chaterjee nacion

9
Comunidad imaginada: por quién? DE NUEVO EL NACIONALISMO se ha convertido un tema central en la agenda mundial. Cotidianamente, jefes de Estado y analistas políticos de los países occidentales afirman que con "el colapso del comunismo" (ese es el término utilizado, aunque probable- mente se quieran referir al colapso del socialismo soviético), el mayor peligro para la paz mundial está representado por el resurgimiento del nacionalismo en diferentes partes del mundo. En esta época en que cualquier fenómeno debe atraer la aten- ción de especialistas cuya función parece ser decidir sobre lo que debe interesar al público, antes de ser reconocido como un "problema", el nacionalismo ha recuperado la notoriedad suficiente para librarse de la práctica limitada de los estudios especializados, convirtiéndose cada vez más en un tema de de- bate general. Sin embargo, la forma cómo se ha producido este regreso a la agenda mundial ha rodeado de prejuicios negativos la dis- cusión sobre el tema. En los años cincuenta y sesenta, el nacio- nalismo aún era considerado como un estandarte de las luchas anticoloniales en Asia y África. Sin embargo, a medida que las nuevas prácticas institucionales, políticas y económicas desa- rrolladas en los Estados poscoloniales se disciplinaban y nor- malizaban bajo las rúbricas conceptuales de "desarrollo" y "modernización", el nacionalismo iba siendo relegado al campo de las historias especializadas de este o aquel imperio colonial.

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  • Comunidad imaginada: por quin?

    DE NUEVO EL NACIONALISMO se ha convertido un tem

    a central en la agenda m

    undial. Cotidianamente, jefes de Estado y analistas

    polticos de los pases occidentales afirman que con "el colapso

    del comunism

    o" (ese es el trmino utilizado, aunque probable-

    mente se quieran referir al colapso del socialism

    o sovitico), el m

    ayor peligro para la paz mundial est representado por el

    resurgimiento del nacionalism

    o en diferentes partes del mundo.

    En esta poca en que cualquier fenmeno debe atraer la aten-

    cin de especialistas cuya funcin parece ser decidir sobre lo que debe interesar al pblico, antes de ser reconocido com

    o un "problem

    a", el nacionalismo ha recuperado la notoriedad

    suficiente para librarse de la prctica limitada de los estudios

    especializados, convirtindose cada vez ms en un tem

    a de de-bate general.

    Sin embargo, la form

    a cmo se ha producido este regreso

    a la agenda mundial ha rodeado de prejuicios negativos la dis-

    cusin sobre el tema. En los aos cincuenta y sesenta, el nacio-

    nalismo an era considerado com

    o un estandarte de las luchas anticoloniales en Asia y frica. Sin em

    bargo, a medida que las

    nuevas prcticas institucionales, polticas y econmicas desa-

    rrolladas en los Estados poscoloniales se disciplinaban y nor-m

    alizaban bajo las rbricas conceptuales de "desarrollo" y "m

    odernizacin", el nacionalismo iba siendo relegado al cam

    po de las historias especializadas de este o aquel im

    perio colonial.

  • 88 Partha Chatterjee

    Y en esas historias especializadas, construidas a partir de los contenidos poco agradables de los archivos coloniales, los fun-dam

    entos emancipadores del nacionalism

    o se vieron socavados por innum

    erables revelaciones referidas a acuerdos secretos, m

    anipulaciones y cnica preeminencia de intereses privados. En

    los aos setenta, el nacionalismo se convirti en tem

    a de polti-cas tnicas, una de las razones por las cuales la gente en el Tercer M

    undo se mataba entre s, algunas veces en guerras entre ejr-

    citos regulares, otras veces, angustiosamente, en crueles y pro-

    longadas guerras civiles, o incluso por actos de terrorismo,

    tecnolgicamente sofisticados y virtualm

    ente imposibles de

    detener. Los lderes de las luchas africanas contra el colonialismo y el racism

    o, fueron deteriorando su imagen, al convertirse en

    cabezas de gobiernos corruptos divisionistas y a menudo bru-

    tales. En la actualidad, la figura de Gandhi ha sido apropiada por cultos m

    arginales, como el pacifism

    o y el vegetarianismo.

    Ho Chi Minh, an en sus m

    omentos de gloria, se vio atrapado

    en las insuperables polarizaciones de la Guerra Fra. Parece que no hubiera quedado nada en el legado del nacionalism

    o, que hiciera que el mundo occidental se sintiera a gusto con el concepto.

    Esta genealoga por qu el nacionalismo es ahora

    visto como una fuerza oscu- r",-l-em

    eii~rdecible, prove-nrraldeta-natrTeza primordial d-M

    I sciedades, quemena-

    z el sosegado orden de la vida civilizada. Lo que alguna vez haba sido exitosam

    ente relegado a la periferia, es percibido ahora en cam

    ino de retorno hacia Europa, a travs de las lar-gamente olvidadas provincias de los imperios Habsburgo, zarista y otom

    ano. Como las drogas, el terrorism

    o y la inmigracin ile-

    gal, el nacionalismo es un producto m

    s del Tercer Mundo, que

    Occidente rechaza pero que se siente impotente para prohibir.

