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    HISTOIUA AGRARIA 31 Diciembre 2 3 57-83 SEHA

    os estudios sobre histori rur l de lsocied d hisp no risti nJos Angel Carca de Cortzar y Pascual Martnez Sopena

    INTRODUCCiNCuando en el siglo XIII un campesino peninsular vea una corriente de agua,

    tras ella, si el campesino era andalus, estaba viendo una huerta, y si era cristiano, unmolino cerealero. Pero si el observador resultaba ser un seor hispanocristiano, lo quevea tras el agua era un abrevadero para un rebao trashumante de ovejas. noeran campesinos y seores del siglo XIII los protagonistas de nuestras visiones sinohistoriadores del siglo XX? De hecho, han sido stos quienes, segn peculiares coordenadas de adscripcin ideolgica, tema de especializacin y famil iaridad conespacios y cronologas, han hecho de la historiografa rural de la Espaa medieval unescenario en que una imagen concreta ha co r do protagonismo hasta llegar a difuminar las dems. As, lo que para un historiador andaluz, valenciano o bajoaragonses un producto trigo, aceite, lana para el mercado, incluso internacional, para unhistoriador castellanoviejo puede ser un elemento de la dominacin seorial oc doa servir de inevitable punto de confl icto entre seores y campesinos, y para un investigador catalanoviejo puede resultar un dato para el estudio de la configuracin delmercado de la renta. Y, por supuesto, donde un historiador ve un mosaico de rientesFecha de receprion del original: Septiembre de 2 3 Versin definitiva: Noviembre de 2 3 . Jos ngel Carda de Cortzar es Catedrtico de Historia Medieval. Direccin para correspondencia: reade Historia Medieval. Departamento de Ciencias Histricas. Facultad de Filosofa y Letras. Universidad deCantabria. Avenida de los Castros s/n. 39 5 Santander. E mail: [email protected] Pascual Martnez Sopena es Profesor Titular de Historia Medieval. Direccin para correspondencia:Departamento de Historia Antigua y Medieval. Facultad de Filosofa y Letras. Universidad de Valladolid.Plaza del Campus s/n. 47 ]] Valladolid. E mail: [email protected]

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    os ngel rd de ortzar y Pascual Martnez Sopena

    huertas, creadas y conservadas con el alegre esfuerzo del trabajo de una comunidadandalus unida por los vnculos del parentesco, otro ve un escenario de s ltus progre-sivamente arrinconado por un triunfante ager de secano impuesto de forma agresivapor los seores feudales.Hace quince aos, en la que hasta ahora constituye la nica sntesis sobre lahistoria rural del mundo hispanocristiano medieval, Garca de Cortzar 1988a) propo-na que una historia del mundo rural deba estudiar a partir de fuentes escritas,toponmicas, arqueolgicas y geogrficas) cmo: a) la estructura de poder caracteris-tica de una sociedad en un momento o en funcin de su particular eleccin deopciones econmicas y sociales) propicia, b) a tenor de sus capacidades tcnicas yhumanas y su despliegue socialmente autorizado), e) la creacin de unas formas deordenacin social del espacio valle, aldea, ciudad) y otras de articulacin del mismoparroquia, seoro) donde las familias, a travs de d) la constitucin cada vez menosespontnea y ms condicionada por los seores) y la gestin de distintas unidadesde explotacin, construyen agroecosistemas en el marco de los cuales aspiran aconseguir e) la produccin de unos bienes, predominantemente animales y vegetales,aunque sin excluir los artesanales, que tanto cubren las necesidades del campesina-do como se dirigen al mercado, lo que conduce a f) la generacin de una renta,distribuida de forma desigual segn la estructura de poder de la sociedad, y a g) lacreacin de un paisaje, que evoluciona a travs de la configuracin de equilibriosecolgicos, en otras palabras, que se traduce en medios ambientes sucesivos.

    El objetivo de las pginas que siguen es precisamente evaluar la densidad yla calidad de las contribuciones de los historiadores para el conocimiento de losdistintos renglones de ese mplio cuestionario referido a la sociedad medievalhispanocristiana.

    LA EVOLU iN DE LA HISTORIOGR F RUR L REFERENTE A LAESP RISTI N

    El punto de arranque lo situamos en el momento en que los investigadoresempezaron a preguntarse de forma combinada por las formas de asentamiento huma-no en el espacio, las tipologas de las unidades de explotacin, las modalidades deltrabajo campesino y los resultados de la produccin de bienes agricolas y ganaderos,con su incidencia en el paisaje y su reparto en la sociedad. Con estas perspectivas,las fechas de 1965 a 1969 son las del inicio de nuestra historia. En la primera, elhispanista francs Jean Gautier Dalch 1965) analiz la formacin, la estructura y losmodos de explotacin del dominio del monasterio de Santo Toribio de Libana. En lasegunda, Jos ngel Garca de Cortzar 1969) ampli las perspectivas y propusocomo subttulo de su estudio sobre el dominio del monasterio de San Milln de laCogolla el de Introduccin a la historia rural de Castilla altomedieval .Uno y otro trabajo, en especial el segundo, rompan una tradicin. Hasta enton-ces, la Historia rural hispana haba sido casi exclusivamente la historia de las condi-ciones jurdicas de los campesinos. Los nombres seeros de Eduardo de Hinojosa, 11IJ Agrdr. j DiUII . fiJ o

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    Los estudios sobre historia rural de la sociedad medieval hispanocristiana

    Claudio Snchez Albornoz y Alfonso Garca Gallo aparecan al frente de una extensay menos relevante nmina de historiadores del Derecho espaol especializados en laetapa anterior a la Recepcin romano-cannica

    2 1 Los aos 7

    Entre los aos 1969 y 1980 la historia rural se enriqueci rpidamente. Losprimeros pasos de la investigacin rural hispana estuvieron guiados por las obras deMarc Bloch 1931,1952) Y Georges Duby 1962), yen menor medida las de MichaelPostan 1973) y Slicher van Bath 1959)2. Los libros de Bloch y Duby -y el de EstherBoserup 1967)- encontraron entusiasta acogida en unos cuantos investigadores cuyaformacin en la Licenciatura inclua bajo la inspiracin directa o indirecta de gegrafos como Jess Garca Fernndez, Jos Ortega Valcrcel y ngel Cabo), Geografahumana y sensibil idad hacia la evolucin de los paisajes. Este inters hacia el espacioen general comenz a nutrirse adems de otras contribuciones destinadas a unadilatada influencia: las de Robert Fossier sobre Picarda 1968-69) Y Pierre Toubertsobre el Lacio 1973)3.

