democracia en 30 lecciones de 1 al 6.pdf

21

Upload: milagrosfranklin

Post on 17-Sep-2015

327 views

Category:

Documents


4 download

TRANSCRIPT

  • 2

    LA DEMOCRACIA,

    EN TREINTA, LECCIONES Edicin a cargo de Lorenza Foschini

    Traduccin de Alejandro Pradera

    TAURUS

    PENSAMIENTO

  • 3

    INDICE

    PREFACIO DE LORENZA FOSCHINI 9

    INTRODUCCIN 13

    LECCIN 1. Demos y populus 15

    LECCIN 2. Titularidad y ejercicio 19

    LECCIN 3. Realismo e idealismo 23

    LECCIN 4. Perfeccionismo y utopa 27

    LECCIN 5. Opinin pblica 31

    LECCIN 6. Participacin 35

    LECCIN 7. Democracia refrendaria

    Y directismo 39

    LECCIN 8. Democracia vertical 43

    LECCIN 9. Mosca, Michels y Schurnpeter 49

    LECCIN 10, La cosa y el cunto 53

    LECCIN 11. Democracia antigua y moderna 57

    LECCIN 12. El pluralismo 63

  • 4

    LECCIN 13. La libertad poltica 67

    LECCIN 14. Igualdad 71

    LECCIN 15. Liberalismo poltico y liberalismo econmico 75

    LECCIN 16. Socialismo 79

    LECCIN 17. Marx y el mercado 85

    LECCIN 18. "Polticamente correctos"

    y ptica ideolgica 89

    LECCIN 19. Revolucin 93

    LECCIN 20. Derecha e izquierda 97

    LECCIN 21. La preferibilidad de la democracia 101

    LECCIN 22. Exportabilidad de la dernocracia 107

    LECCIN 23. Dernocracia e islam 113

    LECCIN 24. Conflicto de civilizaciones 119

    LECCIN 25. Multiculturalismo no es pluralismo 123

    LECCIN 26. Democracia y desarrollo 125

    LECCIN 27. Los lmites del mercado 129

    LECCIN 28. El fiasco de las previsiones 135

    LECCIN 29. El clculo de los medios 139

  • 5

    LECCIN 30. Por desgracia, he terminado 143

    BIBLIOGRAFIA 145

    INDICE ONOMSTICO 149

    PREFACIO

    La democracia en treinta lecciones

    Profesor, pero usted es de derechas o de izquierdas?". Iba paseando con Giovanni Sartori y conversando sobre el programa de televisin que estbamos preparando, cuando un seor se le acerc y le dirigi esas palabras. La respuesta me intrigaba tambin a m. "Buena pregunta", sonri el profesor. "Yo tambin quisiera averiguarlo desde hace mucho tiempo, pero todava no lo he logrado". Durante el periodo en que tuve el gusto de trabajar con Sartori, a menudo asist por casualidad a escenas como aquella. Su estilo lineal y conciso hace accesibles los temas complicados hasta a las personas ms corrientes, y comprend que la gente, entre ellos muchos jvenes, le aborda con confianza porque considera a Sartori una fuente autorizada y Libre a quien acudir para desenvolverse en el laberinto de la poltica italiana. se fue el motivo que me llev a proponerle un programa que llevara como ttulo Lecciones de democracia. El momento que estamos viviendo, no solo en nuestro pas sino en todo el mundo desde Estados Unidos hasta Europa, de Rusia a Cuba, del Cercano Oriente a China, sita la en el centro del debate la cuestin fundamental de la democracia. El tema central puede resumirse en los siguientes interrogantes: qu insidias amenazan a la democracia?, qu peligros corre?, qu futuro tiene la democracia? Para nosotros los ciudadanos corrientes, llegar a saber lo que hay detrs de esa palabra, a menudo manipulada, significa poseer el instrumento principal para defender nuestros derechos, y, por Canto, nuestra libertad.