    A la luz de las actuales discusiones mediticas, sorprende

    observar que no hace muchos aos el nacionalism

    o era general--

    mente considerado uno de los regalos m

    as significativos apor-tado--Por los europeos al resto del m

    undo. Muy a m

    enudo, tam

    poco se recuerda hoy que las dos grandes guerras del siglo XX, que involucraron casi a todo el planeta, fueron ocasiona-das por la incapacidad de Europa para m

    anejar sus propios

    Comunidad imaginada: por quin? 89

    nacionalismos tnicos. Ya sea en su variante "buena" o en su

    variante "mala", el nacionalism

    o fue un producto dl - a-histefia. p6ltica eurl5ea~

    ri - trgen para la resistencia fiar a la celebracin de las tendencias unificadoras actualmente en curso en Europa, parece haber en la reciente am

    nesia acerca de los orgenes del nacionalism

    o un vestigio de ansiedad respecto a la cuestin de si este ha sido o no dom

    esticado en la tierra que lo vio nacer.

    En todo este tiempo, los "especialistas", los historiadores

    del mundo colonial que desarrollan su trabajo sin ovaciones, en

    los hmedos repositorios donde reposan los reportes adm

    i-nistrativos y la correspondencia oficial, en los archivos coloniales, en Londres, Pars o m

    sterdam, no han olvidado cm

    o lleg el nacionalism

    o a las colonias. Todos ellos concuerdan en recor-dar que fue una im

    portacin proveniente de Europa. Los deba-tes de los aos sesenta y setenta en las historiografas de frica, India e Indonesia giraban sobre en qu se convirti la idea ori-ginal, quin era el responsable de su llegada y de su transfor-macin. Los debates entre una generacin nueva de historiadores nacionalistas y quienes fueron calificados com

    o "colonialistas" eran fuertes y a m

    enudo candentes, pero quedaban relegados al m

    undo de los especialistas en estudios regionales y nunca m

    s nadie tena noticia de ellos. Hace diez aos, uno de esos especialistas fue el encargado de cuestio nar, con un enfoque novedoso, el origen y expansin del nacionalism

    o dentro de la historia universal. Benedict Anderson m

    ostr con mucha ori-

    ginalidacl_y_ sutileza que las naciones no eran el producto de condiciones sociolgicas dadas, com

    o la lengua, la raza o la rligin7Las naciones han sido, en Europa y en cualquier parte del m

    undo, imaginadas en su existencia.' Anderson tam

    bin describi algunas de las principales form

    as institucionales por m

    edio las cuales estas "comunidades im

    aginadas" adquirieron una form

    a concreta, especialmente las instituciones de lo que,

    1. Benedict Anderson, Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread

    of Nationalism. Londres: Verso, 1983. Hay traduccin al castellano: Benedict Anderson, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusin del nacionalismo. M

    xico: Fondo de Cultura Econmica, 1993.

  • 90 Partha Chatterjee

    Comunidad imaginada: por quin? 91

    muy ingeniosam

    ente, denomin el "capitalism

    o impreso".

    Anderson argument que la experiencia histrica del nacio-

    nalismo en Europa occidental, en Amrica y en Rusia proporcio-n a los posteriores nacionalism

    os un conjunto de formatos

    modulares, a partir de los cuales las lites nacionalistas en Asia

    y frica escogieron sus respectivas trayectorias. El trabajo de A

    nderson ha sido el ms influyente en los

    ltimos aos en el em

    peo de generar nuevos enfoques tericos sobre el nacionalismo. Una influencia que, est por dems decir, se restringe casi exclusivam

    ente a los espacios acadmicos. Al

    contrario de la ola de exotizacin tergiversadora del nacionalismo que prevalece en los m

    edios populares de comunicacin en

    Occidente, la corriente terica inaugurada por Anderson trata de abordar el fenm

    eno como parte de la historia universal del

    mundo m

    oderno. Pero tengo que hacerle una objecin a esta argum

    entacin. Si los nacionalismos en el resto del m

    undo te-nan que escoger su "com

    unidad imaginada" a partir de ciertos

    formatos m

    odulares que Europa y Amrica les proporciona-

    ban, entonces qu se les dejaba a su imaginacin? Parece que la _

    historia ya hubiese decretado que nosotros, en el mundo posco-

    lonial, deberamos ser solam

    ente unos consumidores perpetuos

    _,

    de ja modernidad. Europa y Am

    rica, los nicos sujetos verda-deros de la historia, habran elaborado ya, en nuestro nom

    bre, no solo el guin de la ilustracin y la explotacin colonial, sino tam

    bin el de nuestra resistencia anticolonial. Y tambin el de

    nuestra miseria poscolonial. Incluso nuestras imaginaciones de-

    ben permanecer colonizadas para siem

    pre.

    No objeto esta propuesta por razones sentimentales. La obje- 1

    _Z-N to porque no la puedo conciliar con la evidencia de la existencia --- "'" ae unnCionalisnao anticolonial. Los m

    s poderosos, as como

    loS': ms creativos, resultados de la im

    aginacin nacionalista en Asia y frica, radican no solam

    ente en una identidad diferente, si no m

    s bien en una diferencia respecto a los formatos m

    odu-lares conform

    adores de sociedades nacionales propagados por el Occidente moderno. Cmo podemos ignorar esto, sin reducir la experiencia del nacionalism

    o anticolonial a una caricatura de s misma?

