demostraciÓn cientÍfica de la existencia de dios.pdf

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1 UNA DEMOSTRACIÓN CIENTÍFICA DE LA EXISTENCIA DE DIOS William S. Hatcher Si deseas obtener saber y reconocimiento divinos. . . pon tu empeño en encontrar argumentos racionales y de peso. Pues los argumentos son una guía en el camino, y, mediante éste, el corazón se volverá hacia el Sol de la Verdad. Y cuando el corazón se vuelva hacia el Sol, entonces el ojo se abrirá y reconocerá al Sol mediante el Sol mismo. Entonces el hombre no tendrá necesidad de argumentos (ni demostraciones), puesto que el Sol es completamente independiente, y la independencia absoluta no necesita de nada, y las demostraciones son una de las cosas de las cuales la independencia absoluta no tiene necesidad. 1 E1 consejo de ‘Abdu’l-Bahá para quien busca a Dios parece decir dos cosas, al menos: en primer lugar, que los argumentos racionales son puntos de partida útiles y necesarios en el acercamiento a Dios, y, en segundo, que el conocimiento más profundo y adecuado de Dios va mucho más allá de tales argumentos y es esencialmente transracional. Resulta interesante observar que ‘Abdu’l-Bahá pone el énfasis en que la consecuencia del estudio de argumentos racionales será que el corazón se volverá hacia Dios. Esto sugiere que la producción de pruebas lógicas de la existencia de Dios no es un fin en sí misma, sino más bien un medio de abrirse uno mismo a una experiencia más profunda de la presencia divina. Sin embargo, todo filósofo importante y toda tradición religiosa ha presentado demostraciones de la existencia de Dios, y el mismo ‘Abdu’l-Bahá ofrece un considerable número de ellas en Sus propios Escritos. La mayoría de las pruebas aportadas por ‘Abdu’l-Bahá son variantes de razonamientos filosóficos clásicos, empezando por el conocido razonamiento de Aristóteles sobre la existencia de una causa primordial. Sin embargo, en la tabla que escribió en 1921 al científico suizo Auguste Forel, ‘Abdu’l-Bahá presenta una prueba de la existencia de Dios decididamente moderna, basada en determinados hechos y principios relacionados con el fenómeno de la evolución biológica. 2 Afirma que la causa de la composición (y descomposición) de los seres vivos tiene que ser una fuerza no observable, objetivamente existente y voluntaria (y, por lo tanto, una fuerza consciente exterior al propio proceso de la evolución). Puesto que esta fuerza ha dado lugar a la humanidad, tiene que ser mayor que los seres humanos y, por lo tanto, tiene que ser un Ser dotado de facultades sobrehumanas. 3 Podemos suponer que este razonamiento en concreto es original de ‘Abdu’l-Bahá. Desde luego, no se puede haber dado con esta forma mucho antes de principios del siglo XX, porque la teoría científica de la evolución, en que se basa, fue elaborada en el siglo XIX. Además, la mayoría de los científicos que aceptaban la teoría de la evolución eran materialistas filosóficos, y sostenían que la evolución convertía a Dios en algo sin ninguna importancia, en lugar de demostrar la existencia de Dios. Aunque en la más reciente literatura sobre filosofía de la ciencia han aparecido razonamientos similares al de ‘Abdu’l-Bahá, 4 aún me queda por descubrir uno que sea anterior, o al menos contemporáneo, al de la tabla de ‘Abdu’l-Bahá a Auguste Forel. 5 El argumento basado en la evolución no es la única demostración de la existencia de Dios que aparece en la tabla a Auguste Forel. Éste, sin embargo, es único por la manera como emplea complejas ideas científicas, y es probable que una persona que no esté familiarizada con ciertos principios fundamentales de la termodinámica subestime su contundencia y su fuerza. 6 Por lo tanto, más que adoptar un enfoque histórico-crítico hacia la prueba de ‘Abdu’l-Bahá, en este artículo nos proponemos presentar una formulación totalmente moderna de su razonamiento, empleando términos científicos

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UNA DEMOSTRACIÓN CIENTÍFICA DE LA EXISTENCIADE DIOS

William S. Hatcher

Si deseas obtener saber y reconocimiento divinos. . . pon tu empeño en encontrar argumentos racionales yde peso. Pues los argumentos son una guía en el camino, y, mediante éste, el corazón se volverá hacia elSol de la Verdad. Y cuando el corazón se vuelva hacia el Sol, entonces el ojo se abrirá y reconocerá al Solmediante el Sol mismo. Entonces el hombre no tendrá necesidad de argumentos (ni demostraciones),puesto que el Sol es completamente independiente, y la independencia absoluta no necesita de nada, y lasdemostraciones son una de las cosas de las cuales la independencia absoluta no tiene necesidad. 1

