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CRITICA DE LIBROS El adiós de todos los días DAVID CONWAY A Farewell to Marx. An Outline and Appraisal oí his Theories (Har monds wor th, Penguin, 1987) La marxología reverencial de hace veinte años ha dado paso a una pa- vorosa crisis del marxismo que lleva camino de convertirse en la ceremo- nia fúnebre más prolongada que re- cuerda la historia. Verdad es que el 100 aniversario de la muerte del pen- sador de Tréveris, en 1983, que sus discípulos más entusiastas celebraron bajo la consigna de «marxismo: se- gundo siglo», movió comparativamen- te menos industria cultural y agitó el establecimiento intelectual en me- nor medida que el aniversario orwe- lliano, un año después. Y, sin embar- go, al hablar de Marx lo hacemos del fundador de una concepción del mun- do por la que, según Eloy Terrón, los hombres están dispuestos a sufrir «persecuciones, torturas y hasta muer- te por propagarlo y defenderlo» (en e) prologo a un interesante llbrito áe Rafael Jerez Mir); lo hacemos, pues, del inspirador de un ideario que or- ganiza de modo inmediato el universo conceptual y, al parecer, práctico de unos 1.500 millones de personas, aproximadamente la tercera parte de la humanidad; lo hacemos también de alguien en cuyo nombre se han libra- do, hasta hace diez años, las más alambicadas logomaquias en las uni- versidades europeas. La crisis del marxismo hoy, es de- cir, su abandono, la situación por la cual el marxismo parece haber deja- do de ser lo que Sartre llamaba el horizonte intelectual de la época, tie- ne seguramente su manifestación más obvia en el agotamiento conceptual 40/87 pp. 179-210

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CRITICA DE LIBROS

El adiós de todos los días

DAVID CONWAY

A Farewell to Marx. An Outline and Appraisal oí his Theories(Har monds wor th, Penguin, 1987)

La marxología reverencial de haceveinte años ha dado paso a una pa-

vorosa crisis del marxismo que llevacamino de convertirse en la ceremo-nia fúnebre más prolongada que re-cuerda la historia. Verdad es que el100 aniversario de la muerte del pen-sador de Tréveris, en 1983, que susdiscípulos más entusiastas celebraronbajo la consigna de «marxismo: se-gundo siglo», movió comparativamen-te menos industria cultural y agitóel establecimiento intelectual en me-nor medida que el aniversario orwe-lliano, un año después. Y, sin embar-go, al hablar de Marx lo hacemos delfundador de una concepción del mun-do por la que, según Eloy Terrón,los hombres están dispuestos a sufrir«persecuciones, torturas y hasta muer-

te por propagarlo y defenderlo» (ene) prologo a un interesante llbrito áe

Rafael Jerez Mir); lo hacemos, pues,del inspirador de un ideario que or-ganiza de modo inmediato el universoconceptual y, al parecer, práctico deunos 1.500 millones de personas,aproximadamente la tercera parte dela humanidad; lo hacemos también dealguien en cuyo nombre se han libra-do, hasta hace diez años, las másalambicadas logomaquias en las uni-versidades europeas.

La crisis del marxismo hoy, es de-cir, su abandono, la situación por lacual el marxismo parece haber deja-do de ser lo que Sartre llamaba elhorizonte intelectual de la época, tie-ne seguramente su manifestación másobvia en el agotamiento conceptual

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de la corriente, incapaz de dar expli-caciones plausibles (y, por ende, in-citadoras a la acción práctica) a unamultiplicidad de fenómenos en diver-sos órdenes, desde el renacimientodel nacionalismo de guerra santa has-ta la evaporación de la esperanza enuna crisis general (final) del capita-lismo que suponga el colapso defini-tivo del modo de producción, pasan-do por cambios sustanciales en la es-tructura de clases de las sociedadesmodernas y por la expansión del co-nocimiento científico, uno de cuyosresultados ha sido, precisamente, de-mostrar que el socialismo científicotambién es utópico. Durante los lar-gos años de la hegemonía del marxis-mo, éste había acabado identificadocon la izquierda sin más en Occiden-te, de forma que, al replegarse, que-daba vacante una sede que prontoQOit^tía. u& t^txsami&ato conservadorhoy día en claro ascenso en ía consi-deración de las gentes. Aunque lasustitución del marxismo se haga enfunción de un escepticismo radicalque deja chico al de Montaigne, eldato indudable de que el lugar francosea ocupado de inmediato por las pro-puestas de la concepción conservado-ra hace pensar que, al menos en elorden práctico, el horror al vacío dela naturaleza se traduce en la negati-va a prescindir de referencias ideoló-gicas en el caso de la naturaleza hu-mana.

Podemos soslayar de momento es-te aspecto de la naturaleza humana,dado que habremos de comentar algosobre ella más adelante, a fin de si-tuar la obra de que estamos hablan-do. El libro de Conway, inteligente

y cuidadoso, es, en realidad, una re-cepción de los argumentos conserva-dores, fundamentalmente económicos,en el pensamiento filosófico. Conwaylleva adelante la nada fútil tarea deformular en términos generales algu-nas de las objeciones económicas ypolíticas que el liberalismo conserva-dor ha hecho al marxismo y, por ex-tensión, a toda la izquierda. El hechode que Hayek y Friedman aparezcanpara fundamentar líneas arguménta-les determinantes en la exposición delautor es suficientemente significativo.No por el hecho de que se trate dedos «autoridades» sin más, sino porel de que, tratándose de autoridades,han volcado todo su peso no en de-mostrar que Marx estuviera equivoca-do (eso es lo que, complementaria-mente, hace Conway), sino en probarque está equivocada la izquierda deKoy. Ello sitúa, t?or tanto, la críticade nuestro autor en una perspectivade actualidad que le da mayor interés.

El renacimiento del pensamientoconservador en nuestro mundo tieneconsiderable fuerza de convicción, yel libro de Conway es profundo yestá bien argumentado. Con todo, re-sulta algo molesta la injusticia de con-centrar lo que implícitamente equiva-le a una crítica a todo el marxismoen el análisis de la obra del fundadornada más. Cuando se considera queel libro de Conway versa exclusiva-mente sobre Marx, se recuerda, asi-mismo, que Marx murió hace más decien años y se busca algún otro pen-sador de la época de quien parezcanecesario escribir una refutación (puesrefutación es, al fin y al cabo) tandetallada como ésta, para no encon-

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trarlo, se aprecia en sus justos tér-minos la alegría que parece invadir alautor cuando corona su obra con laafirmación siguiente: «El resultadode nuestro examen de las teorías deMarx, por lo tanto, es que son fun-damentalmente erróneas. En verdad,tan erróneas son que no tenemos másopción que comprender que ha lle-gado el tiempo de abandonarlas y re-legarlas al trastero de la historia delas ideas» (p. 208).

Al margen de que conviene tenercuidado cuando se anda en los tras-teros de no quedarse encerrado enellos, si aplicamos a Conway su esti-lo restrained podremos preguntarnospor los dos posibles sentidos de estacuriosa afirmación: a) el arrincona-miento del marxismo es algo que de-bemos hacer (en el plano del debermoral), como también debemos serjustos, equilibrados, audaces, ilusio-nados, temperamentales, líricos, fru-gales y mil cosas más, todas ellasigualmente caprichosas, por lo que sufuerza de obligarnos es nula; b) elarrinconamiento del marxismo es algonecesario, impuesto por los hechos,independiente de nuestra voluntad y,por supuesto, de la de los marxistas,en cuyo caso es difícil reprimir lasonrisa ante el recuerdo de aquel ma-licioso autor que sostenía que el mar-xismo es una de las cosas más refu-tadas de nuestro tiempo, y prueba deello es que cada generación de pro-fesores se siente en la necesidad derefutarlo de una vez por todas. Po-dría haber añadido, como le dijo encierta ocasión el Rey de Hannover aWilhelm von Humboldt, que «losprofesores, como las prostitutas y las

bailarinas, siempre se pueden com-prar por dinero». In Hiñere, llama laatención que seguramente un empe-rador es la única persona en el mun-do capaz de creer que sea posiblecomprar con algo distinto del dinero.

En su libro, Conway acomete latarea de habérselas con todo el pen-samiento de Marx en sus diferentesfacetas y con probable ánimo de sen-tar plaza provocativa para los mar-xistas posteriores. Estos, de existircomo tales, harían bien en leer conatención a Conway y darle algún tipode respuesta; sobre todo a la vistade que el autor parece hundir el úl-timo navio que llevaba los restos delnaufragio al completar y redondearla crítica que hiciera en su día TedHonderich al celebrado libro deCohén en el que éste trataba de sal-var la concepción materialista de lahistoria. En lo que a nosotros nosinteresa, haremos una breve exposi-ción y valoración de la exposición yvaloración que Conway hace de Marxcon intención de replantear una dudapoco apreciada en los tiempos quecorren: realmente, ¿estaba tan equi-vocado Marx? Hace unos años, Ro-bert Wesson publicaba un interesanteestudio titulado Why Marxism?, ycuyo subtítulo era una declaración deperplejidad: The Continuing Successof a Failed Theory. No hay duda deque alguna explicación hay que daral hecho de que siga siendo necesa-rio demostrar que, en efecto, se tra-ta de una failed theory.

Conway distribuye su ataque almarxismo en seis andanadas. Unasdestruyen el blanco, otras lo dañan yotras lo marran por entero. Comien-

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za Conway analizando la antropolo-gía filosófica marxista y aisla su pos-tulado principal: no existe una natu-raleza humana inmutable; antes bien,ésta es moldeada por las circunstan-cias sociales y económicas, sobre todopor las últimas. Uno puede diferirrespecto a la exacta importancia con-figurante de las circunstancias econó-micas, pero, al margen de ello, lapropuesta parece razonablemente cier-ta. Al menos, da la impresión de sermás verosímil que el postulado deque hay, sin duda, una naturaleza hu-mana, porque de inmediato viene unoobligado a sostener que, además,obedece a tales y tales determinacio-nes y no a otras, con lo que se abreel camino a que algún salvador dela colectividad obligue a ésta a vol-ver por los derroteros «auténticos»de la naturaleza humana. Pero seráinútil pedir a Conway una respuestaa esta cuestión. Dado que, en el fon-do, está convencido de que hay una«naturaleza humana», la que podría-mos llamar del ser humano «adquisi-tivo», deriva el problema desde elorden conceptual al de hecho, conlo que su argumentación viene a serla siguiente: no es cierto que no hayauna naturaleza humana, dado queMarx no consigue demostrar que, enel comunismo, los seres humanos se-rán verdaderamente mejores (simple-mente distintos) que en el capitalis-mo. La inaceptabilidad del argumen-to es patente y, si Marx no consigueprobar la maleabilidad de la natura-leza humana, Conway tampoco pue-de demostrar que no sea maleable.

La escaramuza siguiente tiene ecosguerreros porque se libra en la con-

cepción materialista de la historia.No nos aburre Conway con las eno-josas exculpaciones de si Marx eramás avispado que Engels y aceptabamenos un determinismo monocausalal que era proclive el adinerado fa-bricante de Manchester. Se limita adecir, con razón, que el determinis-mo es malo. Una inteligente valora-ción del tortuoso examen que Marxhace de la Obschina da ocasión aConway para hacer justicia: el deter-minismo no lleva aparejada lo quepodríamos llamar la «fatalidad se-cuencial». Si el libro hubiese versadosobre algo más que sobre Marx, elautor podría haberse entretenido enevaluar el impacto en la doctrina mar-xista del modo de producción delneoesclavismo en los Estados del surde los Estados Unidos. Pero no setrata de inducir a Conway a enredar-se en la maraña del modo de produc-ción, concepto que no tiende a so-bresalir en el conjunto de su exposi-ción. Al final, Conway no da un ar-dite por la concepción materialista dela historia, si bien reconoce que sue-le ser útil y constructivo considerarla vida económica de la sociedad siuno desea comprender su política ysu cultura (p. 80). No estoy segurode que la concepción materialista dela historia sea algo sustancialmentedistinto de esta conclusión.

