como sera la nueva tierra que nuestro dios

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No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed

también en mí.

En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así

no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a

preparar lugar para vosotros.

Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez,

y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy,

vosotros también estéis.

Juan 14:1-3

Y vi un cielo nuevo, y una tierra nueva: porque el primer cielo y la primera tierra se fueron, y el mar ya no es. Y yo Juan vi la santa ciudad, Jerusalén nueva, que descendía del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y el mismo Dios será su Dios con ellos (Apocalipsis 21:1-3)

El capítulo 21 habla expresamente de la santa ciudad. Ella será como el santuario de los israelitas,

situado en el medio del campamento. Allí no será

oculto el Dios de Israel, sino que vivirá con todos los

salvados.

Y limpiará Dios las lágrimas de

los ojos de ellos; y la muerte no

será más; y no habrá llanto, ni

clamor, ni dolor: porque las

primeras cosas son pasadas (21:4).

He aquí una de las promesas más

bellas de toda la Biblia. En la

nueva tierra no habrá tristeza.

Dios quitará de nuestras mentes

todo aquel recuerdo que pueda

causarnos dolor, especialmente si

algunos de los familiares y amigos

cercanos no son salvados. Como

vimos en el capítulo anterior, la

muerte va a ser abolida. Tampoco

habrá enfermedad. Todo lo

negativo habrá quedado atrás.

Y el que estaba sentado en el trono dijo: he

aquí yo hago nuevas todas las cosas. Y me

dijo: Escribe; porque estas palabras son

fieles y verdaderas. Y díjome: Hecho es.

Yo soy Alpha y Omega, el principio y el fin.

Al que tuviere sed, yo le daré de la fuente de

agua de la vida gratuitamente. El que

venciere, poseerá todas las cosas; y yo seré

su Dios, y él será mi hijo (21:5-7).

Dios no va a destruir todas las cosas, más

bien, como dice el texto, Él las va a

renovar. Esto es una garantía de que la

tierra nueva será semejante a esta, pero sin

vestigio de pecado, contaminación ni algo

que pueda marchitar la belleza de las cosas

creadas. Nuevamente, como el mensaje a

las iglesias de los capítulos 2 y 3, el Señor

vuelve a estimular la victoria en sus hijos.

Siempre recordando que la victoria de

Cristo es nuestra victoria.

Mas a los cobardes e incrédulos, a los

abominables y homicidas, a los

fornicarios y hechiceros, y a los

idólatras, y a todos los mentirosos, su

parte será en el lago de fuego y azufre,

que es la muerte segunda

(Apocalipsis 21:8).

Aquí se mencionan algunos de los pecados que privarán a

muchos de entrar en la tierra nueva. Los cobardes o

miedosos, los que no se han atrevido a ponerse de lado de

la verdad y la justicia. Los “incrédulos” son los que no tienen

fe, los que no han permanecido leales a Dios en medio de la

confusión y pecados prevalecientes. Los “abominables”, del

griego “bdelussó” indica los que causan repugnancia,

persona de actos sucios. Los “homicidas” son,

especialmente, los que han sido crueles con los hijos de

Dios. Los “fornicarios” son los que han practicado delitos

sexuales, mientras que los “hechiceros” representan a los

espiritistas, astrólogos, magos, brujos y todos los

practicantes de artes ocultas. Las última clases de pecados

mencionados son los “idólatras” y los “mentirosos”. Los

primeros son los adoradores de estatuas, pinturas y objetos

de culto, así como los que siguen apasionadamente a

líderes políticos o religiosos o han puesto su corazón en las

riquezas o bienes materiales y los otros son los que

engañan y mienten. El hecho que aquí no se mencionen

otros pecados, no quiere decir que estos no sean también

castigados por Dios.

También podemos ver que estos pecados tienen que ver con

la violación de algunos de los diez mandamientos. El

Decálogo divino seguirá siendo la ley del reino eterno del

Señor.

Y midió su muro, ciento cuarenta y

cuatro codos, de medida de hombre, la

cual es del ángel. Y el material de su

muro era de jaspe: mas la ciudad era

de oro puro, semejante al vidrio limpio.

Y los fundamentos del muro de la

ciudad estaban adornados de toda

piedra preciosa.

El primer fundamento era de jaspe; el

segundo, zafiro; el tercero, calcedonia;

el cuarto, esmeralda; el quinto,

sardónica; el sexto; sardio; el séptimo,

crisólito; el octavo, berilo; el nono,

topacio; el décimo, crisopraso; el

undécimo, jacinto; el duodécimo,

amatista. Y las doce puertas eran

doce perlas, en cada una, una; cada

puerta era de una perla. Y la plaza de

la ciudad era de oro puro como vidrio

trasparente

(Apocalipsis 21:17-21).

Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. Y la ciudad no tenía necesidad de sol ni de luna, para que

resplandezcan en ella: porque la claridad de Dios la iluminó, y el Cordero era su lumbrera. Y las naciones que hubieren sido salvas andarán en la lumbre de ella: y

los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella. Y sus puertas nunca serán cerradas de día, porque allí no habrá noche. Y llevarán la gloria y la honra de las

naciones a ella. No entrará en ella ninguna cosa sucia, o que hace abominación y mentira; si no solamente los que están escritos en el libro de la vida del Cordero

(Apocalipsis 21:22-27).

Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal,

que salía del trono de Dios y del Cordero (Apocalipsis 22:1).

La mención “del trono de Dios y del

Cordero”, nos muestra que lo que

ahora es el cielo será trasladado a la

tierra. La Nueva Jerusalén será, no

sólo la capital de esta tierra, sino que,

además, ha de ser la capital del

universo. De todos los millones de

mundos habitados del universo

vendrán aquí a visitarnos y a ver la

gloria de la ciudad y experimentar la

presencia directa de los Seres de la

Divinidad. Ellos han aguardado

pacientemente que en nuestro planeta

termine el orden actual de cosas para

poder interactuar con nosotros. Ahora,

terminada la experiencia del pecado,

ellos podrán visitarnos y nosotros ir a

cualquier lugar del universo de Dios.

Morará el lobo con el cordero, y el tigre con el cabrito se acostará: el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el

león como el buey, comerá hierba. Y el niño de se entretendrá sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna del basilisco. No harán mal ni dañarán en todo mi santo

monte; porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como cubren la mar las ondas (Isaías 11:6-9).

Y no habrá más maldición; si no que el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán. Y verán su cara; y su nombre estará en sus frentes

(Apocalipsis 22:3,4).

Por tanto, hemos sido sepultados con El por

medio del bautismo para muerte, a fin de que

como Cristo resucitó de entre los muertos

por la gloria del Padre, así también nosotros

andemos en vida nueva vida.

Romanos 6:4