E1 consejo de ‘Abdu’l-Bahá para quien busca a Dios parece decir dos cosas, al menos:en primer lugar, que los argumentos racionales son puntos de partida útiles y necesariosen el acercamiento a Dios, y, en segundo, que el conocimiento más profundo yadecuado de Dios va mucho más allá de tales argumentos y es esencialmentetransracional.Resulta interesante observar que ‘Abdu’l-Bahá pone el énfasis en que la consecuenciadel estudio de argumentos racionales será que el corazón se volverá hacia Dios. Estosugiere que la producción de pruebas lógicas de la existencia de Dios no es un fin en símisma, sino más bien un medio de abrirse uno mismo a una experiencia más profundade la presencia divina. Sin embargo, todo filósofo importante y toda tradición religiosaha presentado demostraciones de la existencia de Dios, y el mismo ‘Abdu’l-Bahá ofreceun considerable número de ellas en Sus propios Escritos. La mayoría de las pruebasaportadas por ‘Abdu’l-Bahá son variantes de razonamientos filosóficos clásicos,empezando por el conocido razonamiento de Aristóteles sobre la existencia de unacausa primordial.Sin embargo, en la tabla que escribió en 1921 al científico suizo Auguste Forel,‘Abdu’l-Bahá presenta una prueba de la existencia de Dios decididamente moderna,basada en determinados hechos y principios relacionados con el fenómeno de laevolución biológica.2 Afirma que la causa de la composición (y descomposición) de losseres vivos tiene que ser una fuerza no observable, objetivamente existente y voluntaria(y, por lo tanto, una fuerza consciente exterior al propio proceso de la evolución).Puesto que esta fuerza ha dado lugar a la humanidad, tiene que ser mayor que los sereshumanos y, por lo tanto, tiene que ser un Ser dotado de facultades sobrehumanas.3Podemos suponer que este razonamiento en concreto es original de ‘Abdu’l-Bahá.Desde luego, no se puede haber dado con esta forma mucho antes de principios del sigloXX, porque la teoría científica de la evolución, en que se basa, fue elaborada en el sigloXIX. Además, la mayoría de los científicos que aceptaban la teoría de la evolución eranmaterialistas filosóficos, y sostenían que la evolución convertía a Dios en algo sinninguna importancia, en lugar de demostrar la existencia de Dios. Aunque en la másreciente literatura sobre filosofía de la ciencia han aparecido razonamientos similares alde ‘Abdu’l-Bahá,4 aún me queda por descubrir uno que sea anterior, o al menoscontemporáneo, al de la tabla de ‘Abdu’l-Bahá a Auguste Forel.5

El argumento basado en la evolución no es la única demostración de la existencia deDios que aparece en la tabla a Auguste Forel. Éste, sin embargo, es único por la maneracomo emplea complejas ideas científicas, y es probable que una persona que no estéfamiliarizada con ciertos principios fundamentales de la termodinámica subestime sucontundencia y su fuerza.6 Por lo tanto, más que adoptar un enfoque histórico-críticohacia la prueba de ‘Abdu’l-Bahá, en este artículo nos proponemos presentar unaformulación totalmente moderna de su razonamiento, empleando términos científicos

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que no necesariamente eran de uso corriente en el momento en que ‘Abdu’l-Baháescribió. Al adoptar este enfoque, esperamos transmitir una parte de toda la fuerza delrazonamiento de ‘Abdu’l-Bahá. Por lo tanto, el resto de este artículo va a consistir enuna reformulación, ampliada y cuidadosa, de la prueba de ‘Abdu’l-Bahá en lenguajecientífico contemporáneo.

La naturaleza de la demostración científica

Dado que nuestra demostración pretende ser científica, es necesario que comencemosanalizando brevemente la naturaleza de la ciencia y la de la demostración en la ciencia.Este análisis es extremadamente importante, porque existen muchas ideas falsas sobre lanaturaleza de la demostración científica que han logrado amplia aceptación.La ciencia se compone de dos aspectos fundamentales. Un aspecto es su dimensiónconcreta u observable: vamos acumulando observaciones de algún fenómeno yregistramos estas observaciones en forma de afirmaciones hechas a partir de laobservación. Este registro constituye nuestro conjunto de verdades observadas o hechosacerca de ese fenómeno dado.El segundo aspecto de la ciencia es su dimensión abstracta o teórica. Habiendoacumulado cierto número de afirmaciones hechas a partir de la observación dedeterminado fenómeno, buscamos una explicación a estas observaciones. Queremosentender cómo se relacionan entre sí los diversos hechos relativos al fenómeno. Conotras palabras, queremos comprender cómo y por qué ocurre el fenómeno y cómo fun-ciona. Esta búsqueda nos lleva a formular una hipótesis (o, si quieren, una teoría) querepresenta nuestra concepción mental de la dinámica subyacente en el fenómeno. Talteoría se expresa por lo general en un lenguaje que emplea términos abstractos, es decir,términos que se refieren a entidades o fuerzas no observables (por ejemplo, entidadescomo los electrones o fuerzas como la fuerza nuclear fuerte). Por el contrario, lasafirmaciones hechas a partir de la observación emplean términos concretos, o sea,términos que se refieren a entidades o configuraciones observables.La manera en que comprobamos la verdad de las afirmaciones hechas a partir de laobservación es haciendo nuevas y más rigurosas observaciones y mediciones. Noobstante, debido a las naturales limitaciones inherentes al aparato sensorial y el sistemanervioso humanos, nunca podemos eliminar por completo los errores de nuestrasobservaciones de un fenómeno dado, por muy cuidadosos y rigurosos que podamos ser.Esto es especialmente cierto en el caso de fenómenos que son extremadamentepequeños (puede que microscópicos) o extremadamente alejados (por ejemplo, estrellasmuy distantes), pero en general es cierto referido incluso a fenómenos cotidianos,habitualmente accesibles. Por lo tanto, el valor de verdad de los hechos (afirmacioneshechas a partir de la observación) es siempre relativo. Por ello, la creencia, ampliamentedifundida, de que los hechos de ciencia son absolutos o incontrovertibles es un error.Comprobar la verdad de las afirmaciones teóricas de la ciencia es un proceso aún máscomplicado. Comenzamos deduciendo nuevas afirmaciones hechas a partir de laobservación como consecuencias lógicas de la teoría; luego, comprobamos talesafirmaciones del modo habitual. Dicho de otro modo, si nuestra teoría dice que tieneque ocurrir tal cosa y tal otra, entonces vemos si tal cosa y tal otra ocurren en realidad;si nuestra teoría dice que la nieve es blanca, entonces miramos para ver si efectivamentela nieve es blanca. Estas nuevas afirmaciones hechas a partir de la observación se de-nominan predicciones de la teoría, y si se ven confirmadas por nuestra experiencia,entonces decimos que la teoría es válida, lo que quiere decir "validada o confirmada porla observación."

