desarrollo y crítica del paradigma de la producción · 2019. 9. 30. · el texto de györgy...

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INTRODUCCIÓN E l lector de Ampliar la mirada 1 al avanzar en la lectura muy pronto se percata de que las ideas articuladas por Márkus en Marxismo y ‘antro- pología’ 2 han sido determinantes en el enfoque y desa- rrollo de dicha obra. Por ello debo decir que es para mí muy honroso que el profesor Márkus haya aceptado ser colaborador en este número y tener la oportunidad de escribir esta presentación. La grandeza de Márkus (espe- ro que el lector compartirá esta opinión conmigo) es tan amplia como su escasa fama en México. Márkus, a decir de John Grumley, filósofo de la Uni- versidad de Sydney y ex-alumno suyo, es un gran contador de historias. Sus cuentos son de la his- toria de la filosofía. Teje sus narraciones con un conoci- miento sin par de la historia de la filosofía y la cultura y con un ojo agudo para las distinciones y matices filosóficos. Se deleita en la paradoja pero nunca es frívolo. Nada disfruta más que problematizar distinciones clave, excavar su his- toria oculta, exponer sus tensiones secretas e inconsisten- cias fundamentales […] Quiere conjurar la perplejidad, sacudir nuestras preconcepciones y nuestra complacencia, pero finalmente dejarnos un poco más sabios que antes 3 . Estoy seguro de que el lector del texto aquí traducido de Márkus,“Sobre la posibilidad de la teoría crítica”, al ir re- corriendo las distinciones, los matices, las paradojas, las tensiones y las inconsistencias que, una tras otra, va des- cubriendo gozoso el profesor de origen húngaro, y sen- Desarrollo y crítica del paradigma de la producción Presentación del ensayo de György Márkus Julio Boltvinik p. 159. Rodrigo Moya, Jojutla, Morelos, 1964. p. 160. Rodrigo Moya, Región ixtlera del norte de México, 1966. JULIO BOLTVINIK: El Colegio de México, México-Distrito Federal. [email protected] Desacatos, núm. 23, enero-abril de 2007, pp. 161-178. 1 Julio Boltvinik, Ampliar la mirada. Un nuevo enfoque de la pobreza y el florecimiento humano (Siglo XXI, en prensa). El libro se basa en mi tesis doctoral que, con el mismo título, presenté en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social-Occi- dente en abril de 2005. Véase en este mismo número mi ensayo “Crí- tica de la economía política de la pobreza” para un panorama de con- junto de dicho trabajo. 2 György Márkus, Marxismo y ‘antropología’, Grijalbo, Barcelona, 1973, y México, 1985. Traducción al español de Manuel Sacristán. 3 John Grumley,“Introduction. The Paradoxes of Philosophy: Györ- gy Márkus at Sydney University”, en John Grumley, Paul Crittenden y Pauline Johnson, Culture and Enlightenment. Essays for György Már- kus, Ashgate, Aldershot, Reino Unido, 2002, pp. 1-11; p. 1.

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Page 1: Desarrollo y crítica del paradigma de la producción · 2019. 9. 30. · El texto de György Márkus que se presenta a continua-ción es la traducción del capítulo 5 (y último)

INTRODUCCIÓN

E l lector de Ampliar la mirada1 al avanzar en lalectura muy pronto se percata de que las ideasarticuladas por Márkus en Marxismo y ‘antro-

pología’2 han sido determinantes en el enfoque y desa-rrollo de dicha obra. Por ello debo decir que es para mímuy honroso que el profesor Márkus haya aceptado sercolaborador en este número y tener la oportunidad deescribir esta presentación. La grandeza de Márkus (espe-ro que el lector compartirá esta opinión conmigo) es tanamplia como su escasa fama en México.

Márkus, a decir de John Grumley, filósofo de la Uni-versidad de Sydney y ex-alumno suyo,

es un gran contador de historias. Sus cuentos son de la his-toria de la filosofía. Teje sus narraciones con un conoci-miento sin par de la historia de la filosofía y la cultura y conun ojo agudo para las distinciones y matices filosóficos. Sedeleita en la paradoja pero nunca es frívolo. Nada disfrutamás que problematizar distinciones clave, excavar su his-toria oculta, exponer sus tensiones secretas e inconsisten-cias fundamentales […] Quiere conjurar la perplejidad,sacudir nuestras preconcepciones y nuestra complacencia,pero finalmente dejarnos un poco más sabios que antes3.

Estoy seguro de que el lector del texto aquí traducido deMárkus,“Sobre la posibilidad de la teoría crítica”, al ir re-corriendo las distinciones, los matices, las paradojas, lastensiones y las inconsistencias que, una tras otra, va des-cubriendo gozoso el profesor de origen húngaro, y sen-

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Desarrollo y crítica del paradigma de la producción

Presentación del ensayo de György Márkus

Julio Boltvinik

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JULIO BOLTVINIK: El Colegio de México, México-Distrito [email protected]

Desacatos, núm. 23, enero-abril de 2007, pp. 161-178.

1 Julio Boltvinik, Ampliar la mirada. Un nuevo enfoque de la pobreza yel florecimiento humano (Siglo XXI, en prensa). El libro se basa en mitesis doctoral que, con el mismo título, presenté en el Centro deInvestigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social-Occi-dente en abril de 2005. Véase en este mismo número mi ensayo “Crí-tica de la economía política de la pobreza” para un panorama de con-junto de dicho trabajo.2 György Márkus, Marxismo y ‘antropología’, Grijalbo, Barcelona, 1973,y México, 1985. Traducción al español de Manuel Sacristán.

3 John Grumley, “Introduction. The Paradoxes of Philosophy: Györ-gy Márkus at Sydney University”, en John Grumley, Paul Crittendeny Pauline Johnson, Culture and Enlightenment. Essays for György Már-kus, Ashgate, Aldershot, Reino Unido, 2002, pp. 1-11; p. 1.

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tirá sus preconcepciones y complacencia sacudidas, todoello predicho por Grumley.

El texto de György Márkus que se presenta a continua-ción es la traducción del capítulo 5 (y último) de la parteII, “Sobre el paradigma de la producción: el materialis-mo marxista y el problema de la constitución del mundosocial”, de su libro Language and Production. A Critiqueof the Paradigms4. La parte I del libro aborda el paradigmadel lenguaje (“Sobre el paradigma del lenguaje: positi-vismo y hermenéutica como teorías de la objetivación”).Los dos ensayos que conforman las partes centrales dellibro, dice Márkus en el prefacio,“examinan las manerasfundamentales y competitivas a través de las cuales el

pensamiento filosófico y social intenta dar cuenta de lasituación de los individuos”.“El libro —continúa— estádirigido no sólo a los filósofos, sino a todos aquellos in-teresados en los problemas conceptuales básicos plantea-dos por el pensamiento social contemporáneo”. Márkusaprovecha el prefacio para ubicar en la historia de la filo-sofía la discusión contenida en la obra. Como los gran-des maestros de la pintura, en muy pocos trazos ofreceun panorama muy esclarecedor (pp. xi-xiii):

En su desarrollo, la filosofía moderna (en el sentido másamplio de esta palabra) fue tanto un agente como un resul-tado del proceso al que Max Weber designó con el nombrede “desencanto”: la disolución de los omni-comprensivossistemas religiosos de interpretación del mundo que ads-cribían un significado único e integral a la existencia huma-na con referencia a un ser (o seres) trascendente respecto

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Región ixtlera del norte de México, 1966.

4 D. Reidel Publishing Company, Dordrecht, Países Bajos, 1986, 190 pp.

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de la vida humana. Las grandes filosofías de la Ilustraciónlucharon por encontrar en la Razón, entendida como unacaracterística o una capacidad inherente del individuo hu-mano, la fuente que con una fuerza igualmente vinculantepuede conferir sentido en, y proveer valores para, nuestrasactividades. Intentaron reemplazar la función de creaciónde significado, y por tanto también de integración social, dela religión, con una racionalmente unificada cultura secular,[…] capaz de descubrir e imponer a todos los procesos decambio de una sociedad dinámica una dirección única ha-cia el perfeccionamiento humano.

Es el fracaso (percibido de maneras muy variadas) de es-te proyecto lo que en buena medida determina nuestrapresente situación cultural. En general, la filosofía poshege-liana ha intentado articular una concepción adecuada de lafinitud humana […] reconociendo la imposibilidad de in-terpretar el mundo desde el único punto arquimédico de laratio subjetiva, sin acudir al recurso de un intelecto absolu-to e infinito. Tanto el paradigma del lenguaje como el de laproducción derivan de tal esfuerzo y comparten algunasideas, como la de la constitución intersubjetiva de la subje-tividad a través de los procesos de objetivación y reificación[…] Sin embargo, en algunos cruciales aspectos los dos pa-radigmas son opuestos. La elección de modelar las relacio-nes de intersubjetividad sobre la base de la comunicaciónlingüística o sobre la interacción de los individuos en lareproducción institucionalizada de su vida material tieneconsecuencias que van más allá de la teoría […] la elecciónprimaria misma abre o impone muy diferentes maneras decomprender las relaciones de los individuos y sus colectivi-dades con el proceso anónimo del cambio histórico […].

