cuando solo eramos1
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Cuando solo eramos melilleneses pero no españolesTRANSCRIPT
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Por ZIYYAN AHFID
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Í N D I C E
TITULO PAGINA
EN MI CASA NO HABÍA NI RADIO NI TELE (1)
4
EL PADRE: "MIZZIAN"
7
CÓMO APRENDÍ A LEER
11
EL VICENTE PUCHOL
13
GRANADA (1)
16
GRANADA (2)
19
COMO ME CONOCÍ
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PRESENTACIÓN.
Mi buen amigo y colaborador Ziyyan Ahfid, nos presenta hoy una nueva e interesante sección,
que desearíamos algún día culminase en un libro. Sin duda, merecería la pena. Creo no equivocarme si
digo que Ziyyan es un buen Amazigh, un buen Melillense y un buen Español, a pesar de que esta última
condición le fue negada durante años. Es autodidacta en sus conocimientos y enorme cultura, la
cultura de la vida. Además, el cree en Melilla, apuesta por el conocimiento y divulgación de la cultura
amazigh, dentro de una ciudad donde la educación y formación sea nuestro principal proyecto.
Esta sección para muchos será una sección de recuerdos. Para otros, entre los que me
encuentro será una sección que nos permitirá conocer mejor a nuestra ciudad, pues nos presenta esa
otra ciudad que no conocimos, estaba ante nuestros ojos pero no la mirábamos, ya es hora de que
empecemos a conocerla.
Por esto porque Ziyyan nos enseña a recordar o conocer nuestra ciudad, nuestro mejor y
cariñoso agradecimiento.
Finalmente y repitiéndome, ojalá, que estos artículos puedan algún día ser un libro sobre como
se vivía en la Cañada, y sobre todo, ojalá que nos ayuden a entender la Cañada, el barrio de Ziyyan.
Recibe amigo Ziyyan mi apoyo y de nuevo mi agradecimiento.
MELILLA Y LA CULTURA AMAZIGH
23 DE NOVIEMBRE DE 1985. LAPOBLACIÓN RIFEÑA DE MELILLA
REIVINDICA SU DERECHO A SER ESPAÑOLES
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EN MI CASA NO HABÍA NI RADIO NI TELE (1)
En mi casa no había radio ni tele, no había ni luz eléctrica. Para
guisar mi madre tenía que ir a recoger leña a los pinos, el agua tenía que
acarrearla sobre sus espaldas en un cántaro desde el pozo comunitario,
porque en La Cañada solo había chumberas y gatos. Muchos gatos, y
gracias a ellos no había ratas. Las chumberas se tragaban toda la basura
del barrio, porque allí no había recogida de basuras, eso era un privilegio
del que disfrutaban solo los ciudadanos de Melilla.
Todos nos alimentábamos de pescado. Los hombres trabajaban
en los barcos y en el muelle y
las mujeres en los saladeros, y
siempre había pescado en
todas las casas, y es por ello
que eran los gatos los mejor
alimentados, porque vivían en
las chumberas y se
alimentaban de las cabezas de
pescado. Cuando las mujeres
arreglaban el pescado,
arrojaban el contenido de la
palangana con los restos de
pescado a las chumberas y allí
dentro se escuchaba a los
gatos pelear.
Nuestra casa estaba
situada en el mismo corazón
de la Cañada de la Muerte, el
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barrio más marginal de la ciudad de Melilla, y en su parte más conflictiva, donde la falta de escolaridad era
la asignatura más elevada entre sus jóvenes. La casa, una pequeña vivienda hecha de piedras y barro,
serpenteando la pequeña casa, un camino de apenas un metro de ancho, paso obligado de muchos
vecinos. El color verde aceituna de la puerta hecha con cuatro tablas y tres traveseras, resaltaba sobre el
fondo blanco de las paredes blanqueadas con cal. En la fachada una pequeña abertura de, apenas, unos
centímetros de diámetro, era la ventana. Dos hierros sin pintar en forma de cruz, sirven de reja, y una tabla
de madera se colocaba desde el interior para impedir la entrada a los gatos. La casa, con un patio de
apenas dos metros cuadrados, donde un agujero en el centro hace de desagüe. En un rincón encima de
una caja de madera descansaba siempre un barreño de latón
en cuyo interior reposaba la tabla de lavar. Había una
habitación en el lado izquierdo de la entrada de unos seis
metros cuadrados que era la cocina.
En un rincón de la cocina había un anafre de barro.
Encima se colocaba una gran tetera de aluminio que se usa
para calentar el agua que se usa para las abluciones y la
higiene personal, al lado, un cubo de latón lleno de agua
limpia tapado con una tabla redonda. En el mismo rincón
había un agujero más pequeño que el del patio por donde
sale el agua de lavar los cacharros y el agua de las abluciones,
que, en el exterior recoge una especie de arqueta hecha en el
suelo y rebozada con cemento, que luego es recogida en un
cubo para verterla después en las chumberas que hay a
escasos metros de la casa. Una tabla asentada sobre dos
cajones era la estantería donde dos platos una cuchara tres
vasos y una cazuela formaban el mobiliario de la cocina.
Cuando ya teníamos luz eléctrica, allá por el año 65. En el techo de cañas colgaba una bombilla
de un hilo, que, cuando se encendía, reflejaba extrañas sombras en las paredes de la habitación.