Al llegar a la teoría económica deMarx es donde la crítica se hace mássevera, cosa lógica, dado que la teo-ría económica es el meollo de la doc-trina marxista en un doble sentido:en sí misma (la teoría económica mar-xista opuesta, por ejemplo, a la clá-sica o a la monetarista o «neoclási-

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ca») y como causa explicativa última.No se trata aquí de rechazar el se-gundo aspecto (cosa que ya se inten-tó, con el resultado que vimos, enla escaramuza con las huestes de lahistoria), sino de habérselas con elprimero, y ello sólo puede hacersedesde alguna otra teoría económica.Por eso, Conway contrapone propues-tas a propuestas, omitiendo, por des-gracia, la advertencia de que, aun en-tre los economistas, no hay acuerdoal respecto. Por ejemplo, el autorcarga contra la teoría del valor tra-bajo y le contrapone la teoría subje-tiva del valor, con lo que el sufridolector sólo puede esperar a conocerlas razones que hacen de la segundaalgo más digno de crédito que la pri-mera. Es de temer, sin embargo, quelas tales razones no son tales razones.La idea de que el intercambio demercancías en el mercado está regidopor las necesidades subjetivas de losparticipantes puede parecer deslum-brante a primera vista si uno hacecaso omiso de su carácter obviamen-te tautológico: las mercancías sonmercancías porque se producen parael intercambio. Por lo demás, levan-tar constancia de que el mercado esun lugar que sirve para que los agen-tes intercambien sus productos —mer-cancías— no tiene nada que ver conla pretensión de la teoría del valortrabajo, que consiste no en explicarpor qué la gente procede al intercam-bio mercantil, sino de qué unidad demedida se vale para ello. La subjeti-vidad de la necesidad nos explicarápor qué, en ciertas circunstancias, de-terminadas personas están dispuestasa pagar más o menos por un produc-

to; lo que no puede evitar es queese más o menos se exprese en uni-dades objetivas. Conway resultaríamucho más convincente si, en lugarde probar que la teoría del valor tra-bajo no cumple lo que no se propo-ne, demostrara que no cumple lo quese propone.

Complementariamente, es muy po-sible que la crítica de Marx al capi-talismo por explotador tenga un in-soportable tufillo moralizante, perodibujar la acumulación primitiva decapital como un heroico esfuerzo desacrificio y renuncia de los sectoresmás dinámicos de la sociedad tieneotro no menos insoportable y algobeato. Probablemente, la acumula-ción primitiva tuvo mucho que vercon la frugalidad de los primeros bur-gueses y comerciantes, y también tu-vo que ver con la propiedad de latierra. Los interminables debates delos primeros socialistas sobre la rentade la tierra no pueden hacernos ol-vidar que en la apropiación originariade ésta hubo una cantidad conside-rable de violencia, injusticia y sufri-miento.

La apasionada defensa del statusmoral de la propiedad privada quehace nuestro autor es corolario deuna explicación calvinista de la his-toria en la que sólo falta la predes-tinación. Pero el aspecto más intere-sante del debate económico se centraen las famosas «leyes» marxistas (o«leyes-tendencias», según las versio-nes más moderadas) del capitalismo,que Conway pone en dura solfa, conmuy distintos resultados: Marx reco-noce el progreso tecnológico del ca-pitalismo y vaticina la concentración

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y centralización del capital. Conwayestá de acuerdo con ello, cómo no,y yerra, sin embargo, al valorar laconsecuencia (probablemente, porquesu pronunciamiento teórico-económi-co previo le induce a confundir rea-lidad y deseo), pues ésta no es tantouna repetición de la tesis de los ma-nagers (y aspectos colindantes: rela-tivización de la importancia de la ti-tularidad jurídica de la propiedad,reestructuración de las clases, etc.)como la asombrosa persistencia y has-ta expansión de los pequeños y me-dianos empresas y comercios. La leyde la depauperación paulatina de lostrabajadores es llamada a responderfrente a la abrumadora comprobaciónempírica de su fracaso. Aquí tambiénse queda algo corto Conway: la leyno solamente no se ha cumplido, sinoque hasta puede ponerse razonable-mente en cuestión que siga habiendotrabajadores a la usanza marxista.La «ley» de la tendencia a la bajade ía tasa de ganancia no ha tomadosuficientemente en cuenta factoresevidentes de corrección. Así, Sweezyes invocado para probar que no re-sulta digna de crédito. Es posible queno. Pero también es posible que sí.Alguien tiene que explicar por quémotivo el capital se empeña en inno-var, en aumentar la productividad deltrabajo. Al hacerlo, supongo que ca-da cual es libre de creer que lo haceporque quiere ganar más o porquequiere perder menos. Lo que resultaevidente es que «ganar más» o «per-der menos» son afanes con un indu-dable aire de familia. El deseo deevitar el descenso de las ganancias noes idéntico al de ganar más, pero tie-

ne más que ver con él que con el dealcanzar la perfección por la vía con-templativa.

La teoría marxista de las crisis cí-clicas no obtiene una audiencia favo-rable. Es comprensible que sea difí-cil sostener, en mitad de una crisis,que el capitalismo no está condenadoa padecerlas. El argumento marxistasobre las crisis del capitalismo y suinevitabilidad deja algo que desear.Pero roza lo paradójico (o algo peor)sostener que la crisis actual se debea la fuerza indebida de los sindicatos,que no dejan que el nivel de salariosse sitúe en la «línea natural de mer-cado», por así decirlo, con lo quesubsiste el paro. Si bien esto no esproblema, pues, como señala Conwayen pleno amok manchesteriano, «quie-nes están en el paro en una economíacapitalista libre, por lo tanto, segúnlos economistas clásicos, lo están por-que quieren. Hay un nivel de salariosen el que todos ellos encontraríantrabajo. Están decidiéndose por elparo antes que trabajar por tales sa-larios» (p. 190). El autor está aquí,sin duda, de acuerdo con los econo-mistas clásicos. En consecuencia, lasolución al fastidioso problema actualdel paro sería regresar a una «econo-mía capitalista libre», cosa a la que,por cierto, parecen oponerse los sin-dicatos. He aquí cómo la crítica aMarx nos ha llevado a mostrar nues-tra comprensión por los esfuerzos delthatcherismo por doblar el espinazode las orgullosas untons británicas.

En lo político, la figura de Marxqueda mejor parada. Conway, quienllama aquí en su auxilio a Richard N.Hunt, demuestra con tino las pro-

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fundas convicciones democráticas deMarx. La crítica a la dictadura delproletariado y a la concepción de unmarxismo terrorista y revolucionariosólo pueden obtener el asentimientode quienes hayan leído sin prejuiciosla obra del pensador alemán.

La última parte del libro, dedica-da a la ideología, vuelve a tener graninterés dialéctico. Conway refleja contino suficiente la concepción generalde Marx acerca de la ideología (sibien se echa en falta alguna mencióna las formas de la conciencia) y pasaluego a refutar las tres manías másclásicamente marxianas: la de que lateoría económica clásica era ideolo-gía y que lo eran también la moraly la religión. Religión y moral nohan de entretenernos aquí. Es de no-tar que Conway refuta la acusaciónmarxiana de ideología a la religión re-mitiéndose a la reflexión de Scho-penhauer sobre religiones «optimis-tas» y «pesimistas». Nuestro interésha de centrarse de nuevo en la teoríaeconómica porque es también dondeel autor pone mayor atención. El so-cialismo es menos eficaz que el ca-pitalismo; por tanto, éste no tienenada de ideología. El capitalismo tie-ne dos argumentos legitimadores demuy distinta fuerza, a nuestro enten-der: a) el interés propio; b) el de laignorancia. El del interés propio, co-mo es evidente, implica una concep-ción de la naturaleza humana que es

difícil de hacer verosímil sin más. Elotro, en cambio, hace referencia auna situación de hecho. Conway citaun magnífico trozo de Hayek sobrela imposibilidad de reducir a plan ra-cional la infinidad de relaciones so-ciales, espontáneas y libres. En ver-dad, este argumento, que tiene clarasraíces en las concepciones «orgáni-cas» de todos los conservadores, des-de Burke hasta los de nuestros días,es de una extraordinaria contunden-cia antisocialista, y Conway hace bienen mencionarlo. Por desgracia parala intención general de la obra, el he-cho de que el marxismo no haya con-seguido estar a la altura de las exi-gencias de la ley de la variabilidadrequerida (Ashby) no quiere decirque no pueda estarlo en algún mo-mento o que no merezca la pena in-tentarlo. Por lo demás, la carenciaafecta a todos los intentos de organi-zación y proyección de las cienciassociales contemporáneas. Una cosa esdecir, sin embargo, que hasta ahorano se ha conseguido someter a con-trol racional a la realidad social yotra, muy distinta, sostener que nosea posible hacerlo o, incluso, que nosea deseable.

Es un buen ejercicio decirle adiósde vez en cuando a Marx, sobre to-do porque tenemos motivos suficien-tes para pensar que seguiremos di-ciéndoselo una larga temporada.

Ramón GARCÍA COTARELO

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FERNAND BRAUDEL

La dinámica del capitalismo(Madrid, Alianza Editorial, 1985)

En los últimos años, la muerte seha llevado a algunos de los más bri-llantes, más severos, más exigentesconsigo mismos, y más famosos, en-tre los pensadores que trabajaban enel campo de las llamadas Cienciashumanas y que escribían habitual-mente en lengua francesa. En octubrede 1983 moría Raymond Aron; enjunio de 1984, Michel Foucault; ennoviembre de 1985, Fernand Brau-del; un mes después, Denis de Rou-gemont; en octubre de 1986 desapa-recía Georges Dumézil, y en marzode 1987, Bertrand De Jouvenel. Deentre los «monstruos sagrados» que-da Claude Lévi-Strauss, como recien-temente le decía al propio Lévi-Strauss, en una entrevista radiofóni-ca, Bernard Pivot. (Incidentalmenteañadiré que Lévi-Strauss dijo estar le-yendo en ese momento, con una pro-funda emoción, el libro cuasi pos-tumo de Braudel Uidentité de laTrance.)

«Alianza» presenta ahora al públi-co lector en español, en forma deuna pequeña joya editorial, el textode las conferencias que Braudel dioen 1977 en una universidad de Bal-timore (texto que ha sido publicadoen francés, en París, en 1985). Porentonces, Braudel tenía ya casi prác-ticamente conclusa su obra monumen-tal sobre Civilización material, econo-mía y capitalismo, siglos XV-XVIII,la cual apareció en París en 1979.El librito que comento funciona, en

cierto modo, como un epítome de lagran obra.

