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Perspectivas /PRESS REVIEWS
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DIARIO DE JEREZ
FRANCISCO SÁNCHEZ MÚGICA
Otra forma de vivir... La bailaora jerezana se atreve con todo en ‘Perspectivas’, que estrenó anoche en el Teatro
Después de pulir durante años su técnica, su catálogo de múltiples y variados recursos
estilísticos, Mercedes Ruiz ha decidido que quiere nuevos retos. Nuevos horizontes
escénicos y coreográficos. Otra forma de vivir y sentir sobre las tablas. El primer punto de
inflexión se llama Perspectivas, que anoche estrenó con gran éxito en el Villamarta dentro
del Festival de Jerez. Convencidos como estábamos de que había muchos más secretos de
esta joven bailaora jerezana por descubrir, sólo era cuestión de tiempo que comenzase a
desarrollar en toda su dimensión el potencial artístico (en el más amplio sentido del
concepto) que atesora en sus adentros. Con el guiño a una de sus grandes fuentes de
inspiración, Carmen Amaya, como punto de partida, esta niña de San Miguel que empezó a
despuntar con apenas seis años, cuando las mellas de dientes aún hacían huecos en su boca
—como se aprecia en una foto que expone al final del montaje—, no sólo sigue bailando
de escándalo —algo que ya conocíamos y disfrutábamos— sino que es capaz, por si fuera
poco, de explotar su vis dramática, colocarse mil pieles, recurrir a otros lenguajes
dancísticos, e incluso recitar a viva voz un tanguillo para presentar a su elenco al final del
espectáculo.
Con mantón, con chinchines en sus dedos, con bata de cola, con palillos, con pantalón,
bastón y sombrero... Mercedes Ruiz, con la inestimable ayuda de Paco López —un puntal
en la dirección escénica y en el riquísimo libreto—, le hinca el diente a todo lo que se le
pone por delante en Perspectivas. Una suerte de continuum musical donde la bailaora se
lanza con todo por atrevido o arriesgado que sea. Eso sí, siempre sin salir de su esencia
estrictamente flamenca. Dividida en cuatro secuencias musicales dirigidas por una
espléndida partitura de Santiago Lara, El embrujo del fandango nos pone en situación.
Danza clásica de palillos para entrar en la almendrilla flamenca. La ronda de fandangos
lleva el baile sin florituras de Ruiz a los ecos del Carbonerillo, Alosno, Huelva... Los
abandolaos imprimen aceleración a sus movimientos: concretos, serenos. Las guitarras
solapan las voces, que se mantienen demasiado bajas durante el grueso del espectáculo.
Uno de los grandes momentos llega con la caña. Se recrea en las muñecas, en las poses, en
el trato exquisito de su bata de cola roja. En el fondo del escenario se imprime la palabra
‘Vivir’.
El gran elenco y el baile rabioso y sincrético de Mercedes nos hacen olvidarnos de todo.
La soleá apolá de Melchora Ortega da algo de reposo a la bailaora. Un marca je bien
matizado que rápidamente da paso, con su bata recogida a la altura de la cintura, a una
escobilla brutal. Esa prodigiosa carretilla de Mercedes Ruiz cuenta con la dosis exacta de
técnica, improvisación y temperamento. Sobresaliente.
El baile en la distancia corta, esa danza flamenca viejísima de las grandes maestras
jerezanas. Navegando por las profusas y generosas notas de Santiago Lara, el montaje,
pleno de musicalidad, deja una colombiana y mariana de Lagos, en la que Mercedes juega
a la seducción con abanico. Los tangos trianeros que interpreta el eco solvente y gitanísimo
de Lavi encuentran la réplica en una bailaora que se mueve con no menos gracia que con la
rumba de la Repompa, donde la voz de Ortega y el juego cara a cara con la jerezana es una
delicia que levanta la ovación del público. La secuencia acaba con un diálogo caribeño
entre la percusión de Navarro y el compás de los pies de Mercedes Ruiz. Una gozada para
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5 los sentidos.
