circular 946
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“Consolad, consolad a mi
pueblo, dice vuestro Dios.
Hablad al corazón de
Jerusalén .
(Isaías 40,1-2
Es una consolación unida a la alegría, a aquel
“alegraos” que acompañó toda la vida de María desde el primer SÍ
hasta Pentecostés. Es la experiencia del amor
de Dios; de quien ha abierto la puerta del corazón a la voz del Espíritu Consolador.
No es solo un texto para consolar a los afligidos, sino
una invitación a gustar la embriaguez del Espíritu que abre caminos inéditos para
explorar y que el Magisterio del Papa hace
visibles con gestos y opciones evangélicas: la
ternura, la misericordia, la cercanía
La consolación no es un mero sentimiento, sino la experiencia de sentirnos
abrazados por la ternura de Dios. Es una realidad que hemos experimentado y
que cada día se renueva en nuestro corazón, en el de las Comunidades y en los
jóvenes. Estamos llamadas a redescubrirla y a
comunicarla en la gratuidad de cada día.
Nuestros Fundadores hicieron esta experiencia en
su vida y la conservaron como una misión que Dios
les había confiado para transmitirla a los jóvenes
más necesitados de Amor, de consuelo, de esperanza.
D. Bosco y M. Mazzarello son nuestros maestros de
consolación
Dios en sí mismo es Amor y el Amor es
difusivo y se manifiesta como consolación.
Consolar es hablar al corazón para
confortarlo, darle Buenas noticias, hacerle saber
que Dios es ternura, Amor sin limites
Jesús mismo en Isaías se compara a una madre que no abandona a sus hijos ni los deja solos. Aunque una
madre se olvide de sus hijos , El jamás se olvidaría de
nosotros. Dios no abandona a su pueblo sino que lo lleva
de la mano hacia pastos abundantes, lo consuela, lo
libra de la esclavitud, le habla al corazón , lo invita a
la alegría.
El Evangelista Lucas nos dice que Simeón esperaba la consolación de Israel y que al ver a Jesús en el
templo, reconoció en Él al Mesías esperado y se
alegró de ello. Simeón ya podía terminar sus días en
paz
Jesús mismo expresa la conciencia de ser el
Consolador enviado por el Padre , cuando al abrir el rollo del libro de Isaías
en la Sinagoga afirma: “Hoy se ha cumplido
esta escritura”
En el pasaje de Isaías Jesús se manifiesta como enviado
del Padre, como signo de cercanía a la gente, de
liberación de sus tristezas, angustias, enfermedades,
pecados
Cuando Jesús se acerca a nosotros – dice el Papa –“nos consuela” “siempre abre las puertas” y nos da
esperanza para ir hacia adelante. Es una obra de
consolación “tan fuerte que Él hace nuevas todas las
cosas”.Cuando el Señor nos visita, nos recrea, en la confianza,
el Amor, la compasión, la esperanza del futuro. Su
cercanía nos da esperanza.
La consolación de Jesús tiene el rostro de la
misericordia. Conviene recordar la parábola del
padre que espera al hijo, y al verlo de lejos corre a su
encuentro y lo abraza. “Hijo te quiero mucho”, “te había perdido”, “hagamos fiesta porque tu presencia es un regalo”, finalmente te he
hallado”.
Es el Espíritu de alegría, de Amor el que conforta en los
momentos difíciles, en los cambios de época, en las decisiones personales y
comunitarias. El es fuente de dinamismo, de audacia, nos
empuja a salir para ser misioneros del Amor y manifestar cercanía y acogida a los pobres,
superando la cultura del descarte.
El vacío existencial, la tristeza, la soledad de
algunos cristianos y quizás de algunas de nosotras, ¿no podrían tener sus raíces en el encerrarnos en nosotros
mismos, no siendo sensibles a las necesidades de las
personas con quienes nos encontramos en la vida?
