domingo 24o mateo 18, 21-28 - salesianoscentroamerica.org

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Domingo 24 o del tiempo Ordinario, ciclo A El texto: Mateo 18, 21-28. 21 Entonces se acercó Pedro y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces, si me ofendiese mi hermano, lo perdonaré?, ¿hasta siete veces?» 22 Le dice Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. 23 Pues se es parecido el Reino de los Cielos a un cierto hombre que reinaba, el cual quiso ajustar sus asuntos con sus siervos. 24 Comenzando a ajustar, le fue llevado uno que le debía mil talentos. 25 No teniendo él para pagarle, ordenó el señor que se vendiera a su mujer, a sus hijos y todo cuanto poseía para pagar. 26 Entonces, el siervo postrándose le suplicó diciendo: "Ten paciencia sobre mí, y te pagaré todo." 27 Compadeciéndose el señor de aquel siervo suyo, lo liberó y le perdonó la deuda. 28 Pero aquel siervo, saliendo, encontró a uno de sus compañeros siervos, el cual le debía cien denarios, y sujetándolo lo estrangulaba diciendo: "Paga si algo debes." 29 Postrándose entonces su compañero siervo le clamaba diciendo: "Ten paciencia sobre mí, y te pagaré." 30 Pero él no quiso, sino que fue y lo echó a la prisión hasta que pagase lo adeudado. 31 Viendo entonces sus compañeros siervos lo acaecido, se indignaron en sobremanera y yendo manifestaron a su señor todos estos acontecimientos. 32 Entonces su señor, mandándolo llamar le dice: "Siervo malo, toda aquella deuda te perdoné cuando me suplicabas. 33 ¿No debías apiadarte de tu compañero siervo, así como yo me apiadé de ti? 34 Y encolerizado su señor lo entregó a los verdugos hasta que no pagase todo lo adeudado. 35 Así, mi Padre celeste hará con ustedes, si no perdonan cada uno a su hermano desde sus corazones.» (“Busca leyendo...” Lo que dice el texto en si mismo para entenderlo mejor) La pregunta de Pedro sobre el perdón fraterno versa sobre su cantidad (siete veces), mientras que Jesús hablará de su cualidad (desde el corazón). Por ello, aunque la simple respuesta de “setenta veces siete” hubiese bastado para corregir, la ya de por sí perfecta cantidad de Pedro, Jesús nos ofrece una hermosa parábola sobre la misericordia de Dios. En la parábola destacan las relaciones entre acreedor y deudor: rey-siervo, siervo-siervo; a esta relación corresponde también la enorme desproporción de la deuda: mil talentos (1 talento = 21.60 kg de plata) y cien denarios (1 denario = 3.90 g de plata). Las relaciones entre los individuos están determinadas fuertemente por el pronombre posesivo “suyo”, no nos encontramos ante interacciones sociales casuales, sino ante una relación de profunda pertenencia; y ya que en el primer caso hay una relación vertical, destaca especialmente la condición de compañerismo en la servidumbre (syn-doulos), que expresa una relación horizontal. Las palabras de súplica también tienen una desproporción, mientras que el siervo ante el amo hace una súplica reverente; el con-siervo clama en la desesperación del ser estrangulado. El malestar de los otros con-siervos que refieren a su señor lo ocurrido, se magnifica hasta el punto de llegar a la cólera (misma palabra que se aplica a Dios cuando está a punto de actuar contra el mal del mundo, cf Ap 6, 12-17) en el hombre que reina. No se trata de una venganza de parte de los con-siervos o del señor, sino un llamado a la con-miseración, basada en el mismo ejemplo del amo. (“... y encontrarás meditando.” Reflexión personal y profundización sobre la Palabra, lo que a mí me dice ahora) El arte de perdonar de corazón no tiene fundamento en cantidades de lo que se debe, o de las veces que se pide el perdón; sino en el ejemplo mismo que debe aprender aquel que ha sido perdonado, tomando como modelo a aquel que le ha otorgado el perdón. Jesús se centra en la misericordia del Padre, que no está condicionada por nuestra propia bondad para otorgársenos, pero sí para que se nos mantenga: el que ha sido perdonado no hizo nada más que suplicar devotamente la gracia; pierde ese

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Domingo 24o del tiempo Ordinario, ciclo A El texto: Mateo 18, 21-28. 21Entonces se acercó Pedro y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces, si me ofendiese mi hermano, lo perdonaré?, ¿hasta siete veces?» 22Le dice Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. 23Pues se es parecido el Reino de los Cielos a un cierto hombre que reinaba, el cual quiso ajustar sus asuntos con sus siervos. 24Comenzando a ajustar, le fue llevado uno que le debía mil talentos. 25No teniendo él para pagarle, ordenó el señor que se vendiera a su mujer, a sus hijos y todo cuanto poseía para pagar. 26Entonces, el siervo postrándose le suplicó diciendo: "Ten paciencia sobre mí, y te pagaré todo." 27Compadeciéndose el señor de aquel siervo suyo, lo liberó y le perdonó la deuda. 28Pero aquel siervo, saliendo, encontró a uno de sus compañeros siervos, el cual le debía cien denarios, y sujetándolo lo estrangulaba diciendo: "Paga si algo debes." 29Postrándose entonces su compañero siervo le clamaba diciendo: "Ten paciencia sobre mí, y te pagaré." 30Pero él no quiso, sino que fue y lo echó a la prisión hasta que pagase lo adeudado. 31Viendo entonces sus compañeros siervos lo acaecido, se indignaron en sobremanera y yendo manifestaron a su señor todos estos acontecimientos. 32Entonces su señor, mandándolo llamar le dice: "Siervo malo, toda aquella deuda te perdoné cuando me suplicabas. 33¿No debías apiadarte de tu compañero siervo, así como yo me apiadé de ti? 34Y encolerizado su señor lo entregó a los verdugos hasta que no pagase todo lo adeudado. 35Así, mi Padre celeste hará con ustedes, si no perdonan cada uno a su hermano desde sus corazones.»

