reata •. Antes detomar a Portobelo se tortnró así a algunos, porque rehusaron in·dicar un camino para la ciudad, que no existía, ya muchos en ladudad, porque no queríau revelar el secreto ele tesoros que igoo-rahau. Algunos pusieron allí a una mujer desnuda sobre unapiedra atdiente porqne no confesaba la existencia de uu dineroque sólo existía en la imaginación de ellos; esto se lo ai declarar aalgunos con jactancia, y uno que estaba enfermo la confesó con pesa-dumbre .• (Cal. de Papo de Est., 1669-74, No. 1;l8.)-:\lodyford escribecon respecto al botín hecho en Portobelo, que el negocio produjoa cada corsario 1: 60, Yque .a êl le dieron solo 1:20 por la palenteque nUllca pasó de 1: 300.• (c. de P. de Est., serie col., 1669,74No. 103). Pero es probable que los bucaneros no l'resentas~n cuentacabal del botín al g-oberl1ador, porque de ordinario existía la quejacreque ellos pillaban SlIS presas y ocultaban el despojo en cuevasy ensenadas de la costa para defraudar al gobierno del diezl1lo adel quinto percibido sohre todos los efectos declarados de buenapresa.

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sabemos de los métodos filibusteros, por donde esprobable que el testimonio de Exquemelin se acerquemás a la cierto. Cuando Morgan regresó a Jamaica,Modyford la recibió al principio con alguna reserva,porque la patente de aquél, según se la dijo el go-bernador. era sólo contra los buques, y el gobernadorno tenía completa seguridad de cómo sería consi-derada la empresa en Inglaterra, pero Morgan habíainformado que en Portobelo. lo mismo que en Cuba. seestaban haciendo levas contra Jamaica, y Modyford hizomucho hincapié en este punto cuando remitió el relatodel bucanero al Duque de Albemarle.

El saco de Portobelo fué nada menos que un actode guerra abierta contra España. y Modyford, ya dadoel paso decisivo. no se satisfizo con medidas a medias.Antes de espirar el mes de octubre de 1668 toda la flotade corsarios, compuesta de diez velas y 800 hombres.había salido de nuevo con Morgan para correr las costasde Caracas, mientras el capitán Dempster con otrosvarios bajeles y 300 secuaces cruzaba ante la Habanay por las costas de Campeche (1). Modyford habíaescrito repetidas veces a la metrópoli que si el fi?eydeseaba que él ejerciese acción adecuada sobre losbucaneros, debían enviar de Inglaterra dos o tres velocesfragatas de primera. para imponer/es obediencia y pro-teger la isla contra ataques hostiles. En respuesta aestas misivas, Carlos envió la «Oxford~. fragata de cua·renta y cuatro cañones. que arribó a Port Royal el 14de octubre. Según el Diario de Beeston, la nave llevóinstrucciones que aprobaban la guerra y facuitaban algobernador para expedir Cartas de marca a cualesquierapersonas que juzgase dignas de ser socios de Su Ma-jestad en el pillaje, «avituallándose ellos .mismos apropia cuenta y riesgo~. (2) La fragata fué abastecida alpunto para un crucero de varios meses, y enviada alas órdenes del capitán Edward Collier con el fin de quese incorporase a la flota de Morgan a guisa de buque deguerra particular. Morgan había designado la isla de la

\ 1) Cnlendario de Papeles de Estado, serie colonial, 1661-68,Nos. 1.863,1.867,1.892.

(2) lbid., !'."o.1867;Beeston Jonrnal. octnbre 15 de 1688.

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Vaca, al sur de la Española, como punto de concentraciónpara los bucaneros y allí acudieron en gran número, asíingleses como franceses, porque ya el nombre de Morganera famoso en todas las islas circundantes, a causade la hazaña de Portobelo. La «Oxford» arribótambién por diciembre. Entre los corsarios franceseshabía dos buques de guerra a uno de los cuales, el«Cour Volant», de La Rochela, mandado par M. laVivan, la embargó el capitán Collier con motivo dehaber robado un bajel británico de provisiones. Pocosdías después, celebróse un consejo de guerra el 2 deenero a bordo de la «Oxford», donde se decidió quelos corsarios, ya casi en ntÍmero de 900. atacasen avartagena. Sm embargo, mlenlras i()~ (;èl¡Jilclllt::> (;cÜâ-

ban en el castillo de popa, voló la fragata con pérdidacomo de 200 hombres, inclusos cinco capitanes. «Esta-ba comiendo con los demás, escribe el cirujano RichardBrowne, cuando volaron los palos mayores y cayeronsobre los capitanes Aylett, Sigford y otros y los hirieronen la cabeza; yo logré salvar me a horcajadas en el palode mesana». Parece que de todo el barco sólo se sal-varon Morgan y los que tomaron asiento en la mesa allado suyo; es probable que el accidente se debiera adescuido de un artillero. El capitán Collier zarpó enel navio de la Vivan para Jamaica, donde el capitánfrancés fué condenado por piratería, en la Corte deAlmirantazgo, e indultado por el Gobernador Modyford,aunque se le confiscó el barco (4).

Desde el centro de reunión en la isla de la Vaca,Morgan había corrido a la largo de la costa meridionalde la Española y hecho varias incursiones en la isla

(3) ¡bid., Cal. de Papo de Est., serie co!., 1674-76; Adeuda,No. 1.207.

(4) Exquemelin da Una versión francesa del episodio, segúnla cual el comandante del .Cour Volant., había librado letras decambio "obre Jamaka y Tortuga por los abastos cogidos en el bu.que británico; pero no pudiendo lograr que el capit~n francés seuniera a la expedici6n proyectada, Morgan se sirvib de esto comosimple pretexto para embargar el buque por piratería. El .CourVolant., convertido en corsario can el nombre de .Satisfaction.,fué ulilizadopor Morgan como buque almirante en la expedicióna Panamá.

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para abastecerse de carne y otras provisiones. Mientrastanto algunos de sus barcos se habían separado delgrueso de la flota y por último no contaba sino conocho bajeles y 400 ó 500 hombres, apenas algo másde la mitad de su gente primitiva. Con tan escasa tro·pa desechó el proyecto de acometer a Cartagena ylargó velas hacia Maracaibo, ciudad situada en el lagodel mismo nombre en Venezuela. Esta villa había sidosaqueada en 1667, poco antes de la paz de Aquisgrán,por 650 bucaneros al mando de dos capitanes france-ses, L'Olonnais y Miguel el Vasco, coyuntura en quepasó por todos los horrores consiguientes a semejantevisita Morgan se presentó a la entrada del lago en marzo,de 1669, forzó el paso tras un día de furioso bombardeo,desmanteló el fuerte que la dominaba y entró en Ma-racaibo de donde habían huido ya los habitantes. Losbucaneros saquearon la ciudad, y batieron las selvas enbusca de los españoles y sus pertenencias. Hombres,mujeres y niños fueron traídos a la población y tortu-rados cruelmente para hacerles confesar el escondrijode sus tesoros. Al cabo de tres semanas, c<cuando yahabían pasado poco a poco por entre sus· manos como100 padres de familial'>, resolvió ir a Gibraltar, cerca dela cabecera del lago, como L'Olonnais la había hechoantes que él. Aquí se reprodujeron por cinco semanaslas escenas de bárbara crueldad, dorturas, asesina-tos, robos y otras-violencias semejantes,_ practicado lacual los bucaneros recogieron su abundante saco yregresaron a Maracaibo, llevando consigo cuatro rehe-nes para el rescate de la ciudad y de los prisioneros, res-cate que los vecinos prometieron enviarles después. Mor-gan supo en Maracaibo que tres grandes buques de guerraespañoles la esperaban a la entrada del lago, y que elfuerte había sido armado, guarnecido y puesto en estadode defensa. Con el objeto de ganar tiempo entró ennegociaciones con el almirante español don Alonso deCampo y Espinosa, mientras los corsarios preparabansigilosamente un brulote con apariencias de buque deguerra. Según Exquemelin, al amanecer del lo demayo de 1669 se acercaron a los barcos españolesfondeados dentro de la boca del lago, y llevando elbrulote al frente de la flota, gobernaron directa-

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mente hacia ellos. El brulote abordó a el «Almirante, .•bajel de cuarenta cañones, y aferrándose a él lo in-cendió. Advertida la suerte del «Almirante», el se-gundo barco español fué varado y quemado porsu propia tripulación; el tercero cayó en poder de lospiratas. Como no se dió ni se pidió cuartel, las bajasde los españoles debieron ser considerables, aunquealgunos de los que iban en el «A,lmirante», incluso donAlonso, lograron ganar la orilla. Por un piloto querecogieron los piratas, supo Morgan que en el «Almi-rante» habia mucha cantidad de plata valuable en40.000 piezas de a ocho, de las cuales logró recobrarcomo ¡il. mitad, derretida en gran parte por la intensi-dad del fuego. Morgan tornó entonces a Mcircicéi¡~cpara reparar su presa y abriendo tratos con don Alonsoconsiguió 20.000 piezas de a ocho y 500 cabezas deganado por rescate de la ciudad. Sin embargo losespañoles se negaron a permitir el paso por el fuerte,y así, procediendo primero a distribuir el botín (1),Morgan recurrió a una ingeniosa estratagema para saiirdel lago. Hizo creer a los españoles que estaba des-em :larcando su gente para atacar el fuerte por la partede tierra y mientras aquellos movian sus cañones ental dirección, Morgan aprovechó la noche y a la luz dela luna dejó deslizarse sus buques en silencio con lamarea, hasta llegar ante el fuerte, y entonces desple-gando de pronto las velas escapó buenamente. Losbucaneros regresaron a Port Royal el 17 de mayo.

Estos sucesos de las Indias OCCidentales llenaronde impotente cólera a la corte española, y el Conde deMolina, Embajador en Inglaterra pidió reiteradas vecesel castigo de Modyford y la restitución de los metales yotros efectos capturados que comenzabana a afluir aInglaterra procedente de jam:iica. El Consejo britá-nico repuso que no se consideraba que el convenio de1667 abarcase a las Indias, y Carlos 11 le envió unaextensa lista de quejas por abusos de los españoles contra

(1) Según Exquemelin el despojo alcanzó a 250.000 coronas endinero y joyas, amén de mercancías y esclavos pero Modyford dijopor escrit') que los bl1caneros sólo habían recibido 1: 30 por cabeza'

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buques ingleses en América (1). Con todo, pa·rece que se le enviaron órdenes a Modyford para quesuspendiera las hostilidades. porque en mayo de 1669aquél recogió de nuevo todas las comisiones (2), yBeeston dice en su Diario, con fecha de 14 de junio,que la paz cvn los españoles fué proclamada pública-mente. Además el gobernador decíá en noviembre aAlbemarle que la mayor parte de los bucaneros se es-taban dedicando al tráfico, la caza o la agricultura, yque esperaba reducirlos en breve a todos a ocupacionespacíficas (3). Mientras tanto el Consejo de Estado es-pañol había resuelto emprender activas represalias, yen consecuencia la reina regente les ordenó a sus go-bernadores de las lndias el 20 de abril de 1669 que leshiciesen guerra franca a los ingleses (4), al propiotiempo que se enviaba de España una flota de seis baojeles, provistos de dieciocho a cuarenta y ocho caño-nes, para perseguir a los bucaneros. A esta escuadrapertenecían los tres buques que trataron de embotellara Morgan en el Lago de Maracaibo. En Port Royalcirculaban informes y rumores sobre navíos ingleses cap-turados y despojados, sobre crueldades cometidas conlos prisioneros británicos en las mazmorras de Carta-gena, sobre patentes de corso expedidas en Portobelo ySantiago y sobre proyectos de represalia contra lo co-lonia de Jamaica. Los corsarios se mostraban inquie-tos y hablaban secretamente de tomar venganza, mien-tras Mojyford, recién muerto su antiguo sostén el

(1) Calendario de Papeles de Estado, serie colonial, 1669-74,1191; Papeles de Estado, España, vol. 45, f. 118; vol. 55, f. 177.

(2) ¡bid., 1667-74, Nos. 227, 578.

(3) ¡bid., 1659-74, No. 129.

(4) ¡bid., N9 149.-El Consejo de Almirantazgo de Flandes lehabla ofrecido al gobierno en 1656enviar sus fragatas a las Iudiaspara perseguir y castigar a los bucaneros y proteger las costas deSur Amêrica; y en 1669, los armadores a dueños de bajele~ corsa-rios en los puertos maritimos de \'izcaya hicieron iguales proposi-ciones, pero ambas ofertas fueron rechazada~, porque el gobiernotemía que tales privilegios condujeran a abusos comerciales, in-fringiendo el monopolio de los mercaderes de Sevilla. Duro, op.eU., V., pAgo 169..

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Duque de Albemarle, escribía a la metrópoli pidiendoórdenes que le permitieran el desquite (1 ). La chispafinal ardió en junio de 1670 cuando dos buques deguerra españoles procedentes de Santiago y mandadospor el portugués Manuel Rivero Pardal, desembarcarongente en la parte septentrional de la isla, quemaron al-gunas casas y se llevaron cierto número de vecinos encalidad de prisioneros (2). El gobernador y el consejocomisionaron e12 de julio a Henry Morgan, revestidocon el carácter de comandante en jefe de todos los bu-ques de guerra pertenecientes a Jamaica, par'i reunir alos corsarios en defensa de la isla, y para atacar,;;;:;¡e,~' d",~trllir todos lo:; bajelcs enemigos y, casode que fuese hacedero, «para desembarcar y Gl'a.,:;,,-a Santiago a a cualquiera otra plaza donde .... haya murniciones para esta guerra a se reunan fuerzaslt. «Enlas instrucciones anejas se le ordenó advertir a su flotay soldados que se hallaban sometidos al antiguo y aceptoajuste de que sin presa no hay paga, y por consiguien-te todo la adquirido se distribuirá entre ellos, según lasreglas acostumbradas» (3).

Morgan zarpó de Jamaica el 14 de agosto de 1670con once velas y 600 hombres para la isla de la Vaca,centro ordinario de cita, desde donde durante los tresmeses sucesivos se destacaron escuadrones hacia lacosta de Cuba y Tierra Firme con el fin de recogerabastos y nuevas. Sir William Godolphin se hallabaa la sazón en Madrid celebrando estipulaciones para elestablecimiento de la paz y amistad en América; y el12 de junio el Secretario Arlington le escribía a Mo-dyford que en vista de tales negociaciones su Majestadles ordenaba a Jas corsarios la cesación de toda hos-tilidad terrestre contra los españoles (4). Estas ór-denes llegaron a Jamaica el 13 de agosto y en conse-cuencia el gobernador hizo llamar a Morgan, que habíasalido del puerto el día precedente, y se las comunicó

(1) Cal. de Papo de Est., 1669-74, Nos. 113. 101, 162, 172, 18Z,264, 280.

(2) Ibid., Nos. 207, 211, 227,240.(3) lbid., 1669-74, Nos. 207, 209-212, 226.(4) Ibid., No. 194.

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«encargándole estrictamente que las observase y s~condujese con toda la moderación posible en el cursode la guerru. El Almirante repuso que la necesidadla obligaría a desembarcar en tierras españolas parahacerse de leña, agua y abastos, pero que no molesta-ría a ninguno de los enemigos, a menos que tuvierala seguridad de que estaban haciendo preparativoshostiles en sus ciudades contra los jamaiquinos (1).Sin embargo, el Vicealmirante Collier fué despachadopor Morgan el 6 de setiembre con seis bajeles y 400hombres, rumbo al continente, donde el 4 de noviembrese apoderó en el puerto de Santa Marta de dos fragatascargadas de provisiones para Maracaibo. Costeandoluego por el este hacia Río de Hacha atacó y capturóel fuerte con su comandante y toda la guarnición, sa-queó la ciudad, la retuvo para imponerle un rescate ensal, maíz, carne y otros abastos y después de ocupadapor casi un mes regresó el 28 de octubre a la isla de laVaca (2). Una de las fragatas cogidas en SantaMarta. «La Gallardina,., figuraba entre las naves de Par-dal cuando éste quemó la costa de Jamaica. El propionaviode Pardal, provisto de catorce cañones, habíasido capturado poco antes por el capitán John Morrisal extremo oriental de Cuba, y el mismo Pardal muertoa consecuencia de una herida en el cuello (3). Losjamaiquinos lo apellidaron «el almirante fanfarrón deSantiago», porque en junio había clavado en un árbolde la costa de Jamaica un pedazo de lona con un pe-regrino reto escrito en inglés y español:

«Yo, el capitán Manuel Rivera Pardal, al jefe delescuadrón de corsarios de Jamaica. Yo soy el que esteaño he hecho la siguiente: fuÍ a tierra en Caimanes yquemé 20 casas y peleé con el capitán Ary y le quité uncuaiche cargado de abastos y una canoa. Y yo scy elque capturé al capitán Saines y llevé la presa a Car-

(1) Cal. de Papo de Est., ser. col. 1669-74;No. 237.

(2) ¡bid., Nos. 310, 359, 504; Exquemelio, ed. 1684, III Parte,pAgs. 3-7; Mss. ndícíooaJes, 13.964, f.24.

(3) [bid.,11,69-74, Nos. 293, JIO

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tagena, y ahora he llegado a esta costa y la he que-mado. Y yo vengo en busca del general Morgan, condos navíos de 20 cañones, y visto esto le ruego quevenga a la costa y me busque para que vea el valor delos españoles. Y porque no tenía tiempo no fuí a laboca de Port Royal para hablar por palabra de bocaen nombre de mi rey, que Dios guarde. Fechado el 5de julio de 1670.» (1)

Mientras tanto, a mediados de octubre surgieronen Port Royal tres corsarios, capitanes Prince, Harri-son y Ludbury. que sei~ semanas antes habían subidopor el río de San Juan de Nicaragua con 170 hombres ysaqueado de nuevo la desventurada población de Gra-nada, pero a causa de la rápicia ùt:l..o.i:lër,¡;¡¡;. :e J:! ~il1.

dad, provocada por los frecuentes ataques de los buca-neros, los ladrones sólo se distribuyeron 20 ó 30 librasesterlinas cada uno. Modyford reprobó a los capitanespor haber procedido sin comisiones, mas no «juzgandoprudente extremar las cosas demasiado en esta coyun-tura». les ordenó incorporarse a Morgan en la Isla dela Vaca (2). Morgan, que se preparaba allí lentamente,abrió tratos con los franceses de Tortuga y la EspañolarebeJados entonces contra el régime de la CompañíaFrancesa, y agregó a sus fuerzas siete navíos y 400hombres que le enviara el infatigable gobernador aJamaica, bien que el 7 de octubre estuvo a punto defracasar por completo a causa de una violenta tempes-tad que hizo encallar la armada entera, excepto elbuque Almirante; sin embargo, todos los navíos, menostres, fueron rescatados y reparados, y Morgan pudo es-cribirle a Modyford el 6 de diciembre que tenía bajosus órdenes 1.800 bucaneros, inclusos varios centena-res de franceses. y treinta y seis bajeles (3). Consi-

(1) Papeles de Estado, España, vol. 57, ff 48,53.(2) ¡bid., 1669-74. Nos. 293, 310; 1\18S. adicionales. 13.%4, f.

26.-Los españoles computaron su p~rdida en 100.000piezas deII c,cho. (MSS. ad., 11, 268, f.51.)

(3) ¡bid., 1669-74. Nos. 310,359, 504.-- En informe enviadoa Inglaterra por el Gobernador Modyford (¡bid., No. 70~. l,}se encuentra una lista dt los bajeles mandados por Henry

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deradas las relaciones traídas de tierra firme por supropia gente, y el testimonio de los prisioneros cogidospor ellos, Morgan se convenció de que era imposibleacometer la que parecía haber sido su primitivo pro-yecto (una incursión a Santiago de Cuba), sin muchapérdida de hombres y navíos. Por consiguiente, el 2de diciembre se acordó de modo unánime en consejogeneral de todos los capitanes, reunidos en número detreinta y siete, que «conviene mejor al servicio deJamaica y a la seguridad de todos nosotros tomar aPanamá, cuyo Presidente ha concedido varias comi-siones contra los ingleses» (1). Seis días más tardela flota se dió a la mar desde Cabo Tiburón, y en la,mañana del 14 se hallaba a la vista de la isla de Provi-dencia. El gobernador hispano capituló al día siguien-te.' a condición de que la trasportaran a tierra firme

Morgan, cou el nombre, capitán, tonelaje, cañones y tripu-laci6n de cada \1no. Había veintiocho barcos ingleses de 10a 104 toneladas y de O a 20 cañones, dotados de 16 a 140 hombres;los navíos franceses eran ocl1o. de 2S a 100 toneladas, con 2 6 14cañones y de 30 a 110 hombres.

(1) ¡bid., ~o. 504.-S<gún Exquemelin, antes de zarpar laflota todos los oficiales firmar()O estipulaciones para regular el re-parto del botín S~ convino e:1 que al Almirante Morgan le to-case la centésima parte de todo el despojo, "que cada capitánrecibiera la participaci6n corre'pondicnte a ocho hombres, para losgastos de su navío, además de la propia; que el cirujano, ademásde su paga ordinaria, recibiera doscientas piezas de a ocho, por subotiquín; y cada carpintero cien piezas de a OC'ho sobre su pagaordinaria. Las indemnizacioues y premios fijados en este viajeeran mucho más altos de lo que se apuntó en la primera parte deeste libre>. Por pêrdida de alllbas piernas asignaban 1.500 piezasde a ocho, o quince esclavos, dejándose la elección a voluntad delinteresado; por pérdida de ambas manos, 1.800 piez~s de a ocho, odieciocho esclavos; por una pierna, fuese la derecha o la izquierda,<>00 piezas de a ocho, o seis esclavos; por Ulla mano tanto CODlO poruna pierna, )' por la pérdida de uu ojo, 100 piezas de a ocho, o unesclavo. Por último a cualquiera que se distinguiese en algunabatalla, bien entrando primero en algún castillo, o arriando labandera española e izando la inglesa, le otorgaban cíncuel.lta piezasde a ocho en recompensa. Hu el preámbulo de estas estipulacio-nes se cleclaraba que todos estos salarios extraordinarios, indem-nizaciones )' recompensas serian satisfechos con el producto delprimer botín a presa que cogiesen, según debiera pl emiarse o pagaree t'ntonces a cada uno •.

157 -con su guarnlclon, y cuatro de sus soldados que ante-riormente habían ejercido el bandolerismo en la pro-vincia de Darién convinieron en servirles de guía a losingleses (1). Tras cinco días más de dilación, elteniente coronel José Bradley, con 400 ó 500 hombresen ttes navíos, fue enviado adelante por Morgan haciael istmo para tomar el castillo de San Lorenzo, situadoen la desembocadura del río Chagres.

El Presidente de Panamá había recibido desde el15 de diciembre un mensajero del gobernador de Car-f<lQena con la nueva de la venida de los ingleses (2),y envió refuerzos e\1 ë: a:::~c ,,) castillo de Chagres,los cuales llegaron quince días antes que los bucanerosy elevaron su guarnición a 350 hombres. A Portobelose enviaron 200, y 500 más se estacionaron en VentaCruz yen emboscadas a las márgenes del Chagres paraoponerse al avance británico. El mismo Presidenteabandonó el lecho que guardaba por enfermedad parapo.~erse a la cabeza de una rl::serva de 800, pero lamayor parte de su tropa se componía de reclutas sinun solo soldado de línea. En pocos días el pánicose apoderó en semejante grado de la milicia que unatercera parte desertó en una noche, y el Presidente tuvoque retirarse a Panamá. Los españoles procedieronallí él cargar alguna porción del tesoro en dos a tresnavíos surtas en la bahía; y junto con las monjas, lamayor parte de los vecinos notables se embarcarontambién con sus mujeres, niños y objetos precio-sos (3).

(!) Sir James !lIodyford, quien, tras la captura de Providenciapor Mansfield en lEC:>, había recibido ùe! rey el nombramiento deteniente ¡;obernador de la isla, se puso en actividad a esta sazón yen 1671 design6 al corond Blodre Morgan (que mandaba la reta-guardia en la batalla de ?ana!1lá) para ir con el carácter de de-legado y tomar posesión. El mismo Modyford trat6 a pocode trasladarse alli con algunos colonoH, pero la tentativa de colo-nizaci6n parece haber fracasado. C. Ùe P. de Estado, serie colo-nial, 1669-ï4. Nos. 494,534, 613).

(2) 1\1SS. ~dicionales, 11.268, f. 51 y sigts., ibid., 13.964, fis.24 - 25.

(3) Ibid., 11.268, r. 51 y sigt •. ; Papeles de Estado, España,vol. 58, f. 156.

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El fuerte o castillo de San Lorenzo, erigido sobreuna colina que dominaba al río Chagres, parece habersido fabricado de dobles hileras de estacadas, con losespacios intermedios rellenos de tierra; y se hallabaprotegido por un foso de 12 pies de profundidad y va-rias baterías menores cerca de la orilla. El 27 de di.<:iembre desembarcó en las inmediaciones del fuerte elteniente coronel Bradley quien, según Exquemelin,había visitado antes aquellas costas con el capitánMan$field. El y su gente atacaron los atrincheramien-tos desde las primeras horas de la tarde hasta las ochode Iimañana siguiente, sazón en que expugnaron laplaz por asalto. Los bucaneros soportaron rudaprue a, perdiendo cosa de 150 hombres entre muertosy heridos, incluso el mismo Bradley, que falleció a losdiez días. Exquemelin ofrece un vívido relato de lajornada. Los bucaneros, dice, «echaron anclas en unpequeño puerto, distante más a menos una legua delcastillo. A la mañana siguiente bajaron a tierra muytemprano y marcharon a través de las selvas para ata-car al castillo por aquel flanco. Esta marcha se pro-long6 hasta las dos de la tarde, a causa de los estorbosdel camino y de sus pantanos. Y aunque los vaquia-nos los servían con exactitud, llegaron sin embargo alprincipio tan cerca del castillo que perdieron mucha desu gente con los cañonazos, porque ocupaban un es-pacio abierto donde nada podía cubrlrlos ni pro te-gerlos. Ello desconcert6 mucho a los piratas ... (mas)«por último, tras muchas vacilaciones y disputas entreellos mismos resolvieron aventurar sus vidas en unasalto de la manera más desesperada. Así avanzaronhacia el castillo, la espada en una mano y granadas enla otra. Los españoles se defendieron con muchaenergía, no cesando de díspararles con sus grandescañones y fusiles y gritándoles siempre: «L1egaos,perros ingleses, enemigos de Dios y de nuestro Rey;vengan también los otros compañeros vuestros quequedaron detrás, que en esta ocasión no iréis a Pana-má.» Tras haber intentado escalar las murallas. lospiratas tuvieron que retirarse y descansaron hasta lanoche. Hecho esto, volvieron al asalto probando a

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dominar y derribar. por medio de sus granadas demano, las palizadas construidas ante las murallas. In-tentado esto y mientras ponían manos a la obra ocurrióun percance muy notable que los condujo a la victoria.Uno de los piratas fué herido en la espalda por unaflecha que la atravesó de parte a parte. Con gran va-lor el bucanero se extrajo al instante el dardo por elpecho y cogiendo luego un poco de algodón que lleva-ba consigo la enrolló en el dicho dardo y poniéndolo enla boca de su fusil la lanz6 de nuevo al castillo; peroinflamado con la pólvora el algodón prendió fuego en.¡o:; ::: ~~;::~C?"~" rie palma oue había dentro de lafortaleza. cosa que los españoles no advirtieron tanpronto como era necesario. porque comunicándose elfuego a un poco de pólvora se produjo una explo-sión que provocó grande estrago y no menos conster-nación entre los españoles que no acertaban a expli-carse el accidente por no haber observado su origen.

~Los piratas se regocijaron infinitamente al perci-bir el buen efecto del dardo y el comienzo del desastrepara los españoles. y mientras estos se afanaban enextinguir el incendio que introdujo enorme confusión entodo el castillo, porque no había agua suficiente paraaplacar las llamas, los piratas aprovecharon la coyun-tura y también pegaron fuego a las palizadas. Asíardió el fuego a un mismo tiempo por varias partes entorno del castillo. la que les dió inmensa ventaja contralos españoles, porque de un golpe las llamas abrieronmuchas brechas en las palizadas y grandes montonesde tierra cayeron en el foso. Sobre esto, subieron lospiratas y entraron en el castillo, sin embargo de quealgunos españoles. no ocupados en contener el fuego,les arrojaron muchos potes encendidos, Henos de mate-rias combustibles y deletéreas. que ocasionaron lamuerte de muchos ingleses.

~No obstante la tenaz resistencia que opusieron,los españoles no pudieron prevenir que las palizadasfuesen enteramente consumidas por el fuego antesde media noche. Por su parte, los piratas no cejabanen el propÓsito de tomar el castillo, y a tal efecto,aunque el fuego era grande, se arrastraban por el suelo

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hasta acercársele cuanto podían y disparaban entre lasllamas contra los españoles que lograban percibir dela otra parte, y así muchos caían sin vida desde las mu-rallas. Llegado el día, observaron que toda la tierramovediza, rellenos de las estacadas, había caído dentrodel foso en enorme cantidad, por donde los que se halla-ban en el castillo se veían en cierto modo tan expues-tos a los de afuera, como antes ocurriera lo contrario.En consecuencia, los piratas continuaron disparando confuria y mataron gran número de españoles, porque elgobernador les había ordenado no abandonar los pues-tos que correspondían a los montones de tierra caídadentro del foso, y hecho trasportar la artillena hacialas brechas.

«Con todo, como el castillo proseguía haciendofuego, los piratas empleaban desde afuera todos losmedios utiliZ':lbles para silenciario, disparando contraél sin cesar. Parte de los piratas se dedicaba a estesolo objeto. y otra espiaba todos los movimientos de losespañoles para valerse de cuantas oportunidades sepresentasen contra ellos. A eso de mediodía, losingleses lograron ganar una brecha. defendida por elpropio gobernador con veinticinco soldados. En estaocasión. los españoles opusieron una resistencia muyenérgica y belicosa. con fusiles, picas, piedras y espadas;pero sin embargo, los piratas se abrieron paso a travésde todas estas armas, hasta que al fin se apoderarondel castillo. Los españoles que sobrevivieron a la re-friega se lanzaron desde el castillo a la mar, prefi-riendo morir por sí mismos (pocos a ninguno sobre-vivieron a la caída) a pedir cuartel. El mismo go-bernador retiróse al cuerpo de guardia, ante el cualhabía dos cañones apostados, e intent6 defenderseaún, no queriendo solicitar merced; mas al cabomuri6 de un tiro de fusil que le perforó el cráneo.

"Muerto el gobernador, y rendido el cuerpo deguardia, los asaltantes encontraron todavía treinta su-pervivientes, de los cuales apenas diez estaban ile-sos. Estos informaron a los piratas que ocho a nuevede los mismos bucaneros habían desertado e ido a Pa-namá con el anuncio de la invasión. Sólo restaban

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aquellos treinta hombres de trescientos catorce queguarnecían el castillo, número entre el cual no se encon-tró vivo ni un solo oficial. A todos se les hizo prisio-neros y se les forzó a decir cuanto supieran de losplanes y empresas de sus compatriotas» (1).

A los cinco días de expugnado el castillo. llegóMorgan de la isla de Providencia con el resto de la es-cuadra; pero pasando la barra de la desembocadura delChagres, naufragaron su navío almirante y cinco a seisbarcos de menor porte, ahogándose diez hombres.Después de reparar y abastecer el castiilo donde dejó300 soldados para quardar la fortaleza y los buques,ei " cie em:lu ci.: 167~ j ~: :~s~~':'rjp 1400 hombres.Morgan comenzó a subir el rio en siete naves medianasy treinta y seis canoas (2). Dejaremos de nuevo aExquemelin el relato de esta brillante jornada en lacual tomó parte. El primer día «navegaron no másque seis leguas y llegaron a un lugar !lamado De losBracos; parte de la gente fué aquí a tierra sólo paradormir algunas horas y desentumecer sus miembrosporque se hallaban casi tullidos con el excesivo apre-tujamiento de los botes. Después de reposar un ratosalieron de recorrida para ver si podían encontrar al-gunos víveres en las haciendas cercanas; pero nadalograron conseguir, porque los españoles habían huídoy llevádose consigo todas las provisiones que poseían.En este día, primero del viaje, hubo entre ellos talescasez de vituallas que la mayor parte tuvo que pa-sarlo con sólo una pipa de tabaco, sin más alivio.

«Al día siguiente, muy de mañana, continua-ron su travesía y cerca de anochecer arribaron aun lugar ¡Iamado Cruz de Juan Gallego. Aquí sevie~on obligados a salir de sus botes y canoas a causade que el rie estaba muy seco por falta de lluvia y porios mLlc"8s es:otbos que presentaban los árboles caí-¿c's '-.:1 é. Los vaquianos les dijeron que cosa de dos!cé!~i'~ :nás ¡¡eelante se podria CO:1tinuar muy bien el

(1) E"q\l~melin, ed :(d-l, Parte Ill, páj{s. 23·27.(J) C.:end;r;o <le P"pe:~, de fo;"tado, ~erie <:010Ili"I, 1669-i4,

~o .. 'i~d_--:;:"queme:in ,\ice c¡·.,e haùía 1.200 hombres. Ónca hotesartil lado"}' treinta y do~ <:AnÙas.

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viaje por tierra. Tras esto dejaron algunas compañ ías,ciento sesenta hombres por todo (l), para que defen-diesen las embarcaciones, pensando que podían servirde centro de refugio en caso ,de necesidad.

cA la mañana siguiente, tercer día de su viaje,desembarcaron todos, ex~epto los arriba mencionados,que debfan guardar las emba,rcaciones, y a quienes elcapitán Morgan dió órdenes muy estrictas, bajo laamenaza de graves castigos, para que hombre algunoosase abandonar las embarcaciones e ir a tierra conningún pretexto. Hizo esto temeroso de que los sor-prendiese e interceptase alguna emboscada españolaque acertara a encontrarse en los próximos bosques,los cuales eran tan espesos que parecían casi impene-trables. Habiendo comenzado a marchar esta maña-na, encontraron las vías tan descuidadas y fatigantesque el capitá:1 Morgan creyó más conveniente traspor-tar parte de la gente en canoas (aunque ello no podíapracticarse sin mucho esfuerzo) río arriba hasta un

. sitio llamado Cedro Bueno. Así, volvieron a embar-carse y las canoas regresaron en busca del resto de losexpedicionarios que habían quedado atrás, por donde cer-ca de anochecer se hallaban todos juntos en el dicho lu-gar. Los piratas ansiaban encontrar algunos españoles.a indios, con la esperanza de llenarse el buche conlas provisiones que les quitaran, porque ya se veíancasi reducidos al último extremo del hambre.

«El cuarto día, la mayor parte de los piratas avan-zaron por tierra, guiados por uno de los vaquianos. Elresto iba por agua más adelante en las canoas, con-ducido por otro guía siempre en vanguardia condos de las dichas canoas para descubrir las em-boscadas de los españoles a ambas márgenes del río.Estos también tenían espías que eran muy diestros y acada momento podían dar noticia de los accidentes allegada de los piratas, por lo menos seis horas antes deque tocasen en cualquier lugar. Este día como a lasdoce se encontraron cerca de un sitio llamado Torna

(1) l,a relación de Morl'an los eleva a 200hombres. (C. de P.aat., de ser. co!., 1669-74; No. 504.)

