construcción social del desastre detonado por el sismo 19s
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TERRA. Revista de Desarrollo Local
e-ISSN: 2386-9968
Número 8 (2021), 474-505
DOI 10.7203/terra.8.20477
IIDL – Instituto Interuniversitario de Desarrollo Local
Construcción social del desastre detonado por el
sismo 19S en las alcaldías Tláhuac y Xochimilco,
Ciudad de México
Alejandra Toscana-Aparicio
Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco (México)
https://orcid.org/0000-0003-1841-102X
Alma Villaseñor Franco
Universidad Autónoma de Guerrero (México)
https://orcid.org/0000-0001-6748-9662
Esta obra se distribuye con la licencia Creative Commons
Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional
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SECCIÓN ARTÍCULOS
Construcción social del desastre detonado por el sismo 19S en las alcaldías Tláhuac y Xochimilco,
Ciudad de México
Resumen: El Sismo 19S detonó un desastre en la CDMX; miles de viviendas en las alcaldías Tláhuac y
Xochimilco presentaron daños. El objetivo de este texto es comprender las causas antrópicas del desastre
mediante el análisis de estudios académicos, informes oficiales, variables espaciales y observación en
campo. La investigación permitió vislumbrar la incidencia de causas sociales en el desastre: la expansión
urbana de la Ciudad sobre el suelo de conservación ecológica, los cambios de uso de suelo de agrícola y
forestal a urbano, el crecimiento de asentamientos irregulares y vivienda precaria, el incumplimiento de
reglamentos de construcción y la sobreexplotación de agua subterránea en el sureste de la cuenca de
México; todo esto derivado de políticas habitacionales, de gestión del agua y suelo. La importancia del
estudio radica en que pone de manifiesto la necesidad de impulsar una política de mitigación y prevención
de desastres vinculada al modelo de desarrollo.
Palabras clave: riesgo, vulnerabilidad, amenaza, desarrollo, vivienda.
Social Construction of Disaster Triggered by the 19S Earthquake in the Municipalities of Tláhuac y
Xochimilco, Mexico City
Abstract: The 19S earthquake triggered a disaster in the CDMX; thousands of homes in the Tláhuac and
Xochimilco municipalities were damaged. The objective of this text is to understand the anthropogenic
causes of the disaster through the analysis of academic studies, official reports, spatial variables and field
observation. The research provided a glimpse of the incidence of social causes in the disaster: the urban
expansion of the city on ecological conservation land, changes in land use from agricultural and forestry to
urban, the growth of irregular settlements and precarious housing, non-compliance with building
regulations and overexploitation of groundwater in the southeast of the Mexico basin. All this derived from
housing, water, and land management policies. The importance of the study lies in the fact that it highlights
the need to promote a disaster mitigation and prevention policy linked to the development model.
Key words: risk, vulnerability, hazard, development, housing.
Recibido: 18 de febrero de 2021
Devuelto para revisión: 24 de abril de 2021
Aceptado: 10 de mayo de 2021
Referencia / Citation:
Toscana-Aparicio, A., y Villaseñor, A. (2021). Construcción social del desastre detonado por el sismo 19S
en las alcaldías Tláhuac y Xochimilco, Ciudad de México. TERRA. Revista de Desarrollo Local, (8), 474-
505. DOI 10.7203/terra.8.20447
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IDEAS CLAVE / HIGHLIGHTS / IDEES CLAU
1. Los daños derivados
del sismo 19S
evidencian el desastre
como consecuencia
del “desarrollo” no
sustentables.
2. Los desastres resultan
de riesgos no
gestionados,
generados de la
dinámica entre
amenazas y
vulnerabilidades.
3. La falta de vivienda
formal para población
de bajos recursos
económicos ha
contribuido al
establecimiento de
asentamientos
vulnerables a sismos.
4. La extracción de agua
subterránea ha
generado
hundimientos y
fracturas del suelo que
debilitan las
edificaciones.
5. Las políticas hídricas,
habitacionales, de uso
de suelo y prevención
de desastres deben
vincularse a la
planeación del
desarrollo.
1. The damage resulting
from the 19S
earthquake is
evidence of disaster as
a consequence of
unsustainable
“development”.
2. Disasters result from
unmanaged risks,
generated by the
dynamics between
hazards and
vulnerabilities.
3. The lack of formal
housing for the low-
income population
has contributed to the
establishment of
settlements vulnerable
to earthquakes.
4. Groundwater
extraction has
generated subsidence
and soil fractures that
weaken buildings.
5. Water, housing, land
use and disaster
prevention policies
must be linked to
development
planning.
1. Els danys derivats del
sisme 19S evidencien
el desastre a
conseqüència del
“desenvolupament”
no sustentables.
2. Els desastres resulten
de riscos no
gestionats, generats de
la dinàmica entre
amenaces i
vulnerabilitats.
3. La falta d’habitatge
formal per a població
de baixos recursos
econòmics ha
contribuït a
l’establiment
d'assentaments
vulnerables a sismes.
4. L’extracció d’aigua
subterrània ha generat
enfonsaments i
fractures del sòl que
afebleixen les
edificacions.
5. Les polítiques
hídriques,
residencials, d’ús de
sòl i prevenció de
desastres han de
vincular-se al
planejament del
desenvolupament.
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1. INTRODUCCIÓN Y JUSTIFICACIÓN
El 19 de septiembre de 2017 se concretó un desastre en la Ciudad de México (CDMX) y
otras entidades del país, detonado por un sismo intraplaca de magnitud 7,1
(coloquialmente llamado “sismo 19S”), con epicentro entre los estados de Puebla y
Morelos, aproximadamente a 120 km de la CDMX. Diversas colonias de las alcaldías
centrales anteriormente afectadas por otros movimientos telúricos (1957, 1985)
registraron daños y pérdidas; así mismo en las alcaldías del sureste de la ciudad, Tláhuac
y Xochimilco (Figura 1), que en sismos anteriores no se habían presentado daños
considerables, más de tres mil viviendas resultaron afectadas (Instituto de Investigaciones
Legislativas, 2017).
Figura 1. Ubicación de las alcaldías Tláhuac y Xochimilco en la CDMX
Fuente: elaboración propia con base en Continuo de elevación del territorio, Marco Geoestadístico
Nacional y Red Nacional de Caminos (Instituto Nacional de Estadística y Geografía, 2020).
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Además de las características geofísicas del sismo (magnitud, localización del epicentro,
energía liberada, amplitud de las ondas sísmicas), ¿qué factores sociales intervinieron en
la construcción del desastre en Tláhuac y Xochimilco?. Esta es la pregunta que guía la
investigación.
El sustento teórico-metodológico para responder a la pregunta lo proporcionan los
planteamientos del grupo de La Red de Estudios Sociales de Prevención de Desastres en
América Latina (La Red): los desastres no son naturales sino construcciones sociales que
derivan de los modelos de desarrollo y que propician la incidencia de amenazas que al
impactar en sociedades vulnerables y en entornos degradados detonan desastres (Macías,
2020a). Reconocemos entre las causas del desastre no solo el fenómeno sísmico, sino
también las transformaciones antrópicas al entorno: la expansión urbana, los cambios de
uso de suelo de agrícola y forestal a urbano, el crecimiento de asentamientos irregulares
y vivienda precaria, el incumplimiento de reglamentos de construcción y la
sobreexplotación de agua subterránea en el sureste de la cuenca de México, todo esto se
manifiesta en Tláhuac y Xochimilco. Estos procesos, intensificados en las últimas cuatro
décadas, han transformado drásticamente el entorno de las alcaldías en estudio haciéndolo
más peligroso y vulnerabilizando a la población, por ello consideramos que su estudio es
necesario y que tiene el potencial de contribuir en las medidas de mitigación de riesgos y
prevención de desastres.
