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DIVERGENCIAS Y CONVERGENCIAS ENTRE EL ANARQUISMO Y EL MARXISMO Enrique González Rojo No temo comenzar este ensayo con la afirmación de que el marxismo y el anarquismo son dos concepciones hermanas. Na- cidas más o menos al mismo tiempo (me refiero al anarquismo decimonónico), hicieron suyo idéntico objetivo: destruir la socie- dad capitalista y levantar sobre sus ruinas una nueva organización social en que ya no existiera ni la esclavitud económica que pre- supone la propiedad privada sobre los medios de producción ni la esclavitud política que implica la existencia de un Estado que se contrapone a los intereses autogestionarios de la colectividad. Estos dos hermanos —aliados al principio en la Asociación Inter- nacional de Trabajadores—muy pronto empezaron a distanciarse. Si al principio se trataba de una mera disensión familiar, una discrepancia dentro de la misma trinchera, poco a poco —en la misma AIT— la contradicción se fue agudizando a tal grado que sobrevino la escisión entre los "autoritarios" y los "ácratas", entre los marxistas y los bakuninistas. A partir del momento en que la fracción bukuninista fue expulsada de la I Internacional, la re- lación entre el socialismo científico y el anarquismo se vuelve tor- mentosa, fratricida, canibalesca. Quiero iniciar este escrito subrayando, sin embargo, que las dos únicas teorías políticas que se colocan en franca oposición al capitalismo son el marxismo y el anarquismo. No sólo son anti- capitalistas Marx, Engels, Lenin, sino también Bakunin, Kropotkin, Malatesta. 1 Con independencia de quienes son más consecuente- mente anticapitalistas, de quienes enjuician más correctamente la naturaleza del modo de producción capitalista, de quienes visua- lizan de modo más preciso o francamente científico el proceso 1 Podríamos interpretar como algo simbólico el que no sólo Gramsci sino también Malatesta fueron recluidos en cárceles fascistas. 61

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descripción de las posibles divergencias y convergencias entre dos teorías nacidas como hermanas

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Page 1: Divergencias y Convergencias Entre El Anarquismo y El Marxismo - Enrique González Rojo (Revista Dialéctica Año 1978)

DIVERGENCIAS Y CONVERGENCIAS ENTRE EL ANARQUISMO Y EL MARXISMO

Enrique González Rojo

No temo comenzar este ensayo con la afirmación de que el marxismo y el anarquismo son dos concepciones hermanas. Na­cidas más o menos al mismo tiempo (me refiero al anarquismo decimonónico), hicieron suyo idéntico objetivo: destruir la socie­dad capitalista y levantar sobre sus ruinas una nueva organización social en que ya no existiera ni la esclavitud económica que pre­supone la propiedad privada sobre los medios de producción ni la esclavitud política que implica la existencia de un Estado que se contrapone a los intereses autogestionarios de la colectividad. Estos dos hermanos —aliados al principio en la Asociación Inter­nacional de Trabajadores—muy pronto empezaron a distanciarse. Si al principio se trataba de una mera disensión familiar, una discrepancia dentro de la misma trinchera, poco a poco —en la misma AIT— la contradicción se fue agudizando a tal grado que sobrevino la escisión entre los "autoritarios" y los "ácratas", entre los marxistas y los bakuninistas. A partir del momento en que la fracción bukuninista fue expulsada de la I Internacional, la re­lación entre el socialismo científico y el anarquismo se vuelve tor­mentosa, fratricida, canibalesca.

Quiero iniciar este escrito subrayando, sin embargo, que las dos únicas teorías políticas que se colocan en franca oposición al capitalismo son el marxismo y el anarquismo. No sólo son anti­capitalistas Marx, Engels, Lenin, sino también Bakunin, Kropotkin, Malatesta.1 Con independencia de quienes son más consecuente­mente anticapitalistas, de quienes enjuician más correctamente la naturaleza del modo de producción capitalista, de quienes visua­lizan de modo más preciso o francamente científico el proceso

1 Podríamos interpretar como algo simbólico el que no sólo Gramsci sino también Malatesta fueron recluidos en cárceles fascistas.

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revolucionario o de quienes, en fin, conceptúan de manera más coherente la reconstrucción de la nueva sociedad, las dos tenden­cias, a diferencia de muchas otras, son franca y decididamente

I, contestatarias. Son las dos doctrinas políticas revolucionarias de la sociedad moderna. Yo, como marxista, pienso que, en la mayor

| parte de los problemas, les asiste la razón a Marx y a Lenin. Pero, j independientemente de ello, no me cabe duda de que la inten-\ ción, el propósito, el objetivo del anarquismo es la destrucción | de la sociedad de clases y la inauguración, con la anarquía, de

una organización social emancipada. ! Antes de pasar adelante, conviene aclarar que no todas las con­

cepciones que se han declarado marxistas o anarquistas pueden ser consideradas como francamente revolucionarias. El socialismo de derecha (predominante en la II Internacional) o el anarquismo individualista eran tendencias más bien reformistas. Como se sabe, el anarquismo se divide en dos tendencias: la anarco-individualista de Proudhon, Stirner, Tucker, etc., y la anarco-comunista de Bakunin, Kropotkin, Malatesta, Réclus, etc. Ambos tipos de anar­quismo2 tienen en común su lucha contra el Estado y su deseo de implantar la anarquía; pero se diferencian en que los anarco-individualistas, influidos por la burguesía, no combaten la propie­dad privada (la pequeña propiedad, dicen, protege a los indi­viduos de la acción de toda autoridad), mientras que los anarco-comunistas, influidos por el marxismo, pugnan contra la propiedad

l privada y conciben la anarquía como un régimen sin Estado y sin í propiedad privada. El anarco-comunismo es, por consiguiente, una | concepción política decididamente revolucionaria.

Guando hable, entonces, en lo que sigue, de marxismo y anar­quismo, haré referencia al marxismo-leninismo y al anarco-co­munismo.

| ¿Por qué han acabado por diferenciarse, escindirse, contrapo­nerse estas dos teorías políticas revolucionarias? Utilizaría un mé­todo erróneo o al menos unilateral si respondiera a esta pregunta

l asentando, como es costumbre en las filas del marxismo, que la ] razón de ello estriba en que mientras el marxismo expresa los j intereses del proletariado, el anarquismo representa los de la pe-< quena burguesía,. Esta afirmación es inconveniente, en primer lu-1 gar3 porque, en el nivel actual de ambas teorías, ni el marxismo 1 expresa todos los intereses del proletariado, ni, como veremos más I adelante, el anarquismo deja de contener algunos intereses de i este último. La respuesta que comento es inconveniente, en segun-i do término porque en lugar de motivarnos para estudiar la estruc-

2 Como se sabe, Marx luchó contra estos dos géneros de anarquismo: contra Stirner y Proudhon primero y contra Bakunin después.

