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UN FOLLETO DE MUNDO POPULAR

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Class warfare and the 2012 US elections

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U n F o l l e t o d e M U n d o P o P U l a r

Rick Nagin, corresponsal en Ohio del People’s World, ha escrito para el periódico y sus predecesores desde 1970. Durante largos años ha estado activo en la política de Cleveland y en el movimiento obrero.

Ayudó a elegir el primer concejal hispano en Cleveland y trabajó como su asistente ejecutivo durante siete años. Rick ha sido candidato a posiciones electivas en numerosas ocasiones y en 2009 recibió el 45% de votos en una

elección para el Concejo Municipal. Es el líder Demócrata en el distrito 14 de Cleveland y es miembro del comité ejecutivo del partido Demócrata del condado.

Rick es miembro del The Newspaper Guild, Communications Workers of America y delegado de la AFL-CIO Federation of Labor North Shore y está igualmente en el comité encargado del desfile del Día del Trabajo y el de coordinación política (Political Coordinators and Labor Day Parade committees). También forma parte de la Consejo Sindical para el Avance del Trabajador Latinoamericano (Executive Board of the Greater Cleveland Labor Council for Latin American Advancement -LCLAA) y representa al periódico People’s World en el comité directivo de Cleveland Jobs With Justice (Empleos con Justicia para Cleveland).

IntroduccIón

Desde el periodo que condujo a la Guerra Civil, nadie recuerda que nuestro país haya estado tan polarizado como ahora. Diariamente en la prensa, en el Internet y el trayecto de la campaña electoral, somos inundados con men-sajes que ofrecen dos visiones fundamentalmente opuestas del gobierno, de la economía y del tipo de sociedad que debemos tener. Actualmente hay un debate intenso en familias y barrios de todo el país.

Este folleto trata de ofrecer a los trabajadores una perspectiva de ese debate y presentar, de la manera más simple posible, respuesta a cuatro preguntas básicas: ¿Cómo es que la enorme riqueza de este país termina en las manos de un pequeño grupo de multimillonarios? ¿Qué provocó la crisis económica de 2008? ¿Por qué la extrema derecha se ha convertido en una amenaza importante a nuestra democracia? ¿Por qué la elección de 2012 es decisiva para el futuro de nuestro país? El objetivo es suministrar municiones para las batallas inmediatas y un contexto para la lucha por poner término a una larga crisis.

A n A t o m í A d e l A

l u c h a d e c l a s e s

Estados Unidos es el país más rico en la historia de la humanidad. Su riqueza es tan grande que todos nosotros podemos disfrutar de muy altos niveles de vida y de una total seguridad económica. Todos podemos tener empleos bien pagados, bonitos hogares, acceso a la mejor educación, servicios de salud y servicios públicos, además de poder disfrutar de tiempo libre y una jubilación confortable.

El problema a que nos enfrentamos es que esa riqueza sin precedentes, creada por los trabajadores de nuestro país, es monopolizada por el más pequeño segmento de la población. La riqueza combinada de apenas 400 multimillonarios es mayor que la riqueza combinada de 155 millones de norteamericanos, es decir, la mitad de nuestra población. Seis miembros de la familia propietaria de Walmart, tiene más riquezas que el 40% de la población.

Las gigantes corporaciones financieras, comerciales e industriales que dominan nuestra economía han obtenido beneficios récord y cerca de 2 billones en activos líquidos,

“El trabajo es anterior e independiente del capital. El

capital no es más que el fruto del trabajo y no existiría de no haber existido antes el

trabajo. El trabajo es superior al capital, y merece una mayor

consideración”.

Abraham Lincoln,

Primer mensaje anual,

3 de diciembre de 1861

que podrían ser utilizados a favor del pueblo norteamericano, pero en cambio están bajo control privado y utilizados simplemente para general mayores beneficios para el reducido 1% situado en el tope.

¿Acaso merecen esos multimillonarios y esas gigantes corporaciones toda esa riqueza? ¿Ganron ellos esa riqueza de manera correcta, a través de su duro trabajo, su inteligencia, habilidades y talento?

