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DEFENSIVE ARCHITECTURE OF THE MEDITERRANEAN XV TO XVIII CENTURIES
Vol. V
PROCEEDINGS of the International Conference on Modern Age Fortifications of the Mediterranean Coast
FORTMED 2017
DEFENSIVE ARCHITECTURE OF THE MEDITERRANEAN XV TO XVIII CENTURIES
Vol. V
Editor
Víctor Echarri Iribarren
Universidad de Alicante. Spain
EDITORIAL
PUBLICACIONS UNIVERSITAT D’ALACANT
FORTMED 2017
Colección Congresos UA
Los contenidos de esta publicación han sido evaluados por el Comité Científico que en ella se
relaciona y según el procedimiento de la ``revisión por pares´´.
© editor
Víctor Echarri Iribarren
© de los textos: los autores
© 2017, de la presente edición: Editorial Publicacions Universitat d’Alacant.
www.publicaciones.ua.es/
Imprime:
ISBN: 978-84-16724-75-8 (Vol. V)
Depósito legal: A 493-2017
FORTMED – Modern Age Fortifications of the Mediterranean Coast, Alicante, October 26th, 27th, 28th
2017
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Defensive Architecture of the Mediterranean. XV to XVIII centuries / Vol V / Echarri Iribarren (Ed.)
© 2017 Editorial Publicacions Universitat d’Alacant
Las fortificaciones perdidas del Darién: los proyectos del ingeniero
militar Antonio de Arévalo (1761-1785) Jorge Galindo Díaza, Laura María Henao Montoyab aProfesor Universidad Nacional de Colombia, Manizales, Colombia, [email protected], bEstudiante Mestrado
Profissional em Conservaçao de Monumentos e Núcleos Históricos MP-CECRE/UFBA, Salvador de Bahía, Brasil,
Abstract
The province of Darién (which straddled what is today the border between Panama and Colombia) had a
key strategic location and vast natural wealth. Despite this, it was neglected by the Spanish crown from
the very start of the conquest, to such an extent that by the end of the XVII century it was home to
British settlements dedicated to military and commercial activities. In 1671 an expedition was sent to
the region under the command of the military engineer Antonio de Arévalo, who at that time held the
post of director of the fortifications of Cartagena, Colombia. His keen grasp of strategy, combined with
his knowledge of the geographical and physical conditions of the New World, led him to plan a complex
network of inland and coastal fortifications. However, all that now remains of these fortifications are his
designs, since the ones that were build were eventually abandoned by their inhabitants, and devoured by
the vegetation and humidity of the dense tropical rainforest.
Keywords: Darién, Antonio de Arévalo, Caimán river, Mandinga river.
1. Introducción
Antonio de Arévalo y Porras nació en la
población de Martín de las Dehesas (Segovia) el
16 de enero de 1717, según las investigaciones
realizadas por Zapatero (1965, 1981). Terminada
su adolescencia ingresó como cadete a la plaza
de Orán en el arma de infantería y antes de ser
ascendido al rango de Yngeniero Extraordinario,
a la edad de 24 años, obtuvo el título de Patente
de Delineador Yngeniero por parte de la Junta de
Fortificación de Madrid.
En 1741 fue destinado a Cádiz, bajo las órdenes
de Ignacio de Sala y ese mismo año pasó a
Cartagena de Indias donde el ingeniero Juan
Bautista MacEvan era director de las obras de
fortificación. En 1749 el rey Fernando VI
ascendió a Arévalo al grado de Yngeniero en
Segundo y al morir MacEvan quedó bajo el
mando del brigadier Lorenzo de Solís. La mayor
parte de su labor profesional la adelantó al frente
de las fortificaciones de la ciudad americana,
destacándose por sus trabajos en la construcción
del castillo de San Felipe de Barajas (1762-
1769), las baterías de Bocachica (1762-1779), la
escollera de La Marina (1762-1771), las obras de
El Espigón (1779-1800), la escollera de
Bocagrande (1762-1778) y el llamado Edificio
de las Bóvedas (1789-1798), entre otros
(Samudio, 2005).
