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CRITICA DE LIBROS P. ABBOTT y C. WALLACE An Introduction to Sociology: Feminist Perspectives (Londres, Routledge, 1990) La Sociología es una ciencia que trata de comprender y explicar la sociedad en que vivimos. Sin em- bargo, durante los cinco años de que consta la carrera, no se proporciona a los futuros sociólogos las más mí- nimas claves para la comprensión de la situación de la mujer en la sociedad actual. Una vez licencia- dos, no existe ninguna oferta de es- tudios de postgrado en Sociología que aborden global y sistemá- ticamente el tema de la mujer, y tam- poco es fácil informarse sobre la manera en que la Sociología, como ciencia de la sociedad, puede con- tribuir al conocimiento del papel y circunstancias en que viven las mu- jeres. Es difícil, por tanto, no adop- tar una postura crítica ante la Socio- logía clásica cuando ésta obvia lo que le ocurre a más de la mitad de la población. El libro de P. Abbott y C. Wallace, profesoras de Sociología británicas, contribuye a denunciar la falta de interés de esta disciplina por el tema de la mujer y la inadecuación de la teoría y métodos de la Sociología dominante a la hora de abordar su estudio. Las autoras plantean nume- rosas preguntas, nuevas y diferen- tes, sobre la mujer; para contestar- las es preciso adoptar una posición crítica ante la corriente dominante en la Sociología, que ha visto los papeles de las mujeres como natura- les, biológicamente dados y, por lo tanto, faltos de interés. Preguntas como ¿por qué los hombres no cui- dan a los niños?, ¿por qué los hom- bres disfrutan del ocio y las mujeres no?, ¿por qué las mujeres se dedi- can a las tareas domésticas y no los hombres?, ¿por qué las mujeres tien- den a subordinar su carrera a la de Reis 55/91 pp. 189-224

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CRITICA DE LIBROS

P. ABBOTT y C. WALLACE

An Introduction to Sociology: Feminist Perspectives(Londres, Routledge, 1990)

La Sociología es una ciencia quetrata de comprender y explicar lasociedad en que vivimos. Sin em-bargo, durante los cinco años de queconsta la carrera, no se proporcionaa los futuros sociólogos las más mí-nimas claves para la comprensiónde la situación de la mujer en lasociedad actual. Una vez licencia-dos, no existe ninguna oferta de es-tudios de postgrado en Sociologíaque aborden global y sistemá-ticamente el tema de la mujer, y tam-poco es fácil informarse sobre lamanera en que la Sociología, comociencia de la sociedad, puede con-tribuir al conocimiento del papel ycircunstancias en que viven las mu-jeres. Es difícil, por tanto, no adop-tar una postura crítica ante la Socio-logía clásica cuando ésta obvia loque le ocurre a más de la mitad de lapoblación.

El libro de P. Abbott y C. Wallace,profesoras de Sociología británicas,contribuye a denunciar la falta deinterés de esta disciplina por el temade la mujer y la inadecuación de lateoría y métodos de la Sociologíadominante a la hora de abordar suestudio. Las autoras plantean nume-rosas preguntas, nuevas y diferen-tes, sobre la mujer; para contestar-las es preciso adoptar una posicióncrítica ante la corriente dominanteen la Sociología, que ha visto lospapeles de las mujeres como natura-les, biológicamente dados y, por lotanto, faltos de interés. Preguntascomo ¿por qué los hombres no cui-dan a los niños?, ¿por qué los hom-bres disfrutan del ocio y las mujeresno?, ¿por qué las mujeres se dedi-can a las tareas domésticas y no loshombres?, ¿por qué las mujeres tien-den a subordinar su carrera a la de

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sus maridos?, <£por qué los intere-ses, experiencias y conocimientos delas mujeres son vistos como subjeti-vos y poco «importantes»?, son te-mas fundamentales que no han sidoplanteados por la Sociología conven-cional. La obra, un libro de textodirigido al primer año de Sociolo-gía, trata de aportar luz sobre estosinterrogantes.

La posición crítica contra la So-ciología convencional que se adoptadesde el principio lleva a las auto-ras a realizar un libro introductorioque estudia diversos ámbitos en losque se desenvuelve la mujer(estratificación, clases sociales y mo-vilidad social / infancia, juventud yeducación / la familia y el hogar /salud, medicina y atención prima-ria / división del trabajo, trabajodoméstico y mercado laboral / cri-men, desviación y violencia / políti-ca, estudios electorales, feminismo,Estado del Bienestar), a la vez querecoge las teorías e investigacionesclásicas y las contrasta con teorías einvestigaciones feministas en cadauno de estos ámbitos. Tal y comolas autoras recomiendan en el prefa-cio, es una buena idea, para quienquiera incorporar o informarse so-bre la perspectiva feminista en So-ciología, leer el capítulo correspon-diente de este manual después deleer el mismo capítulo de un textoconvencional.

Junto a estos apartados destacanlos dos capítulos de comienzo y cie-rre del libro, donde se muestran lascuestiones teóricas, empíricas y po-líticas que provoca la crítica femi-nista de la Sociología. A lo largo dellibro el feminismo es considerado

como una teoría, una visión global,que dota de sentido al mundo enque viven las mujeres; de ahí la ne-cesidad de introducirlo como pers-pectiva de análisis dentro de la So-ciología. Argumentando que la cien-cia no es neutral y que todo conoci-miento es parcial y provisional, se-ñalan cómo la investigación socioló-gica hecha por los hombres ha igno-rado, distorsionado y marginado ala mujer. El conocimiento feminista,en cambio, desafía las asuncionesteóricas básicas de la investigación«masculina» dominante y contribu-ye a un mejor desarrollo de la So-ciología al posibilitar la compren-sión de la experiencia de las muje-res como mujeres. En el libro se re-cogen las voces de sociólogas femi-nistas como Anne Oakley (pp. 1, 80,87, etc.), quien opina que la orien-tación masculina hace que en la So-ciología las mujeres sean invisibles.El enfoque masculino introducidoen las definiciones de las áreas dis-ciplinarias reduce a las mujeres a untema lateral.

Las autoras tratan de superar elhabitual planteamiento «biologicista»a la hora de explicar la situación delas mujeres, puesto que si acepta-mos, por poner un ejemplo, que labiología de las mujeres hace que ten-gan que cuidar a los niños, entoncesno nos preguntaremos nunca por quélos hombres no se encargan de estatarea. Si las mujeres están descon-tentas con su papel de madres o es-posas, el enfoque «biologicista» noslleva a asumir que hay algo malo enellas: o no son total o biológicamentemujeres o, quizá, están enfermasmentalmente.

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Los sociólogos deben evitar estasexplicaciones individualistas y«biologicistas», típicas del sentidocomún, que tienden a culpabilizar ala víctima. No obstante, mientras queningún buen sociólogo hoy en díaacepta las teorías individualistas ylas centradas en las diferencias bio-lógicas para explicar las divisionesde clase, o la delincuencia, o el éxi-to o fracaso escolar, las autoras se-ñalan que se continúan aceptandopara explicar el papel de las mujeresen la esfera doméstica. Los sociólo-gos deben, por lo tanto, también enel tema de la mujer, desarrollar suimaginación sociológica, es áecir, lahabilidad de descubrir que los pro-blemas personales son en realidadenfermedades públicas1. Lo que sepercibe muchas veces como proble-ma individual sólo puede ser com-prendido y explicado cuando se exa-minan factores y estructuras socia-les, económicas y políticas.

La concepción feminista de la So-ciología que las autoras quieren de-sarrollar a lo largo del libro no tratade separarse de la Sociología con-vencional, ni tampoco busca inte-grar los estudios de la mujer, comoapéndices del conocimiento socio-lógico dominante, sino que buscareconceptualizar, desde la posiciónde las mujeres, tanto la teoría comola investigación sociológica. Decimos«busca reconceptualizar» porque nocreemos que se haya conseguido estepropósito. La ausencia de un marcoteórico uniforme a lo largo del li-bro, que reconceptualice efectiva-

mente la Sociología desde una pers-pectiva feminista, y la pluralidad deámbitos que se tocan obliga a tratarcada uno de ellos de forma aislada ydesde posiciones diferentes. Algu-nos capítulos, como, por ejemplo, elque versa sobre crimen, desviacióny violencia, siguen un enfoque teó-rico, desglosando las distintas teo-rías sociológicas sobre la delincuen-cia, que contrasta con el enfoqueempírico y aplicado del referido a laestratificación, clases sociales ymovilización social, donde se elabo-ra un concepto de clase social queincluye más adecuadamente a lasmujeres. Otros capítulos son esen-cialmente temáticos, como los quetratan la familia y el hogar, salud,medicina y atención primaria, o eldedicado a la mujer y la política. Ennuestra opinión, este afán por ladeconstrucción de la Sociología do-minante es una muestra más del in-tento feminista de los últimos añospor la deconstrucción más generalde la tradición intelectual occiden-tal, para conseguir que el conoci-miento científico se adapte al puntode vista y a las experiencias concre-tas de las mujeres2.

Una de las mejores característicasdel libro es el intento sistemático delas autoras de recoger y seleccionarlas investigaciones, fuentes y teoríasmás significativas que dentro de latradición feminista (muy abundanteen el mundo anglosajón y francés)analizan los ámbitos mencionados,sin dejar al margen los problemasque no son resueltos por esta tradi-ción y las críticas que reciben.

1 C. WRIGHT MILLS, The SociologicalImagination, Nueva York, Oxford UniversityPress, 1959, pp. 3-24.

2 S. BENHABIB y D. CORNELLA (eds.), TeoríaFeminista y Teoría Crítica, Valencia, IVEI,1990, p. 9.

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Además, las autoras nos muestranque no existe una perspectiva femi-nista única. Las feministas están deacuerdo en que las mujeres estánsubordinadas, pero se dan entre ellasdesacuerdos fundamentales respec-to a las causas de esta opresión y encuanto a las estrategias para conse-guir la liberación. Hay cuatro pers-pectivas que han producido conoci-miento de relevancia para la Socio-logía: liberal/reformista, marxista,radical/revolucionaria y feminismosocialista. Sin embargo, la intenciónexpresada al principio del libro dedesarrollar la posición de estas cua-tro perspectivas en cada uno de losámbitos estudiados no se ha llevadoa cabo en capítulos como el deestratificación y clase social, familiay hogar o salud, medicina y aten-ción primaria, en los cuales o biense adopta la perspectiva feministasocialista o bien se sigue simplementeel enfoque sociológico convencional.La perspectiva feminista con la quelas autoras se sienten más identifi-cadas es el feminismo socialista, queconsidera que la opresión de las mu-jeres es tanto un aspecto delcapitalismo como de las relacionespatriarcales. La perspectiva socialis-ta de las autoras puede provocaren el lector, por su excesivo es-tructuralismo, una sensación de as-fixia y falta de soluciones ante ladiscriminación de la mujer; pero, porotro lado, hay que reconocer tam-bién la potencialidad crítica yexplanatoria de este tipo de divisio-nes globales que siempre ayudan ailustrar la situación de los margina-dos, y en este caso de las mujeres.

Abbott y Wallace se preguntantambién por el origen histórico delas asunciones sexistas en Sociolo-gía. En su opinión, estas asuncionesse han desarrollado desde el mismomomento en que nació la Sociologíaen el xix. Los sociólogos estabanentonces interesados en estudiar laesfera pública, es decir, el mundopolítico, el mercado y el lugar detrabajo, donde se venían producien-do importantes cambios. La esferadoméstica y las relaciones privadaseran ignoradas, ya que la diferenciaentre la esfera pública y la privada,entre los papeles femeninos y mas-culinos, era vista como algo naturaly, por tanto, no problemático. Elénfasis tradicional de la Sociologíasobre el Estado, la economía y otrasinstituciones públicas como princi-pales fuentes de opresión ignora elpoder y la opresión que se producedentro de instituciones privadascomo la familia y en las relacionespersonales, tanto en la esfera públi-ca como privada.

En el capítulo sobre política ymujer, merecen especial atención loscomentarios sobre los estudios elec-torales y las críticas a ciertas carac-terísticas del Estado de Bienestar.Así, en primer lugar, Abbott yWallace discrepan de los estudioselectorales que afirman que las mu-jeres votan menos que los hombres,son más conservadoras, más incons-tantes o cambiantes en sus opinio-nes políticas, o más influenciablespor los canditatos y las personalida-des. Un repaso a la literatura mues-tra que estas afirmaciones están ba-sadas en una evidencia empírica muydébil. De esta forma, muchos estu-

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dios electorales asumen que la mu-jer está menos interesada en políticao que sus demandas e intereses noson auténticamente políticos, ya quesu interés y dedicación principal estáen la esfera doméstica, familiar ymoral. Por el contrario, las autorasapuntan que la división entre la es-fera pública y privada es en sí untema político y afirman que las pre-ocupaciones por las condiciones detrabajo, la educación de los hijos,los servicios sociales, etc., es unacuestión moral o social más que po-lítica, es realizar un juicio de valordesdeñoso, e ignorar la base sobrela que muchas mujeres realizan susdecisiones políticas.