    Este periodo fue tambin el de la incorporacin de preocupaciones y de tratamientos caractersticos del materialismo histrico. Tras un cierto mimetismo respectoa la teora de Kula 1970), tal incorporacin promovi la atencin a los conflictossociales, en parte de la mano de Rodney Hilton 1973), y a las transiciones, bajo lagua de Perry Anderson 1974)4. Si unos y otras haban estado presentes ya en loscinco trabajos pioneros que con una aleccionadora introduccin reuni Reyna Pastor1973), su efecto se multiplic con la recepcin de la rse du fodalsme de Guy Bois1976), aunque de ella se aprovech casi exclusivamente la propuesta de periodizacin,Esto no signi fica que util izasen exclusivamente fuentes normativas, como revela la til miscelnea de E. de Hinojosa 1919); otra cosa es que, desde su ptica, los diplomas fueranconsiderados con toda propiedad como fuentes de apl icacin de derecho . Para aproximarse al mtodo, merece la pena escoger uno de los hilos conductores de la tarea de los tres:la cuestin de la libertad y la serv idumbre campesina HINOJOSA 1905; GARCA-GALLO 1957);de la duradera preocupacin de SNCHEZ ALBORNOZ dan cuenta trabajos de distintas pocas,varios de ellos publicados tardiamente: 1976a, 1976b y 1978.La fecha de traduccin de estas obras al espaol informa sobre su influencia: se tradujoprimero a DUBY 1968), despus a VAN BATH 1974), ms tarde a BLOCH 1978), y por ltimoa PasTAN 1981) Del nuevo inters por la historia rural da cuenta el corto plazo en que sepusieron en el mercado espaol varias de las obras ms significativas de medio siglo deinvestigacin.La combinacin de influencias es variable; as, en la gran obra de Pierre Bonnassie sobreCatalua 1975-1976) estn presentes Duby, Snchez Albornoz y d Abadal.Como ya se ha advertido antes a propsito de otras obras, su rpida traduccin entre 1974Y 1979 habla de la sensibilidad ambiente. En estos mismos aos conocieron un xito considerable varias colecciones de artculos que divulgaban los debates tericos en torno a losmodos de producc in iniciados veinte aos atrs; as, La transicin del feudalismo alcapitalismo sucesivas ediciones desde 1967), recoga puntos de vista procedentes delmundo anglosajn, mientras l Feudalismo 1972), con prlogo de J. Valden, se centrabaen opiniones francesas.

    Hist grdr 3 Diciembre JOOJ NI

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    os ngel arca de ortzar y Pascual artnez Sopena

    la exclusin de los factores explicativos neo-malthusianos y sobre todo la idea delprotagonismo de la pequea explotacin familiar como fundamento econmico delsistema feudal.

    Esta suma de influencias inform los primeros resultados de una Historia ruralhispana. Tras los pasos de Garca de Cortzar, los investigadores espaoles de historia rural medeval eligeron con frecuencia cierto hilo conductor: el estudio de losdominios monsticos como organizadores del espaco y de sus gentes y como primeros beneficiarios de las producciones y de las modificaciones de los paisajes. El fsildirector elegido permita analizar un amplio elenco de temas y problemas que ibandesde el poblamiento a los confl ictos sociales. Ello explica que, a partir del anlisis dela documentacin de procedencia monstica, los autores tomaran principalmente cuatro direcciones: las rentas seoriales Moreta, 1974; Alfonso, 1974), los paisajes Mnguez,1980), los conflictos Valden, 1975; Rodrguez Galdo, 1976; Pastor, 1980; Sarasa,1981), la regin Portela, 1976), por no hablar de los investigadores que optaron porseguir tratando, con perspectivas enriquecedoras, el propio tema del dominio monstico Estepa, 1975; Paliares, 1979; Garca Garca, 1980). Simultneamente, y desdeotros campos, llegaron aportaciones que interesaban a la Historia rural tanto sobre lasrelaciones campo-ciudad como sobre la protoindustria Estepa, 1977; lradiel, 1974). Elpanorama se completaba con la atencin a otros tres mbitos que, en los aos siguientes, seran objeto de profundizacin sistemtica: la repoblacin de los territorios peninsulares y sus consecuencias econmicas y sociales Julio Gonzlez, 1975 para LaMancha; Manuel Gonzlez, 1980 para Andaluca; ms la sntesis de Salvador de Mox,1979); la condicin social de los campesinos mudjares Ledesma, 1979); y el origeny el papel de los regados, tema que se ampli con los anlisis y la valoracin de lasustitucin de los sistemas agrarios andaluses por los feudales Glick, 1970, 1979)

    En los aos setenta se produjo tambin la difusin de una sensibilidadantropolgica, de momento elemental, que se nutri inicialmente de las obras de JulioCaro Baroja. Tal sensibilidad se acopl a la historia, primero, en la estela de Maussdespus de pasar por el tamiz de los Guerriers el paysans de Georges Duby y, mstarde, en la de Morgan, como Abilio Barbero y Marcelo Vigil la propagaron desde Laformacin del feudalismo 1978). De las dos influencias, la primera, la de la economadel don, tard en pasar de ser un reclamo colocado en la panoplia de la historia delas mentalidades. La segunda, en cambio, propuso un nuevo modelo, el de la vaindgena, de transicin de la Antigedad al Feudalismo, y difundi la aplicacin deconceptos como los de grupos de parentesco y comunidad de aldea, llamados atener larga vida en las interpretaciones materialistas del feudalismo castellano. Detodo lo cual se haca eco Reyna Pastor en el Coloquio de Roma de 1978, la granocasin del l lamado feudalismo mediterrneo S

    PASTOR 1980. La atencin so re la Espaa crist iana est presente en otras contr ibucionesdel Coloquio, las de Bissor- 1980) Y BONNASSIE 1980): las tesis de este ltimo articulo y suscrticas al reciente modelo de Barbero y Vigil motivaron un cierto de te en los aos inmediatos MNGUEZ 1985).

    J grdr 3 cicmbrc 200 3 pp :; 7

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    2 2 Los aos 8Entre los aos 1981 y 1988 aunque esta fecha final es relativa, pues ms

    bien abre un tiempo de trnsito caracterizado por los balances y las visiones desntesis-, cada una de las corrientes de la etapa anterior se explicit de formaautnoma. Ayud a colocar con frecuencia ms en la declaracin de intencionesque en los captulos de anlisis), las etiquetas de adscripcin conceptual: era unindicio inequvoco de bsqueda intelectual, que, aun sin traduccin en un intercambio y discusin de experiencias, contribuy a definir los mbitos de inters temtico, cronolgico, espacial de los investigadores.Los resultados del nuevo esfuerzo fueron varios. Desde el punto de vista de lasfuentes, el ms significativo fue la bsqueda deliberada, incluso, la construccin de

    fuentes de conocimiento de la historia rural: tanto en lo que se refera a la documentacin escrita como a la arqueolgica. En el marco de la primera, se incluy la publicacin y el estudio de ordenanzas municipales o de documentos generados por instituciones dedicadas a la ganadera. En el mismo haber se pone el esfuerzo desplegado por ngel Barrios 1982, 1983a) en el estudio de la toponimia, a la bsquedade datos que acabaran invalidando convincentemente las tesis despoblacionistas deSnchez Albornoz sobre la historia demogrfica del valle del Duero en los siglos VIIIa XI, lo cual no significa que este autor minusvalore el gran fenmeno colonizadorcomo se aprecia en el segundo de los trabajos). En el mbito de la documentacinarqueolgica, el tratamiento de anticuario dej paso al empleo del registro arqueolgico para intentar resolver problemas de Historia. Las aportaciones de Manuel Ru enel campo cristiano y sobre todo de Miquel Barcel en el mbito andalus tuvieron esaaspiracin. La misma que llen de ilusin la puesta en marcha de los Congresos deArqueologa Medieval Espaola y los de Arqueologa espacial de Teruel, aunque labotadura de una revista de Arqueologa medieval espaola, efectuada un cuarto desiglo despus de alguna de sus homnimas de Gran Bretaa, Francia, Italia), no llega tener el xito de aqullas .