Lagos entona los versos de Milonga para una niña de Zitarrosa. Afinación, modulación
perfecta y el sentimiento necesario para que ese timbre tan melódico y laíno haga llorar a
la guitarra melancólica de un sobresaliente Paco Lara. Aparece Mercedes Ruiz con
sombrero, bastón y con pantalón, a lo Carmen Amaya, para bailar el Twist del Faraón de
Farina. Con poca retranca lo canta Lavi bajo una esencia entre discotequera, rumbera y de
guateque. Sin complejos, el espectáculo se torna pura algarabía. El baile ahora es frenético
y el alboroto es mayúsculo. Carpe diem. Mucho gusto y un buen rollo en escena que llega
hasta el patio de butacas.
Más difícil todavía. Zapateado de Sarasate a dos guitarras que Mercedes baila con una
contención y una agilidad magistral. Precisión, concreción. Hace música en su solo de pies.
Emociona con su carisma, con su nervio y la forma de trasladar su respiración. Una
bailaora de clímax y anticlímax con una danza que es pura vida. “¡Hay que ver el
escándalo que se ha formado!”, exclama Mercedes mirando al tendido para recitar el
tanguillo de presentación. El público espera al último bis y este llega en forma de Gracias
a la vida por bulerías que se reparten, traducción simultánea incluida, los tres cantaores. El
espectáculo, que ha viajado por los cauces tradicionales del género no desdeña ese ímpetu
rupturista que baña toda la propuesta. Vanguardia e innovación como forma de
evolucionar, pero siempre desde el conocimiento de la tradición. Si ya vimos el excelente
trabajo de López para Leonor Leal, una pequeña cajita de música de una belleza y
dimensión poética, pese a sus pocos recursos, nada habitual en la escena dancística
contemporánea, para Mercedes Ruiz ha configurado una creación más ambiciosa en la que
espolea a la bailaora para que derroche entrega física, mental y emocional. Un salto de
altura el que ha dado la jerezana con Perspectivas. Y quedan tantas Mercedes por vivir y
sentir...
Lugar: Teatro Villamarta. Día: 10 de marzo. Aforo: Lleno.
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FERMÍN LOBATÓN
Un mensaje de felicidad
De la asociación de artistas flamencos con profesionales del teatro tenemos ejemplos para todos
los gustos. La bailaora jerezana Mercedes Ruiz ha contado para su quinto trabajo con la
colaboración del director teatral Paco López y, en este caso, como poco, se puede concluir que
se ha tratado de una colaboración muy notable, lo que se ha podido ver y notar en múltiples
aspectos y detalles que no son nada baladíes tales como la ordenación de la escena o su
iluminación, el ensamblaje de los cuadros, y ciertas decisiones estéticas que cobran un peso
ineludible en el resultado final.
Relacionadas o no con esa asociación, también resultan muy notables, sobresalientes casi, las
aportaciones musicales de Santiago Lara y las del elenco cantaor, con especial atención al
trabajo de David Lagos que se desdobla en interpretaciones colmadas de sensibilidad, con
cuidado del verso y del sentido melódico. Tanto él, como Melchora o Lavi contribuyen junto a
las guitarras y a la percusión a construir casi un musical, por la diversidad de estilos que se
tocan y por su permanente interacción con la bailaora protagonista.
Del baile de Mercedes se puede decir que fue gustoso y templado en el uso de los recursos y
posibilidades estilísticas que le dieron las cuatro grandes secuencias en las que se repartió. Es
innegable el cambio de registro en su hacer, pero se la observa cómoda y feliz en él,
descubriéndose quizás a sí misma en una nueva faceta expresiva. Bien vestida e iluminada, los
matices de su danza se fueron acompañando de un cancionero variado y extenso: de los
fandangos a la caña y de la soleá apolá a los tangos.
Así, hasta llegar al sorprendente final que abordaría con traje de chaqueta y pantalón, sombrero
y bastón: rumba-twist, zapateado -el de Sarasate interpretado a dos guitarras- y su propia
recreación del popular tanguillo La guapa de Cádiz. El cuidado bis por bulerías rindió homenaje
a Mercedes Sosa (Gracias a la vida) y subrayó el mensaje de felicidad que toda la obra había
transmitido.
