dirigir a su jefe - gabarro y kotter

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Harvard Business Review Gestión de la Carrera Profesional Ediciones DEUSTO - 2004 JOHN J . GABARRO Y JOHN P . KOTTER Resumen «CUANDO POR PRIMERA VEZ ESCRIBIMOS ESTE ARTÍCULO a finales de 1 979, la idea de dirigir al propio ¡efe no era un concepto válido,» recuerda el autor John Gabarro. «Excepto en un artículo que Peter Drucker había escrito unos 20 años antes, no existía nada en la literatura de gestión empresarial sobre este concepto.» En aquel entonces, Gabarro y el coautor John Kotter estaban trabajando ¡untos en comportamiento organiza-cional en la Harvard Business School. Ambos estaban haciendo un trabajo de campo sobre los directivos más eficientes desde perspectivas muy distintas, cuando des- cubrieron que la dirección del propio ¡efe era crucial para el éxito. De hecho, los directivos eficientes manejaban igualmente bien las relaciones laterales que hacia arriba y hacia abajo. A medida que Gabarro y Kotter aportaron más datos, la importancia de dirigir al ¡efe aparecía cada vez con mayor claridad. Su atención en lo que funciona, o comportamiento eficaz, les llevó a una conclusión que aún hoy se abre paso entre el folklore. Olvídese de la ambición. Olvídese de los ascensos. Olvídese de los aumentos. Piense sólo en su trabajo y en cómo ser eficiente en su desempeño. ¿Cómo se consiguen los recur

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Page 1: Dirigir a Su Jefe - Gabarro y Kotter

Harvard Business Review

Gestión de la Carrera Profesional

Ediciones DEUSTO - 2004

JOHN J . GABARRO Y JOHN

P . KOTTER

Resumen

«CUANDO POR PRIMERA VEZ ESCRIBIMOS ESTE ARTÍCULO a finales de 1

979, la idea de dirigir al propio ¡efe no era un concepto

válido,» recuerda el autor John Gabarro. «Excepto en un

artículo que Peter Drucker había escrito unos 20 años antes, no

existía nada en la literatura de gestión empresarial sobre este

concepto.»

En aquel entonces, Gabarro y el coautor John Kotter

estaban trabajando ¡untos en comportamiento

organiza-cional en la Harvard Business School. Ambos estaban

haciendo un trabajo de campo sobre los directivos más

eficientes desde perspectivas muy distintas, cuando des-

cubrieron que la dirección del propio ¡efe era crucial para el

éxito. De hecho, los directivos eficientes manejaban

igualmente bien las relaciones laterales que hacia arriba y

hacia abajo.

A medida que Gabarro y Kotter aportaron más datos, la

importancia de dirigir al ¡efe aparecía cada vez con mayor

claridad. Su atención en lo que funciona, o comportamiento

eficaz, les llevó a una conclusión que aún hoy se abre paso

entre el folklore. Olvídese de la ambición. Olvídese de los

ascensos. Olvídese de los aumentos. Piense sólo en su trabajo y

en cómo ser eficiente en su desempeño. ¿Cómo se consiguen

los recur

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2 Gabarro y Kotter

sos que necesita —la información, el asesoramiento, incluso el

permiso—? Las respuestas siempre señalan a quien tiene el

poder, la influencia, es decir, el ¡efe. No conseguir que la

relación sea de respeto y entendimiento y es no tener en

cuenta un factor principal de la eficacia.

Cuando se dieron cuenta de que habían dado con algo

fundamental, Gabarro y Kotter, llevaron sus apuntes a un

editor de HBR, que inmediatamente aceptó trabajar con ellos

en este artículo histórico. Publicado en enero-febrero de 1980,

«Dirigir a su ¡efe» es una de las separatas de HBR más

solicitadas por los lectores.

PARA MUCHAS PERSONAS, la frase dirigir a su jefe puede parecer insólita o sospechosa. Debido

al tradicional énfasis de arriba abajo existente en la mayoría de

organizaciones, no es evidente el porqué es necesario gestionar

las relaciones hacia arriba —a menos, desde luego, que se haga

por razones personales o políticas—. Sin embargo, no nos

estamos refiriendo aquí a las maniobras de tipo político o de

obtención de favores «haciendo la pelota». Estamos empleando

el término para referirnos al procedimiento de trabajar de forma

consciente con su superior para obtener los mejores resultados

posibles para usted, su jefe y la empresa.

Los estudios más recientes indican que los directivos

competentes dedican tiempo y esfuerzos a gestionar no sólo las

relaciones con sus subordinados sino también con sus jefes.

Estos estudios muestran también que este aspecto esencial del

management es ignorado a veces por los directivos, que por otra

parte son personas emprendedoras y de talento. En efecto,

algunos directivos que

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Dirigir a su jefe 3

dirigen de forma activa y eficiente a subordinados, productos,

mercados, y tecnologías, adoptan una postura casi pasivamente

reactiva para con sus jefes. Dicha postura casi siempre les

perjudica a ellos y a sus empresas.

Si usted duda de la importancia de dirigir y gestionar las

relaciones con su jefe o de cuan difícil es hacerlo de forma

efectiva, preste atención a la triste historia que sigue, que, por

otra parte, es sumamente reveladora.