    Desde el punto de vista de los temas, la dcada de los aos ochenta fue ricaen investigaciones que se refirieron especialmente a tres apartados:1. Se profundiz en el estudio de los dominios monsticos, introduciendo cambios que lo reorientaron. El dominio se consider ante todo como un seoro y por ellose persigui ms el conocimiento de la historia del control del abadengo sobre loshombres y las tierras que la evolucin de los paisajes y las producciones Guinot 1986,Mario 1983) Antes de relegar el estudio de los dominios como objeto de atencinprioritaria, los investigadores dejaron relativamente resuelto el tema de las unidades deexplotacin. En su estudio se abandon el modelo del gran dominio y, a la sombra deGuy Bois y de algunas de las reuniones de Fiaran, se acept como paradigma universal la unidad familiar de explotacin, triunfante en forma de minifundio incluso en la

    Fruto de esta etapa son dos obras que plantean una concepcin contraria: BARCEL al.1988, y Rlu Rlu 1989 Donde la primera percibe dos registros documentales diferentes, loescrito y lo arqueolgico, susceptibles de interpretaciones encontradas, la segunda prefiereuna complementariedad de perspectivas; no cabe duda que ste es un problema central,todava no resuelto.}fil Agr'J . DicJII JI ( .. U 7 - 8 3

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    Andaluca cristiana antes de comienzos del siglo XIV. Por otro lado, se propuso elvnculo especialmente en aquella regin Cabrera, 1978; Gonzlez, 1980), en la Valencia de Antoni Furi 1986), el bajo Aragn de Carlos Laliena 1987), o el entorno deBurgos de Hilario Casado 1987), entre las estructuras agrarias y los modelos deorganizacin capitalista Iradiel, 1983, 1984). Pese a los esfuerzos de estos autores, enotras reas los estudiosos siguieron aceptando una interpretacin que tenda a contraponer al pequeo campesino autosubsistente ajeno al mercado y a sus seores, orientados, en especial en los siglos XIV y XV, a la agricultura especulativa y colonial.

    2. Se fue sustituyendo el fsil director de antao el dominio monstico ocatedral icio) por una atencin ms estricta a los comportamientos de una sociedadasentada en un espacio regional al que, con su actividad, contribua a definir. Inclusocuando el objeto directo de anlisis segua siendo un monasterio, como fueron loscasos de Moreruela Alfonso, 1983, 1986), Meira Mario, 1983), los cistercienses deGalicia Portela, 1981), o los de Len y Castilla Prez-Embid, 1986), los autoresampliaban su punto de vista y lo situaban en trminos de colonizacin . Gracias a laampliacin de la encuesta investigadora, la atencin a la historia rural, o, ms propiamente, a la historia total, produjo unos cuantos significativos estudios, en los queestuvo presente el anlisis regional de realidades de poblamiento, de actividad econmica, de configuracin de paisajes y de distribucin del poder social: Barrios,1983b, 1984, sobre vila; Martnez Sopena, 1985, sobre la Tierra de Campos; Borrero,1983, sobre el Aljarafe; Montes, 1987, sobre Sevilla; Rodrguez L opis 1986, sobreMurcia; Laliena, 1987, sobre el Bajo Aragn; Garca de Cortzar y equipo, 1985a,sobre Vizcaya; Daz de Durana, 1986, sobre lava; Berthe, 1984, sobre Navarra, oCuadrada, 1986, sobre El Maresme.

    3. Dentro del inters por el conocimiento de las sociedades regionales comenza abrirse paso el estudio de la organizacin del espacio. Inspirados por las investigaciones de Pierre Toubert sobre el incastellamento y de Robert Fossier sobre elencellulement, y estimulados por los modelos elaborados por Pierre Guichard parainterpretar los asentamientos andaluses, unos cuantos investigadores del mundohispanocristiano comenzaron a explorar las relaciones entre los patrones de asentamiento y las estructuras productivas y de poder. Los resultados han sido enormementevariados y todos nos hemos beneficiado de un esfuerzo en que, en los ltimos quinceaos, han convivido aunque a veces en abierta discrepancia) los nombres de RamnMart 1988) y Vctor Faras 1993) sagreras , Gonzalo Martnez 1987) y Carlos Estepa1984 alfoces , Ernesto Pastor 1991) e laki Martn Viso 1995) mbitos regionales),Pascual Martnez Sopena 1987) e Ignacio lvarez Borge 1997) noblezas comarcales), Rodrguez Llopis 1996 nobleza santiaguista), Jos ngel Garca de Cortzar1988) Y Jordi Bolos 1997) organizacin social del esp ci r Esta pluralidad denombres demuestra que el esfuerzo desplegado en el mbito del estudio de la organizacin del espacio se orient desde el primer momento en muy varias direcciones.Algunas de ellas tuvieron en la etapa siguiente un desarrollo especialmente prolfico.

    La org niz cin social del esp cio ha sido objeto de ciert teorizacin y de ensayos colectivos plic dos a los terr itorios castellanos GARCA DE CORTZAR 1985b, 1999) 11ist A;;rdr 31 Diciembre ] 57-83

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    Hay otra perspectiva que no carece de inters: durante los aos 80, un consi-derable nmero de historiadores espaoles llev los resultados personales y colecti-vos fuera de nuestras fronteras. Es decir, lo que resul taba excepcional a fines de los70 (como la contribucin de Reyna Pastor en el famoso coloquio de Roma de 1978),dej de serlo en esta dcada En este terreno destacaron las reuniones de la abadade Fiaran, que desde sus orgenes impulsaban el encuentro anual de especialistasalrededor de un tema de historia rural; Fiaran ha servido para plantear una reflexincomparada, a escala europea y desde la alta Edad Media al siglo XVIII, y para conec-tar a estudiosos de nuestro pas con algunos de los ms prestigiosos especialistaseuropeos ,

    3 Los ltimos aosLa etapa que ha transcurrido entre 1987-91 Y la actualidad se ha caracterizado

    por un desarrollo ms sistemtico de algunas de las lneas ensayadas ya en lasprecedentes, incluida la presencia internacional, como se percibe en el documentadobalance de Emilio Cabrera (1999). Casi podra decirse que, por primera vez, lahistoriografa rural espaola ha dado muestras de consistencia en el sentido de queuna parte de la produccin historiogrfica persigue objetivos concretos y trata de darrespuesta, en forma cada vez ms autnoma respecto a los modelos de referencia,a problemas anteriores. Y, al mismo tiempo, se han fortalecido los proyectos de trabajo colectivo, nacionales e internacionales, lo que sin duda impulsa una cier ta integracin de ideas.

