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CUENTA ATRÁS

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FRANCISCO M. ORTEGA PALOMARES

CUENTA ATRÁS

SALOBREÑA 1996

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© Francisco M. Ortega

Diseño cubierta: Colin

Depósito Legal: GR - 1.102 -96

Imprime: Imprenta Salobreña, C.B.

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A mis padres que me sufrieron.

A Paco y Gerardo que me leyeron.

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A MODO DE PRÓLOGO

Por fin, Paco Ortega, o, mejor dicho, su heterónimo Francisco M. Ortega Palomares, se ha decidido a publicar uno de sus múltiples poemarios. Al menos eso es lo que ha manifestado. Aunque con Paco, y, no digamos, con Francisco M. Ortega, nunca se sabe. O, para ser más exactos, se sabe que nunca se sabe. Es por eso del existencialismo: Kafka, Camus, Sartre, la náusea... La vida, en fin; posibilidad de lo posible; por ejemplo de que Francisco M. Ortega Palomares haya resuelto o no servirnos el güisqui con agua de sus versos, que es como mostrarnos la ciudad mestiza que desde hace veinte años le viene quitando el sueño y la vida. Porque Ortega es un poeta, un ciudadano perdido y encontrado en la neblina ambigua y finisecular de las aceras y los pabs. Masacrada por él mismo su inexistente candidez de aldea (no quiere ser una gloria local), en busca de un yo humano des-civilizado que lo rehace y lo deshace, porque en el fondo qué más da, las palabras de Ortega se llenan de la desesperanza anónima de quien no busca ya soluciones porque no cree más que en di-soluciones. Su estética es la estética del perdedor, que, por perder, no le preocupa siquiera la pérdida de su anonimato poético, como no le han importado desde casi nunca los escaparates editoriales ni los circos culturales. Al fin y al cabo, en todo un universo que va a

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su radical desaparición, )qué importa el algo de escribir? )Qué importan unas pocas palabras? )Qué significa ganar o perder?

Francisco M. Ortega sólo concibe otro oficio tan absurdo e inútil como el de escribir, la costumbre dolorosa de vivir. La existencia humana, con su inteligencia monstruosa que no nos salva de la muerte, carece para él de toda justificación. El hecho ineludible es que hemos de morir y, ante ese fenómeno indiscutible y sin sentido, no queda otro remedio que resignarse a vivir, acomodarse a matar el tiempo hasta que este, a su vez, nos dé muerte. Este estoicismo, este escepticismo, más bien, que si no da la felicidad al menos concede una ligera y elegante cordura, no es bastante para entender el mundo, pero sí para entendérnoslas con él, para enfrentarnos a su permanente naufragio, a su desorden y a su injusticia. )Y qué mejor forma de naufragar que sobre el windsurf de la poesía? Esa momentánea apariencia de armonía que nos ofrece el orden y recuento de nuestros fracasos y ausencias...

Y precisamente ese enumerar lo vivido, esa cuenta atrás, con su doble valor en cuanto profecía del pasado y del futuro (eterno subir y bajar de Sísifo), es el único bálsamo de quien viene herido por la luz convencional de los neones y el silencio negro y hosco de los cielos urbanos, la esperanza de quien no espera nada y juega a mirar y a actuar como si esperase todavía algo o a alguien. Así, la mujer, como la mar de

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Baudelaire, siempre recomenzada y siempre deseada: Homme libre, toujours tu chériras la mer. Paco y Francisco M. juegan a estar enamorados de la mujer; o mejor dicho, enamorados de la idea que tienen de lo femenino. Un idealismo, sí, que nace sin duda de igual inquietud biológica que el petrarquismo, por más que éste la niegue, pero de muy otro referente, esta vez no místico, sino ontológico. De todas formas, escondida seguramente en los vocablos, vive la mitopoética angustiada del enamorado del amor: Narciso, Don Juan...

En este libro, sobre todo, el reconocimiento a Cortázar, a Vallejo y a Cioran. Pero también Catulo, Pasternak, Borges, Walcott o G. Montero. Aquí, la dialéctica literaria ciudad/aldea está superada. En Ortega sólo sobrevive la ciudad porque ese es el único mundo en que en que el poeta existe y se existe, la realidad que le angustia y le agoniza.

En los poemas de Cuenta atrás, verdadera intersección, regulada por inútiles semáforos, de la realidad con la imaginación del poeta, resuenan, por aquí y por allá, voces y ecos amistosos ()intertextos?) de sus escritores preferidos, estribillos de la música pop española, gritos epigráficos de una pintada desde un muro en París o susurrantes epitafios de algunas lápidas de Montparnasse, puertas de los dormitorios de mármol del ajedrecista Alekhine o del soñador Cortázar (morir, dormir; dormir, quizá soñar...).

