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Cosmos
¿Alguna vez has contemplado la bóveda celeste en un lugar alejado de la ciudad y sentir un deseo
inmenso de no bajar tu vista de los cielos porque sientes algo terriblemente bello y estremecedor
que congela tus sentidos?
"El cosmos es todo lo que es, todo lo que fue y todo lo que será. Nuestras más ligeras
contemplaciones del cosmos nos hacen estremecer: Sentimos como un cosquilleo nos llena los
nervios, una voz muda, una ligera sensación como de un recuerdo lejano o como si cayéramos
desde gran altura. Sabemos que nos aproximamos al más grande de los misterios" (Carl Sagan,
Cosmos, Introducción, pp. 12)
Carl Sagan fue un entusiasta y apasionado astrónomo y divulgador científico del siglo pasado, es
famoso por sus grandes colaboraciones y dirección de proyectos en la NASA. Lo conocemos por su
ilusionada esperanza de encontrar vida en otros planetas; hombre soñador, razonable, escéptico
pero con un gran amor hacia la adquisición y expansión del conocimiento del mundo en el que
vivimos: nuestro Cosmos.
Cosmos proviene de la palabra griega "κόσμος" que significa orden u ornamentos, antítesis del
caos. El cosmos es un sistema de orden en el que destaca la armonía, belleza, perfección. Cosmos
se ha utilizado como sinónimo de Universo, en el que indiscutiblemente vemos un orden
armonioso.
No solo podemos percibir este sentimiento de orden, complejidad, bastedad y perfección, hay
algo que sentimos aquí dentro. Y no me refiero a los procesos neurológicos primitivos que
describe la ciencia para referirse a la necesidad del ser humano “involucionado” de buscar un
pretexto religioso y aferrarse a teorías arcaicas de pensamiento para suplir sus necesidades
“animaloides”. Me refiero a un sentimiento desligado de toda religiosidad. A un sentimiento tan
inexplicable y puro que nos hace temblar, estremecer, dudar. Algo similar a lo que Carl Sagan
quiso expresar en repetidísimas ocasiones respecto a la majestuosidad y gran misterio del
Universo: “Sentimos como un cosquilleo nos llena los nervios, una voz muda” (Sagan, Carl).
La Galaxia Espiral o M31 en la constelación de Andrómeda es la galaxia gigante más cercana, está a
unos 2.5 millones de años luz. Si pudiera viajar a la velocidad de la luz, ni siquiera me alcanzaría la
vida para recorrer una 100 milésima parte del camino, suponiendo que viviera 120 años. Me doy
cuenta de mi futilidad.
Galaxia Espiral M31 en la constelación de Andrómeda
¿Nunca has sentido esta solitaria insignificancia? Solitaria y melancólica en un principio, sí, pero
después de unos instantes en que tus sentidos se encuentran arrebatados por este sentimiento
que es en un principio perturbador, escalofriante y que te hace vibrar, te percatas de que hay algo
sublime, una perfección de arquitectura inexplicable… sí, hay algo divino.
Este sentimiento fue denominado como “Numinous”, popularizado por el teólogo alemán Rudolf
Otto a principios del siglo 20. Según Otto, la experiencia de Numinous incluye dos aspectos: el
mysterium tremendum que es la tendencia que nos evoca miedo y nos hace temblar, y mysterium
fascinans que es el sentimiento que nos hace sentir un atractivo deleite inmenso e inexplicable,
que naturalmente es fascinador y seductor. El resultado, en una experiencia personal, en el que el
individuo y sus sentidos son los protagonistas de este gran espectáculo fascinador donde desfilan
uno a uno estos sentimientos tan extraños, tan únicos, tan gloriosos, tan sublimes y en el que
hasta el alma más escéptica, razonable y fría se atreve a apostar al final, que esto no es todo lo
que tenemos, que debe haber algo más trascendental. “…Una ligera sensación como de un
recuerdo lejano o como si cayéramos de una gran altura”. (Sagan, Carl). Ese taciturno reflejo de
una remembranza desconocida…recuerdos vaporosos de un infinito.
“El Cosmos, es todo lo que fue, y todo lo que será” (Sagan, Carl) ¡Oh eternidad! Ese concepto que
nos aferramos a rechazar porque lo finito es lo único que conocemos y alcanzamos a comprender.
Es lo único que sabemos y a lo único que estamos dispuestos a querer, de una manera tan
patética, mediocre y resignada. “Sabemos que nos acercamos a los más grandes de los misterios”,
misterios tan inesctrubales pero tan llenos de esperanza. Detrás de estos misterios del cosmos: de
su orden, su perfección, de los ornamentos tan sobrehumanamente establecidos, de un vislumbre
de una realidad tan desconocida pero llena de intuiciones que parecen a veces ser tan irracionales,
nos topamos con la concepción de que debe haber un gran Arquitecto.
“Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra,
visibles e invisibles…” (Colosenses 1:16) Este Arquitecto ha dejado su firma en todo el cosmos, es
el brillo que percibimos al contemplar la bastedad del universo. “Los cielos cuentan la gloria de
Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos… No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su
voz” (Salmos 19: 1 y 3). ¡Cómo no poder percibir este cántico cósmico que nos declara sin palabras
y sin voz, que nos revela la grandeza de Aquel Ser que ha compuesto tan perfecta sinfonía!
“¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra?, házmelo saber, si tienes inteligencia” (Job 38:4)
Sagan, nunca fue un fanático de la religión (famoso por su ateísmo), siempre dudó en todo
concepto de divinidad, “fantasías espirituales” como él las llamaba. Pero indudablemente, estaba
consciente de que existía este concepto que definimos como Numinous, que embelesaba sus
sentidos y excitaba sus sentimientos más inocentes y puros. A tal grado que en sus obras y escritos
finales (como “Contacto”), se ve reflejado que tantos años de búsqueda de vida en otros planteas,
teorías científicas y dilemas técnico-conceptuales, su aferro insaciable por conocer más de la
verdad, estaban fundadas en oposiciones a la razón, a un salto vertiginoso de fe… de fe y
esperanza. Que la ciencia es 1% observación, 1% consenso social y 98% de fe. Carl Sagan nunca
abandonó esta pasión, la fe que tenía por discernir un poco estos misterios cosmológicos, siempre
fueron su gran esperanza, su esperanza de descubrir que la eternidad existe.
“Dios mío, quiero gritar de alegría por todo lo que has hecho; todo lo que haces es impresionante
y me llena de felicidad. Tus pensamientos son tan profundos que la gente ignorante ni los conoce
ni los entiende.” (Salmos 92: 4-6, TLA)
Por Abigail Soto Baca (Estudiante Facultad de Medicina, UACh)
Agradecimientos especiales al antropólogo Carlos Ibarra por sus aportaciones teóricas y reflexivas.