    El trnsito de los 80 a la poca ms reciente est marcado por una serie dereuniones y otros acontecimientos que se escalonaron entre 1987 y 1991, algunos delos cuales se asociaban con la historia medieval y otros se referan estrictamente a lahistoria rural . De suerte que este periodo es a modo de un corredor entre dos pocasy se caracteriz por un inusual nmero de ocasiones de hacer balance y generarexpectativas. Junto a las novedades que se introdujeron entonces, en la segunda

    La presencia de medievalistas espaoles se asocia con las reuniones dedicadas a lascomunidades aldeanas en 1982 Communauts 1984), las rdenes mil itares en 1984 Ordres1986), las rentas agrar ias en 1985 Revenus 1987), el crecimiento agrcola de la alta EdadMedia en 1988 Croissance 1990), y la v it icul tura en 1989 Vigneron 1991). En los aos 90,las reuniones de Fiaran han seguido contando con una notable presencia espaola, a travsde la cual se han integrado en el contexto europeo estudios sobre los mercados y el clerorural, e poblamiento disperso o el crdi to.En 1987 la universidad de Salamanca acogi un coloquio que hizo balance del periodo 19761986, publicndose al ao siguiente la mitad de las intervenciones; las Jornadas sobre lainvestigacin medieval en las Comunidades autnomas se celebraron en ese momento enAlcobendas, siendo editadas dos aos ms tarde (Segura, 1990). Tambin en 1988 sepublic el libro de Garca de Cortzar sobre a sociedad rural, mientras en 1989 tuvo lugarel coloquio sobre los seoros de Zaragoza (Sarasa y Serrano, 1993). Paralelamente comen-zaron los congresos de la Fundacin Snchez Albornoz, celebrados en Len cada dos aosdesde 1987, seguidos de la recuperacin de las semanas de Estella desde 1991. Estasreuniones han dedicado varias ediciones a temas vinculados con la historia rural. En estapoca aparecieron otras reuniones peridicas que se han consolidado como las Semanasde Aguilar de Campo y de Njera.

    Hist, Agrdr. f Dcnmbre .. )O) pp. 7

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    mitad de los 80 no haba un desarrollo homogneo de los estudios. En ese sentido,conviene comenzar destacando la visible dilatacin de los estudios tanto en el espa-cio como en el tiempo. Durante los ltimos quince aos, se ha ido colmatando ladiferencia de conocimiento que exista entre las distintas zonas del territorio peninsu-lar: de la corona de Aragn y del reino de Navarra respecto a Castilla (y dentro deCastilla, entre las dos submesetas), al mismo tiempo que se ha hecho comn algo queantes resultaba excepcional: que trabajos centrados en la Plena Edad Media se pro-longasen hasta los siglos XV Y XVI, e incluso ms tarde .

    Otro proceso de dilatacin ofrece un balance espectacular en los aos 90: elconocimiento de nuestras fuentes documentales y, sobre todo, arqueolgicas. En loque se refiere a las primeras, la intensificacin de las ediciones de documentos secoron, de un lado, con un esfuerzo colectivo de sistematizacin de la informacinrelativa a los marcos cronolgico y geogrfico abarcados por cada una de las colec-ciones documentales (el Catlogo Codiphis y, de otro, con un retorno al anlisiscuidadoso de los textos, a la indagacin de sus motivaciones y significados msprofundos. En el captulo de las fuentes arqueolgicas, el esfuerzo realizado ha su-puesto un cambio cualitativo, en cuanto que la bsqueda y el anlisis de los registrosmateriales se han hecho con nimo de responder a preguntas muy concretas, entreellas las relativas a la transicin de la Antigedad al feudalismo. Las discrepancias ala hora de interpretar los mismos datos entre partidarios de las tesis de pervivencia dela sociedad antigua y final mutacionista de la misma (Pastor, 1996, para la Castilladel Duero; Larrea, 1998, para Navarra) y los defensores de las continuidades indigenistas(Martn Viso, 2000) ponen de manifiesto que las hiptesis de partida siguen siendodeterminantes de los resultados finales de la investigacin. Las contribuciones presen-tadas en el Seminario organizado por la Casa de Velzquez y la Universidad Autnomade Madrid en febrero de 1999 fueron buena prueba del rico dinamismo del debatesobre la transicin. La participacin creciente de especialistas en registros arqueol-gicos (Francisco Reyes Tllez, Margarita Fernndez Mier, Julio Escalona o Jos AvelinoGutirrez) en tal debate demuestra el papel que la Arqueologa tiene que cumplirtodava en la clarificacin de muchos aspectos de la Historia rural ? A ttulo de ejemplo entre 1989 y 1995 se publicaron cuatro significativos estudios sobre

    dominios monsticos navarros GARCA FERNNDEZ 1989; FORTUN 1993; MIRANDA 1993; MUNITA1995), con los que se encabalgan otros trabajos de corte regional referidos al rea castellano-manchega RODRGUEZ-PICAVEA 1994; MOLNAT 1997), murciana RODRGUEZ LLOPIS y GARCA1994), y nuevos estudios sobre seoros monsticos del val le del Duero PEA 1990; PREZCELADA 1997). La cronologa adoptada en casi todos ellos ofrece el perfil descrito y enalgunos se aprecia la influencia de bajomedievalistas GAVIL.N 1986; CASADO 1987)

    GARCA CORTZAR MUNITA y FORTN (1996). De acuerdo con el balance de CODIPHIS 8 decada 10 dip lomas medieva les edi tados en Espaa se han publicado en los treinta aosanteriores a 1996. Desde ese momento han seguido editndose nuevas colecciones detextos lo cual no slo ha incrementado el nmero de los que se pueden consultar cmo-damente sino que consolida el peso especfico de ciertas iniciativas editoriales. Dentro deellas se da un hecho singular: a diferencia de las investigaciones de historia -publicadassobre todo gracias a f inanciacin pblica- las ediciones de fuentes se apoyan en la finan-ciacin privada.

    2 Los t raba jos que mejor sealan el carcter innovador de las investigaciones arqueolgicasson las tesis doctorales de estos autores: GUTIRREZ GONZLEZ 1995; FERNANDEZ MIER 1999;REYES 2000, Y ESCALONA 2002.

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    os estadios sobre his toria rura de la sociedad medieval bispanocr tia na

    sp cio poderDesde el punto de vista de los resultados, y sin olvidar el gran caudal de

    trabajos apegados a los datos relacionados con el mundo rural, algunas novedadeshan marcado un significativo cambio de orientacin, entre ellas la relativamente rpidaentrada de los problemas del poder en la historia rural. De hecho, el poder y elespacio o, si se prefiere, el poder proyectado en el espacio, se convirti en uno delos argumentos predilectos de los estudios publicados en aquellos aos. Lo hizo, enparte, al socaire de un nuevo mimetismo, el del estudio de los poderes , pero, al finy al cabo, lo ha hecho de un modo sistemtico hasta ahora inusual en la historiografaespaola y en varios rdenes de cosas. Singularmente, en cuatro. El primero, laidentificacin y la caracter izac in de los comportamientos de las unidades de orga-nizacin del espacio: comunidad de valle, comunidad de aldea, ciudad, comunidadde villa y tierra, y de las unidades de articulacin de aqul, parroquia, seoro, reinoGarca de Cortzar,1999) El segundo, en parte, en una secuencia que heredaba losplanteamientos y resultados de la aplicacin del anlisis regional de la etapa anterior,y, en parte, al hilo de demandas ms especf icas de inters por la organizacin socialdel espacio, sobre todo, los vinculaba a los aspectos de construccin de espaciossociopolticos el estudio de la formacin de las sociedades feudales en terri torioscomo Guipzcoa Barrena, 1989), Cantabria Dez Herrera, 1990), el espacio entre elCantbrico y el Duero Pea Bocas, 1995), o entre el Arlanza y Duero Pastor Dez deGarayo, 1996; Alvarez Borge, 1996), o los Montes de Torozos Reglero, 1994). Eltercero, la investigacin sobre los orgenes de la autoridad y su proyeccin espacial.Por un lado, tal origen se halla en la propiedad o ms all de la propiedad en unaforma de propiedad a escala de grupo social que controla derechos de aprovecha-miento de recursos pastoriles, ganaderos)? Y, por otro lado, cmo se conforman lasmodalidades espaciales de proyeccin del poder: con o sin ncleo central, con o sindelegacin de potestad regia? Estepa, 1989; Monsalvo, 1999). Y, por fin, el cuartoitinerario investigador vinculado al inters por el espacio: el conocimiento de lasaristocracias rurales regionales y de sus bases de sustentacin en el patrimonio y elparentesco, con un anlisis de la proyeccin territorial de las familias ms descollantes,a travs del cual se visibiliza su contribucin a la creacin de lneas de articulacinpoltica y social de los espacios de cada reino .