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Francisco M. Ortega alcanza, en esta última creación, su mejor y más maduro trabajo literario. Aquí el signo lingüístico, es decir, artístico, se acomoda perfectamente a la función primaria del lenguaje: significar. Lo que importa al escritor (y, por tanto, a su lector) no es tanto la metáfora pictórica (del Renacimiento) o la musical (del Romanticismo), sino el referente semántico, ontológico, contemporáneo, de los hijos del limo (en expresión de Octavio Paz) de este final de siglo. Retórica, pues, la de Ortega paradójicamente vital, des-mistificadora, des-veladora, resueltamente honesta, entregada, en definitiva, a significar algo y no a las meras galas del decir:

... ya importa poco el cuerpo que tomen las palabras empeñado en encontrar un verso

que rime mis pisadas con la calle

-sinceramente cierto-

y cuyo ritmo sea como el chapotear de las gotas de agua.

Francisco Ayudarte Granados

Motril, 12 de julio de 1996

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Cada vez somos más los que creemos menos en tantas cosas que llenaron nuestras vidas

Julio Cortázar

Verás que todo es mentira verás que nada es amor

que al mundo nada le importa

yira, yira.

E.S. Discépolo

La vida es injusta, desde el momento

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en que la suerte te depara unos genes

hasta el momento en que el azar de alguna enfermedad o accidente termina con tu vida.

Simón LeVay

IDEARIO

Me da vértigo el punto muerto

y la marcha atrás,

vivir en los atascos,

los frenos automáticos y el olor a gasoil.

Me angustia el cruce de miradas

la doble dirección de las palabras

y el obsceno guiñar de los semáforos.

Me da pena la vida, los cambios de sentido,

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las señales de stop y los pasos perdidos.

Me agobian las medianas,

las frases que están hechas,

los que nunca saludan y los malos profetas.

Me fatigan los dioses bajados del Olimpo

a conquistar la Tierra

y los necios de espíritu.

Me entristecen quienes me venden clines

en los pasos de cebra,

los que enferman de cáncer

y los que sólo son simples marionetas.

Me aplasta la hermosura

de los cuerpos perfectos,

las sirenas que ululan en las noches de fiesta,

los códigos de barras,

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el baile de etiquetas.

Me arruinan las prisas y las faltas de estilo,

el paso obligatorio, las tardes de domingo

y hasta la línea recta.

Me enervan los que no tienen dudas

y aquellos que se aferran

a sus ideales sobre los de cualquiera.

Me cansa tanto tráfico

y tanto sinsentido,

parado frente al mar mientras que el mundo gira.

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TANTAS VECES LA VIDA

En la vida es más necesario perder que ganar.

B. PASTERNAK

Has perdido tantas veces que una más ya no importa,

como tampoco importan, a poco que lo pienses,

otras que pronto llegarás a aguantar.

Te tienen sin cuidado los saldos cotidianos,

los juzgados de guardia y el papel timbrado,

las pilas alcalinas y los jóvenes yupis

porque sabes que pronto volverás a perder.

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Eres esa mujer que acepta, en silencio, aquietada,

el duro golpe helado del rapto de su flor,

-muerto el disfraz ajado de su belleza ayer-.

Eres el hombre hastiado en el húmedo parque

que mira en soliloquio fugaz atardecer

cuando las canas pueblan la pensante testuz,

y la ciudad perdida, a lo lejos, vomita

colillas machacadas y fuentes de cristal.

Te tienen derrotado los ecos de la noche

la noctámbula voz de las sirenas

las canciones de sal,

y ese lento vacío de las conversaciones.

Te han vencido las líneas de otro amanecer

al confundir los rostros de los que van y vienen

-nunca sabrás muy bien-.

Estaciones de metro y garajes vacíos

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te recuerdan que añoras volver a la niñez.

Te arruinan los bares, los kioscos de prensa,

la marca de las cosas y el último autobús

-ese que nunca llega-.

Te soterran las prisas, las angustias mortales

y las salas de espera, el cansino existir

cuando ya nada importa y ya a nada sabe

el hecho de vivir.

SOUVENIR

(Cimentière Montparnasse)

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Para Antonio Peña

Vallejo está en su tumba guardado,

bien guardado, al fondo Montparnasse

con su torre negra y su tapiz de razas.

Los muertos arropados por el mustio recuerdo

oyen ruido de rosas y feliz aguacero.

París es una fiesta de gentes

y los muertos se ríen desde el silencio,

mientras mi corazón se inclina,

delante de las tumbas, hacia ellos.

