diario de arenas
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Brotes
A lo largo del día Se abre. Muy lentamente De un minúsculo poro Se vierte el raudal de mi alegría. Y hay flores en la arena Y lluvia fina cuando llegan tus palabras Casi imperceptible ese segundo de amar Y estar sola La efímera certeza de fluir.
Cardiograma
Adéntrate más, Aférrate con cuidado al nervio De esta fragilidad de hilo. Él nutre nuestra arena Empujando la válvula Que inunda mi corazón. Cada latido nos sostiene Quédate cerca Las raíces del mar son generosas Con el amor y su misterio
Líneas de vida
Las líneas de mi mano callan Obstinadamente Laberinto y camino Y una urgencia de tiempo asido Con tanta fuerza Que hiere mi palma Cuando escapa violento. Vértigo de espirales Imposible rastro a seguir El de este amor.
Pliegues
Derrota de pliegue Escondida tragedia de la túnica Inclinas la cabeza Y retuerces tu vestido. Coros mudos y ágora arrasada Así mi corazón griego Muere esta noche.
Rutina
Estela del surco cotidiano El discreto perfil de cada acto Inscrito en ondas. Llevado por ellas El lenguaje del amor Ajeno a todo Enhebrado Absorto Avanza solo.
Limpia Luminoso vestido de cometa Y los cabos sueltos derrotados Desmayados. Sombras de pensamiento Cauterizando venas Deseos desgarrados. Conciencia limpia Pero nunca revelación
Conciencia
Empeño
A fondo Contra la imperturbable Calma de las cosas Hondura de pétalo Arrancado. Tardes enteras Al fondo de la tarde Pensando en ti Desvanecido Lejano. Luciérnaga para toda la vida Amor mío
Nocturno
Hora ciega Corazón inerte del ahogado La piedra dice la verdad. Cómo se aferra el pensamiento Con las uñas del miedo A la vida que empieza cada día Por fin. Y los cuerpos varados Vencidos por la noche Los enterraré en mi abdicación
Isla
Volver a mi padre y a mi madre. Escucho reír a mis hermanos Y vivíamos allí. Suben las aguas Sólo queda una piedra amable Y blanca Luce al sol si me desnudo Y le ofrezco mi piel. Me la llevaré en la boca El día en que me despida De todos vosotros
Abrazo
De antes a después Estrecharse en la ropa Por no mirarse Si todo lo que te diría Si todo lo que me dirías Al cabo no se entregará Porque nos arde. Arredra el tiempo sin nosotros Lo tomo en brazos y regreso a casa Te despido a lo lejos Tu abrazo y yo dormiremos esta noche Sin tocarnos
Vetas
Las rocas en que se aman El mineral y la mena Ocultan que maduran mucha muerte Que en su seno la blancura feroz asola La vegetal podredumbre engulle Las manos que los separan hieren. La arena nada encierra Mis sedimentos acaban en tu cuerpo Se depositan en tu lado y hacen lecho Para el amor que a veces la marea deja a nuestros pies
Pasadizos
Salvar distancias Tantear a oscuras el amor Que me lleve a ti. No ando por la calle ni sigo los raíles Las escaleras siempre bajan hasta mí. Por mucho que quiera sumergirme Esconder en una certeza A la mujer que soy para vosotros Todos los pasadizos salen al sol. Y ya no sé a quién miento más
Perseverancia
Insisto en gestos que conoces Y parece que nunca seré yo Ni en sueños La espalda que, náufrago, necesitas. Pero quizá sí Un pedazo de delicado amor En el que a veces piensas. Yo tengo de mi parte a la ternura. Y un enamorado flujo de lunas y mareas Procura llegar sin hacer ruido. Y besarte en la nuca, vida mía
La flor que me das
Cuando nos alejamos Todo reposa en mí con calma Infinita. Estar sola Y coger delicadamente En mis manos La flor que me das. Volutas de intenso asombro Siemprevivas. Tallos altos Y discretos brotes azulados. Esto era el amor
Crisálida
El amor obliga A los lentos cristales de la arena hiriendo los sentidos. Me envuelvo entonces en un lienzo Ardiente y tibio Y dentro hay lluvia de ceniza Espasmos y máculas Moho en las piedras y pan Recién cocido. Me abre luego la sed Llega tu boca
Sólo quisiera Que tomaras mis palabras a nuestro favor Que no sean ni su brillo ni sus sombras Quienes dejen al borde del abismo Este herido amor Que aún nos pertenece
Conversación
Despedida
Déjalo ir
La marea persevera
Y no hay tregua
No puedes pedirle a la sangre
Que se remanse
A la espera de un latido limpio
De una implosión exacta.
El corazón no espera
Deja que se vaya.
El tiempo del amor
Es un reloj de arena
Las fotografías que acompañan al texto son de A. Supiot y se hicieron en diferentes playas
asturianas.