Frank Gibbons era un reconocido genio de la fabricación en

su sector de actividad y, según cualquier estándar de

rentabilidad, un ejecutivo extremadamente eficiente. En 1973

sus cualidades lo impulsaron al puesto de vicepresidente de fa-

Los directivos competentes , • J i J ,, . . r bncacion de la segunda

establecen relaciones con , , , „ , empresa mas grande y

toaos aquellos de quienes 1 1 1 1 • 7 j rentable de su ramo.

dependen —incluyendo en ellos a su jefe. Gibbons no era, sin

embargo, un buen gestor

de personas. El lo sabía, como lo sabían otras personas de su

empresa y del sector. Reconociendo la existencia de este punto

débil, el presidente se aseguró de que aquellos que reportaban a

Gibbons fueran competentes en la relación personal y, de este

modo, compensar las limitaciones de aquel. El arreglo funcionó

perfectamente.

En 1975, Philip Bonnevie fue ascendido a un puesto en el

que tenía que reportar a Gibbons. Manteniéndose en el modelo

de comportamiento anterior, el presidente seleccionó a

Bonnevie porque tenía una excelente hoja de servicios y la

imagen de ser competente en el trato con personas. Sin

embargo, al hacer esta selección, el presidente no advirtió que,

en su rápido ascenso por la organización, Bonnevie siempre

había tenido jefes buenos o muy buenos. Nunca se había visto

obligado a gestionar una relación con un jefe difícil. Mirando

ahora hacia

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4 Gabarro y Kotter

atrás, Bonnevie admite que nunca había pensado que dirigir a su

jefe formase parte de su trabajo.

Un año y dos meses después de haber empezado a trabajar

con Gibbons, Bonnevie fue despedido. Durante aquel mismo

trimestre, la empresa comunicó que había sufrido pérdidas netas

por primera vez en siete años. Muchos de aquellos que estaban

cerca de los acontecimientos afirman que realmente no

comprenden lo que sucedió. Sin embargo, sí se sabe gran parte

de lo que pasó: mientras la empresa estaba lanzando al mercado

un nuevo producto muy importante —un proceso que hacía

necesario que los departamentos de ventas, ingeniería y

fabricación coordinaran muy cuidadosamente sus decisiones—

se produjeron una serie de malentendidos y envidias entre

Gibbons y Bonnevie.

Por ejemplo, Bonnevie afirma que Gibbons conocía y había

aceptado la decisión de Bonnevie de utilizar un nuevo tipo de

maquinaria para fabricar el nuevo producto. Gibbons jura que

no sabía nada. Además, Gibbons dice que dejo perfectamente

claro a Bonnevie que la introducción del producto era

demasiado importante para la empresa en el corto plazo como

para no asumir ningún riesgo importante.

Como consecuencia de tales desavenencias, la planificación

salió mal: se construyó una nueva planta de fabricación que fue

incapaz de producir el nuevo producto diseñado por el

departamento de ingeniería, al nivel de las cantidades deseadas

por el departamento de ventas y al coste acordado por el comité

ejecutivo. Gibbons responsabilizó a Bonnevie de todos estos

errores. Bonnevie culpó a Gibbons.

Por supuesto, se podía argumentar que el problema había

sido ocasionado por la incapacidad de Gibbons de dirigir a sus

subordinados. Pero con la misma razón pue

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Dirigir a su jefe 5

de decirse que el problema tenía que ver con la incapacidad de

Bonnevie de dirigir a su jefe. Recuérdese que Gibbons no tenía

problemas con otros subordinados. Además, dado el precio

personal que Bonnevie tuvo que pagar (despedido y con una

imagen en el sector extremadamente deteriorada), no

reconfortaba demasiado afirmar que el problema se producía

porque Gibbons era muy deficiente en la dirección de

subordinados. Todo el mundo ya sabía esto.

Nosotros estamos convencidos de que la situación podía

haber evolucionado de modo distinto si Bonnevie hubiera

tenido más habilidad para entender a Gibbons y para dirigir su

relación con él. En este caso, la incapacidad para dirigir hacia

arriba salió extremadamente cara. La empresa perdió de 2 a 5

millones de dólares, y la carrera profesional de Bonnevie se

rompió, por lo menos temporalmente. Muchos casos similares a

este, aunque menos costosos, probablemente ocurren de forma

periódica en todas las corporaciones importantes, y el efecto

acumulado puede ser muy dañino.

Malinterpretar la relación jefe-subordinado

La gente a menudo no da valor a historias como la que

acabamos de relatar, calificándolas simplemente de casos de

conflicto de personalidades. Debido a que dos personas pueden,

de vez en cuando, ser psicológica o temperamentalmente

incapaces de trabajar juntas, esta podría ser una descripción

adecuada. No obstante, y con mayor frecuencia, hemos

descubierto que el conflicto de personalidad es sólo una parte del

problema.

Bonnevie no sólo tenía una personalidad distinta a la de

Gibbons, sino que también hizo asunciones y expec

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6 Gabarro y Kotter

tativas poco realistas sobre la misma naturaleza de las relaciones

jefe-subordinado. Concretamente, no reconoció que su relación

con Gibbons implicaba una dependencia mutua entre dos seres

humanos falibles. Si un directivo no es capaz de reconocer esto,

tratará normalmente de evitar el dirigir y gestionar la relación

con su jefe, o lo hará de modo ineficiente.

Determinadas personas se comportan como si sus jefes no

fueran excesivamente dependientes de ellos. Son incapaces de

ver hasta qué punto el jefe necesita su ayuda y colaboración para

llevar a cabo su trabajo de forma eficaz. Estas personas rehusan

reconocer que su jefe puede ser gravemente perjudicado por sus

acciones y que necesita cooperación, formalidad y honestidad

por su parte.