La oposición entre los dos paradigmas no es de carác-ter lógico sino de perspectiva. Cada una de ellas es legíti-ma y, en principio, no incompatible con la otra […] Sinembargo, los intentos de reconciliar ambos paradigmas[…] han fracasado. Ambos paradigmas hacen un llamadouniversalista y no hay criterios preestablecidos que nos per-mitieran determinar, de una vez por todas, los respectivoscampos de su aplicación significativa (o legítima o fructí-fera, etc.).

Márkus, después de demostrar que, en efecto, es ungran contador de historias, termina el prefacio explici-tando su postura con inusual claridad, demostrando queotra vez Grumley acierta cuando dice que “el gran poderintelectual y de visión no es la historia completa del im-pacto de Márkus”, que “lo que ubica a Márkus aparte essu carácter y los valores fundamentales que lo orientan”(Grumley, obra citada, p. 7):

[…] Mi compromiso teórico, aunque crítico, con el para-digma de la producción debe ser claro para los lectores deeste volumen […] La ausencia de fundamentos definiti-vos, obvios e indubitables del conocimiento ponen en du-da el consenso como fin, no sólo por ser inalcanzable sinopor su dudoso valor […] Aceptar la pluralidad de perspec-tivas prácticas y teóricas como una característica de nuestracultura que no debe eliminarse no significa que estemosabsueltos de la necesidad de elegir entre ellas. No hay ata-laya sin postura. Tal elección, incluso referida a disputas yproblemas teóricos, involucra un elemento de decisión noeliminable (pp. xiii-xiv).

No trataré de presentar al lector, ni siquiera a vuelo depájaro, las ideas contenidas en la parte I sobre el paradig-ma del lenguaje, aunque debo decir que lo que más megustó de ella es la crítica que lleva a cabo del enfoque ‘po-sitivista’ de Karl Popper. La parte II está compuesta decinco capítulos. Los cuatro que preceden al capítulo 5aquí traducido son: 1. “Sobre el significado del materia-lismo de Marx”; 2.“El consumo como momento intrín-seco de la actividad productiva”; 3. “La reificación y lasantinomias de su superación”; y 4.“Producción versus co-municación: cambio de paradigma en la teoría radical”.Procedo a intentar una síntesis apretada de estos cuatrocapítulos con el único propósito de evitar que, en la lectu-ra del capítulo 5 haya demasiados implícitos que dificul-ten la comprensión del texto. Después de las citas deGrumley, debe quedarle claro al lector que al sintetizarinevitablemente se perderá buena parte de las distincio-nes, matices, paradojas, tensiones e inconsistencias queson la esencia del quehacer filosófico de Márkus. Sin em-bargo, me consuela la idea de que, como se ha traducidoíntegro el capítulo 5, ello compensará al lector.

SÍNTESIS DE LOS CAPÍTULOS 1 A 4 DE LAPARTE II DE LANGUAGE AND PRODUCTION

Capítulo 1. Sobre el significado del materialismode Marx

El materialismo de Marx es de carácter práctico, diceMárkus al comenzar el capítulo 1, y esta afirmación esta-rá presente a todo lo largo de la parte II de Language and

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Production. Las condiciones materiales de vida de la so-ciedad y las actividades materiales de los hombres ensociedad se postulan ante todo no como principios ex-plicativos de una teoría sobre la estructura y el cambiosocial, sino como el terreno de las luchas prácticas deci-sivas de una próxima transformación social radical.

El materialismo marxiano supone una crítica ince-sante de la hipóstasis de las ideas o el estado en fuerzassociales independientes, la negación de su autonomía yautarquía. Las ideas sociofilosóficas deben ser esencial-mente concebidas, en su contenido cognitivo, no comorepresentaciones de hechos sino como expresiones del pro-ceso real de la vida activa de los individuos que las produ-cen. La clásica idea de verdad como correspondencia conel objeto de descripción y representación es sustituidapor la noción de adecuación al sujeto social destinado-invocado de la comunicación, lo cual también es válidopara el autoentendimiento de la propia teoría de Marx.Ésta es postulada como la teoría en la cual el proletaria-do puede reconocer la articulación de sus necesidades eintereses emancipatorios, inducidos por su situación devida material en la sociedad actual, pero que no se pue-den satisfacer en su marco. Por tanto, la teoría se auto-ubica conscientemente como un elemento de la praxissocial radical. El mirador del socialismo no es una inten-ción añadida al contenido teórico del materialismo mar-xiano sino el principio de su constitución.

El significado práctico-crítico de la teoría marxiana dela ideología encuentra su expresión positiva en la tesisdel materialismo histórico acerca de la primacía de laexistencia social (entendida como la producción y el in-tercambio material) sobre la conciencia social. La deter-minación de la conciencia por la vida apunta al origen ytelos de las actividades y los productos culturales en losconflictos de la vida social real. La conciencia no es otracosa que la conciencia de la praxis existente y la preten-sión del materialismo histórico no es filosófico-teóricasino práctica, a saber, articular la posibilidad, y de ahípromover la emergencia de una praxis social-radical, aquíy ahora, capaz de superar aquellos límites históricos quese han convertido en barreras tanto para la vida comopara la conciencia de los individuos concretos vivos. Enparticular, superar la fatídica brecha que divide las acti-

vidades económico-materiales egoístas (dominadas porlos mecanismos de la propiedad privada y el mercado)de las actividades supuestamente ‘genéricas’ de los rei-nos cultural y político.

Por tanto, el materialismo marxiano conlleva una trans-formación de gran alcance en el marco conceptual en elcual se pueden plantear preguntas sobre las ideas. Éstasson postuladas inicialmente como productos (como ob-jetivaciones) de actividades humanas históricas específi-cas, de manera que la pregunta que ha de ser contestadainicialmente es acerca de la relación de este tipo de ‘pro-ducción’ con la totalidad estructurada y diferenciada detodas aquellas actividades por las cuales los hombres re-producen y cambian las condiciones de su existencia ycon ellas a sí mismos. Al respecto, la teoría marxiana dela ideología y la conciencia social descansa en una pre-suposición más amplia, la del carácter paradigmático dela producción material para el entendimiento de todas lasmanifestaciones de la vida humana social. Este paradig-ma es el que separa al materialismo marxiano de su tra-dición inmediata, la filosofía hegeliana y el idealismoclásico alemán en general.

La crítica de Marx al idealismo absoluto de Hegel, queconsiste en la destrucción crítica de la idea de un sujetosupraindividual, se basa en una reinterpretación radical,basada en el paradigma de la producción, de la nociónde intersubjetividad, postulada como una forma de ob-jetividad social. Dado que en esta concepción se concibea los individuos con el carácter de sujetos que, bajo con-diciones de vida definidas, hacen su propia historia, di-cha objetividad es el resultado material de las activida-des humanas previas y se vuelven circunstancias socialessólo en la medida en que tales resultados quedan re-in-volucrados en las actividades humanas que los reprodu-cen y los cambian. Estos estados físicos humanamenteproducidos alcanzan la significación de circunstancias so-ciales sólo a través de su interiorización, de su apropia-ción por los individuos actuantes, que re-transformanlas fuerzas humanas objetivadas en ellos en sus propiasnecesidades y capacidades, proceso que no puede ocu-rrir si no a través del contacto y las relaciones activas en-tre los individuos. El significado de sujeto es ahora total-mente nuevo (“si bien los individuos ciertamente se

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hacen unos a los otros, física y mentalmente, no se hacena sí mismos”). Autonomía y creatividad como los consti-tuyentes de la noción de sujeto (sujeto como una enti-dad cuyo predicado es su propia autorrealización) no sepiensan más como características metafísicas, sino comoposibilidades históricas cuya realización depende del con-trol que ejerzan los individuos sobre el resultado total desus interacciones. El carácter decentrado de los sujetos,la escisión interna entre esencia humana y existencia, noes concebida ni como ilusión que ha de superarse en lacontemplación teórica superior, ni como el eterno, me-tafísico o antropológico lugar de la existencia humana.Se concibe como una situación histórica que puede sertrascendida bajo condiciones definidas de la actividadpráctica colectiva. La racionalidad no es la razón en la his-toria. Es razón histórica corporizada en la actividad prác-tica de la asociación de clase de individuos socialmentedeterminados, que pone fin a las contradicciones de suexistencia que hoy les impiden darle un significado a suspropias vidas.

