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Observatorio de Realidades Sociales Arquidicesis de Cali

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CuadernosCiudadanos

nmero 5

CAMILO, AYER Y HOY,

SIGNO DE RECONCILIACIN

observatorio de realidades socialesarquidicesis de Cali

Fundacin Colectivo Frente unidoColectivo Camilo Vive-medelln

Cali - Colombia, noviembre de 2015

AGRADECIMIENTOSEspeciales agradecimientos a organizaciones, instituciones,

hombres y mujeres de las ciudades de Cali, Medelln, Bogot, Popayn, Quito, Buenos Aires, por las generosas gestiones para el logro de esta publicacin; especialmente a la Mesa Ecumnica por la Paz del Valle del Cauca, el Colectivo de Presos Polticos Camilo Torres Restrepo y al Grupo de Investigacin Pirka, Po-lticas, Culturas y Artes de Hacer; sus contribuciones generosas y desinteresadas nos recuerdan la gratuidad del afecto colectivo que hace de lo comn en la diferencia un camino y un gesto que inventa esperanzas

Archivo virtual de la Fundacin Colectivo Frente Unido

Observatorio de Realidades Sociales Arquidicesis de Cali

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Monseor Daro de Jess Monsalve Meja arzobispo de Cali

Jess Daro Gonzlez Bolaos Coordinador observatorio de realidades sociales

equipo de Trabajo observatorio de realidades socialesMnica Delgado Caete

Pamela Yusti EscobarRubn Daro Gmez Posada

Alfayma Snchez Torres

Fundacin Colectivo Frente unido Nicols Armando Herrera FarfnColectivo Camilo Vive-medelln

Eberhar Yosef Cano Naranjo

Santiago de Cali, noviembre de 2015Observatorio de Realidades Sociales

Carrera 4 No 7-17 Cali - ColombiaTelfono: 889 0562 Ext. 1010 al 1013

Edicin Digital e Impresin: Merln [email protected]

CuadernosCiudadanos

nmero 5

CONTENIDO

PRESENTACINMonseor Daro de Jess Monsalve Meja

INTRODUCCINObservatorio de Realidades Sociales Fundacin Colectivo Frente UnidoColectivo Camilo Vive-Medelln

CAMILO TORRES RESTREPO, PRESBTERO

Siluetas de una presencia espiritual y social crtica

ENCRUCIJADA DE LA IGLESIA EN AMRICA LATINAPadre Camilo Torres Restrepo

CAMILO TORRES RESTREPO Y EL PROCESO DE PAZ EN COLOMBIAFranois Houtart

CAMILO TORRES RESTREPO, FORJADOR DE LA CONCIENCIA CRTICA EN AMRICA LATINAPadre Luis Eduardo Medina

CAMILO TORRES RESTREPO: EL AMOR EFICAZPadre Guillermo Mesa Velsquez

Siluetas de una bsqueda esperanzada

MENSAJE A LOS CRISTIANOSPadre Camilo Torres Restrepo

CAMILO TORRES Y ORLANDO FALS BORDA. DOS PILARES EN LA HISTORIA COLOMBIANAMg. Roberto Caicedo N.

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LA PRAXIS DE CAMILO TORRES RESTREPO: MS QUE UN SMBOLO UNA EXPERIENCIA TRANSFORMADORA PARA QUIEN LO VIVE Hader Caldern Serna

ALGUNOS APORTES DE CAMILO Y EL FRENTE UNIDO A LOS MOVIMIENTOS SOCIALESFray Christian Rodrguez, OFM

CAMILO Y LA CIUDADLuis Pea

EL MACROECUMENISMO COMO PROFUNDIZACIN CRISTIANA DEL IDEARIO POLTICO-POPULAR DEL PADRE CAMILO TORRES RESTREPOAncizar Cadavid Restrepo

Siluetas que narran y recrean un testimonio

PORQUE ME HICE REVOLUCIONARIOPadre Camilo Torres Restrepo

MENSAJE A CAMILO EN EL 2016ANNIMO

CAMILO REGRESAPadre Javier Giraldo Moreno S.J.

POR QU ME LLAMARON CAMILO?Mnica Delgado Caete - Rubn Daro Gmez

Reencuentros

TEXTOS CONVERGENTES DEL PAPA FRANCISCO Y DEL PADRE CAMILO TORRESCompilacin Padre Javier Giraldo Moreno S.J.

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Nuestro tiempo est marcado por la globalizacin. En ella se gestan nue-vos modos de conocer, de producir, de consumir. Nuevos estilos de vida y cambios significativos en la interaccin humana, generan tambin una evolu-cin en la visin de la persona, de su mundo sexual, familiar, laboral, religioso y poltico. El urbanismo y el mundo rural cambian de relacin: priman los intereses del capital financiero y la sociedad de libre mercado, sobre los in-tereses del agro, reducido a la produccin extensiva y extractiva, despoblado por violencia, despojo y expulsin de la poblacin a las ciudades, mientras las sociedades rurales, en gran medida, enclaves tnicos y culturas ancestrales, son reducidas a poblaciones amenazadas por el desarraigo, el envejecimiento y la miseria.

Bastara esta simple observacin para entender lo que ha cambiado la reali-dad colombiana desde 50 aos atrs. El conflicto subversivo armado, en cuyo seno muri el Padre Camilo Torres Restrepo el 15 de febrero de 1966, en Santander, vinculado a las filas del ELN, deriv en una guerra sucia, degradada por el paramilitarismo y la contrainsurgencia unidos, por el narcotrfico y la minera ilegal, entre otros fenmenos. A esa debacle buscamos hoy una salida negociada y en ese contexto es que esperamos que las guerrillas replanteen el verdadero sentido de su lucha y sintonicen con la real capacidad social y poltica del pueblo colombiano, con las tendencias mundiales y con el con-texto latino americano, preguntndose, cmo hacer legtimo y sostenible un ideal de justicia social, de dignidad nacional, de lucha por el bien comn de las mayoras y por la inclusin del bienestar en el derecho de los pueblos, y de los pueblos en el bienestar y el buen vivir para todos.

Este necesario replanteamiento, enriquecido por la lenta asimilacin del Con-cilio Vaticano II y la llegada al Vaticano del Papa latinoamericano, Francisco, y por la poltica de aperturas, lideradas por un presidente negro como Obama, en Estados Unidos, se hace imperativo e inaplazable para el pueblo colom-biano y, por supuesto, para quienes han tenido el deber, ahora deuda, de vigorizar su capacidad democrtica y unitaria de transformacin integral.

PresenTaCin

reinTeGrar a CamiLo

Qu significa hoy, 50 aos despus, para este replanteamiento necesario y, en alguna medida en acto, la obra y el pensamiento del sacerdote Camilo To-rres Restrepo? Cmo REINTEGRAR a Camilo, a la dinmica revolucionaria por vas sociales, ticas, espirituales y democrticas, superando las tendencias dogmticas y desproporcionadas del enfrentamiento armado con el esta-blecimiento? Cmo restituir a la comunidad creyente catlica a uno de los ms esclarecidos lderes de la investigacin, el pensamiento y la accin social cristiana? Cmo invitar al ELN, de la mano de Camilo, a la mesa de concer-tacin y a las mesas sociales de transformacin social, ecolgica, econmica y poltica? Cmo dimensionar hoy a Camilo para que sea FIGURA PUENTE entre la Colombia de la lucha armada, de las organizaciones populares, de las plataformas ideolgicas, de los sindicatos y los movimientos estudiantiles, de los indgenas y negritudes, de los credos y las culturas, y la Colombia urbana, empresarial, internacionalizada, meditica, migrante y exiliada, partidista?

Pero sobre todo, cmo regenerar ese FRENTE UNIDO, ese espritu y esa coherencia de unidad, sana y creativa, para hacer una Nacin que reversa del oscurantismo ideolgico y extremista, del facilismo homicida y belicoso, de la degradacin por va de ilegalidad y criminalidad, por va de miseria y opulencia ofensivas?

El Sacerdote Camilo Torres Restrepo, sometido hasta en sus despojos mortales al secreto de Estado, en la influencia de su pensamiento cristiano al silencio de la Iglesia y al estigma guerrillero sobre su nombre, tiene mucho que dar y ensear a la Colombia que se proyecta hacia la reconciliacin, la verdad , la justicia transicional y la paz.

En el marco de los dilogos de La Habana y la llegada a las nuevas mesas con el ELN, en el marco del 2016, ao del AMOR EFICAZ con las obras de misericordia al centro, como lo propone el Papa Francisco para toda la humanidad, volvamos a Camilo: que su pensamiento social y teolgico, su liderazgo por la unidad, su obra y sus cenizas, vuelvan a la memoria del pue-blo y de la Iglesia, al patrimonio acumulado para la paz con verdad y justicia social, con reconciliacin y perdn como piso de garantas del NUNCA MAS colombiano.

monseor daro de Jess monsalve mejaArzobispo de Cali

reConCiLiaCin Y suPeraCin de La Guerra:

eL Camino de CamiLo

inTroduCCin

Observatorio de Realidades Sociales.Fundacin Colectivo Frente Unido.Colectivo Camilo Vive Medelln.

Con toda modestia, pero tambin con toda la determinacin del espritu,

propongo que hagamos ahora y aqu el compromiso de concebir y fabricar un arca de la memoria,

capaz de sobrevivir al diluvio atmico. Una botella de nufragos siderales arrojada a los ocanos del tiempo,

para que la nueva humanidad de entonces sepa por nosotros lo que no han de contarle las cucarachas:

que aqu existi la vida, que en ella prevaleci el sufrimiento y predomin la injusticia, pero que tambin conocimos el amor

y hasta fuimos capaces de imaginarnos la felicidad. Y que sepa y haga saber para todos los tiempos quines fueron los culpables de nuestro desastre,

y cun sordos se hicieron a nuestros clamores de paz para que sta fuera la mejor de las vidas posibles,

y con qu inventos tan brbaros y por qu intereses tan mezquinos la borraron del Universo.

Gabriel Garca MrquezEl Cataclismo de Democles

La historia y la memoria transitan en ocasiones por senderos paralelos que al final, como en la fsica, ter-minan encontrndose. En medio de ambos senderos se hallan las expe-riencias de la gente de a pie, los que suelen no caber en la historia y a los que se les suele negar la memoria; tambin transitan las experiencias y las vidas de aquellas personas que con sus enseanzas, decisiones y acciones, avanzaron junto al pueblo por la senda de Moiss, ayudando a comprender los signos de los tiem-pos, como accin tico-proftica, aun cuando no invocaran el nombre del Dios de la Vida.

Los esfuerzos de recuperacin de la memoria (negada) y de la historia (ensombrecida) caminan lentamente en contra de la corriente, a contra-pelo, con la conviccin profunda de alcanzar la tierra prometida que mana leche y miel. Este Cuaderno Ciudadano, titulado Camilo, ayer y hoy, signo de reconciliacin, est animado en esta bsqueda y compromiso. Se centra en el testimonio, las ensean-zas y la espiritualidad de un cristiano autntico que asumi su experiencia vital inspirado en las ms profundas races ticas del humanismo semita y ubicado en la corriente tradicional de aquellos que supieron comprender la dimensin proftica de la misin, no slo en la tradicin antigua (Abra-ham, Moiss, Isaas, Jess, Juan y Pa-blo de Tarso) sino en las experiencias

ms contextuadas del compromiso de la Iglesia Latinoamericana (Valdi-vieso, Pereira Neto, Bartolom de las Casas, Gallegos, Hidalgo).