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tura definitoria de ambas concepciones, el sistema de pensamiento privativo de las dos, el grado en que se apropian de la realidad presente y del proceso revolucionario futuro, y las relaciones espe­cíficas, a nivel teórico, entre una y otra, nos plantea un prejuicio, un dogma que paraliza la investigación. No me opongo, desde lue­go, a que se califique una teoría, a que se busquen sus determina­ciones de clase; pero creo que tal cosa debe llevarse a cabo sólo después de haber asimilado su contenido. No puedo ignorar que en buena medida el marxismo ha expresado los "intereses" de la clase obrera y el anarquismo los de la pequeña-burguesía; pero quiero subrayar la expresión: en buena medida. En efecto: no todo lo que estructura la concepción política del marxismo clásico es prole­tario (expresión clara de los intereses de esta clase) ni todo lo que configura al anarquismo clásico es pequeño-burgués. Gomo los anarquistas podrían afirmar, en contra de la respuesta marxista habitual, que el marxismo expresa los intereses de la pequeña-bur­guesía y el anarquismo los de la clase trabajadora, la única forma de orientarnos en este problema es examinar, como dije, la estruc­tura o el contenido de cada una de las teorías políticas en cuestión.

En el análisis de la estructura del sistema anarquista o del sis­tema marxista, voy a dejar de lado algunos elementos que, aun­que hayan tenido cierta importancia histórica, me parece que no son piezas esenciales de una y otra concepciones. Al hablar del marxismo, por ejemplo, no voy aludir a ciertas deformaciones pre­tendidamente marxistas (parlamentarismo, economismo, etc.). AI referirme al anarqunismo, tampoco voy aludir a ciertas tendencias que se han presentado como anarquistas (terrorismo, apoliticismo, etc.). Aludiré, más bien, al sistema de pensamiento de estas teorías en el nivel abstractivo de sus elementos conceptuales decisivos.

Muchas son las razones teóricas, históricas, estratégicas, etc., que han determinado o contribuido a que se contrapongan el marxis­mo y el anarquismo. Pondré el acento, sin embargo, en las más relevantes, aunque sea de modo extremadamente esquemático. El marxismo le reprocha al anarquismo, por ejemplo, su incompren­sión de la necesidad de crear, como forma de Estado propio del régimen de transición, la dictadura del proletariado. La destruc­ción del sistema capitalista, la edificación del modo de producción socialista y la paulatina construcción de las condiciones indispensa­bles para la creación del régimen comunista (en el que ya no habrá ni Estado ni clases sociales) no serían posibles, aduce el marxismo-leninismo, sin un Estado, y un Estado especialmente centralizado y fuerte: la dictadura del proletariado. El anarquismo, por su par­te, aduce contra el marxismo que todo Estado, incluyendo el que dice representar los intereses de la clase obrera, se sustantiva y contrapone a la sociedad, genera, fortalece y consolida los intere-

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ses propios del autoritarismo burocrático-gubernamental y eso aca­ba por ser un serio obstáculo' para la emancipación del proleta­riado y el pueblo en su conjunto.

El marxismo y el anarquismo tienen, desde luego, elementos en común: son, como he dicho, teorías anti-capitalistas; pugnan por la socialización de los medios de producción; persiguen la implan­tación de un régimen (el comunista) en que no existan clases sociales, división enajenadora del trabajo. Estado, etc. Se suele decir que ambas teorías concuerdan en el objetivo final a que tien­den; pero se diferencian en los medios que utilizan para obtener tal cosa.Poseen, en efecto, coincidencias importantes; pero sus dis­crepancias son igualmente significativas: hay entre ambas concep­ciones diferencias de principio.

Mi opinión es que entre el marxismo y el anarquismo existe un vacío téórico-político, una tierra de nadie, un ámbito que no ha sido conceptualizado adecuadamente, con rigor científico, por nin­guna teoría. A ambas concepciones mencionadas les falta algo; si sé quiere, podría decir que entre el anarquismo y el marxismo hay un "eslabón perdido", que es la razón fundamental por la cual estas teorías, que deberían unificarse y diluir sus diferencias, se contraponen y contradicen tajante y permanentemente. Vo pienso que ha sonado la hora de convertir en objeto de reflexión, en tema científico, este vacío, esta laguna que separa a tas dos teorías re-volucionarias de la sociedad capitalista Contemporánea tomando en cuenta, sobre todo, el auge de la derecha, el reformismo y el revisionismo. Se precisa, entonces, estudiar la posibilidad de ten­der un puente teórico entre estos territorios separados.

Resultado de este análisis es comprobar que el vacío, el hiato que divide a las dos teorías hermanas y las arroja a una lucha fratricida, es la acción del concepto de clase intelectual, por un lado, y de revolución articulada o teoría de las diferentes revolu­ciones, por otro.

Veamos de manera más detallada la polémica entre el anar­quismo y el marxismo. Una de las tesis centrales de Marx y En-gels consiste en poner de relieve el carácter de clase de todo Estado. La razón fundamental por la cual el Estado capitalista se contrapone al pueblo es que, de acuerdo con el marxismo, aquél representa en realidad, y en última instancia, los intereses de la clase dominante. El Estado del que se sirve la clase que está en el poder no puede, entonces, dejar de contraponerse, con inde­pendencia de la forma en que se presente a sí mismo, al pueblo en su conjunto. De estas afirmaciones se deducen, en buena ló­gica, dos cosafs: 1) que el Estado dejará de existir cuando y sólo cuando no haya clases y 2) que el camino de la emancipación del proletariado pasa obligatoriamente por la destrucción del Es-

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tado burgués y la implantación de la dictadura del proletariado. El Estado de la dictadura del proletariado no puede contraponerse al pueblo en su conjunto, según el marxismo, porque ya no ex­presa ¡os intereses de una cíase explotadora, sino los de una clase explotada que, al llegar al poder, toma las medidas materiales ne­cesarias (socialización de los medios de producción, etc.) para la desaparición de las clases sociales y, con ésta, para la "paulatina" y "pacífica" extinción del Estado.

