capítulo noé hernández. el día de mi vida

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    Juegos OlmpicosSydney 2000

    No Hernndez ValentnaMedalla de Plata

    Atletismo, Marcha 20 kilmetros

    VIERNES 22 DE SEPTIEMBRE DE 2000

    Era la noche del 21 de septiembre.Todo el da haba sentido nervios,estaba sumamente ansioso, y medi cuenta de ello porque toda latarde me la pas en el bao. Nodejaba de orinar, no dejaba depensar que en la competencia nopoda tener esa sensacin. Y sime anda en la carrera?, pensaba,y mejor iba otra vez a tirar todoslos lquidos.

    Llegu a Sydney un 16 de sep-tiembre de 2000, horas antes deque Soraya Jimnez ganara la me-

    dalla de oro en levantamiento depesas. No pude estar presente enla inauguracin de los Juegos por-que estuve concentrado en mi preparacin. Anduve de cam-pamento en Bolivia, entrenando en el lago Titicaca, a msde 4 mil metros de altitud. Estuve ah dos meses y salimospara Australia una semana antes de la competencia porquequeramos llegar con poco tiempo de anticipacin para quemi cuerpo mantuviera la oxigenacin en la sangre que haba

    desarrollado entrenando en un lugar tan alto.

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    Pedro Aroche, mi entrenador estaba ms nervioso queyo. Para llegar a Sydney, tuvimos que hacer escala en el ae-ropuerto de Buenos Aires y hubo alguna confusin con losociales de Migracin y por poco no nos dejan salir de Ar-gentina. Para m todo resultaba muy divertido porque tena21 aos de edad y era la primera gran competencia a la queasista, nunca haba ido a unos Juegos Centroamericanos nitampoco a unos Panamericanos, por lo que quera disfrutartodas y cada una de las cosas que ocurran; pero Pedro es-

    taba preocupado, porque todo estaba calculado y perder unda en Argentina supona no tener tiempo suciente paraque me acostumbrara al cambio de horario. Para m era unagran experiencia, pero creo que no comprenda la verdaderamagnitud del evento al que me iba enfrentar, dentro de miinocencia como novato, vea los Olmpicos como una com-petencia ms. Pedro s saba a lo que nos bamos enfren-tar. Como atleta l mismo haba vivido en carne propia losOlmpicos de Munich 72. Saba lo que era soar, lo que era

    esforzarse al mximo y competir en la justa ms importantea la que puede aspirar un atleta, codo a codo, con los mejo-res del mundo. Y saba tambin lo que era no ganar. Todasesas cosas me las transmita. Cmo haba que comportar-se, cmo reaccionar, demostrar a los dems competidoresque uno estaba preparado. Me contaba de cuando entrenabajunto a Ral Gonzlez, Ernesto Canto, Daniel Bautista enel mejor equipo de marcha que ha tenido Mxico. Recor-daba sus das de gloria y eso me daba alegra, pero al mis-mo tiempo, tambin un poco de tristeza al pensar que l nohaba logrado la medalla que tanto haba anhelado. Ahora,Pedro quera que yo lo hiciera.

    Ya era tarde y no poda dormir. Pero tampoco tena pri-sa. Estaba concentrado. Mil cosas pasaban por mi cabeza enesos momentos. Pensaba en los rivales. Saba quines eranlos fuertes, porque mi entrenador, ya me los haba nombra-do: el ecuatoriano Jeerson Prez, Campen Olmpico de-

    fensor, el polaco Robert Korzeniowski, medallista de oro en

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    50 kilmetros tambin en 1996, el ruso Vladimir Andreyev,el australiano Nathan Deakes, y por supuesto, los dos mexi-canos, Bernardo Segura, bronce en Atlanta 1996 y DanielGarca, doble medallista en Campeonatos del Mundo. llos conoca y los identicaba, pero para m era un poco msdifcil, pues haba marchistas de todo el mundo, y no a to-dos los haba visto en competencia. Los rusos, por ejemplo.Me haban dicho que eran fuertes, pero a la mayora no losconoca. Eso no importaba. Lo bueno en ese momento era

    pensar en todas las cosas que tena, en lo relevante que erapara m llegar a ese momento, y lo que representaba; todolo que haba sacricado, todo lo que haba logrado en pocotiempo, despus de pasar tantas carencias.

