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LA ECONOMIA DESCALZA Colección Pensamiento Descalzo - 1 Coedición de CEPAUR-Centro de Alternativas de Desarrollo y NORDAN -Comunidad, bajo la responsabilidad de Man fred Max -Neef y Ruben G. Prieto. Señales desde el Mundo Invisible

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  • LA ECONOMIA DESCALZA

    Colección Pensamiento Descalzo - 1Coedición de CEPAUR-Centro de Alternativas de Desarrolloy NOR DAN-C omunidad, bajo l a responsabi li dad deManfred Max-Neef y Ruben G. Prieto.

    S eñal es d esd e el Mundo Invi s i bl e

  • Edición original en inglés:From theOutside Looking In:

    Experiences in 'Barefoot Economics'Dag Hammarskjöld Foundation, 1982

    Edición en sueco:Fran andra sidan

    Förlaget Nordan-Comunidad,1984

    ©Manfred Max-NeefEditorial Nordan, 1986

    Estocolmo, Buenos Aires, MontevideoDiseño de tapa: Ruben G.Prieto

    ISBN 91 7702 142 8

    nordanc o m u n i d a d

    E C O N O M Í AD E S C A L Z A

    Señales desde el Mundo Invisible

    Trad u cc ión d e Es t el a Lo rca

    P ról o go d e L eop o ld K oh r

    MANFRED MAX-NEEF

  • A Matías Felipe, mi primer nieto,que nació junto con este libro.

    Mi anhelo es que él y todos los de su generaciónpuedan gozar de un mundo más justo

    que el que describo aquí.

  • Prólogo a la edición castellana

    Este libro nació en Suecia , escrito en inglés por unchileno que m uch as co sas las pien sa en alemán. ¿Por quéno h ice yo m ismo la v er sión castellan a? Me lo hanpreguntado v arias v eces. La respuesta es simple. Comoautor no soy capaz de traducirm e a mi mismo. Si lo intento,acabo escribien do otr a co sa. Es un poco la magia y elm isterio de lo s idiomas. Cam biar de idioma es comocam biar de m un do, y en cada m un do vemo s y sentimos losmismos sentimientos con ritmos, texturas y tonalidadesdist int as. No po demo s p erm an ecer n eutrales. En cadam un do no s comprom etemo s de m anera difer ente co n larealidad o co n la fantasía. De allí que agradezco m uy dev eras a Estela Lorca, mi traductora, por haber realizado esteesfuerzo.

    Agradezco tam bién a mis amigo s de Nordan-Com unidad por el cariño libertario con que han producido estaedición.

    He decidido agregar un Po st ludio que no está en lasediciones in glesa y sueca. Se trata de un a ref lex ión escr itacuatro año s desp ués de haber term inado la ver sión or igin alde este libro. Pien so que v iene al caso para tratar deentender la inmen sa crisis en que se debate nuestro mundoactual.

    Santiago, Invierno de 1985

  • Prólogo

    Es una mera coincidencia que me encuentre precisamenteen Liechtenstein escribiendo este prólogo para el libro deManfred Max-Neef sobre el desarrollo de algunas regionespobres de América Latina. Pero tal vez no esté totalmente vacíode sentido el que haya vuelto finalmente a tomar la pluma eneste principado encantador que se descuelga como una tapiceríamedioeval desde las montañas majestuo sas que cruzan sus160 kms.2 de territorio, y que se extiende a lo largo del Rhin,cerca del Lago Constanza, entre los límites de Austria y deSuiza.

    Digo que puede no estar desprovisto de sentido, por variasrazones. En primer lugar, Liechtenstein es una de lascomunidades soberanas más pequeñas del mundo. Esto deberíaser especialmente atractivo para Manfred Max-Neef para quienlo pequeño no es sólo un slogan hermoso sino como en el casode Fritz Schumacher, una filosofía que impregna todo supensamiento. Su dimensión es la ideal para un estado tal comolo definiera Aristóteles, es decir la que p uede abarcar se deuna sola mirada. Su población es de 25.220 habitantes, de loscuales 15.974 son ciudadanos y 9.246, extranjeros. La densidadde la población es de 157,6 por km.2. Sus habitantes viven en 10aldeas, armoniosamente distribuidas en conglomerados que vandesde 280 personas a 4.552, que rodean la capital con 4.614habitantes. Esta se cobija al pie de la montaña del castillo delPríncipe, curador de la Galería Liechtenstein, una de lascolecciones de pintura de mayor prestigio mundial. Hay unautomóvil por cada dos habitantes, la tasa de desempleo varía

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  • en un punto increíblemente fraccional por sobre cero y la pobrezano existe.

    Hay problemas. por cierto. Todavía mueren diez de cada diezpersonas: las inundaciones y torrentes producen dolores de cabezatodos los años; y demasiados extranjeros son atraídos por sufloreciente economía. Pero no hay nada que quede fuera delcontrol de los mortales corrientes. Tal como me lo dijeraAlexander Fr ick, un ex-Primer Ministro: «Para cuando unagran potencia se entera de algún desastre, ya estamos a mediocamino en la reparación del daño».

    Hay muchos que consideran que esta situación de bienestarsocial y personal se debe a factores externos, tales como elapetito insaciable de los filatélicos del mundo por los hermosossellos postales, constantemente renovados, que el principado emi-te al tenor de 50 millones de francos suizos al año; a los turistasque se detienen brevemente en su paso del Este al Oeste, o delNorte al Sur en sus viajes trans-europeos; o, sobre todo, a losconsorcios transnacionales, a los grandes «holdings» que hanescogido a Liechtenstein como refugio tributario, en tal número,que la población «corporativa» del estado ha llegado a ser tangrande como la física. Es así como, mientras otros países tienenhoteles y moteles. Liechtenstein tiene además «Bureau-tels queofrecen a los presidentes de las compañías visitantes no sóloalbergue, sino servicios secretariales y de teletipo.

    No es sorprendente entonces que muchos expertos en eco-nomía atribuyan la prosperidad de Liechtenstein a estas influen-cias foráneas. Sin embargo, la verdad se encuentra en direcciónopuesta. Parodiando un famoso dicho de David Ricardo: «Liech-tenstein no es rico porque tantas empresas se encuentran ahí;las empresas están ahí porque Liechtenstein es tan rico». Estosignifica que no hay peligro de que nadie —gobierno, naciona-listas, obreros, campesinos, reformadores— se interese enexpropiarlos. Y esto ha sido lo que ha atraído a las corporacionesinternacionales. No han venido en busca de beneficios tributa-rios, sino por la seguridad y estabilidad que da una poblaciónque en sí misma es lo suficientemente rica como para noenvidiar

    envidiar a los que son aún más ricos... y que, al mismo tiempo no estan rica como para condenarse a la holgazanería que es una causade perturbación social aún más grave que la pobreza.

    Pero si ni los sellos postales ni las corporaciones extranjeras sonresponsables de la prosperidad intrínsecamente autónoma deLiechtenstein... ¿qué lo es? Y es aquí donde entra a jugar lopequeño. Porque así como las olas toman su dimensión delvolumen de agua que atraviesan, así los problemas sociales, yasean de agitación, retardo económico, desempleo, inflación, crimen,terrorismo o guerra, tienen una escala que se ajusta a la dimensiónde la sociedad que afligen. Es así como incluso los problemas másgraves son tan reducidos en una sociedad pequeña, que aquelloque en una sociedad grande no puede ser resuelto ni por un genio,puede ser manejado en la primera por todos y cada uno de los quetengan una medida normal de sentido común. Porque en latransparencia de sus estrechos límites nada puede quedar oculto ala visión natural. No existen los «invisibles», como llama ManfredMax-Neef a los anónimos actores de la Historia, a las masas, sobrecuyos hombros construyen los economistas, sociólogos ehistoriadores sus preciosas abstracciones que se desvanecenmucho antes de tocar tierra y que sólo sirven para impresionar alos expertos en vez de mejorar las condiciones de aquellos queestán llamados a ayudar.

    Pero aún hay otra razón que imparte un significado especial alhecho de que Liechtenstein me ha impulsado a escribir esteprólogo dentro de sus fronteras. A unos 800 mts. en las montañas,más arriba de mi pequeña hostería, vive Josef Haid, viejocondiscípulo mío de mis tiempos de Salzburgo. Su carrera fue la deun consultor de negocios de gran prestigio que logró cambiar lasfortunas de muchas empresas que iban cuesta abajo, para llevarlasa las alturas del éxito. Sin embargo, lo que él considera como laverdadera obra de su vida, es un pequeño volumen depensamientos que ha titulado «On the Side of Life». Cuando susecretaria lo escribió a máquina, le rogó insistentemente que nopermitiera que sus clientes sospecharan que él era su autor. «Van acreer que Ud. es un excéntrico» le dijo.

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  • Ahora bien, las ideas de Josef Haid son simples,económicas, eficientes y revolucionarias. Pero lo que lo capacitópara inducir a sus clientes a aceptar sus ideas revolucionariaspara reestructurar sus empresas, su producción, su filosofía decomercialización y sus relaciones con la sociedad, el Estado, lostrabajadores, los clientes e incluso las artes, fue una idea básica:«si algo anda mal en cualquier aspecto: si una persona en pos deléxito, fracasa; si otra que busca la salud se enferma; si el quepersigue la felicidad es desgraciado y el que anhela paz,atormentado, la causa es siempre la misma: de alguna forma, enalguna parte, dicha persona está violando el orden de lanaturaleza. Está actuando 'lebenswidrig'; su comportamiento escontrario a los designios de la vida. De ahí que lo úniconecesario para mejorar su condición sea descubrir qué leyuniversal está quebrantando y llevarlo a actuar 'lebenrichtig', esdecir, en armonía con el orden de la vida».

    El único problema es que esto no es tan simple comoparece: exige un estudio en profundidad y una penetración de lasrelaciones ocultas de la existencia. Cuando esto se realiza, sepuede conducir a las revelaciones más inesperadas y a laspercepciones filosóficas más hondas que podrían parecer pocorealistas, fantásticas y misteriosas a una persona que sólo vagarapor la superficie, así como las formas de la vida submarinaaparecen ante el buzo que se desliza entre bancos de coral ydescubre que la vida al fondo del océano sobrepasa en variedadtodo lo que pudieran imaginar nuestros novelistas de la eraespacial. Sin embargo, si sigue bajando más aún, observará quelas formas de vida se hacen nuevamente simples, revelando launidad subyacente de todas las cosas e indicando en su análisisfinal que todo principio que se aplica en un campo podrá seraplicado «mutatis mutandi» en millares de otros campos. Lo quetiene sentido en cualquier parte, es sentido común en todaspartes. Y no hay principio con mayor sentido o más fundamentalpara el esquema de las cosas que lo pequeño.

