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    De

    militaresparamilitares

    Caracas, Venezuela 2006

    Coleccin Alfredo ManeiroPoltica y Sociedad

    Serie Pensamiento social

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    De

    militaresparamilitares

    Manuel Asuaje Ortega; MayorAmrico Serritiello; Capitn

    Antonio Piccardo; Teniente de Fragata

    Pausides Gonzlez; Teniente de Fragata

    MINISTERIO DE LA CULTURAFUNDACIN EDITORIAL EL PERRO Y LA RANA

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    Ministerio de la Cultura

    1a edicin, 2006

    Ministerio de la CulturaFundacin Editorial el perro y la rana

    [email protected]@ministerioculturagov.ve

    Hecho el Depsito de LeyDepsito legal lf22120058003825ISBN 980-6964-34-9

    Diseo de la coleccinEmilio Gmez

    Impreso en Venezuela

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    Portada original (1964)

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    Al Pueblo y a las Fuerzas Armadas Venezolanas.

    A todas las Fuerzas Armadas Latinoamericanas en las personas de sus miembros patriotas.

    a nuestros compaeros de ideales donde quiera que se encuentren.

    En Venezuela la verdad es muy ocasional. Aqu, lo que faltan son hombres que digan la verdad, sin

    temor a sus consecuencias. La historia anterior ha sido hecha de engaos y mentiras, influenciada

    por el miedo cerval de sus autores.

    Si decir la verdad es capital, no menos importante es para nosotros recoger las enseanzas sacadas

    de la experiencia, a lo largo de toda nuestra lucha.

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    Presentacin

    Yo tengo pruebas

    irrefutables del tino que tiene

    el pueblo en las grandes

    resoluciones y por eso es que

    siempre he preferido sus

    opiniones a la de los sabios

    Simn Bolvar. Lima 1826

    Difcil tarea sta la de devolverle el carcter patritico a las Fuerzas Armadas

    Nacionales venezolanas, cuando el poder poltico del Estado venezolano estaba suscritoa las directrices del imperialismo norteamericano a travs del acuerdo suscrito con elpentgono desde 1957 en New York, entre los principales jerarcas o cogollos de lospartidos de derecha, quienes se comprometieron en llevar adelante en Venezuela laGuerra Fra o anti-comunista de modo de garantizar el dominio norteamericano bajo lafigura de la democracia representativa y alternativa.

    Dicho pacto que fue firmado por Rmulo Betancourt, en representacin del Par-tido Accin Democrtica (AD), Rafael Caldera, en representacin del Partido SocialCristiano COPEI, y por Jvito Villalba en nombre del Partido Unin Republicana

    Democrtica (URD), a travs del cual se impuso la poltica intervencionista medianteel cual nos convertimos en casi un Estado Asociado de USA, tal como denunci en sumomento el periodista Fabrico Ojeda, cuando en 1962 puntualiz que el inters deRmulo Betancourt y los dems firmantes del Pacto New York o Puntofijo. Sinembargo, los sectores rebeldes y patriticos dentro de la Fuerza debieron enfrentar talpostura en circunstancias verdaderamente adversas desde todo punto de vista.

    Es cierto que el gobierno inclin la balanza a favor de la poltica imperialista cas-trense a travs del Comando Sur del ejrcito norteamericano en la Escuela de Las Am-ricas, tambin es cierto que los comandantes patriticos que venan gestndose desde

    1957 con la Junta Patritica para luchar contra la dictadura del Coronel Marcos PrezJimnez, no se dejaron avasallar y aportaron sus mejores cuotas de sacrificios, cuyomomento estelar se corona con las insurrecciones de Carpano y Puerto Cabello, enmayo y junio de 1962, respectivamente, para dar paso luego, en 1963, a la creacin delas Fuerzas Armadas de Liberacin Nacional FALN junto a los ncleos guerrilleros engestacin de ese momento.

    I

    Para comprender el intervencionismo del ejrcito norteamericano en nuestro pas,veamos lo que al respecto seala Simn Sez Mrida cuando escribe:

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    El Comando Sur (SOUTHCOM) era el mximo organismo militar fuera del territorionorteamericano en el Continente y coordinaba todas las actividades militares y deinteligencia para Amrica Latina, los programas de ayuda militar inclusive. Bajosu jurisdiccin estaban y estn las 14 bases militares (de tierra, aire o navales) mstarde la famossima Escuela de las Amricas recientemente eliminada, junto con la 8

    Fuerza Especial (Boinas Verdes) en Fort Gulick, centros de entrenamientos exclusi-vos para la guerra sucia, como acababa de admitirlo recientemente el propio Departa-mento de Estado, donde se instrua los ms espantosos procedimientos de tortura, ascomo asesinatos y desapariciones. Enseanzas genocidas que no slo transgredan laConstitucin sino todos los derechos humanos y garantas polticas contenidas en lamisma. Para el 5 de septiembre de 1975, la Escuela Militar de las Amricas (US ArmySchool of the Americas, USARSA) haba graduado 33.147 entre sus oficiales y sub-oficiales de Amrica Latina (1), casi 300 de ellos venezolanos (2998), cifra apenaspor debajo de la de Bolivia y Nicaragua, entre 20 naciones del subcontinente.

    En consecuencia, fue una tarea ciertamente difcil, por no decir peligrosa, irrum-pir en medio de un podero totalmente penetrado por el imperio el que, entre otras cosas,tena en el propio Palacio Presidencial de Miraflores, la llamada Misin Militar Norte-americana, encargada de vigilar y controlar toda la vida nacional, por lo que ante talarremetida de inteligencia, nuestros hombres de armas debieron generar mecanismospara subvertir el monstruo desde sus mismas entraas.

    Es en este contexto en el que aparecen diversas publicaciones clandestinas para

    agitar la situacin, tales comoMilitar, tu pueblo te llama de Guillermo Garca Ponce,Por qu luchamos de Pedro Medina Silva y Nicols Hurtado Barrios e igualmente ellibro y cartillaDe militares para militares, escrito por el Mayor Manuel Azuaje Ortega,el Capitn Amrico Serritiello, y los Tenientes de Fragata Antonio Piccardo y PastorPausides Gonzlez, pero desde luego este libro no es la obra de un grupo reducido delas FAN. En l ha cooperado una amplia representacin de todas las fuerzas aviadores,marinos, terrestres y guardias nacionales, han unido sus fuerzas para levantar su propiadoctrina... todos los movimientos patriticos revolucionarios tienen aqu su representa-cin, segn escribe Azuaje en la tradicin de dicho texto.

    II

    Ya en 1964 el periodista Manuel Cabiesse Donoso anotaba que:

    El desarrollo de la Lucha Armada en Venezuela consigui algo que pareca imposibleen Amrica Latina: La unidad revolucionaria del pueblo y del ejrcito. La penetracinrevolucionaria en las filas del ejrcito venezolano es mucho ms basta de la que se puedea simple vista creer. Los soldados profesionales, especialmente los jvenes oficiales, estn

    conscientes del estado de sumisin en que vive su patria y la explotacin a la que essometida por los grandes consorcios internacionales. Estos oficiales no quieren que

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    Presentacinlas Fuerzas Armadas sigan siendo un instrumento de represin para mantener esa

    situacin contra la voluntad del pueblo. Ms de cien oficiales en servicio activo, algu-nos de ellos detenidos, otros expulsados, pero la mayora en puestos de comando, per-tenecen secretamente a las FALN. Tienen clulas activas que expanden las ideasrevolucionarias y no es de extraar que en el futuro importantes acontecimientos

    surjan de estos sectores.Desde luego, los militares revolucionarios han hecho ya dos intentonas serias aunqueprecipitadas, por dar un vuelco a la situacin. El primero fue el alzamiento del Cuar-tel de Infantera de Marina en Carpano, el 4 de Mayo de 1962, el jefe de este movi-miento fue el Capitn de Corbeta Jess Teodoro Molina Villegas. Poco despus, el 2de junio, se alz la Base Naval de Puerto Cabello. Esta vez el jefe del movimiento fueel Capitn de Navo Manuel Ponte Rodrguez. En Carpano hubo cuatro muertos ynueve heridos. El gobierno logr aplastarlo, pero fue un victoria prrica. Ambos alza-mientos (ilegible) la Lucha Armada, que crea circunstancia a los partidos polticos deextrema izquierda, haba contagiado a los propios soldados profesionales.

    Pero de donde vienen todo esto? Desde la historia misma del Ejrcito Liberta-dor, segn reconocen los autores, y ms recientemente desde que el Partido Comu-nista de Venezuela establece su llamado Aparato Armado que se une al MovimientoCvico contra Prez Jimnez en la llamada junta patritica, y desde entoncescomienza un nuevo tiempo en el que se configuran los militares patriotas revolucio-narios que irrumpen en los aos 60 y despus en los 80, unidos por una misma causa

    para hacer Historia presente.

    III

    En este textoDe militares para militares, publicado entre 1963-64, los militarespatriotas revolucionarios exponen la situacin de sumisin en las que se encontraban lasfuerzas Armadas Nacionales en todos sus componentes, por lo que buscan sus antece-dentes histricos, y se encuentran en el carcter popular del nacimiento del EjrcitoLibertador y el Federal, pero que a partir de la guerra Franco-Prusiana del ao 1870 el

    modelo militar germano y/o prusiano se convirti en modelo en el mundo, el cual fueexportado a Argentina y Chile y de all a Venezuela en 1907, con la creacin de laEscuela Militar y Naval de Venezuela.

    As comienzan las llamadas Misiones Militares, incluyendo al Per con su escuelade Chorrillos implementada por Eleazar Lpez Contreras, hasta 1943 cuando se instalaen nuestro pas la Misin Militar Norteamericana, la cual

    marca el hito histrico de la voluntad militar al servicio de intereses forneos. Abrirlas puertas de la nacin a un organismo eminentemente poltico cuya funcin espec-

    fica es educarnos para actuar contra la propia nacionalidad (lo que) constituy undelito de lesa patria. Es inslito que un pas como el nuestro, urgido por la liberacin

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    nacional se haya dejado imponer la direccin militar de un Estado que constituye unenemigo por antonomasia. La doctrina poltica y las Fuerzas Armadas norteamerica-nas estn concebidas de los postulados colonialistas y Venezuela es, precisamente lajoya ms preciada del imperialismo Yanqui. Ningn militar patriota ser capaz denegar que el ejercito norteamericano es el mayor obstculo que cierra los caminos de

    nuestra realizacin como pueblo.