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De manera que el valor de verdad de una afirmación teórica de la ciencia es tambiénrelativo, pues incluso aunque todas las predicciones actuales de una teoría se veanconfirmadas por la observación, nada excluye la posibilidad de que en el futuro nuevaspredicciones demuestren ser falsas. Existe también la posibilidad de que experimentosde nueva elaboración lleven a demostrar en el futuro la falsedad de prediccionesactuales que, sobre la base de la experiencia actual, parecen justificadas.Por lo tanto, nos encontramos ante una situación paradójica, en cierto modohumorística, en relación con el valor de verdad de las teorías. Es posible demostrar caside modo absoluto que una teoría es falsa porque si alguna de las predicciones de lateoría contradice flagrantemente observaciones de autenticidad muy contrastada,entonces la teoría no puede ser verdad. Tendrá que ser abandonada o, de lo contrario,modificada de alguna manera. Pero, independientemente del número de predicciones dela teoría que hayan sido confirmadas por la observación, siempre queda la posibilidadde que en el futuro se demuestre la falsedad de la teoría como resultado de nuevaspredicciones que contradicen las evidencias conocidas o de nuevas evidencias que con-tradicen predicciones conocidas.Hacia el comienzo de este siglo se pensaba que sería posible establecer una serie dereglas de la llamada lógica inductiva que nos permitirían pasar de un conjunto departiculares a una conclusión general con el mismo grado de precisión con que la lógicadeductiva nos permite pasar de los principios generales a las conclusiones particulares.Sin embargo, sabemos ahora que esto no es posible, ni siquiera en principio. Unteorema de la lógica matemática ha demostrado que, en general, hay un número infinitode teorías mutuamente incompatibles coherentes con cualquier conjunto finito dado dehechos. Puesto que la finitud de los seres humanos garantiza que siempre va a haberúnicamente un conjunto finito de hechos para cualquier fenómeno dado, se sigue queningún conjunto de afirmaciones hechas a partir de la observación determina laexistencia de una única teoría como explicación del fenómeno. Como un lógico hadicho: la teoría está subdeterminada por el hecho.7

Por lo tanto, la acumulación de hechos y la elaboración de teorías son mutuamentedependientes en ciertos aspectos. Mientras la acumulación de hechos es un procesolento y gradual, la elaboración de una teoría supone un salto creativo y discontinuo de laimaginación. Cuando acumulamos hechos, pretendemos saber cómo son las cosas.Cuando concebimos una teoría, intentamos imaginar cómo podrían ser las cosas.

De estas consideraciones se sigue de manera incontrovertible que ninguna de lasverdades de la ciencia puede llegar a considerarse como absolutamente demostrada.Simplemente, la noción de prueba absoluta no forma parte de la ciencia. La extendidacreencia de que la característica esencial de la verdad científica es la de ser absoluta yexacta (en supuesto contraste con la relatividad e imprecisión de la verdad en filosofía oreligión) es una idea falsa. Aunque algunas personas deploren la relatividad de la verdadcientífica, tiene un aspecto bastante positivo, pues convierte a la búsqueda de la verdaden la ciencia en una empresa dinámica y progresiva en lugar de quedarse en algoestático y estéril. Además, la eficacia del método científico se ha visto confirmada enor-memente por su éxito a la hora de generar un número cada vez mayor de teorías muyvalidadas que son consecuencia de su aplicación sistemática durante los últimos siglos.En resumen, se puede decir que una proposición se ha demostrado científicamentecuando hemos hecho que esa proposición sea considerablemente más verosímil (en elsentido de ‘probablemente cierta’) que todas las alternativas lógicamente posiblesconocidas. Por ello, hablar de una demostración científica de la existencia de Dios esafirmar que podemos lograr que la proposición de que Dios existe sea consi-

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derablemente más verosímil que cualquiera de las alternativas conocidas (y, en especial,la alternativa de que Dios no exista). Dicho de otro modo, podemos saber que Diosexiste con el mismo grado de certeza que sabemos que existen la fuerza nuclear fuerte olos electrones. Habiendo analizado estas cuestiones metodológicas, comenzamos ahorala demostración propiamente dicha.8

Realidad visible e invisible

En primer lugar, establecemos el principio de la existencia objetiva de un mundoinvisible, o sea, una porción de la realidad exterior a la subjetividad humana peroinaccesible a la observación humana. Dicho de otro modo, hay fuerzas y entidades queno podemos observar directamente pero que existen objetivamente, es decir,independientemente de cualquier percepción humana.Comencemos con un ejemplo muy sencillo. Supongamos que cogemos un objetopequeño, como un lápiz, entre el pulgar y el índice y luego lo soltamos. Observamosque cae al suelo y decimos que la fuerza de la gravedad le hace caer. Pero miremos denuevo. En realidad, ¿vemos alguna fuerza que impulse al lápiz hacia abajo, algo que leempuje o tire de él? Evidentemente, no. No observamos la fuerza de la gravedad enabsoluto. Por el contrario, deducimos la existencia de alguna fuerza invisible (llamadagravedad) que actúa sobre objetos que no tienen apoyo, a fin de explicar el de otromodo inexplicable movimiento hacia abajo.Ahora bien, miremos una vez más con cuidado a la disposición inicial del lápiz yhagámonos la siguiente pregunta: En el momento en que soltamos el lápiz, ¿quédirecciones lógicamente (físicamente) posibles puede tomar el lápiz, basándonosexclusivamente en lo que podemos observar en esa disposición? La respuesta,obviamente, es que cualquier dirección es lógicamente posible. Nada que podamosobservar físicamente impide que el lápiz siga cualquier dirección, y tampoco podemosobservar nosotros nada que parezca favorecer a una dirección más que a las otras. Y, sinembargo, lo que efectivamente observamos es que una de las direcciones (hacia abajo)se ve privilegiada, pues por muchas veces que repitamos el sencillo experimento desoltar el lápiz, siempre toma la dirección hacia abajo. Por lo tanto, lo que observamos dehecho es una persistente y significativa desviación del azar (casualidad).

