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Víctor Fuentes Universidad de California, Santa Bárbara DE LA VANGUARDIA A LA POSMODERNIDAD: HITOS CONFIGURADORES EN LA LITERATURA EN ESPAÑOL En este ensayo, en forma forzosamente esquemática e incompleta, dados sus límites, destaco una serie de fechas, autores y obras que jalonan, en la literatura en español, el paso desde los supuestos de la modernidad vanguardista de los años veinte a los de la posmodernidad, cuya eclosión se sitúa en las décadas de los 70 y de los 80. Se trata de una larga gestación. Al comienzo de los años 30, la estética de la exaltación de lo nuevo como valor absoluto, propia de la vanguardia, se resquebrajaba mundialmente. Ya en 1930, una encuesta en las páginas de La Gaceta literaria extendía a la vanguardia su partida de defunción; y en el curso de la década, las utopías de la emancipación, punta de lanza del vanguardismo, cedían el terreno al apocalipsis de las guerras y de la represión genocida de los totalitarismos; como dijera Lyotard, "Auschwitz es el crimen que abre la posmodernidad." Posiblemente, y como con tantas otras muertes anunciadas de este siglo XX, la vanguardia nunca muera del todo. Hemos visto como desde los años 40 han brotado "nuevas" vanguardias, pero —no nos engañemos- - sin lograr a recuperar el resplandor y el impacto sociocultural de las vanguardias históricas. Como escribe en nuestros días, Gilíes Lipovetsky: "Efectivamente, siguen inaugurándose exposiciones de arte de vanguardia, pero yo, francamente, prefiero quedarme en casa viendo la televisión." (Babiela 3) Y ya desde los años 30, varios escritores, a nivel mundial, comenza- ron a diagnosticar la crisis de la modernidad y las aporías del vanguardismo, diseminando otros valores y actitudes que, con el correr del tiempo, vendrían a conocerse como posmodernos. En la literatura en español, el mismo año en que Federico de Onís acuñara la palabra posmodernismo, 1934, Antonio Machado iniciaba la publicación de su Cancionero apócrifo de Juan de Mairena, el cual contenía una contundente refutación de valores claves de la vanguardia: ¿Surgirá un arte nuevo? Esa pregunta sobradamente inepta, carecerá de sentido (escribe). Porque lo primero que ha de

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Víctor FuentesUniversidad de California, Santa Bárbara

DE LA VANGUARDIA A LA POSMODERNIDAD: HITOSCONFIGURADORES EN LA LITERATURA EN ESPAÑOL

En este ensayo, en forma forzosamente esquemática e incompleta,dados sus límites, destaco una serie de fechas, autores y obras quejalonan, en la literatura en español, el paso desde los supuestos de lamodernidad vanguardista de los años veinte a los de la posmodernidad,cuya eclosión se sitúa en las décadas de los 70 y de los 80. Se trata deuna larga gestación. Al comienzo de los años 30, la estética de laexaltación de lo nuevo como valor absoluto, propia de la vanguardia, seresquebrajaba mundialmente. Ya en 1930, una encuesta en las páginas deLa Gaceta literaria extendía a la vanguardia su partida de defunción; y enel curso de la década, las utopías de la emancipación, punta de lanza delvanguardismo, cedían el terreno al apocalipsis de las guerras y de larepresión genocida de los totalitarismos; como dijera Lyotard,"Auschwitz es el crimen que abre la posmodernidad."

Posiblemente, y como con tantas otras muertes anunciadas de estesiglo XX, la vanguardia nunca muera del todo. Hemos visto como desdelos años 40 han brotado "nuevas" vanguardias, pero —no nos engañemos-- sin lograr a recuperar el resplandor y el impacto sociocultural de lasvanguardias históricas. Como escribe en nuestros días, Gilíes Lipovetsky:"Efectivamente, siguen inaugurándose exposiciones de arte devanguardia, pero yo, francamente, prefiero quedarme en casa viendo latelevisión." (Babiela 3)

Y ya desde los años 30, varios escritores, a nivel mundial, comenza-ron a diagnosticar la crisis de la modernidad y las aporías delvanguardismo, diseminando otros valores y actitudes que, con el correrdel tiempo, vendrían a conocerse como posmodernos. En la literatura enespañol, el mismo año en que Federico de Onís acuñara la palabraposmodernismo, 1934, Antonio Machado iniciaba la publicación de suCancionero apócrifo de Juan de Mairena, el cual contenía una contundenterefutación de valores claves de la vanguardia:

