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    CARITAS IN VERITATE

    CARTA ENCCLICA DEL SUMO PONTFICE BENEDICTO XVISOBRE EL DESARROLLO HUMANO INTEGRAL

    EN LA CARIDAD Y EN LA VERDAD

    7 de julio de 2009

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    CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAOLAhttp://www.conferenciaepiscopal.es [email protected]

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    NDICE

    INTRODUCCIN ........................................................................................ 3

    CAPTULO PRIMERO ................................................................................ 8

    El mensaje de la Populorum progressio

    CAPTULO SEGUNDO ............................................................................... 15

    El desarrollo humano en nuestro tiempo

    CAPTULO TERCERO ............................................................................... 25

    Fraternidad, desarrollo econmico y sociedad civil

    CAPTULO CUARTO ................................................................................. 33

    Desarrollo de los pueblos, derechos y deberes, ambiente

    CAPTULO QUINTO ................................................................................... 41

    La colaboracin de la familia humana

    CAPTULO SEXTO ..................................................................................... 51

    El desarrollo de los pueblos y la tcnica

    CONCLUSIN ............................................................................................ 56

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    INTRODUCCIN

    1. LA CARIDAD EN LA VERDAD,de la que Jesucristo se ha hecho testigo con su vida te-rrenal y, sobre todo, con su muerte y resurreccin, es la principal fuerza impulsora del

    autntico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad.El amor

    caritas

    esuna fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con valenta ygenerosidad en el campo de la justicia y de la paz. Es una fuerza que tiene su origen enDios, Amor eterno y Verdad absoluta. Cada uno encuentra su propio bien asumiendo elproyecto que Dios tiene sobre l, para realizarlo plenamente: en efecto, encuentra en di-cho proyecto su verdad y, aceptando esta verdad, se hace libre (cf. Jn8,22). Por tanto,defender la verdad, proponerla con humildad y conviccin y testimoniarla en la vida sonformas exigentes e insustituibles de caridad. sta goza con la verdad (1 Co13,6).Todos los hombres perciben el impulso interior de amar de manera autntica; amor yverdad nunca los abandonan completamente, porque son la vocacin que Dios ha pues-to en el corazn y en la mente de cada ser humano. Jesucristo purifica y libera de nues-tras limitaciones humanas la bsqueda del amor y la verdad, y nos desvela plenamente

    la iniciativa de amor y el proyecto de vida verdadera que Dios ha preparado para noso-tros. En Cristo, la caridad en la verdadse convierte en el Rostro de su Persona, en unavocacin a amar a nuestros hermanos en la verdad de su proyecto. En efecto, l mismoes la Verdad (cf. Jn 14,6).

    2. La caridad es la va maestra de la doctrina social de la Iglesia. Todas las responsa-bilidades y compromisos trazados por esta doctrina provienen de la caridad que, segnla enseanza de Jess, es la sntesis de toda la Ley (cf. Mt22,36-40). Ella da verdaderasustancia a la relacin personal con Dios y con el prjimo; no es slo el principio de lasmicro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeo grupo, sino tambin delas macro-relaciones, como las relaciones sociales, econmicas y polticas. Para la Igle-sia aleccionada por el Evangelio, la caridad es todo porque, como ensea San Juan(cf. 1 Jn4,8.16) y como he recordado en mi primera Carta encclica Dios es caridad(Deus caritas est): todo proviene de la caridad de Dios, todo adquiere forma por ella, y aella tiende todo. La caridad es el don ms grande que Dios ha dado a los hombres, es supromesa y nuestra esperanza.

    Soy consciente de las desviaciones y la prdida de sentido que ha sufrido y sufre lacaridad, con el consiguiente riesgo de ser mal entendida, o excluida de la tica vivida y,en cualquier caso, de impedir su correcta valoracin. En el mbito social, jurdico, cultu-ral, poltico y econmico, es decir, en los contextos ms expuestos a dicho peligro, seafirma fcilmente su irrelevancia para interpretar y orientar las responsabilidades mora-

    les. De aqu la necesidad de unir no slo la caridad con la verdad, en el sentido seala-do por San Pablo de la veritas in caritate (Ef4,15), sino tambin en el sentido, inversoy complementario, de caritas in veritate. Se ha de buscar, encontrar y expresar la ver-dad en la economa de la caridad, pero, a su vez, se ha de entender, valorar y practi-car la caridad a la luz de la verdad. De este modo, no slo prestaremos un servicio a lacaridad, iluminada por la verdad, sino que contribuiremos a dar fuerza a la verdad, mos-trando su capacidad de autentificar y persuadir en la concrecin de la vida social. Y estono es algo de poca importancia hoy, en un contexto social y cultural, que con frecuenciarelativiza la verdad, bien desentendindose de ella, bien rechazndola.

    3. Por esta estrecha relacin con la verdad, se puede reconocer a la caridad como ex-

    presin autntica de humanidad y como elemento de importancia fundamental en las re-laciones humanas, tambin las de carcter pblico. Slo en la verdad resplandece la ca-

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    ridady puede ser vivida autnticamente. La verdad es luz que da sentido y valor a la ca-ridad. Esta luz es simultneamente la de la razn y la de la fe, por medio de la cual la in-teligencia llega a la verdad natural y sobrenatural de la caridad, percibiendo su significa-do de entrega, acogida y comunin. Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalis-

    mo. El amor se convierte en un envoltorio vaco que se rellena arbitrariamente. ste esel riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad. Es presa fcil de las emociones y lasopiniones contingentes de los sujetos, una palabra de la que se abusa y que se distor-siona, terminando por significar lo contrario. La verdad libera a la caridad de la estrechezde una emotividad que la priva de contenidos relacionales y sociales, as como de un fi-desmo que mutila su horizonte humano y universal. En la verdad, la caridad refleja ladimensin personal y al mismo tiempo pblica de la fe en el Dios bblico, que es a la vezAgap y Lgos: Caridad y Verdad, Amor y Palabra.

    4. Puesto que est llena de verdad, la caridad puede ser comprendida por el hombreen toda su riqueza de valores, compartida y comunicada. En efecto, la verdades lgos

    que crea

    di-logos

    y, por tanto, comunicacin y comunin. La verdad, rescatando alos hombres de las opiniones y de las sensaciones subjetivas, les permite llegar ms allde las determinaciones culturales e histricas y apreciar el valor y la sustancia de lascosas. La verdad abre y une el intelecto de los seres humanos en el lgosdel amor:ste es el anuncio y el testimonio cristiano de la caridad. En el contexto social y culturalactual, en el que est difundida la tendencia a relativizar lo verdadero, vivir la caridad enla verdad lleva a comprender que la adhesin a los valores del cristianismo no es sloun elemento til, sino indispensable para la construccin de una buena sociedad y unverdadero desarrollo humano integral. Un cristianismo de caridad sin verdad se puedeconfundir fcilmente con una reserva de buenos sentimientos, provechosos para la con-vivencia social, pero marginales. De este modo, en el mundo no habra un verdadero ypropio lugar para Dios.Sin la verdad, la caridad es relegada a un mbito de relacionesreducido y privado. Queda excluida de los proyectos y procesos para construir un desa-rrollo humano de alcance universal, en el dilogo entre saberes y operatividad.

    5. La caridad es amor recibido y ofrecido. Es gracia (chris). Su origen es el amorque brota del Padre por el Hijo, en el Espritu Santo. Es amor que desde el Hijo descien-de sobre nosotros. Es amor creador, por el que nosotros somos; es amor redentor, porel cual somos recreados. Es el Amor revelado, puesto en prctica por Cristo (cf. Jn13,1)y derramado en nuestros corazones por el Espritu Santo (Rm5,5). Los hombres,destinatarios del amor de Dios, se convierten en sujetos de caridad, llamados a hacerseellos mismos instrumentos de la gracia para difundir la caridad de Dios y para tejer redes

    de caridad.

    La doctrina social de la Iglesia responde a esta dinmica de caridad recibida y ofre-cida. Es caritas in veritate in re sociali, anuncio de la verdad del amor de Cristo en lasociedad. Dicha doctrina es servicio de la caridad, pero en la verdad. La verdad preser-va y expresa la fuerza liberadora de la caridad en los acontecimientos siempre nuevosde la historia. Es al mismo tiempo verdad de la fe y de la razn, en la distincin y la si-nergia a la vez de los dos mbitos cognitivos. El desarrollo, el bienestar social, una solu-cin adecuada de los graves problemas socioeconmicos que afligen a la humanidad,necesitan esta verdad. Y necesitan an ms que se estime y d testimonio de esta ver-dad. Sin verdad, sin confianza y amor por lo verdadero, no hay conciencia y responsabi-lidad social, y la actuacin social se deja a merced de intereses privados y de lgicas de

    poder, con efectos disgregadores sobre la sociedad, tanto ms en una sociedad en vasde globalizacin, en momentos difciles como los actuales.

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    6.Caritas in veritatees el principio sobre el que gira la doctrina social de la Iglesia,un principio que adquiere forma operativa en criterios orientadores de la accin moral.Deseo volver a recordar particularmente dos de ellos, requeridos de manera especial

    por el compromiso para el desarrollo en una sociedad en vas de globalizacin: la justi-cia y el bien comn.

    Ante todo, lajusticia. Ubi societas, ibi ius: toda sociedad elabora un sistema propiode justicia. La caridad va ms all de la justicia, porque amar es dar, ofrecer de lo mo al otro; pero nunca carece de justicia, la cual lleva a dar al otro lo que es suyo, loque le corresponde en virtud de su ser y de su obrar. No puedo dar al otro de lo mosin haberle dado en primer lugar lo que en justicia le corresponde. Quien ama con cari-dad a los dems, es ante todo justo con ellos. No basta decir que la justicia no es extra-a a la caridad, que no es una va alternativa o paralela a la caridad: la justicia es in-separable de la caridad,1intrnseca a ella. La justicia es la primera va de la caridad o,como dijo Pablo VI, su medida mnima,2 parte integrante de ese amor con obras y

    segn la verdad

    (1 Jn3,18), al que nos exhorta el apstol Juan. Por un lado, la caridadexige la justicia, el reconocimiento y el respeto de los legtimos derechos de las perso-nas y los pueblos. Se ocupa de la construccin de la ciudad del hombre segn el de-recho y la justicia. Por otro, la caridad supera la justicia y la completa siguiendo la lgicade la entrega y el perdn.3 La ciudad del hombre no se promueve slo con relacionesde derechos y deberes sino, antes y ms an, con relaciones de gratuidad, de miseri-cordia y de comunin. La caridad manifiesta siempre el amor de Dios tambin en las re-laciones humanas, otorgando valor teologal y salvfico a todo compromiso por la justiciaen el mundo.

