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Año 3 / Volumen 33 / Diciembre’11 www.camperamagazine.com.mx

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Caballos, Toros, Charros y temas de interes

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Año 3 / Volumen 33 / Diciembre’11www.camperamagazine.com.mx

EDITORIAL

Campera Magazine, revista mensual Diciembre de 2011. Editor Responsable: José de Jesús Ceniceros Ojeda. Número de Certificado de Reserva otorgado por el Instituto Nacional de Derecho de Autor: 04-2010-092212015700-102. Número de Certificado de Licitud de Título: (En trámite). Número de Certificado de Licitud de Contenido: (En trámite). Domicilio de la Publicación: Cerro del Sacrificio #106, Fracc. Lomas del Parque C.P. 34100 Durango, Dgo. TEL./FAX. (618)817.79.33. Distribuidor: Laura Adriana Guillén Navarro, Cerro del Sacrificio #106, Fracc. Lomas del Parque C.P.

34100 Durango, Dgo.

Eventos y [email protected]

[email protected]

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Campera Magazine, t odos los derechos reservados ©. MMXIProhibida la reproducción parcial o total del contenido de

esta publicación incluida la publicidad.

DIRECTORIO

COLABORADORES: M.V.Z Gerardo Gamboa Silva, Lic. Luis Ángel Jáquez Flores, Lic. Luis Fernando Jiménez Ríos, Matador Jorge Mata, Jesús Torres ( www.vozcharra.com), Lic. Víctor Cortés, Charros Unidos de Yucatán, Gustavo Casillas, Charros USA, L.C.T.C. Carlos Sánchez Mariscal (www. expresocharro.com), Alberto Morales, Asociación de Charros La Nacional, Ing. Abraham García Contreras, M.V.Z. Víctor Hugo Herrera, Tania Padilla, José Ángel Escalona (Yeguada El Bayo), Mercedes Carcelero, Izcalli R. Fernández, Maya Pou (C.A.V.A), Benjamín Enríquez Martínez Aparicio (Aguascalientes) Dora Elena González

Rodríguez (Guadalajara).Los firmantes son responsables de sus propios artículos.

L.C.T.C. Laura Adriana Guillén NavarroDIRECTORA GENERAL

Ing. José de Jesús Ceniceros OjedaEDITOR RESPONSABLE

L.C.T.C. Liliana Marcela Guillén NavarroRELACIONES PÚBLICAS

Campera Magazine, DORELFOTOGRAFÍA

L.D.G.P. Daniel Cavazos de LeónDISEÑO

Anasofía Ceniceros L.PÁGINA WEB

Lic. Iván Badillo GonzálezASESOR LEGAL

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José de Jesús Ceniceros Ojeda

Todo lo relacionado con Reportajes, Artículos, Colaboraciones, Portadas y

Publicidad, favor de comunicarse al correo electrónico [email protected] a los siguientes teléfonos (618) 817 79 33, al cel. (618) 167 56 74 Nextel 197 12 33 y ID 72*581009*2. Y directamente con nuestros representantes, en los casos de Aguascalientes (charrosdecorazon.com), Guadalajara (Dora Elena González Rodríguez) y Torreón (Hernán Serrano).

Prácticamente a mitad de nuestra temporada grande, hablo de la fiesta brava por supuesto, deseo con mucho anhelo que la tradición y los

valores culturales de nuestra nación y nuestro campo se conserven, que verdaderamente la Charrería y la Fiesta Brava, hermanadas sólo en nuestro país, no sucede en ninguna otra parte, cobren y recobren su posición en nuestro sentir e identidad como mexicanos.

Que no impere la apatía y la pereza para poder defender y entender nues-tras tradiciones, para poder volvernos promotores y activistas del respeto a las mismas.

Ese es mi deseo para que en estos días de reflexión y solicitudes, sean tomadas en cuenta por ustedes estimados lectores, sin embargo, las tareas primarias de nuestra actividad cotidiana nos apartan muchas veces de estos anhelos, oremos por nuestra seguridad, por nuestros familiares y amigos y por nuestros gobernantes.

México es muy grande, más grande que un puñado de pillos e inadaptados, México es mucha pieza, México es nuestro, junto con sus tradiciones.

Felicidades.

PORTADAMatador Arturo SaldívarPlaza de toros “La Malagueta”Feria de Málaga, España 2011Fotógrafo: Óscar Barba Martínez

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Conocedores de lo que deben honrar, respetar y difundir, el Comité Juvenil de los Charros del Pedregal rindieron

protesta, comprometiéndose con los estatutos de la agrupación que los cobija a solicitud del presidente José Edgar del Bosque Amador, presidente pedregalino.

Rodeados de innumerables invitados, entre los que estuvieron los campeones nacionales 2010 Hacienda Tamariz ‘A’, los campeones estatales de Puebla 2011, Hacienda Tamariz ‘B’ y la familia Cerón González con su equipo de Rancho La Biznaga, acompañados de don Pablo Cerón Matchaín y su esposa Oralia González de Cerón, los nuevos directivos juveniles hablaron de planes y proyectos, algunos de ellos a llevarse a cabo durante el Campeonato y Congreso Nacional ‘Beato Fray Sebastián de Aparicio’ Puebla 2011, evento en el que la familia del Pedregal tendrá representación de dos equipos en la competencia libre y de dos equipos de escaramuzas.

El Comité Juvenil de los Charros del Pedregal quedó

• El presidente Edgar del Bosque Amador les solicitó el compromiso de difundir las tradiciones mexicanas con todo su ímpetu y entrega

• En el marco de la ceremonia La Biznaga de los Cerón se llevó la tarde con 393, Tamariz B 329, El Pedregal 324 y los campeones nacionales Hacienda Tamariz “A” 323

integrado de la siguiente manera: Presidenta, Andrea Ransanz; Vicepresidenta, Laura del Bosque; tesoreros, Andrea Franco y Mariano Jiménez; en Comisión Deportiva Enrique Limón, Diego Herrera, Edgar Del Bosque R., Alejandro Rassam y Noemí Del Bosque; Comisión de Labor Social y Cultural Ernesto Limón, Sofía Barbosa, Paulina Ransanz, Celina Díaz y Brianda Perez-negrón.

Complementan y forman parte primordial del Comité, Patricia Morett, Daniel Fuentes, Paola García, Javier García y Daniel Hernández en Actividades Recreativas; Luis Humberto Herrera, Valeria Palacios, Mariana Guzmán, Gabriel Palacios y Gustavo Medina en la Comisión de eventos Sociales; como encargado de atención a los medios de prensa y difusión Víctor Galindo.

Las atenciones brindadas a los equipos invitados, socios y familiares que asistieron al Casino del Lienzo Charro del Pedregal, fueron coordinadas por el Comité de Damas que preside Laura de Del Bosque, quien se esmeró por ofrecer las mejores atenciones a cada uno de los presentes.

EN LO DEPORTIVO

Luego de que se llevara a cabo la ceremonia litúrgica del domingo en la capilla ‘Juan Pablo II’, en la que se solicitó que la suerte acompañara a los charros en cada una de las faenas, los

RINDE PROTESTA COMITÉ JUVENILDE CHARROS DEL PEDREGAL

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equipos se trasladaron al ruedo, dónde el público quedó más que complacido con la extraordinaria charreada que presenciaron, con una competencia que dejó mil 369 logrados con esfuerzo por los cuatro escuadrones.

La suma de cada uno de los equipos que está clasificado al LXVII Campeonato y Congreso Nacional Puebla 2011, fue la siguiente La Biznaga de la familia Cerón 393, seguidos de Hacienda Tamariz ‘B’ con 329, Charros de El Pedregal dejaron suma de 324 y los monarcas nacionales 2010 Hacienda Tamariz ‘A’, 323 unidades; los encargados en repartir la justicia del reglamento fueron Horacio Guerrero y Arturo Córdova.

Los mexiquenses de Rancho La Biznaga, abrieron con una cala suprema del ‘Charro de la sonrisa eterna’ Miguel Ángel Vega, quien con un alazán de nombre ‘El Bonito’, con el que puso 44 puntos más dos por no tener malos; este terreno es bien conocido por este charro, quien lleva dos campeonatos seguidos en el caladero de aniversario y en uno de ellos se quedó a un punto de la cala perfecta con 49 unidades, sólo le faltó un metro en la punta de 19 metros de un piquete en el 2010.

Retomando la charreada, luego de la muestra de rienda de Miguel Vega, ‘Quincho’ Valenzuela quemó chavinda para 20 puntos, en colas derribaron 94 de cuenta, 36 de Pablo Cerón, con respuesta de 33 su hermano Paco y Miguel Vega 25.

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Pedro Vega 15 unidades en la monta de toro; terna cuajada por los hermanos Cerón González pagada con 62 unidades; la monta de yegua fue de pagada con 21 a Marco Ramírez; dos manganas cuajadas a pie por Paco Cerón para 55 totales; Pablo en las de a caballo derribó dos más para 56 y cerraron su participación con paso de Darío Flores con 24 tantos.

Por Hacienda Tamariz ‘B’ presentó cala Salvador Camarena, para 39 bonos; un pial de Armando Trejo de 21; en la tumba de cuero 86 puntos, 39 de José Luis Macías, 33 de Carlos Maurer y 14 de Héctor Zarandona; en la monta del toro Víctor Martínez se llevó 19 limpios.

En la terna Juan Lugo recibió 28 de su lazo cabecero, el pial fue de 26 a cargo de Armando Trejo; la jineteada de yegua a cargo de José Manuel Márquez fue de 13 bonos; en las de a pie, Rigo Díaz cuajó una de 27, mientras a caballo Armando Trejo dos, para 52 puntos; los últimos 18 fueron para José Manuel Márquez en la suerte suprema.

Por los anfitriones Charros de El Pedregal, su presidente Edgar del Bosque Amador cobró los primeros 25 en la cala de caballo, en piales Poncho Zamudio le dedicó al público dos, cada uno de 21; en la suerte de colas pusieron 83, 32 de Alfonso, 26 de Luis ‘Güicho’ Franco y 25 de Alejandro Hernández; la monta del toro fue de Miguel Rodríguez para 11 buenos; en la terna ganaron 61 bonos gracias a los lazos de Gustavo Gámez y Diego Herrera; en la yegua Miguel Zepeda cobró 24 bonos; Alejandro Hernández cuajó una mangana a pie de 26 bonos y a caballo una de 27 a cargo de Rodrigo Rodríguez, cerrando Miguel Zepeda con paso de la muerte de 26 puntos.

Por los campeones nacionales 2010 Hacienda Tamariz ‘A’, Iniciaron con cala de 28 de Ricardo Zermeño Rocha; un pial de Antonio Aceves de 21 buenos; en colas se lucieron con 114 puntos; 40 de Carlos Maurer Suárez, 36 de Aceves y 38 de Ricardo Zermeño Esparza; en la monta de toro recaudaron 19 buenos con José Luis Llaca.

De los floreos en el ruedo y con lazos consumados de Antonio Aceves y ‘El Cabezón’ Víctor Flores, agregaron 59; la yegua bruta fue de 19 para Memo Segura; una mangana a pie de Carlos Maurer para 30, a caballo sólo 6 de tiempo y cerrando Ricardo Zermeño hijo 27 en el paso de la muerte.

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Vaya manera de cerrar los festejos del V Festival de Músi-ca Mexicana, en el que Jaime Castruita Padilla a nombre

de la Federación Mexicana de Charrería, organismo que preside, recibirá por parte del diputado Armando Báez Pinal un recono-cimiento por la incansable labor en pro del deporte arte que es la muestra clara de lo que son las raíces culturales del país.

La ceremonia a la que asistirá el presidente de la FMCh, acom-pañado de parte de su Consejo Directivo Nacional entre los que estarán el prosecretario, Sergio Cuevas Alemán, el Comisario, Manuel Ordóñez Galán; el pro tesorero, Juan Carlos Gama Ro-dríguez; así como el PUA del Capitalino e integrante del Comité de Patrimonio, Antonio Casillas Villegas.

Con esto, la clausura del magno evento en el que habrá danza, mariachi, música tradicional y canción vernácula, tendrá como testigos de honor al presidente de la Federación y a su CDN.

El diputado Báez Pinal, es además líder del Sindicato Único de Trabajadores de la Música (SUTM), ha trabajado para que como marco de la entrega del distintivo a la charrería nacional, el evento a desarrollarse en el Teatro de la Ciudad “Esperanza Iris” este a la altura que mece el deporte nacional por excelen-cia, con las actuaciones magistrales del Mariachi Vargas de Te-calitlán y de la Orquesta Típica de la Ciudad de México.

TORNEO INFANTIL EN TLAXCALAComo preámbulo a lo que será el LXVII Campeonato y Con-

greso Nacional ‘Beato Fray Sebastián de Aparicio Puebla 2011, porque posteriormente, en el lienzo ‘Adolfo López Mateos’ de Tlaxcala, se llevará a cabo el Torneo Charro Juvenil ‘Tlauhuico-le’ integrado a los festejos de feria de esta ciudad.

Claudio Rugarcía Hernández, coordinador nacional de las ca-tegorías Infantiles y Juveniles de la FMCh, confirmó que para este certamen estará presente Jaime Castruita Padilla, quien es la máxima autoridad del deporte nacional por excelencia.

Gracias a los apoyos obtenidos por la sede Asociación Cuatro Señoríos, que preside Claudio Rugarcía y con ayuda del Patro-nato de Feria, serán doce los equipos invitados, en cuatro cha-rreadas de tres equipos cada una, los que participarán de manera gratuita en las competencias que se desarrollarán a las 12 y a las 15:30 horas del sábado y domingo.

La sede anuncia además que se proporcionara ganado de ex-celente calidad tanto vacuno como caballar, cada equipo tendrá asignadas tres yeguas para desarrollar sus suertes de manganas a pie, a caballo y paso de la muerte, así como una exclusiva para el jineteo, tres toros limpios con peso entre 280 y 300 kilos para colas; en tanto que el que se usará en monta y terna de 350 a 400, todo calificado por dos jueces reconocidos por la Federación Mexicana de Charrería.

La premiación consistirá en una estatuilla del Guerrero Tlahui-cole de 55 cms. E altura bañada en color oro, plata y bronce para los tres primeros lugares, además de un pergamino de recono-cimiento; a los demás participantes una estatuilla de 33 cms. y diploma.

A la fecha hay 11 equipos confirmados Rancho Bernalejo de Ja-lisco; Valle de Anáhuac (segundo lugar nacional), Constituyentes

RECONOCE EL SUTM LABOR DE LA FEDERACIÓN MEXICANA DE CHARRERÍA

Por: Alberto Morales

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de Charros, Carlos Rincón Gallardo y Regionales de la Villa, to-dos ellos del Distrito Federal, Terna de Cuautla de Morelos; Tres Ranchos de Puebla y por Tlaxcala Cuatro Señoríos (tercer lugar nacional), Charros de Tlaxcala y Ganaderos de Brito (campeón nacional); por confirmar Hermanos Navarrete de Querétaro y/o la Selección de Guerrero.

GRAN FESTEJO DEL ‘APLAUSOS’ EN LEÓNEn lo que fue el XXXV Aniversario como charro activo de

Guillermo Sánchez Rendón, ‘El Aplausos’, fue ganado por la Asociación de Charros La Colonial de Zacatecas, aunque su pa-sador sufrió un percance que poco hace que se suspenda la fiesta al cerrar la suerte con un hombro dislocado, pero con la fuerza del Gran Caporal, pidió a todos que no dejaran sus lugares y lue-go de ser atendido en un centro médico de ciudad, regresó para cerrar la fiesta cantando a todo pulmón en el festejo celebrado en el Centro de espectáculos La Hacienda Charra de León; donde la voz de Máximo Santos un extraordinario cantante de ranche-ro cerró la fiesta.

Los resultados finales de la doble competencia quedaron de la siguiente manera: La Colonial, 359; Charros de San Julián, 316; Rancho Bernalejo, 284; La Loma de León, 252; Regionales de Guanajuato, 216 y Rancho Toluca, 190.

Algo de lo novedoso que se presentó fue la modalidad de la monta de toro, fue que en lugar de bajarse al detener los reparos, fue de contar 8 segundos, en lo que sólo dos jinetes se les que-daron a las bestias, que encendieron el ánimo en el público que se hizo presente.

La Colonial charró de la siguiente manera: cala de Alberto Herrera de 28, Edgar Álvarez dos piales de cuenta para 38 lim-pios; en colas sacaron ganancia de 91 unidades, los que fueron abonados por Guillermo Sánchez 32, Edgar Álvarez 31 y Alber-to Herrera 28.

En una extraordinaria jineteada calificada por el ‘Gordo’ Ale-jandro Aragón y Vicente Alamillo, le dieron 26 unidades, la ter-na fue de 40 más uno con lazos de Alejandro Escobedo de 26 y Edgar Álvarez 15 en el pial; Álvaro Prieto ganó 23 en la yegua bruta, dos manganas a pie de Alejandro Escobedo pie para 48; a caballo Rafael Sánchez tumbó dos para 48 y 16 del accidentado paso del ‘Aplausos’, quien cayó en la cruz y al acomodarse por la fuerza de sostenerse el hombro se salió de su lugar y completó bajándose con mucho trabajo.

