catálogo el universo de la india

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Centro Cultural Palacio La Moneda 12 de Marzo - 17 Junio de 2012 Santiago de Chile India’s Universe: Masterworks of the Los Angeles County Museum of Art -1-

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150 piezas, entre pinturas y esculturas, que representan diosas, dioses, semidioses, seres sobrenaturales, animales, demonios, ninfas, entre otros, conforman la exposición El Universo de la India, Obras Maestras del Museo de Arte del Condado de Los Ángeles.

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Page 1: Catálogo El Universo de la India

Centro Cultural Palacio La Moneda12 de Marzo - 17 Junio de 2012

Santiago de Chile

India’s Universe: Masterworks of the Los Angeles County Museum of Art

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En el Centro Cultural Palacio La Moneda tenemos el honor de inaugurar esta gran exposición de arte antiguo de la India, proporcionando de esta manera una oportunidad para acortar los miles de kilómetros y los siglos que nos separan de los lugares y épocas en que se concibieron las distintas piezas de la muestra. Sin lugar a dudas este viaje no se restringirá exclusivamente al ámbito del placer estético o de las consideraciones estrictamente históricas o culturales; ésta será una experiencia en que tanto el espíritu como el intelecto serán conjurados a permanecer alerta para de este modo hacer el mejor uso de todos nuestros sentidos y adentrarnos en la cultura de un país lejano y de gran riqueza cultural.

Hablar del Universo de la India es algo que fácilmente escapa a la mera referencia metafórica, porque un país de tales dimensiones, complejidad y riqueza cultural no puede entenderse si no somos capaces de enfrentarlo como un mundo en sí mismo. Es ampliamente reconocido que la India posee una larga historia y una vasta cosmovisión que contiene innumerables particularidades idiosincráticas, como también paradigmas, referencias, indicios y antecedentes a partir de los cuales podemos reconocer no sólo nuestra condición humana, sino también los orígenes atávicos de nuestra propia cultura occidental.

En este país fascinante, lo sacro santo está tejido con lo terrenal y rutinario, como podemos comprobar en la práctica de las ancestrales costumbres y creencias de quienes lo pueblan. Seres divinos, humanos, animales y otras creaturas han compartido desde épocas remotas un cotidiano en donde las coordenadas de tiempo y espacio son mayores y superiores a las limitaciones encontradas en nuestro ciclo de vida y muerte. Se podría decir que la India es una colosal escuela en donde el aprendizaje no se detiene jamás y está presente en su arte, su historia, su filosofía y todas las incontables costumbres que sus habitantes preservan hasta el día de hoy.

Parte de los misterios y encantos de este país podrán apreciarse en la muestra El Universo de la India: Obras Maestras del Museo de Arte del Condado de Los Ángeles, la cual reúne 150 pinturas y esculturas realizadas entre el siglo III a.C. y comienzos del siglo XX, que forman parte de una de las mayores colecciones de arte de la India existente en occidente. Estas piezas, muchas de ellas consideradas obras maestras de la humanidad, representan a la variedad de figuras (dioses y diosas, semidioses, demonios, príncipes, animales, entre otros) que conforman la mitología de las principales religiones autóctonas de la India; el hinduismo, el budismo y el jainismo.

Así, esta exposición se convierte en una oportunidad única para el público chileno de acercarse a una parte de la deslumbrante producción cultural y artística tradicional de la India, reflejo de su visión del mundo y de nuestra existencia humana. Les invito a sumergirse en este mundo mágico, lleno de belleza y mística.

In the Centro Cultural Palacio La Moneda we are honored to open this great exhibition of ancient art from India, thus providing an opportunity to shorten the thousands of miles and the centuries that separate us from the places and times when the different works of this exhibition were conceived. Without a doubt, this journey will not be restricted exclusively to the scope of aesthetic pleasure or to strictly historical or cultural considerations. This will be an experience in which both the spirit and the intellect will be called to remain alert in order to make the best use of all our senses and immerse ourselves into the culture of a distant country and all of its cultural wealth.

India’s Universe goes far beyond a merely metaphorical reference, because a country of such size, complexity and cultural wealth cannot be understood if we are not able to address it as a world per se. It is widely acknowledged that India has a long history and an extensive worldview that contains many idiosyncratic peculiarities, as well as paradigms, references, evidences and backgrounds from which we can recognize not only our human condition, but also the atavistic origins of our own Western culture.

In this fascinating country, the sacrosanct is woven with the worldly and mundane, as it can be seen in the practice of the ancient customs and beliefs of those who inhabit it. Divine, human and animal beings and other creatures have shared a daily life since ancient times, in which time and space are over and above the limitations encountered in our cycle of life and death. You could say that India is a huge school where learning never stops, as shown through its art, history, philosophy and all the countless customs its inhabitants have preserved until today.

Part of the mysteries and charms of this country will be seen in the exhibition India’s Universe: Masterworks of the Los Angeles County Museum of Art, which includes 150 paintings and sculptures created between the third century BC and the early twentieth century, which are part of one of the largest collections of Indian art that exists in the Western world. These works, many of which are considered masterpieces of humanity, depict the variety of characters (gods and goddesses, demigods, demons, princes, animals, etc.) that make up the mythology of the main indigenous religions of India: Hinduism, Buddhism and Jainism.

Thus, this exhibition becomes a unique opportunity for the Chilean audience to approach a taste of the stunning cultural and artistic production of India, which mirrors their world view and their perspective of our human existence. I invite you to dive into this magical world, full of beauty and mystique.

Luciano Cruz-Coke CarvalloMinister–ChairmanNational Council for Culture and the Arts

Chairman Centro Cultural Palacio La Moneda

Luciano Cruz-Coke Carvallo

Ministro Presidente Consejo Nacional de la Cultura y las Artes

Presidente Directorio Centro Cultural Palacio La Moneda

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Con enorme satisfacción hoy cumplimos el sueño de dar acceso a todo el público chileno a la maravillosa y milenaria tradición escultórica y pictórica de la India, indisolublemente ligada a su cosmovisión y espiritualidad, con nuestra exposición de patrimonio universal del año 2012 El Universo de la India: Obras Maestras del Museo de Arte del Condado de Los Ángeles.

Se trata de un conjunto de obras de primer nivel, perteneciente a uno de los museos más grandes del oeste de Estados Unidos que posee importantes colecciones de gran envergadura que recorren la historia del arte de distintas culturas del mundo, entre las que destacan las tradiciones asiáticas y latinoamericanas.

Esta muestra de India presenta, a través de 150 piezas, lo más bello y extraordinario de la producción artística de una de las civilizaciones más antiguas del planeta: un tesoro arqueológico en el cual se plasma su rico imaginario, poblado de seres divinos y terrenales que conviven en un mundo volcado al más allá, en donde lo ritual y sagrado envuelve la existencia cotidiana. Una cultura cuya espiritualidad -centrada en la noción de reencarnación y en el ciclo infinito del tiempo y el renacer- ha ejercido y ejerce hasta hoy una profunda influencia en todo el mundo.

La exposición que presentamos, curada por Stephen Markel, corresponde a una versión algo mayor de la que fuera exhibida hasta febrero de 2012 en el Museo Nacional de las Culturas de Ciudad de México, gestionada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), cuya Directora de Exposiciones, Miriam Kaiser fue clave en su venida a Chile y al Centro Cultural Palacio La Moneda. En su persona representamos toda la generosidad, empatía y amistad que recibimos y sentimos por México, con cuya institucionalidad cultural hemos desarrollado sólidos y fructíferos vínculos que se han concretado en muestras tan relevantes en Chile como “México del Cuerpo al Cosmos” y “Frida y Diego, Vidas Compartidas”.

El Universo de la India no sólo constituye una instancia privilegiada para acercar a todos los chilenos, a través del arte, al vasto y rico acerbo cultural de esta antigua y lejana nación asiática tan relevante en la historia de la humanidad. Su realización viene a ratificar lo imprescindible que resulta generar redes y estrechar lazos de colaboración entre personas e instituciones públicas y privadas, a nivel internacional y especialmente dentro del ámbito latinoamericano, para ofrecer al público de cada uno de nuestros países, grandes muestras de valor universal que signifiquen un verdadero aporte en sus vidas y una experiencia cultural inolvidable.

Estas líneas las escribo en el día que el Centro Cultural Palacio La Moneda cumple recién sus primeros 6 años de vida, lo cual emociona y motiva a la reflexión. Quizás lo más significativo es este sentimiento de que parecen mucho más los años cumplidos, probablemente porque las exposiciones han sido tantas, de tantos diferentes países y culturas, con tan diversos acuerdos y estrategias de gestión y colaboración dentro y fuera de Chile. Hemos debido identificar y resguardar una línea editorial clara, hemos debido desarrollar competencias de gestión, de recaudación, de mediación. Hemos aprendido a comunicarnos con la audiencia a través de una diversidad de estrategias que combinadas han permitido consumar el sentido final de todo el trabajo y la creatividad: que la gente, masivamente, venga, disfrute y regrese.

Today, with great pleasure, we fulfill our dream of providing the Chilean audience with access to the wonderful and ancient sculpture and painting tradition of India –which is inextricably linked to their worldview and spirituality– in our exhibition of universal heritage 2012: India’s Universe: Masterworks of the Los Angeles County Museum of Art

This is a world-class collection of works belonging to one of the largest museums in western United States, which has significant and large collections tracing the history of art from different cultures around the world, including Asia and Latin America.

This exhibition of India shows, through more than 150 works, the most beautiful and extraordinary artistic production of one of the most ancient civilizations in the world, an archaeological treasure that portrays their rich imagery, populated by divine and earthly beings living in a world oriented to the afterlife and where everything ritual and sacred surrounds daily life. A culture whose spirituality –centered in the notion of reincarnation and the endless cycle of time and rebirth– has had (and still does) a profound influence throughout the world.

This exhibition, curated by Stephen Markel, is a slightly larger version of the one that was on display until February 2012 in the Museo Nacional de las Culturas in Mexico City. It was managed by the National Institute of Anthropology and History (INAH) and its Director of Exhibitions, Miriam Kaiser, was instrumental in bringing it to Chile and to the Centro Cultural Palacio La Moneda. In her we personify all the generosity, empathy and friendship we received from and feel for Mexico. We have developed strong and successful links with their cultural institutions, which have resulted in such relevant exhibitions as “Mexico: From the Body to the Cosmos” and “Frida and Diego, Shared Lives”.

India’s Universe is not only an ideal circumstance to bring all Chileans closer to the vast and rich cultural wealth of this ancient and faraway Asian country, essential for the history of mankind. This achievement ratifies how imperative it is to create networks and to strengthen cooperation ties between individuals and between public and private institutions, internationally and especially within Latin America, in order to grant the audience of each of our countries access to exhibitions of universal value that will become a real contribution to their lives and an unforgettable cultural experience.

As I write these lines, today we celebrate the 6th anniversary of the Centro Cultural Palacio La Moneda, which moves us and makes us reflect on the past. What might be most significant is that it seems like a lot more than just 6 years, probably because there have been so many exhibitions, from so many different countries and cultures, with so many different arrangements and different management and collaboration strategies, within and outside Chile. We have had to identify and preserve a clear editorial line and we have had to develop management, fundraising and mediation skills. We have learned to communicate with the audience through a variety of strategies that have enabled us to achieve the ultimate goal of all this work and creativity: that people, en masse, come here, enjoy and come back.

Alejandra Serrano Madrid

Directora Ejecutiva Centro Cultural Palacio La Moneda

Alejandra Serrano Madrid

Executive Director Centro Cultural Palacio La Moneda

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El Universo de la India: Obras Maestras del Museo de Arte del Condado de Los Ángeles es la primera gran exposición de arte premoderno de India en Chile. Resulta lógico que Santiago de Chile sea la sede de esta exposición única en su tipo, considerando que Chile e India poseen una larga historia de relaciones comerciales y que la Plaza de la India de Santiago (la cual rinde honores a Mahatma Gandhi, Jawaharlal Nehru y Rabindranath Tagore, brillantes personalidades políticas y culturales de India) fue inaugurada por Indira Gandhi en 1968, cuando era Primer Ministro de este país. Para el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles (LACMA) es un honor ayudar a promover una mayor comprensión y valorización de la cultura de India en Chile a través de estas extraordinarias obras de arte, traídas directamente desde sus instalaciones.

La colección de arte de India y del sur de Asia del LACMA es la más completa de occidente e incluye diversas piezas que se consideran obras maestras de la humanidad. La mayor parte de la colección se conformó en 1969, cuando el museo adquirió la Colección de arte de India y el Himalaya de Nasli y Alice Heeramaneck, la cual consistía de 345 esculturas, pinturas, y objetos decorativos excepcionales que abarcaban prácticamente toda la historia del arte de India, desde sus orígenes hasta el siglo XX. Algunos de los aportes posteriores más importantes a la colección, y que están presentes en esta exposición, incluyen significativas donaciones de los ex miembros del Consejo de Administración del LACMA, Harry e Yvonne Lenart; el actor Michael Douglas y su ex esposa Diandra; los reconocidos coleccionistas de la costa este, Paul F. Walter y su hermana Marilyn Walter Grounds; la ex bibliotecaria de imágenes y coleccionista de pinturas, Jane Greenough Green; y el prestigioso Comité de coleccionistas del LACMA.

El LACMA se complace en inaugurar esta nueva asociación con el Centro Cultural Palacio La Moneda y extendemos nuestros agradecimientos especiales a su directora ejecutiva, Alejandra Serrano Madrid, por su apoyo a este proyecto. Además, quisiéramos agradecer a Su Excelencia Don Álvaro J. Covacevich, Embajador en Misión Especial de la República de Chile, por su entusiasta promoción de la exposición. Vayan dirigidos nuestros agradecimientos especiales a Stephen Markel, curador Harry e Yvonne Lenart y director del Departamento de arte del sur y sudeste de Asia, quien trabajó rápida y aplicadamente para que este proyecto llegara a buen puerto.

India’s Universe: Masterworks of the Los Angeles County Museum of Art is the first major international exhibition of premodern Indian art in Chile. It is fitting that Santiago de Chile hosts this groundbreaking presentation, as Chile and India have long-standing economic ties, and Santiago’s Plaza de la India—honoring the Indian cultural and political luminaries Mahatma Gandhi, Jawaharlal Nehru, and Rabindranath Tagore—was inaugurated by then Prime Minister of India Indira Gandhi in 1968. The Los Angeles County Museum of Art (LACMA) is proud to help promote greater understanding and appreciation of Indian culture in Chile by sharing these extraordinary works of art from its renowned holdings.

LACMA’s collection of art from India and greater South Asia is the most comprehensive in the Western hemisphere, and includes a number of works widely regarded as world-class masterpieces. The core was acquired in 1969 with the museum’s purchase of the Nasli and Alice Heeramaneck Collection of Indian and Himalayan Art, which consisted of 345 exceptional sculptures, paintings, and decorative objects spanning almost the entire history of Indian art up to the twentieth century. Subsequent significant additions to the collection, represented in the exhibition, include gifts from major donors such as the late LACMA trustees Harry and Yvonne Lenart; the actor Michael Douglas and his former wife Diandra; the well-known East Coast collectors Paul F. Walter and his sister Marilyn Walter Grounds; LACMA’s former image librarian and painting collector Jane Greenough Green; and LACMA’s prestigious Collectors Committee.

LACMA is delighted to inaugurate this new partnership with the Centro Cultural Palacio de la Moneda, and we offer special thanks to its executive director, Alejandra Serrano Madrid, for her support of the project. We would also like to thank His Excellency Alvaro J. Covacevich, Ambassador on Special International Mission, Republic of Chile, for his enthusiastic promotion of the exhibition. We are especially grateful to Stephen Markel, LACMA’s Harry and Yvonne Lenart Curator and Department Head of South and Southeast Asian Art, who worked quickly and assiduously to bring this project to fruition.

Michael Govan Director Ejecutivo y Director Wallis AnnenbergMuseo de Arte del Condado de Los Ángeles

Michael Govan CEO and Wallis Annenberg DirectorLos Angeles County Museum of Art

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Page 8: Catálogo El Universo de la India

Para Compañía Minera Doña Inés de Collahuasi las distintas manifestaciones culturales son parte fundamental de la identidad de las personas y comunidades. Por eso, promovemos y respetamos la diversidad cultural de nuestro país, así como también apoyamos oportunidades que permitan a los chilenos conocer el arte y la historia de otras naciones.

En este contexto es que hoy tenemos el honor de presentar en Santiago la exposición El Universo de la India: Obras Maestras del Museo de Arte del Condado de Los Ángeles. Esculturas, pinturas y relieves arquitectónicos de gran belleza, representan el rico mundo de creencias, divinidades y profetas que caracterizan a esta cultura.

Se trata de un extraordinario legado artístico de una civilización milenaria que da cuenta de la cosmovisión que ordena la vida terrenal y espiritual de los habitantes de un extenso territorio y que abarca las manifestaciones propias del jainismo, budismo e hinduismo.

Esta muestra nos permitirá viajar por la historia de uno de los países más misteriosos de Asia y actualmente uno de los mayores mercados del mundo, que recibe y procesa el cobre de Collahuasi, y que hoy, gracias a la Ley de Donaciones Culturales y a nuestra alianza con el Centro Cultural Palacio de la Moneda, tenemos la satisfacción de poder acercar un poco más a todos los chilenos.

For Doña Inés de Collahuasi Mining Company, the variety of cultural events is an essential part of the identity of individuals and communities. Therefore, we promote and respect the cultural diversity of our country while also supporting opportunities that allow Chileans to know the art and history of other nations.

Today, we are honored to introduce in Santiago the exhibition India’s Universe: Masterworks of the Los Angeles County Museum of Art. Sculptures, paintings and architectural reliefs of great beauty represent the rich world of beliefs, gods and prophets that characterize this culture.

This is the extraordinary artistic legacy of an ancient civilization, a legacy that portrays the worldview organizing the earthly and spiritual life of the inhabitants of a vast territory and which covers expressions of Jainism, Buddhism and Hinduism.

This exhibition will allow us to travel through the history of one of the most mysterious countries of Asia and which now is one of the world’s largest markets, receiving and processing copper from Collahuasi. Now, thanks to the Law of Cultural Donations and our partnership with the Centro Cultural Palacio de La Moneda, we are pleased to bring India a little closer to all Chileans.