    7. Hay que tener tambin en gran consideracin el bien comn. Amar a alguien esquerer su bien y trabajar eficazmente por l. Junto al bien individual, hay un bien rela-cionado con el vivir social de las personas: el bien comn. Es el bien de ese todos no-sotros, formado por individuos, familias y grupos intermedios que se unen en comuni-dad social.4No es un bien que se busca por s mismo, sino para las personas que for-man parte de la comunidad social, y que slo en ella pueden conseguir su bien realmen-te y de modo ms eficaz. Desear el bien comny esforzarse por l es exigencia de justi-cia y caridad. Trabajar por el bien comn es cuidar, por un lado, y utilizar, por otro, eseconjunto de instituciones que estructuran jurdica, civil, poltica y culturalmente la vidasocial, que se configura as como plis, como ciudad. Se ama al prjimo tanto ms efi-cazmente, cuanto ms se trabaja por un bien comn que responda tambin a sus nece-sidades reales. Todo cristiano est llamado a esta caridad, segn su vocacin y sus po-

    sibilidades de incidir en laplis. sta es la va institucional tambin poltica, podramosdecir de la caridad, no menos cualificada e incisiva de lo que pueda ser la caridad queencuentra directamente al prjimo fuera de las mediaciones institucionales de laplis. Elcompromiso por el bien comn, cuando est inspirado por la caridad, tiene una valenciasuperior al compromiso meramente secular y poltico. Como todo compromiso en favorde la justicia, forma parte de ese testimonio de la caridad divina que, actuando en eltiempo, prepara lo eterno. La accin del hombre sobre la tierra, cuando est inspirada y

    1 Cf. PABLOVI, Carta enc. Populorum progressio(26 marzo 1967), 22: AAS 59 (1967), 268; CONC.ECUM.

    VAT. II, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 69.2 Homila para la Jornada del desarrollo( 23 agosto 1968):AAS 60 (1968), 626-627.

    3

    Cf. JUAN PABLO II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz2002:AAS94 (2002), 132-140.4 Cf. CONC.ECUM.VAT. II, Const. past.Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual,26.

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    sustentada por la caridad, contribuye a la edificacin de esa ciudad de Dios universalhacia la cual avanza la historia de la familia humana. En una sociedad en vas de globa-lizacin, el bien comn y el esfuerzo por l, han de abarcar necesariamente a toda lafamilia humana, es decir, a la comunidad de los pueblos y naciones,5dando as forma

    de unidad y de paz a la ciudad del hombre, y hacindola en cierta medida una anticipa-cin que prefigura la ciudad de Dios sin barreras.

    8. Al publicar en 1967 la Encclica Populorum progressio, mi venerado predecesor Pa-blo VI ha iluminado el gran tema del desarrollo de los pueblos con el esplendor de laverdad y la luz suave de la caridad de Cristo. Ha afirmado que el anuncio de Cristo es elprimero y principal factor de desarrollo6y nos ha dejado la consigna de caminar por lava del desarrollo con todo nuestro corazn y con toda nuestra inteligencia,7es decir,con el ardor de la caridad y la sabidura de la verdad. La verdad originaria del amor deDios, que se nos ha dado gratuitamente, es lo que abre nuestra vida al don y hace posi-ble esperar en un desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres,8en el trnsi-

    to

    de condiciones menos humanas a condiciones ms humanas

    ,9 que se obtienevenciendo las dificultades que inevitablemente se encuentran a lo largo del camino.

    A ms de cuarenta aos de la publicacin de la Encclica, deseo rendir homenaje yhonrar la memoria del gran Pontfice Pablo VI, retomando sus enseanzas sobre el de-sarrollo humano integraly siguiendo la ruta que han trazado, para actualizarlas en nues-tros das. Este proceso de actualizacin comenz con la Encclica Sollicitudo rei socialis,con la que el Siervo de Dios Juan Pablo II quiso conmemorar la publicacin de la Popu-lorum progressiocon ocasin de su vigsimo aniversario. Hasta entonces, una conme-moracin similar fue dedicada slo a la Rerum novarum. Pasados otros veinte aosms, manifiesto mi conviccin de que la Populorum progressiomerece ser consideradacomo la Rerum novarum de la poca contempornea, que ilumina el camino de lahumanidad en vas de unificacin.

    9. El amor en la verdad caritas in veritate es un gran desafo para la Iglesia en unmundo en progresiva y expansiva globalizacin. El riesgo de nuestro tiempo es que lainterdependencia de hecho entre los hombres y los pueblos no se corresponda con lainteraccin tica de la conciencia y el intelecto, de la que pueda resultar un desarrollorealmente humano. Slo con la caridad, iluminada por la luz de la razn y de la fe, esposible conseguir objetivos de desarrollo con un carcter ms humano y humanizador.El compartir los bienes y recursos, de lo que proviene el autntico desarrollo, no se ase-gura slo con el progreso tcnico y con meras relaciones de conveniencia, sino con la

    fuerza del amor que vence al mal con el bien (cf. Rm12,21) y abre la conciencia del serhumano a relaciones recprocas de libertad y de responsabilidad.

    5 Cf. JUANXXIII, Carta enc. Pacem in terris (11 abril 1963):AAS55 (1963), 268-270.

    6 Cf. n. 16: l.c., 265.

    7 Cf. ibd., 82: l.c., 297.

    8

    Ibd., 42: l.c., 278.9 Ibd., 20: l.c., 267.

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    La Iglesia no tiene soluciones tcnicas que ofrecer 10 y no pretende de ningunamanera mezclarse en la poltica de los Estados .11No obstante, tiene una misin deverdad que cumplir en todo tiempo y circunstancia en favor de una sociedad a medidadel hombre, de su dignidad y de su vocacin. Sin verdad se cae en una visin empirista

    y escptica de la vida, incapaz de elevarse sobre la praxis, porque no est interesada entomar en consideracin los valores a veces ni siquiera el significado con los cualesjuzgarla y orientarla. La fidelidad al hombre exige la fidelidad a la verdad, que es la nicagaranta de libertad(cf. Jn8,32) y de la posibilidad de un desarrollo humano integral. Poreso la Iglesia la busca, la anuncia incansablemente y la reconoce all donde se manifies-te. Para la Iglesia, esta misin de verdad es irrenunciable. Su doctrina social es una di-mensin singular de este anuncio: est al servicio de la verdad que libera. Abierta a laverdad, de cualquier saber que provenga, la doctrina social de la Iglesia la acoge, re-compone en unidad los fragmentos en que a menudo la encuentra, y se hace su porta-dora en la vida concreta siempre nueva de la sociedad de los hombres y los pueblos. 12

    10 Cf. CONC.ECUM.VAT. II, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 36; PABLO VI,

    Carta ap. Octogesima adveniens (14 mayo 1971), 4: AAS 63 (1971), 403-404; JUAN PABLO II, Carta enc.Centesimus annus (1 mayo 1991), 43:AAS83 (1991), 847.

    11

    PABLO VI, Carta enc. Populorum progressio, 13: l.c., 263-264.12

    Cf. CONSEJO PONTIFICIO DE JUSTICIA Y PAZ, Compendio de la doctrina social de la Iglesia, n. 76.

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    CAPTULO PRIMERO

    EL MENSAJE DE LA POPULORUM PROGRESSIO

    10. A ms de cuarenta aos de su publicacin, la relectura de la Populorum progressioinsta a permanecer fieles a su mensaje de caridad y de verdad, considerndolo en elmbito del magisterio especfico de Pablo VI y, ms en general, dentro de la tradicin dela doctrina social de la Iglesia. Se han de valorar despus los diversos trminos en quehoy, a diferencia de entonces, se plantea el problema del desarrollo. El punto de vistacorrecto, por tanto, es el de la Tradicin de la fe apostlica,13patrimonio antiguo y nue-vo, fuera del cual la Populorum progressiosera un documento sin races y las cuestio-nes sobre el desarrollo se reduciran nicamente a datos sociolgicos.

    11.

    La publicacin de la Populorum progressiotuvo lugar poco despus de la conclu-sin del Concilio Ecumnico Vaticano II. La misma Encclica seala en los primerosprrafos su ntima relacin con el Concilio.14Veinte aos despus, Juan Pablo II subrayen la Sollicitudo rei socialisla fecunda relacin de aquella Encclica con el Concilio y, enparticular, con la Constitucin pastoral Gaudium et spes.15Tambin yo deseo recordaraqu la importancia del Concilio Vaticano II para la Encclica de Pablo VI y para todo elMagisterio social de los Sumos Pontfices que le han sucedido. El Concilio profundiz enlo que pertenece desde siempre a la verdad de la fe, es decir, que la Iglesia, estando alservicio de Dios, est al servicio del mundo en trminos de amor y verdad. Pablo VI part-a precisamente de esta visin para decirnos dos grandes verdades. La primera es quetoda la Iglesia, en todo su ser y obrar, cuando anuncia, celebra y acta en la caridad,

    tiende a promover el desarrollo integral del hombre. Tiene un papel pblico que no seagota en sus actividades de asistencia o educacin, sino que manifiesta toda su propiacapacidad de servicio a la promocin del hombre y la fraternidad universal cuando pue-de contar con un rgimen de libertad. Dicha libertad se ve impedida en muchos casospor prohibiciones y persecuciones, o tambin limitada cuando se reduce la presenciapblica de la Iglesia solamente a sus actividades caritativas. La segunda verdad es queel autntico desarrollo del hombre concierne de manera unitaria a la totalidad de la per-sona en todas sus dimensiones.16 Sin la perspectiva de una vida eterna, el progresohumano en este mundo se queda sin aliento. Encerrado dentro de la historia, queda ex-puesto al riesgo de reducirse slo al incremento del tener; as, la humanidad pierde lavalenta de estar disponible para los bienes ms altos, para las iniciativas grandes y des-interesadas que la caridad universal exige. El hombre no se desarrolla nicamente con

    sus propias fuerzas, as como no se le puede dar sin ms el desarrollo desde fuera. A lolargo de la historia, se ha credo con frecuencia que la creacin de instituciones bastabapara garantizar a la humanidad el ejercicio del derecho al desarrollo. Desafortunada-mente, se ha depositado una confianza excesiva en dichas instituciones, casi como siellas pudieran conseguir el objetivo deseado de manera automtica. En realidad, las ins-tituciones por s solas no bastan, porque el desarrollo humano integral es ante todo vo-cacin y, por tanto, comporta que se asuman libre y solidariamente responsabilidades

    13 Cf. Discurso en la inauguracin de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Cari-

    be(13 mayo 2007): LOsservatore Romano, ed. en lengua espaola(25 mayo 2007), pp. 9-11.14

    Cf. nn. 3-5: l.c., 258-260.