    Por lo tanto, la persona capaz de ayudar en un problemaaparentemente tan materialista como el desarrollo económico,wewe

    es el filósofo, más que el mero especialista técnico; aquel que esguiado por el concepto de 'lebensrichtig' más que por la solaconveniencia económica, aunque se le considere como un ro-mántico o un excéntrico. Fue por esto que Schumacher tituló suúltimo libro «Guía para los Perplejos», t ítulo más significativoque el que diera a su primer libro: «A Guide to IntermediateTechnology», que no habr ía tenido mayor eco si suinspirado editor no hubiera intervenido para acentuar sudimensión filosófica más que práctica, llamándolo: «Small isBeautiful».

    Pero ¿qué relación tiene todo esto con el concepto de desa-rrollo de Max-Neef? Muchísima.Porque su libro no sólo sirve devalioso guía, capaz de conducir a expertos y legos, a gobiernos ypueblos, a economistas e historiadores y a los «visibles» queestán arriba así como a los «invisibles» que están abajo, haciauna nueva comprensión del proceso de desarrollo y del papelvital desempeñado por lo pequeño, no por el hecho de quefuncione bien en Liechtenstein, sino porque es «lebensrichtig» yque, en ese sentido funciona en todas partes. Revela también aesos escasos autores que, como Josef Haid en su labor deconsultor, muestra el camino del éxito introduciendo al lector-cliente a una comprensión general, no tanto de las leyes de laeconomía sino de las leyes más profundas de la naturaleza. Max-Neef es un meta-economista en el verdadero sentido de laexpresión: el que ilumina su materia con un discernimiento quealcanza a llegar más allá de la materia misma. Se ha liberado delas amarras académicas de los especialistas del desarrollo, que nosabrían qué hacer con sus conocimientos en las llanuras de Brasilo con las tribus de Ecuador, dándonos un ejemplo de lo que hoydía se está conociendo en términos tan dudosos como el«enfoque de abajo hacia arriba» (bottom-up approach), diez añosantes de que los expertos lo vislumbraran. Experimentando losproblemas que le habían llamado a resolver como economista,con un celo que a veces ha debido acercarse al de los mártires yque nos hace recordar la crónica ecuatoriana de Moritz Thomsencuando miembro del Cuerpo de Paz, «Living Poor». Bien puedoim agin ar que un a co m un idad agra decida co m o la

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  • de los artesanos de Tiradentes, queriendo emular la PlazaTrafalgar de Londres, bautizara alguna capilla del camino conel nombre de «San Manfred de los Campos» (St. Manfred inthe Fields).

    Pero la parte más valiosa del libro de Max-Neef, así como desu estudio anterior sobre «Trabajo, Tamaño Urbano y Calidadde Vida» bien podría no ser la lección práctica que podemosextraer de él. Su verdadera realización está más bien en lo quepareciera dar a entender al margen, como cuando se aboca a unanálisis filosófico profundo y riguroso de las relacionestiempo-espacio, que, tal como muchos de sus comentariosmarginales, sólo puede ser absorbido si se lee a ritmo lento.Pero una vez captada su esencia, uno siente el impulso dereleerlo una y otra vez y, no sólo para el propio deleite. sinotambién —como lo he hecho yo— para leerlos en voz alta enbeneficio de otras personas. Es evidente que no se trata demeras digresiones. Como en el caso de «On the Side of Life»de Josef Haid, conforman la base filosófica de la que extrae susteorías del desarrollo. No me cabe duda de que si ManfredMax-Neef hubiera vivido hace 50 años o si Heilbronnerhubiera escrito 50 años más tarde, éste lo habría incluido en suobra «Wordly Philosophers», destinada a destacar el hecho deque los logros más significativos en economía han sidoinvariablemente aportados por los filósofos más que por lospracticantes de la materia. Manfred Max-Neef tiene ladistinción de ser ambas cosas.

    Pero hay otras razones que hacen que este libro sea tanatractivo como lleno de enseñanzas. En sus conmovedorasconfesiones de decepción y fracaso, tiene algo del encanto ysinceridad de Rousseau y San Agustín. Las personas conquienes trabaja están descriptas con rasgos muy nítidos, comocuando los niños que estudia le confían que su idea de la«buena vida» es poder comer sardinas, y su noción de lo maloque podría sucederles es que una nave espacial se desintegrarasobre su pueblo. Algunos de sus paisajes están impregnados depoesía. Su descripción de sí mismo como un gigante rubio, deojos azules, una especie de vikingo en Tiradentes, recorriendo

    a zancadas la región que ha venido a ayudar, indica que por lomenos uno de los factores del éxito de una misión es la figuracarismática de un líder que inspira confianza, por razonesajenas al papeleo y a la burocracia.

    Leopold KohrLiechtenstein, septiembre de 1982

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  • Preludio

    Las historias tras del libroSi Ud. es un viajero en Llao-Llao —idílica ciudad de

    la Patagonia argentina— y trepa desde el pequeño puertopor el cerro, se verá rodeado por todas partes demontañas y lagos, antes de penetrar en un bosque nativode antiguos coigües. Al dar la curva, se encontrarárepentinamente frente a una hermosa mansión de troncos,que hoy día es la sede de uno de los mejores institutos deinvestigación de su género en América Latina: LaFundación Bariloche, donde tuve el privilegio de trabajarun par de años como investigador. Al acercarse, tendrá lasensación de que los elementos naturales y los de lafabricación humana parecen integrarse en una armoníacasi perfecta.

    Se entra a la mansión después de pasar bajo un arcoformado por dos gigantescos maxilares de ballena azul,experiencia especialmente sorprendente en ese lugarsituado a unos 500 km. de las costas atlánticas. La historiade la mansión es casi tan extraña como su pórtico.

    Hace varias décadas —exactamente cuántas no sé—fue construida por un ballenero retirado, llamadoRangvald Nielsen que llegara al lugar desde su nativaEscandinavia. Mi imaginación se encendió al enterarmedel origen de la casa y traté de evocar al hombre y a suscircunstancias, hasta que fragmentos de una posiblerealidad empezaron a tomar cuerpo en mi mente.Desilusionado por la horrible devastación producida por

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  • la Guerra Europea, este moderno vikingo salió en pos deun lugar donde establecerse. Incapaz de despojarse de suidentidad, el hombre que había perdido un mundo, seconvirtió en el hombre en busca de un paisaje. Y fue aquídonde encontró de nuevo sus montañas y sus lagosnórdicos. Aquí se instaló, construyó, soñó y murió.

    Fue en este mágico lugar donde conocí en octubre de 1980 aSven Hamrell, otro escandinavo que había cubierto lasdistancias desde Uppsala para participar en un seminarioorganizado en la mansión por la Fundación Bariloche. Noscomunicamos bien desde el primer momento. Descubrí queestaba realmente interesado en mis experiencias de terreno enAmérica Latina y disfrutamos de largas conversaciones por lasnoches, después de las sesiones del Seminario. Era muy hábil ysus preguntas calaban hondo en mis experiencias, motivaciones,anhelos y creencias. De hecho, me extrajo tanta información,que llegué a tener la sensación de estar sometido a un análisisintrospectivo en manos de un psico-terapeuta de capacidad pococomún. Cuando durante nuestro último encuentro me preguntósi me gustaría escribir un libro sobre mis experiencias y mifilosofía del desarro llo que incluyera la per spectiva hum anade mis vivencias en Brasil y en Ecuador, le respondí que ésehabía sido mi deseo desde hace mucho tiempo, pero que,careciendo de fondos para sostener a mi familia y a mí mismodurante el tiempo que lleva escribir un libro, había renunciado ahacerlo. Había recibido anteriormente comisiones yfinanciamientos para escribir libros técnicos y ensayos, pero meparecía muy poco probable encontrar apoyo financiero para unlibro como el que estábamos discutiendo. Mi sorpresa fuegratísima cuando Sven Hamrell me extendió en el acto unainvitación para pasar seis meses en Uppsala y escribir mi libro,bajo los auspicios de la Fundación Dag Hammarskjöld. El librosería una contribución al seminario por etapas que la Fundaciónestaba realizando sobre el tema «Desde la Aldea hasta elOrden Glo bal». Conforme el plan, llegué a Uppsala sietemeses más tarde.

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    Si Ud. es un viajero en Uppsala que va caminando porel parque de la Universidad, desde el edificio principal,

    hasta enfrentar el antiguo y venerable edificio Gustavia-num, encontrará nueve piedras rúnicas vikingas a lo

    largo del camino.Todas, menos una, talladas enmemoria de los muertos: padres, hijas, hijos, hermanos oamigos. La excepción es la primera de estas piedras quellama la atención durante el paseo. Si logra encontrar aalguien capaz de leer e interpretar las runas, descubrirá

    que dicen lo siguiente: «Vikmundr hizo tallar esta piedraen memoria de sí mismo, el más diestro de todos los

    hombres. Dios guarde el alma del capitán Vikmundr.»Mi imaginación se encendió al conocer el sentido de la

    inscripción y traté de imaginar al hombre y suscircunstancias, hasta que fragmentos de una posible

    realidad empezaron a tomar cuerpo en mi mente.Queriendo ampliar su horizonte, e incomprendido tal vez

    por los demás, este vikingo se había visto reducido asustentar sus acciones en su propia capacidad de

    auto-dependencia. Ansioso de proyectar su identidad, elhombre que renunció a un paisaje se convirtió en el

    hombre en busca de un mundo. Siendo la curiosidad másfuerte que la nostalgia, alzó las velas y absorbió todo lo

    que se cruzó en su camino. No se instaló en ningún lugary murió en un rincón desconocido para nosotros. Nos

    dejó, sin embargo, un mensaje de fe y auto-dependenciaque es tan inspirador y válido hoy día como lo fuera hace

    novecientos años.