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Durante su paso por América, Antonio de
Arévalo logró compaginar sus labores de
ingeniero director de obras en la plaza fuerte de
Cartagena de Indias con expediciones de
carácter geográfico y militar a lo largo de la
costa norte de lo que hoy es Panamá, Colombia
y una parte de Venezuela. Fue así como tuvo a
su cargo importantes misiones orientadas a
pacificar las poblaciones indígenas tanto de la
región del Darién (1761 y 1785) como de la
Guajira (1773-1777), en la cuales hizo uso de
sus conocimientos cartográficos y demostró su
particular visión en torno a la manera de ocupar
el territorio a través de recintos fortificados
(Zapatero, 1965).
Como premio a su labor pacificadora en estas
regiones, Arévalo recibió los títulos de
Brigadier, primero y poco después de Yngeniero
Director, concedidos por Carlos III en 1773. En
1782 fue Gobernador interino de Cartagena y al
cabo de pocos meses de ascender a Teniente
General, falleció en esa misma ciudad el 9 de
abril de 1800.
2. Las expediciones al Darién
La región geográfica del Darién abarca los
territorios de lo que hoy es Panamá y el norte de
los actuales departamentos colombianos de
Chocó y Antioquia. Se trata de un área selvática
que empezó a ser ocupada por los españoles en
los primeros años del siglo XVI a través de la
fundación de algunos poblados, todos de corta
existencia a causa de los ataques de los
indígenas y de las dificultades en el suministro
de víveres.
Ya en el siglo XVII la región del Darién fue
poco explorada y la presencia española fue
mínima, a tal punto que en noviembre de 1698
un grupo de escoceses liderado por William
Paterson fundó la población de Nueva
Edimburgo en la playa de la bahía de
Anacuchana (llamada luego bahía de Calidonia),
sobre la costa norte de Panamá. El sitio se
fortificó inicialmente con dos baterías dotadas de
60 cañones y defendidas por 600 hombres, todo
con el fin de constituir un puerto comercial y
servir de punta de lanza en busca de un camino
interoceánico hacia el océano Pacífico. Sin
embargo, tropas españolas provenientes de
Cartagena de Indias, lograron expulsar a los
colonos extranjeros a finales de 1700 y demoler
las construcciones allí levantadas.
Los indios del Darién también constituyeron un
problema para la corona española: en 1727 el
presidente de la Audiencia de Panamá, Manuel
Alderete, adelantó un plan de pacificación que
no tuvo éxito y en 1729 mediante Real Orden
del 28 de julio se ordenó el poblamiento de la
Fig. 1 - Mapa del istmo del Darién … A. de Arévalo, 1761.
Fuente: Cartoteca del Servicio Histórico Militar, Madrid. Sig. COL-09-01.
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región con familias provenientes de Canarias
que tampoco prosperó. En 1731 una nueva Real
Orden encargó al gobernador de Panamá la
conquista de la región, apoyado
económicamente por el virrey del Perú, pero de
acuerdo al virrey Caballero y Góngora: A pesar
de órdenes tan estrechas y de tantos auxilios, no
hay memoria de haberse hecho cosa alguna
(Colmenares, 1989/I: 462). Será en 1760 cuando
la órdenes reales del 1 y 6 de febrero de ese año
dispusieron el que se hiciera un reconocimiento
de las costas y la construcción de un pequeño
fuerte, labor que quedará en manos del ingeniero
militar Antonio de Arévalo en 1761.
Una segunda expedición, llevada a cabo en
1785, llevará a Arévalo solo al Golfo de Urabá,
atendiendo el mandato del virrey Caballero y
Góngora y estaba destinada a culminar las
iniciativas adoptadas en la expedición de 1761.
Por último, la expedición de 1788, a la que
Arévalo no pudo acompañar por problemas de
salud propios de su edad, tenía como objetivo
trazar un camino interoceánico, el cual quedó a
cargo del ingeniero Francisco Fersén. La
empresa no tendrá éxito debido a la dureza del
terreno, a las enfermedades del personal y a la
beligerancia de los indios.