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Información / Jerez
Cristina Domínguez
La perspectiva más hermosa del flamenco de Mercedes Ruiz
El hecho primero de encontrar a las puertas del teatro Villamarta a personas solicitando entradas
para ver el nuevo espectáculo de Mercedes Ruiz hacía pensar que ya las ‘Perspectivas’ de la
bailaora prometían. Y así fue.
Un teatro abarrotado recibía a la jerezana que mostró ante el público una perspectiva muy suya
del flamenco, en el que la belleza y la hermosura de este arte se contraponían con la garra y la
fuerza que es, sin duda alguna, la máxima atracción de millones de aficionados en todo el
mundo.
Así es el nuevo trabajo de Mercedes Ruiz. Un montaje precioso y cuidado al detalle. El cante, el
baile, la música y la puesta en escena estaban cohesionados hasta el milímetro en un espectáculo
que supo a poco. Y es que, todos nos quedamos con ganas de más.
En ‘Perspectivas’, cada una de las distintas ramas del flamenco está perfectamente
homogeneizada. Todos y cada uno de los ámbitos del arte jondo parten de una idea común que
después cada artista lleva a cabo como mejor sabe hacer a través de los quejíos, el toque, el
compás o el movimiento del cuerpo, pero que todos saben unificar y unir para que quede como
resultado algo hermoso como es el flamenco en sí.
La levantada del telón mostraba a todos los implicados en este montaje que, poco a poco, se
irían ordenando en el escenario para presentar a la protagonista y principal culpable de todo el
lío: Mercedes Ruiz. Una bailaora a la que pudimos ver elegante y magnífica en todos los
movimientos de manos, brazos, giros, frente al ‘nervio’ que invade a todo bailaor cuando los
acordes de la guitarra comienzan a marcar que el ritmo se va acelerando y se va agilizando cada
vez más y hay que poner en marcha los pies a través del zapateado. Una fuerza que se hizo
patente y casi tangible en todos los rincones del Villamarta y que el aforo asistente comenzó a
alabar a los pocos minutos del inicio del montaje.
Asimismo, cabe destacar que la jerezana estuvo prácticamente durante todo el espectáculo sobre
el escenario, realizando un trabajo impecable y pareciendo no agotarse su energía, ya que la
bailaora sorprendía a cada instante, y a medida que el trabajo iba avanzando, cada vez más.
Otra característica más que resaltar de la bailaora es la gran sensibilidad de la que dispone.
Mediante su expresión y todos los guiños que realizó durante la casi hora y media que tuvo
expectante y atento a todo el aforo del patio de butacas, la jerezana supo transmitir al público su
verdadera concepción del flamenco. Una visión muy intimista y pura que se reducía a la esencia
de lo que es este arte que mueve a masas.
Igualmente importantes fueron todos los acompañantes de Mercedes Ruiz sobre las tablas del
Villamarta, que no abandonaron a la artista ni por un segundo. En primer lugar, cabría
mencionar la música que, evidentemente, es la base de este espectáculo. Así, habría que felicitar
al maestro Santiago Lara que no sólo se ha esforzado fuera del escenario, sino que también
sobre él. De hecho, los momentos más sublimes, a la vez que sencillos, se creaban cuando
Mercedes Ruiz dibujaba, más que bailaba, las líneas y figuras que le parecían dictar los acordes
de la guitarra de su marido.
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Otro de los protagonistas de la noche fue el cantaor David Lagos, sin quitarle importancia a
Miguel Lavi o Melchora Ortega, que también hicieron lo suyo. Pero fue el jerezano el que
recibió la ovación más calurosa de todos los asistentes, verificando que la tierra tira, y mucho.
La complicidad fue otro de los elementos relevantes del montaje, ya que la bailaora estuvo en
permanente contacto con sus compañeros durante el espectáculo. A veces incluso, daba la
sensación de que las piezas eran fruto de la espontaneidad del momento, por la frescura con la
que rebosaban.
