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Biblioteca Jurídica Colección Abelardo Leal Hernández José Celestino Mutis: Vida, Obra y Aportes Científicos, Económicos y Políticos

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Biblioteca JurídicaColección

Abelardo Leal Hernández

José Celestino Mutis: Vida, Obra y

Aportes Científicos, Económicos y

Políticos

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JOSÉ CELESTINO MUTIS: VIDA, OBRA Y APORTES CIENTÍFICOS, ECONÓMICOS Y POLÍTICOS

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Figura 1: Monumento dedicado a José Celestino Mutis (Parque Genovés de Cádiz). Fotografía: F. Herrera (2008)

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Leal Hernández, AbelardoJosé Celestino Mutis: Vida, Obra y Aportes Científicos,

Económicos y Políticos, Bogotá, UMB 121 páginas, 17 x 24 cm Temas relacionados: 1. Derecho , 2. Literatura,

3. José Celestino Mutis© Abelardo Leal Hernández

© Universidad Manuela BeltránBogotá, Colombia

http:// www.umb.edu.co

Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cualquier proceso gráfico o fónico, particularmente por fotocopia,

microfilme u offiset.Ley 23 de 1982

Catalogación en la publicación – Biblioteca Nacional de Colombia

Leal Hernández, Abelardo

José Celestino Mutis : vida, obra y aportes científicos, económicos y políticos / Abelardo Leal Hernández. -- 1a. ed. --

Bogotá : Universidad Manuela Beltrán, 2018.

p. – (Colección biblioteca jurídica)

Incluye bibliografía.

ISBN 978-958-8744-94-0

1. Mutis, José Celestino, 1732-1808 - Biografía 2. Mutis, José Celestino, 1732-1808. El arcano de la quina - Crítica e interpretación

I. Título II. Serie

CDD: 925.8 ed. 23 CO-BoBN– a1018875

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Universidad Manuela Beltrán

Autoridades Administrativas

GerenteJuan Carlos Beltrán Gómez

Secretario GeneralJuan Carlos Tafur Herrera

Autoridades Académicas

RectoraAlejandra Acosta Henríquez

Vicerrector AcadémicoJaiver Urrego Alfaro

Vicerrectora de investigacionesDiana Estefy Gutiérrez Galvis

Secretario académicoJhon Jairo Carvajal Acevedo

ISBN: 978-958-8744-94-0 Diagramación: Robinson Hernández Torres

Diseño de portada: Robinson Hernández Torres

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ColecciónBiblioteca Jurídica

Biblioteca Jurídica es una colección en la que se reúnen textos de Derecho pensados, planeados y elaborados desde registros escriturales, diferentes, al estrictamente jurídico. En este espacio se reúnen las voces que hablan del derecho a partir de la historia, la sociología, la literatura, la filosofía, el análisis crítico y, en fin, todas aquellas disciplinas y saberes desde los que resulta válida la reflexión jurídica.

Estaba destinada esta colección a llevar este nombre. Pues las bibliotecas, son justamente los lugares de encuentro de un amplio conjunto de documentos, imágenes, historias y textos de toda naturaleza (convencionales, apócrifos, de amplia difusión, olvidados, extraños, etc.). Documentos que, gracias a la curiosidad y entusiasmo de sus lectores, cobran vida.

En este sentido, estamos convencidos de lo revitalizador y benéfico que resulta para la academia, elaborar y divulgar textos que promuevan el diálogo interdisciplinar entre los saberes, porque este puede ser uno de los espacios que posibilite la superación de los dogmas, prejuicios o puntos ciegos en los que, comúnmente, se encuentran atrapadas las disciplinas.

Ponemos a disposición de todos nuestros autores y lectores Biblioteca Jurídica, y esperamos que los textos que aquí se publican, estén llamados a perdurar.

Luis Eduardo Serrano RincónCoordinador de investigaciones, programa de Derecho

Vicerrectoría de investigacionesUniversidad Manuela Beltrán

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Contenido

Introducción 12

1. Contexto histórico-biográfico 16

2. La medicina en el tiempo de Mutis 44

3. Aportes científicos, económicos y políticos de Mutis 70

3.1 El arcano de la quina y su influencia médica 84

Autoridades médicas, científicas y farmacéuticas citadas

por Mutis en El arcano de la Quina 98

Conclusiones 111

Bibliografía 114

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IntroducciónEn este texto nos proponemos estudiar los aspectos más relevantes

de la vida y obra del egregio gaditano D. José Celestino Mutis, quien decidió consagrar su existencia a la botánica, como vocación que fue formándose a lo largo de sus años de estudio y ejercicio profesional (véase figura 1).

Precisamente, se pretende desvelar el comienzo de esa inclinación por la botánica, su origen y desarrollo, las circunstancias políticas, sociales y científicas que lo rodearon, así como la importancia de la influencia de otros científicos como el astrónomo Jorge Juan y el naturalista sueco Linneo.

No es un azar la inclinación de Mutis por la botánica. Es un proceso en el que concurren contextos favorables, como la introducción de la cátedra de botánica en los centros educativos donde cursará estudios –verbigracia el Real Colegio de Cirugía de Cádiz–, pero también la experiencia propia derivada de sus prácticas y visitas a jardines botánicos.

Se estudiará el papel desempeñado por Cádiz en cuanto centro cultural y científico durante los siglos XVII y XVIII, elemento que determinó, en parte, la vocación de Mutis, al ofrecerle el contacto con personajes ilustrados, entre ellos, profesores e investigadores extranjeros discípulos de Linneo que llegaban al puerto para buscar plantas con el fin de estudiar sus propiedades, pero también venían con la finalidad de difundir los postulados de su maestro o los suyos propios y ponerse al tanto de lo que a nivel de la ciencia, la cultura y la educación estaba acaeciendo en España.

Se señalarán aspectos biográficos de Mutis desde su nacimiento en el puerto mencionado, el hogar donde nació, sus primeros años de estudio y otra de sus vocaciones: el sacerdocio.

Mutis fue un hombre polifacético. Es por eso que no se dejará de lado la alusión a su vida de sacerdote, que le imprimió valor humanista a su obra y la intención de hacer búsquedas científicas con fines filantrópicos; hallar la cura a ciertas enfermedades.

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También se analizará el mundo político y social en que Mutis se desenvolvía. Si bien su contacto con Linneo y sus discípulos acendró en él su inclinación a la botánica, también es cierto que su entorno hizo posible que llegase a estar más en contacto con su sueño de conocer América y su riqueza natural.

A decir verdad, Mutis era un hombre analítico, preparado y sabía cuáles eran sus fines principales al emprender su viaje hacia América. Su desempeño como médico en la Corte, puesto al cual llegaría por recomendación de un profesor suyo a quien había conocido en Cádiz, fue lo que a la postre le ayudó a ser nombrado médico de la comitiva virreinal que lo llevaría a América.

Así las cosas, en la obra de Mutis no está la botánica por separado. Detrás de ella hay una serie de elementos y circunstancias que se relacionan entre sí para hacer posible ese contacto con el mundo natural americano y ese producto final que van a ser las investigaciones desarrolladas por Mutis.

La condición de médico, otra de las profesiones de Mutis, le ayudará en este sentido en su realización como botánico. Estudiaremos, pues, el alcance de estas investigaciones y también la educación que Mutis recibió en los centros donde cursó sus estudios, como son el citado Real Colegio de Cirugía de Cádiz y la Universidad de Sevilla, donde se tituló como médico.

Mutis también se destacó por sus conocimientos de matemáticas, química, física y filosofía, que posteriormente difundió en su puesto de profesor en el continente americano.

Recibió Mutis una educación que aún no había alcanzado su punto alto en la reforma académica que se gestó en España en el siglo XVIII, y que supuso el inicio de la ruptura con viejas formas atrasadas e improcedentes de enseñanza. Las falencias de esta educación y las reformas introducidas serán igualmente estudiadas, porque dentro de ellas se forjó Mutis.

Mutis fue un hombre ilustrado y crítico, que notó las deficiencias en la enseñanza y supo refutarlas y señalar los puntos que debían corregirse a fin de que la educación tomara un nuevo rumbo para beneficio de todos.

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Supo compaginar plenamente su doble condición de sacerdote y científico. Sin embargo, en determinadas circunstancias le provocó tensiones con la Iglesia, por cuanto defendía las teorías de Copérnico y Newton, en una postura claramente partidaria de la ciencia en cuanto a explicar los fenómenos físicos y astronómicos. La oposición de la Iglesia se hizo plausible y existió un proceso en contra del sabio gaditano; proceso que será revisado en el presente texto donde se exponen los argumentos principales expuestos por cada parte.

Mutis debió enfrentarse a numerosos obstáculos para ejercer su trabajo. Aunado al de la educación precaria recibida, se suma la del conflicto con la Iglesia, pero también el aspecto económico, ya que la mayoría de sus investigaciones iniciales debió sufragarlas con sus propios medios, ante la renuencia de los órganos oficiales de la Corona a subvencionarlas.

Las peticiones de Mutis para realizar sus investigaciones botánicas en el Nuevo Reino de Granada se remontan a los tiempos del rey Carlos III –que en 1759 había sucedido a Fernando VI–, quien reinaría hasta 1788. Sin embargo, no pudo encontrar apoyo financiero para su empresa.

Frente a este último punto es importante destacar que las peticiones posteriores de Mutis se vieron obstaculizadas por el contexto político europeo del momento, que no permitió un rápido apoyo a sus deseos de emprender investigaciones de campo por el Nuevo Reino de Granada, en lo que se denominó Expedición Botánica, tema que se detallará en este texto. Así las cosas, la guerra de independencia que se desarrollaba en España contra el invasor francés, sumada a otra serie de carices dentro de los cuales no se descartan los financieros –desinterés momentáneo de la Corona–, obraron en contra de Mutis. Sin embargo, esto no menguó su pasión por la ciencia, que lo siguió animando y haciendo que su propio peculio financiase, hasta donde más podía, sus investigaciones.

El desarrollo de la expedición y sus resultados serán aludidos en esta investigación, así como aspectos relacionados con la sede central de trabajo de Mutis en Santa Fe de Bogotá –ciudad donde estableció su residencia y trabajó como médico del virrey y profesor–.

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La investigación de Mutis fue posible gracias a su empeño, pero también a su estudio de los conocimientos empíricos de los indios americanos, que combatían ciertas enfermedades recurriendo a la aplicación de plantas que crecían en su territorio. Mutis no ignoraba este conocimiento, antes lo apreciaba y analizaba en profundidad, buscando hallarle fundamentos científicos y comprobando su veracidad. Esta situación será atendida y desarrollada en nuestro estudio.

Igualmente, este estudio recaerá sobre otros puestos en los cuales se desempeñó Mutis, relacionados con la metalurgia, el trabajo extractivo en las minas del Nuevo Reino de Granada, el ejercicio docente en colegios y claustros universitarios y su desempeño como médico particular, actividad que realizó para sufragar, en cierta medida, sus investigaciones cuando no contaba con el apoyo de la Corona.

Los aportes científicos, económicos y políticos de Mutis serán también explicitados, mostrando que no solo fueron aportes en su momento, sino que aún hoy se conserva su legado, no solo en la forma de medicinas, parques y museos botánicos, sino en la memoria colectiva de quienes han recibido su influencia.

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1. Contexto histórico-biográficoJosé Celestino Mutis nació en Cádiz en 1732 y falleció en Santa

Fe de Bogotá (Colombia) en 1808. Se destacó por ser un eximio médico y botánico, además de pertenecer a la orden sacerdotal. Su formación y obra se inscriben dentro de la Ilustración, por ello es posible afirmar que es “un hombre en el que se puede comprobar y sintetizar la esencia del mejor espíritu de la Ilustración”. Leamos el siguiente párrafo de Herrera:

“Nombramos al árbol de la quina e inmediatamente aparece en escena José Celestino Mutis, uno de los personajes más fascinantes de la ciencia del siglo XVIII. Algo más que un cura. Algo más que un médico. Algo más que un mineralogista. Algo más que un botánico. Mutis es por encima de todo un espíritu ilustrado que sabe conjugar, como Feijoo, la fe y la razón. Mutis “herborizando” la quina, como Whitering lo hizo con la digital o Jean Jacques Rousseau con las plantas y los pensamientos. Ilustración, pues, esa Ilustración compleja y apasionante que avanza inexorablemente de la mano de los químicos o de los ideales de Montesquieu o de Voltaire, y que a veces tiene miedo y mira nostálgica hacia los pilares tradicionales del Antiguo Régimen”1.

De hecho, en el momento en que Mutis desarrolla su obra, el siglo XVIII, está en boga la Ilustración en Europa con figuras como Diderot, D’Alambert, Condillac, etc., quienes sientan las bases de este movimiento que permea los planos científicos, sociales y políticos, fundándose en la razón y en el reconocimiento de los derechos del hombre. Supone, sobre todo, una ciencia más independiente, más secular, en el sentido en que no deba limitarse por los cánones religiosos, aunque los respete.

La Ilustración va a introducir una preocupación pedagógica que igualmente impregnará las academias, colegios y universidades. Se cimentará en un pragmatismo:

“que conduzca al binomio poder-felicidad. Si en los albores del siglo XVII sir Francis Bacon había dicho saber es poder, en los principios del siglo XVIII Leibniz afirmará: hacedme dueño de

1 Herrera, Francisco. Reseña publicada en: El arcano de la quina (…). José Celestino Mutis (introducción de Cándido Martín). Llull: 31 (2008), 68, pp. 363-366.

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la enseñanza y yo me encargo de cambiar el mundo. Por ello, si el Poder se había entronizado en las academias transformándolas en Reales, los nuevos pedagogos querrán establecer sus modelos de sociedad a través de los métodos de enseñanza, rompiendo los moldes de los viejos colegios de la Universidad. Frente a la reforma humanística surgen los Colegios de la Compañía de Jesús para formar preferentemente a los futuros dirigentes. Con espíritu más cartesiano surgirán los Oratorianos, y con espíritu más renovador los Jansenistas. El Emilio de Rousseau, que aparece al mismo tiempo que los jesuitas son expulsados, es en gran parte una reacción contra todos estos sistemas”2.

Sin embargo, no solo contribuyó a su vocación de naturalista – así como de médico– este momento histórico marcado por el surgimiento y consolidación de la Ilustración, sino también el mismo ambiente en que creció:

“José Celestino Mutis tuvo a favor de su vocación de naturalista, en primer lugar, nacer en un clima muy apto para la ciencia, ya que durante sus años de niñez y adolescencia se produjo en España su despegue que entre otras cosas condujo a la fundación de las Academias. En segundo lugar, el haber nacido en Cádiz, ciudad de gran trasiego de comerciantes, y de gentes de ultramar, dentro de un ambiente impregnado de viajes y expediciones marinas, lo que pudo haber incitado en él su vocación por América. A ello se sumó también, el haber convivido con hombres de ciencia de gran valía como Virgili, Jorge Juan, Linneo, etcétera, partidarios entusiastas de la búsqueda de nuevos conocimientos”3.

Mutis nace en el seno de una familia gaditana que se dedica al comercio, y su educación va a estar a cargo de los jesuitas. Mutis dedica su vida al sacerdocio y al estudio, en los campos de Gramática, Filosofía, Botánica y Medicina. Es así, un hombre de fe, formado en los valores de la orden, pero también imbuido del conocimiento de las humanidades y las ciencias:

2 Orozco Acuaviva, Antonio. El modelo de enseñanza en el Real colegio de Cirugía de Cádiz en el siglo XVIII, en Gades: (1988), No. 18, p. 88.3 De Felipe, María Rosario; Pozuelo, José Manuel. Mutis y la botánica en el siglo XVIII, en revista Schironia No 2, Colegio oficial de farmacéuticos de Madrid, 2003, p. 25.

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“Hijo de familia burguesa dedicada al comercio del libro, José Celestino Bruno Mutis y Bosio nació el 6 de abril de 1732. Sus padres Doña Gregoria Bosio y Morales y Don Julián Mutis tuvieron cinco hijos y una hija. Tres de los hijos dedicaron su vida al sacerdocio, Francisco, Julián y José Celestino. Manuel viajó a América originando en Bucaramanga la rama de la familia Mutis que todavía subsiste en Colombia. La ascendencia mallorquina del padre y los orígenes italianos de la madre fueron una premonición del cosmopolitismo que Mutis mantendrá en sus relaciones futuras. José Celestino se educó en instituciones dirigidas o conectadas con jesuitas que en aquel tiempo eran, con el ejército, uno de los principales medios de difusión de la ciencia en España. Estudió gramática y filosofía en el colegio de San Francisco regido por jesuitas; su familia tuvo constante conexión con los jesuitas, llegando a ser un tío suyo provincial de la compañía. El modo de educación de los jesuitas le marcó para toda su vida, infundiéndole un espíritu de precisión lógica, cultivo de la retórica y la lectura de los Clásicos, de ahí sus referencias a Cicerón y un arte para describir minuciosamente las plantas e incluso componer versos en latín. Cabe destacar también su amor por el orden y su carácter decidido y firme”4.

Mutis cursa estudios en el Real Colegio de Cirugía de Cádiz, de donde se retira acusando enfermedad, según afirman Francisco González de Posada y Bartolomé Ribas Ozonas:

“Estudia en el Real Colegio de Cirugía de la Armada en Cádiz, fundado en 1748 a instancias de Pedro Virgili (1699-1766), Medicina y Cirugía —anatomía práctica y enseñanza clínica— apoyadas en la Física, Química y Botánica. Ingresa el 15 de noviembre de 1749 y se retira (definitivamente) «por enfermedad» el 24 de febrero de 1752”5.

Ahora bien, Mutis también cursa estudios de Medicina en la Universidad de Sevilla, de 1750 a 1753, obteniendo por ello el título de Bachiller en Medicina el 2 de mayo de 1753.

4 Ibídem.5 González de Posada, Francisco; Ribas Ozonas, Bartolomé; Cronobiografía Sincro-nizada de José Celestino Mutis, en: www.analesranf.com/ranf/index.php/mono/article/view/952/949 (Consultado el 27 de octubre de 2010), p. 6.

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De esta forma, sus estudios de Medicina no anteceden a los de Cirugía, ya que primero ingresa en el Real Colegio, en 1749, y los estudios de Medicina en Sevilla los inicia en 1750:

“Hemos vuelto a consultar recientemente el Archivo de la Universidad Hispalense, y confirmamos que no inició sus estudios de Medicina hasta el Curso de 1750-1751. Nunca en 1748. Pero lo que sí es cierto y documentalmente probado, es que inició los de Cirugía en el Real Colegio gaditano en Noviembre de 1749 y permaneció hasta Febrero de 1752, donde entendemos recibió una formación similar al resto de su promoción y salió tan cirujano como ellos”6.

Resulta difícil comprender la forma en que Mutis puede cursar en simultáneo, durante cierto tiempo, sus estudios de Cirugía en Cádiz y los de Medicina en Sevilla, dado que las dos ciudades están separadas por más de un centenar de kilómetros y en esa época el medio de transporte terrestre era el caballo o el coche tirado por bestias. Además, el Real Colegio de Cirugía era una institución de corte castrense, donde Mutis debía pernoctar obligatoriamente. Sin embargo, Cabrera Afonso maneja la hipótesis de que lo hizo influenciado por su maestro D. Pedro Virgili, que le habría ordenado asistir en calidad de alumno a la Universidad de Sevilla para cursar estos estudios y observar la forma en que se impartían:

“en 1995 lanzamos una hipótesis que, si bien aún no ha sido comprobada, tampoco ha sido desmentida. Pensamos que inició sus estudios médicos sevillanos por especial encargo de sus Superiores, concretamente del Cirujano Mayor y Director del Colegio, Pedro Virgili, a fin de estar perfectamente informados de cómo funcionaba internamente la Facultad de Medicina de la Universidad. Tal encargo lo recibió tras un año de iniciados sus estudios quirúrgicos; año y medio después “se retiró” del Colegio”7.

Durante estos años de formación tuvo como principal maestro a Pedro Virgili, el profesor que más influyó en su formación superior. Virgili fue el gran reformador de la cirugía española al reunir las facultades de Medicina y Cirugía; Mutis precisamente inauguró la primera promoción

6 Cabrera Afonso, Juan Rafael, José Celestino Mutis, Cirujano y médico, en Home-naje a José Celestino Mutis en el Bicentenario de su fallecimiento, Ed. Real Academia Nacional de Farmacia, Madrid, 11 de septiembre de 2008, p. 26.7 Ibídem.

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de médicos cirujanos de España. Sus estudios universitarios fueron enriquecidos con la práctica clínica en el hospital de marina de Cádiz.

La formación recibida en Cádiz fue importante por su carácter práctico, por su alto rendimiento académico y porque en el jardín anexo al colegio de cirugía pudo experimentar las virtudes farmacológicas de las plantas. Por el contrario, los estudios de Medicina en Sevilla eran más de carácter teórico, de memorización de textos, porque la universidad aún no había entrado en su etapa de modernización, lo que solo sucederá a partir de 1769.

Mutis complementó sus estudios médicos y de cirugía con los de botánica, inclinándose, finalmente, más por esta última, aunque alternándola, en un principio, con la cátedra de Anatomía. Mutis se traslada en 1757 a Madrid, donde obtiene el título de médico e ingresa como médico de cámara en la Corte, continuando con sus clases de Anatomía, esta vez en el Hospital General de Madrid:

“En junio de 1757 José Celestino Mutis se trasladó a Madrid donde al mes siguiente, el 5 de julio obtuvo el título de médico conferido por el Tribunal Real de Protomedicato y por recomendación de Virgili entró como médico de cámara de la Corte. Un año más tarde Virgili también abandonó Cádiz, estableciéndose en Madrid como médico de cámara de los reyes Fernando VI y esposa. En Madrid Mutis además de alternar con los médicos de la Corte regentaba la única Cátedra de Anatomía del Hospital General en compañía de D. Juan Gómez. En Madrid también se perfeccionó en el estudio de las plantas de el Jardín Botánico del Soto de Migas Calientes bajo la dirección del reputado botánico Miguel Barnades. Al mismo tiempo conoció a personajes como Klas Alstromer, discípulo de Linneo, que le iban a inclinar aún más al mundo de las Ciencias Naturales”8.

Ahora bien, Mutis ya se había iniciado en los círculos científicos en su ciudad natal, Cádiz, la cual se había convertido en el centro del comercio desde el traslado de Sevilla a Cádiz de la Casa de Contratación de Sevilla, donde pudo conocer al gran astrónomo Jorge Juan, director de la Academia de Guardias Marinas de Cádiz, y a su círculo de amigos dedicados a la ciencia. En 1755 se crea en Cádiz la Asamblea Amistosa Literaria, en la

8 De Felipe, María Rosario; Pozuelo, José Manuel, Op. Cit., p. 26.

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cual van a discutir estos científicos posibles aplicaciones de la ciencia a la Medicina, la agricultura y la industria. Jorge Juan había vivido varios años en América y estaba convencido de la necesidad de redescubrirla, en términos científicos, para bien de la Corona española. Así, Mutis se nutrió de estos conocimientos y discusiones que sirvieron de acicate para continuar con su camino hacia la ciencia:

“Mutis asistió a estas reuniones, de donde sacó una excelente información astronómica y físico-matemática, así como una gran inclinación por las teorías de Newton y Copérnico, de las cuales hizo gala a su llegada a América en 1762. Por otra parte, el haber participado junto a Jorge Juan y Louis Godin en la expedición de La Condomina hacía que las conversaciones giraran alrededor de las expediciones recientes”.9

Mutis continuó con sus estudios científicos en Madrid, donde pudo conocer el Jardín de Soto de Migas, cuyo director era Joseph Quer, con quien Mutis va a discrepar en cuanto a su método propio de clasificación de las plantas, que va en contravía del de Linneo. De esta forma, criticó la edición que hiciera de la primera historia de las plantas españolas, donde se describen en forma alfabética y se confunden las especies. Por ello, Mutis se inclina por seguir los avances en botánica que provienen del Norte de Europa:

“Mutis seguía con interés y admiración los avances que venían del Norte de Europa y miraba con escepticismo la realidad científica de la Península, temiendo quedarse estancado e impotente de la puesta en práctica de nuevos avances. Desde un principio se sintió partidario de Linneo, del empirismo inglés y de la medicina holandesa, como manifestaría en el discurso pronunciado en el Colegio de Rosario en Santa Fe en 1762. Mutis declara la necesidad de la apertura de España a Europa como único modo de poner al día las corrientes modernas del saber y restaurar el ritmo detenido del imperio”10.

Quer va a ser destituido de la dirección del jardín de Soto de Migas y en su lugar se nombrará a Miguel Barnades, que seguía los postulados de

9 Ibídem.10 Ibídem, p. 27.

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Linneo gracias a su estancia en Cádiz y la influencia recibida allí por parte del maestro Löfling. Es así como Mutis puede afianzarse en sus estudios y prácticas botánicas.

Mutis, no obstante, consideraba que debía viajar a América a descubrir y estudiar su flora para encontrar sus propiedades medicinales, pues estaba influenciado por la lectura de la obra de Jorge Juan y de Antonio de Ulloa, titulada Relación histórica del viaje a la América Meridional, la cual había despertado su interés en conocer el mundo americano y su riqueza natural:

“Mutis entreveía un amplio campo para transmitir conocimientos a Europa y un horizonte lleno de posibilidades para su futuro personal, y al mismo tiempo poder dedicarse de lleno a su fuerte inclinación botánica. Por otra parte, Löfling había muerto cuando apenas había iniciado la exploración de América”11.

Ahora bien, la oportunidad para Mutis de viajar a América va a presentarse cuando es escogido médico personal del Virrey del Nuevo Reino de Granada, a quien solicitará que le permita adelantar exploraciones científicas en el territorio americano; Mutis deja a un lado la oportunidad de ampliar sus estudios científicos en Londres para optar por el viaje a el nuevo continente:

“Decidido al fin a viajar a América logró que le acompañara el cirujano Jaime Navarro para que atendiera al virrey y su comitiva, y solicitó del virrey que, una vez en Nueva Granada, le diera permiso para comenzar sus exploraciones científicas, para cuya iniciación contaba con el legado de Löfling, resultado de tres años de expedición de este gran botánico que fueron publicados por su maestro Linneo con el nombre de “Iter Hispanicum”. Es conveniente destacar también que uno de los motivos más fuertes que le hizo viajar a América fue el estudio de la misteriosa corteza de quina, de la cual ya tuvo experiencia en la Real Botica, y de cuyo monopolio, cultivo y explotación era líder su maestro Virgili”12.