Respecto al Estado de Bienestar,se señala cómo las políticas públicashan construido y reforzado la posi-ción tradicional de las mujeres comoesposas y madres. Estas políticas sebasan en una serie de ideas comoque el hombre debe ganar un sala-rio familiar (es decir, un salario su-ficiente para mantener a una mujerno-empleada y a los niños), la pro-tección a la mujer mediante subsi-dios de desempleo, enfermedad, ve-jez y viudedad asumiendo que elmarido es el trabajador-contribuyen-te, la limitación legal de las horas ytipo de trabajo que las mujeres po-dían ejercer y la educación obligato-ria con horarios incompatibles conel trabajo de jornada completa deambos cónyuges. Para las autoras,la asunción de que la mayoría de lasmujeres puede depender de los sala-rios y las contribuciones a la Seguri-dad Social de los hombres encubrelos bajos salarios de las mujeres tra-bajadoras y los pocos recursos que

las mujeres pueden controlar. El re-sultado más dramático está en lascifras que muestran que dos tiposde hogares en Gran Bretaña son losmás susceptibles de vivir en la po-breza: las mujeres mayores que vi-ven solas y las familias uniparentalescon cabeza de familia femenino. Porúltimo, hay que destacar, en rela-ción a la metodología de la investi-gación sociológica, la denuncia quelas autoras realizan de la tendenciaque existe a no considerar a la mu-jer como actor y agente social, hace-dor de conductas y no víctima o re-verso de la acción masculina. Así semuestra en los capítulos dedicadosal crimen, desviación y violencia, enparticular, pero también aparece enlos referidos a la estratificación so-cial y .clases sociales, y en el capítu-lo que concluye el libro.

En general, es un libro básico eintroductorio y, en ese sentido, pue-de adolecer de simplicidad, siendo aveces bastante repetitivo. Se podráestar o no de acuerdo con las tesisdesarrolladas en este libro, pero es,sin lugar a dudas, un trabajo esti-mulante, provocativo intelectualmen-te, riguroso y positivo, en cuantoque pretende realizar una críticaconstructiva y no separatista de laSociología. Este libro ayuda a re-flexionar a los sociólogos sobre supropia profesión y disciplina, queno puede ignorar por más tiempolas divisiones de género, al mismotiempo que ayuda a comprendermejor la posición de la mujer en lasociedad.

Rosa BORGE BRAVOM.a José EGUILUZ GONZÁLEZ

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JULIA VÁRELA y FERNANDO ALVAREZ-URÍA

Sujetos frágiles(Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1989)

Para cualquier lector es de sobraconocido que, en las actuales cir-cunstancias, la tónica general sonlos discursos que insisten de mane-ra reiterada en los logros y efica-cias de la organización económico-política y sociocultural del «norte ylos norteños», sin apenas tener encuenta lo que esto supone de ex-plotación, marginación, castigo, es-tigmatización, control, manipulación,agobio y pobreza para los miembrosde la misma sociedad situados en laaltitud opuesta: todo se reduce a es-cribir sobre el éxito del norte y losconstantes fracasos del sur.

Aquí utilizaremos el recurso nor-te-sur en toda su amplitud tanto ex-tensiva como intensivamente, parareferirnos a cómo el norte-riqueza yel sur-pobreza es una evidente reali-dad. Pero no sólo al nivel de unospaíses en relación con otros, sinoque también este modelo es aplica-ble a la totalidad de las sociedadesque constituyen el complejo conjuntonorte-sur, Por lo tanto, partimos delsupuesto, con las oportunas diferen-cias de grado, de que existe un nor-te-riqueza y un sur-pobreza en to-das las sociedades que existen y que,a medida que nos aproximamos alsur, las diferencias norte-sur son cadavez mayores.

La información al respecto es cadavez más firme: se trata de problemasestructurales. El norte-riqueza im-plica el sur-pobreza.

Sin embargo, frente a este tipo deconstantes —escribir sobre el éxitodel norte— ya comunes emergen,lamentablemente en muy menor me-dida, escritos dignos de toda clasede elogios, entre los cuales se en-cuentra Sujetos frágiles. En esta obra,lúcida, imaginativa, atrevida y rigu-rosamente elaborada, se trata de ha-cer hincapié y prestar la mayor aten-ción a aquellos determinados y es-pecíficos sectores de la realidad so-cial (normalmente silenciados) quese encuentran ubicados en los lími-tes «sureños» de toda y cualquiersociedad conocida y existente.

Son éstos unos ensayos, de socio-logía de la desviación, donde se adop-ta una perspectiva analítica que di-fiere, tanto en su forma y contenidocomo en sus objetivos, de la mayo-ría de los planteamientos que se rea-lizan sobre dichas cuestiones. De ahíque sea, desde un primer momento,observable el que sus autores se ha-yan desembarazado de ciertos su-puestos teórico-metodológicos afinesy consecuentes con la lógicainstitucional-científica predominan-te en las ciencias sociales, y que noes otra más que la aparentementenatural lógica de la dominación. Ló-gica construida y reconstruida inte-resadamente de forma ritual ycotidianamente por las instituciones,sus mecanismos y agentes, y que, demanera necesaria e ineludible, de-berá ser asumida por los participan-tes de sus proyecciones en el cons-tante proceso de domesticación.

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Cuando todo se reduce a for-mulaciones sobre lo que podríamosdenominar, por contraposición, su-jetos fuertes, en la obra que estamosanalizando, cuyo título responde demanera adecuada al contenido de lamisma, se deduce la fragilidad comoconsecuencia inevitable de la con-sistencia: se examina lo frágil y lofuerte partiendo del supuesto inex-cusable de que una correcta com-prensión y explicación de ambos lí-mites sociales exige un tratamientoque tenga en cuenta sus relaciones,interacciones e implicaciones tantodialécticas como mecánicas, que ala postre son las que engendran ogeneran lógicamente las resultantesdiferencias extremas que supone lapertenencia a uno u otro límite de lasociedad.

En la actualidad se admite queson unos concretos factores —eco-nómicos y simbólicos fundamental-mente, ya que el resto son acceso-rios o complementarios— los quedeterminan la existencia de fronte-ras sociales —léase diferencias odesigualdades—. No obstante, con-viene recordar que tales límites com-prenden tanto lo que abarca cadasociedad en particular como los quesuponen las relaciones existentesentre todas ellas en general.

No son muchos los autores inte-resados en contribuir con sus cono-cimientos a esa difícil y problemáti-ca tarea que consiste en desvelar al-gunos de los fundamentos y razones—sinrazones— de la dominación. Sia esta carencia se añaden, por unaparte, las fructíferas labores lleva-das a cabo por los medios deadoctrinamiento en la subordinación

y, por otra, los efectos devastadoresde la crisis económica con sus terri-bles y temibles secuelas de paro einsolidaridad, obtendremos un ne-gativo que después de su revelaciónofrecerá una imagen de la sociedadtal y como la suelen presentar y re-presentar aquellos que tan sólo ha-cen notar las suficiencias y alegríasdel «norte y los norteños».

Pero sucede que, y los lectores losaben muy bien, toda imagen foto-gráfica o similar sólo reproduce lasuperficial realidad: es, por tanto,de forma inequívoca una ficción so-bre la realidad porque no ofrece eltrasfondo que subyace a dicha rea-lidad.

Por extraño que parezca, aunquesuele ser así, acaece y ocurre que sediscursea y construyen a partir deesta «superficial y parcial realidad»tanto disertaciones políticas —loque, obviamente, no es causa de tantasorpresa— como análisis sociológi-cos incluso con la coletilla —paramás inri— adicional referida a suelaboración científica. Y digo cien-tífica puesto que, siguiendo los pos-tulados más rudimentarios delpositivismo, suponen que es «cien-tífico» todo aquello que se atiene ose basa en lo que es la realidad, sinentrar en cuestiones relativas a lassuperficialidades posibles de esa rea-lidad o a las parcialidades de ese esanalizado. Aquí, y no en otro lugar,es donde se produce la problemáti-ca metodológica y epistemológica quedivide y mantiene en constante cri-sis a las ciencias sociales.

Es admisible decir que se insisteofensiva y defensivamente en lo quees por reacción acrítica a los que

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presentan, críticamente, frente a loque es lo que debería ser. En estasituación, lo único que se puede pro-ducir y reproducir son discursos que,unos por exceso de positivismo pri-mitivo y otros por exorbitancia deidealismo, conducen a una especiede estancamiento de las ciencias so-ciales, en general, y de la sociología,en particular, puesto que no infor-man ni siquiera de forma aproxima-da de lo que es la compleja realidadsocial.

Asumiendo el pluralismo, y aban-donando consecuentemente los com-promisos ajenos a la sociología, pien-so que una forma más acertada —yaexisten ejemplos paradigmáticos— yrigurosa de hacer análisis de/sobrela realidad social es seguir una es-trategia de investigación que, asu-miendo la positividad de lo refleja-do por la imagen fotográfica, se su-merja plenamente en las profundi-dades de lo superficial para consta-tar —positivamente— las evidenciasno declaradas o no reflejadas por lasusodicha imagen, por la formalidad.

Sabemos que, si deseamos mante-nernos en el campo de lo estricta-mente sociológico, a nuestra inves-tigación le es exigible que atenersea lo que es reclama tratar conjunta-mente lo que le es correlativo, o enotros términos: los «sujetos fuertes»no se construyen y reconstruyen enel vacío, sino que implican de formaineludible la existencia de los llama-dos «sujetos frágiles». De manera bre-ve, y siguiendo los criterios de lamás plausible rigurosidad científica,convenimos en admitir que: el «es»se refiere tanto a los sujetos de lariqueza como a los de la pobreza.

Ambos constituyen la compleja rea-lidad social. Más aún: la realidad esdefinida, controlada, monopolizada,administrada y transmitida por me-dio de los diversos mecanismos yagentes a su disposición, por los de-nominados «sujetos fuertes», que asíconsiguen la «producción y repro-ducción» de su dominación y con-sistencia. De este modo, se producela domesticación de los débiles y suadaptación a las dificultades y ad-versidades que le plantea el medioen el cual nacieron y tienen que so-brevivir. El efecto principal que ori-gina dicha socialización es la obe-diencia y servidumbre activa y efec-tiva de los «sujetos frágiles», quecotidianamente engendran y re-en-gendran las condiciones objetivasque permiten la existencia de los de«arriba-fuertes» y, consecuentemen-te, los de «abajo-débiles» —repito—en toda y cualquier sociedad.

En mi opinión, resulta pertinen-te, dado el carácter y sentido quetiene la recensión que estoy reali-zando, citar sin apenas comentarioalguno, ciertas afirmaciones realiza-das hace mucho tiempo por Etiennede La Boétie y que significativamenteson de plena actualidad, puesto queevidencian algunos de los soportesdel sometimiento. Para empezar, diceel citado autor que «la primera ra-zón por la que los hombres sirvende buen grado es la de que nacensiervos y son educados como tales»(E. de La Boétie, El discurso de laservidumbre voluntaria, Tusquets Edi-tores, Barcelona, 1980, p. 77) y «así,los hombres que nacen bajo el yugo,educados y criados en la servidum-

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bre, sin mirar más allá, se contentancon vivir como nacieron y, sin pen-sar en tener otro bien ni otro dere-cho que el que encontraron, acep-tan como algo natural el estado enque nacieron» (E. de La Boétie, op.cit., p. 67). La domesticación-socia-lización y el adiestramiento son taneficientes que los dominados cum-plen ejemplar y reflexivamente conlo que constituyen sus cometidos ycon la normativa exigida por la do-minación (debo hacer notar que notienen otra opción pues las otrasposibles, por el momento, son irrea-lizables o bien son punibles y estánsancionadas negativamente). Dichocumplimiento no necesita de la pre-sencia fáctica de las instancias gu-bernamentales, pues la socializaciónha hecho y hace de cada uno y detodos, sujetos vigilantes-vigilados y,a la vez, fieles cumplidores de lasmáximas inculcadas. Con razón,E. de La Boétie hacía la siguientepregunta: «¿De dónde ha sacado tan-tos ojos para espiaros si no es devosotros mismos? Los pies con losque recorre vuestras ciudades, ¿aca-so no son también los vuestros?»(E. de La Boétie, op. cit., pp. 59-60).