Este historicismo radical de Marx significa una trans-formación completa del problema básico de la filosofíamoderna, a saber, el de la constitución subjetiva del mun-do (la pregunta acerca de las vías por las que la actividadhumana constituye y determina el mundo vital cotidianode los hombres como el punto de partida autoevidentee inmediato de todos los actos explícitos de conocimien-to). Marx acepta el carácter legítimo de este problema yen este sentido se sitúa en la tradición, en el sentido am-plio, de la Ilustración. Pero la constitución del mundo co-mún y significativo de la experiencia humana le aparecea él no como el logro de la conciencia (individual o tras-cendental), sino como el resultado histórico de las acti-vidades materiales prácticas.

El paradigma de la producción sirve no sólo como unmodelo teórico-interpretativo a través del cual se lograun entendimiento radicalmente nuevo de la vida social,sino también como un proyecto práctico de reorgani-zación social. Articula la perspectiva de un futuro eman-cipado, desde cuyo punto de vista se hace posible, enprimer lugar, el logro de una comprensión adecuada dela historia humana. Sólo desde el mirador de la posibili-dad real de la transformación socialista, de una organiza-

ción de la vida material-productiva que tome en cuentalas restricciones objetivas y que dote a los productores delpoder de decidir consciente y colectivamente sobre la for-mación de sus propias condiciones de vida, puede ser vis-ta la historia no como una irresistible marcha de la razónimpersonal, sino como el terreno de las luchas socialespara el despliegue progresivo de la racionalidad prácticay para el significado de las vidas humanas finitas.

Hoy, sin embargo, es inevitable preguntarse sobre elgrado de idoneidad del paradigma de la producción pa-ra la realización de estas intenciones teóricas y prácticas,pues hay consideraciones teóricas de peso que exigenreexaminar el paradigma mismo. En primer lugar, lahistoria del pensamiento marxista parece reproducirconstantemente una descomposición antinómica de larelación dialéctica original de lo subjetivo y de lo inter-subjetivo, como la visualizó Marx, por un lado en teoríasde un ‘proceso sin sujeto’ (Althusser); y por el otro, enteorías del sujeto colectivo (Lukács, Gramsci, Goldmann).Estas dos tendencias opuestas del pensamiento se co-nectan usualmente con interpretaciones antitéticas delparadigma de la producción mismo, a saber, con su re-ducción a la noción de ‘trabajo’ como un proceso tecno-lógico entre el hombre y la naturaleza y, por el otro lado,con su sobregeneralización filosófica en el concepto de‘praxis’ como la actividad de autocreación humana ili-mitada. Y aunque la conformidad de ambas tendenciascon las intenciones originales de Marx puede ser cues-tionada, su resurrección constante puede ser interpreta-da como un signo de tensiones internas en la misma teo-ría de Marx, o al menos debe ser examinada desde elpunto de vista de esta posibilidad.

Otro conjunto de problemas emerge en conexión condesarrollos ideológico filosóficos contemporáneos fuerade la órbita del pensamiento marxista. En la filosofía delsiglo XX es evidente la tendencia antisubjetivista quesustituye al sujeto individual por la intersubjetividad,entendida como comercio y relaciones entre individuosfinitos e históricos, que de una u otra forma objetivadasobrepasa, apoya y arrastra a los individuos, como pun-to de partida de la reflexión filosófica. En este sentido, to-das estas teorías pueden ser concebidas como teorías dela objetivación y, desde este abstracto punto de vista,

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muestran cierta afinidad con la filosofía marxiana. Peroestas teorías rechazan, de manera no ambigua, el para-digma de la producción y ofrecen otros modelos de en-tendimiento, dos de los cuales (como polos antitéticos)son los más significativos: el paradigma de la ‘soluciónde problemas’, a través de cuyo prisma todos los fenóme-nos sociales aparecen como casos de ‘conocimientoobjetivo’ (Dewey, Popper), y el ‘paradigma del lenguaje’(Wittgenstein, Lévy-Strauss, Gadamer). Además de plan-tearle diversas objeciones y preguntas a la idea marxianade ‘hacer historia’, su mera existencia ayuda a formarseuna visión más clara del materialismo histórico.

Finalmente, y no sin influencia de las teorías anterio-res, han surgido dudas críticas respecto al paradigma mar-xiano de la producción en el pensamiento marxista (ensentido amplio) contemporáneo, de manera más con-sistente de parte de Habermas. Esta crítica ubica las di-ficultades inherentes del materialismo marxiano en unconcepto restringido de la autoconstitución de la especiehumana a través del trabajo, reduciendo las interaccio-nes simbólicas y normativamente mediadas a la activi-dad instrumental únicamente. Se argumenta que estareducción distorsiona las pretensiones y propósitos ra-dicales básicos de la teoría misma, pues identifica la au-torreflexión crítica con la explicación y predicciones cien-tífico-naturales de una manera positivista.

La reconsideración de la solución marxiana del pro-blema de la constitución a través del paradigma de laproducción —especialmente desde el punto de vista desu capacidad para articular la relación entre facticidad ynormatividad en general, entre reglas técnicas y normassociales en particular— parece, por tanto, una tarea deinterés actual. El problema que enfrentamos se refiere,sobre todo, a la pregunta: ¿qué es paradigmático en elconcepto marxiano de la producción para el entendi-miento de la totalidad de la vida social, de la gama com-pleta de los fenómenos sociales?

Por tanto, en lo que sigue tomaré como punto de par-tida la idea marxiana de que el proceso de la produccióncapitalista es la unidad inmediata del proceso de trabajoy el proceso de realización y, de manera más general, quecada forma de producción histórica debe ser vista comola unidad de procesos tecnológicos definidos entre el

hombre y la naturaleza y de la reproducción de un siste-ma histórico específico de relaciones de producción en-tre los hombres. Tomaré este carácter dual de la produc-ción como constitutivo de la esencia de este paradigmamarxiano y examinaré, desde esta perspectiva, el proble-ma del consumo en el significado del uso humano deobjetos hechos por el hombre como un ‘momento in-trínseco de la actividad productiva’ (no es necesario de-cir que tal definición del consumo incluye a la produc-ción propiamente dicha como consumo productivo, sóloque lo aborda desde un punto de vista específico). A tra-vés de dicho análisis espero enfocar mejor algunas carac-terísticas adicionales del materialismo marxiano, tantopor lo que se refiere a su real relevancia teórica y prácti-ca como a sus dificultades internas.

Capítulo 2. Consumo como momento intrínsecode la actividad productiva

Entender el consumo como momento de la producciónsignifica, en primer lugar, concebirlo como la reproduc-ción continua del individuo productivo. Aplicar al con-sumo la caracterización dual de la producción de Marxsignifica analizar los productos materiales del trabajo hu-mano en su función de objetos de consumo como obje-tivaciones de las fuerzas esenciales humanas (necesidadesy capacidades) y como materializaciones de las relacio-nes sociales. Son estas dos nociones de objetivación y ma-terialización las que deben, sobre todo, ser elucidadas.

La noción marxiana de objetivación articula unadiferencia esencial entre los objetos de la naturaleza y loshechos por el hombre por lo que se refiere a las relacio-nes humanas prácticas con ellos y a través de esto impli-ca un nuevo tipo de relación entre el hombre y su mun-do como medio ambiente.

Márkus distingue entre reglas sociales de uso (técnicaspor su contenido), que corresponden a lo antes visto, ynormas sociales de empleo de los productos del trabajo.Las primeras establecen “las relaciones entre las cualida-des de los productos del trabajo y las necesidades huma-nas” en dos sentidos. Primero, puesto que el objeto ‘arti-ficial’ ha obtenido estas propiedades a través del trabajo

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humano que diseña y produce el objeto pensando en suuso apropiado; y segundo, son estas cualidades, acentua-das por las reglas de su uso, las que constituyen la natu-raleza esencial, la objetividad específica, del producto. Unvaso está destinado para beber y, hablando de maneragruesa, algo es un vaso cuando es normal y sistemática-mente utilizado en esta función. Los objetos humanamen-te producidos se convierten en valores de uso socialespor el hecho de que existen reglas definidas que circuns-criben el fin y la manera de su uso. Los arqueólogos seenfrentan de una manera dramática a la importancia deesta relación: la interpretación y clasificación arqueoló-gicas de un conjunto de hallazgos sólo tendrán sentidoen la medida en que se pueda reconstruir el uso origi-nalmente planeado para dichos objetos. En este sentido,

los objetos hechos por el hombre como objetivacionestienen un significado inherente, constituido por las re-glas de su utilidad, y que no es otra cosa que el recono-cimiento social de la utilidad del objeto, de su calidad devalor de uso, es decir, de su relación con alguna necesi-dad específica y aceptada. Segundo, las mismas reglasprescriben y circunscriben rutas de acción definidas,es decir, el ejercicio de habilidades específicas como pro-pias y adecuadas para la satisfacción de la necesidad pre-sente de manera material en el producto, y para la pues-ta en práctica de la función socialmente aceptada parala que está destinada (intended). Las reglas de utilidadidentifican acciones humanas significativas, determi-nan y construyen formas socialmente codificadas de ac-tividad práctica.