El texto inicia con el marco teórico para, desde ese planteamiento, explicar las causas y
los efectos de los sismos de 2017; posteriormente se expone el marco regional: las
características de la cuenca de México donde se asienta la ciudad, algunos datos sobre los
sismos más relevantes ocurridos en la CDMX y sobre la expansión de la urbe. A
continuación se detalla la información sobre el área en estudio y los efectos del sismo
19S. Por último se presentan las conclusiones y orientaciones futuras
2. BASES TEÓRICO-CONCEPTUALES
Los desastres son resultado de la materialización de riesgos no gestionados, que surgen
de la dinámica dada entre amenazas y vulnerabilidades. Los riesgos que enfrentan las
sociedades “derivan de las modalidades de desarrollo vigentes”, las cuales “tienen
repercusiones en términos de la conformación y construcción de amenazas y
vulnerabilidades” (Lavell, 2003: 20).
Las amenazas son fenómenos naturales con potencial catastrófico producto de la
actividad endógena y exógena de la Tierra, como ciclones, sismos, tsunamis, vulcanismo,
entre otros. Un fenómeno natural se transforma en amenaza:
por la inadecuada ubicación de asentamientos en condiciones de baja ‘resiliencia’ o elasticidad y
altos grados de vulnerabilidad, así como por las transformaciones antrópicas inadecuada a los
entornos naturales (…) el ambiente como recurso o bien público se transforma en amenaza o mal
público por las propias modalidades de ocupación del suelo y las formas de desarrollo de los
elementos de la estructura social y económica (Lavell, 2003: 22).
A partir de la década de los años setenta, se han observado recurrentemente desastres en
regiones de África y América Latina que permiten verificar la relación entre la
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degradación ambiental y la distribución de las pérdidas y daños (Wisner et al., 1977;
Wilkman y Timberlake, 1984; Comfort et al., 1999, García-Acosta, 2018, Macías, 2020a).
Con base en la crítica a la visión dominante y fisicalista sobre la causalidad de los
desastres planteada por Hewitt (1983), el concepto de vulnerabilidad ha tenido
importancia en América Latina especialmente desde la década de los años noventa por su
poder explicativo en la génesis y consecuencias de los desastres (Macías, 2015). La
vulnerabilidad se enfoca en las características socioeconómicas de la población que
participan en la construcción del riesgo y que conllevan a que los daños y pérdidas se
distribuyan de manera heterogénea entre la población y los territorios. La vulnerabilidad
se refiere:
a las relaciones entre las personas, y el medio ambiente, incluyendo tanto el entorno físico como las
estructuras sociopolíticas que enmarcan las condiciones en las cuales la población vive y que la pone
en riesgo de daño a causa de la presencia de amenazas naturales o tecnológicas (Fiske et al., 2014
citados en García-Acosta, 2018: 228).
Blaikie et al., (1996: 14) definen la vulnerabilidad como:
las características de una persona o grupo desde el punto de vista de su capacidad para anticipar,
sobrevivir, resistir y recuperarse del impacto de una amenaza natural. Implica una combinación de
factores que determinan el grado hasta el cual la vida y la subsistencia de alguien queda en riesgo
por un evento distinto e identificable de la naturaleza o de la sociedad.
Estos autores sostienen que los “desastres son una mezcla compleja de amenazas
naturales y acciones humanas (…) el entorno social, político y económico es tanto una
causa de desastres como lo es el medio ambiente natural (Blaikie et al., 1996: 2). Y
añaden:
el origen político, social y económico del desastre sigue siendo una causa fundamental. La
vulnerabilidad de la población se genera por procesos socioeconómicos y políticos que influyen en
la forma como las amenazas afectan a la gente de diversas maneras y con diferente intensidad
(Blaikie et al., 1996: 11).
Para Lavell (2003: 23) las vulnerabilidades “representan características internas de los
elementos expuestos a las amenazas, población, asentamientos, producción,
infraestructura, etc., que los hacen propensos de sufrir daño al ser impactados por distintos
eventos físicos”; también señala que las vulnerabilidades “dificultan la recuperación y
reconstrucción autónoma de los elementos afectados”.
La pobreza urbana, entendida como una situación en la que “la población no cuenta con
ingresos y otros recursos suficientes para satisfacer sus necesidades o para desarrollar una
vida plena en sociedad”, y la vulnerabilidad entendida como “resultado de la
desprotección” (González y Escobar, 2018: xiii), guardan estrecha relación y se refuerzan
mutuamente, toda vez que la pobreza urbana suele manifestase en viviendas precarias y
deterioradas, en colonias y asentamientos de origen irregular (Narváes et al., 2009) y los
daños y pérdidas en caso de desastre, suelen concentrarse en las áreas que registran más
pobreza (UNDRR y CRED, 2018).
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A partir de lo expuesto se puede afirmar que los desastres, aun cuando en ellos intervienen
fenómenos geofísicos, son construcciones sociales (García, 2005; Oliver-Smith, et al.,
2017) que derivan del modelo de desarrollo –insostenible– (Lavell, 2003; Bocco, 2019),
en tanto que las actividades antrópicas convierten a los fenómenos naturales en amenazas
y la vulnerabilidad de la población incide directamente en la magnitud y distribución de
los daños. Los desastres son procesos sociales, más que eventos, como se consideran en
la visión fisicalista centrada en la dimensión geofísica del fenómeno detonante (Oliver-
Smith et al., 2017). Los desastres como “procesos sociales tienen una dimensión temporal
de diferentes periodicidades, que suman la inclusión de relaciones sociales y productivas
expresando procesos que involucran relaciones espaciales de su sociedad a sus diferentes
escalas” (Macías, 2020b: 191). Por lo que es necesario buscar soluciones integrales para
la prevención y mitigación de desastres, entre ellas por ejemplo, la adopción de prácticas
sustentables, como la extracción racional de agua subterránea, la regulación de los usos
de suelo y los códigos de construcción (Alcántara, 2019; Sandoval, 2020), que eviten que
a través de las prácticas sociales, los fenómenos naturales se conviertan en amenazas..
3. OBJETIVOS, METODOLOGÍA, FUENTES Y CASOS DE ESTUDIO
El estudio tiene por objetivo comprender el desastre detonado por el sismo 19S en las
alcaldías Tláhuac y Xochimilco desde su dimensión social, a partir de la identificación y
análisis de las prácticas sociales que incidieron en su causalidad. La selección de estas
alcaldías se debe a la elevada cantidad de viviendas que resultaron dañadas. Desde una
perspectiva cualitativa, partimos de que los desastres tienen una manifestación espacial
contundente al materializarse en territorios determinados. Las causas que conllevan a que
los fenómenos naturales se transformen en amenazas y a que la población sea vulnerable,
pueden tener orígenes distantes tanto en el espacio como en el tiempo (Blaickie et al.,
1996), motivo por el cual estudiamos el caso de Tláhuac y Xochimilco como parte de y
en relación con la cuenca de México y la metrópolis. Esto permite realizar un análisis
multiescalar e histórico de las variables que incidieron en el desastre y a la vez
comprender lo local en su contexto regional, para lo cual la cartografía es de utilidad
porque facilita la comprensión de la relación, convergencia y ensamblaje de variables en
un territorio determinado, en este caso las alcaldías Tláhuac y Xochimilco.