En ciencia, decimos que la conducta de un fenómeno observable es aleatoria (debida ala casualidad) si todas las posibilidades lógicas se producen con igual frecuenciarelativa. Dicho de otro modo: si la conducta de un objeto que no tiene apoyo, como ellápiz que acabamos de soltar, fuese realmente aleatoria, entonces cabría esperar que devez en cuando se produjeran realmente algunas de estas otras posibilidades lógicas. Sinembargo, lo que observamos es no sólo que las diversas posibilidades lógicas no tienenlugar con la misma frecuencia relativa, sino también que una de estas posibilidades seve especialmente privilegiada al ser elegida de manera exclusiva. De manera que lo queen realidad observamos es una desviación del azar persistente, constante y significativa,y es esta desviación (sin ninguna razón observable de la misma) la que nos lleva arecurrir a la existencia de una fuerza no observada como causa de la conducta no alea-toria observada.Este ejemplo relativo a la gravedad ilustra un principio general del método científico:Siempre que nos encontramos un fenómeno observable que, sin razón perceptible,muestra una persistente desviación del azar, nos consideramos justificados lógicamente

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al afirmar que la conducta no aleatoria observada es debida a la acción de alguna fuerzao entidad no observada. De hecho, hacer otra cosa sería extremadamente ilógico yacientífico. De esta manera se ha deducido la existencia de cada una de las cuatrofuerzas básicas de la física actual (la gravedad, la fuerza nuclear fuerte y la débil y lafuerza electromagnética). Tan esencial es este principio que, si lo rechazáramos, toda laciencia se desmoronaría.No obstante, observemos que no hemos demostrado de manera absoluta que la gravedadexista. Desde el punto de vista lógico, es posible (aunque, desde luego, altamenteinverosímil) que todos los casos observados de acción de la gravedad, desde elcomienzo de la historia registrada hasta el momento presente, no sean sino una increíblecoincidencia. Un escéptico (un "antigravitero") podría decir: "Comprendo que crean quela gravedad existe, pero yo prefiero creer que no hay tal fuerza invisible." Es posibleque el escéptico diga que mañana nos vamos a despertar y nos vamos a encontrar unmundo en un caos y desorden totales, con objetos que no tienen apoyo volando en todasdirecciones, y que entonces nos daremos cuenta de que todo lo que hemosexperimentado durante miles de años ha sido simplemente una serie de muy notablescoincidencias.Según sabemos por el estudio de la metodología científica que hemos hecho antes, nopodemos refutar a un escéptico de este tipo de manera absoluta. Desde luego, podemosseñalar las mínimas posibilidades que tiene de tener razón, pero a pesar de ello elescéptico es libre de optar por persistir en una creencia tan inverosímil. No obstante, elescéptico no puede sostener su escepticismo antigravedad y al mismo tiempo pretenderser científico y racional al hacerlo. Hemos demostrado que la existencia de una fuerzainvisible de la gravedad es con mucha diferencia la más verosímil de todas lasalternativas conocidas, y cualquiera que opte deliberadamente por una alternativa menosplausible es por definición acientífico e irracional (una vez más, señalemos que esto noes lo mismo que admitir que haya otras posibilidades lógicas, por muy inverosímilesque sean).Volviendo ahora a nuestro ejemplo de la caída hacia abajo de objetos que no tienen

donde apoyarse, observemos que hemos mostrado mucho más que la simple existenciade fuerzas o entidades invisibles o no observables. Hemos mostrado que hay muchoscasos de conductas observables que no se pueden explicar de una manera observable.Dicho con un lenguaje más filosófico: hemos mostrado que el mundo visible no esautosuficiente, que no contiene una "razón suficiente" de sí mismo: los fenómenos de larealidad visible son producidos por (o surgen de) la realidad invisible.Ilustraremos este hecho con una sencilla analogía. Imaginemos que nos encontramos enla orilla de un inmenso océano. El océano y sus profundidades ocultas representan lainmensidad de la realidad invisible. De vez en cuando un pez salta del océano al aire yluego vuelve al océano. El breve momento durante el cual el pez está fuera del aguarepresenta un fenómeno de la realidad visible.Esta analogía expresa muy bien la visión de la realidad física que surge de la físicamoderna (en especial, de la teoría cuántica): los macroobjetos de la realidad visible quepercibimos consisten en millones de millones de millones de pequeños paquetes deenergía denominados partículas elementales en estado de equilibrio relativo perotemporal y en continuo movimiento. Estas partículas tienen su origen en la realidadinvisible (pura energía), y cuando su estado de equilibrio es destruido, vuelven a larealidad invisible.

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Fenómenos aleatorios y no aleatorios en la ciencia

