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Cruzada en el alma Caminos prácticos para la liberación del alma y para la verdadera felicidad Plan de meditaciones, oraciones y ejercicios para la cuaresma Una guía para las almas consagradas a María en la lucha contra sus debilidades por “Myriam van Nazareth” (seudónimo) Yo consagro este libro a María, la Reina inmaculada de la belleza celestial y Señora de todas las Almas Primera Parte días 1 - 21 (de los días de la cuaresma) 11.03.2010

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Cuaresma 40 dias de Sintonia Interior

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Cruzada en el alma

Caminos prácticos para la liberación del alma y para la verdadera felicidad

Plan de meditaciones, oraciones y ejercicios para la cuaresma

Una guía para las almas consagradas a María en la lucha contra sus debilidades

por

“Myriam van Nazareth” (seudónimo)

Yo consagro este libro a María,la Reina inmaculada de la belleza celestial

y Señora de todas las Almas

Primera Parte

días 1 - 21 (de los días de la cuaresma)

11.03.2010

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Cruzada en el almaRevelación de la Santísima Virgen María

a “Myriam van Nazareth”

13 de febrero 2007

“Qué es lo que el Altísimo pide al alma en los cuarenta días de vigilia? Te daré la respuesta haciendo notar tres grandes sucesos en la historia de la salvación:

1. En tiempos de Noé llovió durante 40 días y 40 noches. En el diluvio Dios pla-neó una profunda purificación de Su creación. La cuaresma debe ser para el alma un período de profunda purificación . Mediante una firme convicción de arrepentimiento entrará la lluvia de gracias por 40 días hasta lo más pro-fundo del ser, de modo que sus raíces serán embebidas completamente de esa lluvia.

2. Después de su vida oculta, Jesús dirigió al desierto para quedarse allí 40 días. Para Su imitación debe ser la cuaresma un período de profunda consciencia sobre la verdadera vocación y la verdadera misión en la vida, así como una profunda preparación para el subsiguiente rendi - miento en el servicio del Reino de Dios.

3. Tras Su resurrección, Jesús se apareció a Sus apóstoles frecuentemente du-rante 40 días, antes de partir al cielo el día cuadragésimo. La cuaresma debe ser para el alma un período de preparación exhaustiva para la elevación a la vida divina . Jesús vivió entre Su resurrección y Su ascención al cielo 40 días en un cuerpo glorificado. Para el alma, esto debe ser un símbolo del to-tal desprendimiento . Una vida como si no ya no estuviera más en el mundo, en virtud de una vida de pensamientos y sentimientos que totalmente esté orientada a difundir la verdad de Dios y la glorificación de sus grandes misterios. Esto también es una tarea para la cuaresma.

4. Estas tres fases de la historia de la redención se pueden considerar como símbolo de la renovación (diluvio), como símbolo de la redención (el principio de la vida pública de Jesús como salvador) y como símbolo de la salvación (el alma resucitada prepara su elevación al cielo en una atmósfera de experien-cias que ya se elevan sobre lo terrenal). Sí, estos 40 días de la cuaresma de-ben significar para el alma: renovación, consumación de su redención y salva-ción. Mirad, así como la Santísima Trinidad actúa como creadora, redentora y salvadora: Padre, Hijo y Espíritu Santo, es representada en todas estas obras por la Señora de Todas las Almas, que fué dada a las almas como Conducto-ra a través del desierto de la vida”.

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TOTUS TUUS MARÍACruzada en el alma

IntroducciónQueridos hermanos y hermanas en Jesús y en María.

El título de este regalo que María ha preparado para vosotros, despierta probable-mente en vosotros recuerdos que en la escuela os fueron expuestos, cuando se ha-blaba sobre cómo se organizaron en la edad media los caballeros de las comarcas expandidas de Europa con la intención de llevar a cabo una cantidad de cruzadas a Jerusalén para libertar la Ciudad Santa, cuna del cristianismo, de los turcos.

La Cruzada en el Alma es, por sugerencia de la Madre de Dios, descrita como un plan de lucha para librar a nuestras almas de la semilla que el gran impostor de las almas, Satanás, toda la vida ha intentado sembrar, en todos sus esfuerzos por profa-narnos. Nuestra alma se puede comparar con el santo sepulcro, en donde fué depo-sitado Cristo, para de allí resucitar en la gloria de la luz divina como testigo contra las tinieblas.

Este “entierro”se repite en cierto sentido cada vez que recibimos la santa comunión: El Redentor será depositado en nosotros con todas sus obras y todos sus planes para nuestra salvación después de que durante la Santa Misa vivió su sacrificio en la cruz. Desde nuestra alma Él resucitará con nosotros cogidos de la mano para que como cristianos seamos luces, que resplandecen como testimonio de la única ver-dad de Dios en el mundo.

La cuaresma es, con mucho, el período más apropiado para aventurarnos a una cru-zada en el núcleo de nuestro propio ser, con la intención de afianzar allí la herencia divina y hacer posible nuestra resurrección hacia una vida santa en Cristo. Todos los días se nos ofrecerá un tema a considerar, instrucciones para liberar el alma de cier-tas clases de cizaña, que puede haber echado raíces en el alma, y oraciones de pe-tición para, en íntima unidad con María, acercarnos cada día más a la liberación del alma.

La Cruzada en el Alma pretende ser un medio de ayuda para conocer las propias debilidades y vencerlas con ayuda de María. Que la cuaresma sea para cada uno de nosotros un período de purificación profunda, un período de limpieza de todas las convicciones a que entorpecen la vida del alma y el debido descubrimiento de Cristo en el rincón más profundo de nuestra alma. De Cristo, Quien es y será eternamente el portador de los tesoros inconmensurables de Su obra de redención y de Su resu-rrección a la gloria.

La vida es un via crucis de pruebas beatificadoras. Es además de ello una cruzada en la salvación del alma. En el camino, el caballero encuentra ladrones y desgracias en una variedad de formas y figuras. La única meta verdadera es ahora como antes, la liberación del santuario de su alma de la ocupación de un conjunto de potencias que son hostiles a Dios y a las almas. Tanto las pruebas de esta difícil y peligrosa cruzada como también la batalla contra el poder mismo de la ocupación sólo pueden aportar los frutos de salvación pretendidos, cuando todo ello sea realizado con, para, y a través de María. No vivamos ni una sola hora sin Ella; pues los enemigos de Dios y de las almas le han sido depositados bajo Sus pies. Tomemos en cuenta, que el infinito plan de Dios, la fundación de Su Reino en la tierra, obtendrá su primera realización dentro de nuestras almas. La liberación de la humanidad del dominio de las fuerzas tenebrosas comienza con los esfuerzos de cada alma de liberarse a sí misma.

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Por la Señora de todas las almas,

“Myriam”- en Febrero 2007

Pongámonos ahora durante toda la cuaresma a través de la siguiente oración (Nr.522) bajo la protección de María:

Querida Madre María, santísima Corredentora de la humanidad,

en esta cuaresma entrego todo mi ser al fuego de Tu doloroso e inmaculado cora-zón, para que allí se queme todo lo que me hace esclavo de mi cuerpo.

Te pido, dígnate librarme por medio de la luz del Espíritu Santo de las ataduras de mis deseos, para que yo sea fuerte ante las tentaciones, seducciones y codicias y así pueda desatarme de mi antiguo “yo”.

No me sueltes, para que yo pueda Contigo consumar en Tu corazón este camino del calvario y allí, el viernes santo, crucificar todos los pecados, faltas y debilidades de mi vida y así mi alma vuelva a nacer de Tí en la Pascua.

Te pido que me des un amor encarecido a la cruz y a Tus dolores, para que ese ca-mino me santifique en mi convicción del arrepentimiento, que a través de la cruz, que aporta luz y vida, redimirá a las almas.

1er día. Miércoles de ceniza. Carencia de la práctica penitencial1. Para meditar en silencio

Hoy comienzan los cuarenta días, la cuaresma, que nos conducirá a la pascua. El ayuno evoca en las personas la privación de alimento; pero la profunda índole, el verdadero significado del ayuno se debe buscar en el nivel del alma. El ayuno anima a nuestro ser, a despojarse de ciertos prototipos que sujetan nuestro ser a la vida mundana, a la vida material. El verdadero ayuno aspira a una purificación de todo nuestro ser: nuestro ánimo, nuestra ideología, nuestras costumbres y nuestro patrón de comportamiento, y en lo profundo: a una profunda purificación de nuestra vida es-piritual.

El verdadero ayuno es un intento del alma de despojarse del lastre del mundo, para que su vuelo hacia Dios sea más ligero. Si nosotros vivimos la cuaresma ante esta razón, el viaje a la pascua podrá ser un viaje a la verdadera resurrección: un renaci-miento con un alma que aprende a descubrir su verdadera misión, o redescubrir ésta con mucho mayor profundidad que antes.

Así como el ayuno del cuerpo despoja al organismo de los viejos y enfermizos las-tres y sustancias que se encuentran hondamente escondidas en los tejidos, así nos conducirá el ayuno del alma a una mayor santidad. La verdadera santidad es la com-pleta salud del alma, en cuanto ésta se acerca a Dios cada vez más y en efecto se convierte en Su imagen. Esto solo es posible cuando el alma se despoja de todos los elementos que la atan al patrón mundano.

Uno de los mayores recursos para ello es la penitencia. La práctica de la penitencia es la disposición de someterse a ella. La penitencia es un acto a través del cual uno se impone una carga con la intención de reparar los propios pecados o los pecados de otra persona ante la justicia divina. La práctica de la penitencia nos remite a actos que la persona, desde el punto de vista del pensamiento mundano, normalmente no los efectúa con mucho agrado. El alma invita al cuerpo generalmente a someterse a determinados comportamientos, esfuerzos, cargas o sufrimientos, que normalmente se podrían evitar, pero que el alma elige intencionalmente con el fin de proporcionar

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su cooperación a la realización del plan de Dios para las almas. La práctica de la pe-nitencia es una virtud que, especialmente en estos oscuros días de gran inclinación al pecado, se ha vuelto extremadamente valiosa.

Jesús invita a cada alma a seguirlo. La verdadera sucesión de Cristo conduce a la imitación de la disposición de Jesús mismo, de expiar innumerables pecados que Él mismo nunca cometió. Uno no se puede llamar verdaderamente “cristiano” si evita este camino dorado hacia la corredención de la humanidad.

Se habla de carencia de práctica penitencial, cuando rehuimos, fuera de las norma-les cargas cotidianas, a cualquier esfuerzo adicional. Tengamos siempre presente, que la penitencia atrae la luz y la gracia de Dios al mundo, y consideremos también que el ser humano no posee ningún fundamento justificado para protegerse medro-samente a sí mismo; pues el único objetivo de la vida terrena es: hacer del capital que Dios nos ha regalado, nuestro cuerpo, lo mejor; pues el cuerpo es en primer lu-gar un instrumento de expiación de la carga del pecado de la humanidad.

2.-Dejad que la luz brille en la oscuridad - una ojeada en el alma.

Hagamos que en nuestro corazón todo sea silencio y quietud, observémonos en lo profundo de nuestro interior, y tendamos la mano a nuestra celestial Madre María, la Señora de Todas las almas, para que nos envíe el Espíritu Santo. Digámosle lo si-guiente (y repitamos tres veces lentamente estas palabras):

“Oh María, poderosa Dueña y Señora de mi alma, haz que descienda en mí el Es-píritu Santo. Ven, Espíritu Santo, ilumina mi corazón, mi espíritu y mi alma con Tu luz divina para que yo me pueda ver como Dios me ve. Condúceme al conocimiento de mí mismo(a). Muéstrame quién soy yo realmente”. (3 veces).

A la luz del fuego divino, nos conoceremos mejor si nos hacemos las siguientes pre-guntas:

- Tiendo en la mayoría de las diversas situaciones cotidianas a escoger la solución más fácil, o me atrevo de pronto a imponerme una carga mayor de lo absolutamente necesario?

- Está caracterizada mi vida por costumbres fijas, por patrones fijos (aún hasta pre-decibles)?

- Soy lo suficientemente consciente del hecho de que mientras el mundo exista, Je-sús y María llevarán la carga de los pecados que nunca cometieron?

- Por qué motivos estoy tan poco entusiasmado(a) cuando se trata de hacer peniten-cia por mis propios pecados y por los de toda la humanidad?

3.- Ejercicio del día y consagración .

Propongámos hoy hacer algo que normalmente no nos gustaría hacer y consagre-mos este acto con la siguientes palabras (oración Nr.892) a María:

Querida Madre María,

por la reparación a Tus dolores y a los sufrimientos de Cristo, ofrezco este acto como un beso de amor a Tu corazón dolorosísimo, como penitencia de los pecados de toda la humanidad y por los pecados, faltas e insuficiencias de mi propia vida.

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Dígnate ofrecer a Dios este acto de penitencia en unión con Tu amor infinito y con los eternos merecimientos de Tus lágrimas como desagravio ante Su justicia infali-ble.

4.-La clave diaria para la liberación de mi corazón, mi espíritu y mi alma.

Yo me propongo, a partir de hoy, no evadir un dolor, una incomodidad, un cansan-cio, o un esfuerzo, como contribución diaria para la expiación de los pecados, faltas, insuficiencias y negligencias de toda mi vida y por todos los pecados, faltas, insufi-ciencias y negligencias que toda la humanidad ha cometido a través de los siglos. Yo quiero aportar este esfuerzo diario por amor a Jesús sufriente y a María dolorosa.

2° día. Jueves: Tibieza espiritual y falsa espiritualidad1. Para meditar en silencio

Jesús ha enseñado a las almas muchas cosas. La mayor lección que Él les ha trans-mitido sobrepasa en mucho el nivel de las palabras pronunciadas: la lección del ver-dadero amor, el fuego de la verdadera vida divina. El amor verdadero es la única fuerza que puede hacer que el alma se acreciente y sea separada de su existencia corporal, con la satisfacción de sus innumerables deseos y necesidades que ésta exige.

El alma que verdaderamente anhela llevar su vida terrenal en la más estrecha unión con Dios, bajo Su vivificación y con Su poder, heredará como primer regalo de Su amor: la capacidad de tratar con el verdadero amor, sentirlo en la profundidad del propio ser y hacerlo fructífero para sí y para la salvación de muchas almas.

Un alma que a pesar de todo sabe amar incondicionalmente, es un canal puro por el cual el agua reanimante del amor de Dios fluye libremente hacia todas las almas con las que entra en contacto. Esta alma está siendo dirigida por el Espíritu Santo a cada paso por el sendero de su vida. Esta constante alimentación por parte de la mano de Dios permite que maduren en el alma opulentos frutos.

El mayor de estos frutos, el que abre al alma la puerta a los mayores merecimientos, es el del verdadero fuego de los intereses de Dios: esa alma se niega a sí misma para dedicarse completamente a la realización de los planes y obras de Dios. Por consiguiente esa alma vive sólo para la acción para las obras de Dios. Ella será im-pulsada por la voz del Espíritu Santo. Será también compenetrada de la necesidad de consagrarse totalmante a María, porque ha empezado a entender la verdadera índole, la verdadera grandeza, la verdadera designación y vocación de María en la consumación del plan de salvación de Dios para las almas. Por todo esto, esta alma será elevada cada vez más sobre las cosas del mundo y al mismo tiempo liberada de su humanidad para llevar una vida de encarecido temor de Dios. Dios y María se-rán su luz y su vida.

Muchas almas carecen de la honda sensación del verdadero amor, el fuego que otorga a cada detalle de la vida un sentido y más color. Así se origina la tibieza espi-ritual, la falta de ánimo de experimentar lo divino en la vida cotidiana. Muchísimas al-mas, aún los llamados cristianos, caen víctimas de la tibieza espiritual. Rezan y asis-ten regularmente a la Santa Misa y hacen todo esto más bien como un deber que han captado durante su educación; o con la intención de mantener el contacto social con determinadas personas, esto es, una especie de llamada de emergencia para huir de la soledad o para “ser parte integrante” de algo.

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Esas almas no están estimuladas por el deseo de servir a Jesús y a María. Su vida espiritual está marcada por superficialidad, opacidad, carencia de fuego y de vivifica-ción. A veces, estas deficiencias se complementan con una “falsa espiritualidad”: el alma se entusiasma con lo divino, pero no consagraría con arrojo su vida entera a Dios o a María; pues para ello le falta el verdadero amor, que deberá darle la fuerza para no tropezar a cada prueba o contrariedad.

Esa alma se está timando a sí misma una y otra vez. Hace creer y está convencida que ama a Jesús y a María sobre todas las cosas, pero ese amor es más bien un sueño que una realidad por la que hasta estaría dispuesta a morir. Esa alma es vícti-ma de su propio fraude, y de su carencia de conocimiento de sí misma.

Su espiritualidad no posee raíces hondas y fuertes; pues en cuanto percibe una pie-dra grande en su camino, no encontrará el amor que necesita para ponerla de lado con ardiente entrega, con el sincero empeño de agradar a su Amado Celestial, aún a costa de su propio bienestar.

Esa alma se decepcionará y algún día le volverá la espalda a la fe. Pues el canal donde debería fluir el amor de Dios está contaminado. Su superficie no es firme ni uniforme, sino blanda y accidentada, de modo que el agua de la verdadera vida se estancará y se convertirá en lodo. En el suelo de esa alma crecerá en seguida la mala hierba de diversas clases de pasiones y vicios que inhiben el crecimiento de los auténticos frutos y éstos se pudrirán en el lodo del suelo.

2.- Dejad que la luz brille en la oscuridad- una ojeada en el alma .

Hagamos que en nuestro corazón todo sea silencio y quietud, observémonos en lo profundo de nuestro interior, y tendamos la mano a nuestra celestial Madre María, la Señora de Todas las almas, para que nos envíe el Espíritu Santo. Digámosle lo si-guiente(y repitamos tres veces lentamente estas palabras):

“Oh María, poderosa Dueña y Señora de mi alma, haz que descienda en mí el Es-píritu Santo. Ven, Espíritu Santo, ilumina mi corazón, mi espíritu y mi alma con Tu luz divina para que yo me pueda ver como Dios me ve. Condúceme al conocimiento de mí mismo(a). Muéstrame quién soy yo realmente”. (3 veces).

A la luz del fuego divino, nos conoceremos mejor si nos hacemos las siguientes pre-guntas:

-Cuando estoy por comenzar una oración, lo hago con el profundo deseo de hablar realmente con Dios (María) o lo hago más bien porque me sentiría mal si no lo hicie-ra (por ejemplo, sólo porque tengo la costumbre de rezar a cierta hora del día)?

-Cuando en mi vida me topo con dificultades queda evidenciado que el fuego con el que normalmente hablo sobre lo celestial, de pronto desaparece, o vive ahora como antes en mí algo que dice “por Tí quiero sufrir y si es necesario para el plan de Dios, estoy dispuesto hasta a morir por Tí o al menos despojarme en esta vida de mis pro-pios intereses”?

-Cuando en mi día a día hago un esfuerzo, pienso en los resultados de ese esfuerzo para mis intereses mundanos o más bien me dejo guiar por los posibles efectos (po-sitivos o negativos) para mi propia alma y para otras almas?

