como perros y gatos

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ilustrado por: Light Andrade por: RitaTabarez

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Un cuento escrito por la uruguaya Rita Tabarez en donde a través de la intervención del Diseño Gráfico se apoya el desarrollo de recursos cuyo propósito es entretener y apaciguar el estado emocional de los niños que se hospedan en la Casa de Ronald Mcdonald de la Fundación Infantil Ronald McDonald Guatemala.

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Page 1: Como perros y gatos

ilustrado por:Light Andrade

por:

Rita Tabarez

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Luna y Betty eran dos preciosas gatas chapinas. Betty, la mayor, era amarilla y de ojos grandes y verdes. Algunas veces saltaba la reja del jardín y exploraba, durante horas, azoteas y jardines vecinos. Era muy tiquismiquis y solo le gustaban los frijolitos, paté de salmón, queso en capas y el dulce de chilacayote. Quería ser escritora y se había empeñado en escribir sobre los perros. Cómo viven, dónde, qué comen y cómo piensan.

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Luna era blanca como el algodón y muy estilizada, no tenía mucho espíritu de aventurera y esperaba pacientemente a que su compañera volviera y le contara sus andanzas. Pero Betty contaba con tanto entusiasmo sus descubrimientos y sus planes que había despertado la curiosidad de Luna.

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—Voy a escribir un libro sobre los perros —dijo Betty una tarde. —¿Sobre perros? ¿Y cómo vas a escribir si no conoces nada sobre ellos? –preguntó Luna asombrada.

—Entrando en su mundo. Estoy segura que hay un mundo de perros. —¿Y cómo vas a entrar si eres gata? ¡Te van a comer! —comentó asustada Luna. —No te preocupes. Tengo un plan. ¿Me acompañarás? —preguntó Betty.

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Luna no contestó pero escuchó atentamente los divertidos planes de su compañera y aceptó su invitación. Vivían en una casa con un gran jardín y eran demasiado consentidas por su dueña. Por eso, fue una sorpresa para ella cuando decidieron irse a conocer el mundo de los perros.

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Su dueña trató de persuadirlas de aquella locura pero no pudo, así que decidió ayudar a preparar sus mochilas. Paté de salmón, frijoles y algunos dulces. Sus cepillos de dientes, sus pijamas y sus almohadones para dormir. Ese era todo su equipaje. —No te preocupes, estaremos bien —dijo Betty arqueando el lomo y restregándose sobre las piernas de su dueña. Luna saltó a la falda de su dueña y se quedó durante unos minutos. —Tú no deberías seguirla. Eres pequeña y no tienes experiencia fuera de casa –le dijo.

—Ya es hora de que salga y conozca el mundo. Además Betty me cuidará –le dijo y se bajó.

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A la mañana siguiente se despidieron de su dueña dieron un salto a la reja y se marcharon.

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Caminaron durante horas, Cruzaron avenidas y parques. Y cuando subían por el puente tuvieron su primera espantada. Un enorme perro las persiguió durante algunas calles hasta que lo perdieron de vista. Agotadas, Betty y Luna decidieron que era hora de visitar a su amigo Tito, un enorme gato persa de color gris que vivía al final de la avenida de las palmeras.

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Su dueña tenía una tienda de animales y además de perfumes y jabones de baño, vendía todo tipo de disfraces para ellos. —Necesitamos dos disfraces de perros y un perfume del que acostumbran a usar los perros que tienen aquí —dijo Betty. —¿Y para qué quieren disfraces de perros? —preguntó. Betty le contó cada detalle de su aventura y Tito no salía del asombro. —¡Ustedes se van a meter en un gran lío! —les dijo—. ¿Y se puede saber dónde está el mundo de los perros?

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—Ya lo encontraremos. ¿Quieres acompañarnos?—¡Ni que estuviera turulato! —exclamó mientras bajaba al sótano por los disfraces. —Bueno, vámonos ya que está comenzando a llover. Gracias por los disfraces y el perfume —dijo Betty saliendo por la ventana.

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—Nada de gracias —dijo Tito sobándose los bigotes—. Tienen que pagarme. Con dos latas de atún estará bien. —No tenemos atún, solo paté de salmón que es mucho más rico y nutritivo. Y te daré una sola.

Betty era muy buena negociando y una experta pidiendo rebaja, así que Tito aceptó el pago y se despidieron.

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El día había sido agotador y estaban demasiado cansadas para seguir andando, así que decidieron entrar en un depósito de carros en desuso y prepararse para dormir. Se lavaron los dientes en un charco, se colocaron sus pijamas y se tumbaron en sus almohadones.

—¿Cuándo llegaremos al mundo de los perros? ¿Cuándo nos pondremos los disfraces? ¿Y si los perros se dan cuenta que somos gatas? —preguntó Luna dando vueltas y vueltas sobre el almohadón sin poder dormirse.

—Duérmete ya. Son muchas preguntas y estoy muy cansada —respondió Betty fastidiada.

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El día amaneció soleado y Betty se despertó muy contenta.

— Estoy segura de que hoy encontraremos el mundo de los perros. Vamos a ponernos los disfraces y a perfumarnos, así no nos perseguirá ninguno por las calles —dijo Betty.

El disfraz de Luna era de color blanco y el de Betty de color café. Colocaron primero el cuerpo y por último la cabeza. Se veían algo ajustados e incómodos y cada vez que comieran o bebieran tendrían que quitárselo. Pero era la única solución para no ser descubiertas.

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Al pasar por una heladería se toparon con dos perros enormes. Las miraron con mucha desconfianza mientras Luna temblaba de miedo. Las olfatearon y luego de unos minutos los perros siguieron su camino y las gatas se dieron cuenta que el disfraz y el perfume eran perfectos.

