chile en el perú.pdf

Upload: marina-tolosa

Post on 02-Jun-2018

228 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

  • 8/10/2019 Chile en el Per.pdf

    1/23

    CONSEJO SUPERIORDE INVESTIGACIONESCIENTFICAS

    MINISTERIODE EDUCACINY CIENCIA

    Volumen LXVI N 236 enero-abril 2006 Madrid (Espaa) ISSN: 0034-8341

    CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTFICAS

  • 8/10/2019 Chile en el Per.pdf

    2/23

    Revista de Indias, 2006, vol. LXVI, nm. 236

    Pgs. 195-216, ISSN: 0034-8341

    CHILE EN EL PER: GUERRA Y CONSTRUCCINESTATAL EN SUDAMRICA, 1881-1884

    POR

    CARMEN MC EVOYUniversity of the South, Sewanee

    Ya est usted en el potro y es menester domarlo. Ahorahinche el cuero como dicen los rotos, y vyase sobre Lima

    Carta de Domingo Santa Mara a Jos Francisco Vergara.Santiago, 2 de diciembre de 18801.

    Parece cosa resuelta que dejaremos cuatro mil hombres enTacna, siete mil en Lima y Callao y tres mil en Trujillo.

    Creo que con esto quedamos slidamente en el Per

    Carta de Eulogio Altamirano a Anbal Pinto.Lima, 3 de febrero de 18812.

    Este artculo analiza el papel jugado por el Estado chileno durante la Guerra del Pacfico,

    1879-1884. Iluminar el desempeo de sus burocracias en la construccin de redes polticas en el

    Per as como tambin el impacto de dicho proceso en la construccion estatal en Chile. El caso

    chileno es el de un Estado que entre 1881 y 1884 se desdobla a un territorio extranjero y al hacer-

    lo lograr perfeccionar sus saberes administrativos. Este razonamiento lo llevar a explorar los

    lmites de su autoritarismo en el Per donde no podr ser confrontado de manera directa ni por el

    Estado peruano, al cual sustituye, ni por la sociedada civil, a la que somete poltica, militar e

    ideolgicamente.

    PALABRAS CLAVES: Guerra del Pacfico, Chile, Per, Estado, burocracia, ocupacin, PatricioLynch.

    1 Horacio ARNGUIZ (recopilador), Cartas polticas de Domingo Santa Mara a Jos Fran-

    cisco Vergara, Estudios de historia de las instituciones polticas y sociales, nm. 1, Santiago deChile, 1966, p. 361.

    2 Correspondencia de Eulogio Altamirano a Anbal Pinto. Archivo Nacional de Chile, FondoVarios (en adelante AN. FV.), Vol. 415, f. 205.

  • 8/10/2019 Chile en el Per.pdf

    3/23

    CARMEN MC EVOY

    Revista de Indias, 2006, vol. LXVI, n. 236, 195-216, ISSN: 0034-8341

    196

    Patricio Lynch, General en Jefe del Ejrcito de ocupacin del Per, recibientre enero y marzo de 1883 una serie de informes redactados por el DirectorFiscal de su gobierno, Bernardo Irarrzaval, en los que le renda cuenta pormeno-rizada de su visita a las guarniciones chilenas en Huacho, Chimbote, Trujillo,Pacasmayo, Chiclayo, Paita e Ica. Gracias a una acuciosa revisin de los registrosexistentes en cada departamento, Irarrzaval estuvo en condiciones de comunicara su superior en Lima que la manutencin anual de 851 individuos en Chiclayocostaba 1.200.000 pesos; que el Jefe poltico-militar de Chimbote no percibarenta alguna en efectivo, sino en especies, las que servan finalmente para la ali-mentacin de su tropa; que la administracin de Trujillo tena un dficit mensualde 43.333 pesos; que el Jefe poltico-militar de Pacasmayo recibi 20.000 solesde auxilio desde Chiclayo y que el establecimiento de la contribucin de bul-tos haba rendido tempranos frutos en Paita3.

    El problema fundamental para el Estado chileno era la naturaleza del cupo ylo prolongado de la ocupacin. Precisamente por ello, Irarrzaval argumentaba ensu informe final que la contribucin impuesta a los vencidos no deba interpretar-se como una simple gabela de guerra o un apremio hostil, sino como un sis-tema de orden para las poblaciones, garanta al trabajo, proteccin de la indus-tria y el comercio, en otras palabras, como el establecimiento de una completay honrada organizacin administrativa a la cual todos los habitantes peruanosy extranjeros deban contribuir4. Cul fue la naturaleza de aquella organiza-cin administrativa a la que se refiri el eficiente burcrata? Es la ocupacindel Per un captulo desconocido de la construccin del aparato estatal chileno?

    Y si as fuera, de qu manera la disposicin de presencias estatales en un espa-cio extranjero logr redefinir las relaciones al interior del Estado, al posibilitar noslo la puesta en marcha de un sistema tributario indito en Chile, sino tambinla expansin y profesionalizacin de sus burocracias? Dentro de ese contexto,ser posible reconstruir ese desconocido entramado de redes polticas y econ-micas que se articul entre Santiago y el territorio ocupado, indiscutiblementefuncional a la posterior transferencia de las provincias del Litoral al control delEstado chileno?

    Una serie de informes evacuados por distintas autoridades al Ministerio delInterior entre 1880-1882, confirman la complejidad del desafo asumido por las

    burocracias chilenas en los territorios ocupados. El alto ndice de produccinsalitrera, que no sufri alteraciones durante la guerra, oblig a una fluida comu-nicacin entre La Moneda y los flamantes administradores de las provincias dellitoral, quienes no perdieron la oportunidad de presentar sendos proyectos de

    3 Archivo General del Ejrcito de Chile (en adelante AGECh.), Vol. 852, Comisara, caja fis-

    cal y correos.4 Ibidem, f. 20.

  • 8/10/2019 Chile en el Per.pdf

    4/23

    CHILE EN EL PER: GUERRA Y CONSTRUCCIN ESTATAL EN SUDAMRICA, 1881-1884

    Revista de Indias, 2006, vol. LXVI, n. 236, 195-216, ISSN: 0034-8341

    197

    gobierno para sus respectivas provincias5. As, por ejemplo, la GobernacinCivil de Tarapac en la voz del encargado de la jefatura poltico-militarcontempl la designacin de una comisin municipal de donde se elegiran jue-ces de primera instancia con facultades correspondientes a las leyes de Chile ycompatibles con el estado de ocupacin militar; se propuso, adems, el estable-cimiento de una notara pblica, el nombramiento de un receptor, la reforma en lasubdivisin de subdelegaciones y juzgados de menor cuanta, el establecimientode un sistema de polica e incluso la fundacin de dos escuelas, una de hombres yotra de mujeres6.

    Los informes fiscales, memorandos, oficios, cartas oficiales y privadas, partesde batalla que hoy se encuentran depositados en el Archivo General del Ejrci-to, el Archivo Nacional, el Archivo de Relaciones Exteriores y la Biblioteca Na-cional de Chile hubieran resultado inservibles sin la intermediacin de una

    burocracia capaz de transformar aquel inmenso caudal de informacin proceden-te del Per en instrumento de poltica estatal. Si bien el inters creciente de obte-ner informacin y organizarla sistemticamente no fue un producto de la Guerradel Pacfico, es innegable que este proceso, como veremos ms adelante, alcanzun grado de sofisticacin sorprendente durante el conflicto contra Per y Boli-via7. La revolucin en la informacin vivida en Santiago a mediados del sigloXIX de la que no escap ni la Iglesia Catlica8 y donde el Informe Irarrza-val se eleva como una expresin epigonal, guarda estrecha relacin con los cam-

    bios en la manera de concebir y clasificar el mundo y con la paulatina penetra-cin del Estado en las diferentes esferas de la actividad ciudadana. As, el asunto

    de ser un buen estadista en Chile dej de ser percibido como un simple ejerciciode virtud moral y de coraje para convertirse en una funcin donde la experiencia

    5 Archivo Nacional de Chile, Fondos Ministeriales (en adelante AN. FM.), Ministerio del In-

    terior, Antofagasta, 1880: Gobernacin Poltica y Militar de Cobija, oficios n 146, 166, 172, 1874;Gobernacin del Litoral del Norte de Chile, oficios n 182, 472; Subdelegacin de Tocopilla, oficion 77.

    6 AN.FM. Ministerio del Interior, Jefatura Poltica de Tarapac, 1879-1885. Vol.869, oficion 29.

    7 El ao 1843 marca un hito fundamental en la configuracin de un sistema administrativo

    que define su gestin a partir de criterios estrechamente emparentados con la acumulacin y clasifi-cacin de informacin. En dicho ao y gracias, en parte, a la gestin de Claudio Gay se crea laOficina de Estadstica y se promulga la Ley de Censos, pilares centrales en la validacin de la cien-cia estadstica como un insumo indispensable para el ejercicio del poder. Luis M IZN, Claudio Gayy la formacin de la identidad cultural chilena, Santiago, Editorial Universitaria, 2001, pp. 55-60.Para una lectura terica de este proceso, vase el trabajo de Silvana P ATRIARCA, Numbers andNationhood. Writing Statistics in Nineteenth-Century Italy, New York, Cambridge UniversityPress, 1996.

