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Latinoamérica Cuba frente a una encrucijada - Roberto Ramírez Del modelo exportador a la crisis mundial en Centroamérica - Víctor Manuel Artavia Quirós ¿El FMLN al poder? - Federico Alemán Borges La recomposición del movimiento obrero: posibilidades, límites y desafíos de actualidad - Antonio Carlos Soler

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Cuba frente a una encrucijada - Roberto Ramírez

Del modelo exportador a la crisis mundial en Centroamérica -Víctor Manuel Artavia Quirós

¿El FMLN al poder? - Federico Alemán Borges

La recomposición del movimiento obrero: posibilidades, límites ydesafíos de actualidad - Antonio Carlos Soler

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INTRODUCCIÓN

En los primeros años de la década del 90, se agolpaba en La Habana unafauna muy particular: gente que se presentaba como periodistas, escritores,“politólogos”, “cientistas sociales” y cosas parecidas. Estaban allí porque noquerían perderse el último episodio del “fracaso del socialismo”. O sea, laremake, en Cuba y en español, de la misma serie ya rodada en ruso, polaco,húngaro, rumano y otros idiomas del fenecido “Imperio del Mal”.

De vuelta de la isla, escribían artículos y libros con títulos tales como “La horafinal de Castro: la historia secreta detrás de la inminente caída del comunismo enCuba”.1 Sin embargo, aunque al parecer estaban enterados de todos sus secretos,la historia los desmintió. Lo que ellos llaman el “comunismo” no cayó de inme-diato en la isla, ni tampoco Fidel Castro llegó a su “hora final” en esos momentos.

Cuba pasó por varios años de terribles dificultades y penurias, sólo compa-rables a las de países que han sufrido una dura guerra. Pero, para sorpresa delmundo, no siguió inmediatamente el mismo curso de la ex URSS y los paísesdel Este europeo ni tampoco el de China, a pesar del colapso económico-socialque significó la pérdida de la ayuda y las relaciones comerciales con los pri-meros y, poco después, el incremento sustancial del bloqueo económico departe del imperialismo yanqui.

En esos años, no sólo la Unión Soviética sino todos los países de Europa yAsia que en la segunda mitad del siglo XX se autodefinían como “socialistas”

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Un debate crucial en la izquierda

Cuba frente a una encrucijadaRoberto Ramírez

1 Andrés Oppenheimer, Castro’s Final Hour: the secret story behind the coming downfall ofCommunist Cuba, Touchstone (Simon & Schuster), New York, 1993.

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estaban en plena restauración del capitalismo. Unos, cambiando el antiguorégimen político en forma más o menos evolutiva y pacífica (Hungría, Polonia)o violenta (Rumania). Otros, como China (y luego Vietnam), manteniendo elrégimen político del PC como partido único, la bandera roja y (cada vezmenos) las invocaciones rituales al “socialismo”, pero volcándose al capitalis-mo con una eficacia y decisión aún mayor que sus pares europeos.2 Pero enCuba, después de algunos primeros pasos orientados en el segundo sentido,todo quedó como “en suspenso”.

Hoy, la situación económico-social de la isla aparece como cualitativa-mente menos crítica que la de inicios de los 90, cuando no era descabelladotemer un colapso. Asimismo, aunque el imperialismo yanqui ha venido refor-zando el bloqueo, que causa severos daños, el aislamiento internacional eco-nómico y político de Cuba es sustancialmente menor, y la economía ha salidodel cuasi-colapso de inicios de los 90.

Sin embargo hoy, tanto en la izquierda como en la derecha, y dentro o fuerade la isla, se coincide en que Cuba está frente a un cruce de caminos. A losproblemas y dilemas en “suspenso” desde hace casi 20 años les llegó la horade ser encarados.

La palabra con que se alude a esto –“transición”– se presta a confusiones,sobre todo en manos del charlatanismo de los medios. Por un lado, significamucho –que hay cambios en curso y a la vez expectativas en ese sentido–.Pero, al mismo tiempo, significa poco, porque esa “transición” puede tenervariantes muy distintas.

Washington, por ejemplo, tiene montado desde hace varios años un“Comité para la Transición en Cuba”, que ha confeccionado un catastro mili-métrico del territorio de la isla para devolver todo a sus antiguos dueños, bur-gueses cubanos o extranjeros. Además, a nivel político, ya ha dictado normasque harían de hecho regresar a Cuba a las épocas de la Enmienda Platt3; esdecir, a un virtual “protectorado” de EEUU. En cambio, otra variante muy dis-tinta de “transición” es el traspaso realizado de las diversas funciones de FidelCastro, principalmente a su hermano Raúl. Hay, entonces, transiciones y tran-siciones.

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2 No entraremos aquí a analizar el extraño caso de la monarquía “socialista” de la familia Kim enCorea del Norte. A pesar de los chisporroteos que se producen de cuando en cuando en sus rela-ciones con EEUU, no tiene la menor relevancia revolucionaria, ni política ni histórica. Su estable-cimiento no fue consecuencia de una revolución sino un subproducto de la Segunda GuerraMundial, parecido a lo ocurrido en el Este de Europa. Concretamente, fue consecuencia de la tar-día intervención en 1945 de las tropas de la Unión Soviética en la guerra contra Japón, y de suocupación del norte de la península coreana, mientras EEUU hacía lo mismo en el sur. La Guerrade Corea de 1950-53 –episodio importante, en su momento, de la “Guerra Fría”–, el posterior con-gelamiento de la división de la nación coreana y la situación de “paz armada” que se prolongahasta hoy (con un dispositivo bélico estadounidense que sigue apuntando en verdad hacia Chinay Rusia), obstaculizaron el curso “normal” de reabsorción por el capitalismo que siguieron Chinay Vietnam.3 La Enmienda Platt, que analizamos más adelante, fue una imposición de EEUU en la Constituciónde Cuba que la convertía de hecho en un protectorado colonial.

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Las expectativas y debates sobre la “transición” aparecen muy relaciona-dos con una circunstancia personal: la edad de Fidel Castro, que lo ha obli-gado a retirarse de la conducción diaria del estado cubano y de la actividadpolítica en general (salvo sus breves textos difundidos con el nombre de“Reflexiones del Comandante en Jefe”). La avanzada edad de Fidel y sus gra-ves problemas de salud abren además la perspectiva de su fallecimiento. Osea, la cuestión de la “transición” aparece estrechamente relacionada con eincluso motivada por esa situación personal del “Comandante en Jefe” o“Líder Máximo”.

Desde un punto de vista marxista “vulgar”, se podrían desestimar las dimen-siones de esto con el argumento abstracto de que el curso de la historia lo deci-den esencialmente factores “objetivos” y no los simples individuos. Sin embar-go, sería en verdad poco marxista esa subestimación. Por el rol y el lugar queocupó (y aún ocupa) en el proceso cubano, antes y después de la revoluciónde 1959, el relevo y la posible desaparición de Fidel Castro son factores pri-mordiales, con capacidad para ser aceleradores o desencadenantes de proce-sos de transformaciones y hasta del estallido de contradicciones y tensionesacumuladas en la sociedad cubana.

Esto va a definir rumbos que pueden ser positivos o negativos para los tra-bajadores y las masas populares, lo que plantea por consiguiente una luchaque decida finalmente cuál será el signo de esta “transición”. Asimismo, el des-enlace va a tener importantes repercusiones, en sentido revolucionario o con-trarrevolucionario, a escala latinoamericana y mundial.

Cuba se encuentra, entonces, ante una encrucijada. ¿Qué camino tomar?La respuesta la va dar inevitablemente una lucha política, en la que ya se estánexpresando distintos intereses y fuerzas sociales, tanto de adentro como deafuera de la isla.

Hasta hoy, parecería que en esta encrucijada sólo se abren dos caminos:Uno, el que auspicia desde Miami la burguesía cubano-norteamericana y

su sponsor, el imperialismo yanqui: el de un colapso político-social del régi-men, que supuestamente le permitiría volver en triunfo a la isla. Lo que nosucedió a fines del siglo XX, ocurriría a principios del XXI. Este curso implica-ría no sólo la restauración del capitalismo, sino también la pérdida de la inde-pendencia nacional conquistada por la revolución.

El otro es el presentado desde hace tiempo como el “modelo chino”. Decontenido, consiste en que la casta burocrática que administra el estado cuba-no, encabezada por los especialistas militares que están al frente de las jointventures y otros sectores dinámicos de la economía, marche, en primera ins-tancia, hacia un capitalismo de Estado... bajo el cual inevitablemente se iríancobijando formas de capitalismo privado. Por eso, no es casual el coro de ala-banzas a China y su modelo de “socialismo” que se hace públicamente desdeesas alturas. El supuesto “socialismo” chino sería exitoso, en contraste con elfracasado de la ex Unión Soviética. Entonces, este camino, aunque por sende-ros diferentes, conduce al mismo punto que el anterior: la restauración delcapitalismo, aunque con otros beneficiarios.

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Tampoco podemos excluir que se den distintas formas de combinación deambas alternativas. Un factor decisivo a este respecto sería un cambio de acti-tud de EEUU. Hay sectores importantes (aunque todavía minoritarios) delcapitalismo estadounidense que ya no comparten la política del “todo o nada”de la burguesía cubano-norteamericana. Ven, además, cómo sus socios-riva-les de la Unión Europea y Canadá han obtenido mucho más con un enfoquenegociador.

En cualquier caso, bajo diferentes formas, el curso hacia la restauracióncapitalista implica para la clase trabajadora cubana un salto enorme en ladesigualdad social, la explotación y la pérdida de conquistas históricas de larevolución –ya bastante maltrechas–, en primer lugar, en materia de salud yeducación.

En este cruce de caminos, sostenemos que es posible (y necesaria) una ter-cera variante: que entre en escena otra gran fuerza social existente: la claseobrera y trabajadora. Los trabajadores asalariados –y en especial los trabaja-dores productivos– tienen intereses objetivos radicalmente distintos a los dela burguesía gusana de Miami, y también a los de las cúpulas burocráticasque anhelan ser como sus pares de China, es decir, millonarios. Por supues-to, esta alternativa tiene menos publicidad, pero posee una base social real:los trabajadores, que son la inmensa mayoría de la isla, están en los puntosclave de la economía y tienen así potencialmente la fuerza como para impo-ner sus intereses.

Pero subrayamos que esto, hasta ahora, es sólo potencial. De este gigantesólo se escuchan débiles murmullos y a través de mediaciones, como por ejem-plo los estudiantes que, desde posiciones socialistas, criticaron la crecientedesigualdad social y los privilegios.4 Éste y otros hechos tienen sin embargo unainmensa importancia, porque abonan la posibilidad de que surja finalmenteuna vanguardia que comience a expresar conscientemente los intereses de laclase obrera y de todos los trabajadores.

No es nuevo ni casual este silencio político de la clase trabajadora cubana,que sería lógico en el capitalismo pero no en un estado que supuestamente essuyo, un estado que muchos aún (sobre todo fuera de Cuba) caracterizan como“socialista” y/u “obrero”.

La clase trabajadora –por las mismas peculiaridades del proceso revolucio-nario y del estado que se estructuró después de la revolución, que analizare-mos extensamente luego– ha sido la convidada de piedra en los giros de 180grados dispuestos desde arriba, muchos de los cuales fueron de consecuenciasruinosas. La famosa consigna de “¡Comandante en Jefe, ordene!” no ha sidouna metáfora, sino la realidad del funcionamiento del estado y el régimen, loque es además un dato fundamental para definir su naturaleza social, comoveremos.

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4 El debate tomó estado público en oportunidad de una reunión donde estaban presentes RicardoAlarcón, presidente de la Asamblea Nacional, y estudiantes cubanos; ver la edición del 24-2-08 dewww.socialismo-o-barbarie.org.

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Aunque las “órdenes” desde arriba se daban en nombre del socialismo y de lostrabajadores y el pueblo, por abajo a la clase obrera sólo le incumbía apoyarlasincondicionalmente. Es decir, cumplir esas órdenes. Desde abajo, no correspon-día debatirlas democráticamente ni menos aún proponer alternativas, aun si estu-viesen encuadradas en la lucha contra el imperialismo y el capitalismo.

Pero hoy ya prácticamente no está en escena el Comandante en Jefe quedaba las órdenes que se aceptaban y cumplían sin chistar. Si ahora la claseobrera no toma la palabra, serán otras clases y sectores sociales los que deci-dirán el rumbo, de acuerdo con sus propios intereses, opuestos a los suyos. ¡Yalo están decidiendo!

La posibilidad de una tercera alternativa –ni restauración estilo Miami, nirestauración estilo Pekín, vía capitalismo de Estado– tiene la inmensa fuerza deque se asentaría en los intereses objetivos de la clase trabajadora. Pero, simul-táneamente, tiene la colosal debilidad de que esa clase llega a la era “postFidel” sin una gimnasia de pensamiento, organización y acción independien-tes, y sobre todo de democracia obrera. Asimismo, en un grado difícil de medir,la clase trabajadora cubana está sufriendo los mismos procesos de atomizaciónindividualista que marcaron el derrumbe del pseudo socialismo en la ex URSSy el Este.5

Sin embargo, con todos sus pros y sus contras, no hay otra alternativa queluchar por el objetivo de que la clase obrera deje de ser el convidado de pie-dra a la hora de decidir el rumbo en estos momentos trascendentales. No exis-te otra fuerza social que pueda garantizar una alternativa socialista frente a laspresiones restauracionistas de adentro y de afuera. Los trabajadores conscien-tes y los estudiantes e intelectuales que sean auténticamente socialistas –querechacen la recolonización vía Miami, pero también las crecientes desigualda-des y privilegios que están pavimentando por otra vía la vuelta al capitalismo–tienen la posibilidad de luchar por eso, desarrollando en primer lugar una van-guardia de la clase trabajadora que empiece a ser su vocero.

Es que, frente a la restauración a la Miami o la restauración a la China, nohay otra alternativa excepto que sea la clase obrera la que asuma realmente elpoder. El nuevo “Comandante” que dé las “órdenes” debe ser la clase trabaja-dora, debatiendo y decidiendo democráticamente. Esto sería sinónimo de unanueva (e imprescindible) revolución cubana.

En este trabajo vamos a tratar, entonces, la presente situación de Cuba. Sinembargo, eso sería imposible de encarar seriamente sin remontarnos a los orí-genes; es decir, las características de la Revolución Cubana de 1959 y de lastransformaciones políticas y sociales que produjo.

Esto, a su vez, nos remite de lleno a un debate teórico e histórico más glo-bal: el balance de las grandes revoluciones del siglo XX, especialmente las ocu-

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5 Como sucedió en los años finales de los ex “países socialistas”, el crecimiento de la corrupcióna todos los niveles, que trataremos más adelante, es un fiel indicador de cómo los lazos de solida-ridad sociales y de clase son reemplazados por la lucha individual de todos contra todos. Es en esta“atmósfera” social que prosperó la restauración, tanto en la URSS y el Este como en China.

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rridas después de la Segunda Guerra Mundial, como es el caso de la de Cuba,tema que tratamos en texto aparte en esta misma edición.

Nuestra corriente, Socialismo o Barbarie, sostiene que el relanzamiento dela lucha por el socialismo en el siglo XXI exige “pasar en limpio” esa colosalexperiencia de la lucha de clases. Examinar rigurosamente por qué, en unmomento dado, el capitalismo llegó ser expropiado en un tercio del planeta y,pocas décadas después, volvía en casi todos esos países que se etiquetabancomo “socialistas”, con la excepción (relativa y hoy en peligro) de Cuba.

Este balance histórico y teórico-político no es un tema arqueológico. Atañevivamente a las grandes cuestiones estratégicas de la lucha por la revoluciónsocialista en el siglo XXI. Quienes pretendan eludirlo o abordarlo recitandocomo Padrenuestros fórmulas trilladas tampoco van a poder ubicarse frente alos nuevos acontecimientos de la lucha de clases. Se trata de problemas vivosy concretos, como por ejemplo qué posición tomar ante propuestas como el“socialismo del siglo XXI” de Chávez.

Es por esos motivos de fondo que Socialismo o Barbarie ha desarrollado unaextensa elaboración sobre las experiencias y lecciones que nos dejaron lasgrandes revoluciones del siglo. En ese sentido, remitimos al lector a los núme-ros 17/18 y 19 de nuestra revista. En este texto, retomaremos esa problemáticaen relación con Cuba.

I. Cuba, un curso histórico excepcional

“Esas islas son el apéndice natural del continente norteamericano, y una deellas [Cuba]... por una multitud de consideraciones, se ha vuelto un objetode trascendental importancia para los intereses políticos y comerciales denuestra Unión. (...) Mirando hacia delante... es difícil resistir la convicciónde que la anexión de Cuba a la República Federal será indispensable parala continuidad e integridad de la Unión. (...) Cuba, fuertemente separada desu conexión antinatural con España, e incapaz de sostenerse por sí misma,sólo puede gravitar hacia la Unión Norteamericana” (Carta del 23-4-1823de John Quincy Adams, secretario de Estado y luego presidente de EEUU).

“...ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mideber... de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extien-dan por las Antillas los Estados Unidos y caigan... sobre nuestras tierras deAmérica. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso... impedir que en Cubase abra, por la anexión de los imperialistas de allá y los españoles, el cami-no, que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la ane-xión de los pueblos de nuestra América al Norte revuelto y brutal q[ue] losdesprecia... Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas; y mi honda esla de David” (José Martí, carta inconclusa del 18-5-1895, un día antes demorir en combate)

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Las raíces de la “excepcionalidad” de la Revolución Cubana hay que bus-carlas en el curso histórico también excepcional de la isla en comparación conel resto de América Hispana.

Junto con la más pequeña isla de Puerto Rico –hoy colonia directa de EEUUbajo el eufemismo de “estado libre asociado”–, Cuba fue la única región delImperio Español que no se independizó. Y cuando finalmente las tropas espa-ñolas se retiraron de allí, fue sólo para ser reemplazadas por la ocupación mili-tar de Estados Unidos, vencedor de la guerra de 1898 con España. Cuba, comolo predijo Adams, había finalmente “gravitado” hacia la bolsa de EEUU.

¿Por qué el Imperio Español, expulsado de todo el continente por los movi-mientos de la independencia, logró conservar su dominio en Cuba? Lo decisi-vo fue aquí la actitud de las elites cubanas (propietarios de ingenios y planta-ciones de caña, comerciantes, funcionarios, curas, etc.), que en gran propor-ción, a diferencia del continente, no eran partidarias de la independencia.

En el continente, las elites criollas de terratenientes, comerciantes, banque-ros y funcionarios decidieron sacudirse de encima la tutela colonial de Madrid,en la seguridad de que ellos serían los herederos de ese cambio. Fue una revo-lución puramente política, que dejó esencialmente intactas las anteriores rela-ciones de explotación sobre las que se asentaban.

Especialmente en el caso de Sudamérica, la cruel derrota de los movimien-tos revolucionarios previos –el principal, el de Tupac Amaru (1742-81)– habíamayormente despejado el peligro de que la revolución política de la indepen-dencia se transformase en revolución social de las masas de indígenas, negrosy otros explotados.

LA REVOLUCIÓN SOCIAL DE HAITÍ

En el Caribe sucedía lo opuesto. En 1791 estalla la revolución de los escla-vos de Haití, entonces colonia francesa, a las puertas mismas de la isla deCuba. A partir de allí, se sucederán largos años de luchas victoriosas de los“jacobinos negros” contra las tropas de Francia y otros países que pretendíanvolver a someterlos. Lo de Haití no fue sólo una revolución política por la inde-pendencia, como en el resto de América Latina, sino una revolución social delos esclavos negros contra los esclavistas blancos (tesis defendida, entre otros,por el historiador Luis Vitale).

Lógicamente, esto aterrorizó a las clases dirigentes de la vecina Cuba, queera, como Haití, una “economía de plantación” productora de azúcar para elmercado mundial mediante el trabajo esclavo. El temor de que una revoluciónpolítica de independencia desencadenase una revolución social antiesclavista,que barriese con el núcleo central de las clases privilegiadas, inclinó la balan-za a favor del Imperio Español, que luego siempre contó con el apoyo de unfuerte sector no sólo de las clases altas sino también de sectores blancosmedios, que en gran parte eran su “clientela”. Eso se extendió a lo largo detodo el siglo XIX, incluso después de que la esclavitud fuese parcialmente abo-lida en Cuba en 1880 y por completo en 1886.

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A pesar de todo, en los inicios del siglo XIX se dieron las primeras rebelio-nes contra España, que irían in crescendo y que costarían cientos de miles devidas. Sin embargo, el decrépito imperialismo de Madrid, aunque cada vezmás débil, pudo resistir a duras penas.

Al hacer el balance de una de esas rebeliones fracasadas (las de la décadade 1840) un historiador llega a una significativa conclusión: “Era posible movi-lizar a los blancos por la independencia y a los negros por el fin de la esclavi-tud. Pero no era posible ponerlos a trabajar juntos. Los blancos temían el fin dela esclavitud y los negros no estaban demasiado interesados en la indepen-dencia. Los negros miraban hacia el Imperio Británico, que había liberado a losesclavos en Jamaica en 1834. Los blancos ahora miraban en dirección opues-ta, hacia Estados Unidos, donde los propietarios de esclavos aún gobernabanen el Sur” (Richard Gott, Cuba. A New History, subrayado nuestro).

En Cuba apuntaba un nuevo fenómeno político que, bajo distintas formas,aún perdura: los anexionistas. Las clases dirigentes de la isla no se dividieronsimplemente en partidarios o enemigos del dominio español. Surge un sectorque ya no plantea la independencia. Un intelectual de esa época, José AntonioSaco, lo resume así: “‘No hay otra solución que echarnos en brazos de EstadosUnidos’... La elocuente visión expresada por Saco, fuerte en EEUU y en Cuba,jamás desapareció del debate político cubano” (Gott, pp. 56ss., subrayadonuestro). Efectivamente, sus ecos siguen resonando en la isla hasta 1959, yluego en las calles de Miami.

GUERRAS DE LA INDEPENDENCIA E INTERVENCIÓN DE EEUU

En las últimas guerras de la independencia y sus altibajos –Grito de Yara yGuerra de los Diez Años (1868-78), Pacto del Zanjón (1878), Protesta deBaragua (1878), Guerra Chiquita (1879-80) y Grito de Baire (1895), que iniciala postrera Guerra de Independencia)– se pondría también de manifiesto lamaraña de tensiones y pugnas sociales y raciales... y de proyectos contradicto-rios para después de echar a los españoles, como el de los anexionistas, por unlado, y el que sostiene Martí, por el otro.