11 Ibídem.12 Ibídem.

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Mutis emprendió su viaje a América en 1760, con el claro propósito de estudiar la naturaleza americana, para demostrar que había una riqueza botánica valorable en términos medicinales. Pero sobre todo, quería poner de manifiesto a la Corona que América y su vasto dominio, era un territorio aún por descubrir. España extendía su imperio por él, pero no le conocía. Ignoraba las propiedades de sus plantas, su fauna, así como también sus costumbres y tradiciones:

“El 28 de julio, cumplidos los 28 años, abandonó Mutis Madrid con destino a América y, el 7 de septiembre, se embarcó en Cádiz en el navío La Castilla con la comitiva del virrey rumbo a Nueva Granada. Desde el primer día de viaje todas sus observaciones, vivencias y aventuras quedaron reflejadas en su Diario de Observaciones. Siguieron la ruta de Canarias y tras la travesía de un mes por el Atlántico, la comitiva llegó a Cartagena, el 28 de octubre de 1760. Durante la travesía Mutis escribió una relación sobre el personal y régimen de La Castilla y continuó su Diario de Observaciones, cuya lectura es un verdadero deleite. Llegado a tierra firme abrió dos cuadernos, uno dedicado a las descripciones botánicas y otro a las zoológicas. Tras un breve descanso en Cartagena, la comitiva puso rumbo a Santa Fe, habiendo de utilizar diferentes medios de locomoción como botes de vela y pequeñas canoas como el champán, movida por negros y cubierta de hojas de palma para evitar a los pasajeros las quemaduras de los rayos del sol y los mosquitos y el final del viaje a lomo de mula por riscos encrespados y cenagosos. Finalmente Mutis llegó a Santa Fe, el 28 de febrero de 1761. A lo largo de su viaje, su Diario se vio enriquecido con valiosas descripciones sobre costumbres de los nativos y del paisaje constituyendo un interesante libro de aventuras. También inició un herbario, y disecó algunos animales”13.

De esta forma, Mutis escribió al rey Carlos III las llamadas Representaciones, esto es, proyectos de investigación en los cuales le planteaba la necesidad de explorar y estudiar la riqueza natural americana, requiriendo su ayuda económica para sufragar esta empresa, pues debía proveerse de los medios necesarios para ejecutar este estudio:

13 Ibídem, p. 28.

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“Mutis solicitaba del Rey una subvención para recolectar, ordenar y describir el material que había empezado a recoger para posteriormente enriquecer el Jardín Botánico del Soto de Migas Calientes, que pensaba debería estar a la altura de los jardines europeos y debía ser el epicentro del imperio. Dentro de sus planes estaba también el estudio de dos plantas de gran valor económico: la corteza de quina y la canela silvestre. Cuando escribía al Rey, Mutis ponía como ejemplo las facilidades que el Rey Felipe II había dado a Francisco Hernández para su expedición americana a Nueva España (1571-1577). Es interesante subrayar aquí, que las Representaciones de Mutis al Rey, equivalen a los actuales proyectos de investigación. Mutis planteó al rey el proyecto del estudio de la historia natural americana. Como garantía de su petición contaba con un apreciado curriculum vitae, su amistad con Linneo y el apoyo del virrey Pedro Messia de la Cerda. En sus planes contaba con que, al término de su viaje a América, se le permitiría fundar y dirigir el Real Gabinete de Madrid con todos los productos recogidos en el Nuevo Mundo, con los que construiría una Historia Natural que se haría pública en Madrid”14.

No obstante, España estaba concentrada en problemas políticos e internacionales, como la guerra que mantenía con Inglaterra –la de los siete años– y la pérdida a manos de ésta de posesiones como Cuba, que luego le sería restituida a cambio de Florida. Así las cosas, el tema de las plantas y su exploración con fines científicos y médicos, pasaba a un segundo plano. El Rey desestimó en un principio sus pretensiones, y Mutis debió seguir con sus investigaciones por su propia cuenta, aunque para ello debió ejercer su profesión de médico para poder sufragarlas en parte:

“desde los 28 a los 51 años, Mutis vivió un período de gran productividad científica, aunque de forma angustiosa entre las condiciones de penuria material y el amor por el estudio de la historia natural americana. Por falta de medios tuvo que dedicarse a otras actividades, como ejercer su profesión médica para poner pagar por cuenta propia sus trabajos, ¡triste paradoja!, puesto que Mutis viajó a América para librarse de la Medicina y dedicar su esfuerzo en pos del desarrollo de la agricultura. Es de suponer la angustia con que vivió en aquellos primeros años, ya que para colmo de males el Nuevo

14 Ibídem.

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Reino de Granada no era el medio más propicio para el desarrollo de sus actividades intelectuales”15.

Mutis trabajó en sus investigaciones aunque no tuviera la esperada ayuda económica oficial de la Corona, y careciendo del material bibliográfico suficiente en esta materia; su empeño es admirable pues no cejó en su empresa pese a las mencionadas adversidades:

“Esperando la aprobación de tan ansiada comisión para iniciar sus exploraciones, Mutis se aisló del mundo exterior, realizando sus estudios con ayuda únicamente de su modesta formación botánica y con una carencia casi total de bibliografía, ilusionado siempre hacia una misma ciencia: la historia natural. Dentro de sus posibilidades, tuvo el mérito de acumular, disecar, describir e ilustrar material natural para su Flora de Nueva Granada, que desgraciadamente quedó inédita. Posteriormente, veinte años más tarde de su llegada a América, dispuso de abundante información bibliográfica, pero eran ya tantos sus cargos (encargado del estanco de la Quina, consejero virreinal, autor de proyectos de reforma de la Universidad) unido a la merma de su salud, lo que impidió que pudiera asimilar esa información y producir una obra botánica coherente”16.

Mutis no solo se desempeñó como médico para sufragar sus investigaciones, sino que también administró empresas mineras, impartió clases de matemáticas en el Colegio del Rosario –hoy Universidad del Rosario–, y asimismo obró como corresponsal de Linneo enviándole muestras de plantas americanas:

“Desde 1970, Mutis estuvo en correspondencia con el célebre botánico sueco Carl Von Linné (1707-1778) y al morir éste, con su hijo, a quienes informó periódicamente sobre los quinos y otras especies botánicas sudamericanas. A partir de 1776 Mutis dedicó en gran medida su interés al laboreo de las minas en el Real del Cerro del Sapo de Ibagué, adonde llevó una biblioteca de unos doscientos volúmenes y un microscopio, con los que pudo continuar sus observaciones botánicas. Entre tanto en Santa Fe de Bogotá López Ruiz publicó en 1774 una cronología de la Quina, donde se adjudicaba la prioridad de haber descubierto los quinos en Nueva Granada. En 1778 López

15 Ibídem.16 Ibídem, pp. 28-29.

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Ruiz consiguió embarcar para España y en Madrid obtuvo de Carlos III el nombramiento de Comisionado para el Estudio de las Quinas de Nueva Granada con excelente remuneración, puesto en el que se mantuvo hasta que en 1783 le suspendió en el cargo el Arzobispo Virrey Caballero y Góngora”17.

Pero Mutis no solo se dedicó a analizar las plantas americanas, sino también a las personas originarias del Nuevo Reino de Granada, a los indígenas, cuyas costumbres apreció y valoró, así como sus vocablos y sus conocimientos medicinales, ya que ellos también empleaban ciertas plantas para curar o tratar enfermedades.

Es de resaltar, nuevamente, que Mutis debió seguir su formación en botánica de manera autodidáctica, provisto de pocos textos sobre la materia, ya que la Corona no prestaba atención a surtirlo de los últimos trabajos editados o existentes en este campo:

“La modesta formación botánica de Mutis en historia natural no era de extrañar, dado el decadente interés de España desde mediados de siglo XVII. Después de la obra de Francisco Hernández y José de Acosta Historia natural de la Nueva España, el Compendio y descripción de las Indias Occidentales, de A. Vásquez de Espinosa y la Historia del Nuevo Mundo de B. Cobo, fueron las tres últimas manifestaciones del interés hispánico por la historia natural del Nuevo Mundo. Mutis tuvo que completar su formación botánica en Nueva Granada por métodos autodidactos, carente con todo lazo con su patria de origen, carente de infraestructura científica. Quiso también establecer un vínculo de continuidad con la obra del español Francisco Hernández acerca de Nueva España (1571- 1577) pero sólo dispuso de un resumen mediocre que publicó un italiano sobre los originales de Hernández, ya que los 38 volúmenes manuscritos con ilustraciones botánicas y grabados de madera entregados por Hernández a Felipe II desaparecieron en el incendio de El Escorial en 1671. El núcleo central de su trabajo se nutrió y proyectó teniendo por base las obras de Löfling y otros naturalistas del Norte de Europa, no pudiendo establecer continuidad entre su obra y la tradición española acerca de la historia natural americana. Especialmente

17 Guerra, Francisco. La influencia científica, económica y política de José Celestino Mutis, Conferencia pronunciada en el Homenaje a José Celestino Mutis en el CCL Ani-versario de su nacimiento. Facultad de Medicina, Cádiz, 1982.

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valiosos fueron los conocimientos que le brindaban los campesinos sobre los productos autóctonos y que él describió en su Diario”18.

Mutis quería emprender nuevos viajes por el Nuevo Reino de Granada, recorrerlo para buscar más plantas para que fueran objeto de investigación. Dicha oportunidad se le presentó cuando fue encargado por el virrey de explorar las minas de San Antonio en la Montuosa Baja, durante el quinquenio 1765-1770. Durante este viaje, pudo conocer la miseria en que vivía el pueblo, en condiciones de vida ínfimas. Mutis no solo se destacó por ser un gran naturalista, sino un humanista a cabalidad.

Mutis se ordena sacerdote en 1772, y sigue en su labor de brindar conocimiento en áreas como la Ciencia y la Medicina, además de continuar con su trabajo de explorador naturalista. Mutis tiene la vocación de sacerdocio en cuanto a su sentido humano y filantrópico, y ello le permite también dejar a un lado la medicina convencional para dar paso a sus investigaciones botánicas. Es así como decide seguir viviendo en el Nuevo Reino de Granada a pesar de que ha terminado el mandato del virrey Messia de la Cerda, quien le ha traído a América:

“Un año más tarde de su ordenación sacerdotal, el virrey Messia de la Cerda había concluido su mandato e invitó a Mutis a regresar a España. La decisión de Mutis de continuar en Nueva Granada fue firme y, tal vez, aunque sobre la base de una sincera vocación, pensó en la sotana para librarse del ejercicio de la medicina como profesión y poderse dedicar a su verdadera vocación de explorador naturalista. Los sacerdotes seculares dependían del arzobispo, elegido por el Rey, y conservaban la libertad de residencia y de acumulación de fortuna. Pero Mutis no aceptó jerarquía eclesiástica alguna, definiéndose como sacerdote de misa y confesión y eludiendo cargos eclesiásticos mayores. Para Mutis el estudio y observación de la naturaleza apoyaba la existencia de Dios. Para él, la ciencia debía acabar con supersticiones y falsas creencias y debía aportar datos para la mejor interpretación de la Biblia. A pesar de su fuerte fe religiosa, en 1774 los dominicos quisieron incoarle un proceso de tipo inquisitorial por defender las teorías de Copérnico, y gracias a la firme intervención del entonces virrey Manuel de Guirior las cosas no llegaron a mayores”19.

18 De Felipe, María Rosario; Pozuelo, José Manuel, Op. Cit., pp. 28-29.19 Ibídem, p. 30.

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El intercambio epistolar entre Mutis y Linneo va a ser importante pues contribuirá a profundizar el conocimiento de los dos, máxime en la difusión de las plantas americanas y la posibilidad de estudiarlas en Europa y conocer sus propiedades. Por su parte, Mutis se beneficiará en cuanto a que recibirá material bibliográfico importante que complementará su formación.

Su relación con Linneo se inició por conducto de los discípulos enviados por éste a Cádiz, en búsqueda de nuevas plantas para explorar. Es allí, en su ciudad de nacimiento, donde Mutis tiene la oportunidad de trabar amistad con ellos, quienes se interesan por obtener de Mutis muestras de plantas americanas. Ellos, pues, servirán de puente de comunicación inicial con Linneo:

“La amistad con Linneo surgió de una manera casual. Como hemos dicho, Linneo enviaba a sus discípulos a diferentes países. Logie y Klas Alströmer visitaron el puerto de Cádiz dentro de su amplio itinerario de herborización por Europa y la fortuna hizo que Mutis los conociera, y ellos le confesaran su atracción por conseguir plantas y semillas de América. Inmediatamente Mutis remitió a Linneo algunos ejemplares que había recolectado en los cerros de Paracuellos durante su estancia en Madrid. Ellos regalaron a Mutis tres publicaciones de Linneo: el Sistema Naturae, publicado en 1759 en Estocolmo; la Philosophia Botanica y el Iter Hispanicum”20.

La lectura de estos libros será relevante para Mutis, ante todo la de Philosophia Botanica, pues en ella, además de indicarse la forma de clasificar y nombrar las plantas, se dan instrucciones para emprender expediciones botánicas. Linneo, autor de este libro, se convertirá en consejero de Mutis en cuanto a animarle a emprender estas expediciones por territorio americano, con el fin de descubrir así su riqueza natural y poder recabar material para realizar las investigaciones científicas:

“En la Philosophia Botanica, Linneo había sentado las bases para describir y bautizar las plantas y, además, al final del libro hacía unas recomendaciones de cómo organizar una excursión botánica y llevar un diario de viaje. Al despedirse de Alströmer en vísperas de su viaje a América, Mutis prometió enviar a Linneo colecciones de productos naturales de América. Klas Alströmer se dio prisa de informar a su maestro acerca del rumbo del naturalista español, de

20 Ibídem.

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modo que Linneo escribió a Mutis a principios de 1761 animándole con su carisma de maestro, a emprender peregrinaciones botánicas por América y le encarecía le enviara colecciones para enriquecer su gabinete en Suecia. A cambio, Linneo le prometía bautizar con su nombre a una planta. Mutis consideró siempre un gran honor la correspondencia con Linneo, dada la diferencia de edad que mediaba entre ellos”21.

Mutis no empieza sus investigaciones botánicas sin antes haberse instruido leyendo el material bibliográfico existente, y los últimos avances en este campo, que provienen precisamente de las investigaciones de Linneo palpables en sus libros. Así, aprende la forma en que deben clasificarse las plantas, primero por su nombre genérico y luego por el específico. Teniendo estas bases bibliográficas, emprende sus pesquisas científicas y retransmite el conocimiento adquirido a sus alumnos:

“Mutis llevó a América, como un preciado tesoro el “Especies Plantarum”, la Biblia de los botánicos del siglo XVIII, escrita por Linneo y considerada como la obra botánica más importante de su tiempo. En ella cada especie vegetal está rotulada con su nombre genérico y específico, junto con los sinónimos empleados por otros botánicos. Con esta obra, junto al Genera Plantarum 4ta edición, Mutis comenzó la identificación de las plantas americanas y la formación de jóvenes discípulos neogranadinos en el arte de la descripción y de la clasificación del mundo vegetal que les rodeaba”22.

La relación entre Mutis y Linneo era recíproca; el naturalista sueco tenía en gran estima a Mutis y además su labor era importante, no solo por remitirle ejemplares de plantas americanas, sino porque estaba decidido e interesado en investigar a fondo esta riqueza natural y sus propiedades con fines científicos y medicinales; además, acrecentaba su prestigio –el de Mutis–, y ello hacía que la Corona lo viese con más respeto y consideración:

“A través del intercambio epistolar, Linneo y sus discípulos brindaron a Mutis prestigio, motivación y bibliografía. Por su parte, Mutis puso a su disposición valiosas coleccioznes de productos naturales americanos, actuando como corresponsal. Linneo brindaba el toque sistemático y daba publicidad a las colecciones mencionando

21 Ibídem.22 Ibídem.

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el nombre de Mutis. De ello hacía referencia Mutis, cuando se dirigía a la Corona española solicitando el anhelado permiso para su expedición botánica aludiendo a expresiones dirigidas a él por Linneo como: te felicito por tu nombre inmortal que ningún tiempo podrá borrar. Esta y otras expresiones animaban a Mutis, bajo la expectativa de leer en ellas palabras de sabiduría y humanidad del maestro, siéndole gratificantes desde el punto de vista emocional y científico”23.

Mutis no solamente va a destacarse por ser botánico, sino que sus investigaciones en lo concerniente a la naturaleza americana, se van a extender a otros planos como el de la investigación de los insectos originarios de este continente, y en particular de las hormigas, lo cual hace por consejo de su maestro Linneo. Sin embargo, el naturalista sueco no alcanza a conocer, por infortunio, estos trabajos de Mutis, lo que de todas formas no mella su pericia científica y en cambio sí da fe de su carácter polifacético en temas de investigación:

“El reconocimiento por Linneo de la labor científica de Mutis hizo que el sabio sueco le sugiriera investigar sobre las hormigas, como tema para ser admitido en la Real Academia de Ciencias de Estocolmo. El tema lo acogió Mutis con entusiasmo, encariñándose así también con la etimología, ilusionado con ser admitido en la Academia Sueca. En este estudio, Mutis invirtió mucho tiempo, arrodillado en el suelo, observando la vida y movimiento de las hormigas, e investigó un método para la determinación del sexo de estos pequeños seres. Lástima que los resultados del estudio completo que envió a Linneo desaparecieron en el barco que lo transportaba a su destino, perdiéndose para siempre. A la muerte de Linneo, en 1778, Mutis tembló ante la perspectiva de perder todo vínculo con la intelectualidad europea. Pero pronto entró en relación con Tomás Bergio, discípulo de Lineo, que deseó continuar la obra de su maestro Species Plantarum, y con el hijo de Linneo que preparaba un Supplementum al Sistema de los vegetales. De nuevo la guerra se interpuso, haciendo difícil las conexiones de Mutis y los seguidores de Linneo durante los cuatro años siguientes. Cuando murió el hijo de Linneo en 1783, el único destinatario de la correspondencia de Mutis fue Bergio, cuya última carta a Mutis data de 1786, muriendo cuatro años más tarde”24.

23 Ibídem, pp. 30-31.24 Ibídem, p. 31.

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Así las cosas, la correspondencia con Linneo se vio truncada por su muerte, y aunque siguió la línea epistolar con su hijo y su discípulo, por el mismo motivo hubo de terminar la citada correspondencia. No obstante, Mutis ya había aprovechado el conocimiento de su maestro, obtenido importante bibliografía y sobre todo sus consejos que lo inyectaban de ganas para continuar con su tarea de investigar la naturaleza americana.

Cádiz había sido el punto de contacto inicial con los discípulos de Linneo, que a la postre fueron, como se anotó, el conducto por el cual pudo dirigirle misivas al sabio sueco. De la misma forma, fue en Cádiz donde conoció a Jacabo Gahn, cónsul sueco en esa ciudad, naturalista frustrado que hizo de intermediario entre Mutis y los suecos, participando así indirectamente en el desarrollo de la Ciencia. Con ayuda de Gahn, Mutis logró reunir bibliografía muy diversa, ediciones francesas, holandesas, inglesas y alemanas. Su biblioteca llegó a reunir 8.500 volúmenes, cifra enorme para su época y para el medio en que vivía. En opinión de Humboldt que la conoció, no había otra que la superara, a excepción de la de Banks en Londres, al menos en lo concerniente a la historia natural.

Cuando España pudo encontrarse en mejor situación internacional, habiendo cesado la guerra contra Inglaterra y asimismo alcanzando la máxima extensión territorial de su historia, hubo mayor disposición para apoyar las investigaciones botánicas, y crear instituciones u órganos encargados de ellas y de la conservación de la naturaleza; de esta forma, fue allanándose el camino de Mutis para lograr el patrocinio de su anhelada empresa de investigación botánica en el territorio del Nuevo Reino de Granada:

“En 1777 Carlos III creó el Real Gabinete de Historia Natural y en 1781 reorganizó el Jardín Botánico de Madrid. Con la situación internacional favorable a España, entre 1783 y principios de 1790 el Imperio Español en América alcanzó la mayor extensión de todos los tiempos. Los estudios de historia natural volvieron a tomar impulso en España por causas internas y externas y, en Nueva Granada, una serie de coincidencias iban a hacer posible a Mutis la realización de su anhelada expedición”25.

25 Ibídem, p. 32.

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En este nuevo momento histórico, de ensanchamiento del imperio y paz exterior, la Corona decide conceder permisos para emprender expediciones botánicas por el continente americano bajo su dominio, y en particular por el Nuevo Reino de Granada. El permiso concedido será en principio a exploradores alemanes, pero posteriormente será política de la Corona conceder más permisos con el claro objetivo de descubrir la riqueza natural americana y promover la investigación botánica y su enseñanza en España:

“Por fortuna para Mutis, Caballero y Góngora fue nombrado virrey en 1782. En este mismo año por mediación de José Gálvez, Ministro Universal de Indias, le fue encomendado al virrey un permiso del rey de España para que una expedición alemana explorara el Nuevo Reino de Granada. Consciente, por fin, la Corona Española de las inmensas posibilidades ofrecidas por las colonias americanas, decide promover las expediciones botánicas en el Nuevo Mundo, permitiendo su organización, financiándolas, protegiéndolas y auxiliándolas, al tiempo que en la Península se fomenta la enseñanza de la botánica”26.

Este permiso fue posible debido, en parte, a la amistad de Mutis con el Arzobispo Virrey Caballero y Góngora, y al mencionado José de Gálvez, que dieron impulso a la su aprobación y sirvieron de enlace con la Corona:

“La amistad de Mutis con Caballero y Góngora, andaluz de Córdoba, de quien era confesor Mutis, y el apoyo recibido del Ministro de Indias José Gálvez, Marqués de Sonora, permitió que fuera aprobada la constitución de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada por Real Cédula de Carlos III el 10 de noviembre de 1783, con Mutis como Director. El campamento de la expedición pasó a tierras más bajas instalándose en Mariquita desde 1784 hasta su destrucción por el terremoto de 1791. Mutis regresó entonces con sus colaboradores a Santa Fe de Bogotá y en 1802 inició la construcción del Observatorio astronómico que quedó terminado con torre y dos salones en 1803”27.

El virrey escogerá a Mutis para dirigir una expedición botánica sabiendo ya sus conocimientos en el tema, el trabajo realizado hasta el momento y el material bibliográfico que ya había reunido. Mutis era en ese

26 Ibídem.27 Guerra, Francisco, Op. Cit., p. 87.

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momento la persona más idónea para dirigir una expedición de este talante, puesto que además de su conocimiento contaba con el ferviente deseo de llevar a cabo de la mejor manera el descubrimiento de la riqueza natural en el Nuevo Reino de Granada, no solo con el mero fin de lograr dicho descubrimiento, sino para explorar a profundidad estas plantas e investigar sus propiedades medicinales en beneficio de la humanidad:

“Conociendo el virrey la larga espera de Mutis y todo el material por él recolectado, y deseando que esta empresa perteneciera a España, autorizó un permiso de la Corona a Mutis para que preparara su expedición. Al fin podía contar Mutis con personal especializado que le auxiliara e hiciera realidad su deseado proyecto. A los 51 años, Mutis comenzó un viajo rumbo a La Mesa de Juan Díaz, el 29 de abril de 1783, acompañado de un botánico, dos geógrafos, un pintor, un caporal y un jefe de recolectores y varios muleros”.28

Mutis, de esta forma, veía que sus esfuerzos y su espera no habían sido vanos, como tampoco sus investigaciones y estudios previos. Ahora no se hallaba solo en su designio, contaba con el apoyo económico de la Corona y además con apoyo humano para recolectar plantas, hacer observaciones, explorar el terreno, cargar las pruebas y orientarlo en la situación geográfica.

Si bien las exploraciones empezaron en La Mesa de Juan Díaz, población cercana a Santa Fe de Bogotá, no se detuvieron allí; Mutis siguió su camino rumbo a una zona que le brindara la oportunidad de encontrar mayor riqueza en plantas y animales. Dicha zona resultó ser el municipio de Mariquita, situado en el departamento que hoy se conoce como Tolima:

“el centro fijo de la expedición durante siete años fue Mariquita, cuyo entorno, rico en una variada flora y fauna, la caracterizaban como una zona rica de estudio, siendo además importante red de comunicaciones. Al estar cerca de Mariquita la explotación minera de Santa Ana, el virrey encomendó a Mutis el control de los trabajos de minería dada su pasada experiencia en la Montuosa Baja y en Sapo. Dentro del equipo de Mutis en Mariquita,

28 De Felipe, María Rosario; Pozuelo, José Manuel, Op. Cit., p. 32.

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merecen citarse a los naturalistas Eloy Valenzuela y Salvador Rico, que reemplazaron a Mutis en varias ocasiones, bien por enfermedad o por ausencia para atender otras peticiones del virrey”29.

Pero Mariquita no solo fue el centro de la recolección de plantas, sino también de su análisis. Para ello se conformó una oficina especializada, provista de los materiales necesarios y de personal encargado, entre otras cosas, de hacer dibujos y láminas a color de las muestras de plantas a estudiar:

“Mutis consiguió implantar en Mariquita una oficina sin precedentes, muy bien organizada y cómoda para llevar a cabo aquel tipo de trabajo, y tuvo el mérito de haber creado un taller de pintores con una técnica iconográfica excelente, donde se trabajaban nueve horas diarias en medio de una total concentración. En Mariquita se realizaron 600 láminas en color y otras tantas en blanco y negro. La etapa de Mariquita fue especialmente fructífera. En ella se produjo un gran adelanto en el trabajo de la flora, se prestó atención a productos como la canela silvestre, el té de Bogotá o la recolección de la quina. Al mismo tiempo se formó un jardín botánico en el que Mutis dio preferencia al cultivo de los árboles de la canela”30.

En 1790 Mutis se traslada de nuevo a Bogotá y fija allí su taller, en su propia residencia, donde continúa con sus investigaciones, junto a su equipo de trabajo. Sin embargo, no solo se convierte en un centro de estudio científico, sino también humano, gracias a su vocación de sacerdote, y al ambiente de compañerismo que impregna dicho taller.

Para ejecutar su trabajo de clasificación y estudio de las plantas, Mutis se vale de los conocimientos adquiridos a raíz de las lecturas de las obras de Linneo, su maestro; de esta forma, siguiendo sus pautas, logra ordenar el material recolectado. Ésta será la labor desempeñada en la primera etapa de sus investigaciones:

“Mutis aplicó los criterios de Linneo para sistematizar la flora de Nueva Granada y organizar los trabajos de sus recolectores y pintores. La labor principal fue pictórica y de ordenación del material natural acumulado y herbarios. Aunque actuó con un grado de independencia de la Corona, sin embargo, se esforzó en demostrar la

29 Ibídem.30 Ibídem.

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utilidad económica y médica de algunas plantas (añil para la industria textil, canela, quina, té de Bogotá, etcétera) siguiendo instrucciones de recolectar productos naturales y materias primas para la industria española. Sin embargo, dada la enemistad entre Mutis y Casimiro Gómez Ortega, director del Jardín Botánico de Madrid en aquel tiempo, Mutis no envió material alguno a Madrid como lo hicieron otras expediciones, sino que funcionó con completa independencia de la dirección madrileña”31.

Ahora bien, este grado de independencia también se daba gracias a que el propio Mutis auspiciaba, de su peculio, el pago a colaboradores, la hechura de las láminas, los gastos de transporte y de carga, entre otros. De manera que así disfrutaba de autonomía y podía ejecutar el proyecto según su parecer:

“Para realizar la misión contó Mutis con un trato preferencial en todos los órdenes, tanto en las facilidades para el transporte de los productos recolectados como en el libre acceso a todos los pueblos del virreinato. Él mismo aportaba sus horarios personales y parte de sus ahorros para los gastos de la expedición y como contrapartida actuó con casi total autonomía de la Corona, regalando en algunas ocasiones láminas o material recolectado a sus amigos particulares”32.

Este grado de autonomía permitió a Mutis conseguir una biblioteca compuesta por más de 8.000 volúmenes de historia natural, además de iniciar el cultivo del árbol de la canela, del café y de la quina en el municipio de Mariquita. Con ello, buscaba retribuirle a esa tierra lo mucho que le había dado al ser el centro de sus investigaciones de campo. De la misma forma, fundó un Jardín Botánico en esta ciudad.