    Para ser justos, no se debe culpar nicamente a Anderson.

    El problema surge, estoy convencido, porque hemos interpretado las dem

    andas del nacionalismo entendido com

    o movim

    ie pol-tico demasiado literalmente y demasiado en serio. En India cual-quier historia estndar nacionalista nos dir que el nacionalism

    o com

    enz propiamente en 1885, con la form

    acin del Congreso Nacional Indio. Tam

    bin nos dir que la dcada precedente fue un periodo de preparacin, en el cual se form

    aron diversas asociaciones polticas provinciales. Previo a ello, desde la dca-da de 1820 hasta la dcada de 1870, habram

    os asistido a un periodo de "reform

    a social". La ilustracin colonial comenz a

    "modernizar" las costum

    bres e instituciones de una sociedad tradicional, pero el espritu poltico era todava de am

    plia co-laboracin con el rgim

    en colonial: el nacionalismo todava no

    haba emergido. Esta historia, cuando se som

    ete a un anlisis sociolgico sofisticado, no puede sino converger con los plan-team

    ientos de Anderson. En realidad, desde el mom

    ento que procura replicar en su propia historia la historia del Estado m

    oderno en Europa, la autorrepresentacin del nacionalismo,

    inevitablemente, corroborar la decodificacin que Anderson

    hace del mito del nacionalism

    o. Pienso, sin embargo, que desde

    el punto de vista historiogrfico la autobiografa del naciona-lism

    o es fundamentalm

    ente incorrecta. Segn m

    i lectura, el nacionalismo anticolonial forja su pro-

    , piespacio de soberana dentro de la sociedad colonial m

    ucho antes de iniciar su batalla poltica con el poder imperial. Lo hace, dividiendo el m

    undo de las instituciones y las prcticas sociales en

    campos : el material y el espiritual. El material es el campo de lo "exterior", de la econom

    a y de lo estatal, de la ciencia y 1 de la tecnologa, un cam

    po en el cual Occidente ha ratificad superioridad y Oriente ha sucum

    bido. En este campo, la su-:

    perioridad occidental ha sido reconocida, y sus logros cuida-dosamente estudiados e imitados. Lo espiritual, por el contrario, es un cam

    po "interior", que soporta a los aspectos "esenciales" de la identidad cultural. Cuanto m

    s se triunfe en imitar los

    logros occidentales en el campo material, mayor ser la necesidad de preservar las caractersticas de la propia cultura , espiritual.

    4

  • 92 Partha Chatterjee

    Comunidad imaginada: por quin? 93

    Esta frmula es, segn pienso, un rasgo fundam

    ental de los nacionalism

    os anticoloniales en Asia y frica.2 De ello derivan diversas im

    plicaciones. En primer lugar, el

    nacionalismo declara al cam

    po de lo espiritual como su territorio

    soberano y se niega a permitir que el poder colonial intervenga

    en este campo. Si retom

    o el ejemplo de India, el periodo de la

    "reforma social" estuvo en realidad conform

    ado por dos fases distintas. En la prim

    era fase, los reformadores indios buscaron

    a las autoridades coloniales para que llevaran a cabo, por medio

    de una accin estatal, las reformas de las instituciones y cos-

    tumbres tradicionales. En la segunda fase, a pesar de que no se

    discuta la necesidad de cambio, exista una fuerte resistencia

    para permitir que el Estado colonial intervenga en asuntos que

    afectaran a "la cultura nacional". La segunda fase, segn mi

    planteamiento, era ya el m

    omento del nacionalism

    o. En otras palabras, el Estado colonial se m

    antiene fuera del cam

    po "interior" de la cultura nacional. Pero no es, como se

    piensa, que el llamado cam

    po de lo espiritual permanezca inal-

    terable. De hecho, es desde aqu que el nacionalism

    o lanza su proyecto m

    s poderoso, ms creativo e histricam

    ente signifi-cativo: m

    odelar una cultura nacional "moderna", que no sea de

    ninguna manera occidental. Si la nacin es una com

    unidad im

    aginada, es en el campo interior (de lo espiritual) donde ad-

    quiere razn de ser. En su dominio verdadero y esencial, la na-

    cin puede ser soberana, aun cuando el Estado est en manos

    del poder colonial. La dinmica de este proyecto histrico est

    completam

    ente olvidada en las historias convencionales, en las cuales la historia del nacionalism

    o comienza con la lucha por el

    poder poltico. Para precisar este argum

    ento, permtanm

    e adelantar algu-nos puntos que m

    s adelante sern discutidos con mayor de-

    talle. Deseo resaltar aqu varios aspectos dentro del llam

    ado cam

    po de lo espiritual, donde el nacionalismo m

    uestra su lado

    2. Este es un argum

    ento central de mi libro Nationalist thought and the Colonial

    World. A Derivative Discourse. M

    innesota: University of Minnesota Press, 1986.