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Vallejo está sin César bajo la sepultura

y me alegro de verte buen amigo

con tu salud, tu vida, tu mirada,

siempre tan cuñadito y a lo lejos

los frondosos castaños parisinos

que tú tanto gustabas.

Julio con su Cortázar y sus cronopios

da un juego interesante

mientras revolotean por su tumba

meopas y pameos que dibujan rayas ambiguas en el cielo.

Baudelaire escondido entre la hiedra fina

va deshojando, alegre, flores marchitas

y Alhekin le acompaña en una partida

sin final y sin causa.

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Vallejo está perdido entre ángeles caídos en el suelo,

como hojas de otoño

sobre lápidas que sus nombres ignoran:

Beckett, Sartre, Maupassant.

París es una tumba inmensa.

LA LUZ DE TU VENTANA

En el nocturno paisaje de la ciudad que duerme

veo la clara luz de tu ventana

y tras de ella a ti, ensimismada y leve, como una hache,

bajo tu rostro alegre y tus ojos de agua.

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Te imagino distraída, líquida y liviana,

buscando alguna fórmula, entre sueños mojados,

que te enseñe a vivir.

Vivir como tú quieres: dulce, lejana; mar.

A ratos volviéndote al espejo

para buscar una sonrisa cómplice y amena

que, poco a poco, diluya tu vigilia

hasta hacerte flotar, como flota la luz de tu ventana,

sobre el vertiginoso añil de la ciudad.

ME GUSTA LA CIUDAD

Me gusta la ciudad serena y triste

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a esas horas que todos han huido

hacia el íntimo refugio de las cosas.

Cuando en el aire flotan, todavía, los ecos

de escandalosas fiestas y muchedumbres locas.

Entonces que la ciudad tiene conmigo

un gusto de cómplice y resaca

y late como mi corazón, solitario y tan frío,

desnudo con la noche,

furtivo como una rata.

Cansado y ronco como el ladrido

de un perro viejo que la lluvia calara.

Me gusta la ciudad a esas horas duras

que no la vive nadie, sólo las sombras

de seres que parecen venidos de otro mundo

a recoger las bolsas de basura,

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mientras el aire se espesa y son

inútiles las señales de tráfico y las aceras.

EN ESTE VERSO CAIGO MUERTO

At the end of this sentence, rain will begin.

DEREK WALCOTT

En este verso caigo muerto y ya no me levanto

porque no hay un Dios que, como a Lázaro,

diga que me levante y ande

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a escribir nuevamente versos por vanidad,

por la lucha de clases o por amor al arte.

Herido, mortalmente, por todos los costados,

agonizante y triste como un viejo elefante,

me retiro a la cueva y termino el desastre

mientras busco refugio en mi ideario.

NIÑAS DE PAPEL

La vie est une pute

la mort une salope

pourtant on aime les filles.

-DE UN PINTADA PARISINA-

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Son niñas de papel que se desnudan,

blancos cuerpos de seda junto al mar,

y que esperan, bañadas por la luz,

dorarse con perfiles de bronce y de sal.

Tendidas en la arena dejan pasar las horas,

felinas y entusiastas cuentan intimidades

y ríen, largamente, bajo un poniente sol.

Indolentes al mundo, confiadas, inquietas, juegan

a confundir las sombras con reflejos.

Han cogido la tarde y se la llevan puesta

como un vestido nuevo ajustado a la piel,

se marchan de puntillas con un secreto

que ellas mismas ignoran frente al mar

-el misterio del tiempo y el de la rosa-.

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Vuelven a la ciudad murmurescente

mientras susurran sueños de amores y de azar.

Son niñas de papel desvanecidas

en la fotografía lenta que el ocaso revela,

claros cuerpos de azucena que efímeros recrean

una postal de arena que el viento borrará.

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PAPEL VACÍO

¡Cuántas veces he salido

a buscar una palabra!

FRANCISCO AYUDARTE

Me doy de cabezazos contra el papel vacío:

ya importa poco el cuerpo que tomen las palabras

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empeñado en encontrar un verso

que rime mis pisadas con la calle

-sinceramente cierto-

y cuyo ritmo sea como el chapotear de las gotas de agua.

Metáforas de caucho y de rodadas

me vienen a la mente mientras los intertextos

pueblan la vida de confusiones varias.

Me ahogo en tanto blanco, en tanto sinsentido,

luchando cada noche contra ese enemigo mortal

que es un papel sin nada

que siempre va conmigo, dando tumbos,

también en cada madrugada y que me hace insomne

como el llanto de un niño.

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HOY NO TENGO MI DÍA

Hoy tengo una agonía de tristeza sin fin

que me carcome el alma,

un traje de botones, barba de cinco días,

carraspera y ojeras añil.