Enfrente de esta habitación, otra un par de metros más grande, sobresaltando en su decoración los
maderos que soportaban el techo, cuyos colores eran diferentes entre sí. Al fondo y a media altura
otro madero estaba empotrado de lado a lado de la habitación a poco más de media altura, que se
usaba para Colgar las mantas y la multicolor alfombra rifeña de lana. Ta3rawt.
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Antes de adentrarnos en las vivencias de Ziyyan Ahfid. Conozcamos a su padre.
*********************************************
MIZZIAN(*) Recuerdo a mi padre como un mutilado
de la guerra con tres hijos pequeños y un bebé,
y una miserable paga de apenas unas
pesetas, después de más de veinte años
de servicio a la patria, con dos heridas, y
dos medallas, y mucho sufrimiento por
culpa de una cruel guerra lejos de sus
campos y sus montes rifeños. Orgulloso,
Mizzian, me mostraba el carné de
militar retirado, donde se podía leer.
El titular del presente carné,
ingresó voluntario en el Ejército
Español. En 20 de Marzo de 1933. A la
edad aparente de 19 años. Y pasó a la
situación de retirado en fin de Mayo de
1955 ( D O nº 119 ) llevando 18 años 3
meses y 18 días de servicios efectivos, y
.......años....8 meses....y 26 días de abonos
de campaña. Melilla 23 de Julio de 1964.
Firmado: Tte Coronel Mayor
Mizzian, mi padre, a veces me mostraba
las cicatrices que le habían dejado las heridas
producidas durante la guerra, y me enseñaba
las medallas, relacionando cada medalla con
una herida, mientras me contaba alguna batalla
entre calada y calada de un pitillo de picadura
liado a mano, parándose de vez en cuando para
toser.
_Tu tío y yo, estábamos merodeando por
los alrededores del campamento a escondidas
de los oficiales, que estaban entretenidos
charlando mientras la cazuela que habían
preparado se cocía a fuego lento. Los oficiales
estaban tan entretenidos que tu tío, no lo dudó
un instante y haciéndose con la marmita que le
quemaba las manos, salió corriendo y yo detrás
de él. Entramos en una nave derruida. Una
especie de almacén abandonado. Buscábamos
un lugar seguro para comer.
HISTORIAS DE CUANDO ÉRAMOS MELILLENSES
PERO NO ESPAÑOLES. (2)
Por Ziyyan Ahfid
Tropas del tabor de Regulares desfilan aplaudidas por la calle
Principal de Melilla, entonces Avda. del Generalísimo. Los oficiales
que van al frente son también de origen Amazigh. Probablemente al
frente vaya el que llegó a ser general Mizzian del ejército español y
posteriormente del ejército marroquí. Nada que ver con Mizzian el
padre de Ziyyan
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En un rincón de la
nave había un montón de
carbón de leña, de donde
asomaba una bota que parecía
nueva. Yo tiré de la bota que se
movió con violencia y de
debajo del montón de carbón
apareció un hombre que
levantando las dos manos
rogaba que no le matemos.
Nos pusimos en guardia y
apuntamos con nuestras
armas a aquel hombre. Era un
rojo.
_Callar, callar. Le
dije yo. Tu tío se asomó y vio
que en el campamento todo
seguía tranquilo, mientras yo seguía apuntando
a aquel rojo, que parecía haberse calmado un
poco. Hicimos salir a aquel hombre por el lado
contrario de donde estaba el campamento
indicándole la dirección que debía seguir sin
hacer ruido. Después nos comimos el contenido
de aquella marmita y regresamos al
campamento ocupando nuestro sitio sin
levantar sospechas. Tu tío era un tipo muy
apañado y no tenía miedo de nada.
Si de algo estaba orgulloso
Mizzian, era de haber sido un buen asistente,
además de saberse el Cara al Sol. Lo que yo no
comprendí nunca, es porque después de 22
años en el ejército nunca le enseñaron a hablar
el español. Sin embargo cantaba un
perfecto Cara al Sol.
Un día encontré un pedazo de
alguna revista y comencé a leer en voz
alta, una (recitación), que, era como se
denominaban todos los textos con rima.
Mi sorpresa fue al oír a mi padre recitar
conmigo de memoria. Esa recitación era
el Cara al Sol.
Murió mi padre tosiendo
por la picadura que le consumió junto
con el resto de metralla que conservó
durante toda su vida dentro del pecho y
los brazos. Cosa de la que al parecer él
se sentía orgulloso, pues yo le notaba
cierto brillo en los ojos cuando me colocaba los
dedos encima de las heridas para que pudiera
palpar la metralla que conservó dentro de su
cuerpo hasta el final de sus días.
Guerra civil española 1936-39, tabor de regulares al
oeste de Madrid
Fuerzas regulares franquista del tabor de regulares avanzan hacia Castellon en
formación de guerrillas (julio de 1938).
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_Esto fue en la batalla del Ebro. Y
esto de aquí fue en Talavera de La Reina.
Me explicaba.
_ ¡OH! Papá, ¿tú has estado en
España? Preguntaba yo. Y es entonces
cuando se le borraba aquel brillo de los
ojos y una mueca de amargura se
dibujaba en su rostro lleno de arrugas, y
se le inflamaba el bulto que tenía en la
frente semejante a un cuerno, que le
causó el derrumbe de la mina en
Sotolazar, donde trabajaba excavando,
después de haber ganado la guerra.
Impotente, sin fuerzas para realizar
cualquier actividad, vivió el resto de sus días
amargado. No hay mayor amargura que la de
aquel cuyo espíritu supera en fuerzas y
voluntad su cuerpo.