    8 Sol SERRANO e Ivn JAKSIC, Church and Liberal State Strategies on the Dissemination ofPrint in Nineteenth Century Chile, Ivn JAKSIC (ed.), The Political Power of the Word: Press andOratory in Nineteenth-Century Latin America, London, Institute of Latin American Studies, 2002,pp. 64-85.

  • 8/10/2019 Chile en el Per.pdf

    5/23

  • 8/10/2019 Chile en el Per.pdf

    6/23

    CHILE EN EL PER: GUERRA Y CONSTRUCCIN ESTATAL EN SUDAMRICA, 1881-1884

    Revista de Indias, 2006, vol. LXVI, n. 236, 195-216, ISSN: 0034-8341

    199

    res que yacan insepultos en los campos de Chorrillos y Miraflores, cuyo estadode putrefaccin comenz a viciar la atmsfera e incluso colaps el sistema sanita-rio limeo14. Florentino Salinas, miembro del batalln Aconcagua y uno de lostres mil soldados que entraron impasibles a la capital peruana, recordara vvida-mente su arribo a la tierra prometida, ese lugar cuasi-maravilloso habitado poraquella misteriosa hada del Rmac cuya varita mgica haba perdido su virtud

    para con los chilenos15. Una emocin similar fue la que experiment el Secreta-rio General del Ejrcito, Eulogio Altamirano, quien en una carta al presidenteAnbal Pinto manifest que jams podra borrar de su memoria el inmenso orgu-llo que sinti al ver el ingreso del ejrcito de Chile a la ciudad de los Reyes,luego de ser testigo en Chorrillos de la ms hermosa batalla de Amrica. Latoma de Lima, confesaba el funcionario, era como un sueo hecho realidad16. LaBabilonia moderna, segn rezaba una editorial del peridico El Chilote, habasido invadida por el Ejrcito de Chile con la finalidad de purificarla de sus cr-menes y hacerla una nacin verdaderamente honrada y amante del decoro.Sus infortunios, continuaba, le ensearan a respetar siempre la bandera de la

    paz17. Desde ese instante y hasta agosto de 1884, Lima vera flamear el pabelln

    Universidad Catlica del Per, 1991yLa ocupacin de Lima, 1881-1883. Aspectos Econmicos,Lima, Pontificia Universidad Catlica del Per, 1996. A ellos se suma el artculo de Ral RIVE-RA SERNA, La ocupacin chilena de Lima: Aspectos poltico-administrativos, Wilfredo KAP-SOLI y otros,La Guerra del Pacfico, Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1984,vol. II, pp. 1-42.

    14

    Alberto DEL SOLAR, Diario de Campaa. Recuerdos ntimos de la Guerra del Pacfico:1879-1884, Buenos Aires-Santiago de Chile, Editorial Francisco de Aguirre, 1967, p. 239. Respec-to al colapso sanitario de la ciudad por los miles de cadveres que an aguardaban sepultura y sobrela propuesta de la Beneficencia Pblica de Lima para la construccin de cuarteles en el cementerio,verEl Orden, Lima, 20 de abril de 1881.

    15 Florentino SALINAS, Los representantes de la Provincia de Aconcagua en la Guerra delPacfico, Santiago, Imprenta Albrion, 1893, p. 234. Para las connotaciones de gnero en el discursochileno respecto a Lima, ver Carmen MC EVOY, Bella Lima ya tiemblas llorosa del triunfantechileno en poder: una aproximacin a los elementos de gnero en el discurso nacionalista chileno,Narda HENRQUEZ (comp.), El hechizo de las imgenes: Estatus social, gnero y etnicidad en laHistoria Peruana, Lima, Pontificia Universidad Catlica del Per, 2000, pp. 469-490.

    16 Correspondencia de Eulogio Altamirano a Anbal Pinto, Lima, 20 de enero de 1881. AN.

    FV., Vol. 415, ff. 196-199. En una carta posterior, Altamirano comentaba: le prevengo que leescribo en el escritorio de Pirola y que duermo en su propio catre; confirmando lo obvio, agreg:supongo que ustedes saben que nosotros despachamos en todos los ministerios y que todos losarchivos estn en nuestro poder. Podramos mandarlos ntegros si Uds. lo desearan, Ibidem, ff.199-200.

    17 El Chilote, Castro, 5 de febrero de 1881. La artillera se instal en el cuartel de Santa Cata-lina y el Buin en la Penitenciara; los regimientos Cazadores a Caballo y Carabineros de Yungay sedirigieron al cuartel de Barbones y el Regimiento Bulnes, encargado de la custodia de las autorida-des y de la ciudad, se aloj en el Palacio de Gobierno. El 18 de enero, la divisin Lynch tom elpuerto del Callao; la divisin Lagos acamp en la chacra de Aliaga y la divisin Sotomayor, al piede los cerros de Vsquez. Ver Sergio RODRGUEZ RAUTCHER,Problemtica del soldado durante laGuerra del Pacfico, Santiago de Chile, Edimpres, 1986, p. 43.

  • 8/10/2019 Chile en el Per.pdf

    7/23

    CARMEN MC EVOY

    Revista de Indias, 2006, vol. LXVI, n. 236, 195-216, ISSN: 0034-8341

    200

    chileno empaando con los fulgores de su blanca estrella, el plido sol de losIncas.

    La celebracin de la conquista militar de Lima no logr aquietar la tensin alinterior del comando chileno; al contrario, sta se agudiz en medio de la victo-ria. Cabe recordar que el momento ms lgido de las relaciones entre el ministrode Guerra en campaa, Jos Francisco Vergara, y el general Manuel Baquedanoocurri en vsperas de la batalla de Chorrillos18. La discrepancia entre las doscabezas de un comando que desde sus inicios se plante como bifronte, vena deantigua data y fue exteriorizada el mismo da de la entrada del Ejrcito de ocupa-cin a la capital peruana. Altamirano sealaba que la infatuacin del general, poruna parte, y la ligereza y poco tacto del ministro, por otra, eran las causas de unenfrentamiento que se hizo pblico y notorio en los salones del hotel Maury,cuando un grupo de artilleros, cercanos a Baquedano, atacaron verbalmente aVergara19. La respuesta no se hizo esperar. El vencedor de las cinco batallas quedefinieron la guerra fue acusado por su contraparte civil de un autoritarismo in-soportable y de creerse imbuido de un poder tan soberano como el que residaen los aposentos del Palacio Virreinal en el que habitaba20. Baquedano ya habahecho referencia sobre las pretensiones militares de Vergara en su correspon-dencia con Anbal Pinto, sealndole que slo la lealtad a su patria y a su presi-dente le permitan soportar tanto la bilis revuelta como el martirio moral queel comportamiento del ministro de Guerra en campaa constantemente le causa-

    ban21. Tan inmanejable lleg a ser la situacin poltica en el comando expedicio-nario, que hacia fines de febrero se enfrent incluso un amago de desgobierno.

    De esta sorprendente situacin dio cuenta el mismo Cornelio Saavedra, cuandoen comunicacin a La Moneda aludi a la desercin completa que por poco

    pone en riesgo los triunfos de Chorrillos y Miraflores22. La razn principal era ladisputa permanente entre los encargados de firmar la paz y las tristes y funestas

    18 Para una crnica pormenorizada del desencuentro entre el jefe civil y militar, vase la obra

    del defensor de Baquedano, Mximo LIRA, Observaciones a la Memoria del ex Ministro de laGuerra don Jos Francisco Vergara: escritas por encargo y publicadas con autorizacin del gene-ral don Manuel Baquedano, Santiago, Imprenta de El Independiente, 1882. Para una versin afna los crculos de Francisco Vergara, ver Isidoro ERRZURIZ,Hombres y Cosas durante la Guerra.

    Serie de artculos editoriales de La Patria escritos con motivo de la publicacin de la Memoria dela Guerra de 1881, Valparaso, Imprenta de La Patria, 1882.19 Correspondencia de Eulogio Altamirano a Anbal Pinto, Lima, 25 de enero de 1881. AN.

    FV., vol. 415, f. 200.20 Gonzalo BULNES, Guerra del Pacfico, Santiago de Chile, Editorial del Pacfico, 1955-

    1956, vol. II, p. 360.21 Correspondencia de Manuel Baquedano a Anbal Pinto, Tacna, 8 de diciembre de 1880 y

    Lima, 20 de enero de 1881. AN. FV., vol. 415, ff. 247- 252.22 Correspondencia de Cornelio Saavedra a Anbal Pinto, Lima, 22 de febrero de 1881. AN.

    FV., vol. 412, ff. 178 y ss. La situacin era an ms complicada para el Gobierno, pues las relacio-nes entre Vergara y el Almirante Riveros - Jefe de la Escuadra - estaban en peor pie; ver B ULNES[20], pp. 358-361.

  • 8/10/2019 Chile en el Per.pdf

    8/23

    CHILE EN EL PER: GUERRA Y CONSTRUCCIN ESTATAL EN SUDAMRICA, 1881-1884

    Revista de Indias, 2006, vol. LXVI, n. 236, 195-216, ISSN: 0034-8341

    201

    ambiciones en el ejrcito, las que, segn Saavedra, deban ser atajadas cuantoantes por el gobierno23.