Los datos empíricos provienen del análisis documental de fuentes oficiales y académicas
y de observaciones en campo (de octubre a diciembre de 2017). Con el soporte técnico
del Sistema de Información Geográfica ArcMap se analizó la información espacial
mediante la sobreposición de variables territoriales y elaboración de mapas temáticos. Se
elaboraron cinco mapas (Figuras 1, 3, 4, 6 y 9). El primero es de localización de la zona
de estudio y es la base de los demás mapas (Figura 1), se elaboró a partir del Marco
Geoestadístico Nacional, de la Red Nacional de Caminos y del Continuo de Elevación
del Territorio (INEGI, 2020). El segundo (Figura 3), que representa el suelo de
conservación y los cambios de uso de suelo, se emplearon el Conjunto de Datos
Vectoriales de Uso de Suelo y Vegetación (INEGI, 2016) y el Sistema de Información
del Patrimonio Ambiental de la Procuraduría Ambiental y de Ordenamiento Territorial
(PAOT, 2019), este mapa permite identificar cambios de uso de suelo en el perímetro de
conservación ecológica. Para un tercer mapa (Figura 4), sobre el crecimiento de la ciudad,
tiene por objetivo mostrar cómo y hacia dónde se ha expandido el área urbana de la
CDMX, para ello se las Ciudades Capitales de la República Mexicana (INEGI, 1992) y
el Marco Geoestadístico Nacional (INEGI, 1995, 2000, 2005, 2010, 2015 y 2020). El
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cuarto mapa (Figura 6) muestra la distribución de los asentamientos irregulares en el área
de estudio, y se empleó y el Sistema de Información del Patrimonio Ambiental (PAOT,
2019). El último mapa (Figura 9), tiene el objetivo de representar la distribución espacial
de los inmuebles que sufrieron daños con el sismo 19S en el área de estudio en relación
a los pozos y a las fracturas de suelo, se realizó con el inventario de daños a inmuebles
de la Comisión para la Reconstrucción del gobierno de la CDMX, el Atlas de Riesgos de
la CDMX (2020) y la carta de Hidrología superficial (INEGI, 2020).
4. LA CIUDAD EN LA CUENCA DE MÉXICO
La Cuenca de México alberga la mayor concentración demográfica del país y una de las
más grandes del mundo: la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM). En
esta sección destacamos sus características de sismicidad, los tipos de subsuelo y la
práctica de extracción de agua subterránea (que desestabiliza el suelo y debilita las
construcciones, condiciones que intervinieron en la generación del desastre), así como el
proceso de expansión de la urbe.
4.1. La Cuenca
La Cuenca de México presenta alta sismicidad derivada de la interacción de las placas
tectónicas de Cocos y Norteamérica, lo que produce sismos de subducción; también se
presentan sismos intraplaca por la deformación interna de las placas (Pérez-Gavilán, et
al., 2018).
Esta cuenca, ubicada en el Eje Neovolcánico Transversal, es originalmente endorreica
(hoy en día cuenta con salida artificial al mar). Está limitada por sierras volcánicas que
ejercen como barreras montañosas y que contribuyeron a la formación de lagos someros
en su lecho: Zumpango, Xaltenco, Texcoco, Xochimilco y Chalco, conectados entre sí,
producto de la acumulación de la precipitación pluvial desde el Cuaternario en un área de
1.500 km2 (Ezcurra, 2006; Reinoso, 2007).
Desde tiempos prehispánicos, la población empezó a transformar el entorno natural para
sobrevivir en un sistema lacustre. Por ejemplo las chinampas, sistema ancestral de
producción agrícola intensivo que se realiza en terrenos de cultivo, en una zona lacustre
pantanosa de poca profundidad del sur y sureste de la ciudad (González, 2016). Otras
transformaciones fueron obras hidráulicas para control de inundaciones, separación de
aguas dulces y saladas, consumo humano y agricultura (Izasola, 2001).
Estas transformaciones se acrecentaron desde la Colonia, pues la superficie lacustre se
consideró “incompatible con las nuevas modalidades de construcción y uso de la tierra”
(Ezcurra, 2006: 31). La tendencia del lecho de la cuenca a inundarse por su origen lacustre
ha significado desde entonces una batalla, primero con obras hidráulicas para el control
de inundaciones, expulsión de las aguas y entubamiento de ríos; posteriormente, desde el
siglo XVII, mediante la desecación del suelo, tanto para uso agrícola como urbano.
Actualmente solo subsisten pequeñas porciones de los lagos de Xochimilco, Chalco y
Texcoco (Terrones, 2006; Reinoso, 2007).
Al desecamiento de los cuerpos de agua se suman otras prácticas no sustentables relativas
al agua: la importación de este líquido de las cuencas aledañas (Lerma y Cutzamala) y la
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extracción de agua subterránea para dotar a la población que habita la urbe. La política
hídrica ha sido la de expulsar las aguas pluviales y fluviales de la cuenca y desecar los
lagos y ríos para darle otros usos al suelo, a la vez, abastecer a la población de agua
extraída de los mantos freáticos y de cuencas lejanas (Moctezuma, 2015).
En el siglo XVII se extrajo agua de manantiales del poniente de la ciudad (Chapultepec,
Santa Fe y el Desierto de los Leones), pronto se requirieron más manantiales del norte y
sur. Al no bastar con estas fuentes de agua, desde 1847 se recurrió a los pozos artesianos,
para 1881 ya había 1.100 de 40 m de profundidad (Izasola, 2001). Poco a poco se
incrementó el número de pozos y su profundidad y con ello iniciaron los hundimientos
de suelo, primero de cinco cm/año en el centro de la ciudad, y posteriormente han llegado
hasta 40 cm/año en las zonas sur, sureste y este (Ortiz y Ortega, 2007).
La explotación de las aguas de Xochimilco inició en el siglo XIX tras agotarse los
manantiales del poniente, y para mediados del siglo XX, también estos acuíferos
comenzaron a menguar. En 1904 se construyó el acueducto que capta aguas de los
manantiales de Xochimilco para conducirlas a la ciudad de México; de este acuífero
quedan pequeñas porciones en Xochimilco y Tláhuac y se considera sobreexplotado
porque se extrae un caudal de 14,4 m3 /s, equivalente al doble de lo que se estima que se
recarga (Gaceta Oficial del DF, 2005).
Como consecuencia de este modelo de explotación del agua se ha deteriorado el entorno
natural, las inundaciones no se han erradicado y se presentan hundimientos y fracturas de
suelo (Ortiz y Ortega, 2007; Moctezuma, 2015). Esto último porque cuando se extrae más
agua del subsuelo de la que logra infiltrarse, se genera un déficit de humedad que provoca
hundimientos y fracturas, fenómenos que causan daños en la infraestructura y
edificaciones (Lesser y Cortés, 1998; Pérez, 2017). Dado que en las últimas décadas, la
extracción de agua ha ido en aumento, sobre todo en el sureste de la ciudad, los
hundimientos y fracturación del suelo también han aumentado (Carreón-Freyre et al.,
2017).
Otra variable que ha incidido en la distribución de daños en los sismos es la composición
del subsuelo y su ocupación humana. En la CDMX, según Flores (2019) hay de tres tipos:
a) Zona de lago (blando): es el suelo formado por depósitos aluviales, predominan
depósitos de tobas, limos, arcillas y arenas finas. Sobre él descansa un área importante
de la ciudad. Su vocación es fundamentalmente lacustre, por lo que amplifica y alarga
las ondas de los sismos, los hace más intensos y los vuelve más peligrosos que los que
se presentan en zonas de suelo firme.
b) Zona de transición: es el subsuelo intermedio entre el blando y el firme, en donde se
intercalan depósitos lacustres con suelo firme y existen estratos de arcillas, arenas y
gravas.
c) Zona montañosa (firme): formado fuera del ambiente lacustre, corresponde a
formaciones volcánicas, como lava volcánica. Es el más de estable de los tres y en él,
la energía de las ondas sísmicas se atenúa.
En este contexto físico- material con incidencia de amenaza sísmica se ha edificado la
ciudad y se ha desestabilizado el suelo debido a la sobreexplotación de agua subterránea.
En los tres temblores de mayor magnitud ocurridos en la CDMX (1957, 1985 y 2017) los
daños se han concentrado en colonias asentadas en suelo blando sobre los antiguos lagos,
mismos que después de haber sido desecados en su mayor parte, se urbanizaron con el
pasar de los siglos.