Por los Charros de San Julián, Alfredo Franco en la cala ganó 28, Salvador Franco quemó tres veces la chavinda para 58, en colas ganaron 83 con tumbos de Bernardo Mujica, 36; Salvador Hernández, 25 y de ‘La Momia’ Mario Villalpando con 22; en el toro Salvador Sainz dejó 25 de ganancia; la terna fue de 55 con lazos de Salvador Hernández, Salvador Franco; la monta de yegua fue de 18 de Chava Hernández, nada en manganas a pie, una a caballo de Chava Franco de 25 y sin paso; el locutor de ambiente fue Marcos Trujillo.

Al final del día, Memo Sánchez ‘El Aplausos’ informó que ha-brá cuatro charreadas con equipos de la ciudad e invitados de la Unión de San Antonio y Lagos de Moreno, esto para celebrar de manera deportiva el Aniversario CI de la revolución Mexicana.

“Pero no es todo, porque para los festejos de la Feria 2012, ya estamos trabajando para darle gusto a toda la charrería”, por lo que abundó al señalar que habrá pialadero, el tradicional colea-

dero de feria y la presencia de 9 escuadrones de los mejores 18 del Campeonato Nacional ‘Fray Sebastián de Aparicio’ Puebla 2011 y la presencia de las damas de a caballo con una feria de escara-muzas. De todo ello, se hablará más adelante al quedar listas las convocatorias.

PREPARAN INAUGURACIÓN DEL ‘CRISTO NEGRO’La familia Cristo Ramírez se encuentra en los detalles finales

para poner a la orden de la charrería, no sólo de Guanajuato, sino a nivel nacional, de su lienzo ‘El Cristo Negro’, en lo que denomi-narán Torneo de Inauguración ‘Monumento a las Colas’.

Y es que no será un torneo cualquiera, puesto que la califica-ción máxima en cada una de las suertes será de 15 puntos por lo que se prepara una convocatoria modificada, pero cordial y con ventaja para el charro; la primer competencia en el lienzo que estará muy cerca del CRIT Irapuato, se llevará a cabo el primer domingo diciembre con la participación de los ex campeones de Guanajuato Ganaderos Unidos, los Regionales del Bajío Infantil y Ganaderos Oro Infantil, así como la presentación de la escara-muza Alazanas Siete Leguas.

Para los siguientes dos fines de semana, participarán equipos del estado y de lo menor del país; los trofeos serán simbólicos, y con costos accesibles para los equipos participantes y la afición que acuda a presenciar los eventos.

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Por: Lic. Luis Fernando Jiménez Rí[email protected] - [email protected]

JUNTA DE TRABAJO EN JALISCOVIENE TORNEO DE LA UNION.

LA CHARRERÍA JALISCIENSE UNIDA.MIGUEL PASCUAL ISLAS SERÁ INVITADO DE HONOR.

El pasado miércoles 7 de diciembre tuvo verifica-

tivo una reunión de trabajo en el Lienzo Andrés Nito Aceves,

misma que fuera convocada por parte de la Unión de Asociaciones Charras del Estado de Jalisco que preside el di-námico y mejor amigo Dr. José Vital Barba, la cual por cierto tuvo una ex-celente participación dado que estuvo presente el 85 por ciento de las agrupa-ciones de este Estado en sus diferentes

zonas geográficas.

El motivo fundamental de esta reunión consistió en la presentación del proyecto de torneo que lle-vará por nombre Torneo Charro de la Unión y en voz del propio dirigente estatal resaltó los motivos de que lleve este nombre: el primero de ellos se refiere a que dicho campeonato lo promueve pre-cisamente la Unión Estatal Charra de Jalisco y el segundo y no menos importante fue con el fin de reafirmar los lazos de unidad entre la auténtica fa-milia charra de Jalisco.

Dicho torneo se llevará a cabo en 3 categorías con por lo menos 72 equipos, así como se realizará en 3 diferentes sedes: Lienzo Santa Maria de la Fa-milia Bañuelos, Lienzo Andrés “Nito” Aceves y el legendario Campo Charro Jalisco; quedando pen-diente por definir sus fechas, resaltando que será a una sola vuelta o participación de cada equipo contendiente, para de esta manera concluir en una gran final en la cual participaran los 2 primeros lu-gares generales de cada categoría. Todo ello con el afán de tener mayor equidad competitiva y desde

luego un mayor equilibrio entre todos los equipos participantes en cada jornada y sede.

De igual manera se estableció que el sorteo para este gran evento se realizará el día 19 de enero del año próximo en las instalaciones del Campo Charro Jalisco en punto de las 17:00 horas. Así mismo en esa fecha se dará a conocer la respectiva convocato-ria en la cual se determinará las maneras y formas en las cuales se desarrollarán las competencias.

Con independencia de la gran fraternidad manifes-tada por parte de todos los presentes, cabe resaltar que; para la toma de acuerdos para la realización de este torneo se CONSENSÓ las voluntades de todos los representantes ahí presentes, lo cual causó una muy grata impresión y buen sabor de boca de las agrupaciones de Jalisco, en donde la dirigencia esta-tal PROPONE y la ASAMBLEA DISPONE, lo que habla de la PLURALIDAD Y RESPETO existente en Jalisco.

Es de resaltar que para la fecha del sorteo, de ma-nera conjunta y de buen agrado fue aprobada por los representantes de la charrería de Jalisco, la invitación para que esté presente en esa fecha el Dr. Miguel Án-gel Pascual Islas, hasta el momento, único Precan-didato a contender por la Presidencia de la Federación Charra. Hasta aquí la información y estaremos pendientes de mayores noticias para quienes gustan de nuestro deporte nacional.

Desde la primer competencia Guanajuato puso la línea y des-de el viernes se mantuvo. Este domingo se hizo oficial al término de la segunda charreada que el campeón y ganador del pase di-recto a Zacatecas 2012, fue el equipo de don Lupe Ríos Estrada: los Regionales de Valle de Santiago, escuadrón que con 386 se llevó los honores del Torneo del 78 Aniversario de la Federación Mexicana de Charrería celebrado en la Villa Charra ‘J. Refugio Esparza Reyes’ de Aguascalientes Capital.Lorenzo Ríos, quien fue intervenido quirúrgicamente este do-mingo por la mañana, recibió la noticia en voz del presidente Jai-me Castruita Padilla, quien le felicitó por el logro obtenido y de esta manera los guanajuatenses se unen al grupo de calificados al magno evento del año entrante, ellos son Hacienda de Guadalu-pe –campeones nacionales-, Charros de Huichapan, Tequila Don Roberto y Charros de Cuauhtémoc ‘B’.

En lo que fue la última competencia, el equipo que amenazó a los punteros, fue Herradura de Villa de Cos, pero al no comple-tar la terna en el ruedo y no poder sumar en manganas a pie, se quedaron con la intención al cerrar la suma con 330, a los zaca-tecanos le acompañaron los Regionales de San Julián ‘GSP’ que dejaron 296 en la estadística y El Relicario de Chalco que apenas llegó a 238.

HERRADURA DE VILLA DE COSSE QUEDÓ CORTO;

VALLE DE SANTIAGO CAMPEÓNDEL 78 ANIVERSARIO

Luego de la competencia, José Antonio Castañeda Reyes, PUA de Aguascalientes, acompañado por Oscar Flores Ramos, coor-dinador nacional de jueces, Jesús Manuel Flores Cárdenas, coor-dinador de la comisión médica, Guillermo Mora Brown, Isaías Reyes y de los locutores Mario Carreón Ponce, Jesús González y Pepe Hurtado, hicieron entrega de los reconocimientos, así como de externar el mensaje del presidente que hace ‘Charrería para todos’, por el esfuerzo de todos los participantes, de la sede que se esforzó para presentar ganado de alto nivel y sobre todo al pú-blico conocedor del deporte nacional que durante tres días se hizo presente.

MALA SUERTE, SIN PIAL DE RUEDOY MANGANAS A PIE

Los Charros de Herradura de Villa de Cos comenzaron la faena con cala de Lisandro Hurtado de 33 unidades, quien puso raya

de un piquete y 13 metros de distancia, cinco de los lados, sin medios y dos de infracción; Refugio Carranza ‘Don Cuco Piales’ hizo honor a su mote y quemó dos para 42 unidades,

de nueva cuenta el ganado de colas de lujo, y lo mostraron los 103 de los zacatecanos Germán, Guadalupe y Rubén Quiroz, que tumbaron 32, 33 y 38 unidades cada uno.

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RESULTADOS FINALESTORNEO 78 ANIVERSARIO FMCH

Reg’s Valle de Santiago, Gto. 386 -3Rancho El Jaralito 362 -4

Capilla de Guadalupe, Jal. 362 -15Valle de Saltillo, Coah. 353 -8

José Eduardo Ochoa Reyes, Hgo. 347 -14Rancho El Dorado, Mor. 338 -8

Herradura de Villa de Cos, Zac. 303 -4Cuauhtémoc ‘A’, N.L. 323 -15

Cañón del Huajuco ‘Blanco’, N.L. 317 -5Rancho Nuevo de Tepa, Jal. 316 -14La Colonial de Jerez, Zac. 313 -6

Regionales de San Julián GSP, Jal. 296 -7Puente de Camotlán, Nay. 294 -9

Rancho Agua Santa ‘A’, Jal. 290 -14Casa Torres, Zac. 284 -12

Rancho Corona, Coah. 276 -9Dillar de Fresnillo, Zac. 276 -14

Cuenca del Papaloapan, Oax. 275 -5ILO Comebi, Gto. 266 -2

Rancho Las 3 B, Ags. 248 -11El Relicario de Chalco, Méx. 238 -22

Llegaron al ruedo con 178 en el parcial y todo indicaba que cual-quiera de los tres lugares de honor podría ser de ellos, Jesús Pérez le jugó al toro de manera extraordinaria, para sacar 31 de la monta, pero llegó el primer tropiezo, lazo cabecero de Germán Quiroz de 25, entra el pial de Lupe Quiroz y antes de limpiar el toro saca las pezuñas, Toño Casillas puso un viento y al momento de estirar se acabó el tiempo; Lisandro Hurtado en la yegua bruta apenas abonó 11, vinieron las manganas a pie y apenas cuatro de tiempo, a caballo Toño Casillas derribó dos, para alcanzar 304 y el paso de José Luis Rodríguez de 26, para dejar la cuenta en sus 330.

Por Regionales de San Julián ‘GSP’, Alfredo Franco caló para 35, un pial de Salvador Franco de 21, 82 en colas con derribes de Mario Villalpando, Salvador Hernández y Juan Bernardo Mujica, con lo que cerraron la manga con 138; Salvador Sainz en la monta de toro 19, terna de 52 con lazos de Salvador Hernández y Chava Franco, la monta de yegua fue de Salvador Hernández de 17, dos manganas a pie de Alfredo Franco de 42, cuatro de tiempo a caballo y paso de la muerte de Salvador Sainz de 24.

Por los mexiquenses del Relicario de Chalco, Gerardo Milla caló para 29, no hubo pial, colearon para 50 unidades con tumbos de René Gámez Imaz Moreno, Erick leal y Daniel Leal; 18 de la monta de toro de Lauro Cortez, terna de 53 con lazo cabecero de Daniel Leal y pial de su hermano Erick; 18 de la monta de yegua de Edel Estrada, Erick Leal cuajó dos manganas a pie para 51, una a caballo de Daniel de 19 y no hubo paso de la muerte.

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La asociación de charros de Rancho El Refugio llegó a 19 años de existencia

que se dicen fácil, pero han sido intermi-nables días de arduo trabajo con pos de mantener viva una de las tradiciones más mexicanas como lo es el deporte de la Charrería aquí en la ciudad de San Luis Potosí.

Es indudable que todos los miem-bros de la familia Veloz deben sentirse orgullosos y satisfechos por tantos éxi-

tos cosechados en estos casi 20 años de existencia de una asociación que ha pues-

to su sello propio en la charrería estatal y que es siempre uno de los animadores de los

torneos en la entidad.

Las huestes de la familia Veloz vistieron sus me-jores galas para encarar el compromiso, donde se levantaron triunfadores con 260 puntos, en el mano a mano ante Rancho El Olvido de Ébano que, a pe-sar de finalizar con 231 unidades, dejó grato sabor de boca en el respetable que se dio cita en el lienzo El Refugio de la capital potosina.

Tras finalizar este sencillo festejo de aniversario, la actividad en Rancho El Refugio no se detiene. La

familia Veloz acogerá el próximo fin de semana (sábado 17 y domingo 18) el Torneo Guadalu-

pano Potosino 2011, con la participación de 12 escuadrones de charros en cuatro com-

petencias, siendo a una vuelta y quien lo-gre mayor puntaje se coronará campeón guadalupano, además de un premio en efectivo.

La Radiografía José Gutiérrez inició con cala de ca-

ballo de 31 puntos por Rancho El Refugio, dos pia-les de 18 y 20 buenos chorreados por Jorge Veloz y acumularon 40 en colas, siendo el más sobresalien-te Arturo Gutiérrez con 29 buenos. Francisco Ra-mírez sumó 18 puntos en la monta de toro, lazo a la cabeza de Jorge Veloz de 20 y pial de 14 unidades de Fernando Vega. Jineteo de yegua de 10 buenos de Roberto Torres, dos manganas a pie de Jorge Ve-loz de 19 y 22 más 6 de tiempo, otra a caballo de Fernando Vega de 17 unidades y paso de la muerte de 25 de Bernardo Veloz para 260 puntos.

Rancho El Olvido inició con cala de 34 puntos de Jesús Chávez, restaron 4 en piales y 59 en colas, el mejor fue Alan Chávez con 24 buenos. Jineteo de toro de Jorge Romero de diez bonos, lazo a la cabeza de 30 puntos de José Luis y pial de 25 de Samuel, ambos Chavez. Buena monta de yegua de Romero de 21 unidades, una mangana a pie de Samuel Chavez de 28, una más a caballo de José Luis Chavez también de 28, sin paso de la muerte para 231 puntos.

•Lograron sumar 260 puntos para resultar victoriosos•Rancho El Olvido de Ébano logró 231 buenos•Buen ambiente en el lienzo El Refugio

RANCHO EL REFUGIO TRIUNFA EN SUCHARREADA DE ANIVERSARIO

Por Jesús Torres BrionesDesde San Luis Potosí (ídem)

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En medio de un animada reunión, el Comité de Da-mas de los Charros del Pedregal que preside Laura Reyes de Del Bosque, despidieron el 2011, en la que además de la tradicional comida se llevó a cabo una parodia de ‘100 mexicanos dijeron’, la que fue llamada ‘Lo que los invita-dos dijeron’.

Asistieron aproximadamente 70 esposas de los socios de la agrupación que sienta sus reales en el Sur del Distrito Federal, al ser citadas en el salón ‘El Parían’ del Lienzo de los Charros del Pedregal a las tres de la tarde.

Algunas de las damas presentes en la reunión, fueron: por su presidenta Laura Reyes de Del Bosque, Esperanza Sil-va Alegría, Mónica Gil Guash, María Cristina Velázquez Estrella, Lilia Amado de La Vega, Dora Castañeda Ruiz, María Teresa Jiménez Mangas, Ana Teresa Arévalo Her-nández, Rosario Ortiz Terán, Maggy Camacho Cota, Mar-garita Cota Estevané, Virginia Villaseñor Zepeda, Juanita Piña Valdez, Margarita Jiménez Mangas, Malena Jiménez Mangas, Yara Martínez Mercado, Poly Briseño, Esperanza Limón, Rosa Álvarez Malo, Fernanda García Durán de Ávila, entre muchas más.

El menú que degustaron las invitadas fue de una entrada de ensalada mexicana de verduras, crema cilantro con ho-juelas de almendra, tupiera de de flor de calabaza y salsa de chile poblano con guarnición de papa al horno con tocino y como postre estrudel de manzana sobre espejo de mango y pastel ópera con helado de vainilla.

En el mensaje de fin de año, la presidenta dijo que este tipo de eventos en los que la convivencia y unión de fa-milias prevalece, es uno de los valores que ha procurado el actual Consejo de Administración que encabeza José Edgar del Bosque Amador y deseo los mejores parabienes para el 2012, además de entregar un presente a cada una de las socias que asistieron.

CELEBRA COMITÉ DE DAMAS DE CHARROS DEL PEDREGAL SU COMIDA DE FIN DE AÑO

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de toros en las zonas donde están tradicionalmente implantadas. Muchos de los argumentos figuraban ya, de una u otra forma, en mi Filosofía de las corridas de toros, Bellaterra, 2008, donde proponía desvelar el sentido y los valores éticos y estéticos de la tauromaquia. Este libro fue escrito en un época en la que las campañas abolicionistas no habían comenzado abiertamente y, por tanto, no tenía el objetivo apologético que algunos le han querido ver. Los argumentos para “defender” las corridas de toros se encontraban pues, dispersos entre propuestas más fundamentales. En el transcurso de las numerosas discusiones trabadas tras la aparición del libro, quedó clara la necesidad de que esos argumentos fueran recogidos y sistematizados en una pequeña obra sintética y accesible. Y es justamente lo que hemos hecho: rescatarlos y completarlos con aportaciones surgi-das del desarrollo de esas discusiones. Ésta es la única pretensión de este texto: un arma para una batalla que creemos justa.