Pero el proceso en curso de la última guerra de la independencia contraEspaña que se libra en América Latina es bruscamente cortado en 1898 por laintervención de EEUU. Después de dos fáciles victorias navales, Cuba, PuertoRico, Filipinas y otros despojos del antiguo Imperio pasan directamente amanos de EEUU. Los cubanos, que habían estado luchando durante décadaspor la independencia –al precio de 200.000 vidas en la Guerra de los DiezAños y 250.000 en la última contienda–, ni siquiera son invitados a laConferencia de Paz en París. Y a las columnas de los legendarios mambises, alos heroicos luchadores por la independencia, el flamante ocupante estadou-nidense les prohíbe entrar y desfilar en triunfo por La Habana: podían pertur-bar a los burgueses blancos que estaban cambiando de amo imperialista.

En un cruce original de etapas históricas, el fin del centenario ImperioEspañol marca la irrupción en el siglo XX del más nuevo y poderoso imperia-

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lismo. Cuba se libra del colonialismo español sólo para caer, sin solución decontinuidad, en manos del joven y voraz imperialismo yanqui.

Cuba es ocupada por las tropas de EEUU, y en la Habana se establece ladictadura militar de un gobernador designado por Washington, el generalLeonard Wood, que durará hasta 1902. Mientras tanto, en Washington se dis-cute qué hacer con Cuba. Contra los deseos de numerosos anexionistas, tantoestadounidenses como burgueses cubanos, Cuba no es directamente anexadacomo Puerto Rico. Prudentemente, en Washington se impone un modeloexpresamente inspirado en la dominación del Imperio Británico en Egipto,donde formalmente existía un “gobierno” egipcio... pero con guarniciones detropas británicas que garantizaban su buena conducta.6

LA INDEPENDENCIA INCONCLUSA: CUBA, VIRTUAL PROTECTORADO DE EEUU

En Cuba, el “modelo” consiste en la “cesión” a EEUU de la base de Guan-tánamo y sobre todo la Enmienda Platt, un texto incorporado a la flamanteConstitución de Cuba que, entre otras cláusulas infames, establece el derechode EEUU a supervisar las finanzas del nuevo estado “independiente” (punto A)y a intervenir militarmente para garantizar “el mantenimiento de un gobiernoadecuado” (punto B). Y esto último no queda en la teoría: EEUU manda sus tro-pas de 1906 a 1909, en 1912 y de 1917 a 1923.

Para completar el cuadro de Cuba después de la “independencia” deEspaña, acotemos que la mayoría de esas intervenciones militares se hicierona pedido de algún sector de la misma burguesía cubana. El resto de las clasesdirigentes latinoamericanas no ha brillado precisamente por su independenciaen relación con el imperialismo yanqui, pero lo de la burguesía cubana cons-tituye un caso extremo. Esto será un importante ingrediente de lo que sucede-rá en las dos grandes revoluciones que sacudirán a Cuba en el siglo XX.

Asimismo, los años de gobierno militar yanqui han implicado mucho más:los capitales estadounidenses se han volcado sobre la isla apoderándose de tie-rras, ingenios, servicios públicos... Pocos años después, “Cuba se ha transfor-mado en el productor de una inmensa riqueza, en cuyas actividades las com-pañías norteamericanas e inversores individuales están profundamente involu-crados. Banqueros y comerciantes, propietarios de plantaciones e ingenios,operadores de ferrocarriles y simples inversionistas, todos miran hacia EEUUpara proteger sus intereses. Cuba se ha convertido en una colonia en todomenos en el nombre” (Gott, pp. 110ss., subrayado nuestro).

Pero, al mismo tiempo, al siglo XX se transferirán también, casi sin soluciónde continuidad, las tradiciones y formas de acción de décadas de luchas san-grientas y guerras por la independencia que llenaron el siglo XIX, como la tra-

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6 Hay que subrayar que una de los principales objeciones contra la anexión directa de Cuba no fuepor darle una cuota mayor de independencia, sino por su gran porcentaje de población negra ymulata. El “modelo egipcio” de colonia solucionaba ese problema tan grave para el racista impe-rialismo yanqui (Gott, cit., pp. 108ss.).

Page 12: Cuba frente a una encrucijada - Roberto Ramírez · Sin embargo hoy, tanto en la izquierda como en la derecha, y dentro o fuera de la isla, se coincide en que Cuba está frente a

dición de las rebeliones internas y las expediciones revolucionarias desde elexterior, el tomar las armas y partir con un puñado de hombres a la manigua,con un caudillo al frente y con una viva conciencia del honor, la rebeldía y elsacrificio de la propia vida... pero asimismo con una extrema vaguedad sobreel programa y los objetivos a largo plazo.

Todo esto que literaria y políticamente expresó tan bien el romanticismomodernista de Martí, se trasladaría al siglo XX en una poderosa corriente políti-ca: el populismo (Sam Farber, The Origins of the Cuban RevolutionReconsidered, pp. 34ss.; Gott, pp. 84ss.). Medio siglo después, en julio de1953, su último caudillo, el joven abogado Fidel Castro Ruz, se preparaba paraentrar en acción.

II. 1933: la derrota de la primera revolución cubana

El primer tercio del siglo XX no sólo significó para Cuba un cambio de amo–Estados Unidos– y de organización política –la República de la EnmiendaPlatt–, sino también una vasta transformación económico-social.

Hasta mediados de la década del 20, Cuba experimentó un crecimientonotable de la producción y exportaciones. Entre 1900 y 1925, su principal pro-ducción, el azúcar, se multiplicó 17 veces. Asimismo, hubo un crecimientopujante de la minería, ferrocarriles, electricidad, etc. Fue un crecimiento sólointerrumpido brevemente por la crisis de la burbuja especulativa del azúcar en1920-21, después de la Primera Guerra Mundial (1914-18) (Farber, TheOrigins...).

DESARROLLO DESIGUAL Y COMBINADO

Sin embargo, este crecimiento de algunas ramas no sólo tenía pies de barro,sino que escondía el profundo atraso y vulnerabilidad de la economía cubanatomada en su conjunto. Era un caso más del típico “desarrollo desigual y com-binado” en los países semicoloniales de la “periferia” del capitalismo, pero enel caso de Cuba, llevado al extremo.

En efecto, Cuba se limitaba a seguir con su carácter de gran monoproduc-tora de azúcar para el mercado mundial, que tenía desde fines del siglo XVIII.Sólo que, para continuar con esto, el gran capital proveniente de EEUU leincorporaba las técnicas más modernas de elaboración y transporte, que pro-vocaban ese crecimiento fenomenal de la producción (cf. De Riverend,Historia económica de Cuba, pp. 216ss.). Para agravar las cosas, a la mono-producción se le fue agregando posteriormente la estrecha dependencia haciael comprador número uno del producto: Estados Unidos.

Esta extrema dependencia de la venta del azúcar en el mercado nortea-mericano y mundial y de sus precios determinaría no sólo un efecto multipli-cador de las crisis que venían de afuera (como la iniciada en 1929-30), sinotambién graves dificultades para aprovechar momentos de auge económicomundial. Así, hasta mediados de los años 50, ya en vísperas de la revolución,

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el signo de la economía “desde la depresión [de 1930], era un relativo estan-camiento o, en el mejor de los casos, un crecimiento lento” (Farber, cit., subra-yado nuestro).

Asimismo, la amplitud avasalladora que tenía la monoproducción de azú-car impedía la diversificación en otras ramas e implicaba graves deformacionesde la economía y la vida social. Además del altísimo desempleo rural, en parteestacionario por las zafras, que se derramaba luego sobre las ciudades, laextensión de los cañaverales y tierras de reserva requeridas dificultaban el des-arrollo de otros cultivos y crías. Así, en un país de abundantes tierras cultiva-bles, se daba el absurdo de que debía importar buena parte de los alimentos.

NUEVAS Y VIEJAS CLASES

Este desarrollo capitalista después de la independencia –con profundas des-igualdades y deformaciones, y además con un sometimiento colonial econó-mico y político casi absoluto respecto de EEUU– habría de poner su sello atodas las clases de la sociedad, al Estado y a las relaciones sociales y políticasen su conjunto.

El desigual desarrollo del capitalismo implicó, en primer lugar, la aparicióny crecimiento de la clase obrera moderna. Junto con ella, se elevaron tambiénsectores de clases medias, tanto de pequeña burguesía independiente comofranjas asalariadas, y se desarrolló una burguesía cubana, en parte continua-ción de las elites anteriores a la independencia y en parte nuevos ricos con unaporción proveniente de nueva inmigración europea. Los Castro provienen pre-cisamente de ese nuevo sector.

La moderna clase obrera, que comienza a constituirse desde principios desiglo, enfrenta y refleja las condiciones especiales que imponían la estructura,el atraso global y las incertidumbres de la economía cubana.

“Estas características de la economía cubana afectaron sustancialmente laconducta de los trabajadores. La virtual eliminación de las relaciones no capi-talistas de producción para la subsistencia y los medios relativamente avanza-dos de comunicación y transporte crearon una clase obrera urbana y rural queera moderna en ciertos aspectos fundamentales. Los trabajadores cubanos erangeneralmente sobrios, rápidos para aprender y con una saludable dosis de res-peto por sí mismos. Se arraigaron la puntualidad, el bajo ausentismo y otras for-mas de disciplina industrial. La clase obrera urbana y rural fue también bas-tante sindicalizada (llegó a un 50% en la década del 50) y combativa. A causade la inestabilidad económica, el sustancial desempleo y también la inseguri-dad de sus pensiones de retiro, los trabajadores priorizaban la seguridad en elempleo y los reclamos políticos en ese sentido” (Farber, cit., pp. 22ss.).

La nueva clase obrera y su combatividad jugarían un papel central en la pri-mera revolución cubana del siglo XX.

La raquítica burguesía cubana estaba marcada, por un lado, por el pesoabrumador del capital estadounidense, y, por el otro, por las presiones de unacombativa clase obrera que, como veremos luego, a partir de la revolución que

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derrocó la dictadura de Machado en 1933 arrancó conquistas que fueron des-pués excediendo la capacidad de una economía inestable, estancada o en lentocrecimiento.

Este “clima... también influyó en los capitalistas cubanos. Una mentalidadde rentista afectó a amplios sectores de las clases adineradas y desalentaba latoma de riesgo y los emprendimientos... los bancos cubanos tenían una consi-derable liquidez y el capital cubano mostraba una marcada tendencia a irse delpaís o a amontonarse en inversiones inmobiliarias o especulativas... [con] unaaversión a las inversiones a largo plazo [y]... a invertir en la industria” (Farber,cit., p. 23).

Esto implicó además que, como en otros países semicoloniales, entre elpeso y la combatividad de la clase obrera, y el conservadurismo y las limita-ciones económicas de la burguesía, sumadas a las presiones del imperialismo,el Estado debió asumir un importante papel de intervención y de estableci-miento de regulaciones.

Fuera de estas dos clases fundamentales, se desplegaba un abanico de con-diciones sociales muy heterogéneas, también determinadas por los problemasestructurales críticos de la economía cubana, las características deformantesdel monocultivo azucarero y el estancamiento. Además de los sectores peque-ño burgueses rurales y urbanos, de contornos más precisos, el sistema tendía adejar por fuera una masa “popular” de la ciudad y el campo, donde se pre-sentaban todo tipo de situaciones de pobreza, trabajo informal, etc.

LAS CORRIENTES DE LA IZQUIERDA: POPULISMO Y MARXISMO STALINIZADO

En ese contexto, ya en los años 20 comienzan a tomar forma las dos gran-des corrientes de la izquierda que, con múltiples cambios y altibajos, se pro-longarán hasta 1959: el populismo y el Partido Comunista.

La clase obrera moderna en Cuba ya había comenzado a desarrollar sus pri-meras luchas y organizaciones. A fines del siglo XIX y comienzos del XX se pro-ducen algunas huelgas. La “primera gran huelga en el azúcar [se efectuó] enoctubre de 1917, en demanda de aumentos de salario y por las 8 horas de tra-bajo... la Confederación Nacional Obrera Cubana (CNOC) fue creada por losanarquistas en 1925” (Gott, cit.). En el marco de la aparición de este nuevoactor social en la isla, que sería uno de los grandes protagonistas de la revolu-ción de 1933, la enorme repercusión mundial de la Revolución Rusa influye enla fundación del Partido Comunista en 1925.

El primer PC cubano fue fundado por Julio Antonio Mella –la gran figura delpartido, brillante orador y carismático dirigente estudiantil7–, Carlos Baliño y

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7 Mella, su figura más destacada, sería luego sancionado por el PC cubano. Mella comienza a sim-patizar con la Oposición de Izquierda, que habría conocido por intermedio de Andrés Nin (cf. C.Hart, “¡Julio Antonio!.. Hasta después de muerto”). En 1929, Mella fue asesinado en México,donde estaba exiliado, presuntamente por un sicario de la dictadura de Machado. Pero el texto deCelia Hart insinúa que sus diferencias con el naciente stalinismo fueron las causantes de ese des-enlace. Otras fuentes acusan rotundamente como responsable a Vitorio Vidali, un agente de Stalin

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José Miguel Pérez, que sería su secretario general. Baliño era un “veterano mar-xista que estuvo junto a José Martí en la fundación del Partido RevolucionarioCubano en 1892, creador de un Club de Propaganda Socialista en 1903” (verPérez Cruz, “A propósito del artículo ‘¡Julio Antonio!... hasta después de muer-to’”). El PCC, aunque surge en el movimiento estudiantil y la intelectualidad,dirigió luego el centro de su actividad hacia el movimiento obrero y sindical,donde habría de ganar importantes posiciones en la CNOC.

Pero el nacimiento del PCC coincide con la aceleración del proceso dedegeneración burocrática de la Unión Soviética y de la stalinización de la IIIInternacional y los partidos comunistas en todo el mundo. Como no podía serde otra manera, el PCC fue moldeado por esa situación, que implicaba, en pri-mer lugar, el acatamiento ciego a las orientaciones dictadas por Moscú. Comoveremos luego, esto lo llevaría a sucesivos desastres en el cumplimiento de laspolíticas ordenadas por Stalin del “tercer período” (1928-34), primero, y del“frente popular”, después.8

La otra gran corriente histórica, más amplia que la del marxismo, fue la delpopulismo. Heterogéneo y no centralizado, fue más bien un movimiento alu-vional con variedad de corrientes zigzagueantes, organizaciones, líderes y pro-gramas nunca bien definidos. En las décadas que precedieron a la revoluciónde 1959, el populismo cubano –como en otros países de América Latina– pro-dujo de todo: líderes y partidos políticos que terminaron como absolutamenteburgueses y pro imperialistas; grupos lúmpenes y gansteriles, especialmente enel movimiento estudiantil; organizaciones radicalizadas y combativas muchomás a la izquierda, etc. Pero, además, el populismo cubano generó algo queno repitieron las corrientes similares del continente: una corriente, Fidel Castroy el Movimiento 26 de Julio, que expropió al capitalismo.

En Cuba, como en todo el mundo, el populismo, a nivel de sus direcciones,nace generalmente en sectores de la pequeña burguesía y de las ambiguas“clases medias”, y trata de hacer pie sobre sectores más “populares”. Esas ubi-caciones sociales “intermedias” son la base tanto de su amplia heterogeneidadcomo de sus zigzagueos políticos.

Sin embargo, sería un desacierto, sobre todo en al caso de Cuba, dar porresuelto su análisis con la abstracción de que se trataba de una “corrientepequeñoburguesa”, como hacen algunos. Es el error frecuente de dar por fina-lizado el análisis cuando éste apenas comienza.

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que años después se haría famoso como torturador y asesino de Nin en España y de otros dirigen-tes de izquierda no stalinistas. De todos modos, después de la muerte de Mella, el PCC se apropióde su popular figura tratando de ocultar sus “pecados” trotskistas. 8 Luego de las políticas oportunistas que llevaron a la catástrofe de la revolución china de 1925-27, Stalin dio un viraje ultraizquierdista. En 1928, proclamó que se había iniciado un “tercer perí-odo” que sería la etapa final del capitalismo. Esa falsa caracterización fue el pretexto para que laInternacional Comunista adoptara una orientación ultraizquierdista, aventurera y opuesta a las tác-ticas de frente único obrero. El principal resultado de esto fue el triunfo sin lucha de Hitler enAlemania y el ascenso del fascismo en toda Europa. Aterrorizado por estos desastres, el stalinismodio un giro definitivo al oportunismo y la colaboración de clases, inaugurando en 1934-35 la líneade “frente popular” con sectores “progresistas” y/o “democráticos” de la burguesía.

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El carácter “pequeño burgués” que generalmente tiene el populismo es unade esas verdades abstractas que luego, en concreto, no explican gran cosa... ymenos aún, en el caso de Cuba, su deriva final en la revolución de 1959. Poreso más adelante volveremos sobre este punto, que es una clave primordialtanto para comprender las características peculiares que asumió en Cuba comopara definir el carácter de la revolución y del régimen que dio a luz.

Nuestra primera observación es que los populismos (a diferencia de lascorrientes que se reclaman marxistas) no se referencian en una clase socialexplotada, la clase obrera, sino ante todo en el “pueblo” en general y la “nación”,la “patria”, etc. Esta “ambigüedad” de clase del populismo suele marchar de lamano con su vaguedad programática (otra diferencia con el marxismo).

Es que, en América Latina, las variantes “de izquierda” del populismo suelenexpresar la reacción frente a las presiones del imperialismo desde franjas mino-ritarias de la burguesía, de las clases medias e incluso de sectores del mismoaparato de Estado. Lógicamente, el interés de estos sectores no es expresar esaconfrontación en términos de clase, sino de lo “nacional” y lo “popular”, esdecir, la “noche negra donde todos los gatos son pardos”. Estas ambigüedadesno sólo sirven para velar la presencia de intereses de clase distintos y contra-dictorios, sino también y sobre todo para que la clase obrera no juegue en esasconfrontaciones un papel independiente que podría tornarse hegemónico.

En el caso especial de Cuba, estos rasgos habrían de resonar con fuerzamultiplicada a causa del carácter inconcluso y malogrado que había tenido lasangrienta lucha por la independencia. A escasamente una generación de dis-tancia, los temas del populismo nacido (o renacido) en los años 20 eran conti-nuidad de esa viva tradición, en especial, de la encarnada por su figura másradical (y antiyanqui), José Martí: “Los fuertes elementos de estoicismo yromanticismo en el pensamiento de Martí quedaron fijados en la tradiciónpopulista cubana, que frecuentemente veía la firme dedicación, el sacrificio yel heroísmo como virtudes autosuficientes en la dura esfera de la acción polí-tica, en particular de la acción revolucionaria” (Farber, cit., pp. 36ss.).

El auge del populismo, sea de derecha o de izquierda, ha tenido que vergeneralmente con situaciones de crisis económico-social y política y sobre todode malestar y descontento generalizado en todas las clases de la sociedad (aun-que esto se exprese de distintas formas según de quiénes se trate). Un descon-tento que no alcanza a ser canalizado ni por las fuerzas políticas burguesas“tradicionales” y “orgánicas” ni por las que se reclaman de la clase trabajado-ra. Así será también en Cuba en los dos grandes picos del populismo, marca-dos por las revoluciones de 1933 y 1959.

Por último, en los movimientos populistas, el liderazgo asume también for-mas especiales y de fundamental importancia política.

En los siglos XIX y XX, las relaciones entre los grandes movimientos políticosy sociales “modernos”, de izquierda o de derecha, partidos, etc., y de sus direc-ciones han sido extremadamente complejas y contradictorias. Dentro de eso, elmás subjetivo de los factores en juego, el “factor dirección”, se demostró comoun elemento de primer orden, en combinación con los más “objetivos”.

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Pero, en ese contexto, el liderazgo populista –sobre todo en su versión lati-noamericana, la del “caudillo”– tiene rasgos propios e importancia sin igual. Ariesgo de simplificar, podríamos decir que la experiencia de los siglos XIX y XXindica que los partidos y movimientos (y sus direcciones) que se apoyarondirectamente en las clases fundamentales de la sociedad –los capitalistas o laclase trabajadora–, y sobre todo los que se basaron en la democracia burgue-sa o en la democracia obrera, han sido cualitativamente más “orgánicos” queel populismo. Por eso, el peso de sus direcciones, aunque primordial, ha sidotambién mucho más “mediado”, a través de instituciones y “reglas de juego”determinadas.

En cambio, entre el líder o caudillo populista y los sectores que lo siguen,se establecen relaciones “directas” y esencialmente de arriba hacia abajo; esdecir, de estructuras para la acción inmediata bajo sus órdenes. En Cuba, seráasí primero con el gran caudillo populista de izquierda, Antonio Guiteras. Unageneración después, se repetirá con Fidel Castro.

Por eso, como señalamos en la Introducción y ampliaremos en el próximocapítulo, lo de “¡Comandante en Jefe, ordene!” no es una figura retórica, sinola relación esencial de los movimientos populistas entre el caudillo (en estecaso, el “comandante”) y sus bases; una relación que luego, al llegar al poder,moldea en mayor o menor medida al conjunto del nuevo régimen y del Estado.Y, dentro de eso, determina las relaciones entre las masas populares y el gobier-no y el régimen presididos por el caudillo.

LA REPÚBLICA DE LA ENMIENDA PLATT

El estado y el régimen casi colonial que echaron a andar en 1902 tuvieronuna vida turbulenta desde sus comienzos. Junto a los escandalosos fraudes quetenían lugar en cada elección presidencial (que derivaban en miniguerras civi-les y daban pretexto a nuevas intervenciones militares de EEUU), se produje-ron otras conmociones, más de fondo y más sangrientas.

Al principio, el motor fue el injusto saldo final de la lucha por la inde-pendencia, que burlaba a sus heroicos combatientes, los mambises, mayo-ritariamente negros o mulatos. Es que la flamante República no sólo era unengendro semicolonial, sino también racista de las elites blancas. Laherencia de la esclavitud, incluso después de ser abolida, ha sido siemprela discriminación racial. En Cuba, los testimonios indican que esto inclu-so se agravó en la República, que además estaba bajo la férula de unimperialismo profundamente racista. Las instituciones fundamentales de laRepública semicolonial –la presidencia, las cámaras, la justicia, los parti-dos y la oficialidad del ejército– ostentaban una pureza racial como la delos estados del Sur de EEUU. Y habría que esperar hasta la revolución de1959 para que los negros pudieran acceder a todas las playas y entrar a losclubes privados.

“Los negros cubanos habían provisto el grueso de los soldados de la guerrade la independencia y no habían recibido ninguna recompensa. Mientras el

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carácter racista de la sociedad colonial se reinsertaba en la era republicana, losmambises eran prontamente olvidados. Sus grandes generales [como AntonioMaceo] habían muerto en la guerra” (Gott, cit., pp. 120-124).