Ciertas personas se ven a sí mismas como no excesivamente

dependientes de sus jefes. Restan importancia al grado de ayuda

e información que precisan por parte de su jefe para llevar

convenientemente a cabo sus tareas. Esta visión superficial es

especialmente perjudicial cuando el puesto de trabajo y las

decisiones de un directivo afectan a otras partes de la

organización como ocurría enl caso de Bonnevie. El jefe

inmediato de un directivo puede jugar un papel fundamental

para acoplarlo al resto de la organización, garantizando que sus

prioridades sean coherentes con las necesidades de la or-

ganización, y consiguiéndole los recursos que él necesita para

desempeñar su tarea de modo adecuado. Sin embargo, algunos

directivos tienen la necesidad de verse a sí mismos como

prácticamente autosuficientes, como si no

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Dirigir a su jefe 7

necesitaran la información crítica y los recursos que sólo un jefe

puede proporcionar.

Muchos directivos, como Bonnevie, dan por sentado que el

jefe sabrá por arte de magia qué tipo de información o ayuda

necesitan sus subordinados y acto seguido se la proporcionará.

Desde luego, determinados jefes hacen un excelente trabajo al

preocuparse de sus subordinados de este modo, pero esperar

este tipo de actuación de todos los jefes es arriesgado y poco

realista. Una expectativa más razonable es que los subordinados

dispondrán de una ayuda moderada. Después de todo, los jefes

son sólo seres humanos. La mayoría de directivos verda-

deramente competentes aceptan este hecho y asumen la

responsabilidad principal de sus propias carreras profesionales y

de su desarrollo. Insisten en buscar la información y ayuda que

necesitan para desempeñar adecuadamente su puesto de trabajo

en lugar de esperar a que sus jefes se las proporcionen.

En vista de lo anterior, nos parece que la gestión de una

situación de dependencia mutua entre seres humanos falibles

precisa de lo siguiente:

1. Tener un buen conocimiento de la otra persona y de uno

mismo, especialmente en lo que se refiere a puntos

fuertes, puntos débiles, estilos de trabajo y necesidades.

2. Que se utilice esta información para desarrollar y dirigir

una relación de trabajo sana —una que sea compatible

con las cualidades y estilos de trabajo de ambas personas,

que se caracterice por las expectativas mutuas y que

satisfaga las necesidades críticas de la otra persona—.

Esta combinación es la que básicamente hemos

descubierto que practican los directivos muy eficientes.

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8 Gabarro y Kotter

Comprender al jefe

Para dirigir a su jefe es necesario que llegue a comprenderlo

a él y a su contexto, así como a su (de usted) propia situación.

Todos los directivos lo hacen hasta un cierto punto, aunque

muchos no con la suficiente profundidad.

Como mínimo, tiene que hacerse cargo de los objetivos y de

las presiones que debe soportar su jefe, sus puntos fuertes y sus

puntos débiles. ¿Cuáles son los objetivos personales y

empresariales de su jefe, y a qué presiones se encuentra

sometido, en especial las que proceden de su propio jefe y otras

personas del mismo nivel? ¿Cuál es su estilo de trabajo

preferido? ¿Cómo le gusta a su jefe que le llegue la información:

a través de memorandos, de reuniones, o por teléfono? ¿Se

desenvuelve bien cuando hay conflictos o bien trata de

minimizarlos?

Sin esta información, el directivo se mueve a ciegas cuando

trata con su jefe, con lo que devienen inevitables una serie de

conflictos, malentendidos y problemas innecesarios.

En un caso que estudiamos, un excelente directivo del área

de marketing, con un brillante historial, fue contratado como

vicepresidente de una empresa, «para resolver los problemas de

marketing y ventas». La empresa, que estaba atravesando una

época de dificultades económicas, había sido adquirida

recientemente por otra de mayor tamaño. El presidente estaba

ansioso por cambiarla de arriba abajo y dio rienda suelta a su

nuevo vicepresidente —por lo menos al principio—. Sobre la

base de su experiencia anterior, el nuevo vicepresidente diag-

nosticó correctamente que la empresa necesitaba tener una

mayor cuota de mercado y que, para conseguirlo, había que

incorporar un product management (jefatura de pro

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Dirigir a su jefe 9

ducto) enérgica. Siguiendo esta lógica, tomó una serie de

decisiones relativas a precios, dirigidas a aumentar la cifra de

unidades vendidas.

Sin embargo, cuando los márgenes descendieron y la

situación económica no mejoró, el presidente aumentó la

presión sobre el nuevo vicepresidente. Creyendo que la

situación se corregiría a la larga por sí misma en la medida en

que la compañía recuperase participación de mercado, el

vicepresidente opuso resistencia a la presión.

Cuando en el segundo trimestre, los márgenes y beneficios

aún no habían mejorado, el presidente asumió directamente el

control sobre todas las decisiones de precios y fijó para todos

los artículos un determinado nivel de margen,

independientemente del volumen de ventas. El nuevo

vicepresidente empezó a encontrarse bloqueado por el

presidente, y la relación entre ambos se deterioró. De hecho, el

vicepresidente consideraba que el comportamiento del

presidente había sido extraño. Desgraciadamente, el nuevo

esquema de precios del presidente tampoco logró aumentar los

márgenes, y en el cuarto trimestre, ambos, presidente y

vicepresidente, fueron despedidos.

Lo que el vicepresidente no supo hasta que fue demasiado

tarde era que la mejora de marketing y ventas había sido sólo uno

de los objetivos del presidente. Su meta más inmediata era lograr

que la compañía fuera más rentable —rápidamente.

