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colección hojas fuera de ruta

Dirección: Prof. Alejandro Bilbao

CompiladoresDaniel Jofré / Fedra Cuestas

títulos aparecidos

Marc AugéCINCO CONFERENCIAS

SOBRE ANTROPOLOGÍA Y GLOBALIZACIÓN: “Las conferencias del sur”

Alejandro BilbaoCREACIÓN, IDENTIDAD Y MUNDO EN LOS ESTADOS DE LA GLOBALIZACIÓN

-Campo psíquico y lazo social-

Alejandro Bilbao / Patrice VermerenPOLÍTICA, FICCIÓN, SUBJETIVACIÓN: FIGURAS DE LO HUMANO

Alejandro Bilbao / Ignacio MorlansDUELO, PÉRDIDA Y SEPARACIÓN:

FIGURAS DEL SUFRIMIENTO HUMANO

Alejandro BilbaoDOMINIOS DE LA VIOLENCIA, TERRITORIOS DEL ODIO;

PSICOANÁLISIS Y CAMPO SOCIAL

Alejandro BilbaoEL PSICOANÁLISIS Y LOS FUNDAMENTOS DE LA CULTURA

Alejandro BilbaoESCRITOS SOBRE PSICOANÁLISIS, POLITICA Y CULTURA,

Freud y el inconsciente de los modernos

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VIOLENCIAS CONTEMPORÁNEAS:

ENTRE TRAUMATISMOS, MEMORIAS Y HORIZONTES

SUBJETIVOS

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© Daniel Jofré, Fedra Cuestas, compiladores 2019Registro de Propiedad Intelectual Nº 304.656

ISBN: 978-956-17-0830-3

Imagen de portadaGehendra Man Amatya, 1956

Derechos ReservadosTirada: 300 ejemplares

Ediciones Universitarias de ValparaísoPontificia Universidad Católica de Valparaíso

Calle Doce de Febrero 21, ValparaísoTeléfono 32 227 3902

Correo electrónico: [email protected]

Diseño: Alejandra Salinas C.

Impreso por Salesianos S.A.

HECHO EN CHILE

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ÍNDICE

Capítulo I : horizontes representacionales frente a la violencia política

Marcelo ViñarEl derecho de los otros. Alegato por la diversidad y humanidad del enemigo

Patrice VermerenApuntes sobre la cuestión de la Humanidad, de Jaurès a Derrida. La Hu-manidad no existe allí donde ella existe

Capítulo II : MeMorias de subjetividades resistentes frente a la violencia de estado

José Cabrera y Paula TeschePsicoanálisis, trauma y testimonio: una memoria de lo irrepresentable.

Carolina Pezoa¿Dónde están? / Vivos los queremos/ Vivas nos queremos

Fedra CuestasMemorias de la violencia de Estado registradas en un diario de vida

Daniela JaraEl Diario de Francisca: representaciones infantiles de la violencia en la dé-cada de los setenta

Javier AgüeroSobre el perdón, una transición y el plagio de la memoria

Capítulo III : debate sobre la probleMática la radicalización isláMica

Michèle Benhaim y Nadim El MalkiNotas sobre la radicalización adolescente

Juan Antonio González de Requena Interpelación ideológica y estrategia retórica en una declaración yihadista

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Capítulo IV: Expresiones de la violencia en el mundo contemporáneo

Nicolás Pinochet La protección de la infancia en Chile: una violencia instituida

Daniel JofréAcerca del asesinato de un joven homosexual…

Olivier DouvilleSituaciones y destinos de los niños adolescentes en la guerra de África

Capítulo V : De la experiencia de la identidad y del exilio

Alejandro BilbaoRespecto de la noción de frontera: pensar contra la naturalización de las identidades