    15

    Cf. JUAN PABLO II,Carta enc. Sollicitudo rei socialis(30 diciembre 1987) 6-7:AAS80 (1988), 517-519.16

    Cf. PABLO VI, Carta enc. Populorum progressio, 14: l.c., 264.

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    por parte de todos. Este desarrollo exige, adems, una visin trascendente de la perso-na, necesita a Dios: sin l, o se niega el desarrollo, o se le deja nicamente en manosdel hombre, que cede a la presuncin de la auto-salvacin y termina por promover undesarrollo deshumanizado. Por lo dems, slo el encuentro con Dios permite no ver

    siempre en el prjimo solamente al otro

    ,17

    sino reconocer en l la imagen divina, lle-gando as a descubrir verdaderamente al otro y a madurar un amor que es ocuparsedel otro y preocuparse por el otro.18

    12. La relacin entre la Populorum progressioy el Concilio Vaticano II no representaun fisura entre el Magisterio social de Pablo VI y el de los Pontfices que lo precedieron,puesto que el Concilio profundiza dicho magisterio en la continuidad de la vida de laIglesia.19 En este sentido, algunas subdivisiones abstractas de la doctrina social de laIglesia, que aplican a las enseanzas sociales pontificias categoras extraas a ella, nocontribuyen a clarificarla. No hay dos tipos de doctrina social, una preconciliar y otrapostconciliar, diferentes entre s, sino una nica enseanza, coherente y al mismo tiem-

    po siempre nueva.20Es justo sealar las peculiaridades de una u otra Encclica, de laenseanza de uno u otro Pontfice, pero sin perder nunca de vista la coherencia de todoel corpusdoctrinal en su conjunto.21 Coherencia no significa un sistema cerrado, sinoms bien la fidelidad dinmica a una luz recibida. La doctrina social de la Iglesia iluminacon una luz que no cambia los problemas siempre nuevos que van surgiendo.22Eso sal-vaguarda tanto el carcter permanente como histrico de este patrimonio doctrinal23que, con sus caractersticas especficas, forma parte de la Tradicin siempre viva de laIglesia.24 La doctrina social est construida sobre el fundamento transmitido por losApstoles a los Padres de la Iglesia y acogido y profundizado despus por los grandesDoctores cristianos. Esta doctrina se remite en definitiva al hombre nuevo, al ltimoAdn, Espritu que da vida (1 Co15,45), y que es principio de la caridad que no pasanunca (1 Co13,8). Ha sido atestiguada por los Santos y por cuantos han dado la vidapor Cristo Salvador en el campo de la justicia y la paz. En ella se expresa la tarea prof-tica de los Sumos Pontfices de guiar apostlicamente la Iglesia de Cristo y de discernirlas nuevas exigencias de la evangelizacin. Por estas razones, la Populorum progressio,insertada en la gran corriente de la Tradicin, puede hablarnos todava hoy a nosotros.

    13. Adems de su ntima unin con toda la doctrina social de la Iglesia, la Populorumprogressio enlaza estrechamente con el conjunto de todo el magisterio de Pablo VIy, enparticular, con su magisterio social. Sus enseanzas sociales fueron de gran relevancia:reafirm la importancia imprescindible del Evangelio para la construccin de la sociedadsegn libertad y justicia, en la perspectiva ideal e histrica de una civilizacin animada

    por el amor. Pablo VI entendi claramente que la cuestin social se haba hecho mun-

    17 Carta enc. Deus caritas est(25 diciembre 2005), 18:AAS98 (2006), 232.

    18 Ibd., 6: l.c., 222.

    19 Cf. Discurso a la Curia Romana con motivo de las felicitaciones navideas (22 diciembre 2005):

    LOsservatore Romano, ed. en lengua espaola(30 diciembre 2005), pp. 9-12.20

    Cf. JUAN PABLO II,Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 3: l.c., 515.21

    Cf. ibd., 1: l.c., 513-514.22

    Cf.ibd., 3: l.c., 515.

    23

    Cf. JUAN PABLO II,Carta enc. Laborem exercens (14 septiembre 1981), 3:AAS73 (1981), 583-584.24

    Cf. ID.,Carta enc. Centesimus annus, 3: l.c., 794-796.

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    dial25y capt la relacin recproca entre el impulso hacia la unificacin de la humanidady el ideal cristiano de una nica familia de los pueblos, solidaria en la comn herman-dad. Indic en el desarrollo, humana y cristianamente entendido, el corazn del mensajesocial cristianoy propuso la caridad cristiana como principal fuerza al servicio del desa-

    rrollo. Movido por el deseo de hacer plenamente visible al hombre contemporneo elamor de Cristo, Pablo VI afront con firmeza cuestiones ticas importantes, sin ceder alas debilidades culturales de su tiempo.

    14. Con la Carta apostlica Octogesima adveniens, de 1971, Pablo VI trat luego eltema del sentido de la poltica y el peligro que representaban las visiones utpicas eideolgicas que comprometan su cualidad tica y humana. Son argumentos estrecha-mente unidos con el desarrollo. Lamentablemente, las ideologas negativas surgen con-tinuamente. Pablo VI ya puso en guardia sobre la ideologa tecnocrtica,26hoy particu-larmente arraigada, consciente del gran riesgo de confiar todo el proceso del desarrolloslo a la tcnica, porque de este modo quedara sin orientacin. En s misma considera-

    da, la tcnica es ambivalente. Si de un lado hay actualmente quien es propenso a con-fiar completamente a ella el proceso de desarrollo, de otro, se advierte el surgir de ideo-logas que niegan in toto la utilidad misma del desarrollo, considerndolo radicalmenteantihumano y que slo comporta degradacin. As, se acaba a veces por condenar, noslo el modo errneo e injusto en que los hombres orientan el progreso, sino tambin losdescubrimientos cientficos mismos que, por el contrario, son una oportunidad de creci-miento para todos si se usan bien. La idea de un mundo sin desarrollo expresa descon-fianza en el hombre y en Dios. Por tanto, es un grave error despreciar las capacidadeshumanas de controlar las desviaciones del desarrollo o ignorar incluso que el hombretiende constitutivamente a ser ms. Considerar ideolgicamente como absoluto elprogreso tcnico y soar con la utopa de una humanidad que retorna a su estado denaturaleza originario, son dos modos opuestos para eximir al progreso de su valoracinmoral y, por tanto, de nuestra responsabilidad.

    15. Otros dos documentos de Pablo VI, aunque no tan estrechamente relacionadoscon la doctrina social la Encclica Humanae vitae, del 25 de julio de 1968, y la Exhor-tacin apostlica Evangelii nuntiandi, del 8 de diciembre de 1975 son muy importantespara delinear el sentido plenamente humano del desarrollo propuesto por la Iglesia. Portanto, es oportuno leer tambin estos textos en relacin con la Populorum progressio.

    La Encclica Humanae vitaesubraya el sentido unitivo y procreador a la vez de lasexualidad, poniendo as como fundamento de la sociedad la pareja de los esposos,

    hombre y mujer, que se acogen recprocamente en la distincin y en la complementarie-dad; una pareja, pues, abierta a la vida.27No se trata de una moral meramente individual:la Humanae vitaeseala los fuertes vnculos entre tica de la vida y tica social, inaugu-rando una temtica del magisterio que ha ido tomando cuerpo poco a poco en varios do-cumentos y, por ltimo, en la Encclica Evangelium vitaede Juan Pablo II.28 La Iglesiapropone con fuerza esta relacin entre tica de la vida y tica social, consciente de que

    25 Cf. Carta enc. Populorumprogressio, 3: l.c., 258.

    26 Cf. ibd., 34: l.c.,274.

    27 Cf. nn. 8-9:AAS 60 (1968), 485-487; BENEDICTO XVI, Discurso a los participantes en el Congreso Interna-

    cional con ocasin del 40 aniversario de la encclica Humanae vitae (10 mayo 2008): LOsservatore Ro-

    mano, ed. en lengua espaola(16 mayo 2008), p. 8.28

    Cf. JUAN PABLO II, Carta enc. Evangelium vitae(25 marzo 1995), 93:AAS 87 (1995), 507-508.

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    no puede tener bases slidas, una sociedad que mientras afirma valores como ladignidad de la persona, la justicia y la paz se contradice radicalmente aceptando y to-lerando las ms variadas formas de menosprecio y violacin de la vida humana, sobretodo si es dbil y marginada.29

    La Exhortacin apostlica Evangelii nuntiandiguarda una relacin muy estrecha con eldesarrollo, en cuanto la evangelizacin escribe Pablo VI no sera completa si no tu-viera en cuenta la interpelacin recproca que en el curso de los tiempos se estableceentre el Evangelio y la vida concreta, personal y social del hombre .30Entre evangeli-zacin y promocin humana (desarrollo, liberacin) existen efectivamente lazos muyfuertes:31partiendo de esta conviccin, Pablo VI aclar la relacin entre el anuncio deCristo y la promocin de la persona en la sociedad. El testimonio de la caridad de Cristomediante obras de justicia, paz y desarrollo forma parte de la evangelizacin, porque aJesucristo, que nos ama, le interesa todo el hombre. Sobre estas importantes ensean-zas se funda el aspecto misionero32de la doctrina social de la Iglesia, como un elemen-to esencial de evangelizacin.33Es anuncio y testimonio de la fe. Es instrumento y fuen-

    te imprescindible para educarse en ella.

    16. En la Populorum progressio, Pablo VI nos ha querido decir, ante todo, que el pro-greso, en su fuente y en su esencia, es una vocacin: En los designios de Dios, cadahombre est llamado a promover su propio progreso, porque la vida de todo hombre esuna vocacin.34Esto es precisamente lo que legitima la intervencin de la Iglesia en laproblemtica del desarrollo. Si ste afectase slo a los aspectos tcnicos de la vida delhombre, y no al sentido de su caminar en la historia junto con sus otros hermanos, ni aldescubrimiento de la meta de este camino, la Iglesia no tendra por qu hablar de l.Pablo VI, como ya Len XIII en la Rerum novarum,35era consciente de cumplir un deberpropio de su ministerio al proyectar la luz del Evangelio sobre las cuestiones sociales desu tiempo.36

    Decir que el desarrollo es vocacinequivale a reconocer, por un lado, que ste na-ce de una llamada trascendente y, por otro, que es incapaz de darse su significado lti-mo por s mismo. Con buenos motivos, la palabra vocacin aparece de nuevo enotro pasaje de la Encclica, donde se afirma: No hay, pues, ms que un humanismoverdadero que se abre al Absoluto en el reconocimiento de una vocacin que da la ideaverdadera de la vida humana.37Esta visin del progreso es el corazn de la Populo-rum progressioy motiva todas las reflexiones de Pablo VI sobre la libertad, la verdad y lacaridad en el desarrollo. Es tambin la razn principal por lo que aquella Encclica toda-va es actual en nuestros das.