Las corridas de toros no son sólo un magnífico espectáculo. No son sólo disculpables, sino que además son defendibles, porque son moralmente buenas. En las siguientes páginas, no hay ninguna explicación sobre la historia de la fiesta, el desarrollo de las corridas, la técnica y la estrategia de la lidia, las características de las diferentes ganaderías de toros, ni de las diferencias entre las escuelas taurinas y los estilos de los toreros. Todo eso se encuentra fácilmente en excelentes obras. Tampoco se encontrará aquí uno de los más potentes argumentos a favor del mantenimien-to de la fiesta de los toros en los países taurinos: las razones econó-micas. Aunque es cierto que en España, en el sur de Francia y en América Latina, la fiesta taurina mantiene decenas de

miles de empleos directos e indirectos y cons-tituye una importante fuente de ingresos para las

administraciones estatales, regionales y locales; este argumento no vale nada si las corridas de toros

fueran inmorales como, por ejemplo, lo son el tráfico de drogas o el de animales de especies protegidas. Nos

situamos en el exclusivo plano de los valores, porque pensa-mos que si las corridas de toros desapareciesen de las regiones del mundo donde hoy son lícitas, sería una gran pérdida tanto para la humanidad como para la animalidad.

INTRODUCCIÓN – SENSIBILIDADES

Sólo hay un argumento contra las corridas de toros y no es verdadera-mente un argumento, se llama sensibilidad. Algunos pueden no soportar ver (o incluso imaginar) a un animal herido o muriendo. Este sentimiento es perfectamente respetable, y no cabe duda de que la mayor parte de los que se oponen a las corridas de toros son seres sensibles que sufren verdaderamente cuando imaginan al toro sufriendo. El aficionado tiene que admitirlo: mucha gente se conmueve e incluso algunos se indignan con la idea de las corridas de toros. El sentimiento de compasión es una

PREFACIO

Desde hace algunos años ha comenzado una nueva batalla contra la fiesta de los toros. Diversos tipos de prohibiciones han sido pro-

puestos; han intentado, por un lado, restringir el acceso de los menores, como en Francia o en el País Vasco, y por otro, prohibir directamente las corridas de toros, como en Cataluña. La restricción, por el momento, ha perdido; la prohibición podría ganar un día de éstos.

Esta brusca movilización antitaurina ha tenido como consecuencia, en Francia, la creación de una organización que aglutina a todas las asocia-ciones (de aficionados, de profesionales y también de políticos) implica-das en la defensa de las corridas de toros, denominada el “Observatorio Nacional de las Culturas Taurinas”, cuya misión es la vigilancia perma-nente sobre las iniciativas antitaurinas; se ha convertido en el único in-terlocutor legítimo ante los poderes públicos para tratar estas cuestiones. En Cataluña existe la Plataforma para la Promoción y Difusión de la

Fiesta, que desarrolla un trabajo análogo pero en situación de urgen-cia, dadas las amenazas inmediatas que se ciernen sobre las co-

rridas de toros en esa comunidad.

Y la Mesa del Toro, formada inicial-mente sobre todo por profesionales,

es la que toma ini-ciativas

s i -milares

en todo el estado español e in-

cluso en la Comunidad Europea.

Esta pequeña obra, que no tiene ningún afán comercial ni

literario, nace con el propósito de contribuir al esfuerzo explicativo en defensa de las corridas de toros que

las mencionadas organizaciones llevan a cabo. El único objetivo es ofrecer un

resumen de los principales argumentos a favor del mantenimiento de las corridas

Por:Francis WolffTraducido del francés por Luis Corrales y Juan Carlos Gil

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de las características de la humanidad y una de las fuentes de la moralidad, pero los adversarios de las corridas de toros tienen que saber que los aficionados compartimos ese sentimiento. Sin duda, esto es algo difícil de creer por todos aquéllos que piensan since-ramente que asistir a la muerte pública de un animal (lo que es un aspecto esencial de las corridas de toros) sólo lo pueden hacer personas crueles, sin piedad, sin corazón. Ahí radica su irritación, su arrebato, su animadversión a las corridas de toros. Es difícil de creer y, sin embargo, es absolutamente cierto: el aficionado no experimenta ningún placer con el sufrimiento de los animales; nin-guno soportaría hacer sufrir, o incluso ver hacer sufrir a un gato, a un perro, a un caballo o a cualquier otra bestia. El aficionado tiene que respetar la sensibilidad de todos y no imponer sus gustos ni su propia sensibilidad, pero el antitaurino debe admitir también, a cambio, la sinceridad del aficionado, tan humano, tan poco cruel, tan capaz de sentir piedad como él mismo. Es difícil comprender la postura del otro, pero hay que reconocer que, en cierto sentido, el aficionado tiene las apariencias en contra, por eso su posición necesita una explicación.

La sensibilidad no es un argumento y, sin embargo, es la razón más fuerte que se puede oponer contra las corridas de toros. El problema consiste en saber si es suficiente: ¿La sen-sibilidad de unos puede bastar para condenar la sensibilidad de otros? ¿Permite explicar el sentido de las corridas de toros y la razón por la que son una fuente esencial de valores humanos? ¿Puede bastar para exigir su prohibición? El autor de estas lí-neas garantiza que nunca ha podido soportar el espectáculo del pez atrapado en el anzuelo del pescador de caña, lo que efectiva-mente es una cuestión de sensibilidad, pero nunca se le ha pasado por la cabeza condenar la pesca con caña ni tampoco tratar al pobre pescador de “sádico” y aún menos exigir a las autoridades públicas la prohibición de su inocente ocio, que ofrece probablemente grandes placeres a los amantes de esa actividad. (Sin embargo, se “sabe” per-fectamente que los peces heridos “sufren” agonizando lentamente en el cubo e indudablemente más que el toro que pelea. Pues bien, la fiesta de los toros suscita en los detractores más motivos de indignación y sobre todo muchos más fantasmas insoportables que el eventual sufrimiento objetivo del animal).

Tenemos también algunas razones para pensar que la pesca deportiva con caña ni tiene el mismo arraigo antropológico ni es portadora de va-lores éticos y estéticos tan universales como la fiesta taurina. Una cosa es extraer las consecuencias personales de la propia sensibilidad (por eso, yo no voy de pesca) y otra muy distinta es hacer de dicha sensibili-dad un estándar absoluto y considerar sus propias convicciones como el criterio de verdad. Ésa es la definición de la intolerancia. Cada cual es libre de convertirse al vegetarianismo, o incluso a la vida “vegana” (El veganismo es una filosofía y un estilo de vida basado en el respeto hacia los animales sintientes mediante el no uso ni consumo de productos ani-males), nadie prohíbe a nadie abrazar ese modo de vida y las creencias que lo acompañan, pero otra cosa es querer prohibir el consumo de carne y de pescado, incluso de leche, de lana, de cuero, de miel y de “todo lo que proviene de la explotación de los animales”.

De igual manera, una cosa es prohibirse a sí mismo ir a las plazas de toros y otra muy distinta es ¡querer prohibir el acceso a los demás! De la misma forma que el aficionado no debería hacer proselitismo o intentar exportar la fiesta de los toros fuera de sus zonas tradicionales, el antitaurino no de-bería hacer demostración de intolerancia intentando prohibir las corridas de toros allá donde están vivas, por lo que en estas páginas sólo pedire-

m o s al lector, sea el

q u e sea, dos cosas: escu-char las sensibilidades y respetar los argumentos. Es evidente que la mayoría de la población de los países o regiones concerni-das (España, Francia, Portugal y América Latina), no es ni aficionada ni antitaurina. Es globalmente indiferente y es-tima que hay otras causas qué defender antes que la de la fiesta taurina (la gente tiene generalmente otras pasiones) o la del bienestar de los toros de lidia (ya hay bastantes desgracias en la tierra). En ese sentido, los toros ocupan uno de los últimos lugares en la lista de las preocupaciones de los militantes serios de la causa animal cuan-do los comparan con la ganadería industrial, el tráfico internacional de animales, ciertas condiciones de transporte y de experimentación animal… Entre los pocos que conocen la fiesta, aunque sea super-ficialmente, muchos de ellos estiman que los (supuestos) maltratos achacables a las corridas no tienen parangón con las verdaderas ur-gencias y los verdaderos escándalos de la causa animal. Este no es el lugar donde establecer la lista. Incluso algunos teóricos serios de esta causa confiesan, eso sí con la boca pequeña, que las corridas de toros no son más “perjudiciales” para los toros que lo que serían las carreras hípicas para los caballos. (Por los mismos motivos, ¿se prohibirían las carreras de caballos? ¿Qué quedaría entonces del último vínculo entre el hombre y el caballo?) La desgracia es que en la actualidad prolifera una cierta moda oportunista, vagamente naturalista, vagamente com-

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pasiva, vagamente “verde”, vagamente “victimista” y sobre todo com-pletamente ignorante tanto de la naturaleza animal como de la realidad de las corridas de toros. Esta coyuntura suscita simpatía con cualquier causa animal de manera tan espontánea como irreflexiva y por tanto despierta la antipatía inmediata contra la fiesta de los toros. Así, para un gran número de personas, ¿no es cierto que las corridas de toros son ese espectáculo bárbaro donde se matan en público pobres animalitos? En-tonces, para garantizar el éxito de las campañas antitaurinas, basta con que unos cuantos militantes exaltados recurran a algunas imágenes im-pactantes de la televisión, a algún eslogan (“¡tortura!”) y a alguna injuria (“¡sádicos!”) simplistas. En el fondo, lo más sorprendente es la pasión absolutamente desenfrenada que suscitan las corridas de toros y que está en total desproporción con lo que suponen. Incluso aceptando las acusaciones más graves y más falsas de sus detractores (justamente lo que intentaremos refutar en las páginas siguientes) se debería imparcial-mente convenir que el pretendido mal causado a los animales (durante unos pocos minutos a unas pocas bestias que han vivido previamente de manera tranquila y libre durante cuatro años) es incomparable con las condiciones de “vida” (si es que podemos llamar a eso vida) de la ma-yoría de animales que se crían para el consumo humano, y que apenas suscitan alguna puntual reprobación y nunca potentes movimientos de indignación o de rechazo. (Y no hablaremos de todos los sufrimientos, aflicciones, penas, frustraciones, calamidades, carencias, privaciones, miserias, desgracias de todo género que afectan a los hombres del mun-do que son moralmente de un peso infinitamente superior al del malestar animal y que provocan impotentes protestas rápidamente olvidadas).

En Francia, los periodistas radiofónicos confiesan que hay dos temas de los que no se pueden ocupar, a pesar de todas las precauciones toma-das, sin recibir miles de cartas de protesta plagadas de injurias y terri-bles acusaciones de “haberse vendido al lobby” adverso. Estos asuntos son las corridas de toros y el conflicto palestinoisraelí… Da vergüenza este paralelismo, ¡pero las pasiones humanas son así! Muchas razones pueden explicar que los toros provoquen pasiones incontestablemente desproporcionadas en relación a la “causa animal” y sobre todo en re-lación a las desgracias del mundo. A continuación intentaremos detallar algunas.

El objeto de las más fuertes emociones colectivas es siempre irracional. Estas emociones entroncan antes con los males espectaculares y qui-méricos, siempre que impresionen la imaginación, que con las grandes desgracias reales. Esto es así tanto en la causa animal como en la causa, mucho más trascendente, de la humanidad. Un militante honesto de la causa animal, discípulo del filósofo utilitarista Peter Singer, autor del best-seller Liberación animal, me dijo un día: “el criterio esencial del bienestar animal, el único por el que deberíamos luchar, reside en las condiciones de vida”. Y habrá que convenir que, desde este punto de vista, las corridas de toros podrían recibir una certificación de buena conducta de las asociaciones más exigentes de defensa de los animales. Se encontrarán en las páginas siguientes tres tipos de argumentos. Pri-mero los que responden a las acusaciones más graves que se formulan contra la fiesta de los toros (argumentos 1 a 18). Sin embargo, aunque las corridas de toros no fueran esa práctica abominable que sus detrac-tores imaginan o quieren hacer creer, eso no bastaría para hacer de ellas algo bueno, bello o incluso interesante. Hay que poner en evidencia sus valores (argumentos 19 a 43). Finalmente, conviene preguntarse: las campañas animalistas contra la fiesta taurina ¿no son potencialmente peligrosas tanto para nuestro concepto de humanidad como para nuestro concepto de animalidad (argumentos 44 a 50)?

¿Son tortura las corridas de toros?Calificar las corridas de toros como “tortura” se ha convertido en un es-

logan corriente para los militantes de la causa antitaurina. Todo detractor serio de la fiesta de los toros tendría que avergonzarse de semejante ofen-sa. Salvo que se acepte traicionar el significado de las palabras. ¿Qué es torturar? Es hacer sufrir voluntariamente a un ser humano indefenso, ya sea por puro placer (cruel o sádico), ya sea para obtener algún beneficio como contraprestación de ese sufrimiento (una confesión, una informa-ción, etc.).

Así pues, se hace necesario aclarar que por estas cinco razones, las corri-das de toros se oponen radicalmente a la tortura.

1 Las corridas de toros no tienen como objetivo hacer sufrir a un animal.

La tortura tiene como objetivo hacer sufrir. Que las corridas de toros im-pliquen la muerte del toro y consecuentemente sus heridas formen parte innegablemente de su definición, eso no significa que el sufrimiento del toro sea el objetivo – de hecho no más que la pesca con caña, la caza de-portiva, el consumo de langosta, el sacrificio del cordero en la fiesta gran-de musulmana o en cualquier otro rito religioso-; estas prácticas no tienen como objetivo hacer sufrir a un animal, aunque puedan tener ese efecto. Si se prohibieran todas las actividades humanas que pudieran tener como efecto el sufrimiento de un animal, habría que prohibir un importante número de ritos religiosos, de actividades de ocio y hasta de prácticas gastronómicas, incluyendo el consumo normal de pescado y carne, que implica generalmente estrés, dolor e incomodidad para las especies afec-tadas. Las corridas de toros no son más tortura que la pesca con caña. Se pescan los peces por desafío, diversión, pasión y para comérselos. Se torean los toros por desafío, diversión, pasión y para comérselos.

2 Las corridas no tendrían ningún sentido sin la pelea del toro.

Torturar a un hombre e incluso a un animal, es hacerlo sobre un ser con las manos y los pies atados y, en cualquier caso, privado de la posibilidad de defenderse. Y eso no sólo no sucede en la lidia, sino que además sería contrario a su sentido, su esencia y sus valores. La palabra corrida proce-de de “correr”: es el toro el que debe correr, atacar y por tanto pelear. Lo que interesa a los aficionados es, primero, y para muchos sobre todo, la pelea del toro. Lo que da sentido a la lidia es la acometividad del animal, su peculiar manera de embestir, de atacar o defenderse, es decir su perso-nalidad combativa. Sin la lucha del toro, su muerte y las diferentes suertes

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del toreo carecerían de valor. Si el toro fuera pasivo o estuviera desar-mado, la lidia no tendría ningún sentido. De hecho, no sería una corrida, sino una vulgar carnicería (y por tanto no habría razón alguna para hacer de ella un “espectáculo”). Por ejemplo, las reglas de la ejecución de la suerte de varas tienen como principio director que el toro acometa al picador y vuelva a hacerlo, motu proprio. Debe embestir una y otra vez sobre su adversario alejándose de su propio “terreno” natural, que es el lugar donde se siente más seguro porque nada le amenaza. Durante toda la suerte debe tener la posibilidad de “escoger” entre la huida o la pelea. Por decirlo de manera más directa, la ejecución de la suerte de varas tiene como principio que la herida del animal sea el efecto de su instinto combativo y la consecuencia de su propia pelea. ¡Esto es justamente lo contrario de la tortura!

3 Las corridas de toros no tendrían ningún sentido sin el ries-go de la muerte del torero.

Torturar a un hombre e incluso a un animal, no es únicamente hacerlo sobre un ser sin posibilidad de defenderse, es hacerlo con total tranquili-dad y sin asumir el más mínimo riesgo. ¿Somos capaces de imaginar un torturador herido o matado por su torturado? Evidentemente, no. Enton-ces el sentido, la esencia y el valor de la corrida descansan sobre dos pi-lares: el primero es la lucha del toro que no debe morir sin haber podido expresar, de la mejor manera, sus facultades ofensivas o defensivas (ar-gumento 2); el segundo pilar, simétrico del primero, es el compromiso del torero, el cual no puede afrontar a su adversario sin jugarse la vida. Ninguna corrida tendría interés sin ese permanente riesgo de muerte del torero. ¡De nuevo, esto es justamente lo contrario de la tortura!

4 ¡Si un toro fuera torturado huiría!

La lidia no pretende torturar a un animal indefenso, sino más bien al contrario, consiste en hacer pelear a un animal naturalmente predispues-to para la lucha (de ahí el nombre de toro de lidia, ver argumento 7). Tenemos dos comprobaciones empíricas evidentes: si se le hiciera la prueba del puyazo a cualquier otro animal (un buey o un lobo), huiría inmediatamente, puesto que la fuga es la reacción inmediata de cual-quier mamífero ante una agresión. Sin embargo, el toro de lidia, lejos de huir, redobla sus acometidas. Segunda comprobación: cuando se le hace sufrir a un toro de lidia una verdadera “tortura” (por ejemplo, una descarga eléctrica, como es el caso de algunas vallas electrificadas), es-capa y huye. Este comportamiento es justamente el contrario al de su reacción normal durante la pelea en el ruedo.