Hoy tengo estropeada la cañería

por donde sube y baja la sensatez,

me pesa respirar y me fatigo mucho

con las cosas que pasan.

Tiendo a la hipocondría, me deprimen

las noticias que sacuden el mundo,

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mi paladar sostiene que el café está amargo

y sufro demasiado cuando pienso.

Me apena la ambición y los pobres sin tregua,

el autobús urbano y sus paradas,

los portales vacíos

y los que nunca encuentran el camino de vuelta.

Hoy no tengo mi día,

pero es verdad que nunca lo he tenido,

como no han sido míos los minutos y horas

que consumo como si fuera un fumador empedernido.

Hoy me acuesto temprano a cavilar

sobre el sentido del día que pasa,

y pienso el poco crédito que tiene lo que escribo

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y en la súbita muerte de la palabra.

DEMORAS

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Mis amigos me dicen , con insistencia,

que por qué no publico

la suma de versos que a mis espaldas llevo

-como alma que en pena

carga con sus pecados-.

Mis compañeros de fútbol me gritan,

con mucha urgencia,

para que llegue a tiempo a la pelota.

Y nadie observa

que siempre alcanzo tarde cualquier meta,

porque no tengo prisa en llegar

y camino.

Tardé en echarme novia,

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fui tarde a hacer la mili y por poco si llego,

con mucha calma tarde me hice mayor

y con mi habitual torpeza,

llego tarde a las citas,

y cuando al cine entro

la película va por el primer beso.

Es un sino este el mío que puede ser congénito,

lírico o existencial -no lo sabremos-,

porque nunca me acuerdo de llegar a mi hora

y con cierto retraso me acuesto o me levanto.

Por eso fue, quizás, que no hice carrera

en el fútbol profesional como Butragueño,

y por eso será que no recibiré

el Premio Nacional de Poesía

como García Montero.

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Y es que el tiempo,

sustancia de la que estamos hechos,

me enferma y me arruina

y por eso creo

que sólo seré puntual a la última cita:

la verdadera.

ARREBATO

Quiero escribir, pero me sale espuma.

Quiero decir muchísimo y me atollo.

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CESAR VALLEJO

De pronto me entusiasmo

y me vuelve la emoción de escribir poesía

igual que si tuviera ahora veinte años,

y prisa por comerme el mundo.

Pero ya no es lo mismo

porque me cuesta tanto pelear cada noche

contra el papel vacío,

mendigar una palabra que signifique algo

diferente al cansancio o al escepticismo

que alimentan mi vida.

El peor de estos días peores

será cuando acabe atrapado por una telaraña

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que crece entre mis libros

regada, en mitad de una selva de letras,

por el polvo del tiempo gastado.

También los poemas son a veces

como un monstruo que me traga

que me devora vivo,

y mañana será lunes, por ejemplo,

y seguiré escribiendo estas u otras cosas

que es como decir

continuaré soportando esta existencia

-la única quizás-,

más flaco que nunca

y tan desconsolado como de costumbre,

mientras recuerdo que Borges llegó a decir

en insolente argentino

que dejar de escribir un solo día

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era pecar contra el Espíritu Santo.

Luego queda ese regusto amargo

por saber si este baile con la poesía

vale para algo, porque el zapatero

piensa en lo bien que caminan sus zapatos,

y el albañil seguro de su oficio

sabe que los techos de su casa

no dan agua y refugian del frío,

pero estos versos míos tan canijos, tan blandos,

a quién dan de comer y a quién calientan

en sus peores ratos.

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FUE ENTONCES...

Si he de vivir sin ti, que sea duro y cruento

JULIO CORTÁZAR

Fue entonces que dijiste,

-cuando todo tal vez ya estaba muerto

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y empezaban ahondarse mucho más las heridas-,

como sentencia atroz: seguirás escribiendo.

Quise romperlo todo,

anegar con mi llanto estos versos y otros,

quemar papeles, libros, palabras no inventadas.

Vender este destino de poemas y letras,

odiar cuantas metáforas pudiera yo soñar.

Fue entonces que dijiste...

y ya no quise ser más amante de nada

que no fuera estar cerca de donde estabas tú.

Desde ese día odié esta fútil paciencia

de buscar la belleza y apresarla en palabras,

esta tarea inútil de forjar el lenguaje del viento

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y el alma del silencio.

Desde ese día estéril me hundo entre las líneas,

me ahogo en los vocablos

y me dejo llevar, perdido en la corriente,

por el duro fracaso de tu amor.

