compartir en cristo€¦  · web viewjuan pablo ii, discurso a los miembros de la conferencia...

47
EL MINISTERIO EPISCOPAL DE CONSTRUIR EN COMUNIÓN ECLESIAL EL PROPIO PRESBITERIO DIOCESANO PRESENTACIÓN: Nunca como hoy se ha tenido una doctrina tal clara sobre el Presbiterio de la Iglesia particular, como familia sacerdotal presidida por el obispo, abierta a la misión “ad gentes”. Pero la situación actual, tal como aflora en la superficie, o como nos la presentan algunos medios de comunicación social, deja entrever una gran escasez de vocaciones sacerdotales, el envejecimiento y cansancio del clero, un Presbiterio que para algunos está en ruinas y una Iglesia particular un tanto desorientada. No obstante, si es verdad que hay una nueva situación histórica y socio- cultural, no es menos cierto que existen nuevas gracias del Espíritu santo que, de ser aceptadas, auguran una gran renovación espiritual y apostólica. En realidad nos encontramos en un momento especial de gracia. Es el momento de la actuación ministerial del obispo, que reclama y necesita la colaboración “intrínseca” de los presbíteros y diáconos, la participación responsable y armónica de todos los fieles, la aportación específica de la vida consagrada, la participación de asociaciones, movimientos, comunidades y realidades eclesiales nuevas. Es el momento en que mejor puede actuar el carisma episcopal, si se vive y aplica sin adornos, sin omisiones, sin privilegios, sin paternalismo. A raíz del concilio Vaticano II y de su postconcilio, tenemos al respecto una doctrina clara y precisa. Nunca en la historia eclesial se ha tenido una doctrina tan clara y explícita sobre el Presbiterio de la Iglesia particular y sobre la actuación del carisma episcopal en esta realidad de gracia. Queda siempre mucho por hacer, tanto en la profundización de la doctrina como en su puesta en práctica. Escribo estas reflexiones desde la experiencia presbiteral de largos años de pastoral sacerdotal y misionera, así como de docencia, retiros, cursos, publicaciones, acompañamiento 1

Upload: others

Post on 16-Oct-2020

1 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: Compartir en Cristo€¦  · Web viewJUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre,

EL MINISTERIO EPISCOPAL DE CONSTRUIR EN COMUNIÓN ECLESIAL EL PROPIO PRESBITERIO DIOCESANO

PRESENTACIÓN:

Nunca como hoy se ha tenido una doctrina tal clara sobre el Presbiterio de la Iglesia particular, como familia sacerdotal presidida por el obispo, abierta a la misión “ad gentes”. Pero la situación actual, tal como aflora en la superficie, o como nos la presentan algunos medios de comunicación social, deja entrever una gran escasez de vocaciones sacerdotales, el envejecimiento y cansancio del clero, un Presbiterio que para algunos está en ruinas y una Iglesia particular un tanto desorientada. No obstante, si es verdad que hay una nueva situación histórica y socio-cultural, no es menos cierto que existen nuevas gracias del Espíritu santo que, de ser aceptadas, auguran una gran renovación espiritual y apostólica.

En realidad nos encontramos en un momento especial de gracia. Es el momento de la actuación ministerial del obispo, que reclama y necesita la colaboración “intrínseca” de los presbíteros y diáconos, la participación responsable y armónica de todos los fieles, la aportación específica de la vida consagrada, la participación de asociaciones, movimientos, comunidades y realidades eclesiales nuevas. Es el momento en que mejor puede actuar el carisma episcopal, si se vive y aplica sin adornos, sin omisiones, sin privilegios, sin paternalismo.

A raíz del concilio Vaticano II y de su postconcilio, tenemos al respecto una doctrina clara y precisa. Nunca en la historia eclesial se ha tenido una doctrina tan clara y explícita sobre el Presbiterio de la Iglesia particular y sobre la actuación del carisma episcopal en esta realidad de gracia. Queda siempre mucho por hacer, tanto en la profundización de la doctrina como en su puesta en práctica.

Escribo estas reflexiones desde la experiencia presbiteral de largos años de pastoral sacerdotal y misionera, así como de docencia, retiros, cursos, publicaciones, acompañamiento espiritual... No tengo el carisma episcopal y, por tanto, me falta esta gracia para poder hablar con autoridad. Pero todos somos Iglesia “comunión de los santos” y, con el obispo, los presbíteros del Presbiterio formamos una unidad indisoluble, por el hecho de participar del mismo y único sacramento del Orden y de la misma misión apostólica, aunque con distinción de grado y, por tanto, de gracias especiales y complementarias.1

A pesar de todas las dificultades, se puede construir (o reconstruir) el Presbiterio como fuente de vocaciones específicas para el sacerdocio diocesano, con repercusión positiva en otras vocaciones, y como signo eclesial sacramental eficaz para la evangelización y especialmente para la vida y ministerio sacerdotal. Esta construcción constituye el

1 Para el presente estudio me ha ayudado el testimonio personal de muchos obispos que intentan aplicar seriamente los contenidos de los decretos conciliares Christus Dominus, Presbyterorum Ordinis, Optatam Totius, así como de los documentos postconciliares: exhortaciones apostólicas Pastores dabo vobis (PDV) de 1992 y Pastores Gregis de 2003, Directorio para el ministerio y vida de los Presbíteros (de 1994), Directorios para el ministerio pastoral de los Obispos (Ecclesiae Imago de 1973 y Apostolorum Successores de 2004), alocuciones del Papa durante las visitas “ad Limina”, etc.

1

Page 2: Compartir en Cristo€¦  · Web viewJUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre,

objetivo del ministerio del obispo en relación con sus sacerdotes y futuros sacerdotes. Es la tarea de construir la comunión eclesial en su forma más concreta. La dimensión eclesiológica tiene siempre un fundamento sacramental. El momento actual parece privilegiado e irrepetible. El futuro de nuestros Presbiterios depende de la fidelidad a las nuevas gracias del Espíritu Santo.2

1. UN MOMENTO HISTÓRICO PRIVILEGIADO PARA CONSTRUIR EL PRESBITERIO Partimos de unas realidades de gracia: la Iglesia particular, el Presbiterio, el carisma episcopal, el sacerdocio ministerial diocesano, tal como se presentan en los documentos eclesiales actuales. Se trata siempre de realidades que ya existen desde el principio de la Iglesia, pero que se han ido explicitando y profundizando según las nuevas luces del Espíritu Santo. No sería bueno ni provechoso dedicar mucho tiempo sólo a la reflexión teológica sobre este tema, si antes no se viviera lo que ya se tiene y se conoce.

A) La toma de conciencia actual de estar insertados en una Iglesia particular:

La definición que da el decreto conciliar Christus Dominus es clara: "La diócesis es una porción del Pueblo de Dios que se confía a un Obispo para que la apaciente con la cooperación del Presbiterio, de forma que unida a su pastor y reunida por él en el Espí-ritu Santo por el Evangelio y la Eucaristía, constituye una Iglesia particular, en la que verdaderamente está y obra la Iglesia de Cristo, que es Una, Santa, Católica y Apostólica" (ChD 11; cfr. en mismo texto en can. 369).

La consecuencia a la que se llega en buena lógica es la siguiente: "La Iglesia universal se encarna de hecho en las Iglesias particulares" (EN 62), ya que "en la cuales y desde las cuales existe la Iglesia católica una y única" (can. 368). "En las Iglesias particulares y a partir de ellas se constituye la Iglesia Católica una y única" (LG 23).

La Iglesia particular puede recibir distintos calificativos como términos jurídicos o estructurales: diócesis, archidiócesis, vicariato, prelatura, prefectura, etc. Pero siempre es la concretización, la presencialización, la "encarnación" y la imagen de la Iglesia universal. Es presidida por un sucesor de los Apóstoles que es cabeza del Presbiterio, en comunión con el sucesor de Pedro y con la Colegialidad Episcopal. Allí se concentra una historia de gracia (casi siempre multisecular) y una herencia apostólica (intercomunicable entre las diversas Iglesias particulares en comunión con el sucesor de Pedro).

Se puede constatar en los escritos del Nuevo Testamento un conjunto de “Iglesias” (comunidades cristianas, a modo de familia), animadas o presididas por los Apóstoles o

2 Inmediatamente antes del sínodo sobre el episcopado, escribí unas reflexiones sobre un tema parecido: Espiritualidad sacerdotal en relación con el carisma episcopal: Burgense 40/1 (1999) 61-79. Ahora ya podemos disponer de los documentos derivados de ese Sínodo (celebrado en 2001): Exhortación Apostólica Pastores Gregis (2003) Directorio Apostoloraum Successores (2004). Algunas cuestiones básicas están todavía en fase inicial de estreno, también y especialmente la construcción fraterna del Presbiterio. En el presente estudio cito algunas publicaciones más actuales.

2

Page 3: Compartir en Cristo€¦  · Web viewJUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre,

sus colaboradores. Cada una viene a ser el eco de la única Iglesia “universal” en un lugar o situación, donde se celebra en oración la Eucaristía, se predica la palabra y se construye la comunidad en la caridad, tomando como referencia la comunidad inicial de Jerusalén (cfr. Hech 2,42ss; 4,32ss).

Las cartas de San Pablo hablan de Iglesias en determinados lugares o comunidades (Corinto, Colosas, Filipo, Roma, Tesalónica, Éfeso...), donde el apóstol, a veces, va dejando (o enviando) sus inmediatos colaboradores e incluso, a veces, habla explícitamente del “Presbiterio”. La expresión “Iglesias” es similar a aquellas comunidades del Asia Menor, que, según el Apocalipsis, el Espíritu .Santo examina sobre su fidelidad y su amor (cfr. Apoc 2-3); de manera más desarrollada se encuentra esta realidad eclesial en las cartas del San Clemente I (siglo I), San Ignacio de Antioquía y San Policarpo (inicio del siglos II) y otros Padres subapostólicos.

Los términos actuales que definen o describen a la Iglesia particular (“concretización”, “presencialización”, o "encarnación" e “imagen” de la Iglesia universal), indican el aquí y ahora de lugar y espacio, así como los valores culturales, donde se comunican y aplican los carismas del Espíritu. Es la "Iglesia de Dios", de que habla San Pablo (1Tes 2,14). Todo Iglesia particular o local se fundamenta sobre la "piedra", que es Cristo, y sobre los Apóstoles (cfr. Ef 2,20). En esta Iglesia-familia todos somos "familiares de Dios" (Ef 2,19).

Esta realidad neotestamentaria no es diversa de la descrita por el concilio Vaticano II. La Iglesia es "comunión" de hermanos, con diversidad de carismas: "Así la Iglesia aparece como un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (LG 4). La evolución histórica y la toma de conciencia ha sido homogénea, siempre bajo la acción del mismo Espíritu Santo comunicado por Jesús resucitado, desde las apariciones pascuales y Pentecostés, hasta nuestros días.

La misión “a todas las gentes” es connatural a la Iglesia particular: "Todo el misterio de la Iglesia está contenido en cada Iglesia particular, con tal de que ésta no se aísle, sino que permanezca en comunión con la Iglesia universal y, a su vez, se haga misionera" (RMi 48). Así se llega a una consecuencia lógica: “Como la Iglesia particular debe representar lo mejor que pueda a la Iglesia universal, conozca muy bien que ha sido enviada también a aquellos que no creen en Cristo y que viven en el mismo territorio, para servirles de orientación hacia Cristo con el testimonio de la vida de cada uno de los fieles y de toda la comunidad” (AG 20).

La realidad de “comunión”, como reflejo de la vida trinitaria de Dios Amor, es la clave para captar el misterio de la Iglesia, también en el hecho de ser guiada por un Presbiterio (cuya cabeza es el obispo). "La edificación y salvaguardia de esta unidad, a la que la diversidad confiere el carácter de comunión, es también tarea de todos en la Iglesia, porque todos están llamados a construirla y respetarla cada día, sobre todo mediante aquella caridad que es el vínculo de perfección (cfr. Col 3,14)".3

3 Carta a los obispos, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sobre algunos aspectos de la Iglesia considerada como comunión (18 mayo 1992), (Lib. Edit. Vaticana, 1992), cap.IV, 15.

3

Page 4: Compartir en Cristo€¦  · Web viewJUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre,

La Iglesia universal y particular son un misterio de comunión misionera, como afirma la carta apostólica Novo millennio ineunte: “Otro aspecto importante en que será necesario poner un decidido empeño programático, tanto en el ámbito de la Iglesia universal como de la Iglesias particulares, es el de la comunión (koinonía), que encarna y manifiesta la esencia misma del misterio de la Iglesia. La comunión es el fruto y la manifestación de aquel amor que, surgiendo del corazón del eterno Padre, se derrama en nosotros a través del Espíritu que Jesús nos da (cfr. Rom 5,5), para hacer de todos nosotros « un solo corazón y una sola alma » (Hech 4,32)” (NMi 42).