Giancarlo Bruno LagomarsinoPresidente EjecutivoCompañía Minera Doña Inés de Collahuasi

Giancarlo Bruno LagomarsinoCEODoña Inés de Collahuasi Mining Company

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The Hindu Deities Vishnu, Shiva, and Brahma (detail)India, Bihar, Terai region, 10th centuryBlack schist57,2 x 69,2 x 15,2 cmGift of Ramesh and Urmil Kapoor

Las deidades hindúes Vishnú, Shiva y Brahmá (detalle)India, Bihar, región de Terai, siglo XEsquisto57,2 x 69,2 x 15,2 cmDonación de Ramesh y Urmil Kapoor

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Shiva, Vishnu, and Brahma Adoring Kali (detail)India, Himachal Pradesh, Basohli, circa 1740Opaque watercolor, gold, silver, and ink on paper15,2 x 24,8 cmPurchased with funds provided by Dorothy and Richard Sherwood and Indian Art Special Purpose Fund

Shiva, Vishnú y Brahmá venerando a Kali (detalle)India, Himachal Pradesh, Bashohli, ca. 1740Gouache, oro, plata y tinta sobre papel15,2 x 24,8 cmObra adquirida con fondos proporcionados por Dorothy y Richard Sherwood y por el Fondo Especial para Arte Indio

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Stephen Markel, Ph.D. Curador

Curador Harry e Yvonne Lenart y Director Departamento de Arte del Sur y Sudeste de Asia,

Museo de Arte del Condado de Los Ángeles

Hermosura corpórea, vuelta piedra viva. Divinidades de la tierra, encarnaciones sexuales del pensamiento más abstracto, dioses a un tiempo intelectuales y carnales, terribles y pacíficos. Shiva sonríe desde un más allá en donde el tiempo es una nubecilla a la deriva y esa nube, de pronto, se convierte en un chorro de agua y el chorro de agua en una esbelta muchacha que es la primavera misma: la diosa Parvati. La pareja divina es la imagen de la felicidad que nuestra condición mortal nos ofrece sólo para, un instante después, disiparla. Ese mundo palpable, tangible y eterno no es para nosotros. Visión de una felicidad al mismo tiempo terrestre e inalcanzable.

Octavio Paz, Vislumbres de la India [1]

El universo según la imaginación religiosa de India, que el Premio Nobel de Literatura de 1990, Octavio Paz, evoca aquí con maestría, está habitado por divinidades que son tan complejas en su naturaleza filosófica como son bellas en su forma física. Para comprender las representaciones visuales y literarias asociadas con las religiones originarias de India (hinduismo, budismo y jainismo), en un principio puede parecer necesario conocer las identidades de una abismante cantidad de dioses y diosas. En realidad, los personajes principales que están representados en el arte suelen ser los mismos. Si bien generalmente sus nombres, mitos, roles sociales y algunos matices figurativos varían considerablemente dentro de India y a lo largo del sur de Asia, los aspectos fundamentales de sus identidades y representaciones artísticas siguen siendo reconocibles. Por ejemplo, el joven dios hindú de la guerra recibe los nombres de Karttikeya, Skanda o Kumara en el norte de India; en cambio, en el sur se lo conoce por los nombres Subrahmanyam o Murukan. Como veremos posteriormente en este ensayo, esta multiplicidad lingüística es aún más evidente en las diversas variantes de los nombres de los dos dioses más importantes del hinduismo: Shiva, el dios de la destrucción, y Vishnú, el dios de la preservación, quien también recibe el apelativo Sahasranama (“Dios de los mil nombres”). En el budismo y en el jainismo, las divinidades principales y los maestros religiosos más importantes cumplen el rol de “anclas artísticas” dentro del extenso vocabulario visual. Los principales protagonistas de las esculturas budistas son imágenes del histórico Buda Shakyamuni, salvadores budistas

El Universo de la India: obras maestras del Museo de Arte del Condado de Los Ángeles

(bodhisattvas), diversos dioses y diosas y una amplia gama de budas trascendentales. En el jainismo, los sujetos que se representan con más frecuencia en las esculturas son los 24 maestros iluminados del jainismo, conocidos como yinas (“Victoriosos”), además de algunos dioses y asistentes jainistas secundarios. Debido a que las religiones originarias de India veneran a una gran cantidad de dioses y semidioses y a que éstos aparecen en diversos mitos y obras de arte sectarios en roles principales, secundarios o conflictivos, en ocasiones es el contexto histórico el que determinará la base sectaria para la representación de estos personajes. Un buen ejemplo de la ambigüedad de estas representaciones es una escultura de mármol de Sarasvati, la diosa del aprendizaje, el habla y la música, que data del año 1153 (Fig.1); su conexión con el jainismo sólo se puede determinar tras saber que el mármol, durante este período, fue el material preferido para las esculturas y la arquitectura de los templos jainistas del occidente de India. Sin embargo, para los que no son especialistas sigue siendo todo un desafío identificar los intrincados frisos de la arquitectura y las series de pinturas en gran detalle que, en ocasiones, las tres religiones utilizan para narrar hazañas mitológicas y representar las acciones devocionales.

El universo de India

Entonces no había ser, ni tampoco no-ser, ni espacio, ni más allá cielo. […] Ni la muerte ni la no-muerte existían. Nada en la nada distinguía la noche del día. […] Las tinieblas ocultaban entonces las tinieblas, todo ahí era caos absoluto. […] ¿Quién lo sabe, quién podría decirlo, de dónde surgió, de dónde viene todo? Los dioses vendrán después del comienzo. ¿Quién sabe cómo llegó a ser el principio?

Rig Veda (X:129:1–3, 6)[2]

El Rig Veda (Libro de los himnos), escrito en sánscrito aproximadamente entre los años 1700 y 1100 a.C., plasma las creencias culturales del período védico o protohindú de la civilización de India. Como era normal en las sociedades prehistóricas, poseían una concepción mítica de la creación y de la estructura del universo; y si bien estas creencias derivaban de los elementos observables del mundo natural y del movimiento cíclico de los fenómenos celestiales, se concibieron en términos macrocósmicos que describían enormes distancias intergalácticas y eventos que sucedieron hace millones de años, en el inicio de los tiempos. Con el paso de los milenios que siguieron al místico período védico, la formación de las religiones hinduista, budista y jainista se desarrolló a partir de la espiritualidad colectiva de India. Cada una de ellas poseía numerosas sectas y subsectas que postulaban doctrinas idiosincrásicas e interpretaciones diferentes de las escrituras más importantes. Además, cada

Fig.1. La diosa Sarasvati, JagadevaIndia, Gujarat, fechada en 1153

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una de las órdenes religiosas imaginaba un universo con distintas estructuras y naturalezas. Si bien la descripción en detalle de cada una de estas variaciones está más allá del alcance de este ensayo, se pueden observar algunos elementos en común:

En general, el universo posee una ética que implica que (con varias excepciones importantes) los buenos ascienden, los malos descienden, mientras mejor sea uno más arriba estará, etc... el mundo humano, el mundo que podemos ver, se encuentra en el medio; los cielos están arriba y los infiernos abajo... Además, todas las cosmologías coinciden en que existe un axis mundi cuyo centro está en nuestro nivel, pero cuyos extremos superiores e inferiores alcanzan al menos un cielo y un infierno. Este axis mundi, en sánscrito, recibe el nombre de monte Meru... Las cosmologías también suelen coincidir en que en nuestro nivel de mundo existen océanos organizados en anillos concéntricos (por lo general son siete océanos, aunque nuestra propia postura en este sentido tiende a variar considerablemente) y todas afirman que el borde de nuestro nivel está demarcado por una cordillera circular: por lo tanto, nuestro nivel es un disco inmenso que posee una montaña en el centro y una cordillera en el borde.[3]

En ocasiones, el arte medieval y antiguo de India produjeron representaciones esquemáticas de estos sistemas de creencia cosmológica, especialmente en las tradiciones jainistas.[4] Las imágenes más asombrosas son las representaciones de un hombre cósmico (loka purusha) o, en ocasiones, una mujer cósmica. En estas imágenes, en sus cuerpos se superponía una jerarquía de dominios cosmológicos, para así mostrar la integración del microcosmos (el cuerpo humano) dentro del macrocosmos (el universo). Finalmente, las imágenes cosmológicas, antropomórficas o esquemáticas, poseían mayor significancia conceptual y espiritual que artística. Se favorecieron las representaciones menos abstractas, como la historia del huevo embrionario dorado de Brahmá que flotaba en el océano primordial de leche y, especialmente, Vishnú en su yóguico dormir, soñando con la creación del universo mientras flota en las aguas primigenias sobre la gran serpiente Ananta (Fig.2). Sin embargo, las representaciones de éste y otros mitos de la creación son escasas cuando se comparan con la gran variedad de arte de India que existe; generalmente, se pueden interpretar como expresiones de narraciones y sesgos sectarios. De hecho, más que los mitos cosmológicos y la estructura del universo, tal parece que tanto la realeza como los plebeyos disfrutaban más ver imágenes de los diversos habitantes de los millones de dominios cósmicos. Se creía que las divinidades, los semidioses, demonios, mortales y animales interactuaban en el gran escenario mitológico de la vida, en la vida después de la muerte y en el ciclo infinito del tiempo y los nacimientos sucesivos. Dramáticos conflictos, historias trágicas y hazañas heroicas se registraron en prosa y poesía y se representaron reiteradamente en sofisticadas esculturas, pinturas y artes decorativas.

Fig.2. Vishnú en su sueño cósmicoIndia, Uttar Pradesh, siglo XI

Hinduismo

Una forma de culto personal panteísta y sectaria, conocida hoy como hinduismo, reemplazó a la religión védica (la cual incluía sacrificios, oraciones y ritos realizados por una casta sacerdotal de elite) entre aproximadamente los años 300 a.C. y 500 d.C. Con el surgimiento del hinduismo, muchas de las divinidades védicas que se relacionaban con la naturaleza y los ámbitos celestiales sufrieron un replanteamiento, en el cual se conciben con nuevas funciones y autoridades, mientras otros habitantes del universo de India se perdieron en la oscuridad y divinidades que eran secundarias se elevaron como prominentes figuras teológicas. Los ciclos temporales del universo adquirieron una importancia primordial y se personificaron y adoraron en la forma de tres dioses: el creador Brahmá; el preservador Vishnú, quien mantiene la armonía y el orden; y el destructor Shiva, cuya devastación del universo le permite renacer en la siguiente era cósmica. A medida que el hinduismo se desarrolló con el paso de los siglos, Vishnú y Shiva adquirieron la mayor cantidad de seguidores y cada uno se convirtió en el centro de la devoción de una secta principal del hinduismo: el vaisnavismo y el shivaísmo, respectivamente. Si bien la importancia de Brahmá decayó, aún se lo adora en algunos rituales, como los matrimonios. Generalmente, las diosas hindúes superan a los dioses en cuanto a la creencia y la veneración de las personas. Se las relaciona con una amplia variedad de principios filosóficos, poderes creativos y destructivos, virtudes como la compasión y la devoción e ideales cívicos como los deberes de las castas. Por este motivo, el hinduismo se puede definir con mayor exactitud como un sistema teológico cuadripartito (Fig.3) más que uno liderado por una trinidad divina, como se suele representar erróneamente en la literatura occidental.

Vishnú

Vishnú, quien de acuerdo con los hindúes es el preservador del universo, es una de las divinidades más ampliamente venerada del hinduismo y la deidad más cercana a los eventos de la vida diaria. Tiene a cargo la protección del orden social y religioso, tal como un gobernante en la Tierra mantiene el orden en su reino. Fiel a las características de un rey, Vishnú se representa como una figura coronada y majestuosa. Sus cuatro brazos simbolizan múltiples poderes y suele sostener sus atributos principales: un disco, una caracola, una maza y una flor de loto. En las tradiciones iconográficas más complejas, los atributos varían o aparecen en diferentes manos, a fin de hacer hincapié en aspectos teológicos específicos. En esta escultura de bronce del sur de India, la mano en la que acostumbramos ver el loto está alzada en un gesto de tranquilidad y la maza que solía llevar ha ido desapareciendo con los años (Fig.4). Vishnú aparece con sus esposas: Shridevi (o Lakshmi) y Bhudevi, quienes personifican la buena fortuna y la tierra, respectivamente. Para cumplir con su rol de guardián del planeta y salvador de la humanidad, Vishnú aparece como una sucesión de animales heroicos y salvadores

Fig.4. El dios hindú VishnúIndia, Tamil Nadu, siglo XIII

Fig.3. Shiva, Vishnú y Brahmá venerando a KaliIndia, Himachal Pradesh,

Bashohli, ca. 1740

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semimortales, llamados “avatares”, mediante los cuales interviene en épocas de crisis o de ausencia de rectitud. Estos avatares son algunas de las representaciones más populares del hinduismo. La lista más común de los avatares de Vishnú de acuerdo con la literatura religiosa hindú cuenta diez encarnaciones; sin embargo, existen pequeñas variaciones en términos de cantidad e identidad a lo largo de India. Por ejemplo, en India oriental, el Buda Shakyamuni, cuya identificación como avatar se suele considerar como un intento por acercar a los budistas al vaisnavismo, se sustituye con Balarama, el hermano mayor de Krishna. En sus tres primeras encarnaciones, Vishnú apareció con formas animales. Primero, adoptó la forma de Matsya, el pez, para salvar a Manu, el legislador y el fundador de la humanidad (junto con los textos védicos sagrados) del gran diluvio (el cataclismo que ha sido descrito por diversas culturas antiguas). Algunos avatares aparecen principalmente en representaciones que muestran al grupo completo. Los cuatro avatares que se mencionan a continuación (Varaha, Narasimha, Rama y Krishna) se describen en detalle debido a su importancia y a que suelen aparecer en representaciones individuales.A partir de las diversas representaciones monumentales del tercer avatar, Varaha, se puede inferir que poseía una relevancia especial en la antigua India. Según relata la leyenda, cuando el demonio Hiranyaksha secuestró a la Tierra y la llevó a las profundidades del océano cósmico, Vishnú adoptó la forma de un jabalí, Varaha, para rescatarla. Se sumergió en el océano, asesinó al demonio con sus colmillos y llevó a la Tierra (personificada por una diosa) a un lugar seguro (Fig.5). La historia de Narasimha, el cuarto avatar, plasma la rivalidad sectaria que existe en el hinduismo desde sus orígenes y que se expresa principalmente en el vaisnavismo y el shivaísmo. Vishnú apareció como Narasimha (literalmente, “hombre-león”) para salvar a Prahlada, un piadoso devoto, de Hiranyakashipu, su cruel e intolerante padre. Shiva había entregado a Hiranyakashipu el poder de ser invulnerable ante los hombres y las bestias, de no poder ser asesinado dentro de una construcción ni al aire libre y de ser invencible de día y de noche. Para superar esta bendición entregada por Shiva, Vishnú ingeniosamente adoptó una forma que era mitad hombre y mitad león (ni hombre ni bestia) y atacó a su enemigo mientras se encontraba en un pórtico (ni dentro de una casa ni al aire libre) durante el crepúsculo (ni de día ni de noche). Generalmente, las representaciones de Narasimha lo muestran apareciendo desde un pilar del pórtico y extirpando las entrañas de Hiranyakashipu (Fig.6).La vida y las valerosas hazañas del séptimo avatar, Rama, se relatan en el Ramayana (Las aventuras de Rama), un poema épico de 24.000 elegantes dísticos en sánscrito. Es probable que el sabio Valmiki haya escrito la parte central del Ramayana alrededor del año 400 a.C., pero durante los seis siglos posteriores se introdujeron diversas secciones adicionales, se añadieron los libros primero y

Fig.5. Varaha, el avatar jabalí de Vishnú

India, Uttar Pradesh, Mathura, siglo III

Fig.6. Narasimha extrae las entrañas de Hiranyakashipu

Página de un Bhagavata PuranaIndia, Himachal Pradesh,

Nurpur, ca. 1760-1770

último y se desarrollaron al menos tres variaciones importantes. En general, esta antigua narración cuenta la historia del valeroso príncipe Rama y su obediente esposa, la princesa Sita. Durante el injusto exilio de Rama en el bosque, el cual duró 14 años y lo mantuvo alejado de la capital Ayodhya (hoy Uttar Pradesh), Sita fue secuestrada por Ravana, el rey demonio de Lanka (probablemente lo que hoy se conoce como Sri Lanka). Para atacar Lanka y rescatar a Sira, Rama y su fiel medio hermano Lakshmana conformaron un poderoso ejército de monos y osos liderado por Sugriva, el rey mono, y Hanumán, su general mono. Después de varias batallas mágicas (Fig.7), se liberó a la princesa y la feliz pareja regresó a casa triunfalmente para gobernar Ayodhya. Sin embargo, el pueblo dudaba que Sita hubiera sido fiel a Rama durante su cautiverio; por lo tanto, fue obligada a pasar por el juicio de fuego para demostrar su pureza. Rama y Sita son la personificación del gobernante ideal y la referencia absoluta de la fidelidad en la cultura tradicional de India. En la narración original de la historia, a Rama se lo caracteriza como un mortal heroico; sin embargo, en versiones posteriores su estatus se eleva y se lo considera un avatar de Vishnú (Fig.8). Krishna, el octavo avatar de Vishnú, es ampliamente venerado como el dios hindú de la devoción. El desarrollo de la concepción religiosa de Krishna incorpora diversos y claros estratos, además de una combinación de personalidades históricas y mitológicas. Dentro de estas últimas se incluye su probable vida humana como jefe de un clan secundario, cuyas características étnicas se pueden inferir a partir de la piel azul de Krishna; también sus proezas juveniles en Vrindavan que engendraron el movimiento bhakti del hinduismo (la veneración dedicada a un dios personal, quien suele ser Krishna); su rol esencial como consejero y astuto auriga del príncipe Áryuna en el Mahabharata (Grandes Bharatas)[5], donde pronunció su famoso discurso en forma de poema acerca de la vida espiritual hindú, el cual se conoce con el nombre de Bhágavad Guitá (El canto de Dios); y su vida adulta, menos conocida, como un funesto monarca que causó la destrucción de su pueblo. Debido a que los comienzos de la vida de Krishna (como pastor de vacas y flautista y como un prolífico amante) son de gran importancia para el movimiento bhakti; los temas relacionados con su niñez y adolescencia conforman la mayor parte de sus representaciones tanto en términos mitológicos como iconográficos. Muchas leyendas y obras de arte plasman la valentía y la naturaleza protectora del dios, pero en general se suele dar más énfasis a su caracterización como un niño adorable y travieso y como un apasionado y joven seductor sumergido en el mundo del placer. Las historias de la vida de Krishna narran diversos encuentros románticos en el bosque de Vrindavan con las pastoras (gopis) locales, especialmente su relación adúltera con Radha, su pareja principal y amor verdadero, con quien aparece representado frecuentemente en actitudes románticas (lila) (Fig.9).