  • 6

    Indudablemente, las dificultades que habla que superar parecan infranqueables: llevar a la televisin un argumento tan complejo significa pedir un esfuerzo excesivo a un pblico que se ha vuelto cada vez ms perezoso por tantos programas estpidos, y sobre todo repetitivos, lo que supone correr el riesgo de un claro rechazo por parte de los telespectadores. Convencer, adems, a Sartori, que por aadidura conoce la televisin y ha escrito sobre ella, para que diera lecciones en vdeo, sabiendo que l jams cedera ante la mnima superficialidad, pareca un problema. Fue Marco Giudici, director de RaiSat Extra, quien resolvi el dilema en que yo me debata. Al acoger con entusiasmo mi propuesta, me dio el consejo decisivo: cada leccin no poda superar los cuatro minutos de duracin. No solo eso, sino que el programa iba a figurar en la parrilla todos los das, a las 20:30, en la franja horaria de mxima audiencia (tambin para las televisiones par satlite). Una breve rfaga precedida y seguida de programas de entretenimiento. En suma, bamos a ofrecer al pblico una oportunidad de reflexin y de aprendizaje sin llegar a asustarlo. Y el profesor? Lo que me sorprendi fue el tiempo que dedic a la preparacin de las lecciones. Nos reunimos varias veces y yo, he de confesarlo, tuve que ponerme a estudiar como antao en la Universidad, sometindome de buena gana a sus divertidas preguntas. Pero, sabr todo, l tambin estudi, desde luego no ciencia poltica, sino la forma de condensar una materia tan importante sin caer en la banalidad. Una tarea difcil, pero que obliga a pensar. En televisin, si uno quiere, se puede elevar el nivel de calidad sin ofrecer par ello programas intilmente eruditos y por tanto inadecuados para un medio tan popular. Una ltima observacin: este libro no es la transcripcin literal del programa de televisin. Todo el mundo sabe que el lenguaje hablado es muy distinto del escrito, en los tiempos y en los modos. Por, ello, con el profesor Sartori, se decidi reelaborar las intervenciones, aadiendo all donde era necesario alguna aclaracin ulterior. Esa es la razn de que las lecciones que el lector se dispone a leer no sean todas de la misma extensin, como ocurra con las que se transmitieron por televisin.

    Lorenza Foschini

  • 7

    Roma, marzo de 2008

    INTRODUCCIN

    Siempre me he ocupado y preocupado de la democracia, pero siempre con librotes. El libro ingles (que sigue siendo ingles: TheTheory of Democracy Revisited) tiene 550 pginas; el ultimo libro italiano, Democracia, cosa e tiene casi 400. 0 sea, librotes. La idea de ocuparme del asunto en treinta comprimidos, mejor dicho, microcpsulas, me aterraba. Hizo falta la insistencia y la pacientsima moral suasion de Lorenza Foschini (gracias!) para conseguir que yo capitulara. Ella me deca: "Usted tranquilo, yo me encargo de todo". Yo tranquilo no estaba: pero que ella se encargo de todo es absolutamente cierto. Mi nico merito fue conseguir ajustarme a los entre tres y cuatro minutos por leccin que me haban concedido. Eso si que fue un esfuerzo enorme. Del que me repona mirando al director de RaiSat Extra, Marco Giudici, semiescondido entre bastidores, quien me sonrea diciendo: "Muy bien, muy bien". Gracias a el tambin. Se dice que la televisin no puede hacer verdadera cultura. Sin embargo, mis lecciones eran "serias", y a pesar de ese defecto, parece que tuvieron xito. Las altas esferas de Saxa Rubra, 8sede de la TV italiana), empero, no se fiaron y me aparcaron temporalmente. Espero que poco a poco renan el valor suficiente. Es indudable que, en televisin, la cultura hay que saber hacerla. Mientras el Festival de San Remo va para abajo, un estrepitoso Benigni ha abarrotado las plazas y ha multiplicado las audiencias de Raiuno. Leyndome a mi mismo en este escrito, despus de verme en la retransmisin del programa, me ha vuelto a la mente un epigrama de Giusti: "Hacer un libro es menos que nada / si el libro hecho no rehace

  • 8

    a la gente". "Rehacer a la gente" es muy difcil. Pero quien se dedica a dar clases si debe tener una mnima esperanza.