    En mayo de 1981, al llegar a Upp sala, Sv en Hamrellme presentó a los demás miembros de la Fundación DagHammarskjöld: 01 1e Nordberg, Lotta Elfström, Gerd Ericson,Kerstin Kvist y Daniel von Sydow. Habiendo sido desde hacíamucho tiempo admirador de la filosofía del desarrollo de laFundación y, conocedor del bien ganado prestigio de que goza-ba en el Tercer Mundo, me pareció increíble que todo eso fuera

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  • producto del trabajo conjunto de seis personas solamente. Fuepara mí la confirmación de la eficiencia que puede lograrse pormedio de la «pequeñez» organizada. La ausencia de burocracia,combinada con un trabajo frenético, plazos apremiantes y unaatmósfera frecuente de caos creativo, conformaban el entornohumano más estimulante que me había tocado conocer.Además, la casa de la institución que tanto había hecho porpromover la autodependencia, se encontraba a escasa distanciade la piedra de Vikmundr, el hombre que creía en ella y que lapracticaba novecientos años antes. Esto me daba una gratasensación de coherencia intemporal. Como ambiente para escribirun libro, cuyo «leitmotiv» era lo «pequeño» y la autodependencia,éste era —así lo pensé— el lugar más perfecto. El toque supre-mo de calidad fue que me otorgaron el privilegio de usar, paraescribir mi libro, el escritorio que fuera de Dag Hammarskjöld.Va mi sincera gratitud para esos seis seres humanos excepcio-nales que tanto me enseñaron y que me honraron con su esti-mulante e inolvidable compañía. Pero hay otras dos personas aquienes debo gratitud: Olivia Bennet, la editora más acuciosaque he conocido y Gabriela, mi compañera de vida, a cuyo jui-cio crítico sometía todas las noches mis escritos del día.

    Toda historia tiene su conclusión. En este caso se trata de unlibro y, además, de un enigma. El libro es una realidad materialen manos del lector. En cuanto al enigma... el hecho de quetuviera que ser un hilo conductor escandinavo, tendido desde elBáltico a la Patagonia el que me permitiera desentrañar, eincluso comprender, dos historias latinoamericanas quepertenecen, como diría Pablo Neruda, «a lo más genital de loterrestre», es un misterio que nunca quisiera dilucidar.

    El libro tras las historias

    Este es un libro sobre economía «descalza». Tal como podríahaberlo dicho Fritz Schumacher: «de economía como si la genteimportara». En cierto sentido surgió de mi crisis personal como

    economista. Hace unos quince años me di cuenta de que loseconomistas se estaban convirtiendo en gente peligrosa, algo de loque debí haberme percatado mucho antes. Su disciplina, a pesarde las advertencias de Lord Keynes de que no se deberíasobreestimar la importancia de los problemas económicos endesmedro de materias más importantes y de significado máspermanente que resultan sacrificadas en aras de sus supuestasnecesidades, dicha disciplina se transformó de golpe en laciencia mágica, en la única capaz de dar respuesta a losproblemas más agudos que aquejan a la sociedad. Sus expertosse vieron repentinamente investidos del poder de ejercer suinfluencia sobre empresas, grupos de interés y gobiernos, papelque se apresuraron a asumir con gran orgullo, convirtiéndose asíen los nuevos hechiceros poderosos e inaccesibles. Laeconomía, que originalmente se derivó de la filosofía moral,perdió de pronto gran parte de su dimensión humana que fuereemplazada por teorías caprichosas y trivialidades técnicas,incomprensibles para la mayoría e inútiles para todos, exceptotal vez para sus autores que suelen ganar premios por haberlaselaborado.

    Después de muchos años de trabajar como economista endiversos organismos internacionales, mi entusiasmo yoptimismo de los primeros tiempos empezaron a ceder el paso auna creciente desazón. Seguir siendo testigo o participantedirecto en esfuerzos por diagnosticar la pobreza, por medirla ydiseñar indicadores que permitan establecer el umbralestadístico o conceptual más allá del cual se define el porcentajede los clasificados como extremadamente pobres; participardespués en costosos seminarios y conferencias aún más costosaspara comunicar los resultados, interpretar el sentido de loshallazgos (¡Dios mío!); criticar las metodologías tras loshallazgos; expresar profunda inquietud (a menudo durante elcocktail), por lo que dichos hallazgos indican y, finalmente,emitir recomendaciones para solicitar más fondos destinados aproseguir con las investigaciones y discutirlas en una próximareunión, todo eso se me apareció de pronto como un ritual untanto obsceno en el cual yo estaba participando alegremente.

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  • No todo fue negativo, por cierto, en mi experiencia defuncionario internacional. Me beneficié considerablemente delos ejemplos de abnegación y sabiduría que me dieran algunoscolegas y superiores. También conocí o participé en algunosprogramas bien concebidos e inspiradores, en la medida en quecontribuían realmente a mejorar las condiciones de vida de lagente para la cual habían sido diseñados. A pesar de estasexperiencias positivas guardo la impresión de que en la mayoríade los organismos internacionales, estos casos son la excepciónmás que la regla. De ahí que no lograran tranquilizar mi menteni postergar la erupción de mi inminente crisis personal.

    Me parecía que algo tenía que andar mal en un sistema que,siendo capaz de reunir un enorme caudal de información yconocimientos se demuestra tan impotente y ambiguo cuandotiene que responder con acciones vigorosas y adecuadas a larealidad derivada de dicho conocimiento e información. Mipropia interpretación de las razones subyacentes en lasperturbadoras contradicciones del sistema se discuten másadelante.

    En todo caso, mi conciencia de estas contradicciones, juntocon el hecho de vivir en un mundo donde, a pesar de lasconferencias trascendentales, la información y el conocimientoacumulados, los grandes planes sociales y económicos y las«décadas de desarrollo», la pobreza creciente. en términosabsolutos y relativos, es una tendencia estadística indiscutible,(algo que puede comprobar cualquiera que esté dispuesto aobservar y a ver) me indujeron a reevaluar mi papel deeconomista. En resumen, este ejercicio crítico me llevó aidentificar cuatro áreas de inquietud personal: nuestra admiraciónilimitada por el «gigantismo» y las grandes soluciones; nuestraobsesión con las mediciones y cuantificaciones; nuestro enfoquemecanicista para la solución de los problemas económicos; ynuestra tendencia a simplificar en exceso, reflejada en lapreferencia por una «objetividad técnica» a costas de la pérdidade una «visión moral», un sentido de la Historia y una inquietudpor la complejidad social.

    Es justo reconocer que algunos economistas no se vieronafectados por esta enfermedad y mi contacto con ellos resultó

    decisivo, en la medida en que las incursiones críticas en las queme aventuré bajo su influencia, bastaron para cambiar el cursode mi vida, no sólo como profesional sino también como serhumano. Corté mis lazos con las tendencias impuestas por el«establishment» económico, me liberé de las «objetivasabstracciones» y decidí entrar al barro «con los pies descalzos».El mundo rico e insospechado que descubrí después de dar esepaso, es el tema de este libro. De ahí que su objetivo no sea elde proponer una teoría general ni de hacer una contribuciónacadémica, sino el de describir episodios de la vida en que loshechos y sentimientos humanos —míos y de otros—reemplazaron a las estadísticas abstractas. Sin embargo me hepermitido teorizar un poco («mea culpa») en algunos interludiosincluidos en el texto. Que lo haya hecho porque era realmentenecesario o porque aún no estoy lo suficientemente madurocomo para liberarme totalmente de ese hábito, es algo para locual no tengo una respuesta satisfactoria. En todo caso, entregoal lector esos pensamientos para que juzgue el valor quepudieran tener.

    He escogido dos historias para mi relato. La primera serefiere a las privaciones de los campesinos indios y negros dela Sierra y de la selva costera del Ecuador. La segunda, hablade la pobreza de los artesanos y artífices de una pequeña regiónde Brasil. En cierto sentido, la primera es la historia de un éxitoque fracasó, y la segunda la de un fracaso que alcanzó el éxito.Ambas son una lección de economía a escala humana.

    Dejemos que las historias hablen por sí mismas.Uppsala, verano de1981

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  • I Parte

    «El Proyecto ECU-28»Comunicación horizontal para la

    partic ipac ión y auto- dependenc iade los campesinos

  • 1 Int roducció n

    La crea ció n d e un nuevo frente

    Dieciseis años antes de mi llegada a Quito en enero de 1971,la Organización Internacional del Trabajo (OIT), había fundadola «Misión Andina del Ecuador» con el propósito de mejorar lascondiciones de vida en las comunidades indígenas. Esta acciónera parte de un programa regional más ambicioso, llamadoAcción Andina, que, bajo la sensata dirección de hombres talescomo Jef Rens y Carlos D'Ugard, había emprendido yestimulado empresas similares en otros países de la regiónandina. Cuando me incorporé a la escena, la Misión Andina delEcuador (MAE) ya había dejado de ser una agencia de la OIT yse había convertido en institución nacional, dependiente delMinisterio del Trabajo y Bienestar Social, encargada de llevar acabo el Plan Nacional de Desarrollo Rural. Incluso después desu nacionalización la MAE mantuvo un Grupo consultor deexpertos internacionales.

    Al cabo de una década y media la MAE tenía a su habermuchos logros. La experiencia acumulada comprendía, eviden-temente, tanto éxitos como fracasos. Por 1969 se estimó queuna etapa fundamental se había completado y que había llegadoel momento propicio para una nueva orientación, con nuevasestrategias. Dos años de análisis y diálogo entre el gobiernoecuatoriano, el Programa de las Naciones Unidas para el Desa-rrollo y la OIT desembocaron en un Plan de Operaciones lla-mado «Planificación de Programas Zonales para la Moderniza-ción de la Vida Rural en los Andes» popularizado después porsu sigla ECU-28. Fui contratado por la OIT como Director del

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  • Proyecto y se me encomendó la responsabilidad de iniciar estanueva fase. Aunque la agencia ejecutiva era la OIT, otras agenciastales como la FAO, UNESCO y OPS/OMS nombraron expertos,para llenar los cargos indicados en el Plan de Operaciones.

    El Proyecto ECU-28, de acuerdo a la filosofía de la AcciónAndina, debía integrarse dentro de un esquema más amplio. Enrealidad debía ser uno de tres proyectos nacionales (los otros dosen Perú y Bolivia) bajo la coordinación general de un ProgramaRegional único. Lamentablemente el esquema nunca se completo,y los únicos esfuerzos que salieron adelante fueron ECU-28 y elPrograma Regional aunque sin participación de los otros dospaíses. Después de nueve años, aún pienso con tristeza en estaempresa frustrada. Me inclino a creer que si la idea hubieracristalizado, podría haberse transformado en una impresionantemovilización de las bases campesinas para lograr una mayorparticipación, a través de un proceso no violento. A pesar de locual, también es posible que hubiera fracasado. Si consideramoslos juegos de poder obscurantistas y a menudo siniestros que sedan en tantos países del Tercer Mundo, el éxito de semejantemovilización habría bastado tal vez para que un gobiernoreaccionario la destruyera. En cierto sentido, esto fue lo queocurrió con ECU-28, pero no nos adelantemos, ya que el relato noslos irá diciendo.