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Tacuba, ciudad de México, ca, 1960.

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Los elementos materiales del medio ambiente huma-no (el entorno cultural) están, por tanto, siempre incrus-tados en una red social de reglas prácticas, continúa Már-kus. Pero estas reglas no son reglas externas a los objetosmismos. El objeto ha sido creado para su uso apropiado,lo que ha dirigido y determinado el proceso de su pro-ducción y ha quedado incorporado en su estructura físi-ca. Ésta es la razón por la cual estas reglas no son cons-cientes, explícitas; están fijadas en las propiedades delobjeto, haciendo su utilización posible. Los productos co-mo valores de uso, como resultados materiales de las ac-tividades humanas externamente presentes, representany postulan necesidades (los fines de su utilización) y habili-dades (la manera adecuada de su utilización) socialmentereconocidas que pueden o deben ser apropiadas, interio-rizadas, por los individuos.

Objetivación y apropiación son para Marx ‘determi-naciones reflexivas’, es decir, que tienen significado sola-mente en la mutua interrelación: “el producto, a dife-rencia de un mero objeto natural, prueba lo que es, se

convierte en producto, sólo a través del consumo”(Grundrisse). Un producto es una objetivación sólo enreferencia a un proceso de apropiación (real o poten-cial). Consecuentemente las necesidades sociales y lascapacidades corporizadas en el producto se transformannuevamente en apetencias y habilidades personales vi-vas. El proceso de socialización del individuo consiste enun alto grado en la apropiación práctica de la objetiva-ción social, del mundo de cosas hechas por la humani-dad. Esto constituye la base de la continuidad histórica yhace posible el progreso social en primera instancia. Eldesgaste por el uso de los objetos de hechura humanaconlleva la necesidad de reemplazarlos. La historicidaddel mundo humanamente constituido es en general si-nónimo del hecho de que la especie humana vive en unnicho ecológico inestable, cuyo equilibrio tiene que serreestablecido continuamente mediante actividades prác-ticas intencionales. La supervivencia de la sociedad re-quiere proporciones definidas entre los varios elementosdel medio creado por el hombre (y las necesidades quesatisfacen), por un lado, y los varios tipos de actividadhumana, por el otro, así como una correspondencia en-tre ellos. Mediante diversos mecanismos institucionales,cada sociedad ha de asegurar la existencia y manteni-miento de las proporciones correctas de las diversas fun-ciones del trabajo respecto a las diversas apetencias.

La existencia de estos mecanismos institucionales creay presupone, en general, la existencia de otro conjuntode reglas sociales asociadas a los objetos de uso humano,reglas que determinan y circunscriben las condicionessociales en las cuales se pueden usar o no los objetos (apli-cando las reglas de su uso) en el marco de un sistema da-do de relaciones sociales. A este conjunto le llama Márkusnormas sociales de su empleo. Mientras las reglas de usoson técnicas y no tienen un contenido de valor, las nor-mas sociales permiten, demandan o prohíben prácticasespecíficas dependiendo del sujeto o de la circunstancia.Así, mientras la regla (implícita) de uso de un cigarrilloes que debe encenderse con fuego y el humo debe ser as-pirado, etc., la norma social de su empleo prohibe fumara los menores y a todos hacerlo en ciertos lugares. En re-ferencia a estas normas los objetos de hechura humanafuncionan no sólo como objetivaciones de necesidades y

3Plaza Santo Domingo, ciudad de México, ca. 1963.

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capacidades históricamente definidas, sino que tambiénadquieren una significación social, en el sentido que fun-cionan como objetos que pueden o deben ser empleadosen ocasiones y situaciones sociales específicas, por perso-nas que satisfacen especificaciones sociales concretas (quedesempeñan ciertos roles), para propósitos sociales defi-nidos. Si a través de las reglas de uso los productos sonpostulados como objetivaciones, lo que en la terminolo-gía de Marx constituye su contenido material, a través delas normas del empleo aparecen como portadores o ma-terializaciones de relaciones sociales específicas que cons-tituye su ‘forma social ’ específica.

Estas normas también permean la forma material es-pecífica del producto a través de las normas de propiedad(urbanidad) y gusto. (Aunque en este caso los ejemplosde Márkus no son muy convincentes.) Pero en cuanto ala ‘correspondencia’ entre producción y consumo, seríacompletamente desorientador atribuirles una funciónreguladora principal. La función social de estas normas laexplica Márkus con base en sociedades precapitalistaspor razones que presentará después, en el capítulo 3. Enestas sociedades dichas normas son directas y explícitasy se refieren a todos los objetos de uso (productivo o deconsumo). Estas normas están inmersas en un marcomás amplio de derechos y obligaciones mutuas. A travésde diversas sanciones, establecen una relación entre lasformas fijas de actividad y el sistema de necesidades ysus objetos, asegurando la correspondencia entre el ‘con-sumo productivo’ de objetos y la ‘producción consumi-dora’ de individuos concretos históricos. Al mismo tiem-po, confinan tanto la producción como el consumo dentrode ciertos límites. En estas sociedades los objetos perte-necientes a una persona expresan directamente su esta-tus social.

Márkus hace notar otras diferencias entre ambos tiposde reglas. Mientras las reglas de uso, que definen modosapropiados de actividad intencional en relación con al-gún objeto de necesidad, tienen un carácter constitutivo-constructivo, las normas sociales de empleo, que regulantales modos de actividad, permitiendo, exigiendo, pro-hibiendo, tienen un carácter regulador-restrictivo. Las re-glas de uso casi nunca son formuladas explícitamente,carecen de contenido de valor específico, ya que se trata

de cuestiones instrumentales de carácter técnico, y tam-poco hay sanciones específicas asociadas a ellas, salvo elfracaso y el calificativo de incompetencia asociado al maluso. Las normas sociales de empleo, por otra parte, soncon frecuencia explícitas y se imponen no por la fuerzadel hábito, sino que tienen una validez obligatoria; noson de carácter instrumental sino que regulan conduc-tas correctas e incorrectas, inherentemente cargadas devalor, como expresión de derechos y obligaciones, bue-nas o malas maneras. El inadecuado uso de los objetos nose expresa como incompetencia sino como desviación ysu violación conlleva sanciones con frecuencia institucio-nalizadas. Las normas a menudo están racionalizadas, esdecir, tienen algún grado de legitimación y justificacióna través de las representaciones ideológicas.

Markus reformula las diferencias anteriores de una ma-nera más general. Por una parte, las reglas de uso (técni-co-utilitarias) definen el universo de habilidades y nece-sidades que, a la par del universo de objetos producidos,caracterizan el nivel alcanzado de dominio sobre la natu-raleza al que ha llegado una determinada sociedad. Es-tos universos se constituyen en un fondo común que cir-cunscribe la gama de actividades prácticas significativasposibles, en las cuales cada miembro de la sociedad, a tra-vés de su apropiación (desarrollo de habilidades) parti-cipa. Y este fondo común tiene al menos un núcleo —eluso de objetos cotidianos útiles— que debe ser igual-mente apropiado por cada uno de los individuos normales.Si bien, como se dijo antes, los elementos individuales deestas reglas no tienen valor específico por ser de carácterinstrumental, la totalidad de las objetivaciones materia-les constituye, en este sentido, un valor tan básico que hade ser tomado como un hecho, es decir, como algo queno debe cuestionarse (en cuanto a su justificación) porningún individuo racional. La neutralidad valorativa delos objetos de hechura humana como objetivaciones con-siste en el hecho de que ellas representan aquel ‘elemen-to dado’ de la existencia humana que debe a cada mo-mento ser asimilado. El cambio en esta área tiene lugarcomo ‘acumulación’, en un proceso continuo de heren-cia de las formas previamente creadas de actividad y demodificación en el sentido de expandir el fondo socialde necesidades y capacidades.