Asumiendo que: «La naturalezadel hombre es ser libre y quererserlo» (E. de La Boétie, op. cit.,p. 73), no podemos dejarnos arras-trar por los idealismos que contri-buyen a mantener la situación, yaque suelen olvidarse de que con elhombre ocurre que «también su na-turaleza es tal que, de una formanatural, se inclina hacia donde lelleva su educación» (E. de La Boétie,op. cit., p. 73). Y aunque: «los médi-cos dicen que es inútil intentar cu-

rar llagas incurables, y quizá por esono actúe yo con sensatez al intentarhacer reflexionar a aquellos que hanperdido desde hace mucho tiempotodo conocimiento y ya no sientenel mal que les aflige, pues eso con-firma que su enfermedad es mortal.Procuremos descubrir, no obstante,si podemos, cómo se arraiga esa per-tinaz voluntad de servir que podríadejarnos suponer que, en efecto, elamor a la libertad no es un hechonatural» (E. de La Boétie, op. cit., p.61). Es probable que las dificulta-des de una eventual liberación au-menten, si tenemos en cuenta que elproceso de socialización constanteque nos forma y conforma adaptán-donos al medio social nos hace sercomo somos —aunque no seamos—, subordinando nuestro ser a La di-námica de las cambiantes exigenciasde la sociedad que producen nues-tro no-ser, siendo meros actores so-ciales que recitan y activan escrupu-losamente los papeles que les ha to-cado representar en ese escenarioque es la sociedad. En fin, comoargumentaba L. Martín Santos, «poruna parte, el hombre no puede serolvidado, ni debe ser absolutizado;pero por otra, es un actor en unescenario que ya tiene su estructu-ra, su orden y sus limitaciones, y esdentro de ese escenario donde debeevolucionar, recitar papeles, hacer-se preguntas. Y al final, quizá lomás suyo sean sus errores y una ló-gica dubitativa con la que pretendeinstalarse en el mundo» (L. MartínSantos, Diez lecciones de sociología,FCE, Madrid, 1988, p. 39). De nin-guna manera podemos omitir el re-ferente inexcusable que es el proce-

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so de socialización y, en este senti-do, tenemos y debemos tener pre-sentes las ya de sobra conocidas yejemplares aportaciones que supo-nen los discursos tanto de Ch. H.Cooley y G. H. Mead como los deG. Tarde y E. Durkheim y, sin dudaalguna, el de K. Marx sobre el tema.

Deseando ser breve, nada mejorque acudir a la lucidez de E. Lamode Espinosa, quien comentando, bri-llantemente, las teorías «laboral ycomunicativa» de la sociedad, dice,en resumen, respectivamente de ellas:«la situación es la situación, al mar-gen de lo que se piensa de ella»(E. Lamo de Espinosa, La teoría dela cosificación: De Marx a la Escuelade Francfort, Alianza Editorial, Ma-drid, 1981, p. 171) y «la definiciónde la situación es la situación» (E.Lamo de Espinosa, op. cit., p. 172).

No en vano, V. Pareto, G. Moscay R. Michels, entre otros, insistieronen el por qué y el cómo (con lasoportunas diferencias que existenentre ellos) de la existencia y per-manencia de las élites y, así,comprensiblemente, A. Gramsci in-sistió en su momento en la necesi-dad y pertinencia de una previa «he-gemonía cultural».

Dando por supuesto y asumido lodicho hasta ahora, llama la atenciónque después de tantos años de lu-ces, ciencia, producción y riquezaquepa aún el preguntarnos: ¿por quéla realidad social «es» —riqueza deunos, pobreza de la mayoría, contodo lo que ello conlleva de des-igualdad e injusticia— a pesar de loque es y genera?

Cuando los productos del co-nocimiento producen la «desma-

gificación», que se extiende de for-ma progresiva por todos los órdenesy niveles de la vida social, es necesa-rio que los hombres conozcan —losde «arriba» y los de «abajo»— lascausas reales y las evidentes razones—sinrazones— de su situación y rea-lidad. Y esto por dos simples cues-tiones: que ni unos ni otros se acha-quen lo que no son (supermanes ocoyotes); y otra, para que de estemodo los seres humanos construyanconscientemente a través del cono-cimiento y no de la ignorancia, de-mocráticamente, una sociedad máshumana, justa y razonable.

Es un hecho, entre las distintasproducciones que se realizan en lasociología, la existencia de dos tiposgenerales de discursos sociológicosque producen y potencian formasdiferentes de concebir el objeto ylos fines de las investigaciones so-ciológicas que se realizan sobre lasociedad y sus moradores los hom-bres. Aquí, la cuestión ineludible esel siguiente dilema: la sociedad y susinstancias al servicio del hombre oel hombre como instrumento de lasociedad. Es por esta razón por loque la clave del asunto suele encon-trarse definida —de manera velada—previamente en toda investigaciónsocial. Por eso es probablementecierto que todo investigador socialtiene sobre sus hombros una u otrateoría sobre el hombre y la socie-dad. Aunque esto pueda parecer unatrivialidad, no podemos olvidar quees aquí, y no en otro lugar, donde seubica e instrumentaliza el que la so-ciología sea una disciplina al servi-cio de una u otra concepción que setenga del hombre y la sociedad y,

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por derivación, la instrumentaliza-ción de uno sobre otro.

Tanto si acudimos a los precurso-res, a los fundadores o a los clásicosde la sociología como a los auto-res contemporáneos de la misma,observaremos desde un principio,en sus discursos, ciertas notascaracterizadoras y condicionantesque determinan de una u otra ma-nera qué entienden —que entende-mos— cada uno de ellos —de noso-tros— por sociología y cuál es, endefinitiva, la función social que tie-ne que cumplir: todo razonamientosociológico implica una noción pre-cisa sobre cuáles son las posicionesy papeles de los hombres y la socie-dad respectivamente. Es decir, todaconstrucción sociológica arranca deuna particular y específica teoría so-bre el hombre y la sociedad. De ahíque, precisamente, existan teoríasdivergentes en tanto que unas si-túan a la sociedad en la cúspide yotras que, sin abandonar la cons-trucción societaria, tratan de dispo-nerla al servicio del hombre. La his-toria del pensamiento sociológico esclara al respecto: los postulados deComte en ningún momento puedenconfundirse con los de Marx (aun-que esto no sea óbice para que algu-nos puedan haberlo confundido). Espatente que para cualquier analistael problema o enredo consiste, porlo tanto, en que no se puedecompatibilizar lo que es incompati-ble: no podemos defender la lógicadel sistema que instrumentaliza alhombre y, al mismo tiempo, ampa-rar la desinstrumentalización del serhumano. Esto sería abundar en las

retoricas que ya muy pocos susten-tan.

Pienso que ayuda mucho, en es-tos menesteres, acudir a los textosescritos y contraponerlos en sus jus-tos términos, para observar las dife-rencias que se establecen si asumi-mos uno u otro tipo de coordenadasteóricas y metodológicas, porqueunos y otros suponen distintas fun-ciones tanto para los actores comopara las instituciones.

La oferta —la confusión— estáservida: para unos en su conjunto,el sistema permite el desarrollo yplenitud del hombre, mientras que,para otros, tal sistema conduce a latotal subordinación y anulación: aquílos fallos son de las instituciones,allí el que falla es el hombre en ge-neral.

Servido el embrollo y ante la de-plorable situación en que nos en-contramos —llena de regocijo ysatisfacción intelectual—, los antí-dotos o correctivos que estánemergiendo tímidamente, como esel caso del libro que hoy presento,el cual sin abandonar, en ningúnmomento, las coordenadas de la cien-cia social más rigurosa va a insistiren: la dominación en sus múltiples yvariados aspectos, las claves de ladominación y los controles que seejercen para que sea asumida comoalgo natural, la necesidad que existede ocuparse de los marginados ydébiles de nuestro tiempo y socie-dad, mostrar las tendencias a queconduce el proceso económico ca-pitalista —sociedad capitalista—,señalar algunos de los fundamen-tos de la marginación e indigenciasocial, la poca atención, des-

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preocupación u olvido conscienteque existe por estos temas en lasciencias sociales, ofrecer transparen-cia y rigor donde la tónica generales la tergiversación y la manipula-ción interesada, los costes socialesque supone la imperancia y dominiodel sistema y sociedad capitalista—sin control efectivo o real—,descompatibilizar lo que es incom-patible y que algunos intentancompatibilizar, la vigencia, produc-ción y reproducción de la domina-ción sobre la base de la subordina-ción de la mayoría de los hombresal sistema —recordando memora-blemente a las víctimas de éste y eneste contexto—, la necesidad de nue-vos planteamientos sociológicos quecontribuyan a través del conocimien-to a transformar esta realidad socialque está construida con altas dosisde explotación, autoritarismo, con-trol, sufrimiento y opresión y, ade-más, ofrecen conocimientos-informa-ciones sobre las causas y modos detodas estas cuestiones para que deesta manera podamos elaborar la tanrecurrida —y nunca realizada—construcción democrática de nues-tro destino.

La obra Sujetos frágiles, de JuliaVárela y Fernando Alvarez-Uría, esejemplar y muy recomendable —¡oja-lá insistan en esta línea!— porqueasume como tarea importante, parala sociología, el ocuparse tanto delos desheredados de la sociedadcomo de los efectos negativos quesin duda alguna genera una organi-zación social, cuyo valor más pre-ciado —y más potenciado— es eldinero, con el consecuente trata-miento mercantil del ser humano: el

hombre es tratado como una mer-cancía más en un mercado (esto im-plica el resto), que desconoce lasmás elementales reglas de lo huma-no.

Y para finalizar, nada mejor quepresentar algunos pasajes de estalúcida, rigurosa e imaginativa obraque nos dispensarán de insistirrepetitivamente en sus logros, queson muchos y sobresalientes. Losautores aluden a una situación en lacual se hace constar «predomina enlas sociedades avanzadas una meta-física del sujeto en relación de servi-dumbre con la religión del capital»(Julia Várela y Fernando Alvarez-Uría, Sujetos frágiles, FCE, Madrid,1989, p. 9) y que frente al olvido delos analistas «la pobreza, la explota-ción, la marginación y el desarraigo,en la medida en que no son analiza-dos se convierten en gran medidaen fenómenos sociales inexistentes»(J. Várela y F. Alvarez-Uría, op. cit.,p. 12). De ahí que frente a la omi-sión generalizada «los científicossociales que se resistan a convertir-se en meros portavoces de la razóninstrumental o en los encargados dela cirugía estética y la cosmética delos poderes instituidos no puedanevacuar de sus análisis la estimaciónde la distancia que existe entre lasrepresentaciones edulcoradas de lasrelaciones sociales y la violencia real-mente existente» (J. Várela y F.Alvarez-Uría, op. cit., p. 13), y poreso dada la actual situación «no pa-rece excesivamente favorable a quie-nes, a riesgo de parecer anacrónicos,aún piensan que la lucha por la igual-dad sigue constituyendo hoy un ob-jetivo prioritario de la teoría y de la

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práctica políticas» (J. Várela yF. Alvarez-Uría, op. cit., p. 17). Peroestá muy claro que «fenómenos comola propaganda, el control de la in-formación, la formación de la per-sonalidad autoritaria, la socializaciónfamiliar y otros reenvían todos ellosa la necesidad de construir una teo-ría que permita aclarar por qué losdominados acatan la autoridad dequienes dominan otorgando así le-gitimidad a la dominación» (J. Várelay F. Alvarez-Uría, op. cit., p. 24).

De esta manera: «Caminamos agrandes pasos hacia sociedadesbipolarizadas entre la abundancia yla pobreza. El arte de la política pa-rece condensarse hoy en maximizaruna y controlar la otra» (J. Várela yF. Alvarez-Uría, op. cit., p. 165), porlo que no puede causar asombro que«en general, triunfa la lógica delsálvese quien pueda» (J. Várela yF. Alvarez-Uría, op. cit., p. 163).

Son muy escasas las posibilidadesde que disponemos en la sociedaden que nos ha tocado vivir, a noser que ejerzamos aquella en la quetoda libertad —la idea que hoy sedifunde interesadamente de ella—postmoderna se resuelve: consumir.Nuestra sociedad es una sociedadcapitalista y su mentalidad, construi-da racional e instrumentalmente, esla del consumo: se consume eso, esto,aquello y todo lo que sea. El bienes-tar se alcanza consumiendo —dejopara otra ocasión lo relativo a quiénpuede y no ejercer esa idea de liber-tad y las consecuencias que derivande la falta de capacidad adquisitiva,etc.; tampoco incidiré sobre los con-troles, actitudes y comportamientosde todos los tipos—. Papel de la

imagen, la propaganda y lo cotidia-no. El viejo dicho «tanto tienes tan-to vales» adquiere sus máximos derealidad.

Se puede decir, a partir de unconocimiento aproximado del siste-ma y la situación, que es lógico quela lucha por tener lo acapare todo:se es en tanto en cuanto se tiene.Como resultado de este proceso,hemos llegado a una situación en laque el consumo activo, contemplativoe incluso el imaginario han logradohacer olvidar —efecto somnífero—las realidades más apremiantes y,también, aquellas que a diario espe-ran y se exigen para alcanzar —sien-do lo que no deberíamos ser— losrecursos necesarios que permitensobrevivir en una jungla económica,política (en el sentido weberiano) ysocial donde lo humano es cada vezmás inútil. Prácticamente todo estáen función del capital: denodada peroreal instrumentalización del hombrey de sus relaciones. El cambio o loscambios exigidos por el sistemason numerosos y sorprendentes: entiempos inusitados se cambia deesto a lo otro. Demostración deldominio de lo tangible y efímero.Pragmatismo exacerbado. Papeldel inconsciente y mecanizacióndialéctica de las respuestas. Los nue-vos templos, con sus liturgias, ritua-les y ceremonias, son aquellos re-cintos donde se puede consumar lamaterialización del deseo construi-do publicitaria y socialmente. Enestos lugares es donde todos —losque pueden—, a falta de otras liber-tades disponibles, ejercemos satis-factoriamente la función —que al-gunos consideran como apoteosis de

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la libertad— de consumir lo que de-seamos y que previamente al acto deconsumir hemos sido informados poresa amplia gama de propaganda quecotidianamente y de forma gratuitainvade nuestros buzones. El sistemay sus medios producen una cultura(por ejemplo, hoy es cultura paralos situados en las coordenadas delfin de mes apretado todo aquelloque informa dónde y cuándo es pre-ferible comprar aquí y no allí, etc.)del consumo que, desde nuestraindefensión, reproducimos alegre,social y cotidianamente en los cita-dos templos contemplando ese granescaparate (al alcance visual de to-dos) de productos originales, reori-ginales y sucedáneos —hay casi paratodos en una oferta tanto extensacomo intensa— para luego consu-mirlos y volver a «desear» (no olvi-do, por otra parte, la escasez y lacorrespondiente falta de poder ad-quisitivo).