    Desde entonces los militares norteamericanos monopolizaron las ctedras de laacademia militar quienes vertieron todos los recursos sicolgicos en las aulas paracolonizar la mente de los instruyendos

    La verdadera misin dicen los autores de los militares yanquis es alcanzar losobjetivos propuestos por el Pentgono para Latinoamrica: transformar a los militaresnativos en guachimanes de sus inversiones. As reducen los gastos coloniales y evitan

    los problemas de ocupacin militar directa.Ante esta situacin de coloniaje, una de las premisas de los militares patriotas esla siguiente: decirnos la verdad entre los militares no es un delito y que el pueblo laconozca es un deber.

    En ellos est concentrada la nueva concepcin de las FAN que proponen nuestrosmilitares revolucionarios, con el propsito de defender los intereses de todo nuestroPueblo.

    En el adoctrinamiento anti-colonial, desde la Misin Militar Norteamericanainsisti a las Fuerzas Armadas en un supuesto apoliticismo como una frmula de man-

    tenernos alejados de nuestro pueblo, denuncian los autores, lo que gener la rupturaentre los pueblos y militares, por lo que sostiene que es necesario conciliar estas acti-tudes como deber patrio, por cuanto se debe comprender la institucin armadacomo pueblo en armas para enfrentar el imperialismo norteamericano como enemigoprincipal de los pueblos que pretende hacer creer su supuesta superioridad, sinembargo, sealan los autores que olvidan los seores de la Casa Blanca que Venezuelaescribi las pginas ms heroicas contra el imperialismo espaol, y que ahora comoentonces, arbitraremos medios y haremos derroche de moral para destruir a quienes pre-tenden desconocer nuestro gentilicio y humillar la patria. El pueblo venezolano no est

    por debajo del argelino, indonesio, egipcio, que supieron conquistar su liberacin nacio-nal, nosotros, primero que estas naciones sentamos escuelas en la estrategia y tcticaanticolonialista. Este es un hecho histrico que no puede ser desconocido y menos bur-lados. Por eso afirmamos que no nos intimidan las amenazas yanquis y estamos dis-puesto a derrotarlos en las mismas zonas de desembarco.

    Si analizamos desde una perspectiva de la historia presente la discusin polticaque entonces prenda en las Fuerzas Armadas y los sectores revolucionarios, quedaentendido que desde los aos 60 se tena claro el derrotero a seguir.

    Pedro Pablo LinrezEl Tocuyo, 04 de Febrero del 2006

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    Introduccin

    La idea para hacer un libro como el presente surgi de una necesidad. La

    necesidad de dotar a las Fuerzas Armadas de una teora revolucionaria, nacionalistay democrtica, donde hasta ahora la prdica oficial slo contemplaba la difusin deideas de pura estirpe reaccionaria. El militar activo hasta hoy ha luchado y ha mani-festado sus inquietudes sin poder determinar por qu lo hace. De ahora en adelantetodo militar patritico tendr en el contenido de este libro una especie de declara-cin de principios en la cual creer y por la cual luchar. Slo as podr vivir dentrode una filosofa de accin y pensamiento que de seguro le dar un nuevo contenidoa su vida y un destino mejor a la Institucin a la cual pertenece.

    El adoctrinamiento y las publicaciones oficiales han venido desvirtuando la

    verdadera funcin de las FAN. En este sentido, han conseguido no pocos progresos.Como consecuencia de esto se ha venido creando una especie de conformismoentre los profesionales militares que han hecho que miren con indiferencia la grantragedia que en la hora actual vive la Patria. Se ha llegado hasta la inmoralidad dedecirles, con el mayor cinismo, que ellos no tienen porqu avergonzarse de los cr-menes de sus gobernantes y que toleren los vicios de sus jefes porque no es la horade esos reclamos. Esto se lo han repetido hasta la saciedad y en diferentes formas.Parejo a esto, se ha venido creando un falso y denigrante culto a una constituciona-lidad que no existe, y que ellos para sus adentros, son los primeros en reconocerlo.

    Pero as como la Constitucin sirve para todo en este pas, as tambin esa consti-tucionalidad ha venido sirviendo a muchos para justificar su cobarda. Nosotros encambio, no creemos en esa constitucionalidad que paraliza las voluntades, y por lotanto estamos conscientes de que no le debemos fidelidad a una seudo-democraciay menos a unas seudo-elecciones. Sabemos que para transformar un pas comoeste, con tantos vicios, no existe una va pacfica. Por esto, sin ser comunistas,como se nos ha querido acusar malintencionadamente, tomamos las banderas delPueblo y seguiremos adelante hasta ver realizada la Revolucin Venezolana. Algnda las pginas de la Historia Universal tendrn que recoger el caso nico de unas

    Fuerzas Armadas regulares haciendo la revolucin de los pueblos y no la contra-revolucin para lo que originalmente fueron creadas. 15

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    Por otra parte, queremos hacer resaltar que este libro no es la obra de un gruporeducido de las FAN. En l han cooperado una amplia representacin de todas lasFuerzas de nuestra Institucin. Aviadores, Marinos, Terrestres y Guardias Nacio-nales han unido sus esfuerzos para levantar su propia doctrina. Oficiales y Subofi-ciales activos han entregado lo mejor de su voluntad y su esfuerzo creador paraculminar esta obra. Todos los movimientos patriticos revolucionarios tienen aqusu representacin. En una palabra, es una obra de ese gran frente Cvico-Militarnacionalista y democrtico que hoy hace marchar la Revolucin Venezolana haciaadelante. Ese gran frente que est forjando los conductores del maana inmediato,as los pesimistas se empeen en aorar a jefes del pasado. Por todo esto,De mili-tares para militares, llenar su cometido: representar el pensamiento y la accin delos profesionales revolucionarios de las Fuerzas Armadas.

    Vamos ahora a describir el libro a grandes rasgos. Este consta de cinco partes

    y unos anexos. La primera parte describe al militar como individuo, analizandoaqu la radical transformacin que sufre un ser humano sometido a una especialeducacin que le hace cambiar su mentalidad y sus actitudes, en ese paso que dadesde la vida civil a la vida militar. La segunda parte estudia, cmo inciden esosvicios educativos cuando se acumulan y desarrollan en las personas de los compo-nentes de una agrupacin tan singular como un conjunto armado. La tercera parte,en una forma cruda y descarnada, descubre los vicios inherentes o adquiridos queforman ya una parte ntima de nuestra Institucin. La cuarta parte seala pautaspara sacar a las Fuerzas Armadas del aislamiento secular en que ha vivido con res-

    pecto a la sociedad a la cual pertenece. Y la ltima y quinta parte, como su nombrelo indica, muestra a las FAN ligadas a la palpitante actualidad nacional y de la cuales imposible separarlas. Los anexos nos brindan a nosotros los militares un cmulode experiencias de un valor inestimable para nuestra lucha activa, para llevar a cabonuestras aspiraciones. Son dos cartillas que nos indican enseanzas tanto para pre-parar la accin, como para la ejecucin de la misma accin. Esto para militaresrevolucionarios es algo esencial, casi en la misma medida que lo es la instruccinnetamente profesional.

    En general, podemos decir que al escribir este libro nos queda una gran satis-

    faccin: el haber dado la cara y el responder con nombres y apellidos en la defensade nuestras ideas y de todo lo que representa para nosotros la Institucin Armada.Hemos rechazado pues, las prcticas del Gobierno actual y del Alto Mando Militar,de esconder su identidad en casos como ste, al saberse faltos de autoridad moralpara enfrentrseles al personal profesional de las Fuerzas Armadas.

    Creemos tambin conveniente hacer una aclaratoria antes de empezar a leereste libro, a fin de evitar las interpretaciones torcidas que personas interesadas lepuedan hacer a nuestra virtud (llammosle as), de decir la verdad y pintar con todaclaridad nuestros defectos. A este respecto queremos dejar sentado enfticamente

    que en principio lo hacemos porque tambin somos militares, y lo que exponemos

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    no lleva el nimo malsano de herir o atacar destructivamente a nuestra Institucin.Slo nos mueve, por una parte, el sentir democrtico de informar al pueblo y queste nos ayude a encontrar solucin a nuestros males, y por otra parte, que essabiendo dnde estn esos males como en efecto los podemos corregir y no ocul-tndolos. Adems debemos comprender y reconocer con valenta que actualmenteen nuestras Fuerzas Armadas son ms los vicios y defectos que las perfecciones ybuenos procedimientos.

    Por ltimo, rogamos a todos nuestros lectores, civiles y militares, que nos per-donen por las enormes fallas que puedan encontrar en la construccin de estapequea obra. Dada las condiciones de premura e incomodidad en que hemostenido que trabajar, ni siquiera el estilo y redaccin hemos podido pulir. Y no sediga las limitaciones que ha tenido la impresin debido a la terrible represin quehoy desata el Gobierno contra todo lo que sean ideas.

    Sin embargo, estamos seguros de que nuestro pequeo trabajo va a cumplir sucometido llenando el inmenso vaco que sobre este particular ha existido hasta hoyen nuestras FAN. Despus de esta introduccin no nos queda sino decirles: Buenprovecho!

    Manuel Asuaje Mayor de Artillera

    Introduccin

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    Primera parte

    El militar como individuo

    Ningn militar vocacional, en nuestros pases latinoamericanos, puededecir que es un revolucionario o un hombre de pensamiento de avanzada,desde su mismo origen. Slo el medio y la vida misma los puede ir transfor-mando, y ya encauzados en una orientacin democrtica y civilista, s puedentildarse de revolucionarios.

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    Captulo IOrigen civil del militar

    La cultura cvica tambin es un deber militar.

    De dnde viene el militar profesional...? La respuesta a esta interrogante lapodramos dar si nos propusisemos hacer un anlisis desapasionado y sincero.

    Est por dems decir que venimos de la vida civil; pero hay que repetirlo msde una vez, ya que nuestro comportamiento revela lo contrario.La mayora llegamos a las Escuelas Militares procedentes de los estratos ms

    humildes de la Nacin. Nuestra situacin econmica nos ha hecho acercar a estosInstitutos Militares, cuando nos embarga el anhelo de obtener una profesin con lacual podamos ser til al pueblo, tomando en cuenta, claro est, la brevedad de losaos de estudio y los gastos exiguos que nos brinda la carrera de las armas.