3.- Ejercicio del día y consagración

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Hagamos hoy antes de una de nuestras oraciones por unos momentos silencio en nuestro corazón y en nuestros pensamientos, dirijamos nuestros sentimientos a Ma-ría y repitamos tres veces lentamente:

“Oh mi Madre celestial, yo te amo tanto!”

Hagamos fluir nuestro corazón completamente en María como si estuviera ante no-sotros el gran amor de nuestras vidas y digamos nuestra oración como si fuera una perfecta declaración de amor con todo el fuego que seamos capaces de reunir.

Recemos la oración (sigue la oración nr.891)

Querida Madre María,

quiero enterrar esta oración en Tu Corazón, como un derramamiento de mi amor.

Dígnate llevarla ante el Trono de Dios como una flor de primavera.

Que su perfume en alguna parte del mundo suavice un corazón de piedra, consuele un espíritu atormentado o que conduzca a un alma pecadora a la conversión.

4.-La clave diaria para la liberación de mi corazón, mi espíritu y mi alma.

A partir de hoy voy a imaginar cada día que al principio de cada oración que rece y de cada Santa Misa que asista, estoy esparciendo una semilla en el suelo de mi alma, que durante esa oración o esa Santa Misa trabajaré mi suelo, lo regaré y lo irradiaré con los rayos de sol del verdadero amor, para que al final de la oración y de la Santa Misa pueda regalarle a María una hermosa y perfumada flor.

Yo quiero esmerarme con estusiasmo, y de este modo juntar muchas flores día a día, como reparación de los pecados de la humanidad y como materia prima para una verdadera lluvia de flores de conversiones en muchas almas. Esta idea de la po-sibilidad de contribuir activamente a la salvación de las almas liberará también mi propio corazón y mi propia alma.

3er día. Viernes. Hacer de lo mundano el punto central de la vida1. Para meditar en silencio.

Cada alma ha sido enviada al mundo con un propósito vital que va infinitamente más allá de lo mundano. Qué inútil sería esta vida si no tuviera nada más qué ofrecer que las alegrías pasajeras de lo terrenal. La persona nace, va a la escuela, escoge una profesión, etc. Nada de esto tiene en sí un sentido, se trata simplemente de un me-dio para alcanzar una meta más alta: la salvación del alma.

La divina Providencia tiene una visión conjunta de todas las almas, sus acciones dia-rias, palabras, pensamientos, sentimientos y aspiraciones, y trata de orientarlas ha-cia el servicio de la realización del plan de Dios y de la salvación para todas las al-mas. A fin de cuentas la meta está apuntando a la fundación del reino de Dios en la tierra. Cada alma está contribuyendo a ello mediante su propio camino por la vida. Esto lo hace a través de las decisiones que toma, del modo en el que recciona a ellas en cada situación de la vida y también mediante el modo de dedicarse a sus semejantes, a la creación vivificada y no vivificada y a lo divino.

Las incontables consecuencias de los millones de situaciones y acontecimientos que constituyen el sendero de la vida acaparan tanto a los seres humanos y atiborran los sentidos y el espíritu con un gran lastre de impresiones e informaciones, que surge el riesgo de que la vida como un todo, devore completamente y de lleno a la perso-

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na. Sí, la vida es como arena movediza: el alma puede hundirse tan fácilmente en ella, que ya no hay esperanza de salir sin ayuda externa.

Contemplado esto a la luz, la única ayuda externa infalible es la ayuda que viene de arriba: sólo Dios y su gran representante (María, la santísima Virgen y Señora de To-das las Almas) pueden estar en el centro de la vida terrena y del conjunto de los pro-cesos internos del corazón, del espíritu y del alma. Mediante nuestro comportamien-to como reacción a las diferentes situaciones cotidianas tenemos qué estructurar nuestra alma a imagen de Dios. Debemos cooperar a la salvación de nuestra alma tomando las decisiones correctas y dejándonos guiar por las influencias oportunas. De esto se deduce que el ser humano debe optar resueltamente por los preceptos de Dios, la enseñanza de Cristo, las orientaciones de María y los sugerimientos del Espíritu Santo así como utilizar todas las oportunidades que ofrece en la vida la Divi-na Providencia para propinarle incontables veces un suave empujón hacia una de-terminada dirección.

El alma se debe abrir a la conducción de Dios de un modo tan desinhibido, que pau-latinamente empieza a sentir que todo en su vida se debe conducir a un común de-nominador: todo debe contribuir a la consumación de las obras de Dios. El alma está en la tierra con el propósito de ser santa y por ende, fructífera para el reino de Dios y después de esta vida regresar a Dios para la vida eterna de bienaventuranza en el cielo. Un alma santa es un alma que no vive en las celdillas: rezar- comer- dormir- trabajar –Santa Misa- jugar, etc. Todas esas celdillas deben fundirse en una celda completa, la celda de la verdadera vida divina, que todo gobierna y que todo encie-rra.

El camino dorado hacia la santidad es la total consagración a María, en la que el alma todo hace con, para y a través de María y le deja a Ella tomar parte en todo. Muchas almas viven tan fuertemente hundidas que destierran al verdadero Dios de sus vidas y se consiguen sus propios ídolos: hobbys, televisión, profesión, prestigio, auto, dinero, ordenador, deporte, sexualidad, comida y muchas cosas más, se vuel-ven el centro de su comportamiento y de su pensamiento. Por eso aman las trampas de Satanás y les rinden culto, siendo que ellas las apartan de la voluntad de Dios.

Aún en el caso de que esas almas oren, lo hacen con intenciones terrenales, (“dame trabajo, cúrame, haz que mi hijo pase en la escuela, haz que mañana salga el sol….”) Estas oraciones no son un intercambio de amor con Dios sino un desalmado e insensible intercambio o negocio. Estas almas están tan ocupadas con sus cargas terrenales, que dejan regir su vida por reglas estrictas –frecuentemente inventadas por ellas- en su casa, en su trabajo, etc. Ellas ya no se abren a todo momento a la guía de Dios, sino que organizan su vida con pensamientos humanos, con pequeñas reglas fijas y planes estrictos de tiempo y fechas que se convierten en una fuente de tensiones, discordias, desavenencias. Como viven completamente orientadas al mundo, se enredan fácilmente en las redes de muchos vicios: materialismo, avaricia, mimarse a sí mismo, hasta curiosidad, porque tratan constantemente de adornar su vida informándose de todo lo que pasa en el mundo y a su alrededor.

Ese afán es precisamente el fruto de la inseguridad: el alma que ha tomado la orga-nización de su vida en sus propias manos y ha relegado hacia atrás lo divino y hasta lo ha desterrado, será tarde o temprano víctima de sentimientos de inseguridad; pues le falta el amor y la guía de un poder desconocido, que sólo desea lo mejor para ella. La cuaresma debe ser un tiempo en el que se descubrirán las nubes inter-nas, para poder encontrar de nuevo el sol.

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2.- Dejad que la luz brille en la oscuridad- una ojeada en el alma .

Hagamos que en nuestro corazón todo sea silencio y quietud, observémonos en lo profundo de nuestro interior, y tendamos la mano a nuestra celestial Madre María, la Señora de Todas las Almas, para que nos envíe el Espíritu Santo. Digámosle lo si-guiente (y repitamos tres veces lentamente estas palabras):

“Oh María, poderosa Dueña y Señora de mi alma, haz que descienda en mí el Es-píritu Santo. Ven, Espíritu Santo, ilumina mi corazón, mi espíritu y mi alma con Tu luz divina para que yo me pueda ver como Dios me ve. Condúceme al conocimiento de mí mismo(a). Muéstrame quién soy yo realmente”. (3 veces).

A la luz del fuego divino, nos conoceremos mejor si nos hacemos las siguientes pre-guntas:

-He organizado mi vida de tal modo que procuro mantener mis contactos (oraciones, etc.) con Dios (María) en determinados momentos, de manera que, o rezo (o estoy en el corazón de Dios/María) o no rezo?

-Qué se encuentra en mi vida como punto central de mis intereses y mis empeños?

-Qué tan importantes son para mí la televisión, el dinero, el juego, la construcción de mi futuro dentro de esta vida terrena?

-Me dejo seducir fácilmente por ofertas referentes a nuevos productos, de manero que siento que me faltaría algo si no los consigo?

-Cuando rezo, deseo ver los resultados de mi oración que tienen influencia en mi vida terrena?

-Me preocupo fácilmente por preguntas financieras y materiales? Me intranquilizo cuando alguien no me paga a tiempo?

3. Ejercicio del día y consagración

Tratemos hoy cuando menos una vez con todas nuestras fuerzas resistir a una ten-tación mundana (televisión; leer el periódico; la tendencia a escuchar una conver-sación de la gente en la calle, o algo que algunas veces casi no podemos resistir….) y tratemos lo más intensamente posible vivir dirigidos a los intereses del alma y del cielo. Así mismo tratemos de leer algo que proporcione al alma alimento puro. Rega-lemos a María también la siguiente oración (nr. 876)

Querida Madre María,

Dios ha predestinado mi alma para la vida en Su Reino, el Paraíso, en donde no hay hambre ni sed, ni enfermedad, ni cansancio.

Te pido encarecidamente por mi liberación de las cadenas del mundo; pues el ca-mino terrenal que se me ha dado para guiar mi alma al Reino Eterno, amenaza con convertirse en meta final.

Oh Reina del imperio de las almas, establece Tu trono en mí para que se rompa el dominio que tienen en mí mis necesidades e influencias de la vida terrena. Somete todos mis hábitos y todo lo que me ata a las costumbres, sentimientos y deseos mundanos bajo Tu poder, pues es mi anhelo, a imitación Tuya participar con el cora-zón y con el alma de la Vida Divina.

Oh María, sé la dueña poderosa de mi vida y de todo mi ser.

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Destruye sin piedad la tiranía, que ejercen sobre mí el conjunto de tentaciones de la vida moderna.

Consígueme la gracia del desprendimiento de toda corriente de materialismo y de lo que me ata a las necesidades ficticias mundanas.

Trasládame hasta la cámara más profunda de mi alma para que allí descubra para qué fuí mandado(a) al mundo, y pueda comprender que la vida para mi Dios y para mi Reina Celestial es la verdadera fuente de embeleso y mi único destino verdadero.

4.-La clave diaria para la liberación de mi corazón, mi espíritu y mi alma.

De hoy en adelante me voy a imaginar todos los días, que cada vez que piense en cosas referentes al mundo, se pone oscuro, empieza a llover y la naturaleza se vuel-ve incolora.Toda vez que yo piense en cosas referentes a Dios, a Jesús, a María, a los Santos y Ángeles o a los intereses de mi alma, sale un maravilloso sol de prima-vera y se abren flores encantadoras. Con esto quiero grabar en mí, que todo esto ocurre en ese momento realmente en mi alma.

4° Día. Sábado: Sembrar o provocar la cizaña1. Para meditar en silencio.

Dios tiene un único plan con la humanidad: Él quiere que todos los integrantes del género humano en la tierra vivan en estado de gracia, esto es, en una forma en la que se ajuste a Sus preceptos, para que las almas regresen a Él en verdadera santi-dad y juntas puedan hacer posible la fundación del Reino de Dios en la tierra.

La fundación del Reino de Dios en la tierra está basada en un decreto divino. Esto significa que con absoluta seguridad el Reino del amor y de la paz vendrá; pues el cumplimiento de cada precepto divino deberá realizarse en la consumación de los tiempos. De las almas depende, cuándo la consumación de los tiempos llegará.

Dios no fuerza sus benevolencias. Él solo trata de inspirar a las almas en un rumbo tal, que éstas por su libre voluntad, en todos los elementos de su comportamiento, estén dispuestas a esforzarse por la completa ejecución de los preceptos de Dios. En cuanto una sola alma comienza a desviarse en sus aspiraciones de la meta divi-na, comienza toda la creación a descarrilarse.

A cada alma que obstaculiza la unidad, se le pedirán cuentas. La unidad es perjudi-cada por cualquier desviación de cualquier virtud; pues por unidad se entiende la unánime aspiración a un comportamiento santo, esto es, un comportamiento que fa-vorece la realización de los planes de Dios.

Jesús vino a predicar el amor. El amor es la convicción del corazón, por medio de la cual el alma se incorpora completamente a los planes y las obras de Dios, sirviendo a Dios y a su representante (la celestial Reina María) en el conjunto de elementos de su vida y ayudando con ello a sus semejantes a efectuar por su parte su misión, de tal modo que den servicio a la consumación de los planes de Dios. El alma que insti-ga a las almas unas contra otras, que provoca la división o de alguna manera siem-bra cizaña, impedirá la realización de las obras de Dios. Todo lo que conduce a la discordia, o no contribuya a que ésta se termine, está sirviendo a los planes del po-der de las tinieblas.

Satanás se ha hecho tan poderoso en la tierra, que ya consiguió de incontables ma-neras enfrentar a las almas unas contra otras. Lo hace diariamente, a nivel mundial,

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así como dentro de cada familia en particular. En consecuencia se desperdician mu-chas fuerzas, las almas se desanimarán de tal modo, que ya no podrán más movili-zarse por las obras de Dios y una multitud innumerable se hundirá en la oscuridad más profunda. Jesús dijo, todo reino que está dividido, se desvastará. Así también pasó con la santidad de la humanidad, y así pasa muy frecuentemente dentro de las familias.

Ha llegado el tiempo de optar por la luz que aporta la unidad. El alma que sigue la doctrina de Cristo y las orientaciones de su Señora celestial ya no se perderá. En-contrará el camino de la salvación. Si cada alma siguiera ese camino ya no podrá haber más discordia.

2.- Dejad que la luz brille en la oscuridad- una ojeada en el alma .

Hagamos que en nuestro corazón todo sea silencio y quietud, observémonos en lo profundo de nuestro interior, y tendamos la mano a nuestra celestial Madre María, la Señora de Todas las Almas, para que nos envíe el Espíritu Santo. Digámosle lo si-guiente (y repitamos tres veces lentamente estas palabras):

“Oh María, poderosa Dueña y Señora de mi alma, haz que descienda en mí el Es-píritu Santo. Ven, Espíritu Santo, ilumina mi corazón, mi espíritu y mi alma con Tu luz divina para que yo me pueda ver como Dios me ve. Condúceme al conocimiento de mí mismo(a). Muéstrame quién soy yo realmente”. (3 veces).

A la luz del fuego divino, nos conoceremos mejor si nos hacemos las siguientes pre-guntas:

-Cuando observo que las personas pelean, o cuando me doy cuenta que entre las personas (igual si las conozco o no) han surgido desavenencias, siento al respecto placer, alegría del mal ajeno o aflicción?

- Siento en mí la inclinación de ayudar a conciliar toda desavenencia, ya sea por mi intervención personal o en el hecho de comenzar a pedir a Dios (María) que los co-razones de las personas afectadas sean tocadas por el fuego del amor que perdo-na?

- En caso de que yo mismo(a) y otra persona no estemos de acuerdo, (puede tratar-se hasta de una pequeña fricción, por ejemplo en mi familia) tiendo a hacer algo para que nos podamos reconciliar, o soy de la opinión de que el otro debe de em-prender el primer paso?

- Qué tanto me afectan las desavenecias respecto a mi propio comportamiento con otras almas?

-Cómo modificaría mis sentimientos cuando me entero que toda desavenecia ha sido superada?

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3.- Ejercicio del día y consagración .

Tratemos hoy de hacer una contribución para reconstruir la armonía entre dos o más almas, o entre nosotros y un alma con la que nosotros mismos vivimos en discordia. En caso de que una intervención o una acción inmediata sea imposible, o también no libre de riesgo, entremos en lo profundo de nuestro corazón y pronunciemos allí en recogimiento sincera y encarecidamente el deseo de que en las almas afectadas todo vuelva a estar bien. Dirijámonos con este deseo a María, la mediadora de todas las gracias y terminemos con las siguientes palabras:

“Oh María, Reina de la paz, lleva la luz de la reconciliación allí, donde gobiernan las tinieblas del rencor”

Recemos la siguiente oración a María (nr. 880):

Querida Madre María,

Dios ha fecundado cada alma con Su espíritu, que logra unidad, armonía y paz entre todas las de obras provenientes de Sus manos.

Qué hondo ha caído la humanidad en el pantano del propio interés y del egoísmo, para desventaja del prójimo. Qué obediente se ha entregado a los príncipes de las ti-nieblas y del odio.

Yo te pido encarecidamente que me llenes de Tu perfecto amor tan profundamente, que yo sea una señal de paz y de unidad entre las almas.

Derrama en mí la total e incondicional disposición para la perfecta reconciliación con mis semejantes, para el perdón de todas las almas que han cometido algo contra mí, y para el establecimiento de la verdadera paz entre el conjunto de almas que se cru-zan y que se han cruzado en mi camino, y yo.

Deposita en mí el valor y la sabiduría de alejarme de toda tentación de desavenen-cias, desconfianza o discordia ante mis semejantes.

Que mi paz interior y Tu amor en mi corazón sosieguen toda discordia entre las al-mas, para que pueda llevar la verdadera paz de Cristo en los corazones y así fomen-te Sus obras de unidad de toda la humanidad.

4. La clave diaria para la liberación de mi corazón, mi espíritu y mi alma.

De hoy en adelante quiero imaginar, cada vez que entre un semejante y yo ocurra una desavenencia, que mientras se mantiene esta situación, Jesús (el Príncipe de la Paz) y María, (la Reina de la Paz) se encuentran encerrados en una celda y que en cuanto yo dé el paso concreto a la reconciliación y a la nueva unidad, estoy liberan-do a Jesús y a María de esa celda. Yo quiero tener presente que mediante ese paso al mismo tiempo libero mi propia alma de una cárcel.

5° Día. Lunes: Falta de confianza en la Providencia Divina1. Para meditar en silencio

Con qué gusto los seres humanos dejan regir sus vidas por las supuestamente po-derosas ciencia y tecnología y se dejan prescribir su comportamiento. Estos ídolos del desarrollo de la civilización se han vuelto en el transcurso de los últimos siglos el terreno de cultivo de una inclemente sociedad financiera. La economía monetaria se aprovecha de las necesidades naturales humanas y crea además cada día una cantidad enorme de nuevas necesidades. La vida moderna ha quedado eficazmente

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por ello fuera de control. Se fabrica en exceso, y los excedentes que no aportan ga-nancia se destruyen. Para los más diversos “riesgos” se provee al hombre de segu-ros.

El mundo se conduce a la ruina debido a una atmósfera de general incertidumbre, inseguridad, dudas y abatimiento, creada artificialmente y mantenida en pie. El ser humano quiere regular todo él mismo, ya no toma más en cuenta la función de Dios en su vida, se vuelve impaciente y agitado, se aferra a la idolatría del dinero y de las propiedades materiales, se vuelve avaro y ambicioso, se vuelca en los juegos de azar, cavila y se procupa por miles de cosas.

La deficiencia, o más aún la carencia de fe en la función de Dios lo lleva a decisio-nes precipitadas. El ser humano se anticipa al tiempo de Dios. Se hace intolerante, al carecer de la aceptación de lo que Dios le ofrece en determinados momentos y tiende a entrometerse en todo porque está convencido de que él puede reglamentar todo mejor. El ser humano se ha hecho a sí mismo amo del mundo, mientras que en realidad no es nada más que un usuario de la propiedad de Dios mediante la gracia de Dios.