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Las normas sociales de empleo de los objetos, en con-traste, aparecen como un mecanismo por medio delcual los diversos valores de uso, las necesidades y habi-lidades, son distribuidos entre grupos de individuos,transformándolos en agentes sociales (por ejemplo, lascajas de herramientas para los hombres, los utensilios decocina para las mujeres, que los transforman en mecá-nicos y en cocineras). En correspondencia, en referenciaa estas normas, los objetos mismos aparecen bajo ciertadefinida forma social como su materialización, comoobjetos que sólo pueden usarse de cierta manera cir-cunscrita (usados, heredados, pero no intercambiados;intercambiados pero contra un grupo específico de va-lores de uso y con personas pertenecientes a un ciertogrupo social, etc.).

Por último, Márkus incluye un concepto más, que nodesarrolla, el de normas de gusto y adecuación, que desem-peñan un papel significativo en la distribución de la de-manda agregada de productos específicos y en los meca-nismos de proliferación y diferenciación de necesidades.

Capítulo 3. Reificación y las antinomias de susuperación

El análisis previo del paradigma de la producción comoproceso dual no es sólo muy abstracto y esquemático, essobre todo deficiente porque ofrece una distinción ta-jante e inmediata cuando en términos históricos lo queexiste, según Marx, es una dialéctica entre los conceptosde fuerzas productivas y relaciones sociales de produc-ción, conceptos cuyas fronteras están por determinarse.La relatividad de las distinciones (las dicotomías) se po-ne en evidencia por la existencia de casos intermediosque desafían el carácter mutuamente excluyente de lasdicotomías. Márkus rechaza como simplistas las asocia-ciones antes presentadas, entre reglas de uso y relacionesentre los seres humanos y la naturaleza, por una parte, yla de normas de empleo y relaciones sociales entre los hu-manos, por la otra. Este simplismo falla pues: 1) hay re-glas técnicas (y habilidades asociadas) relacionadas conlas interacciones entre personas (saludar a alguien, pre-sentarse, bailar con alguien), de tal manera que las reglas

técnicas se refieren tanto a la relación sujeto-objeto co-mo a la relación sujeto-sujeto, es decir, a las relaciones so-ciales con personas); 2) hay algunos objetos especiales,como los símbolos materiales de la interacción humana(bandera, cruz, corona) y el dinero, en los cuales el con-tenido material y la forma económica coinciden, de talmanera que es imposible separar las preguntas sobrecómo deben usarse y quién puede usarlos.

A partir de la relatividad de la distinción entre reglas deuso y normas de empleo, Márkus se pregunta si puedendistinguirse del todo. Antes de contestar precisa que elobjeto en su estructura física es simultáneamente una ob-jetivación de capacidades definidas y la materializaciónde relaciones socioeconómicas definidas, y que la distin-ción entre ‘forma material’ y ‘contenido social’ se asumiócomo una distinción analítica. Para hacer más clara ypráctica la pregunta, György Márkus la formula en los si-guientes términos:“¿Por qué es la demanda de un mundosin dinero, cañones y banderas nacionales, una demandaradical racional, mientras que la demanda de un mundosin máquinas es ludismo irracional?” Y añade: “Porquees claro que la banda de transmisión (conveyor belt), ensu misma forma física, define capacidades productivasinternas a un sistema de división del trabajo basado enla separación entre el trabajo manual e intelectual y en ladominación del segundo sobre el primero.” Y contestaque lo que ha de considerarse contenido material y ha deasimilarse como base factual de la vida social, constituti-va del desarrollo de las fuerzas productivas, y lo que de-be considerarse como materialización de relaciones so-ciales que debe ser cambiado, esta doble cuestión no sepuede contestar teóricamente, es una pregunta prácticacuya respuesta depende de la perspectiva histórica en laque nos situamos. Y desde este punto de vista, añade, nohay datos fijos que deban aceptarse sin cuestionarse y alos que uno deba adaptarse, porque no hay ningún ele-mento del medio de hechura humana que no pudieraser concebido en su forma concreta, no sólo como el por-tador de ciertas relaciones sociales separables de su valorde uso como contenido, sino como la objetivación deesas relaciones en su contenido mismo.

Con base en esta inseparabilidad entre lo técnico y losocial, Márkus modifica el análisis establecido en la sec-

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ción anterior que sostenía que el paradigma marxianode la producción ancla y justifica la racionalidad de lasnecesidades radicales en y por la demarcación entre ‘con-tenido material’ y ‘forma social’, llegando a la conclusiónde que por la interpenetración práctica de los dos aspec-tos, la manera en que uno haga la distinción entre rela-ciones con la naturaleza y relaciones entre personas de-pende principalmente de qué necesidades y demandassociales uno conciba como racionales.

El problema de la inseparabilidad entre lo técnico y losocial emerge de manera aún más aguda si se analiza laaplicabilidad histórica de las categorías dicotómicas, yaque las reglas de uso no encajan con las sociedades pre-capitalistas y las normas de empleo no lo hacen con el ca-pitalismo. En las sociedades precapitalistas incluso elconocimiento técnico sobre el cómo se usa un objeto,especialmente los instrumentos de trabajo, es frecuente-mente materia de normas valorativas explícitas con susrespectivas sanciones, lo que se puede decir también in-dicando que las capacidades en dichas sociedades co-bran el carácter de obligaciones sociales. Esto se debe aque en estas sociedades lo económico está incrustado enrelaciones de dependencia como las de parentesco, mien-tras que lo técnico está subsumido en formas específicasde contacto social. Sólo el capitalismo libera al trabajo,como actividad técnica, de las normas sociales y desa-rrolla la racionalidad instrumental, pero al hacerlo llevaa ésta más allá de la esfera técnica, a las relaciones socia-les propiamente dichas, al postular la riqueza social sóloen la forma de objetos, como trabajo abstracto social ob-jetivado, es decir, valor. El capitalismo vuelve a fusionarlo técnico y las determinaciones sociales, pero lo haceahora al subordinar las decisiones sociales concernientesa los fines de los mecanismos de valorización. Por ello esque en el capitalismo las normas sociales dejan de de-sempeñar un papel central en el balance de la produc-ción y el consumo, lo que ahora hace el mercado queactúa con una aparente lógica propia, como si fuese unautomatismo natural5. Naturalmente esto no significa

que los objetos de hechura humana pierdan su ‘formasocial’ en el capitalismo, sólo que ahora todos son redu-cidos al significado social universal de ser mercancías. Laforma mercancía de los objetos producidos expresa elhecho histórico de que ahora ellos pueden ser adquiri-dos, usados y desechados por cualquiera que pueda com-prarlos, lo que constituye la disolución de las restriccio-nes directas al consumo y la consecuente dependenciade éste de la vida económica reificada del sujeto6. A fin decuentas también en el capitalismo la conducta económi-ca está determinada por normas. En efecto, al convertirsela forma de valor en la significación social del objeto, elloconlleva principios definidos del uso de esta forma co-mo normas de conducta económica; el valor determinacuándo vale la pena (en el sentido económico) usar unobjeto y qué objeto debe uno usar, por ejemplo. Sólo enla sociedad burguesa, dice Márkus, ciertas máximas deconducta económica, como el principio de maximiza-ción de la ganancia, aparecen no en la forma de deberesy derechos, sino como principios de racionalidad uni-versales y despojados de valores. Por tanto, si un indivi-duo viola estos principios su actividad fracasará de lamisma manera (al menos en el sentido económico) co-mo si hubiese violado las reglas técnicas del uso de uninstrumento.

Llegado a este punto Márkus resume lo discutidoseñalando que en toda la historia enfrentamos una coa-lescencia irresoluble de lo técnico y lo social, aunque dediferente tipo en diferentes sociedades. Si en las socieda-des precapitalistas la utilidad instrumental de los objetoshechos por la humanidad está con frecuencia ligada nor-mativamente a la posición social específica y la funciónde sus usuarios, en la sociedad capitalista la forma uni-versal de los productos (la forma mercancía y valor) de-termina en los hechos el sistema existente de relacionessociales y aparece como una cualidad adicional y miste-riosa de carácter natural y técnico.

Esta coalescencia de las relaciones sociales con la re-lación humana práctica con la naturaleza es, para Marx

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5 He aquí el origen de la subordinación de lo social a lo económico,de las necesidades al mercado y a la valorización del capital.

6 Esta reificación es la que lleva a cabo Amartya Sen al convertir lascapacidades económicas del individuo en sus únicas capacidades.