Toda institución eclesial, pero especialmente la Iglesia particular con sus realidades de gracia, está llamada a ser “escuela de comunión”: “Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo” (NMi 43). La “comunión” es el "principio educativo en todos los lugares donde se forma el hombre y el cristiano... donde se construyen las familias y las comunidades" (ibídem).

La Iglesia "está verdaderamente presente en todas las legítimas reuniones locales de los fieles, que, unidos a sus pastores, reciben también el nombre de Iglesia en el Nuevo Testamento (cfr. Hech 8,1; 14,22-23; 20,17)... En ellas se congregan los fieles por la predicación del Evangelio de Cristo y se celebra el misterio de la Cena del Señor a fin de que por el cuerpo y la sangre del Señor quede unida toda la fraternidad" (LG 26).

La Iglesia particular no es principalmente un hecho sociológico, sino propiamente una historia de gracia y una herencia recibida de los Apóstoles, que verdaderamente se inserta en circunstancias culturales e históricas. Esta realidad supone una comunión de caridad con las demás Iglesias particulares (en la Colegialidad Episcopal). La Iglesia en su realidad más profunda y universal, es la “caridad” universal que preside el obispo de Roma, como sucesor de Pedro, custodio de una herencia apostólica recibida de Pedro y Pablo, servidor de la “comunión” eclesial.

El concilio Vaticano II resume esta realidad de gracia recogiendo los aspectos más importantes: “El Romano Pontífice, como sucesor de Pedro, es el principio y fundamento perpetuo visible de unidad, así de los Obispos como de la multitud de los fieles. Del mismo modo, cada Obispo es el principio y fundamento visible de unidad en su propia Iglesia, formada a imagen de la Iglesia universal; y de todas las Iglesias particulares queda integrada la una y única Iglesia católica. Por esto cada Obispo representa a su Iglesia, tal como todos a una con el Papa, representan toda la Iglesia en el vínculo de la paz, del amor y de la unidad... en cuanto miembros del Colegio episcopal y como legítimos sucesores de los Apóstoles, todos deben tener aquella solici-tud por la Iglesia universal que la institución y precepto de Cristo exigen... Por lo demás, es cosa clara que gobernando bien sus propias Iglesias como porciones de la Iglesia universal, contribuyen en gran manera al bien de todo el Cuerpo Místico, que es también el cuerpo de todas las Iglesias” (LG 23; cfr. ChD 2).

Dentro de la Iglesia particular y universal se encuadran todas las comunidades sin excepción: "Cada comunidad debe vivir unida a la Iglesia particular y universal... comprometida en la irradiación misionera" (RMi 51). La fraternidad del Presbiterio es una realidad y un servicio eficaz de comunión eclesial.

4

Page 5: Compartir en Cristo€¦  · Web viewJUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre,

B) La toma de conciencia del Presbiterio como realidad de gracia vivida en comunión:

El misterio eucarístico, presidido por el Presbiterio con su obispo, expresa y construye esta realidad eclesial, al servicio de toda la “comunión”: “En la Eucaristía, las Iglesias particulares tienen el papel de hacer visible en la Iglesia universal su propia unidad y su diversidad. Esta relación de amor fraterno deja entrever la comunión trinitaria” (Exhor Apostólica Sacramentum Caritatis, nota 39 del n.15).

En el Presbiterio de las Iglesias particulares se realiza un servicio sacerdotal como signo comunitario del Buen Pastor. La “Vida Apostólica” de los ministros ordenados tiene lugar especialmente en el Presbiterio de la Iglesia particular. Todos los elementos de esta realidad de gracia tienden a construir la fraternidad, es decir, el seguimiento evangélico y la misión en comunión fraterna.

Aunque la expresión bíblica y patrística “Presbiterio” estuvo en auge hasta los siglos IV-V, el vocablo pasó posteriormente a significar el lugar de los celebrantes en torno al altar. Pero la realidad (obispo con sus presbíteros, comunidad de presbíteros y diáconos con su obispo, etc.) ha sido una constante histórica. El Vaticano II (SC 41; LG 28, ChD 28, PO 7-8) y su postconcilio (PDV, Pastores Gregis, Directorios) han recuperado el vocablo y lo presentan más claramente en todos sus contenidos.4

Los datos de la Iglesia primitiva no se han perdido, aunque hay que reconocer un gran vacío en la práctica concreta durante los siglos posteriores. Los presbíteros, en este contexto de unidad y comunión eclesial, unidos al obispo, representan “el colegio de los Apóstoles” (cfr. San Ignacio de Antioquía, Filadel. 8,1; Magn. 6,1; Trall. 3,1). Ignacio de Antioquía también describe al obispo como centro visible de unidad en Cristo (Filadel. 3,2); los diáconos sirven a Jesucristo, sometidos al obispo y presbíteros (Tral. 2,3). San Justino califica al obispo que celebra la Eucaristía, de “proestós”, como quien preside junto a sus presbíteros (cfr. Apología, I, 65). El carisma propio de la apostolicidad del obispo tiene significado espiritual y moral antes que administrativo.

Los presbíteros son propiamente “copresbíteros” (San Cipriano, Epist. 1, 1,1), por el hecho de reunirse, convivir y concelebrar con el obispo (Epist. 49, 2, 1; 39, 5,2). Por esto afirmará el concilio Vaticano II que “en cada una de las congregaciones de fieles, ellos representan al obispo con quien están confiada y animosamente unidos” (LG 28; Cfr. SC 42; LG 28; PO 7). La expresión “presbíteros” y “Presbiterio” (consejo de “ancianos”) es de tradición cristiano-judaica. La expresión “obispo” (que “vigila”) es de tradición griega. A veces son términos sinónimos: presbíteros-obispos. El Papa Clemente I se refiere a la comunidad de Corinto, donde existe esta realidad como algo normal. En Ignacio de Antioquía (Iglesias del Asia Menor), se usa 13 veces el término Presbiterio, indicando sus componentes: obispo, presbíteros, diáconos, formando una armonía que se puede comparar a la “lira”. En Policarpo (siglo II, carta a los de Filipos) y en la Traditio Apostolica (siglo III), se distingue también claramente el episcopado monárquico, que preside el Colegio presbiteral. Para Ireneo (final del siglo II), los obispos y presbíteros

4 Resumo los contenidos doctrinales y recojo bibliografía actual en: Espiritualidad Sacerdotal, Servidores del Buen Pastor (Valencia, EDICEP, 2008), cap.V-VI. Ver otros estudios en notas posteriores.

5

Page 6: Compartir en Cristo€¦  · Web viewJUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre,

han sido constituidos por los Apóstoles y este encargo se ha “transmitido” así (”tradición”) (cfr. Adv. Haer. IV, 26,1). San Cipriano (siglo III) habla del Presbiterio del que forman parte los presbíteros como consejeros del obispo (cfr. Carta 49, 2; 52, 3).

En la Didascalia (de mediados del siglo III), el obispo preside la Eucaristía con sus presbíteros (I, 160). El Presbiterio es el senado de la Iglesia (II, 28,4); los presbíteros son consejeros del obispo (II, 34,3) y colaboran con él (II, 57,3-4). Se acentúa la preeminencia del obispo, que luego se intentará contrarrestar por parte de los presbíteros y diáconos (auque siempre en dependencia del obispo).5

Cuando se afianzó la conversión de los “paganos” (que eran los pobladores de los sectores rurales o “pagos”), se crearon las “parroquias”, especialmente en torno a las grandes ciudades, como Roma. Los presbíteros eran enviados a servir en esas “comunidades” (“parroquias”), y vivían “compartiendo”, “conviviendo”, siempre en relación con su obispo y su Presbiterio. En la celebración eucarística del obispo se reservaba el “fermentum” para enviarlo a los presbíteros (por medio de acólitos) en señal de comunión.

En los primeros siglos de la Iglesia era normal la concelebración, la sinodalidad (reunión de consejo) y la imposición de manos en la ordenación por parte de todos los sacerdotes. Al multiplicarse las parroquias en los sectores rurales, los presbíteros eran enviados para presidir la Eucaristía y la comunidad; ordinariamente vivían en comunidad. Venían a ser como un doblaje de la vida común con el obispo de la “ciudad”. Existía, pues, casi como dos tipos de Presbiterio. Las comunidades de presbíteros podían ser presididas por “arciprestes” o “archidiáconos”, siempre en representación del obispo.

Parece que había dos acentos o tipos de comunidad en el Presbiterio: canonical y monástico. La vida comunitaria del clero (rural) tuvo influjo cenobítico, pero esa vida en común era propiamente un legado de la tradición apostólica. Los aspectos más canonicales (es decir, según los “cánones”) o más “monacales”, podían ser independientes o sencillamente como valores comunes (sin la distinción que suele hacerse hoy). Pero es difícil deslindar estos dos aspectos en los Presbiterios de San Martín de Tours, San Eusebio de Vercelli, San Cromacio de Aquileya, San Agustín, san Ambrosio, San Juan Crisóstomo....

Desde el siglo VII, los obispos intervenían más en la política y en la sociedad civil (casi como señores feudales); algunos asumían tareas políticas y económicas. Los resultados

5 A. VILELA, La condition collégiale des prêtres aux III siècle (Paris, Beauchesne, 1971). Según el concilio de Calcedonia, siglo V (canon 6), las ordenaciones “absolutas” de obispo, presbítero o diácono, son inválidas; con lo cual se reafirma la necesaria integración de los ministros ordenados en la Iglesia particular y en el Presbiterio. San Jerónimo (siglo IV-V) dice que en Alejandría los presbíteros eran 12 (como los Apóstoles). San Agustín (siglo IV-V) presenta la vida comunitaria de los presbíteros en el Presbiterio y acentúa el sentido ministerial y pastoral como elemento básico de la “Vida Apostólica” (es decir, según el estilo de los Apóstoles). En Oriente se acentúa más lo sacral y cultual. San Gregorio Magno une los dos aspectos y tendrá gran influencia en el medioevo. En las Constituciones de los Apóstoles (siglo IV) se describe el grupo de los presbíteros aconsejando al obispo, del que dependen (VIII, 47).

6

Page 7: Compartir en Cristo€¦  · Web viewJUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre,

negativos se intentaban paliar eligiendo a candidatos monjes para el episcopado. Hubo mucha variedad de formas de Presbiterio. La llamada “Regla de San Agustín” (que propiamente recogía la vida comunitaria de su Presbiterio) fue punto de referencia en todo Occidente, hasta muy entrada la edad media.

Las Decretales pseudoisidorianas (mitad del siglo IX) indican la unidad de sacramento del Orden entre obispo y presbíteros (con dos grados diferentes). Acentúan la sacramentalidad. La reforma gregoriana enfatiza la oración litúrgica y la vida evangélica, no siempre con influjo monástico. El concilio Lateranense IV (1215) acentúa y programa el trabajo pastoral en la parroquia dirigida por el párroco como pastor espiritual (confesarse con él y comulgar de él). El acento recae en la celebración eucarística y tendrá continuidad hasta el concilio de Trento, sin descartar la importancia de la predicación y de la dirección de la comunidad.

En la actualidad se parte de una eclesiología de comunión, viviendo la Iglesia particular en sentido “pascual” (dejando de lado los privilegios históricos). Se quiere volver a la sinodalidad y ministerialidad, pero con el estilo de la Vida Apostólica. Se quiere recuperar el carácter colegial del Presbiterio, la pastoral compartida y participada, la itinerancia en sentido de disponibilidad en cuanto a cargos, la audacia humilde y decidida ante una sociedad que ridiculiza la Iglesia y el sacerdocio. Por esto se aspira a compartir la fe vivida entre los presbíteros y entre todos los componentes del Pueblo de Dios.