5 Hablar de tortura ¿no es confundir al hombre con el animal?

La tortura es una de las más abominables prácticas del mundo. Sea cual sea su finalidad, no puede ser nunca justificada. Llamar a cualquier cosa tortura, y especialmente hacerlo con las corridas de toros, ¿no es más bien banalizar el uso de la palabra y así atenuar la condena sin remisión de esta innoble práctica? (Y eso por no referirnos a todos aquellos que se rebajan a aludir al nazismo,… ¿no estaríamos cerca de una forma de negacionismo?). Queriendo agravar el supuesto maltrato del toro que pe-lea, recurriendo a una palabra destinada a impactar en la imaginación ¿no están corriendo el riesgo de hacer más benigna la verdadera tortura? Sería tanto como decir que la insoportable e interminable tortura del impotente prisionero político que se halla en el fondo de una celda, es lo mismo que la pelea de un animal bravo en el ruedo. ¿No constituye esto un auténtico insulto a todos los torturados del mundo?

El sufrimiento del toro. Sin embargo, –dirán los escépticos— sigue quedando claro que el toro sufre durante la lidia y por tanto ¡es insoportable! No sabemos demasia-das cosas sobre el dolor animal, que sin duda existe, hecho que no implica que podamos compararlo con el sufrimiento humano, ya que en el animal es instantáneo y no va acompañado de la conciencia reflexiva que aumen-ta el desamparo. Tampoco podemos olvidar que, en el mundo animal, el dolor tiene esencialmente un valor positivo y un sentido utilitario: poner en marcha la reacción adaptada, que consiste generalmente en evitarlo o rehuirlo. ¿Qué es lo que podemos saber del sufrimiento del toro durante la lidia?

6 El estrés del toro.

Para un hombre del siglo XXI, el dolor es el peor de todos los males, pues le deja completamente impotente. Para ciertos animales, algunos males son peores que el dolor, por ejemplo, el estrés que experimentan cuando se encuentran en una situación insoportable o un entorno inadap-tado a su organismo. Los estudios experimentales del profesor Illera del Portal, director del Departamento de Fisiología Animal de la facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, han demostrado (a través de la medida de la cantidad de cortisol producida por el organismo) que el toro de lidia sufre más estrés durante su transporte o en el momento de salir al ruedo que en el transcurso de la lidia; y que incluso el estrés disminuye en el curso de la pelea. Es lo que ya sabían —a su manera— los ganaderos y lo que confirma el simple sentido común. Para un animal como el toro de lidia, habituado a vivir en libertad en grandes espacios y responder a las amenazas de su territorio con el ataque sistemático, la contención es mucho más difícil de soportar que la lucha. En el ruedo, el toro reencuentra su familiar propensión a la defensa del territorio en contra del intruso.

7 La adaptación fisiológica del toro a la lidia.E l toro de lidia (Bos taurus ibericus) no es para nada un apacible ru-miante. Es una muy especial variedad de bovino, lejano descendiente del uro, que vivió más o menos en estado salvaje hasta el siglo XVIII y que estaba dotado de un instinto de defensa de su territorio muy desarrolla-do, una forma de “fiereza”. El auge de las corridas de toros permitió la creación de grandes ganaderías en las que los toros eran y son criados en condiciones de libertad para preservar esa acometividad natural, a la cual se le añadió un proceso selectivo en función de la aptitud de cada ejem-plar para la lidia. Estas dos condiciones, la natural y la humana, crearon un animal original, una especie de atleta del ruedo, dotado de bravura, es decir, de una capacidad ofensiva para el ataque sistemático contra todo

lo que pueda presentarse como una amenaza, y muy especialmente la intromisión en su territorio. Esta agresividad se observa desde el naci-miento: basta con ver un becerro recién nacido dando cornadas (imagi-narias, claro) al hombre que se le acerca. Se manifiesta también entre los propios toros (las peleas por la jerarquía son frecuentes) e innega-blemente contra el hombre, que no debe normalmente acercarse a ellos, sobre todo si están solos o aislados. Por eso no sorprende que los estu-dios de laboratorio del ya citado Juan Carlos Illera del Portal hayan de-mostrado que este animal, particularmente adaptado para la lidia, tenga reacciones hormonales únicas en el mundo animal ante el “dolor” (que le permiten anestesiarlo casi en el mismo momento en que se produce), especialmente debido a la segregación de una gran cantidad de beta-endorfinas (opiáceo endógeno que es la hormona encargada de bloquear los receptores del dolor), sobre todo, cuando se produce en el transcurso de la lidia. Otro descubrimiento que demuestra la singularidad del toro de lidia en relación con las demás “razas” de bovinos es la talla del hipotálamo (parte del cerebro que sintetiza las neurohormonas que se encargan especialmente de la regulación de las funciones de estrés y de defensa) que es un 20% mayor que el de los demás bovinos, dato que es considerable. Todo esto no hace sino explicar las causas fisiológicas de un comportamiento que cualquier ganadero de toros de lidia o cualquier aficionado conoce (pero que ignoran todos los profanos) y que hace posible la lidia: el toro bravo, en lugar de sentir el “dolor” como un sufrimiento, lo siente como un estimulante para la lucha. Se transforma inmediatamente en una excitación agresiva.

8 Dolor y lidia.

Ya hemos dicho (ver argumento 4) que, al contrario de los demás animales, el toro de lidia no reacciona a las heridas huyendo, sino ata-cando. Es el único animal que herido por los puyazos, vuelve a la carga para atacar al picador en lugar de huir de él (siendo la fuga la respuesta normal, naturalmente adapta-da, al dolor). Sin em-bargo, esta reac-

ción es perfectamente natural en un animal genéticamente predispuesto para el combate. Sabemos que en el ser humano sucede algo parecido. Miles de testimonios de soldados heridos lo confirman. Ellos explican no haber notado nada, o casi nada, de las graves heridas recibidas a causa del fragor del combate. Esto mismo les ocurre a algunos toreros cuando reciben una cornada, que comienzan a sufrir después de acabada la lidia. ¡Cuánto más verdad es en el caso de un animal fisiológicamente dotado y genéticamente seleccionado para la lidia, y que no deja de combatir, mientras le reste un hilo de vida!

9 “¡Pero el toro no quiere luchar!”

A veces se contesta a los argumentos precedentes con tal sentencia: “el hombre (el torero) lucha si quiere, elige arriesgar su vida; el animal, por el contrario, no elige el combate sino que está condenado a la lucha y a la muerte”. Respondo: es cierto. ¡Pero es que los animales en general no “eligen” conscientemente una u otra conducta! Es decir, no se marcan un objetivo en su mente al que intentarían llegar por tal o cual medio requerido. Muy al contrario, actúan de manera conforme a su naturaleza individual o a la de su especie. De esta forma, un toro que acomete, que ve en cualquier intruso un adversario que debe expulsar y que ataca a un hombre “que no le ha hecho nada malo”, no actúa por “elección” o por “voluntad” consciente y clara, sino que su comportamiento obedece a su naturaleza, a su carácter, a la “bravura” que está en él. ¡Sin lugar a dudas, el toro no quiere luchar, pero no es porque sea contrario a su naturaleza el luchar (¡bien al contrario!) sino porque lo que es contrario a su naturaleza

es el querer!

10 “Pero la lucha es desigual: el toro siempre muere”.

Ante esta aseveración, respondo: la lidia es

una lucha con armas iguales, la astucia

contra la fuerza, c o m o

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David contra Goliat. Es también una lucha con suertes desiguales puesto que ilustra la superioridad de la inteligencia humana sobre la fuerza bru-ta del toro. Pero, entonces, ¿qué pretenden? ¿Que las posibilidades del hombre y del animal fuesen iguales, como en los juegos del circo? Pero, si muriera unas veces uno y otras veces otro ¿sería más justa la lidia? ¡En absoluto! Sería, en todo caso, más bárbara. La corrida de toros no es una competición deportiva en la que el resultado habría de quedar im-previsible. Es una ceremonia en la que el final se conoce de antemano: el animal debe morir, el hombre no debe morir (aunque puede suceder, que un torero muera de manera accidental, y que un toro, de manera excep-cional sea indultado por su bravura). Esta es la moral de la lidia. Pero que sea desigual no significa que sea desleal. Justamente, la demostración de la superioridad de las armas del hombre sobre las del animal sólo tiene sentido si dichas armas (el trapío, los pitones, la fuerza) son potentes y no han sido mermadas artificialmente. Esta es la ética taurómaca: una lucha desigual pero leal.

La muerte del toro.

Cuando los argumentos que giran alrededor del dolor del toro comienzan a agotarse, el detractor de la fiesta escoge el nervio central de la lidia: la muerte. Preguntan: ¿por qué matar al toro? ¿Tenemos derecho a hacerlo? ¿Es necesario? Esta protesta sincera contra la muerte del toro se formula de manera confusa. No se sabe bien lo que se condena: ¿el acto de matar un animal? ¿El hecho de matarlo para algo diferente de comérselo (como si el toro no nos lo comiéramos, y como si comer fuera la finalidad más elevada y la más defendible)? ¿O el hecho de matarlo en público? Ha-bitualmente es este último punto el que genera el mayor malestar, en la imaginación de la gente. No el acto en sí, sino su publicidad. Estamos rozando lo irracional. Nos damos cuenta de que, tras la “defensa del animal”, se disimula un malestar ante la visibilidad de la muerte. “¿No valdría más ocultarla?”

11 ¿Tenemos derecho a matar animales?

El respeto absoluto de la vida humana es uno de los fundamentos de la civilización. No sucede lo mismo con la idea de respeto absoluto hacia la vida en general. De hecho sería contradictorio con la idea misma de vida: la vida se alimenta sin cesar de la vida. Un animal es un ser que se alimenta de sustancias vivas, sean vegetales o animales. Proclamar por tanto que todos los seres vivos tienen derecho a la vida es un absurdo ya que, por definición, un animal sólo puede vivir en detrimento de lo viviente. Los animales se matan entre ellos para cubrir sus necesidades, y no exclusivamente nutritivas (contrariamente a lo que comúnmente se cree), a veces lo hacen por agresividad, por juego, o por instinto de caza (como en los casos del gato, del zorro, o de la orca)… De la misma forma, los hombres siempre han matado animales: bien, porque tenían la necesidad de hacerlo para deshacerse de bestias dañinas (portadoras de enfermedades o causantes de plagas), bien, para satisfacer sus necesida-des, nutritivas o de cualquier otro tipo: cuero, lana, etc.; bien, por razones culturales o simbólicas (sacrificios religiosos, demostraciones cinegéti-cas, juegos agonísticos). Pero lo propio del hombre, que le diferencia de “los demás animales”, es lo siguiente: cuando mata un animal respetado (y no una bestia dañina de la que tiene la obligación de deshacerse), el acto de darle muerte va generalmente acompañado (en las sociedades tradicionales o rurales) de un ritual festivo o de una ceremonia expiato-ria. Hay una excepción a esta regla: la muerte mecanizada, estandarizada e industrializada de los mataderos. Ésta es fría, silenciosa, ocultada y — por decirlo de alguna forma — vergonzosa, que es lo que caracteriza a nuestras sociedades urbanas. La corrida de toros satisface al mismo tiempo las necesidades físicas (el toro es comestible) y simbólicas (las corridas de toros son un combate estilizado y una ceremonia sacrificial).

Y, al contrario del matadero industrial, siempre van acompañadas de todas las marcas de respeto tradicional hacia el animal: ritual regulado precediendo al acto y recogido silencio en el momento de la muerte. La pregunta del “derecho a matar” animales se plantea por tanto mucho más en el caso del matadero industrial que en el de la muerte del toro en el ruedo.

12 ¿Por qué matar a los toros?

La muerte del toro es el fin necesario de la corrida. Podríamos enu-merar razones utilitaristas. El toro está destinado al consumo humano y en ningún caso puede volver a servir para otra corrida, porque en el transcurso de la lidia ha aprendido demasiado, se ha convertido en “in-toreable”. Pero esto no es lo esencial. Las verdaderas razones son sim-bólicas, éticas y estéticas. Simbólicamente, una corrida es el relato de la lucha heroica y de la derrota trágica del animal: ha vivido, ha luchado, y tiene que morir. Éticamente, el momento de la muerte es el “instante de la verdad”, el acto más arriesgado para el hombre, en el que se tira entre los cuernos intentando esquivar la cornada gracias al dominio técnico que ha adquirido sobre su adversario en el desarrollo de la lidia. Estéti-camente, la estocada es el gesto que finaliza el acto y hace nacer la obra; la estocada bien ejecutada, en todo lo alto y de efecto inmediato confiere a la faena la unidad, la totalidad y la perfección de una obra. Estas tres razones son las que dan sentido a las corridas de toros.

13 Pero al menos ¿se podría no matar al toro en público, tal como prescribe la ley portuguesa?

Hemos recordado más arriba las razones esenciales (simbólicas, esté-ticas y éticas) de la muerte pública, fin necesario de la ceremonia sacri-ficial. Por otra parte, es un error creer que una muerte “ocultada” sería “menos cruel” para el animal. Es más bien lo contrario. Un toro que sale vivo del ruedo tendrá que esperar largas horas antes de ser llevado al matadero donde será abatido por el carnicero. Dejar al animal malherido y confinado en un espacio reducido sin opción a la lucha, sí que sería un auténtico calvario para él (ver argumento 8). La única beneficiada de esta solución sería la hipocresía: lo que no se ve no existe. (“¡Tapemos la sangre y la muerte, lo esencial es que no se vean!”).

14 Todas las tauromaquias implican el respeto al toro.

La corrida de toros es una de las formas de tauromaquia. Existen cien-tos, de las que subsisten unas cuantas decenas. En todas las sociedades donde han vivido toros bravos ha existido alguna forma de tauromaquia, ahora deporte, ahora rito (en ocasiones ambos a la vez), ahora caza soli-taria, ahora espectáculo de una lucha, ahora gratuito desafío del hombre al animal, ahora sacrificio ofrecido por los hombres a los dioses. El pun-to común de todas las tauromaquias es que ellas denotan la fascinación y la admiración que ejercen, en todo tipo de culturas, el toro y su poder, sea real o simbólico. El toro se transforma en el único adversario que el hombre encuentra digno de él. Es el animal con el que se puede medir con orgullo y que por consiguiente lo afronta con la lealtad que se debe a un adversario a su medida. ¿Podríamos demostrar nuestro propio poder ante un adversario al que despreciáramos y maltratáramos? En todas las tauromaquias, al animal se le combate con respeto y no se le abate como a un bicho dañino, ni se le mata de cualquier manera como a una simple máquina de producción cárnica.

15 La norma taurómaca consiste en afirmar que no se puede matar al animal sin arriesgar la propia vida.

Prueba fehaciente del respeto hacia el toro es que en la corrida sólo se

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puede dar muerte al toro poniendo el torero en peligro su propia vida. El deber de arriesgar la propia vida es el precio que uno tiene que pagar para tener el derecho de matar al animal. Lo que hace posible la necesi-dad de la muerte del toro (ver argumento 10) es la posibilidad siempre necesaria de la muerte del torero. La mayoría de normas que ilustran la ética taurómaca se inspiran en esta norma esencial: engañar al toro para no resultar cogido pero exponiendo siempre el cuerpo al riesgo de la cornada. A la inversa, si se vence sin peligro se triunfa sin gloria.

16 El toro no es abatido, tal como lo atestigua el ritual tau-rómaco.

La corrida de toros no sería nada sin su ritual. Desde el paseíllo ini-cial hasta las mulillas que arrastran el cadáver del toro, todos los actos, todos los gestos, todas las actitudes de los actores intervinientes están ritualizados y tienen su sentido. El ritual porta dos finalidades: proteger simbólicamente los actos de un hombre que arriesga su vida de cualquier accidente imprevisible, al rodearlos de una tranquilizadora barrera repe-titiva y, envolver con un ritual festivo y trágico a la vez los momentos en los que se juega la vida de un animal respetado (ver argumento 11) y por lo tanto singularizado. Al toro se le distingue como un ser vivo indi-vidualizado, que cuenta con un nombre propio conocido por todos y con una procedencia genealógica sabida por los aficionados, y al que muchas veces se le aplaude por su belleza, se le ovaciona por su combatividad, e incluso se le aclama como a un héroe. ¿Alguien hablaba de desprecio o de crueldad? Habría que hablar de admiración (ver argumento 26)

17 El toro no es abatido, se le respeta en su propia naturaleza.

El toro de lidia es un animal bravo, lo que significa que es por naturale-za desconfiado, taciturno y agresivo. Esta natural combatividad no tiene nada que ver con la del depredador azuzado por el hambre, puesto que el toro es un herbívoro, ni tampoco está vinculada con un instinto sexual, pues se manifiesta también ante individuos de otras especies. Para un animal como éste, una vida conforme a su naturaleza “salvaje”, rebelde, indómita, indócil, insumisa, tiene que ser una vida libre – por tanto la mejor posible –. Y así, una muerte conforme a su naturaleza de animal bravo tiene que ser una muerte en lucha contra aquél que cuestiona su propia libertad, es decir, contra aquel ser vivo que le disputa en su terre-no su supremacía. Éste es el drama que se muestra en el redondel: el toro libra su último combate para defender su libertad. ¿Sería más conforme a su bravura y a la propia naturaleza del toro vivir esclavizado por el hombre y morir en el matadero como un buey de carne?

18 ¿La mejor de las suertes?