“_El coronel Castro, es hijo del general
Castro, yo era el asistente del general, su padre,
cuando él era aún un niño, por eso ahora el
coronel me ayuda con medicinas para esta
terrible tos, que me producen los restos de
metralla que aún tengo en el pecho.- Yo lo
llevaba cuando era pequeño al colegio. Ahora es
un buen médico y es un gran oficial, es de tu
misma edad. Tú también podrías haber sido un
buen médico, si hubieras podido ir al colegio”.
Le dijo una vez mi padre a mi hermano mayor.
Pero murió después de sufrir toda la
vida, de una bronquitis crónica. La única música
que se ha oído en casa mientras éste duró. Fue
una terrible tos. Murió rodeado de unos
harapientos muchachos y de una extrañada
viuda. Tuvo dos momentos en su vida. El de la
tristeza de haber nacido, y tener que esconder
sus lágrimas en el rincón más apartado de su
alma, para mostrarse orgulloso de haber sido
un héroe antes de perder la salud en la lucha
del pueblo español, queriendo justificar que no
siempre fue un inválido. Y el de la alegría de
que existiera la muerte que libera al hombre de
la miseria, de la esclavitud y de la ignorancia, a
la que somete la opresión, el olvido y el
desprecio.
(*) Nota aclaratoria del autor sobre el
sobrenombre de "Mizzian: Mizzian no es nombre
propio, el nombre sería Muh amezyan, o
Tabor de regulares formado para el pase de revista.
Soldado rifeño del tabor de regulares. Ejército
español
Quizás una
foto para el
recuerdo,
cuando aún
pensaban en
un futuro
prometido...
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Mohamed el pequeño. "Muh" diminutivo de Mohamed y "amezyan" que significa pequeño o menor. En
muchas casas del Rif donde había más de una esposa y, como son las mujeres las que elijen nombres a
sus hijos, pues si la primera tiene un Mohamed, la segunda o tercera no puede ser menos y también
llama mohamed a su hijo, así el primer Mohamed pasa a llamarse Muh ameqran y el menor Muh
amezyan.
11
Ziyyan continúa contándonos sus
historias vividas. En este relato nos muestra las
vicisitudes de su infancia, en medio de éstas, él
empieza a aficionarse a la lectura, la lectura de
tebeos. Su afición a los tebeos y sus amigos más
mayores le van a ocasionar una buena trastada.
Ziyyan no debía de tener más de 10 años.
Veamos su historia.
COMO APRENDÍ A LEER
De pequeño, siempre he soñado que era
el hombre invisible, a veces lo hacía despierto.
También, que tenía poder para atravesar
muros. Me hubiera gustado haber sido invisible
aquel día que volví al lugar del crimen al día
siguiente de haberlo cometido, y que, aquel
policía municipal no me hubiera visto y, así no
me habría perseguido por todo el Rastro hasta
acorralarme en aquella casa de comidas donde
yo intenté esconderme.
Allí me ató las manos a la espalda con mi
cinto y me subió al autobús, (C.O.A) con
dirección a mi barrio para que yo le indicara el
domicilio de mis cómplices del crimen, entre los
que se hallaba el que me delató.
Yo, ya había experimentado miedos, pero
este nuevo miedo me era desconocido hasta esa
fecha. Había pasado miedo cuando hacía alguna
travesura y sabía que mi padre estaba enterado.
También cuando estaba frente a alguien mayor
que yo, cuando el otro, estaba en posición de
agredirme, o, cuando se me hacía de noche en
Melilla y tenía que pasar por la cuesta que hay
entre el Zoco y la Cañada junto a las chumberas,
donde habitaban los fantasmas y los demonios.
No, este nuevo miedo no se parecía en
nada a los otros, por eso no sabía reaccionar
ante él. Ignoraba lo que iba a pasarme. Pero no
dudé ni un instante, cuando supe que al policía
no le interesaba solo yo. No lo dudé porque mis
cómplices eran un año, mayores que yo. Yo los
delaté a los tres. A los dos que me habían
ordenado robar aquella caja de tebeos y al que
me los había ganado apostando a las cartas.
Aunque éste no había participado en el robo.
Me dio tanta rabia que me los ganara, que creí,
era justo implicarlo. Pero a él no lo detuvieron.
Solo tuvo que devolver los tebeos.
Cuando aquel policía municipal, que me tenía
bien agarrado por el brazo, y las manos atadas a
la espalda, me llevó a mi casa atravesando
conmigo todo el barrio, quise morirme de
vergüenza.
Ziyyan Ahfid
HISTORIAS DE CUANDO ÉRAMOS MELILLENSES
PERO NO ESPAÑOLES. (3)
Por Ziyyan Ahfid
12
Hay una
costumbre que
aún se sigue
practicando en la
Cañada de Hidum,
y, es, que cuando
allí llega la policía,
los niños y
mujeres forman
coros a su
alrededor, y todos
se enteran de
todo.
Así es como,
cuando yo, a la
edad de ocho años
entré por primera vez en la cárcel. Aunque
aquel lugar lo llamen EL REFUGIO, para mí, eso
era la cárcel…….
La historia debió transcurrir en la primera mitad de la década de los sesenta, cuando los niños aún inventaban su juegos y juguetes.
Foto del Rastro, probablemente de una época cercana a la historia de Ziyyan, los puestos en el
suelo con toda clase de mercancías era una característica de este mercado.