Desde ese día que todo estaba escrito,

me siento condenado a mirarme sin ti

y, sin embargo, anoto estas letras finales,

sabiendo, más que nunca, que ya no estarás tú,

ahora cuando entiendo que escribir es vivir

y vivir es morir a cada instante.

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PARTIDA DE AJEDREZ

envejecer, morir,

es el único argumento de la obra.

GIL DE BIEDMA

Una partida de ajedrez juego a diario

que es la misma y distinta a la vez.

En esta lucha estéril que mantengo

he perdido, a la fecha,

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tres molares, un puñado de pelos

y algo de vista,

la juventud, mi escaso crédito,

las ilusiones y una media sonrisa.

La pierdo cuando creo que la gano,

mientras miro en la tele esos cuentos modernos

de chicas neumáticas con sus pechos de goma,

en el escaso significado que mantienen las palabras

y, como siempre, frente a los deseos.

Es un juego que pierdo en esas madrugadas

donde creo que no existo

y me arrastro, penoso,

al refugio de mi lecho postrero.

Si las cuentas no fallan son treinta

y seis largos años enfrentado a un extraño,

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tropezando con un animal vagamente cercano

que me sigue donde quiera que vaya

y me recuerda, con felina mirada,

desde el lado imposible del espejo,

a ese pobre diablo que veo en mí.

Una partida lenta que muere cada tarde

como un adagio de Barber o de Mahler,

y se come las piezas de los nombres olvidados

por la memoria afectiva del corazón.

Sobre el tablero faltan los primeros peones,

amigos de la infancia que el tiempo degluyó

y vuelven los domingos,

como imágenes sepia de una vieja película

contada con guión y escenario de barrio:

los partidos de fútbol que nunca terminaban,

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el gomero, las bolas,

churrichurri mi capitán al uno,

las flechas de carrizo con sus puntas de lata

y aquel chichón que tanto daño me hizo,

herido como estaba en mi orgullo infantil.

Tampoco están ahora, aquellos

compañeros en piso de estudiantes,

forradas las paredes con carteles de Bakunin y el Che,

la profunda liturgia por mejorar el mundo,

y descubrir el sexo y el hachís

en una tarde juntos, Rimbaud y Baudelaire,

Pink Floyd, la Naranja Mecánica,

Mari Carmen y el Ultimo Tango en París.

Al comienzo, recuerdo, nada hacía presagiar este desastre

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-como el pájaro que al despuntar el día

abre sus alas sin miedo a equivocarse-,

pero el primer error, aquel que fue un mal cálculo,

me enseñó pronto arriar las velas del corazón.

Luego, más tarde, traspasados los años supe

que era mejor el día para dormir

y desnudar el alba tras la noche canalla

con el amor entre las piernas,

y el pleno gusto de confundirme

equivocando a quienes me amaban.

Con el paso del tiempo cargado de costumbres,

de vicios y de achaques,

de irremediables incertidumbres,

la ausencia de piezas,

el oscuro desaire de enterrar ideales

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como quien va enterrando sus muertos uno a uno,

me hacen agachar la cabeza y seguir adelante

renegando entre dientes

que la literatura no salva a nadie,

ni este juego perverso de escribir poesía

me va a sacar a flote de la negra rutina

donde se ahogan estos días perdidos.

Vivir es un error que he comprendido tarde

y no sé si el hallazgo me complace o me aturde,

cuando veo más claro el final del engaño,

de esta partida inútil que juego contra mí

y los conejos siguen creciendo en Australia.

Ahora cuando quedan las piezas esenciales

y consulto las dudas, el desaliento,

las renuncias y el desamor.

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Un final que comienzo a encontrar aburrido,

una lucha con muy poca ecuación

que me anuncia que, rendido ante el mundo,

daré por bueno un jaque mate.

ÍNDICES DE AUDIENCIA

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Los índices de audiencia

dejan frío mi corazón cada mañana.

Las cuotas de pantalla han matado

los sueños que de niño tenía,

y han ido aniquilando, uno a uno,

los héroes que animaron el mundo,

los dueños de la Tierra:

Tarzán, la mona Chita,

Peter Pan, Charlot, Félix el Gato,

el Conejo de la Suerte,

el capitán Trueno

y el Gordo y el Flaco.

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AQUEL AMOR

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quem nunc amabis? cuius esse diceris?

quem basiabis? cui labella mordebis?

CATULO, VIII

Te lo di todo y todo fue tan poco para ti

que ahora es nada aquel amor que te tenía.

Aquel que hirvió en las tardes y saludó las noches

mientras buscaba fabulosos animales por tu piel.

Aquel amor que, inocente y entregado,

rompió las soledades junto al mar y en la cama,

con la fuerza de un dios desconocido

y besos imposibles quebrándose al caer.