Marc CréponSobrevivir a la pérdida del mundo

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PREFACIO

Esta obra toma como pretexto el complejo panorama que diseñan las violencias contemporáneas, violencias que adquieren diferentes facetas y que entrelazan distintas historicidades, individuales y colectivas: confrontaciones, desilusiones, miedos y traumas, pero también esfuerzos de figuración, momentos y espacios que permiten dar curso a nuevas manifestaciones de lo humano. Estas violencias, por tanto, no solo nos interrogan en su facticidad y actualidad, sino que también nos empujan al interior de una historicidad que, siendo la nuestra, nos parece ajena y lejana. Quizás sea esta la razón de que estas violencias nos impacten y de que intentemos protegernos de ellas como si viniesen del exterior, de un afuera irrepresentable u ominoso. Esta obra trata los modos en que se entrelaza la vio-lencia a los procesos más íntimos que conforman nuestra subjetividad tanto en el plano individual como colectivo. Con este fin, esta compilación recoge estudios, ensayos e investigaciones sobre violencias que han cambiado el mundo y nos em-pujan a cambiar. Explora, en cinco capítulos, las posibilidades de representación de la violencia, sus efectos individuales y colectivos, el trabajo de la memoria frente a la violencia política, las formas de subjetivación, alienación y los meca-nismos psíquicos subyacentes a las expresiones contemporáneas de violencia. En los diversos trabajos que componen esta obra se abordan cuestiones tan relevan-tes como: el otro, el recuerdo, el deseo, la angustia, la acogida, la solidaridad y el reconocimiento.

En el primer capítulo de este libro, titulado: “Horizontes representacionales frente a la violencia política”, hemos reunido dos textos que se interrogan sobre la humanidad. Marcelo Viñar aboga por el reconocimiento y la legitimación del diferente. Admitiendo lo inabarcable de la problemática del reconocimiento de la diversidad, se pregunta por lo que un psicoanalista puede aportar a este cometi-do. Nos dice que la perspectiva psicoanalítica contribuye a la comprensión de la humanidad a partir de procesos individuales y colectivos que pueden ser incita-dos, contradiciendo la idea de una naturaleza humana fija. Entonces explora las dificultades que plantean los procesos identitarios para aceptar la diversidad y como ellos pueden ser inducidos hasta los límites más extremos del racismo y el odio colectivo. Frente a las consecuencias de la violencia de identidades frágiles conducidas a herir la identidad del otro diferente, contraindica el guardar silen-cio. Constata que el camino de la reparación debe ir al encuentro de la memoria, señalando la necesidad de “… rescatar la palabra y restituir una memoria apta a

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configurar un presente y proyectar un porvenir”1. Indaga en el trauma por vio-lencia política y sus efectos a través de tres generaciones mediante el rescate de los testimonios de Primo Levi y Hannah Arendt, quienes narran las consecuen-cias de la mirada segregativa del médico del campo y de expresiones antisemitas de niños en la calle. A partir de esos relatos, el autor muestra que las “marcas” dejadas en excluidos y excluidores no nos hablan de un drama que finaliza con el traumatismo. Las dificultades para representar un hecho traumático inician un drama que se desarrolla a través de las generaciones siguientes. Marcelo Viñar señala que la humanización requiere de una inscripción en una genealogía, lo cual otorga identidad y transmite una memoria familiar.

En el siguiente texto de este capítulo, dedicado a Maren Ulriksen-Viñar y Marcelo Viñar, Patrice Vermeren hace notar que ya no sabemos lo que significa ser un here-dero de la Humanidad ni mucho menos lo que significaría ser desheredado de ella. Situando la pregunta: “¿Qué es la humanidad?” en la “inactualidad” del tiempo pre-sente, el autor evoca una cita que Derrida hace de Jaurès: “La humanidad no existe aún (allí) donde ella existe”. Dejando cuestionada la suposición de una esencia del hombre, aparece la humanidad como promesa, como horizonte y como riesgo.

Entre la herencia y la promesa transmitida por el hombre, la memoria se sitúa en un lugar preeminente. Entonces, el segundo capítulo de este libro está dedicado a la memoria. “Memorias de subjetividades resistentes frente a la violencia de Estado” busca pensar en las tentativas y rumbos tomados de manera colectiva para hacer frente a las consecuencias de la violencia política. José Cabrera y Paula Tesche se preguntan por la posibilidad de representación del trauma colectivo. Los autores sitúan al testimonio entre la dificultad para decir sobre la desubjetiva-ción y una demanda de reconocimiento que restituya el lazo social. Los siguientes textos de este capítulo se enfocan en la memoria y la persistencia de la violencia de Estado en el Cono Sur. Carolina Pezoa reflexiona sobre la insistencia de enun-ciados que – al cuestionar acontecimientos relativos a la violencia– no cesan de denunciar repeticiones, mientras restituyen la memoria. El “¿Dónde están?” y el “¿Dónde está?” no puede dejar de plantear el “¿Dónde estamos?”. A continua-ción, Daniela Jara y Fedra Cuestas indagan sobre la memoria del último golpe cívico-militar ocurrido en Chile a través de la lectura de un diario de vida escrito por una adolescente en el año 1973. Daniela Jara observa como esta violencia se va instalando entre los niños, quienes participan de ella, la recrean y la repro-ducen. Fedra Cuestas advierte, en ese relato, la oposición entre las derivaciones

1 Viñar, M. (2018). El derecho de los otros. Alegato por la diversidad y humanidad del enemigo. En Violencias contemporáneas: entre traumatismos, memorias y horizontes subjetivos (p. 22). Santiago.