    La pugna al interior de la cpula poltico-militar chilena no fue un obstculopara que Saavedra diera inicio a la monopolizacin de la violencia y Altamiranose encargara de los asuntos concernientes a la firma del tratado de paz24. Cabesealar que en los das posteriores a la ocupacin, Baquedano declar la ley mar-cial en la capital y en el Callao, autorizando a los tribunales militares a procederen juicio verbal. Respecto al monopolio de la violencia ejercida por los represen-tantes del Estado chileno en Lima, es importante recordar el decreto de Saavedradel 19 de enero, por el cual se ordenaba que las armas, municiones y pertrechosen poder de los particulares se pusiesen a disposicin del comandante de Policaen el plazo estipulado en el propio decreto25. El 23 de enero, Jos Echevarra,comandante del Batalln Bulnes y encargado de las labores policiales en la ciu-dad recientemente ocupada, dio cuenta al gobernador militar de la incautacin de1.400 rifles, a lo que se agregara das despus la confiscacin de cuatro cajonesde fulminantes en una casa deshabitada situada en el camino del Callao, Calerade Mirones y de tres caones a tres millas del puerto de Ancn26. Un mes mstarde, Saavedra particip a Pinto de la recepcin de miles de fusiles e inclusode caones de regular calibre y en buen estado. Su objetivo, recalc, era des-armar completamente a los peruanos27.

    Entre los objetivos de los delegados del Estado chileno estuvo tambin el de-sarme ideolgico de los vencidos mediante el control absoluto de la prensa capi-talina. En el editorial deLa Actualidaddiario de las fuerzas chilenas publicado

    el 20 de enero de 1881 en la imprenta del clausuradoEl Peruano su director,Luis Castro, sealaba cmo la ocupacin de Lima y el cambio fundamentalque dicha situacin haba provocado en los diversos rdenes de intereses polti-cos, sociales y comerciales, deba encontrar eco y reflejo en el mundo de la

    23 Correspondencia de Cornelio Saavedra a Anbal Pinto, Lima, 21 de enero de 1881. AN.

    FV., vol. 412, f. 177.24 Sobre este punto ver las misivas enviadas por Eulogio Altamirano a Anbal Pinto entre el

    26 de enero y 23 de febrero de 1881. AN. FV., vol. 415, ff. 201-213.25

    BULNES [20], p. 352.26 AGECh., vol. 686, ff. 1, 2 y 4.27 Uno de los encargados de incautar el armamento del enemigo para entregarlo luego a las

    fuerzas de ocupacin fue Quintn Quintana, comerciante chino residente en Ica que uni su destinoal de las fuerzas expedicionarias. A la sazn, Federico Stuven - ingeniero militar y coronel de mili-cias - era responsable del desarme y encajonamiento de las maquinarias y dems pertrechos deguerra que se embarcaban en el Callao con rumbo a Valparaso. Por esa misma ruta fueron tambinenviados a Chile, de acuerdo a Saavedra, un gran nmero de mquinas y otros objetos de granvalor para los laboratorios de fsica y qumica pertenecientes al Estado chileno. Sobre la participa-cin de Saavedra, Stuven y Quintana en el proceso de desarme y envo de material peruano, verCorrespondencia de Cornelio Saavedra a Anbal Pinto, Lima, 22 de febrero de 1881, AN. FV., vol.412, ff. 178-180 y AGECh., vol. 686, ff. 12, 13, 16, 27 y 28.

  • 8/10/2019 Chile en el Per.pdf

    9/23

    CARMEN MC EVOY

    Revista de Indias, 2006, vol. LXVI, n. 236, 195-216, ISSN: 0034-8341

    202

    actividad periodstica. Castro justificaba su labor editorial en el Per, a la cualconsideraba como eminentemente civilizadora, recordando el abuso singularque durante aos se haba hecho en Lima de la palabra escrita28. La campaadidctica en la que se embarc el periodismo chileno afincado en el Per nosignific, huelga decirlo, un respeto por las voces disidentes29. En uno de sustantos oficios a la prefectura, Jos Echevarra comunicaba a Saavedra el cierre dela imprenta del diario South Pacificy el apresamiento de su dueo, Mr. Harrison,quien fue sorprendido a bordo del vaporPenguinportando un importante nmerode peridicos30. Similar suerte corri el periodista Julio Jaymes, desterrado a Chi-le, y el director de Correos de Lima junto al funcionario de la Aduana del Callao,apresados luego de negarse a entregar libros y documentos de las dependencias asu cargo31.

    El agitado pulso de los primeros meses de la ocupacin en Lima puede serrastreado mediante la lectura de los partes de comisara elaborados cotidianamen-te por las autoridades chilenas32. En ellos est retratada con exactitud no slo laactividad delictiva de una ciudad latinoamericana del siglo XIX, sino tambin laviolencia soterrada que a partir de enero de 1881 se apoder de la capital perua-na. El indiscutible temor que embargaba al contingente de soldados extranjeroscomisionados para resguardar una ciudad cuya poblacin sobrepasaba amplia-mente a las fuerzas expedicionarias, encontr un mecanismo de escape en el con-sumo de alcohol y la agresin indiscriminada33. El recuento diario de hechos tan

    preocupantes para La Moneda, como aquel en que los comandantes Lucindo By-sinvinger y Pedro Mara Parrga, en completo estado de ebriedad, insultaron y

    agredieron fsicamente a un subordinado; o el de los dos oficiales del mismo ran-go que golpearon inhumanamente a un vecino de Lima, luego de arrebatarle sureloj, su cadena y el dinero que portaba; o aquel incidente en que particip unsoldado de carabineros, acusado de amenazar con su arma a un capitn de un

    buque extranjero para conseguir algunas monedas; sin olvidar aquel episodio en

    28 La Actualidad, Lima, 20 de enero de 1881. En la edicin del 28 de febrero de mismo ao, el

    editorialista reafirmaba el objetivo de la publicacin: Defender los intereses de Chile y formularopinin franca sobre la poltica interior y exterior del Per.

    29 Entre los peridicos chilenos publicados en el Per estn: La Situacin, el Diario Oficial

    (rgano del Cuartel General de Lima) yLa Voz de Ica, subsidiado por el jefe poltico militar de esalocalidad, Leoncio Tagle.30 AGECh., vol. 686, ff. 3-3v.31 RIVERA SERNA[13], pp. 20-21.32 Un interesante conjunto de informes puede ser revisado en AGECh., vol. 686, ff. 1-37.33 Ibidem, ff. 15v, 18-20, 24-26 y 35; para una aproximacin a los casos de indisciplina entre

    el Ejrcito de ocupacin vinculados principalmente a robo y desercin, vase Corresponden-cia Batallones Miraflores, Aconcagua y Coquimbo nm. 3, 1880-1885, AGECh., vol. 614, s/f,circulares n 113, 535, 558, 77, 1876, 699, 1043, 357, 315, 9699, 1302. Respecto al tema de laebriedad entre la tropa, ver Fiscala del Batalln Coquimbo nm. 3. Sumario instruido contra lossargentos segundos Juan Rojas y Heriberto Godoy Cerda para averiguar la culpabilidad que hayantenido a causa de la embriaguez. Ibidem, s/f.

  • 8/10/2019 Chile en el Per.pdf

    10/23

    CHILE EN EL PER: GUERRA Y CONSTRUCCIN ESTATAL EN SUDAMRICA, 1881-1884

    Revista de Indias, 2006, vol. LXVI, n. 236, 195-216, ISSN: 0034-8341

    203

    que un granadero dispar un balazo a un compaero, matando en el acto a unnio peruano e incluso el del artillero que hiri a otro en una reyerta con arma

    blanca, revelan lo difcil que fue mantener la disciplina militar en el espacio de laciudad recientemente ocupada34.

    La situacin se volvi ms tensa en la medida que los soldados chilenos em-pezaron a ser heridos o asesinados de manera annima. El 13 de marzo de 1881,un parte de comisara firmado por el comandante del batalln Bulnes daba cuentade que Emilio Morales, miembro del Regimiento Primero del Buin de Lima,haba sido herido de bala por un desconocido35. La manera de reprimir este tipode actos fue mediante solemnes ejecuciones pblicas, como la que ocurri el25 de julio de 1881 en la plazuela de La Salud, precedida por la parada de unacompaa militar con su respectiva banda de msica. Una inmensa concurrenciaque obstrua las calles presenci el dramtico desfile en medio de un gran si-

    lencio. Al respecto, el editorialista deEl Estandarte Catlicointentaba transmi-tir a sus lectores el terror de que estaban posedos el condenado a muerte y susdos acompaantes36.

    En la medida que las conversaciones entre el comando poltico-militar chile-no y los representantes peruanos arribaban a punto muerto debido a la negativade los ltimos de firmar la paz con cesin territorial37 Eulogio Altamirano em-

    pez a delinear las bases ideolgicas de lo que puede ser definida como la polti-ca de ocupacin. El Plan Altamirano, mezcla de amedrentamiento y diplomaciaactiva, fue la respuesta de un experimentado servidor del Estado chileno a unasituacin poltica, social y econmica que iba tornndose inmanejable con el co-

    rrer de los das38. El nombramiento de Patricio Lynch como General en Jefe de laocupacin y el recuerdo de su eficiente labor administrativa en pro de los intere-ses de Chile, que concluy con la firma del Tratado de Ancn, constituyen episo-dios que han eclipsado los problemas enfrentados por el comando chileno duran-te los primeros meses de su estada en Lima y el rol fundamental que en esa dif-cil coyuntura desempe Altamirano39. En una carta escrita a Pinto, fechada en

    34 AGECh., vol. 844, ff. 204-206v y 217; Ibidem, vol. 686, ff. 12, 15, 18-20, 30v y 35.35 Ibidem, f. 30v. Para comentarios referidos al asesinato sistemtico de chilenos en Lima, ver

    El Canal, 10 de agosto de 1881. Este diario, dirigido por Jos T. Polo y con base en Panam, pre-tendi erigirse en la voz de los deportados peruanos, representando a la reaccin contra la ocupa-cin del Per.