    La predileccin por los temas que relacionan sociedad, poder y espacio nodebe hacer olvidar que en los ltimos quince aos ha progresado igualmente nuestroconocimiento respecto a otros aspectos de la Historia rural. En parte, al hilo de es-tmulos exteriores que animaron a algunos autores a explorar la documentacin conla que estn ms familiarizados para averiguar aspectos como el mercado de la tierra,las disputas judiciales, los contratos agrarios, las relaciones de parentesco En parte,:0 Ouienes cul tivan estos problemas han tenido unas cuantas ocasiones de encuentro durante

    los aos 90. De forma particular, vanse PASTOR 1990 Y 1993 Ms recientemente, La noblezapeninsular en la d d Media 1999)

    14 A las obras citadas en nota precedente cabe aadir dos secciones monogrficas en sendosnmeros de Hispania dedicadas al mercado de la tierra PASTOR, 1995) Y a las prcticasjudiciales Al.FONSO, 1997), dos nuevos ejemplos de formas de trabajo basadas en el con-curso de especialistas de distintas pocas y en la cooperacin internacional.

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    Jos Angel Carca de Cortzar y Pascual Martnez Sopenu

    como resultado de proyectos que indagan, sobre todo, en cinco aspectos. El primeroha sido el del poblamiento. Adems de haber resultado beneficiario directo de losestudios de organizacin del espacio, ha sido el lgico heredero de una larga tradicin en la que han estado presentes desde Snchez Albornoz a Julio Gonzlez pasando por Nicols Cabri llana y ngel Vaca. Hoy hemos llegado a razonables acuerdosrespecto a los modelos y densidades de ocupacin del espacio hispanocristiano a laaltura del siglo XIII. Otra cosa puede ser la discrepancia sobre el decisivo tema delos procesos de configuracin de los ncleos en los siglos VIII a XII Despoblacin ycolonizacin 1995; Fernndez Conde, Mnguez y Portela,1998; Barrios y Martn Viso,2000 y 2001). Pero adems los tiempos recientes han contemplado el desarrollo devarios temas especficos. En concreto, el anlisis del poblamiento disperso y susvariadas implicaciones To Figueras, 1999), la observacin de los hbitats de montaaRuiz de la Pea, 1992; Berthe y Cursente, 2001) Y el estudio de la extensa malla devillas nuevas que, puesta a punto en los siglos XII y XIII, es el gran dato articuladordel mundo rural en el conjunto de la Espaa cristiana si es que no representa muchasveces la manifestacin superior del habitat rural concentrado :

    roduccin p is jeUn segundo tema de inters fue el de la produccin. Sorprendentemente, suestudio no haba proporcionado resultados muy bril lantes. Ahora, en cambio, era aten

    dido especialmente por aquellas historiografas regionales que, como las que investigan el espacio comprendido entre el Sistema Central y Sierra Morena, se habanincorporado ms lentamente a los estudios de Historia rural. Y, dentro de la atencina la produccin, la novedad la ha constituido, sobre todo, el inters por la ganadera.Los estudios de Carmen Argente 1991), Marie-Claude Gerbet 2002), Mara AntoniaCarmona 1998), Fernndez Otal 1993) y con cronologa que se mueve entre lossiglos XIV y XVII) Mximo Diago 1993) han servido para reivindicar la importancia deun tema que no haba atrado una atencin proporcional a su trascendencia histrica.Es cierto que todava contina en pie en Castilla la discusin sobre la responsabil idadde la ganadera en la decadencia de Espaa , entre otros problemas, pero nuestroconocimiento de la economa ganadera ha mejorado sensiblemente. As, en Castilla ysobre todo en Aragn los investigadores han enlazado dedicacin ganadera y comercio exterior Sesma,1982, 1995; Casado, 2001). Ms tarde, al escenario bajoaragonsse uni el cataln y an ms recientemente el valenciano Aparici Martn) para empalmar produccin lanera y protoindustria. Otra industria de ms hondo arraigo en elmundo rural, la del hierro, haba dejado ya antes reiteradas muestras fraguas catalanas; ferreras vascas) del inters de los investigadores.

    Un tercer tema, derivado en parte del anterior y que ha tenido menos cultivadores de los esperados, ha sido el de los paisajes agrarios, cuya aproximacin se ha5 Sera de inters hacer un censo de las villas nuevas de los reinos peninsulares; existe un

    reciente inventario de las zona septentrional de la Corona de Cast il la SOLRZANO y ARZAGA2002). Hst A ~ r a r Diciembre lOO 57 83

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    LOJ estudios sobre historia rural de la sociedad medieval bispanacris tiana

    hecho de momento a partir de los procesos de roturacin y slo excepcionalmente elrea valenciana) de los de desecacin. El tema ha florecido en aquellos espacios enque se ha estudiado la sustitucin de un agroecosistema andalus por otro cristianofeudal Bernal 1998; Martnez Carrillo 1997; Montes Romero-Camacho 1989; Quesada1994; y en relacin con los espacios conquistados por los cristianos, Molnat 1997 ySnac 2000), lo que significa que de esa investigacin, por ahora slo poseemos laslneas maestras ms generales, esto es, las que apenas exigen mediciones. Para unfuturo, es posible que la historiografa de los paisajes empiece a crecer de la manode la historia del medio ambiente.

    el ciones soci les

    Hay que referirse, como un cuarto mbito de estudio en esta etapa, al conocimiento de los grupos sociales, su implantacin territorial y las modalidades de agrupacin, que empiezan a ser estudiadas en su dimensin horizontal ms que en lavertical y, con frecuencia, ms en la pequea escala que en la grande. Los smallworlds tambin se estudian en Espaa y la novedad vino marcada porque los autoresbuscaron la combinacin de datos jurdicos, econmicos, sociolgicos y aun polticos.As sucedi en los estudios referidos a las estructuras familiares, sean las de la famlianuclear entendida en su estructura Bermejo, 1996; To, 1997), o en su condicin deunidad de produccin agraria comoaprecian Martnez 1994 y Pea 1994 en los delos grupos de hidalgos emparentados de Guipzcoa Daz de Durana, 1998), en losde las sociedades locales y sus solidaridades Ruiz de la Pea, 1993; Ruiz Gmez,1990, y Barrull, Busqueta y Vicedo, 1998), en especial, la organizacin de mbitoparroquial Lpez Alsina, 1999; Calleja, 2001) Y para el clero Bonnassie, 1995). Conlas mismas pretensiones se persigui la identificacin de los individuos dentro decada colectividad, una cuestin que toca de lleno a la antroponimia Martnez Sopena,1995) o la delimitacin y concepto de las noblezas regionales.