    ECU-28 representaba un nuevo frente, una nueva forma deencarar el problema de la pobreza rural. El Gobierno estabasolicitando la cooperación para eliminar los obstáculos queimpedían un proceso más acelerado de desarrollo rural en laSierra. El objetivo debía ser alcanzado por medio de:

    la selección de una zona rural prioritaria, al nivel regional, parala cual habría que formular un programa de desarrollo integraly multi-sectorial como modelo y demostración para otras áreas;el establecimiento de métodos perfeccionados para la ejecuciónde programas de desarrollo rural y el diseño de estructuras yprocedimientos administrativos más eficientes para realizar estatarea;

    la formulación de programas para asistir al gobierno en laasignación de recursos para acelerar el desarrollo de lossectores rurales de la Sierra y para mejorar su capacidad paraabsorber créditos bilaterales y multilaterales;

    el diseño de proyectos específicos que podrían ser posterior-mente financiados por el Fondo Especial del Programa de lasNaciones Unidas para el Desarrollo (P.N.U.D.).Para evitar que estos requisitos fueran satisfechos de manera

    tecnocrática, el Plan de Operaciones establecía disposiciones enel sentido de que «era necesario promover medidas paraasegurar una participación más activa de la población rural ypara facilitar la mejor utilización de los recursos reales ypotenciales». Otro párrafo insistía en que era necesario «revisarlos métodos aplicados en la actualidad para asegurar laparticipación popular en el proceso de desarrollo y paraexaminar las posibilidades de introducir nuevos métodos yorganizaciones con objeto de garantizar dicha participación». Elmensaje resultaba sumamente claro. Todas las acciones porrealizar debían originarse al nivel de las bases. Yo fui inclusomás lejos e interpreté estos conceptos como un mandato paramovilizar a los campesinos del área seleccionada, dándoles laoportunidad de diseñar su propio plan de desarrollo.

    El Plan de Operaciones fue firmado formalmente el 1° defebrero de 1971 por representantes de las tres partes interesadasy dos semanas más tarde, declarado oficialmente operacional.

    Se inicia la organización

    El papel de un Director de Proyecto es extraño en muchosaspectos. Una vez que el proyecto está organizado y en marcha,él se encuentra en situación poderosa. T iene libertad de accióny de criterio. Está respaldado por el apoyo eficiente de la sede ysus decisiones son generalmente aceptadas y respetadas. Sin

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  • embargo, no tiene injerencia alguna en el diseño del Plan deOperaciones. Este documento es producido por personas queno van a estar en el terreno y que, probablemente, nunca hanestado ahí. Es esencialmente un documento político. Suredacción no puede ser cuestionada y, según sean los objetivosdel Proyecto, contiene conceptos y expresiones considerados«progresistas» en el momento en que fue escrito. Después detodo, la palabra escrita tiende a ser permanente y es aconsejabledejar una buena impresión para la posteridad. La expresión oralno goza de igual inmortalidad y, lo que es más, siempre puedeser negada. Cualesquiera que sean sus antecedentes, el Plan deOperaciones se entrega al Director del Proyecto como unmandato. A mi entender, nadie le dice al Director delProyecto que lo que el documento exige que se haga no esnecesariamente lo que debe hacerse. Mi experiencia al respectofue muy dura, como se verá más adelante. Si el Director delProyecto se ve en problemas por no haber cumplido con la letradel Plan de Operaciones, el texto puede ser usado en su contra.Si sus problemas se derivan precisamente de haber hechoexactamente lo que estaba estipulado en el Plan, el respaldooficial que pueda obtener será escaso o nulo, e incluso esposible que lo abandonen en la solitaria lucha emprendida, si esque le permiten seguir luchando, lo que también es pocoprobable. El principio reinante es el mismo que en una tienda:«el cliente siempre tiene la razón», y conviene recordar que eneste caso, el cliente es el gobierno y no la gente para quienesfue concebido el proyecto.

    La influencia del Director del Proyecto en la selección de losexpertos que van a trabajar bajo su mando es también muyrestringida. En primer lugar, los representantes del gobiernobeneficiario tienen injerencia en la materia, lo que estimoabsolutamente correcto. En segundo lugar, consideracionessubjetivas, además de la calidad y el mérito, influyen en esteproceso de selección. Cualquiera que sea la situación, elDirector del Proyecto recibe la carga de un Plan deOperaciones que puede ser una espada de doble filo y de ungrupo de expertos cuya calidad conjunta depende, en ciertamedida, de la suerte.

    En lo que se refiere a los expertos internacionales, he detectadotres tipos: En primer lugar, los que están sinceramentemotivados, creen en lo que hacen y lo realizan con la máximadedicación. En segundo lugar vienen aquellos que se interesanprimordialmente en sus propios privilegios e inmunidades ytienden a adoptar una actitud de arrogancia y superioridad,especialmente en su trato con los técnicos o contrapartes locales.En tercer lugar vienen los cínicos que declaran abiertamente sufalta de fe en el valor de lo que están realizan do, pero que lohacen para mantener un buen empleo. Por este último grupotengo un cierto respeto, porque por lo menos son honestos y, siestán bien dirigidos, pueden llegar a realizar una buena tarea. Lasegun da categoría me parece totalmente repugnante. Sea cualsea la combinación de estos tipos en la formación del personaldel proyecto, el azar juega un papel importante. Mi proyectoincluía el espectro total.

    ECU-28 tenía que designar a nueve expertos fuera del Directordel Proyecto. Sus disciplinas eran: desarrollo agrícola, desarrollocomunitario, comercialización, artesanías y pequeñas industrias,cooperativas, comunicación, educación rural, salud pública yadministración pública. Se había realizado ya una parteconsiderable deltrabajo cuando fue designado el último experto.

    Percepción del entorno formal

    Las oficinas centrales de la MAE eran modestas y un tantoestrechas. Parece ser una regla del Tercer Mundo que lasinstituciones encargadas de mejorar las condiciones de lospobres sean ellas mismas notoriamente pobres. Pero la pobrezamaterial de la MAE estaba ampliamente compensada por elcaudal de motivación y abnegación de sus trabajadores, tantoprofesionales como administrativos. Esto me causó una profundaimpresión, impresión positiva que se vio reforzada cuandoconocí a muchos de los que trabajaban en el terreno. La calidadde su espíritu misionero, en el mejor sentido del concepto,

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  • era muy conmovedora. Tenían gran cariño por su trabajo, pormal pagado que fuera, y se identificaban claramente con loscampesinos indígenas. Este sentimiento era con frecuenciarecíproco y se podía observar el afecto con el que muchos deellos eran acogidos en las comunidades indígenas. Estorepresentó un alivio para mí ya que indicaba que las futurasactividades en el terreno podrían realizarse en un entornopositivo. Más aún, podía contar con excelentes colaboradores ycontrapartes para cada uno de los expertos del Proyecto.

    Los contactos a nivel ministerial también eran alentadores yse me aseguró que tendría todo el respaldo necesario. Sostuvemuchas entrevistas con los jefes de las instituciones guberna-mentales así como con técnicos de la MAE, para llegar acomprender sus ideas, métodos y expectativas. Tuve laimpresión de que sus esperanzas estaban más allá de susposibilidades y de que pensaban que ECU-28 iba a representarel final de sus penurias. Fue un tanto duro para mí el tenerque desilusionarlos al respecto. No obstante, pudepersuadirlos más adelante, de que el desafío real consistía endiseñar, en conjunto, estrategias y tácticas sólo con los recursosdisponibles. Experiencias de terreno anteriores me habíanconvencido de que con frecuencia la imaginación puede lograrmás cosas que el dinero. Por otra parte, la falta de recursosrepresenta la naturaleza misma de todo el juego deldesarrollo. Una vez discutidos y comprendidos estos puntos,nos consideramos listos para empezar.

    Una nota sobre participación

    Como ya lo describí, el Plan de Operaciones del ProyectoECU-28 insistía en la participación activa de la población ruralen el proceso de desarrollo. La participación se estabaconvirtiendo poco a poco en un concepto importante dentro delcontexto de las discusiones sobre desarrollo, especialmente enrelación con la pobreza rural.

    En esa época eran escasos los estudios sistemáticos sobre lapobreza. Algunos estudios aislados habían abordado el problema,como los de Oscar Lewis en México y Gunnar Myrdal en Asia, entreotros. Los organismos internacionales concedieron prioridad a estetema a partir de la década de lo s setenta. La OIT creó su Ramade Políticas de Empleo Rural en 1975, la que se ha dedicado desdeentonces a lograr una mejor comprensión de estas materias. ElBanco Mundial y la CEPAL, también concentraron en ellas losesfuerzos de importantes investigaciones. Sin embargo, a principiosde 1971 no existía mucho material comparativo para la organizaciónmetodológica del Proyecto. Teníamos que atenernos principalmente anuestras experiencias personales, a estudios históricos yantropológicos, generalmente muy localizados, y a la intuición.

    Muchas de las reuniones que tuve con los expertos nacionales dela MAE me indicaron que ellos interpretaban su papelprincipalmente como uno de concientización de las comunidadescampesinas. Ellos consideraban que la concientización tenía quepreceder a todo esfuerzo de participación en y para el desarrollo.Aunque este concepto estaba muy de moda en esa época —yo ya lohabía detectado en experiencias de terreno anteriores en Guatemala,México y Perú— sentía un rechazo instintivo por él. Me parecía quecontenía el supuesto implícito —y con frecuencia explícito— deque los pobres del área rural eran tan ignorantes que no teníanconciencia de sus verdaderos problemas. Siempre he rechazado estesupuesto. A pesar de que la pasividad de los campesinos se cita confrecuencia para apoyar este concepto, creo que hay aquí un error defondo. En otras palabras, un síntoma se interpreta como la causa.Consideraba yo que la pasividad en sus diversas manifestaciones noera la causa del «status quo» rural, sino más bien el resultado deciertas interrelaciones estructurales tradicionales entre el trabajo ylos propietarios de los medios de producción. Pensaba, por lo tanto,que cualquier acción coherente debería orientarse hacia ladisolución de algunas de estas interrelaciones, suponiendo a la vez,que, contrariamente a la opinión de muchos, los pobres del campo

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  • estaban perfectamente conscientes de sus verdaderosproblemas. El trastocar creencias muy arraigadas no es tareafácil, aunque más no fuera porque es muy frustrante pensar quese ha recorrido un dificultoso camino, en dirección errada.

    No costó mucho llegar al consenso de que la participaciónes función de un proceso de cambio previo. Que este cambioestuviera relacionado con la torna de conciencia de loscampesinos o con interrelaciones estruct urales era materiaque estaba por verse, opinaba la mayoría. Pero en cambio,todos estaban claramente de acuerdo en que este cambio,cualquier que fuera su fuente, era necesar io. Resultabaevidente también que este cambio hacia la participación nose da espontáneamente y que debe ser «provocado» y en estepunto se centraron de nuevo las discusiones sobre el papel quedebían desempeñar los agentes externos. Puesto que el agente,siendo un extraño, podría percibir las cosas de manerasignificativamente diferente de aquella de los interesados, elcurso de cualquier cambio provocado por su presencia einfluencia, tenía que ser impredecible. El problemafundamental podía plantearse en los siguientes términos: si losagentes externos de «alteración» son necesarios para que seproduzca el cambio ¿quiénes deben ser y cómo debencomportarse estos agentes para superar el peligro implícito enestas diferencias de percepción?