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una de las principales características de la prehistoria hu-mana. Designa este fenómeno, al menos en su versión ca-pitalista, como reificación y lo define como la aleacióndirecta de las relaciones materiales de producción con sudeterminación histórico-social, y lo contrasta con otrasépocas en las cuales la dominación de las condiciones deproducción sobre los productores estaba disfrazada porlas relaciones de dominio y servidumbre. Márkus une elconcepto de reificación al de alienación, definido éste co-mo el involuntario e inconsciente proceso de socializa-ción, que resulta en el dominio que ejercen los produc-tos del proceso de las actividades sociales cooperativassobre sus productores, para conformar el concepto deinversión (o transposición o transubstanciación) de la re-lación entre el sujeto y el objeto, que llega a su apogeo enel capitalismo: el dominio del trabajo vivo por el trabajopasado, lo que expresa el hecho de que los seres huma-nos en su asociación no han logrado todavía convertirseen los sujetos reales conscientes de la historia, determi-nando su destino mediante sus propias decisiones y he-chos unificados.

La indisoluble coalescencia entre lo técnico y lo sensostricto social no es para Marx, dice Márkus, un problemateórico sino una tarea práctica de hacer esta distinción,de efectuar una separación donde no ha habido una,entendiendo el socialismo como una sociedad que es ca-paz de hacer esta distinción en la práctica, es decir, dedividir institucionalmente la estipulación de las precon-diciones técnico-materiales y prerrequisitos del procesode reproducción (la planeación como transformación demetas sociales preestablecidas en tareas productivas) de lapostulación de las metas sociales que determinan el con-tenido de estas funciones, la dirección, el carácter y elritmo del desarrollo económico y social7. La fórmula deEngels de contraponer la administración de las cosas algobierno sobre los hombres, dice Márkus, expresa su-cintamente el concepto básico de la fórmula marxista yMarx tiene muy claro, añade, que si la separación de lo

‘técnico’ y lo ‘social’ no se cumple, si subsiste la reifica-ción, entonces el órgano central de administración se con-vierte necesariamente en el gobernante despótico de laproducción y en el administrador de la distribución.

Aquí retoma Márkus lo que afirmó al principio de laparte II de su libro, que el materialismo de Marx es decarácter práctico, por lo cual el paradigma de la produc-ción aparece como un proyecto tanto en el sentido deque el trabajo humano sólo puede ser reconocido comoactividad genérica desde la perspectiva de la emancipa-ción del trabajo, como en el sentido de que la historiasólo puede ser vista como hecha por la humanidad des-de el mirador del socialismo. Así como la categoría del‘trabajo en general’ logra la verdad práctica solamenteen el capitalismo, en el cual el trabajo se convierte en elmedio de creación de riqueza en general, la categoría deproducción que la teoría crítica ubica en el centro de susdiscusiones logra la verdad práctica sólo en el socialis-mo, porque sólo en él la producción se volverá en rea-lidad el proceso material de la autocreación social, el li-bre llegar a ser de los individuos humanos a través de supropia actividad consciente.

Pero esta formulación sugiere un problema preo-cupante que se refiere al paradigma de la producción ya la interpretación marxiana de la historia conectadacon él: el carácter teleológico de la visión de la historia,no en el sentido de perspectivismo, es decir, dependien-te de un punto de vista pragmático sobre una posibletransformación radical, sino en el sentido de un finalis-mo directo. Márkus ilustra este “finalismo” con frasesde Marx referidas a la eliminación, en el socialismo, delvelo místico que se asocia con el fetichismo de las mer-cancías, y con la regulación, en ese mismo sistema social,del proceso total de producción por medio del tiemponecesario de trabajo. El socialismo se convierte, así, en laprimera sociedad en resolver las tareas generales plan-teadas a cualquier economía porque reduce las activida-des materiales productivas a lo que son (y siempre hansido): a un metabolismo activo y racional con la natura-leza, es decir, a actividades técnicas, liberadas de la cos-tumbre y de la dominación social.

Aunque Márkus señala que no puede explicar en estetexto que en El capital Marx vuelva —aun en forma en-

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7 Algo así como la definición de cuáles valores de uso han de produ-cirse en el segundo campo institucional y su operación técnica enel primero. La definición de los fines sociales en el segundo y laaplicación técnica de los medios necesarios para alcanzarlos en elprimero.

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cubierta— a un entendimiento francamente finalista-teleológico que caracterizó a las primeras variantes de teo-ría crítica, señala dos conexiones al respecto. Antes de ex-poner éstas, que son las críticas más severas de Márkusa Marx, debe aclararse algo que él sólo puntualiza mu-cho más adelante: que se trata únicamente de tendenciascompensadas por otras que se han presentado antes.Primero, un cambio en la motivación de la clase traba-jadora desde las necesidades radicales en los Grundrisse ala disfuncionalidad del proceso capitalista que impide lasatisfacción de las necesidades elementales. Segundo, alconectar la postura de clase con la formulación de un finsocial universal (la sociedad sin clases) a través de la no-ción de objetividad científica, lo que convierte la contra-

dicción entre el proletariado y la burguesía en términosde verdad y falsedad. A medida que la posibilidad de unatransformación radical de la sociedad capitalista tomabala forma de una tendencia histórica objetivamente nece-saria, más adquiría la noción de socialismo un significadofinalista. La conversión del propósito práctico de la teo-ría al lenguaje de un determinismo teórico simultánea-mente involucró la postulación del contenido de estepropósito como teleológicamente predeterminado. Estefinalismo resolvió, en principio, el problema metodoló-gico al proveer la justificación para la distinción entre lotécnico y lo social a las épocas de la historia caracteriza-das por la concrescencia de ambas esferas. El socialismo,al dividir ambas esferas, hace directamente real lo que

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Tacuba, ciudad de México, ca. 1960.

Rod

rigo

Moy

a

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era abstractamente verdadero. Pero el precio a pagarpor esta respuesta es muy alto: la distinción entre ‘con-tenido material’ y ‘forma social’ se transforma así im-perceptiblemente en la distinción entre la ‘esencia’ y la‘apariencia’, y la reificación como constitutivo básico dela sociedad capitalista se iguala con la ‘mistificación delcapital’.

La dialéctica hegeliana es totalmente reinstalada: loque es ontológicamente real es aquello que es posible;lo que existe es un mero fenómeno. Este finalismo esusado tanto retrospectiva como prospectivamente. Elpresente capitalista es la llave para entender las socieda-des anteriores. Hacia adelante, las relaciones capitalistasson vistas por Marx como prerrequisitos de una socie-dad sin clases. Márkus sostiene que este punto es vitalpara entender el significado de la versión final de la eco-nomía marxiana. La teoría del valor trabajo puede serdesarrollada solamente bajo presuposiciones (correspon-dencia de la oferta y la demanda, producción de todaslas mercancías de acuerdo con el tiempo socialmente ne-cesario, etc.) que, en efecto, hacen abstracción de la es-pecificidad de este modo de producción. Esta paradojametodológica se corresponde, sin embargo, con la ideade que el capitalismo sólo puede ser aprehendido en suesencia si es visto como inherentemente en transición alsocialismo. La justificación final de la teoría del valor tra-bajo, que nunca puede ser —al menos de acuerdo conla lógica interna de la argumentación de Marx— tradu-cida en términos operacionales y empíricamente verifica-bles bajo el capitalismo, se encuentra en el hecho de quees posible y necesario organizar la producción y el consu-mo social reemplazando la operación indirecta, irracio-nal y reificada del mecanismo del mercado con el cómpu-to directo y consciente de los gastos de trabajo socialmentenecesarios.

El finalismo, dice Márkus, afecta a todo el paradigmade la producción de dos maneras interconectadas: llevaa la ‘naturalización’ del contenido material y hacia la ‘fe-nomenologización’ de la ‘forma social’. La primera ma-nera la ilustra Márkus con el concepto de trabajo queMarx —a pesar de que por otra parte muestra cómo elcapitalismo crea su propia base material minando tecno-lógicamente la fuerza de trabajo individual— define re-

petidamente como un proceso entre el trabajador indi-vidual y la naturaleza, excluyendo a la cooperación deldominio de lo técnico, lo que haría su concepto de tra-bajo (si Marx lo aplicara consistentemente) inútil para elanálisis del capitalismo. Esta ambigüedad, continúa Már-kus, está al mismo tiempo conectada con la tendencia deMarx a considerar el proceso de trabajo, como ‘con-tenido material’ del proceso de producción, no sólo co-mo un proceso entre el hombre y la naturaleza, sinocomo un proceso natural (como una interacción pura-mente física entre varios elementos naturales), caracte-rizable completamente en términos de las ciencias na-turales, lo que subvierte por entero el significado detrabajo como objetivación, ya que deja de concebirsecomo una actividad humana constituida por reglas so-ciales, dice Márkus, aunque no aclara si se refiere a lasreglas de uso técnico o a las normas sociales de empleo;por el contexto parece que se refiere a las primeras. Deesta manera, según Márkus, Marx habría transformado,al menos en El capital, al trabajo en una actividad entera-mente prescrita por leyes naturales, mientras que el carác-ter de actividad regida por reglas de la conducta huma-na técnica aparecería como falsa conciencia, escondiendoy mediando su determinación natural. Esta tendencianaturalista está ligada al finalismo histórico, sostieneMárkus, ya que Marx concibe que el concepto abstractode trabajo alcanza su verdad práctica sólo en el capita-lismo, es decir, que se convierte en lo que siempre fue enla noción: un ejercicio de los poderes naturales del or-ganismo humano en correspondencia directa con las le-yes objetivas de la naturaleza con el fin de transformarlos materiales naturales de manera útil. Aunque Marx estáconsciente de los efectos deshumanizadores y del carácterartificial de la reducción de las funciones complejas deltrabajo, mantiene insistentemente que, con ello, se alcan-za un descubrimiento: el de las pocas formas fundamen-tales del movimiento que caracterizan a las actividadesdel organismo humano. Mediante esta interpretaciónfisiológica del trabajo simple en el capitalismo, Marx nosólo destaca su carácter históricamente progresivo (laemancipación del proceso productivo de los límites per-sonales de la fuerza de trabajo humana), sino que trans-forma la dirección general del progreso técnico efectua-

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da por el capitalismo en un progreso antropológico in-disputable e incambiable.