El marxismo echa en cara al anarquismo creer que el Estado puede ser "abolido de la noche a la mañana" (Engels), suponer que es posible crear el comunismo sin la dictadura del proletaria­do, pensar que el proceso revolucionario puede ser llevado a buen término sin una vanguardia partidaria que jefature a las masas de acuerdo con una estrategia y una táctica revolucionarias y cien­tíficas. El marxismo opina que al anarquismo le falta realismo y sobriedad, en una palabra, sufre la carencia de una interpretación materialista de la revolución y de la edificación del nuevo régimen. En el mejor de los casos, el anarquismo es, para el marxismo-le­ninismo, el hermano delirante, utópico, nefasto, porque, con su sistemática acción contra el partido, el Estado, la planificación centralizada, sirve al enemigo burgués y coadyuva, paradójicamen­te, al fortalecimiento de la clase capitalista que pretende apasio­nadamente combatir.3

Por un lado, el anarquismo, ante las afirmaciones precedentes, trae a colación su verdad. Y digo su verdad porque el anarquismo posee, en su estructura conceptual, en su sistema de pensamiento, una verdad indiscutible: la denuncia permanente de la sustanti-vación de la autoridad. Aunque la llamada dictadura del prole­tariado, dicen los anarquistas, socialice los medios de producción, no socializa el poder estatal, sino, por lo contrario, permite que sea monopolizado por unas cuantas manos. Aun suponiendo, pro­siguen, que sus medidas expresen, hasta ciertos límites, los intere­ses de la clase trabajadora, el Estado tenderá necesariamente a divorciarse del pueblo (y hasta a restablecer a la larga el sistema del asalariado) por el hecho de que nunca, en términos de poder, puede una minoría representar los intereses reales de una mayoría. Una minoría poderosa, un estrato de la sociedad en el que se deposita la voluntad de la mayoría, genera poco a poco intereses corporativos o intereses de estfato, que la distinguen y contraponen a los trabajadores.

El anarquismo arguye que la argumentación mandsta citada anteriormente está destinada a defender, conscientemente o no, la implantación de un nuevo Estado, más fuerte, más centralizado,

3 Consúltese el texto de Engels Los bakuninistas en acción.

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más brutal que ninguno de los que han existido (salvo quizás el fascista) a lo largo de la historia. La dictadura del proletariado implica, de acuerdo con el anarquismo, el Estado más demagógico (e ideológico) imaginable porque dice ser "el proletariado orga­nizado como clase dominante" (Manifiesto) cuando no es otra cosa que un centro que esclaviza a su entorno. El anarquismo opina que, como no es posible que el asunto de todos sea mane­jado correctamente por unos cuantos,4 por más "nobles", "popu­listas" o "bienintencionados" que sean o digan ser, la implantación de una dictadura del proletariado se vuelve lo contrario de lo que pretende ser: no la vía ineludible para la emancipación, para que "el gobierno sobre las personas sea sustituido por la adminis­tración de las cosas" (Engels), sino el obstáculo más formidable con el que tropiezan tos trabajadores para la implantación del co­munismo y la •anarquía. El anarquismo considera, por consiguien­te, que el marxismo es, en el mejor de los casos, el hermano de­magogo, totalitario, arrogante que sirve a los intereses de una burocracia presta a contraponerse al pueblo en su conjunto.

En resumidas cuentas: el marxismo critica al anarquismo por­que pretende alcanzar el fin sin emplear los medios apropiados. El anarquismo replica a esto diciendo que tales medios no son tales, sino la irrupción de una nueva forma de esclavización so­cial. El marxismo sostiene que el anarquismo le hace el juego al enemigo, al no poner el Estado al servicio de la clase trabaja­dora en lucha. El anarquismo asevera que quien hace tal cosa es el marxismo, al ignorar la tendencia degenarativa que necesa­riamente tendrá, como está teniendo, un régimen "socialista" que no puede dejar de restablecer, en una nueva modalidad, el ca­pitalismo. El marxismo denuncia el fracaso permanente del anar­quismo en la práctica. El anarquismo responde que su lucha no está destinada a generar una nueva forma de aplastar a las ma­sas trabajadoras.

¿Quién tiene la razón en esta polémica? Yo pienso que, en di­versa proporción, en ambas posiciones hay verdades; pero estoy convencido de que en ninguna de dichas teorías está, en régimen absoluto, la verdad. En ambas posiciones hay verdades, pero tam­bién falsedades o vacíos. La razón por la cual estas verdades se mezclan con las falsedades y excluyen, en cada una de las con­cepciones que trato, un sistema íntegro de verdades reside, entre otras cosas, en el hecho de que ni el anarquismo ni el marxismo poseen una teoría científica del "eslabón perdido" que las tiene separadas, y las arroja a una "polaridad intersustentante" o sea

4 De ahí, según él, la falacia del sufragio universal.

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a un tipo de relación en que un polo se alimenta de las limitacio­nes del otro.5

Esta resquebrajadura entre los dos hermanos ha terminado por eJirninar todo dialogo. La polémica entre anarquistas y marxistas que pudiera subsistir es un debate de sordos. Y este hecho, que no se puede ocultar, tiene cierta razón de ser. En efecto, mientras subsista el vacío que existe entre una teoría y otra, mientras esta "tierra de nadie" permanezca descolonizada, mientras el eslabón entre ambas siga perdido, el diálogo deviene imposible, la escisión continúa siendo lógica y necesaria, la lucha fratricida entre las dos concepciones contestatarias de la sociedad capitalista permanece insoslayable.