El vicepresidente tampoco había sabido que su jefe tenía

esta prioridad a corto plazo tanto por razones personales como

empresariales. El presidente había sido un firme defensor de la

adquisición por la compañía madre, y ahora su credibilidad

personal se encontraba en entredicho.

El vicepresidente había cometido tres errores básicos.

Valoró la información que se le transmitió en sentido lite

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10 Gabarro y Kotter

ral, dio por sentado cosas en áreas donde no tenía información,

y —lo que más le perjudicó— nunca trató activamente de

aclarar cuáles eran los objetivos de su jefe. En consecuencia,

acabo emprendiendo acciones que estaban reñidas con las

prioridades y objetivos del presidente.

Los directivos que trabajan de modo eficaz con sus jefes no

se comportan de esta forma. Buscan información sobre los

objetivos, problemas, y presiones que tiene el jefe. Están alerta

ante posibles oportunidades de preguntar a su jefe y a otras

personas que están a su alrededor o para testar sus asunciones.

Prestan atención a posibles pistas en el comportamiento de su

jefe. Aunque es indispensable que se comporten así, en especial

cuando están empezando a trabajar con un nuevo jefe, los direc-

tivos competentes también actúan así de forma continuada

porque saben que las prioridades y los intereses van cambiando.

Preocuparse por el estilo de trabajo del jefe puede ser crítico,

en especial cuando el jefe es nuevo. Por ejemplo, un nuevo

presidente que era muy organizado y formal en su trato sustituyó

a otro informal e intuitivo. El nuevo presidente trabajaba mejor

si disponía de informes escritos. También prefería las reuniones

formales con los temas a tratar bien delimitados.

Uno de sus directivos divisionales se dio cuenta de esta

necesidad y trabajó con el nuevo presidente para identificar los

tipos de información, la frecuencia de la misma y los informes

que deseaba. Este directivo enviaba siempre información de los

antecedentes y una breve orden del día con antelación a la fecha

en que discutirían los asuntos en cuestión. Descubrió que con

este tipo de preparación sus reuniones eran de gran utilidad.

Otra consecuencia interesante fue averiguar que con la prepa-

ración adecuada, su nuevo jefe era incluso más eficaz

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Dirigir a su jefe 11

para tratar los problemas por medio de brainstorming que su

predecesor, más intuitivo e informal.

A diferencia del anterior, otro directivo divisional nunca

llegó a entender del todo en qué difería el estilo de trabajo del

nuevo jefe respecto al de su predecesor. Hasta tal punto que lo

percibía y sufría como un exceso de control. En consecuencia,

rara vez enviaba al nuevo presidente la información de los

antecedentes que necesitaba, con lo cual éste nunca se sintió

totalmente preparado para las reuniones que celebraba con este

directivo. A decir verdad, el presidente pasaba gran parte del

tiempo de la reunión tratando de conseguir la información que

pensaba que debía haber tenido antes. El jefe percibía estos

encuentros como frustrantes e ineficaces, mientras que el

subordinado se encontraba a menudo desprevenido ante las

preguntas que el presidente le hacía. Al final, el director de la

división renunció.

La diferencia entre los dos directores de división que

acabamos de citar no era tanto una cuestión de capacidad ni

incluso de adaptabilidad. Más bien se trataba de que uno de ellos

se preocupaba más que el otro por el estilo de trabajo de su jefe

y por las consecuencias de sus necesidades.

Entenderse a sí mismo

El jefe es sólo la mitad de la relación. Usted es la otra mitad,

es decir, aquella sobre la que tiene un control más directo. El

desarrollo de una relación de trabajo eficiente precisa, entonces,

que usted conozca sus propias necesidades, sus puntos fuertes y

débiles, y su estilo personal.

Usted no va a cambiar ni su estructura de personalidad

básica ni la de su jefe. Sin embargo, sí que puede He

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12 Gabarro y Kotter

gar a enterarse de aquello que le impida o facilite el trabajo con

su jefe y, con este conocimiento, emprender acciones que hagan

que la relación sea más efectiva.

Por ejemplo, en un caso que estudiamos, un directivo y su

superior tropezaban con dificultades siempre que no se ponían

de acuerdo. La reacción típica del jefe era endurecer su posición

y exagerarla. La consiguiente reacción del directivo era entonces

subir la apuesta y reforzar el vigor de su argumentación. Al

actuar así canalizaba su ira agudizando sus ataques a las lógicas

falacias que observaba en las asunciones de su jefe. Su jefe, a su

vez, mantenía su postura cada vez con mayor firmeza.

Previ-siblemente, esta escalada daba lugar a que el subordinado

evitara, siempre que fuera posible, cualquier tema que pudiera

generar un conflicto con su jefe.

Al discutir este problema con sus colegas, el directivo

descubrió que la reacción hacia su jefe era típica de cómo el

reaccionaba generalmente a los contraargumentos —pero con

una diferencia—. Su reacción podría arrollar a sus colegas, pero

no a su jefe. Dado que sus tentativas por discutir este problema

con su jefe fueron infructuosas, llegó a la conclusión de que el

único modo de cambiar la situación era modificar sus propias

reacciones instintivas. Siempre que los dos llegasen a un callejón

sin salida, controlaría su impaciencia y sugeriría que terminaran

la reunión y reflexionaran de nuevo sobre el tema antes de la

próxima reunión. Normalmente, cuando reiniciaban la

discusión, ya habían digerido sus diferencias y estaban en

mejores condiciones de llegar a conclusiones.