Después de depositar vanas esperanzas en el Partido Liberal, en 1908 fuefundado el Partido Independiente de Color para lograr una representación polí-tica. La respuesta del régimen y la burguesía fue salvaje. Comenzó con la pros-cripción del nuevo partido y el encarcelamiento de sus dirigentes, y finalizó en1912 con una masacre, en la que fueron asesinados más de 3.000 negros ymulatos, entre ellos el fundador del partido, Evaristo Estenoz (CastroFernández, “El Partido Independiente de Color cubano (1908-1912)”). Fue enesa ocasión que se estrenó en Cuba un nuevo arma importada de EEUU: laametralladora, muy útil para segar aldeas enteras de negros (Gott, cit., p. 125).

LA DICTADURA DE MACHADO, EL “MUSSOLINI TROPICAL”

La continuación de la República de la Enmienda Platt no fue mejor que suinauguración. En 1925, bajo el auspicio de la Embajada de EEUU, se iniciabauna de las dictaduras más terribles y sangrientas de la historia latinoamericana,la de Gerardo Machado.

Machado había surgido del Partido Liberal que, junto con el PartidoRepublicano, era parte de la grotesca parodia que la burguesía cubana hacíadesde 1902 del sistema bipartidista de EEUU... claro que con modales que nose estilaban en Washington, tales como fraudes electorales demasiado escan-dalosos, seguidos de miniguerras civiles, asesinatos, etc.

Esta “democracia” sería sucedida por la dictadura de Machado, bautizadopor Mella como un “Mussolini tropical”. El calificativo se hizo famoso, aunqueno era del todo exacto. Machado admiraba los éxitos del Duce en aplastar almovimiento obrero, las huelgas y el “peligro rojo”, e imitaba algunos rasgos.Así, en 1926 trató de poner en marcha un “cooperativismo” que remedaba elcorporativismo fascista. Pero su régimen era más bien una de las típicas y san-guinarias dictaduras cívico-militares que llenarían el siglo XX latinoamericano,con Washington como sponsor.

El Mussolini tropical vio agotarse su período de éxitos mucho más rápi-do que su modelo italiano. Simultáneamente a su asunción, en 1925, Cubaentra con toda fuerza en los problemas económicos que ya analizamos y delos que nunca terminaría de salir totalmente. Caen los precios y la produc-ción de azúcar ingresa en un declive histórico. La depresión mundial ini-ciada en 1929-30 va a transformar esto en catástrofe: los precios se desplo-man y el valor total de la producción de azúcar cubano cae de 200 millo-nes de dólares en 1929 a 40 millones en 1932 (De Riverend, cit., pp. 234ss.y Gott, cit., p. 134).

La situación económica y social fue llevando a la desesperación a la clasetrabajadora y las clases medias, poniéndolas en movimiento. La crisis pusotambién en acción a la juventud estudiantil, que fue el crisol donde nacieron yse desarrollaron todas las direcciones de izquierda o de derecha que llenarían

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la política de la isla9 hasta el surgimiento de una nueva generación política, lade Fidel Castro... que también se originaría mayormente en la Universidad.

En Cuba, como en muchos países latinoamericanos de esa época, laUniversidad, y en especial el movimiento estudiantil, tenía una importanciapolítica de primer orden. Por un lado, reflejaba mucho las tensiones y luchassociales y políticas. Por el otro, influía notablemente en ellas, pero no sólo entérminos “ideológicos” o “teóricos”, sino directamente, en la acción.

La intelectualidad y en especial los estudiantes (que, aunque provengan dela burguesía y las clases medias, no están aún plenamente integrados a sus rela-ciones de clase) siempre han tenido la particularidad de reflejar en algunamedida las crisis y contradicciones del conjunto de la sociedad y los interesesde algunos de sus sectores. Por eso, hay desde intelectuales y estudiantes pro-imperialistas hasta pro-obreros, pasando por los matices intermedios.

En el hirviente estudiantado cubano de fines de los años 20 y comienzos delos 30, este fenómeno se expresaba al máximo, especialmente en el desarrollode corrientes políticas de oposición a un régimen que no dejaba margen dedisenso y contestaba con balas cualquier reclamo.

A la derecha, surgiría el ABC, un agrupamiento inspirado en el fascismo ita-liano y una de sus corrientes intelectuales, el futurismo de Marinetti, pero quesimultáneamente era opositor a Machado.

A la izquierda, ya hablamos del nacimiento del PCC, que, aunque se diri-gía hacia la clase obrera, nacía de activistas estudiantiles como Mella. El sur-gimiento de la clase obrera moderna y de sus luchas y, sobre todo, la conmo-ción de la Revolución Rusa habían impactado a un sector del estudiantado.

Pero, como ya señalamos, las principales corrientes que surgen en el estu-diantado pueden considerarse como diversas expresiones del populismo, másreformistas o más radicalizadas y revolucionarias. En 1927, en oposición aMachado, se forma el primer Directorio Estudiantil. Es inmediatamente desban-dado por la represión, pero esto hace girar a muchos de sus activistas a formasmás clandestinas y violentas de oposición. En septiembre de 1930, el Directoriose reestablece como organización secreta e inicia una fuerte campaña terrorista.Meses después, otros sectores forman el Ala Izquierda Estudiantil.

Por último, del Directorio nacería otra corriente, liderada por su figura másradical, Antonio Guiteras Holmes, que constituye la Unión Revolucionaria(UR) en 1931-32 y luego la Joven Cuba (1934), y que en muchos aspectos vaa ser una prefiguración política y hasta anecdótica de Fidel Castro.10

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9 Con la importante excepción de Fulgencio Batista, que veremos luego.10 Efectivamente, Castro reedita no sólo el discurso populista radical y antiimperialista de Guiteras(1906-1935), sino incluso algunos de sus episodios. Antes de la caída de Machado, Guiteras tratade tomar el cuartel Moncada y es hecho prisionero, como Fidel. En 1935, ante el triunfo de la con-trarrevolución, Guiteras planea irse a México para organizar una fuerza que desembarque en la islae inicie una guerra revolucionaria. Es decir, lo mismo que haría Castro veinte años después. PeroGuiteras es asesinado en Cuba antes de partir. En verdad, las impresionantes semejanzas se expli-can porque ambos seguían el modelo de las guerras de la independencia del siglo XIX, desde lasacciones prácticas hasta aspectos más ideológicos.

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1933: ESTALLA UNA REVOLUCIÓN OBRERA Y POPULAR

Finalmente, todo saltó por los aires en 1933. Pero no fueron las organiza-ciones clandestinas y armadas de los estudiantes las que produjeron el estalli-do. Se desató una revolución detonada y encabezada por la clase obrera.Como sucede siempre en estas circunstancias, los más amplios sectores socia-les se pusieron en movimiento. Pero, en este caso, fue la clase obrera no sóloquien la inició, sino también la que determinaría en última instancia su curso,en el cual influirían decisivamente los problemas de dirección política de lostrabajadores.

La revolución comenzó con una huelga de conductores de autobuses en laHabana, en julio. “Esto llevó a una confrontación sangrienta entre los conduc-tores y la policía. Pero otros trabajadores se unieron a la huelga... En agosto, loque había sido una protesta obrera común se había transformado en una huel-ga general con rasgos insurreccionales” (Gott, cit., p. 135).

Aterrorizados, la embajada de EEUU y la burguesía cubana dejan aMachado sin apoyo y le aconsejan renunciar. El dictador huye a Nassau el 12de agosto. Pero esto no calmó las cosas: “Su caída llevó a la primera revolu-ción cubana del siglo XX... Sin la presión de la dictadura... se desató un ascen-so del fervor revolucionario... La ola de agitación se extendió a través de laszonas azucareras hasta los más distantes ingenios” (Gott, cit., pp. 135-136,subrayado nuestro).

Un informe de observadores estadounidenses describía así la situación: “Seestima que hay 36 ingenios bajo control obrero. Se han organizado soviets enMabay, Jaronú, Senado, Santa Lucía y otras centrales azucareras. Se han for-mado guardias obreras, armadas con palos y revólveres. Un brazalete rojo lessirve de uniforme. Los obreros fraternizan con los soldados y la policía...Durante la primera etapa del movimiento, las manifestaciones en Camagüey yOriente frecuentemente estaban encabezadas por un obrero, un campesino yun soldado” (citado por Gott, p. 136). Este informe agregaba que los comitésobreros se habían hecho cargo de los ferrocarriles, algunos puertos y pequeñasciudades. También habían comenzado a organizar la distribución de comida ala población y a repartir la tierra.

Sobre esta candente situación que se daba por abajo, la embajada yanquiintenta desde arriba poner en pie un gobierno de derecha semifascista, con lagente del ABC en el gabinete. Esto fracasa en pocos días. Es que la revoluciónha hecho mella en la institución fundamental, el ejército.

El 4 de septiembre se produce en la principal guarnición militar, el CampoColumbia, en La Habana, una rebelión de sargentos, cabos y soldados, enca-bezados por un mulato de humilde origen –Fulgencio Batista Zaldívar–, quereducen a la aristocrática oficialidad. El Directorio Estudiantil se une a la“rebelión de los sargentos” y juntos producen una Proclama, que Batista fir-mará en carácter de “sargento jefe de todas las Fuerzas Armadas de laRepública” (J. Oramas, “Una Revolución que se fue a bolina”). A partir deallí, la antigua oficialidad será expulsada del Ejército, y en parte liquidada

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físicamente cuando intenta rebelarse. Sargentos y cabos, como Batista, ocu-parán sus puestos.

Días después, esta coalición del Directorio con Batista y sus sargentos pondráen pie un nuevo gobierno, que probablemente haya sido el primero de la Repúblicaque no era acordado con el embajador de EEUU, que se apresuró a negarle sureconocimiento. Pasaría a la historia como el “gobierno de los 100 días”.

Lo presidía Ramón Grau San Martín, acaudalado médico y profesor ligadoal Directorio Estudiantil y tibio reformista. Sin embargo, quien le dio el sello ala gestión del nuevo gobierno fue Antonio Guiteras, secretario de Gobernación(ministro del Interior), que era su ala más radical y que asume en ese momen-to el liderazgo de la revolución. Pero, al mismo tiempo, el sargento Batista seconsolidaba al mando del nuevo ejército... y se conectaba con la Embajada.

Guiteras emitió una serie de decretos “progresistas”, que atacaban interesesimperialistas y patronales, como la jornada de 8 horas, el jornal mínimo, repar-to de tierras, nacionalización de servicios públicos, etc. (ver Rosales García,“Revolución y antiimperialismo en Antonio Guiteras”, y Cruz Palenzuela,“Antonio Guiteras, precursor de la Revolución Cubana”). Sin embargo,Guiteras y su Unión Revolucionaria no tenían bases orgánicas sólidas en nin-guna clase social, y menos en la clase obrera que había hecho la huelga gene-ral insurreccional que había tumbado a Machado. Batista simplemente esperó,consolidó su posición al frente de las fuerzas armadas y, a mediados de enerode 1934, se deshizo del gobierno y su ministro populista, que, al decir de Gott,“fue el nexo histórico entre Martí y Fidel Castro. Su ideología y práctica políti-ca prefiguran la de Castro 20 años después” (Gott, cit. p. 139).

EL REFLUJO DE LA REVOLUCIÓN: UN BALANCE DE LOS ACTORES SOCIALES Y POLÍTICOS

A partir de allí, el film de la revolución comienza a pasarse al revés.Durante más de un año prosiguieron las huelgas obreras y las movilizacionesopositoras. Guiteras organiza un nuevo movimiento –Joven Cuba– y pasa a laclandestinidad. Pero el gobierno del primero de los presidentes títeres deBatista –el coronel Carlos Mendieta– va derrotándolos, principalmente median-te una dura represión que incluye la ilegalización de sindicatos y el cierre dela Universidad. En marzo de 1935, el fracaso de la convocatoria a una huelgageneral marca el reflujo definitivo de la revolución. Dos meses después, el 8 demayo, Guiteras es asesinado en una emboscada.

Se va, entonces, a consolidar la posición de Batista como el poder detrásdel trono y luego como ocupante de él. Hasta 1940, año en que asume direc-tamente la presidencia, Batista, apoyado en el ejército, controlará Cuba a tra-vés de gobiernos títeres.

En esta victoria contrarrevolucionaria piloteada por Batista, la represióntuvo, por supuesto, un papel central. El nuevo ejército de los sargentos mula-tos resultó no ser muy diferente al antiguo de los aristocráticos oficiales blan-cos. Pero junto a esto actuaron otros factores políticos y sociales no menosdecisivos.

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El mismo Batista “aún tenía viento populista en sus velas” (Gott, cit., p. 141)Amplios sectores de la población todavía veían a Batista y su “rebelión de lossargentos” como parte de la revolución de 1933. Su condición de mulato naci-do en un ingenio –que reivindicaba abiertamente– le facilitaba presentarsecomo un “representante del pueblo”, y sobre todo de los más indigentes. Almismo tiempo que reprimía a los sindicatos obreros y a los estudiantes, Batistaenviaba al ejército a construir escuelas y alfabetizar en zonas pobres. Era unademagogia populista, pero de derecha y al servicio del imperialismo, que fuecreciendo a medida que el mejoramiento de la situación económica le permi-tió hacer concesiones también al movimiento obrero.

Pero el cuadro no estaría completo sin la referencia a las otras fuerzas polí-ticas que intervinieron en la primera revolución cubana, el populismo en sustan variadas expresiones y el PCC. El ala radicalizada y más consecuente, laencabezada por Guiteras, recibió un golpe mortal con el asesinato de su cau-dillo y las sostenidas persecuciones de Batista. Pero la inmensa mayoría delpopulismo de la revolución de 1933 degeneró bajo distintas formas.

En enero de 1936, con la revolución ya derrotada, Batista dispone una aper-tura democrática y convoca a elecciones. Los figurones reformistas delDirectorio, como Grau San Martín y Prío Socarrás, se acomodaron de inme-diato a la situación, fundando el Partido Revolucionario Cubano Auténtico(copiando el nombre de la organización política de Martí). En verdad, un par-tido burgués normal, con militancia de clase media, que actuaba como “opo-sición de su Majestad” ante los batistianos.

Otros fragmentos del populismo, incluso sectores provenientes de la JovenCuba, degeneraron en el movimiento estudiantil como organizaciones gangs-teriles, que en las décadas del 40 y 50 asolaban la Universidad de La Habana.

El balance del PCC fue aún peor. Al momento de producirse la revoluciónde 1933, el stalinismo estaba aún en la política del “tercer período”. Todacorriente de izquierda que no fuese stalinista era caracterizada como una“variedad” del fascismo. Así, los socialistas alemanes y europeos en generaleran calificados de “socialfascistas”. En Cuba no había socialdemócratas.Entonces, los “socialfascistas” eran los opositores populistas de Machado, elDirectorio, Guiteras, etc.

En este contexto, al comenzar en julio las huelgas obreras que derribarían aMachado, el PCC comete su primera y monumental traición. Desde la direcciónde la CNOC, pacta con la dictadura el levantamiento de las huelgas. ¡Sus peoresenemigos eran los “socialfascistas” del Directorio y la UR! “Éste fue el origen dela mayor división en la izquierda cubana, que sólo terminó con la fundación porFidel Castro del nuevo PC unido en 1965” (Farber, cit., p. 37). Sin embargo, lostrabajadores no hicieron caso de las directivas de los dirigentes sindicales delPCC, y prosiguieron la huelga general hasta derrocar a Machado.

Luego, el blanco número uno del PCC fue el gobierno populista radical,donde Guiteras era la principal figura. Lo atacó como al enemigo principal,aunque era obvio que estaba bajo la mira de la embajada yanqui y de Batistapara darle un golpe y derribarlo.

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Ya a fines de los años 20, la delirante política del “tercer período” habíasido uno de los motivos del surgimiento en Cuba del primer grupo trostskis-ta –la Oposición Comunista–, encabezado por un gran dirigente obrero ynegro, Sandalio Junco, que luego dirigiría la Federación Obrera de LaHabana.11 Al contrario del PCC, la corriente de Junco (que luego se llamaríaPartido Bolchevique Leninista) actúa frecuentemente en unidad de accióncon Guiteras, lo que se profundiza después del golpe de Batista de enero de1934. La fracasada huelga general 1935 fue principalmente impulsada por elgrupo de Junco y la Joven Cuba de Guiteras. La CNOC, en manos del PCC,la saboteó.

En 1935, Moscú da un giro de 180 grados: del ultraizquierdismo pasa a lalínea de “frente popular” con sectores “progresistas” y/o “democráticos” de laburguesía. En Cuba, el sector democrático y progresista resulta ser... el ex sar-gento Fulgencio Batista.

Así, en 1936 pactan con Batista darle apoyo político a cambio de la legali-dad y de su auspicio para apoderarse de los aparatos sindicales. “‘La gente queestá trabajando para derribar a Batista –declaraba la revista de la InternacionalComunista– no está actuando en interés del pueblo cubano’. Batista permitióal PCC formar una nueva central obrera, la CTC, dirigida por Lázaro Peña, unobrero negro de la industria del tabaco. La CTC se convirtió en la beneficiariade una estrecha relación con el Ministerio de Trabajo” (Gott, cit., pp. 143-144).

El idilio del stalinismo con Batista culminaría al inicio de la década del 40.Batista gana las elecciones presidenciales de ese año presentándose como can-didato de la Coalición Socialista Democrática, un frente con el PartidoSocialista Popular (ex PCC). En recompensa, sus socios stalinistas recibirán dosministerios.

El órgano oficial del PSP –Hoy del 13 de julio de 1940– fundamenta así suapoyo a Batista: “Cubano ciento por ciento, celoso guardador de la libertadpatria, tribuno elocuente y popular... prohombre de nuestra política nacional,ídolo de un pueblo que piensa y vela por su bienestar... hombre que encarnalos ideales sagrados de una Cuba nueva y que por su actuación de demócrata,identificado con las necesidades del pueblo, lleva en sí el sello de su valor”.

El stalinismo escribía de esta manera el epitafio de la revolución obrera ypopular de 1933.

III. El triunfo de la segunda revolución cubana en 1959

La segunda posguerra presenciaría el desarrollo de la segunda revolucióncubana del siglo XX, ésta sí triunfante. La segunda revolución presenta, por unlado, una clara continuidad con la de 1933 (y, en un sentido más amplio, con

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11 Junco había militado en México con Mella cuando éste también se acerca a la Oposición deIzquierda. En 1942, Junco fue asesinado en un mitin por un grupo armado del PC (entonces lla-mado Partido Socialista Popular), que en ese momento tenía dos ministros en el gobierno deBatista.

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las luchas del siglo XIX por la independencia nacional, cortadas brutalmentepor la intervención de EEUU). La corriente hegemónica de 1959 y su líder,Fidel Castro, continúan la tradición populista radical de preguerra, en especialla de Guiteras.

Pero, por otro lado, la revolución de 1959 será lo opuesto a la del 33, o porlo menos profundamente diferente. Lejos de ser una revolución donde la claseobrera y trabajadora, actuando con sus propias organizaciones, juega el rolprincipal, la revolución de 1959 será popular, en el más amplio sentido de lapalabra.

Los hechos y fechas que escalonaron el curso hacia la revolución de 1959son muy conocidos por la vanguardia latinoamericana, a diferencia del ante-rior período, cuando ocurrió en Cuba una de las más importantes revolucionesobreras de América Latina en el siglo XX, algo no muy sabido por la gran mayo-ría. Entonces, no vamos aquí a hacer un racconto histórico como el del ante-rior período. Sólo recordaremos algunos hechos y fechas que precedieron a larevolución de 1959.

Fulgencio Batista, con sus servidores del Partido Socialista Popular en dosministerios, gobierna hasta 1944. En ese período, Cuba goza de los beneficiosde la Segunda Guerra Mundial, que sube los precios del azúcar y permite añosde prosperidad inédita, fenómeno que también se da en otros países latinoa-mericanos, como Argentina, Uruguay, Chile, etc., con otras producciones pri-marias. La posguerra, con un descenso progresivo del precio del azúcar, espe-cialmente a partir de 1952, va a devolver a Cuba a la realidad de un mono-cultivo que, con sus oscilaciones extremas, disloca económica y socialmente ala isla.12

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12 Es importante subrayar esto, porque en la izquierda latinoamericana hay también desconoci-miento acerca del hecho que Cuba no era en los años 40 y 50 un país extremadamente atrasadoen relación con el resto de América Latina, como por ejemplo Haití u Honduras. Un buen ejem-plo de esto lo da Martín Hernández, del PSTU-LIT (que para colmo aparece como el “especialis-ta” de esa organización en temas cubanos), cuando afirma que “Cuba era uno de los países máspobres, más miserables de América Latina” (M. Hernández, “Debate entre la LIT-CI y la delegacióncubana en el Foro de Porto Alegre”). Pero, contra lo que cree Hernández, Cuba era uno de los paí-ses más desarrollados de Latinoamérica, con un PBI per cápita sólo inferior al de Argentina yUruguay y con un nivel de vida mejor que el de España en esos momentos. En verdad, si Cubahubiese sido “uno de los países más pobres, más miserables de América Latina” (como imagina el“experto” de la LIT-PSTU), probablemente no se habrían producido revoluciones como las de 1933y 1959. Es que Cuba era un caso extremo –como en su momento, Rusia– de desarrollo desigual ycombinado. Por eso, dialécticamente, la sociedad cubana estaba sometida a tensiones formidables,económicas, sociales y políticas, agravadas por la dependencia casi colonial en relación con EEUUy la volatilidad del mercado mundial del azúcar, que añadía un factor estructural de inestabilidad.En su formación económico-social, aspectos adelantados casi a la altura de EEUU se entrelazabancon el más terrible atraso; sectores con nivel de vida de Miami al lado de la extrema miseria. Esteextremo desarrollo desigual y combinado viene de lejos. En la década de 1830, Cuba tenía ferro-carriles cuando en España aún no se había tendido ni un metro de rieles. ¡Y sin embargo Cuba (conPuerto Rico) era la única colonia que le había quedado al Imperio Español en América! Es curioso anotar que muchos “politólogos” e historiadores de derecha sostienen una tesis simétri-camente opuesta a la de Hernández, pero basada en las mismas concepciones. Ellos afirman que,como Cuba no era “uno de los países más pobres, más miserables”, entonces la revolución –injus-

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A Batista lo sucede el opositor Ramón Grau San Martín, el presidente del“gobierno de los cien días” de 1933, que ahora encabeza el PartidoRevolucionario Cubano Auténtico. En 1948, también por el PRCA, llega a lapresidencia otra de las reliquias del Directorio Estudiantil de 1933, Carlos PríoSocarrás.