    Esa noche, tumbado sobre mi cama, record aquel tiem-po en el que jugaba futbol, de hecho era bueno. Estaba enlas reservas del club Toros Neza, y el entrenador de ese en-tonces, Alberto Guerra, ya me haba echado el ojo porquecorra bien, tena un buen resorte y era duro en el juego.

    Jugaba de mediocampista y durante muchos aos esa fue miilusin para salir adelante. Mi vida cambi aquel da en queme dijeron que a partir del lunes siguiente entrenara con elequipo de Primera Divisin, sin embargo, alguien en el clubme dijo que para poder entrenar tena que mocharme condiez mil pesos. Como siempre, hay algn abusivo que quierehacer negocio con la ilusin de los chavos. Y la verdad es queyo no tena ni para comer, si jugaba era porque mi cuadome prestaba sus zapatos de futbol. Tena capacidad, pero nodinero. Y cmo iba yo a conseguir diez mil pesos? Si apenasjuntaba 50 pesos por da para comer, y me iba caminandodesde mi casa, en el barrio de Xochiaca, hasta la cancha deentrenamiento para no gastar en transporte.

    Pero por algo suceden las cosas. Me acuerdo que me des-ilusion mucho y los mand al demonio. Decid no regresarms al club. Al otro da, me llam un amigo para que fueraa jugar un partido con un equipo que jugaba en unos cam-

    pos que estaban cerca del Hipdromo de los Amricas. Y fui

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    porque me pagaron 250 pesos por jugar. De regreso, cuandoiba en el microbs, pas por el Comit Olmpico Mexicano,y record que una vez, Pedro Aroche, me invit a entrenarcon l. Fue una ocasin en la que compet como juvenil, ahen la Ciudad Deportiva por invitacin de mi maestro deeducacin fsica de la secundaria, Jos Jeremas Po Luna.Yo tena catorce aos y Pedro traa a muchos chavos queya entrenaban fuerte, no eran los ms destacados, pero sestaban en un buen nivel. Ese da, sin haber entrenado gran

    cosa, les saqu dos vueltas de ventaja en la pista y por esoPedro se interes en m. Sin embargo no me fui a entrenarcon l porque en ese momento tena que trabajar para po-der sobrevivir y adems, sacar adelante la escuela. En aqueltiempo, la hice de albail, de limpiaparabrisas, venda cosi-tas en los semforos, casi todo. En n. Pero esa tarde, toda-va enojado por lo que me haban hecho en Toros Neza, mebaj del microbs afuera del Comit Olmpico Mexicano ylo fui a buscar. Me dijo que me presentar al da siguiente a

    las seis de la maana. As lo hice y ah comenz todo.Pasaba la media noche y yo segua sin poder dormir. Mi

    compaero de habitacin era Armando Quintanilla, corre-dor de diez mil metros, pero el si estaba bien dormido. Yome tapaba con las cobijas, me destapaba, pero nada funcio-naba. Sin embargo, trataba de estar concentrado en la com-petencia. Esa noche no rec. Slo pens en mi familia, enque estuvieran bien. Maana es el da indicado. Maanalo voy a demostrar me repeta una y otra vez. Ya era tar-de, pero no me preocupaba, al n que ya tena todo listo.Unas horas antes haba acomodado todas mis cosas: mi go-rra blanca. Nunca compito sin gorra, no puedo, es parte dem, me hace sentirme cmodo, eso, y mis lentes oscuros,por aquello de evitar la migraa. Tambin tena lista todami ropa: mi short, mis calcetines cortitos, mi playera, quetuve que recortar porque pareca bata. La dej como om-bliguera. Tena los colores nacionales, verde, blanco y rojo,