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Violencias contemporáneas: entre traumatismos, memorias y horizontes subjetiVos

de la represión del recuerdo que llevaron a los pactos del olvido y un trabajo de duelo que permite comprometerse con el deber de memoria. Y profundizando en las instituciones que entorpecen saldar esa deuda, la violencia del perdón que promueve el olvido es desplegada por Javier Agüero, quien resalta la función de resistencia que posee la memoria.

El vínculo entre violencia política y memoria colectiva atraviesa las experiencias de víctimas y verdugos, pero también de la sociedad en su conjunto. La memoria no es solo una mirada al pasado, ella busca una reflexión crítica sobre hechos de violencia que no deben ser repetidos. Pero la violencia de la actualidad también requiere ser pensada. En este sentido rescatamos la siguiente pregunta: ¿cómo comprender los procesos de radicalización? Se trata propiamente de una moda-lidad de malestar en la cultura que se expresa en el dominio de fanatismos polí-ticos y religiosos. ¿Cuál sería entonces la relación entre los aspectos subjetivos y el estado del discurso y del entorno sociohistórico? Responder a estas preguntas plantea la difícil tarea de integrar hipótesis, referencias conceptuales y técnicas procedentes de un campo diverso e interdisciplinario. Conviene entonces recono-cer que en lugar de plantear tesis que otorguen la ilusión de comprender estas di-fíciles temáticas, resulta más prudente y sostenible –en calidad de posición ética, política y también clínica– abordar los que parecen ser algunos de los ejes funda-mentales en esta discusión. El capítulo tres de esta compilación, titulado “Debate sobre la problemática la radicalización islámica”, pretende abrir un espacio de de-bate respecto de la problemática de la radicalización islámica y aborda, en primer lugar, la mirada clínica de Michèle Benhaim y Nadim El Malki, quienes apuestan por recentrar el examen de los procesos de radicalización en los movimientos subjetivos y en los mecanismos psíquicos subyacentes a estos fenómenos. Este llamado a una reflexión clínica, opinan los autores, viene a actuar como un efecto de elaboración con posterioridad que permite superar una modalidad de análisis centrada solo en aspectos sociológicos o políticos.

Por otra parte, el enfoque desarrollado por Juan Antonio González de Requena Farré repara en la importancia de no ceder ante análisis que busquen encuadrar el problema de la radicalización como un fenómeno psicosocial o psicodinámico, en tanto, el proyecto radical integrista presenta una trama textual situada política, social e históricamente y definida por su relación con las tradiciones ideológicas del islamismo religioso del islam. Así, para este autor, el enmarcado retórico del discurso de la fetua desarrollado por Bin Laden pretende legitimarse en los vín-culos que dice tener con la tradición religiosa, siendo por ello necesario poner en evidencia las fracturas, disonancias y silencios entre este llamado a la radicali-zación y el universo simbólico del islamismo yihadista. Ahora bien, cabría reco-nocer que pese a la diferenciación de perspectivas que abren cada una de estas

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miradas, cuyo enfoque de análisis pasa de las experiencias clínicas con jóvenes y adolescentes a la construcción retórica del discurso de la fetua, la problemática de lo religioso se yergue como un telón de fondo insoslayable.

González de Requena intenta advertir la utilización de la temática religiosa por los discursos radicalizados; Benhaim y El Malki, por su parte, observan en la pasión por la ignorancia que parece animar a los sujetos radicalizados –y que es capaz de recubrir a estos sujetos de un semblante falsamente religioso– una forma de enmascarar una destructividad que habla de una profunda des-inscripción simbólica de los jóvenes y adolescentes que se ven movilizados a ser insertos en estos procesos de de-subjetivación.

Es necesario también reconocer que los procesos de radicalización contemporáneos no se ven limitados a la llamada radicalización islámica, sino que, por contrario, lo que podríamos llamar la violencia extrema se impone en diferentes escenarios sociales y políticos y exige, por tanto, interrogarnos por lo traumático y lo irrepre-sentable psíquicamente intentando abordar otras aristas de estos fenómenos.