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4.2. Los sismos en la Ciudad de México
En la CDMX los sismos son recurrentes, existe registro de ellos desde la época
prehispánica (Fundación ICA, 1992). En tiempos recientes, tres han sido los de mayor
magnitud, en 1957, 1985 y 2017.
En el sismo de 1957 los daños se concentraron en la alcaldía Cuauhtémoc (centro de la
Ciudad) y se evidenció la vulnerabilidad de la urbe. Debido a los daños en un aproximado
de mil edificios, se creó la norma sísmica del Distrito Federal para clasificar las zonas
más peligrosas y en ellas se agruparon las alcaldías Cuauhtémoc, Benito Juárez, Gustavo
A. Madero, Venustiano Carranza, Iztacalco, Iztapalapa, Xochimilco y Tláhuac, por tener
subsuelo de tipo lacustre (Instituto de Investigaciones Legislativas, 2017). Ese reglamento
[post sismo] incluyó, entre otras innovaciones, la microzonificación de la ciudad
conforme a las características del subsuelo, que se elaboró a partir del estudio del
problema de hundimientos y se incorporó al tema sísmico al observarse la relación directa
entre distribución de daños estructurales y composición del subsuelo (Reinoso, 2007).
Lo anterior se verificó con los sismos de 1985 al concentrarse las edificaciones dañadas
(casi tres mil, incluyendo edificios de varios niveles) en las alcaldías Cuauhtémoc
nuevamente y Benito Juárez, donde además miles de personas murieron (Instituto de
Investigaciones Legislativas, 2017). Estos sismos también dejaron “lecciones sobre
diseño de cimentaciones y edificios y sobre amplificación sísmica en depósitos lacustres”
(Reinoso, 2007: 6). A partir de entonces se creó el Sistema Nacional de Protección Civil
(SINAPROC), todo un entramado jurídico, institucional, técnico y científico con el fin de
mitigar riesgos y evitar desastres, de proteger a las personas y a sus bienes de los
fenómenos potencialmente peligrosos como los sismos. El SINAPROC inició como una
política emergencista, reactiva y asistencialista (Macías, 1999) y con el paso de los años
ha intentado transitar hacia un modelo capaz no solo de atender emergencias sino también
de gestionar los riesgos para mitigarlos y prevenir desastres, lo que implica una visión
integral y preventiva, vinculada a la planeación del desarrollo. Sin embargo, este tránsito
ha sido a nivel del discurso y no de la práctica, pues aún no se cuenta con una política
prospectiva, de reducción y control de riesgos con enfoque correctivo e integral, de tal
modo que los riesgos y desastres siguen en aumento a velocidades más altas de lo que se
puede gestionar (Lavell y Lavell, 2020). Lo anterior se constató con el sismo 19S, ya que
a más de 30 años después de iniciada la política de la protección civil, el riesgo sísmico
no fue gestionado adecuadamente (Rodríguez-Velázquez, 2017).
El sismo 19S volvió a evidenciar la vulnerabilidad de la ciudad y además se presentaron
daños en áreas que no habían sufrido afectaciones significativas en 1957 y 1985, entre
ellas las alcaldías Tláhuac y Xochimilco, en el sureste de la ciudad, espacios que en las
últimas décadas han sufrido cambios de uso de suelo (pérdida de cobertura vegetal y con
ello disminución en su capacidad de filtración de agua), densificación de la población,
surgimiento y crecimiento de asentamientos irregulares en suelos no aptos para la
urbanización con vivienda precaria1.
Si bien el sismo de 2017 fue intraplaca con el epicentro a pocos km del sureste de la
CDMX y a 53 km de profundidad, y los sismos de 1957 (magnitud 7,8 a 100 km del
sureste de Acapulco a 100 km de profundidad) y 1985 (magnitud 8,1 con epicentro a 45
km de La Mira, Michoacán a 15 km de profundidad por una ruptura en la Placa Cocos y
1 Un asentamiento irregular se refiere a la ocupación de uno o más predios fuera de normatividad y
reglamentación, que van desde la compra del predio que carece de documentos formales hasta la
apropiación por la fuerza. Suelen pasar por un proceso que inicia por la ocupación, autoconstrucción y
autourbanización y culmina la consolidación y reconocimiento del asentamiento (Schteingart, 2015).
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Norteamérica) se originaron en la costa del Pacífico, las prácticas sociales ya
mencionadas marcaron una diferencia al hacer de Tláhuac y Xochimilco territorios de
riesgo, sin que el SINAPROC, a decir por los daños, haya logrado mitigar el riesgo
sísmico.
4.3. Expansión del área urbana de la CDMX
Desde mediados del siglo XX, la CDMX y su área metropolitana han crecido
intensamente tanto en población como en extensión, sin una planeación a largo plazo que
conlleve a un desarrollo sustentable. Antes de 1950 la CDMX era un núcleo compacto en
la actual zona central (integrada por las alcaldías Benito Juárez, Cuauhtémoc, Miguel
Hidalgo y Venustiano Carranza) y en los alrededores se ubicaban pueblos como Tláhuac
y Xochimilco, zonas agrícolas y huertas comunicados por canales y caminos, que con el
paso de los años fueron absorbidos por la ciudad.
Entre 1940 y 1970 la población de la CDMX aumentó considerablemente por inmigración
y por el crecimiento natural de la población (Figura 2). Desde la década de 1950, la ciudad
rebasó sus límites político-administrativos, cuando se estableció la política de
industrialización en México (sustitución de importaciones), que concentró la actividad
industrial en la capital del país. Esto trajo como consecuencia que la ciudad se extendiera
sobre el territorio de la entidad vecina, el Estado de México, primero sobre los municipios
Naucalpan y Tlalnepantla, hoy sobre 55 municipios, incluyendo uno del estado de
Hidalgo, lo que ha dificultado tanto la administración como la planeación (Toscana y
Pimienta, 2018).
Figura 2. Población de la CDMX (1940-2020)
Fuente: elaboración propia con base en censos de población (1940-2020.)
Con dicha política se establecieron zonas industriales principalmente en el norte, oriente
y centro de la ciudad; para ello fue fundamental la construcción de vías rápidas, a lo largo
de las cuales crecieron colonias. Gran parte del crecimiento se dio sobre tierras de
propiedad social, destinada a actividades agropecuarias, y aunque estas tierras estuvieron
formalmente excluidas del mercado inmobiliario hasta 1992, se urbanizaron mediante
procesos irregulares, a veces impulsados por líderes ejidales y a veces por invasiones de
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paracaidistas2; de tal modo que más de la mitad de las colonias de la ciudad ha tenido un
origen irregular.
Inicialmente los asentamientos irregulares se ubicaron en el norte de la ciudad a lo largo
de la autopista y carretera federal México-Pachuca y de la autopista México-Querétaro.
Los asentamientos de mayor magnitud se dieron en la porción oriental de la ciudad, en
los márgenes de la autopista México-Puebla en la alcaldía Iztapalapa y los municipios
mexiquenses al oriente de la Ciudad de México. Hacia el sur y poniente sobre las vías
carreteras que comunican con Cuernavaca, Cuautla y Toluca (Villaseñor, 2004).
A principios de la década de los años ochenta, la CDMX inició un proceso de
desindustrialización, la economía se terciarizó, los servicios financieros, de seguros y
bienes inmuebles aumentaron y desde entonces uno de los negocios más redituables ha
sido el inmobiliario (Pradilla, 2014). El dinamismo de la CDMX, en sus áreas centrales
se frenó y el crecimiento demográfico se estancó, mientras que las alcaldías periféricas,
como Tláhuac y Xochimilco, y los municipios conurbados aumentaron su crecimiento, a
costa de áreas naturales y rurales, de tal modo que elementos naturales que en el sur
habían funcionado como barreras para contener la expansión de la ciudad, entre ellas lo
que quedaba del entorno lacustre y las zonas montañosas, dejaron de serlo y comenzaron
a poblarse (Delgadillo, 2009).