Nuestro inters comn de re-flexionar colectivamente sobre la experiencia del padre Camilo Torres Restrepo, nos ha llevado a recono-cer el valor proftico de su mensaje y a comprender el momento que atraviesan las comunidades ricas y di-versas de nuestro pas, ad portas de conmemorarse los cincuenta aos de su sacrificio (febrero de 2016).

Sin caer en el sesgo positivo de la esperanza sin criterio o en el negati-vo del desnimo desesperanzado, en torno a las realidades que se viven en los territorios queremos sealar algu-nos elementos del contexto histri-co de paz/pacificacin en el cual se produce este Cuaderno, en el cierre de 2015 y comienzos de 2016:

La apertura de una puerta de superacin de la guerra por me-dio del establecimiento de cana-les polticos de dilogo entre el gobierno nacional y las guerri-llas, an en medio de una lgi-ca compleja que ha implicado la continuacin de las acciones militares y la muerte de dirigen-tes rebeldes. Esto permitira la humanizacin del conflicto, el desescalamiento de la guerra, la construccin de escenarios de paz social y la garanta del

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establecimiento de canales de-mocrticos que desanimen el accionar militar y la renuncia al uso de las armas, lo cual abre una enorme esperanza nacional.

La instalacin de la mesa de ne-gociaciones entre la dirigencia de las FARC-EP y los comisionados del gobierno nacional ha arrojado resultados en cuatro puntos cen-trales, pese a los varios puntos cla-ves en el congelador, llamados salvedades; es posible visualizar un silencio de las armas para que so-bresalga la lucha poltica.

La posible apertura de dilogos entre representantes del go-bierno colombiano y dirigentes del ELN (guerrilla donde muri Camilo), que espera contar con la participacin activa de secto-res de la sociedad civil a fin de vincular de viva voz las necesi-dades y descontentos sociales.

Las expresiones renovadas del movimiento social y popular ac-tivo alrededor de la exigibilidad de sus derechos incluidos el de la paz, la verdad, la memoria y la justicia, a pesar de la per-secucin sufrida en las ltimas dcadas a causa de las acciones paramilitares y de polticas de seguridad represivas.

La instalacin y promocin de ins-tituciones y escenarios reivindica-

tivos en torno a la memoria social, el reconocimiento del conflicto y la bsqueda de verdad y justicia: la declaracin de una Ley de Vc-timas y un Da de vctimas, el trabajo de una Comisin Histri-ca..., el anuncio de una Comisin de la verdad y de un Tribunal especial para la paz.

Estos vientos de paz se dan en medio de circunstancias difciles aso-ciadas a la persistencia de agencia-mientos guerreristas y de polticas que atentan contra la vida y gene-ran exclusin; grandes conglomera-dos de poblacin no ven an esas posibilidades de reconciliacin, en la medida en que vivencian diaria-mente una realidad de injusticias, desconocimientos y victimizaciones, sobre todo porque en las regiones se siguen viviendo realidades com-plejas: segregacin, olvido social y econmico de poblaciones; dete-rioro ambiental producto de las concesiones minero-energticas de la locomotora extractiva del desa-rrollo; redefinicin de la frontera de las reas protegidas para el impulso de proyectos extractivos y de usu-fructo concesionados; el menoscabo de las relaciones entre instituciones y ciudadana, que pasa por lgicas de corrupcin y apropiacin de los recursos de bien pblico; revictimi-zacin de comunidades que han sido desplazadas a las ciudades y que hoy padecen confinamientos y desplaza-

mientos interurbanos producto de lgicas de violencia social y deterioro en las relaciones de convivencia; ex-presiones radicalizadas y contrarias a los acuerdos de paz que pueden ter-minar en nuevos escenarios de gue-rra a travs de asesinatos selectivos.

A pesar de las dificultades, es un momento clave para superar todos los pero y los sin embargo, no slo de parte de la ciudadana sino tambin de los actores del conflicto, comenzando por el Estado. Es impor-tante seguir avanzando en un debate nacional y en un dilogo sincero que nos permita reajustar las instituciones y reorientar el pas en la direccin ur-gente de superar el conflicto armado colombiano, con lo que implica: la ce-rrazn institucional, la tenencia de la tierra, el narcotrfico, el paramilitaris-mo, la doctrina militar anticomunista, la injerencia de los intereses trans-nacionales. Por su parte, los rebel-des deben comprender el momen-to histrico, evitar sumar ms dolor al dolor, y buscar formas creativas y sinceras que les permitan participar activamente en la construccin de verdad, memoria y justicia, por ende en la reconstruccin del pas.

Vivimos tiempos en los que la construccin de paz y la decisin por la reconciliacin en Colombia se ani-man desde los ms diversos sectores, instituciones, iglesias, academias, or-ganizaciones sociales, barriales y po-pulares; son variadas las expresiones

que coinciden en las apuestas por un nuevo pas que desmilitarice la poltica, se forme en las acciones de sus ciu-dadanas, se reconstruya en los tejidos sociales y conquiste la vida digna y el buen vivir como derecho comn de los pueblos. En esa misin se alien-tan mujeres y hombres con posturas crticas o benevolentes, que buscan encontrarse y confluir con tareas pre-cisas, otros ms solitarios se dedican a su labor cotidiana en el territorio y desde sus localidades hacen su aporte; pero todos, los cercanos y los distan-tes, reconocen las diferencias y con-tradicciones, valorando la necesidad de sumarse a propsitos comunes, sin perder identidad y optando por un protagonismo colectivo.

El momento de pas que sirve de prembulo al 50 aniversario del sacrificio de Camilo Torres Res-trepo (febrero de 2016), se dispo-ne con esperanza crtica hacia lo que se viene llamando tiempos de posacuerdos, en los cuales las ciu-dadanas tendran el reto de sentar las bases necesarias para la recon-ciliacin, y las nuevas generaciones el compromiso de reconstruir un nuevo pas de paz, justicia social y buen vivir. En este momento histri-co resuenan las voces y los llamados de mrtires y profetas contempo-rneos latinoamericanos como los obispos scar Arnulfo Romero (El Salvador), Hlder Cmara (Brasil), Enrique Angelelli (Argentina), Ge-rardo Valencia Cano (Colombia), re-

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ligiosos y religiosas, como los paloti-nos en Argentina y los jesuitas en El Salvador, y sacerdotes diocesanos y misioneros como el argentino Car-los Mugica y los colombianos lvaro Ulcu Chocu, Daniel Guillard, Tibe-rio Fernndez, Ren Garca Lizarral-de, Vicente Meja Espinosa y Nevar-do Fernndez Obregn.

Este Cuaderno, pretende ser un aporte en el camino, una herramien-ta de dilogo y un esfuerzo colectivo, pretende dar pistas para reafirmar la vida, desde una conviccin de fe y de esperanza. Si est centrado en el tes-timonio de Camilo Torres Restrepo es porque consideramos que puede darnos muchas pistas para compren-der nuestro momento, para reflexio-nar sobre nuestro compromiso cris-tiano y sobre nuestro accionar polti-co. Ayer y hoy, la Eklesa (la comunidad de fe) debe seguir caminando en este mundo sin ser de este mundo; debe esforzarse por la misin paulina de anunciar y denunciar; debe seguir su vocacin proftica de comprender los signos de los tiempos y compro-meterse como el hijo del carpintero de Nazareth en la construccin del Reino de Dios, desde una perspectiva de los excluidos y los olvidados, de los condenados de la Tierra. La Eklesa debe seguir avanzando en el esfuerzo de achicar las distancias entre la histo-ria (olvidada) y la memoria (negada).

Sin lugar a dudas, Camilo Torres Restrepo (con su cuerpo desapa-

recido) sigue siendo una seal viva y lacerante, comprometida y amo-rosa, que nos ayuda a caminar los senderos de unidad, a soportar los esfuerzos ecumnicos de articu-lacin, a discernir nuestro propio tiempo. Debemos entender la senda de Camilo Torres para tejer las con-fluencias, pasar del discurso unitario a las prcticas concretas de articula-cin de las diversidades. La recupe-racin de la memoria de Camilo, en el marco de su cincuentenario, debe ayudarnos en la tarea de sumar es-fuerzos, articular agendas, construir rutas comunes, para celebrar la vida y para recordar los nuestros; para reescribir la historia con nuestros cuerpos y nuestras acciones. Una conmemoracin sin perspectiva de futuro histrico para nuestro pueblo de Dios es un sacrificio en el altar sin reconciliacin con el hermano, acaso un sepulcro blanqueado.

Finalmente, con ese sentido mximo de paz y reconciliacin y con cada uno de los signos expre-sados, socializamos este Cuaderno estructurado en cuatros acpites, los tres primeros inician siempre con un escrito elaborado por el padre Camilo y le siguen reflexiones que buscan hacer pensar desde nuestros contextos actuales con diversos n-fasis y perspectivas; el cuarto acpite hace un paralelo entre mensajes del Papa Francisco y Camilo Torres Res-trepo.

Camilo Torres restrepo, Presbtero.

Camilo Torres Restrepo naci en Bogot el 3 de febrero de 1929; hijo de Calixto Torres Umaa e Isabel Restrepo Gaviria. En 1947, cuando estudiaba Derecho en la Universidad Nacional, influenciado por dos frailes dominicos franceses decidi hacerse sacerdote. Ingres al Seminario Mayor de Bogot donde perma-neci siete aos, tiempo durante el cual comenz a interesarse por la realidad social, creando un crculo de estudios sociales junto con su compaero Gustavo Prez.

Como cristiano, se sinti interpelado por la creciente pobreza y la injusticia social en Colombia. El 29 de agosto de 1954 fue or-denado presbtero por el entonces cardenal arzobispo de Bogo-

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t monseor Crisanto Luque Snchez. Presidi su primera misa al da siguiente en la capilla del Liceo Cervantes. Luego de su ordenacin viaj a la Universidad de Lovaina (Blgica) para estu-diar Sociologa. Desde entonces eran claros su afn de sacrificio, su deseo de influir en el conjunto de la sociedad y su voluntad de vincularse a los problemas de los grupos sociales ms pobres.

Al volver de sus estudios en 1959 fue nombrado capelln auxiliar en la Universidad Nacional; luego de algunas diferencias con la orientacin Eclesial, en 1962 fue removido de la capellana y trasladado a la parroquia La Veracruz. El 26 de junio de 1965 la curia bogotana acept su renuncia al ministerio sacerdotal, y el 27 de junio presidi su ltima misa en la iglesia de San Diego. Ese mismo ao se uni al Ejrcito de Liberacin Nacional. Muere el 15 de febrero de 1966 en Patio Cemento Santander.