Fig.7. Hanumán llevando la montaña de hierbas

medicinales (izquierda); Rama lucha contra Ravana (derecha)

Panel arquitectónico con escenas del Ramayana

India, Madhya Pradesh, siglo X

Fig.8. Rama a caballoIndia, Rajastán,

Raghugarh, 1750-1775

Fig.9. La inversión de los roles

Episodios del Krishna LilaPágina de un Sur Sagar India, Rajastán, Mewar,

Udaipur, ca. 1725

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Shiva

El dios hindú Shiva es una deidad compleja que adopta diversas formas para cumplir distintas funciones o encarnar varios principios filosóficos. Shiva es Dakshinamurti (“Señor que mira hacia el sur”), el maestro supremo de música, gramática y otras actividades intelectuales; Kirata, el alpinista salvaje que bebe y caza con fiereza; el horroroso Bhairava (“Espantoso”), quien ronda los cementerios y los crematorios; y Nataraja (“Señor de la danza”), responsable de la destrucción y recreación del universo al término de cada ciclo cósmico (Fig.10). También es Mahayogi, el más importante practicante del ascetismo y el yoga; a su vez, es un amante incomparable y un devoto hombre de familia. Shiva obtuvo su gigantesco poder divino (representado en forma física por un símbolo abstracto similar a un pilar, llamado linga) mediante la ferviente práctica del yoga y del ascetismo; además, el color blanco de su cuerpo se debe a las cenizas de crematorios que se aplicó mientras llevaba a cabo sus austeridades. Como el gran yogui, Shiva posee la corona ascética de cabello enmarañado, generalmente adornada por cobras, y su emblema de luna creciente. Su tercer ojo cósmico emite el fuego con el cual periódicamente destruye el universo. Se lo suele representar con una piel de tigre, guirnaldas de serpientes, un tambor y un tridente. (Fig.11). Dentro del amplio repertorio visual del arte de India, Shiva como Señor de la danza es la imagen más reconocida, especialmente cuando realiza el ananda-tandava, el baile del furioso éxtasis que se representa en esta escultura del sur de India (Fig.12). Su abundante carga de simbolismo político y religioso de múltiples niveles, la convierte en una de las imágenes más potentes de todo el arte del sur de Asia. Esta imagen, creada en la ciudad-templo sagrada Chidambaram (sur de India) alrededor del año 900 d.C., originalmente representaba el rol de Shiva en el ciclo cósmico como Señor de la destrucción mediante un baile frenético en el crematorio. Posteriormente, en el siglo X y a comienzos del siglo XI, se utilizó esta imagen como símbolo representativo de la expansión geográfica y política de la renombrada dinastía Chola (desde mediados del siglo IX hasta el siglo XIII). A fines de la dinastía, el significado de la imagen había evolucionado y Shiva se representaba de manera más filosófica como el creador, preservador y destructor del universo.[6] De acuerdo con esta interpretación ulterior, Shiva provoca la existencia del cosmos mediante su baile mientras sostiene un tambor en forma de reloj de arena en su mano superior derecha. El sonido retumbante del tambor define el ritmo de la vida. La etapa que completa el ciclo de la creación es la destrucción del cosmos, simbolizada mediante un anillo de fuego y una sola llama en su mano superior izquierda; ésta es una de las características inconfundibles de las esculturas de bronce de Shiva en las que se lo muestra mientras realiza su danza de éxtasis furioso. Esta postura específica, asociada principalmente con el baile de Shiva en Chidambaram, es solo una de las 108 danzas que se describen de este dios en los antiguos textos hindúes acerca de las artes escénicas, como el Natyashastra (Manual de las artes dramáticas), compilado entre los años 200 a.C y 200 d.C. Otra danza importante, llamada

Fig.11. Shiva y ParvatiIndia, Himachal Pradesh,

Sirmaur, siglo XIX

Fig.10. Shiva como Señor de la danza

India, Madhya Pradesh, ca. 800

Fig.12. Shiva como Señor de la danza

India, Tamil Nadu, ca. 1100

Lalita (“encantadora”), aparece representada en la escultura de Shiva, creada en la zona central de India, y que se menciona anteriormente (consulte la Fig. 10).Shiva suele aparecer junto con Parvati (también conocida como Uma), su esposa y la fuente de su poder creador divino. En esculturas, se los suele representar en retratos familiares junto con sus hijos (Ganesha y Karttikeya), el toro de Shiva (conocido como Nandi) y diversos acompañantes (Fig.13). En ocasiones, las pinturas de la región de Pahari (las faldas de los Himalayas que se ubican principalmente en lo que hoy se conoce como Himachal Pradesh) ampliaban sus composiciones y, a modo de narración, mostraban a la familia de Shiva embarcándose en un peregrinaje divino desde su casa del monte Kailash, rutina que repetían cada 12 años para supervisar la creación (Fig.14).

Ganesha

Ganesha, el hijo con cabeza de elefante de Shiva y Parvati, bien puede ser la figura más adorada de toda la mitología de India (Fig.15). Se lo conoce como Señor de los obstáculos debido a su poder para eliminarlos y crearlos en las diferentes actividades de las personas. Para solicitar la eliminación de los obstáculos, los hindúes devotos, además de los jainistas y muchos budistas, realizan ofrendas a Ganesha al comienzo de cualquier actividad importante o ceremonia religiosa que lleven a cabo. También es el líder de los ganas, un séquito de enanos devotos de Shiva, y es a partir de este rol que obtiene sus nombres principales: Ganesha y Ganapati o Señor de los ganas. Es muy probable que su conexión con los ganas y su corpulencia sean indicios de sus orígenes prehindúes como espíritu de la naturaleza (yaksha).La base mitológica del aspecto característico de Ganesha (cabeza de elefante y cuerpo de niño panzón) se describe en numerosos textos religiosos, especialmente en los Puranas (Relatos antiguos), los cuales se recopilaron de forma diversa entre los años 300 y 1600 d.C. De acuerdo con una leyenda, Parvati creó a Ganesha para que le hiciera guardia mientras Shiva se ausentaba, sin que este último lo supiera. Cuando Shiva regresó e intentó ingresar a la habitación de Parvati, Ganesha (sin reconocer a su padre) le bloqueó el paso. Furioso, y sin saber que este niño era su hijo, Shiva despidió llamas desde su tercer ojo, las cuales cercenaron la cabeza de Ganesha y la impulsaron hacia los cielos. No había manera de aliviar la tristeza de Parvati. Shiva prometió recuperar la cabeza de Ganesha: la buscó por todo el universo, pero nunca pudo encontrarla. Finalmente, encontró una cría de elefante que había cometido el error de dormir con su cabeza en dirección al norte (un punto cardinal que trae poca fortuna); la decapitó, regresó a casa con la cabeza del elefante y pudo traer a Ganesha de vuelta a la vida. La gran panza de Ganesha delata su debilidad por los dulces, especialmente por las golosinas, las cuales suele llevar en un plato en una de sus manos. En

Fig.13. Umapati (Shiva, el dios padre primigenio y

Uma, la gran diosa madre)India, Uttar Pradesh, región

de Deogarh, ca. 750-800

Fig.14. La familia de Shiva en la peregrinaciónIndia, Himachal Pradesh,

Chamba, ca. 1800

Fig.15. Ganesha danzanteIndia, Madhya Pradesh, siglo XI

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ocasiones, también sostiene parte su trompa. Un mito dice que Ganesha se arrancó su propia trompa y la arrojó a la luna después de que ésta se burlara de él por haberse caído de su monta y por haberse reventado la panza. Otro mito dice que Ganesha perdió la trompa en diversas batallas o que Ganesha la utilizó como estilete cuando transcribió el Mahabharata para el poeta Vyasa. Además de las golosinas, a Ganesha le gustaban muchísimo los mangos. En una inspirada representación en bronce, este dios aparece bailando con destreza mientras sostiene algunos mangos en su mano izquierda superior y una golosina en su mano izquierda inferior (Fig.16).

Devi, la gran diosa

A diferencia de lo que ocurre con las divinidades masculinas del hinduismo, las cuales se consideran deidades individuales y complejas, las diosas hindúes por lo general se consideran como manifestaciones de una sola diosa primordial y trascendental: Devi (“Gran diosa”), quien se deja ver en diversas formas para conseguir distintos propósitos. Las diosas hindúes se pueden relacionar con aspectos de la materia o la realidad física (prakriti) o con el principio femenino del poder divino de la creación (shakti). Pueden ser la personificación de ideales como la compasión, la fe y el amor devocional y sus interacciones con las deidades masculinas son representativas del pensamiento hindú en cuanto a relaciones y roles de género. Originalmente, algunas diosas hindúes eran parte de antiguos cultos a la naturaleza o la fertilidad; esto refleja la integración de estos cultos más primitivos en el hinduismo. Parvati y Lakshmi son las diosas principales, las personificaciones de la fertilidad, la maternidad y la educación. Parvati también se asocia con el ascetismo y la espiritualidad (Fig.17), mientras que Lakshmi participa activamente en la vida diaria, fomentando la prosperidad y la belleza. Las poderosas diosas Durga y Kali representan los aspectos protectores y feroces de la mujer divina. Durga (“La invencible”) es la insuperable diosa del campo de batalla, quien desempeña un rol esencial en la eterna lucha entre el orden y el caos. Kali, cuyo nombre se puede interpretar como “La oscura” o “El poder del tiempo”, es una aterradora manifestación de Durga, la cual encarna su ira divina. Sus características espantosas cobran vida en sus representaciones mediante la incorporación de imágenes que infunden temor. Utiliza guirnaldas de cráneos y serpientes, gotas de sangre caen de su lengua y suele aparecer sentada sobre cadáveres en un crematorio (consulte la Fig.3).Durga es una de las deidades más ampliamente veneradas del hinduismo, especialmente en las clases guerreras. Si bien puede adoptar diversas formas, la más conocida (y la más abundante en las obras de arte) es la de asesina de Mahisha, el demonio búfalo (Fig.18). Cuando los dioses se percataron de que no podían vencer al poderoso Mahisha, crearon a Durga a partir de la energía

Fig.16. Ganesha danzante, Señor de los obstáculos

India, Karnataka, siglos XVI y XVII

Fig.17. Parvati venerando a Shiva

India, Madhya Pradesh, Datia, 1750-1800

generada por la combinación de sus iras para que peleara por ellos. Cada dios le entregó parte de sus poderes y Durga llevaba en sus brazos las armas que le habían entregado, como el disco de Vishnú, el tridente de Shiva y la lanza de Karttikeya. Después de derrotar a Mahisha, Durga también venció a sus demonios aliados, Shumba y Nishumba. Las diversas batallas triunfales de Durga para preservar el orden del mundo están narradas de manera épica en el texto Devimahatmya (Gloria de la diosa), del siglo V o VI. El mito de la victoria de Durga sobre el demonio búfalo se puede interpretar principalmente en términos sectarios como una declaración de que los poderes de la diosa son superiores al de los dioses; sin embargo, desde el punto de vista antropológico, también puede representar la asimilación del culto totémico al búfalo por parte del hinduismo. Algunas variaciones de las representaciones artísticas del mito también pueden revelar perspectivas de interpretación adicionales y simbolismo propio de la cultura. Por ejemplo, en la escultura de Rajastán del siglo IX (consulte la Fig.18), se asigna un énfasis especial al acto del asesinato del demonio búfalo. El medio (es decir, la piedra) está al servicio del significado religioso de la imagen y la intensidad espiritual se transmite mediante sus formas poderosamente descarnadas y la relativa ausencia de adornos en la superficie. En contraste, podemos ver que en una elaborada obra de Karnataka del siglo XIII (Fig.19) el medio es el mensaje. La abundante ornamentación de la escultura y la riqueza de los detalles expresan a la perfección la gloria espiritual de la diosa triunfadora.

Budismo

Siddhartha Gautama funda el budismo a fines del siglo V a.C. Más conocido como Buda (“El iluminado”), Siddhartha Gautama fue un príncipe de un pequeño reino de Nepal. Después de que un astrólogo predijera que su futura vocación sería convertirse en un gran gobernante o un líder espiritual, el padre del joven Siddhartha lo aisló para evitar que fuera testigo de la verdadera naturaleza de la vida más allá de las paredes del idílico palacio. La vida palaciega desilusionó a Siddhartha y durante sus viajes en el mundo exterior observó los Cuatro eventos nobles: un hombre enfermo, un hombre viejo, un hombre muerto y un hombre santo. Posteriormente, postuló las Cuatro nobles verdades: que la vida implica sufrimiento; que el sufrimiento proviene de los anhelos; que el sufrimiento cesa cuando los anhelos se detienen; y que la manera para terminar con el sufrimiento es seguir el Óctuple noble sendero de la comprensión correcta, la intención correcta, el hablar correcto, el actuar correcto, el sustento correcto, el esfuerzo correcto, la atención correcta y la concentración correcta. Después de meditar bajo el árbol Bodhi en Bodh Gaya (este de India) y alcanzar la iluminación, Buda pasó el resto de su larga vida viajando y enseñando a otros su camino hacia la salvación

Fig.19. Durga asesinando al demonio búfalo

India, Karnataka, siglo XIII

Fig.18. Durga asesinando al demonio búfalo

India, Rajastán, región de Kota, Atru (?), ca. 850-900

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y el nirvana (la liberación del ciclo de las reencarnaciones). Sus seguidores formalizaron sus enseñanzas y finalmente se establecieron tres tipos distintos de budismo: Theravada (“Sendero de los patriarcas”), el cual hace hincapié en la diligencia personal; Mahayana (“Gran vehículo”), el cual pone énfasis en las oraciones a los bodhisattvas, salvadores cuya esencia es la compasión; y Vajrayana (“Vehículo de diamante”), una forma esotérica que recomienda las meditaciones y los rituales de transformación, conocidos sólo por sus iniciados, como un medio rápido para alcanzar la iluminación. La imagen clásica de Buda lo muestra sentado, utilizando una toga monástica y en una postura de meditación con sus piernas dobladas en lo que se conoce como postura de semiloto. Su expresión serena y sus ojos parcialmente cerrados transmiten su sabiduría trascendental y su desprendimiento del mundo que lo rodea. La protuberancia craneal (ushnisha) que surge en la parte superior de su cabeza es un símbolo de su inconmensurable conocimiento y el pequeño lunar (urna) en el centro de su frente representa su sabiduría espiritual. Las manos de Buda pueden aparecer en diversas posiciones, las cuales guardan relación con actividades y acontecimientos importantes de su vida. Los gestos más prominentes son: prédica, en el cual las manos parecen girar la dharmachakra (“rueda de la ley budista”); meditación, en el cual ambas manos descansan en el regazo con las palmas hacia arriba; y “llamando a la Tierra para dar testimonio”, en el cual la mano derecha se acerca al suelo con la palma volteada hacia dentro. El último gesto, representado en esta escultura del este de India (Fig.20), demuestra que Buda merecía alcanzar la iluminación.

Jainismo

El Jainismo, si bien se ha practicado continuamente desde al menos el siglo VI a.C., no se ha dado a conocer mayormente fuera de India debido a que, al contrario de lo que ocurre con el hinduismo y el budismo, nunca se diseminó por el mundo como una religión organizada. No obstante, desde hace mucho tiempo se la considera con admiración como la religión más pacífica del mundo debido a su estricta adherencia al concepto de la no violencia (ahimsa), la cual ha inspirado a personajes tan diversos como Alejandro Magno, Mahatma Gandhi y, por medio de este último, a Martin Luther King Jr. El principio de la no violencia ha tenido importantes consecuencias para los miembros de la fe jainista, ya que limita los trabajos y profesiones que se consideran aceptables. Históricamente, los jainistas solían comerciar joyas o productos textiles, lo cual les ha permitido ser generosos mecenas de fastuosos templos y grandes bibliotecas religiosas. Los 24 yinas iluminados (“Victoriosos”), también reciben el nombre Tirthankaras (“Creadores del vado”), ya que se cree que cruzaron el abismo

Fig.20. Buda ShakyamuniIndia, Bihar, distrito de

Gaya, ca. 850

que separa el mundo fenomenal y la liberación final. Desempeñan el rol de maestros deificados y modelos de conducta para los fieles. El último yina, Vardhamana (conocido posteriormente como Mahavira, “El gran héroe”), vivió en el este de India, aproximadamente entre los años 599 a.C. y 527 a.C. y fue contemporáneo del histórico Buda. Tal como Siddhartha, quien era más joven y famoso, Mahavira abandonó la religión védica que dominaba la época debido a su sistema de castas y a los elaborados rituales expiatorios que requerían el sacrificio de animales. Si bien tanto Mahavira como Buda consideraban el ascetismo y la meditación como los medios a través de los cuales liberarse del sufrimiento de la existencia, el sendero de Mahavira es mucho más austero y riguroso. Con el paso del tiempo, se desarrollaron distintas interpretaciones de las enseñanzas originales del jainismo, por lo que la religión se dividió en dos sectas principales: Digambara (“Vestidos de cielo” o “desnudos”), más estricta y tradicional; según sus conceptos, todas las posesiones (incluso la ropa) son distracciones que nos atan al mundo material; y Shvetambara (“Vestidos de blanco”), la cual permite el uso limitado de vestuario y sigue una línea levemente más liberal. Las imágenes de los salvadores jainistas, tal como las imágenes de Buda, representan el ideal panasiático de un individuo espiritualmente adelantado, sentado en una postura de meditación. También comparten ciertos rasgos corporales distintivos, como la protuberancia craneal que simboliza una inmensa sabiduría y los lóbulos alargados de sus orejas, que ponen de manifiesto su renuncia al mundo material (a través del despojo de sus pesados aros de oro). Las imágenes de los yinas que se crearon en el oriente y occidente de India suelen estar adornados por una auspiciosa joya o marca en el pecho, llamada shrivatsa (“querido de la prosperidad”). Este detalle resulta conveniente para distinguirlas de las imágenes de Buda, a las cuales se asemejan. Esta representación del primer yina, llamado Rishabhanantha o Adinatha, se puede identificar por su cabello largo y el emblemático toro que se encuentra en la base de la escultura (Fig.21). La presencia de la prenda inferior indica que fue la secta Shvetamara quien comisionó esta obra. Cuando se las adora en un templo, las imágenes de los yinas de esta secta suelen estar adornadas con coronas doradas y enjoyadas y telas de gran opulencia. Aquí, da la impresión de que el artista contuvo el cabello rizado de la figura con una banda delgada sobre su frente, de modo tal que se pudiera colocar una corona sin problemas.

La infinita gama de la creación

Más allá del dominio divino de los dioses y las diosas, existe una gran cantidad de criaturas que habita en los dominios de la cosmología de India. Estas criaturas abarcan todo el espectro del mundo natural y la imaginación de India: reales y fantásticas, humanas y animales, vegetales y florales, vivas y

Fig.21. Yina Rishabhanatha (Adinatha)

India, Gujarat, Vadodara (Baroda), 1612 (?)

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muertas. Cada entidad existe no sólo en su dominio específico, sino además interactúa con otros habitantes cósmicos que pueden viajar entre dominios o que pueden existir simultáneamente en varios de ellos. En el arte, el tema principal son las hazañas legendarias de los dioses inmortales y de los héroes mortales, mientras que los semidioses y los demonios suelen cumplir roles secundarios, fundamentalmente como las fuerzas opuestas necesarias para que en el universo exista un equilibrio cósmico entre el orden y el caos. Cuando un animal aparece representado individualmente, por lo general se debe a que existen motivos conceptuales, como honrar un comportamiento admirable, ilustrar una especie específica o debido a que la imagen es parte de una serie o grupo. Las excepciones principales de esta afirmación son las representaciones de los animales divinos, en especial las del general mono Hanumán y la monta de Vishnú, Garuda (representada en obras de arte como una criatura mitad ave y mitad hombre), y los jakatas, relatos alegóricos de las vidas pasadas de Buda que involucran animales nobles, recopilados probablemente alrededor del siglo IV a.C. Los semidioses de la mitología de India suelen ser espíritus protectores de la naturaleza y la fertilidad a quienes se asocia con la tierra (yakshas y ganas) o divinidades celestiales sobrenaturales. Entre estas últimas se encuentran las apsarasas o ninfas, quienes suelen estar bailando o de pie en poses lascivas y contorsionadas (Fig.22); los gandharvas o músicos, a quienes se suele representar con cabezas de animales y cuerpos humanos (Fig.23); los vidyadharas o “portadores de la sabiduría”, quienes se representan como pares de mujeres u hombres y mujeres que llevan guirnaldas en honor de las buenas acciones y los milagros; y los kinnaras y kinnaris (literalmente, “tipo de hombre” y “tipo de mujer”, respectivamente) quienes en los albores de la literatura y el arte de India eran criaturas mitad humano y mitad caballo, pero en las tradiciones posteriores y en el sur de Asia se conciben como mitad humano y mitad ave. En conjunto, los semidioses representan un estrato extremadamente temprano de la mitología y cultura panindia. Si bien algunas de estas divinidades aún reciben veneración individual como deidades locales, por lo general terminaron integradas en masa en las religiones superiores para ampliar el atractivo de estas religiones y para atraer nuevos miembros. Las representaciones de los demonios en el arte de India pueden ser en la forma de personajes reconocidos o de hordas de guerreros monstruosos. Por lo general, cuando se los muestra individualmente, son gobernantes de varios dominios cósmicos y reinos terrestres o son poderosos guardianes de tesoros o puertas que demarcan espacios sagrados o privados. Ravana, el rey de diez cabezas de Lanka y el antagonista del Ramayana, es probablemente el demonio más conocido de la mitología de India (Fig.24). Su gran defecto era la arrogancia; para simbolizar ingeniosamente este aspecto de su personalidad, algunas pinturas del norte de India muestran a Ravana con una cabeza adicional: la de un burro que rebuzna.