13
Continuamos con las vivencias de Ziyyan,
con las que pretendemos conocer un poco
mejor a Melilla, y sobre todo al barrio de la
Cañada, comprender para entre todos mejorar...
EL VICENTE PUCHOL
Era una tarde de septiembre caluroso del
año 1969. El asfalto se derretía y se pegaba a las
suelas de los zapatos.
Merodeaba yo sin
rumbo ni planes por
aquella zona entre el
Zoquillo y la Cañada
cuando hizo aparición
Mohand. Kid Rifeño
era su nombre de
guerra cuando se
enfrentaba a algún
aficionado como él en
el cuadrilátero para
pegarse de ostias por
unas 200 pesetas, y
llenar la plaza de toros de Melilla. El Rifeño,
*(bajaba) desde La Cañada de la Muerte a
Melilla. *(centro de la ciudad), y cuando nos
encontramos, me dijo:
_Voy a colarme en el
barco de Málaga. ¿Te
vienes conmigo?
Yo no tenía nada que
hacer y le contesté.
¿Por qué no?
*(Nosotros nunca
íbamos de la Cañada al
centro. Nosotros
bajamos de la Cañada
a Melilla)
El Rifeño, tenía
tres oficios. Era boxeador amateur, repartidor
HISTORIAS DE CUANDO ERAMOS
MELILLENSES PERO NO ESPAÑOLES (4) Por Ziyyan Ahfid
LA CAÑADA
14
de pan y limpiabotas. Contaba él por aquel
entonces, 18 o 19 años, y yo unos quince. Los
dos éramos menores de edad. Por aquel
entonces nos hacíamos adultos a los veintiún
años.
Estuvimos acechando a la hora de la
llegada del barco desde Málaga. Y fue mientras
los pasajeros desembarcaban, cuan-do nosotros
subimos a bordo. Una vez dentro del barco nos
metimos en un bote salvavidas y no salimos de
allí hasta que el barco hubo llegado al puerto de
Málaga. Cuatro horas de espera en el muelle de
Melilla, mas ocho horas de travesía.
Tuvimos la mala
suerte de escoger
el bote donde
había muchos
hierros y tornillos.
Pero nos
alegramos de
haberlo
conseguido a la
primera. No
conocíamos el
barco por dentro ni
sabíamos cómo
funcionaban las
cosas. Por eso
decidimos no salir
hasta llegar a nuestro destino. Ya de madrugada
del día siguiente, nos asomamos tímidamente
para ver qué pasaba. Se divisaba el puerto de
Málaga y había mucha gente asomada en
cubierta, viendo acercarse hacia ellos la ciudad
de Málaga.
Justo debajo de nosotros un guardiacivil
vestido con su uniforme reglamentario era
nuestra mayor preocupación. Teníamos que
abandonar el bote que estaba colgando por
encima de la cabeza de aquel guardia civil. El
barco estaba ya atracando en el muelle y el
guardia civil allí sin moverse, sigilosamente uno
después de otro nos deslizamos por un tubo
yendo a parar a los pies de aquel guardia civil,
éste continuaba de espaldas sumido en sus
pensamientos. Pero, era la primera vez que nos
subíamos a un barco de pasajeros y no
sabíamos cómo funcionaba aquello. Cuando
bajamos por la escalerilla y pisamos tierra,
quisimos desaparecer yendo en sentido
contrario al del resto de pasajeros, pero había
un vallado y un agente de paisano, nos dijo que
deberíamos seguir al resto de pasajeros.
Pensamos que allí acababa nuestra aventura,
porque hemos visto que en Melilla, a los
Marroquíes que desembarcaban procedentes
de Europa, se les
retenía el
pasaporte y se le
entregaba en la
misma aduana que
hay en el puerto de
Melilla. Creímos
que en Málaga se
hacía igual. Delante
de nosotros iba un
argelino con una
familia numerosa.
Un hombre alto y
su mujer, él
ataviado con el
típico turbante amarillo que se usaba en
Argelia. Detrás de él iban media docena de hijos
de todas las edades y género. Nos colocamos
detrás de éstos como si fuésemos de la misma
familia. Esperamos pacientes hasta que le
registraron el equipaje y continuamos detrás de
los chiquillos hasta abandonar el puerto.
En mi bolsillo, yo tenía un duro( cinco
pesetas) y el Rifeño 16 duros (ochenta
pesetas). Lo primero que hicimos fue ir a un
estanco, comprar 2 sobres, sellos y papel. Yo
escribí dos cartas. Una para la madre del Rifeño
y otra para mi padre. Lo de escribir y leer era
VICENTE PUCHOL
15
tarea mía. Además yo era un experto
escribiendo cartas. De hecho, ese era mi oficio.
Y fue así como me aficioné a escribir. En los
años sesenta, la mayoría de nuestros vecinos de
la Cañada eran emigrantes en Europa. Entonces
los emigrantes se iban solos, quedando aquí sus
mujeres e hijos. Holanda, Bélgica, Francia,
Alemania, España. Éstos eran los países que
preferían nuestros vecinos. Entre las mujeres
de los emigrantes estaban mis tías, y por eso de
ser familiar venían a casa cuando recibían carta
y porque ningún otro había sabido leerla. Así
fue como me hice conocido en todo el barrio.
