catedral no.888
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Catedral No.888TRANSCRIPT
Textos de: Gilberto Castellanos Héctor Abad Faciolince
Nueva época + Número
888Sábado 3 de octubre 2009
Puebla + Tlaxcala + Hidalgo
FE: Guía y creencia
Homenaje
a Gilberto
Castellanos
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Envía tus colaboraciones a: [email protected]
Presidente Armando Prida Huerta
Presidente Adjunto Armando Prida Noriega
Vicepresidente EjecutivoÓscar Tendero García
Vicepresidente Editorial José Javier Reyes Méndez
Vicepresidente de Relaciones Políticas Mariano Morales Corona
Vicepresidenta de Comercialización María del Carmen Morales Alarcón
Gerente de WebJosé Luis Benítez Armas
Gerenta de Ventas Mariana Mateos Franco
La rosa es rosa por mirarla
No te ensoberbezcas, rosaSalvador Díaz Mirón
1A la rosa que niega espinas del origenbaja con el rosa de su amplitud la tardecuando antes del rosa es pétalo del tiempo.¿Qué dolor de rosa eleva vinagre humanoal monte del sorteo, sangre del relámpagoen otra herida rosa sin fin desde la Cruz?Cumbre podando hacia la fe, palabra de rosa.
2Se mira rosa en el brocal, requiebro azulde rosa más rosa que un crisol de pétalos,labio de tierra la noche púrpura del ceropor primera si el dictamen rosa nombrala espina rojo con su tinta; derramarálos apetitos entre lo negro de la rosanoctámbula precoz que aguarda, rosa el día.
3La nave de la rosa es el color del rosa,viaja en aromas de aquella rosa totalde las palabras. ¿Ha sido sometida? Rosaentre los cielos cobrizados del olfato,aura de los ojos que ahí abreven, rosa fiel.Hacer una rosa de las rosas es oficio,rumbo rosa, imán del tiempo, rosa del tacto.
4Rosa tras el ala, ciega de sí, cuando rosade la memoria se reconoce otra rosa.voluntad vegetal, bosque íntimo del aguaque hace gotas de rosa perpetua y nuncaestallan con la espina, abren profundidad,vuelos a la rosa transparente donde renaceel apetito de los sentidos por el rosa.
5La sombra rosa bajo el calor nocturnode la ciudad es toda insinuación de rosaque ignora lo frío de los remordimientosaunque pieles de la zarza anhelen la rosay exhiban sus escamas para subir al sol.Un ciprés riega su memoria, se gesta en verdehacia lo alto rosa que no tendrán las piedras.
Como podar la luzGilberto Castellanos
Hortalizas químicas
Fresno algebraico de la ciudadelevación de cortezasindiferentes:la calle
Pólvora antiquísimaaceite que perdura
Fechas en la crónica azufrosade los paredones
Deshilvanan almendrasde un fruto ambiguo:la Historia
Grúas del cuerpo del díaaquellas ramasmuertas
Vientos terrososCantanHimnos de hortalizasQuímicas
Vendrán con la esenciade una floracióndespetalada
El árbol de cementotambién se inclina por sus racimos
Todo hombre barbechaen el terreno de su conciencia
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Antonchas
Una gota se estremececon las mareasde su interioridad
El frío hunde espejosen la temperatura que transforma
Un niño enfermooye la eclosión del silencio
En la ventana el tiestosus pétalos son estrellasdetenidas
Si un anciano las viesedesaparecerían
Antes del alba se iránen el impulso del tiempofluidoen los deseos
La señal de otros niñosse borra
La noche ha rezadocantaron sus antorchas
Asunción de senectud
Bajo nervaduras mediodíauna gladiola concebidapor el viaje de su agujase desgasta
Hembra flácida será la tarde
Cae un granoy acentúa la lubricidadde las doce horas