    pero la cort porque no poda salir incmodo. Y lo ms im-

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    portante, mis tenis. Eran unos Asics muy bonitos, que casino pesaban. Todo estaba acomodado y listo para el siguienteda, como siempre, con mi escapulario y mi rosario descan-sando sobre mis tenis. Entonces comenc a pensar de nue-vo en mi familia, en cmo quera que me vieran, hjole,deca, ojal que me pasen la cmara cerquita para que mevea mi mam, para que me vea mi familia por la tele. Ellosme daban fuerza. Fueron los que estuvieron conmigo siem-pre, aunque tuviramos mucha necesidad, me apoyaron in-

    condicionalmente. Cuando me fui de Mxico les dije a mimam y a mi hermana que iba a ganar medalla, que les ibaa traer una, y ellas me dijeron que s, que me crean. Todosfueron a despedirme al aeropuerto. Toda mi familia, misprimos, mis vecinos. De la prensa no haba nadie, si acasoun reportero que se equivoc, pero los importantes fueronellos, porque saba que me deseaban lo mejor.

    Antes de acostarme haba ledo unas cartas que me escri-bieron, me las llev mi novia Vianey Pedraza, quien entre-

    naba conmigo en el equipo de Pedro. Recuerdo que lleg aAustralia con todas las cartas en una bolsita. Todas fueronemotivas, todas me hicieron soar, me animaron mucho,pero hubo una en especial: la de mi pap. l era un hombrefuerte, de carcter duro, severo. Nunca pens que mi padrepudiera escribirme cosas as, tan sentimentales, que demos-traban quin era, todo lo que me quera y me deseaba mixito. Se me enchin la piel al leerla y se me hizo un nudo enla garganta. Tambin las de mis hermanos fueron emotivas,porque transmitan una gran energa. Me llenaron de emo-cin y de coraje para la competencia.

    En todo eso estuve pensando durante la noche, hasta quesin darme cuenta, ya eran las cuatro y media de la maana,y tena que levantarme a las cinco y media.

    Mi competencia era hasta las doce del da con 50 minu-tos. Pero me levant puntual, como lo habamos planeado.

    Haba dormido slo una hora, pero sent que haba sido una

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    noche entera, no me estres, ni estaba cansado, sino queamanec muy bien, y comenc a activarme. Necesitaba estartenso para la carrera. Por eso no me ba, porque si lo hu-biera hecho, me habra relajado, me habran dado ganas deacostarme, y no quera eso.

    La Villa Olmpica estaba en calma, la mayora de los atle-tas an estaban dormidos, as que me puse a escuchar msi-ca en mi walkman, a Jos Jos y a los Beatles. Me encantanlos Beatles. Sal a dar una vuelta, me qued afuera un rato,

    sentado, vea el edi

    cio, la Villa, la gente, el cielo.Lleg el momento del desayuno. Com un poco de fruta,muy poca en realidad, pero comenc a tomar mucha agua,senta que estaba deshidratado. Hjole, creo que la riego altomar mucho lquido, me preocup, pero Armando Quin-tanilla, que para l eran sus terceros Olmpicos, me calm yme dijo que estaba bien, para que estuviera hidratado y mesintiera en forma a la hora de la caminata.

    Al regresar al cuarto hice el ritual que siempre realizo

    antes de una competencia. Apret bien las agujetas. Me en-comend a Dios, a la Virgen, a mi familia, y le di la bendi-cin a mis tenis. Me colgu el escapulario. Ya estaba listo. Elencargado de la Delegacin Mexicana lleg a decirme queel autobs ya estaba afuera. Sal del edicio y me encontr aBernardo Segura y a Daniel Garca, que tambin competi-ran en los 20 kilmetros de marcha.