Fig.22. Ninfa celestialIndia, Rajastán, ca. 1450

Fig.23. Intérprete de laúdDe un grupo de cinco músicos celestiales

Pakistán, valle de Swat, región de Gandhara, siglos IV y V

Fig.24. Lakshmana en la corte de Ravana

Página de un RamayanaIndia, Himachal Pradesh,

Guler, ca. 1850

En las representaciones artísticas del dominio humano, los protagonistas suelen ser gobernantes arquetípicos que mantienen las virtudes y protegen el orden mediante triunfos sobre las fuerzas del caos; generalmente, aparecen disfrutando de pasatiempos propios de un príncipe, como la caza (Fig.25); ascetas religiosos que conquistan las tentaciones del espíritu o la carne y obtienen poderes mágicos (Fig.26); o aparecen como figuras idealizadas que personifican la belleza femenina o representan la gran variedad de actividades y ocupaciones de la vida (Fig.27). Si bien se supone comúnmente que los retratos no existían en el arte de India antes del siglo XVI o a comienzos del siglo XVII (cuando surgieron las pinturas reales de los emperadores mogoles indo-musulmanes), en el sur de Asia ya se confeccionaban retratos en la Cultura del Valle del Indo, en el tercer milenio a.C. En lugar de las representaciones realistas o individualistas que son típicas de la tradición europea, los retratos en la India premogola solían ser idealizados, tipológicos o simbólicos. Algunos ejemplos importantes son los retratos reales en esculturas y en monedas indo-griegas durante la dinastía Kushán (entre los siglos I y III) y las esculturas idealizadas de los patronos de templos y de la realeza del sur de India durante las dinastías Pallava y Chola (entre los siglos VI y XII). La representación de animales en el arte de India existe desde el período prehistórico y está presente en las imágenes más antiguas de la Cultura del Valle del Indo. En particular, los toros fueron sujetos recurrentes, tanto en relieves como en estatuillas. Junto con el toro, el elefante, el caballo y el león formaron un cuarteto emblemático. El gran emperador Ashoka Maurya (quien gobernó aproximadamente entre los años 272 y 231 a.C.) eligió el poder y la majestuosidad de estos animales para adornar los capiteles de numerosos pilares de piedra simbólicos que se erigieron en el sur de Asia. El simbolismo de estos pilares existía en distintos niveles. Representaban el axis mundi del cosmos y su construcción explicitaba la correlación entre la autoridad divina y el reinado terrenal de Ashoka. Los pacíficos edictos budistas que solían estar inscritos en ellos fueron fundamentales para la expansión del budismo. El búfalo también fue venerado y, junto con los cuatro animales mencionados anteriormente, recibió originalmente la adoración de un culto totémico para luego ser glorificado en el arte, en la literatura y en las tradiciones religiosas. Por su parte, la vaca cuenta con una larga historia de veneración en India. Gracias al aumento de la popularidad de Krishna, quien fue un pastor de vacas en su juventud, este animal pasó a estar directamente asociado con el movimiento religioso más importante del hinduismo (Fig.28). Sin embargo, de todas las especies, es posible que la serpiente haya sido el animal venerado con más fervor. Debido a que se creía que gobernaban las regiones inferiores del universo y que poseían poderes sobrenaturales, no solo se las consideraba y representaba como entidades

Fig.25. Maharao Ram Singh II de Kota de caza con

Maharao Ram Singh de Bundi India, Rajastán, Kota, ca. 1880

Fig.26. El Maharishi (gran sabio) AgastyaIndia, Bihar, Lakhi

Sarai, siglo XII

Fig.27. Pilar de barandilla con mujer y espectadores

India, Uttar Pradesh, Mathura, ca. 50-25 a.C.

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protectoras, sino que además recibían ofrendas de mujeres para mejorar la fertilidad (Fig.29). Por otro lado, estos y otros animales cumplen el rol de transportar a las deidades hindúes y budistas y son símbolos identificativos para los maestros del jainismo.Finalmente, y a pesar de la abrumadora y compleja variedad de sus formas, el mundo del arte de India no es más que un pequeño reflejo de las infinitas maravillas que se plasman en él. Tal como las palabras que Krishna proclamó divinamente ante el príncipe Áryuna en el Bhágavad Guitá cuando le reveló su omnipresente forma cósmica (llamada Vishvarupa) como la fuente de toda la creación:

Contempla mis formas por cientos y por miles, de aspectos varios, divinos, de varios colores y figuras. […] Aquí unido el mundo entero contempla hoy, el móvil y el inmóvil, en mi cuerpo y todo lo demás que quieras ver.[7]

Notas

1. Octavio Paz, Vislumbres de la India (Barcelona: Editorial Seix-Barral, 1995[2009]), p.18.

2. H. H. Wilson, trand., Rig-Veda Sanhita: A Collection of Ancient Hindu Hymns of the Rig-Veda, ed. W. F. Webster (1888; repr., Nueva Delhi: Cosmo Publications, 1977), 350–51, 353.Juan Miguel de Mora, trad. con la colaboración de Ludwika Jarocka, Rig Veda (México: Conaculta (Cien del Mundo), 2010, p. 277-278.

3. R. F. Gombrich, “Ancient Indian Cosmology”, en Ancient Cosmologies, ed. Carmen Blacker y Michael Loewe (Londres: George Allen & Unwin, 1975), 119.

4. Para ver algunos ejemplos, consulte: Pratapaditya Pal et al., The Peaceful Liberators: Jain Art from India (Nueva York: Thames and Hudson; Los Angeles: Los Angeles County Museum of Art, 1994), 220–23, núm. de catálogo 97, 98 A y B, 231–35, núm. de catálogo 103 A y B, 104.

5. El Mahabharata contiene aproximadamente 100.000 versos de prosa en sánscrito y se lo considera uno de los grandes clásicos del mundo antiguo. Los especialistas modernos creen que su parte esencial se recopiló entre los años 400 a.C. y 400 d.C. Esta epopeya está organizada en 18 libros y se cree que el primero y los últimos son adiciones posteriores, junto con un apéndice aún más reciente conocido como el Hariyamsha (Linaje de Vishnú). La historia central del Mahabharata narra los eventos que anteceden a una brutal guerra que se libró en Kurukshetra (en el estado de Haryana de la India moderna) y las batallas más importantes de este conflicto que vio enfrentados a los Kauravas y los Pandavas, dos clanes familiares de la dinastía Bharata, quienes luchaban por el control del reino y de gran parte del norte de India.

6. Padma Kaimal, “Shiva Nataraja: Shifting Meanings of an Icon”, The Art Bulletin 81:3 (1999): 390–419.

7. J. A. B. van Buitenen, trad. y ed., The “Bhagavadgita” in the “Mahabharata” (Chicago: University of Chicago Press, 1981), 113.Francisco Rodríguez Adrados, trad., Bhagavadgita. La Canción del Señor (Barcelona: Edhasa, 1988), p. 154

Fig.28. Vaca y terneroIndia, Uttar Pradesh, finales del siglo VII

Fig.29. Deidades serpienteIndia, Karnataka, siglo IX

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Stephen Markel, Ph.D. Curator

The Harry and Yvonne Lenart Curator and Department Head of South and Southeast Asian Art,

Los Angeles County Museum of Art

Corporeal beauty, turned into living stone. Divinities of the earth, sexual incarnations of the most abstract thought, gods that were simultaneously intellectual and carnal, terrible and peaceful. Shiva smiles from a beyond where time is a small drifting cloud, and that cloud soon turns into a stream of water, and the stream into a slender maiden who is spring itself: the goddess Parvati. The divine couple are the image of a happiness that our mortal condition grants us only for a moment before it vanishes. That palpable, tangible, eternal world is not for us. A vision of happiness that is both terrestrial and unreachable.

Octavio Paz, Vislumbres de la India (In Light of India) [1]

The universe according to the Indian religious imagination, which the 1990 Nobel Laureate in Literature Octavio Paz renders so evocatively, is populated by divinities that are as complex in philosophical nature as they are beautiful in physical form. To comprehend the visual and literary imagery associated with India’s indigenous religions—Hinduism, Buddhism, and Jainism—it may at first appear necessary to learn the identities of a bewildering assortment of gods and goddesses; in fact, the leading cast of characters depicted in art generally remains the same. Although their names, associated myths, social roles, and representational nuances often vary considerably within India and across greater South Asia, the basic identity and imagery of the deities generally remain recognizable. The youthful Hindu god of war, for example, is primarily called Karttikeya, Skanda, or Kumara in northern India; in the south, he is more often called Subrahmanyam or Murukan. As will be seen later in this essay, this linguistic multiplicity is even more evident in the numerous variant names of the two most important Hindu gods: Shiva, the god of destruction; and Vishnu, the god of preservation, for whom a common epithet is Sahasranama (“God of a Thousand Names”).In Buddhism and Jainism, the major divinities and important religious teachers serve as artistic anchors in the vast visual vocabulary. Images of the historical Buddha Shakyamuni, Buddhist saviors (bodhisattvas), various gods and goddesses, and a host of transcendental Buddhas are the main protagonists in Buddhist sculpture. In Jainism, the most frequently sculpted subjects are the twenty-four Enlightened Jain teachers known as Jinas (“Victors”), as well as significant subsidiary Jain deities and attendants.

India’s Universe: Masterworks of the Los Angeles County Museum of Art

Because numerous deities and demigods are venerated by all indigenous Indian religions and appear in various sectarian myths and artworks in a range of primary, supporting, or conflicting roles, the sectarian basis for the representation of these characters must occasionally be determined by historical context. An apt illustration of this ambiguous cross-imagery is a white marble sculpture of Sarasvati, the goddess of learning, speech, and music, dated 1153 (Fig.1); its Jain affiliation can only be ascertained by knowing that white marble was the preferred medium for western Indian Jain sculpture and temple architecture during this period. Even more challenging for nonspecialists to identify, however, are the intricately carved architectural friezes and detailed painting series that are sometimes utilized by all three religions to narrate mythological exploits and depict devotional deeds.

The Indian Universe

The non-existent was not, the existent was not; then the world was not, nor the firmament, nor that which is above (the firmament)... Death was not nor at that period immortality, there was no indication of day or night;... There was darkness covered by darkness in the beginning, all this (world) was indistinguishable water;... Who really knows? Who in this world may declare it? Whence was this creation, whence was it engendered? The gods (were) subsequent to the (world’s) creation; so who knows whence it arose?

Rig Veda (X:129:1–3, 6)[2]

The Rig Veda (Book of hymns), composed in Sanskrit between approximately 1700 and 1100 BC, embodies the cultural beliefs of the Vedic, or “proto-Hindu” ,period of Indian civilization. As was common among prehistoric societies, these ancient peoples envisioned a mythic conception of the creation and structure of the universe that, although derived from that which was observable in the natural world and in the cyclical movement of celestial phenomena, was conceived in macrocosmic terms, describing enormous distances of galactic space and eons of primordial time. Over the course of the millennia following the mystical Vedic period, the formalized religions of Hinduism, Buddhism, and Jainism evolved from the collective Indian spiritual psyche, each with numerous sects and subsects postulating idiosyncratic doctrines and contrasting interpretations of core scriptures. Each of the religious orders also imagined varying components of and measurements for the structure and nature of the universe. While it is beyond the scope of this essay to describe each variation in detail, their important commonalities have been observed:

Fig.1. The Goddess Sarasvati, Jagadeva

India, Gujarat, dated 1153

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In general the universe is ethicised, so that with various important exceptions the good go up and the bad go down, the higher up you are the better, and so on... the human world, the world we can see, [is] in the middle; the heavens are above it and the hells below... All cosmologies also agree that there is a world mountain running through the middle, its centre at our level but its top and bottom reaching at least one heaven and hell; this axis mundi is called Mount Meru in Sanskrit,... The cosmologies also tend to agree that the world at our level contains oceans in concentric rings, usually seven of them- though our own position in all this varies greatly -and all agree that the edge of our level is ringed by a circular range of mountains; thus our level is a vast disc, with a mountain in the middle and a mountain range round the edge.[3]

Schematic representations of these cosmological belief systems were occasionally produced in India’s ancient and medieval art, especially in the Jain traditions.[4] The most striking images are the renditions of a cosmic man (loka purusha), or occasionally a cosmic woman, in which a hierarchy of cosmological realms was superimposed on the body of these beings to show the integration of the microcosm (the human body) within the macrocosm (the universe). Cosmological images, whether anthropomorphic or purely diagrammatic, ultimately had more conceptual and spiritual rather than artistic significance. Less abstract depictions found greater favor, such as the story of the embryonic golden egg of Brahma floating on the primordial milk-ocean and, in particular, Vishnu in yogic sleep, dreaming the creation of the universe while floating on the primeval waters supported by the great serpent Ananta (Fig.2). Representations of these and other creation myths in general, however, are somewhat of a rarity when viewed against the broad corpus of extant Indian art, and they may be interpreted more centrally as expressions of sectarian narrative and bias. Indeed, rather than cosmogonic myths and the structure of the universe, the subjects seemingly most enjoyed by both royalty and commoners were the diverse inhabitants of the myriad cosmic realms. Divinities, demigods, demons, mortals, and animals were all believed to interact in a grand mythological theater of life, the afterlife, and the endless cycle of time and rebirth. Dramatic conflicts, tragic tales, and heroic exploits were imagined in prose and poem, and they were portrayed repeatedly in sophisticated sculpture, painting, and the decorative arts.

Hinduism

Between approximately 300 BC and AD 500, the earlier Vedic religion, which involved sacrifices, rites, and prayers performed by an elite priestly caste, was superseded by a pantheistic, sectarian-based form of personal worship

Fig.2. Vishnu in His Cosmic Sleep

India, Uttar Pradesh, 11th century.

now known as Hinduism. With the emergence of Hinduism, many of the older Vedic divinities associated with nature and the celestial realms were reconceived with new functions and authority, others faded into obscurity, and previously subsidiary divinities were elevated to positions of theological prominence. The temporal cycles of the universe became paramount and were personified and worshipped in the form of three gods: the creator Brahma; the preserver Vishnu, who maintains harmony and order; and the destroyer Shiva, whose obliteration of the universe enables it to be reborn in the next cosmic era. As Hinduism developed over the centuries, Vishnu and Shiva each attained the greatest number of followers and each became the devotional focus of a major sect of Hinduism—Vaishnavism and Shaivism, respectively. Brahma’s importance waned, although he is still worshipped in certain life rituals such as marriages. In addition to the gods, and often surpassing them in popular belief and reverence, are the various Hindu goddesses that are associated with a wide range of philosophical principles, creative and destructive powers, virtues such as compassion and devotion, and social ideals such as caste duty. For this reason, Hinduism can more accurately be defined as a quadripartite theological system (Fig.3) rather than one overseen by a divine trinity, as it is frequently mischaracterized in Western literature.

Vishnu

Vishnu, believed by Hindus to be the preserver of the universe, is one of Hinduism’s most widely worshipped divinities and the deity most closely connected with the mundane world. He is charged with maintaining social and religious order, just as an earthly sovereign maintains order in his or her kingdom. In keeping with Vishnu’s kingly characteristics, he is represented as a crowned regal figure. His four arms symbolize multiple powers, and he generally holds his principal attributes: a discus, conch, mace, and lotus. In the more complex iconographical traditions, the attributes vary or are held in different hands to emphasize specific theological aspects. In this southern Indian bronze sculpture, the hand that would have held the lotus is instead raised in the gesture of reassurance; the mace he once grasped has been lost over the years (Fig.4). Vishnu is shown with his wives, Shridevi (also known as Lakshmi) and Bhudevi, who personify good fortune and the earth, respectively. To fulfill his role as the guardian of the world and savior of humanity, Vishnu appears as a succession of heroic animals and semimortal saviors, called avatars, through which he intervenes in times of crisis or unrighteousness, and depictions of these avatars are among the most popular Hindu subjects. The most common list of Vishnu’s avatars in Hindu religious literature features ten incarnations, but there are slight variations in both number and identity

Fig.3. Shiva, Vishnu, and Brahma Adoring Kali

India, Himachal Pradesh, Basohli, circa 1740

Fig.4. The Hindu God Vishnu

India, Tamil Nadu, 13th century

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throughout India. For example, in eastern India, Buddha Shakyamuni, whose identification as an avatar is generally regarded as an attempt to assimilate Buddhists into Vaishnavism, is replaced by Krishna’s elder brother Balarama. In his initial three incarnations, Vishnu appeared as an animal. He first assumed the form of Matsya, the fish, to save Manu, the lawgiver and founder of humanity, along with the sacred Vedic texts from the great flood (the cataclysmic event recorded by several ancient cultures). Some avatars are depicted primarily in portrayals of the whole group. The four avatars discussed below—Varaha, Narasimha, Rama, and Krishna—are described in detail because of their importance and because they frequently appear in individual representations.Judging by his several extant monumental representations, the third avatar, Varaha, was apparently deemed to have special significance in ancient India. According to legend, when the demon Hiranyaksha kidnapped the earth and carried her to the depths of the cosmic ocean, Vishnu took the form of a boar, Varaha, to rescue her. He dove into the ocean, killed the demon with his tusks, and carried the earth, personified as a goddess, to safety (Fig.5). The tale of Narasimha, the fourth avatar, embodies the sectarian rivalry present in Hinduism from its earliest times and eventually expressed primarily through Vaishnavism and Shaivism. Vishnu appeared as Narasimha (literally, “man-lion”) to save Prahlada, a pious devotee, from Hiranyakashipu, his bigoted and cruel father, to whom Shiva had given a boon making him invulnerable to man or beast, unable to be killed indoors or outdoors, and unconquerable in day or night. To subvert the boon, Vishnu ingeniously assumed a form that was half-man and half-lion (neither man nor beast), and he attacked while his foe was standing on a porch (neither indoors nor outdoors) during the twilight hour (neither day nor night). Narasimha is typically depicted emerging from a porch pillar and disemboweling Hiranyakashipu (Fig.6).The life and valorous deeds of the seventh avatar, Rama, are narrated in the Ramayana (Adventures of Rama), an epic poem of twenty-four thousand elegant Sanskrit couplets. Its nucleus was likely composed by the sage Valmiki around 400 BC, but over the next six centuries numerous interpolations occurred, the first and last books were appended, and at least three major variant recensions evolved. In general, the ancient adventure tells the story of the valiant Prince Rama and his dutiful wife, Princess Sita. During Rama’s unjust, fourteen-year forest exile from his capital of Ayodhya (in present-day Uttar Pradesh), Sita was kidnapped by Ravana, the demon-king of Lanka (probably modern Sri Lanka). To attack Lanka and rescue Sita, Rama and his faithful half-brother Lakshmana assembled a mighty army of monkeys and bears led by Sugriva, the monkey-king, and Hanuman, his monkey-general. After several magical battles (Fig.7), the princess was freed and the happy couple triumphantly returned home to rule Ayodhya. But the people doubted that Sita had been faithful to Rama during her captivity, and she was forced to undergo a trial by fire to prove her purity. Rama and Sita epitomize the ideal ruler and the paragon of fidelity in traditional Indian

Fig.5. Varaha, the Boar Avatar of Vishnu

India, Uttar Pradesh, Mathura, 3rd century

Fig.6. Narasimha Disemboweling Hiranyakashipu

Folio from a Bhagavata PuranaIndia, Himachal Pradesh,

Nurpur, circa 1760-1770

Fig.7. Hanuman Carrying the Mountain of Medicinal

Herbs (left); Rama Battles Ravana (right)

Architectural Panel with Ramayana Scenes

India, Madhya Pradesh, 10th century

Fig.8. Rama on Horseback

India, Rajasthan, Raghugarh, 1750-1775

culture. In the original telling of the tale, Rama is portrayed as a heroic mortal, but in later versions he is elevated to divine status as an avatar of Vishnu (Fig.8). Krishna, the eighth avatar of Vishnu, is widely beloved as the Hindu god of devotion. The evolved religious conception of Krishna incorporates several distinct strata and a mixture of historical and mythological personalities, including his probable mortal life as a minor clan chieftain whose ethnic heritage is suggested by Krishna’s blue skin; his youthful exploits in pastoral Vrindavan that engendered Hinduism’s bhakti movement (worshipful devotion of a personal god, usually Krishna); his pivotal advisory role as Prince Arjuna’s cunning charioteer in the epic Mahabharata (Great Bharatas),[5] during which he offered his famous discourse on Hindu spiritual life in the poem known as the Bhagavad Gita (Song of God); and his lesser-known adult career as an ill-fated monarch who brought about the destruction of his people. Because Krishna’s early life as a flute-playing cow herder and prolific paramour was of such importance to the bhakti movement, themes of his childhood and adolescence compose the majority of his numerous portrayals in myth and image. Many legends and works of art depict the valor and protective nature of the god, but more often emphasized are his roles as an adorable, mischievous child and as an amorous youth dallying in the fields of rapture. Krishna’s life stories relate many romantic encounters in the Vrindavan forest with the local herdswomen (gopis), particularly his adulterous relationship with Radha, his principal consort and true love, and they are frequently portrayed interacting in various forms of love play (lila) (Fig.9).