    29 Ibd., 101: l.c., 516-518.

    30 N. 29:AAS68 (1976), 25.

    31 Ibd., 31: l.c., 26.

    32 Cf. JUAN PABLO II,Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 41: l.c., 570-572.

    33 Ibd.; ID., Carta enc. Centesimus annus,5. 54: l.c., 799. 859-860.

    34 N. 15: l.c., 265.

    35 Cf. ibd., 2: l.c., 258; LEN XIII, Carta enc. Rerum novarum (15 mayo 1891): Leonis XIII P.M. Acta, XI,

    Romae 1892, 97-144; JUAN PABLO II,Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 8: l.c., 519-520;ID., Carta enc. Cente-simus annus, 5: l.c., 799.

    36

    Cf. Carta enc. Populorum progressio, 2. 13: l.c., 258. 263-264.37

    Ibd., 42: l.c.,278.

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    17. La vocacin es una llamada que requiere una respuesta libre y responsable. El de-sarrollo humano integral supone la libertad responsable de la persona y los pueblos:ninguna estructura puede garantizar dicho desarrollo desde fuera y por encima de laresponsabilidad humana. Los mesianismos prometedores, pero forjados de ilusiones38

    basan siempre sus propias propuestas en la negacin de la dimensin trascendente deldesarrollo, seguros de tenerlo todo a su disposicin. Esta falsa seguridad se convierteen debilidad, porque comporta el sometimiento del hombre, reducido a un medio para eldesarrollo, mientras que la humildad de quien acoge una vocacin se transforma en ver-dadera autonoma, porque hace libre a la persona. Pablo VI no tiene duda de que hayobstculos y condicionamientos que frenan el desarrollo, pero tiene tambin la certezade que cada uno permanece siempre, sean los que sean los influjos que sobre l seejercen, el artfice principal de su xito o de su fracaso.39Esta libertad se refiere al de-sarrollo que tenemos ante nosotros pero, al mismo tiempo, tambin a las situaciones desubdesarrollo, que no son fruto de la casualidad o de una necesidad histrica, sino quedependen de la responsabilidad humana. Por eso, los pueblos hambrientos interpelanhoy, con acento dramtico, a los pueblos opulentos.40Tambin esto es vocacin, en

    cuanto llamada de hombres libres a hombres libres para asumir una responsabilidadcomn. Pablo VI perciba netamente la importancia de las estructuras econmicas y delas instituciones, pero se daba cuenta con igual claridad de que la naturaleza de stasera ser instrumentos de la libertad humana. Slo si es libre, el desarrollo puede ser inte-gralmente humano; slo en un rgimen de libertad responsable puede crecer de maneraadecuada.

    18. Adems de la libertad, el desarrollo humano integral como vocacin exige tambinque se respete la verdad. La vocacin al progreso impulsa a los hombres a hacer, co-nocer y tener ms para ser ms.41Pero la cuestin es: qu significa ser ms? Aesta pregunta, Pablo VI responde indicando lo que comporta esencialmente el autnti-co desarrollo

    :

    debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo elhombre.42En la concurrencia entre las diferentes visiones del hombre que, ms anque en la sociedad de Pablo VI, se proponen tambin en la de hoy, la visin cristianatiene la peculiaridad de afirmar y justificar el valor incondicional de la persona humana yel sentido de su crecimiento. La vocacin cristiana al desarrollo ayuda a buscar la pro-mocin de todos los hombres y de todo el hombre. Pablo VI escribe: Lo que cuentapara nosotros es el hombre, cada hombre, cada agrupacin de hombres, hasta lahumanidad entera.43La fe cristiana se ocupa del desarrollo, no apoyndose en privile-gios o posiciones de poder, ni tampoco en los mritos de los cristianos, que ciertamentese han dado y tambin hoy se dan, junto con sus naturales limitaciones,44sino slo enCristo, al cual debe remitirse toda vocacin autntica al desarrollo humano integral. El

    Evangelio es un elemento fundamental del desarrolloporque, en l, Cristo, en la mismarevelacin del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al pro-pio hombre.45 Con las enseanzas de su Seor, la Iglesia escruta los signos de los

    38 Ibd., 11:l.c.,262; JUAN PABLO II,Carta enc. Centesimus annus, 25: l.c., 822-824.

    39 Carta enc. Populorum progressio, 15: l.c., 265.

    40 Ibd., 3: l.c., 258.

    41 Ibd., 6: l.c., 260.

    42 Ibd., 14: l.c., 264.

    43 Ibd.; cf. JUAN PABLO II, Carta enc. Centesimus annus, 53-62: l.c., 859-867; ID., Carta enc. Redemptor

    hominis(4 marzo 1979), 13-14:AAS 71 (1979), 282-286.

    44

    Cf. PABLO VI, Carta enc. Populorum progressio, 12: l.c., 262-263.45

    CONC.ECUM.VAT. II, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 22.

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    tiempos, los interpreta y ofrece al mundo lo que ella posee como propio: una visinglobal del hombre y de la humanidad.46Precisamente porque Dios pronuncia el sms grande al hombre,47el hombre no puede dejar de abrirse a la vocacin divina pararealizar el propio desarrollo. La verdad del desarrollo consiste en su totalidad: si no es

    de todo el hombre y de todos los hombres, no es el verdadero desarrollo. ste es elmensaje central de la Populorum progressio, vlido hoy y siempre. El desarrollo humanointegral en el plano natural, al ser respuesta a una vocacin de Dios creador, 48requieresu autentificacin en un humanismo trascendental, que da [al hombre] su mayor pleni-tud; sta es la finalidad suprema del desarrollo personal.49Por tanto, la vocacin cris-tiana a dicho desarrollo abarca tanto el plano natural como el sobrenatural; ste es elmotivo por el que, cuando Dios queda eclipsado, nuestra capacidad de reconocer elorden natural, la finalidad y el bien, empieza a disiparse.50

    19. Finalmente, la visin del desarrollo como vocacin comporta que su centro sea lacaridad. En la Encclica Populorum progressio, Pablo VI seal que las causas del sub-

    desarrollo no son principalmente de orden material. Nos invit a buscarlas en otras di-mensiones del hombre. Ante todo, en la voluntad, que con frecuencia se desentiendede los deberes de la solidaridad. Despus, en el pensamiento, que no siempre sabeorientar adecuadamente el deseo. Por eso, para alcanzar el desarrollo hacen falta pensadores de reflexin profunda que busquen un humanismo nuevo, el cual permita alhombre moderno hallarse a s mismo.51Pero eso no es todo. El subdesarrollo tieneuna causa ms importante an que la falta de pensamiento: es la falta de fraternidadentre los hombres y entre los pueblos.52Esta fraternidad, podrn lograrla alguna vezlos hombres por s solos? La sociedad cada vez ms globalizada nos hace ms cerca-nos, pero no ms hermanos. La razn, por s sola, es capaz de aceptar la igualdad entrelos hombres y de establecer una convivencia cvica entre ellos, pero no consigue fundarla hermandad. sta nace de una vocacin transcendente de Dios Padre, el primero quenos ha amado, y que nos ha enseado mediante el Hijo lo que es la caridad fraterna.Pablo VI, presentando los diversos niveles del proceso de desarrollo del hombre, pusoen lo ms alto, despus de haber mencionado la fe, la unidad de la caridad de Cristo,que nos llama a todos a participar, como hijos, en la vida del Dios vivo, Padre de todoslos hombres.53

    20. Estas perspectivas abiertas por la Populorum progressiosiguen siendo fundamen-tales para dar vida y orientacin a nuestro compromiso por el desarrollo de los pueblos.Adems, la Populorum progressiosubraya reiteradamente la urgencia de las reformas54y pide que, ante los grandes problemas de la injusticia en el desarrollo de los pueblos,

    46 PABLO VI, Carta enc. Populorum progressio, 13: l.c., 263-264.

    47 Cf. Discurso a los participantes en la IV Asamblea Eclesial Nacional Italiana (19 octubre 2006):

    LOsservatore Romano, ed. en lengua espaola (27 octubre 2006), pp. 8-10.48

    Cf. PABLO VI, Carta enc. Populorum progressio, 16: l.c., 265.49

    Ibd.

    50 Discurso en la ceremonia de acogida de los jvenes(17 julio 2008): LOsservatore Romano, ed. en len-

    gua espaola (25 julio 2008), pp. 4-5.51

    PABLO VI, Carta enc. Populorum progressio, 20: l.c., 267.52

    Ibd., 66: l.c., 289-290.

    53

    Ibd., 21: l.c., 267-268.54

    Cf. nn.3. 29. 32: l.c., 258. 272. 273.

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    se acte con valor y sin demora. Esta urgencia viene impuesta tambin por lacaridad enla verdad. Es la caridad de Cristo la que nos impulsa: caritas Christi urget nos (2Co5,14).Esta urgencia no se debe slo al estado de cosas, no se deriva solamente de laavalancha de los acontecimientos y problemas, sino de lo que est en juego: la necesi-

    dad de alcanzar una autntica fraternidad. Lograr esta meta es tan importante que exigetomarla en consideracin para comprenderla a fondo y movilizarse concretamente con elcorazn, con el fin de hacer cambiar los procesos econmicos y sociales actualeshacia metas plenamente humanas.