Pasemos a reflexionar sobre este vacío que se aposenta entre el anarquismo y el marxismo. El socialismo científico tiene razón, y es una de sus grandes aportaciones, cuando pone de relieve que no es posible entender el carácter, las funciones y la génesis del Estado si no se torna en cuenta sus relaciones específicas con la clase dominante. El Estado es, en este contexto, un instrumento coercitivo-ideológico puesto al servicio de la clase dominante (por ejemplo de la burguesía). La mayor parte de los anarquistas no toman en cuenta tal cosa. Creen que el "problema del Estado" reside no tanto en que sea un aparato de fuerza monopolizado por la clase burguesa, cuanto un poder político contrapuesto al pueblo gobernado. No obstante este punto de vista, parece indis­cutible que uno de los aspectos esenciales que determinan el ca­rácter del Estado consiste en ser un aparato, un poder que expresa tos intereses de la clase dominante. No temo equivocarme con una formulación de este t ipo: el Estado es una creación de la clase dominante para salvaguardar sus intereses. Si este es uno de los "aspectos esenciales" que determinan el carácter del Estado, la vía para la desaparición de este último pasa necesariamente por la socialización de los medios de producción, ya que, con ésta, se inicia el proceso de extinción de las clases sociales. No existe la posibilidad de destruir el Estado sin destruir las clases sociales. Todo intento de implantar la anarquía sin la destrucción de la propie­dad privada es no sólo una utopía sino una acción que forzosa­mente le hace el juego a la burguesía. En todo esto le asiste re-

6 En otra parte he escrito: "Una de las formas de la existencia de la ideología es lo que me gustaría denominar la polaridad inter-sustentante, nombre con el cual deseo indicar el hecho de que frecuentemente un 'pun­to de vista* no sólo contradice a otro sino que vive o se sustenta en el otro, lo mismo que este segundo no sólo niega el primero sino que tam­bién depende o se basa en él. Se trata de una 'unidad ideológica de con­trarios1 . (Enrique González Rojo, Para leer a Althusser, Editorial Dióge-nes, S. A. México, 1974, p. 108).

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sueltamente la razón al marxismo. Pero esta última teoría no ha tomado en cuenta que, además del "aspecto esencial" de su deter­minación, que he indicado, el Estado es susceptible de incorporar en su estructura, de acuerdo con el momento histórico de que se trate (o el régimen social en que se halle ubicado) otro "aspecto esencial": el Estado puede no sólo representar los intereses de la clase dominante en el sentido aprophtivo-material del término (Estados esclavista-feudal, capitalista), sino de la clase dominante en el sentido apropiativo-intelectual de la expresión (modo de producción soviético).

Para que se entienda la afirmación precedente, transcribiré el siguiente párrafo de otro escrito mío: " M i punto de arranque es el siguiente: para hacernos una idea clara del proceso histórico, conviene poner de relieve que la sociedad capitalista no sólo está dividida en las clases sociales habitualmente reconocidas (los po­seedores y los desposeídos), sino en otro tipo de clases sociales (el trabajo intelectual contrapuesto al trabajo manual) que, habitual­mente también, no son consideradas como tales, sino como partes de la "clase media" o estratos, capas o sectores subsumidos "en última instancia" en las clases sociales en sentido económico. Parto, pues, de la idea de que existe, y ha existido prácticamente a lo largo de casi toda la historia, una clase intelectual",,6

Ya en la sociedad capitalista, el Estado representa dos tipos di­versos de intereses: los apropiativo-materiales de la burguesía y los apropiativo-intelectuales de la clase intelectual, de los dueños de medios de producción intelectuales. Como la clase intelectual se halla subordinada a la clase burguesa, como es asalariada suya, el Estado de la sociedad burguesa no puede expresar los intere­ses de la clase intelectual en los mismos términos en que expresa los intereses de la clase burguesa. El Estado defiende preferente­mente los intereses de la clase burguesa y sólo de modo secundario los intereses (privilegios) del trabajo intelectual frente al trabajo manual.7 Esto no tiene otra explicación que la de hacer notar que en la sociedad capitalista existen dos polaridades clasistas: una principal (entre el capital y el trabajo) y otra secundaria {entre el trabajo intelectual y el trabajo manua l ) . Si el Estado del ré­gimen burgués es, esencialmente, un Estado capitalista y secunda­riamente un Estado intelectual, el Estado del régimen "socialista" abandona su carácter de clase en el sentido apropiativo-material

* Las revoluciones en la historia de la filosofía y la clase intelectual. Consúltese también Hacia una teoría marxuta del trabajo intelectual y el trabajo manual, y El concepto de la clase intelectual y sus implicaciones de EGR. (Textos todos de próxima aparición).

7 Es inimaginable, por ejemplo, que el Estado burgués promoviera una revolución cultural proletaria.

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y refuerza y absolutiza su carácter de clase en el sentido apropia-tino-intelectual. Sigue siendo un Estado de clase; cierto que ya no de los poseedores de los medios materiales de la producción (los cuales han sido barridos por la socialización), sino de los dueños de los medios intelectuales de la producción: de los técnicos y los burócratas del Estado y el Partido.

Para que desaparezca el Estado se requiere, entonces, no sólo socializar los medios materiales de la producción (lo cual gene­raría un modo de producción intelectual) sino también los me­dios intelectuales de la misma. La lucha contra el Estado pasa forzosamente por la articulación de una revolución económica y de una revolución cultural. Sólo si se destruyen las clases (tanto en el sentido apropiativo-material cuanto en el sentido apropiati-vo-intelectual) es posible el "adormecimiento del Estado" (Engels).

Suponiendo que haya tenido lugar una revolución económica, suponiendo que se hayan socializado los medios materiales de pro­ducción, si no se lleva a cabo, al mismo tiempo (o mejor: en la articulación adecuada), una revolución cultural, el Estado expre­sará los intereses de la clase intelectual por dos razones: 1) porque la intelectualidad será el único agrupamiento social homogeneizado por su propiedad privada de medios de producción intelectual y 2) porque la intelectualidad, o, parte de ella, será la que natural­mente pase a integrar los puestos de mando.

Un Estado es susceptible de representar intereses de clase, por consiguiente, en un doble sentido: como Estado de la clase bur­guesa (capitalismo) y como Estado de la clase intelectual ("socia­lismo", modo de producción intelectual)? Me parece que la clase intelectual es susceptible de restablecer, en mayor o menor me­dida, relaciones capitalistas de producción, intercambio y distri­bución. La Unión Soviética contemporánea es una formación social intelectual en donde se han resucitado, a manera de elementos residuales cada vez más significativos, ciertos aspectos capitalistas.®

Mas, independientemente de estos "elementos capitalistas" res­tablecidos, me parece que la esencia del modo de producción so­viético es el ser un modo de producción intelectual, un régimen en que la clase intelectual tiene ciertos "devaneos capitalistas", por así decirlo; pero que, como los tiene a manera de degeneración o corrupción, podría dejar de tenerlos, si en el momento dado rec­tificara el camino y la orientación del régimen. Sin embargo, aun ocurriendo tal cosa, no dejaría de ser un modo de producción in-

8 Y no, como se ha supuesto tradicionalmente en el marxismo, sólo en sentido apropiativo-material. 9 Consúltese Charles Bettelheim, Las luchas de clases en la URSS (1917-1923), "Prefacio", Siglo XXI, México, 1977.