3. Máquinas para la guerra: el fuerte de San
Carlos en la desembocadura del río Caimán
Los detalles de la primera expedición al Darién
han sido documentados por Zapatero (1965),
quien la sitúa cronológicamente entre el 10 de
enero y el 26 de febrero de ese año. Además, en
Cuervo (1892/II; 241-264) se puede leer la
transcripción del informe que el propio Arévalo
redactara sobre ella, a pocos días de haber sido
concluida.
Dos semanas después de zarpar de Cartagena de
Indias, la embarcación que conducía la
expedición tocó el istmo de Panamá en el punto
de la bahía de Calidonia, en el mismo sitio
donde en 1698 Paterson había fundado Nueva
Edimburgo. Desde allí Arévalo levantó un mapa
de la totalidad de la bahía, demarcando con las
letras A y B los sitios en donde encontró
vestigios de las baterías escocesas. Igualmente
señaló las poblaciones de Aglatomate (E)
habitada por indígenas y la playa de Aglaseniqua
(G), próxima a la población del mismo nombre
(H).
Fig. 2 - Plano particular de la Bahía de
Calidonia … A. de Arévalo, 1761.
Fuente: AGI, Panamá, 162.
En la memoria escrita por Arévalo y transcrita
en Cuervo (1892) se señala la existencia de
materias primas para la construcción de edificios
en toda el área del golfo del Darién: igualmente
se halla abundancia de maderas de varias
especies propias para construcción y reparo de
embarcaciones y para fábricas y edificios … (p.
252), y en la bahía de Calidonia específicamente
dice que se hallan […] igualmente maderas y
materiales buenos para edificios … (p. 254). Sin
embargo desestimó la construcción de un fuerte
en este sitio dado el enorme gasto de las obras y
las dificultades en el suministro de víveres para
los soldados además de la presencia de pequeñas
ensenadas en el borde de la costa que bien
podían ser usadas por los enemigos.
Por tal motivo, Arévalo se veía obligado a
encontrar otro sitio a fin de establecer una
fortaleza, dirigiendo su interés a la zona próxima
a la desembocadura del río Caimán, sobre la
banda oriental del golfo de Urabá y considerada
por él como una zona más segura. Así nació el
proyecto de fundar la ciudad y fuerte de San
Carlos, al que Arévalo dedicará varios meses de
trabajo, privilegiándolo entonces sobre el de la
bahía de Calidonia.
El proyecto para este fuerte se resolvía mediante
una planta semi regular de tres baluartes (del
Rey, de la Reina y de San Fernando) y dos semi
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baluartes (del Príncipe y de San Felipe),
rodeados por un foso. Una puerta principal
dotada de un puente levadizo, permitía el acceso
a la plaza de armas en donde se levantaban dos
edificios exentos y dos adosados a las cortinas.
En los espacios funcionarían los cuerpos de
guardia para oficiales y soldados, un almacén de
pólvora, una capilla, un almacén de víveres y un
hospital así como las habitaciones para el
capellán y el cirujano, albergando un total de
casi 60 hombres.
Desde el punto de vista militar, el fuerte era
capaz de albergar doce cañones, los ocho de á
ocho, y los cuatro de á cuatro libras de bala, y
doce podreros, con muralla sencilla atronerada
por todas partes, para que la tropa haga fuego
cubierto con la fusilería, y se consiga así la
franca ventilación tan necesaria en estos países
para la sanidad de la guarnición (Cuervo, 1892:
271).
Fig. 3 - Plano del fuerte de San Carlos, … A. de
Arévalo, 1761.
Fuente: Cartoteca del Servicio Histórico Militar,
Madrid. Sig. COL-14-08.
Todas las construcciones eran de un solo piso,
rematadas con cubiertas a una o dos aguas bajo
estructura de madera con tejas de barro. En
cuanto a sus ocupantes, en carta al virrey Messía
de la Cerda de 1762, Arévalo proponía que para
fundar la población del río Caimán se debía
establecer una Compañía de Fusileros de
Montaña, Cathalanes que con sus Familias
contribuyan a su Defenza, Poblazion y Cultivos
de los Campos (citado por Zapatero, 1965: 54).