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Caballos. El guía de las canoas comenzó a gritar aquíque veía una emboscada, y su an uncio produjo contento

Infinito entre todos los piratas, porque contaban· conencontrar algunas provisiones para saciar su hambre,que era mucha. Llegados al lugar, no encontraron anadie porque habían huido todos los españoles que es-tuvieron poco antes allí, no dejando otra cosa sino es-caso número de bolsas de cuero, todas vacías, y unoscuantos mendrugos de pan esparcidos por el suelodonde habían comido (1). Enfadados por este con-tratiempo derribaron algunos bohíos levantados por losespañoles y en seguida se dieron a comer las bolsasùt: l;Ut:JU, f.ldld t:t;I!èUit: dlYu dl ít:lll1t:lIlu Jt: :.u:. t::'[Úllld-

gas, ya tan vivo que les roía las mismas entrañas porfalta de otra cosa que devorar. Así, con aquellas bol-sas de cuero aderezaron un suculento banquete, quesin duda hubiera sido más grato para ellos, a no pro-moverse muchas disputas para decidir a quien tocaríala ración más grande. Por el espacio del recinto con-jeturaron que habían estado allí más a menos qui·nientos españoles, con los cuales desesperaban ahorapor taparse, porque no habiendo encontrado víveres,se proponían comerse a algunos de ellos antes queperecer. Y de fijo los hubieran asado a san cachada enaquella ocasión para satisfacer su hambre, caso depoderlos capturar.

«Después de regalarse con aquellos trozos decuero, abandonaron el lugar y siguieron adelante, hastaque cerca de anochecer llegaron a otro puesto, llamadoTorna Muni, donde se enr::ontraron con otra emboscada,pero el sitio era tan pelado y desierto como el prece-dente. Registraron las selvas vecinas, mas no dieroncon la menor cosa qué comer, pues los españoles ha-

(1) Morgan dice: .EI enemigo había abandonado coharde.mente el primer atrincheramiento y 'luemádolo todo, COlUohizosiempre, siu disparar uu tiro •. El Presideute de Panamá escribetambi~n que las guarniciones situadas a la parte arriba del ríofueron presa del pánieo al tener noticia de la caída de Chagres yque los comandantes abandonaron sus puestos y se retiraron cantoda prisa, hasta Venta Cru". (e. de P. de Est., ~er. col., 1669-74, No. 547.)

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bían sido tan provídentes que no dejaron a su zaga enparte alguna ni una migaja de pan. por donde los pi-ratas se veían ya en el trance arriba señalado. Ven-turoso entonces el que se hubie<;e reservado desde mediodía algún trocito de cuero con que cenar, apurando trasello un buen trago de agua para colmo de satisfacción.Ciertas personas que nunca han salido de casa se pre-guntarán cómo estos p;ratas podían masticar, enqu:lir ydigerir aquellos trozos de cuero tan duro y seco. Yome limito a contestarles: que si alguna vez lleqaran asentirse hambrientos a más bien famélicos, con segu-ridad discurrirían la manera de hacerla, a imitación delos piratas. quienes primero cogían el cuero y lo COI"

taban en tiras; 1ueqo lo maChaC?Dan entre dos piedras,sumergiéndo:o a menudo en el agua del río para remo-jarlo; y por último le raspaban el pelo y io asaban acocian al fuego. Y aderezado de esta guisa la divi-dían en bocados menudos y la comian, ayudándolo aentrar por et gaz.nate con repetidos tragos de agua, líoquido que por ventura tenían a la mano.

«Prosiguieron la marcha el quinto día y cerca delas doce llegaron a un :uç,u llamado Barbacoa, dondetambién encontraron vestigios de otra emboscada, peroel lugar desbastecido del todo como los dos preceden-tes. A poca distancia se veiar1 varias labranz.as queellos reç¡ist"""on con detenimiento. sin poder dar connadie nI C0n animal a cosa alguna que sirviese de alivioa su hambre aguéa y devoradora. Fina!mente, trashaber andado de arriba abajo y registrado por largotiempo, descubrieron una cueva que pareda reciénabierta en \a peña y donde encontraron dos sacos deharina, maiz y otras substancias análogas, con dosgrandes tinajas de vino y ciertas frutas llamadas plá-tanos. Viendo el capitán Morgan que algunos de sushombres esta~an ya a pur.!o de perecer de hambrey temiendo clIe a la mayor parte de ello5 les ocurriesela mismo. hizo que todo el hallazqo fuese distribuidoentre los más necesitados. FOl :a:ecidos con estos ví-veres, reónudaron la rParcha con más brío que antes.Aquellos que no podían andar bien por su flaqueza fue-ron embarcados en canoas, y traídos a tierra los que

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iban antes en ellas. Así prosiguieron viajando hastamuy entrada la noche, saz6n en que !legaron a una la-branza donde pernoctaron completamente ayunos, por-que como antes, los españoles se habían !levado todogénero de provisiones, sin àejar en pos de e!los la me-nor muestra de vituallas.

«El sexto día continuaron viaje, parte de ellos portierra a través de los bosques, y parte por agua en lascanoas, aunque se vieron forzados a pararse con muchafrecuencia en el camino, tanto por la fragosidad delterreno como por !a extremada debilidad que los afligía.¡:;-"tl" idearon remediado cerniendo IIque!las hojas yyerbas que podían recoger, pues tal era ¡a I1Jf5era situaci6n en que se veían. Este día a las doce, !lega-ron a una labranza, donde encontraron una troje llenade maíz. Al punto echaron abajo las puertas 'i empe-zaron a comerse el grano seco en tanta cantidad comopodían devorar. Después distribuyeron mucho acopio,dando a cada uno buen avío. Abastecidos así prosi-guieron el viaje y más a menos al cabo de una hora,dieron con una emboscada de indígenas. Vistos éstosapenas, los piratas tiraron su maíz movidos de la Sú'bita esperanza que habían concebido de encontrartodo género de cosas en abundancia; pero tras detoda esta prisa se sintieron muy decepcionados al noencontrar indios ni vituallas, ni ninguna otra cosa dela que habían imaginado, bien que a la otra orilladel río vieron más a menos un centenar de indios queescaparon en masa merced a la agilidad de sus pies.Hubo unos cuantos piratas que se echaron al río porganar más pronto la orilla a ver si podían capturar aalguno de 10ll dichos indios; pero todo fué en vanoporque siendo más ligeros de pies que los piratas bur-laban sus empeños con facilidad. Y no solo ¡OS

burlaban, sino que mataron con sus flechas a dos atres de los piratas, disparándoles a distancia y grilán-doles: «¡Ah! perros, a la sabana, a la sabana!»

«Este día no pudieron ir más adelante, a causade que necesitaban pasar el río en aquellas inmedia-ciones para proseguir la m<1rcha por la otra margen.Así, acamparon por aquella noche, bien que su sueño

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no fuera tranquilo ni profundo por las grandes mur-muraciones que se propagaban en el real, quejándosemuchos del capitán Morgan y de su conducta en laexpedición, y manifestándose deseosos de regresar.Al contrario, otros preferían morir antes que retroce-der un paso en el camino que habían emprendido; entanto que algunos, más animosos que cualquiera de es-tos dos bandos, reían y se mofaban de todas sus disputas.A todas estas hubo un vaquiano que los consoló, di-ciéndoles que no faltaba mucho para que topasen congente de quien sacarían bastante provecho.

«A la mañana del séptimo día todos limpiaronsus armas y cada uno disparó sin balas su fusil opistola para cerciorarse del funcionamiento de las lla-ves. Hecho esto, pasaron en canoas a la otra orilladel río, dejando el puesto en que habían pernoctado lanoche anterior, llamado Santa Cruz. Prosiguieron, pues,su viaje hasta medio día, hora en que llegaron a unaaldea llamada Cruz (1). Estando aun a gran distanciadel villorrio, advirtieron mucho humo saliendo de laschimeneas, vista que les produjo inmenso regocijo yesperanza de encontrar gente en la población, y, la quemás deseaban, abundancia de buenos comestibles.Así, avanzaron con tanta prisa como pudieron, hacien-do mutuos comentarios sobre aquellos indicios externos,bien que todo era castillos en el aire. «Puestoque sale humo de todas las casas-decían ellos-estánencendiendo buenos fogones para asar y cocer lo quevamos a comer.>t A lo cual agregaban otras reflexionesdel mismo tenor.

(1) Exquemelin dice que lo!! bUcaneros llegaron a VentaCruz el s~ptimo día; pero ~egún Morgan tocaron en la aldea elsexto d,a,y según Frogge, el quinto. Morgan refiere quea dos millasde Venta Cruz había -un pasaje muy angosto y peligro,;o, donde elenemigo pens6 detener nuestro avance, pero fué derrotado alpunta p0r la gente del capitán Thomas Roger,; .•

Frogge dice que despu~s de Sll1ir de Venta Cruz cayeronen Ulla emboscada de l.O()() indios, pero que lo!!derrotaron COnlabaja de s610 un muerto y dos herido., mientras los indios perdie-ron a MI jefe y cerca de treinta hombres. (Papele. de Estado,España, vol. 58, p.118).-Morgan habla de tre!! muertos y sieteheridoa.

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«En suma, llegaron allí con gran premura, tem-blorosos y bañados en sudor, pero no encontrarona nadie en la ciudad ni cosa alguna con que reconfor-tarse, a no ser grandes fogatas para calentar el cuerpo,la cual no era menester. Fué el caso que antes departir, cada uno de los españoles había pegado fuego asu propia casa, excepto los almacenes y establos perte-necientes al monarca.

«No dejaron en pos de sí animal. alguno, vivo nimuerto, hecho que turbó en gran manera el ánimo delos piratas, porque no encontraron la menor cosa, salvounos cuantos gatos y perros il los r.llllles dieron muerteinrneÛlé:Ha y aevoraron con gran apetito. Al lIn, enlos establos reales encontraron por dicha quince adieciséis jarras de vino del Perú y una bolsa de cuerollena de pan; pero no bien habían comenzado a beberdel dicho vino, cuando casi todes se sintieron indis-puestos. Este súbito percance les hizo creer que elvino estaba envenenado, la cual produjo nueva cons-ternación en todo el campamento, porque los invasoresse juzgaron irremisiblemente perdidos; pero la verda-dera causa residía en su completa falta de sustentodurante todo el viaje y en la diversidad de desechoscomidos por ellos en esa ocasión. Su indisposiciónfué tan honda aquel día que se vieron obligados a per-manecer allí hasta la mañana siguiente, sin poder pro-seguir viaje por la tarde, como acostumbraban hacerla.Esta aldea se halla situada a 9° 2' de latitud norte,distante veinte y seis leguas españolas del río Chagresy ocho de Panamá. Además, este es el punto extremoa que pueden llegar botes a canoas, causa por la cuallos españoles construyeron en él depósitos para alma-cenar toda clase de mercancías que desde aquí, a vice-versa, desde Panamá, son trasportadas a lomo de mula.

«Por consiguiente, el capitán Morgan se vió for-zado a dejar aquí sus canoas y a desembarcar toda sugente, aunque nunca se hallaran más débiles que aho-ra; mas para que no fuesen sorprendidas las canoas nidistraer mucha gente en protegerlas, resolvió haeerlasregresar al sitio donde estaban los botes, menos unaque hizo oeul tar con el propósito de utilizarla en en-

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vlar comunicaciones según las circunstancias. Muchosde los españoles e indios pertenecientes a esta aldeahabían huido a las haciendas de los contornos, por don-de el capitán Morgan dió órdenes expresas de que nadieosase salir de la aldea. excepto en compañías completasde un centenar de hombres. porque temía que el ene-migo los acometiera de repente; con todo, una par-tida de soldados británicos contravino estas órdenes,movidos por el deseo de encontrar vituallas, pero enbreve regresaron de prisa a la aldea, asaltados comofueron con gran furia por algunos españoles e indiosque se apoderaron de uno de los piratas y se la lleva-ron consigo. Así, la vigilancia y celo del capitánMorgan no fué bastante a prevenir cualquier accidenteque' pudiese ocurrir.

"El octavo día por la mañana, envió doscientoshombres ade lante del cuerpo de su ejército, para des·cubrir el camino de Panamá y ver si los contrarioshabían tendido alguna emboscada, teniendo en especialconsideración que los lugares por donde habían de pa·sar se prestaban mucho a aquel propósito, porque lossenderos eran tan angostos que sólo diez a doce per-sonas podían marchar en fila, y a menudo no tantos.Después de andar por espacio de diez horas llegarona un sitio llamado Quebrada Obscura, donde se lesdispararon de súbito tres a cuatrocientas flechas, sinque lograran percibir de donde procedían ni quien lasdisparaba. El lugar de donde se presumía que laslanzaban era un cerro alto y roqueño, perforado de unlado a otro, donde existía una caverna que la atrave-saba y que sólo daba acceso a un caballo. o a otrabestia cargada. Esta muchedumbre de flechas produjogrande alarma entre los piratas. principalmente porqueno podían descubrir el lugar de donde se las dirigían.Por último, no viendo volar más flechas, avanzaron unpoco y penetraron en un bosque. Allí vieron algunos in-dios que huían ante ellos tan de prisa como era posible,para estacionarse en otro pasaje y observar desde allíla marcha de los piratas. Sin embargo. una mangade indios se mantuvo en el terreno con el deliberadofin de pelear y defenderse, combate que efectuaron con

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entero valor hasta que su capitán rodó herido por elsuelo. y quien, aunque en el último extremo, mas do-tado de un coraje mayor que sus fuerzas físicas, noquiso pedir cuartel, sino que tratando de levantarse,asió de su azagaya a javalina con ánimo indomable ehirió a uno de los piratas. Pero antes que pudieserepetir el golpe fué muerto de un pistoletazo. Tal lasuerte que cupo tambien a muchos de sus compañeros,que a guisa de buenos y heroicos soldados perdieron susvidas con su capitán, en defensa de la patria.

«Los piratas tuvieron a empeño apoderarse de!!!g'Jnn<: de Ins indígenas, pero siendo éstos infinita-mente más veloces que aquéllos, toào~ c:scapQiundejando sobre el terreno ocho piratas muertos y diezheridos. (1) Si los indios hubieran sido más diestros enasuntos militares, habrían podido defender aquel paso,sin permitir que la traspusiese ni un solo hombre. Alpoco rato llegaron a un terreno amplio y abierto, llenode variadas praderas, desde donde podían percibir ala distancia una partida de indígenas en la cumbre deun cerro, muy cerca del camino por donde debían pasarlos piratas. Enviaron una tropa de cincuenta hombres,los más rápidos de todos, para ver si podían echar-le mano a alguno de ellos y en seguida hacerloconfesar donde estaban situadas las residencias desus compañeros. Pero fué vana toda su industria,porque los indios escaparon gracias a la ligereza de suspies y luego reaparecieron en otro lugar, gritándolesa los ingleses: «iA la sabana, a la sabana, cornudos,perros ingleses!" Mientras esto ocurría se curaba yvendaba a los diez piratas heridos un poco antes.

«En este lugar existía un bosque entre dos cerros.Los indios ocupaban el uno y los piratas ocuparon elotro, que estaba frente por frente. El capitán Mor-gan abrigaba la persuasión de que los españoleshabrían armado alguna emboscada en la selva por la

(1) Frogge dice que después de Venta Cruz toparon con unaemboscada cie 1000 indios, Il quienes pusieron en fuga a costade lin solo muerto y dos heridos, y que los indígenas perdie-ron su jefe y cosa de treinta hombres. (Pap. de Est., España,voL Sg, f. 118)_ :'lor¡¡-an habla ùe tres muertos y siete heridos.

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ventajosa posición que ofrecía para ello. En conse·cuencia envió doscientos hombres a vanguardia con elobjeto de explorarla. Al ver que los piratas descendíande la montaña, españoles e indios hicieron la propiocual si se propusieran atacarlos, pero habiendo penetradoen el bosque y ocultádose a la vista de los piratas. des-aparecieron sin que se les volviera a observar, dejandoel paso libre .

•.Va para anochecer cayó un copioso aguacero ylos piratas apresuraron la marcha, buscando por todaspartes albergues donde preservar sus armas de lahumedad, pero los indios le habían pegado fuego a todoen los contornos y trasportado todo su ganado a sitiosremotos a fin de que los piratas, desprovistos de ca-sas y vituallas, :;e viesen constreñidos a retroceder.Sin embargo, tras diligente búsqueda encontraron unascuantas chozas pertenecientes a pastores, pero sinnada que comer. No siendo las chozas capaces decontener a muchas personas, situaron en ellas cortonúmero de cada compañía para guardar las armas detodo el resto del ejército. Los que permanecieron ala Intemperie padecieron muchos sinsabores aquellanoche, porque la lluvia no cesó hasta la mañana.

«A la mañana siguiente, cerca de rayar el día,que era el noveno de est~ enfadoso viaje, el capitánMorgan prosiguió su marcha mientras duró el frescomatutino, porque las nubes que todavía se condensabansobre sus cabezas les eran mucho más favorables quelos abrasadores rayos del sol, a causa de que la rutaera ya más ardua y laboriosa que todo la precedente.Tras dos horas de marcha descubrieron una manga ea·ma de veinte españoles en observación de los movimien-tos del enemigo. Tra'taron de capturar algunos de ellosmas no pudieron echarle mano a ninguno, porque desa-parecieron de súbito escondiéndose en las cavernas delas rocas, enteramente desconocidas de los piratas. Porúltimo llegaron a una montaña eminente, desde cuyacúspide, cuando la escalaron, descubrieron el Mar delSur. Como si ello constituyese el fin y remate de suspenalidades, esta feliz visión produjo alborozo infinitoentre los piratas. Desde allí podían columbrar también

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un navío y seis botes que zarpaban de Panamá,rumbo a las islas de Taboga y Taboguilla. Al descen-der de esta montaña llegaron a un valle en que hallaronbuena cantidad de ganado' del cual mataron gran núme-ro. Aquí, mientras algunos se daban a matar y desollarvacas, caballos, toros y principalmente asnos, de loscuales había mayor número, otros se afanaban haciendolumbre y acarreando fajina para asarlos. Así, cortandola Ci:Hnede estos animales en trozos convenientes. obocados, los echaban al fuego y medio chamuscados oasados Jas devoraban con increíble premura y apetito.PllP.S tal era su hambre que más parecían caníbalesque europeu~ t11 c~lë LàXI\.iu.i..:~~t ç,v~' ::.::.¡¡~:~:'! ::!:'!~~~les corría a chorros desde la barba hasta la cintura.

«Satisfecha el hambre de los piratas con estascarnes deliciosas, el capitán Morgan les ordenó pro-seguir la marcha. Esta vez volvió a enviar delantedel cuerpo principal cincuenta hombres con el intentode hacer algunos prisioneros, caso de que fuese posible,porque entonces parecía muy preocupado con la ideade que en nueve días no hubiese podido encontraruna persona que lè informase de la condición y fuer-zas de los españoles. A eso de anochecer descubrieronuna tropa de 200 españoles, más o menos, que dabanvoces á los piratas, pero estos no pudieron entenderla que decían. Al poco rato se halIl'J.ron por primeravez a la vista de la torre más alta de Panamá, lacual apenas descubierta, comenzaron a manifestar sig-nos de extremado regocijo, lanzando sus sombreros alaire, saltando de júbilo, y dando víctores como si yahubiesen obtenido el triunfo y cabal cumplimiento desus planes. Sonaron todas sus trompetas y redobla-ron todos los atambores en muestra de aquella unáni-me áclamación y profundo alborozo de sus espíritus.Así acamparon por aquella noche con general contentode todo el ejército, esperando con impaciencia la ma-ñana, hora en que intentaban atacar la población.Esa tarde se dejaron ver cincuenta ginetes que habí¡;nsalido de la villa al oír el alboroto de las cornetas yatambores de los piratas, con el objeto, como secreyó, de observar sus movimientos; se acercaron casi

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a tiro de fusil, precedidos de un trompeta que toca·ba a las mil maravillas. Los de a caballo dierongrandes voces contra los piratas y los amenazaron,diciéndoles: «¡Perros, nos veremos!~. Hecha seme-jante amenaza regresaron a la ciudad, excepto siete uocho ginetes que se quedaron rondando para vigilar alos piratas. Acto seguido la ciudad abrió los fuegosy no cesó toda la noche de disparar sus grandes caño-nes contra el campamento, aunque con mínimo a nin-gún daño de los piratas, sobre los cuales no lograbanhacer blanco. Por entonces reaparecieron también losdoscientos españoles a quienes los piratas habian vis-to por la tarde, aparentando que querían cerrar loscaminos a fin de que los invasores no pudiesen esca-par de manos de sus tropas. Mas los piratas,ahora sitiados en cierto modo, en vez de concebirtemor alguno por el cerco, tan pronto como hubieroncolocado centinelas en torno del campo, comenzarona abrir sus morrales y sin servilletas ni vajilla, se die-ron a devorar las presas restantes de toros y caballos,reservadas desde medio día. Hecho esto se echarona dormir sobre la yerba con profundo reposo y satisfac-ción, s6lo impacientes por los albores del próximo día.

«El décimo día, muy temprano, pusieron todossus hombres en orden conveniente y al sonidode trompetas y cajas, continuaron su marcha endirecció:¡ de la ciudad; pero como uno de losgUlas significara al capitán Morgan que no siguieseel camino real que conducía allí, temeroso de trope-zar con mucha resistencia y numerosas emboscadas,él admitió el consejo y escogió otra vía por en-tre el bosque, aunque muy ardua y fatigante. Así,viendo los españoles que los piratas iban porotro camino en que ellos apenas habían pensado acreído, se vieron obligados a abandonar sus puestos ybaterías para salirles al encuentro. El Gobernador dePanamá puso en orden sus fuerzas, consistentes en dosescuadrones, cuatro regimientos de infantería y enormecantidad de toros bravíos, arreados por muchedumbrede indios con algunos negros y otros sujetos que lesprestaban ayuda.

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«Los piratas llegaron en su marcha a ]a cumbrede un cerríto, desde donde columbraban un ampliopanorama de la ciudad y de la campiña circundante.Alli descubrieron las fuerzas del pueblo de Panamá,tendidas en orden de batalla y ai ver la numerosas queeran los sobrecogió de súbito un gran temor, dudososde la suerte de la jornada, siendo así que hubo pocosa ninguno que no deseara verse más bien en casa, aal menos exento de la obligación de aquel combate enque sus existencias se verían tan comprometidas. Sus-pensos por algún tiempo en un estado de incertidumbre,reflex:onaron al cabo acerca de los peligros a que seiÚiL:uil ..:.~~-..:c:::.~.: rT"l~nFH~ '11J~ rj~hi~n comb;¡tlr re·sueitamente a morir, porque no podían esperar cuartelde un enemigo contra quien habían cometido tantascrueldades en todas ocasiones. En consecuencia sealentaron unos a otros y decidieron vencer a derra-mar hasta la ú!tima gota de sangre de sus venas. Lue-go se dividieron en tres batallones a cuadrillas, envian-do a vanguardia una de doscientos bucaneros, genteinfinitamente diestra en el tiro de fusil (1). Así, lospiratas dejaron el cerro y bajaron, avanzando directa-mente hacia los españoles, que se habían situado enun terreno espacioso, en espera de su llegada. Encuanto se acercaron a ellos, los españoles comenzarona gritar: «j'viva el Rey!" y sus caballos a moverse enel acto contra les piratas, pero como el campo era muymuelle por estar lleno de tremedales no podían evolu-cionar a medida de sus deseos; sazón en que losdoscientos bucaneros que iban adelante, pusieronrodilla en tierra y les dispararon una descarga cerradacon la que se enardeció al instante el combate. Losespañoles se defendieron con mucho brío, haciendo todocuanto estuvo a su alcance para dispersar a los piratas,

(1) A la mañana siguiente alineó sus hombres en forma de"tertian, la vaugnardia regida por d teniente Coronel r,awrencePrince y el mayor Johl1 ~rorrifi, en número de 300: el cuerp'lprincipal formado por nCO; el ala derecha dirigida por él mismo,la izquierda por el coronel Rdw. CoUyer; la retaguardia, de 300,mandada por el coronel Bleory ~lorgal1.---Relato de Morgan.l Cal. de Papo de E~t., ,er. Co!., 1669 --74, No .. ~04).

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y de igual manera su infantería trató de secundar a losginetes, pero los piratas los forzaron a separárseles.Visto el fracaso de sus planes, . intentaron lanzarles lostoros por la espalda & fin de desordenarlos, perola mayor parte de los toros salvajes emprendieron la fu-ga. espantados con el estrépito de la batalla. Y los po-cos que rompieron por entre las filas Inglesas no causa-ron otro perjuicio que el de desgarrar las banderas, entanto que los bucaneros les daban muerte. sin quequedase uno sólo que los molestase en los alrededores.

"La batalla continuó por espacio de dos horas yal término de ella, la mayor parte de la caballería es-pañola se hallaba aniquilada y casi toda muerta. Elresto huyó. visto lo cual por la infantería, y que nohabía probabilidades de vencer, los soldados dispara-ron el cartucho que les quedaba en los fusiles, y echán-dolos por tierra. emprendieron también la fuga, cada unopor donde pudo hacerlo. A los piratas no les era posibleperseguirlos. estropeados y cansados en demasía co-mo estaban por el prolongado viaje que acababande hacer; muchos de los fugitivos en la incapacidadde huir adonde deseaban, se escondieron entrelas malezas de la ribera, aunque para su mayordesgracia. porque encontrada la mayor parte por lospiratas, fueron ejecutados al instante. sin darle cuartel aninguno (1). Ante el capitán Morgan condujeron cauti-

(1) Notable es el intimo acuerdo entre los relatos de la ha·talla dados por Morgan y Exquemelin y ello nos induce a atribuir-les mucho má. crédito a los pormenores de la expedición conteni·dos en la narración del segundo y emitidos en el parte oficial.:\Iorgan dice que como los españoles contaban con la ventaja de laposición y rehusaban moverse. los bucaneros practicaron un mo·vimiento de flanco hacia la izquierda y se apoderaron de un cerroprotegido de uu lado ;>orun pantano. En seguida, cierto Juan Fran·c¡';co de Harro cargó la vanguardia con la caballería, tan furiosamen-te qne no pudo detenhsele hasta que ~erdió la vida; tras ]0 cualla caballería dl6 la vuelta y avanzó la infantería, pero fuI' reci-hida con tanto denuedo y perseguida tan de cerca que laretirada del enemigo degener6 en carrera abierta. aunque habiandeRplegado tal estratagema COUlO raras veces se ha visto, es decir,tralando de lauzar dos rebaños de 1.500 toros soble la retaguar·dia inglesa •. (Col. de Papo de Est., ser. cel., 1669·74. 1\9504).

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vos a algunos religiosos, pero mostrándose sordo a susvoces y lamentos ordenó que todos fueran areabuceadosen el acto, y así se hizo. A poco trajeron un capitána presencia suya, a quien interrogó apretadamentesobre diversos asuntos y en particular sobre las fuerzasde Panamá: a la cual contestó que todo el ejércitoconstaba de cuatrocientos caballos, veinticuatro compa-ñías de a pie, cada una de cien hombres, sesenta indiosy algunos negros que debían arrear dos mil toros bra-víos y hacerlos precipitarse sobre el campamento bri-tánico pIHa que rompiendo sus filas la pusiesen encompleto desorden y confusión (1). Reveló adema.sque en la pObJaclOn ÎJau;,," ';v:-iS~~'.::-:J0 trincnp.ras V eri-gido baterías en varios lugares y colocado muchos ca-ñones en todos ellos. Y que en la entrada de la carre-tera que conducía a la ciudad habían levantado unfuerte. montado con ocho grandes cañones de broncey defendido por cincuenta hombres.

«Oída esta información el capitán Morgan ordenóal punto que siguiesen otro camino pero antes deponerse en ma rcha pasó revista a toda su gente, en-contrando que entre heridos y muertos habia núme·ro considerable, mucho mayor de la que pensaba.Sobre el terreno yacían 600 españoles muertos, ademásde heridos y prisioneros (2). Les piratas no experi-mentaron ningún desaliento al ver su número tan mer-mado, sino se enorgullecieron más que antes con-siderando la enorme ventaja obtenida sobre el enemigo.Así, tras un rato de descanso se prepararon a marchar

(1) M(1rgan fija el número de los españoles ~n 2.100 infantesy hOO ginetes. Frcgge consigna sustancial mente las mismas cifras;sin embargo. el Presidente de Panamá afirma en carta a la reinaque sólo tenía 1.200 hombres. negros, mulatos e indios en sumayor parte, a mils de 200 esclavos del Asiento; y que sus tropasapenas estaban armada~ cie arcabuces y escopetas, mientras su arotillería s610 constaba de tres cañones de madera atados con correas,

(2) SeKún Frogge los españoles perdieron 500 hombres en elcombate, y los bucaneros sólo UIlO de nacionalidad francesa.:l10rgan dice que toda la jornada apenas le cost6 cinco muertos ydíez herido., y que las bajllli del enemigo fueron como de cua-trocientas

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animosamente sobre la ciudad, jurándose unos a otrosque combatirfan hasta que no quedase hombre convida. Con semejante espíritu reanudaron la marchapara vencer o morir y conduciendo consigo a todoslos prisioneros.

«Muy dificil les fué acercarse a la ciudad, porquelos españoles habían colocado muchos grandes cañonesen diversos puntos de la población, algunos de loscuales estaban cargados con fragmentos de hierro yotros con balas de fusil. Con todos ellos saludaron alos piratas así como se aproximaban a la plaza y leshacían frecuentes descargas cerradas, disparándoles sincesar, por manera que a cada paso que adelantabanperdfan inevitablemente gran número de hombres, bienque ni estos seguros riesgos a que exponían sus vidas,ni la contemplación de tantos de los suyos cómo caíande continuo junto a ellos, fueron parte a disuadirlos deir adelante ganando terreno a cada momento sobreel enemigo. Así, aunque los españoles no cesabannunca de disparar y de esforzarse en la defensa, contodo se vieron compelidos a entregar la villa, tras uncombate de tres horas (1), y ya en posesión de ella lospiratas mataron y destruyeron juntamente a cuantostrataron de oponerles la menor resistencia. Los veci·nos habían hecho trasportar lo mejor de sus pertenenciasa lugares más remotos y ocultos, pero no obstante, losinvasores encontraron siempre dentro de la ciudad va-rios almacenes muy bien surtidos con todo género demercaderías, tanto sedas y paños como lienzos y otrosobjetos de valor considerable. Tan pronto como se lesapaciguó a los piratas el primer ímpetu de la entradaen la población. el capitán Morgan reunió a toda sugente en cierto lugar designado por él y allí les conminóbajo gravísimas penas que nadie osase beber o probar

(1) .T(>nían en la ciu<larl 200 hombres <le resen'a. dos fuerte."toda~ Ia:-:. Cíille:-. c:\tritH'benHil\s y grall des f'añones en {.'ad;( calle,que por tod(l :dCí\l¡zahan a tn'll1tí\ y do<.<. cañonf's de hn}lH'(', pf"roen vez de ('{fnlbatir !I1Rndaron <-t qtit'B1R.r lâ ('1110Rd ~. yuiatl,n elfuerte pritl('î~)AI. ;0 qne se hizo cori t;.¡nt:t pri~a que pt:-reci"f(Jo cUa·renta de ~ll!" misl11o!"- !-oolùado!", En lA p1;..¡zRdel J1le1"crtd() foie- D'DtISO

al¡{llna r(>sist(>nci", pero a las tres d(> la tarde h"bíall tnUlado trall·quila posesión de la ciudad ....•. " Relato de Morgan.

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vino alguno, aduciendo para justificar su mandato elhaber tenido noticia privada de que todo aquél habíasido envenenaào por los españoles; sin embargo, mu-chos opinaron que había dado estas prude ntes órdenespara prevenir los excesos de sus tropas, porque previóque serian grandísimos al principio, después de tantasprivaciones padecidas en el camino, añadiéndose a elloel temor de que viéndolos borrachos, los españoles reu-nieran sus fuerzas, cayeran sobre la ciudad, y los tratarande modo tan inhumano como ellos habian tratado antesa los vecinos».

Exquemelin acusa a Marga n de haber quema-do la ciudad y tratado de hacerle creer al mundo queello era obra de los españoles; pero William Frogge,también presente, dice a las claras que los españolesla quemaron, y en carta dirigida desde Madrid al Se-cretario Arlington el 2 de junio de 1671, con nuevasde la hazaña, que debían de proceder de fuente es-pañola, expresa Sir William Godolphin que el Presi-dente de Panamá dejó órdenes para que abrasaren laciudad caso de ser tomada (1). Más aún, en cartaremitida a España con la descripción del suceso, einterceptada por los ingleses, el mismo Presidente dePanamá, admite que no los bucaneros, sino los escla-vos y dueños de casas pegaron fuego a la pobla-ciÓn (2). Los bucaneros procuraron en vano extinguirlas llamas, y toda ]a ciudad, construida de madera engran parte, estaba reducida a pavesas para las docede la noche. Los únicos edificios indemnes fueronlas oficinas públicas, unas cuantas iglesias y cosa de300 casas en los suburbios. Los filibusteros se esta-cionaron en Panamá por veinte y ocho días en buscade botín, y entregados a toda suerte de excesos. A dia-rio practicaban incursiones treinta leguas a la redonda,en pos de saqueo, y llevaron 300 prisioneros. Es pro-bable que sea verídica en la principal la narracióndel pillaje hecha por Exquemelin, quien describe asíla ciudad: «Había en esta villa (sede también de un

(1) . Papeles de Estado, España, vol. 58, f.156.(2) Cal. de Papo de Est., ser. col., 1.669-H, 1110547.

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obispado) ocho monasterios, de los cuales siete parahombres y uno para mujeres; dos magníficas iglesiasj un hospital. Iglesias y monasterios estaban ricamen-te ornamentadas con altares y cuadros, inmensa can-tidad de oro y plata y otros objetos preciosos, todolo cual habían ocultado y escondido los eclesiásticos.Además de estos ornamentos, se veían dos mil casasde construcción expléndida y prodigiosa, todas ellas, asu mayor parte, habitadas por los comerciantes deaquel país. que son grandemente ricos. El resto de losmercaderes y vecinos de inferior categoría ocupabanotras cinco mil casas en la ciudad. También existíannumerosos establos para los caballos y mulas queconducen hacia la costa del Mar del Norte el oro yplata pertenecientes tanto al rey de España como aparticulares. Los campos que circundan la ciudad sehallan todos cultivados con fértiles plantíos y agrada-bles jardines, que proporcionan deliciosos paisajes alos vecinos durante todo el año (1)>>. Al día siguientede la captura, prosigue Exquemelin: «El capitán Mor-gan despachó dos mangas de piratas, constantes deciento cincuenta cada una, soldados todos muy vigoro-sos y bien armados con orden de buscar a los vecinosde Panamá que hubieran escapado de manos de susenemigos. Tras varias ~orrerías por los campos,bosques y montañas adyacentes a Panamá, estoshombres regresaron a los dos días con 200 pri-sioneros entre hombres, mujeres y esclavos. Elmismo dia regresó también el bote que el capitánMorgan había enviado por el Mar del Sur, trayendoconsigo otros tres botes, cogidos en un instante, perocon mucho gusto hubieran dado todas estas presas,aunque el negocio les impusiera mayores esfuerzos,por cierto galeón que pudo escapar de milagro a susartes con un riquísimo cargamento de todo el tesorodel rey y gran copia de oro, perlas, alhajas y otrosefectos preciosísimos, y con todos los más opulentos

(1) Despnés de la destrucción de Pana1l1á en 16n la ciudadvieja fué abandonada por los españoles y erigida la presentepoblación eu UIJ sitio varias millas al oeste, donde había' mejùlanclaje y facilidades de desembarco.