    Giovanni Sartori Florencia, marzo de 2008

  • 9

    LECCIN 1 Demos y populus

    Empecemos por definir la palabra "democracia". Es importante definirla saber lo que quiere decir para establecer que pretendemos o nos esperamos de la democracia. Pero cuidado, porque es un discurso plagado de celadas. La primera de ellas es terminolgica: discutir sobre la palabra ignorando la cosa. Empecemos pues por la palabra, y de la cosa hablaremos despus. La palabra griega demokratia se compone de demos, que quiere decir "pueblo", y de kratos, que quiere decir "poder". Por tanto, traducida al castellano, significa "poder del pueblo". Si es as, las democracias "tienen que ser" lo que dice la palabra: sistemas y regmenes polticos donde el pueblo es el que manda. Todo resuelto? No. Ante todo, quin es el pueblo? Y despus, cmo se atribuye el poder al pueblo? Cmo hay que hacer? Ya entre los siglos V y IV a.C., el trmino demos tuvo todo tipo de interpretaciones. Para los griegos, a la palabra se le podan asignar cuatro significados: 1) plethos, es decir, el plenum, el cuerpo de los ciudadanos en su integridad. Aqu el pueblo son "los todos"; 2) hoi polloi, "los muchos". El inconveniente de esta acepcin es que se remite a la pregunta: "Cuantos muchos son suficientes para formar un demos?". Habra que establecerlo cada vez, y eso no puede ser; 3) hoi pleiones, "los ms". En cambia, esta es una acepcin fundamental, porque la democracia se fundamenta, como veremos, en una regla mayoritaria que deriva de esta acepcin; 4) ochlos, "la multitud", una concentracin ocasional que, no obstante, puede "calentarse". En Atenas, la multitud era importante porque se trataba de una democracia directa. Pero recobra su importancia a medida que la democracia de los modernos ha ido activando a las masas y se sirve de ellas. Dejando a los griegos, el discurso se vuelve an ms complejo en cuanto el demos se reconvierte en el latino populus, porque los romanos y ms an la cultura medieval hacen de populus tanto un concepto jurdico como una entidad orgnica.

  • 10

    Por ltimo, cabe recordar un significado que es en parte aristotlico (el demos son "los pobres") y en parte marxista (el pueblo es "el proletariado"). Con esta ptica, el pueblo es una parte del demos, la ms pobre o la ms numerosa. Como puede verse, la complicacin no es poca, pero hoy puede simplificarse con dos nociones "operativas" de democracia (en el sentido de que consideran la democracia por su forma de operar). En este contexto encontramos el principio de mayora absoluta o bien de mayora relativa. El primero quiere decir: los ms tienen todos los derechos, mientras que los menos, la minora, no tienen ningn derecho. En cambio, el principio de mayora relativa se concreta as: los ms tienen derecho a mandar, pero en el respeto de los derechos de la minora. Por tanto desde un punto de vista operativo, el demos es una mayora, o bien absoluta o bien moderada, y la doctrina es prcticamente unnime al afirmar que la democracia tiene que inspirarse en el principio de mayora limitada o moderada: Si no, vivir un da y empezar a morir al da siguiente.

  • 11

    LECCIN 2 Titularidad y ejercicio

    Todos sabernos, ms o menos, come, debera ser una democracia ideal, mientras que se sabe muy poco sobre las condiciones necesarias para conseguir una democracia posible, una democracia real. La primera cuestin que hay que establecer aqu es que entre una experiencia democrtica en pequeo y una experiencia democrtica en grande hay un abismo. La humanidad ha sufrido durante ms de dos mil aos para conseguir tender un puente entre las dos orillas, y al pasar de las pequeas comunidades democrticas a la democracia de las grandes cifras, hecha de pueblos y naciones enteras, es inevitable perder por el camino muchos requisitos que garantizan la autenticidad de una experiencia democrtica "cara a cara"; y de una democracia a gran escala no se puede pretender lo que se puede pretender de una democracia a pequea escala. Algo que mucha gente sigue ignorando. Por ejemplo, cuando Mario Segni declara que un primer ministro elegido por el pueblo equivaldra a un "alcalde de Italia", est claro que se le escapa la diferencia que hay entre micro y macrodemocracia. En la leccin anterior hemos visto la definicin que podramos denominar "etimolgica" de la democracia, por haberla obtenido del anlisis del nombre, y ms especficamente hemos visto la palabra "pueblo" en sus distintas acepciones. Pasemos ahora a considerar el emparejamiento de "pueblo" con "poder". Qu es el poder? El poder es una relacin: un individuo tiene poder sobre otro porque le obliga a hacer lo que de otra forma no hara. Robinson Crusoe, solo en la isla donde naufrago, mientras este solo no tiene ningn poder, nicamente lo adquiere cuando llega Viernes. El problema es evidentemente ms complejo cuando la relacin de poder ya no es entre individuos sino entre entidades colectivas. El esquema, sin embargo, sigue siendo el mismo. El pueblo (todos) tiene poder en la medida que lo tiene sobre otros. Sobre quienes? Antes de responder cabe sealar que "poder del pueblo" es solo una elipsis y que, en estos trminos, el proceso poltico queda an por definir.