Rayos morbososse derritenen troqueles del descenso
Grama del solla arenapapel secante de aguazuelos
Asunción de senectudel revés de los follajescuando se ajan
Copas que quieren serdoradas
Adoradas por el oído mínimode las excavacionesque el aguijóndel airealcanza con el té naranjalde sus destellos
Volcán de pausas
Un volcán deslava su inclemenciasobre la mesa blancade la niebla
Valle de madrugadaen la gotade un sueño sin camino
Danzan cristalesen el óleo de la clorofilasi la luzsorprende a los ojosdel guijarro
Son agujas de aluminio el vientoy rasgaduras de pausasla respiración
Gramática verde que hace su paisajeacentuadas las colinasque de pronto sonaguatinta oriental donde cabalgael día corto de invierno
Cimapropiedad para quien la mirecorpulencia en reto a los asombrosy página nievetoda su hermosura
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Equinoccio de marzo
Antípoda primerizaen que un cenitdiluyela negrura del invierno
Grafía de calendariocernida en grumosde temperatura
Estación que ungeansiedades epidérmicasde las transformaciones
Media sombra
Medio alumbramientoque sobre la cáscarade su fluidezabre palpos de corolasaprietan el musgo violáceodel diamantelo derriten sobre un lagosepultadopor la plaga bulbosade sus floressiembra de la muerte:los lirios
Espejeares de sedapor el rumbo que vienede la primavera
Llueve
El viento
El viento provocala voz minúscula de cada tesituravegetalen las montañas
Crece el estruendo absolutode la vida
Siembra espinas en los ojos calientesdel barrancola huesa evaporándosedel ciervo
Bajan espolones invisiblescuando la pluma no contieneel poder de su destino
Azar de muchos rumbosla existencia
Un ardor dígito del aireagudiza los cantiles
El vientorenace consigo mismodesfila el huracán voluntariosode su sable
El cuerpo:paisaje de rebrotessudorosos
Sangre que borbotael fruto ambiguode la especie
Garganta vascularizadaa cinco mil metrosde su combustiónventricular
Se reconoce en la sedpurifica su linimientoimaginando el agua
Los pasos revientanen la cima del cerebro
Jadea la vértebrade los propósitos
Trasudantodos los apoyos
Palabras que escurren
Atardecer
Rojez de verso bíblico
Grana de su lumbre
El atardecer desmenuzapliegos primitivosde su quemazón
Soplos de lava corporalque desmemorian el agua
Ahí brota la flamacandil sagradoen el mueble del cultivo
Sube tiembla en la coloraturade su grito
¿Será el solun pan en manos de la brasa?
Corrige un dibujo inseguro de sus lenguas
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Nacido en Ajalpan, Puebla, en 1945, emigrado de su estado natal en pos del perfeccionamiento de la mirada poética pero sin abandonar nunca el ámbito literario de su origen, habitante de una Puebla que mira al mundo tanto como a los res-quicios primigenios del ser y del infinito, el poeta Gilberto Castellanos, el poeta pintor, dibujante y difusor de la cultura en Puebla, nos deleita hoy con su presencia.
Creador perpetuo y espontáneo de la moderni-dad en la poesía poblana, Gilberto Castellanos es el poeta mayor que desarrolla su proverbial paciencia ante la concepción que se antoja eterna y lánguida de la que son siempre víctimas los poemarios, a la vez que, en soledad, continúa sereno en el avance de ese lirismo anclado en el afán depurador del lenguaje y la exploración constante y fructífera del sujeto lírico. Es por tanto que nuestro poeta ha surgido de los misterios de la creación.