A esta tendencia a la naturalización del contenido co-rresponde la de fenomenologización de la forma social—la tendencia a describir los mecanismos e intercone-xiones del modo de producción como “fenómenos su-perficiales”. Esto lleva a Marx a igualar en algunos pun-tos (incluso si son errores de dedo son sintomáticos) laforma social del producto, por ejemplo, la forma de valorde cambio de la mercancía con la “forma imaginaria desu existencia”. Las diferencias en el tratamiento de la com-petencia entre los Grundrisse y El capital ilustran esta ten-dencia. En el primer libro la competencia es todavía la“naturaleza interna del capital, su naturaleza esencial”;pero en el segundo pasa a ser parte de la esfera de lasapariencias. La noción de apariencias introduce la difi-cultad teórica hegeliana de una objetividad que es almismo tiempo ‘no real’, si no ‘falsa’, y plantea preguntasmuy preocupantes sobre el estatus de una teoría que, ennombre del conocimiento del futuro, procede a tratar lassituaciones vitales inmediatas como ilusorias, como falsaconciencia. Todas estas dificultades se expresan de ma-nera concentrada en la teoría marxiana del fetichismo,dice Márkus, sin explicar el sentido de esta afirmación.

Es aquí donde Márkus advierte que éstas son sólo ten-dencias compensadas por otras señaladas antes, lo queconvierte la crítica central en la presencia de ambigüe-dades referidas al marco conceptual del pensamiento deMarx, incluyendo el paradigma de la producción. Már-kus recuerda que ha tomado como elementos centralesde este paradigma la conceptualización de la produccióncomo unidad de dos procesos —el proceso técnico deltrabajo como objetivación de necesidades y capacida-des, y el de la reproducción (y cambio) de las relacionessocioeconómicas como ‘materialización’ de una formasocial. Marx caracteriza esta unidad como la relación dia-léctica entre fuerzas productivas y relaciones de produc-ción. Estos términos, sin embargo, enfrentan también unaambigüedad inherente, dice Márkus, quien se preguntasi se trata de la dicotomía entre lo técnico y lo social ex-presada ahora no en términos de procesos sino de es-tructuras, es decir, de elementos y sus combinaciones,como argumenta Althusser. La noción de fuerzas pro-

ductivas busca, como he tratado de demostrar antes,dice Márkus, aislar conceptualmente aquellos resultados(objetivos y subjetivos) que son acumulados de maneracontinua. En este sentido, las fuerzas productivas desig-nan, en efecto, lo técnico. Esta interpretación, sin embar-go, es inadecuada para dar cuenta del uso que hace Marxdel concepto para analizar el desarrollo histórico del ca-pitalismo, que se funda en el supuesto de que las formasespecíficas de relaciones entre los productores (coopera-ción, en general las interconexiones sociales del trabajoen el proceso directo de trabajo) constituyen una fuerzaproductiva sui generis. Surge entonces el problema de loscriterios para distinguir entre la división técnica del tra-bajo y la división social del trabajo, ya que la primera esparte evidente de las fuerzas productivas y la segunda delas relaciones sociales de producción.

Márkus refrasea lo anterior para señalar que hay dosnociones de fuerzas productivas en Marx: 1) en explica-ciones teóricas generales, como resultados sustanciales ysubsistentes de prácticas precedentes que están presen-tes como potencialidades dadas; y 2) todos los elementosy condiciones del proceso de producción, cuyo cambiotiene un efecto directo en la productividad del trabajo.Ambas, dice Márkus, son inadecuadas para las propiasintenciones teóricas de Marx, lo que lleva a que su cons-tante sustitución sea constitutiva. Márkus rechaza la se-gunda porque, argumenta, el propio Marx insiste en quedebemos distinguir entre la productividad incremen-tal debida al desarrollo del proceso social de produccióny la que obedece al [cambio en] la explotación capitalis-ta del trabajo. La primera definición la rechaza Márkusargumentando, correctamente me parece, que ni los ‘me-dios de producción’, ni las ‘habilidades laborales’, consti-tuyen, cada uno en sí mismos y de manera aislada, ele-mentos potenciales. Para serlo tienen que corresponder eluno con el otro y esta correspondencia no es meramentetécnica, pues lo que cuenta como movilizable para finesproductivos varía entre diversos organismos sociales.

Sería muy largo, continúa Márkus, demostrar en de-talle que la resolución finalista de los problemas teóricosconectados con el carácter reificado del desarrollo histó-rico global (la coalescencia entre lo técnico y lo social) ylas ambigüedades resultantes afectan no sólo el marco

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conceptual general de la concepción materialista de lahistoria, sino también el análisis concreto del capitalismo,y lo hacen de una manera antagónica a las percepcionese intenciones críticas más profundas de Marx. Márkusremite aquí a una obra de su coautoría en húngaro y só-lo desarrolla parcialmente algunas ideas en una nota alfinal del libro en la que se abordan dos temas: el de larelación entre valor de uso y valor (muy escuetamente)y el de trabajo productivo e improductivo, discutido endetalle. En el primer caso, Márkus sólo señala que laconclusión a la que llega en la obra citada —que en el ca-pitalismo el horizonte del valor de uso es el valor decambio— sería excluida por Marx con el enfoque natu-ralista arriba comentado, que ve el valor de uso como larelación natural entre las cosas y el hombre. Sobre el se-gundo punto, Márkus muestra las inconsistencias y elcírculo vicioso en el que se ve envuelto Marx al usar dosdefiniciones diferentes de trabajo productivo. Lamenta-blemente el texto es demasiado escueto para que el lec-tor pueda formarse una opinión sólida.

Además de los problemas teóricos, continúa Márkus,la solución marxiana del problema de la reificación pre-supone como proyecto práctico una sociedad que supe-raría la reificación al separar institucionalmente la ad-ministración de las cosas de la autoadministración delas personas. Esta concepción del socialismo, comentaMárkus, lo transforma en una utopía remota pues sólopuede ser realizada en una sociedad en la que prevalezcala absoluta abundancia. Cuando no ocurre así, la admi-nistración de las cosas termina siendo también el gobier-no sobre los hombres, una influencia no controlada sobrelas metas del proceso social de producción. Estas conside-raciones abstractas apuntan al problema de que no pa-rece posible asociar el principio democrático de la auto-administración con el de una planeación central racionalmediante la segregación institucional de sus respectivasesferas de aplicación, por lo cual la pregunta sobre cómopueden combinarse se convierte en la pregunta para lateoría y la práctica del socialismo. De aquí concluye Már-kus que el paradigma de la producción llega a un calle-jón sin salida, pues la perspectiva que requiere para jus-tificar en teoría la separación —un proyecto de sociedadque institucionaliza la distinción de los dos tipos de cons-

tituyentes (contenido material/forma social)— resultairrelevante para los fines práctico-críticos de la teoría. Es-te desmembramiento de los momentos teórico y prácti-co del paradigma significa, sin embargo, su desintegra-ción en general.