Es debido a un proceso de identificación por lo que el animalista sólo es capaz de imaginar al toro como chivo expiatorio del hombre. Tam-bién dicho proceso hace que algunos lo vean como víctima y no como combatiente. Así, puestos a identificarse con el toro propongamos a esos animalistas que se identifiquen con otras especies bovinas y pidámosles que elijan cuál es la mejor de las suertes: la del buey de tiro, la del ternero de carne (criado normalmente “en batería” y muerto a corta edad) o la del toro de lidia: cuatro años de vida libre a cambio de quince minutos de muerte luchando. Entonces la pregunta sería: “¿con quién quiere usted identificarse?”

Los toros y el medio ambiente.

Igual que la ópera, el flamenco o el fútbol, los toros no son ni de dere-chas ni de izquierdas. Sin embargo, algunos partidos deberían reconocer en la fiesta de los toros sus propios valores: me refiero a los partidos “verdes” o ecologistas. Lo decepcionante es que normalmente están im-

pregnados de una ideología “animalista” nada ecologista, y entre sus mili-tantes hay pocos que conozcan la realidad de la vida del toro en el campo y la de su muerte en el ruedo. Se confunde “animalismo” con ecología. Y sin embargo, lo uno es lo opuesto de lo otro. Ocurre que numerosos ecologistas “olvidan” sus propios valores para abrazar los valores ani-malistas, que son contrarios. Defender el equilibrio de las especies y la conservación de los ecosistemas no tiene nada que ver con el hecho de ocuparse de la muerte de cada animal considerado individualmente y aún menos con el “sufrimiento” individual de todos los animales que pueblan los océanos, las montañas y los bosques del mundo. No se puede al mis-mo tiempo salvar a la especie “leopardo” y preocuparse por el sufrimiento de las gacelas. No se puede al mismo tiempo salvar a la especie “oveja” y preocuparse por la suerte individual de los lobos hambrientos (la afir-mación inversa también es cierta). No se puede alimentar a las palomas (por sentimiento animalista) y preocuparse por sus plagas (por razones ecologistas). Hay que elegir: la ecología o el animalismo. La fiesta de los toros está radicalmente en el bando de la ecología. Por las cuatro siguien-tes razones.

19 Una de las últimas formas de ganadería extensiva en Eu-ropa.

Defender la fiesta de los toros es apostar por una de las últimas for-mas de ganadería extensiva que existen en Europa, en la que cada animal dispone de una extensión de 1 a 3 hectáreas de terreno. ¿Puede alguien mejorar esa realidad tratándose de animales domésticos? Si se suprimen las corridas de toros muchas de esas tierras hoy destinadas al toro de lidia se entregarían al uso de la agricultura intensiva o industrial. No deja de ser curiosa la inversión de valores: en la época de la mercantilización de lo viviente, de la cría de bovinos en auténticas fábricas de filetes, de la producción en cadena de pescados estandarizados, algunos se indignan por las condiciones de vida y de muerte de los toros de lidia.

20 Un ecosistema único.

Esta ganadería extensiva, preservada de la mecanización indiscriminada gracias al amor por el toro y a la abnegación personal de algunos gana-deros (que seguro tendrían mucho más interés -económico- en “fabricar carne” en ganadería intensiva) sólo se puede hacer en unos espacios y unos pastos únicos: la dehesa en España (de Salamanca a Andalucía), en Portugal (en el Ribatejo) y en Francia (en la Camarga). Gracias a la pre-sencia del toro de lidia, estos espacios son auténticas reservas ecológicas de incomparable riqueza de flora y fauna (jabalí, lince, buitre, cigüeña, etc.) similar a la de los grandes parques naturales protegidos. (En el caso de La Camarga nos podemos referir, por ejemplo, a los trabajos del equi-po de Bernard Picon y en especial a su libro “El espacio y el tiempo en La

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Camarga”). Esto lo saben bien los ecólogos, que no deben ser confundi-dos con algunos teóricos de la “ecología política”.

21 Defensa de la biodiversidad

Un verdadero ecologista defiende la biodiversidad y lucha contra la desaparición de las especies. Los animalistas que hoy batallan por la prohibición de la fiesta de los toros luchan, muchas veces sin ser cons-cientes de ello, por la desaparición de los toros de lidia (Bos taurus ibe-ricus). Esta variedad única de toro salvaje preservada en Europa des-de el siglo XVIII gracias a las grandes ganaderías estaría condenada al matadero si se suprimieran las corridas de toros. Con lo cual, para salvar la especie (o la variedad) es necesario “sacrificar” algunos toros en el ruedo. El animalista querría “salvar” a esos ejemplares del destino que les espera. Pero ¿cómo sería eso posible sin condenarlos, a ellos y a todos los demás, al matadero? ¿Qué haríamos con todas esas vacas, erales, becerros, que hoy viven exclusivamente para posibilitar que unos cuantos toros adultos sean lidiados en el ruedo? En efecto, es necesario contar con una ganadería de unas trescientas cabezas de ganado para “producir” anualmente tres corridas de seis toros adultos, (cuatro años). (A esto, el antitaurino generalmente contesta que no siendo el toro de li-dia, en la estricta acepción biológica del término, una especie, sino sólo una “variedad”, su patrimonio genético no tendría que ser protegido: pero ¿podríamos deshacernos de los perros con el pretexto de que tene-mos lobos, o viceversa?) Supongamos que, aguijoneado por estos argu-mentos, el animalista insista en su empeño de pretenderse “ecologista” y vuelva a las consideraciones morales sobre la necesidad de reducir el “sufrimiento” animal. Preguntémosle entonces: ¿disminuiría verdade-ramente el sufrimiento animal si se suprimiesen las corridas de toros? (Claro, si suprimimos todos los individuos de una determinada pobla-ción, de un plumazo suprimiremos sus “sufrimientos”. Pero a nadie se le escapa que esto es un sofisma). Pero, sigamos con ese razonamiento “utilitarista”: ¿qué pasaría con todas esas vidas libres (y por tanto “me-jores” que las de la mayor parte del resto de animales que viven bajo la dominación del hombre) de esos centenares de miles de bestias (semen-tales, vacas, utreros, añojos, becerros) que disfrutan actualmente de una vida conforme a su naturaleza y que no mueren en el ruedo? (De unos 200.000 animales que viven actualmente en las ganaderías destinadas a la lidia, sólo el 6% muere en el ruedo). ¿Cómo contabilizar la pérdida de su existencia y de calidad de vida si se suprimieran las corridas de toros? Vayamos más lejos y volvamos a los doce mil toros que mueren cada año en los ruedos: ¿estamos seguros de que disminuiríamos sus su-frimientos privándoles de una buena vida si se suprimieran las corridas de toros? Y finalmente ¿estamos seguros de que dismi- nuiríamos los sufrimientos de los

toros destinados a la corrida si se les privase de la corrida? (ver ar-gumento 18).

22 Respeto de la naturaleza del animal.

Una última consideración ecologista: el toro de lidia es el único animal criado por el hombre que vive y muere conforme a su naturaleza (ver argumento 17). Esto no es fruto del azar, sino la consecuencia misma del sentido de la corrida, ya que ésta exige la bravura del toro. Es un caso único de ganadería que debe respetar necesariamente las exigencias de la vida salvaje del animal (territorio, alimentación, coexistencia de las crías con sus progenitores, etc.) precisamente porque hay que preservar lo más intacto posible el instinto natural de agresividad, defensa del territorio y desconfianza ante cualquier intruso, especialmente ante el hombre. El toro de lidia es el único animal doméstico que sólo puede servir a los fines humanos para los que ha sido criado a condición de no ser domesticado. De ahí que deba ser criado de la manera más “natural” posible; en caso contrario, su lidia sería imposible y la corrida de toros perdería todo su sentido. Por definición la corrida de toros es la práctica humana que debe respetar más y mejor las condiciones naturales de la vida de los animales que viven bajo la dominación humana.

23 Humanidad y animalidad.

Los animalistas defienden que como “todos somos animales”, debe-ríamos dispensar el mismo trato a los animales que a los hombres. Se equivocan. Es justamente porque el hombre no es un animal como los demás por lo que tiene deberes hacia ellos y no al contrario. Estos deberes no pueden, en ningún caso, confundirse con los deberes universales de asistencia, reciprocidad y justicia que tenemos para con los otros hom-bres en tanto que personas. Sin embargo, está claro que tenemos deberes hacia algunos animales. A priori hay tres formas de relacionarse con los animales. A los animales de compañía, les damos afecto a cambio del que ellos nos ofrecen: por eso, es inmoral traicionar esa relación, por ejemplo abandonando a un perro en el área de servicio de una autopista. A los animales domésticos, les proporcionamos ciertas condiciones de vida a cambio de su carne, leche o cuero…; por eso, es inmoral conside-rarlos como meros objetos de producción sin vida, como sucede en las formas más mecanizadas de la ganadería industrial; pero no es inmoral matarlos, puesto que con esa finalidad han sido criados (argumento 22). Y, respecto de los animales salvajes, con los que no nos liga ninguna rela-ción individualizada, ni afectiva ni vital, sino solamente una vinculación con la especie, es moral, respetando los ecosistemas y eventualmente la biodiversidad, luchar contra las especies perjudiciales o proteger ciertas especies amenazadas. Ahora bien, ¿qué ocurre con los toros bravos – que no son animales propiamente domésticos ni verdaderamente salvajes? ¿Qué deberes tenemos para con ellos? Yo respondo: preservar su natura-leza brava, criarlos respetando esa naturaleza y matarlos (puesto que sólo viven para eso) conforme a su fiereza natural (ver argumentos 14 a 16).

La corrida como espectáculo.

¿Qué es lo insoportable a los ojos, o mejor dicho a la imaginación, de un adversario de la fiesta de los toros? ¿Lo que acontece o el hecho de que se enseña? ¿Los hechos en sí o su presentación como espectáculo? Ese adversario estaría casi dispuesto a admitir que, al fin y al cabo, y comparándolo con las desgracias del mundo, lo que sucede en el ruedo (la muerte del toro en unos pocos minutos) es asumible y no merecería el desenfreno de su indignación. Lo que verdaderamente no soporta es que otros puedan acudir a la plaza a ver lo que él se imagina. En su imagina-ción, sólo hay sangre y muerte. Ve exclusivamente eso. Y le es totalmente imposible imaginar, y aún menos comprender, que los espectadores sean como él, o sea, que a ellos tampoco les guste la violencia, la sangre y la muerte. No es eso lo que van a ver. Entonces, ¿qué?

24 “¿No es un espectáculo cruel y bárbaro?”

Entre las representaciones que se hacen los adversarios de la fiesta de los toros, una de las más comunes consiste en considerarla como un espectáculo cruel y bárbaro. No niego que es un espectáculo singular y violento, aunque esta violencia está sublimada y ritualizada, como en otras formas artísticas. Pero no admito que sea un espectáculo bárbaro: nació en el siglo de las Luces como una ilustración del poder del hom-bre y de la civilización sobre la naturaleza bruta (ver argumento 29). La verdadera barbarie ¿no consistiría en poner en el mismo plano la vida del hombre y la vida del animal, “considerando por tanto al hombre como una bestia”? Tampoco admito que sea un espectáculo cruel, pues-to que la crueldad supone el placer que se obtiene con el sufrimiento de una víctima (ver argumento 1). Por supuesto, el aficionado también es sensible al drama del toro (el antitaurino no tiene el monopolio de la sensibilidad y de los buenos sentimientos) pero no ve en él una víctima de malos tratos, sino un peligroso combatiente, muchas veces heroico, por más que resulte casi siempre vencido. La auténtica crueldad ¿no es la de aquellos antitaurinos que afirman desear la cornada y la muerte del torero? Esto supone, una vez más, colocar al hombre y al animal en el mismo plano.

25 “¿No son perversos los placeres de los espectadores?”

Una de las más habituales e injustas de las injurias que los antitauri-nos regalan a los aficionados, consiste en tratarlos como “perversos”, “sádicos”, etc. Es absurdo. Nadie conoce a ningún aficionado que dis-frute con el sufrimiento del toro. De hecho, es difícil encontrar alguno que sea capaz de pegar a su perro, e incluso de hacer daño de manera voluntaria a un gato o a un conejo. Y para todos aquellos que imaginan a los aficionados como una casta particular de humanos sin corazón ni humanidad, sólo me permito recordarles el nombre de todos los artis-tas, poetas, pintores, que con independencia de su procedencia y de sus convicciones, son al menos tan sensibles a la vida y al sufrimiento como todos los demás hombres, y en modo alguno carecen de moralidad o humanidad. ¿Cabría pensar que Mérimée, Lorca, Bergamín, Picasso, etc. (ver argumento 30) han sido psicópatas y perversos sedientos de sangre? ¿Se podría pensar que hayan mentido hasta ese punto sobre lo que veían? ¿Habrían sido capaces de traicionar hasta ese punto lo que experimentaban en el fondo de su sensibilidad y expresaban con su arte? ¿Sería posible que un profano, que jamás ha visto una corrida de toros, sepa más que ellos sobre lo que realmente es? Y sobre todo, ¿cómo puede saber lo que esos mismos artistas han sentido al verlas?

26 La mayor emoción en la plaza: la admiración.

¿Cuál es la principal y más grande emoción que un aficio-nado siente, como otros muchos espectadores ocasionales, en una plaza de toros? No es un gozo perverso o maligno, sino una emoción inmediata, tan carnal como intelectual, que se llama admiración. Admiración antes que nada hacia la bravura del toro: por su poder, por su incesante combatividad a pesar de las heridas y por sus repetidas acometidas a pesar de sus fracasos. Y admiración también hacia el valor del hombre, por su audacia, su coraje, su sangre fría, su calma y su inteligencia en relación con el adversario. ¡Sí! Vamos a la plaza, por encima de todo, a admirar. Es el más sano y más delicioso de los placeres.

27 “La corrida de toros genera violencia”.

Es una idea simplista. Bajo el pretexto de la existencia de violencia en la lidia, se generaría violencia automáticamente. Insisto: se trata de una violencia estilizada y ritualizada, es decir, sublimada y canalizada y por

tanto no de una violencia caótica, absurda, desenfrenada, sin fe ni ley…, con la que a veces la realidad (o su representación) nos confronta. Por eso no se ha visto nunca a ningún espectador que se haya vuelto violento o agresivo hacia los hombres o los animales después de haber visto una (o cien) corrida(s). Rara vez se han registrado actos de violencia come-tidos por los espectadores durante o después de una corrida. El fútbol es seguramente un deporte menos violento que el rugby, pero todo el mundo sabe que la violencia en los estadios de fútbol es mucho más habitual y desenfrenada que la que se produce en los estadios de rugby, y por supuesto superior a la de las plazas de toros. El público que asiste a una corrida es a menudo gente cultivada y educada que manifiesta de manera muy pacífica sus emociones, incluso las más fuertes e indignadas cuando el espectáculo no corresponde a sus expectativas. En realidad, si hubiera que considerar la fiesta de los toros como una “escuela” de algo, ésta sería la del respeto: por el rito y su sentido; por la animalidad y la manera como se expresa; y por la humanidad que triunfa y la manera como lo consigue.

28 “¿Son las corridas de toros un espectáculo traumatizante para los niños?”

Cualquier cosa puede trau-matizar a un niño. Espe-cialmente la violencia muda, ciega y ab-surda a la que no se le puede dar ningún sentido ni razón. Lo que puede contribuir al trauma es el silencio. Un niño puede soportar o no el espectáculo de la co-rrida de toros ni más ni menos que un

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adulto. El niño puede aprender y comprender, igual que lo puede hacer un adulto. Puede rápidamente percibir la diferencia entre el hombre y el animal y, sobre todo, entre el animal admirado y temido como el toro y el animal afectuoso y querido como su perro o su gato. Y la corrida de toros puede ser la ocasión para que los padres den explicaciones sobre los signos del ritual (hecho al que los niños son especialmente sensi-bles), dialoguen con ellos sobre la vida y la muerte, y también ofrezcan las explicaciones pertinentes sobre el comportamiento animal y el arte humano. La corrida de toros, por sí misma, no es ni “traumatizante” ni “educativa”. Lo que puede contribuir a traumatizar a los niños es el mie-do de los padres a traumatizarlos. Al contrario, es el deseo de los padres de compartir sus alegrías y hacer comprender a los niños un espectáculo tan singular, lo que puede resultar educativo.

La fiesta de los toros en la cultura y en la historia.

Hasta el momento nos hemos situado en territorio adverso. Hemos res-pondido a los ataques de los que afirman que no les gusta la fiesta de los toros – que están en su derecho — y de los que, a veces sin saber nada del asunto, pretenden prohibirla o limitar el acceso a los demás –ya no están en su derecho. Hemos dicho, por tanto, todo lo que la fiesta de los toros no es. Aún no hemos empezado a decir lo que es. No se trata de un fenó-meno sin raíces históricas y geográficas. Está integrada en una cultura, lo que no quiere decir que se reduzca a ella. Es creadora de una diversi-dad de culturas particulares, lo que no significa que no sea en todos los casos portadora de los mismos valores. Es también inspiradora de “alta cultura”, lo que no significa que esté desconectada de la cultura popular.

29 “¿Es arcaica la fiesta de los toros?”