    Desde el mismo instante de nuestro ingreso a los Institutos Militares,comienza la campaa tesonera para hacer desaparecer de las mentes todo vestigio

    que nos pueda hacer recordar nuestro origen civil, colocando como contraposicina esa condicin de civil, el trmino espritu militar.Al colocar estas dos situaciones frente a frente, lo que se busca con ello es par-

    celar, dividir, poner de un lado a los civiles y del otro a los militares. Es tan intensaesta campaa en el seno de las Fuerzas Armadas, hasta el punto de tratar de meca-nizar las mentes de los militares valindose para esto de unos excesivos ejerciciosde Orden Cerrado, los que a la larga, a fuerza de constante repeticin, logran meca-nizar definitivamente a los hombres de uniforme, pudindose asegurar que llega unmomento en que nuestras voluntades ya no nos pertenecen.

    Se llega a establecer inclusive, que un militar posee un gran espritu militar,cuando exterioriza su obediencia tomando actitudes que rayan en la exageracin:cuando se es arbitrario y gritn con los subalternos y servil con los superiores, con-fundindose de esta forma el verdadero espritu de disciplina que debe existir en elmbito castrense; y lo que es peor, cuando llegamos a sentir apata por todos losproblemas que ataen al sector social de donde procedemos.

    Ya no se conforman con parcelar al civil y al militar, sino que tambin se tratade inyectarnos un marcado menosprecio hacia el civil; siendo una costumbre muypracticada la de decirle despectivamente civil a cualquier militar a quien se

    quiera humillar e insultar; tenindose este calificativo, como la mayor afrenta de lacual pueda ser vctima persona alguna.

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    Pero este proceso segregacionista tiene su finalidad: el de aislar por completoa hombres que salen de las entraas del pueblo para ponerlos al servicio de unpequeo sector poderoso de la sociedad, para de esta manera subyugar a los msdbiles, que dicho sea de paso, son la gran mayora.

    Pero lo que poco se nos ha dicho, a nosotros los militares, es que irremedia-blemente tendremos que volver a este medio de donde vinimos, al medio civil. Porel contrario, se pone ms empeo en hacernos creer que nuestra permanencia en lacarrera es vitalicia. Ocultndosenos la verdadera y terrible realidad: al regresar a lavida civil, nuestra conducta ser la de un inadaptado, la de un constante amargado,porque all en ese medio que nos parecer extrao y anormal, aflorar con msintensidad lo que tanto se nos inculc a nuestro paso por el mbito castrense. Allnos sentiremos incmodos, por el hecho de vivir con personas que pertenecen a esaparcela que nos hicieron ver, durante nuestra formacin militar, con desdn.

    Y qu decir con respecto a esa otra parte del pueblo cuyo paso por las unida-des de las Fuerzas Armadas es an ms breve...? Nos referimos a los ciudadanosque prestan su servicio militar obligatorio en calidad de tropa. Hasta ellos llega elefecto daino que origina la prctica de la segregacin. Los mismos hechos son losencargados de hacer que aceptemos esta triste realidad, pues a cada instante vemoscon estupor, cmo soldados arremeten con saa contra el pueblo, cuando a lasFuerzas Armadas se les encomiendan misiones represivas.

    Ya es hora de que miremos hacia nuestro pasado y nuestro futuro. Ya es horade que recordemos que de la vida civil venimos y hacia ella vamos irremediable-

    mente. Empemonos en eliminar de una vez para siempre esos trminos que sepa-ran: ustedes y nosotros. Tendamos nuestras manos para estrechar las del civil, enbusca de fundir esas dos partes del pueblo, que en esencia son una sola.

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    Captulo IIOrigen clasista del militar

    En tiempos de opulencia, reneg hasta de su madre porque era pobre, negra y fea. Pero

    como todo pasa en esta vida;los das de bonanzas se fueron para l, y slo qued,

    amndolo entraablemente, su pobre vieja, negra y fea.

    Uno de los pueblos ms igualitarios de toda Amrica es el venezolano. Es pro-

    verbial la admiracin que manifiestan los extranjeros que nos visitan y tienen la opor-tunidad de observar nuestras costumbres, al ver el trato afable y hasta fraternal queestilamos. Aqu no existen prejuicios racistas, ni clasistas, con la sola excepcin de laque sustentan todava algunos mantuanos habitantes de ciertos barrios encopetadosde las ciudades ms populosas del pas. Slo cuando los venezolanos viajamos alnorte, a ese norte civilizado y poderoso, nos enteramos extraados de que existenseres humanos con distinta pigmentacin en la piel. Mientras vivimos en nuestraPatria, tan ausentes estamos de prcticas racistas, que la verdad es que ni siquieranotamos esa diferencia. En una palabra, queremos resaltar que nuestro pueblo se des-

    envuelve en un ambiente de cierta democracia social, base indispensable para con-quistar los otros factores de la verdadera democracia integral. Y aqu viene el otroaspecto que queremos destacar: la verdadera democracia social tambin ha sido unaconquista de nuestro pueblo que bastante sangre y lgrimas le cost. Ese es el granlegado de la Guerra Federal. Fue all donde los menospreciados obligaron a los inso-lentes amos a tratarlos como iguales. As que no fue una concesin espontnea de lospoderosos, sino que hubo que obligarlos a entender ese problema social a punta debayoneta y a fuego cerrado. Para corroborar este carcter social de la Guerra Federaly sus consecuencias que han determinado el actual cuadro clasista venezolano, ape-

    lamos a este pasaje de la Historia Patria que dice como sigue:

    La Revolucin Federal se haba despojado de todo carcter poltico y se convirtien una guerra social por el ideal subconsciente de nivelacin social que animaba alos insurrectos. Era una revolucin que llevaba en vida de Zamora el signo del radi-calismo, quien tena la magnfica intuicin de que era un desbrozador de caminospara hacer la revolucin campesina que transformara la estructura de la propiedad yla tenencia de la tierra. Cmo conceba la solucin de este problema para la paz?No tuvo tiempo de decirlo. Es cierto que no tuvo tiempo de decirlo, pero cuando la

    bala misteriosa tronch la vida de aquel mstico y fantico de la igualdad social quehaba hecho del horror a la oligarqua la razn de su existencia, y que la masa rural

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    identificaba con sus reivindicaciones socio-econmicas, los idelogos conservadoresescribieron con la pluma de Juan Vicente Gonzlez: Bala afortunada! Bendita seamil veces la mano que la dirigi...

    Por supuesto, este Juan Vicente Gonzlez era el supremo representante de losamos insolentes, y fue contra ellos que hubo que luchar a sangre y fuego para con-seguir esa igualdad social a que aspiraba el general Zamora y con l todos los des-posedos de aquel entonces. As que hubo que apelar a la fuerza para conquistar laigualdad. En esta forma, como en la Federacin, se hacen entender los puebloscuando se les cierran todas las vas de acceso por medios pacficos a sus ms carasaspiraciones.

    Todo este prembulo nos lleva directamente a comprender el origen clasistade nuestras Fuerzas Armadas. En un pas con esta estructura social como la que

    hemos descrito, no puede existir un conjunto armado con pretensiones de rancianobleza, representante de crculos exclusivos de la sociedad. Por eso es que lasFAN presentan actualmente un cuadro de un relativo igualitarismo a pesar de losesfuerzos supremos que se han hecho para hacerlas una clase aparte. Respecto aeste asunto de intentar crear lites en el seno de la Institucin Armada y sobre todoen lo que respecta a los cuadros de oficiales, podemos referirnos al pasado paraaclarar mejor esta cuestin.

    Resulta que, como quedar mejor asentado ms adelante, nuestras FuerzasArmadas fueron reestructuradas a principios de este siglo tomando el modelo pru-

    siano. Esto significaba ceirse a ciertos principios organizativos, que entre otrascosas, impona una seleccin cuidadosa de sus elementos de conduccin entre lascapas llamadas ms altas de la sociedad. Estos sectores eran los que gobernabantodas las actividades de esa sociedad, hubiera sido extremadamente peligroso quese les escapara un factor tan importante como el del control de las armas. Por eso,aquellos esfuerzos supremos que se hacan para que slo entraran a los InstitutosMilitares los nios bien de nuestra sociedad. Pero estos nios bien criollos notenan la estirpe, ni la vocacin guerrera de los jvenes hermanos y ante el aspectoduro y varonil de la vida militar, empezaron a desertar y rechazar el servicio de las

    armas, siendo as como defraudaron en nuestro medio a las aspiraciones dominan-tes de su clase. Fue tanto el empeo de crear en Venezuela una nobleza castrenseque hasta disposiciones racistas se impusieron para fines de ingreso a la EscuelaMilitar y Naval. Y se cuenta que habiendo ingresado un alumno un poco pasado decolor, prevalido de influyente recomendacin (que tambin es otra institucin eneste pas), se le encalabozaba cada vez que haba una revista militar o visitantesextranjeros hacan acto de presencia en la Escuela. Pero a pesar de todo esto, losvicios elitescos del prusianismo no prosperaron y en esta forma las puertas de losInstitutos Militares quedaron abiertas para todas las clases sociales, incluyendo las

    ms humildes. Sin embargo, los militares de corte prusiano, como casta al fin, nose han identificado en nuestro medio con su clase, sino con su profesin. Y es por

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    eso que vemos el triste espectculo de gente de origen humilde, defendiendo lastesis anti-populares que les ha impuesto una alta jerarqua militar a travs de unargida y mecnica disciplina que automatiza los cerebros y las actitudes. Es as,repetimos, como hombres humildes se han convertido en verdugos de su propiopueblo, por obra y gracia de esa despersonalizacin a que se les somete a lo largodel servicio de las armas dentro de este brbaro rgimen castrense actualmenteimperante.

    Hemos visto, pues, de manera general, el desarrollo clasista y la incorpora-cin de las clases sociales al seno de las FAN contemporneas. Veamos ahora sucomposicin social actual y por qu, a pesar de este aspecto contradictorio quepresentan, existen perspectivas ciertas y seguras de hacerles tomar a nuestros pro-fesionales militares una conciencia clara sobre la democracia social que hay hoyen las FAN, antagnica a la conducta aristocrtica de esos mimos profesionales.

    Difcil y desesperanzador sera solucionar esa contradiccin en alguna otrafuerza armada latinoamericana. Como en el Per, por ejemplo. All para pertene-cer a ciertas Fuerzas de la Institucin Armada, es necesario demostrar abolengode conquistadores y slo stos tienen fcil acceso a los altos mandos. Por esoexiste una tercera resistencia a la transformacin de esas fuerzas armadas y cree-mos que pasar algn tiempo an sin poder lograrla los militares patriotas que allpugnan porque esa transformacin sea una realidad. Pero sigamos ocupndonosde nuestra FAN.