Debido a que en determinados momentos a pesar de ello, tiene la sensación de que se encuentra entre la espada y la pared, y no puede manejar más su medio ambien-te, mira en torno buscando un apoyo a través de un “poder superior”. Sin embargo su capacidad de juicio se ha desorientado tanto, que corre tras los fuegos fatuos de las tinieblas y se entrega a todas las formas de la superstición y de exploraciones en el mundo del ocultismo (clarividencia, espiritismo, adivinos, horóscopos, etc) porque su inseguridad le da lugar a querer conocer absolutamente las cosas antes de que llegue la hora de Dios de revelarlas a los seres humanos.

En el momento en que el ser humano se hace sus propias leyes y comienza a con-ducir su vida de acuerdo a esas leyes, destierra a Dios y a Sus preceptos de su vida, y cada vez será menos receptivo a las señales que Dios le manda a través de las más diversas obras y sugerencias de Su providencia en la vida cotidiana. El fruto de todo ello es un alma insegura, agitada e infeliz que se siente perdida y abandonada, y esta sensación la considera como una prueba de que Dios ni siquiera existe. El alma con esta convicción se sumerge cada vez más hondo en el pantano de la nece-dad humana y mundana con sus necesidadas ficticias y sus miedos que hacen del ser humano esclavo de las fuerzas oscuras.

2.- Dejad que la luz brille en la oscuridad- una ojeada en el alma .

Hagamos que en nuestro corazón todo sea silencio y quietud, observémonos en lo profundo de nuestro interior, y tendamos la mano a nuestra celestial Madre María, la Señora de Todas las Almas, para que nos envíe el Espíritu Santo. Digámosle lo si-guiente (y repitamos tres veces lentamente estas palabras):

“Oh María, poderosa Dueña y Señora de mi alma, haz que descienda en mí el Es-píritu Santo. Ven, Espíritu Santo, ilumina mi corazón, mi espíritu y mi alma con Tu luz divina para que yo me pueda ver como Dios me ve. Condúceme al conocimiento de mí mismo(a). Muéstrame quién soy yo realmente”. (3 veces).

A la luz del fuego divino, nos conoceremos mejor si nos hacemos las siguientes pre-guntas:

- Participo a veces en juegos de azar o juegos (por ej.cartas) con una contribución material o financiera?

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- Me rompo la cabeza fácilmente, o me preocupo de inmediato por personas (com-pañeros de vivienda, amigos), o por acontecimientos o situaciones, o por el futuro?

- En qué medida he advertido hasta ahora, cuál es el papel que la Divina Providencia juega en mi vida, tanto en lo agradable como también en lo (aparentemente) des-agradable?

- Me pongo impaciente, o inquieto(a), o insatisfech(a) cuando algo no sucede en el momento en el que lo espero, en el que lo añoro o en el que hubiera deseado?

- Me intereso en mi horóscopo?

- Es mi deseo consultar a un clarividente, o un adivino o conocer mi futuro con antici-pación a través de algún otro camino? Creo en ello y soy de la opinión de que toda persona tiene derecho a conocer el futuro?

-Me inclino frecuentemente a anticiparme a los acontecimientos y “echar una mano a la casualidad”?

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3. Ejercicio del día y consagración

Presentémosle hoy a Dios el siguiente acto de confianza: tengamos presente qué es lo que nos ha preocupado más en los últimos días. Depositémoslo en el corazón de María expresando nuestros deseos al respecto con nuestras propias palabras y ha-gamos el propósito de creer firmemente en la regencia de Dios, y no emprender nada para anticiparnos a las cosas. Entonces, consagremos nuestro problema a Ma-ría con las siguientes palabras (oración nr. 893)

Querida Madre María,

yo quiero enterrar todas mis preocupaciones en el santo suelo de Tu inmaculado co-razón.

Oh roca de la fe, qué débil es mi confianza en la omnipotencia de Dios en mi vida.

Dios te ha dado tanto poder sobre las almas y los via crucis de su vida.

A quién debo de acudir si no es a Tí para recibir la gracia de ser atendido(a) en to-das mis necesidades.

Oh, derrama en mí la seguridad de un niño que encuentra paz y sosiego en cuanto su madre se ocupa de sus penas. Gobierna sobre mí y mi vida para que yo ya no sea más enemigo de mi propia salvación sino confiar completamente en Tus pala-bras de intercesión, en Tu mediación, en Tu amor y en Tus obras de consumación de los preceptos divinos, y pueda realizarse en mí todo según Tu voluntad, para glo-rificación de la Divina Providencia.

4.-La clave diaria para la liberación de mi corazón, mi espíritu y mi alma.

A partir de hoy me quiero imaginar que mi alma y mi vida entera es un paisaje que florece, porque Dios lo provee, en su perfecta sabiduría y precisamente en los mo-mentos apropiados, de los rayos del sol y de la lluvia. Cada vez que yo mismo inter-vengo ocasiono un “desplazamiento de las estaciones del año” que desfigura ese paisaje. De este modo, el jardín de recreo de Dios se convertirá en un desierto.

Cada vez que me esmero en acumular conocimientos con respecto a mi futuro, el cual aún está oculto, pierdo los merecimientos de la fe profunda y expongo a mi alma al riesgo de la “indigestión”. Dios nos obsequia todo a su debido tiempo; pues Él sabe cuándo mi alma puede sacar completo provecho de algo. Cada vez que ac-túo impaciente o precipitadamente, y quiero anticiparme a los acontecimientos; es como si quisiera comer algo antes de poder digerirlo. Con ello el alma se volverá pe-sada, desidiosa y abarrotada de experiencias indigestas. Yo confío, a partir de aho-ra, toda mi vida al gobierno de María y de este modo estaré purificado(a) y aliviado(a) y seré útil para el plan de salvación de Dios.

6° Día. Martes. Sentirse en desventaja ante el prójimo1. Para meditar en silencio

En lo profundo de la naturaleza humana se encuentra un deseo instintivo de saberse apreciado, un deseo instintivo, de saberse importante ante los semejantes o de sen-tir que de alguna manera uno cuenta. Este deseo instintivo se manifiesta en muchos diferentes niveles. En muchas almas esta tendencia está tan hondamente enraizada, que se volverá especialmente vulnerable. Un alma con tal convicción parece supo-ner que el amor de Dios o de un semejante siempre está limitado y que por eso, a cambio de todo el amor que se le ofrece a otra alma recibirá automáticamente en la

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misma cuantía menos amor. Esta alma no cree suficientemente que Dios tiene el mismo amor para cada alma. Se siente de repente en desventaja, cuando un seme-jante aparentemente ha sido agraciado con un destino favorable. Esto se exterioriza en un sentimiento de tribulación, de sentirse en desventaja, de sentirse relegado, hasta de amargura, pensando que “a algunos les fluye sólo la felicidad y a otros sólo les toca desgracia”.

Esta alma no ha comprendido el amor de Dios. No ha entendido que el amor de Dios a cada una de ellas es infinito y que la Divina Providencia dá testimonio de ello en todo lo que le pasa, tanto en lo doloroso como en lo desagradable, pues mismo las pruebas de la vida contienen mayores gracias para el alma, siempre que sean acep-tadas y soportadas del modo correcto. De esa manera nacerán sentimientos de envi-dia o de celos, así como la loca idea de ser poco amada o no ser amada por Dios. Esta alma tiende a sospechar fácilmente de sus semejantes acusándolos de caren-cia de justicia y de parcialidad.

No pocas veces intenta el alma contrarrestar esta “falta de favorecimiento por parte del destino” consintiéndose de manera especial a sí misma, basada en la tesis: “lo que los otros me retienen injustamente, yo mismo me lo regalaré”, o también con el hecho de codiciar los bienes de los demás basada en la tesis “él/ella ha adquirido todo ilegalmente, entonces es justificable que yo exija lo que se me ha negado”. Aquí se abre una ancha puerta a muchos malos hábitos, que se relacionan con el materialismo y con la impureza de corazón. Aquí se trata de un alma herida. Ella re-cibe el amor, pero no lo reconoce y piensa que no lo está recibiendo.

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2.- Dejad que la luz brille en la oscuridad- una ojeada en el alma .

Hagamos que en nuestro corazón todo sea silencio y quietud, observémonos en lo profundo de nuestro interior, y tendamos la mano a nuestra celestial Madre María, la Señora de Todas las Almas, para que nos envíe el Espíritu Santo. Digámosle lo si-guiente (y repitamos tres veces lentamente estas palabras):

“Oh María, poderosa Dueña y Señora de mi alma, haz que descienda en mí el Es-píritu Santo. Ven, Espíritu Santo, ilumina mi corazón, mi espíritu y mi alma con Tu luz divina para que yo me pueda ver como Dios me ve. Condúceme al conocimiento de mí mismo(a). Muéstrame quién soy yo realmente”. (3 veces).

A la luz del fuego divino, nos conoceremos mejor si nos hacemos las siguientes pre-guntas:

-Tengo frecuentemente la sensación de que no cuento para nada, de que “estoy de más” o que no soy valorado(a)?

- Me pongo fácilmente afligido(a) o celoso(a) cuando un semejante recibe un elogio o alguna muestra de amor o reconocimiento? Me pasa por la cabeza en esos casos que por ese amor que fluye a mis semejantes yo recibiré automáticamente menos amor?

- Me atormenta la impresión de que mi trabajo o mi misión no aparecen particular-mente importantes a los ojos de los demás?

- Tiendo frecuentemente a evidenciar a los demás que yo soy mejor, más inteligente, más maduro(a), etc.de lo que ellos creen? Acomodo mis acciones a mi necesidad de ser considerado(a) perfecto(a) por mis semejantes?

- Soy regularmente de la opinión de que mis pruebas y fracasos indican que Dios no me puede amar verdaderamente?

-Sospecho a veces de mis semejantes de tomar partido y de preferir a los demás?

- Busco una compensación para la sensación de que se me ha hecho una injusticia, por ejemplo consintiéndome a mí mismo(a), acudiendo a satisfacciones en el ámbito de lo mundano (lo material) o disgustándome ante mis semejantes, sobre todo ante aquél del que sospecho que lo han antepuesto a mí?

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3. Ejercicio del día y consagración

Reexaminemos hoy nuestro corazón, y tratemos de averiguar en qué situaciones o ante quién hemos abrigado la impresión en nuestra vida de que se nos ha hecho una injusticia. Toda vez en que recordemos tal situación o tal persona, digamos len-tamente y con atención tres veces:

“Gracias, Dios mío, porque por todo lo que en esta vida yo deseo y no recibo, me es-pera en la vida eterna un tesoro”.

Digamos hoy también la siguiente consagración (oración nr. 894):

Querida Madre María,

con un corazón contrito derramo a Tus pies todo momento de insatisfacción que en el transcurso de mi vida he guardado.

Cuántas veces en mi ceguera he pensado que Dios no me ama, porque coseché llu-vias mientras que el camino de mis semejantes parecía inundado de los rayos del sol.

Oh déjame sentir el amor del Dios de la Providencia, que me obsequia una lluvia de gracias porque Él anhela frutos maduros de mi árbol.

Oh Reina del amor perfecto, aquéllos celos, aquella envidia, aquella insatisfacción, aquella resistencia en mi corazón que no entiende, los dejo fluir de mí a Tus pies como gotas llenas de amargura.

Dígnate ahora hacer que vuelva los ojos a los brotes de las primeras flores que pron-to adornarán mi alma; pues el infinito amor de Dios espera sólo ese momento en el que comprenda y dispuesto esté a creer, para que la primavera eterna también des-punte en mi camino.

4.-La clave diaria para la liberación de mi corazón, mi espíritu y mi alma.

De hoy en adelante voy a vivir en la certeza de que los verdaderos tesoros para la eternidad no serán obsequiados en este mundo. Cada vez que yo sienta que un se-mejante es de alguna manera más apreciado que yo, alabaré a Dios por el beso y la flor que mi alma recibe en ese momento. Según las situaciones en las que me sienta un poco en desventaja ante un semejante, además, me alegraré en secreto sobre el crecimiento y florecimiento de mi jardín celestial. Mientras le pida a María que se dig-ne cuidar mi jardín hasta que yo vaya al cielo, le pediré también que se digne conse-guir para la persona aludida la verdadera luz para que él (ella) pueda comportarse de modo adecuado con el bien terrenal obsequiado. Así al mismo tiempo yo trabaja-ré por su liberación y por mi propia liberación.

7° Día.Miércoles: Ocasionar daño al prójimo por medio de palabras1. Para meditar en silencio

Todas las obras de Satanás tienen su origen en su afán de instigar a las almas unas contra otras y aprovecharse de su rivalidad. Para lograr esto, siembra el veneno de sentimientos negativos y destructivos en el corazón y en el espíritu. Él sazona todo eso con la sugerencia de una necesidad de poder. En algunas almas crece todo eso en tal dimensión y tal intensidad que se devoran por dentro completamente. Estas almas no ven más que malas cualidades e inclinaciones en sus semejantes, y en sus acciones y palabras se ven impulsadas por una inclinación a demoler a sus se-

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mejantes, como si trataran con esto de quedar mejor ellas mismas."Entre más mal presentado esté mi prójimo, mejor me presentaré yo".

El alma con esta convicción, empieza a enfangar lo más posible a sus semejantes, dar qué hablar de ellos, a desacreditarlos, difamarlos, hacerlos sospechosos, a mur-murar sobre ellos, calumniarlos, injuriarlos, a propagar habladurías sobre ellos- todo esto con la intención de hacer quedar mal al prójimo a los ojos de los demás. En caso de que resulte deseable, propagan declaraciones inventadas, para ocasionar desventaja o daños a sus semejantes. En determinados casos el alma les hace algo malo, hiriéndoles físicamente con intención o provocándoles un daño material.

Esta línea de vida es una de las formas que más acontecen, de aquello que en el lenguaje popular se dice: “ser uno el demonio del otro”. El alma juega aquí el papel de juez sobre sus semejantes y los juzga y condena, no basándose en la sabiduría o en la justicia sino basándose en sus propias insatisfacciones interiores, que buscan una válvula de salida. Esta convicción interna podría expresarse: Yo no soy feliz, en-tonces no quiero que los otros sean felices”. El alma con esta convicción, ya no pro-paga luz y calor, sino busca alivio a su sufrimiento interior esparciendo tinieblas y frío a su alrededor. Algunas veces parece que el alma busca una justificación al senti-miento obsesionante de “que Dios la ha abandonado”. Por su parte ya no continúa por más tiempo las obras de Dios en las almas sino efectúa obras de las tinieblas.

2.- Dejad que la luz brille en la oscuridad- una ojeada en el alma .

Hagamos que en nuestro corazón todo sea silencio y quietud, observémonos en lo profundo de nuestro interior, y tendamos la mano a nuestra celestial Madre María, la Señora de Todas las Almas, para que nos envíe el Espíritu Santo. Digámosle lo si-guiente (y repitamos tres veces lentamente estas palabras):

“Oh María, poderosa Dueña y Señora de mi alma, haz que descienda en mí el Es-píritu Santo. Ven, Espíritu Santo, ilumina mi corazón, mi espíritu y mi alma con Tu luz divina para que yo me pueda ver como Dios me ve. Condúceme al conocimiento de mí mismo(a). Muéstrame quién soy yo realmente”. (3 veces).

A la luz del fuego divino, nos conoceremos mejor si nos hacemos las siguientes pre-guntas:

-Estoy suficientemente consciente de las situaciones en las que me aprovecho de la rivalidad de mis semejantes? Me cuido suficientemente de no caer en esa trampa, considerando, que para mí la concordia con mis semejantes es algo santo?

- Tiendo algunas veces a usar cada oportunidad que las circunstancias me presen-tan para hacer quedar mal a un semejante o humillarlo “hasta abajo de mi nivel”? Cuando lo logro, me alegro en secreto?

- Encuentro emocionante, hablar en sentido negativo de un prójimo, o hacer públicos acontecimientos poco positivos de su pasado o de su personalidad, o sus errores o debilidades?

- Qué sensación surge al momento, cuando escucho que otros calumnian a una cier-ta alma o murmuran sobre ella? Me pongo contento(a) de que no se esta hablando de mí? Me alegro en secreto? Se rompe con esto el aburrimiento de mi día? O sien-to tristeza porque estoy siendo testigo de un mal hábito, que influye desfavorable-mente el estado de gracia de la humanidad?

- En qué medida me dejo influenciar por injurias, murmuraciones o sospechas en re-lación con una persona, de la cual sin embargo yo no tengo una impresión negativa?

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3. Ejercicio del día y consagración

Tratemos hoy de no hablar ni una sola palabra negativa sobre ni un solo prójimo. Seamos hoy como la Santa Verónica, y lavemos, limpiando así el rostro de Jesús en cada alma de la que hablamos o con la que entremos en contacto, diciendo sólo algo bueno. Digamos así también la siguiente consagración (Nr 895)

Querida Madre María,

permíteme sumergirme en el océano de Tu inconmensurable pureza, para que mi boca se purifique de la depravación de cada palabra impura que haya salido de mis labios.

Oh, lava mi lengua purificándola de todo el veneno que he dejado salir de mi cora-zón para buscar el camino a mis semejantes.

Oh Señora de todas las virtudes, qué vergüenza dá Tu enseñanza en el Calvario, donde aún la contemplación de la injusticia más cruel que se le hizo a Tu Hijo, (la Inocencia Divina), ni así logró arrancar un sólo juicio sobre Tus prójimos pecadores.

Oh suave Paloma, llena de ternura celestial, el Creador pensó hacer de las almas ovejas. El pecado las ha hecho lobos.

Que a Tu palabra fluya la sangre del Cordero Divino en los corazones para que la humanidad se transforme en un Reino de mansedumbre y amor, que hace tantos si-glos recibió en Tí a su Reina.

4.-La clave diaria para la liberación de mi corazón, mi espíritu y mi alma.

A partir de hoy me voy a imaginar que cada participación en murmuraciones, calum-nias, sospechas o habladurías, o cada intento de amargar la vida de mis semejan-tes, es como un paseo con un lobo amarrado: Le doy a ese lobo la libertad de mor-der a mis semejantes y desgarrarlos lentamente, entonces, con cada mordida, el ani-mal, a la vista y al olor de la “sangre en el corazón y en el alma” se volverá tan feroz, que comenzará a morderme a mí. Entre más libertad yo le conceda a ese animal, más seré yo devorado por él (en mi propia alma).

8° Día. Jueves: Sentir antipatía hacia el prójimo1. Para meditar en silencio.

Ayer nos mostró el Espíritu de Dios esa nube oscura que se puede presentar ante el alma, por la cual ésta tiende a causar con palabras un mal a un semejante. Cuando este modo de pensar echa raíces firmes en el alma, ésta abre al tiempo un canal por el cual comienza a conducir todos sus sentimientos ante uno, varios, o todos sus se-mejantes. Siente antipatía hacia sus semejantes. Este sentimiento puede estar orientado realmente a una o a determinadas almas. En general se origina de expe-riencias negativas con esas almas o de expresiones que el alma percibe como nega-tivas, aunque no necesariamente lo hayan sido .