El capítulo cuatro de esta compilación, titulado “Expresiones de la violencia en el mundo contemporáneo”, aspira a indagar sobre el impacto de los traumatismos socio colectivos –de la guerra, de los desplazamientos, de las dictaduras, la vio-lencia institucional– en el trabajo de transmisión psíquica y en la conquista de la singularidad de cada sujeto. Nicolás Pinochet aborda el problema de la violencia institucionalizada bajo las políticas de protección de la infancia en Chile y obser-va que este tipo de violencia, permitida y de alguna forma legal, tiene la potencia-lidad de generar procesos de desculturación y desubjetivación en los niños insti-tucionalizados. Partiendo de este análisis estudia la diferenciación entre sujeto de derecho y sujeto del derecho, mediante la cual examina la tensión existente entre afiliación simbólica intergeneracional y producción jurídica del sujeto institucio-nalizado. Daniel Jofré examina el asesinato de un joven homosexual perpetrado en Chile el año 2012 e intenta articular este evento de violencia a los imaginarios de la sociedad chilena contemporánea y a los procesos de idealización y de trans-misión psíquica. El vínculo propuesto por el autor resalta el poderío de los ideales sociales de dominio y de rechazo del otro por sobre los procesos de apropiación subjetiva de la adolescencia; proponiendo un acercamiento a este evento de vio-lencia que busca entretejer los procesos psíquicos e interpsíquicos de la adoles-cencia y los procesos de subjetivación constitutivos de la experiencia social de los adolescentes y jóvenes del Chile actual. Por último, Olivier Douville apuesta por construir una aproximación antropológica y clínica frente a situaciones sociales de conflicto extremo, escenarios que permiten comprender el modo en que se ar-ticula la historia individual a los procesos simbólicos que organizan la memoria

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Violencias contemporáneas: entre traumatismos, memorias y horizontes subjetiVos

colectiva. Así, a partir del caso de niños y adolescentes soldados de las guerras africanas remarca que la depreciación del enemigo hasta convertirlo en una cosa –los asesinatos de padres u otros familiares como iniciación a la lógica de una guerra sin fin, la suspensión de los rituales mortuorios que implica la deprecia-ción de la diferencia entre la vida y la muerte– constituyen formas de ruptura del horizonte simbólico. Asimismo, observa que la pérdida de vínculos referenciales respecto del semejante y de los ancestros reduce a los niños y adolescentes com-batientes de estas guerras a una constante demanda imaginaria que se encierra sobre pequeños grupos de referencia, que promueven ideales de fragmentación de los vínculos fraternales con el otro. A partir de estas indicaciones repara en la profunda melancolización que emerge como consecuencia de estos procesos traumáticos, estado demostrativo de un profundo desamparo y vergüenza que expresa la desatadura del horizonte subjetivo respecto de los apuntalamientos simbólicos que organizan los intercambios sociales, impidiendo los procesos de transmisión psíquica y la inscripción de estos sujetos en el lazo social.

En los capítulos anteriores, la violencia siempre se muestra intrincada con pér-didas, rupturas, memorias e identidades en conflicto. El capítulo quinto, “De la experiencia de la identidad y del exilio”, ahonda en estos conceptos. Alejandro Bilbao, profundiza en los problemas relativos a la delimitación de territorios, de-teniéndose en las retóricas nacionalistas y en los componentes imaginarios que subyacen a la construcción de fronteras y a la naturalización de las identidades. El autor precisa: “La premisa identitaria es igualmente premisa espacial y territorial, que, en sus márgenes, demarcaciones y lugares, cumple con destacar los límites que deben cumplirse en la conformación de la comunidad”, y nota la importancia del carácter temporal del curso histórico-identitario que organiza la pertenencia de los individuos a la vida colectiva, otorgando sentido al mundo cultural y a las ideas sobre lo propio, la diferencia y la alteridad. Marc Crépon se detiene en los sentimientos de extrañeza frente a lo que es considerado ajeno. En este sentido, remarca que la experiencia del exilio posee la forma de una ruptura temporal e in-troduce una discontinuidad a una historia imaginada, donde los momentos se su-cedían de forma ordenada, sobreponiéndose unos a otros. Se interroga: “¿Cómo se recuerda la vida que se ha vivido?, ¿de cuáles signos disponemos para hacerlo cuando el mundo no es más el mismo y cuando nada recuerda a aquel que se dejó (…)”. Lo que se pierde en el exilio es la unidad del mundo y de la vida, explica el autor, ruptura que se expresa en el aprendizaje de una nueva lengua y nuevas costumbres que se aparejan a un intenso sentimiento de vergüenza. Marc Crépon se detiene en este sentimiento que condiciona la vida en el exilio como fútil e inmediata. Empero, intuye que este sentir no sería privativo de la experiencia del exilio, en cuanto anoticia de la condición humana, de la conciencia histórica frente al pasado y el presente, y alerta sobre la responsabilidad individual y como