¿Surgirá un arte nuevo? Esa pregunta sobradamente inepta,carecerá de sentido (escribe). Porque lo primero que ha de

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borrarse con una esponja empapada en la vieja sangre de loshombres es el prurito de discontinuidad y de creación ex nihiloque se engendró en una posguerra embrutecida y desorientada.(630)

Y por las mismas fechas, empiezan a publicarse en españolimportantes obras literarias que coinciden con este imperativo. Pensemos—por poner un solo ejemplo—en Las leyendas guatemaltecas, de MiguelÁngel Asturias, libro publicado en 1930, y en el cual se verifica una"vuelta" a las leyendas de mitos mayas y de la época colonial. El propioMachado, en su "Proyecto de discurso de ingreso en la Academia," sevale de los dos grandes monumentos en que culmina la modernidadliteraria, A la recherche du temps perdu, de Proust y el Ulysses, de Joyce,para anunciar el fin de la corriente subjetivista, del "yo egolátrico," yafirmar, en contraposición, "la realidad irreductible y absoluta del tú.""Se tornó a creer en lo otro y el otro, en la esencial heterogeneidad delser," nos dice (856-7), anunciando el giro copérnico que nos llevará de lamodernidad a la posmodernidad: el desplazamiento del yo por el otro.Igualmente, su demofilia y su defensa de la cultura popular (todo unmentis de la cultura de élites y de "la deshumanización del arte,profesadas por una parte de la vanguardia) apuntan a derroterosposmodernos.

También Borges, desdiciéndose muy pronto de sus comienzosvanguardistas, impugna a la modernidad: "Me creo libre de todasupertición de modernidad, de cualquier ilusión de que ayer difiereintimamente de hoy o diferirá de mañana," escribe en su prólogo a lanovela de Bioy Casares, la invención de Muriel, publicada en 1940. Por susescritos de los años 30 y principios de los 40, Borges está hoy conside-rado como uno de los creadores —sino, el primero— del códigoposmodernista en literatura. Siguiendo a John Barth (quien en 1967señalara a Ficciones como el primer documento de la era posmoderna),Hans Robert Haus destaca a Fierre Ménard. Autor del Quijote como eltexto que define el cambio de la estética de la producción a la de larecepción y que anticipa las prácticas de la intertextualidad y de ladesconstrucción, actitudes, éstas tres, claves en el tránsito de lamodernidad a la posmodernidad.

Otro narrador hispánico, Francisco Ayala, en el exilio argentino ymuy cercano a Borges, se planteaba en 1947 (veinte años antes de que lo

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hiciera el posmoderno norteamericano, John Barth), la cuestión de la"literatura de agotamiento," adonde había abocado el prurito vanguar-dista de lo nuevo por lo nuevo, y de la creación ex nihilo (Nota 204).Anticipa Ayala lo que Barth y Eco conceptualizan en nuestros días, yadentro de la posmodernidad: el que la respuesta posmoderna a laliteratura de agotamiento es que como el pasado no puede ser destruido,porque su destrucción llevaría al silencio y al exhaustamiento, debe serrevisitado, pero con ironía, no inocentemente. Y adjurando delvanguardismo de su juventud, se adhiere a dicha solución, que fue lacervantina y también la borgiana, la cual le llevará a su consagracióncomo narrador.

Por las mismas fechas de los años 40, Carpentier (quien habíaabandonado el cenáculo parisino del surrealismo, y la pretensiónuniversalizante y totalizadora de las vanguardias), en "la vuelta" aAmérica Latina, en la inmersión de la cultura del pueblo, encontraría lallave de esa gran contribución latinoamericana al arte de la posmoder-nidad: lo real maravillo o el realismo mágico, expuesto ya en su prólogoa El reino de este mundo.

Inaugurando la segunda mitad del siglo XX —fecha que se suele fijarpara la inauguración de la era posmoderna—, Ortega y Gasset, en unaconferencia de 1951, se constituía en un precursor hispano de lospensadores posmodernos que, en los años 60 y 70, sentenciaría la"muerte" de la modernidad. Como estos, ya Ortega destacaba que talmuerte se debía al hundimiento de los metarrelatos de la idea delprogreso (con su consecuente confianza en el "sentido histórico" y elfuturo), y el de la ciencia. Por el contrario, ahora en nuestro tiempo —nosdice Ortega tempranamente— se vive una situación inversa en que se veel futuro "como un infinito peligro." Destacó el filósofo madrileño, comoprincipal socavador del metarrelato de la ciencia, al principio deindeterminación, el cual Hassan sitúa como el primer valor en su cadenade características posmodernas.1