También van a insistir en cómo«actualmente está en auge la culturasomática. El cuerpo se ha converti-do en blanco de múltiples atencio-nes y es al mismo tiempo un objetoprivilegiado de dispendiosas inver-siones» (J. Várela y F. Alvarez-Uría,op. cit., p. 145); por eso «todo estenuevo interés que despierta el cuer-po, la moda y el diseño, la acelera-ción de los rituales de interacciónestán, qué duda cabe, estrechamen-te ligados a transformaciones socia-les profundas, a cambios en el modode producción y en las formas derelación, a la emergencia de nuevasformas de dominación» (J. Várela yF. Alvarez-Uría, op. cit., p. 145).Debemos tener en cuenta que: «La

cultura del individualismo, delnarcisismo, el cultivo del cuerpo, elconsumo ostentoso de bienes de sa-lud, la promoción de estilos jóvenesde vida alejados de los prejuicios delpasado, los cánticos a la espontanei-dad, la alegría, la distinción y el in-dividualismo rabioso, no constitu-yen un fenómeno ajeno al procesode desmembración del campo social»(J. Várela y F. Alvarez-Uría, op. cit.,p. 160).

Sobre su análisis dicen los auto-res que «nuestro trabajo pretendecuestionar el presente no tanto a tra-vés de un estudio minucioso de lacoyuntura económica o de las cau-sas de la crisis cuanto a partir dedeterminadas formas de desviaciónsocial» (J. Várela y F. Alvarez-Uría,op. cit., p. 15). Reconocen que «lospacientes e imaginativos trabajos deMichel Foucault constituyen piezascon las que inevitablemente habráque contar si se quiere comprenderla actualidad y contribuir a recons-truir el proyecto utópico que naciócon la revolución» (J. Várela y F. Al-varez-Uría, op. cit., p. 19) Piensanque «los trabajos de Michel Foucaulthan abierto la vía a una teoría críti-ca que se ha atrevido a cuestionarlas raíces mismas de la racionalidadpolítica» (J. Várela y F. Alvarez-Uría,op. cit., p. 34) y así ineludiblemente«las producciones de Foucault nodeben ser ajenas a este procesoepistemológico. Por ello, la finali-dad principal de nuestras reflexio-nes consistirá en poner a prueba lostrabajos genealógicos precisamenteen el campo de la "desviación so-cial"» (J. Várela y F. Alvarez-Uría,op. cit., p. 36), y sin olvidar que,

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asimismo, «los sistemas teóricos delos representantes de la llamada nue-va escuela de Chicago no sólo nosinteresan por ser coetáneos de laobra foucaultiana sino también, yespecialmente, porque sus lúcidasproducciones sociológicas se alejande las explicaciones que ecologistas,culturalistas y funcionalistas propor-cionaron sobre la desviación social»(J. Várela y F. Alvarez-Uría, op. cit.,p. 42). De esta manera ante el ideo-lógico recurso de Durkheim y otros(frecuentemente utilizado y casi nun-ca puesto en tela de juicio) suponenque «el concepto de patología, enconcreto, conduce a la naturaliza-ción del de normalidad mientras quenormalidad y desviación son, comomuestra la nueva escuela de Chicago,construcciones sociales históricamen-te determinadas» (J. Várela y F. Al-varez-Uría, op. cit., p. 44).

En fin, nos dicen que «hemos de-nominado sujetos frágiles a los gru-pos humanos y colectivos que cons-tituyen la más clara manifestaciónde las fuertes tensiones que implicala, a la vez rígida y flexible, lógicasocial imperante en nuestra era elecapitalismo avanzado. La distanciacada vez mayor en el orden econó-mico internacional entre los paísesricos y los del Tercer Mundo, lareduplicación de esta misma distan-cia en el interior de las naciones; enfin, la conformación de polos anta-gónicos en el seno de las sociedadesque van desde la marginación hastala excelencia constituyen la mejorprueba de la institucionalidad desociedades escindidas que expresanal desnudo los efectos devastadoresderivados del afán de lucro, la efica-

cia y la competitividad. Son estoscriterios capitalistas quienes regu-lan las relaciones internacionales y,en el seno de cada país, las relacio-nes sociales» (J. Várela y F. Alvarez-Uría, op. cit., p. 10) y «los sujetosfrágiles ponen en evidencia el carác-ter jerárquico y autoritario de nues-tros sistemas sociales. Precisamentepor ello resulta legítimo convertiralgunas de las manifestaciones de ladesviación social en el baremo quenos permita medir la distancia exis-tente entre el ordenamiento jurídicooficialmente proclamado y las con-diciones materiales de existencia»(J. Várela y F. Alvarez-Uría, op. cit.,p. 10). De tal modo que «el eco-nomicismo aparece como la nuevaideología legitimadora de las nuevaspolíticas administrativas, puesto quelas decisiones se adoptan siempreen términos de rentabilidad y efica-cia» (J. Várela y F. Alvarez-Uría, op.cit., p. 11).

Para los autores, «Sujetos frágilespretende contribuir a desvelar zo-nas oscuras de la vida social y porello a una crítica del conocimientosociológico, pues cíesele el punto elepartida se ha optado por manteneruna distancia con esas investigacio-nes administrativas que desfigurany ocultan las realidades sociales me-nos bellas. Por eso nos adentraremosen submundos, en callejones oscu-ros, en zonas donde malviven suje-tos cínicamente condenados a serignorados puesto que sus vidas nomerecen ser iluminadas por losneones de la posmodernidad»(J. Várela y F. Alvarez-Uría, op. cit.,p. 16). Sin embargo, debemos teneren cuenta que «en todo caso, esos

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sujetos frágiles, esos individuos sinatributos, los desposeídos por la eco-nomía y la teoría, son también suje-tos tratados, controlados, sometidosa diversas instancias de control so-cial específicos. Instituciones comola cárcel y el sistema jurídico contri-buyen a hacer coincidir el orden es-tablecido con el orden deseado que,en consecuencia, debe ser protegi-do» (J. Várela y F. Alvarez-Uría,op. cit., pp. 158-159).

Debo manifestar abiertamenteque, después de la lectura de estosensayos, sólo cabe ponerse a tra-bajar —provocan entusiasmo— enesas parcelas o sectores de la so-ciedad que, inexplicablemente, so-lemos esquivar o rehuir. Análisis de-nunciadores de este tipo son losque desbaratan y desautorizan lasfalacias y el fraude que pueden osuelen ser aquellos «otros» dis-cursos que muestran desdén porevidenciar las otras realidades deque se compone la sociedad y que,como he dicho anteriormente,son las tratadas en Sujetos frágiles.La razón sociológica descubre laesencia de la racionalidad y sus

oportunos complementos que con-cluyen en la razón político-ideológi-ca. Por eso, se puede decir que apartir de Sujetos frágiles el conoci-miento de la llamada realidad socialse hace, a la vez, más completo ycomplejo.

Trabajos de esta índole son losque animan a seguir y perseverar enla posible realización de esos valo-res que conduzcan a la emancipa-ción de esta lamentable situación.Valores que de hecho los autoresenarbolan en todo momento y a lolargo de su obra.

Y para concluir decir que Julia yFernando nos permiten redescubrirlo que ya había formulado Henry D.Thoreau: «seleccionamos el granitopara los cimientos de nuestras casasy establos, construimos vallas de pie-dra, pero nosotros no nos asenta-mos sobre un entramado de verdadgranítica, la más elemental roca pri-mitiva. Nuestras vigas están podri-das» (H. D. Thoreau, Desobedienciacivil y otros escritos, Tecnos, Madrid,1987, p. 17).

Manuel José RODRÍGUEZ CAAMAÑO

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Nuevos paradigmas en sociología de las organizaciones

NEIL FLIGSTEINThe Transformation of Corporate Control

(Cambridge —Massachussetts—, Harvard University Press, 1990)

MICHAEL T. HANNAN y JOHN FREEMANOrganizational Ecology

(Cambridge —Massachussetts—, Harvard University Press, 1989)

La teoría sociológica de las orga-nizaciones complejas se encuentraen plena ebullición. Hacía dos dé-cadas que no se producían aporta-ciones importantes, es decir, desdelos trabajos de Blau, Lawrence,Lorsch, Perrow, Pugh, Thompson yWoodward dentro de la llamada es-cuela tecnológica o de la contingen-cia organizativa de los años sesenta.Ahora, tras las «revoluciones» dela teoría de la agencia (Achian,Demsetz, Jensen) y de la teoría eco-nómica de los costes de transacción(Williamson, Ouchi), la sociologíade las organizaciones vuelve a recu-perar la iniciativa teórica y empíricade la mano de dos nuevos paradigmasque seguramente dominarán las dis-cusiones científicas durante la déca-da de los noventa. Se trata de lateoría ecológica de las organizacio-nes y del nuevo análisis institucionalde las organizaciones, que, ademásde proponer un marco teóriconovedoso, abogan por el uso demetodologías de análisis concretas ysofisticadas (los modelos de riesgosproporcionales, en el primer caso, yla etnometodología, el análisis deredes, y la regresión para variablescualitativas, en el segundo).

El libro de Michael T. Hannan yJohn Freeman, Organizational Eco-

logy, constituye el colofón de unaserie de artículos teóricos y empíri-cos de estos y otros autores comoHoward Aldrich y Glenn Carroll.Los supuestos teóricos empleados enlos modelos ecológicos de las orga-nizaciones son sencillos e ingenuos,pero permiten reducir los proble-mas empíricos mediante modelos ri-gurosos e hipótesis claras y defini-das. En su formulación más simple,los autores estudian poblaciones deorganizaciones; por ejemplo, las em-presas del calzado, los partidos po-líticos o los clubes privados en undeterminado ámbito geográfico. Lasorganizaciones nacen, se desarrollany, muchas de ellas, mueren. Los pro-cesos que subyacen a estos movi-mientos naturales se dividen en trestipos que pueden entenderse comofases que se repiten ad infinitum a lolargo del tiempo: variación, selec-ción y retención. Las organizacio-nes varían sus estrategias, estructu-ras y comportamientos a lo largodel tiempo en respuesta a las pre-siones competitivas del entorno enel que operan y también a causa desu búsqueda de legitimidad. Estasfuerzas tendentes al cambio se con-ceptualizan como fenómenos inde-pendientes de la situación reinanteen el entorno en el que opera la

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población de organizaciones de quese trate. Así, la estrategia, estructu-ra o comportamiento adoptado poruna organización determinada pue-de ser o no el óptimo para la super-vivencia en el entorno. Además, lasorganizaciones se comportan coninercia, por lo que la adaptación aun entorno cambiante se dificultaenormemente.

La conjunción de entornos cam-biantes (o no cambiantes) y de va-riaciones casi aleatorias de las estra-tegias y estructuras organizativasimplica que no todas las organiza-ciones quedan «seleccionadas» porel entorno para seguir «viviendo».(Los términos entrecomillados nohan sido elegidos al azar; son losempleados por los autores.) A máslargo plazo, sólo podrán «sobrevi-vir» las organizaciones que «reten-gan» las estrategias, estructuras ycomportamientos idóneos. Una ideaesencial de la teoría darwinista deHannan y Freeman es que las po-blaciones de organizaciones han deobservarse a largo plazo, durantecuarenta, sesenta, cien o incluso másaños. Así, los autores hacen la hipó-tesis de que al principio la tasa de«natalidad» de nuevas organizacio-nes será creciente, puesto que a ma-yor número de organizaciones en lapoblación mayor es la legitimidad delconjunto. Pero la tasa de natalidadcomienza a desacelerarse cuando laspresiones competitivas se hacen másonerosas, llegándose a un punto enel que la tasa de «mortalidad» supe-ra a la de natalidad en la población.Este fenómeno no-monotónico (exis-ten dos tónicas) se debe a que laprobabilidad de supervivencia «de-

pende de la densidad». En términosllanos, se trata de que la capacidadde soporte del nicho donde «habi-tan» las organizaciones se ve afecta-da por el número de las mismas enrelación a los recursos existentes, ladensidad poblacional.