Adquirir este grado de autoconocimiento y actuar de

acuerdo con él es difícil, aunque no imposible. Por ejemplo, al

reflexionar sobre sus experiencias pasadas, un joven directivo

averiguó que no era muy competente para ocuparse de asuntos

difíciles y emocionales en los que es

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Dirigir a su jefe 13

taban involucradas personas. Dado que estos temas le

desagradaban y se daba cuenta de que su reacción instintiva ante

ellos raramente era adecuada, desarrolló la costumbre de

renovar la comunicación con su jefe siempre que surgía un

problema de este tipo. Sus conversaciones siempre hacían salir a

la superficie ideas y planteamientos que el directivo no había

tenido en cuenta. En muchos casos, identificaban también

acciones específicas que el jefe podía emprender para resolver el

asunto.

Aunque la relación superior-subordinado es de dependencia

mutua, también es una relación en la que el subordinado es

generalmente más dependiente del jefe que a la inversa. Esta

dependencia origina forzosamente en el subordinado la

sensación de un cierto grado de frustración, en ocasiones

enfado, cuando sus acciones u opciones son restringidas por las

decisiones de su jefe. Esto forma parte de la vida y ocurre en la

mejor de las relaciones. El modo en que el directivo maneje

estas frustraciones depende, en gran medida, de su

predisposición a la dependencia de una figura de autoridad.

La reacción instintiva de algunas personas en estas

circunstancias es tomarse a mal la autoridad del jefe y rebelarse

contra sus decisiones. Algunas veces intensificarán el conflicto

más allá de lo que sería conveniente. Al ver al jefe casi como un

enemigo institucional, este tipo de directivo, sin tener plena

conciencia de ello, a menudo se peleará con su jefe simplemente

por pelearse. Las reacciones del subordinado al ser inhibido son

generalmente fuertes y en ocasiones impulsivas. El o ella ven al

jefe como alguien que, en virtud de su papel, es un estorbo para

el progreso, un obstáculo que hay que sortear o, en el mejor de

los casos, tolerar.

Los psicólogos llaman a este modelo de reacción

comportamiento anti-dependiente. Aun cuando un di

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14 Gabarro y Kotter

rectivo anti-dependiente es ya difícil de dirigir por la mayoría de

superiores y normalmente tiene tras de sí un historial de

relaciones tirantes con sus superiores, aún tendrá más

problemas con un jefe que suela ser directivo o autoritario.

Cuando un directivo actúa sobre la base de sus sentimientos

negativos, a menudo en formas sutiles y no verbales, el jefe se

convierte a menudo en el enemigo. Al percibir la hostilidad

latente del subordinado, el jefe perderá confianza en él o en su

criterio y se comportará menos abiertamente.

Paradójicamente, un directivo con este tipo de pre-

disposición es a menudo un buen jefe de su propia gente.

Muchas veces se esforzará en conseguir apoyo para ellos y no

dudará en ayudarles en lo que haga falta.

En el otro extremo se encuentran los directivos que se

tragan su enfado y se comportan de modo muy sumiso cuando

el jefe toma lo que ellos ya saben es una mala decisión. Estos

directivos estarán de acuerdo con el jefe incluso cuando la

discrepancia podría ser bien acogida o cuando el jefe podría

cambiar fácilmente una decisión si dispusiera de más

información. Dado que no conectan con la situación específica

de cada caso, sus superreaccio-nes son similares a los de los

directivos anti-dependien-tes. En lugar de ver al jefe como un

enemigo, estos directivos niegan su enfado —el otro extremo—

y suelen ver al jefe como si fuera un padre infalible que lo sabe

todo, que debería asumir la responsabilidad de sus carreras

profesionales, formarlos en todo lo que necesitaran saber, y

protegerlos de colegas demasiado ambiciosos.

Tanto la antidependencia como la superdependencia llevan

a los directivos a tener un punto de vista poco realista de lo que

es un jefe. Ambos puntos de vista ignoran que la mayoría de

jefes, como todo el mundo, son imperfectos y falibles. No

disponen de tiempo ilimitado, de

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Dirigir a su jefe 15

un conocimiento enciclopédico, de percepción extrasen-sorial;

ni tampoco son enemigos perversos. Tienen sus propias

preocupaciones y soportan presiones que en ocasiones están

reñidas con los deseos del subordinado —y a menudo por

buenas razones.

Modificar la predisposición hacia la autoridad, espe-

cialmente cuando se está en uno u otro extremo, es prác-

ticamente imposible sin una psicoterapia intensiva (la teoría e

investigación psicoanalítica indican que tal predisposición está

profundamente enraizada en la personalidad y educación de la

persona). Sin embargo, ser consciente de la existencia de tales

extremos y de la gama intermedia puede ser muy útil para saber

dónde se encuentra su predisposición y cuáles serán las

consecuencias por el modo en que suele comportarse con su

jefe.

Por una parte, si usted sabe que tiene cierta predisposición a

la antidependencia podrá entender e incluso predecir cómo es

probable que sean sus reacciones y su-perreacciones. Por otra

parte, si usted sabe que tiene una cierta tendencia a la

superdependencia, podría preguntarse hasta qué punto este

exceso de sumisión o la incapacidad para hacer frente a las

diferencias reales puede estar haciendo que usted y su jefe sean

menos eficientes.

Desarrollo y gestión de la relación

Si usted tiene un conocimiento claro tanto propio como de

su jefe, generalmente podrá elaborar un método de trabajo

conjunto adecuado para ambos, que se caracterice por unas

expectativas mutuas inequívocas, y que ayude a ambos a ser más

productivos y efectivos. «La Checklist (lista de control) para

dirigir a su jefe» al final de este capítulo resume algunos aspectos

sobre en qué

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16 Gabarro y Kotter

consiste dicha relación. A continuación se describen algunos

más.