Casi seis meses de su vinculacin con las escenas tristes del conflicto armado al que se ha sometido al pas por dcadas no pueden generar el desconocimiento de sus profundas convic-ciones humanistas, su aporte al pensamiento social, su fervor cristiano y su sentido transformador, en medio de una nacin que clama profundos cambios en sus estructuras y en sus mo-dos de vida. En el cincuentenario de su desaparicin fsica, leer y reflexionar su pensamiento y experiencia es quizs un buen camino para generar gestos de reconciliacin que busquen en las siluetas de su paso humano, presbiteral, intelectual y poltico, pistas de otras sensibilidades de convivencia y buen vivir.

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Foto: Hernn Daz

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Esta primera parte busca presentar de manera sinttica el pen-samiento de Camilo Torres Restrepo en relacin con una perspectiva de Iglesia en Amrica Latina. Luego, en los ensayos de personas que conocieron de las prcticas y pensamientos de Camilo en su poca, ms all de cualquier categora predeterminada y subrayando las tensiones, esta parte busca explorar con la y el lector los dramas y las bsquedas que se anidaron desde entonces y que pueden ser parte de mltiples y posibles salidas espirituales y sociales a los es-cenarios contemporneos que vivimos. Estas salidas son planteadas desde los sentimientos de las comunidades y de los sectores popu-lares, en exploracin de los caminos de una educacin en valores sociales y una experiencia de vida basada en el amor eficaz.

El amor eficaz est situado en las relaciones de reconocimiento humano, es un estar con otros de manera trascendente, un hacer la vida en comn hilndose en el devenir de las culturas a partir de mirar y sentirse en el espejo del otro y, por lo tanto, es amor ms all del individualismo posesivo que todo lo apropia y expropia; es amor que es necesidad de relaciones justas, solidaridad en el encuentro, sentido de comunin en la construccin de la vida. El amor eficaz es humanismo social comprometido con la construccin fraterna del mundo.

de una presencia

espiritual y social crtica

SILUETAS

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Fortaleza o debilidad de la iglesia?

Es un dilema que le presenta a cualquier observador extrao a La-tinoamrica y an a los mismos lati-noamericanos. Cuando pasamos en avin por encima de nuestras ciuda-des las vemos erizadas de cpulas. Descendemos y vemos los interio-res de los diferentes templos cat-licos en todas las guas tursticas del continente. En cada pueblo, en casi todas las aldeas vemos los padreci-tos como los llama la gente sencilla; los curas que se ven en la ciudad. El obispo, arzobispo o cardenal es, sin duda alguna, una de las primeras autoridades.

La experiencia del sacerdote que viaja por Latinoamrica tambin es significativa. Hay mucha diferencia en casi todos los ambientes. Entre obreros e intelectuales encuentra generalmente franca hostilidad. No hay trminos medios.

Sin embargo, repasando la his-toria nos encontramos con cosas curiosas. En casi todos los pases, du-rante el siglo XIX o comienzos del XX, ha habido confiscacin de bie-nes de la Iglesia y legislacin en con-tra de lo que la jerarqua estimaba que eran los intereses de la Institu-cin. A un sacerdote le queda difcil ensear en un colegio o en una Uni-versidad del Estado. Creo que no hay pas de Amrica Latina donde no hayan quemado Iglesias ni hayan perseguido a los curas. Cuando lo-gramos hablar ntimamente con los catlicos latinoamericanos, aun con los ms practicantes, en su mayora nos dicen que son anticlericales, que les desagradan los sacerdotes.

Qu pasa entonces con la igle-sia Latinoamericana?

La iglesia del rito y la iglesia de la Fe

En muchas ocasiones se ha dicho que nuestros catlicos son fetichis-tas. Puede ser que existan muchas 1 Tomado de Torres, Camilo (1970) Cristianismo y revolucin. Mxico: Ediciones Era

Padre Camilo Torres RestrepoEscrito para la revista Eco de Bogot en 19651

enCruCiJada de La iGLesia en amriCa LaTina

manifestaciones; lo que s es eviden-te es que en la predicacin y ense-anza de la moral cristiana con las exigencias en materia sexual, en lo que ms se insiste es en la obser-vancia externa. Algunos insinan ma-liciosamente que es lo que produce ms dinero al sacerdote. Sin embar-go, hay muchas prcticas externas, muy populares, no especficamente cristianas, quizs fetichistas, que no representan ningn lucro para ste. Con todo, los sacerdotes insisten en esas prcticas. Como herederos del catolicismo espaol hacemos nfasis en lo externo. Es lo ms fcil y ms masivo.

La evangelizacin espaola se inici y continu en forma masiva. En plena poca de contra-reforma se utilizaban los catecismos esco-lsticos, llenos de frmulas incom-prensibles, que se hacan aprender de memoria a los indios para poder cumplir rpidamente con el rito del bautismo y quedar con la conciencia de ser un buen apstol de Cristo.

La corona espaola era precavi-da. Conoca la influencia del clero e impidi que se formara clero indge-na. En el momento de la Indepen-dencia de Espaa, Amrica Latina haba sido evangelizada en exten-sin, pero no en profundidad. Haba mucho bautizado pero poca con-ciencia cristiana. Adems, la escasez del clero, causada por la emigracin de los sacerdotes espaoles, agrav

la situacin. La Iglesia latinoamerica-na sigui siendo una Iglesia de rito externo y no de Fe cristiana. Toda-va hoy se pregunta a obreros de las ciudades: Quin es la Santsima Trinidad? y casi siempre responden con firmeza: La Madre de Nuestro Seor Jesucristo.

La iglesia de la Caridad y la iglesia de la Fe

Sin embargo, los latinoamericanos nos amamos. No siempre en forma racional ni constructiva. Con todo en nuestro pueblo hay amor, hay coo-peracin, hay hospitalidad, hay un es-pritu de servicio. Dentro de la clase alta es diferente. Con riesgo de gene-ralizar gratuitamente se puede decir que aquellos que ms alarde hacen de su Fe y de su clericalismo son los que menos aman a sus prjimos, y los que ms sirven a sus hermanos son, muchas veces, los que no practi-can el culto externo de la Iglesia. No estn todos los que son ni son to-dos los que estn. La identificacin como cristiano se hace en relacin con la prctica del amor. Cuando ha-bla de catlico la gente se refiere a la prctica externa. La Iglesia aparece constituida por una mayora de per-sonas que practican y no conocen su FE y una minora que conoce su FE pero no la practica sino externamen-te. Puede decirse que eso es cristia-no? En aquellos que estn de mala

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fe, de ninguna manera. En los que aman, aun cuando sean fetichistas, si estn de buena FE, aun cuando crean que son ateos, s es cristianismo. Ellos pertenecen al alma de la Iglesia y, si son bautizados, pertenecen tambin al cuerpo de sta.

La situacin aparece como to-talmente anmala: los que aman, no tienen Fe, y los que tienen Fe, no aman por lo menos en el sentido explcito de la Fe.

el testimonio de la caridad

El que ama, cumple con la ley, dice San Pablo. Ama y haz lo que quieras, dice San Agustn. La seal ms segura de predestinacin es el amor al prjimo.

San Juan nos dice: Si alguien dice que ama a Dios, a quien no ve y no ama a su prjimo a quien ve, es un mentiroso.

Sin embargo, ese amor al prji-mo tiene que ser eficaz. No sere-mos juzgados de acuerdo con nues-tras buenas intenciones solamente, sino principalmente de acuerdo con nuestras acciones en favor de Cristo representado en cada uno de nues-tros prjimos: Tuve hambre y no me diste de comer, tuve sed y no me diste de beber.

En las circunstancias actuales de Amrica Latina, nosotros vemos que no se puede dar de comer ni vestir ni alojar a las mayoras. Los que deten-tan el poder constituyen esa minora econmica que domina al poder po-ltico, al poder cultural, al militar y, des-graciadamente tambin, al eclesisti-co en los pases en los que la Iglesia tiene bienes temporales.

Esa minora no producir decisio-nes en contra de sus intereses. Por eso las decisiones gubernamentales no se hacen en favor de las mayoras. Para darles de comer, beber, vestir, se necesitan decisiones bsicas que slo pueden proceder del gobierno. Las soluciones tcnicas las tenemos o las podemos obtener. Pero quin decide su aplicacin? La minora en contra de sus propios intereses? Es un absurdo sociolgico que un grupo acte contra sus propios intereses.

Se debe propiciar, entonces, la toma del poder por parte de las mayoras, para que realicen las re-formas estructurales econmicas, sociales, polticas en favor de esas mismas mayoras. Esto se llama revo-lucin y, si es necesario para realizar el amor al prjimo, para un cristiano es necesario ser revolucionario.

Qu difcil es que entiendan esto los que se reconocen como catli-cos! Qu fcil es entender esa ac-titud si consideramos las anteriores reflexiones sobre la Iglesia!

Los cristianos, los catlicos, pare-cen estoicos espectadores del de-rrumbe de un mundo que les pare-ce ajeno. No se comprometen en la lucha. Creen que en las palabras mi reino no es de este mundo, mun-do tiene la significacin de vida presente y no de vida pecamino-sa como lo es en realidad. Olvidan la oracin de Cristo al Padre: No te pido que los saques del mundo sino que los preserves del mal. Muchas veces nos salimos del mundo y no nos preservamos del mal.

En la medida en que la comuni-dad se ama, el sacerdote ofrece ms autnticamente el sacrificio eucars-tico. ste no es un ofrecimiento indi-vidual sino colectivo. Si no hay amor entre los que ofrecen, no debe ha-ber ofrecimiento a Dios.

De ah que si los laicos no se comprometen en la lucha por el bienestar de sus hermanos, el sacer-docio tiende a volverse ritual, indi-vidual, superficial. El sacerdote tiene la obligacin de suplir a los laicos en sus compromisos temporales, si esto se lo exige el amor al prjimo.

Cuando este amor parece que ha dejado de considerarse como patrimonio de la Iglesia, es necesario dar un testimonio contundente de que la comunidad de la Iglesia co-munitaria consiste en la caridad.

Desgraciadamente el testimonio de los laicos an no se identifica

ante la opinin, con el testimonio de la Iglesia. El sacerdote, en este caso, debe dar el testimonio, mientras se educa la opinin pblica y se le muestra que el testimonio de todo bautizado es testimonio de la Iglesia.

Ver a un sacerdote mezclado en luchas polticas y abandonando el ejercicio externo de su sacerdocio es algo que repugna a nuestra men-talidad tradicional. Sin embargo, pen-semos detenidamente que pueden existir razones de amor al prjimo y de testimonio que son sacerdotales y que impulsan a este compromiso para cumplir con la propia concien-cia y por lo tanto, con Dios.

Cuando los cristianos vivan fun-damentalmente para el amor y para hacer que otros amen, cuando la fe sea una fe inspirada en la VIDA y es-pecialmente en la VIDA DE DIOS, de Jess y de la Iglesia, cuando el rito externo sea la verdadera expresin del amor dentro de la comunidad cristiana, podremos decir que la IGLESIA ES FUERTE, sin poder eco-nmico sin poder poltico, pero con CARIDAD.