La CDMX tiene delimitada un área como suelo de conservación. Desde 1978 en el Plan
Director para el Desarrollo Urbano se dividió al Distrito Federal en espacios urbanizados,
reservas territoriales y espacios dedicados a la conservación ecológica, cuyo límite lo
marcaba la cota de 2.350 msnm. En 1987 se determinaron dos zonas administrativas: el
suelo urbano y el suelo de conservación ecológica (DDF, 1987), ratificadas en 1992. Sin
embargo, desde entonces se han realizado modificaciones a los límites del suelo de
conservación a favor del suelo urbano.
La importancia del suelo de conservación ecológica, cada vez más valorada para frenar
el deterioro ambiental y para la mitigación y adaptación al cambio climático, radica en
los servicios ambientales que presta a la ciudad: contribuye a la recarga del acuífero, a la
captura de dióxido de carbono, a la retención de partículas, al mantenimiento de
microclima de la urbe, a la conservación de especies endémicas, provee productos
agropecuarios, materias primas y posibilidades de recreación (Scheinbaum, 2011).
En la Figura 3 se observa cómo en la última década se ha perdido suelo forestal a favor
del urbano. El patrón expansivo del área urbana ha sido notoriamente intenso desde la
década de los años noventa, debido al impacto territorial de la combinación de dos
reformas neoliberales aprobadas a inicios de la década: las reformas al Artículo 27, ya
mencionadas, que permitieron la venta de tierra en propiedad social a las empresas
inmobiliarias (gran parte de estas ventas se realizaron en áreas periféricas de la ciudad);
y las reformas a la legislación de los organismos estatales de vivienda para los
trabajadores, los cuales dejaron de operar como organizadores de su producción y se
convirtieron en organismos de financiamiento hipotecario para que sus beneficiarios
adquieran vivienda producida por empresas inmobiliarias privadas (Coulomb, 2010).
Desde entonces, las grandes inmobiliarias construyeron miles de viviendas de interés
2 Tras la Revolución Mexicana (1910), la Constitución de 1917 en su Artículo 27 creó la figura de la
propiedad social de la tierra: el ejido como una forma de propiedad colectiva de la tierra para los campesinos
desposeídos; y las tierras comunales para las comunidades indígenas despojadas antes de la Revolución.
En ambas modalidades las tierras fueron inalienables e inembargables, lo que las mantuvo excluidas del
mercado inmobiliario legal, hasta 1992 cuando se modificó el Artículo para que pudieran ser incorporadas
al mercado de tierras formal (Orozco, 2010). Antes de 1992, esto se daba al margen de la ley.
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social en conjuntos alejados del área urbana consolidada, sobre la periferia norte y nor-
oriente metropolitana, en tierra rural adquirida a bajo costo, lo que ha dado como
resultado una expansión urbana dispersa (Salinas, 2016). Actualmente, la superficie
ocupada por la metrópoli es tres veces mayor a la que ocupaba en 1990, sin que el aumento
de la población sea en esa misma proporción. En el sur y sureste de la ciudad el proceso
ha sido otro: el suelo de conservación se ha ocupado, al margen de la legalidad, mediante
tratos entre particulares y se han conformado asentamientos irregulares; además han
crecido los pueblos de antaño asentados en él (Escandón, 2020).
Figura 3. El suelo de conservación ecológica de la CDMX y cambios en uso del suelo (2010-2020)
Fuente: elaboración propia con base en Conjunto de Datos Vectoriales de Uso de Suelo y Vegetación
(Instituto Nacional de Estadística y Geografía, 2011) y Sistema de Información del Patrimonio Ambiental
de la Procuraduría Ambiental y de Ordenamiento Territorial (Procuraduría Ambiental del Ordenamiento
Territorial, 2019).
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En la Figura 3 se puede observar que el cambio de suelo más frecuente es de bosque a
asentamiento cerca del suelo urbano. Para frenar las tendencias de expansión de la ciudad
sobre las áreas rurales del norte y nororiente, el poblamiento del suelo de conservación y
el vaciamiento de las alcaldías centrales, bien dotadas de infraestructura y servicios, el
gobierno de la CDMX publicó en 2000 el Bando Dos (vigente hasta 2007), que estableció
la construcción de viviendas en las alcaldías centrales hasta alcanzar un uso más intensivo
del suelo. Sin embargo no tuvo los efectos esperados porque la vivienda que se construyó en
su mayoría fue para sectores medios y altos (de ingresos entre ocho y 30 salarios mínimos),
con lo que los sectores de menores recursos económicos se han visto forzados a salir de las
alcaldías centrales hacia las periféricas, entre ellas Xochimilco y Tláhuac, o hacia los
municipios del norte y nororiente de reciente conurbación (Toscana y Pimienta, 2018).
Figura 4. Crecimiento del área urbana de la CDMX y cambios de uso de suelo (1940-2010)
Fuente: elaboración propia con base en Marco Geoestadístico Nacional (Instituto Nacional de Estadística
y Geografía, 2000, 2005, 2010, 2015 y 2020); Ciudades Capitales de la República Mexicana (Instituto
Nacional de Estadística y Geografía, 1992).
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Dadas las necesidades actuales de vivienda en la CDMX, las consecuencias de la
aplicación del Bando Dos han sido graves. Según el Consejo Nacional de Población
(CONAPO), cada año se conforman 37 mil nuevos hogares, lo cual se refleja en la
demanda de vivienda; a esta demanda se añade la ocasionada por el deterioro del parque
habitacional y el término de su vida útil. El 49,13% de estas necesidades se concentran
en los niveles socioeconómicos popular y bajo, que corresponden a personas que ganan
menos de ocho salarios mínimos (Gaceta Oficial del Distrito Federal, 2013).
En la CDMX los organismos gubernamentales de vivienda atienden el 46,2% de las
acciones de vivienda y existe una demanda sin atención del orden de 53,8% en todos los
niveles socioeconómicos por falta de presupuesto. La atención al requerimiento por parte
del Gobierno de la CDMX se da a través del INVI, organismo local que participa con el
43% de la atención en los niveles socioeconómicos popular y bajo, que perciben de uno
a ocho salarios mínimos mensuales (Gaceta Oficial del Distrito Federal, 2013), sin
embargo no es suficiente.
Estas condiciones han incentivado la expansión urbana sobre el suelo de conservación: la
falta de vivienda y de una política de Estado orientada a garantizarla, ha sido uno de los
factores que explican que parte de la población se hace de una vivienda mediante métodos
informales. En los últimos años estos métodos han tenido lugar en las alcaldías Tláhuac
y Xochimilco como estrategia de sobrevivencia pero agudizando el deterioro ambiental y
la vulnerabilidad al construir vivienda que no necesariamente cumple los requerimientos
técnicos que señalan los códigos de construcción (Flores, 2019) (Figura 4).
La Figura 4 muestra que el crecimiento de la CDMX a partir de 1990 se ha dado
mayoritariamente en los márgenes de la porción sur y desde 2000 se identifica
crecimiento urbano sobre el suelo de conservación ecológica.
5. TLÁHUAC Y XOCHIMILCO
Tláhuac y Xochimilco comparten una serie de características tanto físicas como sociales.