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    CAPTULOSEGUNDO

    EL DESARROLLO HUMANO EN NUESTRO TIEMPO

    21. Pablo VI tena una visin articulada del desarrollo. Con el trmino desarrolloquiso indicar ante todo el objetivo de que los pueblos salieran del hambre, la miseria, lasenfermedades endmicas y el analfabetismo. Desde el punto de vista econmico, esosignificaba su participacin activa y en condiciones de igualdad en el proceso econmicointernacional; desde el punto de vista social, su evolucin hacia sociedades solidarias ycon buen nivel de formacin; desde el punto de vista poltico, la consolidacin de reg-menes democrticos capaces de asegurar libertad y paz. Despus de tantos aos, al vercon preocupacin el desarrollo y la perspectiva de las crisis que se suceden en estostiempos, nos preguntamos hasta qu punto se han cumplido las expectativas de Pablo

    VIsiguiendo el modelo de desarrollo que se ha adoptado en las ltimas dcadas. Portanto, reconocemos que estaba fundada la preocupacin de la Iglesia por la capacidaddel hombre meramente tecnolgico para fijar objetivos realistas y poder gestionar cons-tante y adecuadamente los instrumentos disponibles. La ganancia es til si, como me-dio, se orienta a un fin que le d un sentido, tanto en el modo de adquirirla como de utili-zarla. El objetivo exclusivo del beneficio, cuando es obtenido mal y sin el bien comncomo fin ltimo, corre el riesgo de destruir riqueza y crear pobreza. El desarrollo econ-mico que Pablo VI deseaba era el que produjera un crecimiento real, extensible a todosy concretamente sostenible. Es verdad que el desarrollo ha sido y sigue siendo un factorpositivo que ha sacado de la miseria a miles de millones de personas y que, ltimamen-te, ha dado a muchos pases la posibilidad de participar efectivamente en la poltica in-ternacional. Sin embargo, se ha de reconocer que el desarrollo econmico mismo ha es-

    tado, y lo est an, aquejado por desviaciones y problemas dramticos, que la crisis ac-tual ha puesto todava ms de manifiesto. sta nos pone improrrogablemente ante deci-siones que afectan cada vez ms al destino mismo del hombre, el cual, por lo dems, nopuede prescindir de su naturaleza. Las fuerzas tcnicas que se mueven, las interrelacio-nes planetarias, los efectos perniciosos sobre la economa real de una actividad finan-ciera mal utilizada y en buena parte especulativa, los imponentes flujos migratorios, fre-cuentemente provocados y despus no gestionados adecuadamente, o la explotacinsin reglas de los recursos de la tierra, nos induce hoy a reflexionar sobre las medidasnecesarias para solucionar problemas que no slo son nuevos respecto a los afrontadospor el Papa Pablo VI, sino tambin, y sobre todo, que tienen un efecto decisivo para elbien presente y futuro de la humanidad. Los aspectos de la crisis y sus soluciones, ascomo la posibilidad de un futuro nuevo desarrollo, estn cada vez ms interrelacionados,

    se implican recprocamente, requieren nuevos esfuerzos de comprensin unitaria y unanueva sntesis humanista. Nos preocupa justamente la complejidad y gravedad de la si-tuacin econmica actual, pero hemos de asumir con realismo, confianza y esperanzalas nuevas responsabilidades que nos reclama la situacin de un mundo que necesitauna profunda renovacin cultural y el redescubrimiento de valores de fondo sobre loscuales construir un futuro mejor. La crisis nos obliga a revisar nuestro camino, a darnosnuevas reglas y a encontrar nuevas formas de compromiso, a apoyarnos en las expe-riencias positivas y a rechazar las negativas. De este modo, la crisis se convierte enocasin de discernir y proyectar de un modo nuevo. Conviene afrontar las dificultadesdel presente en esta clave, de manera confiada ms que resignada.

    22.

    Hoy, el cuadro del desarrollo se despliega en mltiples mbitos. Los actores y lascausas, tanto del subdesarrollo como del desarrollo, son mltiples, las culpas y los mri-

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    tos son muchos y diferentes. Esto debera llevar a liberarse de las ideologas, que confrecuencia simplifican de manera artificiosa la realidad, y a examinar con objetividad ladimensin humana de los problemas. Como ya seal Juan Pablo II,55 la lnea de de-marcacin entre pases ricos y pobres ahora no es tan neta como en tiempos de la

    Populorum progressio. La riqueza mundial crece en trminos absolutos, pero aumentantambin las desigualdades. En los pases ricos, nuevas categoras sociales se empobre-cen y nacen nuevas pobrezas. En las zonas ms pobres, algunos grupos gozan de untipo de superdesarrollo derrochador y consumista, que contrasta de modo inaceptablecon situaciones persistentes de miseria deshumanizadora. Se sigue produciendo elescndalo de las disparidades hirientes.56 Lamentablemente, hay corrupcin eilegalidad tanto en el comportamiento de sujetos econmicos y polticos de los pasesricos, nuevos y antiguos, como en los pases pobres. La falta de respeto de los derechoshumanos de los trabajadores es provocada a veces por grandes empresasmultinacionales y tambin por grupos de produccin local. Las ayudas internacionales sehan desviado con frecuencia de su finalidad por irresponsabilidades tanto en losdonantes como en los beneficiarios. Podemos encontrar la misma articulacin de

    responsabilidades tambin en el mbito de las causas inmateriales o culturales deldesarrollo y el subdesarrollo. Hay formas excesivas de proteccin de los conocimientospor parte de los pases ricos, a travs de un empleo demasiado rgido del derecho a lapropiedad intelectual, especialmente en el campo sanitario. Al mismo tiempo, en algunospases pobres perduran modelos culturales y normas sociales de comportamiento quefrenan el proceso de desarrollo.

    23. Hoy, muchas reas del planeta se han desarrollado, aunque de modo problemticoy desigual, entrando a formar parte del grupo de las grandes potencias destinado a jugarun papel importante en el futuro. Pero se ha de subrayar que no basta progresar slodesde el punto de vista econmico y tecnolgico. El desarrollo necesita ser ante todoautntico e integral. El salir del atraso econmico, algo en s mismo positivo, no solucio-na la problemtica compleja de la promocin del hombre, ni en los pases protagonistasde estos adelantos, ni en los pases econmicamente ya desarrollados, ni en los que to-dava son pobres, los cuales pueden sufrir, adems de antiguas formas de explotacin,las consecuencias negativas que se derivan de un crecimiento marcado por desviacio-nes y desequilibrios.

    Tras el derrumbe de los sistemas econmicos y polticos de los pases comunistasde Europa Oriental y el fin de los llamados bloques contrapuestos, hubiera sido ne-cesario un replanteamiento total del desarrollo. Lo pidi Juan Pablo II, quien en 1987 in-dic que la existencia de estos bloques era una de las principales causas del sub-

    desarrollo,

    57

    pues la poltica sustraa recursos a la economa y a la cultura, y la ideologainhiba la libertad. En 1991, despus de los acontecimientos de 1989, pidi tambin queel fin de los bloquesse correspondiera con un nuevo modo de proyectar globalmente eldesarrollo, no slo en aquellos pases, sino tambin en Occidente y en las partes delmundo que se estaban desarrollando.58Esto ha ocurrido slo en parte, y sigue siendoun deber llevarlo a cabo, tal vez aprovechando precisamente las medidas necesariaspara superar los problemas econmicos actuales.

    55 Cf. Carta enc.Sollicitudo rei socialis, 28: l.c., 548-550.

    56 PABLO VI, Carta enc. Populorum progressio, 9: l.c., 261-262.

    57

    Cf. Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 20: l.c., 536-537.58

    Cf. Carta enc.Centesimus annus, 22-29: l.c., 819-830.

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    24. El mundo que Pablo VI tena ante s, aunque el proceso de socializacin estuvieraya avanzado y pudo hablar de una cuestin social que se haba hecho mundial, estabaan mucho menos integrado que el actual. La actividad econmica y la funcin poltica

    se movan en gran parte dentro de los mismos confines y podan contar, por tanto, launa con la otra. La actividad productiva tena lugar predominantemente en los mbitosnacionales y las inversiones financieras circulaban de forma bastante limitada con el ex-tranjero, de manera que la poltica de muchos estados poda fijar todava las prioridadesde la economa y, de algn modo, gobernar su curso con los instrumentos que tena asu disposicin. Por este motivo, la Populorum progressioasign un papel central, aun-que no exclusivo, a los poderes pblicos.59

    En nuestra poca, el Estado se encuentra con el deber de afrontar las limitacionesque pone a su soberana el nuevo contexto econmico-comercial y financiero interna-cional, caracterizado tambin por una creciente movilidad de los capitales financieros ylos medios de produccin materiales e inmateriales. Este nuevo contexto ha modificado

    el poder poltico de los estados.

    Hoy, aprendiendo tambin la leccin que proviene de la crisis econmica actual, enla que lospoderes pblicosdel Estado se ven llamados directamente a corregir errores ydisfunciones, parece ms realista una renovada valoracin de su papel y de su poder,que han de ser sabiamente reexaminados y revalorizados, de modo que sean capacesde afrontar los desafos del mundo actual, incluso con nuevas modalidades de ejercer-los. Con un papel mejor ponderado de los poderes pblicos, es previsible que se forta-lezcan las nuevas formas de participacin en la poltica nacional e internacional que tie-nen lugar a travs de la actuacin de las organizaciones de la sociedad civil; en estesentido, es de desear que haya mayor atencin y participacin en la res publicapor par-te de los ciudadanos.

    25. Desde el punto de vista social, a los sistemas de proteccin y previsin, ya existen-tes en tiempos de Pablo VI en muchos pases, les cuesta trabajo, y les costar todavams en el futuro, lograr sus objetivos de verdadera justicia social dentro de un cuadro defuerzas profundamente transformado. El mercado, al hacerse global, ha estimulado, so-bre todo en pases ricos, la bsqueda de reas en las que emplazar la produccin a bajocoste con el fin de reducir los precios de muchos bienes, aumentar el poder de adquisi-cin y acelerar por tanto el ndice de crecimiento, centrado en un mayor consumo en elpropio mercado interior. Consecuentemente, el mercado ha estimulado nuevas formasde competencia entre los estados con el fin de atraer centros productivos de empresas

    extranjeras, adoptando diversas medidas, como una fiscalidad favorable y la falta de re-glamentacin del mundo del trabajo. Estos procesos han llevado a la reduccin de la redde seguridad social a cambio de la bsqueda de mayores ventajas competitivas en elmercado global, con grave peligro para los derechos de los trabajadores, para los dere-chos fundamentales del hombre y para la solidaridad en las tradicionales formas del Es-tado social. Los sistemas de seguridad social pueden perder la capacidad de cumplir sutarea, tanto en los pases pobres, como en los emergentes, e incluso en los ya desarro-llados desde hace tiempo. En este punto, las polticas de balance, con los recortes algasto social, con frecuencia promovidos tambin por las instituciones financieras inter-nacionales, pueden dejar a los ciudadanos impotentes ante riesgos antiguos y nuevos;dicha impotencia aumenta por la falta de proteccin eficaz por parte de las asociacionesde los trabajadores. El conjunto de los cambios sociales y econmicos hace que las or-

    59 Cf. nn. 23. 33: l.c., 268-269. 273-274.

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    ganizaciones sindicalestengan mayores dificultades para desarrollar su tarea de repre-sentacin de los intereses de los trabajadores, tambin porque los gobiernos, por razo-nes de utilidad econmica, limitan a menudo las libertades sindicales o la capacidad denegociacin de los sindicatos mismos. Las redes de solidaridad tradicionales se ven

    obligadas a superar mayores obstculos. Por tanto, la invitacin de la doctrina social dela Iglesia, empezando por la Rerum novarum,60a dar vida a asociaciones de trabajado-res para defender sus propios derechos ha de ser respetada, hoy ms que ayer, dandoante todo una respuesta pronta y de altas miras a la urgencia de establecer nuevas si-nergias en el mbito internacional y local.