Pero lo que más terminó de enganchar al público fue el final. En el ‘alboroto’, la jerezana se
arranca con el verso, sacando esa vena cómica y la ‘poca vergüenza’ tan característica de la
tierra, metiéndose al aforo en el bolsillo sin darse apenas cuenta. De hecho, los asistentes fueron
acompañando con las palmas y se terminaron levantando para ovacionar a la bailaora.
Sin embargo, la cosa no podía terminar ahí. El fin de fiestas tenía que ser por bulerías, y así fue,
provocando la ovación masiva del público que quedó satisfecha, plena y feliz, aunque con ganas
de más. Se lo tendrá que apuntar Mercedes Ruiz para la próxima.
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9 FLAMENCO WORLD
SILVIA CALADO / ORIGINAL FLAMENCO FESTIVAL MADRID
La bailaora nos mira
Además del mágico gesto de escucha, del lecho de instrumentos musicales y de la delicadeza
del color, hay algo fascinante en la 'Santa Cecilia' de Rafael que está actualmente expuesta en el
Museo del Prado. Y es el personaje que nos mira, la Magdalena: sus ojos traspasan el lienzo y
nos implican en la obra. Un efecto que, salvando las distancias y cambiando lienzo por
escenario, consigue Mercedes Ruiz en 'Perspectivas'. La bailaora nos mira. En ese esfuerzo por
trasgredir la frontera de las candilejas reside la novedad de este espectáculo, tal como planteó en
su estreno en el Festival de Jerez 2011. Y en ese aspecto comunicativo parece haber incidido
desde entonces.
La bailaora nos mira... pero sin dejar nunca de bailar. La jerezana se muestra incombustible en
este espectáculo de más de hora y media de duración. Sin apenas resuello, salvo para los
acertados cambios de vestuario, despacha baile tras baile sin repetirse ni rendirse, en ese hilado
continuo de estilos que el guión de Francisco López distribuye en cuatro escenas. Del mundo
del fandango pasa al de la caña, del de la soleá al del tango, yendo y viniendo, y de allí vuelve
con una original fiesta a modo de session que deja a la audiencia boquiabierta. En ese viaje,
rinde homenaje a Carmen Amaya, usa todo tipo de elementos accesorios del baile -palillos,
crótalos metálicos, mantón, bata de cola, abanico-, hace virguerías con los pies y se concentra
en la escucha, tanto para moverse, como para pararse (que es una gran virtud).
La música es el hilo conductor de este montaje y el nutriente de la bailaora. Santiago Lara
comanda la banda sonora que, además, sostiene con su propia guitarra, clara, fluida y firme en
su cometido. La complementa la de Paco Lara, con sus aderezos de influencias más abiertas. Y
le abren amplios espacios al cantaor que es piedra angular de la obra, David Lagos, un vocalista
sin restricciones, de amplísimo registro, extraordinario gusto en el dibujo y emoción en el decir
las letras (no casuales, por cierto). También tienen sus respectivos papeles el cantaor David
Carpio y la cantaora Davinia Jaén, así como el percusionista Perico Navarro, que incluso ha de
retarse con los veloces tacones de la protagonista. Para entonces, está ella vestida con traje de
chaqueta pantalón de brillante lamé dorado, jugueteando con un bastón, con un sombrero, con el
garrotín, con los tanguillos, dando gracias a la vida, sonriendo, bailando... y mirándonos
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10 EL PAÍS
Roger Salas / ORIGINAL FLAMENCO FESTIVAL MADRID
Del garrotín al zapateado de Sarasate
La danza española, en su espectro de amplitud, necesita de la presencia y el acicate de
mujeres como Mercedes Ruiz, de su interés por el pasado plástico de los bailes y de la
seriedad con que entra en ellos.