En el análisis que acabamos de hacer hemos establecido el siguiente principiometodológico de la ciencia: Siempre que cualquier fenómeno muestra una desviaciónobservable, persistente y significativa respecto de una conducta aleatoria sin una causaperceptible, entonces está justificado que lleguemos a la conclusión de que existe unafuerza o entidad invisible que es la causa del fenómeno. Ahora es necesario queprosigamos y nos preguntemos si hay algún principio de la ciencia que pueda decirnoslo que es probable y lo que es improbable. Las configuraciones o fenómenos probablesson aquellos que tienen más probabilidades de ser aleatorios; mientras que hay másprobabilidades de que las configuraciones improbables sean el resultado de la acción dealguna fuerza invisible (cuando no hay una causa observable, por supuesto).De hecho, tal principio existe. Es la segunda ley de la termodinámica (el llamadoprincipio de entropía), enunciada por primera vez por el ingeniero francés Carnot (1796-1832) y el físico alemán Clausius (1822-1888). Examinaremos dos enunciaciones oformulaciones de esta ley: una informal y heurística; la segunda, más precisa y formal.No obstante ello, ambas formulaciones son científicamente correctas.La primera definición es: El desorden es probable y el orden, improbable. O de formaun poco más elaborada: El orden, la estructura y la complejidad son improbables, entanto que el desorden, la simplicidad y la uniformidad son probables. Desde el punto devista del sentido común, podemos entender por qué esto es cierto: porque el ordenpresenta unas pocas configuraciones concretas, mientras cualquier configuraciónlógicamente posible constituye desorden. Examinemos este punto un poco más.Supongamos que comparamos un montón de ladrillos con una casa de ladrillos bienconstruida. El montón de ladrillos representa al desorden, y la casa de ladrillosrepresenta al orden. Si queremos transformar una casa de ladrillos en un montón deladrillos, ladrillo a ladrillo, lo podemos hacer de cualquier manera lógicamente posible.Podemos coger cualquier ladrillo para que sea el primero, cualquier otro para que sea elsegundo, etcétera. Todas las posibilidades dan como resultado un montón de ladrillos.Pero si queremos transformar un montón de ladrillos en una casa de ladrillos, no lopodemos hacer de cualquier manera. Por ejemplo, no podemos colocar ningún ladrilloque vaya en la parte de arriba mientras no hayamos colocado antes determinado númerode ladrillos en la parte de abajo. Por lo tanto, transformar una casa de ladrillos en unmontón de ladrillos constituye un proceso que conduce del orden al desorden, o de loimprobable a lo probable. y transformar un montón de ladrillos en una casa de ladrillosbien construida constituye un proceso que conduce del desorden al orden, es decir,desde lo probable a lo improbable.Por tanto, si construyéramos una casa de ladrillos en el bosque y la dejáramos a mercedde las fuerzas de la naturaleza durante cincuenta años, no nos sorprendería encontrarnoscon que la casa hubiera degenerado y se hubiera convertido en un montón de ladrillos.Pero si dejáramos un montón de ladrillos en las mismas condiciones durante cincuentaaños, nos sorprendería mucho encontrarnos en su lugar con una casa de ladrillos bienconstruida. La sorpresa que nos llevaríamos en tal caso simboliza el hecho de queintuitivamente captamos la verdad de la segunda ley de la termodinámica.9Veamos ahora la segunda enunciación de la ley, más formal. Comenzamos con unascuantas definiciones. Por sistema físico entendemos cualquier entidad física (objeto) oconjunto de entidades físicas. Las entidades que componen un sistema físico son suscomponentes, y cualquier conjunto de componentes de un sistema constituye unsubsistema. Un sistema físico aislado es aquel que no recibe energía desde fuera delsistema. . A continuación afirmamos: en cualquier sistema físico aislado, - aumentará el

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desorden. Más aún: si el sistema continúa aislado, entonces el desorden del sistemaaumentará hasta que se llegue al estado llamado de máxima entropía o de desorden to-tal. Éste es un estado estable del sistema en el sentido de que, una vez que se llega a él,no tendrá lugar ningún cambio más, a menos que desde el exterior se le proporcioneenergía al sistema de una manera adecuada. Dicho de manera informal: cualquiersistema degenera hacia el desorden si "se le deja a merced de sí mismo".Esta formulación de la segunda ley de la termodinámica lleva de forma natural a lacuestión de si hay algún sistema físico verdaderamente aislado o no. Por lo quesabemos, no hay sistemas totalmente aislados (a menos que el universo físico entero seaun sistema cerrado, lo cual puede ser así o no). Por ejemplo, la mayor parte de la energíadel sistema solar proviene del sol, pero hay algún aporte de radiación y de energía desdefuera del sistema solar. No obstante, hay muchos sistemas relativamente aislados, y enestos sistemas siempre se ha visto confirmada la intervención de la segunda ley de latermodinámica. De hecho, esta ley es una de las más universalmente verificadas yvalidadas de todas las leyes y principios de la ciencia.En este punto hay que destacar un aspecto muy importante. La segunda ley de latermodinámica afirma que cualquier sistema aislado necesariamente degenerará hacia eldesorden, pero ¡esto no excluye la posibilidad de que los sistemas no aislados tambiénpuedan degenerar! Para evitar la degeneración hacia el desorden, normalmente no essuficiente con proporcionar energía en bruto al sistema. La energía debe ser aportada demodo y manera que el sistema pueda transformar parte de la energía en orden (oemplear la energía para hacer más compleja su estructura). Cómo suceda tal cosadependerá de la naturaleza del propio sistema (de las relaciones que existan dentro delsistema entre sus componentes), de cómo evolucione el sistema y de cómo se relacionecon el exterior.Pongamos dos ejemplos. Se supone que el movimiento browniano de las moléculas deaire en una habitación cerrada es totalmente aleatorio. Supongamos que en esa habita-ción se destapa una botella que contiene un perfume muy volátil. La disposición inicial,con todo el perfume en la botella, representa el orden. Una vez que se libera el perfumey comienza a volatilizarse, el movimiento browniano de las moléculas del airedispersará el perfume hasta que se distribuya uniformemente por la habitación. Esto esla degeneración natural hacia el desorden, perfectamente explicable por la naturalezaaleatoria del movimiento browniano. Supongamos ahora que modificamos elexperimento añadiendo calor, que irradia desde una fuente exterior a la habitación. Latemperatura de la habitación aumentará, y esto incrementa la velocidad del movimientobrowniano, acelerando de este modo la dispersión del perfume (y con ello ladegeneración del sistema hacia el desorden). En este caso, la aportación de energíadesde fuera del sistema no da como resultado una evolución hacia el orden.Como segundo ejemplo, pensemos en el crecimiento (aumento de la complejidad) de lossistemas de plantas foliáceas sobre la tierra. Este crecimiento depende del proceso defotosíntesis que se produce en el subsistema de hojas de la planta. La fotosíntesisemplea la luz solar directa como fuente de energía externa. Si elimináramos totalmentela luz solar y la sustituyéramos por otra forma de energía (pongamos por caso el calor),no tendría lugar el crecimiento de las plantas. De modo que la estructura de una plantafoliácea le permite utilizar determinada forma de energía externa (la luz solar directa)para aumentar su complejidad, evolucionando así hacia un orden mayor. Pero es posibleque otras formas de aportar energía no den como resultado el crecimiento y el aumentode la complejidad (de hecho, un aporte de energía excesivo o inadecuado puede muybien destruir el sistema).Así pues, el mundo observable (la realidad visible) se compone de sistemas físicos.