Braudel es un autor cuyo éxito enel gran público se ha producido deun modo más bien tardío. En 1967apareció la segunda edición de La Mé-diterranée et le monde méditerranéena Vépoque de Philip pe 17, y en esemismo año, anticipando ya muchosde los esquemas históricos actuales,salió al público la primera edición deCivilisation materielle et capitalisme.De 1967 a 1979, Braudel lo que hizofue dar madurez, precisión y consis-tencia (y no meramente aparato eru-dito) a una concepción del movimien-to histórico en el mundo europeo oc-cidental. Esta concepción conjuga, ami juicio, tres grandes elementos:una parte que Braudel recibió en sujuventud de la entonces llamada Es-cuela de síntesis histórica, y que con-cierne la conceptualización más abs-tracta y de alcance más general sobrelos integrantes mismos que concurrenen la formación del movimiento his-tórico; otra parte procede de la cross-fertilization, con estudios de los eco-nomistas, los demógrafos y los histo-riadores sociales, tanto en la Escuelade los Annales como en la Sexta Sec-ción de la Ecole Pratique de HautesEtudes; en fin, un tercer elementoes original de Braudel y procede desu reflexión y reelaboración selectivasobre los materiales de sus propiasinvestigaciones, en particular las fo-calizadas sobre unas pocas grandesciudades portuarias mediterráneas

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(más tarde, investigación ampliada alOccidente atlántico) y el descubri-miento de los hábitos (y de las inno-vaciones) en la acción comercial, enlas transacciones monetarias y en laacumulación de capital.

No creo que sea puro azar el he-cho de que la obra de Braudel hayapodido al fin llegar a públicos másextensos que los de su círculo aca-démico, y se haya hecho densa, vo-luminosa y coherente, precisamentea partir del momento en que su au-tor se liberó de los enormes proble-mas administrativos que conllevabala presidencia de la Sexta Sección dela Ecole Pratique des Hautes Etudes.En la época de las sucesivas presi-dencias de Braudel, la Sexta Secciónse convirtió en una institución deprestigio mundial, uno de los prime-ros centros académicos internaciona-les por el renombre y el nivel cien-tífico de los investigadores o de losmaítres a penser. (Conviene releer laconferencia que sobre la Sexta Sec-ción de la Ecole Pratique dio Le RoyLadurie en diciembre de 1967 a laConvención de la American Histori-cal Association, celebrada en Toron-to, texto que, bajo el título principalde Du quantitatif en histoire, ha si-do incluido en Le territoire de Vhis-torien. Como decía allí Le Roy La-durie, la presidencia de Braudel eracontemporánea con la ruptura del es-trecho marco de los estudios nacio-nales, situando los estudios historio-gráficos franceses en la historia mun-dial.) Pero hay que añadir aquí algode lo que yo he sido testimonio ypartícipe durante casi un decenio: lacolosal expansión de la Sexta Sección

dentro de la Ecole Pratique, expan-sión que fue origen de innumerables,e irresolubles, problemas internos yde tensiones con otras secciones quetenían un alto rigor científico (comola Cuarta y la Quinta, a las que aveces acusábamos de arcaísmo y deerudición). Con los sucesos de mayode 1968 llegaron los impactos denuevas ambiciones, nuevas gentes y,sobre todo, la invasión de lo que erauna institución académica por las mo-das culturales, comerciales y políticasque luchaban en los espacios cultu-ral, social y político de la capital fran-cesa. Algunas de estas modas eranexcluyentes entre sí. Otras consti-tuían disertaciones incontrolablescientíficamente. Una cultura científi-ca no puede mantenerse sobre unasucesión de modas y sus conflictosde protagonismo. Por lo que concier-ne a los grandes mandarines (que hande ser maestros del pensamiento ymodelos personales en la formaciónde los jóvenes), hay que decir quealgunos de ellos olvidaron que tienendeberes para con el conocimientocientífico y la cumulatividad científi-ca, deberes que no son compatiblescon el vedettismo ni con la forma-ción de pequeños serrallos de adora-dores(as). Al final se produjo algoque hubiese sido difícilmente predic-tible en la primera época de las pre-sidencias de Braudel, pero algo quepareció inevitable dada la enorme vi-talidad de la Sexta Sección: ésta seescindió de la Ecole Pratique paradevenir una institución universitariapropia y aparte.

Diseñado, en trazos gruesos, estecontexto que albergó los dos últimos

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decenios de trabajo institucional, ypersonal, de Braudel, precisaré otrostres aspectos que me parecen impor-tantes para evaluar su obra.

En su famoso artículo de 1958 enAnnales sobre Histoire et SciencesSociales (hay una reproducción, en lapropia redacción francesa, hecha en1960 por la Revista Internacional deSociología, Madrid, núms. 70 y 71),Braudel reescribe un esquema cogni-tivo que estaba ya en la Escuela desíntesis histórica en los primeros de-cenios de nuestro siglo. En el análi-sis del movimiento histórico hay tresniveles (Braudel reescribía, trois lan-gages), a saber: el de los hechos denecesidad, el de los hechos aleatoriosy el de los hechos condicionados. Elprimero se enfrenta a relaciones fuer-tes o de causalidad, tratables por lasmatemáticas tradicionales (cabe aña-dir, y por modelos análogos a los delas ciencias «duras»). El segundo seenfrenta a relaciones débiles, multi-plicidad de posibilidades, i. e., resul-tados más o menos probables del en-trecruzamiento de numerosos facto-res; es el dominio del cálculo de pro-babilidades. El tercero se enfrentacon un campo de hechos que no sonni determinados (en el sentido fuer-te) ni aleatorios (enteramente produc-to del azar): son hechos condiciona-dos por una cierta lógica y unas cier-tas contraintes, y puede serles aplica-ble una formalización matemática quetrate estrategias de los actores (comola teoría de los juegos).

Este mapeo del campo cognitivo(mapeo que puede designarse más ri-gurosamente por los términos de ni-veles de análisis o por el, más episte-

mológico y problemático, de lengua-jes) no ha sido desmentido desde quese hizo vigente ya en el decenio de1920-30 (si bien los autores de en-tonces no empleaban la misma ter-minología: los hechos históricos, de-cían, se clasifican analíticamente ennecesarios, en contingentes y en lógi-cos). Lo que el trabajo científico haaportado en años recientes, mediandopreguntas críticas, es una depuracióny precisión del mapeo. (También unempobrecimiento, al menos en algu-nos autores; la dicotomía azar/nece-sidad es incompleta y es insuficiente,analíticamente juzgada). Preguntascríticas, por ejemplo: ¿son los hechosclasificados como lógicos productode las «leyes constitutivas de la so-ciedad» (como opinaba la Escuela desíntesis histórica) o son lógicos encuanto hay unas determinantes lógi-cas (no agotables en la dimensión for-mal) en las estrategias de los acto-res?; ¿no forma parte del abanico derecursos de algunos actores transfor-mar relaciones aleatorias en necesa-rias, o recíprocamente, si así convie-ne a su modelo de acción social?;¿no es uno de los atributos que ca-racteriza a los actores sociales pode-rosos la capacidad de fijar las reglasde juego, y la de cambiarlas cuandola dominación social resulta degrada-da, ineficaz, pobremente controlada ode rendimientos decrecientes?

El triple abordaje admite lo cuan-titativo y lo cualitativo, los conjuntosde datos económicos, demográficos ytoda clase de series estadísticas, y elanálisis de las decisiones que tomauna minoría de actores y que se tra-ducen en grandes consecuencias his-

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tóricas. A partir de los análisis eco-nómicos de Simiand y de Labrousse,y a través de la percepción de susrealizaciones y sus carencias, Braudelfue construyendo su propia concep-ción del movimiento histórico, lacual implica la del tiempo histórico.El compás que abraza el espacio yel tiempo históricos es más bien an-cho; se trata de la durée más bienlarga, como conviene a las bases eco-nómicas y demográficas que revelansus variaciones, trascendentes a lavida de los individuos, por la cumu-la ti vidad en el nivel macroeconómicoy el macropoblacional. Por esto ha-blaba Braudel (expresión que yo lehe oído ya desde mediados del dece-nio de 1960) de une dialectique dela durée (idea seminal procedente deBachelard). Sobre este fondo, visibleclaramente en el presente librito,Braudel engarzó el análisis cualitativode las innovaciones, obra de sujetosindividuales, de familias económica ocomercialmente poderosas y estraté-gicamente situadas, o de «casas» oinstituciones en las que el capitalismose adapta, transforma o renueva «des-de arriba» (esto es, el nivel de locualitativo emergente, producto dejuegos y estrategias, que dan lugar aformaciones sistémicas nuevas).

En Dinámica del capitalismo estransparente (para quien sepa leer oquien disponga del contexto acadé-mico y metodológico) cómo Braudelempieza por las bases materiales delarga duración y de fuerte consisten-cia y concluye por los niveles emer-gentes (le capitalisme [se sobreen-tiende, moderno] s'est formé d}enhaut). Pero no podría subsistir el ni-

vel emergente sin prender en la basey retransformarla dándole nueva vi-da. Por tanto, se trata de una démar-che de sentido inverso a la hegeliana(o, más precisamente dicho, a ciertasversiones de los hegelianos de izquier-da y de, en nuestros días, marxistasmás dogmáticos que Marx), la cualderivaba lo cualitativo de lo cuanti-tativo.

Esta apreciación y evaluación cua-litativa del nivel emergente, produc-to de estrategias y decisiones indivi-dualizables, no es por ello, en modoalguno, un aristocratismo o un elitis-mo al estilo de, digamos, AméricoCastro. Precisamente en el períodoen que la Escuela de los Annales ylas investigaciones de la Sexta Sec-ción empezaban a tener difusión mun-dial, el historiador español reacciona-ba enérgicamente contra la metodo-logía cuantitativista, la preeminenciade los estudios demográficos y eco-nómicos (la fuerza reproductiva, losmovimientos cíclicos de precios, etc.),y lanzaba su manifiesto aristocrati-zante: «La tarea historiográfica fun-dada en las necesidades del everymande estos tiempos, me parece desen-focada (...) El menester primario dela historiografía consiste en contem-plar el pasado humano como una se-rie de eminencias valiosas (...) Sólosituándose en esas alturas puede elhistoriador estructurar el pasado ydar razón de su sentido (...) Igno-rándolas... la historiografía se con-vierte en ajetreo incoherente... enalgo así como confundir la realidadde una ciudad con el movimiento delos pies de quienes caminan por ella»(A. Castro, Origen, Ser y Existir de

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los Españoles, Madrid, 1959, p. 109).Oigamos en el extremo opuesto aBraudel: «Como es sabido, en los li-bros de historia tradicional, el hom-bre ni come ni bebe» (Dinámica...,p. 22). «Primer capítulo: El númerode hombres. Es la potencia biológi-ca por excelencia la que empuja alhombre (.1.) Esta materia humana enperpetuo movimiento rige, sin quelos individuos sean conscientes deello, buena parte de los destinos delos distintos grupos de seres vivos»(Dinámica..., pp. 19-20). «Sólo enel siglo XVIII se produce una rupturade las fronteras de lo imposible, lasuperación de un techo hasta enton-ces infranqueable. Desde entonces, elnúmero de hombres no ha cesado deaumentar» (ibid., p. 20). «En el pri-mer volumen de mi obra, en 1967,yo pensé como título Lo Posible y loImposible: los hombres frente a suvida cotidiana (...) He partido de locotidiano (...) Creo que la humani-dad se halla algo más que semisu-mergida en lo cotidiano» (ibid., pá-ginas 14, 15).

Ahora bien, si Braudel se hubieseatenido únicamente a estos criterios,habría hecho sobre todo historia so-cial del mundo rural: las variacionescíclicas de la demografía, de las cose-chas, de las crisis o las pestes, elanálisis privilegiado de unas pocasfamilias, la acumulación en unos lina-jes, los sistemas de alianza por ma-trimonio, los sistemas de herencia,la fragmentación o la acumulación se-culares de los patrimonios familiares.Pero la historiografía de Braudel haprivilegiado más bien la vida urbanaque la rural y, a medida que se nos

aproxima en el tiempo, es un análisisde linajes o de instituciones que estánactivos en grandes centros portuarios(una forma particularmente móvil ycreativa de la vida urbana). Hay ensu análisis elementos que procedendel geógrafo tanto como del historia-dor de la economía y de las institu-ciones económicas (y entre ellas, so-bre todo, las monetarias).