El atractivo sociológico de estateoría radica en que se introducenen el marco analítico dos fenóme-nos aparentemente dispares: lalegitimación de la población de or-ganizaciones en su conjunto y la com-petencia entre las organizaciones in-dividuales por controlar recursos(materias primas, mano de obra, per-sonal cualificado, patentes, e inclu-so legitimidad social o legal). Ade-más, la teoría ecológica de las orga-nizaciones nos presenta un análisissistémico. Otro aspecto atrayente esla posibilidad de generalizar el pro-ceso de dependencia de la densidaddescrito antes a todo tipo de pobla-ciones de organizaciones, pudiéndoseincluso descubrir «leyes» de com-portamiento. Pero el atractivo ter-mina precisamente aquí. Los auto-res no ponen en relación los proce-sos subyacentes de legitimación ycompetencia con los procesos vita-les observados en la población, esdecir, el nacimiento, crecimiento ymuerte de organizaciones. Además,el ansia por hallar leyes de compor-tamiento suele conducir a generali-zaciones insostenibles que despre-cian la especificidad histórica, cul-tural o geográfica del objeto de es-tudio en favor de una concepciónevolutiva y macroscópica en la quese diluye la diversidad y riqueza delmundo real.

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Esta imperfección del marco teó-rico de la ecología de las organiza-ciones no es el mero resultado de laconcepción particular del mundo ode la teoría sociológica que sostie-nen Hannan y Freeman. Los auto-res se hallan enormemente restrin-gidos por la metodología que deseanaplicar para contrastar su teoría conla realidad. Esta metodología se fun-damenta en el extraordinario avan-ce en el análisis de datos vitales rea-lizado por la estadística desde quese publicó en 1972 un artículoseminal de David R. Cox en el quese formulaba un modelo de riesgosproporcionales y se proponía cómoestimarlo. Hannan y Freeman, juntocon Nancy Turna, son los sociólo-gos que mejor conocen las posibili-dades de estos modelos de regresióny métodos de estimación, y estehecho ha influido decisivamenteen el tipo de teoría presentada enOrganizational Ecology.

En efecto, el tipo de variables in-cluido en su marco teórico se res-tringe a aquellas que pueden medir-se a lo largo del tiempo para cadaorganización perteneciente a la po-blación objeto de estudio. No cabepues plantearse si existen disensionesinternas respecto a los objetivosorganizativos, si las organizacionescuentan con una tecnología distin-ta, si su tamaño es muy diferente, osi hay ciertas características asocia-das con un mayor poder de negocia-ción. En los capítulos empíricos deOrganizational Ecology se analizan laspoblaciones de sindicatos, diarios deinformación y empresas electrónicasen Estados Unidos durante perío-dos prolongados de tiempo. Los au-

tores llegan a la repetida conclusiónde que las variables de densidadpoblacional (con un términocuadrático para captar la pauta no-monotónica), la edad de cada orga-nización y un conjunto de variablesdicotómicas para controlar por di-versos períodos históricos se bastanpara explicar las tasas de natalidad ymortalidad organizativa.

Frente a este aséptico, aunquemetodológicamente sofisticado, pro-grama sociológico, los nuevos teóri-cos institucionalistas (DiMaggio,Powell, Meyer, Rowan, Zucker) plan-tean un modelo mucho más rico,aunque con menor poder predictivo,en el que las organizaciones actúanen un contexto dominado por la in-certidumbre, el Estado, las profe-siones, las conductas imitativas, losmitos y los símbolos. Basta decir estopara observar el agudo contraste que,en principio, existe entre el plantea-miento de la ecología y el del neo-institucionalismo organizativo.

En The Transformaron ofCorporateControl, Neil Fligstein, otro desta-cado neoinstitucionalista, realiza unestudio de caso aplicando diversasteorías para explicar los cambios quese han venido produciendo en la di-rección de las cien mayores empre-sas industriales norteamericanas du-rante el siglo xx. La metodologíaempleada son modelos de regresiónpara variables dependientes cualita-tivas. Fligstein se pregunta si losmovimientos de integración vertical,de fusión y absorción de empresasindustriales obedecen a razones deeficiencia y eficacia económicas o siel papel regulador del Estado, lospatrones de comportamiento de las

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profesiones y las luchas de poder enel seno de las organizaciones consti-tuyen factores predictivos más im-portantes. Las conclusiones de suindagación empírica son, en gene-ral, favorables al segundo lado de ladisyuntiva, y permiten a la sociolo-gía plantear un reto teórico y empí-rico importante a otras ciencias so-ciales que dan por garantizada lapresencia del comportamiento racio-nal en la vida económica.

La lectura conjunta de Orga-nizational Ecology y de The Trans-formation of Corporate Control puedeparecer un ejercicio fácil de con-trastación de dos paradigmas de or-ganización radicalmente opuestosentre sí. Esta impresión no es del to-do cierta. La teoría neoinstitucionalanaliza procesos micro-sociológicos(el poder, los mitos y símbolos) in-tegrándolos en el marco macros-cópico del conjunto o campo de or-ganizaciones que se legitiman entre

sí en un contexto incierto y no-ra-cional. (El concepto de campo esanálogo al de población en la teoríaecológica.) Pero es precisamente eseproceso de búsqueda de legitimidadorganizativa lo que constituye elsustrato de gran parte de la teoríaecológica, salvo que ésta se abstraedel nivel microsocial y concentra susarmas en el nivel agregado de la po-blación de organizaciones.

Esta complementariedad entre elanálisis ecológico y el neo-insti-tucional contribuye al reforzamientomutuo de ambas teorías. Cabe espe-rar, por ello, que la sociología de lasorganizaciones realice avances sig-nificativos en los próximos años, so-bre todo en el terreno empírico. Lalectura de estos dos libros resulta,por tanto, altamente recomendablepara todo y todo estudiante de lasorganizaciones complejas.

Mauro F. GUILLEN

DOMINGO DEL PINOMarruecos entre la tradición y el modernismo

(Granada, Biblioteca de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidadde Granada, 1990)

Con la tranquilidad que da ha-blar de lo que se conoce y de lo quese quiere, Domingo del Pino, co-rresponsal de El País y delegado dela Agencia Efe en Marruecos hastalos últimos acontecimientos deOriente Próximo, nos abre las puer-tas de un universo de contrastes,donde las dualidades no sólo coexis-

ten, sino que caminan en busca desu propia idea de progreso. Nos en-contramos ante una monografía quecon tono ágil y profundo inicia unaserie de publicaciones sociopolíticassobre el Mediterráneo en la Univer-sidad de Granada. Con ella se con-tribuye a enriquecer el hasta ahoraescaso panorama español en este tipo

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de estudios. Su oportunidad y sucalidad la hacen merecedora de nues-tra «necesaria e imprescindible lec-tura», según la compartida opinióndel ex ministro Fernando Moran,oportuno prologuista de la obra.

Los crípticos y fastuosos palaciospueden envolvernos, las mansioneslujosas y los complejos residencialespueden engañarnos, las medinas ale-gres y coloristas pueden hacernosviajar en el tiempo, pero estas reali-dades no podrán por sí mismas, sinel auxilio de otras, revelarnos quées Marruecos: ¿cómo se concibe yse articula el poder?, ¿qué tipo derelaciones ha mantenido?, ¿cuál essu posición en el ámbito magrebí yeuropeo? Todas estas cuestiones en-cuentran reflexiva respuesta a lo lar-go de los diez capítulos de la obra,en un viaje que Del Pino comienzaantes de la consecución de la inde-pendencia marroquí. Tres serán lasparadas obligadas: el poder, la evo-lución del sistema político y las rela-ciones exteriores.

El poder, el estudio de suslegitimidades, la personalización enla figura del soberano, la constitu-cionalización e institucionalizacióndel mismo ocupan los tres primeroscapítulos. En ellos ya se inicia lapeculiar evolución del sistema polí-tico que constituye el grueso de laobra, en la que el autor, entre líneasy con la complicidad de quien no esextraño al destino de un pueblo,plantea, de un lado, la capacidad dela monarquía alauita de absorber ysatisfacer las demandas de reforma;de otro lado, si las legitimidades di-nástica y religiosa generan espaciosabiertos a la modernización. La es-

fera de las relaciones exteriores seencuentra salpicada en los aconteci-mientos políticos internos, sin recu-rrir a dedicar capítulos separadosmás que en el caso de las relacioneshispano-marroquíes en el décimo yúltimo.

En ningún país árabe se ha con-cebido un Poder civil independientede la realidad religiosa. Marruecos,por razones históricas, es de los paí-ses del Norte de África el más sus-ceptible de iniciar una vida de Esta-do con cierta autonomía. A laslegitimidades del poder en sí mismo—dentro de las cuales se halla lareligiosa—, se une la legitimidad detipo operativo que reside en lafuncionalidad del Estado. De ladialéctica generada surge una rela-ción operativa en la que la legitimi-dad del poder asentada en lo reli-gioso no sólo no estorba a las otras,sino que se halla cómodamenteubicada en el aparato estatal,institucionalizada en el colegio delos ulemas. Este equilibrio dedinamicidad interna puede versetruncado por la emergencia de ungeiser de gran magnitud, el funda-mentalismo islámico. Basta escarbarmuy poco en la conciencia indivi-dual y colectiva para que la Charia yel Corán aparezcan. Allí donde sedetienen las formas occidentales ymodernizantes, allí aparece el Islam.Una sociedad que reacciona mejor alos símbolos que a cualquier razo-namiento, hecho o demostración esun buen campo para simientesislámicas. Sin duda, Abdesalam Yasinintentó canalizar el potencial islámicoy acceder al poder por medios de-mocráticos. El suyo fue sólo un in-

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tentó, pues al margen de sus prédi-cas apocalípticas atacó laslegitimidades religiosa y dinástica delpoder. Inquietaba que sostuviese queDios no delega en nadie su autori-dad, que el ejercicio del poder co-rresponde a la Umma, que no esadmisible calificar al poder comohereditario. Con estas afirmacionesel porvenir político no podía ser otroque la cárcel y la represión. Sin em-bargo, esta visible actitud hostil delpoder constituido no hizo disminuirel número de asociaciones islámicas—alrededor de unas veinte—. Des-pués de la revolución de Irán, elislam oficial y el islam militante lu-chan denodadamente y en disparidadde condiciones por el espacio reli-gioso.

En Marruecos, el poder, lejos deconsideraciones abstractas, tienenombre y apellidos, es un poder per-sonal y casi absoluto. Esta es la fuerzay la debilidad del sistema. Desde quesu antecesor, Mohamed V (a quiense deben las primeras reformas lega-les y los primeros intentos de demo-cratización), muriese en 1961, Has-san II ha ido progresivamente aca-parando todas las legitimidades —jalifiana, sultaniana, cherifiana e his-tórica— y monopolizando el poder.Uno de sus mayores logros (ademásde acabar con el poder de Españaen África y domesticar al movimien-to nacional) ha sido el de positivizar,con rango constitucional y en un sin-fín de disposiciones ordinarias, cuan-to atañe al funcionamiento del Esta-do. Utilizando categorías y concep-tos constitucionales universalmentecompartidos, les ha dotado de unaoperatividad sui generis, reservándo-

se para sí la última palabra en mate-rias tan diversas como: formar elgobierno, presidir el Consejo deMinistros, representar a la nación,firmar y ratificar tratados, interve-nir en el proceso legislativo, disol-ver el parlamento, declarar la gue-rra y proclamar el estado de excep-ción, nombrar a los magistrados dela justicia secular y los de la justiciareligiosa, etc. Frente a este numerusapertus de derechos, sus obligacio-nes de consulta al presidente de lacámara y dirigir un mensaje a la na-ción, no resultan en absoluto gravo-sas.

Ante tal acopio de competenciasla utilidad de las instancias legislati-va y gubernativa puede cuestionarse.En los cuatro períodos legislativoshabidos hasta el momento en el senodel parlamento no se han tratadocuestiones relevantes (para ello secelebraron Coloquios de Ifrán —so-bre educación— y el de EconomíaNacional —sobre la crisis—). Sumarginalidad se agrava al no ejercerel control presupuestario, ni vigilarla acción del gobierno. Al Ministe-rio del Interior, ni siquiera le quedala satisfacción de ver colmado su tra-bajo con un gabinete acorde con losresultados electorales obtenidos. Elinterés de un nuevo gobierno, ade-más de su condena a tareas de admi-nistración o gestión, es el de promo-ción de determinados clanes fami-liares con los que se refuerza elMajzén. El centro de decisión polí-tica sigue en las mismas manos. Si-gilosa y operativamente, el «mazjén»va extendiendo sus redes asegurán-dose la fidelidad de cada uno de susnudos. Domingo del Pino intenta

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aprehender esta institución tan es-curridiza. Unas veces estilo de go-bierno, otras aparato de vehiculacióndel poder. Sus raíces históricas noslo presentan como la más sabia uti-lización de las relaciones individua-les para legitimar, repercutir y am-plificar la autoridad del sultán.