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Algunos evolucionan desde estados menos probables a otros más probables; algunosson más o menos estáticos o estables; y algunos evolucionan desde estados másprobables hacia otros menos probables. Podemos considerar a los sistemas del primertipo como resultado de un proceso aleatorio. Los sistemas estables o bien se encuentranen un estado de máxima entropía o se mantienen en un estado constante (u oscilanteperiódicamente) mediante continuos aportes de energía desde el exterior (por ejemplo,los sistemas disipativos de Prigogine).10 Aquellos que muestran una evolución desdeestados más probables hacia otros menos probables no pueden ser consecuencia de unproceso aleatorio. La causa de tal modelo de crecimiento solamente puede ser algúnaporte observable de energía (por ejemplo, el crecimiento sobre la tierra de una plantaque se alimenta de energía solar) o, en caso contrario, alguna fuerza no observable(invisible). Es este último caso el que analizaremos ahora.11

Dios existe

Pensemos ahora en todos los sistemas físicos del universo observable y preguntémonoscuál de estos sistemas es el más complejo, el más ordenado, el más estructurado. Larespuesta es clara e inequívoca: el ser humano, y en particular el cerebro y el sistemanervioso del hombre, que, sin duda alguna posible, constituyen el conjunto de entidadesdotadas de comportamiento más sofisticado del universo conocido (véase, por ejemplo,la serie de cuatro volúmenes de The Neurosciences. Tomando como base cualquiercriterio de comparación, y en relación con cualquier sistema físico conocido, natural oartificial, el ser humano físico es, con mucha diferencia, el más ordenado y complejo.En la parte que viene a continuación, siempre que hablemos del ser humano nosreferimos al ser humano físico y no al ser humano en ningún otro sentido metafórico,cultural o espiritual.Ya podemos sacar una primera conclusión: Puesto que el ser humano es la estructuramás ordenada del universo observable conocido, es el más improbable de todos lossistemas físicos y, por lo tanto, el que menos probabilidades tiene de haber sidoproducido por un proceso aleatorio. Así que echemos una ojeada al proceso que diolugar al ser humano, el proceso que nosotros denominamos evolución.En primer lugar, es necesario que establezcamos los hechos del proceso de la evolución(hasta donde los conocemos). Lo observable del fenómeno de la evolución esbásicamente el registro fósil, que se encuentra en las capas de sedimentos de diversasubicaciones situadas por toda la tierra. Si hubiera contradicciones o ambigüedades eneste registro, tendríamos un grave problema a la hora de interpretar estos datos. Sinembargo, éste no es el caso. Todas las capas de sedimentos muestran la mismaconfiguración básica, a saber: las formas más complejas de vida siguieron a las formasmás simples, menos complejas. Dicho con otras palabras, el proceso evolutivo fue unproceso de aumento de la complejidad, de pasar de una simplicidad y un desordenrelativos a una complejidad y un orden relativos. Por lo tanto, se trata de un proceso porel cual se pasó de configuraciones más probables a configuraciones menos probables.Aunque fácilmente nos podemos ver envueltos en intrincados debates acerca de cuántollevan existiendo exactamente el universo físico, el sistema solar o la Tierra, o respectoa durante cuánto tiempo existieron en la Tierra condiciones para la vida antes de que lavida efectivamente apareciera, el modelo básico es inequívocamente claro. La Tierralleva varios miles de millones de años existiendo (muchas opiniones expertas fijan laedad de la Tierra alrededor de los 4.500 millones de años). Se cree que las primeras ymás rudimentarias formas de vida son las algas verde-azuladas, que podrían haber

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aparecido hace unos 2.000 millones de años. En todo caso, a continuación de laaparición inicial de las algas hubo un largo período (de quizás 1.000 millones de años)durante el cual continuaron siendo las únicas formas de vida. Después de que las algasllegaron a ser abundantes, aparecieron otras tempranas formas de vida vegetal.Mediante la datación radiactiva y otros métodos, se ha establecido con un alto grado decerteza que las primeras formas rudimentarias de vida animal invertebrada no pudieronaparecer hasta hace unos 600 millones de años. Por lo tanto, el proceso de la evolución,desde los animales unicelulares a la aparición de seres humanos desarrollados (haceunos 50.000 años), no llevó más de 600 millones de años, lo que, desde un punto devista geológico, es un período de tiempo bastante corto. Esto indica que no hubo tiempopara llevar a cabo una experimentación "ilimitada" o "sin plazo prefijado" en laevolución. Más aún, se ha calculado que entre la aparición de organismos unicelulares yel ser humano desarrollado median aproximadamente mil especies. En cada uno de loscasos la transición de una especie a otra fue un proceso que condujo de unaconfiguración inferior (y, por lo tanto, más probable) a otra superior (y, por ello, menosprobable). Por último, los indicios del registro fósil muestran que la evolución no fue unproceso gradual y sin complicaciones. Por el contrario, hubo largos períodos deestancamiento y estabilidad (las llamadas "mesetas"), salpicados de períodos muchomás cortos de cambios rápidos (hacia una mayor complejidad).Por consiguiente, la evolución es claramente un ejemplo de un proceso que muestra unadesviación significativa y persistente del azar. En un marco temporal concreto y limi-tado, se produjo un desplazamiento persistente y recurrente desde configuraciones másprobables hacia otras menos probables. Por lo tanto, es acientífico e irracional atribuireste proceso a la casualidad. De hecho, solamente la transición de una especie a lasiguiente, si se dejara al azar, podría llevar aproximadamente la duración de la propiaTierra, y para explicar todo el proceso evolutivo tendríamos que multiplicar esta cifrapor 1.000, dando como resultado una cifra mucho mayor que la duración estimada deluniverso entero (desde el "principio" hasta el presente).A la vista de estas consideraciones, tenemos derecho, desde el punto de vista científico(a ello nos obliga incluso la lógica de la metodología científica), a extraer la conclusiónde que el proceso de la evolución es consecuencia de la acción de alguna fuerza noobservable. En particular, nosotros los seres humanos somos el "producto final" de laevolución y, consiguientemente, debemos nuestra existencia a esta fuerza. Parecerazonable llamar "Dios" a esta fuerza, pero a quien le incomode ese nombre puededenominarle simplemente "la fuerza evolutiva" (o, más precisamente, "la fuerza queprodujo la evolución y dio lugar con ella al ser humano"). Por otra parte, es muyrazonable suponer que la fuerza de la evolución sea diferente a todas las demás fuerzasque la ciencia ha descubierto o sobre las que ha teorizado hasta ahora, porque, deacuerdo a nuestros conocimientos actuales, ninguna otra fuerza podría haber dadoorigen al fenómeno de la evolución.12