A pesar de la fuerza de los argumentos de
Arévalo justificando la importancia de la
construcción del fuerte sobre el río Caimán, este
no se construyó de manera inmediata a causa de
la ausencia de capitales para iniciar las obras.
Gracias a Colmenares (1989: 287) se conoce la
instrucción que en 1776 el virrey Manuel
Guirior dejó a su sucesor al respecto, en donde
se reafirmaba la importancia del fuerte de San
Carlos en tanto permitiría también la navegación
por el río Atrato:
[…] no solo debe establecerse la navegación del
río Atrato y darse para ello cuenta a S.M., sino
que sin dilación convenía facilitar los medios
conducentes, reducidos a fabricar una ligera
fortificación en el río Caimán, que sirva por una
parte de freno a los indios bárbaros, y por otra,
de abrigo a nuestras embarcaciones, si fuesen
insultadas por las extranjeras; para lo cual se
han librado anteriormente diferentes órdenes
reales, aun en el concepto de estar cerrada la
navegación del Atrato, por estimarse necesaria
aquella casa fuerte para la reducción de los
indios, y la falta de caudales obligó a dilatar su
ejecución.
Y acto seguido, con los mismos fines, Guirior
justificaba la construcción de un fuerte en el sitio
llamado Loma de las Pulgas cuyos fuegos crucen
al río y puedan impedir el paso de las
embarcaciones que siempre deben atracar allí a
presentar sus guías y pasaportes (Cuervo, 1892:
287). En efecto, en 1780 el capitán de ingenieros
Juan Jiménez Donoso, a órdenes de Antonio de
Arévalo, había recorrido el río Atrato y como
resultado de ello levantó un detallado plano de
su curso señalando la importancia estratégica de
la Loma de las Pulgas, a 12 leguas (50 km
aproximadamente) de la desembocadura del río
sobre la bahía de La Candelaria.
Un año más tarde, Arévalo firmaba un plano con
el diseño de un fuerte provisional situado en la
parte alta del montículo, bautizado San Carlos
del Chocó, cuya construcción demandaba obras
de nivelación y relleno a fin de levantar
parapetos, explanada, plaza de armas y edificios
interiores, rodeados por una muralla de tierra de
17 pies de altura (4,9 m aproximadamente).
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Fig. 4 - Plano particular de un trecho del río del
Chocó …, A. de Arévalo, 1781.
Fuente: Cartoteca del Servicio Histórico Militar,
Madrid. Sig. COL-14-03.
Se tiene conocimiento, gracias a la relación de
1803 presentada por el virrey Mendinueta a su
sucesor Amar y Borbón que los trabajos de
construcción del fuerte de San Carlos se
iniciaron en torno a 1785 pero no se terminaron
en vista de los esfuerzos que demandarían las
obras de los otros fuertes proyectados por
Arévalo en ese año. Además, ni había Ingeniero
qué destinar al reconocimiento del terreno,
proyecto y cálculo del costo, sin cuyos datos
nada podía proponerse a la Corte, ni era
presumible que en los apuros que amenazaban,
hubiese caudal para emprender obras nuevas
(Colmenares, 1989/III: 166).
4. Instrumentos para la ocupación del
territorio: los fuertes de San Fernando de La
Carolina del Darién, San Gabriel y La
Concepción
Ni la expedición comandada por Arévalo en
1761 ni su proyecto para construir una
fortificación en el río Caimán tuvieron
resultados inmediatos. La guerra entre los reinos
de Gran Bretaña y España (como parte de la
guerra de los Siete Años), declarada en enero de
1762, cambió los planes de las autoridades
peninsulares de tal manera que la región del
Darién perdió su interés estratégico hasta cuando
en 1783, Carlos III ordenó al virrey Caballero y
Góngora su ocupación y dispuso la reducción de
los indígenas que la poblaban.
En 1784 se decidió dar cumplimiento a la orden
mediante la construcción de nuevas fundaciones
y se nombró nuevamente a Antonio de Arévalo
como Comandante General de la Expedición,
quien hizo su primera salida en enero de 1785
ocupando los sitios de Caimán, Mandinga y
Concepción. En junio de ese año tuvo lugar la
expedición para ocupar Calidonia.