ESTILOS DE TRABAJO COMPATIBLES

Por encima de cualquier otra cosa, una buena relación de

trabajo con su jefe reconcilia las diferencias existentes entre

estilos de trabajo. Por ejemplo, en un caso que estudiamos, un

directivo (que tenía una relación relativamente buena con su

superior) advirtió que durante las reuniones su jefe se

comportaba a menudo de modo desatento y, en ocasiones,

brusco. El estilo del subordinado solía ser divagador y

exploratorio. Con frecuencia se apartaba del tema que se estaba

tratando para ocuparse a continuación de los antecedentes,

enfoques alternativos, y así sucesivamente. Su jefe prefería

discutir los problemas disponiendo sólo de un mínimo detalle de

los antecedentes y se impacientaba y distraía siempre que su

subordinado se apartaba del asunto en cuestión.

Cuando se dio cuenta de esta diferencia de estilo, el directivo

se volvió más conciso y directo en las reuniones que tenía con su

jefe. Para ayudarse a conseguirlo, antes de cada reunión

elaboraba una breve orden del día que utilizaba como guía

orientativa. Siempre que pensaba que era necesario apartarse del

tema, explicaba el porqué. Este pequeño cambio en su estilo

hizo que las reuniones fueran más efectivas y bastante menos

frustrantes para ambos.

Los subordinados pueden ajustar sus estilos en respuesta al

método preferido por sus jefes para recibir información. Peter

Drucker divide a los jefes en «oyentes» y «lectores». Algunos

jefes prefieren recibir la información a través de informes

escritos para poder leerla y estudiarla. Otros trabajan mejor con

informaciones e informes que

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Dirigir a su jefe 17

les presentan en persona para así poder hacer preguntas. Tal

como señala Drucker, las consecuencias son evidentes. Si su jefe

es un oyente, debe informarle primero brevemente en persona,

y a continuación entregarle un memorando. Si su jefe es un lector,

usted expone las propuestas o temas importantes en un memo o

informe, y luego los discute personalmente.

Según cuál sea el estilo de toma de decisiones del jefe se

pueden hacer otros ajustes. Algunos jefes prefieren que se les

implique en las decisiones y en los problemas desde el momento

en que surjan. Se trata de directivos altamente implicados a los

que les gusta tomar permanentemente el pulso de la actividad.

Normalmente, sus necesidades (y las suyas, de usted) se

satisfacen mejor estableciendo la comunicación con ellos a su

medida. Un jefe que tenga necesidad de implicarse se verá

implicado de una u otra forma, por lo tanto, es ventajoso para

usted incluirlo/la a iniciativa suya. Otros jefes prefieren delegar

—no quieren que se les implique—. Esperan que usted se les

presente con problemas importantes y que les informe de

cualquier cambio significativo.

La creación de una relación compatible, también conlleva

explotar los puntos fuertes del otro y compensar sus puntos

débiles. Debido a que sabía que el jefe —el vicepresidente de

ingeniería— no era muy competente para supervisar los

problemas de los empleados, un directivo cuyo caso estudiamos

insistió en hacerlo él mismo. Los riesgos eran elevados: los

ingenieros y técnicos eran todos miembros del sindicato, la

empresa trabajaba sobre la base de contratos con los clientes, y la

compañía había sufrido recientemente una huelga importante.

El directivo trabajó estrechamente con su jefe, junto a las

personas del departamento de programación y de la oficina de

personal, para garantizar que se evitaban po

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18 Gabarro y Kotter

tendales problemas. También estableció un acuerdo informal

por el cual su jefe revisaría con él cualquier cambio propuesto de

personal y de asignación de políticas antes de ponerlos en

práctica. El jefe valoraba su asesora-miento y le reconocía su

papel en la mejora del rendimiento de la actividad de la división

y en la gestión del clima de trabajo.

EXPECTATIVAS MUTUAS

El subordinado que da por sentado de forma pasiva que ya

sabe lo que el jefe espera tendrá problemas. Por supuesto,

algunos superiores describen cuáles son sus expectativas de

forma muy detallada y explícita. Pero la mayoría no lo hacen. Y

aunque muchas corporaciones disponen de sistemas de

comunicación de expectativas (como, por ejemplo, procesos de

planificación formalizados, revisiones de planificación de

carrera profesional, y revisiones de evaluación de rendimiento

de la actividad), estos sistemas nunca funcionan perfectamente.

También es cierto que, en el período de tiempo que media entre

estas revisiones formales, las expectativas siempre cambian.

Por último, la responsabilidad para descubrir cuáles son las

expectativas del jefe recae en el subordinado. Pueden ser tanto

generales (como, por ejemplo, de qué tipo de problemas y

cuándo desea ser informado el jefe) como muy específicos

(como, por ejemplo, cuándo debería estar finalizado un

determinado proyecto y qué tipo de información necesita el jefe

en el ínterin).

Tener un jefe que suela ser vago o no explícito para expresar

expectativas puede ser un asunto difícil. No obstante, los

directivos eficientes encuentran formas de conseguir esta

información. Algunos preparan un memo

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Dirigir a su jefe 19

detallado que incluye aspectos clave de su trabajo y a

continuación lo envían al jefe para que lo apruebe. Luego

efectúan un seguimiento, con una discusión cara a cara en la que

repasan todos los puntos del memo. Una discusión de este tipo,

normalmente saca a la superficie prácticamente todas las

expectativas del jefe.