    La movilidad laboral, asociada a la desregulacin generalizada, ha sido un fenme-no importante, no exento de aspectos positivos porque estimula la produccin de nuevariqueza y el intercambio entre culturas diferentes. Sin embargo, cuando la incertidumbresobre las condiciones de trabajo a causa de la movilidad y la desregulacin se haceendmica, surgen formas de inestabilidad psicolgica, de dificultad para crear caminospropios coherentes en la vida, incluido el del matrimonio. Como consecuencia, se pro-

    ducen situaciones de deterioro humano y de desperdicio social. Respecto a lo que su-ceda en la sociedad industrial del pasado, el paro provoca hoy nuevas formas de irrele-vancia econmica, y la actual crisis slo puede empeorar dicha situacin. El estar sintrabajo durante mucho tiempo, o la dependencia prolongada de la asistencia pblica oprivada, mina la libertad y la creatividad de la persona y sus relaciones familiares y so-ciales, con graves daos en el plano psicolgico y espiritual. Quisiera recordar a todos,en especial a los gobernantes que se ocupan en dar un aspecto renovado al ordeneconmico y social del mundo, que el primer capital que se ha de salvaguardar y valorares el hombre, la persona en su integridad: Pues el hombre es el autor, el centro y el finde toda la vida econmico-social.61

    26.

    En el plano cultural, las diferencias son an ms acusadas que en la poca de Pa-blo VI. Entonces, las culturas estaban generalmente bien definidas y tenan ms posibi-lidades de defenderse ante los intentos de hacerlas homogneas. Hoy, las posibilidadesde interaccin entre las culturas han aumentado notablemente, dando lugar a nuevasperspectivas de dilogo intercultural, un dilogo que, para ser eficaz, ha de tener comopunto de partida una toma de conciencia de la identidad especfica de los diversos inter-locutores. Pero no se ha de olvidar que la progresiva mercantilizacin de los intercam-bios culturales aumenta hoy un doble riesgo. Se nota, en primer lugar, un eclecticismoculturalasumido con frecuencia de manera acrtica: se piensa en las culturas como su-perpuestas unas a otras, sustancialmente equivalentes e intercambiables. Eso induce acaer en un relativismo que en nada ayuda al verdadero dilogo intercultural; en el plano

    social, el relativismo cultural provoca que los grupos culturales estn juntos o convivan,pero separados, sin dilogo autntico y, por lo tanto, sin verdadera integracin. Existe,en segundo lugar, el peligro opuesto de rebajar la culturay homologar los comporta-mientos y estilos de vida. De este modo, se pierde el sentido profundo de la cultura delas diferentes naciones, de las tradiciones de los diversos pueblos, en cuyo marco lapersona se enfrenta a las cuestiones fundamentales de la existencia.62El eclecticismo yel bajo nivel cultural coinciden en separar la cultura de la naturaleza humana. As, lasculturas ya no saben encontrar su lugar en una naturaleza que las transciende,63termi-

    60 Cf. l.c., 135.

    61 CONC.ECUM.VAT. II, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 63.

    62

    Cf. JUAN

    PABLO

    II,Carta enc.

    Centesimus annus, 24: l.c., 821-822.63

    Cf. ID., Carta enc. Veritatis splendor (6 agosto 1993), 33. 46. 51:AAS 85 (1993), 1160. 1169-1171. 1174-1175; ID., Discurso a la Asamblea General de la Organizacin de las Naciones Unidas(5 octubre 1995), 3:

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    nando por reducir al hombre a mero dato cultural. Cuando esto ocurre, la humanidad co-rre nuevos riesgos de sometimiento y manipulacin.

    27.

    En muchos pases pobres persiste, y amenaza con acentuarse, la extrema insegu-ridad de vida a causa de la falta de alimentacin: el hambre causa todava muchasvctimas entre tantos Lzaros a los que no se les consiente sentarse a la mesa del ricoepuln, como en cambio Pablo VI deseaba.64Dar de comer a los hambrientos (cf. Mt25,35.37.42) es un imperativo tico para la Iglesia universal, que responde a las ense-anzas de su Fundador, el Seor Jess, sobre la solidaridad y el compartir. Adems, enla era de la globalizacin, eliminar el hambre en el mundo se ha convertido tambin enuna meta que se ha de lograr para salvaguardar la paz y la estabilidad del planeta. Elhambre no depende tanto de la escasez material, cuanto de la insuficiencia de recursossociales, el ms importante de los cuales es de tipo institucional. Es decir, falta un sis-tema de instituciones econmicas capaces, tanto de asegurar que se tenga acceso alagua y a la comida de manera regular y adecuada desde el punto de vista nutricional,

    como de afrontar las exigencias relacionadas con las necesidades primarias y con lasemergencias de crisis alimentarias reales, provocadas por causas naturales o por lairresponsabilidad poltica nacional e internacional. El problema de la inseguridad alimen-taria debe ser planteado en una perspectiva de largo plazo, eliminando las causas es-tructurales que lo provocan y promoviendo el desarrollo agrcola de los pases ms po-bres mediante inversiones en infraestructuras rurales, sistemas de riego, transportes,organizacin de los mercados, formacin y difusin de tcnicas agrcolas apropiadas,capaces de utilizar del mejor modo los recursos humanos, naturales y socio-econmicos, que se puedan obtener preferiblemente en el propio lugar, para aseguraras tambin su sostenibilidad a largo plazo. Todo eso ha de llevarse a cabo implicando alas comunidades locales en las opciones y decisiones referentes a la tierra de cultivo. Enesta perspectiva, podra ser til tener en cuenta las nuevas fronteras que se han abiertoen el empleo correcto de las tcnicas de produccin agrcola tradicional, as como lasms innovadoras, en el caso de que stas hayan sido reconocidas, tras una adecuadaverificacin, convenientes, respetuosas del ambiente y atentas a las poblaciones msdesfavorecidas. Al mismo tiempo, no se debera descuidar la cuestin de una reformaagraria ecunime en los pases en desarrollo. El derecho a la alimentacin y al agua tie-ne un papel importante para conseguir otros derechos, comenzando ante todo por el de-recho primario a la vida. Por tanto, es necesario que madure una conciencia solidariaque considere la alimentacin y el acceso al agua como derechos universales de todoslos seres humanos, sin distinciones ni discriminaciones.65 Es importante destacar,adems, que la va solidaria hacia el desarrollo de los pases pobres puede ser un pro-yecto de solucin de la crisis global actual, como lo han intuido en los ltimos tiempos

    hombres polticos y responsables de instituciones internacionales. Apoyando a los pa-ses econmicamente pobres mediante planes de financiacin inspirados en la solidari-dad, con el fin de que ellos mismos puedan satisfacer las necesidades de bienes deconsumo y desarrollo de los propios ciudadanos, no slo se puede producir un verdade-ro crecimiento econmico, sino que se puede contribuir tambin a sostener la capacidadproductiva de los pases ricos, que corre peligro de quedar comprometida por la crisis.

    LOsservatore Romano, ed. en lengua espaola (13 octubre 1995), p. 7.64

    Cf. Carta enc. Populorum progressio, 47: l.c., 280-281; JUAN PABLO II,Carta enc. Sollicitudo rei socialis,

    42: l.c., 572-574.65

    Cf.Mensaje con ocasin de la Jornada Mundial de la Alimentacin 2007:AAS99 (2007), 933-935.

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    28. Uno de los aspectos ms destacados del desarrollo actual es la importancia deltema del respeto a la vida, que en modo alguno puede separarse de las cuestiones rela-cionadas con el desarrollo de los pueblos. Es un aspecto que ltimamente est asu-miendo cada vez mayor relieve, obligndonos a ampliar el concepto de pobreza 66y de

    subdesarrollo a los problemas vinculados con la acogida de la vida, sobre todo dondesta se ve impedida de diversas formas.

    La situacin de pobreza no slo provoca todava en muchas zonas un alto ndice demortalidad infantil, sino que en varias partes del mundo persisten prcticas de controldemogrfico por parte de los gobiernos, que con frecuencia difunden la contracepcin yllegan incluso a imponer tambin el aborto. En los pases econmicamente ms desarro-llados, las legislaciones contrarias a la vida estn muy extendidas y han condicionado yalas costumbres y la praxis, contribuyendo a difundir una mentalidad antinatalista, quemuchas veces se trata de transmitir tambin a otros estados como si fuera un progresocultural.

    Algunas organizaciones no gubernamentales, adems, difunden el aborto, promo-viendo a veces en los pases pobres la adopcin de la prctica de la esterilizacin, inclu-so en mujeres a quienes no se pide su consentimiento. Por aadidura, existe la sospe-cha fundada de que, en ocasiones, las ayudas al desarrollo se condicionan a determina-das polticas sanitarias que implican de hecho la imposicin de un fuerte control de lanatalidad. Preocupan tambin tanto las legislaciones que aceptan la eutanasia como laspresiones de grupos nacionales e internacionales que reivindican su reconocimientojurdico.

    La apertura a la vida est en el centro del verdadero desarrollo. Cuando una socie-dad se encamina hacia la negacin y la supresin de la vida, acaba por no encontrar lamotivacin y la energa necesaria para esforzarse en el servicio del verdadero bien delhombre. Si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger una nueva vida, tam-bin se marchitan otras formas de acogida provechosas para la vida social.67La acogidade la vida forja las energas morales y capacita para la ayuda recproca. Fomentando laapertura a la vida, los pueblos ricos pueden comprender mejor las necesidades de losque son pobres, evitar el empleo de ingentes recursos econmicos e intelectuales parasatisfacer deseos egostas entre los propios ciudadanos y promover, por el contrario,buenas actuaciones en la perspectiva de una produccin moralmente sana y solidaria,en el respeto del derecho fundamental de cada pueblo y cada persona a la vida.

    29. Hay otro aspecto de la vida de hoy, muy estrechamente unido con el desarrollo: la

    negacin del derecho a la libertad religiosa. No me refiero slo a las luchas y conflictosque todava se producen en el mundo por motivos religiosos, aunque a veces la religinsea solamente una cobertura para razones de otro tipo, como el afn de poder y rique-za. En efecto, hoy se mata frecuentemente en el nombre sagrado de Dios, como mu-chas veces ha manifestado y deplorado pblicamente mi predecesor Juan Pablo II y yomismo.68La violencia frena el desarrollo autntico e impide la evolucin de los pueblos

    66 Cf. JUAN PABLO II, Carta enc. Evangelium vitae, 18. 59. 63-64: l.c., 419-421. 467-468. 472-475.

    67 Cf. Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2007, 5: LOsservatore Romano, ed. en lengua espaola

    (15 diciembre 2006), p. 5.68

    Cf. JUAN PABLO II,Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2002, 4-7. 12-15:AAS 94 (2002), 134-136.138-140; ID.,Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2004 , 8:AAS 96 (2004), 119; ID.,Mensaje para laJornada Mundial de la Paz 2005, 4: AAS 97 (2005), 177-178; BENEDICTO XVI, Mensaje para la JornadaMundial de la Paz 2006, 9-10:AAS 98 (2006), 60-61;ID., Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2007,5. 14: l.c., 5-6.