    Mayoritariamente, nuestras Fuerzas Armadas nutren sus cuadros profesionales

    con elementos provenientes de la clase media empobrecida y de las clases trabajado-ras en general. Hijos de pequeos comerciantes y de hacendados ahogados por lamala situacin del agro venezolano. Hijos de menesterosos campesinos o de rudoslabriegos montaeses. Hijos de tenderos, zapateros y pulperos. Hijos de abogados,plumarios y escribientes. Hijos de pequeos funcionarios que vegetan sin ms espe-ranzas de mejoras que las que les puede dar ese hijo. Hijos de lavanderas, costurerasy areperas. Hijos de todos los necesitados de esta necesitada tierra, son hoy por hoyla mayora de los profesionales de nuestras Fuerzas Armadas. Toda gente humilde.Gente que nada tiene que hacer con los grandes intereses nacionales y extranjeros que

    no permiten el progreso de esta pobre Venezuela. Por eso decimos, que algn da nomuy lejano despertarn de esa apata los hijos humildes de la gente humilde que hoysirven, por falta de conciencia, a esos intereses ajenos y enemigos de su propia clasesocial. El da vendr en que en vez de ser los sumisos servidores de los gobiernos deturno, sean los consecuentes propugnadores y hacedores de la revolucin venezolana.

    En fin, resumamos la actual situacin clasista existente en las FAN y veamos laforma correcta y justa de eliminar las contradicciones existentes. En pocas palabras,podemos decir que no corresponde a la actual estructura clasista de las FAN la con-ducta de sus profesionales militares. Por eso recomendamos a nuestros compaeros

    de armas tres remedios para poder solventar esta irregular y defectuosa situacin:

    CaptuloII/Origenclasistadelmilitar

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    1. Tomar una verdadera conciencia clasista.2. Zafarse de los prejuicios adquiridos por la formacin castrense.3. Hacer la Revolucin Venezolana, al lado de nuestro pueblo, en la misma

    forma y manera que el ejrcito de Ezequiel Zamora hizo la revolucin de la nivela-cin social.

    Slo as podrn nuestros militares ponerse a tono con su tiempo y dejar de serlos verdugos de su propia clase social.

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    CaptuloIII/LaformacinmilitaristaCaptulo III

    La formacin militarista

    Qu es la reaccin militarista? Es el grupo ms recalcitrante y atrasado de toda socie-

    dad castrense. Y desgraciadamente, siempre existe este funesto grupo en toda

    Institucin Armada. Esta gente se mueve por odios y temores y carecen de toda

    creencia o formacin de ideales o doctrina.

    Al ingresar el individuo a los institutos de formacin militar comienza a reci-bir una sistemtica instruccin para transformar su conciencia, producto de su

    extraccin media o humilde, por una mentalidad militarista. Por eso logran hacerque el individuo proyecte hacia el exterior esa mentalidad maquinalmente formada,tendenciosa a subordinar todo a los intereses de la Institucin Armada, y que con-sidera lo militar y lo poltico como cuestiones antagnicas, sin tomar en cuenta lainterrelacin existente entre ellas.

    Los altos jefes de las Fuerzas Armadas en su afn de obtener una obedienciaciega de sus subordinados, no por disciplina, sino por intereses personalistas y anti-patriticos, han tratado de contraponer la ciencia poltica al arte militar, tratandopor todos los medios de justificar el aislamiento de nuestra Institucin de la vida

    poltica nacional; para esto emplean un slogan familiar: un buen militar por su for-macin misma tiene que ser apoltico. Concepto falso ste, pues en la prctica laactuacin de esos jefes militares est subordinada a los intereses de los sectoresdominantes del pas; por otra parte acrecienta el militarismo de la Institucin parautilizarlas como fuerzas represivas, con lo cual estn colocando a sus miembros encontacto opuesto con la poltica de las masas populares que manifiestan su descon-tento y desesperacin, desenvolvindose dentro de la contradiccin gobierno-pueblo. Es una mscarada cubrir la mentalidad militarista que aumenta eldistanciamiento entre la Institucin y el pueblo, con un espritu militar de palabra,

    artificioso, para aparecer ante superiores y subordinados con magnficas cualidadesde conduccin. En la prctica, esos jefes conducen a sus subordinados y a laInstitucin misma a estrellarse contra la verdad de las masas populares que se deba-ten entre la angustia y la indigencia, el dolor y el hambre.

    La mentalidad militarista se manifiesta individualmente de una manera tal quedesprestigia la Institucin y crea odio de parte de la poblacin civil hacia el militar.Su trato desptico y sus manifestaciones petulantes son tan discordantes con elmodo de proceder de la gente comn, que alrededor de ese tipo de militar y la Ins-titucin se forma un halo de repugnancia. Para este tipo de militar el abuso contra

    los hombres del pueblo es cosa normal; no hay accin de autoridad civil que nohaya coartado, aun vistiendo de paisano.

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    El concepto de disciplina que a travs de muchos aos se ha extendido dentrode la Institucin castrense, no es el de una disciplina a base de principios patriticos,puesto que en la mayora de las veces hasta el mismo oficial est desorientado, sinsaber concretamente qu defiende y cules son las razones de la lucha fratricida quehoy por hoy se desarrolla en el pas. Por el contrario es una disciplina autocrtica enbase a una obediencia ciega que se hace entender como dogma sin que ello tengauna explicacin razonable, porque al tratar de mantener la Institucin al servicio delas minoras anti-pueblo, no hay razonamiento que justifique esa disciplina sin prin-cipios. Es cierto que la disciplina es una de las bases de la Institucin Armada, perocuando va encaminada a la realizacin de tareas patriticas, que han desconocidopor completo las directivas anacrnicas e interesadas que rigen el ejrcito y en cuyaelaboracin han triunfado los intereses oligrquicos sobre el patriotismo.

    La disciplina militar comienza desde el ingreso del aspirante a los institutos

    de formacin. Las enseanzas impartidas tienen como finalidad hacer del estu-diante un fiel cumplidor de las rdenes del superior, an cuando stas rayen en loabsurdo. Los instructores, que han pasado por ese mismo proceso, introducen en lasmentes jvenes las bases para los procedimientos dogmticos en todas las manifes-taciones de la vida militar. Hacen ver a los alumnos la misin del militar como unacosa particular sin relacin con las tareas generales a cumplir por el resto de losvenezolanos. Esto genera directamente un sentimiento discriminatorio que muchasveces se extiende hacia sus familiares y amigos. El espritu de competencia perso-nalista o de grupo es incrementado por los que infunden un falso afn de superacin

    y ambicin de mando que degenera hasta el antagonismo entre las promocionesmismas. En esta forma se van creando las condiciones para el manejo dcil de loscuerpos armados por las clases dominantes. Al oficial superior se le hace contraercompromisos tendientes a servir de instrumento de los gobernantes, dictatoriales ono; los tentculos de la buena vida lo aprisionan hasta olvidar por completo suhumilde cuna.

    Como dijimos anteriormente, la carencia de una disciplina basada en principiospatriticos que trascienda directamente en la sensibilidad del militar, hace que lasvas para obtener la subordinacin ciega sean, antes que mtodos, una serie de medi-

    das exteriores, vacas, rudimentarias que van desde la persuasin falsa hasta el lla-mado prusianismo, en el que el individuo acepta por obligacin, coaccin o comouna fuerza ciega ante la cual se subordina por necesidad, pero que en ninguna formapuede ser sentida profundamente por ningn hombre. Por eso se extrema la prcticadel Orden Cerrado, ya sea por instruccin o por castigo; aqu una cosa es sustituidapor la otra, ante la falta de principio aparece la mecanicidad, aplicando el lema fas-cista QUE LE DEN DURO A ESE SUELO PARA QUE NO TENGAN TIEMPODE PENSAR. Esa disciplina en base a una obediencia ciega que en muchas ocasio-nes llega hasta el colmo de que: el superior siempre tiene la razn y ms cuando no

    la tiene, es la mejor sustentacin para que florezcan las decisiones autoritarias,inconsultas y personalistas, que si el subordinado encargado de la ejecucin medita

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    sobre ellas no puede sentir otra cosa que un sentimiento de frustracin y desilusinante la negacin de lo que l imaginaba deba ser la superioridad.

    A ninguno de nuestros compaeros le ser extraa la desconfianza mutuaexistente en los cuarteles, otros sitios de trabajo y hasta en los lugares de diversin,pues como la superioridad sabe que no todos en la institucin somos autmatas,que existen seres pensantes, que conocen la falacia de la subordinacin mecnica,incrementan a diario la vigilancia y la coaccin, para ello se valen de compaerossuperiores y subordinados inescrupulosos que no vacilan en acudir a la delacin yal vulgar chisme, siempre y cuando en cambio reciban una asignacin especial, unaloa u otra prebenda. Por eso hemos vivido en una situacin en la que tenemos quecuidarnos hasta en las conversaciones rutinarias de personas con quienes hemosconvivido en los institutos de formacin y en nuestro trabajo; es tan doloroso comosi en nuestro propio hogar nuestros parientes se tornaran en enemigos. Ni el ms

    flemtico de la institucin puede ocultar su desesperacin ante semejante cuestinque no es otra cosa que un hostigamiento sicolgico que la mayora de los cuadrosmedios y subalternos siente en carne propia. Los ejecutores de tal hostigamientoslo son atrados por la comodidad y privilegios ofrecidos por la superioridad.

    Las unidades de las Fuerzas Armadas deberan constituir un todo monolticoque obedezcan a una doctrina con un centro directriz que haga las veces de ncleovivificador. Pero existe una intencin furtiva y planificada de colocar, en base a ladesconfianza, una unidad enfrentada a otra. No es precisamente espritu de cuerpo,sino una especie de distraccin con la cual se atena el descontento y las inquietu-

    des, y para que una unidad no vacile en empearse en la lucha fratricida contraotras unidades que manifieste desacuerdo con el estado de cosas. Por eso hacenaparecer unidades incondicionales y poderosas ante dbiles y desleales, no porevaluar el podero ante el enemigo que amenace nuestra soberana, sino para man-tener en equilibrio el estado de caos, en el cual unos le temamos a los otros de lamisma institucin.