Si el compromiso temporal de un sacerdote en luchas polticas contri-buye a eso, parece que su sacrificio puede justificarse.

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Los eventos contemporneos de-ben situarse en una perspectiva his-trica, porque en materias sociales y polticas nada cae del cielo. Son pro-cesos que tienen su gnesis. Actores como Eliecer Gaitn y Camilo Torres Restrepo han jugado un papel orien-tador en la historia de Colombia y vale la pena reflexionar sobre su im-portancia en la situacin actual.

el anlisis social de Camilo Torres

El tema de la tesis de licenciatura que Camilo present en la Univer-sidad Catlica de Lovaina, bajo la direccin del profesor Yves Urbain, economista e historiador belga, fue la estructura de las clases sociales en la ciudad de Bogot. El utiliz las estadsticas existentes para mostrar que no se trataba solamente de es-tratos sociales diferentes viviendo en el Norte o en el Sur de la ciu-dad, sino de estructuras construidas segn una lgica de clases, fruto del sistema econmico.

Las conversaciones de paz en La Habana tienen como objetivo

CamiLo Torres resTrePo Y eL ProCeso de PaZ en CoLomBia

poner fin a la lucha armada, lo que es de una vital importancia en la coyuntura actual. Pero no signifi-can el fin de las luchas sociales. La burguesa colombiana ha sido muy hbil en la utilizacin de todos los procesos histricos para reprodu-cir su hegemona: la independen-cia, los partidos conservadores o liberales, la industrializacin, la fi-nanciarizacin de la economa, el servicio del imperialismo y hasta el narcotrfico.

Para Camilo Torres, la lucha ar-mada nunca fue un fin en s mismo sino una solucin de ltima instancia frente al fracaso de los otros medios: dilogo, reformas, va parlamentaria. El futuro, despus de la paz, no ser un proceso tranquilo, sino una con-tinuacin de las luchas sociales en el campo, en las ciudades y en las zo-nas indgenas; de las reivindicaciones para los servicios pblicos, el acceso a la educacin y a la salud, los de-rechos de la naturaleza, contra las multinacionales y el imperialismo. La lucha de clases no es una ideologa sino un hecho social, y en Colombia ella tiene un aspecto particularmen-te agudo.

Franois Houtart

La unin de las fuerzas

populares

El xito de la accin poltica de Camilo fue reunir varios sectores de la lucha popular alrededor de un proyecto comn, sin abandono de la identidad de cada uno. Fue un proceso difcil pero no imposible, y ahora es indispensable. Las corrien-tes que se excluyen mutuamente y a veces se combaten de manera ms fuerte que contra el enemigo comn, es una debilidad grave de las izquierdas en el mundo y una de las causas mayores de su ineficacia po-ltica. La reconstruccin social des-pus del fin del conflicto armado pedir un nuevo frente de las fuer-zas de izquierda, como condicin de un progreso social.

Camilo crea en la necesidad de un liderazgo en la lucha pero ni exclusivo ni personalista, sino como un servicio dentro de un proceso comn. El pro-tagonismo individual no era su filoso-fa y esta enseanza es hoy da impor-tante para construir la unin. Su llama-miento fue para una accin de con-junto y no para una unidad alrededor de un partido o de una organizacin pidiendo a todos los dems ponerse de bajo de su propia hegemona. Un tal proceso exige un desinters perso-nal e institucional para buscar el Bien Comn de todos.

La tica como orientacin fundamental

La tica social para Camilo Torres tena varios aspectos. El primero era la justicia. Era para l inadmisible que ciertos sectores de la poblacin tu-vieran riquezas considerables, cuan-do otros se quedaban en la pobreza. Como no se trata de un problema de naturaleza sino de construccin social, la exigencia moral de la lu-cha para la justicia es un elemen-to fundamental del pensamiento y de la accin. Otro nivel tico es la manera de cumplir con la lucha. La no-violencia era para Camilo un principio de base porque significaba el respeto de la vida. Solamente en circunstancias bien definidas se pue-de admitir una resistencia armada de pueblos o de sectores oprimidos: agotamiento de todos otros medios y posibilidad real de obtencin de un resultado.

Los medios utilizados en la lucha son tambin una dimensin de peso. No solamente se debe condenar la tortura, los falsos positivos, los ase-sinatos cometidos por los paramili-tares y por los rganos del poder gubernamental, sino tambin los se-cuestros, el narco-negocio, los actos de terrorismo de los movimientos insurreccionales. Camilo saba muy bien que el no respeto de la tica

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en el curso de la lucha no solamen-te era moralmente inaceptable sino tambin contraproducente.

La dimensin de la fe cristiana

Cuando Camilo Torres muri en 1966, la Teologa de la Liberacin no haba nacido como disciplina propia. Sin embargo, las bases de este pen-samiento cristiano ya estaban pre-sentes; es decir, tanto el compromiso de cristianos en las luchas sociales y polticas, como otra manera de vi-vir la fe en comunidades. El Concilio Vaticano Segundo haba abierto las puertas de la Iglesia universal hacia esta dimensin.

Camilo Torres fue uno de estos precursores, inspirado en un primer tiempo por la doctrina social de la Iglesia en su orientacin ms radical: condena de los abusos y de los ex-cesos del capitalismo como fuente de injusticias. Su bsqueda de los valores del reino de Dios, como los anunci Jess en su sociedad de Pa-

lestina, llev Camilo ms all: conde-na del capitalismo en su lgica y no solamente en sus efectos, lo que es la base de la Teologa de la Libera-cin en su dimensin tica. Es por eso que Camilo se acerc al anli-sis marxista, que permite descubrir los mecanismos de la dominacin del capital, y mirar la sociedad con los ojos de los oprimidos, lo que el evangelio nos pide.

Frente a la globalizacin de la economa mundial bajo el poder del capitalismo de monopolio, frente a la extensin de la extraccin mine-ra y de los monocultivos, a la des-truccin del patrimonio forestal, a la agresin generalizada contra los pueblos indgenas, a las polticas de austeridad para salvar el sistema fi-nanciero, una renovacin de la Teo-loga de la Liberacin es ms nece-saria que nunca, y la inspiracin de Camilo Torres puede ayudar a los creyentes a redimensionar su fe en esta perspectiva. Estos cuatro ejes son la contribucin de Camilo a la reconstruccin de la sociedad co-lombiana despus de los acuerdos de paz.

Camilo crea en la necesidad de un liderazgo en la lucha pero ni exclusivo ni personalista, sino como un servicio dentro de un proceso comn. El protagonismo individual no era su filosofa y esta enseanza es hoy da importante para construir la unin. su llamamiento fue para una accin de conjunto y no para una unidad alrededor de un partido o de una organizacin pidiendo a todos los dems ponerse de bajo de su propia hegemona.

La pregunta sobre la condicin humana de Camilo Torres Restrepo nos lleva a pensar en su formacin y labor cristiana, su entrega y ense-anzas polticas, su conciencia crti-ca y sus mensajes transformadores para la educacin, como caracters-ticas palpables de su labor pastoral, como colores y matices de su sota-na, como voz que seala injusticias, clama por cambios sociales y movili-za sentidos en un pueblo que debe asumir su responsabilidad histrica.

As fue y es Camilo, un joven inquieto en Lovaina, un cristiano comprometido en Usme, una ima-gen ondeada en banderas, pero sobre todo un signo de esperanza en Amrica Latina, que es necesario escuchar detenidamente bajo su le-gado y discernir de cara al clamor de paz y reconciliacin en Colom-bia. En ese sentido, se proponen cuatro signos claves en la vida de Camilo que condensan un mensaje a la sociedad colombiana de estos tiempos: el primero, en el plano de la conciencia tica del cristiano y la

CamiLo Torres resTrePo, ForJador de La ConCienCia CrTiCa

en amriCa LaTina

responsabilidad que ello conlleva; el segundo, relacionado con los aspec-tos de la formacin y transforma-cin humana; el tercero, la opcin vital de comprometerse y entregar-se hasta las ltimas consecuencias; y finalmente, la necesidad de renova-cin, que nuevamente se expresa al interior de las Iglesias como un vol-ver a estar atentos al clamor social y popular desde el marco sensible y trascendental de la fe.

Estos son cuatro acpites que es-peramos puedan seguir siendo pen-sados de cara a los signos que han permitido que Camilo contine vivo cinco dcadas despus de su muer-te, y que animan en esta ocasin a avivar los dilogos, redactar y com-partir estas reflexiones:

Camilo, cristianoy sacerdote.

Surge y se proyecta en la mitad del siglo XX en los pases latinoa-mericanos, consciente de su misin transformadora de una sociedad an-quilosada y pasiva en medio de las 2 Franciscano, miembro de la Mesa Ecumnica

Por la Paz de Cali

Padre Luis Eduardo Medina2

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injusticias y de los conflictos sociales y polticos. Como cristiano es cons-ciente de los preceptos, exigencias y vivencias del amor eficaz que asume como lnea fundamental de su realizacin como hijo de Dios y seguidor de Jess. Por eso mismo, al nacer en una familia noble y cristiana de su poca, se prepara y desarrolla en los ambientes de su ciudad natal, para realizarse como hombre de es-tudio y de investigacin, con miras a alcanzar los recursos intelectuales y acadmicos que le ofrece su medio. Es all donde empieza a incubarse la misin proftica que desplegar y cumplir en los ambientes formado-res, intelectuales y profesionales que le brindan los escenarios clericales con las propuestas de la Iglesia Pre-vaticana.

La cultura del Renacimiento, los planteamientos y avances teolgi-cos, las determinaciones y exigen-cias de la poca post-tridentina con-forman un entorno que impacta su personalidad y que lo conducen a cuestionar la vida eclesial, buscando nuevas perspectivas y asumiendo las influencias de las experiencias de los sacerdotes obreros y otras prcticas cristianas de insercin que surgie-ron en Francia, Blgica y Alemania. Su profesionalismo sociolgico le abre proyecciones inmediatas que le permiten manifestarse con valor, seriedad y liderazgo en los medios universitarios de Colombia, y que

cada vez ms lo comprometen a la transformacin del pas. Los cuestio-namientos, presiones y determina-ciones jerrquicas limitan su accin y visin transformadora, y lo condu-cen a consolidarse espiritual e inte-lectualmente en su opcin y decisin de luchador visionario. De esta ma-nera, no busca caminos sacerdotales sino polticos y sociales que lo llevan a un cambio de imagen y posicin religiosa, lo cual lo proyectan en el medio nacional y latinoamericano, donde logra despertar la conciencia crtica de la responsabilidad poltica, sacerdotal y clerical.

Indudablemente, su vivencia, compromiso y realizacin como cristiano asume la exigencia del precepto del amor eficaz, que lo lleva hasta el lmite de la lucha ar-mada. Este hecho que escandaliz y conmovi el ambiente de los hom-bres de Iglesia, despierta un cambio notable en varios pases del conti-nente que, posteriormente, con las luces y orientaciones de la Teologa de la Liberacin, llega a expresarse en espacios y estamentos de orga-nizaciones como los Sacerdotes del Tercer Mundo, Cristianos para el Socialismo, y Sacerdotes de Amrica Latina que afloraron en Colombia y en otros pases.