Los gobiernos de los “auténticos”, especialmente el de Prío, se harán famo-sos por su grado fenomenal de corrupción... ¡y eso en un país donde casi nin-gún gobernante había dejado de robar!13 Asimismo, como ya corrían los tiem-pos de la Guerra Fría, purgan al movimiento sindical de dirigentes del PSP. Losstalinistas habían estado a la cabeza, bajo el ala de Batista, de la burocratiza-ción de los sindicatos y su sometimiento al Estado vía el Ministerio de Trabajo.Luego, como ministros de Batista, no se habían cansado de alabar la alianza“antifascista” con la “Gran Democracia del Norte”. Por eso, en el clima de laGuerra Fría, resultó fácil barrerlos de los aparatos sindicales (Gott, cit., p.145)para ser reemplazados por burócratas aprobados por Washington. A nivel gene-ral, el PSP perdió también mucho apoyo político.14

El desastre de la administración de los “auténticos” y su escandalosacorrupción producen en 1947 una ruptura del PRCA. Eduardo Chibás, otrafigura radical de la revolución de 1933, que había actuado bajo la direcciónde Guiteras en el “Gobierno de los 100 días”, funda el Partido Ortodoxo, conel lema “Vergüenza contra dinero” y “Prometemos no robar”, que reviveunos de los temas preferidos del populismo, la honestidad, y que sería reto-mado luego por Movimiento 26 de Julio. Fidel Castro, que había iniciado suactividad política en el movimiento estudiantil de la Universidad de LaHabana, sería después uno de los dirigentes de la juventud ortodoxa. En1951, Chibás muere en un insólito incidente: después de pronunciar unaencendida arenga por radio –“El último aldabonazo”–, se dispara un tiro fren-te al micrófono. Un gesto de inmolación también inscripto en la tradiciónpopulista cubana.

El proceso político queda bruscamente interrumpido cuando FulgencioBatista, en 1952, un año antes de las elecciones presidenciales, da un golpemilitar y regresa al gobierno como dictador. En 1954, llama a elecciones en lasque es candidato único. Su dictadura abrirá las puertas a la revolución.

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tificable– sólo se explica por una “conspiración comunista” urdida desde arriba por los hermanosCastro y el Che Guevara, agentes de Moscú. Ambas visiones tienen de común (y equivocado) laconcepción implícita de que la miseria es la madre exclusiva de las revoluciones. En verdad, losprocesos político-sociales son mucho más dialécticos.13 La excepción fueron los del ala radical del “gobierno de los 100 días”, Guiteras, Chibás y otros.Especialmente Guiteras era famoso por su austeridad jacobina: siendo ministro, tenía sin embargoun solo traje.14 Por un lado, el PSP era rechazado desde la derecha. Por el otro, también a su izquierda, porqueera visto como parte de la infame “politiquería”, término con que los cubanos englobaban losenjuagues corruptos en los gobiernos, partidos y sindicatos, en los cuales los stalinistas habían par-ticipado notoriamente. Una de las grandes ventajas de Fidel sería la de presentarse como un hom-bre nuevo, un luchador abnegado y de honestidad intachable, ajeno a la podredumbre de la “po-litiquería”·

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El 26 de julio de 1953, Fidel Castro, que ha organizado a un grupo de jóve-nes, casi todos provenientes de la juventud ortodoxa, fracasa al intentar la tomadel cuartel Moncada. En 1956, después de ser amnistiado, prepara en Méxicouna expedición que, partiendo a bordo del yate Granma, desembarca el 2 dediciembre en la provincia de Oriente. Se inician las operaciones del EjércitoRebelde. Así se repite el esquema de la mayoría de las rebeliones producidasen la isla desde el siglo XIX, incluyendo la frustrada de Guiteras, en 1935.

En 1958, la oposición a Batista crece en toda la isla, pero el 9 de abril fraca-sa un intento de huelga general, que motiva una durísima represión en las ciu-dades. Sin embargo, en julio una ofensiva de Batista contra los rebeldes es derro-tada al irse desmoronando su ejército. La dictadura ya no puede sostenerse.

El 1º de enero de 1959 Batista huye de la isla. El Ejército Rebelde y elMovimiento 26 de Julio toman el poder. En mayo se dicta la Ley de ReformaAgraria. Comienzan a agravarse las tensiones con Washington y a radicalizarseel proceso revolucionario, en un curso vertiginoso. El 4 de febrero de 1960,Cuba firma un tratado comercial con la Unión Soviética. En marzo, para derro-car al gobierno de Castro, agentes de EEUU empiezan acciones de sabotaje yatentados que ya estaban en preparación desde 1959. En abril, el gobierno yan-qui planifica el bloqueo económico de la isla, que irá en crecimiento, con laquita de la cuota de azúcar (septiembre 1960) y otras medidas. En junio y julio,las refinerías de petróleo de propiedad imperialista se niegan a procesar elcrudo recibido de la URSS. Fidel las expropia. En agosto, Castro expropia enmasa las propiedades estadounidenses. En octubre de 1960, EEUU inicia unbloqueo económico total (que dura hasta hoy) y el gobierno comienza laexpropiación en gran escala de la burguesía cubana, que en su gran mayoríaya se había trasladado a Miami en los meses previos.

En enero de 1961, EEUU rompe relaciones diplomáticas, y poco despuésorganiza bombardeos a los aeropuertos cubanos. El 4 de febrero, en la SegundaDeclaración de La Habana, Fidel Castro proclama el carácter socialista de larevolución, y el 17 de abril, en Bahía de los Cochinos, se inicia una invasiónde “gusanos” organizada por EEUU, que es rápidamente derrotada.

Pero, desde entonces, la “institucionalización” de la revolución, el fracasode la línea guerrillerista auspiciada por Guevara para América Latina15 y el ais-lamiento internacional de la isla se hermanan para que la dirección cubana,

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15 Inicialmente, el llamado de Guevara de hacer “uno, dos, tres Vietnams” y las actividades queencabezó personalmente, primero en África y, luego, en la derrotada guerrilla de Bolivia, dondeencontró la muerte en 1967, apuntaban en un sentido internacionalista que chocaba con la políti-ca de “coexistencia pacífica” impulsada por el Kremlin. Aquí no podemos hacer un balanceamplio de esas tentativas, ambas fracasadas. Sólo señalaremos que, en lo que hace a AméricaLatina, las buenas intenciones de Guevara de llevar adelante una lucha revolucionaria continentalque rescatara a Cuba del aislamiento e infligiese una derrota mayúscula al imperialismo se con-cretaron en una estrategia totalmente equivocada: la del foco guerrillero.Es muy significativo que Guevara, a fin de extender la revolución por el resto del continente, jamástuviese en cuenta a la clase trabajadora, a pesar de que en países como Bolivia, Chile, Argentinao Perú protagonizaba luchas colosales, con revoluciones como la de 1952.

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Fidel Castro, lleve a la isla a una estrecha integración y dependencia de laburocracia de Moscú, copiando además tanto su modelo económico comopolítico. En ese contexto, en 1965 se funda el nuevo PCC (Partido Comunistade Cuba), réplica de los partidos únicos burocráticos del bloque soviético. Elrégimen político se consolidará también como de partido único, que no sóloadministra verticalmente el aparato de Estado, sino también todas las organi-zaciones sociales: obreras, estudiantiles, femeninas, culturales, etc.

En política exterior, el gobierno cubano se alineará incondicionalmente conel Kremlin. En 1968, este curso llega al tope (Gott, cit., pp. 235ss.): el gobiernocubano aplaude la invasión del Kremlin a Checoslovaquia para aplastar laPrimavera de Praga. En 1979 apoya la intervención de la URSS en Afganistán,que marcará el principio del fin del régimen soviético. A cambio de este apoyoincondicional, Moscú subvenciona la economía cubana y mantiene fuerzasmilitares disuasorias de una intervención de EEUU. Pero, al mismo tiempo,integrada al sistema soviético, Cuba “socialista” sigue siendo, como desde finesdel siglo XVIII, un país monoproductor de azúcar.

Veinte años después de la Primavera de Praga, la burocracia de Moscú estáen su más grave crisis económica, política y militar, que Occidente aprovecha–con Reagan– para ejercer presión. En el Kremlin se abren paso las corrientesrestauracionistas, primero embozadamente con Gorbachov (URSS 1985-91) yluego abiertamente con Yeltsin (Rusia 1990-99). Ya a mediados de los 80, lasaspiraciones de la mayoría de la burocracia (que luego se “recicla” en el nuevorégimen burgués de Rusia) es terminar con la Guerra Fría y buscar una asocia-ción con EEUU y Occidente (Gott, cit., pp. 273ss.). En ese contexto, Cuba esun estorbo político y un despilfarro económico, y queda abandonada a su suer-te. Se abrirá así una nueva etapa, que llega hasta nuestros días.

EL QUIÉN, EL QUÉ Y EL CÓMO EN LA SEGUNDA REVOLUCIÓN CUBANA. EL PAPEL DE LA CLASE OBRERA

Como ya adelantamos, las fuerzas motrices sociales y políticas de la revolu-ción de 1959 presentaron simultáneamente una continuidad del proceso de1933 y, al mismo tiempo, una profunda diferencia. Esta nueva combinación delos sujetos sociales y políticos actores de la revolución va a ser el principal deter-

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Esto preparó el marco de las graves y decisivas derrotas de los 70. Las masas trabajadoras y sobretodo la numerosa vanguardia obrera y estudiantil fueron mayoritariamente encuadradas en dosestrategias igualmente desastrosas: la de la “vía pacífica al socialismo”, promovida desde Moscú eimpulsada por los partidos comunistas y socialistas, y la del guerrillerismo guevarista en sus diver-sas variantes. Ellas fueron las grandes organizadoras de sangrientas derrotas en Sudamérica, quecomenzaron a marcar el punto de inflexión del ascenso revolucionario iniciado en la década del60. Las corrientes que acertadamente sostuvieron la estrategia de hacer centro en la movilizaciónrevolucionaria de las masas obreras y populares fueron minoritarias, como la corriente trotskistaorientada por Nahuel Moreno, que criticará las concepciones de Guevara y vaticinará que están“sembrando el camino de derrotas” (N. Moreno, “Dos métodos frente a la revolución latinoameri-cana. Comentarios críticos a los trabajos de Ernesto Che Guevara ‘La guerra de guerrillas’ y Guerrade guerrillas: un método’”, Estrategia (segunda época), Buenos Aires, 1964.

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minante de su carácter –eminentemente popular y populista–, así como del tipode estado que se irá conformando, su régimen, sus relaciones políticas y eco-nómicas, e igualmente de las líneas que irá aplicando a nivel internacional.

Mientras la revolución de 1959 es, en todo sentido, social y políticamente, elrevival triunfante del populismo radical de una generación atrás, la clase obreracomo tal pasa a segundo plano (lo opuesto de 1933). En esto influyeron no sólolos resultados inmediatos de la derrota de la revolución de 1933, sino también loque sucedió después de ella y el rol siniestro cumplido por el PCC (luego PSP).

La clase obrera cubana, después de ser derrotada en esa primera revolu-ción, fue aprisionada en un poderoso aparato de sindicatos burocráticos y esta-tizados, la CTC. Este proceso, como advertía Trotsky en México, era general enesa época. Sin embargo, en Cuba tuvo características peculiares, porque de esose encargaron principalmente los stalinistas, y no corrientes nacionalistas bur-guesas como en México y luego en Argentina. Al mismo tiempo, desde arribase fueron dando concesiones a los trabajadores sindicalizados, que llegaron aser un 50% de la fuerza de trabajo de la isla. No se trata de que no habíaluchas: el proletariado cubano siempre se distinguió por su combatividad. Perosu combatividad fue represada por los aparatos y también orientada por cana-les sindicalistas y corporativos, cuyo horizonte político no iba más allá de las“presiones” para ampliar esas concesiones.16

En 1947, la Guerra Fría va a interrumpir el idilio entre los sindicalistas delPSP y el Estado. El gobierno de Grau San Martín desaloja con la policía aLázaro Peña y demás sindicalistas del PSP del “Palacio de los Trabajadores”,· eledificio de la CTC, y se la entrega a un siniestro burócrata amarillo, EusebioMujal, un gángster que luego trabajaría al servicio de Batista.17

La clase obrera entró, entonces, con esas graves desventajas políticas yorgánicas al proceso revolucionario de mediados de los años 50. Como suce-dió con amplios sectores de la sociedad cubana, desde la burguesía hasta lascapas más populares, los trabajadores no quedaron al margen. Sin embargo,no volvieron a ser esta vez la indiscutible vanguardia. Y, sobre todo, su parti-cipación fue principalmente en forma individual, como parte del pueblo, y noorgánica, como clase. No hubo “soviets” ni sindicatos revolucionarios, comoen 1933, que hicieran caer a la dictadura mediante huelgas generales revolu-cionarias.18

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16 Si Mella caracterizaba ingeniosamente a Machado como un “Mussolini tropical”, podríamosdecir que el período que va desde 1936 hasta mediados de los 40 es una especie de “New Dealtropical”, una mala copia de la política de cooptación y concesiones desarrollada por el presidenteRoosevelt para desarmar al combativo movimiento obrero estadounidense de esos años.17 La protesta que eleva Lázaro Peña retrata la política de colaboración clases con que el PSP orien-taba los sindicatos: “Ni poses demagógicas, ni demandas exageradas, ni acción desordenada, niactuación anárquica o irresponsable ha tenido en toda su existencia la CTC, que ha sido, por elcontrario, factor de unidad, de orden y del mejor desenvolvimiento de las relaciones entre elCapital y el Trabajo” (citado en C. Bianchi Ross, “Asalto a la CTC”, subrayados nuestros). ¡Peña sequejaba de la ingratitud del estado burgués por los valiosos servicios que le había prestado!18 “La dirigencia [mujalista] de los sindicatos suprimió por la fuerza todas las fuerzas disidentes queamenazaran su pacto [con Batista]. La clase obrera organizada sufrió así una doble dictadura: la

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El 9 de abril de 1958, la derrota de un intento de huelga general revolucio-naria va a dar una sangrienta radiografía de este cambio. La huelga había sidoconvocada por los sectores urbanos (“el llano”) del 26 de Julio y otros movi-mientos (aunque, al parecer, con muchas reservas de Fidel Castro y los coman-dantes de “la sierra”). Al llamarla, todos tenían en mente la huelga general insu-rreccional que había acabado con Machado (Gott, cit., p. 162). La costosaderrota de esta iniciativa pondría en blanco sobre negro que la situación eracompletamente distinta, y sus consecuencias profundizaron el rasgo de queesta vez no era la clase obrera organizada la vanguardia de la lucha.

El fracaso tuvo una consecuencia político-social de gran importancia. Elderrocamiento de Batista por una huelga general revolucionaria hubiese quizásempujado nuevamente a la clase trabajadora al centro de la escena, como en1933. Su derrota, por el contrario, “llevó a una consolidación del control inter-no de Castro sobre el movimiento y, acompañando eso, un rol mucho mayor,político y militar, de las guerrillas de las Sierras a expensas del movimientourbano” (Farber, cit., p. 118).

A esta grave derrota no sólo contribuyó la represión (Machado tampocoahorró sangre en julio y agosto de 1933). Fue importante el papel de rompe-huelgas del aparato burocrático de la CTC encabezado por Mujal, que mere-ció las felicitaciones de Batista (ver “Brief History of the Cuban LaborMovement & Social Policy”, Gente de la Semana, Vol. 1, Havana, January 5,1958, No. 1, American Edition). A eso se agregaron otros factores político-sociales de primer orden. El PSP, que conservaba influencia en el movimientosindical, no participó, aunque ya estaba en relaciones con Castro, y la direc-ción urbana del Movimiento 26 de Julio tampoco tuvo una política para com-prometerlo en la movilización. Pero lo decisivo fue que el Movimiento 26 deJulio carecía totalmente de trabajo orgánico en el movimiento obrero y denexos con la clase trabajadora (ver Gott, cit., pp. 162ss. y Farber, cit., p. 118).

Contra lo que se suele creer, la gran mayoría de los luchadores del Movimiento26 de Julio y de los otros movimientos armados no estaban en “la sierra”, sino en“el llano”; es decir, en las ciudades. Y fue también en las ciudades donde se pro-dujeron alrededor del 90% de las bajas. Por eso, el rotundo fracaso del 9 de abrilde 1958 puso de relieve el carácter político-social del Movimiento 26 de Julio, queen las ciudades organizaba miles de luchadores clandestinos, pero al mismo tiem-po era orgánicamente ajeno al movimiento obrero y a la clase trabajadora.

UN INMENSO MOVIMIENTO POPULISTA

En el capítulo anterior hicimos una descripción del tan variado y complejofenómeno del populismo cubano, que presenta además muchas analogías con

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de Eusebio Mujal y la de Fulgencio Batista. Sin organizaciones autónomas, la clase trabajadora seatomizó. El principal resultado fue que los trabajadores, que crecientemente se volvían contraBatista, lo hicieron como ciudadanos individuales más que como miembros de organizacionescolectivas de la clase obrera” (Farber, cit., p. 128, subrayados nuestros).

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movimientos similares latinoamericanos. Sin embargo, lo fundamental no sonesas semejanzas sino su enorme diferencia: ¿por qué, excepcionalmente, unacorriente, Fidel Castro y su Movimiento 26 de Julio, expropió al capitalismo,mientras que el resto de los movimientos populistas, nacionalistas o frentepo-pulistas de América Latina jamás cruzó esa raya?

La típica respuesta que dio en su momento la mayor parte del movimientotrotskista se sigue expresando aún hoy en términos como éstos:

“El 1º de enero de 1959... el Ejército Rebelde encabezado por Fidel Castrohacía su entrada triunfal en La Habana. Sin embargo, la dirección del procesorecayó en el Movimiento 26 de Julio, un frente político policlasista con un pro-grama democrático limitado. Ante la presión del imperialismo norteamericano,Fidel Castro declara a Cuba un ‘país socialista’ y se terminan expropiando losprincipales medios de producción –las empresas imperialistas y de la burgue-sía local–. Esta transformación de Cuba en una economía de transición al socia-lismo desmentía la falsa tesis de los stalinistas de la ‘revolución por etapas’ enlos países semicoloniales, según la cual la clase obrera debía subordinarse a lasupuesta ‘burguesía nacional’ (…) Sin embargo, el estado obrero que surgía deesta revolución no estaba basado en consejos de obreros y campesinos, sinoque el ejército guerrillero que se había apropiado del poder del Estado esta-bleció un régimen que reproducía su estructura verticalista, es decir, un Estadoobrero burocráticamente deformado” (en Claves Nº 1, abril 2008, subrayadosnuestros).

Citamos esto no porque tenga algo de original, sino, por el contrario, por-que tiene el mérito de resumir lo que fue una interpretación compartidaampliamente por la mayoría del movimiento trotskista. A partir de ella, seexpresaron diferencias muy importantes, pero en general partían de esa basecomún. La corriente de Nahuel Moreno desarrolló, con el tiempo, distintasposiciones, pero esencialmente independientes. Por el contrario, la principalcorriente del trotskismo europeo, la de Ernest Mandel, sostuvo un seguidismocasi incondicional.19

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19 La corriente mandelista tuvo una política seguidista a las burocracias y, en general, a todas lasdirecciones que encabezaban revoluciones o fenómenos “impactantes” (como en su momento la“perestroika” o, en América Latina, el PT de Brasil). Mandel sostenía teóricamente su seguidismocon dos tesis: a) “De la Comuna de París a la victoria de la revolución cubana, pasando por las victorias de lasrevoluciones de Yugoslavia, China y Vietnam, hemos visto a revoluciones socialistas derribar vic-toriosamente el poder del capital bajo la dirección de agrupamientos o partidos que tienen encomún tres rasgos: su naturaleza objetivamente proletaria; su opción a favor de la revolución –ypor lo tanto, su ruptura con estrategias y tácticas contrarrevolucionarias en momentos decisivos–;sus insuficiencias programáticas clamorosas, que conducen en todos los casos a deformacionesburocráticas graves, salvo en el caso de la Comuna, derrotada rápidamente... Este fenómeno estáa mitad de camino entre el stalinismo y el marxismo revolucionario, y es resultado de la debilidadtodavía pronunciada del factor subjetivo a escala mundial” (Ernest Mandel, “La défaite impérialis-te au Vietnam”, subrayados nuestros). b) Las burocracias eran un sector de la clase obrera, sólo que privilegiado. La demostración “socio-lógica” de esta teoría es que los burócratas son trabajadores asalariados... aunque mejor remune-rados que el resto: “La burocracia no posee los medios de producción, participa de la distribución

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de la renta nacional exclusivamente en función de la remuneración de su fuerza de trabajo. Estoincluye muchos privilegios, pero son bajo la forma de remuneración que no difiere cualitativa-mente de la remuneración bajo la forma de un salario” (Ernest Mandel, Revolutionary MarxismToday, p. 142). En primer lugar, era falso que la burocracia obtuviese sus privilegios sólo y principalmente bajo laforma de un salario. Pero, además, este sofisma de Mandel implicaría que el presidente del direc-torio de una corporación que recibe también un “salario” puede ser igualado socialmente al obre-ro asalariado que suda plusvalía en sus fábricas. Escudándose en una cuestión formal –la forma sala-rio–, Mandel elude el contenido social y de clase absolutamente distinto de los sobres con el “sala-rio” que reciben el obrero, el burócrata “socialista” y el ejecutivo de una gran empresa. Asimismo,en lo que recibe el burócrata (por dentro o por fuera del sobre) no sólo va “la remuneración de sufuerza de trabajo”, sino también su cuota-parte en la apropiación del valor excedente que producenlos trabajadores de verdad. Es decir, su parte en una explotación que no es “orgánica” (como la delcapitalismo), pero que abrió la ruta a la restauración; o sea, el regreso a una explotación orgánicamás segura y estable, la capitalista. Por eso, contra lo que creía y esperaba Mandel, resultó que losburócratas de Yugoslavia, China y Vietnam no estaban a “mitad de camino entre el stalinismo y elmarxismo revolucionario”, sino entre el estado burocrático y la vuelta al capitalismo: marchaban ahacerse burgueses. Por su parte, como veremos más adelante, la burocracia cubana, más tardía-mente, ha puesto proa en el mismo sentido... aunque todavía no ha llegado a buen puerto, comopretende el “cubanólogo” de la LIT-PSTU. Pero esto lo veremos más adelante.20 Ejemplo típico de “frente policlasista” o “frente popular” fue la UP (Unidad Popular) de Chile,que gobernó con Salvador Allende de 1970 a 1973. El Movimiento 26 de Julio no fue, por supues-to una organización obrera, pero al mismo tiempo tuvo poco que ver con ese tipo de coaliciones.