    No parecía haber una solución satisfactoria para esteproblema. Tal vez la única respuesta viable era la de unacapacitación adecuada de estos agentes, lo que aparecía comouna solución bastante pobre. Después de todo, y a pesar decualquier esfuerzo, el agente seguía siendo un extraño entérminos culturales. Finalmente propuse un enfoqueradicalmente distinto. Sugerí que el «efecto de alteración»viniera de los propios campesinos, a través de un procesohorizontal de «confrontación y toma de conciencia». Portradición las comunidades campesinas dependían deeslabones verticales de comunicación. Es decir que cadacomunidad planteaba sus problemas ante las autoridades

    gubernamentales superiores y trataba de obtener ayuda desdearriba hacia abajo. Sus líneas de comunicación eran como lasvarillas de un paraguas invertido: todos convergían hacia unavara central. La comunicación horizontal era inexistente.Resultaba plausible, por lo tanto, que al establecersecomunicaciones horizontales y al analizar, interpretar ycomparar recíprocamente los problemas, el «efecto alternador»se produjera sin riesgos de distorsión en la percepción. En cadacaso, el agente de alteración vendría de fuera, pero actuaríadentro de un marco cultural común.

    No todos los expertos estuvieron de acuerdo con esteenfoque. Algunos insistieron en que era necesaria laconcientización previa para llevar a cabo el esquema, lo quesignificaba volver a plantearlo todo desde el principio. Huboalgunos que estimaron que valía la pena ponerlo a prueba.Finalmente prevaleció esta última actitud y, según se verá en loscapítulos siguientes, la totalidad del proyecto y su metodologíase organizaron y realizaron de acuerdo a lo propuesto.

    * * *

    Mi variada experiencia de economista, especialmente entrelos pobres del sector rural, me indica que la ciencia económica,tal como se ha aplicado tradicionalmente, es demasiado«mecanicista» como para ser valiosa en la evaluación einterpretación de los problemas que afectan a las comunidadescampesinas que en su mayoría viven a nivel de subsistencia. Laciencia económica se ha convertido en una disciplina selectiva quedeja al margen de su quehacer muchos elementos y procesos queinfluyen directamente en el cambio y en el desarrollo. LaHistoria y algunas ideologías también adolecen de este mal y seven limitadas por rigideces similares. De ahí que para lograr unamejor comprensión de la historia que voy a relatar, dedicaré lospróximos dos capítulos a describir mi propia interpretación delproblema.

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  • 2 Interludio teórico (I)

    H isto ria , eco no m ía y a lguna s invis ib ilid a d es

    La Historia es hecha por los historiadores y ningúnacontecimiento se convierte en acontecimiento histórico a menosque un historiador lo declare como tal. El famoso historiadoringlés E.H. Carr escribió en su ensayo «¿Qué es la Historia?»:«Se solía decir que los hecho s hablan por sí mismos, lo quepor cierto es falso. Los hechos sólo hablan cuando el historiadorlos hace presentes: es él quien decide a cuáles va a darles tribuna,y en qué orden y contexto.»1 Citando una declaración de VilhelmMoberg respecto a Suecia, podemos decir que la Historia serefiere «sólo a un grupo de individuos: aquellos que toman lasdecisiones y que, a nombre del pueblo, deciden las condicionesbajo las cuales éste tiene que vivir».2

    Aunque cierta investigación histórica moderna está adoptan-do una mentalidad más sociológica, por tradición la voz de lasmasas no ha sido escuchada ni su presencia sentida. Podemosafirmar, junto con Moberg, que en nuestras lecturas de Historiafaltaron aquellos «que sembraron y cosecharon los campos, de-rribaron bosques, abrieron caminos, construyeron palacios, cas-tillos, fortalezas, ciudades y casas. De todos los que pagaronimpuestos, mantuvieron a clérigos, ediles y funcionarios sólohemos tenido visiones fugaces, aquí y allá. De todos aquellosejércitos caídos por la Madre Patria en tierra extranjera nos

    1. Ver Moberg, Vilhelm,«A History of the Swedish People»,P .A. Nordstedt &Söners Förlag, Stockholm, 1970, vol. 1, pág. 2.

    2. Ibid., pág. 2.

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  • faltan los soldados rasos, sus esposas que los esperaban en elhogar, toda la clase de los servidores, hombres y mujeres... losvagabundos desposeídos, los 'indefensos' que no tenían ni tierrani hogar».1 Esta gente que integra las filas de aquellos«invisibles» a los ojo s de la Historia es, paradojalmente, lamisma gente que ha hecho posible la Historia «visible».

    La economía es diseñada por los economistas. Ningúnacontecimiento se convierte en acontecimiento económico amenos que calce con ciertas reglas establecidas por eleconomista. Como disciplina, la economía se ha convertidorepentinamente en una de las materias más importantes de laactualidad. No habría nada de malo en ello si la importanciadada a la ciencia económica correspondiera realmente a sucapacidad de interpretar y resolver los problemas que afectan ala Humanidad. Este no es el caso. Sus grandes abstracciones,tales como el P.N.B. (Producto Nacional Bruto), sistemas deprecios, tasas de crecimiento, razón capital producto, movilidadde factores, acumulación de capital y otras, aunquereconocidas como importantes, son selectivas ydiscriminatorias cuando se refieren a la masa de los sereshumanos.

    A través de estas abstracciones la ciencia económica, en vezde convertirse en «disciplina abierta», se convierte en unaespecie de «club exclusivo». En realidad, el análisis económicosólo cubre a aquellos cuyas acciones y comportamiento estánajustados a lo que sus cuantificadores (tales como losmencionados) pueden medir. Tomando como ejemplo elP.N.B. lo que pueden medir son actividades que se generan através del mercado, sin considerar si dichas actividades sonproductivas, improductivas o destructivas. El resultado de estaslimitaciones es que las teorías económicas dominantes noasignan valor a las tareas realizadas a nivel doméstico o desubsistencia. En otras palabras, estas teorías son incapaces deincluir a los sectores más pobres del mundo o a la mayoría delas mujeres. Esto significa que casi la mitad de la poblaciónmundial —y más de la mitad de los habitantes del Tercer Mun-

    1. Ibid., pág. 2.

    do— resultan ser, en términos económicos, estadísticamente«invisibles».

    Los sectores «invisibles» para la Historia son prácticamentelos mismos que resultan «invisibles» para la Economía. Estos«invisibles» son de la mayor importancia y el hecho de quehayan permanecido como tales por tanto tiempo no es casual.Las razones descansan en nuestras tradiciones y evolucióncultural, es decir, en la evolución de la rama culturalOccidental, Judeo-Cristiana. Trataré de demostrar este criterioen las siguientes páginas. Sólo quisiera agregar a estas alturasque estos sectores invisibles de la humanidad se han convertidoen el principal interés de mi quehacer, no sólo desde un puntode vista teórico, sino también como una experiencia concretade vida. Es por este motivo que, después de haber trabajadocierto número de años como «economista puro», decidítransformarme en «economista descalzo» y vivir y compartir larealidad invisible. Los próximos pasajes y el capítulo siguienteestán destinados a describir e interpretar el pensamiento de lossectores «visibles» de la Histor ia y de la Econom ía, asícomo las aterr adoras consecuencias que han acarreado parala Humanidad en su conjunto y para los sectores «invisibles» enparticular.

    Antropocentrismo y el mito original

    Para que exista la tecnología se requiere tanto de los sereshumanos como de la naturaleza. Es concebible que los huma-nos puedan abstraerse en gran medida de la tecnología paravivir, pero en cambio, no pueden desentenderse de la naturale-za. Por su parte la naturaleza no necesita ni de una ni de otrospara cumplir con su programa evolutivo. No se debe quebrantaresta jerarquía orgánica si es que la evolución ha de progresar encondiciones de equilibrio dinámico. Se requiere una forma deintegración en la que las reglas de interdependencia primensobre las de la competencia. Lamentablemente, el esquema noha operado de esta manera y, aunque es cierto que el mundo ha

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  • resistido los embates del comportamiento antropocéntrico porlargo tiempo, permaneciendo aparentemente incólume, susefectos se están empezando a sentir de forma clara en cuanto ala posibilidad muy real de una cr isis que afecte no sólo almundo sino a toda la biósfera.

    Cuando hablo de «largo tiempo», sólo lo hago en términosrelativos. Si nos imaginamos una línea de dos metros de largocomo representación del tiempo transcurrido desde el nacimien-to del planeta hasta hoy. la existencia total de la humanidadest aría sólo incluida en el ú ltimo milímetro . Dentro deest a perspectiva es imposible negar la eficacia de los sereshumanos para alterar tan rápida y dramáticamente, unprograma que data de más de mil millones de años. Resulta aúnmás sorprendente cuando uno se percata de que los esfuerzosmás intensivos para arrastrarnos a una crisis total sólo hanocurrido en un diez milésimo de milímetro dentro de esta líneaimaginaria. También ha sido dentro de este segmentoinfinitesimal en que la humanidad se ha dividido en lo que hellamado los sectores «visibles» e «invisibles». Si agregamos aesto que los seres humanos fueron los últimos entre las criaturassuperiores en emerger a la faz de la tierra, resulta sin dudainquietante preguntarse por qué un sistema tan antiguo hahecho surgir un componente nuevo (podríamos decir extraño)dotado de una capacidad tan sorprendente para destruir elsistema, así como para destruirse a sí mismo. Está más allá demi alcance el descubrir una respuesta a este enigma y sólo loplanteo porque con frecuencia golpea mi imaginación.

    Estoy convencido de que la crisis total que nos amenaza anosotros, a nuestro mundo e incluso a nuestra biósfera, no tienesu causa final (causa finalis*) en errores de planificación, ni enel alcance limitado de las teorías sociales, políticas y económi-

    * En el sentido aristotélico « causa finalis» es la relación entre la meta u objetivo(ya sea que se le suponga existente en el futuro como entidad de naturalezaespecial, fuera de las series de tiempo, o simplemente como una idea delproponente) y la tarea realizada para lograrlo. En este sentido el concepto esteleológico porque explica el presente y el pasado en términos del futuro.

    cas, ni tampoco en las limitaciones de una u otra ideología.Todos estos elementos, aunque no exentos de responsabilidad,sólo son «causas eficientes» (causa efficiens*) de la situación.La realidad cala mucho más hondo. Estimo que la «causafinalis» fluye de la esencia misma de nuestra cultura o de loque, en otras palabras, podríamos llamar el «mito original»sobre el cual ha sido construida.