  • 12

    Vuelvo a preguntar: poder del pueblo sobre quin? Obviamente, del pueblo sobre el pueblo. En este proceso primero hay un movimiento ascendente, de transmisin de poder del pueblo hacia el vrtice de un sistema democrtico, y despus un movimiento descendente del poder del gobierno sobre el pueblo. As el pueblo es al mismo tiempo, en un primer momento, gobernante, y en un segundo momento, gobernado) Son procesos muy delicados porque Si no se vigila el trayecto, si en la transmisin del poder los controlados se sustraen al control de los controladores, el gobierno sobre el pueblo corre el riesgo de no tener nada que ver con el gobierno del pueblo. De eso se encarga la maquinaria del constitucionalismo. Pero para aclarar mejor el problema es preciso distinguir entre la titularidad y el ejercicio del poder. La titularidad dice: el poder me corresponde por derecho, es mo por derecho. S, pero aqu tenemos solo un derecho. Y lo que cuenta es el ejercicio. El poder efectivo es de quien lo ejerce. La pregunta crucial, entonces, es: cmo hay que hacer para atribuir al pueblo, titular del derecho, el derecho-poder de ejercerlo? La respuesta es, sucintamente, que la solucin a este problema ha de buscarse, en una democracia representativa, en la transmisin representativa del poder. Como veremos a continuacin.

  • 13

    LECCIN 3 Realismo e idealismo

    Hemos analizado el significado de la palabra democracia. Ahora debemos establecer que es o bien que debera ser. A la primera pregunta hay que responder con una ptica realista. A la segunda hay que responder con una ptica racionalista que subraya los ideales de la democracia, y en ese sentido, con una ptica idealista. El realismo es, contemplar la democracia come realmente es. La tradicin realista se remonta a Nicols Maquiavelo, de quien se dice que se centraba en la "realidad efectual" y que de ese modo descubra la poltica, 0, mejor dicho, fundaba la autonoma de la poltica. La fundaba recurriendo a la observacin directa y registrando sin tapujos que la poltica no obedece a la moral. No obstante, al interpretar a Maquiavelo, al hacerlo nuestro contemporneo, no debemos olvidar que el observaba un microcosmos poltico (los principados renacentistas) imposible de comparar con nuestro mundo. Un mundo que an no estaba animado por ideales polticos, sino, a lo sumo, por ideales tico-religiosos. En cambio, el racionalismo poltico no acepta la realidad tal y como es;

    si acaso la construye deductivamente. Y con el tiempo primero con

    las utopas, y posteriormente, de la Ilustracin en adelante imagina

    una sociedad "ideal", o en todo caso guiada por ideales. Y es el

    racionalismo el que establece que sin ideales no puede haber

    democracia.

    Estas dos pticas han producido, por un lado, las democracias

    emprico-pragmticas, y, por otro, las democracias de razn. James

    Bryce, que es uno de los grandes autores que han abordado este

    tema, escribe que la democracia racionalista por excelencia es la

    francesa, mientras que la democracia anglosajona es de tipo emprico-

  • 14

    pragmtico, y puntualiza lo siguiente: Francia adopto la democracia

    "no solo porque el gobierno popular pareca ser el remedio mas

    completo para los males inminentes, [...] sino tambin para honrar

    unos principios abstractos generales, considerados verdades

    evidentes". Y Alexis de Tocqueville subraya as la diferencia: "Mientras

    que en Inglaterra quienes escriban de poltica y quienes hacan

    poltica llevaban la misma vida, [...] en Francia el mundo poltico quedo

    drsticamente dividido en dos zonas no comunicantes. En una se

    administraba; en la otra se formulaban los principios abstractos. [...]

    Por encima de la sociedad real [...] poco a poco se construa una

    sociedad imaginaria, en la que todo pareca simple y ordenado,

    uniforme, justo y racional. He ah, pues, el contraste y la diferencia

    entre una democracia de tipo racionalista a la francesa y una de tipo

    emprico a la inglesa.