A este respecto, los prejuicios abundan a uno y a otro lado de la barrera que separa a los aficionados de los antitaurinos. Para éstos, la fiesta de los toros es arcaica, remontándose a una especie de edad bárbara de la humanidad. Para aquéllos, la fiesta de los toros es arcaica, encontrando su legitimidad en las más antiguas y respetables fuentes. Estas dos uti-lizaciones de la antigüedad son igualmente ideológicas. En realidad la corrida es una invención moderna. El toreo a pie no va más allá del siglo XVIII; se codifica progresivamente a principios del siglo XIX y, tal cual lo conocemos hoy, no tiene más de un siglo y medio de existencia. Es más o menos la época en la que llega a las regiones francesas de Aquita-nia, Camarga y Provenza, que conocían los juegos taurinos desde hacía mucho tiempo. La historia se opone al prejuicio. Se cree que la muerte pública del toro es lo que es arcaico y que el aspecto lúdico de las tau-romaquias populares es reciente (conforme al actual prejuicio según el cual el proceso de “civilización” supone la progresiva depuración de la

muerte). Sin embargo, lo cierto es justamen-

te lo contrario: en toda la cuenca mediterránea siempre hubo diversos juegos populares con el toro. La codificación de la popular corrida de toros con muerte pública es reciente – como puede comprobarse con un argumento económico: criar toros “salvajes”, que sólo pueden ser em-pleados una vez, presupone un elevado grado de desarrollo económico. En compensación, lo que está demostrado son los tres hechos siguientes. La corrida de toros no ha dejado de desarrollarse en España a lo largo de todo el siglo XX y está más viva que nunca. Como nos recuerda Pedro Córdoba en su excelente libro La corrida (Colección “Idée reçues”, edi-torial “Le cavalier bleu”, Paris, 2009), en 2008 se celebraron en España aproximadamente novecientas corridas de toros formales; cuatro veces más que un siglo antes; y también (contrariamente a un prejuicio con mucha aceptación) cuatro veces más que en 1950. En Francia, la “corri-da” no ha dejado de desarrollarse desde su introducción (hacia la mitad del siglo XIX), y ha tenido un auténtico boom especialmente en estos úl-timos veinticinco años. A modo de ejemplo, en el último cuarto de siglo la asistencia a la plaza de Nîmes se ha duplicado prácticamente, pasando de unos 70.000 espectadores por año a comienzos de los ochenta a unos 133.000 en el 2007. Lo mismo ha ocurrido en el mundo ganadero: la pri-mera ganadería se fundó en 1859 (H. Yonnet) y durante mucho tiempo fue la única; en la actualidad, Francia cuenta con 42 ganaderías, distri-buidas por el sureste del país (especialmente en La Camarga) y algunas en el suroeste. La gran mayoría fue fundada a partir de 1980.

Lo que por otro lado nutre la idea de arcaísmo es el hecho de que la co-rrida de toros se ha convertido en uno de los pocos acontecimientos en el que se perpetúan actos que, hace poco, eran habituales y formaban parte de la vida cotidiana. Cualquier forma de ritualización ha desaparecido prácticamente de nuestras vidas en los últimos treinta años, sobre todo las que están ligadas a la muerte: no hay cortejos fúnebres en las ciuda-des, no se colocan marcas de duelo en las casas, y las personas tampoco llevan ya signos visibles de luto. La muerte de los animales se ha refu-giado en el glacial silencio de mataderos industriales; de igual mane-ra, la de los hombres ha emigrado hacia clínicas súper especializadas y asépticas o hacia las antecámaras de la muerte, anónimas y disimuladas, de las residencias geriátricas. Por otro lado, en una sociedad que hasta hace poco tiempo tenía raíces y sensibilidades rurales, la muerte regulada y festiva de un animal do- méstico (la del gallo o la del cerdo) era un acto f ami - liar que daba ritmo a la vida ordinaria

mediante la excep-cionalidad de los

solemnes actos de comunión

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ha desaparecido de manera brusca. Por tanto, la perspectiva animalis-ta contemporánea que considera estos fenómenos como arcaicos no se equivoca del todo. Pero con una matización: lo que desde esa sensibili-dad se considera arcaico no se remonta de ninguna manera a la noche de los tiempos sino, como mucho, a una o dos generaciones. Lo que ignora esa sensibilidad es que ella misma es el fruto muy reciente e hiper-mo-derno de una pérdida de contacto con los animales y con la naturaleza reales. Los animales que imagina son todos buenos, como los animales de apartamento, o todos víctimas, como los cerdos criados en baterías que a veces vemos por la televisión: ambos tipos de animales son el re-sultado de una ideología urbana reciente. Hay un nexo de unión eviden-te entre estos tres hechos. Justamente porque nuestra época ha perdido poco a poco el sentido de los ritos, de la muerte, de la naturaleza, de la animalidad, es por lo que necesita volver a encontrar al mismo tiempo la realidad, la imagen y el símbolo en la corrida. ¡De ahí su modernidad!

30 La fiesta de los toros no está ligada al franquismo. Como toda gran creación cultural es políticamente neutra

Hay un hondo prejuicio, puramente español, que identifica las corridas de toros con el franquismo. Esta consideración no resiste ni el análisis ni el peso de los hechos. ¿Los hechos? Por supuesto, las corridas de toros existían con anterioridad al franquismo y se han desarrollado perfecta-mente después. Cosa distinta es que el régimen haya sabido utilizar y manejar en beneficio propio los fenómenos más espectaculares de la pa-sión taurina – lo trágico de Manolete y lo desenfadado de El Cordobés, las dos caras de la popular fiesta de los toros. Esto es sin duda lo que hacen todas las dictaduras. Así, Salazar se esforzó en recuperar el fado portugués y atraer hacia sí el icono popular que fue la genial Amalia Rodrigues. Por eso el fado conservó durante algún tiempo después de la “revolución de los claveles” cierta imagen fascista cuando sin embargo nunca dejó de ser la expresión más profunda del alma popular lisboeta. También el régimen militar brasileño intentó recuperar para su favor la pasión futbolística del pueblo brasileño y la victoria de la Seleçäo en 1970. Todo esto nada tiene que ver con el fútbol, la música o los toros. Recordemos, porque la gente olvida, que hubo aficionados tanto en el bando antifranquista (pensemos en Lorca, Bergamín o Picasso) como en el bando franquista. En Francia, la fiesta desata pasiones entre personas de izquierdas (por ejemplo, los escritores Georges Bataille o Michel Leiris) como de derechas (por ejemplo, Henry de Montherland o Jean Cau); y al contrario de lo que ocurre en España, los medios de comunicación meridionales apoyan la tauromaquia independientemente de cualquier consideración ideológica. En la España actual, el hecho de que los partidos de derechas favorecen con más facilidad la fiesta de los toros que los de izquierdas, tiene que ver con los enfrentamientos entre posturas nacionalistas y planteamiento centralista.

31 La fiesta de los toros transmite valores universales, no los de la España negra

Para algunos espíritus más cultivados que los anteriores, la fiesta de los toros no está asociada al franquismo sino, más generalmente, a la “leyenda negra de España”, en la que se encuentra – totum revolutum — la expulsión de los judíos, la Inquisición, la exterminación de los indios americanos, el oscurantismo, etc. Algunos hispanistas han mos-trado cómo esa leyenda, montada pieza a pieza, ha podido contribuir a una cierta “culpabilización” de las élites españolas. Ésta es una de las fuentes del sentimiento antitaurino de algunos intelectuales contempo-ráneos, que asocian las corridas de toros con la representación que tie-nen de la imagen que los extranjeros se hacen de su país y de su cultura. Por eso quieren romper con esa representación que estiman trasnochada, folclórica y sobre todo nefasta. De otro lado, la fiesta de los toros no puede ser separada de su marco histórico y geográfico. Marco que es al mismo tiempo más estrecho (ya hemos escrito que está ligada a la mo-dernidad, argumento 29) y más ancho que la supuesta “España negra”.

Su raíz es fundamentalmente la de las culturas mediterráneas. Entre los orígenes lejanos de la tauromaquia moderna, se citan los grandes mitos de la antigüedad (la leyenda de Hércules o el mítico triunfo de Teseo) y la religión romana del dios taurino Mitra. Como todas las grandes creaciones culturales donde se mezclan elementos populares y cultos, el arte taurino está al mismo tiempo ligado a una civilización particular y expresa valores universales: la fiesta, el juego, el valor, el sacrificio, la belleza, la grandeza… De esta manera la tragedia griega depende de su lugar de nacimiento, la Atenas clásica, y al mismo tiempo vehicula emociones y pensamientos en los que todos los seres humanos pueden reconocerse, independientemente de la época: la fatalidad, la pasión que corroe, las coincidencias funestas, los conflictos del deseo y de la so-ciedad… Sería tan absurdo reducir la fiesta de los toros a la “España (llamada) negra” como reducir la tragedia griega al antiguo esclavismo. La moderna corrida de toros ha conquistado el mundo a pesar de haber nacido en algunas regiones de España (Andalucía, Castilla o Navarra). Y todas las poblaciones que adoptaron este ritual y sus valores los in-tegraron en sus culturas y sus tradiciones particulares porque recono-cieron en ellos una parte de su propia humanidad. Así ha pasado con el pueblo vasco, catalán, valenciano, extremeño, gallego, portugués, y con los de la Provence, del Languedoc, de la Aquitaine, y por supues-to las poblaciones mexicanas, colombianas, ecuatorianas, venezolanas, peruanas, que mantienen viva la fiesta, incluso cuando algunos quieran renegar de esta parte de ellos mismos por razones políticas. ¿Alguien hablaba de “España Negra”?

32 La tradición ha forjado una cultura taurina

Algunos defensores de las corridas lo hacen arguyendo que debe su legitimidad a la tradición. Y ante eso los antitaurinos lo tienen fácil para responder que la tradición no es un argumento y que la mayor parte de los grandes progresos de la civilización se han hecho contra costumbres bien arraigadas, y por tanto supuestamente legitimadas por la tradición. Enumeran con razón la esclavitud, la sumisión de las mujeres, la pena de muerte, etc. No es menos cierto que hoy continúan existiendo tra-diciones absolutamente detestables como el suicidio de las viudas en India o la ablación de niñas y jóvenes de acuerdo con determinados ritos religiosos. Sin embargo, en Francia una prudente ley (la del 24 de abril de 1951, transcrita también como uno de los supuestos del artículo 521.1 del Código Penal) declara las corridas de toros lícitas “cuando existe una tradición local ininterrumpida”. ¿Quiere esto decir que la tra-dición es el motivo de la licitud? De ninguna manera. Lo único que hace la ley es definir su extensión. El matiz es importante. Las corridas de toros son autorizadas no porque hay tradición, sino allí donde hay. La tradición tiene como efecto forjar una cultura local y una determinada sensibilidad. Es justamente esto lo que confirma una sentencia de la Cour d’Appel d’Agen del 10 de enero de 1996: “la tradición local es una tradición que existe en un entorno demográfico determinado, por una cultura común, las mismas costumbres, las mismas aspiraciones y afinidades…una misma manera de sentir las cosas y entusiasmarse por ellas, el mismo sistema de representaciones colectivas, las mismas men-talidades”. Éstos son los frutos de la cultura taurina, allí donde existe tradición. Coexistir con discursos taurinos, vivir próximo a los toros, relacionarse desde niño con este magnífico y fiero animal, y tener ad-miración hacia el toro y su bravura, son elementos que han forjado la sensibilidad necesaria para la percepción de este singular espectáculo. De esta forma, lo que sería visto como un acto de crueldad en Londres, Boston, Estocolmo o Estrasburgo se comprende, se vive y se entiende en Dax, Béziers, Bilbao, Barcelona, Málaga o Madrid como un acto de respeto inseparable de una identidad.

33 Fiesta de los toros y defensa de la diversidad cultural

La fiesta de los toros es efectivamente inseparable de las identidades que ha forjado y éstas recíprocamente se han construido gracias a ella.

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No es posible imaginar las ferias de Nîmes o de Vic-Fezensac, de Pam-plona o de Valencia, de Jerez en Andalucía o de Céret en Catalunya francesa, sin el toro en la plaza, ni en las calles, ni en los carteles, ni en las exposiciones, ni en las librerías, ni en toda la fiesta, etc. En una época en la que se defiende la diversidad cultural, en la que se pretende resistir a la mundialización de la cultura, en la que se lucha contra la uniformización de los valores y de las costumbres, en la que se denuncia la omnipotencia de la dominante y avasalladora civilización anglosajo-na… ¿no hay que defender las identidades culturales locales, regionales, minoritarias? ¿No hay que defender, ahora más que nunca, los “pueblos del toro”?

34 Unidad de cultura, diversidad de interpretaciones

Como toda gran creación humana, la fiesta de los toros expresa valo-resuniversales (ver argumento 31). Como toda cultura popular, es inse-parable de la identidad de los pueblos que la han inventado o adoptado (ver argumentos 32 y 33). Pero como toda cultura que es a la vez local y universal, la fiesta de los toros se vive, se siente, se expresa diferente-mente según las ciudades, regiones o países que la han hecho suya. Lo destacable es que la misma fiesta de los toros, que se desarrolla en la ac-tualidad exactamente de la misma manera en Sevilla, México, Pamplo-na, Madrid, Bayona, Arles o Cali, no es, de ningún modo, interpretada de la misma manera en esas diferentes ciudades. En ocasiones se vive como una desinhibida fiesta dionisíaca, en otras como una ceremonia apolínea, en algunos casos como un ritual receloso y circunspecto. La lidia a veces es vista como un juego de quiebros y fintas, a veces como un arte plástico, a veces como una tragedia al anochecer. Las faenas a veces son sentidas como la expresión de la animalidad salvaje y otras veces como la de la humanidad más educada. Todas estas interpretacio-nes de la fiesta de los toros, y muchas más, son posibles, dependiendo de la idiosincrasia de cada pueblo, y hasta de cada persona. Basta con examinar los dos extremos geográficos de España, el País Vasco y An-dalucía, para comprender como cada uno de ellos traduce en su propia sensibilidad la universal fiesta de los toros (de la misma manera que se representa hoy a Sófocles en japonés o en alemán). En el Norte de Espa-ña, les gustan los toros duros y fuertes y los toreros guerreros que acep-tan sus desafíos. En esos ruedos se admira la audacia, la dominación y la demostración del poder. La corrida de toros es vista como un rito festivo y como un arte marcial. Sin embargo, en el Sur, prefieren los toreros artistas y los toros que se prestan a ese juego. En esos ruedos se admi-ra la elegancia, la gracia profunda y la armonía sensual. La corrida de toros es una de las bellas artes, algo entre la tragedia y la escultura. En Francia, sólo el Sur es taurino y el contraste está entre el Oeste y el Este. Cada pueblo dispone de multitud de maneras para adaptar y traducir a su propio vocabulario cultural el mensaje universal de la fiesta de los toros.

35 La cultura taurina y la “alta cultura”

Todo lo expuesto inscribe la fiesta de los toros dentro de las gran-des manifestaciones de la cultura popular (argumentos 29 a 34). Con la variedad innumerable de tauromaquias que los pueblos taurinos han inventado, en su territorio, ocurre lo mismo. Pero lo que le diferencia a la fiesta de los toros de una simple manifestación folclórica es haber sido adoptada y convertida en objeto de reflexión de la cultura “culta”. La universalidad de la fiesta de los toros no es solamente la de los va-lores que transmite (ver argumento 31) sino también la de los mundos artísticos y cultos donde ha sido acogida y la de las obras que ha pro-ducido en las demás artes. ¿Pintura? Sólo hay que citar los nombres de Francisco de Goya, Eugène Delacroix, Gustave Doré, Édouard Manet, Claude Monet, Ignacio Zuloaga, Ramón Casas, Pablo Picasso, André Masson, Salvador Dalí, Joan Miró, Francis Bacon y, en la actualidad, los de Soulages, Alechinsky, Botero, Arroyo, Chambás, Barceló, Combas, entre otros muchos… Refiriéndonos a escritores, podemos mencionar a Luis de Góngora, Nicolás Fernandez de Moratín, Prosper Mérimée, Théophile Gauthier, Gertrude Stein, Manuel Machado, Jean Cocteau,

José Bergamín, Henry de Montherlant, George Bataille, Federico Gar-cía Lorca, Ernest Hemingway, Michel Leiris, Miguel Hernández, Camilo José Cela…; y hoy, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Florence De-lay, etc. A esta lista habría que añadir la poesía de Fernando Villalón, de Gerardo Diego, de Rafael Alberti, de René Char, de Yves Charnet, entre otros muchos. Sin olvidar las músicas de George Bizet, de Isaac Albéniz, de Joaquín Turina, las esculturas de Benlliure, y, en las artes del siglo XX, dentro de la fotografía, la obra de Lucien Clergue, en el jazz las composiciones de John Coltrane y de Eric Dolphy, en el ámbito de la alta costura las creaciones de Christian Lacroix y de Jean-Paul Gaultier, y en el cine las películas de Henry King, de Rouben Mamoulian, de Sergei M. Eisenstein, de Abel Gance, de Budd Boetticher, de Luis Buñuel, de Pedro Almodóvar, etc. ¿Cómo explicar que una tradición tan particular, y apa-rentemente tan limitada histórica y geográficamente, haya podido inspirar las obras de artistas pertenecientes a modos de expresión, nacionalidades, horizontes y estilos tan diversos, si no fuera porque la fiesta de los toros encierra en sí misma tantos tesoros de expresión artística (ver argumentos 39 a 43) y tantos valores humanistas (ver argumentos 36 a 38)?La corrida y los valores humanistasSe ha dicho ya lo que la fiesta de los toros no es (argumentos 1 a 28). Se ha dicho también lo que es exteriormente, en la cultura o la historia (argu-mentos 29 a 35). Todavía no hemos analizado lo que es, en sí misma: los valores éticos y estéticos de los que es portadora y el singular placer que suscita. Todavía no hemos confesado porque podemos amarla. Hemos descrito que la emoción más grande que se siente en una plaza es la ad-miración por la bravura del toro y por el valor del torero (ver argumento 27). Pero no se trata solamente de admirar a uno o y a otro. Se trata de comprender y sentir lo que significan sus actos. Es uno de los componen-tes del placer taurino y una de las razones esenciales del valor humanista de la fiesta de los toros.