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comerciantes de Panamá. A bordo de este gale6n ibantambién las monjas pertenecientes al monasterio dela dicha ciudad, las cuales embarcaron consigo todoslos ornamentos de sus iglesias, consistentes en grancantidad de oro, plata labrada y otros objetos demucho valor.

«No obstante, los piratas hallaron en los puertosde Taboga y Taboguilla varias embarcaciones carga-das con muchas especies de muy buena mercancía.todo la cual cogieron. y trajeron a Panamá, adondeuna vez llegados refirieron con exactitud al capitánr,~ü[~'::;-;t:::::: le- ~111'> h¡¡bíil Acontecido durantc la reco-rrida. Los prisioneros confirmaron la dicho por lospiratas, añadiendo que sin duda sabian donde podíaencontrarse en aquel momento el dicho gale6n, peroque era muy probable que ya hubiera recibido socorrode otros lugares. Estas noticias animaron de nuevoal capitán Morgan para enviar todas las embarcacio-nes existentes en el puerto de Panamá, con el objetode buscar y perseguir el dicho gale6n hasta que pu-dieran hallarlo. Las antedichas embarcaciones, cuatropor todas, salieron de Panamá y después de invertirocho días en vueltas y revueltas y registrando variospuertos y ensenadas, perdieron toda esperanza de en-contrar la que solicitaban con tanto empeño. En conse-cuencia, resolvieron regresar a las islas de Taboga yTaboguilla. donde encontraron un barco bastante bue-no, recién llegado de Paita con un cargamento detelas, jab6n, azúcar, bizcocho y veinte mil piezas dea ocho. En el acto se ap'Jderaron del buque, sin quenadie les opusiera la menor resistencia. Cerca del di-cho barco había también un bote del cual se adue-ñaron por modo semejante, y trasbordaron a él grancopia de las mercaderías encontradas en el buque,junto con algunos esclavos cogidos en las menciona-das islas. Con esta presa dieron la vuelta de Panamá,un poco más satisfechos del viaje, pero siempre muydescontentos por no haber podido dar con el gale6n.

«El capitán Morgan enviaba a diario partidas dedoscientos hombres para hacer incursiones en todoslos campos de los contornos y al regreso de una de

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ellas estaba ya lista para salir otra también de dos-cientos hombres. Por este medio recogieron en brevetiempo enorme cantidad de riquezas y no menos pri-sioneros. Traídos éstos a la ciudad se les sometióluego a las más refinadas torturas que puedan imagi-narse, para hacerlos confesar el escondrijo tanto desus bienes como de los ajenos. Ocurrió que un pobrediablo encontrado casa de un hidalgo de mucha cali-dad, se había puesto en medio de la confusión rei-nante, un p3r de calzones de tafetán pertenecientes asu amo y de cuyos cordones pendía una llavecita deplata. Observado ésto por los piratas, le preguntaronal punto donde estaba el gabinete de la dicha llave.Contestóles que ignoraba qué había sido de él, sinoque encontrando aquellos calzones casa de su amotuvo el atrevimiento de ponérselos. No logrando arran-carle ninguna otra confesión, la colocaron primero enel potro, donde le dislocaron los brazos despiada-damente; tras esto le ataron una cuerda en torno dela frente y la torcieron tanto que los ojos se le brota-ron, tamaños como huevos, a punto de saltársele delas órbitas; pero como ni con tales tormentos pudie-ran obtener ninguna respuesta positiva a sus deman-das, io colgaron en seguida, asestándole infinitosgolpes y latigazos, mientras se veía bajo aquella penay situación insoportables; después le mutilaron nari-ces y orejas y le chamuscaron la cara con paja en-cendida, hasta que ya no pudo hablar ni lamentar sudesgracia; luego, perdida toda esperanza de que hicieraalguna declaración le ordenaron a un negro que latraspasara con una lanza, la cual puso término a suvida, y punto a las crueles e inhumanas torturas apli-cadas por los piratas. Por tan excecrable modo ter-minaron sus días muchos otros de aquellos miserablesprisioneros, porque éstas y otras tragedias no menoreseran el pasatiempo y recreación comunes de estospiratas.

~Sexo ni condición alguna escapaban de sus atro-cidades, puesto que a religiosos y sacerdotes les otor-gan aún menos misericordia a no ser que pudieranaprontar considerable suma de dinero, capaz de cons-

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tituir suficiente rescate. A las mismas mujeres no selas trataba mejor .... y su cond uctor y jefe el capitánMorgan no les daba buen ejemplo en este punto (1).

«Permanecido que hubo en Panamá el espaciode tres semanas completas, el capitan Morgan ordenóque se alistaran todas las cosas para la partida. Aeste efecto mandó a cada compañía de su gente quebuscaran tantas bestias de carga como fueran menes-ter para trasportar hasta el río donde yacían suscanoas todo el botín hecho en la ciudad. Por entoncesse divulgó en la villa el rumor general de que consi·derable mimelu ci;:; ¡::!!":"t~<: premeditaban abandonaral capitán Morgan y cogiendo un barco surto el1 é:puerto darse al pillaje en el Mar del Sur, hasta con-seguir cuanto les acomodase, para regresar luego aEuropa por las Indias Orientales; propósito para elcual habían reunido ya gran copia de provisiones queguardaban en lugares ocultos, con suficiente depósitode pólvora, balas y toda otra suerte de municiones; yasí mismo algunos grandes cañones pertenecientes ala ciudad, mosquetes y otros objetos con los cuales nosólo proyectaban equipar el dicho bajel, sino tambiénhacerse fuertes y levantar baterías en alguna isla quepudiera servirles de lugar de refugio.

«Es seguro que este plan habría tenido efecto,como ellos la intentaban, a no avisárselo en tiempooportuno al capitán Morgan uno de sus camaradas.En consecuencia, mandó al punto que el palo mayorde dicho buque fuese cortado y quemado, junto contodas las demás embarcaciones en puerto. Por estemedio quedaron completamente frustrados los propó-sitos de todos o de la mayor parte de sus compañeros.Tras esto el capitán Morgan despachó hacia la co-

(1) He omitido el incidente de Morgan y la dama e~pañolapor ~er muy opuesto al testimonio de Ricardo Hrowne (no obstantela prevención de ~ste contra Morgan), según el cual.respecto desus mujeres nunca supe ni oí cosa alguna hecha contra la voluntadde ellas mismas; sé que el capitán Collier cometi6 un acto decrueldad matando a un fraile en el campo de batalla, después dedarse cuartel; pero, cuanto al almirante, era bastante gene.rosa COll el adversario vencido •• (Col. de Papo de E,t. ser. col.,1.669-74, N9 608).

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marca circunvecina a muchos de los españoles enbusca de dinero con qu~ rescatarse no sólo ellos mis-mos, sino el resto de los prisioneros, inclusive loseclesiásticos, tanto seculares como regulares. Ademásdispuso que se inutilizara toda la artillería de la ciu-dad, es decir, que fuera clavada y tapada. Al propiotiempo envió numerosa compafiia en busca del go-bernador de Panamá, porque se tuvo noticia de quehabía tendido varias emboscadas en el camino que éldebía seguir a su regreso; pero los comisionadosregresaron poco después, diciendo no haber en-contrado señal a apariencia alguna de tales embos-cadas. t:n confirmación de ello condujeron algunosnuevos cautivos, que declararon cómo el dicho gober.nador tuvo la intención de oponer algllna resistenciaen el camino, pero que los hombres escogidos parahacerlo repugnaron acometer semejante empresa, sien-do así que por falta de medios no pudo poner enpráctica su proyecto (1).

«El 24 de febrero del año de 1671 (2) partió elcapitán Morgan de la ciudad de Panamá, a más biendel sitio donde había existido la dicha ciudad dePanamá. El despojo hecho allí la conducía en cientosetenta y cinco acémilas, cargadas de plata, oro y otrosobjetos preciosos, además de unos 600 prisioneros,entre hombres, mujeres, niños y esclavos. Aquel día\legaron a un río que corre por una deliciosa campi-ña, distante una legua de Panamá. El capitán MaL

(1) El Presidente se babía retirado por el norte hacia Natade los Santos y desde allí envió postas a Cartagena con una 11'-

¡ación de lo ocurrido en el Darién. Desde Cartagena la noticiafué trasmitida a España por harco expreso. (Pap. de Est., Es-paña, vol. 58, f. 156). Lo" documentos españoles, contenidos enManuscritos adicionales, II. 268, ff. :;3,3i, etc., prueban que elPresidente hizo esfuerzos para levantar gente cou que oponers~a la retirada de los bucaneros, pero que no tuvo apoyo ~ntrelos habitantes.

(2) Rn su memorial compr~ndido en Manuscritos adiciona-le". II. 268, el Pre"idente de Panamá consigna por fecha ladel 25 de febrero, aunque Morgan dice que salieron para VentaCruz el 14 de febrero, discrepancia que puede obedecer a con-fusi6n entr~ el anti~uo y el nuevo sistema de cómputo.

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gan puso aquí todas sus tropas en buen orden marcial.por manera que los prisioneros estaban en el centrodel campamento, rodeado de piratas por todas par-tes, oportunidad aquella en que no se escuchabansino lamentos. gritos. chillidos y suspiros dolorosos.lanzados por tantas mujeres y niños persuadidos deque el capitán Morgan intentaba trasportarlos comoesclavos a su propio país. A mâs de esto, todosaquellos míseros prisioneros padecían entonces extre-mada sed y hambre. penalidad y desdicha que elcapitán Morgan les imponía de modo deliberado conel propósito de estimuIilrlos mejor a buscar dineropara el propio rescate. coniorrfl'= <1 :<i :<..~.::; :;:.:c ~?bí;¡establecido sobre cada uno. Muchas de las mujeresrogaban de rodillas al capitan Morgan, con infinitaslágrimas y sollozos, que les permitiera volver a Pana-má para vivir allí en compañía de sus amados ma-ridos e hijos. en chozas de paja que construiríanellos mismos, ya que no tendrían casas hasta la ree-dificación de la ciudad. Pero él les respondió que nohabía ido allí a air la men tos y gritos. sino a buscardinero, de manera que debian solicitarlo en primertérmino. dondequiera que pudieran hallarlo y lIevár-selo a él, porque de otro modo era seguro que lostrasport iría a todos ellos a Ill·Fres adonde se cui-darían de no ir .

«Tan pronto como el capitân Morgan hubo lle-gado en su marcha a la ciudad llamada Cruz. sita alas márgenes del rio Chagres, como se dijo antes.dispuso se hiciera saber a los prisioneros quecada uno de ellos debía entregar su rescate dentrode tres días. bajo la pena preindicada de que se lestrasportaría a Jamaica. Entre tanto dictó órdenes paraque se recogiera en los alrededores tanto arroz ymaíz como se necesitara para avituallamiento detodos sus navíos. En este lugar fueron rescatados al-gunos de los prisioneros. pero muchos otros no pu-dieron pagar su dinero en tan corto tiempo •.. Sobreesto prosiguió su viaje ... conduciendo el mayor botínque reuniera alguna vez. De esta aldea se llevóigualmente algunos nuevos prisioneros. vecinos de di-

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cho lugar, de modo que estos prisioneros se agregarona los de Panamá que aún no habían satisfecho sus res-cate, trasportándoseles a todos ... Como a media jor-nada del Castillo de Chagres dispuso que los piratasse colocaran en debido orden, según su costum·bre, e hizo que cada uno jurase no haber re-servado ni escondido nada, ni aún por la suma deun real. Hecho ésto, como el capitán Morgan sabíapor experiencia que aquellos malvados no escrupuli-zarían mucho en jurar en falso por asuntos de inte-rés, mandó que uno por uno fueran registrados muyestrictamente, tanto en sus ropas y morrales comoen todo aquello donde pudiera presumirse que huhie-ran ocultado alguna cosa, y para que su orden nofuese mal interpretada por sus compañeros, permitióque a él mismo lo registraran hasta la propia suelade los zapatos. A este efecto se designó de comúnacuerdo uno de cada compañía para registrar alos restantes. Los piratas franceses que iban en estaexpedición con el capitán Morgan, no se mostrabanmuy satisfechos de la nueva moda del registro,pero como su número era menor que el de los ingle-ses, se vieron obligados a someterse a ella, comolo habían hecho los demás. Finalizado el registro, sereembarcaron en sus canoas y botes, los cuales losesperaban en el río, y !legaron al castillo de Cha-gres (1). Allí encontraron todas las cosas en orden,excepto a los heridos que dejaran allí al tiempo de supartida, porque la mayor parte de estos habían muertoa causa de sus lesiones.

«A poco de su llegada el capitán Morgan enviódesde Chagres un gran bote a Portobelo con todoslos prisioneros que había hecho en la isla de SantaCatalina, para exigir por medio de ellos considera-ble rescate por el Castillo de Chagres, donde se ha-llaba entonces, bajo la amenaza de que en caso con-trario, lo .arruinaría y demolería hasta los cimientos.A este mensaje contestaron los de Portobelo que no

(1) Los bucaneros ¡legaron a Chagres el 26 dl: feorero.-Re-lato de Morgan.

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darían un ochavo en rescate del dicho castillo y quelos ingleses podían hacer con él la que gustasen.Recibida esta respuesta se procedió a dividir todo eldespojo acumulado durante el viaje, de manera quecada compañía y cada individuo incluido en ella reci-bió su parte de la que se había recogido; a másbien la porción de ello que quiso darles el capitánMorgan, porque así fué, tanto que el resto de suscamaradas, aun los de su misma nación, se quejaronde su proceder en este particular y no temierondecirle claramente en sus propias barbas que se habíareservado las mejores alhajas para sí, pue¡;to quejuzgahan imrnc:ir,J~ q'.1e ;-:::;:c::; ~vC,,5t:lJ Irlá:s que oos-cientas piezas de a ocho per cápita sobre tan valiosasadquisiciones y hurtos como habían efectuado; la cualreducida suma creían recompensa mezquina para tan-to esfuerzo y tan grandes y manifiestos peligros a quetan a menudo expusieran sus vidas. Pero el capitánMorgan hizo la oreja sorda a todas estas y a muchasotras quejas de la misma índole, resuelto como estabaa defraudarlos de tanto como pudiera (1 )).

El 6 de marzo, tras demoler el fuerte y otrosedificios de Chagres y de clavar todos los cañones,Morgan se trasladó en secreto a su propio navío, sihemos de dar crédito a Exquemelin, y seguido desólo tres a cuatro barcos de la flota, dio la vuelta dePort Royal. El resto de la escuadra se dispersó y lamayor parte de los buques «tropezaron con muchasdificultades en el acopio de vituallas y provisionespara la travesía de Jamaica». No más de diez baje-les entre los primitivos treinta y seis habían vuelto ala colonia británica hacia fines de agosto. Con me-dios muy inadecuados, realizó Morgan una proezaque había constituido el sueño de Drake y otros ma-rinos ingleses por más de una centuria, y que en1741 temía acometer siquiera el almirante Vernon conuna escuadra mucho más numerosa. La expedición aPanamá nunca ha sido superada cuanto a la notablede la dirección y arrojo temerario; sólo mancharon

11) ExquemeliJl, ed. 1684, Part. Ill, págs. 31-76.

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su brillo la crueldad y rapacidad de los vencedores.tropa reclutada sin paga. de escasa disciplina e irre·frenada. si no estimulada, en sus atrocidades por elmismo Morgan. La imputación de avaricia y dolo enel reparto del botín entre los piratas, lanzada porExquemelin contra Morgan, se halla muy bien funda-da para mengua de la reputación del almirante.Richard Browne. cirujano general de la escuadra,calculaba el despojo en más de 70.000 libras ester-linas, «a más de otros ricos objetos», de los cualesse defraudó miserablemente a los soldados, pues cadauno sólo recibió 10 libras esterlinas por la parte quele correspondía. En Chagres, escribe, los jefes dieronla que les vino en gana, «con la cual ... debíamoscontentamos, a vemos aherrojados». Los agraviadosmarineros se quejaban en alta voz contra Morgan.Collier y los demás capitanes porque los habían ham-breado, defraudado y abandonado, pero no pudieronobtener reparación mientras Modyford estuvo gober-nando. Browne consigna que los comandantes «noosaban mostrarse en público sino raras veces, a causade la ruina que hizo pesar el aprovisionamiento delos corsarios sobre las viudas, huérfanos y vecinosburlados que tan liberal mente hicieran anticipas conla esperanza de una empresa gloriosa (1)>> Los es·pañales computaron sus pérdidas totales en 6.000.000de coronas (2).

El 31 de mayo de 1671 el Concejo de Jamaicadió un voto de gracias a Morgan por el cumplimientode su última comisión y aprobó formalmente la ma-nera como se había conducido (3). No cabe dudade que el gobernador tuviera pleno conocimiento de lospropósitos de Morgan antes que la flota zarpara deCabo Tiburón, y tanto es asi que tras la resoluciónde atacar a Panamá, adoptada el 2 de diciembre enconsejo de oficiales, fue enviado un bote a Jamaica para

(1) Cal. de Papo de Est., 1669-74;~o. 608. \Vro. Trogge dicetambiên que la porci6n de cada soldado fué sólo de 10 librasesterlinas.

(2) MSS. ad., 11. 268.(3) Cal. de Papo de Est., serie co!., 1669-í4, No. 542, 1.

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informar de ello a Modyford, y en carta escrita aMorgan diez días después de la llegada del barco elgobernador no contradijo la decisión (1). Sin duda,era sincero el descargo de que el gobernador y elconsejo trataban de prevenir una inminente invasióna Jamaica, pero es asímismo muy probable que enparte los hubieran inducido en esta crencia Morgan ysus secuaces, quienes en primer tér:nino se habíanpropuesto hacer prisioneros para arrancarles por lafuerza la confesión de que en Cartagena, Portobelo yalgunos otros puertos marítimos los españoles organi-zaban gente y armaban una flota para invadir la isla.

Por rara ironía del destin o, entre ô y 13de julio de 1670 Sir William Gcdolphin concluía untratado en Madrid «para arreglar los desacuerdos. re-primir las depredaciones y establecer la paz!> enAmérica. Ni una ni otra corona concedieron privile-gios mercantiles en las Indias Occidentales. pero elRey de España reconoció la soberanía del Rey deInglaterra sobre todas las islas, colonias, etc .. de Amé-rica, entonces en posesión de los ingleses. y en casode peligro los navíos de ambas naciones tendrían en-trada y ayuda en los puertos de la otra. El tratado debíapromulgarse simultáneamente en las Indias Occidentalespor los gobernadores británicos y por los gobernadoresespañoles. dentro de los ocho meses después de suratificación (2). En mayo del año siguiente un men-sajero de Santo Domingo llevó a Port Royal un ejem-plar del pacto con la propuesta de que se fijara díapara su publicación, y el ofreci miento de un canjede prisioneros (3). Modyford no había recibido aúnde Inglaterra noticia oficial del tratado, y con razónpodía quejarse de aquella negligencia ante las auto-ridades metropolitanas (4). pero un nuevo goberna-dor fué en breve a relevarlo de ulteriores responsabi-lidades. Es probable que Carlos II hubiera apaciguado

(1) ¡bid. No, 542, 11.(2) Papo de Hst., España, vol. Si, f. i6; vol. 58, f. 2i.(3) Cal. de Papo de Est., 1669-i4, Nos. 513, 531, 532, 544;(4) Papo de Est., España. vol. SS, f. 30.

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en 1670 al Embajador español con la promesa de re·mover a Modyford y de enviar un sustituto mejordispuesto a favar de los españoles (1). Sea comofuere. en setiembre de 1670 el coronel Tomás Lynchfué nombrado teniente gobernador de Jamaica, paraejercer allí en caso de «falta. ausencia a incapacidadlldel gobernador (2), y el 4 de enero siguiente, a pe-sar de una petición de los funcionarios, propietarios yvecinos de Jamaica en favor de Modyford (3), serevocaba el nombramiento del gobernador. Lynch Ile·gó a Jamaica el 25 de junio con instrucciones paraque tan luego como hubiese tomado posesión del go-bierno y fortalezas arrestara a Sir Tomás Modyford ylo enviara a la metrópoli bajo guardia para querespondiera a acusaciones presentadas en contrasuya (4). Temeroso de exasperar a los amigos delex-gobernador, Lynch vaciló en cumplir sus instruc-ciones, hasta el 12 de agosto, cuando lo invitó a ir abordo de la fragata «Assistance~. con varios miem-bros del consejo, y produjo allí las reales órdenespara su arresto; bien que Lynch le dió seguridades deque su vida y bienes no corrían peligro, porque elprocedimiento era sólo un simple paliativo para apla-car la ira de los españoles (5). La llegada de Mo-dyford a' Inglaterra tuvo efecto en noviembre, y el 17del propio mes lo enviaron a la Torre (6).

La indignación de los españoles subió de puntocuando se supo la noticia del saqueo de Panamá.«Me es imposible pintar a su Señoría,-comunicabaGodolphin a Lord Arlington,-el estado de Madridante la nueva de este acontecimiento .... ni el gradode indignación con que lo han tomado aquí a pecho

(1) Memorial en que el Conde de ~lolina se quejaba de queno se había enviado un nuevo gobetnador a Jamaica, corno esta-ba prometido, ni Ilamádose al antiguo Robernador; 26 de febrerode 1671 (Pap. de Hst., Hspaña, vol. 50, f.62).

(2) Cal de Papo de Ust., Ser. col., 1669-74, No. :!72.(3) [bid., No. 331.

(4) Cal. de Papo de Hst., serie col., 1669-74; Nos. '",7, 424.(5) lóid., Nos. 405, 441. 452, 453, 552, .187.(6) [bid •. Nos. 608, 604. 60S, 6SS.

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la reina, los Ministros de Estado, los consejos particulares y la gente de toda clase (l)~. Parece que elEmbajador a el cónsul de España en Londres habfaescrito a Madrid que esta última expedición obedecíaa insinuaciones privadas, si no a órdenes de Londres,agregando el comunicante que a Godolphin le manda-ron proveer un largo término antes de la publicacióndel tratado, a fin de ganar tiempo para la ejecucióndel proyecto. Al Embajador británico le fué difícillibrarse de estos enredos, aunque dió seguridades ala reina sobre el inmediato castigo de los culpables,amén del arresto y retiro del Gobernador de Jamaica;y sóiu l.UÚ ,,\ ;-;~;¡ï::: t:;::!~ ~' pr"rl"ncia pudo evadir,hasta que llegó de Inglaterra una desaprobación oficialde la empresa, el embargo inmediato de todas lasmercaderías pertenecientes a comerciantes británicosen España. El gobierno español dispuso enviar a todaprisa una flota con 10.000 hombres en auxilio de lasIndias, y los Duques de Albuquerque y Medinacelicompitieron en la oferta de levantar gente a pro-pias expensas entre sus propios vasallos; pero nadavolvió a hablarse de tal ejército, después que Godol-phin hubo presentado su excusa oficial a la reina.«Plega a Dios, escribía el Embajador británico, queresulte segura la forma que emplea Sir Tomás Mody-fard para defender a Jamaica (como él acostumbrabaexpresarse) enviando sus fuerzas al saqueo; por miparte, no creo que nos haya convenido alertar alos españoles tanto como lo ha hecho esta últimaacción (2) ».

CAPITULO VI

SUPRESIÓN DE LOS BUCANEROS

El nuevo teniente-gobernador de Ja maica, SirThomas Lynch, llevó consigo instrucciones para publi-car y observar fielmente el tratado de 1670 con Espa-ña, y también para revocar las comisiones expedidas

(1) Nos. 653, 654.(2) Papo de Est., España, vol. 58, f. 156.

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por su predecesor «en perJUICIO del Rey de Españaa de cualquiera de sus súbditos». Cuando proclamarala paz debía publicar asímismo un indulto colectivopara todos los corsarios que se presentaran y sometieran dentro de un término razonable, por todos losagravios cometidos desde junio de 1660, asegurándo.les la posesi6n de sus presas (excepto el diezmo yquinto que siempre se reservaban a la corona por elotorgamiento de comisiones), y ofreciéndoles alicientespara dedicarse a la agricultura, al tráfico. a al servi·cio de la real marina; pero no debla insistir positiva-mente en el pago de diezmos y quintos, si ello estor-baba el sometimiento de los merodeadores, y si poreste camino no se lograba atraer\os emplearía todos losmedios a su alcance, «por la persuación a la fuerza»,para reducir\os (1). Lynch se aplic6 en el acto a gran-jearse la buena yoluntad de sus vecinos españoles ya inducir a los corsarios hacia empresas más pacífi-cas. El mayor Beeston fué enviado a Cartagena conlas estipulaciones de paz, y allí se le di6 todo génerode satisfacciones y obtuvo la libertaà de treinta y dosprisioneros británicos (2). El 15 de agosto fué pro-clamado en Port Royal el indulto de los corsarios (3),y aquellos que habían protestado contra sus coman-dantes por el fraude que estos les hicieran en Pana-má, tuvieron oportunidad de recurrir a las cortes deJusticia (4). Análogas proclamas fueron enviadas porel gobernador «a todas las guaridas de los corsarios», aquienes intimaba que había escrito a Bermuda. las Cari·bes, Nueva Inglaterra, Nueva York y Virginia para que

, los aprehendiesen y noticiado a todos los puertos es-pañoles sli calidad de piratas, amén de que se proponlacomunicarse con Tortuga para prevenir que los admi-tieran allí (5). Con todo. aunque el gobernador par-ticipara a la metrópoli a fines de mes que los corsa-rios estaban suprimidos por completo, en breve pudo

(1) Cal. de Papo de Est, ser. col., 1.669-74, No. j67.(2) [bid., Nos. 604,608, 72fj; Diario de Beeston.(3) ¡bid., Nos. 552,602.(4) [bid., 1669-74, Nos. 608, 633.(5) [bid., No. 604.

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advertir que la tarea no era en modo alguno tansencilla. Un inglés llamado Thurston y un mulatollamado Diego, bucaneros ambos con patente de Mo-dyford, burlaron su oferta de indulto, prosiguieroncapturando barcos españoles y conducían sus presasa Tortuga (1). Un holandés llamado el capitán Ya-llahs, a Yellowes, huyó a Campeche, vendió su fra-gata por 7.000 piezas de a ocho al gobernador espa-ñol y se pu5P al servicio de los españoles para perse-guir a los ingleses cortadores de palo de tinte. Elgobernador de Jamaica envió en persecución suya alcapitán Wilgress, pero este dedicó su tiempo a pillarun buque espaflol varaáo, a 1 útôr ;;'::0 de ~inte y aquemar casas españolas en la costa (2). Una partidade bucaneros, británicos y franceses, desembarcaron enla parte septentrional de Cuba y quemaron dos ciu-dades, raptaron mujeres e infligieron muchas cruelda-des a los vecinos; y cuando los gobernadores de LaHabana y Santiago se quejaron a Lynch, este últimono pudo hacer otra cosa que desaprobar la conductade los ingleses que figuraban en la cuadrilla, comorebeldes y piratas, y pedir a los gobernadores españo-les que ahorcaran a todos los que cayeran en podersuyo (3). En realidad, el gobernador se hallaba enaprietos, y así escribía en enero de 1672 que «estemaldito tráfico se ha practicado por tanto tiempo, yposee tantas raíces. que como cizaña a hidras vuelvena brotar tan presto como se las corta (4)>>.

Sin embargo, se capturó y procesó a algunos delos filibusteros recalcitrantes. El mayor Beeston, en-viado por el gobernador en enero de 1672, con una

(1) Ibid., Nos. 638, 640, 6.,3, 697.-Puede que éste sea el DiegoGrillo, a quien Duro hace refl:rencia (op. cit. V. pág. 180): Un

nativo de la Habana, que mandaba un barco de quince cañones.Sucesivamente derrotó en el canal de Bahama tres navíos arma-dos que salieron a capturarlo, y ell todos ellos mató sin excep-ción a los españoles nacidos en Europa. Cogido en 1673 corrió lamisma suerte que había deparado a sus víctimas.

(2) [bid., Nos. 697,709, 742,883,944.(3) [bid., 1669-74, Nos. 733, 742, 7%.(4) Ibid., N9729.

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fragata y cuatro bajeles de menor calado, para queapresara y quemara ciertos b:HCOS piratas de carenaen los cayos meridionales de Cuba, topó en vez deellos con otros dos navíos, uno británico y otro fran-cés, que habían tomado participación en las incursio-nes contra Cuba, y los condujo a Jamaica. A disposi-ción del gobernador de Santiago fué puesto el capitánfrancés, pero rehusó castigarlo por miedo a sus ca-maradas de Tortuga y la Española, por donde a am-bos capitanes se les procesó y condenó a muerte enPort Royal; pero como los españoles se habían nega-do a castigarlos y no era razonable que los Jamaiqui-nos fueran los ejecutores, los capitanes del puerto yalgunos miembros del Consejo pidieron la suspensi6nde la sentencia y se envió a Inglaterra el prisionerobritánico, Francis Whiterburn (1). El capitán Johnson,uno de los pira tas tras los cuales había sido enviadoBeeston primitivamente, naufragó más tarde a causade un huracán en la costa de Jamaica. A raiz de lapromulgaci6n de la paz, hecha par Sir Thomas Lynch,Johnson había huído de Port Royal con cerca de diezcompañeros, y dando con un navío hispánico de die-ciocho cañones la capturó y mató al capitán. junto condoce a catorce tripulantes; luego reuniendo en tornosuyo una partida de ciento a más hombres entre bri-tánicos y franceses, había despojado barcos españolesen torno de la Habana y de la costa de Cuba; mas,cansado. por último, de sus camaradas franceses, sedirigia a Jamaica para avenirse con el gobernador,cuando, yendo a echar anclas en Marant Bay se viólanzado a tierra por el huracán. El gobernador la hizodetener, y comisionó para convocar a los jueces yproceder al juicio e inmediata ejecución, al coronelModyford, hijo de Sir Thomas, no sin conjurarlo pri-mero para que se empeñase en que no fuera absueltoel pirata, bien que el coronel Modyford, por compar-tir acaso las sim patras de su padre hacia los ladronesde mar, dilató el proceso, no comunicó a ninguno delos jueces las órdenes que había recibido, y aunque

(1) ¡bid., !l:os. 742.777, 785. 78'J, 794, 796.

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Johnson y dos de sus hombres «confesaron haberahorcado un centener de personas». informó al juradoque no habían podido hallar cargos contra el pTlSIO-nero. Media hora después de la disolución del tribu·nal. Johnson «iba a beber con sus jueces». En conse-cuencia, el burlado gobernador detuvo por segundavez a Johnson, convocó el Consejo. del cual excluy6al coronel Modyford, y hallando «errores materiales»,anuló la sentencia. Juzgado de nuevo el pirata-estavez presidido el tribunal por el mismo Lynch-yhecha plena confesión. condenósele y ejecutósele, aun--:J','" "t"n cnmoaùecido, cscribe Lynch. coma si hubie-ra sido tan piadoso e inocente como UIIV J~ lc::; ;::~mitivos mártires». El segundo proceso era contrario alos principios fundamentales de la legislación británi-ca, por culpable que pudiera haber sido el reo, y elmonarca dirigió una carta a Lynch, reprobándole sutemeridad; le ordenó asímismo que en la sucesivojuzgara a todos los piratas conforme al derecho marí-timo y que si ocurria algún desacuerdo remitiese elcaso al rey para juzgarlo de nuevo. no obstante lacual le ordenó que suspendiera de todo empleo públi-co en la isla, bien civil a bien militar, tanto al coronelModyford como a todos los demás que junto con éleran responsables de la absolución deliberada deJohnson (1).

No obstante los esfuerzos de Sir Thomas Lynchpara limpiar de piratas las costas, los españoles de lasIndias Occidentales ponían poco empeño en cooperarcon él. Alegando que temían ser castigados por auto-rizar el comercio, los gobernadores de Cartagena ySantiago de Cuba les habían prohibido a las fragatasbritánicas el entrar en sus puertos y les rehusabanagua y provisiones; por su parte, el gobernador deCampeche embargó el dinero, vajilla y negros extraí-dos de un buque mercante inglés, y valorados en10.000 piezas de a ocho_ Cuando Lynch envió a pedirsatisfacción, el gobernador la remitió a Madrid, ensolicitud de justicia, «la que para mí, que he estado allí,

(1) Cal. de Papo de Est .. ser. col. 1669-74, ;-<os. 74?, 9-15, 1U42,

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escribe Lynch, me parece peor que perderla (1)'" Lasnuevas de la imponente armada que los grandes deEspaña daban muestras de organizar con el objeto desocorrer a las Indias, cuando se supo la captura dePanamá, comenzaban también a divulgarse en Jamai-ca por noviembre de 1671, y el gobernador y consejo,temerosos de que la flota fuese dirigida contra ellos,hicieron vigorosos esfuerzos para reparar las fortifica-ciones, recoger abastos y di3ciplinar la milicia, a finde poner la ¡sb en estado de defensa; pero como laescuadra española no llegó a aparecer, la vida de laisla volvió en breve a su nivel ordinario (2). Mientrastanto, Sir Thomas Lynch ponía sumo cuidado enobservar las paces con los españoles, evitando almismo tiempo la expatriación de los elementos másincómodos de la comunidad. En Inglaterra se habíadecidido también que Morgan, a igual de Modyford,fuera sacrificado, por lo menos en forma, para satis-facer las reclamaciones del gobierno hispánico, peroLynch, en atención a que Morgan se hallaba enfermo,y temiendo acaso que dos arrestos de tal significa-ción produjeran disturbios entre los amigos de losreos. o bien impidieran que se presentaran losbucaneros a favor de la amnistía, no envió al Almi-rante a Inglaterra hasta la siguiente primavera. El 6de abril de 1672 salió Morgan de Jamaica en calidadde prisionero, a bordo de la fragata "Welcome» (3)

(1) Cal. de Papo de Rst., ser. col., 1.669,.74, Nos. 733, 742,779, 796, 820, 1.022.

(2) ¡bid., Nos. 650, 633, 697.-Diecisiete lneses más tarde,después de estallar la Ruerra holandesa, los jamaiquinos experi-mentaron alarma parecida, respecto a una esperada invasión deholandeses y españoles, pero êsta se desvaneció t1ltnbiên con eltiempo (Cal. de Papo de gst., ser. col., 1.6f9-74, Nos. 887, 1.047,1.055, 1.062). Con relación a êsto, cf. MSS. de Egerten, 2.375,f. 491.-Carta del gobernador de Cumaná al Duque de Veragua,1673, para pedirle que influyera con el Consejo de Indias eu elsentiùo de que el goberr.ador de Margarita enviara contra Jamai-ca 1.500 Ó 2,000 inùios guaiqueríes, por ser valientes arqueros,marinos y zabullídores.