Recogiendo el tema de la alteridad de Machado y el de la crisis de lamodernidad de Ortega, Octavio Paz se convierte en uno de los primeros,y más asiduos, pensadores mundiales en diagnosticar la crisis o muertede la modernidad, el ocaso de la vanguardia y el comienzo de otra épocadistinta. Como temprano fruto de esta otra época (posmoderna, aunquea Paz no le guste el nombre), podríamos ya señalar a su Laberinto de lasoledad. Publicado en la fecha límite de 1950, en este libro, el poeta-

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pensador mexicano recababa la alteridad, desde su posición deintelectual de un país del Tercer Mundo, y proclamaba, con un discursoya poscolonial, el hundimiento de los centros, para afirmarse en lo ex-céntrico o periférico.2

La voz de Octavio Paz, celebrando el fin de la modernidad-vanguardia, aparece unida a la del coro de críticos estadounidenses(Fiedler, Howe, Sontag) que, a finales de los 50 y principios de los 60,vuelven a hacer la necrología de la vanguardia, claudicante, por aquellasfechas, ante el Museo y el Mercado, y sometida a un superfluo afán denovedad que acaba negándose a sí mismo. En aquellos años, dentro yade la era del consumo y de la comunicación de masas, es cuando lacrítica norteamericana comienza a utilizar el término de posmodernismoen su acepción actual. Desde Puerto Rico, y en 1962, Ricardo Gullón esquien lo utiliza por primera vez en la crítica hispánica: en la últimasección de su introducción al libro, Juan Ramón y el modernismo, titulada,"Amplitud de la modernidad y el postmodernismo." Allí nos dice que elposmodernismo adviene tras el final del medio siglo modernista: "1890-1940, fechas aproximadas."

El diagnóstico que hace Gullón del posmodernismo está teñido delmismo pesimismo que el de algunos de los primeros críticos norteame-ricanos que se ocuparon del tema. Parece haber en él una nostalgia porel modernismo-vanguardia (época en que se inició como escritor). Suestudio termina anunciando que "la nueva vanguardia está a la puerta,"sin reparar en que, como él mismo había elucidado, la puerta ya se habíacerrado definitivamente para el medio siglo "modernista-vanguardista."De aquí que Carlos Bousoño, en un artículo publicado en 1964, recurraal concepto de edad postcontemporánea, contrapuesta a la contemporá-nea, para definir a la nueva época. Desde nuestros días, Bousoñoreconoce que lo que él definía como postcontemporáneo coincide en loesencial con el concepto de lo postmoderno (Poesía 18). Lo cual le permiteal agudo crítico hacer una temprana y muy positiva valoración de lasaportaciones de la primera promoción de los poetas "poscontemporáneoso posmodernos" españoles. Los Ángel González, Gil de Biedman, GloriaFuertes y demás, quienes venían a rebasar el individualismo y lainsolidaridad con el otro, actitudes tan propias de modernistas yvanguardistas, expresando, frente al minoritarismo de aquellos, unavoluntad hacia las mayorías y una gran solidaridad con la colectividad.De aquí, la predilección de estos poetas por Antonio Machado.

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Los años 60 son de una gran eclosión vital y cultural a nivel mundialy que hoy, retrospectivamente, podemos enmarcar ya dentro de la eraposmoderna que advenía con el pluralismo cultural, la sociedad delconsumo y la comunicación de masas. A pesar de esto, muchos de loscríticos creyeron, como Gullón, que dicha eclosión se trataba de unanueva vanguardia. Rodríguez Monegal, por ejemplo, extiende elmarchamo de rupturista y vanguardista a la "nueva" novela latinoame-ricana. Sin embargo, a pesar de esta etiqueta, los cultores de la narrativadel "boom," los Cortázar, Carlos Fuentes, García Márquez, Vargas Llosa,en la estela de Borges, Carpentier y Rulfo, venían a impugnar muchas delas aporías vanguardistas (la exaltación de lo nuevo como valordeterminante, el afán de ruptura, la visión teleológica del progreso y dela modernización, la actitud unlversalizante, el dogmatismo ydoctrinismo) y a conjugar los usos modernos con los pre-modernos;recuérdese su inspiración en las Crónicas de la Colonia.3 Por otra parte,su obra está muy inserta en esa creciente democratización de la cultura,tan propia de la posmodernidad; como escribió el norteamericano, Bell,"en la cultura, el posmoderno es la democratización del moderno" (Vuelta181).4