Este patrón de sentimientos puede también gobernar al alma de tal modo que ésta empieza a enfrentar a todos sus semejantes por igual. Este modo de pensar puede manifestarse como odio, resentimiento, sentimientos rencorosos, sed de venganza, intransigencia, tendencia a desear algo malo a uno o varios semejantes, de renegar y hasta de maldecirlos. Esta alma puede sentir tanta antipatía, llega a ser tan impura

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de corazón, que inclusive se alegra del sufrimiento de sus semejantes. Este hábito es conocido como: alegrarse del dolor ajeno.

Pocas almas son conscientes de cuán gravemente enferma se encuentra un alma con esta convicción. A los ojos de Dios el odio o los constantes pensamientos y sen-timientos negativos tienen un efecto semejante al de querer de corazón llevar a cabo un asesinato. Quien reniega, maldice, odia, desea sufrimiento o todo lo malo a un semejante, se está comportando ante ellos en su corazón como haciendo lo que en realidad no es capaz de hacer (quitarlo de enmedio) porque este hecho acarrearía según las leyes humanas un castigo.

Aún peor es, sin embargo merecer el castigo según las leyes de Dios. Sentir antipa-tía por sus semejantes está en brusca contradicción a la ley del amor, y desconoce la línea de comportamiento de la que Jesús dió ejemplo a las almas. El alma que se encierra en tal mundo de sentimientos sólo puede liberarse procurando el verdadero amor. Esto es absolutamente posible si tiene presente que en lo profundo de cada semejante viven Jesús y María, porque cada alma ha recibido en sí un germen de cualidades divinas.

Que las almas tengan siempre presente que toda forma de manifestación de odio o de falta de amor o simpatía está inspirada por Satanás, que como es sabido, trata de instigar a las criaturas unas contra otras. Mediante estos sentimientos se dañan y se minan unas a otras en el corazón y en el espíritu. Un ser que no se siente amado o que tiene de alguna manera la sensación de que no es considerado ni tratado con bondad de corazón, puede ser víctima de un estado de tribulación, desánimo y sole-dad.

Una categoría especial es la carencia de perdón. Un alma que no es capaz de per-donar completamente lo que alguna vez se le causó, se aferra a abrigar en sí un foco de rencor que envenena al alma por dentro. Muchas almas son de la opinón de que han perdonado al prójimo, mientras que ésto sólo ha ocurrido superficialmente. Cómo puede saber un alma si su perdón es completo o no? Siempre que se conju-ren recuerdos desagradables y una cierta discordia, el perdón no ha sido completo. En cuanto el perdón es completo, el alma deja libres los recuerdos, en el sentido de que de pronto aparecen insignificantes y por lo tanto ya no despiertan sentimientos particulares.

2.- Dejad que la luz brille en la oscuridad- una ojeada en el alma .

Hagamos que en nuestro corazón todo sea silencio y quietud, observémonos en lo profundo de nuestro interior, y tendamos la mano a nuestra celestial Madre María, la Señora de Todas las Almas, para que nos envíe el Espíritu Santo. Digámosle lo si-guiente (y repitamos tres veces lentamente estas palabras):

“Oh María, poderosa Dueña y Señora de mi alma, haz que descienda en mí el Es-píritu Santo. Ven, Espíritu Santo, ilumina mi corazón, mi espíritu y mi alma con Tu luz divina para que yo me pueda ver como Dios me ve. Condúceme al conocimiento de mí mismo(a). Muéstrame quién soy yo realmente”. (3 veces).

A la luz del fuego divino, nos conoceremos mejor si nos hacemos las siguientes pre-guntas:

- Hay personas a las que yo no puedo soportar (ya sea claramente o por motivos inexplicables)?

- Una persona no me cae bien. Casi no la puedo mirar libremente, sin prejuicios o positivamente. Es posible que yo mismo(a) tenga culpa de ello? Qué es lo que yo he

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dicho o hecho o qué ha salido de mi comportamiento o de mi persona, por lo cual esa persona no se comporta en mi presencia como yo quisiera?

- Estoy realmente seguro(a) de que ese rencor o disgusto que abrigo ante uno o va-rios semejantes no ha surgido de algun malentendido? Han cometido esas almas verdaderamente y objetivamente una falta contra mí? Cuál falta? Cómo puedo ayu-dar a acompañarlas en su liberación, en virtud de haber comprendido esto, a través de oración y sacrificio en secreto?

- Cuando pienso en experiencias desagradables con mis semejantes, se despiertan en mi corazón la inquietud, la discordia, la sed de venganza y otras sensaciones cla-ramente esbozadas?

3. Ejercicio del día y consagración

Contemplemos un momento interiormente nuestra vida y tratemos de averiguar ha-cia quién abrigamos algún sentimiento de rencor, de discordia o de intransigencia y de qué persona hemos renegado y a quién hemos hasta maldecido, o quiénes nos han sido antipáticos. Atraigamos mentalmente estas personas dentro de nuestro co-razón y tengamos presente que: Nos presentamos de la mano ante María. Después digamos a María desde el fondo de nuestro corazón:

“Mi querida Madre celestial, Reina de la Paz, incrementa mi amor, para que yo pue-da de verdad amar a esas personas”

Tratemos hoy de hacer algún favor a alguien que de alguna manera nos ha hecho la vida difícil o que nos ha hecho alguna vez algo que nos ha dañado. En caso de que hoy no nos encontremos con tal persona, podemos rezar una oración especial en su favor, pidiendo una gracia para esa alma.

Así también recemos la oración nr. 647 para obsequiar el perdón a la persona que nos haya lastimado:

Padre Eterno,

en nombre de Jesús, que murió por la expiación todos los pecados, y en presencia de María, la Madre y Corredentora de todos los humanos te pido por la absolución de…(nombre) que me ha hecho una injusticia.

Dios mío, porque a Tí te agrada la benevolencia, declaro formalmente ante Tu ros-tro, que le obsequio mi perdón a mi prójimo para que su alma se purifique por el po-der del amor.

Que este acto de perdón lo lleve a su conversión, le conceda la gracia de no repetir sus faltas, y que a mí mismo(a) me conceda la gracia de una siempre creciente dis-posición a la reconciliación que quebrará el poder de Satanás sobre las almas a la luz de Tu amor infinito.

4.-La clave diaria para la liberación de mi corazón, mi espíritu y mi alma.

Dios ha considerado a todas las almas juntas como piedras de un solo edificio. De hoy en adelante voy a contemplar las cosas de tal modo que toda vez que surja en mi corazón un sentimiento de rencor, de disgusto, de intransigencia, de odio, de sed de venganza o de alegría en el dolor ajeno, o cuando difícilmente pueda perdonar a un semejante, con ello estoy removiendo una piedra del edificio conjunto de modo que ese edificio, del cual mi propia alma forma una pequeña parte, se tambaleará y entrará la lluvia y el viento. Cada vez que dé un paso de sincero perdón y reconcilia-

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ción o que abrigue un sentimiento de amor a mis semejantes, refuerzo los muros de ese edificio. Además quiero tener presente que cada vez que remueva una piedra del edificio, mi alma usará esa piedra para construirse a sí misma una cárcel.

9° Día. Viernes: Amargura en el corazón1. Para meditar en silencio

Son incontables las almas que van por la vida con el corazón oprimido. Estas almas son comparables con un auto que tiene puesto el freno de mano. La vida les cuesta muchísimo esfuerzo, pierden mucha energía; a pesar de sus esfuerzos, parecen no adelantar y algunas veces se les figura como si estuvieran quemándose interiormen-te o desgastándose antes de tiempo. Frecuentemente el alma se hace la vida pesa-da debido a experiencias insoportables, que han eliminado su capacidad de amar y/o de recibir amor.

El alma puede reaccionar de tal modo, cuando al momento de su trauma no acepta su destino (esto es: se opone a los efectos de la Divina Providencia) y no es capaz de borrar los acontecimientos pasando sobre ellos la esponja del verdadero amor. El verdadero amor puede ser considerado en este contexto como un lavabo, en el cual toda experiencia agravante se puede verter para lavarla en él, aún hasta para aho-garla. Después de que el alma ha puesto en contacto esas experiencias con el amor de su corazón, esa experiencia saldrá, ya sea purificada, de modo que el alma ya la pueda ver con otros ojos, o en cierto modo “muerta” para el alma. (El alma la con-templa de pronto tan insignificante, que vivirá como si ese acontecimiento nunca hu-biera ocurrido.)

Frecuentemente reacciona un alma con amargura, sarcasmo, cinismo o ironía a una experiencia considerada negativa. Estas son manifestaciones de un corazón amar-gado. La amargura es un sabor repugnante que llena el alma de asco ante sus expe-riencias. Esta amargura no se deja enjuagar fácilmente (pensemos cuánta agua te-nemos qué tomar para hacer diluír de la lengua un sabor amargo.)

Sin embargo cuando el alma combate la amargura con dulzura, se diluye el sabor detestable más de prisa. Esta dulzura es el verdadero amor, que pone en contacto al alma con lo divino. La amargura del corazón es el mayor germen del cáncer en un alma: se introduce en el alma, la desfigura completamente y hace que un aconteci-miento tenido como desagradable se desparrame como un tumor que poco a poco gobernará en la vida espiritual.

La amargura puede ser incurable a menos que el alma se valga de la única medici-na: el amor, la fuerza de Dios mismo. En la medida en que en el alma la capacidad de amor sea mayor, todas las amarguras sobre recuerdos desagradables se volve-rán más pequeñas e insignificantes, hasta que el “sistema inmunológico” del alma las ha vencido completamente. En este momento el alma estará tan unida con Dios, que en ella todas sus virtudes, cual brotes, estarán dispuestas a florecer bajo el sol de la primavera.

2.- Dejad que la luz brille en la oscuridad- una ojeada en el alma .

Hagamos que en nuestro corazón todo sea silencio y quietud, observémonos en lo profundo de nuestro interior, y tendamos la mano a nuestra celestial Madre María, la Señora de Todas las Almas, para que nos envíe el Espíritu Santo.Digámosle lo si-guiente (y repitamos tres veces lentamente estas palabras):

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“Oh María, poderosa Dueña y Señora de mi alma, haz que descienda en mí el Es-píritu Santo. Ven, Espíritu Santo, ilumina mi corazón, mi espíritu y mi alma con Tu luz divina para que yo me pueda ver como Dios me ve. Condúceme al conocimiento de mí mismo(a). Muéstrame quién soy yo realmente”. (3 veces).

A la luz del fuego divino, nos conoceremos mejor si nos hacemos las siguientes pre-guntas:

- Tengo frecuentemente un vago sentimiento de insatisfacción que parece roer mi alma?

-Algunas veces soy áspero(a) y colérico(a) sin saber exactamente cuál es la causa y también hasta sin darme cuenta?

- Hago algunas veces observaciones hirientes?

- Me encuentro frecuentemente envuelto(a) en una lucha interior que me hace detes-tarme a mí mismo(a) o que me dá la impresión de que mi prójimo se interpone cons-tantemente en mi camino (o ambas cosas)?

- Considero la vida como una carga interminable o como un gran lote de trabajo que se tiene qué despachar? Me preocupo por mi comportamiento y modo de reaccionar ante mi prójimo cuando me encuentro bajo tal estado?

- Por qué causas encuentro experiencias negativas de mi pasado suficientemente importantes como para hacer posible que mi paz interior y mi alegría se minen? Por qué me es difícil deshacerme de esas cosas?

- Me es difícil imaginarme vívidamente que mi pasado está muerto y enterrado y que el momento presente puede ser el instante de mi completo renacimiento para la vida eterna?

3. Ejercicio del día con consagración.

Tratemos hoy de averiguar qué situación de nuestro pasado ha dejado en nosotros una huella de amargura y digamos a continuación lenta y hondamente:

“Querida Madre María, alimenta mi alma con la miel del verdadero amor; pues yo ya no quiero más hacer amargo el cáliz de Jesús en el jardín de Getsemaní”

Digamos ahora además la siguiente consagración (oración nr. 986)

Querida Madre María, manantial de flores celestiales,

dígnate regar mi corazón con el agua portadora de la vida procedente del paraíso de Tu alma; pues el manantial de mi alegría está seco.

Oh cámara del tesoro de la miel del verdadero amor, dígnate fecundar el jardín de mi alma con el dulce rocío de Tus virtudes; pues los vientos de mi pasado han dejado en mí la semilla de la amargura.

En la fiebre abrasadora de las decepciones de mi sendero por la vida, esa semilla se ha desarrollado como hierba mala, que ha extraído de mí la verdadera vida.

Oh purísimo manantial del jardín de Dios, enjuaga de mi corazón todo recuerdo en-fermizo y todo veneno corrosivo para que el suelo de mi alma sea nuevamente fe-cundo y las flores de mi alegría puedan glorificar para siempre Tu poder sobre la muerte de mi ánimo.

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4.-La clave diaria para la liberación de mi corazón, mi espíritu y mi alma.

De ahora en adelante voy a considerar cada momento de amargura o de despecho y toda tendencia a hablar palabras sarcásticas, como gotas de veneno corrosivo, que quema mi alma perforándola, y que lo debo enjuagar con el agua de una floreciente esperanza del futuro, tanto en la tierra como en la vida eterna.Yo deposito todo mi pasado a los pies de María para que bajo Su poder se pierda el dominio que éste tiene sobre mi vida sentimental. De hoy en adelante voy a ver las decepciones de mi pasado como si fueran regalos, que me proporcionarán la eterna bienaventuranza.-siempre y cuando deje yo a María gobernar como verdadera Señora sobre mis re-cuerdos.

10° Día. Sábado: Robar al prójimo la paz de corazón1. Para meditar en silencio

A los ojos de Dios, uno de los más terribles comportamientos y convicciones de un alma es cuando le quita la paz interior al prójimo, cuando le impide experimentar la paz de corazón y la alegría, o inclusive quitándoselas, o propinando inquietud en el corazón del prójimo. La paz de corazón es el mayor tesoro que puede adquirir un alma que trata de vivir su vida en “colaboración” con Dios. La paz interior es el resul-tado de una fe profunda, una seguridad callada, una fe firme en que Dios siempre está presente y que Él ilumina con Su luz el camino de su vida y que lo riega con Sus gracias. El alma que tiene la convicción de una gran paz en el corazón, confía totalmente en la Providencia Divina y sabe que todo lo que le pasa es necesario para su bienestar eterno.

Esta alma está viendo pues, siempre más allá de los límites de su pasajera vida te-rrena. Muy frecuentemente ella encuentra situaciones y personas que pueden in-fluenciar desfavorablemente la convicción de su corazón. Se trata entonces de esta-dos y circunstancias que enfrentan al alma ante problemas mundanos, situaciones negativas o amenazantes, o ante personas que en cierta medida dejan fluir su propio descontento en su corazón.

El alma que ha adquirido la convicción de la paz de corazón, al ser consciente de la realidad de Dios en lo más profundo de su interior, puede recibir una conmoción, cuando alquien influye intempestivamente en ella con una posición negativa, una fal-ta de alegría, ciertos comportamientos o ciertas palabras que hacen evidente la falta de amor, esperanza y caridad verdaderos, o inclusive una inquietud hondamente en-raizada (con frecuencia inconscientemente eficaz).

Un alma con verdadera paz de corazón es a los ojos de Dios como una flor: es linda y perfumada y esparce alegría a su alrededor. A menudo proclama María que Sus servidores deben ser como ángeles. Precisamente la paz de corazón le consigue al alma la base adecuada para para realizar esto. La paz de corazón es como un suelo rico, en el que todas las virtudes se abren como flores. Sólo en la verdadera paz de corazón puede un alma obrar alegre, apacible, amigable, esperanzada, inspirando confanza, y llena de regocijo frente a su alrededor. El alma que con su discordia hace tambalear esta convicción, es como un pirata que mina las obras del Espíritu Santo.

2.- Dejad que la luz brille en la oscuridad- una ojeada en el alma .

Hagamos que en nuestro corazón todo sea silencio y quietud, observémonos en lo profundo de nuestro interior, y tendamos la mano a nuestra celestial Madre María, la

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Señora de Todas las Almas, para que nos envíe el Espíritu Santo.Digámosle lo si-guiente (y repitamos tres veces lentamente estas palabras):

“Oh María, poderosa Dueña y Señora de mi alma, haz que descienda en mí el Es-píritu Santo. Ven, Espíritu Santo, ilumina mi corazón, mi espíritu y mi alma con Tu luz divina para que yo me pueda ver como Dios me ve. Condúceme al conocimiento de mí mismo(a). Muéstrame quién soy yo realmente”. (3 veces).

A la luz del fuego divino, nos conoceremos mejor si nos hacemos las siguientes pre-guntas:

-Me ocurre fácilmente que digo palabras desanimadoras, por ejemplo porque yo mis-mo(a) encuentro poca alegría en mi vida?

-Digo fácilmente palabras que anuncian desgracia, cuando pienso por ejemplo en si-tuaciones de mi pasado que han tenido un curso más bien desagradable?

- Me siento a menudo insatisfecho(a), aún cuando se trate de un vago sentimiento, sin que tenga una explicación obvia?

- Me comporto regularmente en presencia de los demás indiferente, desinteresado(a) o apagado(a) como si interiormente casi no estuviera vivo(a)?

-Me encuentro frecuentemente abismado(a) en recuerdos desagradables relaciona-dos con viejas heridas en mi vida sentimental o me siento roído(a) por un sentimien-to de incapacidad, un sentimiento de que estoy cargado(a) con malos hábitos, erro-res y carencias, un sentimiento de duda, de inseguridad, o hago a menudo especula-ciones sobre cosas (planes,etc.) que pertenecen todavía al futuro?

- Tiendo a ocuparme frecuentemente con problemas de los demás buscando solu-ciones a esos problemas y me disgusto cuando no las encuentro? Me siento inhibi-do(a) entonces por sentimientos de fracaso personal?

3. Ejercicio del día y consagración.

No dejemos ir hoy la oportunidad de ser un sol para nuestros semejantes. Con una sonrisa franca, que proceda no de los labios sino del corazón y una palabra de áni-mo o de consuelo.

Seamos señales vivientes de esperanza, de confianza y de seguridad.

Volvámonos a María con la siguiente oración (nr.897):

Querida Madre María, santísima Madre de la quietud,

en toda necesidad, Tú le das a tomar mi corazón el agua de la vida, que en Tu cora-zón es inagotable.

Yo te llamo en mi inquietud, pues mi corazón amenaza con desvanecerse en la tor-menta de las pruebas y tentaciones que han hecho impetuosa el agua de mi vida.

Oh Reina de todos los corazones, elévate en la abundancia de Tu poder, para pro-clamar Tus mandatos de quietud y paz sobre las olas de mi corazón.

Hazme tomar parte en la tibia seguridad de Tu confianza inmaculada para que mi corazón pueda experimentar ya la sonrisa del sol.

Vive y gobierna en mí, oh Dueña de mi corazón, para que yo pueda esparcir Tu paz a mi alrededor, como una señal de Tu poder sobre el espíritu de la perturbación; pues la verdadera paz, la confianza imperturbable y la alegre entrega a los designios de Dios en mi camino son los colores de la bandera del Reino de Dios en el alma.

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4.-La clave diaria para la liberación de mi corazón, mi espíritu y mi alma.