El canon 245 actual (CIC de 1983) urge a los futuros sacerdotes (durante su período de formación en el Seminario) a prepararse para vivir la vida fraterna en el Presbiterio: "Los alumnos... mediante la vida en común en el Seminario, y los vínculos de amistad y compenetración con los demás, deben prepararse para una unión fraterna con el Presbiterio diocesano, del cual serán miembros para el servicio de la Iglesia".6

En la Iglesia particular, los servicios (“ministerios”), ejercidos por los componentes del Presbiterio, tienen, al mismo tiempo, sentido “sacerdotal”, profético y diaconal. Se ofrece el sacrificio de Cristo, simultáneamente al servicio de la Palabra y al servicio de construir la comunidad como “comunión” y “Cuerpo” de Cristo, que es unidad en la caridad. El centro de toda la acción pastoral ministerial es el mismo Cristo como Palabra, como pan ofrecido y comido (sacrificio y sacramento) y como vida nueva participada de él y compartida con los hermanos. En los ministerios ejercidos por los Apóstoles (según nos describe el libro de los Hechos) se funda armónicamente la misión profética, sacerdotal y de caridad.

Los ministerios se equilibran y postulan entre sí, cuando se ejercen a partir de la caridad pastoral. El sacerdote ministro, al apacentar la grey del Señor, “tiene como oficio la caridad”.7

6 Con buena lógica, un seminarista se preguntará hoy: ¿dónde se vive este Presbiterio? ¿cuál es su proyecto de vida?...

7 SAN AGUSTÍN, In Ioannis Evangelium tractatus 123,5: CCL 36,678; citado en PDV 23: “sit amoris officium pascere dominicum gregem”. De este modo, “dispensa al pueblo el sacramento y la palabra de Dios” (Epist. 21,3: PL 33,89).

7

Page 8: Compartir en Cristo€¦  · Web viewJUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre,

Santo Tomás habla de servir al Cuerpo Eucarístico y al Cuerpo Místico de Cristo (cfr. Suppl. q.40, a.4). El culto y lo sagrado no se oponen a los demás servicios proféticos y hodegéticos, sino que dan pleno sentido a los mismos.

Desde el concilio Vaticano II se han ido recuperado paulatinamente los contenidos del Presbiterio. La espiritualidad específica del sacerdote diocesano queda determinada por la realidad de gracia del Presbiterio (cfr. PO 8; LG 28; PDV 31, 74-80; ChD 28; Puebla 663; Directorio 25-28). Es una "fraternidad sacramental" (PO 8), o "íntima fraternidad" exigida por el sacramento el Orden (LG 28), signo eficaz de santificación y evangelización. Por esto, el Presbiterio es "mysterium" y "realidad sobrenatural" (PDV 74), que matiza la espiritualidad de sus componentes, en el sentido de pertenecer a una "familia sacerdotal" (ChD 28; PDV 74). Consecuentemente, la fraternidad del Presbiterio es "lugar privilegiado", donde todo sacerdote (especialmente el diocesano o "secular", por estar "incardinado"), puede "encontrar los medios específicos de santificación y evangelización" (Directorio 27).

Cuando se vive esta fraternidad, pedida por el Señor en su oración sacerdotal (cfr. Jn 17,9ss), el Presbiterio es un signo eficaz de santificación y de evangelización para toda la Iglesia y para toda la humanidad: “Que todos sean uno... para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 17,21.23). Entonces el Presbiterio es “un hecho evangelizador” (Puebla 663).

La comunión del Presbiterio fundamenta la interrelación sacerdotal: “En virtud de la común ordenación sagrada y de la común misión, los presbíteros todos se unen entre sí en íntima fraternidad, que debe manifestarse en espontánea y gustosa ayuda mutua, tanto espiritual como material, tanto pastoral como personal, en las reuniones, en la comunión de vida de trabajo y de caridad” (LG 28).

La expresión conciliar “fraternidad sacramental” (PO 8) es inédita en la historia de la Iglesia. Pero la realidad es la misma de la oración sacerdotal de Jesús (cfr. Jn 17,21,23). En el contexto de la doctrina conciliar, hace patente y concreta la realidad de la misma Iglesia como “sacramento” (signo transparente y portador de Cristo): “La Iglesia es en Cristo como un sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1). Así, pues, la definición descriptiva del Presbiterio se encuadra en el contexto de una Iglesia que es “sacramento”, es decir, misterio de comunión para la misión.

Esta “comunión” fraterna del Presbiterio es dialogal, responsable, solidaria, de convivencia compartida en todos sus niveles. El decreto Presbyterorum Ordinis indica esta interrelación entre todos los presbíteros, teniendo en cuenta su diversidad de función, edad y situación circunstancial (dificultades, enfermedad, soledad), sin olvidar su eventual inserción en grupos geográficos, funcionales o asociativos (cfr. PO 8).

Para construir la “verdadera familia” sacerdotal del Presbiterio en “comunión” (PDV 74), es necesario vivir la relación íntima con Cristo y el estilo apostólico del seguimiento evangélico. A Cristo, cuando es profundamente amado, se le descubre presente en medio de los hermanos (cfr. Mt 18,20; 28,20; Jn 17,21-23). La vivencia de esta presencia “sacramental” (es decir, bajo “signos” eficaces de Iglesia), hace posible la realidad eclesial de “un solo corazón y una sola alma” (Hech 4,32), también y especialmente en el Presbiterio. Entonces el signo “sacramental” de la fraternidad en el

8

Page 9: Compartir en Cristo€¦  · Web viewJUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre,

Presbiterio, se convierte en medio privilegiado y necesario para la propia santificación y misión.

Estas realidades de gracia (Iglesia particular, Presbiterio) pueden matizarse inspirándose en figuras sacerdotales de la historia o en carismas peculiares que el Espíritu Santo concede continuamente a su Iglesia. Entonces se vive el Presbiterio diocesano a partir de realidades complementarias de gracia, como puede ser una amistad, la dirección espiritual, una asociación y también la pertenencia a una institución de vida consagrada para el sacerdote ministro.8

2. EL CARISMA EPISCOPAL EN RELACIÓN CON LA VIDA Y MINISTERIO DE LOS SACERDOTES DEL PRESBITERIO EN LA IGLESIA PARTICULAR La paternidad espiritual del obispo deriva de una realidad sacramental: la imposición de manos con la consagración del Espíritu Santo, por la que se recibe el carácter (para ejercer válidamente los ministerios) y la gracia sacramental especial (para servir santamente). Esta paternidad tendrá un significado especial respecto a quienes se han incardinado en la Iglesia particular y pertenecen, de modo permanente, al Presbiterio: "En la cura de las almas son los sacerdotes diocesanos los primeros, puesto que estando incardinados o dedicados a una Iglesia particular, se consagran totalmente al servicio de la misma, para apacentar una porción del rebaño del Señor; por lo cual constituyen un Presbiterio y una familia, cuyo padre es el Obispo" (ChD 28). La paternidad no significa paternalismo; en otros textos conciliares, al obispo se le llama también hermano y amigo (PO 7). Esta paternidad en el Presbiterio deriva del hecho de que el obispo es "la imagen viva de Dios Padre" (S. Ignacio de Antioquía, Ad Trall. 3,1). La espiritualidad específica del sacerdote, particularmente del sacerdote llamado "diocesano" o "secular", tiene una relación de dependencia directa respecto al carisma del propio obispo.9

8 Algunos estudios actuales sobre el Presbiterio: AA.VV. (M. Tagliaferri, A. Torresin, L. Bressan), Il Presbiterio nella storia, nella teologia, nelle Chiese particolari (Roma, UAC, 2008); A. CATTANEO, Il Presbiterio della Chiesa particolare (Milano, Edit. Giuffré 1993); D. COLETTI, L'importanza della condivisione della spiritualità sacerdotale all'interno del presbiterio. Virtù e atteggiamenti da maturare nel Seminario: Seminarios 35 (1995) 287-302; J. ESQUERDA BIFET, Espiritualidad y vida comunitaria en el Presbiterio: Burgense 14/1 (1973) 137-160, 15/1 (1974) 179-205; Teología de la espiritualidad sacerdotal (Madrid, BAC, 1991) cap. 5; N. LÓPEZ, Episcopus cum Presbyteris. Fundamenta collegialitatis in Ecclesia particulari: Burgense 6 (1965) 111-135; A. MAGGIOLINI, A. CAELLI, L’unità del Presbiterio. Una spiritualità di comunione per il clero (Roma, Città nuova, 2001); I. OÑATIBIA, Presbiterio, Colegio Apostólico y apostolicidad del ministerio presbiteral: Teología del Sacerdocio 4 (1972) 71-109; L. RUBIO, F. CABEZAS, Presbiterio y comunidades sacerdotales: Seminario 37 (1969) 161-184; A. SUQUÍA, Relación del obispo con el Presbiterio: Lumen 15 (1966) 395-401. Ver otros datos históricos en la bibliografía cita en la nota 30.

9 El concilio Vaticano II, Pastores dabo vobis y el Directorio para los presbíteros prefieren el término "diocesano" (cfr. LG 28 y 41; PO 8; PDV 2, 4, 17, 28, 31, 59, 68, 71, 74; Directorio 88-89). El Código de Derecho Canónico de 1983 usa el término "clero secular" (can. 680), que indica más bien la diferenciación respecto al término

9

Page 10: Compartir en Cristo€¦  · Web viewJUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre,

El carisma episcopal, recibido en el sacramento del Orden y relacionado con la misión eclesial, apunta principalmente no a las cuestiones de administración, sino a la realidad de gracia de cada súbdito y, de modo especial, de cada presbítero y diácono del Presbiterio. “El obispo debe ser considerado como el gran sacerdote de su grey, de quien deriva y depende, en cierto modo, la vida en Cristo de sus fieles. Por eso, conviene que todos tengan en gran aprecio la vida litúrgica de la diócesis en torno al Obispo, sobre todo en la Iglesia catedral... junto al único altar donde preside el Obispo, rodeado de su Presbiterio y ministros” (SC 41).

Desde el inicio de la Iglesia, si se analizan bien los textos neotestamentarios y los escritos subapostölicos (que hemos citado más arriba), se constata la íntima relación entre obispo, presbíteros y diáconos, formando todos parte del único Presbiterio de la Iglesia particular.

La espiritualidad ministerial específica del obispo tiene como punto necesario de referencia la gracia especial recibida en el sacramental del Orden. Esta gracia está relacionada con la construcción de la realidad sobrenatural del Presbiterio. Se trata de la espiritualidad de “Vida Apostólica”, que es común a quienes (en diverso grado) son sucesores de los Apóstoles. Obispo y presbíteros (con los diáconos) forman una unidad inseparable. "Todos los presbíteros, juntamente con los Obispos, participan de tal modo del mismo y único sacerdocio y ministerio de Cristo, que la misma unidad de consagración y de misión exige una comunión jerárquica con el Orden de los Obispos, unión que manifiestan perfectamente a veces en la concelebración litúrgica, y unidos a los cuales profesan que celebran la comunión eucarística. Por tanto, los Obispos, por el don del Espíritu Santo, que se ha dado a los presbíteros en la Sagrada Ordenación, los tienen como necesarios colaboradores y consejeros en el ministerio y función de enseñar, de santificar y de apacentar la grey de Dios" (PO 7).

Como exigencia de estas realidades de gracia, el obispo, que preside el Presbiterio como servicio de comunión, está llamado a cuidar de sus sacerdotes y diáconos como miembros de una misma familia sacramental y ministerial. No sería exacto decir que basta cuidar de ellos como quien cuida de un grupo especial de la Iglesia particular, puesto que el obispo se realiza como tal, cuando vive su realidad de pertenecer a un signo sacramental comunitario, juntamente con sus presbíteros y diáconos. Este encargo es intrínseco al carisma episcopal y tiende a que los ministros ordenados puedan desempeñar gozosa y generosamente el servicio de la comunión eclesial hacia dentro y hacia fuera de la Iglesia particular. Es, pues, un encargo de dimensión eclesiológica y sacramental, así como una prioridad pastoral.

Ya el decreto conciliar de Trento invitaba al obispo a asumir su propia responsabilidad respecto a la formación de sus futuros sacerdotes: "Establece el santo Concilio que todas las catedrales, metropolitanas e Iglesias mayores, tengan obligación de mantener y educar religiosamente, e instruir en la disciplina eclesiástica, según las posibilidades y extensión de las diócesis, cierto número de jóvenes de la misma ciudad y diócesis... Cuide el obispo que asistan todos los días al sacrificio de la Misa, que confiesen a los menos una vez al mes, que reciban, a juicio del confesor, el Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, y que sirvan en la catedral y en otras Iglesias del pueblo los días festivos. El

“claustral”.

10

Page 11: Compartir en Cristo€¦  · Web viewJUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre,

obispo... arreglará, según el Espíritu Santo le iluminare, todo lo dicho, y todo cuanto sea oportuno y necesario, velando en sus frecuentes visitas de que siempre se guarde".10

La misma acción pastoral del obispo se realiza siempre “con la cooperación del Presbiterio” (ChD 11). A partir de este contexto eclesial, queda patente que corresponde a los obispos “promover la santidad de sus clérigos, de sus religiosos y seglares, según la vocación peculiar de cada uno, y siéntanse obligados a dar ejemplo de santidad con la caridad, humildad y sencillez de vida” (ChD 15).