Esta red analítica es sumamentetupida y compleja. Está dentro de lalógica del autor su crítica a autorescomo Schumpeter. La crítica a Schum-peter es una de las constantes en lavida académica de Braudel, e inclusodespués de terminada ésta, pocos añosantes de su muerte, en unas mesasredondas con otros historiadores gra-badas por France Culture, yo le heoído insistir sobre estos dos puntos:la unilateralidad abstracta de la teo-ría empresarial de Schumpeter y eldaño hecho por Schumpeter a Marx,con no solamente la incomprensiónde aspectos teóricos fundamentales,sino sobre todo con la partición deMarx en economista, sociólogo e his-torien, con lo cual Marx devient mé~connaissable (sic, una grabación de16 abril 1980)*.

* Esta defensa de Marx frente a Schum-peter por parte de Braudel no implicabauna adhesión general a los análisis histó-ricos de Marx. La posición de Braudel sesitúa más bien en la filiación de HenriSée y de Pirenne, con aportaciones y pun-tos de vista propios. Por lo que conciernea Marx propiamente dicho (punto de re-ferencia que debe diferenciarse de las sec-tas marxistas, muchas de ellas tergiversa-doras de las enseñanzas genuinas de Marx),Braudel dejó clara y explícita su actitud:«le marxisme n'est ni notre ennemi ninotre frayeur. II est, pour nous, une pro-blématique qui, aujourd'hui, fait nécessai-

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Obviamente, la red analítica deBraudel no es la de Marx, y muyespecialmente no es la de algunosmarxistas como Pierre Vilar, conaserciones del orden de: «C'est lemode de prélévement sur la produc-tion, c'est le mécanisme de Vaccumu-lation qui constitue le fait social sig-nificatif, éclairant» (P. Vilar, L'histoi-re et Vhistorien, Cuaderno 47, 1964,de los Debates del Centro católicode intelectuales franceses, p. 44, ci-tado en L'histoire sociale, obra col.,París, Presses Universitaires, 1967).El capitalismo constituye un conjun-to de niveles interactivos sumamentecomplejos, una red de patrones decomportamiento, y puede decirse queconstituye una cultura propia. La acu-mulación es la variable independien-te únicamente para algunos análisisprecisos en los que esa selección ana-lítica es pertinente (pertinente por elpoder heurístico del que es portado-ra; análisis económicos formalizablesmatemáticamente: relaciones fuertes).En consecuencia, el análisis de Brau-del, que parte de las bases materia-les, demográficas y económicas, noimplica un reduccionismo materialis-ta (como el de algunos soi-disant mar-xistas).

rement partie de toute analyse historiquesérieuse, une fac.on importante d'aborder laréalité sociale, non la seule (...) Nous sou-tenons qu'il ne peut y avoir deux formesde science historique. Les problématiquespeuvent différer, et certes, elles différent,mais les resultáis, entre historiens de bon-ne foi, doivent se rejoindre» (Annales, I,1963, p. 103). Como puede observarse, eltexto implica la negación de la pretensiónde algunos dogmáticos marxistas de cons-tituirse en «la» ciencia social par excel-lence.

«Como privilegio de una minoría,el capitalismo es impensable sinla complicidad activa de la socie-dad. Constituye forzosamente unarealidad de orden social, una reali-dad de orden político e Inclusouna realidad de civilización» (Di-námica..., p. 77).

Este lenguaje actual está bastante dis-tante de las ambiciones del deceniode 1950 a 1960. Si aquel triple abor-daje se inscribía en un intento (queprocede del siglo xix) de hacer de laHistoria una ciencia que pueda resis-tir, en sus métodos, la comparacióncon algunas ciencias «duras», estemarco cognitivo de ahora deviene de-masiado extenso y poco coercitivopara el investigador. Todo interactúacon todo: el nivel demográfico conel social, el social con el económico,el económico con el político, el socialy el político con el cultural; o bien,en otra imagen: cada uno puede ac-tuar a la vez como envolvente y co-mo envuelto. ¿Cuáles son, entonces,las variables independientes con po-der heurístico intrínseco? ¿O cadainvestigador está facultado para cons-truir su propio castillo de naipes con-ceptual?

El Braudel anciano abandonó al-gunas de las grandes ambiciones deldecenio de 1950, cuando la irrupciónde lo cuantitativo parecía poder ar-chivar para siempre la Historia pura-mente literaria. En Ciencias huma-nas, decía últimamente Braudel, ex-pliquer c'est surtout savoir raconter.

Ahora bien, el lector no debe en-gañarse. Debajo de cada texto y decada frase hay un trabajo de enverga-

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dura en la reflexión, en la seleccióny en el recuerdo crítico de muchosdebates. Y saber contar es algo quereenvía a la forma expositiva para elpúblico; no implica necesariamenteque el objeto esté de tal modo com-plicado (o bien sea tan profundamen-te amorfo) que el esfuerzo científicodeba inclinar la cerviz ante los recur-sos descriptivos. Una cosa es clara enlos análisis de Braudel: la texturahistórica que él eligió como objetoestá organizada por relaciones de cla-ses y por luchas de clases (aunqueno solamente por ellas).

«Hay tantos caminos para la am-bición de los individuos como so-ciedades (...) En Occidente (...)la historia repite incesantementela misma lección, a saber, que loséxitos individuales deben inscribir-se casi siempre en el activo de fa-milias vigilantes, atentas y consa-gradas a incrementar poco a pocosu fortuna y su influencia (...)El régimen feudal constituye, enbeneficio de las familias señoria-les, una forma duradera del re-parto de la riqueza territorial, ri-queza de base, y por lo tanto unorden estable (...) La "burguesía",a lo largo de los siglos, vivirácomo un parásito dentro de estaclase privilegiada, cerca de ella,contra ella y aprovechándose desus errores, de su lujo, de su ocio-sidad y de su falta de previsión,para acabar apoderándose de susbienes (con frecuencia a través dela usura) y para infiltrarse final-mente en sus filas y perderse enellas (...) Parasitismo de larga du-

ración: la burguesía no cesa dedestruir a la clase dominante paranutrirse de ella (...) Ahora bien,es preciso que estas aguas socialesestén tranquilas o relativamentetranquilas para que se produzcala acumulación (...) y para que,si la economía monetaria colabora,emerja por fin el capitalismo. Es-te destruye (...) ciertos bastionesde la alta sociedad, pero recons-truye, en cambio y para beneficiopropio, otros tan sólidos y dura-deros como aquéllos (...) Estamosaquí, de hecho, ante una caracte-rística esencial de las sociedades deOccidente» (Braudel, Dinámica...,pp. 81 a 83).

Lo que Braudel está nombrando aquíes la sobredeterminación política delos procesos económicos. Es por ellocoherente con esta concepción la ideade Braudel que dice (contrariamentea Marx) que el capitalismo no se vaa destruir por sus contradicciones in-ternas (sobreentendido, económicaso económico-sociales). Hay que tomaren cuenta la sobredeterminación po-lítica. Los procesos demográficos yeconómicos pueden predecirse con uncierto grado de confiabilidad y hastaun cierto horizonte temporal; la his-toria política es impredictible (lo queno implica que sea enteramente alea-toria: tiene su lógica, i. e., sus deter-minaciones, no obedientes a la volun-tad de los actores más que bajo de-terminadas condiciones que reúnen ala vez el poder y el saber).

«El Estado moderno (...) no hacreado el capitalismo, pero sí loha heredado; tan pronto lo favo-

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rece como lo limita; a veces lo de-ja expandirse y otras le corta suscompetencias. El capitalismo sólotriunfa cuando se identifica con elEstado, cuando es el Estado» (pá-gina 78).

Otros aspectos de la obra de Brau-del necesitan un comentario muchomás extenso del que puede albergaresta referencia bibliográfica. La tran-sición de unas ciudades-centro de ca-da economía-mundo a otras ciudades-centro, brillantemente contada, nece-sita (según creo) completarse conanálisis diferenciales más exhaustivos

de los atributos y caracteres de cadacentro. En nuestra corta vida histó-rica hemos visto a Londres ejercercomo centro imperial, sufrir su de-clive en beneficio de Nueva York,recobrar de nuevo funciones que Nue-va York, aparentemente, le habíaarrebatado para siempre; aparecernuevos centros, como Tokyo, cadauno con sus limitaciones intrínsecasy con sus potencialidades. Un enor-me tema que queda abierto, en estahistoria que conjuga estabilidad deunos modelos políticos y crisis eco-nómicas.

E. PlNILLA DE LAS HERAS

FERNANDO REINARES

Violencia y política en Euskadi(Bilbao, Desclée de Brouwer, 1984)

«En el contraste de las muy diver-sas perspectivas ofrecidas podrá ha-llar el lector elementos para una sín-tesis analítica. Es importante com-prender el problema antes de aven-turar opiniones, soluciones incluso,que con frecuencia se producen des-de una agresiva ignorancia» (p. 11).Esta frase de Fernando Reinares,coordinador de Violencia y políticaen Euskadi, resume a la perfecciónel objetivo principal de esta obra, elde ser un lugar de encuentro y de-bate de opiniones, posturas y discur-sos que suelen presentarse en la vidapolítica diaria, la mayor parte de las

veces, como antagónicas e irreconci-liables entre sí. Un objetivo que, sinlugar a dudas, rebasa los límites dela mera reflexión intelectual y acadé-mica, para adentrarse de lleno en elámbito de una realidad política y so-cial, como es la de Euskadi, tan ne-cesitada de soluciones como de espí-ritus abiertos y dialogantes.

Violencia y política son dos térmi-nos indefectiblemente unidos en Eus-kadi desde ya hace muchos años—podríamos decir que demasiados—.Dos términos polisémicos que se re-definen constantemente en funcióndel marco discursivo en el que se en-

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globan (como demuestran los dife-rentes textos que en este libro senos presentan) y cuya relación impli-ca necesariamente plantearse cuestio-nes tan complejas como la naturalezay vigencia de la reivindicación nacio-nalista, el grado de pluralismo socialy político existente en Euskadi y loscleavages básicos que allí operan, lasraíces de la adhesión afectiva y efec-tiva a la violencia terrorista entre unsector importante de la sociedad vas-ca, etc. En fin, violencia y políticacondensan en sí mismos la situacióncotidiana a la que se ve abocado elciudadano vasco, en particular, y to-dos los españoles, en general; una si-tuación en la que la «trágica secuen-cia de acción/represión/acción ame-naza con convertir a la violencia enelemento endémico al devenir co-lectivo de lo vasco» (F. Reinares,p. 10).

En Violencia y política en Euska-di se reúnen 14 textos de otros tan-tos profesores, intelectuales y políti-cos que, desde diferentes perspecti-vas, abordan lo que se ha dado enllamar la «cuestión vasca». Aunqueestos textos aparecen englobados endos capítulos distintos (el primero ti-tulado «El marco político e institu-cional», y el segundo, «La violencia:perspectivas y diagnósticos»), la ver-dad es que casi todos ellos se carac-terizan por abordar el tema en unaforma global y general.