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    hacia un mayor bienestar socioeconmico y espiritual. Esto ocurre especialmente con elterrorismo de inspiracin fundamentalista,69que causa dolor, devastacin y muerte, blo-quea el dilogo entre las naciones y desva grandes recursos de su empleo pacfico ycivil. No obstante, se ha de aadir que, adems del fanatismo religioso que impide el

    ejercicio del derecho a la libertad de religin en algunos ambientes, tambin la promo-cin programada de la indiferencia religiosa o del atesmo prctico por parte de muchospases contrasta con las necesidades del desarrollo de los pueblos, sustrayndoles bie-nes espirituales y humanos. Dios es el garante del verdadero desarrollo del hombre encuanto, habindolo creado a su imagen, funda tambin su dignidad trascendente y ali-menta su anhelo constitutivo de ser ms. El ser humano no es un tomo perdido enun universo casual,70sino una criatura de Dios, a quien l ha querido dar un alma inmor-tal y al que ha amado desde siempre. Si el hombre fuera fruto slo del azar o la necesi-dad, o si tuviera que reducir sus aspiraciones al horizonte angosto de las situaciones enque vive, si todo fuera nicamente historia y cultura, y el hombre no tuviera una natura-leza destinada a transcenderse en una vida sobrenatural, podra hablarse de incrementoo de evolucin, pero no de desarrollo. Cuando el Estado promueve, ensea, o incluso

    impone formas de atesmo prctico, priva a sus ciudadanos de la fuerza moral y espiri-tual indispensable para comprometerse en el desarrollo humano integral y les impideavanzar con renovado dinamismo en su compromiso en favor de una respuesta humanams generosa al amor divino.71Y tambin se da el caso de que pases econmicamentedesarrollados o emergentes exporten a los pases pobres, en el contexto de sus relacio-nes culturales, comerciales y polticas, esta visin restringida de la persona y su destino.ste es el dao que el superdesarrollo72produce al desarrollo autntico, cuando vaacompaado por el subdesarrollo moral.73

    30. En esta lnea, el tema del desarrollo humano integral adquiere un alcance an mscomplejo: la correlacin entre sus mltiples elementos exige un esfuerzo para que losdiferentes mbitos del saber humano sean interactivos, con vistas a la promocin de unverdadero desarrollo de los pueblos. Con frecuencia, se cree que basta aplicar el desa-rrollo o las medidas socioeconmicas correspondientes mediante una actuacin comn.Sin embargo, este actuar comn necesita ser orientado, porque toda accin social im-plica una doctrina.74 Teniendo en cuenta la complejidad de los problemas, es obvioque las diferentes disciplinas deben colaborar en una interdisciplinariedad ordenada. Lacaridad no excluye el saber, ms bien lo exige, lo promueve y lo anima desde dentro. Elsaber nunca es slo obra de la inteligencia. Ciertamente, puede reducirse a clculo yexperimentacin, pero si quiere ser sabidura capaz de orientar al hombre a la luz de losprimeros principios y de su fin ltimo, ha de ser sazonado con la sal de la cari-dad. Sin el saber, el hacer es ciego, y el saber es estril sin el amor. En efecto, el que

    est animado de una verdadera caridad es ingenioso para descubrir las causas de lamiseria, para encontrar los medios de combatirla, para vencerla con intrepidez

    .75 Alafrontar los fenmenos que tenemos delante, la caridad en la verdad exige ante todo

    69 Cf. JUAN PABLO II,Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2002, 6: l.c., 135;BENEDICTO XVI, Mensaje

    para la Jornada Mundial de la Paz 2006, 9-10: l.c., 60-61.70

    Cf. Homila durante la Santa Misa en la explanada de Isling de Ratisbona (12 septiembre 2006):LOsservatore Romano, ed. en lengua espaola (22 septiembre 2006), pp. 9-10.71

    Cf. Carta enc. Deus caritas est, 1: l.c., 217-218.72

    JUAN PABLO II,Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 28: l.c., 548-550.73

    PABLO VI, Carta enc. Populorum progressio, 19: l.c., 266-267.

    74

    Ibd., 39: l.c., 276-277.75

    Ibd., 75: l.c., 293-294.

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    conocer y entender, conscientes y respetuosos de la competencia especfica de cadambito del saber. La caridad no es una aadidura posterior, casi como un apndice altrabajo ya concluido de las diferentes disciplinas, sino que dialoga con ellas desde elprincipio. Las exigencias del amor no contradicen las de la razn. El saber humano es

    insuficiente y las conclusiones de las ciencias no podrn indicar por s solas la va haciael desarrollo integral del hombre. Siempre hay que lanzarse ms all: lo exige la caridaden la verdad.76 Pero ir ms all nunca significa prescindir de las conclusiones de larazn, ni contradecir sus resultados. No existe la inteligencia y despus el amor: existeel amor rico en inteligencia y la inteligencia llena de amor.

    31. Esto significa que la valoracin moral y la investigacin cientfica deben crecer jun-tas, y que la caridad ha de animarlas en un conjunto interdisciplinar armnico, hecho deunidad y distincin. La doctrina social de la Iglesia, que tiene una importante dimen-sin interdisciplinar,77puede desempear en esta perspectiva una funcin de eficaciaextraordinaria. Permite a la fe, a la teologa, a la metafsica y a las ciencias encontrar su

    lugar dentro de una colaboracin al servicio del hombre. La doctrina social de la Iglesiaejerce especialmente en esto su dimensin sapiencial. Pablo VI vio con claridad que unade las causas del subdesarrollo es una falta de sabidura, de reflexin, de pensamientocapaz de elaborar una sntesis orientadora,78y que requiere una clara visin de todoslos aspectos econmicos, sociales, culturales y espirituales.79La excesiva sectoriza-cin del saber,80el cerrarse de las ciencias humanas a la metafsica,81las dificultadesdel dilogo entre las ciencias y la teologa, no slo daan el desarrollo del saber, sinotambin el desarrollo de los pueblos, pues, cuando eso ocurre, se obstaculiza la visinde todo el bien del hombre en las diferentes dimensiones que lo caracterizan. Es indis-pensable ampliar nuestro concepto de razn y de su uso82para conseguir ponderaradecuadamente todos los trminos de la cuestin del desarrollo y de la solucin de losproblemas socioeconmicos.

    32. Las grandes novedades que presenta hoy el cuadro del desarrollo de los pueblosplantean en muchos casos la exigencia de nuevas soluciones. stas han de buscarse, ala vez, en el respeto de las leyes propias de cada cosa y a la luz de una visin integraldel hombre que refleje los diversos aspectos de la persona humana, considerada con lamirada purificada por la caridad. As se descubrirn singulares convergencias y posibili-dades concretas de solucin, sin renunciar a ningn componente fundamental de la vidahumana.

    La dignidad de la persona y las exigencias de la justicia requieren, sobre todo hoy,

    que las opciones econmicas no hagan aumentar de manera excesiva y moralmente in-aceptable las desigualdades83y que se siga buscando comoprioridad el objetivo del ac-

    76 Cf. Carta enc. Deus caritas est, 28: l.c., 238-240.

    77 JUAN PABLO II, Carta enc. Centesimus annus, 59: l.c., 864.

    78 Cf. Carta enc. Populorum progressio, 40. 85: l.c., 277. 298-299.

    79 Ibd., 13: l.c., 263-264.

    80 Cf. JUAN PABLO II,Carta enc.Fides et ratio(14 septiembre 1998), 85:AAS 91 (1999), 72-73.

    81 Cf. ibd., 83: l.c., 70-71.

    82 Discurso en la Universidad de Ratisbona (12 septiembre 2006): LOsservatore Romano, ed. en lengua

    espaola(22 septiembre 2006), pp. 11-13.83

    Cf. PABLO VI, Carta enc. Populorum progressio, 33: l.c., 273-274.

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    ceso al trabajopor parte de todos, o lo mantengan. Pensndolo bien, esto es tambinuna exigencia de la razn econmica. El aumento sistmico de las desigualdadesentre grupos sociales dentro de un mismo pas y entre las poblaciones de los diferentespases, es decir, el aumento masivo de la pobreza relativa, no slo tiende a erosionar la

    cohesin social y, de este modo, poner en peligro la democracia, sino que tiene tambinun impacto negativo en el plano econmico por el progresivo desgaste del capital so-cial, es decir, del conjunto de relaciones de confianza, fiabilidad y respeto de las nor-mas, que son indispensables en toda convivencia civil.

    La ciencia econmica nos dice tambin que una situacin de inseguridad estructuralda origen a actitudes antiproductivas y al derroche de recursos humanos, en cuanto queel trabajador tiende a adaptarse pasivamente a los mecanismos automticos, en vez dedar espacio a la creatividad. Tambin sobre este punto hay una convergencia entreciencia econmica y valoracin moral. Los costes humanos son siempre tambin costeseconmicosy las disfunciones econmicas comportan igualmente costes humanos.

    Adems, se ha de recordar que rebajar las culturas a la dimensin tecnolgica,aunque puede favorecer la obtencin de beneficios a corto plazo, a la larga obstaculizael enriquecimiento mutuo y las dinmicas de colaboracin. Es importante distinguir entreconsideraciones econmicas o sociolgicas a corto y largo plazo. Reducir el nivel de tu-tela de los derechos de los trabajadores y renunciar a mecanismos de redistribucin delrdito con el fin de que el pas adquiera mayor competitividad internacional, impidenconsolidar un desarrollo duradero. Por tanto, se han de valorar cuidadosamente las con-secuencias que tienen sobre las personas las tendencias actuales hacia una economade corto, a veces brevsimo plazo. Esto exige una nueva y ms profunda reflexin so-bre el sentido de la economa y de sus fines,84adems de una honda revisin con am-plitud de miras del modelo de desarrollo, para corregir sus disfunciones y desviaciones.Lo exige, en realidad, el estado de salud ecolgica del planeta; lo requiere sobre todo lacrisis cultural y moral del hombre, cuyos sntomas son evidentes en todas las partes delmundo desde hace tiempo.