De hoy en adelante me propongo creer tan firmemente en la obra de Dios en mí y en todos los detalles de mi vida y en la total e infalible dirección de María, que con ello pueda encontrar la perfecta paz y la perfecta quietud, en la seguridad de que las tor-mentas de mi vida no me podrán impedir alcanzar el puerto de destino (la bienaven-turanza eterna).Yo quiero considerar cada palabra de ánimo a un semejante, cada acción con la cual pueda dejar fluir mi paz de corazón en el suyo, como si fueran mandamientos que Jesús en mí les da a las tormentas en el corazón de mis seme-jantes: “Estad quietas”, de modo que cada alma a mi presencia encuentre la paz in-terior y la tranquilidad interior. Con esta convicción voy a liberar mi propio corazón y el corazón de muchos más.

11° Día. Lunes: Falta de reverencia hacia el cuerpo como templo del alma.1. Para meditar en silencio

El alma ha sido enviada al mundo para vivir allí una vida en un cuerpo material. Este cuerpo padece de muchas necesidades, y por causa del pecado original padece también de diferentes debilidades. Dios ha ofrecido a la humanidad la oportunidad de compensar la inclinación al pecado, que cada vez más profundamente destruye el equilibrio dentro de la creación, de alguna manera, mediante sufrimientos corpora-les. Por este motivo Jesús pudo, en un cuerpo humano, redimir a la humanidad, esto es, abrir la cerradura de la puerta del cielo que se cerró a las almas por la grave le-sión que el pecado original ocasionó al corazón de Dios.

El cuerpo humano es un recurso para la realización del gran objetivo de la vida en la tierra: la santificación. Él es el fundamento necesario, el portador, el templo para el alma durante el viaje del camino terreno. En este sentido es el cuerpo un regalo de Dios. En realidad no nos pertenece el cuerpo completamente, en el fondo permane-ce propiedad de Dios. Para conseguir que el cuerpo efectivamente también sea ben-decido y protegido por Dios para la realización del objetivo para el cual fué creado, debería cada persona consagrar su cuerpo a María.

Dios no soporta ver que el ser humano someta su cuerpo a comportamientos o in-fluencias que posiblemente impidan que pueda ser utilizado para la realización de los planes y obras de Dios. Este es el caso del uso de sustancias que pueden dañar al cuerpo, como por ejemplo alcohol, drogas, medicamentos cuyo efecto dañino se ha comprobado, tabaco y alimentos no saludables. Un efecto parecido tienen tam-bién la gula, los excesos en sus más diferentes formas, ser goloso, toxicomanías, imprudencias o temeridades, actividades arriesgadas, exponerse por voluntad propia a situaciones peligrosas y amenazadoras y otras cosas por el estilo.

El alma que expone su cuerpo a esas cosas, busca alegría pasajera, la delectación a corto plazo, o la excitación rápida a costa de los planes que Dios posiblemente tenga dispuestos para un momento posterior, y para el cual ella lo pueda necesitar. Todo lo que pueda dañar al cuerpo o que pueda restringir su funcionamiento, pero que venga directamente de la voluntad de Dios o de los efectos de Su providencia, no cuenta, porque eso ha sido escogido por Dios para un determinado momento, pues es útil para sus planes y obras, por ejemplo, una enfermedad, un cansancio, problemas de salud, accidente etc. siempre y cuando esto no se derive de un des-cuido, o de una acción voluntaria inconveniente o una negligencia, que la misma per-sona haya causado y no ha sido planeada por la voluntad de Dios. Al cuerpo no se

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le debe dar una atención excesiva, sin embargo debe ser apreciado como instru-mento que debe ser mantenido dispuesto a funcionar adecuadamente para Dios y Su voluntad.

2.- Dejad que la luz brille en la oscuridad- una ojeada en el alma .

Hagamos que en nuestro corazón todo sea silencio y quietud, observémonos en lo profundo de nuestro interior, y tendamos la mano a nuestra celestial Madre María, la Señora de Todas las Almas, para que nos envíe el Espíritu Santo. Digámosle lo si-guiente (y repitamos tres veces lentamente estas palabras):

“Oh María, poderosa Dueña y Señora de mi alma, haz que descienda en mí el Es-píritu Santo. Ven, Espíritu Santo, ilumina mi corazón, mi espíritu y mi alma con Tu luz divina para que yo me pueda ver como Dios me ve. Condúceme al conocimiento de mí mismo(a). Muéstrame quién soy yo realmente”. (3 veces).

A la luz del fuego divino, nos conoceremos mejor si nos hacemos las siguientes pre-guntas:

- Cuando estoy enfermo(a), doy preferencia a medicamentos preparados artificial-mente, en lugar de remedios naturales que concuerdan mejor con las leyes de Dios según las cuales el cuerpo ha sido creado y por las cuales su funcionamiento está regulado?

-Hago uso de productos alimenticios como azúcar, galletas, dulces, alcohol, etc, aún cuando me he enterado por fuentes confiables de que podrían influenciar desfavora-blemente mi cuerpo, mi espíritu y mi vida sentimental?

- Existen alimentos y bebidas que aportan al cuerpo poco valor alimenticio o inclusi-ve podrían desarrollar efectos negativos y que a pesar de ésto no puedo o no quiero renunciar a ellos (dulces, chocolate, bebidas refrescantes, galletas, etc.)?

- Puedo lograr de algún modo ayunar periódicamente, no por querer bajar de peso sino por puro amor al plan de salvación divino para las almas?

-Cuando ejecuto acciones que en realidad no son inofensivas para mi cuerpo (con riesgo de caerse, etc. tanto en las tareas caseras, como en la calle, en el tráfico o durante competencias deportivas) me pongo a considerar algunas veces que podría ser que Dios tiene un plan para mí, que no lo efectúa en momento planeado debido a que por mi propia imprudencia me pasara un accidente?

-Duermo lo suficiente, o expongo mi cuerpo al agotamiento viendo televisión hasta muy tarde, o leyendo o ejecutando acciones que en ese momento no son por fuerza necesarias?

3. Ejercicio del día y consagración

Hagámonos hoy, en virtud de todo lo que comemos y bebemos, la pregunta, si la co-mida o bebida deveras “le hacen bien a nuestro cuerpo”. A fin de cuentas él fué he-cho por Dios en Su infalible sabiduría para servir a Sus planes como instrumento de penitencia, es propiedad de Dios y evidentemente tiene qué ser provisto de alimento y bebida que lo posibilitan a mantenerse en la debida constitución, para funcionar como portador para la obra del alma que Dios espera de nosotros en función de nuestra misión en la vida. En todo lo que hagamos consideremos si no podría poner en peligro el templo de nuestra alma, y a continuación consumemos nuestra acción bajo el cumplimiento del conjunto de reglas de precaución.

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Digamos hoy frecuentemente:

“Querida Madre María, sé la verdadera Dueña y Señora de mi cuerpo. Transforma mi cuerpo en un apropiado templo para mi alma y enséñame a mantener ese templo en forma“

Recemos en la forma siguiente a María (oración nr. 898)

Querida Madre María,

Dios me ha preparado un cuerpo para que mi alma pueda ser santificada por las pruebas y cargas de mi naturaleza material.

Mira, yo vengo a Tí para colocar mi cuerpo a Tus pies, para que Tú lo gobiernes completamente.

Dígnate transformarlo en un templo de alabanza, penitencia y sacrificios.

Dígnate hacer de él un templo de sufrimientos santificantes.

Somete las experiencias y la satisfacción de mis necesidades a Tu voluntad para que mi cuerpo pueda ser un espejo del Tuyo.

Ayúdame a utilizar mi cuerpo en concordancia con la sabiduría de Dios para que es-té dispuesto a responder a cada llamado por parte del plan divino de salvación en el via crucis de mi vida.

Vivifica mi cuerpo con Tu propia templanza para que yo pueda ser un intuitivo instru-mento de Tus santas sugerencias.

Dirige todos mis actos para que yo pueda efectuarlos con cuidado y esmero; pues yo te he regalado mi cuerpo para que sea posesión y propiedad Tuya hasta la hora de mi muerte.

Oh Madre, dígnate vestir mi cuerpo con el manto de Tu santidad para que yo pueda servir completamente a la realización de la meta para la cual el Creador lo ha desti-nado.

4.-La clave diaria para la liberación de mi corazón, mi espíritu y mi alma.

En adelante voy a tener siempre presente que Dios (María) a cada instante del día me podría invitar a acompañarlo(a) en Su viaje para cosumar una tarea muy impor-tante que me traerá felicidad a mí y a muchos otros más. Cada vez que expongo mi cuerpo a un riesgo innecesario (comiendo demasiado, tomando productos, alimentos y bebidas nocivas, o a través de un comportamiento imprudente o temerario) podría ocurrir que Dios (María) me llamaran en un momento en el que no estaría en condi-ciones de acompañarlos en el viaje. Me imagino que Dios y María confiarían en mí, y que en un determinado momento no acudirían a alguna otra persona, y entonces se-ría terrible que yo no estuviera disponible; pues un viaje con Dios (María) es siempre un viaje de verdadera liberación de mi alma y de muchas otras almas.

12° Día. Martes: Carencia de vida interior1. Para meditar en silencio

Cualquier contacto con lo divino ocurre en lo profundo del alma. Se puede expresar así: de la boca sale solo el olor; pero el perfume mismo (o cualquier otra sustancia que huela menos agradable) se encuentra en el centro del alma. Uno no puede per-

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cibir a Dios con los ojos del cuerpo pero sí en el fondo del alma, siempre y cuando el alma esté libre de influencias inhibidoras para poder sentirlo.

El alma que vive superficialmente está principalmente ocupada con todas las cosas a su alrededor y muy poco con los procesos maravillosos que se efectúan en su inte-rior, pues este “interior” es el parque de juegos de los ángeles, es el jardín de recreo del Espíritu Santo, el suelo en el que Dios constantemente trata de sembrar y de co-sechar. El alma que no puede sumergirse a sí misma para buscar allí la unidad con Dios, y despojarse así de sus influencias terrenas, es un alma con poco calado. Ella vive superficialmente.

No toda alma posee la misma capacidad de sumergirse en sí misma. El alma con una vocación mística podrá lograrlo en general más rápido que otras. Aquí se trata sin embargo de la disposición y el deseo de cerrarse al mundo a su alrededor y a sus propios pensamientos. El alma con poco calado tiende a ser curiosa, a dar una gran importancia a los acontecimientos del mundo y de sus alreddores, buscar fre-cuentemente la “emoción” (experiencias que exponen al estado de ánimo a una con-moción y transmiten al alma la impresión de que repentinamente, por un corto mo-mento, siente el fragor de la vida.)

También tiende frecuentemente a parlotear, porque todo sus pensamientos, senti-mientos y acciones están orientadas a sus semejantes. En muchas se expresa esta carencia de profundidad en forma de exagerada exaltación, ruido, y falta de sosiego. No pueden vivir sin ruido o música y tienden a hablar alto en la calle, a gritar, a can-tar o a telefonear como si estuvieran solas en el mundo. El alma que comienza a descubrir hondamente en sí la vida divina no tiene necesidad de sensaciones exte-riores ni de comportamientos que los retienen en sentimientos “bajos” de su natura-leza humana.

La cuaresma es un período en el que se debería fomentar el crecimiento y procurar subir a un nivel más elevado de considerar nuestro ser- humano, a un nivel donde el espíritu de Dios nos susurre Su sabiduría en el silencio del corazón, que trata de despojarse del mundo.

2.- Dejad que la luz brille en la oscuridad- una ojeada en el alma .

Hagamos que en nuestro corazón todo sea silencio y quietud, observémonos en lo profundo de nuestro interior, y tendamos la mano a nuestra celestial Madre María, la Señora de Todas las Almas, para que nos envíe el Espíritu Santo. Digámosle lo si-guiente (y repitamos tres veces lentamente estas palabras):

“Oh María, poderosa Dueña y Señora de mi alma, haz que descienda en mí el Es-píritu Santo. Ven, Espíritu Santo, ilumina mi corazón, mi espíritu y mi alma con Tu luz divina para que yo me pueda ver como Dios me ve. Condúceme al conocimiento de mí mismo(a). Muéstrame quién soy yo realmente”. (3 veces).

A la luz del fuego divino, nos conoceremos mejor si nos hacemos las siguientes pre-guntas:

- Me dejo distraer fácilmente en mi vida espiritual (durante la Santa Misa, las oracio-nes, las conversaciones interiores con Dios/María)?

- Considero como si fuera una pérdida cuando durante el día no he leído el periódi-co, ni he visto televisión, no he oído o visto noticias y no he recibido novedades de parientes, vecinos o conocidos?

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- Tengo inclinación- o siento la necesidad de hablar con alguien sobre esto o aque-llo?

- Se me dificulta poner quietud en mi espíritu? Me he dado cuenta de que siempre estoy ocupado con algo, de modo que me despojo muy difícilmente de las cosas te-rrenas para abrir mi corazón?

- Busco regularmente experiencias especiales, (viajes, visitas a parques de diver-sión, vivir saliendo)? Me parece aburrida e incolora mi vida cotidiana? En caso afir-mativo, por qué?

- Soy de personalidad ruidosa, o tengo un comportamiento tempestuoso o hablo muy alto?

- Cuando voy por la calle veo demasiado a mi alrededor, o muy poco de las cosas a mi alrededor?

- Me siento inhibido(a) o no, de usar un teléfono celular en la calle o en un edificio público, o de hablar muy alto en alguna otra circunstancia?

3. Ejercicio del día y consagración

Tratemos hoy de reflexionar sobre nuestra misión en la vida. Tratemos de sacar en conclusión a partir de las cosas que hacemos o que queremos hacer, de nuestros deseos en general, cuál es nuestra mayor tarea en la vida. Así mismo consideremos cuáles son nuestros fuertes en nuestra personalidad, qué talentos y capacidades po-seemos y cómo los podemos usar, para hacer de nuestra vida un éxito a los ojos de Dios, con miras a la realización de sus planes y obras.

Tratemos hoy, en todo sentido, de vivir conscientemente, en otras palabras, haga-mos el esfuerzo de ejecutar las acciones, no automáticamente o mecánicamente, sin pensar, sino de verdad conscientemente. Nos daremos cuenta que nos será más fá-cil encontrar qué es lo importante para nuestra alma, qué puntos tenemos qué tomar en cuenta para no caer en ciertas debilidades, y cómo podemos hacer de cada mo-mento de nuestra vida realmente lo mejor para los planes y obras de Dios.

Digamos hoy frecuentemente:

“Ven, Espíritu Santo, enséñame el lugar al que pertenezco dentro de los grandes planes de Dios”

Regalemos hoy a María la siguiente oración:(nr. 899)

Querida Madre María,

el pecado original ha hecho a Dios invisible para las almas.

Qué vacía parece estar la creación, en cuanto respira el espíritu del ser humano.

Oh, guíame en el viaje al fondo de mi alma, para que me pueda alegrar de los teso-ros que Dios tiene guardados para mí.

Dígnate abrir para mí el paraíso terreno de la santidad, que aún se encuentra en el centro del alma, en tanto ella no haya desterrado a Dios.

Cuánto anhelo que el perfume de flores proveniente del fondo de mi alma gobierne mi corazón y mi alma y todas mis percepciones.

Oh, deséame el embeleso de poder encontrar Tu trono en el más escondido rincón de mi alma para que yo sepa que solamente puedo ser uno Contigo, cuando te bus-co en la silenciosa intimidad de mi corazón.

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Oh, Señora Celestial, haz que me despoje de todo lo que me atrae al mundo, para que sólo en el encerramiento de mi alma encuentre la alegría donde Tus embelesa-doras bellezas y los indecibles tesoros de mi Creador esperan la hora en las que yo los anhele más que los fuegos fatuos del mundo.

4.-La clave diaria para la liberación de mi corazón, mi espíritu y mi alma.

A partir de hoy voy a ser consciente de que la vida terrena con todos sus detalles no es tan importante, no es más que un encadenamiento y un entrelazamiento de in-contables sucesos y situaciones que sólo representan una escuela en donde mi alma se educará para la santidad.Yo quiero aprender a considerar, que todo lo que veo alrededor de mí son cosas pasajeras, que nunca me podrán regalar la felicidad eterna. Por eso quiero anhelar sumergirme lo más hondo posible en mi corazón para encontrar en mí el paisaje celestial: las bellezas de Dios que no son perecederas, y que me conseguirán una profunda paz y un sentimiento de verdadera libertad.

13° Día. Miércoles: Incapacidad de desprenderse1. Para meditar en silencio

Incontables almas no crecen, porque están atadas con gruesas cadenas a cosas que son pasajeras. Cada ser humano conoce a muchos semejantes que en el trans-curso de 10, 20 o más años parece que casi no cambian en lo que respecta a su po-sición ante el mundo y su alrededor, o a su contemplación de las pruebas y situacio-nes en el sendero de su vida. Estas son almas que no pueden desprenderse.

El alma se forma continuamente durante los años jóvenes. Muchas permanecen es-tancadas en pensamientos y sentimientos, pero también en sus patrones de compor-tamiento, en sus años de juventud. Se guían ininterrumpidamente por “sapien-cias”que en ese entonces aprendieron, como si ellas representaran la única verdad y casi no parecen inclinarse a amoldar su comportamiento según las lecciones que la Divina Providencia trata de enseñarles en el camino de su vida.

En estas almas acontece frecuentemente un choque entre las experiencias por un lado, y los patrones por el otro, que gobiernan sus pensamientos, sus sentimientos y sus ideas sobre la vida. Por ello se decepcionarán fácilmente o se regresan a su pa-sado: Empiezan a mirar hacia atrás cada vez más, olvidando entonces seguir vivien-do en el presente. Así se anulan ellas mismas para los planes que Dios tiene para ellas.

Ellas consideran su vida como una meta en sí, se aferran a sus experiencias y re-cuerdos, le dan demasiada importancia a cada detalle de ellos, y carecen en sus ac-ciones de inspiración, porque su corazón no está abierto a la guía de Dios en el pre-sente. Ellas permanecen constantemente en sucesos del pasado y del presente, los retienen y tienden a analizarlos y a cavilar sobre ellos. Inclusive se vuelven reprimi-dos a este respecto y se olvidan de que podrían vivir con Dios y María al consagrar todo a Ellos.

Con frecuencia están convencidas de que todo lo deben arreglar por sí mismas; pues las experiencias, y su incapacidad de manejarlas de un modo fructífero, las hace inseguras. Además no sienten la confianza hacia Dios y hacia María que nece-sitan para liberarse de este entumecimiento. Un alma que no se puede desprender de sus relaciones mundanas y humanas y/o de su propio pasado, se coloca una ca-dena muy pesada. Ya no sube, se queda atada a la tierra. Esa alma necesita una li-

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beración; pues vive constantemente en una tensión interna y es inservible para las obras de Dios.

2.- Dejad que la luz brille en la oscuridad- una ojeada en el alma .

Hagamos que en nuestro corazón todo sea silencio y quietud, observémonos en lo profundo de nuestro interior, y tendamos la mano a nuestra celestial Madre María, la Señora de Todas las Almas, para que nos envíe el Espíritu Santo. Digámosle lo si-guiente (y repitamos tres veces lentamente estas palabras):

“Oh María, poderosa Dueña y Señora de mi alma, haz que descienda en mí el Es-píritu Santo. Ven, Espíritu Santo, ilumina mi corazón, mi espíritu y mi alma con Tu luz divina para que yo me pueda ver como Dios me ve. Condúceme al conocimiento de mí mismo(a). Muéstrame quién soy yo realmente”. (3 veces).