En la capital, Santa Fe de Bogotá, Mutis creó, junto con su cuerpo de colaboradores, el Observatorio astronómico que aún se conserva y es patrimonio nacional. Allí se estableció un sistema para estudios climatológicos, geográficos y meteorológicos. La expedición botánica de Mutis suscitó tanto interés entre los neogranadinos, que en la nación surgieron otras expediciones y grupos de investigación de especies naturales, además de centros encargados de realizar e incentivar la herborización de ciertas regiones y espacios.

31 Ibídem, pp. 32-33.32 Ibídem, p. 33.

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Como director de la expedición, Mutis implantó principios como la disciplina, el trabajo arduo, la responsabilidad y el cumplimiento de los objetivos trazados. Solo así fue posible el funcionamiento y éxito de esta empresa, en la cual, como vimos, estaban involucrados pintores, como Pablo Caballero, Pablo Antonio García y Francisco Javier Matis, pero también otros encargados de hacer trabajo de campo, orientación geográfica, tomar muestras y distribuirlas, etc.:

“Mutis ejerció la disciplina en su oficina de trabajo, premiando a los aplicados con aumento de sueldo y disminuyéndoselo a quienes no cumplían a plenitud o cometían faltas graves. Las láminas de la expedición pueden considerarse dentro del género de artesanía fina, pues no era posible para los pintores reflejar sus dotes artísticas sometidos como estaban a un trabajo estructurado y reglamentado. Hasta se dio el caso de que el pintor Pablo Caballero se retiró de la expedición porque su extremada finura y meticulosidad iba en detrimento de la brevedad”33.

La oficina de trabajo de Mutis y su expedición, conforme fue prosperando en sus investigaciones, empezó a ensancharse hacia nuevos campos que ya no eran meramente el de la botánica, sino que surgieron otros como la astronomía, la geografía, la zoología y la astronomía; a la cabeza de estos nuevos campos se encontraban alumnos destacados como Francisco José de Caldas- llamado en Colombia “el sabio Caldas” y Jorge Tadeo Lozano:

“Entre los colaboradores más destacados o investigadores de plantilla de la expedición, se encontraban F. J. de Caldas, J. T. Lozano y S. Mutis, algunos de ellos crearon secciones o capítulos propios en geografía y zoología, tomando las decisiones profesor y adjuntos de un modo colegiado y respetando la autoridad de Mutis por su saber y capacidad organizativa. F. J. de Caldas con fray Diego García y Eloy Valenzuela se pusieron como fin de sus peregrinaciones completar la distribución geográfica de la quina, condiciones de crecimiento, número de especies de Chinchona, producción, etcétera. De ellos, Caldas destacó por su formación geográfica, alcanzando un vínculo personal con el material recogido”34.

33 Ibídem.34 Ibídem.

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Con el tiempo, se constituyeron ramas o secciones propias para cada especialidad, nombrándose un director de cada área; de esta forma, se creó la parte de zoología y antropología, cuyo director era Jorge Tadeo Lozano, la de geografía y astronomía, con Francisco José de Caldas como director, y la de botánica, la principal, a cuyo mando estaba Mutis.

La expedición tenía además personas encargadas de la parte administrativa, y ayudantes no instruidos pero portadores de conocimientos empíricos sobre las plantas que eran útiles para los propósitos de Mutis de estudiar sus propiedades:

“La expedición contaba con Salvador Rizo Blanco que ejercía como mayordomo de la casa, siendo el hombre de confianza de Mutis. Rizo ejercía la pintura y la enseñanza y dirección de la Escuela Gratuita de Dibujo. En la expedición había también un amanuense escribiente dedicado a la correspondencia de la casa y a calibrar documentos y libros llamado José María Carbonell, que caligrafió la Historia de los árboles de la quina de Mutis. Además, Mutis contaba con los recolectores de especies vegetales que acompañaban a los oficiales en sus travesías y hacían de intermediarios con los nativos teguas, yerbateros y curanderos muy útiles para conocer la nomenclatura vulgar de la fauna y flora de diversos lugares del virreinato. Mutis distribuyó un cuerpo de corresponsales por el virreinato que le remitían material natural desde diferentes lugares: Bucaramanga, Cartagena, Quito, Popayán, etcétera”35.

Para Mutis era importante la representación gráfica de las plantas, donde el color debía reflejar como si fuesen casi reales las versiones trazadas en los dibujos. Esto conllevó a la creación de escuelas de dibujo, donde se formaron jóvenes diestros en estas áreas. Mutis no solo se encargó de denominar y clasificar las plantas, sino de ofrecer al lector una imagen de la especie que se estaba nombrando, para que así se hiciese a una idea de ella:

“Mutis no había recibido lecciones de pintura durante su formación, sin embargo, sobre modelos procedentes del norte de Europa, logró producir una exquisita y abundante colección de pintura sin precedentes en el Nuevo Mundo y que no tuvo continuidad después de la expedición botánica. Su Flora de Bogotá compitió con las mejores de su género y por supuesto fue muy

35 Ibídem.

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superior a las floras hispánicas de José Quer y de Antonio José de Cabanilles, mucho más modestas en arte y destreza. Formó en Bogotá la Escuela Gratuita de Dibujo, el primer centro de educación vocacional al servicio de la ciencia, pagado por el Estado, donde adiestró a jóvenes con inclinación por el dibujo y creó un estilo nuevo donde no había tradición de esta clase de pintura. La fidelidad por el color fue una exigencia estética y científica. Para perfilar los bosquejos se tomaban varias plantas de una misma especie o en diferentes épocas del año. Dibujo de las hojas por el haz y el envés, tallos maduros con cortezas suberificadas, inflorescencias, flores, nectarios, frutos, semillas, etcétera. Cuidadosos análisis garantizaban el éxito de lograr colores reales, ya que en aquella época la preparación no se hallaba estandarizada ni industrializada. Obtuvo los rojos del palo del Brasil, del palo de mora, del achiote, de los tunos y de las dalias; los anaranjados del azafrán; los azules y violáceos del añil, del árnica, del espino pujón. Los sepias del gamón y de los líquenes; los verdes de la chilca. Obtenidos los colorantes de vegetales y minerales locales, a continuación se mezclaban con aceites y gomas, amoníaco y otros disolventes con el fin de ennoblecer los colores y asegurar sus matices. Los logros obtenidos fueron tales que hoy día se pueden contemplar las láminas casi intactas después de dos centurias de su elaboración”.36

Los discípulos de Mutis como Francisco Javier Matis, que además fue pintor de la expedición, siguieron ejerciendo su oficio y se convirtieron con el tiempo en maestros de nuevos alumnos, a quienes enseñaron el arte de la precisión y el detalle en la pintura, como habían aprendido con Mutis al hacer las láminas de las plantas examinadas.

Si bien fue exitosa la catalogación de dichas plantas, la descripción de las mismas y clasificación por su nombre científico fue insuficiente en algunos casos, lo cual no disminuye su valor botánico, y el estudio de sus propiedades, pero constituye una de las críticas que se hicieron a Mutis en su tiempo:

“En variadas ocasiones, Mutis se sintió orgulloso de sus láminas. En 1789 comentaba por carta que si la pasión no le engañaba, estaba casi totalmente seguro de que las láminas que salieran de sus manuscritos no necesitarían nuevos retoques por sus

36 Ibídem, pp. 33-34.

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sucesores y que cualquier botánico europeo hallaría representados en ellas los finísimos detalles de la fructificación, al modo linneano, sin necesidad de verlas en su hábitat nativo. Los ambiciosos planes de Mutis se vieron debidamente cumplidos en la parte iconográfica pero, sin embargo, la sistemática quedó en forma de borradores y diarios, muy lejos de una edición decorosa. El hecho es que se conservan en el Real Jardín Botánico de Madrid 6.619 láminas, 2.495 de ellas iluminadas; las descripciones son poco más de 500. Láminas, descripciones y ejemplares de herbario carecen casi en su totalidad de nombres científicos. Estas lagunas en el método de trabajo de Mutis han impuesto graves obstáculos a la publicación de la Flora de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada”37.

No obstante, otros científicos y naturalistas como Alexander Von Humboldt, supieron apreciar el trabajo de Mutis porque se había interesado por la botánica y la riqueza natural americana cuando nadie fijaba su mirada en ella:

“cuando ya anciano, le visitó Humboldt en Bogotá, el naturalista alemán se quedó sorprendido de la labor realizada por Mutis y comentó a Antonio José de Cabanilles por carta que era admirable que un hombre solo fuera capaz de concebir y ejecutar un trabajo tan amplio. Patriarca de los botánicos llamó Humboldt a Mutis en las Plantae Aequinoctiales, aparecidas en París en 1808 dedicadas a Mutis. Mutis regaló a Humboldt 100 magníficas láminas correspondientes a géneros y especies nuevos de la flora de Bogotá que fueron enviadas por el explorador alemán al Instituto Nacional de París”38.

Mutis no limitó su trabajo a hacer láminas detalladas sobre las plantas que investigaba. En realidad, y pese a las críticas, su labor fue más profunda. Estudió las propiedades medicinales de dichas plantas, como la quina, que examinó minuciosamente y fue redactando, por entregas, un tratado sobre la misma, donde exponía sus características, aplicaciones y formas en que podía ser explotada, además de aconsejar a la Corona de que fuera la única comercializadora y distribuidora de ella:

37 Ibídem, p. 34.38 Ibídem.

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“Como se ha citado anteriormente uno de los motivos que llevó a Mutis a América fue el estudio de la quina, de la cual se conocía únicamente un dibujo y ejemplares secos que le regaló Santisteban, organizador del estanco de la quina en Loja (Perú). Sus observaciones sobre la quina aparecieron en el Arcano de la quina, que se publicó por entregas semanales en el Papel periódico de Santa Fe de Bogotá, desde el 10 de mayo de 1793 al 9 de febrero de 1794. En el Arcano, Mutis expuso siete especies legítimas del género Chinchona contra la creencia de que solo existía una. Distinguió las especies officinalis por las corolas vellosas y el resto, las no officinalis por las corolas lampiñas. En el Arcano se determinan los usos médicos, farmacológicos y terapéuticos, posología, contraindicaciones, etcétera, de las especies officinalis estudiadas por Mutis. Con el Arcano de la quina, la cultura neogranadina conoció el primer libro científico publicado por entregas. En 1787 Mutis publicó el Real proyecto de estanco de quina, que constituye el primer trabajo con base científica para racionalizar la explotación, cultivo y comercio de la quina. Según Mutis la Corona debía ser el único productor y distribuidor de la quina; estas ideas chocaron con la triste realidad de que el Estado español carecía de los medios para impedir el contrabando, así como de experiencia en los mecanismos de selección, desecación, empaque y transporte de un producto vegetal, quedando en manos de comerciantes particulares”39.

Pero no solo era la falta de medios y mecanismos de selección y de desecación los que impedían a la Corona llevar a cabo el monopolio de la explotación de la quina, sino también su desinterés en el tema. La falta de mayor credibilidad en esta empresa hacía que no se invirtiesen todos los recursos humanos y materiales necesarios, pues recordemos que Mutis sacó avante sus investigaciones de su propio bolsillo, movido por su compromiso con la ciencia y su afán de descubrir la riqueza natural americana no solo por curiosidad, sino para investigar sus aplicaciones medicinales en beneficio de la humanidad.

El interés de Mutis por la ciencia era tal que decidió, antes de morir en marzo de 1808, dejar escrito en su testamento quiénes le sucederían en su empresa de investigación científica; la intención era que la expedición y las ramas en que se había dividido no se difuminara con su muerte, sino que más bien siguiera consolidándose en el futuro para bien de la ciencia y de la sociedad:

39 Ibídem, p. 35.

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“En el testamento científico, del cual fue nombrado albacea Salvador Rizo, decidió dividir la dirección de la expedición botánica en tres partes: Sinforoso Mutis quedó encargado de la botánica, la principal dentro del conjunto. Francisco José de Caldas fue nombrado para la dirección de la sección astronómica y geográfica y Jorge Tadeo Lozano la sección geológica. A Salvador Rizo le confió las láminas, mayordomía y la dirección de la escuela de Dibujo. El 10 de septiembre de 1808 remitió al virrey Antonio Amar y Borbón el testamento científico y el 11 de septiembre rodeado de sus discípulos moría Mutis a las tres de la madrugada a los 76 años. Fue sepultado con gran pompa fúnebre al día siguiente en el presbiterio de la iglesia de Santa Inés en las cercanías de su querida casa de la Botánica”.40

El legado de Mutis no solo fueron las láminas realizadas, ni los estudios en sí hechos por el eximio naturalista gaditano, sino también la transmisión de un ejemplo de disciplina y constancia en su propósito científico.

Ahora bien, estas láminas no dejan de tener un valor importante, y por ello, desde la muerte de Mutis fueron tomadas a buen recaudo y guardadas para conservarlas como muestras de su trabajo y de su aporte a la ciencia, precisamente en el Jardín Botánico de Madrid, donde Mutis hiciera algunos estudios de campo:

“Desde 1817 permanecen guardados en el Jardín Botánico de Madrid los resultados de los trabajos de la Expedición botánica: una colección iconográfica de 6.619 láminas y un herbario formado por 20.000 ejemplares, gran número de manuscritos botánicos y personales de Mutis. Durante casi siglo y medio permanecieron en el olvido, hasta que fue planeada la gigantesca edición de la Flora de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reyno de Granada, que reproduce las láminas en su tamaño natural 34 por 53 cm. La iconografía va acompañada de descripciones y sistemáticas modernas. En 1952 los gobiernos de España y Colombia acordaron la publicación de la obra total de Mutis. La colección se proyecta sobre unos 51 volúmenes”41.

40 Ibídem.41 Ibídem, p. 35.

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Estas láminas constituían, como se anotó, prueba de las plantas que Mutis y su equipo de trabajo habían estado estudiando, y acercaban al público europeo a la imagen de esa riqueza natural americana que ignoraba. Dichas láminas fueron objeto de algunos estudios, pero no se hicieron análisis detallados de ellas sino hasta el siglo XX, en que además se aunaron esfuerzos para su publicación, de parte del gobierno español como del colombiano, pues Mutis pertenecía a estas dos naciones donde había vivido y trabajado:

“Las láminas de la Real Expedición Botánica de D. José Celestino Mutis, depositadas por orden de Fernando VII en el Jardín Botánico de Madrid, habían sido parcialmente estudiadas, pero en 1945 no estaba decidida todavía su publicación. Tuvo que ser destinado a Santa Fe de Bogotá D. Gonzalo Ojeda, como ministro plenipotenciario de España para que el proyecto se pusiera en marcha. En octubre de 1945 recibió una comunicación en la que le decía que en tributo a la importancia de la figura de Mutis, iba a comenzar la edición de su obra fundamental Iconografía de la Expedición Botánica al Reino de Nueva Granada con el fin de estrechar la hermandad cultural de Colombia y España”42.

Mutis no solo fue un científico, un apasionado que dedicó su vida a investigar las propiedades de las plantas, sino que se destacó por ser igualmente un educador. No desempeñaba esta labor con el simple ánimo de percibir un emolumento, sino que llevaba en su sangre tal vocación de transmitir el conocimiento adquirido, fruto de sus lecturas y de sus experimentos de campo. Es admirable la diversidad de materias que Mutis conocía, no solamente de botánica, sino de filosofía, teología, matemáticas y humanidades.

La formación de Mutis fue institucional en un principio, pero luego autodidáctica, de modo que Mutis nunca se desligó del aprendizaje, de nutrirse de conocimiento y de plantearse y desarrollar nuevos proyectos. Su figura se enmarca dentro de la corriente de la ilustración, pero quizá podría afirmarse mejor que es un hombre ilustrado, no por haber vivido y trabajado en la época de esplendor de este movimiento, sino porque se valió del conocimiento y de la razón para desarrollar sus planes y alcanzar sus propósitos; es la Ilustración la que encuentra un ejemplo donde mirarse,

42 Ibídem.

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donde ver su esencia y contenido: “El gran botánico José Celestino Mutis fue al propio tiempo sacerdote, humanista, médico y educador. Es quizá una de las figuras más representativas de lo que significa en España y en América la Ilustración”.43

Así las cosas, Mutis encarna la reproducción europea del erudito en América, el bastión de una empresa de conocimiento, pero también de humanidad. Como sacerdote, fue leal a sus principios de amor al prójimo, que también se vieron reflejados en su profesión de médico, que si bien no ejerció a cabalidad, lo hizo de una manera igualmente valiosa, al estudiar las propiedades de las plantas para aplicarlas a los pacientes de ciertas enfermedades. Así, buscó la cura a éstas y es por ello que no podemos restarle méritos a su entidad médica.

Su casa, convertida en oficina de trabajo, en centro de conocimiento y aprendizaje, hizo posible realizar las investigaciones, pero también incentivar el estudio de la ciencia en los jóvenes, y la práctica de artes como la pintura y el dibujo, permitiendo la expresión de las capacidades de nuevos pintores: “La Casa de la Botánica fue un ejemplo inédito de creación colectiva, una gran fábrica de arte y ciencia, escuela de naturalistas y pintores. Las obras de arte que surgieron de allí constituyen una grandiosa unidad, pero con el distintivo personal y diverso de sus autores”44.

43 Ibídem.44 Ibídem.

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2. La medicina en el tiempo de MutisMutis, siendo un adolescente, ingresó a estudiar en el Real Colegio

de Cirugía Cádiz. Contaba entonces 16 años. Sin embargo, era común que al colegio ingresaran jóvenes a partir de los quince años, edad mínima permitida para ello.

En dicho Colegio, y en la mayoría de las universidades españolas y europeas, se vive un momento de transformación educativa que se explica por el auge de la Ilustración, lo que conlleva un cambio en la pedagogía y en la visión de la mentalidad educadora, que apunta a formar al niño atendiendo a que será hombre de sociedad en un futuro y ha de ser útil a ésta, pero también poseedor de su propia razón crítica:

“el siglo XVIII es rico en inquietudes educativas, porque es momento en que el espíritu ilustrado y prerromántico concede una importancia singular a la realidad del niño, no como hasta entonces se había considerado, como el elemento menor de la especie humana, sino con una nueva perspectiva, la que supone considerar al niño de hoy como el hombre de mañana… y según sea su educación tal será ese hombre futuro. Es necesario recordar que el aprendizaje de profesiones se iniciaba con muy pocos años y que con quince años se ingresaba en el Real colegio de cirugía de Cádiz”45.

Este nuevo modelo de enseñanza va hacer énfasis en despertar la perspicacia del niño, y también va a abrir la posibilidad de que las ramas del saber se especialicen, y en el caso de la Medicina se constituyan áreas como la pediatría para tratar las enfermedades y problemas de los niños.

Sin embargo, el panorama de la educación no era el mismo en todas las universidades españolas, pues en algunas se había prohibido otorgar títulos de médico, mientras que otras estaban habilitadas para ello, sobre todo las consideradas pequeñas:

“La situación de la enseñanza de la medicina en la Universidad española del siglo XVIII es variable según qué universidades. Se cursaban en ellas los estudios de los cursos de Artes o filosofía

45 Orozco Acuaviva, Antonio, Op. Cit., p. 87.

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necesarios para el grado de Bachiller y para iniciar los conocimientos en las Facultades de Medicina, como las de Salamanca, Valencia, Valladolid, etc., o incluso en universidades menores, como Ávila, Osuna, Toledo, Irache, etc., que a veces ni tenían cátedras de esta materia, hasta que el marqués de Caballero prohibió en 1807 que estas Universidades menores confiriesen grados en medicina. Ya desde mediados del siglo XVIII la Universidad de Cervera había denunciado la autorización otorgada para conceder títulos de médicos a las universidades de Gandía, Huesca y Orihuela, y el Colegio de Médicos de Zaragoza de que no se admitieran a examen ante el Promedicato a los Bachilleres médicos de Irache, Ávila y Osuna. Una Real Orden de 5 de junio de 1794 limitó a diez universidades la facultad de otorgar grados de medicina: Salamanca, Valladolid y Alcalá, Sevilla y Granada, Huesca y Zaragoza, Cervera y Valencia”46.

Estas reformas, entonces, se van dando periódicamente y varían de un centro educativo a otro; asimismo, se puede observar que es a partir del reinado de Carlos III que se materializan estas reformas, y terminan con la expulsión de la Compañía de Jesús, que ostentaba un conglomerado de centros educativos, donde imponía sus propios preceptos para dirigir los métodos de enseñanza. Por entonces, se sucedían los reinados de Carlos IV y por último de Fernando VII, con quien se puso freno a la tendencia reformista.

En cuanto a los estudios de medicina, no existían, antes de las reformas, un sistema de verificación de lo aprendido, ya que se otorgaba el título con solo haber asistido u oído las enseñanzas, solicitándose solo unas pequeñas pruebas por parte de compañeros de curso y con la firma del secretario de la Universidad:

“En general los estudios universitarios de Medicina duraban cuatro cursos que se probaban mediante la simple certificación de dos compañeros de curso y el secretario de la Universidad, de haber oído las enseñanzas, sin exámenes. El único examen se realizaba posteriormente ante el Tribunal del Protomedicato, presentando previamente certificación notarial de haber permanecido practicando durante dos años al lado de un médico revalidado, después de haber concluido los cuatro cursos facultativos, que en algunas Universidades, como la de Sevilla eran realmente solo tres cursos (…)

46 Ibídem., p. 89.

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y una cuestión –como dice Olavide al hablar del sistema que se seguía en la Universidad de Sevilla– que dictaba el catedrático de Prima en los ocho días después de concepción, a que llamaban cursete, y se cuenta por año, se daban por cumplidos los cuatro precisos del Estatuto”47.

Como se ve, no había mayor exigencia al alumno para comprobar los conocimientos adquiridos, sino que se limitaba a validar que había asistido a clase. Además, la enseñanza era precaria, las materias insuficientes dada la importancia y profundidad de la carrera, con lo cual los graduados corrían el riesgo de reflejar las falencias del sistema pedagógico existente:

“Las asignaturas que se cursaban generalmente en dichas Facultades de Medicina eran tres clásicas de Prima, o de teoría, la de Vísperas o de enfermedades en particular, y la de Cirugía y Anatomía, que en Granada llamaban de Guido, denunciando con su simple nombre lo rancio de su enseñanza. Por supuesto que la enseñanza teórica se realizaba sobre los textos de Galeno y los Aforismos de Hipócrates”48.

De esta forma, puede apreciarse que no solo eran insuficientes las materias, sino que era obsoleto lo enseñado, partía de una base meramente teórica que no era susceptible de aplicar en los tiempos modernos que corrían, o que de hacerse no producirían los efectos necesarios o esperados.

En cuanto a la práctica médica, encontramos que era asimismo retrógrada, con creencias religiosas en cuanto a las enfermedades, y uso de métodos tradicionales, que tardaron en ser sustituidos por métodos científicos o propios de la medicina:

“En la labor curadora de los médicos españoles del siglo XVIII perduró, como bien arraigada costumbre, la utilización de remedios tradicionales que sólo de modo paulatino empezaron a ser sustituidos por nuevos recursos y procederes terapéuticos, dando este cambio motivo a polémicas y a su vez el enfrentamiento entre tradición y modernidad que tuvo lugar en el primer tercio de la centuria; contra las normas terapéuticas heredadas se alzó la

47 Ibídem, p. 90.48 Ibídem.

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temprana crítica de los médicos Diego Mateo Zapata, Boix y Martín Martínez, entre otros, a los que luego secundaron Feijoo y el Padre Rodríguez. Capítulos con recomendaciones terapéuticas y elencos de fármacos con indicaciones de su preparación y uso figuran en la casi totalidad de los textos médicos generales”49.

Si la enseñanza estaba atrasada, también lo estaban los métodos curativos empleados, como la sangría, que seguía aplicándose y defendiéndose en los siglos XVII y XVIII:

“Purgas y sangrías siguen siendo, en el siglo XVIII, recursos terapéuticos de uso habitual. En torno a la utilización de la sangría se manifestaron juicios encontrados en los que se prolonga la disputa mantenida en el siglo XVII; hizo elogio de la sangría Francisco García Hernández en la segunda parte de su Doctrina de Solano de Luque Aclarada ( 1765) reiterando argumentos expuestos por él en 1747 en su Tratado de fiebres malignas; con anterioridad se enfrentaron polémicamente, tratando el tema, Pedro Gómez de Bedoya y Miguel Rodríguez; a emitir sus personales opiniones sobre la sangría dedicaron disertaciones Pedro León Gómez, Manuel Fernández Barea y Cristóbal Nieto de Piña; de 1793 es la exposición que de las sangrías, purgas y vomitivos hace Antonio Lucas Mendal y Villalba en el primer tomo de sus Tratados médicos. Todavía en 1750 fue objeto de reimpresión el Tratado sobre la sangría de Antonio Ponce de Santa Cruz y en 1794 se traduce el Tratado de los efectos y uso de la sangría de Quesnay. Contrarios al uso abusivo de la sangría se declararon Boix y Moliner, Diego Mateo Zapata, Martín Martínez, Solano de Luque y Andrés Piquer y las opiniones de estos médicos las ratificaron Feijoo y el padre Rodríguez”50.

Así las cosas, la sangría era muy popular e incluso se recomendaba, para lograr mayor mejoría del paciente, sangrarlo varias veces; se produjo una serie de literatura sobre ella, numerosos tratados que la explicaban y defendían, los cuales tuvieron ciertos detractores, pero se mantuvo su aplicación.

49 Granjel, Luis. La Medicina española del Siglo XVIII, Ediciones Universidad de Sa-lamanca, 1979, p. 231.50 Ibídem, p. 232.

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Por otro lado, había otros métodos curativos como la electroterapia y la medicina infusoria o transfusoria, que consistía en suministrar agua tibia con una simple hierba para curar al enfermo. A esto se añade la creencia de que el agua era un medio de curación efectivo, y el arraigo de ciertas creencias religiosas para curar las enfermedades o de la búsqueda de curanderos milagrosos para tratarlas.

Los primeros en denunciar este atraso en la práctica médica, y en la enseñanza, donde se impartían estos conocimientos anticuados y tradicionales, no serían las universidades ni los centros educativos, como tampoco el Protomedicato, sino los médicos críticos y conscientes de que para lograr ser buenos profesionales en su ejercicio requerían de la mejora de su educación:

“El aferramiento de la Universidad a la normativa docente tradicional, el mantenimiento de una formación en los médicos ya anacrónica (…), suscitó, desde los primeros años del siglo XVIII, un movimiento de denuncia en el que coinciden médicos sensibles ante la mudanza experimentada por el saber en que se apoyaba la práctica profesional y eruditos particularmente interesados por el modo como se cumplía en España el quehacer curador”51.

Es hasta 1717, con Felipe V, que se añaden cuatro nuevas asignaturas a las de Prima y Vísperas, que son la de Métodos y Simples, la de Cirugía y Anatomía, y la de Pronósticos. De esta manera se decanta un poco la carrera y se complementa con estas nuevas asignaturas que llevan a formar profesionales más capacitados y competentes.