Llegado a este punto, Márkus ofrece una visión inte-gral del enfoque y su problema. El paradigma de la pro-ducción ofrece una conceptualización de la realidadsociohistórica que conecta internamente la idea de la au-tocreación del hombre con la de finitud humana. Con-cibe a los seres humanos, los únicos sujetos de la historia,como seres dependientes de necesidades cuya ‘esencia’existe por tanto fuera de ellos como objetividad determi-nante. Pero al mismo tiempo concibe el carácter de estadependencia y determinación como sujeta tanto al cam-bio histórico como al control social (potencial). La obje-tividad social externa es no sólo el resultado de activida-des humanas previas, es también su objetivización y sumaterialización. Por tanto, su cambio significa, al mismotiempo, una transformación de la ‘naturaleza humana’,una creación de nuevas necesidades y capacidades. Estaextensión ilimitada y creación de necesidades humanases postulada por el paradigma como central a la historiahumana en su conjunto. El paradigma de la producciónimplica una afirmación de este incesante e irrestricto di-namismo de la historia humana. Al mismo tiempo apre-hende este proceso histórico —desde el punto de vistadel potencial radical que subyace en él— también comola creación de la posibilidad de adquirir control efectivocolectivo-social sobre las mismas relaciones de determi-nación. Si la objetividad externa es la objetivación y mate-rialización de las actividades e interacciones sociales, en-tonces la relación de dependencia misma es una funciónde la relación entre los individuos y las (voluntarias o in-voluntarias) formas de socialización y colectividad. Unainterpretación de la historia que muestra la emergenciade condiciones que convierten la organización conscientey voluntaria de las relaciones sociales en una posibilidadreal y práctica de la acción colectiva, al mismo tiempo ha-ce ver cómo los ‘limitados’ individuos pueden dominarsu propia dependencia de las condiciones sociohistóricaspreexistentes, no trascendiendo su finitud como tal, sinoadquiriendo control sobre los objetos de sus necesidades

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y capacidades históricamente condicionadas y sobre elproceso de su extensión —el único control y libertad quecuenta desde la posición de vida humana real, finita.De este modo la explicación del dinamismo históricohace ver el autoentendimiento radical de los agentes so-ciales presentes de que la idea de la racionalidad no esotra cosa que la posibilidad radical de sus intercambiosprácticos. Sin embargo, si resulta, como he tratado deargumentar, que esta posibilidad aún en principio siguesiendo una noción problemática para la teoría de la his-toria (puesto que es poco claro si la presuposición de undinamismo ilimitado de necesidades permite un estadode ‘completa abundancia’, aun como una posibilidad abs-tracta), sin ninguna importancia práctica para la situa-ción de hoy día y para las alternativas de los agentes in-volucrados e invocados, entonces toda la construcción setambalea. La unidad de la concepción de un dinamismoteórico con una noción puramente inmanente de la ra-cionalidad práctica social se cae en pedazos.

Capítulo 4. Producción versus comunicación:cambio de paradigma en la teoría radical

En este capítulo Márkus primero examina y critica bre-vemente el enfoque desarrollado por Jean Baudrillard,centrado en el intercambio simbólico, que pretende sus-tituir el paradigma de la producción por el paradigmadel lenguaje y la comunicación (Márkus cita su obra Elespejo de la producción). Márkus rechaza que este enfo-que pueda constituirse en una alternativa radical al mar-xismo. Una vez hecho esto, analiza el proyecto teórico deJürgen Habermas que busca, por medio del paradigmadel lenguaje, complementar (y no sustituir como Bau-drillard) el paradigma de la producción. Márkus des-cribe cómo Habermas, ante sus propias conclusiones quesostienen que ni la lógica de las fuerzas productivas ni lasdemandas radicales conscientes en su presencia inmedia-ta pueden ser vistas como portadoras de una transfor-mación social emancipadora, enfrenta la puesta en dudaque de ellas se deriva sobre la posibilidad misma de lateoría crítica. La respuesta que él da, dice Márkus, en suesencia misma consiste en pasar del argumento de los

intereses de clase al de los intereses de la humanidadcomo género (genus) autoconstituido. Esto, dice Márkus,disuelve la unidad entre la ‘realizabilidad’ y la ‘deseabili-dad’ intrínseca al planteamiento del historicismo radicalde Marx y, por tanto, hace necesario no sólo contestar lapregunta sobre su viabilidad sino también sobre su va-lidez. Esto llevó a Habermas a elaborar una antropologíadel conocimiento centrada en la distinción entre accióninstrumental e interacción comunicativa. La inclusión dela segunda eliminaría el supuesto sesgo tecnicista de laconcepción de Marx. Por otra parte, apoyándose en lascondiciones contrafactuales de la situación ideal del ha-

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Colonia Cuauhtémoc, ciudad de México, ca. 1960.

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bla (ideal speech-situation) y de las precondiciones tras-cendentales de la comunicación y del entendimiento mu-tuo, revela las condiciones de una forma de vida ideal alreconocer las normas fundamentales que identificaríacualquier persona que quisiera ser considerada racional,proveyendo así una respuesta sobre la validez de los ob-jetivos.

Márkus brinda un gran reconocimiento a Habermasal afirmar que su proyecto es un caso único entre todas lasvariedades del neomarxismo de posguerra. Sin embargo,sostiene Márkus, la crítica de Habermas a Marx se basa enun malentendido, ya que el paradigma de la producciónno reduce el concepto de desarrollo histórico a la dimen-sión de crecimiento en el dominio del hombre sobre lanaturaleza. Márkus recuerda que el concepto de progre-so de Marx incluye la ampliación progresiva de la esferade interacciones sociales y remite a su obra Marxismo y“antropología”, en la cual me he apoyado centralmente enAmpliar la mirada. Al errar en la crítica, Habermas yerratambién en la identificación de su propia innovaciónteórica, ya que en la medida en la que la introducción delparadigma de la comunicación sirva sólo para demarcarla acción instrumental de la interacción social, sus in-tenciones quedan completamente dentro de la ortodoxiamarxiana. El profesor emérito de filosofía de la Univer-sidad de Sydney sostiene que, por lo anterior, Habermasno se percata de la novedad de su teoría. La fuerza real deesta interpretación, que concibe las interacciones y las re-laciones sociales como aquellas de la comunicación, sos-tiene Márkus, radica en que a través de ella la distinciónmisma de Marx entre lo técnico y lo social sensu strictoadquiere un nuevo significado: la dicotomía adquiere uncarácter normativo. Más adelante Márkus añade que ellohace posible descubrir aquellas normas cuya realizaciónes necesaria, aunque contrafactualmente están presu-puestas en cada acto de entendimiento humano mutuo,como condición de su posibilidad y validez. Estas nor-mas constituyen, continúa Márkus, un criterio suficien-te para distinguir entre consenso verdadero y falso (lo quehace posible la crítica de la comunicación institucional-mente distorsionada) y para definir el ideal de una co-munidad cuya forma de vida sería la realización efectivade dichas normas. Ésta parece ser la idea central de Ha-

bermas que unifica su teoría, concluye Márkus en la pre-sentación de la postura de dicho autor.

Pasando a su evaluación, indica que la pregunta quedestaca es: ¿en qué medida puede la reflexión sobre lascondiciones necesarias y universales del entendimientomutuo a través de actos de comunicación revelar o crearnormas tales que sean capaces de cumplir el doble papelde estándares críticos para el análisis sociohistórico y deobjetivos ideales para la actividad práctica social? Paraponerlo crudamente —continúa el profesor emérito—el argumento de Habermas parece depender del supues-to de que cada acto comunicativo (como algo distintivode los usos monológicos del lenguaje) necesariamentepresupone no sólo la validez de tales reglas formales,como la de veracidad, sino también la validez de ciertasnormas materiales, entre las cuales resulta básica la ‘nor-ma de reciprocidad’. De acuerdo con ella, para todos losposibles participantes debería haber una distribución si-métrica de oportunidades de escoger y realizar actos dehabla.Así formulada, comenta Márkus, parece un malen-tendido, puesto que en muchos actos de comunicación(como dar órdenes) no hay una distribución recíprocade los papeles de habla, y ya que la simetría postulada sólopuede ser concebida, en el mejor de los casos, como la pre-condición necesaria de un único tipo de comunicación,la del discurso de debate tal como se encuentra personifi-cada en el ideal de la filosofía. Habermas y Apel insisten enque este tipo de discurso no es uno más de los posiblesjuegos del lenguaje (language-games), sino que constitu-ye una meta-institución implícita en todos ellos, puestoque suponen que en cada acto de comunicación el ha-blante asume una obligación implícita de ofrecer, si fuesenecesario, evidencia de sus afirmaciones empíricas y jus-tificación de las normativas. Es justamente este punto cen-tral de toda la construcción el que parece cuestionable, ar-guye Márkus, pues este entendimiento de las condicionesuniversales de comunicación contradice las condicio-nes empíricas de realizabilidad de cualquier acto de en-tendimiento mutuo. Las condiciones de la situación idealdel habla, si se igualan con las del discurso radical, repre-sentan únicamente el ideal trascendental, que no sólo noes realizable sino que ni siquiera puede ser aproximado, esdecir, que no resulta utilizable como estándar crítico.

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