Actualmente están incorporadas a la ciudad y son parte del área urbana, sin embrago,
hasta hace unas cuantas décadas eran rurales y en ellas predominaba el uso de suelo
agrícola y el modo de vida campesino. Las dos integran parte del suelo de conservación
ecológica, del área declarada como Zona de Monumentos Históricos desde 1986 y del
territorio declarado como Patrimonio Mundial Natural y Cultural de la Humanidad por la
UNESO en 1987. En estos decretos se reconoce su importancia cultural, patrimonial y
ambiental debido a la presencia de pueblos originarios, a la existencia de bienes
inmuebles coloniales, vestigios de los lagos y de prácticas culturales que existían
antiguamente en la Cuenca de México, entre ellas el sistema productivo de chinampas
(González, 2016).
Sin una planeación adecuada y con déficits de servicios e infraestructura, Tláhuac y
Xochimilco han sido receptoras de gran parte de la población expulsada de las alcaldías
centrales como consecuencia del Bando Dos y de la fuga de población tras los sismos de
1985. Además de algunos proyectos formales de vivienda, otras surgieron y crecieron
mediante procesos de autoconstrucción, sin apego a los reglamentos aun cuando, por las
características del subsuelo lacustre y de transición, las construcciones requieren
lineamientos específicos que garanticen su estabilidad (Gaceta Oficial del DF, 2005).
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Como en el resto de la ciudad, el crecimiento de Tláhuac y Xochimilco ha estado
vinculado a la conformación de proyectos estratégicos y construcción de las obras viales.
La infraestructura construida para los Juegos Olímpicos (1968) facilitó el acceso y la
conectividad de Xochimilco con la ciudad. Vías primarias y secundarias (Anillo
Periférico, Viaducto Tlalpan y División del Norte), unidades habitaciones (por ejemplo
la Unidad Habitacional Villa Coapa para albergar a la prensa que cubriría el evento
deportivo), grandes almacenes de autoservicio (Terrones, 2006), el Programa de Rescate
Ecológico de Xochimilco (vinculado a la declaratoria de Zona de Monumentos Históricos
en Xochimilco y la de Patrimonio Mundial de la Humanidad), otros proyectos de vivienda
en la década de los años noventa (como la Villa Centroamericana en Tláhuac para alojar
a los deportistas de los juegos centroamericanos de 1990); la Autopista Urbana del Sur
(2002), el distribuidor vial cercano al Parque Ecológico de Xochimilco (2006), y la Línea
12 del Sistema de Transporte Colectivo Metro en 2008 (que generó mayor inestabilidad
en el suelo por el gran peso de concreto y acero que implica) (Escalante et al., 2018).
Estas obras, aunadas a que el valor del suelo y la vivienda son menores que en las alcaldías
centrales, han sido imanes de población.
A lo anterior se añade el crecimiento natural de los asentamientos y el desdoblamiento
familiar: en las zonas rurales es común que las familias al crecer construyan su vivienda
en el mismo predio o bien, aumenten pisos a la vivienda original, lo que suele hacerse sin
apego a las normas de construcción, vulnerabilizando a sus habitantes. La Figura 5
muestra el aumento de población en las alcaldías en estudio.
En Tláhuac, con la demanda de vivienda y presión demográfica desde 1980, se
incrementaron las densidades habitacionales que la administración local tenía como
límites en varias colonias, entre ellas La Nopalera y otras que resultaron afectadas tras el
sismo 19S. También se construyeron colonias en zonas que eran parte del suelo de
conservación, como Unidad Villa Centroamericana, Bosque Tláhuac y Olivar Santa
María, que implicaron pérdida de cobertura vegetal a favor de uso urbano y con ello
disminución de la capacidad de filtración de agua al subsuelo (Programa Delegacional de
Desarrollo Urbano de Tláhuac; 1987).
Figura 5. Población en Tláhuac y Xochimilco (1950-2020)
Fuente: elaboración propia con base en censos de población (1950-2020).
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El aumento poblacional se ha traducido en un aumento en la densidad poblacional: si bien
en los años sesenta las densidades en el área de estudio eran de alrededor de 28 hab/ha y
el promedio en la CDMX era de 104,1, para 1995 el promedio de la CDMX (131,5 hab/ha)
ya era más bajo que en Tláhuac y Xochimilco (aproximadamente 141 hab/ha) y desde
entonces es aún más alta en los asentamientos irregulares. Otras características relevantes
de la vivienda es que la mayoría cuenta con servicios urbanos: agua entubada y luz
eléctrica (excepto en los asentamientos irregulares), pero tiende a estar más deteriorada y
hacinada que en el resto de la CDMX, así mismo, el porcentaje de vivienda propia es
mayor al del resto de la CDMX (INEGI, 1960, 1990, 2020). Conforme a la información
recopilada en campo, esto se explica porque las familias al crecer suelen permanecer en
el predio, muchas viviendas han sido ocupadas por las familias por décadas porque pocas
cuentan con títulos de propiedad que les permitan insertarlas en el mercado inmobiliario,
por lo que al no poderlas vender, permanecen en ellas por generaciones, además las
familias, sobre todo de los pueblos originarios, que tienen fuerte arraigo a su territorio.
Figura 6. Asentamientos irregulares en suelo de conservación
Fuente: elaboración propia con base en Sistema de Información del Patrimonio Ambiental (Procuraduría
Ambiental del Ordenamiento Territorial, 2019).
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Como ya se mencionó, Tláhuac y Xochimilco han sido receptoras de población debido a
la disponibilidad de suelo barato, en comparación al precio que se paga en las alcaldías
centrales tanto en venta como en alquiler (Toscana y Pimienta, 2018). Parte de la
población que llega a ellas se asienta en viviendas formales, pero otra parte lo hace en
viviendas de autoconstrucción en asentamientos irregulares, algunos de los cuales, con el
paso del tiempo se han regularizado (Figura 6).
La Figura 6 muestra la distribución de asentamientos irregulares; muchos de ellos se
ubican en suelo de conservación, tanto en las áreas cerriles como en las planas de origen
lacustre. Los asentamientos humanos irregulares en Tláhuac en 2010 eran 93, sobre una
superficie de 428,20 hectáreas y de menor antigüedad promedio respecto a las demás
alcaldías que presentan asentamientos irregulares (Villarreal y Canabal, 2012), en 2016
la superficie se incrementó a 480 hectáreas. En cuanto a los asentamientos irregulares en
Xochimilco, el problema es grave, pues hay 300 reconocidos y 291 pequeños núcleos
dispersos, la mayoría de ellos en suelo de conservación, en ellos, habitan más de 135.000
personas, equivalente al 47% de la población de la alcaldía (Gaceta Oficial del DF, 2005).
Las obras hidráulicas también han transformado el territorio del área en estudio. A fines
del siglo XIX y principios del XX tuvo lugar la desecación del lago de Chalco para la
expansión de las actividades agropecuarias y el humedal de Tláhuac prácticamente
desapareció (Camacho, 2007). A finales de la década de los años setenta inició la
operación del sistema hidráulico Mixquic-Santa Catarina conformado por 14 pozos en
territorio de Tláhuac y del municipio contiguo Valle de Chalco Solidaridad perteneciente
al estado de México, para la extracción de grandes volúmenes de agua del subsuelo,
con ello se incrementaron los hundimientos y fracturamientos del terreno, en algunas
zonas se registran descensos de hasta 40 cm/año (Ortiz y Ortega, 2007).
Ambas alcaldías desempeñan un papel estratégico dentro del contexto de la ciudad ya que
aún producen hortalizas para la población citadina, proveen de servicios ambientales a
través del suelo de conservación y de agua, aportando el 40% del total que se destina a la
población de la ciudad (Gaceta Oficial del DF, 2005), a costa de su propia población, pues
tanto en Tláhuac como en Xochimilco, existen colonias que constantemente carecen de
agua entubada.