A partir de 1733, empiezan a introducirse nuevos cambios, como son la lectura de bibliografía moderna, acorde con los avances producidos y la nueva realidad médica, y además se empieza a considerar la unión de la carrera de Medicina y de Cirugía, aunque algunas universidades van a ir en contravía de este propósito, con el criterio de que es mejor no aunarlas y dejarlas para otros centros que solo se especializan en su enseñanza:

“Las reformas de la enseñanza en Medicina se inician en Valencia con sus Constituciones de 1733 que introducen la lectura de textos modernos, y especialmente con la Idea del nuevo método

51 Ibídem, p. 48.

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que redacta Gregorio Mayans en 1767 y que si él no pudo poner en práctica, sirvió de modelo a Pablo de Olavide para su Plan de Estudios en Sevilla. Se proponen textos de autores modernos, como Boerhaave (1668-1738) y Gorter (1689-1762) y la enseñanza de la anatomía por Lorenzo Heister (1683-1758), y se añade un quinto curso donde se estudiará Química, Botánica y Farmacia, y se iniciará un estudio práctico en el Hospital, que se prolongará otro año más. Para los Cirujanos Mayans señalará, después de cursar tres años de Medicina, uno de Anatomía y otro de Cirugía. Pero Olavide en su plan sevillano de 1768 sólo admite en la Universidad estudios de Medicina, señalando que la Cirugía sólo puede enseñarse oportunamente en las casas y hospitales destinados a su ejercicio, como son las de Cádiz y Barcelona. Ya vemos cómo Olavide no había llegado a captar el verdadero espíritu del Colegio de Cádiz, que era precisamente el de unir los estudios de Medicina y Cirugía. También será novedad en estos planes de Mayans y de Olavide la incorporación de los exámenes anuales”52.

Se aprecia, entonces, una tendencia que no solamente busca modernizar la enseñanza de la Medicina, sino hacerla práctica, pues no es una carrera meramente teórica, sino que es para ser aplicada en el campo de trabajo, esto es, el Hospital. En este sentido, es de crasa importancia esta modernización pedagógica, pero también la intención de fusionar la medicina y la cirugía, ya que los médicos, por el carácter pragmático de su profesión, requerían, para una formación integral, tener conocimientos de cirugía, con el fin de poder estar mejor capacitados y afrontar los retos y responsabilidades de su vida profesional en ejercicio.

Pero estos no son los únicos aspectos en que se reformará la carrera de medicina, sino que a su plan se va a añadir el estudio de botánica, química y farmacia. La primera constituye una novedad que no viene nada mal a esta carrera, pues además de abrir la posibilidad de que la botánica se convirtiera en una ciencia útil para estudiar las plantas y sus propiedades curativas, beneficiosas para la medicina, entrañaba un estudio complementario para el futuro médico, que contribuía a su formación profesional y personal.

En lo relativo a la química y la farmacia, es de resaltar que eran indispensables, ante todo la segunda, para los médicos en formación tener

52 Orozco Acuaviva, Op. Cit., p. 91.

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conocimientos de estas materias, ya que sobre ellas gravitaba parte del quehacer de la profesión, ya que los fármacos debían ser recetados a los pacientes conforme los necesitaran, pero también la química ayudaba a entender los procesos de los organismos, de las sustancias y de las mismas medicinas.

La reforma no pudo ser mejor en este sentido, al poner pies en tierra a una carrera que hasta entonces se fundaba en la teoría y en métodos anticuados e improcedentes.

La Universidad de Salamanca se sumó a las reformas, y otras como las de Valladolid, Alcalá y Santiago lo hicieron posteriormente. Se fue tomando consciencia de la necesidad perentoria de introducir cambios que redundaran en acercar al médico a su ejercicio profesional desde la puesta en marcha de prácticas en hospitales, clínicas y laboratorios, y no que sucediese como antes, que el médico venía a aprender después de titulado el ejercicio práctico de su carrera, que había constituido una instrucción teórica alejada de la realidad y de los textos modernos de medicina y cirugía.

Otros centros educativos pretendieron extender las prácticas al Jardín Botánico, a laboratorios y, por supuesto, a hospitales. Asimismo, introdujeron asignaturas como la de obstetricia. Sin embargo, sus reformas no se materializaron y de esta manera se privó a dichos centros de la posibilidad de estar a la vanguardia en materia de reformas al programa pedagógico de formación de galenos:

“Granada va a proponer en 1776 un plan de estudios aún más práctico, pues prevé enseñanzas directas en Jardín Botánico, Museo y Laboratorios en sus cinco años de estudio para los médicos, asignaturas de Cirugía, obstetricia y práctica hospitalaria médica y quirúrgica, siendo –como dice Peset– casi la única universidad española donde la Medicina no se explica aislada. Pero la verdad es que este plan sólo quedó en el papel, pues la enseñanza práctica ni se inició tan siquiera y las novedosas cátedras no se dotaron, por lo que Granada quedó con sus cuatro cátedras de Prima, Vísperas, Guido y Aforismo durante todo el siglo XVIII, y sin Jardín Botánico ni Laboratorios, porque el huerto de los jesuitas donde se iban a instalar se arrendó en 1778”53.

53 Ibídem, p. 92.

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Sin embargo, en otros centros estos procesos sí pudieron llevarse a cabo e incluso incorporaron nuevas asignaturas como Fisiología y Patología, y distinguieron de la medicina teórica a la práctica, que se realizaría en el Hospital. Mantuvieron otras materias ya dictadas en algunas universidades como química y botánica, y dejaron a un lado aquéllas llamadas Hipócrates o Simples, entre otras:

“En Valencia el rector Blasco sí pudo, por el contrario, llevar a efecto una substanciosa reforma universitaria en 1786, que afectó a los estudios de Medicina que hasta entonces contaba en sus cuatro años de estudio de las cátedras de Anatomía, Simples o Hierbas, Hipócrates, Práctica y Cirugía, habiéndose cursado antes los dos años de Artes (Latinidad y Filosofía). En el nuevo Plan la Carrera de Medicina se eleva a cinco años, y se incluyen asignaturas como Química, Botánica, Fisiología, Patología, Materia Médica y la Medicina Práctica que se realiza en el Hospital, siguiendo el modelo de la escuela irlandesa de Cullen. Los textos de Beaumé y MacQuer en Química, Huister en Anatomía, Murray y Gómez Ortega en Botánica, Tessari en Materia Médica y Boerhaave en Medicina, señalan lo acertado del Plan del rector Blasco que tuvo la fortuna de poderse realizar hasta que la guerra de la Independencia y el nefasto reinado de Fernando VII hundieron este sistema”54.

El panorama, entonces, fue alentador hasta comienzos del siglo XIX, ya que se pasó a darle importancia a la complementariedad de la Medicina con otras asignaturas que le sirven y sobre las cuales debe sustentarse, pero además porque se superó la medicina hipocrática y se tomaron modelos ya exitosos y arraigados en otras universidades de prestigio donde la carrera de medicina estaba desarrollada y actualizada.

En lo que respecta al Real Colegio de Cirugía de Cádiz, el método de enseñanza empleado va a ser diferente, puesto que no es solamente teórico, sino que combina los dos carices, o más aún, da prioridad al campo práctico o experimental. No está de acuerdo en dividir la Medicina de la Cirugía, sino que considera indispensable que vayan de la mano y se complementen entre sí, pues el médico debe saber de cirugía, y ejercerla en la práctica, como el cirujano tener los suficientes conocimientos médicos para desempeñar su labor plenamente:

54 Ibídem.

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“Los presupuestos pedagógicos sobre los que se alza el Real Colegio de Cirugía de Cádiz son muy distintos de los de la Universidad de la época, porque también su finalidad es diferente. La enseñanza no es exclusivamente teórica ni silogística –aunque ya veremos que no lo pudo eludir totalmente– sino esencialmente práctica y experimental. Su finalidad no es la de formar Cirujanos, aunque así aparezca oficialmente, sino de formar médicos-cirujanos, que es distinto”55.

Ahora bien, la reforma de este Colegio se empezó a gestar en un momento histórico de insuficiencia de médicos en el territorio peninsular, con lo cual fue necesario incorporar médicos foráneos, uno de los cuales fue Jean Le Combe, quien gozó de un margen de maniobra que le permitió, sin necesidad de solicitar autorización del Protomedicato, iniciar las reformas que consideró pertinentes para el mejor funcionamiento del Colegio:

“La incorporación de médicos y cirujanos extranjeros a España por la dinastía Borbónica para suplir la carencia que existía en el país, hace que uno de éstos, Jean Le Combe (Juan de Lacomba), en perfecto entendimiento con Patiño, reciba el cargo de Cirujano Mayor de la Armada en 1718, tomando el mando del Hospital de Marina de Cádiz, que hasta entonces había estado regentado por los Hermanos de San Juan de Dios, y encargándose de llevar a efecto las ordenanzas de Patiño de 1717 respecto a la dignificación del servicio de enfermos y cirujanos, por lo que se le concede en 1720 la facultad de dirigir y destinar a los cirujanos de los navíos de Rey, sin intervención del Protomédico, con lo cual, exento del control de los médicos (universitarios) sobre los cirujanos sobre los cirujanos navales queda libre Lacomba para iniciar su plan de renovación”56.

De este modo, Lacomba dictamina que todos los estudiantes deban ser examinados por el Cirujano Mayor de la Armada, para comprobar en la práctica sus conocimientos. Así las cosas, busca formar cirujanos capaces, y no depositarios de simples saberes teóricos:

“Éste comienza por sustituir a los barberotes de los navíos por cirujanos hábiles y capaces (Real Orden de 1724) en número fijo. Por las Ordenanzas de 1728 se crea el Cuerpo de Sanidad de la Armada,

55 Ibídem.56 Ibídem, pp. 92-93.

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mediante el cual los cirujanos y practicantes serán examinados por el Cirujano Mayor de la Armada, y todos deberán asistir el tiempo que estén desembarcados en Cádiz a la escuela de Anatomía del Hospital, para lo cual hace traer como Demostrador Anatómico a Gregorio de Condomina, Bachiller por Montpellier y Doctor por Valencia, quien se incorpora a la Escuela en Noviembre de 1729 con la obligación de hacer veinte demostraciones anatómicas por curso”57.

Además, dispone que deban aprender medicina, pues son comunes las enfermedades derivadas de la vida en las embarcaciones, y los cirujanos, para poder atender debidamente a los pacientes, deben tener conocimientos médicos al respecto:

“Siendo un problema constante en las grandes navegaciones las enfermedades que sufren los tripulantes, en las que los cirujanos han de hacer las veces de médicos, sin conocimiento alguno de esta materia, se propone que durante su estancia en el Hospital adquieran conocimientos de medicina, lo cual realmente era un intrusismo ilegal. No obstante, por Real Orden de 16 de octubre de 1737 Lacomba consigue que los cirujanos navales puedan adquirir los preceptos teóricos y principios de curación de medicina que es conveniente sepan los cirujanos para los viajes y campañas, y para ello que mientras estén desembarcados acudan un día fijo cada semana al Hospital para que observen el método curativo de medicina. De esta forma la Escuela de Anatomía de 1728 o Escuela de Practicantes como también se le denomina, se está transformando de forma solapada en una escuela médico-quirúrgica, pero que no será realmente un colegio de cirujanos hasta veinte años más tarde, en que ya Lacomba se ha rodeado de cirujanos competentes como Pedro Virgili, Gaspar Pellicer, Francisco Nueve Iglesias, José de Nájera, etc., de donde saldrán los maestros del futuro Colegio cuyo Memorial de entrega al marqués de la Ensenada Pedro Virgili en mayo de 1748, porque ya Lacomba está enfermo”58.

El Real Colegio de Cádiz era por ese entonces el centro de enseñanza más avanzado en cuanto a cirugía se refiere, pues ofrecía una formación integral. Como este modelo había dado buenos resultados, se tenía la intención de traspasarlo a otros centros educativos, pero también

57 Ibídem, p. 93.58 Ibídem, pp. 93-94.

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se quería que el Real Colegio mencionado impartiera cátedras, figura que solo existía en las universidades o era propia de éstas. Dado el excelente nivel académico y profesional de sus profesores, era idóneo para asumir este reto, aunque ello supondría que su modelo se fuese acercando al de un centro universitario en cierta medida.

El éxito del Real Colegio se debía también a que dichos profesores habían sido formados en modelos modernos de enseñanza, aprendidos en sus países de origen, y por ello estaban en capacidad de reproducirlos en España. Así, hubo defensores de que este modelo se implantara en otros centros, y que el Real Colegio asumiera impartir cátedras, sin embargo, había detractores de esta postura, porque implicaba cambiar la concepción inicial del Colegio.

Así las cosas, el debate se decantaría, con el tiempo, por el lado de la introducción de las cátedras como una necesidad. pero también como un acierto, al ofrecer la posibilidad de darle más entidad al Real Colegio como centro de enseñanza y ofrecer un plan más estructurado al alumnado:

“En julio de 1748 el marqués de la Ensenada eleva una representación al Rey en donde vemos cuál es el modelo que tiene in mente el marqués para crear en España academias semejantes a las famosas de París y Montpellier, en cuya información se ve la oculta mano de Lacomba. Dice Ensenada: el Hospital de Cádiz es el único que hay con principios adecuados al interno, porque allí ha algunos años que se enseña la anatomía por cirujanos hábiles… y lo que falta para perfeccionar este hospital y su academia es una nueva Ordenanza, fácil de hacer y observarse, porque sus cirujanos principales han trabajado en Montpellier y París, y hacer el corto aumento de tal cual semi-cátedra”59.

Se reafirma en su posición de no pedir abiertamente que se abran cátedras, o por lo menos no con este nombre, aunque en realidad se asemejen en su funcionamiento; también se recalca la posibilidad de que el modelo del Real Colegio de Cádiz se tome para abrir nuevos colegios en ciudades importantes:

59 Ibídem, p. 94.

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“No se atreve Somodevilla a pedir cátedras, porque pudiera enfrentarse a las universidades, pero ya está evidenciando no sólo su apoyo a la Memoria presentada por Virgili, sino también adelantando las bases para los futuros Colegios de Madrid y Barcelona, porque él pensaba se podían establecer por este orden. Por ello dice que otra academia se deja sorprender que el propio y debido pueblo es Madrid y su Hospital General (…) y en Barcelona sería muy del caso, pero no tengo noticia de que haya presentemente sujetos bastantes para todos, y más vale poco y bueno que mucho y malo o mediano. El destino de tales Academias queda claro en el mismo documento: Establecida la Academia de Madrid y perfeccionada la de Cádiz, habrá suficiente cirujanos para la Armada, para el ejército y para proveer las ciudades del Reino. En efecto, esos serán los futuros Colegios de Cirugía de Cádiz (1748), de Barcelona (1760) y de Madrid (1787), respectivamente para la Armada, el Ejército y la población civil”60.

De esta forma, se crean unos estatutos que regirán el funcionamiento del Real Colegio de Cádiz, los cuales van a ser aprobados por Fernando VI. El Real Colegio, entonces, nace a la vida jurídica, con unos principios y parámetros previamente fijados en dichos estatutos, pero también con unas directrices trazadas por el personal profesional competente que encargado de impartir las enseñanzas: “El 11 de noviembre de 1748 Fernando VI aprueba los estatutos del Real Colegio de Cirugía de la Armada de Cádiz. Juan Lacomba fallece el 31 de diciembre de ese mismo año sustituyéndole Pedro Virgili como Cirujano Mayor”.61

En los estatutos se van a establecer normas como que el número de estudiantes ha de ser 60, que estarán por un tiempo total de seis años, y deberán saber leer y escribir y además estar en buena posición económica, lo cual constituye a simple vista una limitante para quienes no ostentan recursos materiales, entendiéndose que a este Colegio solo podrán ingresar personas pertenecientes a la alta sociedad, o por lo menos no carentes de todos los medios físicos necesarios para llegar hasta el final del estudio:

“En estos estatutos se señala en 60 el número de colegiales, de los que en su primera promoción se preferirán a los practicantes que hayan experimentado en los hospitales de la Marina de Cádiz, Ferrol o Cartagena, que permanecerán en el Colegio sólo por espacio de tres

60 Ibídem, pp. 94-95.61 Ibídem, p. 95.

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años y habrán de vivir en el propio hospital pues las obras del edificio del Colegio se inician al mismo tiempo. En esto se ve que Virgili tiene prisa en contar con sus primeros cirujanos pues debe temer fuertes reacciones por parte del Protomedicato, de las Universidades y de las Cofradías de San Cosme y San Damián, y a estos practicantes les cuenta a efectos del tribunal de Protomedicato los años que habían permanecido previamente en hospitales. El resto de los colegiales se elegirán que sean hijos de padres limpios de buena raza y no de oficios viles, que sepan leer, escribir y contar, y con medios económicos para vestir con decencia mientras permanezcan en el Colegio, que será seis años”62.

Se observa que el Real Colegio es selectivo en cuanto a los estudiantes que pueden ingresar a él, como hemos dicho, de modo que no es en este sentido público o subvencionado para personas de bajos recursos. También se aprecia que el tiempo de permanencia en él supera la media de los otros centros, cuyo tiempo de estudio y prácticas va de cuatro a cincos años. En todo caso, el Real Colegio constituye la primera escuela de cirugía moderna, reformada según los modelos europeos exitosos en países como Francia, y que proporciona una enseñanza que combina lo teórico con lo práctico, siempre en un sentido útil y enfocado al alto rendimiento y competencia posterior de sus egresados, a quienes se espera terminen sus estudios en el tiempo previsto para que se constituyan en ejemplos del tesón y buena coordinación como se lleva la educación en el citado centro.

Se nombra un director del Real Colegio, y asimismo cuatro profesores de dedicación exclusiva o tiempo completo, con un salario generoso para incentivar su productividad y su calidad en la docencia:

“Se nombra, a parte del director, que es el Cirujano Mayor, cuatro maestros que son cirujanos con categoría de Ayudantes de Cirujano Mayor, a los cuales se les pagará 50 escudos de vellón, además del sueldo que gocen por sus empleos, para que se mantengan con decencia y sin precisión de emplear el tiempo en visitas de enfermos particulares. Es decir, se les exige una dedicación a tiempo completo, pero generosamente remunerada. Igualmente se le abonará un sobresueldo al Boticario Inspector de Medicinas para que enseñe a los colegiales en su materia, y a los médicos del Hospital para que les muestren toda su facultad”63.

62 Ibídem.63 Ibídem, p. 95.

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Además de las materias de química y botánica, y de otras teóricas, se imparten en el Real Colegio nuevas asignaturas como Heridas, Osteología, Operaciones Quirúrgicas, entre otras, que suponen una estructuración más completa y acertada de enseñanza, y hacen que el Colegio esté a la vanguardia en cuanto a la reforma educativa se refiere:

“A diferencia a lo que hemos visto en las Universidades españolas a mediados del siglo XVIII las asignaturas con las que se inicia el Real Colegio son, lógicamente, las que ya se desarrollaban en el Anfiteatro anatómico, ahora a cargo de Lorenzo Roland, por jubilación de Condomina, la Materia médica, que explica el Boticario Inspector, así como la Botánica cuando se empiece a sembrar el Jardín en 1749, y la Medicina y Aforismos de Hipócrates que explica en las salas de Medicina el Protomédico de la Armada, Diego Porcell. Los ayudantes de cirujano mayor Francisco Nueve Iglesias, Gaspar de Pellicer y José de Nájera –que había sido catedrático de Cirugía en Salamanca, pero se había incorporado a la Marina en 1732– se encargan de explicar las Operaciones Quirúrgicas, Enfermedades de los Huesos, Álgebra Quirúrgica, Heridas y Vendajes. A este cuadro de profesores se suman Ignacio Canivell, que enseñará Osteología y su hermano Francisco Canivell que desde octubre de 1749 tendrá a su cargo la Biblioteca que se está formando, así como el cuidado de los instrumentos phisicos, y posiblemente desde 1751 se hará cargo de la Osteología al fallecer su hermano Ignacio”64.

Una vez logradas las primeras promociones de cirujanos, el Real Colegio toma a los mejores alumnos egresados para formarlos en el exterior con miras a que sean ellos los maestros que a la vuelta impartan enseñanza en el Real Colegio, dada la educación y el desempeño que han tenido:

“En 1751 Virgili selecciona de entre los colegiales de la primera promoción a los más competentes para constituir el futuro cuerpo de maestros del Colegio, enviándolos a formarse al extranjero. Acompañados con el maestro José de Nájera se trasladan José Selvaresa y José de Béjar a Leyden, porque esta escuela aún conserva el prestigio de Boerhaave y se estima como la mejor escuela de medicina de Europa. Van a cursar medicina en aquella universidad durante cuatro años. Posteriormente pasan los tres a la Universidad de Bolonia donde permanecerán dos años y recibirán el grado de Doctor en Medicina”65.

64 Ibídem, pp. 95-96.65 Ibídem, p. 96.

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De manera tal que se busca surtir los puestos vacantes en el Real Colegio con los mismos alumnos que se han educado en él, para que la filosofía de enseñanza no se pierda y, antes que ello, se refuerce con las especializaciones y doctorados cursados en el extranjero.

Otra de las novedades está constituida por la introducción de asignaturas de las ciencias humanas, como lenguas y filosofía, y otras pertenecientes a las ciencias exactas, como matemáticas. Se observa aquí que se busca una formación integral del estudiante de cirugía, no solo en el plano teórico y práctico de su carrera propiamente dicha, sino también en cuanto a todos los conocimientos útiles para su desempeño profesional, pero también para su vida social y personal:

“Si a los primeros alumnos sólo se les exigía estudios primarios, ya a partir de 1750 se les obliga al ingresar que sean latinos. En 1754 se incorpora un profesor de Matemáticas y Dibujo. Con esto se está introduciendo un esquema de estudios que al parecer se cursaba en París en 1748 y que constaba de Lengua Latina y Griega, Ciencias Matemáticas y demás partes de la Filosofía, Anatomía, Botánica, Química, Cirugía y Medicina teórica y Práctica. Todo lo cual se cursaba en ocho años con asistencia al mismo tiempo a los hospitales”.66

Ahora bien, en el Real Colegio también se incorpora otra reforma que consiste en otorgar el grado de Bachiller en Filosofía a sus estudiantes, título que las universidades expedían generalmente, y que ahora el Real Colegio otorga igualmente.

Esta particularidad tiene varias implicaciones: por un lado, ofrecer una formación más completa al alumno, pero a su vez permitirle presentarse ante el Tribunal del Protomedicato no como un simple Médico Romancista, que debe actuar bajo el mandato u orientación de un médico, sino como Cirujano Latino, lo cual le otorga mayor autonomía:

“Esta orden tiene importancia excepcional, porque confiere al Real Colegio una potestad hasta entonces- y después- exclusiva de las Universidades, la de otorgar Grados de Bachiller en Filosofía, que además era imprescindible para continuar estudios universitarios,

66 Ibídem, p. 97.

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como Medicina. En segundo lugar esta facultad les permite a los colegiales al ultimar sus estudios poder presentarse ante el Tribunal del Protomedicato no como Cirujanos Romancistas- que sólo pueden actuar bajo prescripción de un médico- sino como Cirujanos Latinos, para disponer la sangría y purga en sus enfermos, sin intervención alguna del médico, de ahí es que todos deben ser buenos latinos y filósofos, como señala Virgili a sus maestros encomendándoles que todos los meses se celebre una conferencia en latín en forma silogística sobre la materia que lo permita”.67

Posteriormente, van a introducirse otras asignaturas como física experimental, enfermedades propias de los navegantes, enfermedades venéreas, enfermedades de los ojos, heridas por arma de fuego, vendajes, entre otras, que son nuevas en el plan de estudios y ponen a la vanguardia al Real Colegio como uno de los centros de enseñanza más capacitados.

Asimismo, las materias se dividen en las fundamentales, las propias de los cirujanos y las de medicina, de manera que se ofrece una formación integral. En la parte médica se siguen enseñando los postulados de Hipócrates y la Patología General.

Quizá la mayor novedad del estudio complementario es la física experimental, que busca dar conocimientos fundamentales al estudiante sobre fluidos y sólidos. Asimismo, se va a introducir la asignatura de geometría. Es de destacar que, estas últimas reformas las introducen los profesores que antes fueron alumnos del Real Colegio y vuelven especializados y/o con doctorados del exterior, especialmente de Francia.

Las asignaturas más relevantes seguirán siendo la Anatomía y la de Operaciones Quirúrgicas, pues constituyen la parte central de la formación del alumno, y se impartirán por personal con alto grado de profesionalidad, compromiso y rigor académico:

“Los estudios de anatomía es materia esencial para la formación de los cirujanos y ya hemos visto que fue la primera preocupación de Lacomba trayendo a Condomina, a quien sustituyó Lorenzo Roland al iniciarse el Real Colegio a quien sucede Vicente Libet, Agustín Lacomba y José Sabeter, y como maestros de Osteología

67 Ibídem, p. 97.

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Francisco Nueve Iglesias, Ignacio Canivell, Francisco Canivell y Juan Manresa. De la importancia que alcanzó esta escuela anatómica sólo habrá de citarse las figuras de Antonio de Gimbernat- el anatómico español de mayor fama internacional-, Ignacio Lacaba que junto con Bonells escribió el más importante tratado de anatomía español y Antonio Rancé, autor del primer tratado de disección publicado en España. Un estudio en profundidad de esta escuela anatómica gaditana puede verse en la tesis doctoral de Cabrera Alfonso”.68

El Real Colegio de Cirugía dará numerosos tratadistas que escribirán importantes obras de Anatomía y Operaciones Quirúrgicas, que serán estudiadas por los alumnos de esta institución. Así, no solo producirá profesionales capacitados, sino también teóricos y doctrinantes que repensarán la Cirugía y las materias vistas, formulando preceptos y teorizando sobre su experiencia práctica. Asimismo, se escribirán tratados sobre otras materias como Tumores, Heridas y Enfermedades de los ojos, que a su vez serán asignaturas de reciente incorporación en la carrera y en el ámbito de los programas educativos en esta área.

En el Real Colegio no solo se formaba con una visión específica, es decir, que los estudiantes fuesen preparados solamente para atender a los marinos militares y a la tripulación de los navíos de este orden, sino que también eran formados para asistir a población civil que no estuviera al servicio de esta institución, como mujeres y niños. Por ello, recibían clases sobre partos, lo que hoy sería la obstetricia, y sobre la atención a los niños:

“Una especialidad que llama la atención su existencia en un Colegio de Cirujanos para la Armada, es la asignatura de Partos. Es una prueba más de que la pretensión futura no era para atender sólo a las fuerzas armadas, sino también a la población civil. Ya desde la fundación del Colegio se le asignó a sus cirujanos la misión de embarcar en los navíos merchantes de la Carrera de Indias, para atender no sólo a los tripulantes sino también el pasaje, en el que iban frecuentemente mujeres y niños. Igualmente se habrían de ocupar de atender a la población de los apostaderos y de los puertos americanos, en los que en muchas ocasiones no existían médicos. Esto explica que en el Colegio se enseñase como asignatura no sólo Partos, sino también enfermedades de mujeres y niños”69.