    36 El Estandarte Catlico, Santiago, 15 de agosto de 1881.37 Para una mirada en torno a las conversaciones entre las fuerzas de ocupacin y el gobierno

    de La Magdalena, ver GUERRA [13], 1991, pp. 197-239.38 Eulogio Altamirano, San Felipe, 1836. Abogado y poltico chileno. Se desempe como

    juez letrado de Concepcin, Talca y Valparaso; estuvo tambin a cargo de las carteras de Justicia eInstruccin Pblica (1870), del Interior (1871) y de Relaciones Exteriores. Fue adems Intendentede Valparaso y senador de la Repblica.

    39 Para un anlisis de los problemas polticos que debi enfrentar la administracin Pinto ori-ginados por la dbil voluntad de Saavedra, la incompetencia de Lagos y la negativa de los peruanos

  • 8/10/2019 Chile en el Per.pdf

    11/23

    CARMEN MC EVOY

    Revista de Indias, 2006, vol. LXVI, n. 236, 195-216, ISSN: 0034-8341

    204

    febrero, el ex ministro del Interior le anunciaba al Jefe de Estado que la paz conel Per era un imposible. Por ello, el Gobierno deba declarar a todas las na-ciones que mantendra la ocupacin de Lima, el Callao y dems departamentoshasta que los vencidos aceptaran sus justas exigencias. Altamirano era un de-cidido defensor de la idea de nombrar en forma inmediata un gobernador generalasistido por tres secretarios, uno de Gobierno, otro de Hacienda y un tercero deGuerra, acto que hara evidente el propsito de Chile de prolongar por aos, sifuese necesario, su presencia en el Per. Consciente que la ocupacin indefinida

    provocara inmensos males a la nacin, consideraba intil resistirla, pues las con-diciones del escenario la imponan y no estaban en manos de La Moneda losresortes para evitarla. Dentro de ese contexto, el peor desenlace supona la ruinatotal del enemigo, en trminos de no alcanzar a pagar los gastos asociados a lamanutencin del ejrcito expedicionario. Puesto en ese trance, Chile deba con-

    templar la necesidad de retirarse, no sin antes verificar que el Congreso Nacionaldictara una ley mediante la cual se estableciese la nueva frontera, definiendo cu-les de los territorios recientemente incorporados deban permanecer ocupadoshasta la cancelacin de ciertas sumas de dinero. El juicio de Altamirano era lapi-dario: el Estado de Chile, mejor dicho sus hombres, tendran que acostumbrarse amirar la ocupacin con un criterio firme y siguiendo un camino invariable40.

    Patricio Lynch Solo de Zaldvar fue el hombre elegido por el Estado chilenopara transitar ese camino invariable al que aluda Altamirano. Su metericoascenso en el escalafn del Ejrcito y la Marina, que lo llev de comandante detransportes a general de Divisin y luego a vicealmirante de la Armada Nacional,

    es una muestra palpable de cmo la guerra fue capaz de rescatar a un hombre dela oscuridad para catapultarlo a la cima de la gloria. Un carcter de inquebranta-

    ble dureza, pero tambin sus formas elegantes y suaves, sumadas a una admira-ble afabilidad comunicativa propias de un hombre de mundo formado en laaristocrtica marina inglesa41 fueron las prendas que le permitieron sortear ladifcil tarea de presionar al Per a la cesin territorial sin sumir a Chile en el des-

    prestigio internacional, y enfrentar, en forma simultnea, la guerra de guerrillasen los Andes, la fiebre de peste amarilla en la costa y la incesante oposicin algobierno en Santiago.

    a firmar el Tratado de paz, ver Correspondencia de Cornelio Saavedra a Anbal Pinto, AN. FV.,vol. 412. Cabe anotar que Pinto se mostr de acuerdo con el anlisis de Altamirano cuando steafirmaba: Esta guerra la concluir el tiempo y la anarqua del Per. No habr gobierno en el Perque acepte las condiciones que nosotros le imponemos, y si lo hubiera caera al da siguiente defirmado el Tratado. BULNES [20], p. 353.

    40 Correspondencia de Eulogio Altamirano a Anbal Pinto, Lima, 4 de febrero de 1881. AN.FV., vol. 415, f. 207.

    41 BULNES [20], vol. III, p. 17. Su permanencia en la marina inglesa le permiti recorrer todoel litoral del Mediterrneo (Italia, Grecia, Turqua, Egipto y Francia, entre otros pases) e inclusoparticipar en la Guerra del Opio. Para una aproximacin a la vida de Lynch, ver Gustavo AdolfoHOLLEY, Vida del Almirante Patricio Lynch, Santiago, 1989.

  • 8/10/2019 Chile en el Per.pdf

    12/23

    CHILE EN EL PER: GUERRA Y CONSTRUCCIN ESTATAL EN SUDAMRICA, 1881-1884

    Revista de Indias, 2006, vol. LXVI, n. 236, 195-216, ISSN: 0034-8341

    205

    Fue caracterstico en Lynch su deseo irresistible de servir a la causa de Chile.Ese inquebrantable compromiso que Benjamn Vicua denomin sumisinante el deber y la consigna es el que nos permite comprender que durante los

    primeros meses de la guerra asumiera sin reparos, y a pesar de su notable trayec-toria, labores tan humildes como el remolque de lanchas o el servicio de guar-diamarina. Tambin explica el que por iniciativa propia, mientras se encontrabadesempeando la Jefatura poltico-militar de Tarapac, propusiera a La Monedala exitosa expedicin que llevara su nombre42y que atraera la inmediata aten-cin de los seores de la guerra. Domingo Santa Mara, su amigo de infancia,y Altamirano, quien lo recomend efusivamente a Pinto para un ascenso luego dela toma de Lima43, sern los defensores y protectores del futuro General en Jefede la ocupacin. Pero su probada capacidad y su impecable formacin profesio-nal, que inclua el dominio de varios idiomas, no eran las nicas razones quehacan ver a Lynch como el agente ms apropiado para un momento de tal tras-cendencia. Mientras Baquedano, Lagos y Saavedra representaban los intereses deun ejrcito que da a da reclamaba por la autonoma de sus fueros y Vergara losde una burguesa que muy pronto colisionara con ese gobierno al que lealmentesirvi44, la ausencia de vnculos con los grupos de inters tradicionales, esa parti-cular independencia que la figura de Lynch proyectaba, fue lo que termin con-virtiendo a este hombre en el instrumento predilecto de un Estado vido por ejer-cer un dominio absoluto sobre un espacio poltico distante y anarquizado. En unaetapa decisiva para la consolidacin poltica y econmica de Chile, Lynch asu-mi el deber corporizar en territorio extranjero esa cosa impalpable pero viva a

    la que Daniel Riquelme denomin como la imagen de Chile en el Per.45Quizs el episodio que mejor ejemplifica esta nueva etapa en la poltica de

    ocupacin sea el proceso que Lynch orden seguir a los integrantes de la expedi-cin comandada por el teniente coronel Ambrosio Letelier. Este significativo

    juicio no slo fue el primer paso en esa ruta invariable trazada por Altamirano,sino que adems permiti al Estado chileno recuperar, hacia mediados de mayo

    42 El 4 de septiembre de 1880, la expedicin Lynch zarp de Arica en dos transportes escolta-

    dos por la corbeta Chacabuco. Este cuerpo de 2000 hombres, que tena como ncleo al regimiento

    de infantera del Buin y como objetivo militar la destruccin de las haciendas azucareras del norteperuano, contaba con un escuadrn de caballera y tres caones Krupp. A partir de esa expedicin,cuyos resultados econmicos no coincidieron con lo presupuestado, Lynch se convirti en el oficialms solicitado para liderar misiones riesgosas y complejas.

    43 Correspondencia de Eulogio Altamirano a Anbal Pinto, Lima, 26 de enero de 1881. AN.FV. vol. 415, f. 202.

    44 Para el rompimiento Vergara-Santa Mara, que algunos documentos asocian a cuestioneseconmicas, ver Jos Francisco VERGARA,La administracin de don Domingo Santa Mara. Eplo-go: El hombre muerto, Santiago de Chile, Imprenta de La Libertad Electoral, 1886.

    45 La idea de que Lynch era Chile en el Per es subrayada por Daniel RIQUELME, Recuer-dos del General Lynch en Cuentos de la Guerra y otras pginas, Santiago de Chile, EditorialUniversitaria, 1931, pp. 128, 129 y 166.