    creativo. Me rem

    itir en mis ilustraciones a Bengala, cuya histo-

    ria me es m

    ucho ms fam

    iliar. El prim

    er punto se refiere a la lengua. Anderson seala que el "capitalism

    o impreso" provee el espacio institucional necesa-

    rio para el desarrollo de la moderna lengua "nacional".3 Sin em

    -bargo, las singularidades de la situacin colonial no perm

    iten una transposicin tan sencilla de los patrones europeos de de-sarrollo del nacionalism

    o. En Bengala es por iniciativa de la Com

    paa de las Indias Orientales y de los m

    isioneros euro-peos que los prim

    eros libros son traducidos al bengal, a finales del siglo XVIII. La prim

    era narrativa en prosa data de inicios del siglo XIX. Pero, tam

    bin, al mism

    o tiempo, es en la prim

    era mitad

    del siglo XIX cuando el ingls desplaza completam

    ente al persa com

    o lengua de la burocracia, emergiendo com

    o el medio m

    s poderoso de influencia intelectual sobre la nueva lite bengal. El m

    omento crucial en el desarrollo de la lengua bengal m

    oderna tiene lugar a m

    ediados de siglo, cuando esta lite bilinge recurre a dicha lengua com

    o parte de su proyecto cultural, proveyendo al bengal del aparato lingstico necesario para convertirse en un idiom

    a apropiado para la cultura "moderna". U

    na vasta red de im

    prentas, editoriales, peridicos, revistas y sociedades lite-rarias com

    ienza a aparecer en ese mom

    ento, fuera del control del Estado y de los m

    isioneros europeos. A travs de esta red,

    la nueva lengua, modernizada y estandarizada, va tom

    ando for-ma. La intelligentsia bilinge com

    ienza a pensar su propia lengua con un sentido de pertenencia e identidad cultural. U

    na lengua a la cual haba que m

    antener apartada del colonizador intruso. La lengua es el prim

    er espacio sobre el que la nacin tuvo que reafirm

    ar su soberana, pero, al mism

    o tiempo, transform

    ndola con la finalidad de hacerla adaptable para el m

    undo moderno.

    En este punto, la influencia de los modelos proporcionados

    por las lenguas y literaturas modernas europeas no necesaria-

    mente se tradujo en un resultado sim

    ilar. En el caso de los nue-vos gneros literarios y las convenciones estticas, donde la influencia europea indudablem

    ente delineaba el discurso crtico,

    3. Anderson, Imagined Communities, pp. 17-49.

  • 94 Partha Chatterjee

    se consideraba, sin embargo, que las convenciones europeas

    eran inapropiadas y engaosas para analizar la evolucin de las producciones literarias en bengal m

    oderno. Hasta hoy existen

    todava algunos hiatos evidentes en este campo, entre los trm

    i-nos de la crtica acadm

    ica y los de la prctica literaria. Para dar un ejem

    plo, permtanm

    e analizar brevemente el teatro bengal.

    El teatro constituye el gnero literario moderno m

    enos elogiado en lo esttico por los crticos de literatura bengal. Sin em

    bargo, es el gnero a travs del cual la lite bilinge ha en-contrado su audiencia m

    s amplia. C

    uando apareci en su form

    a moderna, a m

    ediados del siglo XIX, el nuevo teatro ben-gal dispona de dos m

    odelos: por un lado, el teatro moderno

    europeo, segn haba sido desarrollado desde Shakespeare y M

    olire; por otro, la tradicin del teatro snscrito, desparecido en la prctica pero engrandecido gracias a los elogios provenien-tes de los eruditos orientalistas europeos. Los criterios literarios que presum

    iblemente incorporaron al nuevo teatro dentro del

    dominio privilegiado de la cultura nacional m

    oderna, fueron, por lo tanto, claram

    ente establecidos por los formatos m

    odulares proporcionados por Europa. Pero las prcticas representativas hicieron im

    posible que esos criterios se aplicaran a las obras escritas para su representacin. Las convenciones que perm

    itan que una obra triunfara en los escenarios de Calcuta eran m

    uy diferentes de las convenciones aprobadas por los crticos edu-cados en las tradiciones del teatro europeo. Hasta hoy esas ten-siones no han sido resueltas. Lo que funge com

    o la corriente teatral oficial en Bengala O

    ccidental y en Bangla Desh, es el

    teatro urbano moderno, nacional y claram

    ente diferenciado del "teatro popular". Este teatro oficial es producido y consisten-tem

    ente auspiciado por literatos urbanos de la clase media. Aun

    as, sus convenciones estticas no se adecan completam

    ente a los estndares establecidos por los form

    atos literarios adopta-dos de Europa.