A la luz del fuego divino, nos conoceremos mejor si nos hacemos las siguientes pre-guntas

- Me aferro a modos de ver más o menos rígidos? Rechazo nuevas ideas (por ej. ideas que nunca en mi vida usé antes), sin estar dispuesto(a) a descubrir si esto es bueno o inapropiado (a menos que mé dé cuenta que van contra la ley de Dios al poder conducirme a malos hábitos)?

- Regreso frecuentemente mis pensamientos al pasado y tiendo a, ya sea a remover en lo desagradable o de actuar como si en el pasado todo hubiera sido puro brillo de sol, y por eso no tendría sentido tratar de vivir de lleno el día de hoy?

- Considero mi pasado tan importante que algunos de sus elementos empiezan a co-brar vida propia, en otras palabras: me esfuerzo por retener cada detalle exactamen-te? Repaso constantemente ciertas cosas? Hago que algunas situaciones me pasen incesantemente por la mente como una película que se está proyectando para poder analizar todas las causas, relaciones y efectos de situaciones que probablemente to-davía podría yo rectificar?

- Me pregunto todavía quién es culpable en determinadas situaciones de mi vida y por qué motivo esta persona hizo lo que hizo? Efectúo también conversaciones inte-riores (inclusive discusiones) con este (estos) semejante(s)?

- Qué tan importantes son para mí mis costumbres diarias? Estoy dispuesto a rea-daptarlas si tuviera la impresión de que con ello puedo ser más eficaz para Dios (aún cuando esto me separara de contactos terrenos o de placeres mundano?).

- Qué tan importantes son mis relaciones con amigos, conocidos, parientes? Busco en el contacto con ellos la satisfacción de mi autoestima, otras necesidades perso-nales o mundanas o de alguna otra cosa?

3. Ejercicio del día y consagración

Digámonos hoy a nosotros mismos con frecuencia:

“Mi pasado está muerto. Yo no puedo vivir realmente en tanto me esté alimentando con cosas muertas”

Preguntémonos en adelante en todo lo que hagamos yo pensemos, cuál es el prove-cho que ello aporta para nuestra alma y nuestra vida. Notaremos que estamos regi-dos por muchas costumbres y patrones de pensamiento que no llevarán a nuestra alma ni un solo paso más cerca de Dios.

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Recemos hoy lo siguiente a María (oración nr. 900)

Querida Madre María,

Dios ha enviado mi alma al mundo para que pueda adquirir la salvación en virtud de la victoria sobre los innumerables ídolos de la vida material.

Oh Madre, este mundo con sus ficticias necesidades y extravíos, ha usurpado mi alma como si fuera el único objetivo y el único sentido de mi vida.

Libérame, Tú que tienes el poder sobre todas las cosas. Deslígame de las ataduras terrenales que me ahogan imperceptiblemente, pues mi alma está impedida de con-sumar el vuelo para el que fué destinada.

Libérame de las redes de mi pasado. Purifícame de todos mis recuerdos que tratan de vivir en mí una vida propia.

Libérame de todas las trampas de aprensiones falsas, de las especulaciones superfi-ciales y de las obligaciones por medio las cuales mis semejantes tratan de encade-narme a ellos.

Paraliza bajo Tus pies todo lo que me impide enteramente arrojarme a Tus brazos para una vida de perfecta e incondicional consagración; pues sólo a Dios le pertene-cí en mi creación y sólo a Dios quiero pertenecer de aquí hasta la eternidad.

4.-La clave diaria para la liberación de mi corazón, mi espíritu y mi alma.

A partir de hoy me voy a esforzar por emplear el mayor tiempo posibe en pensa-mientos sentimientos, acciones y palabras que me aten a la vida divina y que me ha-gan distanciarme de mí mismo(a), de mis costumbres, de mis ataduras y de mis de-seos habituales. Todos los acontecimientos, pensamientos sentimientos etc. que me retengan en mi convicción del espíritu mundano, voy a aprender a considerarlos como sin valor, completamente insignificantes para mi felicidad eterna y para la sal-vación de las almas. Sólo los momentos que paso unido(a) en pensamientos y senti-mientos con Dios (María) los consideraré como aportación importante a la meta a la que he sido enviado(a) al mundo. Así viviré mi vida más consciente en la atmósfera de lo divino y me liberaré de las garras de las ocupaciones y de las cargas munda-nas.

14° Día. Jueves: La tentación de cometer fraude1. Para meditar en silencio

El alma que está encadenada a lo material y pone el uso de cosas materiales como centro de su vida, empieza pronto a negar la verdad de Dios, o a “acomodarla” a su comportamiento. Anhela lo material. Todos sus pensamientos, sentimientos y accio-nes están dirigidos a satisfacer sus numerosas (e incesantemente crecientes) nece-sidades.

Por el hecho de que el alma dirige todas sus metas a las cosas del mundo, pronto se volverá impura por las leyes mundanas, que llevan el germen de la necedad huma-na. Cuando la adquisición de alguna propiedad (ya sea cosa pequeña o grande) se convierte en la meta y el centro del sentir diario, el alma incurre fácilmente en la falta de honradez. Frecuentemente está dispuesta, para lograr su objetivo, a soltar sus frenos morales, de modo que puede llegar a ser en sus propósitos dura e insensible, (la mentalidad de un hombre de negocios desconsiderado, en cuanto anula los valo-res morales en su vida).

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De este modo el alma podrá llegar a un punto en el que se hará culpable de distintas formas de fraude: engañar a alguien, abusar, robar, pedir prestado algo y con toda intención no devolverlo, pagarle intencionalmente a un semejante muy poco por un trabajo ejecutado, retener a un semejante un sueldo o remuneración, etc.

Quien engaña a su prójimo, engaña también a Dios e inclusive a sí mismo(a). El alma no puede llevar a cabo ninguna acción, ni buena ni mala, que no repercuta en la totalidad de las almas. Cada pecado, así como cada buena obra, influye en el es-tado de gracia de la humanidad entera. El alma que está impulsada por el amor puro y verdadero, no podrá cometer fraude contra un semejante. Por eso el fraude es una señal de que en el alma que comete el fraude se está debilitando la verdadera vida. Esta alma tiene qué aprender a amar de nuevo, y estar consciente del hecho de que Dios vive en cada alma.

2.- Dejad que la luz brille en la oscuridad- una ojeada en el alma .

Hagamos que en nuestro corazón todo sea silencio y quietud, observémonos en lo profundo de nuestro interior, y tendamos la mano a nuestra celestial Madre María, la Señora de Todas las Almas, para que nos envíe el Espíritu Santo. Digámosle lo si-guiente (y repitamos tres veces lentamente estas palabras):

“Oh María, poderosa Dueña y Señora de mi alma, haz que descienda en mí el Es-píritu Santo. Ven, Espíritu Santo, ilumina mi corazón, mi espíritu y mi alma con Tu luz divina para que yo me pueda ver como Dios me ve. Condúceme al conocimiento de mí mismo(a). Muéstrame quién soy yo realmente”. (3 veces).

A la luz del fuego divino, nos conoceremos mejor si nos hacemos la siguiente pre-gunta:

-Caigo algunas veces en la tentación de buscar mi propia ventaja a costa de la des-ventaja de mi prójimo? En caso afirmativo, por qué lo hago?

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3. Ejercicio del día y consagración

El día de hoy me voy a examinar a mí mismo(a): He cometido alguna vez algun frau-de aún cuando éste sea pequeño? Si acaso recuerdo alguna situación tal, voy a pe-dir perdón por ello de la siguiente manera:

“Querida Madre María, arrepentido(a) acudo a Tí con la petición de que consigas para mí de Dios Justo el perdón por cualquier posible acción que me haya hecho culpable de haber cometido un fraude contra mis semejantes debido a mi falta de honradez o de rectitud. Oh, condúceme a una oportunidad de reparación.”

Ahora hagamos el propósito de ir a confesar esta falta lo más pronto posible (a me-nos de que estemos seguros de que ya la hayamos confesado) y tratar de hacer hoy un acto de penitencia como reparación. En caso de que sepamos que una persona determinada ha sido víctima de esta falta de honradez, tratemos (eventualmente en secreto) de hacer algo por esta persona o rezar una oración por ella.

Seguidamente llevemos la siguiente petición a María:

“Querida Madre María, derrama en mí el espíritu de honradez y rectitud, para que nunca caiga en la tentación de engañar a mi prójimo para mi propia ventaja o rete-nerle algo a lo que tiene derecho. No permitas nunca que lleve a cabo alguna acción o que abrigue algún deseo, que sean impulsados por intereses comerciales.”

4.-La clave diaria para la liberación de mi corazón, mi espíritu y mi alma

A partir de hoy me voy a imaginar que cada acción o cada propósito de fraude, por más pequeños que sean, es como comer un fruto envenenado: la ganancia financie-ra se enfrenta ante el hecho de que estoy propinando una herida a mi alma, y con ello llevando inquietud a mi espíritu, de manera que al mismo tiempo me estoy con-virtiendo en prisionero de mi propia inconsciente discordia.

15° Día. Viernes: Carencia de luz en el corazón1. Para meditar en silencio

En la medida en que el alma ha acogido a Dios, a las gracias divinas y a la verdade-ra vida divina, y se ha fundido con ellos, comienza en cierto modo a transformarse en un sol. Los rayos de ese sol son portadores de dos elementos: luz y calor. Estos elementos se manifiestan en dos virtudes: la luz, como alegría, y el calor, como mansedumbre. A medida que el alma más profundamente sea impulsada por Dios y Sus planes, absorbe para sí Su luz en mayores cantidades. Se llenará tanto de esa luz, que poco a poco todas las tinieblas a su alrededor se disiparán.

Un alma con alegría en el corazón es un alma que se alegra en lo más profundo de su interior de su situación en la vida. Inclusive cuando esa alma encuentra en su ca-mino gran resistencia, muchos obstáculos, experiencias desagradables y sufrimien-tos, está tan compenetrada de la presencia de Dios en su vida y de Su guía en todos los elementos de su vida, que siente una profunda paz en todo ello. Ella está alegre y lleva con ello una luz divina porque tiene la sensación de que está en “su casa” (o sea, en cierto modo vive en el corazón de Dios), de que todo es como debe ser. Su fe y confianza en la Divina Providencia es tan grande, que todo lo que le pasa lo puede relativizar: las cosas ya no la abruman tan fácilmente.

Podemos considerar el corazón como un lugar donde el alma vive su vida sentimen-tal, digiere sus impresiones sentimentales y donde absorbe la corriente de amor que

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Dios derrama sobre todas las criaturas como alimento para todo su ser, lo deja ma-durar bajo la guía de Dios y la transmite al medio ambiente. El alma que lleva una gran cantidad de luz en sí, resplandecerá sobre sus semejantes y estará en condi-ciones de fomentar en las almas la paz de corazón.

Una alma a la que evidentemente le falta la luz en el corazón, es un alma que se queja, que rezonga, que está insatisfecha. Muchas veces se identifica con la des-cripción de lo que designa la expresión popular “avinagrado”. Es un alma que lleva a su alrededor una nube oscura que revela su disgusto interior. En ella no“fluye” libre-mente el amor divino que aporta la vida. No es raro que irradie esa carencia de paz interior aún sin decir palabra alguna o aún sin efectuar alguna acción.

La alegría del corazón es un estado de ánimo que regala vida en la comunicación entre las almas. Una comunicación sin sincera alegría que brote efervesciendo real-mente del interior, está prácticamente muerta. La carencia de luz en el corazón es una convicción del alma que “no se siente bien en su propia piel” y que por ello ne-cesita de liberación.

2.- Dejad que la luz brille en la oscuridad- una ojeada en el alma .

Hagamos que en nuestro corazón todo sea silencio y quietud, observémonos en lo profundo de nuestro interior, y tendamos la mano a nuestra celestial Madre María, la Señora de Todas las Almas, para que nos envíe el Espíritu Santo. Digámosle lo si-guiente (y repitamos tres veces lentamente estas palabras):

“Oh María, poderosa Dueña y Señora de mi alma, haz que descienda en mí el Es-píritu Santo. Ven, Espíritu Santo, ilumina mi corazón, mi espíritu y mi alma con Tu luz divina para que yo me pueda ver como Dios me ve. Condúceme al conocimiento de mí mismo(a). Muéstrame quién soy yo realmente”. (3 veces).

A la luz del fuego divino, nos conoceremos mejor si nos hacemos las siguientes pre-guntas:

- Bajo qué circunstancias pierdo el buen humor? Por qué?

- Cuándo me encuentro justamente de buen humor? No tiene este estado de ánimo necesariamente una causa o un fundamento en mi vida diaria, o me encuentro ale-gre sobre todo cuando me ha tocado un golpe de suerte inesperado o extraordinario en el sentido material de mi vida?

- Percibo una sensación especial cuando simplemente me identifico con mis senti-mientos, por ejemplo durante un paseo por un paisaje hermoso o mientras escucho el canto de un pájaro o a la vista de animales o de niños jugando?

- Qué favorecería más mi alegría interior, una fuerte ganancia financiera o un repen-tino sentimiento de unidad con el corazón de Dios?

3. Ejercicio del día y consagración

Ejercitemos hoy nuestra alegría. Tengamos en cuenta en todo lo que hacemos o lo que nos sucede en nuestro camino, que nos encontramos en buenas manos en la medida en que nos hayamos consagrado a la Santísima Virgen y en la que vivimos realmente esa consagración, hasta en todos detalles de nuestra vida cotidiana.

Hagamos una lista de nuestras principales preocupaciones, llevémosla a María y di-gamos tres veces lenta y profundamente sumergidos en nuestro corazón:

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“Querida Madre María, todo está bien porque Tú vives en mí; nada podrá dañar mi alma en tanto yo me encuentre en Tus manos”.

Sintamos el ánimo que surge de estas palabras. Estemos convencidos ahora de que todo cuanto nos ocurra, al final de cuentas será por nuestro bien. De este modo en-contraremos interiormente una quietud que aumenta constantemente, y una paz cre-ciente, y sentiremos que muchas tensiones se desvanecen. Del fundamento de esta quietud y de esta paz, brotará una fuerza que nos proporcionará la seguridad de que todo saldrá bien, y encontraremos la alegría, y podremos irradiar la luz de Dios a nuestro alrededor.

Recemos ahora con las siquientes palabras a María (oración nr. 901)

Querida Madre María,

como una flor en un suelo árido mi corazón anhela beber de la luz de Dios, para que mi vida afectiva se purifique y se reanime.

Mira, yo te consagro los ojos de mi alma para que aún en plena tormenta no perma-nezcan ciegos al cielo azul con el que Tú tratas de cubrirnos.

Oh Madre cómo han cubierto los golpes del destino mis fuentes de alegría con el polvo del mundo.

Cuánto han devorado mi corazón las palabras amargas y desalentadoras y las ac-ciones de las almas extraviadas, como un veneno que ha hundido mi alma en la fie-bre de la inquietud.

Qué apacible es en cambio Tu sonrisa, qué tranquilizadores son los latidos de Tu co-razón inmaculado, oh vencedora de todo foco de aflicción y de descontento.

Permite que me entierre en Tu corazón, que es el renacimiento del paraíso terrenal perdido. Dígnate brindarme la gracia del arrobamiento en la contemplación de Tus bellezas inconmensurables para que yo sepa para qué vivo, y la luz de la alegría lle-ne mi corazón, para mi propia liberación y la de mis semejantes.

4.-La clave diaria para la liberación de mi corazón, mi espíritu y mi alma

A partir de hoy voy a tener vívidamente en cuenta que en mi corazón está el trono de María y que dondequiera llevo en mí Su poder, Su luz y Su paz. Todos los obstácu-los en el sendero de mi vida serán en adelante demolidos por la luz de la alegría in-terna, que irradia de mí como un poder que aleja todas las tinieblas. De María huye todo lo que es tiniebla. Si yo La llevo conmigo a todas partes como mi Reina y Seño-ra yo mismo me transformaré en un demoledor contra toda tiniebla. Cada día seré más libre.

16° Día. Sábado: Carencia de calor en el corazón1. Para meditar en silencio

El alma no ha sido hecha para vivir sola. Dios espera de ella, que lleve a Dios dentro de sí y que le haga posible, sin restricciones, obrar en y a través de ella. La estadía de Dios en un alma hace de ella un sol, como ayer lo indicamos (15°Día). Dios pro-vee a cada alma que se abre a Él con Su propia luz y con Su propio calor, y en la medida en que ella esté llena de ellos, puede resplandecerlos también a su alrede-dor.

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El alma que está rebosante del amor de Dios y que en el fondo de sí la hace madu-rar, se transforma en un jardín florido de virtudes y resplandece sincero calor a sus semejantes. La presencia de un alma así es comparable a una agradable fuente de calor. Ella propaga a su alrededor sentimientos de bienestar, de seguridad, una pro-funda paz y profunda quietud: Señales de la presencia de Dios y de María en ella.

El alma que no posee estas propiedades y capacidades, o no las posee sin inhibicio-nes, es un alma que no ha podido desarrollar el calor de la vida divina sin inhibicio-nes. Le falta la paz profunda que va a la par con la estadía de Dios, de modo que no puede hacer penetrar sin obstáculos esta paz en otros corazones.

Cuando el calor de la vida divina no madura suficientemente en un alma, puede lle-gar a expresarse ésto en una señal de insatisfacción, de displicencia, brusquedad, mal genio, inclusive ataques de ira o de rabia, o sea, carencia de mansedumbre en todas sus formas. La carencia de calor en el corazón indica en general una insatis-facción profundamente enraizada, un sentimiento de “ausencia de algo”. Al alma le falta algo pero no sabe qué es lo que le falta. En muchos casos ha perdido la capaci-dad de retener de calor de Dios debido a experiencias hirientes, o debido a la sen-sación de que no ha realizado sus ideales.

Cuando tal decepción o lesión no se consagra con gran entrega y gran fe a María y el alma no quiere en absoluto reencontrar su fe en la vida, se abrirá ante ella un ca-mino de amargura. Nadie puede dar algo que no posee. Para poder transmitir a sus semejantes calor y seguridad el alma debe sentirlo antes que nada.

2.- Dejad que la luz brille en la oscuridad- una ojeada en el alma .

Hagamos que en nuestro corazón todo sea silencio y quietud, observémonos en lo profundo de nuestro interior, y tendamos la mano a nuestra celestial Madre María, la Señora de Todas las Almas, para que nos envíe el Espíritu Santo. Digámosle lo si-guiente (y repitamos tres veces lentamente estas palabras):

“Oh María, poderosa Dueña y Señora de mi alma, haz que descienda en mí el Es-píritu Santo. Ven, Espíritu Santo, ilumina mi corazón, mi espíritu y mi alma con Tu luz divina para que yo me pueda ver como Dios me ve. Condúceme al conocimiento de mí mismo(a). Muéstrame quién soy yo realmente”. (3 veces).

A la luz del fuego divino, nos conoceremos mejor si nos hacemos las siguientes pre-guntas:

- Existen momentos en mi pasado que al recordarlos siento en mi corazón un dicho-so sentimiento de calor?