La obra Perspectivas es un claro homenaje a Carmen Amaya y a sus maneras, ya
tenidas entonces por expeditivas y directas, de fuego y forja, en palabras del poeta y
flamencólogo Vicente Marrero. Ruiz no se amilana con esa sombra poderosa, un
referente, sino que, muy al contrario, se calza y se adereza con un bolerillo recamado
muy del estilo de la catalana y comunica su admiración a través de un baile preciso,
virtuoso y entregado. Es de admirar su fuste y aquí desarrolla su tronío más allá de
aquel Baile de palabras, que ya dejó muy buena impresión en 2011; tiene una noble
resistencia, pues es ella sola con sus palmeros, cantaores y otros músicos, entre los que
resalta David Lagos con esa badana de voz que pasa sobre los versos, una profunda
belleza.
El Zapateado (opus 23) de Pablo Sarasate ha conocido múltiples versiones y
adaptaciones a la escena del baile español. Mercedes Ruiz la flamenquiza y se la
encomienda a Santiago Lara, que con sensibilidad, traslada el violín solista a la guitarra
de cabecera. El resultado es apreciable. La bailarina, vestida en travestido a la antigua
moda (lo que ya hacía Amaya entre otras artistas de su tiempo, a veces con el traje de
corto y otras con el charro), primero hace un garrotín lleno de guiños añejos y luego
hace del zapateado una carta propia, aun con el detalle de precisar cierto fraseo y
acentos que provienen de los más clásicos ya coreografiados, como es el de Antonio
Ruiz Soler primero (1982) y Felipe Sánchez (1984) y que en su día y casi hasta ayer,
bordaba Antonio Márquez.
El decorado, moderno y tecnológico, se basa en la geometría de Mondrian, parte
cuadrados y rectángulos puros en azul cobalto y rojo sangre, y a veces un rótulo que se
vuelve imagen: VIVIR. Eso parece hacer en su goce esta artista cuando planta en
proscenio.
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11 DIARIO CÓRDOBA
FRANCISCO DEL CID / FESTIVAL DE LA GUITARRA DE CÓRDOBA
Una apuesta con un toque rupturista
El Festival de la Guitarra se abrió al flamenco el pasado día siete en el Gran Teatro de Córdoba
con la bailaora jerezana Mercedes Ruiz, a través de las cuatro secuencias que conforman el
espectáculo Perspectiva , estrenado en la pasada edición del Festival de Jerez. Ya nos causó una
grata impresión cuando se alzó con el premio Antonio Gades en el Concurso Nacional de
Córdoba en el año 2001. Entonces, aún se movía por los tradicionales cánones de la ortodoxia,
aunque el registro de las diferentes escuelas que han perfilado su personalidad, con la danza
española como asidero inexcusable en todo el amplio espectro de su riqueza estilística,
presuponía que la proyección de esta menuda bailaora jerezana tendría que verificarse más
pronto que tarde.
La inestimable ayuda del cordobés Paco López, como responsable del libreto, la iluminación y
la dirección escénica, viene a ser una parte fundamental de este cuidado montaje, que comienza
con un recuerdo a Granados, suficientemente esclarecedor de que la bailaora igual arriesga, con
la misma fortuna, en el fértil campo de la danza clásica española que en el flamenco más
ortodoxo. Esta simbiosis, bien ordenada por un maravilloso elenco donde cada cual dignifica su
papel (en el que también es preciso destacar la dirección musical de la guitarra de Santiago
Lara) viene a magnificar el baile de Mercedes Ruiz, que salvo alguna intervención individual de
los cantaores y guitarristas, llenó los noventa minutos de este espectáculo.
La ronda de fandangos, los abandolaos (a veces frenéticos); la caña; la soleá apolá, cantada por
una Melchora Ortega (espléndida en todo lo que hizo); al igual que el jerezano David Lagos --de
lo mejor de la noche-- que junto con David Carpio distribuyó con distintos matices la
enjundiosa calidad de su cantes. En ellos tuvieron presencia los tarantos, las marianas, los
tangos, el garrotín --con letras que nos retrotrajeron al tiempo pletórico de Curro Malena--, las
colombianas y ese alboroto en el que hasta tiene cabida un twist desenfadado y de gracia bailado
por Mercedes, ya embutida en traje de hombre como homenaje a su icono Carmen Amaya. Y a
toda esa amplia exposición dancística hay que sumarle la rumba caliente de la Repompa de
Málaga, el hermoso zapateado de Sarasate, que daría pie al comienzo de los tanguillos La
Guapa de Cádiz, que con el grito exclamatorio de la propia bailaora "¡Hay que ver el escándalo
que se ha formado!", sirven también como pretexto para presentar a sus admirables artistas en
esta apuesta algo rupturista, aunque conducida igualmente con elegante sabiduría por los
parámetros de la tradición.