    En el caso de la novela, ese celebrado artificio de la imagi-

    nacin nacionalista, donde la comunidad tom

    a cuerpo para vivir y am

    ar dentro de un tiempo "hom

    ogneo", los formatos m

    o-dulares descritos por A

    nderson no necesariamente cum

    plen su

    Comunidad imaginada: por quin? 95

    pape1. 4 La novela fue el principal gnero a travs del cual la lite bilinge bengal produjo una nueva narrativa en prosa. En los orgenes de esta prosa, la influencia de los dos m

    odelos dis-ponibles, el ingls m

    oderno y el snscrito clsico, era obvia. Pero, a m

    edida que el gnero ganaba mayor popularidad, fre-

    cuentemente los novelistas bengales se han visto obligados a

    cambiar las form

    as cannicas de la prosa de autor, para incorpo-rar elem

    entos provenientes del registro oral. Al leer algunas de las novelas bengales m

    s populares, a menudo es difcil deter-

    minar si se est leyendo una novela o una obra de teatro. Pese a

    haber creado un lenguaje en prosa moderno, acorde con los for-

    matos m

    odulares convencionales, los autores que buscaban verosim

    ilitud para su arte se vean en la necesidad de escapar com

    o fuese de la rigidez de esa prosa cannica. El deseo por construir una form

    a esttica moderna, nacional

    y, al mism

    o tiempo, diferente de Occidente alcanza su paroxism

    o en las iniciativas desarrolladas durante el siglo XX dentro la de-nom

    inada "escuela de arte de Bengala". Estos esfuerzos generan un espacio institucional para los artistas profesionales m

    odernos, diferente de la artesana tradicional, un canal para la disem

    inacin del arte m

    oderno a travs de su exhibicin y, en ltima instancia,

    la aparicin de un pblico versado en las nuevas normas estticas.

    Esta agenda para la construccin de un espacio artstico moder-

    nizado estuvo acompaada de un fervor ideolgico orientado a

    la generacin de un arte que fuera verdaderamente "indio",

    diferente de "lo occidental". 5 Aun cuando el estilo peculiar desa-rrollado por la escuela de Bengala en su bsqueda de un nuevo arte indio no logr m

    antener su vigencia por mucho tiem

    po, el anhelo de fondo contina presente hasta nuestros das: la bs-queda de un arte que pueda considerarse m

    oderno y, al mism

    o, tiem

    po reconocerse como indio.

    4.Anderson, Imagined Communities, pp. 28-40.

    5.La historia de este m

    ovimiento artstico ha sido estudiada en detalle por

    Tapati Guha-Thakurta, The Making of a New "Indian" Art: Artists, Aesthetics

    and Nationalism in Bengal , 1850-1920 . Cambridge: Cambridge University Press, 1992.

  • 96 Partha Chatterjee

    Comunidad imaginada: por quin? 97

    En paralelo a las instituciones del capitalismo im

    preso, asistim

    os a la aparicin de una creciente red de escuelas se-cundarias. El nacionalism

    o procur en todo mom

    ento mantener

    esta responsabilidad bajo su jurisdiccin, incluso mucho antes

    de que el poder estatal se hubiese convertido en tema de discor-

    dia. Desde la segunda mitad del siglo XIX, la nueva lite bengal

    orienta el esfuerzo "nacional" para abrir escuelas en toda la provincia y generar as una educacin literaria conveniente a sus intereses. Al igual que el capitalism

    o impreso, las institucio-

    nes de educacin secundaria se convirtieron en instrumentos

    para la extensin y estandarizacin de la nueva lengua y de la nueva literatura, fuera del dom

    inio del Estado. Solo cuando este espacio se abri, fuera de la influencia del Estado colonial y de las m

    isiones europeas, se consider legtimo que las m

    u-jeres fuesen enviadas a la escuela. Fue tam

    bin durante este periodo, a finales del siglo X

    IX, que la Universidad de Calcuta

    pas de ser una institucin de educacin colonial a una institu-cin m

    arcadamente nacional, con su propio program

    a de estu-dios, sus propias facultades y sus propios recursos.'

    Otra rea del "dominio interno" de la cultura nacional es la

    familia. Aqu, la afirm

    acin de autonoma era an m

    s dramtica.

    La crtica europea, que consideraba la "tradicin" india como

    brbara, se centr por mucho tiem

    po en sus prcticas y creencias religiosas, especialm

    ente en aquellas relacionadas con el trato dado a las m

    ujeres. La fase inicial de la "reforma social" llevada

    a cabo por intermedio del poder colonial tam

    bin se centr en estos m

    ismos aspectos. D

    urante la segunda fase, el mbito

    familiar fue considerado esencial para la "tradicin india". Pero,

    a diferencia de los primeros reform

    adores indios, los nacio-nalistas de esta segunda etapa de reform

    a no estaban_dispuestos a adm

    itir que el poder colonial legislara sobre las reformas de

    la sociedad "tradicional". Segn afirmaban, solo la m

    isma nacin

    6. Vase Anilchandra Banerjee, "Years of Consolidation: 1883-1904"; Tripurari Chakravarti, "The University and the Goverment: 1904-24" y Pramathanath Banerjee, "Reform and Reorganization: 1904-24", todos en Niharranjan Ray and Pratulchandra Gupta (eds.). Hundred Years of the University of Calcutta. Calcuta: Universidad de Calcuta, 1957, pp. 129

    -78, 179-210 y 211

    -318.

    tena el derecho de intervenir en tales aspectos, fundamentales

    para mantener su identidad cultural. D

    urante esta poca, el m

    bito familiar y la propia posicin de la m

    ujer experimentaron

    cambios sustanciales en el m

    undo de la clase media nacionalista.