    Desde que los sectores populares y posteriormente sectores patriticos de laFuerza Armada, demostraron su repudio ante la poltica impopular del rgimen sur-gido en 1959, se puede observar el envenenamiento que se trata de hacer en la con-

    ciencia social a travs de la radio, la televisin, la prensa y en las charlas que en loscuarteles se dictan al personal de la FF.AA. para desorientarlos y hacerles ver queexisten grupos de desviada posicin y la firmeza de la lealtad que debe mante-ner para con el presente rgimen, dadas sus profundas realizaciones en beneficionacional y de la Institucin Armada, que si bien no se observan en el curso del pre-sente por los obvios sacrificios a sufrir en todo perodo transitorio, se har patenteposteriormente, con lo que tratan de asegurar su nefasto predominio en el pas,manteniendo a las Fuerzas Armadas como aparato represivo de sus conciudadanos,fuera de los elevados intereses de la Patria y de las verdaderas aspiraciones de las

    grandes mayoras nacionales. Tales argumentos podran ser aceptados en boca dehombres incultos, pero que sean manifestados por jefes militares, supuestos de

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    haber recibido su elevada jerarqua en base a sus condiciones de capacidad intelec-tual y profesional, es inadmisible la aceptacin de tales conceptos, lo que demues-tra a las claras su consciente complicidad con el desastre nacional, agravada msan por cuanto tales seores controlan sectores importantes de la sociedad venezo-lana, los encargados de velar por los destinos del pas.

    La propaganda oficial ha tratado de ubicar a los hombres de mentalidad progre-sista, en desacuerdo con la situacin actual, como criminales de la Patria, represen-tando un falso sentimiento bolivariano al mostrar al mximo hroe en fotografas atravs de la televisin lo mismo que nuestro sagrado tricolor flameando en burdademagogia; han llegado al colmo de que los despojos de inocentes soldados, cadospor conduccin inexperta de gente irresponsable, han sido enterrados en el sagradoCampo de Carabobo, mxima expresin de la obra militar del Libertador. Con todoseso adorados smbolos exponentes de nuestra epopeya, juegan como si fuera parte

    de una gran utilera de circo.

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    Captulo IVEl pequeo mundo del militar

    Se identific tanto con aquel viejo casern hecho de dura piedra,

    que ms bien pareca una de sus paredes. Y como ellas nada le penetraba.

    El militar ejerce su profesin dentro de un crculo. All desenvuelve todas sus

    actividades, toda su capacidad. A l dedica la mayor parte de su tiempo, no slo lashoras de trabajo y las de servicio, sino que poco a poco toda su vida va quedandoencerrada dentro de este crculo, que hemos convenido en llamar el pequeomundo del militar. Nos proponemos analizar algunos aspectos de este mundo ycules son sus consecuencias para el individuo y el resto de la sociedad.

    Qu constituye ese pequeo mundo? Resultara ocioso describirlo, puestoque cada uno de nosotros ha pasado ya una buena parte de su vida en l, y segura-mente se propone pasar el resto, hasta que cualquier eventualidad lo haga separarse,voluntaria o forzadamente. Este crculo es su unidad, su cuartel, buque o dependen-

    cia. El militar dedica all largas horas al ejercicio de su profesin, pero no reduce aello su actividad. El cuartel se convierte poco a poco en el centro mismo de su vida.Toda su iniciativa, todo lo que piense, diga o haga, tendr a su unidad como deno-minador comn. Y tambin poco a poco su crculo se va estrechando y el individuova quedando encerrado dentro de las cuatro paredes de su cuartel y constituyendoa su alrededor un mundo aparte, del que slo se desprender en las ocasionesimprescindibles y quiz mucho menos de lo que todos creemos.

    Pocas ocupaciones podran parangonarse con la nuestra, tal como la llevamosen nuestro pas, en el sentido del aislamiento a que nos vemos reducidos. Quiz

    podra compararse a la del monje, con las diferencias necesarias, principalmente enque ste se aisla exprofeso y conscientemente. Nosotros en cambio, vamos for-mando parte de ese mundo poco a poco y de una manera casi inconsciente. Estemarco que imponemos a nuestra vida, se debe principalmente a la educacin querecibimos. En Venezuela el ser militar no es considerado propiamente como unaprofesin, sino como un estado mental. Por lo tanto no se nos desarrolla para ejer-cerla y para desplegar nuestra capacidad hacia una determinada actividad, sino paraintegrarnos a una comunidad especial, a un sistema de vida enmarcado de ante-mano por vallas y prejuicios. Cuando pasamos a ser profesionales, debemos estar

    ya adaptados a ese sistema, a sus costumbres, a un trato adecuado y a entender lascosas tambin de una manera predeterminada. A esto contribuye enormemente la

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    disciplina que recibimos, con su secuela de viciosas consecuencias que ya han sidodescritas. Una prctica incesante, desde nuestro primer da en un Instituto Militar,nos va forjando una mentalidad adecuada. Y finalmente, al egresar de la escuela ypasar a formar parte de una unidad, recibimos la influencia de todo lo que nos rodea.Nuestros superiores, los subalternos que encontramos, el ambiente e inclusive elpequeo grupo de personas externas a la unidad que viven a su alrededor o atadas aella, todo contribuye a completar esta adaptacin. Al poco tiempo hemos sido inte-grados definitivamente a ella y hemos con esto pasado a formar parte de una granmaquinaria, que por desgracia no se mueve, o se mueve muy lentamente, y siempredentro de un mismo crculo.

    El militar que resulta integrado a la unidad queda al mismo tiempo parcial-mente anulado, despersonalizado. Se mover al mismo ritmo que el resto y se verenvuelto en un ambiente del cual difcilmente podr salir. Ya no slo formar parte

    del cuerpo de oficiales o suboficiales, sino que ms an, formar parte de la unidadal igual que un mobiliario cualquiera. Posteriormente, ya despus de haber servidoen diferentes unidades, desarrollar tambin una curiosa habilidad para integrarserpidamente. Le bastarn unas pocas horas para estar al tanto de todo. Tambinhabremos conocido al reducido crculo social que rodea las actividades de la unidady hasta los sitios donde todos concurren.

    Quiz la caracterstica principal de nuestro mundo, es la rutina. Esta frmula leda a nuestra vida una invariabilidad ms desesperante an, y es una cualidad comnpara toda nuestra Institucin, cualquiera que sea la fuerza o la unidad en que este-

    mos. Semana tras semana, ao tras ao, nuestra vida se convierte en una repeticinmetdica de idnticas actividades, sin que marchemos hacia un objetivo definido,sin otras aspiraciones que las individuales signadas tambin por la incolora vida demilitar. Da tras da, las mismas formaciones, ejercicios y servicios. Una rutinaembrutecedora. Pero que no nos contentamos con llevar dentro de nuestra unidad.Se aferra en nosotros la idea, y pretendemos entonces trasladar esta caracterstica alresto de nuestras actividades, a nuestros hogares, a nuestras amistades. De all que elresto de la sociedad se haya habituado tambin a ver en nosotros un tipo nico, uni-forme. Nos distinguirn por ciertas caractersticas como el orden, la meticulosidad,

    nuestra postura o nuestro desprecio por alguna colectividad o autoridad; el caso esque esperan que todos seamos iguales, pensemos igual o demos idnticas opinionessobre un mismo problema. Por ello en parte, tambin se nos antepone invariable-mente nuestra condicin de militares o simplemente el grado, al referirse a nosotros.

    Quiz todo esto no fuera tan importante, pero de esa vida encerrada dentro deun pequeo mundo, se derivan algunas consecuencias que nos ataen como indivi-duos y ataen tambin al resto de la sociedad.

    A medida que se va estrechando ese crculo nuestro, se va estrechando tambinnuestra relacin con el resto del mundo. Nuestro aislamiento nos obliga a marchar a

    la zaga del resto de la sociedad. Como nos hemos acostumbrado a una cadenainmodificable de actividades, vamos perdiendo la capacidad de adaptarnos a nuevas

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    situaciones, llegando a ver como anormal cualquier desarrollo, cualquier cambioque ocurra en los crculos externos a nuestra vida, y como es de suponer, tratamosde oponernos a todo lo que pueda significar una evolucin. Esta manera de pensarnos afecta personalmente, puesto que cada da nos encontramos menos capacitadospara asimilar las condiciones externas y estaremos ms aislados del resto, descono-ceremos sus problemas y las soluciones que se intenten.

    Nuestra actitud personal contribuye tambin en parte a crear este pequeomundo y a darle algunas tonalidades. Muy a menudo se da el caso del militar quepretende circunscribirse enteramente a ese mundo y se resiste a apartarse de l anen el tiempo que debera dedicar a sus asuntos personales o a su hogar. De all sedesprende este tipo de militar que vive en el cuartel; del jefe que duerme en suunidad y que se presenta intempestivamente cualquier da de descanso a cualquierhora de la noche a constatar el funcionamiento durante su ausencia. Estos trata-

    rn de trasladar lo ms posible su hogar al cuartel, los hijos pasaran el da entre lossubalternos del jefe y gozarn del mismo trato, a menudo la familia entera pasargran parte de su tiempo en la unidad, interfiriendo por igual el funcionamientopuramente militar del cuerpo, y el del hogar, al cual se traslada el ambiente militar,los usos, vicios y hasta el vocabulario que nos es propio.

    Existe tambin la costumbre muy generalizada de hacer que nuestras esposasse integren a ese pequeo crculo que rodea los establecimientos militares. Creandoverdaderas asociaciones donde ellas junto con nosotros comparten el mismo trato,iguales deferencias y jerarquizaciones. Contribuimos con esto a la formacin de

    categoras que deberan estar reservadas al personal militar, e incluso para la vidaprofesional y no social. De all se desprende el que nuestras seoras tengan el tratode coronelas o capitanas, de acuerdo a la categora de sus maridos, de acuerdocon lo cual, tendrn a su vez mayores o menores privilegios dentro de este crculo.Esto no slo trae consigo el que las contagiemos de una atmsfera que no se mere-cen y que las somete a cierto fuero militar, sino que trae aparejado el fenmenocontrario, o sea, la influencia de la mujer en la vida de la unidad. Influencia quemuchas veces puede sobrepasar la autoridad de los subalternos de su esposo, ologra inducir a ste a tomar ciertas decisiones, an las que afecten el funciona-

    miento de la unidad o de algunos de sus componentes.Pero la proyeccin de este mundo militar tiene un alcance mucho mayor,

    cuando se refiere a la sociedad entera. El militar que ha vivido dentro de esta estre-chez, esta incapacitado para comprender la marcha de los fenmenos sociales. Elcerco que se impone, termina por hacerle pensar de manera diferente. Concibeentonces que el resto de la sociedad gira o debe girar alrededor de su unidad, o desu Fuerza, o de la Institucin Armada. Nada de ese mundo externo le afecta mayor-mente, hasta que cualquiera de sus manifestaciones colide con el criterio militarque tiene de la sociedad, en ese momento presta su ms decidida oposicin al pro-

    greso social. Como su vida esta atada a una serie de actos invariables, pierde lanocin del desenvolvimiento natural de la sociedad y por lo tanto se opone a todo 33

    CaptuloIV/Elpequeo

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    lo que signifique evolucin y se intimida ante lo que signifique revolucin. Peroadems, debido a que en nuestro pas es frecuente la injerencia del militar en la vidanacional una vez que se ha alcanzado cierta jerarqua, estos oficiales que siemprese han desenvuelto en un pequeo mundo militar, ponen en juego sus conceptos amenudo aldeanos de la realidad de nuestro pas. Cercados como estn por una men-talidad forjada en este crculo, no pueden establecer ningn punto de comparacinpuesto que no conocen nada externo a la realidad militar, y en estos casos, son unfactor de atraso ms que de progreso.

