conciliación, entre la trampa y la oportunidad

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Conciliación, entre la trampa y la oportunidad Izaskun Merodio Vivanco* Desde que alguien puso de moda la palabra conciliación para referirse a eso que no sucede cuando unimos vida + trabajo, no hay organización o evento que se precie en el ámbito de la empresa y la igualdad de oportunidades que no incorpore el término. Y puesto que convivimos entre lógicas dispares, los discursos sobre conciliación no solo son diversos, sino que en ocasiones resultan incluso incompatibles. Semanas atrás debatíamos sobre el tema en la jornada BasquePRO Emakume Profesionala: actuaciones para que nuestro entorno favorezca el desarrollo profesional de las mujeres organizada en el marco del X Foro de Igualdad impulsado por Emakunde. A petición de Idoia Postigo y Ana Sancho, de la secretaría técnica de Basque Pro , dediqué los diez minutos de intervención a desgranar lo que bajo mi punto de vista, hay de oportunidad, de trampa y estafa bajo el discurso de la conciliación, compartiendo algunos aprendizajes y experiencias vividas en empresas cercanas. El debate posterior y las sensaciones percibidas durante la sesión me hacen intuir que necesitamos seguir reflexionando en colectivo así que, recojo el guante lanzado e intento concentrar aquí una parte de los mensajes compartidos durante la sesión. Primera idea, la conciliación no es un problema personal, ni doméstico ni familiar y está más cerca de ser la consecuencia social de un problema profundo. Un sistema que antepone los mercados y los intereses financieros a las necesidades vitales provoca que el trabajo remunerado, las empresas y la faceta profesional de cada persona ocupen un papel central y que el cuidado de la vida, el ocio, las relaciones, lo “no productivo” pivote alrededor ajustándose a sus necesidades.

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Page 1: Conciliación, entre la trampa y la oportunidad

Conciliación, entre la trampa y la oportunidad 

Izaskun Merodio Vivanco* 

   

 

Desde que alguien puso de moda  la palabra conciliación para  referirse a eso que no sucede cuando unimos vida + trabajo, no hay organización o evento que se precie en el ámbito de la empresa y la igualdad de oportunidades que no incorpore el término. Y puesto que convivimos entre  lógicas  dispares,  los  discursos  sobre  conciliación  no  solo  son  diversos,  sino  que  en ocasiones resultan incluso incompatibles.  

Semanas  atrás debatíamos  sobre  el  tema  en  la  jornada BasquePRO  Emakume  Profesionala: actuaciones  para  que  nuestro  entorno  favorezca  el  desarrollo  profesional  de  las  mujeres   organizada en el marco del X Foro de Igualdad impulsado por Emakunde.  

 

 

 

A petición de Idoia Postigo y Ana Sancho, de  la secretaría técnica de Basque Pro, dediqué  los diez minutos de  intervención a desgranar  lo que bajo mi punto de vista, hay de oportunidad, de  trampa y estafa bajo el discurso de  la  conciliación,  compartiendo algunos aprendizajes y experiencias  vividas  en  empresas  cercanas.  El debate posterior  y  las  sensaciones percibidas durante  la sesión me hacen  intuir que necesitamos seguir reflexionando en colectivo así que, recojo  el  guante  lanzado  e  intento  concentrar  aquí una parte de  los mensajes  compartidos durante la sesión. 

Primera idea, la conciliación no es un problema personal, ni doméstico ni familiar y está más cerca de  ser  la consecuencia  social de un problema profundo. Un  sistema que antepone  los mercados  y  los  intereses  financieros  a  las  necesidades  vitales  provoca  que  el  trabajo  remunerado,  las empresas y la faceta profesional de cada persona ocupen un papel central y que  el  cuidado  de  la  vida,  el  ocio,  las  relaciones,  lo  “no  productivo”  pivote  alrededor ajustándose a sus necesidades.  

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En  este  sentido,  el  debate  de  la  conciliación  podría  ser  una inmejorable oportunidad para cuestionar  la  instrumentalización de la vida al servicio de  los mercados y para reivindicar el derecho de cada  persona  a  desplegar  y  equilibrar  sus múltiples  facetas  vitales como  persona,  profesional,  amiga,  hija,  madre,  pareja,  activista, militante…  

Formulado en negativo, podríamos entender la conciliación como el derecho a reivindicar que el  trabajo  remunerado  NO  sea  la  ocupación  central  que  condicione,  limite  o  impida  el despliegue del resto de facetas que cada quien  libremente quiera desarrollar a  lo  largo de su vida. 

Segunda  idea,  la  conciliación  no  es  un  problema  exclusivo  de  la  población  “ocupada” (personas empleadas o empresarias) Las personas que están en el desempleo, formándose o desarrollando ideas de autoempleo también sufren la no conciliación, con el agravante de que su situación económica  limita  las posibilidades de contratar servicios. Y  lo mismo  les ocurre a las personas jubiladas, a quienes trabajan en el mercado sumergido, sin salario o sin contrato; también ellas tienen problemas para conciliar sus múltiples facetas. Basta con ir a los patios de los  colegios  y  escuchar  atentamente  el  día‐día  de  nuestras  abuelas  o  conversar  con  las personas inmigrantes que dejan sus familias para cuidar las nuestras. Para profundizar en esta línea  de  reflexión,  recomiendo  los  escritos  de  economistas  como    Amaia  Pérez  Orozco  o Cristina Carrasco en torno a  la Crisis de los Cuidados.