  • 8/10/2019 Chile en el Per.pdf

    13/23

    CARMEN MC EVOY

    Revista de Indias, 2006, vol. LXVI, n. 236, 195-216, ISSN: 0034-8341

    206

    de 1881, los espacios polticos y econmicos que varios meses de desgobiernoestuvieron a punto de arrebatarle. Ambrosio Letelier, veterano de la Guerra deArauco, haba sido comisionado por el coronel Lagos para dirigir una divisincompuesta por 700 hombres de las tres armas, con el objetivo de barrer las fuer-zas enemigas ubicadas en la Sierra central.46El inmenso botn capturado porlos expedicionarios a su paso por las provincias andinas consistente en barrasde plata, arneses y animales en pi oblig a que cuatrocientas mulas apare-

    jadas salieran de Lima en direccin a la Sierra para recogerlo47. Entre abril yjunio de 1881, el comandante Letelier recibi por concepto de multas y conmutasla cantidad de 336.049 pesos. El Consejo Militar al que posteriormente se le so-meti determin que del total, $180.000 se invirtieron en el pago de gratifica-ciones a jefes, oficiales y tropas por los servicios especiales prestados en lacampaa48. El balance del historiador Gonzalo Bulnes resulta concluyente: laexpedicin Letelier fue mal concebida, pues no recibi las instrucciones necesa-rias ni se le anex una seccin que llevase la contabilidad, recibiese los fondos einspeccionase los gastos. Letelier se crey as autorizado para proceder a su anto-

    jo, considerando el territorio enemigo como propio y usando de cualquier mediopara proporcionarse recursos. Ms que una campaa militar, la expedicin a laSierra central termin siendo una gran requisicin de dinero a mano armada con-sumada gracias al concurso de los peores elementos sociales49.

    Lynch asumi el mando en los precisos momentos en que se desarrollaba laexpedicin. Asediado por los reiterados reclamos de las legaciones extranjeras,una de sus primeras medidas fue decretar el inmediato regreso de Letelier a Li-

    ma, pero la orden, extendida el 22 de mayo de 1881, no fue cumplida sino hastaun mes y medio despus. Una vez verificado el regreso y mientras los jefes de laexpedicin eran sometidos a Consejo de Guerra, Lynch amenazaba con fusilar atodo aquel que fuera condenado a la pena capital: de esa manera manifestaba su

    profundo disgusto por lo que consider un inaceptable acto de desobediencia alEstado. Sin embargo, el Consejo fue menos estricto que el General en Jefe. El 4de febrero de 1882 se iniciaba en Lima un juicio militar por malversacin de fon-dos fiscales y abusos y exacciones indebidas contra los coroneles de ejrcito

    46

    La fuerza que comandaba Letelier y que parti de Lima el 15 de abril de 1881 se subdivi-da en cuatro divisiones. El comandante en jefe diriga todas las operaciones desde Cerro dePasco. Sobre este punto ver Bando del Coronel Letelier, El Estandarte Catlico, Santiago, 4 y28 de mayo de 1881; otros antecedentes en Pascual AHUMADA, Guerra del Pacfico. Documentosoficiales, correspondencia y dems publicaciones referentes a la Guerra, que ha dado a la luz laprensa de Chile, Per y Bolivia, 4 vols., Santiago de Chile, Editorial Andrs Bello, 1982, vol. 4,tomos VII-VIII, pp. 392-393.

    47 El Estandarte Catlico, Santiago, 2 de marzo de 1881.48 Expedicin Letelier: Sentencia del Consejo de Guerra de oficiales jenerales sobre el

    proceso seguido en Lima contra Letelier i dems jefes de esta expedicin, AHUMADA [46],pp. 392-396.

    49 BULNES [20], vol. III, pp. 19-22.

  • 8/10/2019 Chile en el Per.pdf

    14/23

    CHILE EN EL PER: GUERRA Y CONSTRUCCIN ESTATAL EN SUDAMRICA, 1881-1884

    Revista de Indias, 2006, vol. LXVI, n. 236, 195-216, ISSN: 0034-8341

    207

    Ambrosio Letelier, Basilio Romero Roa, Anacleto Lagos y el sargento mayorVirgilio Mndez. El jefe de la expedicin recibi una pena de seis aos de presi-dio, fue privado de su empleo y todos sus bienes races y castrenses fueron con-fiscados hasta sanar la prdida sufrida por el fisco50.

    La institucionalizacin del robo por parte de bandas armadas como la lide-rada por Ambrosio Letelier y la estricta respuesta de Lynch ante dicha situa-cin, muestran cmo la guerra gener sendas disputas entre el Estado chileno ysus servidores por el control de los recursos econmicos. Es probable que el jui-cio militar contra Letelier y sus cmplices fuera una manera de recordar a losmiembros del ejrcito de que el Per no era la frontera araucana y que la magni-tud de lo que estaba en juego demandaba un comportamiento civilizado, msaun si se tena en consideracin que Chile estaba expuesto a la sancin de losojos del mundo.

    Al tomar Lynch las riendas del gobierno de ocupacin, las fuerzas militaressumaban 13.600 hombres. De ellos, 7.500 servan en Lima y el Callao, mientrasel resto estaba encargado de proteger los puertos del litoral y reprimir a las mon-toneras caceristas. Uno de los principales obstculos que enfrentaba el flamanteGeneral en Jefe era el evidente deterioro de la disciplina militar, cuestin queabord mediante un minucioso plan de reforma: impuso el uso reglamentario deluniforme completo, la instruccin militar permanente en campo abierto, un sis-tema de represin a los desertores y el control estricto del uso de armas de fuegocontra la poblacin civil. Asimismo, decret la reorganizacin de la polica deseguridad, el establecimiento de una jefatura de polica militar capaz de imponer

    multas y castigos por faltas menores, la autorizacin a un cuerpo de celadorespagados por los comerciantes extranjeros y la designacin de un intendente chi-leno en la municipalidad de Lima, el que se encarg incluso de tareas de higiene

    pblica. En esa misma lnea, nombr jefes poltico-militares para Lima, el Callaoy los departamentos de la costa. Debido a la negativa de los jueces peruanos deservir al gobierno de la ocupacin, Lynch prescindi de la Corte Suprema local ynombr personalmente un juez letrado para Lima y otro para el Callao. JoaqunGodoy, fiscal de la Corte de Apelaciones de Santiago, cumpli la tarea de insta-lacin y funcionamiento de los juzgados bajo la gida chilena51.

    La urgente necesidad de generar recursos propios, oblig a que la administra-

    cin chilena en el Per asumiera la reorganizacin de la aduana del Callao, fijan-

    50 Expedicin Letelier: Sentencia del Consejo de Guerra ..., AHUMADA [46], pp. 392-396.51 Una de las mejores maneras de acercarse al mandato de Lynch es a travs de las dos memo-

    rias redactadas por su secretario, Adolfo Guerrero. Dichas memorias fueron organizadas en captu-los denominados de Guerra y Marina, del Interior y Justicia, de Hacienda y Reparaciones de Gue-rra, Relaciones Exteriores, de Obras y Comunicaciones, de Trabajo y Salud. Para este punto, verPatricio LYNCH, Memoria que el Contra-Almirante Don Patricio Lynch presenta al Gobierno deChile, Lima, 1882 y Segunda Memoria que el Contra-Almirante y General en Jefe del Ejrcito deOperaciones presenta al Supremo Gobierno de Chile, Lima, 1883.

  • 8/10/2019 Chile en el Per.pdf

    15/23

    CARMEN MC EVOY

    Revista de Indias, 2006, vol. LXVI, n. 236, 195-216, ISSN: 0034-8341

    208

    do un arancel de 25% ad valorema los productos importados y gravando slo losproductos bsicos del comercio de exportacin: algodn, azcar, guano, salitre ymetales52. Para complementar dichos ingresos, se estableci un Servicio de Im-

    puesto a la Renta y una Tesorera Fiscal, encargada de los cobros. Bernardo Irarr-zaval aquel celoso funcionario que redactara el informe citado en la introduccinde este trabajo fue designado director de la Caja Fiscal, quedando a su cuidado elsistema de contabilidad y auditoria53. Dicho informe y los innumerables partesmilitares que hoy reposan en el Archivo General del Ejrcito de Chile, nos entre-gan las claves para comprender de qu manera operaron las jefaturas poltico-militares dispuestas por el General en Jefe de la ocupacin entre Paita e Ica.

    2. ENTRE PAITA E ICA

    Razones estratgicas y administrativas obligaron a dividir la costa peruana ensiete unidades territoriales: Huacho, Chimbote, Trujillo, Pacasmayo, Chiclayo,Paita e Ica, sumndose a ellas la del Callao y Lima en calidad de gobierno cen-tral. En la cspide de cada una emerga la ya citada figura del jefe poltico-militar, representante directo del gobierno nombrado por Lynch con el asenso deLa Moneda. Un fluido sistema de comunicacin a travs del correo, el telgra-fo y el vapor y la proteccin de un importante contingente militar con apoyo deartillera y fuerza naval, eran los pilares que sostenan el complejo aparato decontrol dispuesto por las nuevas autoridades en la zona ocupada. Si bien el avan-

    ce de los expedicionarios fue siempre la antesala a todos los esfuerzos de organi-zacin, ninguno de estos desconocidos enclaves logr ser efectivamente integra-do sino hasta la entrada del nuevo General en Jefe de la ocupacin, quien apliclas medidas pertinentes para desplegar todas las potencialidades polticas y eco-nmicas de la costa peruana. La provincia de Huacho es un claro ejemplo de estatnica: ocupada hacia febrero de 1881 por la divisin al mando de Silvestre Gar-fias Urzar54, slo se integrar a la esfera administrativa chilena con el arribo delteniente coronel Wenceslao Castillo, al finalizar el primer mes del ao siguiente.