Examinemos, entonces, esta explicación tan representativa, primero, delsujeto político que encabezó la revolución (“el Movimiento 26 de Julio, unfrente político policlasista con un programa democrático limitado”); luego, dela dialéctica de los acontecimientos (“ante la presión del imperialismo nortea-mericano, Fidel Castro declara a Cuba un ‘país socialista’ y se terminan expro-piando los principales medios de producción”).

El Movimiento 26 de Julio fue ante todo un movimiento populista y no un“frente policlasista”, una expresión que, si significa algo, nos indica un “frentepopular”.20 Pero, aunque fuese así, continúa sin una respuesta convincente elenigma de cómo ese “frente policlasista” –es decir, un frente con un sector dela burguesía adentro– a los pocos meses acabó... expropiando a la burguesía.O sea, un verdadero milagro político-social.

La “presión del imperialismo” ha sido la respuesta universal usada por lamayoría no sólo del trotskismo, sino también de la izquierda y el “progresismo”en general. Esto aparentemente explica mucho, pero, al mismo tiempo, noexplica nada.

Es una verdad indiscutible que casi desde el principio hasta que se produ-ce finalmente la expropiación de la burguesía a fines de 1960, se desarrollauna escalada vertiginosa de golpes y contragolpes entre Fidel Castro yWashington.

Sin embargo, desde hace más de un siglo en América Latina, el imperialismoyanqui viene aplicando “presiones” sobre todos los gobiernos en general y, enespecial, sobre los gobiernos nacionalistas, populistas, frentepopulistas, etc., quepretenden desobedecerlo en alguna medida. Y muchas veces esas presiones fue-ron violentas: fomento de golpes de Estado, intervenciones militares, etc.

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El problema es que ninguno –¡absolutamente ninguno!– de esos gobiernosrespondió como Fidel Castro. Entonces, la respuesta no puede reducirse a lageneralidad de las “presiones” imperialistas (por supuesto, muy importantes),sino a lo que hubo de específico, de peculiar en el caso cubano.21 Y esto prin-cipalmente nos lleva no al factor “objetivo” de las “presiones del imperialismo”en general, sino al más subjetivo, el del movimiento populista 26 de Julio y sulíder, Fidel Castro.

EL 26 DE JULIO, LAS CLASES, LA CRISIS SOCIAL Y EL DERRUMBE DEL VIEJO ESTADO

Algunos marxistas, empeñados contra toda evidencia en ver una “revolu-ción obrera” en el proceso de 1959, destacan la participación de sectores asa-lariados en la resistencia contra Batista en las ciudades, así como también laincorporación a la guerrilla de semiproletarios de la provincia de Oriente.

Esto tiene su importancia, pero no lleva a las conclusiones que se preten-den. Desde el mismo 26 de julio de 1953 hasta la toma del poder en 1959, losluchadores –como ya subrayamos– se integraban como individuos a las estruc-turas político-militares de los movimientos (el Movimiento 26 de Julio, elEjército Rebelde, etc.), con independencia de su origen y clase social.

Tanto el Movimiento 26 de Julio y el Ejército Rebelde como otros movi-mientos que lucharon contra Batista, al estilo del nuevo Directorio Estudiantil,eran movimientos populistas, que se caracterizaban por dirigirse al “pueblo”en general, e incorporaban individualmente a gente proveniente de todos lossectores sociales.

“Los populistas venían de todas las clases sociales, menos de los más ricosy de los más pobres... [Aunque entre los luchadores del Moncada y los del des-embarco del Granma] había trabajadores por origen u ocupación, muy pocosde ellos habían tenido actividad o participación en luchas obreras políticas osindicales” (Farber, cit., pp. 50 y 51).

Luego, en Sierra Maestra y Oriente, el reclutamiento de campesinos que ensu casi totalidad no tenían experiencias anteriores en luchas campesinas “aña-dió un nuevo elemento a la típica base populista urbana de los veteranos delMoncada y el Granma... Y fue muy importante para permitir a Fidel Castro mol-dearlos como fieles seguidores de su liderazgo como caudillo. En todo caso, uncírculo íntimo de hombres ‘sin clase’, desligados de toda vida orgánica de cual-quiera de las clases sociales de Cuba, conformaron el corazón o centro políti-co de Castro” (Farber, cit., p. 50, subrayados nuestros).

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21 El marxismo revolucionario del siglo XXI ha heredado el peso muerto de las explicaciones “obje-tivistas” de las revoluciones de posguerra, que pusieron cabeza abajo la teoría de la revolución per-manente, haciendo el centro no en los sujetos sociales y políticos, sino en los llamados “factoresobjetivos”: los ataques del imperialismo, las crisis económicas, las tareas planteadas por la revo-lución, etc. Este debate es entonces de rigurosa actualidad, porque hoy lamentablemente tenemosa más de uno esperando que Chávez, obligado por las circunstancias y las “presiones del impe-rialismo”, haga como Fidel. Para analizar este problema teórico de conjunto, recomendamos veren SoB 17/18 “Notas sobre la teoría de la revolución permanente”, de Roberto Sáenz; en especial“Crítica a la concepción de las revoluciones ‘socialistas objetivas’”.

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La apelación típica del populismo al “pueblo” en general, a la “nación”, alas personas no como miembros de una clase social sino de la “patria”, pose-ía en Cuba una resonancia y dimensiones especiales, superlativas, que teníanque ver no con razones mágicas sino históricas y materiales que explicamosextensamente: el original curso histórico de Cuba, la brutal frustración de suindependencia por la intervención del imperialismo yanqui, su segunda frus-tración en 1933, su formación económico-social con un yugo cuasi colonial enrelación con EEUU y en general todas las tensiones que este desarrollo desigualy combinado había generado.

En otros países latinoamericanos, estos temas del populismo y sus caudillos,como el de presentarse por encima de las clases y encarnar a la “patria”, el“pueblo”, la “nación”, han terminado siendo materia de política-ficción (aun-que, por supuesto, la existencia y éxito de esas ficciones indican problemasauténticos detrás de ellas).

Pero, en Cuba, mucho más que en otros países, esto sintonizaba con realesy poderosos elementos y contradicciones, desde la tardía y malograda inde-pendencia hasta diversas formas de relativo “desclasamiento” o “debilitamien-to” de todas las clases sociales, con relaciones “anormales”, conflictivas, decrisis con las viejas instituciones, las organizaciones políticas, las fuerzas arma-das, etc., que quedaban abarcadas en el repudio universal a la llamada “politi-quería”. Al mismo tiempo, no había mayor claridad acerca de las alternativasa todo eso.

Estos elementos facilitarían la elevación de un caudillo y un movimiento queaparecían por encima de toda esa inmundicia, representando los interesessuperiores de la patria. El lema con que ascendería este gran caudillo –“Patriao muerte”– iría esta vez en serio, aunque simultáneamente su programa explí-cito era inicialmente impreciso y moderado.

“Cuba estaba entre los países económicamente más avanzados de AméricaLatina, con significativas clases sociales burguesa, media y obrera. Pero esasclases habían quedado políticamente debilitadas después de la revolución de1933, de la que los capitalistas cubanos emergieron con una significativa dis-minución de su hegemonía. Un grupo de sargentos amotinados reemplazó a laoficialidad proveniente de los altos círculos de la sociedad cubana... La claseobrera estaba altamente organizada en sindicatos, pero éstos se habían vueltomuy burocráticos y corruptos... lo que hizo difícil a esa clase jugar un papelsignificativo en la lucha contra Batista... [Asimismo,] en los 50, los endeblespartidos políticos anteriores a Batista se habían deshecho, reflejando la debili-dad política de todas las clases... Era una situación en la que podía prosperarun bonapartismo... un líder político que adquiriese un considerable grado depoder y libertad de acción en relación tanto con las clases dirigentes como conlas subalternas (…) Por otro lado, existía un liderazgo político revolucionarioque, lejos de ser pequeño burgués radical (como decía el PSP), era ‘sin clase’,en el sentido de que no tenía fuertes lazos orgánicos o institucionales ni con lapequeña burguesía ni con las otras principales clases sociales” (Farber, cit., pp.115ss., subrayados nuestros).

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Por otra parte, el Movimiento 26 de Julio y el Ejército Rebelde eran nota-blemente juveniles, comenzando por su líder máximo. De esto se ha habladomucho, pero se ha reflexionado menos sobre sus implicancias político-socia-les. Compartían, tanto por su edad como por la desestructuración social de susmilitantes y combatientes, varias características del estudiantado. Como seña-lamos antes, los estudiantes, aunque provengan de familias de la burguesía ylas clases medias, y sólo una minoría de los sectores trabajadores, no están aúnplenamente integrados a las relaciones de sus clases de origen. Así, bajo elimpacto de problemas generales de la sociedad –graves crisis, dictaduras,injusticias flagrantes, etc.–, pueden muchas veces orientarse en otros sentidosy defender otros intereses que los de su clase originaria.

Ese proceso de (relativo) “desclasamiento” no dejaba sin embargo indivi-dualmente en el vacío a los luchadores del Movimiento 26 de Julio y el EjércitoRebelde. No eran, de ninguna manera, “desclasados” o “marginales” en el sen-tido corriente de esos términos. Podríamos decir que su “clase” sui generis o,más precisamente, su estructura social o sector social inmediato al que perte-necían era esa misma institución proto-estatal, el movimiento-ejército (quepronto se convertiría en base del Estado a secas). Sus relaciones con las otrasclases de la sociedad se establecían a través de esa mediación, lo que le dabade conjunto una notable autonomía.

Así, Castro y su movimiento-ejército, en el camino hacia la toma delpoder, pueden ir logrando apoyos en todas las clases sociales, sin ser almismo tiempo representantes directos y orgánicos de ninguna de ellas enparticular.

En el ángulo opuesto, el régimen de Batista terminó ganando el repudiotambién de todo el espectro social. Un amplio sector de la elite tradicionalsiempre había detestado al ex sargento (hasta por motivos racistas) y se orien-tó hacia el apoyo a Fidel, en quien veían (equivocadamente) a uno de ellos. Lomismo hicieron la Iglesia y la masonería. Idénticos giros se dieron desde elresto de la sociedad: la Universidad, desde el primer momento, había sido unfoco duramente opositor; los trabajadores, aunque maniatados para actuarcomo clase por sus aparatos sindicales, tampoco querían al dictador, y se fue-ron volcando cada vez más hacia Castro. Incluso el sector liberal del imperia-lismo yanqui comenzó a simpatizar masivamente con los barbudos, como sereflejaba, por ejemplo, en el influyente New York Times. Al final, Batista, direc-tamente, sólo representaba a una lumpen-burguesía de oficiales corruptos delas FFAA y socios cubanos de las mafias estadounidenses.

Este “vaciamiento social” fue mortal no sólo para la dictadura sino tam-bién para el estado burgués, porque llevó a la crisis a las fuerzas armadas,que terminaron colapsando. Esto dejó al Movimiento 26 de Julio y sobre todoal Ejército Rebelde como el único poder estatal, en el pleno sentido de lapalabra.

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HACIA LA RUPTURA CON EL IMPERIALISMO, LA INDEPENDENCIA NACIONAL

Y LA EXPROPIACIÓN DEL CAPITALISMO

Comenzaba así a constituirse un nuevo Estado. Pero, a su vez, este movi-miento y ejército, en primer lugar su “Comandante en Jefe”, habían adquiridopreviamente –como señalamos– “un considerable grado de poder y libertad deacción en relación tanto con las clases dirigentes como con las subalternas”,“un liderazgo político revolucionario que, lejos de ser pequeño burgués radi-cal... era ‘sin clase’, en el sentido de que no tenía fuertes lazos orgánicos o ins-titucionales ni con la pequeña burguesía, ni con las otras principales clasessociales”.

Esto establecía la gran diferencia con el resto de los populismos de ayer yde hoy, desde Juan Domingo Perón o Jorge Eliécer Gaitán hasta Chávez, parano hablar de los “frente policlasistas”, es decir, los clásicos “frentes populares”,al estilo de la UP chilena, con corrientes y partidos ligados a sectores de la bur-guesía, al aparato del Estado (incluidas las fuerzas armadas), a la pequeñaburguesía y, sobre todo, a las burocracias sindicales y políticas “de izquierda”.

Es sobre esta diferencia fundamental del sujeto político de la revolución quevan a jugar los factores “objetivos”, entre ellos (no el único) “la presión delimperialismo norteamericano”. Y es por ese factor subjetivo que las presionesdel imperialismo darán en este caso un resultado completamente diferente aldel resto de los casos en que se aplicaron.

Por otra parte, este sujeto político no se limitaría simplemente a respondera esas “presiones” y ataques. Las modernas investigaciones de historiadoresmarxistas –como Sam Farber y Richard Gott–, que además han podido yamanejarse con montañas de documentación desclasificada tanto delDepartamento de Estado como de la ex URSS, prueban que de ninguna mane-ra la dirección cubana fue una hoja en la tormenta, a la que los vientos quesoplaban llevaron a la ruptura con EEUU, primero, y a la expropiación, luego.Las primeras iniciativas que configuraron casus belli –como la ley de reformaagraria, moderada pero inaceptable para EEUU y la oligarquía cubana– las fuetomando la dirección de Castro sin consulta, negociaciones ni aprobación deWashington. Esto implicaba la ruptura consciente de una norma colonial noescrita, pero obedecida desde 1902 por todos los gobiernos de la isla (a excep-ción del de los “100 días” de Guiteras).

Es decir que, desde el inicio mismo, Fidel comenzó atacando el gran pro-blema heredado desde 1898-1902: la independencia nacional de Cuba.

Por supuesto, esto no significa que estuviese en los planes de Fidel Castrollegar a la expropiación del capitalismo. Pero tampoco, ni mucho menos, quela conducción de la revolución fuese un objeto que se movía porque otros loempujaban.22 En todo caso, ya en 1958 Castro escribía reservadamente a Celia

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22 En el trotskismo de posguerra, las revisiones “objetivistas” y/o “sustituistas” de la teoría de larevolución permanente se hacían para poder explicar cómo este tipo de sujetos político-socialesexpropiaban a la burguesía. Tuvieron expresiones muy variadas, como las de Mandel o Moreno,pero dentro de esos parámetros.

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Sánchez que cuando la guerra contra Batista terminase “comenzaría otra gue-rra mayor y mucho más larga contra EEUU” (Farber, cit., p. 65, subrayado nues-tro). Y su previsión era correcta: la revolución ponía nuevamente en la palestraese gran problema histórico de la independencia nacional, que como hemosvisto ha sido el hilo ininterrumpido que unió las heroicas luchas del siglo XIXcon las revoluciones de 1933 y 1959.

Pero ésas y otras consideraciones no se expresaban en un “programa” públi-co (al estilo marxista), sino en el secreto del círculo íntimo del “Líder Máximo”,como ha sido norma de todos los bonapartismos y caudillismos.

Como es regla entre los movimientos populistas, el Movimiento 26 de Juliono tenía un programa global claramente formulado, y lo que estaba escrito noera, efectivamente, muy avanzado. Pero es no comprender a este tipo de movi-mientos querer medirlos con la vara de los partidos marxistas y obreros, dondela cuestión del programa público y formulado con claridad ocupa un lugarcentral. En los movimientos populistas, podríamos decir que el programa seexpresa principalmente en el caudillo y sus acciones, donde las consideracio-nes tácticas tienen además un peso trascendental en relación con las más estra-tégicas. Pero esto no implica, de ninguna manera, que no posean una ideolo-gía, muy fuerte y determinante en el caso del populismo radical cubano, conlas profundas raíces históricas que ya examinamos.

“En contraste con los análisis que retratan a los líderes cubanos como reac-cionando meramente ante la política de EEUU y sus acciones, sostengo que

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Mandel, sin decir que estaba poniendo todo el revés, presentaba como “teoría de la revoluciónpermanente” una mezcla original de sustituismo y objetivismo. Hallaba que “la dictadura de pro-letariado fue establecida en Yugoslavia, China, Vietnam y Cuba por direcciones revolucionariaspragmáticas, que tienen una práctica revolucionaria, pero no la teoría ni el programa adecuado,ni para su revolución ni menos aún para la revolución mundial” (E. Mandel, “In Defence of thePermanent Revolution”, p. 54, subrayado nuestro). Claro que de estas “direcciones revolucionariaspragmáticas” o, también, “centristas de izquierda”, nunca quedaba claro su carácter social. Yavimos antes cómo, según Mandel, estas “direcciones pragmáticas” estaban a mitad de caminoentre el stalinismo y el marxismo revolucionario. Establecía así el fundamento teórico para la polí-tica de seguidismo a todas ellas. Moreno, en cambio, sin hacer tantos malabarismos, asume francamente que está revisando la teoríade la revolución permanente. Pero, a diferencia de Mandel, trata de sostener una posición indepen-diente de las direcciones burocráticas. Su solución teórica a este intríngulis fue hacer pasar los suje-tos a un plano secundario. La revolución se movería no por la lucha entre los sujetos históricos,sociales y políticos, como sostenía Trotsky, sino impulsadas por una “combinación objetiva de tare-as”: por ejemplo, en el caso de Cuba, la lucha por la independencia nacional frustrada por la inter-vención yanqui de 1898 exigía expropiar a la burguesía cubana, que era el colmo de la sumisión aWashington. Estas “combinaciones objetivas de tareas” establecerían una especie de ley de gravedadde los procesos revolucionarios. Sobre eso, Moreno toma como ejemplo un automóvil: “Para que uncoche se mueva, hay dos maneras: una es que alguien lo ponga en marcha y lo mueva; otra es poner-lo arriba de una pendiente y el coche se mueve [solo]. En este último caso, el movimiento es obje-tivo, no lo para nadie, es un proceso objetivo” (N. Moreno, “Crítica a las Tesis de la RevoluciónPermanente de Trotsky”, p. 18). Sin embargo, la historia de la Revolución Cubana desmiente estaespecie de “ley de gravedad” de las revoluciones. El coche de la revolución cubana tuvo un con-ductor, Fidel Castro y su movimiento-ejército nacional populista. Los giros y rumbos de este auto, yasea en pendiente o en cuesta arriba, los dio ese sujeto político-social que estaba al volante.

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estos líderes fueron actores fuertemente influenciados por sus propias predis-posiciones políticas e inclinaciones ideológicas. Las mentes de los líderes cuba-nos no estaban primariamente moldeadas por la política de EEUU hacia ellosen los años 1959 y 1960, sino en relación con la anterior política de EEUU enCuba y en todas partes... y el hecho más importante era, por supuesto, la polí-tica de EEUU respecto de Cuba desde fines del siglo XIX (...) Castro era un cau-dillo, pero un caudillo con ideas” (Farber, cit., pp. 112ss., subrayados nuestros).

El curso de la revolución cubana hacia la independencia nacional y expropia-ción de la burguesía no fue, entonces, expresión de ninguna “ley de gravedad” dela política, sino el resultado de un combate entre sujetos políticos y sociales.

Por supuesto, como en todo proceso histórico, en la Revolución Cubanahubo una dialéctica de acción (y lucha) de los sujetos políticos y sociales–revolucionarios y contrarrevolucionarios– entrelazada con los factores relati-vamente más “objetivos”.

Entre esos factores estaba, por ejemplo, la existencia de la Unión Soviética,que en esos años aparecía incluso como ganando la carrera del desarrollo eco-nómico a EEUU. Este factor ya antes del triunfo de la revolución entraba en elhorizonte de maniobras del Movimiento 26 de Julio (aunque al mismo tiempo,oficialmente, se presentaba ante EEUU, y sobre todo frente a la prensa nortea-mericana, como no “comunista” e incluso como “anticomunista”).23

Esta dialéctica de lucha entre sujetos revolucionarios y contrarrevoluciona-rios, combinada con factores más “objetivos”, fue llevando las cosas, comosiempre sucede, a resultados que iban más allá y/o eran diferentes de los pre-vistos por los distintos actores.24 Pero eso no quita sino que, por el contrario,

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23 Está documentado que, ya en 1958, se intentaron contactos con el bloque soviético, vía empre-sas de ese origen en Costa Rica, con un objetivo inmediato: conseguir armas que le eran negadasen EEUU. Luego del triunfo de la revolución, los contactos con Moscú se gestionaron preventiva-mente casi de inmediato, mucho antes de iniciarse los roces con EEUU por la Ley de ReformaAgraria y otras medidas. Al mismo tiempo que todo eso se procesaba en estricto secreto, Castro,públicamente e incluso en un viaje a EEUU, eludía con ambigüedades tomar compromisos quecomenzaban a exigirle desde Washington para despejar los interrogantes y temores que desperta-ba en el imperialismo su política. Tomándose de éstos y otros hechos, una legión de charlatanes,al estilo de Montaner, han elucubrado sobre la “conspiración comunista” de los Castro y el CheGuevara, que explicaría todo lo sucedido. En verdad, el Kremlin estaba desinteresado por com-pleto de lo que pasaba en Cuba, a la que consideraba, en el marco de los acuerdos de Yalta-Potsdam, parte de la esfera de influencia de EEUU. Tanto frente a EEUU como ante la UniónSoviética, fue Fidel Castro quien llevó la iniciativa, y no al revés, inicialmente dentro de una polí-tica pragmática para aprovechar el enfrentamiento entre ambos bloques de la Guerra Fría. Ver Gott,cit., pp. 178-183, y Farber, cit., pp. 143ss.24 Un ejemplo de esta dialéctica entre lo subjetivo y lo objetivo fue la expropiación final de la bur-guesía. Al comenzar los problemas del gobierno con EEUU y ante medidas que aún eran modera-das (ley de rebaja de alquileres, reforma agraria, etc.), la burguesía comete el error garrafal de irseen masa a Miami. Mucho antes de que los expropiaran, los burgueses se toman así una especie de“vacaciones”, seguros de que EEUU pondría “la casa en orden” en semanas o meses. El “cipayis-mo” o “malinchismo” superlativo de la burguesía cubana, en la que seguía vivo el anexionismo, lejuega una mala pasada. Su decisión de ausentarse es contestada con la intervención de sus empre-sas y fincas, y luego con la expropiación (J. Murray, La segunda revolución en Cuba, pp. 48ss.). Sushijos y nietos aún siguen esperando volver... y recuperar sus propiedades.

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subraya, que los elementos determinantes de esas combinaciones estaban enlos sujetos político-sociales.