Este afán por comprender y abar-car todo «el problema vasco», «lacuestión vasca» o como lo queramosdenominar, que se deja traslucir enlas aportaciones aquí reunidas, aunsiendo comprensible en un libro de

estas características, que pretende so-bre todo exponer y contrastar postu-ras diversas, es una de las grandeslimitaciones, a mi juicio, a la quetienen que hacer frente los sociólo-gos e intelectuales en general que sededican a estudiar este tema. En efec-to, todo intento de profundizar másen un problema tan complejo comoes el que nos ocupa pasa, necesaria-mente, por el análisis detallado deaspectos concretos y particulares o,en otros términos, por la sustituciónde la habitual exposición generaliza-dora —muchas veces simplista— enfavor de la indagación analítica. Encaso contrario, se corre el riesgo deque la reflexión intelectual se con-vierta en una mera reproductora delos discursos públicos que sobre elterrorismo se destinan al consumo dela masa de electores.

Centrándonos ya en los ensayosque componen Violencia y políticaen Euskadi, podríamos agruparlos endos bloques: por una parte, los rea-lizados por profesores e intelectualesy, por otra, los de los profesionalesde la política; un criterio que, evi-dentemente, está cargado de subjeti-vidad y que, en algunos casos, esharto impreciso, pero que parece vá-lido a efectos de exposición. En elprimer grupo se incluyen aportacio-nes de especialistas tan reputados co-mo Javier Corcuera, Jesús Arpal,José Ramón Recalde, Gurutz Jáure-gui, Ruiz de Olabuénaga o José A.Garmendia. Personalmente destacaríalos textos de G. Jáuregui y Ruiz deOlabuénaga, el primero por su clari-dad de planteamientos y el segundopor su originalidad.

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Gurutz Jáuregui, gran conocedorde la organización terrorista vasca,tal y como demostró en su libroIdeología y estrategia política de ETA(Madrid, 1981), se esfuerza en esteartículo por dejar clara la naturalezapolítica del conflicto en Euskadi:«El problema es esencialmente polí-tico en cuanto que surge, crece y senutre, tanto en los inicios como enel momento actual, de una reivindi-cación o un conjunto de reivindica-ciones políticas... la reivindicación po-lítica de ETA es esencialmente (...)una reivindicación nacionalista», y,más adelante, concluye: «ETA esante todo un movimiento nacionalis-ta intransigente de carácter radical»(pp. 199-200). Junto a esta idea bá-sica, el profesor Jáuregui añade otrasde gran importancia: la primera esreconocer que el verdadero proble-ma radica en el arraigo y apoyo delos que goza ETA y sus acciones en-tre un sector de la sociedad vasca;la segunda idea es la de que la vio-lencia en Euskadi reviste unas espe-ciales connotaciones debido a quetiene lugar en una sociedad que vive—desde hace más de un siglo— enuna permanente crisis de identidad.A partir de este marco general, Gu-rutz Jáuregui expone la diferente in-terpretación que sobre el hecho vascoy sobre la resolución del problema dela violencia se realiza en el discursonacionalista y en el de los socialis-tas, en cuanto principales represen-tantes de los sectores no-nacionalis-tas. Dos interpretaciones que dejantraslucir dos visiones, dos filosofíascontrapuestas que, en vez de avan-

zar en el camino del acuerdo, tien-den a oponerse de forma sectaria.

Pero la parte más interesante ysugerente de este artículo es la de-dicada a las vías de solución. Aquí,el profesor Jáuregui apuesta por unatercera vía entre la de la negociación,defendida por los sectores nacionalis-tas, y la de la represión; sería unavía basada en una serie de medidasque denomina «desdramatizadoras»,medidas de mitigación de los conflic-tos, «actos unilaterales para cuya rea-lización no es necesario exigir con-trapartidas». Entre otras se citan: elabandono por parte del PNV de laconcepción patrimonialista de Euska-di, la asunción por el Gobierno vas-co de sus responsabilidades, el tras-lado de todos los presos a cárcelesvascas, la derogación de la ley antite-rrorista, etc. No hay ninguna medidanueva ni innovadora, pero lo que síes nuevo es la idea de que estas me-didas no deben estar sometidas al re-gateo negociador, al chantaje de lareciprocidad; deben ser tomadas uni-lateralmente, y para ello sólo hacefalta voluntad política. Junto a estasmedidas concretas se añaden otras decarácter más estructural que tiendana resolver el problema de fondo, lacuestión nacional vasca, y que pasan,según Jáuregui, por la potenciaciónde las posibilidades encerradas en elEstatuto de Autonomía.

El otro ensayo al que me referíaes el de José I. Ruiz de Olabuénaga.El sociólogo vasco en este artículoparte de una definición de violenciaque se aleja de los parámetros habi-tuales, ya que, en vez de centrarseen el ámbito del que la ejerce, enfa-

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tiza el aspecto de la víctima, del re-ceptor. Así, define la violencia de lasiguiente manera: «Violencia es eluso evitable de la fuerza, que obsta-culiza la autorrealización humana...Violencia, en esta perspectiva, no estanto el uso ilegítimo que un sujetohace de la fuerza, sino el uso ilegíti-mo de la fuerza que padece una víc-tima» (p. 153). En base a esta defi-nición, Ruiz de Olabuénaga analizalo que denomina la «Euskadi violen-tada» y la «Euskadi violentante»,que no es otra cosa que la percepciónexistente en la población de la legi-timación de los diferentes tipos deviolencia política que hoy se ejercenen la sociedad vasca. Según su par-ticular perspectiva, «son mayoría losque participan de la premisa que afir-ma la victimización violenta de Eus-kadi (la Euskadi violentada); son mi-noría, en cambio, los que legitimanla violencia política (la Euskadi vio-lentante), y menos aún los que parasu legitimación recurren a la premisade la violencia comadrona» (p. 167).

En otras palabras, para Ruiz deOlabuénaga, en la sociedad vascaexiste un sentimiento mayoritario deestar sometida a una violencia estruc-tural que, aunque no se diga abier-tamente, parece provenir de las es-tructuras estatales, que no respetanla identidad nacional de Euskadi, yello, en parte, explicaría la existenciade una respuesta violenta que, sinembargo, no es apoyada más que porunos pocos. Aun siendo bastante dis-cutible el análisis que se hace de laviolencia institucional ejercida sobreEuskadi y la concepción demasiadomonolítica y unívoca de sociedad vas-

ca que se maneja, hay que reconocerla coherencia de toda la argumenta-ción.

Además de los artículos menciona-dos, también se leen con mucho inte-rés aportaciones como la de JavierCorcuera, que, en la línea ya clásicade J. Aranzadi, incide en temas co-mo el carácter esencialista y míticode las reivindicaciones nacionalistas,o la de Jesús Arpal, que analiza có-mo las prácticas sociales cotidianas,las estrategias de vida colectiva, sonel verdadero elemento de peculiaridaddel País Vasco, y ante las que lasinstituciones existentes deben demos-trar su funcionalidad y eficacia.

El segundo bloque de textos antesdefinido era el correspondiente a losfirmados por políticos profesionales,y aquí hay que resaltar el gran acier-to de haber incluido a representantesde todas las opciones políticas conpresencia activa en la Comunidad Au-tónoma \ lo que permite poder con-frontar entre sí los principales dis-cursos partidistas que contienden enla vida política vasca. De esta mane-ra, tenemos la oportunidad de obser-var la transformación de los términosclave en uno u otro discurso, decomparar los núcleos de significaciónalrededor de los que gira el discursosegún la opción política representa-da y contrastar las estrategias argu-mentativas que se utilizan en cadacaso.

Así, en el discurso nacionalistamoderado (expuesto en el artículode M. Unzueta, del PNV), toda la

1 Cuando se redactó este libro todavíano se había producido la escisión del PNV.

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argumentación está construida en ba-se a la demostración de la existenciade un «pueblo vasco», de una «na-ción vasca», como un «hecho naturalque existe; no la ha inventado na-die» (p. 32), y al sentimiento de es-ta colectividad de estar siendo ata-cada en su especificidad. Con estaspremisas, básicas para comprender eldiscurso realizado, se desemboca enuna conclusión principal, la de quesólo a través de la profundización dela autonomía política de Euskadipueden resolverse los problemas dela nación vasca, y más concretamenteel de la violencia. Desarrollo del au-togobierno y desaparición de la vio-lencia en Euskadi son, por consiguien-te, para los nacionalistas moderados,dos términos que se implican mutua-mente en una relación «necesaria».

Con un antagonismo explícito a es-te discurso nacionalista aparece el delos socialistas vascos (representadoen la colaboración de Ana Miranda,del PSE-PSOE), para los cuales granparte de los males que aquejan aEuskadi provienen del «exclusivismode la comunidad nacionalista, quefundamenta su aspiración a la hege-monía política en base a una profun-da convicción de detentar la legiti-midad vasca» (p. 234). Mientras losnacionalistas se esfuerzan por mos-trar una única comunidad vasca ame-nazada en su especificidad nacional,los socialistas introducen el conflictoen el seno de la sociedad vasca par-tiendo del presupuesto de la existen-cia de dos comunidades enfrentadas,para convertirse, así, en los «adali-des» de la defensa de una comunidadno-nacionalista que estaría siendo ata-

cada por el «exclusivismo patrimo-nialista» de la comunidad naciona-lista.

Frente a estas dos líneas de argu-mentación se define el discurso delnacionalismo radical, el de los secto-res cercanos a HB y, también, a ETA,como se demuestra en el artículo deIñaki Ruiz de Pinedo. La dialécticavasquismo-españolismo, la definiciónesencialista de la nación vasca, la in-terpretación de «la lucha armada»como una respuesta a la opresión es-tatal española son los parámetros quese manejan para ubicarse en el ám-bito del nacionalismo. Pero, al mis-mo tiempo, la defensa de un nacio-nalismo de clase, de «la emancipaciónnacional al servicio de los interesesde los trabajadores» (p. 65), es elrecurso utilizado para establecer lasfronteras que le separan del naciona-lismo moderado, del defendido y re-presentado por el PNV. En el artícu-lo de Ruiz de Pinedo puede obser-varse, en toda su claridad, cómo «au-todeterminación», «alternativa KAS»,siguen siendo los términos «mágicos»para los nacionalistas radicales; sonconceptos que casi no se explicitanni se analizan en profundidad; estánahí, se repiten y con eso basta; mar-can las fronteras respecto a los opo-nentes y confieren identidad simbó-lica.

Aparte de estos discursos que, hoypor hoy, son los hegemónicos enEuskadi, también se puede encontrarel punto de vista de la derecha clá-sica en el artículo del aliancista Flo-rencio Arostegui, para el que todoparece reducirse a cómo acabar antescon ETA. La óptica moderada desde

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la perspectiva estatal en el artículodel ex ministro Rosón, que defiendela necesidad de buscar vías de enten-dimiento, pero siempre partiendo dela «irrevocabilidad del destino co-mún» de Euskadi y España. Y, porúltimo, una estupenda colaboraciónde Mario Onaindía, que destaca porsu sincera defensa de la necesidad deimplementar una convivencia demo-crática en Euskadi.

Quizá haya extremado en demasíalas diferencias que separan los tex-tos de los diferentes autores al refe-rirlos a las matrices discursivas delas que se nutren, pero lo que queríaresaltar es la gran distancia que se-para, hoy día, los discursos manteni-dos por los principales partidos enEuskadi, una distancia que se veahondada —desgraciadamente parala convivencia democrática— por elhecho de que los distintos discursosse definen más por sus rechazos ynegaciones que por una afirmaciónpositiva de sus propios contenidos 2.