- Han habido últimamente esos momentos de dichoso calor en mi corazón? En caso afirmativo, qué situación ha provocado este sentimiento de gozo? En caso negativo, por qué últimamente nunca, o casi nunca tengo ese sentimiento de calor dichoso en mi corazón? Qué me ha ofrecido mi pasado que me falta en el presente? No puedo encontrar ese calor interior en alguna otra experiencia en el presente?

- Cuando antes sentía gozo en el corazón y hoy ya no, o muy raramente, o no se nota claramente, a qué circunstancias acredito esta diferencia? Puedo en virtud de esta comprensión, cambiar algo en mi comportamiento con lo cual me volveré más apacible y amable, y en mí habrá más calor?

- En virtud de cuáles situaciones me vuelvo las veces irascible?

- Hay momentos en los que “no me siento completamente bien dentro de mi piel”con una sensación general de frío en mi interior? Con qué situaciones o acontecimientos

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se relacionan estos sentimientos? Cómo es que estas situaciones causan estos sen-timientos en mí?

3. Ejercicio del día y consagración

Procuremos hoy tratar a cada semejante con apacibilidad. Digamos frecuentemente:

“María, Madre de ternura, préstame Tus manos suaves como el terciopelo, Tus fas-cinantes y suaves ojos, y Tu voz de caricia suave. Cubre mi rostro con el suave ar-dor del Tuyo”

Imaginémnos hoy vívidamente, que nos transformamos completamente en María, que Ella se introduce en nosotros, y que sustituye nuestros rasgos externos con los suyos, hermosos y fascinantemente suaves. Dejemos que esta imagen nos penetre tan hondo, que nos sentimos completamente “Ella”. Poco a poco (algunas veces muy pronto) descubriremos qué efectos sorprendentes se ejercen sobre nuestros se-mejantes. Porque María vivirá desde nuestro corazón en y a través de nosotros.

Recemos ahora a María como sigue (oración nr. 902)

Querida Madre María,

cuánto anhela mi corazón Tu amparo ahora que mi viaje por el desierto de mi sende-ro por la vida se ha hecho tan hostil.

Oh Madre, percibe mi necesidad del calor de Tu corazón; pues el sol del desierto despierta sólo la fiebre del alma que hace congelar el ánimo.

Sana mi fiebre, oh fuente de la paz celestial, para que yo pueda cosechar los embe-lesos del verdadero calor celestial.

Llena mi corazón de Tí misma, para que pueda nacer en mí la verdadera paz, que me conducirá a mi total entrega a Tí; porque sólo en la entrega total podrá mi cora-zón despojarse de toda frialdad y de toda dureza.

Estructura mi ánimo para que sea un espejo de Tu suavidad, para que mi presencia sea ante las almas como una benéfica brisa de primavera que deje en los corazones alegría y quietud.

Oh Reina de la ternura, unge mi corazón con Tus delicadas manos, para que en mí pueda ser abierto lo que impide salir el resplandor de Tu calor celestial del fondo de mi alma.

4.-La clave diaria para la liberación de mi corazón, mi espíritu y mi alma.

De hoy en adelante voy a aspirar todos los días a una unidad tan íntima con María, el fuego del amor purísimo, que yo siempre y dondequiera llevaré como un pequeño sol, rayos de calor y de amor a muchos corazones. Así estaré en condiciones tanto en mí mismo(a) como en mis semejantes, de hacer desvanecer muchas impurezas, para liberar los corazones de su aridez y frialdad. Yo seré un pequeño paraíso para las almas que se han transformado en desiertos.

17° Día. Lunes: Hacer de sí mismo el punto central de su alrededor1. Para meditar en silencio

El alma ha sido creada por Dios de tal modo que en circunstancias “saludables” está consciente de su dependencia de Dios. Un alma saludable sabe y siente con seguri-

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dad que Dios es el motor de todas sus capacidades. Por ello hará que sus acciones y trabajos se relativicen y no se dará mucha importancia a sí misma. El alma es en sí tan incapaz como un pedal de gasolina en un auto: El auto no irá a ningún lado a menos que alguien presione ese pedal.

Cuando un alma se considera a sí misma muy importante, sufre de carencia de co-nocimiento propio, y se engaña a sí misma. Sólo mediante la acción de Dios, el alma está en condiciones de actuar y de realizar cosas. Cuánto se equivoca también el alma que trata de hacerse el centro de todo. Cuánto se equivoca cuando se busca a sí misma, cuando hace todo para darse a notar, y se considera como un eje donde todo gira a su alrededor.

Un alma con esta convicción, tiende a atraer hacia sí la atención en conversaciones. Busca ocasiones de ser acusada pero también de ser ensalsada. Tiende a exagerar y a presumir. Todo su comportamiento en hacer o dejar de hacer, en hablar, aún hasta en su apariencia exterior, parece ser un grito para llamar la atención.

El alma en este estado, (egocentrismo y formas semejantes) pende especialmente del juicio de

sus semejantes porque sólo cuentan para ella los intereses de su vida mundana. De allí surge el riesgo de comenzar a desterrar lo ultramundano de su vida y hacerse a sí misma como Dios.

Uno de los riesgos en el que puede caer esa alma es que no cosecha entre sus se-mejantes el deseado éxito, y por eso se retira a su propio mundo. Un mundo en el que no tiene a quién rendir cuentas a nadie, en el que sólo valen las propias reglas, y del que destierra a todas las criaturas que no se amoldan a su modo de ver la vida.

El alma que se jacta de sus propias acciones o que exige que los demás también la consideren como el centro de sus vidas, no ha comprendido su verdadera misión. No está en condiciones de realizar los planes de Dios; porque sólo vive para sí mis-ma.

2.- Dejad que la luz brille en la oscuridad- una ojeada en el alma .

Hagamos que en nuestro corazón todo sea silencio y quietud, observémonos en lo profundo de nuestro interior, y tendamos la mano a nuestra celestial Madre María, la Señora de Todas las Almas, para que nos envíe el Espíritu Santo. Digámosle lo si-guiente (y repitamos tres veces lentamente estas palabras):

“Oh María, poderosa Dueña y Señora de mi alma, haz que descienda en mí el Es-píritu Santo. Ven, Espíritu Santo, ilumina mi corazón, mi espíritu y mi alma con Tu luz divina para que yo me pueda ver como Dios me ve. Condúceme al conocimiento de mí mismo(a). Muéstrame quién soy yo realmente”. (3 veces).

A la luz del fuego divino, nos conoceremos mejor si nos hacemos las siguientes pre-guntas:

- Siento la necesidad de hablar con mis semejantes sobre mí y mis pruebas? Si es así: Cuando veo en lo profundo de mi interior, encuentro la causa de ello? (Yo lo puedo aceptar ante mí mismo sin que me avergüence).

- Cuando hago algo junto con otras personas y el resultado es más o menos exitoso, qué sensación tengo en lo que respecta a mi cooperación al logro, y siento la inclina-ción a comunicar esa sensación a mis “socios”?

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- Me gusta llamar la atención? En qué sentido y en cuáles circunstancias? Por qué? Quiero con ello probar algo a mis semejantes?

- Cuando tengo la impresión de que mi prójimo considera mi vida aburrida y sin im-portancia, me inclino a resaltar determinados aspectos de mi vida, mi personalidad, o talentos y potencial (en un caso dado, al fanfarronear o presentarlos de algún modo “de colores”) con la intención de que cambie su opinión sobre mí?

- Para ser sincero(a) a mí mismo(a): Qué tan importante es para mí la opinión que tienen otras personas sobre mí? Me basta saber que yo en secreto hago lo mejor que puedo (sólo visible para Dios/María o sólo estoy tranquilo(a) cuando mis seme-jantes se expresan totalmente de modo favorable sobre mí?

- Cuando no he sido palpablemente exitoso(a) a los ojos de mis semejantes me in-clino a huir a un mundo propio (algo así como fantasías sobre el éxito que quisiera tener ante los demás)?

- Que sentimientos tengo en el fondo de mi ser, cuando soy elogiado(a)?

3. Ejercicio del día y consagración

Tratemos hoy de permanecer en segundo término en todos las ocasiones y aconte-cimientos del día, como si fuéramos sombras silenciosas que se deslizan entre las personas de modo que nadie tenga la tendencia a prestarnos atención especial. Di-gamos entonces a María:

“Querida Madre Celestial, hazme desaparecer en el paraíso de Tu corazón. Yo no deseo más que encontrarme con Tus ojos”.

Recemos hoy a María como sigue (oración nr. 903):

Querida Madre María, Reina de la humildad,

en mi nulidad me arrojo al suelo ante Tí, y te pido suplicante, quieras ampararme bajo el manto de Tu santidad.

Acógeme, oh Señora poderosa, en las zonas de lo invisible, donde los ángeles del cielo siembran las obras de Dios pero ningún mortal puede ver sus manos.

Retírame de los ojos de los humanos, pues en las alabanzas de las almas florecen los focos de las tinieblas.

Yo sólo deseo ser Tu servidor(a); pues mira, mi Dios me ha creado para servir y para hacer madurar sus planes en el suelo sin arar de mi cuerpo.

Yo ofrezco todas mis cargas y sufrimientos a Tu gloria, para que Tu poder resplan-dezca desde el cáliz de mi sacrificio.

Te pido la gracia de olvidarme de mí mismo(a), para que las almas se acuerden de la gloria de Dios.

Toda la atención que las almas me han brindado y que todavía me pueden brindar la dejo fluir en el santo suelo bajo Tus pies; pues yo dejo consumir todo mi ser por el fuego de Tu poder sobre mí.

Acógeme ahora en Tí, oh trono de mi bienaventuranza; pues en Tí yo puedo olvidar que alguna vez viví.

En Tí muere mi alma para un renacimiento en Dios.

En Tí yo puedo esconderme de los ojos mortales que de todos modos no ven qué ocurre.

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4.-La clave diaria para la liberación de mi corazón, mi espíritu y mi alma.

De hoy en adelante voy a abominar todos los engañosos fuegos fatuos de las ala-banzas mundanas y buscar el verdadero paraíso: el amor de mi Señora Celestial. Mi boleto de entrada a ese paraíso es el afán de dar mi vida a Ella y a Dios, como una pequeña alma, sencilla e inadvertida. Yo voy a sentir, que no hay ningún pago mun-dano que me pueda dar el calor que recibiré cuando María me tome en sus brazos. Porque en Ella se encuentra el paraíso terreno que se perdió por el pecado original.

18° Día. Martes: La incapacidad de ponerse en el lugar de sus semejantes. 1. Para meditar en silencio

Dios ha hecho a la creación como un todo, en el cual las partes deberían mantener-se íntimamente unidas. La creación, así como Dios la planeó, puede considerarse como una red de innumerables hilos, que unen entre sí a un conjunto de criaturas. Por esta causa, cada obra buena, pero también cada pecado o cada expresión de malos hábitos, tiene repercusión en toda la creación.

Dios mide el valor de cada alma según el grado en que ella se ha esforzado para in-fluenciar favorablemente la completa red y para rendir su contribución a un firme equilibrio dentro de la red. Mientras el alma posea la pureza suficiente para poder comprender tal cual el plan de Dios, sólo se sentirá feliz hasta que tenga la impre-sión de que a sus semejantes les va bien, sobre todo a aquellos quienes se cruzan en el camino de su vida y también por los que siente cierto sentimiento de responsa-bilidad.

Aquí se puede reconocer el motivo que llevó a María en las bodas de Caná, a llamar la atención al hecho de que lo otros ya no tenían vino, cuando en realidad personal-mente le hubiera dado igual si había reserva de vino o no. El alma que vive enraiza-da completamente en Dios, puede aprender a sentir las necesidades, las alegrías y los sufrimientos de sus semejantes tan profundamente que todo lo que les pasa a éstos últimos, la conmueve tan obviamente como a las personas afectadas. De esta capacidad nacerán la total negación de sí mismo y el verdadero y puro amor al próji-mo.

En caso de que esta alma no esté en condiciones de ponerse en lugar de sus seme-jantes, se puede notar en el hecho de que es indiferente o sin fuerza, que le falta la disposición a ayudar, que tiende a abandonar a sus semejantes a su destino, a que es inhospitalaria o por estados de ánimo semejantes.

Dios le ha dado a cada alma sus cualidades y talentos específicos, y tiene planeado para cada alma un sendero por la vida específico. Está en el plan de Dios que cada alma sepa usar sus talentos y cualidades, y que con ello ayude a aliviar las necesi-dades de los sufrientes. Sólo de este modo pueden todas las almas apoyarse unas a otras, en sus respectivos caminos por la vida. Esto sólo puede dar verdaderos frutos, en la medida de cómo cada alma realmente quiera mirar las necesidades de sus se-mejantes, sin imponerse, respetando las cosas que la persona quiera reservar para sí. Tampoco Jesús se impuso, Él era una puerta abierta para todo el que deseara entrar en Su corazón.

2.- Dejad que la luz brille en la oscuridad- una ojeada en el alma .

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Hagamos que en nuestro corazón todo sea silencio y quietud, observémonos en lo profundo de nuestro interior, y tendamos la mano a nuestra celestial Madre María, la Señora de Todas las Almas, para que nos envíe el Espíritu Santo. Digámosle lo si-guiente (y repitamos tres veces lentamente estas palabras):

“Oh María, poderosa Dueña y Señora de mi alma, haz que descienda en mí el Es-píritu Santo. Ven, Espíritu Santo, ilumina mi corazón, mi espíritu y mi alma con Tu luz divina para que yo me pueda ver como Dios me ve. Condúceme al conocimiento de mí mismo(a). Muéstrame quién soy yo realmente”. (3 veces).

A la luz del fuego divino, nos conoceremos mejor si nos hacemos las siguientes pre-guntas:

- Cuando encuentro a una persona necesitada o a un enfermo, qué sentimientos se despiertan en mí?

- Cuando una persona golpeada por el destino me cuenta su historia lo veo como si fuera una película que se está proyectando ante mí o me siento como si yo fuera realmente actor en esa película (en otras palabras tengo la sensación de que todas las experiencias mostradas yo mismo(a) las vivo)?

- Cuando un semejante me cuenta sobre un golpe de suerte en su vida, cómo me siento?

- Cuando un semejante necesita ayuda, se la doy sin condiciones o espero por ello un pago (eventualmente una simple expresión de aprecio)?

- Tengo la tendencia a dar a una persona necesitada más de lo que evidentemente le hace falta (aún cuando sea una porción adicional de aliento, para reforzarla ante posibles pruebas venideras)?

- Si una persona que sufre necesidad, precisa de una forma de ayuda que (temporal-mente) me pueda dañar en algo, me decido a ayudarla a pesar de ello? Por ejemplo: Una persona que parece sincera y en la que confío, está completamente mojada y goteando por la fuerte lluvia, la dejo pasar a mi casa para calentarse o vacilo por te-mor a dañar la decoración de mi casa?

- Cuando una persona necesita ayuda pero parece no estar ansiando aceptar mi ayuda, la fuerzo a aceptarla?

- Cuando quiero ayudar a una persona, me pregunto entonces, qué efecto puede te-ner esa ayuda para su alma, y acomodo la forma de la ayuda pedida conforme al sentimiento resultante?

3. Ejercicio del día y consagración

Volvámonos hoy a María y pidámosle que nos regale Su propio corazón y Sus pro-pios ojos, para que percibamos una especial sensibilidad ante la emergencia y la ne-cesidad de ayuda de las almas que se cruzan en nuestro camino. Digamos frecuen-temente desde el fondo de nuestro corazón:

“Querida Madre María, vive ahora en mí para que yo pueda contemplar mi alrededor con Tu corazón y con Tus ojos durante las bodas de Caná”

Recemos hoy a María como sigue(oración nr.904):

Querida Madre María,

todas mis necesidades yo las coloco bajo Tus pies para que sean domadas por Tí.

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Con qué frecuencia trata el corazón de traicionar al alma, encerrándose en el templo de sus propios deseos.

Oh, déjame como Tú anhelar escuchar los latidos del corazón de mis semejantes. Acaso no fueron todas las almas creadas de la misma flama de amor del corazón de Dios? Acaso no viven todas del único amor verdadero?

Oh Reina del amor perfecto, yo te pido la gracia de sentir desde el corazón de mi prójimo para que lo pueda servir en todas sus necesidades.

Te pido por la unidad de corazón con todas las almas para que mi sangre pueda afluir con los latidos divinos que mantienen en vida toda la creación.

Que la llama de Tu amor rompa el hielo de mi indiferencia.

Abrasa Tu santidad en mi corazón, para que no encuentre descanso hasta que haya pagado la felicidad de mi prójimo con el sacrificio de mi ser y de mis propios deseos y necesidades. Enseñame a atraerlo a mi corazón, hasta que el conocimiento de sus necesidades sea también el motor de mi propia vida.

4.-La clave diaria para la liberación de mi corazón, mi espíritu y mi alma.

De hoy en adelante voy a pedir la gracia de poder olvidarme a mí mismo(a) durante cualquier contacto con un semejante y tratar de contemplar la vida desde el corazón de esta alma con la intención de entenderla mejor y poder ayudarla a aliviar oportu-namente sus necesidades. Yo voy a considerar cada contacto con una persona su-friente o necesitada como una anticipación del enlace celestial con Dios, que en el cielo se habrá de consumar; porque en la fusión con el corazón de mis semejantes puedo ahora ya ejercitar en cada oportunidad que se me presente el amor al prójimo en palabra y obra, y experimentar una unificación con Cristo en esta persona. Así lle-varé a esa alma y a mí mismo(a) más cerca de la verdadera libertad.

19° Día. Miércoles: Falta de disposición para los planes y obras de Dios1. Para meditar en silencio

El alma no vive para otra cosa más que para la realización de los planes y obras de Dios. Nuestra vida en este mundo no tiene en sí un significado. El valor de nuestras vidas consiste sólo en la medida en la que fomenta las obras de Dios. El Altísimo se basará en su juicio sobre los merecimientos del alma (cuando ésta abandona la vida) en primer lugar en lo siguiente: Qué ha hecho esta alma para fomentar Mi plan (la fundación de Mi Reino en la tierra) y Mis obras (la consumación de la salvación y la santificación de las almas) Qué es lo que ha hecho que haya causado dañoa Mi plan y a Mis obras, y qué es lo que ha omitido, con lo cual Mis planes y Mis obras no las ha fomentado lo suficiente?

Mediante qué convicciones y condiciones puede un alma obstaculizar el gran plan y las grandes obras de Dios? Ella puede hacerlo con cada pecado y cada vicio. Parti-cularmente lo puede hacer en el hecho de fomentar las obras de las tinieblas. Con varias clases de delitos, sacrilegios, socavando la doctrina de Cristo y dudando de obras y escritos en los que se basa la única verdad de Dios, y que tienen el propósi-to de dar a conocer esta verdad y fomentar el cumplimiento de la misma.

El alma puede obstaculizar el plan de Dios y Sus obras, también mediante la pereza. La pereza es en realidad una carencia de disposición por parte del alma para el plan de Dios en su propia vida. También lo hace mediante indolencia, descuido, desorden

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o negligencia hacia un ser vivo, (hacia niños o adultos, incluso animales) que se le han encomendado a su cuidado.