    Una diferencia que tambin lo es en desarrollo histrico. Mientras que

    las democracias de tipo francs nacen ex novo de una ruptura

    revolucionaria, la democracia anglo-estadounidense surge de un

    proceso continuo. La Revolucin inglesa de 1688-1689 no reivindica

    un nuevo comienzo, sino la restauracin de los "derechos primigenios"

    del hombre ingles, es decir, el restablecimiento de los principios de la

    Magna Carta violados por el absolutismo de las dinastas Tudor y

    Estuardo. Da igual que aquel pasado fuera en gran medida mtico; lo

    que importa es que la Gloriosa Revolucin no fue una ruptura

    innovadora, sino que se concibi como una recuperacin, como una

    nueva toma de posesin. En cuanto a la denominada "Revolucin

    americana", no fue una revolucin, sino una secesin. La Declaracin

    de Independencia de 1776 reivindicaba, en sustancia, el derecho de

    los colonos a avanzar libremente por el trazado de las libertades de

    que ya gozaban los ingleses. No fue as en Francia, donde la

    Revolucin de 1789 se reafirm, precisamente, como una ruptura

    concebida para rechazar y borrar in toto el pasado.

  • 15

    En conclusin, el racionalista tiende a preguntar que es (la

    democracia), mientras que el empirista instintivamente tiende a

    preguntarse como funciona.

    LECCION 4

    Perfeccionismo y utopia

    Que en la democracia los ideales son importantes esta fuera de

    discusin. Son importantes, ya lo he dicho, porque sin ideales no

    existira una democracia. De lo que se deriva que la democracia se

    puede definir de forma realista, pero se debe definir tambin de forma

    idealista, es decir, prescriptivamente, y no solo descriptivamente.

    Qu es un ideal? Obviamente, es una reaccin a lo real. Nunca

    estamos contentos con la realidad tal como es, y por eso quisiramos

    que fuese como Ia perfilan los ideales. Por tanto, podemos definir el

    ideal como un "contra-real". Pero: cuidado, los ideales son dificilsimos

    de manejar, porque, si los exagerarnos, corremos el riesgo de

    deslizarnos hacia el perfeccionismo o el utopismo.

    El perfeccionismo puede definirse como un exceso de idealismo, un

    idealismo desmedido, y como tal, contraproducente. En suma, el

    perfeccionismo es un mal uso de los ideales. Pero aqu quisiera

    detenerme en el utopismo.

    El trmino fue acuado por Tomas Moro cuando public Utopia en

    1516. En la obra se describe una buena sociedad, regida por una pura

    razn natural, ubicada en una isla imaginaria. El neologismo

    precisamente quera decir "en ningn lugar", del griego ou (no) y topos

    (lugar). A diferencia del perfeccionismo, que puede ser activo, la utopia

    nace como un concepto puramente contemplativo. Tomas Moro

    escribe Utopa con intencin de criticar el estado de Inglaterra bajo los

  • 16

    Tudor, y as, en su texto, Moro no dice que "en ningn lugar" signifique

    "imposible", que lo inexistente hoy sea tambin inexistente para

    siempre. Sin embargo, la palabra viaj por los siglos posteriores con la

    fuerza de su prefijo, de su negacin: "no", no existe; y tampoco

    existir. jams.

    As hasta Marx. Despus, Marx invento, en las Tesis sobre Feuerbach,

    la figura del filsofo revolucionario, el que transforma la utopa en

    realidad. Contextualmente, Marx predicaba el paso de la utopa a la

    ciencia. As, en vez de ser un ideal contemplativo, la utopia se

    transforma en un proyecto de accin. El filosofo-rey de Platn se

    convierte en el "revolucionario-rey" de Marx. Con un xito, o mejor, con

    el fracaso que esta todava fresco en la memoria de todos. Lo que no

    quita que el concepto fuera radicalmente transformado, y siga

    estndolo.

    Hoy la utopia ya no es una ficcin mental sin lugar ni tiempo, ya no es

    irrealizable. En cambio, se dice que "las utopas son a menudo

    verdades prematuras" (Karl Mannheim, Ideologa y Utopa), que el

    progreso es materializacin de utopas, que las utopas de boy son la

    realidad del maana.