Leía cartas en árabe, español y tamazight con
caracteres árabes y latinos, y les contestaba a
cada uno en la misma forma que escribían, o
hacían que les escriban. Estos hombres
recomendaban a sus mujeres que me busquen a
mí para escribir sus cartas. Cuando las mujeres
recibían dinero y me llamaban, siempre había
una buena merienda, y algunos duros para el
cine Goya que echaban sesión doble y costaba
medio duro la entrada. Cuando echaban alguna
película de aventuras, de gladiadores o algún
western, o Tarzán, íbamos todos juntos los de
nuestra edad, y cuando salíamos, regresábamos
al barrio corriendo, gritando, imitando a los
héroes de las películas. Si era de romanos todos
nos armábamos con espadas de cartón. Si del
Oeste, nos tiroteábamos con los dedos hasta
llegar al barrio. Si era un muermo de película,
rompíamos las bombillas de las farolas a
pedradas.
Al principio las mujeres me redactaban lo
que querían decirles a sus maridos, que muchas
veces era muy poco. Lo más principal, era decir
que manden dinero, o, cantidad de dinero
recibido. Yo extendía un poco más la carta. Ya a
partir de entonces, solo me indicaban la
cantidad de dinero, el resto lo ponía yo de mi
repertorio que ya tenía para éstos casos.
Aprendí así a escribir Tamazight en otros
alfabetos. No conocía yo el Tifinagh, ni su
existencia. Así es como me aficioné a la
escritura. Aprendí a leer con los tebeos y a
escribir con los emigrantes. Pero ahora yo soy
el inmigrante. Estoy con Rifeño en Málaga y
solo tengo un duro.
Dimos unos cuantos paseos por la
ciudad, sin alejarnos mucho del puerto.
Tuvimos la suerte de encontrar un mercado de
frutas y verduras en los alrededores. El Rifeño
era muy hábil, y en una vuelta por el mercado,
éste se había hecho con un par de piezas de
fruta. Comer cualquier cosa aplaca el hambre.
Pasamos la primera noche debajo del puente
que hay en medio de la ciudad, desayunamos
fruta del mercado y pasamos la segunda noche
cerca del campo de la Rosaleda. Cerca de allí
había una fuente de agua pública donde nos
lavamos y bebimos. Comimos fruta del mercado
el tercer día, el curto y el quinto, durmiendo
cerca del campo de futbol y cerca de la fuente
de agua y del descampado para hacer nuestras
necesidades. A veces el Rifeño encontraba
dificultades para hacerse con alguna fruta y
pasamos todo el día con hambre.
ZIYYAN AHFID
16
En la anterior entrega Ziyyan y el Rifeños embarcados clandestinamente en el Vicente Puchol llegan a
Málaga. Después de pasar unos días deciden ir a Granada..... Era 1969 Ziyyan tenía 15 años.
GRANADA (1)
…Al cuarto día de salir de Málaga, llegamos a
Santa Fe. Por fin, solo doce kilómetros más para
entrar en Granada.
El rifeño y yo íbamos a conseguir por fin
la re-reconquista de Granada, y por extensión
de Andalucia, donde seguramente descansen
los huesos de nuestros antepasados que
acompañaron a Tarik, y, si no, los que fueron
con Franco, que aunque murieron en España,
jamás resucitaron en África. Solo mi padre
murió por España y resucitó en África para
volver a morir por piedad.
Podíamos ser los descendientes del Rey
que expulsaron de aquí, le dije al Rifeño. Pero él
no sabía nada de historias ni de historietas. En
lo único que creía, era lo que veía. Recuerdo
que llegamos en un domingo, porque a la
entrada de la ciudad, vimos a un obrero que
estaba refrescando un techado de una obra al
cual nos dirigimos para preguntarle si
necesitaban peones. Él nos contestó que solo
era el guarda, pero que regresemos el día
siguiente lunes para preguntar.
Granada, tierra de nuestros antepasados. La
más bella de las ciudades. Una calle céntrica y
muy ancha, con cierto parecido a la alameda
que hay en Málaga pero con más historia y
cierto encanto. Estaba repleta de casetas en uno
de sus lados, arropadas todas ellas con árboles
que los cobijaban con una sombra maternal. Lo
más bello, era que las casetas estaban repletas
de dulces y frutos secos, que los dueños
ofrecían a los transeúntes a cambio de unas
monedas. Lo más cruel, era que nosotros
HISTORIAS DE CUANDO ERAMOS
MELILLENSES PERO NO ESPAÑOLES (5) Por Ziyyan Ahfid
Ziyyan, al fondo Monte "3efrún Iwardanen"
17
carecíamos de esas monedas. Aunque todo
aquello a la vista alegraba, a la otra parte del
cuerpo fastidiaba.
Continuamos calle abajo hasta dar con un
sitio donde tenía lugar una exposición de
material agrícola. Expuesta, había una caseta de
madera, elevada del suelo, justamente lo que
unos vagabundos necesitan. Cuando hubimos
reservado alojamiento, nos pusimos a buscar
un buen restaurante para satisfacer nuestras
necesidades alimenticias. Había un cubo de
basura junto a una ventana donde nos metimos
de cabeza rescatando unos mendrugos de pan
seco que nos hizo las delicias del día. Ya
repuestas las fuerzas, era hora de inspeccionar
nuestro pueblo. Cuando se hizo de noche,
regresamos al hotel con unos cartones bajo el
brazo y soñamos con nuestra Cañada de la
Muerte.