2 En estos últimos meses, sin embargo,parece que, en alguna medida, esta distan-cia se está acortando, si no por lo querespecta a los discursos partidistas, sí encuanto a la práctica política, con la expe-

Sin ninguna duda, las líneas ante-riores no reflejan en su totalidad lagran cantidad de sugerencias conte-nidas en un conjunto de textos tanplural y diverso como el que Fernan-do Reinares ha logrado reunir enViolencia y política en Euskadi, pe-ro, por lo menos, servirán para dejarconstancia de las grandes posibilida-des que se abren cuando se contras-tan posturas y opiniones tan diferen-tes, que, como indicábamos al prin-cipio, es el objetivo principal de unaobra que exige que el lector realicesu propia «síntesis analítica». En fin,este libro, según nos consta, es sóloel inicio de un amplio proyecto in-vestigador que F. Reinares se propo-ne llevar a cabo en los próximosaños dedicado a analizar el problemade la violencia política en distintoscontextos sociopolíticos. Evidente-mente, se trata de un buen comienzoy de un buen punto de partida paraadentrarse en un ámbito de investi-gación donde la reflexión abierta,pluralista y desprovista de prejuiciosreduccionistas debe ser una exigenciairrenunciable.

Jorge BENEDICTO

riencia de gobierno de coalición protago-nizada por el PNV y el PSOE.

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Análisis recientes del trabajo de las mujeres en España

B. SAN JOSÉ

Democracia e igualdad de Derechos Laborales de la Mujer.Por un consenso social sobre la necesidad de una política contra

la discriminación de las mujeres en el empleo(Madrid, Instituto de la Mujer, Serie Estudios, núm. 4, 1986)

M. A. SALLÉ y J. I. CASAS

Efectos de la crisis económica sobre el trabajo de las mujeres(Madrid, Instituto de la Mujer, Serie Estudios, núm. 5, 1987)

P. ESCARIO e I. ALBERDI

El impacto de las nuevas tecnologías en la formación y el trabajode las mujeres

(Madrid, Instituto de la Mujer, Serie Estudios, núm. 6, 1987)

J. I. CASAS

La participación laboral de las mujeres en España(Madrid, Instituto de la Mujer, Serie Estudios, núm. 9, 1987)

A mediados de 1985 se produjoun cambio de signo en la evolucióndel empleo en España: de las tasasnegativas interanuales que se habránvenido produciendo en el mercado la-boral español durante los diez añosanteriores, se pasa a tasas positivasy de una cuantía importante en losdos últimos años (superior al 3 por100 en 1986 y al 4 por 100 en 1987).Un fenómeno paralelo, que tiene unamenor carga política coyuntural peroquizás mayor trascendencia social, porcuanto implica, además de lo que lamejora general del empleo lleva con-sigo, la significativa amortiguación deuno de los fenómenos fundamentalespara explicar la discriminación y des-igualdad social de las mujeres, es elincremento de la participación de és-tas en la vida activa, entendiendo portal el mercado de trabajo; aunque con-viene recordar que «el trabajo dirigi-

do al mercado es sólo una parte muypequeña del volumen total del traba-jo aplicado por las mujeres a la mo-dificación del mundo que les rodea» *.Pues bien, tras la caída de la tasade actividad femenina que se produ-ce en los primeros años de la crisisy su estancamiento a finales de lossetenta y principios de los ochenta,esta tasa ha pasado desde el 27,6 por100 en el segundo trimestre de 1985al 31,9 por 100 en el tercer trimes-tre de 1987. Ciertamente hay que re-conocer que esta tasa de participaciónes todavía baja en nuestro país, tri-plemente baja: «Baja en comparacióncon la masculina... baja en compara-ción con la de los países desarrolla-dos... baja por la interrupción —conperíodos de retroceso— del procesode incorporación creciente de las mu-

* M. A. DURAN, La jornada intermina-ble, Icaria, Barcelona, 1986, p. 33.

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jeres al mercado de trabajo desdeprincipios de siglo, con particular in-tensidad en los primeros setenta»(B. San José). Pero, a pesar de ello,no hay que minivalorar la incidenciatransformadora en diversos órdenesde la vida social que tiene la recienteaceleración del proceso de incorpora-ción de las mujeres a la actividad eco-nómica.

Coincidiendo con este cambio tansignificativo en el principal indicadorde la participación laboral de la mu-jer, se produce el reciente impulsoque se ha dado a los trabajos que ex-ploran la situación de las mujeres ennuestra sociedad, y particularmentelos aspectos relacionados con el traba-jo femenino, desde el Instituto de laMujer. En esta nota nos referimos acuatro análisis recientes del trabajode las mujeres en España publicadosen 1987 (excepto el libro de BegoñaSan José, que es de 1986) por esteInstituto. Como ha escrito esta auto-ra, «el trabajo ha sido objeto de aten-ción del movimiento de mujeres par-ticularmente en dos aspectos. Por unaparte, el acceso de las mujeres al tra-bajo retribuido ha sido conceptuadocomo un medio imprescindible parasu independencia económica, base delas demás autonomías. Por otra parte,el feminismo más reciente ha levan-tado la reivindicación de la valoracióndel trabajo doméstico, como mediode afrontar la base de la agresión co-mún a todas las mujeres». Los cuatrotextos que nos ocupan se sitúan enel primer campo, el trabajo mercan-til, el mercado de trabajo.

El libro de Begoña San José es untrabajo que podríamos enmarcar en-

tre los de «investigación-acción»; esuna obra que se concibe como un ele-mento de intervención, hecho desdeel movimiento feminista, para ponerde relieve «la estrecha conexión en-tre el estatus laboral de las mujeresy nuestra segregación política», ten-dente a apoyar la «infiltración de lasmujeres en estos terrenos», y no sólopara llegar a un reparto más iguali-tario de posibilidades, recursos y po-deres, sino también para aportar «otraforma de trabajar, de administrar laeconomía, de hacer política, de rela-cionarnos personalmente, que hemosaprendido de la experiencia de laopresión, de la esquizofrenia entrenuestra vida pública y privada y dela construcción de una solidaridad pe-culiar».

La experiencia personal de la au-tora, como militante sindical y femi-nista, y no como una «profesional»de la economía, la sociología o el de-recho, da al libro un tono vivo y aveces de denuncia, sin perder por elloel rigor. En ese sentido, este trabajo,basado en la relectura de dispersos es-tudios anteriores, tiene a la vez el va-lor de una síntesis y el mérito de suselementos provocadores. Y es una sín-tesis que se aborda conjugando unatriple perspectiva: histórica, económi-co-sociológica y jurídico-política. Laprimera permite a la autora describirel proceso de constitucionalización delderecho de las mujeres al trabajo (ca-pítulo 1) desde los inicios de la Re-volución francesa (con la «Declaraciónde los derechos de la mujer y la ciu-dadana», de Olimpia de Gauges) has-ta la instauración de la legislación so-cial proteccionista, ya en el siglo xx,

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proteccionismo que provoca una con-troversia todavía vigente en la que«para unos —y unas— la legislaciónproteccionista refuerza la discrimina-ción de la mujer como única respon-sable al trabajo doméstico, la aten-ción al marido y los hijos, [mientrasque] para la otra opinión... ademásde responder a la demanda inmediatade las trabajadoras, permite compati-bilizar el trabajo asalariado con el do-méstico, reduciendo el abandono delprimero por parte de las mujeres ca-sadas». Pero el repaso histórico quehace B. San José entre estos momen-tos históricos permite ver, aunque aveces de modo excesivamente frag-mentado, la evolución de las ideas so-bre el papel de las mujeres en la vidasocial y el trabajo en España y laparticipación de éstas en el nacimien-to y desarrollo al movimiento obrerodesde la reivindicación de «pan y ro-sas», implicación que en España sehizo tan fuerte que ha permitido aScambon escribir que «el feminismoespañol nunca gozó de un desarrollolibre e independiente; fue arrastrado,quizás inevitablemente, al conflictomás general entre la izquierda y laderecha».

En el segundo capítulo («La reali-dad desigual: situación actual de lafuerza de trabajo femenina»), BegoñaSan José adopta un enfoque econó-mico-sociológico de carácter, en gene-ral, más descriptivo y partiendo deque «la consagración institucional delos valores democráticos de igualdady participación... alientan a la mujera la participación económica», abordael análisis de aspectos claves para ex-plicar la discriminación de las muje-

res en el mercado de trabajo, partien-do de una discusión sobre la contra-posición doméstico-productivo, de lasrelaciones entre ambos campos y dela reivindicación de una valoración deltrabajo doméstico. Y así se analizanbrevemente los aspectos «femeninos»de la economía sumergida; la pugnaentre las actitudes/prácticas de aban-dono o resistencia en el mercado detrabajo de esta época de crisis; lasprofesiones de las mujeres, concentra-das sectorial y ocupacionalmente enunas ramas muy determinadas; el «pa-ro silencioso de las mujeres» y, es-pecialmente, su situación respecto ala protección por desempleo. En estecapítulo, sin embargo, hay que seña-lar que la mejora de la informacióngeneral y desagregada por sexos quese ha producido en los últimos años,con la reforma de la Encuesta de Po-blación Activa en 1987, la Encuestade Condición de vida y trabajo (1986)o la mejora de la información sobreprogramas de fomento del empleo yformación profesional o beneficiariosde las prestaciones por desempleo,permiten enriquecer algunos aspectosdel análisis.

El capítulo tercero —desde el niveljurídico-político— aborda el papel delos poderes públicos como garantes dela igualdad constitucional, analizandocon detalle el papel de las 21 dipu-tadas y 6 senadoras de las CortesConstituyentes en la elaboración dela Constitución de 1978; la génesisde los artículos del Estatuto de losTrabajadores de especial importanciapara las mujeres; los programas defomento del empleo y el papel de lamagistratura en relación con la igual-

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dad de las mujeres. Aparte de loscambios que nuevas sentencias hanido produciendo en este último aspec-to, conviene señalar que desde la re-dacción del libro que nos ocupa seha producido una importante modifi-cación del Estatuto de los Trabajado-res, por la Ley 32/1984, de 2 deagosto (BOE 4 agosto 1984), y, alamparo de los cambios introducidos,se cambió sustancialmente todo el es-quema de fomento del empleo que serecoge en el libro; asimismo, se haregulado la relación laboral del servi-cio doméstico. Recientemente, el Con-sejo Rector del Instituto de la Mujer,con la toma en conocimiento del Con-sejo de Ministros en septiembre de1987, ha aprobado el «Plan para laigualdad de oportunidades de las mu-jeres (1988-1990)». Todos estos sonelementos que dejan desfasados algu-nos aspectos de este capítulo, peroque fácilmente podrán ser subsana-dos en una próxima edición de estaobra. Un último y breve capítulo des-cribe las principales líneas de actua-ción de diversas instituciones inter-nacionales (ONU, Comunidad Euro-pea, OIT).

El libro de Begoña San José dauna visión global de la situación dela mujer en la sociedad española, ana-lizando algunos aspectos fundamenta-les de la misma, y lo hace desde unaperspectiva plural por los enfoquesanalíticos que utiliza; pero, además,es un libro que desde su mismo tí-tulo, Democracia e igualdad de De-rechos Laborales de la Mujer, se pue-de leer como una intervención a fa-vor de una concepción más igualitaria

de hombres y mujeres como exigenciabásica de la democracia.

Los libros de M. A. Sallé y J. I. Ca-sas, tanto el escrito conjuntamentepor ambos autores, Efectos de la cri-sis económica sobre el trabajo de lasmujeres, como La participación labo-ral de la mujer en España, escrito porCasas, tienen otra concepción y, dealguna manera, el segundo constituyeuna versión de la primera parte delprimer libro. Son dos libros que ana-lizan aspectos de la relación mujer-trabajo, tanto en su vertiente de lasprácticas como en la de las actitudes.