    Desde cualquier punto de vista que se vea, el mantenimiento de este pequeomundo apartado del resto de la comunidad es perjudicial, no slo para el individuoy quienes le rodean directamente, sino para el resto de la sociedad. Si los militaresqueremos aumentar el aporte que damos al desarrollo de la nacin venezolana, ten-dremos que comenzar por derribar esta barrera con la cual hemos rodeado nuestra

    profesin, y que nos imposibilita estar en contacto con los problemas y necesida-des de nuestro pas.

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    Captulo VInfluencias del mundo externo

    El medio ambiente crea la personalidad definitiva del ser humano.

    Dime dnde vives y a quines frecuentas y te dir cmo eres y qu piensas.

    Una de las facetas ms oscuras de la vida del militar venezolano es la que se

    refiere a sus relaciones con el mundo exterior. Es difcil imaginar en la actualidadcmo un grupo de hombres puede permanecer tan alejado del conglomerado al quepertenece. Y es precisamente esto lo que est ocurriendo con los miembros denuestras FAN. Adems de que el medio profesional castrense est de por s apar-tado del resto de la comunidad, existen otros factores que contribuyen a aumentarcada vez ms esa separacin. Por ejemplo, la tendencia a trasladar su vida dentrodel cuartel o sitio de trabajo a su vida en el exterior. Este proceso se lleva a cabocuando limitamos nuestras relaciones sociales a un pequeo ncleo, que indefecti-blemente gira alrededor del medio militar: urbanizaciones, crculos o clubes, etc.

    De esta manera, encajonamos nuestras actividades sociales entre el cuartel y elestrecho mundo exterior, dependiente a su vez del medio castrense.No obstante, en muchas oportunidades, no es nuestro deseo limitar tanto nues-

    tra esfera de accin, sino que las circunstancias as nos lo imponen, pues las ayudaso prestaciones sociales que da el gobierno a las FAN clubes, tiendas, residencias,servicios mdicos, etc. persiguen el propsito de mantenernos como segregadosde los dems sectores de la poblacin.

    Tambin tiende a separarnos del resto de la comunidad, una especie de infe-rioridad intelectual que tenemos con respecto a los civiles. Este complejo nace de

    una situacin real, objetiva, existente en los medios castrenses: nuestro poco apegoa la cultura universal y nuestra poca inquietud intelectual. Es cierto que regular-mente se da el caso de inquietud por el estudio de materias profesionales, pero nopasa de ah nuestro deseo de adquirir conocimientos. Esta situacin es totalmentecontraria a la tendencia que priva en los medios civiles, quienes adems de ahondarconstantemente su preparacin profesional y tcnica, aumenta sensiblemente susconocimientos culturales. Otra desventaja que tenemos los hombres de uniforme,es nuestro poco acceso a las fuentes de cultura, pues incluso la superioridad procuraevitar la afluencia de oficiales y suboficiales a las universidades y otros centros

    pedaggicos y hasta se llega a desconfiar siguiendo un criterio oscurantista deaquellos que demuestren cierta curiosidad intelectual.

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    La vida fuera del cuartel de los miembros de la FAN se caracteriza por serextremadamente frvola. Solamente las fiestas, francachelas y diversiones engeneral, atraen la atencin de la mayora de nosotros. Frecuentemente se da elcaso de que ni siquiera leemos los diarios. Esta actitud nuestra trae funestas con-secuencias para la Institucin Armada, en cuyas filas florece la ms crasa igno-rancia. Algunos individuos, con el nico mrito de haberse ledo dos o tres libros,cuyo contenido jactanciosamente vomitan en las reuniones con sus compaeros,son ascendidos automticamente a la categora de intelectuales y sus opinionesmuchas veces erradas- pasan a ser santa palabra. Actualmente, por ejemplo,esa frivolidad, esa falta de preocupacin imperante en algunos miembros de lasFAN, es factor determinante para que la mayora de los militares estn en laluna en lo referente a la situacin poltica, econmica y social del pas. Se com-prende que unas FAN en esas condiciones sean fcilmente engaadas, como ha

    ocurrido en muchos perodos de nuestra historia.Este distanciamiento de las fuentes de progreso y de cultura, este margina-miento al cual se nos somete, o al cual nos sometemos voluntariamente, tiene unfuerte impacto en nuestras vidas.

    En primer lugar, nos obliga a recurrir a otras actividades que llenen eltiempo que nos mantenemos fuera de los cuarteles o unidades, y por lo generalesas actividades contribuyen a distanciarnos ms an del resto de la sociedad.Son actividades banales y de poco provecho intelectual. En lugar de asistir a unauniversidad o a cualquier instituto de cultura, por ejemplo, nos dedicaremos a la

    fiesta, a la diversin de cualquier gnero o incluso a permanecer en nuestras casasinactivos. Cambiamos la actividad cultural por el club. La buena lectura por elpasatiempo, la novela barata o el suplemento. Cambiamos las obras de arte por elprograma de televisin. La actividad creadora por el juego. Y en general, la acti-vidad de provecho social por la vida de sociedad. Poco a poco vamos alejndo-nos de todo lo creativo y convirtindonos en desadaptados para otro crculo queno sea el que siempre frecuentamos.

    En segundo lugar, las personas de las cuales nos rodeamos ejercen o llegana ejercer una influencia negativa sobre nosotros. Amigos de francachelas, en

    algunos casos; mediocridades intelectuales en otros y en un tercer caso; camari-llas de individuos que se nos acercan para inducirnos a la actividad poltica. Eneste caso, la mayora de las veces son elementos que aspiran a ver un rgimenmilitar gobernando, y por lo tanto nos empujan hacia la conspiracin. Estos indi-viduos que tienen grandes intereses que beneficiar con un gobierno militar queles permite la explotacin, la impunidad o el ocio, se cuidan bien de mostrarnossu verdadera cara. Nos halagarn, se mostrarn amigos nuestros, nos complace-rn e invitarn. Y entre una y otra cita, explotarn nuestra crasa ignorancia pol-tica para meternos sus ideas, encajarnos en una maquinaria conspirativa y nos

    alejarn an ms de nuestro cometido.

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    Estos intereses turbios, no tendrn en cuenta la gran masa popular, siempreausente en los golpes, asonadas y gobiernos militares. Tendrn en cambio siemprepresentes a la oligarqua, al consentimiento extranjero, a la opinin anti-nacional.No nos acercarn por tanto a la revolucin sino a la reaccin. No nos hablarn de lanecesidad de libertad, de soberana o de eficacia administrativa. Hablarn encambio de la necesidad de orden, de someter a las masas populares y sus organi-zaciones, de arreglar la economa, pensando en lo que ellos habrn de disfrutarde ese rgimen, pensando en arreglar primero a los poderosos, a los usureros o a losexplotadores. Finalmente nos hablarn de la necesidad de que los militares tomenlas riendas, pensando en un rgimen donde las Fuerzas Armadas pongan la repre-sin y la fuerza y las clases poderosas tomen los beneficios fcilmente ganados.

    Este tipo de influencia es quiz la ms nefasta, porque si algo puede alejarnosrealmente de nuestro deber para con el pas y puede hundirnos an ms en vez de

    aportar alguna solucin, es propiciar un gobierno de fuerza, del cual una minora sebeneficiar y una gran mayora sufrir los perjuicios, incluyndonos nosotros. Nopueden ya las FAN intervenir aislados del pueblo, ni propiciar gobiernos en contrade sus intereses.

    Hay an otras influencias que recibimos fuera de las unidades. Ellas son: lasde nuestros familiares, que si bien muchas veces pueden servir para acercarnos alresto de la sociedad, algunas otras veces nos inducen a actuar en pro de interesespersonales, de mayores beneficios o prebendas; y las influencias que recibimos dealgunas amistades o crculos sociales que pretenden hacer de nosotros perfectos

    hombres de mundo, magnficos anfitriones o invitados ideales, especie de mani-ques o de curiosidades, de cuya compaa puedan sentirse orgullosos en cualquiersitio, pero que rara vez tratan de hacernos ciudadanos conscientes, de empaparnosde realidades que vive nuestra nacin o usarnos en provecho de la sociedad.

    Todo este distanciamiento de los grandes intereses nacionales y de las grandesmayoras, contribuye a granjearnos poco aprecio. Al hacernos ver como poderosospero no como a compatriotas unidos a un mismo sentimiento. En muchos casos, elpoco contacto que estos sectores tienen con nosotros no les es precisamente agra-dable. En la vida normal asumimos un aire de superioridad chocante. En otros sim-

    plemente abusamos del respeto de los dems, irrespetando a la vez a lasautoridades, a los derechos de los otros ciudadanos. Y en otros casos, los ms des-afortunados, nos ven como instrumentos represivos, que les cercan, les persiguen yen general les coarta su libertad y sus derechos.

    Debemos asentar aqu que no todos los militares asumen estas actitudes. Notodos se distancian tanto de su pueblo. No todos cometen abusos y desafueros ni serodean de la mediocridad y la incultura. Pero si hay un buen nmero de ellos. Locual es suficiente para nuestro descrdito.

    Los militares debemos hacer un serio esfuerzo por alejarnos de estas extra-

    as influencias y por acercarnos al polo opuesto. Acercndonos a la cultura, a lasnecesidades del pueblo, a la actividad creativa, revolucionaria, progresista, de un

    CaptuloV/Influenciasdelmundoexterno

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    alto contenido patritico y de un gran valor para el presente y futuro de nuestraVenezuela. Todo este sombro panorama no cambiar si los militares venezolanosno nos imponemos la urgente tarea de modificarlo. Acabar con el cerco social enel cual actuamos, vencer las condiciones impuestas por superiores inescrupulosose incapaces, compenetrarnos con los problemas de nuestros hermanos. En unapalabra: integrarnos plenamente a la sociedad donde vivimos, al pueblo al cualpertenecemos, son tareas urgentes para todos los militares con conciencia. Silogramos superar estas dificultades, nuevos horizontes se abrirn para nuestrasFuerzas Armadas.