    Conforme a la Biblia el hombre y la mujer fueron creados alsexto día. El «mito original» adquiere el rol de ente normativoy, por lo tanto generador de cultura, según el relato delacontecimiento en el Libro del Génesis. Después de completarsu tarea de ese día: «... Dios los bendijo diciendo: Creced ymultiplicao s, llenad la tierr a y dominadla» 1. Yo creo queeste mandato otorgó sanción divina, por lo menos dentro de lacultura Judeo-Cristiana-Musulmana, a lo que habría deconvertirse en aspiraciones ilimitadas de expansión yconquista, que inevitablemente desembocaron en dominio,explotación y en el establecimiento de jerarquías de clase**.

    El hecho indiscutible es que los seres humanos,especialmente los hombres, como también lo indica el relatodel Génesis, fueron puestos por encima de la naturaleza que seextendía a su alrededor con el propósito exclusivo de servirlos.El mandato no era de integrarse, lo que habr ía po didogenerar una cierta actitud de humildad; el mandato era desometer a la naturaleza, y como tal sólo podía estimularacciones y emociones de arrogancia y desdén para con elentorno, así como para aquellos seres humanos más débiles omenos inclinados a involucrarse en juegos de poder y dominio.

    La inquietud actual respecto a una crisis total se está pro-

    1. Génesis, Capítulo 1 versículo 28. (Las frases en cursiva son mías).* « Causa efficiens» , es también en el sentido aristotélico la relación entre lafuerza motriz y el resultado desu acción. En este sentido el concepto es meca-nicista en la medida en que explica el futuro, en términos del presente o delpasado.

    ** Estoy dispuesto a aceptar que el mandato haya sido mal interpretado. Noobstante, parece lo suficientemente simple y directo como para que las malasinterpretaciones hayan sido poco probables.

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  • fundizando y hay quienes buscan y proponen soluciones. Sinembargo, es necesario detenerse, analizar y comprender lascausas que nos están llevando, con impulso creciente, hacia unasituación que a veces nos parece desconcertante y otrasaterradora. El llegar a una comprensión de este panoramadesastroso supone descifrar una dialéctica que oscila entre eldrama de las contradicciones y la comedia del absurdo (unasuerte de dialéctica de la dialéctica). Supone interpretar no sólolos conflictos, sino la estupidez. No s obliga a catalogar nosólo los errores, sino la irresponsabilidad. En resumen, exige unesfuerzo «holístico» que al exceder generosamente el alcance decualquier enfoque o análisis mecanicista, restablece elpensamiento filosófico, y tal vez metafísico en un lugarpreponderante. Y es dentro de este ámbito (y no dentro del dela técnica) don de deben ocurrir en el futuro cercano lasrevoluciones más trascendentales, suponiendo siempre que latécnica no nos haya hecho estallar antes.

    No resulta difícil predecir que nada permanecerá igual, perodeberíamos agregar que nada puede permanecer igual. Laproblemática total desplegada ante nosotros, como un abanicoque al abrirse revela más y más, sorpresas debido a lasnovedades que encierra, no es sólo una crisis como tal, sino unarealidad que exige una reformulación igualmente integral. La«crisis de los fundamentos» que a principios de siglo derribógran parte de la matemática y mecánica clásicas, se aboca a finesde este siglo a derribar teorías económicas, filosóficas, políticasy sociales.

    Por lo tanto ha llegado el momento de revisar las materias ylas causas a partir de sus orígenes, sin considerar «a priori» quehay cosa alguna lo suficientemente sagrada como para que nose pueda cuestionar su validez. Nuestra actitud debe ser resu-mida —por lo menos en cuanto a miembros de los sectores «vi-sibles» que deben ser culpados por la crisis en primer lugar— enla frase del poeta argentino Juan Gelman: «¡Hurra! ¡Por fin yanadie es inocente!». Trataré, por lo tanto de dar una visión rá-pida, que para algunos puede parecer iconoclástica o irreverente,

    del período que culmina en la situación actual que tanto nosinquieta, y proponer algunas bases para la filosofía del futuro a laque adhiero y que he tratado de poner en práctica como«economista descalzo».

    La importancia que otorgo a lo dicho en párrafos anterioresno se funda en una supuesta validez histórica, algo de que careceel relato bíblico, porque es un mito. Se basa más bien en el hechode que un «mito original», debido al programa teleológico queimplica, es un generador de cultura; incluso de una cultura —yesto deber enfatizarse— que, siendo capaz de dar vida y fuerza auna racionalidad adversa al mito, paradójicamente llega a suaparente madurez cuando el comportamiento humano se hacecongruente con el «mito original», por mucho que éste haya sidoolvidado, invalidado o abolido por una nueva racionalidad que,de hecho, nunca es nueva sino siempre antigua.

    Las ideologías, especialmente las que se consideran a símismas como científicas, surgen inevitablemente como oposiciónal mito. No obstante, incluso al negarlo no logran eliminar suinfluencia (tal vez podríamos decir su «hechizo»), por la sencillarazón de que sus armas y argumentos racionales son parteintrínseca del ente cultural que el mito ha generado. La pruebano es difícil de encontrar. Las ideologías se han expandido por elmundo estableciendo fronteras dentro de las cuales puedenconsolidar su eficiencia o por lo menos sus ventajas. Han creadoy establecido sistemas supuestamente opuestos entre sí. Hanobligado a la gente a tomar posiciones que van desde lasbarricadas hasta el curul parlamentario. Todo esto a nombre de lalegítima confrontación entre alternativas parcial o radicalmentediferentes. Así se ha trazado el curso de nuestra historia. Losconflictos han sido percibidos como específicos e inevitables.Sin embargo, resulta curioso que en relación con las inquietudesecológicas o ambientales, ninguna ideología haya desacreditadola potencia del «mito original»: Continúan actuando enconcordancia con él. Todas contribuyen a un escalamientopersistente del espíritu antropocéntrico sobre el que pesa lamayor responsabilidad de la situación que afecta al mundo.

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  • Durante el período en que el Occidente (la rama culturalJudeo-Cristiana-Musulmana) estaba dominadofundamentalmente por el «mito original», el efecto delantropocentrismo no fue más allá de expresarse en términos deuna mezcla de superstición e indiferencia. La naturaleza estabaahí, para entregar sus frutos a los seres humanos o para actuarcomo un simple telón de fondo. Esto se hace evidente, inclusoen la literatura o la pintura, hasta muy entrado el siglodieciocho, donde el único papel que representaba la naturalezaera el de llenar los vacíos alrededor del tema central: ladivinidad o el ser humano. Este largo período de indiferenciafue lentamente cediendo el paso a ataques conscientes en contrade la naturaleza, fenómeno que coincide con el inicio de lo quequisiera identificar como el periodo de las ideologías. Estimoque este último período se estableció, en el sentido moderno,con el pensamiento de Thomas Hobbes (1588-1679) y seconsolidó con el de John Locke (1632- 1704), creadores ambosdel liberalismo.

    En esta nueva época, la Razón es adorada como en ningunaera anterior, desde la de los filósofos griegos. Es importanterecordar que éste es el período de Spinoza (1632-1677),Descartes (1596-1650), Newton (1642-1727) y Leibnitz (1646-1716), entre muchos otros. El mito aún no ha sido rechazado,pero tampoco se le acepta sin cuestionamiento.

    Con la cautela que domina a estos primeros ideólogos, sebusca un apoyo racionalista para el mito. El mito aún no hamuerto, pero ha comenzado el principio de su fin. Los golpesfinales vendrán de los pensadores del siglo diecinueve, enmedio de la Revolución Industrial.

    Un tema central del pensamiento político de Locke es el delcrecimiento; tema que no sólo será central en la filosofía delestado liberal, sino también en otras filosofías que han de surgiren el curso de los doscientos años posteriores a la muerte delfilósofo. Este énfasis en el crecimiento económico, o en la ri-queza de las naciones (para usar el lenguaje de los tiempos),acarreó —como bien se sabe— modalidades concertadas y va-riadas de explotación. Los ideólogos respondían sólo a una de

    estas formas de explotación: la del hombre por el hombre. Porsupuesto, sólo unos pocos la reconocían como explotación: parala mayoría era simplemente la relación «natural» entre el poder ylos subordinados. En todo caso, la lucha por el poder entre losseres humanos obscurecía todo reconocimiento de los ataques encontra de la naturaleza, que, tal como lo hemos descubierto enperjuicio nuestro, son igualmente importantes.

    John Stuart Mill (1806-1873) poco más de un siglo después dela muerte de Locke, expresó su inquietud por el daño hecho porel hombre a la naturaleza, y se demostró escéptico respecto a lassupuestas ventajas del crecimiento indefinido de la producción yde la población, tal como eran postulados por el liberalismo. Susargumentos no tuvieron mayor eco.

    El liberalismo, así como el conservantismo y socialismo, sur-gieron como alternativas para la sociedad humana. Sus diferen-cias frente a varios problemas fundamentales son bien conocidas,pero —dentro de este contexto específico— resulta máspertinente destacar los aspectos que tienen en común. En primerlugar, todos aceptan el crecimiento como indispensable, aunquedifieren en cuanto a las formas y mecanismos más adecuadospara la distribución de sus frutos. En segundo lugar, todoslimitan sus inquietudes filosófico-políticas primarias a lasrelaciones de poder entre los hombres, a la vez que ignoran elpoder directo que, tanto la naturaleza como la tecnología alnivel existencial, son capaces de ejercer en el destino de la hu-manidad. De hecho esto significa «ignorar dos de los tres factoresbásicos en el drama de la historia humana»1. En tercer lugar,todas cultivan una admiración ilimitada por la tecnología encuanto instrumento para resolver problemas. Finalmente están deacuerdo en que uno de los medios inevitables para lograr undestino humano superior reside en el control y dominio de lanaturaleza, para lo cual la tecnología representa de n uevo elarma principal. De esta manera, los mitos de Génesis y Prometeose han fundido en una ecuación única.