Otros directivos eficientes tendrán que tratar con un jefe

que no es claro iniciando una serie continua de conversaciones

informales sobre «buena gestión» y «nuestros objetivos». Otros

encuentran información útil de un modo más indirecto a través

de aquellos que solían trabajar para el jefe y a través de los

sistemas de planificación formalizados en los que el jefe acepta

compromisos frente a su propio superior. El enfoque que elija

debería depender, desde luego, del conocimiento que usted

tenga del estilo de su jefe.

El desarrollo de una serie factible de expectativas mutuas

también precisa que usted comunique sus propias expectativas a

su jefe, averigüe si son realistas, e influya en el jefe para que

acepte aquellas que considere importantes para usted. La

capacidad de influenciar al jefe para que valore sus expectativas

puede ser especialmente importante si el jefe es una persona que

logra con creces sus objetivos. Este tipo de jefe establece con

frecuencia unos estándares elevados poco realistas que hay que

poner a tono con la realidad.

FLUJO DE INFORMACIÓN

La cantidad de información que un jefe necesita respecto a

lo que está haciendo un subordinado suyo variará

significativamente dependiendo del estilo del jefe, de la

situación en que se encuentre, y de la confianza que el jefe tenga

en el subordinado. Sin embargo no es infre

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20 Gabarro y Kotter

cuente que un jefe necesite más información que la que el

subordinado instintivamente le proporciona o que el

subordinado piense que el jefe sabe más de lo que realmente él o

ella sabe. Los directivos eficientes admiten que probablemente

subestiman lo que sus jefes necesitan saber y se aseguran de

encontrar modos de mantenerles informados a través de

procedimientos que encajen con sus estilos.

Gestionar el flujo de información hacia arriba es es-

pecialmente difícil si al jefe no le gusta escuchar problemas.

Aunque muchas personas lo negarían, los jefes emiten con

frecuencia señales de que sólo desean oír buenas noticias.

Muestran un enorme desagrado —a menudo no verbalmente—

cuando alguien les cuenta un problema. Tal vez incluso evalúen

más favorablemente, ignorando los logros individuales, a los

subordinados que no les vienen con problemas.

No obstante, por el bien de la organización, del jefe, y del

subordinado, un superior tiene que escuchar éxitos y fracasos.

Algunos subordinados que tratan con un jefe que sólo quiere

escuchar buenas noticias descubren modos indirectos de

proporcionarle la información necesaria, como, por ejemplo, un

sistema de información directivo. Otros, consideran que los

problemas potenciales, ya sea en forma de de sorpresas positivas

o malas noticias, deben comunicarse de modo inmediato.

FORMALIDAD Y HONESTIDAD

Pocas cosas desarman más a un jefe que tener un su-

bordinado en el que no pueda apoyarse, en cuyo trabajo no

pueda confiar. Casi nadie es poco confiable a propósito, pero

muchos directivos lo son por descuido debido a que se

equivocan o no tienen claras las prioridades de

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Dirigir a su jefe 21

su jefe. Aceptar el compromiso de una fecha de entrega o de

finalización de un cometido demasiado optimista puede agradar

a un superior en el corto plazo, pero convertirse en una fuente

de disgustos si la fecha no se cumple. Es difícil para un jefe

confiar en un subordinado que repetidamente incumple las

fechas tope. Tal como decía el presidente de una empresa, al

describir a un subordinado: «Me gustaría que fuera más

consecuente aun cuando lograra menos éxitos importantes —de

esta forma, por lo menos, podría confiar en él».

No hay muchos directivos que sean deshonestos a

propósito con sus jefes. Sin embargo, es fácil disfrazar la verdad

y restar importancia a los problemas. Las inquietudes y

preocupaciones de hoy se convierten a menudo en los

problemas sorpresa de mañana. Es prácticamente imposible que

los jefes trabajen de modo eficiente si no pueden contar con una

interpretación totalmente precisa de sus subordinados. Dado

que socava la credibilidad, la deshonestidad es quizás el rasgo

más problemático que un subordinado puede exhibir. Sin un

nivel básico de confianza, un jefe se siente obligado a revisar

todas las decisiones del subordinado, lo que dificulta, en gran

medida, la delegación.

BUENA UTILIZACIÓN DEL TIEMPO Y LOS RECURSOS

Su jefe es probablemente igual de limitado que usted por lo

que respecta a su capacidad de tiempo, energía, e influencia.

Cada solicitud que usted hace a su jefe explota parte de estos

recursos, por lo que es juicioso aprovecharlos de forma

selectiva. Esto puede parecer evidente, pero muchos directivos

consumen el tiempo de su jefe (y parte de su propia credibilidad)

con asuntos relativamente superficiales.

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22 Gabarro y Kotter

Un vicepresidente se esforzó mucho para lograr que su jefe

despidiera a una secretaria entrometida de otro departamento.

Su jefe tuvo que utilizar una buena dosis de influencia para

lograrlo. Comprensiblemente, el responsable del otro

departamento no estuvo contento con la decisión. Más adelante,

cuando el vicepresidente quiso abordar otros problemas más

importantes, tropezó con dificultades. Al utilizar una influencia

de primer orden para resolver un asunto relativamente trivial,

había hecho que fuera más difícil para él y para su jefe lograr ob-

jetivos más importantes.