    Sobre todo en los aos sesenta, se hizo una autntica orga con la

    utopia (con la palabra). El resultado? Ya no tenemos un vocablo que

    exprese lo "imposible". Pero, una vez muerta la palabra "utopia" para

    expresar "imposibilidad", las imposibilidades siguen ah. Nos guste o

    no.

  • 17

    Leccin 5

    Opinin pblica

    Si Ia democracia es gobierno del pueblo sobre el pueblo, ser en parte

    gobernada y en parte gobernante. Cundo ser gobernante?

    Obviamente, cuando hay elecciones, cuando se vota. Y las elecciones

    expresan, en su conjunto, Ia opinin pblica.

    Se dice que las elecciones deben ser libres. Sin duda, pero tambin

    las opiniones deben ser libres, es decir, libremente formadas. Si las

    opiniones se imponen, las elecciones no pueden ser libres. Un pueblo

    soberano que no tiene nada que decir de si mismo, un pueblo sin

    opiniones propias, cuenta menos que el dos de copas.

    Por tanto, todo el edificio de la democracia se apoya en la opinin

    pblica y en una opinin que surja del sena de los pblicos que la

    expresan. Lo que significa que las opiniones en el pblico tienen que

    ser tambin opiniones del pblico, opiniones que en alguna forma o

    medida el pblico se forma por si solo.

    La expresin "opinin pblica" se remonta a las dcadas que

    precedieron a la Revolucin francesa. Y desde luego no es por

    casualidad. No solo porque en aquellos aos los ilustrados se

    asignaban a si mismos la tarea de "iluminar", de difundir las luces, y

    por tanto de formar las opiniones de un pblico ms amplio, sino

  • 18

    tambin porque la Revolucin francesa preparaba una democracia a lo

    grande que, a su vez, presupona y generaba un pblico que

    manifiesta opiniones. El hecho de que la opinin pblica surja, como

    expresin y como fuerza activa, en concomitancia con el 14 de Julio

    de 1789 tambin viene a indicar que la asociacin primaria del

    concepto es una asociacin poltica.

    Que quede claro, una opinin difundida entre el gran puede darse, y

    de hecho se da, sobre cualquier asunto. Por ejemplo, las opiniones

    sabre el futbol, sabre lo bello, sobre lo bueno, son tambin opiniones

    pblicas, pero cuando se dice opinin pblica a secas hay que

    entender que tiene como objeto la res pblica, el inters colectivo, el

    bien pblico.

    Cuando se acu la expresin, los eruditos de la poca saban griego

    y latn, y saban que la objecin de siempre contra la democracia es

    que el pueblo "no sabe". De ese modo, a Platn, que invocaba a un

    filosofo-rey porque gobernar exige episteme, verdadero saber, se le

    acabo objetando que a la democracia le basta con la doxa, es decir, es

    suficiente con que el publico tenga opiniones. Por tanto, ni "voluntad"

    cruda y ciega, ni tampoco "verdadero saber", sino doxa, opinin: la

    democracia es gobierno de opinin, una accin de gobierno fundada

    en la opinin.

    Ni que decir tiene que los procesos de formacin de una opinin

    publica que sea en verdad del pblico, es decir, que sea relativamente

    autnoma, son muy complejos. Karl Deutsch nos ha proporcionado,

    para comprender dichos procesos, el "modelo de cascada", de una

    cascada de agua con muchas charcas sucesivas en las que cada vez

    las opiniones que descienden desde arriba se mezclan y reciben

    nuevas y diferentes aportaciones.

    Sigue siendo cierto que, incluso cuando conseguimos una opinin

    pblica relativamente autnoma, el resultado es frgil y relativamente

    incompleto. Hasta que punto debe preocuparnos esa naturaleza frgil

    e incompleta? La respuesta es que mientras nos atengamos al

  • 19

    contexto de la democracia electoral, del demos que se limita a elegir a

    sus representantes, ese estado de cosas no plantea problemas serios.

    Es cierto que el pblico, el pblico en general, nunca esta muy

    informado, no sabe gran coca de poltica, y no se interesa demasiado

    por ella.

    Sin embargo la democracia electoral no decide las cuestiones, sino

    que decide quien decidir las cuestiones. La patata caliente pasa as

    del electorado a los electores, del demos a sus representantes.