La respuesta es ¡no! Y he aquí por qué.

La riqueza es creada mediante la producción de bienes de consumo que todos compramos. Para producir esos bienes, los patronos compran materias primas, maquinarias, factorías y

servicios. Pero esas cantidades inertes no producen riqueza, a menos de no ser activadas por los trabajadores. Así, los trabajadores, sin otros medios para sobrevivir, son empleados y puestos a trabajar por un patrono, durante un determinado período de tiempo y por una determinada cantidad de dinero.

Los bienes producidos por los trabajadores proveen más que el costo de producción y el patrono capitalista obtiene un beneficio. El beneficio no proviene de las cantidades inertes. El valor de las cantidades inertes es pasado sin variación al valor del producto final. El nuevo valor es agregado por el trabajo de los obreros.

Según el Censo Económico 2007, por cada dólar pagado a un obrero de la manufactura, el trabajo

de ese obrero agregaba $7 en nuevas ganancias. Eso quiere decir que cuando un trabajador recibía $20 por hora en salarios y beneficios, estaba creando $140 en nueva riqueza. Después de 40 horas semanales trabajadas, el trabajador recibió $800, pero creó toda esa gran riqueza en menos de 6 horas. La riqueza creada en las restantes 34 horas, fue a manos del patrono. El trabajador dio al patrono cuatro días de trabajo gratis, tiempo en el que fue prácticamente un esclavo.

A través de este sistema de explotación, los patronos logran obtener grandes beneficios, pero ese es apenas el comienzo de su habilidad para conseguir riquezas a costa de la clase trabajadora.

El trabajador nunca ve los $800 ganados en una semana de trabajo. De su salario son extraídos los impuestos federales, estatales y locales. Parte de esos impuestos se utilizan para beneficiar a los trabajadores, en educación, salud, seguridad social, servicios gubernamentales y protecciones. Pero una gran parte es destinada para la clase corporativa, a través de subsidios directos al petróleo, la agroindustria y otras industrias o de contribuciones para la investigación y desarrollo corporativos, subsidios a bancos en quiebra, enormes asignaciones para los contratistas militares y las operaciones de política extranjera para proteger inversiones privadas en el extranjero.

Comparada a lo que hace a favor de las corporaciones, la asistencia gubernamental a los más pobres y a los desempleados es minúscula.

Además, a través de vacíos, “incentivos” y cortes directos, la parte impositiva que corresponde a los patronos, a alcanzado su nivel más bajo. El año pasado, 37 de las corporaciones más grandes y rentables, no pagaron ningún impuesto. Algunas

de esas corporaciones hasta consiguieron descuentos y subsidios.

En otras palabras, a través del sistema impositivo, las corporaciones logran alzarse con otra buena parte de los ingresos de los trabajadores.

Pero eso no es todo. A los trabajadores les cobran precios excesivos por la alimentación, el combustible, la salud, los vehículos y otras necesidades, porque esos bienes y servicios son producidos por monopolios capaces de fijar los precios por encima de su real valor.

Para comprar bienes, muchos consumidores utilizan tarjetas de crédito y, para poder adquirir bienes de mayor envergadura, como una casa, un carro o la educación universitaria, los trabajadores deben tomar prestado el dinero de instituciones financieras y comprar seguros. Los intereses sobre estos préstamos y los pagos de seguro, reducen aún más los ingresos de que disponen y transfieren todavía más dinero a la clase capitalista. Muchos trabajadores también pagan alquiler a los propietarios de las viviendas.

En otras palabras, los trabajadores no son explotados solamente por sus patronos. La clase capitalista en su conjunto, explota a toda la clase trabajadora. En esto se incluye también a los trabajadores públicos y de servicios, cuyos salarios y condiciones de vida se asemejan a los de los trabajadores de las industrias productoras de bienes. Esta total explotación de clases explica porqué los trabajadores, que crean la riqueza, luchan para sobrevivir, mientras los multimillonarios, que no crean riqueza, disfrutan de la riqueza producida por decenas de millones de trabajadores.