68 Ibídem, p. 101.69 Ibídem, p. 102.

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El Real Colegio de Cirugía de Cádiz apuesta por la práctica médica y por ello instituye una asignatura con este nombre para que los alumnos no aprendan solo la teoría médica, sino que la puedan ejecutar de manera experimental. Igualmente, se estatuirán asignaturas “novedosas”, como la citada de Enfermedades de los navegantes, pero también otras como Arte de recetar, que no la había ni en los centros universitarios. Así, se hace patente la estrecha relación que se busca tejer entre Cirugía y Medicina, que antes que mezclarlas, las complementa para bien de uno y otro conocimiento o campo:

“Otro grupo de conocimientos, de más difícil homologación con los impartidos en las Universidades del momento es la asignatura de Materia Médica, Arte de recetar y Botánica, porque alguna, como esta última, no existía ni directa ni indirectamente en la Universidad. En 1752 se imprime en Cádiz el Formularium médico-chirurgicum, para uso del hospital y de los médicos navales, que es el primero de una importante serie que continúa con la famosa Pharmacopea de la Armada (Cádiz, 1760), los Avisos sobre el método de recetar (Cádiz, 1786), y el importante Tratado theorico práctico de materia médica (Barcelona, 1773), de Juan Ransé que había estado en los primeros años del Colegio de Cádiz. Si esta enseñanza la iniciaron los Boticarios Inspectores de Medicina, posteriormente ya vemos cómo intervienen los protomédicos o los maestros que han estado en el extranjero”70.

La Botánica, vimos, está presente en las asignaturas de este Real Colegio de Cirugía donde Mutis cursará sus estudios iniciales. Podemos entender entonces cómo va surgiendo en él su interés por esta área, ya que en el mismo Colegio recibirá formación sobre esta materia, cimentando su conocimiento integral, junto con las Matemáticas, la Filosofía y la Química, que le servirá para sus posteriores investigaciones y para aprender y comprender los procesos de obtener los colores naturales de las plantas que examinará.

La enseñanza en este centro es básicamente práctica en cuanto a la cirugía se refiere, pues cuenta con un anfiteatro provisto de cuerpos sobre los cuales los estudiantes realizan su aprendizaje; en esta parte, será pionero y consciente de la importancia de practicar estas disecciones, con la debida orientación de los maestros adscritos al Real Colegio:

70 Ibídem, p. 104.

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“es muy importante, desde el punto de vista pedagógico, el sistema de enseñanza práctica, de hacer, que diría Laín, al que se somete a los colegiales desde el primer día de su entrada en el Colegio, pues aparte de los ejercicios de disección que se realizan directamente sobre el cadáver de 9 a 10:30 de la mañana en los meses fríos del año –por el problema de la putrefacción cadavérica, entonces irremediables–, todos los alumnos de seis a nueve de la mañana pasan al Hospital, los de los primeros cursos para hacer tópicos (es decir, curas) y los más adelantados para ser agregados o sustitutos de aparatos, lo que hoy consideraríamos como ayudantes de quirófano. Todos los días durante media hora estaban obligados a cortar lienzos, que es el ejercicio práctico de preparar los vendajes, correspondiente a dicha asignatura”71.

La disciplina era un pilar relevante de la educación en este Colegio, y seguía el modelo castrense, con un horario previamente establecido que se seguía de manera rigurosa. Había un momento para desayunar, para estudiar en las habitaciones, para cenar y para repasar lo aprendido; no era de extrañar que fuera así, ya que se trataba del Real Colegio de Cirugía de la Armada:

“El régimen de vida del colegio era reciamente castrense. De cuatro a seis de la mañana estudio en sus habitaciones (existen muchas anotaciones en los expedientes de los colegiales castigados a pan y agua por no levantarse a estudiar). De seis a nueve al Hospital. Tras media hora para desayunar la primera clase que acababa a las diez y media. Una hora para retocar los apuntes de clase. De once y media a doce, hora de comida, seguida de dos horas libres para su recreación. A las dos de la tarde clase de tiempo para reflexionar lo explicado. Un rato de divertimiento hasta las seis, hora de retiro para el estudio, hasta las ocho que es la cena. Tiempo libre de conversación hasta las diez que se tocaba silencio”72.

El método de enseñanza del Real Colegio se va a distinguir de los demás, en cuanto a que no se basa en solo oír la lección, que era lo exigido por la legislación para otorgar determinados títulos o grados, sino que trasciende esta parte y busca no solamente una exposición de lo aprendido, sino una evaluación constante de los conocimientos adquiridos por el estudiante; es lo que se conoce como el método instructivo:

71 Ibídem, p. 105.72 Ibídem.

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“El método tradicional de enseñanza en clase era, como se ha dicho, el de oír tomando apuntes de lo que el maestro decía, sistema que trasciende a la legislación, que exigía haber oído determinadas materias para alcanzar determinados grados. Hasta las Reformas de Carlos III no se insistirá en que se exponga la lección, en vez de dictar la clase. En 1757 en el Methodo Instructivo que según la mente de nuestro director deben observar en sus clases y conferencias los maestros de este Real Colegio, el sistema que se propone es realmente revolucionario, porque consiste en explicar y preguntar diariamente, en lo que hoy denominaríamos una evaluación continuada. Después de la lección o demostración del día, la conferencia antecedente sea sostenida por el colegial. Por cuyo medio se logran con diferencia de 24 horas hacer las conferencias seguidamente a las Lecciones sin perder ningún tiempo. Indudablemente se exige un libro de texto, que cuando no existe impreso son los propios maestros quienes lo redactan. Por ello se dice que todos los maestros deban completamente hacer sus clases seguidas en el libro prescripto por su vista”73.

Es así como Mutis tiene el privilegio de estudiar en este Colegio que está avante en materia de enseñanza, y que suple la ausencia de libros modernos y pertinentes con los que redactan los maestros de dicha institución, de manera que no es necesario acudir a los tratados obsoletos o que recogen principios o teorías que ya están en desuso o no son aplicables en el ejercicio profesional.

Asimismo, en este Colegio se otorgan dos títulos al finalizar los estudios, que son el de Bachiller en Filosofía y el de Bachiller en Medicina y Cirugía, mostrando la integralidad de los estudios:

“Finalmente diremos que la incorporación definitiva de los estudios de Medicina al Real Colegio de Cirugía de Cádiz se consigue con la aprobación de las ordenanzas de 1791, en la que el colegio cambia de nombre para denominarse Real Colegio de Medicina y Cirugía de Cádiz. Los alumnos al terminar sus estudios reciben el título de Bachiller en Filosofía y el de Bachiller en Medicina y Cirugía (grado igual al otorgado por las Universidades Médicas)”74.

73 Ibídem, pp. 105-106.74 Ibídem, p. 107.

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No obstante, en 1796 se deroga este plan y se implanta el que establecen las Ordenanzas de Barcelona de 1796, las cuales disponen que se suprima la parte de medicina y en el Colegio se imparta únicamente Cirugía. Aun así, las reformas y novedades introducidas en el Real Colegio fueron grandes, llevaron a mejorar la enseñanza de la Medicina y la Cirugía, y a complementarlas con otros estudios necesarios. Además, fue pionero en contar con un jardín botánico, una asamblea de observaciones y una biblioteca para consulta de los alumnos.

Mutis ingresó a los diecisiete años en el Real Colegio de Cirugía de Cádiz, el 15 de noviembre de 1749, pero se retira el 24 de febrero de 1752. En 1750, de manera simultánea con sus estudios en Cádiz, había empezado a estudiar Medicina en la Universidad de Sevilla, adonde se traslada luego de retirarse del Real Colegio. No hay una razón clara que explique este hecho, aunque se diga que fue por encontrarse enfermo, sin que exista un sustento probatorio verídico al respecto. Lo cierto es que el 2 de mayo de 1753 obtuvo el título de Bachiller en Medicina por la Universidad de Sevilla.

Mutis, pues, deja inconclusos sus estudios de cirugía y se gradúa como Bachiller en Medicina. Sin embargo, ya ha recibido la influencia del ambiente científico que rodea a Cádiz en el siglo XVIII, además de conocer los nuevos modelos de enseñanza que se introducen en el Real Colegio.

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Figura 2: Documento original del Real Colegio de Cirugía de la Armada de Cádiz en el que consta que José Celestino Mutis se matriculó en 1749 y que abandonó la plaza en 1752 (Archivo de Secretaría de la Facultad de Medicina de Cádiz) (Fotografía de F.

Herrera, 2008).

Mutis proviene del Real Colegio de Cádiz, que como vimos estaba a la vanguardia de la enseñanza, y llega a una Universidad que sigue un método educativo obsoleto, sin contar con centros de práctica anatómica:

“Es sorprendente como un alumno procedente de un Colegio de Cirugía que significaba una ruptura total con la anacrónica Universidad Española, aún cuando Mutis sólo alcanzase a convivir los primeros meses de este Colegio, fuese a parar, precisamente, a la retrógrada Universidad de una ciudad en donde en aquellos años existía una tremenda lucha renovadora científica por parte de la Regia Sociedad de Medicina y otras Ciencias, que había montado un anfiteatro anatómico e iniciado una actividad original en el resurgir científico español, que en nuestros días recibió el calificativo de milagro de Sevilla que le otorgara Gregorio Marañón”75.

75 Orozco Acuaviva, Op. Cit., p. 67.

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Mutis critica este método de enseñanza, que seguía dictando las tradicionales y no remozadas asignaturas de Prima, Víspera, Método y Anatomía, que sumaban pocas horas de clase y un sistema de evaluación superficial; las horas de práctica eran igualmente reducidas. Una vez obtenido el grado referido por la Universidad, Mutis vuelve a su ciudad natal para realizar las prácticas necesarias que le exige el Protomedicato para examinarse:

“José Celestino Mutis, tras estos tres años universitarios, tan duramente criticados por él mismo, regresa a Cádiz para realizar junto a un médico revalidado los dos años de enseñanza práctica que se exigían para el examen de Protomedicato. Nuevamente nos encontramos con otra laguna cronológica en la vida de Mutis, pues transcurren no dos años, sino cuatro, antes de presentarse ante el Protomedicato de Sevilla, donde se había graduado en 1753, pues esto no se realiza hasta junio de 1757, aportando certificación notarial ante don Francisco Pacheco Guzmán”76.

Pedro Fernández de Castilla fue el médico que revalidó los conocimientos prácticos de Mutis, existen dos testigos de ello. Además, Mutis sirvió como pasante del citado médico, y sus prácticas las realizó en el Hospital Real. Mutis además se instruye en latín, francés, matemáticas y dibujo, pues se ha ampliado el programa curricular del Real Colegio, para formar profesionales latinos, siguiendo la corriente francesa instaurada por Juan Lacomba. Además, los alumnos deben exponer la lección antecedente aprendida, de modo que la asistencia a clase no se limita a ser magistral o pasiva, de mera escucha por parte del estudiante.

Pero una de las más novedosas reformas del Real Colegio, que se ha anotado con anterioridad, es la introducción de la asignatura de Botánica, y la posterior creación de un jardín botánico donde los estudiantes pueden apreciar las plantas y hacer los respectivos experimentos o prácticas en esta materia. Es en este ambiente y contexto en que Mutis va a inclinarse por la botánica, y tendrá oportunidad de adquirir conocimientos acerca de ella y observar plantas en el terreno que se adecua con este propósito:

76 Ibídem.

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“Y es que en la biografía de Mutis hay situaciones sorprendentes, como el ir a buscar fuera, como se ha visto, lo que tenía al alcance de su mano y con mayor altura. Si se ha dicho que la afición a la botánica se produjo en Mutis gracias al contacto con Barnades en el madrileño Soto de Migas Calientes, no debemos olvidar la altura que alcanzó la botánica en Cádiz durante los años en que Mutis practicaba en el Hospital Real. Porque el estudio de la botánica era fundamental para el planteamiento docente del Colegio que pretendía ir transformando a los Cirujanos en Médicos-Cirujanos. Por ello, cuando en abril de 1749 aun se está levantando el edificio del Colegio se solicita al Marqués de la Ensenada un terreno para cultivar plantas, porque no basta a los colegiales la explicación de las virtudes de los simples a que está obligado el Boticario Inspector de Medicinas (…) es preciso que tengan el entero conocimiento de ellos. Y el único modo de verlos sobre la tierra muy diferente que cuando se gastan en las composiciones medicinales, porque entonces están secos y han perdido gran parte de su configuración. También tanto más útil este estudio botánico que quiere que estos mozos se apliquen a la medicina”77.

Este jardín fue objeto de posteriores modificaciones, para adecuarlo y mejorar su distribución. Modificaciones que fueron sugeridas por el maestro Virgili:

“En 19 de mayo de 1749 informa Virgili como debe constituirse el Jardín de Plantas, teniendo la precaución de tener o formar las plantas por clases. Esto es: las purgantes seguidas unas de otras, como así mismo las Pectorales, Vulnerarias y poniendo en cada una su número a fin de que teniendo un catálogo con los nombres y números pudiesen entrar los colegiales para ver sus figuras cuando nacen, cuando crecen, cuando florecen y cuando están en grano, pues en todos estos tiempos hay diferencias en sus hojas. En junio de 1750 confirma: hallándose ya fenecido el Colegio y en disposición de que los colegiales le habiten desde el día 23 del corriente, es conveniente desde un principio cultivar la huerta a fin de que en la próxima otoñada y tiempo oportuno se disponga la siembra de las plantas medicinales que S.M. tiene resuelto para cuyo fin será necesario reparar la noria y dotarla de caballería suficiente para sacar el agua”78.

77 Ibídem, p. 72.78 Ibídem, pp. 72-73.

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También aboga por nombrar un jardinero y porque se suministre agua dulce a las plantas y no agua salitrosa.

Otra ventaja con que contaba el Real Colegio era su biblioteca, que Mutis apreciaba profundamente, despertando su interés en los libros en ella depositados, ante todo los relacionados con botánica:

“Otro punto de estímulo, que posiblemente llamaría la atención del inquieto Mutis habría de ser la biblioteca del Colegio, porque ya desde 1749 se encontraba abierta al uso de los colegiales durante seis horas diarias, y entre sus fondos la botánica tenía lugar destacado. De ello queda evidencia en el libro de cuentas de R. L. Colegio donde se consignan las cantidades invertidas por Nájera en Leyden para la adquisición de distintos árboles, raíces, plantas, semillas, simientes y gastos de las caxas donde veían, en 1752, así como por el plomo y números para marcar donde se plantan los referidos vegetales y una memoria de libros y otros distintos géneros pertenecientes a la historia natural que envío en distintas remesas desde Leyden a este R.L colegio D.n Joseph Placido Naxera desde el día 8 de noviembre de 1752 hasta hoy octubre de 1754, y entre los que se encuentran once títulos de Linneo, la Botánica de Haller, cinco obras sobre historia natural, el Teatro Botánico de Gaspari Bauhini, y unas obras más sobre jardinaje. En 1756 se envía la Quina, de Francisco Torti, y en 16 de abril de este año se abonan unas cantidades a Dn. Julián Mutis, padre de José Celestino por unas obras de Haller, aunque no se especifica el título”79.

Así las cosas, había un ambiente idóneo para que en Mutis naciera el deseo de investigar más sobre botánica, de conocer diversas plantas y sus propiedades, como también de apreciarlas en el Jardín Botánico que le ofrecía el Colegio, experiencia que lo incentivaría y prepararía para querer conocer otros como el de Soto de Migas Calientes que tuvo la oportunidad de ver después.

De esta forma, se fue creando la consciencia investigadora de Mutis, su disciplina, carácter metódico y cariz ilustrado, que lo distinguieron e hicieron descollar en el campo de las ciencias naturales. Su vocación no empezó por azar, sino por su dedicación al estudio y las ciencias, y por el

79 Ibídem, p. 74.

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aprovechamiento que hizo de los recursos existentes en el entorno en que se desenvolvía.

Mutis fue a Sevilla para regresar luego a su ciudad natal, y pese a la educación retrógrada de la Universidad de Sevilla, se formó profesionalmente apoyándose de manera autodidáctica cuando fuera necesario. Así, su espíritu investigador, su talante racional y su pasión por la ciencia fueron elementos esenciales que construyeron su reputación como docente y científico.

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3. Aportes científicos, económicos y políticos de Mutis

José Celestino Mutis constituye una figura relevante para la ciencia y la educación, y sus aportes se extienden desde la botánica hasta la medicina, pasando también por la economía y la política.

En el campo de la botánica, es de resaltar que su aporte no se reduce solo a la ilustración de las plantas examinadas ni a su clasificación taxonómica, sino al estudio de las propiedades medicinales de dichas plantas:

“Por lo general, la evaluación científica de Mutis se ha centrado en su obra taxonómica recogida en la Flora de la Real Expedición Botánica, que contiene la descripción de 2.708 especies botánicas, acompañadas de una iconografía de 5.444 láminas en su mayoría en color. Este archivo monumental fue recogido por el general Morillo tras la captura de Bogotá en 1816 y enviado al Jardín Botánico de Madrid, donde aún se conserva y se inició la publicación en 1954. De sus escritos publicados en vida de Mutis, fueron interesantes El arcano de la Quina (1793-1794) aparecido en el Papel Periódico Ilustrado de Bogotá, la Anónima Instrucción… relativa a las especies y virtudes de la Quina (1792) impresa en Cádiz y de nuevo El arcano de la Quina (1828) publicado en Madrid por Hernández de Gregorio tras su muerte. El Diario de Observaciones (1760-1790) publicado por Hernández de Alba (1957), es obra de interés apasionante. La Flora de la Expedición se acepta que como obra botánica es inigualable, pero se critica el reducido triángulo de exploración Honda, Ibagué, Bogotá, a que redujo su trabajo, cuando se compara con las vastas exploraciones de otros naturalistas en la Nueva España y el Perú. En cambio apenas sí se menciona su interesante folleto sobre El método para curar viruelas (1782) publicado en Bogotá durante una epidemia y las repetidas e importantes observaciones sobre las propiedades de las drogas naturales del Virreinato de Nueva Granada recogidas en el Diario”80.

80 Guerra, Francisco. Op. Cit., p. 87.

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Mutis también fue el reformador de la medicina en América, pues presentó el nuevo plan de estudios de medicina que fue aprobado y puesto en marcha, dentro del cual se contemplaban cinco años de teoría y tres de práctica, además de impartirse física, matemáticas y ciencias naturales. También se requería saber un idioma extranjero, como el inglés o el francés. Las prácticas se realizaban en el Hospital San Juan de Dios en Santa Fe de Bogotá, y consistían en la atención y cuidados del enfermo. La anatomía se explicaba en un anfiteatro con cadáveres para estudiar. En cuanto a los textos leídos, estos comprendían libros de autores ilustrados.

Ahora bien, los mencionados aportes de Mutis a la medicina, como sus investigaciones para combatir la viruela, sentaron las bases para futuras vacunas que salvaron muchas vidas; en este punto, Mutis describió la forma en que podía inocularse la viruela, método que sirvió para que posteriormente se desarrollaran las vacunas. Además, Mutis fue director general de la vacuna en el Virreinato de Nueva Granada, y abogó por su utilización, ya que era un medio eficaz para prevenir enfermedades. Aquí no terminan sus aportes, sino que se ensanchan hacia el plano de la minería, puesto que dirigió la extracción de plata en varias minas de la Nueva Granada, introduciendo técnicas de laboreo útiles en esta industria:

“Con una perspectiva de dos siglos, y a pesar de los cambios introducidos por algunas técnicas industriales, el trabajo de Mutis en la Minería, la Agricultura e inclusive en la Medicina, tuvo en su tiempo y dio a las generaciones posteriores considerables beneficios. Sus esfuerzos para introducir la práctica de la inoculación de la viruela, antes del descubrimiento de la vacuna, mediante el procedimiento que describió en 1782, y su decisivo apoyo a la vacunación a partir de 1804, fue Director de la vacuna en el Virreinato, contribuyó a erradicar la viruela en el Virreinato de la Nueva Granada y a conservar la vida y salud de millares de seres. Durante los años que dirigió la explotación de las minas de plata en el Real del Cerro del Sapo en Ibagué, Mutis perfeccionó las técnicas del laboreo de minas descritas por Bartolomé de Medina (1555) y Álvaro Alonso Barba (1640) para la plata y el oro. No hay que olvidar el interés de Mutis en la metalurgia del platino, descubierto precisamente en el Río Pinto, Virreinato de Nueva Granada por Antonio de Ulloa en 1735. Además recordemos la colaboración de Mutis con los hermanos Juan José y Fausto de El Huyar, riojanos profesores de Vergara que tanto lucimiento proporcionaron a la Ilustrada Sociedad Económica

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Bascongada (sic) de Amigos del País; fueron ellos quienes en 1783 descubrieron el wolframio, cuya aleación con el hierro para la producción de aceros especiales no es posible evaluar”.81

Es menos conocido el aporte que Mutis hace a las gestas de independencia en el Nuevo Reino de Granada. Este aporte se relaciona con la formación ilustrada y la educación científica y humanística que imparte a sus alumnos y discípulos de la Expedición Botánica. A este respecto es importante anotar que la influencia se dio en el pensamiento, en la consciencia crítica, racional y culta que les inculcó a dichos personajes, sin que fuese una insinuación directa o particular de abocarlos a levantarse en rebelión contra el régimen colonial español; fue una motivación a través del estudio, de la investigación, de la constancia en el trabajo y el cumplimiento de los sueños y las metas:

“La influencia que tuvo Mutis en el progreso social y en la evolución política del Nuevo Reino de Granada, nació de su concepción ilustrada de la naturaleza. Su primer enfrentamiento con la tradición escolástica ocurrió en 1766 durante el curso de Matemáticas que dictó en el Colegio del Rosario de Santa Fe de Bogotá. Al explicar el sistema heliocéntrico de Copérnico y la filosofía de Descartes, se enfrentó con la opinión de los dominicos que aún mantenían el sistema geocéntrico de Ptolomeo y condenaban el de Copérnico por ser contrario a las Sagradas Escrituras. Dijo entonces Mutis que era ultrajar a las sagradas letras, pretender que se oponen a las demostraciones de la geometría y de la Mecánica. Debido a su amistad con el Arzobispo y sobre todo al respeto que le profesaban todas las clases sociales, Mutis tuvo un papel decisivo durante la más importante convulsión social de la vida colonial española en América. En 1781 la revuelta de los comuneros congregó en Zipaquirá a más de 20.000 conjurados que protestaban contra los impuestos del Nuevo Regente y acababan de vencer fácilmente a las tropas virreinales. Intervino de mediador el Arzobispo Caballero y Góngora y otro tanto hizo en Ibagué Mutis a ruegos del Arzobispo hasta conseguir reducir a los sublevados”82.

El aporte de Mutis consistió, entonces, en formar discípulos educados en las ideas de la Ilustración, en la razón y el estudio, enseñanzas

81 Ibídem, p. 88.82 Ibídem, p. 90.

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que diseminaron entre sus congéneres en tertulias literarias hasta que se cuajó el movimiento estudiantil revolucionario, de donde derivó el alzamiento en armas: “Baste decir que si los generales ganaron las batallas, fue la inspiración y el aliento de aquel gaditano tranquilo lo que nutrió de ideales a la República”83.

Pero quizá el grueso del aporte de Mutis radique en la aplicación medicinal de las plantas, y en segunda medida su aplicación industrial. Esto, necesariamente, va unido al aspecto económico, ya que de su explotación derivarían muchos beneficios financieros:

“Donde aparece más clara y decisiva la trascendencia económica de la obra de Mutis es en la botánica aplicada, que puede asegurarse ha tenido una importancia fundamental en el progreso de Colombia y de la propia España. A pesar de estar considerado Mutis como taxonomista, su interés abarcó las especias, las plantas estimulantes, las de uso industrial y especialmente las medicinales. Ya antes de la Edad Moderna, la dedicación principal de los botánicos europeos había sido la descripción de las plantas medicinales. En otro lugar (1966) se ha analizado la importancia económica de las drogas para la corona española durante el Renacimiento, señalando entonces que Portugal mantenía su imperio colonial de la misma manera como lo hacía Holanda con el de la canela. Entre las plantas utilizadas para obtener infusiones estimulantes de uso habitual en Europa a finales del siglo XVIII, cuyo comercio alcanzaba suficiente interés económico, destacaban el té y el café. Mutis trató por todos los medios de introducir el té de Bogotá en sustitución del té de la India y a partir de 1781 dedicó cuidados especiales a la aclimatación, en Mariquita y en las tierras neogranadinas de unos 100 metros de altitud, de las primeras semillas de café, que ya para 1790 estaban suficientemente desarrolladas y que con el tiempo hicieron de Colombia uno de los más importantes productores de café”84.

Mutis hizo estudios sobre el añil, que se convirtió en el tinte más utilizado para teñir el algodón hasta finales del siglo XIX. Asimismo, buscó influir en la sustitución de las especias y condimentos utilizados en Europa por otros de origen americano como la canela y una de similares características que la nuez moscada, denominada otoba. En la botánica

83 Ibídem, p. 92.84 Ibídem.

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médica, se destaca su investigación sobre la ipecacuana, empleada para curar la disentería producida por amebas.

Sus estudios sobre la quina fueron importantes para entender sus propiedades medicinales. Para ello, Mutis se dio a la búsqueda de los quinos, árboles de cuya corteza se extrae la quina, que fue muy utilizada para combatir el paludismo, entre otras enfermedades. También trabajó junto con otros científicos, con quienes colaboró enviando material, en el estudio de la composición y caracteres de la quina, para que no fuera adulterada y vendida como tal en detrimento de los pacientes. Mutis va a ser el encargado de dirigir el Estanco de la Quina en el Virreinato de Nueva Granada, enviando grandes cantidades de este producto a España a través del puerto de Cádiz. La quina se convirtió en un elemento valioso, no solamente por sus propiedades curativas, sino por el comercio que generó su venta.

Mutis, igualmente, hizo aportes a la ciencia. Defendió la teoría de Nicolás Copérnico, según la cual la tierra gira alrededor del sol, siendo este el centro del Universo. De la misma forma, era partidario de los postulados de Newton, quien estableció la ley de la gravedad o atracción que la tierra ejerce sobre los cuerpos.

La postura heliocéntrica de Mutis, así como la difusión de las ideas de Newton, impartidas en sus clases y difundidas entre sus discípulos, constituyeron la base de su pensamiento científico, además de su deseo de desvelar los secretos de la naturaleza, por lo menos en el plano de la botánica. Es lo que se conoce como su filosofía natural, la cual indica que se deben estudiar las causas de los fenómenos de la naturaleza para poder entenderlos. Pero, además, expresa que ciencia y religión no riñen, sino que están en armonía.

No obstante, su apego a la teoría heliocéntrica le granjeó la reprobación de la Iglesia, de modo que los frailes dominicos de Santa Fe de Bogotá van a impugnar su defensa de la teoría heliocéntrica y de los postulados de Newton, los cuales Mutis ha defendido ante los virreyes de España Don Manuel de Guirior y Doña María Ventura Guirior en el Colegio Mayor del Rosario en Santa Fe de Bogotá. Mutis ha dicho, además, que es necesario superar la ignorancia y el atraso de la ciencia en España y

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esto solo se logrará tomando como ciertas estas teorías y avanzando en una comprensión científica de la Naturaleza y sus fenómenos.

Se promueve, entonces, una querella contra esta sustentación. Dicha querella será gestada por frailes de la Universidad Tomista de Santa Fe de Bogotá, el claustro universitario actualmente más antiguo de Colombia. Según dicha refutación, no puede considerarse católico quien defienda la teoría copernicana, la cual es incompatible con la religión y las Sagradas Escrituras. Además, argumentan que no debe confundirse a la juventud profesando estas enseñanzas, pues sería adoctrinarlas en posturas que están por fuera de la religión.