    La atencin a las relaciones horizontales, espoleada por Wendy Davies, ChrisWickham y los investigadores italianos, no supuso el descuido de la referida a lasverticales. Nuevos anlisis han enriquecido lo que haban sido las primeras visionesde conjunto de las luchas sociales de los 70 a partir de otros enfoques: el examen decasos concretos y de los procesos de conflicto y negociacin Cabrera, 1990; Alfonso,1997; Jular, 1997). Desde una perspectiva ms general, la imagen esquemtica de ladominacin seorial sobre los campesinos cede ante nuevos conjuntos de datos quebuscan ser interpretados con la ayuda de la antropologa y la sociologa histricas.Uno, los que dan encarnadura a la nueva visin del campesinado no tanto comocampesinos sino como comunidades locales Alvarez Borge, 2001 16 Dos, los quehan ido ampliando el conocimiento de los perfiles del campesinado -social, econmica, profesional, jurdicamente-, distinguiendo variados subgrupos: labradores ricos,pequeos propietarios, jornaleros, yugueros, hombres de behetra, payeses de16 Se aprecian ciertos rasgos ya en el trabajo de M RTN E 1991).

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    remensa..., todo ello sin olvidar que la situacin necesita balances muy matizados: porejemplo, envilecimiento jurdico no supone necesariamente miseria econmica ? Ytres, el desarrollo de redes clientelares en el seno de los seoros, a travs de lascuales los poderosos irradian eficazmente (Pastor, 1990b; 1999; Rodrguez Lpez yPastor, 2000).

    Al cabo de abundantes investigaciones, la historiografa hispana ha encontradoargumentos para aceptar la desigualdad interna de las comunidades locales, reducirla antigua imagen de su absoluta indefensin frente al seor, subrayar las funcionesy el papel histrico desempeado por las oligarquas aldeanas en cuanto mediadorasy, por fin, insistir en la fuerte penetracin del poder concejil urbano en el mundo rural.Quiz, en cambio, y como sucede en otras historiografas europeas, los investigado-res espaoles no hemos sido capaces de definir todava convincentemente los rasgosde los distintos grupos del campesinado, esto es, sus niveles de propiedad y renta,sus jerarquas internas y, en ltima instancia, la forma de combinar los diferentesbaremos de libertades y servidumbres. En lo que toca a stas, una cierta deliberadaambigedad sigue presidiendo el tratamiento, como si no furamos capaces de alcan-zar el deseable grado de certidumbre al combinar las coordenadas jurdicas, econ-micas y polticas de caracterizacin de los campesinos.

    xigenci y rentProbablemente, y como Merc Aventn (1996) ha puesto de manifiesto, slopodremos alcanzar mayores seguridades a ese respecto cuando las investigacionescorrespondientes a un quinto mbito de preocupaciones den resultados ms genero-sos. Nos referimos a la renta como elemento definidor de las relaciones sociales. Laatencin al tema viene de lejos. Las discusiones sobre lo correcto o incorrecto de laaplicacin del adjetivo feudal al sustantivo renta , y los variados y enfrentadosintentos de clasificacin de sus renglones, formaron parte de las primeras preocupa-ciones de los estudiosos de la historia rural y se han seguido suscitando despus .

    17 Vanse varios dossieres recientes, en cuya elaboracin se repiten algunos nombres: elreunido por BOURIN y FREEDMAN (2000) sobre la servidumbre de la Baja Edad Media, queincluye art culos de gran inters sobre Aragn y Catalua (Bonnassie, Freedman, T Figuerasy Lal iena): el coordinado por ST P y JULAR (2001), formado bsicamente por colaboracionesde sus editores y Escalona, lvarez Borge, Martnez Garca y Alfonso, donde las behetrasson analizadas en relacin con el territorio, ciertos linajes, otras formas de campesinadodependiente, o la confl ictividad social. Y Seores siervos vasallos (2002), donde Freedman,Lal iena, lvarez Borge, Salrach y Martn Duque, ms los dos fi rmantes de este artculo, tratande situar el campesinado de la Espaa cristiana en el contexto europeo o lo analizan aescala de Castilla, Catalua y Navarra. A todo lo cual cabe sumar la sugestiva visin de losproblemas de SALRACH 1998.

    8 Los estudios de MaRETA (1974) y MARTNEZ MORo (1977) reflejan las preocupaciones de losaos 70: partiendo de la est ructura seorial, buscaban articu lar la clasificacin de rentas yderechos con su valoracin econmica: pero el problema descriptivo era de di ficil solucincon las herramientas tericas disponibles y se constat que las fuentes al uso slo dabannoticia de una parte de los ingresos. Parece ms logrado el esfuerzo de algunos autores delos aos 80 que concedieron mayor protagonismo a las explotaciones campesinas MARTINEZGARCA 1986: GARCA FERNNDEZ 1989).

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    Los estudios sobre historia rural de la sociedad medieval hispanocristiana

    Pero se han ido dando cambios notables, cuyo primer hito son varios trabajos presen-tados en el coloquio que se celebr en Zaragoza en 1989 9 , y cuyo desarrol lo poste-rior est pautado por lneas de trabajo que subrayan aspectos distintos: una destacaque el sistema de exacciones cristalizado en el siglo XIV es resultado de un procesosecular : otra que existi un envilecimiento del campesinado basado en la privatizacinde los viejos impuestos pblicos y el incremento de las exigencias que culmin du-rante el siglo X 2 Una tercera, v inculada con la organizacin del espacio, postula eluso de la cartografa, la estadstica y la semntica para medir las exigencias de losseores, persuadida de la necesidad de matizar segn tiempos y luqares. Lo nove-doso -asociado a un trabajo que se realiza en el marco de grupos internacionales deinvestigacin, como el que se reuni en Medina del Campo en junio de 2000 y dosaos despus en Jaca- es que los investigadores se han animado a incluir perspec-tivas antropolgicas y una aguda sensibil idad para la identif icacin de los componen-tes de la renta y su evolucin . Ello contribuir a ampliar la cronologa de los estudiosde la renta y permitir el establecimiento de pautas homogneas de tratamiento y,especialmente, interpretacin).

    cohistori

    En los ltimos aos, entre los medievalistas de vocacin rural hay indicios dehaberse plegado a las exigencias de una nueva sensibilidad y una nueva moda, la dela historia del medio ambiente. En ella han confluido al menos dos tipos de intereses:las actuales preocupaciones mundiales respecto a la sostenibi lidad de los recursosnaturales y el inters por el conocimiento de la configuracin y evolucin de lospaisajes. Como en ocasiones anteriores, la aparicin de vocablos como ecolgicoo medio ambiente en los ttulos de algunos estudios no se ha acompaado por unareconversin conceptual de quienes los utilizan pero muestra una nueva sensibilidad.Las reflexiones de Gonzlez de Malina y Martnez Alier 1993) o de Antoni Furi 2000)19 S R S y S RR NO 1993). El problema de la renta est presente desde las primeras pginas

    del primer tomo P. Iradiel) y se prolonga a travs de buen nmero de estudios. En ellos seobservan tres fenmenos: nuevas propuestas tericas que no ocultaban buenas dosiscr it icas hacia el pasado reciente), una mirada a las ciencias sociales, y la incorporacin denuevos espacios, los de la Corona de Aragn.