    52

    Atendiendo a razones militares y econmicas, Patricio Lynch orden restablecer el ferroca-rril de Lima a Chosica, que funcion durante varios meses bajo el control de Federico Stuven, suantiguo compaero en la expedicin al norte peruano. En diciembre de 1881, el nuevo gobiernotom posesin de las oficinas de correo de Lima y Callao, colocndolas en manos de administrado-res militares. Para una aproximacin a la poltica chilena en torno a las comunicaciones, verAGECh., vol. 852, ff. 226-308.

    53 La Caja Fiscal - oficina recaudadora de fondos y derechos fiscales - se encargaba de super-visar el cobro de las contribuciones en el territorio peruano. Con el tiempo asumi el pago de todoslos servicios administrativos del Ministerio del Interior, Justicia y Hacienda, tarea que anteriormen-te estuvo a cargo de la Comisara del Ejrcito. AGECh., vol. 852, ff. 109-109v.

    54 La primera ocupacin de Huacho ha sido documentada por Estanislao DEL CANTO,Memo-rias Militares, Santiago de Chile, Centro de Estudios Bicentenario, 2004, pp. 134-135.

  • 8/10/2019 Chile en el Per.pdf

    16/23

    CHILE EN EL PER: GUERRA Y CONSTRUCCIN ESTATAL EN SUDAMRICA, 1881-1884

    Revista de Indias, 2006, vol. LXVI, n. 236, 195-216, ISSN: 0034-8341

    209

    Es precisamente la correspondencia de Wenceslao Castillo con el cuartel ge-neral de Lima la que nos permite reconstruir la lgica que sigui la ocupacin dela franja costera. Una vez verificado el desembarco de las tropas que arribaron aHuacho y despus de ordenar el izamiento del pabelln tricolor en la plaza del

    pueblo, Castillo celebr dos conferencias con el alcalde de la localidad, ManuelMara Reyes. Como fruto de ambas entrevistas, logr que el vecindario asumieralos gastos de mantenimiento de su tropa y que la propia autoridad municipal seencargara de las tareas de acopio de los artculos para alimentarla. Debido a que enla zona no existan cuarteles suficientes para contener ms de trescientos hom-

    bres, el teniente coronel no tuvo ms opcin que ordenar la construccin de variosgalpones e incluso adaptar las instalaciones del teatro para alojar cmodamente alos soldados del Maule y a los granaderos que diriga. Con el fin de poner en rgi-men el sistema de comunicaciones, la oficina telegrfica fue confiada a un emplea-do chileno, quien debi inspeccionar detenidamente la lnea para anular cualquiertipo de riesgo, entre ellos la intercepcin. Por otra parte, nombr un comandante defuerzas policiales encargado de regularizar el servicio de polica, cautelar la se-guridad y el aseo, evitar la ingesta de alcohol entre la tropa y desterrar la vagancia,un vicio que segn Castillo era muy comn en la zona y ocasionaba funestos re-sultados55. La administracin de justicia, que cay en manos de un puado de

    jueces chilenos y extranjeros, y las relaciones con los gobernadores de Sayan yde Pacho indispensables para hacer extensiva la accin de las armas chilenasen los distritos del interior fueron tambin parte de las tareas burocrticasasumidas por el nuevo jefe poltico-militar de Huacho56.

    Aparte de la peste de fiebre amarilla y el constante asedio de los montoneros,el cobro de contribuciones fue uno de los grandes desafos a los que tuvo quehacer frente la nueva autoridad. Ello explica la insistencia de Castillo ante el go-

    bierno de Lima respecto al envo de los padrones de la provincia a su cargo, losque crea deban encontrarse en el Archivo de la Caja Fiscal y Consejo Departa-mental57. Entre los logros econmicos de su gestin se cuenta la exitosa convoca-toria a una licitacin pblica con la finalidad de vender el guano de las islas pe-

    55 AGECh., vol. 646, ff. 121-123.56

    Ibidem, ff. 127 y 128v.57 En su trabajo sobre la regin atacamea y su relacin con el Estado, Jos Luis Martnezsostiene una lnea de argumentacin que bien puede aplicarse al accionar de los jefes poltico-militares chilenos en la costa peruana. De acuerdo a Martnez, cada burocracia estatal intentabadibujar para s misma una determinada representacin de los espacios, territorios, poblaciones yriquezas existentes, pues esa era la nica manera que las estructuras administrativas externas podandefinir el sistema de control de la regin. En el caso de Tarapac, como en el de los otros departa-mentos de la costa, los documentos de los distintos ministerios chilenos demuestran que en el pro-ceso de toma de control se copiaba o se segua en parte la visin espacial instalada previamente porlas autoridades peruanas. Jose Luis MARTNEZ, Relaciones y negociaciones entre las sociedadesindgenas de la regin atacamea, el Estado y la sociedad chilena, Proposiciones, nm. 24, San-tiago de Chile, 1994, pp.201-208.

  • 8/10/2019 Chile en el Per.pdf

    17/23

    CARMEN MC EVOY

    Revista de Indias, 2006, vol. LXVI, n. 236, 195-216, ISSN: 0034-8341

    210

    ruanas. Al constatar la explotacin informal de los islotes del grupo de Huaura, lajefatura inici la venta regular del producto a una compaa extranjera, fijando enun sol de plata el precio por tonelada58. De esta forma lograba encauzar hacia lasarcas chilenas aquellos recursos que circulaban por vas clandestinas.

    Las medidas econmicas aplicadas en Huacho por Wenceslao Castillo no seexplican en funcin de una lgica estrictamente local. Ms bien responden a ladecisin de las autoridades chilenas de traspasar a los jefes poltico-militares elconjunto de tareas asociadas al cobro de los diferentes tipos de contribucin59.Una de las primeras diligencias ordenadas por el capitn de navo Jorge Montt almomento de asumir el control de Chimbote, fue el empadronamiento de todas las

    propiedades de la zona. Esto le permiti concluir que el valor total de la contri-bucin de los predios urbanos y rsticos del puerto y sus alrededores que slopodan cobrarse por amenaza ascenda a 6.318 pesos y 80 centavos, mien-

    tras que los municipales llegaban a 481,52 soles de plata60. Tal como lo hicieronsus pares, Montt debi de organizar paralelamente el cobro del cupo. El pagomensual de las haciendas de San Jacinto, cuyo aporte era 500 kilos de azcar, 75de arroz y 2 quintales de caf o la del pueblo de Casma, que enviaba semanal-mente seis reses, fue utilizado para alimentar a la guarnicin naval encargada deresguardar el estratgico puerto norteo61.

    Una circular enviada por Patricio Lynch a Gaona, comandante del Cochraney sucesor de Montt a partir de septiembre de 1883, revela los mecanismos de con-trol que puso en funcionamiento el Estado chileno para resguardar la circulacin derecursos que consideraba de su exclusiva propiedad. Mediante el oficio se solicita-

    ba la remisin a Lima de un estado documentado de todas las sumas percibidasen dicha jurisdiccin por impuesto de guerra y para atender a las fuerzas de ocupa-cin. Como el pago de cupo poda hacerse en dinero o en especies, era indispensa-

    ble que la Jefatura poltico militar de Chimbote diera cuenta pormenorizada de lainversin que se hubiera dado a los artculos alimenticios, detallando explcita-mente el mtodo utilizado en el reparto. Estos estados, continuaba el instructivo,deberan ser lo ms claro posible, ya que seran examinados por una comisinnominada por el Cuartel General con el fin de eximir de cualquier responsabilidada los servidores del Estado chileno en los territorios ocupados62.

    58 AGECh., vol. 646, ff. 126, 128v, 146 y 146v.59 Entre las rentas que perciba el fisco peruano y que de acuerdo a Irarrzaval deban pasar a

    la administracin de las autoridades chilenas, se contaban la contribucin de patentes, papel selladoy timbres, papeles de aduana, contribucin sobre herencias, bienes nacionales, deudores al fisco,contribucin de minas, de asiticos, de correos, delegaciones de la Caja Fiscal y comisiones.AGECh., vol. 852, ff. 129v-135.

    60 Empadronamiento de las propiedades rsticas y urbanas de Chimbote y pueblos de su per-tenencia con esclarecimiento de la renta anual de cada propiedad y el valor de la contribucin.AGECh., vol. 844, ff. 66, 75 y 77.

    61 Ibidem, f. 60v.62 Ibidem, ff. 64 y 64v.

  • 8/10/2019 Chile en el Per.pdf

    18/23

    CHILE EN EL PER: GUERRA Y CONSTRUCCIN ESTATAL EN SUDAMRICA, 1881-1884

    Revista de Indias, 2006, vol. LXVI, n. 236, 195-216, ISSN: 0034-8341

    211

    A pesar de la inequvoca seal que Lynch intent dar mediante el juicio se-guido a los integrantes de la expedicin comandada por Ambrosio Letelier, de losestrictos controles que el Estado impuso para monopolizar el flujo de recursos yde los constantes esfuerzos por establecer algn tipo de orden en materia fiscal, lacorrupcin persisti como mecanismo de satisfaccin de intereses particulares. El

    proceso seguido en Lima y Valparaso contra el segundo maquinista y un grupode mecnicos del transporteChile, constituye una muestra palpable de la intrin-cada y lucrativa red de negocios personales que la ocupacin del Per hizo posi-

    ble. Santiago Hayball, superintendente del Ferrocarril de Chimbote, acus a losimputados de irrumpir violentamente en el departamento de Locomotoras con elfin de desconectar algunas mquinas y extraer de ellas todas las piezas de bron-ce que fuese posible. Lo ms escandaloso del caso es que el acto no fue cometi-do tan slo contra la empresa peruana, que a la sazn se encontraba bajo control

    del Estado chileno, sino tambin en perjuicio de los propietarios de las locomoto-rasEmiliayFairlie, un ciudadano francs y un sbdito britnico, respectivamen-te, ambos integrantes de las colonias extranjeras a las cuales los jefes poltico-militares haban prometido proteccin en reiteradas oportunidades63.