EJÉRCITO GUERRILLERO, ESTADO OBRERO Y TRANSICIÓN AL SOCIALISMO

El Movimiento 26 de Julio y sobre todo el Ejército Rebelde pasaron a cons-tituir el núcleo del nuevo estado. ¿Qué significó esto concretamente? Que seconvirtieron en un aparato burocrático que ahora ejercía funciones estatales,tanto más fácilmente por su relativa autonomía en relación con todas las cla-ses de la sociedad, sobre las que se habían “elevado” incluso mucho antes dela toma del poder.

Todo ejército constituye obligatoriamente un aparato disciplinado de arribahacia abajo. Pero, en este caso, era un verticalismo por partida doble, porqueno era el ejército de un movimiento obrero revolucionario, con organismosdemocráticos de clase (consejos obreros, sindicatos revolucionarios, partidos,etc.), sino las fuerzas armadas de un movimiento populista, que de por sí fun-ciona bajo las normas del acatamiento sin reservas de las órdenes del caudillo,ahora transformado en “Comandante en Jefe” y “Líder Máximo”.

Según la cita que venimos comentando, la expropiación de los capitalistashabría dado, de por sí, carácter “obrero” al nuevo estado. Pero, lamentable-mente, “el estado obrero que surgía de esta revolución no estaba basado enconsejos de obreros y campesinos, sino que el ejército guerrillero que se habíaapropiado del poder del Estado estableció un régimen que reproducía suestructura verticalista, es decir un Estado obrero burocráticamente deformado”.

En texto aparte hacemos extensamente la historia y la crítica de esta con-cepción, según la cual basta que un estado expropie al capitalismo para queautomáticamente se transforme en “obrero”, aunque la clase trabajadora comotal no juegue papel alguno en el nuevo estado, salvo el de apoyar sin chistartodo lo que se decide desde arriba. Pensamos que ha sido una abusiva y equi-vocada aplicación de la caracterización de Trotsky sobre la URSS en los años30, a fenómenos políticos y revoluciones profundamente distintas a la de octu-bre de 1917 y su curso posterior.

Aunque se apoyaran en la clase trabajadora (como también en otras cla-ses y sectores de la sociedad y en el “pueblo” en general), ni el Movimiento26 de Julio ni el Ejército Rebelde, que ahora constituían el estado cubano, sevolvían “obreros” por expropiar a la burguesía. Sus relaciones con la claseobrera siguieron siendo una continuidad del período anterior, aunque ahoracomo la burocracia de un estado cuya burguesía había huido en masa aMiami.

El qué se hacía (en este caso, la expropiación) no transformaba mágica-mente la naturaleza social de quién lo hacía, ni tampoco de cómo lo hacía.

Insistimos: la relación del nuevo poder con la clase obrera y el conjunto dela sociedad continuaba, con cambios, la anterior a 1959 de Fidel y suMovimiento 26 de Julio y el Ejército Rebelde. Antes, buscando “apoyos desdetodas las clases sociales, sin ser al mismo tiempo representantes directos y

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orgánicos de ninguna de ellas en particular”.25 Ahora, tras la ruptura con la bur-guesía, lo hacía apoyándose en el “pueblo”, incluido el proletariado. Pero esono convertía al nuevo estado y su gobierno en su expresión directa y orgánica,de clase.

El nuevo estado no será, entonces, la encarnación política de la clase obre-ra cubana, sino de una burocracia, a la cual la ausencia de una burguesía anivel exclusivamente nacional (aunque no, por supuesto, a escala mundial)convierte en un “híbrido”: no es (aún) una burguesía, pero “es algo más queuna simple burocracia. Es la única capa social privilegiada y dominante, en elpleno sentido de esos términos, en la sociedad” (L. Trotsky, La revolution trahie,p. 602, subrayado nuestro).

La dirección de este estado burocrático, especialmente en los primerosaños, recibió el apoyo fervoroso y sincero de la mayor parte del pueblo cuba-no (incluyendo la clase obrera). Esto, sobre todo, se concentró en el caudillode esta gran revolución, Fidel Castro.

Pero que los trabajadores y las masas apoyen no equivale a la clase obreradecida, es decir, que ejerza el poder (su dictadura de clase), ni gobierne pormedio de sus propios órganos de poder. Una cosa es apoyar. Otra, muy dis-tinta, decidir; esto es, ejercer el poder.

Se puede medir bien este abismo comparando las dos grandes consignas dela Revolución Rusa de 1917 y de la Revolución Cubana de 1959, respectiva-mente. En la primera fue: “¡Todo el poder a los consejos obreros (soviets)!”,que en ese momento era organismos de masas extraordinariamente democrá-ticos. En la segunda fue: “¡Comandante en Jefe, ordene!”

Años después, esto contribuiría a facilitar una simbiosis entre el régimennacido de la gran revolución de 1959 y el de la burocracia del Kremlin (quesurge de una de las peores contrarrevoluciones de la historia, la del stalinismo).Esto en gran medida fue posible porque ambos compartían ese “verticalismo”,que constituye al mismo tiempo no sólo la negación de la democracia obrera,sino de que el poder, el Estado, sean realmente de la clase trabajadora, y tam-bién, como veremos a continuación, de la posibilidad de avanzar en la transi-ción al socialismo (dentro de lo que es posible para un pequeño país aislado).

Sin embargo, como sucede en biología, esta “simbiosis” asoció a dos “suje-tos” de diferentes especies: 1) el régimen verticalista (pero en el fondo caóticoy sin normas claras) del gran caudillo revolucionario, el Comandante en Jefe

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25 Esta ubicación (relativamente) “por encima” de las clases puede ilustrarse también con los epi-sodios (mucho menos conocidos) de choques con sectores de trabajadores durante el mismo pro-ceso revolucionario. Así, el 21 de mayo de 1959 Castro salió a enfrentar duramente a campesinosy trabajadores rurales que habían iniciado un reparto de tierras. ¡Sería él, desde arriba, quien dis-pondría de eso mediante la Ley de Reforma Agraria, no los campesinos ni los obreros rurales!(Murray, cit., p. 62). Lo mismo sucedió en oportunidad de huelgas obreras, condenadas inclusoantes de ser expropiadas las empresas privadas. En relación a los sindicatos, tiempo después de serbarridos por los mismos trabajadores los burócratas mujalistas que habían servido a la dictadura,Castro inició desde arriba una purga de dirigentes –gran parte de ellos provenientes del 26 de Julio–que no eran incondicionales, y los reemplazó principalmente con burócratas del PSP, de obedien-cia garantizada (ver Farber, cit., pp. 122-123, 125-126 y 163, y Murray, cit., pp. 94ss.).

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que se ubica por encima de todo y de todos; 2) el régimen burocrático gris,impersonal, conservador y petrificado del bloque soviético en la era Brejnev.

En la seria crisis de principios de los 90, los dos aspectos de esta “simbio-sis” se manifestaron con claridad, y fue el primero de ellos, el encarnado enFidel Castro, el que volvió al centro de la escena. A pesar de todo, seguía sien-do el portador de la legitimidad de la revolución de 1959. Y éste fue un factorno menor para salir a flote en esa gravísima crisis.

UNA GRAN REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA-ANTIIMPERIALISTA Y POPULAR QUE EXPROPIÓ

AL CAPITALISMO Y CONQUISTÓ LA POSTERGADA INDEPENDENCIA NACIONAL

El saldo de la gran revolución de 1959 ha sido, entonces, contradictorio.Sus dos inmensas conquistas fueron la independencia nacional y la expropia-ción del capitalismo (dos puntos que, como hemos visto, en el caso de Cuba,estaban cualitativamente más entrelazados que en otros países latinoamerica-nos). Es a partir de esa base (y también aprovechando la rivalidad geopolíticaentre el imperialismo yanqui y el bloque soviético) que Cuba logró otras con-quistas, como un desarrollo notable y mucho más igualitario en salud y edu-cación, y la erradicación de la indigencia y la extrema pobreza que castiga enmayor o menor medida a otros pueblos latinoamericanos.

Pero, al mismo tiempo, esto no significó el establecimiento de un estado opoder obrero, ni tampoco de una economía de transición al socialismo, doscosas inseparables una de otra. Es que no existe ningún “automatismo” que, apartir de la expropiación, haga que la economía (y globalmente la formacióneconómico-social) marche en sentido socialista. ¡Todo depende de quién con-duzca el automóvil y de cómo lo haga! Por eso, la Revolución Cubana fue anti-capitalista, pero no llegó realmente a ser socialista.

Sobre estos puntos volveremos extensamente en el siguiente capítulo yen un texto separado. Sin embargo, adelantemos que si hay alguna lecciónque sacar del lastimoso final de las decenas de “países socialistas” que apa-recieron (y desaparecieron) en la segunda mitad del siglo XX es que en ellosno fue la clase obrera y trabajadora el sujeto político-social que los condu-jo, ni el que realmente ejerció el poder. La revolución socialista o es enca-bezada por la clase obrera con sus organismos de masas y sus partidos o noes revolución socialista.

En Cuba, por un conjunto de factores excepcionales, este lamentable finalde la restauración capitalista se aplazó. Hoy, las presiones arrecian en ese sen-tido. Pero, simultáneamente, la clase obrera cubana ha logrado la oportunidadde un tiempo extra para actuar antes de que se consume lo que sería una gravederrota para ella y los pueblos del continente.

A partir de la defensa de las dos grandes conquistas de la revolución de1959 –la emancipación nacional y la expropiación del capitalismo–, los traba-jadores, si se movilizan con independencia y conciencia de clase, podríanimponer otro desenlace.

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IV. Para evitar el retorno al capitalismo y defender la independencia nacional, es necesaria una tercera revolución que dé realmente el poder a la clase trabajadora

“¿Es que las revoluciones están llamadas a derrumbarse, o es que los hom-bres pueden hacer que las revoluciones se derrumben? ¿Pueden o no impe-dir los hombres, puede o no impedir la sociedad que las revoluciones sederrumben? Yo me he hecho a menudo estas preguntas. Y mire lo que ledigo: los yanquis no pueden destruir este proceso revolucionario, porquetenemos todo un pueblo... que, a pesar de nuestros errores... jamás permi-tiría que este país vuelva a ser una colonia de ellos... Pero este país puedeautodestruirse por sí mismo. Esta revolución puede destruirse. Nosotros sí,nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra. Si no somos capaces decorregir nuestros errores. Si no conseguimos poner fin a muchos vicios:muchos robos, muchos desvíos y muchas fuentes de suministro de dinerode los nuevos ricos” (Fidel Castro entrevistado por Ignacio Ramonet enBiografía a dos voces, Barcelona, Debate, 2006).

Cuba logró resistir en medio de la debacle de los ex “países socialistas”.Valiosamente, la isla permaneció como una excepción. El resto, de distintas for-mas –unos cambiando el antiguo régimen político (la ex URSS y el Este euro-peo), otros manteniéndolo (China)–, fueron reabsorbidos completamente por elcapitalismo.

En todos esos países, se constituyó una nueva burguesía “nacional”; esdecir, una clase explotadora autóctona, propietaria de los medios de produc-ción y de cambio, junto con las empresas extranjeras que tienen inversionesallí. Con más adelanto o con más retraso en relación con esos cambios estruc-turales, las superestructuras jurídicas también expresaron esa transformacióncontrarrevolucionaria, volviendo a consagrar el “derecho” a la propiedad pri-vada de los medios de producción.

¿Por qué no sucedió lo mismo en Cuba a inicios de los 90? Bajo la miradasuperficial de periodistas, politólogos y otros charlatanes que zumbaban alre-dedor de la isla, hubiera sido lógico ese desenlace, teniendo en cuenta, ade-más, las terribles penurias que esos años iniciales del “período especial” signi-ficaron para el pueblo cubano.

Pensamos que aquí se combinaron factores que, sintéticamente, hacen a laprofunda legitimidad de la Revolución de 1959 y sus conquistas: en primerlugar, la independencia nacional.

La restauración del capitalismo en esos momentos hubiese significado lisay llanamente el regreso de Cuba al status de protectorado casi colonial, la vuel-ta a los tiempos de la Enmienda Platt. Es como si en China la condición parala restauración capitalista hubiese sido la vuelta al poder de Chiang Kai-Shek,el Kuomingtang y su corrupta pandilla de generales, junto con la devoluciónde toda la propiedad a los terratenientes, antiguos capitalistas y empresasextranjeras. Y algo parecido en Europa del Este y la ex URSS.

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Esto nos lleva, una vez más, a la relación peculiar del imperialismo yanquicon la isla –a la que consideró desde siempre casi como parte de su propioterritorio– y, sobre todo, del carácter de la infame burguesía cubana.

Ya vimos cómo, desde antes de la misma independencia de España, buenaparte de la burguesía y las elites cubanas veían a EEUU como a su verdaderapatria a la que deseaban anexionar la isla (como sucedió con Puerto Rico), talcomo denunciaba Martí en varios pasajes de su carta póstuma. Si después de1898 esto no se realizó, no fue tanto porque las elites de Cuba se opusierandecididamente, sino principalmente porque la mayoría en Washington prefirióotro status de dominación.

Con la revolución de 1959, la burguesía se trasladó masivamente a EEUU yse convirtió luego en parte integral de la burguesía estadounidense. Sin embar-go, estos burgueses, sus hijos y nietos –que hoy son todos norteamericanos–aspiran a volver a la isla y hacerse nuevamente con sus propiedades y dominiopolítico. La mayoría de la burguesía estadounidense y sus dirigentes enWashington, tanto demócratas como republicanos, apoyaron y aún apoyaneste despropósito (aunque existe una minoría más sensata que se da cuenta deque es un disparate). Así, en los 90, no sólo endurecieron el bloqueo, sino queestablecieron un minucioso catastro sobre el territorio de la isla y sus “propie-tarios” en EEUU, que volverán a recuperar sus bienes apenas caiga la “tiraníacomunista” (Gott, cit., pp. 302ss.).

Pero el “todo o nada” demostró ser una apuesta equivocada, tanto delimperialismo yanqui como de la burguesía gusana y sus descendientes. Sólofortaleció la legitimidad del viejo caudillo, que, en momentos tan críticos ydifíciles, volvió a jugar un papel central, por encima de las instituciones calca-das de la burocracia soviética.

La peculiar simbiosis entre su rol bonapartista de caudillo –“Líder Máximo”y “Comandante en Jefe”– y las instituciones burocráticas del régimen copiadasal Kremlin volvió nuevamente a primer plano y se mantuvo hasta su retiro.Castro estableció un juego de “árbitro” entre la burocracia y las masas, colo-cándose, por supuesto, por encima de todos.

Después de superados los años más negros del “período especial”, este rolpeculiar llegó a manifestarse institucionalmente en la formación de un “Grupode Apoyo” del Comandante en Jefe (que en Cuba recibió el apodo de “los tali-banes”). El Grupo de Apoyo no era legalmente parte de ninguna institución esta-tal ni del partido único. Sin embargo, bajo las órdenes directas de Castro, inter-venía donde quisiese, iniciando campañas y actividades que no se discutían nidecidían en ninguna instancia del Estado, pero que interferían en todas ellas(Farber, “Una visita a la Cuba de Raúl Castro”). Celia Hart, en un texto publica-do poco antes de su trágico accidente, lo caracteriza como otro partido, un“partido nuevo” (C. Hart, “Cuba, en marcha revolucionaria… y sin Fidel”).

Así comenzó en 1999 la llamada “batalla de las ideas” que luego fue deri-vando en una intervención en numerosos campos y que trataba de organizarsectores de la juventud, como “trabajadores sociales” ad hoc (Paz Ortega,“‘The Battle of Ideas’ and the Capitalist Transformation of the Cuban State”).

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Estas iniciativas fueron dirigidas en gran medida a tratar de contener los ele-mentos de atomización y desmoralización social, producto de la creciente des-igualdad que acompañó la recuperación de la economía en los últimos años.Como veremos más adelante, esto se expresa en la generalización de la corrup-ción a todos los niveles, que se manifiesta especialmente en el robo de la pro-piedad del Estado.

Fidel y su “Grupo de Apoyo” desataron una especie de “guerra de guerri-llas” en este terreno, una de cuyas batallas más resonantes fueron las accionessobre las gasolineras, que habían institucionalizado el hurto del precioso com-bustible. Pero la última “campaña guerrillera” del “Comandante en Jefe” ter-minó en una derrota. En verdad, era una “misión imposible”. Luego, el retiropor enfermedad de Fidel significó también el fin de las actividades del Grupode Apoyo.

Esto nos remite a los problemas económicos y políticos clave que estánabriendo nuevamente las puertas a la restauración capitalista (aunque por víasdiferentes a las de Miami). El primero de ellos es la producción y la producti-vidad del trabajo, sin cuyo desarrollo sólo se “socializa” la escasez... y así setermina volviendo al viejo sistema. El segundo es que este desarrollo de lasfuerzas productivas no es posible bajo el mando de una burocracia que deci-de todo desde arriba.

LA TRANSICIÓN AL SOCIALISMO, LA PRODUCTIVIDAD DEL TRABAJO

Y LOS PELIGROS ACTUALES

La gran mayoría del trotskismo del siglo pasado creyó que, con la expro-piación de los capitalistas, Cuba se había transformado “en una economía detransición al socialismo”.

El gran problema es que no fue así, ni en Cuba ni el resto de los países queen esos se llamaban a sí mismos, “socialistas”. Como explicamos más detalla-damente en otro trabajo de esta edición, no hubo tal “transición al socialismo”,sino distintos y malogrados ensayos de economías nacionales planificadasburocráticamente, cuyos fracasos –algunos catastróficos, como el “gran saltoadelante” de Mao Tse-Tung, el conservadurismo de la era Brejnev o la “peres-troika” de Gorbachov– llevaron finalmente a la restauración del capitalismo encasi todos esos países.

En Cuba ese proceso aún no se ha consumado. Sin embargo, como apun-tamos en la Introducción, hoy la cuestión nuevamente se reabre. Más tardía-mente, Cuba está en un proceso de cambios que amenazan llevar a una u otraforma de restauración, con poderosas fuerzas y transformaciones que operanen ese sentido. Para ver esto más en detalle, conviene primero retroceder a losproblemas económicos más básicos que implicó expropiar al capitalismo enun país aislado y relativamente atrasado, y, por añadidura, en las narices delmás poderoso imperialismo del planeta.

Desde el principio, Cuba debió enfrentar un duro bloqueo económico deEEUU, que en los 90 se agravó aún más con las leyes Torricelli (1992) y Helms-

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Burton (1996). Los daños que este bloqueo ha causado a la economía de la islason enormes (Altercom, “El bloqueo contra Cuba es el más brutal, cruel y pro-longado de la historia”). Sin embargo, atribuir exclusiva o principalmente albloqueo los problemas económicos es erróneo. Hasta mediados de los 80, laestrecha relación con la URSS y Europa del Este permitió obviar en gran medi-da este factor (J.-J. Alphandery, Cuba. L’autre revolution, pp. 261ss.). Sin embar-go, la economía cubana no fue precisamente floreciente en esos años, queestuvieron además jalonados por desastres como la “zafra de los 10 millonesde toneladas” y por fallidos zigzags burocráticos similares a los del resto de lospaíses supuestamente socialistas. Luego, tras el hundimiento de la URSS y lacatástrofe del “período especial”, el bloqueo no logró cerrar las relaciones eco-nómicas y comerciales con otros países, que finalmente fueron en aumentoaunque Washington actuó para obstaculizarlas.

Las dificultades económicas de Cuba están cruzadas por dos parámetrosque también fueron fatales para el resto de los estados burocráticos. Uno, quela economía mundial, como totalidad, sigue siendo capitalista. Cuba y tambiénanteriormente los países que se decían “socialistas” son meras economíasnacionales que integran esa totalidad mundial. Frente a eso, todas las burocra-cias sostuvieron la concepción del “socialismo en un solo país”, y por lo tanto,su brújula no fue la revolución mundial. Mientras tanto, las presiones de esaeconomía mundial fueron actuando sobre esos falsos “socialismos nacionales”.Y dos, que las burocracias de esos estados fracasaron rotundamente en lograruna productividad del trabajo que, aunque no estuviese al nivel del capitalis-mo más desarrollado, fuese por lo menos en ascenso. Finalmente, la salida queencontraron a ese fracaso fue la restauración.

Ya el problema de la productividad del trabajo estuvo en el centro del pri-mer (y único) debate público sobre cómo organizar la economía después de laexpropiación. Nos referimos a la famosa discusión entre el Che Guevara,entonces ministro de Industria, y varios economistas cubanos y extranjeros,publicada en El gran debate sobre la economía en Cuba. 1963-1964. Aunquecomenzó con consideraciones abstractas sobre la “ley de valor” y los límites desu vigencia en la economía cubana, el concreto y gran problema era cómo pro-ducir más y mejor. Más concretamente, cómo interesar a los trabajadores en laproducción.26

En ese debate se confrontaron dos posiciones que, esquemáticamente,podemos resumir así: los economistas que copiaban el modelo productivo dela URSS y los países del Este europeo sostenían el sistema de “autofinancia-miento de las empresas o autogestión financiera”, que tenía como elementoimportante o fundamental el “estímulo material [a los trabajadores] de maneraque... sirva para provocar la tendencia independiente al aprovechamientomáximo de las capacidades productivas, lo que se traduce en beneficios mayo-

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26 “Todo se reduce a un denominador común, en cualquiera de las formas en que se analice: elaumento de la productividad en el trabajo, base fundamental de la construcción del socialismo”,resumía Guevara (cit., p. 64).

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res para el obrero individual o el colectivo de la fábrica” (cit., p. 60, subraya-dos nuestros).

Por el contrario, Guevara, además de sostener como objetivo una centrali-zación financiera y productiva total, ponía el acento en desarrollar la concien-cia socialista de los trabajadores, a través de lo que él llamaba “incentivosmorales”. El “estímulo material directo” implicaría “el retraso del desarrollo dela moral socialista” (cit., pp. 78ss.). El aumento de productividad –según él–tiene que ver con “el cuidado colectivo de los costos [de producción]”. Paraeso, se necesita “centralizar el interés de la masa en rebajarlos (...) se precisauna profundización de la conciencia” (cit., p. 65).