(.') Cal. de Pap, <le Est., ser. col., 1669.74, Nos, 697, 739,794,900, 911, Diario de Beeston.

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aunque aureolado por el unánime respeto y simpatíade todos los partidos de la colonia; el propio Lynchlo calificó de «sujeto valiente y probo ~, y el mayorJames Banister, en carta dirigida al Secretario deEstado, la recomienda a la consideración de Arling-ton como «persona muy merecedora y de gran valory comportamiento que puede. con la venia de suMajestad. prestar buen servicio en la metrópoli. y sermuy útil a la isla, caso de estallar la guerra con losespañoles (1)>>.

En efecto, el bucanero Morgan gozó en breve demucho vallm¡enLO t:ll;" .:crte d!sC'lllt~ de Carlos Il. ycuando en enero de 1674 fué nombrado gobernadorde Jamaica el Conde de Carlisle, se eligió a Morganpor teniente suyo (2). acto que debió haber desvir·tuado del todo en los consejos españoles los efectos desu detención, practicada año y medio antes; sin em-bargo. Lord Carlisle no salió para Jamaica hasta 1678.y entre tanto se designó en abril a Lord Vaughan (3)para ejercer el cargo. y varías meses después a Mor-gan por teniente-gobernador (4) . Vaughan llegó aJamaica mediando el mes de marzo de 1675. peroMorgan. a quien ya el rey había cruzado caballero.salió primero que Vaughan, contrariando las ór-denes del gobernador, y aunque náufrago en la islade la Vaca, llegó a Jamaica un mes antes que susuperior (5) Parece que Sir Thomas Modyford sedirigió a Jamaica junto con Morgan, por la cual elregreso a las Indias Occidentales de estos dos máxi-mos ofensores sembró de nuevo el alarma en la corteespañola. El Embajador de España en Londres pre-sentó al monarca inglés un memorial de protesta (6).y en Madrid el Consejo de Guerra desplegó nuevasactividades para asegurar la defensa de las Indias

(1) ¡bid., No". 697,789.(l) ¡bid., No •. 1.212, 1.251-5.(3) ¡bid., No. 1.259: cf. tamhién 1374, 1385, B94.(4) ¡bid., 1379.(S) ¡bid., 1675·76; ~O~. 4S8. 46Î, 4lH, 521.. 'ilS, S66.(6) Pal>. de Est., ESI>l\û". vol. 63, í. 56.

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Occidentales y las costas del Mar del Sur (1). Enrealidad, los españoles, movidos por cierta extrañainfatuación, se habían mantenido desde 1672 enactiva hostilidad contra los ingleses en las IndiasOccidentales, bien que el gobierno de Madrid habríaadoptado pronto una política de paz y buena inteli-gencia con Inglaterra, si hubiera comprendido la fla-queza inherente a sus posesiones americanas; tenidaen cuenta la escasez de los pobladores en proporcióna la vasta surerficie del territorio y del litoral quehabían de defender; y sabido que en medio de seme-jante riqueza. y de aquellos países despoblados,abundantes en bovinos, puercos y otras provisiones,los bucaneros sólo podían ser extirpados con ayudade los vecinos británicos y franceses; pero las nuevasdel saco de Panamá, que siguieron tan de cerca a lacelebración del tratado de 1670, y las continuas depre-daciones de los bucaneros de Tortuga y de los de JamaI-ca, ya declarados piratas, habían quebrantado de modoIrrevocable la confianza de los españoles en la buenafe del gobierno británico. Y cuando a Morgan se le hizocaballero y se le volvió a enviar a Jamaica en calidadde teniente gobernador, las sospechas concebidas pare-cieron haberse confirmado. El general de los galeonos se-cuestró un q ueche enviado a Cartagena en 1672 por SirThomas Lynch para hacer el tráfico de negros, quemá-ronse las mercaderías en la plaza del mercado y se ven-dió a los negros por cuenta del monarca español (2).Un papista irlandés, llamado Philip Fitzgerald, al mandade un buque de guerra español de doce cañones,perteneciente a La Habana, y un español. llamado donFrancisco, con patente del gobernador de Campeche,recorrían los mares de las Antillas y capturaban na-víos británicos en viaje de Jamaica a Londres, Virgi-nia y las islas de barlovento, tratando por modo bár-baro y a veces matando a los marineros ingleses quecaían en sus manos (;3). A pesar del tratado y sin

(1) Cal. .1e Papo de E_t., _er. col., 1669-74, No.' 1.389; ibid.1675·76, ~o. 56-1; ~ISS. arlicionales, 36.330, N9 28.

(2) Cal. d" Papo de H.,t., "er. col., 1669·74, Nos. 888, 940.(3) Cal. <le Papo de Hst., 'er. col. 1669-74.Nos. 1.178, 1.180

1.226; ibid .• 1675-76, No. 57'1.

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duda obedeciendo a órdenes de la metrópoli (1), na-da hacían los gobernadores españoles, para refrenar lasmaldades de estos corsarios. Siete marineros británi-cos capturados en una barca a la altura de Port Ro-yal y conducidos a la Habana, intentaron escaparse dela ciudad en cierta ocasión, más fueron perseguidospor una manga de soldados y todos muertos, colo-cándose la cabeza del jefe de ellos' en una pértigaante la puerta del gobernador (2). En otra oportuni-dad Fitzgerald entró en el puerto de la Habana concinco ingleses atados y listos para ahorcarlos, dos enla aniO::lJ" ::le! :''110 mayor, otros rios en ia antena detrinquete y uno en el peñol de meZé:l¡¡c.J :::s: '"omo St;

acercaba al castillo colgó a los desventurados, mien-tras él y su gente hacían disparos desde cubierta ¡" loscadáveres bamboleantes (3). A las reiteradas quejas ydemandas de reparación hechas al Embajador de Es-paña en Londres, y por Sir William Godolphin antela corte de Madrid, se respondía con contraquejas porinjurias de bucaneros, cuyos actos imputaban aún losespañoles a los ingleses, aunque sus autores estuvie-ran desautorizados hacía largo tíempc y declaradospiratas por el gobernador de Jamaica (4). Cada vezque regresaba de Portobelo a Veracruz, la flota conducíaprisioneros británicos de Cartagena y otras fortalezashispánicas, los cuales eran alojados en las mazmorrasde Sevilla y a menudo condenados a galeras a a lasminas de 3.zogue. El Embajador británico lograba aveces su libertad pero eran inútiles sus esfuerzos porconseguir que fuese reparada la pérdida de barcos ymercaderías, porque el gobierno español no desembol-saba nada por daños y perjuicios, en la creencia deque el Parlamento anhelaba el comercio hispánico yno supliría a Carlos II los fondos necesarios para laguerra (5); sólo concedía a las partes agraviadas

(1) ¡bid., 1669-74, ~o. 1.423; ibid., 1675-76, No.707,(2) [bid., 1675-76, ~o. 520.(3) [bid.(4) [hirl.,l669-74, Nos. 1.335, 1.351, 1.424; Papo de Est., E~-

paña, vols. 60, 62, 63.(S) Cal. de Papo de Est., ~er. coL, 1(,75.76, Ko. S·U,

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despachos dirigidos al gobernador de la Habana paraque reintegrase las propiedades en disputa, a menosque fueran efectos de contrabando. Godolphin com-prendía que estas dilaciones y excusas no eran sino elpreludio para una negativa final de toda reparación, ycomunicó al Secretario de Estado en Londres que«Inglaterra debía más bien prevenirse contra futurosagravios antes ~ue contar con satisfacciones de aquí.hasta que hubieran dado a conocer a los españolessu propio interés en las Indias Occidentales por me-dios más efectivos que la amistad (1) ». Los comer·ciantes y armadores perjudicados, con frecuencia muyal corriente de las dilatorias fórmulas españolas deprocedimiento, consideraron que era estéril ocurrira la Habana por reparación, y pidieron letras de re-presalias a Carlos II (2); pero Sir Leoline Jenkins.juez del Almirantazgo, opinó en informe dirigido al reyque aunque veía pocas esperanzas de reparación efec-tiva, la autorización de represalias no estaba justificadapor la ley. hasta que las cosas hubieran sido ventila-das en la Habana, conforme a las ordenanz~s de lareina regente (3). Al parecer esto no llegó nunca ahacerse, y algunos de los procesos cursaron por añosy más años sin que los solicitantes obtuvieran satis-facción.

Los españoles trataban de justificar la mayor par-te de estos apresamientos con la àisculpa de que losbuques contenían palo de tinte, madera que se encon-traba en las costas de Campeche, Honduras y Yuca-tán y cuya corta y saca eran vedados para todos, salvolos súbditos españoles. Los ingleses practicaban lacorta de palo de tinte como diez años antes de la ocu-pación de Jamaica. Modyford escribía en 1670 que eneste solo comercio participaban doce barcos pertene-cientes a Port Royal, y seis meses más tarde sumi-nistraba una lista de treinta y dos navíos empleadosen la corta de palo de tinte. equipados con setenta

(1) [bid., ;\los. 639,.643.(2) ¡bid., ;\los. 633,6'5, 729.(3) lbld., Nos. 693, 71'1, 720.

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cañones y 424 hombres (1). La mayor parte de lossujetos comprendidos en el negocio habían sido corsa-rios, y como las comarcas en que buscaban la made·ra preciosa estaban del todo abandonadas por los es-pañoles, Modyford sugería que se fomentara el tráficopara darle expansión a las energías de los bucaneros,pues imaginaba que por semejante medio podría con-servarse en paz «esta soldadesca», y estar siempre lis-ta para el servicio de su Majestad en el evento deuna nueva ruptura. Al sustituir a Modyford. compren-dió Sir Thomas Lynch que la presencia de estas cor·tadores de manera resentiría a los españoles y podríaneutralizar toOas su:, gê;;;;û.~e::: ;::"''1 f>s!",blecer la paz.~n consecuencia, reiteradas veces pidió instruccionesal .Consejo de Inglaterra: «Por amor de Dios, escribía,denme órdenes acerca del paJo de tinte (2)>>. Entre-tanto y después de consultar con Modyford, resolviótolerar el negocio, pero a todos los que conducían palode tinte a Port Roya! los obligaba a jurar que no lahabían robado ni hecho violencia alguna a los espa-ñoles (3). El Secretario Arlington le escribió al go·bernador en noviembre de 1671 que mantuviera elasunto en suspenso hasta que él conociera la opinióndel Embajador británico en Madrid. tanto más cuantoJas pretensiones de los cortadores de palo de tinte sejustificaban en cierto modo por el tratado de paz de1670, que confirm6 al monarca inglés en la tenenciay soberanía de todo el territorio que ocupaban sussúbditos en aquella fecha (4). En mayo de 1672contestaba el Embajador Godolphin: "La madera latraen de Yucatán, vasta provincia de Nueva España,como de cien leguas de longitud, suficientemente po·blada, con varias grandes ciudades, como Mérida, Va-

(1) Cal. de Papo de Est., ser. col., 1669-74,Xos. 310,704, IV.Era uu negocio DlUY provechoso porque la madera se vendía en-tonces a 25 ó 30 libras ".~terlinas la tonelada. Para la descrip-ción de la vida de los cortadores de palo de tinte, cf. Viajes deDampier, ed. de ]906, II, págs. 155-56, 178-79,181Y sigt!!.

(21 ¡bid, No. 580.(3) ¡bid, Nos. Sl:l7, 63l:l.(4) ¡bid, Nos. m, 786.

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lIadolid, San Francisco de Campeche, etc., y su go-bierno es uno de los más considerables después de losde México y el Perú ... Así España posee tan so-brado derecho como ventaja para no defender la propie-dad de estos bosques, por donde, aunque pobladossólo en parte no podemos aprovechamos de elloscon más razón de la que asistiría a esta gente parapetender el uso de nuestros ríos, montañas y eji.dos.» Esto cuanto a la estricta equidad delasunto; pero cuando el Embajador quiso dar su propiaopinión sobre el tráfico, aconsejó que si los ingleses selimitaban a la sola corta de madera y en lugares aparta-dos de los centros españoles, el rey podía tolerarlo,aunque no autorizarlo (1). Ello constituía el meollo detodo el asunto. España era demasiado débil e impo-tente para tomar ningún serio desquite, de modo quese la podía robar tranquila pero decentemente, conser·vanda a los ladrones fuera de su vista, para ahorrarsus resentimientos cuanto fuera posible. El mismopropósito pirático que animaba a Drak.e y a Hawkins,fué la que impelió a Morgan para el saqueo de Mara·caibo y Panamá, propósito que transferido a las dignascámaras de Consejo británicas, asumió un aspecto máshumano pero menos romántico. El 8 de octubre de1672 el Consejo de Colonias aprobaba la tolerancia delgobernador Lynch en el negocio, pero al mismo tiempole encarecía que pusiera sumo cuidado y prudencia enque la corta sólo se practicara en lugares desolados einhabitados, y en prevenir por todos los medios que seles diesen a los españoles cualesquiera motivos dejustas quejas por violencia> y depredaciones (2).

Con todo, los españoles, como se ha visto, em-prendieron activas represalias, especialmente porquesabían que la corta de palo de Campeche no era sino elpaso previo para el desarrollo de establecimientos bri-tánicos en las costas de Yucatán y Honduras, estab!e-cimientos que en realidad se transformaron más ade-!ante en una colonia inglesa. La reina regente de

(1) Calendario d" Papo de F..~t., ser. coL, 166')-74. No.¡;%5.(2) ¡bid., No". 819, 943.

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España envió órdenes e instrucciones a sus goberna-dores de las Indias Occidentales para que fomentasenel corso a fin de coger y castigar como piratas a todoslos ingleses y franceses que dentro de sus jurisdiccionesrobaran y cargaran madera; y tres fragatas de medianoporte fueron enviadas de Vizcaya con el objeto de ex-pulsar a los intrusos (1). Ya se ha dicho que el bu-canero Yallahs fué utilizado por el gobernador deCampeche para la captura de cortadores de madera, yaunque sorprendió doce a más barcos, el gobernadorde Jamaica no pudo introducir la queja del caso por-que no se atrevía a confesar abiertamente el negocio;¡Jt:IU el J Je ¡~G'::em~~~np 1f,'/2 se vió (orzado a dic-tar una proclama al efecto de que todos los bajelesque zarparan de Port Royal con el objeto de cortarmadera de tinte fueran en flotas por la menos de cua-tro para asegurarse contra sorpresa y captura. Bajo elgobierno de Lord Vaughan, y tras él, bajo el de LordCarlisle, los asuntos continuaron en la propia incerti-dumbre, mientras aumentaban gradualmente en núme-ro y vitalidad los establecimientos británicos en Hon-duras, y los españoles mantenían su derecho de cogertodos los barcos que se encontraran en el mar concarga de madera de tinte, la que recaía en suma sobretodos los navíos británicos y franceses sorprendidos ensus costas. En orden sucesivo cada uno de los go-bernadores británicos había instado para que seestableciera con España algún arreglo equitativo deltráfico, si había de preservarse la paz en las Indias yde suprimirse finalmente a :os bucaneros; pero los es-pañoles no convenían en acomodo alguno, y en marzode 1679 el rey le escribió a Lord Carlisle que impi-diera, en la medida de la posible, la corta de maderaen Campeche a cualesquiera otros de los dominios es-

(1) lbid., Nos. <;54,1.389.-Fernández Duro (L V, pág. 181)menciona llna ordenanza de 22 de febrero de 1674, que autorízaba acorsarios españoles para salir en persecución )' caf.tigo de los pi-ratas. Para utilizarlas en los bajíos debían construirf.e piraguas, ograndes canoas de fondo plRno, con 90 pi", de longitud, y 16 6 18 .de aucho, calado de 4 65 pies, y provista!! de un .cañón largo en laproa)' cuatro piezas menores en popa. Serían impu1sada5 conremos y velas, y con ùncirían 120 hombres.

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pañoles, y que tratara de hacer que los bucaneros sededicaran más bien al cultivo de la tierra (.3).

Las represalias españolas con motivo de la corta depalo de tinte no fueron las únicas dificultades conque Lord Vaughan tuvo que luchar en su carácter àegobernador. Parece que desde el día de su desem-barco en Jamaica concibió profunda repugnancia porsu teniente Sir Henry Morgan, antagonismo exasperadopor la franca o secreta simpatía que profesaba Morgana los corsarios, casta con que Vaughan nada tenía decomún. El navío en que Morgan salió de Inglaterra yque naufragó en la isla de la Vaca, contenía los abastosmilitares enviados a Jamaica, cuya mayor parte se per-dió en el siniestro. Contrariando las órdenes categóri-cas y escritas de Lord Vaughan, Morgan había salidoantes que él y asumido la autoridad en Jamaica conuna semana de anticipación a la llegada del goberna-dor a Port Royal, casa que Lord Vaughan parece nohaber podido olvidar. Censuró sin ambages a Morganpor el naufragio y pérdida de los depósitos; y dos me-ses apenas después de llegado a Jamaica escribió aInglaterra en mayo de 1675 que para el bue:1 serviciode Su Majestad juzgaba que debía removerse a Mor-gan, y suprimir el cargo de funcionario tan inútil (4).Por setiembre volvía a escribir que estaba «todos losdías más convencido de la irreflexión e ineptitud deMorgan) para tomar parte alguna en el gobierno civil,y de los riesgos que podía correr la isla con tan peli-grosa sucesión». Sir Henry, continuaba, ha rebajadotanto su autoridad y a sí mismo en el puerto, bebiendoy jugando en las tabernas, que el gobernador intentabatrasladarse allí con toda diligencia para ver por la reputa-ción de la isla y seguridad de la plaza (5). Recomendabaque su predecesor Sir Thomas Lynch, a quien elogiapor «su prudente gobierno y buena dirección de losasuntos públicos», fuera nombrado teniente suyo envez de Morgan. en el evento de la muerte o ausencia

(1) Cal <lePapo àe Sst., ser. col., 1669-74, Nos. 950,1.094; Dia.rio de Beeston, agosto de)679 •.

(2) ¡bid., 1.675--76,No.566.(3) ¡bid., No. 673.

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del gobernador (l); pero el mayor agravio de LordVaughan consistía en el secreto estímulo que prestaba alos bucaneros el teniente gobernador. «Lo que másme molesta-escribía en otra ocasión -, es ver queSir Henry, en oposición a sus deberes y buena fe, tratade levantar el corso, y ha estorbado todos mis proyec-tos y propósitos para reducir a aquellos que siguen estegénero de vida (2).» El gobernador continúa diciendoque cuando él dictaba plOclamas declarando piratas atodos los bucaneros que rehusaran someterse, Sir Henryaconsejaba a los filibusteros británicos que sacaran pa-tentes fra ncesas, él mismo los equipaba para el mero-deo, y recioía duto¡¡:.;a.:;iór: ¿e~ g0l)•••rnador francés deTortuga para recaudar los diezmos sobre presas lleva-das a Jamaica en virtud de esas patentes. La querellallegó a su punto máximo con la detención y proceso deun bucanero liamado John Deane, comandante del na-vío «Saint David". A Deane se le acusaba de haberdetenido un buque llamado «John Adventure», despo-jádole de varias pipas de vinos y de un cable valuadoen 100 libras esterlinas, y llevado el navío por lafuerza a Jamaica; también se le imputaba el usar l.ospabellones holandés, francés y español, sin comisión (3).Cuando el «John Adventure» hubo entrado en PortRoyal el gobernador la hizo embargar por desembarquede mercaderías sin registro, de modo contrario a lasActas de Navegación, y ante la queja del dueño delbuque por el robo que le hicieron Deane y otros cor-saríos, se le ordenó a Sir Henry que detuviera a losculpables; mas parece que el teniente gobernador los

(1) ¡bici" No. 526.-En significativo contraste con el elogio deLynch, hecho por r.ord Vaul{han, Sir Henry Morgan, que mal po-día querf'r al hombre que lo había enviado a él ya Modyford comoprisioneros a Inglaterra, sopló a los oídos del Secretario WilIiam-son acusaciones veladas contra Lynch, respecto a malversación delas rentas públicas y descuido en la defensa de la isla.-(Ibid.,No. 521).

(2) ¡bid., ~o. 912.-En prueba de la rectitud polftiea de LordVaughan en punto cIe filibu8terisIllo, r/. Diariù de Beeston, juniode 1.676.

(3) ¡bid., No. 988.

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indujo más sien a escaparse (1), y Deane tuvo aúnel atrevimiento de acusar por secuestro ilícito al go-

. bernador. En consecuencia Deane fué arrestado porel gobernador y juzgado y condenado a muerte comopirata el 27 de abril de 1676, en una corte de Al-mirantazgo presidida por Lord Vaughan en calidad deVicealmirante (2). El procedimiento no se ajustaba,sln embargo, a la práctica legal, porque según esta-tutos correspondientes a los años veinte y siete y veintey ocho del reinad", de Enrique VIII, los piratas no de-bían ser juzgados en cortes de almirantazgo, sino Con-forme a ley común de Inglaterra por una comisión de«Oyer and Terminer», bajo el gran sello (3). Ob-tenida a este efecto la opinión del Juez del almi-rantazgo, el Consejo británico notificó a Lord Vaughanque suspendiera la ejecución de Deane y que se pro-cediera a nuevo juicio, bajo una comisión adecuadaque se le enviaría próximamente (4); bien que el go-bernador de Jamaica, después de recibir una confesiónde Deane y frecuentes solicitudes de perdón, habíasuspendido la ejecución de la sentencia un mes antesde que le llegara la nota del Consejo (5). El incidenteprodujo el buen efecto de persuadir a los filibusteros aque se presentaran y asegurado esto, el goberna-dor pudo oír el clamor popular en favor del culpado.A fines' de 1677 el Procurador general preparó yen-vió a la Colonia una Comisión permanente de «Oyerand Terminen~ para el enjuiciamiento de piratas enJamaica (6).

(1) :\lss. de Leeds. (!lIss. hist. CODlis;óu, XI, pt. ï, pág. 13),-Testimonio en que se exhibe a Sir blenry Mor¡ran tratando de ate-uuar el asunto COll el dicho de que .Ios cors:uios erau sujetos po-bres y probos., a 10cual replicó el capitán despojado .que no loshabía considerado así.,

(2) Cal. de Pal'. ùe Est., ser. co!., 1(,75-76; Nos, 1160,913.(3) Recopilación de estatutos, vol. 11, (I.ond., lïii6), págs.

210, 241.(4) Cal. de papeles de 1<;8t., ser. ea!., 16ïS-76; Nos. 993-995,

1.001.(5) ¡lIi«., ;';0. 1.093.

(6) Cal, de Papo ùe list., :ser. col., ló7ï-l:SO, Nos.500, 508,

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Según Lord Vaughan, tras el proceso de Deane elteniente gobernador se había expresado libremente,tanto en tabernas como en su propia casa, en vindi-cación del sentenciado y en desdoro del mismo Vau-ghan (1); mas la querella se mantuvo en suspenso,hasta que el 25 de julio y obedeciendo a órdenes deInglaterra (2), el gobernador citaba a Morgan y a sucuñado el coronel Syndlos, para que comparecieranante el Consejo. A Morgan le hizo cargos formalesporque abusaba del nombre y autoridad del goberna-dor, sin autorización suya, en cartas dirigidas a los ca-pitanes de corsarios, y acusó a Syndlos por el desem-peno iiíCito ùt: uiÚ' \;o;r;:s:ó::, pr~('''rlf'T1te de un qo-bernador extranjero, para recaudar los diezmos sobrepresas adjudicadas (3). En su defensa, dirigida alSecretario Coventry, Morgan negó los cargos de plano,y sostuvo que las cartas escritas a los bucaneros eranfalsificadas; por su parte, Syndlos se declaró listo «asalir en una fragata con un patache de seis u ocho ca-ñones para habérselas con los corsarios en el mar ysometer el jefe de ellos a la obediencia de Su Majes-tad, o traer sus cabezas a destruir sus buques (4)~,Casi no puede dudarse de que Morgan a poco de su lle-gada a Jamaica. escribiera a ciertos filibusteros paraofrecerles, a nombre del gobernador. merced y amparoen Port Royal; pues, en realidad, aun existen éjempla-res de esas cartas, aunque no se sabe si en efecto fue-ron utilizadas (5). Charles Sarre, Secretario de SirHenry Morgan. confesó que las tales cartas habían sidoescritas, pero en la inteligencia de que el gobernadorlas aprobara, y que cuando esto fué negado Sir Henryse abstuvo de remitirlas (6). Es natural suponer queMorgan abrigase simpatías por sus antiguos compa-ñeros de corso, y probable que en 1675, en el primer

(1) [bid., 1675-76, No. 916.(2) [bid., No. 1.126.(3) [bid., Nos. 99R, 1.006.(4) [bid., ~o. 1.1¿9.(5) ¡bid., No. 1.129 (VII, VIII); ej. tamhien No. 657.(6) Cal. de Papo de Est., Her. col., 1675-76. No. 1.129 (XIV,

XVII).

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momento de su vuelta a Jamaica, respaldado por lamanifiesta aprobación de la corte británica, respecto atodos sus actos anteriores, e incierto acaso sobre laverdadera actitud de Lord Vaughan hacia los ladronesde mar, Morgan hubiera dado algunos pasos incompa-tibles con el sistema de categórica supresión, adoptadapor el gobierno. Aun es creíble que se mostrase indis·creta en algunas de sus expresiones relativas al gober-nador ya sus procedimientos; además, sus modales áspe-ros, inconvenibles y destemplados, propios de sujetoscriados en paises nuevos, y recrudecidos por su pri-mitiva camaradería con los bucaneros, repugnaríana un cortesano hecho a los refinamientos de Whi-tehall. Es evidente, asimismo, que desde un principioLord Vaughan concibió marcada prevención contra suteniente, juzgando a través de ella todas las accionesde Sir Henry; pero es algo significativo el hecho de queno obstante haber sido remitida al Consejo Privado deInglaterra la relación de la disputa y del examen anteel Consejo, aquella cámara no creyera conveniente re-mover a Morgan de su puesto hasta pasados seis años.

Coma a Modyford y a Lynch. a Vaughan la morti-ficaba la existencia de la colonia francesa establecidaen la Española y Tortuga. Los bucaneros británicosque no querían presentarse a favor de la proclama deindulto publicada en Port Royal, continuaban aún azo-tando los mares con patentes francesas y conducían suspresas a puertos franceses. El gobernador de Jamaicaprotestó ante M. d'Ogeron y ante su sucesor, M. dePouanç;ay, declarando que cualesquiera navíos o súb-ditos británicos cogidos con patentes contra los espa-ñoles serían tratados a guisa de piratas y rebeldes; y endiciembre de 1675, cumpliendo con órdenes del rey,dictadas en agosto anterior, publicó una proclama alefecto (1). La Asamblea sancionó en abril de 1677una ley por la cllal se declaraba felonia el hecho deque cualquier súbdito inglés perteneciente a la isla sir-viera a un príncipe a Estado extranjero sin licenciaexpedida con la firma y sello del gobernador (2); y en

(1) ¡bid., ~M. 631>, 741.(2) ¡bid., 1677-80, No. 313; ej. tambIén Nos. 478,486.

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Julio siguiente ordenó el Consejo que se dictara otraproclama para ofrecer amplio indulto a todos los indi-viduos a servicio del extranjero que dentro de docemeses se acogieran al beneficio de la ley (1). Pareceque estas medidas tuvieron buen éxito, porque PeterBeckford, escribano del Consejo de Jamaica, comunicabaello. de agosto al Secretario Williamson que desde laadopción de la ley se habían presentado y sometidopor la menos 300 corsarios, y que pocos hombres aven-turarían ya la vida por el servicio de Francia (2).

Mas, el camino del gobernador no era todo dert)<:as. ni aun con los favorables resultados de esta ley.El filibusterismo se había consuSra1H;icldú l,ulte :::::: ~?

vida de la colonia que resultaba difícil extirparlo deltodo. Sirvientes fugitivos y otros elementos de la islase incorporaban con frecuencia a las filas de los buca-neros; miembros de la Asamblea y aun del Consejo,tenían participación en las empresas de los corsarios; ycomo el gobernador carecía de fuerza naval suficientepara enfrentarse a los delincuentes con independenciadel Consejo y de la Asamblea, sus esfuerzos eran amenudo infructuosos. Un escosés llamado JamesBrowne, provisto de una patente expedida por M.d'Ogeron y con una tripulación mixta de ingleses,franceses y holandeses, apresó un barco holandés ne-grero, frente a la costa de Cartagena, dió muerte alcapitán holandés y a varios de sus hombres y desem-barcó a los negros, como en cantidad de 150, en unaremota bahía de Jamaica. Lord Vaughan envi6 unafragata que secuestró a unos 100 de los negros, ycuando Browne y los tripulantes de su navío cayeronen manos del gobernador, éste los hizo procesar ycondenar por ¡¡iratería. Se mandó decapitar a Browne,pero a sus hombres, que eran ocho, se les perdonó. ElCilpitán pidió a la Asamblea que se le concediera elbeneficio del Acta de Corsarios, y la Cámara envió doscomisiones al gobernador para procurar la suspensiónde la sentencia; Lord Vaughan, sin embargo, se negó a

(1) ¡bid., No. 3r;~.. Una proclama semejante fué expedida -enmayo de 1681; cf. ¡bid., 1681-l'5, No. 102.

(2) Ibid., No. 375.

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oir las súplicas y dictó órdenes para la inmediata eje-cución del fallo. Media hora después del ajusticia-miento en la horca se presentaba el prevoste con unaorden del Presidente de la asamblea para que fueseobservado el decreto de Habeas Corpus del Juez Su-premo, tras lo cual, ofendido por aquella acci6n,Vaughan disolvi6 en el acto la Asamblea (1).

La colonia francesa de la Española constitu!a unmotivo de preocupación para los jamaiquinos, no s610par servir de refugio a los corsarios de Port Royal.sino también porque amenazaba ahogar en breve a laantigua colonia hispánica y absorber toda la isla.Bajo el régimen conciliador y oportunista de d'Ogeron.los establecimientos franceses del oeste de la isla ha·bían crecido rápidamente en número y magnitud (2);mientras las viejas ciudades españolas parecían debili-tarse y verse más expuestas a ataques todos los años.d'Ogeron. muerto en Francia en 1675, tuvo siempreen mientes el proyecto de apoderarse de Santo Domin-go, capital española; pero era demasiado inerme paracumplir semejante plan sin auxilio de la metrópoli. yeste nunca le fué otorgado; con todo, el sistema im-plantado por él fué seguido por su sobrino y sucesor,M. de Pouançay, de manera que cada defecci6n ocu-rrida en Jamaica semejaba un apoyo prestado a losfranceses para satisfacer sus ambiciones. Era evidente,sín embargo, que a los intereses británicos en las In-dias Occidentales no les convenía que los francesesadquirieran preponderancia en ellas. Las coloniasespañolas con su extenso territorio, escasa población ymezquino sostén por parte del gobierno metropolitano,no tenían probabilidades de constituir una seria ame-naza para las islas británicas, además de que con sus

(1) Cal. de Papo de Hst., ser. col., 167ï-~0, Nos. 243, 365,383;Mss. de HgertOtl, 2.295, f. .'\91.

(2) En Memoria dirigida a madama <le Montespan, fecha el1:\de julio de 1677, se consigna r¡lle la pohlaci6n de la Santo Do·mingo francesa era de 4.000 a S.OOU, entre blancos y negros. Lacolonia abarcaba una faja costanera cie SO leRuas de longilurl y 'Jo 10millas de an cho. y producía 2.0oo.00U de libras de talJllco poraño. (BibI. Nat. Nouv. Acq., 9.325, f. 25~).

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grandes riquezas y recursos poseían pocas fábricas yofreCÍan un campo tentador, explotable por los comer-ciantes ingleses; mientras a las colonias francesas erafácil abastecerlas con mercancías de la madre patria, yen caso de guerra resultarían más peligrosas como ve-cinos que los españoles. Permitir que los franceses seapoderaran de Santo Domingo hubiera sido dades unpredominio indisputable en las Indias Occidentales yhacerlos dueños de los mares circundantes.

Durante la segunda guerra de conquista e~pren-dida por Luis XIV contra Holanda. 1<1 alianza con losbucaneros fué útil para los franceses de las Indias Oc-r::identa!es, pero cornu solía or.llrrir :>nr ~~'.:(:!!:.:;::J.lci.\ia::>lOS españoles pagaron las consecuencias. Cinco a seiscorsarios británicos sorprendieron en la primavera de1677 la ciudad de Santa Marta, y según informes lle-vados a Francia, el Gobernador y el Obispo convinie-ron en darles un rescate a los merodeadores, para evi-tar que fuese quemada la población; mas, el goberna-dor de Cartagena. en vez de contribuír con piezas de aocho, despachó 500 hombres por tierra y tles bajelespor vía marítima para echar a los invasores, todo ellocon la secuela de que a las tropas españolas se lasderrotó sin mucho trabajo, en tanto que los buques, alver el pabellón francés flameando sobre el fuerte y laciudad, regresaban a Cartagena; los corsarios se lleva·ron consigo al gobernadar y al Obispo y por julio toca-ban en Jamaica. Los ingleses que figuraban en laexpedición, como en número de. 100 y conducidos porlos capitanes Bames y Coxen, se sometieron en PortRoyal bajo los términos del Acta contra los corsarios,y entregaron a Lord Vaughan el Obispo de Santa Marta.Vaughan cuidó de hospedar bien al Prelado y fletó unnavío para enviarlo a Cartagena, con la cual •.el buenanciano se complació en extremo»; también procuróque se le confiase la custodia del gobernador y demásprisioneros, pero sin resultado, a causa de «la obstina-ción y abominable cólera de los franceses. porque losingleses los habían abandonado» y sometídose a Lord'vaughan (1).

(1) Cal. de Papo de Est .. ser. col., lfoiÎ-l:>O, )los .. Hi, 3i.", 3~J,1.'¡9Î; Papo de Est., España, \'01. 6~, f. 102.

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A comienzos del siguiente año de 1678, el Condede Estrées, Vicealmirante de la escuadra francesa enlas Indias Occidentales, organizaba poderosa escuadrapara ir contra los holandeses de Curazao, y envió dosfragatas a la Española con orden del rey para que sele incorporase Mr. de Pouan~ay junto con 1.200 buca-neros. De Pouançay reunió la gente en Cap Fran-çois y salió para Saint Kitts con las fragatas yalgunos barcos filibusteros surtos en el puerto; allíse le unió un escuadrón de quince o más buques deguerra, procedentes de Martinica, y mandados por elConde d'Estrées; toda la flota, compuesta de treintabajeles, zarpó hacia Curazao el 7 de mayo, pero alcuarto día, como a las ocho de la noche, naufragó en-tre unos arrecifes de coral cerca de la Isla de Aves (1).Como los pilotos franceses habían estado en desacuerdosobre la exacta posición de la flota, el Almirante tomóla precaución de enviar un brulote y tres bucaneros va·rias millas adelante del resto del escuadrón. Por des-gracia, estos exploradores eran de muy poco caladg ypasaron por sobre los escollos sin tocarlos; un bucane-

.ro fué el primero en tropezar e hizo tres disparos paraadvertir a el almirante, quien al punto encendió lucesy lanzó cañonazos para alejar el resto de los buques;pero éstos, equivocando las señales, hicieron fuerzade vela, y en breve la mayor parte de la flota encallabaen los arrecifes; los del ala izquierda, advertidos atiempo por una chalupa del buque almirante, lograronvirar en redondo. El salvamento de las tripulacionesfué cosa lenta por lo grueso de la mar y las difi·cultades con que tropezaban los botes para acercarse alos buques perdidos; se àhogaron muchos marineros ytripulantes, y siete buques de guerra, además de variosbajeles bucaneros, se estrellaron en los arrecifes. ElConde d'Estrées pudo escapar, y se alejó con los res-tos·de su flota hacia Petit Grave y Cap Franç;ois en laEspañola, de donde regresó a Francia el 18 dejunio (2).