Por la mañana muy temprano, nos dimos
una vuelta por los alrededores. Vi que al Rifeño
le brillaban los ojos. Se había percatado de la
presencia de un colega suyo. Un repartidor de
pan, que había estacionado su triciclo junto a
una casa, se había llevado un saco con él para
subir a un piso, dejando el resto en otro saco
lleno de preciosas barras de pan caliente.
Cuatro barras, sacó el Rifeño del saco. Dos eran
para él y otras dos para mí. Ni siquiera en mi
casa en Melilla, jamás había yo disfrutado de
semejante abundancia. Dos barras de pan eran
suficientes para satisfacer las necesidades de
todo un día. Ese día fuimos felices. Al día
siguiente, estábamos esperando en una esquina
de la calle bendita.
Puntual llegó nuestro bienhechor a la
cita, y justo también fue el Rifeño. Cuatro barras
eran suficientes. También aquel día fuimos
felices, y el tercero también. Ya habíamos
recuperado fuerzas y descansado.
Se le ocurrió de repente al Rifeño. Como
todos sus proyectos. Decidió que para alcanzar
nuestra segunda meta, el recorrido deberíamos
hacerlo en bicicletas. Yo le dije:
_¡Tú estás loco, si robamos bicicletas, nos van a
meter en la cárcel. Pero antes de terminar mi
razonamiento, el Rifeño ya había escogido a su
primera víctima. Un chico entró en una
farmacia dejando su bici a la puerta. En un
santiamén, ya no estaba allí.
_Toma. Me dijo. Yo voy a buscar otra.
No pasaron más de diez minutos, cuando
lo vi pedaleando encima de otra bicicleta. Me
hizo señas con la mano y yo le seguí, pero
pronto lo alcancé y lo dejé atrás. Me gritó que lo
esperara. Cuando me alcanzó se agarró a mi
hombro y yo fui tirando de él, porque esa
segunda bicicleta tenía gastados los piñones y
la cadena giraba en falso. Así fue como llegamos
hasta la salida de Granada enfilando la
carretera de Murcia. En aquel lugar había, como
un jardín. Recuerdo un gigantesco Ficus donde
los dos paramos para estudiar el problema.
_Espérame aquí, yo vuelvo al centro, traigo otra
bicicleta en condiciones y nos vamos.
En cuanto el Rifeño hubo desaparecido de mi
vista, me alejé de la bicicleta la distancia que
creí necesaria y desde lejos observarla, por si
acaso. Empezaron a caer unas gotas de lluvia, y
me cubijé debajo del Ficus. Por mi mente
desfilaron toda clase de temores. Habían
transcurrido cinco minutos que se me
antojaron horas. Estuve unos diez minutos más,
pero no lo pude resistir. Me imaginé que habían
cogido a mi amigo robando la bicicleta y yo
debía ir en su busca. Así lo decidí y así lo hice.
Abandoné la bicicleta en el mismo lugar donde
la había dejado y emprendí el regreso al centro
de la ciudad a pie.
18
Estuve todo el día recorriendo la ciudad
de Granada. La lluvia estaba cayendo de manera
brutal. Yo estaba empapado hasta los huesos.
Cansado de buscar, me hice la siguiente
reflexión. “Esté donde esté, a la noche irá a
dormir al lugar de siempre” Estuve toda la
noche tumbado sobre los cartones que se
habían empapado y se deshacían debajo de mi.
El Rifeño no dio señales de vida, y aumentó mi
desesperación. Al amanecer quise enfrentarme
a la realidad y pensar en mi supervivencia.
Quise como habíamos hecho los tres días que
hemos estado juntos mi amigo y yo, ir en busca
del panadero para coger el pan de cada día.
Pero por muchas vueltas que di, no encontré el
lugar. Estuve todo el día sin comer nada. A la
noche regresé a la caseta de madera donde pasé
la noche temblando de frio, aunque era
septiembre. Estuve medio día rondando sin
rumbo por la ciudad, y ya desesperado tomé la
decisión de ir a la comisaría para que me
devolvieran a Melilla, que era lo que se hacía
con los indocumentados.
Pero, solo me llevan a Málaga, y yo, ya
había pasado una enorme semana en Málaga.
Puntual llegó el señor que me había
presentado aquella mujer, para que me
facilitase el viaje de regreso a Málaga. Cuando
había tomado el asiento dentro del autobús,
sentí una comodidad no acostumbrada. Los
asientos eran blandos.
Pero me embargó una gran tristeza. Una
mezcla de temor y decepción invadió todo mi
ser. Tristeza por hallarme solo. Decepción,
porque, era como un sentimiento de fracaso. Y
temor por la incertidumbre. Y aún no sé nada
de mi amigo El Rifeño.
Cafetín de la
Cañada de
la Muerte.
Año 1975.
19
Continuamos contando la Historia de un buen amazigh, buen rifeño, buen melillense y buen español, de uno de los muchos, muchos que hay en Melilla. Él es de la cañada conocer sus vivencias también nos ayuda a conocer el barrio y a sus gentes, a sus buenas gentes. La historia Granada 2ª parte es continuación de la contada en la anterior revista, con un antecedente y una especie de epílogo
Antecedente:
CÓMO Y PORQUÉ LA ESTANCIA EN GRANADA.
….El Rifeño, era el mayor, y decidió que deberíamos ir andando desde Málaga hasta Barcelona,
ya que no teníamos medios para llegar de otro modo. Y la primera meta debería escogerla yo, porque
sabía leer. Nombre de ciudad, y carretera a seguir. Así fue como nos pusimos en marcha, siguiendo el
curso de la carretera por la Cuesta de la Reina rumbo a Granada.