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Habían andado tanto, tanto que estaban a punto de llegar al Lago Amatitlán. De pronto comenzaron a escuchar ladridos, muchos ladridos y cada vez más cerca. A lo lejos vieron unos enormes galpones de techos rojos y apresuraron la marcha.

—¡Betty, mira, mira! ¡Hemos llegado! —gritaba Luna entusiasmada.

De unos enormes portones de madera colgaba un cartel que decía: “El mundo de los perros”.

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Treparon y, una vez dentro, se abalanzaron cientos de perros sobre ellas y todos parecían ser iguales. Perros con manchas negras y cafés que hicieron muchas preguntas, pero lo que más les llamó la atención fue que las recién llegadas no tenían manchas de ningún color. —Es que nos parecemos a nuestro padre —se apresuró a decir Betty, mientras Luna había comenzado a temblar. —¿Y qué traes en esa mochila? —preguntó uno de ellos a Luna. —Comida, comida para g… —Comida para todos –interrumpió Betty antes de que Luna metiera la pata.—¿Y por qué te falta una oreja? —le preguntaron a Luna.—¿Una oreja? —dijo mirando asombrada a Betty. Bueno…es que…yo… —La perdió en una lucha con otros perros —volvió a salvarla Betty.

Se dieron cuenta que si les seguían haciendo tantas preguntas en cualquier momento las iban a descubrir. Así que Betty comenzó a abrirse paso entre todos ellos y se adentraron en aquellos enormes jardines. Los perros se dispersaron y las dejaron en paz.

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Mucho rato después, algunas personas comenzaron a silbar llamándolos a todos. Y para sorpresa de Luna y Betty los iban encerrando en unas grandes jaulas.

—Este es el mundo de los perros, ¿verdad? —preguntó Luna una vez encerrada con ellos.

Todos comenzaron a reír con muchas ganas.

—¿El mundo de los perros? —preguntaron a coro mientras seguían riendo. Somos perros abandonados y si no viene pronto algún humano y nos da un hogar, no sabemos qué va a ser de todos nosotros.

Lo que veían Luna y Betty no les gustaba nada. Ellas estaban acostumbradas a comer varias veces al día, a que las bañaran con champú y vivir en un ambiente limpio y perfumado. A dormir en mullidos almohadones y a tener libertad para entrar y salir de la casa cuando quisieran. Pero lo más importante era que su dueña les daba mucho cariño. Y allí nada, nada de eso existía.

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Una noche, luego de beber algo de agua, Luna se quedó dormida y se olvidó de algo muy importante. Volver a colocarse el disfraz. Y a la mañana siguiente despertaron y se vieron rodeadas de todos los perros enfurecidos y a punto de devorarlas.—¡Así que gatas con disfraz de perros! —decían mostrando los enormes colmillos. —Eh, sí, bueno, no, yo les puedo explicar —dijo Luna asustada.—Somos escritoras y estamos investigando cómo viven los perros en este lugar para poder escribir un libro —se le ocurrió decir a Betty. Todos se miraron extrañados. —¿Y cómo vivimos los perros de este lugar según las señoritas escritoras? —preguntaron con sorna.

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—Mal, muy mal. Pero no tengan pena. Los invitamos a todos a que se vengan con nosotras al mundo de los gatos y así nos ayudan a escribir el libro. Nuestra dueña los recibirá encantados —dijo Betty creyendo que así se salvarían.

Pero no contaron con que los perros estarían de acuerdo en marcharse con ellas.

—No te preocupes, a nuestra dueña también le gustan los perros —dijo Betty al ver la cara de asombro de su compañera.

—Se desmayará, Betty, se desmayará —dijo muy preocupada Luna.

Y apenas abrieron las jaulas salieron a la carrera y detrás, todos los perros. Aquello parecía una persecución a dos pobres gatas indefensas. Y nada más lejos.

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Llegaron por fin a la casa y todos se sentían exhaustos y hambrientos. La dueña de Luna y Betty tomaba sol tranquilamente en el jardín y cuando las vio saltar la reja se sintió muy feliz y las abrazó de inmediato.

—¡Qué suerte que han vuelto! Estaba muy preocupada. ¿Cómo les fue en el mundo de los perros? Imagino que ya tienen suficiente material para escribir sobre ellos. Entren, les prepararé una deliciosa comida —dijo mientras las acariciaba.

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—No hemos venido solas —ronroneó tímidamente Betty mientras se enroscaba muy cariñosa entre las piernas de su dueña.

—¿Qué, no me digan que han traído un perro callejero y debo alimentarlo? –dijo la dueña riendo.

Minutos después una gran cantidad de perros comenzaron a saltar la reja y entrar todos a la casa.

—Te advertí que se iba a desmayar, Betty, te lo advertí…

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Son muchas las personas que han colaborado en este maravilloso proyecto y le han dedicado su tiempo de forma desinteresada, pensando

solo en hacer un poquito más felices a los niños de la

Fundación Ronald McDonald Guatemala

Mi agradecimiento para:

Kerim, Gladys y Zuleyma Dacaret,por su invalorable aporte en este sueño.

La escritora Esperanza Fabregat,por sus correcciones y sugerencias al texto.

Los cariñosos guatemaltecos(as) que me ayudaron con los “chapinismos”.

Mariluz Andrade por su creatividad y diseño de los maravillosos dibujos.

Ovidio Cartagena por cuidar todos los detalles.

Julio Sandoval, de Litografía Mayaprin por su generosidad y aporte.

Mis amigas(os) del alma, en especial Ana Arreche y Pilar Díaz por los acertados comentarios.

Y por supuesto, a Cacho, por todo y por mucho.

Mis hijos, por creer en todo lo que hago.

Mis nietas, por mantener encendida la luz de mi escritura.

Rita Tabarez.

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