Según escribe Agnes Heller: "Como teoría social, el postmodernismonació en 1968" (239); también, en lo artístico y literario, podemosconsiderar los diversos mayos del 68 -pues ya no se trataba de un sólocentro político o cultural— como el punto de fusión del posmodernismo:allí se quemaron los últimos cartuchos de las utopías futuristas. A partirde entonces, en los años 70 y principios de los 80, la posmodernidademerge como la dominante cultural de nuestro tiempo: el aluviónposmoderno está acompañado de "el descrédito de las vanguardias,"para usar el título del libro de Victoria Combalía, publicado en 1980. Elreconocimiento de la otredad y el derribo de oposiciones binarias(cultura culta y cultura de masas, países centrales y países periféricos,mayorías y minorías, masculino y femenino, historia y ficción,significante y significado, por mencionar algunas de las capitales) presidela floración de diversas y plurales tendencias artístico-literarias queflorecen en los últimos veinte años, sin estar sometidas a ningún credoestético o ideológico dominante. Plural, Vuelta, Corriente alterna,Conjunciones y disyunciones, Los signos en rotación, hasta en los títulos delas revistas y libros de Octavio Paz (a quien podríamos definir decompañero de viaje del transito de la modernidad a la posmodernidad)

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se indica ya cómo la idea de sucesión lineal, del progreso y de laexclusión, propias de la modernidad vanguardista, han dejado el pasoa la combinación, la conjunción, dispersión y reunión de la posmoder-nidad.

Analizar las diversas manifestaciones de esto, en las literaturas enespañol, sería escribir todo un tratado de la literatura posmodema. Hastacasi ayer la crítica hispánica, comenzando (paradoja de paradojas) porOctavio Paz, ha sido muy renuente a aceptar el concepto de posmoder-nismo, alegándose que ya existía el término en nuestra crítica aplicadoa otra época —el semiolvidado protoposmodernismo de principio desiglo— o viendo tan sólo en el posmodernismo actual una moda efímera.Sin embargo, últimamente críticos tan canónicos como Claudio Gulléno Francisco Rico —por sólo citar dos- han aceptado plenamente eltérmino como categoría estética y epocal. Rico sitúa a la literaturaespañola actual dentro de la posmodernidad y como salida del declivede la vanguardia, contra la cual, como tantos otros críticos actuales,arremete.

Con mordaz ironía, nos recuerda cómo el sentido de agresividad einnovación de la vanguardia han quedado reducidos, en nuestros días,a un anuncio por palabras: "Firma de vanguardia busca directorcomercial agresivo, con imaginación, creatividad y capacidad deinnovación. Condiciones acordes con nuestra cultura empresarial" (88).Por el contrario, actitudes posmodernas, como el reconocimiento de laotredad, la voz de los otros-as, extienden un gran arco de esperanza enlas literaturas hispánicas que va desde el "Juan de Mairena" machadiano,de los años 30, hasta el testimonio de Rigoberta Menchú en nuestrosdías.

Notas

1 Sobre la vertiente posmodema del pensamiento de Ortega se han extendido

Ciríaco Morón Arroyo y Patrick H. Dust en el libro editado por éste, Ortega

y Gasset and the question of Modernüy.

2 Estudio las constantes posmodernas del Nobel mexicano en mi artículo,

"Octavio Paz y la posmodernidad," (Plural, febrero 1990).

3 Asimismo, estos novelistas se venían a distanciar de la literatura social (tan

vigente en América Latina y en España entre los años 30 y los 60), con todo

lo que esta acarreaba de limitaciones propias de la modernidad: visión

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totalizadora-universalizante-racional, dominada por el metarrelato delprogreso, en su versión marxista, y por el futurismo de las utopías delllamado socialismo real que, en la práctica, se revelaban como "infernales."

La polémica sostenida por Cortázar y Vargas Llosa frente a OsearCollazos, a finales de los 60, marca este distanciamiento. Dicha polémica serecogió en el libro, Literatura en la revolución y revolución en la literatura.

4 Ni qué decir que no estoy de acuerdo con González Echevarría, quien nosdice: "... me parece plausible decir que moderno equivale a Boom y que, porlo tanto, postmoderno equivale a post-Boom (La ruta 248). En mi estimativaesta división se reduce a fases y promociones dentro de la posmodernidad.Tratar esto sería tema de otro ensayo.

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