Sin duda, algunos subordinados se tomarán a mal que, por

encima de todas sus demás obligaciones, también han de dedicar

tiempo y energías a gestionar la relación con sus jefes. Este tipo

de directivos no se da cuenta de la importancia de esta actividad,

y de cómo puede simplificar su trabajo al eliminar problemas

potencial-mente graves. Los directivos eficientes reconocen que

esta parte de su trabajo es lógica. Al considerarse a sí mismos, en

el fondo, como responsables de lo que llevan a cabo en una

organización, saben que tienen que establecer y dirigir relaciones

con todos aquellos de quienes dependen —y entre estos está

incluido su jefe.

Checklist (Lista de control) para dirigir a su ¡efe

ASEGÚRESE DE QUE CONOCE a su ¡efe y su contexto, incluyendo:

• Metas y objetivos.

• Presiones.

• Puntos fuertes y puntos débiles.

• Estilo de trabajo preferido.

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Dirigir a su jefe 23

Valórese a sí mismo y a sus necesidades, incluyendo:

• Puntos fuertes y puntos débiles.

• Estilo personal.

• Predisposición a la dependencia de la figura de la

autoridad.

Desarrolle y conserve una relación que:

• Encaje en sus necesidades y estilo.

• Se caracterice por las expectativas mutuas.

• Mantenga informado a su ¡efe.

• Se base en la formalidad y en la honestidad.

• Utilice el tiempo y recursos de su ¡efe de forma

selectiva.

Comentario retrospectivo

«CUANDO ESCRIBIMOS POR PRIMERA VEZ ESTE ARTÍCULO a finales de

1979, la ¡dea de dirigir al propio ¡efe no era un concepto

admisible —recuerda John Gabarro—. Excepto en un artículo

que Peter Drucker había escrito unos 20 años antes, no había

nada en la literatura de gestión empresarial sobre este

concepto.»

En aquel entonces, Gabarro y el coautor John Kotter

estaban trabajando ¡untos en comportamiento

organiza-cional en el programa MBA de la Harvard Business

School. Ambos estaban haciendo un trabajo de campo

desde perspectivas muy distintas sobre los directivos más

eficientes, cuando descubrieron que la dirección del propio

¡efe es crucial para el éxito. El resultado fue la incorporación a

su curso de una nueva parte sobre este tema.

John Kotter había estado concentrándose en qué

consiste el puesto de director general y en cómo desem-

peñarlo de modo eficaz. Descubrió que los directores

generales competentes no sólo dirigían hacia abajo sino que

también eran eficientes en el manejo de las relaciones

laterales con colegas y en la colaboración con

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Gabarro y Kotter

sus superiores. John Gabarro habla descubierto que los

directivos competentes manejaban igualmente bien las

relaciones laterales que hacia arriba y hacia abajo. Desarrolló

en profundidad cuatro estudios de casos sobre cómo un

nuevo directivo se hace cargo del puesto, que más adelante

se confirmaron por otros 1 7 casos incluidos en su exitoso libro

de 1987 titulado The Dynamics of Taking Charge (HBS Pressl

(La dinámica a seguir al hacerse cargo de un puesto

directivo).

Los dos jóvenes profesores empezaron combinando sus

respectivos apuntes sobre cómo dirigir al jefe en sus cursos del

programa de MBA. Al principio, los alumnos no sabían qué

hacer con ello, decía John Gabarro. El estaba caminando en

sentido contrario al cinismo estándar, tan antiguo como las

relaciones dueño-esclavo, respecto a dar coba al ¡efe. En las

conversaciones de trabajo, los chistes más crueles se

reservaban para aquellos que «hacían la pelota» a sus jefes.

La adulación y halago a los ¡efes parecía que deshonraba a

ambas partes. Si el ¡efe es sabio, perfecto, y lo sabe todo,

desde luego no necesita ser dirigido, pensaba la gente, que

consideraba este tipo de comportamiento como una

manipulación.

A medida que Gabarro y Kotter aportaron más datos, el

valor de dirigir al ¡efe se fue haciendo cada vez más claro. Su

atención en lo que funciona —qué tipo de comportamiento

es eficaz— les llevó a una conclusión que aún hoy se abre

paso entre el folklore. Olvídese de la ambición. Olvídese de los

ascensos. Olvídese de los aumentos. Piense sólo en su trabajo

y en cómo ser eficiente en su desempeño. ¿Cómo se

consiguen los recursos que necesita —la información, los

consejos, incluso el permiso—? Las respuestas siempre señalan

a la persona que tiene el poder, la influencia, es decir, el ¡efe.

No conseguir que la relación sea de entendimiento y respeto

mutuo es no tener en cuenta un factor fundamental para ser

efectivo.

A medida que su pensamiento se desarrollaba, Gabarro y

Kotter se dieron cuenta de que estaban ante algo

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Dirigir a su jefe 25

muy importante. Llevaron sus apuntes a una editora de HBR

(Harvard Business Reviewj, y esta aceptó inmediatamente

trabajar con ellos en la confección de este artículo histórico.

Publicado hace 1 3 años, en el número de enero-febrero de

1990, «Dirigir a su jefe» es una de las separatas más solicitadas

por los lectores de HBR. Ahora forma parte de HBR Classic,

una categoría especial reservada para los mejores artículos

de todos los tiempos.

Gabarro y Kotter siguen en la actualidad trabajando

juntos en la HBS, donde el año pasado fundaron el Grupo de

Interés en el Comportamiento Directivo. Recordando «Dirigir a

su ¡efe» Kotter advierte: «Si tuviésemos que escribir el artículo

hoy, tendría una cierta preocupación por los directivos que

prestan demasiada atención a dirigir hacia arriba».

—Los Editores

«Managing Your Boss»

Publicado originalmente en mayo-junio 1993