La situación es mucho peor para los

afroamericanos, hispanos, otras minorías y las mujeres, que se enfrentan a la discriminación en todas las áreas económicas y sociales, entre las cuales el salario, el alquiler, tasas de interés y de seguros y acceso a servicios de salud de calidad, la educación y los servicios públicos. De acuerdo con la Reserva Federal, la riqueza promedio de una familia negra era de $15,500 en 2010, comparada con una de $130,600 para una familia blanca.

La intensificación de la explotación basada en la raza o desigualdad de género, ha sido una parte esencial de la estructura económica norteamericana desde la fundación de nuestro país. Esta desigualdad estructural, ha sido siempre justificada con los conceptos de racismo y supremacía del macho, que ha sido el arma ideológica más poderosa utilizada por el pequeño número de explotadores para dividir al pueblo trabajador. Salarios más bajos para trabajadores de color, inmigrantes y mujeres, producen beneficios directos, incrementan las ideas acerca de la superioridad racial y de género, facilitando la represión sindical y la legislación tendente a debilitar los derechos y la seguridad de

todos los trabajadores.

Desde mediados de los años 1970, la explotación ha crecido a nuevos e importantes niveles. Se disparó la productividad de los trabajadores norteamericanos y ahora es la mayor en el mundo. Pero la parte que debe tocar a los trabajadores de la vasta riqueza producida se ha ido progresivamente reduciendo. Los salarios se han congelado y el poder adquisitivo de los consumidores, que corresponde al 70% de la economía norteamericana, se ha estancado en la medida en que los trabajadores se han endeudado tratando de mantener un mínimo nivel de vida. En este período, los sindicatos, principal instrumento de defensa de los trabajadores para moderar el alcance de la explotación, fueron seriamente debilitados por una masiva exportación de puestos de trabajo hacia el extranjero y por un prolongado ataque al derecho de los trabajadores a organizarse, negociar y hacer huelga.

La totalidad de los salarios de los trabajadores norteamericanos hoy, constituye la porción más pequeña del ingreso nacional en toda nuestra historia.

l A

c r i s i s c a p i t a l i s t a

“Oh, el jugador es rico y el trabajador es pobre y

yo no tengo ya ni siquiera un hogar en este mundo”

Woody Guthrie

El colapso económico del 2008, fue el resultado inevitable de esta prolongada y sistemática guerra de clases. Las corporaciones crecieron a un nivel sin precedentes en riqueza y en capacidad productiva, pero se enfrentan a una creciente reducción del poder de compra de sus bienes. La crisis se precipitó cuando millones de personas no pudieron pagar las hipotecas que les fueron impuestas por prestamistas depredadores. Los trabajadores, o perdieron sus hogares o descubrieron que debían más de lo que estos valían en un mercado en depresión.

Las ventas de carros y otros bienes también se desplomaron. Las corporaciones redujeron la producción y despidieron a nueve millones de trabajadores. El número de desempleados llegó a los 25 millones, incluidos quienes estaban ya en desempleo, quienes se habían visto obligados a aceptar empleos a medio tiempo y quienes se rindieron porque no lograban encontrar un trabajo.

Las propuestas de enriquecer más aún a los ricos con nuevos recortes de impuestos y bonificaciones provenientes de las

regulaciones gubernamentales que protegen al público no hacen nada para corregir el problema. Los despidos masivos no tuvieron lugar porque a las corporaciones no les alcanzaba el dinero. El problema era, y sigue siendo, la falta de consumidores. En realidad, quitar el fardo de los impuestos al pueblo trabajador, a los consumidores y devolver ese dinero a sus carteras, haría mucho más para aliviar la crisis.

De la misma manera, las propuestas de austeridad para debilitar a los sindicatos, machacar los puestos de trabajo en el sector público y recortar drásticamente servicios necesarios, lo único que hacen es agravar la situación, reduciendo todavía más el poder de compra de los consumidores. Terminar la crisis no es el objetivo real de quienes proponen medidas de austeridad. El objetivo de esos grupos es primeramente de debilitar a la clase trabajadora y de intensificar la lucha de clases, de utilizar la crisis para justificar la destrucción de los sindicatos y así poder incrementar la

explotación y sus beneficios.