El primero de ellos, además de unaintroducción donde se enumeran bre-vemente algunos enfoques teóricos ac-tuales al trabajo de las mujeres (aun-que sin incluir la bibliografía de re-ferencia), consta de dos partes. Seanaliza, en primer lugar, la poblaciónactiva femenina exclusivamente a par-tir de datos de la Encuesta de Pobla-ción Activa del primer trimestre de1983. La segunda parte es un estudiode las actitudes sociales y laboralesde las mujeres a partir de los resul-tados de ocho grupos de discusión. Elanálisis de la primera parte, que di-fícilmente puede servir para analizarlos efectos de la crisis sobre el traba-jo de las mujeres al no proporcionarningún dato que permita comparar es-tructuras antes y después ni seguir laevolución temporal de, al menos, lasvariables fundamentales, tiene un en-foque meramente descriptivo queaporta, sin embargo, un elemento deinterés con el cálculo de los índiceseducativos que, presentados sistemá-ticamente para numerosas variables,proporciona un sencillo instrumento

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de comparación hombre/mujer, ade-más de sus estados civiles, edades,etcétera. El posterior libro de Casases una reformulación mucho más cui-dada y analítica de los temas aborda-dos en esta primera caracterización dela mano de obra femenina en 1983,que sólo en algunos epígrafes de con-clusiones logra separarse un poco delmero comentario de cuadros estadís-ticos.

Así, por ejemplo, presentan una ti-pología de mujeres que trabajan yque, más allá de su cuantificación,ofrece perfiles diferentes en su com-portamiento laboral. Existiría, segúnlos autores, un primer grupo de mu-jeres que de un modo u otro ejercenuna actividad subsidiaria y/o tempo-ral, y un segundo grupo cuya prepa-ración profesional les permite accedera puestos de trabajo más cualificados.El primer grupo puede subdividirse,a su vez, en otros dos. Por un lado,existe un colectivo de mujeres, deedad relativamente alta, que trabajancomo «ayuda familiar» o como traba-jadores autónomos y que se concen-tran principalmente en la agriculturao en el comercio y la hostelería. Estecolectivo supondría alrededor del 28por 100 de la población femeninaocupada. Por otro lado, un segundocolectivo está constituido por traba-jadoras asalariadas jóvenes con unabaja preparación profesional, que ocu-pan puestos de trabajo poco cualifica-dos en los servicios o bien en ramascomo el textil y la confección. En con-junto, las trabajadoras en esta situa-ción son cerca del 50 por 100 de lapoblación femenina ocupada. El otrogrupo de mujeres trabajadoras que se

puede distinguir con nitidez está for-mado por las que tienen un nivel pro-fesional medio o medio-alto, con unaedad promedio intermedia entre losdos colectivos señalados con anteriori-dad, y que son asalariadas de los ser-vicios (educación y sanidad), sobre to-do en el sector público. Este grupopuede estimarse en un 10 por 100de la población femenina ocupada.

La segunda parte de este libro esun análisis cualitativo de actitudes delas mujeres ante el trabajo dentro yfuera de la casa, la percepción de ladiscriminación y de la igualdad, laposición ante las feministas y los sin-dicatos, el planteamiento de la dife-rencia sexual, la maternidad y elabandono del trabajo, los anticoncep-tivos y el aborto. Se presentan pri-mero los temas abordados en cadauno de los ocho grupos de discusión,cuyos criterios de selección fueron:ocupadas / paradas / estudiantes /amas de casa (con/sin experiencia la-boral); mayores o menores de vein-ticinco años; nivel cultural elevado obajo; clase media/baja. Es una partebien documentada, pero de lectura di-fícil por la reiteración de los temas.Más interés presenta el análisis de laestructura general de los discursos delas mujeres que se hace a continua-ción, distinguiendo dos ideologías quecalifican de «modernizadora» y «tra-dicional», y cuyos planteamientos secontraponen en cuanto a la posiciónsobre el trabajo fuera del hogar, ladiferencia entre los sexos, la percep-ción de la discriminación y la exigen-cia de igualdad, la percepción de lasituación y génesis del mercado detrabajo. Por una ideología moderni-

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zadora se decantan, en general, losdos grupos de discusión con mujeresmenores de veinticinco años (estudian-tes, unas, y activas ocupadas, otras);el resto de los grupos se ubican másbien en la ideología tradicional. Sinembargo, esta división dicotómica nose produce ante las actitudes, gene-ralmente negativas, que las mujeresmanifiestan frente a los grupos femi-nistas, los sindicatos y la política.A pesar del interés que presenta esteanálisis estructural, su exposición sehubiera podido enriquecer con la pa-labra de las mismas mujeres en losgrupos de discusión, rompiendo deesta manera una expresión excesiva-mente lineal.

El libro de Casas, La participaciónlaboral de la mujer en España, es unriguroso análisis sobre la poblaciónactiva, ocupada y parada femenina ylos principales factores discriminato-rios que inciden en ella (edad, estadocivil, nivel educativo, status social,número de hijos, etc.). Esta aproxi-mación se hace desde cuatro fuentesdistintas: la Encuesta de PoblaciónActiva, la Encuesta de Condicionesde Vida y Trabajo, la Encuesta Situa-ción Laboral de la Mujer en España(del Instituto de la Mujer, 1984) ydatos del Instituto Nacional de Em-pleo. Esto representa un considerablepaso adelante respecto al análisis dela primera parte del libro anterior;sin embargo, el uso de las fuentes encapítulos sucesivos produce reiteracio-nes y elude el contraste de resultados,restando fuerza a un análisis verdade-ramente sugestivo.

El primer capítulo, el más largo ydocumentado del libro, analiza el

comportamiento de la población fe-menina activa ocupada y parada a par-tir de datos medios anuales de laEPA de 1985 y de series del período1976-85. Esto le permite hablar fun-dadamente de los importantes cam-bios que se están produciendo en lascondiciones laborales de las mujeresespañolas en los últimos años y se-ñalar, por ejemplo, que «el factor es-tado civil parece que está dejandode ser, en los grupos de edades másjóvenes, un factor determinante quealeja a la mujer del mercado de traba-jo. Este elemento, combinado con elaumento del nivel educativo, es lacausa más importante de la progresi-va incorporación laboral de la mujer»,aunque es de significar que esta ten-dencia se atempera por el efecto demodernización que supone la reduc-ción del ciclo laboral, de modo queen los dos extremos de edad la tasade actividad de las mujeres sea, aligual que la de los varones, decre-ciente.

El autor pone de relieve la con-centración del empleo femenino endeterminadas ramas de actividad yocupación (cinco ramas y cinco ocu-paciones concretan el 60 por 100 delas mujeres ocupadas), pero resaltan-do la diferente estructura de edadesy de situación profesional en unos yotros sectores. Así, las ayudas fami-liares y las empresarias sin asalariadosse reparten entre la agricultura y elcomercio. En cambio, las asalariadasse localizan de modo diferente: lasdel sector privado, entre la industria,comercio y otros servicios, y las delsector público están concentradas casitotalmente en «otros servicios» (en-

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señanza, sanidad, etc.). Casas utilizaun «índice de disimilaridad» elabo-rado con una metodología de laOCDE para mostrar cómo a lo largode los cinco últimos años se ha pro-ducido un leve descenso de esta con-centración debido, fundamentalmente,a la disminución de la presencia rela-tiva en ocupaciones del textil, con-fección y calzado y al aumento de mu-jeres en las ocupaciones de la Admi-nistración Pública.

En el análisis del desempleo se echaen falta una profundización en la ca-racterización de la duración del paroy en la incidencia del paro de largaduración sobre las mujeres, ya que eséste uno de los fenómenos cuantita-tivamente nuevos en la crisis del em-pleo en la década de los ochenta.

El segundo capítulo se basa en da-tos de interés de la encuesta SituaciónLaboral de la Mujer en España, y apartir de ellos se analiza la inciden-cia del estado civil, el número de hijosy, sobre todo, de la situación laboraldel marido sobre la actividad de lasmujeres. La misma encuesta le servirápara aproximarse a las actitudes delas mujeres ante el trabajo en el últi-mo capítulo. El primero de estos ca-pítulos lleva a Casas a establecer lasugestiva hipótesis de que el efectode los diversos factores considerados«no se traduce en un continuum desituaciones gradualmente ordenadas.Antes bien, hay que suponer que exis-ten "saltos" dentro de la resultantede dichos factores, de forma que exis-tirían colectivos más o menos homo-géneos de población femenina cuyosatributos personales y de entorno in-mediato se resuelven en situaciones

laborales similares. Pero, entre unoscolectivos y otros, los puentes o ca-nales de paso serían extremadamentedificultosos. En una palabra, la pobla-ción total femenina y su situación res-pecto al trabajo remunerado no seríaun todo homogéneo, sino más biencontendría fraccionamientos impor-tantes en su seno. Utilizando la ter-minología que, aunque a veces equí-voca, suele utilizarse en los últimosaños, la fuerza de trabajo femenina(real y potencial) estaría interiormen-te segmentada. Una de las caracterís-ticas de este tipo de segmentación esque, en buena medida, presenta unfuerte sesgo generacional y/o históri-co; es decir, la distribución asimétri-ca de la población femenina ante eltrabajo corre a lo largo de variacionesde la estructura económica de largoplazo».

Los dos capítulos siguientes, enque analiza «la mujer en la economíaregular» a partir de los resultados dela Encuesta de Condiciones de Viday Trabajo, realizada por el CIS y elMinisterio de Economía y Comercio,y la incidencia del «movimiento la-boral registrado y [de la] formaciónocupacional» sobre las mujeres, tie-nen un carácter de aproximación des-criptiva.

El libro de Casas incluye una bi-bliografía seleccionada y clasificada en14 epígrafes que permite una aproxi-mación a los principales trabajos so-ciológicos y económicos sobre la par-ticipación laboral de la mujer en Es-paña y otros países de nuestro en-torno.

El libro de P. Escario e I. Alberditiene una concepción diferente; se

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plantea como una investigación sobreEl impacto de las nuevas tecnologíasen la formación y el trabajo de lasmujeres, partiendo del hecho de que«frente a la avalancha de innovacio-nes en el campo de la microelectró-nica, apenas hay estudios dedicadosa investigar sobre las posibles reper-cusiones sociales que puedan acarrearlos avances tecnológicos» (Kling). Esuna investigación que tiene un dobleenfoque: por una parte, práctica, enel sentido de que no sólo pretendeconocer la relación entre la evolucióntecnológica reciente y el empleo, laeducación y el cambio de actitudes delas mujeres, sino que busca posibilitar«diseños de actuación política que fo-menten la incorporación de las muje-res a las nuevas tecnologías y evitar,en lo posible, que éstas se conviertanen un obstáculo» a su inserción igua-litaria en el mercado de trabajo; deotra parte, es una investigación ex-ploratoria, ya que intenta «sentar lasbases metodológicas y técnicas de po-sibles estudios empíricos posteriores».De ahí que el trabajo se base en unarelectura de bibliografía sobre las nue-vas tecnologías, en un análisis de al-gunos datos secundarios y de 25 en-trevistas en profundidad, focalizadasunas en el empleo y otras en aspec-tos educativos.