La formacin, realizacin, convic-cin y opciones vitales de Camilo infunden una clara y nueva cons-ciencia eclesial y poltica producida

por su personalidad. Esta toma de consciencia es un espejo para no-sotros en el momento actual, entre todas las coyunturas que estamos asumiendo hoy da en los medios polticos, sociales y religiosos.

Camilo, lder revolucionario

poltico y social.

En ese momento histrico, Ca-milo aparece como un personaje cuestionador y transformador de la sociedad, lo que viene a expre-sarse en una revolucin, no slo de tipo ideolgico sino de verdade-ros cambios en el comportamien-to tico, moral e intelectual de los colombianos, por eso propone con fuerza y decisin su pensamiento re-volucionario, para que los hombres del campo, del estudiantado, de los partidos polticos, y naturalmente los empresarios y creadores de la produccin y riqueza nacional, se decidieran a una transformacin po-ltica y social de la nacin, ya que sus propuestas valientes y constantes despertaron los cuestionamientos ticos e intelectuales que exigan un cambio en los espacios y realidades de la historia.

Personalmente me correspon-di vivir la experiencia en los me-dios educativos del Apostolado

Pedaggico Catlico en Colombia. Tuve la oportunidad de escuchar a Camilo en Ibagu en el ao de 1964, cuestionando abiertamente la labor educativa privada de la Igle-sia Colombiana. Indudablemente, la concepcin de este apostolado se proyectaba y realizaba en esa poca como una educacin de tipo elitis-ta, burguesa, que asuma y apoyaba las estructuras injustas del poder, de prestigio social y de la explotacin del hombre.

El modelo del sistema educativo, proveniente de la poca neocolo-nialista y de la mentalidad liberta-ria, se consolid en nuestros pases en una formacin de tipo clasista y poco integral. Las propuestas del pensamiento camilista se manifes-taron en una revolucin integral donde los colombianos debern pasar de los hechos simplemente violentos, como pedreas y euforia colectivas, a la integracin de la so-ciedad, la igualdad de todo el pue-blo, campesinos, obreros, trabaja-dores, creadores y productores de la riqueza nacional.

Afortunadamente, aparece la transformacin de la Iglesia Catli-ca en el Concilio Vaticano Segundo, que recogi las aspiraciones de cam-bio, no solamente de Camilo sino de muchos sacerdotes, religiosos y laicos comprometidos, que nos con-dujeron a un cuestionamiento de la labor educativa para forjar nios, j-

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venes, hombres y mujeres abiertos al cambio social y poltico, desde la dimensin de la fe. As fue como los educadores recibieron el impulso de los documentos y doctrina de la Segunda Conferencia Episcopal La-tinoamericana (CELAM), realizada en Medelln, que el mismo Camilo explicitaba en los cuestionamientos al sistema educativo nacional.

Estos cuestionamientos y pro-puestas del documento de Me-delln nos permitieron convocar a organizaciones de Colombia y de Latinoamrica en bsqueda de un verdadero modelo educativo, y con personajes como Pablo Freire, Enrique Dussel y el grupo del DEI, CELADEC, de las iglesias metodis-tas, e Ivan Illich en Cuernavaca, las Federaciones de Educacin Cat-lica de varios pases, y la Confede-racin Interamericana de Educa-cin Catlica, desde Canad hasta Chile, todos ellos nos facilitaron la bsqueda de cambios importantes en la formacin de un nuevo sis-tema educativo para Colombia y Amrica Latina.

Esos esfuerzos de Camilo estn ligados a todo el Movimiento pos-terior de Golconda, a la invencin de la IAP (Investigacin Accin - Participacin) de Fals Borda y a las propuestas de educacin popular que an hoy caminan abriendo es-pacios en las ciudades y los cam-pos.

aceptacin o rechazo de las tesis

revolucionarias de Camilo

y de su opcin vital

Es importante tener en cuenta el contexto de las realidades polticas, sociales y eclesiales de la poca en que Camilo plantea su pensamiento revolucionario. En primer trmino, es conveniente recordar que la vio-lencia surgida y acaecida por el ase-sinato de Jorge Elicer Gaitn, lder liberal popular, llega a plantear dis-tintos fenmenos en la lucha polti-ca de Colombia que culmina con los acuerdos de los jefes de los Partidos Liberal y Conservador conviniendo el Frente Nacional, repitiendo la his-toria de la Patria Boba. Igualmente, la implementacin de la poltica y de las estructuras capitalistas, se acen-tan en la nacin, acrecentando ma-yores injusticias, explotacin de los menos favorecidos, incrementando la lucha de clases.

Por otra parte, los escenarios eclesisticos se ven acuciados por las denuncias hechas en los documen-tos del segundo CELAM en Medelln. Se hacen palpables las diferencias de las jerarquas de varias naciones, es-pecialmente por el tradicionalismo y conservadurismo del episcopado de Argentina, Mxico y Colombia;

e igualmente, el fortalecimiento de la Iglesia Popular manifestado en la promocin de las Comunidades de Base y de otros movimientos que se caracterizaron por rechazar las injusticias sociales, destacando un compromiso ms radical de los fie-les a la opcin preferencial de Jess por los pobres. Muchos clrigos, re-ligiosos y religiosas acogen con deci-dida conviccin la realizacin de una Iglesia ms comprometida con esta opcin preferencial, y al expresarse en diferentes acciones, son estigma-tizados y rechazados con sanciones de sus prelados.

La opcin vital de Camilo por el amor eficaz a travs de la lucha armada expresada en cierta forma por los grupos universitarios, obre-ros y algunos polticos avanzados que apoyaban el Frente Amplio de Unidad, fue seguida por varios sacerdotes, religiosas y religiosos como Domingo Lan, los francisca-nos Laurentino Rueda, Diego Uribe, los cuales asumieron y militaron en el Ejrcito de Liberacin Nacio-nal (ELN) en el que milit tambin Camilo. Otros sacerdotes llegan a integrarse y se destaca la figura de Manuel Prez Martnez, quien anim y orient hasta el final de su vida al ELN.

En Bogot hubo otras expresio-nes. En el ao de 1978 acompaa-mos a los sacerdotes Ren Garca y Jaime Correa y a un grupo de meto-

dlogos marxistas en la organizacin de escuelas populares revoluciona-rias, lo cual llev a que el Arzobispo Anbal Muoz Duque los sancionara suspendindolos del ejercicio de la labor pastoral en la arquidicesis capitalina. A su vez, aparecieron mo-vimientos de sacerdotes como el grupo Golconda, animado por mon-seor Gerardo Valencia Cano; el grupo SAL (Sacerdotes de Amrica Latina), en el que militamos miem-bros de las comunidades salesianas, redentoristas, jesuitas, franciscanas y otros de varias congregaciones, que confluyeron en la organizacin y desarrollo del Primer Congreso Colombiano de Teologa de la Libe-racin; adems, se sinti un aliento notable de las organizaciones juve-niles y pastorales del pas.

Nuestras propuestas a los educa-dores del continente de Educacin Liberadora, comunidad educativa y del anlisis crtico de la realidad, padecieron serias descalificaciones y presiones de los miembros peda-ggicos privados de la Iglesia. En el ao de 1973 con la CIEC (Confede-racin Interamericana de Educacin Catlica) celebramos en Panam un congreso interamericano sobre la formacin de los jvenes desde la concepcin de la dimensin poltica de la fe. Este estudio estuvo basado en una encuesta a los bachilleres de colegios catlicos latinoamericanos, con ms de tres mil respuestas, que

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fue debatida ardorosamente y pro-dujo grandes tensiones en algunos educadores y adems en los esce-narios del Vaticano en Roma.

El influjo de las ideas revolu-cionarias camilistas se expres en distintos momentos, en los que se produjeron presiones de rechazo y de eliminacin a varias institucio-nes marcadas por esta influencia. Es todo un contexto de avance y forta-lecimiento de la Teologa de la Libe-racin, que en cierta manera acoga la accin revolucionaria.

En la reflexin que hicimos en la dcada de los setenta sobre la for-macin de la fe en los jvenes de Amrica Latina, nos dimos cuenta que las diferentes acciones armadas de hombres y mujeres de distintos pases catlicos y cristianos debatan y agotaban su lnea para manifestar y realizar ese compromiso por la doc-trina y enseanzas de Jess. En ese momento empezamos a destacar y comprender la dimensin poltica de la fe que se despertaba en tantos hombres latinoamericanos que que-ran realizar el sueo de Jess para llegar a transformar las espadas en vivencias de amor y de paz, de con-vivencia y respeto.

En el ao de 1978, personalmen-te padec la presin vaticana cuando estuve siendo candidatizado para el servicio de Secretario de la Comi-sin Mundial de Educacin Catlica,

con sede en Bruselas, que requera en primer trmino ser avalada por el Dicasterio de la Escuela Catlica de Roma, y que me fue negado por mi aceptacin de las tesis asumidas en esa poca con las orientaciones camilistas.

renovacin de la iglesia Popular en la coyuntura

del Papa Francisco

Aos despus, el Papa Francis-co, personaje mundial de este siglo, indudablemente movido por el es-pritu, est alentando la renovacin de la Iglesia de los Pobres. En esta coyuntura eclesial, en todas partes del mundo, pero especialmente en Amrica Latina, sentimos que de-bemos lanzarnos a esa renovacin que con gran claridad y con gestos sencillos y humildes de contacto f-sico y espiritual con los ms dbi-les, adultos mayores, nios y pobres, exigen una transformacin mental y una accin eficaz que ciertamen-te estamos acogiendo con las tesis que Camilo propuso para una Iglesia ms comprometida en Colombia.

Igualmente, la coyuntura pol-tica del pas est provocando a las personas conscientes y responsa-bles hacia un cambio social como lo quera Camilo, lo que nos conduce a

alentar el anhelo de una paz que eli-mina la violencia, que reconcilia, que se agota en las acciones, no de cari-dad sino de compromiso de cambio real y eficaz. Se han despertado va-rios movimientos tanto en el campo social y poltico como en lo eclesial y nosotros hemos estado animando con las Iglesias, un espritu verdade-ramente ecumnico, una reflexin seria y visionaria de un futuro distin-to, un anlisis de la tica por la paci-ficacin del pas.

Desde hace una dcada hemos promovido el Movimiento de Cris-tianos por la Paz, con cristianos provenientes de las distintas Iglesias, organizaciones sociales afrocolom-bianas e indgenas; hemos plantea-do no solamente movilizaciones y eventos, sino una conviccin desde la dimensin poltica de la fe para esta transformacin. En este sentido, hemos encontrado respuesta de las comunidades de base, de los grupos bblicos, de diferentes Iglesias, de en-tidades polticas y sociales para que en el gran movimiento del proceso de paz que se da en el pas, la Mesa Ecumnica por la Paz, como actor poltico social, destaque y repre-sente un bloque que clama y exige cambios de mentalidad, actitudes re-conciliadoras, lucha poltica y social, y compromisos de una Iglesia Popular. All hemos encontrado la animacin de algunos prelados y de superiores religiosos que estn promoviendo

acciones muy concretas en este sen-tido, y que nos permiten reflexionar en torno a la revolucin poltica, so-cial y cristiana que Camilo provoc con su opcin vital y sacerdotal.