    20 El Becerro de las Behetras , el famoso inventario de los derechos reales y seoriales deCastilla. datado en 1352, es el retablo que resume esta evolucin; vase -adems de losestudios de su inductor, Carlos Estepa- MARTNEZ GARCA 1994) y ALVAREZ BORGE 1996).

    21 To FIGU R S 1994), SALRACH 1997), LARREA 1998), en donde se aprecia su particular vinculacin con el cuadrante noreste de la pennsula.Los espacios de referencia son, de nuevo, Castilla, Galicia y la regin cantbrica: vense,junto con BOTELLA 1989), Ros 1993), PEA 1995), que toman como banco de pruebasCastilla y la Espaa hmeda.

    23 BOURIN y MARTNEZ SOPENA en prensa) incluye colaboraciones de otros autores espaoles ohispanistas Guinot, Reglero, Alfonso y Freedman), y subraya la vert iente comparativa. En elmismo ambiente y con una metodologa comn se han llevado adelante nuevos estudiossobre este mismo tema, as como sobre el mercado de la tierra y la servidumbre BOURIN yFREEDMAN 2000), con la participacin de Laliena, T, Rodriguez Lpez, Estepa y Furi.

    NiJ grtlr 31 Diciembre 3 p p 5 7 ~ 8 3

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    han tratado de definir el nuevo campo de estudios, que, en el mbito de la historiamedieval, haban interesado antes a unos pocos estudiosos como Jordi Bols 2002)y su grupo, o ngel Vaca 1992).Los recientes congresos sobre cohistoria y so ied d medieval celebrados enCceres en 1999 y en Almonte en 2000 Clemente, 2001; Prez-Embid, 2003) hanservido para levantar acta de las nuevas preocupaciones. El hecho de que los estudiosos convocados a esas dos reuniones cientficas fueran los mismos que han dedicado esfuerzos al conocimiento de la Historia rural puede ser tanto un indicio deevolucin intelectual y f lexibi lidad conceptual como una prueba de la escasa especializacin con que se han empezado a abordar unos problemas cuya resolucin exigiraunir el esfuerzo de historiadores y cientficos de la naturaleza. De momento, y comohan demostrado ambas reuniones, las aportaciones de la historiografia hispanocristiana

    medieval a la environmental history se mueven todava en coordenadas ms prximasal estudio de las producciones que de los paisajes. Falta, adems, una reflexin quedepure las bases de partida y los instrumentos de anlisis de esta nueva forma de verel mundo rural. Como en la primera de aquellas reuniones cientficas subrayaba AntoniFuri, no se trata de una nueva especial idad historiogrfica que pueda aadirse ala historia econmica, agraria, de las mentalidades, de los movimientos sociales, etc -ni siquiera de un campo especfico de conocimiento dominado por las ciencias naturales, sino ms bien de una nueva manera de comprender y escribir la historia, queaspira fundamentalmente a entender el pasado de los seres humanos en su medioambiente . UN BALANCE DE LA HISTORIOGRAFA DE LA SOCIEDAD RURAL

    HISPANA DE LA EDAD MEDIA

    En resumen, de los rasgos de nuestra historiografa de Historia rural cabrasubrayar los siguientes:1) El dficit, en general, de una conceptualizacin de los problemas. En un

    mbito de estudios que exige combinar, entre otras, aportaciones de geografa, demografa, teora econmica, sociologa y antropologa, resulta evidente la debilidad denuestras plataformas conceptuales de abordaje de las cuestiones que contrasta curiosamente en otros autores con excesos que no siempre encuentran convincentedemostracin en los anlisis.2) La abundancia de trabajos de tratamiento positivista del material objeto deatencin, sea el viedo, el castao, las acequias, los collazos o la renta. Entre otros,se echan en falta estudios que relacionen entre s o con la geografa fsica y socialde las regiones respectivas dos mbitos cualesquiera de conocimiento. Por ejemplo,

    de estructuras agrarias: cules son las dimensiones de una explotacin para definirlacomo pequea, mediana, grande? O de produccin: dnde, cmo y por qu sefueron organizando los circuitos de trashumancia? O de tensin social: cundo seremos capaces de alzar el omnipresente teln de la presin seorial para tratar demedirla, en el espacio, en el tiempo y en sus variables elementos constitutivos? J . ilgrtlr J Diciembre 20 j pp. 7 8

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    os estudos sobre hstor rur de l socied d medev l hsp nocrst n

    3) Una tradicin reverencial por los modelos extranjeros primero en generalfranceses; ms tarde ingleses; hoy en buena parte italianos) o por los elaborados yaen Espaa. Esto alcanza no slo a temas y tcnicas de anlisis, lo que sera razona-ble, sino incluso a conclusiones. Como efecto perverso, ha empujado muchas vecesa tomar y dejar temas sin llegar a exprimirlos de forma suficiente como para depurarconceptos e instrumentos de anlisis y nutrir nuevas investigaciones. Aunque cabematizar. Hace ms de veinte aos, la necesidad de aprender los rudimentos y lasdificultades de comunicacin imponan lecturas, incluso lecturas lineales, que dabanlugar a aplicaciones estrechas. Desde hace unos aos, la constitucin de grupos detrabajo internacionales dedicados a estudiar un problema determinado de historiamedieval en variados espacios europeos ha paliado la imagen de mimetismo. En laspginas precedentes se han ido dando ejemplos. Y, adems, la poltica cientfica haestimulado tambin el desarrollo de equipos estables de mbito nacional. Es un sn-toma notable del cambio de circunstancias.

    4) Una cierta proclividad a matar al padre o a los sucesivos padres que,desde perspectivas diferentes y, probablemente, acumulables, fueron haciendo susaportaciones. Especialmente pblico y notorio ha sido el asesinato de los miembrosde la vieja escuela institucionalista. El hecho de que algunos de los modernos repre-sentantes de esa escuela no hayan estado a la altura de las circunstancias no esrazn suficiente para nuestro abandono, mxime cuando el estudio de muchas de lasdecisiones de poltica econmica, en especial, concejil, demandan una informacinprecisa de los marcos institucionales. Y ello por no hablar del imprescindible conoci-mento jurdico necesario para definir los status sociales de nuestro mundo rural.Sobre todo lo cual ha escrito con mesura Jos Mara Mansalva 1995).

    5) Los temas ms abundantemente tratados han sido la repoblacin y elpoblamiento, en los que se ha llegado a precisar patrones y densidades regionalesy a proponer los ritmos y escenarios de sucesivas coyunturas demogrficas. Por elcontrario, no hemos llegado a dilucidar las responsabilidades respectivas de seores,campesinos y comunidades aldeanas en la toma de decisiones de modificacin oconservacin de los recursos del espacio y los paisajes. Y slo muy recientemente losestudiosos han tomado la iniciativa de investigar el trnsito del sistema agrario andalusal sistema feudal en lugar de hacerlo, como era habitual, como dos mbitos separa-dos. Los progresos, tericos e informativos, de nuestro conocimiento del hidraulismoandalus han contribuido decisivamente al cambio de perspectiva.