Poeta sin generación y sin embargo maestro de generaciones, aun de las más jóvenes, Gilberto Castellanos es sin duda el primer poeta de altos vuelos desde Gregorio de Gante. Su trayectoria ha dejado una amplia huella, ya que no sólo ha sido profesor del Benemérito Instituto Normal del Estado, además de tener un programa televisivo que se transmitió durante más de seis años; sino que a la par es incansable promotor de nuestra cultura, a la que ha consagrado más de veinte años de su vida. La época cuando fue director de la Casa de la Cultura de Puebla le brindó a ese recinto una armoniosa amalgama cultural donde se dieron cita artistas de corte nacional e interna-cional que abrieron un abanico interdisciplinario de propuestas. Fue ahí cuando se crearon, entre otros, los programas familiares de los sábados,
ofrecidos a los niños; y la programación musi-cal de los lunes, dedicada a las rondallas. Estas actividades se tradujeron en una convivencia familiar obligada para todos los sectores sociales del Estado. Así, el impulso y respaldo que impar-tió a múltiples expresiones artísticas produjo baile, música, teatro, literatura, fotografía que fortalecieron un fin común: la manifestación del espíritu en cada uno de nosotros a través de la apreciación de las bellas artes.
Dentro de su actividad creadora, Gilberto Cas-tellanos fue invitado al segundo Festival Interna-cional de Poesía Morelia 83, al Congreso de Poesía Hispánica Europea y las Américas de Pécs, Hun-gría en el 2002; y al Segundo Encuentro de Poesía Latinoamericana de Viena en 2003. Sus poemas aparecen en siete antologías y ha sido traducido al húngaro, alemán y náhuatl. El mirar del artificio (su opera prima) obtuvo el Premio Latinoamerica-no de Poesía Colima en 1982. Ha publicado siete poemarios más: Yacimientos del verano (2000), Rama del ser (2001), Semillas de barro (2003), Arcangide (2003), Caudal (2005), Letranía (2007) y Savia (2008). Cabe destacar que en 2008 el Gobier-no del Estado de Puebla, a través de la Secretaría de Cultura, publicó la antología Como podar la luz, que reunió los primeros siete libros del poeta y que abarca una trayectoria que va de 1982 a 2007. La edición de esta obra enriqueció el acervo de la literatura poblana, la del país, y la de la lite-ratura a secas, sin adjetivos, que es justamente la que crea y escribe el artista que nos ocupa.
A través de esta obra reunida, los lectores pudimos acercarnos a su obra poética y tuvimos el honor de difundir su discurso ejemplar, pro-fundamente individual y a la vez colectivo, como
él difundiera la poesía sin geografías ni calificati-vos, sino también la cultura poblana en general.
Gilberto Castellanos ha trazado camino en muchos ámbitos: 23 años como representante y promotor de la cultura, 25 años como docente y 34 años en los medios de comunicación. Podríamos decir que gracias a él la modernidad regresó a Pue-bla cuando en 1982 El mirar del artificio fue premia-do, siguiendo la senda que Germán List Arzubide marcara ya desde el lejano 1923 en el cual cubrió la ciudad con el Manifiesto estridentista número 2, hasta que Castellanos refundara la modernidad.
El talento poblano, que permea desde las generaciones maduras y hasta las más jóvenes, va modificándose a través del tiempo hasta conver-tirse en obra, en historia de nuestro estado; parte fundamental de esto es lo que hoy nos congrega en este homenaje. Es un honor para nosotros atisbar el rostro, las manos, el hálito poético del Maestro Gilberto Castellanos que son muestra de la labor vigorosa y del rigor de un artista que se nutre del enigma de la palabra y de los destellos de sus sonoridades.
Ante todo, un agradecimiento por lo que Gilberto Castellanos ha hecho por Puebla, por el arte de Puebla, por los años que dirigió la Casa de la Cultura y la difusión cultural con ahínco indeclinable. Este homenaje debe ser un deleite para los poetas hoy reunidos y para todos los que son lectores de Gilberto Castellanos. A través de los libros publicados por este gran artista, tendremos el gusto de acercarnos a una de las plumas más prolíficas y admirables que ha dado nuestro estado.
* Pronunciado el 23 de septiembre de 2009
Homenaje a Gilberto CastellanosDiscurso pronunciado por el maestro Alejandro E. Montiel Bonilla, secretario de Cultura del estado de Puebla*
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Hace un tiempo, en un noviembre pasado, publi-qué un libro testimonial, El olvido que seremos, pero por la historia que voy a contar creo que puedo empezar a llamarlo novela.