    Se consolid un nuevo tipo de patriarcado, diferente del orden "tradicional", pero cuya reivindicacin explcita era ser diferen-te de la fam

    ilia "occidental". La "nueva mujer" tena que ser

    moderna, pero tam

    bin deba mantener los caracteres de la tra-

    dicin nacional y, por lo tanto, deba ser esencialmente diferente

    de la mujer "occidental".

    La historia del nacionalismo com

    o movim

    iento poltico ha tendido a centrarse principalm

    ente en su lucha con el poder colonial por el dom

    inio de lo exterior, esto es, en el dominio

    material del Estado. Esta es una historia diferente a la que yo

    he subrayado. Una historia en la que el nacionalism

    o no tena otra opcin, si no escoger sus form

    atos de entre la galera de "m

    odelos" ofrecidos por los Estados-nacin europeos y ame-

    ricanos: la "diferencia" no es un criterio viable en el dominio de

    lo material. En este cam

    po exterior (lo material), el nacionalism

    o inici "su cam

    ino (permtanm

    e recordar, que para ese mom

    ento ya haba proclam

    ado su soberana en el campo interior o espi-

    ritual) insertndose en la nueva esfera pblica conformada por

    los procesos y formas del Estado m

    oderno (en este caso colonial). En sus inicios, la tarea del nacionalism

    o consista en vencer la subordinacin de las clases m

    edias colonizadas, esto es, en desa-fiar la "regla de la diferencia colonial" en el m

    bito del Estado. D

    ebemos recordar que el Estado colonial no fue solam

    ente la institucin que trajo los form

    atos modulares del Estado m

    oderno a las colonias. Tam

    bin fue una institucin destinada a no cumplir

    nunca la misin de "norm

    alizacin" del Estado moderno, porque

    la premisa de su poder era la "regla de la diferencia colonial",

    es decir, la preservacin de la particularidad del grupo dominante.

    Como las instituciones del Estado m

    oderno fueron creadas durante la colonia, especficam

    ente en la segunda mitad del siglo

    XIX, los grupos dominantes europeos encontraron necesario es-

    tablecer, por medio de la prom

    ulgacin de leyes, de la burocracia, de la adm

    inistracin de justicia y del reconocimiento por parte

  • 98 Partha Chatterjee

    Comunidad imaginada: por quin? 99

    del Estado de un espacio legtimo de opinin pblica, la dife-

    rencia entre gobernantes y gobernados. Si se les iba a permitir a

    los indios legislar, podran juzgar a los europeos? Estaba bien que los indios ingresaran al servicio civil, tom

    ndoles los mis-

    mos exm

    enes que a los britnicos graduados? Si los peridicos europeos en India posean libertad de prensa, se podra aplicar lo m

    ismo a los peridicos locales? Irnicam

    ente, se convirti en una tarea histrica del nacionalism

    o, que paralelamente insista

    en la as marcas de diferencia cultural con respecto a -(5-c-ela-e-nte,

    rervihdicar'que no existiera ninguna regla diferenciadora en el dom

    inio del Estado. Eventualm

    ente, con la creciente fuerza de los polticos na-cionalistas, este dom

    inio se hizo ms extensivo e internam

    ente diferenciado, hasta tom

    ar finalmente la form

    a del Estado nacional, es decir, poscolonial. Los elem

    entos dominantes de su autode-

    finicin, al menos en India poscolonial, provenan de la ideologa

    del Estado moderno dem

    ocrtico-liberal. De acuerdo con la

    ideologa liberal, lo pblico se distingua del dominio de lo

    privado. Se le exiga al Estado que protegiera la inviolabilidad de la privacidad del sujeto respecto a otras privacidades. La legitim

    idad del Estado al desempear esta funcin tena que

    verse garantizada por su negativa a establecer diferencias entre privacidades, es decir, diferencias de raza, lengua, religiosa, de clase, casta, etc.

    Pero exista un problema, en tanto el liderazgo m

    oral e intelectual de la lite nacionalista operaba en un cam

    po constitui-do por un conjunto bastante particular de diferencias: entre lo espiritual y lo m

    aterial, lo interior y lo exterior, lo esencial y lo no esencial. Ese espacio tan controvertido sobre el cual el na-cionalism

    o haba proclamado su soberana y dentro del cual ha-

    ba imaginado su verdadera com

    unidad (el campo interno), no

    necesariamente coincida con la dem

    arcacin establecida por la distincin entre lo pblico y lo privado. En este sentido, el pro-yecto hegem

    nico del nacionalismo difcilm

    ente poda hacer "indiferentes" las distinciones de lengua, religin, casta o clase. El proyecto era una "norm