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telectual, el resultado de una "revolución económica" sin revo­lución cultural, de una socialización de los medios materiales de la producción y del respeto a la propiedad privada de los medios intelectuales de la producción.

En el capitalismo el "soporte" del Estado está constituido por dos tipos de clase: la apropiativo-material o clase burguesa (que es su basamento principal) y la apropiativo-intelectual o clase intelectual (que es su sustentáculo secundario). La revolución económica destruye el "soporte" apropiativo-material del Estado. La revolución cultural, su "soporte" apropiativo-intelectual. Una revolución que articulara debidamente la revolución económica y la revolución cultural dejaría sin base clasista al Estado.

Parecería, entonces, que la localización de las dos determinacio­nes exteriores del Estado (la clase burguesa y la clase intelectual), amén del tipo de revoluciones que se requiere para destruirlas, cercena finalmente los "soportes" del Estado y abre la posibilidad de un régimen de transición hacia el comunismo (y la "anarquía").

La teoría de la clase intelectual es extraordinariamente importan­te porqué nos pone al descubierto la última clase social dominante (explotador. a su manera) que registrará la historia. Tanto el mar­xismo como el anarquismo habían hablado de los intelectuales, habían hecho referencia a la antítesis entre el trabajo intelectual y el trabajo manual, habían concebido el régimen comunista como la emancipación de la sociedad respecto a la división del trabajo en general y respecto a la división del trabajo en intelectual y ma­nual en particular. Los anarquistas —Bakunin, por ejemplo— ofrecen observaciones especialmente lúcidas al respecto. Y un mar-xista que devino anarquista —W. Machajski— ha escrito las pá­ginas más memorables sobre los intelectuales, incluso los intelec­tuales considerados como clase, de que tengo noticia. Pero creo que hasta hoy no se ha realizado una teoría científica, plenamente desarrollada y sistemática, sobre la clase intelectual. Esta es la ra­zón por la cual la "resquebrajadura de principios" entre el mar­xismo y el anarquismo se ha perpetuado hasta nuestros días y ha adquirido modalidades de extremado antagonismo en países como España, Italia, Francia, etc.

El descubrimiento teórico-político de la clase intelectual no eli­mina del todo, sin embargo, el problema del Estado. Y ello es así, porque un Estado no sólo tiene determinaciones exteriores (clases sociales) sino también la determinación interior que se puede formular en la siguiente frase: el mero ejercicio del poder genera intereses en quienes ocupan los puestos de mando. A la larga, el poder corrompe, divorcia del pueblo, fomenta el despotismo. Ob-sárvese que estos planteamientos son anarquistas. Se basan en la verdad indiscutible del anarquismo. Así como la gran aportación

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del marxismo consistió en el descubrimiento de la primera deter­minación extrema del Estado (la clase en el sentido apropiativo-material), la gran aportación del anarquismo, la verdad que lo hace siempre ser actual, consistió en el descubrimiento de la deter­minación interna del Estado. Entre la primera determinación ex­terna del Estado y la determinación interna o, lo que es igual, entre la aportación marxista y la aportación anarquista hay, co­mo he dicho a lo largo de este texto, un vacío, una tierra de nadie. Al llegar a este punto, estamos ya en posibilidad de rellenar o desplazar ese vacío, de dar con el "eslabón perdido". Creo que este último no es otro que la segunda determinación externa del Estado (la clase en el sentido apropiativo-intelectual). Lo que tie­ne divididos al marxismo y al anarquismo es la carencia del con­cepto de clase intelectual y todo lo que implica.

El marxismo, al poner el acento en la primera determinación externa del Estado, hace énfasis en una determinación económica, apropiativo-material. El anarquismo, al poner el acento en la de-terminació ninterior del Estado, hace énfasis en una determinación política. Ambas concepciones absolutizan su verdad, y al absolu-tizarla, la falsean, La solución de la primera determinación ex­terna de¿ Estado, esto es, la socialización de los medios materiales de la producción, no trae "por añadidura" la solución de la deter­minación interior del Estado. El error del marxismo (como lo muestra su tesis del "adormecimiento" o la "extinción") es creer que la deformación burocrático-política se vendrá abajo con la desaparición de las clases (en el sentido apropiativo-material). El error del anarquismo consiste en no advertir que la solución de la determinación económica del Estado es condición necesaria, insoslayable (aunque no suficiente) de la extinción del Estado primero y de la implantación de la anarquía después. Entre la contradicción que se establece entre la determinación económica (puesta de relieve por los marxistas) y la determinación política (exaltada por los anarquistas), existe una determinación económi-co^pólítioa, externa-interna que, como he dicho, no ha sido asu­mida ni por el marxismo ni por el anarquismo tradicionales: se trata de la segunda determinación externa del Estado y del tipo de revolución resolutiva que implica: la revolución cultural. Es interesante subrayar que la revolución cultural —lucha ya no con­tra los intereses de los burgueses sino contra los privilegios de los intelectuales— tiene antecedentes no sólo teóricos en el socialismo utópico, en el marxismo y en el anarquismo, sino prácticos como en la Comuna de París. Es importante destacar que la revolución cultural proletaria China de 1965 es el gran acontecimiento his­tórico en que estalla una revolución de nuevo tipo, una revolu­ción cuya esencia reside, independientemente de las interpretaciones

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que se le h a dado, en u n a pugna de las masas trabajadoras manua­les contra los burócratas y los técnicos, en una palabra, contra la clase intelectual. La clase intelectual tiende un puente entre lo eco­nómico y lo político; nace, como las clases dominantes en sentido apropiativo-material, de la infraestructura economía;10 pero genera un sector que, por el grado de calificación o de experiencia que contiene,11 puede funcionar como estrato burocrático-político y adolecer, por ende, de la deformación autoritaria propia de la determinación interna del Estado;

Es indispensable hacer notar que tanto en el marxismo cuanto en el anarquismo, ha habido intentos de aproximar ambas concep­ciones políticas. Hay marxistas que se "han preocupado" por la determinación interna del Estado y hay anarquistas que han pres­tado atención a la primera determinación externa del Estado.12

Estos acercamientos han sido débiles y esporádicos; pero han exis­tido. Son sin duda importantes más por su intención, que por sus resultados. Tienen el mérito histórico de entrever que las dos concepciones .antagónicas, los dos hermanos irreconciliables pueden ser armonizados si abandonan ciertas estrecheces y dogmatismos. El ' 'marxismo libertario" o el "anarquismo marxista" adolece, sin embargo, de un defecto fundamental: pretende unificar ambas doctrinas al margen del eslabón perdido. Resultado de tal cosa es una posición ecléctica que en lugar de articular dialécticamente las verdades inherentes al marxismo y al anarquismo las suma me­cánicamente. Hasta hoy en día, los intentos de superar la con­tradicción entre anarquismo y marxismo me parece que son conci­liaciones sincréticas sin principio.