    Leccin 6

    Participacin

    Hemos visto que la democracia electoral no es muy exigente. Se

    conforma con pblicos lo suficientemente autnomos y lo

    suficientemente informados como para estar en condiciones de elegir

    quien decidir los issues, las cuestiones. En cambio, en la democracia

    como participacin la idea es que existe un ciudadano participante que

    decide l mismo tambin las cuestiones (en vez de delegar en los

    representantes). Es posible? O mejor dicho, hasta que punto es

    posible?

    La Participacin es tomar parte activa, voluntaria y personalmente.

    "Voluntariamente" es un detalle importante, porque, si se obliga a la

    gente a participar a la fuerza, eso es movilizacin desde arriba y no

    participacin desde abajo. Insisto: participacin es ponerse en marcha

    por uno mismo, no que otros te pongan en marcha ni que te movilicen

    desde arriba.

    El problema es que existe una relacin inversa entre la eficacia de la

    participacin y el nmero de participantes. Esta relacin viene

    expresada por una fraccin en la que el numerador es 1 (el

    participante individual) y el denominador registra el nmero de los

    dems participantes. Por ejemplo, en un contexto de 10 participantes,

    yo soy influyente por valor de una dcima parte. Lo que esta muy bien.

  • 20

    Pero si los participantes son 1,000, ya no esta tan bien. En ese

    contexto, mi peso como participante es de una milsima. Y si el

    universo de los participantes es, por ejemplo, 10 millones, la nocin de

    "formar parte" se esfuma en la nada. Ser participe de la

    diezmillonsima parte de una decisin ya no tiene sentido. EI hecho

    es, por tanto, que la participacin verdadera tiene las piernas cortas,

    es decir, se circunscribe a las cifras pequeas. Los defensores de la

    participacin desplazan el discurso y dicen: en la medida en que la

    participacin no se puede expresar de manera eficaz participando

    personalmente en las decisiones, en esa medida la democracia

    participativa se transforma en una democracia directa refrendaria y/o

    electrnica (que se expresa votando "si" o "no" en una computadora).

    Cuidado, la diferencia es enorme, porque aqu ya no existen

    interacciones "cara a cara". Votar en un referendum o en la

    computadora personal vuelve a ser un acto solitario. Aqu la

    participacin como un tomar parte colectivamente ya no tiene nada

    que ver. Pero lo cierto es que, en nombre de la participacin, la

    democracia representativa, que es una democracia indirecta, se ve

    desbordada y sustituida por una democracia directa.

    Demos un paso atrs hasta finales de los aos sesenta, porque fue en

    ese momento cuando se produjo el lanzamiento de la democracia

    participativa. A la mayora de los participacionistas de aquellos aos lo

    que les interesaba de verdad era un asambleismo en virtud del cual

    pequeos grupos de activistas se convertan en las vanguardias

    motrices de las masas inertes. Lo suyo era, en sustancia, un elitismo

    de tipo leninista. La irona de la historia es que aquellos grupsculos

    denunciaban y en eso su xito fue duradero el elitismo de los

    dems.

    Ahora bien, la invitacin a "participar ms" es meritoria; pero si se

    hincha desmedidamente, como si toda la democracia pudiera

    resolverse en la participacin, es una recada infantil (como habra

    dicho Lenin). Y es tambin una recada no solo impracticable de

    hecho, sino tambin conceptualmente peligrosa, que nos propone a un

  • 21

    ciudadano que vive para servir a la democracia, en lugar de una

    democracia que existe para servir al ciudadano.

    Las democracias, en su gris funcionamiento cotidiano, a menudo

    merecen poco crdito. Pero una cosa es quejarse de su

    funcionamiento cotidiano, y otra cosa es desacreditarlas por principio.

    Hay un descrdito merecido y hay un descrdito inmerecido. Y el

    descrdito que deriva de un perfeccionismo que eleva la apuesta sin

    cesar es inmerecido. La ingratitud que parece caracterizar al "nio

    mimado" contemporneo y la decepcin que acompaa tan a menudo

    los experimentos democrticos son tambin el culatazo de una

    promesa demasiado inalcanzable para poder mantenerse. El

    verdadero peligro que amenaza a una democracia que oficialmente ya

    no tiene enemigos no estar en la competencia de contraideales, est

    en reclamar una "verdadera democracia" que trasciende y repudia la

    que hay.