36 Comprender la animalidad

Hoy por hoy, no tenemos nada más que relaciones con animales de compañía, “humanizados” por nuestra permanente convivencia con ellos. En el ruedo, vemos al animal, en toda su naturalidad, o, mejor dicho, a un animal singular, y aprendemos a comprenderle y a pensar con él. Ese es uno de los esenciales placeres del aficionado. Es también la primera sorpresa del profano cuando escucha los comentarios de los iniciados. Hablan del toro, de su tipo, de su comportamiento e intentan descifrar su carácter singular, anticipar sus acciones y comprender sus reacciones: “¿Por qué acomete aquí y no allí? ¿Por qué a determinada distancia y no a otra? ¿Por qué en este terreno y no en aquél? ¿Por qué repite sus embestidas? ¿Por qué mide sus arrancadas? ¿Se percatará de la presencia del hombre tras el engaño?”. Aprender a ver los toros en general y a com-prender un toro en particular es una fuente de educación de “etología” para los niños. Finalmente, es la condición indispensable para apreciar el trabajo del torero: ver lo que él comprende, apreciar cómo se adapta a su

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adversario, juzgar si le entiende o no y admirar que le haya entendido mejor que nosotros.¡Estamos lejísimos de gozos perversos!

37 Admirar las virtudes intelectuales del torero

Torear no es sólo atreverse a ponerse delante de un animal que podría (y “querría”) matar. Torear es demostrar una forma muy peculiar de in-teligencia (los griegos habrían dicho “astucia”). Consiste en presentar el propio cuerpo a una fiera peligrosa de forma que lo pueda coger, des-viando su acometida con un engaño de trapo. Una finta hecha de audacia y astucia. Torear consiste sobre todo en enlazar una serie de quiebros que necesitan un conocimiento del toro, una penetración intuitiva de sus acciones y sus reacciones, una inteligencia estratégica de la lidia adaptada a cada toro y un sentido táctico de los gestos necesarios en cada fase de la lidia. La finalidad de todos esos actos, que culminan con la muerte, gesto de suprema maestría, es la dominación del hombre sobre el animal: se trata de forzar al toro a actuar contra su propia natu-raleza, es decir obligarlo a acometer dónde, cuándo y cómo el hombre ha decidido, cumpliendo con la gratuidad del juego y la seducción del engaño. De todo ello resulta una faena que viene a ser como una acción domesticadoraconcentrada en unos pocos minutos. No hay placer taurino sin esa ad-miración por la inteligencia del torero. Y la fiesta de los toros no ten-dría sentido sin esas virtudes de la inteligencia humana que ganan a las fuerzas de la naturaleza. Esta es la lección constante y universal de todo humanismo.

38 Admirar las virtudes morales del torero

Torear no es sólo arriesgar su cuerpo o ejercer su inteligencia. Es tam-bién demostrar virtudes morales que se deducen del acto taurómaco. Es ilustrar cinco o seis grandes virtudes intemporales. El toreo no es sola-mente una técnica, ni un arte, sino también una suerte de “arte de vivir” que requiere que se actúe siempre respetando algunos de los grandes principios morales. Para ser torero, o mejor, para merecer ese título: - Hay que combatir a un animal naturalmente peligroso, lo que exige va-lor y sangre fría - Hay que afrontarlo en público, sin perderle la cara, lo que exige caballerosidad y dignidad - Hay que dominarlo, lo que exige antes que nada, el dominio de sí mismo, del cuerpo, de las reacciones instintivas y de las emociones incontroladas- Hay que matar, también, a ese adversario, lo que sólo se justifica si, para hacerlo, se pone la propia vida en juego (ver argumento 3): esto supone lealtad para con el adversario y total sinceridad en relación con su propio compromiso físico y moral - Finalmente hay que saber ser solidario con los compañeros ante el peligro, lo que exige, una vez más, sacrificio de su propia persona, aún a riesgo de su vida ¿No es el Torero con mayúsculas un auténtico ejemplo de lo que querríamos poder hacer y un verdadero modelo de lo que nos gustaría poder ser?

39 Diversidad cultural e imperativos universales de la hu-manidad

Hemos expuesto cómo defender la fiesta de los toros era resistir a la globalización (ver argumento 33). Pero defender la diversidad cultural no significa defender cualquier práctica cultural. No todas son obliga-toriamente “buenas” o defendibles. Algunas chocan con prohibiciones o tabús absolutos. Son aquellas que transgreden lo que puede ser re-sumido en la idea de “derechos humanos”. Condenar a la esclavitud a un hombre o una mujer; no reconocer a una persona como tal; tratar a un ser humano como un medio para satisfacer cualquier necesidad; rechazar los principios de reciprocidad y justicia; violar los principios de libertad, igualdad y dignidad de los seres humanos… son acciones que nada tienen que ver con la diversidad cultural ni tampoco con la pla-centera relatividad de las costumbres. Son pura y simplemente barbarie. Por definición, estos principios universales no pueden aplicarse a los

animales, ya que suponen el reconocimiento del otro como un igual, es decir imponen la reciprocidad sin la cual no habría justicia. Si el hombre hubiera tenido, o tuviera, que aplicar a los animales los principios que debe aplicar al hombre, no habría habido domesticación, ni ganadería, ni agricultura, ni, en definitiva, civilización propiamente humana. Esto no significa que podamos hacer lo que queramos con los animales, ni que no tengamos deberes hacia ellos (ver argumento 24). Significa que no podemos confundir esos deberes con los que tenemos hacia los hombres, ni los principios del humanismo con los del animalismo. El animalismo no es una extensión de los valores humanistas. Es su negación. La fiesta de los toros es creadora de inestimables valores estéticos

Sin embargo, la fiesta de los toros no sería nada si se quedara ahí. Sería sólo defendible pero no admirable. Si tantos artistas han visto en el toreo un arte que podía ser traducido a su forma de expresión, si la fiesta de los toros procura a los que la aman tan incomparables placeres, si hay que preservarla como una fuente de valores estéticos que no debe perderse, es porque el toreo es un arte raro, que entronca posiblemente con el origen mismo del arte: dar forma humana a una materia natural.

40 La sublime grandeza del espectáculo

Entre en una plaza de toros llena un día clave. Nunca antes ha asistido a una corrida. No está ni a favor ni en contra. Solamente quiere ver. Le horroriza la violencia y no le gusta para nada la sangre. A pesar de todo es posible que la grandeza del espectáculo le conquiste poco a poco. Si es así, déjese arrastrar por sus sensaciones: la solemnidad del ritual, la ligereza de la música, el destello inesperado de los trajes, el poder de la fiera que ataca en todas direcciones, la coreografía tan regulada como imprevisible de las cuadrillas, el capote que gira, el impresionante choque del toro con el caballo de picar (la suerte que más inspiró a Picasso), las banderillas que revolotean, la increíble serenidad del hombre durante el duelo, las audaces y deslumbrantes figuras de su danza con el animal, la muerte en el recogido silencio de la multitud… ¿Ya ha visto usted algo parecido? ¿Ha visto algo que le deje atónito hasta ese punto? ¿Ha visto alguna cosa que pueda así trastornar y hacer naufragar sus sentidos? Este espectáculo incomparable, único, tan potente como singular, esta fiesta total de la grandeza y de la desmesura recibe el nombre de lo sublime. Usted quizás vuelva. O quizás no. Pero seguro que está de acuerdo en afirmar: sólo las corridas de toros pueden procurarnos hoy emociones como éstas.

41 La creación de lo bello

Todo eso no son más que las primeras sensaciones del profano, que el aficionado sólo reencuentra en las grandes ocasiones. Pero, día a día, el arte del toreo consiste en algo completamente diferente: sim-plemente crear belleza. La belleza del toreo es la más clásica: supone elegancia, armonía de movimientos, perfección de formas, equilibrio de volúmenes. El toreo crea formas, obras humanas a partir del caos, es decir la acometida natural de un toro. Inmóvil pone, con un solo gesto, orden donde no había más que desorden y movimiento. Dibuja curvas poéticas donde el animal naturalmente sólo produce líneas rectas (para coger, para matar). Intenta, como los más clásicos pintores, producir el máximo efecto sobre su materia prima (la acometida del toro) con las mínimas causas, es decir en el menor espacio, tiempo y movimiento. Claro que no sólo existe la corrida de toros para crear belleza. Pero sólo la corrida de toros puede crear esta belleza a partir de su contrario, el miedo a morir.

42 Un arte original, entre el clasicismo y la modernidad

El arte del toreo es original. Tiene algo de música (armonía de los acontecimientos consonantes), algo de las artes plásticas (equilibrio de líneas y de volúmenes en tensión opuesta), algo de las artes dramáticas (alianza del azar y de la necesidad). El toreo tiene al mismo tiempo algo de clásico y algo de contemporáneo. La mayoría de las artes cultas han abandonado hace tiempo la creación de belleza, valor estético que se juzga desfasado. Desde este punto de vista, el toreo es un arte extre-madamente clásico. La mayoría de las artes cultas han abandonado la representación, para transformarse en artes de la actuación única y de la presentación directa (ver el happening, el body-art, el ready-made, la instalación, la intervención, etc). Desde este punto de vista, el toreo es un arte completamente contemporáneo: presentación bruta del cuerpo, de la herida, de la muerte. El toreo tiene al mismo tiempo algo de las ar-tes cultas y de las artes populares. Da a los profanos las más inmediatas emociones y a los cultos las más refinadas conmociones, que correspon-den a las artes más “estéticamente correctas”. Y da a todos, a la par que la tensión permanente debida al riesgo de muerte, el alivio transfigurado debido a la belleza.

43 Lo trágico

Y a todas las artes, el toreo les añade la dimensión que ninguna otra arte podrá nunca dar: la dimensión de la realidad. Todo está representado, como en el teatro, y sin embargo, todo es verdad, como en la vida. Pues-to que el juego es a vida y a muerte. Orson Welles dijo: “¡el torero es un actor al que le suceden cosas de verdad!”. La corrida de toros es un drama trágico al que le toca presentar sin ambajes la herida y la muerte. Y decir y afirmar esta verdad: sí, es innegable, mo-

rimos. ¿Es esta

verdad la que rechaza nuestra época, la cual sólo ama la naturaleza asép-tica, y sólo acepta la realidad a condición de que esté desinfectada, y que afirma amar la juventud siempre que sea eterna?

44 La fiesta, comunidad espiritual

Sin embargo, las corridas de toros son, y quizás por encima de todo, una fiesta. Los festejos taurinos siempre han ido de la mano de períodos de ruptura con la vida cotidiana, es decir de los momentos de conmemora-ción en los que una comunidad se encuentra y se recrea. Nuestra época, más que cualquier otra, tiene necesidad de fiestas, porque nuestra moder-nidad es cada vez más individualista, circunscrita al hogar, a lo privado y a lo íntimo. Mientras que la fiesta es la calle, lo de afuera, lo público. Qui-zás es por eso por lo que las corridas de toros dominicales han ido siendo paulatinamente reemplazadas por las ferias. No hay corrida de toros sin fiesta, pero para los pueblos taurinos no hay fiesta posible sin toros. Por-que, ¿hay alguna imagen más bella de la comunidad que el mismo rue-do, redondo, circular, donde todo el mundo ve todo, donde todo es visto desde todos los lados y donde, sobre todo, toda la comunidad se ve a sí misma, comulgando de un mismo espectáculo, de una misma ceremonia, y siguiendo un mismo ritmo de olés, con el sentimiento de vivir juntos un acontecimiento único? Este es el poder de la fiesta de los toros, bien conocido por los alcaldes de las ciudades taurinas, atentos a la vida de su comunidad. Saben que no se hace la misma fiesta en las bodegas de Mont-de-Marsan que en el “Real de la feria” de Sevilla, que no se canta igual en las Fallas de Valencia como se corre en Pamplona, que no se baila igual en Nîmes que en Granada, que sin toros durante el día no se haría, por la noche, fiesta con el mismo ánimo. Porque lo que hemos vivido durante el día, todos juntos, es el triunfo de la vida sobre la muerte.

Los peligros del animalismo

Hemos intentado responder a los detractores de la fiesta de los toros. He-mos intentado decir también, en pocas palabras, lo que son las corridas de toros y los valores de los que son portadoras. En este momento, hay que intentar esbozar las razones que convierten en peligroso el movimiento antitaurino. En sí mismo sólo lo es para la fiesta de los toros; pero el movimiento más general del que es su manifestación y los valores que lo inspiran amenazan mucho más allá que a la fiesta de los toros. Después de todo, puede usted pensar que si mañana, o en diez años, las corridas de toros se prohíben en los lugares donde hoy existen ¡asunto zanjado! Los aficionados se recuperarán y las pasiones humanas ya encontrarán otro propósito del que ocuparse. Quizá. Hoy la amenaza se cierne sobre la fiesta de los toros ¿qué es lo que amenazará mañana?

45 Humanismo o animalismo

Ya hemos dicho que no hay que confundir al hombre y al animal (argumentos 5 y 23)

ni los principios del humanismo con los

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del animalismo (argumento 39). Ahora bien, la ideología que se extien-de y de la que el movimiento antitaurino es portador consiste en poner en el mismo plano animales y hombres: “¿No somos nosotros también animales? ¿No tenemos que tratar a los animales como tratamos a los hombres?”. La intención parece loable: porque ¿no es una manera de extender a los demás seres vivos la compasión, la simpatía, y por tanto, la moralidad que nos liga a los hombres? Mera apariencia. Porque, in-tentando alzar a los animales hasta el nivel en el que debemos tratar a los hombres, necesariamente rebajamos a los hombres al nivel en el que tra-tamos a los animales. ¿Qué quedaría de los valores de justicia, equidad, generosidad y fraternidad? ¿Que sería de los valores de la convivencia, si reducimos la comunidad humana a esa otra, infinitamente más vaga y menos exigente, que nos liga a los animales, sea cual sea la afección que tengamos para con algunos o el respeto que debemos a todos?

46 ¿Hasta dónde irá la “liberación animal”?

La modernidad ha conllevado una incontestable degradación de las condiciones de cría de algunos animales destinados al consumo humano (especialmente cerdos, terneras y pollos) considerándolos puras mer-cancías. La toma de conciencia de ese fenómeno ha acabado por con-mover de manera perfectamente legítima a las poblaciones occidentales, las cuales – por otra parte- no tienen una idea clara del precio que ten-drían que pagar por un eventual retorno a una cría más extensiva o más respetuosa con las condiciones de vida de las bestias. A la misma vez, las mentalidades cambian: el crecimiento de la urbanización ha hecho perder a los habitantes de las sociedades industriales cualquier contacto con la naturaleza salvaje. Las personas han olvidado la ancestral lucha contra las especies dañinas (pensemos en los lobos que diezmaban re-baños o las ratas transmisoras de la peste) e ignoran la que continúan librando otros hombres en otros lugares (las langostas que destrozan las cosechas africanas, o incluso los perros asilvestrados que infestan multitud de ciudades del tercer mundo). El animal ha dejado de ser, en el imaginario occidental contemporáneo, lo que era en el imagina-rio clásico: de bestia terrorífica o animal de labor a víctima o mascota. De ahí la elaboración del mito por la civilización industrial: el de una “naturaleza” pacificada (paraíso perdido donde los animales son libres) y el del Hombre, con mayúscula, representando el Mal, verdugo del Animal con mayúscula, víctima inocente. Esto permite poner a todos los animales en el mismo saco: el gato y el ratón, el lobo y la oveja, el perro y la pulga, el toro de lidia y el animal de compañía. Este fantasma alimenta los ideales de la “liberación animal”. Se comprende entonces por qué la ideología animalista elige como blanco la fiesta de los toros. No es porque sea más “cruel” objetivamente que todas las formas de explotación animal (se sabe perfectamente que no), ni porque contraríe más la naturaleza de los animales que las demás formas conocidas de domesticación (hemos visto que no), sino porque contradice la imagen aséptica y edulcorada que se tiene actualmente del mundo animal (¿una bestia que combate y puede matar? ¡Inimaginable!) y que parece ser la imagen de la relación del Hombre con su Víctima. ¡Y puesto que habría que “liberar” a todas las víctimas, es por lo que se debe comenzar por esos pobres toros de lidia!