Presbíteros y diáconos del Presbiterio de una Iglesia particular, forman la misma familia sacerdotal del obispo. Por esto, la actuación del carisma episcopal se concreta en hacer que todos los componentes del Presbiterio vivan generosamente su identidad ministerial. Esta preocupación episcopal es preferente, a modo de prioridad espiritual y pastoral, por encima del propio interés y de las ventajas personales.: “Traten siempre con caridad especial a los sacerdotes, puesto que reciben parte de sus obligaciones y cuidados y los realizan celosamente con el trabajo diario, considerándolos siempre como hijos y amigos, y, por tanto, estén siempre dispuestos a oírlos, y tratando confidencialmente con ellos, procuren promover la labor pastoral íntegra de toda la diócesis. Vivan preocupados de su condición espiritual, intelectual y material, para que ellos puedan vivir santa y piadosamente, cumpliendo su ministerio con fidelidad y éxito” (ChD 16).11

La exhortación apostólica Pastores Gregis (2003) recoge las aportaciones del Sínodo sobre el episcopado (2001), que tenía como título: “El obispo servidor del evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo”. El directorio para el ministerio pastoral de los obispos, Apostolorum Successores (2004) ofrece unas pistas para su aplicación concreta. Los Lineamenta (así como el Instrumentum laboris previas al Sínodo episcopal de 2001 ya habían ofrecido unas aportaciones de grandes contenidos.

Los Lineamenta del Sínodo de 2001 describen la figura espiritual del obispo a partir de la caridad del Buen Pastor (cfr. nn.86-97). Son líneas que quedarán más explicitadas en el capítulo II de la exhortación Pastores Gregis y en el capitulo III del directorio Apostolorum Successores. La relación espiritual del obispo con su Presbiterio queda descrita así en los Lineamenta: "Junto con los sacerdotes de su Presbiterio, tiene que recorrer los caminos específicos de espiritualidad en cuanto llamado a la santidad por el nuevo título derivado del orden sagrado" (Lineamenta, n.89).12

10 Ses.23, can.18 de reforma: Concilium Tridentinum, IX, 628-630. He hecho notar un cierto vacío histórico postconciliar respecto a este cuidado episcopal, en: La institución de los Seminarios y la formación del clero, en: Trento, i tempi del Concilio, Società, religione e cultura agli inizi dell'Europa moderna (Trento, 1995) 261-270.

11 Continúa el texto: "Por lo cual han de fomentar las instituciones y establecer reuniones especiales, de las que los sacerdotes participen algunas veces, bien para practicar algunos ejercicios espirituales más prolongados para la renovación de la vida, o bien para adquirir un conocimiento más profundo de las disciplinas eclesiásticas, sobre todo de la Sagrada Escritura y de la Teología, de las cuestiones sociales de mayor importancia, de los nuevos métodos de acción pastoral" (ChD 16).

12 En el “cuestionario” final de los Lineamenta, se formulaban estas preguntas: "¿Cómo vive el obispo su relación con el Presbiterio y con cada sacerdote, especialmente en la

11

Page 12: Compartir en Cristo€¦  · Web viewJUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre,

El documento Instrumentum Laboris del mismo Sínodo (2001) tiene afirmaciones parecidas: “Un acto necesario de la comunión es el de la unión sacramental del Presbiterio en torno a su obispo. Según los textos más antiguos de la tradición, como los de Ignacio de Antioquía, ello es parte esencial de la iglesia particular. Entre el obispo y los presbíteros existe la «communio sacramentali» en el sacerdocio ministerial o jerárquico, participación en el único sacerdocio de Cristo y por lo tanto, aunque en grado diverso, en el único ministerio eclesial ordenado y en la única misión apostólica” (n.86). “En virtud de este vínculo sacramental y jerárquico los presbíteros, necesarios colaboradores y consejeros, asumen, según su grado, los oficios y la solicitud del obispo y lo hacen presente en cada comunidad. La relación sacramental-jerárquica se traduce en la búsqueda constante de una comunión real del obispo con los miembros de su Presbiterio y confiere consistencia y significado a la actitud interior y exterior del obispo hacia sus presbíteros” (n.87).13

Si los presbíteros son "colaboradores y consejeros necesarios" del obispo en todos los ministerios (PO 7; cfr. CD 16, 28), ello implica también la corresponsabilidad en la común espiritualidad sacerdotal. La relación familiar y pastoral enraíza en el mismo y único sacramento del Orden: “En efecto, entre el Obispo y los presbíteros hay una communio sacramentalis en virtud del sacerdocio ministerial o jerárquico, que es participación en el único sacerdocio de Cristo y, por tanto, aunque en grado diferente, en virtud del único ministerio eclesial ordenado y de la única misión apostólica... El Obispo ha de tratar de comportarse siempre con sus sacerdotes como padre y hermano que los quiere, escucha, acoge, corrige, conforta, pide su colaboración y hace todo lo posible por su bienestar humano, espiritual, ministerial y económico” (Pastores Gregis 47).

No es una simple tarea administrativa (como ocurre en la sociedad civil), sino una actuación que requiere “afecto especial del Obispo”, concretado en “acompañamiento paternal y fraterno”, con el objetivo de “ayudarles a ser y actuar como sacerdotes al estilo de Jesús” Por esto, “uno de los primeros deberes del Obispo diocesano es la atención espiritual a su Presbiterio”. El gesto del presbítero de poner las manos en las manos del obispo ordenante, incluye también que “el obispo se compromete a custodiar esas manos” (Pastores Gregis 37).14

proclamación de la fe? ¿Cuáles deberían ser sus preocupaciones principales en este campo?".

13 Se llega a la siguiente conclusión: “Además, al obispo incumbe en primer lugar la responsabilidad de la santificación de sus presbíteros y de su formación permanente... Él debe velar cotidianamente para que todos los presbíteros sepan y adviertan concretamente que no están solos o abandonados, sino que son miembros y parte de un único Presbiterio” (ibídem, n.88).

14 Continúa el texto, afirmando que “el presbítero puede esperar razonablemente una muestra de especial cercanía de su Obispo”, concretamente cuando recibe un encargo pastoral o cuando y, por edad o enfermedad, deja oficialmente los cargos encomendados (ibídem). Ver también el Directorio anterior, Ecclesiae Imago, sobre el ministerio de los obispos (22 de febrero de 1973), nn. 107-117 (Relación con el clero diocesano). "El Obispo... sabe bien que su deber es dirigir su amor y su solicitud particular sobre todo hacia los presbíteros y hacia los candidatos al ministerio sagrado" (n. 107; cita PO 7).

12

Page 13: Compartir en Cristo€¦  · Web viewJUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre,

La peculiaridad de la espiritualidad episcopal está ligada esencialmente al hecho de ser cabeza del Presbiterio y a la exigencia de orientar la gracia recibida hacia la santificación de sus presbíteros. Los presbíteros y diáconos necesitan, para vivir su propia espiritualidad específica, la actuación efectiva y afectiva del carisma episcopal. La actuación del carisma episcopal es, pues, necesaria para que se realice la construcción de la familia sacerdotal según el modelo de la “Vida Apostólica”.

El respeto y afecto por parte de los presbíteros y diáconos hacia su obispo, dependerá, en gran parte, de que el mismo obispo preste más interés a la actuación de su carisma en el campo de la santificación y apostolado. Es siempre una interrelación que compromete a todos.

Aunque el obispo puede delegar muchas de sus funciones administrativas y cultuales, ningún colaborador y ninguna institución asociativa puede suplir totalmente la responsabilidad episcopal en el campo de la espiritualidad de sus ministros ordenados. El hecho de que el presbítero represente siempre al obispo en su actuación ministerial (cfr. SC 42; LG 28; PO 7), hace patente la necesidad de acudir al carisma episcopal, no principalmente para las cuestiones administrativas y disciplinares, sino especialmente en todo el contexto doctrinal, pastoral y espiritual, en vistas a una fidelidad mayor en el orden de la gracia.15

Aunque en el ejercicio de todos los ministerios ha de manifestarse la estrecha relación entre el obispos y sus presbíteros y diáconos, esta colaboración incluye una relación familiar y espiritual. En las visitas "ad Limina", es frecuente que el Santo Padre recuerde con insistencia a los obispos esta relación, invitándoles a ponerla en práctica. Es fácil, en estas visitas, encontrar afirmaciones como la siguiente: "En todas estas tareas, vuestros primeros y principales colaboradores en la predicación del Evangelio y en la difusión de la buena nueva de la salvación son los sacerdotes... Esta paternidad espiritual se expresa en un profundo vínculo de comunión entre vosotros y vuestros sacerdotes, en vuestra disponibilidad en acogerlos y el apoyo que esperan y necesitan de vosotros... El bienestar humano y espiritual de vuestros sacerdotes será el coronamiento de vuestro ministerio episcopal... Compartir una vida sencilla alegra al Presbiterio y, cuando va acompañada por la confianza mutua, facilita la obediencia voluntaria que todo presbítero debe a su obispo".16

Los presbíteros y diáconos incardinados en la Iglesia particular necesitan la actuación del carisma episcopal para aclarar y vivir, todos juntos, la espiritualidad específica del sacerdote diocesano secular; se necesitarán encuentros peculiares para conseguir este objetivo.

15 Durante los años de obispo dimisionario se podrá constatar (por la frecuencia y autenticidad de las visitas recibidas) si la actuación episcopal anterior fue principalmente administrativa o pastoral-espiritual.

16 JUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre, p.5. En realidad, los presbíteros son "colaboradores y consejeros necesarios" del obispo en todos los ministerios (PO 7; cfr. CD 16, 28). Ver también el Directorio Ecclesiae Imago sobre el ministerio de los obispos (22 de febrero de 1973), nn. 107-117.

13

Page 14: Compartir en Cristo€¦  · Web viewJUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre,

El Directorio para el ministerio pastoral de los obispo, Apostolorum Successores (2004), hace referencia frecuentemente a la relación de los obispos con su Presbiterio, cuando califica la espiritualidad episcopal como “típicamente eclesial” (n.34), describe al obispo como centro de unidad de la Iglesia particular (n.63) y analiza ampliamente su relación con el Presbiterio (cap.IV; nn.75-83).

Precisamente por ser “fundamento y principio visible de unidad en la Iglesia particular”, el obispo “debe promover y tutelar continuamente la comunión eclesial en el Presbiterio diocesano, de modo que su ejemplo de dedicación, acogida, bondad, justicia y comunión efectiva y afectiva con el Papa y sus hermanos en el Episcopado, una siempre más los presbíteros entre ellos y con él, y ningún presbítero se sienta excluido de la paternidad, fraternidad y amistad del Obispo” (n.63). Ello será en bien de todos los miembros de la Iglesia particular.

Por el hecho de trabajar como “ministros de la misión apostólica”, “los presbíteros diocesanos son los principales e insustituibles colaboradores del orden episcopal, revestidos del único e idéntico sacerdocio ministerial, del que el Obispo posee la plenitud”. Ello supone una imitación del cuidado de Cristo por sus Apóstoles: “Como Jesús manifestó su amor a los Apóstoles, así también el Obispo, padre de la familia presbiteral.. sabe que es su deber dirigir su amor y su atención particular hacia los sacerdotes y los candidatos al sagrado ministerio”. Por esto, “guiado por una caridad sincera e indefectible, el Obispo preocúpese de ayudar de todos los modos posibles a sus sacerdotes, para que aprecien la sublime vocación sacerdotal, la vivan con serenidad, la difundan en torno a ellos con gozo, desarrollen fielmente sus tareas y la defiendan con decisión” (n.75).

Esta “relación entre el Obispo y el Presbiterio debe estar inspirada y alimentada por la caridad y por una visión de fe”. No se trata de la relación de un mero gobernante con los propios súbditos, sino más bien como un “padre y amigo”. Por esto hay que “favorecer un clima de afecto y de confianza, de modo que sus presbíteros respondan con una obediencia convencida, grata y segura”. Se trata de un “cuidado y atención hacia cada uno de los presbíteros, porque todos los sacerdotes... son igualmente ministros al servicio del Señor y miembros del mismo Presbiterio”. Esta actitud del obispo hará posible “que cada uno dé lo mejor de sí y se entregue con generosidad” (n.76).