Shiva

The Hindu god Shiva is a complex, multifaceted deity who assumes various forms to perform diverse functions or embody different philosophical principles. He is Dakshinamurti (“Lord Who Faces South”), the supreme teacher to humanity of music, grammar, and other intellectual pursuits; Kirata, the wild mountaineer, who fiercely hunts and drinks; the horrific Bhairava (“Frightful”), who haunts cemeteries and cremation grounds; and Nataraja (“Lord of Dance”), who is responsible for the destruction and re-creation of the universe at the end of each cosmic cycle of time (Fig.10). Shiva is also Mahayogi, the paramount practitioner of asceticism and yoga; conversely, he is an incomparable lover and devoted family man as well. Shiva gained his tremendous divine power (represented in physical form by an abstract columnar symbol called a linga) through ardent asceticism and yogic practices, and his body is white from the cremation ashes he applied during the performance of austerities. As the great yogi, Shiva has the ascetic’s crown of matted hair, often graced by cobras and his emblem of a crescent moon. His cosmic third eye emits the fire with which he periodically destroys the universe. He’s typically depicted with a tiger skin, serpent garlands, a drum, and a trident. (Fig.11).

Fig.9. The Reversal of RolesEpisodes from the Krishna Lila

Folio from a Sur Sagar India, Rajasthan, Mewar,

Udaipur, circa 1725

Fig.10. Shiva as the Lord of DanceIndia, Madhya

Pradesh, circa 800

Fig.11. Shiva and ParvatiIndia, Himachal Pradesh,

Sirmaur, 19th century

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Shiva as the Lord of Dance—particularly when he is performing the dance of furious bliss (ananda-tandava), seen in this southern Indian sculpture—is the most widely recognized artistic image in the vast visual repertoire of India (Fig.12). Its rich heritage of multilayered religious and political symbolism makes it one of the most potent images in all of South Asian art. First created in the sacred southern Indian temple town of Chidambaram around AD 900, the image originally signified Shiva’s role in the cosmic cycle as the Lord of Destruction in his ecstatic dance at the cremation ground. Later in the tenth and early eleventh centuries, the image was used as a leitmotif representing the geographic and political expansion of the renowned Chola dynasty (mid-ninth to the thirteenth century). Toward the end of the dynasty, the meaning of the image had evolved, and Shiva was portrayed more philosophically as the creator, preserver, and destroyer of the universe.[6] According to this later interpretation, Shiva dances the cosmos into existence while holding an hourglass-shaped drum in his upper right hand. The resonant sound of the drum establishes the rhythm of life. Completing the cycle of creation is the destruction of the cosmos, symbolized by an encircling ring of fire and a single flame in his upper left hand—distinctive features of bronze sculptures of Shiva performing the dance of furious bliss. This specific posture, which is principally associated with Shiva’s dance at Chidambaram, is only one of the god’s hundred and eight dance forms described in ancient Hindu texts on the performing arts such as the Natyashastra (Manual of dramatic arts), which was compiled between 200 BC and AD 200. Lalita (“lovely” or “charming”), another important dance form, is represented in the central Indian sculpture of Shiva mentioned previously (see Fig.10).Shiva is frequently portrayed with Parvati (also known as Uma), his wife and source of divine creative power. In sculpture, they are most often depicted in family portraits with their children, Ganesha and Karttikeya; Shiva’s bull mount, popularly called Nandi; and various attendants (Fig.13). Paintings from the Pahari region (the foothills of the Himalayas located mainly in the modern state of Himachal Pradesh) sometimes expand the composition and give it a narrative by showing Shiva’s family embarking on a divine pilgrimage from their Mount Kailash home, which they did every twelve years to oversee creation (Fig.14).

Ganesha

Perhaps the most beloved figure in all of Indian mythology is Ganesha, the elephant-headed son of Shiva and Parvati (Fig.15). He is known as the Lord of Obstacles because of his power to eliminate as well as create hindrances to one’s endeavors. To encourage the removal of obstacles, pious Hindus, as well as Jains and many Buddhists, make offerings to Ganesha at the beginning

Fig.12. Shiva as the Lord of Dance

India, Tamil Nadu, circa 1100

Fig.13. Umapati (Shiva, the Primeval Father God, and Uma,

the Great Mother Goddess)India, Uttar Pradesh, Deogarh

region, circa 750-800

Fig.14. Shiva’s Family on the March

India, Himachal Pradesh, Chamba, circa 1800

of any important undertaking or religious ceremony. He is also the leader of the ganas, a class of dwarf attendants devoted to Shiva, and it is from this role that he gets his primary names, Ganesha and Ganapati, both of which mean the Lord of the Ganas. His affiliation with the ganas and his corpulent physique likely reveal his pre-Hindu origins as a nature spirit (yaksha).The mythological basis for Ganesha’s distinctive form -the head of an elephant and the body of a potbellied boy- is described in numerous religious texts, especially the Puranas (Ancient stories), which were compiled variously between 300 and 1600. According to one legend, Parvati, without Shiva’s knowledge, created Ganesha to guard her while Shiva was away. When Shiva returned and demanded access to Parvati’s chamber, Ganesha, not recognizing his father, blocked his path. Angry, and unaware that the boy was his son, Shiva shot flames from his third eye, cutting off Ganesha’s head and sending it spinning into the heavens. Parvati was inconsolable. Shiva vowed to replace Ganesha’s head, and he searched the entire universe for it, to no avail. Finally, he found a baby elephant that had sinned by sleeping with its head pointed to the north, an inauspicious direction; he cut off the head and returned home with it, restoring Ganesha to life. Ganesha’s big belly signifies his love of sweets, particularly sweetmeats, which he often holds on a plate in one of his many hands. Sometimes he holds part of his own tusk. One myth says that Ganesha broke his tusk and threw it at the moon after the moon ridiculed him for falling off his mount and bursting open his overstuffed belly. Other myths say the tusk was lost in various battles, or that Ganesha used it as a stylus when he transcribed the Mahabharata for the poet Vyasa. In addition to sweetmeats, Ganesha is especially fond of mangoes. In a spirited representation in bronze, the rotund god is shown dancing nimbly while holding mangoes in his upper left hand and a sweetmeat in his lower left hand (Fig.16).

Devi, the Great Goddess

Unlike male Hindu divinities, which are regarded as complex individual deities, Hindu goddesses are generally considered to be alternate manifestations of a single primal transcendental goddess, Devi (“Great Goddess”), who reveals herself in various guises to fulfill different purposes. Hindu goddesses can be associated with aspects of physical reality or matter (prakriti), or they can be identified with the feminine principal of divine creative power (shakti). They may embody ideals such as compassion, faith, and devotional love, with their interaction with male deities typifying Hindu thought on relationships and gender roles. Some Hindu goddesses have their origin in ancient nature or fertility cults, reflecting the absorption of these more primitive cults into the higher religion of Hinduism.

Fig.15. Dancing GaneshaIndia, Madhya Pradesh,

11th century

Fig.16. Dancing Ganesha, Lord of ObstaclesIndia, Karnataka, 16th-17th century

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Parvati and Lakshmi are the primary goddesses epitomizing fertility, motherhood, and nurturance. Parvati is also associated with asceticism and spirituality (Fig.17), whereas Lakshmi is chiefly involved with everyday life and fostering prosperity and beauty. The powerful goddesses Durga and Kali represent the fierce, protective aspects of the divine female. Durga (“Unconquerable One”) is the invincible goddess of the battlefield, and she plays a vital role in the eternal struggle between order and chaos. Kali, whose name can be interpreted as either “Black One” or “Power of Time”, is a terrifying manifestation of Durga, embodying her divine wrath, and portrayals of her incorporate horrific imagery. She wears garlands of skulls and snakes, her tongue drips blood, and she is often shown sitting on corpses in the cremation ground (see Fig.3).Durga is one of the most widely worshipped deities of Hinduism, especially among the warrior classes. Although she can assume many guises, the most popular, and the form most often encountered in art, is that of the slayer of Mahisha, the buffalo demon (Fig.18). When the gods were unable to conquer the powerful Mahisha, Durga was created from the energy of their combined anger to fight for them. Each god gave her a portion of his powers, and she carries their various weapons in her multiple arms, including the discus of Vishnu, the trident of Shiva, and the spear of Karttikeya. After vanquishing Mahisha, Durga also defeated his demon allies, Shumba and Nishumba. Durga’s many triumphal battles to preserve world order are exalted in the fifth- or sixth-century text Devimahatmya (Glory of the goddess). The myth of Durga’s slaying of the buffalo demon may be interpreted primarily in sectarian terms, as proclaiming the powers of the goddess over those of the gods; anthropologically, however, it may also represent the assimilation into mainstream Hinduism of a totemistic buffalo cult. Variances in the artistic depictions of the myth may also reveal additional layers of interpretation and inherent cultural symbolism. For example, in the ninth-century sculpture from Rajasthan (see Fig.18), the emphasis is on the act of slaying the buffalo demon. The medium (that is, the stone) is subservient to the image’s religious meaning, and its spiritual intensity is conveyed through its powerfully stark forms and relative lack of surface embellishment. In contrast, in an ornate thirteenth-century work from Karnataka (Fig.19), the medium is the message. The sculpture’s lavish ornamentation and richness of detail aptly convey the spiritual glory of the triumphant goddess.

Fig.17. Parvati Worshipping Shiva

India, Madhya Pradesh, Datia, 1750-1800

Fig.18. Durga Slaying the Buffalo DemonIndia, Rajasthan,

Kota region, Atru (?), circa 850-900

Fig.19. Durga Slaying the Buffalo DemonIndia, Karnataka,

13th century

Buddhism

Buddhism was founded in the late fifth century BC by Siddhartha Gautama, a prince in a small kingdom in Nepal who is better known by his later honorific epithet, the Buddha (“The Enlightened One”). After an astrologer predicted his future vocation as either a great ruler or a spiritual leader, the young Siddhartha was sequestered by his father to prevent him from seeing the true nature of life outside their idyllic palace and abandoning his royal duties. Siddhartha became disillusioned with life in the palace, and during his travels in the outside world he witnessed the Four Noble Events—a sick man, an old man, a dead man, and a holy man. He then postulated the Four Noble Truths: that life involves suffering, that suffering is caused by desire, that suffering ceases when desire ceases, and that the way to end suffering is to follow the Noble Eightfold Path of right views, right aspirations, right speech, right conduct, right livelihood, right effort, right mindfulness, and right meditation. After meditating under the Bodhi tree at Bodh Gaya in eastern India and achieving Enlightenment, the Buddha spent the rest of his long life traveling and teaching others his path to salvation and nirvana (release from the cycle of reincarnation). His followers formalized his teachings, and three distinct types of Buddhism were eventually established: Theravada (“Way of the Elders”), which emphasizes personal diligence; Mahayana (“Great Vehicle”), which stresses praying to bodhisattvas, saviors whose essence is compassion; and Vajrayana (“Diamond Vehicle”), an esoteric form that prescribes transformative meditations and rituals, known only to its initiates, as an accelerated means to attain Enlightenment. The classic image of the Buddha depicts him wearing a monastic robe and seated in a meditative posture with his legs folded in what is called the half-lotus position. His expression is serene, and his eyes are partially closed to convey his transcendent insight and detachment from the world around him. The cranial protrusion (ushnisha) on top of his head is symbolic of his tremendous knowledge, and the small mole (urna) in the center of his forehead signifies his spiritual wisdom. The Buddha’s hands can be shown in various positions that refer to important incidents and activities in his life. Chief among these gestures are preaching, in which the hands appear to be turning the dharmachakra (“wheel of the Buddhist law”); meditating, with both hands placed on his lap, palms facing upward; and “Calling the Earth to Witness,” where the right hand reaches toward the ground, palm inward. The last gesture, represented in this eastern Indian sculpture (Fig.20), demonstrates the Buddha’s worthiness to achieve Enlightenment.

Fig.20. Buddha Shakyamuni

India, Bihar, Gaya District, circa 850

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Jainism

Jainism, which has been practiced continuously since at least the sixth century BC, has remained largely unknown outside India because, unlike Hinduism and Buddhism, it did not spread internationally as an organized religion. Nevertheless, it has long been admired as the world’s most peaceful religion for its strict adherence to nonviolence (ahimsa), which has inspired figures as diverse as Alexander the Great and Mahatma Gandhi (and, through him, Dr. Martin Luther King Jr.). The tenet of nonviolence has had significant consequences for members of the Jain laity, as it limits their acceptable occupations. Historically, Jains were most often textile and jewelry merchants, and this also enabled them to become munificent patrons of ornate temples and extensive religious libraries. The twenty-four Enlightened Jinas (“Victors”) are also called Tirthankaras (“Makers of the Ford”) because they are believed to have crossed the gulf between the phenomenal world and ultimate liberation; they serve as deified teachers and role models to the faithful. The last Jina, Vardhamana (later called by the epithet Mahavira, or “Great Hero”), lived in eastern India from around 599 to 527 BC and was an elder contemporary of the historical Buddha. Like his younger and more famous peer, Mahavira renounced the dominant Vedic religion because of its caste system and elaborate sacrificial rituals requiring the killing of animals. While Mahavira and the Buddha both viewed asceticism and meditation as the means of liberation from the suffering of existence, the path of the former is much more austere and rigorous. Over time, differing interpretations of the original Jain teachings evolved and the religion split into two main sects: the stricter, more traditional Digambara (“Sky-Clad,” or naked), which views all possessions, including clothing, as distracting attachments to the material world; and the Shvetambara (“White-Clad”), which permits a limited use of clothing and follows slightly more liberal strictures. Images of the Jain saviors, like images of the Buddha, represent a pan-Asian ideal of a spiritually advanced individual seated in a meditative posture. They also share certain distinctive bodily traits such as the cranial protrusion, symbolizing immense wisdom, and the elongated earlobes, signifying their renunciation of the mundane world (by the casting off of their heavy gold earrings). Images of Jinas made in northern and western India are often graced with an auspicious chest jewel or marking, called the shrivatsa (“beloved of fortune”), and this is a convenient way to distinguish them from images of the Buddha, which they resemble. This representation of the first Jina, called Rishabhanatha or Adinatha, is identifiable by his long hair and by the emblematic bull depicted on the base of the sculpture (Fig.21); the presence of the lower garment indicates that the sculpture was commissioned by the Shvetambara sect. When they are worshipped

Fig.21. Jina Rishabhanatha (Adinatha)

India, Gujarat, Vadodara (Baroda), 1612 (?)

in a temple, Jina images of this sect are typically adorned with bejeweled golden crowns and opulent fabrics. Here, the artist presumably confined the figure’s curled hair to a narrow strip above his forehead so that a crown would fit properly.

The Infinite Panoply of Creation

A rich conglomeration of creatures inhabits the realms of Indian cosmology beyond the divine realm of gods and goddesses. They encompass the entire spectrum of the natural world and the Indian imagination: real and fantastic, human and animal, vegetal and floral, alive and dead. Each entity not only exists in its own particular domain but also interacts with other cosmic denizens who can travel between realms or exist simultaneously in multiple realms. In art, the legendary deeds of the immortal gods and mortal heroes are the primary subject matter, while the demigods and demons generally play supporting roles and serve as the necessary counterforces in the cosmic balancing act between order and chaos. When an animal is represented individually, it is usually for conceptual purposes, such as honoring an admired behavioral trait or illustrating a particular species, or because the image is part of a series or group. The major exceptions to this are portrayals of divine animals, particularly the monkey-general Hanuman and Vishnu’s mount Garuda (represented in art as a great bird or as half-avian, half-man), and the Jatakas, allegorical tales of the Buddha’s past lives involving noble animals, probably first compiled around the fourth century BC. The demigods of Indian mythology are, generally, protective nature and fertility spirits associated with the earth (yakshas and ganas), or they are supernatural celestial divinities. The latter include apsarasas, or nymphs, often shown dancing or standing in lascivious and contorted poses (Fig.22); gandharvas, or musicians, frequently represented with animal heads and human bodies (Fig.23); vidyadharas, or “wisdom-bearers,” depicted as flying pairs of females, or males and females, who carry garlands in honor of great deeds and miracles; and kinnaras/kinnaris (literally, “what [sort of] man/woman”), which in early Indian art and literature were half-human, half-horse creatures, but in later traditions and in Southeast Asia were conceived of as half-human, half-bird. Collectively, the demigods represent an extremely early stratum of pan-Indian mythology and culture. Although some are still worshipped independently as popular village deities, they were generally assimilated en masse into the later, higher religions to broaden their appeal and attract converts.

