conflicto entre la oralidad y la escritura

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Conflicto entre la oralidad y la escritura Según cita Mariátegui nuestra literatura presenta tres tendencias, son la literatura colonial, la literatura cosmopolita y la literatura nacional. Cornejo Polar también propone una literatura cosmopolita pero no como una tendencia sino como una realidad que se da hasta la actualidad. Mientras que Mariátegui asume como una verdadera literatura nacional a aquella literatura madura y bien definida con sus propios valores culturales, es decir, una literatura indígena que reconozca nuestra pasado y nuestras raíces, Cornejo Polar asume nuestra literatura como una literatura cosmopolita y se excluye de cualquier valoración, sino simplemente se limita a describirla tal cuál es y resalta su diversidad. La literatura colonial y la literatura nacional, literatura indígena según Mariátegui, son dos puntos de vista conflictivos y adversos de nuestra literatura peruana. Sin importar cuál es el que tiene valor y cuál no, ambas se ven reflejadas en nuestra realidad, pero este conflicto ¿A qué se debe? La literatura colonial representada por la escritura y la literatura indígena representada por la oralidad son el reflejo del choque de dos culturas disímiles, la española y la incaica. Desde la Conquista este enfrentamiento entre estas civilizaciones se hizo evidente, en todos los sentidos: social, político y religioso. Pero a lo mencionado no se puede excluir el plano literario que como sabemos la literatura es el reflejo del pensamiento y cultura de un pueblo o nación. Los españoles trajeron la escritura y su religión a nuestro pueblo y la impusieron sobre el pueblo indígena, mientras que la cultura autóctona era la incaica y tenía sus propia política y religión, pero no conocían la escritura pues para ellos la existencia de esta no era importante o les era indiferente, en ellos se resalto la oralidad, en todo caso una literatura oral. Para representar este choque cultural es oportuno mencionar la escena entre el inca Atawallpa, Pizarro y el Padre Valverde en Cajamarca ya que es el punto de inicio o el primer enfrentamiento entre estas dos culturas donde marcan sus diferencias extremas y recíprocas. Para ello hemos analizado un fragmento del manuscrito quechua Tragedia del fin de Atawallpa.

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Conflicto entre la oralidad y la escritura

Según cita Mariátegui nuestra literatura presenta tres tendencias, son la literatura colonial, la literatura cosmopolita y la literatura nacional. Cornejo Polar también propone una literatura cosmopolita pero no como una tendencia sino como una realidad que se da hasta la actualidad. Mientras que Mariátegui asume como una verdadera literatura nacional a aquella literatura madura y bien definida con sus propios valores culturales, es decir, una literatura indígena que reconozca nuestra pasado y nuestras raíces, Cornejo Polar asume nuestra literatura como una literatura cosmopolita y se excluye de cualquier valoración, sino simplemente se limita a describirla tal cuál es y resalta su diversidad.

La literatura colonial y la literatura nacional, literatura indígena según Mariátegui, son dos puntos de vista conflictivos y adversos de nuestra literatura peruana. Sin importar cuál es el que tiene valor y cuál no, ambas se ven reflejadas en nuestra realidad, pero este conflicto ¿A qué se debe? La literatura colonial representada por la escritura y la literatura indígena representada por la oralidad son el reflejo del choque de dos culturas disímiles, la española y la incaica.

Desde la Conquista este enfrentamiento entre estas civilizaciones se hizo evidente, en todos los sentidos: social, político y religioso. Pero a lo mencionado no se puede excluir el plano literario que como sabemos la literatura es el reflejo del pensamiento y cultura de un pueblo o nación. Los españoles trajeron la escritura y su religión a nuestro pueblo y la impusieron sobre el pueblo indígena, mientras que la cultura autóctona era la incaica y tenía sus propia política y religión, pero no conocían la escritura pues para ellos la existencia de esta no era importante o les era indiferente, en ellos se resalto la oralidad, en todo caso una literatura oral.

Para representar este choque cultural es oportuno mencionar la escena entre el inca Atawallpa, Pizarro y el Padre Valverde en Cajamarca ya que es el punto de inicio o el primer enfrentamiento entre estas dos culturas donde marcan sus diferencias extremas y recíprocas. Para ello hemos analizado un fragmento del manuscrito quechua Tragedia del fin de Atawallpa.

Nos referimos al diálogo entre el Inca Atawallpa y el padre Vicente Valverde, en Cajamarca, la tarde del sábado 16 de noviembre de 1532. En este diálogo se ve el choque entre la oralidad representada por la voz suprema del Inca y el de la escritura representada en un elemento occidental , la biblia.

Existen dos escenas fundamentales que son: Cuando Atawallpa arroja la Biblia y el hecho de que para el Inca los españoles no hablen, es decir solo ven a personas que mueven sus labios.

como se ha señalado y se reiterará luego, en los Andes,

concretamente en el emblemático «diálogo» del Inca y Valverde, la escritura

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asume la representación plena de la Autoridad. Esto indica que en el universo andino la asociación general entre escritura y poder tiene que historiarse dentro de

una circunstancia muy concreta: la de la conquista y colonización de un pueblo

por otro, radicalmente diverso, lo que hace que los conflictos entre voz y letra

tengan aquí un significado de ruptura y beligerancia mucho más definido —y

mucho más fuerte— que los que aparecen dentro del desarrollo orgánico de una

sola sociedad o de sociedades relativamente similares. En otras palabras: la escritura

en los Andes no es sólo un asunto cultural; es, además, y tal vez sobre todo, un

hecho de conquista y dominio. Este debe ser el contexto que enmarque todas las

reflexiones sobre el tema

ellos tampoco podían esperar realmente que el libro funcionara como texto, sino

como recurso mágico–religioso, frente al cual el Inca debía quedar rendido:

«maravillado» por las «letras» o —da lo mismo— por el «papel», para citar de

nuevo a Francisco de Xerez. En efecto, como acaba de verse, el libro aparece en

Cajamarca no como instrumento de comunicación sino como objeto sagrado y —

por eso mismo— digno de acatamiento y capaz de producir revelaciones y milagros

fulgurantes. Recuérdese que Mena señala que Valverde pensó que Atahuallpa le

pedía el libro para besarlo, con lo que sin duda extrapola la costumbre cristiana de

besar el libro sagrado en el contexto indígena, pero esta misma extrapolación

delata la creencia de que efectivamente ese libro podía suscitar milagros: en este

caso, la instantánea conversión de Atahuallpa. Mac Cormack anota:

Para los iletrados, tales libros eran objeto de reverencia más que de razonamiento, no digamos de debate. Realmente el libro de Valverde, Biblia o breviario está

escrito en latín y no podían leerlo Pizarro ni sus hombres. ¿Cómo podía entonces esperarse que lo leyera el Inca?

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