Las alcaldías de la CDMX con mayores porcentajes de población en situación de pobreza
(tanto extrema como moderada) son Milpa Alta (49,2%), Xochimilco (40,5%) y Tláhuac
(39,2%); para fines comparativos, Benito Juárez, la más próspera, tiene solo un porcentaje
de cinco (Centro de Estudios de Finanzas Públicas, 2018). La situación de pobreza,
manifiesta en viviendas precarias en asentamientos irregulares, aunada al entorno
degradado debido a los hundimientos y fracturación del suelo y a la expansión del área
urbana sobre el suelo de conservación (incluido el tipo lacustre y de transición),
constituyen condiciones propicias para los desastres.
Lo anterior se agudiza porque en las dos alcaldías existen problemas de regulación del
suelo y de cumplimento de códigos de construcción, en parte por la complejidad de
legislaciones que se aplican en diferente ámbitos territoriales, así como las legislaciones
de diversas materias (agua, bosque, ordenamiento territorial, ordenamiento ecológico,
protección civil, etc.), lo que genera un cierto caos en los territorios de las alcaldías que
se combina con la falta de capacidad de administración local. Otros factores que inciden
en estos problemas son las insuficientes bases legales para la aplicación de la regulación
actual y futura; la escasez de recursos humanos y materiales para monitoreo y control del
uso del suelo; la falta de atención a las denuncias ciudadanas sobre el establecimiento de
nuevos asentamientos irregulares en suelo de conservación; la falta de una cultura urbana
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para propiciar la regularidad de los procesos de desarrollo urbano; y la inconsistencia
entre la normatividad urbana, la regulación de la construcción, usos y costumbres de la
población respecto al territorio (Gaceta del Distrito Federal, 2005). Esto se traduce en
problemas de gestión del territorio, entre ellos de gestión de riesgos, que contribuyen a
vulnerabilizar a la población.
6. RESULTADOS: EL SISMO 19S EN TLÁHUAC Y XOCHIMILCO
Cuando sucedieron los sismos de 1957 y 1985, buena parte de la expansión urbana en
Tláhuac y Xochimilco no había sucedido. De acuerdo con la información obtenida en
campo, muchas de las construcciones que existían en 1985 eran recientes, menores de 15
años, predominaban las construcciones de uno y dos niveles, los escasos edificios raras
veces sobrepasaban los cinco pisos y la densidad habitacional era menor a la actual
(alrededor de 90 hab/ha). En cierta forma esto mantuvo a la población protegida de los
sismos de 1985. En 2017, el 75% de las edificaciones era de autoconstrucción con bajos
estándares de construcción (información obtenida en campo). La Tabla 1 muestra la
cantidad de viviendas dañadas por alcaldía.
Tabla 1. Viviendas dañadas con el sismo 19S
Alcaldía Viviendas Porcentaje
Cuajimalpa 167 2,80
Iztacalco 99 1,66
Iztapalapa 1.806 30,23
Magdalena Contreras 288 4,82
Tláhuac 1.340 22,43
Tlalpan 89 1,49
Xochimilco 2.185 36,58
Total 5.974 100
Fuente: elaboración propia con base en Instituto de Investigaciones Legislativas (2017).
En las últimas décadas la extracción de agua subterránea de la porción sur y sureste de la
ciudad ha aumentado, lo que ha dado paso a los hundimientos de suelo que, como se ha
señalado anteriormente, altera el subsuelo, lo fractura y causa daños en las edificaciones
haciéndolas más frágiles ante los sismos. Los hundimientos de suelo en la zona han sido
registrados desde antes de 2017 (Riquelme, 1974), así como la demolición de viviendas
debido a los daños derivados de los hundimientos y fracturación del suelo (Guerrero, 2017).
En Tláhuac las colonias más afectadas tras el sismo 19S fueron Del Mar, Agrícola
Metropolitana, Villa Centroamericana y los pueblos San Andrés Mixquic y Santa
Catarina Yecahuitzotl. Si bien algunas de las edificaciones colapsaron, la mayoría quedó
partida, desnivelada o cuarteada. En Xochimilco, los daños se concentraron en el pueblo
originario San Gregorio Atlapulco (Figuras 7 y 8), seguido de los también pueblos
originarios Santa María Nativitas, Santa Cruz Acalpixca, San Luis Tlaxialtemalco,
Tulyehualco y Xochitepec; los asentamientos irregulares también presentaron cantidades
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importantes de pérdida de vivienda (observación obtenida en campo). En ambas alcaldías
además se dañaron las infraestructuras vial e hidráulica, lo que dejó a diversas colonias y
pueblos incomunicados y sin agua por semanas. Hasta la fecha, en ambas alcaldías, el
proceso de reconstrucción de viviendas está inconcluso.
Figura 7. Vivienda de San Gregorio Atlapulco dañada
Fuente: archivo propio. La imagen muestra daños en el muro de la fachada de una vivienda de un nivel,
carece de refuerzos horizontales y verticales, se demuestra lo producido por autoconstrucción y carente de
la aplicación de reglamentos. Sólo permanece el dintel de la puerta, el resto está apuntalado con polines y
acordonado por seguridad a tres días del sismo.
Figura 8. Vivienda de San Gregorio Atlapulco colapsada
Fuente: archivo propio. Se observa lo que queda de una vivienda antigua colapsada tras el sismo. El
material de construcción es concreto poroso y fragmentos de roca y se observa la nula presencia de acero.
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Figura 9. Ubicación de inmuebles afectados en Tláhuac y Xochimilco en el sismo 19S
Fuente: elaboración propia con base en Comisión para la Reconstrucción del gobierno de la Ciudad de
México, (2020) el Atlas de Riesgos de la Ciudad de México (2020) y la carta de Hidrología superficial
(Instituto Nacional de Estadística y Geografía, 2020).
La Figura 9 muestra los daños en las zonas de Xochimilco y Tláhuac. Se observa la gran
cantidad de viviendas unifamiliares dañadas, casi todas asentadas en las zonas lacustre y
de transición cerca de los pozos de extracción de agua y de las fracturas, especialmente
en la colindancia entre suelo lacustre y de transición.
7. CONCLUSIONES
Las amenazas tienen el potencial de causar daños tanto en las urbanizaciones regulares
como en las irregulares. Los asentamientos irregulares pueden considerarse como una
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demanda social válida ante las limitadas opciones de vivienda para sectores de bajos
recursos económicos, sin embargo, el hecho de que estos se extiendan en áreas de suelo
lacustre y de transición, le confiere vulnerabilidad a la población que los ocupa, más aún
cuando las construcciones no son adecuadas para las características del entorno.
Una de las formas de evitar que los fenómenos naturales se conviertan en amenazas y
reducir la vulnerabilidad de la población es mediante la regulación del suelo y la
edificación de construcciones acordes a los peligros y al entorno; esto está ausente en las
alcaldías de Tláhuac y Xochimilco, donde las características sísmicas del subsuelo
agravadas por la extracción de agua subterránea, la formación de fracturas y
hundimientos, favorecieron que gran cantidad de inmuebles presentaron daños. Las
políticas territoriales, de agua y de vivienda, de las que se han derivado prácticas no
sustentables, transformaron el sismo en amenaza y contribuyeron en la construcción del
desastre. Por su parte, la política de protección civil, encargada de la mitigación y
prevención de desastres, no ha sido capaz de garantizar condiciones de seguridad a la
población y su patrimonio frente a fenómenos como los sismos, no obstante la existencia
de estudios y evidencias previos al sismo sobre las características del subsuelo y los
efectos de la extracción de agua subterránea en grandes volúmenes en el entorno
edificado.
Por lo anterior, podemos afirmar que los daños detonados por el sismo 19S evidencian el
desastre como consecuencia de las políticas de “desarrollo” no sustentables: el sismo se
convirtió en una amenaza por la ocupación del suelo y el deterioro ambiental de la cuenca
y al incidir en poblaciones vulnerables, dio como resultado un desastre, de tal forma que
este es una construcción social.