Quizás no sea bueno recordar lo que fuimos

para no darnos cuenta que vuelve a suceder

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que otro amor, quizás igual que áquel,

nos engañe -ángel o diablo-, nuevamente otra vez.

PERRO VIEJO

Soy como un perro viejo

que ha aprendido a recelar de todo

y que a nadie fía su corazón.

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En mi lomo doy fe de algunos palos

que hube de soportar y hoy son cicatrices.

Un viejo perro solo que vaga

por las calles vacías sin rumbo ni destino

a pique de toparme con alguien

todavía más asustado,

más viejo y perro que yo.

Me valen pocas cosas porque en el fondo

pocas son las que valen para sobrevivir,

y la entereza siempre

para aguantar el resto de los días

que faltan por venir.

Lo que queda son sobras de la comida

por las que no estoy dispuesto a ladrar más,

si acaso enseñaré los dientes

tan sólo como un gesto que intenta intimidar.

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Un viejo perro flaco que a casi nada es fiel,

si acaso a esa mano que un día me ayudó

y a estos malos versos que andan conmigo

como si fueran pulgas que recorren mi piel.

MIRADAS

hay miradas femeninas que tienen algo

de la triste perfección de un soneto

ÉMILE M. CIORAN

Te miro, me miras, nos miramos

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con un lenguaje mudo:

sólo risas y ojos para hablarnos.

Una conversación de palabras inciertas,

inmateriales,

tan sólo sombra y luz para su causa.

Tus ojos y mis ojos a la vez mueren

-como peces sin agua-

en un diálogo silencioso y callado,

en una conversación de fuego y nieve.

Equívocos los ojos con que me miras

y enmudeces la voz de mi retina.

Page 55: Cuenta atrás

HOY PRACTICO EL SILENCIO

Hoy practico el silencio que no es poco,

la mudez temprana, el mutismo hondo,

la afonía y la calma.

He sepultado el canto y el grito ambicioso,

el falso declamar y el recitar famoso

de los nuevos poetas.

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Hoy me callo para que hablen otros

y que mi lengua sea caudal insonoro

y no estilete.

Ganas me dan de no escribir un sólo verso,

poner punto y final y guardar los acentos

junto a las comas.

Liberar las metáforas, los nombres propios,

romper las oraciones, los grupos fónicos

y reírme de todo.

A fin de cuentas si algo valió la pena

es el haber andado por esta tierra

sin mucho ruido.

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Porque en este mundo nada tiene sentido

si no es el cielo del olvido

y el de la rosa.

VOCES

A veces me pregunto

-no sin melancolía-

si en la callada voz de tu rutina

cuando unos días se parecen a otros días,

tú alegre reirás recordando los besos,

aquellos besos largos que tu boca traían,

la tarde toda tibia bajo tu suéter gris

y el tímido temblor de tus pechos de nácar.

Ahora que el tiempo tiene memoria,

la terrible memoria de las cosas que han sido

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y sólo son ya eco de una voz interior

tropezando a deshoras

en las frías paredes de una casa vacía,

me pregunto por la tarde y los besos.

Esa casa vacía que se parece a mí

y cada anochecer vienen a ella

-como vino esta noche

la dulce desazón de aquel momento-,

demonios familiares

y voces que murmuran en silencio

un recuerdo lejano de caricias y esperas.

La respuesta terrible

dice que no serás la misma

-pálida rosa que me abría su ser-,

ni yo tampoco el mismo

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dentro de estas estancias donde habito

como una casa sola dispuesta a envejecer.

VIAJE A PARÍS IMAGINARIO

Las siete de la mañana, París se despereza

y yo triste turista recién desembarcado

junto al Sena, estación de Austerliz.

Una violinista toca a Brahms monótona y ausente

mientras oleadas de gente cruzan

por puertas correderas dejando unas monedas.

Desayuno una infusión de idiomas,

café francés y cruasán a solas

con el viajero que viene conmigo desde lejos.

Entre un ruido de máquinas que tican

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compromisos en las fauces del día

y un andar de pisadas confusas,

la liberté, la égalité y la fraternité

afloran en los bulevares como un perfume caro.

Kieslowski, Truffaut, cuatrocientos colores

y tres golpes de suerte.

En un vagón de metro la soledad me espía,

tiene rostro oriental,

rasgos perdidos de ser interurbano.

Las luces pasan rápidamente

mientras viajo por las tripas de la ciudad,

las mismas luces pálidas que se quiebran

en túneles sin salida ni solución.