(1) Isleta situada al este de Curazao, a 129de latitud ~epteD-trionsl y 679<41'de longitud occidental.

(2) Saint Ives G. Les campagnes de Jeao d'Estr~e~ dan~ lamer des Antilles, 167~78; cf. asimismo C. de P. de E., ser. col.,

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Las noticias recibidas en Barbada acusaban a losbucaneros de haber abandonado al almirante des-pués del accidente, estorbando así la reducción deCurazao, que d'Estrées hubiera emprendido a pesar delsiniestro (1); pero sea como fuere, es el caso que dePouansay dejó en la Isla de Aves a Grammont, uno delos principales jefes de ellos, para que recogiera la quepudiese del naufragio y reparara a~gunos de [os buquescorsarios (2). Una vez cumplido este encargo, y ha-llándose escaso de provisiones, se dió a la vela acom-pañado de unos 700 hombres con el propósito de caersobre Maracaibo; y tras seis meses en el lago, captu-rando buques y saqueando todos lOS eSlauit:l.ill,ië.¡ic:;de la comarca, se alejó a mediados de diciembre (3).El Marqués de Maintenon, comandante de la fragata«La Sorciere» y auxiliado por aigunos filibusteros fran-ceses de Tortuga, se hallaba a principios del mismo añoen la costa de Caracas, donde arrasó las islas de Mar-garita y Trinidad. Procedente de Francia, había llega-do a las Indias Occidentales a fines de 1676, y salióde Tortuga al frente de 700 u 800 hombres, perosu escuadrón tuvo poco éxito y por último se dis-

1677-80, :>lOb. 604, 642, ó6.'í, 687-9U, 71~, 741 (XIV, XV),1646--47.-F;xiste la ,-ersión de que el gobernador bolandl's eJe l'urazao enviótres corsarios con orden de esperar la Ilota frances". pero sin ex-ponerse a ser capturados: y que los franceses, al descubrirlos, lesdieron caza, pero que desconocien,lo aquellas aguas se Jes atrajo alos arrecifes.

(1) Cal. de Papo de ¡'st., ser. co!., 1677-80, Nos. 1.646-47.(2) Dampier dice acerca de est:. ocurrencia: ,Los corsarios ....

me dijeron qne si hubierall ido a Jamaica, cada uno COll -,IJ librasesterlinas en el bolsillo, no pudieran haberse solazado más, porquese conservaron en 'Ilanga aparte, en observación del desharata.miento de los barcos, para reco¡¡-er los efectos que salían de ellos;y aunque mucho se despedazó contra las rocas, siempre flotabanenvasas de vino y brandy en auundancia sobre los arrecifes. dondelos corsario, esperaban para reco¡;:erlos. Estuvieron aJ1í cerca detres semanas, en espera de ocasión para trasladarse de nuevo a laespañola, tiempo durante el c\lai nUl1ca faltaron dos o tres barri-cas de vino y de brandy en S'1S tiendas, y barriles de vaca y puerco.-Dampier, ed. de 1906, l, pág. 81.

(3; Charlevoix, op. ci/., lib. VllI, pág. 120.

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persó (1). Otras cuadrillas de filib~steros saquearon aCampeche, Puerto Príncipe, en Cuba, Santo Tomás delGrinoee, y Trujillo, en la provincia de Honduras; y dePouançay, para consolar a los bucaneros por sus pér-didas en la Isla de Aves, envió 800 hombres, a lasórdenes de Sieur de Franquesnay, con el objeto de queatacaran a Santiagc d'e Cuba, mas, se ?resume que laexpedición parara en un fracaso (2).

Al conde de Carlisle le fué reiterado el nombra-miento de Gobernador de Jamaica (3) el l°. de marzode 1678. Carlisle llegó a su nueva sede el 18 de ju-lio (4), pero Lord Vaughan, al parecer por causa demalasalud, había salido ya para Inglaterra a fines delmismo mes dejando por sustituto a Sir Henry Morgan, elcual mantuvo su puesto bajo el nuevo gobernador (5).A raíz de su llegada, Lord Carlisle llamó a los corsaríosy los excitó a que se radicaran en la isla, con la espe-ranza, según su propio relato, de poder apartarlos desus correrías habituales y acaso de utilizarlos en la te-mida guerra con Francia, porque entonces la isla notenía' más de 4.000 blancos aptos para llevar las ar-mas, secreto que no convenía hacer del dominio pú-blico» (6). Si las intenciones del gobernador eransinceras, los resultados debieron traducirse en amargasdecepciones, porque si se presentaron algunos bucane-ros, otros perseveraron en el antiguo tráfico, y aun losque volvieron abusaron del indulto recibido. Así va-rios buques filibusteros, mandados por los capitanesCoxon, Sharp y otros que habían regresado a Jamaica,practicaron en el otoño de 1679 una incursión en elgolfo de Honduras, pillaron allí los almacenes reales,

(1) BibI. Nacional, nuevas adquisiciones 9.32.<;, fol. 260:Charlevoix, op. cit., lib. VIII, pág. 122.

(2) ¡bid., pág. 119, Cal. de Papo de Est., ser. col., 1677-80,Nos. 815, 869; Diario de Beeston, octubre 18, 1678.

(3) Cal. de Papo de Est., seT. col., 1670-80, NOB, 569,575, 618.(4) [bid., No. 770.(51 [bid., Nos. 622,646.(6) Cal. de Papo de Est., 1677-80, Nos. 770, ~15, 1.516; Diario

de Beeston, octubre Ill, 1678.

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cargaron con 500 cajas de índigo (1), además de ca-cao, cochinilla, conchas de Tortuga, dinero y plata la-brada, y tornaron con su botín a Jamaica. Ignorandoel recibimiento que se les haría, uno de los navíosdesembarcó su cargamento de añil en sitio no frecuen-tado de la costa, y los restantes anunciaron que a menos que se les permitiera llevar el botín a Port Royal,pagando los derechos de aduana, se irían a Rhode Is-land a a alguna de las colonias holandesas. El go-bernador les había to:nado fianza de buena conducta aalg~nos de los capitanes, en vísperas de salir de Jamai-r.i1, mas con todo se les permitió conducir el índigoa la adualJa y ùiviJ;,:u ci ¡';':~i¡¿:~Z :::e:-;¿:~!"!a:e~ ~~!'1tn

que a la fragata «Success» se le ordenaba costear aJamaica en pos de otros corsarios que no volvieron aPort Royal ni satisficieron los derechos sobre el botín.La abundancia de índigo turbó considerablemente elcomercio en Jamaica, y por algún tiempo el productoimportado ocupó el lugar del azúcar y el índigo nativo,como medio de cambio; se paraliz6 la manufactura enla isla, los precios bajaron y sólo las aduanas reales re-cibieron algún beneficio positivo (2).

Además, los mismos corsarios emprendieron enbreve un proyecto más amplio: los seis capitanes Sharp,Coxon, Essex, Allison, Row y Magott se juntaron enPoint Marant en diciembre de 1679 y el 7 de enerosalieron hacia Portobelo con cuatro barcos y dos go-letas; los dispersó una terrible tormenta, pero eventual-mente llegaron todos indemnes al punto de cita; allírecogieron otra barca mandada por el capitán Cooke,que había zarpado de Jamaica para concurrir a lamisma empresa, y asimismo un navio corsario francés,

(1) En setiembre de 168il, dou Pedro Ronquillo, Embaj'ldorde España t:levaba este l1úmero a 1.000 "" su :¡ueja a Carlos Il d"Inglaterra.

(2) Cal. de Papo de R~l., ser. col., 1667~'\O, ~os. 1.1S0, 1.1>\8,1.199. I.S16; Diario de Beestoll. set. 29 y oct. 1) de 1678.- ·En COIl-

te~taci6n a las quejas del Embajador d" España, Lord Carhsle ale·gaba ignorar]a procedetlcia del índigo así admitido t:n ¡as adua-tlas, y aseguraba haber s¡clo IIcvado a Port Royal ,,"U barcoslegal.", •.

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mandado por el capitán Lessone. Se dirigieron a Por-tobelo en canoas con más de 300 hombres y tocandotierra a veinte leguas de la ciudad, marcharon durantecuatro días por la ribera del mar, rumbo a la población.Ya en una aldea indígena. como a tres millas de Por-tobelo, fueron descubiertos por los naturales. y uno deellos corrió a la ciudad, gritando: «Ladrones! Ladro-nes!» Aunque «muchos de ellos se hallaban extenua-dos por haber carecido de alimentos durante tres días. ycon los pies herido:; por las piedras por falta dezapatos», los bucaneros avanzaron a toda prisa sobrela ciudad y sin estorbo entraron en ella el 17 de febrerode 1680. La mayor parte de los vecinos buscaron re-fugio en el castillo. desde donde hicieron un contra-ataque sin éxito para repeler a los invasores. A latarde siguiente, los bucaneros se retiraron con su botíny cautivos hacia un cayo o islote como a tres y medialeguas de Portobelo, donde se les unieron sus embar-caciones. Se. habían alejado a buen tiempo para eva-dir una fuerza de 700 hombres enviada de Panamá, quellegó al día siguiente de la partida de los bucaneros.Después de apresar dos barcos españoles que iban aPortobelo con provisiones de Cartagena, distribuyeronel botín, recibiendo cada individuo 100 piezas de aocho, y se dirigieron a Boca del Toro, unas cincuentaleguas al norle. Allí carenaron y se ab·astecieron. yjuntándose cor. otros dos corsarios jamaiquinos, man-dados por Sawkins y Harris. largaron velas para Gol·den Island, desde donde el 5 de abril de 1680 y con334 hombres comenzaron su marcha a través del istmode Darién, h&cia las costas de Panamá y el Mardel Sur (1).

(t) Mss. de Sloane, 2.752, f. 29; Papo ele Es!., España, vol.65., 121.-Se¡:-'Ínla última relaci6n, que parece derivar de fuentesespañola~, la pérdida padecida por la ciudad alcanz6 a cerca de100.000pie7.as de a ocho, más de cuya mitad constituyó el balÍnacarreado por los corsarios. :lJurieron trece de los vecinos y cua.tro quedaron heridos; entre los bucaneros hubo treinta muertos .

• Hablnndo de esta primera irrupci6n de los bucaneros en el Pací-fico, dice Dampier:-.Antes de mi primer viaje al Mar del Sur conel capItán Sharp, estando yo entonces a bordo del barco del capitán\.:0%00, en cOUlpañía de tres o c\latro corsarios más, como 4 leguas

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En primer término, no podría absolverse a LordCarlisle del cargo de negligencia culpable por habeJtolerado que estos buques salieran de Jamaica, cuandotodos los jefes de la expedición eran corsarios de no-toriedad, repetidas veces complicados en tropelías pi-ráticas contra holandeses y españoles. Tanto Coxoncomo Harris se habían presentado después de tomarparte en la expedición de Santa Marta; Sawkins fuécapturado con su navío por la fragata "Success» y en-viado a Port Rayai, donde parece que s~ hallaba en lacárcel esperando su proceso para ello. de diciembrede 1679 (1),' al paso que Essex había sido llevado ennoviembre por otra tragara, la «i-iulilt:l", J c¡¡j••¡ck¡dcjunto con veinte de sus tripulantes por pillaje en lacosta jamaiquina, siendo sentenciados a muerte dos desus secuaces (2). Los propios bucaneros declararonhaber salido con licencia de Lord Carlisle a cortar palode tinte (3), cosa muy probable, aunque después que

al este de Portobelo, cogimos los paquetes que se dirigían allí des-de Cartagena. Abrímos gran número de cartas de los comercian-tes, y nos encoutramos .... con que los comerciantes de varios lu-gares de la vieja España les daban cuenta en ellas a sus correspon-sales de Panamá y de otros puntos, de cierta profesía que circulabaaquel año en España, y cuyo tenor era. que corsarios inl1:lesesùe las Indias Occidentales abrirían aquel año una puerta para el::\lar del Sur, el cual suponfan ellos herméticamente cerrado; y ••nconsecuencia las carta, estaban llenas de amonestacion"s paraque sus amigos vigilasen y cuidasen mucho las costas .

•Todos dedujimos que la puerta de que hablan debía ser elpasaje terrestre por el pab de los indic>s de Darién, que un pocoantes de esto se hicieron amigos nuestros, y últimamente habíanreñido con Jos españoles .... y recordando las frecuentes invita-cione. que un poeo antes nos hicieran estos iudios para pasar porsU tierra y caer sobre los españoles en el mar de! Sur, principiamosdesde entonces II tomar en serio tales ideas, y pronto resolvimoshacer]a tentativa que hicimos después, .... por lllanera que lacogida de aquellAS cartas nos di6 la primera luz para aquello. audazempresa: y nos aprovechamos del miedo que inspiraba a los espa_ñoles aquella profesía .... porque volvimos a cerrar la mayor partede las carta~, y las enviamos a Portobe!o'.-Ud. 1906, l, págs.200- 20l.

(1) Cal. de Papo de Est" ,cr. eol., 1.677-80, No. 1.199.(2) ¡bid., ::-'0. 1.188.(3) Mss. de SIoan", 2.572, f. 29.

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estos individuos habían puesto en juego la misma as-tucia cuando invadieron a Honduras, el gobernadordebía sospechar sus positivas intenciones.

Lord Carlisle partió de súbito para Inglaterra enla fragata "Hunter", a fines de mayo de 1680, quedan-do otra vez Morgan en ejercicio como teniente gober-nador (1). Durante la travesia encontróse el gober-nador con el capitán Coxon que habiéndose peleadocon sus compañeros en el Pacífico. hubo de regresarpor el Darién a las :IlJias Occidentales y merodeabade nuevo por las costas de Jamaica. La "Hunter»le dió caza durante veinticuatro horas, pero menosvelera que el corsario, se satisfizo con apresarle a Co-xon dos buques medianos que habían sido abandona·dos de sus tripulaciones ~2). Samuel Long, a quien elgobernador suspendiera de su cargo en el Consejo yprivara de su puesto como Juez Supremo de la Coloniapor opuesto a la nueva Constitución, la acusó en In-glaterra ante el Consejo Privado por connivencia conlos piratas y excitación a que llevaran a Jamaica el pro-ducto de sus rapiñas. Aquellos cargos se inspiraban, sinduda,en un propósíto de venganza, pero, no obstante, losdos años que Lord Carlisle pasó en Jamaica se señalaronpor la creciente actividad de los filibusteros y la desidiay negligencia del gobierno, hecho cuya responsabilidaddebe atribuirse sólo a Carlisle, bien que sería ir de-masiado lejos acusarlo de apoyar y estimular de mododeliberado a los bucaneros. En el ejercicio de laautoridad suprema de la isla, Sir Henry Morgan semostró celoso en la persecución de los piratas y since-ramente empeñado en Ilevarlos ante la Justicia; y comoCarlisle y Morgan procedían siempre en completa aromonía, puede creerse que los errores de Carlisle obe·decieran á. negligencia más bien que a co]usión. Losfilibusteros que llevaban cargamentos a Jamaica con-tribuían a aumentar Jas rentas de la ista, y un gober-nador de gastos extra vagantes y medianos ingresos nose mostraría demasiado escrupuloso acerca del origen

(1) Cj. Archivos Coloniales.- Correspondencia general deSanto DominRo, vol. T; Martinica vol. IV.

(2) (al. de Papo de H!lt., ser. col. 11'11.516.

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de los artículos que pasaban por las aduanas. Ade-más, es sabido que no pudiendo obtener de los comer-ciantes de la costa dominicana los cables, anclas, breay otros abastos navales necesarios a sus armamentos,los corsarios franceses tenían que ocurrir a otras islaspara comprarlos, y que Jamaica se beneficiaba coneste comercio. Asímismo, las provisiones abundahanmás en Port Roya! que en el wl-de-sac de la Española,tanto que los gobernadores franceses se quejaban anteel rey de que los filibusteros conducían la mayor partede su dinero a colonias extranjeras para adquirir talesefectos. Los navíos franceses que fueran a Jamaica

del radio de Jas leyes contra la piratería, dictadas porla Asamblea, y sus visitas eran tanto más gratas cuan-to pagaban sus compras pronto y libera!mente en bue-nos doblones españoles (1).

Poco antes de partir hacia Inglaterra, Lord Carlis-le había dictado en mayo de 1680 un auto general,encaminado a la aprehensión de Coxon, Sharp y de-más individuos que saquearon a Portobelo; Morganexpidió ello. de julio un auto semejante, y cinco díasmás tarde una proclama contra todas las personas quemantuvieran cualquier clase de correspondencia conlas tripulaciones indicadas (2). Se capturó a tres in-dividuos que habían tomado parte en la empresa y seles encarceló hasta la próxima audiencia de la corte;pero los amigos de Coxon que eran al parecer casitodos los miembros del Consejo. ofrecieron dar 2.000libras esterlinas en fianza de que nunca tomaría otracomisión, salvo del rey de Inglaterra, si le era permi-tido volver a Port Royal; y Morgan le puso una cartaa Carlisle, solicitando su aprobación (3). A fines del

(1) Cj. Archivos Coloniales. Corresponde:tcia general deSanto Domingo, vol. 1; Martillica, vol. IV.

(2) Cal. de Papo de Est., ser. col., 1677-80, Nos. 1.420, 1.425,Mss. de Sloane, 2.724. f. 3.

(3) :\'Iss. de Sloane, 2.724, f. 198-Es probable que Coxan nose sometiera, porque Dempier dice que a fines de mayo de 1681,merodeaba por las Samballas, islas de la costa del Darién, en unnavio de diez cañones y 100 tripulantes. COll siete 11 ocho cor_sarios mlls.-Ed. de 1906, l, Pá.R.57

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siguiente enero, Morgan tuvo noticia de que un céle-bre corsario holandés, llamado Jacob Everson, y co-mandante de una goleta armada, había echado anclasen ]a costa con un bergantín capturado recientemente,El teniente gobernador tripuló un mediano bajel concincuenta hombres escogidos y los envió en secreto amedia noche para capturar el pirata. La goleta deEverson fué abordada y apresada con veintiséis piratas,pero Everson y varios más escaparon saltando al aguay ganando la orilla. A los prisioneros, en su mayorparte ingleses. se les procesó seis semanas después, yconvictos de piratería fueron sentenciados a muerte;mas el teniente gobernador hizo suspender el suplicioy pidió instrucciones al monarca, el cual ordenó enconsejo el 16 de junio de 1681 la ejecución de losreos (1).

Notable fué el destino de los bucaneros que trasel saqueo de Portobelo, atravesaron el Istmo de Da-rién hacia los Mares del Sur. Por diecisiete mesesrecorrieron en todas direcciones la costa suramericanadel Pacífico. quemando y pillando ciudades hispánicas,dando y recibiendo golpes terribles con igual brío, man-teniendo en febril aprensión las provincias españolasdel Ecuador, Perú y Chile, y al fin haciendo el difíciltránsito por el Cabo de Hornos para volver a las islasde barlovento en enero de 1682. Como tocaran en \aisla de Barbada. supieron que la fragata «Richmond,.se hallaba en la rada, y temerosos de ser capturadossiguieron hacia Antigua, donde el gobernador, coronelCodrington, les negó licencia para entrar en el puerto,de manera que preocupados de su peligrosa situación,resolvieron separarse, desembarcando algunos en An-tigua, mientras Sharp y dieciséis más iban a Nevis,donde tomaron pasaje para Inglaterra. Una vez allí,varios de ellos. inclus:) Sharp, fueron detenidos a ins-tancias del Embajad)r d~ Españ3.. y procesldos porpiratería en e: Mar del Sur, pero escaplron a la con-

(1) [bid., f. 200; Cal. de P"p. de Hst., ,er. col., 1681-1;5, ;o.;os.16,51, 144, 431.-Everson no fué tirado ni muerto en el agua comoinfiere el informe de Morgan, !lues floreció aún por muchos añollel1tre lOI wis célebrell capltane~ bucaneros.

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den a por deficiencia de la prueba producida (1). Cua-tro de la partida arribaron a Jamaica, donde se lesaprehendió, procesó y sentenció. Uno de los cuatro,que se había entregado voluntariamente, delató a suscómplices para librarse de la condena; dos fueron se-ñalados por los jueces como dignos de la real clemen-cia; y respecto del otro, <(villano sanguinario y notorio»,se recomend6 que lo ejecutaran para escarmiento delos restantes (2).

La recrudescencia de la actividad pirática entrelos años de 1679 y 1682. hizo sentir profundamente en!amaica sus malos efectos, de manera que el estímuloy agasajo a los corsarlu,> y :a ;;;;c:'e~:: -:: F.",.,("~ oposi.ci6n a los esfuerzos de los gobernadores que tratabande suprimirlos, iban transformándose grado a grado enla opinión pública en inequívoca hostilidad contra losantiguos filibusteros. Los vecinos comenzaban a darsecuenta de que el bienestar de la isla residía en el fo-mento de la agricultura y no del filibusterismo. Agri.cultura y filibusterismo en consorcio eran incom·patibles. y los colonos escogieron el mejor camino entreuno y otro. A pesar de los frecuentes procesos y eje·cuciones de Port Royal, los merodeadores parecían tannumerosos como nunca, y aun más inc6modos; el co-mercio particular con los españoles se hallaba en sus-penso; a cada nuevo éxito de los bucaneros salíanaún de la isla para engrosar su número sirvientes fu-gitivos, deudores y otros sujetos en situación conflictivaa desesperada: y !a mayor parte de ellos. individuosya fuera de ley en Jamaica. arrastrados a la desespe-ración. se convertían del todo en piratas y comenzabana hostilizar sin empacho a los buques de cualquier pa-bellón, incluso los de Inglaterra. Morgan pidió reite-radas veces a la metrópoli el envío de pequeñas fraga·tas de poco calado para costear la isla y sorprender alos filibusteros, y al mismo tiempo solicitaba órdenesque la autorizardn a embarcarse y mandarlas, porque

(1) Diario <leRin¡¡-TO,e. C.f. talubil'n. Papo de Rst., España,vol. 67, f. 169; eal. <le Papo de Est., ser. col., 1681-35. ~o. 872.

: 2) Cal. de Papo <leHst., ser. col. 1681-!l5, Nos. 431, 632, 713;!\lss. hist., ~omision~s, VII, 405b.

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«entonces no me será muy difícil reducirlos o dejarlossin buques en poco tiempo» (1). «El gobernador,-escribía el Consejo de Jamaica a los Lores de Comer.cio y Colonias. en mayo de 1680 -casi no puede hacernada por falta de barcos para reducir a los corsarios. yde leyes categóricas para castigarlos;» y en conse-cuencia encarecía la ratificación de! Acta sancionadapor la Asamblea dos años antes, ley que calificaba defelonía el hecho de que cualquier súbdito británicoresidente en las Indias Occidentales sirviera bajo unpríncipe extranjero sin la venia del gobernador (2).Aquella Acta. y otra encaminada a la mayor eficacia enel castigo de los piratas, las consideró el Consejo Pri·vado en febrero de 1678. y ambas fueron devueltas aJamaica con algunas enmiendas de poca monta; laAsamblea las sancionó de nuevo como una sola Actaen 1681 y finalmente quedaron incorporadas en el Ac·ta jamaiquina de 1683, «para reprimir y castigar a cor-saríos y piratasll (3).

CAPITULO VII

LOS BUCANEROS SE HACEN PIRATAS

El 25 de mayo de 1682 regresaba a Jamaica SirThomas Lynch. en calidad de gobernador de la Colo-nia (4). Entre los cuatro gobernadores activo~, a contardesde 1671, Lynch se destacó por «:'1 sincero y te-naz empeño con que se propuso corregir los males delfilibusterismo; Lord Vaughan demostró poca simpatíapor los corsarios, pero adolecía de un carácter irasci-ble, a la que se agregaba. según ciertos informes, una

(1) Cal de Papo de Ibt., ,er. co!., 167ï-RO, Nos. 1.425, 1.462.(2) /bid .. No. 1.361.(3) ~al. de Papo de Est .. ser. coL. 16ïï-ll.O, :-los. 601, 606, 607,

611; ibid., 1681-85, No. 160; Mss. ad .• 22. 676; Actas del çousejoPrivado, ser. col., l, No. 1.203.

(4) Cal. de Papo de Est., ser. <'01.16~1-85, nos. 501, 552. Cf.tambi~n Nos. 197. 227.

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codicia que oscurecía el brillo de su nombre. Si [JO

estimuló de modo directo a los filibusteros, el Condede Carlisle fué harto negligente en cumplir eldeber de eliminarlos; en tanto que Morgan, aunque enlos años de 1680 y 1681 se mostrara muy celoso enel cast;go de sus viejos camaraàas, no pudo escapara la sospecha de haberles prestado secreta ayuda ba-jo el gobierno do:"" ci Vaughan. :"a tarea de Sir Tho-mas Lynch habla sido muy difícil en 1671. El lilibus-terismo se hallaba entonces en su apogeo; turno aturno habían sido saqueadas tres ciudades españolasde Tierra Firme; las proezas de estos soldados irregu·~(iïc~ ;iJi:citïíci0aï¡ (;: aiiíLiC¡I~i..:. j :ÜJ Lü:.Jc...~ de :-i:Cj"~~¿C

res y taberneros en Port Royal rebosaban de dob!onesespañoles, de esmeraldas y perlas de Nueva Granaday de las costas de Río Hacha, y de oro y plata labradaprocedentes de los templos y catedrales de Portobeloy Panamá; el antiguo gobernador, Sir Thomas Mody-fard, había gozado de popularidad. y su política másaún. Sin embargo. gracias a su tacto y firmeza y auna actividad infatigable para los escasos medios deque disponía. Lynch inició en la isla una política nue-va y revolucionaría. que sólo requería de sus suceso-res el mero deber de continuarla. El problema queconfrontaba en 1682, aunque más arduo, era más sen-ci!lo. El fi!ibusterismo iba transformándose a prisa enpura piratería. Leyes y proclamas reiteradas habíanplanteado para los bucaneros el dilema de recurrir aocupaciones legítimas. o de vivir por siempre proscri-tos. Muchos se presentaron, algunos para radícarse.otros en espera de la primera ocasión para volver aescapar; pero también hubo muchos que rehusaron deltodo obedecer a las admoniciones, confiando en laprotección de los franceses establecidos en la Españo-la, a tan apegados a su atroz e inmisericorde modode vivir que prefirieron los graves riesgos de la pros-cripción. Al propio tiempo, se había modificado elcriterio de los vecinos de la isla; los colonos veían conmayor Claridad los daños económicos y sociales quelos bucaneros habían atraído sobre la isla, y comen-zaban a darse cuenta de que la presencia de tales

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elementos desalentaba la agricultura, ah uyenta ba elcapital, reducía el número de trabajadores, y daba pá-bulo a la embriaguez, al libertinaje y a toda suerte deescándalos. La Asamblea y el Consejo estaban acor-des con el gobernador acerca de la necesidad de po-ner cese a aquella úlcera invasora, y Lynch podíaproceder con la seguridad que le daba la convicciónde hallarse sostenido por la conciencia de su pueblo.

El de «La Trompeuse~ fué uno de los primerosy más notables casos de la conversión del filibusterismoen piratería. Por junio de 1682. antes de la llegadadel gobernador LYnch, tocó en Port Royal, en viaje deCayena, Guayana, un capitán francés, llamado PeterPaine o Le Pain, con el barco mercante «La Trom-peuse», perteneciente al Rey de Francia. Dfjoles a SirHenry Morgan y al Consejo, que teniendo noticia delinhumano tratamiento que se daba en Francia a suscorreligionarios protestantes había resuelto devolversu barco y pagar lo que debía por contrato, a cuyoefecto pidió licencia para vivir entre los ingleses alamparo de Inglaterra. Sin detenerse a averiguar losantecedentes del solicitante, el Consejo le permitióprestar el juramento de fidelidad y esta'o\ecerse enSantiago, mientras desembarcaba su cargamento. librede derechos. Fletado luego por dos jamaiquinos, elbuque salió a cargar palo de tinte en Honduras. conla orden de seguir hacia Hamburgo y de entregarlo alagente francés (1). Muy ligero e inconsiderado habíasido el proceder del Consejo, y sus consecuenciasprodujeron interminables molestias. En breve se supoque Paine no era dueño del cargamento. sino quehabía huido con él de Cayena, y dispuesto por pro-pia cuenta tanto del bajel como de la mercanCÍa. ElEmbajador francés en Londres se quejó ante el mo-narca británico, la cual dió motivo para ordenarle aSir Thomas Lynch y a Stapleton, gobernador de lasislas de Sotavento, que detuvieran a Paine y tratarande que el barco s610 fuera cargado a beneficio de sus

(1) (:al. d~ Papo d~ Est .. ,,~r. col., 1681-8..';, Nos. 364-366,431, 668.

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legítimos dueños (1). Entre tanto un pirata francésllamado Jean Hamlin, seguido de 120 aventureros, sa-lió con una goleta en persecución de «La Trompeu-se», y habiendo dado con ella invitó al capitán y alpiloto para que pasaran a bordo de su propio barcoy luego apresó el navío. Después de llevar la presaa alguna caleta a bahía para carenarla y aparejarlacomo buque de guerra, emprendió un loco cruceropirático, capturó dieciséis o dieciocho bajeles jamai-quinos, maltrató de modo bárbaro a las tripulacionesy desmoralizó todo el tráfico de la isla (2). Lynchde~pachó con una fragata ai capitán Johnson por oc-tubre út: iúG2 pu;':' :¡-.:e !::·..!ss~r'l~'rj,,~trl1yp.ra el oira-ta, pero pasados dos me~es de inútiles pesquisas, re-gresó a Port Royal. Lynch supo en diciembre que«La Trompeuse» se estaba carenando en las cerca-nías de la isla de la Vaca, y envió una nueva fragél-ta, «La Guernesey», con el fin de capturarIa, pero yael cauteloso pirata se había dado a la mar. La«Guernesey» volvió a ser despachada el 15 de febre-ro con órdp.nes terminantes para que no se alejara dela costa de la Española, hasta que el pirata desapa-reciera a fuese destruido; y a Coxon, que parece go-zaba de favor en Port Royal, se le envió para queofreciera a un corsario llamado Yankey, gente, vitua-llas, indulto y naturalización. amén de 200 libras es-terlinas en efectivo para él y Coxon, si perseguía a«La Trompeuse» (3). La última noticia acerca deHamlin procedía de las Islas Vírgenes, donde fué re-cibido y hospedado por el gobernador de Santomas,isleta perteneciente al Rey de Dinamarca (4). Sentadossus leales allí, robó a varios navíos británicos que se in-terpusieron en su ruta, y previa la promesa de ampa-rarlo en Santomas a su regreso, obtenida del gobernador

(1) {bid., ::-J'os. 476, 609, 668.-Paine fué remitido desde Ja·maica al gobernador de Cussy, eu 1684, y enviado por éste aFrancia en una fragata. (BibI. NaI., Nouv. Acq., 9.325, f. 334).

(2) Ibid., Nos. 66K, 769, 963.(3) Cal. de Papo de Est., ~er., col., 1681~, ::-J'os. 769, 963,

':19:\.(4) {bid., ~os. 1.06.'1,1,313.

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danés, emprendió viaje hacia el Golfo de Guinea. Elbarco de Hamlin llegó en mayo de 1683 a la costa oc-cidental de Africa, bajo la apariencia de un buque deguerra británito, y cruzando de arriba abajo el litoralde Sierra Leona, capturó a destruyó en varias sema-nas diecisiete navíos holandeses y británicos, a los cua-les despojó de oro en polvo y de negros (1). Los pi-ratas riñeron luego por el reparto del botín y se divi-dieron en dos mangas, siguiendo la mayor parte delos ingleses a cierto capitán Morgan en una de laspresas, mientras los restantes volvían a las IndiasOccidentales en «La Trompeuse», que llegó en julioa Dominica, donde desertaron cuarenta de los tripu-lantes, quedando sólo dieciséis blancos y veintidós ne-gros a bordo. Al cabo los piratas echaron anclas el27 en Santomas, cuyo gobernador los admitió y reci-bió con benevolencia y les permitió desembarcar elfruto del pillaje (3). A los tres días el capitán Carlisle,comandante del buque de guerra británico «Francis,.,quien había sido enviado por el gobernador Stapletonen persecución de los piratas, penetró en el puerto, einformado por el' piloto y por una balandra inglesasurta allí de que el barco frente a! suyo era el pirata•.La Trompeuse_, le pegó fuego y la voló a la nochesiguiente. Hamlin y algunos de la tripulación se halla-ban a bordo, pero a vuelta de hacer algunos disparosescaparon a tierra. El buque pirata portaba treinta ydos cañones y a no faltarle tripulantes. Carlisle hubierapodido encontrar formidable resistencia. El gobernadorde Santo mas envió a Carlisle una nota de protesta porhaber pegado fuego secretamente. como decía, a unafragata ya confiscada a nombre del Rey de Dinamar-ca (2), bien que para protegerlos, envió a Hamlin ya su gente en un bote a otra parte de \a isla, y másadelante le vendió una goleta al pirata y lo dejó par-tir en bu~ca de los filibusteros franceses de la Espa-ñola (4) ..

(1) lbid., No. 1..\13.(2) lbid., Nos. 1.190, 1.216.(3) lbid., No. 1.173(1) lbid., 1';os. 1.168, 119U,1.223. 1.:\44;ej., también Nos. 1.381,

1.464, 1.h03. ~n junio de 1684 se consigna que "Hawlin, capiUn

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El gobernador danés de Santomas, cuyo nombreera Adolfo Esmit, había sido también corsario. y em-pleado su valimiento en la isla para despojar del go-bierno a su hermano Nicolás Esmit, gobernador legítimo.Protegiendo y estimulando a los piratas-desde luegopor interés-vino a ser un mal vecino para las británi-cas circundantes. Aunque sólo contaba con 300 a350 habitantes en Santomas, en su mayor parte ingleses,pretendía el dominio de todas las Islas Vírgenes, acogíasirvientes, marineros y deudores fugitivos, proveíade armas y vituallas los bajeles piráticos y se negaba aent~egar los buques y tripulaciones capturados y coo-duciùos a nllArt(1 [l"r ,,,,: ~;~::~::c;(i). ::: Rey de DIna-marca había enviadc ur. nuevo gobernador, cuyo nom-bre era Everson, para desposeer él Esmit, pero no llegóa las Indias Occidentales hasta octubre de 1684, cuandocon el auxilio de una goleta armada que el Consejobritánico ordenó a Sir William Stap!eton que le facili-tara, tomó posesión de Santomas y de su piráticogobernante (2).