Entender  la  conciliación  como un problema personal doméstico  encierra, bajo mi punto de vista  una  peligrosa  trampa  y  podría  llevarnos  a  asumir  como  soluciones,    medidas  tipo “parche”  o  “válvula  de  escape”:  Unas  personas  salen  del  sistema  productivo  mediante reducciones  de  jornada,  excedencias,  permisos  o  trabajos  parciales  para  cuidar  de  la  Vida, mientras el  resto de personas  siguen dedicadas prioritariamente al  trabajo  remunerado. Un peligroso arreglo doméstico que tiene consecuencias personales y sociales desiguales: La gran mayoría  de  los  hombres  sigue  trabajando  a  cambio  de  un  salario1, mientras  que  la  gran mayoría  de  las mujeres2  cambia  horas  remuneradas  por  horas  gratuitas,  perdiendo  poder adquisitivo y autonomía económica,  reduciendo años de cotización, perdiendo prestaciones, derechos,  oportunidades  profesionales  y  empobreciéndose  económicamente.  Es  decir,  la trampa de siempre con nuevos términos.   

 Tercera idea, la conciliación no es un problema de madres en época de crianza y este tipo de símbolos no ayuda a avanzar.     

                                                            1 Hasta los 34 años la diferencia en las tasas de ocupación de mujeres y hombres es 0,5 puntos a favor de las mujeres. Entre los 35 y los 44, durante los años de crianza, la brecha aumenta hasta los 9,2 puntos a favor de ellos (EUSTAT‐PRA‐III trim.2013)  2 De los expedientes concedidos por cuidado de menores entre 2008‐2010, el 96,5% fue solicitado por mujeres y el 3,5% por hombres  

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Que lo suframos especialmente no puede convertirlo en “nuestro problema” ni puede excluir del  debate  o  de  la  responsabilidad  a  las  personas  que  decidan  no  ser madres  o  padres.  El cuidado de la vida es una realidad que se impone. Somos sujeto y objeto de cuidado a lo largo de toda nuestra vida y la responsabilidad de su mantenimiento incluye a los hombres, mujeres,  familias, estado, empresas y a  todos  los agentes  sociales;  la  famosa  corresponsabilidad, esa que se nombra y que aun no es real. 

En coherencia y en  lo que al ámbito empresarial se refiere, opino que deberíamos cuestionar los análisis  sobre  igualdad de oportunidades en  las organizaciones que  limitan el  zoom a  la situación  interna. El que haya una batería de medidas de conciliación dentro de  las empresas (disponibles  tanto  para  hombres  como  para mujeres)  no  implica  que mujeres  y  hombres tengamos  las  mismas  oportunidades  profesionales  en  esa  organización.  Tratar  igual  a desiguales  no  tiene  por  qué  conducir  a  la  igualdad. Un mínimo  de  rigor  exige  incluir  en  el análisis el ámbito público y el doméstico  reconociendo el desigual  reparto del  trabajo en    la parte invisible de la economía. Mientras los hombres y las instituciones públicas no asuman su cuota de responsabilidad en el cuidado y reproducción de la vida, las mujeres comenzaremos cada  día  la  jornada  laboral  desde  un  punto  de  partida  desigual  y  estaremos  en  desigual posición durante toda nuestra vida profesional dentro de la economía.  

El debate de  la  conciliación no es personal, ni  superficial ni  termina en el ámbito micro.  La misma palabra  con  la que podemos  reclamar derechos  y  transformaciones profundas  en  el sistema puede ser utilizada para mantener la histórica estafa económica hacia las mujeres, así que conviene leer entre líneas, pensar en colectivo e identificar lo que hay de oportunidad y de trampa en cada discurso.  

El  viernes  11  de  Octubre  también  compartimos  cuestiones  operativas:  ¿Qué  estrategias podríamos  afrontar  para  avanzar  en  igualdad  dentro  de  las  organizaciones?  ¿Qué  ideas  y creencias sobre el trabajo,  la empresa y  la productividad ayudan a mantener  la desigualdad? ¿Cómo presentar el debate a la dirección de las empresas  y ¿Cómo implementar procesos de cambio? Pero el papel y el tiempo se terminan y estas preguntas las dejo para otra ocasión.  

Mientras tanto, os invito a entrar en tres espacios donde ampliar información y contribuir con vuestras opiniones, vivencias o reflexiones: 

Investigación Acción Participativa Nuevos enfoques empresariales, nuevos  recorridos hacia  la igualdad. 

Intersecciones y conexiones entre la transformación organizacional y el feminismo   

 

 

*   Izaskun  Merodio  Vivanco  es  economista,  especializada  en  desarrollo  local  y  gestión participativa.    Colabora  en  actividades  de  formación‐investigación‐acción  relacionadas  con procesos de transformación organizacional favorables a la equidad.