    6) Los silencios ms clamorosos de la historia rural espaola de poca mede-val se dan en tres mbitos, sin u fundamentales. El primero, el de la estructuraeconmica. Por debajo de las generalidades la convivencia entre agricultura y gana-dera), conocemos poco de la composicin y la explotacin de los bosques espaolesy de la forma y las dimensiones histricas de los terrazgos de pueblos y aldeas, ypoco ms de la dieta alimenticia de la mayora de la poblacin. Sobre el crdito ruralcontamos con la sntesis de Furi 1968). El segundo mbito de nuestros silencios,todava ms llamativo, es el del equipamiento tcnco. Sabemos un poco de su tipologa,menos de la difusin de los modelos, e ignoramos bastante sobre la utilizacin delarado de vertedera, la rotacin de cultivos y la duracin de los perodos de barbecho J/ grdf.) J Uriembre l } pp 57 83

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    con su incidencia en los rendimientos aqrcolas . No deja de ser llamativo que mientras los estudiosos de la agricultura de regado se explayan en el conocimiento de lastcnicas ( el hidraulismo andalus responde, segn Miquel Barcel, a leyes especficas), los interesados por la agricultura de secano se hayan orientado a la produccin. En uno y otro escenario seguimos sin ponernos de acuerdo no slo sobre lasdimensiones medias de las explotaciones o de las parcelas sino incluso sobre lasmedidas reales ocultas bajo una nomenclatura abundante y confusa. Por fin, el tercermbito en que el si lencio resulta especialmente denso es el relativo a la organizacindel trabajo en el mundo rural. El recentsimo libro de Mercedes Borrero (2003) permiteabrigar esperanzas de que nuestra historiografa empiece a interesarse por el terna

    7) Otros silencios de nuestra Historia rural, tal vez ms explicables, se hanor ig inado en la falta de desarrollo autnomo de aspectos que podran englobarse enla llamada historia de las mentalidades y de los que tienen que ver con la configuracin y funciones de la red parroquial. Esta circunstancia, junto con los rasgos apuntados en el apartado anterior, demuestra que el historiador rural hispano tiene un perfilque lo vincula al campo de las preocupaciones sociales ms que econmicas oculturales, al mundo de las fuentes escritas ms que a las arqueolgicas y al mbitode los saberes humansticos y sociales ms que a los naturales.

    4 Y TRAS EL BALANCE HISTORIOGRFICO UNA MIRADA AL FUTUROLos historiadores suelen ser malos profetas. Por ello, y por el mimetismo que

    ha caracterizado buena parte de la produccin referente a la Historia rural, no resultafcil hacer previsiones sobre los futuros desarrol los de nuestro mbito de estudio. Sinpretender ser adivinos, como meros notarios de las proyecciones ms verosmiles apartir de los campos explorados hasta el presente, cabra vaticinar lo siguiente:

    1) El tiempo de los dominios y seoros monsticos parece haber pasado, perotampoco estamos seguros de que no vayan a seguir fruct if icando iniciativas que veanaquellas instituciones en la larga duracin (como hizo Luis Javier Fortn a propsitode Leire), o que tomen con ms dedicacin la historia bajomedieval de los abadengos,incluidos los de las rdenes mendicantes, lo que contr ibuir a elaborar una teora msprecisa de la economa seorial.

    2) El tiempo de los anlisis de base regional pareca haber pasado, pero eldebate sobre la transicin de la Antigedad al feudalismo lo ha rejuvenecido y, desdeluego, el tiempo de los pequeos mundos (del valle y la aldea a la comunidad devilla y tierra) est en plena efervescencia.

    3) Desde la perspectiva de los espacios, o ms exactamente de las combinaciones de sociedad, poder y espacio, queda todava por explorar un amplio territorio.Hemos individualizado y matizado los modelos pero falta por conocer su funciona-24 Tal vez convenga aproximarse al tema a partir de una cronologa muy dilatada como ha

    ensayado MINGOTE (2003).25 omo introduccin vanse LALlENA 1996: MARTN CEA 1996; ALFONSO 2000. Y OLIVA 2001.

    HJ Agrat Diciemhre lOO > Pj

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    LOJ estadios sobre historia rural de la sociedad medieval hi panocri t iana

    miento a escalas espacialmente ms grandes, lo que otorgara mayor verosimil itud anuestras ideas sobre los comportamientos regionales. En tal tarea seran deseablestambin por va de la toponimia y del anlisis de los textos) las aportaciones de ladialectologa histrica.

    4) Previsiblemente, se ampliar la atencin a los seores en el ejercicio de supoder sobre los campesinos, en especial sobre las comunidades locales. Las esperadas precisiones sobre los componentes de la renta y su evolucin, el anlisis de lasconductas sobre los espacios de aprovechamiento ganadero y de las decisiones deampliacin y limitacin de los terrazgos proporcionarn bases ms seguras a lasfuturas interpretaciones.

    5) Oueda pendiente un anlisis ms cuidadoso de la insercin de la economacampesina en el mercado y de la articulacin general de todos los protagonistas delsistema econmico y social, cada uno con sus expectativas y su diferente comportamiento ante la coyuntura.

    6) Desde el punto de vista de las fuentes, quedan todava muchos folios de lossiglos XIV Y XV por explorar, especialmente, de los protocolos notariales. Y, sobretodo, quedan por llegar aportaciones arqueolgicas y, por esa va, ampliaciones delconocimiento de tcnicas y rendimientos. Y, desde la perspectiva del vocabulario, nohemos afinado todava nuestros usos de la nomenclatura, ni de los conceptos empezando por los adjetivos agregados al sustantivo seoro ), ni de los vocablos definidoresde situaciones y status.

    7) Est en sus comienzos la historia del medio ambiente, que, bien entendida,exige un considerable esfuerzo de investigacin interdisciplinar. Pero, en definitiva,qu historia no exige ese esfuerzo?

    8) Y, por fin, al hilo de estas dos ltimas referencias a las fuentes arqueolgicasy al medio ambiente, queda pendiente una reflexin sobre las propias posibi lidadesde investigar en Historia rural en un mundo social y acadmico) que exige resultadosa corto plazo. Estas exigencias parecen reclamar la puesta en marcha de proyectoscomplejos que demandan la constitucin de equipos interdisciplinares, lo que siemprees difcil y costoso. Por ello, en el fondo, no somos muy optimistas sobre el desarrollofuturo de nuestra Historia rural, al menos en aquellos aspectos que tienen que verespecficamente con el conocimiento del mundo fsico, con el estudio de la evolucinde los paisajes. En los dems, en los sociales y los polticos, habr progresos, sinduda, importantes.

    REFEREN I S

    Actas de las I Jornadas de Metodologla plic d de las Ciencias Histricas Historia Medieval1975): Santiago de Compostela incluyeron una seccin sobre La economa rural medieval )

    ALFONSO, 1974): Las sernas en Len y Castilla. Contribucin al estudio de las relacionessocio-econmicas en el marco del seoro medieval , Moneda y Crdito 129, pp. 153210.

    Hisi grtlr 3 Driembre pp 7 ~ 8

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