En Convention hay un poema escrito

con versos de tiza en la pizarra

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para recordarme que aunque el amor no existe

en la orilla derecha del Sena,

alguien obtuvo satisfacción a un precio razonable.

Y por eso las rubias sirenas que pueblan

el fondo del río prefieren por amantes

sólo a los suicidas.

SEÑALES DE LA NOCHE

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Te seguí sin pensarlo,

sin saber de ti nada porque aquello que ignoro

me arrastra hacia el misterio del deseo y la dicha.

Fui detrás sin que tú lo supieras

como ángel oscuro

y tus pasos livianos me guiaron

hasta un concierto de música que no entendí muy bien:

las pistas de la noche tienen muchos destinos.

Allí, en la confusa marejada humana,

te descubrí reinando entre las gentes

como tú sóla sabes reinar en tu hermosura,

adueñada del mundo que te tocó vivir.

Page 63: Cuenta atrás

Luego en un chiringuito con el mar por terraza

bailabas embebida entre gritos y copas,

era un lugar sin nombre

o quizás sólo sea que no quiero acordarme

porque ya para entonces a mi también

el güisqui me hacía naufragar en las horas.

En un sombrío recodo me saliste al paso,

era una larga cola que las chicas guardaban

para entrar al servicio de señoras

y apenas me miraste.

Más tarde, ya la noche aturdida de alcohol,

me pareció un momento que a mí me sonreías

y tuve el sentimiento de quien logra vencer.

No hubo una palabra entre nosotros dos

para hacerte entender que yo existía también

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en ese instante torpe de plena actualidad

-la tiranía del tiempo causa muchos despojos-.

Y así seguí bebiendo tras el rastro salvaje

que tus encantos dejan por las noches sin cielo

y tú indiferente a mi proximidad.

Cuando quise acordarme de la hora que era

-la conciencia es un vicio que no sé sublimar

y uno siempre recuerda-,

el día ya aclaraba su rostro celestial

y tú, desconocida y joven,

otra vez imposible,

te habías escurrido delante de mis ojos

como quien ve pasar, al raso de un cielo negro,

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una estrella fugaz que anuncia la belleza

delante de la estela de su brillo mortal.

MALAS NOTICIAS

Uno no sabe bien dónde meterse

cuando comienzan a llegar malas noticias,

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porque no hay costumbre ni hábito ni estilo,

ni el humor suficiente para hacer frente

a ese torbellino que lo pone todo

patas arriba.

Es tan difícil, en esas circunstancias,

quedarse firme, tieso

como un joven soldado,

enfrentado al mundo doloroso

como si nada nos hubiera pasado.

Sin saber qué decir ni qué es lo que siente,

porque nunca hay palabras capaces de vestir

ese hecho desnudo que es la muerte.

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TIEMPO PRESTADO

Huele a invierno en abril

porque la lluvia trae

hielo en su corazón

y moja todo con nombres de otros días,

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con gotas de ansiedad.

Vivo en diciembre en un país de sol

y me derrito cuando escucho la luz tan cegadora

escurrirse por las cañerías de las semanas,

devoradora de este tiempo

que nos prestaron para vivir.

EL ÚLTIMO BARCO

Como el último barco que surge entre la niebla espesa:

fantasmal, solitario, rendido a su destino

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de haber vivido mucho y no saber si bien,

y que espera para ser recibido en dársenas dormidas.

Así aparezco yo en las sórdidas noches

por los cruces mortales

que tienden avenidas insensibles al paso,

esperando abrazar el postrero desastre

del tiempo que se va.

Como mi vida, a golpe de oleaje,

que se estrella en las rocas

de una profesión a la que no tengo mucho aprecio,

más que por lo que dice por todo lo que calla.

Por eso espero llegar hasta esa ensenada

que me devuelva al olvido,

al seno de las cosas que no tienen memoria.

Y mientras tanto doy noticias

que son pura ficción y otras que son mentira,

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malas y buenas informaciones

que a veces son un calco de mi vida.

ÍNDICE

PRÓLOGO ..........................................................................7

Ideario ...............................................................................13

Tantas veces la vida ............................................................15

Souvenir .............................................................................17

La luz de tu ventana ............................................................19

Page 71: Cuenta atrás

Me gusta la ciudad ..............................................................20

En este verso caigo muerto .................................................21

Niñas de papel ....................................................................22

Papel vacío .........................................................................24

Hoy no tengo mi día ..........................................................25

Demoras ............................................................................27

Arrebato ............................................................................29

Fue entonces... ...................................................................31

Partida de ajedrez ..............................................................33

Índices de audiencia ...........................................................37

Aquel amor ........................................................................38

Perro viejo .........................................................................39

Miradas .............................................................................41