    Hola, cmo ests?Bien y t?Bien, tranquilo.Fue todo lo que habl con Daniel. No haba mucha con-

    vivencia.Con Bernardo tampoco habl mucho, pero con l haba

    un poco ms de relacin. Al menos como que podamoshacer equipo. Ya lo habamos hecho. En el selectivo paralos Olmpicos, en Poza Rica, Veracruz, estuvimos muy jun-tos, tronamos a todos, los hicimos papilla, literalmente. Re-

    cuerdo que slo haba dos lugares, y estaban los mejores del

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    mundo. l y yo trabajamos muy bien, atacamos juntos, fui-mos un gran equipo e hicimos lo que tenamos que hacer.En la parte nal peleamos por el primer lugar, pero al llegara la meta, la cruzamos abrazados. Fue un gesto muy depor-tivo de parte de Bernardo. Sabamos que en ese momentono ganbamos nada, sino que lo que habamos logrado erala esperanza de llegar y triunfar en los Olmpicos.

    El camino al Estadio Olmpico de Sydney fue largo. Escu-chaba a los Beatles, vea las calles, trataba de concentrarme

    en lo que iba a hacer, pero en el autobs iban otros marchis-tas. Los vea grandotes, musculosos, se vean hasta mejorcomidos. Yo pesaba 56 kilos, y me senta as, como que aver qu sucede. Sin embargo iba tranquilo, relajado, aun-que por momentos me asaltaba la duda de pensar si podralograrlo, si me iba a sentir nervioso en el pista, si los demsiban mejor preparados que yo, si iba a ganar o no.

    Luego de casi 50 minutos de camino, llegamos al Estadio.Ni Pedro, mi entrenador, ni mi siatra Hugo Lpez, podan

    estar conmigo en las instalaciones olmpicas porque no ha-ban sido acreditados. Sin embargo, saba de memoria lo quetena que hacer, desde cmo calentar hasta como mentali-zarme. Recuerdo que Pedro me haba dicho que ningunode los marchistas me iba a respetar, que tena que perder elrespeto hacia ellos, que eso era lo que tena que hacer. Nues-tra estrategia era clara. Iba a reservarme para sacar toda mienerga al nal. No iba atacar al inicio, dejara que otros lohicieran y tratara de mantenerme siempre en el grupo pun-tero. Tena que escucharlo a l, pues estara en el puesto deabastecimiento. El que tambin me ayud a tranquilizarmefue Adrin Navarro, el entrenador de Bernardo, quien si te-na acreditacin y se mantuvo al pendiente de m.

    Todo me pareca nuevo esa maana. El gran estadio, elpblico, cmaras por todas partes, ociales, voluntarios, eraun mar de gente. Vea a los dems competidores que tra-taban de sacarse los nervios con jalones, con cachetadas.

    Qu no les dolern o qu? Yo de loco me pego unas cache-

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    tadas ahorita, pens, pero ellos se pegaban en las piernas,como que intentaban generar adrenalina.

    Antes de irse al puesto de abastecimiento, Adrin medijo algo que me motiv mucho:

    Pues ahora s cabrn, a demostrar lo que has hecho.Todo lo que has sufrido, todo lo que pasaste parallegar aqu, hoy lo vas a demostrar, aqu es dondelo vas a realizar.

    Eso me encendi, me hizo darme cuenta que era cierto.

    En el tnel para llegar a la pista me top con una morena,alta, grandota, con unas piernas tremendas y el uniformede los Estados Unidos. Era Marion Jones, la mujer ms r-pida del mundo en aquel momento. Me impact estar juntoa ella. Lleg uno de los voluntarios a llevarse mis pants, miwalkman, mi maleta, en una canasta. Puse ah todo lo quetraa, incluido mi escapulario, porque en ocasiones es unpoco incmodo que roce o pegue durante la competencia.En n, se llevaron mis cosas, el momento se acercaba, y yo

    me pona cada vez ms nervioso.Entramos a la pista principal. No tena idea de lo que

    eran unos Olmpicos, no saba qu era lo que iba a pasar, nicundo, ni cmo nos colocaran. Nada. Era una tarde muysoleada y el estadio estaba lleno. Nos acomodaron en la lneasalida. A los favoritos, Bernardo, Daniel, Korzeniowski, An-dreyev y Jeerson, los colocaron al frente. A m no. Yo estabaen medio, junto a dos chinos que olan a ruso. Creo que suestrategia era sa, sacar de concentracin a los dems consu olor, era molesto, incmodo, y a m me haba tocado en elcentro. Hjole, no, que feo huelen estos, pero me prepar.