La historia tiene que ver con el título del libro, pues éste, se supone, yo lo habría tomado del pri-mer verso (“Ya somos el olvido que seremos”) de un soneto de Borges que mi papá había copiado de su puño y letra, y que llevaba en el bolsillo de la camisa el día que lo mataron.
Desde hace muchos años yo tenía la feroz sospecha de que ese soneto de Borges (“Epitafio”, se llama) pudiera ser apócrifo. Si no indagué mucho más, esto se debe a que nunca quise com-probarlo, por lo menos no antes de la publicación del libro. El indicio más claro de que el soneto era falso consistía en que nunca pude encontrarlo en las Obras completas de Borges.
Me quedaba la duda, sin embargo, de que pudiera ser un poema póstumo, recobrado en junio de 1987 (un año después de su muerte), en alguna de las múltiples publicaciones que se hicie-ron para conmemorar el primer aniversario de su fallecimiento. Recuerdo haber consultado en Goo-gle —la nueva Biblioteca de Babel—, y también con especialistas en Borges, que se mostraban perplejos, pero que no obstante me decían que todo en el poema (el tema, el tono, la adjetivación, el léxico, las rimas) era típicamente borgesiano.
En la feria del libro de Guadalajara, y preci-samente en la presentación de El olvido que sere-mos, tuve la suerte de conocer al editor de Bor-ges en Argentina, Ricardo Sabanes, y esa noche, durante la comida, le recité el supuesto soneto de Borges, que me sé de memoria, y le pregunté qué opinaba. Él me dijo que parecía auténtico, pero
Alvarado Tenorio, autor de BorgesHéctor Abad Faciolince *
que iba a consultarlo con María Kodama. Se lo copié, se lo envié por mail, y aún estoy a la espera de la respuesta de la viuda de Borges.
Mientras tanto, hace poco, cayó en mis manos la crónica de otra falsificación: “De cómo escribí un prólogo de Borges”. En ella Harold Alvarado Tenorio cuenta cómo, en 1972, se inventó para uno de sus libros (Pensamientos de un hombre llegado el invierno) un supuesto prólogo de Jorge Luis Borges. La impostura la descubrió un perio-dista argentino, Jorge di Paola, quien ese mismo año entrevistó a Borges al respecto.
Lo que contestó el maestro argentino fue elegante, como siempre: “Los pareceres y el estilo del prólogo concuerdan con lo que yo hubiera podido escribir. Asimismo las autoridades que alega el texto corresponden a mis preferencias. También es raro que mi memoria haya dejado caer un hombre tan singular como Harold Alva-rado Tenorio, pero a los 73 años el olvido es harto accesible. Pienso que el ‘Prólogo’ es una afortuna-da parodia, que debo agradecer.”
La crónica de Alvarado Tenorio prendió una luz en mi oscuridad. Busqué más a fondo en la
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* Escritor colombiano. Tomado de Cronopios
nueva Biblioteca de Babel y encontré un texto del mismo Alvarado llamado “Cinco inéditos de Borges”. Ahí estaba el soneto, aunque con algunas variaciones frente al que yo había encontrado en el bolsillo de mi papá.
Decidí hablar con Harold a como diera lugar y al fin logré conseguir su teléfono con Ignacio Ramírez, el director de Cronopios. Hablé con él y, para mi dolor, confirmó mis sospechas: “Ese poema lo escribí yo”. Después añadió: “Lo escribí hace más de diez años y lo publiqué por primera vez en el número dos de la revista Número, en octubre de 1993. Como tenía unas fallas de métri-ca, William Ospina me lo corrigió.”
Cuando colgué con Harold mi estupor había aumentado. Mi papá fue asesinado el 25 de agos-to de 1987, y llevaba en el bolsillo un poema de Borges que Alvarado Tenorio decía haber escrito y publicado seis años después. Claro, tal vez mi memoria me estaba traicionando, y yo me había inventado, en busca de algún efecto patético, la historia de este epitafio cargado en el bolsillo de un muerto. Pero no.