AI vacío teórico-político que se halla entre el anarquismo y el marxismo, no sólo se le llena con la noción de clase intelectual, sino también con la articulación dialéctica de todas las determi­naciones del Estado, con la articulación de las revoluciones eco­nómica, cultural y antiautoritaria. L a "pieza esencial" para articu­lar las posiciones del anarquismo y del marxismo es, ya se sabe, la clase intelectual. Sin el concepto de clase intelectual no existe la po­sibilidad de vincular científicamente, de articular dialécticamente, la revolución económica y la revolución antiautoritaria.

10 Aunque no de las relaciones sociales de producción, sino de las rela­ciones sociales de productividad esto es, de las fuerzas productivas.

1 1 De "trabajo en el trabajo" como he dicho en otra parte. 12 Guando los marxistas hablan de que la base económica determina

sólo en "última instancia" la superestructura estatal, y que ésta última posee una "relativa autonomía", vislumbran las diferentes prácticas implicadas en lo económico y lo político; pero los conceptos "en última instancia" y "relativa autonomía" operan como "comodines intelectuales" que nos brin­dan la ignorancia como conocimiento, la abstracción como concreción.

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La articulación entre los tres tipos de revoluciones puede te­ner dos aspectos: teórico e histórico. La articulación teórica debe formularse de éste modo: no puede haber revolución cultural (so­cialización de los medios de producción intelectual) sin "revolu­ción económica" (socialización de los medios de producción ma­terial), ni puede haber revolución anti-autoritaria (socialización del poder) sin revolución cultural. El régimen burgués, donde la fuerza de trabajo es una mercancía (y en donde, por ende, el trabajo complejo se cotiza espontáneamente más alto que el sim­ple) rechaza toda posibilidad de llevar a cabo una revolución cultural. Si, por otro lado, se realizara una "revolución económi­ca" sin una revolución cultural, se gestaría, como en el régimen soviético, un modo de producción intelectual^ un modo de pro­ducción que, a pesar de la forma en que lo presentan sus partida­rios, no sería un régimen de transición hacia el comunismo o, lo que es igual un régimen socialista, sino un nuevo modo de pro­ducción, ni capitalista ni socialista, que tendería a reproducirse constantemente sin generar otro modo de producción de manera evolutiva y pacífica. Si se pudiera hacer (lo cual no es sino una hipótesis metodológica) una revolución anti-autoritaria ■( dentro del modo de producción intelectual, del "socialismo"), sin una revolución cultural, El Estado y sus funciones coercitivas se resta­blecerían naturalmente por la existencia de la propiedad privada de los medios de producción intelectual.

El esquema de la revolución articulada es el siguiente:

Revolución económica

Revolución cultural

Revolución anti-auto­ritaria

Socialización de los medios materiales de producción

Socialización de los medios intelectuales de producción

Socialización de] poder

Destrucción de la primera determina­ción externa del Es­tado

Destrucción de la segunda determina­ción externa del Es­tado

Destrucción de la determinación inter­na del Estado

Socavarle al Estado su primera y segunda determinaciones ex­ternas es sentar las bases para socavarle su determinación interna. Sin los conceptos de clase económica (burguesa) y clase intelec­tual (fuerza de trabajo calificada) no es posible luchar científica y revolucionariamente contrv la determinación interna del Estado.

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Además del aspecto teórico de la articulación, hay que tomar en cuenta, como dije, el aspecto histórico. Este último alude a la forma específica en que las circunstancias permitirán a un país determinado articular sus revoluciones. La coyuntura histórica, las peculiaridades de desarrollo, el nivel de las contradicciones externas e internas fijarán ciertos límites a la articulación revolu­cionaria que no pueden ser menospreciados sin caer en una con­cepción idealista de la historia. Pero el conocimiento del aspecto teórico de la articulación, servirá de guía para ir sorteando las vicisitudes del aspecto histórico de la misma.

Para llevar a cabo las revoluciones económica, cultural y anti­autoritaria, para articular las diferentes revoluciones que requiere, no sólo el comunismo, sino el régimen de transición, se requiere de tres instrumentos: el partido, la dictadura del proletariado y una masa organizada que lleve a cabo el proceso de la revolución articulada.

Si las revoluciones de que he hablado, de acuerdo con su ar­ticulación teórica, se van fundamentando sucesivamente, de tal modo que no es posible la revolución cultural sin la "económica" y la revolución anti-autoritaria sin la cultural,13 el partido debe poseer una función anticipatitía, esto es, debe incorporar simul­táneamente en su estructura político-organizativa elementos im­portantes de las tres revoluciones en las que está destinado a jugar un papel eminente. Los anarquistas han visto en el partido, concebido como vanguardia de la clase obrera, el origen del Es­tado autoritario de la dictadura del proletariado. Aunque su posición al respecto no toma en cuenta la necesidad insoslayable de un organismo dirigente que introduzca la ciencia revolucionaria en el proletariado y lo dirija a través de las complejas vicisitudes históricas de la toma del poder y la consolidación del mismo, no deja de advertir este fenómeno: el partido, por ejemplo el bolchevique, supo conducir las masas al poder, derrocar a la bur­guesía, crear un nuevo régimen; pero, como resultado de ello, instauró un Estado que poco a poco se fue contraponiendo o divorciando del pueblo. Yo diría, para precisar la idea de lo que es el régimen soviético, que el partido bolchevique creó, sobre todo por obra del stalinismo, la dictadufa del proletariado intelec­tual, no del proletariado a secas. Creó un modo de producción en que la clase dominante es la clase intelectual (de burócratas y de técnicos) y el Estado un aparato que representa los intereses de tal intelligentsia contrapuesta al trabajo manual.