Esta relación paterna, fraterna y amigable del obispo con sus sacerdotes se concreta también en el “deber de conocer a los presbíteros diocesanos, su carácter, sus capacidades y aspiraciones, su nivel de vida espiritual, celo e ideales, el estado de salud y las condiciones económicas, sus familias y todo lo que les incumbe”. Ésta es una de las finalidades de la “visita pastoral, durante la cual se debe dar todo el tiempo necesario a los encuentros personales, más que a las cuestiones de carácter administrativo o burocrático”. Ello comporta una actitud de “sencilla familiaridad, que facilite el diálogo”. También procurará “el mutuo conocimiento entre las diversas generaciones de sacerdotes... de manera que todo el Presbiterio se sienta unido al Obispo y verdaderamente corresponsable de la Iglesia particular” (n.77).

La actitud paterna y fraterna del obispo es necesaria también en el momento de conferir cargos, evitando dañar “la vida interior” (n.78). Este cuidado paterno y pastoral se concreta en el modo de ayudar a los presbíteros a relacionarse entre sí, también con los

14

Page 15: Compartir en Cristo€¦  · Web viewJUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre,

religiosos y miembros de asociaciones sacerdotales (n.79). De modo especial habrá que prestar atención a las necesidades humanas (n.80), dificultades de la vida y del ministerio (n.81), vivencia del celibato sacerdotal (n.82), formación permanente (n.83).17

Estos documentos postsinodales intentan aplicar la doctrina conciliar al respecto: "Por esta comunión, pues, en el mismo sacerdocio y ministerio tengan los Obispos a sus sacerdotes como hermanos y amigos, y preocúpense cordialmente, en la medida de sus posibilidades, de su bien material y, sobre todo, espiritual. Porque sobre ellos recae principalmente la grave responsabilidad de la santidad de sus sacerdotes; tengan, por consiguiente, un cuidado exquisito en la continua formación de su Presbiterio. Escúchenlos con gusto, consúltenles incluso y dialoguen con ellos sobre las necesidades de la labor pastoral y del bien de la diócesis" (PO 7).

Si el obispo es "el gran sacerdote de su grey, de quien deriva y depende, en cierto modo, la vida en Cristo de sus fieles" (SC 41), ello tendrá una aplicación peculiar respecto a los presbíteros, tanto en el cuidado de su “continua formación”, como en su proceso de “santidad” (PO 7). En esta relación ministerial respecto al Presbiterio, los obispos viven su realidad de ser "principio y fundamento visible de unidad en sus Iglesias particulares" (LG 23).

Pablo VI recordó estos deberes del ministerio episcopal respecto a sus presbíteros, al inaugurar la Asamblea de Medellín desde la catedral de Bogotá: "Si un obispo concentrase sus cuidados más asiduos, más inteligentes, más pacientes, más cordiales, en formar, en asistir, en escuchar, en guiar, en instruir, en amonestar, en confortar a su clero, habría empleado bien su tiempo, su corazón y su actividad".18

Benedicto XVI, con ocasión de su visita a Lourdes (2008), presentó un amplio resumen de la preocupación del obispo por los sacerdotes de su Presbiterio: “Queridos Hermanos en el Episcopado, os invito a seguir solícitos para ayudar a vuestros sacerdotes a vivir en íntima unión con Cristo. Su vida espiritual es el fundamento de su vida apostólica. Exhortadles con dulzura a la oración cotidiana y a la celebración digna de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía y la Reconciliación, como lo hacía San Francisco de Sales con sus sacerdotes. Todo sacerdote debe poder sentirse dichoso de servir a la Iglesia. A ejemplo del cura de Ars, hijo de vuestra tierra y patrono de todos los párrocos del mundo, no dejéis de reiterar que un hombre no puede hacer nada más grande que dar a los fieles el cuerpo y la sangre de Cristo, y perdonar los pecados. Tratad de estar atentos a su formación humana, intelectual y espiritual, y a sus recursos para vivir. Pese a la carga de vuestras gravosas ocupaciones, intentad encontraros con

17 Respecto al cuidado de los candidatos al sacerdocio, ver el capítulo IV del Directorio Apostolorum Successores (cuando describe su actuación en el Seminario).

18 PABLO VI, Alocución en la inauguración de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Catedral de Bogotá, 24 de agosto de 1968). Son los mismos contenidos del Directorio Ecclesiae Imago sobre el ministerio pastoral de los obispos: "El Obispo considera como un sacrosanto deber conocer a sus presbíteros diocesanos, sus caracteres y capacidades, sus aspiraciones y tenor de vida espiritual, su celo e ideales, su estado de salud y sus condiciones económicas, su familia y todo lo que diga relación a ellos" (n. 111).

15

Page 16: Compartir en Cristo€¦  · Web viewJUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre,

ellos regularmente, sabiéndolos acoger como hermanos y amigos (cfr. Lumen gentium, 28; Christus Dominus, 16). Los sacerdotes necesitan vuestro afecto, vuestro aliento y solicitud. Estad a su lado y tened una atención especial con los que están en dificultad, los enfermos o de edad avanzada (cfr. Christus Dominus, 16). No olvidéis que, como dice el Concilio Vaticano II usando una espléndida expresión de san Ignacio de Antioquía a los Magnesios, son «la corona espiritual del Obispo» (Lumen gentium, 41)”.19

3. LA COLABORACIÓN ESPECÍFICA DE LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS EN LA CONSTRUCCIÓN DEL PRESBITERIO

En la construcción del Presbiterio se necesita la colaboración de todos: ministros ordenados, laicado y vida consagrada. Pero la colaboración de los presbíteros y diáconos es peculiar, por el hecho de estar incardinados, es decir, insertados de modo permanente en las realidades de gracia de la Iglesia particular, con su Presbiterio y en relación de dependencia espiritual y pastoral respecto al carisma episcopal.

Se puede hablar de una espiritualidad de Iglesia particular o de una espiritualidad “diocesana” para todos, pero sin olvidar la “diocesaneidad” específica de los sacerdotes y diáconos diocesanos incardinados. Todo fiel cristiano que “pertenece” a la Iglesia particular, queda comprometido por ello mismo a participar en la construcción del Presbiterio de la misma “diócesis”.

La configuración ontológica del sacerdote con Cristo Sacerdote, Cabeza y Pastor, Siervo y Esposo (cfr. PO 1-3; PDV 20-22.48), consiste en la participación en el ser de Cristo como consagración por el Espíritu Santo (cfr. PDV 1, 10, 27, 33, 69). De ahí derivan armónicamente las diversas dimensiones o perspectivas y puntos de vista de esta realidad tan rica de contenidos: dimensión trinitaria, cristológica, pneumatológica, eclesiológica, antropológica, sociológica... Lo “sacral” y “sacramental” no es, pues, algo marginal ni paralelo; indica más bien lo permanente de otras derivaciones más pastorales y espirituales. Hacer dicotomías en este campo, supone perder muchas energías y desviar la atención hacia una polémica estéril.

De estas realidades de gracia deriva la urgencia y posibilidad de una espiritualidad evangélica (no necesariamente monacal, aunque ésta es también válida), según el estilo de vida de los Apóstoles, como "signo personal y sacramental" de cómo amó el Buen Pastor (PDV 16). Los "Apóstoles" y sus sucesores están llamados a vivir el seguimiento evangélico radical, en comunión fraterna y con disponibilidad misionera (cfr. Mt 4,19ss; 19,27ss; Mc 3,14; PDV 15-16, 60). Así comparten esponsalmente la misma vida del Señor (cfr. Mc 10,38; PDV 22, 29) y son signo de cómo amó él (cfr. Jn 17,10; PDV 49).

Ahora bien, en cada presbítero y diácono miembro del Presbiterio (sobre todo si está incardinado en él), estas realidades de gracia necesitan, para su recta comprensión y realización, la actuación del carisma episcopal (cfr. PO 7; ChD 15-16; PDV 74, 79). El obispo es el fundamento visible de la unidad en la Iglesia particular y en su Presbiterio (LG 23; cfr. PO 7-8), y es él principalmente quien debe "fomentar la santidad de sus

19 BENEDICTO XVI, Discurso en el encuentro con la Conferencia Episcopal de Francia (Lourdes, 14 septiembre 2008).

16

Page 17: Compartir en Cristo€¦  · Web viewJUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre,

clérigos, de los religiosos y de los laicos, de acuerdo con la peculiar vocación de cada uno" (ChD 15).

Ningún ministerio apostólico (recibido por ordenación) queda aislado de la sacramentalidad y ministerialidad de la Iglesia comunión misionera. Por esto, el episcopado, presbiterado y diaconado, se armonizan en esta comunión eclesial, teniendo en cuenta la presidencia ministerial y de caridad por parte del obispo que dirige y anima el Presbiterio de la Iglesia particular. En efecto, el obispo es pastor propio, ordinario e inmediato de su Iglesia particular, en comunión con el sucesor de Pedro y con la Colegialidad episcopal, al servicio de la “comunión” local y universal. Los presbíteros y diáconos cooperan más estrechamente con el obispo en la construcción de esta comunión. El encargo más importante del ministerio del obispo consiste en cuidar de que sus sacerdotes y diáconos (que forman una sola familia con él en el Presbiterio) puedan desempeñar los servicios de comunión eclesial (ad intra y ad extra) en unión con él, como primer responsable de la misión.

Por parte de los presbíteros y diáconos, habrá que tener en cuenta que la referencia afectiva y efectiva respecto del obispo, es parte integrante de su propia espiritualidad: "Ningún presbítero, por tanto, puede cumplir cabalmente su misión aislada o individualmente, sino tan sólo uniendo sus fuerzas con otros presbíteros, bajo la dirección de quienes están al frente de la Iglesia" (PO 7).

En el ejercicio de los ministerios, el presbítero representa siempre al obispo: "En cada una de las congregaciones de fieles, ellos representan al Obispo con quien están confiada y animosamente unidos, y toman sobre sí una parte de la carga y solicitud pastoral y la ejercitan en el diario trabajo" (LG 28; cfr. SC 42; PO 7).20

Es importante observar la insistencia de los textos conciliares en la "comunión", como partícipes del mismo sacerdocio y ministerio del obispo y, consecuentemente, de la misma espiritualidad sacerdotal, salvando la diferencia en el grado sacramental y la dependencia del carisma episcopal. Presbyterorum Ordinis afirma que la "obediencia sacerdotal, ungida de espíritu de cooperación, se funda especialmente en la participación misma del ministerio episcopal que se confiere a los presbíteros por el Sacramento del Orden y por la misión canónica" (PO 7,b).

No solamente el “párroco”, sino todo presbítero, en su actuación sacerdotal y en la comunidad confiada, es "un pastor que hace las veces del obispo" (SC 42; cfr. LG 28). No se trata de competencias o de alternativas, sino de la realidad del Presbiterio, cuyos

20 En la administración del sacramento de la confirmación, la misión o encargo recibido del obispo es indispensable para su validez. La teología todavía no ha aclarado suficientemente si el presbítero podría también ordenar, de modo análogo a como puede confirmar como ministro extraordinario; pero hoy esta ordenación no sería válida. Habría que estudiar mejor la realidad de los siglos primero y segundo, cuando obispos y presbíteros formaban una unidad indisoluble, de la que luego se destacó (por referencia a los Apóstoles y según la tradición apostólica) el episcopado monárquico. Esta cuestión, teológicamente abierta, sirve par aclarar la unión sacramental y eclesial entre obispos y sacerdotes ministros.

17

Page 18: Compartir en Cristo€¦  · Web viewJUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre,

miembros son siempre "colaboradores necesarios en el ministerio y oficio de enseñar, santificar y apacentar al Pueblo de Dios" (PO 7).21

Los presbíteros (y diáconos) realizan su propia tarea pastoral y espiritual colaborando con el obispo en la construcción del Presbiterio como comunión: "En los presbíteros de la diócesis, aunque sean religiosos, el Obispo trata de infundir y hacer madurar la conciencia de formar un único Presbiterio en la Iglesia, todos juntos con el Obispo y unidos entre sí por el vínculo del sacramento del Orden, aunque sean diversas las tareas que desempeñan" (Directorio Ecclesiae Imago, n.109).