Lo importante en esta expedición era que ya no
se pretendía trazar de un plan de reconocimiento
geográfico y militar sino que se buscaba
consolidar un proyecto de ocupación territorial y
poblamiento (Rodríguez, 2014). Es por ello que
muy a pesar de los inconvenientes de construir
un fuerte en Carolina del Darién señalados por
Arévalo como resultado de su expedición de
1761, él mismo proyectó ahora el fuerte de San
Fernando de la Carolina del Darién, en la bahía
de Calidonia, a orillas del río Aglatomate y a una
distancia considerable de los vestigios escoceses.
Fig. 5 - Plano particular, perfil y elevación del
fuerte provisional de San Fernando de la
Carolina del Darién … A. de Arévalo, 1785.
Fuente: Cartoteca del Servicio Histórico Militar,
Madrid. Sig. COL-14-14.
En efecto, el 8 de agosto de 1785 el denominado
Ejército de Operaciones de la Carolina del
Darién desembarcó en el sitio estudiado por
Arévalo años atrás y formó un campamento. En
el Plano particular del terreno ocupado con el
fuerte de San Fernando, fechado un mes más
tarde y firmado por Antonio de Arévalo, se
puede ver ya el diseño e implantación de una
estructura bastionada de planta cuadrada, sobre
un descampado a orillas del mar y con un muelle
que se prolonga hacia este desde el borde de
playa.
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En cuanto a las características arquitectónicas y
urbanísticas del proyecto, el Plano particular,
perfil y elevación del fuerte provisional de San
Fernando, fechado el 20 de octubre de 1785, las
permite ver con detalle: el fuerte, en efecto, se
organizaba a partir de una planta cuadrada de 85
varas de lado (unos 70,5 m aproximadamente)
con sendos baluartes en sus esquinas: el de San
Carlos para la defensa del puerto y la boca del
río, el de San Antonio para la defensa del frente
de tierra occidental y los de San Luis y San
Gabriel para la defensa de la retaguardia.
En el plano, el entorno se muestra desmontado
de árboles y malezas y se había demolido un
peñasco de poca altura situado en la
desembocadura del río. Una puerta principal
sobre la cortina que miraba de frente al mar
conformaba el acceso principal a un recinto con
plaza de armas en donde se destacaban varias
edificaciones: una iglesia (sobre el eje principal
de simetría en sentido norte – sur que remataba
en el muelle), los alojamientos para soldados,
almacenes de víveres, hospital, alojamiento para
el cirujano y botica, almacén de pólvora, herrería
y armería. La capacidad estimada de la fortaleza
era de 350 hombres, alojados en 7 edificios para
la tropa (todos de una sola planta, con techos de
alta pendiente) y 2 para oficiales, comandantes y
sus ayudantes.
Una interesante descripción del fuerte de La
Carolina del Darién, dos años después de su
construcción se encuentra en el diario de la
expedición a la costa de Tiburón que en 1787
hiciera el capitán de fragata Luis Arguedas y
cuya transcripción se encuentra en Cuervo
(1892: 379-436), quien no duda en señalar las
malas condiciones del emplazamiento y las
dificultades para su población, estimada en 800
habitantes:
Fundado este establecimiento sobre una playa
de arena jaspeada entre los dos rios Aglatomate
y Aglacenique, el primero que baña los
cimientos del fuerte y el segundo distante una
milla, ambos muy pantanosos hacen á mi ver el
suelo de este plan muy mal sano, tanto por las
cienagas de que abunadn estos rios que por el
retroceso del sol que levantando mucho vapor
de las continuas aguas y natural humedad del
suelo vuelven a recaer sobre las casas por falta
de ventilación … (Cuervo, 1892: 385).
El fuerte estaba cerrado con una doble fila de
estacas de madera y las pocas viviendas en pie
habían sido construidas de cañas con cubiertas
con palmas, eran bajas y pequeñas, mal hechas y
sin ventilación apropiada. La moral de los
soldados tampoco era la mejor de tal manera que
la inactividad se traducía en desgreño y falta de
higiene.