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modo de pertenencia colectiva. Responsabilidad que, nos recuerda, se evade al amparo de un provincialismo que prefiere no ver y no saber de la incompletitud de la condición humana y del mundo, y refugiarse en la ilusión de una pseudosegu-ridad o en una pertenencia inexistente.

Es en esta condición de extrañamiento respecto de la propia historia y de acon-tecimientos de extremo horror y violencia, donde las experiencias padecidas se convierten en una repetición ciega que desubjetiviza la vida psíquica y la torna apática y monocorde, como sin memoria ni horizonte. Hemos decidido cerrar esta compilación con las elaboraciones sobre la vergüenza y el exilio, en la medida en que parecen ser demostrativas de formas de violencias que tornan a los suje-tos desechables o prescindibles –como observara Bertrand Ogilvie2- y siendo, en este sentido, profundamente inquietantes y amenazantes. Sin embargo, al mismo tiempo provocan y reafirman tanto la necesidad como la importancia del trabajo de la memoria y de la elaboración, que nos sirve no solo para comprender nuestro pasado, sino que también –y fundamentalmente– para no ser ciegos frente a nues-tro presente. En 1900, Sigmund Freud3 –a pesar de que años más tarde reevalúa su tesis sobre el sueño- comparaba el proceso de investigación que realizó para situar su tesis sobre el sueño con un paseo imaginario por un sendero que no permitía una perspectiva clara y en el cual era fácil extraviarse, pero que finalmente se acla-ra, despeja el horizonte y abre nuevas perspectivas.

Podríamos pensar que las diversas contribuciones que componen esta obra constituyen diferentes puntos de vistas desde donde abarcar un sendero espe-cialmente difícil y sinuoso: el de la violencia. A nuestro juicio, estas diferentes perspectivas dan cuenta de interrogantes, de formas de interpretación y lectura expresivas de diferentes generaciones y sensibilidades que, sin embargo, permi-ten en su conjunto repensar las formas en que nos interpela la violencia y nuestras respuestas frente a ella.

Daniel Jofré

feDra Cuestas

2 Ogilvie, B. (2012). Violence et représentation, L’homme jetable. En Essai sur l’exterminisme et la violence extrême (pp. 59-85). París: Éditions Amsterdam.

3 Freud, S. (1992). La interpretación de los sueños. En Obras completas: La interpretación de los sueños (1900) (pp. 57). Buenos Aires: Amorrortu.

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capítulo I

HORIZONTES REPRESENTACIONALES

FRENTE A LA VIOLENCIA POLÍTICA

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EL DERECHO DE LOS OTROS. ALEGATO POR LA DI-VERSIDAD Y HUMANIDAD DEL ENEMIGO

MarCelo Viñar

Nuestra próxima necesidad (...) no es la construcción de una cultura universal a se-mejanza del idioma esperanto, ni la invención de una vasta tecnología de organización

humana, sino aumentar las posibilidades de un discurso inteligible entre gentes que difieren mucho en intereses, aspecto, riqueza y poder, y que sin embargo se encuentran

en un mismo mundo donde permanecen en conexión constante, y donde al mismo tiempo es cada vez más difícil apartarse del camino de los demás.

Clifford Geertz

pr i M e r a pa rt e

No es concebible abarcar la inmensidad de este tema en pocas páginas. Mi ale-goría sería la construcción de una catedral, piedra por piedra, o de la Torre Ei-ffel, tornillo a tornillo, donde el gesto puntual y la pretensión de permanencia se anudan en el mismo acto imperativo: ahora y siempre: por el reconocimiento y la legitimación del diferente; por el trabajo con la alteridad que implica la di-versidad cultural. Trabajo de alteración que comporta salirse de la calma de lo convenido y arriesgarse a la interrogación y al asombro de lo aún no pensado… Tampoco creo en las virtudes de un nomadismo sistemático ni en el desarraigo como condición excelsa. Es necesario promover una mente humana abierta, ca-paz de sostener, soportar y tramitar la alteridad, esa experiencia interior de in-certidumbre que Derrida nombra desasosiego identitario, para evitar la certeza –núcleo del fanatismo– donde, como dice el escritor uruguayo J.C. Onetti: “Un hombre con fe puede llegar a ser más peligroso que una bestia con hambre”.