En el nuevo Directorio para el ministerio pastoral de los obispos (Apostolorum Successores, año 2004), se describen las relaciones entre los presbíteros en vistas a construir el Presbiterio presidido por el obispo. El Directorio aprovecha los contenidos conciliares y postconciliares sobre el Presbiterio (ya citados más arriba). “Todos los presbíteros, en cuanto partícipes del único sacerdocio de Cristo y llamados a cooperar a la misma obra, están entre ellos unidos por particulares vínculos de fraternidad”. Precisamente en esta realidad de gracia se basa la instancia episcopal sobre “la vida en común de los presbíteros, que responde a la forma colegial del ministerio sacramental y retoma la tradición de la vida apostólica para una mayor fecundidad del ministerio; los ministros se sentirán así apoyados en su compromiso sacerdotal y en el generoso ejercicio del ministerio” (n.79). Esta fraternidad, alentada por el obispo y puesta en práctica responsablemente por parte de todos, se extiendo a “todos los presbíteros, tanto seculares como religiosos o pertenecientes a las Sociedades de vida apostólica, también con aquéllos incardinados en otras diócesis, pues todos pertenecen al único orden sacerdotal y ejercitan el propio ministerio para el bien de la Iglesia particular” (ibídem). El Directorio sugiere medios prácticos, como son los diversos modos de encontrarse para convivir y compartir la vida y el ministerio.22

El hecho de estar “incardinados” en una Iglesia particular es una realidad de gracia, a modo de “desposorio” con la Iglesia, en un lugar y en unas circunstancias históricas y culturales. Esta realidad tiene un profundo sentido pastoral y espiritual. Se pertenece esponsalmente a la Iglesia, asumiendo sus responsabilidades espirituales y pastorales (misioneras). Esta pertenencia esponsal se comparte con el propio obispo (quien la

21 El decreto ChD matiza que la labor del obispo es "con la cooperación de su Presbiterio" (ChD n. 11). Respecto al obispo, que es "padre" de todo el Presbiterio (ChD 28), los presbíteros son también "hermanos y amigos suyos" (PO 7). Los lineamenta del Sínodo de 2001 (sobre el episcopado), glosaban LG 28 y ChD 7 de este modo: "La necesaria cooperación del Presbiterio está enraizada en el mismo evento sacramental". Más adelante afirma: "Esta misma gracia (sacramental) une a los presbíteros a las distintas funciones del ministerio episcopal... Sus necesarios colaboradores y consejeros... asumen, según su grado, los oficios y la solicitud del obispo y la hacen presente en cada comunidad" (Lineamenta n.31; cfr. LG 28; ver afirmaciones del Instrumentum Laboris, citadas más arriba). Si el obispo cumple con su propia responsabilidad respecto a lo demás miembros del Presbiterio, de ello se seguirá que "todo el Presbiterio se sienta junto, con el Obispo, verdaderamente corresponsable de la Iglesia particular" (Directorio Ecclesiae Imago, n. 111).

22 Se hace referencia a la utilidad de las asociaciones sacerdotales según los contenidos de PO 8, can. 278, PDV 31, Directorio para el ministerio y vida de los presbíteros 66.

18

Page 19: Compartir en Cristo€¦  · Web viewJUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre,

expresa de modo peculiar). La fisonomía espiritual y pastoral del sacerdote ministro está en estrecha relación con la pertenencia responsable y vivencial a su propia Iglesia particular. “Por ello, el presbítero encuentra, precisamente en su pertenencia y dedicación a la Iglesia particular, una fuente de significados, de criterios de discernimiento y de acción, que configuran tanto su misión pastoral como su vida espiritual” (PDV 31).

Esta realidad de gracia comporta el cometido de construir el propio Presbiterio como signo eclesial para bien de todo el pueblo de Dios (no se trata de privilegios, sino de signos de comunión eclesial). La conciencia de pertenecer a una Iglesia particular afianza un “vínculo a la vez jurídico, espiritual y pastoral”. De ahí nace “el amor especial a la propia Iglesia”, como “objetivo vivo y permanente de la caridad pastoral que debe acompañar la vida del sacerdote y que lo lleva a compartir la historia o experiencia de vida de esta Iglesia particular en sus valores y debilidades, en sus dificultades y esperanzas, y a trabajar en ella para su crecimiento” (PDV 74). Esta conciencia llega también a comprender que “una exigencia imprescindible de la caridad pastoral hacia la propia Iglesia particular y hacia su futuro ministerial es la solicitud del sacerdote por dejar a alguien que tome su puesto en el servicio sacerdotal” (ibídem). El Presbiterio del presente y del futuro se construye sembrando, con el propio testimonio gozoso y generoso, la vocación sacerdotal.

Se trata de construir una fraternidad, que es emblemática de la comunión eclesial. “La fisonomía del Presbiterio es, por tanto, la de una verdadera familia, cuyos vínculos no provienen de carne y sangre, sino de la gracia del Orden: una gracia que asume y eleva las relaciones humanas, psicológicas, afectivas, amistosas y espirituales entre los sacerdotes; una gracia que se extiende, penetra, se revela y se concreta en las formas más variadas de ayuda mutua, no sólo espirituales, sino también materiales” (PDV 74).

La pertenencia afectiva y efectiva a la Iglesia particular, por su propia naturaleza, se abre a la comunión universal. “El sacerdote debe madurar en la conciencia de la comunión que existe entre las diversas Iglesias particulares, una comunión enraizada en su propio ser de Iglesias que viven en un lugar determinado la Iglesia única y universal de Cristo” (PDV 74).

Cuando se trata de sacerdotes (o diáconos) de vida consagrada (como son los religiosos), su modo específico de servir en la Iglesia particular, también en relación de dependencia especial (al menos, pastoral) respecto al obispo, repercute en bien de la misma Iglesia particular y forma parte de su historia de gracia. “También forman parte del único Presbiterio, por razones diversas, los presbíteros religiosos residentes o que trabajan en una Iglesia particular. Su presencia supone un enriquecimiento para todos los sacerdotes y los diferentes carismas particulares que ellos viven, a la vez que son una invitación para que los presbíteros crezcan en la comprensión del mismo sacerdocio, contribuyen a estimular y acompañar la formación permanente de los sacerdotes” (PDV 74). 23

23 La exhortación apostólica Pastores dabo vobis añade: “El don de la vida religiosa, en la comunidad diocesana, cuando va acompañado de sincera estima y justo respeto de las particularidades de cada Instituto y de cada espiritualidad tradicional, amplía el horizonte del testimonio cristiano y contribuye de diversa manera a enriquecer la espiritualidad sacerdotal, sobre todo respecto a la correcta relación y recíproco influjo entre los valores de la Iglesia particular y los de la universalidad del Pueblo de Dios” (PDV 74).

19

Page 20: Compartir en Cristo€¦  · Web viewJUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre,

Mientras no actúe o no se deje actuar al carisma episcopal en la delineación práctica de la espiritualidad sacerdotal en el Presbiterio, esta espiritualidad no pasará de ser una aspiración pasajera o un ideal teórico. Presbíteros y obispos, por el hecho de ser sucesores (en diverso grado) de los Apóstoles, están llamados a vivir conjuntamente el mismo estilo de “Vida Apostólica” (cfr. PDV 15-16, 42, 60).

La doctrina conciliar y postconciliar del Vaticano II, recuperando una constante de la tradición apostólica, insta al presbítero a poner en práctica sus exigencias sacerdotales, teniendo en cuenta su dependencia respecto al propio obispo (cfr. LG 28; PO 7; ChD 28; PDV 74, 79). Pero esta dependencia efectiva y afectiva no será realidad sino en el grado en que el obispo viva en las mismas condiciones ministeriales y materiales de sus presbíteros, embarcado en la misma barca, para correr la misma suerte. Sin esta cercanía familiar, espiritual, pastoral y económica (también por parte de los presbíteros y diáconos), la actuación del carisma episcopal no sobrepasará las fronteras de la disciplina y de la administración.

No hay que olvidar que se trata de una “diocesaneidad” de la que participan todos los bautizados, cada uno según su vocación específica y su modo de pertenecer a estar insertado en la Iglesia particular. Pero los ministros ordenados (obispo, presbíteros y diáconos) participan de esta diocesaneidad de un modo peculiar, especialmente si están incardinados en la Iglesia local.24

4. UN PROYECTO DE VIDA SACERDOTAL CON EL PROPIO OBISPO EN EL PRESBITERIO

El decreto conciliar Christus Dominus describe la actuación del obispo con los sacerdotes de su Presbiterio, en términos que parecen trazar las pautas básicas de un

24

? Sobre las líneas básicas de la espiritualidad del sacerdote diocesano, ver estudios en colaboración: (Donald B. Gozzen edit.), The Spirituality of the Diocesan Priest (Collegeville, Minn., Lit. Press, 1997); La spiritualità diocesana, il cammino nello Spirito della Chiesa particolare (Roma, Edit. Velar, 2004) (Federazione Italiana Unione Apostolica del Clero); Espiritualidad del presbítero diocesano secular (Madrid, EDICE, 1987); Espiritualidad del Clero Diocesano (Bogotá, OSLAM, 1986); Spiritualité des pretres diocésains: Pretres Diocésains (mars-avril 1987) (número especial). Otros estudios: F. ÁLVAREZ MARTÍNEZ, Espiritualidad del sacerdote diocesano. Motivaciones y reflexiones sobre nuestra identidad: Seminarios 32, 1986, 407-458; A. CATTANEO, Il presbitero della Chiesa particolare, Ius Ecclesiae 5 (1993) 497-529; J. DELICADO, El sacerdote diocesano a la luz del Vaticano II (Madrid 1965); J. ESQUERDA BIFET, Espiritualidad diocesana, en: La spiritualità diocesana, il cammino nello Spirito della Chiesa particolare, o.c., pp.370-377; M. GARAY BURGOS, Reflexión sobre algunos aspectos de la espiritualidad del clero diocesano: Stdium Ovetense 22 (1994) 509-520; I. GÓMEZ VARELA, Espiritualidad del sacerdote diocesano (Madrid, Edit. Espiritualidad,1988); J.J. MARTÍNEZ CEPEDA, En torno a la espiritualidad del clero diocesano: Ephemerides Mexicanae 6 (1988) 81-98; M. MORONTA, Configurados a Cristo. Manual de la Espiritualidad del Presbítero Diocesano (Caracas, Edic. Trípode, 2003).

20

Page 21: Compartir en Cristo€¦  · Web viewJUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre,

proyecto de vida: “Vivan preocupados de su condición espiritual, intelectual y material, para que ellos puedan vivir santa y piadosamente, cumpliendo su ministerio con fidelidad y éxito" (ChD 16). Me parece ver en esta afirmación conciliar el fundamento de la importante invitación de Pastores dabo vobis sobre el “proyecto de vida” (cfr. PDV 79), que estudiamos en este apartado.

Se trata de establecer unas líneas básicas y prácticas (mejor si se ponen por escrito o en “memoria” histórica), que alimenten la “íntima fraternidad” y que es “exigencia de la comunión ordenación sagrada y de la comunión misión” (LG 28). Esta realidad fraterna es indispensable para una pastoral de conjunto, que debe involucrar a todos los componentes de la Iglesia particular (ministros ordenados, vida consagrada, laicado).

Uno de los mejores y urgentes servicios que puede prestar el obispo es hacer que los presbíteros no se sientan solos, especialmente al constatar que están arropados por los mismos lazos de familia espiritual y pastoral. Se trata de establecer una relación sacramental (que es también jerárquica en sentido eclesial de familia con servicios distintos y armónicos), a modo de búsqueda constante de una vivencia de la “comunión” afectiva y efectiva. Cuando se vive de la fe, se desvanecen fácilmente todos los prejuicios.

La tarea de ir creando en las comunidades eclesiales un discipulado misionero, presupone la promoción de un discipulado sacerdotal en el Presbiterio. Así lo indicó Benedicto XVI: “Los primeros promotores del discipulado y de la misión son aquellos que han sido llamados «para estar con Jesús y ser enviados a predicar» (cfr. Mc 3, 14), es decir, los sacerdotes. Ellos deben recibir, de manera preferencial, la atención y el cuidado paterno de sus obispos, pues son los primeros agentes de una auténtica renovación de la vida cristiana en el pueblo de Dios. A ellos les quiero dirigir una palabra de afecto paterno, deseando que el Señor sea el lote de su heredad y su copa (cfr. Sal 16, 5). Si el sacerdote tiene a Dios como fundamento y centro de su vida, experimentará la alegría y la fecundidad de su vocación. El sacerdote debe ser ante todo un «hombre de Dios» (1Tim 6, 11) que conoce a Dios directamente, que tiene una profunda amistad personal con Jesús, que comparte con los demás los mismos sentimientos de Cristo (cfr. Fil 2, 5). Sólo así el sacerdote será capaz de llevar a los hombres a Dios, encarnado en Jesucristo, y de ser representante de su amor”.25

Pastores dabo vobis insta al obispo, con la colaboración de su Presbiterio, a elaborar un proyecto de vida que abarque todas las realidades de vida y ministerio sacerdotal, dejando espacio operativo, como es lógico, al plan diocesano de pastoral y al campo propio de los carismas e instituciones eclesiales. El texto dice así: "Esta responsabilidad lleva al Obispo, en comunión con el Presbiterio, a hacer un proyecto y establecer un programa, capaces de estructurar la formación permanente no como un mero episodio, sino como una propuesta sistemática de contenidos, que se desarrolla por etapas y tiene modalidades precisas" (PDV 79).