La querella se produce y avanza rápidamente. Se presenta gran celeridad en su proceso y en su promoción. Esto se debe al poder de la Iglesia y su ámbito de influencia:

“Hasta aquí lo que impresiona es la rapidez de los acontecimientos burocráticos: en quince días, del 25 de junio al 11 de julio, se escriben y transmiten todos los documentos entre Mutis, los dominicos proponentes, el Provincial de la Orden de Predicadores y el Virrey. La continuación del proceso no la conozco con formalidad documental. Sí se sabe que posteriormente, en 1776, se produjo relevo de Virrey —Manuel Antonio Flores—, que la cátedra de Matemáticas del Colegio del Rosario fue suspendida durante años, que Mutis volvió a la minería —ahora al Real de Sapo— durante el período 1777-82 y que regresó en este último año a Santafé con un nuevo Virrey-Arzobispo, Caballero y Góngora, y para dedicarse a la aprobada en 1783 «Expedición botánica». Es suficiente sabiduría”85.

Mutis contesta a la querella reafirmándose en su posición y criticando el velo de tinieblas a que someten la ciencia y la educación dichos frailes, puesto que prohíben o vetan la difusión de verdades científicas y con ello solo contribuyen a anquilosar el conocimiento y frenar el avance de la ciencia.

Las autoridades competentes manifiestan que quien está prohibiendo la difusión de estas teorías no es el Tribunal español, sino el

85 González de Posada, Francisco. Mutis ante la Inquisición. Real Academia Nacional de Medicina, p. 113.

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de Roma. Además, que en España ya ha arraigado en los centros educativos y bibliotecas, por lo cual se entiende aceptado. De esta manera, y con la intervención del Virrey, el caso queda cerrado:

“El Virrey, el 11 de julio, cierra el caso en sus manos. Primero, reconociendo que: a) los «progresos literarios» son dignos de protección; y b) debe igualmente velar por conservar la paz y que no se turben los ánimos. Y segundo, pasando el expediente a la Junta de Temporalidades (encargada del mejoramiento de los estudios) con copia al Provisor Vicario General, comisario del Santo Oficio, y con la conclusión de que «no se promueva la enseñanza de lo que indujese la menor sospecha”86.

Esta querella fue la que obstaculizó, en parte, la aprobación de la Expedición Botánica, que finalmente al cerrarse el proceso contra Mutis fue autorizada por la Corona en 1783.

Así, Mutis pudo emprender su anhelada expedición para descubrir y estudiar la naturaleza americana. A este respecto, es preciso destacar que existe el debate sobre si Mutis era médico o botánico, pues si bien sus investigaciones más relevantes son en el campo de la botánica, no se pueden dejar de lado sus estudios de Cirugía en Cádiz y de Medicina en Sevilla, así como su ejercicio profesional de médico de la Corte y médico particular:

“Existe la convicción de que José Celestino Mutis fue un gran botánico, hasta tal punto que algunos historiadores de la medicina sólo le consideran tal y obvian su condición de médico. No cabe olvidar su formación, sus años de docente, su contratación como médico del Virrey —un cargo importante en las colonias, como lo sería de la casa real en la corte— ni su magnífico informe sobre la enseñanza de la medicina en la Nueva Granada”87.

Es indudable que su trascendencia científica la alcanza en la botánica, aunque tampoco se debe olvidar que estudia las propiedades medicinales de las plantas, con lo cual sus conocimientos de medicina son

86 Ibídem, p. 112.87 Puerto Sarmiento, Francisco Javier. José Celestino Mutis y la ciencia de su época, en Homenaje a José Celestino Mutis en el Bicentenario de su fallecimiento, Sesión Científi-ca Coordinada por el Excmo. Sr. D. Bartolomé Ribas Ozonas, Madrid, 11 de septiembre de 2008, p. 13.

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útiles y contribuyen al éxito de sus investigaciones. De esta manera, no se puede desligar su condición de médico de su condición de botánico, ya que las dos actividades se complementan en el sentido científico:

“La consideración de eximio botánico se debe a su gran intuición sobre la tarea expedicionaria española. Propuso a la metrópoli el establecimiento de una expedición botánica en 1763 y 1764, casi veinte años antes de que se iniciara el proyecto sistemático dirigido por Gómez Ortega y, sobre todo, por las cartas recibidas del padre de la Botánica europea, Carlos Linneo, en donde le trata como si fuera, él mismo, el rey de los botánicos americanos, a su misma altura intelectual”88.

Es destacable igualmente en Mutis el que haya alcanzado la fama y el prestigio de científico que hoy ostenta sin haber plasmado por escrito todo su trabajo, pues solo se conservan sus obras El arcano de la quina, su Diario y otros escritos como sus Observaciones sobre la viruela, además de sus informes médicos: “Acaso les sorprenda la ausencia de textos escritos sobre su profesión. Mutis escribió muy poco, si dejamos de lado la multitud de interesantísimos informes redactados. Para un científico actual, nadie puede considerarse tal sin obra escrita y, sin embargo, eso le sucedió a Mutis en casi todos los campos de su actividad”89.

Además de estudiar las propiedades febrífugas de la quina, Mutis descubre las virtudes medicinales de otras plantas como la yerba del té o té de Bogotá, el bálsamo de Tolú y el bálsamo del Perú, la triaca o guaco –empleada como antídoto contra el veneno del alacrán y las serpientes–, el zarcillejo de Popayán –útil para facilitar el parto–, la yerba de la sangría, la cusparia –para combatir la disentería–, entre otras plantas, bálsamos y aceites con propiedades curativas. Las cocciones de Scoparia dulcis fueron recomendadas, tras su estudio, como idóneas para contrarrestar las fiebres.

Mutis no solo trabaja en la Nueva Granada en el plano de la investigación botánica, sino que también ejerce como médico. De esta forma, hace un aporte de sus conocimientos teóricos y prácticos:

88 Ibídem.89 Ibídem.

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“En la revisión metódica que hemos hecho de la “Relación diaria de Observaciones” de Mutis, encontramos muchas noticias sobre Aspectos Médicos, que hemos publicado, pero solamente haremos referencia a alguna de ellas. No sin antes expresar que, como bien dice su biógrafo Hoyos Sainz, en materias ajenas a lo científico Mutis es “como su apellido”, “… no expresa corrientemente las impresiones subjetivas que le produce lo observado”. No sabemos por ejemplo sus impresiones a la llegada a Cartagena, ni a Santa Fe, aunque no debieron ser muy buenas, puesto que el ambiente le causó molestias por su quietismo, por su atraso intelectual, por el espectáculo de los achichados,… Sin embargo aprovechó este ambiente para desarrollar su labor científica y es perfectamente conocido el prestigio que obtuvo como profesional sanitario a poco de llegar a Santa Fe”90.

Asimismo, Mutis sobresalió como médico higienista en América. Estableció las condiciones en que debían encontrarse los cementerios para bien de la salubridad pública:

“Su labor más original y más científica como higienista, cual es el “parecer que redactó acerca de las Condiciones Higiénicas que debía reunir el Cementerio del 31 Mompós, villa sujeta á frecuentes pestilencias por su mala situación y por lo ardoroso del clima tropical”. Como manifiesta Gredilla, vemos aquí que Mutis seguía los últimos descubrimientos de la Ciencia, lejos de anquilosarse (como también lo hará con la viruela). Dicho Documento está redactado en Santa Fe el 27 de noviembre de 1798, transcrito íntegramente por Gredilla, donde remitimos para un mayor conocimiento de él”.91

Además, son conocidas sus investigaciones sobre los procedimientos o métodos de inoculación para combatir la viruela, además de estudios de plantas con propiedades medicinales para curar la disentería.

Mutis va a ser importante en la reforma de la enseñanza de Medicina en el Nuevo Reino de Granada, puesto que introduce un nuevo plan, que

90 Cabrera Alfonso, Juan Rafael. José Celestino Mutis y la ciencia de su época, en Ho-menaje a José Celestino Mutis en el Bicentenario de su fallecimiento, Sesión Científica Coordinada por el Excmo. Sr. D. Bartolomé Ribas Ozonas, Madrid, 11 de septiembre de 2008, p. 28.91 Ibídem, pp. 30-31.

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incluye materias como el latín, las matemáticas, la física y la filosofía, además de abogar porque exista una parte teórica y otra práctica que son fundamentales en esta carrera:

“Finalmente destacaríamos su propuesta del Nuevo Plan de Estudios Médicos para Nueva Granada, novedoso, que prepara en 1799, donde critica el de las Universidades españolas y alaba el de los Reales Colegios, incorporando asignaturas ya existentes en ellos, como Ciencias Auxiliares Básicas: Matemáticas, Física Experimental, Historia Natural y Química; y preconizando el estudio no sólo del latín, sino de las lenguas modernas”92.

Mutis reforma la educación en el Real Colegio del Rosario, gracias a su formación ilustrada y a que se encontraba a la vanguardia de los nuevos métodos de enseñanza, aconsejando la introducción de cátedras como matemáticas y química –que estima importantes para la formación del futuro médico–, y señalando pautas para modificar el Plan General de enseñanza:

“Los Informes de Mutis que permitieron realizar reformas en el Real Colegio del Rosario, sobre Planes de Enseñanza de la Medicina o de las Matemáticas, sobre la creación de cátedras ( vg.: la de Química), sobre planes de enseñanza general, etc., hicieron que aquella institución le condecorase con una beca en memoria de su acendrado amor por el adelantamiento y progreso de la juventud bogotana”93.

Ahora bien, en cuanto a la botánica, podemos hablar de una afición, de una pasión desfogada en Mutis desde sus primeros contactos en la clase respectiva en el Real Colegio de Cádiz y sus experiencias prácticas allí mismo y en el Jardín de Soto de Migas Calientes, en Madrid. Dicho de esta manera, Mutis da rienda suelta a su interés y gusto por la botánica y las ciencias naturales, con fines investigativos que redundan en el descubrimiento de propiedades medicinales en las plantas, en beneficio de la humanidad:

“parece conveniente situar el ámbito de la afición como recinto del disfrute, del ocio, del placer intelectual, incluso de la aplicación a ello del fruto económico de lo que profesionalmente

92 Ibídem, p. 31.93 Cabrera-Afonso, Juan Rafael y Marqués Espinós, Carlos. Aspectos médicos de la vida de José Celestino Mutis, Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz, 2008, p. 56.

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se cobra; y ámbito tal que si, además, con él “se gana la vida”, tanto mejor. La afición de Mutis fue la Historia Natural, en sentido amplio, y la Botánica en sentido estricto. El considerar su dedicación a la Botánica como afición o incluso como diversión no tiene ningún sentido peyorativo sino todo lo contrario, le ofrece una excelsa tarea de descubrimientos, aunque al mismo tiempo posea una clara conciencia de que se trata de pequeñeces ante la fundamentalidad de la física newtoniana, que se ignora y se desprecia”94.

Mutis no solo introdujo la ciencia en la Nueva Granada, y la enseñanza de materias como la física y las matemáticas, sino que abrió el camino de las ciencias naturales, al relacionarse y difundir los aportes de Linneo y Humboldt en cuanto dichas ciencias y la botánica especialmente, descollando como un científico multifacético, educador e investigador:

“en Santa Fe de Bogotá Mutis tuvo una trayectoria multidisciplinar, pues impartió clases de Historia Natural, Filosofía, Matemáticas y Astronomía, y es a él a quien se debe la introducción de las teorías de Newton y de Copérnico en el Nuevo Reino de Granada. Su personalidad le permitió integrarse rápidamente a la vida y espíritu americanos, estudiar la flora del nuevo continente, describir nuevas especies medicinales como la quina, té de Bogotá, canela, guaco y otras. Para tener una idea objetiva del Mutis botánico, basta revisar su relación con los científicos coetáneos y entre ellos con los dos más representativos de su especialidad: Linneo y Humboldt”95.

Gracias a sus investigaciones realizadas a propósito de la Expedición Botánica, Mutis descubre la quina, el fruto del quino, el cual, como tantas veces hemos anotado, ostenta propiedades medicinales, principalmente contra la fiebre palúdica. Sin embargo, Mutis ha de enfrentarse a otros investigadores que se abrogan el descubrimiento de dicho árbol, los cuales son Sebastián López Ruiz y Santisteban; Mutis va a ser defendido por su amigo

94 González de Posada, Francisco. José Celestino Mutis: Apóstol Físico-Matemático, en Homenaje a José Celestino Mutis en el Bicentenario de su fallecimiento, Sesión Cien-tífica Coordinada por el Excmo. Sr. D. Bartolomé Ribas Ozonas, Madrid, 11 de septiem-bre de 2008, p. 40.95 Ribas Ozonas, Bartolomé. José Celestino Mutis, botánico amigo de Linneo y de Humboldt, en Homenaje a José Celestino Mutis en el Bicentenario de su fallecimiento, Sesión Científica Coordinada por el Excmo. Sr. D. Bartolomé Ribas Ozonas, Madrid, 11 de septiembre de 2008, p. 66.

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Humboldt en este sentido, aunque el conocimiento en sí del árbol será dado a Santisteban, mas no su descubrimiento y estudio de sus propiedades: “Mutis escribió el 31 de marzo de 1784 a Gómez Ortega refiriéndose a su Historia Natural sobre la Quina como “la obra de su mayor aprecio” (26). Sebastián López Ruiz defendía desde 1776 su prioridad sobre el descubrimiento de estos árboles. Humboldt aclara el entuerto, inclinándose a favor de Mutis como muestra de su admiración y aprecio, aunque señala a Santisteban como el primer conocedor de las quinas. Sin embargo se nombra a López Ruiz por Real Orden, Comisionado para los asuntos relacionados con la quina y la canela de Santafé y Quito, con fecha de San Lorenzo, de 24 de noviembre de 1778. El nombramiento del Virrey Caballero y Góngora en sustitución del Virrey Manuel Flórez, tornó la suerte y se nombró a Fray Diego García, afín al Virrey y ambos a Mutis, el 16 de septiembre de 1783”96.

Esta controversia debió ser zanjada por el Virrey, como se vio, ante la insistencia de López Ruiz, quien de todas formas, y pese a la ratificación de Mutis de haber descubierto la quina, sigue en su pugna y logra un puesto burocrático ganado con su supuesta condición de descubridor de la quina:

“Esta polémica entre López Ruiz y Mutis ha sido también referida hasta la saciedad. Dice Hoyos Sainz que el descubrimiento de la Quina de Nueva Granada fue el que mayores sinsabores le produjo, veamos sucintamente lo que ocurrió: En 1776, López Ruiz denuncia ante el virrey su descubrimiento hecho en 1774 según él; el Virrey ordena pasar el escrito a Mutis para que informe, quien rápidamente responde que efectivamente se trata de dos especies de Chinchona, una de las cuales ya había descubierto él en Tena en 1772 y en Honda en 1773 y que, en su momento lo manifestó al anterior Virrey. Además repitió Mutis su consejo de que se debía estancar la quina prohibiendo su libre comercio a particulares. El astuto López Ruiz marchó a Madrid, se hizo pasar por el descubridor y obtuvo entre otros beneficios el cargo de Comisionado para el estudio de las Quinas en Nueva Granada, con excelente remuneración por ello”97.

Este mismo López Ruiz escribirá una obra denominada Chronología de la quina de Santa Fe de Bogotá, que data de 1774. Seguirá al mismo tiempo

96 Ibídem, p. 70.97 Cabrera-Afonso, Juan Rafael y Márquez Espinós, Carlos, Op. Cit., p. 59.

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insistiendo en ser el descubridor de la quina. Lo cierto, de toda esta controversia, es que “Mutis fue el primer botánico que descubrió el árbol de la quina o Chinchona al norte de Ecuador, donde se dudaba su existencia. Lo estudió científicamente en especial en cuanto a las aplicaciones médicas de las diferentes especies”98.

Además, Mutis habla de las quinas desde 1761, y no solo de su descubrimiento, sino de sus primeras observaciones acerca de ellas: “Las primeras noticias que conocemos de Mutis y las Quinas están en su Diario de Observaciones del año 1761, en que dice que el sábado 14 de noviembre el Virrey le autoriza a que salga a examinar la Quina, que según sus noticias ( aportadas primeramente por D. Miguel Santisteban y confirmadas por su criado Carlos, baquiano de aquel terreno), estaba a un día de camino, en la Mesa de Juan Díaz, y que al parecer llamaban en Popayán: Palo de requesón”99.

Al descubrirse por Mutis las propiedades medicinales de la quina, su comercio empezó a florecer y con ello su valor económico, de modo que la Corona consideró la creación de un estanco de la quina, para acopiarla y llevarla posteriormente a España; Mutis sugirió mejorar el sistema de almacenamiento de dicho fruto, así como la necesidad de crear un comercio de la misma, regulado por la Corona y bajo su supervisión, con el fin de evitar que particulares monopolizaran su distribución y venta. Además, Mutis se declara descubridor de la quina:

“Con la Real Orden de 1 de julio de 1785, la Corona valoró la creación de un estanco de quina para acopio de material, a la que contestará Mutis el 3 de agosto de 1786. En diciembre de 1786, Mutis escribió al Virrey un informe “in extenso”, que le había solicitado sobre las quinas, en el que indica: 1) reivindica la prioridad del hallazgo de las quinas; 2) critica el método diseñado de acopio de quina; 3) propone racionalizar la explotación como “producto real”; y 4) crear una compañía de comercio, como la de los holandeses para la canela. Su proyecto fracasó por motivos diversos: intereses varios de Gómez Ortega, de los comerciantes y de los defensores del libre comercio, y de los intereses de otras regiones de Lima y de Quito que perdían su comercio. Todo ello impidió fructificar el plan de Mutis. Finalmente

98 Ibídem.99 Ibídem, p. 58.

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la Real Orden de 31 de mayo de 1789 suspendía la anterior Real Orden sobre los envíos de quina. Mutis escribió a su amigo Martínez Sobral el 19 de diciembre de 1789: “Entre todas mis empresas útiles a la humanidad ninguna ha merecido tanto mi atención como el asunto de la Quina, y tal vez por lo mismo ninguna me ha producido mayores amarguras …”. Más tarde, en 1806 las quinas volvieron a emerger y recobrar su importancia”100.

100 Ribas Ozonas, Bartolomé, Op. Cit., pp. 70-71.

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3.1 El arcano de la quina y su influencia médica

En El arcano de la quina, obra fundamental de Mutis, el autor explica cómo fue posible la Expedición Botánica mediante la cual pudo investigar y estudiar las distintas variedades de quina existentes en el Nuevo Reino de Granada. En el libro que nos ocupa, Mutis da a conocer el resultado de sus investigaciones, diferenciando las variedades de quinas, y dando a conocer sus propiedades medicinales específicas. También cuenta su afición por la botánica y la satisfacción que le produjo haber alcanzado el sueño de la mencionada Expedición Botánica.

Mutis comienza elogiando a la quina y su descubrimiento que ha redundado en el bien de la Corona, pero que no ha sido suficientemente apreciada dado el desconocimiento que se ha tenido de su valor medicinal:

“Al inestimable tesoro de la Quina, con que Dios ha enriquecido los Dominios del Monarca Español en América, cuyas minas y demás preciosas producciones interesan menos a la humanidad, le ha bastado ser tesoro de la España para sufrir la común suerte de todas sus riquezas naturales y literarias. Los propios y los extraños han conspirados por rumbos diversos a su ruina y exterminio, sin advertir los altos designios de la Divina Providencia empeñada en mantener el crédito, exaltación y abundancia del preciosísimo remedio que nos ha franqueado”101.

Mutis critica el comercio ilegal y desorganizado de la quina, y aboga por uno más sistemático y administrado por la Corona a través de sus agentes; esta petición será atendida posteriormente, aunque, dado el valor que adquirirá la quina, seguirá fluyendo la acción de comerciantes particulares motivados por el interés económico:

“Vindicada y bien probada, después de pocos años de su feliz descubrimiento, la maravillosa eficacia de la Quina en las calenturas intermitentes contra el torrente de sus poderosos contrarios, se despertó en el comercio la insaciable codicia de su tráfico. Siguióse

101 Mutis, José Celestino. El Arcano de la Quina. Diputación Provincial de Cádiz, Ser-vicio de Publicaciones, 2008, p. 2.

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a ésta el desorden compañero inseparable en individuos que emprenden sus negociaciones sin reglas, gobernados por su interés, y sólo astutos en disputarse la preferencia. Jamás habían llegado a los pies del trono los clamores para contener la confusión de este ramo comerciable, y precaver el exterminio de un género tan precioso, hasta el momento en que se creyó inevitable su ruina. Desde aquel mismo instante comenzó el ministerio a desvelarse por la causa pública, dirigiendo sus providencia con la madura lentitud que acostumbra, y todavía lo detiene la gravedad del ramo más complicado por todos sus aspectos”102.

Mutis consideró importante consignar en el papel sus observaciones, para que fueran un referente del valor medicinal de la quina:

“Habiendo llegado pues la ocasión de publicar mis particulares descubrimientos sobre Quinas; manifestaré los conocimientos adquiridos en mi larga mansión en esta parte de América, en la que la suerte me ha proporcionado como Botánico descubrir estos árboles, donde se ignoraba su existencia; distinguir sus legítimas especies y variedades de otros inmediatos géneros también nuevos: y como médico separar las especies medicinales de las otras menos virtuosas, aunque legítimas del género; examinar las virtudes eminentes de las primeras, y familiarizarme con el uso prodigioso de todas las especies de Quina, cuando apenas se hallaba el remedio en las Boticas, por el horror que le tenían generalmente médicos y pacientes, en algunas pequeñas porciones traídas de la provincia de Loxa”103.

Mutis habla de la existencia de siete especies de quina, que hasta el momento se ignoraban. Aclara que de ellas solo cuatro tienen verdaderas propiedades medicinales, luego de las respectivas investigaciones. Así busca refutar errores y equivocaciones en cuanto a su conocimiento y utilidad:

“Ignorada hasta la presente época la diversidad de siete especies realmente distintas que con sus respectivas variedades militan bajo el género de Quina; ignorado el número de cuatro especies legítimamente oficinales, en quienes residen virtudes eminentes, de su propia esfera, y el de tres especies de menor eficacia en el uso vulgar a que se destinan las oficinales: ignorados absolutamente estos esencialísimos y previos conocimientos, a nadie

102 Ibídem, p. 2.103 Ibídem, p. 16.

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podía ocurrirle el pensamiento de investigar la distinción de virtudes en cada especie. Era muy natural en el concepto errado de ser única la especie oficinal, suponer en ella una virtud universal y uniforme con su eficacia respectiva a todas las enfermedades en que se ordena el remedio. Se atribuía siempre su mayor o menor actividad a la bondad de la Corteza, sin haberse podido descubrir en qué consistía esta bondad; pero creyéndose firmemente que una misma Quina, con tal que fuese la más selecta debía aplicarse con igual confianza contra las calenturas intermitentes, gangrenas, supuraciones, y todo el catálogo de enfermedades crónicas que nos refieren los autores”104.

Mutis advierte que el gran error en que se ha incurrido es el de creer que existe una quina universal, útil para combatir toda una serie de enfermedades crónicas, desde las fiebres hasta las gangrenas. Es decir, se debe diferenciar entre las distintas especies existentes, no abocarse a confundirlas ni a señalar propiedades medicinales a variedades que no las ostentan para determinadas enfermedades. Dentro de las quinas medicinales cada una tiene sus propiedades terapéuticas específicas y, no hay, por tanto, una sola quina capaz de combatir con eficacia todos los males.

Mutis indica que las quinas pueden enfrentar muchas enfermedades, pero dependiendo de la especie deben aplicarse, para que surtan el efecto deseado:

“Son ciertamente muchas las enfermedades que puede vencer la Quina donde no alcanzan otros remedios. Tal vez más que nunca en nuestros días vemos aplaudido y aun ampliado el uso de esta Corteza contra el dictamen de otros prácticos, que deploran y contradicen los bienes que alegan en su favor los apasionados. Todavía debemos recelar de tales alabanzas y vituperios que igualmente prodigan los partidos, si advertimos que basta para ensalzar el remedio la experiencia indirecta de haberse logrado favorables efectos sin haberse reparado que pudieron más bien deberse a una feliz casualidad de origen desconocido; y al contrario se han multiplicado los vituperios por los infaustos acaecimientos sin haberse conocido su origen verdadero”105.

Resulta indispensable, según Mutis, diferenciar las propiedades de cada especie, tomando como punto de partida las pruebas aplicadas al

104 Ibídem, p. 18.105 Ibídem, pp. 18-19.

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enfermo, pero procurando hacer varias, y no solo teniendo en cuenta la última, sino haciendo un análisis de los efectos obtenidos en promedio o de manera global:

“Podemos asegurar entretanto que los mismos efectos favorables y adversos por una necesidad inevitable han contribuido a obscurecer la verdadera senda: como las experiencias practicadas a los enfermos se hayan reputado por la última prueba o piedra de toque para decidir de la legitimidad de la Quina, o de la bondad de su estado, sin otros principios que asegurasen previamente el discernimiento de la determinada especie aplicada; la falibilidad de un camino tan trillado deberá servirnos de un humilde desengaño, y suministrarnos unos prudentes recelos a vista de las interminables disputas y opuestos dictámenes en los arrogantes elogios y dicterios de un remedio que no acaba de asegurarse el mas bien merecido, y a temporadas insinuado título de Divino Don de la Providencia a los mortales”106.

Las pruebas que no se ajustan a métodos científicos, sino a meras conjeturas, no son fiables según Mutis y no puede seguirse de ellas un juicio verídico; de esta forma, las propiedades medicinales de la quina no pueden determinarse con precisión sino más bien en el terreno de la vaguedad. Para que ello no sea así, es necesario experimentar con sentido científico, y no confundir las diferentes especies de este fruto, ya que se arrojará un resultado distinto o se incurrirá en el yerro de creer que hay una quina universal para tratar todas las enfermedades.

Mutis indica, igualmente, que estos errores comenzaron desde que la primera quina fue llevada a Europa sin haberse estudiado bien sus caracteres previamente; de esta forma, las sucesivas quinas fueron consideradas de la misma manera, y así surgió la confusión, que en nada contribuyó al beneficio de los enfermos y sí al comercio desenfrenado que no reparó en el daño que estaba haciendo al no discernir entre las diversas especies del fruto:

“Si hubiera precedido el conocimiento botánico de la primera especie de Quina llevada a Europa en la época de su descubrimiento, se hallarían desde entonces fijados sus caracteres, y determinadas las

106 Ibídem, p. 19.

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virtudes que en ella predominan. El aplauso del remedio, y la codicia de los comerciantes con la ignorancia de nuestros cosecheros, contribuyeron a un tiempo a la ruina de estos árboles, haciendo dentro de pocos años rarísima la especie primitiva que de sí es sumamente rara (a). Desde aquel punto por ignorancia en América, y por el vil interés de los droguistas en Europa, se comenzó a notar la mezcla del específico con algunas Cortezas parecidas y engañosas a los tratantes y profesores no muy versados en su conocimiento”107.