Por último, es importante enfatizar cómo el conjunto de políticas relativas al uso del suelo,
vivienda y agua implementadas en la CDMX tienen el potencial de agudizar los efectos
de los sismos; por lo que se puede afirmar en este caso que el desastre tuvo un origen
social, económico y político, derivado del modelo de desarrollo, tan importante como la
dimensión geofísica del sismo.
8. ORIENTACIONES FUTURAS
No es posible evitar la ocurrencia de sismos en la Ciudad de México pero sí mitigar el
riesgo sísmico. Para ello es necesario vincular las políticas hídricas, habitacionales, de
uso de suelo, de mitigación riesgos y prevención de desastres (protección civil) a la
planeación del desarrollo con miras a construir entornos más sustentables que no
conviertan fenómenos naturales en amenazas ni vulnerabilicen a la población, sino que
por el contrario contribuyan a la construcción de entornos seguros.
9. REFERENCIAS
Alcántara-Ayala, I. (2019). Desastres en México: mapas y apuntes sobre una historia
inconclusa. Investigaciones Geográficas, (100).
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EXTENDED ABSTRACT3
On September 19 2017, an earthquake of magnitude 7.1 struck Mexico City. As opposed
to the 1957 and 1985 earthquakes, during which the central part of the city registered the
most damage, this time other areas were also severely affected. Over 3 thousand dwellings
were damaged or lost in the southeastern municipalities of Tlahuac and Xochimilco.
The aim of this project was to explore the social dimension of the disaster triggered by
the 2017 earthquake in the two-abovementioned municipalities through the identification
and analysis of the intervening social practices. From a qualitative perspective, we
maintain that disasters have a forceful spatial manifestation when they materialize in
specific territories. The causes that lead to natural phenomena becoming threats and
making the population vulnerable may have distant origins both in space and time. This
is why we proposed to study the case of Tlahuac and Xochimilco in relation to the Valley
of Mexico and the metropolitan area of which they are part. A multi-scale cartographic
analysis of the variables that intervened in the disaster revealed the local reality in a
regional context. Cartographic analysis allowed for the establishment of relationships,
points of convergence, and assembly of territorial variables.
Empirical data was obtained from the analysis of official and academic documents and
observations in the field. Variables were managed and thematic maps were produced
using the ArcGis program. Our theoretical-methodological framework takes on from the
work of the Latin American Network for Social Studies on Disaster Prevention (LA
RED), which conceives of disasters not as natural phenomena but as social constructions
originating in risk-prone development models that affect vulnerable populations. Among
the causes of disaster, we identified the following: human transformations of the
environment such as urban expansion, land-use changes from agricultural and forest to
urban, growth of irregular settlements and inadequate housing, non-compliance with
building regulations, and the overexploitation of the water table in the southeastern part
of the Valley of Mexico. The intensification of these processes in the last four decades
has drastically transformed the environment of the municipalities under study, making it
more dangerous and rendering the population more vulnerable.
The study area belongs to the Valley of Mexico, a basin with deep anthropic
transformations that contains the Mexico City Metropolitan Area, one of the largest
population centers in the world. Through its geological history, the Basin saw a system
of lakes bordered by mountain ranges of volcanic origin develop, resulting in three
different types of soil: soft (of lacustrine origin), transitional (combining materials of lake
and volcanic origin), and hard (of volcanic origin). Today, lakes are virtually extinct and
completely covered by buildings, and the urban sprawl also extends through the mountain
slopes.
Water for human consumption is extracted from the Basin’s subsoil in quantities larger
than can be replaced, which has led to sinking and soil fracturing, with consequent
damage to buildings and infrastructure. The ever-growing extraction of water through
wells, especially in the southeastern portion of the city, has exacerbated the problem,
particularly in the areas of soft and transition soils. The city, for its part, classifies soils
into two types: urban and conservation, the latter having important environmental
functions, but which are subjected to considerable pressure by urban expansion.
3 Traducción exclusiva de los autores / Authors’ exclusive translation.
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From the mid-twentieth century, when urban growth accelerated, major earthquakes have
mostly affected settlements on lacustrine and transition soils.
In the last two decades, the Tlahuac and Xochimilco municipalities have experienced an
important demographic growth and urban expansion at the expense of conservation soil
areas. These municipalities, which until the 1980s still sustained rural lifestyles, have
become recipients of low-income population expelled from central municipalities by
rising housing costs, leading to the creation of irregular and precarious new settlements,
mostly of self-made dwellings. These facts have contributed to the environmental
degradation caused by a rapidly growing local population, as well as to the vulnerability
of people who live in unregulated, precarious buildings.
Tlahuac and Xochimilco play an important ecological role in the Basin, offering essential
environmental services. Apart from concentrating a sizeable portion of the existing
conservation soil, they provide as much as 40% of the total water available to city
residents. At the same time, these municipalities show the highest poverty rates in the
city, which manifest themselves in the precarious condition of irregular dwellings, a
degraded environment resulting from sinking and fracturing of the terrain, and the
expansion of the urban area. All this constitutes an ideal scenario for disasters.
When the earthquakes of 1957 and 1985 rocked Mexico City, urban expansion was still
not so evident in Tlahuac and Xochimilco. Many of the existing buildings in 1985 were
recent, not older than 15 years, and they were mostly one or two-story houses. The very
few buildings that existed rarely exceeded five stories, and building density was lower
than it is today. To a certain extent, this protected people during the 1985 earthquake. By
2017, however, 75% of buildings were self-construction houses with low technical
standards. The majority of the family homes that were damaged during the 2017
earthquake are located in lacustrine deposits and transition soils close to water wells and
fractures.
Our research has allowed us to identify the social causes of the disaster, namely urban
expansion over ecological reserves, changes in land use from agricultural and forest to
urban, the growth of irregular settlements and precarious housing, the lack of enforcement
of construction regulations, and the overexploitation of the water table in the southeastern
portion of the Valley of Mexico; all of these derived from the existing housing, water
management, and soil management policies.
In seismic-prone areas like Tlahuac and Xochimilco, sound land-use policies and the
design of risk-proof buildings suitable to the existing conditions can stop making threats
of natural phenomena and reduce the vulnerability of the local population. The extraction
of water from underground deposits and the formation of fractures favored the damage
suffered by a large number of buildings during the 2017 earthquake. Unsuitable territorial
organization, water management, and construction policies paved the way for a number
of unsustainable practices that turned the earthquake into a real threat and contributed to
the formation of a disaster.
The land-use, water management, and housing policies implemented in Mexico City have
the potential to exacerbate the effects of earthquakes. Therefore, it can be stated that, in
this case, the disaster originated in social, economic, and political decisions, and that the
contradictions inherent in the existing development model were just as decisive as the
geophysical force of the earthquake.
While it is impossible to prevent earthquakes from occurring in Mexico City, it is possible
to mitigate their risk. For this, it is necessary to implement a development model that
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brings together water, housing, land-use, risk mitigation, and disaster prevention policies
so as to build more sustainable environments. The study highlights the need to promote a
disaster mitigation and prevention policy linked to a development model that instead of
turning natural phenomena into disasters leads to the construction of safe environments.
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CONTRIBUCIÓN SEGÚN AUTORES
ITEM Alejandra Toscana-Aparicio Alma Villaseñor Franco
1 Conceptualización 60 % 40 %
2 Tratamiento de los datos 40 % 60 %
3 Análisis formal 50 % 50 %
4 Acceso financiación 60 % 40 %
5 Investigación 65 % 35 %
6 Metodología 40 % 60 %
7 Gestión del proyecto 60 % 40 %
8 Recursos 50 % 50 %
9 Software 30 % 70 %
10 Supervisión 70 % 30 %
11 Validación 50 % 50 %
12 Visualización 60 % 40 %
13 Redacción (borrador) 60 % 40 %
14 Redacción final (revisión y
edición) 40 % 60 %
Para más información, visitar CRediT: https://casrai.org/credit/