    alizacin" cultural, como A

    nderson plantea, es decir, un proyecto hegem

    nico burgus, sin duda,

    pero con una gran diferencia: el proyecto hegemnico del na-

    cionalismo indio tena que escoger su espacio de autonom

    a desde una posicin de subordinacin a un rgim

    en colonial, que tena de su lado los recursos legitim

    adores ms universales genera-

    dos por el pensamiento social posterior a la Ilustracin. Com

    o resultado de ello, las form

    as autnomas de im

    aginar la comu-

    nidad fueron, y continan siendo, oprimidas y desestim

    adas por la historia del Estado poscolonial. H

    e aqu las races de nuestra m

    iseria poscolonial: no radican en nuestra incapacidad para pensar nuevas form

    as de comunidad m

    oderna, sino en nuestro som

    etimiento hacia las viejas form

    as de Estado moder-

    no. Si la nacin es una comunidad im

    aginada, y si las naciones deben a su vez asum

    ir la forma de Estados, entonces nuestro

    lenguaje terico nos deber permitir hablar sobre com

    unidad y Estado al m

    ismo tiem

    po. Pero, segn creo, nuestro lenguaje terico actual no lo perm

    ite. Un poco antes de su m

    uerte, Bipinchandra Pal (1858-1932), lder del m

    ovimiento Sw

    adeshi en Bengala y protagonista del Congreso Nacional Indio en el periodo anterior a Gandhi, des-cribi de la siguiente m

    anera las residencias donde se alojaban los estudiantes de Calcuta durante su juventud:

    Las residencias de los estudiantes en Calcuta, en mis tiem

    pos de estudiante, hace cincuenta o sesenta aos, eran com

    o pequeas repblicas y se m

    anejaban con normas estrictam

    ente democrticas.

    Todo era decidido por el voto de la mayora de los m

    iembros de la

    residencia. Al final de cada m

    es un director era elegido por toda la "Casa", por decir as, y se le encargaba tram

    itar todos los deberes de los residentes, y la supervisin general de los alim

    entos y del establecim

    iento de la residencia [...] A un buen adm

    inistrador se le rogaba frecuentem

    ente a que aceptara su reeleccin, mientras

    que los miem

    bros ms descuidados y flojos, quienes generalm

    en-te tenan que pagar de su propio bolsillo por su m

    ala adminis-

    tracin, evitaban ocupar esta posicin de honor.

    Cualquier disputa entre un miem

    bro y otro era zanjada por una "Corte" de toda la "Casa"; y nos sentbam

    os, recuerdo, noche tras noche, a analizar esos casos. Y

    nunca era cuestionada o de-sobedecida, por ningn m

    iembro, la decisin de esta "Corte".

  • 100 Partha Chatterjee

    Tampoco eran, en absoluto, los m

    iembros de la residencia, inca-

    paces en la tarea de hacer cumplir en el m

    omento debido su

    veredicto sobre un colega trasgresor. Para ello amenazaban siem

    -pre al m

    iembro recalcitrante con la expulsin de la residencia o, si

    rehusaba irse, con la responsabilidad de hacerse cargo por com-

    pleto de la renta Y tal era la fuerza de la opinin pblica en

    esas pequeas repblicas, que he sabido de casos de castigo a m

    iembros transgresores, que despus de una sem

    ana de haber sido expulsados, su sem

    blante pareca como si se estuviese re-

    cuperando de una grave enfermedad.

    La composicin de nuestra residencia presupona una suerte de

    comprom

    iso entre los llamados ortodoxos, los brahm

    nicos, y otros m

    iembros heterodoxos de nuestra repblica. Entonces, se estable-

    ci una norma, por voto unnim

    e de toda la "Casa", que ningn m

    iembro debera traer com

    ida a la "Casa" [...] [una norma] que

    ultraj los sentimientos de los ortodoxos hindes, sin em

    bargo, quedaba claram

    ente entendido que los miem

    bros de la residencia, ya sea com

    o grupo o individualmente, no interferiran con lo que

    cada uno tomase fuera de la casa. As, nosotros ram

    os libres de ir y tener todo tipo de com

    ida prohibida, aun para ir al Great Eastern H

    otel, el cual muchos de nosotros em

    pezbamos a frecuentar

    ocasionalmente, u otro lugar cualquiera.'

    Lo interesante de esta descripcin no es la visin exage-radam

    ente romntica de un esquem

    a en miniatura de una form

    a poltica im

    aginada de autogobierno de la nacin, sino el uso repetitivo de los trm

    inos institucionales de la moderna vida

    cvica y poltica europea (repblica, democracia, m

    ayora, una-nim

    idad, eleccin, casa, corte, etc.) para describir un conjunto de actividades desarrolladas en otro contexto, absolutam

    ente incongruente con ese tipo de sociedad civil. El tem

    a de un "com-

    promiso" en los hbitos alim

    enticios de los miem

    bros se basaba realm

    ente, no en un principio de delimitacin entre lo "privado"

    y lo "pblico", sino en la separacin de los dominios de lo

    "interior" y lo "exterior". Lo interior, espiritual, entendido como

    un espacio donde la "unanimidad" tena que prevalecer, m

    ientras

    7. Bipinchandra Pal, Memories of My Life and Times. Calcuta: Bipinchandra Pal Institute, 1973 (1932), pp. 157-160.

    Comunidad imaginada: por quin? 101

    que lo exterior, material, era solo una m

    uestra de la libertad individual. A pesar del "voto unnim

    e de toda la Casa", la fuerza que determ

    inaba la unanimidad en el cam

    po interior no era el procedim

    iento de votacin (que implica un cuerpo constituido

    por miem

    bros individuales), sino el consenso de una comunidad.