De all que sea necesario que la animacin ecumnica al interior de las comunidades de base y los grupos sociales, entendamos el ecu-menismo hoy no solamente como fenmeno religioso, sino como vi-vencia y realidad para que hombres y mujeres desde sus diferentes ex-presiones de fe nos encontremos en el marco de la solidaridad con las vctimas, en la defensa y respeto a los derechos de los ms humildes y golpeados. El ecumenismo debe ser entendido, en estos tiempos, como la oportunidad para encon-trarnos en un nuevo escenario de unidad que abogue por la defensa de la vida, por un futuro ms digno, responsable y transformador de la sociedad colombiana. Ese es el gran desafo que tenemos los cristianos para este tiempo, desafo previsto y animado por Camilo, regado con su propia sangre para que renaciere en todos los ambientes nacionales como el verdadero amor eficaz de Jess.

Esta reflexin, hoy, debe llevar-nos a la creacin y formacin de una nueva generacin de la paz, en la que educadores catlicos y cris-tianos despierten y generen una cultura de paz; es necesario que se

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propicien reflexiones en los diver-sos eventos nacionales e interna-cionales que potencien valores de reconciliacin, de justicia, de respeto a los derechos de la mujer, de los nios y del hombre, para que sean eficaces. La guerra fratricida, larga, amarga y tediosa debe acabar, por ello necesitamos dedicar el espritu en la creacin y formacin de las

nuevas generaciones de la paz, de manera tal que seamos verdaderos instrumento de paz, para que donde haya odio, construyamos amor; don-de haya tristeza, alegras sueos e ilusiones de una tierra y un cielo nuevo, donde busquemos amar y no tanto ser amados, que consolemos y forjemos valores de vida de amor y reconciliacin.

Archivo virtual de la Fundacin Colectivo Frente Unido

introduccin

El lector querr saber por qu es-crib estas notas sobre este lema de Camilo, tan del Evangelio, tan autn-ticamente cristiano. Porque detrs de l se esconde el espritu camilista, sus convicciones religiosas de cristiano, la voluntad revolucionaria de alguien que quiso ir hasta el final, sin impor-tarle las consecuencias, de aquel cura apasionado que no estaba por las medias tintas. A travs de este con-cepto de Camilo, el amor eficaz, podemos entender mejor la calidez de la fe cristiana de quien, a pesar de los signos contradictorios, jams re-nunci a su fe en Jesucristo. All po-demos apreciar lo recio de su pensa-miento cristiano y revolucionario.

Mediante estas cuartillas quiero tambin llamar la atencin de tantos jvenes, aspirantes a la vida religiosa, laicos que se comprometen por el cambio, jvenes y mujeres inquietos por su opcin cristiana. Esta volun-tad de Camilo por enfocar la causa revolucionaria desde esta alternativa del amor eficaz puede convertirse hoy para muchos en un verdadero

CamiLo Torres resTrePo: eL amor eFiCaZ

desafo. El hecho es que Camilo ja-ms se ech para atrs en esta con-viccin que estaba llamada a marcar la senda del cambio y transforma-cin del pas, tanto en su concep-cin cristiana, como en el aspecto revolucionario que plantea. Fe cris-tiana y compromiso revolucionario aparecen all fuertemente entrelaza-dos por el testimonio de un hombre que ha buscado dramticamente la honestidad consigo mismo, con su pueblo y con su Dios.

Lo que impresiona, sin embargo, en todo el desarrollo del conflicto nacional, es que todos los principios y valores fundamentales que haban estructurado el sentido de su vida no slo permanecieron inclumes, sino que subieron a un primer plano como lo ms preciado que haba que salvar en la tormenta: su identidad con el Evangelio, el amor eficaz, su amor al sacerdocio como servicio al prjimo y su compromiso revolucionario.

El amor eficaz

Quiero ahora que hablemos del sentido morfolgico del Amor-Eficaz y de sus consecuencias para 3 Padre Salvatoriano, miembro de FUSEMPAZ

Padre Guillermo Mesa Velsquez3

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el proceso revolucionario que l pensaba.

Del componente AMOR

Del componente EFICAZ (Eficacia)

en primer lugar, en relacin con EL AMOR

La palabra amor es de las ms desprestigiadas porque tiene mu-chos sentidos: ama el dictador a sus compinches y el demonio a sus ngeles; ama el varn a su mujer y tambin a la prostituta; ama el h-roe a la patria nueva y el avaro su dinero. El amor que nos interesa, es muy particular y preciso, es el gape.

La relacin con otra persona puede ser de egosmo. Puedo bus-carme a m mismo en el otro. Por el contrario para Jess, el gape es amor, pero un amor muy especial. No es amor a s mismo, es amor al otro, como otro, por l mismo, y no por m, con respeto de jus-ticia hacia su persona, en cuanto sagrada, santa. De manera que la autntica relacin entre las perso-nas, como personas, es de amor, pero amor de justicia = gape. Se dice que el amor cristiano es un tipo muy exigente de amor, amor al otro en cuanto a su propia rela-cin, aunque de ello yo no saque ventaja. El otro como otro, pero

como Cristo, al fin es el objeto del amor que puede incluso exigir dar mi vida por l. No hay mayor amor que el que da su vida por el amigo (Juan 15, 13).

El nosotros de cara a cara: la comunidad.

Hablar de relacin persona-persona o cara-cara, es cuando se piensa en dos personas, en la prc-tica, histricamente, en el cara-cara del amor de justicia (gape) o cari-dad (en el sentido autntico y no en el de las damas de la caridad), el amor cristiano se vive en plural, en comunidad, en pueblo (Dussel, 1986).

Espero que hasta aqu hayamos entendido el sentido del amor que el cristiano comparte para el cam-bio social. De todas maneras la ex-periencia cristiana agrega algo nuevo al proceso liberador del pueblo: el amor efectivo de caridad del otro como otro instaura en el seno del pueblo una corriente inaugurada por el Espritu, desde la nada, sin an-tecedentes. sta es la colaboracin trascendental de la comunidad cris-tiana. sta ha sido la experiencia de las comunidades cristianas del Sal-vador, de Nicaragua, de Guatemala, del Brasil y de Colombia una ex-periencia de confianza mutua y de lucha pareja de hermanos, cada uno desde sus carismas, comprensiones, valores y militancias.

en segundo lugar, en relacin con la (Eficacia) - EFICAZ

Esta manera de concebir el amor, desde una ptica de la Teologa de la Liberacin, nos lleva ahora a buscar-le la razn de su eficacia. Vemos-lo desde la forma como Enrique Dussel plantea el problema de la fe (Dussel, 1986: 7.5).

Si Pablo, que negaba el judasmo farisaico, insiste que las obras exigi-das por la Ley (del sistema moral vigente y dominador no salvan, no cambian nada). Santiago, y no por-que est contra Pablo, se refiere a otra realidad: la fe o esperanza y vi-gencia de la promesa, tampoco salva, si no existe una praxis tica, es decir el servicio efectivo (no ya moral en el orden pasado y dominador) al pobre en la construccin del nuevo sistema social.

Ese servicio se realiza con re-lacin al otro, a la comunidad. Esa comunidad potencial, posible, futura, objeto del servicio del ticamente justo se denomina en la Biblia mul-titud, e indica un nmero indefinido de pobres que todava no son pue-blo porque falta efectivamente el trabajo de pastoreo, de conduccin del justo, del profeta, del luchador poltico, del servidor de Yahv.

Para corroborar la razn de la efectividad del amor, pensemos en Santiago 2,14 ss: Hermanos, si uno

dice que tiene fe, pero no viene con obras, de qu le sirve? Aca-so lo salvar esa fe? Si un hermano o una hermana no tienen con qu vestirse ni qu comer y ustedes les dicen: que les vaya bien, calintense y alimntense, sin darles lo necesa-rio para el cuerpo de qu les sirve eso? Lo mismo ocurre con la fe, si no produce obras, muere solita.

Esta verdad fue la que mantuvo ardiente en Camilo la llama de la es-peranza y la que inspir su visin del futuro, del que nosotros estamos invitados a beber. En la empresa tremendamente humana de la re-volucin los cristianos se distingui-rn solamente por la radicalidad del amor que, si es real, debe ser eficaz integralmente. Pero nos falta todava hablar de la manera de ser eficientes en el mbito poltico y social, porque es all donde se concentra y define la racionalidad liberadora.

Camilo Torres, si proclamaba que slo mediante la revolucin era po-sible realizar ese amor al prjimo, es porque l exiga generoso, impa-ciente, que ese amor, que esa lucha poltica y social, fueran eficaces. La revolucin, repeta Camilo, es un im-perativo cristiano. A los estudiantes que l conoca muy bien desde la Universidad Nacional les deca que la revolucin no se hace tirando pie-dra a la polica o quemando carros. Es necesario que la conviccin re-volucionaria del estudiante lo lleve

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a un compromiso real, hasta las l-timas consecuencias; y continuaba con mucha mstica revolucionaria: la pobreza y la persecucin no se deben buscar, porque ya en el actual rgimen son las resultantes lgicas de una lucha sin cuartel contra las estructuras vigentes. En el actual sis-tema son los signos que autentican una vida revolucionaria. Cuantos soamos con una revolucin ver-daderamente eficaz deberamos desear siempre con Camilo ser aceptados como servidores de las mayoras.

Quiero agregar esta explica-cin acerca del sentido del con-cepto gape

Viene del griego agpe, amor, es la comida que hacan comunitaria-mente los primeros cristianos, en la que celebraban la eucarista en sus reuniones para cimentar la concor-dia y la unin entre los miembros del mismo cuerpo, y para restable-cer la fraternidad destruida en la so-ciedad civil por la desigualdad de las condiciones de vida. La fraccin del pan. La labra AMOR entonces, tie-ne una connotacin antropolgica sagrada, misteriosa, de compromiso.

Al principio, estos gapes se ha-can sin desorden ni escndalo. Los paganos, que no conocan ni la po-ltica ni el compromiso de los cris-tianos, tomaron ocasin para hacer a los primeros cristianos los repro-

ches ms odiosos. Decan que dego-llaban a sus hijos y coman su carne y que se entregaban a la inmoralidad en las tinieblas.

Los primeros cristianos, que al principio eran pocos, se conside-raban como una misma familia de hermanos y vivan en comunidad: el espritu de caridad instituy estas comidas, en las que reinaba la soli-daridad. Habiendo aumentado el nmero de los fieles, despus se tra-t de conservar este uso de los pri-meros tiempos, pero comenzaron a introducirse abusos y la Iglesia se vio obligada a prohibir los gapes.