La quina se vendía mezclada con otras sustancias para abaratar costos y engañar a los compradores. Se ponía el interés económico por encima del beneficio del enfermo. Quienes hacían esto no eran los científicos que estudiaban sus propiedades, como Mutis, sino comerciantes inescrupulosos que vendían medicamentos a base de quina adulterada. Desde luego, como las personas no conocían los caracteres de la verdadera quina, no sabían apreciar el engaño de que eran víctimas. Por eso Mutis insistía en la necesidad, no solo de estudiar dichos caracteres, sino de difundirlos. Tarea que el eximio botánico hizo en el Nuevo Reino de Granada, en sus jornadas en investigación en su casa, convertida en laboratorio y centro de estudio y aprendizaje.

Mutis formula que la quina tiene propiedades febrífugas, pero también puede emplearse para fabricar cerveza y vinagre de quina, bebidas que asimismo tienen propiedades terapéuticas y además de ser buenas al gusto sirven para reemplazar la tradicional cerveza, con el aliciente de que es menos pesada para estómagos delicados. Mutis indica la forma en que debe prepararse, mezclándose la quina con agua y utilizando toneles para el procesamiento; pero, sobre todo, habla de sus beneficios:

“También es tan saludable esta bebida, que para su mayor elogio bastaría decir haberla ya usado por nuestro consejo muchas personas en las comidas, familiarizándose con ella del mismo modo que se acostumbran otras con el vino, cerveza y sidra. No pretendemos probar con esto que pueda competir con ellas en cuanto al gusto, que pendiendo en mucha parte de la aprensión y del capricho, debe ceder en los casos de necesidad en que podrá substituirse a otras bebidas con la esperanza de reportar el beneficio de un remedio tan heroico ya reducido a un licor potable a pasto. ¿Si a tal estado de benignidad

107 Ibídem, pp. 19-20.

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pudo llegar una corteza tan sospechosa en su naturaleza, como fastidiosa en su substancia, con cuanta satisfacción de los pacientes, y de los mismos profesores podrá usarse esta bebida medicinal? Se acabarán los horrores justísimamente concebidos contra la quina, luego que comience su administración en esta nueva forma, precavidos los innumerables perjuicios originados de usarla cruda y en toda su sustancia”.108

Mutis es partidario de que la quina, como remedio curativo, no se suministre pura, sino más bien procesada su corteza, ojalá en la forma descrita, como una bebida, para que de esta manera además de ser útil en términos terapéuticos también sea un disfrute su ingesta. Así se supera la aversión inicial contra la quina cruda, y gana en popularidad y aceptación este fruto, apreciándose no solo por su valor medicinal sino por su carácter de bebida amena y capaz de sustituir la cerveza y el vino, en su condición refrescante, pero también siendo menos nociva que éstas, al no estragar el estómago.

Mutis también habla de que en Europa la producción de esta bebida puede ser más metódica o sistemática que en América, por carecer este continente de recipientes como toneles, que deberán ser reemplazados por los existentes en el territorio, con los cuales se hace la chicha o bebida fermentada de maíz que consumen los nativos:

“En estas regiones, donde carecemos de toneles, y correspondientes auxilios para contener y mantener bien tapadas nuestras cervezas medicinales, y de bebida ordinaria; se han suplido las operaciones por los métodos semejantes al de hacer las bebidas fermentadas, chichas y guarapos en botijas y múcuras, en que difícilmente se detiene la fermentación vinosa. Esta pasa espontáneamente a la vinagrosa al cabo de pocos días, pero la procuran detener volviendo a introducir en la vasija otra porción de miel y agua, con que se logra mantenerla en su estado vinoso para poderla gastar antes que llegue a degenerar en vinagre; y a esta operación llaman refinar. Con este procedimiento, y hecha la regulación de media libra de Quina, ocho frascos de agua, y medio frasco de miel de cañas, se han preparado nuestras cervezas, y el apreciable vinagre que igualmente usamos en las comidas. El gusto y olor deciden el momento de la fermentación vinosa, que se conserva en esta bebida

108 Ibídem, p. 102.

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más tiempo que en las Chichas y Guarapos por el fuerte amargo de la Quina”109.

De esta forma, con la quina puede hacerse cerveza y también vinagre, que más que un uso terapéutico puede ser empleado en las comidas como aderezo o aliño. Para Mutis lo más preciso es obtener estas bebidas a partir de la corteza de la quina no reducida totalmente a polvo, sino en un término medio, es decir, que no llegue a tener la consistencia de la harina. Para preparar la cerveza como el vinagre, pueden escogerse cualquiera de las cuatro especies de quina de que habla Mutis que poseen propiedades terapéuticas, y que son la naranjada, la roja, la amarilla y la blanca.

Mutis también asevera que la quina sirve para preparar tisana o tintura, indicando su procedimiento; de esta forma, descubre otra propiedad inexplorada de este fruto, mostrando su capacidad investigativa y tino científico:

“Por un procedimiento semejante se hará la preparación de la Quina, que haya de emplearse en las tisanas. Como en esta preparación no se intenta desatar de pronto todo el jugo del remedio, sino introducir la fermentación, que no se consigue en pocas horas, cuando conviene administrarlo en cocimientos y tinturas; bastará el líquido necesario a promoverla; a este fin se pondrá la Quina en vasijas de loza vidriada con tapaderas agujereadas al modo de soperas, guardando la misma proporción de Quina y dulce; pero en cuanto al agua la solamente necesaria a mantener la masa suelta, y cubierta de poco líquido. Esta masa fermentada se desata en agua, vino, o en el vehículo que se juzgare conveniente, para formar la tisana o tintura a fuego manso de tres horas, o doble tiempo si con más perfección se quisiere proceder por el baño de ceniza o arena caliente. La cantidad de agua y masa fermentada se regulará por los fines que se propusiere el médico en su administración, pues de su arbitrio pende ordenarla más o menos cargada”110.

Mutis estudia toda posible propiedad que pueda tener la quina, así como la forma en que puede prepararse o presentarse al enfermo y al consumidor, ya que no solo constituye un producto curativo, sino para todo el público que desee usarlo, bien como bebida, bien como aderezo o

109 Ibídem, pp. 103-104.110 Ibídem, p. 106.

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como tintura; pero además estudia una adicional propiedad, que es la de ser lavativa, o empleada para curar las amarguras del estómago, presentes en pacientes crónicos o con enfermedades agudas, o que no están en capacidad de recibir el suministro de la quina cruda, que según Mutis no es idónea para el estómago débil o sensible:

“El último destino de los sedimentos es el de lavativas, tan importantes en las enfermedades agudas, y especialmente mientras persevere la costumbre de administrar la Quina cruda o fermentada en toda su substancia. Prevemos que podrán algunos prácticos inclinarse todavía al uso del remedio en toda su substancia, conformándose solamente con nuestras reflexiones sobre la elección de las cuatro especies, excluyendo las relativas a nuestra preparación: y que también otros pondrán en práctica las simples opiatas de la masa fermentada; en cuyo caso no tendríamos más razones suficientes que oponer a los últimos, sino la repugnancia de los enfermos; y a los primeros reproducir los inconvenientes y perjuicios que hemos prometidos manifestar en su lugar”111.

Mutis insiste en que el carácter indomable de la quina y el fracaso en la preparación de su medicina se debe a que se empleaba la parte leñosa de ésta y no la corteza procesada, de tal forma que no se suministrara cruda:

“No sin fundamento habíamos asegurado antes, que en vano se atribuye la indomabilidad de este remedio a la dureza de su fuste leñoso, como lo dan a entender todos los profesores con sus razonamientos sobre este punto, y sus miras de reducir la corteza al estado de almidón, en que conservando a su pesar las tres propiedades del jugo virtual, subsiste en toda su fuerza y vigor aquella intolerable indigestión de que tanto se quejan los enfermos dándonos en cara con nuestro apasionadísimo remedio. A este indomado carácter debíamos también haber echado la culpa de tantos malos efectos, que desde luego se atribuyen al inocentísimo específico; y a evitarlos por la preparación más conveniente, debió dirigirse nuestro estudio antes de haber ridiculizado los fundadísimos temores de nuestros mayores, y las invencibles resistencias de los pueblos. De este modo atolondrados, y sin saber a qué atenernos con las novedades que se levantan cada diez años; en los últimos apuros no hallamos otro más

111 Ibídem, pp. 106-107.

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fácil recurso que reputar a puro antojo por degenerada, falsificada, de mal suelo y con otros apellidos arbitrarios a la inocente Quina, cuando una pura casualidad no interviene favorablemente en librar a los enfermos de nuestros descuidos y errores; precipitándonos a tomar el último y más deplorable partido de condenar al fuego inmensas porciones de Quinas excelentísimas en su especie”112.

Mutis reafirma su posición de que la quina, para que surta los efectos esperados, debe prepararse mediante infusión, y no suministrarse cruda; así, debe echarse al agua hirviendo el polvo de quina, y macerarse hasta que la parte leñosa suelte toda su sustancia, para luego dar paso a la fermentación y el vino que así se obtiene; de esta forma la quina conservará sus propiedades medicinales y podrá aplicarse al enfermo de manera exitosa:

“En la nueva preparación van a salvarse todos los perjuicios; siendo muy fácil reconocer en ella el conjunto de ventajas que reúne. Puesta la Quina en infusión, y bañado el polvo en el agua comienza desde luego a soltar todas sus sales; y en fuerza de la maceración se ablanda la parte leñosa, por cuyo medio se disuelve también la goma enredada en ella, extendiéndose con toda libertad en el agua antes de comenzar la fermentación. Luego que esta da principio, y al paso que va tomando su fuerza se engendra aquel espíritu vinoso, capaz de disolver la resina con la ventaja de ir destruyendo al mismo tiempo las tres mencionadas propiedades del jugo virtual, haciéndolo pasar gradualmente y sin violencia del estado de crudeza al de cocimiento y verdadera sazón. Claro está que por una operación tan natural y sencilla se consigue haber extraído toda la sustancia activa de la corteza sin la necesidad de recurrir a la diversidad de líquidos con las precipitadas y violentas operaciones del fuego. Si en la resina, que ciertamente constituye la mayor porción del jugo, consiste la mayor eficacia de la Quina, como mejor lo piensan mucho, ¿qué otra cosa se intenta infundiéndola en el vino o en su espíritu sino conservarla en su estado de crudeza?113.

112 Ibídem, p. 120.113 Ibídem, p. 121.

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Es incuestionable el valor curativo de la quina descubierto por Mutis para la ciencia y para el mundo europeo civilizado, que entonces lo desconocía. Más admirable aun son sus indicaciones acerca del procedimiento adecuado para tratar la quina y obtener de ella bebidas agradables que conservan propiedades medicinales y gastronómicas. Así las cosas, Europa tiene en sus manos este producto y sus cualidades terapéuticas. De su buen uso depende la consciencia que se tome acerca de él y su debida apreciación por los médicos, farmaceutas y por los mismos pacientes:

“Los favorables efectos de esta preparación nos encantan más cada día, obligándonos finalmente a propagar el beneficio que años ha hemos anunciado a la humanidad; y sin salir de los límites de una honesta ambición de gloria juzgamos también original este descubrimiento. Lo diremos con franqueza: no hemos hallado ciertamente en todos los fastos de la medicina desde la época feliz de la introducción de la Quina en Europa hasta la presente, entre las diversas preparaciones inventadas, vestigio alguno que nos pudiera haber conducido a este dichoso puerto. Aunque podamos asegurar que de nadie hayamos aprendido estas ideas, pretendimos apoyarlas en principio en algunas prácticas empíricas, y en otras combinaciones de lo que tal vez harían los indios con esta corteza, que no la hubieran ocultado tanto a no estar confiados por una constante tradición y su propia experiencia de los infalibles y prontísimos efectos de su remedio”114.

Mutis reconoce la importancia de la quina como elemento curativo, pero no desconoce que los indios fueron los primeros en utilizarla desde tiempos remotos, en parte porque ellos vivían desde un principio en el territorio en el que la quina estaba presente o se cultivaba, y por ello estaban en constante contacto con ella y podían apreciarla en su plenitud y aplicar sus conocimientos para preparar con ella brebajes y otras bebidas terapéuticas; el conocimiento empírico de los indios fue estudiado y aprendido por Mutis, quien no solo se dedicó a la botánica, esto es, al estudio de las plantas, sino que su curiosidad científica y humanística lo llevó a recabar en la vida y costumbres de los nativos, analizando sus vocablos, recopilándolos, y también haciendo acopio de su saber tradicional y sus métodos autóctonos para curar las enfermedades:

114 Ibídem, p. 122.

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“Conjeturemos pues que los indios hicieron mejor uso de la Quina; y que la debilidad de los hombres en graduar de bárbaras las invenciones las invenciones de los pueblos destituidos de la cultura de nuestros tiempos con el especioso pretexto de mejorarlas, suele ponerlas en peor estado. Verdaderamente y de buena fe confesamos que no existe monumento ni tradición alguna con que pudiéramos afianzar también a nuestros indios, inventores del remedio, la gloria de haber usado la Quina fermentada; pero si atendemos a su pasión dominante por este género de bebidas, y a la práctica primitiva de macerar los polvos en vino que establecieron los españoles, según la fórmula esparcida por toda Europa; parece muy verosímil que lo aprendieran estos de lo que harían los indios macerando la corteza recién cogida del árbol y rudamente quebrantada, manteniéndola dentro de su chicha por algunos días. En estas circunstancias conseguirían por un método más abreviado un equivalente de la Quina fermentada, cuya eficacia unida a la benignidad de sus saludables operaciones recomendaría por todos títulos aquel apreciable secreto que ocultaron por tanto tiempo a sus conquistadores”115.

Así las cosas, la renuencia del conquistador en valorar los conocimientos tradicionales de indio, por considerarlo de otra cultura, le impidió ver el invaluable tesoro de su saber medicinal, que ya había desentrañado las propiedades curativas de la quina y conocía la forma propicia de prepararla, macerando la corteza de la misma. De esta forma, Mutis no hizo caso a esa tendencia y en cambio se dio a la tarea de estudiar dicho conocimiento, para apoyar sus investigaciones.

Se puede decir que Mutis fue quien le descubrió la quina a Europa, pero no fue el primero en conocerla, pues los indios ya sabían y aplicaban sus propiedades, quizá de otra forma, basados en su saber tradicional y sus costumbres; Mutis lo hace de una manera científica, valiéndose de sus años de aprendizaje en el Real Colegio de Cádiz, en la Universidad de Sevilla y en su propia experiencia y formación autodidacta; así, supo que los indios tomaban fresca la corteza de la quina, la dejaban expuesta al sol y al aire y así se aceleraba su fermentación, después de macerarla mezclada con chicha. Se obtenía, entonces, el líquido esperado.

115 Ibídem, pp. 122-123.

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Mutis es un científico que se funda en los conocimientos previos adquiridos, pero también deriva de su experiencia práctica y observaciones de campo el resultado de sus investigaciones. Mientras otros dejaban de lado el estudio de las aplicaciones medicinales que los indios descubrían en las plantas de su entorno, Mutis las analizaba y buscaba hallar la respuesta científica. El procedimiento de la preparación de la quina, entonces, es obra de este estudio y de esta perseverancia en ofrecer una forma adecuada de que la planta susodicha rinda su eficacia en toda su plenitud:

“Habiendo explicado en mis notas el Arcano del Doctor Mutis, que consiste en fermentar la Quina para privarla de la crudeza e indomabilidad que ocasionan los malos resultados, especialmente cuando ha sido preciso darla en substancia en largas dosis, y aun en casos en que hay manifiestas contradicciones de segunda atención; habiendo explicado la teoría de su esencia, y probado la certeza de ser verdaderamente arcano, más útil que la misma Quina en toda su substancia, fundándome para ello en principios reconocidos entre todos los químicos, apoyados también por la analogía y por la sana razón; y habiendo finalmente reducido a fórmulas sencillas todas las composiciones de dicho ARCANO; concluiré mis observaciones a esta segunda parte de la obra, no con una simple nota, sino con un APÉNDICE que yo considero muy interesante. Éste pues consiste en manifestar el modo de hacer un extracto esencial de Quina que puede pasar por un segundo arcano, cuyo nombre yo también he adoptado; no porque sea un misterio en la farmacia, sino porque es una nueva preparación que puede llenar todas las posibles indicaciones que a los médicos y cirujanos se les pueden presentar en su práctica, cuando estos profesores no quieran usar de la Quina fermentada ni cruda. Por otra parte vemos que les ocurren casos (que son muchos) en que por la clase de calentura, debilidad de estómago del paciente, temor a la excitación de una flogosis, estancación de humores y los malos resultados que les son consiguientes, como v.gr. hidropesía, obstrucciones, etc., rehúsan dar la Quina en substancia. En efecto, el mismo doctor Mutis pone la Quina por sospechosa en innumerables casos, con citas auténticas de autores respetables: por otra parte vemos también que la tintura de la Quina, como he manifestado en varias notas, no contiene casi nada del principio febrífugo de esta corteza, y por consiguiente no alcanza a llenar muchas de las indicaciones que se presentan en la Clínica: el extracto de Quina de nuestras oficinas también se halla en el mismo caso de inutilidad, pues que no es más que la misma tintura evaporada casi hasta la sequedad”116.

116 Hernández de Gregorio, Manuel. Apéndice al Arcano de la Quina, en El Arcano de la Quina, Op. Cit., pp. 125-126.

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En cambio, el verdadero arcano es precisamente aquel según el cual se obtiene toda la propiedad médica del fruto, esto es, su entidad febrífuga, la cual solo es posible obtener si se prescinde de la parte leñosa; los procedimientos americanos, anota el mismo Hernández de Gregorio, no desembocan en la obtención de estas propiedades febrífugas, por ello no son los más adecuados; se refiere en este punto al procedimiento que emplean los comerciantes en su afán de lograr rápido una imitación del remedio para venderlo:

“en estas circunstancias es precisamente cuando conviene un medicamento libre de la parte leñosa, reducido a muy poco volumen, y que al mismo tiempo contenga todos los principios medicinales de la Quina sin alteración; tal es mi arcano que yo llamo extracto esencial, cuyo nombre filosófico es una pequeña definición de sus principios esenciales. Este medicamento se distingue mucho del extracto que hacen en América con las Quinas frescas que se desperdician por menudas y no se pueden comerciar, tan justamente celebrado en la Quinología del célebre farmacéutico y botánico Ruiz, y del que podía hacerse un comercio exclusivo de grande utilidad, acreditando su elaboración por medio de profesores hábiles. También se diferencia mucho de la celebrada sal esencial de Quina del Conde de la Garaye, y del extracto salino tan recomendado para estómagos débiles, porque todos estos medicamentos no contienen, como ni tampoco el extracto común de nuestras farmacopeas, los principios febrífugos de las Quinas, y por consiguiente no desempeñan las mismas funciones que la Quina en toda su substancia”117.

Es preciso anotar que cada especie de quina tiene sus propias cualidades curativas; las grises tienen las suyas, diferentes a las de las quinas rojas y blancas. Se puede afirmar que: “Las Quinas grises o peruanas tienen por principio el quinnato de cinconina, materia verde grasienta, materia roja poco soluble en el agua llamada rojo cinconino, materia roja soluble en el agua llamada tonino o principio curtiente; una materia amarilla, quinato de cal, goma y almidón”.118

117 Ibídem, p. 126.118 Ibídem, p. 127.

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Estas quinas, entonces, ostentan propiedades idóneas para hacer tisanas o tinturas, importante en cuanto a las curtiembres y la industria de este calado. Pero hay otras quinas, las amarillas, que tienen propiedades particulares:

“Las Quinas amarillas o calisayas se diferencian esencialmente en que en lugar de la cinconina unida al ácido quinnico (quinato de cinconina) de aquéllas, tienen por base febrífuga la quinina, que se extrae de ellas, ya aislada, o ya combinada con el ácido sulfúrico, siguiendo en esto los procedimientos de Mr. Henrri y Mr. Alemani, como luego diré: en lo demás puede decirse que tienen estas Quinas los mismos principios que aquellas con muy cortas diferencias”119.

La quina roja, por su parte, ostenta importantes propiedades febrífugas, además de tener una consistencia gomosa:

“La Quina roja ensayada como las anteriores por los mismos químicos tiene la particular circunstancia de tener por base febrífuga la cinconina y la quinina reunidas y en mayor cantidad que las especies o suertes grises y amarillas. Esta circunstancia aunque no es a propósito para mi asunto, es de muy alta importancia para que los médicos la tengan presente cuando tengan que recetar la Quina en toda su substancia; porque si es cierto, como efectivamente lo manifiesta la experiencia, que la quinina y la cinconina son los verdaderos principios febrífugos y tónicos de las Quinas; y si como lo demuestra la química, la cinconina es la base alkalina de la Quina de Loxa y demás peruanas, y la quinina es la de las quinas amarillas o calisayas; es claro que la Quina roja es más excelente y eficaz que aquéllas, y que por lo mismo su uso si se exceptúan las calenturas inflamatorias, debe ser más católico o universal que las demás especies, por cuanto reúne los dos principios fundamentales de la eficacia de las grises y amarillas con muy pocas variaciones en los demás principios, excepto la parte gomosa”120.

De esta forma, la Quina roja es la que presenta mejores condiciones como remedio contra las enfermedades febrífugas, y es la más recomendable, entonces, para combatirlas; las otras variedades de quina tiene también esta propiedad, aunque con menor eficacia; sin embargo, son más idóneas para la fabricación de tinturas, entre otras cosas.

119 Ibídem, p. 127.120 Ibídem.

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Mutis logró en su Arcano de la Quina formular estas propiedades y además mostrar sus aplicaciones medicinales y de otra índole, como en bebidas y tisanas. Pero además rescató el valor del saber indígena y resaltó la riqueza natural del Nuevo Reino de Granada, sin la cual no hubiera sido posible este estudio ni tampoco el aporte científico del sabio gaditano.

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Autoridades médicas, científicas y farmacéuticas citadas por Mutis en El arcano de la Quina

Mutis cita en su obra, El arcano de la Quina, a diversas autoridades del mundo de la medicina y la ciencia, contemporáneos suyos o de otras generaciones que han dedicado su vida al estudio de las plantas y de sus propiedades, estableciendo principios, formulando hipótesis o describiendo las características de dichas plantas, de sus componentes o de la forma en que deben estudiarse o comprenderse; muchos de ellos harán referencia a la quina, a su aplicación médica y sus propiedades curativas, como es el caso de la cita que se advierte en la parte primera de la obra señalada, donde se alude a Martín Líster, y se declina Mutis por el nombre de quina naranjada en lugar de quina acanelada, para no que no haya confusión con las cañas que se enrollan en forma de canela:

“Preferimos de propósito el término naranjada al de acanelada por evitar la equivocación en que pudiera caer nuevamente el vulgo si llegara a familiarizarse con este último término, deduciendo en lo sucesivo su etimología de las cañas arrolladas en forma de canela, cuya idea ha contribuido en la preferencia de las suertes, como lo advirtió Martín Líster, cuando comenzaron hacia el último tercio del siglo pasado las alabanzas de las cañas delgadas y canutillos”121.

Mutis también cita a Lamettrie y Ramazzini, a propósito del concepto que tenían del uso de la quina como remedio curativo, pues desconfiaban de su eficacia, al igual que el eximio médico Boerhave; de la misma forma, Mutis alude a quienes no desconfían del poder curativo de la quina, como Morton, Líster y Alsinet:

“El ingenioso Lamettrie, nada sospechoso en este punto por hablar siempre con elogio de la Quina, nos refiere la anécdota que oyó al ilustre Boerhave. Casi indignado este insigne médico contra las inconstancias del específico llegaba a proferir, que hubiera sido más dichosa la humanidad en no haber conocido la medicina un remedio que había sacrificado más enfermos que enemigos los

121 Mutis, José Celestino, Op. Cit., p. 23.

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ejércitos de Luis XIV. Era muy disculpable una expresión tan terrible en boca del mayor médico de nuestro siglo, si atendemos a la mucha parte que en ella tendrían los frecuentes yerros de los prácticos novicios, y los propios desengaños de aquel profesor anciano. Casi en los mismos términos se había explicado poco antes Ramazzini en respuesta a su sobrino dada en el año de 1714, confesando en su vejez el tiento y desconfianza con que administraba este remedio, por los acaecimientos funestos observados en su propia práctica y en la de sus contemporáneos. Apenas se hallará un profesor anciano, a excepción de Morton y Líster entre los extraños, y Alsinet entre los nuestros, que deje de alegar arrepentimientos de su mocedad, mil recelos del específico, y una multitud de cautelas para su aplicación. A una voz se cuenta la Quina entre los remedios heroicos, que es lo mismo que decir la espada de dos filos, capaz de quitar, o dar vida a los enfermos, en cuyo manejo ha sido siempre más atrevida la juventud”122.

Mutis refiere, igualmente, que el médico Rushwort fue el pionero en los experimentos para aplicar la quina como remedio contra la putrefacción en la carne, y que así se pudo emplear para salvar la vida de muchas personas; el descubrimiento lo hace en 1715, habiéndolo publicado en 1731. Mutis diserto sobre la forma en que obtuvo el egregio médico este descubrimiento, que pudo acontecer al querer observar las propiedades febrífugas de la quina:

“No es fácil averiguar a punto cierto los fundamentos en que apoyaría Rushwort sus raciocinios para intentar aquella primera experiencia; ni si sería uno de aquellos felices atrevimientos que recompensan la constante aplicación de los genios observadores. Si valen algo las conjeturas podemos todavía adivinar que dirigió su indicación principalmente por la idea de la virtud febrífuga de la Quina; pues limitaba su eficacia en sus experimentos no solamente a las gangrenas de causa interna, sino también a los casos de calentura con remisión. Posteriormente ha manifestado la experiencia que igualmente conviene en todas las circunstancias y casos, como lo comprueban las innumerables observaciones hechas, y depositadas en varios volúmenes de las citadas actas, en el diario de Medicina de París, y en otros autores particulares”123.

122 Ibídem, p. 33.123 Ibídem, p. 61.

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Este descubrimiento fue confirmado por profesores y médicos coetáneos a Rushwort, como lo señala Mutis en su Arcano, entre ellos Amyand, Douglash y Shipton, tal como se consta en las actas de la Academia de Edimbourg.

Ahora bien, Mutis también se refiere a Mr. Luis y a Van Swieten, quienes se encargan de escribir artículos o notas a propósito del descubrimiento de Rushwort. Concretamente, Mr. Louis va a indicar que en 1694 se había producido el primer experimento de la quina roja aplicada para combatir las calenturas malignas acompañadas de bubones debidos a la peste, y también para atacar gangrenas, mientras se desempeñaba como cirujano mayor en el navío El Águila, que para la fecha del descubrimiento pasaba por Ceuta:

“Debemos esta importante noticia al famoso Mr. Louis en la nota que puso a la época de la publicación del descubrimiento del remedio contra las gangrenas, para concordar la que fija Van Swieten en su expresión de diez años ha, que corresponde justamente al de 31, alegado en las actas de Edimbourg; advirtiéndonos que en 1721 había también hablado Rushwort de su descubrimiento a la Real Sociedad de Londres con motivo de la peste que desolaba la Provenza, cuyo contagio temían las naciones vecinas. Tampoco cabe duda en esta época de 1721, pues la peste de Provenza se difundió de la que asoló a Marsella en 1720. Véase la nota de Mr. Luis en la traducción castellana de los aforismos de Cirugía, tomo v. p. 125”124.