Fig.22. Celestial NymphIndia, Rajasthan, circa 1450

Fig.23. Lute PlayerFrom a group of Five Celestial Musicians

Pakistan, Swat Valley, Gandhara region, 4th-5th century

Fig.24. Lakshmana at Ravana’s Court

Folio from a RamayanaIndia, Himachal Pradesh,

Guler, circa 1850

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Demons are represented in Indian art as identifiable personages or as generic hordes of monstrous warriors. When portrayed individually, they are usually sovereigns of various cosmic realms and earthly kingdoms or powerful guardians of treasures or thresholds that demarcate sacred or privileged spaces. Ravana, the ten-headed king of Lanka and the antagonist of the Ramayana, is perhaps the best-known demon of Indian mythology (Fig.24). His fatal flaw was arrogance, and some northern Indian paintings cleverly symbolize this by depicting him with an additional head, that of a braying jackass. In artistic representations of the human realm, the protagonists tend to be archetypal rulers, who uphold virtue and preserve order by triumphing over the forces of chaos, and who are frequently shown engaging in princely pleasures and pursuits such as hunting (Fig.25); religious ascetics, who conquer the temptations of the spirit or flesh and gain magical powers (Fig.26); and idealized images of figural types that either epitomize feminine beauty or typify the plethora of life’s activities and occupations (Fig.27). Although it is commonly assumed that portraiture did not exist in Indian art until the sixteenth- and early-seventeenth-century court paintings of the Indo-Muslim Mughal emperors, portraits were in fact executed in South Asia as early as the Indus Valley Civilization, in the third millennium BC. Rather than being the realistic or individualistic portrayals that are typical of the European tradition, pre-Mughal Indian portraits were generally idealized, typological, or symbolic. Prominent examples include the royal portraits in sculpture and on Indo-Greek coins during the Kushan dynasty (first to the third century), and the idealized royalty and temple patrons appearing in southern Indian sculpture during the Pallava and Chola dynasties (seventh to the twelfth century). Animals have been represented in Indian art since the prehistoric period and in the earliest extant images of the Indus Valley Civilization. Bulls in particular were frequently depicted, both in relief and as freestanding figurines. Along with the bull, the elephant, horse, and lion formed an emblematic quartet whose regal power and majesty were appropriated by the great Emperor Ashoka Maurya (reigned c. 272–c. 231 BC) for the capitals of numerous monolithic stone pillars erected across South Asia. These pillars were imbued with multiple layers of symbolism. They were representative of the cosmological axis mundi, and their erection made manifest the correlation of divine authority with Ashoka’s earthly kingship. The pacific Buddhist edicts often inscribed on them were instrumental in helping to promote and spread Buddhism. The buffalo was also accorded great reverence and, along with the four animals mentioned above, was originally worshipped in a totemistic cult and later glorified in religious lore, literature, and art. The cow has long been revered in India as well. With the increased popularity of Krishna, who was a cow herder in his bucolic youth, the animal became directly associated with the major

Fig.25. Maharao Ram Singh II of Kota

Hunting with Maharao Ram Singh of Bundi

India, Rajasthan, Kota, circa 1880

Fig.26. The Maharishi (Great Sage) Agastya

India, Bihar, Lakhi Sarai, 12th century

Fig.27. Railing Pillar with Woman and OnlookersIndia, Uttar Pradesh,

Mathura, circa 50-25 B.C.

devotional movement of Hinduism (Fig.28). Of all the animals, however, serpents may have been venerated with the most fervor. Believed to rule the underworld and to be graced with supernatural powers, they were not only propitiated and portrayed as protective entities but also received offerings from women to enhance fertility (Fig.29). These and various other animals also serve as the signature mounts or vehicles for Hindu and Buddhist deities and as identifying symbols for the Jain teachers.Ultimately, despite its myriad forms and interwoven complexity, the world of Indian art is but a meager reflection of the infinite wonder it embodies. As Krishna famously proclaims to Prince Arjuna in the Bhagavad Gita, when he reveals his all-encompassing Cosmic Form (called Vishvarupa) as the source of all creation:

Behold my hundreds and thousands of shapes, of many kinds, divine, in manifold colors and figures [...] Behold the entire universe with standing and moving creatures centered here in this body of mine-and whatever else you desire to see.[7]

Footnotes

1. Octavio Paz, Vislumbres de la India (Barcelona: Editorial Seix-Barral, 1995 [2009]), 18.

2. H. H. Wilson, trans., Rig-Veda Sanhita: A Collection of Ancient Hindu Hymns of the Rig-Veda, ed. W. F. Webster (1888; repr., New Delhi: Cosmo Publications, 1977), 350–51, 353.

3. R. F. Gombrich, “Ancient Indian Cosmology,” in Ancient Cosmologies, ed. Carmen Blacker and Michael Loewe (London: George Allen & Unwin, 1975), 119.

4. For example, see Pratapaditya Pal et al., The Peaceful Liberators: Jain Art from India (New York: Thames and Hudson; Los Angeles: Los Angeles County Museum of Art, 1994), 220–23, cat. nos. 97, 98 a & b, 231–35, cat. nos. 103 a & b, 104.

5. The Mahabharata, featuring approximately one hundred thousand Sanskrit prose verses, is one of the great classics of the ancient world. Modern textual scholars believe its core was likely compiled between 400 BC and AD 400. The epic is organized into eighteen books, with the first and latter books believed to be subsequent additions, along with a much later appendix known as the Harivamsha (Lineage of Vishnu). The Mahabharata’s main story line narrates the events preceding, and major battles of, a fierce war fought at Kurukshetra (in the modern Indian state of Haryana) between the rival Kauravas and Pandavas, two sibling clans of the Bharata dynasty, as they vied for control of their kingdom and much of northern India.

6. Padma Kaimal, “Shiva Nataraja: Shifting Meanings of an Icon,” The Art Bulletin 81:3 (1999): 390–419.

7. J. A. B. van Buitenen, trans. and ed., The “Bhagavadgita” in the “Mahabharata” (Chicago: University of Chicago Press, 1981), 113.

Fig.28. Cow and CalfIndia, Uttar Pradesh,

late 7th century

Fig.29. Serpent DeitiesIndia, Karnataka, 9th century

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María José Mora FriedlAcadémica

Licenciada en Historia y Periodista Universidad Gabriela Mistral, Máster Europeo en Ciencias de las Religiones Universidad Complutense de Madrid.

El Hinduismo se llamaría a sí mismo, si tuviese que darse un nombre: Sanatana dharma, esto es, el orden perenne, religión eterna, el orden que permanece y que subyace a toda ordenación.

Raimon Panikkar

Sonidos coloridos, formas misteriosas, cultos peregrinos, destellos indescifrables, sombras reveladoras. Fuego, incienso, palmas abiertas, cantos, agua, polvo bermellón, bailes, flores. Un mundo de esplendorosos contrastes. Eso es la India.Un subcontinente, una población de casi 1.200 millones de habitantes, que se calcula en los próximos veinte años podría superar la población de China. La India está en las puertas de este siglo XXI con un desarrollo económico emergente que se ha convertido en un atractivo fascinante para las inversiones occidentales. Sin embargo, ese rostro de un país en vías de desarrollo, marcado por los avances farmacéuticos, los adelantos en el área espacial, de progresos imparables en el mercado cinematográfico y vanguardia en el área computacional y tecnológica, son sólo una de las tantas caras de la India, en donde los logros económicos y tecnológicos se pierden en los embriagantes matices de una cultura y tradiciones milenarias que la mirada occidental no logra compaginar con sus variados “avances”.Y es que lo que hace fascinante a la India, es precisamente el contraste. El choque entre una modernidad que unos pocos están descubriendo, frente a la tradición que permea la realidad toda y de todos. Aquello que llamamos tradición, es más bien aquello que para muchos, define la India, la retrata y la explica. Es esa mezcla de colores y sensaciones, de imágenes religiosas que forman parte de un todo integrador y envolvente. El hinduismo, pareciera ser a ojos de occidente, una noción universal que intenta encerrar en ámbitos mensurables, lo que la India es. Sin embargo, las percepciones occidentales son –generalmente- muy superficiales, incompletas, y ajenas a la profunda y a la vez maravillosa complejidad de la India.El hinduismo es una fuente que acoge en sí misma, como una gran matriz, a todas las religiones, espiritualidades o manifestaciones religiosas de la India. Un todo que en palabras del sabio Raimon Panikkar, no tiene definición, no es una doctrina, ni una idea, ni un rito, que busca la Verdad, pero con el cuidado de que las verdades parciales no destruyan “La Verdad”. Es decir, una amplia

Sundaram, Sanãtana Dharmabelleza, el orden perenne

llanura que contiene todos los caminos que están en la búsqueda de la única verdad trascendente. Eso explica, en parte, la heterogeneidad de corrientes, escuelas, ritos, maestros y deidades que encontramos en el hinduismo.Es un abanico multicolor, en el que todos los matices tienen cabida, en donde cada nuevo maestro espiritual será integrado como una manifestación más de la divinidad en una nueva potencialidad infinita del impulso de la creación.El hinduismo es una realidad que no se define por su esencia, como hace la lógica del pensamiento occidental, sino precisamente por lo contrario, por ser la manifestación de lo general, aquello que lo integra y explica todo. Es probablemente esa mirada amplia e integradora, tolerante y heterogénea lo que más fascina al occidental, acostumbrado a la definición, a la segregación de los conceptos e ideas que definen opuestos y marcan diferencias. En la espiritualidad de la India nada es segregado por ser diferente, porque precisamente en la diferencia está la infinita posibilidad de manifestación de lo sagrado, y con ello las misteriosas posibilidades de la belleza. Múltiples rostros de luz que reflejan en un todo, las más profundas concepciones de lo que verdad, felicidad y belleza son para la India.La historia de la India tiene sus comienzos en los afluentes del río Indo, nombre que significa precisamente “río” y que a su vez le da nombre a la península y a la nación. Actualmente el río Indo cruza Pakistán, país creado junto con la India en el año 1947. Sin embargo, será en los bordes costeros de este río en los que, alrededor del año 2500 a.C., surgen los primeros asentamientos humanos que llegarán a cristalizarse en extraordinarias civilizaciones de las cuales aún nos queda muchísimo por desentrañar. Ejemplos fantásticos son Harappa y Mohenjo Daro, dos sitios descubiertos en el impulso arqueológico de comienzos del siglo XIX, que revelan ciudades dotadas de planos urbanos de exquisita complejidad, terrazas, desagües subterráneos y edificios que nos hablan de una sociedad desarrollada y muy bien organizada. Pequeños sellos en esteatita con dibujos zoomórficos y enigmáticas inscripciones, que suponemos pudo ser un primitivo intento de escritura, que los expertos aún no han podido descifrar, nos tienen a la espera de nuevas y fascinantes revelaciones sobre estas, las primeras civilizaciones del Valle del Indo. Aún así, las diosas madres, las pinturas y la delicadeza de su arte nos dejan a las puertas de una sociedad misteriosa y fascinante que seguro tiene todavía mucho que revelarnos.Alrededor de 1600 a.C., fecha todavía discutida por los expertos, aparece en el horizonte noroccidental del Indo, la migración del mundo ario que traería nuevos impulsos al latir civilizador de la India septentrional. Tribus guerreras, pero con una compleja estructuración social, organizada en grupos perfectamente jerarquizados y definidos. Hoy día podemos aventurarnos a través de los estudios de las ciencias de las religiones, a distinguir claras características de lo que podríamos llamar un religión aria o indoeuropea madre, la que con el paso del tiempo se fue

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transmitiendo y a la vez degenerando en las distintas religiones y culturas de origen indoeuropeo o ario que la suceden, como la griega, romana, germana, celta, persa o india, entre otras.Los rasgos religiosos y culturales de los arios se encontraron con aportes interesantes de las culturas locales u originarias, generando mezclas riquísimas, con matices diferentes y únicos, que nos siguen hablando de la infinita capacidad humana de buscar lo divino y con ello, la belleza.Es, precisamente, en el encuentro de estos dos mundos, los arios y los pueblos locales, llamados dasas por sus conquistadores indoeuropeos, que quiere decir, “oscuros de piel”, en donde los rasgos típicamente patriarcales, las jerarquías sociales, y un fuerte y aguerrido panteón de dioses de los arios, se fusionan con los rasgos de estas sociedades originarias, al parecer profundamente religiosas también, en donde la deidad femenina, la regeneración evolutiva y la introspección meditativa tienen un rol especial, forjando características únicas que enriquecerán desde lo más profundo de los tiempos la multiplicidad colorida del hinduismo naciente. Ese hinduismo que poco a poco lo irá infiltrando todo, como las aguas de los monzones en tiempos de lluvia, que tanto han marcado la vida de la India también, irá convirtiéndose en un marco contextual integrador que define lenta, pero profundamente la conformación social de la India.La transmisión y preparación de los cultos sagrados de los arios se protege como un tesoro, al cual sólo unos pocos tienen acceso. Los “oscuros de piel” o dasas no pueden recibir la sruti, la revelación sagrada, porque no están preparados para comprender el misterio que ella trasunta, el “Orden Perenne” del cual ella es poseedora y a la vez guardiana. Las distancias sociales entre los conquistadores y conquistados comienzan a ahondarse precisamente en términos religiosos. Los Vedas, libros sagrados del hinduismo, compilan en cuatro grandes textos, además de las hazañas de los conquistadores, la forma sutil en la que las costumbres locales se fueron arraigando en el complejo mundo de los dioses y los hombres, creando así un panteón védico con interesantes aportes de las culturas originarias, en donde las viriles figuras de los dioses dejaron cabida a la mística y suave belleza del yoga y la meditación. Los rituales hindúes son, precisamente, un ensamblaje perfecto de esas dos caras de lo divino en la India, que los Vedas reflejan tan claramente, en donde el actuar del hombre tiene como fondo, la marca aún indeleble de las castas.Abolidas legalmente en la constitución de 1947, que dio origen al estado de la India, siguen siendo hoy en día la columna vertebral que define las relaciones sociales del país sobre todo en las zonas rurales y conservadoras, donde son como un latir oculto, pero palmariamente perceptibles. Las castas, en el caso de la India, no son grupos definidos por términos raciales, políticos o de poder adquisitivo, sino exclusivamente religiosos. Están divididas en cuatro grandes grupos: Los Brahamanes, la casta de los

sacerdotes cuyo deber es estudiar y enseñar los Vedas, libros sagrados del hinduismo, los Kshatryas, nobles, rajás y príncipes con antiguas funciones militares, los Vaysias, mercaderes y agricultores y los Shudras, la casta de los vasallos, que como los pies en el cuerpo humano, permiten y sostienen las partes vitales que constituyen el cuerpo de la sociedad hindú.El armazón que soporta esta concepción social, son tres conceptos fundamentales: dharma, kharma y reencarnación. Sin ellos, cualquier aproximación al espíritu de la India, serán intentos pueriles, ya que no sólo son la piedra angular que sustenta la complicada red de relaciones y estructuras sociales que mueven la nación, sino que esclarece el sentido profundo del latir universal, cimiento del hinduismo y de todo orden existencial.Como bien nos introduce Panikkar en las primeras líneas de este artículo, el dharma es lo que verdaderamente explica el hinduismo. Lo que subyace a toda ordenación, o mejor dicho, “el hinduismo es simplemente, dharma”. Esta palabra tiene su origen en una raíz sánscrita que significa coger, sostener o aguantar, es decir, el dharma es el “Orden Cósmico”, el orden eterno que sostiene el universo, la armonía, el deber ser de cada criatura en ese orden integral del universo. Es ese dharma el que da lugar a cada ser en el mundo y a su vez, cada ser tiene el deber de encaminarse hacia la correcta búsqueda y realización de su propio dharma. Una enunciación más occidental lo define como “correcta aceptación de los deberes”, pero es simplificar el concepto, ya que es importante aclarar que es una aceptación de deberes que no es impuesta por nadie, ni por ninguna entidad política, social, religiosa o humana, sino por uno mismo. Eso nos lleva por la corriente del sentido místico del hinduismo a desembocar en el kharma, esa ley de causa efecto en la que no existe el azar, en donde todas las acciones quedan impresas a fuego en el suave y delicado tapiz de la naturaleza y el universo, sean buenas o malas, todas las acciones de un individuo que definirán el devenir de sus vidas en el acontecer cósmico de los tiempos. Son esas acciones las que sumarán positiva o negativamente en la balanza universal que define la próxima reencarnación, la que estará determinada por aquellas acciones libres y voluntarias y que irán dibujando los premios o castigos que el individuo ha de merecer, los que se concretan, en parte, en la hora del alumbramiento, en la casta en la que le ha correspondido nacer. Cada uno ha nacido en la casta que le corresponde según su propio accionar en las vidas pasadas, por tanto no existe el determinismo, sino la absoluta libertad de elegir, de acuerdo a la casta en la que le ha correspondido nacer, cómo aceptar su dharma y buscar las formas y posibilidades de encontrarlo para ejercer su verdadero rol en el orden cósmico del universo con la ayuda de la observación del kharma positivo o negativo, pistas que le indican hacia donde avanzar.Como en la rueda del Samsara, el ciclo de las reencarnaciones, estos tres conceptos son el soporte espiritual que da respuesta a todas las inquietudes

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de los hindúes, que clarifica los sinsentidos y ordena, como en un ritual, las energías y fuerzas de la naturaleza. No hay castigos inmerecidos ni premios injustificados, decía Buda.La divinidad, comienzo y fin, esencia contenedora e indefinible, tiene múltiples rostros, millones de manifestaciones, infinitas posibilidades de ser. Esa es la clave del hinduismo, la integración de todos los caminos que busquen llegar a la divinidad, que no es otra cosa que la Verdad, con mayúscula, la suprema Belleza y la absoluta Bondad. Por eso el hinduismo tiene tantos matices, tantas escuelas, tantos colores, tantas búsquedas. Cada una de ellas es un intento por llegar a lo divino, a lo trascendente, que está en cada instancia de la creación, pero está también en lo más profundo de cada ser. En cada camino, lo divino se manifiesta con una belleza oculta, profunda, solemne, completa, cuyo descubrimiento y comprensión depende absolutamente de la libertad humana. Sundaram, significa belleza. Esa belleza que trasluce cada intento humano conciente por llegar a la comprensión de lo absoluto, del todo, del infinito. De abrazarla y fundirse con ella y en ella. Que no tiene límites racionales, porque no es un concepto intelectual, sino absolutamente espiritual, sensorial, es probablemente esa la razón que explica porqué a los occidentales nos cuesta tanto la comprensión de la India y su cultura. Acostumbrados a las definiciones intelectuales que adecuan el “intelecto a la cosa”, olvidamos que la experiencia de lo divino no tiene exclusivamente expresiones racionales, sino más bien espirituales.Esta muestra es un maravilloso recorrido por esos caminos, escuelas, intentos y búsquedas que llevan a la experiencia de lo absoluto, una experiencia que aspira en parte a ser la gran reveladora de un sentido de observar la realidad con otros ojos, donde la belleza es una joya a veces oculta tras formas agresivas, impetuosas y amenazantes o un diamante evidente, donde las líneas, formas y colores nos seducen y de alguna misteriosa forma nos conectan con una emoción interior. Para los hindúes eso, no es otra cosa que una forma de experimentarse, de conocerse, de comprenderse. Ese es el primer paso para llegar a fundirse con lo divino, con el orden perenne y eterno del universo. El Universo de la India.