Nuestra vida de FMA es una continua relación, en la Comunidad y en la misión. ¿Cómo crece en nosotras esta atención, esta pertenencia recíproca,
esta capacidad de dejarse conmover y de moverse para actuar? Hay alegría y esperanza solo si, guiadas por el Espíritu Santo, salimos de nosotras mismas
para ir hacia los otros .
Solo si nos sentimos consolados, podremos
ser consolación para los demás, sabiendo que el
Espíritu obrará en nosotras y nos llenará de
ánimo y de alegría. Es una gracia que podemos pedir para nosotras, los jóvenes y las personas que nos encontramos
diariamente
Pienso que el sueño de Dios y de nuestros
Fundadores es reconocer nuestras Comunidades
como casas donde vibra la alegría y la consolación.
Hoy tenemos muchos motivos para descubrir la
consolación de Dios hacia su pueblo. Un acontecimiento
muy significativo: la canonización de los dos
Papas que fue para todos la fiesta de la santidad.
Ellos gustaron la consolación del Evangelio en momentos difíciles para la historia de la Iglesia y de la humanidad. Realizaron el
auspicio de Pablo VI, retomado en la
“Exhortación EvangeliiGaudium”.
¿No es este un don muy significativo para la Familia humana, para la Iglesia, para el Instituto presente en todo el mundo, para todas las Comunidades,
para cada una de nosotras?
La consolación que hoy Dios quiere darnos, habla de
misericordia, de un abrazo que da fuerza y es paciente cercanía para encontrar el camino de la
confianza que está muy lejos de ser superficial y sentimental.
¿Creemos de verdad que somos amadas por Dios?
¿Estamos dispuestas a dejarnos amar? Esta es una condición para que también nosotras podamos amar. Así
piensa Dios nuestras Comunidades, donde se
recibe y se da consolación, es decir, Amor.
Muchas Hermanas quieren de verdad ser FMA signos del amor de Dios experimentado en varios momentos de su vida pero alguna puede sentirse frenada a veces por limitaciones personales o por
realidades comunitarias no siempre abiertas a acoger este bien que se nos da.
No nos desanimemos porque el desánimo
provoca esterilidad, falta de confianza en el Señor.
El bien es siempre más fuerte que la
mediocridad, que la tibieza, que la indiferencia.
Puedo aseguraros que en lo profundo del corazón de cada FMA hay una sed insaciable de “agua genuina”.
¿Qué agua es ésta? Voy a ponerle un nombre: la relación
Hay una gran necesidad de cuidar la calidad de nuestras relaciones, de potenciarlas día tras día
con espíritu evangélico al estilo Mornesino. En
Mornés como en Valdocco, las relaciones
tenían el rostro de la consolación que
caldeaba la esperanza, irradiaba el bien.
En Mornés y en Valdocco se percibía la alegría de llevar el
Amor de Dios. Nuestros Fundadores la vivían como
una misión inderogable: hacer encontrar al Señor, ayudar a
abrir el corazón a la acción del Espíritu Santo, el Consolador, que nos da fuerza y aliento en
las pruebas y abre a la esperanza
En las cartas de M. Mazzarello son muchas las expresiones sobre la
consolación. “Mis buenas Hermanas,
amaos… ¡Oh, cuánto me consuela cuando recibo
noticias de las casas y siento que tienen
caridad, que obedecen con gusto, que viven la
Santa Regla. ¡oh! Entonces mi corazón llora de consuelo…”
“Estad alegres ¡eh!..., no os ofendáis nunca; antes bien, apenas os deis cuenta que alguna necesita algún alivio, ofrecedlo pronto y consolaos y
ayudaos recíprocamente.
Siempre hay alguna Hermana de nuestra
Comunidad, o una joven, o un joven, o una familia, que necesita consuelo, signos
de cercanía, expresiones de ternura. Para nosotras ésta
es una llamada que encuentra su fecundidad en
la Eucaristía, donde se funda y se renueva la
Comunidad y todas las relaciones verdaderamente
humanizadoras
Os confieso que es motivo de sufrimiento, de
preocupación y de oración encontrar en algunas de
nuestras realidades rostros tristes, estados de ánimo amargado, insatisfechos,
que debilitan y hacen pesadas las relaciones, y
sobre todo, son indicio de infelicidad. Esta situación la
encontramos entre nosotras, en los jóvenes y también en las familias. El Señor quiere que sea feliz
cada persona que se entrega a Él.