Hoy practico el silencio .....................................................42

Voces ................................................................................44

Viaje a Paris imaginario .....................................................46

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Señales de la noche ............................................................48

Malas noticias ....................................................................50

Tiempo prestado ................................................................51

El último barco .................................................................52

PRIMERA PESTAÑA

Francisco M. Ortega Palomares (Motril). Periodista de profesión y poeta de vocación, es autor desde muy joven de relatos, poemarios y artículos. Director de la refrescante y desaparecida revista Guadalfeo (1980), ha sido redactor de El Faro (1984), de las publicaciones Objetivo la Costa (1982) y del Boletín Informativo Municipal (1986), y pionero de las emisoras locales de radio, Radio GU (1985) y Onda Sur (1990). Actualmente es redactor de los Informativos de Telemotril (1990) y corresponsal de Ideal (1994).

AApocalíptico e integrado@, como aquel título genial de U. Eco, Francisco M. Ortega ha compuesto desde 1980, once libros de poemas, casi todos inéditos: Mediterráneo (1980), Poemario de otoño (1980), Apuntes de una descomposición (1981), Días (1981), Cuerpos al sol (1982), Como un zampalimoscas (1987), Cuaderno Sentimental de Navegación y Astrología Náutica (1991), Al Margen de la poesía (1993), Poesía

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humomística: Álbum de canciones tontas (1993), Manual lírico para poetas inéditos (1995) y Cuenta atrás (1996), su única obra publicada.

De su producción poética, además del presente volumen, sólo conocemos una escasa muestra publicada en Antología de la Joven Poesía Motrileña (1986) y Antología de Poetas Motrileños (1993), y un trabajo de su poemario juvenil Revelaciones (1979), recogido por Paco Pérez para la primera edición de su Anecdotario motrileño.

Relatos de Francisco M. Ortega han visto la luz en alguna publicación local, pero la mayor parte de ellos se mantienen aún sin editar. De su obra narrativa corta destacamos Los martinicos, El veneno de la salamanquesa, Clave de sol, Día de playa, El fin del mundo y El pinchadiscos.

SEGUNDA PESTAÑA

Francisco M. Ortega señalaba hace algunos años, ante un auditorio juvenil, algunas de las claves de su poética:

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Escribir poesía -afirmaba- constituye, ante todo, un método de lucha contra la muerte -única realidad irrefutable- y por tanto, una herramienta para su desenmascaramiento. No sólo contra la muerte como último hecho físico que produce la vida, sino contra la usurpación que supone ir arañando segundos del tiempo real que disponemos, o contra el engaño de una vida inauténtica señalada desde la máxima rimbaudiana Ala verdadera vida está ausente@.

La condición del poeta está propiciada por su forma de percibir las cosas: una mirada poética sobre la realidad, observada desde sus márgenes, desde sus fronteras, siempre desde los límites reales, lugar idóneo para cultivar la materia prima de la creación. Creación que por otra parte es a lo que el poeta se entrega, donde se produce la renuncia del yo y que constituye su principal tarea, en conexión con lo que cifrara Silverio Constante: Ala creación es la pletórica corrupción del pensamiento@.

Como señala Dionisio Cañas en 'El poeta y la ciudad', "Nos hemos quedado sin alma y sin paraísos. la idea de un conocimiento superior de la existencia a través de la poesía, nos parece una falacia tan relativa como las interpretaciones de los sueños de Freud. La vida sólo se conoce en sus actos, no en una revelación súbita de nuestros actos en el momento de escribir el poema".

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CONTRAPORTADA

Cuenta atrás es un libro que encierra una mirada poética -una más- sobre la realidad urbana que nos circunda y contiene en forma de cotidianeidad. Es por tanto la vida diaria -y no la muerte que no significa más que una terminación de las funciones del cuerpo y la desaparición de su contenido de conciencia-, la que descarga en el poeta la duda, la inseguridad, la indecisión, ese vértigo existencial marcado por el mercantilismo, el agobio del tráfico, la prisa, la soledad, la ansiedad, la tiranía de la imagen y los cambios mentales de ritmo.

Es este un libro de alguien que trata de delimitar su tiempo personal en una ciudad anónima, igual aquí que a mil kilómetros, uniformada en sus signos y señales, en sus luces y sus indicadores autoritarios, y en plena reflexión sobre cuestiones como la ética del fracaso, el absurdo de la escritura, la finitud de las cosas, el desengaño de la vida y del deseo, las renuncias y el consumo del tiempo. Y por supuesto siguiendo aquella cita de Cioran de que "Todo error es una verdad antigua [...] la plenitud se mide por la suma de errores almacenados", sobre el dolor como herramienta de conocimiento.

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