El segundo estorbo con que tropezó Sir ThomasLynch el primer afta de su regreso, fué el estímuloprestado al corso por Robert Clarke. gobernador deNueva Providencia, una de las islas Bahamas, el cuala título de represalia contra ofensas de los españolesconcedió patentes a div(:rsos corsarios, inclusive Co-xon, el mismo célebre cabecilla que en 1680 condujeraa lOS bucaneros hacia los mares de: Sur. Coxon llevósu patente a Jamaica y la mostró a! gobernador Lynch,quien incomodado en extremo, dirigió a Clarke unaenérgica nota de reorobación (3). Desde luego, el

de .La Trompeu~e", ocup6 un navjo de .\6 cañones el mes últimoen la costa del Continente, con sesenta de sus antiguos tripulan-y otros tantos !Juevos. Se dan a sí mismos el Ilombre de piratas,y a su navío el de "La Nouvelle Trompeuse", y habla!J de su an-tigua estación en la bla de Vacas". (lbid., 1'\0.1.759).

(1) Cal. de Papo de Est., ser. col., 1681-85. :-<os. 7i7, ,1gS,11i19,1223,1376, 14ï1-1474, 1504, 15.\5, 1537,1731.

(2) ¡bid., Nos. 1222, 122." 1676, 167~, :686, )909; cf. tambiénNos. 1382, 1547, 1665.

(3) ¡bid., Nos. 552, 599, 6é8, 712.-Coxon continuaba indecisoentre someterse al gobernador de Jamaica o declararse en abierta

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otorgamiento de tales patentes era contrario al tratadode Madrid y por el solo hecho de darles a los piratasotra disculpa de sus acciones, complicaba en gradosumo la tarea del gobernador de Jamaica, Lynchremitió la patente de Coxon a Inglaterra, desde dondeen agosto de 1682 les ordenaron a los propietarios delas Islas Bahamas que comparecieran ante el Consejoy respondieran por las transgresiones de su gobernador(1) mas, ;os ptopietarios habían obrado ya de su propiainiciativa, tanto que el 29 de julio dieron instrucciones aun nuevo gobernador, Robert Silburne, para que arres-tara a Clarke y la guardase bajo custodia hasta que die-se fianza de responder a las acusaciones en Inglaterra, yde retirar todas las comisiones contra los españoles (2).Todo el embrollo parece haber surgido a causa delnaufragio de un galeón hispánico en las Bahamas; losespañoles de San Agustín y La Habana acostumbrabanacudir al sitio del siniestro para extraer lingotes de plata,pero echados de allí por el Gobernador y vecinos de laisla de Nueva Providencia, se dieron en represalia adespejar bajeles que iban a las Bahamas o veníande ellas, por donde Clarke, sin parar mientes

rebelión. Por octubre de 1682 Sir Thomas Lynch ]0 envió contres baj"'¡es al Golfo de Honduras en persecución de los ingle-ses cortadores de palo de tinte. ',Su gente maquinó adueñarsedt:1 navío para darse al cor,o, pt:ro él resislió valientemente,mató uno o dos de propia mano, echó once al agua y aquí(Port Royal) trajo tres. que fueron condenados el viernes últi-mo •. (lbid., No. 769. Carta de Sir Thomas [,inch, nov. 6, 1682).Transcurrido nn año. había vut:lto a la piratería por noviembrede 168:; (ibid., "lo. 134~), pero en enero de 1686 se entregó alteniente gobernador Molesworth y se dictlron órdenes para arres-t"rle y procesarle en Santiago de la VeRa (ibid .• 1685-fll,\, No. 548).Es probable que en el intervalo hubiese escapado de la isla,porque en noviembre del año siguiente se tuvo noticia de queHe hallaba cortando madera de lin te en el golfo de Campechey ~loieHworth la dt:claraba fuera de la ley por una proclama(ibid., No. %5). PermaneciÓ alejado de la isla hasta setiembrede 16&1.cualldo se sometió <le l1ue\'o al gobernador de Jamaica(ibid., N'" 1l'90), y a tuertas o a derechas recuperú la ciuda-danía.

(l) Cal. de Papo de Est., ser. col., 1.681--85,Nos. 660, 673.(2) ¡bid., Nos. 627, 769'

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en la ílegabilidad de su proceder, otorgó patentes decorso.

Por otra parte, las Bahamas constituían centrofavorito para los piratas y otros individuos de índoletruculenta, por lo cual Silburne no tardó en advertirque su cargo no era una callongía. Además resultabadifícíl abstenerse de hostilizar a un vecino que aprove-chaba toda coyuntura para molestar y saquear a sucolonia. En marzo de 1685, un antiguo pirata llamadoThomas Pain (1) urdió una trama con otros cuatropiratas, entonces ocupados en extraer plata del náufra·S:) ;~I~A" para adueñarse de San Agustln cie la Flo-rida; desembarcaron frente a la ciudad baJo el PèlLH::-

Uón francés, pero viendo que los españoles se hallabanapercibidos, abandonaron el plan y pillaron algunosestablecimientos de menor importancia. Asi comoPain hubo regresado a Nueva Providencia, con doscompañeros más, el gobernador Silbume quiso detener-los a todos, pero fracasó en ello por falta de mediospara robustecer su autoridad; mas los españoles no semostraron remisos en tomar venganza, sino que enenero siguiente despacharon desde La Habana 250hombres que por la madrugada sorprendieron y entrarona saco la ciudad y marina de Nueva Providencia, ma-taron tres sujetos, y cargaron con dinero y abastos porvalor de 14.000 libras esterlinas (2). Cuando Silbur-ne mandó en febrero a preguntarle al gobernador deLa Habana, si los invasores habían obrado por ordensuya, el español no sólo reconoció el hecho, sino queamenazó con futuras hostilidades contra la colonia bri-tánica; y en efecto, los españoles volvieron en el trans-curso del año, aunque al parecer sin autorización enesta oportunidad, y según inform~ quemi:lron todas Jascasas, asesinaron el gobernador a sangre fría y tras-

(1) No confundirlo COll el Peter Paille 'lue llevó "La Tram.peuse. a Port Royal. Pocos me,es alites de irse a las Bahamas,Thomas Pain se bahia sometido a Sir Thomas Lynch, quien [oenvió luego a perseg-uir piratas (Cal. de Pap_ de !tst., ser. col.1681-8~, l'os. 769, 1707).

(2) Cal. de Pap. cie Est., ser. co!., 1681-ll5, .:-lOF. 1509. 1540.1590, 1924, 1926.

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portaron muchas de las mujeres, nmos y negros a LaHabana (1). Cerca de 200 vecinos huyeron a Jamaicay cierto número de los hombres. sedientos de vengan-za, se incorporaron a los piratas ingleses de las Caro-!inas (2)

El corso se hallaba prohibido hacía varios añosen la parte francesa de la Española, pero, con todo, elproblema de extirpar el azote fue más arduo que en Ja-maica para el gobernador francés. M. de Pouançay.sucesor de d'Ogeron, falleci6 hacia fines de 1682 o aprincipios de 1683, y no obstante sus esfuerzos porestablecer el orden en la Colonia la dejó en deplora-bles condiciones. Casi había desaparecido la ant ¡guahermandad de cazadores, o matadores de va cas; perocorsarios y colonos convivían en estrecha unión, yhostigados por el despotismo de la Compañía de lasIndias Occidentales, manifestaban sus arresto~ en unespiritu de indocilidad que le granjeaba muchos estor-bos al gobernador. Aunque en tiempo de paz los fi-libusteros mantenían a las colonias francesas en conti·nuo riesgo de ruin::l, a causa de las represalias, entiempo de guerra constituían el sostén de la colonia; yasí, dependiendo de ellos el gobernador para protegersecontra ingleses, holandeses y españoles, aunque leshubiese retirado la patente no osaba castigarlos por suscrímenes. Era el caso que los bucaneros francesesocupaban una curiosa y anómala posición; ni corsarioscomunes, porque practicahan la guerra sin autorización;y menos aun piratas, porque nunca se les había decla-rado fuera de la ley y limitaban sus hostilidades a ircontra los españoles. Servían bajo condiciones im-puestas por ellos mismos, a que se dignaban aceptar,y siempre estaban listos para volver contra los repre-sentantes de la autoridad, si creían tener algún motivode queja (3).

(I) lbid., .Kos. 1927, 1938.(2) lbid .• Nos. 1540, 1833.(3) Charlevoi't, op. cit., lib. VIlI, pág. 130.-8n 1684 existían

de 2.000 a 3.000 filibusteros con la parte france<;a de la ~spañolapor centro de operaciones. Poseían diecisiete bajel e" pro'Yistos debaterías que oscilaban entre cuatro y cincuenta cañones. (Cal. de

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Los bucaneros, casi de modo invariable, obte-nían patentes de los gobernadores de la parte francesade la Española, pero ne> escrupulizaban alterar el textode aquéllas, por donde una licencia para ejercer elcorso durante tres meses, la transformaban con facili-dad en un permiso para pillar por tres años. Además,estos documentos pasaban de un corsario a otro, aunmucho tiempo después que había cesado el motivoporque fueran expedidos. Así, por mayo a junio de1680 y en virtud de antigua comisión que le otorgarade Pouansay antes del tratado de Nimega, practicó deGrammont un brillante asalto nocturno contra LaG'.'::,!~"} ~1.1~~:':' ~:!!':~!~:J :: C:::-2:::. S61.: 17 de S~~

180 secuaces participaron en la toma efectiva de laciudad, muy bien protegida por dos fuertes y cañonessobre las murallas, pero al día siguiente tuvo noticia deque venían 2.000 hombres de Caracas, y como el ene-migo concentraba tam bién fuerzas en las aprC'xi macio-nes de) puerto, se vió en el caso de re~i 'a I ~e a susnavíos, movimiento ejecutado en tan difíciles circuns-tancias que a la cabeza de un puñado de sus más va-lientes compañeros, de Grammont tuvo que cubrir elembarco por dos horas arreo ante las acometidas de losespañoles. Aunque herido de gravedad en el cuello,apena!' perdió ocho a nueve hombres en todo elcombate: se llevó consigo al gobernador de La Guairaya otros muchos prisioneros. mas el botín fue escaso;se retiró a la Isla de Aves para curarse de :a herida, ytras prolongada convalescencia volvió a Petit Coa·ve (1).

Estos mismos filibusteros de la Española ejecuta-ron empresa más vasta sobre las costas de Nueva ¡'-:s-paña en 1683, Por abril de aquel año ocho capitanesbucaneros se concentraron en el Golfo de Honduras Caf!

el propósito de atacar a Veracruz: ;os jefes de la cua-drilla eran dos holandeses, ¡¡amados Vanhorn y Lau-refIS de Graff entre los seis capitanes restantes habíatres holandeses, un francés y dos ingleses. Vanhorn

Papo ritoE"t., ser. coL, 1681-85, !'\o. 66H; Bibliotequto :-'¡ationel, ~011'

velles Acqui,itions, 9.325, f. 336).(1) Charlevoix, op. cit., lib, VIII. ¡.>ágs. 128-30,

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había salido de Inglaterra en el otoño de 1681 al frentede un barco mercante: el .:Mary and Martha», alias.:Saint Nicholas»; pero en breve se reveló tal cual era,tocando en Cádiz con dos de sus navíos y robándosecuatro cañones españoles; luego zarpó hacia las Ca-narias y la costa guinea, despojando buques y sal-teando negros y, por fin, en noviembre de 1682, llegabaa Santo Domingo, donde quiso vender su negro carga-mento; de Santo Domingo siguió a Petit Goave. reunió300 hombres y fué il unirse con Laurens en el Golfo deHonduras (1). También Laurens se había señaladopoco antes por la captura de un navío español en viajede la Habana a Santo Domingo y Puerto Rico con cercade 120.000 piezas de a ocho, destinadas al pago de lastropas; los filibusteros se distribuyeron 700 piezas de aocho cada uno, y conduciendo el buque apresado a Pe-tit Goave se las arreglaron con el gobernador francés,mediante participación en el botín (2).

Los bucaneros, en número más a menos de mil,se juntaron en Cabo Catoche y a mediados de mayosiguieron la derrota de Veracruz. Advertidos por al-gunos prisioneros de que los españoles esperaban porentonces dos na vías procedentes de la costa de Cara-cas, apiñaron en dos de sus bajeJes la gente de desem-barco, formada por unos 800 hombres, izaron el pabe-llón hispánico y navegaron hacia ia ciudad, cuyos mal-hadados vecinos los confundieron con sus propioscompatriotas y aun encenàieron luces para señalarlesel rumbo. Los piratas desembarcaron el 17 de mayoa media noche, como a dos millas dPo la población, yal amanecer se habían apodcrildo de la ciudadela ysus fuertes. Encontraron dormidos a soldados y centi-nelas y "a todos ¡os habitantes en sus casas tan quie-tos y tranquilos corno en la tumba.» Ocuparoll laplaza durante cuatro días, silqueando los templos. ma·radas y convenIos y como no hallaran bastante platalabrada y joyas en la medida de sus previsiones, ame·nazaron con reducir a cenizas la Catedral con todos los

(!) Cal. c¡e l'al'. cie Est .. 'eL col., 1681-:).~,Nos. 963, 998,1065.

(2) lbld., !\os. 7rH, 712.

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priSiOneros en ella a no traérseles un rescate de lascomarcas circundantes. Don Luis de Córdoba, el gober-nador, fué descubierto el tercer día por un inglés, ocul-to entre la paja de un establo, y rescatado por 70.000piezas de a ocho. Entretanto la Flota española, com-puesta de doce a catorce navíos, y procedente de Cá-diz, había permanecido al ancla durante dos días fueradel puerto y a vista de la ciudad, pero sin aventu-rarse a efectuar un desembarco ni un ataque contra losbajeles vacíos de los bucaneros, bien que la cercaníade semejante fuerza produjo desasociego a los piratas,~ê."t/') más cuanto el Virrey d~ México se aproximabacon un ejército por el camino áe ;el C¡;~:::::!. ¡:;o., con-secuencia el cuarto día largaron velas a vista y pa·ciencia de la Flota, hacia un cayo próximo, donde di-vidieron el despojo en mil a más porciones de 800piezas de a ocho cada una. Se cuenta que el sóloVanhorn recibió treinta porciones para sí propio y susdos navíos, resultando de ello que como él y Laurensnunca habían estado en buenos términos, riñeron ycombatieron por el reparto, y Vanhorn salió herido enel puño; pero como la herida parecía muy leve, propu-so regresar y atacar la flota española. con la oferta deabordar él mismo la capitana, rehusado la cual porLaurens, se alejaron los bucaneros con más de ,~il es-clavos. Según informes, los invasores no pel dieronsino cuatro hombres en la jornada. Pasados unosquince días Vanhorn murió de qangrena a causa de laherida. y de Grammont, que por entonces hacía de te-niente suyo, condujo su buquê a Petit Goave, adondeLaurens y la mayor parte de los otros capitanes habíanarribado ya (1).

(1) Calendario de Papo de Est., ser. col., 1681-~.í. No.1.163.-Charlevoix, lib. V¡¡[, pág-. 133; Narración in "erta en los viajes yaventuras del capitán Bartolomé Sharpe y otros en .r,os :llares <leISur ••. Londre" 16M.-E;¡ gobernador Lynch escribía en julio de1683: .Todos los gobernadcores <le América conocían este u\ ism"proyecto hace cuatro o cinco meses .• Cit~lld) un manuscrilo es-pañol de !a Colección de Navarrete, t. X, No. 33. dice Duro que elbotín de Veracruz a]callzlÍ a má, ele lr.'s millol1es de reales de platae11joyas y merc:1.derias, po~ 1a~('l1ales ~xhfjt"rull ios ifl\13S0reS 1111rescate de 150.000pí"zas de a oello. -rambiél1 se llevaron, .eg(¡n 1;,

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La flota mexicana, que regresó a Cádiz el 18 dediciembre, s610 constaba de la mitad de sus unidadesordinarias, por la carencia de mercado tras la visita delos corsarios; y el gobernador de Veracruz. fué senten-ciado a pena capital por su negligencia en defender laciudad (1). El Embajador de Españ'i en Londres,Ronquillo, solicitó de Carlos Il que le ordenase a SirThomas Lyuch cooperar con un emisario a quien en-viaba el gobierno español a las Indias Occidentales pa-ra inquirir Jas circunstancias de esta última agresión delos bucaneros, y taIt::; órdenes se le comunicaron aLynch en abril de 1684 (2).

M. de Cussy, nombrado por el monarca francés parasuceder a su antiguo colega, de Pouanç;ey, llegó a Pe-tit Goa'le por abril de 1684, y halló a los bucaneros apunto de abierta rebelión a causa de los esfuerzos dede Franquesnay, gobernador interino, para cumplir lasórdenes categóricas recibidas de Francia y encamina-Jas a la supresión de aquéllos (3). Visitó de Cussytodas las comarcas de la colonia y con tacto, pacien-cia y oportunas concesiones logró restaurar el ordenen ella. Advirtió que no obstante las instrucciones deFrancia la seguridad de la parte francesa de la Espa-ñola, dependía de la querencia y clientela de los la-drones de mar, mientras él se viese rodeado de veci-nos celosos y la paz de. Europa fuese cosa precária, ycuando de Grammont y otros varios capitanes solicita-

relación, 1.300e~c1a"o~. tOp. n't., V, pág. 27l}. El real de plataera un octavo del pe"o o pieza de a ocho.

(1) Papele, de Est., España. vo!. 69, f. 339.(2) lbid., vol. 70, f. .'i7; Cal. de Papo ele Est., ser. col., 1681-1:\5,

No. 1.633.(3) Durante el breve gobierno de Franquesnay, I,amens, de-

salojado de la Española por las riKurosas U1edida~ del g'obernadorcoutra los corbarios, dtó a entender qUl'c deseaba ponerse al serviciodel gobernador de Jalnaica. El Consejo Privado facu1tó a I...yucbpara tratar con él, ofreciénclole indu \to y licencia para radicarse enla isla, previa fianza de buen comportamiento futuro; pero de Cus-"y llegó en el in tervalo, trastrocó la política de Franquesu"y, reci-bió a Laurens COti todos los houores debidos a Un béroe militar yse propuso atraerlo al servicio del gobierno. (l.:harlevoIX. "p. cil.,lil>. VIII, pá¡?;s.141,202; Cal. de Papo de Est .. ~er. col., 16SH,5,Nos. 1.210, 1.249, 1.424, 1.461, 1.64':1,1.71~ Y 1.839).

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ron patente contra los españoles, el gobernador convi-no al cabo en otorgadas a condición de que ellospersuadiesen a todos los fílibusteros ahuyentados porFranquesnay, que volvieran a la colonia. En agosto de1684 arribaron dos comisionados, Begon y Saint Lau-rent, con el objeto de prestarle auxilio en la reformade aquella disoluta comunidad, pero en breve llegarona las mismas conclusiones del gobernador y le diri-gieron al rey una memoria en que aconsejaban el em-pleo de medidas menos severas; el monarca no se avi-no con sus insinuaciones de transacción, y de ~~ssy,forzado a tratar por las malas a los bucaneros, hallóque su cometido no era íd.,,;: ..:.••.... i;;::!::: ::~:j'_~nn (1 \. Envista de la resuelta actitud de las autoridados \ c'onsti-tUidas, muchos de los filibusteros acordaron trasladarsus correrías a ¡as costas americanas del Pacífico,donde estarían a salvo de intervención por parte de losgobiernos británico a francés. La expedición de Ha-rris, Coxon, Sharp y sus socios a través del Istmo en1680, había inflamado la imaginación de los bucaneroscon las probabilidades de saqueo y aventura en aque·lias remotos parajes. Otras partidas, tanto inglesascomo francesas, habían seguido al pronto las huellasde los citados capitanes, y ya transcurrido el año de1683 fué práctica primordi,,¡ de los bucaneros el ha-cer incursiones a los Mares del Sur. Los indios delDarién y sus más feroces vecinos de la costa de Mos-quito. por la común enemigos de los españoles, se alia-ban con los bucaneros. los cuales, en sus penosasmarchas por entre la tupida vegetación tropical deaquellas regiones. debían con frecuencia al auxiliooportuno y buenos oficios de ~os naturales. el logro de-finitivo de sus propósitos.

En el verano de 1685, un año después de la lle-gada de Cussy a la .-:spañola, de Grammont y Laurensde Graff, volvieron a juntar sus fuerzas en la Isla de laVaca, y no obstantp. los esfuerzos del gobernador parainducidos a; abandono de su proyecto, zarparon con

(1) l'harlevoix, op. rit., lib. VIII, p!i)!s. B9-I~S; Cal. de Pap_de E't.,-ser. co!., 1685-88, No, 378.

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1.100 hombres,'rumbo a la costa de Campeche. Los es-pañoles frustraron una tentativa contra Mérida, pero lapropia Campeche fué ocupada tras débil resistencia y peromaneció por seis semanas en poder de los franceses. Yareducida a pavesas la ciudad y volados los fuertes, losinvasores se retiraron a la Española (1) Refiere Char-levoix que antes de partir los bucaneros celebraron elfeslival de San Luis con una inmensa luminaria en ha·nor del Rey, en la cual quemaron palo de tinte porvalor de 200.000 coronas, que representaban la mayorparte de su botín. Los españoles de la Española,que mantenían una guerra constante pero tibia con susvecinos franceses, se animaron a renovar las hostili-dades con motivo de las depredaciones de los bucane-ros en los Mares del Sur y de los saqueos de Veracruzy Campeche, y de Cussy, que anhelaba atraerse a tanemprendedor y arriesgado jefe como de Grammont,obtuvo para éste, en setiembre de 1686, el nombra-miento de «Lieutenant de Rey" en la costa de SantoDomingo; pero al saber la nueva honra que se le otor-gaba, de Grammont quiso asestarles un último golpe alos espafíoles antes de retirarse a vida honorable: armóun navío, largó velas con 180 hombres y más nuncavol vió a saberse de él (2). A Laurens de Graf! se lehizo Mayor al propio tiempo, y vivió para tomar activaparticipación en la guerra contra los ingleses de 1689a 1697 (3).

(1) Charlevoix, op. cit., lih. IX ,págs. 197-Ç9; Duro,. op. ci!.V., págs. 273-14; Cal. de Papo de Est., ser. col., 1685-88, Nos. 193,339, 378, n",.

(2) Según Charlevoix. cle Grammorlt, oriundo de París,entró en la real marina y se distingui6 en diversos combates ua-vales. Por fin apareció eu las Indias Occidentales en calidad decomandante de una fragata armada en corso .v cerca de Mortinicaapresó un buque holandés, valuado en 400.000 libras. Condujo supresa" la E,pañoJa donde perdió al Juego y consumili en derro-ches todo el producto de la captura; por donde, no atrtvifndost: avolver a Francia se incorporó a los hucan •.ros.

(3) .Laurens-lamille Raldran, señor de Gralf, teniente delrey en la isla de Santo Domingo, capitán de fragata ligera, caha-Ilero <leSan l.uis',-tal los títulos COli que se decoraba desde queentró al servicio del 1II0narca frallcés. (Vaissiere, op. cit., pág. 70,nota). Charlevoix asegura que era uatural de Holanda¡ se hizo

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Estos semipiratas, a quienes el gobernador francé~no osaba prestarles franco apoyo ni tampoco desauto·rizados. constituían sempiterna causa de molestias pa-ra el gobernador de Jamaica; no escrupulizaban ata·car a los barcos mercantes y pescadores británicos y,cuando perseguidos, se refugiaban en Petit ;}oave,puerto del cul-de·sac situado al extremo oeste de laEspañola, que por largo tiempo había sido el santua-rio de los filibusteros y que tenía en poco la autoridaddel lugarteniente del rey (1). En Jamaica se creíaque los corsarios obraban mediante comisiones regula-res emanadas de las autoridades francesas, y Sir Tho-mas Lynch se quejo ce t:ilu d,;¡;,cliè~~ ':ec~~ ",,,te dePouanç;ay y su sustituto. También escribió a Inglate-

artillero en la mari na española y por su destreza y bravura ascen·dió al puesto de comaDdante de navio; enviado a aguas ameri·canas, lo captUlaron los bucaneros, a cuyas filas se incorporó. Sunombre inspiraba tal terror en todas las costas españolas que enlos templos se pedía al cielo que guardara a los habitantes de lafuria del corsario. Divorciado de su primera mujer, cOD quieDcasara eD TeDerife por 1674, contrajo nuevo matrimonio en marzode 1693con una nùrmanda o bretona llamada Marfa Ana Dieu-Ie-Veult, viuda de uuo de los primeros coloDos de Tortuga (ibid).Se refiere que cierto dfa, creyéDdose gravemente ultrajada porLaurens, María Ana salió a buscar!o, pist<,la en mano, para pedirlesatisfacción de la ofensa, y que considerando digna de êl a aquellaamazona, de Graff le dió excusas y cas6 CODella. (Duché, fJp. lit.,p:íg. lB, nota). ED compañía de Iberville, I,aureDs de Graff,zarpó de Rochefort con dos navíos en octubre de 1698, yen Mo-bile y las bocas del Misisipí ech6 ]05 funrlamentos de LuisiaDa.(Duro, op. cit., V, p. 306), De Graff murió en mayo de 1704.-([.tambiên BibI. .Na!., Nuevas adquisicione', 9.325, f. 'l11.

(1) Cal. de papeles de Est., 16S1-85, .Nos. 1.958, 1.962, 1.%4,1.991, 2.000.-Dampier escribe en 1685que .durante muchos añosha sido costumbre del g-obernador de Petit Goave entregar patentesen blanco a muchos de sus capitanes, autorizándolos para conce-derlas a quien juzgaran conveniente .... :\unca \'Í Dinguna de estaspatentes .... pero he sabido que su objeto consiste en dar licenciapara pescar, y cazar. La ocasión de ello es que .... en época depaz estas patente~ se con cedeD como cédula a las personas de UDOy otro bando, es decir, franceses y españoles en la Española, paraproteg-er]os del partido adverso; pero, eD efecto, los franceses nolas limitan a la Española, sino que las convierteD en título paraIIna depradación general en cualquier parte de Amhica, por tierraa por agua.-Ed. 1906, I, págs. 212-13.

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rra con el fin de pedirle al Consejo averiguara con elEmbajador francés si aquellos gobernadores teníanautorización para expedir comisiones bélicas, a finde que sus fragatas pudiesen distinguir entre lapiratería y el corso lícito (1). Sin embargo, excep-to en Petit Goave, los franceses deseaban sinceramen-te conservarse en paz con Jamaica, y .hacían cuantoles era asequible por satisfacer las demandas de losingleses, sin enojar indebidamente a los bucaneros. Sehallaban en la misma situación que Lynch en 1671, elcual, aunque anhelando hacer justicia a los españoles,no se atrevía a enajenarse la voluntad de los f¡libusterosque los despojaban y que, si ahuyentados, podían vol-ver sus armas contra Jamaica. Parece que el propioVanhorn al salir de la Española para unirse con Lau-rens en el Golfo ·de Honduras, había sido enviado enrealidad por de Pouansay ~n persecución de ~La Trpm·

(1) Cal. de Papo de Est., sel'. co!., 1681-85; Nos 668, 769,942,948, 1.281, 1.562, 1.759; t'Md.,l685-88, No. 558.-En memoriadirigida al Rey por MM. de Saint-Laurent y Begon en febrero de1684se consigna que el año precedeute ciertos filibusteros encan·traron eu un patache capturado a los españoles una carta en queel gobernador de Jamaica exhortaba a los españoles a hacerles laguerra a los franceses de la Española y les prometía buques y otrosrecursos para destruir por completo la colonia. Semejaute cartaprovocó terrible indignación de parte de los colonos francesescontra los inll'leees (cf tamhiéu Cal. de Papo de Est., ser. co!.,1681-85,No. 1.348). Poco después, ,;egúl1 la misma memoria, \111navío británico de 30 cañones se dej6 ver por algnnos días en elcanal que existe entre Tortuga y Port de Paix. Como el señor deFranquesnay enviase a pedir explicaci6n de esta conducta, reci-bi6una lacónica respuesta en que se les sill'nificaba quO"el mar eralibre para todos, ante lo cual el gobernador francés envió unabarca COli 30 filibusteros para atacar a los ingleses, pero los fili·busteros regresaron bien escarmentados. De Franquesnay ocurdóen aquel trance al capitán De Grammont, que ac-.<babade llegar deun crucero en un barco de 50 cañotles, para que saliera contra elintruso, y al frente de 300 corsaríos. de Grammont atac6 a la fra.gata inglesa, cnya resistencia fué tan vigorosa como autes, mascon efecto diferente, porque de Grammont se aferr6 al punto consu adversario, la abordó y, salvo el capitán, di6 muerte a todoslos ingleses. BibI. Nat., Nuevas adquisiciotles, 9.325, f.332.-En-105 archivos coloniales brit.1nico- no se hace referencia a esteincidente.

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peuse» y de otros piratas, sobre lo cual escribió suteniente de Grammont al gobernador Lynch; pero unavez mar afuera, tomó la derrota de Centro América,donde preveía un lance más provechoso que el deperseguir piratas (1).

Sir Thomas Lynch falleció en Jamaica el 24 deagosto de 1684. y el coronel Hender Molesworth asu-mió el mando. en su carácter de teniente-goberna-dor (2), porque Sir Henry Morgan, aún en ejerciciode este cargo después del regreso de Lynch a Jamai-Gil, fué suspendido más tarde de sus funciones en elCOl1~t;jv j de: t,.,rlo otro empleo p6b!ico, bajo la acu-sación de embriaguez, desorden e inr.;ílQ¡;';~;-;:! J" d~s-obediencia contra el gobierno. A su cuñado, Syndlos.se le exoneró por motivos análogos, y a RogerioElletson. perteneciente a la misma facción, se le de-puso de la Procuraduría general de la isla. A Lynchlo apoyaron en esto la Asamblea y el Consejo. y susactos merecieron inmediata aprobación en Inglate-rra (3); mas aunque había disfrutado de la confianzade la mayor parte de los jamaiquinos. que lo veíancomo salvador de la isla. dejó tras sí en las personasde Morgan, EJletson y sus turbulentos compañeros, ungrupo de enemigos implacables que hicieron cuantoestuvo a su alcance para desacreditar la memoria delmagistrado ante las autoridades de Inglaterra. Variosde estos individuos, encabezados por ElIetson, acusa-ron al difunto gobernador de haberse apropiado mer-cancías piráticas, confiscad'1s en favor del rey, bienque tales cargos se desvanecieron, cuando el teniente-gobernador Malesworth practicó las investigaciones delcaso, poniéndose en claro que los informes de Elletsonprocedían de segunda mano y eran deficientes, por locual el nombre de Lynch quedó más que vindicado.En realidad, el gobernador poseía tan poco dinero ala hora de su muerte, que la viuda tuvo que pedir

(1) Cal de Papo de Est., ser. col., 1681-85, No.963.(2) [lJiri., Nos. 1.844, 1.852.(3) Cal. de Papo de E,t.. ser. col. 1681-85, Nos. 1.246, 1. 249.

1.250, 1.294, 1.295. 1.302, 1.311. 1.348, 1.489, 1.502, 1.503, 1.510,1.562, 1.56.3, 1.565.

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prestadas 500 libras esterlinas para pagar los fune-rales (1).

Azarosos fueron los últimos años de Sir ThomasLynch. No sólo turàaron la paz de la isla «La Trom-peuse. y otros corsarios franceses que merodeabanalrededor de la Española: no sólo amargó sus días lalucha contra una reducida facción, beoda e insolente,que trataba de anular sus conatos para imponer ordeny mesura en la colonia, sino también que la enemiga.de los gobernadores españoles de Jas Indias Occiden-tales continuaba neutralizando sus esfuerzos, dirigi-dos a extirpar el filibusterismo. En verdad, Lynch ha-bía sido el mejor amigo de los españoles en América;prohibió de modo categórico la corta de palo de tinteen Campeche y Honduras, cuando los españoles mal-trataban y esclavizaban a todo inglés encontrado poraquellas costas (2); comunicó a los gobernadores es-pañoles el proyectado saqueo de Veracruz (3); prote-gió a buques mercantes españoles con sus propiosnavíos de guerra y les brindaba hospitalidad en puer-tos jamaiquinos; pero, con todo, los corsaríos hispá-nicos seguían robando bajeles británicos y los gober-nadore;; españoles rehusaban reintegrar los barcos ymercancías inglesas conducidos a sus puertos (4). Apretexto de castigar a los intérlopes armaban galerasmedianas y les ordenaban capturar torlo barco quellevase a bordo cualesquiera productos de las In-dias (5). Carecían de efecto las cartas a los gober-nadores de la Habana y Santiago; las rutas comer-ciales inglesas se hallaban interrumpidas y ofrecíanpeligros; las balandras dedicadas a coger tortuqas, ala pesca y comercio, que suministraban mucha partede la alimentación de Jamaica, eran robadas y secues-

(1) ¡bid., No. 1.938: ibid., 1.685-88, Nos, 33, 53, 57, (¡,~,128.1¿9, 1Si.

(2) ¡bid., 168185, Nos. 1i6..'\, 769; ¡bid., 1685-88, No. 9~.(3) ¡bid" 16'-\1-:-J5,¡'¡-os. 1.163, 1.198; Biblioteca !'>acional de

París, Nuevas Adquisiciones, 9.325, f. 3.12.(4) Cal, de Papo de Est., ser. col., 1681-85, NOll. l.79E, U$54,

Ul55,1.943; ibid., 1.6ll5-88, Nos. 218, 269, 569,591,609,706,739.(5) ¡bid.,1681-35, Nos. 1.163, 1.198,1.249, l.-.JO.

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tradas, tanto que Lynch se vió en el caso d~ cons-truir una galera de cincuenta remos para proteger-las (1). Es cierto que con frecuencia las fragatas demediz.no porte utilizadas por el gobernador llevabanpiratas a Port Royal, y que ocurrían numerosas eje-cuciones (2), no obstante la cual aquellos parecíanaumentar a diario. Por la com:ín se encontraba algúnbuque pirata merodeando en torno de la isla, listopara acoger a cualquiera que deseara unírsele, y cuan-do el estatuto contra la piratería les prohibió tocar enla isla, los aventureros se retiraron a las Carolinas ad ~;ùc,,':' I~~J~terr¡¡ oara vender su botín y reparar 5US

navíos, por manera que siendo asequio;c:> :cdc~ re(ll-

gios las leyes contra la piratería no mermaban tantoel filibusterismo como despoblaban a Jamaica de sushabitantes blancos.