Es en la relación, corazón del carisma salesiano, donde se realiza nuestra vocación y la misión evangelizadora en la
que todas nos sentimos involucradas. La fraternidad, es la profecía que el mundo
de hoy comprende de manera más inmediata.
El Papa Francisco ha habado de la vía de
atracción, del contagio, cuando se refiere a la
Evangelización . El carisma salesiano tiene en sí mismo esta gran
fuerza de atracción que permite llegar al corazón de los jóvenes y de todas las personas, mediante
relaciones que expresan bondad y compromiso
en la educación.
Os propongo comprobar la fuerza atrayente de nuestra vida y buscar aquello que podemos
cambiar o potenciar para hacerla más genuina y
auténtica . Nuestras limitaciones no son un impedimento sino un
estímulo para crecer en la confianza en el Señor y
entre nosotras.
Es importante convencernos de que estamos en condiciones de decir a los jóvenes, con intrepidez
carismática “ven y ve” que los lleve a encontrar al Señor de la vida.
Si somos signos de consolación, podemos contagiar la alegría, Es
necesario realizar un éxodo de nosotras mismas en un
camino de servicio. Solo abriendo la puerta de
nuestro corazón y de las Comunidades es posible salir
al encuentro, escuchar, aliviar soledades, acoger las
fragilidades como fuerza constructiva.
Como Instituto celebramos este año el centenario de la muerte de la gran misionera Sor Angela Vallese y los 160 de su nacimiento. También nosotras estamos llamadas
a reavivar la vocación misionera y salir al
encuentro de la gente, a ser comunidades de frontera,
para dirigirnos como Iglesia hacia las periferias
existenciales.
En la Familia Salesiana hay muchos recursos, pero no siempre están
activados. Convoquemos con audacia a los jóvenes y adultos a colaborar en
esta misión que parte del da mihi animas cetera
tolle y crea sinergia para multiplicar las fuerzas
Comprendo que no siempre es fácil ser mujeres consagradas audaces y disponibles para vivir la precariedad en una obra de frontera. El Papa Francisco nos anima diciéndonos que nuestra fe es un camino, una fe
histórica. Estar en frontera es encontrar el camino para convertirnos en casa para y con los jóvenes.
Llevo en mi corazón tantos jóvenes que buscan una casa
donde reunirse, ser escuchados, dialogar y donde poder encontrar
sentido a sus vidas.
Los jóvenes son frágiles, fragmentados, pero
también son capaces de opciones generosas. De
apertura al Evangelio basta que estén motivados por un
gran ideal, por un sueño posible de realizar
La frontera más cercana a nosotras es la relación
educativa que se convierte en “palabra
evangelizadora”, propuesta liberadora, pasión por la
construcción de una nueva humanidad
Esta última circular del sexenio quiere ser una
circular de consolación, de
agradecimiento por cuanto hemos vivido y
por lo que se nos espera. Un sueño que debe continuar para
mantener vivo el carisma hoy.
Agradezco al Señor las vocaciones que Él sigue enviando al Instituto y la determinación de las Provincias de cultivar la dimensión vocacional de la
Pastoral juvenil. Espero que también lo hagan las Comunidades.
En mi peregrinar entre vosotras he pedido al
Espíritu Santo que me de el gozo de acoger su Consuelo
y la fuerza de consolar. Espero que esto se haya
realizado.
A María le confío nuestra vida, la de los jóvenes, las
preocupaciones y las esperanzas de las familias, la paz y la
justicia en el mundo. El don de la consolación
haga siempre más profunda la comunión de nuestro Instituto que es
una familia toda de María