Esta nota explicativa ayuda a comprender la manera como Cami-lo entenda la utopa que le estaba proponiendo al pueblo a travs del amor eficaz; es decir, Camilo estaba empeado en hacer valer a toda costa la eficacia histrica como cri-terio y gua fundamental de su lucha. Como sabemos, para Camilo llega el momento en que rompe con aque-lla postura intransigente de la Iglesia que exhiba un cristianismo de cul-to externo, para dar paso a lo que era fundamental para l: EL AMOR EFICAZ, como elemento gratuito. Dicha ruptura repercute tambin en lo poltico, llevndolo a rechazar la eficacia formal para proyectar la bsqueda de la eficacia histrica, exigiendo que no debemos permi-tir que la religin (la Iglesia) siguiera siendo instrumento de explotacin.

Para todos nosotros, el ser hu-mano oprimido, excluido, margina-do, explotado y empobrecido de hoy clama al cielo y se constituye en un lugar teolgico, pues en l, por la prctica de la misericor-dia, podemos encontrar al mismo Dios. Camilo deca que todo lo que adormece conciencias, ador-mece la actividad de los obreros y de los campesinos porque les dice: ustedes estn tranquilos, sufran en esta vida las injusticias y los bajos salarios, porque ustedes van a re-cibir el premio en el cielo. Jess, en cambio deca: les aseguro que lo que hayan hecho a uno solo de estos mis hermanos menores, me lo hicieron a m. Nosotros los cristianos deca Camilo tene-mos que revelarnos y demostrarle al pueblo que lo esencial del cristia-nismo est en el amor al prjimo y que este amor, para que sea eficaz, necesita de un cambio de poder poltico para que las leyes hablen por boca de las mayoras, y que si este cambio de poder poltico es lo que llamamos revolucin, sola-mente se lograr el amor al prji-mo mediante la revolucin en Co-lombia. Qu nos viene y qu nos da estar discutiendo entre catlicos y comunistas si Dios existe; lo ni-co que sabemos es que el hambre existe. Nosotros sabemos que Je-ss est en cada uno de nuestros prjimos, sea comunista o protes-tante.

Consecuencias para el hoy y el maana

Todo lo que hemos aprendido del desdoblamiento de todo lo que el AMOR EFICAZ de Camilo sig-nifica, qu mensaje nos trae? a qu nos mueve?

Este interrogante nos lo hacemos desde los diversos ambientes por dentro de los que nos movemos: el trabajo, la profesin, la familia, la Igle-sia, los grupos y organizaciones Ser que ah estamos haciendo una presencia til, militante? Camilo era contundente en el aspecto del com-promiso con el pueblo: Mientras no seamos capaces de abandonar nuestro sistema de vida burgus, no podremos decir que somos revolu-cionarios; el conformismo cuesta y cuesta muy caro. Cuesta descenso en el nivel de vida; cuesta destitu-cin en el trabajo; cambiar de barrio, de vestido

Cada uno, cada grupo, cada orga-nizacin tiene que actualizarse en su espritu de revolucionario, en la ma-nera como se para frente a la rea-lidad, en la forma como programa todo su quehacer diario. Ms con-cretamente todos estos pensamien-tos camilistas nos servirn segura-mente para leer crticamente los dilogos de paz de la Habana, para evaluar nuestros grupos, comunida-

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des y organizaciones, y sobre todo, los cristianos de Cali y de otros sectores aledaos, nos sentiremos tocados por esta forma que tena Camilo de enfocar todo el proyecto liberador que lo apasionaba.

La pregunta entonces para los cristianos ser sobre la voluntad que nos asiste de apoyar, fomentar y di-vulgar la consigna por el restableci-miento de la Iglesia Popular o Iglesia que nace en el pueblo. Si de veras nos dejamos inquietar por todo este enfoque de eficiencia y llamado a ser consecuentes con la fe que te-nemos que nos exige vivir nuestro

compromiso, a construir Comunida-des Eclesiales de Base (CEBS) o a alimentar las que ya tenemos, a cua-lificarnos por el estudio constante en los grupos, a encontrarnos para intercambiar experiencias, en salir juntos a manifestar nuestro incon-formismo por todo lo que pasa en contra del pueblo.

Referencias bibliogrficas

Dussel, Enrique (1986) tica co-munitaria. Madrid - Buenos Aires: Ediciones Paulinas.

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Se busca en este segundo acpite poner a consideracin el pen-samiento de Camilo Torres respecto a la trasformacin social ba-sada, segn sus propias palabras, en la vivencia prctica del amor al prjimo. Grandes debates gener en su tiempo en la sociedad colombiana este llamado y, sin entrar a calificarlas, importantes ex-pectativas; parece clave visualizar en seguida diversos aportes a la comprensin de ese pensamiento que se volvi caminos y bsque-das esperanzadas, en medio de un pas que ha asistido a su frac-tura y desencuentro en la saga de violencias, exclusiones, despojos e injusticias.

Qu aportes pastorales hace Camilo a la trasformacin espiri-tual del pas? Qu aportes intelectuales y acadmicos sembr para el pensamiento social? Qu seales deja para una poltica conver-gente en un proyecto de paz y justicia social? Cules son los alcan-ces, limitantes, y potencias de su legado? Los ensayos que siguen van en camino de invitar a reflexionar sobre la mxima practica que nos dej Camilo respecto a la unidad en la diversidad; dejemos que fluya la lectura

de una bsqueda

esperanzada

SILUETAS

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Las convulsiones producidas por los acontecimientos polticos, religiosos y sociales de los ltimos tiempos, posiblemente han llevado a los cristianos de Colombia a mucha confusin. Es necesario que en este momento decisivo para nuestra his-toria, los cristianos estemos firmes alrededor de las bases esenciales de nuestra religin.

Lo principal en el Catolicismo es el amor al prjimo. El que ama a su prjimo cumple con su ley. (S. Pablo, Rom. XIII, 8). Este amor, para que sea verdadero, tiene que buscar eficacia. Si la beneficencia, la limos-na, las pocas escuelas gratuitas, los pocos planes de vivienda, lo que se ha llamado la caridad, no alcanza a dar de comer a la mayora de los hambrientos ni a vestir a la mayo-ra de los desnudos ni a ensear a la mayora de los que no saben, te-nemos que buscar medios eficaces para el bienestar de las mayoras.

Esos medios no los van a buscar las minoras privilegiadas que tienen el poder, porque generalmente esos medios eficaces obligan a las mino-ras a sacrificar sus privilegios. Por ejemplo, para lograr que haya ms trabajo en Colombia, sera mejor que no se sacaran los capitales en forma de dlares y que ms bien se invirtieran en el pas en fuentes de trabajo. Pero como el peso co-lombiano se desvaloriza todos los das, los que tienen el dinero y tie-nen el poder, nunca van a prohibir la exportacin del dinero, porque exportndolo se libran de la deva-luacin.

Es necesario entonces quitarles el poder a las minoras privilegiadas para drselo a las mayoras pobres. Esto, si se hace rpidamente es lo esencial de una revolucin. La Revo-lucin puede ser pacfica si las mino-ras no hacen resistencia violenta. La Revolucin, por lo tanto, es la for-ma de lograr un gobierno que d de comer al hambriento, que vista al desnudo, que ensee al que no sabe, que cumpla con las obras de caridad, de amor al prjimo, no so-lamente en forma ocasional y tran-

4 Tomado de Torres Restrepo, Camilo (1970) Cristianismo y revolucin (prlogo, seleccin y notas Maldonado, Oscar ; Oliviri, Guitemie; & Zabala, Germn). Mxico: Ediciones Era.

mensaJe a Los CrisTianos

Padre Camilo Torres RestrepoFrente Unido, No.1, agosto 26 de 19654

sitoria, no solamente para unos po-cos, sino para la mayora de nuestros prjimos. Por eso la Revolucin no solamente es permitida sino obliga-toria para los cristianos que vean en ella la nica manera eficaz y amplia de realizar el amor para todos. Es cierto que no haya autoridad sino de parte de Dios (S. Pablo, Rom. XIII, 1). Pero Santo Toms dice que la atribucin concreta de la autoridad la hace el pueblo.

Cuando hay una autoridad en contra del pueblo, esa autoridad no es legtima y se llama tirana. Los cris-tianos podemos y debemos luchar contra la tirana. El gobierno actual es tirnico porque no lo respalda sino el 20% de los electores y por-que sus decisiones salen de las mi-noras privilegiadas.

Los defectos temporales de la Iglesia no nos deben escandalizar. La Iglesia es humana. Lo importante es creer tambin que es divina y que si nosotros los cristianos cumplimos con nuestra obligacin de amar al

prjimo, estamos fortaleciendo a la Iglesia.

Yo he dejado los privilegios y de-beres del clero, pero no he dejado de ser sacerdote. Creo que me he entregado a la Revolucin por amor al prjimo. He dejado de decir misa para realizar ese amor al prjimo, en el terreno temporal, econmico y social. Cuando mi prjimo no tenga nada contra m, cuando haya realiza-do la Revolucin, volver a ofrecer misa si Dios me lo permite. Creo que as sigo el mandato de Cristo: Si traes tu ofrenda al altar y all te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja all tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcliate primero con tu hermano, y enton-ces ven y presenta tu ofrenda (S. Mateo V, 23-24).

Despus de la Revolucin los cris-tianos tendremos la conciencia de que establecimos un sistema que est orientado por el amor al prjimo.

La lucha es larga, comencemos ya...

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Tomo como pretexto para esta breve disertacin la relacin, fruct-fera, entre Camilo Torres y el pro-fesor Orlando Fals Borda, de ori-gen reformado, ms precisamente presbiteriano. Se conocieron en el ao 1956 con motivo de la tesis de licenciatura sobre Bogot que Ca-milo realiz despus de regresar de sus estudios en Lovaina. Tres aos despus Orlando invita a Camilo a ser parte de la fundacin de la Fa-cultad de Sociologa en la Universi-dad Nacional, all Camilo y Orlando profundizan en su relacin como colegas y como amigos. Ambos se preocuparon por hacer una socio-loga comprometida que los acer-c a los problemas ms serios de la realidad colombiana as como al fenmeno de la violencia, el conflic-to social y las luchas revolucionarias en ese momento crucial de la his-toria de nuestro pas.

El profesor Fals Borda se refiere as a esa poca: Al principio en la Facul-tad con Camilo queramos preparar buenos tcnicos que aportaran co-nocimiento y destrezas al proceso de desarrollo econmico y social. Que-ramos combinar teora y prctica, lo que nos fue llevando haca una crtica integral al desarrollismo, que era la ideologa dominante. Empezamos a hablar de ideologa del compromiso de los cientficos sociales y naturales. Un trabajo con las capas medias y ba-jas, vctimas de un desarrollo desenfo-cado. De entonces a ac, esa tenden-cia a la clarificacin del compromiso, llev peculiarmente a dos vertientes: una qued en la universidad, la de los marxistas tericos; y otra, que aban-don la universidad, nos declaramos comprometidos, marxistas prcticos. Esto oblig a los intelectuales de esta ltima etapa a desarrollar sus propias metodologas, distintas a las aprendi-das en la universidad. Surge de ah, la metodologa hoy muy conocida de investigacin-accin-participativa (Prez, 1996:141).