1.1

El otro, el extranjero tendrá siempre su faceta extraña y, por ende, hostil y fo-bígena. El extranjero es una alteridad irreductible e indesignable. Sin embargo, su presencia y su interpelación son necesarias para no permanecer en una mis-midad autoreferida, estancada e inerte, que tienda a degradarse en la repeti-

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ción. El alter es imprescindible para cambiar intercambiando –lo sabemos des-de las leyes exogámicas– y este es, para el vencedor, un camino más riesgoso, pero más digno que el del genocidio. No solo digno en su dimensión ética, sino además práctico en sus efectos, porque el oprobio de la propia identidad y el resentimiento resultante son para el derrotado, sin duda, una de las raíces más poderosas que nutren al mundo terrorista.

1.2

El racismo participa de algo mucho más universal que lo que se admite habitualmente. Es un retoño, particularmente agudo y exacerbado, una especificación monstruosa de un rasgo que se constata empíricamente como casi universal en las sociedades huma-nas. Se trata de la incapacidad de constituirse como sí-mismo sin excluir al otro, y de

la incapacidad de excluir al otro sin desvalorizarlo y finalmente odiarlo.

Cornelius Castoriadis

El epígrafe de Cornelius Castoriadis4 expresa –con admirable precisión– una tendencia que por su insistencia en la historia se piensa como “natural” del alma humana, que el trabajo de cultura debe, en un combate sin pausa, empe-ñarse en revertir. Podemos en contraparte, postular el axioma de Hannah Aren-dt: la diversidad es lo más característico de los fenómenos humanos. Quizás, agrego yo, lo más excelso y la mayor riqueza de la especie producto del trabajo de la cultura y el lenguaje.

¿Qué puede aportar un psicoanalista a este combate interminable y sin tregua por la pluralidad y la tolerancia de la diversidad?

Desde que tenemos conciencia y memoria –o seguramente mucho antes, en esos cruciales tiempos sin lenguaje y sin conciencia de sí– nuestro espíritu se modela y se organiza en un entorno humano lleno de rostros y miradas; de luces y colores; de sonidos y melodías; de cuentos, leyendas y tradiciones que nos forman y conforman antes de que sepamos que quieren decir. Cuando quiero dar sentido a quien soy, ya hace rato que voy siendo y haciendo ca-mino al andar. Este modo de procesar la leyenda de los orígenes –que cada pueblo, cada grupo y cada sujeto ritualizan con mayor o menor énfasis, pero

4 Castoriadis, C. (1998). La Ciudad Griega. En ¿Semejante o Enemigo? Montevideo: Trilce.

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Violencias contemporáneas: entre traumatismos, memorias y horizontes subjetiVos

siempre en singular– es de una regularidad y una constancia sorprendente en la historia humana.

Los humanos son acunados con canciones y leyendas que existen y los marcan antes de que exista esa mentirosa utopía del hombre consciente de sí y libre de sus determinaciones. Para bien y para mal, allí radica la matriz de lo propio y lo sagrado, el alma colectiva que precede (en términos cronológicos y lógicos) a la individuación. Allí debemos buscar la matriz de lo mejor de la civilización y de lo terrible de la intolerancia.

1.3

Desde el reconocimiento del valor del lenguaje en la producción de la condi-ción humana, la primacía de la biología ha cedido su lugar protagónico en las explicaciones causales y hoy podemos pensar la “naturaleza humana” sin una primacía lógica de biología sobre cultura. Por consiguiente, las explicaciones etológico-instintivistas son tan empobrecedoras como las creacionistas. Nuestra mente está en el mundo, no solo en nuestro cerebro, no podemos tratarla como una realidad soberana y discontinua, como dominios clausurados. No pode-mos, pues, entender la crueldad (esto incluye al terrorismo) y la guerra como rasgos de la naturaleza humana a tratar al mismo título que la estación bípeda o la oposición del pulgar. No hay etología de la crueldad sin una comprensión concomitante del espacio histórico, político y cultural, que la produjo. No hay una naturaleza humana, fija e inmutable, sino procesos humanos colectivos e in-dividuales que propulsan y promueven tanto la cultura como la barbarie. Espa-cios de convivencia que se construyen o se destruyen, mientras interactúan con intereses mercantiles, de dominación económica o ideológica, donde los buenos –en nombre de la fe o la civilización– destruyen a los bárbaros.