Sin embargo, esto, para Guevara, no viene de que la clase obrera se cons-tituya en un sujeto que se vaya autodeterminando democráticamente, tomerealmente en sus manos los medios de producción y decida sobre ellos.27 Y

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27 Tanto Guevara como sus contradictores más afectos al sistema de Moscú coincidían en algo fun-damental: que no era la clase trabajadora la que decidía, organizada en una democracia obrera ysocialista. Ambas partes sostenían la misma concepción verticalista, donde, en este caso, en la cús-pide, estaba el “Comandante en Jefe” o “Líder Máximo”, al cual se le pedía que “ordene”. En otrostextos, el Che sintetizaba así este mecanismo político (que resultó ser de consecuencias fatales parainteresar a los trabajadores en la producción y elevar así la productividad):“La masa realiza con entusiasmo y disciplina sin igual las tareas que el gobierno fija, ya sean deíndole económica, cultural, de defensa, deportiva, etcétera. La iniciativa parte de Fidel o del altomando de la revolución y es explicada al pueblo, que la toma como suya...“Sin embargo, el Estado se equivoca a veces. Cuando una de esas equivocaciones se produce, senota una disminución del entusiasmo colectivo por efectos de una disminución cuantitativa decada uno de los elementos que la forman, y el trabajo se paraliza hasta quedar reducido a magni-tudes insignificantes; es el instante de rectificar... “Es evidente que el mecanismo no basta para asegurar una sucesión de medidas sensatas y que faltauna conexión más estructurada con las masas. Debemos mejorarla durante el curso de los próximosaños, pero, en el caso de las iniciativas surgidas de estratos superiores del gobierno, utilizamos porahora el casi intuitivo de auscultar las reacciones generales frente a los problemas planteados...Maestro en ello es Fidel...” (Che Guevara, “El socialismo y el hombre en Cuba”, subrayado nuestro).En la búsqueda del “mecanismo” todavía desconocido de “una conexión más estructurada con lasmasas”, al Che ni se le ocurre considerar la opción de la democracia obrera. Estaba por fuera desu horizonte de ideas. Hay un “método intuitivo de auscultar las reacciones generales” (en el queFidel es “maestro”), pero no se concibe el método político y orgánico de dar a las masas trabaja-doras la palabra para que libre y abiertamente discutan y decidan democráticamente sobre “lastareas”... lo que implicaría que, correctas o equivocadas, las decisiones serían asumidas por ellasrealmente “como suyas”. Dicho de otro modo: si, como dice el Che, es necesario intuir lo que opinan los trabajadores, esporque ellos están mudos dentro del régimen político verticalista con un caudillo-comandante enel vértice de la pirámide. Entonces, la solución no es moral, sino política: un régimen de demo-cracia obrera, donde existan organismos (como los consejos obreros al inicio de la Revolución deOctubre) donde los trabajadores hablen y decidan.La concepción de Guevara no era la del marxismo clásico, que se expresó en la democracia socia-lista de la Comuna de 1871 o los soviets de 1917; es decir la autodeterminación de la clase obre-ra. O, en palabras de Lenin, “el estado democrático de los obreros armados”. También estaba muyalejada del marxismo clásico su contraposición entre estímulos “materiales” y “morales”, que sehalla en verdad mucho más próxima al voluntarismo maoísta.Por éstos y otros motivos, nos parecen incorrectos los intentos de quienes tratan de emparentardirectamente al Che con el marxismo clásico (M. Löwy, El pensamiento del Che Guevara, pp. 7ss.)

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entonces, por sentirlos auténticamente suyos, podrá asumir como dueña real yefectiva de ellos la tarea de producir (y hacerlo más y mejor).

Guevara sostiene, con plena razón, que “el comunismo es una meta de lahumanidad que se alcanza conscientemente” (Che Guevara, cit., p. 75). Perode este principio general, que toma de Marx, no extrae la conclusión de Marx(y del marxismo clásico) de que el desarrollo de la conciencia –el paso de clase“en sí” (sólo objeto o “materia para la explotación”28) a clase “para sí”–, estáinseparablemente unido al desarrollo que logre como sujeto de la lucha de cla-ses. En la esfera de la producción, esto significa que, expropiado ya el capita-lismo, la clase obrera pase a ser la clase dominante en la realidad, y no en laficción jurídica de la “propiedad social” de la que se habla (o hablaba) en lasConstituciones de los estados burocráticos.

Esto nos lleva directamente al problema político de si es la clase obreraquien discute y decide democráticamente sobre todos los problemas (y tam-bién sobre la producción) en el nuevo estado, o si no decide nada y su papeles apoyar (con distintos matices de fervor, indiferencia o malestar) lo que sedecide siempre desde arriba. Éste fue el problema de todos los estados buro-cráticos, y sigue siendo el de Cuba hasta hoy, para lograr una productividad deltrabajo comparable a la del capitalismo.

Citaremos en extenso, al respecto, un texto de Farber con consideracionesmuy ilustrativas:

“El viejo dicho atribuido a los trabajadores soviéticos y de la EuropaOriental, según el cual ‘ellos aparentan pagarnos y nosotros aparentamos tra-

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y específicamente con Trotsky (M. Löwy, “Ni calco ni copia: Che Guevara en búsqueda de unnuevo socialismo”, pp. 4-5 y Hart, Apuntes revolucionarios, p. 231). En su libro, Celia Hart llega aafirmar que “en cuanto al Che, él siguió el pensamiento de Trotsky (o lo mejor del pensamiento deTrotsky)”. Löwy, en otro texto, llega al extremo de sostener que Guevara “devino considerable-mente cercano a la idea de planificación socialista democrática” (M. Löwy, “After a long wait...‘Critical Notes’ from Che”).En verdad, por el respeto que merece un luchador revolucionario de heroísmo y honestidad inta-chables como Guevara, deberíamos abstenernos de atribuirle ideas que no tuvo. Además, eso nocontribuye a la imprescindible tarea de clarificar el balance de las revoluciones del siglo XX con vis-tas a las luchas revolucionarias de este nuevo siglo.En relación con esto, un tema sobre el que también se ha creado confusión es la ruptura final delChe con la burocracia del Kremlin en febrero de 1965, con su famoso “Discurso de Argel” (Farber,“The Resurrection of Che Guevara”). Guevara intuye en sus últimos años que los burócratas deMoscú marchan hacia la restauración capitalista (Martínez, “El Che vaticinó el derrumbe del lla-mado ‘socialismo real’”); una percepción más aguda que la de algunos “trotskistas” como Mandel.Pero el enfoque del Che acerca de esto no era el de Trotsky, sino más cercano al de Mao (que, equi-vocadamente, ya consideraba capitalista a la URSS). Guevara no entendió al stalinismo: pensabaque el aburguesamiento de la burocracia soviética era la consecuencia última de... la NEP deLenin! (M. Löwy, “After...”, cit.).28 “Pero el proletariado se mueve hacia la conciencia revolucionaria no pasando grados en laescuela, sino pasando a través de la lucha de clases, que aborrece las interrupciones” (L. Trotsky,The Struggle Against Fascism in Germany, pp. 193ss.). En este caso, se había producido una deci-siva “interrupción”: la revolución no había llegado hasta el “grado” de que la clase obrera tuvieserealmente el poder, de que fuese –no en los papeles y los discursos, sino en los hechos– la claserealmente dominante.

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bajar’, se aplica de lleno a Cuba. Es evidente en la obvia falta de cuidado, aten-ción y mantenimiento de todo tipo de propiedad perteneciente al sector públi-co, desde los aviones hasta los hoteles, restaurantes, jardines y edificios, noimporta qué tan recientemente o cuán bellamente han sido renovados.

“Si bien es cierto que las dificultades económicas y el bloqueo estadouni-dense explican la falta del material de construcción necesario para realizar laobra de mantenimiento, esto no explica la ausencia de las sencillas actividadesde labor intensiva que no requieren de ningún tipo de capital significativo, talescomo limpiar, barrer y el simple aseo diario.

“El problema fundamental consiste en la falta de iniciativa, motivación y dis-ciplina en el trabajo y la administración. A través de los siglos, el capitalismoha desarrollado sistemas jerárquicos burocráticos donde los trabajadores notienen idea del para qué ni del cómo del proceso general de producción. Aunasí, los trabajadores están obligados a desempeñarse con un cierto nivel dehabilidad, aguijoneados por la política del palo –produce o serás despedido–y la zanahoria –la promesa, y a veces la realidad, de un aumento salarial y unascenso–.

“Los sistemas de tipo soviético no han podido desarrollar un sistema para-lelo de motivación que se acerque a la efectividad de los métodos capitalistas.Los trabajadores, en este tipo de sistema igualmente, si no más, burocratizadoy jerárquico, tampoco alcanzan a comprender el para qué y el cómo del pro-ceso general de producción.

“Uno de los palos que el gobierno, como patrón único, tenía a su disposi-ción fue eliminado con la política de la seguridad general del empleo (salvopara aquellos que se meten en problemas políticos con las autoridades). Lafalta sistémica de productos, típica de lo que el economista húngaro JanosKornai ha llamado ‘economías de escasez’, se ha encargado de eliminar unabuena parte de las zanahorias.

“Esto crea el contexto que nos permite entender por qué los incentivos‘morales’, con su énfasis de sermoneo ascético, propuestos por el CheGuevara, son una solución fundamentalmente equivocada al dilema que acabode describir.

“El marxismo clásico, además de presumir que el socialismo se desarrolla-ría en sociedades con un nivel relativamente alto de abundancia material y cul-turalmente avanzadas, enfatizaba no los incentivos ‘morales’ sino lo que sepodría llamar incentivos ‘políticos’, como el control democrático de la econo-mía, el Estado y la sociedad, en el que los trabajadores mismos son los que con-trolan el trabajo.

“Conforme a esta perspectiva, es sólo mediante la participación y el controlde su vida productiva que la gente desarrolla un interés y un sentido de res-ponsabilidad por lo que hacen para ganarse la vida día a día. Solamente así lespuede llegar a importar y dar algo por lo que hacen. Es en este sentido que lademocracia obrera se consideraba tanto un bien en sí –el que la gente esté encontrol de su propia vida– como una fuerza económica verdaderamente pro-ductiva.

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“En ausencia de un enfoque alternativo, Cuba acabará por ser arrastradahacia la ideología y la práctica del capitalismo. Al ver que la pequeña empre-sa –ya sea una granja o un negocito en la ciudad, como los paladares [peque-ños restaurantes]–, está mejor administrada y es más eficiente que la granempresa estatal, los cubanos ya están llegando a la conclusión que el capita-lismo funciona mejor que el Estado en cuanto a disponibilidad de productos deconsumo” (Farber, “Una visita…”, subrayado nuestro).

LA “DISPUTA POR LO INDISPENSABLE” Y EL PELIGRO DEL REGRESO

A “LA VIEJA MIERDA” CAPITALISTA

En La ideología alemana, Marx y Engels ya habían advertido que, despuésdel derrocamiento del orden social existente, “un gran incremento de la fuer-za productiva, un alto grado de su desarrollo... constituye una premisa prácti-ca absolutamente necesaria, porque sin ella sólo se generalizaría la escasez y,por tanto, con esa inmundicia, comenzaría de nuevo, a la par, la disputa por loindispensable y se repondría necesariamente el conjunto de la vieja mierda”(Marx y Engels, Die deutsche Ideologie, pp. 34-35).

Una estudiosa especialista en Cuba, partidaria no sólo de la RevoluciónCubana sino también específicamente de Fidel y su régimen, hace esta pintu-ra, que también vale la pena citar en extenso, de la situación actual y lasdimensiones trágicas y peligrosas que ha alcanzado esta “disputa por lo indis-pensable”:

“Se mide mal en Europa la gravedad de la crisis social que ha afectado a laisla. Adoptada en 1993, la dolarización que ha estado en vigor hasta 2004 [enque se reemplazó al dólar por el CUC, peso cubano convertible al dólar queexiste junto al antiguo peso] ha modificado la jerarquía salarial anterior, bas-tante igualitaria.

“La dualidad monetaria [CUCs y pesos] y la tasa de cambio entre el dólar yel peso han afectado profundamente a los trabajadores cubanos del sectorpúblico, cuyas rentas son en pesos. A falta de inversiones, los transportes se handegradado, el estado de las viviendas (en número muy insuficiente) es desas-troso, la alimentación es muy cara en los supermercados o en los mercadoscampesinos libres y la libreta (el carnet de racionamiento) no permite alimen-tarse más que durante 10 ó 12 días. Los cortes de corriente eléctrica de variashoras representaban aun hace poco una molestia insoportable, antes de la ins-talación reciente en toda la isla, bajo el impulso de Fidel Castro, de gruposelectrógenos. De forma general, las infraestructuras (las canalizaciones deagua, entre otras) están en muy mal estado.

“La Habana, al perder a sus aliados más cercanos, se encontró aislada en elplano internacional, confrontada a las políticas neoliberales en pleno auge enel continente latinoamericano en los años 1990. Para hacer frente a la crisis,Fidel Castro tuvo que aceptar con reticencia reformas económicas mercantiles(legalización del dólar, autorización de los mercados libres campesinos ante-riormente prohibidos, actividades privadas, cooperativas en la agricultura,

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inversiones extranjeras, desarrollo del turismo, etc.). Estas reformas, aunquelimitadas, iban a introducir desigualdades muy importantes entre los cubanos,oponiendo a quienes no tenían acceso al billete verde y a quienes tenían acce-so a él gracias a los envíos (remesas) de su familia en el extranjero o a las con-secuencias del turismo. Estas desigualdades fueron muy mal soportadas; la pro-moción social que habían disfrutado las capas más pobres desde la revoluciónfue puesta en cuestión, incluso si los cubanos seguían gozando de la gratuidadde la salud y de la educación. En adelante, el dólar era el rey, independiente-mente de las competencias profesionales. ‘La pirámide social se había inverti-do’, y con ella los ‘valores’ y la ética de la Revolución.

“(...) La crisis económica, las reformas y la brecha abierta en el sector públi-co han provocado un recrudecimiento de la corrupción. El mercado negroprospera, alimentado por los robos en el sector estatal. El auge de las activida-des privadas en un sistema en el que la extrema centralización estatal no lograresponder a las necesidades de la vida cotidiana ha favorecido el desarrollo dela economía informal: fontaneros, mecánicos, pintores, ejercen su actividad ala vez que salvaguardan su afiliación a una empresa del Estado para preservarsus derechos sociales. Es también en su empresa donde se procuran los mate-riales necesarios para el ejercicio de su actividad privada. El último ejemplo esel de los robos masivos de gasolina en las estaciones de servicio, con la com-plicidad de los empleados de éstas. Descubiertos en 2005 por un ejército dejóvenes trabajadores sociales movilizados por Fidel Castro, las pérdidas engen-dradas por estos robos serían del orden de decenas de millones de dólares. Noes difícil imaginar los beneficios retirados por los revendedores, los cualespodían ser, por otra parte, revolucionarios convencidos.

“La ‘doble moral’ en Cuba se extiende y justifica por la imposibilidad devivir ‘normalmente’, pues como dicen numerosos cubanos, para sobrevivir enestas condiciones ‘hay que robar o abandonar el país’, o bien hundirse. Enresumen, las tensiones económicas, sociales, políticas, demográficas, imponenun cambio de orientación. ¿Pero en qué dirección?

“(...) La situación que hereda Raúl Castro es paradójica. La bonanza eco-nómica que conoce el país gracias a los precios elevados del níquel, a laprogresión de las rentas del turismo (alrededor de 2.300.000 visitantes esteaño), a los intercambios beneficiosos con Venezuela y China, no ha atenua-do las dificultades de los cubanos que trabajan en el sector del Estado (alre-dedor del 75% de la población activa) o de quienes dependen para sobre-vivir de jubilaciones escasas. Son ellos los que han soportado el peso de lacrisis, los más afectados por las reformas económicas y las disparidades depoder de compra que han producido. Se benefician poco de la mejoríamacroeconómica. En cambio, han emergido nuevas categorías sociales,‘nuevos ricos’ según la terminología oficial: pequeños artesanos y empresasprivadas cuyo auge ha coincidido con la liberalización de los años 90, pro-pietarios de pequeños restaurantes (paladares) que no pueden servir más de12 cubiertos a la vez, pequeños campesinos que venden en los mercadossus productos agrícolas a precios muy elevados. Se han aprovechado de las

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penurias para ofrecer los bienes y los servicios que el Estado no ha asegura-do nunca, mientras que el estatus de la pequeña producción mercantil hasido siempre demonizado.

“En este contexto, la enésima ofensiva lanzada por Fidel Castro en 2005contra la corrupción estuvo condenada al fracaso. Paralelamente, Fidel Castrollevó a cabo una campaña ideológica para movilizar a la población: ‘la Batallade las Ideas’. Pero esta ‘batalla’ es una abstracción para unos cubanos sumer-gidos en las dificultades cotidianas y que, en diferentes grados, recurren al mer-cado negro para sobrevivir. Tanto más cuando la propiedad del Estado no espercibida por el pueblo, contrariamente al discurso oficial, como su propiedad,sino como una propiedad que le es extraña. Los cubanos no influyen nada enlas decisiones económicas” (Janette Habel, “El castrismo después de Castro. Unensayo general”, subrayado nuestro).

Estas formas de atomización de la sociedad y de la clase trabajadora –todosroban o hacen negocios más o menos ilegales por cuenta propia, desde elburócrata que dirige una empresa hasta el último empleado– son una películaya vista.29 Fue el prólogo social necesario –tanto en la URSS de Brejnev comoen la China de Deng Xiao-Ping– de la vuelta al capitalismo. Antes de restable-cer jurídicamente la propiedad privada de los medios de producción, ya se res-tablece la “lucha de todos contra todos” propia del capitalismo y en forma“químicamente pura”.30

Las consecuencias negativas de esto se agravan por su combinación con ladesigualdad creciente. “El principal efecto de las reformas de los años 90 fueuna muy clara diferenciación social. ‘Sin ninguna duda –explica FernandoMartínez Heredia31– ésta es mucho menor en comparación con la de otros paí-ses de América Latina y del mundo. Pero para Cuba es extraordinariamente sig-nificativa... Sin embargo, no podemos decir ya que hay diferentes clases socia-les’. Pero la diferenciación social constituye un desafío al principal elementode legitimidad del sistema” (Jan Konrad, “The Cuban Revolution at theCrossroads”, subrayado nuestro).

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29 “La violación a la ley se ha convertido en parte de la vida diaria para poder sobrevivir” (Farber,“Una visita...”).30 La atomización de la clase obrera y los sectores populares se ve agravada por otro hecho funda-mental que ya señalamos: en los estados burocráticos, la burocracia no sólo administra vertical-mente el aparato de Estado, sino también todas las organizaciones sociales: obreras, estudiantiles,femeninas, culturales, etc. Entonces, el proletariado carece de organismos independientes y demo-cráticos que le permitan contrarrestar esto. Es decir, que le permitan actuar como clase y no indi-vidualmente (por ejemplo, frente a la escasez, la corrupción generalizada, etc.). Esto sería muchomás eficaz que los tardíos y fracasados intentos de Fidel de contener, con esas iniciativas “guerri-lleras” desde arriba, los “muchos robos, muchos desvíos y muchas fuentes de suministro de dine-ro de los nuevos ricos”, de los que se lamenta en la citada “Biografía a dos voces”. 31 Martínez Heredia es uno de los intelectuales cubanos más respetados. Director y fundador de larevista Pensamiento Crítico en 1967 hasta su clausura en 1971 en los años de stalinismo brejne-viano del régimen, se ha identificado sin embargo totalmente con la Revolución de 1959 y espe-cialmente con el pensamiento del Che Guevara. La caída vergonzosa del “socialismo real” en laex URSS, que había servido de modelo al régimen cubano hasta mediados de los 80, reivindicó sufigura.

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Desde que Martínez Heredia indicara el carácter extraordinariamente signi-ficativo que tiene en el caso de Cuba la desigualdad, ésta ha aumentado nota-blemente, al ritmo del gran crecimiento de la economía en los últimos años.32

Este crecimiento no llega a todos por igual, por lo que su efecto sobre la “legi-timidad del sistema” es muy negativo. Concretamente, para la gente, las frasesrituales sobre el socialismo suenan cada vez más a hueco a medida que la des-igualdad crece. Además, las privaciones que aparecían como justificadas anteel gravísimo peligro a principios de los 90 hoy se dan en medio de la peor cri-sis económica, política y militar del imperialismo yanqui desde la SegundaGuerra Mundial.

EL CAMINO HACIA LA RESTAURACIÓN Y SUS DOS VARIANTES

Al inicio de este artículo señalamos las dos variantes concretas de restaura-ción capitalista.

La primera, un colapso del régimen, al estilo de los que sucedió en la exURSS y el Este europeo. Ésa es la alternativa auspiciada desde Miami. Hoy, noaparece como la más probable. Sin embargo, no se puede subestimar la pre-sión –nada fácil de medir– de los elementos de atomización y desmoralizaciónque ya señalamos, y que podrían empujar hacia esa “salida”.

En ese sentido, es especialmente preocupante un rasgo que todos coincidenen señalar: la “brecha generacional” (y cultural) entre los que llegaron a vivirconscientemente la revolución de 1959, los que nacieron o crecieron en larelativa estabilidad, igualdad y bienestar de la etapa pre-Muro de Berlín, y losque sólo conocieron la presente etapa (las penurias del “período especial”, elcrecimiento de la desigualdad y la caza del dólar y luego del CUC). Entre estosúltimos, lamentablemente los más jóvenes, podría estar peligrosamente másdesdibujada la legitimidad de la revolución de 1959 y la importancia de la con-quista de la independencia nacional frente a EEUU... y ni hablemos de laexpropiación del capitalismo.

Todo esto, por supuesto, es difícil de dimensionar en un régimen que bloqueaen los sectores obreros y populares cualquier debate político que no esté encarri-lado por los aparatos. En Cuba, como en los demás casos de estados burocráticos,también funciona el “doble pensamiento” de Orwell... aunque ahora en menormedida que en el período de congelamiento brejneviano de 1968-1990.

Sea como fuere, la principal variante restauracionista que ya está en mar-cha corre por la otra vía: el “modelo chino”. Volvamos a Farber:

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32 Según un informe de agosto de 2008 de la CEPAL, “en 2007 el PIB cubano creció un 7,3%, ydado el nulo crecimiento demográfico, el PIB por habitante se expandió en la misma proporción.En cambio, la inflación fue del 2,8%, la mitad de la observada en el año anterior (5,7%). La cuen-ta corriente de la balanza de pagos mostró un superávit equivalente al 0,8% del PIB. (...) De acuer-do con las proyecciones del gobierno, se prevé que en 2008 la tasa de crecimiento del PIB se acer-cara al 8%” (CEPRID, “Informe de la CEPAL sobre la economía cubana”). Sin embargo, los ingre-sos reales de gran parte de la población no aumentaron, por supuesto, un 7,3% en el 2007 más un8% en el 2008. La torta se reparte en forma cada vez más desigual.