Seguidamente, Mutis refiere que si bien hubo desconfianzas a la aplicación de la quina para combatir calenturas, también existieron médicos defensores de ésta, del calado y la reputación del italiano Torti:

“Las desconfianzas y fundadísimos recelos con que administraban ya la Quina los médicos de Italia, a imitación de todos los de Europa en el primer tercio de este siglo, no intimidaron al célebre Torti para emprender y perfeccionar sus felices tentativas, que han establecido el único método segurísimo de tratar las calenturas periódicas perniciosas. Su grande reputación, como lo advierte el Doctor Haen, le hizo dos competidores dignos de un profesor tan ilustre en Manget y Ramazzini: retractándose el primero a consecuencia de sus posteriores desengaños, y dejando divididos los

124 Ibídem.

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partidos de Italia la muerte del segundo. Bien reflexionadas todas las circunstancias de aquella época se advertirá que al anciano Ramazzini le sobraban gravísimos motivos en sus dilatadas experiencias para combatir fuertemente los abusos de la Quina tan frecuentes en Modena, sin agraviar a Torti, que no debió darse por ofendido del celo de su imaginado competidor. Son muy juiciosas las reflexiones de Ramazzini, en que apoyaremos en adelante nuestras conjeturas para demostrar cuanto se explica la misma naturaleza en los hechos con que habla a los prácticos observadores, a fin de apartarlos de las preocupaciones tradicionales”125.

Mutis, como se aprecia, cita a Ramazzini, Manget y Haen, autoridades de la medicina importantes en su tiempo; Ramazzini y Manget, se constituyeron en competidores de Torti en cuanto a la aplicación de la quina para combatir gangrenas y bubones asociados a fiebres o calenturas, y a este respecto Mutis refiere una posible controversia suscitada entre ellos:

“El Doctor Haen se ha equivocado asegurándonos que la respuesta apologética de Torti hizo callar a Ramazzini. Ni pudo verla, ni responder en profecía a un artículo que publicó habiendo ya fallecido en Padua Ramazzini. Escribió éste la disertación hallándose profesor de Padua para contener en sus compaisanos los abusos de la Quina que advirtió en treinta años de su práctica en Modena; y la publicó tres meses antes de su fallecimiento, como consta positivamente en la vida de este insigne profesor, escrita por su sobrino Bartolomé Ramazzini, y puesta al principio de sus obras, donde se refieren algunas circunstancias de este asunto, silenciándose por respetos personales el nombre del célebre Torti”126.

De Ramazzini, Mutis trae a colación su carrera como médico, su labor como profesor en Padua y los aportes que hizo a la medicina. Asimismo, saca a relucir la discusión que supuestamente tuvo con Torti, tema tratado también por el doctor Manget:

“El eruditísimo doctor Manget, en el prefacio que puso a la edición de las obras de Ramazzini en Ginebra, toca de paso el punto de esta ruidosa controversia, notando la demasiada aspereza con que insultó el ilustre Torti a Ramazzini. Aunque Manget confiesa las

125 Ibídem, pp. 62-63.126 Ibídem, p. 62.

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juiciosas cautelas prácticas que alega el profesor de Modena en su respuesta apologética en defensa de su método, y pretende disculparse con su soledad en dar la Quina a imitación de sus comprofesores de Ginebra, que a su parecer, y en cierto modo, se hallaban envueltos en los cargos del profesor de Padua: se opone todavía con ingenuidad a las opiniones de Ramazzini en cuanto a la naturaleza del remedio, sus efectos esenciales, y modo de administrarlo en pequeñas cantidades. En satisfacción a tan pesados cargos se opone Manget a cubierto con las diligentísimas preparaciones que hacía a sus enfermos, y con las que también corregía la Quina, que jamás daba sola, por medio de muchas drogas desobstruyentes y nervinas. Últimamente, protestaba de buena fe, que desistiría de un método luego que advirtiese los secretos que pudo revelarle al doctísimo Ramazzini su dilatada experiencia. ¿Qué indican todas esas preparaciones a los enfermos, y tantas cautelosas diligencias de Manget, sino sus interiores recelos de una Quina tan sospechosa que necesitaba tales correctivos y cautelas? ¿Ni cómo debía comportarse de otro modo en aquella época, estremecido por otra parte de los funestísimos ejemplares alegados por Ramazzini?”127.

Ahora bien, Mutis señala que Ramazzini no estaba de acuerdo con el uso excesivo de la quina, pues dudaba en cierta medida de su eficacia, al igual que Torti, pero ello se debía, según Mutis, a que no distinguían entre las diferentes clases de quinas y las propiedades particulares que cada una tenía, de manera que no se podían aplicar todas sobre determinada enfermedad y obtener los mismos resultados; había que conocer cuál era la más idónea en ciertos casos, y de acuerdo con ello aplicarla al paciente:

“Reprehendía éste- Ramazzini- los abusos de la Quina sin haber comprendido el misterio que encerraba la desconocida mutación de la especie; haciéndolo con tal candor que se cuenta en el número de los culpados por la propensión que tuvo a dar con liberalidad la Quina en su juventud y virilidad, posteriormente desengañado por las frecuentísimas desgracias que ya observaba en su ancianidad en la práctica propia y ajena. Sin conocer Ramazzini que en sus primeros años alcanzó los tiempos felices de la Quina primitiva, tan propia para las periódicas como perjudicial la roja, que administraba él como todos los médicos de Europa en su vejez, se hizo cómplice de yerros que probablemente no había cometido en

127 Ibídem, p. 63-64.

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sus primeros años. Esto no era insultar a Torti, que también ignoraba el origen de sus felices tentativas; pues obraba por necesidad y sin elección sobre una Quina, que solo en lances tan poco frecuentes como desesperados, y algo propios de su esfera sabiéndola manejar, podía contribuir al crédito de su método. La especie roja suple bien en tales casos, teniendo mayor imperio que la amarilla, y casi tanto como la naranjada, por el especial carácter de la malignidad contra la cual obra directamente. En los demás casos regulares subsisten las convincentes razones de Ramazzini, justo declamador de las frecuentísimas desgracias que igualmente advertían los mejores e imparciales prácticos de aquel tiempo”128.

Mutis refiere, igualmente, que Alejandro Monró, va a ser el primero en usar la quina para atacar las viruelas, lo que supone un descubrimiento de suma relevancia en el campo médico:

“Estaba reservada la gloria de este descubrimiento al célebre profesor de Edimbourg Alejandro Monró, que de palabra y por escrito en sus conferencias, lecciones públicas y otras obras, promovía el uso de la Quina en las epidemias de esta clase. Volvamos a reflexionar que nació este importante descubrimiento, se promovió su práctica, y se confirmaron los correspondientes aplausos dentro de la época de la Quina roja; y si ha desmerecido en la siguiente, hay fundamentos para atribuirlo a la Quina amarilla, posteriormente introducida. En efecto, vemos que el sobresaliente práctico Van Swieten, a cuya inmensa lección no se le han ocultado los progresos hechos en cualquiera punto de medicina práctica, no alega propias observaciones, ni esfuerza tan importantes tentativas con las de otros médicos coetáneos”129.

Mutis aclara que Morton y Mead, médicos antecesores de Monró, ya habían aplicado la quina a las viruelas, pero solamente para combatir las calenturas producidas por la supuración, de manera que el descubrimiento en sí sigue debiéndose a Monró:

“Aunque Morton 40 y aun 50 años antes que Monró hubiese usado la Quina en las viruelas, y a imitación de Morton el doctor Mead, la emplearon solamente al fin de las calenturas de la supuración,

128 Ibídem, p. 65.129 Ibídem, pp. 65-66.

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gobernados por la idea de las remisiones en que debía influir la virtud febrífuga del remedio. Advierte muy bien Van-Swieten sin saber el fundamento, que Morton no conoció la virtud antiséptica de la Quina. Efectivamente debió ignorarla, no habiendo usado jamás con advertencia de la Quina roja, y cuyos fragmentos desechaba, que tenía por falsa, viéndolos interiormente teñidos de manchas que tiran a negras; carácter inseparable de esta especie cuando se humedece, si la dejan los cosecheros al sereno, o finalmente si la amontonan recién sacada”130.

Mutis continúa hablando de las desconfianzas de Ramazzini para con el uso intensivo de la quina para curar enfermedades, pero también alude a otros médicos y científicos como Malpigui, Forthergil, Rivino, y los citados Manget y Boerhave:

“Si pudiéramos reducir a un pequeño lienzo la pintura de las innumerables y frecuentísimas calamidades que afligieron a la humanidad en aquella época consternando a los profesores, y desacreditando los maravillosos efectos de un específico tan justamente aplaudido en la época anterior; no extrañaríamos ya oír a muchos con Ramazzini haber sido mayor el daño que el provecho resultado a la salud pública de la introducción de un remedio empírico y sospechoso: a otros con Rivino quererlo desterrar de la medicina para siempre por nocivo: a innumerables con Malpigui moderarlo por peligroso en toda su substancia extrayendo las tinturas: a otros con el gran Boerhave descubrir en sus discursos familiares las interiores desconfianzas, que heredaron de por vida algunos de sus discípulos; a muchos con Manget inventar mil correctivos sin atreverse a darlo solo; y finalmente, veríamos a todos los mejores prácticos de aquel tiempo proceder a su administración con mi temores y cautelas. Con estos mismos recelos, y gobernados de no pocas precauciones, se comportaban también los médicos ingleses, como consta de las citadas actas de Edimbourg y de otras obras nacionales, en que se alegan mil casos funestos, sin que les valiese el privilegio de conseguir ellos mejor Quina que los Holandeses, privilegio puramente imaginario y sin otras pruebas que una vanagloria patricia, o algún hecho casual en estos últimos tiempos, de donde sacó sus conjeturad el doctor Forthergil para regular por estos aquellos tiempos relativos a las desconfianzas de Boerhave”131.

130 Ibídem, p. 65.131 Ibídem, pp. 66-67.

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Mutis expresa que Van-Swieten, otro médico prestigioso ya citado, también incubaba las mismas desconfianzas en la aplicación de la quina, en parte por las influencias que sobre él ejercía Boerhaave:

“Debemos advertir que Van-Swieten ha escrito sus comentarios en el dilatado tiempo que participa de ambas épocas de Quina roja y amarilla: que se descubren en él a lo lejos los recelos concebidos contra el remedio en los principios de su práctica, que comenzaría hacia el año de 1725 en que tomó el grado de doctor en Leyden su patria: que en sus desconfianzas tendrían mucha parte los notorios influjos del gran Boerhave, y finalmente, que aunque en fuerza de su candor lo aprueba por inocente, no se hallan rasgos en todas sus obras inmortales que comprueben aquel magisterio y desembarazo con que saben administrarlo otros excelentes Quinistas”.132

Mutis manifiesta que, por el contrario, el profesor Don Juan Galisteo y Xiorro, no escatima elogios para la quina amarilla, mostrándola como un remedio eficaz y útil para curar varias enfermedades, además de las calenturas. Además, indica que no causa estragos al estómago, ni hidropesía o ictericia, ni tampoco otros efectos nocivos colaterales: “No pudiéramos dar mejor principio a las sobresalientes virtudes de la Quina amarilla, que el que daremos, anticipando desde luego un abreviado prospecto de esta especie, y tomando prestadas, en honor de este discurso y aprobación del remedio, las enérgicas expresiones con que nuestro erudito don Juan Galisteo y Xiorro hizo el elogio de la Quina en general”133.

Al hablar de la quina reciente y de sus propiedades, Mutis cita al profesor Alsinet, que en su tratado Nuevas utilidades de la Quina, a su vez había citado a Manget. De esta manera, Mutis pone de manifiesto la virtud purgante de la quina, y dice, reproduciendo las palabras de Alsinet:

“Esta virtud purgante se atribuye sin conocimiento a toda la Quina reciente como lo aseguran algunos autores copiándose los unos a los otros, y sin advertir que todos los prácticos de la primera época, pero especialmente los de la segunda, en que igualmente pasaban a Europa las Quinas acabadas de sacar de los montes para satisfacer la preocupación por el remedio fresco y reciente, rara vez observaban esta virtud catártica, que se ha hecho tan reparable en la época tercera”134.

132 Ibídem, p. 66.133 Ibídem, p. 69.134 Ibídem, p. 73.

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Por otro lado, Mutis relata la eficiencia de la quina roja en el tratamiento de las viruelas, las calenturas malignas, las supuraciones y las gangrenas; además, cita al Doctor Haen como uno de los primeros en aplicar la quina para combatir las mencionadas calenturas malignas:

“¿Cuándo el célebre Doctor Haen (a cuya infatigable aplicación a explorar la virtud de los remedios heroicos en casos desesperados, debe también la humanidad muchas tentativas felices y el método más racional de tratar las calenturas malignas) hubiera podido continuar sus curaciones con 15, 20 y 30 onzas del extracto sin haber abrasado las entrañas de sus enfermos? Esas copiosas cantidades, con la época en que se dieron, prueban haberse administrado la especie amarilla, cuya debilísima virtud en tales casos exige por necesidad tantas porciones de un remedio fastidioso para lograr algunas ventajas, pero con las prudentes sospechas que ofrece el éxito feliz o infausto de curaciones tan dilatadas, en que hubiera probado mejor la Quina roja y en cantidades mucho menores”135.

Mutis se ha basado, para afirmar esto, en el Journal de Medicine de septiembre de 1759, página 211, así como en la edición de febrero de 1760, página 118, en la cual se pueden leer algunos casos de enfermedades –calenturas malignas– curadas con quina.

Mutis señala que la quina había sido conocida desde tiempos primitivos en América, tal como lo indican en sus escritos los profesores Arrot y La Condamine.

Asimismo, Mutis señala que médicos ingleses como Tordyce y Fothergill, aplicaron la quina para atacar las escrófulas, siendo pioneros en esta área; asimismo, Haen, del cual ya hemos hablado, la empleó para combatir enfermedades crónicas:

“Si reflexionamos las posteriores felices tentativas hechas con la Quina en muchas y diversas enfermedades crónicas rebeldes por el doctor Haen, y especialmente en las escrófulas por los médicos ingleses Juan Tordyce y Fothergill, descubriremos a su imitación nuevas provincias en el dilatado país de la medicina, intentando otras investigaciones a que nos convida esta especie de Quina tan recomendable. No pretenden ser más juiciosas las reflexiones del

135 Ibídem, p. 76.

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Doctor Fothergill empeñado en probar la preferentísima eficacia de la Quina sobre los remedios salinos, tan alabados y administrados por común consentimiento en los vicios escrofulosos, y algunos otros males que residen en el sistema glanduloso. Las ventajas inmediatas que produce la Quina en tales casos les refiere con razón este sabio profesor al arreglo de las funciones del estómago que se hallan siempre trastornadas, y surtiendo a la masa común de los humores un nuevo fermento de aquellos vicios en que concurre la espesura con la relajación de todos los sólidos. Restablecidas las digestiones con el uso continuado de tan eficaz remedio producen fluido de mejor condición; de aquí resulta mejor sangre, mejor orden en las secreciones, escreciones y nutrición de todo el cuerpo; y por un efecto inmediato la actividad y vigor en todas las funciones propias a desvanecer las reliquias de vicios tan arraigados. Ésta es justamente aquella indicación general que dijimos antes se presentaba en casi todas las enfermedades crónicas, en que directa o indirectamente produce la Quina mayores bienes que los que pueden esperarse por otros caminos menos directos, o más bien empíricos en mil casos confusos; especialmente si sabemos elegir entre las especies del remedio la que debe obrar con más eficacia por su virtud sobresaliente contra el vicio que pretendemos combatir”136.

Mutis se basa, para hacer estas aseveraciones relativas a la aplicación de la quina, en las enfermedades crónicas y las escrófulas, en el Journal de Medicina de 1760, página 118 y ss., como también en el Medical observations and inquiries, volumen I, página 184.

Mutis manifiesta, igualmente, que el científico Bergius y también Baumé, coinciden en que la mejor forma de hacer soltar toda la substancia a la corteza de la quina es mediante infusión de agua fría, constituyendo esto un aporte importante en materia del estudio de las propiedades de esta planta:

“El célebre botánico y sobresaliente práctico en Stoc-kolmo Bergius, a quien debe la medicina una de las mejores materias médicas del reyno vegetal, afirma con el sabio químico Baumé que las infusiones del agua fría extraen toda la substancia activa de la corteza; reputando por inútiles los conocimientos, en que se descompone la resina al paso que se prolongan. Mat. Méd. Tomo I,

136 Ibídem, p. 82-83.

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pág. 107. Anteriormente afirmaban otros con Van Swieten que no padecía detrimento la eficacia de la corteza en los más dilatados conocimientos, que han usado los prácticos con manifiestas utilidades. Conjeturamos que la Quina contiene algunas sales; en ellas reside su amargo; ellas son las que se descomponen al fuego; las que también se descomponen al aire húmedo que debilita el amargo de la corteza; las que se extraen en las infusiones frías; y finalmente las que ayudan facilitando la operación de la goma resinosa. En esta reside principalmente la virtud, no en aquellas, como lo demuestra la respectiva eficacia de los residuos o sedimentos”137.

El sabio gaditano señala, por otra parte, que hay farmacéuticos que han desarrollado métodos para examinar la calidad de la quina, del género Calisaya, de acuerdo a sus propias indicaciones: “Mr. Tilloy, farmacéutico de Nantes, acaba de publicar ( agosto 7 de 1827), un método para ensayar en nueve horas cualquiera Quina que se presente de las llamadas Calisayas, y ver su buena o mala calidad: y de su método resulta, que si cada onza de Quina produce nueve gramos de sulfato de Quinina, es buena, y puede comprarse con este conocimiento”138.

Mutis expresa que además de Ramazzini, otros profesores como Sydenham, que prefería la administración de la quina mediante infusiones líquidas y no en su contenido sólido, mantienen cierto recelo en el uso curativo de la quina. Ello se debe en parte al desconocimiento que tienen de las propiedades de la misma, lo cual extrae de las disertaciones de Ramazzini sobre el abuso de la quina y del epistolario de Sydenham: “ A imitación de Sydenham y Ramazzini han procedido millares de profesores celosos y tímidos desde aquéllos hasta nuestros tiempos; y si últimamente por la buena suerte de la blandísima Quina amarilla se va deponiendo la mayor parte de aquellos temores, subsisten todavía las dudas sobre el conocimiento de su naturaleza, y también los recelos bien o mal fundados, en no dar entero crédito a los posteriores elogios de la Quina. ¿No vemos que casi todos se arman de mil prevenciones y cautelas para administrar el específico aun en los casos arduos, dudosos y complicados?”139.

137 Ibídem, p. 88.138 Ibídem, p. 89.139 Ibídem, p. 92.

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Mutis recalca, por otro lado, que si bien la maceración puede ser eficaz para obtener la substancia de la quina, como lo ha señalado el doctor Alsinet, a quien vuelve a traer a colación, también es cierto que la fermentación natural es la única que puede servir para obtener la substancia natural de otras especies de quinas140.

Mutis, a lo largo de su obra, como hemos visto, cita autoridades médicas, farmacéuticas y científicas, no solo para apoyar sus aseveraciones, sino también para criticar o poner en tela de juicio su actitud frente al remedio de la quina, a sus propiedades o su administración, tal es el caso de Cartheuser, quien se muestra renuente a su utilización médica:

“Muchos pensarán con Cartheuser, que poco o nada perdería la Medicina en desterrar de las Boticas esta droga; pero a pesar de tales opiniones tan sospechosas como deducidas de las falibles operaciones de ensayar los remedios al fuego sin consultar al mismo tiempo las observaciones prácticas, continuarán los americanos disfrutando de un específico de su suelo. No por eso dejan otros prácticos de promover en Europa el uso de un remedio algo parecido también en su favorable y adversa fortuna a nuestra Quina. En este lugar es muy digna de nuestra gratitud la memoria del juicioso profesor de cirugía Guillermo Tordyce, cuyo excelente discurso sobre las admirables virtudes de la zarzaparrilla nos prestó las luces necesarias para administrarla en cocimientos fuertes y a grandes tomas, por cuyo método hemos logrado desde el año de 63 curaciones prodigiosas”141.

Así, se hace plausible en estas anotaciones el espíritu crítico de Mutis frente a quienes desconfían de las propiedades curativas de la quina –por desconocer sus cualidades–, pero también se puede apreciar el tributo que rinde a aquéllos que se han esmerado por estudiar sus virtudes médicas y conocer a fondo su naturaleza. Para facilitar la localización de las autoridades médicas y científicas citadas por Mutis en El arcano de la Quina, hemos elaborado un índice alfabético de las mismas señalando la página de la cita, utilizamos para su confección la reciente edición de la citada obra del año 2008 que consta en la bibliografía.

140 Ibídem, p. 100.141 Ibídem, pp. 110-111. Mutis se basa en Fundamentos de mat. Médica. sect 13, cap. 7, pág. 327; igualmente, para sus observaciones sobre Tordyce, se fundamenta en Medical observations and inquiries, vol. I, página 149.

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ConclusionesDespués de estudiar el material bibliográfico recopilado y la obra

fundamental de Mutis – El arcano de la Quina–, se puede concluir que Mutis supo emplear los conocimientos adquiridos en campos tan diversos como la medicina, la botánica, las matemáticas, la química, la filosofía y las humanidades, para afianzar y desarrollar su carrera como científico.

Asimismo, fue importante su creencia en la ciencia y sus principios, los cuales no confundió con los de la Iglesia. No se dejó influenciar por las corrientes religiosas que impedían explicar los fenómenos físicos y astronómicos desde un punto de vista científico. Este apego a la ciencia lo convirtió en un hombre metódico y meticuloso, que indagó los asuntos médicos y botánicos desde una óptica crítica y teniendo en cuenta los debates contemporáneos.

En el juicio que le abrió la Iglesia por defender la teoría de Copérnico y los postulados de Newton, Mutis argumentó y se defendió desde una posición secular. A pesar de dicho juicio, Mutis siguió intacto en su fe en Dios, aunque no compartía la intromisión errada de la religión en asuntos científicos que debían entenderse desde una óptica objetiva y fundada en el estudio concienzudo de los fenómenos naturales.

Mutis nunca entendió la ciencia como un medio, sino como un fin. El conocimiento científico y sus alcances producen bienestar en la sociedad, y pueden generar estudios y la creación de medicamentos para curar diversas enfermedades, además de servir de base educativa. En ese sentido, Mutis puso a la sociedad como destinataria de sus investigaciones, y no ejecutó su empresa científica movido solo por un interés personal.

Los aportes de Mutis no fueron solo científicos. Si bien descolló en este campo, también es cierto que su labor educativa fue importante para difundir conocimientos de vanguardia en ciencia y humanidades, tanto en España como en América, siendo esmerado en su trabajo y admirado por sus alumnos.

Pero la labor educativa no solo se redujo a dictar clases, sino que se ensanchó hacia la implementación de reformas en los métodos de

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enseñanza, así como en la introducción de nuevas asignaturas, entre ellas las prácticas y los estudios de campo.

Mutis fue vector de la reforma universitaria española, que dejó a un lado los obsoletos modelos de enseñanza para asumir la vanguardia educativa. Sin embargo, fue más allá al identificar los problemas de la educación en América e introducir el aprendizaje basado en textos nuevos y las teorías científicas que mejor explicaban los fenómenos naturales.

Mutis tuvo relación con la política debido a su condición de médico de la Corte y posteriormente del Virrey del Nuevo Reino de Granada. Fungiendo en estos cargos, desempeñó su labor médica con altura, y alcanzó gran estima por parte de la Corona. Su vinculación con el mundo político fue lo que le permitió acceder a la posibilidad de viajar a América y lograr el apoyo para la Expedición Botánica.

La clase política y la Corona misma, obtuvieron de Mutis su constancia en el trabajo y el éxito de sus estudios e investigaciones, que redundaron en el comercio de la quina, con sus correspondientes beneficios.

No obstante, más que el beneficio económico, está el aporte a la humanidad, pues las fiebres palúdicas, contra las cuales se descubrió al mundo occidental la efectividad de la quina, amenazaban la vida de muchas personas que hasta ese momento no contaban con otros remedios fiables para combatirla.

La Ilustración influyó en el modo de pensar y de vivir de Mutis, pues le abrió hacia el conocimiento, la filosofía y la razón. Pero su constancia en el trabajo, su empeño y deseo de perfeccionamiento en sus estudios e investigaciones, fueron algo connatural en el sabio gaditano, y representan un legado más al mundo.

El ambiente científico y cultural de Cádiz impulso su acercamiento a la ciencia, pero incluso aspectos que puedan parecer aislados también incidieron en ello, como su calidad de sacerdote, determinaron también su vida científica, ya que precisamente el amor al prójimo que le imbuía el sacerdocio contribuyó a que buscara, mediante sus investigaciones, remedios para curar enfermedades.

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Mutis construyó su filosofía personal con base en el trabajo, la dedicación y la visión científica del mundo. Muestra de su empeño es el financiamiento inicial y posterior que hizo de sus investigaciones, demostrando que a toda costa quería luchar por sus sueños y objetivos. De Mutis pervive, entonces, no solo su legado material, representado en su obra antes citada, sus láminas y disquisiciones, sino también su espíritu optimista, su esmero y abnegación, indelebles al paso del tiempo y ejemplo para futuros investigadores.

En El arcano de la Quina Mutis cita autoridades médicas, científicas y farmacéuticas que ha ido estudiando a lo largo de su formación profesional, como son Ramazzini, Alsinet, Boerhave, Fothergill, Torti, Van Swieten, entre otras, las cuales le sirven de base para hacer afirmaciones y refutaciones como las que se detallan en el cuerpo de este trabajo investigativo. Así, Mutis demuestra su capacidad de crítica y discernimiento, como también su habilidad para respaldar sus aseveraciones con fundamentos de grandes personalidades de la ciencia, dejando ver su amplio conocimiento y erudición.

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auspicios de los Gobiernos de España y de Colombia y merced a la colaboración del Instituto de Cooperación Iberoamericana, In-stituto Colombiano de Cultura Hispánica, Real Jardín Botánico de Madrid, CSIC, e Instituto de Ciencias Naturales-Museo de Histo-ria Natural de la Universidad Nacional de Colombia con la co-laboración del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación ; promovida y dirigida por José Celestino Mutis. 49.

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9. Anexo: Relación de autoridades médicas, científicas y farmacéuticas citadas por Mutis en El arcano de la Quina

Alsinet, páginas 33, 73, 100.

Amyand, página 61.

Arrot, página 78.

Baumé, página 88.

Bergius, página 88.

Boerhave, páginas 33, 66.

Cartheuser, páginas 110-111.

Douglash, página 61.

Fothergill, páginas 66-67, 82-83

Galisteo y Xiorro, Juan, página 69.

Haen, páginas 62-63, 76, 82-83.

La Condamine, página 78.

Lamettrie, página 33.

Líster, Martín, página 23.

Malpigui, páginas 66-67.

Manget, páginas 62-63, 64, 66-67, 73.

Mead, página 65.

Monró, Alejandro, páginas 65-66.

Morton, Ricardo, páginas 33, 53, 65.

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Mr. Luis, página 61.

Ramazzini, páginas 33, 62-63,64, 65, 66-67, 92.

Rivino, páginas 66-67.

Rushwort, página 61.

Shipton, página 61.

Sydenham, página 100.

Tordyce, Juan, páginas 82-83, 110-111.

Torti, páginas 62-63, 64, 65.

Tilloy, página 89.

Van Swieten, páginas 61, 65-66, 88.

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