Desde niños hasta viejos, entonces, nos preguntamos quiénes somos, en primera persona del singular y del plural. Esta curiosidad auto-teorizante tan específi-ca y definitoria de nuestra especie nos acompaña desde el nacimiento hasta la muerte. ¿Quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿hacia dónde vamos? La avidez de completitud de estas preguntas, su carácter perentorio e insaciable no cesa de hacernos padecer, y solo el fracaso reiterado a lo largo de la historia personal y de la historia de la humanidad nos enseña que estas preguntas son tan imprescindi-bles como son vanas o provisorias sus respuestas. La ilusión de una completitud imaginaria solo se logra de modo fugitivo en el ideal del enamoramiento o del orgasmo. O de modo tramposo en la pseudoestabilidad de un ideal religioso o

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nacionalista que exalta una unidad sin fallas ni opacidades. Pero ese éxtasis, em-belesamiento disfrazado de logro, solo lleva a una parálisis mortífera.

Los freudianos tenemos poco para ofrecer como alternativa a ese Todo de una Unidad sin fallas. Sin ser los únicos, los psicoanalistas tenemos apenas una pro-puesta de recambio: reconocer la diversidad y sus padecimientos. Trabajo que comporta un largo camino de frustraciones y renuncias frente al brillo fetichista del ideal unívoco.

El desasosiego identitario está siempre presente en la condición humana. En el esfuerzo interminable por aprehender el enigma de los orígenes, el que tiene siempre una estabilidad precaria y un fondo de inquietud. La deuda simbólica por el linaje –que anuda la transmisión entre generaciones, con el patronímico, la lengua y la cultura– es un núcleo decisivo de ese debate interior.

Desde los albores de la vida psíquica, es decir, del funcionamiento del yo más primitivo: lo bueno lo incorporo, lo introyecto, la asimilo, lo malo lo proyecto, lo escupo y lo alejo, nos enseña Freud en Pulsiones y destinos de pulsión. En la construcción del mundo –el que habitamos en la realidad social y en la mental– es diferente el trabajo psíquico con lo que nos es afín, amable, con lo que po-demos mantener una relación de proximidad por semejanza, que la peripecia psíquica que provoca la asimilación de lo extraño y lo distinto. Es diferente el amor fusional, del que reconoce la alteridad.

Lo que me asombra es la coincidencia de los postulados freudianos con afir-maciones de otras disciplinas como la definición de etnocentrismo que trabaja la antropología y los procesos de construcción identitaria que surgen en poli-tología. Las definiciones que vienen tanto de la experiencia íntima y singular como de la experiencia colectiva y gregaria se centran en la concomitancia de construir lo propio y lo extraño en términos de contraste. Y los términos opo-sicionales se necesitan mutuamente como los fonemas de la lengua: construir la identidad de lo propio, recortándose de lo distinto. Que la exaltación de lo propio promueva la afirmación, el júbilo y la poesía, no es algo que sorprenda, al menos no hace daño en lo ostensible e inmediato. Es lo que de ordinario se resume en el patriotismo y en los símbolos nacionales, (himno, bandera, escu-do, etcétera). Es a la vicisitud de lo distinto, a saber, a su elaboración y destino psíquico a lo que debemos prestar más atención. Desde estas definiciones –la freudiana y las sociológicas– se pueden configurar las peripecias de la cons-trucción identitaria, la dialéctica de cómo se configura lo propio (philos) y lo distinto (xenos).

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Violencias contemporáneas: entre traumatismos, memorias y horizontes subjetiVos

El fundamentalista sólo transita las respuestas y logra certezas en una ilusión de completitud, cuyo punto de llegada es Dios, como el alfa y el omega o el ideal, cuando toma la forma de creencia fanática. El xenófobo es un taxono-mista y, por ello, el dato biológico que “identifica” la etnia colma y calma la nitidez de la diferencia5. Naturalizar la diferencia le asigna arbitrariamente un valor y omite tomar en cuenta que lo propio y lo extranjero son siempre construcciones culturales.