    33. Ms de cuarenta aos despus de la Populorum progressio, su argumento de fon-do, el progreso, sigue siendo an un problema abierto, que se ha hecho ms agudo yperentorio por la crisis econmico-financiera que se est produciendo. Aunque algunaszonas del planeta que sufran la pobreza han experimentado cambios notables en trmi-nos de crecimiento econmico y participacin en la produccin mundial, otras viven to-dava en una situacin de miseria comparable a la que haba en tiempos de Pablo VI y,en algn caso, puede decirse que peor. Es significativo que algunas causas de esta si-

    tuacin fueran ya sealadas en la Populorum progressio, como por ejemplo, los altosaranceles aduaneros impuestos por los pases econmicamente desarrollados, que to-dava impiden a los productos procedentes de los pases pobres llegar a los mercadosde los pases ricos. En cambio, otras causas que la Encclica slo esboz, han adquiridodespus mayor relieve. Este es el caso de la valoracin del proceso de descolonizacin,por entonces en pleno auge. Pablo VI deseaba un itinerario autnomo que se recorrieraen paz y libertad. Despus de ms de cuarenta aos, hemos de reconocer lo difcil queha sido este recorrido, tanto por nuevas formas de colonialismo y dependencia de anti-guos y nuevos pases hegemnicos, como por graves irresponsabilidades internas enlos propios pases que se han independizado.

    84 JUAN PABLO II,Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2000, 15:AAS 92 (2000), 366.

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    La novedad principal ha sido el estallido de la interdependencia planetaria, yacomnmente llamada globalizacin. Pablo VI lo haba previsto parcialmente, pero essorprendente el alcance y la impetuosidad de su auge. Surgido en los pases econmi-camente desarrollados, este proceso ha implicado por su naturaleza a todas las eco-

    nomas. Ha sido el motor principal para que regiones enteras superaran el subdesarrolloy es, de por s, una gran oportunidad. Sin embargo, sin la gua de la caridad en la ver-dad, este impulso planetario puede contribuir a crear riesgo de daos hasta ahora des-conocidos y nuevas divisiones en la familia humana. Por eso, la caridad y la verdad nosplantean un compromiso indito y creativo, ciertamente muy vasto y complejo. Se tratade ensanchar la razn y hacerla capaz de conocer y orientar estas nuevas e imponentesdinmicas, animndolas en la perspectiva de esa civilizacin del amor, de la cualDios ha puesto la semilla en cada pueblo y en cada cultura.

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    CAPTULO TERCERO

    FRATERNIDAD, DESARROLLO ECONMICO Y SOCIEDAD CIVIL

    34. La caridad en la verdadpone al hombre ante la sorprendente experiencia del don.La gratuidad est en su vida de muchas maneras, aunque frecuentemente pasa des-apercibida debido a una visin de la existencia que antepone a todo la productividad y lautilidad. El ser humano est hecho para el don, el cual manifiesta y desarrolla su dimen-sin trascendente. A veces, el hombre moderno tiene la errnea conviccin de ser elnico autor de s mismo, de su vida y de la sociedad. Es una presuncin fruto de la ce-rrazn egosta en s mismo, que procede por decirlo con una expresin creyente delpecado de los orgenes. La sabidura de la Iglesia ha invitado siempre a no olvidar larealidad del pecado original, ni siquiera en la interpretacin de los fenmenos sociales y

    en la construccin de la sociedad: Ignorar que el hombre posee una naturaleza herida,inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la educacin, de la poltica,de la accin social y de las costumbres.85Hace tiempo que la economa forma partedel conjunto de los mbitos en que se manifiestan los efectos perniciosos del pecado.Nuestros das nos ofrecen una prueba evidente. Creerse autosuficiente y capaz de eli-minar por s mismo el mal de la historia ha inducido al hombre a confundir la felicidad yla salvacin con formas inmanentes de bienestar material y de actuacin social.Adems, la exigencia de la economa de ser autnoma, de no estar sujeta a injeren-cias de carcter moral, ha llevado al hombre a abusar de los instrumentos econmicosincluso de manera destructiva. Con el pasar del tiempo, estas posturas han desemboca-do en sistemas econmicos, sociales y polticos que han tiranizado la libertad de la per-sona y de los organismos sociales y que, precisamente por eso, no han sido capaces de

    asegurar la justicia que prometan. Como he afirmado en la Encclica Spe salvi, se elimi-na as de la historia la esperanza cristiana,86que no obstante es un poderoso recursosocial al servicio del desarrollo humano integral, en la libertad y en la justicia. La espe-ranza sostiene a la razn y le da fuerza para orientar la voluntad.87Est ya presente enla fe, que la suscita. La caridad en la verdad se nutre de ella y, al mismo tiempo, la mani-fiesta. Al ser un don absolutamente gratuito de Dios, irrumpe en nuestra vida como algoque no es debido, que trasciende toda ley de justicia. Por su naturaleza, el don supera elmrito, su norma es sobreabundar. Nos precede en nuestra propia alma como signo dela presencia de Dios en nosotros y de sus expectativas para con nosotros. La verdadque, como la caridad es don, nos supera, como ensea San Agustn.88Incluso nuestrapropia verdad, la de nuestra conciencia personal, ante todo, nos ha sido dada . Enefecto, en todo proceso cognitivo la verdad no es producida por nosotros, sino que se

    85 Catecismo de la Iglesia Catlica, 407; cf. JUAN PABLO II, Carta enc. Centesimus annus, 25: l.c., 822-824.

    86 Cf. Carta enc. Spes salvi(30 noviembre 2007), 17:AAS 99 (2007), 1000.

    87 Cf. ibd., 23: l.c., 1004-1005.

    88 San Agustn explica detalladamente esta enseanza en el dilogo sobre el libre albedro ( De libero arbi-

    trioII 3, 8 ss.). Seala la existencia en el alma humana de un sentido interior. Este sentido consiste enuna accin que se realiza al margen de las funciones normales de la razn, una accin previa a la reflexiny casi instintiva, por la que la razn, dndose cuenta de su condicin transitoria y falible, admite por encima

    de ella la existencia de algo externo, absolutamente verdadero y cierto. El nombre que San Agustn asigna aveces a esta verdad interior es el de Dios (ConfesionesX, 24, 35; XII, 25, 35; De libero arbitrioII 3, 8), peroms a menudo el de Cristo (De Magistro11, 38; ConfesionesVII, 18, 24; XI, 2, 4).

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    encuentra o, mejor an, se recibe. Como el amor, no nace del pensamiento o la volun-tad, sino que en cierto sentido se impone al ser humano.89

    Al ser un don recibido por todos, la caridad en la verdad es una fuerza que funda la

    comunidad, unifica a los hombres de manera que no haya barreras o confines. La co-munidad humana puede ser organizada por nosotros mismos, pero nunca podr ser slocon sus propias fuerzas una comunidad plenamente fraterna ni aspirar a superar lasfronteras, o convertirse en una comunidad universal. La unidad del gnero humano, lacomunin fraterna ms all de toda divisin, nace de la palabra de Dios-Amor que nosconvoca. Al afrontar esta cuestin decisiva, hemos de precisar, por un lado, que la lgi-ca del don no excluye la justicia ni se yuxtapone a ella como un aadido externo en unsegundo momento y, por otro, que el desarrollo econmico, social y poltico necesita, siquiere ser autnticamente humano, dar espacio alprincipio de gratuidadcomo expresinde fraternidad.

    35.

    Si hay confianza recproca y generalizada, el mercadoes la institucin econmicaque permite el encuentro entre las personas, como agentes econmicos que utilizan elcontrato como norma de sus relaciones y que intercambian bienes y servicios de con-sumo para satisfacer sus necesidades y deseos. El mercado est sujeto a los principiosde la llamadajusticia conmutativa, que regula precisamente la relacin entre dar y recibirentre iguales. Pero la doctrina social de la Iglesia no ha dejado nunca de subrayar la im-portancia de la justicia distributivay de la justicia socialpara la economa de mercado,no slo porque est dentro de un contexto social y poltico ms amplio, sino tambin porla trama de relaciones en que se desenvuelve. En efecto, si el mercado se rige nica-mente por el principio de la equivalencia del valor de los bienes que se intercambian, nollega a producir la cohesin social que necesita para su buen funcionamiento. Sin for-mas internas de solidaridad y de confianza recproca, el mercado no puede cumplir ple-namente su propia funcin econmica. Hoy, precisamente esta confianza ha fallado, yesta prdida de confianza es algo realmente grave.

    Pablo VI subraya oportunamente en la Populorum progressio que el sistemaeconmico mismo se habra aventajado con la prctica generalizada de la justicia, pueslos primeros beneficiarios del desarrollo de los pases pobres hubieran sido los pasesricos.90No se trata slo de remediar el mal funcionamiento con las ayudas. No se debeconsiderar a los pobres como un fardo,91 sino como una riqueza incluso desde elpunto de vista estrictamente econmico. No obstante, se ha de considerar equivocada lavisin de quienes piensan que la economa de mercado tiene necesidad estructural deuna cuota de pobreza y de subdesarrollo para funcionar mejor. Al mercado le interesa

    promover la emancipacin, pero no puede lograrlo por s mismo, porque no puede pro-ducir lo que est fuera de su alcance. Ha de sacar fuerzas morales de otras instanciasque sean capaces de generarlas.

    36. La actividad econmica no puede resolver todos los problemas sociales ampliandosin ms la lgica mercantil. Debe estar ordenada a la consecucin del bien comn, quees responsabilidad sobre todo de la comunidad poltica. Por tanto, se debe tener presen-te que separar la gestin econmica, a la que correspondera nicamente producir ri-

    89 Carta enc. Deus caritas est, 3: l.c.,219.

    90

    Cf. n. 49: l.c., 281.91

    JUAN PABLO II, Carta enc. Centesimus annus, 28: l.c., 827-828.

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    CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAOLAhttp://www.conferenciaepiscopal.es [email protected]

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    queza, de la accin poltica, que tendra el papel de conseguir la justicia mediante la re-distribucin, es causa de graves desequilibrios.

    La Iglesia sostiene siempre que la actividad econmica no debe considerarse anti-

    social. Por eso, el mercado no es ni debe convertirse en el mbito donde el ms fuerteavasalle al ms dbil. La sociedad no debe protegerse del mercado, pensando que sudesarrollo comporta ipso factola muerte de las relaciones autnticamente humanas. Esverdad que el mercado puede orientarse en sentido negativo, pero no por su propia na-turaleza, sino por una cierta ideologa que lo gua en este sentido. No se debe olvidarque el mercado no existe en su estado puro, se adapta a las configuraciones culturalesque lo concretan y condicionan. En efecto, la economa y las finanzas, al ser instrumen-tos, pueden ser mal utilizados cuando quien los gestiona tiene slo referencias egostas.De esta forma, se puede llegar a transformar medios de por s buenos en perniciosos.Lo que produce estas consecuencias es la razn oscurecida del hombre, no el medio encuanto tal. Por eso, no se deben hacer reproches al medio o instrumento sino al hombre,a su conciencia moral y a su responsabilidad personal y social.

    La doctrina social de la Iglesia sostiene que se pueden vivir relaciones autntica-mente humanas, de amistad y de sociabilidad, de solidaridad y de reciprocidad, tambindentro de la activi