El partido bolchevique dijo pretender crear un régimen (el

1 8 Aunque no debe interpretarse este orden de manera rígida, mecánica y torpemente gradualista.

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socialista) y creó otro (el intelectual). Esto se debe no sólo a la ausencia del concepto de clase intelectual y todo lo que implica, sino a que hasta este momento no se ha concebido el partido como un laboratorio de comunismo. Para coadyuvar a la cons­trucción del comunismo, no es suficiente que una organización política adopte el socialismo como finalidad, como estrategia po­lítica. Es indispensable, además, que vaya asumiendo en la me­dida en que ello es posible en la sociedad actual, un modus vivendi comunista. El partido de la clase obrera debe combatir para que en su seno no haya ni poseedores de capital ni despo­seídos (finalidad de la "revolución económica"), ni trabajadores intelectuales contrapuestos a trabajadores manuales (finalidad de la revolución cultural) ni una autoridad contrapuesta despótica­mente a su base (revolución anti-autoritaria). Las dos determi­naciones externas del Estado y la determinación interna del mismo deben empezar a combatirse en la agrupación que va a dirigir a tos obreros hacia la instauración de un régimen socialista. El partido comunista no debe ser meramente el partido de la clase obrera (porque con ello se oculta la dictadura del "obrero intelectual" sobre el obrero manual) sino el partido de la clase obrera manual. Como también debe emprender la lucha contra la determinación interna del Estado, la denominación del partido debería ser la de partido antiautoritario del proletariado manual. Esta designación corresponde, como se comprende, tanto a los objetivos de su lucha cuanto a los parámetros de su modus vivendi cotidiano: en tanto partido del proletariado, combatirá a la clase burguesa y llevará a cabo la "revolución económica"; en tanto partido del proletariado manual, combatirá a la clase intelectual y realizará la revolución cultural, y en tanto partido auti-auto-ritarto del proletariado manual, combatirá la determinación interna del Estado y promoverá la revolución anti-autoritaria. Este partido anti-autoritario del proletariado manual llevará a cabo, por otra parte, las revoluciones "económica", cultural y anti-autoritaria en su seno, con lo cual no sólo anticipará lo que, de modo social, se gestará en el futuro, sino se hallará preparado adecuadamente para crear el socialismo y el comunismo. Para crear el comunismo hay que ser comunistas. Para llevar a buen término la "revolución económica" hay que destruir, a nivel de la agrupación política, la polaridad capital-trabajo. Para llevar a buen término la revo­lución cultural hay que destruir, en la misma organización, la polaridad trabajo intelectual-trabajo manual. Para llevar a buen término la revolución anti-autoritaria hay que destruir, por último, en la agrupación comunista, la polaridad autoridad-masa. Una agrupación en que se reproducen las tres polaridades no está capacitada para coadyuvar a disolverlas en la sociedad.

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La toma del poder no es posible, por otra parte, sin la dicta­dura del proletariado. Pero tomemos esta afirmación con reserva, y hagámoslo así porque, como he dicho, la dictadura del prole­tariado puede concebirse, como de hecho se ha concebido, como dictadura del proletariado intelectual. Se trata por consiguiente de instaurar un régimen estatal que tenga, como sus funciones primordiales, destruir las clases (la burguesa y la intelectual) y sentar las bases, con ello, para su propia destrucción como Estado. Debe ser un Estado que posea como su esencia el auto destruirse o, dicho de otro modo, que vaya articulando las medidas revo­lucionarias imprescindibles para eliminar finalmente, dando a luz la sociedad comunista, la determinación interna del Estado. De la misma manera que el partido, el Estado debe ser un laboratorio de comunismo. El Estado socialista no es meramente el aparato gubernamental que conduce a la masa popular al comunismo, sino qué es comunista. Como el partido, el Estado debe anticipar las relaciones comunistas en su seno- Un Estado es verdaderamente socialista en la medida en que, en su estructura interna, anuncia ya el comunismo. La dictadura del proletariado debe ser, enton­ces, laboratorio de comunismo, en tanto que contenga y promueva, asuma y realice, viva en consonancia con y luche por las revo­luciones económica, cultural y anti-autoritaria. Es un Estado que debe ser designado la dictadura anti-autoritaria del prole­tariado manual, un Estado que lucha, en sí y fuera de sí, contra las determinaciones externas del Estado y contra la determinación interna. Adviértase que las características del partido comunista y de la dictadura del proletariado, interpretados desde el punto de vista de la revolución articulada, son las mismas: ambos orga­nismos, aunque en diferente nivel, son instrumentos anti-autori-tarios del proletariado manual en lucha. La razón de ello es que el partido comunista y la dictadura del proletariado son, en un régimen socialista (en un régimen de transición en el que se ha realizado la revolución económica, se está llevando a cabo de manera ininterrumpida la revolución cultural y en que se ponen las bases para la revolución anti-autoritaria y el comunismo), dos elementos estrechamente vinculados que cumplen, en diferente nivel, idéntica tarea.

Para articular las revoluciones que he mencionado no sólo es indispensable la participación del partido dirigente y de la dicta­dura del proletariado, sino también, y de un modo especialmente significativo, de las masas populares. El partido comunista y la dictadura del proletariado, reinterpretados como organizaciones anti-autoritarias del proletariado "manual, deberán permitir, fo­mentar y encauzar una organización de las masas que establezca un sistema democrático de control sobre el Estado y el partido.

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El pueblo organizado, las masas que vayan asumiendo cada vez mayores márgenes autogestionaríos, debe aprender a vigilar todo entorpecimiento, vacilación y, no se diga, toda actitud traidora, falaz o demagógica del Estado y el partido. Debe velar porque, junto con el pueblo en su conjunto, el partido y el Estado lleven a su fin la articulación dialéctica de las revoluciones necesarias para la emancipación comunista. El pueblo organizado, en lucha, con espíritu revolucionario, debe convertirse en la determinación externa de la revolución articulada del partido y del Estado.