    1. Ver Ferkiss, Victor,« The FutureofTechnological Civilization» ,GeorgeBrazillcr, Ncw York, 1974, pág. 7.

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  • El pensamiento de Marx (1818-1883) refleja la creencia enlas posibilidades de un crecimiento ilimitado y en la victoria dela humanidad sobre la naturaleza, ayudada e influenciada poruna tecnología cabalmente desarrollada. Para Trotsky (1879-1940) la tecnología, entre otras cosas, hará posible que elhombre socialista se convierta en «superhombre», capaz demover montañas y modificar a su antojo todo cuanto lerodea. «En vano se busca en Marx, a pesar de sus alusiones a laarmonía proyectada del hombre con la naturaleza bajo elsocialismo, algún sentimiento para con la naturaleza al nivelexistencial concreto. El hombre es un hacedor, un realizador, unconquistador»1. Por otra parte, Engels (1820-1865) en sucapacidad de científico más completo que sus colegas, pone enguardia contra los peligros involucrados en la conquistaindiscriminada de la naturaleza. Sostiene que «cada una de esasconquistas tomará venganza en contra nuestra»2. Lasadvertencias de Engels, tal como lo ha indicado Ferkiss, «hansido virtualmente ignoradas por todos los pensadoressocialistas» 3. Esta misma actitud, común a las principalescorrientes ideológicas, se observatambién en el hecho de que «enninguno de los numerosos modelos económicos existentes seencuentre una variable relativa a la contribución perenne de lanaturaleza»4 . La relación establecida por estos modelos con elentorno se limita a la noción de David Ricardo (1.772-1823)respecto a la tierra, que no es más que un sinónimo de espacio,inmune a cualquier cambio cualitativo. Los diagramas dereproducción económica de Marx ni siquiera incluyen estadeslavada coordenada»5.

    Por otra parte, el conservantismo (que en su sentido máspuro es tal vez el credo político más antiguo de Occidente) hainvalidado su esencia original hasta tal punto que sólo tiene es-

    1. Ibid., pág. 68.2. Engels, Fri edri ch, « Dialecti cs o f N ature» , Int ernation al Publishers ,

    New York, 1940, pp. 291-292.3. Ferkiss Victor, op. cit., pág. 68.4. Georgescu-Roegen, N., op. cit. pág. 2.5. Ferkiss Victor, op. cit. pág. 63.

    casa o ninguna relación con su forma actual. De hecho, elconservantismo tiende actualmente a confundirse, en suexpresión más contradictoria, con la filosofía del estado liberalllevada al extremo y en su manifestación más inocua, aunquepeligrosa, con la filosofía de la nostalgia, llevada al colmo de lafutileza. «No todo lo que es posible es deseable», fue uno de susprincipios básicos en virtud del cual llegó tan lejos como aproteger los intereses de los campesinos y de los pobresamenazados por la naciente burguesía. Esto mereció que Marxy Engels en su Manifiesto Comunista identificaran alconservantismo como «socialismo anti-socialista». Susfundamentos ideológicos emanaban de la «Ética» de Aristótelesque sostiene que la esencia del hombre es fija e inmutable,error básico (con perdón de maestro), porque los humanos sonseres en evolución. «La naturaleza humana es real, pero unaparte esencial de ella es su capacidad de cambio. La humanidadevoluciona. Como resultado de esto, lo que es adecuado para lahumanidad en un tiempo y lugar como expresión legítima de lanaturaleza humana no lo será universalmente»1.

    La inquietud inicial del conservantismo para retener lasfuerzas tecnológicas incontroladas y anti-naturalesdesencadenadas por el capitalismo, que sólo podían estimularuna codicia creciente, mostraba un amor evidente eincondicional por el estado natural (aunque, naturalmente, deestructura elitista). Esta actitud se ha transformado hoy día en unamor igualmente evidente e incondicional por la «magia» delmercado, por la libre competencia como esencia de la justiciasocial y por el crecimiento y expansión ilimitados. En oposiciónal liberalismo capitalista, el que transformado en liberalismocorporativo, bajo el impulso del desarrollo tecnológico, se hatomado esencialmente irreverente para con el pasado y paracon cualquier institución que obstaculice su objetivo decrecimiento como fin en sí mismo, el conservantismo se hacefútil cuando trata de promover la misma carrera tecnológica,

    1. Ferkiss, Victor, op.cit. p. 63.

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  • porque la coloca dentro de un marco institucional que emana. node una actitud congruente, sino de una participación por partesiguales de nostalgia y del «mito original». Bastaría con escuchara algunos de los voceros del gobierno de Reagan para ilustrareste punto.

    Podría concluirse de lo antedicho que, aunque las ideologíasdifieren en su interpretación de las relaciones de poder entre losseres humanos, son básicamente iguales en cuanto al papel queasignan a la naturaleza, así como a la tecnología. Más aún, yoiría tan lejos como para decir que, en este sentido, son todashijas del liberalismo. Sin embargo, lo que es más importanteque esta última aseveración, es el hecho de que la paradojaplanteada al principio de este capítulo parece confirmarse. Enotras palabras, mientras el mito dominaba, los humanos no seaventuraron más allá que creer en él. Una vez descartado por larazón, el comportamiento humano se conformó a él más quenunca. El ataque a la naturaleza no se produjo mientras el «mitooriginal» era ley, sino cuando dejó de serlo. Este es un hechoextraño pero verdadero que merece por sí mismo unainvestigación profunda y seria.

    Quisiera resumir de otro modo lo que he dicho hasta aquí. Siobservamos nuestro mundo de hoy, podemos detectar una nuevaetapa en el proceso de evolución que he tratado de describir.Quisiera plantearlo de la siguiente manera: en el principio fue elmito, y el mito solo. En seguida vino la razón y el hombre tratóde usar la razón para justificar el mito. Después la razón triunfósobre el m ito y la razón go bernó sola. Ahora bien, siescuchamos a algunos voceros del gobiemo de Reagan, porejemplo, tenemos la sensación de que, en manos de semejantesfundamentalistas, el mito se está utilizando para justificar a larazón. Y esto resulta alarmante. ¿Qué nos espera más adelante?¿De nuevo el mito y el mito solo? Me aterra pensar en elliberalismo corporativo actual aliado al mito original».

    3 Inte rludio teórico (II )

    La cuestión de los estilos de desarrollo

    Existen altemativas ideológicas en el terreno social,económico y político, y por lo tanto es posible escoger —pueden hacerlo, al menos los detentores del poder— entredistintos estilos de desarrollo. No obstante, si tomamos encuenta la inquietud por los problemas del medio ambiente,que, más que agregar un elemento nuevo supone elplanteamiento de un problema esencialmente nuevo, deberíareconocerse que hasta hoy sólo ha predominado un estilo: elvandálico. En otras palabras, existen alternativas, limitadas,características del esquema analítico ortodoxo. Variasalternativas teóricas interesantes y valiosas se han propuestopara un planteamiento global de la problemática de la biósfera,pero hasta aquí ninguna ha sido puesta en práctica a escalanacional o mundial. 1 Trataré de demostrar este punto de vista.

    Hay una forma de opinión, tal vez la más difundida, queconsidera la crisis potencial de la biósfera en general y losaspectos ecológicos en particular, como elementos que debentomarse en cuenta en la planificación del desarrollo. En otraspalabras, es cuestión de considerar simplemente, una o másvariables y parámetros para perfeccionar el modelo. Si estofuera así, sería perfectamente lógico concebir un capitalismoecológico, un conservantismo ecológico o, finalmente, cual-

    1. Algunas de las proposiciones más interesantes están contenidas en «Whatnow: Another Development, The 1975 Dag Hammarskjöld Report onDevelopment and International Cooperation» . Fundación DagHammarskjöld, Uppsala 1975.

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  • quier otra mezcla o combinación igualmente ecológica yecléctica. Son éstas las posibilidades que considero ilusorias.Creo que, por diversas razones que explicaré más adelante, lasformas de organización socio-económicas y políticas actualmentevigentes en el mundo, son esencialmente antagónicas al logro deuna armonía tripartita entre Naturaleza, Seres Humanos yTecnología. Pero antes de continuar explorando un campo queconsidero delicado quisiera h acer ciertas disquisicion es amodo de recapitulación.

    Estimo haber dejado lo suficientemente claro el alcance de laactitud antropocéntrica y creo haber demostrado tambiénque su origen se remonta a la base misma de nuestra culturaoccidental y que, por lo tanto, es un factor común a todas lasfilosofías o ideologías políticas vigentes a la fecha.* Esentonces, el producto de una «causa final» que, enconsecuencia; no puede resolverse por la inclusión de factorescorrectivos en esquemas o modelos cuyas deficiencias son elresultado de «causas eficientes». En otras palabras, un modelode desarrollo puede ser perfeccionado en términos formalestodo lo que se quiera, pero las modificaciones de basesculturales consideradas desfavorables, trascienden todaposibilidad de formalización y sólo son posibles comoproducto de una profunda revolución estructural, capaz dealterar o sustituir por otros algunos caracteres ontológicosdominantes. Suponiendo que éste sea un argumento plausible,debería declarar en suma, que si el comportamientoantropocéntrico se origina en «causas finales» y la ineficienciade las ideologías así como de las organizaciones socio-económicas y políticas que emanan de ellas se originan en«causas eficientes», cualquier intento de modificar o perfeccio-nar estas últimas, que no esté sustentado en una reorientaciónradical del primero, será en vano.

    El necesario advenimiento de una especie de humanismoecológico capaz de sustituir, o, por lo menos de corregir elantropocentrismo que prevalece entre nosotros, es ciertamente

    * El anarquismo filosófico puede ser hasta aquí, laúnica excepción.

    una perspectiva tan revolucionaria que no es posible incluirlacomo un simple elemento en un plan de desarrollo, porambicioso y sofisticado que sea. Pero quiero volver ahora a laproposición. He sostenido que los sistemas actualmente vigentesno son compatibles con la solución integral del problemaplanteado. Esta consideración se basa en el hecho de que todos,en constitución y contenido, fluyen de una matriz culturalcomún que, debido a sus características, los ha impulsado, apesar de sus divergencias y diferencias en otros aspectos, poruna vía opuesta a la que un equilibrio dinámico entreNaturaleza, Humanidad y Tecnología requiere, o más biendicho, exige. Este argumento parecería ser suficiente comopara justificar una revisión crítica global. Pero aún quedanaquellos que, rechazando la validez de mi teoría de «causasfinales», se aferran a la creencia de que la solución perseguidasólo descansa en la posibilidad mecanicista de corregir erroresdentro de sistemas reconocidos como esencialmente buenos ypositivos. Debo entrar, por lo tanto, a la segunda etapa en estaincursión crítica que consiste en destacar la manera en que cadasistema individual se ve afectado, ya no solamente por «causasfinales» adversas, sino también por «causas eficientes»igualmente adversas e igualmente comunes a todos. Si la«causa final», como se ha dicho, es responsable delantropocentrismo, este último también es responsable, por víade las ideologías, de la forma que han asumido los sistemassocio-políticos y económicos. Esto en cuanto se refiere a laconcatenación de las «causas finales». Lo que se deduce es quelos estilos de desarrollo, o más bien las metodologías concretasque cada sistema ha diseñado para resolver sus problemas deacuerdo con sus objetivos últimos, se convierten en «causaseficientes», cuyos resultados pueden ser generalmenteindividualizados y medidos. Los estilos de desarrollo seconvierten en fuerzas programadas que, al ser activadas,generan procesos identificables en el espacio y el tiempo.