Hasta las corporaciones más rentables están recurriendo a la crisis y al desempleo masivo como una oportunidad para forzar recortes de personal y de salarios y beneficios.

Además, quienes proponen la austeridad esperan poder garantizar la expansión del bienestar de las corporaciones, especialmente la nueva exigencia de los gigantes bancarios, de que el contribuyente cubra sus deudas de juego.

De acuerdo con la Reserva Federal, las corporaciones norteamericanas ahora acumulan $1,7 billones en activos líquidos, una cifra que se amplía hasta los $5.1 billones si se incluyen sus participaciones en el extranjero. Los multimillonarios no hacen uso productivo de esos enormes recursos y con mayor frecuencia se libran a operaciones especulativas grotescas y en apuestas exóticas en el casino de Wall Street.

Nunca antes había sido tan clara la naturaleza irracional y destructiva del sistema capitalista. La riqueza sin precedentes creada por la labor social de decenas de millones de trabajadores, es confiscada por un número cada vez más reducido de personas quienes, al margen de esporádicas donaciones caritativas, son incapaces de utilizarlas de manera a beneficiar a la sociedad.

No resulta sorpresivo que los estudios de opinión muestran un respaldo decreciente al capitalismo. Según una encuesta Pew Poll de diciembre pasado, solamente un 50% de los norteamericanos tienen una actitud positiva hacia ese sistema. Entre los afroamericanos, hispanos, jóvenes y personas cuya familia recibe ingresos por debajo de los $30,000, el apoyo al capitalismo es considerablemente inferior.

Esas cuentas no implican, naturalmente, que la revolución es inminente, pero reflejan una progresiva conciencia pública de que hay algo

esencialmente equivocado en el sistema capitalista.

La irracionalidad, el parasitismo y la destructividad del capitalismo siempre ha estado presente, pero solamente en los últimos 30 años, se han disparado esas características. Responden a varias apelaciones: capitalismo de casino, capitalismo de rapiña, ‘financialización’, capitalismo de renta o capitalismo ficticio y muchos funcionarios públicos, sindicatos y economistas progresistas han propuesto reformas significativas.

Esas propuestas incluyen restricción de la especulación y impuestos a las transacciones financieras así como gastos en reconstrucción de las infraestructuras, inversión en nuevas fuentes de energía, ayuda a a los gobiernos estatales y locales y finaciación de la salud y las escuelas públicas. Esos programas crearían millones de empleos, restablecerían el poder adquisitivo de los consumidores y contribuirían a revivir la economía. Un gran paso sería igualmente eliminar los obstáculos a la sindicalización.

Esas medidas sin duda que aliviarían la situación en la presente crisis, aunque no pondrían fin al problema de fondo. Continuará la propiedad privada de los medios de producción social y una pequeña minoría seguiría conservando y acumulando la mayor parte de la riqueza nacional. El poder corporativo seguiría controlando el sistema político y los medios de prensa. Los síntomas se reducirán pero la enfermedad permanecerá y hasta que la clase trabajadora y sus aliados encuentren la cura.

e l p e l i g r o q u e

significa la derecha

“La libertad de la democracia no está segura si el pueblo

tolera el crecimiento del poder privado hasta un punto en que

se hace más fuerte que el propio estado democrático.

Eso, en esencia, es el fascismo”.

Franklin d. roosevelt

Alarmada por el militante movimiento de masas de los años 1960 y envalentonada por el debilitamiento del movimiento obrero organizado, las fuerzas principales en la clase dominante corporativa se han movido hacia la extrema derecha y se han hecho más agresivas librando la lucha de clases. Esto quedó reflejado en la elección de Ronald Reagan en 1980.