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    Captulo VILa vida gris del militar

    Y paso por este mundo, sin penas ni glorias.

    Todos, en un momento determinado de nuestra juventud, nos vimosenfrentados a la necesidad de definir cul sera nuestro futuro, definir a qudedicaramos el resto de nuestra vida; y en ese momento, que llega a todo indi-viduo, mientras muchos de nuestros compaeros escogieron una carrera univer-sitaria o tcnica y otros buscaron una manera inmediata de ganarse la vida,acogindose a una fuente cualquiera de trabajo, nosotros escogimos la carrerade las armas.

    Algunos la escogimos porque sentamos una vocacin, producto segura-mente de la admiracin por alguna actividad militar; otros porque encontramos

    en las FF.AA. un futuro slido o una fuente de trabajo duradera; y otros porqueno podamos costearnos estudios de otra clase y requerimos la mejor alternativaen una sociedad que obliga al individuo a valerse por s mismo lo antes posible,sin poner a su alcance los medios para desarrollarse.

    Pero cualquiera que fuese la razn, en ese momento vimos ante nosotrosun futuro brillante, una carrera interesante que suponamos llena de sacrificios,pero que estbamos dispuestos a superar con xito. Por esa va entramos en unsin fin de divagaciones, de situaciones felices llenas de ilusin.

    Bien pronto comenzamos a darnos cuenta de la diferencia que existe entre

    la ilusin del muchacho que se lanza por un camino, con su bagaje de esperan-zas y ardorosa fe juvenil, y la realidad. Desde el ingreso a los Institutos de for-macin o a las escuelas tcnicas, al individuo se le va forjando un porvenirdiferente. Bajo la fragua de una disciplina mecnica y de una rutina agobiante,se aliena al individuo, convirtindolo en el engranaje de una mquina, con men-talidad y personalidad adaptada a los cnones de la Institucin; como resultadode lo cual, el individuo es privado de todo derecho. Debe estar ajustado a lamtrica planeada de antemano, uniformemente, porque su papel ser semejanteal de una pieza de recambio. Debe para ello acostumbrarse a vivir la vida del

    militar. Una vida que tendr los altibajos, las oportunidades y la plenitud quese le imprima desde los organismos de mando.

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    La disciplina militar requiere del individuo determinadas normas de vida.Dentro y fuera de su unidad. La vida particular, las aspiraciones, las ideas, las lec-turas, diversiones y aficiones; todo tiene que enmarcarse dentro de la disciplina.

    El militar debe rendir cuenta de sus actividades, aunque ningn reglamento loexige. No puede concurrir a todo tipo de reuniones, sino a las que no choquen consu carcter militar o su jerarqua. No puede instruirse a su criterio, sino en determi-nados institutos. Cuando el Alto Mando no esta de acuerdo con la universidad, conuna orden transmitida a los comandos, pone fuera del alcance del subordinado lainstruccin superior a la cual todos aspiramos, muchas veces con el propsito dedesempearnos mejor dentro de la vida militar. Cuando el militar va a contraermatrimonio, no slo solicita permiso, sino que debe suministrar toda informacinque el comando requiera, y ser este comando quien decida en ltima instancia sies o no conveniente para el individuo, la mujer que l mismo ha escogido.

    Toda la injerencia de los mandos sera difcil y largo de enumerar. Pero todosreconocemos que nos hemos acostumbrado a someter toda nuestra actividad alvisto bueno de la superioridad. Y por ese camino, extendemos la disciplina militaral campo de la actividad privada. En determinado momento el superior est facul-tado para impedir el acceso a un local, para obligarnos a abandonar una reunin opara llamarnos la atencin por el comportamiento que a su criterio no sea correcto.Esta situacin nos va atando an ms a la vida militar.

    Al mismo tiempo, los criterios dentro de nuestra Institucin no evolucionan alritmo normal, y toda una estructura jurdica anacrnica incide sobre nosotros. De

    acuerdo con ella, muchas de nuestras actividades debern ceirse al criterio de loslegisladores de 1940 o antes.Cuando el oficial o suboficial ajusta su vida a la vida militar, en ese

    momento comienza a perder su fuero personal y a llevar una vida incolora, llena deprivaciones materiales y espirituales. Su vida se convierte en un crculo cerrado yvicioso, dentro del cual no tiene cabida la superacin, la iniciativa, ni la evolucinde ningn gnero.

    Su ambicin se reduce a ascender al grado inmediato, porque lo considerajusto; es decir, considera haber acumulado los mritos suficientes; adems aumen-

    tar su sueldo, con lo cual se permitir algn desahogo; y en tercer lugar, adquiriruna jerarqua superior y por lo tanto un mayor mando, lo que de hecho lo colocapor encima de un grupo de sus compaeros en todo sentido. Incluso su seora habrobtenido cierta superacin que puede ir desde la mayor deferencia en el trato que lebrindan otras, hasta su injerencia en la unidad de su esposo. Una vez alcanzadoesto, el militar se dispone a acumular nuevos mritos para un nuevo ascenso, lo queincluir acatamiento ciego de todas las rdenes, una lealtad incondicional y unsometimiento irrestricto en todos los campos de su actividad profesional o privada.

    A este ritmo, en una lucha diaria contra el tiempo, cada tres o cuatro aos se

    asciende un peldao y el militar sigue su ruta sin voltear, sin hacer un balance de lovivido. Generalmente levanta al mismo tiempo un hogar, cuyas normas y doctrinas

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    ajustar tambin a su condicin militar. Los sitios donde sus hijos se levantan, lainstruccin que reciben, el medio social en que se desenvuelven, tambin tienen eltinte de la vida militar del padre. Pero esto tampoco entra en balance, puesto que elbalance nunca se hace.

    Es muchos aos despus, cuando ya se comienza a declinar o cuando se hadeclinado completamente, cuando los hombres dan una mirada al trayecto reco-rrido. Entonces toda su vida esta reducida a una hoja de servicios donde rezar laya tradicional frmula: de tal ao a tal ao prest servicio en tal unidad, transferidoa...; un trayecto uniforme con los pequeos incidentes tambin uniformes.Asciendo a... el..., o condecorado con... por sus servicios prestados. Pero entoncestambin aparece la contrapartida, ao tras ao una vida rendida sin penas ni glorias,aunque vestida de todas las galas y el oropel que se quiera; sin que produjera abso-lutamente nada y sin que pudiramos invertir de acuerdo a nuestro criterio y aspi-

    raciones, ms que una pequea parte; la ltima, el ocaso que generalmentededicaremos a recordar y suspirar por lo que nunca hicimos.Bien podra decirse que este anlisis corresponde a un resentimiento o a una

    sensacin de frustracin, cuando en realidad es todo lo contrario. Cualquiera quevea con imparcialidad la vida del militar venezolano, y que tenga la curiosidad decomparar la de un individuo y otro dentro de la Institucin, se dar cuenta de quecon las diferencias de fechas, lugares y nombres; todas las vidas militares corres-ponden a un mismo patrn, con muy pocas excepciones.

    Habr quien quiera alegar tambin que esto ocurre no slo al militar. Muchos

    otros profesionales llevan tambin una vida incolora y ms bien vegetativa queactiva. Todo lo cual es muy cierto, con la diferencia de que esta situacin noenvuelve al tocar sino a las excepciones de un gremio, y de que an en estos casos,es el individuo que fija sus propias limitaciones y los objetivos de su vida, siendolibre de cambiar el rumbo escogido. Esta situacin no se presenta al militar, princi-palmente por las circunstancias de que no es l quien escoge la vida que ha de vivir,salvo la decisin que toma en su juventud, y de que su profesin no es libre, sinoque es el Estado su nico empleador y por lo tanto debe ceirse a los requerimien-tos que el Estado le haga.

    Ya hemos dicho que en estas circunstancias el individuo es atrofiado paradeterminadas actividades, se le limita el albedro sobre su vida, se le coarta su ini-ciativa y su aspiracin. Pero con todo, no se consigue eliminar completamente laresistencia que el individuo opone naturalmente ante ese modo de vida. Quedanquienes tratan de superarse, quienes mantienen una mente abierta a todo conceptoy quienes son capaces de evolucionar y de pugnar por el propio desarrollo y el desu institucin. Pero en este caso tienen slo dos caminos que tomar, o llevan unavida personal en cierto modo clandestina ante el resto de sus compaeros, superio-res y subalternos; o llevan una vida abierta, dispuestos a defender sus puntos de

    vista y a marcar la pauta, y se arriesgan entonces a ir contra la corriente y en con-secuencia, a ser arrojados a la orilla en cualquier momento.

    CaptuloVI/Lavidagrisdelmilitar

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    Cualquier actividad sirve entonces para establecer sospechas y conjeturas, ypara perder la confianza de los dems. Desde leer cierta clase de libros o peridi-cos, hasta frecuentar determinados sitios o amistades. Cualquier idea lanzadaincluso en las conversaciones particulares puede servir para dar la pista de un indi-viduo diferente y por lo tanto desconfiable, o indeseable; toda una gama de cali-ficaciones, dependiente, por supuesto, del criterio del superior de la unidad oFuerza.

    Muchos militares, a los pocos aos de servicio, ya han conseguido desilusio-narse totalmente ante una vida sin la menor perspectiva. Llegan a creer que de noencontrar una posibilidad de enrumbarse distintamente, es preferible abandonardefinitivamente la carrera, para iniciar otra vida antes que sea tarde. Esta situacinse empeora con la existencia de individuos que se califican de lderes, y van agluti-nando a su alrededor un grupo de oficiales y suboficiales, con la intencin de impri-

    mir un nuevo rumbo a la institucin y hasta a la nacin. Pero no tienen una doctrinaque ofrecerles ni una verdadera conciencia y convierten sus movimientos en sim-ples conspiraciones. Una vez que estas corrientes toman cuerpo y que muchos mili-tares se unen de buena fe, con un sano propsito, los cabecillas son incapaces demantener el control, o se acobardan. Una leve presin de Alto Mando, un sobornoo incluso la negativa de apoyo de la misin militar norteamericana a donde indefec-tiblemente van a consultar, es suficiente para hacerlos desistir. Entonces son envia-dos al exterior o pasados al retiro. Estos lderes se traicionan a s mismos, pero loque es peor, traicionan y defraudan al gran grupo que le ha confiado el mando;

    entonces frustrados por el jefe, caen en la desesperacin, pierden la fe. Todo estooriginado por no haber sabido unirse a aquellos compaeros de armas que poseenuna orientacin definida, que luchan dentro de una orientacin revolucionaria ajenaa todo aventurerismo.