    Silencio. Estaba concentrado, todo iba a comenzar. Mepersign y dije ahora s, a hacer el trabajo. Se oy el bala-zo de salida y con l vino la emocin de la carrera, ramosmuchos, todos concentrados en lo suyo, ni siquiera busqu aBernardo o a Daniel, sino que me concentr en mi camina-ta, en mi tcnica, en lo mo. Tenamos que dar las primeras

    vueltas en la pista de 400 metros del Estadio Olmpico, y de

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    ah saldramos al circuito de dos kilmetros. Pero algo pas.Apenas comenc a marchar me sent mal. Mi cuerpo se rela-j demasiado, me senta dbil, mal, de la chingada... Me voya salir, voy a brincarme al pasto y decir que ya no puedo,pens, en repetidas ocasiones. Senta que no poda caminar,que las piernas estaban desconectadas de mi mente, y aun-que suene ridculo quera abandonar ah mismo, apenas enla primera vuelta a la pista. Iba aturdido, desconcentrado,bloqueado por completo. Nunca me haba pasado, pero en

    ese momento no poda seguir. An no s por qu no lo hice.De pronto, en el pelotn, se me atraves un marchistaque me encajon, no me poda mover hacia los lados, ni-camente poda seguir marchando, yo quera salirme pero lno me dej. Segua ahogado, agobiado por estar encerradoen el pelotn. Y ah me tuvo, atrapado, hasta que salimosdel estadio. En cuanto entr al circuito callejero me sentmejor, como que respir. Me haba liberado, ya no senta eseencierro, sino que ahora me senta en plenitud.

    Esa tarde me conformaba con hacer un buen papel, conquedar entre los mejores diez del mundo. Entonces, al pasarpor el puesto de abastecimiento, vi a Pedro. Era el kilmetroseis aproximadamente, y l me daba instrucciones, me decaque fuera tranquilo. Recuerdo que a lo largo del circuito ha-ba mucha gente siguiendo la competencia, algunos mexica-nos por supuesto, pero tambin espaoles, rusos, japoneses,atletas de varias delegaciones que haban ido a apoyar a suscompaeros. Tambin vi a mi novia Vianney que trataba deseguir corriendo con una mochila colgada en la espalda. Meanimaba todo el tiempo, y me deca que iba muy bien.

    Yo saba que la competencia comenzara a la mitad del re-corrido, por ah del kilmetro diez u once. Llevaba un buenritmo y bastante energa, me mantena en el grupo punteroy ejecutaba la estrategia. De pronto empec a ver que mu-chos marchistas se atrasaban, se rezagaban, iban para atrs,para atrs, y yo me senta bien, sin problemas para mante-

    ner el ritmo, sin cansancio, nada.

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    Iba completamente concentrado como me haba dichomi entrenador, no escuchaba nada ms que su voz, no veaa nadie, sino que iba metido en mi carrera, enfocado en lomo. El que iba marcando la pauta era el polaco Robert Kor-zeniowski, y en los primeros lugares iban el ruso VladimirAndreyev, Jeerson Prez y Bernardo Segura. Daniel Garcaiba adelante de m, pero no marchaba hasta el frente.

    Yo iba ligeramente atrs, poda ver a todos los marchis-tas importantes. Con calma, atrs siempre, sin prisas, haba

    cerca de 60 competidores, yo iba entre los primeros 12. Pocoa poco, vea cmo se iban haca atrs algunos. Recordabalas indicaciones de mi entrenador: tena que ser paciente yesperar a que tronaran, que se retrasaran. Al ver cmo laspredicciones que habamos hecho se cumplan, me sent conms conanza.