Al quebrar al sindicato de controladores aéreos, Reagan dejó abierta la caza de organizaciones sindicales. Todo su programa consistía en revertir las conquistas sociales y democráticas, que se obtuvieron gracias a un gran sacrificio de sangre, sudor y lágrimas, durante las luchas de masas trabajadoras y desempleadas de los años 1930 y el movimiento de los derechos civiles, la paz y los derechos de las mujeres en los años 1960. El programa de Reagan involucraba una descarada proyección del poder militar norteamericano a través del mundo, dirigida fundamentalmente a destruir la base del poder de la clase obrera en los países socialistas.

Centrado en el petróleo y las industrias financieras y de armamentos, el extremismo de derecha se ha convertido en el sector dominante del poder corporativo y, hasta 2008, logró instaurar gobiernos nacionales progresivamente de derecha. Esas fuerzas de derecha fueron severamente sacudidas por la elección del presidente Barack Obama, el primer presidente afroamericano, elegido sobre la base de una coalición del partido Demócrata, aliado con fuerzas independientes, movimientos de base, entre los cuales los sindicatos, la comunidad afroamericana y la juventud.

Los extremistas se han negado categóricamente a aceptar la legitimidad de la administración Obama. Han desafiado y calumniado ese gobierno y han intentado sabotear cada esfuerzo hecho para aliviar la crisis económica, declarando abiertamente que su primer objetivo es evitar la reelección del presidente.

La coalición de Obama es el principal obstáculo para que la sección extremista del poder corporativo pueda lograr su objetivo de consolidar un régimen de mucha mayor explotación de la clase trabajadora, con niveles mayores de opresión racial y de género.

El objetivo político de las fuerzas extremistas es claro: reducir drásticamente la democracia y los derechos electorales, quebrar el movimiento sindical, revertir las conquistas de los derechos civiles y los derechos de las mujeres; abolir los impuestos a las corporaciones y a los ricos; eliminar los obstáculos a la exportación de puestos de trabajo; recortar los fondos para educación pública, servicios del gobierno y programas sociales; privatizar la Seguridad Social y el Medicare; promover una despiadada explotación del medio ambiente; revocar

la legislación para dejar sin control a la especulación financiera; invalidar el Obamacare y sus regulaciones de las compañías de seguros; anular todas las regulaciones a las corporaciones, destinadas a proteger a los consumidores y a la salud pública; promover la venta de armas sin restricciones; hacer de los inmigrantes chivos expiatorios y ampliar el militarismo.

También se proponen institucionalizar esas políticas durante décadas, llenando los tribunales de jueces extremistas, especialmente la Corte Suprema.

Ideológicamente, la derecha busca dividir e intimidar a la clase trabajadora y a las personas de mentalidad democrática. El poder corporativo se ha apoyado siempre en el racismo como principal instrumento para lograr ese propósito y de este modo, la derecha ha sido extremadamente efectiva en frenar el progreso de los trabajadores, independientemente de su raza o nacionalidad. Esta dinámica ha alcanzado ahora nuevas dimensiones con los programas de radio extremistas y con la emisora Fox News inundando las ondas radiales con alusiones racistas y una constante incitación de temor y odio hacia el presidente.

Otra táctica principal es la de hacer falsas acusaciones de que son “socialistas” todas las acciones propuestas por el presidente y el partido Demócrata, incluso aquellas provenientes del partido Republicano. Recurren a todas las maniobras divisionistas, entre las cuales la promoción del odio a los inmigrantes, la hostilidad y desprecio hacia las mujeres y las personas homosexuales, así como la intolerancia religiosa.

Todavía más ominoso, los extremistas promueven el acceso imprudente a armas y su uso. Estimulan la vigilancia parapolicial y han financiado y organizado grupos armados racistas y antiinmigrantes, milicias y el llamado movimiento Tea Party, que ha intentado intimidar a las fuerzas democráticas, incluso mediante las amenazas y la violencia.

El extremismo de derecha, que tiene una posición dominante en el partido Republicano, representa un peligro real para los niveles de vida y los derechos democráticos del pueblo norteamericano.