Ahora bien, al igual que en el caso de la gravedad, un escéptico puede negarse a aceptarla existencia de la fuerza evolutiva y optar por creer que la evolución ha sido un procesoaleatorio, una serie de coincidencias muy improbables; pero al hacer esta elección elescéptico renuncia a afirmar que está actuando científica o racionalmente. Desde elpunto de vista de la metodología científica, uno siempre tiene que elegir lo másprobable entre todas las alternativas conocidas lógicamente posibles. Aunque desde elpunto de vista lógico es posible que la evolución haya sido un proceso aleatorio,evidentemente no es ésta la posibilidad más probable. Un escéptico de este tipo,

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especialmente si se trata de un científico en ejercicio, tiene que explicar por qué enrelación con otros temas acepta y sigue este principio básico de la metodologíacientífica, pero hace una excepción en el caso de la evolución. Si uno no tieneproblemas para creer en la gravedad o en la fuerza nuclear fuerte, sobre la base de unaspruebas de naturaleza similar a las de la fuerza evolutiva, entonces ¿por qué resistirseirracionalmente a creer en la fuerza de la evolución?Afirmamos que hemos logrado nuestro propósito de proporcionar una prueba científicade la existencia de Dios. Hemos mostrado, sobre la base de un fenómeno observable (laaparición del ser humano), que la existencia de una causa no observable es la másrazonable de todas las posibilidades lógicas conocidas. Sin embargo, nos podríamoshacer la siguiente pregunta: ¿hasta qué punto está justificado que llamemos "Dios" a lafuerza motriz de la evolución? ¿Por qué no llamamos "Dios" a la fuerza de la gravedado a la fuerza nuclear fuerte? Trataremos esta cuestión en el apartado siguiente.

La naturaleza de Dios

Para el resto de este análisis, aceptemos como demostrada la existencia de una fuerzainvisible que es, la causa del proceso de la evolución y, por lo tanto, del ser humano, elproducto final de este proceso. En un principio, nuestra identificación de esa causa conDios podría parecer más bien arbitraria y gratuita. Sin embargo, un poco de reflexiónmostrará que no es así.Para empezar, sabemos que esta fuerza es capaz de crear un ser que tiene toda lasutileza y todo el refinamiento que somos capaces de mostrar nosotros los sereshumanos. No llamamos "Dios" a la gravedad o a la fuerza nuclear fuerte porque losefectos que producen estas fuerzas no son tan maravillosos como el efecto producidopor la fuerza evolutiva. Con el mismo espíritu que es la base de nuestro enfoque básicoa lo largo de este artículo, podemos preguntar si es razonable o no suponer que unafuerza capaz de producir un efecto como el ser humano sea, por lo menos, tan sutilcomo los humanos. Esta hipótesis parece tan razonable como cualquier otra posibilidadlógica, cuando no más.De hecho, sabemos con certeza que esta fuerza es capaz de hacer por lo menos una cosaque nosotros no podemos hacer, como es dar la existencia a la raza humana. Efectiva-mente, la raza humana ni siquiera existió durante todo el tiempo en que esta fuerzaestaba impulsando la evolución hacia adelante. Nosotros somos la consecuencia de laacción de esta fuerza y a ella le debemos nuestra existencia. Ella nos ha creado.

En nuestro estudio de la realidad visible e invisible ya advertimos que, desde el puntode vista de la física moderna, la realidad invisible da lugar a la realidad visible y, de he-cho, abarca o sobrepasa a la realidad visible. Por lo tanto, se podría suponerverosímilmente que la causa invisible de la evolución (y, consiguientemente, del serhumano) abarque o sobrepase a los humanos. En particular, por nuestra propiaexperiencia de nosotros mismos, sabemos que tenemos un intelecto consciente y unlibre albedrío. Por consiguiente, es razonable que la fuerza o entidad que es la causa denuestra existencia pueda tener también facultades tales como conciencia, inteligencia yvoluntad, y muy probablemente en un grado muy superior a nosotros. La únicaalternativa es creer que, de algún modo, una fuerza ciega e inconsciente, carente deinteligencia, ha dado la existencia a una criatura que está dotada de inteligenciaconsciente.Por cierto que, si sabemos algo, ese algo es que tenemos una subjetividad consciente,porque nuestro conocimiento de cualquier cosa nos llega por intermedio de esta misma

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subjetividad. Nuestra subjetividad es, por consiguiente, la condición más básica denuestra existencia. Es el espacio interno en el que cada uno de nosotros vivimos, ysabemos que nuestra subjetividad y nuestra conciencia son el resultado de la acción deesta fuerza. De este modo, el conocimiento de la naturaleza de la fuerza que nos hacreado se investiga de la manera más adecuada mediante un conocimiento más profundode aquello que nos es accesible de modo más inmediato, o sea, nuestro ser más íntimo.Parece, por tanto, que nuestro conocimiento de la existencia y la naturaleza de Diostiene los cimientos más sólidos que podría tener.13