    Para el kilmetro trece, junto a m iban el australianoNathan Deakes y el alemn Andreas Ern. Ellos dieron va-rios jalones fuertes, y ah escuch a mi entrenador que me

    deca rale mi cabrn, ya es hora, no sea pendejo, mtalems, as me hablaba, fuerte, directo, con groseras para quereaccionara, as era siempre. Y le funcionaba.

    En un momento me sent un poco desesperado porquelos punteros ya me sacaban unos quince metros, y de pron-to apretaron ms el ritmo. Muchos se quedaron ah, ya noaguantaron y se rezagaron. Aceler el paso cada vez ms. Nollevaba una sola amonestacin, de hecho, nunca me habandescalicado, lo cual me haca sentir orgulloso de mi buenatcnica. Adems, los jueces no me conocan por lo que esta-ran ms pendientes de los favoritos.

    Cuando por n me coloqu entre los primeros, Pedro megrit que ah me quedara. Ya slo iban el ruso Andreyev, elpolaco Korzeniowski, Bernardo, Jeerson, y yo. De pron-to Jeerson se atras un poco, igual que Bernardo, que enese momento me dijo que marcramos el ritmo. Volvimosa pasar por el puesto de abastecimiento y escuch de nuevo

    a Pedro que me deca: Ahora s cabrn, a darles en la ma-

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    dre, ahora s sultate. Entonces ataqu a Korzeniowski y aAndreyev, que ya se iban solitos, as, sin problema, ah iban,y que los alcanzo. No senta el ritmo tan rpido, as que ace-ler bastante, me llevaban entre 15 y 20 metros, y cuandome coloqu a la par de ellos se sorprendieron, porque yo eraun completo desconocido, de hecho se vieron uno a otrocomo sacados de onda. Yo hice mi carrera, apret ms e hicecambios en la velocidad. Ah sent que ya estaba en la com-petencia.

    Para el kilmetrocatorce la orden eraque diera jalones,que me probara conellos para ver quinaguantaba ms. Peroyo saba que elloseran de los mejo-res marchistas del

    mundo y estbamoscodo a codo. Mis re-ferencias eran Prezy Segura, saba que eran de los ms fuertes, y ahora ya nolos vea, ya se haban quedado. Daniel Garca ya estaba muyretrasado. El calor y la humedad eran tremendos e hicie-ron mella en la mayora de los competidores. En m no. Am me gusta el calor, y eso me haca sentirme conado enque no sera el sol el que me vencera. Otra cosa que tenaen jaque a los marchistas eran las amonestaciones. Yo nollevaba ninguna. Pedro me haba dicho que cuando vieraque amonestaban a alguno me acercara a presionarlo. Aslo hice en varias ocasiones, y tenan que bajar el ritmo, operdan la tcnica.

    Si me dejan estar entre los primeros en el kilmetro 15,ya se chingaron, le haba dicho al entrenador. Y ah estaba.En el ltimo tramo del recorrido ahora s, a ver de a cmo

    nos toca, dije para m, pues estaba consciente de mi veloci-

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    dad, y de una ventaja muy importante en ese momento: nollevaba amonestaciones. Era muy improbable que me saca-ran tres tarjetas en los ltimos cinco kilmetros. As que mesent con muchas ganas de luchar, de pelear, de hacerles lavida imposible a mis rivales.

    Cuando llegamos al kilmetro 16 Bernardo intent alcan-zarnos, pero cuando iba a lograrlo, Korzeniowski y Andre-yev aceleraban. Yo tena que aguantarles el paso y Bernardose retrasaba de nuevo. Volte varias veces para ver dnde ve-

    na. Cre que ya estaba perdido, pero de pronto, ah, faltandounos tres kilmetros, apareci de nuevo. Para esos momen-tos el ruso comenz a tronar. Haba estado marchando conmucho ritmo pero el calor y la deshidratacin lo mermaron.As que fue sorprendente verme junto a Bernardo y a Korze-niowski en la ltima vuelta al circuito, a partir del kilmetrodiecisiete y medio, y enlando rumbo al estadio. Bueno, almenos estar entre los tres primeros, pens.