Del Pino no sólo nos ofrece esteestudio del fenómeno del poder, sinoque nos hace recorrer las sucesivasetapas de la evolución político-socialmarroquí:

Progresiva consolidación. Despuésde instalarse en el trono, Hassan IIcomienza con una actitud dedualidad en su proceder que noabandonará nunca (de lo que hemostenido buena muestra en el con-flicto del Golfo). Si por un lado an-ticipaba la revisión de los órganosdel Estado en base a la participa-ción, por el otro promulgaba unila-teralmente la «Ley Fundamental deReino». A esta ley le seguirían lasConstituciones de del 62, 70 y 72.El estado de excepción y dos atenta-dos harán que su liderazgo incues-tionado busque causas de concilia-ción nacional. La excusa perfecta fuecoger la antorcha de la reivindi-cación nacionalista a través de lamarroquinidad del Sáahara, empren-der la marcha verde y ocupar el te-rritorio. El autor recoge los capítu-los más decisivos de la descolo-nización del Sahara, la creación dela República Árabe Saharaui y elpenoso e inacabado proceso de re-conocimientos, amén de analizar lasituación de los hechos en la actua-lidad.

La experiencia democrática se ini-cia con las elecciones del 77 comoun ofrecimiento de reconciliación almovimiento nacionalista. El aper-tu-rismo llegaba en mal momento; le-jos de lo esperado, el Sahara ocasio-nó más problemas de los previstos,era una herida de gran costo econó-mico para unos bolsillos vacíos. Apesar de concesiones de todo tipo,la reactivación y la radicalización delos sindicatos volvió a aumentar ladureza de la represión.

El desencanto. La experiencia de-mocrática se diluía. Las subidasanunciadas de cinco artículos de pri-mera necesidad desencadena una olade protestas que acabarían por con-vertirse en la huelga general del 81.Además de las controversias de in-terpretación constitucional, con estahuelga se inician una serie de dis-turbios que acabarían con el proce-samiento y detención de destacadoslíderes de la Confederación Demo-crática de Trabajadores. Este perío-do concluirá con el arresto domici-liario de los diputados socialistas antesu oposición a prolongar el manda-to parlamentario, aduciendo lairretroactividad de las leyes (en con-creto, la reforma constitucional apro-bada por referéndum el 30 de mayode 1980).

La ruptura blanda se produciría porun acopio de descontentos, de raízeconómica en su mayoría, que lasmaltrechas arcas no podían solven-tar. Los rumores de nuevas subidasllovían sobre mojado, la población(como ha vuelto a suceder el pasadodiciembre del 90, respondiendo a laconvocatoria de huelga general) sa-lió a la calle a reclamar «su pan». La

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represión volvió a llenar las cárce-les. Nuevas elecciones generales yun nuevo gobierno a estrenar en el85. De por medio una «sorpresiva»unión con Libia que confundió alpanorama internacional.

La recuperación arranca de la rup-tura de la boda con Libia y el res-tablecimiento de relaciones conArgelia. Se inicia un programa desaneamiento de la economía marro-quí en cooperación con el FondoMonetario Internacional. Los airesliberalizadores inciden en la priva-tización del sector público y en enor-mes ventajas para las inversionesextranjeras. En el campo de las li-bertades políticas que tan buenaprensa tenía se vio dañado por losinformes de Amnistía Internacional.Los partidos políticos no logran co-nectar con la opinión pública.

Un tercer gran bloque nos con-duciría al capítulo de relaciones exte-riores, que si bien inciden en la evo-lución política y en el fenómeno delpoder, tiene autonomía propia. Lasdotes diplomáticas del monarcaalauita se han puesto de manifiestoen estos treinta años y muy recien-temente con motivo de la Guerradel Golfo. Practicando amores y des-amores a conveniencia se ha ido de-jando caer en los brazos de EstadosUnidos y Rusia. Las relaciones conlas antiguas potencias colonizadorashan cobrado distinto cariz, tanto porla cualidad de los contenciosos his-tóricos, como por la de los presen-tes. El esquema de actuación segui-do por nuestro vecino marroquí hasido reiterado, por tanto previsiblepero indudablemente eficaz. Cada

una de las tres crisis de relevanciacon Francia, con la consiguiente sus-pensión de ayudas, ha ido seguidade un acercamiento a Estados Uni-dos. Si la respuesta de los america-nos era negativa o insuficiente, nohabía problema en acudir a las puer-tas alemana, kuwaití o soviética. Sinduda, saber estar en el momento jus-to y con los «amigos» justos deján-dose guiar unas veces por la cabezay otras por el corazón (o el monede-ro) es el mejor de los dones de estereputado estadista.

En el caso de España, no ha falta-do ningún ingrediente en nuestrasrelaciones para hacerlas difíciles. Eldiálogo entre ambos países se ha vistoentorpecido por cuestiones pocopacíficas como la pesca, las reivindi-caciones territoriales y la inconclu-sa problemática saharaui. El prime-ro de los obstáculos enumerado, trasbeneficiarse escasamente de losAcuerdos pesqueros del 77, hubode esperar al 83 para concluir unacuerdo a largo plazo; en estos mo-mentos la Comunidad EconómicaEuropea asume la negociación evi-tándonos puntos añadidos de fric-ción. Ceuta y Melilla siguen siendoel talón de aquiles, un arma políticade treinta y tres kilómetros cuadra-dos, sobre los que pesa una historiaplagada de ocupaciones, cercos, con-quistas, cesiones y tratados hasta lle-gar a ser lo que conocemos. Desdeque en la Paz de Tetuán en 1810 sereconocieron definitivamente los lí-mites de las dos ciudades, Marrue-cos no ha dejado de reivindicarlas.En la dialéctica marroquí se hanobservado distintas etapas: antes delProtectorado, tras la consecución de

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la independencia y la iniciada en el87 con la propuesta de una «Célulade Reflexión hispano-marroquí».Dormida la conciencia por el tiem-po, la cuestión del Sahara aparececomo una «historia interminable» dela que ni siquiera se sacó rentabili-dad política ni económica. En la ac-tualidad, no sin optimismo de nues-tro compañero de viaje, hay ánimosconfesados por las dos partes deabordar las relaciones sin traumas(como están demostrando los hechosen la actualidad), con la madurezsuficiente para mirar al horizonte yprever a largo plazo soluciones que

cierren una página de más de dossiglos de enfrentamiento.

Domingo del Pino, a lo largo deestas páginas, pone de manifiestocómo, a pesar de que la capacidadde iniciativa haya sido reducida a lamínima expresión, no se ha podidoacabar con la reivindicación de unaConstitución democrática y de unreparto más justo de la riqueza. Losiniciados en la materia y el lectorocasional dispondrán de una buenamuestra de cómo rigor y estilo noestán reñidos.

Ma Angustias PAREJO FERNÁNDEZ

ERIC DUPINOui. Non. Sans opinión. 50 ans de sondages IFOP

(París, InterEditions, 1990)

El Instituto Francés de OpiniónPública y de Estudios de Mercado,conocido bajo sus siglas IFOP, fuecreado por Jean Stoetzel en 1938.Con la puesta en marcha de esteInstituto se introdujeron en Francialos estudios de opinión a través deencuestas. En 1945, el IFOP fundael Instituto de Estudios ETMAR,cuyo objetivo era realizar estudiosde mercado nacionales e internacio-nales. Estas dos fechas marcan elinicio del importante desarrollo quehan conocido las encuestas en Fran-cia. Además, el IFOP ha participa-do activamente en los trabajos delgrupo Gallup, animados durantemuchos años por el mismo GeorgeGallup (1901-1984), fundador del

primer Instituto de encuestas deopinión en EE.UU. El IFOP es elque introduce la técnica de la en-cuesta en Francia y hasta 1963, fe-cha de creación de la Sociedad Fran-cesa de Investigación Mediante En-cuestas (SOFRES), ha sido el únicoInstituto encargado de hacer este tipode trabajos. Esta situación de mo-nopolio explica —como dice el au-tor de la obra comentada— queIFOP y sondage fueran entonces dostérminos casi sinónimos.

Los principales sectores de activi-dad del IFOP han sido y son: elmárketing, los medios de comunica-ción, la publicidad, las empresas ylos estudios de opinión. En 1988, elIFOP se incorporó al Groupe

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Bossard, primer grupo francés deasesoramiento y de servicios a lasempresas. Las filiales IFOP-Salud,Hechos y Opiniones, EOS, así comola Sociedad Différence, formaránparte, en lo sucesivo, de la actividaddel grupo.

El IFOP ha demostrado desde suorigen su vocación científica, y hacontribuido de una manera notoriaa la historia de la opinión. Dirigidopor los fundadores, Jean Stoetzelprimero, Alfred Max después, estavocación ha sido perseguida sin in-terrupción por Roland Daoun,Héléne Riffault, Alain Girard yCristophe Riboud.

Después de cincuenta años, gra-cias a los estudios de opinión y a losmedios de comunicación que le hanhecho eco, el IFOP es la memoriade la opinión pública y de la socie-dad francesa, con una base de datosúnica que constituye una referenciapermanente para quienes están inte-resados en estas materias.

La encuesta no es una invenciónfrancesa, dice Eric Dupin, sino quenace en EE.UU. con George Gallup,quien fundó en 1936 el Instituto quelleva aún su nombre. La técnica dela encuesta tuvo ocasión de demos-trar su importancia y utilidad desdelas elecciones presidenciales ameri-canas de 1936. Tras este comienzode la era de la encuesta, Gran Breta-ña es el primer país europeo afecta-do por este fenómeno. Un enviadode Gallup está en el origen de lacreación, también en 1936, del Ins-tituto Británico de Opinión Públi-ca, que efectúa su primera encuestaen 1938. Francia le sigue de cerca y,en abril de 1938, Jean Stoetzel, fun-

dador del IFOP, conoce a GeorgeGallup en la Universidad de Colum-bia. Es él quien acuña el términofrancés de sondage, destinado a se-ñalar la dimensión reducida de lamuestra. El IFOP se crea ese mismoaño, con el objetivo de la investiga-ción científica, de estudiar día a díalos hechos de opinión, y de analizarlas condiciones sociológicas de estefenómeno, según Stoetzel.

Una vez confirmada la vocacióncientífica del nuevo Instituto, sustrabajos se publican en la revistaSondages, cuyo primer número salea la luz en 1939, y que apareceráregularmente hasta 1978. Así, enmedio siglo de existencia, la sumade informaciones recogidas por elIFOP es sumamente importante yabarca campos tan diversos como:la política, las cuestiones de socie-dad, lo social y lo económico. ElIFOP ha constituido así un bancode datos de una incomparable ri-queza para todo aquel que se intere-sa por la evolución de la opiniónpública francesa desde hace cincuen-ta años.

Esta riqueza temática del bancode datos del IFOP obliga al autorde esta obra a realizar una seleccióntan severa como subjetiva, dicho consus propias palabras. El libro reúneasí un conjunto de encuestas reali-zadas por el IFOP en torno a dieci-nueve materias muy concretas. Suobjetivo ha sido mostrar lo que lasencuestas han aportado al conoci-miento de los temas más variados,desde Europa a la religión, pasandopor los conflictos sociales o la con-dición de las mujeres. Se incluyencuadros y gráficos elaborados a par-

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tir de dichas encuestas. Se especifi-ca la fecha de realización de la en-cuesta, al igual que el órgano deprensa o el organismo que lo ha en-cargado, siempre que el cliente hapodido ser identificado. Cuando unaencuesta no se ha dirigido a unamuestra representativa del conjuntode la población francesa adulta, seindican las características de lasubpoblación interrogada. Sin em-bargo, en este libro se echa de me-nos un índice de cuadros, tablasy gráficos, así como la utilizaciónde referencias bibliográficas queenmarquen el objeto de estudio.Quizá el sugerente título que identi-fica a esta obra podría confundir aalgunos lectores interesados en elanálisis profundo de las encuestasde opinión. No obstante, la idea ori-ginal es loable: recopilar la informa-ción contenida en el Banco de Da-tos de un Instituto de Opinión Pú-blica francés, por lo que puede re-sultar útil a los investigadores inte-resados tanto en la técnica de la en-cuesta como en la opinión públicafrancesa.

Esta obra, que aparece en enerode 1990 y consta de 320 páginas,está estructurada en diecinueve ca-pítulos, dedicando cada uno de ellosa los temas —objeto de estudio delIFOP— que han sido seleccionadospor el autor, como una muestra re-presentativa de medio siglo de his-toria de la mentalidad de los fran-ceses.

En el primer capítulo se descri-ben los comienzos de las encuestasen Francia. Los capítulos segundo,tercero y cuarto están dedicados ala política. El quinto capítulo, titu-

lado por el autor: «¿se equivocanlas encuestas?», además de ser elmás extenso, aborda un tema de es-pecial interés para las personas queinvestigan con esta técnica de reco-gida de datos.

Según Eric Dupin, existe un me-dio muy simple para cerciorarse dela inestabilidad de las opiniones re-cogidas a través de las encuestas: laselecciones. El sufragio universal,dice, tiene el mérito de validar demanera inconfundible la técnica dela «muestra representativa», y tam-bién de mostrar sus límites. La com-paración de estudios preelectoralescon los resultados de un escrutinioes la única manera de verificar lapertinencia de las encuestas, pe-ro este ejercicio supone, segúnE. Dupin, indispensables precaucio-nes. Hay en principio un problemade tiempo, pues la encuesta no esuna previsión del estado futuro dela opinión. Durante la campaña elec-toral, todo puede cambiar de un díaa otro. Además, una encuesta, in-cluso realizada a algunos días delescrutinio, no puede tener en cuen-ta las últimas variaciones de la opi-nión. Una intención de voto no esun voto, la intención declarada estásiempre dentro de la probabilidad(«¿Por quién tiene Vd. más posibili-dades de votar?») y/o de lo condi-cional («¿Si la elección tuviera lugarhoy...?»). No hay que olvidar nuncaque la intención de voto permaneceen el orden de la opinión, mientrasque el voto resulta de la decisión.