    El producto final de los estilos de desarrollo, en cuanto és-tos son «causas eficientes», es generalmente conspicuo, y es po-sible identificarlo en términos temporales, así como en términos

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  • de ubicación y magnitud. Así se ha difundido la creencia de que alresolver caso por caso, o al evitar la proliferación de nuevoscasos a través de nuevas medidas tecnológicas, y legislativas, elproblema global se solucionará tarde o temprano. Mi tesis noadmite esta posibilidad, ya que aquellos aspectos en que losactuales estilos de desarrollo difieren notablemente entre sí, sonneutrales respecto al medio ambiente, mientras que aquellosaspectos que les son comunes, son precisamente adversos paracon el entorno. Pero, lo que es aún más crucial, el grado deimportancia que alcanzan estos factores comunes dentro de cadasistema individual .es tal, que el efecto de alterarlos equivaldría auna completa reformulación de cada sistema. En otras palabras,la corrección drástica de las «causas eficientes» del problemaambiental, dentro de un Sistema Capitalista —para tomar unejemplo— significaría el final de lo que define al SistemaCapitalista. No sería un capitalismo reformado, sino algoenteramente diferente. Otro tanto ocurre, por cierto, con losdemás sistemas existentes.

    Hay más elementos comunes ambientalmente adversos, delos que podría analizar en este capítulo. Por lo tanto me hedecidido seleccionar sólo dos, lo suficientemente importantescomo para ilustrar mi punto de vista. Me referiré al problema delmecanicismo y a algunas materias relacionadas con el conceptode magnitud. Sin embargo quiero indicar previamente que,aunque todos los sistemas no se verán afectados con la mismaintensidad por cada uno de los puntos mencionados, todos ellosson vulnerables en mayor o menor grado.

    El problema del mecanicismo

    Cada sistema ha generado su propia teoría económica. Pero«la verdad completa es que la ciencia económica, en la forma enque es profesada generalmente esta disciplina, es mecanicista enel mismo sentido en que generalmente estimamos que lo es lamecánica clásica»1. Cuando los economistas se obsesionaron

    1. Georgescu-Roegen. N., op. cit. pág. 1.

    por elevar su disciplina a la categoría de ciencia, realizaron todoslos esfuerzos posibles para asimilarla a los patrones relativos a lafísica de aquel tiempo. Esto se detecta en los trabajos de Jevons(1835-1882) y de Walras (1834-1910) inglés y francés,respectivamente, que trataron de encontrar analogías con lamecánica clásica. El propio Irving Fisher (1867-1947) como losaben todos los economistas, se empeñó en un esfuerzo digno deun relojero suizo, por completar la construcción de un mecanismoparticularmente ingenioso e intrincado cuyo objetivo erademostrar la naturaleza puramente mecánica del comportamientodel consumidor. La Ley de Say (1767-1832) que tuvo unainfluencia tan importante en el pensamiento económico liberal(«la producción genera su propio poder de compra») esigualmente mecanicista. El concepto de «Homo Oeconomicus» loes indiscutiblemente y, finalmente, los diagramas de reproduccióneconómica de Marx están sujetos a la misma limitación.

    Esta tendencia no presentaría problema alguno si los procesoseconómicos fueran realmente mecánicos. Por supuesto quemuchos economistas todavía creen que lo son y las políticaseconómicas que propician así lo demuestran. Después de todo,una de las características de muchos economistas consagrados a laformulación de políticas, es su talento para abstraerse de larealidad, lo que provoca un caos para los que viven en ella.Pero el hecho es que los procesos económicos, susceptibles deinterpretaciones mecánicas en ciertos casos aislados, son denaturaleza entrópica en su tendencia más amplia y generalizada.*

    * Este concepto de entropía sederiva de la Segunda Ley de Termodinámica que,en su formulación más simple, establece que el calor siempre fluye en unadirección, es decirdesde el cuerpo más caliente al más frío. Porque este procesoes unidireccional, además de ser irreversible, prueba la existencia de procesosque no pueden ser explicados en términos mecánicos. En este sentido deberíarecordarse que un fenómeno mecánico sólo es tal, en la medida en que esreversible. De esto se desprende que los procesos entrópicos sólo pueden serdescritos por métodos ajenos a la mecánica (concretamente, por medio deecuaciones termodinámicas). La entropía revela aquello que en otrostérminos es generalmente identificado como una tendencia irrevocable hacia

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  • Contrariamente a lo expresado en libros de texto, el último eslabónen el proceso económico no es el consumo sino la generación dedesperdicio. Esto significa una transformación de baja entropía enentropía alta, y aunque este proceso es inevitable, resulta posible almenos, disminuir su aceleración. Este es un punto que muchoseconomistas todavía rehúsan reconocer: el hecho de que «puesto queel producto de los procesos económicos es el desperdicio, dichodesperdicio es el resultado inevitable del proceso y 'ceteris paribus',aumenta en mayor proporción que la intensidad (creativa) de laactividad económica».1 La hiperurbanización y la crecientecontaminación que conllevan estos centros considerados como los demás alto desarrollo, es una prueba de esta aseveración, prueba quesurgió como sorpresa desconcertante para todas las teoríaseconómicas. Uno debería preguntarse cómo reconciliar el producto dela «eficiencia» apoyado por todas las teorías económicas, con eldesastre ambiental resultante.

    Debido al hecho de que la ciencia económica nunca otorgó alentorno —sistema afectado por la entropía— su peso real, le fueposible a esta disciplina mantenerse encerrada en su torre de marfilmecanicista hasta la hora de la verdad. Es así como la economía se hatomado en una disciplina (ciencia, si se quiere) tan a-histórica comocualquier proceso mecánico: sólo lo que es irreversible representa elsurgimiento de una novedad auténtica; en su sentido más puro, sólo loirreversible es un acontecimiento nuevo.* Lo mecánico no es más

    la degradación de la energía contenida en un sistema cerrado, situación que alcanzasucúspide cuando la energía de todos los componentes del sistema es igualizada. Así elsistema queda incapacitado —como resulta evidente hasta en torna intuitiva— dealterar su estado final, excepto por estímulos exógenos.

    En lenguaje de física el estado de máxima entropía es sinónimo de caos o dedesorden absoluto (lo que es lo mismo, va que el orden es concebido como productode la diversidad). Finalmente, lo que es importante tener en

    1. Georgescu-Roegen, N., op. cit., pág. 19.* Unapersona enamoradapuede tal vez comprender mejor que un economista, laverdad de esta aseveración, a menos quesea un economista enamorado.

    que la posibilidad de la repetición. La economía está dispuesta ajugar elegantemente con esto último, pero se encuentra en granmedida, desprovista de argumentos y herramientas paraenfrentar lo que es realmente novedoso.

    Es extrañamente conmovedor observar los esfuerzospersistentes de tantos economistas para elevar su quehacer a lacategoría de ciencia libre de contradicciones, mientras que lafísica —inspiración del mecanicismo económico— renuncióhace años a esa falacia.

    Así como el «principio de comp lementar iedad» deNiels Bohr (1885-1962) surgió de la necesidad ineludible detener que aceptar que el electrón puede comportarse a veces comoonda y a veces como partícula, formas de comportamientomutuamente incompatibles, así también las teorías económicasdeberían estar dispuestas a aceptar la coexistencia de procesosmecánicos y entrópicos que también parecen contradictoriosentre sí.

    Sin embargo, lo curioso es que la ciencia económica seoriginó —sin que sus creadores se percataran de ello— en unanoción entrópica: la escasez. Es evidente que «si el procesoentrópico no fuera irrevocable, es decir, si la energía ele untrozo de carbón o uranio pudiera ser utilizada una y otra vez 'adinfinitum', la escasez casi no existiría en la vida del hombre.Hasta un cierto nivel, incluso un aumento de la población nocausaría escasez; la humanidad simplemente tendría que usar lasreservas existentes con mayor frecuencia»1. No obstante, laescasez existe porque los procesos entrópicos son irrevocables.En la medida en que los economistas no estén dispuestos aaceptar la crisis que afecta a los fundamentos de las teoríaseconómicas para poder emprender su reconstrucción, todaesperanza de que contribuyan positivamente a la interpretaciónadecuada y a la posible solución de los problemas biosféricos essumamente remota.

    Finalmente, hay un aspecto adicional que quisiera acentuar.Los procesos económicos, especialmente aquellos generadospor el

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  • por el establecimiento liberal corporativo, aumentan la entropíamundial a un ritmo aterrador. La generación de crecientescantidades de desperdicios innecesarios está sellando el destino—de miseria— de los sectores económicamente «invisibles» delmundo. Esto significa que aquellas teorías económicas que danapoyo teórico a las acciones del liberalismo corporativo no sóloson erradas desde el punto de vista técnico, sino también desdeel punto de vista moral.

    Sobre cuestiones de magnitud

    Aristóteles sostenía que una gran ciudad no debía confundirsecon una ciudad populosa, y llegó hasta proponer que el límiteóptimo de la población de un estado es el número máximo quepueda abarcarse de una sola mirada. Esta noción puede parecerabsurda a los pensadores y al público general de hoy día quese ha acostumbrado a confundir la grandeza y la eficiencia con elgigantismo. Sin embargo, en vista de los nuevos problemas queafectan a la humanidad, no parece sensato rechazar, sin mayorconsideración, la posibilidad de revisar conceptos que fuerandescartados en el curso de la evolución del pensamiento y de lahistoria. Nuestra situación actual no tiene analogías en el pasado;no es el resultado de una continua extrapolación. Haycircunstancias enteramente nuevas que nos obligan a buscarinspiración en todas las fuentes del conocimiento y laexperiencia humana. Lo que es anticuado en este caso, no lo esporque sea viejo, sino porque es obsoleto. Es así como losconceptos contemporáneos (tales como la economía mecanicista,ya discutida) deberían destacarse también debido a suobsolescencia, mientras que proposiciones de un pasado remotopueden volver a surgir, sorprendentemente rejuvenecidas yadecuadas. Las observaciones de Aristóteles que acabo demencionar me parecen muy pertinentes. De hecho, en el Inter-ludio Teórico III de la segunda parte de este libro, he desarro-llado ampliamente las ideas de Aristóteles y otros, en relación

    con la magnitud de los sistemas, especialmente sistemas urbanosy sus entornos.. Por lo tanto