    Sent que al menos una medalla era ma. Soy ms r-

    pido en los ltimos kilmetros, siempre lo he sido pensa-ba, y saba que tena opciones de darles pelea en los ltimosmetros. Cuando bamos rumbo al estadio, Korzeniowski sesorprendi mucho de ver a dos mexicanos en la batalla, msan de ver a Bernardo, que en la ltima vuelta tena unos25 metros de retraso, y nos haba alcanzado. El polaco dabajalones, aceleraba, y slo nos vea de reojo para ver si todavavenamos detrs.

    Segura tambin era rapidsimo en el cierre, estaba enplenitud, vena de ganar el bronce en Atlanta 96, de sercampen Panamericano y tena una conanza brbara ens mismo. A unos 600 metros de la entrada al estadio ellosdieron un jaln tremendo, metieron un sprintque me costmucho seguir. Sin embargo, no dej que se escaparan mu-chos metros. Pens que ellos habran dejado toda su energaen ese jaln, y que yo tendra la oportunidad de alcanzarlosdentro del estadio, en la ltima vuelta que tendramos que

    darle a la pista antes de cruzar la meta.

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    do como si no valiera nada, a los que alguna vez se habanburlado de mis sueos, tambin pensaba que todos ellosme estaban viendo por televisin, que se iban a tragar suspalabras. Supe que nada era imposible. Cuando vi que traaa la cmara enfrente, y vi mi cara en la pantalla del estadio,supe que toda mi familia me estaba viendo ganar. Hubieraquerido saludarlos o algo, hacer una sea, pero iba concen-trado, sordo, en automtico.

    Bernardo mantuvo su paso por delante de Korzeniowski

    y yo me qued unos cinco metros atrs del polaco. Todavaiba con buen ritmo. Estaba seguro que poda remontar almenos una posicin en los ltimos 400 metros, en esa vueltaque se le suele dar la pista olmpica antes de cruzar la meta,pero no. Cuando intent acelerar, vi que Bernardo cruz lalnea de meta y comenz a celebrar, y luego Robert tambinse detuvo. No haba una vuelta ms! Ah, apenas cien me-tros despus de salir del tnel, terminaba la competencia.Bernardo marc un tiempo de 1:18.58. Kozeniowski entr

    un segundo despus, y tres segundos detrs del polaco lle-gu yo: 1:19.02 fue mi registro esa tarde. Volte a ver la pan-talla gigante y me emocion mucho, muchsimo, tanto queme puse a llorar. Imaginaba que mi familia en Mxico mevea en la tele, que gritaban y brincaban por mi triunfo, porel bronce, por el sueo. Pens tambin que mi entrenadorestara feliz: Ganamos!, dije, Ganamos! Qu bronce niqu bronce, esto es oro para m!. Y as era. Yo era novato,slo haba estado en la caminata dos aos al cien por ciento.Me haba puesto en la madre durante ese tiempo para llegarhasta ah. La medalla no tena color, sino que representabaun gran triunfo, la culminacin de todo. Bernardo y yo nosabrazamos, reamos, nos tiramos al piso, corrimos con labandera de Mxico, dimos la vuelta olmpica, la gente nosaplauda, nos aventaron un par de sombreros de charro ynos los pusimos. Habamos demostrado que Mxico era unapotencia mundial en la caminata y ese da lo habamos con-

    rmado con dos medallas, oro y bronce.