Fig. 6 - Plano particular de una parte del río
Caymán … A. de Arévalo, 1785.
Fuente: Cartoteca del Servicio Histórico Militar,
Madrid. Sig. COL-12-06.
En cuanto al proyecto de 1761 para la obra de
defensa sobre el río Caimán, se hizo necesario
que esperar hasta 1785 para retomar la traza y
construcción del fuerte de San Carlos así como
la población aledaña llamada San Eliseo. El
nuevo diseño, también de Arévalo, alteraba el
emplazamiento adoptado años atrás en tanto se
acerca más a la desembocadura del río sobre un
área libre de malezas y disponía ahora de una
fortaleza de planta cuadrada con mayor
capacidad de alojamiento.
La construcción del perímetro estaría formada
por estacas (hincadas y clavadas), con sendos
baluartes en sus esquinas (La Concepción, San
Josep, San Antonio y San Gabriel) cuyos
flancos, dotados de baterías de cañones,
quedaban forrados con tablas. A la puerta
principal se llegaba desde una rampa que partía
de la orilla del río; una puerta posterior servía de
escape a la población. La nueva planta tenía 180
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varas de lado (150 m aproximadamente) y
contemplaba la construcción de 18 edificios al
interior del recinto organizados en torno a la
plaza de armas: iglesia y sacristía, cuerpo de
guardia, alojamientos y cuarteles para las tropas,
hospital y botica, almacenes de víveres y pólvora
e incluso se discriminaba una habitación para
los indios del Chocó destinados al trabajo y
otras para los pobladores actualmente
empleados en el trabajo, así como sus familias,
mientras se levantaba la población.
Se reafirmaba así, mediante el diseño, un cambio
en la finalidad de esta fortificación: más que el
ataque y la defensa frente a un enemigo
ocasional, lo que se privilegiaba ahora era su
capacidad de albergar a personal militar, a
colonos agricultores y a sus familias, tal como se
explica en el texto que acompaña la planimetría.
Fig. 7 - Plano particular del fuerte provisional
de San Gabriel …, A. de Arévalo, 1785.
Fuente: Cartoteca del Servicio Histórico Militar,
Madrid. Sig. COL-05-04.
Como parte del mismo proyecto de ocupación y
poblamiento del Darién, Arévalo proyectó
también en 1785 los fuertes de San Gabriel y
San Rafael de Mandinga. El primero estaba
situado en la desembocadura del río de La
Concepción, al norte de la bahía de Calidonia: se
trataba de una estructura provisional de estacas,
asentada en un terreno llano y arenoso, a casi 3
m por encima del nivel del mar. El segundo
estaba situado al sur de la punta de San Blas, en
la costa norte del istmo de Panamá, y era su fin
principal el defender a la nueva población de
San Elías.
El fuerte de San Gabriel, pese a su carácter
provisional, tenía una traza cuadrada
abaluartada, de 80 varas de lado (66,4 m
aproximadamente), sin foso pero que
aprovechaba la proximidad del río como
estrategia de defensa. En su interior se
contabilizaban varios edificios que podían
albergar poco más de 50 hombres, a más de una
capilla y sacristía, un hospital y los cuarteles en
donde se alojarían hasta 320 soldados. También
se incluían varios almacenes y habitaciones para
empleados.
Fig. 8 - Plano particular del fuerte provisional
de San Rafael de Mandinga …, A. de Arévalo,
1785.
Fuente: AGI, Panamá, 209.