El proyecto de vida debe abarcar todas las áreas de la formación permanente, con “programas capaces de sostener de una manera real y eficaz, el ministerio y la vida espiritual de los sacerdotes" (PDV 3). Habrá que "programar y llevar a cabo un plan de formación permanente, que responda de modo adecuado a la grandeza del don de Dios y

25 BENEDICTO XVI, Discurso en Aparecida, V CELAM, 13 mayo 2007).

21

Page 22: Compartir en Cristo€¦  · Web viewJUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre,

a la gravedad y exigencias de nuestro tiempo" (PDV n.78). En este campo "es fundamental la responsabilidad del Obispo y, con él, la del Presbiterio" (PDV n.79).

De este modo, el sacerdote estará capacitado para "desempeñar su función en el espíritu y según el estilo de vida de Jesús Buen Pastor" (PDV n.73) y podrá responder a "un sígueme que acompaña toda la vida" (PDV n.70). "La existencia de un plan de formación permanente significa que éste sea no sólo concebido o programado, sino realizado" (Directorio para el ministerio y vida de los presbíteros, n.86).

Es difícil entender por qué este proyecto de vida, pedido por Juan Pablo II en 1992, no es todavía una realidad en muchos Presbiterios. Una de las razones parece ser la falta de un plan de pastoral operativo, que respete y vitalice el proyecto de vida sacerdotal. Puede ser debido también a la falta de actuación del Consejo Presbiteral, que no se ha planteado esta cuestión fundamental y urgente. En efecto, al Consejo Presbiteral "compete, entre otras cosas, buscar los objetivos claros y distintamente definidos de los diversos ministerios que se ejercen en la diócesis, proponer prioridades, indicar los métodos de acción".26

Las líneas de actuación del Consejo Presbiteral podrían incluir la ayuda a la redacción de un proyecto de vida: “El Consejo, además de facilitar el diálogo necesario entre el Obispo y el Presbiterio, sirve para aumentar la fraternidad entre los diversos sectores del clero de la diócesis. El Consejo hunde sus raíces en la realidad del Presbiterio y en la función eclesial particular que compete a los presbíteros, en cuanto primeros colaboradores del orden episcopal... Es también la sede idónea para dar una visión de conjunto de la situación diocesana y para discernir lo que el Espíritu Santo suscita por medio de personas o de grupos, para intercambiar pareceres y experiencias, para determinar en fin, objetivos claros del ejercicio de los diversos ministerios diocesanos, proponiendo prioridades y sugiriendo métodos”.27

La formación permanente del Clero y el mismo plan diocesano de pastoral, serían poco consistentes si no existiera el proyecto de vida en el Presbiterio. Ello depende, en gran parte del carisma episcopal, con el que han de colaborar fielmente todos los miembros del mismo Presbiterio. Si no se diera esta actuación, quedaría sin afrontar la principal actuación del carisma episcopal: la revitalización de su Presbiterio según el modelo de la "Vida Apostólica" o "apostolica vivendi forma" (es decir: el seguimiento evangélico, la vida comunitaria y la disponibilidad misionera). El mismo plan diocesano de pastoral, en cualquiera de sus ofertas, no será efectivo si el Presbiterio no tuviera su propio proyecto de vida sacerdotal.

La puesta en práctica de este proyecto de vida es un índice de la vitalidad del Presbiterio y también de la recta actuación del carisma episcopal respecto a sus sacerdotes. La carencia del proyecto también puede ser debida a la falta de entusiasmo por conocer y vivir la espiritualidad específica del sacerdote diocesano. Durante siglos ha habido un cierto vacío de la vida del Presbiterio, que será difícil rellenar. En muchos Seminarios y

26 Directorio Ecclesiae Imago sobre el ministerio pastoral de los obispos, 22 de febrero de 1973, n. 202. Pero por su medio también "se fomenta la fraternidad en el Presbiterio y el diálogo entre el obispo y los presbíteros" (ibídem).27

? Directorio Apostolorum Successores (2004), n.182.

22

Page 23: Compartir en Cristo€¦  · Web viewJUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre,

centro de formación sacerdotal (y religiosa) no existen explicaciones adecuadas sobre la espiritualidad sacerdotal específica, que incluye una íntima relación entre obispo, Presbiterio e Iglesia particular.

Para un proyecto de vida se necesita exponer un ideario, señalar unos objetivos e indicar unos medios (tal vez, también unas etapas). En realidad, se trataría de un proyecto de formación permanente que abarque toda la vida sacerdotal, personal, social, comunitaria.

Todo sacerdote o futuro sacerdote necesita constatar un Presbiterio real, estructurado según un ideario definido, unos objetivos precisos y unos medios adecuados. La doctrina conciliar y postconciliar sobre el sacerdocio ministerial ofrece material suficiente para programar cada uno de estos apartados (ideario, objetivos, medios). Me permito sugerir algunas pautas:

Ideario:

Un proyecto de vida necesita la base de un ideario, que hoy es relativamente fácil de elaborar, a partir de las afirmaciones básicas de los documentos conciliares y postconciliares. Consagración, misión y vivencia, resumen las realidades de gracia, que constituyen la espiritualidad sacerdotal diocesana, y que atestiguan la identidad del mismo sacerdote. Pero se necesita llevarlas a la práctica concreta en el contexto ambiental del propio Presbiterio. Sin esta realidad de gracia, se continuará preguntando inútilmente y de modo casi enfermizo sobre la identidad sacerdotal.

Este ideario de conceptos fundamentales, teniendo en cuenta las situaciones locales y culturales, podría delinearse de este modo: a) configuración con Cristo o consagración como participación en su ser sacerdotal; b) misión como prolongación del actuar salvífico de Cristo a nivel local y universal; c) comunión eclesial que se concreta en diversos niveles y especialmente en el Presbiterio; d) vivencia o espiritualidad propia de quien comparte la misma vida de Cristo, al estilo de lo sApóstoles. Se intenta vivir en armonía con lo que uno es hace. Bastarían unas afirmaciones clave redactadas de modo sencillo.

Una propuesta algo más amplia sobre el ideario podría ser la siguiente, glosando las ideas con expresiones asimilables según las culturas:

A) Configuración con Cristo o consagración:

Participamos en la misma consagración de Cristo (Cabeza y Pastor, Sacerdote y Víctima, Siervo y Esposo (ver contenidos y citas bíblicas en: PO 1-13: PDV 20-22, 48).

B) Misión sacerdotal:

Prolongamos la misma misión de Cristo, profética, cultual, pastoral (ver textos bíblicos citados en: PO 4-6, 10-11; PDV cap.II). Es equilibrio y armonía de ministerios en torno al misterio pascual de Cristo: anunciado, celebrado, vivido, comunicado (PO 4-6).

C) Comunión:

23

Page 24: Compartir en Cristo€¦  · Web viewJUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre,

Somos un signo sacramental de comunión en el Presbiterio de la Iglesia particular siempre abierta (por su naturaleza) a la Iglesia universal, Iglesia misterio de comunión misionera (ver contenidos y citas bíblicas en: LG 28; ChD 28; PO 7-9; PDV 31, 74-80).Práctica de la viva fraterna: PO 8; PDV 17, 29, 44, 50, 74-81. Can. 278, 280.

D) Santidad y espiritualidad en el ejercicio del ministerio, según el estilo de vida evangélica de los Apóstoles:

Nuestra santidad es de marcada línea ministerial (cfr. PO 12-14: "instrumentos vivos de Cristo Sacerdote", "en el ministerio", "unidad de vida", "ascesis del pastor de almas").Somos signo de la caridad pastoral de Cristo. Las virtudes concretas del Buen Pastor (ver citas bíblicas en: PO 15-17; PDV 27-30).Según el estilo de la "sucesión apostólica" como “sucesores de los Apóstoles” en diverso grado: PDV 4-5, 15-16, 22, 24, 42, 46, 60.

Objetivos:

Los objetivos del proyecto podrían ser los mismos trazados por Pastores dabo vobis para la formación permanente: objetivo humano, espiritual, intelectual y pastoral (PDV 71-72). Pero debe quedar claro que se trata de toda la vida sacerdotal en el Presbiterio y no solo de un aspecto. Efectivamente, la formación permanente tiene esta finalidad: "Debe ser más bien el mantener vivo un proceso general e integral de continua maduración, mediante la profundización, tanto de los diversos aspectos de la formación -humana, espiritual, intelectual y pastoral-, como de su específica orientación vital e íntima, a partir de la caridad pastoral y en relación a ella" (PDV 71).

Los objetivos presentan aplicaciones específicas que deben interrelacionarse armónicamente, a nivel personal y comunitario:

- humano: compartir, convivencia, amistad, colaboración, descanso, salud, deporte, economía, previsión social...- espiritual: oración, seguimiento evangélico, virtudes...- intelectual: estudio, actualización, profundización...- pastoral: ministerio, disponibilidad, dedicación, conocimiento de la realidad, evaluación, compromisos, colaboración responsable en el plan diocesano de pastoral...

Medios:

Si el Presbiterio es una "fraternidad sacramental" (PO 8), un "mysterium" o "realidad sobrenatural" (PDV 745), una "familia sacerdotal" (ChD 28; PDV 74) y "un hecho evangelizador" (Puebla 663), todo ello indica que es el cauce normal o "el lugar privilegiado" donde poder "encontrar los medios específicos de santificación y evangelización" (Directorio 27). Pero, ¿cómo hacer efectivo este Presbiterio, donde los presbíteros y diáconos puedan encontrar los medios necesarios para realizar la caridad pastoral, el seguimiento evangélico al estilo de los Apóstoles, la fraternidad efectiva y afectiva y la disponibilidad misionera?

Los medios podrían distribuirse por etapas sucesivas, pero especialmente deben estar relacionados con la vida ministerial, siempre a un doble nivel: personal y comunitario.

24

Page 25: Compartir en Cristo€¦  · Web viewJUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre,

Como punto de referencia, podemos recordar los textos conciliares y postconciliares que presentan medios concretos de vida y ministerio sacerdotal: medios comunes y peculiares (además de los ministerios), Eucaristía celebrada y adorada, oración-contemplación de la Palabra, reconciliación, liturgia de las horas, devoción mariana, sacrificio, dirección espiritual, estudio, retiros y Ejercicios, formación en todos los niveles (humano, espiritual, intelectual, pastoral), asociaciones, etc.

- Medios de vida personal: contemplativa (oración, celebración litúrgica, estudio), de seguimiento (entrega, renuncias, virtudes evangélicas, medios concretos), de misión (disponibilidad, preparación, dedicación...) (cfr. PO 18).

- Medios de vida comunitaria: en el arciprestazgo (decanato, zona, vicaría), grupo de revisión de vida, convivencia, amistad, solidariedad, ayuda mutua, dirección espiritual, asociaciones, instituciones... Los documentos conciliares y postconciliares invitan a la vida fraterna y comunitaria (cfr. PO 8; Can. 278, 280; PDV 17, 29, 44, 50, 60, 73-74, 76-77, 81; Directorio 28-29).

Si se trata de medios comunitarios, podrían encuadrarse en tres derivaciones: encontrarse (por geografía, función, amistad, carisma); compartir (por revisión de vida, lectura comentada del Evangelio...); ayudarse (perseverancia y generosidad en la vocación, pastoral, estudio, problemas personales). Los medios que miran más al ministerio son para reforzar la actuación en el campo profético, litúrgico y diaconal o de servicios de caridad.

A nivel de Presbiterio, la vida comunitaria, según diversas posibilidades, es esencial (como elemento básico de la "Vida Apostólica"). El Presbiterio debe ser siempre "una verdadera familia", que "se concreta en las formas más variadas de ayuda mutua, no sólo espirituales, sino también materiales". Y aunque esta fraternidad "no excluye a nadie", no obstante "puede y debe tener sus preferencias" o modalidades (PDV 74). Siempre es posible "la vida común o fraterna entre los sacerdotes" o, como dice el concilio, "alguna manera de vida común" o de tipo asociativo (PO 8). Por esto "hay que recordar las diversas formas de vida común entre los sacerdotes, siempre presentes en la historia de la Iglesia, aunque con modalidades y compromisos diferentes" (PDV 81; cfr. ChD 28; LG 28; PO 7-8; Directorio 29, 82, 88).