Cómo puede llegar un alma a tener tan poca disposición a los intereses de Dios? Eso puede tener muchas causas y motivos, pero los principales son la falta de inte-rés por las necesidades espirituales del alma, una carencia general de alegría de vi-vir, voluntad de vivir o entusiasmo, y más que nada la difundida opción por lo mate-rial, (los intereses de la vida corporal con todo lo que pueda servir a estos intereses: dinero, propiedades, medios de placer etc.) como centro y meta final dela vida. El alma no puede servir a dos amos, a Dios y a Mammon. Al Mammon se le servirá cuando se eleva lo material a ser la meta de la vida. El alma que hace eso, (en medi-da variante y a menudo indirectamente) fomenta los planes y las obras del príncipe de las tinieblas, de modo que sin notarlo, será atraída hacia su mundo, un mundo en el que hay poco lugar, o no hay lugar para todo lo que se encuentra en relación con lo divino.

2.- Dejad que la luz brille en la oscuridad- una ojeada en el alma .

Hagamos que en nuestro corazón todo sea silencio y quietud, observémonos en lo profundo de nuestro interior, y tendamos la mano a nuestra celestial Madre María, la Señora de Todas las Almas, para que nos envíe el Espíritu Santo. Digámosle lo si-guiente (y repitamos tres veces lentamente estas palabras):

“Oh María, poderosa Dueña y Señora de mi alma, haz que descienda en mí el Es-píritu Santo. Ven, Espíritu Santo, ilumina mi corazón, mi espíritu y mi alma con Tu luz divina para que yo me pueda ver como Dios me ve. Condúceme al conocimiento de mí mismo(a). Muéstrame quién soy yo realmente”. (3 veces).

A la luz del fuego divino, nos conoceremos mejor si nos hacemos las siguientes pre-guntas:

-Me faltan a veces la alegría de vivir y el entusiasmo? Tengo conocimiento de cuáles son los factores que despiertan en mí ese estado de ánimo? Bajo esas circunstan-cias, he tratado alguna vez de vaciar completamente mi corazón y buscar orienta-ción en Dios/María para encontrar de nuevo el verdadero sentido de mi vida?

- Como puedo emplear mejor mis facultades y talentos para cumplir mi misión en la vida?

3. Ejercicio del día y consagración

Reflexionemos hoy por un momento sobre las tareas que Dios evidentemente nos ha encomendado en esta vida. Tratemos de averiguar qué tan lejos hemos llegado en la realización de estas tareas y en qué puntos podemos mejorar algo. Procure-mos fijar la tarea de nuestra vida principalmente en el punto donde descubramos las mayores debilidades. Digamos frecuentemente a María:

“Querida Madre María, te pido la fuerza y el ánimo en lo que concierne al cumpli-miento de mi misión en la vida”

Recemos hoy en la forma siguiente a María: (oración nr. 905)

Querida Madre María,

porque Tú has sido elevada por Dios a Reina de los últimos tiempos y se te asentó el poder de consumar la fundación del Reino de Dios en la tierra, derramo las semi-llas de mis facultades, talentos y capacidades ante Tus pies. Dígnate reforzarlas con

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el sello de Tus infinitos méritos, para que yo pueda esparcir esas semillas en el transcurso de mi vida para fecundizar los sembradíos de las almas con el germen de la santidad.

Poderosa Señora de Todas las Almas, aviva en mí el fuego que me mandará cada día al viaje, ardiendo del deseo de servirte a Tí y al Dios de la salvación con la since-ra disposición de todas mis obras.

Enséñame a negarme a mí mismo(a) en el ofrecimiento de todos mis días a Tí; pues todas mis acciones se volverán oro puro si están vivificadas por Tí.

Mira, yo me postro a Tus pies en total entrega, para que mis deseos mundanos sean domados por Tí y yo viva solo para la satisfacción de Tu voluntad y para la realiza-ción de Tus planes para el Reino de Dios.

Dígnate reforzarme con la profunda paz de mi unidad con Tu corazón para que yo no conozca otro deseo que el de poder dar la bienvenida al momento en el que todo lo creado, en la consumación de los planes y obras de Dios, esté yaciendo a Tus pies.

4.-La clave diaria para la liberación de mi corazón, mi espíritu y mi alma.

En adelante voy a tener presente, que a pesar de mi nulidad soy una cámara del te-soro de Dios ambulante. Las facultades y talentos que llevo en mí son como un cos-tal de semillas celestiales. Todos los días me manda mi Creador más adelante por el sendero de mi vida, para esparcir a mi alrededor las semillas celestiales, para que la creación esté peparada para el florecimiento del nuevo paraíso terrenal. Yo quiero todos los días estarme muriendo por avanzar, al contemplar mi vida como si ya hu-biera pasado, y entonces imaginarme que sollozo:”Podía haber hecho algo más” Quiero hacer lo mejor de cada minuto de mi vida para que cada noche pueda decir: Este fué un día perfecto; pues yo esparcí la semilla celestial. Hoy se me permitió contribuir a la fundación del reino de Dios en la tierra. Así participo en la construc-ción de mi propia liberación y la de todas las almas en la tierra.

20° Día. Jueves: Hacer del cuerpo el punto central 1. Para meditar en silencio

Cada alma lleva una vida forzosamente en un cuerpo material.Las necesidades del cuerpo (alimento, vestido, habitación, higiene, etc) no se pueden desatender comple-tamente; pues entonces el alma caería en un mal hábito: osadía o imprudencia. El cuerpo se la ha dado a la persona como un instrumento para que contribuya a la realización de las obras y planes de Dios. Por esta causa el alma tiene qué ceder en cierta medida a las necesidades del cuerpo. Sin embargo, es importante que trate de mantener esta medida en lo más mínimo posible.

En cuanto la atención a lo corporal sobrepasa la medida mínima necesaria o desea-ble, (este mínimo se le dará a conocer al alma día a día por el espíritu de Dios, siem-pre y cuando el alma permanezca suficientemente pura para “escuchar” o “sentir” esta inspiración íntima) el alma puede caer en un patrón de vida que está basado en una amplia variedad de malos hábitos. Este es el caso por ejemplo cuando el alma comienza a orientar una gran parte de su atención, sus pensamientos, sus anhelos y sus propósitos, a la apariencia exterior de su cuerpo, así como todo lo que a través de ello pueda alcanzar. Ella pisará pronto el territorio de la vanidad o la esfera de la hipocondría (cuando está demasiado ocupada con la constitución, salud o bienestar

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corporales, al grado que su espíritu a través de pensamientos y cavilaciones se verá embargado por la pregunta de cómo puede rectificar esa constitución por su propia intervención).

Esa alma puede estar como “poseída” por la percepción de su cuerpo. De este modo podrá sufrir de enfermedades imaginarias. El cuerpo ya no podrá ser más un instru-mento para la realización de las obras de Dios, sino que se volverá una cárcel de lo propios pensamientos. Comienza a llevar una vida independiente, en cierto modo separado del alma y se convertirá en un instrumento de la egolatría. En efecto, el alma puede hacer del cuerpo una especie de ídolo, al cual está ininterrumpidamente dedicada. Ella querrá hacer del cuerpo el centro de toda la atención, hablando de sus males (reales o imaginarios), o ocupándose de que su cuerpo llame la atención de sus semejantes, esforzándose por acentuar su apariencia exterior. Tanto la vani-dad como la hipocondría pueden ser medios por los cuales el alma trata de ejercer poder sobre sus semejantes. Con ello antepone un cuerpo material y pasajero sobre un alma inmortal, incluso sobre su Creador y María, los únicos a los que por natura-leza propia (Dios) y en virtud de la abundancia de gracias (María) corresponde ejer-cer poder sobre las almas.

2.- Dejad que la luz brille en la oscuridad- una ojeada en el alma .

Hagamos que en nuestro corazón todo sea silencio y quietud, observémonos en lo profundo de nuestro interior, y tendamos la mano a nuestra celestial Madre María, la Señora de Todas las Almas, para que nos envíe el Espíritu Santo. Digámosle lo si-guiente (y repitamos tres veces lentamente estas palabras):

“Oh María, poderosa Dueña y Señora de mi alma, haz que descienda en mí el Es-píritu Santo. Ven, Espíritu Santo, ilumina mi corazón, mi espíritu y mi alma con Tu luz divina para que yo me pueda ver como Dios me ve. Condúceme al conocimiento de mí mismo(a). Muéstrame quién soy yo realmente”. (3 veces).

A la luz del fuego divino, nos conoceremos mejor si nos hacemos las siguientes pre-guntas:

-Cuanta atención le proporciono a mi cuerpo? Me miro frecuentemente en el espejo?

-Cuán importantes considero mi apariencia exterior y mis vestidos?

- Empleo mucho tiempo en pensamientos (o quebrándome la cabeza) en lo que res-pecta a mis sentimientos o condición corporales?

- Ocupo mis pensamientos frecuentemente con la historia clínica de mi cuerpo?

- Me gusta hablar con mis semejantes sobre mis enfermedades y dolores, tanto de mi pasado como del presente?

- Me complace especialmente que las personas se esmeren en cumplir mis deseos cuando estoy enfermo(a)?

- Me propongo con determinadas acciones, modos de vestir, cuidado del cuerpo, vestidos, comportamientos etc. conscientemente (o inconscientemente!) de impre-sionar a mis semejantes, (especialmente a los de sexo opuesto) para ligarlos a mí o de algún modo ejercer poder sobre ellos?

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3. Ejercicio del día y consagración

Tratemos hoy de prestar menos atención a las incomodidades corporales o al estado general de nuestro cuerpo, y de no hablar de ello con nuestros semejantes. Digamos frecuentemente a María:

“Querida Madre María, orienta mi corazón a las necesidades de la vida celestial. Ayúdame a olvidar mi cuerpo lo más frecuentemente posible”.

Recemos ahora de la manera siguiente a María (oración nr.907):

Querida Madre María,

el Creador de toda vida ha preparado mi cuerpo para que yo le pueda transmitir vo-luntariamente el cáliz de la salvación que Tú has mostrado al mundo en la concep-ción de Jesús.

Qué santa es esta llave que Dios me ha entregado para abrir a las almas Su cámara del tesoro. Yo la sepulto en mi corazón para que esté protegida de cualquier abuso.

Dígnate bendecir mi cuerpo con el velo de Tu virginidad inmaculada, para que per-manezca puro y no sea más que una llave, con la cual la puerta del infierno se cie-rre.

No permitas que él sea un objeto de glorificación o de extravío. Dígnate vivificarlo con el profundo ser de Tu propio cuerpo, que sólo fué destinado por Dios, para ser glorificado por Él.

Sella mi boca cuando sufro, para que mi alma no se sepulte en mi cuerpo, sino que adquiera la libertad de los ángeles.

Dígnate dejar que mi corazón se derrame en Tí, para que yo también como Tú, pue-da sentir la alegría de olvidar que tengo un cuerpo; pues en Tí han consumado cora-zón y espíritu el enlace nupcial con la perfecta vida divina.

4.-La clave diaria para la liberación de mi corazón, mi espíritu y mi alma

En lo sucesivo voy a considerar mi corporalidad como un jardín escondido, un lugar de encuentro secreto entre mí y María, a Quien le he consagrado mi cuerpo. Cada vez que empiece a hablar de mi estado corporal o de mi historia clínica sin motivo evidente, será para mí como si yo abriera la puertecilla de entrada a ese jardín ha-ciéndolo accesible a intrusos.

Cada vez que me incline a hundirme en pensamientos sobre asuntos de mi cuerpo, será para mí como si desterrara a María de nuestro punto de encuentro, para pasear por allí yo solo. En cuanto aprenda a considerar mi corporalidad como recurso de penitencia, como llave a la salvación y al jardín secreto en el que sólo María puede entrar, ya no tendré más la sensación de que mi alma es prisionera de mi mentalidad y de mis sentimientos. Lo que ocurra en mi cuerpo, ocurrirá porque María así lo quie-re. Este pensamiento hace libre mi corazón.

21° Día. Viernes:Insensibilidad1. Para meditar en silencio

El Creador ha dotado a cada alma con un germen de Sus cualidades. Este germen de santidad es el mayor tesoro del alma, es la llave del paraíso celestial siempre y

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cuando ella cuide, abrigue y alimente este germen durante toda su vida, para que pueda transformarse en un fruto de la redención y de la santidad.

El alma adquiere la santidad no por el entendimiento, el pensamiento, argumentos o cavilaciones sino por el corazón como centro de la vida sentimental. En el corazón se consuman un conjunto de procesos, que conservan la unión entre el alma y Dios y a través de los cuales vive todas las virtudes y las puede desarrollar en sí.

Estos procesos los podemos comparar con el rendimiento de una máquina que pro-cesa la materia prima hasta el producto final. Este método de procesamiento necesi-ta combustible. Este combustible es el amor, que es la verdadera esencia, el profun-do carácter de la vida divina. A través de ese amor, Dios crea, Él redime y Él santifi-ca. A través de la forma en que el alma acoge el amor en sí, cómo lo trata y cómo lo difunde a su alrededor, se prepara el alma a la consumación de su santificación.

Dios regala la materia prima para la santificación, Él trata de introducirla en el alma a través de Sus sugerencias y Su providencia, y el alma misma debe abrirse completa-mente para que esa materia prima pueda ser procesada de un modo adecuado, y pueda producir frutos. María, elevada por Dios a Señora de Todas las Almas, tiene el poder de dirigir ese proceso y de ennoblecerlo, complementándolo con sus infini-tos méritos y con los efectos de Su poder ilimitado.

La capacidad del alma de procesar el amor como materia prima de la santidad será determinada por su deseo de dejarse incorporar al caudal del amor divino, que fluye a través de toda la creación. Para ello el alma debe de conservar la adecuada deli-cadeza. Dios manda Su amor al alma como energía de la verdadera vida y el alma debe de esforzarse en acoger ese amor de la manera más congruente posible, transformarlo en fuente de vida y dejar que se siga derramando en la forma más pura posible.

Este caudal se estancará en el alma que es inclemente o descuidada, a la que le fal-ta simpatía y compasión ante sus semejantes, a la que es implacable, rigorista e in-tolerante, y que emplea las reglas estrictamente, sin estar dispuesta a mesurarlas en caso de ser deseable debido a las condiciones de la vida y del crecimiento de otras almas. Precisamente este comportamiento dió lugar a que Jesús predicara que el sabbath fué hecho para el hombre y no el hombre para el sabbath.

Estas expresiones de relativa insensibilidad hacen constar un entumecimiento en la vida espiritual y con ello, el hecho de que el alma no ha procesado el amor en una medida suficiente. En efecto, el alma que poco a poco va “recibiendo contacto” con los planes y obras de Dios se deja formar y transformar hasta que muestre cierta “tersura” que es suficiente para llegar a ser un apacible y amoroso espejo del estado de ánimo de Dios. Este amor que ella recibe ha encontrado en ella un suelo fecundo y sus frutos portan el perfume de la mano de Dios: un perfume de amor, misericordia y tierna delicadeza. El perfecto espejo del corazón de Dios es María. Sigámosla y seremos el alimento del ánimo y de la esperanza para todas las criaturas.

2.- Dejad que la luz brille en la oscuridad- una ojeada en el alma .

Hagamos que en nuestro corazón todo sea silencio y quietud, observémonos en lo profundo de nuestro interior, y tendamos la mano a nuestra celestial Madre María, la Señora de Todas las Almas, para que nos envíe el Espíritu Santo. Digámosle lo si-guiente (y repitamos tres veces lentamente estas palabras):

“Oh María, poderosa Dueña y Señora de mi alma, haz que descienda en mí el Es-píritu Santo. Ven, Espíritu Santo, ilumina mi corazón, mi espíritu y mi alma con Tu

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luz divina para que yo me pueda ver como Dios me ve. Condúceme al conocimiento de mí mismo(a). Muéstrame quién soy yo realmente”. (3 veces).

A la luz del fuego divino, nos conoceremos mejor si nos hacemos las siguientes pre-guntas:

- Soy siempre consciente de los efectos que mis acciones y palabras pueden tener en otras almas?

- Tengo la costumbre de ejecutar una acción o de hablar una palabra no sin antes haber puesto esto en concordancia con mi corazón, en otras palabras sólo en cuanto tenga la impresión de que no lastimaré a mis semejantes?

- Suelo imponer reglas a mí mismo y a mis semejantes en las que me aferro estricta-mente porque soy de la opinión de que el hombre debe organizarse bajo un cierto patrón de vida?

- Soy capaz de sentir compasión hacia mi prójimo? Soy capaz de readaptar mi pro-grama del día o mis costumbres para serle útil? Siento en mí surgir irritación, decep-ción o discordia cuando resulta que el día para mí se volvió completamente diferen-te, porque inesperadamente le cedí mi tiempo a un semejante?

3. Ejercicio del día y consagración

Tratemos hoy de un modo especial de comprender los sentimientos y la mentalidad de toda alma con la que entremos en contacto. Probablemente caeremos en la cuenta de que entendemos mejor por qué ella reacciona y actúa de un modo deter-minado. En virtud de ese “traslado” en los sentimientos de nuestros semejantes, pro-curemos tratarlos con tacto, delicadeza y flexibilidad. Digamos sobre todo en cada contacto con un alma que apenas, o que no conocemos:

“Querida Madre María, que esta alma venga a mí en la luz de Jesucristo. Dígnate hablar a través de mi boca”

Recemos ahora del modo siguiente a María (oración nr. 909):

Querida Madre María,

el Amor Divino me ha regalado la vida. Mi Creador me ha mandado al mundo para que yo ayude a mantener organizada la vida de las almas y llevarlas a su floreci-miento con mis esfuerzos de hacer derramar libremente Su amor en ellas.

Oh Reina del cielo y de la tierra, para Dios es cada alma un diamante; pues Él la ha vestido con Su santidad, y ha infundido en ella la capacidad de regresar al paraíso. Dígnate vestirme a mí con Tu delicadeza, Tu apacibilidad, Tu ternura y tolerancia para que yo pueda purificar a las almas, no con un torrente, que causaría destruc-cion, sino con suave lluvia, que fecundiza.

Oh Madre perfecta,

la corriente de las gracias reanima, no ahoga.

El sol de la sabiduría alumbra, no quema.

El viento del Espíritu Santo endereza, no arranca las raíces.

Haz de mí un instrumento delicado en Tus manos, que siembre con ternura en las almas la verdad y la ley de Dios, para que ellas no las desechen, sino que las acojan en sí.

Vive en mí e irrádiame. Haz que sea para las almas, no un flagelo, sino un modelo de la vida divina.

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4.-La clave diaria para la liberación de mi corazón, mi espíritu y mi alma

De hoy en adelante voy a contemplar mi vida como si fuera un(a) jardinero(a) en el paraíso de Dios. Voy a ser enviado(a) entre las flores (=almas) con un arsenal de instrumentos finos, para atenderlas.Ternura, suavidad, apacibilidad, buen humor, fle-xibilidad, sensibilidad, compasión, indulgencia, comprensión, pero también amor a la verdad eterna de Dios. Las sostengo (purifico) suavemente y con paciencia esme-rándome por no recortarlas por ese día más de lo necesario. Enderezo sus tallos, y las apoyo (disposición a ayudar) las riego (consuelo) las fertilizo (adoctrino en la ver-dad de Dios). En la imitación de Cristo voy a dejarme motivar por una sola meta: La preparación del Reino de Dios. Esto lo quiero hacer, no sólo ayudando a las almas a purificarse, sino también para alimentarlas con profundísimo amor y simpatía.

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