Tocamos de nuevo con lo irracional. Y mañana, ¿cuál será la nueva imagen de víctima animal que ya no podrán soportar? ¿Habría que “li-berar” todos los animales que el hombre ha domesticado desde hace 11.000 años tal y como lo reclaman ya hoy los teóricos radicales del ani-malismo en Estados Unidos? ¿Habrá que soltar los cerrojos para liberar a los conejos, y que se apañen Australia y su ecosistema que estuvieron a punto de perecer bajo el peso de su invasión? ¿Habrá que liberar a los visones, como recientemente se ha hecho en Dordogne, sin preocupar-se de la catástrofe ecológica que provocaron? ¿Habrá que liberar a las ovejas del hombre y liberar también a los lobos sin preocuparnos de las ovejas, y liberar también a los osos sin preocuparnos de los agricultores de los Pirineos y sus rebaños (y que ellos también puedan liberarse de los osos, si les apetece)? ¿Hasta dónde nos llevará esta locura “libera-

cionista”? Hasta el punto de que, tomando conciencia de que la mayor parte de las variedades, razas y especies animales (como el toro de lidia) sólo deben su supervivencia a la relación con el hombre, y que, una vez “liberadas”, no podrían volver al estado salvaje sin ser inmediatamente condenadas a muerte, habríamos de tomar, como única medida “liberato-ria” eficaz, la castración y esterilización de todos los animales domésticos de la tierra que nos aseguraría que jamás habrá animales sometidos a los hombres. Es esto lo que preconiza el pensador americano Gary Francio-ne, que se atreve a llevar la lógica de la “liberación animal” hasta este punto. ¿Es absurdo? Es, cuanto menos, insensato. Sin embargo es abso-lutamente coherente. De hecho es el único tipo de medida que se deduce racionalmente del principio mismo de la “liberación animal”, eslogan tan ingenuo como irresponsable.

47 Peligros de una moral prohibicionista

Hoy la fiesta de los toros. Y mañana ¿contra qué la tomarán? ¿Qué ino-cente placer será descrito como perverso? ¿La caza deportiva, la pesca con caña? Eso ya está. ¿Y entonces? La producción de foiegras ya está prohibida en varios países. El Parlamento californiano votó incluso en el 2004 una ley prohibiendo su comercialización. ¿Y mañana? ¿Habría primero que “desaconsejar vivamente” el consumo de carne y de pescado (por razones supuestamente morales, se entiende) para después autorizar su consumo solo bajo ciertas condiciones, para finalmente decidir pro-hibirlo? Y pasado mañana, ¿“desaconsejar” la leche, el cuero, la lana… porque suponen explotación animal? ¿Y por qué no la miel? ¿O la seda producida gracias a la invención por parte de los chinos de una mariposa, el Bombyx mori? ¿Hasta dónde irá la obsesión de nuestro “Bien” y la locura prohibicionista?

48 Animalismo e imperialismo cultural

Se escuchan voces de algunos políticos de Cataluña, lugar hasta hace poco taurinamente brillante, declararse hoy antitaurinos en nombre de la resistencia de la catalanidad frente al centralismo español. También sabe-mos que, simétricamente, algunos aficionados de la Cataluña francesa se reafirman como radicalmente taurinos en nombre de esa misma resisten-cia de la catalanidad ante el centralismo francés. (En Céret se toca “Els Segadors” himno nacional catalán, antes de la salida del primer toro). También sabemos que todo nacionalismo debe reinventar permanente-mente su pasado y construirse un enemigo todopoderoso frente al cual debe presentar su propia “nación” como víctima. En esto no hay nada nuevo. Lo que es nuevo, y que sería casi cómico si la corrida de toros no fuera mañana la víctima, es que esta resistencia al supuesto imperialismo más cercano (el español) se hace en nombre de los valores, los principios y las normas del imperialismo cultural más potente (ver argumento 33), el imperialismo cultural anglosajón y sus principios animalistas, que tienen fuentes históricas, ideológicas e incluso religiosas propias, y que están en las antípodas de las tradiciones culturales, ideológicas y religiosas de los pueblos mediterráneos. El sentido de la fiesta en la calle, la ritualización de la muerte, y la estilización enfática de lo trágico, elementos constituti-vos de la fiesta de los toros, están en el fundamento de todas las culturas mediterráneas. Y estas costumbres están muy alejadas de las tradiciones de los países anglosajones y de las culturas de tradición protestante de las que se alimenta hoy toda la moral animalista. Pretendiendo zafarse de la dominación de un hermano ¿no caen algunos movimientos antitaurinos bajo la influencia de un primo mucho más lejano?

49 ¿Y la historia?

Muchos adversarios de la tauromaquia (e incluso algunos aficionados) están persuadidos de que, como la fiesta de los toros es “arcaica” (argu-mento 29), tiende inevitablemente a desaparecer, condenada por la histo-ria. (Pero si los antitaurinos están tan persuadidos que desaparecerá por sí misma ¿por qué se empeñan en prohibirla?). Sin embargo, la historia nunca está escrita y siempre reserva sorpresas. En el pasado, las corridas

de toros ya estuvieron varias veces prohibidas, y por razones morales mucho más potentes que las esgrimidas en la actualidad. Se trataba por ejemplo del respeto que todo creyente debe a su vida, o del cuidado que debe dedicar a su propia salud en lugar de a fútiles divertimentos, demasiado aduladores de la vanidad humana. Se censuraba también la perversidad de los espectáculos en general, la promiscuidad de los sexos en los tendidos de las plazas, y otras cosas mucho más enérgica-mente reprobadas por la moral pública de la época que los supuestos maltratos a los animales de hoy en día. ¿Se sabe – por ejemplo — que las corridas de toros fueron prohibidas en 1804 en España por el rey Carlos IV, y que fueron restablecidas en 1808 por el “ocupante fran-cés” Joseph Bonaparte? Desde hace dos siglos, la fiesta de los toros se ha adaptado a todos los cambios de regímenes, de ideologías, de costumbres y de sensibilidades. Tiene aún por delante un prometedor futuro, aunque no fuera nada más que por dos razones, extremadamen-te tranquilizadoras: primero, cuando está amenazada en una región, se fortalece en otra (en Francia por ejemplo, la afición es cada vez más numerosa y educada, ver argumento 29); segundo, hoy es cada vez más atacada desde el exterior (y lo seguirá siendo por la fuerza de la globalización), pero se comporta muy bien en el interior, lo que hace

que viva uno de los períodos más brillantes de su historia reciente. To-memos un ejemplo: en los años 70 se declaraba que el flamenco estaba moribundo, y debía ser tirado a las papeleras de la historia, al cajón del olvido de un folclore caduco, por su compromiso con el “fascismo”; condenado al desuso o a la aniquilación por la música pop, las diversas fusiones y todo lo que aún no se llamaba la “globalización”. Le pasaba lo mismo al fado, en Portugal, ya lo hemos explicado (argumento 30). Entonces, llegó una nueva generación de cantaores, sinceros y capa-ces, que quisieron reencontrar las raíces puras de su arte y el flamenco conoció un fenómeno de revival y vivió una de las más bellas páginas de su historia. Volvamos a la fiesta de los toros. Se declaró en los años 60 que las corridas de toros no sobrevivirían a la victoria sobre la mi-seria y que habría que ser un muerto de hambre para tirarse entre los pitones de un toro. Las predicciones históricas eran falsas. Las gene-raciones de toreros de las tres décadas siguientes fueron en general de una buena condición socio-económica y cultural y estaban animados sólo por la pasión taurina. Ésta no muere fácilmente. Hoy, que vivimos en sociedades cada vez más obsesionadas con la seguridad, se ven más que nunca toreros que practican un arte audaz y arriesgado. ¡Otra vez más llevando la contraria a la supuesta lógica de la historia! De igual manera, al final de los 70, se creía la feria de Bilbao moribunda, bajo los golpes de un nacionalismo que (y se decía que era ineluctable) iba a dar la espalda a la “tradición taurina”, juzgada envejecida y re-accionaria. Esta feria está hoy por hoy más viva, y vasca, que nunca.

Entonces, si hubiera que hacer alguna predicción, ¿no podríamos pensar que lo que es transitorio, pasajero y más efímero que la moda del sushi, es la ola “animalista”, que seguramente no ha llegado aún a su apogeo, pero que quizá está destinada a desaparecer tan rápidamente como ha apare-cido, cuando otros valores, perfectamente humanos, tomen la delantera? Tenemos algunos signos en ese sentido, por ejemplo, el cansancio de las poblaciones ante algunas campañas prohibicionistas o higienistas, o la reivindicación cada vez más reafirmada a favor de la diversidad cultural. Un último ejemplo de los curiosos giros de la historia. En mitad del siglo XIX fueron las sociedades protectoras de animales las que lanzaron gran-des campañas a favor de la hipofagia. Estimaban que, reconduciendo la mirada de los cocheros y otros usuarios de caballos de tiro hacia el interés económico que podrían obtener de sus viejos jamelgos usados, se verían obligados a tratarlos mejor para sacar partido de la venta de su carne. ¡Hoy esas mismas sociedades luchan por la prohibición de la hipofagia porque sería indigno para un animal ser comido porque (o cuando) ya no trabaja! (Es de temer que la especie caballar no salga de ésta). ¿Sería demasiado esperar, para el toro bravo, un giro parecido por parte de los movimientos animalistas? Entregados hoy a prohibir las corridas de toros en nombre del bienestar animal ¿no podríamos esperar que una mejor comprehensión hacia el interés animal y en particular hacia el de los toros de lidia les haga luchar a favor del desarrollo de la tauromaquia, para preservar la supervivencia de esa “raza” y el bienestar de los individuos que se benefician de esas condiciones de cría?Siempre podemos soñar…

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¿Habrán convencido los argumentos aquí expuestos a algunas mentes dubitativas y libres de prejuicios? Podemos esperarlo. ¿Habrán hecho cambiar de opinión a aquéllos a los que la sola idea de la corrida de toros les asquea y les rebela? Lo dudamos. Como señala Pedro Cordoba al final de su ya citado libro La Corrida, ningún argumento podrá jamás conven-cer a aquéllos que imaginan la corrida de toros como la tortura de una bestia inocente. Ni el hecho de que el calvario del toro sea menos terrible de lo que piensan (argumentos 4, 8 o 18); ni que en su lucha plasma su naturaleza (argumentos 7 o 17); ni que, al querer evitar la muerte de unos cuantos individuos, se condena en realidad a toda la especie (argumento 22); ni la comparación entre la abyecta y corta vida de las terneras criadas en baterías y la de los toros criados en plena libertad (argumento 23); ni cualquier otro argumento será eficaz ante la reacción inmediata, espon-tánea, irracional del que se indigna y grita: “¡No, no, lo rechazo!”. Ante esta reacción pasional lo único que cabe oponer es la frase con que la que comenzamos: sólo hay un argumento contra las corridas de toros y no es un argumento, es el imperio de algunas sensibilidades. A esta cerrazón, los aficionados responden, muchas veces vehementemente, con su propia pasión. ¿Hay que quedarse aquí, en este diálogo imposible? Nos podría-mos quedar en esta oposición de pasiones, si ellas mismas se quedaran aquí también. Pero es que una de ellas reivindica para sí misma más que la otra. Reclama limitaciones, prohibiciones, interdicciones; en definitiva una pasión quiere impedir que la otra se satisfaga. Refugiándose la pa-sión, claro está, tras las “razones”: el derecho de los animales, el respeto de la vida, el escándalo del espectáculo de la muerte, etc. Y es ahí donde el rol del político exige conservar la razón y pensar: si un día la fiesta de los toros muere por sí misma, será porque ya no desata ninguna pasión. Hasta ese momento, lo prudente es dejar a los unos y a los otros su pasión y hacer prevalecer el principio de libertad.

Conclusión: ¿Quiénes son los bárbaros?

Supongamos que de un plumazo se suprime la fiesta de los toros. No ha-blaremos de los efectos económicos y sociales inmediatos. Quedémonos con el menoscabo moral. ¿Qué perdemos? En primer lugar una relación con la animalidad. ¿Qué imagen del animal quedará, para alimentar el imaginario del hombre y la realidad de sus relaciones con su Otro que es el animal, fuera de los caniches enanos del salón? Todas las bestias de labor han sido progresivamente reemplazadas por artilugios, y todas

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las bestias productoras de carne son progresivamente reemplazadas por “máquinas de fabricar carne” que no nos atrevemos a llamar animales. ¿Es esto la naturaleza? ¿Qué rito pagano vamos a conservar en una so-ciedad que abandona progresivamente todas sus ceremonias? ¿Quere-mos realmente no tener más elección que el utilitarismo o el fanatismo religioso? ¿Qué unión de artes populares y artes cultas vamos a conser-var, cuando — progresivamente — éstas hayan deshecho todos los lazos con aquéllas? ¿Dónde podremos mirar la muerte de frente, transformada por nuestras actuales sociedades en una vergüenza? Para los que la aman y la comprenden, la fiesta de los toros es una forma de resistencia a todo lo que nuestra pos-modernidad nos hace perder cada día más. Sin embargo, hay que admitir que, para muchos, sólo es barbarie. A lo que sería fácil de responder con el siguiente paralelismo. En Occidente, nos escandalizamos cuando los talibanes destruyeron las famosas estatuas gigantes de Buda, esculpidas en acantilados en el centro de Afganistán y datadas entre el siglo IV y VI de nuestra era. A fin de cuentas, a sus ojos no destruían “obras de arte”, solamente ídolos de piedra; y lo hacían por respeto hacia su Dios, el “Único verdadero” que ellos consideraban superior a los seres humanos. Esto no disculpa ese bárbaro acto, por su-puesto. ¿Pero, qué es lo que hay que pensar de esos antitaurinos que, en nombre del (supuesto) bienestar de los animales, a los que no consideran superiores a los seres humanos, pretenden dar muerte a una forma de arte y creación arraigada en la historia e inserta en nuestra modernidad, pero en la que ellos sólo ven arcaicas creencias y ritos? Entonces ¿quié-nes son los bárbaros? ¿Los que quieren perpetuar este arte o los que pretenden prohibirlo? El argumento es fácil y, sin duda, no es equitativo – sin embargo no más que el que reduce la fiesta de los toros a barbarie. Sólo podemos sacar una lección: siempre seremos bárbaros respecto de alguien. Por eso más vale quedarse con: tolerancia hacia las opiniones, respeto a las sensibilidades y libertad para hacer todo lo que no atente contra la dignidad de las personas.

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V

LA UJED PRIMERA A NIVEL NACIONALQUE SOMETERÁ

A EVALUACIÓN SUS ESCUELAS PREPARATORIAS

La Universidad Juárez será la primera a nivel nacional que so-meterá a las preparatorias a un proceso de evaluación a través de la Asociación Mexicana de Evaluación, A.C., organismo ex-terno contratado por Editorial Progreso, con quien se firmó un convenio para capacitar a los académicos con gente experta en la rama de las ciencias biológicas, experimentales, metódicas y sociales; también se encarga de evaluar y dar seguimiento a los libros de texto que se están aplicando en educación del nivel me-dio superior, pues el propósito es ingresar al Sistema Nacional de Bachillerato.

En días pasados se llevó a cabo una reunión presidida por el director de Servicios Escolares, Juan Carlos Curiel García, en la que estuvieron el coordinador de Educación Media Superior de la UJED, Álvaro Rivera Jaramillo; Marco Polo Mejía, representante de Editorial Progreso, y Marlon Czermak, presidente de la Aso-ciación Mexicana de Evaluación A.C.(AMEVAL), quien propuso las actividades que se pueden desarrollar y las grandes ventajas que se obtendrán con base en la capacitación y las evaluaciones para que las preparatorias mejoren, igual que otras instituciones educativas de nivel medio superior del país.

En ese sentido, Curiel García expresó que la Coordinación de Educación Media Superior está preocupada por evaluar lo rela-cionado con programas o planes de estudio, así como que los que fueron revisados en noviembre de 2010, tarea que trajo consigo la elaboración del libro de texto para las preparatorias, al dar inicio el ciclo escolar se verifique si realmente se está cumpliendo con los compromisos de estos libros que están basados en programas por competencias.

La idea es que la Asociación Mexicana de Evaluación, A.C. pue-da evaluar al personal académico y alumnos de las preparatorias, para ver si hay resultados de mejora en relación con el libro que de manera obligatoria llevan los alumnos.

Para esto, explicó, se ha hecho una serie test y cuestionarios para que fueran aplicados en cada una de las unidades académicas;

para ello se sacará un muestreo de 150 alumnos de la Escuela Preparatoria Diurna, del Colegio de Ciencias y Humanidades serán 200, de la Escuela Preparatoria Nocturna 50 y 40 de la Escuela Comercial Práctica.

“Con ese examen nos vamos a percatar si realmente los con-tenidos de esos libros de texto deben seguir en los siguientes semestres, asimismo sabremos qué fortalezas se encontraron sobre la aplicación de ese proceso para luego citar a las aca-demias para que revisen las deficiencias que se encuentren y buscar una mejora continua”, dijo.

Otro aspecto es saber ¿cuántos de esos maestros que trabajan los programas por competencias están aplicando en la revisión de libros como debe ser?, ya que muchos de ellos aplican mé-todos tradicionales, hacen a un lado el libro y siguen con temas obsoletos y no se avanza en lo absoluto, por eso se quiere ver si esos libros se están aplicando o no en las aulas.

“Para este aspecto hay una serie de mediciones, a través de las cuales se detecta qué maestro utiliza o no ese libro me-diante una serie de preguntas cuantitativas y cualitativas, las cuales permitirán saber si el maestro y el alumno lo utilizan como debe ser en los programas por competencias, a fin de evaluarnos y prepararnos para cuando vengan los evaluadores externos, ya que la pretensión para las cuatro preparatorias es el ingreso al Sistema Nacional de Bachillerato, por ello esta-mos interesados en que constantemente se estén evaluando y haciendo adelantos para que los alumnos salgan mejor prepara-dos con una educación de calidad”, finalizó.

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