El primer día de camino nos alimentamos con
chumbos y algarrobas. El Rifeño, no fumaba, y me
ayudaba a recoger alguna colilla del suelo. Yo, llevaba
dos años fumando. Empecé a los trece años, cuando
abandoné los estudios. Estaba harto de repetir segundo
de primaria. Siempre pasaba los exámenes con
sobresaliente, pero se me resistía ese segundo, aunque lo
aprobaba, no lo pasaba. Ocurrió de la siguiente manera.
El primer segundo lo aprobé en la Residencia de
Estudiantes Marroquíes de Melilla, con sobresaliente,
pero murió mi madre, y mi padre me envió a Nador a
casa de un hermano hijo de su primera mujer para poder
comer y de paso estudiar. Creo que esas eran las
preferencias. En el colegio Ibn Jaldún de Nador, me
obligaron a repetir curso, porque en segundo empezaban
las clases de francés. Yo había aprobado árabe y español
en Melilla. Empecé el curso con ventaja sobre mis compañeros, ya que yo, conocía bien el alfabeto
cuando el resto de la clase tenía que aprendérselo. Acabé siendo el primero de la clase en francés y
árabe. Decidí regresar a Melilla y no volver más a Nador. No se lo dije a mi hermano, que de seguro me
lo habría impedido. Tenía el dírham que costaba el autobús que me habría traído hasta la Plaza de las
Culturas. Pero quise ahorrar y me vine andando. En el colegio La Residencia, me obligaron a repetir
segundo, porque el año anterior, yo había dado francés y no español. Cuando aprobé por tercera vez el
segundo, ya tenía doce años. En tercero me enamoré de la hija de mi maestro. Pero nunca tenía un
HISTORIAS DE CUANDO ERAMOS
MELILLENSES PERO NO ESPAÑOLES (6) Por Ziyyan Ahfid
Ziyyan Ahfid
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duro. Por eso, cuando el Rifeño me propuso ir de polizón en el Vicente Puchol a Málaga, no lo dudé un
solo instante.
GRANADA 2ª PARTE
Era septiembre del año 1969. Contaba yo por aquel entonces unos 15 años. Me dirigí a la
comisaría de aquella ciudad y pregunté por el inspector. Cuando lo tuve delante le dije: Quiero hacer
una denuncia.
El inspector me miró muy detenidamente y me dijo:
_ ¿De qué se trata?
_Verá inspector. Yo soy estudiante y me dirigía a Barcelona donde tengo familiares, pero antes quise
pasar por aquí para conocer la Alhambra, y, anoche perdí mi cartera, que contenía mi pasaporte y tres
mil pesetas. Esto no era verdad. No se puede perder lo que no se tiene. Además fíjense que he dicho:
He perdido mi pasaporte, y no, mi DNI. Dije eso, porque yo no sabía que era español. Eso lo supe más
tarde, después de experimentar como era la vida de un emigrante sin papeles en La España de la
dictadura.
Como respuesta recibí una patada en mis partes que me sorprendió y me encogió de dolor.
_ ¡Tú no has visto tres mil pesetas en tu vida! ¿Has desayunado?
La palabra desayunar, alivió un poco el dolor, causado por la patada recibida donde más duele.
No me quejé mucho, porque me creí merecedor del castigo.
_No he desayunado. Fue mi respuesta.
El inspector parecía conocerme más que yo a mi mismo. Lo cierto, es que cualquiera se hubiera
dado cuenta menos yo. La pinta que debía tener después de tantos días sin lavarme ni peinarme y
durmiendo en cualquier lugar de la calle, evidenciaba de manera clara que yo no era lo que pretendía.
Pero aún así lo intenté. Ahora sé cuando veo a alguien descuidado su aspecto, es sencillamente porque
no se mira al espejo, y no se da cuenta y casi seguro que él cree que va normal como todo el que
disfruta de un techo y un cuarto de baño. Aquellos que no han sufrido el desahucio, no tienen idea de
la importancia de un cuarto de baño.
_Toma. Me alargó una moneda de un duro. Cinco pesetas.- Cuando hayas desayunado, te vas a esta
dirección. Haciéndome entrega de un pedazo de papel, donde previamente había escrito. Y me dijo: _ y
allí les cuentas el mismo cuento que me has soltado a mí.
Hacía cinco días que habíamos llegado a Granada. Habíamos llegado ya cansados, sucios y
hambrientos. En los cubos de basura de los granadinos en aquellas fechas, se tiraba poca comida. Sin
papeles, sin dinero y sin conocer la ciudad, con lo único que contaba era con mi amigo Rifeño. Los dos
habíamos llegado juntos a Granada. Y nuestra aventura juntos en esa ciudad duró tres días. Los otros
dos días los pasé solo. Creía hasta entonces, que éstos eran los peores días de mi vida. Pero estaba
equivocado.
Cogí el papel con la dirección y el duro (5ptas). Un café con leche y churros, me dieron ánimos
para seguir adelante. La dirección me llevó hasta Cáritas. Yo no sabía nada de nada. Había mucha
gente haciendo cola. Yo guardé mi turno y cuando me llegó el turno, le conté, tal y como me había
indicado el inspector, el mismo cuento a la mujer que me atendió. La mujer escribió una dirección en
un papel, me la entregó y me dijo:
_El viaje hasta Barcelona es muy caro. Pero te vamos a mandar a Málaga, allí hay un barco que llega a
diario desde Melilla, y quizás encuentres algún conocido que te ayude de alguna manera. Es mejor que
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quedarte aquí, donde no conoces a nadie. Ahora te vas a la dirección que te he dado, es un comedor,
comes y a las seis de la tarde debes estar en la estación de autobuses. La mujer, me presentó a un
hombre y me dijo:
_Este señor te sacará el billete y te indicará el autobús que te llevará a Málaga.