En verdad, después de 1680 las colonias norte-americanas se fueron convirtiendo cada dIa más enrefugio de los piratas echados de las aguas de lasIndias Occidentales por las enérgica!? medidas de losgobernadores britá!1icos. Miguel Landresson, aliasBreha, quien había acompañado a Pain en su expe-dición contra San Agustín en 1683 y constituido pe·renne causa de inquietud para los jamaiquinos porsus ataques a las balandras pescadoras, se dirigió ha-cia Bastan donde vendió su botín de oro, plata, joyasy cacao a los piadosos mercaderes de Nueva Ingla-terra, los cuales no tuvieron a menos sacar partido detan provechoso comercio y de mil amores la equipa-ron para otro crucero (3). El mismo Pain se presentóen Rhode Island, con la antigua patente para la per-

(1) {bid., ""os. 963. 992, 1.938. 1.949,2.025,2.067.(2) ¡bid., ""os. %3, 992, 1.759.(3) Cal. rie Papo de Hst., ser. col., 1681-85, Nos. 1.845, 1.851,

1.862, 2.042.-A su nado se le da en estas cartas el nombre de.La Tfûl1lpeuse •. A no cOt:fundirlo con el buque de Hamlin de·bió hal.>d existido más de una .La Trompeuse. en las IndiasOcci<lentales. Con mucha probabilidad, la fama o mala fama dela primitiva .f.a Trompeuse' hizo que otros capitanes adoptaranel mismo nombre por jactancia. Rreha fué capturado en 1686 porla armada de Barlovento y ahorcado COn nueve o: diez compañe-ros suyos (Charleroix, op. cit., lib. IX, pág. 207).

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secución de piratas que le otorgara Sir Thomas Lynchy fué protegido por el gobernador contra el recaudadorde derechos de aduana, que trataba de ponerlos a ély a su buque bajo secuestro (1); pero la estaciónprincipal de los piratas era la colonia de Carolina¡cuyas costas, provistas de numerosos puertos y abras,ofrecían seguro refugio para carenar y embonar des-pués de una correría, y desde 1670 en adelante,cuando el país comenzó a ser poblado por colonosinglese'S, los piratas tuvieron en las nuevas comunida-des una segunda Jamaica, donde podían vender suscargamentos y reclutar sus contingentes a menudo.Sir Thomas Lynch se quejaba de elle, a fines de 1683,ante los Lores de la Comisión de Comercio y Colo-nias (2), ~a cuya insinuación ordenó el Rey por febrerodel año siguiente, que se enviara a todas las posesio-nes de América un ejemplar de la ley jamaiquina con-tra los pir::ltas, a fin de que fuera sancionada y apli·cada en cada una como estatuto de la provincia (3).El monarca lanzó el 12 de marzo de 1684 una pro-clama general contra los piratas de Amé'rica, docu-mento enviado a todos los gobernadores coloniales pa-ra su promulgaci6n y cumplimiento (4); pero noobstante estas providencias y una carta en que el Reyles advertía a los gobernadores no prestar socorro niauxilio alguno a los merodeadores, en Massachusettsrecibieron a Miguel con los brazos abiertos; la pro-clama del 12 de marzo fué despedazada en las ca-lles y el Acta de Jamaica, si aprobada, nunca cum-plida (5). En las Carolinas no se aprobó el Actasino en noviembre de 1685 (6), . aunque los Lorespropietarios habían instado por escrito a los goberna-dores que pusieran sumo cuidado para que no aco-gieran piratas en la colonia. Condenas hubo pocas,si algunas, y los filibusteros practicaban su trajín con

(I) [bid., Xos. 1.299, 1.862(2) Ibid, No. 1.249.(~) [bid., Nos. 1.560, 1.561.(4) [bid., Nos. 1.605,1.S62.(5) [bid., 1634, 1845, 1851, 1&;2.(6) lbid., 1.685-88, Nos. 363, 364, 6.'19,1.164.

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la misma seguridad que antes. Hacia fines de 1686tres galeras procedentes de San Agustín desembarca-ron cerca de 150 hombres, españoles, indios y mula-tos, pocas leguas más abajo de Charleston, y destru-yeron varias haciendas, inclusa la del gobernador Mo-retan. El enemigo avanzó a Port Royal, asoló porcompleto la colonia escocesa allí establecida y sepuso en cobro antes que pudiera levantarse una fuer-za para resistirle. Para vengar esta irrupción los ve-cinos comenzaron a hacer preparativos en el acto parair contra San Agustín, y cuando ya lista a zarpar unaexpedición compuesta de dos bajeles corsaríos fran-;:::C~C:J \.:0ii \,;\:;¡~a d~ sec hûiTJtúc~, ~~¿y¿ UlJ Ùuévù

gobernador, James Colleton, y ordenó disolverla (1).A Colleton se le dieron instrucciones para detener algobernador Moreton, acusado de fomentar la piratería,y para castigar a los que acogían y apoyaban a losfilibusteros (2), y el 12 de febrero hizo que la Asam-blea sancionara una ley nueva y más explícita, diri-gida a extirpar el azote (3). Jaime II renovaba el22de mayo del mismo año la proclama sobre extirpaciónde los piratas, y les prometía indulto a todos los quese sometieran dentro de un término fije y afianzaransu buen comportamiento futuro (4); pero la situacióneran tan grave que el monarca comisionó en agosto aSir Robert Holmes para que se dirigiera con un es-cuadrón a las Indias Occidentales a fin de acabar conlos piratas (5); y por octubre pasó una circular atodos los gobernadores de las colonias, en que lesordenaba el más estricto cumplimiento de las leyes,porque «se ha dado en la práctica de procesar a lospiratas antes de hacerse la prueba, y de emplear otrasevasivas para obtener su absolución (6)>>. Jaime lan-zó otra "roclama el 20 de enero siguiente, con elobjeto de que los gobernadores cooperasen con Si r

(1) ¡bid., Nos. 1.029,1.161; HUR,on: Piratas caro1inos, páp; 24.(2) ¡bid., 1681-85, No. 1.165.(3) HUg'SOD op. cit., pág.22.(4) Cal. de Papo de Est., SI". col., 1685-88, Nos. 1.277, 1.278.(5) ¡bid., No. 1.411.(6) ¡bid, No. U63.

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Robert Holmes y sus agentes (1); pero el problemaera más intrincado de la que preveía el monarca. Lapresencia de la escuadrá en la costa detuvo el flagelopor algún tiempo, pero pocos años después, especial-mente en las Carolinas, bajo el régimen del goberna-dor Ludwell (1691-1693), los piratas volvieron a cre-cer en número y atrevi miento, y Charleston se vióinundada de filibusteros que gracias a la connivenciade los comerciantes y al pródigo reparto de dinero,hacían burla de la ley.

En Jamaica el teniente gobernador Molesworthcontinuaba fiel a la política y espíritu de su predece-sor. Envió una fragata a la Bahía de Darién para quevisitase a Golden Isle y la Isla de Pinos, (donde losbucaneros acostumbraban concentrarse cuando iban alos Mares del Sur), con la orden de destruir cualquiernave pirática existente en aquellos parajes, e hizo todaclase de esfuerzos con el objeto de prevenir que salie-ran reclutas de Jamaica (2). A los aventureros queregresaban de.los Mares del Sur, los reducía a prisióny ejecutaba, y trataba coo"everidad a sus encubrido-res (3). En virtud'de la proclama lanzada por el Reyen 1684, confiscaba a favor de la corona los bienesradicados en Port Royal y pertenecientes a individuosa la sazón en los Mares del Sur (4). Cierto capitánBannister, que en junio de 1684 había escapado dePort Royal en un navío de treinta cañones para darsea la piratería, fué capturado y llevado otra vez allí porla fragata «Ruby», pero al procesarle la absolvió eljurado por cuestiones de fórmula; a los seis meses,Bannister logró eludir la vigilancia por segunda vez, ydurante dos años se mantuvo capeando las fragatasenviadas por Molesworth en persecución suya; al cabo,el capitán Spragge entró en Port Royal por enero de1687 con el bucanero y tres de sus compañeros col-gados de las antenas, «espectáculo muy satisfactoriopara toda la gente buena y de espanto para los patro-

(1) ¡bid, !'io. 1.602; rf. también ibid., 1693 %, No. 2.243.(2) ¡bid., 1685·88; Nos. 116, 269, 805.(3) ¡bid., No~. 1.06f>,1.212.(4) ¡btd., Nos. 965, 1.066, 1.128.

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cinadores de piratas» (1). Fué bajo el gobierno deMolesworth cuando los "Vizcainos» comenzaron a apa-recer en aguas americanas. Parece que a estos cor-sarios de' la Bahía de Vizcaya se les admitió al servi-cio del Rey de España con el propósito de perseguir alos piratas, pero perturbaron el tráfico inglés más quelos propios piratas. Capturatlan y despojaban barcosmercantes británicos a diestra y siniestra, y los condu-cían a Cartagena, Veracruz, Santo Domingo y otrospuertos españoles, donde los gobernadores tomaban asu cargo los prisioneros y les permitían a ellos disponer.le :.:::; ;':1'='''~'1cí(l~ aDr~~adas. Es presumible que suscomisiones procedieran directamente ae id C,,¡,,;¡a, ~'así pretendían estar fuera de la jurisdicción de los go-bernadores hispanos, los cuales, sea como fuere. de-claraban que no podían dar reparación, y se quejabana las autoridades de Jamaica de la independencia deesos merodeadores (2). El rey autorizó en 1685 algobernador de Jamaica para destruir a los vizcaínoscon las fragatas reales (3).

El 28 de octubre de 1685 fué nombrado goberna-dor de la isla Sir Felipe Howard (4), pero comoéste muriera a poco. fué sustituido con el Duque deAlbemarle (5), quien llegó a Port Royal en diciembrede 1687 (6) Y deshizo por completo la política de suspredecesores, Lynch y Molesworth. Aun antes de salirde Inglaterra, le habían quebrantado ya la salud sushábitos intemperantes y un" vez en Jamaica se unió

(1) Ibid., 1681-l$.5,No,. 1.75Y, 1.852, 2.067; ¡bid., 1685-88, No1.127 Vcf. el Iodice.-Respecto de las correrías de Joho Williams(alias Yal1key) y Jacob Ev~rsull (alias Jacobs), dmal1te estos mis'mos años, cf. CaL de Papo de Est.. ser. col., 16&5-85, :-;os. 259,348,897, 1.449, 1.47ó--7, 1.624. 1.705, 1.877; 1\1ss. Históricos. Comi,siones, Xl, pt. S, pág. 136.-\ :\1anuscrÏtos del Conde de Dart·mouth).

(2) l'al. <le Papo <I~ Est., Ser. co!., 16~5,8H. ::-los. 1.406, 1.656,1.70S, 1.723, 1.733; ¡bid., 1.6S9-92. ;'%s. 52, 51S; :1155.hist6r;~0~,COlllisioneo, XI, pt. 5, pág. 13ó.

(3) Cal. de Pap. de Est.. 16~5,88, ;\;0. 1.959.(4) IMa., No. 433.(S) Ibid., Nos. 706, 1.026.(6) Ibid., No. 1.567.

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con los elementos más desordenados y lit::enciosos dela colonia; parece que sólo se proponía aumentar supeculio a costa de la isla, y tanto era así que antes departir tuvo el descaro de solicitar poderes que' le per-mitieran disponer del tesoro sin conocimiento ni anuen-cia de su Consejo y. de creerlo oportuno, restableceren sus cargos a Sir Henry Morgan y a Roberto Bynd-loss, caso éste último sobre el cual decidió el monarcaque uno y otro permanecieran suspensos hasta que Al·bemarle hubiese dado el informe correspondiente des-de Jamaica (1). En cuanto el Duque hubo asumidoel gobierno. nombró a Rogerio Elletson Juez Supremo.de la isla en lugar de Samuel Bernard, ante la cualdimitieron tres jueces de la Corte Suprema, siendo unode ellos exonerado del Consejo por venganza del go-bernador. Asímismo, fueron suspendidos varios olrosconsejeros, procedimiento contrario a las instruccionesdadas al gobernador para impedir la destitución arbi-traria de tales funcionarios, y el 18 de enero de 1688,ya aprobadas por el rey las recomendaciones del Du·que, fué admitido de nuevo Sir Henry Morgan en laCámara del Consejo (2); mas el antiguo bucanero nohabía de gozar por mucho tiempo d,e su restauradadignidad, porque a cosa de un mes sucumbió de unaaguda dolencia, y el 26 de agosto fué sepultado en laiglesia de San ta Catalina en Port Royal (3).

En noviembre de 1688 agricultores y comercian-tes dirigieron al rey una protesta contra el nuevo régi.men introducido por Lord Albemarle. «La antes flore-ciente isla de Jamaica se halla a punto de ser aniqui-lada del todo por las irregularidades de ciertas personasmenesterosas colocadas últimamente en el poder. Mu-chos de los vecinos más notables la eslán abando-nando, otros soportan graves multas a prisiones conpoca o ninguna causa El preboste ha sido exone-rado y reemplazado por un deudor insolvente; y a

(1) ¡bid., Nos. 758,920,927,930.1.001. l.1i7, 1.210.(2) Cal. de Papo de Bst., "er. col., 1685-88, Nos. 1.567, 1.646,

1.635. 1.656. 1.659, 1.663, 1.721. 1.838, 1.858.(3) Dlcdenario biográfico nacional.

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todos los funcionarios de mayor importancia, se les hadestituido para poner en lugar suyo personas indigen-tes; tal se ha hecho en las cortes judiciales. por dondese anula el beneficio de apelaciones y prohibiciones; alos Consejeros se les suspende sin real orden y sinoírIos; a varias personas se las ha obligado a prestarfianza de no salir de la isla, para que no soliciten re-paración; a otras se las ha hecho comparecer ante elConsejo por faltas leves e impuéstoseles innumerables(:0<;t1l5; el dinero la han subido a veinte por ciento desu valor para pruicger 'l los acreedores. Ultimamenteel adeudado preboste ha cometido ¡rau.:k: ~., filS elec-ciones, y sin vuestro real permiso se las ha continuadodesde el fallecimiento dei Duque de Albemarle (1).En realidad, el morir en sazón tan oportuna tué elmayor servicio prestado a la colonia por el Duque deAlbemarle; a Molesworth se le ordenó en el acto queregresara a Jamaica y reasumiera la autoridad; el sis-tema del Duque fué eliminado por completo y restau-rado el gobierno a las condiciones que tuvo bajo SirThomas Lynch. Destituido Elletson del Consejo y delcargo de Juez Supremo, Bernard volvió a ocupar suantiguo puesto; se destituyó a todas las demás criatu-ras de Albemarle. y los sostenedores del régimen deLynch volvieron a prevalecer en el Consejo (2). Se-mejante medida de plena justicia fué uno de los últi-mos actos de Jaime H, como Rey de Inglaterra. El 5de noviembre de 1688 desembarcó Guillermo de Oran·ge en el puerto británico de Torbay, y el 22 escapabaJaime a Francia para vivir a la sombra de Luis XIV.El nuevo monarca escribió casi en el acto a Jamaicapara confirmar la reelección de Molesworth a quien sele extendió nombramiento el 25 de julio de 1689 (3).Por desgracia de la Colonia, Molesworth falleció a lospocos días (4), sucediéndole ei Conde de lnchiquin

(1) Cal. de Papo <lé Est., ser. co!., 1.685·;)8, :-¡o. 1.'141; (-¡.también el No. 1.906.

(2) Ibid., No. 1.940.(3) Ibid., 1689-92. 1'\05.6,2<;, 292.(4) Ibtd., No. 299.

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por nombramiento expedido el 19 de setiembre (1),Aunque partidario de Albemarle, Sir Francis Watson,Presidente del Consejo de Jamaica, obedeció las ins-trucciones de 3uillermo 1lI; pero el encono de ambasfacciones era tan Ílondo que en el gobierno de la islahubo la más grande confusión hasta la llegada de In-chiquin en mayo de 1690 (2).

Colocando a Guillermo de Orange en el trono deInglaterra, la Revolución de 1688 había agregado unreino poderoso a la cO'llición que atacaría a Luis XIVen 1689 con motivo de la sucesión del Palatinado.El hecho de que Jaime II aceptara la hospitalidad delmonarca francés y se sirviese de Francia como basepara combatir a Inglaterra e Irlanda, ya constituíacausa suficiente de hostilidades contra aquel reino,descartando del todo las simpatías de Guillermo porlos protestantes del continente. La guerra estalló en1689, y en breve hubo de reflejarse sobre las colo-nias británicas y francesas de las Indias Occidentales.En la Española, De Cussy condujo contra Santiagode los Caballeros, ciudad situada isla adentro, unaexpedición de 1.000 hombres en que figuraban mu-chos filibusleros, y la expugnó y redujo a cenizas;en desquite, y apoyados por una escuadra inglesa queacababa de echar a los franceses de Saint Kilts, losespañoles se presentaron por enero de 1691 ante CapFrançois, derrotaron y mataron a De Cussy en uncombate cerca de la ciudad y quemaron y saquearonla colonia; trescientos filibusteros franceses perecieronen la batalla; la escuadra inglesa visitó a Leogane yPetit Goave en el cttl-de-sac de la Española, y luegozarpó hacia Jamaica. La marina británica hubo depasar por crueles pruebas, porque antes de desapa-recer, De Cussy había aprovechado la coyuntura paraproveer de patentes de corEO a los bucaneros (3). Por

(1) ¡bid., ~o. 493.

(2) lbid., Nos. 7, 50, 52. 54, ilS, 120, 176-1Îi\. 293, 296, 299,514, 515, 874, 880, 980, 1.041.

(3) Cal. de Papo de Est., ser. col., 16X9-92, No~. 293, 467;ibid., 1693··%, Nos. 1931. VIl, 1934 .

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octubre tocaba Laurens con 200 hombres en la Bahíade Montego en la costa septentrional, y amenazó convolver y saquear por completo la misma costa; elterror de los vecinos fué tan grande que enviaron susmujeres e hijos a Port Royal, y el Consejo armó va-rios bajeles para ir en seguimiento de los france-ses (1). Aquella novedad ponía de manifiesto el peli-gro de una invasión extranjera y les hizo comprendera los jamaiquinos el espanto que experimentaban susvecinos españoles ante los bucaneros, a quienes losisleños ingleses habían equipado siempre con tanta~u;;c;t~d. ~ ~mpilrado contra la acción de las leyes.Fiel a su palabra, Laurens volvIÓ a ja¡¡¡,,;;;:¡ e rri'1ci-pios de diciembre con varios bajeles, apresó ocho adiez balandras mercantes, desembarcó en la costaseptentrional y saqueó una hacienda (2). La guerracontra Francia se proclamó formalmente en Jamaicael 13deellerode 1690(3) .•

Dos años más tarde moría también Lo~J Inchi-quin en Jamaica, por enero de 1692, y en junio si-guiente la r/~ina nombraba teniente gobernador al co-ronel William Beeston (4). Antes de partir de Ingla-terra Inchiquin había solicitado autorización para atraere indultar piratas, a fin de fortalecer la isla durantela guerra, incorporando a sus tropas individuos quefueran buenos combatientes así en tierra como en elmar; la Comisión de comercio y colonias informó demanera favorable sobre la solicitud,:' mas. parece quenunca fué concedida la autorización (S); bien que porenero de 1692, el Presidente del Consejo de Jamaicacomenzó a otorgarles comisiones a los corsarios, tantoque a 105 pocos meses las aguas circundantes abun·daban en goletas jamaiquinas armadas (6). El 7 dejunio del mismo año la colonia estuvo .'al punto de s€"

(1) lbid., 1689-92. Nos. 515,616, 63-",769.(2) lbid., ~os. 873, 980, 1.021, l.O·H.(3) lbid., ~o. 714.

(-1) lbid .. N'os. 2.034,2.043.2.269. 2.496,2.498, 2.M., 2.613(S) lbid., 72-76, 2.0H.(6) Ibid., :-<O~. 2.034, 2.044, 2.0-17,2.052, 2.103.

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destruida por un cataclismo: en Port Royal hubo un granterremoto, que «derribó en diez minutos todos los tem-plos, moradas e ingenios de azúcar; el mar sepultó lasdos terceras partes de Port Royal, quedando demolí dostodos los fuertes y fortificaciones, y heridos tle grave·dad a ahogados gran número de los habitantes» (1).Los franceses de la Española aprovecharon el desastrepara invadir la isla, y casi todas las semanas desem-barcaban pandillas hostiles y robaban negros y otraspropiedades en la costa (2). En diciembre de 1693,una banda de 170 C~:·Ó por la noche sobre Saint Da·vids, a sólo siete millas de Port Royal, saquearon todala parroquia y cargaron con 370 esclavos (3). Enabril siguiente, Ducasse, nuevo gobernador de la Es-pañola, envió 400 bucaneros en seis bajeles medianospara que repitieran la hazaña, pero los merodeadoresse encontraron en la costa con un buque de guerrabritánico, por donde «deduciendo que sólo lograrían sa-lír con los huesos rotos y mermar su gente para cual-quiera otra empresa», regresaron a su punto de parti-da (4); sin embargo, dos meses adelante, se hizo unaincursión de mayores consecuencias: a las órdenes deDucasse salió el 8 de junio con el propósito de con·quistar a toda Jamaica, una expedición de veintidósvelas y 1.500 hombres reclutados en Francia a insti-gaciones, según dicen, de los refugiados irlandeses yjacobitas; los franceses desembarcaron en Point Mo·rant y Cow-Bay, asolando cruelmente por un mes to-da la parte sureste de la isla; costeando luego por el surhicieron un simulacro sobre Port Royal y desembar-caron en Carlisle Bayal oeste de la capital; echadas desus ~arapetos las tropas británicas, compuestas de 250hombres, los invasores se dieron otra vez a asolar y que-mar, pero viendo que no podian enfrentarse a la miliciajamaiquina, ya en número de 700, a fines de julio zar·

(1) ¡bid., 227b, 2.398, 2Aló, 2.500.(2) ¡bid.,lW3-96, Nos. 634, 635, 1.009, 1.256.(3) Cal. de Pal'. de 1<:st., ser. col .. 1693-96, Nos.778, 876;

Archivos cololliales, 0orrespoudencia Reueral de Sauto Domingo,) ¡L--Carta de Dllcasse, marzo 30, 1694.

(4) Cal. de l'al'. de Est., ser. col. 1693-%,Nos. 1.109, 1.362.

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paran Con su botín hacia la Española (1). ComoJamaica se veía despoblada por el terremoto ylas enfermedades, el teniente gobernador Beestonabandonó prudentemente los fuertes orientales dela isla para concentrar toda su resistencia en PortRoyal (2). No cabe duda de que este recurso salvóa la isla de ser capturada, porque Ducasse temió atacarlas fuerzas jamaiquinas reunidas al abrigo de poderososatrincheramientos; pero, con todo, grande fué el dañohecho a 1<:1 colonia por los invasores, quienes arrasaroncincuenta ingenios de azúcar, y muchas haciendas,quemaron y pillaron cerca de 200 casas y dieronrfiuêite Ci Cuciiïtù se." y·¡V·¡(;íl~C ~û.'lé :¡: ~~z r:;.~ncs~ ade-más se llevaron 1.300 negros y otros despojos. Losjamaiquinos tuvieron cosa de 100 bajas entre muertosy heridos en los combates, mas parece que las bajas delos franceses fueron siete veces mayores. Una vez en laEspañola, Ducasse reservó todos los negros para sí, demanera que exasperados por semejante distribución delbotín, muchos de los bucaneros que habían participadoen ]a expedición desertaron de las filas del gobernadory se dieron por propia cuenta al filibusterismo (3).

El coronel Beeston, ya convertido en Sir William,había fundado sus esperanzas, desde que llegó a Ja-maica con el carácter de teniente gobernador, en unaalianza con los españoles para emprender una expedi-ción contra los franceses a Petit Goave, pero la inerciade aquellos y la pérdida de gente y dinero causada porel terremoto habían estorbado la realización de susplanes (4). Mas a principios de 1695 salió de Ingla-terra para las Indias Occidentales, un ejército de 1.700hombres en una escuadra de 23 navíos, a las órdenes

(1) Ebid., Nos. 1.074, 1.01;3,1.106,1.109,1.114,1.121,1.131,1.194, 1.236; Charl~voix, lib. X, pág. 256 Y sg-les.; Mss. de Stowe,305, f. 205 b.; DucEré: Los Corsario. b"jo el antiguo régimen,pág. 142.

(2) r,os diversos cómputos de esta Epoca fijaban entre 2.000 y2.400el n1ímero de blancos en la isla. (Cal. de Pap de Est., ser.coL, 1693-96, Nos. 1.109 y 1.258).

(3) Cal. de Papo de Es!., ser. col., 1693-96, No. 1.576(-l) ¡bid., Nos. 2W, 876, 1.004.

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del comodoro Wilmot, que uniéndose Con 1.500 es-pañoles de Santo Domingo, y la flota de Barloventocompuesta de tres velas, capturó y saqueó a CapFranç;ois y Port de Paix en el extremo francés dela isla.

Los aliados tuvieron el propósito de seguir al cu/-d,-sac para destruir a Petit Goave y Leogane, perohabían perdido mucha gente por enfermedades y malaorganización, y los españoles, satisfechos con el botínya cogido, porfiaban por regresar. Así, la escuadrabritánica tomó la derrota de Port Royal. (1) Aquellashostilidades debilitaron tanto a los franceses en laEspañola c'omo a los ingleses en Jamaica que loscombatientes se dieron por algún tiempo al reposo pararecuperar las energías.

La última expedición en grande efectuada duranteesta guerra en las Indias Occidentales constituye epílo-go adecuado a la historia de los bucaneros. El 26 desetiembre de 1696 recibió Ducasse una carta en quePortchartrain Ministro de Marina francés, le participabaque el Rey había aprobado el proyecto de una poderoséLescuadra que el señor de Pointis estaba preparando, conauxilio de capitalistas, para una empresa en el golfo deMéxico. (2) Aunque seis años antes, Ducasse habíaescrito a la metrópoli recomendando con instancia lapropia empresa contra Veracruz o Cartagena, en estacoyuntura se opuso enérgicamente a ella, persuadiendomás bien las ventajas que podrían obtenerse con lacaptura de la Española castellana, conquista que daríaa Francia la llave de las Indias Occidentales; masPontchartrain le ordenó por otra carta en enero de1697 que ayudase a de Pointis reuniendo a todos losfjlibusteros y reteniéndolos en la colonia hasta el 15

(I) Cal. de Papo de Est., ser. col., 1693-96; Nos. 1946, 1973,1974, 1980, 1983, 2022. Conform" a Charlevoix, influyó por muchola tardanza y cobardía de Laurel" de Graff, comandante de Cap-Français, quien temía caer en manos de sus antiguos adver~ariosingleses y españoles. Ya idos los aliado- se privó a Laurens de BU

cargo y se Je hizo capitán de una corbeta ligera. (Charlevoix, lib.X, plig•. 226 y ~gte•. )

(2) Du~ré, op. cit., plig. 1>14.

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de febrero. Fué tarea difícii mantener a los bucane-ros en sosiego durante dos meses y prohibir todacorrería, principalmente porque zarpando de Brest aprincipios de enero, de Pointis no Ileg6 a Petit Goavesino alrededor del primero de marzo (1). Los buca-neros murmuraban y amenazaban con desbandarsesiendo menester todo el ascendiente personal de Du-casse para mantener/os reunidos. Aunque hombre deexperiencia y recursos, capaz de organizar unaamplia empresa. sin escatimar cosa alguna paraasegurarse el buen éxito, de Pointis adolecía dedos ~defectos muy comunes: la vanidady la codicia.Con frecuencia el orgullo de sus propios méritos lecegaba con respecto al mérito de los otros, y conside-raciones egoístas oscurecían el brillo de sus acciones;abrigaba celos insensatos por Ducasse, a quien tratóde humillar siempre durante toda la expedici6n. Noaviniéndose a conciliar el espíritu revoltoso de los bu-caneros, les dijo a secas que los lievaría no como par-tícipes en la empresa, sino como jefe superior y quedebían someterse a las mismas reglas que los hom-bres a bordo de los navíos del rey. Los filibusterosse rebelaron ante la altanería de su comandante y sólola influencia de Ducasse pudo traerlos a la obedien-cia (2). El 18 de marzo se reunieron todas los buquesen Cabo Tibur6n, lugar designado para ello, y el 13del mes siguiente anclaban dos leguas al este deCartagena (3). A las órdenes de de Pointis había4.000 hombres, la mitad marinos y el resto soldados,los refuerzos recibidos de l)ucasse alcazaban a LIDO, in-clusos 650 bucaneros. mandados por el mismo Ducasse.Poseía nueve fragatas, además de siete navíos perte-necientes a los bucaneros, y gran número de barcosmenores (4). La presencia de tan formidable arma-da en las Indias Occidentales produjo grandísimo so-bresalto así en Inglaterra como en Jamaica; en la

(1) ~arraci6n de de Pointis.(2) ¡bid; Cal. de Papo de Est. ser. col., 16%-97, N'? 824.(3) Narración de de Pointis; -:al. de Papo de Est., ser. col.,

1696-79, N9 868.(4) ~ arración de de Poin tis.

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colonia se proclam6 la ley marcial y se tomaron todaslas medidas del caso para poner a Port Royal en es-tado de defensa (1). A la primer noticia sobre laflota de Pointis, el gobernador Beeston previno a losgobernadores de Portobelo y Habana, contra quienessospechaba que se dirigfa la expedición (2). Inglate-rra envió un escuadrón de trece navíos al mando delAlmirante Nevi\l para proteger las islas británIcas y laflota española de caudales, porque tanto los galeonescomo la Flota se hallaban por entonces en las Indias.Nevill tocó en Barbada el 17 de abril (3) y luego si-guió por entre las Islas de Sotavento hacia la ë.spaño-la en busca de de Pointis, pero el francés lo había elu-dido y estaba ya frente a Cartagena.

Situada al extremo oriental de una amplia y doblelaguna, Cartagena era acaso la más poderosa fortalezade las Indias, y los españoles opusieron enérgica resis-tencia dentro de sus muros (4), pero tras quince díasde combate y bombardeo, las obras avanzadas fueronexpugnadas el último de abril mediante un heroicoasalto, y el 6 de mayo salía con honores de guerra laescasa guarnición española, seguida por el Cabildo ymuchos vecinos, que por todo alcanzaban a unas2.800 personas. Bien que los españoles hubieranrecibido advertencia sobre la invasi6n de los franceses,antes de cuya llegada enviaron las mujeres y partede sus riquezas a Mompox, en el interior, en manos

(1) Cal. de Papo de Est., ser. col.. 16%-97, Nos. 373,--376,413,661, 769.

(2) Iblds, Nos. il:;,861\.(3) Ibid., Nos. 37:;, 453.(4) La boea del puerto, llamada Ilocachica, la defendía un

fuerte con cuatro bastiones y 33 cañones, mas estos se hallabanmal montados sobre <lébile, cureñas de cedro y sólo servidos por15 hombres. Puerto adentro había otro fuerte llamado Santa Cruz,bien dispuesto con cuatro bastiones y un foso, pero solo provi~to deunos cuantos cañones y des~uarnecido. Otros dos fuert ••s forma-ban parte de las obras avanzada, de la dudad, pero ••in Ruarnici6nni artillería, A la propia ciudad la ro<leaban s6lidas murallas <lepiedra, con 12bastiones y 4Hpíezas de hronce, manejadas por Una

com¡;a'iía de 40 artilleros. Tal el pie de guerra en que lo.' españolesmantenían la "Llave de las Indías." (Duro, op., cit., V. pág.I28Î).

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del enemigo cayeron grandes caudales. cuyo cómputovaría entre seis millones de coronas y veinte millonesde esterlinas. Los bucaneros armaron pronta disputaa de Pointis. para que todo el botín fuese dividido porpartes iguales. como se había acostumbrado siempreentre ellos. contando con que en virtud de este arreglo.según dice de Pointis en su naaación, les correspon-diera más a menos la cuarta parte de todo el botín;pero el jefe de la expedición sostuvo la orden publicadaal salir de Petit Goave y conforme a la cual los buca-neros estarían sujet0s en la distribución del despojoa la misma regla que los marineros de la escuadra. al'liber, que recibirían un décimo ,;pl p~!::1e: "i¡::0il yun trigésimo del resto; además. temeroso de que losbucaneros procedieran por propia cuenta, jas habíaexcluido de la ciudad mientras sus oficiales recogían elproducto del saqueo y la conducían a los buques.Ante las reiteradas instancias de Ducasse, de Pointisdeclaró al cabo que la parte adjudicada a los auxiliaresde la Española era de 40.000 coronas, por dondeencontrándose tan miserablemente defraudados, losbucaneros se declararon en abierta rebelión. mas lossosegaron la influencia de su jefe y la presencia delas fragatas del rey. A esta misma sazón. viendo dePointis que las enfermedades diezmaban su propiagente trasladó a bordo todos los cañones capturados yse apresuró a darse a la vela. rumbo a Francia. AlSur de Jamaica encontróse con el escuadrón del Almi-rante Nevill. al cual se habian unido ya unos ochobuques de guerra holandeses, pero de Pointis, aun-que inferior en número, dejó a zaga los navíos brita-nicos, con la sola pérdida de uno a dos bajelesmenores. Pasado el Cabo de San Antonio rodeóluego por el norte de Cuba. pasó el Canal de Bahamasy puso proa a Terranova, donde hizo abasto de leña yagua y tras una escaramuza con un reducido escua-drón británico, a las órdenes del Comodoro Norris.surgía en el puerto de Brest el 19 de agosto de1697 (1).

(1) Narraci6n de <te Pointis. C. F. tambi~n Charlevoix, op.cit., lib. XI. que contiene el m.,jor relato de loda la expedición.

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Aun antes de que de Pointis se diese a \a vela paraFrancia, los bucaneros habían tomado ya la derrotade Cartagena, a fin de indemnizarse con un nuevosaqueo de la ciudad, sin que pudieran impedirlo nide Pointis por hallarse muy enfermo, ni sus oficiales,porque no estaban en condiciones de oponerse al de-signio de los piratas. Ya en viaje la flota, los fili-busteros entraron otra vez en Cartagena y la pillaronpor cuatro días, sacando de los infelices vecinos y delas iglesias y monasterios, varios millones más en oroy plata. Rumbo a la isla de la Vaca, habían recorri-do apenas treinta leguas, cuando dieron con la mismaflota aliada que persiguiera a de de Pointis, sazón enque de los nueve bajeles bucaneros que iban allí, losdos que conducían la mayor parte del botín fueroncapturados, otros dos embarrancados y el resto logróescapar a la Española. Ducasse, que había regresadoa Petit Goave al saiir de Pointis para Francia, envióa uno de sus tenientes con el objeto de presentar susquejas ante la Corte de Versalles por el maltrato reci-bido del jefe de la expedición, y de pedir su propioretiro, mas el Rey la apaciguó. haciéndolo Caballerode San Luis y adjudicándoles 1.400.000 a los colonosfranceses que ayudaron a la empresa, bien que eldinero tardó en llegar a manos de los beneficiarios y sedeshizo en gran parte por malversación de las personasencargadas de distribuirlo (1).

Cabe decir que la historia de los bucaneros termi-na con la captura de Cartagena en 1697. Durantelos veinte años precedentes habían ido degenerandodía por día en simples piratas, a abandonando suexistencia licenciosa por ocupaciones más dignas. Acontar de 1671 se propuso el gobierno británico supri-

(1) Charlevoix, op. cit., lib. XI, pág. 3~2.-Etl uno de losarticulos de la capitulación que el gobernador de Cartagtna obtu-vo de de Pointis. (,ste prometIó no tocar la plata labrada, alhajas Votros tesoros de iRlesias y conventos, condición que ne cumplieronlos francese,; mas al regreso de la expeùición a Francia, Lui, XIVordenó tl seCllestro de la plata labrada <lelos templos, y conclnidala paz de Ryswick la enviaron a Santo Domingo para ser "Iltre¡¡-adaal gobernador y clero españoles dt la bla. (Duro, op. cit., \'. págs291, 2%-97.)