5 Profesor Universidad Bautista, miembro de la Mesa Ecumnica por la PAZ. [email protected]

CamiLo Torres Y orLando FaLs Borda.

dos PiLares en La HisToria CoLomBiana

Mg. Roberto Caicedo N.5Encuentro de la Mesa Ecumnica por la PAZ

Febrero 18 del 2015

En otro lugar nos dice el profe-sor: A Camilo le debo grandes mo-mentos en el desarrollo de mi vida en mi vida intelectual y en mi vida poltica, l marco muchas de las de-cisiones que yo tom en mi expe-riencia universitaria. l y yo iniciamos la primera Escuela de Sociologa en Colombia y la primera Facultad en Latinoamrica; entonces, era muy raro ver a un cura catlico y a un hereje protestante (citado en Cas-tillo y Prez, 2010: 60).

En un momento de la vida del profesor Fals Borda cuando, por presiones de la jerarqua eclesial y poltica del momento, se busc su salida de la Universidad a raz de un estudio sobre la educacin en Colombia que no les gust, Cami-lo fue quien intervino a su favor y busc la forma de que se quedara con el apoyo del Cardenal Concha Crdoba. As lo comenta el propio Fals Borda: Camilo Torres dijo al Cardenal Concha Crdoba que no estaba de acuerdo con lo que que-ran hacerme y que la nica manera de evitar que me sacaran era que fuera y me bendijera y tambin a la Facultad. El cardenal acept y por primera y ltima vez un prncipe de la iglesia se hizo presente en la Uni-versidad Nacional y me bendijo. Ese gesto del cardenal Concha Crdo-ba salv mi puesto en primer lugar y en segundo lugar dio un ejemplo de ecumenismo en Colombia como nunca se haba visto. Eso fue antes

del Vaticano II, y Camilo Torres fue el gestor de este hecho (Citado en Castillo y Prez, 2010: 61).

La relacin entre Camilo Torres y Fals Borda nos deja ver varias en-seanzas para la construccin de un dilogo catlico-protestante y el com-promiso con una realidad tan conflic-tiva como en la poca en que vivieron.

Nos mostraron que el ecume-nismo es posible, pero qu tipo de ecumenismo?, pues aqu dos tradiciones se encuentran a par-tir de la preocupacin y el com-promiso social. La experiencia nos ha mostrado que es mas factible la vivencia de este ecu-menismo desde la base de las iglesias, desde una Iglesia Popular, que desde las jerarquas, donde muchas veces el ecumenismo se ritualiza. Para esto es necesa-rio trabajar por una perspectiva y conciencia ms amplia de ser iglesia y ser pueblo.

La relacin entre academia y cambio social no slo es posible sino necesario. Ambos mues-tran cmo se puede vincular el rigor investigativo y acadmico con el trabajo de conciencia y transformacin social y comu-nitaria. Su trabajo como soci-logos estaba inmerso en la vida de las comunidades campesinas, obreras y de sectores margina-dos del centro de poder.

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El compromiso poltico (revolu-cionario) puede ser alimentado desde la fe. Tanto Camilo como Orlando nos muestran cmo una fe cristiana comprometida y un deber eclesial no necesaria-mente nos tiene que marginar y aislar de un compromiso social y poltico transformador, subalter-no, proftico y liberador. Aunque toman diferentes caminos en el desarrollo de ese compromiso y en sus luchas, ambos nos mues-tran un horizonte de trasforma-cin social alimentado desde la fe y las convicciones, por una conciencia cristiana. El modelo de Jess, profeta, altamente vin-culado con la transformacin de su realidad y su entorno (com-promiso poltico) es fundante y se convierte en una fuerza que les impulsaba a continuar a pe-

sar de ser marginados y luego perseguidos por la institucionali-dad y el poder hegemnico, tan-to eclesial como poltico.

Hoy vemos en el ejemplo y le-gado de estos dos hombres cristia-nos e intelectuales un baluarte y un desafo en la construccin de una sociedad mejor y de una iglesia real-mente popular.

Referencias bibliogrficas

Prez, Gustavo (1996) Camilo Torres Restrepo. Profeta para nues-tro Tiempo. Bogota: Indo American Press Service.

Castillo, Gonzalo & Prez, Isay (2010) La Influencia Religiosa en la Conciencia Social de Orlando Fals Bor-da. Barranquilla: Corporacin Uni-versitaria Reformada.

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introduccin

Camilo es nada, para quien no lo viva (Guzmn, 1967: 1). Conoc a Camilo siendo joven, gracias a que tuve la oportunidad de participar en una experiencia piloto de educa-cin popular motivada en la Teologa de la Liberacin, a travs de la cual me acerqu a los pobres y su mun-do, siendo transformado por ellos, no slo en mi forma de pensar, sino tambin de hacer y sentir. Desde entonces, Camilo hace parte de mi vida, no como un cono sino como un referente de coherencia que me motiva permanentemente a ser cada vez ms un mejor ser humano. Du-rante ms de treinta aos he podido constatar el miedo y espanto que ha suscitado y an suscita Camilo entre la clase dominante de la sociedad colombiana; pero a la vez, lo que ha significado y significa en tanto fuerza transformadora para muchos jve-

nes, campesinos, obreros, estudiantes, y comunidades cristianas, que movi-dos por su ejemplo y palabra, no se resignan a doblegarse ante el mpetu avasallante del capitalismo en su ver-sin globalizadora neoliberal.

Pero qu tiene de especial la praxis de Camilo que logra tras-cender las fronteras de Colombia, generando tan dismiles compor-tamientos y actitudes en quienes se acercan a l? A continuacin in-tentar aproximarme a una posible comprensin de esta pregunta, a partir de poner en dilogo y con-tradiccin distintas visiones que se han planteado al respecto. Para ello, tomar como base un rastreo de prensa que realic hace unos aos sobre la manera como los medios de comunicacin y personalidades de la poca registraron y narraron la praxis de Camilo Torres Restre-po, antes y despus de su muerte en combate. Posteriormente, har una reflexin crtica sobre el sen-tido e importancia que reviste la praxis de Camilo en nuestro con-texto actual.

6 Profesor de la Facultad de Educacin de la Universidad de Antioquia.

La PraXis de CamiLo Torres resTrePo: ms Que un smBoLo

una eXPerienCia TransFormadora Para Quien Lo ViVe

Hader Caldern Serna6

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La praxis de Camilo: diversas posturas

y valoraciones sobre su impacto.

Tanto sus bigrafos como la prensa tradicional de la poca coin-ciden en reconocer que la praxis de Camilo Torres Restrepo gener simpatas y apoyo en amplios sec-tores de la poblacin colombiana. Sin embargo, se diferencian a la hora de hacer las valoraciones de lo que signific el impacto de esa praxis en nuestra sociedad. Camilo ha sido la persona que mayor vo-lumen de masas ha movilizado en Colombia, superando incluso, en muchos aspectos, al mismo Jorge Elicer Gaitn:

Sin millonadas consumidas en propaganda; sin muros de toda ciudad y villorrio empapela-dos con el retrato del jefe de turno; sin sondeos tcnicos de opinin adelantados por espe-cialistas forneos; sin cadenas radiales contratadas a alto pre-cio, Camilo es el hombre que mayor volumen de masas ha movilizado en los ltimos tiem-pos. Por una razn sencillsima: Exista una correlacin adecua-da entre su honestidad polti-ca y la honestidad del pueblo (Guzmn, 1967: 83).

Una respuesta tan espontnea del pueblo no se haba visto en Colombia, en lo que va del siglo, sino el caso de Gaitn. Sin medios de propaganda, contra la prohibicin legal de manifestaciones pblicas, con las fuerzas represivas listas a aprovechar y an a suscitar desrdenes, y sin las cualidades oratorias de aquel otro lder, Camilo llen todas las plazas del pas con millares de oyen-tes que encontraron en sus exposiciones claras, fuertes y reales, los caminos necesarios para dar a su vida cotidiana una interpretacin consecuen-te. Su nico discurso, repetido en todas partes, estuvo enca-minado hacia un razonamiento cientfico que llegaba al pueblo para democratizar la cultura. Todos lo recordamos: penetr en la entraa viva de nuestra nacionalidad. Su pensamiento se dio en la simplicidad de la palabra y en la fuerza de su repercusin, aportando en su sencillez, el logro poltico ms importante de la historia de Colombia El ascenso de Ca-milo a la clase popular fue tan real, tan firme y seguro, que all se qued y por mucho tiempo, como smbolo de su realidad y de sus aspiraciones (Maldo-nado; Oliviri & Zabala, 1970: 17-18).

Al hacer un rastreo documental a la informacin aparecida en el peri-dico El Tiempo antes y despus de su muerte, llama poderosamente la atencin que mientras a los repre-sentantes de la clase dominante les resultaba increble e inaceptable lo que haca Camilo y quienes se ha-can llamar simpatizantes de su mo-vimiento Frente Unido, a amplios sectores de la poblacin colombia-na, especialmente de la clase popu-lar y de las universidades estatales les suscitaba caminos de identidad y unidad, porque se sentan recogidos y expresados en sus planteamientos y en sus acciones.

Mientras Camilo Torres estuvo colaborando y participando en ar-mona con todas las instancias del poder burgus, fue siempre visto como una persona de altas dotes in-telectuales y un autntico ministro de Dios por la clase dominante: Se distingui por el brillo de su inteli-gencia, por su celo apostlico y por el sentido social que quiso dar a su tarea evanglica era un autntico ministro de Dios (El Tiempo, 18 de febrero de 1966: 4).

Camilo desarroll su praxis polti-ca en un momento histrico caracte-rizado por la confrontacin abierta y frontal entre pases socialistas (Este) y pases capitalistas (Oeste), por el avance de procesos y luchas de li-beracin nacional (Vietnam), y por el triunfo de opciones polticas po-

pulares y revolucionarias (Cuba). En Colombia, por su parte, se viva un momento de alta conflictividad social:

La economa colombiana iba de mal en peor; se multiplicaba el n-mero de huelguistas; el presidente Valencia solicitaba del Parlamen-to facultades especiales para no perder el total control del pas; y los mtines de Camilo seguan debilitando la autoridad moral del gobierno, ya que tenan la virtud de movilizar a las masas, hacien-do caso omiso del estado de sitio (Broderick, 1977: 310).Esto llev a Camilo a proclamar a

viento y marea que la revolucin era una realidad inminente, lo cual pro-voc que la clase dominante enfila-ra sus bateras contra Camilo para tratar de desmontar su movimiento y desprestigiarlo antes los distintos sectores de la sociedad colombiana.

Camilo Torres desarroll inten-samente su accin poltica abierta de masas, sobre todo entre junio y octubre de 1965 despus de so-licitar su reduccin al estado laical y antes de irse al monte para vin-cularse directamente a las guerrillas del ELN. Pero su praxis fue de tal arraigo en los sectores populares, y de tanto impacto en la clase domi-nante, que an despus de l mis-mo silenciar voluntariamente su voz al clandestinizarse en las montaas, su accionar y su pensamiento con-

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tinuaron sintindose por todos los rincones del pas mucho despus de su muerte.

Sus detractores hicieron hasta lo imposible para confrontarlo y minimizar el impacto de su praxis. Inicialmente, pusieron en duda su capacidad para convencer y llegar a las masas por fuera del hbito y de lo