Llamé a Colombia y pedí que me confirmaran la existencia de un artículo aparecido en noviem-bre de 1987 en el Magazín de El Espectador. El artículo, escrito por mí, se llama “Apuntes para una biografía”, y ahí transcribía el soneto que mi papá llevaba consigo. Lo encontraron, así que lo mío no era un recurso retórico ni un invento de la desmemoria.
Vuelvo entonces a llamar a Harold y se lo digo, a ver si es él quien tiene algún vacío de memoria. Lo que me contesta es aún más sor-prendente: “¡Tu papá llevaba el poema antes de que el poema existiera!”
1.-La de Alvarado Tenorio aparecida en Número:
EpitafioYa somos el olvido que seremos.El polvo elemental que nos ignoray que fue el rojo Adán y que es ahoratodos los hombres y los que seremos.Ya somos en la tumba las dos fechasdel principio y el fin, la caja,la obscena corrupción y la mortaja,los ritos de la muerte y las endechas.No soy el insensato que se aferraal mágico sonido de su nombre;pienso con esperanza en aquel hombreque no sabrá quien fui sobre la tierra.Bajo el indiferente azul del cielo,esta meditación es un consuelo.
2. La que llevaba Héctor Abad Gómez en el bolsillo:
EpitafioYa somos el olvido que seremos.El polvo elemental que nos ignoray que fue el rojo Adán y que es ahoratodos los hombres y que no veremos.Ya somos en la tumba las dos fechasdel principio y el término, la caja,la obscena corrupción y la mortaja,los triunfos de la muerte y las endechas.No soy el insensato que se aferraal mágico sonido de su nombre;pienso con esperanza en aquel hombreque no sabrá que fui sobre la tierra.Bajo el indiferente azul del cieloesta meditación es un consuelo.
He aquí las dos versiones del soneto de pseudo Borges:
Y además, pienso yo, en una versión mucho mejor, pues el poema escrito supuestamente por Harold y corregido por William Ospina repite de un modo francamente burdo la palabra “sere-mos” en una rima del primer cuarteto, cosa que Borges no habría hecho jamás.
Tal vez Alvarado Tenorio, igual a aquel Pierre Menard de Borges (que fue capaz de volver a escribir el Quijote letra a letra, sin copiarlo y sin distanciarse una jota del original), escribió en 1993 un soneto que Borges efectivamente había escrito en 1986, antes de morir.
El nuevo autor se equivocó, solamente, en dos o tres palabras que delatan la falsificación, pero el resto del poema es auténtico. La ante-rior, por lo menos, es la hipótesis que tengo yo. Naturalmente, si algún bibliógrafo de Borges me pudiera ayudar, se lo sabría agradecer.
...Otra cosa dijo Borges sobre el Prólogo hecho
por Alvarado Tenorio copiando su estilo: “No tengo por qué desdecirme de esto”. Sospecho que Borges tampoco se desvelaría por desmentir este soneto que, aunque no sea suyo, merecería serlo.
Harold Alvarado Tenorio.
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Chignautla donde, por las noches, se ve desde Teziutlán cómo se pobló paulatinamente una zona que debe-ría ser una reserva natural, un pul-món más para la Sierra; y más aún, la modernidad obligó a abrir nuevos caminos y carreteras que dañaron parte de la naturaleza viva y dio pie a que muchos, muchos personajes deforestaran y siguieran acabando con lo poco que ya existe.
En contraste, la tragedia de 1999 hizo aflorar los valores más nobles y altruistas de quienes la vivieron en carne propia y de todos aquellos que brindaron solidaridad y apoyo a los serranos.