    En el interrogatorio al que fue sometido el ingeniero Charles Griffin, uno delos implicados en el incidente y que aparece en el sumario militar del caso, stedeclar su inocencia debido a que haba contado con la autorizacin del contadordel buque para extraer sin facturar cajn cualquier herramienta que fuera deutilidad en la nave chilena. Griffin subray que antes de embarcar los objetossustrados del Departamento de Locomotoras, el Primer Ingeniero de la corbeta

    OHiggins, Ricardo Fresohela, exigi la cesin de algunas piezas, peticin que lrechaz terminantemente. Es interesante apuntar que el mismo Ricardo Fresohe-la, en una declaracin posterior tomada en Talca, reconoci haber estado intere-sado en abrir un negocio de fundicin en dicha zona, para lo cual se haba pro-

    puesto comprar fierro viejo de las maestranzas y ferrocarriles peruanos con lostres mil pesos que tena de capital. Con ese mismo proyecto en mente, declarhaber escrito una carta al jefe poltico-militar correspondiente, Juan Simpson,

    pidiendo autorizacin para embarcar con destino a Chile, libre de flete, todo elfierro que pudiera64. En el dictamen final se estableci la inocencia de Griffindebido a que la extraccin de material se haba realizado con la expresa autoriza-

    cin del capitn del Batalln Victoria, quien, por recomendacin del fiscal, debaser reprimido para que en lo sucesivo se abstuviera de permitir semejantes abu-sos que causaban el deshonor del Ejrcito. De esa sencilla manera el caso fuesobresedo y la investigacin lleg a su fin65.

    Si nos trasladamos a los otros escenarios de la ocupacin, como la jefaturapoltico-militar de Paita, confiada al comandante del monitor Huscar, Emilio

    63 El sumario completo puede ser revisado en AGECh., vol. 646, ff. 70-105.64 Ibidem, ff. 94-94v.65 Ibidem, ff. 104-104v.

  • 8/10/2019 Chile en el Per.pdf

    19/23

    CARMEN MC EVOY

    Revista de Indias, 2006, vol. LXVI, n. 236, 195-216, ISSN: 0034-8341

    212

    Velarde, tiende a reproducirse el modelo poltico, econmico y de relacin con lasociedad civil que hemos estado analizando. La lectura del acta elevada entre lasfuerzas de ocupacin, el vice cnsul britnico y los vecinos de Paita, nos permiterescatar lo esencial del pacto poltico que Estado chileno estableca, por inter-medio de sus representantes, con los habitantes de las provincias peruanas de lacosta norte66. Bsicamente, ste consista en el compromiso de proteccin acambio de recursos econmicos. No obstante, el caso de la provincia de Paita

    presenta una leve variable respecto a la tendencia anteriormente analizada, puesla tarea de resguardo del puerto fue compartida con la guardia urbana local, a laque el comando chileno provey de diez rifles con el fin de que realizaran lastareas de patrullaje entre las seis de la tarde y siete de la maana, lapso en que losexpedicionarios se retiraban a descansar a bordo delHuscar. Como Paita era un

    punto estratgico no slo en trminos comerciales, sino tambin militares lacercana con Ecuador y Panam convertan a este puerto en un foco de aprovisio-namiento de armas para la insurgencia peruana, el resguardo naval por buquesde la armada chilena se increment ostensiblemente.

    Mediante la lectura deLa Voz de Ica, vocero oficial de las fuerzas de ocupa-cin de ese departamento, es posible observar que la violencia no fue el caminoexclusivo de control poltico. Prosiguiendo con el modelo instaurado temprana-mente por Eulogio Altamirano, ejemplificado enLa ActualidadyLa Situacin, eluso de la propaganda retrica a travs de la prensa escrita fue otra manera deganar el apoyo de los iqueos. Cabe sealar que la jefatura poltico-militar de Ica,a cargo de Leoncio Tagle, contaba hacia 1882 con una fuerza de 740 hombres,

    pertenecientes a los batallones Lontu, Lautaro, Carabineros de Yungay, BatallnVictoria y el Piquete del Regimiento Segundo de Caballera. El departamentosureo era importante no slo por las rentas cobradas, que ascendieron a36,252.02 pesos entre mayo de 1882 y febrero de 1883, sino tambin por limitarcon Arequipa, uno de los bastiones de la resistencia peruana67.

    En el artculo titulado La ocupacin chilena, su autor explicaba cmo laadministracin chilena liderada por Tagle haba significado el establecimiento dela paz en la jefatura, dndole as un gran impulso en el carro del progreso. Si

    bajo el gobierno de la administracin peruana, Ica era un pueblo que marchaba asu fin, un pueblo cuya sangre y cuya vida serva para satisfacer la voracidad de los

    vampiros de ayer, la llegada de los expedicionarios quienes junto a la rearticu-lacin del sistema de comunicaciones con el telgrafo y ferrocarril, haban reesta-

    blecido la seguridad pblica, base del trabajo productivo deba ser vista, deacuerdo al editorialista, como una verdadera fortuna para los iqueos68. Ahora,

    66 Acta elevada entre las fuerzas de ocupacin, el vice-cnsul Britnico y los vecinos de Pai-

    ta, AGECh., vol. 844, ff. 1-3.67 AGECh., vol. 844, Jefatura Poltica de Ica, ff. 233-233v.68 La Voz de Ica, 4 de marzo de 1882.

  • 8/10/2019 Chile en el Per.pdf

    20/23

    CHILE EN EL PER: GUERRA Y CONSTRUCCIN ESTATAL EN SUDAMRICA, 1881-1884

    Revista de Indias, 2006, vol. LXVI, n. 236, 195-216, ISSN: 0034-8341

    213

    bajo la gida chilena, Ica tena la gran posibilidad de seguir el camino de unpueblo europeo, de un pueblo amante del progreso69. La cooptacin de antiguosdefensores de la causa peruana fue una estrategia ensayada por los propulsores de

    La Voz de Ica, entre ellos Tagle. En la pieza titulada Lo que va de ayer a hoyse comentaba con entusiasmo cmo el periodista colombiano Benito Neto, cola-

    borador permanente del diario limeoLa Patria y uno de los primeros en rom-per lanzas contra Chile, haba decidido refrescar su acalorada mente y defen-der en las pginas deLa Voz de Icala causa de la paz. Neto volva as a la cordu-ra, y con sus artculos abrira los ojos de la razn a muchos ilusos cegados por laesperanza de triunfos imposibles70.

    Siguiendo la serie de artculos escritos por Neto, quien se propuso defendercon impetuosidad la causa de la paz con cesin territorial propiciada por el Esta-do chileno, es posible seguir la pista al proceso de cooptacin de un periodistaextranjero por parte de la autoridad chilena71. Con la finalidad de obtener el visto

    bueno de los nuevos dueos de Ica, Neto debi negar ante Tagle su participacinen la campaa anti-chilena que haba liderado desde las pginas de La Patria.Luego de asegurar que nunca fue su intencin insultar a las respetables matro-nas chilenas, se dedic a convencer a los iqueos que el nico camino posibleera el de la paz con Chile72. Per deba reconocer el fracaso del gobierno de LaMagdalena sus argucias, sus cbalas y sus intrigas estn al descubierto yaceptar que se encontraba inerme y entregado a discrecin en manos del vence-dor. Dentro de ese contexto, la prensa deba echar a un lado fatuidades, vacila-ciones y desconfianzas para sealar con catoniana imparcialidad lo que ms

    convena a la nacin peruana. En la misma lnea de la prensa santiaguina, Netoadverta a sus lectores sobre el horrible abismo al que se dirigan los alucina-dos peruanos, quienes al final eran los nicos culpables de sus terribles proble-mas. As,La Voz de Icano hizo ms que trasmitir, valindose de la pluma mer-cenaria de Neto, lo que opinaban los encargados de las fuerzas de ocupacin,demostrando cmo la esfera pblica fue otro espacio de contencin entre chile-nos y peruanos.

    69 La Voz de Ica, 16 de abril de 1882.70 La Voz de Ica, 9 de abril de 1882.71 Dentro de esta lnea de argumentacin no es una coincidencia que los manuscritos de los ar-

    tculos que Neto escribi para La Voz de IcaAclaracin, Nuestra situacin, La misin dela prensa, Horas de prueba, entre otros se encuentren en el Archivo General del Ejrcito deChile. Es muy probable que ellos pasaran por las manos de Tagle antes de ser publicados. Para estepunto, ver AGECh., vol. 680, ff. 111-119.