Una vez antes, explotando la crisis económica de la Gran Depresión de los años 1930, las fuerzas corporativas, financiaron a la extrema derecha, que tomó el poder en la forma del fascismo europeo y hundió al mundo en la guerra más destructiva en la historia de la humanidad y que costó la vida de cerca de 100 millones de personas. El fascismo fue derrotado mediante una masiva alianza, que incluyó al gobierno liberal de los Estados Unidos, al gobierno conservador de Gran Bretaña, la socialista Unión Soviética, los movimientos de resistencia en los países ocupados y las fuerzas democráticas en todo el mundo.

Importantes segmentos del poder corporativo apoyaron al fascismo, también en nuestro país, pero también fueron derrotados por una amplia coalición democrática, dirigida por un importante movimiento obrero en rebeldía y sus aliados, entre los cuales los comunistas, Demócratas e incluso algunos Republicanos. Esta derrota abrió las puertas a históricas conquistas, entre las cuales la Seguridad Social, el seguro de desempleo (Unemployment Insurance), impuestos progresivos (Progressive

Taxation) y grandes proyectos de trabajos públicos. Este conjunto de medidas es conocido como el New Deal.

La misma estrategia puede derrotar el peligro derechista que amenaza hoy, y dar al pueblo trabajador la posibilidad de conquistar reformas muy necesarias.

El poder de este tipo de coalición democrática quedó evidenciado el año pasado, en el formidable revés asestado al gobernador de Ohio, John Kasich, un ex banquero de Wall Street y analista de Fox News, quien intentó abolir los derechos de negociación colectiva y quebrar a los sindicatos de los trabajadores del estado en Ohio. Pese a disponer de cuantiosos fondos, del apoyo de la mayoría de la prensa corporativa y de la movilización de fanáticos del Tea Party, los sindicatos y sus amigos lograron nuclear una amplia alianza que les permitió recoger un número de firmas sin precedentes y llevando a votación la propuesta del gobernador, que fue rotundamente derrotada.

La coalición contó con un fuerte respaldo de la comunidad afroamericana y de grupos comunitarios progresistas, entre los cuales socialistas, Demócratas y hasta una seccional del partido Republicano.

Aunque conservan el poder en el estado, los extremistas están divididos y temerosos de que la triunfante coalición pueda retornar de manera triunfante. La intención de esos derechistas no ha cambiado, pero sus acciones se han moderado, a la espera del resultado de las elecciones presidenciales.

e s t A e l e c c i ó n e s

d e c i s i v a

“Ahora hay gente que dice ‘no importa quién sea

presidente’…Eso es también un error…

Se necesita de un presidente que escuchará mientras

que habrá millones de personas en las calles. Así es que se consiguen los cambios”.

Van Jones

La elección de 2012 es ahora el escenario principal de la lucha de clases, la batalla principal en la que el futuro de nuestro país quedará determinado, lo que influirá en la correlación de fuerzas a largo plazo. Esta elección es una línea divisoria, una coyuntura decisiva y su resultado llevará a nuestro país a una de dos direcciones fundamentalmente diferentes.

La decisión a la que se enfrentan los electores es si la democracia será preservada y protegida, de manera a permitir al pueblo trabajador la posibilidad de construir un movimiento efectivo que le permita hacer avanzar sus intereses o si, en cambio, el segmento extremista del poder corporativo prevalecerá, colocando a todas las fuerzas democráticas en una posición defensiva de largo alcance.

La cuestión es si los electores podrán evitar que una minúscula fracción de multimillonarios extremistas instale un régimen Republicano de derecha, consagrado a promover una escalada de la lucha de clases.

Eso puede ser únicamente evitado con una fuerte coalición de los trabajadores y todos sus aliados demócratas y de las organizaciones de base en las comunidades afroamericana, hispana, de Asia y las islas del Pacífico, nativos norteamericanos y otras oprimidas comunidades raciales, jóvenes, inmigrantes, lesbianas, homosexuales, bisexuales, comunidad transgénerica, ambientalistas, activistas por la paz y otras fuerzas progresistas, junto al partido Demócrata. Es necesaria la total movilización y en el momento presente, deben pasar a un segundo plano las diferencias que pueda haber entre esos grupos y con el gobierno.