Del interesante análisis explorato-rio de seis sectores de actividad eco-nómica (Banca, Seguros, Automóvil,Textil, Confección y Telecomunicacio-nes) se deduce la diversidad de efec-tos que la introducción de nuevas tec-nologías (y de nuevas formas de ges-tión de la mano de obra, que, no con-viene olvidarlo, no se producen me-

cánicamente con la incorporación deaquéllas) tienen sobre el empleo, lacualificación y las condiciones de tra-bajo de las mujeres; efectos que vandesde los procesos de subcontrataciónen la banca de importantes ramas dela gestión y la polarización de los em-pleos que se está produciendo en elsector, la mayor propensión de lasmujeres a acogerse a las bajas incen-tivadas, el incremento de mujeres encadenas de producción en puestos tra-dicionalmente «masculinos», hasta unamenor introducción de innovacionestecnológicas en segmentos de la pro-ducción donde predomina la mano deobra femenina. El interés del enfoquesectorial del análisis de P. Escario eI. Alberdi en la primera parte de sulibro se hace patente, sobre todo,cuando, de la mano de un trabajo deC. Borderías sobre la Compañía Te-lefónica, se profundiza en los efectosque las nuevas tecnologías tienen so-bre el trabajo de las mujeres y su cua-lificación y promoción profesional.

El capítulo dedicado a «La educa-ción y la formación profesional» delas mujeres en relación con las nuevastecnologías pone de manifiesto, enun orden programático, la importan-cia que tiene el profesorado y laorientación profesional como instru-mento para romper las tendencias so-ciales —en cuya transmisión las fa-milias juegan un papel preponderan-te— y para separar/ segregar a las mu-jeres en la formación de base ligadaa las nuevas tecnologías y a los es-tudios técnicos.

Entre las posibles medidas a adop-tar dirigidas a potenciar la igualdadde la mujer en áreas laborales con

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incidencia tecnológica, las autoras se-ñalan la importancia que tiene la for-mación profesional, en la que habráque tener en cuenta tres aspectos cla-ve: 1) la educación formal de niñosy niñas; 2) la orientación profesionalde ambos sexos, y 3) el reciclaje pro-fesional de las mujeres, aspectos éstosque ocupan un lugar prioritario en elrecientemente aprobado «Plan para laigualdad de oportunidades de las mu-jeres 1988-1990».

La «Serie Estudios» del Institutode la Mujer, donde se han publicadolos cuatro trabajos comentados, pue-

de ser en los próximos años una re-ferencia obligada para todos los es-tudiosos sobre la problemática de lasmujeres en el mercado de trabajo sisigue mejorando esta línea de estu-dios de análisis e investigación que,integrando articuladamente datos dedistintas fuentes y contrastándoloscon la literatura existente en la ma-teria, profundicen en aspectos con-cretos que nos permitan ir compo-niendo el variado mosaico que cons-tituye la compleja realidad de la de-seable creciente incorporación de lamujer al mercado laboral.

Lorenzo CACHÓN RODRÍGUEZ

Féminas, trabajadoras, madres, esposas

MARY-PEPA GARCÍA MAS (dir.)Informe sobre la situación social de la mujer en la Comunidad de Madrid(Editado por la Asociación de Mujeres Progresistas por la Igualdad, 1987)

MARY-PEPA GARCÍA MAS (dir.)La droga en una cárcel de mujeres

(Cuadernos de Trabajo de la Comunidad de Madrid, 1987)

Cicciolina, la conocida diputada ita-liana, es, además de una pionera dela militancia política —ya tenía par-tido a los veintipocos años—, unaconcienzuda congresista. Sus compa-ñeros de Cámara relatan que en laComisión de Defensa, a la que per-tenece, ella es la que va a las reunio-nes con la documentación técnica biendominada y explica a los demás laspeculiaridades de los F-16. Con lo

cual se confirma que la otra Ciccioli-na, la exhibicionista, es, principalmen-te, una máscara, una forma de atraerla atención, además de una manerade jugar.

«Cualquier fórmula es válida paraatraer la atención», podría ser el sím-bolo del feminismo de los ochenta,que, como todos los movimientos utó-picos de los sesenta, está pasandoahora por las realidades de su re-

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conversión pragmática. Porque resultaque los fríos de la enésima recesióneconómica y los ajustes de poder con-siguientes afectan a todas las causasprogresistas y tienen, como principalefecto, hacer más estrecho y más cris-pado el escenario de la reivindicación.Por otra parte, la realización de es-tudios y análisis empíricos, como losque nos ocupan, tiene la extraña vir-tud de echar más leña al fuego, alcontribuir a esclarecer, con la fría evi-dencia de los datos, el cómo están deverdad las cosas. Nada peor que lasociología para congelar la sonrisa delos portadores de buenas intenciones,de cuantos creen que la documenta-ción y el discurso son ya parte de lareforma.

Hace poco tiempo nos entristecíael Instituto de la Mujer con las cifrasde los malos tratos de obra que reci-ben las féminas en el marco domés-tico, y la frialdad con que son recibi-das las reclamaciones correspondien-tes en algunas instancias de sedicenteprotección al pueblo, como la Guar-dia Civil. Parece que algunos miem-bros, probablemente los menos ilus-trados, de este Instituto aconsejan alas encardenaladas esposas que no ha-gan pública una cuestión que debeser encauzada por los mecanismos pri-vados de solución de conflictos. Cuá-les son éstos es la pregunta obvia,aunque el discurso recuerda —y legi-tima— aquellas afirmaciones conser-vadoras del siglo pasado que se feli-citaban de la existencia de la Iglesiay la Guardia Civil como instrumentospara pacificar a las masas.

En el tema de la desigualdad de lamujer no sirve el recurso de la mo-

dernización a la americana, aparentepanacea de nuestro subdesarrollo.Norteamérica no es el mejor sitio pa-ra la mujer. Pese al glamour de lostelefilmes, sólo tres de cada cuatromujeres trabajan en oficios no tradi-cionalmente femeninos, y sólo el 10por 100 de ellas ganan más de 23.000dólares al año.

El primer estudio objeto de estecomentario se basa en una encuestarealizada entre 1.500 mujeres de laComunidad de Madrid, que se refierea un ómnibus referencial donde estáncontenidos, y analizados, prácticamen-te todos los temas que el recienteInforme General del Instituto de laMujer presentaba para todo el Esta-do. El segundo contiene la elabora-ción de los datos, actitudes y opinio-nes que sobre el mundo de las drogasofrecen las reclusas del Centro Peni-tenciario de Yeserías. Es, podríamosdecir, la versión siniestra del prime-ro. Ambos han sido dirigidos por lasocióloga Mary-Pepa García Mas, ani-madora y garante de un grupo demujeres, y algún hombre, más amigosde las recompensas políticas, la de-nuncia y la clarificación, que del éxitoacadémico, o comercial, de sus es-critos.

Mi primera recomendación es sulectura, especialmente por quienes,desde algún trozo de poder, tienenposibilidades de embarcarse en lasmil y una aventuras de llevarle lacontraria a la inercia. La sobriedadde los comentarios de sus redactoreses el mejor acompañante de la frial-dad de los datos..

Quisiera compartir mi reflexión so-bre algunos puntos. En la España de

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los ochenta hay una especie de diná-mica desquiciada entre la educacióny el empleo de las mujeres. Las fémi-nas han sido convencidas de que elcamino a la igualdad pasa por lasaulas, y las estadísticas nos dicen nosolamente que las nuevas generacio-nas han sido convencidas de que ela los varones en la enseñanza prima-ria y secundaria, sino que, en general,las chicas estudian más y tienen másfe en lo que hacen que los chicos.Pero, al mismo tiempo, los certifica-dos de escolaridad ya no son lo queeran en el mundo del trabajo y nobasta tener buenas notas para colo-carse. A mayor abundamiento, se co-locan menos mal los universitarios, yen ese escalón, aunque ya hay bas-tantes mujeres, hay todavía más hom-bres.

El problema con el empleo, en es-te mercado cada vez más flexible einformal, es que, salvo ciertos trozosdel sector público, la información pre-via a la contratación y a la promociónestá bloqueada o fragmentada, de mo-do que los nuevos candidatos a traba-jar, los jóvenes y las mujeres, lo tie-nen más difícil. El sistema, de suyo,protege especialmente al varón adul-to, el que se supone cabeza de fami-lia. Luego están los corporativismos.Tengo para mí que los oficios quese feminizan se devalúan social y eco-nómicamente. El magisterio, sobre to-do en sus escalones más bajos, y laatención sanitaria primaria, son losejemplos palmarios. La reciente ten-dencia, por ejemplo, a crear escalonesinferiores en la enfermería conllevael conseguir enfermeras más baratas,sin que los médicos cercenen parte

de su competencia en beneficio de lasenfermeras convencionales i que pier-den por abajo sin ganar por arriba.Por eso resulta un tanto chistoso quealgunas mujeres se ilusionen con ac-ceder a puestos de trabajo en el Ejér-cito, cuando la verdad es que los man-dos encuentran cada vez más difícilconseguir varones competentes sin pa-garles bien. Como es sabido, el Ejér-cito americano es cada vez más mo-reno, negros e hispanos abajo, blan-cos arriba, y, pronto, cada vez másfemenino.

El gran tema, sin embargo, es lacompatibilidad entre el trabajo profe-sional y el doméstico. Los hogares es-pañoles son, en su gran mayoría, dedos sueldos porque así están las co-sas en la sociedad de consumo. Lamujer, que aún se considera feliz sitiene un empleo, vuelve a casa tancansada como el varón, pero sin queéste todavía esté entrenado a hacerigual que ella los menesteres caseros.La calidad de la vida hogareña baja,y de ello se resienten, sobre todo, losniños. Menos mal que el sistema edu-cativo, cada día más precoz, y la te-levisión echan una mano. Las tasasbajas de nupcialidad y fertilidad —en-tre las más bajas de Europa— sonun testimonio de la dificultad de lasnuevas parejas de encontrar trabajoy vivienda, y hay que reconocer quees la mujer la que, en general, llevala peor parte *.

* Como es sabido, el empleo femeninoque más crece en la economía liberal—Gran Bretaña, Estados Unidos— es elde chacha. Parece que en cuanto una pa-reja sube de status, lo primero que apetecees tener servicio doméstico. Muchas muje-res se gastan buena parte de su sueldo en

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La modernización romántica delemparejamiento —el matrimonio poramor— tiene muchas ventajas, peroun grave inconveniente, que las se-paraciones y el divorcio son un de-sastre económico. Cientos de historiasdan testimonio de las angustias detantos, y sobre todo de tantas, queechan mil cálculos antes de dar elpaso, aparentemente tan liberador. Latendencia a la solidaridad femeninaante el conflicto, con instituciones yapoyos aún embrionarios, son, con losconsultorios de planificación familiar,las dos buenas noticias para las es-pañolas menos pudientes. Porque lavariable clasista y geográfica, como

tener a otra sirviéndola. Es como un me-canismo de compensación cuando no pue-den, o no desean, acostumbrar al marido ala faena casera.

prueban ambos estudios, tiene muchaimportancia, y hará falta algo másque un lobby femenino —el ya famo-so 25 por 100— para generalizar laigualdad.

Uno de los efectos más penosos dela desigualdad, y la cara menos pre-sentable del feminismo, es justamen-te la fuerza con que la sociedad deconsumo manipula a la mujer, con-virtiéndola en dienta material y sim-bólica de las mil necedades de la cul-tura de los grandes almacenes. Cuan-do uno está ya a punto de dejarsellevar por los dulces senderos de lafeminización, aprender cocina, demo-rarse en el amor y volverse tierno ysolidario, resulta que tu pareja te in-vita... a ir de compras.

Alberto MONCADA

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