El clamor del público provocó un bis de todo el grupo, con notable protagonismo de los tres
cantaores, que nos hizo vibrar cuando a ritmo de bulerías los inmortales versos de la canción
Gracias a la Vida , de Violeta Parra, quedaron suspendidos en el recinto recordándonos que, a
pesar de todo y con lo que está cayendo, siempre hay que agradecer la insoportable levedad de
nuestra existencia.
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12 ABC
MARTA CARRASCO / BIENAL DE FLAMENCO DE SEVILLA
De Carmen Amaya a Lola Flores
‘Un reto para seguir adelante y seguir siendo yo’, así ha definido la bailaora Mercedes Ruiz
“Perspectivas”, un espectáculo que llenó el teatro Lope de Vega en el que se dieron cita,
además, muchos aficionados jerezanos que siguen a la bailaora.
Con estos mimbres, Mercedes Ruiz hizo anoche en el teatro lo que viene haciendo desde que
tiene uso de razón: bailar. La jerezana del barrio de San Miguel es una mujer que viene
descubriendo su mundo dancístico desde hace mucho tiempo, paso a paso, sin correr. Ahora con
“Perspectivas” Mercedes Ruiz, de forma inteligente, se ha dejado dirigir y ha elegido a un buen
conocedor del flamenco como es Francisco López: no en vano fue López quien, cuando fue
director del Teatro Villamarta, fundó el Festival Flamenco.
Francisco López ha creado una historia en torno al baile de Mercedes Ruiz que se inicia con una
película. Se abre el telón y los intérpretes en sombras están sobre el escenario. En el fondo, se
proyecta un fragmento antiguo del Nodo: el regreso de Carmen Amaya de Estados Unidos
cuando, tras bajarse del avión, besa el suelo de España. Este guiño a Carmen Amaya continúa
con música grabada que conserva el ruido de los discos de pizarra y baila Mercedes Ruiz, al
estilo de Carmen Amaya, con palillos, un baile racial, recogido y agachado como hacía Carmen
y terminando rodilla en tierra, como en el fragmento de la película “El embrujo del fandango”.
El espectáculo se estructura en cuatro secuencias. Sobre el fondo del escenario, se van
proyectando imágenes inspiradas en Mondrian que, paulatinamente, van cambiando de color
según el baile. La música de Santiago Lara va hilvanando de una forma casi invisible los palos.
De los abandolaos al mundo musical de la caña, la soleá apolá y la serrana. De la mariana y la
colombiana a los tangos del Piyayo para rematar por los ritmos libres.
En ese universo musical, se mueve como pez en el agua la voz de David Lagos que, poderosa,
afina por los cantes de ida y vuelta; sin quedarse atrás Melchora Ortega, siempre flamenquísima,
y David Carpio, que conforman un trío cantaor de primera.
El baile de Mercedes Ruiz ha tomado unas hechuras nuevas. Sabido es su poderoso afán en el
zapateado y también la forma en que quiebra en cambré para los giros, siempre rápidos y
clavando los remates. Pero en este espectáculo hay una madurez nueva, con una plástica mucho
más cuidada y exquisita sin abandonar para nada su tradicional estilo. Hay que resaltar que en
esta obra prácticamente, a excepción de la pieza musical que interpreta Santiago Lara,
permanece en escena todo el tiempo. Meritorio trabajo. Y a ello, añadir el bello vestuario de
Jesús Ruiz, que ha mejorado mucho la imagen de la bailaora.