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“Hay muchos indicios de la inclinación total de Raúl Castro en dirección almodelo chino. Ya en abril de 2005, Raúl decía: ‘Hay gente que está preocupa-da acerca del modelo chino. Yo no lo estoy. China todavía prueba que otromundo es posible’. (…)

“Pero mucho más importante que tales o cuales declaraciones es el rol quejuega el Ejército cubano, el baluarte de Raúl, como gran actor en las joint ven-tures [empresas conjuntas], incluyendo la industria del turismo. Un gran núme-ro de oficiales del Ejército son hombres de negocios en uniforme, profunda-mente involucrados en transacciones con el capitalismo internacional a travésde las Fuerzas Armadas cubanas. Los militares también están involucrados enel proceso llamado de ‘Perfeccionamiento Empresarial’, es decir, de eficienciaorganizativa, que es el tipo de experimentación económica coherente con elmodelo chino. (…)

“La cuestión es qué clase de fuerzas sociales existentes en Cuba se estánmoviendo en esa dirección (...) El sector de pequeñas empresas en Cuba seha visto muy reducido desde las concesiones de los 90. Nunca fue impor-tante... En cambio, veo que el ímpetu proviene de gente de las FuerzasArmadas y de civiles fuera de ellas que ya están involucrados en el capitalis-mo de las joint ventures” (Farber, Sam, “Cuban Reality Beyond Fidel”, subra-yados nuestros).

Efectivamente, el sector de empresas del Estado y joint ventures administra-do por los “hombres de negocios en uniforme” constituye hoy el epicentro dela economía cubana.33 Y es asimismo el que recibe más directamente, juntocon los administradores civiles de las joint ventures, las presiones directas delgran capital internacional (Farber, “The Cuban Army and the ‘Chinese Road’”).

A mediados de 2009 se realizaría el VI Congreso del partido único, el PCC.Este evento ha sido pospuesto más de un decenio. ¡Los debates comenzaron en1997! Luego fueron suspendidos y el congreso se aplazó indefinidamente. Lanecesidad de legitimar a Raúl y, sobre todo, decidir el rumbo que se habrá detomar, han obligado a abrir esta instancia.

Esta discusión decisiva sigue encerrada en las alturas de la burocracia. Losanteriores congresos del PCC siguieron las normas verticalistas copiadas de

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33 “El ejército es, con el PCC, el otro pilar institucional del país. Raúl Castro es ministro de las FAR(Fuerzas Armadas Revolucionarias) (...) Su cohesión y su disciplina hacen de ella una de las insti-tuciones más sólidas del régimen. El ejército, con 50.000 hombres, representa una potencia eco-nómica mayor que invierte en el turismo, la agricultura, la industria, las telecomunicaciones y con-trola los dos tercios de la economía. Ciertos observadores no dudan en afirmar que las FAR son ‘lospioneros del capitalismo cubano’. Fue en el ejército donde se experimentó (bajo el impulso deRaúl Castro, apoyado luego por Carlos Lage), a finales de los años 1980 y en los años 1990, unproceso llamado de ‘perfeccionamiento de las empresas del Estado’, con el objetivo de aumentarla productividad del trabajo. Esta modernización productiva, que implicaba reducir efectivos exce-sivos, fue aplicada en las empresas del Estado controladas por las FAR. Gracias a la disciplina inhe-rente a la institución, dio resultados (...) A la cabeza de las grandes empresas figuran antiguoscomandantes del Ejército Rebelde, así como jóvenes oficiales que han adquirido una formacióneconómica en las escuelas de gestión europeas (...) el trabajo del ejército es ganar dinero, comoafirma Frank Mora, profesor en el National War College de Washington” (Habel, cit.).

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Moscú, sin reales debates ni confrontación de ideas. Ahora, desde arriba, sesigue sin hablar claro.34

Sin embargo, no es posible confundirse respecto de para dónde sopla elviento desde las alturas. Basta leer los artículos de elogios disparatados a Chinaque aparecen en la prensa oficial. Lo peor de ellos es que presentan al sistemachino como socialista: “Gracias a su régimen socialista apareció una nuevalocomotora en la economía mundial, la China dirigida por el Partido de losTrabajadores... La China del socialismo es capaz de resistir los embates de larecesión”, se afirma en Granma (Raúl Valdés Vivó, “Crisis de la tiranía mundialdel capitalismo”).

Desde hace años, mucho antes que Granma, la burguesía mundial aplaudeadmirada a China, porque se ha convertido en la locomotora capitalista de laeconomía mundial. Granma, junto con algún boletín de la extrema derechayanqui, deben ser las únicas publicaciones en el mundo que siguen diciendoque China es “comunista” o “socialista”.

Alguien, entonces, debe estar equivocado. No creemos que sea la burgue-sía mundial, que tiene un sensor infalible al respecto: el bolsillo. Las superga-nancias obtenidas en China por las corporaciones –que ha convertido a esepaís en la Meca de las multinacionales– se deben a una explotación sangrien-ta y una esclavitud laboral como el mundo no veía desde los primeros tiemposdel capitalismo. ¡Detrás de los panegíricos al “socialismo chino”, ése es elmodelo que se presenta a los trabajadores y el pueblo cubanos!35

DEBATES EN LA IZQUIERDA: OPORTUNISMO Y SECTARISMO

La situación de Cuba está motivando lógicos debates en toda la izquierdalatinoamericana y mundial, y también, por supuesto, en el trotskismo. Es quela restauración capitalista y una recolonización de Cuba serían una gravederrota. Sus efectos, especialmente en América Latina, ahondarían el impactotan negativo y las confusiones que aún perduran tras el fin de los “países socia-listas” de Europa y Asia en el siglo pasado.

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34 No obstante, por fuera de los marcos “oficiales” han comenzado a circular muchos textos, comoel de “Cuba necesita un socialismo participativo y democrático. Propuestas programáticas”, firma-da por “Pedro Campos y varios compañeros” (www.socialismo-o-barbarie.org, edición del 31-8-08).35 “Los recientes Juegos Olímpicos han sido una gran vitrina para el nuevo capitalismo chino enascenso. La China actual es resultado de un largo proceso de restauración capitalista iniciado hacetres décadas. Las reformas empezaron en 1978, y ampliaron y profundizaron su alcance progresi-vamente, debilitando los mecanismos de la economía planificada, y recibieron un empuje decisi-vo a partir de 1992. (...) Treinta años de reformas han configurado un capitalismo salvaje sin palia-tivos. (...) China está atravesada por grandes desequilibrios sociales y regionales. Las reformas hanprovocado concentración de la renta, polarización social y un aumento de las desigualdades. Elcoeficiente de Gini (que mide la desigualdad) ha pasado de 0,30 en 1980 a 0,48 (...) Cifrada enunos 150 millones de personas, la nueva clase trabajadora ocupa los escalafones más bajos delmercado laboral (...) Sus condiciones de trabajo y de vida constituyen la cara más amarga delnuevo capitalismo chino. Salarios bajos, jornadas laborales interminables, insalubridad en el tra-bajo y violación de las leyes laborales por parte de muchas empresas y de sus subcontratistas for-man parte de su realidad cotidiana” (J. Antentas y E. Vivas, “El nuevo capitalismo chino”).

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En estos debates y tomas de posiciones se presenta un panorama parecidoal que vemos en relación con los gobiernos tipo Chávez. Aparecen lo que anuestro juicio son dos errores simétricos; es decir, posiciones capituladoras,por un lado, y sectarias, por el otro. Y los compañeros que protagonizan esasvisiones que creemos erróneas son los mismos que venimos criticando respec-to del chavismo, por posiciones similares.

Así, quienes se agrupan alrededor de Revista de América (MES-PSOL deBrasil, MST de Argentina, MPP de Panamá y otros) se ubican como “ala izquier-da” (y a veces ni eso), en el mismo campo del régimen cubano, a veces conalgunas críticas menores.

Por otro lado, corrientes como el PSTU-LIT repiten los peligrosos erroressectarios que tienen en relación al proceso venezolano. Su voto por el NO enel referéndum constitucional venezolano y su visión de aspectos “progresivos”de los estudiantes escuálidos hacen juego con una peligrosa posición antide-fensista respecto de Cuba, donde ya dan por restaurado el capitalismo e inclu-so prácticamente recolonizado el país.

Veamos, en primer lugar, los puntos de vista de la corriente Revista deAmérica, que además se identifican con los de Celia Hart, recientementefallecida.

El punto esencial es que confunden la defensa de las conquistas de la revo-lución –cosa que no está en discusión– con la defensa (a veces crítica, perogeneralmente incondicional) de la dirección cubana; es decir, de la burocracia“revolucionaria”.

Un buen ejemplo lo da Olmedo Beluche, quien más se ha ocupado deltema de Cuba en esta corriente, cuyas opiniones coinciden expresamente conlas de Celia Hart. Después de examinar una serie de problemas económicos ypolíticos que se presentan en Cuba, Beluche concluye:

“El dilema político está, para los que aspiramos a nuevas revolucionessociales, en encontrar la fórmula algebraica entre dos extremos indeseables: unrégimen autoritario, como el de Stalin, y una inocente democracia a ultranzaque sea rápidamente devorada por el lobo capitalista. (...)

“Aquí, como en lo económico, en lo político también, hay que distinguirentre el objetivo programático deseable y las condiciones que impone la rea-lidad concreta. De las palabras antes citadas de Trotsky se desprende que,dadas las condiciones de las fuerzas productivas de los países en los que,hasta ahora, se ha dado la revolución socialista, cierto grado de burocratismoes inevitable. (...)

“Cuba, con todas sus limitaciones y contradicciones, es para el movimien-to socialista mundial y para los antiimperialistas de Latinoamérica nuestra con-quista y nuestra primera trinchera de combate. Debemos sostenerla comobaluarte. Debemos apoyarla, críticamente si se quiere (otra cosa no sería mar-xista), porque su derrota sería la derrota de todos.

“Al final, todas las contradicciones internas de los estados obreros de tran-sición al socialismo sólo podrán resolverse si el proceso de lucha por el socia-lismo avanza en todo el mundo, en especial en los países capitalistas desarro-

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llados. Por ello, a veces es preferible ser indulgente con los errores, las limita-ciones y las deformaciones que podamos encontrar en Cuba...

“Pero también la dirección cubana debe comprender, y creo que así lohace, al menos buena parte de ella, que su futuro depende de nuevas victoriasrevolucionarias en todo el mundo. Lo contrario implicaría, a largo plazo, lamuerte y la contrarrevolución” (Beluche, “Reflexiones sobre el socialismo delsiglo XXI”, subrayado nuestro).

Si quisiéramos escribir un decálogo de “realismo” (o sea, oportunismo) polí-tico –esto es, de adaptación al “mal menor” y a “lo posible”– el compañeroBeluche nos proporciona una sólida base para ello.

Como “cierto grado de burocratismo es inevitable”, entonces callémonosante el problema de la burocracia. Lo de Stalin fue muy malo... pero la demo-cracia es una “inocencia”, porque nos devora el lobo capitalista. ¡A estaCaperucita “Roja” (o más bien rosada), que además se dice trotskista, ni se leocurre que hay una diferencia total entre la podrida democracia burguesa (queno tiene un gramo de inocente) y democracia obrera y socialista, que es lo queno existe y que hay que reclamar en Cuba!

En cuanto a los problemas actuales y concretísimos de Cuba –como la des-igualdad creciente y los propósitos explícitos de sectores de la burocracia deadoptar el modelo restauracionista chino– el compañero los remite... a la revo-lución mundial. Sólo ella los puede solucionar; si no lo hace, lamentablemen-te “implicaría, a largo plazo, la muerte y la contrarrevolución”.

Este pirueta argumental le permite saltar por encima de las responsabilida-des concretas de la “dirección cubana”; es decir, de la burocracia (dentro de lacual se alienta esa tendencia desde su núcleo principal): “Pero también ladirección cubana debe comprender, y creo que así lo hace, al menos buenaparte de ella, que su futuro depende de nuevas victorias revolucionarias entodo el mundo”.

La posición del PSTU-LIT es el reverso igualmente equivocado de todo esto.Brevemente, el PSTU-LIT considera no sólo plenamente restaurado el capita-lismo sino también prácticamente colonizado o semicolonizado el país.Además, parece incapaz de distinguir entre una burocracia privilegiada y unaclase social orgánica como la burguesía.

Según el PSTU-LIT, el proceso de restauración en Cuba “se diferencia bas-tante del que se dio en Rusia y en la mayoría de los países del Este europeo. Enlo esencial, la restauración en Cuba ha seguido el modelo chino. Las similitudesentre el proceso chino y cubano pueden ser observadas, fundamentalmente, encuatro planos. (...) En primer lugar, las reformas procapitalistas se han idohaciendo de forma lenta y gradual. En segundo lugar, el capital externo ha juga-do un papel central en el proceso de restauración. En tercer lugar, las empresasestatales en ambos países, han jugado, y continúan jugando, un papel muyimportante, de respaldo, a las empresas particulares. En cuarto lugar, a diferen-cia de Rusia y la mayoría de los países del Este, la restauración no se estáhaciendo sobre la base de entregar a los obreros y a la población las accionesde las empresas” (M. Hernández, “Cuba en debate”, subrayado nuestro).

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Asimismo, Cuba “está en vías de transformarse en una semicolonia, o direc-tamente en una colonia, del imperialismo” (ídem). En otro texto de estacorriente se afirma que “Cuba está perdiendo su carácter de país independien-te y marcha aceleradamente a transformarse en una semicolonia de los impe-rialismos europeos y canadiense”. Como este primer texto de Hernández fueescrito en el 2000 y, según su entender, la restauración se habría producido yaa mediados de los 90, es de suponer que, con esa marcha tan acelerada, ya hoyCuba está prácticamente bajo la dependencia semicolonial de la UniónEuropea y Canadá.

Creemos que los compañeros están muy equivocados. Cometen un errorpeligroso y lamentablemente frecuente: confundir el primer mes de embarazocon el noveno o, peor aún, con un niño ya nacido. Este error, tanto en medici-na como en política, suele ser de consecuencias muy graves.

Efectivamente, como venimos señalando, la burocracia cubana, presionadapor el desastre del “período especial”, tomó medidas, tanto hacia la economíamundial como hacia adentro de la isla, que, en sus manos –es decir, adminis-tradas por la burocracia–, abren la puerta a un proceso de restauración capita-lista. Ya hemos señalado, además, que el sector de la alta burocracia que admi-nistra las joint ventures y, en general, los sectores más rentables de la econo-mía, ve con admiración los “éxitos” de la burocracia china, convertida ademásen burguesía billonaria.

Porque éste es el punto crucial que –no por casualidad– se les escapa alos “teóricos” del PSTU-LIT. El problema no es hacer la suma y resta de medi-das económicas aisladas (que efectivamente en manos de la burocracia sonpeligrosísimas), sino responder a una simple pregunta: ¿dónde está la “nuevaburguesía cubana”? ¿Vive en la clandestinidad? ¿Reside en Canadá o enEuropa?

Por eso, poner ya un signo igual entre Cuba y China es un despropósito. Lanueva burguesía china tiene domicilios conocidos, opera en la bolsa deShanghai (una de las más importantes del mundo), preside empresas billona-rias absolutamente privadas de las que no son meros administradores burocrá-ticos, sino propietarios en todo el sentido capitalista de la palabra. La nuevagran burguesía se originó en gran medida de la misma burocracia maoísta (ysigue fusionada con ella), pero ya no son simples burócratas.36 En Cuba, nisiquiera a la escala modesta de la isla, puede hablarse todavía de un fenóme-no social semejante. ¿O sería el primer caso de un país semicolonial cuya bur-guesía no es nativa, sino europea o canadiense?

Eso no significa, insistimos, que el curso de un sector fundamental de laburocracia cubana no apunte hacia esa meta... pero aún no han llegado. ¡Yesto es decisivo para formular una política revolucionaria respecto de Cuba!

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36 “Un estudio del Consejo de Estado, la Academia de Ciencias Sociales y el PCCh probó recien-temente que de los 3.220 chinos con una fortuna mayor a los 10 millones de dólares, 2.932 son oeran funcionarios de alto rango del Partido Comunista” (L. Esnal, “Las dos caras de la nuevaChina”).

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Aclarar esto es muy importante, porque el error del PSTU-LIT lleva inevita-blemente a la conclusión que hay poco o nada que defender en Cuba, y quede la revolución de 1959 no queda prácticamente nada.

Asimismo, esto puede dar lugar a confusiones políticas aún peores. Si el díade mañana los grupos disidentes de centro-derecha, alentados y financiadosdesde Miami y la “Oficina de Intereses” de EEUU en La Habana, llegaran atomar fuerza en un sector de masas, ya estamos viendo a los compañeros delPSTU-LIT hablar de la “lucha democrática” contra la “dictadura del estado bur-gués cubano”.

POR UNA NUEVA REVOLUCIÓN CUBANA, QUE DEFIENDA LAS CONQUISTAS DE 1959 Y ESTABLEZCA REALMENTE EL PODER DE LA CLASE TRABAJADORA

No vemos muchas posibilidades de statu quo. Ni las contradicciones y ten-siones de la sociedad cubana ni la presente situación mundial y latinoameri-cana (con crisis y cambios notables a nivel económico y geopolítico) facilitanel inmovilismo.

El futuro de Cuba se resolverá en función de qué fuerzas sociales imponganfinalmente sus intereses. En ese sentido, como ya señalamos al inicio de estetexto, hay sólo tres fuerzas sociales que potencialmente podrían imponer rum-bos propios: 1) la burguesía gusana, que tiene la radical desventaja de estarfuera de la isla, pero que recibe el respaldo del imperialismo yanqui y que posi-blemente podría contar con sectores “populares” difíciles de medir, alimenta-dos por los elementos de desmoralización y descomposición social que hemosdescripto y por las relaciones familiares y culturales con la comunidad cubanade EEUU; 2) la alta burocracia administradora del Estado, encabezada por losespecialistas militares que están al frente de las joint ventures y otros sectoresdinámicos de la economía, que marcharía, en primera instancia, hacia un capi-talismo de Estado; 3) la clase obrera, única fuerza social cuya hegemonía abri-ría realmente una transición al socialismo.37

Hasta ahora, en este triángulo de intereses sociales tan contradictorios, es lasegunda alternativa la que parece estar a la cabeza, mientras que de la tercera,la de clase obrera, apenas si se perciben de vez en cuando algunos destellosindependientes.

Sin embargo sería un error garrafal dar ya por decidida la partida, comohacen, de hecho, las corrientes que dan por restaurado el capitalismo e, incluso,estiman también perdida (o semi perdida) la independencia nacional de Cuba.

Nada está ya totalmente decidido y definido. La misma reconvocatoria aleterno VI Congreso (que nunca logra realizarse) indica la necesidad de la buro-

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37 Hay que advertir que las dos primeras fuerzas y programas no son absolutamente contradicto-rios. Hoy es así, por el desatino de Washington (y Miami) de seguir apostando al “todo o nada”.Pero la grave crisis del imperialismo yanqui en todos los terrenos podría abrir las puertas a cam-bios que se expresen en la próxima presidencia de Barack Obama. Sin embargo, por ahora, no hayseñales claras en ese sentido. Si así fuese, se abriría un espacio para soluciones de compromiso queabarquen a todos los intereses y variantes restauracionistas.

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cracia de lograr un consenso y legitimar un rumbo. Esta reconvocatoria fue pre-cedida, en septiembre de 2007, por el llamado a un “debate nacional” paraque la población manifieste sus opiniones, especialmente sobre la economía.Los fines de esto son obviamente encauzar a través de canales burocráticos unadiscusión (y un descontento) que ya está ampliamente instalado. Así lo reflejóel incidente del presidente de la Asamblea Nacional, Ricardo Alarcón, enfebrero pasado, con los estudiantes de la Universidad de Ciencias Informáticas,quien no pudo responder seriamente a preguntas fundamentales, como “¿porqué el comercio interior de todo el país ha migrado al peso convertible, cuan-do nuestros obreros, nuestros trabajadores y nuestros campesinos cobran susalario en moneda nacional, que tiene 25 veces menos poder adquisitivo?”

Pero, contradictoriamente, medidas como el “debate nacional” y la nuevaconvocatoria al VI Congreso pueden poner también en estado de asamblea asectores importantes de trabajadores, estudiantes e intelectuales; es decir, undesborde, en una situación en que el control de la burocracia es mucho másdébil que en el período 1968-90, y su legitimidad también más cuestionada.

Por algunos textos y debates que van trascendiendo por Internet, al margende la cúpula burocrática pero ubicados en el campo del socialismo y el antiim-perialismo, hay una lógica preocupación programática en estas discusiones.

Por supuesto, en ese sentido no podemos formular un programa detallado,menos aún completo. Sin embargo, es también imprescindible bosquejar algu-nos lineamientos importantes, aunque sean parciales:

• Por la defensa de las conquistas revolucionarias de 1959, en primer lugarla independencia nacional y la expropiación del capitalismo, y también losavances que aún se mantienen en materia de salud, educación, empleo, jubi-lación, etc.

• Por el fin del régimen de partido único, y de estatización de los sindica-tos y demás organizaciones obreras, populares, juveniles, femeninas, etc. Plenalibertad de organización política, sindical y asociativa de los trabajadores, estu-diantes y sectores populares que defiendan las conquistas de 1959, especial-mente la independencia nacional y la expropiación del capitalismo, y repudienel bloqueo imperialista. Por la constitución de un partido o instrumento políti-co obrero y socialista, independiente de la burocracia.

• Por la democracia obrera y socialista. Ni “democracia” burguesa fraudu-lenta estilo Miami ni “voto unido” por la lista única de la burocracia. Que lasorganizaciones de masas obreras, campesinas, estudiantiles y populares, confuncionamiento absolutamente democrático, designen el gobierno de Cuba, ydebatan y decidan los planes económicos y políticos.

• Ni plan económico burocrático, ni anarquía capitalista. Democraciasocialista para determinar el plan económico, y verificación por el mercado desu realización. Por la administración y/o control obrero democrático de todaslas empresas, con absoluta publicidad de sus operaciones, como forma princi-pal de avanzar en la productividad y terminar con el saqueo a la propiedadnacionalizada. Por una moneda única.

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• Frenar y revertir el crecimiento de la desigualdad. • El aislamiento nacional de la economía cubana y el bajo desarrollo de sus

fuerzas productivas hacen por supuesto imposible abolir “por decreto” la leydel valor y las relaciones mercantiles, como se intentó en algún momento. Esto,concretamente, implica peligrosas concesiones en dos sentidos: hacia fuera, alcapital extranjero; hacia adentro, a sectores del campesinado y la pequeña bur-guesía urbana. Pero el control y manejo de todo esto no puede ser la tarea deuna burocracia que no rinde cuentas a nadie. La total transparencia de lademocracia obrera y socialista debe ser el contrapeso ante estas serias presio-nes, sobre todo las más peligrosas, las que vienen del capitalismo mundial.

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