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    Todava contentos, con la emocin del triunfo y de las dosmedallas, salimos de la pista y pasamos por la zona mixta,donde de inmediato, Jos Luis Adame, de TV Azteca, nosagarr, literalmente, para la entrevista. Bernardo haba ga-nado el oro, por lo que todos queran hablar primero conl. Recuerdo que me qued ah, parado atrs de Bernardomientras a l lo entrevistaban. Yo con quien quera hablarera con mi familia, saber algo de ellos, o ver y abrazar a mientrenador. En realidad era mi primera experiencia con la

    prensa, no saba a dnde irme, me hablaban otros periodis-tas, me gritaban, pero Segura fue el que me jal y me dijoque me quedara con l.

    En eso, el reportero ya me prest atencin. Me pregunta quin le dedicaba la medalla y yo le contest que dedica-ba esa medalla a mi entrenador y a mi familia, de la queestaba alejado desde hace un ao, y que todo lo que queraera volver a estar con ellos. Luego me pasaron al Presidentede la Repblica, Ernesto Zedillo. Habl un poco con l, me

    felicit y todo:Luch tanto para esto. La medalla vale mucho.

    Han sido aos de sacricios, de trabajorecuerdoque le dije.

    Luego entrevistaron de nuevo a Bernardo Segura, y aun-que yo comenzaba a enfriarme porque estaba todo mojado,me qued ah con l. De pronto, mientras Bernardo estabahablando con el Presidente, vi a un juez que vena rumbo adonde estbamos. Ah chinga!, yo a este juez lo vi en la ruta,s... lo vi en la ruta, y viene con la paleta roja. Ya val madres!,pens, me asust mucho, pens que era para m, lo recuerdomuy bien, como creo que todo Mxico lo recuerda, gordo,gero, de bigote y con su sombrerito. Yo saba que exista esaposibilidad de ser descalicado, que un atleta puede ser ex-pulsado despus de la carrera, incluso ya cuando ests hastaen el hotel. Los jueces tienen ese poder. Y ste rbitro estabafrente a m con la paleta roja de descalicacin en la mano.

    Sud fro. No puede ser, por favor no Todo mi cuerpo se

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    Cuando termin con el interrogatorio, vino otro proble-ma, ahora ocurri entre la prensa. Resulta que hubo una pe-quea polmica entre las televisoras, TV Azteca y Televisa,para ver con quin me iba. No quera problemas y lo que lesdije fue que ellos se arreglaran, que a m no me metieran.Por ah estaban Ernesto Canto y Carlos Mercenario, amboscomentaristas de Televisa; as como Ral Gonzlez, DavidFaitelson, y Jorge Camacho que iban por TV Azteca. Luegode varios minutos de discusin se echaron un volado, Ral

    pidi sol y gan TV Azteca. De hecho ya no me quera que-dar, ya me iba. Pero Camacho se me acerc y me dijo que te-nan en la lnea telefnica a mi familia, y que queran hablarconmigo. No lo dud ni un instante y me regres a la zonamixta para enlazarme con ellos. Fue un gran momento por-que estbamos en vivo para todo Mxico. Apenas escucha mi mam, romp en llanto. No me pude contener. Tenams de dos meses sin verlos y ellos, ms que nadie, habansido testigos de las ganas que le haba puesto a mi carrera

    como deportista, me haban apoyado, haban credo en m,y ahora yo haba hecho algo por ellos.

    MamEstamos todos muy contentos; estamos muy

    orgullosos de ti. T aspirabas a mucho. De verasque te lo ganaste.

    Los quiero mucho.Bueno hijo, espero que no te canses de dar gracias a

    Dios. Ya saliste adelante y debes darle gracias a Dios.T supiste salir adelante. Con lo poco que teapoyamos para ir a entrenar, lo hiciste muy bien.

    S am.Te acuerdas cuando yo slo te daba cinco pesos

    para ir a entrenarS am.Luego me pasaron a mi hermana Juana.Qu pas manito?

    Pues, aqu, carnala

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    No Hernndez: El momento de mi vida: en el podio de Sydney 2000

    con mi medalla de plata