Dos sorpresas: un Zapateado de Sarasate, cuya partitura al violín ha convertido Lara a la
guitarra de forma meritoria; que Mercedes Ruiz borda y del que hace su propia versión; y un
número de humor que la bailaora interpreta, recita y baila: una letra por tanguillos de “La guapa
de Cádiz”, que interpretaba otra jerezana: Lola Flores.
Para rematar con más intensidad, David Lagos entona el “Gracias a la vida” de la añorada
Violeta Parra. En estos tiempos es necesario más que nunca bailar esos versos: “Gracias a la
vida que me ha dado tanto; me ha dado la risa y me ha dado el llanto…”.
Y Mercedes Ruiz nos dio el baile.
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EL CORREO DE ANDALUCÍA
MANUEL BOHÓRQUEZ / BIENAL DE FLAMENCO DE SEVILLA
Mercedes Ruiz bordó el baile
Presentó Perspectivas en el Lope de Vega, una obra muy flamenca en la que demostró
cómo se puede evolucionar sin necesidad de descubrir América de nuevo. Lleno absoluto
de un público que vibró con su arte sencillo y natural.
Esta mañana pensé en ir a Arahal a colgarme de un olivo, porque no puedo con más baile, con
tanta danza, con tantos taconeos y meneos de volantes y mantones. (…) A punto estaba de
colgarme cuando un pájaro de hermosas plumas me dijo que esperara un día más, que asistiera
anoche al Lope de Vega a ver una bailaora llamada Mercedes Ruiz, que es de las que me gustan.
¿Más baile?, me pregunté. Bueno, pues iremos a ver qué pasa con la jerezana y su nueva
perspectiva del baile.
Y pasó que asistí al espectáculo más bonito de lo que llevamos de Bienal. De baile, claro, pero
fue de buen baile, de estupendas guitarras y de cosas interesantes en la parte del cante. Asistí a
un espectáculo trabajado en todos los aspectos, que la bailaora se echó sobre la espalda y lo
llevó con arte, entrega y oficio hasta el final. Sólo dejó el tajo tres veces y fue para cambiarse de
traje. Pero mereció la pena esas transiciones. Me gustan las bailaoras que saben arreglarse, que
tienen buen gusto a la hora de vestirse.
Mercedes Ruiz tiene buen gusto, pero no triunfó por lo bien arreglada que salía al escenario,
sino porque llevaba un espectáculo genial. De la música se encargó el joven y gran guitarrista
Santiago Lara. Perspectivas es ante todo una obra flamenca de una elaborada composición
musical, que va engarzando estilos muy distintos unos de otros y que Mercedes baila de
maravilla, desde los festivos fandangos con castañuelas y crótalos metálicos hasta el tanguillo
que le sirvió para presentar a su buen cuadro de acompañantes.
Esta mujer baila con todo el cuerpo, pero lo que se dice bailar. Figura armónica, preciosas
manos de seda, zapateado fino y sin el maldito compresor, la cabeza siempre bien colocada,
lentitud de toreo grande cuando quiere jondura y velocidad controlada cuando desea fiesta.
Cuando bailó las serranas, la caña y la soleá, engarzadas musicalmente a través de su baile, era
digno de ver con qué sencilla majestad se movía por el escenario, cómo manejaba la bata de
cola, sin levantar ni una sola mota de polvo de la tarima, con pureza, poniéndole una preciosa
estampa a cada falseta de las guitarras y a cada tercio de los cantes. Luego, ya cuando el paladar
nos sabía a vino de solera, se ajustó un pantalón y un sombrero y nos metió el ritmo en el cuerpo
con melodías de ultramar y un zapateado que lo hubiera firmado Miracielos.
Melchora Ortega, David Lagos y David Carpio cantaron sin estridencias, de una manera
delicada, para que Mercedes Ruiz no se fuera de Sevilla sin demostrar cómo se pueden buscar
nuevas perspectivas en el baile sin aburrir con historietas, sólo bailando: pero bailando de
verdad, que es lo que esta mujer hace.
Mereció la pena no colgarse del olivo, porque me hubiera perdido el mejor recital de baile de lo
que llevamos de Bienal. Trabajo y arte suelen funcionar bien.