Desde una perspectiva lacaniana, Alain Didier-Weill6 propone que la indaga-ción, la exploración interior sobre el origen, llega a un punto no especulari-zable, es decir, de opacidad enigmática. En un punto de deleite –de armonía imaginaria entre el yo y el mundo, júbilo del espejo y de la unidad imagina-ria– se consigue una relación idílica con el semejante. Pero algo se desacomoda y da origen al xenos, lo diferente, como punto fronterizo entre lo conocido o conocible y lo extraño, extranjero, inquietante, lo desconocido sin nombre. La búsqueda insaciable y perentoria de la estabilidad identitaria, a cada vuelta es puesta en jaque porque el orden buscado fracasa y trastabilla.

1.4

Pero ¿cómo es que ocurre que, en un momento dado, en ciertas coyunturas histórico-políticas, el mismo fenómeno intrapsíquico e íntimo es puesto en consonancia social, por sugestión e hipnosis y adquiere la masa crítica para aglutinar preponderancia política y conseguir el consenso para la agresión al diferente? Autorizar la intolerancia, la xenofobia que propicia la destrucción del extranjero.Claro que estos mecanismos que suponemos universales en la mente indivi-dual solo explican el racismo ordinario que, en grado variable, todos lleva-mos más o menos escondido en nuestro interior y que en el mejor de los casos mantenemos a raya como conflicto interno, sin pasar al acto de repudio, de burla, agresión o asesinato. ¿Cuáles serán los operadores psíquicos y sociales que rompen los diques del racismo ordinario, que sacan de la latencia y la in-timidad estos universales impulsos primitivos y crueles? Esto ocurre con re-gularidad e insistencia en la historia: el racismo ordinario se hace movimiento ideológico y justificación discursiva del crimen genocida. Cuando el agente es

5 Gómez Mango habla de la identidad abierta del pensar republicano e identidad cerrada del xenófobo y Simón Brainsky de narcisismo inclusivo (que admite al Yo y al Tú) y narcisismo excluyente donde la relación es Yo - Eso.

6 Didier-Weill, A. (1987). Coloquio L’etranger. Federación Acontecimientos Psicoanalíticos. París.

Page 20: colección - euv.clpara hacer frente a las consecuencias de la violencia política. José Cabrera y Paula Tesche se preguntan por la posibilidad de representación del trauma colectivo

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poderoso toma la forma de exterminio –como el terrorismo de Estado– y cuan-do los agentes son militarmente más débiles y se ocultan en la clandestinidad toman la forma de bandas terroristas. Solo el diálogo entre disciplinas logrará traer alguna luz a fenómenos tan complejos, multideterminados y de difícil comprensión.

Manuel Castells7 releva el rebrote de movimientos fundamentalistas en las úl-timas décadas, en concomitancia con el auge de la globalización en la econo-mía y la información. Y en cómo el ímpetu de la expansión económica aplasta buena parte de los particularismos identitarios, los cuales son nutrientes esen-ciales para la existencia psíquica, como lo son para el cuerpo, el alimento, el aire y la luz.

La contribución de Arendt con Eichmann en Jerusalén. Un estudio acerca de la ba-nalidad del mal, donde argumenta que el mal extremo es cometido por hombres ordinarios y refutando la hipótesis demoníaca del monstruo y de la personali-dad perversa– configura un cambio axiológico decisivo, en la acción política y en la investigación. Desde Immanuel Kant con el mal radical (das radikal Böse) o William Shakespeare (Ricardo III), dice Arendt, la búsqueda se orientó hacia las profundidades del ser en su dimensión diabólica o demoníaca, mediante la interrogación de las determinaciones en el espesor de la “motivación”. En esta perspectiva personológica y moralizante se embarcaron la psicología y la psiquiatría modernas, buscando en los laberintos del alma humana el perfil de la personalidad perversa, cuya maldad esencial lo hacía agente del acto mons-truoso. Dice Arendt en Los orígenes del totalitarismo:

La verdad, tan simple como aterrorizante, es que las personas que, en condi-ciones normales, hubieran podido quizás soñar crímenes sin jamás nutrir la intención de cometerlos, adoptaron en condiciones de tolerancia completa de la ley y la sociedad, un comportamiento escandalosamente criminal8.

La pretensión de buscar causalidades explicativas –que fue dominante en cien-cias humanas– es relegada. Ya no se trata de buscar la raíz en intenciones ma-lignas, sino en la semiótica del espacio político, de cuya textura somos partici-pantes y corresponsables.

7 Castells, M. (1999). La Era Informática. En El Poder de la Identidad. Ciudad de México: Siglo XXI.

8 Arendt, H. (2003). Eichmann en Jerusalén. Un estudio acerca de la banalidad del mal (pp. 65). Barcelona: Lumen.