Tampoco hay que olvidar las di-ferencias de orden práctico, en elsentido de la desconfianza que pue-de tener el entrevistado ante el

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anonimato de la entrevista. Convie-ne asimismo recordar los límites téc-nicos del instrumento, cuando secomparan encuestas preelectoralesy resultados de las urnas. En las en-cuestas hay que tener en cuenta siem-pre el margen de error, generalmen-te estimado en el 3 por 100 cuandose han realizado 1.000 entrevistas, yla precisión no aumenta mucho cuan-do se incrementa el número de per-sonas interrogadas.

Los resultados obtenidos en lasencuestas realizadas por el IFOP hanvariado según el tipo de elección.En los referendos es en donde elIFOP ha mostrado un mayor éxitocon sus encuestas, aunque tambiénha obtenido algún fracaso, como fueel caso del Referéndum del 5 de mayode 1946 (primer proyecto de Cons-titución"), en donde las desviacio-nes entre sus cifras y el resultado delas urnas se elevaron al 7 por 100.El IFOP explicó esta desviación poruna decisión tardía de los indecisosen favor del «no», más que por loscambios del último momento de par-tidarios del «sí» hacia el «no». Conello se realza aquí la primera causade «error» de las encuestaspreelectorales: las evoluciones pos-teriores a la última encuesta efec-tuada. Se detallan, en este quinto

* El 5 de mayo de 1946 se sometió aReferéndum el primer proyecto deConstitución en Francia. Los electoresrechazaron el régimen de Asamblea única yeligieron una nueva Asamblea constituyenteque redactó un texto de compromiso,creando una segunda Asamblea con podereslimitados: el Consejo de la República. Losresultados de este Referéndum fueron: el45,97 por 100 a favor del «Sí», y el 54,03por 100 a favor del «No».

capítulo, más encuestas preelec-torales realizadas por el IFOP, y sesubraya otra de las causas impor-tantes de los desvíos de éstas: la abs-tención.

Los capítulos siguientes se dedi-can a temas que han sido o son deinterés general para la opinión pú-blica francesa, como: cuando se pien-sa en la guerra (cap. 6); Europa, unsueño para pasado mañana (cap. 7);lo que preocupa a los franceses(cap. 8); economía, la terrible incre-dulidad de los franceses (cap. 9);viva el Estado, abajo la administra-ción (cap. 10); huelgas: el usuariocontra el ciudadano (cap. 11); el ra-cismo, un viejo conocido (cap. 12);la religión en peligro (cap. 13); lasalud, esto es sagrado (cap. 14); Fran-cia tiene miedo (cap. 15); feminis-mo, una conquista inacabada (cap.16); el servicio militar, está bien paralos otros (cap. 17); la carretera quemata (cap. 18); y ¡viva el tiempo li-bre! (cap. 19).

El libro concluye con unas re-flexiones en torno a las lógicas de laopinión, entre las que cabe destacarlas que se recogen en un epígrafetitulado el «Test de los "sin opi-nión"». Según el autor, existe unmedio muy simple de verificar si unaencuesta mide una opinión firme-mente determinada o no: examinarel nivel de las no respuestas. En suopinión, se hace poco caso de laspersonas que no se pronuncian. Siel número de estas personas es muyelevado se trata, generalmente, deque la pregunta, bien por suformulación, su tema, o bien por elmomento en el que se ha planteado,

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no ha suscitado una atención perti-nente. Una indeterminación relativade la opinión, debe incitar a tomarprecauciones antes de proclamar de

manera perentoria:pensent que...».

:<les francais

Pepa CRUZ CANTERO

ROSARIO OTEGUI PASCUALEstrategias e identidad. Un estudio antropológico sobre

la provincia de Teruel(Teruel, Instituto de Estudios Turolenses, Excma. Diputación de Teruel,

1990)

Como indica el prologuista (Enri-que Luque) de esta sensible y ho-nesta investigación, el estudio se en-cuadra en el marco intelectual delos trabajos sobre la identidad re-gional tan estimulada por la transi-ción política de los últimos años.Explora, como en otros casos", losniveles de identidad en el mundorural de la provincia (Teruel en estetrabajo) desde la perspectiva de laAntropología Social.

A este respecto me gustaría seña-lar de partida la novedad que supo-ne este tipo de investigación al su-perar la típica y tópica pequeña co-munidad rural o el grupo margina-do sobre el que hasta entonces ha-bíamos trabajado los antropólogos.El enfoque de los estudios de comu-nidad —hoy tan practicado, por cier-to, en otras disciplinas— ha sido jus-tamente criticado por su tendenciaa considerar a ésta como una enti-

* Dirigidos por C. Lisón, entre otros delmismo equipo, el de José LISÓN ARCAL,Cultura e identidad en la provincia de Huesca,Caja de Ahorros de la Inmaculada, Zaragoza,1986, o el de M.a Isabel JOCILES RUBIO, Lacasa en la Catalunya Nova, Ministerio deCultura, Madrid, 1989.

dad aislada y autosuficiente, poresconder los lazos de la comuni-dad con el contexto más ampliode la región y de la nación en queestaba inmersa, por convertir ensuma la comunidad en una «tribu».(Aunque al mismo tiempo losantropólogos que estudiaban propia-mente tribus remarcaban, por elcontrario, la dinámica interacción einterrelación de estos colectivos enel tiempo y el espacio con el mundomás amplio del que forman parte.)El uso y abuso de estos pequeñosgrupos rurales, pequeños y recoletos,parecía derivarse directamente de latécnica favorita del antropólogo, laobservación participante, que tanbien se adaptaba a una pequeña co-lectividad con nítidas fronteras (y sino eran tan nítidas ya se intentaríaque lo fueran). Lo que no estaba tanclaro es por qué esa pequeña colec-tividad tenía que ser el colectivo raro,exótico y marginal que entonces ele-gíamos y no, por ejemplo, la sin dudafascinante pequeña élite de los po-derosos.

Para intentar superar este ticantropológico surge en nuestro paísel estudio de la identidad, que se

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pretende no sólo relevante para lasociedad actual, sino que ademásplantea un objetivo más amplio ycomprensivo que el precedente. Perosin embargo la propia definición delobjeto de estudio conlleva no pocosproblemas políticos, geográficos, his-tóricos e ideológicos que evidenciala aparentemente simple (pero enrealidad muy significativa y comple-ja) elección del inocente rótulo de«regionalismo» que algunos investi-gadores han utilizado para caracte-rizar estos estudios frente a un al-ternativo «nacionalismo» de otros.Detrás, evidentemente, dos filoso-fías políticas muy dispares. Pues bien,el estudio de la «provincia» tieneconnotaciones y riesgos muy simila-res. ¿A qué nivel de abstracción exis-te la cultura turolense?, ¿no subyacela peligrosa correlación de un terri-torio común, una cultura y un len-guaje común?, ¿por qué la provin-cia y no cualquier otro nivel de aná-lisis?, ¿por qué únicamente las zo-nas rurales?, etc.

Aun con este problema de parti-da, Charo Otegui ha realizado unespléndido trabajo en varios senti-dos. Por una parte es sorpren-dentemente consciente de estos pre-juicios y en su discusión de los «va-lores asociados al territorio» (cap. V)plantea los problemas de concepcióndel espacio y la identidad, defiendeuna perspectiva de la comarca mássofisticada que la usual, mecánica yNaif al poner de manifiesto su natu-raleza radicalmente variable y móvilen el tiempo y en el espacio. Heaquí su postura sobre los factores osignos diacríticos «que coayudan a laformación de una conciencia comarcal,

tales como diferente geografía, activi-dad económica, existencia de un nú-cleo, etc. (...) no son utilizados en elmismo sentido y de la misma forma enlas diferentes zonas comarcales (...) alno ser inmutables permiten a los acto-res su elección o rechazo en un procesohistórico y dialéctico de recomposiciónde la comarca» (p. 136). El turolenseno forma una tribu, evidentemente.

Su análisis de abajo arriba —lacasa, la comunidad local, la comar-ca y la Autonomía frente a otras—se plasma a dos niveles interrela-cionados: la organización estructu-ral por un lado y la configuraciónideológica por otro. Así va desgra-nando no sólo los aspectos formalesde reproducción doméstica, sino losvalores asociados a los hombres ymujeres que la componen; a las aso-ciaciones locales une la representa-ción simbólica de la vecindad; a laespecificación de niveles comarca-les, el análisis de los estereotiposregionales. El material utilizado deprimera mano, cualitativo, rico y di-verso se refiere fundamentalmente alas formas «tradicionales» como, porejemplo, fiestas y romerías genera-doras de identidad, si bien tambiénse apuntan nuevas formas de identi-dad; su análisis da preferencia a losaspectos más netamente culturales,los símbolos y rituales de identidad.Viene a concluir que los estereoti-pos regionales, aparte sus condi-cionamientos históricos, económicosy sociales, sirven tanto de un subje-tivo «espejo reflectante, de agluti-nadores de intereses diversos y en defi-nitiva... una elaboración mental paraparticularizar» como de instrumen-tos «reales y objetivos en cuanto que

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diferencian y categorizan las relacionesinterregionales» (p. 199). La identi-dad a la vez delimita fronteras y lassupera, es «una respuesta a los proble-mas de interacción. Frente a las postu-ras que sostienen que la solidaridadintercomunitaria es más fuerte entrepueblos aislados (...) es el contacto, larelación, el intercambio entre gruposhumanos el que facilita el estallido dela conciencia diferenciadora» (p. 200).

Pero quizá aún más importanteque sus aportaciones concretas es eltalante, calidad y calidez de la inves-tigadora. Frente a la utópica aspira-ción de que el etnógrafo recogía «da-tos objetivos desapasionados», hoyse reconoce, por fin, la inevitableinterferencia humana que en el pro-ceso de la etnografía ejerce el obser-vador en lo observado. Para bien opara mal según los casos. Hay aque-llos en que el etnógrafo hace bienen tratar ele ocultarse porque clesve-la las circunstancias oscuras de suinvestigación, su consideracióninfantilizante y demagógica de los«sujetos» de estudio (a los que qui-zá califica de «objetos») y su adhe-sión acrítica y canónica a textos yteorías coyunturales. No es éste elcaso de Charo Otegui, puesto quesu posición teórica —y la naturalezade su mirada— proviene evidente-mente de su propia postura vital yprobablemente tiene bastante que vercon su trayectoria profesional e in-dependencia personal. La etnografía,hemos comprendido finalmente, esbásicamente una cuestión de ética yexperiencia. La interferencia huma-na en el caso de Otegui es una es-pléndida interferencia.

Otegui, que parte de un trabajointensivo y extensivo en profundi-dad —dos años a tiempo completo yun total de 1.400 informantes entre-vistados—, ha sabido unir rigor, sen-tido crítico y sensibilidad hacia susobjetivos de estudio. A la represen-tatividad de la muestra, una laborcostosa y minuciosa en tiempo y de-dicación, se une la comunicación delos sentimientos humanos a travésde citas populares de un gran en-canto y espontaneidad, bien elegi-das, que apoyan el texto. La presen-cia de la autora en el texto no esintrusiva ni narcisista, sino por elcontrario —y esto según mi puntode vista es un error— más bien apa-rentemente nula, y sin embargo seintuye su esfuerzo en trabajo de cam-po y esa mezcla de soledad del buenetnógrafo y su simultánea dependen-cia e interrelación con esos sereshumanos que estudiamos. Esto esevidente en uno de los poquísimoscomentarios personales que ofreceeste libro y que no me resisto a se-ñalar: en uno de los pueblos quetrabaja, cuenta cómo tras hacer unaentrevista en una pequeña aldea, eldueño de la casa al día siguiente seacerca a su domicilio en una pobla-ción mayor y le dice: «como se acer-can las Navidades, mi mujer y yo he-mos pensado que se venga a nuestracasa a pasarlas con nuestros hijos quevienen de Barcelona, ya le haremos unsitio. En esta tierra no se puede con-sentir que esté usted sola». Otegui afir-ma que éste es un ejemplo de lacategoría «nobleza» entendida como«generosidad».

Sólo me resta señalar la impor-tancia de escuchar las «voces» de

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hombres y mujeres turolenses en laspáginas de esta investigación. Estees, sin duda, un trabajo sólido, en elsentido de estar básicamente enraiza-do en la comunicación de una expe-

riencia humana. También es un va-liente intento de reflexionar sobreel significado, los significados, deesa vital experiencia.