El fuerte de San Rafael de Mandinga era de
estacas, de planta pentagonal con tres baluartes
orientados hacia el mar en cuyos vértices se
levantaban pequeños reductos para aumentar así
la capacidad de fuego. Como en el fuerte de San
Gabriel, se aprovechaba su proximidad al río
Mandinga que hacía las veces de foso
perimetral. Al interior de la plaza fuerte se
levantaban varias edificaciones: una capilla, un
almacén de pólvora, alojamientos y cuarteles
para la tropa, un hospital, herrería, armería y
almacenes de víveres y pertrechos
Muy a pesar del enorme esfuerzo que supuso el
diseño y la construcción de los fuertes de San
Fernando, San Gabriel y San Rafael, todos ellos
fueron abandonados entre 1791 y 1792 por
orden del virrey Francisco Gil y Lemos, crítico
del proyecto colonizador del Darién a causa no
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solo de las erogaciones que había representado
para el fisco (Castillero, 2008), sino también por
las dificultades en el avituallamiento de los
fuertes y el malestar manifiesto de sus
pobladores.
El mismo Antonio de Arévalo lideró los
procesos de desocupación de los tres fuertes
demoliendo las iglesias y las estructuras
militares para evitar su ocupación por parte de
los indios o tropas extranjeras (dejó en pie las
casas de los colonos en espera de reubicación) y
solo el fuerte de San Carlos sobre el río Caimán
se mantuvo en pie durante unos años más, hasta
1794, en virtud de sus bondades estratégicas ya
que que permitía alguna forma de control sobre
la boca del río Atrato.
5. Conclusiones
Acostumbrados a reconocer en Arévalo un
ingeniero militar altamente cualificado en
aspectos relativos a las técnicas constructivas
empleadas en los proyectos que tuvo a su cargo
en Cartagena de Indias, su labor en el diseño de
las fortificaciones del Darién permite ampliar la
visión de su labor profesional. Por un lado, se
reconoce a través de esta investigación su
conocimiento y habilidad geográfica, dejando
como evidencia la altísima calidad de sus mapas;
por otra parte, se aprecia en él una clara visión
geoestratégica, común a la ingeniería militar del
siglo XVIII, que le permite –a través de
estructuras fortificadas-, consolidar un proyecto
de poblamiento y ocupación territorial
redefiniendo las fronteras de la Corona española
en un área de singular valor político y comercial.
El manejo de diversas escalas de percepción,
permite el registro de los accidentes costeros, la
desembocaduras de los ríos, las elevaciones en
tierra firme e incluso las profundidades del mar
en los puntos próximos a las costas. Pero es
precisamente a partir de la evaluación de esa
información cartográfica que Arévalo obtiene
los medios argumentativos para diseñar un
modelo de ocupación que privilegia los aspectos
estrictamente militares, representados en trazas
que responden a los planteamientos dictados por
la poliorcética.
En cualquier caso, las fortificaciones
abaluartadas entrarán en decadencia en las
postrimerías del siglo XVIII y de manera
especial en Hispanoamérica donde se
convertirán en estructuras inútiles ante las
nuevas formas de la guerra y las vicisitudes de
los procesos de independencia de las colonias.
Referencias
Castillero, A. (2008): “Agresión externa y poblamiento en Panamá. Frontera y ordenamiento territorial
en la segunda mitad del siglo XVIII”. En: Tareas, 129; pp. 33-59.
Colmenares, G. (1989): Relaciones e informes de los gobernantes de la Nueva Granada (3 vols.).
Bogotá: Biblioteca del Banco Popular.
Cuervo, A. (1892): “Descripción o relación del Golfo de el Darién … por D. Antonio de Arévalo”. En:
Colección de documentos inéditos sobre la geografía y la historia de Colombia (4 vols.). Bogotá:
Casa editorial de J.J. Pérez.
Rodríguez, N. (2014): “El imperio contra ataca: las expediciones militares de Antonio Caballero y
Góngora al Darién (1784-1790)”. En: Historia Crítica, 53; pp. 201-223.
Samudio, A. (2005): “El ingeniero militar Antonio de Arévalo”. En: Calvo, H. & Meisel, A. (eds.):
Cartagena de Indias en el siglo XVIII. Cartagena: Banco de la República; pp. 183-195.
Zapatero, J.M. (1965): “Expediciones españolas al Darién”. En: Revista de Historia Militar, 19; pp. 49-
80.
Zapatero, J.M. (1981): “El ingeniero militar de Cartagena de Indias don Antonio de Arévalo, 1742-
1800”. En: Anuario de estudios americanos, 38; pp. 441-465.