Entre estos medios o "momentos privilegiados", "hay que recordar también los encuentros del Obispo con su Presbiterio", que pueden ser litúrgicos, pastorales, espirituales, culturales, etc. Existen también "encuentros de espiritualidad sacerdotal": convivencias, retiros, Ejercicios... Y hay también "encuentros de estudio y de reflexión común", para adquirir una síntesis entre espiritualidad, cultura y acción pastoral, y así poder responder "a los nuevos retos de la historia y a las nuevas llamadas que el Espíritu dirige a la Iglesia" (PDV 80).

Sin un proyecto de vida personal, será prácticamente imposible el proyecto comunitario del Presbiterio. Las alergias y los prejuicios desaparecen cuando personalmente cada uno se propone: dedicar diariamente un tiempo determinado a la meditación de la Palabra; reservar diariamente un momento de visita a Jesús en la Eucaristía (como continuación de la celebración eucarística); tener periódicamente un encuentro fraterno con otros sacerdotes para ayudarse mutuamente (reunirse para orar, compartir, ayudarse); poner en práctica y animar las orientaciones del Obispo respecto al

25

Page 26: Compartir en Cristo€¦  · Web viewJUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre,

Presbiterio (proyecto de vida o directorio, formación permanente, pastoral sacerdotal...); recitar diariamente una oración mariana para ser fieles a todos estos compromisos.28

CONCLUSIÓN:

La atención del obispo a su Presbiterio es parte esencial de su carisma, en relación con el mismo sacramento del Orden, con la misma Iglesia particular a la que sirve esponsalmente, con el mismo estilo de Vida Apostólica a la que están llamados conjuntamente obispos, presbíteros y diáconos.

Esta atención no es una actitud “clericalista” ni particularista, sino una dedicación mayor al servicio de de todos los miembros de la Iglesia particular. La realidad sacramental de los ministros ordenados está al servicio de toda la comunidad eclesial. Potenciar la realidad del Presbiterio, como exigencia del sacramento del Orden y de la sacramentalidad de la Iglesia, es poner las bases firmes de la evangelización local y universal. El Presbiterio, a cuyo servicio está orientado el carisma episcopal, tiene como objetivo la dedicación a la Iglesia particular en todas sus vocaciones, ministerios y carismas.

Las reflexiones del presente estudio son una invitación para poner en práctica el carisma episcopal, promover la reflexión teológica sobre la actuación del carisma episcopal en la vida de los sacerdotes y, de modo especial, suscitar en los presbíteros y diáconos el amor filial y la dependencia espiritual respecto a su propio obispo. La afirmación tradicional "nada sin el obispo" (San Ignacio de Antioquía y Didascalia) recobra toda su hondura en esta perspectiva de comunión responsable. El Presbiterio lo construimos entre todos, incluidos las personas consagradas y el laicado.

La construcción del Presbiterio según la “Vida Apostólica” está ligada esencialmente a la espiritualidad específica del clero diocesano (aunque la diocesaneidad corresponde también a todos los fieles, en diversos modos y grados). Sin una mística sacerdotal del Presbiterio diocesano, conocida y vivida gozosa y generosamente, difícilmente tendrá el obispo vocaciones "propias" en su Seminario, así como clero diocesano suficiente y disponible apostólicamente en su diócesis.

El conocimiento y vivencia de la propia espiritualidad diocesana específica tiende, por su misma lógica interna, a estudiar los clásicos de espiritualidad de cualquier escuela, para servir a las demás vocaciones y estados de vida que también forman parte de la historia de gracia de la Iglesia particular (vida consagrada y laicado). Si no se buscara o no se hallara apoyo explícito de parte del carisma episcopal (por no reconocerlo, por no

28 J. ESQUERDA BIFET, Ideario, objetivos y medios para un proyecto de vida sacerdotal en el Presbiterio: Sacrum Ministerium 1(1995) 175-186; J.T. SÁNCHEZ, Los sacerdotes protagonistas de la Evangelización, en: (Pontificia Comisión para América Latina), Evangelizadores, Obispos, sacerdotes y diáconos, religiosos y religiosas, laicos (Lib. Edit. Vaticana 1996) 101-110. Este último estudio propone: "Elaboración en cada Presbiterio de un proyecto de vida que recoja las orientaciones concretas en los diversos niveles de formación permanente: humana, espiritual, intelectual, pastoral, un programa orgánico, sistemático, integral" (p.110). Ver también: Proposta di vita spirituale per i presbiteri diocesani (Bologna, EDB, 2003).

26

Page 27: Compartir en Cristo€¦  · Web viewJUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre,

amarlo o por no dejarlo actuar), difícilmente se encontraría solución a estas aspiraciones hondas que el Espíritu Santo ha comunicado a los sacerdotes el día de la ordenación sacerdotal, especialmente cuando se ordenan como incardinados (desposados) al servicio de la Iglesia particular (en comunión responsable con la Iglesia universal) y como miembros permanentes de la familia sacerdotal del Presbiterio.29

La doctrina conciliar y postconciliar del Vaticano II no es nueva, aunque su explicitación o formulación concreta es una gracia nueva del Espíritu Santo a su Iglesia, que enraíza en toda la tradición eclesial sobre la "Vida Apostólica" en el Presbiterio. El obispo fue siempre (en línea de principio) el primer responsable y agente en la construcción de esa vida sacerdotal al estilo de los Apóstoles: seguimiento evangélico, fraternidad, disponibilidad misionera. La figura del obispo ha sido determinante en la puesta en práctica o también en la decadencia de la vida sacerdotal en el Presbiterio.30

La Misa Crismal, vivida en esta perspectiva de construir el Presbiterio, es, para el obispo, un motivo de esperanza, puesto que la concelebración de quienes han sido ordenados para ser sus íntimos colaboradores, es signo eficaz de esa gracia de comunión sacerdotal.

El futuro de los Seminarios diocesanos, con vocaciones propias, depende en gran parte de esta actuación ministerial e ineludible del obispo, llamado a formar a sus futuros colaboradores en las líneas básicas de la “Vida Apostólica”. Los formadores del Seminario no pueden suplir totalmente al obispo (aunque sí deben colaborar responsablemente con él) en esta tarea esencial de la espiritualidad específica. La renovación de los Seminarios no puede consistir principalmente en el cambio de unas estructuras materiales y organizativas, sino en el afianzamiento de la "Vida Apostólica", puesta en práctica con el propio obispo, que convive siempre teológicamente con sus presbíteros, como familia sacerdotal que comparte la misma suerte, también en los aspectos humanos de economía (en el contexto de pobreza evangélica), de salud y de ancianidad.

29 En este campo, está llamada a prestar un gran servicio la Unión Apostólica, como cauce e intercambio de experiencias de "Vida Apostólica" en los diversos Presbiterios. Esta asociación es un servicio (existente ya desde el siglo XIX) para suscitar e intercambiar experiencias de vida fraterna. Pablo VI recordada que queda siempre “espacio operativo” para la Unión Apostólica (Discurso 23 marzo 1972). Las diversas asociaciones, carismas, movimientos, etc., pueden ser una ayuda para vivir mejor las realidades de gracia de la propia espiritualidad sacerdotal diocesana. Hay que reconocer también y apreciar la gran ayuda de las diversas formas de vida consagrada, así como la pertenencia a instituciones y asociaciones que se inspiran en carismas particulares. Todo ello puede ayudar también al sacerdote diocesano, a modo de dirección espiritual o de grupo de amigos; pero no puede suplantar la actuación del carisma episcopal.

30 En la historia de la espiritualidad sacerdotal se puede encontrar la forma de vivir los Presbiterios según San Agustín, San Eusebio de Vercelli, Santo Domingo, experiencias "canonicales", etc. Cfr. Teología de la Espiritualidad Sacerdotal, o.c., cap. 13 (síntesis histórica). También en: Historia de la espiritualidad sacerdotal (Burgos, Facultad de Teología, 1985); corresponde al vol. 19 de "Teología del Sacerdocio"; Signos del Buen Pastor (Bogotá, CELAM, 2002), cap.X.

27

Page 28: Compartir en Cristo€¦  · Web viewJUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre,

Sin la colaboración efectiva y afectiva de los mismos presbíteros y diáconos, el carisma episcopal se encontraría en un “impasse”, que no podría ser suplantado por otras instituciones, ni para elaborar el plan de pastoral diocesano ni para redactar y poner en práctica el proyecto de vida sacerdotal en el Presbiterio. La espiritualidad específica del carisma episcopal debe orientarse necesariamente a construir la propia familia sacerdotal, no como un grupo entre tantos (aunque fuera privilegiado), sino como parte integrante del mismo signo sacramental y eclesial. Esta atención especial a sus inmediatos colaboradores, es en vistas a servir mejor a todos los estados de vida según la propia vocación (laical, religiosa, sacerdotal).

La exención de la vida consagrada, por motivos históricos especiales (y eventualmente de otras instituciones asociativas), no debe olvidar la actuación necesaria e indispensable del sucesor de los Apóstoles en el ámbito de la Iglesia particular, respecto a quienes, unidos estrechamente a él como cabeza del Presbiterio, imitan de modo peculiar (según el carisma fundacional) la "apostolica vivendi forma", siguiendo el mismo estilo de “Vida Apostólica” de que son garantes los obispos. Al mismo tiempo, no sería posible, por parte de los presbíteros diocesanos, apreciar adecuadamente los dones de la vida consagrada, si el Presbiterio no viviera también al estilo de los Apóstoles.

El proyecto de vida sacerdotal en el Presbiterio es posible, especialmente si el obispo es consecuente con su carisma específico de trazar y vivir con sus presbíteros y diáconos el estilo evangélico de los Apóstoles. Aunque muchos pueden y deben ayudar en este campo, nadie puede suplir la actuación del carisma episcopal cuando se trata de vivir la espiritualidad y ministerialidad sacerdotal.

El ideario, los objetivos y los medios concretos, que hemos resumido en el apartado cuarto, suponen una inserción y cercanía espiritual y pastoral por parte del obispo. Muchas cuestiones de tipo más administrativo y de relaciones sociales, deben dejar paso a la prioridad de atender más directamente a los colaboradores inmediatos, que forman parte de una misma familia sacerdotal. El tiempo no debe condicionarse tanto a lo que parece más urgente, inmediato o lucrativo, cuanto a lo más importante espiritualmente, que es también prioridad pastoral. Muchas ventajas y privilegios humanos, que han sido y siguen siendo una barrera, tienen que desaparecer, porque no corresponden a la naturaleza de la Iglesia misterio de comunión para la misión.

El proyecto de vida sacerdotal hará que los componentes del Presbiterio se sientan más realizados y potenciados para cumplir con el plan de pastoral de conjunto, que abarca todas las vocaciones, todos los ministerios y todos los carismas. El plan de pastoral de conjunto, según sus diversas ofertas, debe respetar la existencia y autonomía peculiar del proyecto de vida sacerdotal en el Presbiterio. La misión universal, que es intrínseca a toda Iglesia particular por su misma naturaleza, sólo será posible con un Presbiterio que viva su realidad sacramental de comunión eclesial. El Presbiterio será entonces un signo eficaz (“fraternidad sacramental”) de santificación y de evangelización.

Por propia experiencia, estoy convencido de que esta realidad de gracia del Presbiterio (todavía en proceso de construcción), la han comprendido mejor (salvo excepción) quienes tienen el carisma episcopal. El camino ha quedado abierto y la Iglesia del futuro evaluará nuestra correspondencia a las nuevas gracias del Espíritu Santo. A mi parecer, algunas orientaciones de Trento, sobre la actuación de los obispos en la formación

28

Page 29: Compartir en Cristo€¦  · Web viewJUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe (4 de septiembre de 1998): Osservatore Romano, español, 11 septiembre,

sacerdotal, no fueron aplicadas suficientemente. ¿Sucederá algo parecido respecto a la doctrina del concilio y postconcilio del Vaticano II sobre el Presbiterio?

El Presbiterio de la Iglesia particular forma parte esencial del “Cenáculo” de toda la comunidad eclesial, como cuando, en el primer cenáculo de la Iglesia primitiva, estaba presente María, con su presencia activa y materna (cfr. Hech 1,14), como "Madre del sumo y eterno sacerdote, Reina de los Apóstoles y auxilio de su ministerio" (PO 18).

29