María CÁTEDRA

FRANCISCO ANDRÉS ORIZOLos nuevos valores de los españoles(Madrid, Fundación Santamaría, 1991)

Tomar el pulso a la sociedad esalgo que los sociólogos estaríamosdeseando poder hacer; sin embargo,no todos tenemos la oportunidadcomo la que brinda a Orizo el pro-yecto europeo promovido por laFundación European Valué SystemsStudy Group (EVSSG) desde hacevarios años (1983) en que se llevó acabo la primera Encuesta Europeade Valores. Aquella ocasión permi-tió al autor la publicación del libroEspaña, entre la apatía y el cambio so-cial, editado en Mapire (AndrésOrizo, 1983).

El tema de los valores es muy com-plejo y sólo suele utilizarse para ha-cer afirmaciones generales, como «lajuventud actual carece de valores» o«el dinero es el único valor de lasociedad actual». Sin embargo, elautor viene trabando desde antiguo,que sepamos en 1979 ya publicó enla colección de monografías del CISun trabajo en el que se trataba estetema (Andrés Orizo, 1979), y apor-tando su experiencia. Ello hace queel libro que presentamos tenga unacaracterística peculiar, no se tratadel resultado de una sola encuesta,

sino que en él se ofrece la compara-ción entre las dos encuestas, la de1983 y la actual, intercalándose ade-más resultados de otro reciente tra-bajo como es el de la Encuesta de laJuventud, realizado para la Funda-ción Santamaría por este autor, en-tre otros (Andrés Orizo y otros,1989).

¿Qué son los valores? Según laEnciclopedia de Ciencias Sociales,«el término valores puede referirse aintereses, placeres, gustos, preferen-cias, deberes, obligaciones morales,deseos, necesidades, aversiones,atracciones y muchas otras modali-dades de orientación selectiva» (tomo10, p. 607); son por tanto actitudesvitales, que van a determinar nues-tros comportamientos, a pesar de queen distintas ocasiones se ha consta-tado que no existe una total corres-pondencia entre ambos. Estos com-portamientos van a dar lugar a laconstrucción de la sociedad, con untipo de demandas o de otras, con untipo de expectativas u otras, etc. Sepodría decir que el término se hasustituido, aunque no formalmente,por el de «estilos de vida» (E. V.),

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que actualmente se utiliza muchopero al que nadie ha dado un conte-nido global (se utiliza parcialmentepara definir parcelas del propio con-tenido sociológico: por ejemplo, E.V. y Familia; E. V. y Salud; etc.).

El grupo europeo al que perte-nece el autor trata de teorizar sobreel tema. Ya sabemos que una en-cuesta no es absolutamente teoríasociológica, pero también sabemosque la teoría se construirá y se re-forzará hoy en día a partir de lasconstataciones empíricas. En estesentido trabaja el autor tomandoconceptos de Ronald Inglehart, queen The Silent Revolution realiza unapropuesta teórica acerca de los va-lores materialistas y posmaterialistas,la medida de éstos consta de unapregunta básica que trata de la pre-ferencia del entrevistado acerca de«mantener el orden en la nación» o,por el contrario, «aumentar la parti-cipación de los ciudadanos en lasdecisiones importantes del gobier-no». El materialismo y posma-terialismo adquieren las siguientescaracterísticas:

El materialismo es un valor de laderecha política en el que prima elcrecimiento económico, el orden,etcétera, entre los que se sitúa laopción prioritaria por la libertad.Frente a tales valores se encuentrael posmaterialismo, que es un valorde la izquierda política, para la cuallo más importante sería tener encuenta la opinión de las personas,conceder valor a la sociedad huma-na, la participación ciudadana, etc.,entre los que se sitúa la opción prio-ritaria por la igualdad.

Otro de los conceptos utilizadoses el de la solidaridad, que se basa enel concepto de «solidaridad mecáni-ca» de Durkheim y que hace refe-rencia a la cohesión de grupo pe-queño que ha sido desarrollada fun-damentalmente por Bengston ySchrader (1988). Estos elaboran paraestudiar la relación entre padres ehijos, seis niveles en los que se esta-blece dicha relación:

— Solidaridad asociativa.— Solidaridad afectiva.— Solidaridad consensual.— Solidaridad funcional o de inter-

cambio.— Solidaridad normativa.— Estructura familiar intergenera-

cional.

Se utiliza también la teoría de lasredes existenciales de Maffesoli(1990) en su reciente publicación Eltiempo de las tribus, que según JesúsIbáñez constituiría la visión optimistade la posmodernidad frente aBaudrillard (Maffesoli, 1990).

Aparecen también los conceptosde felicidad que se toma de JuliánMarías, el de libertad de SalvadorGiner, entre otros conceptos que vana ser los que mayor importancia pue-den cobrar en un momento determi-nado a lo largo del trabajo que rese-ño.

El propio autor maneja concep-tos no utilizados hasta ahora porotros autores o al menos no tan co-nocidos como «sociedad débil»,«desapasionada», «tono europeo»,etcétera.

Antes de entrar en materia quere-mos puntualizar algunas cuestiones

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metodológicas y de presentación dellibro. En primer lugar, ya sabemostodos que la pura empiria es algo«duro», tanto para el que lo trabajacomo para el que lo lee; en este sen-tido el autor ha tratado de suavizarel texto introduciendo tablas y sa-cando datos del texto, con el efectoperverso de que el lector se ve obli-gado a dejar el curso de su lecturapara contrastar datos de las tablascon la subsiguiente pérdida de con-tinuidad discursiva. Otra cuestiónque no resulta lógica es la ausenciade cuestionario, éste se encuentra adisposición de quien quiera verlo enel ESCR DATA ARCHIVE en laUniversidad de Essex, pero parecelo más lógico no ahorrar edición eintroducirlo en el texto.

Por último, a nivel metodológicoqueremos resaltar que el análisis es-tadístico utilizado por el autor sonsus ya clásicos análisis factorialesampliamente citados por GarcíaFerrando (1982, p. 373).

En este estado de cosas el libro seestructura de forma que queda divi-dido en 11 capítulos donde los pri-meros hacen referencia a relacionesde las personas con los demás y con-sigo mismas, y a continuación vie-nen los valores sociales. Entre losprimeros se encuentran los estadosde felicidad y satisfacción de los in-dividuos, entre los segundos estánlos elementos ideológicos, el po-sicionamiento ante el trabajo, la fa-milia, etc.

El autor llama a las cabeceras delos cruces que efectúa, factores ex-plicativos. Estos son: edad, sexo, ta-maño de habitat, clase social subje-tiva, ocupación (cuenta propia, aje-

na, estudiante, desempleado, ama decasa, jubilado); entre los que traba-jan distingue entre ocupación ma-nual y no manual, «regiones»,«posicionamiento ideológico segúnsea la importancia de Dios en la vida»y la escala izquierda-derecha; ade-más el autor señala en la página 12de su obra que utiliza también deuna manera no estandarizada mate-rialismo-posmaterialismo, moviliza-ción política o liderazgo y fuerza depersonalidad.

A lo largo del análisis vanemergiendo una serie de resultadosentre los que podemos destacar:

a) Los ciudadanos no están in-teresados en convencer a otros desus propias ideas, no quieren asu-mir responsabilidades, ni pretendentener ideas claras sobre cómo com-portarse o dar consejos a otros(p. 18).

b) Existe desconfianza hacia elexterior y se busca refugio en la vidafamiliar y otras redes sociales (p. 22).

c) Destruida la solidaridad de cla-se como efecto del desarrollo eco-nómico se pasa a la insolidaridad deestatus y la creación de «nuevas so-lidaridades» (p. 24).

d) Estudia la necesidad de ela-borar un nuevo mensaje religioso(p.53).

e) Aprecia una potencial deman-da de directrices que permitan dis-tinguir entre el «bien» y el «mal»;según el autor, en EE.UU. un 85por 100 de la población tiene claroqué es el «bien y el mal» (p. 94); sinembargo, en España sigue priman-do la tolerancia frente a las certezasmorales (p. 95).

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f) Deduce el autor de los datosque se está produciendo un avancede unas normas de ética social (p. 101).

g) Los españoles a la hora deconsiderarse una persona religiosa sesitúan en el medio europeo. Por en-cima están Portugal, Grecia e Italia,y por debajo Alemania, Francia yHolanda (p. 122).

h) En cuanto a la política, el au-tor encuentra una relación entre lospaíses católicos y el hecho de noestar nada interesados en la política(p. 149).

i) En cuanto a lo económico, el73 por 100 de los españoles deman-da cambios en el sistema económico(p. 201).

Termina su libro Francisco An-drés Orizo con una recapitulación yun epílogo. En la recapitulación en-contramos las conclusiones de laEncuesta de Valores, entre las quecabe destacar:

1) Con relación a 1981, la socie-dad española se encuentra con unamenor vivacidad psicológica, medidaen términos de sentimientos y esta-dos psicológicos, existe un mayorequilibrio afectivo que antes.

2) Van surgiendo en la sociedadnuevas solidaridades, aunque estántodavía sin identificar.

3) Dentro de la familia se com-parten más códigos normativos quehace diez años. Las fórmulas alter-nativas a la familia van perdiendoadeptos.

4) El autor prudentemente lla-ma segregacionismo al hecho deaceptar o no aceptar en la vecindada ciertos tipos de personas, los re-

sultados son muy claros: los moti-vos racistas ocupan el último lugar ylos drogodependientes son los másrechazados.

5) Un apartado que se refiere alfactor religioso muestra el descensoleve de los sentimientos religiosos;sin embargo, parece que se incre-menta la opinión de que la Iglesiada respuesta a las necesidades espi-rituales del hombre.

6) Nos muestra también la altaaceptación por parte de la opiniónpública de los movimientos socialescomo son los pro-derechos huma-nos, ecologista, anú-apartheid, etc.En cuanto a las instituciones sube lavaloración sobre el sistema de Ense-ñanza, la Prensa, las Grandes Em-presas y los Sindicatos, y bajan laPolicía, las Fuerzas Armadas y losFuncionarios.

7) En cuanto a política, segúnesta encuesta, «sólo un 26por 100de los españoles adultos está algo omuy interesado por la política».

8) Una demanda es la de recu-perar los «buenos modales» y cier-tas formas de comportamiento paralos niños.

En el epílogo se realiza una re-flexión que podríamos llamarmetodológica en la que los factores,especialmente los más clásicos den-tro de la literatura sociológica, semuestran como poco explicativos;por ejemplo, dentro de la variablesexo la categoría mujer ya no puedeser tomada como un todo —en estecaso, Orizo llama la atención de loque podría constituir una nueva ca-tegoría que serían las mujeres segúntrabajen o no—; este importante pun-

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to debería ser ampliamente discuti-do en los medios sociológicos por-que viene siendo una constante lapérdida de significación de la varia-ble sexo, pero nadie se decide a darel paso de intentar con técnicas es-tadísticas más sofisticadas obtenermodelos causales más pertinentesque los relacionados con el factorsexo, cuya dependencia de otras va-riables es ya claramente innegable.El autor considera que la edad man-tiene todo su poder explicativo, peroincluso en su texto (grado de satis-facción, p. 26; autoposicionamientopolítico, p. 158; frecuencia con quehabla de política..., p. 154; etc.) semuestra que no existe una relaciónlineal, sino que la relación adopta laforma curva en U, resultados en losque por fuerza tienen que estar im-plicadas otras variables.

Concluyendo, entre otras cuestio-nes, el autor, aunque sin conside-rarlo muy adecuado como adjetivoaplicable a una sociedad, la consi-dera «desapasionada» («baja detono» también en sus términos), pa-labra que a los medios de comunica-ción les ha impactado de forma queel libro ha tenido más repercusiónpública que otras obras del mismoautor. Es decir, la palabra frente alcontenido es como siempre el únicomaterial que interesa a los mediosde comunicación. Lo que no obstapara que podamos desde aquí decirque si la sociedad está desapasionada,el tema que aquí tratamos sí esapasionante.

Finalmente, no podemos obviarel rechazo que entre el colectivo desociólogos y en general en otros co-lectivos sociales, han suscitado cier-tos temas como consecuencia del sig-nificado que tenían con anteriori-dad a la transición, pero que ahoranos toca retomar. Cuestiones comovirtudes (que ya trató recientementeVictoria Camps), valores, creencias,etcétera, no deben ser obviadas porcausa del uso ideológico que se leshaya dado en otros momentos denuestra historia. Son parte del es-quema social y, como tales, elemen-tos a considerar en cualquier pro-puesta progresista de cambio.

En definitiva, es un libro que hayque leer, discutir y no perder devista.

BIBLIOGRAFÍA

ANDRÉS ORIZO, F. (1979): Cambio so-ciocultural y comportamiento económico,Madrid, CIS.

ANDRÉS ORIZO, F. (1983): España entre laapatía y el cambio social, Madrid, Mapfre.

GARCÍA FERRANDO, M. (1982): Socioestadística,Madrid, CIS.

MAFFESOLI, M. (1990): El tiempo de las tribus,Madrid, Icaria.

MANGEN, D. J. (1988): Measurement ofIntergenerational Relations, Londres,Sage.

INGLEHART, Ronald (1977): The SilentRevolution, Princeton University Press.

WILLIAMS, R. (1974): «Valores», enEnciclopedia de las Ciencias Sociales,Madrid, Aguilar.

Josune AGUINAGA ROUSTAN

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