    72 Ibidem, ff. 111-111v

  • 8/10/2019 Chile en el Per.pdf

    21/23

    CARMEN MC EVOY

    Revista de Indias, 2006, vol. LXVI, n. 236, 195-216, ISSN: 0034-8341

    214

    3. GUERRA Y CONSTRUCCIN ESTATAL: EL CASO CHILENO

    El Autorretrato de Domingo Santa Mara es quizs uno de los documentoshistricos ms fascinantes del siglo XIX. Destaca no slo por la franqueza conque el presidente analiza las alternativas de su gobierno, sino tambin porqueexpresa con meridiana claridad la naturaleza de la cultura poltica que surge enChile luego de la Guerra del Pacfico73. En un pasaje revelador, Santa Mara re-conoce en este conflicto un hito fundamental para comprender su administracin,

    pues fue en los das trgicos a veces, gloriosos otros de la guerra con el Per yBolivia que aprendi a mandar sin dilaciones, a ser obedecido sin rplica, aimponerse sin contradicciones, haciendo sentir la plena autoridad del Estadoque era segn sus propias palabras superior a cualquier sentimiento huma-no74. A pesar de la contundente declaracin de Santa Mara, reflejo de un ejecu-tivo omnipotente y renovado, el tema de los cambios en la fisiologa de un Esta-do que hacia 1881 incorporaba nuevos territorios y administraba informalmentelos de sus vecinos, no ha concentrado el inters que merece entre los historiado-res. Si bien Mario Gngora, en su conocidoEnsayo histrico sobre la nocin de

    Estado en Chile en los siglos XIX y XX, tuvo claridad al momento de interpretarel fenmeno de la guerra como uno de los pilares centrales en el proceso de cons-truccin estatal chileno, su argumento no ha sido confirmado empricamente parael caso especfico de la Guerra del Pacfico75.

    La nocin de que la guerra colabora en el desarrollo institucional del Estadoes un asunto plenamente aceptado entre socilogos e historiadores. Charles Tilly,

    quien acu la frase los Estados hacen las guerras y las guerras hacen a los Es-tados, ha establecido una sugerente analoga entre la guerra, la construccinestatal y el crimen organizado76. En esa misma lnea de argumentacin, GeoffreyBest sostiene que los Estados se distinguen unos de otros por su habilidad de

    pelear o protegerse contra los peligros externos: son antes que todo contendientesen guerras, y su desarrollo debe entenderse en el contexto del conflicto geopolti-co y de la competencia. Es por ello que las guerras condicionan su fisonoma,desde sus estructuras de autoridad, sus capacidades administrativas, su legitimi-dad e incluso sus estrategias de inclusin; factores que por separado y en con-

    73 En 1885, Pedro Pablo Figueroa solicit a Santa Mara revisar los datos que sobre l haba re-unido para la redaccin de una biografa que aparecera en su Diccionario Biogrfico de Chile. Larespuesta del mandatario fue mucho ms all. Pasando por alto las instrucciones recibidas, decidiredactar l mismo su biografa y la devolvi junto a una carta que hoy se conoce como elAutorretrato.En palabras del historiador Francisco Antonio Encina, Santa Mara expuso all su personalidad conun realismo y una crudeza que no vuelven a encontrarse en otro estadista chileno. Francisco AntonioENCINA,Historia de Chile, Santiago, Editorial Ercilla, tomo XXXV, 1984, pp. 96-99.

    74 Ibidem, p. 98.75 GNGORA [11].76 Charles TILLY, War Making and State making as Organized Crime, Peter EVANS,

    Bringing the State back in, Cambridge, Cambridge University Press, 1985, pp. 169-191.

  • 8/10/2019 Chile en el Per.pdf

    22/23

    CHILE EN EL PER: GUERRA Y CONSTRUCCIN ESTATAL EN SUDAMRICA, 1881-1884

    Revista de Indias, 2006, vol. LXVI, n. 236, 195-216, ISSN: 0034-8341

    215

    junto determinan la manera en que se enfrentan77. Tilly, a su vez, ha reparadoen la explotacin coercitiva que la guerra exacerba como un elemento fundamen-tal en la creacin de los Estados europeos. De ah que la correspondencia cons-truccin estatal-guerra pueda ser analizada explorando los espacios que los Esta-dos nacionales otorgaron a la violencia organizada. ste es el punto de partida

    para conocer las diferentes actividades que asumen los agentes estatales, entre lasque se cuentan hacer la guerra, construir el Estado, proveer de proteccin a losaliados y extraer recursos. Estas tareas, que son interdependientes, tienden a ex-

    presarse de diferentes formas. En el caso de la extraccin de recursos, por ejem-plo, pueden ir desde el robo a mano armada, como es el caso de la expedicinLetelier a la Sierra, hasta el montaje de un aparato fiscal burocrticamente orga-nizado, que coincide con el sistema de contribuciones que Irarrzaval establecien la franja costera peruana.

    Distinto es el balance que ofrece Miguel Angel Centeno, quien ha intentadodemostrar la inaplicabilidad para Latinoamrica de los modelos que se asocian ala guerra con el proceso de construccin estatal. Mediante el uso de importantesfuentes primarias y de un innovador aparato metodolgico, Centeno se esfuerza

    por contrarrestar aquellas tendencias que ven a Latinoamrica como una Europafracasada o que slo reparan en sus particularidades. Su argumento central apuntaa la existencia de una suerte de pacifismo en la regin, idea que sirve de plata-forma para plantear que las guerras latinoamericanas, ms que construir Estados,han colaborado a debilitarlos78. Si bien es cierto que Chile es visto por Centenocomo ejemplo relevante de un Estado slidamente constituido, nuestro autor se

    aleja de las interpretaciones que ven a la Guerra del Pacfico como un aspectocentral en su consolidacin. Un episodio que escapa al estudio de Centeno y que

    probablemente servira para introducir nuevos elementos de anlisis a su modelo,es la compleja ocupacin del territorio peruano. Tal como hemos analizado a lolargo de este trabajo, la presencia de Chile en el Per donde los agentes estata-les lograron organizar una estructura burocrtica exitosa, capaz de asumir losderechos y obligaciones del Estado ocupado constituye una prueba contunden-te de que la Guerra del Pacfico colabor en la construccin estatal chilena, auncuando fuese de manera atpica, toda vez que el proceso se desarroll ms all desus fronteras originales. En este sentido, resulta obvio que hablamos de un Estado

    que asume un papel transnacional como efecto de la guerra y que por la extensindel perodo de la ocupacin, resulta indito en la historia de Latinoamrica.

    El caso chileno es el de un Estado que entre 1881-1884 logra desdoblarse, yal hacerlo, perfecciona sus saberes administrativos y explora los lmites delautoritarismo en un territorio donde no puede ser confrontado de manera directa,

    77 Geofrey BEST, Introduction, M.S. ANDRESON, War and Society in Europe of the Old Re-

    gime, 1618-1789, St. Martin's Press, 1988.78 CENTENO [12].

  • 8/10/2019 Chile en el Per.pdf

    23/23

    CARMEN MC EVOY

    Revista de Indias, 2006, vol. LXVI, n. 236, 195-216, ISSN: 0034-8341

    216

    pues la sociedad civil nico dique frente a la opresin vive sometida al im-perio de una violencia totalmente monopolizada por el invasor. La ausencia en elPer de un cuerpo civil organizado y los constreimientos, tanto legales como

    polticos que la guerra ocasion, hicieron posible que el Estado chileno nombrasey luego repudiase gobiernos, deportase ciudadanos, enviase expediciones puniti-vas que violentaban las libertades civiles de los vencidos, que institucionalizaseel cupo y la contribucin forzada como insumo para sus burocracias, que clausu-rase peridicos y, en fin, que sistemticamente negara los fundamentos bsicosde su propia Constitucin. Paradjicamente, fue la cultura poltica que se gesten ese perodo, aquella que el mismsimo Santa Mara salud en su defensa de laimpunidad total del Ejecutivo, la responsable del quiebre del pacto poltico pre-vio y la que traz el camino por el que transitara el dramtico gobierno de susucesor. Es por lo anterior que nuestra propuesta discrepa con la visin tradicio-nal de Gonzalo Bulnes, que pretende analizar a la Guerra del Pacfico en el mar-co de un enfrentamiento interno entre civiles y militares79. Lejos de ello, quere-mos sugerir que en este decisivo conflicto el actor principal es el Estado chileno,que valindose de sus vanguardias cvico-militares experimentar, a lo largo decasi cinco aos, una serie de mutaciones que terminarn modificando radical-mente su fisonoma. La posibilidad concedida por la guerra de expandirse a territo-rio extranjero y, mediante sus burocracias, construir un poder transnacional, re-

    percutir inevitablemente en su fortalecimiento. Y ante el nuevo escenario, notendr ms opcin que domesticar a las viejas corporaciones Iglesia, Ejrcito ygrupos econmicos sobre las que desde antiguo se ciment.

    This article analyzes the role played by the Chilean state during the War of the Pacific, 1879-

    1884. It highlights the performance of its bureaucracy in the construction of a political network in

    Peru and also discusses the impact of the latter in Chiles state making process. Between 1881-

    1884 the Chilean State unfolds to a foreign territory and by doing so improves its administrative

    skills. This reasoning will lead it to explore its authoritarian nature in Peru, where the absence of

    the State and of civil society allowed its political and ideological predominance..

    KEY WORDS: War of Pacific, Chile, Peru, ocupation, bureaucracy, administration, PatricioLynch.

    Fecha de recepcin: 20 de Abril de 2005.

    Fecha de aceptacin: 28 de Septiembre de 2005.

    79 BULNES [20].