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María José Mora FriedlAcademician

Bachelor of History and Journalist, Gabriela Mistral University,European Master in Religious Sciences, Universidad Complutense de Madrid.

If it were to give itself a name, Hinduism would be called Sanatana Dharma, that is, perennial order, eternal religion, the order that remains and which underlies any type of organization.

Raimon Panikkar

Colorful sounds, mysterious forms, traveling cults, indecipherable flashes, revealing shadows. Fire, incense, open palms, hymns, water, vermilion powder, dances, flowers. A world of magnificent contrasts. That is India.A sub-continent, a population of nearly 1,200 million, estimated to exceed the population of China in the next 20 years. India is at the doors of the 21st century with an emerging economic development that has become a fascinating investment attraction for the Western world. However, the face of a developing country marked by pharmaceutical advances, breakthroughs in space technology, unstoppable developments in the movie business and innovation in computer and technology, is just one of the many faces of India, where economic and technological achievements hide behind the heady nuances of a millenarian culture and its traditions, which the Western world finds hard to align with its many “advances”.And that is precisely what makes India so fascinating: its contrast. The clash between the modernity that some are discovering and the tradition that permeates everyone’s reality and all of reality. That which we call tradition is rather something that for many people defines, depicts and explains India. This mix of colors, sensations and religious images is part of an inclusive and engaging whole. Hinduism, as seen by Western eyes, seems to be a universal concept that attempts to capture in measurable terms what India is. However, Western perceptions tend to be very superficial, incomplete and disconnected from the deep and wonderful complexity of India.Hinduism is a fountain that welcomes, as a loving parent, all religions, spiritualities and religious practices in India. A whole that –according to Raimon Panikkar– has no definition, is not a doctrine, not an idea, and not a rite, which seeks the Truth while avoiding that partial truths destroy “The Truth.” That is, a broad field that contains all paths that look for the one transcendent truth. That explains –at least in part– the heterogeneity of movements, schools, rituals, teachers and deities found in Hinduism.

Sundaram, Sanãtana Dharma beauty, perennial order

It is a colorful array in which all shades have a place, where every new spiritual teacher will be integrated as another expression of divinity in a new infinite potential of the driving force of creation.Hinduism is a reality not defined by its essence; unlike the logic of Western thought, it is defined by being the expression of the general, that which integrates and explains everything. It is probably that view –broad, inclusive, diverse and tolerant– that most fascinates the Western world, accustomed to the definition and segregation of the concepts and ideas that define opposites and that point out differences. In the spirituality of India nothing is segregated for being different, because the difference is precisely the infinite possibility of expressing the sacred, and thus the mysterious possibilities of beauty. Multiple faces of light reflected in a whole, the most profound conceptions of what truth, happiness and beauty are for India.The history of India begins in the mouth of a river named Indus, a name that literally means “river” and that in turn gives its name to the peninsula and the nation. The Indus River currently crosses Pakistan, created together with India in 1947. The coastal edges of the river would witness –around year 2500 BC– the first human settlements that would become extraordinary civilizations of which we still have much to discover. Fantastic examples are Harappa and Mohenjo Daro, two sites discovered in the archaeological momentum during the early nineteenth century, which reveal cities of exquisite complexity, terraces, underground drains and buildings that speak of a developed and very well organized society. Small steatite seals with zoomorphic drawings and enigmatic inscriptions, which we assume might be a primitive attempt at writing and which have not yet been deciphered by experts, keep us waiting for new and fascinating insights on the first civilizations of the Indus Valley. Still, the mother goddesses, the paintings and the delicacy of its art open the gates to a mysterious and fascinating society that is sure to bring many more revelations.Around 1600 BC (date still being discussed by experts), the migration of the Aryan world appears on the northwestern horizon of the Indus, a presence that would bring new beats to the heart of the civilization of northern India. Warlike tribes, but with a complex social structure, organized in hierarchical and well defined groups. Today, we venture through the scientific studies of religions to distinguish clear characteristics of what we might call a mother Aryan or Indo-European religion that, with the passage of time, was passed on and degenerated in different subsequent Aryan or Indo-European religions and cultures, like the Greek, Roman, Germanic, Celtic, Persian or Indian, among others.Religious and cultural traits of the Aryans met interesting contributions of local or indigenous cultures, creating very rich and unique blends with different nuances that keep telling us about the endless human capacity to seek the divine and, with it, beauty.

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It is precisely at the crossing of these two worlds, the Aryans and the local people, called “Dasas” by Indo-European conquerors, which means “dark skinned”, where the typically patriarchal features, social hierarchies and a strong and brave pantheon of gods of the Aryans fused with the features of these indigenous societies –apparently deeply religious too–, where the female deity, the evolutionary regeneration and meditative introspection have a special role, forging unique features that will enhance the multiple colors of nascent Hinduism from the depths of time. That Hinduism that will slowly infiltrate it all, as the waters of the monsoon in the rainy season, and which has also carved deep in the life of India, will become an integrative contextual framework that slowly but profoundly defines the social shaping of India.The transmission and preparation of the sacred rites of the Aryans is protected as a treasure, to which very few have access. The “dark skinned” or dasas cannot receive the sruti, the sacred revelation, because they are not prepared to understand the mystery that it holds: the “Perennial Order”, which it possesses and protects. The social distance between the conquerors and the conquered begin to deepen precisely in terms of religion. The Vedas, sacred books of Hinduism, compile in four large texts not only the exploits of the conquerors, but also the subtle way in which local customs began to root deeply in the complex world of gods and men, thus creating a Vedic pantheon with interesting contributions of indigenous cultures, where the manly figures of the gods left room for the mystical and gentle beauty of yoga and meditation. Hindu rituals are precisely a perfect fit of the two faces of the divine in India, which the Vedas so clearly reflect, where the acts of men have the indelible background of the castes.Legally abolished the 1947 constitution, which established the state of India, they still remain the backbone that defines social relations in the country, especially in rural and conservative areas, where they subtly hidden but clearly perceptible. Castes, in the case of India, are not groups defined by race, politics or purchasing power, but purely by religion. They are divided into four main groups: the Brahmins, the caste of priests whose duty is to study and teach the Vedas, sacred books of Hinduism; the Kshatriyas, nobles, rajahs and princes with old military roles; the Vaishyas, merchants and farmers; and the Shudras, the caste of the vassals, who like the feet on the human body, enable and support the vital parts that make up the body of Hindu society.The frame that supports this social conception is made up by three fundamental concepts: dharma, karma and reincarnation. Without them, any approach to the essence of India would be naive, because not only they are the cornerstone behind the complicated network of relationships and social structures that move the nation, but they also clarify the profound sense of universal beat, the foundation of Hinduism and every existential order.

As introduced to us by Panikkar in the first lines of this article, dharma is what really explains Hinduism. It is what underlies every organization: “Hinduism is simply Dharma.” This word comes from a Sanskrit root that means to grab, to hold or to support, i.e., dharma is the “Cosmic Order”, the eternal order which supports the universe, the harmony, the role of every creature in the comprehensive organization of the universe. Dharma is the reason behind every being in the world and, in turn, each being has the duty to move towards the correct search and realization of its own dharma. A more western statement defines it as “the correct acceptance of the duties”; however, that is a simplification of the concept, since it is important to clarify that it is an acceptance of duties not imposed by anyone and not imposed by a political, social, religious or human entity, but only for oneself. That takes us through the mystic stream of consciousness that flows into the Hindu karma, the law of cause and effect in which there are no coincidences, in which all actions are printed with fire in the soft and delicate tapestry of nature and universe, whether good or bad, every action of an individual that will define the future of his or her life in the cosmic events of the times. These actions will add positively or negatively on the universal scale that defines the next incarnation, which will be determined by those free actions and that will shape the rewards or punishments that the individual will merit, which are given –partially– at birth, in the caste chosen for him or her. Each one is born into the caste one deserves according to our actions in past lives; therefore, there is no determinism, but the absolute freedom of choice, as per the caste in which one has been born. Then, the individual has to accept his or her dharma and seek ways and opportunities to find and play his or her true role in the cosmic order of the universe, helped by the observation of positive or negative karma, clues that indicate the right path to follow.As the wheel of Samsara, the cycle of rebirths, these three concepts are the spiritual support that addresses every concern of the Hindus, clarifies the nonsense and organizes, as in a ritual, the energies and forces of nature. There are no undeserved punishments or unjustified awards, said Buddha.The divinity, beginning and end, supporting and indescribable essence, has many faces, millions of manifestations and endless possibilities of being. That is the key of Hinduism: the integration of all the paths that seek to reach the divinity, which is nothing but the Truth –yes, with a capital T–, the supreme Beauty and absolute Goodness. That is why Hinduism has so many nuances, so many schools, so many colors and so many pursuits. Each and every one of them is an attempt to reach the divine, the transcendent, which can be found not only in every instance of creation, but also in the depths of every creature.In every path, the divine is depicted with a hidden, deep, solemn and complete beauty, the discovery and understanding of which depends entirely on human freedom.

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Sundaram means beauty. The beauty that shines through every conscious human attempt to reach the absolute understanding of the all, of the infinite, and every attempt to embrace it and merge with it and in it. A beauty that knows no rational limits, because it is not an intellectual concept, but is absolutely spiritual and sensorial. That is probably the reason that explains why the Western world finds India and its culture so difficult to understand. Used to intellectual definitions that fit the intellect to the object, we forget that the experience of the divine does not only have rational expressions, but rather spiritual ones.This exhibition is a wonderful tour through these paths, schools and pursuits that lead to the experience of the absolute, an experience that aims in part to reveal a sense of looking at reality with new eyes, where beauty is a gem sometimes hidden behind aggressive, impetuous or threatening forms and sometimes shown as a clear diamond with lines, shapes and colors that seduce us and that in some mysterious way connect us to a inner emotion. For Hindus, this is nothing but a way of experiencing, knowing and understanding themselves. This is the first step to finally merge with the divine, with the perennial and eternal order of the universe. The Universe of India.

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las principales deidades del

hinduismothe major deities of hinduism

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El dios hindú VishnúIndia, Tamil Nadu, siglo XIIIAleación de cobre102,2 x 45,7 x 19,7 cmDonación de Anna Bing Arnold

The Hindu God VishnuIndia, Tamil Nadu, 13th centuryCopper alloy102,2 x 45,7 x 19,7 cmGift of Anna Bing Arnold

La diosa hindú ShrideviIndia, Tamil Nadu, siglo XIIIAleación de cobre82,6 x 30,5 x 14,6 cmDonación de Anna Bing Arnold

The Goddess ShrideviIndia, Tamil Nadu, 13th centuryCopper alloy82,6 x 30,5 x 14,6 cmGift of Anna Bing Arnold

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Page 37: Catálogo El Universo de la India

The Hindu Goddess BhudeviIndia, Tamil Nadu, 13th centuryCopper alloy81,3 x 30,5 x 16,5 cmGift of Anna Bing Arnold

La diosa hindú BhudeviIndia, Tamil Nadu, siglo XIIIAleación de cobre81,3 x 30,5 x 16,5 cmDonación de Anna Bing Arnold

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Page 38: Catálogo El Universo de la India

The Hindu God Vishnu in his Emanation as NarayanaBangladesh, circa 1000 Schist111,8 x 45,7 x 15,2 cmAnonymous gift in honor of the museum’s twenty fifth anniversary

El dios hindú Vishnú en su encarnación de Narayana Bangladesh, ca. 1000 Esquisto 111,8 x 45,7 x 15,2 cmDonación anónima con motivo del vigesimoquinto aniversario del museo

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Page 39: Catálogo El Universo de la India

Vishnu in His Cosmic SleepIndia, Uttar Pradesh, 11th centurySandstone36,8 x 55,9 x 11,4 cmGift of Mr. and Mrs. Harry Lenart

Vishnú en su sueño cósmicoIndia, Uttar Pradesh, siglo XIArenisca36,8 x 55,9 x 11,4 cmDonación del Sr. Harry Lenart y su cónyuge

The Hindu God VishnuIndia, Jammu and Kashmir, Kashmir region, circa 875-900 Chlorite schist59,7 x 26,7 x 12,7 cmFrom the Nasli and Alice Heeramaneck Collection, Museum Associates Purchase

El dios hindú VishnúIndia, Jammu y Cachemira, región de Cachemira, ca. 875-900Esquisto de clorita59,7 x 26,7 x 12,7 cmDe la colección de Nasli y Alice Heeramaneck, adquirido por los Socios del Museo

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Page 40: Catálogo El Universo de la India

Vamana, the Dwarf Avatar of VishnuIndia, Madhya Pradesh, late 9th-10th centurySandstone58,4 x 24,1 x 15,9 cmGift of Edward F. Dragon

Vamana, el avatar enano de VishnúIndia, Madhya Pradesh, finales del siglo IX y siglo XArenisca58,4 x 24,1 x 15,9 cmDonación de Edward F. Dragon

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Page 41: Catálogo El Universo de la India

Varaha, the Boar Avatar of VishnuIndia, Uttar Pradesh, Mathura, 3rd centuryMottled red sandstone57,2 x 51,8 x 10,8 cmFrom the Nasli and Alice Heeramaneck Collection, Museum Associates Purchase

Varaha, el avatar jabalí de VishnúIndia, Uttar Pradesh, Mathura, siglo IIIArenisca roja moteada57,2 x 51,8 x 10,8 cmDe la colección de Nasli y Alice Heeramaneck, adquirido por los Socios del Museo

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Page 42: Catálogo El Universo de la India

Narasimha Disemboweling HiranyakashipuFolio from a Bhagavata Purana (Ancient Stories of the Lord)India, Himachal Pradesh, Nurpur, circa 1760-1770Opaque watercolor and gold on paper12,1 x 23,5 cmFrom the Nasli and Alice Heeramaneck Collection, Museum Associates Purchase

Narasimha extrae las entrañas de HiranyakashipuPágina de un Bhagavata Purana (Antiguos Relatos del Señor)India, Himachal Pradesh, Nurpur, ca. 1760-1770Gouache y oro sobre papel12,1 x 23,5 cmDe la colección de Nasli y Alice Heeramaneck, adquirido por los Socios del Museo

The Reversal of RolesEpisodes from the Krishna Lila (The Play of Krishna)Folio from a Sur Sagar(The Ocean of Sur Das)India, Rajasthan, Mewar, Udaipur, circa 1725Opaque watercolor, gold, silver, and ink on paper28,6 x 21,9 cmFrom the Nasli and Alice Heeramaneck Collection, Museum Associates Purchase

La inversión de los rolesEpisodios del Krishna Lila(La obra de Krishna)Página de un Sur Sagar (El océano de Sur Das)India, Rajastán, Mewar, Udaipur, ca. 1725Gouache, oro, plata y tinta sobre papel28,6 x 21,9 cmDe la colección de Nasli y Alice Heeramaneck, adquirido por los Socios del Museo

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Page 43: Catálogo El Universo de la India

Rama on HorsebackIndia, Rajasthan, Raghugarh, 1750-1775Opaque watercolor on paper43,5 x 36,2 cmGift of Paul F. Walter

Rama a caballoIndia, Rajastán, Raghugarh, 1750-1775Gouache sobre papel43,5 x 36,2 cmDonación de Paul F. Walter

Krishna Destroys the Horse Demon KeshiIndia, Himachal Pradesh, Chamba, circa 1750 or laterOpaque watercolor, gold, and ink on paper 23,2 x 14,3 cmGift of Jane Greenough Green in memory of Edward Pelton Green

Krishna destruye a Keshi,el demonio caballoIndia, Himachal Pradesh, Chamba, ca. 1750 o posteriorGouache, oro y tinta sobre papel23,2 x 14,3 cmObsequio de Jane Greenough Green, en memoria de Edward Pelton Green

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Page 44: Catálogo El Universo de la India

Hanuman Carrying the Mountain of Medicinal Herbs (left); Rama Battles Ravana (right) Architectural Panel with Ramayana (Adventures of Rama) ScenesIndia, Madhya Pradesh, 10th centurySandstone19,1 x 34,3 x 8,9 cmAnonymous gift

Hanumán llevando la montaña de hierbas medicinales (izquierda); Rama lucha contra Ravana (derecha)Panel arquitectónico con escenas del Ramayana (Las aventuras de Rama)India, Madhya Pradesh, siglo XArenisca19,1 x 34,3 x 8,9 cmObsequio anónimo

The Hindu God BalaramaIndia, Uttar Pradesh, Mathura, 100-125 A.D.Mottled red sandstone139,7 x 73,7 x 23,5 cmFrom the Nasli and Alice Heeramaneck Collection, Museum Associates Purchase

El dios hindú BalaramaIndia, Uttar Pradesh, Mathura, 100-125 d.C.Arenisca roja moteada139,7 x 73,7 x 23,5 cmDe la colección de Nasli y Alice Heeramaneck, adquirido por los Socios del Museo

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Page 45: Catálogo El Universo de la India

Shiva as the Lord of DanceIndia, Tamil Nadu, circa 1100Granulite83,8 x 48,3 x 33 cmGift of Mr. and Mrs. Harry Lenart

Shiva como Señor de la danzaIndia, Tamil Nadu, ca. 1100Granulita83,8 x 48,3 x 33 cmDonación del Sr. Harry Lenart y su cónyuge

Shiva as the Lord of DanceIndia, Madhya Pradesh, circa 800Red sandstone74,9 x 40,6 x 16,5 cmFrom the Nasli and Alice Heeramaneck Collection, Museum Associates Purchase

Shiva como Señor de la danzaIndia, Madhya Pradesh, ca. 800Arenisca roja74,9 x 40,6 x 16,5 cmDe la colección de Nasli y Alice Heeramaneck, adquirido por los Socios del Museo

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Page 46: Catálogo El Universo de la India

ShivalingaIndia, Bihar, early 10th centuryBlack schist24,1 x 26, 7 cmPurchased with funds provided by The Smart Family Foundation in memory of Florence Smart Richards

ShivalingaIndia, Bihar, principios del siglo XEsquisto negro24,1 x 26,7 cmObra adquirida con fondos proporcionados por The Smart Family Foundation, en memoria de Florence Smart Richards

The Hindu God ShivaIndia, Uttar Pradesh, Mathura or Ahichchhatra (?), 3rd centuryBuff sandstone68,6 x 28,3 x 14 cm From the Nasli and Alice Heeramaneck Collection, Museum Associates Purchase

El dios hindú ShivaIndia, Uttar Pradesh, Mathura o Ahichatra (?), siglo IIIArenisca pulida68,6 x 28,3 x 14 cm De la colección de Nasli y Alice Heeramaneck, adquirido por los Socios del Museo

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Page 47: Catálogo El Universo de la India

Shiva as the Cosmic PillarIndia, Tamil Nadu, early 12th centuryGranulite with traces of paint122,6 x 53,3 x 33 cmGift of Christian Humann

Shiva como Pilar CósmicoIndia, Tamil Nadu, principios del siglo XIIGranulita con rastros de pintura122,6 x 53,3 x 33 cmDonación de Christian Humann

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Page 48: Catálogo El Universo de la India

Shiva como el Maestro SupremoIndia, Tamil Nadu, 950-1000Granulita83,5 x 36,2 x 19,4 cmDonación de James H. Coburn III