Los extremistas intentan frenéticamente suprimir el voto y crear en la elección presidencial las mismas condiciones que les permitieron conquistar el poder en las elecciones de medio término en el 2010. Trabajan activamente para depurar las listas de electores y aplicar las leyes de supresión de votantes dirigidas contra las minorías, los jóvenes, trabajadores

de bajos recursos y personas jubiladas. Se proponen gastar la suma sin precedentes de $1,200 millones para desalentar y desorientar a potenciales partidarios de Obama con propaganda difamatoria.

Esperan que su negativa campaña desactive a personas progresistas, vulnerables a la equivocada idea de que esta elección no cambia nada, una vez que gane quien gane, seguirá el capitalismo, con sus injusticias y su desigualdad.

Pero la existencia del capitalismo no es el tema de estas elecciones. De lo que se trata es que se mantenga la existencia y salud de la democracia, pues es solo a través de la democracia que se puede encontrar el sendero que lleve al fin del capitalismo. Si los trabajadores y sus aliados son incapaces de derrotar al minúsculo segmento de extrema derecha del poder corporativo, ¿cómo podría creerse que tendrán la capacidad de derrotar a todo el poder corporativo?

De hecho, el poder de la clase trabajadora y sus aliados crece en la medida en que se expande la democracia y únicamente si la extrema derecha es severamente debilitada, podrá verse en toda su claridad lo que significa el poder corporativo.

En otras palabras, la lucha para poner fin a la explotación debe ir por etapas, durante las cuales, progresivamente y cualitativamente se va debilitando el poder de las corporaciones y se va modificando la correlación de fuerzas a favor del pueblo trabajador y sus aliados.

Que la clase obrera y sus aliados alcancen todo el poder político, es la esencia del socialismo. Solamente cuando esto ocurre, se puede tomar la cuantiosa riqueza creada por los trabajadores, de las manos de los explotadores privados y ser distribuida para beneficio de todos.

Pero eso es para un período posterior. Hoy

tenemos una emergencia. Como ya dijo el vicepresidente Joe Biden, los bárbaros están en la puerta y solo los trabajadores y sus aliados los pueden detener.

Todas las personas que amamos a nuestro país y apreciamos nuestros derechos democráticos y tradiciones, debemos unir y usar nuestras energías, conocimientos y habilidades, para derrotar a los extremistas Romney y Ryan. La AFL-CIO ha prometido movilizar a 400 mil voluntarios y se hará cargo del esfuerzo de millones de norteamericanos, hombres y mujeres, de todas las razas, edades y habilidades, para derrotar los intentos de un punado de los más malévolos, antidemocráticos y avariciosos multimillonarios por hacerse con el poder. Desde el tiempo de Abraham Lincoln no había unas elecciones tan importantes.

AGrAdecImIentos

Deseo agradecer el estímulo y las valiosas sugerencias, que fueron incorporadas

en este folleto, provenientes de amigos y camaradas, entre los cuales Sam Webb,

Jarvis Tyner, Art Perlo, Joelle Fishman, Terrie Albano, Roberta Wood, Danny Rubin,

Greg Rose, Elena Mora, Tim Wheeler, Joe Bernick, Wally Kaufman, Denise Edwards

y Mike O’Malley. En especial quiero agradecer a Wanda Navarro, Presidente de

Workers United, en la fabrica de confección de trajes Hugo Boss de Cleveland,

quien me inspiró para escribir este folleto, luego de describir sus niveles de vida y

sus condiciones de trabajo, diciéndome con franqueza, ¡Somos explotados! Lo que

ella dijo va directo al fondo del asunto y creo que merecía una total explicación.

Fotos: Ohio AFL-CIO, John Bachtell, Marilyn Bechtel, WikiCommons • Deseño: Frederick Barr

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