El desastre de octubre sacu-dió, no sólo a los serranos, o a los teziutecos, también a los poblanos y motivó a las instituciones de edu-cación superior a desplegar accio-nes para validar con los hechos su compromiso con la educación y el sentido humano de ésta. La tragedia sirvió para que los poblanos demos-tráramos solidaridad, los serranos manifestaran fortaleza y que los gobiernos municipal, estatal y fede-ral se acercaran a las instituciones para resolver un poco el daño que sufrieron los afectados con esta tra-gedia llamada por el presidente en turno “la tragedia de la década”. Así, muchos supieron que la tragedia no sólo se presenta cuando ocurren catástrofes naturales, sino que, para la gente humilde, el ser serrano es tragedia desde el momento mis-mo en que familias enteras viven (o sobreviven) con lo indispensable para comer y a veces ni con eso. No obstante, debido a la tragedia nos dimos cuenta de lo agraviado y necesitado que está el serrano, de que su andar por la Sierra es, aunque no lo parezca, doloroso. La tragedia nos sirvió para conocer la cruda realidad y para unirnos un poco más a ellos y este libro da cuenta de ello.
Lo de ayer y lo de hoy. Teziutlán, a 10 años de la tragedia, es un trabajo que nos sitúa en el contexto histó-rico y geográfico para entender lo diferente que es el estado de Puebla y, en particular, la Sierra Norte. Está dirigida a los teziutecos que quie-ren conocer más de su pueblo, a aquellos que vivieron la tragedia y quieren una referencia que les sirva como testimonio, y a los visitantes que desean conocer un poco de la Perla de la Sierra.
Es evidente que la tragedia que vivieron los habitantes de la Sierra Norte de Puebla a consecuencia de los fenómenos naturales ocurridos en octubre de 1999, ponen de mani-
fiesto el menosprecio de los seres humanos a las fuerzas incontenibles de la naturaleza. La desgracia que dejó sin hogar a cientos de fami-lias serranas y la pérdida de vidas evidenciaron la despreocupación y negligencia de quienes tenían –y tienen– la obligación de supervisar que los asentamientos humanos se ubiquen en espacios que, a la vez que preserven el medio ambiente, tengan las condiciones mínimas que garanticen viviendas protegidas con-tra los embates de la naturaleza.
Las crisis económicas, educa-tivas y culturales de los pueblos se traducen en crisis en las que se involucra el tipo de relación del hombre con el entorno en el que se
desarrolla. Muchos de los que cono-cimos la magnitud de la desgracia de la Sierra en 1999, creímos que las condiciones iban a ser mejores después de la tragedia, pero no fue así. Vimos que muchos perdieron todo y hoy, cuando a través de la tecnología sabemos lo que pasa casi instantáneamente al otro lado del mundo, en la Sierra de Puebla existen comunidades donde ape-nas han conocido la luz eléctrica y donde el agua potable apenas ha logrado convertirse en realidad, pero falta mucho por hacer.
Sabemos que la edición de esta obra ayudará a profesionistas y estudiosos de todas las áreas del conocimiento para abundar en los estudios de historia regional que integran el mosaico cultural pobla-no. A los teziutecos nos acrecentará el apego a nuestra patria chica. Y a los poblanos, que sin ser teziutecos aman a su estado, los acercará más con el interior de nuestro territorio. A los turistas los invitará a conocer ese fascinante mundo serrano que deja ver que en sus paisajes y su comida se encuentra algo nuevo y diferente, pero lo mejor que encon-traremos en esta tierra es la gente: buena, sincera, atenta, sencilla; son serranos, simple y sencillamente.
En Teziutlán como en muchos municipios circunvecinos hemos visto que la deforestación ocasio-nada por asentamientos irregulares y por los cambios de uso de suelo provocaron a lo largo del tiempo que un sinnúmero de cerros y montañas de la Sierra Norte de Puebla viera reducida su flora y fauna en los últi-mos 40 años; en algunos lugares los recursos naturales se han ido termi-nando o los bosques se fueron con-virtiendo en campos de cultivo. Los reglamentos gubernamentales fue-ron insuficientes para poder mante-ner zonas restringidas. Un ejemplo claro de lo anterior es el cerro de
Teziutlán, ayer y hoy