    No es necesario abandonar la profesin sino transformar suficientemente elmedio en que se desenvuelve. El militar debe luchar constantemente porque sumedio evolucione a la par que los otros sectores de la sociedad. Debe tener concien-cia adaptada al progreso, capaz de asimilar todos los fenmenos del pas y lucharal mismo tiempo por imprimir un sello personal a su vida privada. Debe lograrse

    una institucin que permita el libre desenvolvimiento de las ideas, y de los valoresespirituales. Donde el individuo no encuentre un cerco estrecho sino un campo pro-picio para desarrollar su talento, iniciativa y capacidad.

    Esto nos llevar a producir cada vez ms, a dar un mayor rendimiento en lavida, de por s sacrificada y modesta, siendo al mismo tiempo dueos de nosotrosmismos, de nuestros actos. Donde tengamos plena conciencia de nuestros derechosy deberes para con la sociedad, la familia, y con nosotros mismos. Una vida quevalga la pena vivirse y de la cual podamos sentirnos orgullosos al final.

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    Captulo VIIDe subalterno a superior

    A un militar slo se le debera imponer dos condecoraciones. Una cuando empieza su carrera

    como oficial subalterno, que le indique que l ser jefe algn da. Y otra, cuando ascienda

    a la categora de jefe, que le recuerde eternamente que l tambin fue subalterno.

    Cuntos problemas se evitaran en el seno de nuestra Institucin con esa medida!.

    La trayectoria del militar dentro de las FAN, consta de dos fases principalesla de subalterno y la de superior que debido a una situacin anormal imperante

    en el seno de la Institucin, han llegado a constituirse en los dos trminos opuestosde una contradiccin. En efecto, existe un constante choque de intereses y actitudesentre el subalterno y el superior, que hacen proliferar profundas grietas y enemista-des en ambas categoras. El origen de estas divergencias proviene, sin duda alguna,de la deficiente educacin militar que recibimos en los institutos de formacin.

    En estos centros se nos inculca una concepcin deformada de la disciplinacastrense. All se nos ensea a ser buenos subalternos: obedientes y cumplidores;pero no a proceder como buenos superiores. Nos aprendemos de memoria frmu-las tales como: Superior que ordena y subalterno que obedece; El superior siem-

    pre tiene la razn y ms cuando no la tiene, etc.; que son el producto de esadeformada concepcin de la disciplina militar. La que ms tarde aplicaremos ennuestra vida profesional, atizndola de arbitrariedad e inconsciencia.

    Por consiguiente, cuando llegamos a las unidades donde comenzaremos elejercicio de nuestra profesin, ya llevamos nuestras mentes atiborradas de falsosconceptos disciplinarios. Empezamos como es lgico siendo subalternos, y amedida que transcurre el tiempo, nos convertimos en superiores. Durante este pro-ceso, nuestra mentalidad, nuestra manera de pensar y ver las cosas, sufre uncambio, que lo describiremos a continuacin.

    Nos iniciamos en la profesin llenos de los ms puros ideales. Dispuestos aconquistar con nuestro trabajo, nuestra voluntad y nuestros sacrificios, un futurolleno de glorias; nos empeamos en forjarnos una trayectoria brillante en las Fuer-zas Armadas.

    Nuestro espritu de trabajo es insuperable. Para nosotros, el cumplir a cabali-dad con nuestro deber es asunto de honor. A nuestro trabajo por pequeo e insigni-ficante que sea, le concedemos primordial importancia. Incluso algunas veces, estaextraordinaria actividad que desarrollamos, ese inmenso entusiasmo con que abor-damos los trabajos, nos llevan a cometer errores y excesos; pero eso no nos detiene

    ni nos desanima en absoluto. Seguimos insistiendo en cumplir nuestras tareas;deseamos a toda costa ganarnos la confianza y el aprecio de nuestros superiores.

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    Ningn sacrificio, por grande que sea, nos hace retroceder. Estamos prestos acumplir las labores ms arduas y peligrosas, y nos enfrentamos a los problemas convalenta y decisin. A este espritu de trabajo y sacrificio, va slidamente unido unentraable cario por la Institucin; llegando a ser tan grande este sentimiento quenos aislamos del mundo exterior. La unidad donde servimos pasa a ser nuestrania mimada, y hacemos cualquier cosa por aumentar su eficacia y su prestigio.

    Algn tiempo despus comenzamos a ver otros aspectos del servicio, quehasta ese momento nuestro gran entusiasmo y nuestra falta de veterana nosimpeda ver. Nos damos cuenta de que frente a nuestro gran empuje, nuestro ele-vado espritu de trabajo y sacrificio, encontramos la apata y la indiferencia denuestros superiores. Sus actitudes acomodaticias y despreocupadas frente a los pro-blemas de la unidad y del servicio, contrastan notablemente con las nuestras. Suejemplo hace chocar nuestros ideales contra la dura realidad, y nos damos cuenta

    de que todo no es perfecto en las FAN. Muchas veces la actitud negativa de lossuperiores nos colocan en situaciones desesperantes, nos llevan a una encrucijada:obedecer sus rdenes arbitrarias, hacernos cmplices de sus manejos sucios o aten-der a nuestra conciencia, seguir los dictados de nuestros principios sanos. La expe-riencia nos ensea que es intil luchar contra la corriente y ante la imposibilidad detransformar el medio, no nos queda otro remedio que ceder. Perdemos poco a pocoaquellos ideales que nos hacan luchar, se va apagando nuestro bro inicial y termi-namos adaptndonos lo mejor posible a ese medio. El respeto que antes nos inspi-raran los superiores, es reemplazado por un sentimiento hostil, producto de la

    frustracin que sentimos al comprobar que la realidad no se compaginaba con loque nos imaginbamos. Las actitudes tan contrarias de nuestros superiores nos haceconvertirnos en sus abiertos opositores y crticos, quedando como nico eslabnentre subalternos y superiores las normas de disciplina y de obediencia que pautanlas Leyes y Reglamentos. Como resultado directo de esta situacin, de esta repul-sin que sentimos, es que muchas veces no llegamos a comprender los problemasde los escalones superiores y por consiguiente no les prestamos la debida colabora-cin. En resumen, el inters que tuviramos antes en hacer una brillante carreramilitar, lo reemplazamos por el inters de salir de abajo y escalar buenos y cmo-

    dos puestos.En estas condiciones llegamos a ser superiores. Generalmente pensamos que

    es la recompensa por los aos de aburrido servicio y nos disponemos a disfrutarplenamente de los privilegios de nuestra nueva categora. Los problemas que nospreocuparan siendo subalternos, parecen desaparecer de nuestras mentes: los igno-ramos o los eludimos, pero no les buscamos la situacin adecuada. Nuestro intersahora se fija en otras cosas menos desagradables. Nos ocupamos de hacernos unbuen puesto burocrtico, rodeados de lujosos muebles y secretarias. Nuestro inte-rs en la Institucin se reduce al de simple empleado haca la compaa donde

    devenga su salario, pues pensamos que es la hora de ocuparnos de los intereses per-sonales. Es as como nos dedicamos a utilizar el uniforme y las influencias para

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    hacer uno que otro negocito. Es que comprendemos que el final de nuestracarrera est cerca y necesitamos sacarle el jugo a las Fuerzas Armadas.

    Somos superiores en la forma: por el grado que portamos y por el sueldo queganamos; pero nuestra manera de proceder no se compagina con esa categora. Losproblemas que confrontan nuestros subordinados no llegan a interesarnos, y nisiquiera recordamos que siendo subalternos murmurbamos muchas veces de lossuperiores inconscientes y despreocupados. En resumidas cuentas, en esta ltimafase de nuestra carrera salvo honrosas excepciones, por supuesto las cuestionesde ndole personal reemplazan a las profesionales, con el consiguiente perjuiciopara nuestra Institucin.

    Las FAN son las que reciben directamente el impacto negativo proveniente deesta contradiccin entre subalternos y superiores. La unidad de pensamiento yaccin que deben reinar entre sus componentes no existe, y debe ser motivo de pre-

    ocupacin para todos. Por eso, sus miembros conscientes debemos esforzarnos porliquidar esa situacin anormal. Para corregirla debemos, en primer lugar, reorientarla educacin militar que se imparte en las FAN hacia los principios de una disci-plina consciente, una disciplina de fondo. Ensear a los militares no slo a serbuenos subalternos, sino tambin a ser buenos superiores. Esto traer como conse-cuencia la mejor comprensin entre los escalones subalternos y superiores, tannecesaria para que reine una perfecta armona en el seno de la Institucin. Porltimo, necesitamos promover la transformacin de las actuales estructuras de lasFAN; la destruccin del concepto feudal de su organizacin, y su reemplazo por un

    concepto democrtico y ms perfecto, que se compagina con la actual situacin his-trica de nuestro pueblo.

    CaptuloVII/Desub

    alternoasuperior

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    Captulo VIIILos privilegios en las Fuerzas Armadas

    Muchos militares en actividad slo piensan en su sueldo, en su carro,

    en su casa, en su familia y en su yo. Y Venezuela? Bah, eso qu importa!.

    Como es sabido por todos, y es cuestin que lo hemos visto en la prctica,

    nuestra Institucin ha seguido un proceso ascendente de diferenciacin delpueblo; los culpables de esto no son los cuadros jvenes, sino los que secular-mente han tomado como cosa propia mtodos agresivos para la defensa de losintereses anti-nacionales, forneos y criollos, por supuesto, de donde han obte-nido las mejores ganancias. Entonces nuestra Institucin ha sido vctima, porcuanto ha servido de medio para los intereses netamente personalistas de jerarcasmercenarios. De tal manera que estos dirigentes (de las Fuerzas Armadas) ines-crupulosos han logrado hacer una grieta profunda entre el pueblo y nuestra Insti-tucin.

    Como consecuencia directa de esta diferenciacin, en que han pretendidohacer de las FF.AA. una clase social especial, que se contradice con el conceptoverdadero de pueblo en el sentido de su soberana, nuestra Institucin Armada hadejado de ser una unidad patritica, y su ritmo se ha desarrollado en direccin adiferentes matices, llevada a esa posicin por los caprichos individualistas de los

    jefes dirigentes que han querido interesadamente participar en la vida pol-tica nacional.

    Nuestros dirigentes actuales de las Fuerzas Armadas son el producto deesta descomposicin, por eso generan y al mismo tiempo degeneran en la incapa-

    cidad, en la inaccin, en el temor a la responsabilidad, en el peculado, corrupcinsocial y administrativa, en el burocratismo, en la cobarda, en la censura militar,en los privilegios, etc.: vicios todos estos que indican la negacin de lo que real-mente debe ser un mili