Shiva as the Supreme TeacherIndia, Tamil Nadu, 950-1000Granulite83,5 x 36,2 x 19,4 cmGift of James H. Coburn III

Shiva as BhairavaIndia, Tamil Nadu, early 13th centuryGranulite78,7 x 43,8 x 17,8 cmGift of Mr. and Mrs. Paul E. Manheim

Shiva como BhairavaIndia, Tamil Nadu, principios del siglo XIIIGranulita78,7 x 43,8 x 17,8 cmDonación del Sr. Paul E. Manheim y su cónyuge

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Page 49: Catálogo El Universo de la India

The Androgynous Form of Shiva and ParvatiIndia, Rajasthan, 11th centuryBlack schist62,9 x 29,2 x 9,5 cmAncient Art Council and the Indian Art Special Purpose Fund

La forma andrógina de Shiva y ParvatiIndia, Rajastán, siglo XIEsquisto negro62,9 x 29,2 x 9,5 cmConsejo de Arte Antiguo y elFondo Especial para Arte Indio

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Page 50: Catálogo El Universo de la India

Parvati Worshipping ShivaIndia, Madhya Pradesh, Datia, 1750-1800Opaque watercolor, gold and silver on paper20,3 x 14,3 cmGift of Jane Greenough Green in memory of Edward Pelton Green

Parvati venerando a ShivaIndia, Madhya Pradesh, Datia, 1750-1800Gouache, oro y plata sobre papel20,3 x 14,3 cmDonación de Jane Greenough Green, en memoria de Edward Pelton Green

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Page 51: Catálogo El Universo de la India

Shiva and ParvatiIndia, Himachal Pradesh, Sirmaur, 19th centuryOpaque watercolor, gold, and silver on paper32,4 x 22,9 cmGift of Diandra and Michael Douglas

Shiva y ParvatiIndia, Himachal Pradesh, Sirmaur, siglo XIXGouache, oro y plata sobre papel32,4 x 22,9 cmDonación de Diandra y Michael Douglas

Shiva’s Family on the March India, Himachal Pradesh, Chamba, circa 1800 Opaque watercolor and gold on paper 20 x 14 cmGift of Jane Greenough Green inmemory of Edward Pelton Green

La familia de Shiva en la peregrinaciónIndia, Himachal Pradesh, Chamba, ca. 1800 Gouache y oro sobre papel20 x 14 cmDonación de Jane Greenough Green, en memoria de Edward Pelton Green

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Page 52: Catálogo El Universo de la India

The Heavenly Audience of Shiva and ParvatiIndia, Himachal Pradesh, Chamba, circa 1830-1850Opaque watercolor and gold on cotton102,2 x 134 cmGift of Mr. and Mrs. Michael Douglas

La audiencia celestial de Shiva y ParvatiIndia, Himachal Pradesh, Chamba, ca. 1830-1850Gouache y oro sobre algodón102,2 x 134 cmDonación del Sr. Michael Douglas y su cónyuge

Shiva llevando a Sati en su tridenteIndia, Himachal Pradesh, Kangra, ca. 1800Gouache y oro sobre papel29,2 x 40,6 cmObra adquirida con fondos proporcionados por Dorothy y Richard Sherwood, el Sr. Carl Holmes, la colección William Randolph Hearst y el Sr. Rexford Stead

Shiva Carrying Sati on His TridentIndia, Himachal Pradesh, Kangra, circa 1800Opaque watercolor and gold on paper29,2 x 40,6 cmPurchased with funds provided by Dorothy and Richard Sherwood, Mr. Carl Holmes, William Randolph Hearst Collection, and Mr. Rexford Stead

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Page 53: Catálogo El Universo de la India

Dancing Ganesha,Lord of ObstaclesIndia, Karnataka, 16th-17th centuryCopper alloy50,5 x 33 x 19,7 cmPurchased with funds provided by Harry and Yvonne Lenart

Ganesha danzante, Señor de los obstáculosIndia, Karnataka, siglos XVI y XVIIAleación de cobre50,5 x 33 x 19,7 cmObra adquirida con fondos proporcionados por Harry e Yvonne Lenart

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Page 54: Catálogo El Universo de la India

Ganesha, Lord of ObstaclesIndia, Tamil Nadu, 12th centuryGranulite81,3 x 53,3 x 29,2 cmGift of Mr. and Mrs. Paul E. Manheim

Ganesha, Señor de los ObstáculosIndia, Tamil Nadu, siglo XIIGranulita81,3 x 53,3 x 29,2 cmDonación del Sr. Paul E. Manheim y su cónyuge

Dancing GaneshaIndia, Madhya Pradesh, 11th centurySandstone59,1 x 40,6 x 14 cmGift of Dr. Alvin O. Bellak, Philadelphia

Ganesha danzanteIndia, Madhya Pradesh, siglo XIArenisca59,1 x 40,6 x 14 cmDonación del Dr. Alvin O. Bellak, Filadelfia

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Page 55: Catálogo El Universo de la India

Umapati (Shiva, the Primeval Father God, and Uma, the Great Mother Goddess)India, Uttar Pradesh, Deogarh region, circa 750-800Gray sandstone96,5 x 54,6 x 19,1 cmFrom the Nasli and Alice Heeramaneck Collection,Museum Associates Purchase

Umapati (Shiva, el dios padre primigenio y Uma, la gran diosa madre)India, Uttar Pradesh, región de Deogarh, ca. 750-800Arenisca gris96,5 x 54,6 x 19,1 cmDe la colección de Nasli y Alice Heeramaneck, adquirido por los Socios del Museo

The Divine Hindu General KumaraIndia, Madhya Pradesh, 7th centurySandstone72,4 x 21,6 x 11,4 cmGift of Mr. and Mrs. Harry Lenart

Kumara, el divino general hindúIndia, Madhya Pradesh, siglo VIIArenisca72,4 x 21,6 x 11,4 cmDonación del Sr. Harry Lenart y su cónyuge

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Page 56: Catálogo El Universo de la India

las diosas delhinduismo

the hindu goddesses

Page 57: Catálogo El Universo de la India

The Seven Mother Goddesses (Matrikas) Flanked by Shiva Virabhadra and Ganesha, Lord of ObstaclesIndia, Madhya Pradesh, 9th centuryRed sandstone26,7 x 89,5 x 12,7 cmGift of Paul F. Walter

Las siete diosas madres (Matrikas) flanqueadas por Shiva Virabhadra y Ganesha, Señor de los obstáculosIndia, Madhya Pradesh, siglo IXArenisca roja26,7 x 89,5 x 12,7 cmDonación de Paul F. Walter

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Page 58: Catálogo El Universo de la India

Mother GoddessIndia, Uttar Pradesh, 4th centuryReddish brown terracotta48,3 x 25,4 x 25,4 cmGift of Marilyn Walter Grounds

Diosa madreIndia, Uttar Pradesh, siglo IVTerracota rojiza48,3 x 25,4 x 25,4 cmDonación de Marilyn Walter Grounds

A Tantric GoddessIndia, Rajasthan, Tanesar Mahadeva, circa 500-550Foliated dark green schist76,2 x 30,5 x 14 cmFrom the Nasli and Alice Heeramaneck Collection, Museum Associates Purchase

Diosa tántricaIndia, Rajastán, Tanesar Mahadeva, ca. 500-550Esquisto verde foliado 76,2 x 30,5 x 14 cmDe la colección de Nasli y Alice Heeramaneck, adquirido por los Socios del Museo

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Page 59: Catálogo El Universo de la India

The Hindu Goddess KaumariIndia, Madhya Pradesh or Rajasthan, 800-850Red sandstone71,1 x 38,1 x 15,2 cmFrom the Nasli and Alice Heeramaneck Collection, Museum Associates Purchase

La diosa hindú KaumariIndia, Madhya Pradesh o Rajastán, 800-850Arenisca roja71,1 x 38,1 x 15,2 cmDe la colección de Nasli y Alice Heeramaneck, adquirido por los Socios del Museo

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Page 60: Catálogo El Universo de la India

Durga Slaying the Buffalo DemonIndia, Rajasthan, Kota region, Atru (?), circa 850-900Red sandstone86,4 x 63,5 x 24,1 cmFrom the Nasli and Alice Heeramaneck Collection, Museum Associates Purchase

Durga asesinando al demonio búfaloIndia, Rajastán, región de Kota, Atru (?), ca. 850-900Arenisca roja86,4 x 63,5 x 24,1 cmDe la colección de Nasli y Alice Heeramaneck, adquirido por los Socios del Museo

Durga Slaying the Buffalo DemonIndia, Karnataka, 13th centuryMagnesian schist86,4 x 54 x 26,7 cmFrom the Nasli and Alice Heeramaneck Collection, Museum Associates Purchase

Durga asesinando al demonio búfaloIndia, Karnataka, siglo XIIIEsquisto magensiano86,4 x 54 x 26,7 cmDe la colección de Nasli y Alice Heeramaneck, adquirido por los Socios del Museo

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Page 61: Catálogo El Universo de la India

The Hindu Goddess ParvatiIndia, Orissa, 1050-1100Magnesian schist86,4 x 41,9 x 24,1 cmGift of Mr. and Mrs. Harry Lenart

La diosa hindú ParvatiIndia, Orissa, 1050-1100Esquisto magnesiano86,4 x 41,9 x 24,1 cmDonación del Sr. Harry Lenart y su cónyuge

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Page 62: Catálogo El Universo de la India

The Hindu Goddess ChamundaIndia, West Bengal, 11th centuryBlack schist61 x 27,3 x 8,9 cmMuseum Acquisition Fund and the Indian Art Special Purpose Fund

La diosa hindú ChamundaIndia, oeste de Bengala, siglo XIEsquisto negro61 x 27,3 x 8,9 cmFondo de Adquisiciones del Museo y el Fondo Especial para Arte Indio

The Hindu Goddess KaliIndia, Tamil Nadu, 11th centuryCopper alloy49,5 x 35,6 x 29 cmPurchased with Harry and Yvonne Lenart Funds and the Museum Acquisition Fund

La diosa hindú KaliIndia, Tamil Nadu, siglo XIAleación de cobre49,5 x 35,6 x 29 cmObra adquirida con fondos de Harry e Yvonne Lenart y el Fondo de Adquisiciones del Museo

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Page 63: Catálogo El Universo de la India

The Hindu Goddess Lakshmi Lustrated by Elephants (Gaja-Lakshmi)India, Orissa, 18th centuryBrass23,5 x 14 x 13,3 cmIndian Art Special Purpose Fund

La diosa hindú Lakshmi purificada por elefantes (Gaja-Lakshmi)India, Orissa, siglo XVIIILatón23,5 x 14 x 13,3 cmFondo Especial para Arte Indio

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Page 64: Catálogo El Universo de la India

The River Goddess Ganga (Ganges) and AttendantsIndia, Rajasthan, circa 800Red sandstone71,4 x 66 x 19,1 cmFrom the Nasli and Alice Heeramaneck Collection, Museum Associates Purchase

La diosa río Ganga (Ganges)y su séquitoIndia, Rajastán, ca. 800Arenisca71,4 x 66 x 19,1 cmDe la colección de Nasli y Alice Heeramaneck, adquirido por los Socios del Museo

The River Goddess Yamuna and AttendantsIndia, Rajasthan, circa 800Red sandstone74,9 x 67,3 x 20,3 cmFrom the Nasli and Alice Heeramaneck Collection, Museum Associates Purchase

La diosa río Yamuna y su séquitoIndia, Rajastán, ca. 800Arenisca roja74,9 x 67,3 x 20,3 cmDe la colección de Nasli y Alice Heeramaneck, adquirido por los Socios del Museo

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Page 65: Catálogo El Universo de la India

The Serpent Goddess ManasaIndia, Bihar, Gaya District, circa 900Copper alloy47 x 27,6 x 20,3 cmFrom the Nasli and Alice Heeramaneck Collection, Museum Associates Purchase

La diosa Serpiente Manasa India, Bihar, distrito de Gaya, ca. 900Aleación de cobre47 x 27,6 x 20,3 cmDe la colección de Nasli y Alice Heeramaneck, adquirido por los Socios del Museo

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Page 66: Catálogo El Universo de la India

dioses celestiales

hinduism’s celestial deitiesdel hinduismo

Page 67: Catálogo El Universo de la India

Surya, The Sun GodIndia, Karnataka or Andhra Pradesh, circa 1100-1150Magnesian schist66 x 34,9 x 8,9 cmPurchased with funds provided by Mr. and Mrs. Edgar G. Richards

Surya, el dios SolIndia, Karnataka o Andhra Pradesh, ca. 1100-1150Esquisto magnesiano66 x 34,9 x 8,9 cmObra adquirida con fondos proporcionados por el Sr. Edgar G. Richards y su cónyuge

Processional Finial in the form of a Personified SunIndia, Rajasthan, Mewar (?), circa 1900Repoussé copper alloy with gilding36 x 3,8 cmBequest of Oppi Untracht

Remate procesional con la forma de un sol personificadoIndia, Rajastán, Mewar (?), ca. 1900Aleación de cobre repujada con dorado36 x 3,8 cmLegado de Oppi Untracht

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Page 68: Catálogo El Universo de la India

The God VarunaIndia, Rajasthan, Bundi, 1675-1700Opaque watercolor and gold on paper16,5 x 24,1 cmGift of the Felix and Helen Juda Foundation

El dios VarunaIndia, Rajastán, Bundi, 1675-1700Gouache y oro sobre papel16,5 x 24,1 cmDonación de Felix and Helen Juda Foundation

Perennial Performance in ParadiseIndia, Rajasthan, Jaipur (?), circa 1825-1850Opaque watercolor and gold on paper57,2 x 79,7 cmGift of Paul F. Walter

La eterna acción en el ParaísoIndia, Rajastán, Jaipur (?), ca. 1825-1850Gouache y oro sobre papel57,2 x 79,7 cmDonación de Paul F. Walter

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Page 69: Catálogo El Universo de la India

The Court of Yama, God of DeathGursahai (attributed to)India, Rajasthan, Guler, circa 1800Ink and watercolor on paper48,9 x 60,6 cmGift of Paul F. Walter

La corte de Yama, dios de la muerteAtribuido a GursahaiIndia, Rajastán, Guler, ca. 1800Tinta y acuarela sobre papel48,9 x 60,6 cmDonación de Paul F. Walter

Chandra, the Moon GodFolio from a Book of DreamsIndia, Rajasthan, Mewar, Udaipur, 1700-1725Opaque watercolor, gold, and ink on paper19,1 x 17,8 cmGift of Paul F. Walter

Chandra, el dios LunaPágina de un Libro de los sueñosIndia, Rajastán, Mewar, Udaipur, 1700-1725Gouache, oro y tinta sobre papel19,1 x 17,8 cmDonación de Paul F. Walter

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Page 70: Catálogo El Universo de la India

Indra, Chief of the GodsNepal, 16th centuryGilt copper, gemstones, and traces of paint19,4 x 15,2 x 9,8 cmFrom the Nasli and Alice Heeramaneck Collection, Museum Associates Purchase

Indra, Señor de los diosesNepal, siglo XVICobre dorado, piedras preciosas y restos de pintura19,4 x 15,2 x 9,8 cmDe la colección de Nasli y Alice Heeramaneck, adquirido por los Socios del Museo

Kubera, the God of RichesIndia, Karnataka, Varuna, circa 1050Magnesian schist91,4 x 61,6 x 30,5 cmFrom the Nasli and Alice Heeramaneck Collection, Museum Associates Purchase

Kubera, el dios de la riquezaIndia, Karnataka, Varuna, ca. 1050Esquisto magnesiano91,4 x 61,6 x 30,5 cmDe la colección de Nasli y Alice Heeramaneck, adquirido por los Socios del Museo

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Page 71: Catálogo El Universo de la India

budismobuddhism

Page 72: Catálogo El Universo de la India

Buddha ShakyamuniIndia, Uttar Pradesh, late 6th centuryCopper alloy with traces of paint39,4 x 17,2 x 10,2 cmGift of the Michael J. Connell Foundation

Buda ShakyamuniIndia, Uttar Pradesh, finales del siglo VIAleación de cobre con restos de pintura39,4 x 17,2 x 10,2 cmDonación de la Fundación Michael J. Connell

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Page 73: Catálogo El Universo de la India

Buddha ShakyamuniIndia, Bihar, Gaya District, circa 850Chlorite schist80,7 x 46,4 x 22,9 cmFrom the Nasli and Alice Heeramaneck Collection, Museum Associates Purchase

Buda ShakyamuniIndia, Bihar, distrito de Gaya, ca. 850Esquisto de clorita80,7 x 46,4 x 22,9 cmDe la colección de Nasli y Alice Heeramaneck, adquirido por los Socios del Museo

Buddha Shakyamuni or the Jina Buddha VairochanaIndia, Jammu and Kashmir, Kashmir region, circa 725-750Brass inlaid with silver40,6 x 21,6 x 9,2 cmFrom the Nasli and Alice Heeramaneck Collection, Museum Associates Purchase

Buda Shakyamuni o Jina Buda VairochanaIndia, Jammu y Cachemira, región de Cachemira, ca. 725-750Latón con incrustaciones de plata40,6 x 21,6 x 9,2 cmDe la colección de Nasli y Alice Heeramaneck, adquirido por los Socios del Museo

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Page 74: Catálogo El Universo de la India

Buddha Shakyamuni Sheltered by the Serpent King MuchalindaIndia, Andhra Pradesh, Goli Village, 300-350Limestone41,9 x 44,5 x 15,2 cmGift of the Michael J. Connell Foundation

Buda Shakyamuni protegido por el Rey Serpiente Muchalinda India, Andhra Pradesh, Villa Goli, 300-350Caliza41,9 x 44,5 x 15,2 cmDonación de la Fundación Michael J. Connell

Buddha ShakyamuniPakistan, Gandhara region, 2nd-early 3rd centuryGray schist120,7 x 40,6 x 49,5 cmGift of Mr. and Mrs. Eric Lidow in honor of the museum’s twenty fifth anniversary

Buda ShakyamuniPakistán, región de Gandhara, siglo II y principios del siglo IIIEsquisto gris120,7 x 40,6 x 49,5 cmDonación del Sr. Eric Lidow y su cónyuge, en honor del vigesimoquinto aniversario del museo

The Bodhisattva AvalokiteshvaraPakistan, Gandhara region, circa 200Gray schist172,7 x 59 x 20,3 cmFrom the Nasli and Alice Heeramaneck Collection, Museum Associates Purchase

El Bodhisattva Avalokiteshvara Pakistán, región de Gandhara, ca. 200Esquisto gris172,7 x 59 x 20,3 cmDe la colección de Nasli y Alice Heeramaneck, adquirido por los Socios del Museo

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Page 75: Catálogo El Universo de la India

Pensive BodhisattvaPakistan, Gandhara region, circa 200-300Gray schist55,9 x 27,9 x 15,9 cmGift of Henry and Ruth Trubner in honor of the museum’s twenty fifth anniversary and to honor Dr. Pratapaditya Pal

Bodhisattva pensativoPakistán, región de Gandhara, ca. 200-300Esquisto gris55,9 x 27,9 x 15,9 cmObsequio de Henry y Ruth Trubner, en honor del vigesimoquinto aniversario del museo y en honor al Dr. Pratapaditya Pal

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