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NOTAS

4 Por ejemplo, muchos de los elementos de la argumentación de 'Abdu'l-Bahá se pueden encontrar en unaserie de libros escritos por el científico y filósofo francés Pierre Lecomte de Noüy, que comienza conL'Homme davant la science (1939) y termina con Human Destiny (1947). Después de un análisis en ciertomodo similar al del presente ensayo, Lecomte de Noüy llega a la audaz conclusión de que "hoy en día esinsostenible explicar la evolución de la vida partiendo únicamente del azar" (Human Destiny, p. 143). Sinembargo, por razones que sería demasiado prolijo analizar aquí, de Noüy es mucho menos claro que'Abdu'l-Bahá a la hora de llegar a la conclusión de que la causa de la evolución es una fuerza que actúadesde el exterior. En lugar de ello, Lecomte de Noüy opta por la un tanto confusa y no excesivamenteconvincente noción del "telefinalismo" en biología. Para hacerle justicia a Lecomte de Noüy, tenemos queadmitir que se estaba refiriendo a estas cuestiones en un momento en que aún no se habían producidociertos avances fundamentales en la ciencia de los sistemas dinámicos. Un ejemplo más reciente de otraaproximación a estos temas es K. V. Laurikainen: "Quantum Physics, Philosophy, and the Image of God"(1990). Aunque el artículo de Laurikainen es perspicaz, existen algunos puntos importantes que lodiferencian del enfoque que he adoptado aquí y en otras obras anteriores (véase Hatcher, Logic andLogos, en especial las páginas 49-51). Entre otras cosas, no estoy de acuerdo con el subjetivismo deLaurikainen y rechazo el fuerte contraste que Laurikainen encuentra entre los métodos de la mecánicacuántica y los de la macrofisica y la ciencia en general. Dicho de otra manera, no considero que lamecánica cuántica constituya una excepción metodológica a la práctica científica general. Pero sí quecreo que algunas de las observaciones que hace Laurikainen son exactas y penetrantes en lo que se refierea la ciencia en general.

5 En Dios Pasa, Shoghi Effendi califica la tabla de 'Abdu'l-Bahá a Auguste Forel como "una de las mástrascendentales jamás escrita por el Maestro" (p. 292).

6 El argumento basado en la evolución tiene un parecido superficial con la clásica "demostración porel designio", que afirma que la realidad observable no podría tener el orden y la regularidad quemuestra sin que tal estructura fuera el resultado de un Diseñador Consciente. No obstante, elargumento basado en la evolución se refiere a la dinámica del desarrollo de sistemas fisicoscomplejos, no solamente al diseño o estructura resultante de esa dinámica. Este rasgo distintivo delargumento de 'Abdu'l-Bahá lo sitúa bastante lejos de los clásicos argumentos cosmológicos o por eldesignio. Sin embargo, cada vez se admite más la conexión entre los avances de la física moderna yel argumento clásico por el designio. Por ejemplo, el fisico Laurikainen dice: "El viejo argumentopor el designio ha obtenido nuevas fuerzas del avance de la física moderna. Se ha producido unatendencia a elaborar teorías cada vez más generales que permiten deducir un número cada vez mayorde hechos a partir de un pequeño número de principios básicos (axiomas). A su vez, este avance haarrojado luz sobre una hermosa estructura lógica existente en la realidad física, prueba contundentede un origen racional de la existencia que es superior a la inteligencia humana. Por otra parte, lainteligencia humana parece estar relacionada con esta inteligencia superior, pues cada vez estamosmás capacitados para desvelar los hermosos secretos de la naturaleza. En lenguaje religioso, estoviene expresado por la metáfora de que los seres humanos han sido creados a imagen de Dios"(Quantum Physics, p. 402).

11 Los diversos principios examinados en este apartado constituyen una pequeña parte de la teoríade los sistemas dinámicos. Esta venerable teoría ha sido recientemente popularizada bajo el nombrede "teoría del caos", en el cual el término "caos" es aproximadamente equivalente (aunque noexactamente ni siempre) al uso que hacemos nosotros aquí de "aleatoriedadad" o "desorden". Todosestos términos aluden a determinada categoría de estados de un sistema (es decir, a los estados"caóticos" o desordenados). La popularización actual de la teoría del caos recuerda a la llamadateoría de la catástrofe, que fue popularizada de forma parecida hace unos 20 años. Una "catástrofe"es simplemente un nombre imaginativo que se le da a determinado tipo de transición desde un estadode un sistema dinámico a otro. Para ver un sucinto análisis de todos estos términos en relación conun ejemplo concreto, consúltese Hatcher: Logic and Logos, pp. 128-129.

12 Por eso es por lo que la teoría de la evolución actualmente aceptada intenta explicar elmovimiento hacia arriba (el movimiento hacia un mayor orden) en la evolución como una afortunadacoincidencia de dos fenómenos aleatorios: el efecto de la selecci6n natural (fundamentalmente, un

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impacto medioambiental aleatorio) sobre las mutaciones aleatorias (cambios genéticosespontáneos). En la presentación de Su razonamiento, 'Abdu'l-Bahá examina una tercera posibilidadlógica distinta de la casualidad y de la hipótesis de una fuerza externa. Él denomina a esta terceraalternativa necesidad o compulsión inherente. Rechaza inmediatamente esta posibilidad, diciendoque "la reunión de los diversos elementos constituyentes de los seres... no puede ser forzosa, puesentonces la formación tiene que ser una propiedad inherente a las partes constituyentes y en modoalguno se puede disociar la propiedad inherente de una cosa de esa misma cosa... Por tanto, endeterminadas circunstancias la descomposición de una formación es imposible, porque laspropiedades inherentes a una cosa no pueden ser separadas de ella" (Bahá't World Faith, p. 342).

No hemos incluido en nuestra reformulación esta parte del razonamiento de 'Abdu'l-Bahá porqueentre los científicos es generalmente sabido y aceptado que el proceso evolutivo no es debido aninguna necesidad intrínseca, puesto que los elementos físicos que componen formas de vidasuperiores, como el ser humano, pueden darse con mucha facilidad en otros sistemas y en otrasformas. Consiguientemente, parece que 'Abdu'l-Bahá examina esta posibilidad únicamente paracompletar Su argumento desde el punto de vista lógico, y no porque considere que se trata de unaauténtica posibilidad física.

13 Según las Escrituras Bahá'ís, el instrumento más eficaz para llegar a poseer la cualidad delconocimiento de uno mismo que conduce al conocimiento de la naturaleza de Dios son lasenseñanzas de las Manifestaciones de Dios. Para ver un análisis del papel de estas figuras históricasen relación con este punto, consúltese, por ejemplo, Hatcher: "Concept",