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mir a los filibusteros, y con pocas excepciones los go-bernadores enviados a Jamaica hicieron la posible pormantener y cumplir la voluntad de los Consejos de laMetrópoli. Diez a más años hubieron de transcurrirantes que la Corte francesa considerase la situación ala misma luz, y aun entonces las exigencias de la ~ue-rra y defens~ de 111 parte frar.cesa de la Españolaimpidieron que los gobernadores asumiesen medidaalguna de carácter efectivo, encaminada a la supresión.En realidad el problema no había sido fácil de resolver:los bucaneros, cualquiera que fuese su origen, eranhombres intrépidos. no desprovistos de cierto senti·miento del honor, dentro de su cofraàía, y ¡,,::che.;; ú un:'.vida de constantes peligros que ellos afrontaban y do-minaban con sorprendente audacia. Proyectada unaexpedición contra sus enemigos tradicionales, losespañoles, calculaban las probabilidades de beneficio,y sin parar mucho en los riesgos por correr, ni aunen el pabellón bajo el cual se daban a la vela,ingleses, franceses y holandeses fraternizaban a lasórdenes de un cabecilla cuyo brío reconocían y a quienobedecían de manera servil. Florecieron en unaépoca en que no se veían amenazados por ubicuoscruceros de cañones rayados, y en tanto que limitaronsu acción a los navíos y colonias de la CatólicaMajestad, confiaban en la inmunidad consiguiente alas inveteradas hostilidades que existían por entoncesentre ingleses y españoles. Y para los españoles fuéde terribles consecuencias la historia de los bucaneros,

No más que de 1655 a 1671 los corsarios habíansaqueado dieciocho ciudades, cuatro poblaciones y másde treinta y cinco aldeas: una vez Cumaná, dos Cuma-nagoto, dos Maracaibo y Gilbraltar, cinco Río deHacha, tres Santa Marta, ocho Tolú, una Portobelo, dosChagres, una Panamá, dos Santa Catalina, tres Cam-peche, una Santiago de Cuba, e innúmeras ocasionesotras poblaciones y aldeas de Cuba y la Españolatreinta leguas la tierra adentro, espantosa 'leyenda delatrocinio y violencias que no comprende las diversasexpediciones hechas después de 1670 contra Portobe-lo, Campeche, Cartagena y otros puertos españoles,

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El Marqués de Barinas estimaba en 1685 que laspérdidas de los españoles ocasionadas por los fili-busteros desde el advenimiento de Carlos JI, ascendíana 60 millones de coronas, c6mputo que s610 abarcabala destrucci6n de pueblos y ciudades, sin la pérdidade más de 250 buques mercantes y fragatas (1).Por terribles que hubieran sido los estragos y mortifi-caciones padecidos por los españoles, las ventajas quederivaban de ello los invasores, o las colonias quelos acogían y protegían, eran ruin compensación pa-ra los esfuerzos que costaban aquéllas. El filibuste-rismo había despoblado a Jamaica de sus mejoreshabitantes, menguado el nivel moral de la isla y retar-dado el desarrollo de sus recursos naturales. Se cal-culaba que de 1668 a 1671 había perdido la isla en lasempresds contra Tobago, Curazao, Portobelo, Granaday Panamá, alrededor de 2.600 hombres (2), númeroextraordinario para UII:1 colonia nueva y muy débil ro-deada de poderosos enemigos. El mismo escritor dicemás adelante: "La gente no se casa, ni edifica, ni seradica, como lo hubieran hecho en época de paz, unospor miedo de ser arruinados, otros porque gustanmucho de las aventuras filibusteras y se han ido.La guerra arrastra con todos los vecinos, obreros ycultivadores de frutos alimenticios, lo que hace escaseary encarecer las vituallas; el filibusterismo fomenta todogénero de trastornos y licencias, y si alcanza éxito,sólo enriquece a la peor ralea de gente e instiga yalarma a los españoles. (3)".

Por otra parte, los bucaneros perjudicaban enrealidad al comercio inglés tanto como a la navega-ci6n española; y si en la segunda mitad del sigloXVII, los ingleses hubieran dado a los españoles tanpocos motivos de resentimíento en las Indías Occidenta-

(1) Duro, op. cil., v. pág. 6'!7.(2) Cal. de Papo M f.st., ser., cnl., 16é9-74. No. 697.(3) lbid.;rj. también Cal. de Papo de Est., ser. col, 1669-74,

N (). 138: "El número de tabernas ha duplicado ahora, de maneraque hay •.n la plaza nn exp •.ndio de licores fnertes por cada diezvecinos. Existen más de 100 (aaas cou patent •. además de alambi-ques que vellden lIin eUa",

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les, como los holandeses, acaso habrían sido en vezde estos últimos los escoltadores y accionistas de la;opulentas flotas. Más aún. si no en la Corte de Ma-drid, al menos en las colonias, los españoles se habríanprestado de buena gana al tráíico, aunque ilícito, con lasislas británicas, caso de tener por segura la amistadde sus vecinos ingleses, siendo de advertir que la di-plomacia británica tuvo el constante propósito deestimular y mantener aquel tráfico; pero cuando seacumulaba tropelía sobre tropelía y a pesar de sus pro-testas de inocencia, los gobernadores ingleses parecían::0 l-¡",."r mucho ¡Jor impedirlas, los españoles llega-ron a la deducción naturai de que eí yuu;ë¡¡¡v ~r;~bi~0era el mayor embustero y el peor de los amigos.Desde otro punto de vista la actividad de los bucaneroscontrastaba también de modo directo con los in-tereses mercantiles de la Gran Bretaña, dado que detodas las naciones de Europa eran los españoleslos que menos sacaban provecho de sus posesionesamericanas. Ingleses, franceses y holandeses condu-cían sus mercaderías a Cádiz y fletaban las flotashispano-americanas y al regreso de estas flotas gran-jeaban la mayor parte del oro, plat'a y piedras preciosasque constituían el cargamento, por donde, cuando losbucaneros interceptaban un galeón hispánico a des·truían las ciudades espaflolas del continente, no pade-cían tanto los españoles como los comerciantesextranjeros interesados en el comercio entre España ysus colonias. Si la política de los gobiernos británicoy francés respecto de los bucaneros pasó grado a gradode la connivencia a el estímulo a la hostilidad y lasupresión, fué porque se dieron cuenta de que eramás fácil y provechoso absorber el tráfico y riquezasde Hispanoamérica, mediante los pacificas medios detralados y concesiones que empeñándose en imponerel comercio por el anticuado medio iniciado por Drakey sus contemporáneos isabelinos.

En primer término, los piratas que sucedieron a losbucaneros se distinguían de sus predecesores porquerobaban sin reparo el comercio de todos los pabellones,y asímismo se veían proscritos y perseguidos por todas

17

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las naciones; además, ensancharon mucho su campode operaciones. No satisfechos ya con las IndiasOccidentales y las márgenes del Caribe, tendieron ve·las por el este hacia la costa de Guinea y rodeandoel Africa, hacia el Oceano Indico. Infestaban lasplayas de Madagascar, el Mar Rojo y el Golfo Pérsicoy aun se aventuraban hasta la Costa de Malabar, inter-ceptando el rico tráfico de Oriente, los grandes navíosde Bengala y las Islas de Jas Especias. Y noeran los únicos que afluían a estos parajes los piratasde toda nacionalidad procedentes de América y delas Indias Occidentales, sino que mareantes de la.misma Inglaterra imitaban su ejemplo, deslumbradospor el relato de los pingües despojos obtenidos. Unode los ejemplos más notables, lo ofrece el capitánHenry Avery, alias Bridgman, que por mayo de 1694se hallaba cerca de la Coruña a bordo del mercanteinglés "Carlos Il". Indujo a la tripulación a sublevar-se, puso en tierra al capitán, cambió el nombre delbarco por el de "Fancy" y largó velas hacia las IndiasOrientales. Entre otras presas capturó en setiembrede 1695 un navío de alto bordo llamado el "Gunsway",perteneciente al Gran Mogol, hazaña que provocó re-presalias y el secuestro de las factorías británicas enla India. A solicitud de la Compañía de la IndiaOriental los Jueces Supremos de Inglaterra lanzaronproclamas en 17 de julio y 10 Y 21 de agosto de1696 para declarar piratas a Avery y a sus secuaces yofrecer lin premio por la captura de ellos (1). Porotoño del mismo año se detuvo a cinco àe los tripulan-tes que regresaron a Inglaterra, se les procesó en OldBailey y se les ahorcó, siendo arrestados más tarde va·rios de sus camaradas (2).

Estos nuevos piratas encontraban todavia apoyoy amparo en Norte América. Desde tiempo atrásgozaba la Carolina de muy merecida mala reputa-ción como criadero de piratería. Los propietarios

(l) Crowford: BIblioteca I.indesialla. 1ndíce de proclamas.(2) lhrth: Cantos y balada •• marinas, págs. L.-l,l\., c. l. tam-

biEn Archivos Coloniales, cOIH:spolJdencía general de Santo Do-mingo, vol. 1n.-IX: Ibid., Martíllica, vol. VIII. -XIX.

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de la colonia habían removido gobernador tras gober.nadar porque daban abrigo a fiIi busteros, mas conpoco resultado. En las Bahamas, pertenecientes a losmismos propietarios, ei mé.! era aun más flagrante: elgobernador Markham, de la colonia cuáquera dePensilvanía, les permitía a los piratas vender sus efec-tos y reparar sus buques a orillas del Delaware, entanto que el propietario William Penn. se mostrabapoco dispuesto a reprenderlo a substituirlo. El gober-nador de New York. Fletcher. se hallaba en abiertaalianza con los ladrones de mar, admitía sus presentesy les p,=r"1ití;:¡ recorrer las calies a plena luz meridiana.Los mercaderes de Nueva York, la mismo que los deRhode ¡sian y Massachusetts a quien les prohibían laSLeyes de Navegación ejercer comercio lícito con otrospaíses, celebraban el arribo de los navíos piraticoscargados de mercaderías de Oriente. les compraban suscargamentos y los estimulaban a repetir sus viajes.

En 1669 sancionó e! Parlamento un Acta portal modo severa que hubo de ahuyentar de aguasamericanas a muchos de los piratas. Era con muchouna resurrección del Acta expedida por Enrique VIIIel año 28 de su reinado; rigió durante siete años y fuédos veces renovada. Con todo. a muchos individuosde inclinaciones piráticas la guerra de la sucesión es-pañola les ofreció coyuntura para darse al corso,provistos de patentes lícitas contra españoles y france-ses. En esta prolongada guerra los fj!ibusteros france-ses se mostraron particularmente activos y numerosos.En 1706 y en la sola Martinica establecieron sus reales1200 Ó 1300 (1) Y mientras abastecían a las islasfrancesas de vituallas y mercancías cogidas en suspresas, relajaban el tráfico británico en aq ueJlasregiones, sobre todo el comercio con las coloniasnorteamericanas. A veces amagaban las costas deVirginia y Nueva Inglaterra. y algunos extendían suscruceros índico-occidentales en merodeas por lascostas de Guinea y el Mal Rojo. Sin embargc, no todos

(1) Archivos coloniale" correspondencia g-eneral de !\latli-llica, vol. XVI.

estos corsarios habían obtenido patente, porque algunosde ellos apresaban navíos franceses c()n tan mí11ima es-crúpulo como si se tratara de barcos ingleses uholandeses. Por modo especial, después del Tratado deUtrecht sobrevino una recrudesce¡:¡cta ~e la pirateríl,tanto en las Indias Occidentales como en las Orientales,y hubieron cie transcurrir diez o más años para que losfilibusteros fuesen por fin eliminados.

APENDICE 1

Una relación de los bucaneros británicos, perte-necientes a Jamaica y Tortuga en 1663, la cual seencuentra entre los Manuscritos de Rawlinson, asien·ta que eran quince los navíos filibusteros, y mil lossujetos comprendidos en la carrera. He aquí lalista:

CAPITANES INGLESES

Capitanes

cnir Thomas Whetstone

CapitAn Smart. .Capitán Guy .Capitán James .Capitân Cooper. .CapitAn Morris .Capitán Breningham: ..CapitAn Mans6eld .Capitá.n Goodly .Capitá.n Rlewfield, pero

teneciente a Cabo deGracia de Dios, y es·tablecido entre indios.

Capitán Herdue .

NavÚJs

Una presa española.Griffo", fragata .James, fragata .American, fragata .Su fragata : .Bergantín .8u fragata .Bergantin .Pingüe .

Barca .Fragata .

Hombrl!.l Cañones

60 7100 1490 1470 680 1060 770 6~ 460 6

50 3<40 4

Existían otros l'uatro, pertenecientes a Jamaica, de los cualesno pudo haberse núticia. I.a. tripulaciones constaban' de ingle-~es, franceses y holandese~ elltremezc1ados.

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APENDICE II

Lista de los filíbusteros y de sus respectivos ba-jeles en las costas de la parte francesa de SantoDomingo el a ño de 1684:

Flombrf>S (. a;u})usCaPitán

Le Sieur Grammont. ...

• Capitán Laurens deGraff .

, Ca1>it~n Michel .Janquais .le Sa!.'"••

Dedran .• Sieur du Mesnil. ., Capittin Jocard .

Brea .La presa de] capitán Lau·

rens ............•....te Sieur de Bernanos ..

• Capitán Cachemarêe.B]ot .

Vigeron ....•Petit .La¡{arde .Verpre .

Le Hardy ......•....

• Neptune .La Mutine .

• Dauphin ••.......:.c Ti~Te H ••••

• ChaRseur ....•...1.a TrompeuRe .L'Hirondelle " .La Fortune ........•

r.a Schitie .Le Sto Joseph .La Quagone .

• Lonse (barque).I.e Rnzê (bateau) .La Subtille .Le Postillon ,

300

210200

ISO130

120

100120

100

806070YO

3040

.1025

52

54

44Vl

3020]4Iii

14

]886

844

2

2

(Paris, .\rchivos Coloniales, Correspondenda general de SanteDomingo,. vol. 6.-Memoria sobre la .-ituaeiún de Santo Domingodirigida a lit. de Sesgnelay por M. de Cussy).

FUENTES Y B1BLlOGRAFIA

FUENTES MANL'SCRIT AS QUE EXISTEN EN INCtA TERRA

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las llamadas, así: Papo de Est., Espaïial.British Musi!um:

Additional MSS. Vols. 1l.26X, 11.410-11; 12.410; ]2.423; 12.42'l.12.429-30; 13.%4; 13.975; 13.97;; 13.992; 18'273; 22.6í6; 36.31l-.~~

- 262

EggeTton MSS. Vol. 2395.Sloane MSS. Vols. 792 or 89; 2724; 2752; 4320.Stowe MSS. Vols. 305 f; lO5 b.

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Una de Jas primeras y más importantes entre hsfuentes impresas es la bien conocida historia de losbucaneros escrita por Alexander Olivier Exquemelin,apellido trocado por los ingleses en Esquemeling. ypor los franceses en Oexmelin. Escasa noticia se tie-ne acerca de la persona del autor, el cual. aunque aveces considerado como oriundo de Francia. fué pro-bablemente flamenco a neerlandés. porque la primeraedición de sus obras estaba escrita en holandés. Llegóa Tortuga en 1666. en calidad de mgagi de la Com-pañía Francesa de las Jndias Occidentales, y servidoque hubo por tres años bajo un cruel capataz fué re-dimido por el gobernador, M. d'Ogeron; incorporóseluego a los filibusteros, con quienes permaneció hasta1674, asistiendo a la mayor parte de sus hazañas.Parece que ejercía entre ellos el oficio de cirujano bar-bero. Al volver a Europa en 1674. publicó un relatode las proezas en que tomara parte o de que a la me-nos poseía noticia directa (1). Su historia consti:uye

(1) BiGgrafías de gxquemelin he encuentran en la "Biogra-phie lTniverselle. de :\Iíchaud, vol. XXXI. pág. 201, y ell la .1\'ou-velle Biographie Gl'nl'rale. de Hoefer, vol. XXXVrll, pág. 544;pero ambas dejan que desear y revelan lamentable ignorancia dela biblioglafia de su historia de los hucaneros. Según el prefaciode una edición francesa de la obra, publicada en Lyon el! 1774 ycitado en la .Nouvelle Biographie •. Rxquelllelill naci(¡ hacia 164,';y murió despul's de 1707.

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la crónica más antigua y esmerada que existe sobre lascostumbres y hechos extraordinarios de estos filibuste-ros que en el siglo XVII desempfbñaron tan amplío pa-pel en los anales de las Indias Occid~ntales, y formala base de todas las narraciones modernas- relativas aMorgan y otros capitan·es bucaneros. Aunque confun-de lastimosamente las fechas, puede juzgarse a Exque-melin como un testigo de toda probidad. tanto que susnarraciones sobre asuntos de que tuvo noticia por símismo, se hallan bien corroboradas e:1 las relacionesoficiales.

La primera edici~n del libro, muy escasa ahora,!leva por titulo:De Al11ericaensche Zee-Roover". Behelsende eene perti:tente en

waeracbtige lleschrijvin van alle de voornaeMste Roveryen enonmeoschliycke wreend heden die Englese en France Roverstegens de Spanjaerden in AmerK:a gepleeght hebben; Verd~ltin drie deelell .... Beschreven door A. O. Exquemelill .... t'Amsterdam, by Jan ten Hoor, anno 167H,in 4g (1)

Esta obra fué reimpresa var~as veces (2) y deella se hicieron numerosas versiones, una tras otra.Lo que parece constituir una traducción alemana deExquemelin, vi6 la luz en 1679 con el título:.~mericanische Seeyauber; Beschreibung der gri)ssesten durch die

Franziisischend I:>nglische Meer-Heuter wider die Spanier inAmerika verühten R¡¡nbery Gr¡¡usamheit .... Durch A. o. Niir-berg. 1679, [2'! (3)

(1) Museo RritánicQ, 1.061, (,:/. 2U(1). Sin duda es UII lapsusla fecha de 1674atribuida a la primer edición holandesa, citada porDampierre en "Essai sur le, SOllrccs de l'histoire des Antilles Fran-<;aises., pág. 151.

Tanta Dampierre (op. ri/., pá~. 1.'i2), c,mo Sabin (Dicr. ofBooks relating to America, YI, pág .. ,111), dan por primera relacións¡¡elta sobre los bucaneros, a .Zee-Roover. de t;laes G. Campaens,Am~t~rdan, 16-'9, diminuto volumen que sIn embargo no trata delos bucaneros de las In<li••, Occidentales, sino del corso en las cos_tasde Europa y Africa.

(2) .Hlstorie der Boecauier" of Vryl>uyters van America ....:\tet Figuuren, 3 Deel. d' Amsterdan, 1.700., W Mu.eo Británico,9.555, c. 19.

(3) Sabin, op. cil., VI,31H.

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Siguió a esta dos añ<:,s más tarde la edición es·pañola, también sacada del original holandés:Piratas de la América y luz a la defensa de las costas de Indias

Occidentales. Dediclldo a Don Bernardino Anto ••io de Pardi-ñas Villar de Francos .... por el celo y cuidado de Don AntonioFreyr ••... Traducido de la leugua flameuca en español por elDar. de Buena-Maison ... Colonia Agrippina, ••n casa de Loren-zo Struickman. Año cie lóRl. 129 (1)

Esta traduccicSn española, que parece fiel trasladodel texto holandés, rué reimpresa en 1682 y 1684 (2)con diferente dedicatoria, y de nuevo en Madrid el añode 1793, versión en que se fundaba la primera ediciónmgles;!, (;'1Y" títllln "".

Hucaniers of Amenca; or a true account of the ... assaults commit-ted .... upon the c038ts of the \Vest IlIdies, by the Bucaniers ofJamaica and Tortuga .... expecially the .... exploits of Sir Hen-ry Morgan .... \Vritten originally in Dutch by J. EsqueIll ••ling.... now, rendered ¡nto Engli"h. \V. (rooke, Londres 1684.49 (3)

La primera edición inglesa de Exquemelin tuvoacogida tan favorable que a los tres meses se publica-ba la segunda, agregándole la relación de un viajepor el capitán Cook y un breve capítulo sobre Jashazañas de Bartolomé Sharp en el Océano Pacífico (4).Además, el mismo año se dió a la estampa una ver-sión inglesa del todo diferente, con el propósito devindicar el carácter de Morgan de los cargos de bruta-lidad y codicia, formulados en la primera traducción yen el original holandés (5). Su título era:

(1) :\Iu"eo Británico, G. 7.179.-Fué omitida la de"cripciónanexa del gobierno español en América y se agregaron algunosversos castellanos en uno a dos lugares; por la demás, la versiónparece fidedigna. Los retrlltos y el mapa del Istmo de Panamáson los mismos de la edición holandesa, pero diferentes y mejo-res las otras láminas. En la Biblioteca Nacional de París hay otraedición española de 1681,en cuarto.

(2) Museo Hritánico, 1.191\,a 12 (o) 1.197, h.2.(3) Mnseo Británico, G.7.199.(41 Museo Hritánico, 1.197, h. 1. El Di'uio de Basil Ringrose

viú la lnz pública a guisa de segundo velnmen en 1685.(5) Cf, el prefacio, y también el prefado de "Los Viajes

Aventuras del capitán Bartolomé Shurp., etc., publicado en 1684.

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The History of the Bucaniers; heillg ~n impartial relation of aIlthe battles, sieges, and other most eminent assaults committedfor several years upon the coasts of the West Indies by thepirates of Jamaica and Tortuga. More especiaIly the impara-I1eled achievements of Sir Heury Morgan .... very mnchcorrected from the errOrs of the original, by the relations ofsorne English gentlemen, that then resided in those parts.Den Engelseman Ú een DUY7'if "lIonr een M, nscll. London,printed by Thomas Malthus at the Sun in the Poultry.1684. (1)

La primera edición de 1684 fué reimpresa connuevo título en 1695, y asimismo en 1699. La últi·ma comprendía, además del texto de Exquemelin, losdiarios de Basil Ringrose y Raveneau de Lussan, loscuales relataban viajes a los Mares del Sur, y el viajede Sieur de Montauban a Guinea en 1695 (2). Estafué la primera de las historias de los bucaneros, con·tentivas de varias partes, y se convirtió en modelo parala edición holandesa de 1700, y las francesas publica-das en Trevoux en 1744 Y 1775.

La primera versión francesa de Exquemelín sepublicó dos años después de la inglesa de 1684, con eltítulo:Histoire des Aventuriers qui se sont signalez dans ¡es Indes con-

tenant ce qu'ils ont fait d~ plus remarquable despuis vingtannêes. Avec la vie, les Moeurs, les l~outumes des Hahitantsde Saint Oomingue et de la Tortue et une description exactede ces lieux .... Le tont en richi des Cartes Geographiques et deFigures en Tailledouce. Par Alexandre Olivier Oexmelin.A Paris, chez Jacques Le :Febre. MnCLXXXV 1. 2 vIs. 129 (3)

Esta edición pudo haberse fundado en el originalholandés, aunque la sola indicación que poseemos deello consiste en la circunstancia de que al final de la

La divertida respuesta del editor primitivo /iRura en el prefacio dela edición del Diario de Ringrose, 16&".

(l) Museo Británico, G, B.674.(2) Museo Hritánko, 10.470. c. S.-En Inglaterra se hicieron

otras reimpresiones en 1704, 1741, 1759, 1771, 1774, 1800, 1810 Y1893. Hubo tambiên dos ediciones dnblinesas en 1741 y 1821, Ydos de Glasgow, en 1762 y 1773. En 10R Estados Lnidos se han pu-blicado cinco edicioueR. tres en Nueva York, 1826, 1~36 Y 1840. YGlosen Bo.ton, 1&53Y 1856.

. (3) Museo Británico, 9.555, aa. 4.

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obra se incluye una descripción de: gobierno y rentasde las Indias españolas, descripción que no figura enninguna de las primeras l:diciones de Exquemelin, fue-ra del original holandés de 1678. Aunque siguiendoel bosquejo de la narración de Exquemelin, el textofrancés está sin embargo, muy alterado y ampliado. Lahistoria de Tortuga y de la parte francesa de la Espa-ñola se traza con pormenores de otra fuente, la mismoque las descripciones de los hábitos y costumbres delos cazadores de ganado y de los filibusteros. Se in-sertan relaciones acerca de otros dos bucaneros, Mont-bars y Alejandro Bras-le -Fer, pero se silencian elnaufragio de d'Ogeron en Puerlo Rico y la<; ha7~¡;"'C:del almirante d'Estrées contra los holandeses. En ge·neral, el editor francés, Sieur de Frontignieres, refun-dió toda la historia. En 1688 (1) fué publicada enParís una edición francesa análoga, y por Serstevensun facsimile de esta última en Bruselas, el año de1713 (2). Sabin (op. cit. VI, 312) menciona unaedición de 1699, en tres volúmenes, que comprendíael diario de Raveneau de Lussan. En 1744, y de nue-vo en 1775, salió de las prensas de Trevoux, otra edi-ción francesa, en cuatro volúmenes, a la cual se agre·garon el viaje de Montauban a la costa de Guinea, ylas expediciones contra Veracruz en 1683, Campecheen 1685 y Cartagena en 1697. El tercer volumencontenía el diario de R. de Lussan, y el cuarto una ver-sión de la Historia de los Piratas por Johnson (3). EnLyons dieron al público una versión análoga en 1774,pero no he tenido ocasión de ver ejemplar alguno (4).

[1] Museo Británico, 278 a. 13, 14.(2) Dawpierr". pág-. 153.-En la Bibliotec~ de la Sociedad

Hispánica de Nneva York, "xi,te un ejemplar.(3) Museo Hritlínico. 9.555, aa. 1.(4) :-<ouvellelJiugraphie Générale. tom. XXXVIII, S44. La

mejor biog-rafí" ne F,xquemelin 'e ellcuentra ell Sabin, op. cit.,VI, 309.

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OBRAS SECUNDARIAS

Las obras secundarias más antiguas relacionadascon la historia de los bucaneros son los escritos de loshistoriadores jesuítas franceses de los siglos XVII yXVIII. Dutertre (1), cronista de acontecimientos queél mismo presenciara, y también historiador digno decréditG. cierra por desgracia su narración en 1667. pe-ro hasta este año es el guía más seguro para la histo-ria de las Antillas francesas. En su ",Nouveau Voyageaux isles de l'Amerique~ (París, 1722). Labat haceuna relación de once años pasados por él de 1694 a1705 en Martinica y Guadalupe. y aunque de escasomérito como historiador, suministra buena copia de de-talles por demás pintorescos sobre la vida y costum-bres de los habitantes de las Indias Occidentales, a fi·nes del siglo XVII. Obra de mucho mayor importan-cia 'J exactitud es la «Histoire de l'Isle Epa§S101e ou deS. Oomingue~(París, 1732). por Charlevoix, la cual heutilizado como introducción general para la hist.(;)ria delos bucaneros franceses. La ",Histoire philosophiqueet politique des établissements et du commerce euro-péen dans les deux Indes ~,por Raynal (Amstetdam.1770), se funda en Dutertre y Labat respecto al origende las Antillas francesas y en consecuencia carece devalor para el período de los bucaneros. Adrien Des-salles, quien publicó en 1847 su «Histoire générale desAntilles~. prefirió, como Labat y Raynal, atenerse a loshistoriadores que la habían precedido, en vez de es-forzarse por adquirir íntimo conocimiento de lasfuentes .

.En las historias inglesas de Jamaica por Long,Bridges y Gardner es insuficiente y somero cuanto se d+·ce de los bucaneros. y lo propio ocurre con 13 «Historycivil and commercial of the British colonies in theWest lndies» por Bryan Edwards. En su ",Chronoio-gical Hislory of the West ¡ndies» (Lond., 1827), Tho-

(1) Oute~tre. J~n Bapti"te; Hi..;toiTe g~n'éral~ <M!!Al\till,,~,París, 1667-71.

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mas Southey consagra amplio espacio a los hechos delos filibusteros. pero se ciñe del todo a las fuentes tra-dicionales. ]. W. van Archenholz publicó en 1803 «DieGeschichte der Flibustier», narración superficial, di-fusa y aur. pueril, sin referencias a autoridad algu-na (1). James Burney dió a la luz pública en 1816una «History of the Buccaneers in America», camocuarto volumen de «Achronological History of the Dis-coveries in the South Seas or Pacifie Ocean». Bar-ney echa apenas una ojeada sobre las Indias Occiden-tales, dedicando la mayor parte del volumen a la re-lación de los viajes de los filibusteros por Jas costas deSur América y 1i:i::> Indi¡¡s Orient'l!p~. 'A.'ë.!ter Thom-bury escribió en 1858 «The Buccaneers, or the Mo-narchs of the Main», compilación apresurada, florida yrecargada, sin raciocinio ni exactitud histórica. En1895 presentó M. Henri Lorin una tesis latina a la Fa-cultad de Historia de París, con el título: «De praedo-nibus Insulam Santi Dominici celebrantibus sreculoseptimo decimo», pero semeja haberse circunscrito aExquemelin, Le Pers (2), Labat, Dutertre y a unoscuantos documentos sacados de los archivos colonialesfranceses. La mejor relación sumaria escrita en in-glés acerca de la historia y significación de los buca-neros en las Indias Occidentales, encuéntrase en la«History of Central America» par Hubert H. Bancroft(II, cps. 26, 28-30). El año pasado se di6 a la es-tampa un excelente volumen de M. Pierre de Vaissiereen que se pintan la vida criolla y costumbres de lacolonia francesa de Santo Domingo en el siglo y me-dio anterior a la Revolución (3). Constituye unamonografía digna de fe, y como el precedente volumendel mismo autor: «Gentils hommes campagnards de

(1) Pué traducida al francés (París, 1804), y al inglés porGeorge Mason (Londres. 1807).

(2) I.e Pers era un jesuíta que escrihía en las Indias Occiden.tales, y cuyos Mss. sirvieron de base a la historia de Charlevoix.Cf. Dampierre: .F:ssai sur les sources de l'histoire des Antillesfr~"çaises., Paris, 1904,páKS. 157-67.

(3) Vaissiere, Pierre de: Saint Domillgue (1629-1789. París,1':J(9) •

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l'ancienne France., está escrito con amenlSlmo estilo.De Vaissiere allega valiosa información, especialmenteen el capitulo primero, acerca de los orígenes y cos-tumbres de los filibusteros franceses.

Sólo me ha sido dado encontrar dos obras p.spa-ñolas referentes a los bucaneros. Una lleva portitqlo:Piraterías y agresiones de los ingleses y de otros pueblos de Europa

en la América española desde el siglo XVI al XVIII, deducidasde las obras de D. Dionisio de Alcedo y Herrera. Madrid,1883. 49

Salvo una larga introducción de don Justo Zarago-za, fundada en Exquemelin y Alcedo, consiste en una co-lección de extractos relativos a los filibusteros en lascostas del Perú y Chile, y se contrae con mucho al sigloXVIlI. La otra obra castellana es una esmerada historiade la marina española publicada en nueve volumenespor Cesáreo Fernández Duro, e intitulada:Armada española desde la unión de los reinos de Castilla y Ara_

gón. Madrid. 1895.

Contiene numerosos capítulos sobre las fechoríasde los filibusteros franceses y británicos en las IndiasOccidentales. algunos de ellos basados en fuentes es-pañolas que yo ignoro; pero comparando la narraciónde Duro. a menudo descarnada en cuanto hace refe-rencia a los bucaneros, con las fuentes a mi alcance,observo que añade poco a la que puede averiguarsesobre el asunto 'lquí en Inglaterra.

Una de las mejores descripciones de la adminis-tración colonial y del sistema comercial de Españaes aun la contenida en el libro VIII de la "History faAmerica" par Robertson (Londres, 1777); bien que elúltimo y mejor relato sumario se halla escrito en fran-cés en la introducción al volumen I de "La TraiteNegriere aux Indes de Castille" por Georges Scelle(París ] 906). En el volumen II de su historia de"L'Espagne depuis Philippe Il jusqu'aux Bourbons"(París, 1844), Weiss considera las causas de la deca-dencia económica de España, y hace una relación tle!rálico de contrabando en Sur América, tomada en.

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gran parte de Sabat. Sobre este asunto he consulta-do de modo especial la obra de Leroy-Beaulieu «De lacolonization chez les peuples modernes» (París 1874).

La mejor relación acerca de los filibusteros fran-ceses del siglo XVI en América es el ensayo: "Les cor-sairs français aux XV] siecle dens les Antilles (París,1902), por GFlb:iel Marcel, breve monografía fundadaen la colección de documentos españoles, hecha porNavarrete. También importa para la historia delfilibusterismo el volumen de E. Ducéré: "Les corsairssous I'encien régime" (Bayona, 1895). Cuanto a lahistoria de los marinos isabelinos, he utilizado dosobras de J. S. Corbett: "I)r;:;\(: •• a~d t~e T ••dü[ Navy"(Londres, 1898), y "The Successors of Drake" (Lon-dres, 1901). Asím ¡smo han sido consultados:

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] Ii:! o los ti los10 42 Inotai lista I.isto14 29 Cádiz a :,all L.·Úcar l'árliz () Sali J,lÍcilr~O 35 , e las de d" lasS3 l...J, ambici(lI' " t'x\l"ndt'r ulIr!,icióll d., l'.':tt"ll::¡ :

¡lx .'1 ~nh:rt'l'ptar t'" ::~~, j\ t-l·Jlar.\J,_ ltl fl·huzl> rehusÓlOi 2." de Rey dt'l Rt'.,115 14 h·tra~ dt: lUan'a cartas dl" 111:1rl'a127 17 letras ,It- cartas (ll~

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]60 5 rellt'nos ¡elleno]74 4 (Ilota J emitidos omitidos177 lO abrasaren abrasaran187 7 crencia creèllcia191 17-1i:\ crut'lrla,lt-" torturas196 8 tt'nida tenidolO!! 18 d'(lgeroll j)'Og-t'roll2.09 30 Cox,>n l'oxon21S Il (nota) hablall hahlahan217 25 indicadas silldicadas

6 (notas) Dl'mpier Dam pit' r224 18 Carlislt' Carlilt'US 6 las británicas las islas hritáni,;l'229 37 ùe Graff d" Graff:231 Il desasQ<:iego desasosiego233 27-28 l\Iosquito Mosquitos237 31 Malesworth Moleswortl,

INDIÇE

--' r. l.1<;CT()}{ .. l'ág. III

I'I<J.:FACIO 1

CAPÍTl"I,O 1 IXTROIllTOÓX

il

El sistema colonial españoL .

r,os filihust"ros d,'l si¡.:lo X\'¡.

CAPÍTt"I,O Il

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CAPÍTP!..O III

CCltlqui ...•tn ch, jaulaica.

CAPÍ1TI,O IV

Tortuga [1655 1664)

CAPÍTI'I,O V

['ortol> •.lo \" Panamá.

C.\PÎTI·l.ll \"1

Supn· ....¡c·111 clt.' lo .... Huca tleros ..

CAPÍ'IT I,ll \"1I

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