En la mesa del comedor me tocó un compañero que se bebió las dos pintas de vino y yo me comí los
dos platos de lentejas. Los dos salimos ganando. No podía quitarme de la cabeza el recuerdo de mi
amigo Rifeño…¿Qué le habrá pasado para que lleve dos días sin aparecer?..
EPÍLOGO
ILEGAl
A los doce años, yo abandoné el colegio de primaria, y a los quince estaba en Barcelona cavando
zanjas para la construcción de la Editorial Printer en Pallejá.
Crucé el charco como polizón en el Vicente Puchol hasta Málaga, desde donde fui andando hasta
Granada. Después de conocer Granada, regresé de vuelta a Málaga donde y mediante pago del billete
con un reloj Dogma, heredado de mi padre Mizzian, conseguí llegar a Barcelona en un autocar pirata.
El reloj Dogma era la única joya que tenía la familia.
A los dieciocho años estaba tirado en las calles del barrio Chino de Barcelona, medio alcohólico.
Detenido en una redada, fui encerrado en cárcel La Modelo de Barcelona, y expulsado por
indocumentado a Ceuta, donde permanecí tres meses embarcado en espera de una oportunidad para
regresar a la península.
Fui detenido nuevamente en Málaga y condenado por desobediencia y acusado de robo. Cumplí
condena en Teruel, donde me vi envuelto en un motín que acabó con la vida de uno de mis mejores
amigos en aquel penal de primer grado.
CAÑADA DÉCADA DE LOS OCHENTA
22
.
COMO ME CONOCÍ
Mi conocimiento de mí
mismo ha estado ligado siempre
a la cultura Tamazight. La
primera vez que me pregunté
¿Quién soy yo? Fue cuando mi
madre me llevó de la mano a un
lugar donde había muchos niños
y niñas de todas las edades y me
dejó allí en medio de todos y se
fue. Me empujaron a una fila y
desde allí fuimos conducidos a
una clase donde había muchos
niños callados. Un niño habló en
Tamazight y fue castigado duramente por el
árabe. Por la tarde en otra
clase otro niño lloró en
Tamazight y también fue
castigado duramente por el
español. Así fue cómo nació mi
pregunta. (¿Quién soy yo?)
En la Residencia de
Estudiantes Marroquíes quedé
desarmado, yo nunca había
oído otra lengua que no fuera
la que con mi madre me
comunicaba, pero aprendí
enseguida que no debería
hablarla en ninguna de las dos clases. El
porqué. Nunca lo supe, quizás
sí, ahora.
Poco tiempo después, la
mujer que me había llevado de
la mano a ese lugar donde solo
los adultos podían hablar y
nosotros memorizar, murió.
Me lo anunció mi hermana un
año mayor que yo, cuando yo
estaba jugando en los pinos
que teníamos en La Cañada de
la Muerte.
_Vámonos a la casa que mamá
ha muerto. Y se fue. Yo no supe
HISTORIAS DE CUANDO ERAMOS
MELILLENSES PERO NO ESPAÑOLES (7) Por Ziyyan Ahfid
Ziyyan en Iwardanen
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reaccionar. Lo que ocupó mi mente fue, que si
mi madre era mi casa y ésta había muerto. ¿A
qué casa debería ir yo?
Despojado, desarmado y cautivo, fui agarrado
por los pies, puesto boca abajo y sacudido por
la vida.
Quizás fuera esta clase que de pequeño
me enseñó la vida, la causante de que yo no me
fiara mucho de ella, no la amara con pasión, y
tendría siempre cuidado de ella, y creer que ella
es cómplice de aquellos que prohibieron el
Tamazight. Pero de ella también aprendí, que si
quiere puede ser más cruel.
Aún a pesar de todo, y en memoria de
aquella que de la mano me había llevado a ese
colegio, quise saber el ¿por qué? Y me apliqué.
El árabe y el español, estuvieron contentos
conmigo. Era yo su mejor alumno en poco
tiempo. Me gustaba tanto leer que.. poco
después, empezaron los hombres a emigrar a
Alemania, Bélgica, Francia y Holanda. Cito estos
países porque, todas las cartas las recibían las
mujeres del barrio, desde estos lugares. Había
yo adquirido fama de buen escritor de cartas y
las esposas de los emigrantes venían a
buscarme cuando recibían sus cartas. Yo las
acompañaba a su casa donde muchas veces
había una mesa con té y galletas. Así fue como
descubrí por primera vez el Tamazight
escondido en caracteres árabes y latinos. Leía
cartas que nadie entendía. Aquí fue donde
empecé a conocerme a mí mismo y
me enorgullecí. Yo sabía algo más
que mis profesores. Ellos me
prohibían hablar algo que estaba
oculto dentro de lo que me
enseñaban. Aumentó así mi
conocimiento de mí mismo, y me
imaginé a mí mismo, como un gran
olivo, que crecería igual, mientras
fuese regado con agua de lluvia, de
rio, de fuente o embotellada. Pero
que mis frutos siempre serían
aceitunas.
Ziyyan Ahfid 2013