Una de las ideologías más frecuentes del "socialismo intelectual3' es el economismo} ideología que consiste en sostener la necesidad de supeditar al desarrollo de las fuerzas productivas (dentro de un régimen en que ya se han socializado los medios materiales de producción) todas las revoluciones que no sean la económica. Según esta ideología hay que lograr el mayor desarrollo posible de las fuerzas productivas ya que sólo haciendo tal cosa es posible llevar a cabo todos y cada uno de los aspectos que conforman es-tructuralmente el comunismo. Sin detenerme demasiado en este punto,14 me gustaría poner de relieve dos cosas: 1) esta ideología se caracterizan por una interpretación tecnicista del concepto de fuerzas productivas. Las fuerzas productivas, en efecto, no constan sólo de los medios de producción (de las condiciones materiales del trabajo) sino también de la fuerza de trabajo, no sólo de los instrumentos productivos, sino también de los trabajadores. En un país verdaderamente socialista no sólo deben ser revolucionados incesantemente los medios de producción, sino también la fuerza de trabajo. La revolucionarización de la fuerza de trabajo (la in-telectualización del trabajo manual y la proletarización del tra­bajo intelectual), si se lleva planifícadamente, volverá a la fuerza de ttabajo incomparablemente más productiva que en el pagado. 2) La ideología del "socialismo intelectual" se caracteriza, asimis­mo, por la suposición de que las relaciones económicas de pro­ducción imperantes en un país "socialista" no mantienen ningún tipo de discordancia con las fuerzas productivas en incesante des­pliegue, de tal modo que, al llegar este desenvolvimiento a cierto límite, sonará la hora de disolver las otras contradicciones sociales no resueltas aún, como son la antítesis ciudad-campo, trabajo in­telectual-trabajo manual, hombre-mujer, etc. Mi opinión es que dichas relaciones sociales de producción se convierten, en un mo­mento dado, en un obstáculo para el desarrollo de las fuerzas productivas, porque fijan los estrechos límites dentro de los cua­les pueden desenvolverse las fuerzas productivas. El aspecto me-

14 El cual ha sido analizado satisfactoriamente por Charles Bettelheim, opus. cit., "Prefacio".

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dular de las relaciones económicas de producción está constituido en este caso, como siempre, por las relaciones de propiedad. Por estas últimas sabemos que la clase dominante en un régimen co­mo el soviético es la clase intelectual, la clase que es dueña, en la forma de la propiedad privada, de conocimientos, experiencia, ca­lificación- En estas circunstancias el desarrollo de las fuerzas pro­ductivas está férreamente circunscrito a los intereses (privilegios) de la clase intelectual. No hay nada semejante, en la Unión So­viética y en todos los regímenes que se han estructurado de acuer­do con el modelo del "socialismo intelectual", a un desarrollo de las fuerzas productivas al margen de las clases sociales. La clase intelectual alienta este desarrollo de la técnica no en la medida en que tal despliegue de las fuerzas productivas acerque la socie­dad a la revolución cultural, sino todo lo contrario: en la medida en que la aleja de ese "peligro", en la medida en que es una tarea que pospone el conjunto de prácticas destinadas a socavar las instituciones (familia, educación, etc.) que reproducen las con­diciones del "socialismo intelectual" o la propiedad privada de los medios de producción intelectuales. En contra del economismo, soy de la opinión de que la técnica debe desarrollarse al mismo tiempo que la revolucionarización de la fuerza del trabajo y de la transformación cualitativa de las relaciones sociales de producción.

Al llegar a este punto, me gustaría dejar en claro que entiendo por sistema de pensamiento un sistema en el cual se articulan, en determinada proporción, elementos ideológicos sin más y elemen­tos científicos (o pre-científicos). Si en esta estructuración de ele­mentos, los elementos ideológicos resultan los determinantes, el sistema de pensamiento es un sistema ideológico; si resultan deter­minantes, en cambio, los elementos científicos, se trata de un sistema científico. Si se me permite decirlo así, en un sistema ideológico, los elementos científicos (o pre-científicos) están en la oposición, mientras que en el sistema científico los elementos científicos están en el poder. Desde el punto de vista espistemo-lógico los elementos científicos (o pre-científicos) representan lo nuevo, lo pujante, lo destructivo dentro de un sistema ideológico, y los elementos ideológicos representan lo viejo, lo residual, lo de-sechable dentro de un sistema científico. Soy de la opinión de que, en tanto el .marxismo-leninismo es un sistema de pensamiento científico, el anarquismo es un sistema de pensamiento ideológico. Pero entendámonos. El marxismo es un sistema de pensamiento científico que contiene elementos ideológicos, y el anarquismo es un sistema de pensamiento ideológico que contiene elementos cien­tíficos. Entre otros, el marxismo tiene, dentro de su sistema de pensamiento, un elemento ideológico claramente detectable: la au­sencia de la concepción de la determinación interna del Estado y

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de la revolución que presupone. El anarquismo por su parte tam­bién posee, entre otros muchos, un elemento ideológico claramente advertible: la ausencia de la concepción de la primera determi­nación interna del Estado y de la revolución y los instrumentos que implica. AI sistema de pensamiento marxista y al sistema de pensamiento anarquista les faltan verdades que se manejan en las dos teorías diferenciadas. Aun más. A ambas concepciones políti­cas, les falta, como he dicho, un eslabón: la segunda determina­ción externa del Estado y la revolución cultural que supone.

Soy de la opinión de que, como intenta demostrarlo este escrito, el descubrimiento, la evaluación, la sistematización de las conse­cuencias del "eslabón perdido" tiene que provenir más del mar­xismo que del anarquismo, ya que mientras el primero es, como dije, un sistema de pensamiento científico, el segundo es un sis­tema de pensamiento ideológico. El marxismo, en estas circuns­tancias, está mejor pertrechado para llenar sus vacíos, cubrir sus lagunas, eliminar sus elementos ideológicos. El marxismo posee una filosofía materialista, un método dialéctico, un conocimiento científico del modo de producción capitalista, una concepción justa del proceso revolucionario, etc. Estos elementos que, articulados, forman su sistema de pensamiento, son los que le permiten avan­zar constantemente, enriquecerse, automodificarse.

El escrito presente tiene la pretensión de ser un estudio marxista del vacío teórico-político que existe entre el propio marxismo y el anarquismo. ¿A qué resultado hemos llegado? A que, si aplica­mos creadora, crítica, audazmente el marxismo, damos al fin con el "eslabón perdido" que separó a las dos teorías revolucionarias del mundo capitalista moderno. El marxismo creador se convierte, así, en práctica cohesionadora. Los hermanos pueden al fin re­conciliarse.

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