(“Busca leyendo...” Lo que dice el texto en si mismo para entenderlo mejor)

La pregunta de Pedro sobre el perdón fraterno versa sobre su cantidad (siete veces), mientras que Jesús hablará de su cualidad (desde el corazón). Por ello, aunque la simple respuesta de “setenta veces siete” hubiese bastado para corregir, la ya de por sí perfecta cantidad de Pedro, Jesús nos ofrece una hermosa parábola sobre la misericordia de Dios. En la parábola destacan las relaciones entre acreedor y deudor: rey-siervo, siervo-siervo; a esta relación corresponde también la enorme desproporción de la deuda: mil talentos (1 talento = 21.60 kg de plata) y cien denarios (1 denario = 3.90 g de plata). Las relaciones entre los individuos están determinadas fuertemente por el pronombre posesivo “suyo”, no nos encontramos ante interacciones sociales casuales, sino ante una relación de profunda pertenencia; y ya que en el primer caso hay una relación vertical, destaca especialmente la condición de compañerismo en la servidumbre (syn-doulos), que expresa una relación horizontal. Las palabras de súplica también tienen una desproporción, mientras que el siervo ante el amo hace una súplica reverente; el con-siervo clama en la desesperación del ser estrangulado. El malestar de los otros con-siervos que refieren a su señor lo ocurrido, se magnifica hasta el punto de llegar a la cólera (misma palabra que se aplica a Dios cuando está a punto de actuar contra el mal del mundo, cf Ap 6, 12-17) en el hombre que reina. No se trata de una venganza de parte de los con-siervos o del señor, sino un llamado a la con-miseración, basada en el mismo ejemplo del amo.

(“... y encontrarás meditando.” Reflexión personal y profundización sobre la Palabra, lo que a mí me dice ahora)

El arte de perdonar de corazón no tiene fundamento en cantidades de lo que se debe, o de las veces que se pide el perdón; sino en el ejemplo mismo que debe aprender aquel que ha sido perdonado, tomando como modelo a aquel que le ha otorgado el perdón. Jesús se centra en la misericordia del Padre, que no está condicionada por nuestra propia bondad para otorgársenos, pero sí para que se nos mantenga: el que ha sido perdonado no hizo nada más que suplicar devotamente la gracia; pierde ese

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perdón, no se le es negado en primer instancia. El papel de los otros, como comunicadores de la situación al amo, nos los pudiese presentar como unos acusadores; sin embargo, son ellos los portadores del grito del hombre que estaba siendo estrangulado, y por lo mismo, su voz de súplica era acallada. Son solidarios con el dolor de su compañero ante la cerrazón de aquel que olvidó su pertenencia al mismo grupo de siervos. La común condición de servidumbre espera una misma misericordia entre ellos, siendo el criterio de su común condición la relación compartida con el amo misericordioso.

(“Llama orando...” Lo que le digo, desde mi vida, al Dios que me habla en su Evangelio. Le respondo)

Enséñame a perdonar desde el corazón, desde donde se mueven los afectos, desde donde se duele uno de la desgracia ajena más que de la afrenta recibida. Mas para poder perdonar desde el corazón, necesito, Señor, que me muestres tu propio corazón misericordioso: “Tenme paciencia y te lo pagaré todo.” Haz, Señor, que no olvide mi condición de siervo, compañero de los demás, que no me sienta por encima de otros; mas bien, mantenme siempre con la mirada a los ojos de mi hermano para descubrir en ellos a un semejante, a alguien que comparte mis dolores y esperanzas, a alguien que necesita mi paciencia, al igual que yo necesito la de él; y todos la tuya que es infinita. Que la avidez de las pequeñas cosas no me cierre los ojos y el corazón a las grandezas de tu misericordia, a fin de que mi corazón no llegue a arder en tu cólera, sino que se solace en tu compasión. Amén.

(“... y se te abrirá por la contemplación.” Hago silencio, me lleno de gozo, me dejo iluminar y tomo decisiones para actuar de

acuerdo a la Palabra de Dios) ¿Me puedo reconocer siervo al igual que mis hermanos? ¿Qué sentimiento brota en mi corazón al constatarlo? Cuando pienso en Dios como mi Señor, ¿qué siento en mi interior, una sujeción o una íntima relación? ¿Cómo podría perdonar mejor de corazón?, ¿me fijo más en el dolor del otro, o en lo que me debe? Me puede ayudar mucho el recordar cuántas veces y de cuanto he sido perdonado, por parte de Dios y de mis hermanos y hermanas.