    Una com

    unidad institucionalmente novedosa, porque despus

    de todo la residencia de Calcuta era algo sin precedentes en la "tradicin", e internam

    ente diferenciada. Una com

    unidad, sin duda, cuyas dem

    andas tenan preferencia sobre las propias de los m

    iembros individuales.

    El uso de trminos que rem

    iten al proceso parlamentario

    por parte Bipinchandra para describir las actividades "comu-

    nitarias" de una residencia como si fuese una nacin, no debe

    ser considerado como una m

    era anomala. Su lenguaje constitu-

    ye un indicativo de la imbricacin entre los dos discursos, y los

    dos dominios correspondientes, de la poltica. Existe un intento,

    perceptible en la reciente historiografa india, por abordar estos dos dom

    inios como los m

    bitos de la poltica de la "lite" y de la poltica de los "subalternos".8 Sin em

    bargo, uno de los resul-tados im

    portantes de este enfoque historiogrfico ha sido para-djicam

    ente demostrar que cada dom

    inio, no solamente acta

    en oposicin al otro, sino que, a travs de este proceso de confron-tacin, m

    odela tambin las form

    as emergentes del otro dom

    inio. Por lo tanto, la presencia de lo popular o de elem

    entos comu-

    nitarios integrados en el orden liberal del Estado poscolonial no debe asum

    irse como un signo de falta de autenticidad o de

    deshonestidad de la lite poltica. Es, ms bien, un reconocim

    iento por parte de esta lite de la presencia tangible de un espacio para la poltica de los subalternos, un espacio a partir del cual existe la necesidad de negociar acuerdos. Por su parte, la polti-ca de los subalternos se ha fam

    iliarizado cada vez ms, hasta

    8. Representado por los varios ensayos en Ranajit Guha (ed.), Subaltern Studies, vols. 1-6. Delhi: Oxford University Press, 1982-1990. La declaracin pro-gramtica de esta aproximacin est en Ranajit Guha. "On Some Aspects of the Historiography of Colonial India" en Ranajit Guha (ed), Subaltern Studies, vol. 1. Delhi: Oxford University Press, 1982, pp. 1-8.

  • 102 Partha Chatterjee

    llegar a adaptarse en ocasiones a las formas institucionales ca-

    ractersticas de la elite dominante. Por lo tanto, el punto aqu

    no es la simple dem

    arcacin e identificacin de dos espacios diferenciados, que es lo que en un prim

    er mom

    ento se requera para rom

    per con los clamores totalizadores de la historiografa

    nacionalista. La tarea consiste en rastrear, en sus historicidades

    )

    mutuam

    ente condicionadas, las formas especficas que surgie-

    ron, por un lado, en el espacio definido por el proyecto hege-m

    nico de la modernidad nacionalista, y, por el otro lado, en

    las innumerables resistencias fragm

    entadas hacia ese proyecto norm

    alizador. Este es el ejercicio que deseo realizar en este libro. D

    ado que el problem

    a apunta a los lmites de la supuesta universali-

    dad de las disciplinas del conocimiento posterior a la Ilustracin,

    podra parecer que este trabajo se trata de otro ejemplo m

    s del excepcionalism

    o indio (u oriental). Sin embargo, el propsito

    de mi trabajo es m

    ucho ms com

    plejo y considerablemente m

    s am

    bicioso. No solamente abarca la identificacin de las condicio-

    nes discursivas que hicieron posible tales teoras sobre el excep- cionalism

    o indio. Incluye, tambin, una dem

    ostracin de estas presuntas excepciones, com

    o lo que realmente son: elem

    entos reprim

    idos por la fuerza, situado ms all de la supuesta form

    a universal del rgim

    en moderno de poder. Esta ltim

    a demos-

    tracin nos permitir argum

    entar que las pretensiones univer-salistas de la filosofa social occidental m

    oderna se encuentran en s m

    ismas lim

    itadas por las contingencias del poder global. En otras palabras, "el universalism

    o occidental", no menos que

    el "excepcionalismo oriental", puede ser identificado com

    o una form

    a particular de una conceptuacin ms com

    pleja, diversa y diferenciada de una nueva idea universal. Este enfoque no sola-m

    ente hace posible pensar en nuevas formas de com

    unidad m

    oderna, las cuales, como yo lo planteo, han protagonizado

    desde sus inicios la experiencia nacionalista en Asia y

    frica, sino, m

    s decididamente, perm

    ite tambin pensar en nuevas

    formas de Estado m

    oderno. El proyecto, entonces, consiste en reclam

    ar para nosotros, los una vez colonizados, la libertad de im

    aginacin. Pretensin que, como bien sabem

    os, solo pueden

    Comunidad imaginada: por quin? 103

    tomar cuerpo com

    o respuesta a un campo de poder. Los estu-

    dios en este libro dejarn necesariamente la im

    presin de una pregunta no contestada. A

    bogar en nombre del fragm

    ento es tam

    bin, no debe sorprender, generar un discurso que es en s m

    ismo fragm

    entado. Pedir disculpas por ello sera redundante.